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FIAIZ

RETIRO EN NAVIDAD 2023

Retiro en Navidad 2023

 

DIVINOS SON

QUIENES REVELAN EL MISTERIO 

 

Cuando la vida nos va colmando de años, aparece con más claridad la certeza de que hay cosas que no se ven, pero están; hay músicas que no se oyen, pero suenan; hay palabras que no se dicen, pero llegan a los labios. Es la realidad evidente del misterio, aquello otro que nos es ajeno, pero que nos compone.

Muchos humanos, antes y ahora, se han adentrado en esas aguas profundas. Muchos creyentes lo hemos intuido, a nuestra medida. Es un río ancho el que discurre hacia las fuentes del misterio. Jesús ha sido un enfrentado al misterio. Él ha hecho un enorme esfuerzo por renombrarlo, por describirlo en actitudes comunes, por sugerirlo sin pretensiones de adoctrinamiento ideológico, por vivirlo en maneras que únicamente quedan sugeridas por las páginas evangélicas. Ha situado su vida en el torbellino de lo que existe, en el tejido de circunstancias de los días, en el mundo de relaciones que son las que más marcan la senda a seguir. Y ahí ha vivido al ritmo de la fuerza de Dios, ímpetu y dinamismo de aguas escondidas. Ahí ha revelado el misterio.

Es que algo de eso es la Navidad: un tiempo para confrontarse con el misterio y un tiempo para recordar y celebrar al Jesús revelador del misterio, hombre que se ha lanzado al río del misterio y nos lo ha hecho cercano y asequible. “Oh, gran misterio y admirable sacramento”, decían los antiguos cuando celebraban la Navidad: misterio que nos lleva a Jesús y a Dios, sacramento que nos señala en la dirección de lo profundo.

Que la Navidad de este año pueda ayudarnos a celebrar con gozo el amparo del Jesús que nos revela el misterio y a vivir con alegría la certeza de que, por Él, el misterio y nuestra vida, por sencilla que sea, se mezclan. No nos apeemos de los anhelos espirituales; no dejemos de cultivar la mística, la profundidad.

 

1. Divinos son

 

         Comenzamos con poema sencillo que puede ayudarnos a captar mejor esta espiritualidad del misterio que, como el viento, no sabemos de dónde viene ni a dónde va, pero escuchamos su rumor:

 

Divinos son los dedos

que apuntan al lucero de la mañana,

porque, en realidad,

revelan el abrazo del día.

 

Divinos son los pasos

que tienden al horizonte

porque, en realidad,

revelan el país de los sueños.

 

Divinos son los brazos

que abrazan sin temor

porque, en realidad,

revelan amparos.

 

Divinos son los labios

que hablan de bienaventuranzas,

porque, en realidad,

revelan la dicha.

 

Divinos son los ojos

que miran con brillo

porque, en realidad,

revelan el alma.

 

Divinos son los corazones

que cantan en la noche

porque, en realidad,

revelan la esperanza.

 

  • Revelar a Dios en cada amanecer: porque cada amanecer es el sacramento de la vida, la certeza de que Dios hace camino con nosotros, la seguridad de que sembrar es siempre posible. Son reveladores los locutores que en la radio anuncian el día, los panaderos que sirven el pan recién hecho, los sanitarios que cogen el turno viniendo a decir que sigues acompañado en el nuevo día. Reveladores de Dios en el amanecer que es sigo de continuidad de vida.
  • Revelar a Dios en los sueños: porque el camino humano es ir en busca de sueños que unas veces se cumplen y otras no. Pero sin sueños estaríamos muertos. Revelan a Dios quienes tienen el sueño de sobrevivir, el sueño de amar, el sueño de una sociedad más igualitaria: los gobernantes que se dan al pueblo (Aníbal Vázquez), los aventureros que escalan cumbres (Edurne Pasabán), los emigrantes que cruzan desiertos (familia Valdayo).
  • Revelar a Dios amparando al débil: porque Dios encuentra un cauce en la tarea de quien ampara, de quien se convierte en apoyo para quien flaquea, de quien escucha “amantemente” las peripecias del duro vivir de los pobres. Amparar a sin techo (Alasca), a indocumentados (servicio de extranjería de Cáritas), a personas con riesgo de soledad (grupos de visita a residencias). El amparo es lenguaje revelador del Dios que ampara.
  • Revelar a Dios contribuyendo a la dicha: porque, según Jesús, Dios nos ha creado para la dicha. Contribuir a ella mediante la curación (gemelas Kadije y Cherive), alimentación (Mary’sMeals) o el trabajo (Ángel Gaitán) son maneras de revelar a Dios poniendo como cimiento el nivel de dicha posible logrado con ayuda de quien “revela” a Dios
  • Revelar a Dios con una mirada distinta: porque el tema de la mirada distinta es la puerta que puede abrir, entre otras cosas, a una valoración distinta de la realidad de Dios. La mirada desde las lágrimas de quienes están a punto de naufragar (Open Arms), la mirada de quienes encuentran ánimo tras una pérdida (grupos de duelo), la mirada de quienes encuentran refugio (para mujeres maltratadas) son miradas que desvelan al Dios que nos mira de manera amorosa y benigna (1 Cor 13,12).
  • Revelar a Dios cantando en la noche:porque, incomprensiblemente, hay quienes cantan en la más oscura noche de su vida: El proyecto CAMFED (Campaign for Femal Education) para la educación y empoderamiento de las niñas africanas ha sido galardonado con el Premio Princesa de Asturias de Cooperación Internacional 2023.

 

2. Jesús, revelador del misterio

 

         Podríamos recoger muchos textos que nos acercan a la realidad de un Jesús revelador del misterio. Espiguemos algunos pasajes de las primeras páginas del evangelio de Juan:

 

  • «Sí, os los aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar por el Hijo del Hombre» (Jn 1,51).

 

Alude al sueño incubatorio que tuvo Esaú cuando marchaba al destierro (Gen 28,10-17) que responde a una pregunta: ¿Está Dios conmigo en este abandono o no está? Por el sueño se responde que sí está. Pues bien, con Jesús tocamos la realidad, no es un sueño. En él hemos palpado al misterio (1 Jn 1,2), en él se ha revelado palpablemente que Dios acompaña nuestra vida. Guardados por el misterio. Eso celebramos en la Navidad.

 

  • «Ya no creemos por lo que tú nos cuentas, nosotros mismos lo hemos estado oyendo y sabemos que éste es realmente el salvador del mundo. Al cabo de dos días salió de allí para Galilea» (Jn 4,42-43).

 

Rememora el pasaje el texto de Oseas 6,2: “En dos días nos volverá a la vida y al tercero nos hará resurgir”. En un breve tiempo Jesús ha abierto la puerta del misterio a los samaritanos. Basta ponerse en actitud de acogida para que lo que se escapa comience a aparecer. El tiempo de Navidad es breve pero puede ser intenso para acercarse a Jesús.

 

  • «Así, igual que el Padre levanta a los muertos dando vida, así también el Hijo da vida porque los quiere” (Jn 5,19a)».

 

El oficio de Jesús es levantar muertos para darles vida. Jesús nos da vida mostrándonos un perfil nuevo de Dios: el Dios que comparte y ampara nuestros caminos. La Navidad puede darnos vida, impulsar la búsqueda de un Dios nuevo, distinto.

 

  • «El Padre que me envió va dejando testimonio en mi favor» (Jn 5,37).

 

Jesús goza del amparo del Padre y desvela que toda criatura goza de similar amparo. Navidad es buen tiempo para cultivar la certeza de que nuestra vida está guardada por las manos de Dios.

 

  • «Trabajad no por el alimento que se acaba, sino por el alimento que dura dando vida definitiva, el que os va a dar el Hombre, pues a este, el Padre Dios lo ha marcado con su sello» (Jn 6,27).

 

Jesús está capacitado para darnos el alimento de una espiritualidad que enriquece y perdura. El Padre lo capacita y lo apoya. Navidad nos desvela que por el cauce de Jesús, nuestra vida está bien orientada.

 

  • «Yo vivo por el Padre y el que me come vivirá por mí» (Jn 6,57).

La vida de Jesús es alimento para quien bucea en el misterio. Orientarlo todo desde él no puede sino producir frutos positivos de evangelio. En Navidad cultivamos el deseo de alimentarnos de ese Jesús del evangelio que nos enamora.

 

  • «Yo no estoy solo; estamos yo y el Padre que me mandó» (Jn 7,16).

 

Jesús tiene la certeza de que el Padre está con él aunque las cosas vengan mal dadas.  En Navidad podemos ahondar en esa misma certeza hasta lograr ver con gozo que nuestra vida nunca está sola.

 

  • «Propongo exactamente lo que me ha  enseñado el Padre. Además, el que me ha enviado está conmigo; no me ha dejado solo; la prueba es que yo hago siempre lo que le agrada a él» (Jn 8,29).

 

Hacer lo que agrada al Padre, el designio de reconciliación (según Ef y Col). Navidad también es tiempo para reconciliaciones, sencillas y profundas. Una Navidad que agrade a Dios. A algo de eso hay que aspirar, aunque nos venga grande.

 

 

 

3. Reflexión espiritual

 

  • Algo que se esconde y huye:

         El discurso teológico suele hablar de Dios con contundencia, diciendo qué es y qué no es, qué quiere y qué no quiere. En realidad, habla de algo que se escapa al razonamiento humano y, cuanto más se le encasilla, menos probablemente se atina. Por eso hay quien postula el cambio mismo del vocablo “Dios”, por patriarcal y reaccionario. No hay que olvidar que los vocablos los creamos los humanos. Y, por ello, son susceptibles de cambio, siempre que tal variante deje más claro lo que queremos decir. No hay que temer tocar el vocablo “Dios”.

         Efectivamente, queremos hablar de algo que se esconde y huye. Y lo hacemos con los argumentos de una pretendida ciencia que encasilla todo en beneficio de una supuesta claridad y comprensión. Aunque las bibliotecas de teología y espiritualidad sean inmensas, eso no aumenta el conocimiento del misterio de Dios que escapa en la metáfora de un “ciervo” huidizo, según san Juan de la Cruz. Solo la mística ha caminado anhelante tras un Dios que no se deja atrapar.

         En Navidad nos situamos ante ese misterio en actitud espiritual adorante. O sea: no intentamos tanto comprender cuanto “estar”, quedarse, entrever. Queremos que percibir que eso que se nos escapa hace parte de lo nuestro, convive con nosotros, nos toca dentro. “Un no sé qué que queda balbuciendo…”, decía el místico. La Navidad es, como todo lo grande de la fe, una tarea para la mística.

 

  • Trabajos desveladores:

Podría pensarse que ir desvelando el misterio es una tarea rara, para gente especial. Nada de eso: el misterio se revela en lo cercano, en lo cotidiano, en lo relacional. Se trata, por ejemplo, de desvelar el bien que anida en los pliegues del alma de cada persona y de cada ser. Velado por mil limitaciones adheridas, se puede llegar a la falsa convicción de que el núcleo constitutivo de las cosas es el mal. Esto es un error: lo que existe tiende al bien, aunque haya de librar una batalla larga y penosa para sacar ese bien del magma del mal. Enorme y deseada pretensión.

         Otro trabajo revelatorio es ahondar en la capacidad de fraternidad social que anida en el ser humano e, incluso, la tendencia a una especie de hermandad cósmica que mueve a todos los seres. Empuja a luchar a brazo partido contra la siembra de prejuicios que llega a producir la desastrosa cosecha de certezas inamovibles que denigran a la persona. Anima a acoger-proteger-promover-integrar al distinto creyendo que la orientación a la fraternidad es primigenia. Quiere hacer ver que el futuro de lo humano pasa por la “gran batalla” de la fraternidad cívica.

         Además, el misterio se desvela en la certeza de la interdependencia de los seres. La autorreferencialidad puede llevar a pensar que uno es más creyéndose autosuficiente. Esta falsa conclusión está muchas veces alimentada por estereotipos consagrados por el rechazo social. Quiere el evangelio remover esa pesada losa para que la vida no quede sofocada por la toxicidad de un aislamiento que lleva a chocar con el muro del sinsentido.

         Es posible que todo esto nos diga poco,  que no haga vibrar nuestro interior. Pero de algo de eso se trata cuando vivimos la Navidad un poco despegados del ruido y del folclore externo navideño. Se necesita otra mirada sobre todo esto. ¿Estamos dispuestos a lanzarnos por estos caminos? ¿Lo podremos hacer si seguimos e n los de siempre?

 

  • El Dios revelado por Jesús:

Nuestra mirada a Jesús percibe sus trabajos por revelar un nuevo perfil de Dios como condición necesaria para acoger su propuesta de vida nueva. Efectivamente, sus esfuerzos han querido revelar, desvelar, rasgar los velos, prejuicios, tópicos consagrados, encubrimientos interesados, temores infundados, ideas esclerotizadas, con los que se ha envuelto y ocultado el perfil de Dios. Y ha logrado hacerlo en maneras de comportamiento pegadas a la vida como, por ejemplo, comiendo con pecadores. Dice J. A. Pagola: «Lo que más escandaliza de Jesús no es verle en compañía de gente pecadora, sino observar que se sienta con ellos a la mesa. Estas comidas con “pecadores” son uno de los rasgos más sorprendentes y originales de Jesús, quizá el que más le diferencia de todos sus contemporáneos y de todos los profetas y rabinos del pasado». Estos trabajos de desvelamiento constituyen su conciencia-para-nosotros, su saberse llamado a lo nuestro. Somos nosotros quienes lo percibimos así: revelador, desvelador.

         Por eso mismo, los cristianos no creemos en Dios en general, sino en la manera precisa del Dios revelado por Jesús. Viendo los comportamientos cotidianos de Jesús deducimos el perfil de su Dios: Jesús acoge a pecadores, el Dios de Jesús acoge a pecadores; Jesús elogia la generosidad, el Dios de Jesús es generoso; Jesús ofrece segundas oportunidades, el Dios de Jesús abre la posibilidad de una nueva oportunidad; Jesús sueña con el fin de las penas de los pobres, el Dios parcial de Jesús empuja en la dirección del señorío de los pobres. Y así sucesivamente. En esta traslación de las actitudes de Jesús al perfil de Dios se palpa el carácter revelador de la persona de Jesús.

 

  • Hacer asequible el misterio:

Hablar de todo esto nos parece que es hablar de lejanías. ¿Cómo hace más asequible el misterio?¿Cómo poner una realidad de enormes lejanías al alcance de la mano sin, por ello, limitarlo ni empequeñecerlo? Jesús no rebajó el misterio cuando hizo comparaciones cotidianas, cuando lo situó en los caminos comunes, cuando lo tradujo a un idioma comprensible para cualquiera. Acercar la realidad humana al misterio fue la manera de mostrar que tal realidad incluía la vida en sus modos más elementales, que no había obstáculo que se interpusiera entre el misterio y lo humano.

         Más aún, Jesús desveló algo inusitado y de difícil comprensión para la persona religiosa: que el misterio estaba a nuestro servicio y no al revés, que todas las grandezas del misterio se ponían a los pies de la persona y que ese era su sentido, servir a lo que existe. En sus propios afanes, Jesús desveló los increíbles trabajos del misterio a favor de lo que vive. Solamente desde los torbellinos del amor, desde lo sorprendente de alguien que ama, podrían entenderse estas sendas extrañas.

         Y todo esto se hizo sin apartarse del camino de la sencillez. Una sencillez que ahonda, que rumia en lo interior, que no se queda en la cáscara, ya que si no aboca a la pura magia. De esta manera la vida de los humildes se hizo más llevadera porque, contra toda apariencia, les hizo percibir que aspirar a la dicha desde la pobreza no era una quimera. El misterio servía a la justicia.

         Navidad puede ser un buen tiempo para animarse a vivir el misterio en modos asequibles. No es cosa arcana e intrincada. Quizá sea cuestión, sencillamente, de sembrar el bien. En el libro del Eclesiastés se dice: “Siembra el bien por la mañana y por la tarde, porque no sabes cuál de las dos siembras fructificará; quizá las dos” (Ecl 11,6). Siembra concordia, siembra escucha, siembra disfrute sencillo. ¿No pueden ser estos caminos “navideños de acercamiento al misterio?

 

  • Rasgar velos que ocultan el misterio:

El acceso al “misterio abrupto” de la Navidad no es fácil. No se acerca uno a él por vía de una vivencia superficial y consumista, Es preciso poner más carne en el asador. Quizá se pueda decir que hay que hacer un trabajo de “rasgar velos” porque hemos oscurecido del misterio envolviéndolo en cuestiones que no son el misterio, pero que lo entorpecen. Habrá que cuestionar todas las estratagemas que usamos para ocultar, para entorpecer, para confundir, para oscurecer y poner en juego mecanismos de claridad, de iluminación, de verdad.

Navidad es un misterio de luz que se vive en la luz. Pide que la tiniebla ocupe el menor espacio posible. Pide esfuerzos de  sinceridad, reconocimiento del propio error, lejanía del engaño. ¿Cómo vamos a acercarnos a la luz sin intentar abandonar la zona de sombras? La Navidad nos invita acercarnos desnudamente a la luz desnuda, con la mano tendida a los brazos de Dios que se nos tienden, con un corazón sin recovecos ocultos ante un Dios que ofrece totalmente su ancho corazón.

 

4. Navidad: tiempo de luz

 

  • Tiempo de contemplación ahondada:

Nuestro día a día, tan ajetreado, necesita, de vez en cuando, espacios de respiro, de sosiego, de contemplación. Navidad es un tiempo óptimo para ello: el recogimiento del invierno, la vuelta al espacio familiar, la oración más sosegada, son elementos que ayudan a la contemplación. Aprovechar la Navidad para ahondar en el gozo de la fe es  una posibilidad a la mano.

 

  • Tiempo de experiencias de dentro:

Porque la vida nos lleva a vivir muy en lo de fuera, en la superficie, en lo externo. Navidad es tiempo bueno para hacerse preguntas de calado en el sosiego de la reflexión o de la oración: ¿qué voy haciendo con mi vida? ¿Qué voy dejando de bueno por los lugares por los que paso? ¿Cómo voy entrando, a mi edad, en el secreto del misterio de Dios? ¿Qué vigor real tiene mi seguimiento a Jesús? No nos desalentemos por la amplitud de estas cuestiones Preguntémonos con paz.

 

  • Tiempo de siembra de fraternidad:

Nos cuesta sembrar el bien. Para nosotros, el campo principal de siembra es la fraternidad. Renovemos en Navidad nuestra decisión de sembrar el bien en la comunidad. Este es el rostro principal del misterio que nosotros hemos de desvelar y contemplar.

 

  • Tiempo de gozos simples:

Porque no se puede desvelar el misterio de Dios en la historia sin gozo, sin alegría, sin disfrute. Nosotros vivimos esto en los gozos simples de la vida fraterna, en las alegrías cotidianas de la gente sencilla. Porque el gozo no está en la cantidad, sino en la vivencia del corazón. Demos hondura en Navidad a nuestros gozos sencillos. No nos quedemos en lo meramente exterior. Sepamos leer el brillo del misterio en los ojos de nuestros hermanos/as.

 

  • Tiempo de vida que brota:

Parece que en invierno la vida se retrae, se vuelve sobre sí misma, se encoge. Pero no, crece por dentro para luego explotar por fuera. Si tenemos oportunidad, miremos los campos de trigo o cebada: las hierbitas del grano recién nacido van pintando de verde la tierra. Brota la vida, imparable, nueva. Así es el misterio que revela Jesús: persistente como la llamada del amor, tenaz como quien acompaña fielmente, amigo como quien sostiene con generosidad.

 

5. Itinerario

  • 24-26: contempla las manos de quien apunta a la luz.
  • 27-29: contempla los pasos que llevan a los sueños.
  • 30-1: contempla los brazos que amparan y sostienen.
  • 2-3: contempla los labios que hablan palabras de gozo.
  • 4-5: contempla el brillo de los ojos que llevan a Dios.
  • 6-7: contempla los corazones que suscitan esperanza.

 

6. Conclusión

No dejemos pasar la oportunidad que es la Navidad. Dejémonos envolver por el fascinante misterio que Jesús revela con su vida. Es la mano tendida del Padre que nos acompaña. Apoyémonos en la comunidad para andar estos caminos. Y, con seguridad, la Navidad será un tiempo de gracia y de crecimiento espiritual.

3 comentarios

Teresa -

“Navidad. Tiempo de experiencias de dentro. Es tiempo bueno para hacerse preguntas de calado en el sosiego de la reflexión o de la oración: ¿qué voy haciendo con mi vida? ¿Qué voy dejando de bueno por los lugares por donde paso? ¿Cómo voy entrando, a mi edad, en el secreto del misterio de Dios? ¿Qué vigor real tiene mi seguimiento a Jesús? No nos desalentemos por la amplitud de estas cuestiones. Preguntémonos con paz”. Es bueno plantearse cuestiones como estas: las más importantes. Pero, lo más bonito y motivador es hacerlo así: sin desaliento y en paz. De otra forma, acabamos sumidos en la más negra frustración; derrotados y amargados.

“Tiempo de siembra de fraternidad. Nos cuesta sembrar el bien. Para nosotros, el campo principal de siembra es la fraternidad. Este es el rostro principal del misterio que nosotros hemos de desvelar y contemplar”. No hace falta perderse buscando otros.

Muy hermoso itinerario navideño de contemplación de manos, pasos, brazos, labios, brillo en los ojos y corazones esperanzados. Para avanzar hacia la luz, los sueños, el amparo, el gozo, Dios y la esperanza. Así, nada ni nadie nos puede impedir vivir la Navidad.

Y muy bella conclusión: “Dejémonos envolver por el fascinante misterio que Jesús revela con su vida. Es la mano tendida del Padre que nos acompaña”.

Teresa -

“El discurso teológico suele hablar de Dios con contundencia, diciendo qué es y qué no es, qué quiere y qué no quiere. En realidad, habla de algo que se escapa al razonamiento humano y, cuanto más se le encasilla, menos probablemente se atina”. Ese discurso es mucho peor, si cabe, en personas religiosas (por no decir insoportable), además de profundamente dañino para quienes lo escuchan desde posturas alejadas de la fe. ¿Y, a quién le puede extrañar?

“En Navidad (…) no intentamos tanto comprender cuanto “estar”, quedarse, entrever. Queremos que percibir eso que se nos escapa hace parte de lo nuestro, convive con nosotros, nos toca dentro”. Sí, es lo mejor y más hermoso de la Navidad.

“El misterio se desvela en lo cercano, en lo cotidiano, en lo relacional. Se trata, por ejemplo, de desvelar el bien que anida en los pliegues del alma de cada persona y de cada ser”. Algo que aprendió a hacer maravillosamente Etty Hillesum en medio de la cruda realidad que le tocó vivir, viendo seres humanos vulnerables hasta en los oficiales nazis que ocupaban Holanda.

“Anima a acoger-proteger-promover-integrar al distinto creyendo que la orientación a la fraternidad es primigenia”. Creo que este convencimiento se abre paso de modo inexorable a pesar de todas las paradojas de nuestro tiempo, y no deja de crecer.

“Los cristianos no creemos en Dios en general, sino en la manera precisa del Dios revelado por Jesús. Viendo los comportamientos cotidianos de Jesús deducimos el perfil de su Dios: Jesús acoge a pecadores, el Dios de Jesús acoge a pecadores…”. En algún momento del camino hemos olvidado mirar a Jesús, nos hemos equivocado de Dios y nuestras actitudes, en nombre de la religión, se han desbocado en la dirección contraria.

“Jesús desveló algo inusitado y de difícil comprensión para la persona religiosa: que el misterio estaba a nuestro servicio y no al revés, que todas las grandezas del misterio se ponían a los pies de la persona y que ese era su sentido, servir a lo que existe”. Una maravilla.

“Habrá que cuestionar todas las estratagemas que usamos para ocultar, para entorpecer, para confundir, para oscurecer y poner en juego mecanismos de claridad, de iluminación, de verdad”. Todo ello para “rasgar velos que ocultan el misterio”. ¿Hay algo más bello, aquí en la tierra, que los seres de luz? Allí donde están lo iluminan todo. No son muchos, pero hay.

(Continuará...)

Teresa -

“Jesús ha sido un enfrentado al misterio. Él ha hecho un enorme esfuerzo por renombrarlo, por describirlo en actitudes comunes, por sugerirlo sin pretensiones de adoctrinamiento ideológico”. Me gusta mucho contemplar y considerar así a Jesús; mucho más que como lo aprendí: como al Hijo de Dios para el que no existía ningún misterio. Ahora, me siento acompañada.

“Divinos son”. Bellísimo poema, la verdad.

“Revelar a Dios en cada amanecer”. Una hermosa tarea para cada cristiano.

“Revelar a Dios contribuyendo a la dicha”. Hemos relacionado tanto a Dios con el pecado y lo hemos disociado tanto del disfrute, que es una hermosa revelación mostrarlo en la dicha.

“En Jesús hemos palpado el misterio, en él se ha revelado palpablemente que Dios acompaña nuestra vida. Guardados por el misterio. Eso celebramos en Navidad”. Es una celebración que nada ni nadie nos puede quitar. No tiene sentido quejarse de lo que no tiene por qué afectarnos si no queremos (el consumismo reinante…)

“Jesús nos da vida mostrándonos un perfil nuevo de Dios: el Dios que comparte y ampara nuestros caminos. La Navidad puede darnos vida, impulsar la búsqueda de un Dios nuevo, distinto”. ¿Cuándo nos perdimos creyendo que Dios tapaba nuestros agujeros y resolvía todos nuestros problemas?

“Jesús tiene la certeza de que el Padre está con él aunque las cosas vengan mal dadas. En Navidad podemos ahondar en esa misma certeza hasta lograr ver con gozo que nuestra vida nunca está sola”. Quien llega a esa certeza alcanza la madurez y la plenitud humanas y espirituales. Es lo que San Juan de la Cruz llamaría estar en el centro de su humildad/verdad.

(Continuará...)