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FIAIZ

SALTERIO DE LAS SUBIDAS

 

¿HABRÁ CANTO EN LA NOCHE?

Una lectura actualizada de los “salmos de las subidas”

(Salmos 120-135)

 

 

         La Palabra es casa de acogida y se puede volver a ella desde cualquier situación personal o comunitaria. No  importa que se haya estado muy alejado de ella. Se puede, pues, volver a los Salmos siempre que se desee.

         A este trabajo anteceden dos introducciones: una más “descolgada” sobre la situación de la VR. Utilizaremos unas reflexiones del claretiano G. Fernández Sanz. Una segunda introducción versará sobre la situación de los salmos en general en nuestra vida cristiana.

         Como el Salterio es un texto enorme, se hace necesario acotar. Nosotros en esta semana nos vamos a situar en los salmos 120-135: Esta oferta de reflexión espiritual brota de una suposición y de un anhelo. El supuesto viene en Mc 10,32: “Iban por el camino, subiendo a Jerusalén, y Jesús iba delante; ellos estaban desconcertados, y los que le seguían iban con miedo”. Jesús sube por última vez a Jerusalén. Es meterse en la boca del lobo, como así fue. Jesús sube al frente de esa cordada de desalentados que son los discípulos, que van “desconcertados” y de la gente que le sigue que va “con miedo”. Jesús va delante. Y podemos suponer que, como sube a Jerusalén, va cantando, como hacían los peregrinos judíos, los “salmos de las subidas” (Sal 120-135). Canta delante para animar a los acobardados que van detrás. Cree que cantando se espantará o, al menos, se controlará el temblor de sus corazones y el deseo de salir corriendo en dirección contraria. Salmos para suscitar ánimo cuando el agujero negro del desaliento, del temor y de la pena lo absorbe todo.

         Pensamos que esta reflexión puede animarnos a releer los salmos con más gusto y deseo. El hacerlo en comunidad puede ser una gran ayuda.

 

INTRODUCCIÓN 1ª

ENCRUCIJADAS EN LA VIDA CONSAGRADA

 

La vida consagrada actual se enfrenta a varias encrucijadas. Según el camino que escojamos, así será nuestro porvenir. Escojo cuatro encrucijadas que considero muy significativas.

 

2.1. Interpretar el carisma desde el pasado o interpretarlo desde el futuro

 

Durante los años del posconcilio hemos hecho un enorme esfuerzo por volver al espíritu original de los Fundadores, de releer el carisma y de hacer las adecuadas adaptaciones (cf. decreto Perfectae caritatis). Hemos querido ser fieles a la Iglesia, a los fundadores, a las sanas tradiciones y a los signos de los tiempos. La “memoria Jesu” la hemos entendido, sobre todo, como una fidelidad creativa a nuestros orígenes carismáticos. Los institutos religiosos han adaptado sus constituciones y directorios, han escrito historias de los fundadores y reflexiones sobre el carisma, etc. Creo que este esfuerzo ha producido muchos frutos. Hoy tenemos una conciencia más nítida de nuestra identidad y un anclaje eclesial más lúcido.

Pero, sin pretenderlo, esta mirada agradecida y crítica al pasado tiene un riesgo. Podemos mitificar a los fundadores, convertirnos en personas nostálgicas de una supuesta “edad dorada” o prisioneros del “síndrome de la 16 mujer de Lot” (cf. Gn 19,26); es decir, podemos experimentar la tentación de mirar hacia atrás y de lamentar todo lo que tenemos que dejar y que consideramos casi sagrado: casas, obras, provincias, etc.

¿Qué pasaría si, en vez de comparar tanto el presente con el pasado, desplazáramos nuestra mirada al futuro? En realidad, no somos solo “memoria” del Jesús que vivió en la historia, sino del Jesús resucitado que nos atrae desde el final de la historia. Si viéramos así las cosas, la pregunta sería: ¿En qué medida lo que vivimos ahora está preparando un futuro nuevo? ¿Qué tenemos que dejar para que se abra paso el sueño de Dios, una nueva etapa de creatividad en la multisecular historia de la vida consagrada, siempre en evolución? La vida consagrada debe ser entendida en términos de un futuro anticipado. Tiene un pie adelantado a los tiempos. La misma naturaleza escatológica de la vida consagrada la invita a enraizarse en el futuro. Aquí se abre una perspectiva teológica insuficientemente explorada.

La teoría-U, por su parte, nos proporciona algunas claves para comprender mejor este proceso de transformación. Se trata de un proceso kenótico de dejar ir el pasado, el viejo yo, las formas de ver, juzgar y actuar y dejar venir un futuro emergente. Su creador, Otto Scharmer, escribe: “Todos los métodos tradicionales de aprendizaje organizativo funcionan con el mismo modelo de aprendizaje: aprender reflexionando sobre experiencias pasadas. Pero he visto una y otra vez que en las organizaciones reales la mayoría de los líderes se enfrentan a retos a los que no se puede responder simplemente reflexionando sobre el pasado. A veces las experiencias pasadas no son especialmente útiles. A veces son los propios obstáculos que impiden a un equipo mirar una situación con ojos nuevos. En otras palabras, aprender del pasado es necesario, pero no suficiente. Todos los retos perturbadores nos obligan a ir más allá. Nos exigen ir más despacio, detenernos, percibir las grandes fuerzas motrices del cambio, soltar el pasado y dejar que llegue el futuro que quiere surgir”.

 

2.2. Poner el acento en las obras o en la alternativa de vida

 

Aunque casi todos los institutos de vida consagrada estamos atravesando por una crisis estadística y de relevancia, las órdenes monásticas tienen una ventaja sobre los institutos apostólicos. Nosotros hemos identificado mucho nuestra misión en la Iglesia con las obras que hacemos: colegios, hospitales, centros sociales, parroquias, etc. Ellas (las órdenes monásticas) acentúan mucho un estilo de vida que se presenta 18 siempre como alternativa al estilo secular. Nosotros ponemos el acento en la encarnación (con el riesgo de caer en la mundanización); ellas, en la dimensión contemplativa y escatológica (con el riesgo de un cierto espiritualismo).      

 

         Es verdad que todas las formas tienen sus ángeles y demonios, pero es indudable que las formas apostólicas están más expuestas a los vaivenes de los tiempos, precisamente por su fuerte encarnación en las realidades seculares. Lo que hace un par de siglos se presentaba como una emergencia social hoy es cubierto por el estado o por muchos laicos comprometidos. La vida contemplativa, al no estar tan ligada a obras de apostolado, pone de relieve dimensiones perennes como la búsqueda de Dios, la armonía personal y comunitaria, etc.

Aquí se abre una encrucijada difícil. ¿Para qué existimos en la Iglesia? ¿Nuestra misión consiste en realizar obras especializadas (como si fuéramos una especie de caballería ligera eclesial) o, más bien, en mostrar un estilo de vida alternativo y, hasta cierto punto, paradójico? La constitución Lumen Gentium afirmaba que “el estado religioso, por librar mejor a sus seguidores de las preocupaciones terrenas, cumple también mejor, sea la función de manifestar ante todos los fieles que los 19 bienes celestiales se hallan ya presentes en este mundo, sea la de testimoniar la vida nueva y eterna conquistada por la redención de Cristo, sea la de prefigurar la futura resurrección y la gloria del reino celestial” (LG 44).

Es verdad que no podemos desgajar la tríada consagración-comunión-misión, pero es peligroso reducir la misión a un apostolado específico que puede estar muy condicionado por las necesidades sociales y eclesiales de un momento histórico y, por tanto, morir con él.

Hablando más concretamente del campo de la educación: ¿Cuál es la diferencia entre una profesora seglar que entiende su profesión como una vocación de servicio y una religiosa concepcionista? El estilo de vida marca la diferencia.

 

2.3. Poner el propio instituto en el centro o abrirnos a la eclesialidad

 

Se dice que hoy estamos viviendo un momento histórico caracterizado por la cultura “inter”: internacional, intercultural, interétnica, intercongregacional, interconfesional, interreligiosa, etc. Quizá durante mucho tiempo hemos puesto el acento en la propia identidad carismática, entendiendo esta como aquello que nos distinguía de los demás. En tiempos de “abundancia eclesiológica”, era comprensible esta actitud 20 un tanto autorreferencial. Hoy, en el marco de una Iglesia sinodal, no se entiende. Existimos en la Iglesia y al servicio de la misión de la Iglesia. Los institutos que se cierren en sí mismos perderán su razón de ser. Los que sean capaces de entrar decididamente en el cauce eclesial y se relacionen sanamente con las demás formas de vida, comprenderán mejor para qué existen y cómo pueden contribuir a la edificación de la Iglesia.

El camino sinodal que estamos siguiendo estos años es una oportunidad para abrirnos a la eclesialidad. Uno de los frutos que suele percibirse en los países donde la Iglesia católica es una minoría es la relación cordial y la colaboración fraterna entre los diversos institutos de vida consagrada, los pastores y los laicos. La fragilidad institucional que hoy vivimos en Europa es una “encrucijada de gracia” para relacionarnos más, aprender unos de otros y afrontar juntos los desafíos de la misión. Esto exige un cambio de paradigma para el que no siempre estamos preparados psicológica y espiritualmente. No se trata de defender a capa y espada los derechos y obras de mi instituto, sino de ver cómo podemos contribuir a una misión que nos desborda -¡es la “missio Dei”!- y que exige la colaboración de todos. 

 

2.4. Estar a la defensiva o irradiar alegría

 

El pasado jueves 6 de octubre, en el marco de los jueves del ITVR de Madrid, el profesor Miguel García Baró -filósofo, padre de siete hijos y coordinador del proyecto “Repara” para prevención de abusos y atención a las víctimas de abusos en la diócesis de Madrid- habló sobre lo que, en su opinión, dice la gente acerca de los consagrados. Quizás debido a su responsabilidad actual, cargó las tintas sobre las opiniones negativas. A menudo nos ven como personas reprimidas, autoritarias, incoherentes, abusadoras, etc. A la hora de hablar de su opinión personal, dijo: “Tengo que insistir en la cuestión de la felicidad. No se debería meter en un convento a nadie que no haya sido feliz fuera. Los conventos y monasterios no son lugares en donde se venga a lamer las heridas. Habría que tener más cuidado con quienes solicitan entrar. Quiero decir, precisamos que la vida religiosa arraigue en la realidad”.

Creo que este arraigo en la realidad nos libera de una actitud que es muy común entre los consagrados y que se caracteriza por estar a la defensiva. Nos sentimos criticados por los casos de abusos de conciencia, de poder y sexuales, acusamos el peso de la ridiculización y la irrelevancia, etc. A veces no se nos ocurre otra cosa que reaccionar como los niños: “Y tú más”. Una vida religiosa a la defensiva no es atractiva para nadie. Como decía el profesor García Baró, “la gente busca fuentes de sentido”. Si nosotros pudiéramos compartir con sencillez nuestra experiencia de encuentro con Jesucristo, “atraeríamos a la gente como la miel a las moscas”.

Quizá uno de los rasgos que hace de la vida consagrada un estilo de vida alternativo sea su capacidad de irradiar felicidad y alegría. La irradiación es el nuevo nombre de la misión. Un rostro iluminado remite a la luz. Una sonrisa habla de felicidad. Una comunidad unida testimonia la fraternidad. Una misión compartida provoca credibilidad.

¿Es posible que las comunidades de vida consagrada, formadas mayoritariamente por personas mayores, y a veces enfermas, irradien alegría? Sí, es posible, con tal de que nos abrevemos en las fuentes de la alegría. La alegría es un don del Espíritu Santo. En 2014, la CIVCSVA, nos dirigió una carta circular a los consagrados que llevaba por título “Alegraos”. Se abría con unas palabras del papa Francisco: “Donde están los consagrados, siempre hay alegría”. Y luego citaba unas palabras del número de Evangelii gaudium: “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”. 

 

Conclusión

 

Si nos consideramos los últimos representantes de un estilo de vida que va a desaparecer, entonces adoptamos la moral del “enterrador”. Si, por el contrario, creemos que estamos en un período de transición o que somos los primeros de un nuevo modelo que se está gestando, entonces percibimos nuestra vocación de “parteros”. Nuestra preocupación no será tanto liquidar el pasado cuanto preparar el futuro. Los problemas son los mismos, pero la actitud personal y colectiva hace que los afrontemos de maneras muy diversas.

Gracias a Dios, lo que sorprende -y hasta escandaliza- a algunos es que los consagrados, a la vista de los números, no mostramos una moral de derrota, sino de serenidad, trabajo callado y esperanza. Lo que algunos tachan de actitud ilusa y de falta de responsabilidad, quizás nace de la fuerte convicción de que Dios sabe guiar la historia y darnos lo que nos conviene en cada momento. Si hoy permite la escasez y hasta la irrelevancia, quizás es porque prepara para su Iglesia una nueva estación de vida, porque quiere llevarnos a una nueva “tierra prometida”. A nosotros nos toca confiar con humildad e irradiar esta confianza, conscientes de que “si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles” (Sal 126,2).

 

 

 

INTRODUCCIÓN 2ª

CANTANDO PARA AVIVAR EL FUEGO

 

 

«Hacia la una de la madrugada pensé que estaba soñando:

oía una letanía en un ritmo semitonado.

Pero pronto me di cuenta de que era una realidad:

la dueña de la casa estaba cantando mientras avivaba el fuego desde su hamaca.

Sentí  una profunda sensación de respeto y admiración

que hizo brotar del mi alma una sincera plegaria».

 

  1. LABAKA, Crónica huaorani

 

1. Historia de un abandono

 

La historia de los Salmos en la Iglesia actual es la historia de un abandono. Es cierto que muchas comunidades siguen fieles al ordenamiento litúrgico de los Salmos. Pero gran parte del clero y de la vida religiosa han dejado de lado el Salterio. Además, el pueblo cristiano se ha adentrado tímidamente en los Salmos y de maneras no organizadas. De modo que se puede decir que nuestros tiempos no son los mejores para la espiritualidad sálmica.

No ha de extrañar esto viniendo de donde venimos. La lectura de los Salmos ha estado doblemente alejada del pueblo cristiano: se hacía en latín y se la apropiaron los clérigos. Con estos dos ingredientes, estaba destinada al abandono. Los intentos de conectar con el pueblo cristiano desde ahí resultaban rocambolescos.

Cuando el Vaticano II ha querido poner de nuevo el Salterio en las manos del cristiano se ha encontrado con un pacífico olvido o con la proliferación de otros salmos apócrifos, textos poéticos que conectaban mejor con la espiritualidad cristiana. El olvido se ha vivido sin ninguna conciencia de culpa y la creación de nuevos salmos se ha hecho con la simple finalidad de orar. En este segundo caso, aun se mantiene una cierta estructura similar a la que dispone la litúrgica de las horas.

¿Dónde se sitúan las raíces de esta historia de abandono? En primer lugar en una frágil formación bíblica porque, aunque esta ha mejorado notablemente respecto a otras épocas de la fe, aún queda mucho por hacer y la formación en torno al Salterio (requiere un tratamiento específico) aún está esperando. En segundo lugar porque no se ha logrado trasladar la vieja experiencia espiritual judía de los salmos a los odres nuevos del Evangelio. Es lo que llamaremos la lectura cristológica de los salmos, de la que luego hablaremos. Y finalmente por todos esos elementos (violencia, cólera de Dios, sangre derramada, etc.) que constituyen una evidente dificultad para la sensibilidad antropológica de la persona de hoy. Este tercer elemento suele ser definitivo para justificar el simple abandono de los Salmos.

Sea como fuere, parece que no ha sonado todavía en la Iglesia la hora de recuperar los Salmos aunque, desembarazos de prejuicios, hay cristianos que comienzan a preguntarse y a conectar con la espiritualidad que subyace en el subsuelo de los Salmos y que puede seguir nutriendo la del creyente de hoy. Hay que ser conscientes de que los itinerarios espirituales humanos ni son tan diferentes los unos de los otros según las épocas, ni son tan intransversales que no se pueda pasar de uno a otro. Si añadimos a esto una buena dosis de pertenencia antropológica, la posibilidad de reencuentro será mayor.

 

NOTAS: La comunidad cristiana en general usa los Salmos casi únicamente en el salmo responsorial de la misa; otros usos litúrgicos (laudes, vísperas) son minoritarios. Es rocambolesca y simpática la figura del sacristán de pueblo que canta en vísperas del domingo el salmo “Dixit Dominus domino meo…” si saber lo que dice. OGLH 8 dice que es oración destinada al pueblo  y en 20 dice que se haga la liturgia de las horas “en lo posible con la participación del pueblo”; ese “en lo posible” revela la dificultad. En OGLH 26 dice que los religiosos/as procuren hacerla con el pueblo. Todo esto sigue siendo un anhelo. Los “nuevos salmos” son, a veces, poéticamente cuestionables, además de largos y pesados, aunque incorporan más vivamente la espiritualidad evangélica (ver, por ejemplo: B. GONZÁLEZ BUELTA, Salmos para sentir y gustar internamente, Ed. Sal Terrae, Santander 2007). Dice OGLH 131: «En el curso del salterio se omiten los salmos 57, 82 y 108, en los que predomina el carácter imprecatorio. Asimismo se han pasado por alto algunos versos de ciertos salmos, como se indica al comienzo de cada uno de ellos. La omisión de estos textos se debe a cierta dificultad psicológica, a pesar de que los mismos salmos imprecatorios afloran en la espiritualidad neotestamentaria, Por ejemplo: Apoc. 6, 10, sin que en modo alguno induzcan a maldecir».

 

2. Una honda experiencia espiritual

 

Como todos sabemos, el Salterio es el libro más amplio de toda la Biblia (150 piezas o “capítulos”)  y abarca una amplitud en el tiempo que puede rondar los ocho siglos. Esto quiere decir que en esta obra han metido mano muchas personas, con talantes y anhelos distintos, con visiones de la sociedad contrapuestas, con valoraciones desencontradas. Han tenido parte los violentos y los excluyentes, los nacionalistas que solo ven el mundo desde su perspectiva, los racistas, incluso, y los supremacistas. Pero también han dejado huella los pacíficos, los perdonadores, los incluyentes y, sobre todo, los pobres y necesitados. El Salterio es la oración de todos, la discutible y la indiscutible, la aceptable y aquella otra que, sobre todo según los cánones del Evangelio, hoy nos resulta inaceptable.

Estas oraciones tan variopintas tienen un sustrato común: la certeza de que la vida de los humanos, cualesquiera que sean sus azarosos caminos, es una vida acompañada. Entre las categorías que los estudiosos descubren en los salmos, casi nunca aparece la de “salmos de acompañamiento”. Muchos de ellos tratan de paliar la soledad vital en la que el orante ve envuelta su vida. Podrían llamarse “salmos para mitigar la soledad honda”. En épocas de mayor desamparo, los creyentes han encontrado en la oración un último recurso, un dinamismo para seguir adelante. Por eso los Salmos son resilientes, tratan de que el orante salga fortalecido ante la dura adversidad. Su lenguaje es, con frecuencia, el de un luchador de la vida.

Al Salterio se le ha llamado también “libro de oración de los pobres”. No son los más pobres quienes han escrito estas piezas, máxime cuando los pobres de entonces eran prácticamente todos analfabetos y entre los Salmos hay textos de gran lirismo. Pero las duras experiencias de aquella época han dejado huella en estas plegarias. Muchas de esas experiencias siguen siendo compañeras del actual caminar humano. Y por ello los Salmos pueden ser útiles para recabar fuerza ante la inevitable dureza de la vida. El eco interior de bastantes de estas plegarias conecta con las situaciones vitales del orante de hoy y se emparejan con el núcleo del Evangelio. De ahí que puede ser una pérdida meter a todos los Salmos en el saco del rechazo.

La mayor pega que se pone a los Salmos es su fuerte y continua dosis de violencia que se vuelca en ellos. No se puede negar. Quizá podamos entenderlos por el contexto en el que nacieron, pero hoy no se pueden usar en directo como plegaria de un creyente en Jesús. Ese discernimiento hay que hacerla sí o sí. Con ello, el Salterio quedará muy menguado. Si se añade a ello el supremacismo de Israel que destilan muchos salmos y la exclusión correspondiente de los no judíos, la cosa se reduce más. Aún así, queda la mayor parte del salterio como ámbito utilizable de espiritualidad. Desechar todo un salmo por un solo versículo parece desproporcionado.

Solamente se podrá conectar con el subsuelo de muchos Salmos desde la plataforma común de la interioridad. En su aparente sencillez, los Salmos son plegarias de personas que han ahondado en el sentido de su vida y de su fe. Leer estas plegarias de manera superficial y despectiva es renunciar a alimentar la propia interioridad con vocabulario y vivencias de gente que se ha metido en el subsuelo de la vida y de la fe. Del mismo modo, defenderlos a priori, simplemente por ser oración “oficial” de la Iglesia, parecer ser también una banalidad.

 

NOTAS: Hay Salmos antiguos (Sal 28) y otros de la época helenística (Sal 146). El mejor comentario en castellano: L. ALONSO SCHÖKEL, Salmos (2 vol.); Ed. Verbo Divino, Estella 1992-1993. Los “salmos para mitigar la soledad” son abundantes: 6, 9, 23, 25, 31, 32, 34, 43, etc.  Ver la conexión del Sal 40 con Mt 5,4ss. Los salmos de violencia son abundantes: 5, 7, 11, 34, 40, etc. Ciertos sentimientos que rechazamos en los salmos siguen vigentes hoy, por ejemplo la venganza: el papa Francisco habla de ella repetidamente en FT (242, 251-252, 266, etc.).

 

3. Nueva orientación, nuevo lenguaje

 

Los Salmos se pueden leer desde perspectivas diversas: judía, cristiana, incluso atea. Los cristianos los leemos desde la perspectiva de Jesús. Esto aporta un sentido nuevo al Salmo que, sin abandonar el originario, le da otros elementos de  valor. Se evidencia que la superposición de espiritualidades es, sin duda, un enriquecimiento. Más allá de discrepancias religiosas, mucho del fondo de la oración sálmica conecta con la espiritualidad evangélica, aunque haya elementos en que ambos caminos divergen.  Las espiritualidades tienen la propiedad de ser sumables y, a la vez, mantener el sentido propio.

Los Salmos conectan con el Evangelio en el tenaz anhelo del rostro de Dios; los dos están devorados por una “sed” que se sacia bebiendo de la mirada insondable del Padre. Así mismo, más allá de condenas puntuales, comparten la certeza de lo insustituible de la compasión; para muchos salmistas como para Jesús la compasión es la verdadera medida de Dios y de la persona. También conectan en la primordial búsqueda de la justicia; así lo es para muchos salmos y para Jesús que pone a ese valor como el primero del reino. Es muy similar la primariedad del pobre; lo es para no pocos salmos que parten del reconocimiento de la propia pobreza y lo es para Jesús que considera bienaventurados a los que van echando su suerte del lado de las pobrezas. Confluyen Salmos y Evangelio en el amor a la Palabra; para ambos es camino imprescindible de acceso al corazón de Dios. Por encima de matices, coinciden ambos en el valor fundamental de la bondad; sin ella no se entienden los Salmos y tampoco se percibe la novedad de Jesús.

Es verdad que también disienten en puntos de relieve porque el contexto es diferente, la mentalidad distinta y las expectativas diversas. Tienen una visión distinta de Israel: algunos Salmos están afectados de una especie de supremacismo nacionalista. Es entendible en el contexto histórico. Los Evangelios tienen horizontes más universales. Divergen seriamente en las valoraciones morales: los Salmos tienden a excluir y condenar al malvado; los Evangelios, por el contrario, acogen explícitamente a los afectados de inmoralidad, a los pecadores. Se oponen diametralmente en el tema de la violencia religiosa: algunos Salmos parecen justificarla; el perfil general de Jesús es el de una persona de paz que sueña un reino de Dios en paz. Hay también diferencias en la manera de entender a Dios: algunos Salmos no saben liberarse del Dios del temor; para los Evangelios, Dios es el Padre que perdona y acoge sin condiciones.

Se dan en la historia de la fe cristiana ejemplos luminosos de confluencia entre Salmos y Evangelio. Uno de los más notables es el llamado Oficio de la pasión del Señor que escribiera san Francisco de Asís. En el marco de las horas canónicas, Francisco emplea el lenguaje sálmico para describir el interior de Jesús en la noche de su condena y en día que culmina en la resurrección. Francisco conocía ese lenguaje porque probablemente el latín que sabía se lo enseñaron los clérigos de la época teniendo como libro base el Salterio que rezaban a diario. Con ese conocimiento urde una profunda y matizada descripción el alma del Jesús que se entrega. El lenguaje de los Salmos encuentra en Jesús, según Francisco, su verdadero y profundo sentido.

En ningún caso se trata de “bautizar” los Salmos: son judíos en su lenguaje y en su contenido histórico. Su espiritualidad es judía. Pero, como hemos dicho, en una admirable expansión, la vieja espiritualidad sálmica, hermosa ella, explosiona en otra  que abre a horizontes nuevos sin perjudicar a los antiguos. De ahí que un creyente en Jesús puede encontrar en los Salmos una puerta abierta al misterio.

 

NOTAS: Para el sentido cristológico de los Salmos, ver: J. LATORRE, “Los Salmos, lugar cristológico de la liturgia”, en Phase 324 (2014) 601-624. El “oficio de la pasión” de san Francisco puede encontrarse en: FRANCISCO Y CLARA DE ASÍS, Escritos,  Ed. Editorial Franciscana Aránzazu, Vitoria 2015, pp.36-62. El aprecio, uso e importancia de los Salmos en la vida de Jesús quedan puestos de relieve en el documento de 2001 de la PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, El pueblo judío y sus escrituras sagradas en la Biblia cristiana (Nº 49).

 

4.  Redescubrimiento

 

Por todo lo dicho, hoy es más necesario que nunca redescubrir el valor y sentido del lenguaje sálmico. Es preciso, en primer lugar, dejarse cautivar por su atmósfera. Lo que quiere decir: conectar con la mística de ojos abiertos que enfoca toda realidad desde Dios; una mística horizontal que ora desde la realidad y no necesita salirse de ella para estar ante Dios; una mística de lo cotidiano, la que sabe que es en el marco del día a día donde se va resolviendo  el dilema de creer o no creer; una mística de corazón abierto para dejarse leer por el Dios que habita en lo profundo y que es fuente del amor. En esta  clase de subsuelos anida el amor a los Salmos.

         En segundo lugar, tal vez se halle una clave de redescubrimiento en la ampliación del horizonte sálmico. Efectivamente, la piedad sálmica ha estado enmarcada casi siempre en las relaciones yo-tú con Dios, por más que hayan sido rezados los Salmos en comunidad. Pero si se los sitúa en un horizonte más social adquieren otro sentido. El orante comunitario encuentra nueva fuerza para asumir los desafíos espirituales que plantea la plegaria sin sacarle de la verdad de su realidad existencial. Es lo que podríamos denominar como una lectura social del Salterio. El mismo lenguaje cobra otra profundidad.

         Como siempre que se trabaja con textos antiguos, en tercer lugar, es preciso zafarse del lenguaje inmediato para sumergirse en una corriente interior, en las aguas profundas de la experiencia creyente. Tomar decisiones de abandono o menosprecio por un versículo hiriente de un Salmo no es la mejor decisión. Es preciso valorar el metalenguaje y situarse en un nivel de profundidad. Solamente de esa manera se verá uno capacitado para elaborar nuevos lenguajes sálmicos.

         De ahí que, finalmente, más que de traducir los Salmos, de lo que se trata es de respirar con ellos. Como todo lo que se ama, también aquí obran misterios de enamoramiento y de fidelidad. Puede que se encuentre excesivo hablar de “enamoramiento”, pero eso puede darse cuando se palpa su hondo latir y se acogen sus peculiares dinamismos. De ahí puede brotar una fidelidad que comprende y pasa por encima de detalles cuestionables para beber de las aguas limpias de una corriente de espiritualidad. El lenguaje sálmico pide, para ser bien valorado, un lenguaje de enamorado.

 

NOTAS: Los Salmos verifican claramente a conexión entre los dos componentes de la fe, el místico y el situacional o político. Recordar a aquella monja dominica de clausura que en 1994, cuando la guerra de Ruanda, describía cómo el Sal 141 cobraba un sentido social en el momento de aquella dura contienda. La obra de E. CARDENAL, Salmos ‎ Ed. Carlos Lohlé, Buenos Aires 1974 va en esa dirección.

 

5. Otros lenguajes sálmicos

 

         Hay ciertas sendas humanas que, en el fondo, conectan con los anhelos más hondos de los salmos. No tienen forma explícita de plegaria pero están hermanados en la  gran búsqueda de lo Otro que acompaña el caminar humano  hasta devorar, como un fuego, el alma de los humanos. Está, en primer lugar, el lenguaje balbuciente pero luminoso de quienes bucean en las honduras de la búsqueda de Dios. Se consideran objeto de un don y a la vez de un aguijón. Son místicos devorados, más allá de su adscripción religiosa o no. Hablan de Dios y con Dios en el lenguaje de quien conoce secretos que le envuelven.

         Están, en segundo lugar, los lenguajes del amor fiel que la muerte no puede quebrarlos. Son amores que mantienen el brillo de la fidelidad en tiempos de opacidad abrasados por un afecto que no conoce los límites del tiempo. Su lenguaje es  el del amor herido, vulnerado y deseoso de entregar lo más hondo del corazón, aquello que se transfiere solamente en entregas abisales.

         Puede considerarse, en tercer lugar, como nuevo lenguaje sálmico el de las plegarias pactadas entre orantes de distintas religiones que buscan un anhelo común, la paz por ejemplo. Solo en la historia moderna de las religiones se ha valorado más el sueño común que la propia posición religiosa. Pactar el lenguaje orante es ya, de alguna manera, aproximarse al sueño.

         Podría considerarse también, en cuarto lugar y en sentido amplio, un nuevo lenguaje sálmico la obra de los cantores que han acompañado durante décadas con sus cantos el devenir de un pueblo. Cantar la vida con el pueblo, proporcionarle una visión “trascendente” de su acontecer diario es algo que conecta con el fondo del Salterio que tiene intenciones similares, más allá del lenguaje religioso. Sus cantos son las plegarias de la persona secular que tiende hacia el misterio que se mezcla a los caminos cotidianos del ciudadano.

         Hasta podríamos hablar, finalmente, del nuevo lenguaje sálmico que nos proporciona la moderna física cuántica. «La música, las canciones, los conjuros, los salmos… encarnan este  potencial original que anima el orden creado. Entonces, no es accidental que los físicos modernos estén redescubriendo una corriente musical subterránea en nuestro universo creativo» (D. O’Murchu). Es la llamada “teoría de las supercuerdas” que postula «que la energía fundamental que da vida a todo el universo puede ser comparada a la energía vibrante que ocurre cuando movemos el arco sobre una cuerda musical, siendo la música el lenguaje ‘con voz’ de la energía silenciosa» (Ibid.). De esta manera el lenguaje sálmico abarca los mundos.

 

NOTAS: Hay “místicos devorados” conocidos (E. Hillesum, S. Weil, etc.) y otros no conocidos que pueblan la ciudad; sobre ellos, lo sepan o no, se asienta la búsqueda de Dios, la espiritualidad del encuentro amoroso. El lenguaje del amor fiel se palpa en el lirbode L. GARCÍA MONTERO, Un año y tres meses, Ed. Tusquets, Barcelona 2022. Ejemplo de oración pactada es el llamado “Espíritu de Asís”, jornada ecuménica de oración por la paz impulsada por Juan Pablo II en 1986. Cantor de la vida ha sido en España J. M. SERRAT que se ha despedido de los escenarios en 2023, ver: https://elpais.com/cultura/2021-12-02/joan-manuel-serrat-se-despide-de-ustedes.html (2023). Las citas de O’MURCHU  son de la obra Teología cuántica, Ed. Abya Yala, Quito 2014,  pp.71-72.

 

6. Para avivar el fuego

 

         Podría parecer que esta reflexión trata de mantener en vida lo que, es preciso reconocerlo, es poco menos que un cadáver. Hay quienes sienten y dicen: los Salmos han muerto y quedan vestigios de ellos solamente en grupos reducidos (monasterios, conventos, etc.). No es cierto: hoy más que nunca muchas comunidades eclesiales utilizan los salmos para su oración común. Muchos creyentes los emplean como soporte de su oración personal. Teniendo en cuenta que, antes del Concilio Vat. II, los Salmos era patrimonio casi exclusivamente de los clérigos, el que ahora los empleen comunidades laicas es un avance. Como hemos dicho, habrá que hacer un continuado discernimiento sobre ellos para adecuarlos mejor a la sensibilidad de hoy y, en el caso de los seguidores de Jesús, a una perspectiva cristológica.

         ¿Qué fuego habrían de avivar los Salmos? Fundamentalmente el fuego de la ilusión. Sin ilusión, el horizonte de la vida pierde sentido, todo se nubla y se cae en la grisura. La «fe en el futuro y la voluntad de vivir» se paralizan (V. Frankl). La ilusión es aquí sinónimo de sentido de la vida. Eso tratan de avivar los Salmos, el sentido, el deseo de vivir asimilando con la mayor humanidad que se pueda la dificultad del vivir.

         Por todo ello, sería preciso aplicar a los Salmos el lenguaje del avivamiento que los haga escapar de la rutina: no someterlos siempre el recurrente “a dos coros” que los hace monótonos. Ya que han sido hechos para el canto, cantarlos con novedad. Inocular la danza en los que están escritos para ser danzados. Usar modos de ahondamiento musical repetitivo para el texto baje a la zona de la intimidad. Recurrir a grabaciones musicales que han logrado dar con el fondo vivo del Salmo puede ser así mismo una ayuda de gran valor. El componente estético del salmo es compatible con una experiencia espiritual sencilla.

         En cualquier caso, el Salmo avivado apunta a una fe más sensible y a, a la vez, a una pertenencia social más responsable. No puede ser que la hermosura del Salmo derive en un solipsismo espiritual que aísle al orante de los caminos humanos para llevarlo a un “castillo de soledad interior”. El componente social de la espiritualidad sálmica no habría de estar nunca ausente del uso de los Salmos. Le da una dimensión nueva que lo ancla en la vida.

         La plegaria sálmica pone al orante en unión con todos los que avivan el fuego mediante la plegaria: la indígena que desgrana su letanía en su choza de la selva con la hermosura juvenil de la oración de Taizé , la polifonía embriagadora del coro cultivado con la salmodia pobre de un conventito de orantes mayores; el coro y la orquesta que desgrana el salmo en el Auditorio Nacional con la plegaria del creyente en la soledad del cuarto de estar de su casa. Todo un tejido orante que se entrelaza, dispuesto siempre a avivar la fe humilde y a sostener la certeza de que el camino humano es camino acompañado.

 

 

NOTAS. En la oración de algunas comunidades los Salmos han sido substituidos por salmos de hoy que son largas y pesadas composiciones de dudoso componente poético; los Salmos contienen otra experiencia, son más digeribles y más cortos. La cita de V. FRANKL es de su libro El hombre en busca de sentido, Ed. Herder, Barcelona 1991,  p.45. Muchas comunidades religiosas oran incansables por las vocaciones; pocas por mantener la ilusión a niveles satisfactorios. Músicas tan diversas como el “Super flúmina Babilonis” de Palestrina o el salmo 18A de Ain Karen pueden introducirnos en el subsuelo del Salmo. La expresión “castillo de soledad interior” pertenece al himno litúrgico “Padre nuestro, Padre de todos”.

 

                  Y de aquí la certeza de que estos salmos, releídos desde una experiencia actual de fe, quizá puedan servir para el mismo fin: animar nuestra fe en este hoy en el que tenemos muchos motivos para tirar la toalla y ceder a la imposibilidad de una fe actualizada o de volvernos a modos religiosos desconectados de la realidad. La Palabra de Dios nos puede ayudar a mantener viva la experiencia creyente en tiempos de dificultad. Por eso, intentaremos una relectura que pueda reconfortarnos. Lo necesitamos.

         Dice Bertolt Brecht: “Y en la noche ¿habrá canto? Sí, habrá canto en la noche”. Creemos que los salmos de las subidas pueden ser hoy también para nosotros un canto en la noche, en la dificultad, en el caminar, en el gozo trabajado de construir el camino de la fe. Démonos a la tarea.

 

 

LOS “SALMOS DE LAS SUBIDAS” (Sal 120-135)

 

I. SALMO 120: GUARDADOS POR DIOS

 

1Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
2El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

3No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
4no duerme ni reposa
el guardián de Israel.

5El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
6de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.

7El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
8el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.

1. Jesús lee el salmo

 

  • Subíamos a Jerusalén. Todo era penumbra. Los corazones pesaban mucho. Habíamos vivido aquel momento de luz que fue la transfiguración donde, en el silencio y en la Palabra, descubrimos que había que ir a Jerusalén. Allá, en aquella luz, en aquella paz, cobramos ánimo por encima de los miedos. Iríamos a Jerusalén. Pero ahora, llegado el momento, nuestros pies pesaban como el plomo y nuestro corazón estaba sin luz. Era la subida temida.
  • Los míos iban detrás. De cerca los discípulos, en silencio. Solo se oían las pisadas sordas sobre el camino. Nadie decía nada. No quería mirarles para no entristecerme más. Detrás un buen grupo de “seguidores”. También en silencio. ¿Dónde habían quedado los cantos, el jolgorio de las subidas, las risas contagiosas? Silencio, nada más que silencio. Y el miedo, libre, circulando a sus anchas por encima de las cabezas y metiéndose en las venas. Silencio y miedo.
  • Avistamos los montes de Judá. Y empecé a cantar: “Levanto mis ojos a los montes”, aquellos montes que nos eran tan queridos a los judíos y de los que ahora, con gusto, huiríamos. Aquellos montes que encerraban el templo, la “joya”, la presencia densa de Dios, donde íbamos jolgoriosos entre el bullicio. Ahora la alegría había huido.
  • Por eso se nos hizo clara la pregunta del viejo canto: “¿De dónde nos vendrá el auxilio?". ¿Quién nos amparará ahora que nos sentimos tan desvalidos, tan en la rama cortada? Y la respuesta nos la dio el mismo salmo: “El auxilio nos viene del Señor, el que hizo el cielo y la tierra”. El que cuida de todo, nos cuidará; el que sostiene todo, nos sostendrá; el que cuida de los pájaros y de los lirios, nos cuidará. “El auxilio nos viene del Señor”, repetíamos una y otra vez. Las gargantas se desataron y más allá de las lágrimas repetíamos: el auxilio nos viene del Señor. No nos dejará en el desamparo, no nos soltará de la mano, aunque no lo sintamos, aunque nos parezca que está lejos y en silencio, aunque parezca que nos abandona. No, el auxilio viene de él.
  • Íbamos más seguros, pisábamos más fuerte: “No permitirá que resbale tu pie”. Caminábamos con más ligereza. Y otra frase del canto nos llenó: “Tu guardián no duerme”. Nuestro Dios velaba con nosotros, andaba con nosotros, sufría con nosotros. No estaba dormido, desentendido. No había que llamarle a gritos.
  • Y ya brotaba la fe como un torrente: “estamos a su sombra…a su derecha”. Por eso, ni el sol nos herirá, ni la luna nos extraviará. Todo lo creado vendrá a nuestro socorro, por más que llegue la sombra y la oscuridad. Caminábamos más ligeros.

 

2. La persona de hoy lee el salmo

 

  • Hemos puesto nuestra fuerza en nuestra ciencia, en nuestro dinero, en nuestra salud, en nuestra fuerza. Pero muchas veces experimentamos el desvalimiento, las situaciones sin salida, el desamparo que se pega al alma. ¿Cómo llevar esto de la mejor manera? Y hemos descubierto que la buena relación, la acogida de las personas, el débil amparo de los débiles, es algo que ayuda mucho. Generar amparo es  generar humanidad, abrir horizontes, hacer que sintamos menos la dentellada de la limitación.
  • Es verdad que esta vida nuestra tiene recursos limitados. Pero si tomamos conciencia de que nacemos con responsabilidades adquiridas, de que el sufrimiento del otro nos compete, de que la respuesta que damos al dolor ajeno nos hace sujetos morales, es entonces cuando, más allá de nuestra limitación, podemos generar amparo. Quien desconfía de lo humano, desconfía de las personas. Y si no confiamos en nosotros mismos, ¿cómo vamos a confiar en los otros, en el Otro?
  • Hay que velar por la vida del otro, por el camino del otro, por los itinerarios del otro. Los otros son mi tarea, no para inmiscuirme en sus asuntos, sino para participar en su crecimiento. Los otros no son mi “infierno”, sino el camino humilde para la dicha. Quienes viven sin reposo para el otro, terminan por encontrar reposo, sentido, para sí mismos.
  • La mejor manera de sortear los peligros que el caminar histórico encierra es guardarnos, cuidarnos, atendernos bien, aguantarnos con cariño. Ser, unos para con otros, casa de misericordia donde protegerse y animarse.

 

3. La creyente lee el salmo

 

  • El universo es una realidad en expansión. Nos movemos a dos millones de kilómetros por hora en el “tren” de nuestra Vía Láctea. Hay muchos universos. No conocemos la materia del universo, el 90% es materia oscura. Y en el fondo de ese mecanismo que no podemos abarcar, una fuerza que nuestra fe llama Dios, fuerza de amor. Esa fuerza nos engloba, nos ofrece vida, nos cuida, más allá de las enormes limitaciones que, a veces, sufrimos. No estamos solos. En verdad, el Padre y Jesús han puesto su morada en nosotros (Jn 14,23).
  • Dios nos cuida en la mediación de nuestros propios cuidados. No podemos pedir a Dios que nos cuide si nosotros no hemos descubierto que el cuidado, sobre todo el cuidado al frágil, no es consecuencia de la fe, sino su propio centro. Cantar este salmo sin comprometerse al cuidado fraterno es música celestial.
  • Sin reposo para el amor, sin cansarse, sin descreer a medida que avanzan los años. Mantener un interior amante, una interioridad jugosa. No secarse por dentro. Entonces es cuando sonarán vivas estas plegarias sálmicas, estos anhelos encerrados en las oraciones de las subidas. Si estamos cansados, desalentados, de vuelta de todo, descreídos, ¿con qué ojos ver las pisadas del Dios que camina a nuestro lado? ¿Cómo sentir el calor de la palma del Padre que coge nuestra mano?
  • Guardados por Dios, esa es la certeza que puede hacer que lleguemos bien vivos al final de nuestro caminar histórico. “Entre tus manos, llévanos”, dice el canto. “Adora y confía” decía la plegaria de Teilhard de Chardin.

 

4. Recreamos el salmo

 

Sé que Dios está

en el fundamento del ser,

en la fuente de la vida.

 

¿Cómo desconfiar de su cercanía,

de su amparo abrazador,

de su fuerza que reconforta?

 

Por encima de mis tropezones y caídas,

más allá de mis insomnios y desganas,

él me guarda.

 

No tengas miedo del sol que hiere

ni de la luna que extravía,

él sigue siendo luz para ti.

 

II. SALMO 121: ENCONTRAR LA PAZ

 

1¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
2Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.

3Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
4Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,

según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
5en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David.

6Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
7haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios».

Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo».
9Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.

1. Jesús lee el salmo

 

  • Íbamos a la casa del Señor. Pero íbamos sin alegría. Sin embargo, a mí, como buen judío, me habían enseñado que la gloria de Dios, su presencia, se hacía densa en el templo. No podréis entenderme quienes no seáis judíos. Pero yo sabía que la presencia del Padre me envolvería, me protegería, saldría por mí. Por eso cantaba con fuerza: “Vamos a la casa del Señor”. Los que venían detrás no se contagiaban. Cuando nuestro pies pisaron las viejas piedras de la ciudad, yo me olvidé de lo que podía pasar. Estaba en su casa.
  • A quienes veníamos de la aldea, Jerusalén nos deslumbraba. Hoy os parecería a vosotros un humilde lugar, pero a nosotros nos parecía maravillosa. La llamábamos “la hermosa”. Aun hoy día, tan maltrecha, para muchos de los judíos sigue siendo así. Por eso, en lugar de defenderla con paz, la envuelven en guerras. Así les va.
  • Pero ella nos contagiaba la paz. Dentro de ella había paz. Por eso, le deseábamos la paz. Siempre nos había faltado. Por eso la deseábamos tanto. Un corazón pacificado era lo que nos hacía falta. Por eso, nuestro canto era una oración: Danos paz en estas horas de turbulencias grandes. Que no nos abandone la paz.
  • Me volví hacia el grupo atemorizado que nos seguía y después de cantar les dije: “Os deseo la paz”. Que Jerusalén os devuelva la Paz. Que saber a Dios cerca os envuelva en la paz. La necesitábamos tanto…

 

2. La persona de hoy lee el salmo

 

  • Huimos de la oscuridad y del dolor. Si aprendiéramos a abrazarlos, a trabajarlos, a encararlos, a mirarlos desde dentro, a no huir, a no poner la esperanza en que otros (en que Otro) nos resuelva la papeleta, la paz vendría al corazón, aunque costase tiempo. Muchas cosas hermosas suceden en la oscuridad. Lo que llamamos caos puede ser un reservorio de energía enormemente creativa.
  • Quizá podamos entender que la abnegación es una precondición de la realización; que la lucha es el camino a la felicidad; que la enfermedad es el lado oscuro de la salud; que el fracaso es el triunfo disfrazado; que la oscuridad da lugar a la luz. Tal vez el casos sea una parte integral del orden, como el conflicto para la armonía y la oscuridad para la luz. La vida no trata de un dualismo excluyente, o esto o aquello, sino de la integración de esto y aquello.
  • La paz no es solamente ausencia de turbación. Es también comprensión distinta de la realidad, mirada compasiva a los caminos humanos, contemplación del misterio de la vida. Tal vez la paz demande pararnos quietos, contemplar y observar la maravilla inherente al proceso de la vida misma. No solamente comprendemos lo que entendemos, sino también lo que contemplamos, lo que intuimos.
  • Para que la paz anide en el fondo del alma quizá haya que entender que la creación es buena y no mala. Que una “bendición original”, más que el pecado original, caracteriza la vida en su esencia fundamental. Nos hacen falta una serie de cualidades proféticas: coraje moral, enojo correcto, denuncia verbal, protesta y desafío, vigor vital, pasión. La paz florece en terrenos que bullen de humanidad.

 

3. La creyente lee el salmo

 

  • El universo está lleno de tu presencia. El ejercicio no es trabajar la presencia de Dios sino percibirla viva, acompañante, compasiva, amorosa, perdonadora. Vivir en la presencia en formas de honda humanidad, de ahondamiento, de contemplación hacia adentro. Una presencia que reconforte, que empuje, que genere fuerza cuando la debilidad nos cerca. 
  • Y, a la vez, necesitamos comunidades que reconforten, que generen gusto por la vida, que iluminen la oscuridad, que intuyan caminos, que desvelen posibilidades, no comunidades ancladas, esclerotizadas, que ya se sabe cómo funcionan. “Jerusalenes” de vida, más que lugares de arqueología, de normas, de referencias sabidas. 
  • Y luego, la aspiración de la paz honda, la que se vive incluso aunque haya turbulencias. Capacidad para recuperar la paz perdida y volver a la senda de la confianza. Saber que los tiempos de paz los construimos a diario en nuestro ambiente más cercano. Deseemos ardientemente la paz; colaboremos en su construcción. ¿Cómo hablar de fe sin vivir la paz? Y aprendamos a traducirla: respeto, comprensión, aguante cariñoso, dejar que el otro pueda ser él, aunque sus caminos no nos convenzan del todo.
  • Hagamos oferta de paz, oferta concreta. No solo de palabra, sino en comportamientos sencillos que hablan de paz. Elaboremos los conflictos mediante el diálogo incansable, la coincidencia en lo básico, la certeza de que podemos unirnos en algo, la seguridad de que todos sufrimos cuando la paz escasea.

 

4. Recreamos el salmo

 

Que nuestra mirada se agudice

para ver lo que no se ve;

que nuestro oído se afine,

para escuchar lo que no se oye.

tu presencia envolvente.

 

Que el ambiente se caldee,

que el frío se aleje de nuestros adentros,

que el amor abrace

lo que más cuesta abrazar,

el desamor.

 

Que la paz no deje de manar

como fuente de vida,

que la paz no deje de brotar

como la mejor cosecha.

 

Que adelantemos la mano desnuda

como las manos de los niños

que no pueden esconder ningún arma

de tan pequeñas y tan puras.

 

 

III. SALMO 123: UN DIOS DE TODOS

 

1Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
-que lo diga Israel-,
2si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
3nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros.

4Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
5nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.

 

6Bendito el Señor, que no nos entregó
en presa a sus dientes;
7hemos salvado la vida, como un pájaro
de la trampa del cazador:
la trampa se rompió, y escapamos.

8Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

 

1. Jesús lee el salmo

 

  • Nosotros creíamos, a pie juntillas, que Dios estaba de nuestra parte y solo de nuestra parte. Era el Dios de Israel. Pensábamos que era un axioma indiscutible que un Dios debe defender a sus fieles. Como muchas veces nos habíamos visto en desamparo, a veces pensábamos que nos había olvidado, pero que seguía de nuestra parte y nada más que de nuestra parte. Por eso cantábamos esta estrofa subiendo a Jerusalén con certeza indiscutible.  Sin embargo, yo me esforcé por hacerles entender que Dios era un Padre de todos que hace salir su sol sobre buenos y malos (Mt 5,45). Con el tiempo aprenderían; los paganos se lo enseñarían.
  • La ira de quienes nos querían mal estaba hirviendo. Pero no eran enemigos de fuera, sino de dentro. “Eras tú mi amigo y compañero a quien me unía una dulce intimidad” dice el Sal 54,14. Los de nuestro pueblo tramaban contra nosotros. No teníamos miedo a los paganos cuando íbamos hacia la ciudad, sino a aquellos que eran de nuestra familia, de nuestra casa, de nuestra fe. La ira de los que debían amarnos era doblemente hiriente. Los de la cordada lo intuían con claridad.
  • Éramos de secano, pero en nuestra tierra había un lago, a veces muy arisco. Por eso sabíamos qué era tener las aguas hasta el cuello. Los discípulos lo habían experimentado algunas veces. Esa situación entre el vivir y el morir, entre el ahogarse y el salvarse, entre bajar engullido al fondo o permanecer como sea en la superficie. Así nos sentíamos, en este momento de gravedad, de temblor, de ahogo. ¿Cómo verse libre ahora? ¿Se volvería a repetir la experiencia del Dios que libera in extremis? ¿Sería verdad aquello que decían de los padres antiguos que fueron librados de las aguas airadas del mar Rojo?
  • Como un pájaro, dejando unas plumas en la trampa, porque en el último momento falló la trampa. ¿Estaba Dios con nosotros en este momento tan delicado? Nos costaba verlo. Y cantar los viejos salmos nos ayudaba en nuestra debilidad. Muchas veces nos haríamos la pregunta que se hacen los creyentes en las horas de dura zozobra: ¿Dónde estás? Con qué quemazón en los labios y en el corazón lo diría yo horas más tarde en el palo de la cruz.
  • Pero la fe se abría camino, terca, entre las tinieblas: “Nuestro auxilio es el Señor de cielo y tierra”. ¿El Dios de todo cómo no iba a ser sensible a una de las partes, aunque fuera ínfima, irrelevante como aquella cordada de desalentados? El Señor del cosmos inabarcable estaría también a nuestro lado, pequeños “gusanos” que pueden desaparecer bajo la sandalia del opresor que los machaca. Estaría con nosotros porque estaba con todos.

 

2. La persona de hoy lee el salmo

 

  • Hay que desmantelar la exclusividad sobre Dios que, a veces, se arrogan algunos (jerarcas, teólogos) y abrir la espiritualidad a todos los que quieran comprometerse con una experiencia de un Dios que ampara todo, un Dios cósmico. Toda creatura puede sentir a Dios porque es Padre de todos, fuente común, origen familiar. Nadie tiene preeminencia sobre nadie cuando hablamos de Dios.
  • Aun en medio de una religión de encarnación como el cristianismo –con el enfoque puesto en el Dios que se hace humano en el medio de la creación- el Dios “que está en los cielos” frecuentemente tiene prioridad sobre el Dios que es inmanente en el mundo de nuestra experiencia. Y sin embargo, el Dios que está en todo, lo está, sobre todo, en el interior de la vida, en la raíz de lo que vive, en el cimiento de la historia. La realidad de un Dios dentro es más útil para conectarlo con un Dios de todos.
  • Nos haría bien demoler dualismos, tener un paradigma mental y existencial más unificado. Eso llevaría a consecuencias concretas, por ejemplo a eliminar esa parcelación que hacemos sobre Dios pensando que está del lado de los buenos y no de los malos, del lado de los creyentes y no de los ateos, del lado de las gente de orden y no de aquellos que viven en maneras un tanto “desordenadas”. El comportamiento de Jesús, y por él sabemos lo que es Dios, elimina tales dualismos.
  • Habríamos de dar el salto cualitativo de reconocer el mundo evolutivo como el escenario de la revelación divina. En ese escenario es más fácil comprender que Dios es de todos que si nos estancamos en una idea del mundo fija y estática. Puede parecer teoría, pero de estos elementos del “disco duro” dependen muchas actitudes de vida (por ejemplo esto de tener a Dios por Padre efectivo de toda criatura y la consiguiente responsabilidad familiar que de ello se deriva).

 

3. La creyente lee el salmo

 

  • Un Dios amplio, cobijante: Donde el todo del grupo comunitario, social, tiene amparo. Nada queda fuera, todo vale a sus ojos. Eso habría de llevarnos a tener una mirada flexible, englobante, libre lo más posible de exclusiones.
  • Descubrir a Dios en la fe del otro: porque el otro también cree y puede creer más. Su fe es ayuda y enriquecimiento de mi propia fe. Su trabajo por creer mejor alienta mis esfuerzos creyentes.
  • Creer con nombres: orar con nombres, poner nombres sobre la Palabra, hacer un camino creyente lleno de nombres.

 

4. Recreamos el salmo

 

Dios de todos,

Dios de todo

y de nadie.

 

Dios de vida,

Dios de amor

y de fuerza.

 

Dios de dentro,

Dios de abajo

y de luz.

 

Dios de amparo,

Dios de abrazo

y de calor.

 

Dios de canto,

Dios de vida

y de paz.

 

 

IV. SALMO 124: MENTALIDAD INTEGRADORA

 

1Los que confían en el Señor son como el monte Sión:
no tiembla, está asentado para siempre.

2Jerusalén está rodeada de montañas,
y el Señor rodea a su pueblo
ahora y por siempre.

3No pesará el cetro de los malvados
sobre el lote de los justos,
no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.

4Señor, concede bienes a los buenos,
a los sinceros de corazón;
5y a los que se desvían por sendas tortuosas,
que los rechace el Señor con los malhechores.
¡Paz a Israel!

 

1. Jesús lee el salmo

 

  • Cuando entonamos este salmo, los que iban detrás se animaron más. Ellos estaban convencidos de ser unos privilegiados de Dios, de aquel Dios que excluye a malvados y paganos. Ellos no eran ni una cosa ni otra. Por eso, por encima de su miedo, creían que el Dios de Israel estaba de su lado. Que aquel Dios les “debía” algo, amparo, amor, por su probada piedad y por su innegable pertenencia al pueblo elegido. Sin embargo a mí, que había llegado la humilde conclusión de que Dios hace salir su sol sobre buenos y malos, algo me decía que la cosa no iba bien.
  • Tenía por verdad que “los que confían en el Señor son como el monte Sión”, que la confianza en Dios era una roca firme, una esperanza que aguanta vendavales. Tenía por verdad que Dios rodeaba a su pueblo como las montañas de Judá rodean a Jerusalén (el Scopus, el Herzl, los Olivos, etc..). Pero ¿los que no confían tanto, los que no creen tanto, los que no son de aquí, aquellos que no reconocen al Dios de aquí, aquellos que, por culpa de los mismos creyentes, maldicen de él? ¿Están excluidos sin más? Algo me decía que no.
  • Por eso, se me atragantaban aquellas palabras que a mis acompañantes les parecían indudables, convincentes, totalmente ciertas: “No pesará el cetro de los malvados sobre el lote de los justos”. Nos veremos libres de ese peso. No encontrábamos caminos para integrar al mal, a los malos, en nuestros esquemas. Lo veíamos todo más claro cuando clasificábamos, cuando excluíamos, cuando los judíos nos sentíamos los privilegiados de Dios. Algo no iba bien.
  • De ahí que interiormente yo corregía la súplica final del salmo: concede bienes a todos, a los buenos, a los sinceros y a quienes no lo son tanto, a quienes no lo parecen, a quienes no son tenidos por tales. Y, desde luego, que no fueran rechazados los malhechores, sabiendo que Dios de alguna manera también los miraba: ¿No era un malhechor Zaqueo, no lo era el samaritano que iba por posadas, no era la mujer de mala fama que me lavó los pies, no era aquel pródigo que se marchó de casa, etc.? Yo que los había puesto como ejemplo de lo que Dios puede hacer en la vida de las personas, ¿cómo iba a decir ahora que estaban excluidos? No cantaba con los otros, pero me callaba para no hacer más grande su herida, porque tampoco yo sabía muy bien cómo consolarles.

 

2. La persona de hoy lee el salmo

 

  • Educados en un dualismo que persiste (buenos/malos) casi somos incapaces de permeabilizar esas fronteras. Sin embargo, ni los buenos son tanto como ellos lo dicen, ni los malos son tanto como nosotros lo decimos. La escala de grises es muy grande en la vida humana. Por eso, la flexibilidad es una herramienta que nos resulta del todo necesaria para poder entendernos y entender los, a veces, raros caminos de los humanos.
  • En un nivel profundo, cada ser vivo está implícito, implicado en todos los demás. Cada sufrimiento, cada extinción, nos afecta, nos empobrece, nos “mutila”, dice el papa Francisco. De la misma manera, participamos de la dicha y creatividad de cada organismo individual. En realidad, no son las especies individuales las que evolucionan, sino todos los sistemas vivos conectados de manera interdependiente, en el seno de la misma totalidad coherente.
  • Nosotros los humanos no somos los amos de la creación; somos participantes en un proceso co-creativo que es mayor que nosotros. Si hemos de influir  en la vida planetaria y global, lo haremos por medio de una interacción cooperativa más que por una lucha competitiva. No hemos sido creados para competir, sino para amar. ¿Cuándo vamos a desterrar cualquier mentalidad excluyente? Excluir y creer en Jesús es una contradicción.
  • Todos estamos afectados por todos los demás. Es preciso descubrir que somos familia, comunidad humana y cósmica, asamblea de diversos. Nos lo enseñó Jesús. Por eso hay que leer con cuidado salmos y pasajes bíblicos que, por evolución histórica, han elaborado poco el tema de la integración en el todo.

 

3. La creyente lee el salmo

 

  • No es posible caminar sin confianza. El salmo habría de llevarnos, un poco en su contra, a elaborar un modo de vida confiante. Atravesar un camino con el miedo en el cuerpo es una tortura. El creyente en Jesús habría de aprender a no vivir siempre con la mano en la guarda de la espada, temiendo a quien viene, al distinto, como quien me va a asestar una puñalada. Es tan bueno como yo, porque Dios ha sembrado en todos la bondad, por eso puedo empezar mi relación con él desde la bondad.
  • La mentalidad excluyente, elitista, no es cristiana. No somos elegidos de Dios en contra de quien no lo es. Jesús nos ha convertido a todos en hijos, por eso nadie queda fuera, más allá de sus peculiaridades sociales o religiosas. Rezar con mentalidad excluyente hace polvo la oración de la confianza, la oración evangélica.
  • Hay muchas puertas para entrar en el misterio de Dios. Nosotros tenemos una, Jesús, puerta querida y amada. Pero no es la única puerta porque al misterio se accede por los muchos caminos que suscita el Espíritu. Habríamos de alegrarnos de ello y ser mesurados y amables en la oferta de esta puerta nuestra que es Jesús. Una “misión” de oferta, no de convicciones ideológicas, no de captación de fieles.
  • Siendo Judío, Jesús se salió del marco de exclusión, durísimo, de la mentalidad de su pueblo. No resulta, pues, imposible pretender una mentalidad amplia, incluyente, abrazante. No perderíamos nada, no se diluirían los perfiles de la comunidad cristiana, no pondríamos en peligro la fe en Jesús. Nuestra fe no significa que lo tenemos todo claro. No significa que tenemos soluciones acabadas, respuestas últimas para todo. Tenemos la inestimable memoria de Jesús, la presencia activa de su espíritu, la compañía de una iglesia de hermanas y hermanos, pero ello no nos exime de la duda, la búsqueda, el diálogo. Somos caminantes.

 

4. Recreamos el salmo

 

Hemos querido, equivocados,

saber quienes somos

diferenciándonos de los demás,

cuando la verdadera identidad,

está en la comunión.

 

Somos casi idénticos

en anhelos,

en búsquedas,

en sufrimientos,

en preguntas.

 

¿Cómo asentar la vida

sobre las diferencias?

¿Cómo decir a quien tiene

un corazón similar,

no eres como yo?

 

Algún día aprenderemos

que la casa del corazón

es la casa de la persona

y que los corazones se asemejan

como las gotas del mismo océano.

 

 

V. SALMO 125: CAMBIOS EN LA VIDA

 

1Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
2la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.

Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos».
3El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.

4Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
5Los que sembraban con lágrimas,
cosechan entre cantares.

6Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas.

1. Jesús lee el salmo

  • Siempre habíamos estado oprimidos, bajo el yugo del extranjero. Era un sino de Israel. Desde los tiempos de los Egipcios. Por eso, cuando subíamos cantando este salmo, la sangre nos hervía. Soñábamos con que el Señor cambiara la suerte de Sión. Los que me seguían no habían intuido aún que lo que yo pretendía era que cada uno tomara cartas en el asunto de cambiar el propio corazón, el camino personal, la manera concreta que cada uno tiene de ver la vida. Daría por bueno aquello que dijo uno de vosotros: “No cambiaremos la vida si no cambiamos de vida”.
  • La risa y el cantar volvía al grupo. Esperaban un cambio de fuera, no un cambio de dentro. Un cambio que tendrían que reconocer nuestros mismos enemigos, los gentiles. El anhelo de siempre, la superioridad que nos viene del dominio del otro. Si los gentiles doblaban el cuello y reconocían nuestra superioridad, nuestra alegría llegaría al colmo. No podíamos entender una alegría pura, a costa de nadie, inclusiva.
  • Alguna vez habíamos visto los torrentes del Negueb, cómo las lluvias repentinas creaban charcas en el desierto que llegaban a crear espacios verdes en medio de la aridez. Creíamos que en nuestra vida oprimida, desértica, Dios podría hacer surgir el verdor. Siempre esperando un verdor de fuera, venido de otro lado. No creíamos que la semilla estaba dentro.
  • No estábamos bien. Pero volveríamos cantando, trayendo gavillas. Viviríamos una vida serena y gozosa. El salmo ponía una sonrisa en el corazón de la cordada del desaliento. Las viejas promesas, aquellas leyendas que se inventaban para animar, aún producían su efecto. ¿Serían suficientes para contrarrestar el duro golpe que nos esperaba? Los hechos demostraron que no. Hacía falta mirar más adentro de uno mismo, creer que los cambios brotan de interiores renovados, de maneras nuevas de situarse en la realidad.

2. La persona de hoy lee el salmo

  • Los pensadores de hoy hace tiempo que hablan de un “cambio de paradigma”. Hay grupos que estudian, olfatean los “paradigmas emergentes”. Si nuestro marco de referencias sigue siendo el de siempre, si no dejamos sitio a los interrogantes, a las preguntas, siempre tendremos la misma respuesta, la de siempre, inflexible, incambiable. Vivir en cambio constante es duro para la persona, pero es la única manera de no ir hacia atrás, de no empobrecerse.
  • Los nuevos paradigmas hablan de una visión distinta del cosmos, el primer libro de fe, y de la persona. Una visión del cosmos ampliada al máximo ya que la nueva cosmología es la que más está haciendo por cambiar la visión de la humanidad. Y una nueva visión de la persona, más situada en la profundidad, aquella que ha aprendido a descentrarse, a hacer del otro el centro de uno, ha ir resituando el yo totalizante.
  • Esto nos demanda una visión menos “religiosa” de la vida, menos recurrente a Dios como agente externo (Él cambiará nuestra suerte), más implicativa con el hecho histórico (tratemos de cambiar la suerte). Somos herederos de una espiritualidad que conlleva una falta de responsabilidad histórica. Nuestra oración está adobada en ello. Somos seres acompañados, pero la pelota está en nuestro tejado.
  • No somos de otra naturaleza que la natural, estamos tejidos con los mismos aminoácidos comunes a todos los seres vivos, somos un producto de la evolución, el resultado de su recorrido. Venimos de dentro, no de fuera de la Tierra. Y estamos llamados a ir más adentro. En este marco evolutivo hay que situar la mentalidad de una vida en cambio.

3. La creyente lee el salmo

  • Una fe para cambiar, no para seguir siendo los mismos. El fracaso de la religión se mide en la dificultad para el cambio, en la poca agilidad para adquirir maneras nuevas ver, en el empecinamiento religioso que hace de la tradición una roca inamovible. Si nada nos cambia, ¿para qué sirve el Evangelio que quiere cambiar nuestras estructuras más elementales? Y si el Evangelio no puede tocarlas, si somos los mismos a pesar del Evangelio, ¿no habrá fracasado el Evangelio en nosotros?
  • Sirve de poco recurrir constantemente a la conversión constatando que no nos convertimos. Demos a la conversión metas posibles: conversión ecológica, conversión a la solitud, conversión a lo profundo, conversión a los caminos comunes, etc. Pedir a Dios un cambio sin modificar nuestros caminos es planta sin raíz.
  • La vida demuestra que el cambio es posible. Hay personas que lo han logrado (Helder Cámara, Romero, Agrelo, etc.). Podríamos conseguirlo en la medida en que flexibilicemos nuestro modo de ser, nuestra mirada a la realidad. Las pretensiones del Evangelio no son inútiles.
  • El cambio demanda un cierto despojo. Querer cambiar con el bagaje de siempre, muy pesado, resulta muy difícil. Ir haciendo la vida cada vez más simple, menos llena de necesidades creadas, más relativizadora de necesidad que son prescindibles, más pequeña en sus dimensiones externa y más amplia en las internas, saber ser en cada etapa de la vida lo que corresponde ser, etc., son caminos saludables de despojo que pueden facilitar la obra del Evangelio en nosotros. Cambiar la suerte de “Sión” es un trabajo hermoso, humanizador, espiritual, positivo. Apunta al cristiano adulto del que hablaba san Pablo.

 

4. Recreamos el salmo

 

Nos agobia el deseo

de ser otro.

Soñamos sin término

el camino que no hemos recorrido.

Queremos cantar la melodía

que no hemos escuchado.

 

Algún día aprenderemos

que el deseo se modela dentro,

que el camino se anda

nada más salir de casa,

que la melodía

lleva siglos

sonando

en el silencio del corazón.

 

No son necesarios grandes viajes

para dar con el país

donde mora el sentido.

 

Basta con dejar sitio

en la casa de dentro

a cualquier creatura

y a la criatura necesitada

que es cada uno.

 

 

VI. SALMO 126: CO-CREADORES CON DIOS

 

1Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.

2Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
que comáis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

3La herencia que da el Señor son los hijos;
su salario, el fruto del vientre:
4son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud.

5Dichoso el hombre que llena 
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.

 

  1. 1.    Jesús lee el salmo

 

  • Más allá de sus muchas limitaciones, nuestra espiritualidad judía se basaba en la confianza en Dios, por más que la norma luchara por acaparar todo el terreno posible. Por eso cantábamos confiados: “Si el Señor no construye la casa, en vano…si no guarda la ciudad, en vano…”. Creíamos que Jerusalén era una ciudad “guardada”, por mucho que hubiera sido arrasada tantas veces. Cantar la confianza nos hacía más confiados. Los nubarrones que teníamos delante se nos antojaban menos peligrosos.
  • Yo había dicho muchas veces que la semilla crece por sí sola, que el Padre le da el incremento. Había dicho aquellas parábolas ecológicas de los lirios y los pájaros. Dios estaba debajo de todo, por más que los pájaros, los humanos y hasta las flores tuvieran que trabajar para ganarse el sustento. Dios en el fondo, en la penumbra del surco, en el interior de lo que se ve.
  • La confianza la veíamos en los hijos, en el fruto del vientre. Ellos seguirían lo que nosotros habíamos comenzado; ellos lograrían lo que nosotros no habíamos conseguido; ellos vivirían el esplendor de Jerusalén que nosotros no habíamos conocido. Por eso, los más jóvenes de la cordada eran nuestra máxima esperanza. Ellos, quizá, se levantarían del foso en el que íbamos a caer.
  • Tocábamos, así, el misterio de la fecundidad de la vida que Dios alienta. La amenaza de infecundidad se alejaba y daba sentido a aquel viaje extraño que nos abrumaba y que llevábamos entre ceja y ceja desde hacía mucho. Ser fecundos, vivir, ir más allá de los estrechos límites de la vida. Aún latían estos pensamientos en aquella hora de zozobra.

 

2. La persona de hoy lee el salmo

  • Nos cuesta abandonar la visión de un mundo clásico:la creación nos ha sido dada, yo estoy fuera de ella, no puedo influir en nada, vive sin mí. Pero esto no es así: somos observadores que concrean, somos parte de la interdependencia que es lo creado. Ello nos lleva a una conciencia holística, global, interrelacionada.
  • En un nivel profundo, cada ser vivo está implícito, implicado en los demás. Cada sufrimiento, cada extinción, nos afecta. De la misma manera, participamos en la dicha y creatividad de cada organismo individual. Evolucionamos porque nos comunicamos. No son las especies las que evolucionan, sino los sistemas vivos que están conectados a una totalidad coherente. Esa “totalidad” es el Dios que subyace a lo creado, que lo potencia, que lo expande.
  • Nosotros los humanos no somos los amos de la creación, somos participantes de un proceso co-creativo que es mayor que nosotros y que puede subsistir sin nosotros. Si hemos de influir en la vida planetaria y global ha de ser por medio de una interacción cooperativa más que por una lucha competitiva. Es un proceso de aprendizaje de interdependencia mutua y no de explotación, combate o guerra.
  • Hemos de abandonar el determinismo y sumarnos a esa obra del Dios dentro que expande lo creado. Lo dicen los místicos: hay que estar abiertos a la naturaleza evolutiva en todos los niveles.

 

3. La creyente lee el Salmo

  • La confianza es un quicio del Evangelio. No se tiene sin más. Hay que trabajarla hasta el último aliento de la vida (quizá más en el último aliento). La confianza en las personas (para empezar) y en Dios puede ser cimiento de una sólida espiritualidad. Darla por cierta sin más, puede ser un error. Es un constructo, algo que se va experimentando.
  • La confianza va unida a la responsabilidad: si somos co-creadores con Dios no vale escaquearse. Hay que intentar hacer bien todo lo que se tiene que hacer. Y hay que darle horizonte a todo eso: no puedo hacerlo solo por obligación, por quedar bien, por ganar aprecio, por sacar algún beneficio. Hay una razón más de fondo: trabajamos con el Padre (como se dice en Jn 5).
  • Animarse a construir, a hacer caminos, procesos. No querer tenerlo todo enseguida y ya. Hacer caminos espirituales comprobados (de oración, de fraternidad, de ciudadanía). Romper esa dinámica empobrecedora de los actos puntuales, del pequeño momento.
  • Toda vida está amenazada de infecundidad. Fecundos en amor: esa es la vocación de toda persona, útil para cualquier opción de vida que se tome. Llenar el corazón del mayor número posible de nombres: he ahí la verdadera fecundidad, más allá de los límites físicos. Dichosa, sí, la persona que llena con estas “flechas” su aljaba, con los nombres en el corazón.

 

4. Recreamos el salmo

 

¿Quién nos enseñará

el camino intrincado

de la confianza?

 

¿Quién nos ayudará a creer

que nuestras pequeñas manos

crean con las de Dios?

 

¿Quién nos abrirá los ojos

para entendernos y vivirnos

como parte de un todo más grande?

 

¿Quién nos hará ver

que un corazón lleno de nombres

es el éxito de la vida?

 

Quién sino el terco

y abrazante amor.

 

 

VII. SALMO 127: MÁS ALLÁ DEL TEMOR

 

1¡Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos!

2Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien;
3tu mujer, como una vid fecunda,
en medio de tu casa;

tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa:
4ésta es la bendición del hombre
que teme al Señor.

5Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida;
6que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!

 

1. Jesús lee el salmo

  • Nos habían enseñado a temer al Señor. Primicia de la sabiduría es el temor del Señor, afirmábamos con Prov 1,7. Pero yo fui descubriendo a un Dios de amor al que no había que temer, sino amar. No logré que esa intuición pasara a mis amigos, por eso seguían cantando al temor del Señor. Si hubieran descubierto al Dios del amor, si hubieran optado por él, quizá les habría sido más leve el hachazo que fue mi muerte violenta. Amar al Señor en lugar de temerle, como hacen todas las religiones. En eso está mucho de la clave para una manera distinta de entender y vivir la fe. Pero ello, aferrados a lo de siempre, cantaban al Dios a quien es necesario temer.
  • Ese temor reverencial a lo numinoso era el que posibilitaría la “bendición” que, en aquella época se sustanciaba en: trabajo, mujer e hijos. Así, el temor de Dios se visibilizaba en el temor al hombre que se adueñaba de todo. No se había descubierto el secreto de las relaciones igualitarias por el que tanto luché. Iguales hasta en lo más íntimo, por lo que el acaparador habría de renunciar a su padre y a su madre, a su posición de fuerza. Pero ellos seguían cantando a lo establecido, sin saber que por esa vía solamente podía llegar el desaliento y la huida, como así fue. Cantaban a lo de siempre, sin horizontes de novedad.
  • Por eso creían que la prosperidad de Jerusalén iba a ser su prosperidad, sin percatarse que “su” Jerusalén les ignoraba en el momento en que más necesitaban su amparo. No era tiempo para entender que el verdadero amparo del corazón no está en las estructuras sino en un corazón similar, en la solidaridad del interior humano. Más tarde abandonarían Jerusalén y el ancho mundo les brindaría mejor amparo.
  • Por eso, cuando gritaban “¡Paz a Israel!”, más que un grito de paz se parecía a un grito de guerra, el anhelo de defender a “su” Jerusalén para que ella, a su vez, les amparara. Pero aquel amparo nunca llegaría. Las puertas de aquella ciudad se habían cerrado a la paz y a quienes de verdad ansiaban la paz. Todavía siguen cerradas.

 

2. La persona de hoy lee el salmo

  • El temor, a Dios y a la persona, tiene como aliado el egoísmo, el exceso de individualidad. La individualidad está fuertemente unida a la independencia exagerada. Mientas que el amor se une a la interdependencia. Hay que trabajar por disolver las fronteras entre el “yo” y el “no yo”. Empezamos a darnos cuenta de que todos y todas las cosas se necesitan, no de una manera competitiva y manipuladora, sino en una interacción orquestada que busca extrapolar y utilizar lo mejor que cada persona y cada realidad tiene para darse, en beneficio del todo.
  • El círculo de la compasión humana, la propensión a la relacionalidad, es un deseo arquetípico profundamente asentado, una aspiración conferida divinamente que busca por siempre el paraíso paradójico de algo muy íntimo y, simultáneamente, algo que nos abra a las esferas de la posibilidad total.
  • El movimiento llamado de las “ciudades compasivas” es elocuente. Se orienta, sobre todo, a las personas de edad avanzada para humanizar su camino final. Pero se podría extrapolar a toda persona. Crear ciudades para la buena relación, colaborar en lo que se pueda,  amar la ciudad en la que la vida nos ha puesto. Construir una “nueva Jerusalén” como dice Ap 21 donde quepan todos.
  • Habrá que dejar de lado una cierta arrogancia personal que sustenta una gran cantidad de explotación ambiental y ecológica. El individualismo erosiona casi totalmente el sentido de interdependencia que debería existir entre humanos y otras formas de vida.

3. La creyente lee el salmo

  • El abandono paulatino del Dios del temor y de la omnipotencia puede propiciar otro perfil de Dios, más próximo al Dios de Jesús. No habríamos de ser reticentes por mantener lo aprendido, por ahorrarnos el trabajo de elaborar la doctrina oficial. En esta clase de descubrimientos se juega mucho de la experiencia creyente en una etapa adulta de la vida.
  • Las personas, en general, no experimentan la comunidad por medio de sus iglesias, y en consecuencia un número creciente busca en otro lugar para tener esa experiencia. Solamente una iglesia desinstitucionalizada, deslegalizada, y desclericalizadapuede tener la esperanza de captar este concepto central, sin la cual su existencia es en gran parte una charada.
  • Nunca fue el propósito de los sacramentos en su sentido prístino el ser actos rituales para poner al individuo frente a Dios, y a medida que han evolucionado en esta dirección han perdido proporcionalmente su poder de ser experiencias comunitarias y transformadoras. Tienen el peligro de convertirse en rituales insípidos en vez de ser experiencias vivificantes.
  • Ampliando la pequeña Jerusalén del salmista a una de más amplias dimensiones (cósmica incluso), hay que decir que el creyente se preocupa más por la Iglesia en el mundo que por la Iglesia contra el mundo. Negativizar el hecho social es algo opuesto a la dirección de la fraternidad. La benignidad crítica es la herramienta que nos puede llevar a la buena relación con la sociedad.

4. Recreamos el salmo

No hubo un paraíso

para el logro

de la buena relación.

El paraíso está delante.

 

No hubo un tiempo pasado

donde amar

fuera más fácil.

El amor vive en el hoy.

 

No hubo un camino sencillo

que nos llevara

al corazón del otro.

Habrá que desbrozarlo cada día.

 

No hubo una llave mágica

que nos abriera el secreto

de la comunidad.

La comunidad se abre por dentro.

 

VIII. SALMO 128: EL TRIUNFO DEL BIEN

 

1¡Cuánta guerra me han hecho desde mi juventud
-que lo diga Israel-,
2cuánta guerra me han hecho desde mi juventud,
pero no pudieron conmigo!
3En mis espaldas metieron el arado
y alargaron los surcos.
4Pero el Señor, que es justo,
rompió las coyundas de los malvados.

5Retrocedan avergonzados,
los que odian a Sión;
6sean como la hierba del tejado,
que se seca y nadie la siega;
7que no llena la mano del segador
ni la brazada del que agavilla;
8ni le dicen los que pasan:
"que el Señor te bendiga".


Os bendecimos en el nombre del Señor.

 

1. Jesús lee el salmo

 

  • Mi vida, lo sabéis, no fue fácil. Tan difícil como lo era la vida de los pobres, la casi totalidad de la sociedad. Por eso podíamos cantar a pleno pulmón: “¡Cuánta guerra desde la juventud!”. Toda la vida una lucha. Subíamos a Jerusalén para consolarnos de la dura guerra de la vida de los pobres, la dura guerra de los caminos, de los corazones desolados. El duro afán por subsistir.
  • Pero también estábamos seguros de que “no pudieron conmigo”. De que no triunfó el mal. De que no nos abandonara la certeza de que el Padre ha hecho morada en nuestra historia (Jn 14,23). El último canto no fue el de la tiniebla, el del gallo, sino el de la vida. Canté en mi sepulcro.
  • Para nosotros era una blasfemia que se odiara a Sión, la Santa. Pero yo había descubierto que era imperdonable el odio al pobre, verdadera Jerusalén de Dios. Por eso me dediqué a desbloquear el sinnúmero de prejuicios, a rasgar los velos que ocultan el sentido de la vida: que estamos hechos para vivir el uno con y para el otro.
  • Anhelaba la derrota de lo inhumano, la esterilidad del odio, la vaciedad del menosprecio al débil. Esa cosecha que no era más que humo se la deseábamos a quien no amara a Jerusalén. Yo no deseaba el mal, sino que anhelaba ardientemente el bien. Quizá ese ardor nos jugaba una mala pasada y tenía el peligro de convertirse en odio.
  • Puedo decirlo: a nadie negué una bendición. Más aún, me gustaba bendecir a quien nadie bendecía, a los niños, a las mujeres enfermas, a los recaudadores despreciados. Negar una bendición era lo contrario del Dios que siempre bendice. Por eso añadía yo a la frase última del salmo: “Os bendecimos A TODOS en el nombre del Señor”.

 

 

 

2. La persona de hoy lee el salmo

 

  • Para que el bien triunfe es preciso encarar con humanidad la oscuridad, el vacío, el caos. La gran oscuridad no viene de Dios, de él solo viene la luz. Nosotros engendramos una oscuridad sin luz a la que nos acomodamos con variedad de conductas cómplices. Nosotros mantenemos un vacío negativo que hace que nuestro paso por la vida sea un camino en el desierto. Nosotros generamos el caos negativo que destruye ignorando el caos positivo que se autoorganiza. No se trata de culpabilizarnos, sino de abrir los ojos.
  • Al abrazar el caos cósmico, fuerza que se autoorganiza, todos los humanos están invitados a reconocer la naturaleza interdependiente de la luz y la oscuridad, la enfermedad y la salud, la muerte y el renacimiento. Al aprender a tener amistad con el caos de nuestro mundo, interactuamos con él e integramos nuestro caos personal (pecaminosidad) en maneras más auténticas.
  • En vez de tratar de escapar de nuestro dolor por medio de conductas adictivas de negación, empezamos a afrontarlo, a escucharlo y a aprender de él. Nos hacemos corresponsables de la vida en su totalidad, y no de manera fragmentada y dualista.
  • Esta espiritualidad nos lleva a tratar mejor con la verdad que libera, aquella que, incluso con debilidades, admite lo que hay sin flagelarse, trabaja a partir de que lo que tenemos sin culpabilidad, mezcla la espiritualidad al realismo para que se llegue a mejorar lo que realmente se puede mejorar, sin frustraciones ni autocondenas.

 

3. La creyente lee el salmo

 

  • El triunfo del bien tendría que llegar a convertirse en una certeza profunda, en que el mal no tendrá la última palabra. Cuando la vida aprieta, ese tipo de certezas (en la medida en que lo sean) se convierten en auténticos agarraderos existenciales. Es la fuerza de la fe que se hace presente en la debilidad histórica. La espiritualidad se transforma en fuerza.
  • Odiar al pobre, al marcado por la sociedad, al agobiado por la vida, es una inhumanidad. Dividir el mundo entre buenos y malos es otra inhumanidad. Desear el mal a quienes consideramos malvados es también una inhumanidad. Leer la Palabra habría de irnos haciendo más sensibles a estas inhumanidades para no incurrir en ellas. Son actitudes que cierran el paso al Evangelio.
  • El creyente en Jesús nunca habría de negar una bendición, jamás habría de anidar en su corazón y salir de sus labios una maldición. La bendición habría de ser la marca de lo humano. Esto se traduce en buenas palabras, en buenas acciones, en buenos caminos, en buenos deseos. Bendecir es el reflejo del bien hacer. La renuncia a la bondad es el mayor empobrecimiento de la vida.
  • Al creyente se le demanda hoy resistencia y resiliencia. Resistencia en esta hora no fácil para la experiencia religiosa y búsqueda para hacer más creíble y razonable el camino de la experiencia de fe. Resiliencia para generar caminos nuevos, aunque fueren pequeños, donde la vida evangélica sea posible.

 

4. Recreamos el salmo

 

No hemos de temer

leer la Palabra

desde otras perspectivas

que nos iluminen más.

 

No hemos de temer

entrar en huertos

que siempre han estado

cerrados a cal y canto.

 

No hemos de temer abrir

puertas y ventanas

para que el aire puro

llene nuestros viejos pulmones.

 

No hemos de temer

el camino de los malos

sino el nuestro propio,

hermano de aquellos.

 

 

IX. SALMO 129: LIBRES DE LA CULPA

 

1Desde lo hondo a ti grito, Señor;
2Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.

3Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
4Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.

5Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
6mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.

7Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
8y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.

1. Jesús lee el salmo

 

  • Nos sentíamos débiles. ¿Cómo no íbamos a tener temor ante los nubarrones que  se cernían sobre nuestra vida? No éramos ilusos. Veíamos que nos metíamos en la boca del lobo. ¿Cómo entender aquello? ¿Cómo seguir caminando sin que flaqueáramos y huyéramos? Por eso, el canto subía firme: “Desde lo hondo hasta ti grito”. Desde aquella hondura en la que el miedo había puesto su casa.
  • Suplicábamos a un Dios que, según creíamos, “llevaba cuenta de nuestros delitos”. Quizá mereciéramos aquello, pensaban los que me seguían. Pero yo recordaba lo de Miq 7,19: “Dios arroja nuestros pecados al fondo del mar”, al lugar al que nadie llega. Se olvida de nuestros delitos. ¿Cuándo nos veríamos libres de la culpa? Lo que nos ocurría no era por nuestras culpas, sino por nuestras bondades, por haber estado del lado débil, por haber cuestionado el sistema opresor, por habernos relacionado con colectivos débiles, por haber tocado leprosos. Lo que teníamos delante era el resultado de todo aquello, no el pago a nuestra culpa.
  • Por eso mismo la esperanza se agazapaba en los pliegues del alma: “Como el centinela la aurora”. Como el centinela temeroso ante el enemigo que agazapa en la tiniebla y que anhela que el horizonte comience a iluminarse y ve pasar lentísimos los minutos de la noche. No moría nuestra esperanza. Era más fuerte que el fuerte sentimiento de culpa que nos invadía y del que yo quería zafarme.
  • Por eso levantaba la voz cuando llegaba aquello de “la redención copiosa”. Dios no sería rácano con nosotros, no nos daría el socorro escueto a nuestra necesidad, sino algo sobreabundante. Lo diría Pablo años después: “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”. Por eso mismo, podíamos levantar la cabeza y percibir, tras las nubes, los hermosos y luminosos rayos de un sol de paz.

 

2. La persona de hoy lee el salmo

 

  • No estamos los humanos bajo el peso de un pecado original, sino bajo el gozo de una “bendición original”, por más que esté ahí la debilidad, el pecado. Pero lo que prima es la bendición, la certeza de que la creación, la persona, es buena, más allá, más al fondo de nuestras, a veces, horrendas limitaciones. Necesitamos una liberación de la culpa, textos litúrgicos y espirituales que resitúen la coacción del pecado, que hablen del gozo de la vida, más allá de sus enormes limitaciones, de ser apóstoles del gusto por la vida. Que brote, viva, la plegaria de Clara de Asís: “Gracias, Señor, por haberme creado.
  • Por eso mismo, no necesitamos víctimas propiciatorias que se sacrifiquen por nuestros pecados. Nosotros hemos de luchar para que la bondad ocupe el mayor espacio posible en nuestra vida. Es la obra que Dios va haciendo por nosotros. La comprensión de Jesús como víctima es más que cuestionable; habría de ser abandonada. Es el luchador por la bondad, el que nos anima a tomar nuestra parte en esa dura lid.
  • Los mayores pecados son aquellos que hacemos contra el cosmos, por etérea que parezca la cosa. No hemos moralizado esas limitaciones, pero son las decisivas. El pecado de un entendernos como partículas en el engranaje del cosmos y no valorar así la potencia expansiva del amor que es eso que llamamos Dios. El pecado de no ser tierra, de creer solamente que vivimos en la tierra, dejando así de lado responsabilidades que brotan del ser, del amor. El pecado de no entender la vida desde el señorío, sino desde el no tener más remedio que vivir. El pecado de ceguera que no sabe ahondar en los fundamentos de la existencia y se queda en la mera superficie de las cosas.
  • Quizá experimentaríamos una gran liberación si nos viéramos libres del más allá, de entender el más allá bajo los parámetros de premio o castigo, de poner definitivamente en entredicho el imaginario (tanto positivo como negativo) con que nos enfrentamos al interrogante del más allá. Vernos libres de eso generaría una vida más libre de la culpa que la que, hoy por hoy, aún manejamos.

 

3. La creyentelee el salmo

 

  • Como lo relativo a la culpa está en lo profundo, en los sustratos del alma, en ese mismo ámbito habrá que poner los trabajos por entender y situar bien tal culpa. Es decir, habrá que trabajar la espiritualidad desde lo profundo, en lo profundo, poniendo entre paréntesis toda esa maraña de formas superficiales con las que hemos tejido la vestidura, externa, de lo religioso. Si no se relativiza esa vestidura nos enzarzaremos en inacabables discusiones y no llegaremos percibir lo que hay dentro. Es preciso recuperar la dimensión perdida de la profundidad.
  • Dios es uno con “atención amante”, como diría el papa Francisco. No está dormido, no hay que rogarle lo mismo veces y veces. Él comparte nuestra cercanía más íntima, no está en ningún cielo empíreo. Basta de llamar a quien está. Comparte nuestra alegría y el peso de nuestra historia. Estamos en su presencia porque él nos envuelve, por mucho que nuestros días se alejen de él. No es una atención coactiva, sino amante.
  • La única manera de responder a las preguntas que brotan de la culpa, de la incertidumbre y del temor es activar la confianza. Solamente ella puede frenar esas preguntas e, incluso, desplazarlas. Es preciso trabajar la confianza, imaginarla, activarla, hacer ejercicios de la misma, hasta que aminore el aguijón de las pregunta temerosa, hasta que no importe tanto el más allá cuanto el más acá vivido en gozosa confianza.
  • Esto se logrará mejor si vamos construyendo una espiritualidad asentada más sobre la gracia que sobre el pecado, más sobre la suerte de creer que sobre las exigencias de la religión, más sobre el don que sobre la deuda, más sobre la esperanza que sobre las voces que aún quieren coaccionar con el castigo. La fe en Jesús es proporcional a la capacidad de irse viendo libres de la culpa porque “el amor echa fuera el temor” (1 Jn 4,18).

 

4. Recreamos el salmo

 

Libres de la culpa

podremos mirar

con ojos más limpios

la luz del sol que nace.

 

Libres de la culpa

podremos mirar con gozo

el brillo de los ojos

de la personas a la que amamos.

 

Libres de la culpa

podremos creer

que somos tierra,

sus hijos.

 

Libres de la culpa

podremos sentir en lo profundo

la llamada

a una vida de paz.

 

Libres de la culpa

podremos descubrir emocionados

el rostro de Jesús

que nos ama y libera.

 

 

X. SALMO 130: CORRECTA AUTOESTIMA

 

1Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad;
2sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre.

 

3Espere Israel en el Señor
ahora y por siempre.

 

1. Jesús lee el salmo

 

  • Caminábamos hacia Jerusalén con nuestra propia “mochila”, con nuestras maneras de vernos, con nuestra forma de estimarnos. A veces nos pasábamos por arriba, frecuentemente, creyéndonos sin más, sin discernimiento, gente justa. Pero en otras ocasiones, nos mirábamos pecadores, sorprendidos en fallo, detestables. Yo había descrito estas dos maneras “exageradas” de entenderse en aquel texto sobre el fariseo que se creía más cumplidor que lo que era y el publicano que se creía peor que lo que era. Por eso, en esta hora de verdad, ante Jerusalén, queríamos apelar a lo mejor de nuestro corazón, a su desprendimiento (no es ambicioso) y a su sencillez (sin grandezas).
  • Habíamos nacido entre los pobres, entre los ignorados, aquellos que no dejan huella en el devenir de la historia. Éramos una cordada de pobres que no cuentan. Si no hubiéramos ido a Jerusalén, si no hubiéramos hecho después la expulsión de los vendedores en el mercado del templo, nada nos habría ocurrido. Salimos del anonimato y eso nos perdió. El sistema no acepta que nadie le haga sombra. Y el humilde es desterrado de la vida. Eso nos ocurrió. Cuanto más nos acercábamos a Jerusalén, más claro lo veíamos. Por eso, la tentación era huir. Pero nuestros pasos seguían incomprensiblemente adelante. Las sendas extrañas de los humanos.
  • La imagen del niño que es incapaz de desconfiar de su madre nos serenaba. Creíamos que una “madre” velaba y amparaba nuestro caminar temeroso. En medio del temor brillaba, tenue, una llamita de esperanza. Los brazos de aquella “madre” nos envolvían. No podría dejarnos en desamparo. Nuestros deseos, nuestro temor, nuestros anhelos frustrados, nuestras heridas, nuestra “mochila” descansaba en los brazos de la “madre”, de quien más nos amaba.
  • Sí, Israel tenía motivos para mantener la esperanza. Y dentro de ese Israel global, los más pobres, cualquiera que levante la mirada desde su situación de dificultad. Podía uno mirarse y entenderse tal como era, tal como vivía, tal como temía, sabiendo que hay uno que nos comprende en nuestra justa medida, en nuestro exacto ser.

 

2. La persona de hoy lee el salmo

 

  • La sombra nos envuelve, nos compone. Para estimarse bien es preciso integrarla tanto a nivel individual como colectivo. La sombra es una dimensión real, poderosa, de toda la vida. No será lo mejor luchar contra ella, sino verla como parte de lo nuestro, la parte difícil, pesada, con la que hay que contar. Este abrazar la sombra es justamente lo contrario de sucumbir a ella. Es verla como parte y, por lo mismo, como ámbito de discernimiento, de trabajo, de mejora.
  • No podemos eliminar o erradicar la sombra, y cuanto más lo tratamos de hacer, mayor poder le damos sobre nosotros. Integrar es trabajar por aclarar su sentido, por discernir sus planteamientos. Para ello habrá que mirar con una cierta benignidad la propia sombra y la ajena, las grandes sombras de lo humano. Y luego, aprestarse a trabajar por iluminar su ámbito, porque la capacidad de iluminación es también algo componente de la estructura humana.
  • Efectivamente, la sombra se convierte en un fuerte potencial para la creatividad cuando nos comprometemos con ella en un espíritu de receptividad y de diálogo, cuando nos esforzamos por integrarla en el flujo y ritmo de la vida. Por eso la sombra no nos empequeñece, del mismo modo que no nos agranda el orgullo.
  • En nuestro tiempo, la energía de la sombra actúa con virulencia en las fuerzas estructurales mundiales como el comercio de armas, la globalización, la pobreza y desnutrición. Lo cual es mucho más amenazante para la sostenibilidad de la vida humana y planetaria que cualquier otro conjunto de delitos individuales.

 

3. La creyente lee el salmo

 

  • La correcta autoestima lucha contra la falsa humildad y el orgullo, también falso. La falsa humildad es una hipocresía, porque quiere vender a los demás lo que, en realidad, no existe. La hipocresía resulta difícilmente comprensible y perdonable hoy, porque con frecuencia encierra comportamientos contrarios a los que se presentan. El orgullo es un desenfoque notable porque, casi siempre, infla el currículum para pretender ser lo que no se es. Ambas posturas derivan en una estima incorrecta de la persona y en una visión deformada de la realidad.
  • La experiencia cristiana podría ser una verdadera escuela del deseo, ese gran motor de nuestra vida, para adecuarlo cada vez más al deseo de Jesús: que nada se pierda (Jn 6,39). Orientar los deseos al bien del otro, modificarlos para que el otro sobreviva, reorientarlos para que los caminos de los demás sean cada vez más humanos. Un deseo que sale de sí mismo porque la situación del otro se mira como propia.
  • La correcta autoestima tiene también una dimensión social. Por ello es importante generar confianza social, colaborar a una ciudadanía pacificada y solidaria, entender el entorno, incluso el cósmico, como realidad necesitada de paz y de confianza. “Adora y confía”, decía la plegaria de T. de Chardin. Unir adoración y confianza es la tarea del creyente en la sociedad. Colaborar a ello, unir mística y política, es una manera óptima de construir la necesaria autoestima social.
  • La mesura es un virtud antigua pero, hoy también, necesaria. La desmesura desenfoca la realidad personal y social y crea auténticos fantasmas, de terribles consecuencias a veces. La mesura es un valor de fondo, porque nos aleja del sempiterno y deformante yo y nos sitúa en el corazón de los otros, del Otro. La desmesura del místico es la desmesura del amor, no la de lo estrambótico. La desmesura del creyente es la pasión con rostro de humanidad, no las cosas extravagantes.

 

4. Recreamos el salmo

 

Ojos para vernos

necesitados y fuertes,

ambas cosas unidas.

 

Oídos para escuchar

nuestro llanto y nuestra risa,

ambas cosas unidas.

 

Manos para tocar

la herida y el abrazo,

ambas cosas unidas.

 

Lengua para comer

el pan amargo y el dulce pan,

ambas cosas unidas.

 

Olfato para oler

el hedor y el perfume,

ambas cosas unidas.

 

 

XI. SALMO 131,11-18: DONDE ESTÁ DIOS

 

11El Señor ha jurado a David
una promesa que no retractará:
«A uno de tu linaje
pondré sobre tu trono.

12Si tus hijos guardan mi alianza
y los mandatos que les enseño,
también tus hijos, por siempre,
se sentarán sobre tu trono».

13Porque el Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
14«Ésta es mi mansión por siempre,
aquí viviré, porque la deseo.

15Bendeciré sus provisiones,
a sus pobres los saciaré de pan,
16vestiré a sus sacerdotes de gala,
y sus fieles aclamarán con vítores.

17Haré germinar el vigor de David,
enciendo una lámpara para mi Ungido.
18A sus enemigos los vestiré de ignominia,
sobre él brillará mi diadema».

 

 

 

1. Jesús lee el salmo

 

  • Los judíos no lo dudábamos: Dios estaba en el templo de Jerusalén. Allí se hacía densa “su gloria”. Por eso subíamos cantando por encima de nuestro temor. Creíamos que allí encontraríamos un sosiego y una defensa que necesitábamos mucho. Pero interiormente yo pensaba: Dios está en los pobres. En ellos vi su rostro, en sus pobres huellas que el viento del olvido borra yo vi las huellas de Dios, en su calor de pobres yo reconocí el calor con el que Dios nos amaba. Como dirá uno de vuestros poetas: “La casa de los pobres es un sagrario” (Rilke). No se lo decía porque éramos pobres y no gusta a los humildes que les recuerden su pobreza. Pero a mí Dios se me hacía más cercano en aquella cordada de sencillos que en la supuesta gloria luminosa del templo. La vida me había enseñado que Dios está en lo humilde.
  • Otro signo indiscutible para los judíos de la presencia de Dios era la monarquía davídica. La monarquía, desde los tiempos de Saúl, no trajo a Israel más que desgracias, excepto contadas excepciones. Pero queríamos ser como los otros pueblos. Y tuvimos una monarquía en la que creímos ver el favor de Dios. Yo seguía con lo mío: los pobres eran mis verdaderos “reyes”. Por eso les anuncié la dicha que merecen y la justicia de la que son acreedores. Había que guardar la alianza para que la monarquía hubiese funcionado; no se guardó, por eso no funcionó. Pero los humildes eran los verdaderos actores de la alianza. Él había hecho una alianza con ellos para siempre. Me desgasté en hacerlo ver así. Muchas de mis mejores parábolas tenían ese tema. Recordad aquella del empobrecido Lázaro, sus desventuras y su grito de justicia escuchado.
  • Por eso mismo, porque el templo no sació a los pobres de pan, yo llevaba por dentro otro discurso cuando cantábamos “esta es mi mansión…a sus pobres le saciaré de pan”. No teníamos sitio en la estructura económica del templo. En él, por mucho que estuviera la gloria, seguíamos siendo pobres. La religión formal se aprovechaba de nosotros, de nuestras pobres ofrendas, como la de aquella viuda a la que vi echar su limosna en el cepillo del templo.
  • Y, por supuesto, cuando llegaba aquello de vestir de ignominia a los enemigos, yo añadía, por lo bajo, un “no”: Dios no vestirá a nadie de ignominia, y menos a los pobres, sean de la nación que sean. Pensaban los de la cordada que Dios era “suyo” y que, por serlo, les debía algo. Cuando salieran al mundo se percatarían de que Dios abrazaba a todos los pueblos, a la realidad entera. Dios estaba en todos porque estaba en el fondo de todo.

 

2. La persona de hoy lee el salmo

 

  • Dios está danzando. No podemos entender a Dios, fuente de energía que se expande, como una realidad quieta, sino en danza, como lo están las partículas subatómicas que son hervideros de actividad. Si nuestros sentidos fueran los suficientemente sensibles podríamos percibir el abismo silencio y, en él, al Dios que danza, porque la danza es un símbolo de la libertad, la creatividad y la espontaneidad. Desde la antigüedad, en la danza se vio algo de Dios, porque él es movimiento total, como se puede decir que es quietud total. Ambas cosas son verdad. Por eso hay que controlar los rituales formales que, con el tiempo, se convierten en estructuras sin espíritu, formalidades insípidas desprovistas de sentimiento e imaginación.
  • La danza es una metáfora científica porque la danza de la creación y de la destrucción es la base de toda la existencia de la materia ya que todas las partículas interactúan entre sí al emitir y reabsorber partículas virtuales. En ese torbellino se asienta la realidad espiritual de Dios. El cosmos es una estructura movible, dinámica, cambiante, que sufre modificación y transformación incesantemente. En ese volcán cósmico está el lugar del Dios de amor que crea y recrea.
  • Por eso estamos llamados a sumarnos a esa danza. Estamos llamados a proclamar con letra y música la historia a la que todos pertenecemos, el relato que ha tejido toda forma y estructura del universo observable. Estamos llamados a una vivencia de la fe dinámica, imaginativa, buscadora, como una danza que cambia de movimientos según la música que suena. El inmovilismo mental y espiritual son enemigos de una fe viva.
  • Y luego está la contemplación admirativa, esa actitud que adora lo que no comprende porque adorar es su forma de comprender. El silencio admirativo es, quizá, el mejor modo de conectarse con la fuente divina de pura posibilidad. Nuestro mundo tiene un potencial vasto, y todavía le falta muchísimo por manifestar en la danza creativa de la energía, la cual se desarrollará ciertamente por millones de años, hacia un futuro abierto, sin límite, tal vez para siempre. Ese es el gran “templo” donde venerar la gloria de Dios.

 

3. La creyente lee el salmo

 

  • Dios está dentro: “Vendremos a él y pondremos nuestra morada en él” (Jn 14,23). Jesús y el Padre han tomado una decisión de vértigo: venir a poner su morada en el fondo de nuestra vida con la intención de no quitarla nunca más. Han “abandonado” su cielo para hacer de la historia su verdadero cielo, su lugar de encuentro. Por eso hay que ir bajando a lo profundo, al “lugar” donde sea posible el encuentro. Bajar a lo profundo, adorar y amar la limitada perfección que somos.
  • Dios está debajo: “Jesús Mesías es el cimiento” (1 Cor 3,11). Un Dios que sustenta lo que somos y vivimos. Asentar la vida sobre ese cimiento es asentarla sobre el amor, asimétrico y generoso, hasta llegar a devolver amor aunque no se dé amor. Una vida entendida en el sosiego y la confianza de que hay tierra bajo nuestros pies, de que lo nuestro no es un camino inútil, de que nuestros días sencillos, destinados para el olvido, son un regalo de amor.
  • Dios es fuerza: “Te fortaleceré y ayudaré” (Is 41,10): Porque es cierto que palpamos nuestra debilidad, pero en esa debilidad hay una fuerza interna que nos hace sacar la cabeza a flote, respirar, levantar los hombros y seguir adelante. De esto estaba convencido san Pablo (2 Cor 12,9). Y fuerza en lo profundo del cosmos, fuerza capaz de expandir los universos de manera inimaginable para nosotros en una gigantesca danza creadora.
  • Dios es compañero: “Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos” (Lc 24,15). No estamos solos. En nuestros humildes, paradójicos y, a veces, perdidos caminos, Jesús sigue siendo compañero. Sus huellas van paralelas a las nuestras.De ahí que podamos responder con convicción a la inquietante pregunta religiosa: ¿Dónde está Dios? En nuestros mismos caminos. Feliz quien, en modos sencillos, sabe olfatear su presencia. Dichoso quien detecta el perfume de amor del Jesús que camina a su lado.

 

4. Recreamos el salmo

 

En la danza cósmica

de incomprensible vastedad

tienes tu casa.

 

En los cielos inabarcables

y en las distancias inimaginables

tienes tu casa.

 

En la tierra hermosa,

casa de todos

tienes tu casa.

 

En los caminos humanos

bellos y extraviados,

tienes tu casa.

 

En la casa de los humildes

para recoger sus lágrimas,

tienes tu casa.

 

En quien rendido de amor

te atisba cercano,

tienes tu casa.

 

 

XII. SALMO 132: AMOR MISTERIOSO

 

1Ved qué dulzura y qué delicia,
convivir los hermanos unidos.

2Es ungüento precioso en la cabeza,
que va bajando por la barba,
que baja por la barba de Aarón,
hasta la franja de su ornamento.

3Es rocío del Hermón, que va bajando
sobre el monte Sión.

Porque allí manda el Señor la bendición:
la vida para siempre.

 

1. Jesús lee el salmo

 

  • Nos gustaba cantar aquel salmo. Nos consolaba. Conectaba con lo mejor de nuestro corazón. Porque aquel salmo cantaba a la hermosura de hacer comunidad. Y habíamos hecho comunidad. Para eso los convoqué, para “que estuvieran conmigo” (Mc 3,13), más que para que ayudaran en la predicación por las aldeas. Los necesitaba no como discípulos de un maestro, sino como simples compañeros de vida. Los necesitaba por causa de la necesidad de amor de todo corazón. Hicimos comunidad en los caminos andados, en las noches compartidas, en las dificultades sufridas, en las alegrías comunes. Por eso nos sonaba muy bien este salmo.
  • Y nosotros entendíamos también la imagen del perfume que baja por la barba de Aarón, del sumo sacerdote. Este tenía una franja como ornamento con doce piedras preciosas que representaban a las doce tribus. El perfume les envolvía. Era el perfume de Dios. En realidad, era un anhelo porque la historia de las tribus fue muy poco edificante. Pero anhelábamos la comunidad. La endogamia de los judíos llevaba a la exclusión de los otros pueblos, pero también a una cierta comunidad. Yo fui aprendiendo que había que aspirar a un tipo de comunidad que no excluyera a nadie, amplia como el mar. ¿No se le había prometido algo así a Abrahán? ¿Por qué, entonces, ese afán por reducir la comunidad a “los nuestros”?
  • Entendíamos también la imagen del rocío del Hermón. Este monte estaba lejos de Sión, pero era el más alto del país, “los ojos de Israel”. Y sus nieves prolongadas refrescaban el país. Así era la vida en comunidad, una frescura, un solaz, un fresco en hora de bochorno. Decía Eclo 6,14 que quien encuentra un amigo encuentra un tesoro. Quien encuentra y construye una comunidad encuentra la isla del tesoro con todos sus cofres.
  • Por eso concluíamos con aquel grito: “Mándanos, Señor, esa bendición”. Quizá no poníamos el acento en lo trabajoso del asunto, porque construir la comunidad es más difícil que construir esos edificios modernos que os subyugan. Que Dios mande esa bendición allí y en todas partes, porque si la comunidad se construye florece lo humano y se destruye, no hay sitio allí para la vida.

 

2. La persona de hoy lee el salmo

 

  • La comunidad es una aspiración fundamental de la humanidad: el deseo de relacionarse más cercana e íntimamente con un círculo mayor de personas. Aunque el acento no habría de estar en el número sino en la intensidad, en la vibración de la relación, en la fuerza de los vínculos contraídos, en la capacidad para aguantar con amor los vaivenes y baches del hecho comunitario.
  • Hay que sortear el peligro de institucionalización de la comunidad, de creer que porque se pertenece a un colectivo, social o religioso, sin más ya se es hermano, ya se está en la comunidad. Cuanto más tratamos de entender y vivir la comunidad desde una legislación, desde unas normas predeterminadas, desde una costumbre consagrada, más ponemos en peligro la posibilidad misma de su existencia con sentido. La comunidad es novedad, descubrimiento, temblor gozoso, entrega silenciosa, bondad diaria, etc. Esas son sus “normas”.
  • La evidencia de que no estamos bien orientados en la vida comunitaria se percibe cuando el cansancio, el hastío, la rutina se instalan en nuestro diario caminar. La vida comunitaria no es para eso sino para re-entrar, renovados y refrescados, en la tarea continua de la regeneración humana, planetaria y cósmica. Si la vida comunitaria pierde esa frescura, si todo está predeterminado, si no hay nunca novedad en el día a día, la raíz de la vida comunitaria se está secando.
  • La búsqueda de la comunidad no es sólo la búsqueda de seguridad e intimidad para obviar nuestra soledad en un mundo anónimo e impersonal. Es mucho más que eso. Es la expresión de un deseo desde lo profundo dentro del mismo orden creado, un gemido que surge del corazón de la creación, como decía san Pablo (Rom 8,22), que busca reciprocidad y correspondencia. Nosotros los humanos absorbemos este anhelo y, en el nombre de la creación, le damos una expresión consciente, un sentido de comunidad terrenal y cósmica.

 

3. La creyente lee el salmo

 

  • Esta clase de salmos solamente se puede apreciar en la medida en que uno no descrea del amor. Si, debido a los costurones de la vida, uno está ya de vuelta, y cuando oye hablar de amor esboza una sonrisa de incredulidad, no le entusiasmará un salmo como éste. Pero si, a pesar de los años, sus entrañas no están secas, como las de Sara, podrá encontrar aquí una llamada, queda pero hermosa, a construir el trabajoso e interesante camino de la comunidad.
  • No hemos de extrañarnos que siempre estemos royendo este “hueso” de la comunidad, dando vueltas a la misma masa. Es que ahí se juega mucho del sentido de lo humano y del sentido del mismo cosmos. Por eso hay que volver siempre a esa senda. Permanecer vivos en la comunidad, no cansados y desalentados, es como permanecer insertos en Jesús: la única manera de que el bello fruto de una vida con sentido venga a nuestras manos.
  • Muchos han descubierto que el sentido de la vida es vivir con y para el otro. Vivir “con”, ahuyentando la tentación de exclusión, de individualismo, de cerrarse a la hermosa y trabajosa realidad de los demás, considerándolos un “infierno”, en lugar de un “cielo”, una posibilidad. Y vivir “para”, sabiendo que de la fuente de la buena relación es de donde brota el agua que puede calmar la diversa sed del corazón.
  • Para los creyentes la eucaristía es el sacramento de la comunidad. Pero hay que estar alerta. Dice Pikaza: “Siento pudor hacia una eucaristía convertida en espectáculo: algo que se puede exponer y ostentar ante los demás. Hay que valorar, sin duda, lo que se ha hecho en esa línea, sobre todo en la música y en la arquitectura barroca, que son un monumento a la presencia real de Cristo en los signos eucarísticos. Pero esos signos han corrido el riesgo de perder su referencia real: dejan de ser comida, expresión de un grupo de creyentes que se reúnen para entregarse en amor unos a otros, sacramento y promesa de la unidad final de todos los humanos”.

 

4. Recreamos el salmo

 

Los caminos de la comunidad

son tan sencillos

como una sonrisa.

 

Los caminos de la comunidad

son tan bondadosos

como una palabra buena.

 

Los caminos de la comunidad

son tan difíciles

como una gran obra de arte.

 

Los caminos de la comunidad

son tan profundos

como un misterio que no acaba.

 

Los caminos de la comunidad

son tan humanos

como una comunión.

 

Los caminos de la comunidad

son tan divinos

como los caminos

insondables

del Dios de amor.

 

 

XIII. SALMO 133: VIVOS POR DENTRO

 

1Y ahora bendecid al Señor,
los siervos del Señor,
los que pasáis la noche
en la casa del Señor.
2Levantad las manos hacia el santuario
y bendecid al Señor.

3El Señor te bendiga desde Sión,
el que hizo cielo y tierra.

 

1. Jesús lee el salmo

 

  • Nadie puede negar que nuestra espiritualidad judía era muy religiosa. Por eso, al subir a Jerusalén, cantábamos a los “siervos del Señor” que se pasaban la noche en la casa del Señor. Nos reconfortaba saber que, día y noche, había alguien en el santuario orando ante el Señor. Cuando todos descansábamos de la fatiga de nuestro viaje largo desde las tierras de Galilea, alzábamos la vista al templo y, de noche, se percibía la luz de las lámparas que alumbraban a los orantes. ¿Cómo no nos iba a defender el Dios ante el que se ora siempre? Eso también levantaba nuestro ánimo decaído, aunque yo había descubierto que el secreto de la plegaria estaba en la confianza, no en la cantidad o en el tiempo empleado en orar.
  • Yo había experimentado lo que era orar de noche. Lo hacía en descampado. Era dura, áspera, la oración en descampado y de noche. Pero allí descubrí y aprendí lo más gozoso y lo más difícil de mi proceso cristiano: que Dios es Padre de todos, buenos y malos; que también los paganos están llamados al reino; que también las mujeres son hijas de Abrahán; etc. El descampado fue mi templo de oración nocturna. Por eso, miraba con aprecio a los orantes de la noche y pensaba que no eran inútiles los esfuerzos de iluminación de quienes transitan en la noche de la historia. Vendría la luz.
  • Los orantes levantaban, incansables, las manos hacia el santuario. Yo quise decir que había que levantarlas hacia los pobres, para bendecirles, para tocar sus llagas y curarlas, para enjugar las lágrimas que resbalan de sus ojos. Tocar a quien nadie toca, acariciar a quien nunca ha sentido una caricia, abrazar a quien no conoce el calor de un abrazo.
  • Así, vivo por dentro, yo también, como los orantes del templo, pedía la bendición no solamente para los de Sión, sino para todo ser que transite por el camino de la vida. Entendía que todo ser merecía una bendición, por pequeño o infame que fuera. Y creía que la tarea de los orantes es recabar bendiciones, justicia, para los excluidos de la tierra, para los malditos. Orar por los descartados, diría el papa Francisco.

 

2. La persona de hoy lee el salmo

 

  • La búsqueda de iluminación acompaña desde siempre el camino humano. Los científicos, los poetas, los místicos, buscan, en definitiva, luz. Y no tanto para tener más conocimiento, sino para tener más amor. Por eso, quienes aportan luz son los mayores benefactores del hecho histórico que demanda raudales de luz para hallar el sentido de sus pasos.
  • La meditación ha prendido en millones de personas tanto en Oriente como en Occidente y parece asumir una profunda importancia cultural en nuestro tiempo. La meditación ha sido descrita como el arte del centramiento: poner juntas las diversas energías de atención para asentarnos en el centro de nuestro ser. Eso nos facilita la comunicación entre nuestro ser y el ser de la vida en el mundo que nos envuelve. Es una experiencia más transformadora que pasiva.
  • La luz es como un sacramento, no solamente una metáfora del ser de Dios o de la presencia del Resucitado. Percibir y percatarse de la decisividad de la luz en nuestra vida nos hace “tocar” la presencia de Dios en nuestro camino humano. Imaginar un mundo sin luz es como imaginar un mundo sin Dios.
  • De la luz viene la sabiduría innata colectiva que nos recuerda que toda acción fluye de la fuente interior; las palabras emergen del silencio; las cosas evolucionan de la nada; la comunión necesita soledad como valor complementario. Pueden abundar en nosotros sentimientos de dicha, intensa felicidad y confianza, pero muy raramente sin el sentido de vacío, transitoriedad y oscuridad acompañantes. Es la luz en la mezcla con lo oscuro. Y de ahí la necesidad de los trabajos de iluminación.

 

3. La creyente lee el salmo

 

  • La oración y el anhelo de iluminación provienen de vidas apasionadas. Las vidas apagadas consideran todo eso una pérdida de tiempo. Por eso, habría que pedir pasiones a Dios, vibración interior, mística de vida. Perder esa fuerza interior, apagarse y enredarse en las pequeñas cosas diarias es matar el anhelo y con él la espiritualidad, y con ella, el deseo de Jesús. Pasión por Dios y pasión por lo humano, ambas cosas irán entrelazadas.
  • Orar es una manera de creer, no solamente una actividad religiosa. Por eso, quien ora se pone vivo ante el Dios vivo y con ello reconoce el valor y la hermosura de su vida recibida como don. La vida de los orantes es vida de creyentes, no tanto vida de personas religiosas peculiares. La oración, el interior vivo, se llena de aquello que anhela y se va mezclando al sentido mismo de la historia, al Dios de amor que subyace como su fuente de amor.
  • Estar vivo por dentro es requisito para una fe viva. Los humanos podemos ser, en mayor o menor medida, cadáveres ambulantes: vamos caminando pero por dentro la vida es escasa. También podemos ser lo contrario, personas que aunque vayan envejeciendo y deteriorándose mantienen un vigor interior que hace que la muerte les encuentre bien vivas. El lector de la Palabra podría medir la obra que ella hace en él por este dato: la fuerza del vigor interior, más allá de la debilidad externa que se acumula con los años.
  • Ser persona de bendición es una manera de ser persona de oración. Orar y no bendecir es algo incomprensible. Por eso, quien ora ha de decir bien de personas y cosas, ha de moderar su lenguaje para que sea benigno, ha de depurar sus actitudes de hosquedad para que el bien brille, ha de actuar en bondad creciente para que se vea el sentido de su hacer orante.

 

4. Recreamos el salmo

 

Levantemos las manos

y el corazón

para acoger

el don de la luz.

 

Levantemos las manos

y el corazón

para vivir con pasión

cada instante del camino.

 

Levantemos las manos

y el corazón

para mantener encendida

la lámpara de la esperanza.

 

Levantemos las manos

y el corazón

para entrar en lo profundo

desde la lejana superficie.

 

Levantemos las manos

y el corazón

para orar amando

y para amar orando.

 

CONCLUSIÓN

 

         Finaliza aquí nuestro recorrido por el Salterio “de las subidas”, los textos que tantas veces desgranaron los peregrinos de Jerusalén, cuando subían a la ciudad, Jesús entre ellos. Los caminos que acceden a la ciudad, hoy autopistas, se empaparon muchas veces de aquellos gozos y aquellos temores, oyeron los gritos y los cantos fervorosos de quienes creían en maneras sencillas.

         Los hemos “manipulado”, no hemos querido limitarnos a la mera explicación exegética, creyendo que hoy también puede ser palabras de ánimo para cantar en la noche. ¿Qué persona, qué comunidad, qué Iglesia, que sociedad no está necesitada de una palabra de aliento? El corazón hambrea el ánimo como la planta la luz cálida del sol.

         Ojalá hoy, en pleno siglo XXI, estas viejas canciones puedan reconfortar el interior de los creyentes. Se habrá cumplido aquello que dijo otro salmo: “Lámpara es tu palabra para mis pasos” (Sal 118,105). Que esta lámpara no deje de brillar nunca, por tenue que pueda ser su luz.

REANIMAR EL ESPÍRITU DE ASÍS

 

REANIMAR EL ESPÍRITU DE ASÍS 

 

            En las indicaciones que se me dieron para esta reflexión, el título completo era: “Reanimar el espíritu de Asís, aquí y ahora, más necesario que nunca”.

  • Aquí: entre este grupito que nos hemos juntado esta tarde. Ya decía Saramago: “no cambiaremos la vida si nosotros no cambiamos de vida”. El mensaje franciscano de la paz se nos dice a nosotros. Si vemos la cosa como algo “de fuera”, no estamos bien situados.
  • Ahora: en la evolución de esta guerra que nos toca de cerca y que camina cada semana hacia abismos más oscuros. Ahí es donde habrá que hacerse las preguntas y el sentido de nuestra participación ciudadana.
  • Más necesario que nunca: porque como siempre, las guerras siguen atenazando el camino humano (aunque en realidad algo vamos “mejorando”: mueren hoy cuatro veces menos que en 1950). Siempre necesario hasta que no quede ni un conflicto. Las relaciones humanas con resultado de muerte son el mayor fracaso humano: “La guerra es un fracaso de la política y de la humanidad”.

¿Qué papel juega Asís y lo que representa? ¿Qué papel jugamos los franciscano?

 

1. La paz, en el núcleo central de la espiritualidad franciscana

 

Las primitivas biografías franciscanas han obviado el tema de la posible participación de Francisco en acciones violentas con resultado de muerte (la larga guerra contra Perusa). Eran biografías para la edificación espiritual de los fieles, o de los mismos frailes, de ahí que este aspecto nada edificante, en la medida en que existió, lo cubriera el silencio.

            ¿Qué ha pasado en ese proceso personal de Francisco para convertirse en un defensor de la paz después de, sin duda, haber matado? ¿Cuál ha sido el punto de inflexión? No son cuestiones de fácil respuesta. Que el encuentro con las pobrezas (leprosos) ha sido un factor de profundísima humanización a nivel emocional, es un dato. Que la mística martirial que le ha llevado a escenarios de violencia (Damieta) haya terminado en una cierta frustración, es otro dato. Que su contagio por ósmosis social con los movimientos pauperísticos que rechazaban la violencia sistémica y religiosa (las cruzadas), aporta mucha luz al tema. Y, por supuesto, que la asimilación del Evangelio, como propuesta de paz y como viniendo de un pacífico como fue Jesús de Nazaret, esto es indudable.           

Por eso, el tema de la paz ha pasado a ocupar un puesto central en el núcleo de la espiritualidad franciscana, junto con la pobreza, la minoridad, la fraternidad o la alegría. De esta manera, la paz adquiere rango espiritual de primer orden: no es solamente una virtud humana, sino el camino para el logro cristiano, para la “salvación”. «En toda predicación que hacía, antes de proponer la palabra de Dios a los presentes, les deseaba la paz, diciéndoles: “El Señor os dé la paz”. Anunciaba devotísimamente y siempre esta paz a hombres y mujeres, a los que encontraba y a quienes le buscaban. Debido a ello, muchos que rechazaban la paz y la salvación, con la ayuda de Dios abrazaron la paz de todo corazón y se convirtieron en hijos de la paz y en émulos de la salvación eterna» (1Cel 23).

Nunca Francisco se hubiera imaginado que el tema de la paz iba a adquirir tal decisividad. Era llegar al sustrato último de su debilidad, de su pecado, para transformar los movimientos de la violencia en los de la paz. Si eso se daba, se entendía que el Evangelio había arraigado en la persona.

Francisco de Asís es presentado, con razón, por su primer biógrafo como el «nuevo evangelista» de los últimos tiempos. Sin temor a equivocarnos se puede decir que el Evangelio que Francisco vive y ofrece es el Evangelio de la paz. Siendo esto así, su pasado violento se ha transformado en una fuerza creadora de paz. Se ha logrado lo que el Evangelio se propone: cambiar las estructuras personales hasta más allá de los límites predecibles por la razón humana.

 

2. Encuentros en Asís: 30 años de oración por la paz

 

            Los Encuentros de Asís nacieron en 1986 bajo el impulso del papa polaco Juan Pablo II (llevamos 37 años). En aquel mismo año convocó un encuentro en Asís que se celebró el 27 de octubre y unos días antes hizo un llamamiento a una tregua universal de combates para ese día que no se respetó. Se reunieron 124 representantes de las principales religiones del mundo. Desde entonces, con indudable empeño, se celebra el Espíritu de Asís a finales de noviembre.

            Hay que decir que la cosa no fue fácil. Aunque nadie corrigió públicamente a Juan Pablo II (excepto los lefrevianos que dijeron que aquello demostraba la perversidad del Vat.II) se dejaba claro que se quería que no se viera como una ONU de las religiones y que “que se eliminara no solo el sincretismo, sino la apariencia de sincretismo” (Ratzinger). En diciembre de 1992 convocó a una vigilia de oración y a una eucaristía a los episcopados de Europa. La cosa fue floja y los ortodoxos no fueron ya.

            En octubre de 2011 el papa Benedicto quiso dar un impulso y convocó de nuevo la jornada de oración. Acudieron 176 altos representantes de religiones. Los musulmanes han estado siempre y crecientemente presentes en estas convocatoria (aquello del sultán ha rendido sus frutos).

            En 2016 el Papa Francisco acudió  a la ciudad de Asís para rezar por la paz en compañía de numerosos representantes religiosos. Francisco describió este encuentro como una “jornada de oración, de penitencia, de llanto por la paz; jornada para sentir el grito del pobre”.

            Las Comunidades de san Egidio han sido decisivas en la propagación de esta espiritualidad. Durante mucho tiempo ellas han marcado el rumbo con sus lemas y su propaganda (¿por qué el franciscanismo no siente entusiasmo por ello?). Hay que agradecérselo.

            Los frutos de los Encuentros los describe San Egidio: El «Espíritu de Asís» sigue siendo un referente que libera a las religiones de la tentación de la violencia, fomenta el diálogo entre ellas y la búsqueda de la paz. Quizás hoy sea más necesario que nunca. El camino ha seguido, año tras año, por muchas ciudades del mundo. Ha despertado esperanza. Ha abierto procesos que han permitido poner fin a conflictos sangrientos. Ha roto el blasfemo binomio guerra-religión. En el encuentro que se celebró nuevamente en Asís en 2016, treinta años después de aquella primera Jornada, el papa Francisco habló de la «gran enfermedad de nuestro tiempo: la indiferencia. Es un virus que paraliza, que vuelve inertes e insensibles. No podemos permanecer indiferentes», dijo. «Hoy el mundo tiene una ardiente sed de paz. En muchos países se sufre por las guerras, con frecuencia olvidadas, pero que siempre son causa de sufrimiento y de pobreza. Solo la paz es santa, no la guerra. Nuestro futuro es el de vivir juntos», esperando que los creyentes de religiones diferentes «se encuentren, se reúnan y susciten concordia, especialmente donde hay conflictos».

            El icono de Asís, por así decirlo, es el icono de unos junto a otros en actitud de paz y no –como dijo Juan Pablo II– de unos contra otros. Su fuerza y su sugestión cabe buscarla también en la blasfemia radicalización de la violencia que instrumentaliza los símbolos religiosos para fomentar el terrorismo y el conflicto.

 

3. Propuesta franciscana sobre la paz

 

a)      El comprometido camino de la oración por la paz

 

Todo el mundo sabe que el don de la paz no es una dádiva graciosa que se ha de lograr sin el compromiso, verdadero trabajo espiritual, del creyente. Orar por la paz es comprometerse en los trabajos por la paz. Efectivamente, la oración constante por la paz supone un acercamiento a los conflictos humanos y, a la postre, una indudable implicación. La oración constante tiene la virtualidad de comprometer a los orantes que perciben que una oración sin compromiso es una oración sin raíces.

No es soñar si se piensa que las comunidades franciscanas pudieran ser casa de oración por la paz. A veces lo son por otras intenciones, loables también (vocaciones, enfermos, etc.). Pero la urgencia de la paz empuja a que los proyectos comunitarios reflejen tal urgencia e, incluso, a que se pueda pensar en construir fraternidades aglutinadas en torno al tema de la paz. Encajaría perfectamente con el núcleo de la experiencia franciscana.

Las comunidades franciscanas, por extraño que parezca, podrían ser adalides del anhelo de la justicia universal, realidad que sufre avances y retrocesos. Late en este tipo de espiritualidad la certeza de que para la ley no hay fronteras y que quien la viola no puede refugiarse en la impunidad de un territorio. Es paso decisivo en el camino por desenmascarar la arbitrariedad de la aplicación de la ley, y desmonta los subterfugios de quien se oculta en legislaciones inhumanas. No será fácil que una comunidad franciscana concrete este anhelo, pero puede ser un tema recurrente en la oración y en la reflexión.

Por todo ello se puede pensar que las casas franciscanas sean casas abiertas a los trabajos de la justicia. A veces, hay colectivos, religiosos o no, que trabajan por la paz pero necesitan un amparo, un lugar para reunirse, un cierto apoyo y comprensión. Podrían encontrar en las casas franciscanas ese cobijo que les mantenga en sus ideales y les ayude en la acción. Asumir las indudables complicaciones que esto conllevaría es parte de los trabajos por el logro la paz, concreción de la bienaventuranza de quien construye la paz.

 

b)     Propuesta de caminos éticos

 

Los caminos franciscanos por la paz pasan por un cambio de actitudes éticas: los otros también son dignos, los enemigos también sufren, nadie tiene siempre toda la razón, se puede llegar a acuerdos sobre mínimos, persistir en caminos de destrucción es algo que perjudica a todos. ¿Cómo trabajar en esa dirección?

  • A nivel personal: trabajar el arraigo antropológico de paz: “La paz que predicáis habite primeramente en vuestros corazones”.
  • A nivel social: hacer experiencias asequibles de trabajos explícitos por la paz (círculos del silencio, comisión de justicia y paz).
  • A nivel político: creación en la nueva universidad franciscana de Roma de un Observatorio Franciscano por la Paz.

 

c)      Propuesta franciscana para la gobernanza

 

El término “gobernanza”, como el de globalización, ha venido para quedarse y se asoma, con frecuencia, a las páginas del discurso político, social y, algunas veces, eclesial.

            Viene a significar el engranaje dinámico que une el marco normativo (el soporte legal) con la participación (el soporte democrático), los incentivos para vivir la realidad ciudadana, el correcto ordenamiento territorial y la información a la ciudadanía.

            Se trata, pues, de ejercer el gobierno en modo lo más horizontales posible, teniendo fe en la ciudadanía y poniendo como horizonte la fraternidad social (como dice la FT).

            ¿Cuál es la propuesta fraterna para este tipo de gobernanza? Su apoyo incondicional porque la fraternidad franciscana engloba todo tipo de gobernanza que se orienta en línea de igualdad. La utopía franciscana no descree de este sueño, por lejano que parezca.

            Más aún, su propuesta de gobernanza sostiene que la inclusión de los débiles en los programas sociales y políticos es nuclear para la ciudadanía, no un simple derivado de ella. Desde ahí mide el valor de las propuestas políticas a la hora de ejercer la ciudadanía (elecciones); desde ahí valora los profetas de las nueva gobernanza, propios y extraños (E. de Castro, por ejemplo; Rolando Álvarez).

            La contribución franciscana a la gobernanza se da en el cimiento de la espiritualidad. Ahí la fraternidad cobra una relevancia tal que se incrusta en el subsuelo de lo humano.

 

 

4. Trabajadores de la paz

 

Muchas y significativas denominaciones han recibido los franciscanos/as a lo largo de la historia: “Hombres y mujeres del pueblo”, “Hermanos y hermanas de los pobres”, etc. Habría sido muy hermoso (siempre estamos a tiempo) que nos hubiéramos hecho merecedores del honroso título de “trabajadoras y trabajadores de la paz”.

Ganarse ese título conlleva apuntarse con decisión a trabajos por la paz. Son tareas que están al alcance de nuestra mano: apoyo explícito a Franciscans international como ONG de todos los franciscanos en materia de paz universal; acogida de las orientaciones de la comisión de JPIC tanto en materia de reflexión como de acción pacifista; ánimo para mezclarse a acciones franciscanas, como los Círculos del Silencio, implantados ya en muchas ciudades y pueblos; sumarse a iniciativas ciudadanas en torno a la paz, aunque no tengan un componente cristiano explícito; etc. Todo un abanico de posibilidades.

Recordemos siempre las palabras de Jesús en Mt 5,9 donde dice que son bienaventurados los eirenêpoioi¸ los hacedores de la paz, los artesanos de la paz, los albañiles de la paz, los que la construyen artesanalmente, poco a poco, día a día, en tarea continua. Cansarse de esta tarea sería traicionar el mensaje de la paz, centro del Evangelio. Habría que lograr una resiliencia pacificadora, un no cansarse jamás de andar y buscar los caminos de la paz.

 

 

Para el diálogo:

 

  1. Resalta un aspecto positivo de esta reflexión.
  2. Completa la reflexión con alguna observación personal.
  3. ¿Cómo contagiar a nuestros grupos la mística de trabajar por la paz?
  4. ¿Qué cauces concretos de trabajos de paz tienes en tu ciudad?

 

 

APÉNDICE

 

POR QUÉ ESTE ES EL MOMENTO DE NEGOCIAR LA PAZ

 

Jürgen Habermas

El País, Domingo, 19 Feb/2023

 

La decisión de proporcionar tanques Leopard acababa de ser aclamada como “histórica” cuando la noticia ya había sido superada —y relativizada— por las sonoras reclamaciones de aviones de combate, misiles de largo alcance, buques de guerra y submarinos. Las llamadas de ayuda, tan dramáticas como comprensibles, de una Ucrania víctima de una invasión contraria al derecho internacional encontraron en Occidente el eco que cabía esperar. La única novedad en este caso ha sido la aceleración del conocido juego de exigencias cargadas de indignación moral de que se entreguen armas más potentes, y de la posterior mejora, efectuada una y otra vez, aunque no sin vacilaciones, de los tipos de armas prometidos.

Incluso en los círculos del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) se escucha ahora que no hay “líneas rojas”. Con la excepción del canciller y su entorno, el Gobierno, los partidos y la prensa hacen suyas de manera casi unánime las palabras suplicantes del ministro de Asuntos Exteriores de Lituania: “Debemos vencer el miedo a querer derrotar a Rusia”. Desde la incierta perspectiva de una “victoria” que puede significar cualquier cosa, parece sobrar otro debate sobre el objetivo de nuestra ayuda militar y sobre la forma de alcanzarlo. Así, el proceso de rearme parece adquirir un impulso propio empujado por la insistencia más que comprensible del Gobierno ucranio, pero alimentado en nuestro país [Alemania] por la actitud belicista de una opinión publicada casi sin fisuras que no da la palabra a la mitad de la población alemana con sus dudas y razones.

¿O tal vez no sea así del todo? Mientras tanto, surgen voces reflexivas que no solo defienden la postura del canciller, sino que instan a que se tome en consideración abiertamente el difícil camino hacia las negociaciones. Si me uno a estas voces es precisamente porque la frase “Ucrania no debe perder la guerra” dice la verdad. Lo importante para mí es el carácter preventivo de unas conversaciones a tiempo que eviten que una larga guerra se cobre aún más vidas, cause más destrucción y acabe enfrentándonos a una disyuntiva desesperada: intervenir activamente en el conflicto o abandonar a Ucrania a su suerte para no desencadenar la primera guerra mundial entre potencias con armas nucleares.

La guerra se prolonga; el número de víctimas y la devastación aumentan. ¿Debería el impulso de la ayuda militar que prestamos con buenas razones desprenderse ahora de su carácter defensivo porque el único objetivo posible es la victoria sobre Putin? Washington —en su postura oficial— y los gobiernos de los demás Estados miembros de la OTAN acordaron desde el principio parar en el punto de no retorno: la entrada en la guerra.

Las dudas del presidente estado­unidense, Joe Biden, justificadas no solo desde el punto de vista técnico, sino también estratégico, con las que se encontró el canciller alemán, Olaf Scholz, cuando los tanques estaban a punto de ser entregados, han ratificado esa premisa del apoyo occidental a Ucrania. Hasta ahora, la preocupación de Occidente se centraba en el problema de que serían únicamente los dirigentes rusos los que decidirían en qué momento el alcance y las características de las entregas de armas occidentales se considerarían una entrada en guerra.

Pero desde que China también se ha declarado contraria al uso de armas de destrucción masiva, esta preocupación ha pasado a un segundo plano. En consecuencia, los gobiernos occidentales deberían dirigir su atención a otro aspecto del problema. Desde la perspectiva de la victoria a toda costa, la mejora de la calidad de las armas que entregamos ha adquirido un impulso propio que podría empujarnos de manera más o menos inadvertida a traspasar el umbral de una tercera guerra mundial. Por eso, ahora “no se debería sofocar todo debate sobre en qué momento tomar partido podría convertirse en ser parte con el argumento de que solo con ello ya se le está haciendo el juego a Rusia” (en palabras de Kurt Kister en el suplemento del Süddeutsche Zeitung del 11-12 de febrero de 2023).

Caminar sonámbulo al borde del abismo se convierte en un peligro real sobre todo porque la alianza occidental no solo respalda a Ucrania, sino que no se cansa de asegurarle que apoyará a su Gobierno durante “el tiempo que sea necesario”, y que el Gobierno ucranio es el único que puede decidir el calendario y el objetivo de las posibles negociaciones. Puede que esta aseveración desanime al adversario, pero es incoherente y enmascara diferencias evidentes. Sobre todo, puede hacer que nos engañemos sobre la necesidad de emprender iniciativas propias para las conversaciones.

Por un lado, no tiene sentido que solo una de las partes implicadas en la guerra pueda determinar su objetivo bélico y, dado el caso, el calendario de las negociaciones. Por otro, el tiempo que Ucrania podrá resistir depende también del apoyo de Occidente.

 

Los intereses y las obligaciones de Occidente

 

Occidente tiene sus intereses legítimos y sus propias obligaciones. Los gobiernos occidentales operan en una esfera geopolítica más amplia y en esta guerra deben tener en cuenta otros intereses además de los de Ucrania. Tienen obligaciones legales con las necesidades de seguridad de sus ciudadanos y también —independientemente de lo que opine la población ucrania— una corresponsabilidad moral por las víctimas y la destrucción que causan las armas procedentes de sus países. Por lo tanto, no pueden trasladar al Gobierno ucranio la responsabilidad de las brutales consecuencias de una prolongación de las hostilidades que solo es posible gracias a su apoyo militar.

El hecho de que Occidente no puede evitar tomar sus propias decisiones importantes y responder de ellas se manifiesta también en su mayor temor: el escenario ya aludido en el que la superioridad militar rusa lo sitúe ante la disyuntiva de doblegarse o convertirse en parte beligerante. Otros motivos más inmediatos por los que el tiempo apremia para negociar son el agotamiento de las reservas de personal y de los recursos materiales necesarios para la guerra. El factor tiempo influye también en las convicciones y disposiciones de la población occidental. Asimismo, es demasiado sencillo reducir las posturas en relación con la controvertida cuestión del calendario de las negociaciones a la mera oposición entre moral e interés propio. Las razones que urgen a poner fin a la guerra son, sobre todo, morales.

Así pues, la duración de la guerra influye en las perspectivas desde las que las poblaciones la perciben. Cuanto más dura un conflicto armado, con más fuerza se impone la percepción de la violencia explosiva que caracteriza en particular a las guerras modernas y más determina la visión de la relación entre la guerra y la paz en general. Me interesan estas perspectivas por lo que atañen al debate que se está iniciando poco a poco en Alemania sobre el sentido y la posibilidad de las negociaciones de paz. Ya desde el principio de la guerra, dos perspectivas desde las que percibimos y evaluamos los conflictos bélicos encontraron expresión en la disputa sobre dos formulaciones vagas pero contrapuestas del objetivo de la guerra: ¿la finalidad de nuestras entregas de armas a Ucrania es que esta “no pierda” la guerra, o más bien lograr la “victoria” sobre Rusia?

Esta diferencia no aclarada en el plano conceptual tiene poco que ver con tomar partido a favor o en contra del pacifismo. Aunque es cierto que el movimiento pacifista surgido a finales del siglo XIX politizó la dimensión violenta de las guerras, el motivo que lo impulsó no fue la superación gradual de estas como medio de resolución de los conflictos internacionales, sino la negativa absoluta a tomar las armas. En este sentido, el pacifismo no tiene relevancia para estas dos perspectivas, que se diferencian una de otra por el peso que conceden a las víctimas de la guerra.

Esto es importante porque el matiz retórico entre las expresiones “no perder” y “ganar” la guerra ya no separa a los pacifistas de los no pacifistas. Hoy en día señala también las oposiciones dentro de la facción política que considera que la alianza occidental no solo está legitimada para apoyar a Ucrania, sino también obligada políticamente a prestarle ayuda con entregas de armas, apoyo logístico y asistencia civil en su valiente lucha contra un ataque, contrario al derecho internacional, a la existencia y la independencia de un Estado soberano, y manifiestamente criminal.

Esta toma de partido tiene que ver con la simpatía por la dolorosa suerte de una población que, tras muchos siglos de dominación extranjera polaca, rusa y austriaca, no obtuvo su independencia como Estado hasta la caída de la Unión Soviética. Entre las naciones europeas “tardías”, Ucrania es la más reciente. Podría decirse que es todavía una nación en ciernes.

Pero incluso en el amplio bando de los partidarios de Ucrania, las opiniones sobre el momento adecuado para las negociaciones de paz están divididas. Una parte se identifica con la demanda del Gobierno ucranio de que se aumente sin límites el apoyo militar para derrotar a Rusia y restaurar así la integridad territorial del país, incluida Crimea. La otra quiere impulsar los intentos de lograr un alto el fuego y unas negociaciones que al menos eviten una posible derrota y restablezcan el statu quo anterior al 23 de febrero de 2022. Los pros y los contras de esas posiciones son el reflejo de experiencias históricas.

No es casualidad que este conflicto latente reclame ahora con urgencia su resolución. Desde hace meses, la línea del frente está congelada. Con el titular ‘ La guerra de desgaste favorece a Rusia’, el Frankfurter Allgemeine, por ejemplo, informa sobre la guerra de posiciones en torno a Bajmut, en el norte de Donbás, con graves pérdidas para ambos bandos, y cita la desgarradora declaración de un alto funcionario de la OTAN: “Aquello parece Verdún”. Las comparaciones con esa horrible batalla, la más larga y mortífera de la Primera Guerra Mundial, solo guardan una relación remota con el conflicto de Ucrania, y únicamente en la medida en que, a diferencia del objetivo político que “da sentido” al choque bélico, una prolongada guerra de posiciones sin grandes cambios en la línea del frente nos hace conscientes del sufrimiento de las víctimas. El estremecedor reportaje de Sonia Zekri sobre el frente, que no oculta sus simpatías, pero tampoco dulcifica nada, recuerda de hecho a las descripciones del horror en el frente occidental en 1916. Los soldados “a degüello”, las montañas de muertos y heridos, los escombros de casas, clínicas y escuelas, en otras palabras, la obliteración de toda vida civilizada, reflejan el núcleo destructivo de la guerra, que sitúa bajo una luz diferente la declaración de nuestra ministra [alemana] de Exteriores de que “nuestras armas salvan vidas”.

En la medida en que las víctimas y la destrucción causadas por los combates nos obligan a verlas como lo que son, la otra cara del enfrentamiento armado pasa a primer plano, y ya no es solo un medio de defensa contra un agresor sin escrúpulos; el curso mismo de la guerra se experimenta como una violencia aplastante que debería cesar cuanto antes. Y cuanto más se desplazan los pesos de un aspecto al otro, más claramente se impone esa sensación de que la guerra no debería existir. En las guerras, el deseo de vencer al enemigo siempre ha ido acompañado del deseo de acabar con la muerte y la destrucción. Y en la medida en que la “devastación” ha aumentado junto con la potencia de las armas, el peso relativo de estos dos aspectos también se ha desplazado.

 

La experiencia previa

 

Las bárbaras experiencias de las dos guerras mundiales y de la tensión de la Guerra Fría a lo largo del siglo pasado dieron lugar a un cambio conceptual latente en las mentes de las poblaciones afectadas. A menudo de manera inconsciente, estas llegaron a la conclusión de que las guerras, esa forma hasta entonces evidente de conducir y resolver los conflictos internacionales, eran del todo incompatibles con las normas de la coexistencia civilizada.

El carácter violento de la guerra perdió en cierto modo su aura de naturalidad. Este cambio generalizado de conciencia también ha dejado su huella en el desarrollo legal. El derecho humanitario bélico ya había sido un intento no demasiado fructífero de domar el ejercicio de la violencia en la guerra. Pero al final de la Segunda Guerra Mundial, la violencia de la guerra en sí misma tenía que ser pacificada por medio del derecho y sustituida por la ley como único modo de resolución de los conflictos in­terestatales. La Carta de Naciones Unidas, que entró en vigor el 24 de octubre de 1945, y la creación de la Corte Internacional de Justicia de La Haya revolucionaron el derecho internacional. El artículo 2 obliga a todos los Estados a resolver sus controversias internacionales por medios pacíficos. La conmoción provocada por los excesos violentos de la guerra fue la que dio origen a esta revolución.

Las conmovedoras palabras del preámbulo reflejan el horror ante la visión de las víctimas de la Segunda Guerra Mundial. La frase clave es la que llama a “aunar esfuerzos para… establecer procedimientos que garanticen que la fuerza armada solo se utilice en interés común”, es decir, en interés de los ciudadanos de todos los Estados y de todas las sociedades del mundo tal y como establece el derecho internacional. Esta consideración por las víctimas de la guerra explica, por un lado, la abolición del ius ad bellum, el funesto “derecho” de los Estados soberanos a hacer la guerra a su antojo, pero también por qué la doctrina de la guerra justa basada en la ética no ha conocido ninguna forma de restauración, sino que ha sido abolida salvo en lo que respecta al derecho de legítima defensa del agredido. Las diversas medidas contra los actos de agresión que se enumeran en el capítulo VII se refieren a la guerra como tal, y exclusivamente en el lenguaje jurídico. Para ello basta el contenido moral inherente al propio derecho internacional moderno.

A la luz de estos hechos es como he entendido la formulación de que Ucrania “no debe perder la guerra”. Porque a partir de la moderación interpreto la advertencia de que tampoco Occidente, que permite que Ucrania siga la lucha contra un agresor criminal, debe olvidar ni el número de víctimas, ni el peligro al que se exponen las víctimas eventuales, ni la magnitud de la destrucción real y posible que se acepta con el corazón encogido en nombre del objetivo legítimo. Ni siquiera el partidario más altruista queda exonerado de la responsabilidad de ponderar esta proporcionalidad.

La vacilante formulación de que Ucrania “no debe perder” pone en entredicho una perspectiva amigo-enemigo que considera la solución bélica de los conflictos internacionales algo “natural” y sin alternativa, incluso en el siglo XXI. Una guerra, y con más razón la que ha iniciado Putin, es el síntoma de un retroceso con respecto al nivel de interacción civilizada entre potencias alcanzado a lo largo de la historia, especialmente entre aquellas potencias que han aprendido la lección de las dos guerras mundiales. Si el estallido de conflictos armados no puede evitarse con sanciones dolorosas incluso para los propios defensores del derecho internacional quebrantado, la alternativa necesaria —frente a una continuación de la guerra cada vez con más víctimas— es la búsqueda de compromisos tolerables.

La objeción es evidente: por el momento no hay indicios de que Putin vaya a emprender negociaciones. ¿No es esto razón suficiente para obligarle a dar su brazo a torcer por medios militares? Hay que añadir, además, que Putin ha tomado decisiones que hacen casi imposible entablar negociaciones prometedoras, ya que con la anexión de las provincias orientales de Ucrania ha creado hechos y cimentado reclamaciones inaceptables para los agredidos.

Por otra parte, esto quizá haya sido una respuesta, aunque desacertada, al error de la alianza occidental de dejar a Rusia deliberadamente a oscuras desde el principio en cuanto al objetivo de su apoyo militar, ya que ello dejaba abierta la perspectiva de un cambio de régimen, algo inaceptable para Putin. Por el contrario, el objetivo declarado de restablecer el statu quo anterior al 23 de febrero de 2022 habría allanado el camino posterior hacia las negociaciones. Pero ambas partes querían desalentar a la otra marcando posiciones muy ambiciosas y aparentemente inamovibles. Las condiciones no son prometedoras, pero tampoco desesperadas.

Porque, además de las vidas humanas que la guerra se está cobrando cada día que pasa, los costes en recursos materiales que no pueden reemplazarse a voluntad van en aumento. Y para la Administración de Biden, el tiempo corre. Solo esta idea ya debería invitarnos a presionar para que se hagan esfuerzos enérgicos de iniciar negociaciones y buscar una solución de compromiso que no otorgue a la parte rusa ninguna ganancia territorial posterior al inicio de la guerra, y que al mismo tiempo le permita salvar la cara.

Independientemente de que algunos jefes de Gobierno occidentales como el alemán Scholz y el presidente francés, Emmanuel Macron, tengan contacto telefónico con Putin, el Gobierno estadounidense, aparentemente dividido en este asunto, no puede mantener el papel oficial de espectador. Un desenlace negociado y sostenible no puede integrarse en el contexto de unos acuerdos de gran alcance sin la participación de Estados Unidos. Las dos partes beligerantes están interesadas en ello. Esto es válido para las garantías de seguridad que Occidente debe proporcionar a Ucrania, pero también para el principio de que el derrocamiento de un régimen autoritario solo es creíble y estable en la medida en que surge de su propia población, es decir, en que cuenta con apoyo desde dentro.

En general, la guerra ha dirigido la atención a la necesidad acuciante de una regulación en toda la zona de Europa Central y del Este que vaya más allá de los objetos de litigio entre las partes beligerantes. El experto en Europa del Este Hans-Henning Schröder, exdirector del Instituto Alemán de Asuntos Internacionales y de Seguridad de Berlín, señaló (en el Frankfurter Allgemeine) los acuerdos de desarme y las condiciones marco económicas sin los cuales no es posible un tratado estable entre las partes implicadas directamente. La disposición de Estados Unidos a entablar esta clase de negociaciones de alcance geopolítico sería un mérito que Putin podría atribuirse.

Precisamente porque el conflicto afecta a una red de intereses más amplia, no puede descartarse de entrada la posibilidad de encontrar la manera de poner de acuerdo unas exigencias por ahora diametralmente opuestas que salve la cara a ambas partes.

 

 

 

COMO INCIENSO EN TU PRESENCIA 2

COMO INCIENSO EN TU PRESENCIA

Los salmos de la 2ª semana de la LH

 

INTRODUCCIÓN

 

         Es el segundo año en que nos volcamos sobre las páginas sálmicas. El 2022 vimos los salmos de la primera semana de la LH. Este año 2023 nos proponemos ver los de la segunda semana. Si el año pasado resistimos, lo podremos hacer también este año. Dice Mt 19,26: “Todo es posible para Dios”. Habría que entender: “Con Dios todo es posible”, si nosotros ponemos nuestra parte, claro está.

         Hacer este trabajo es, sin duda, una prueba de nuestra fidelidad a la Palabra. Los trabajos de fe de largo recorrido nos fatigan, prueba evidente de nuestra fe frágil. Cambiemos la dirección: disfrutemos con ellos y con la posibilidad que nos ofrece la Orden para poder hacer este trabajo con paz y gozo. No todo el mundo tiene estas oportunidades.

         Y ahondando más: orar con los salmos puede ser considerado no solamente como una actividad litúrgica, sino como una vocación que se incrusta en la amplia vocación de la contemplación. Sentirse “vocacionada” a orar con salmos sería otro punto de partida con resultados probablemente sorprendentes.

         Como lo hicimos también el año pasado, leeremos los salmos desde cuatro perspectivas: partiendo de su contenido bíblico veremos cómo se puede leer desde Jesús. Además insinuaremos las posibilidades de modos orantes del salmo en la oración común y concluiremos con una lectura social del mismo para vislumbrar su conexión con la vida. Esta cuarta perspectiva es menos habitual; por ello, habrá que poner más cuidado.

         No cabe duda que poder hacer este curso es una suerte. Es parte de los beneficios de la VR. Dice el Sal 15 (que veremos luego): “Me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad”. Pues esta hermosa heredad es la que nos ha tocado. Una suerte. Disfrutémosla.

         Al hacer este trabajo en comunidad nos animamos mutuamente: lo áspero se hará más llevadero y lo gozoso más disfrutado. El Señor, maestro de la Palabra, nos acompaña.

 

1

SALMO 118,105-112 (Nun)

(Domingo, I Vísperas) 

 

Contenido bíblico

 

         Ya nos hemos encontrado ampliamente con el Sal 118 en la I Semana: 6 veces. Este salmo, no es de extrañar, es recurrente en la LH porque es el gran salmo del amor a la Palabra (a La Ley, dice el AT). En su apariencia “fea”, repetitiva, rígida, encierra un corazón que late por la Palabra. En esas maneras tan estrechas aparecen verdaderos destellos que nos son, hoy todavía, muy útiles para la experiencia de la fe.

         Podría ser entendida esta estrofa 14 (de la letra Nun, la n) como un “salmo de iluminación”: la vida humana pasa por muchas sombras, a veces muy densas. ¿Cómo sobrevivir a la oscuridad? ¿Quién nos iluminará? El Sal 118 dice: la Palabra puede ser tu luz, la que te mantenga en vida más allá de apuros y la que te alegre por dentro. ¿Es esto creíble? Sí para quien se lanza a la Palabra.

  • La 1ª estrofa habla de esa obra de iluminación que hace la Palabra cuando la aflicción nos cerca. No quita la aflicción, pero la ilumina. Una aflicción con luz es menos aflicción.
  • La 2ª estrofa asegura al orante de que la vida, aunque esté en peligro, es una vida guardada: la Palabra es quien la guarda y la mantiene vigorosa.
  • La 3ª estrofa llega a decir que se puede mantener la alegría en situaciones de dificultad (“Nadie os arrebatará vuestra alegría”, dice Jn 16,22).

Comenzar la oración del domingo con este salmo es predisponerse a una experiencia espiritual al amparo de la Palabra. El domingo habría de ser el día de la resurrección y el día de la Palabra por excelencia. Descansar disfrutando de la palabra: un buen plan para una contemplativa.

 

Desde Jesús

 

         Jesús ha disfrutado con la Palabra: la ha orado (Lc 6,12), la ha predicado (Lc 4,18), la ha tenido como compañera en los momentos de gran dificultad (Mt 27,46). Su vida toda es la realidad redivida del siervo de Isaías (Is 42, 1-9; 49, 1-6; 50, 4-11; 52,13–53,12). Uno a la sombra de la Palabra.

         Por eso mismo, Jesús es para nosotros lámpara, vida y alegría. Él se hizo por nosotros Palabra, él vive en la Palabra. Dice la escritora Cristina Fallarás: «El Nazareno está vivo. Está vivo, no importa cómo ni dónde. Está vivo porque su palabra permanece y permanecerá en el alma de aquellos que vieron su vida transformada al escucharle».

Por eso mismo, para el seguidor/a de Jesús las palabras del Evangelio son lámpara primera y principal para su camino. Lo dicho de Jesús por otro, lo atribuido a su boca por ajenos, es lo que recogen los evangelios, mezclado todo ello a las preocupaciones vitales y espirituales de los propios autores es lo que nos reporta la Palabra. Que sea otra boca en la que habla Jesús ¿les quita veracidad, las desposee de valor, las hace desechables? En modo alguno. Gran parte de lo que sabemos de otros y hasta de lo que sabemos de nosotros mismos lo sabemos por boca de otros. Es cierto que tal hecho demanda cuidado, discernimiento y una cierta ofrenda de veracidad objetiva. Pero ¿es más objetivo sobre la verdad de uno lo que dice él o lo que otros puedan decir de él? De cualquier manera, la relativización de los evangelios como palabra propia del mismo Jesús no resta valor a ser palabras de Jesús dichas por otros. La dificultad de su comprensión no es solamente que hayan sido dichas por otros, sino el trabajo que es preciso hacer para adentrarse en ellas como en un laberinto en el que se exige buscar, ahondar, valorar, sospesar, identificarse.

 

Orar en comunidad

 

         Dado que es pórtico del Domingo como día de la Palabra, habría que poner el salmo de relieve y dejar de lado el simple dos coros. ¿Cómo hacerlo?:

  • Cantado, si se puede (Ain karem tiene una versión muy hermosa; esté en el móvil).
  • En ronda, cada estrofa una lectora.
  • Quizá podría usarse como “lucernario”: se lee una estofa y se enciende una parte de la luz; se lee otra estrofa y se encienden más; se lee la tercera estrofa y se encienden todas.

 

Dimensión social

 

A pesar de la devaluación que a diario sufre el lenguaje, la persona está necesitada de palabras. Efectivamente, las palabras son necesarias no solamente como mera herramienta de comunicación, sino también como amparo necesario para no hundirse en las batallas de cada día, como lenitivo para los múltiples dolores en que se amasa la existencia, como luz para alumbrar horizontes solo soñados, como empuje para no echarse a la cuneta, como sostén para creer en la posibilidad de amar. Sin el apoyo de las palabras el caminar humano se volvería tan laberíntico que, al final, la persona estaría perdida. Así es, las palabras, más allá de su indudable turbiedad, son la brújula que orienta el caminar humano.

         ¿Sobre qué ámbitos sociales habrían de hacer incidencia las palabras sociales? La misma vida lo va marcando: sobre el valor de la bondad como elemento de cohesión social, por desprestigiada que se la quiera; sobre la perenne batalla por la justicia ya que gran parte de la humanidad, de una u otra manera, sigue clamando por ella; sobre la necesidad de la colaboración ciudadana ya que trascender el propio egoísmo es tarea perenne en el caminar humano; sobre la humanización de la economía, porque es necesario encontrar puntos de conexión entre economía y espiritualidad; sobre el cuidado de la tierra, algo que está en el hecho social desde hace mucho, pero que aún no ha eclosionado a nivel cercano. Este tipo de palabras sociales tienen un cada vez más amplio sector de público que las escucha, por más que no sea aún mayoritario.

         ¿Qué dicen las palabras que nos transmiten los evangelios sobre todos estos ámbitos? Contienen semillas. Hablan de la bondad como un ideal divino y como un trabajo continuo por ir siendo bueno a diario; hablan también de la justicia como el primer logro del reino y lo demás como algo secundario respecto a ella; tienen palabras que empujan en la dirección de la entrega para superar el egoísmo autorreferencial; vuelven una y otra vez sobre el control que hay que tener ante el dinero para que no termine por imponer su ley inhumana: son pocas las palabras sobre la naturaleza, pero siempre lo hacen para ahondar en la confianza y controlar el exceso de preocupaciones. Creemos que conectar las palabras de los evangelios con las palabras sociales es una tarea al alcance del creyente.

 

 

2

SALMO 15

(Domingo, I Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         Este salmo, uno de los apreciados por los orantes de todos los tiempos es, sin duda, un “salmo de confianza”, de los muchos que hay en el Salterio. Un salmo destacado por la firme confianza en Dios que manifiesta del salmista.

         Pero podría denominarse también “salmo de opción”: en un ambiente muy difícil, el orante opta por Dios porque no puede vivir sin él. “Tú, mi bien”. Su opción es firme, “no vacilaré”. El salmista supera una fe sociológica y elabora una fe de opción, la que se construye día a día caminando en la senda de la Palabra. Optar por Dios no es solamente estar bautizado. Es construir día a día un proceso cristiano, trabajar en cada jornada el seguimiento de Jesús.

         Esta opción está enmarcada en el tiempo:

 

a)    En el pasado (estrofas 1ª y 2ª): se ha experimentado muchas veces que Dios es el bien, mi bien, el único que satisface. Por eso, los dioses, los obstáculos, no son impedimento para seguir adherido al Señor (a Jesús)

b)    En el presente (estrofas 3ª y 4ª): se está “encantado” con la opción. Una suerte (un lote hermoso), una bendición continua (hasta de noche). Un tesoro poder creer y ser seguidora.

c)     En el futuro (estrofas 5ª y 6ª): la muerte no es el final de todo y se experimentará el gozo de dar con la vida, con el amor del Padre.

 

La fe metida en la entraña de la vida. Vivir optando cada día por la oferta de la fe. Llegar a la certeza de que ya no podemos vivir sin él, sin Jesús.

 

Desde Jesús

 

         Con toda propiedad, se puede representar a Jesús orando con este salmo porque él ha hecho una opción continuada por el “designio” del Padre (Jn 4,34). La mayoría de los grandes tratados sobre el Jesús histórico de los que hoy disponemos no dedican un solo apartado a la fe de Jesús. Hablar de aquel a quien se considera Hijo de Dios como de un creyente se considera obvio, superfluo o, mejor incluso, inapropiado. Aplicar a Jesús los trabajos, esfuerzos y dudas del creer no parece lo más adecuado. Sin embargo, dejar de lado este aspecto no es solamente negar de alguna manera el camino humano de Jesús, su ser persona histórica, sino que es despojarle de su más profundo itinerario interior. Así es: Jesús no es solo creyente para otros, sino también creyente para sí mismo; no solamente ofrece el mensaje a otros sino que él elabora mensaje para su propia necesidad espiritual. Comprender a Jesús como un creyente no  es solo afirmar lo evidente, sino que es asomarse y valorar maravillados los trabajos de fe de quien es revelador de la relación con Dios. 

 

Orar en comunidad

 

         Siempre que se pueda superar el amenazado de rutina “dos coros” se podría hacer, siempre que la comunidad esté de acuerdo:

  • Cantado: salmodiado (o con las vieja versión de Mercedes González).
  • Tres lectoras para distinguir pasado (estrofas 1 y 2), presente (estrofas 3 y 4) y futuro (estrofas 5 y 6).
  • Recitado por todas a la fe como una “profesión de fe” viva, como una “opción”.

 

Dimensión social

 

         Quienes hacemos opción por Dios, ¿cómo hemos de hablar de él en nuestra sociedad de hoy? Por la fragilidad argumental, el misticismo desencarnado o el sectarismo, hay cristianos que sienten vergüenza cuando oyen hablar de Dios. Así es, creyentes sencillos, y no tanto, siguen hablando de Dios en los modos simplistas e infantiles del catecismo escolar. Son expertos en sus competencias laborales y adultos en sus derroteros vitales. Pero cuando expresan sus creencias hacen un retroceso a las fórmulas infantiles. Es como una doble personalidad. Además, hay creyentes de a pie y teólogos consagrados que hablan con un misticismo desencarnado fabricando expresiones que no sabemos qué tienen detrás. Por ejemplo, ¿qué contenido real puede tener la expresión “María es sagrario del Espíritu Santo”? Otras veces, sorprende la manera de hablar de Dios por un sectarismo que lleva, en algunos casos, a la violencia física.

         Para hablar de Dios de otra manera, con otro lenguaje, quizá se podría comenzar por hacerlo de una manera que no necesite, ulteriormente, un desmontaje de lo dicho en primera instancia. Una de las tareas más arduas del lenguaje religioso es pretender construir algo nuevo sobre un cimiento que ya no se tiene en pie, pero que está ahí. Los viejos componentes del imaginario religioso, en los que ya no se cree pero que siguen ahí, dificultan mucho la posibilidad de una manera distinta de hablar de Dios. Habría que ser sagaz, sobre todo en las catequesis infantiles, para no verter deliberadamente conceptos religiosos que se sabe, a ciencia cierta, que habrá que desechar al llegar a la adultez.

         Una tendencia eclesial que también tiene que ver con el modo de hablar es aquella que mira hacia atrás como criterio de eclesialidad: se es más fiel a la Iglesia situándose siempre en los vagones traseros del tren de la sociedad y, apelando a la tradición, lo que se hace es arqueología. Y, desde ahí, se genera un lenguaje de desconexión social. Más aún, da igual que el lenguaje religioso sea incomprensible para la persona de hoy. Se cree que es ella la que debe cambiar. No se entiende que la tradición es crecimiento. Elaborar un lenguaje que mira hacia atrás es construir algo muerto de salida.

         Un lenguaje de fe nuevo solamente será posible desde la experiencia. Puede ser que la propia experiencia personal no sea muy rica. Pero hablar desde esa pobreza será mucho más eficaz y más honrado con lo real que hacerlo desde supuestos que no son propios. Al percibirse prestados, pierden su fuerza y su crédito moral. Esa pobreza experiencial puede ser un descrédito para el lenguaje de la fe. Habrá que encajarla. Pero es mejor arrostrar cualquier crítica que situarse en un ámbito irreal con el grave riesgo de venirse abajo en cualquier momento.

 

 

3

SALMO 117

(Domingo, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

El problema real de la espiritualidad y aun de la teología no es Dios, sino la historia (una historia con Dios dentro, no lo olvidemos). Si la historia no toca la espiritualidad, tiene el peligro de convertirse en una enajenación. Si la historia no incide en la teología, ésta corre el riesgo de entrar en un “manicomio” de verdaderos desajustes. Por ello la historia es la que salva a la espiritualidad y a la teología de sus excesos. Cuando aquella se mezcla a esta, la posibilidad de un horizonte humano queda más a la mano. No han de temer entrar en el barro de lo creado para ahondar en el sentido de la existencia. Más aún, es en ese barro donde se encuentra la verdadera solución.

Globalmente hablado, el Sal 117 es una lectura de la historia de Israel en la que se ve claramente que Dios ha actuado con Israel como un libertador, desde Egipto hasta hoy; por eso mismo se espera que tal auxilio de Dios no va a faltar nunca. La historia es una historia acompañada.

Las estrofas 1ª-4ª son un invitatorio coral: todo el mundo queda invitado a una lectura creyente de la historia, también quien lee hoy.

En las estrofas 5ª-7ª un orante experimenta la ayuda de Dios en su historia pobre: se ha visto libre del peligro, Dios camina con él. Experiencias fundantes.

Las estrofas 7ª-10ª desvelan el acompañamiento de Dios en las grandes catástrofes de la historia de Israel que, más allá de grandes pérdidas, han terminado en victoria. Dios no ha abandonado los derroteros duros de este pueblo.

En las estrofas 11ª-12ª vuelve de nuevo la experiencia fuerte de quien ha sido librado de la muerte con la certeza del Dios que ha estado a su lado.

Termina el salmo con las últimas estrofas (13ª-17ª) donde se celebra con una procesión festiva lo que se ha experimentado en la vida: Dios es acompañante fiel del caminar humano.

 

Desde Jesús

 

Quizá por eso están apareciendo tantos libros, de una u otra índole, sobre el hecho de Jesús. Precisamente una de las razones de esta aparición, muchas veces carente de fundamento, es el relativo aprecio que el lado histórico de Jesús se ha tenido en los ámbitos cristianos. La excesiva “divinización” de Jesús ha llevado a considerar irrelevante o anecdótico su perfil humano. Una lectura atenta de los Evangelios viene a decir que eso puede conducir a derroteros que nada tienen que ver con el Mensaje recibido.

La tentación de gnosticismo, de puentear la historia, pervive hoy. Ciertas formas actuales de espiritualidad cristiana entienden todavía que el meollo de su experiencia está en relacionarse con Dios, trabajo que se logra sobre todo en modos personales, individuales. Ello lleva no solamente a que el sentido de comunidad quede muy relativizado, sino a que la compleja problemática humana en sus aspectos sociales y sobre todo políticos quede descartada del núcleo de la experiencia cristiana. Por extraño que parezca, esta búsqueda de Dios fuera de lo “sucio” de la historia está acompañada de reacciones fuertemente interesadas en problemas económicos y hasta políticos. Es preciso intentar buscar alguna solución a tal esquizofrenia.

Tomarse en serio al Jesús de la historia no puede llevar sino a un aprecio hondo de su persona, a poder elaborar un verdadero enamoramiento de él que nos lleve a agradecer y construir nuestro camino de vida, nuestras opciones más valiosas.

 

Orar en comunidad

 

         Como se reza en domingo habría que intentar cantarlo, aunque sea de forma sencilla:

  • Si se puede hacerlo dignamente, cantar en el libro de Cols. Si no, también se puede leer siguiendo las indicaciones que da.
  • Hacerlo semitonado está bien. Hágase con cuidado, con “gracia” orante,  no de cualquier manera.
  • Se podría poner de fondo el “Laudate omnes gentes” de Taizé y luego rezarlo a dos coros.

 

Dimensión social

 

         Leer nuestra historia desde el horizonte de la fe, leerla desde el ángulo de la oración, tiene muchas ventajas:

  • Una revalorización de la historia como ámbito y tiempo de posibilidad, más allá de sus indudables limitaciones, como senda que apunta a horizontes de plenitud que, de alguna manera, anidan en el corazón de toda criatura. Esto es un beneficio tanto para la vida como para la fe.
  • El logro de unas estructuras humanas y fraternas más unitarias, menos fragmentadas, menos compartimentadas. Con eso se lograría poner coto a las esquizofrenias (oración por un lado, vida por otro) en las que con frecuencia caemos.
  • La conciencia de que es posible crear una fraternidad humana por encima de las diferentes sensibilidades y más allá de las diversas opciones que acompañan a la pluralidad que somos.
  • La posibilidad de entrever el día en que se logre una ética común que lleve a la justicia mejor cumplida como compromiso de todas las personas que habitan la casa común de nuestra historia.
  • La certeza de que los planteamientos de la fe mezclados a la historia ganan en credibilidad y en razonabilidad, lo que habría de dar al creyente la sensación de mejor pertenencia al mundo y al no creyente la seguridad de que las religiones podrían aportar valores a la construcción del hecho humano.
  • El gozo, sobre todo para los cristianos, de que un Jesús que se enmarca en parámetros de comprensión histórica no solamente no reduce y disminuye su atractivo sino que, por el contrario, lo aumenta y multiplica.
  • La evidencia de que la justicia cumplida es camino ancho para el devenir humano y sentido para el mismo hecho cristiano.
  • La alegría de saber que hay acceso a Dios en el cauce de la propia historia y que ahondar en ella, amarla, cuidarla, trasmitirla en el mejor estado posible, es la gran obra que creyentes y no creyentes pueden hacer para responder al amor del Padre que se vuelca a la vida.

 

4

SALMO 150

(Domingo, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         El Salterio se cierra con este himno a toda orquesta. El género hímnico es, lógicamente, muy abundante en el Salterio porque es la manera de celebrar al Dios en el que se cree y al que se ama.

         Pero aun a riesgo de aplicar al salmista categorías de pensamiento que no podía tener (el autor no conocía las orientaciones de la física moderna), creemos que este salmo podría ser considerado como un “salmo cósmico”, una oración abierta al misterio del cosmos, del que aún desconocemos casi todo.

         El orante intuye que ahí se encierra el misterio de Dios manifestado en la inconmensurabilidad de lo creado consciente de que toda creatura lleva de algún modo el soplo de Dios, su alma (Sab 12,1).

         El salmo podría dividirse en cuatro parte:

1)    Invitatorio estrofa 1ª): la maravilla del firmamento, del cos, como misterio vivo de Dios.

2)    Motivación (estrofa 2ª): las obras de Dios como lenguaje del Dios infinito.

3)    A toda orquesta (estrofas 3ª-5ª): los instrumentos de música como voz adecuada para cantar la gloria de Dios en sus obras.

4)    Conclusión (estrofa 6ª): aforismo para cerrar el Salterio invitando a una alabanza cósmica.

El salmo invita a concluir el largo itinerario orante del Salterio abiertos al cosmos con una alabanza al creador de todos los seres. No podría haber concluido mejor. Francisco y Clara de Asís lo habrían hecho también así.

 

Desde Jesús

 

Según la fe cristiana, la realidad de Jesucristo no interesa solamente a la “Iglesia”, sino que tiene que ver también con todos los seres humanos, y con todas las criaturas.

Una de las Corrientes del primitivo cristianismo aplicó a Jesús las afirmaciones bíblicas sobre la Sabiduría o el Logos, e incluso el Espíritu: Jn 1,1-3.11.14 (cf.Prov 8,30-31); Col 1,15; Hb 1,3.

Cuando los cristianos dan a Jesús de Nazaret el título “Cristo” quieren expresar que en ese hombre concreto se manifestó plenamente el misterio de Dios.

Pero el hecho de que irrumpió en Jesús no significa que él tenga el monopolio de dicha manifestación.

El cuerpo de Jesús, como el nuestro, estaba formado de materiales del polvo cósmico más antiguos que nuestro sistema solar y planetario.

La encarnación es la elevación de todo universo en la dirección de la persona divina. La encarnación enraíza a Jesús en el cosmos, pero también lo limita a las ataduras espacio temporales. Encarnación es kenosis y limitación.

Por la resurrección los límites de la encarnación son totalmente sobrepasados. El Jesús histórico, que era solamente parte del universo, ahora por el evento sagrado se la resurrección asume la totalidad del cosmos.

Resurrección es la absoluta realización del ser humano de Jesús. Ya ha superado la mortalidad de la vida: “Yo soy la luz que está sobre todas las cosas; yo soy el universo; el universo salió de mí y el universo retornó a mí; hiende la leña y yo estoy dentro de ella; levanta la piedra y yo estoy debajo de ella” (Evangelio de Tomás, 77).

 

Orar en comunidad

 

         Lógicamente el salmo pide ser cantado o, al menos, salmodiado con una tonada gozosa.

         Si se lee, lo podrían leer cuatro personas diferenciando las cuatro partes del himno.

         Con un poco más de fantasía, se podría poner del ALELUYA de Händel y recitar el salmo.

 

Dimensión social

 

La pasión por una comprensión nueva del cosmos ha de ser, por raro que parezca, algo que interese a la comunidad cristiana. Proviene de una nueva visión de la física, como lo hace la física cuántica. Educados en la analógica, la cuántica nos resulta ciencia ficción, por más que esté presente en nuestras vidas diariamente. La manera de imaginar a Dios y de derivar hacia la fe desde esa postura es la que hemos heredado y que está totalmente vigente. Pero tal manera se halla desnuda ante la nueva física: ¿cómo entender la historia de la salvación cuando todo acontece a la vez? ¿Cómo entender la plenitud del mundo cuando el cosmos se expande hacia el caos? ¿Cómo entender la creación cuando todo depende de un big bang? ¿Cómo entender la centralidad de nuestra historia y de Jesús cuando se nos dice que hay millones de galaxias como la nuestra (la vía láctea) que contiene más de cien mil millones de estrellas muchas de ellas infinitamente más grandes y potentes que nuestro planetilla? ¿Cómo imaginar un más allá fuera del cosmos y su imperturbable más acá? ¿Cómo entender la danza de las partículas en una idea de sociedad y de Iglesia estable? Hay un desafío profundo en la idea que nos hacemos de la realidad, en el marco en el que hemos de incluir nuestra espiritualidad. Cuestiones suficientes para generar una pasión cósmica necesaria y con vocación de futuro.

 

 

5

SALMO 22

(Domingo, Hora Intermedia)

 

Contenido bíblico

 

He aquí uno de los salmos más apreciados del Salterio. Es evocado en oraciones, películas, celebraciones de la vida y de la muerte. Muchas veces rezado en la oración personal como fuente de consuelo y confianza. Ciertamente, este salmo ha sido escrito por un gran creyente.

Podríamos calificarlo de “salmo místico” porque desvela unas actitudes profundas de espiritualidad: nada falta a quien es fiel al Señor, él cuida como un pastor bueno, es emocionante saber que en santuario se hace más densa su presencia. Es la plegaria de alguien que vibra profundamente por Dios.

El salmo se articula en base a dos imágenes:

 

a)    Pastor (estrofas 1ª-3ª): Dios es el pastor bueno y celoso que cuida con mimo a sus ovejas.

b)    Anfitrión (estrofas 4ª-5ª): Dios prepara una abundante mesa al orante en el santuario. Su presencia es manjar divino.

 

Estamos ante uno de los poemas mejor logrados y ante una de las oraciones más piadosas de la antigua alianza.

 

Desde Jesús

 

                      Jn 10,11.15 dice que Jesús es el pastor que da la vida por las ovejas. En esta vida entregada está el quid del ser mesiánico de Jesús: lo suyo no es develar verdades, ni proponer legislación, ni establecer dominios, sino que lo que le caracteriza es dar la vida en modos de total generosidad. En este dar la vida se verifica lo que ha constituido el núcleo de la vida de Jesús: que ninguna entrega se pierde. Tal es así que él ha podido definirse justamente por la entrega. En esto Jesús es pastor “auténtico”. El pastor bueno se define por su capacidad de buscar pastos adecuados y cuidar de las ovejas hasta hacerlas producir al máximo. En realidad es por causa del lucro propio, del negocio, por el que pastor arrostra sus duros trabajos con las ovejas. Cuando Jesús dice que entrega la vida está proponiendo otro modelo de pastor, un modelo extraño porque ese pastor no se lucra en nada del rebaño, sino que se entrega a él sin esquilmarle jamás. Un extraño pastor. Más aún, el concepto mismo de rebaño queda cuestionado porque pasa de ser una realidad explotada a otra promocionada en maneras totales y personales, lejos del gregarismo que caracteriza a la metáfora del rebaño. En realidad, la figura de Jesús como pastor es una “antimetáfora”, una forma de describir lo contrario de lo que aparentemente se dice para que brille el metadiscurso que está debajo: Jesús no es pastor de nadie sino compañero que promociona, acompaña, sostiene y humaniza. De tal manera, que la vieja imagen del pastor bueno soñada por la AT salta hecha añicos ante este pastor auténtico, diferente, extraño, que entrega la vida por cada persona, por la historia, para que ella salga a flote ya que él mismo ha puesto en ese éxito el suyo propio. Estamos en el núcleo de la visión joánica de la realidad de Jesús.

 

Orar en comunidad

 

         Podría leer una lectora la primera parte (estrofas 1ª-3ª) y otra la segunda (estrofas 5ª-6ª).

         Podría también cantarse y hay muchas músicas para ello.

 

Dimensión social

 

         Otra forma de hablar de la entrega de la vida desde una perspectiva más social es crear lo que se llaman estructuras compasivas. Hay caminos de estructura compasiva cuando se generan pequeños modos alternativos para comprender la gestión eclesial: cuando se crean equipos parroquiales de trabajo que incluyan a hombres y mujeres sin la tutela clerical; cuando se ponen en marcha comunidades de creyentes de mentalidad laical donde  los clérigos son hermanos en pie de igualdad; cuando nacen comunidades de vida que incluyen todas las formas de vivir el mensaje sin que una se imponga a las otras; cuando surgen grupos que acogen en el mismo modo de vida a personas de orígenes distintos y de fe diversas; cuando brotan comunidades transreligiosas marcadas por una fuerte búsqueda de lo transcendente sin importarles en exceso la organización y  menos todavía la religión a la que pertenece cada uno.

         Por suerte, la comunidad cristiana va elaborando estructuras compasivas en lugares donde el dolor es un elemento insuperable: en los ámbitos médicos de los cuidados últimos y del morir con humanidad; en las personas necesitadas de escucha y acompañamiento sin posibilidades de recurrir a profesionales que cobran; en los duros caminos del duelo y la desesperanza donde estar con humanidad es ya trabajo de compasión; incluso en el extraño terreno de quienes, habiendo salido de la fe escamados y desilusionados, han decidido recuperar la fe perdida y necesitan quien les acoja con comprensión y amplitud, no quien les censure y les recrimine. Son estructuras compasivas humildes que no chocan con ninguna ley y que derivan de aquella mística que llevó a Jesús a echarse a los caminos.

         Puede incluso ayudar notablemente a soñar con una estructura compasiva de comunidad cristiana que anda por los caminos sociales el trabajo de los legisladores que han entendido que la persona está por delante de la ley y que su tarea no es tanto preservar las leyes cuanto ayudar a la felicidad de la persona con la herramienta legal. Así como hay legisladores atrincherados en la normativa, los hay también generadores de humanidad, dispuestos siempre a acompañar y sostener a quien vacila y necesita de amparo.

 

 

6

SALMO 75

(Domingo, Hora Intermedia)

 

Contenido bíblico

 

         Este salmo, de hechura y contenido muy alejado de nuestra sensibilidad de hoy tiene una serie de preguntas de mucha actualidad: ¿Dónde dormirán los pobres (Evaristo Arns)? ¿A qué tribunal acudirán (Carvajal)? ¿Qué comen, donde se lavan, donde duermen, quien los cura, dónde defecan (Santiago Agrelo)? ¿Quién recogerá sus lágrimas (Qohélet)? Este salmo se hace esa clase de preguntas: ¿Quién hará justicia a los humildes?

         El salmista lo dice a su manera: Dios hará justicia llevándose por delante con su ira a todos los opresores. Al Dios terrible no le va a engañar nadie: él se ha puesto al lado de los vencidos y a los que se creen vencedores los barrerá. Conviene relativizar el modos  y tomar lo hermoso: los humildes de la tierra tienen a Dios de su parte.

         El salmo se divide en dos partes:

 

a)    El triunfo indiscutible de Dios (estrofas 1ª-2ª): Dios sujeta a las hordas del mal con un bramido. El mal no tendrá la última palabra.

b)    Justicia para los humildes (estrofas 2ª-3ª): los pobres tiene a Dios de su parte, con ellos ha echado su suerte.

 

Salmo para acercar a los pobres a la espiritualidad dominical, ya que están ausentes del la eucaristía. Aproximémonos a ellos con la oración.

 

Desde Jesús

 

¿Dónde aprendió Jesús lo necesario para llegar a decir que los pobres son bienaventurados? Creemos que en el aprendizaje social de la elaboración de su propia situación de pobre. Y desde ahí lo iría trasladando a sus experiencias humanas y espirituales. Es cierto que el AT está tachonado de afirmaciones que dicen que Dios es de los pobres y sencillos. Pero la manipulación religiosa de Dios en la religión judía, como en las demás, tiende a obviar esa manera de ver y nos sitúa en el Dios del brillo, del poder y de los vencedores. Sería mucho decir, quizá, que hay en Jesús una especie de opción de clase al estilo de la filosofía marxista. Pero Jesús no fue una excepción en el duro aprendizaje de la pobreza que, a la fuerza, han de hacer los empobrecidos. Aunque los evangelios no subrayen esto porque un Mesías pobre sigue siendo algo difícil de asimilar, su vida, desde sus pobres orígenes hasta su desastroso final, está enmarcada en la experiencia de la pobreza.

 

Orar en comunidad

 

         Podría leer la primera parte una lectora y la segunda, donde se reafirma la justicia que Dios hará con los humildes, toda la comunidad como una profesión de fe en la certeza de que Dios está del lado de los humildes.

 

Dimensión social

 

         La espiritualidad de la pobreza habría de ser cambiada  por la preocupación por las pobrezas. Ese plural es el que interesa: ¿qué sabemos de las pobrezas? ¿En qué medida nos interesan? ¿Cómo podemos incidir en ellas? Esas son las cuestiones que es preciso ir resolviendo ante el duro y múltiple mundo de las pobrezas.

         Es bueno que las pobrezas nos conmuevan (peor sería si nos dejaran indiferentes, anestesiados). Pero lo más interesante es que las pobrezas nos muevan, deriven en conductas prácticas. Por lo que sea, ese paso se da con dificultad quedando solamente la conmoción del corazón que no lleva a orientar los pasos en una determinada dirección.

         Será preciso activar la responsabilidad, porque quien vive en la abundancia cree que él no tiene parte en el cruel desaguisado de las pobrezas. Es cierto que comprar es un acto moral. Y viajar, trabajar, vestir, comer, curarse, etc. Toda actividad humana tiene su reflej oen el conjunto de la sociedad. Mientras no sintamos esta implicación siempre veremos el problema de las pobrezas como algo desde fuera, algo en lo que yo no tengo parte.

         Y la actuación ante las pobrezas demanda en estos tiempos un nivel de organización que antes no era tan necesario. Y ello, no solamente por razones de eficacia, sino también por la dinámica del desarrollo al que  tiende la actuación con las pobrezas (no solamente por razones de socorro), por razón de humanidad. Actuar contra las pobrezas no es fácil: demanda un alto nivel de corresponsabilidad, organización, control en los proyectos de desarrollo y, en definitiva, fe en lo humano.

         Para la VR el viejo voto de pobreza habría de evolucionar en voto de mayordomía (de buena gestión, evangélica) y de generosidad. El hermoso logro de una economía orientada desde el evangelio habría de tener como meta la preocupación explícita, organizada y eficaz ante las pobrezas. Si no, pretender que la sociedad crea que los religiosos/as somos pobres es una fantasía insostenible.

         El trabajo continuado y acrecentado en la madurez de la vida por llevar una vida simple puede ayudar mucho a entrar en la órbita de las pobrezas. La sencillez de vida aclara mucho las cosas y deja las preguntas desnudas delante del seguidor/a de Jesús.

 

 

7

SALMO 109,1-5.7

(Domingo, II Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         Son tantos los agobios que sufrimos los humanos en nuestros caminar histórico que no ha de extrañar que, con rostros variados, el tema del mesianismo está siempre presente: creemos que con una presidente, un papa, una provincial, una superiora, un jefe, las cosas van a ir mejor. Y puede que sí, que ayuden. Pero con frecuencia comprobamos que todo, más o menos, sigue igual. El tema de los mesianismos, de las soluciones que vienen de fuera, tiene poco recorrido.

         Tampoco ha de extrañar que los mesianismos se mezclen a las religiones. Así ha ocurrido en el caso de Israel: siendo un pueblo que ha sufrido en la historia todo tipo de opresiones (Jn 8,33 es altamente irónico), ha soñado y quizá sigue soñando con un Mesías que ponga a Israel en el centro del mundo. Por eso muchos salmos, este en concreto, hablan de ese sueño mesiánico largamente acariciado.

         También tendrá que ver con el cristianismo (es el salmo más citado en el NT (más de 12 veces) que ve en Jesús al Mesías, aunque fuera un mesías pobre (algo incomprensible para el judaísmo). Es el salmo por excelencia de la liturgia cristiana.

         En esa línea, el Sal 109 celebra la investidura de un rey y con ello la esperanza honda de un reino mesiánico; se celebra más un deseo que un acto político.

         En el primer oráculo (primera parte de la 1ª estrofa) se promete al mesías la misma soberanía de Dios y su mismo éxito. Grandes sueños para un gran anhelo.

         En el desarrollo del oráculo está, primero, el tema de la expansión (segunda parte de la estrofa 1ª); luego, los medios con que cuenta, ejército, estirpe regia (2ª estrofa); finalmente, el apoyo de Dios mediante su juramento (estrofa 3ª).

         El público aclama al Mesías (estrofa 4ª) siempre en modos imprecatorios porque el mesianismo religioso ha estado teñido siempre de violencia contra el enemigo. El mesianismo pobre de Jesús irá por otro camino.

 

Desde Jesús

 

El tema del mesianismo ha sido algo con lo que los evangelios han tenido que lidiar porque quizá el mismo Jesús y su entorno han tenido mucho que ver con él. ¿Cómo entender su búsqueda espiritual desde esa perspectiva? Las respuestas son muchas y puede que sean bastantes las que contengan elementos de verdad. Pero creemos que Jesús ha elaborado su fe en el trabajo por configurar, en su corazón y en sus caminos, un mesianismo pobre. Ahí está el quid: para la tradición mesiánica judía, el mesianismo se resuelve en el poder y la gloria ya que ser mesías desde la pobreza es una contradicción en los términos. Algo de eso pasa con la atribución mesiánica de los títulos cristológicos cristianos: se entiende y se celebra a Jesús como mesías de la humanidad desde el brillo y poder religioso, desde el anhelo de reconocimiento por todos los pueblos de la tierra. Si fuera esto así, ¿cómo Jesús habría logrado unir, en su corazón y en su vida, mesianismo y pobreza? Solo se nos ocurre una respuesta: en su convivencia directa con la pobreza, en su opción por escapar de algo que atosiga tanto, hasta entender que en un Dios de pobres y en el fondo último de las pobrezas anida un sueño inagotable de justicia que da sentido a la utopía de los pobres.

 

Orar en comunidad

 

         Normalmente se suele cantar. A veces se utiliza el modelo de D. Cols que es muy acertado.

         Usando la libertad de los hijos de Dios, y tratando de sortear la dificultad imprecatoria del texto sálmico que está ahí por mucha teología que se le eche,  quizá alguna comunidad podría llegar a un acuerdo espiritual de modificación como este:

 

Oráculos del Señor a mi Señor:

«Siéntate a mi derecha».

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora».

 

«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec».

 

         En ese caso, los tres oráculos los canta una persona y la asamblea participa con la antífona.

 

Dimensión social

 

     El Papa Francisco viene a decir en FT que el único mesianismo es la dignidad humana. El documento afirma con claridad: «tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos» (FT 169). De eso se trata, de volver a poner en el centro la dignidad humana desplazada por un sistema económico de expectativas de ganancias que se lucra de los frágiles y que los descarta cuando son improductivos: «Mientras una parte de la humanidad vive en opulencia, otra parte ve su propia dignidad desconocida, despreciada o pisoteada y sus derechos fundamentales ignorados o violados» (FT 22). De ahí la crítica a los poderosos, clara y explícita: «Guerras, atentados, persecuciones por motivos raciales o religiosos, y tantas afrentas contra la dignidad humana se juzgan de diversas maneras según convengan o no a determinados intereses, fundamentalmente económicos. Lo que es verdad cuando conviene a un poderoso deja de serlo cuando ya no le beneficia» (FT 25). La dignidad se convierte así en «la ley suprema del amor fraterno» (FT 39) y ha de vivirse con pasión, como realidad que, si falta, nos altere: «No es una opción posible vivir indiferentes ante el dolor, no podemos dejar que nadie quede “a un costado de la vida”. Esto nos debe indignar, hasta hacernos bajar de nuestra serenidad para alterarnos por el sufrimiento humano. Eso es dignidad» (FT 68).

 

 

8

SALMO 113B

(Domingo, II Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         Es ya conocido el problema literario de este salmo: la LXX y la Vulg hace de 113A y 113B un solo salmo por su utilización conjunta en la vigilia Pascual aunque su temática sea diferente.

         La temática de 113B es la petición de la bendición salvadora de Dios. Nosotros lo pondremos como uno de esos salnos “místicos” donde se compara una fe de “ojos cerrados” (la de quienes siguen a los ídolos) y otra de “ojos abiertos” (la de quienes siguen a Dios).

Por eso, se habla hoy de “mística de ojos abiertos” o de “místicos horizontales”. El terreno de la mística no sería un no-lugar fuera de la vida, sino que se sitúa en el centro de la vida. El creyente ha de ser místico de la horizontalidad, porque en ella se juega mucho de la vida cristiana. No es que se menosprecie la verticalidad (la oración, la Palabra, los sacramentos), pero la clave de muchas situaciones está en el diálogo, la tolerancia, la conexión social. Es ahí donde habrá que insistir para construir la horizontalidad. No es difícil que, con los años, la vida cristiana vaya perdiendo su sabor, su encanto. Es entonces cuando entran en juego los sueños como activadores de la mística. Esta, sin los sueños, termina apagándose, diluyéndose en el gris sobre gris de la mera organización, del pensamiento oficial.

 

La estructura del salmo podría ser esta:

 

1)    Himno (estrofas 1ª-4ª): se recuerda la proeza liberadora de Dios.

2)    La bendición:

  • Petición de ayuda (estrofa 5ª)
  • Afirmación de la confianza (estrofa 6ª9
  • Bendición sobre el pueblo (estrofa 7ª-9ª)

 

El orante se apunta al grupo de quienes abren bien los ojos  para vivir y celebrar su fe con lucidez.

 

Desde Jesús

 

Las miradas de Jesús, según los evangelios, son todo un código que termina por desvelar el rostro del Dios de amor. Efectivamente, ¿cómo saber sin la mirada de Jesús la hondura de su humilde grandeza? Las cristologías hondan en los componentes más profundos de la realidad espiritual de Jesús, pero dejan de lado los matices de componente antropológico. ¿Cómo saber de Jesús sin conectar con sus búsquedas? Y ¿cómo saber de tales búsquedas sin mirar a sus ojos? Por suerte, los evangelios nos han transmitido muchos matices de las miradas de Jesús. De tal manera que, incluso a través de textos tan “manipulados”, podemos hacernos una idea de aquellos ojos, de aquella luz. La mirada penetrante de Jesús está entre velos de sombra. Velos de sombra mezclados a blancos de luz. Mirada que se desdibuja en los telones de la historia. Mirada medio oculta por los avatares de la vida que es preciso desvelar mirando con amor los ojos que te miran con amor. Mirada de la que brota el rojo de la sangre, el rojo del amor que se extiende a lo largo del rostro, porque es una mirada de amor en un rostro que ama. Mirada que demanda otra mirada para que el ir y venir del amor encuentre su verdadera senda. Una mirada que oculta la boca del enamorado pero que se adivina tras los velos del silencio. Porque la suya es una mirada que no muere en el silencio, sino que, por el contrario, la hace más viva, más elocuente. Mirada que pregunta al corazón y que demanda una respuesta que brote de la fuente del amor, del venero inagotable del fundamento de la vida. Antes que mirado, el rostro de Jesús es un rostro que mira. Su mirada ha desvelado la manera de mirar el camino lleno de avatares de la historia que tiene el Dios que ha ceñido su suerte a tal historia. Si algo caracteriza tal mirada es la com-pasión, la pasión por vivir compartida. Esa pasión es la que desata la ternura del corazón y cumple con la vocación primordial que anida en todo ser: vivir, más allá de sobrevivir. Por ello, la compasión que anida en la mirada de Jesús, en la mirada de Dios, deja claro que el camino de la historia, incluidas sus limitaciones, tiene sentido porque anida en él la llamada a la vida. Mirados para sostenernos en la vida, esos son los resultados espirituales de la búsqueda de Jesús.

 

Orar en comunidad

 

         Quizá puedan leerlo entre dos lectoras, una cada parte, la asamblea participa con la estrofa.

         Como se celebra en domingo, podría ser semitonado. Con ligereza para no hacer pesada su longitud.

 

Dimensión social

 

Se puede vivir sin ver, sin mirar, sin lucidez. No es ningún tipo de ceguera física, sino existencial. Quien sabe mirar lleva una vida lúcida; quien no sabe mirar, vive en la inconsciencia. Esto es vivir en el tran tran de los días sin hacerse preguntas, sin valorar, sin queda tocado por lo que pasa; aquel, el vivir lúcido, se detiene en lo que vive, reflexiona, toma decisiones, se mueve sabiendo dónde pone los pies. Son dos maneras de vivir.

         Para mirar con ojos abiertos es preciso estar interesado por la realidad. Se trata de ser interesado, no tanto ser curioso. Habrá que superar esa cultura de titular de telediario que no se informa, que no lee, no profundiza; se queda en la superficie de las cosas. Cuando hablamos de ojos abiertos estos, a la vez, hablando de profundizar un poco.

         ¿Y qué hay que mirar? El lado humano de nuestros caminos. No se trata de vivir en las nubes, sino de descubrir en las sendas de la vida ese lado “espiritual”, profundo, interesante. Tendemos a la superficie y es preciso contrarrestar tal tendencia. Ojos abiertos para crecer en humanidad. De algo de eso se trata.

         Para todo ello, es preciso ser honrados con lo real. Es preciso encarar con humanidad lo que hay, lo que somos en este momento, lo que realmente nos ocupa y nos preocupa. Todo ello para no fugarse de la realidad, para no construir superestructuras que realmente no existen. La mirada de ojos abiertos es una mirada con arraigo antropológico, con raíces en la vida diaria.

         Para eso hay que mirar los detalles, porque en ellos, en su modestia, está encerrada muchas veces la maravillosa verdad de las cosas. Tratar todo en general, grosso modo, es una manera cegata de andar por la vida. No se trata de enredarse en minucias, sino de valorar las posibilidades que se encierran en los pequeños gestos de cada día.

         Todo ello nos llevará a una mística de ojos abiertos, aquella que entiende que para ser seguidor de Jesús no hay que salirse del marco de la cotidianeidad. En tal marco quiere Dios que le amemos y que sirvamos a los hermanos/as.

 

 

9

SALMO 41

(Lunes, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Normalmente se califica a salmos como este como salmo de confianza, de deseo de Dios. Y es así. Sin embargo, también puede leerse y orarse como “salmo de búsqueda”. Uno que es víctima del dolor elabora como puede la pena que le rodea y busca a Dios en el santuario y en los acontecimientos. Todo con tal de que no le anegue la maldad. Y la manera de sobrenadar el mar inmenso del mal es seguir buscando al Dios que acompaña y la bondad que resiste a la maldad.

         Dos son las etapas de búsqueda que plantea la estructura de este salmo:

 

1)    Búsqueda en el pasado (estrofas 1ª-5ª): con una cierta nostalgia se recuerdan los días del pasado.

2)    Situación del presente (estrofas 6ª-11ª): es una situación dura en la que la búsqueda del rostro de Dios es la búsqueda del amparo y del consuelo.

 

A pesar de todo es en el presente donde se quiere buscar a Dios, por difícil que sea la cosa. Todas las dudas, las congojas, los titubeos se solucionan en la confianza y en la esperanza: volverás a alabarlo, nadie lo podrá impedir.

 

 

Desde Jesús

 

         Los dinamismos religiosos más fuertes han hecho de la búsqueda de Dios una de las más hermosas tareas de su mística: buscar a Dios es la actitud más evidente del amor. Así ha ocurrido en Jesús. La búsqueda de su voluntad ha llegado a dejar exhaustos a muchos místicos. Pero, no pocas veces, esa búsqueda se ha hecho en la dirección de afuera y arriba. Se ha pretendido dar con ese Dios en el “lugar” de lo divino. Huelga decir que tal intento de atrapar al inatrapable se ha saldado con un elocuente fracaso. A pesar de ello se sigue en las mismas. Salvo algunos creyentes lúcidos, y con frecuencia marginales que han orientado su búsqueda en la otra dirección, abajo-adentro, el mecanismo religioso sigue empujando en la dirección afuera-arriba. Este fracaso ha llevado a muchos de esos buscadores a noches de espesa oscuridad de la que han salido dejando a Dios que sea Dios.

         La búsqueda hacia dentro-abajo deja otra sensación. Al mezclarse mucho mejor con el componente histórico, y dado que ahí es donde justamente se halla el problema, éste componente queda mejor tratado, más iluminado, mejor orientado. No es que esta dirección atrape el misterio. Este siempre quedará tercamente fuera de nuestras torpes garras. Pero sí que se tiene la certeza de que uno está bien situado ante él y por eso mismo, no ha de extrañar que los caminos de la historia queden más expeditos, más llenos de sentido. El caminar histórico del creyente adensa su sentido, se hace más unitario y más gozoso. Creemos que este ha sido el sentido de la búsqueda de Jesús.

         Por eso, muchos han formulado esta búsqueda como un dejarse buscar (Sal 118,170). Y al dirigirse hacia lo profundo se ablandan las resistencias humanas al dejarse buscar por el misterio de lo divino, de tal manera que, en tal caso, ni siquiera las barreras religiosas llegan a ser impedimento. Y así tenemos personas no creyentes que alcanzan hondos niveles de percepción del misterio. Y de ahí que quien se sitúa en las afueras, que también arrastra dosis significativas de increencia, nota que su posición ante lo intocable de la fe ha mejorado, cosa que se traduce en paz interior, en gozo creyente, y en un brillo existencial que convierte lo que va viviendo en realidades con más sentido y horizonte.

 

Orar en comunidad

 

         Podría salmodiarse con alguna tonada en tono menor.

         Podría recitarse y cantar (si se tiene música) el ritornello: “¿Por qué te acongojas, alma mía…?.

 

Dimensión social

 

Buscar es una de las señas de identidad de los humanos. La búsqueda ha sido el motor del pensamiento, de la ciencia y, en definitiva, de la cultura. Sin ese anhelo, la vida habría desaparecido. Se puede decir que, de alguna manera, ese ha sido también el elemento que ha impulsado el mundo de las religiones. Todo el vigor de la búsqueda se derrama en amplios sectores de la sociedad actual, la búsqueda tanto hacia fuera de la tierra en los descubrimientos estremecedores de los inicios del universo, como en dirección hacia el adentro del origen de lo humano en las huellas de los ancestros de la historia. La posibilidad de convertirse en “ingenieros de la vida” ha de ser entendida como motor de la búsqueda humana, no solo como el peligroso transhumanismo del que muchos recelan y cuestionan.

         Sin embargo, y por muchas razones, hay personas que han dejado de buscar. Quizá nunca se percataron de lo decisivo de la búsqueda; o han acumulado tal espesor de aceptación sistémica que no necesitan buscar y hasta juzgan la búsqueda como un peligro inútil. Huelga decir que esta renuncia lleva emparejada una debilidad de fondo que se trata de disfrazar con la fortaleza atribuida a las leyes. Pero siempre hay personas que siguen empeñadas en esta tarea. No buscan solamente por una insatisfacción mal asimilada, sino también porque intuyen que el mero buscar ya es un estar en la luz, mientras que la renuncia a buscar sume a la persona en las más densas oscuridades.

         Desde aquí se puede sentir estremecimiento ante una fe que no busca. Tal fe se apaga en su oscuridad más honda, por más que parezca que se sigue viviendo en parámetros de cumplimiento religioso. Renunciar a la búsqueda es resignarse a un estilo de fe que vive de prestado, artificialmente, como quien utiliza un respirador y no sus propios pulmones para seguir en vida. Renunciar a buscar lleva a un discurso teológico repetido, irrelevante, sin atractivo, por más que esté urdido en las más precisas normas del lenguaje académico. No querer buscar lleva a la “extinción” de grupos cristianos de origen vigoroso que han terminado en un mero repetir un esquema preestablecido.

         Puede que una fe que busca cometa errores que habría de reconocer y corregir; puede que se adentre en caminos de los que, en un momento dado, habrá que retroceder; puede que tenga que usar muchas veces el correctivo que supone pedir perdón. Pero, a cambio, será una fe con vida dentro, con aliento e ilusión, una fe que no ha perdido el brillo en los ojos cuando mire a la persona de Jesús y cuando mire a la sociedad. Una fe que busca no es un enemigo para el cristianismo, sino un aliado. Quien busca respeta, intenta cohesionar, incluye. Y todo ello sin renunciar a ese fuego sagrado que es la pregunta profunda, la luz añorada, la conexión de lo que se cree con el escenario actual.

         No ha de extrañar que la búsqueda vaya unida a la esperanza. Sin aquella, ésta termina agostada. No es posible animar a la esperanza si, a la vez, se desalienta, se descalifica o se persigue la búsqueda. La desesperanza hace inútil la búsqueda y puede que llegue a considerarla hasta peligrosa. Sin búsqueda se desactiva la esperanza. Para recrear las búsquedas de Jesús se hace imprescindible una profesión de fe en la esperanza. De lo contrario, estas búsquedas pasarán desapercibidas o quizá se consideren irrelevantes.

 

 

10

SALMO 18A

(Lunes, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Israel siempre ha querido conectar con Dios (tema de la trascendencia: Gen 28,11-19). Y por eso ha creído que su presencia se adensaba en el Templo (muchos salmos lo demuestran, como veíamos en el Sal 41 que acabamos de ver; ver, sobre todo, el caso de Ezequiel: el Templo es un “ataúd” vacío cuando se va la gloria: Ez 10).

         Es la “gran gloria”. Pero hay una “gloria humilde” que es la que se canta en este salmo, la gloria inmersa en lo creado, oculta, que se trasmite de oído a oído, de boca a boca.. Es la gloria que tiene como signo el amanecer y el decurso del sol. Gloria que se capta viviendo con gozo y alegría. Es gloria para todos y todos pueden disfrutarla (Mt 5,45). No se va nunca porque la persona está ligada a ella. Esa gloria humilde es la que se canta en este salmo.

         La estructura del salmo es simple:

 

a)    Los cielos testigos de la gloria humilde de Dios (estrofas 1ª y 2ª): todo el conjunto celeste testifica de la gloria humilde de Dios. Humilde y asombrosa a la vez.

b)    El sol como testigo de excepción (estrofas 3ª y 4ª): textigo de excepción en su decurso diario (metáfora arriesgada: como el esposo sale de su alcoba).

 

El poeta ha estado inspirado. En la sencillez de su poema ha logrado expresar algo profundo (más que las surrealistas expresiones de Ezequiel).

 

 

 

Desde Jesús

 

 

El diálogo de Jesús con Pedro en Jn 13,6-11 (lavatorio de los pies) quiere subrayar, igual que el texto de la fuente, es el papel central del servicio en la espiritualidad evangélica: si sirves, eres seguidor/a; si no sirves, no lo eres. Esto, por el año 100, ya tan pronto, tiene el riesgo de quedar en un segundo plano. El texto quiere volverlo al primero.

A Pedro y los discípulos se les revolvían las tripas cuando Jesús se ponía a lavarles los pies (no lo habría hecho solo una vez). ¿Qué se podía esperar de un Mesías que lava pies? Por eso dice tajante: “jamás” (por los siglos de los siglos).

La respuesta de Jesús es educada pero fulminante: tú y yo no tenemos nada que ver, tú por tu camino y yo por el mío. No comprender a un Jesús que lava pies, a un Dios que se arrodilla ante ti (no tú que te arrodillas ante Dios) es quedar fuera del dinamismo de la fe evangélica.

Es la imagen de un Dios postrado, mendigando que entremos por el servicio, rebajado hasta tener que solicitar nuestra colaboración en la espiritualidad del servicio, sin gloria, sin brillo, socialmente humillado, tocando los pobres pies de un pobre. Una imagen para revolver a quienes rodean la realidad de Dios de luz, brillo y oro (Ap 3,20). Para Jesús, la gloria humilde no está en el Templo, sino en el servicio entregado.

 

Orar en comunidad

 

         Aunque es de un día entre semana, si se pudiera cantar estaría bien para expresar la lírica que encierra el poema.

         Ain Karem tiene una versión muy hermosa (Cantan en hebreo: “Ha samayim mesaperim kebod El”: los cielos cantan la gloria de Dios).

 

 

Dimensión social

 

Parece que el vigor de la religión se acrecienta cuando el número de fieles es mayor. Esa es la “gloria” para la religión. El número grande siempre ha sido un título de gloria de las religiones y una cierta garantía de verdad. Quizá por eso no les gusta a las grandes codearse con las pequeñas. ¿Habrá alguna manera de liberarse de la tiranía y del engaño que suele conllevar el número? Ha habido cristianos lúcidos que han soñado un futuro de iglesias minoritarias. Pero no ha sido lo habitual. A la iglesia oficial, hoy por hoy, le encandila el ambiente de masas y ahí los cristianos se crecen. Pero si uno mira al evangelio, tal planteamiento está ausente, por más de que al inicio siguieran a Jesús, al parecer, multitudes. Su idea de comunidad de seguidores nada tiene que ver con el gran número. La gloria no está, pues, en el número, sino en la hondura de la entrega.

 

 

11

SALMO 118,41-48 (Vau)

(Lunes, Hora Intermedia)

 

Contenido bíblico

 

         Seguimos encontrando el Sal 118, ahora en la letra Vau (sexta letra del alfabeto hebreo). Es el salmo de envoltorio áspero, rígido, repetitivo, legalista. Pero dentro contiene un profundo amor a la Ley, a la Palabra. Devorado por la Palabra, ése es el autor de este larguísimo salmo (tiene 176 versículos).

         Las estrofas, por repetitivas que parezcan, siempre contienen una “perla”. La de este trozo podría ser: “serán mi delicia tus mandatos”. Una delicia: no una imposición, un yugo, un peso, sino una delicia, un disfrute, un gozo. Disfrutar con la Palabra. A eso ha llegado este orante. Ojalá se nos pegue algo.

         La estructura sería sencilla:

 

1)    Confío en tu Palabra (Estrofa 1ª): es el cimiento: la confianza inquebrantable en la Palabra como camino de acceso a Dios.

2)    No me avergonzaré (Estrofa 2ª): porque se considera el mejor bien que posee la persona.

3)    Serán tus mandatos mi delicia (Estrofa 3ª): un gozo, un disfrute, algo que queda en el fondo del corazón y que genera adhesión inquebrantable.

 

Siempre es nuevo este salmo tan “feo”, si se lo lee con alma y con amor a la Palabra.

 

Desde Jesús

 

No son explícitos los evangelios en este punto. Pero lo vemos disfrutando en sus oraciones vivas (Mt 11,25; Jn 11,41), en su aprecio de las personas (Mt 11,11), en sus anhelos de dentro (Jn 8,29), en sus amistades (Jn 11,1). ¿Cómo iba a ser bálsamo para las heridas de quienes andan en los caminos con un rostro adusto y un corazón de corcho? Por el contrario, hasta la fe de los  paganos lo ablandaba (Mc 7,24-30). Un Jesús proclive al disfrute porque está cerca del corazón.

 

Orar en comunidad

 

         Al ser una hora menor de un día cualquiera de la semana es inevitable el “dos coros”.

         Podría pensarse: escribir en un papelito la “perla” de la estrofa (“Serán mi delicia tus mandatos”) y repartirla antes de rezarlo.

 

 

 

 

Dimensión social

 

El disfrute no ha sido tema trabajado en la espiritualidad tradicional. Se le ha mirado con un cierto recelo, por su proximidad (así se pensaba) al pecado (en el Kempis no aparece ni una sola vez). Y sin embargo, es imposible vivir el amor, la fe, la vida en general sin el disfrute. Porque en la vida hay disfrutes abominables (el disfrute de quien mata), pero hay disfrutes hermosísimos: el disfrute de la oración, del amor al trabajo, del gozo de la vida familiar, de la pasión por los pobres, el disfrute de ver que los pobres son, a veces, atendidos y que la justicia les hace caso.

         Una vida sin disfrute es una vida sosa y amarga; una fe sin disfrute desvela que uno no ha sido “atrapado” por la hermosura de Dios y por el atractivo de Jesús. Una Palabra no disfrutada no es una Palabra bien leída; una eucaristía no disfrutada es una eucaristía obligada. Abrazar la espiritualidad del disfrute no es irse por las ramas y, menos todavía, exponerse al peligro. Es algo bien necesario.

         Los disfrutes espirituales son útiles para una experiencia viva de la fe: la oración deseada, la eucaristía compartida, la Palabra degustada, la Iglesia entendida y vivida como casa de amparo y de gozo. Si la acusación de que nuestra fe es triste fuera cierta, habría de ser sustituida por una fe vibrante, gozosa y gustosa.

         Lo mismo pasa con la fraternidad (de la VR, de la vida familiar, de los grupos de fe): si es vivida solamente como reglas que hay que guardar, obligaciones que hay que cumplir, restricciones que se nos imponen, le falta algo, lo más importante: experimentar el gozo de caminar juntos, disfrutar la comunicación sencilla, compartir vivencias comunes. Si todo esto no se diera, la fraternidad se agosta y entra en la rutina que fatiga.

         Hay, incluso, disfrutes sociales que son muy jugosos: ver que el frágil es atendido y respetado, percibir que algunos de los excluidos van saliendo a flote, saber que nadie es desechado en la atención médica (aunque aún quede mucho por hacer con el sector social más vulnerable), alegrarse con las alegrías del vecindario, de la ciudad. Si no disfrutamos de nuestra sociedad, ¿cómo les podremos hacer, llegado el caso, una oferta de espiritualidad cristiana?

 

 

12

SALMO 39,2-14.17-18

(Lunes, Hora intermedia)

 

Contenido bíblico

 

         Entra este salmo en el genérico cajón de salmos de acción de gracias. Y, efectivamente, lo es: un orante da gracias a Dios por lo recibido y espera que siga amparando su vida, toda vez que pasa por situaciones de vida delicada. El cumplimineto de la ley es el aval que le hace pensar que las cosas serán así.

         Pero podría entenderse como “salmo de recuento de experiencias”. Las experiencias de fe son lo que cuentan, no las teorías sobre la fe. La fe ha de ser jugosa, hecha de experiencias vivas, más que de ideas, de vivencias de dentro más que de dogmas definidos. Una fe con historia personal, no con argumentos fríos. Una fe biográfica en la que se ha aprendido a Jesús por uno mismo, no por la mediación de otros, aunque esto, sin duda, puede ayudar.

         La división del salmo en dos partes que hace la misma liturgia desvela la estructura:

 

1)    Primera parte (parte I): recopilación de beneficios recibidos, reconocimiento de la generosidad de Dios.

2)    Segunda parte (parte II): petición para que Dios siga cuidando al orante.

 

Contemplación de la acción de Dios en la propia vida que lleva a una mayor confianza y abandono en Él.

 

Desde Jesús

 

Es un rasgo del trabajo creyente hacer, de mil maneras, la pregunta sobre Dios, de lanzar, desde todos los ángulos, preguntas a Dios, cuestiones que casi nunca tienen respuesta. Los trabajos de fe de Jesús han sustituido las preguntas por la certeza, simple pero sosegante, de que Dios hacía camino con él en cualquier vicisitud por la que pasara su vida. O, al menos, así lo ha comprendido la tradición evangélica cuando, a su manera, nos ha querido abrir un poco la puerta del alma de Jesús. Quizá se dé esta situación porque preguntar a Dios de modo directo, y más si se hace exigentemente, puede parecer una impiedad. Pero la tradición veterotestamentaria está llena de preguntas, a veces duras, a Dios. Da la impresión, incluso en la posterioridad de los evangelios, que Jesús acoge a Dios lejos de las preguntas, con la fe de quien ama sin preguntas y sin esperanzas interesadas. Un Dios que se acoge en un amor que se entiende bueno y liberador, todo bien.

 

Orar en comunidad

 

         Se lee entre dos lectoras, cada uno una parte. La asamblea participa con la antífona.

         La iría bien el semitonado por eso de “cantar” los favores que Dios nos hace en la vida.

 

Dimensión social

 

La vida se desgasta, se cansa, se rompe y, por ello, necesita rehabilitación, reorientación, volver a tomar caminos de humanidad. La rehabilitación es la que nos proporciona una nueva oportunidad. Y así avanzamos en la vida y en la fe. Procesos que necesitan impulso, reorientación.

         La medida de una correcta orientación es la humanización. Cuanto más humano, mejor orientado. Por eso mismo, la reorientación es siempre la recuperación de los valores más humanos. La misma fe se reorienta por ello, ya que son la base del evangelio.

         ¿De dónde sacamos fuerza para lograr una correcta reorientación? La fuerza es el amor. Quien ama, encuentra resortes para reorientar sus caminos, encuentra ánimo más que razones para cambiar de rumbo. Por amor se es capaz de abandonar sendas agotadas y percibir horizontes nuevos.

         Y junto con el amor, la imprescindible generosidad. El egoísmo envejece nuestros caminos y los anquilosa, les quita las ganas de buscar rutas de novedad. La persona generosa se reorienta con menos traumas, sabiendo encajar las incomodidades que supone cambiar de postura.

 

 

13

SALMO 44

(Lunes, Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         He aquí un salmo único en el Salterio. Es un epitalamio, un canto con la ocasión de las bodas de un rey. Todo él está dedicado al rey. La culminación: tener hijos para nombrarlos príncipes por toda la tierra.

         Hay que trasladarse a la celebración de bodas de otras sociedades con toda su parafernalia y toda su poesía. Y al canto que le acompaña (el salmo es una pieza para ser cantada).

         El tema de fondo es, pues, la fecundidad: cómo ser fecundo física y existencialmente.

         La estructura es sencilla:

 

1)    Primera parte: las cualidades personales del rey.

2)    Segunda parte: la celebración de la boda y la promesa de fecundidad.

 

Es el lado más poético de la mística monárquica en Israel. La cruda realidad es que la monarquía fue un desastre de principio a fin para este pueblo.

 

Desde Jesús

 

Un canto de bodas es un canto al amanecer, a posibilidades nuevas, a caminos por andar. Hay un texto luminoso en Hech 26,23: Pablo construye su tercera apología, esta vez ante Agripa II. Y afirma que la resurrección de Jesús abre un nuevo horizonte para la humanidad entera: «Siendo el primero en resucitar de la muerte, anunciaría un amanecer lo mismo al pueblo que a los paganos». Un amanecer, no una doctrina, una filosofía o una religión. Algo de raíz más cósmica y antropológica como es el amanecer. Por ver un amanecer darían muchas personas toda su fortuna, porque el amanecer encierra la promesa de vida.

         Efectivamente, si algo está unido a la metáfora del amanecer es la promesa. El rocío mañanero es promesa de fecundidades; la luz nueva es promesa de claridad para toda la jornada; el perfume de las flores que se abren al sol es promesa del gozo de quien respira; el color renacido de la tierra es promesa de vida acompañada para quien camina. La suma de amaneceres es la historia de toda la vida. Por eso, entender la propuesta de Jesús como una promesa es sacarlo del sueño para conectarlo con la realidad.

         La promesa de un amanecer es para todos porque para todos amanece sin distinciones. Así es la propuesta del sueño de Jesús: no está condicionada por la religión, ni por la aceptación de una moral, ni por suscribir un contrato de obediencia con alguna autoridad. Es promesa de total generosidad, no delimitada por ningún previo ni por parte del donante ni por la del receptor. Promesa que abraza y abarca a todo lo que vive. El sueño de Jesús no funciona con condicionamientos y limitaciones, con cláusulas previas y con requisitos obligatorios. Es otra su dinámica, la inencajable dinámica del amor.

         La promesa del amanecer no es vana, contiene la certeza de que siempre hay posibilidades. El muro con el que, a veces, se topa la vida parece indicar que, en no pocas circunstancias, las posibilidades de crecer, de vivir, de amar no existen. Pero el sueño de Jesús desvela que siempre hay un margen de posibilidades. No es fácil sostener esta certeza cuando la coraza de hierro parece que ahoga la vida.

         Esta promesa de amanecer que es, según Pablo, Jesús y su proyecto es promesa de verdad. Cuando, debido al relativismo o a la endeblez de la vida, la pregunta por la verdad, por el sentido, se nubla, la fe en Jesús sostiene que hay sentido en esta existencia por limitada que se quiera. El sueño de Jesús reafirma en la verdad del valor de la existencia e, incluso, de la no existencia, del ámbito más allá de la misma existencia. No es una verdad ideológica, dogmática, sino simplemente existencial: se conecta con el sentido y se tiene la certeza de su valor compatible con cualquier limitación. Esto es lo que en muchos casos produce un efecto vital benéfico, un verdadero amanecer en el fondo del alma.

 

Orar en comunidad

 

         Por naturaleza, al salmo le iría bien el canto festivo. El canto semitonado no le hace mucha justicia (el dos coros, menos todavía).

         La tradición de cantar cantos de amor en el judaísmo parece que afecta al Cantar de los Cantares que, dicen, se cantaba por las tabernas de Jerusalén, aunque nos parece demasiado delicado para canto tabernario.

 

 

 

Dimensión social

 

         La vida humana, toda vida humana está amenazada de infecundidad, de vacío. Nuestra vida discurre la mayor parte de los días sin sobresaltos (si no, nos resultaría difícil encajarla). Pero, a momentos, surge dentro como una especie de vacío: pasan los años y, a veces, nos vemos con las manos como vacías, como si lo que hiciéramos no tuviera mucho sentido. Una sensación de vacío. Algo temible; lo que los antiguos llamaban el horror vacui, el terror al vacío.

         Y entonces queremos llenar ese vacío con el consumo, la continua actividad, el móvil, las distracciones. Se nos hace difícil llenar el vacío que entrevemos. Y por eso nos echamos en brazos de todo eso, aunque comprobemos, una y otra vez, que el vacío no se llena.

         ¿Y si encaráramos el vacío? ¿Y si lo miráramos de frente? ¿Y si percibiéramos la posibilidad de elaborarlo, no tanto de suprimirlo? ¿Si lo viéramos más que como un acompañante molesto, como una tierra que es preciso labrar y sembrar? ¿Y si llegáramos a entenderlo como una posibilidad?

         La humanidad (la buena relación) y la fe (la espiritualidad) pueden ser semillas adecuadas para ese campo del vacío. Cuanto más humano/a, menos espacio para el vacío, más campo cultivado; cuanto más buscadores en la fe, menos perplejidad, más confianza.

 

14

SALMO 42

(Martes, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

La lucha entre la luz y las tinieblas ha sido, desde siempre, un “topos” antropológico. Estamos necesitados de luz y nuestra vida se ve envuelta, con frecuencia, en densas tinieblas. El anhelo de la luz es uno de los más profundos deseos de la vida. Estamos hablando de luz interior.

         La luz interior no es algo que venga incluido en el pack del mero vivir. Es una “construcción”, un trabajo, un proceso, un camino que hay que andar. Todo ello para sortear el riesgo de vivir en oscuridad y lograr ir haciendo que la luz brote en el interior de la persona.

         Es que este salmo, además del indudable deseo del templo que manifiesta, podría ser vivido como “salmo de iluminación”: “Envíame, Señor, tu luz y tu verdad”. La vida y la fe demandan esta luz porque, con frecuencia, la oscuridad amenaza con engullirnos.

 

La estructura se podría simplificar en dos pasos:

 

1)    Queja y petición de luz (estrofas 1ª y 2ª): por encima de toda grisura, que Dios envíe su luz.

2)    El templo y su confianza (estrofas 3ª y 4ª): el amparo del templo ayuda a mantener la esperanza.

 

Palabras de ánimo para orantes animosos.

 

Desde Jesús

 

Siguiendo una tradición religiosa común, el NT ha presentado a Dios como luz (1 Jn 1,5). Y Jesús mismo se ha desvelado como “luz del mundo” (Jn 8,12). Por eso Jesús es iluminador. Pero lo es porque ha sabido conjugar su propia tiniebla histórica y la luz del sentido del amor de manera que éste último, mal que bien, ha terminado por triunfar. Es iluminador porque ha hecho una obra de trabajo con su propia tiniebla. Desde ahí es luz. Por eso, uno no sabe qué admira más, si la luz que sin duda el Padre le da o el trabajo que Jesús hace para que esa luz termine por salir adelante. Un trabajador para el engendramiento de la luz, del sentido. Por eso puede ser iluminador para el creyente al que dice que un trabajo semejante y un éxito similar también están al alcance de su mano.

 

Orar en comunidad

 

         Al carácter meditativo del salmo le va bien el semitonado en tono menor.

         Si no, a dos coros.

 

Dimensión social

 

         No cabe duda de que el trabajo orante puede ser una instancia de iluminación personal y social. Hay quien dice que la oración tiene como finalidad no tanto entender a Dios, sino entendernos a nosotros mismos. Los caminos orantes son, de una u otra manera, caminos de introspección. Por eso puede ayudarnos a entender nuestros, a veces, extraños caminos. Pero resulta que gran parte de la actividad orante del creyente de a pie no es un trabajo de introspección sino de mecánica rezadora. Se repiten incansablemente, mecánicamente, rutinariamente los mismos moldes orantes. Están hechos un poco para eso, para una forma mecánica de rezar. De modo que raramente se ahonda en el sentido de las palabras y, menos todavía, se esfuerza uno por darles contenidos renovados. Hay incluso quienes defienden tales modos rutinarios haciendo de ello bandera de identidad. Por más que haya personas que intenten luchar contra la rutina y traten de dotar a esas fórmulas orantes de un contenido vivencial, creemos que  tales buenas intenciones quedan la mayor parte de las veces baldías.

         Como decimos, hacer del camino orante un trabajo de introspección, de ahondamiento personal, de búsqueda interior podría ser una salida hermosa a la cuestión de la oración, aunque tiene sus peligros. El mayor de ellos ir tras un ensimismamiento espiritual que poco tiene que ver con la oración evangélica que está hecha para la vida. Lo que parece buscar tal ensimismamiento no es tanto trabajar un proceso, sino llegar a una especie de nirvana interior donde las adversidades de la vida nos disturben lo menos posible. En tal caso, el trabajo orante se convierte en una búsqueda de tranquilidad humana, cosa que resulta discutible desde la mística cristiana.

         Pero aun así, el creyente percibe la posibilidad de un camino nuevo de oración unido a la iluminación sobre sus situaciones de vida, personales y sociales. No lo entiende ya desde la mera mecánica orante, sino que lo toma como herramienta de discernimiento y de ánimo para su vida cristiana. Va viendo la posibilidad de mezclar en él los dos elementos del seguimiento a los que hemos aludido: el componente místico y el político. De ahí se deduce que oración y vida social no son dos cosas contrapuestas sino llamadas a fecundarse.

 

 

15

SALMO 64

(Martes, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Tanto por su lenguaje como por su hechura, este salmo es un himno. Pero puede ser entendido como un “salmo de acompañamiento”: se canta al Dios que acompaña la existencia humana y, con ese canto, se pide, a la vez, que siga acompañando el camino humano. De este modo, el camino humano se sabe más esperanzado y luminoso.

         Acompañar es una tarea divina porque eso es justamente lo que Dios hace con las personas y las creaturas. Acompañar no es un mero acto puntual; es una actitud que conlleva dedicación, tiempo, atención amante (como dice el Papa Francisco). Acompañar a la persona, a la tierra, es cuidarlas, cultivarlas, estar ahí a su disposición.

         La estructura nos dice algo de esto:

 

1)    Primera parte (Estrofas 1ª-3ª): el acompañamiento de Dios se origina en la certeza del templo, la cercanía adensada de Dios entre los humanos.

2)    Segunda parte (Estrofas 4ª-6ª): la tierra se sostiene en sus extremos por la mano acompañante de Dios.

3)    Tercera parte (Estrofas 7ª-9ª): el acompañamiento de Dios se traduce en el cuidado de la tierra, de la lluvia, del brotar de las plantas, de la abundancia de comida para animales y personas.

 

El derramarse de Dios en lo creado el lenguaje de su acompañamiento.

 

Desde Jesús

 

Podría entenderse la vida de Jesús como un acompañamiento a los procesos de vida y de fe sobre todo de aquellas personas, María y los discípulos, que más de cerca han participado de sus inquietudes en torno al Reino. En el caso de María el proceso comienza en su dificultad para entender las opciones de Jesús (Mc 3,31-35); pasa por su seguir a Jesús “a distancia” en los momentos supremos de dificultad (Lc 23,27); continúa por su oración y trabajo “perseverante” en la construcción de la nueva comunidad (Hech 1,14); termina en la aceptación honda del hecho salvador de Jesús (Lc 1,28). En todo este proceso Jesús es, sin duda, un acompañante generoso, del todo cercano a María. Por eso, en el elogio de Jesús a todo el que cumple el designio de Dios del Padre (Lc 11,27) está con toda razón la figura de su madre creyente. Por su parte, los discípulos hicieron un tortuoso camino de fe; en eso son paradigmáticos de todo proceso creyente. Parten de una incredulidad inicial (Mc 1,29); malinterpretan su “convocación” entendiéndola como una elección (Mc 3,13); a pesar de todo, se les ilumina la vida con la oferta de la nueva familia de Jesús (Mc 3,35); intentan siempre ser unos manipuladores a favor del mesianismo judío (Mc 4,35-41) y no entienden ni hacen bien la misión (Mc 8,22-26); son gente negada para el servicio (Mc 9,30-37); no es de extrañar que el abandono y la traición hicieran su aparición en los momentos de la gran prueba (Mc 14,50.66-72); pero se rehicieron con una increíble valentía (Hech 4,5-22). Ciertamente Jesús nunca dejó en la estacada a sus discípulos aunque eso fuera parte de la causa de su ruina (Jn 18,19); pero con ellos anunció la posibilidad del sueño de la sociedad nueva que albergaba su corazón (Mt 19,28). Estuvo con ellos/as hasta llegar a ser uno con ellos/as.

 

Orar en comunidad

 

         Podrían leerlo entre tres lectoras.  Si se quiere subrayar la parte final, desde  “Tú cuidas de la tierra…” podría recitarlo toda la asamblea.

 

Dimensión social

 

Una propuesta vocacional ha de hacerse desde la generosidad, no desde el egoísmo institucional (¿Quién va a llevar nuestras obras? ¿Quién nos va a cuidar?, etc.). Una propuesta vocacional no es, en primera instancia, una ganancia para la Congregación, sino para  el carisma (para la Iglesia) y para la sociedad. La intención de fondo ha de ser intentar ser generosos con quien viene a nosotros. Para ello, habrá que ejercitarse en la generosidad continuamente, habrá que incorporar al vocabulario religioso la palabra “gratis”. El voto de pobreza, más que con la austeridad tiene que ver con la generosidad. Un carisma egoísta es una contradicción en sí mismo. Generosos en tiempo, en entrega, en casa y corazón abierto, en escucha, en acompañamiento, en vida ofrecida.

 

 

 

16

SALMO 118,49-56 (Zaín)

(Martes, Hora intermedia)

 

Contenido bíblico

 

         No hace falta ser filósofo o avezado antropólogo para poder decir que, en parte notable, somos lenguaje. No solamente no podemos prescindir de él, sino que nos construimos e, incluso, construimos la ciudad a través del lenguaje. De ahí que las cuestiones de lenguaje son definitivas para la génesis de los constructos humanos. Y la experiencia de fe es uno de esos constructos. Por lo que calificar las cuestiones de lenguaje como secundarias y de poca importancia es negar la evidencia de que nuestra identidad, personal y colectiva, se construye a la par que se urden nuestras estructuras lingüísticas.

         Nos volvemos a encontrar con el Sal 118 en su letra Zaín (la 7ª letra del alfabeto hebreo). El largo salmo del amor a la Ley, a la Palabra. Subrayamos la “perla”: “Tu promesa me da vida”. Una Palabra para dar vida, no solo para rezarla en el coro. Da vida hasta poder decir: no puedo pasar sin ella.

         La estructura es similar en todas las estrofas del salmo:

 

1)    Profesión de fe en la Palabra (Estrofa 1ª): ahí ponemos la “perla” del salmo: “Tu promesa me da vida”.

2)    Consuelo de la Palabra (Estrofa 2ª): consuelo en el extranjero, en toda situación de dificultad.

3)    Fidelidad a la Palabra (Estrofa 3ª): la guarda de la palabra como quien guarda un tesoro.

 

La profundización en la Palabra como tarea permanente de la fe.

 

Desde Jesús

 

Rememoramos un texto hermoso de Jeremías: ``Y haré cesar de ellos la voz de gozo y la voz de alegría, la voz del novio y la voz de la novia, el sonido de las piedras de molino y la luz de la lámpara” (Jer 25,10). En el Evangelio de Juan se dice que “el amigo del novio se alegra de oír su voz” (Jn 3,22-30). La vieja maldición que pesaba sobre el Israel infiel de no poder escuchar la voz del novio se ha roto con Jesús: ahora sí se puede escuchar esa voz de gozo y bodas.

     Escuchar la voz de quien está a la puerta no es fácil porque queda ahogada por otros muchos sonidos, incluso por el con frecuencia agobiante sonido de ciertas prácticas religiosas, tan ruidosas. Hace falta silencio, espacio, amplitud y hondura para poder escuchar la voz de quien habla en susurros, en sugerencias, el lenguaje “callado” del amor.

 

Orar en comunidad

 

         Se hará a dos coros. Quizá se podía cambiar la antífona del libro por la “perla”: “Tu promesa me da vida”

         Se podría sustituir la antífona por el estribillo: “Tu palabra me da vida”.

 

Dimensión social

 

La fe necesita palabras “prestadas”, experiencias formuladas por otros, teólogos, personas espirituales, cristianos que reflexionan. Cuando tales palabras provienen de una auténtica experiencia de fe, valen su peso en oro. Quizá sea esta una de las carencias actuales: no tenemos teólogos jóvenes que nos  nutran. Los pensadores se jubilan, se van haciendo viejos y se mueren. Pero las generaciones jóvenes de teólogos no son creativas. Quizá dependa del ambiente, de la presión del sistema o de los planes de formación. El caso es que, a nuestro juicio, el horizonte de la teología no es atractivo porque es raro que se nos ofrezca algo distinto del pensamiento de siempre, de lo ya dicho, de lo consagrado por la oficialidad. De ahí que sigamos anhelando las buenas palabras “prestadas” para configurar la fe.

         Pero también, y quizá sobre todo, la fe necesita palabras propias, elaboradas  a fuego lento, como resultado de experiencias de fe personales cocidas en el horno del propio corazón. Este aspecto está menos desarrollado porque siempre se ha delegado la tarea de pensar y expresar la fe en el clero. Trabajar este déficit es una de las grandes tareas del inmediato escenario de la fe. Los teólogos y teólogas laicos tienen en este asunto una tarea que le atañe directamente.

         Para lograr ese lenguaje propio en torno a la fe son necesarios algunos ingredientes. El primero sería la creatividad: no repetir lo de siempre, no empeñarse en sostener un vocabulario que ya nadie mantiene, no intentar en que me entiendan con conceptos que no sugieren ya nada y que propician el cansancio, la ausencia de novedad. En segundo lugar se demandaría una cierta dosis de riesgo, de imaginación. Lo malo no es equivocarse, sino volver hacia atrás y, peor todavía, proponer como novedad un lenguaje involutivo de la fe. Y, finalmente, sería necesaria una cierta dosis de componente social, el cuidado de que el lenguaje pudiera estar lo más cerca posible de la realidad de las pobrezas.

         Los creyentes más sistémicos reaccionan fuertemente contra esta clase de planteamientos. No les importa que se les diga, cosa evidente, que un lenguaje esclerotizado aleja a las personas de la celebración y del hecho creyente. Prefieren quedarse solos antes que abandonar la vieja barca del lenguaje inútil que hace aguas por todas partes. Llegan a entender su fidelidad a la Iglesia y su propia identidad cristiana como un cerrar puertas a cualquier cambio que lleve a experiencias distintas y a palabras nuevas. En tal línea, llegan a afirmar, para nuestro asombro, que situarse en la órbita del Vaticano II es ya un anacronismo y que es preciso dar paso a “sensibilidades nuevas” que son, justamente, posiciones preconciliares y militantes contra un Concilio que ni vivieron, ni se les ha hecho amar y al que temen. Por eso lo ningunean y combaten.

 

 

17

SALMO 52

(Martes, Hora intermedia)

 

Contenido bíblico

 

         (El Sal 52 es una versión elohísta del Sal 13 que vimos el año pasado. Para quienes no estuvieron el año pasado, lo volvemos a estudiar).

La vida es paradójica: lo que parece fracaso encierra, a veces, un cierto éxito y el éxito celebrado lleva con frecuencia dentro la sequedad del vacío. Por ello hay que recurrir a planteamientos simples pero esenciales: triunfar es vivir en la órbita del amor, haber entendido que amar y ser amado es suficiente para dar por buena la aventura humana. Lo mismo ocurre con el fracaso. Éste es no haber vivido en la órbita del amor, haber andado en las oscuras sendas del odio, la indiferencia y el menosprecio con sus terribles secuelas. Para ello es preciso resistir, porque en la resistencia habita la esperanza.

Por eso mismo, aunque el Sal 52 puede ser entendido como una exhortación profética a una mística de resistencia ante el embate del mal. Es cierto que se toma el lenguaje de la maldición (el más fácil). Pero lo interesante es cómo resistir, cómo tener un espíritu asentado para no responder con violencia a la violencia (FT habla bastante de la venganza, ver el nº 242).

En la estrofa 1ª se presenta bruscamente la realidad del mal en la figura del ateo práctico, el que niega a Dios no en principio, sino como modo de vida. Un negativismo (“no hay quien obre bien”) del que no deberíamos contagiarnos porque hay gente buena, también entre los ateos.

Ese negativismo generalizador aparece en las estrofas 2ª y 3ª. Es fruto de la sensación de rechazo de quien sufre: todo lo parece mal, envenenado, pero no es así. Para elaborar una mística de resistencia es mejor apoyarse en la evidencia del bien que en la generalización del mal.

Las estrofas 4ª y 5ª recurren al tópico de la actuación vengadora de Dios, que nunca se da (porque Dios no se venga, aunque se lo pidamos, Dios solo ama). Dios es refugio para el desvalido pero no contra los malos. El amor puede ser el corazón de la resistencia cuando no es contra nadie, sino a favor de todos. Que el salmo vaya por otro camino no impide nuestra elaboración espiritual.

Una estrofa 6ª añadida promete la salvación a Israel. Nosotros ampliamos el horizonte: todo el que resiste en humanidad encontrará el amparo del Dios de amor.

 

Desde Jesús

 

El Reino tiene sus exigencias. No se puede vivir un seguimiento indoloro. Es preciso hacer acopio de fortaleza interior para asimilar lo mejor posible las exigencias del Evangelio. Jesús ha encajado esto con una fuerza increíble.

Es preciso decirle al poder que no puede mandar sobre los valores básicos de las personas. Hay que resistir al miedo que quiere infundir el poder para hacernos creer que fuera de su radio de acción no hay vida. Jesús cuestiona lo incuestionable. Ahí radica su profecía.

Algo que caracteriza a Jesús es el despojo de toda grandeza: un Mesías pobre, sin grandeza, sin brillo, sin gloria. ¿Se puede uno/a adherir a un Jesús así? Para eso, como decía Pablo, nos tiene que "tirar lo humilde" (Rom 12,16).

El amor que llega hasta dar vida y la da en silencio, sin demandar nada a cambio, sin hundirse cuando no hay aplauso ni agradecimiento. Un Jesús que se entrega en toda su generosidad, que encaja el designio del Padre con todas las consecuencias.

La resistencia es de quien ama. Porque el amor es lo que ha hecho a Jesús resistente, la entrega es la que le ha llevado a no quebrarse, su hondísima generosidad es la que ha hecho que no exigiera nada, ni siquiera nuestro agradecimiento y amor. Resistente porque ama.

 

Orar en comunidad

 

         Si se hace a dos coros, bien. Podría también leerlo una lectora y la asamblea confirmar la lectura con la estrofa 6ª recitada por todas.

 

Contenido social

 

            La lectura analítica del hecho social ha llegado a la conclusión de que esta sociedad se halla dividida en clases. Pero, en realidad, todo se reduce a dos grandes bloques: los vencedores y los derrotados, los integrados y los excluidos, los disfrutantes de la vida y los náufragos, los que se benefician del sistema y los desechos, los que crucifican y los crucificados. De tal manera que la desigualdad, la madre de todos los desajustes, se ha instalado en el hecho social como algo  constituyente, como realidad no solamente inamovible, sino justificada por la evidencia del desarrollo histórico. De ahí que los esfuerzos a nivel político para ir superando ese sistema sean tan tímidos, proviniendo de quien está instalado y ve como normal la desigualdad. Sucumbir a este estado de cosas es una de las grandes derrotas humanas a las que apunta la mística de la resurrección.

         Cuando hablamos de perdedores estamos nombrándolos desde el lado de los vencidos. Porque, en realidad, son ganadores no retribuidos, no reconocidos, no pagados con justicia. Por más que la realidad parezca decirnos lo contrario, la lenta marcha del mundo hacia su humanización debe mucho más a esos perdedores que a los triunfantes vencedores. Su contribución a la historia no consta en los anales, pero sin ellos, sin su resiliencia, la historia humana se habría apagado. De ahí que cuando en la mística de la resurrección se habla del triunfo de los pobres no estamos solamente situándonos en la paradoja del lenguaje, sino en la realidad más elemental: la resurrección hace ver que los llamados perdedores no lo son, sino que son personas que esperan su salario, que demandan justicia, que  presentan al mundo cada día su factura de dicha no saldada.

 

 

18

SALMO 48

(Martes, Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         De una u otra manera, la sed de dinero siempre acompaña el caminar humano. Por eso la fe elabora mecanismos de control para que sea la sed de Dios la que nos devore, no la sed de bienes (esto existe en la VR). No es fácil, pero se puede lograr un cierto control y moderación, si se los trabaja.

         Este Sal 48 habla de la necedad que es dejarse llevar por el ansia de riqueza y como ese camino lleva a la ruina de la vida y de la fe. El dinero pretende comprar todo,  hasta el cielo. He ahí la  insensatez sobre la que reflexiona este salmo de componente sapiencial.

         Lo dividiremos en dos partes como hace el diurnal:

 

1)    Primera parte: la pretenciosa insensatez del dinero de querer comprarlo todo.

2)    Segunda parte: la única riqueza que es experimentar que es Dios quien salva.

 

Las dos partes concluyen con el mismo dicho sapiencial muy cortante: el que se apoya en el dinero es como un animal que perece.

 

Desde Jesús

 

Quizá sería más fácil controlar nuestra ansia de dinero si asumiéramos la certeza de que el Dios de Jesús es un Dios generoso. Viene magníficamente expresado en la parábola de los trabajadores a la viña (Mt 20,1-16): “¿Vas a molestarte porque yo sea generoso?”. La generosidad de Dios se manifiesta en lo creado (millones de galaxias, 400 millones de espermatozoides, etc.). Pablo hablaba de la “sobreabundancia de la gracia” (Rom 5,20). Dios es un derrochador porque él no mira su potencia con egoísmo. La idea de un Dios que da con cuentagotas es una proyección de nuestro racanismo.

Jesús murió tan pobre como vivió. Le encontró sentido al servicio y se definió como uno que sirve (Lc 22,27). No hizo mella en él la ambición y habló de “devolver” al poderoso su dinero para marcar un camino alternativo (Lc 20,25). Porque la alternatividad debía ser una característica del seguidor/a de Jesús (Mt 18,6ss). Si de algo queda libre la persona de Jesús es de su afán por el dinero.

En Mt 6,19-34 se habla de tener un tesoro en cielo. Un tesoro divino, cercano a Dios. ¿Cuál es ese tesoro? El tesoro de la solidaridad, de la ayuda al frágil, el tesoro de lo que se da, de lo que se ofrece aquí en la tierra, que es manera mejor de atesorar en el cielo. Es la función social del dinero, por pequeña que sea: querer que mi dinero contribuya al freno de la desigualdad, a la dignidad de los empobrecidos, al desarrollo de los que tienen el peligro de quedar atrás. Ése es el tesoro en el cielo.

 

Orar en comunidad

 

         Por su carácter sapiencial, el salmo pide ser proclamado por dos lectoras (una por cada parte) de forma reflexiva.

 

Dimensión social

 

No hay que hacer lírica barata: necesitamos del dinero para vivir. Siempre ha sido así, pero más en esta sociedad nuestra donde el trueque, el pago en especie, etc., han quedado casi desaparecidos, residuales. Es preciso ir construyendo una espiritualidad para esta época nuestra del dinero sin terminar aprisionados por él.

         Efectivamente, lo malo del dinero es que su ser “caníbal”: termina devorándolo todo de manera insaciable (la vieja canción del “todos queremos más”). La espiritualidad del dinero, su supeditación a lo humano, ha de darse por encima y más allá de la cantidad: el tener poco no exime de trabajar su reorientación.

         El poder omnímodo del dinero se contrarresta con una espiritualidad de la justicia y de la generosidad. El lado injusto del dinero queda patente cuando se trata del mucho dinero; pero también puede estarlo en el poco dinero. Su lado cuestionable está sustentado por el egoísmo que alienta nuestra visión del dinero y que va emparejado con la injusticia. Todo ello se cura a base de generosidad, La generosidad es necesaria con lo que sobra y puede llegar hasta lo que hace falta y solamente puede brotar de alguien que ha escapado de las garras del egoísmo. Difícil, pero posible.

         Parece un axioma consagrado aquello de que con mi dinero hago lo que yo quiero. Desde el punto de vista evangélico y social, tu dinero no es solamente para ti, no puedes hacer lo que quieras: alguien, el necesitado, tiene algún tipo de derecho sobre lo tuyo. Su necesidad es la que le otorga ese cierto derecho. Es una exigencia de nuestro ser familia humana y de nuestro ser familia creyente.

         Y, junto a la generosidad, la sencillez de vida. Es saludable aquello que dice Cáritas: vive sencillamente para que otros sencillamente puedan vivir. Las repercusiones morales de nuestros actos económicos son evidentes. Con los años habríamos de cultivar explícitamente la sencillez de vida en la que, por cierto, se encierra un verdadero gozo ya que al despojarnos de lo que no es esencial brota con más facilidad lo que es importante. No se trata de racanear, sino de moderarse.

 

 

19

SALMO 76

(Miércoles, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Este salmo (como el 72) plantea una cuestión que ha zarandeado la fe de muchos creyentes: ¿cómo entender a un Dios que parece estar mudo e impasible en el momento en el que el fiel pasa necesidad? De lo que se trata es de entender el lado más débil de la persona ante la realidad de Dios. La respuesta del orante será clara: seguir creyendo firmemente en la fidelidad de Dios.

         La estructura podría ser esta:

 

1)    Un Dios que no habla (Estrofas 1ª-5ª): el agudo dolor de la mudez de Dios que el creyente lleva con fe.

2)    Certeza del acompañamiento de Dios (Estrofas 6ª-12ª): himno que recuerda las proezas de Dios con Israel y que sirve de “respuesta” al Dios mudo.

 

Estamos en terrenos sensibles de la fe que se reproducen en los momentos duros de la historia personal y social.

 

 

 

 

Desde Jesús

 

El Jesús que nos describen los evangelios, si se exceptúa el peculiar modo del evangelio de Juan, no es un personaje que hable en exceso. Sus diálogos suelen ser breves, sus dichos sentenciosos y sus respuestas incisivas. Él mismo ha hecho suyo su propio dicho: «Que vuestro sí sea un sí y vuestro no sea un no» (Mt 5,37). El hablar parco siempre ha sido apreciado en las culturas antiguas en general y en la judía en particular. Es lógico, pues, que el perfil evangélico de Jesús sea el de una persona mesurada en sus palabras, más allá de la elaboración que le han conferido los escritores neotestamentarios. Un Jesús deslenguado habría sido un dato muy en contra.

         Pero tampoco da el perfil de un anacoreta practicante sistemático de las ascesis del silencio. Sin embargo, hay que decir que el silencio es una realidad mezclada al Jesús evangélico. Efectivamente, queda envuelta en silencio la mayor parte de su vida, toda su infancia, juventud y madurez. Un silencio impenetrable quizá hasta para los mismos autores bíblicos. Quedan en el silencio los resultados de la oferta del reino en “las aldeas”, lugares en los que se mueve el Jesús evangélico, más que en las ciudades (Mt 9,35).  No sabemos los modos explícitos de la oferta del reino y su resultado más que en pinceladas muy generales (Lc 10,17-20); lo demás permanece en silencio. Sus difíciles relaciones familiares, particularmente con su padre, quedan envueltas en un silencio impenetrable. Sus noches de oración, el contenido mayoritario de sus conversaciones nocturnas (si exceptuamos la construcción de Jn 3,1ss) van unidas a un casi total silencio.

 

Orar en comunidad

 

         La parte más lamentatoria la podía leer una lectora (hasta “y considero tus hazañas”): La parte hímnica, el resto, lo leería toda la comunidad.

 

Dimensión social

 

A la persona religiosa le cuesta entender y vivir la realidad de un Dios en silencio. Por eso, el Dios de la religión, de la teología, de la piedad habla en palabras y revelaciones que damos por cierto que han sido gestadas en el mismo cielo. ¿Cómo se va a revelar Dios si no habla? De ahí que el revelador sea llamado el Verbo, la Palabra. ¿Es Palabra de un Dios que habla o de un Dios que no habla? Es verdad que ha habido corrientes espirituales que han promovido el silencio de Dios, la espiritualidad del apofatismo. Pero ha sido algo minoritario. Lo normal ha sido que Dios hable, que hable mucho y que muchas veces lo que decimos que Dios habla se parece enormemente a lo que nosotros, por nuestros intereses, queremos que diga.

Habría, para empezar, que renunciar a hablar de Dios con ligereza, atribuyéndole cosas que son nuestras. Habría que pensar que es, tal vez, mejor que Dios no hable para que así se pueda garantizar su verdad, porque si le atribuimos locuciones suyas estamos invadiendo y pretendiendo apropiarnos de su verdad. Estar ante un Dios en silencio no quiere decir que se esté ante un Dios ausente, sino ante ese Otro que, por su peculiaridad, da sentido a la mía.

¿Cómo creer en un Dios que calla ante nuestras carencias, y que, callando, empuja a que seamos nosotros quienes las encaremos? ¿No es una forma de huida de nuestro componente histórico querer buscar palabras de un Dios que da sentido a lo nuestro? De alguna manera Dios es, ante nuestra limitación, tan limitado como nosotros. Pero en esa limitación es quien nos acompaña y quien nos empuja a afrontarla. ¿No es suficiente un Dios que nos sostiene y anima en nuestras carencias y en nuestros gozos? ¿Tiene que hablar porque de lo contrario ponemos en duda que esté con nosotros?

Hundirse en el silencio de Dios es, quizá, la senda para dar con él. Así lo han entendido los grandes místicos y los humildes místicos a pie de calle; ese silencio les ha hecho más buscadores y más anhelantes. El silencio no les ha llevado al abandono, sino al ahondamiento. Quien va captando la realidad y el sentido de los silencios de Jesús no solamente no temerá a un Dios en silencio sino que comprenderá que es mejor que no hable, que esté ahí sin hablar.

Pero también hay que desvelar los lenguajes extraños de Dios, aquellos que no son propiedad del ámbito religioso: el casi olvidado lenguaje de los signos de los tiempos; el lenguaje “milagroso” de cada nuevo amanecer; el lenguaje extraño de los amores incomprensibles; el durísimo lenguaje de un sufrimiento que es el alto precio a la pertenencia de la historia; el lenguaje estremecedor de quienes mueren sin haber recibido su cuota de alegría, de esperanza y de justicia; el estremecedor lenguaje de las lágrimas que nadie recoge; el lenguaje esperanzador de los ojos que se abren a la vida y de los corazones que se abren al amor. Lenguajes vivos en los que Dios habla sin hablar. ¿No fueron muchos de estos lenguajes los que Jesús aprendió por las sendas de Galilea?

 

 

20

SALMO 96

(Miércoles, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         He aquí un salmo “humilde” que entra en el saco de los himnos, pero tiene su cosa. El clásico himno a la majestad de Dios termina en algo muy cotidiano: Dios es causa de alegría, de regocijo, de luz que se ofrece al creyente desde el amanecer. Provocar alegría, he ahí uno de los beneficios de la oración sálmica, hacer que el día cobre el gozo necesario para que las limitaciones y penas queden reducidas a su espacio y no lo ocupen todo. “Salmo de alegría”, así podría denominarse, sencillamente.

         Desde esa perspectiva, el salmo podría tener dos partes:

 

1)    Teofanía  (Estrofas 1ª-4ª): Dios se manifiesta en la imponente tormenta y, sobre todo, en la gloria del templo.

2)    Dios, causa de alegría (Estrofas 5ª-8ª): el fiel se regocija del brillo de Dios lo que alegra su día ya desde por la mañana.

 

Para comenzar el día con ánimo. Recordar la plegaria de Clara de Asís: “Gracias, Señor, porque me has creado”.

 

Desde Jesús

 

         Los caminos fueron para Jesús el marco social de su propuesta y el de su aprendizaje. No propuso el reino en un marco escolar, cosa que habría sido más propia de uno considerado “rabí”, aunque fuera uno de corte popular. No propuso tampoco el reino en los ámbitos sinagogales, por más que, según Lc 4,31ss, los visitase a veces. Su propuesta se hizo, sobre todo, en los caminos. Ahí fue donde se adentró en el misterio de la persona y en el de Dios. El suyo es, por así decirlo, un aprendizaje social: aprender del fondo de la sociedad lo que conecta con las certezas de fe y desarrollarlas a partir de ahí. En los caminos estaban enterrados los anhelos de los postergados sociales, con su polvo se amasaban las esperanzas de quienes carecían de amparo; en sus humildes alegrías, en sus descansos, se escondía la utopía de un día de justicia para quienes han sido apartados de los beneficios de la justicia.

         En los caminos palpó Jesús la densidad de lo real. Lo real en la época no era el dominio del imperio con sus terribles impuestos que encadenaban a los campesinos pobres, la tiranía de las grandes familias sacerdotales que medraban a costa de esquilmar aún más a sus conciudadanos. Lo verdaderamente real era lo que latía dentro de las vidas oscuras de los destinados al olvido: su anhelo de libertad, su hambre de justicia, su derecho al amor, su sed de horizonte. Todo eso es lo que Jesús se encontró en los caminos. Y su propuesta apuntó a esos niveles. Por eso suscitó esperanzas, por más que el sistema lograra imponer su dura ley para apagar tal clase de fuegos. Nunca podría lograrlo porque eso era lo real, eso es lo real.

         Los caminos le enseñaron a construir una estructura de amparo. No una estructura organizativa sino, más bien, afectiva. Le enseñaron a ensanchar el corazón para que elaborara la certeza de que el reino era incluyente, no siendo obstáculo la categoría moral de la persona. Le enseñaron a valorar las lágrimas y a encarar la limitación ajena como propia. Le enseñaron a reivindicar no tanto a favor de otros, sino por sí mismo, ya que él se sintió herido en las heridas del humilde. Quiso que esa estructura afectiva de amparo la tuvieran quienes le seguían y le amaban. De ahí que se empeñara, sin mucho éxito, en hacérselo ver cada día. Entendió que lo suyo era también de otros y por eso no solamente dio de lo que tenía, sino que se dio por entero sin fijar límites ni horarios. Todo eso lo aprendió en sus idas y venidas por los caminos de su tierra.

         En los caminos aprendió las lecciones más difíciles: que también los paganos tenían un sitio en la mesa del reino; que las mujeres también eran hijas de Abrahán; que la conversión y la salvación no eran lo más esencial, sino la dicha de la persona; que la dignidad está por delante de la moralidad; que a la hora de la verdad todos estamos en la misma posición ante Dios; que hay que controlar los mecanismos de acumulación para que la autorreferencialidad no se apodere de la persona. Eran lecciones nuevas para un judío marcado por el legalismo reinante y por la apropiación que las clases dirigentes habían hecho de la realidad de Dios.

 

Orar en comunidad

 

         Si no se hace a dos coros, una lectora podría leer la primera parte y otra la segunda (si esta se pudiera cantar, mejor).

 

Contenido social

 

Dios no es un indolente, un dejado, un rutinario. Es dador de ánimo porque él disfruta en la relación con sus criaturas. Es bueno rescatar EG 4: «Pero quizás la invitación más contagiosa sea la del profeta Sofonías, quien nos muestra al mismo Dios como un centro luminoso de fiesta y de alegría que quiere comunicar a su pueblo ese gozo salvífico. Me llena de vida releer este texto: «Tu Dios está en medio de ti, poderoso salvador. Él exulta de gozo por ti, te renueva con su amor, y baila por ti con gritos de júbilo» (3,17). Es la alegría que se vive en medio de las pequeñas cosas de la vida cotidiana, como respuesta a la afectuosa invitación de nuestro Padre Dios: «Hijo, en la medida de tus posibilidades trátate bien […] No te prives de pasar un buen día» (Si 14,11.14). ¡Cuánta ternura paterna se intuye detrás de estas palabras!».

 

 

21

SALMO 118,57-64 (Heth)

(Miércoles, Hora Intermedia)

 

Contenido bíblico

 

Nos volvemos a encontrar con el Sal 118 que se va desgranando día a día. Hoy, con la letra Heth (la octava letra del alfabeto hebreo). El tema que envuelve todo el salmo, lo repetimos, es el gran amor a la Ley, a la Palabra. Esa es la fuente de la que brota la espiritualidad del AT.

Solemos destacar un “perla” de cada estrofa. En esta: “de tu bondad está llena la tierra”. Dios hace de nuestra tierra una tierra de bondad. Es cierto que el mal está presente, pero es una tierra bendecida porque la creación es siempre bendición.

Las tres estrofas:

 

1)    Mi porción es el Señor: por eso se ama la Palabra, por causa del Señor.

2)    A media noche me levanto: la presencia continuada de la Palabra.

3)    Se tu bondad está llena la tierra: Entender y vivir el camino humano desde el lado de la bondad.

 

Desde Jesús

 

Dice Ap 3,2 a la Iglesia Sardes: «no he encontrado obras tuyas acabadas a los ojos de mi Dios». Las obras a las que se refiere no son tanto las hechas con perfección sino las realizadas con bondad, porque ese ha sido el comportamiento de Jesús a la hora de hacer sus obras. Más aún, si a pesar de la imperfección en la que vive esta comunidad hay en ella «unos cuantos que no han manchado su ropa” (Ap 3,4), quizá se esté refiriendo no solamente al alejamiento de las prácticas idolátricas (como el andar por las casas paganas que “contaminan”), sino a la más elemental vida en bondad. Por eso van «vestidos de blanco, pues se lo merecen» (Ap 3,4). Son la gente de la entrega por encima de cualquier situación difícil, los “mártires de la bondad”, aquellos que han puesto la bondad por encima del odio, del rechazo y de la persecución. Con estas piedras de bondad se construye el sueño de la ciudad nueva con el que, posteriormente, se culminará el libro.

Conecta este ideal de bondad con lo expuesto en el Evangelio: «Sed buenos del todo, como es bueno vuestro Padre del cielo» (Mt 5,48). La perfección que viene de la norma sistémica cumplida no puede ser cimiento de la nueva ciudad, sino la que viene del amor cumplido. En ese caso, el que tiene los siete espíritus de Dios es el bueno por excelencia, aquel que ha hecho de la bondad social el sentido de su vida.

 

 

 

Orar en comunidad

 

         Se leerá, probablemente, a dos coros. Hay un canto hermoso que habla de la bondad de la tierra: “Este lugar es tierra sagrada”.

 

Dimensión social

 

         Hay que reconocer que la sombra del pecado original es alargada. Aun en esta época en que la cosa no preocupa nada a la persona secular y muy poco a la persona religiosa. Ha pasado el tiempo en que la doctrina del pecado original era la base de la espiritualidad del pecado, que es lo mismo que decir, la base de la doctrina cristiana. Hoy día, sin darle más vueltas para no fatigarse en lo inútil, se podría abrazar la opinión de los grandes especialistas del tema: «La teología católica del siglo XXI haría un notable servicio a la fe y a la cultura si se decidiese a abandonar taxativamente la insostenible creencia en el PO y ofrecer a los hombres de nuestro tiempo, en forma explícita y sistemática, un Cristianismo limpio de toda mancha, de todo contacto con la doctrina del PO, excepto cuando hubiere que escribirse un capítulo de su historia doctrinal, más bien tortuoso y entristecedor» (A. de Villalmonte).

         Sin embargo, sí que se puede decir que nacemos y vivimos con bendición original. La existencia demuestra la bendición, por lo que se podría afirmar que la maldición es la no creación. El don gratuito de vivir y respirar conlleva la certeza de la bendición: nadie que no fuera bendito recibiría ese admirable don. De esta manera, bendición y existencia va inseparablemente unidas. La bendición es el aliento de la existencia: desde ella y por ella vive.

         Pero como lo demuestran los miles de millones de años transcurridos desde el bigbang, la bendición se une al proceso evolutivo de la creación y logra, paso tras paso, construir la bendición creada, porque eso es la bendición, no tanto algo dado de antemano sino un constante in fieri. Quien entiende esto, se responsabiliza de lo creado porque entiende que su horizonte depende, en parte, de él.

         Tal vez para hace más cercana la bendición, en hechos y lenguaje, sea necesario sintonizar cada vez más con la hermosura de cada día, con los valores cotidianos: ese don sagrado que  se percibe en el propio cuerpo y en el de los otros, en las obras hechas en común y en conexión con otros para el bien de todos, en la pertenencia cósmica en la casa común, en las huellas nimias de lo divino en las criaturas tan humildes. «Si nos volvemos incapaces de crear un clima de belleza en el pequeño mundo a nuestro alrededor y solo atendemos a las razones del trabajo, tantas veces deshumanizado y competitivo, ¿cómo podremos resistir? ¿Cómo podremos ser buenos?» (E. Sábato).

 

 

22

SALMO 54,2-15.17-24

(Miércoles, Hora intermedia)

 

Contenido bíblico

 

         Este es un salmo de súplica individual Pero, mirando un poco al fondo, podríamos decir que es un “salmo de interior confuso”. Efectivamente, el orante muestra su situación llena de sufrimiento, lo que le causa gran perplejidad. Todo el entorno es difícil; lo mejor sería huir. Pero eso no es posible.

         Y lo peor, lo que le sume en la más dura oscuridad: su mejor amigo le ha traicionado. Probar el pan amargo de la traición deja al orante en la peor de las oscuridades. ¿De dónde le vendrá la luz? Aunque no lo diga, la oración le ayuda a mitigar su sufrimiento y abre una rendija de esperanza.

         Tomamos la estructura del diurnal:

 

1)    Primera parte: el mal que lo invade y lo contamina todo.

2)    Segunda parte: la peor puñalada: la traición del amigo.

 

En el fondo del salmo late una certeza: “El Señor me salva”. De ahí le viene la fuerza.

 

Desde Jesús

 

         El salmo habla de la traición del amigo, cosa que Jesús ha gustado en la persona de Judas que le entregó (Mc 3,13-19) y a quien llamó “amigo” (Lc 22,48). Por increíble que parezca, hay cristianos que sienten rechazo hacia la expresión “amigos de Jesús”. Les parece que eso es rebajar la relación entre un ser divino y los humanos, ya que ambos se situarían en un mismo nivel de igualdad, cosa inaceptable ara ciertas sensibilidades religiosas. Sin embargo, en Jn 15,14-15 se dice que Jesús llama a los suyos “amigos”. Lo contrapone al nombre de “siervos” y lo explicita en el tema del conocimiento: el amigo conoce lo que hace su amigo, el siervo no conoce lo que hace el amo. A la base está la confianza.

         Efectivamente, la denominación de “amigo” implica la confianza. La desconfianza respecto a lo divino que, en el fondo, pervive en la relación religiosa con Dios se diluye, como la escarcha con el sol, cuando hablamos de amistad. El cuarto evangelio, en Jn 21,15ss establece una distinción entre el amor de amante (querer) y el amor de amigo (amar). El amor de amante implica confianza e igualdad plenas. El amor de amigo supone la misma igualdad y confianza pero cuenta con el fallo propio de quien es frágil y ha de seguir trabajando por conseguir niveles reales de amistad.

         Entre otras tareas, el amigo de Jesús ha de trabajar para que no se cuele en sus dinamismos el de la exclusión, cosa frecuente en este asunto. Así es, la exclusión pone muros a la a mistad, con lo que ésta queda empobrecida. La amistad con Jesús empuja en la dirección del abrazo ancho, de la inclusión, del universalismo.

         Este tipo de vocabulario implica una vivencia afectiva, jugosa, apasionada y tierna de la fe. Si uno entiende y vive su opción cristiana desde la limpia adhesión a unas verdades, es posible que todo esto no le diga nada. Tomarse en serio un modo afectivo de hablar de la fe no es empobrecerla ni infantilizarla. Es tratar de situarla en un ámbito más vivencial, más envolvente y, en definitiva, más en el conjunto del camino histórico de azaroso camino de los humanos.

 

Orar en comunidad

 

         Al ser una hora menor, está asegurado el “dos coros”. Pero una lectora podría hacer la primera parte y otra distinta la segunda. La asamblea escucha compasivamente.

 

Dimensión social

 

         “Llevamos este tesoro en vasijas de barro” (2 Cor 4,7). El barro cocido se vuelve fuerte. Todavía lo usamos en vajillas y utensilios de cocina, aunque haya otros materiales, el plástico sobre todo. La fragilidad pasada por la prueba se vuelve resistente y útil para el servicio. Una vida zarandeada puede terminar en naufragio, pero también puede salir fortalecida. De ahí que la fragilidad pueda ser entendida como una posibilidad. El pecado imposibilita, bloquea, desalienta. La fragilidad descubre nuevas fuerzas, termina dando con nuevos horizontes, suscita alegrías impensables. No es solo cuestión de distinto vocabulario, sino también de perspectiva vital.

         Podría pensarse que se excluye de todo esto la lucha contra la fragilidad. En modo alguno. Esa lucha es parte de sus posibilidades. Pero ya no es la lucha muchas veces estéril contra el pecado, sino el trabajo por superar lo superable desde una visión empática de la fragilidad. Es otra manera de encarar la limitación, más eficiente, más fraterna, más benigna.

         Esta perspectiva es la que va unida a la espiritualidad del cuidado. «En una sociedad sorda a los abrazos, el cuidado se convierte en una reivindicación permanente. Las relaciones no se fundan en una historia de dominio, sino de respeto y de conciencia de cuidado, mostrarse conscientes de que en la vulnerabilidad hay que saber ser, al tiempo, cuidado y cuidador», afirma L. García Montero.

         Así como la espiritualidad basada en el pecado destila una indudable hosquedad, la de la fragilidad es compatible con una indudable amabilidad. Envolver la fragilidad en amabilidad es disponerla a ser acogida y valorada de una manera humana. Más aún: la amabilidad es puerta de acceso al corazón frágil puesto que desencadena la confianza necesaria para que, por dentro, se abra la puerta del corazón. Se accede así al misterio de lo frágil, materia de la que está hecho el fondo de la persona.

         Por estos caminos se llega a la fragilidad ennoblecida, cosa que difícilmente admitía la noción de pecado. No pierde, sin más, la limitación que la compone. Pero queda entendida y vivida en la espiritualidad de la encarnación, en la certeza del acompañamiento de Jesús, en la evidencia de que se trata de una fragilidad destinada a un indudable logro. El pecado es una realidad sin meta; la fragilidad tiene por horizonte el logro de un amor pleno, aunque herido.

 

 

23

SALMO 61

(Miércoles, Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         He aquí un “salmo de exhortación profética” que pide a Dios el cese de los manejos de los impíos. Paro también puede ser leído como un “salmo de cuestiones últimas”, aquellas que están en el cimiento de la fe. Aquí la cuestión es ésta: ¿Solo  podemos confiar en Dios? El salmista responde: “Solo en Dios descansa mi alma”. Para él Dios es el absoluto supremo.

         Pero ¿es posible la confianza den Dios sin la confianza en la persona? ¿No existen personas buenas en las que se puede confiar? ¿No tenemos experiencias de confianza sólida en tal o cual persona, en tal o cual hermana, en tal o cual comunidad? El salmo no plantea estas cuestiones, pero es preciso formularlas para que no nos lleve a un terreno que tiene dificultades para conectar con el NT.

         La estructura podría ser:

 

1)    Estribillo (Estrofa 1ª): profesión de fe en el absoluto de Dios.

2)    La obra de los malvados (Estrofas 2ª y 3ª): la obra de la impiedad y sus muchos rostros.

3)    Estribillo (Estrofa 4ª): profesión de fe en el absoluto de Dios.

4)    Confianza en Dios (Estrofas 5ª-7ª): Puede el orante confiar y desahogarse ante Dios

5)    Conclusión (Estrofas 8ª-10ª): Confianza en el Dios de la justicia.

 

Desde Jesús

 

Jesús se ha hecho cargo del sufrimiento de los pobres que es el haber sido despojados de un Dios que se sitúa en el lado de los vencedores, de los puros, de los que están en el sistema. El Dios de todos no era, de hecho, patrimonio de los excluidos. Jesús asume ese dolor de fe, si es que se puede hablar así, y propone el perfil de un Dios justamente para los desposeídos de Dios. Evidentemente, no es el Dios del sistema, sino el Dios de impredecible comportamiento, generoso, tierno y perdonador, que ha hecho causa con quienes andan por los márgenes. Si se quiere conectar con él, es imprescindible el desplazamiento hacia el lugar de las pobrezas, la asunción de la causa de los pobres y su justicia no cumplida.

 

Orar en comunidad

 

         No se puede ir mucho más allá de los dos coros. Si se tiene mucho ánimo se podría escenificar leyendo la asamblea el estribillo y el resto tres lectores.

 

Dimensión social

 

         Vistos los desaguisados de los humanos, queda como salida confiar solamente en el Dios que lo puede todo. ¿Lo puede realmente todo? Este Dios que alimenta la teología es omnipotente por pura oposición al ser creatural. Pero ese no es el Dios de Jesús. Ni el Dios de la Palabra. Éste, al relacionarse con la historia, acepta como suya esta limitación. Por lo que se puede decir que pierde la cualidad de omnipotencia al abrazar, por amor, nuestra impotencia. Suele citarse como una máxima evangélica a favor de la omnipotencia el texto de Mc 10,27 que ha de entenderse como “con Dios todo es posible” subrayando «las posibilidades que se abren al hombre cuando este se apoya en Dios» (J.Mateos), no tanto su posible omnipotencia.

         La veta espiritual del Dios impotente viene de lejos, basada en el “amor loco” de Dios por la historia (Dionisio) y llega hasta hoy (J. Bórmida).No es una ocurrencia del celebrante de turno que cambia a su arbitrio Dios omnipotente por “Dios todobondadoso”, cosa que con frecuencia es recriminada por los celosos del ritual. Es la expresión de un sentir de raíces hondas porque se tienen experiencias hondas. El creyente ha experimentado la impotencia de Dios en la densidad de su propia impotencia. Para algunos, esto es un escándalo insuperable;  para otros, el desvelamiento del amor de un Dios tan pobre como él pero que no deja de acompañar esa pobreza. Y ahí brota una conexión de amor que se transforma en fuerza para encarar lo mejor posible la situación.

         La vaciedad de una idea de Dios omnipotente queda de manifiesto en la evidencia de que por ese camino no se ha llegado a ver que la causa de los pobres es la causa de Dios porque ambos se mueven en los torbellinos de la pobreza. Quienes analizan la relación entre estas dos causas a través de la historia llegan a un balance descorazonador: «Ello nos plantea a todos una cuestión ineludible: la de si el cristianismo no ha cometido en este tema tan central (la relación entre la causa de los pobres y la de Dios) una gran infidelidad a su Señor; y qué influjo ha tenido esa infidelidad en la aparición del ateísmo moderno y en la infame configuración del mundo actual. Dicho en forma de un latigazo simplificador pero fácil de retener: o no hay Dios o el cristianismo le ha sido infiel» (Cristianismo y justicia). El recurso a la omnipotencia no ha servido a la causa de los pobres. Quizá el recurso a la pobreza de Dios pueda dar otro resultado.

 

 

24

SALMO 66

(Miércoles, Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         Este salmo es como el esbozo de un himno que, según el salmista, todos los pueblos habrían de hacer a Dios. Pero en todo esto quizá se esconde una trampa: ¿es lo que se busca el honor de Dios o, más bien, que si el Dios de Israel es honrado por todos los pueblos es cuando todos los pueblos honrarán a Israel, el pueblo elegido, el de la religión auténtica? ¿Se busca un universalismo de la fe o de la religión? La misma pregunta subyace a la misión cristiana. Por eso llamaremos a este salmo “salmo de pretensiones universales” que encierran otra cosa que el honor de Dios (por si eso no fuera ya problemático)-

         La estructura podía ser:

 

1)    Primer paso (Estrofa 1ª): los pueblos alabarán a Dios cuando conozcan sus caminos.

2)    Estribillo (Estrofa 2ª)

3)    Segundo paso (Estrofa 3ª): Dios es juz, por sisirve el argumento.

4)    Estribillo (Estrofa 4ª)

5)    Tercer paso (Estrofa 5ª): que los pueblos celebren la fe unidos a Israel.

 

Desde Jesús

 

La misión cristiana se basa en la propuesta de Jesús. ¿Cuál es el contenido general de su propuesta? Es, por grandilocuente que suene, la propuesta de una humanidad nueva, renacida, recreada. Jesús es de los  humildes utópicos que siguen creyendo en las posibilidades de la bondad del corazón humano, capaz de producir frutos buenos. No se vislumbra en él la decepción de quien piensa que las personas y la sociedad vamos al abismo. Es una propuesta de honda confianza. Es también una propuesta de fraternidad social, no partidista ni religiosa. Él cree, contra las evidencias cotidianas, que los humanos podremos vivir con hermanos. La propuesta de Jesús es la que considera imprescindible llegar a una economía igualitaria que entienda y ponga en pie el mecanismo del compartir sobre la base del todo no siendo obstáculo la pobreza. No es una propuesta en el aire, sino bien enraizada en los mecanismos sociales. Es una propuesta que se hace en base a la dignidad de la persona más allá de su condición moral, algo que aleja el juicio, la utilización y la imposición de condiciones a quien es débil. Es una propuesta de relaciones de entrega porque se tiene la certeza de que las entregas siempre rentan en beneficio común. Es, en definitiva, ir en la dirección del viejo sueño de Dios sobre lo humano que estaba ya escrito en las páginas del AT y en el caminar humano desde sus inicios.

 

Orar en comunidad

 

         La va bien ser cantado (también se usa como salmo invitatorio). Hay músicas diversas.

 

Dimensión social

 

Posiblemente, gran parte de las religiones incluyan, de una u otra manera, una cierta espiritualidad en torno a la misión y con ella un cierto nivel de proselitismo más o menos activo. No hay que recurrir a la historia lejana. Basta asomarse a la calle para toparse con la realidad de los predicadores ambulantes que buscan adeptos. Esta misión en directo es, para algunos, una exigencia de su fe religiosa y la ejercen con un énfasis digno de mejor causa. Ese énfasis está alimentado por dos certezas peligrosas: si mi religión es la verdadera, las otras son falsas; y si es verdadera para mí lo es también para los demás, lo que de alguna manera me autoriza a imponerla. Esto ha sido un leitmotiv en la historia de las religiones.

         En lo que concierne a la Iglesia católica uno de los logros más sonados del Vat.II fue, en medio de un ambiente conservador, elaborar las bases de una idea nueva de misión. Recuperando planteamientos ya existentes, como los de las Semina Verbi de Justino, se dio un paso de gigante en la adecuación de la espiritualidad misionera a un tiempo de globalización. De ahí vino todo el esfuerzo de inculturación, de diálogo con las religiones, de oferta que no se impone sino que se ofrece, de colaboración con las iglesias locales, etc. Los peligros sempiternos de la misión, la creencia en la bondad única del mensaje cristiano y de ahí su imposición universal, quedaban en parte frenados y reorientados.

         Pero quizá su logro más modesto pero más interesante fue el hacer ver al pueblo cristiano que la misión es inherente al hecho de creer y que, por ello, todo cristiano es misionero. Se elaboró con vigor la espiritualidad de la misión en la vida cotidiana, aun con el peligro de querer meter ahora toda actividad religiosa en el rango de misión. Esto llevó a descubrir que lo que uno hace en su dimensión evangelizadora es ámbito de fe y, por lo mismo, realidad susceptible de sumarse a cualquier otro elemento en la construcción del edificio de la experiencia cristiana. Se estaba hablando de otra misión donde la propuesta de una fe vivida tenía más peso que la de una ideología religiosa que se quisiera difundir.

 

 

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SALMO 79

(Jueves, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Este salmo entra en el amplio grupo de lamentaciones. Pero tiene un matiz peculiar: la búsqueda del rostro de Dios. Por eso se podría englobar en “salmos del gran anhelo”. Porque, efectivamente, el rostro de Dios, su persona, era el gran anhelo de los místicos del AT, desde la gran súplica de Moisés (Gén 33,18) hasta las oraciones sálmicas (Sal 27,9) pasando por su sacramentalización en la vida (Gén 33,11).  Cree el salmista que si aparece el brillo del rostro de Dios se podrá con cualquier dificultad que la vida depare.

         La estructura del salmo podría ser:

 

1)    Introducción (Estrofa 1ª): que Dios “resplandezca”. El creyente quiere “ver” al que es invisible.

2)    Estribillos (Estrofas 2ª, 5ª y 11ª): aclamación de la asamblea que se implica en la búsqueda.

3)    Situación de dificultad (Estrofas 3ª-4ª): El orante en “llanto”

4)    La viña arrasada (Estrofas 6ª-10ª): Israel comparado con la viña devastada.

 

Desde Jesús

 

         Jesús anhela el rostro de Dios viviendo su “misterio”. Así, aunque no lo hace, podría nombrar la realidad de Dios como “el misterio”. Por de pronto, la indeterminación de la expresión es compatible con la libertad de un Dios que no puede ser encasillado. Además, el vocablo sugiere una hondura que no se puede alcanzar por métodos absolutamente racionales, aunque la razón no quede desterrada en este camino hacia lo que huye. Incluso el vocablo “misterio” deja abierta la puerta a la posibilidad de compartirlo, ya que eso no se consigue por vía académica, sino por los incomprensibles vericuetos del amor.

         El Jesús evangélico tiene que ver con el misterio más que con el discurso teológico explícito. Da la impresión de ser alguien que, usando los moldes sencillos de su propia religión, ha entrado en el misterio que envuelve la vida y lo ha sabido plasmar en actitudes y comportamientos que abrían a una realidad nueva. Algo de eso parece que han sentido las gentes que, sobre todo al principio de sus andanzas por Galilea, han entrevisto. Superando las constricciones culturales y religiosas parece que ha percibido de manera bastante nítida la conexión del misterio con la vida. Y da la impresión de que el camino usado para lograr tal conexión no ha sido el mecanismo religioso, algo externo, sino una experiencia de tipo personal que tiene que ver con lo profundo, con la simple verdad de lo que uno es.

         El creyente en Jesús se ve arrastrado con él al misterio. Igual que él, también intuye que la realidad de Dios se le escapa. Pero, a la vez, percibe, más allá de los años y de una historia muchas veces alejada del evangelio, que Jesús le muestra y le entreabre las puertas del misterio. Ya no se exclusiviza la experiencia creyente en planteamientos ideológicos, sino que la vivencia se abre paso y el horizonte que se dibuja es el de la novedad de un amanecer. No es fácil construir un lenguaje nuevo, pero hay balbuceos.

 

Orar en comunidad

 

         Lo leería una lectora por su carácter de lamentación individual. La asamblea intercalaría los estribillos.

 

Dimensión social

 

         Hablar de la fe, de lo que se anhela, siempre es difícil. Un cambio que afecta al lenguaje es pasar de la conciencia de verdad poseída a una búsqueda compartida. Los lenguajes religiosos tienden a presentarse como lenguajes de verdad porque provienen de la certeza de que se posee la verdad en modos absolutos. Como tal certeza es cada vez más insostenible, los lenguajes espirituales han descendido al camino humano común y, con ello, se han hecho buscadores de luz. Este trabajo de búsqueda lingüística es reflejo del carácter buscador de lo humano sin el que la vida no sería posible. Y es, además, la puerta del asombro porque el lenguaje que busca no termina nunca de encontrar todo lo que busca y surgen a su lado situaciones en que se manifiesta el mundo que no somos, el mundo espiritual.

 

 

26

SALMO 80

(Jueves, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Este es un salmo del grupo de “exhortación profética” en torno al tema de la alianza, el núcleo de la espiritualidad del AT. Dios ha querido, al decir de los profetas, que Israel fuera un pueblo alternativo, fraterno, democrático. No ha cumplido esa expectativa. La alianza no ha prosperado. Jesús retomará ese testigo, una “alianza nueva”: prosperará en la medida de nuestra humanidad, en la verdad de nuestra fraternidad.

         La estructura del salmo podría ser:

 

1)    Himno (Estrofas 1ª-3ª): el amor por la alianza que siempre está vivo en Israel, de una u otra manera.

2)    Exhortación (Estrofas 4ª-11ª): el camino de la alianza como el que Dios propone a Israel.

 

Vivir la alianza es para el cristiano llegar al convencimiento de que ya no se puede vivir sin él.

 

Desde Jesús

 

         ¿Cómo ha entendido Jesús su ser alternativo, su participación en la espiritualidad de la alianza? A este respecto no ha de extrañar que se diga que el conflicto más complicado que Jesús ha tenido que elaborar ha sido la relación con su grupo de seguidores. No cabe duda de que en aquel grupo indeterminado hubo quien «le amó desde el principio». Hay que contar con esa adhesión cordial que textos tardíos, como Jn 21,15ss, han puesto de manifiesto. Pero las múltiples y, a veces, llamativas diferencias con sus discípulos quizá encuentren rastros de elaboración por parte de Jesús en textos paradigmáticos, como Mt 16,13ss. El texto hace una diferencia entre el Mesías y el Hijo de Dios vivo. Esto segundo es lo que el Padre ha revelado a Pedro, que es Hijo. Pero sobre lo primero, que es Mesías, Jesús y Pedro se lanzan a un diálogo “increpatorio”, uno increpa al otro con trazos gruesos, puesto que ese verbo, “increpar”, es el empleado para dirigirse a los demonios: uno a otro se dicen “endemoniados”. Esto sugiere la tormenta que se urde en el interior de Jesús: reacciona contra Pedro porque, de algún modo, él piensa como Pedro. Él es también presa del “demonio” que va surgiendo en su interior: un mesianismo que es el anti-mesianismo de aquel que abandona los caminos del poder y del triunfo para abrazar los de la entrega y la compasión. Un mesianismo que no es el que se espera de un judío que sufre la opresión del imperio. Ese “Satanás” está en Pedro y está en Jesús. ¿Qué lucha de fondo ha experimentado la realidad de Jesús para entrar por tales caminos? ¿Cuántas noches de oración han sido necesarias para acoger la posibilidad de un mesianismo entregado, darle vueltas y alojarlo en el corazón de uno que, como  buen judío, y de “derechas”, tradicional, estaba hecho para conectar con el mesianismo oficial. Estamos en los estratos más hondos de la elaboración del mayor conflicto que pueda alojarse en un interior como el de Jesús.

 

Orar en comunidad

 

         Si no se hace a dos coros, una lectora podría leer la primera parte y la asamblea toda la segunda como un compromiso de alianza.

 

Dimensión social

 

¿Cómo ser hoy comunidad de la alianza nueva? La evolución de nuestra sociedad nos ha llevado a convivir con personas (familiares, vecinos, amigos) que, siendo generalmente respetuosos con nuestras vivencias de fe, no conectan ya con nuestros valores  y nuestras prácticas religiosas. La evidencia de que si queremos convivir, amar incluso, a nuestros seres queridos hemos de flexibilizarnos en materia religiosa se impone. Por supuesto, queda también patente que ningún “frentismo” tiene futuro. Por eso, entender nuestra opción de fe en maneras militantes contra nuestros propios amigos es algo que casi siempre nos aboca a la amargura y a la esterilidad. ¿Cómo construir en tal escenario una propuesta que tenga posibilidades de ser escuchada?

Podría tener eco una propuesta que hace palpable su interés por acrecentar la madurez  personal. La madurez es un requisito para una saludable experiencia creyente. La propuesta podría ser entendida como una aliada de la madurez personal, no como una enajenación que conlleva un infantilismo. Efectivamente, los problemas con los que se topa la propuesta (desde Jesús hasta hoy) son, en un porcentaje notable, asuntos de crecimiento humano tanto en lo relativo a la relación como en temas de humanización social. Trabajar la propuesta en ámbitos de secularidad lleva, indudablemente, a una maduración: la secularidad hace caer los ídolos, no la fe. Y quienes han estado alejados de ese escenario, por las razones que fuere, están más expuestos a comportamientos infantiles.

La propuesta puede ser útil para el aprendizaje de la horizontalidad democrática. Porque una misión de tipo “piramidal” tiene muy mal pronóstico. Es un  hecho que tanto a nivel de discurso como, sobre todo, a nivel de praxis política la verticalidad tiene los días, quizá los siglos, contados. Los movimientos sociales se han encargado de dejarlo bien claro porque han propugnado la democracia participativa en formas muy variadas. A muchos les parece urgente la creación de formas de innovación política que extiendan desde las instituciones la participación ciudadana a todos los niveles, a la vez que, como se viene insistiendo desde los movimientos sociales, se hace necesario que los ciudadanos se reapropien de aquellos asuntos de carácter colectivo que afectan a su vida cotidiana. He aquí un camino para que la propuesta pueda ser una herramienta de aprendizaje de horizontalidad democrática, algo beneficioso para quien hace la propuesta y para el contenido mismo del Mensaje.

 

27

SALMO 118,65-72 (Teht)

(Jueves, Hora intermedia)

 

Contenido bíblico

 

         Nos sigue acompañando el Sal 118, el gran salmo del amor a la Palabra. Es el ánimo que da la oración de la Iglesia a quien ora todos los días con los salmos: no te canses, sigue leyendo la Palabra, haz un pacto de amor con los salmos más allá de sus deficiencias, tienes en los salmos una fuente de espiritualidad y de alimento.

         La “perla” de esta estrofa la situamos en la expresión: “Me fío de tus mandatos”: fiarse de la Palabra es algo necesario para amarla. ¿Cómo se va a amar sin confianza? Tener día a día el libro de los salmos es un acto de confianza si es algo más que una rutina.

         La estructura es simple:

 

1)    Confianza (estrofa 1ª): confianza inquebrantable en la Palabra, cosa que brota y produce amor.

2)    Bondad (Estrofa 2ª): la palabra es buena porque procede del Dios bueno.

3)    Más que el oro (Estrofa 3ª): en la lista de valores, la Palabra va por delante del oro.

 

Desde Jesús

 

Si en algo son claras las palabras de Jesús que nos transmiten los evangelios es en pretender hacernos ver que su propuesta es, ante todo, una propuesta de vida  social, más que una propuesta religiosa. Efectivamente, la suya es, inicialmente, una propuesta de amor a los frágiles sociales. Y ello por una razón muy simple: porque su evangelio es para ellos. De ahí que el evangelio trate de reorientar la mirada que los seguidores de Jesús tienen de los enfermos, los publicanos, las mujeres, los niños, los extranjeros, etc. Mientras esos colectivos no entren en los parámetros del seguidor, es que todavía no se ha entendido bien su propuesta. Decir que la suya es propuesta para “estigmatizados” puede parecer excesivo, pero tal vez no lo es tanto.

         Las palabras de Jesús que nos han transmitido parecen ser una propuesta de confianza alternativa. Se pretende sustituir los pilares más sólidos de arraigo social (el dinero, la posesión de tierra, los sistemas de patronazgo, la capitalización) por otros alternativos como la generosidad que lleva a dar y sobre todo a darse; la no acumulación que lleva al simple compartir creyendo que por ese camino llega para todos no siendo obstáculo la pobreza; el tener a los humildes por verdadero tesoro creyendo que ese es el tipo de “riqueza” que Dios quiere; la liberación de la tiranía del tener como liberación de una de las más grandes fuentes de preocupaciones; la posibilidad del buen vivir como pájaros o lirios controlando las excesivas preocupaciones, etc. La pregunta final es en qué se está poniendo la confianza, en lo que tienes o en lo que son los demás. Las palabras de Jesús apuntan a otra confianza; mientras se esté en la de siempre, no se habrá dado el paso necesario para entender su propuesta.

 

Orar en comunidad

 

         Lo normal es que se lea a dos coros. Si se supera, se podría leer libremente cada una de las tres estrofas.

 

Dimensión social

 

La fe en Jesús está urdida en la Palabra y en las palabras. No puede vivir sin ellas, no puede escapar de ellas. Esa fe está ligada a las palabras. A sus problemas y a sus posibilidades. Así es: la fe se expresa en palabras vivas que brotan de una adhesión. Son cauce y vehículo de una experiencia. La manera de decir la fe desvela la manera de creer. De ahí la importancia decisiva de las palabras de fe. Pero también las palabras están amenazadas y unidas al cansancio, a la rutina e, incluso, al engaño. Una fe hecha de palabras cansinas, repetidas, interesadas, insinceras es una anti-fe, una fe que, aunque persista, es una fe muerta, habla de muerte. Nada que ver con la fe de quien quiere dar vida en abundancia (Jn 10,10).

         Las palabras de una fe viva son palabras con una experiencia dentro. Por eso son, a veces, palabras intuitivas, balbucientes, imprecisas. Una fe de palabras exactas no deja de ser una fe sospechosa. Una fe de palabras consagradas es una fe altamente manipulable por quien se arroga la facultad de decidir qué es sagrado y qué es profano. Si algo puede ser la palabra de fe es que lleva siempre el temblor de la libertad. Arrebatarle ese estremecimiento y encerrarla en la coraza de hierro de una fórmula consagrada es apuñalar su alma.

         Es que las palabras de fe son palabras con amor dentro. Ese es su secreto. Sin ese amor terminan siendo un flatus vocis, un sonido hueco, una locución helada y heladora, desprovista del fuego del amor que caldea corazones y vidas. Porque son palabras de amor son capaces de generar amor, de hacer crecer el tesoro del amor en la historia. Si no se percibe el latido del amor en las palabras de la fe, éstas suenan a verborrea cansina. El único deseo es que sean breves, que se acaben cuanto antes, que termine el “suplicio” de escuchar lo que ya se sabe de antemano, lo que no suscita encantamiento, ilusión, brillo en los ojos.

 

 

28

SALMO 55,2-7b.9-14

(Jueves, Hora Intermedia)

 

Contenido bíblico

 

         Este es uno de tantos salmos de súplica individual que hay en el Salterio. Pero en el fondo hay algo que merece la pena ser considerado: se pide que Dios intervenga a favor del orante, a favor del fiel. El intervencionismo de Dios hace parte del imaginario religioso. Hoy por hoy, imposible sacarlo de ahí.

         En intervencionismo de Dios es sonrojante, su acompañamiento, no; su intervencionismo sería algo arbitrario, su amor, no; su intervencionismo dejaría fuera de servicio las leyes de la física, su cuidado, no. Orar con salmos “intervencionistas” puede ser como una “vacuna”.

         La estructura podrías ser:

 

1)    Primera parte (Estrofas 1ª y 2ª): petición de ayuda.

2)    Segunda parte (Estrofas 4ª-5ª): exposición de la situación.

3)    Tercera parte (Estrofa 7ª): acción de gracias.

4)    Estribillo (Estrofas 3ª.6ª).

 

Desde Jesús

 

Modificar el lenguaje de la intervención de Dios demanda cambiar el de la de la intercesión. Hoy, lo sabemos, es imposible porque es una cualidad que se aplica no solo a los santos y a María, sino al mismo Jesús. Todo parte de la idea de Dios que se tenga: la idea de un Dios justiciero, remunerador, iracundo, vengativo, ha derivado en la necesidad de múltiples intercesores que  logren que ese Dios se vuelva propicio y termine otorgándonos lo que pide el intercesor y, en principio, lo que parece que Dios no quiere dar.

         Sobra decir que esa idea de Dios es sonrojante y no se acomoda al perfil del Dios de Jesús mostrado en el Evangelio. Aunque afectado de la mentalidad de la intercesión, globalmente hablando, el perfil compasivo del Dios de Jesús desplaza cualquier atisbo de necesidad de intercesión. Dios es benigno con la historia, ha hecho suyo nuestro camino, ha plantado su morada en la historia, ha cifrado su éxito en el nuestro, está a nuestro favor, no hay nada que temer, no se necesitan intercesores de ninguna clase.

         Parece que un planteamiento así despojaría a Jesús mismo y, por supuesto, a María y a los santos de su sentido en la historia de la salvación. Ni mucho menos: el papel de Jesús no es el de librarnos de Dios sino el de llevarnos a él. Lo suyo no es interponerse entre un Dios iracundo a causa de nuestros pecados, sino  el de abrirnos las puertas de su amoroso corazón. No nos tiene que proteger de los incendiarios rayos de su mirada, sino de llevarnos a descubrir en esos ojos el insondable abismo de su inexplicable amor por nosotros.

         ¿Qué sentido tiene el estar repitiendo “Señor, ten piedad” cuando sabemos que estamos inmersos en un océano de acogida y de amparo? ¿Para qué decir que “el alma de Cristo nos santifique” cuando, caso de no hacerlo, su camino histórico no habría tenido sentido alguno? ¿Por qué estar pidiendo a María que “ruegue por nosotros pecadores” cuando el gran ruego ha sido la muerte de Jesús? ¿Y qué sentido tiene recurrir a una multitud de intercesores cuando sabemos que somos hijos como Jesús, coherederos con él?

 

Orar en comunidad

 

            Quizá lo más sencillo sea leerlo a dos coros o semitonarlo. Hacerlo de otra manera será complicado, de no ser el hacerlo “en ronda”: cada persona lee una estrofa.

 

Dimensión social

 

Habrá que ir haciendo un esfuerzo para vivir una fe en la que Dios no interviene por encima de las leyes de la física. Dice J. Arregui: «No podemos hablar de Dios como se hablaba en un mundo estático y determinista, piramidal y patriarcal, geocéntrico y antropocéntrico: Dios no es en Ente Supremo, “otro”, “alguien”, “persona” de la manera como cualquiera ser humano es para mí “otro”, “alguien”, “persona”. Dios no es menos que un tú, pero no es un tú frente a mí. No es menos que “persona”, pero no es persona como el ser humano. No es una Superpersona humana, con una psicología similar a la humana, solo que omnisciente y omnipotente… No es ni personal ni impersonal, sino transpersonal. Entre Dios y mundo no hay ni unidad ni dualidad. Ni monismo ni dualismo (a esto se refieren quienes, como Enrique Martínez Lozano, hablan de No-dualidad). Dios no interviene desde fuera cuando quiere. No se encarna una vez desde fuera, pues es la Carne del mundo, el Ser de cuanto es, el Corazón de cuanto late, el Verbo activo y pasivo de toda palabra, el Dinamismo de toda transformación, la Ternura de todo abrazo, el Tú de todo yo y el Yo de todo tú, la Unidad de toda diversidad y la Diversidad de toda unidad, la luz de toda mirada, la conciencia de toda mente, la Belleza y la Bondad que sostienen y mueven al universo en su infinito movimiento, en su infinita relación».

Este Dios puede ser un Dios del que no haya que sentir vergüenza y con el que podamos dialogar con la cultura de hoy. Por eso, dice Arregui, Es ahí donde «necesitamos una fe mística no marcada seguramente por experiencias extraordinarias, sino por la experiencia del ser y la experiencia de estar cada vez más profundamente enraizados en el misterio de Dios, el misterio que nos envuelve y origina, nos funda y nos regenera… una fe sin espíritu de secta, sin agresividad doctrinaria… una fe a menudo perpleja… dialogante y amable».

 

 

29

SALMO 56

(Jueves, Hora intermedia)

 

Contenido bíblico

 

         Este salmo es hermano del anterior: se pide encarecidamente que Dios intervenga. Quizá se extreme la situación de peligro por la que pasa el orante y también sea más cálida, casi tierna, la plegaria del que suplica. Dios no podría resistirse a ella. Pero no sabe el orante, Jesús nos lo ha mostrado (Mt 6,32), que Dios acompaña siempre su camino vital, que no hace falta que lo llame porque siempre está ahí. Hay que utilizar el salmo con este trasfondo evangélico que va más allá del horizonte inmediato del salmo.

         La estructura sería:

 

1)    Primera parte (Estrofas 1ª-3ª): grave situación del orante y certeza de que Dios actuará.

2)    Segunda parte (Estrofas 4ª-8ª): acción de gracias porque se cree que Dios ha intervenido.

 

Desde Jesús

 

         El modo de acompañamiento no intervencionista de Dios no es pasividad. Se desvela en la actuación de Jesús con los excluidos. ¿Cómo  ha sido el trato de Jesús con los excluidos? De los relatos evangélicos se deduce que Jesús no ha juzgado a quien la sociedad excluye; ha tenido otro tipo de valoración; ha sabido superar con normalidad el muro de la debilidad moral; y, por lo mismo, no han salido de su boca las palabras de condena que la sociedad emplea para valorar-juzgar-condenar a quien ya lleva encima su propia condena. Además, no ha sacado beneficio de la exclusión, no ha funcionado con una mentalidad paternalista que, a la postre, persigue la gloria del donante más que el beneficio del receptor. No ha funcionado con el presupuesto de la condicionalidad y, por lo mismo, no ha puesto requisitos para ser acogido y aceptado. Ni siquiera, por ello, ha exigido ninguna conversión o cambio de vida: si se cambia, mejor; si no, se aguarda. Nunca se ha puesto Jesús como referente moral ante los excluidos: él ha empatizado con ellos porque, de algún modo, pertenecía a su ámbito.

El trato de Jesús con los excluidos tiene un componente de militancia que raramente se subraya. Relatos como el de la curación del hombre con el brazo atrofiado en Mc 3,1-7a son más relatos de inserción social que de curación: el excluido ha de ocupar su lugar natural que no es otro sino el del centro de la comunidad humana (“ponte en medio”). En el pasaje de la curación de un leproso en Lc 5,12-16 se percibe con claridad la militancia de Jesús en contra de la exclusión: se ordena al leproso ofrecer lo que prescribió Moisés “como prueba contra ellos”, contra los sacerdotes que han legislado mal al declarar como ley la exclusión de leproso. Tendría que haber sido al revés: el enfermo dentro de la comunidad, dentro del campamento, acogido por el amor social. Incluso en relatos como el de la multiplicación de los panes, en Mc 6,32-44, se percibe el afán militante de Jesús por establecer mecanismos económicos distintos a los de uso social corriente: se quiere decir que compartiendo llega para todos, no siendo obstáculo la pobreza. Hablar de exclusión sin una militancia en el terreno práctico es casi hablar en el vacío.

 

Orar en comunidad

 

         Lo más probable es que se haga a dos coros. También se podría hacer en el modo “lectura en silencio”: cada una lee el salmo y se aclama con el gloria al Padre y la antífona.

 

Dimensión social

 

De una manera popular decimos que la vida cristiana consta de dos dimensiones: una vertical (la relación de la persona con Dios) y otra horizontal (la relación del hermano con el hermano). Según este afán de venir de Dios a la historia, no hay más que una dimensión, la horizontal, la fraterna en la que se metido Dios. Dios quiere que le amemos amando la historia en la que él habita. Así se evita el peligro de antropofagia de toda dimensión vertical. Dios nos habita con la intención de no irse de esta casa “prestada” (que es la que nos ha dado).

No hay que hacer ningún éxodo, porque así se había dibujado el afán creyente: hacer un éxodo en busca de Dios. Pero si él ha tomado la historia como casa, no hace falta ningún éxodo. Lo que es preciso hacer es una búsqueda hacia dentro, apuntando al fondo de la vida, de la realidad, porque ahí ha puesto el amor del Padre su morada. La mirada a la historia es la mirada al Dios que habita en ella.

 

 

 

 

30

SALMO 71

(Jueves, Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         Este es uno de los siete salmos llamados “reales” en que se canta la espiritualidad de la monarquía de Israel que tenía que haber sido alternativo y, en general, fue como todas. Los salmos han querido dar otro aire a la monarquía y han entendido la figura del rey como lugarteniente de Dios, fuente de bendición, defensor de los pobres, pastor del pueblo, etc. Pero no han conseguido nada.

         En este salmo un cantor describe el estilo de rey que el pueblo quiere: que sea amante de su pueblo, rey pacífico cercano a los pobres, etc. No se logró. Las monarquías van a lo suyo.

         La estructura podría ser:

 

1)    Introducción (Estrofa 1ª): Un reinado de justicia para los humildes.

2)    Cuerpo (Estrofa 2ª-10ª): votos por el rey y aclamación de la multitud.

3)    Conclusión (Estrofa 11ª): Con la  bendición de Dios.

 

Desde Jesús

 

Si en algo son claras las palabras de Jesús que nos transmiten los evangelios es en pretender hacernos ver que su propuesta es, ante todo, una propuesta de vida  social, más que una propuesta religiosa. Efectivamente, la suya es, inicialmente, una propuesta de amor a los frágiles sociales. Y ello por una razón muy simple: porque su evangelio es para ellos. De ahí que el evangelio trate de reorientar la mirada que los seguidores de Jesús tienen de los enfermos, los publicanos, las mujeres, los niños, los extranjeros, etc. Mientras esos colectivos no entren en los parámetros del seguidor, es que todavía no se ha entendido bien su propuesta. Decir que la suya es propuesta para “estigmatizados” puede parecer excesivo, pero tal vez no lo es tanto.

         Las palabras de Jesús que nos han transmitido parecen ser una propuesta de confianza alternativa. Se pretende sustituir los pilares más sólidos de arraigo social (el dinero, la posesión de tierra, los sistemas de patronazgo, la capitalización) por otros alternativos como la generosidad que lleva a dar y sobre todo a darse; la no acumulación que lleva al simple compartir creyendo que por ese camino llega para todos no siendo obstáculo la pobreza; el tener a los humildes por verdadero tesoro creyendo que ese es el tipo de “riqueza” que Dios quiere; la liberación de la tiranía del tener como liberación de una de las más grandes fuentes de preocupaciones; la posibilidad del buen vivir como pájaros o lirios controlando las excesivas preocupaciones, etc. La pregunta final es en qué se está poniendo la confianza, en lo que tienes o en lo que son los demás. Las palabras de Jesús apuntan a otra confianza; mientras se esté en la de siempre, no se habrá dado el paso necesario para entender su propuesta.

 

Orar en comunidad

 

         Podría leerse a dos coros todo seguido o con interrupción en dos partes. El canto le va bien (“Tu reino es vida”).

 

Dimensión social

 

La propuesta de Jesús apunta a nuevo horizonte humano, a una sociedad alternativa. A muchos cristianos esto les parece poco. Creen que si no entra en la propuesta de Jesús el tema de la salvación eterna la cosa está coja. Pero, en realidad, lo dicho es, justamente, la senda de toda salvación. Además, se aduce como argumento en contra que muchos filósofos, pensadores, filántropos, personas lúcidas han tenido y tienen sueños similares. ¿Es argumento en contra o a favor? Jesús se suma, se encarna, en la gran corriente del caminar humano hacia su plenitud. No se diferencia de las grandes personas de la historia por lo que le distingue de ellas, sino por lo que le une a ellas. Su asumir el fondo de lo humano lo une a la gran fraternidad de las personas en su lado más humanizador. No es Hijo por su diferencia con lo humano, sino por su hondísima comunión con ello. Y tampoco se puede aducir que una manera tal de entender la propuesta de Jesús sea algo carente de fe. No, es una propuesta de honda fe en los planes de Dios sobre lo humano, aunque no pide, de inmediato, como respuesta los modos religiosos. Quizá por estas sendas se podría superar algo el descrédito social que sufre la realidad de Dios.

 

 

31

SALMO 50

(Viernes, Laudes)

Contenido bíblico

 

         Es difícil entender la fe cristiana sin recurrir al sentimiento de pecado. Esto no es solamente ver el pecado cometido, sino también generar una mentalidad, unos sentimientos, un estado anímico que te define, de primeras, como pecador. No se te percibe como criatura fruto del amor del Padre, sino, ante todo, como criatura pecadora. La doctrina del pecado original y de las “fotocopias” ha sido terrible.

         El mismo Sal 50, considerado una cumbre dentro de los salmos penitenciales, ha sido leído desde ahí. La primera parte describe la vida en el ámbito del pecado; la segunda en el de la gracia (técnica pedagógica empleada también en Romanos: empezar por lo negativo para construir lo positivo). Pero es la primera parta la que ha prevalecido y ha hecho desaparecer a la segunda. La gracia se ha esfumado; el pecado y su espiritualidad lo han copado todo. Es hora de dar un giro a todo esto.

         Como decimos, la primera parte del salmo (estrofas 1ª-5ª) describe el dominio del pecado con el mantra de la culpa-pecado-delito-maldad repetido machaconamente. Esto se ha metido en el corazón de los creyentes (el Papa pide que se rece por sus pecados; Boff se denominaba “teólogo y pecador”). Poco a poco vamos dándole otro giro.

         La segunda parte (estrofas 6ª-9ª, la 10ª es un añadido) describe la vida en la alegría de la salvación; algo de eso es la gracia. Una gracia que tiene que ver con la justicia, que no es algo dado sin trabajo. En cualquier caso, Dios no nos quiere “quebrantados y humillados”, aunque sí humildes. Nos quiere erguidos en la altura de nuestra estatura humana, sin ser soberbios por encima de ella. Este salmo ha de ser reelaborado por nuestra espiritualidad cristiana para que no sea más leña echada al fuego de la culpa.

 

Desde Jesús

 

         Vemos en muchas escenas del evangelio que Jesús ha sido un liberador de la culpa:

  • Dice en Lc 14,5 que en sábado también hay que sacar de la zanja a la persona que está oprimida por la ley y por la culpa.
  • En Mc 3,5 se insta al hombre de la mano atrofiada a que extienda el brazo (el malo o el bueno), a que desarrolle sus potencialidades liberándose de trabas.
  • En Jn 5,1-9 se libera al paralítico de la camilla que lo tenía atado de por vida diciéndole que dentro de él anida la fuerza de la vida.
  • En Jn 8,11ss se dice a la mujer sorprendida en adulterio que nadie le condena porque no pesa condena alguna sobre la dignidad creacional.

Definir a Jesús como un “liberador de culpas” sería inusual, pero no inexacto.

 

Orar en comunidad

 

         Si se hace a dos coros, bien. Quizá se podía distinguir entre la primera parte (una lectora) y la segunda (toda la asamblea) para dar más énfasis a la segunda.

 

Contenido social

 

         Verse libres de la culpa es, dicho de manera positiva, sentírse llamado a construir un cierto señorío sobre nuestras propias vidas. Para muchas personas, para una notable parte de la humanidad, hablar de señorío sobre sus vidas puede parecer insultante de tan dura y oprimida que es su existencia. Para el resto, sin ser la cosa tan dramática, sin ser algo tan extremo, puede resultar ilusorio hacer la propuesta de un enseñoreamiento del camino histórico. Y, sin embargo, hay algo en las entrañas de lo humano que le hace aspirar al señorío y no al sometimiento. Ni siquiera la culpa de fondo o el pecado religioso añadido logran extinguir ese anhelo.

         Pero este señorío, si es que se considera una utopía sostenible, no va a venir llovido del cielo, sino que ha de ser construido pieza a pieza, esfuerzo a esfuerzo, alternando fracasos con éxitos.

         El evangelio marca las sendas de lo que puede llevar al señorío de lo humano más allá de la fragilidad. En primer lugar  es una cuestión de lucidez ante la evidencia del sistema y nuestra pertenencia inevitable a él. Mientras se le haga el juego al sistema de manera indiscernida, éste se frota las manos. Por eso, todas las sendas sociales “adespóticas”, alternativas, tanto en economía como en pensamiento político son el camino para el señorío. Que el sistema se presente como un torrente que anega el todo de la vida social no ha de ser óbice para pensar que tal torrente puede ser en parte sorteado y con ello, de alguna manera, frenado.

         Además resulta necesaria la conciencia de responsabilidad personal y colectiva. Echar el peso de la construcción del señorío a fuerzas ajenas a uno mismo, es inhibirse del trabajo que a cada cual corresponde para que este asunto pueda, siquiera, alborear. El sistema desrresponsabiliza; ahí se halla uno de sus recursos. Y cuando nadie es responsable, el proceso se detiene. Por eso es tan necesario el compromiso privado y el público. Pretender señoríos esquivando la responsabilidad es pretender lo imposible.

         Una tercera senda es aquella que humaniza,  que sana en la base de lo humano. La preocupación por la humanización es la primera de todo proceso de construcción del señorío y de toda espiritualidad. Una humanización de los sectores más delicados y resbaladizos de la existencia humana, como son los asuntos que tocan a la vida (manipulación genética, ingeniería genética, ética de los límites, etc.), por problemáticos que sean, contribuyen de manera decisiva al enseñoreamiento de la vida.

         Finalmente un cuarto camino es mantener viva la fe en las posibilidades de las personas. O lo que es lo mismo: mantener viva la certeza de la bondad esencial de lo humano, por encima del torrente de maldad que anega el caminar histórico. Si se pierde esta fe, hablar del señorío de la vida es impensable.

         Puede parece que hablar de “señorío” es algo de una soberbia histórica inaceptable, vista la insignificancia que el planeta tierra representa en el conjunto del cosmos. Pero el anhelo no es proporcional a la magnitud física sino a la del corazón. Y ese anhelo de una vida “señorial” en los límites de la historia es algo permanente en el dinamismo utópico de la vida.

 

 

32

SALMO 147

(Viernes, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Los judíos del posexilio han encontrado en Jerusalén un tema inagotable de espiritualidad. En la ciudad se adensaba la presencia de Dios. De tal manera que el reinado de Dios saldrá de Jerusalén (algo de eso pasa por la cabeza de Jesús cuando sube a Jerusalén en su último viaje y por la cabeza de Pablo cuando, según Hechos, él mismo lleva en propias manos la colecta a Jerusalén). El atractivo espiritual de esa ciudad para un judío resulta sorprendente para nosotros.

         Pues bien, Jerusalén es el lugar donde “se anuncia la Palabra”, el lugar predilecto para escuchar el Mensaje. Si no se escuchara, Jerusalén perdería muchos puntos porque en la Palabra sí que se hace más densa la presencia del Señor.

         La estructura podría ser:

 

1)    Invitación (Estrofa 1ªab): que Jerusalén se suma a la alabanza a Dios.

2)    Cuerpo (Estrofas 1c-4ab): acoger la Palabra en Jerusalén es potenciar el Mensaje.

3)    Conclusión (Estrofa 4c): privilegio de Israel.

 

Desde Jesús

 

         Las palabras de Jesús que nos trasmiten los evangelios desvelan con claridad una vivencia de Dios muy distinta a la del AT y a la del judaísmo de la época. Hay un modo cálido y hasta tierno que ha quedado plasmado en palabras, como Abbá, que se tienen por propias de él. Se han materializado en páginas sublimes para hacer ver que su Dios es un padre que espera y perdona siempre. Se ha regocijado porque Dios se ha volcado en los sencillos dejando de ser patrimonio de los poderosos, tan absorbentes. Lo han pintado como uno que sabe en el fondo de su ser que nunca ha estado solo porque el Padre hacía su mismo camino. Incluso en la ruptura total de la cruz quedaba la certeza de que el Padre amparaba su enorme desconsuelo, aunque no lo percibiera. Un Dios para la ternura; algo así es el Dios distinto de Jesús.

 

Orar en comunidad

 

         El salmo pide ser cantado o, al menos, semitonado. Mientras se canta de podía encender una vela ante el ambón.

 

Dimensión social

 

Ya hemos indicado que creemos que la Palabra se vierte en el lenguaje de los humanos y que, por ello, es preciso atribuirle todas las notas de tal lenguaje, los aspectos luminosos y los más grises. Comenzando por estos, hay que decir que la Biblia ha sido escrita por hombres, con lo que se quiere decir que está afectada de patriarcalismo y machismo. El patriarcalismo se manifiesta en la evidencia de que la indudable presencia de las mujeres está situada en un segundo plano como la cosa más natural. El machismo está sembrado por múltiples páginas de la Biblia con la angelical extrañeza de quien no se siente culpable para nada. Es cierto que las páginas bíblicas contienen semillas de liberación para las mujeres. Pero son eso, semillas que es preciso sembrar en otra tierra, la de la secularidad, para que germinen.

         Una de las notas grises que mejor se detectan en la Biblia es su lenguaje violento. Todas las instancias lectoras, aun las de la Iglesia oficial, tratan de minimizar loes efectos devastadores de este componente. Es una de las principales razones que se aducen para abandonar la oración con los salmos, para desautorizar a Pablo y, en parte, al mismo Jesús y para tipificar al Dios bíblico como un Dios violento en general. Hay que volver al planteamiento inicial: esa es la manera de antropormorfizar a Dios de quien tiene por suyo el argumento de la violencia. Ese componente atávico se compagina mal con el Dios de Jesús. De ahí que los textos violentos (Apocalipsis, por ejemplo) tienen un problema con los evangelios. Aun tratando de explicarlos y de entenderlos en su contexto, habrían de ser censurados en el uso espiritual y litúrgico. Jesús mismo parece que también lo hizo. El lector de la Biblia desde la perspectiva de Jesús tendrá que ser “censor”, a su vez, de muchos pasajes de la Biblia.

 

33

SALMO 118,73-80 (Yod)

(Viernes, Hora intermedia)

 

Contenido bíblico

 

         Seguimos topándonos con el Sal 118, salmo del amor a la Palabra. Poco a poco, “como baja la lluvia” (Is 55,10-11), el salmo quiere ir suscitando en sus lectores un amor fiel a la Palabra, un andar a su sombra, un sentirse siempre acompañado por ella. Vivir por la Palabra y para la Palabra, hermosa vocación compatible con cualquier vocación carismática.

         La “perla” de esta estrofa podría ser la expresión “he esperado en tu palabra”. Mantenerse a la espera, no desfallecer, creer que la Palabra puede ser fuerza y luz, he ahí los motivos consecuencias de la espera.

         La estructura podía ser:

 

1)    Esperar en la Palabra (Estrofa 1ª)

2)    La Palabra, mi delicia (Estrofa 2ª)

3)    Volver siempre a la Palabra (Estrofa 3ª)

 

Desde Jesús

 

De las palabras de Jesús parece derivarse también una propuesta de comprensión social distinta. Es la certeza de que se puede apuntar a crear una sociedad sobre mecanismos sociales diferentes. El más básico es el de la mera igualdad, algo que las palabras de Jesús tienen siempre entre ceja y ceja: primeros que serán últimos y últimos que serán primeros; ser primero siendo servidor de todos; pago común e igualitario aunque el rendimiento no haya sido similar; etc. Lo más nuclear de  esta propuesta de mecanismos sociales distintos es la indiscutible certeza de que los pobres tienen un lugar central en la oferta de vida de Jesús, no por el hecho de que sean mejores moralmente, sino por el argumento de su propia necesidad; ellos se sitúan en el centro porque la propuesta lo es en torno a su situación de pobreza. Pretender recrear la propuesta de Jesús sin esta centralidad del pobre es arriesgarse a distorsionarla.

 

Orar en comunidad

 

         El salmo se hará, normalmente, a dos coros. Podría emplearse la sencilla fórmula de leerlo libremente.

 

Dimensión social

 

Se van urdiendo caminos humildes de recreación de las palabras de Jesús. En medio de la sempiterna prédica religiosa, hay evangelizadores que se empeñan en unir la Palabra y el acontecimiento social. La aquiescencia de la mayoría del auditorio habla de que ahí existe una posibilidad. En el organigrama de parroquias normales se incluyen grupos bíblicos que trabajan no en la mera repetición de lo recibido, sino también en la búsqueda y el ahondamiento que renuevan la lectura. Hay también grupos creyentes menos estructurados en cuyos programas de reflexión y de vida siempre cuenta la lectura del evangelio; no se cansan de ahondar en la insondable posibilidad de lectura. Incluso en la sociedad laica hay foros de debate donde deliberadamente se hace un hueco a la teología y a la palabra evangélica.  Siempre que se trate el tema con sensibilidad y cuidado, el respeto y la acogida están asegurados.

         En esta época nuestra sigue habiendo unas carencias importantes en el tratamiento de las palabras de Jesús que nos reportan los evangelios. Echamos en falta trabajos bíblicos de lectura política de los evangelios. Hubo hace años un amanecer que prometía mucho; quizá fue sofocado con la cantinela de que política y religión han de ir por vías separadas o, en el caso de la teología de la liberación, por el supuesto mal uso de un análisis político de hechura marxista. Se desearía, así mismo, una lectura económica de los evangelios, convencidos de que hay mucho que decir en ese terreno. Y también es muy útil una lectura social del evangelio porque, entre otras cosas, tal lectura devuelve brillo al texto evangélico e ilumina las situaciones oscuras del presente colaborando a su asimilación humana.

 

 

34

SALMO 58,2-5.10-11.17-18

(Viernes, Hora intermedia)

 

Contenido bíblico

 

         Podría denominarse este salmo como “salmo de fracaso humano”. El orante pide la ayuda de Dios a costa de aniquilar a sus enemigos. Es un salmo violento que ha quedado un poco suavizado al expurgarle los versículos más crueles. Creemos que este salmo debería haber sido suprimido entero para la oración porque es la plegaria de un violento (también los violentos oran con plegarias de violencia

         Sabiéndolo, nosotros habríamos de rezarlo “contra él” (forma adulta de leer) apoyados en el evangelio de la paz y en la certeza de que una relación humana, sea cualsea, que termina en muerte es un fracaso. Dios nos ha creado para la buena relación, no para el enfrentamiento.

         La estructura podría ser:

 

1)    Primera parte (Estrofas 1ª-3ª): invocación a Dios como socorro en una gran calamidad.

2)    Segunda parte (Estrofas 4ª-6ª): petición de liberación y don de las certezas de fe.

 

Desde Jesús

 

         Lo opuesto a las actitudes violentas es el cuidado. A eso se ha apuntado Jesús, como lo muestran las páginas evangélicas. Más allá de cualquier derrota, la apuesta por los cuidados es un triunfo porque supone la verificación de que desde el comienzo de los tiempos lo que verdaderamente ha salvado a la persona es la empatía en el dolor, no la competitividad. Los medios nos dicen que la competencia mueve la sociedad, pero en realidad la mueven y la sostienen los cuidados. Por eso mismo, el fracaso concreto en la batalla contra el dolor no destruye el camino de comunión humana que entrelaza la suerte de unos con la de otros. Cualquiera que lea las páginas evangélicas puede deducir que la desigual lucha de Jesús contra el dolor acabó, no hay más que mirar a la cruz, en un tremendo fracaso. Pero su aportación al acervo de humanidad queda intacta. Por eso su fracaso es, en el fondo, un triunfo enorme.

 

Orar en comunidad

 

         El salmo se leería a dos coros. Así pasa más desapercibido. Podría leer también personalmente en silencio.

 

Dimensión social

 

Un modo de evidente desactivación de la Palabra se da en el uso que no pocos políticos hacen de la Biblia. Resulta inaceptable el enarbolamiento de la Biblia, como símbolo de la fe, para presentarse como aliado de la divinidad que apoya una concreta opción política. Se trata, en el fondo, de una manipulación burda de lo divino que, por lo visto, da pingües resultados electorales. El Dios manipulado, preso de maniobras políticas, nada tiene que ver con el Dios de Jesús y ni siquiera con el del AT. Coartar la libertad de Dios es máxima expresión de increencia. Quien enarbola la Biblia es, por ese motivo, un alejado de la fe bíblica. El poder que se aferra a la Biblia como símbolo a su favor sufre, en realidad, una constante y fuerte crítica a su gestión política. La palabra que juzga, lo hace en primera instancia a quien la manipula.

         Lo contrario a la Palabra desactivada podría denominarse, tomando la expresión de Francisco de Asís, como “palabras perfumadas”. El perfume es camino de amor hacia la persona querida, ensancha el ánimo y dinamiza la adhesión. A algo de eso apunta la experiencia creyente con la Palabra: la creación de un horizonte de amor donde quien ama se sabe amado. Eso da un sentido nuevo a su existencia. Palabras para vivir de otro modo.

 

 

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SALMO 59

(Viernes, Hora intermedia)

 

Contenido bíblico

 

         Ahora que estamos viviendo grandes derrotas en una guerra como la de Ucrania lo entendemos: este salmo es una plegaria en las grandes derrotas sociales. Es cuando el vendaval de la guerra se lleva todo por delante. Esta plegaria  quiere buscar motivos de aliento ante esa derrota colectiva.

         Cree el salmista que Dios está de su lado y en contra de sus enemigos. Habrán de pasar muchos años para entender a un Jesús que viene a decir que Dios no está contra nadie sino a favor de todos (Mt 5,45).

         La estructura podría ser:

 

1)    Primera parte (Estrofas 1ª-3ª): lamentación ante la derrota nacional.

2)    Segunda parte (Estrofas 4ª-6ª): oráculo del poder de Dios sobre los pueblos.

3)    Tercera parte (Estrofas 7ª-8ª): complemento de la lamentación y búsqueda de motivos de esperanza.

 

Desde Jesús

 

Más allá de las dificultades evangélicas en torno a los conflictos, parece quedar claro que el tema de la construcción de la paz resulta prioritario. El núcleo del sencillo mensaje del reino que se ofrece en las aldeas es la oferta de la paz mesiánica (Mt 10,12). El mundo de la mediación habría de ser, en ese caso, un ámbito prioritario para las religiones y el fomento de la violencia desde el hecho religioso sus antípodas. Todo lo que se haga en esa dirección conecta con una veta profunda de la propuesta de Jesús.

 

Orar en comunidad

 

         Se puede rezar a dos coros o entre tres personas leyendo cada una la parte correspondiente.

 

Dimensión social

 

Cuando el conflicto nos aflige las reacciones comunes son: tratar de ignorarlo, huir de él, ocultarlo tras un conflicto mayor, minimizar y banalizar sus consecuencias, exagerar sus dimensiones si con ello se logran réditos. Mil caminos que enmarañan el problema y, además de no solucionarlo, impiden la posibilidad de un tratamiento paliativo. Quizá sea necesario dar un paso en otra dirección: el conflicto puede ser constructivo, reconducido, encauzado de manera que los costes de la elaboración no sean desproporcionados con el cambio que se ha producido.

         Por eso, hay una variable saludable en el tema de los conflictos: la posibilidad de generar dinamismos de búsqueda que puedan o no abocar a una solución total o parcial del conflicto. De ahí que los trabajos en la elaboración de conflictos nunca han de ser considerados estériles, por más que, con frecuencia, así lo parezcan. Más aún: tanto la elaboración como la posible solución demandan unas categorías preñadas de sentimientos que solo el corazón conoce. Y ahí no es fácil acceder. A nadie le resulta fácil sustituir la ley del talión por el perdón. Son categorías más cordiales que racionales y muy fecundas a la hora de superar la conflictividad, a la hora de dinamitar los paréntesis que más pronto que tarde se ponen sobre la mesa.

 

 

 

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SALMO 114

(Viernes, Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         Este es un salmo de acción de gracias con sus elementos clásicos: liberación de las desgracias del pasado y oración de confianza en el presente. Pero, más allá de esos parámetros generales, podría entenderse el salmo como un “salmo de hondos sentimientos” o “salmo de compasión de Dios” porque el tema de la compasión impregna el salmo hasta convertir la certeza en un dogma: “nuestro Dios es compasivo”.

         Quizá le falte extender la compasión al conjunto de los humanos y de la creación. Tal vez, para ello, haya que esperar a Jesús de Nazaret.

         La estructura puede ser:

 

1)    Invocación (Estrofa 1ª): certeza de Dios que escucha.

2)    Intervención de Dios (Estrofas 2ª-4ª): peligro, grito lanzado a Dios, respuesta de Dios.

3)    Lección (Estrofa 5ª): caminar en la presencia del Señor.

 

Desde Jesús

 

Lo sabemos de memoria: ser seguidor de Jesús es la respuesta correcta a la propuesta evangélica. La fe se juega en el seguimiento de Jesús. Lo dicho: lo sabemos de memoria. Por suerte, la espiritualidad del seguimiento ha entrado de lleno en la espiritualidad cristiana. Otra cosa es nuestro nivel real de seguidores. Eso es lo que habrá que trabajar.

El seguimiento es algo que hay que aprender de Jesús. No se trata de estrategias religiosas que yo pueda elaborar. “Estar con él” (Mc 3,14) depende, en gran parte de él. Eso es lo que hay que aprender: a sentirse convocado por él, a verlo como el gestor de mi seguimiento. Dejarle a él esta iniciativa no nos aplatana sino que, por el contrario, nos espolea a hacer camino con él.

No es obstáculo definitivo para el seguimiento la propia limitación. Se puede ser seguidor aunque no se sea del todo coherente, con tal de que no engañemos diciendo que somos coherentes sin serlo y con tal de que pidamos perdón cuando fallemos. También el seguimiento está hecho para los incoherentes, para los “pecadores” (Lc 5,32).

Seguir significa también escuchar, no solamente oír, no solamente aguantar mensajes religiosos que se quedan fuera. Escuchar más con el corazón que con los oídos, rumiar en el corazón (Lc 2,19), darle vueltas en ese interior donde se cuecen los sentimientos, las decisiones y los anhelos.

Desatar el borrico es dejar libre el mesianismo de Jesús que anuncia la felicidad a los humildes. Un mesianismo que está “atado”, oscurecido, siempre necesitado de ser dado a luz. El seguimiento en lo sencillo de la vida, en los anuncios para humildes, en los modos de vida alejados del ruido.

 

Orar en comunidad

 

         Al salmo le va bien el canto (“A ti levanto mis ojos”) o, al menos, un semitonado confiante (en tono mayor).

 

Dimensión social

 

El Dios compasivo es el Dios que se cuela por la rendija de la ternura: Es la puerta que él espera que se abra. Por eso, mientras hay ternura, Dios tiene esperanza sobre nuestro camino humano. Hasta Dios tiene necesidad de la ternura, dice K. Tsiropoulos. Si la dureza envuelve la vida de la persona, el banquete común con la realidad de Dios se hace imposible.

A este Dios no le importa que la puerta esté cerrada a cal y canto. Él llama porfiadamente, como asegura Lope de Vega (“¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?”). Con respeto, sin ser un pesado, pero siempre está ahí llamando, no dejando que pase el tiempo sin más. Su tenacidad está movida por su amor imparable, por la sed que tiene de nosotros, porque le importamos totalmente. Si no, ¿a qué llamar tanto? ¿Cómo encajar la realidad de un Dios tan dependiente de su criatura? Él depende de nosotros ¿cómo nos suena esto?

 Es un Dios sin pretensiones de apropiación: Al estar a la puerta, como un mendigo, está a lo que quieran darle. Ha suprimido de él toda ansia de apropiación. No necesita fieles, ni seguidores obligados, sino personas que quieran estar con él y que consideren interesante e ilusionante su propuesta del reino. No roba nada a nadie, sino que aguarda a que le abran para entregarlo todo.

 

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SALMO 120

(Viernes, Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         Todos convienen en decir que este es un “salmo de confianza” de los muchos que hay en el Salterio. Y, efectivamente, así lo es. Pero también podría entrar en el subconjunto “salmos de protección divina” porque si algo ha tenido claro Israel, incluso en los peores de su trayectoria histórica (el exilio, por ejemplo) es que Dios amparaba sus caminos. Esta espiritualidad del amparo ha pasado a los creyentes individuales que han escrito salmos como éste que nos ocupa. Amparados por Dios, así se refleja en la espiritualidad sálmica.

         La estructura podría ser:

 

1)    Introducción (Estrofa 1ªa): se levanta los ojos para la difícil oración en tiempos malos.

2)    Cuerpo (Estrofas 1ªb-3ª): el “dogma” de la protección de Dios como certeza de fe.

3)    Conclusión (Estrofa 4ª): amparo totalizante de Dios al creyente.

 

Desde Jesús

 

Las mismas narraciones evangélicas han iniciado una reelaboración del grupo y su actividad que irá derivando en una institucionalización. Así es: más que una gozosa cercanía y pertenencia, el seguimiento del grupo se ha entendido en los mismos evangelios como un estilo de vida de radical exigencia. El abandono de la seguridad y posesiones, la priorización del reino sobre las relaciones familiares, la abnegación sin paliativos, el compromiso que no admite dilaciones, la predisposición a aceptar conflictos y penalidades, el entender la vida en modos de “crucifixión” son algunos de los elementos de la radicalización de la espiritualidad del grupo. ¿Conecta todo esto con los inicios, con el deseo de Jesús, con los modos vividos en los años de itinerancia? Los autores lo dan por hecho. Pero, cuando se hable del grupo de Jesús, siempre habrá que recordar la ilusión de los comienzos, el brillo de las primeras mañanas, el amor desde el inicio, asuntos anteriores a lo que reflejan los relatos evangélicos.

         De cualquier manera, con un componente o con otro, se observa en los relatos neotestamentarios que el grupo ha sido una realidad dinámica: el amor inicial ha permanecido, pero se ha ido desplazando hacia una institucionalización e incluso hacia una visión de la vida más espiritual, más dedicada al hecho religioso, más organizada incluso. También habrá que desvelar el crecimiento en entrega a los valores del reino, a la certeza de que pueden hacer parte del hecho social. Se ha creído, de alguna manera, que tales valores encajaban en la simple actividad humana. Habrá que recordar siempre esta conexión social inicial del grupo que luego tomará otros derroteros.

         Por todo lo dicho, el grupo inicial no es modelo de ningún otro, sino ánimo para cualquier grupo que, con sus características, se sume a la propuesta de Jesús, a su sueño ilusionante. Des-modelar modelos apriorísticos es una tarea que puede ser muy iluminadora para los grupos creyentes. Ni siquiera Jesús es modelo de nadie: es ánimo y fuerza, apoyo y amparo, sostén y aliento para caminar en una determinada dirección. Lo importante no será la imitación, sino el camino-con, la senda compartida, la siembra conjunta.

 

Orar en comunidad

 

         Le iría bien el canto (“Levanto mis ojos a los montes”) o un semitonado confiante (en tono mayor).

 

Dimensión social

 

En esta hora de agotamiento ideológico, de parálisis espiritual, de vuelta a los moldes de siempre para obtener los resultados de siempre, la ruaj de Jesús, dinamismo para el amor, puede ser un motivo que alimente una mística de esperanza. Porque esta ruaj es, en primer lugar, una apuesta por la persona y por la sociedad. Cuando, como en Gén 6,6, se está tentado de descreer de la sociedad, el Espíritu de Jesús apuesta cada día, en cada circunstancia por esta sociedad haciendo verdadero que su cometido mesiánico es dar vida y darla en abundancia.

         Ese mismo Espíritu es creatividad para no echarse rápidamente, deliberadamente, en brazos de lo establecido, sino para explorar caminos de una cierta novedad, porque existen y porque son necesarios para recrear una espiritualidad que si no se la renueva se muere. La creatividad tiene como precio el abandono o la relativización de posturas de siempre, muchas veces anquilosadas por la fuerza de la misma ley que las consagra. La comunidad cristiana está necesitada de muchos jóvenes profetas y profetisas que abran camino, y menos de jóvenes, tan numerosos, que estudien derecho canónico.

         La ruaj de Jesús empuja a un diálogo confiado con el hecho social, con todas las consecuencias que eso conlleva. Pretender una misión, un diálogo, una relación social sin abandonar las posiciones consagradas o, peor aún, con la solapada intención de imponerlas es amordazar al Espíritu y exponerse a una fe irrelevante y confinada a los muros de incienso y de silencio del hecho religioso.

         Podría pensar que una tal espiritualidad deja al creyente en una intemperie imposible de ser soportada. Si el Espíritu es viento que sopla donde quiere, hay que tener el vigor suficiente y la necesaria hondura en la adhesión a Jesús para exponerse a ese vendaval y para confiar en que, amparados por su mano, los creyentes saldrán reconfortados. Y, además, el mismo Espíritu suscita el amparo de la comunidad como amparo suyo. Por eso mismo, contra la frialdad del desamparo institucional hay que emplear el abrazo de la comunidad que sostiene.

 

 

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SALMO 91

(Sábado, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Este salmo pertenece a la colección 90-99 que eran una especie de manual de oración para quienes moraban en el Templo. Este salmo canta el gozo de una vida ordenada a la alabanza: quien tiene vocación a la alabanza es un privilegiado de la fe, siempre que esa vocación esté realmente cultivada.

         Es más cuestionable en el salmo el tema de los malvados que no tiene capacidad para digerirlo. Por eso, cuando se ore hoy con este salmo habrá que tener en cuenta eso. Prácticamente te aconsejaría suprimir las estrofas 3ª y 4ª (recordemos el dicho de Platón: “las palabras que no son verdaderas hacen daño al alma”).

         La estructura podía ser:

 

1)    Himno (Estrofas 1ª-2ª): el gozo de una vida ordenada a la alabanza.

2)    Imágenes (Estrofa 3ª-4ª: la hierba de los malvados, se suprime: estrofa 3ª; la palmera del justo: estrofa 4ª).

 

Desde Jesús

 

La confianza y la alegría son los verdaderos cimientos de quien quiere recorrer la senda de la Palabra. Para llegar a esa alegría honda el salmo dibuja todo un itinerario: primero, el corazón; apuntar lo profundo a lo vital, no solamente ni sobre todo a las ideas, a las normas, a las directrices; la adhesión al Padre y a Jesús es cuestión de corazón, de hondura, de mismidad. Luego, la meditación, la reflexión, el ahondamiento, la contemplación, el rumiar, el darle vueltas sin descanso, el mirarlo desde todas las perspectivas, el aprender los mil rostros de la Palabra, el quedarse, el orar estando, el aquietarse, el estar vivos ante Él. Y finalmente, los labios, la alabanza gozosa, deseada, querida, mimada, con aliento dentro, como algo que se hace en el deseo más vivo; una alabanza con alma, con fuste, con anhelo, sin desganas, sin tanto bostezo, sin aburrimiento, sin distracciones fruto del cansancio, sin rutina extenuante. Una alabanza tan mezclada a la vida que se palpa la vida en ella latiendo. Y, andando este camino del corazón, la reflexión y los labios, se llega a esa alegría honda, inarrebatable, extrañamente nuestra, capaz de tenerla por compañera incluso cuando las cosas no van bien. Cuando el salmo dice que su alegría son las obras de tus manos, así lo cree porque experimenta el gozo de la Palabra en modos tangibles, porque nota en sí mismo/a cómo andar en la Palabra le deja contento/a.

 

Orar en comunidad

 

         Al salmo le va bien el canto (hay versiones) o un semitonado en tono mayor.

 

Dimensión social

 

Yendo a niveles elementales, el mensaje evangélico se frustra porque no existe preocupación pedagógica. Esta es aquella que tiene como deseo vivo que, en primer lugar, el mensaje se entienda y, en segundo lugar, entre no solo en la cabeza sino también en el interior de la persona. Muchos templos no son propicios para el primer supuesto y las toses, sonidos de móviles, gente que llega tarde, etc.,  no ayudan tampoco para el segundo. La participación de los laicos en las lecturas es un paso necesario. Habría que animarles a que se preparan las lecturas porque, con frecuencia, contienen términos y expresiones difíciles. No es de recibo responder con entusiasmo “¡te alabamos, Señor!” sin haberse enterado del contenido por el que decimos alabar a Dios. Los lectores y el predicador han de tratar de “seducir” al auditorio para que se logre el primer paso del comino dialógico del mensaje cristiano.

 

 

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SALMO 8

(Sábado, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Este salmo es un himno teológico: se canta la naturaleza como camino hacia Dios. La naturaleza es lenguaje de Dios. Se ensalza a la naturaleza para llegar a ensalzar a Dios. Esa es la preocupación espiritual del orante.

         Pero hay un tema sembrado en el salmo qe nos interesa porque no es habitual: el tema de la dignidad humana  (“lo coronaste de gloria y dignidad”). Podría denominarse “salmo de dignidad”. Subrayamos esto porque no suele ser un tema habitual en la Biblia. La dignidad humana lleva a Dios más que cualquier otra creatura.

         Esta podría ser la estructura:

 

1)    Estribillos (Estrofas 1ª y 6ª): invocación al Dios a quien se quiere alabar.

2)    Relativizar (Estrofa 2ª): el tema de los enemigos, del adversario. Si se suprimiera esta estrofa, mejor.

3)    Cuerpo del himno (Estrofas 3ª-5ª): la naturaleza y la dignidad humanas sendas que llevan a Dios

 

Desde Jesús

 

        Por más que el término “dignidad”, como tal, no aparezca en los evangelios, el concepto de dignidad común es esencial. De no ser así, ¿en base a qué va a hacerse la propuesta a gente marcada? En el grupo de Jesús hay personas ambiciosas, violentas, corruptas, desconfiadas, capaces de traicionar, etc. Si a ellas se les propone la oferta es que Jesús salta el muro de la debilidad moral y conecta con la dignidad de fondo que hay en toda persona. Por eso, toda persona, por el mero hecho de serlo, es candidata al programa. No hay una teoría evangélica explícita sobre la dignidad. Pero su siembra es en ese campo lo que da una idea de cómo Jesús pudo forjar un hermoso mecanismo de inclusión.

         Ya hemos indicado que esta propuesta basada en la dignidad ha saltado el muro de la moralidad. Al evangelio, lógicamente, le interesa subrayar el valor del buen comportamiento moral. Pero eso no impide que la oferta del programa se haga a personas de dudosa vida moral o directamente inmoral. El evangelio no es para buenos, sino para gente animosa. El tratamiento de lo moral vendrá después. Saltar ese muro ha tenido que ser un gran esfuerzo espiritual para Jesús, perteneciente a una cultura de fuerte componente moralista. De hecho, en los evangelios siempre persigue a Jesús un cierto menosprecio por su supuesta laxitud en temas de moral, lo que le hace granjearse fama de “comilón y borracho, amigo de pecadores” (Mt 11,19). El hecho religioso refuerza el moralismo; saltarse éste era saltarse aquel. Con esta clase de mecanismos se hacía posible la inclusión de los rechazados por cualquier normativa moral. De lo contrario, el muro siempre estaría ahí.

 

Orar en comunidad

 

         Le va bien el canto (hay músicas). Si se hace semitonado, en tono mayor.

 

Dimensión social

 

El teólogo J. Sobrino fue quien, en su día, acuñó la expresión “santidad de vivir” y quien dio una hermosa  definición: «Me gusta pensar que en la decisión primaria de vivir y dar vida aparece una como santidad primordial, que no se pregunta todavía si es virtud u obligación, si es libertad o necesidad, si es gracia o mérito. No es la santidad reconocida en las canonizaciones, pero bien la aprecia un corazón limpio. No es la santidad de las virtudes heroicas, sino la de una vida realmente heroica. No sabemos si los pobres que claman por vivir son santos intercesores o no, pero mueven el corazón. Pueden ser santos pecadores, si se quiere, pero cumplen insignemente con la vocación primordial de la creación: son obedientes a la llamada de Dios a vivir y dar vida a otros, aun en medio de la catástrofe. Es la santidad del sufrimiento, que tiene una lógica distinta, pero más primaria, que la santidad de la virtud».

Hablamos de “santidad primordial”. Cuando oímos hablar de santidad el vocablo nos lleva inmediatamente a los santos de los altares. Pero estamos hablando de otra cosa. Hablamos de amor a la vida, de deseo de dicha, de vida con sentido, de entregas humildes pero básicas, de solidaridad en las situaciones de pobreza más elemental. Pensamos que, quizá, hasta el vocablo “santidad”  le va mal. Es algo primario, que brota sin más, como una respuesta natural al dolor ajeno.

Por eso el santo que vive y hace vivir no se pregunta si eso es “virtud u obligación”, posiblemente ninguna de las dos cosas; ni “libertad o necesidad…gracia o mérito”. No se hace esas preguntas: vive y ayuda a vivir porque le brota de dentro, como algo natural, si saber de qué fuente. El que sea una santidad tan “inconsciente” no la hace menos hermosa. Se extrañarían si les preguntaran por qué lo hacen. No tendrían respuesta y se quedarían incluso confundidas. Hay que hacerlo porque hay que hacerlo, sin más.

Es evidente que no se vea en esta entrega al frágil “la santidad de las canonizaciones”. Ese es otro cauce. No lo hacen por Dios, sino por la persona débil, por ellos mismos que se ven en la debilidad de la persona caída, por la dignidad humana del caído y por la propia. El que lo hagan “sin reflexión”, el que se quede la cosa sin reconocimiento,  no priva de hermosura a su obra. Y, desde luego, “bien la aprecia un corazón limpio”. Porque siempre habrá gente que lo aprecie, aunque no se lo diga, aunque no tenga publicidad ni relevancia. Para quien recibe ese amor humilde, esas personas serán “santas”, siempre estarán en el corazón. Y si no se les aprecia, siguen siendo “santas”.

Lógicamente “no es la santidad de las virtudes heroicas”, nunca se hará sobre ellas un Decreto que lo pruebe. Pero encierran “una vida reamente heroica”. No hacen milagros que interrumpen el curso de los acontecimientos, pero sí que obran el gran milagro de que la vida sea un poco más digna y más humana. Por eso, nunca recibirían el calificativo de héroes, no saldrán en la prensa, pero su buen hacer queda en el fondo del tesoro de la vida.

Nadie rezará ante ellos, no serán santos “intercesores” pero mueven el corazón humano y desatan la ternura del mismo Dios que reconoce en ellos, más allá de la bruma, a sus hijos queridos. Nadie les pedirá gracias y dones. Pero ellos, por su cuenta, han derramado el don del amor  en el pequeño recipiente del pobre socorrido.   Por eso, aunque ellos quedarían asombrados por ello, son ejemplo de humanidad y de fe, como aquel samaritano compasivo del que habló Jesús con tanto acierto.

Es verdad que son “santos pecadores” porque la limitación acompaña sus vidas y no están libres de pecado. Quizá ellos son los primeros en reconocerlo porque palpan a diario sus limitaciones. Pero cumplen la vocación básica, la de “crecer y multiplicarse” no solo en número, sino, sobre todo, en bondad. Así, sin pretenderlo, obedecen “a la llamada de Dios a vivir y dar vida” que es la auténtica vocación humana, el cimiento donde se asienta toda otra vocación. Y esto lo hacen “en medio de la catástrofe”, en los escenarios de mayor pobreza, allí donde la vida grita su necesidad.

Esta podría ser llamada también “santidad del sufrimiento” porque la respuesta que da al sufrimiento ajeno desvela la enorme talla moral de esa persona. No está opuesta a la santidad de la virtud porque esta se ocupa muchas veces del sufrimiento de los demás. Pero lo suyo no es ahondar en el cielo de lo divino, sino en el abismo de lo humano.

 

 

40

SALMO 118,81-88 (Caph)

(Sábado, Hora intermedia)

 

Contenido bíblico

 

         Nos volvemos a encontrar con este inacabable salmo de la Ley, del amor a la Palabra, en su letra Caph, la décima letra del alfabeto hebreo. Es una suerte poder rumiar y desmenuzar este poema apreciando en cada estrofa una “perla”.

         La de esta estrofa la ponemos en la última estrofa: “por tu bondad dame vida”. Apunta a la espiritualidad del amor a la vida porque si ese amor no se puede ni amar ni creer. No hay que menospreciar ni desprestigiar la vida. Es el regalo de amor que Dios ha hecho con nosotros.

         La estructura podría ser:

 

1)    Deseo ardiente (Estrofa 1ª): me consumo (dos veces).

2)    Anhelo de justicia (Estrofa 2ª): ¿Cuándo? La gran pregunta.

3)    Dame vida (Estrofa 3ª): la vida como ámbito de experiencia creyente.

 

Desde Jesús

 

        

Una bondad la de Jesús que se manifiesta en obras buenas, en acciones solidarias, en interés por los caminos de la persona, sean cuales sean. Es el Jesús de los caminos donde ha encontrado la tierra sedienta de bondad. Él ha derramado en esos surcos de dolor la bondad, por más que su obra bondadosa fuera, con frecuencia contestada. No ha querido que le llamaran bueno, porque consideraba que la bondad plena era atributo exclusivo de Dios, aunque la primitiva fe lo definiera como “bueno” tanto como hijo del Altísimo.

Por eso Jesús ha querido crear en su vida escenarios cotidianos de bondad y de generosidad. Su gran aportación al hecho histórico no está en el lado de lo religioso, por más que ahí se halle también un valor. Es su aportación al caudal de la bondad histórica que riega el interior de la vida su más valiosa colaboración. Por suerte no es el único porque la vida humana, el cosmos incluso, sin la bondad iría a su ruina. Pero el creyente, el oyente y lector de la Palabra, desvela en su trayectoria bondadosa la certeza de la realidad de Dios como fuente del amor.

 

Orar en comunidad

 

         Normalmente se rezará a dos coros. Por su carácter sapiencial le va bien el que lo haga una sola lectora. La asamblea reflexiona.

 

Dimensión social

 

Herederos de una tradición religiosa que ha creído que lo mejor era poner el énfasis en la otra vida minusvalorando ésta, se nos hace extraño decir que para creer en la resurrección es preciso amar esta vida. La creemos, a veces, tan pobre, tan marcada por la limitación, la enfermedad, el desamor y la muerte que llegamos a la conclusión de que esta vida vale poco, de que es un exilio, un valle de lágrimas.

Sin embargo, es el regalo de amor que nos ha hecho el Padre. De manera que su valor, dentro de sus límites, ha de ser grande, porque grande es el amor del que procede.

Habríamos de hacer y aprobar un curso de amor a la vida, donde se aprendiese a disfrutar con poco, a amar las cosas que Dios pone cada día en nuestras manos, a agradecer cada amanecer, a sentir gozo por las relaciones sencillas, a disfrutar de los amores cercanos. Si no sabemos gustar esta vida, ¿cómo vamos a entender el disfrute pleno de una vida resucitada?

Más aún, creer en la resurrección no es, principalmente, tener unas ideas religiosas. Es difundir con el propio testimonio el gusto por la vida, ser apóstoles del gusto por la vida. Contribuir a una vida sencilla, gozosa, amable, disfrutante. Por sencillo que parezca, quien cree en la resurrección habría de contagiar el gusto por la vida.

El gusto por la vida se contagia con la amabilidad, la sonrisa franca, el buen gusto, el gozo compartido, la intención renovada de contribuir a que la vida del otro sea más gozosa. Se contagia con una fe sencilla y viva. El gusto por la vida se contagia acompañando, consolando, apoyando, perdonando, relacionándose bien.

 

 

41

SALMO 60

         (Sábado, Hora intermedia)

 

Contenido bíblico

 

         Es un salmo breve pero complejo: se ora por los dos grandes amores del israelita, Jerusalén (con el Templo) y el rey. Para nosotros, superadas esas realidades, la oración por lo que uno ama (la comunidad, la Iglesia, los pobres) adquiere un horizonte ilimitado. Orar por los que se ama es una forma excelente de amor (más todavía, hacerlo por aquellos con quienes se tiene dificultad).

         La estructura podría ser:

 

1)    Primera parte (Estrofas 1ª-3ª): súplica por la ciudad.

2)    Segunda parte (Estrofa 4ª): súplica por el rey

3)    Voto litúrgico (Estrofa 5ª).

 

Desde Jesús

 

Dios no tiene rostro. Pero buscar el rostro de Dios ha sido un anhelo repetido en el ámbito religioso. En el caso de Jesús, y según los evangelios, no hay búsqueda explícita de tal rostro, pero sí lo hay de los rostros heridos por la vida de quienes andan en los caminos. En tales rostros ha ido Jesús buscando los rasgos del rostro de Dios. En su anhelo de vivir ha ido percibiendo al Dios de la vida; en sus orfandades ha entendido mejor que Dios era Padre; en su necesidad de acogida ha creído entrever al Dios que se busca un hueco en la mesa con pecadores; en su honda necesidad ha caído en la cuenta del Dios que se autoinvita a la cena que quiere compartir con la historia.

 

Orar en comunidad

 

         Se hará normalmente a dos coros, pero puede recitarlo una lectora al ser salmo de oración individual.

 

Dimensión social

 

Viendo los cancioneros religiosos que se emplean en nuestras asambleas cristianas, se tiene la impresión de que los cantos de la fe son a beneficio de inventario del cantor. En la mayoría de textos, el cantor es el centro. El yo lo ocupa casi todo, de manera que no se sabe si se canta la  fe o mi fe. Se podría decir que son textos orantes afectados por la “enfermedad del yo”. Hasta ahí se cuela.

         La manera de desplazar al yo de los cantos de la fe es tener claro que lo importante del canto es que la comunidad, la asamblea, se apropie del texto y genere en ella la experiencia de la fe. Efectivamente, el texto se hace vida cuando llega a ser parte de quien canta y de quien escucha. Ya lo dijo A. Machado: “Hasta que el pueblo las canta,/
las coplas, coplas no son,/ y cuando las canta el pueblo,/ ya nadie sabe el autor”. Desde esta perspectiva, habría que ser cuidadoso a la hora de elegir los cantos de la fe poniendo el crecimiento creyente de la asamblea como meta primordial.

 

 

 

 

 

 

 

 

42

SALMO 63

(Sábado, Hora intermedia)

 

Contenido bíblico

 

         Es un salmo de los menos sugerentes del Salterio porque no se libre del peligro de siempre: los malos son ellos y Dios los destruirá. La única salida es revertir la luz sobre uno mismo y tratar de ver cómo encajar nuestra fragilidad ante Dios. El creyente en Jesús lo sabe bien: Dios será compasivo con nosotros y su amor nos alentará a ser cada vez mejores personas.

         La estructura del salmo:

 

1)    La obra del malvado (Estrofas 1ª-3ª).

2)    La acción de Dios (Estrofa 4ª-5ª).

3)    Conclusión (Estrofa 6ª)

 

Desde Jesús

Cuando los teólogos han querido definir los rasgos esenciales de la propuesta de Jesús han recordado su componente innegociable: la compasión desde la que define a la persona y al mismo Dios. Es, como decimos, en los caminos donde Jesús ha construido esa estructura de amparo. La vida en esos caminos le ha hecho ver con claridad que la estructura religiosa y legal dejaba fuera de sus filtros a amplias capas de la población a las que él quería hacer una propuesta de dicha. Por eso, la estructura religioso-legal no era adecuada para tales personas. Había que crear una estructura que no tuviera como pilares firmes las normas y las costumbres y, en el fondo, las jerarquías que las legitiman. Muchas veces planteó su propuesta en forma de antítesis: «pero yo os digo…». Se trataba de generar otro tipo de relaciones entre las personas y con Dios, visto el desamparo de los humildes.

         Ese tipo de nueva estructura habría de tener como elemento central la compasión. El “sed compasivos”  de Lc 6,36 se convirtió en un talismán para las comunidades futuras. Desde ahí se leerá la verdad de Dios, la del propio interior (las “entrañas de misericordia”), el amor a los amigos y a los enemigos, la generosidad que no lleva cuentas. Desde ahí se valorará la pertenencia al plan de Jesús o no: suena vibrante el “haz tú lo mismo” que se desprende del relato del samaritano compasivo (Lc 10,37). Por eso mismo, la estructura de misericordia no se estremece por la posible pérdida de seguridad normativa o por el debilitamiento de las tradiciones. Entra en crisis al mirar la necesidad de la persona y termina por ser ese el verdadero y casi único  problema que  le atañe. Vivir en tal indefinición no es fácil, pero es la única manera de poder escapar de las garras del legalismo.

 

Orar en comunidad

 

         Lo normal es que se haga a dos coros.

 

Dimensión social

 

¿Qué queremos decir hoy cuando decimos amor compasivo que brota de los caminos? Tiene que ver con la capacidad para transitar caminos. No se puede elaborar una estructura compasiva lejos de los caminos sociales; esa visión compasiva se amasa en el mismo polvo que los pies de los que caminan por sendas de dificultad. No es una estructura para que ellos se acomoden a un molde construido en un dique seco y seguro, sino una estructura, si es que puede ser llamada así, que brota de su experiencia de sufrimiento y de su sed de justicia nunca apagada. No puede ser una estructura para la defensa del corpus ideológico o normativo de una iglesia. No puede ser un marco vital donde no haya alteraciones para quien vive desahogadamente y se siente comprendido por su entorno social. Un amor compasivo, es práxico, parcial y con una cierta militancia.

 

 

CONCLUSIÓN

 

Para avivar el fuego

 

         Podría parecer que esta reflexión trata de mantener en vida lo que, es preciso reconocerlo, es poco menos que un cadáver. Hay quienes sienten y dicen: los Salmos han muerto y quedan vestigios de ellos solamente en grupos reducidos (monasterios, conventos, etc.). No es cierto: hoy más que nunca muchas comunidades eclesiales utilizan los salmos para su oración común. Muchos creyentes los emplean como soporte de su oración personal. Teniendo en cuenta que, antes del Concilio Vat. II, los Salmos era patrimonio casi exclusivamente de los clérigos, el que ahora los empleen comunidades laicas es un avance. Como hemos dicho, habrá que hacer un continuado discernimiento sobre ellos para adecuarlos mejor a la sensibilidad de hoy y, en el caso de los seguidores de Jesús, a una perspectiva cristológica.

         ¿Qué fuego habrían de avivar los Salmos? Fundamentalmente el fuego de la ilusión. Sin ilusión, el horizonte de la vida pierde sentido, todo se nubla y se cae en la grisura. La «fe en el futuro y la voluntad de vivir» se paralizan (V. Frankl). La ilusión es aquí sinónimo de sentido de la vida. Eso tratan de avivar los Salmos, el sentido, el deseo de vivir asimilando con la mayor humanidad que se pueda la dificultad del vivir.

         Por todo ello, sería preciso aplicar a los Salmos el lenguaje del avivamiento que los haga escapar de la rutina: no someterlos siempre el recurrente “a dos coros” que los hace monótonos. Ya que han sido hechos para el canto, cantarlos con novedad. Inocular la danza en los que están escritos para ser danzados. Usar modos de ahondamiento musical repetitivo para el texto baje a la zona de la intimidad. Recurrir a grabaciones musicales que han logrado dar con el fondo vivo del Salmo puede ser así mismo una ayuda de gran valor. El componente estético del salmo es compatible con una experiencia espiritual sencilla.

         En cualquier caso, el Salmo avivado apunta a una fe más sensible y a, a la vez, a una pertenencia social más responsable. No puede ser que la hermosura del Salmo derive en un solipsismo espiritual que aísle al orante de los caminos humanos para llevarlo a un “castillo de soledad interior”. El componente social de la espiritualidad sálmica no habría de estar nunca ausente del uso de los Salmos. Le da una dimensión nueva que lo ancla en la vida.

         La plegaria sálmica pone al orante en unión con todos los que avivan el fuego mediante la plegaria: la indígena que desgrana su letanía en su choza de la selva con la hermosura juvenil de la oración de Taizé , la polifonía embriagadora del coro cultivado con la salmodia pobre de un conventito de orantes mayores; el coro y la orquesta que desgrana el salmo en el Auditorio Nacional con la plegaria del creyente en la soledad del cuarto de estar de su casa. Todo un tejido orante que se entrelaza, dispuesto siempre a avivar la fe humilde y a sostener la certeza de que el camino humano es camino acompañado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

INDICE

 

Introducción ……………………………………………………………..    1

8 ……………………………………………………………………………….  110

15 ……………………………………………………………………………..   15

18a …………………………………………………………………………….    3

22………………………………………………………………………………… 15

39,2-14.17-18 ………………………………………………………………  37

41 ………………………………………………………………………………..  28

42 ………………………………………………………………………………..  42

44 ………………………………………………………………………………..  39

48 ………………………………………………………………………………..  54

50 ………………………………………………………………………………..  91

52 ………………………………………………………………………………..  51

54,2-15.17-24 ……………………………………………………………….  66

55,2-7b.9-14 ………………………………………………………………..  83

56 ………………………………………………………………………………… 86

58,2-5.10-11.17-18 ……………………………………………………….  99

59 ……………………………………………………………………………….  101

60 ………………………………………………………………………………… 117

61 ………………………………………………………………………………..  69

63 ………………………………………………………………………………  119

64 …………………………………………………………………………………  45

66 ………………………………………………………………………………… 72

71 ………………………………………………………………………………..  89

75 ……………………………………………………………………………….  18

76 ………………………………………………………………………………….  57

79 ………………………………………………………………………………….. 75

80 ……………………………………………………………………………….  77

91 …………………………………………………………………………………108

96 ……………………………………………………………………………………  60

109,1-5.7 ………………………………………………………………………... 21

113B …………………………………………………………………………………  24

114 ………………………………………………………………………………….. 103

117 …………………………………………………………………………………….  9

118,41-48 …………………………………………………………………………  34

118,49-56 …………………………………………………………………………  48

118,57-64 …………………………………………………………………………. 63

118,65-70 ………………………………………………………………………….  80

118,73-80 ………………………………………………………………………….  97

118,81-88 ……………………………………………………………………….  114

118,105-112 ……………………………………………………………………….  6

120 …………………………………………………………………………………  105

147 ……………………………………………………………………………………  94

150 ……………………………………………………………………………………  12

Conclusión …………………………………………………………………….. 120

REFLEXIÓN EN LA PASCUA 2023

 

 

Reflexión en la Pascua de 2023

 

 

EN TU VIDA CREO 

 

         Llega cada año la Pascua con un impulso nuevo, regalo del Padre para alimentar y sostener el anhelo de quienes somos caminantes. Pasan los años y siempre es Pascua de brillo nuevo, Pascua con destellos que siempre alegran. No decae su vigor, no se detiene el latido de su hondo corazón.

         El itinerario Cuaresmal nos ha confirmado en la certeza de que la dignidad de Jesús nos dignifica, de que la suya es una fuente de dignidad de la que todos bebemos en el marco concreto de nuestra sencilla vida. Esta realidad “entre dos nadas”, como decía F. Brines, está iluminada, siquiera tenuemente, por la cierta dignidad de un Jesús que nos dignifica.

         La Pascua nos lleva a algo más: es una profesión de vida más que una profesión de fe. No se cree en un dogma, sino en una vida que bulle. No se cree en una doctrina, sino en una vida que late. No se cree en lo que dice el catecismo, sino en lo que habla el corazón

         Esa es nuestra certeza Pascual: JESÚS, CREEMOS EN TU VIDA. No tanto en tu doctrina, en tu Iglesia, en tus liturgias, sino en la verdad de tu vida. Esa es nuestra máxima verdad, de ella bebe nuestra fe.

Tal ha de ser la luz que nos guíe en esta Pascua. Algo nos dice que, desde ahí, la Pascua de este año puede ser para nosotros una Pascua fecunda.

 

1. Oda a la vida

 

         P. Neruda escribió su “Oda a la vida” de la que tomaremos dos de las primeras estrofas leídas desde la perspectiva de la resurrección, de la vida que ha llegado a su plenitud:


Oh vida, copa clara,
de pronto
te llenas
de agua sucia,
de vino muerto,
de agonía, de pérdidas,
de sobrecogedoras telarañas,
y muchos creen
que ese color de infierno
guardarás para siempre.

No es cierto.

Pasa una noche lenta,
pasa un solo minuto
y todo cambia.
Se llena
de transparencia
la copa de la vida.
El trabajo espacioso
nos espera.
De un solo golpe nacen las palomas.
Se establece la luz sobre la tierra.

 

  • Eso ha sido la pasión injusta sufrida por Jesús: agua sucia, vino muerto, agonía, pérdidas, algo del color del infierno. Pero no ha dicho el mal la palabra definitiva, no se han cerrado las puertas de la vida a quien grita en el dolor.
  • De ahí su resurrección, su vida en la que creemos: noche que ha pasado lenta, minuto a minuto, pero ha terminado en un amanecer. Y todo se ha vuelto transparente, entendible, con sentido. De golpe han nacido las palomas de un tiempo distinto y se ha hecho luz sobre la tierra por más que las tinieblas se empeñen en su nefasto dominio.

 

2. ¿A quién iremos? (Jn 6,61-66)

 

                «Percibiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban les dijo: -¿Esto os hace vacilar?,  ¿y si vierais al Hijo del Hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da la vida; la carne no sirve de nada. Las exigentes palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen. (Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar). Y añadió: - Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede. Por esta razón, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: -¿También vosotros queréis marcharos? Simón Pedro le contestó: -Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú comunicas palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios».

 

         Era el momento del discernimiento. Su propuesta de “comer su carne”, de identificarse totalmente con él había suscitado una fuerte reacción. ¿Cómo un humilde se atrevía a proponerse como solución de nada? Muchos dijeron adiós, no pudieron aguantar tanta presión o tanta pretensión. El grupo quedó zarandeado, como los despojos tras la tormenta. ¿Vosotros también queréis marcharos? ¿Cómo iban a irse? Ellos le amaban, ellos creían en su vida:

  • Creían en sus caminos, porque a ellos los encontró mientras caminaba, como encontró luego a tantos otros (Mc 1,19).
  • Creían en sus consuelos, porque muchas veces le escucharon decir: “No llores” cuando el río de las lágrimas lo anegaba todo (Lc 7,13).
  • Creían en su generosidad porque lo vieron esperar de noche pacientemente a quien tenía miedo de ir a verle a la luz del día (Jn 3,1ss).
  • Creían en su mirada llena, la mayoría de las veces, de aprecio, respeto y amor (Mc 17,21).
  • Creían en sus sueños, en la que tenían en que los sufrimientos de los pobres no durarían para siempre y en que eran bienaventurados (Mt 5,4ss).
  • Creían en sus búsquedas y en su fe elaborada en los retiros en soledad y en las noches de oración hondas y calladas (Mc 1,35).
  • Creían en sus milagros inclusivos, más esto segundo que lo primero porque no buscaba el prodigio sino el bien del frágil (Mc 3,1-7).
  • Creían en sus palabras porque las veían verdaderas, honestas, siempre misericordiosas y compasivas como se habla a quien se ama (Mt 24,35).
  • Creían en sus silencios, por más que, a veces, no los entendieran, sobre todo aquel silencio opresor en el momento de su injusto juicio (Jn 19,10).
  • Creían en la fuerza de su canto, sobre todo cuando cantó en la noche de su traición con la fe del que espera en quien le sostiene (Mt 26,30).
  • Creían en su propuesta y por ello colaboraron con ella, porque intuían que era una propuesta para el bien de los humildes (Lc, 8,1ss).
  • Creían, ahora que no estaba, en su triunfo humilde, porque, tras la horrible derrota, llegaban a sentirlo vivo junto a ellos (Jn 20,1-2).

 

3. Reflexión: Por ti o para que tú

 

         Siempre se ha dicho, y es cosa cierta, que Jesús vivió y murió por nosotros. San Pablo lo dice de muchas maneras, así lo consigna el credo y la Iglesia lo repite en todos los tonos. Es cierto que Jesús resuelve en nosotros su ser mesiánico: viviendo de cara a nosotros, vive de cara a Dios, amándonos descubre el sentido de su ser Mesías. Decimos sin sombra de duda: “Me amó y se entregó por mí” (Gál 2,20).

         Esto tan básico de la fe, tan indiscutible, ha corrido un riesgo: Jesús se ha entregado por mí, se ha sacrificado por mí, por mis pecados incluso. Murió por los pecados. Incluso más: Dios lo entregó a la muerte por nuestros pecados (Rom 8,32). Son modos peligrosos de entender a Jesús y al mismo Dios que hoy cuestiona la teología porque derivan en un perfil de Dios sanguinario, cruel al que hay que saciar con víctimas.

         Hay otra manera de ver las cosas que deriva de la fe no tanto en la doctrina sobre Jesús sino, sobre todo, en el valor de la vida de Jesús para él mismo. Jesús ha vivido construyendo su fe, elaborándola, como todos. Se trataba de vislumbrar el “designio” del Padre en el decurso de los acontecimientos. Ese era su “alimento” (Jn 4,34).

         Desde ahí ha ido tomando sus propias opciones que le han llevado, como sabemos, al desastre. Por eso, Jesús no ha muerto tanto por nosotros, sino por él mismo, como consecuencia de las opciones que ha ido tomando (alguna de ellas arriesgada, como, por ejemplo, la expulsión de los mercaderes del templo: Jn 2,13ss). Sus opciones le han llevado a la muerte (ni Dios, ni nuestros pecados).

         En ese sentido, la vida y la muerte de Jesús no es tanto “por ti”, sino, sobre todo, “para que tú”. Es decir, lo que pretenden los evangelios al ofrecernos una reflexión sobre las diversas opciones de Jesús que le han llevado a su muerte, es que el seguidor/a se anime a ir tomando similares opciones, aunque le lleven idéntico final. Esta otra manera de ver se logra si se da más fe a la vida de Jesús que a la doctrina sobre él, aunque esta tenga también su lugar.

         Creer en la vida de Jesús es tratar de llegar a sintonizar con las claves desde las que él ha vivido reproduciéndolas, a nuestra manera, en nuestros actuales caminos. De esta manera quedan conjurados todos los aspectos sacrificiales que entrañan tanto riesgo.

 

4. Derivaciones

 

  • Amar la vida para creer en la vida: Es muy difícil creer en la vida sin amar la vida. Esto no es algo que va de sí. Lo heredado es haber “maldecido” de muchas formas de la vida echando vinagre a sus heridas. Un curso de amor a la vida es necesario (curso que incluiría “asignaturas” como: saber disfrutar con poco, desvelar el valor de los detalles, la posibilidad amar como ganancia mayor, etc.). Sin esto, dar fe cordial a la vida es difícil, así como entenderla como don mayor de amor de Dios a nosotros. 
  • Contemplar la vida para intuir su misterio: Porque quizá haya que renunciar a entender el secreto de la vida, pero no por ello hay que renunciar a ponerse ante su misterio. La ciencia moderna, la física cuántica, los descubrimientos del universo, etc. nos ayudan en esta tarea contemplativa. La adquisición de una conciencia ecológica como parte del hecho humano (y aun cristiano, tras la LS’) se hace imprescindible.
  • Multiplicar la vida para mejorar el mundo: Es la gran tarea asignada a las creaturas, a los humanos, su vocación primordial: “creced y multiplicaos” (Gén 1,28). Multiplicarla para vivirla con más amplitud; multiplicarla para que la muerte tenga solamente su espacio y nada más; multiplicarla para que las futuras generaciones tengan un horizonte mejor. Terminar la vida con realidades multiplicadas: hijos, amores, obras de bondad, trabajos espirituales, caminos de solidaridad, sendas de silencio y de belleza, obras de empatía y de consuelo.
  • Disfrutar la vida con una sobriedad deseada: Ya que el mucho disfrute no viene de la cantidad de medios que se tiene, sino de la disposición del corazón. De ahí que los disfrutes de la vida sean compatibles con la sobriedad, la contención, la mesura.  El disfrute exagerado conlleva, casi siempre, una alta dosis de sinrazón, además de ser una bofetada en el rostro del los pobres.
  • Vivir el sufrimiento de la vida como precio  por el logro de lo humano: No entenderlo como precio que se paga sin conseguir nada a cambio;  como precio impuesto por alguien que me extorsiona; como precio que se me hace pagar sin que yo llegue a entender su por qué. Precisamente el logro creciente lo humano mitigará el escozor del precio.
  • Cantar la vida incluso en la noche: Porque si hay canto, aunque sea con dolor, habrá posibilidad de  conectar con la vida. El canto en la noche es un signo de vida y de resurrección. La voz de quien canta en la noche es la voz del resucitado, es la voz de quien ha entrado en el secreto de la vida sin que se lo impida el dolor.

 

Conclusión

 

         Creer en la vida lleva a creer en la vida de Jesús, y al revés. Dar fe a la vida de Jesús lleva a conectar mejor con el misterio de la vida. Hasta el punto de que creer en la vida de Jesús lleva a no poder ya vivir sin Jesús. Quien dice con verdad que no puede vivir sin él, sin Jesús, está tocando, de algún modo, el misterio de la resurrección  porque eso supone que lo entiende totalmente presente y vivo en su camino humano. La Pascua es tiempo para desear y vivir esto, la fe de quien confiesa con la comunidad de creyente: JESÚS, CREEMOS EN TU VIDA.

 

 

Materiales Pascua juvenil 2023

PASCUA 2023

Jesus33_pqTú

 

 

Introducción: swipe

 

            Vas a comenzar la Semana Santa y la Pascua de 2023. Comienza haciendo tu swipe, arrastrando no tanto tu dedo, sino tu corazón sobre esa “pantalla” que es Jesús. Para nosotros es un valor vivo, algo que late hoy, no un mero recuerdo. Pasa los “dedos” de tu corazón sobre su rostro, sobre sus pasos, sobre sus palabras, sobre sus sentimientos. Comprobarás que siempre hay sorpresas, siempre brillan luces en lo oculto, siempre te puede hablar. Dilo a tus amigos/as, a quienes tienes cerca.

            Ten expectativas. No creas que de Jesús está todo dicho. Una cosa es lo que se dice y otra lo que baja al corazón. Este encuentro puede ser una senda al corazón mismo de Jesús. En ese camino puedes encontrar pequeñas sorpresas que iluminen tus pasos. Las sorpresas más interesantes son las pequeñas, las que se esconden en un recodo del camino. Y luego, podrás compartir estas sorpresas con tus compañeros de viaje.

            Prepara las pupilas de tu corazón para un nuevo estímulo. Lo bueno del amor es que siempre puede reverdecer. Hay que ser paciente y esperar. El evangelio, la celebración, la convivencia, la conversación, encierran muchos estímulos. Ten las antenas levantadas, abre bien los ojos para registrarlo todo, vive estos días despierto y deseoso. Deja la rutina si es que se ha colado en tu mochila. Se te va a decir lo mejor de Jesús, lo más hermoso, su mejor entrega. Esos estímulos pueden tocarte el corazón. Ten la puerta abierta.

            Vibra y comparte lo que te hace vibrar. Te puedes enamorar de Jesús. No creas que porque vivió en otra época está lejos. Hace tu mismo camino, te acompaña en cada uno de tus pasos, sean como sean. ¿Te acuerdas de aquellos que iban a la finca de Emaús? Decían que Jesús había hecho que su corazón “ardiera”. Eso es vibrar a tope, vibrar hasta que “arda”. ¿Por qué no desearlo?

            Silencioso, pero presente, te acompaña Francisco de Asís. Él se pasó la vida “deslizando” su dedo, su corazón, sobre el rostro humilde de Jesús. Lo llegó a entender muy bien. Por eso decía al final de su vida que “él sabía solamente a Cristo pobre y crucificado”. No se cansó de mirarle, de buscarle, de rezarle, de cantarle. Dile que te contagie su vibración por el Nazareno.

 

            Piensa y anota:

 

  1. 1.      ¿Deslizas tu dedo, tu corazón, por Jesús?
  2. 2.      ¿Qué te estimula hoy de Jesús?
  3. 3.      ¿En qué actitud vienes a esta Pascua?

 

 

 

 

1

Jueves Santo: storytteling 

 

            Los antiguos cristianos se contaban entre ellos historias guardadas sobre Jesús. No querían que su recuerdo desapareciera, sino que estuviera bien vivo. Por eso, repetían historias queridas sobre él. Una de ellas, que ya la sabes, la vas a escuchar esta tarde de Jueves Santo: aquella en que Jesús lavó los pies a sus discípulos para que entendieran algo muy simple, que se es seguidor suyo cuando se lava pies, cuando se sirve. Y si no sirves, serás otra cosa, pero no de su grupo.

            Como te digo, hoy te van a contar de nuevo esa historia: lo hacen para conmoverte, para tocarte por dentro, para provocar gozo y agradecimiento. Si te deja frío, es que no has escuchado bien la historia. Los cristianos de la primera hora la contaban con lágrimas en los ojos, como recuerda san Pablo. Si no te toca por dentro es que aún no has llegado.

            La historia del lavatorio de pies habría de provocar algo muy simple: la certeza de que se puede estar contento sirviendo, la seguridad de que cuando sirves es cuando eres más humano, la alegría de hacer algo que tenías que hacer para ser tú mismo. Mientras quieras que todo el mundo te sirva y tú no aportes nada a la convivencia, estás todavía lejos de conectar con aquella historia viva.

            Si estás atento a la historia verás que hay un pequeño diálogo entre Pedro y Jesús donde se viene a decir algo simple: que si uno no sirve, Jesús va por un camino y tú por otro. Que el camino de Jesús y el tuyo solamente pueden coincidir en el servicio a la persona. O sea: que servir es la única manera de ser seguidor de Jesús.

            San Francisco entendió muy bien esta historia. Un día, poco antes de su muerte, reunió a sus hermanos y él, que no era sacerdote y que les tenía mucho respeto, organizó una especie de cena del Señor: partió un pan y se lo dio a sus hermanos diciéndoles que aquel era el pan de la fraternidad y que, sin ella, su vida de hermanos no tenía sentido. Es otra manera de contar la historia pero con la misma finalidad.

            Cuando esta tarde te cuenten la historia, escúchala con las antenas levantadas, métela bien dentro en tu interior, guárdala como un tesoro  y, sobre todo, dale vida cada jornada. Ponte a ser servidor con tu familia, con tus amigos, con tu grupo, con tu país incluso. Mientras haya quien sirva, esta historia vivirá.

 

            Piensa y anota:

 

  1. 1.      ¿Cómo contarías tú esta historia?
  2. 2.      ¿Sirves o te sirven?
  3. 3.      Habla de alguien que, para ti, sea un servidor/a .

 

2

Viernes Santo: jesus33_pqTú

 

            Es fácil que, a lo largo de tu vida cristiana, te hayan dicho que Jesús murió por ti. Incluso habrá quien te diga que murió por tus pecados o por obediencia a Dios. Nada de eso: murió por sus propias opciones. Murió porque echó su suerte con los humildes, porque soñó que su sufrimiento no podía durar siempre, porque decía que todo el mundo tiene derecho a una vida feliz, porque quería que las lágrimas de los humildes cesaran. Por eso, bendijo a los pobres y maldijo a los opresores, compartió su vida y expulsó a los mercaderes, abrió su corazón a los humildes y a los soberbios les desenmascaró. No es de extrañar que los poderosos lo borraran del mapa. Pero su camino lo han seguido y lo siguen todavía muchas personas.

            El relato de la pasión que leeremos esta tarde es el resultado, la suma de sus opciones. Le llevaron al desastre. Y, aunque en el relato de san Juan que escucharemos hoy parece que Jesús no pierde los papeles, él mismo se sintió perdido y abandonado, por más que el Padre estuviese a su lado como nunca lo había estado.

            Esas opciones de entrega, quizá sin saberlo, apuntaban a nosotros. Querían decirnos que el dolor del otro me concierne y que quien entiende bien a Jesús hace suyo dolores que son de otros. Así, la respuesta que damos al sufrimiento del otro desvela qué tipo de persona y de creyente eres: ¿te importa el sufrimiento del otro? Eres buena persona y buen creyente. ¿No te importa? No lo eres. Más que xTi Jesús ha muerto pqTú.

            Entre los primeros franciscanos hubo uno, el hermano Ángel, que fue soldado. Cuenta que se hizo compañero de san Francisco porque un día, cuando colgaban a uno por ladrón, vio que Francisco pugnaba con los soldados por liberar al que iban ahorcar. “Es mi hermano”, repetía. Ángel no entendía que un ladrón convicto pudiera ser hermano de nadie. Hasta que comprendió, como Francisco, que, de alguna manera, el dolor de otro, aunque se lo merezca, me concierne.

            Esto es lo que celebraremos esta tarde, la entrega de Jesús por sus opciones y la responsabilidad nuestra ante el caído en el camino. Las dos cosas. Por un lado, agradecemos incansablemente a Jesús su entrega. Por otro nos hacemos la pregunta de si nos van interesando cada vez más los sufrimientos ajenos. Ambas cosas van unidas.

 

            Piensa y anota.

 

  1. 1.      ¿Qué te parecen las opciones de Jesús?
  2. 2.      ¿Qué sufrimientos ajenos te interpelan?
  3. 3.      ¿Qué es más importante, la cruz o los crucificados?

 

3

Sábado Santo: spyware

 

            Para ver a Jesús resucitado hay que espiarle, hay que entreverle en gestos sencillos, hay que intuirle a través de acciones cotidianas. Espía de Jesús, ése es el que puede hacerse una idea de la resurrección de Jesús. Para ello hay que nombrarlo, olfatearlo, mirarlo con brillo en los ojos, atisbarlo. La resurrección es más cuestión de amor que de fe.

            Así les pasó a sus primeros amigos. Como leeremos en el evangelio de la Vigilia de esta noche, se les dice claramente: “Va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis”. Espiadle en Galilea, en los caminos sencillos de su pueblo, en la gente con la que vivió, en los enfermos que curó, en las lágrimas de las que fue confidente. Espiadlo allí.

            Espíalo tú también en tus caminos cotidianos: de camino a tus estudios, con los amigos con los que convives, en las sendas de tu vida familiar, en las vidas de los compañeros de trabajo. Espíalo en la belleza de la naturaleza, en del descanso de la fiesta, en el esfuerzo del deporte, en la dureza del trabajo. Espíalo en los rostros de quienes amas y en los de quienes te cuesta mirar, espíalo en las manos que te cuidan y en las que te hieren, espíalo incluso en esas sendas extraviadas por las que, a veces, te vas.

            Francisco de Asís se pasó la vida espiando a Jesús hasta hacerse uno con él. ¡Qué bien lo dicen sus primeros hermanos! Uno de los que convivieron con él dice que, con toda naturalidad, hablaba siempre de Jesús: “Jesús en el corazón, Jesús en los labios, Jesús en los oídos, Jesús en los ojos, Jesús en las manos, Jesús siempre presente en todos sus miembros”. Espía de Jesús, ése ha sido siempre Francisco de Asís.

No creas que para espiar a Jesús hay que ser un tío/a raro, un enajenado. Quizá haya que ser un “colgado” de Jesús uno, que lo ha bajado al fondo del corazón, uno que ya no quiere despegarse de él. Es posible enamorarse hoy de aquel Nazareno que vivió con  nosotros hace muchos años. Y no solamente porque su recuerdo sigue vivo, sino porque muchos lo sienten como alguien que está vivo hoy. Bien lo dice Cristina Fallarás (que no es precisamente una persona religiosa): «El Nazareno está vivo. Está vivo, no importa cómo ni dónde. Está vivo porque su palabra permanece y permanecerá en el alma de aquellos que vieron su vida transformada al escucharle».

 

Piensa y anota:

 

  1. 1.      ¿Cómo espías a Jesús?
  2. 2.      ¿Se puede estar “colgado” por Jesús?
  3. 3.      ¿En qué caminos tuyos percibes al Resucitado?

 

5

Desierto: quiet quitting

 

            Hay quien habla en los ámbitos laborales y también en las redes sociales de “renuncia silenciosa”. Una mañana de desierto es, de algún modo, una renuncia silencia: se renuncia a la prisa, al ruido, a estrés para dejarle sitio a Jesús y a su Palabra, para mirar de nuevo lo que tantas veces hemos visto y encender otra vez la chispa que puede hacer arder el corazón.

            Se trata de intentar entender y apreciar a este Jesús que pasa por el camino de su muerte y que termina, a pesar de todo, en triunfo de vida generando experiencias personales. El desierto puede ayudarnos. Es que, generalmente, creemos por lo que nos dicen otros. Y eso está bien. Pero la parte más importante de la fe es la que construye cada uno. Se trataría de creer más por sí mismo, por la propia experiencia, aunque sea pequeña.

            Desde ahí, ¿cómo entender al Jesús de la pasión que “calla”? Parece que debería hablar, que tendría que confundir a quien le maltrata con argumentos incontestables. Pero él calla. Aprende hoy el valor del silencio, de la escucha, de no querer estar siempre en el candelero. El Jesús de la pasión es alguien que se sabe vivo por dentro, aunque por fuera se le trate como a un desarraigado.

            Y ¿cómo entender al Jesús resucitado? No como un “vencedor” que derrota a sus enemigos y los machaca, sino como uno que triunfa del desconsuelo, que emerge del mar de las lágrimas, que vuelve a sonreír con amor vivo. Él, que sabe de llagas, toca las llagas de nuestra vida para irlas curando con nuestra colaboración.

            Cuando Francisco oraba ante el Cristo de san Damián, decían los que le conocieron que “salía distinto que cuando había entrado” a la oración. Algo de esto tendría que pasarte en esta Pascua 2023: terminar un poco distinto que cuando viniste: un poco más enamorado de Jesús, un poco más responsable de tu fe, un poco más agradecido de tener hermanos y hermanas que hacen camino contigo. Que el Jesús “Humano, más humano” que Pilato muestra cuando dice “Ahí tenéis al Hombre” en la pasión y el Señor que llama “hermanos” a sus discípulos después de la resurrección avive tu corazón y transforme un poco tu vida. Pídeselo con deseo.

 

            Piensa y anota:

 

  1. 1.      ¿Qué te parece el Jesús de la pasión que “calla”?
  2. 2.      ¿Qué piensas de un Jesús que es “vencedor” sin derrotar a nadie?
  3. 3.      ¿En qué tienes que ser más humano/a?

 

 

 

TRES ESPACIOS DE CONTEMPLACIÓN EN LA SEMANA SANTA

TRES ESPACIOS DE CONTEMPLACIÓN

EN LA SEMANA SANTA

 

I

JUEVES SANTO:

CONTEMPLACIÓN DE LA CENA DEL SEÑOR 

 

1

 

Monitor/a: Buenas noches: paz y bien. Con el buen regusto de la celebración de la Cena del Señor de esta tarde, nos juntamos ahora para un rato de contemplación de ese misterio hermoso de la Cena de Jesús. El pan sacramental nos conecta con aquella Cena última y nos hace sentirnos invitados de Jesús. Aceptemos la invitación; sintámonos comunidad, grupo, con el Jesús que comparte su pan, su vida, con nosotros.

 

(Breve silencio)

 

Leyendo los textos del evangelio de san Lucas sobre la última cena, contemplamos, en primer lugar, la sala donde se celebra la Cena:

 

Lector/a: “Llegó, pues, el día de los Ácimos, en que se debía sacrificar la Pascua. Y envió a Pedro y a Juan, diciéndoles: «Id a prepararnos la Pascua para que la comamos». Ellos le dijeron: «¿Dónde quieres que la preparemos?». Y él les dijo: «Mirad, cuando entréis en la ciudad, os saldrá al paso un hombre llevando un cántaro de agua. Seguidlo hasta la casa en que entre y diréis al dueño de la casa: “El Maestro te pregunta: ¿Dónde está la habitación en la que voy a comer la Pascua con mis discípulos?”. Él os mostrará en el piso superior una habitación grande amueblada con divanes. Preparadla allí». Fueron y lo encontraron como les había dicho y prepararon la Pascua”.

 

(Breve silencio)

 

Contemplamos esa sala: es una sala en el piso superior, en el lugar de la intimidad, donde entra quien aprecia y vibra por Jesús. Para acercarse a la eucaristía es preciso vibrar por dentro, estremecerse ante Jesús. No se puede vivir la eucaristía fríamente, rutinariamente. Es una sala grande, donde todos caben, buenos y malos, santos y pecadores. Todos reciben la fuerza del pan; todos se comprometen a ser más humanos. Es una sala dispuesta, generosa, ofrecida. Para que compartir el pan nos mueva a una creciente generosidad, a una vida más entregada.

 

(Breve silencio)

 

Cantamos:

 

DONDE HAY CARIDAD Y AMOR
ALLÍ ESTÁ EL SEÑOR (bis)

 

Una sala y una mesa
Una copa, vino y pan
Los hermanos compartiendo
En amor y en unidad

Nos reúne la presencia
Y el recuerdo del Señor
Celebramos su memoria
Y la entrega de su amor

 

DONDE HAY CARIDAD Y AMOR
ALLÍ ESTÁ EL SEÑOR (bis)

 

2

 

Monitor/a: Contemplamos, en segundo lugar, la mesa de la Cena, el lugar en el que confluyen los comensales, la mesa esperada de la Pascua de Jesús. Los divanes dispuestos en derredor,  todo lo necesario para una celebración de la fiesta grande de la fe.

 

(breve silencio)

 

Lector/a: “Y cuando llegó la hora, se sentó a la mesa y los apóstoles con él y les dijo: «Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer hasta que se cumpla en el reino de Dios»”. 

 

(Breve silencio)

 

Contemplamos esa mesa: nos sentamos a la mesa que nos reúne con Jesús; nos sabemos con suerte por haber sido llamados a la Cena. Queremos que sea mesa abierta donde los más débiles sean mejor atendidos. Es la mesa de quienes, por encima de todo, creen en la fraternidad.

 

(Breve silencio)

 

Cantamos:

 

EN LA FIESTA DEL DOMINGO
EL SEÑOR NOS ESPERA;
REUNIDOS EN SU MESA,
ESCUCHAMOS SU VOZ.

SU PALABRA ES ALIMENTO,
ES LA BUENA NOTICIA;
COMO PRENDA DE VIDA,
ÉL SE DA EN COMUNIÓN.

 

3

 

Monitor/a: Contemplamos, ahora, el pan de la Cena, el signo que Jesús toma para decirnos que es el alimento de la comunidad cristiana sin el que no es posible vivir la fe.

 

(Breve silencio)

 

Lector/a: “Y, tomando pan, después de pronunciar la acción de gracias, lo partió y se lo dio diciendo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía». 

 

Breve silencio)

 

Contemplemos ese pan: pan sin levadura, pan de novedad, pan de cercanía. Es el pan que nos nutre a lo largo del camino de nuestra vida cristiana. Pan necesario para mantener la adhesión a Jesús. Pan que significa la unidad de todos los creyentes en Jesús. Pan partido y repartido, pan de solidaridad. Pan bendito, amado, sacramental.

 

(Breve silencio)

 

Cantamos:


El Señor Dios nos amó,
como nadie amó jamás,
Él nos guía como estrella,
cuando no existe la luz.
Él nos da todo Su amor,
cuando partimos el pan.
Es el pan de la unidad,
el pan de Dios.

ES MI CUERPO,
TOMAD Y COMED.
ÉSTA ES MI SANGRE,
TOMAD Y BEBED.
PUES YO SOY LA VIDA,
YO SOY EL AMOR.
¡OH, SEÑOR!
CONDÚCENOS HASTA
TU AMOR.

 

4

 

Monitor/a: Contemplamos en cuarto lugar la copa de vino, el cáliz en el que beben todos los discípulos y  discípulas reunidos en la mesa, el cáliz que seguimos bebiendo con la misma veneración.

 

(Breve silencio)

 

Lector/a: “Después de cenar, hizo lo mismo con el cáliz diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros”.

 

(Breve silencio)

 

Contemplamos el cáliz: cáliz que representa la sangre de Jesús, su entrega, su fracaso y su triunfo. Contemplemos las opciones de amor y de generosidad que han llevado a Jesús a entregarse por ellas. No es tanto la entrega de Jesús una entrega por nosotros, sino, sobre todo, una entrega para que nosotros nos demos también por amor y por generosidad. Cáliz que se derrama por todas las personas, porque toda persona y toda creatura reciben el beneficio impagable de su entrega.

.

Cantamos:

 

NO PODEMOS CAMINAR
CON HAMBRE BAJO EL SOL,
DANOS SIEMPRE EL MISMO PAN:
TU CUERPO Y SANGRE, SEÑOR.

Comamos todos de este Pan,
el Pan de la unidad.
En un cuerpo nos unió el Señor,
por medio del amor.

 

 

5

 

Monitor/a: Judas participa en la Cena de Jesús. Es el que lo va a entregar. Contemplemos su figura y su significado para que la traición no anide nunca en nuestras vidas.

 

(Breve silencio)

 

Lectora/a: “Mirad: la mano del que me entrega está conmigo, en la mesa. 22Porque el Hijo del hombre se va, según lo establecido; pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado!». 23Ellos empezaron a preguntarse unos a otros sobre quién de ellos podía ser el que iba a hacer eso”.

 

(Breve silencio)

 

Contemplemos la figura del traidor Judas: ha sido del grupo de seguidores, ha andado los mismos caminos que Jesús, ha compartido sus gozos y sus penas, ha comido con él hasta esta cena última. Y, sin embargo, le ha traicionado, le ha vendido.  Es reflejo de lo que somos: capaces de lo mejor, capaces de lo peor. Que nunca dejemos sitio a la traición en nuestro corazón, que jamás y por nada entreguemos al hermano.

 

(Breve silencio)

 

Cantamos:

 

Aunque yo dominara las lenguas arcanas
y el lenguaje del cielo supiera expresar,
solamente sería una hueca campana
si me falta el amor.

SI ME FALTA EL AMOR
NO ME SIRVE DE NADA
SI ME FALTA EL AMOR
0NADA SOY (BIS TODO)

 

 

6

 

Monitor/a: contemplemos ahora a Jesús que dice al grupo de la Cena cómo la clave de todo está en servir al hermano. Quien come el pan de la eucaristía ha de ir aprendiendo la lección del servicio. Si no, ese pan es inútil.

 

(Breve silencio)

 

Lector/a: “Se produjo también un altercado a propósito de quién de ellos debía ser tenido como el mayor. 25Pero él les dijo: «Los reyes de las naciones las dominan, y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. 26Vosotros no hagáis así, sino que el mayor entre vosotros se ha de hacer como el menor, y el que gobierna, como el que sirve. 27Porque ¿quién es más, el que está a la mesa o el que sirve? ¿Verdad que el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve”.   

 

(Breve silencio)

 

Contemplemos a Jesús que nos habla del servicio: pongamos ante Jesús nuestras ansias de ser mayores, siempre con la tentación de mandar. Tratemos de entender que el seguidor ha de ser menor. Deseemos entenderlo y vivirlo. Contemplemos a un Jesús que está siempre fuera de la mesa, sirviendo. Tratemos de servir siempre para poder decirnos discípulos de Jesús, porque su escuela es una escuela de servicio.

 

(Breve silencio)

 

Cantamos:

 

Cristo te necesita para amar, para amar
Cristo te necesita para amar
Cristo te necesita para amar, para amar
Cristo te necesita para amar

 

No te importe la raza ni el color de la piel
Ama a todos como hermanos y haz el bien
No te importe la raza ni el color de la piel
Ama a todos como hermanos y haz el bien

 

 

7

 

 

Monitor/a: Contemplemos, finalmente, el anuncio de las negaciones de Pedro. Tratemos de apoyarnos en la eucaristía para no sucumbir a nuestras limitaciones.

 

(Breve silencio)

 

Lector/a: “Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo. Pero yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te hayas convertido, confirma a tus hermanos». Él le dijo: «Señor, contigo estoy dispuesto a ir incluso a la cárcel y a la muerte». Pero él le dijo: «Te digo, Pedro, que no cantará hoy el gallo antes de que tres veces hayas negado conocerme».

 

(Breve silencio)

 

Contemplemos a Pedro que es frágil aunque ame a Jesús. Caerá, pero Jesús no le retirará su confianza. Porque, aunque caiga, Pedro seguirá amando a Jesús.  La Cena con Jesús tendría que haberle fortalecido. Pero aún no era tiempo. Días vendrán en que Pedro lo entregará todo por él.

 

Cantamos

 

DANOS UN CORAZÓN,
GRANDE PARA AMAR
DANOS UN CORAZÓN,
FUERTE PARA LUCHAR.

Hombres nuevos, amando sin fronteras,
por encima de razas y lugar.
Hombres nuevos, al lado de los pobres,
compartiendo con ellos techo y pan.

 

 

***

 

Terminamos orando:

 

Danos, Señor,

Hambre de tu pan,

Sed de ti cáliz;

Ayúdanos a entender

Que quienes comemos a tu mesa

Hemos de ser servidores como tú.

Haz que en nuestras eucaristías

Encuentre su sitio la justicia

Y los pobres lleguen a sentarse en esa mesa.

Que nunca nos falte tu pan y tu vino

Y, sobre todo, que no nos falte tu amor.

Amén.

 

CANTEMOS AL AMOR DE LOS AMORES…

 

 

 

II

VIERNES SANTO:

CONTEMPLACIÓN DE LA CRUZ DE CRISTO

 

VICTORIA, TÚ REINARÁS
OH, CRUZ TÚ NOS SALVARÁS.
EL VERBO EN TÍ CLAVADO
MURIENDO NOS RESCATÓ:
DE TI, MADERO SANTO,
NOS VIENE LA REDENCIÓN.

Monitor/a: Buenos días, paz y bien. Hoy es Viernes Santo, día para caer en la cuenta más del significado que para los creyentes tiene la entrega total de Jesús, su cruz. En la celebración de la tarde se nos invitará a venerarla. La oración de esta mañana podría ayudarnos a entrar más en su espiritualidad. Abramos nuestro corazón a su Palabra.

 

(Breve silencio)

 

1

 

Lector/a: La cruz es silencio que grita la injusticia. Porque fue condenado injustamente quien hizo el bien y porque el silencio es el entorno de su muerte, una vez apaciguado el alboroto de la condena. Por eso la cruz, las cruces, han de sentirse primeramente como injusticia, y el rechazo de la cruz como respuesta correcta a quien injustamente ha sido puesto en ella.

 

Que nos duelan, Señor,

Las injusticias que soportan los pobres.

Que vayamos haciendo nuestro su dolor

Y que sus lágrimas sean las nuestras. Amén.

 

(Breve silencio)

 

2

 

La cruz de Jesús es silencio que se entrega sin gloria. Porque nadie agradeció ni alabó a Jesús por su muerte. Eso vino después. No fue una muerte rodeada de gloria sino de exclusión y de injuria (le hacían coplas: “a ver si viene Elías…”). La ausencia de gloria de los crucificados es su mejor carta de presentación: no querían gloria, querían justicia. Y no la hubo.

 

Que escuchemos el silencio de los vencidos,

Que pongamos palabra a sus llantos,

Que echemos nuestra suerte

Con los humildes de la tierra,

Con lo que no tienen gloria. Amén.

 

(Breve silencio)

 

3

 

La cruz de Jesús es silencio que no culpa a quien no ama. Es el amor sin esperanzas, sin demanda de recompensa y, por lo tanto, sin reproche (“no saben lo que hacen”: Lc 23,24). No se tomaron las opciones que llevaron al desastre para recibir premio, sino por amor. Y cuando no ha habido respuesta de amor, el amor sigue vivo y no reprocha.

 

Que respondamos con amor

A quienes no reciben amor;

Que escuchemos amantemente

A quienes no se siente escuchados;

Que nuestro respeto sea recompensa

Para quienes nunca son premiados. Amén.

 

(Breve silencio)

 

4

 

 

La cruz de Jesús es un fracaso. Porque terminar una relación humana con una muerte violenta es un fracaso. No es un mártir glorioso porque el martirio nunca es glorioso, sino humillante. Jesús llega a morir como un fracasado. Hundirse en ese fracaso para hacer ver que ese camino no es el que los humanos habrían de seguir es su triunfo.

 

Que nuestros caminos

No acaben en muerte;

Que nuestras relaciones

No terminen en heridas;

Que nuestras vidas

Conozcan la paz y el amor. Amén.

 

(Breve silencio)

 

5

 

La cruz de Jesús cuestiona los infiernos. Porque ella misma es un infierno y, desde ahí, hace visible la insensatez de todo infierno humano y divino. Por haber sido infierno y haber bebido el cáliz de su contradicción, desautoriza todo infierno, despoja de razón de ser a toda opresión generadora de relaciones infernales.

 

Que no hagamos de nuestra vida

Un infierno;

Que con la amabilidad y la paz

Desautoricemos todo infierno;

Que nuestras relaciones sean bondadosas

Y nunca infernales. Amén.

 

(Breve silencio)

 

 

6

 

La cruz de Jesús es bálsamo para las vidas heridas. Porque tales vidas están afectadas en mayor o menor medida por la ponzoña de la cruz. Si Jesús bebió esa ponzoña y, creemos, salió vivo, es que se puede superar el veneno de las heridas humanas con el bálsamo del amor callado.

 

Que nunca hiramos;

Que curemos heridas;

Que vertamos el bálsamo del amor;

Que cuidemos con dedicación. Amén.

 

(Breve silencio)

 

CAMINA, PUEBLO DE DIOS,
CAMINA, PUEBLO DE DIOS.
NUEVA LEY, NUEVA ALIANZA
EN LA NUEVA CREACIÓN.


Mira allá en el Calvario,
en la roca hay una cruz,
muerte que engendra la vida,
nuevos hombres, nueva luz.
Cristo nos ha salvado
con su muerte y resurrección.
Todas las cosas renacen
en la Nueva Creación.

 

CAMINA, PUEBLO DE DIOS,
CAMINA, PUEBLO DE DIOS.
NUEVA LEY, NUEVA ALIANZA
EN LA NUEVA CREACIÓN.

 

***

 

(Terminamos orando)

 

Señor Jesús,
extiende la sombra de tu cruz

sobre los pueblos en guerra:
que aprendan el camino de la reconciliación,

del diálogo y del perdón;
haz experimentar el gozo de tu resurrección

a los pueblos desfallecidos por las bombas:
arranca de la devastación a Irak, Siria y Ucrania

y de todas las guerras olvidadas;
reúne bajo la dulzura de tu realeza

a tus hijos dispersos:
sostén a los cristianos de la diáspora

y concédeles la unidad de la fe y del amor.

Te lo pedimos por Jesús, nuestro hermano. Amén

 

(Se termina en silencio)

 

 

III

SÁBADO SANTO:

CONTEMPLACIÓN

ANTE EL SEPULCRO DE JESÚS

 

1

GUARDA MI ALMA EN LA PAZ JUNTO A TI, SEÑOR.

Tú conoces, Señor, mi corazón,
tú conoces todos mis caminos

 

Monitor/a: Buenos días, paz y bien. En esta mañana del Sábado Santo, vamos a contemplar el sepulcro de Jesús. Escucharemos los relatos de la sepultura de Jesús en la versión que nos dan cada uno de los evangelistas. En el silencio de la sepultura queremos escuchar la promesa de vida que anida en ese sepulcro. La muerte no va a tener la última palabra. Jesús, que ahora está muerto, vivirá en plenitud.

 

(Breve silencio)

 

Lector/a: Leemos en el evangelio de san Mateo: Al anochecer llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Este acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en su sepulcro nuevo que se había excavado en la roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó. María la Magdalena y la otra María se quedaron allí sentadas enfrente del sepulcro”. 

 

(Breve silencio)

 

Contemplemos toda la actividad que José de Arimatea despliega en torno al cuerpo muerto de Jesús: él es discípulo fiel y no puede abandonar a su maestro aunque haya sufrido el denigrante suplicio de la cruz. Y por eso, pide el cuerpo de Jesús exponiéndose a represalias y críticas. Lo trata con cuidado, lo envuelve en una sábana limpia. Le ofrece un sepulcro nuevo y se marcha. Puede parecer que todo se ha acabado, pero tanto detalle muestra que él está enterrando a uno destinado a la vida. Contempla por otro lado a las mujeres sentadas enfrente como quien ama y quien espera.

 

(Breve silencio)

 

MI ALMA ESPERA EN EL SEÑOR,

MI ALMA ESPERA EN SU PALABRA,

MI ALMA AGUARDA EL SEÑOR

PORQUE EN ÉL ESTÁ LA SALVACIÓN.

 

(Breve silencio)

 

2

 

Leemos, a continuación, el relato de la sepultura de Jesús según el relato del evangelio de Marcos: “Al anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, miembro noble del Sanedrín, que también aguardaba el reino de Dios; se presentó decidido ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se extrañó de que hubiera muerto ya; y, llamando al centurión, le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto. Informado por el centurión, concedió el cadáver a José. Este compró una sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro, excavado en una roca, y rodó una piedra a la entrada del sepulcro. María Magdalena y María, la madre de José, observaban dónde lo ponían”.

 

(Breve silencio)

 

Contempla, de nuevo, a José que pide el cuerpo de Jesús arriesgando su condición de miembro del sanedrín y enfrentándose a la autoridad romana. Un discípulo que no se queda encogido como los otros. Contempla a Pilato que quiere comprobar hasta el final su obra de destrucción de Jesús y se informa de su muerte a pesar de ser un reo insignificante. Contempla de nuevo a José en su generosidad y cuidado con Jesús difunto: compra una sábana y lo envuelve con amor. Y aunque se marcha, parte de su vida queda allí. Le será fácil luego conectar con el Jesús que vive. La Magdalena y la Madre están y observan. No se despegan de quien aman.

 

(Breve silencio)

 

SILENCIO  SACROSANTO,

SILENCO  REDENTOR,

HOY DENTRO DEL SEPULCRO

REPOSA NUESTRO SALVADOR.

 

(Breve silencio)

 

3

 

Escuchamos en tercer lugar el relato que nos hace Lucas de la sepultura de Jesús: “Había un hombre, llamado José, que era miembro del Sanedrín, hombre bueno y justo (este no había dado su asentimiento ni a la decisión ni a la actuación de ellos); era natural de Arimatea, ciudad de los judíos, y aguardaba el reino de Dios. Este acudió a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde nadie había sido puesto todavía. Era el día de la Preparación y estaba para empezar el sábado. Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea lo siguieron, y vieron el sepulcro y cómo había sido colocado su cuerpo. Al regresar, prepararon aromas y mirra. Y el sábado descansaron de acuerdo con el precepto”.

 

(Breve silencio)

 

Contemplemos de nuevo la figura importante de José de Arimatea, el justo, el bueno y el valiente que sabe dar la cara por un pobre crucificado. Contemplemos su total implicación: él mismo lo baja de la cruz; él lo envuelve en la sábana, él lo coloca en el sepulcro. Contempla su soledad, la dolorosa ausencia de sus discípulos que han abandonado a su maestro. Fíjate que el evangelista quiere decir que ese cuerpo muerto es la nueva Pascua, la definitiva. Contempla a las mujeres, testigos que observan, aunque aún pese sobre ellas la Ley. Ellas serán las mensajeras de la vida.

 

(Breve silencio)

 

Cristo toma en su cuerpo el pecado, la esclavitud,
al destruirlos nos trae una nueva plenitud.
Pone en paz a los hombres, a las cosas y al Creador,
todo renace a la vida en la Nueva Creación.

 

4

 

Por último, contemplemos la sepultura de Jesús tal como nos la narra el evangelio de Juan: “Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús aunque oculto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en los lienzos con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús”.

 

(Breve silencio)

 

Contemplemos a José de Arimatea y a Nicodemo haciendo el último gesto de piedad que se puede hacer con un difunto: enterrarlo con amor. Lo entierran con lienzos y aromas propios de unas bodas porque saben que están enterrando a uno que está destinado a la vida. Lo entierran en un huerto, símbolo de vida y de fecundidad. La vida aguarda a aquel cadáver maltrecho y bendito. Destinado a la vida, como todos los que morimos.

 

(Breve silencio)

 

YO LE RESUCITARÉ (3)

EN EL DÍA FINAL.

 

***

 

“Ser cristianos significa no partir de la muerte, sino del amor de Dios por nosotros, que ha derrotado a nuestra acérrima enemiga. Dios es más grande de la nada, y basta sólo una luz encendida para vencer la más oscura de las noches. Pablo grita, evocando a los profetas: «¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está tu aguijón?». En estos días de Pascua, llevemos este grito en el corazón. Y si nos dirán del porqué de nuestra sonrisa donada y de nuestro paciente compartir, entonces podremos responder que Jesús está todavía aquí, que continúa estando vivo entre nosotros, que Jesús está aquí con nosotros: vivo y resucitado.  (Papa Francisco)”.

Retiro Cuaresma 2023

 

 “TE NOMBRO CENTINELA” (Ez 33,7)

La Cuaresma tiempo para vivir una fe despierta 

 

         La Cuaresma, todos los sabemos, es tiempo en el que se apela a la conversión. Pero, al no concretar más, queda un poco todo en agua de borrajas. Si se intenta concretar, es otra cosa (como cuando el papa Francisco habla de una “conversión ecológica”). Pues bien, intentemos concretar para que la Cuaresma no pase sin pena ni gloria.

         Hay una clara diferencia entre vivir una fe despierta y una fe dormida. Esta es la que se vive en el tran tran de cada día, siempre lo mismo, en la rutina instalada, en la repetición de ritos que se perpetúan año tras año, siglo tras siglo. Si alguna vez se altera, es porque se la saca de esa rutina. Si no, sigue dando vueltas. Es la fe del bostezo, de la distracción, de lo ya sabido. La sorpresa, la novedad, están lejos.

         Por el contrario, la fe despierta es la que anhela horizontes nuevos, la que se vive con las antenas levantadas, la que se sorprende, la que no ha perdido el brillo en los ojos, la que encuentra motivos nuevos de disfrute de la Palabra, la intenta nuevo caminos por sencillos que sean, la que aleja el cansancio y tiene a raya a la rutina.

         Esta segunda es a la que se refiere Ez 33,7 cuando dice Dios al profeta que le nombra “centinela”, atalaya, traducen otros, alguien que vigila, que está en tensión, con los ojos abiertos y los oídos atentos, dispuesto a dar la voz de alerta. Por eso, vamos a hacer una pequeña reflexión bíblica en torno a personajes bíblicos del AT que, a nuestro juicio, son centinelas en un modo u otro. Y desde ahí sacaremos conclusiones para cómo la VR habría de ser centinela en esta Cuaresma, en este momento del itinerario cristiano.

         Quizá este ejercicio espiritual sirva para vivir la fe de manera más despierta, atentos a la vida y al momento cristiano, como centinelas que esperan la aurora (Sal 129,6).

 

1. Centinelas con vitalidad (Gen 3,20)

 

         «El hombre llamó a su mujer “Vitalidad” (Eva, Hawwa) por ser la madre de todos los que viven».

 

  • EVA, la Vitalidad (y Adán, la Humanidad) son ejemplo de resistencia y resiliencia. Se aferran a la vida. No tienen otra cosa. Terminarán por amarla. Y desde ahí darán vida a otros. El relato mítico apunta al milagro del aferrarse de la persona a la vida, por encima de su fragilidad. Hasta los procesos biológicos que se resisten al dolor y a la muerte son reflejo de este anhelo hondo de vitalidad que anida en el fondo de toda creatura.
  • Una comunidad que descubre el valor de su carisma es una comunidad que va haciendo y aprobando el curso de amor a la vida que demanda el seguimiento de Jesús. ¿Cómo va ser atractivo un carisma si se vive en conflicto con la vida, en relaciones tóxicas con cosas y personas, en ese  “rezongar” contra una sociedad que no nos entiende y que parece ser enemiga (aunque hacemos parte de ella)? ¿Cómo va a ser “vendible” un carisma sin vitalidad, atrapados por la rutina, desentendido de la vida y hasta de las cosas de la Congregación? Una comunidad vital es aquella que, por encima de la edad de sus miembros, se interesa y conecta con el hoy, ama la tierra que el Señor le da, aprecia lo humano y se duele de lo inhumano. Cuando, por edad o por lo que sea, la vitalidad parece menguar, la fuerza del corazón, del alma, de la vida se puede mantener sensible y activa.

 

2. Centinelas que perdonan y conviven (Gen 33,30)

 

«He visto tu rostro que me perdonaba y era como ver el rostro de Dios».

 

  • ESAÚ Y JACOB son los hermanos que siempre riñen hasta el punto de que no pueden vivir juntos. El pequeño tiene que exilarse a mil km de distancia para nunca más volver. Durante 20 años permanecerá lejos acumulando nostalgia (su hermano Esaú acumulando odio). Pero vuelve. Y en una extraña escena de reconciliación suelta la frase más hermosa de todo el AT: perdonar es hacer visible en la tierra el rostro de Dios, verdadero sacramento de su presencia.
  • La convivencia exige perdón, generoso y rápido. ¿Cómo una comunidad de hermanos va a estar en los parámetros del evangelio si mantiene vivos los agravios, si la relación es áspera, si el perdón no es elemento de la vida cotidiana? La gente que nos frecuenta  percibe nuestro nivel de perdón. Si en esto no somos generosos, la hermosura del carisma queda velada. Tener guardadas cosas en nuestra “papelera”, no vaciarla nunca del todo es indicio de que queda tarea por hacer. Un agravio cronificado es enemigo principal de una cultura del encuentro y de la fraternidad.

 

3. Centinelas que animan al desalentado (Ex 16,3)

 

«Nos habéis sacado al desierto para matar de hambre a esta comunidad»

 

  • MOISÉS es el líder de una comunidad que siempre está protestando, siempre desalentada. Le dice a la cara su disgustos; le acusan de todos sus contratiempos; un liderazgo sin satisfacción, sin aplauso. Pero cuando Moisés tiene que defender a su comunidad es el primero en hacerlo, incluso frente al mismo Dios (Éx 33,32). No tendrá ni siquiera la oportunidad de entrar a la tierra de Canaán. Toda su vida animando al desalentado sin éxito.
  • Una comunidad desalentada es contraria opción de vida en común. Sembrar desaliento, ser “bombero”, apagafuegos, “abortista” de planes de animación es situarse fuera de la cultura del encuentro. No creer en la formación, en las reuniones, en los planes conjuntos de animación es tener personalmente un grave problema vocacional. Por el contrario, sembrar esperanza, aun contando con lo real,  huir de catastrofismos a priori, dejar de acuñar frases desalentadoras, colaborar a que los días sean lo más bonancibles posible, no menospreciar los pequeños brotes que puedan surgir es entrar por el camino fraterno. De alguna manera, la ilusión es algo más importante que las mismas vocaciones. Y a esa ilusión podemos contribuir todos en el grupo carismático.

 

4. Centinelas con entrañas sensibles (2 Sam 18,29)

 

         «El rey preguntó: ¿Está bien el muchacho, Absalón?».

 

  • DAVID es prototipo de lo humano: de honda sensibilidad y humanidad, de profunda debilidad. Su hijo Absalón de levantó contra él; le hizo salir de Jerusalén llorando por la cuesta del monte de los olivos. Pero su pregunta al mensajero que vuelve de la guerra es si está bien el “muchacho”. La traición de su hijo no le ha hecho perder la sensibilidad ni amargarle el corazón. Aunque dolido, sigue amando.
  • La vida en grupo (religioso, familiar), con sus heridas y costurones, puede habernos apeado de la sensibilidad, del estremecimiento, del corazón sensible. Había que trabajar por recuperarlo sin sentir por ello reparo o vergüenza. Una comunidad insensible no puede estar en la órbita del carisma. Que la soltería no nos haga secos a los célibes. No matemos al niño que llevamos dentro. ¿Cómo una vida áspera va a atraer en nuestra sociedad de hoy? ¿Cómo va uno a participar en un camino despojado de detalles de amor? ¿Hay que ruborizarse de ello, hay que podar las efusiones de la relación cariñosa?

 

5. Centinelas de la espiritualidad (Job 42,5)

 

«Te conocía solo de oídas, ahora te han visto mis ojos».

 

  • JOB ha sufrido pérdidas que le han llevado a tocar fondo. Desde ahí ha reclamado justicia al mismo Dios. Y ha recibido, como respuesta, una serie larga de interrogantes que no sabe responder: ¿Has entrado en los hontanares del mar…has examinado la anchura de la tierra…por dónde se va a la casa de la luz…conoces las leyes del cielo…? La respuesta es un continuado “no”. Eso provoca en Job la certeza de que saber y hablar de Dios se hace, con frecuencia, de oídas, no por experiencia personal.
  • Vivir el carisma, la fe, puede hacerse “de oídas” (desde lo sabido, lo académico, lo establecido de siempre) o desde la experiencia personal, por pobre que sea. Desde esto segundo podría hacerse una oferta de espiritualidad al ciudadano de hoy.  ¿Qué ofrecemos a quienes vienen atraídos por el evangelio? ¿Ofrecemos mística, aliento, horizonte, ilusión, experiencia de Dios, belleza contemplativa, bondad, etc., u ofrecemos solamente actividad, trabajos, planes, estrategias educativas, etc.? Una oferta de fe sin una oferta de espiritualidad es una oferta empobrecida. ¿Qué experiencias vivas de espiritualidad vamos acumulando? ¿Qué vamos experimentando personalmente de ahondamiento evangélico, de intensificación en la relación, de conexión fuerte con la sociedad, de resistencia ante la adversidad? Quien se siente atraído por el evangelio busca un amanecer nuevo, un horizonte distinto, una iluminación del corazón. Eso es la espiritualidad, por difuso que sea. Ya lo decía Bruce Springsteen en Hungry hearth: “Todo el mundo tiene un corazón hambriento”. ¿Cómo saciar el hambre de espiritualidad de hoy?

 

6. Centinelas que crean ciudadanía (Is 41,18)

 

«Transformaré el desierto en estanque y el yermo en fuentes de agua».

 

  • ISAÍAS II, junto con Ezequiel, han logrado mantener la conciencia de pueblo en la época del exilio en que Israel estuvo a punto de ser borrada del mapa. Y han puesto en ello toda la imaginación como cuando, por ejemplo, dicen que brotarán estanques en el desierto y fuentes en el yermo. Algo imposible. ¿Imposible? Véase el Canal de Castilla (que lo hizo el riojano Marqués de la Ensenada). La fe en la ciudadanía puede hacer real lo que parece imposible.
  • Tener fe en la ciudadanía de la que se hace parte es más difícil que tener fe en Dios, pero tan necesario. ¿Cómo el evangelio va ser ofertable desde un talante negativizador de la ciudadanía. ¿Cómo superar ese talante, muy propio del pensamiento eclesiástico (y de los conservadores en general), de que todo va mal? ¿Cómo unir a la pasión por Dios la pasión por lo humano?  Separar ambas pasiones no beneficia a ninguna de las dos. El grupo creyente habría de significarse por el respeto al código de la ciudadanía, a las leyes e, incluso, a los gobernantes. No es de recibo lo que hay que oír en los cenáculos religiosos de los gobernantes que no son de la propia cuerda. El respeto no está reñido con la valoración crítica. La degradación en el lenguaje que vemos en los políticos puede estar también en el cuarto de estar de la comunidad. Los carismas, en su origen, fueron siempre constructores de ciudadanía. No habrá que olvidarlo.

 

Para dialogar:

 

  • ¿Cómo mantenernos despiertos en esta hora difícil de la VR?
  • ¿Cómo huir del pesimismo comunitario?
  • ¿Cómo darnos, unos a otros, la hermosura del evangelio?

 

ORACIÓN

1. Canto

 

NOS HAS LLAMADO AL DESIERTO, SEÑOR DE LA LIBERTAD,
Y ESTÁ EL CORAZÓN ABIERTO A LA LUZ DE TU VERDAD.
SUBIMOS CON ESPERANZA LA ESCALADA CUARESMAL,
EL PUEBLO DE DIOS AVANZA HASTA LA CUMBRE PASCUAL.

Tu pueblo, Señor, camina desde la aurora al ocaso:
a tu Pascua se encamina y te sigue paso a paso.

 

2. Pensamiento del papa Francisco

 

«La cuaresma es un viaje que implica toda nuestra vida, todo lo que somos. Es el tiempo para verificar las sendas que estamos recorriendo, para volver a encontrar el camino de regreso a casa, para redescubrir el vínculo fundamental con Dios, del que depende todo».

 

3. Oramos con el Salmo 129 (dos coros)

 

Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.

 

Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.

 

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.

 

Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.

 

4. Pasaje evangélico: Mc 3,14

 

«Nombró a doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar».

 

5. Compartir

 

6. Oración común (juntos)

 

Jesús, ayúdanos:

-para que tu palabra no sobre en nuestra mochila;

-para que podamos conocerte mejor;

-para que nuestra caridad florezca con sencillez;

-que nuestra oración brote como un rayo de sol entre las nubes,

y sobre todo, que nunca dejemos de buscarte.

 

7. PN y Bendición

 

8. Canto

 

CAMINA PUEBLO DE DIOS, CAMINA PUEBLO DE DIOS.
NUEVA LEY, NUEVA ALIANZA EN LA NUEVA CREACIÓN.
CAMINA PUEBLO DE DIOS, CAMINA PUEBLO DE DIOS.

Mira allá en el Calvario en la roca hay una cruz,
muerte que engendra la vida, nuevos hombres, nueva luz.
Cristo nos ha salvado con su muerte y resurrección,
todas las cosas renacen en la Nueva Creación.

Retiro en Navidad 2022

 

 

ELIGIÓ QUERERNOS 

 

         Preparar la contemplación de la Navidad es asomarse al misterio. Si todo quedara en aspectos del folclore propio de la Navidad sería un empobrecimiento. Si eso nos lleva al misterio, también sirve. El misterio de la Navidad es el misterio de una elección: elegir querer. Dios, en Jesús, ha elegido querernos. Algo de eso está en lo profundo de la Navidad.

         Por eso, cada año se renueva el gozo de la Navidad porque su misterio es insondable, nunca se termina de entrar en él, siempre hay posibilidad de renovar la alegría. De ahí que, para quien entiende esto, la rutina se aleja y no impone su ley. Se percibe así, cada año, la posibilidad de revivir la alegría de una Navidad nueva.

         Para vivir con profundidad el misterio de la Navidad como la elección de amar que Dios tiene en Jesús hay que ahondar un poco. Pero más que grandes argumentos teológicos, lo que necesitamos es grandeza de corazón, brillo en los ojos, quedarse deslumbrados por el amor que siempre está ahí, latiente, vibrante. Un corazón vivo y sensible, eso necesitamos.

         Todo puede servirnos para asomarnos al misterio: las celebraciones, las costumbres tradicionales, la imaginación puesta al servicio de la fe. Y, para nosotros, la fraternidad es una ayuda privilegiada. Creamos como grupo, celebremos como grupo, contemplemos como grupo.

 

1. Algo que viene de muy lejos

 

         Podríamos pensar que el misterio del Dios que elige querernos comienza con Jesús. Pero la cosa viene de muy lejos. En los umbrales lejanos anteriores a los homo ya se empieza a generar la elección de querer que luego eclosionará en Jesús. Veamos algunos ejemplos:

1)   Hace  1,6 millones de años en el lago Turkana (Kenia) vivió ER 1808 un individuo femenino con graves hemorragias fosilizadas en el hueso y otras muchas enfermedades asociadas. Dicen los paleontólogos: «Alguien se ocupó de ella. Sola, incapaz de moverse, delirando, con dolor, 1808 no habría durado dos días en la selva africana, mucho menos que el tiempo de su esqueleto nos dice que vivió. Alguien le trajo agua y posiblemente comida. Y alguien más la protegió de hienas y chacales para obtener un sabroso bocado. Alguien más se sentó con ella durante las largas noches africanas sin ninguna otra razón que la preocupación humana. Sus huesos son un testimonio conmovedor de la sociabilidad, de los fuertes lazos que llegaron a superar lo que no vemos en primates no humanos».

2)   El cráneo 14 de Atapuerca corresponde a una niña deficiente aquejada de craneosinostosis. «La presión intracraneal que sufrió le provocó sin duda trastornos psicomotrices importantes. Sin embargo, el grupo no desechó a esta niña discapacitada, sino que eligió protegerla y curarla. ¿Hay algo más humano que elegir querer? En Atapuerca un grupo de humanos así lo hizo hace medio millón de años. La niña del cráneo 14 fue apodada Benjamina por sus investigadores que en hebreo quiere decir “la más querida”. Uno de ellos, Ignacio Díaz de Mendizábal, defiende que se trata de la primera muestra de amor fosilizado».

 

2. Eligió querernos: Mc 3,13-15

 

         “Subió al monte, convocó a los que él amó y estos se acercaron a él. Entonces constituyó a doce, para que estuviesen con él y para enviarlos a predicar, con autoridad para expulsar demonios”.

 

         En estas breves líneas se encierra, de alguna manera, la opción de Jesús de querernos:

 

  • Subió al monte: El monte es el lugar donde Dios se revela. La opción de querer conecta con Dios, refleja al Dios que nos quiere. 
  • Convoca: Es algo que parte de él, de su propio corazón al haber visto con claridad que el deseo de amar es decisivo.
  • A los que él amó: Los eligió porque los necesitaba para amarlos. ¿Qué habría sido de un Jesús sin gente concreta a quien amar? ¿Qué mesianismo sin alma habría sido el suyo?
  • Se acercaron a él: Porque, a su manera, ellos también lo amaron desde el momento en que comenzaron a acercarse. Se acercaban a la fuente del amor. Y eso reconfortaba su corazón.
  • Constituyó a doce: Como una representación de las tribus, como un símbolo de toda persona. En el amor que Jesús tuvo a sus discípulos, estábamos nosotros también.
  • Para que estuviesen con el él: Esta es la finalidad principal: estar en con él. Es la belleza y la improductividad del amor. Estar con él para reconfortar su corazón en los momentos de tristeza, para compartir alegría en los momentos de gozo, para buscar juntos la senda de amor que iba marcando el Padre. Estar con él era el lenguaje del amor, la prueba de que él eligió querernos.
  • Para enviarlos a predicar: No tanto una religión, cuanto la verdad honda de que el amor es el único cauce de acceso a Dios y de acceso al corazón de la persona. Una predicación de amor a la que todos estamos llamados.
  • Con autoridad para expulsar demonios: O sea, para curar las heridas del desamor (esos son los peores “demonios” que arrastramos los humanos).

 

 

 

3. La Navidad, elección de amor

 

         Hay muchas maneras de decir qué es la Navidad. Una de ellas, muy hermosa, sería decir que es el misterio de un Dios que, en Jesús, elige querernos. Es un misterio porque, se mire por donde se mire, resulta incomprensible. Pero, por otro lado, ¿cómo no iba a amar lo que él mismo había creado? Ya lo dice Sab 11,24: «Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado».

 

  • Celebrar una opción de amor: Es algo muy sutil que no llegamos a entender del todo. Quizá el modo mejor sea la actitud contemplativa: quedarse ante el misterio, gozar de un Dios que ama, maravillarse de esa opción insondable de un Dios que, en Jesús, ha puesto su corazón en lo nuestro. Dios tiene corazón y por eso ama. Despojarle de corazón es matarlo. Por eso la Navidad nos lo recuerda año tras año: Dios te sigue amando en Jesús.
  • Un Dios que solamente ama: Herederos de una espiritualidad de la que nos cuesta desembarazarnos, tenemos dificultad para llegar a vivir la certeza de un Dios que es solamente amor. Pensamos que hay que rescatar su honor creyéndole el superjuez que juzga. El misterio de un Dios que ha elegido querernos en Jesús casa solamente con un Dios que es solamente amor en cualquiera de sus formas. Y por ello, situarse en la perspectiva del amor es la única manera de llegar a entenderlo.
  • Un Dios que ama en Jesús nuestra azarosa historia: Porque es cierto que nuestra historia (social, comunitaria y personal) discurre muchas veces por caminos equívocos y hasta alejados del evangelio y desconocedores de la humanidad. Pero Dios anda nuestros caminos, ellos son los suyos. Él abandona su camino para hacer del nuestro el suyo. Así orábamos con aquella plegaria de Agrelo algo corregida: “Si creo en ti, te veré en mi camino. Tú te harás camino para mí. Y tú vendrás a donde vaya para que yo acabe yendo a ti”.
  • Huellas del Dios que ama en Jesús: Es preciso desvelar las huellas del Dios que ama en Jesús. Están en la conversación amigable, en el llegar a acuerdos, en construir la inclusión, en hacer asequible la cultura. Están en el lenguaje de la cercanía, de la amabilidad, de la sonrisa, de la moderación, de la paciencia. Todos estos valores que consideramos simplemente humanos son las huellas del amor del Padre en Jesús.

 

4. Elegir amar

 

         Es una tarea que es preciso hacer de por vida porque el amor, en cualquiera de sus manifestaciones, se construye día a día.

  • Elegir amar la sociedad: La ciudad en la que vivimos, el país del que hacemos parte. Es la fraternidad social de la que habla FT. Es el “amor político”, una forma eximia de amar según Juan Pablo II. Vivir en rechazo con la sociedad es imposibilitarse para entender la encarnación. Puede y debe ser, en ocasiones, un amor crítico. Pero, al fin y al cabo, ha de ser amor. Hay que escuchar los latidos profundos del anhelo de justicia (como se ha visto en el campeonato mundial de futbol) y el sueño de un estilo de vida humana más solidario, por muy lejos que estemos del ideal. Elegir amar la sociedad no puede ser un horizonte que no nos incumba.
  • Elegir amar la Iglesia: Aunque también haya que hacerlo con sentido crítico. Elegir amar las diversas experiencias de vida cristiana que, aunque sea en distinto barco, van al mismo puerto. Elegir amar con dolor el cuerpo herido de la Iglesia (abusos, inmatriculaciones) que es cuerpo herido de todos. Elegir amar la Iglesia de los que resisten, de quienes profetizan, de toda persona creyente que sigue viviendo la fe en maneras alternativas, marginales incluso. Elegir amar la Iglesia de los sencillos, de los cansados, de los crédulos incluso, aunque no se dé cancha a su credulidad.
  • Elegir amar la comunidad: En todos sus miembros, en los brillantes y en los opacos, en los que son un respiro y en los que abruman, en los que colaboran y en quien va desganado. Elegir amar a los hermanos/as cada día para que no se nos muera esta planta hermosa y delicada del vivir juntos. Elegir amar la comunidad en esta hora de reducción y pobreza, amarla aún más si cabe porque su debilidad es más clara.
  • Elegir amar a los frágiles: A los más humildes, a quienes tienen fuertes dificultades económicas, a los más desgastados por la enfermedad o la soledad, a quien tiene poca influencia. Desvelar sus valores escondidos, intuir sus pequeños gozos que también los tienen, sumarse a sus causas o, al menos, mirarlas con cierta simpatía. Que no se nos haga tan lejano ese mundo porque es el lugar privilegiado de la encarnación. Elegir con paz, pero con interés.

 

5. Itinerario de Navidad

 

         Para celebrar y vivir el amor que elige se podría construir un sencillo cartel con cuatro fotos: una de la ciudad, otra de algo religioso, otra de la comunidad, y otra de las pobrezas. Todo bajo el epígrafe: EN NAVIDAD CELEBRAMOS Y VIVIMOS EL AMOR QUE ELIGE QUERERNOS. Ponerlo en un lugar visible de la casa o en la capilla con una especie de calendario:

 

25-28 diciembre: Elegimos querer a la ciudad

29-31 diciembre: Elegimos querer a la Iglesia

1-4 enero: Elegimos querer a la comunidad

5-8 enero: Elegimos querer a los frágiles.

 

Conclusión

 

         Quedémonos con lo principal: la Navidad es el misterio del Dios que elige querernos en Jesús. Y, desde ahí, el camino a seguir es elegir querer a cuando conviven con nosotros. Una fe que elige querer, esa es la fe de calidad apta para vivir la Navidad con alma. Que pueda ser así.