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FIAIZ

BRIZNAS DE ESPERANZA

BRIZNAS DE ESPERANZA

EN EL MARCO DE UNA SOCIEDAD

GASEOSA[1] 

 

 

            Queremos empezar esta reflexión con una serie de textos poéticos. Parece que la seriedad de un trabajo de componente social no pega con los brillos de la poesía. Pero deseamos indicar que los análisis sociales de hoy que, a veces, nos agobian pueden ser tratados en hondura y, a la vez, con una cierta holgura. No es  caer en la “existencia banal” que Heidegger criticaba tanto o en el “nihilismo débil” del que habla G. Vattimo[2]. Es poder hablar de los interrogantes de hoy sabiendo que se puede caminar si se levantan los hombros un poco[3]. No son los nuestros malos tiempos para la lírica[4]. Todo lo contrario.      

Dice el poeta M. Rico:

 

«Nunca poseeremos la tierra.
Si acaso, una brizna de aire o un destello»[5].

 

         Hemos de ser modestos en nuestras pretensiones. No se puede entender todo. No vamos a dar con la piedra filosofal de la realidad que lo explique todo. Siempre quedarán flecos de oscuridad. Abundarán los interrogantes sin respuesta. No es echarse en brazos, desalentados, en un relativismo que nos deje «sin criterio, sin razonamiento, sin ambición ética, sin capacidad crítica…ante la pura superficialidad, ante la absoluta ramplonería»[6].

         Y en esta tesitura de lo humilde, del trabajo sencillo decía G. Apollinaire:

 

«Brizna de brezo, olor del tiempo.
Recuerda que yo te espero»[7].

 

         Hay que hacer trabajos sencillos para recabar sentido en esta época turbia en la que se desarrolla nuestra vida personal y social. Es preciso que no mueran las raíces de la esperanza, «la tierra donde esas raíces anidan»[8]. Esa tierra que somos nosotros mismos como personas y como grupo. Si muere la esperanza, si damos por descontado que entender nuestro momento y vivirlo con lucidez son cosas imposibles habremos renunciado a la iluminación que puede abrir el camino del sentido. Esperemos las “briznas de brezo”, como cosa que anuncia el resplandor tras el que andamos.

         Finalmente, dice el poeta canario J. Díaz Armas:

 

«Estás en los recodos vericuetos de este atajo

que en soledad desando y tú transitas

camíname despacio, dame vueltas,

detente a contemplar un canto solitario

un insecto, una brizna de hierba,

date tiempo que no tengo otro sitio,

ni otro asiento, ni otra sed, ni otro o­cio que ofrecerte»[9].

 

Es necesario detenerse a contemplar la brizna de hierba, para contrarrestar «la excesiva distracción a la que estamos sometidos y la dificultad para dedicarnos al pensamiento contemplativo»[10]. Como luego diremos, la reflexión, y sobre todo si se hace en grupo, puede ser una óptima manera de contemplar, de ahondar, de oponerse a la tiranía de la superficialidad.

 

 

1. El dinamismo de la reflexión

 

         Podría dar la impresión de que únicamente los jóvenes son quienes están “abducidos” por los medios tecnológicos y que si se les quita el móvil parece que se les está robando el “alma”. Todos participamos de ese “abrevadero” que son las redes sociales donde la comunicación es, ciertamente, acelerada, pero, con frecuencia, superficial. «La celeridad con la que nos comunicamos no aporta mayor riqueza ni fluidez. Solo es más veloz y, a veces, precipitada. Y excesivamente ligera. A menudo los pseudoargumentos son meros eslóganes, simples consignas, a veces incluso con pretensión de originalidad, que no resisten un análisis mínimamente solvente»[11].

         Por eso, se demanda hoy un plus de reflexión porque «la capacidad de conexión y difusión de las ideas pierde todo su potencial si nos fallan el espíritu crítico y la capacidad reflexiva que solo proporciona el verdadero conocimiento, si limitamos la actividad a lo virtual…si pensamos que lo nuevo tiene, por el hecho de serlo, más interés que lo viejo»[12].

         La reflexión nos hará ver que «el mundo se cambia en la vida real…y no escribiendo frases que se diluyen en un mar de agresividad virtual»[13]. Si se quiere detectar las briznas de esperanza en el magma de la sociedad de hoy, si se pretende sobrevivir al tsunami de las opiniones que oscurece las informaciones, si se quiere caer en la cuenta de que nada cambia mientras uno no se levante del sillón, habrá que recurrir a esa vieja y conocida herramienta de la reflexión. Quizá sea cierto que «lo virtual provoca blandura, porque el usuario opina parapetado en su domicilio; también alienta la inmovilidad y el conformismo, dado que una vez que se ha mostrado airadamente un enfado a través de los caracteres que permite el medio se puede salir del cuarto con la satisfacción falsa de haberse comprometido»[14]. Hoy más que nunca queda claro que «el compromiso verdadero con la injusticia requiere tenacidad y es incómodo por naturaleza porque obliga a dar la cara, a no callarse»[15].

         Desde este punto de vista, la reflexión se hace imprescindible porque únicamente puede hacer buenos análisis de la realidad una mente contemplativa que emplea tiempo en pensar y en elaborar lo pensado con palabras lo más adecuadas posible. Cualquier camino que lleve a la reflexión será positivo: la lectura que desvela «el drama del propio vivir y sentir» de los humanos[16]; el diálogo constructivo en cualquiera de sus variantes donde descubrimos la reciprocidad[17]; la belleza disfrutada con otros y ampliada por la interculturalidad[18]; la convivencia pacífica y paciente que «que vence las incomprensiones y previene los conflictos»[19].

         Reflexionar en común es un modo extraordinario tanto de elaborar la reflexión como el de crear comunidad. Dice FT 36 una frase luminosa: «Si no logramos recuperar la pasión compartida por una comunidad de pertenencia y de solidaridad, a la cual destinar tiempo, esfuerzo y bienes, la ilusión global que nos engaña se caerá ruinosamente y dejará a muchos a merced de la náusea y el vacío». Por eso es tan importante el grupo: para encontrar sentido. Y por ello hay que hacer inversiones en el grupo para que sea productivo: tiempo, esfuerzo, bienes, reflexión.

 

2. Vivir en una sociedad gaseosa

 

         Las metáforas tienen un alto poder cognitivo. Las metáforas no son mero adorno literario sin consistencia ni contenido real. Muy al contrario contribuyen a la ampliación y ahondamiento del sentido. La idea de un sentido objetivado es siempre peligrosa porque el sentido, ligado a la experiencia y su elaboración, es dúctil y móvil. La construcción lingüística que es la metáfora elabora y, en el mejor de los casos, amplía y profundiza el sentido. Efectivamente, la metáfora sugiere, como círculos en el agua, posibilidades de acercamiento experiencial que no podemos captar de manera cognitivamente más fiable. Y, a la vez, contribuye al ahondamiento del sentido porque las experiencias básicas se ven bombardeadas por la superficialidad  que tiende a su dominio. La metáfora desvela componentes que no aparecen a primera vista en la mera experiencia. Así se convierte en herramienta decisiva para la construcción del sentido[20]. Hay quien dice que «tal vez a las metáforas también las cargue el diablo y por eso, quien pone una metáfora en circulación, al mismo tiempo que ilumina determinados aspectos de la realidad termina comprobando sus limitaciones»[21].

         Pues bien, todos convienen en que Z. Bauman logró con su metáfora de la “sociedad líquida” dar con una clave de comprensión de nuestra sociedad[22]. En la sociedad líquida, dice Bauman, «estamos condenados a vivir en la incertidumbre permanente” de una sociedad acaparada por el “síndrome” del consumismo, la competencia individual, el desecho incesante de los productos y la dependencia de lo nuevo que el mercado ofrece, y, también, el rechazo, sino el miedo, al otro, cuando el otro es fuertemente impuesto por los efectos de la propia globalización desregulada»[23]. Esto, de laguna manera, sigue siendo una realidad.

Pero hay quien dice que sería más propio hablar de un mundo y de una sociedad “gaseosa”: «Esta metáfora responde mejor a la realidad de los actuales mercados financieros y al mundo de los medios que se caracterizan, como los volúmenes que se contraen y se expanden del estado gaseoso, por ciclos de expansión y contracción, de expansión y recesión, que no tienen un volumen constante. Lo gaseoso responde mejor a los intercambios inmateriales, vaporosos y volátiles, muy alejados de las realidades sólidas que caracterizaba eso que nostálgicamente denominamos economía real, pero también más complejos que el discurrir de los flujos líquidos. Es una imagen muy apropiada también para describir la naturaleza cada vez más incontrolable de determinados procesos sociales, el hecho de que todo el mundo financiero, mediático y comunicativo se base más sobre la información “gaseosa” que sobre la comprobación de hechos»[24]. Esto es algo con lo que habrá que trabajar, no algo a lo que habrá que sucumbir. El gran problema político es cómo gobernar lo gaseoso, cómo crear unos parámetros de mercado gobernables.

¿Cómo elaborar la certeza de vivir en una sociedad gaseosa? Quizá haya que decir, en primer lugar, que los diversos modos de sociedad pueden convivir. No se funciona a un ritmo uniforme. «Si adoptamos la metáfora gaseosa, podemos ir más allá y pensar que la vida social atraviesa por fases sólidas, o sea, momentos donde se frena el cambio y se privilegia la consolidación y reproducción de lo existente; fases líquidas, donde se dan desplazamientos y transformaciones colectivas orientadas hacia un gran objetivo compartido; y fases gaseosas donde lo que reina es la hibridación, el caos, la indeterminación y la incerteza. Tampoco es para descartar que mientras algunas sociedades están inmersas en una fase, otras se explican mejor a través de otra metáfora»[25].

En segundo lugar, será preciso desarrollar una serie de estrategias que doten al ciudadano para afrontar mejor las “arenas movedizas” de esta época:

  • Ante el individualismo exacerbado que no se ve interpelado por el caído en el camino, habrá que cultivar todos los cauces de solidaridad social por encima de los vaivenes de las legislaciones del momento. Mantener lo conseguido, luchar por lo que falta y soñar en lo que aún no entra en los parámetros legales. Pongamos, por caso, el derecho a morir dignamente.
  • Ante la desregulación de los mercados promovida por al talante ferozmente especulativo del neoliberalismo económico, será preciso luchar por una gobernanza que apunte a una realidad económica de mercado cuyo mejor activo sea el bien ciudadano y no las ganancias del capital. Pongamos el ejemplo de la regulación de los pisos turísticos.
  • Ante la incertidumbre interesada por quien maneja los hilos en la sombra para generar acciones lucrativas desde el punto de vista político o económico, favorecer el cultivo de certezas que están un poco más allá de las limitaciones del tiempo concreto. Hablamos, por ejemplo, de la certeza del amparo familiar en sus diversas modalidades.
  • Ante la falsa creencia de que los cambios virtuales cambian algo, habrá que volver a la lucha vecinal que es la que puede empujar al poder político a reconsiderar muchas de sus decisiones. Pongamos el caso de la lucha contra la gentrificación por el turismo.
  • Ante el deseo irrefrenable de poseer el último artilugio electrónico del mercado creyendo que eso nos asienta en la vida sería preciso desarrollar una sensatez consumista que se piense dos veces las cosas antes de comprar para ajustar el deseo a la realidad. Controlar el ansia de poseer el último móvil cuando el anterior es más que suficiente para nuestro plan de vida.
  • Ante la fiebre del éxito inmediato reforzar la certeza de que la siembra precede a la cosecha y aquella ha de ser generosa y continua para esta sea colmada. Trabajar, por ejemplo, el tema educativo dejando de lado el desaliento de que hoy es batalla perdida.
  • Ante la insatisfacción vital alentada por un consumo que dice que no serás feliz hasta que tengas todo, sería productiva la estrategia de la sobriedad feliz que parte de la comprensión de la pobreza no meramente como un desvalor, sino como un valor de bienestar. «La moderación como principio de vida y la moderación como experiencia interior constituyen el anverso y el reverso de una sola y misma búsqueda de sentido y coherencia»[26]. La moderación en el uso del plástico serviría de ejemplo.
  • Ante la soledad entendida como un subproducto necesario que brota de la maquinaria social de hoy habría que confiar en las estrategias de acompañamiento social, desde el club de jubilados hasta no cesar de demandar el correcto funcionamiento de la seguridad social.
  • Ante la fragilidad del amor líquido que fluctúa según las conveniencias de las situaciones personales, habría que mantener vivo el viejo valor de la fidelidad lucida que demanda mucha entrega para que el amor brille. No ha desaparecido el baremo de la fidelidad en la relación de pareja, ni siquiera tras el bombardeo del modelo americano que se nos impone en la colonización cultual.

 

3. Vivir con esperanza

 

         Ahí está el quid: ¿cómo mantener viva la esperanza en que haga de contrapeso a la incertidumbre de la sociedad gaseosa? ¿Cómo elaborar la desesperanza de serie y las desesperanzas que se van añadiendo en el largo caminar humano? Vamos a tomar un párrafo del librito de M. Zambrano, Los bienaventurados para ahondar en estos interrogantes[27].

  • La esperanza envuelve toda la obra del ser humano, aunque este no se percate de ello. La cuna del ser es la esperanza. Por eso resulta tan definitiva: «Todo lo que el hombre busca conocer, toda acción que proyecta, todo padecer que cae sobre él, toda verdad que le sale al encuentro, es acogido primariamente por la esperanza, sin que ella se dé a ver»[28]. La esperanza es el lugar de la vida acogida. Por eso, una vida en la desesperanza, en el disgusto, en la crítica amarga y negativizadora no aporta nada a esclarecimiento del camino que hay que seguir.
  • La esperanza tiene un apoyo insustituible que, si falla, resulta imposible: «Y en el fondo de esta esperanza genérica, absoluta, podemos discernir algo que la sostiene: la confianza»[29]. Sin confianza es imposible entender la esperanza. Por eso mismo, generar confianza es posibilitar la esperanza. Una vida urdida en la desconfianza es una vida necesariamente desesperanzada.
  • Creemos que vivir en la esperanza es estar siempre en una vida de buen tono vital, optimista, creativo. Pensamos que la esperanza es incompatible con un cierto desaliento. Pero «la esperanza se deja ver como todo lo que alienta constantemente en sus desfallecimientos, en sus atonías». Es pues compatible el dinamismo de la esperanza con una debilidad existencia hecha de desfallecimiento y atonía. No puede ser estas excusas definitivas para apearse del carro de la esperanza.
  • El desaliento cerca a quien se esfuerza por leer la realidad de hoy de manera positiva.  Pero, dice Zambrano, «la esperanza salta visible en la desesperanza; en la desesperanza y en la exasperación que advienen por un suceso habido en la intimidad del ser entregado a sí mismo, o encerrado dentro de una situación sin salida»[30]. Quien reflexiona sobre la esperanza ya está construyendo un camino esperanzado; quien intenta sacudirse el yugo pesado de  la negatividad, ya es constructor de esperanza, quien emplea palabras de contenido esperanzador ya colabora a la causa del futuro; quien aporta un grano de esperanza a la vida de alguien que lo pasa mal, es hijo de la esperanza.

 

4. La esperanza política

 

         No son pocos quienes piensan que trasladar la esperanza al ámbito de lo político es destruirla. Los niveles de desafección respecto a la política siguen muy altos, convencido el ciudadano de que la mentira es la mejor herramienta que tiene el poder: «con la política reducida a una representación mediática y plagada de asesores de comunicación, nuestros políticos no dedican sus mejores energías a tratar de mejorar nuestras vidas, sino a intentar engañarnos…los políticos tradicionales han empezado a mentir con un descaro y un cinismo inéditos, transformando el arte de la política en el arte de mentir y decretando que el mejor político es el que mejor miente o mejor engaña, o el que mejor disfraza la mentira de verdad»[31].

Esto es lo que, de manera explícita, creen muchos ciudadanos. Es preciso salir de ahí para pensar la verdad política. ¿Cómo lograrlo? 1) sintiendo la necesidad de hacerlo lo que le hará fuerte para no sucumbir a la tentación de un “salvador” (un tirano) que los saque del marasmo; 2) recuperando la fiabilidad de las instituciones públicas; 3) despertando la motivación con un proyecto ilusionante; 4) intentado sacar a la política de la succión de la economía. Hay que creer en el dinamismo de las utopías para aceptar estos planteamientos[32].

Es bueno escuchar a personas alejadas de la política pero sensibles en lo social porque son más próximas a la ciudadanía. El director de cine Ken Loach presentó en el festival de cine de Cannes de 2023 la película social, como todas las suyas, El viejo roble (The old oak). En declaraciones a la prensa decía: «La esperanza es un asunto político, porque si la gente tiene esperanza y se les dice que tienen la fuerza de cambiar las cosas podremos avanzar. Si no tienen esperanza, si están desesperados, votarán por la extrema derecha, por los fascistas. Así que la esperanza es un asunto político, la esperanza da fuerzas y da la capacidad de cambiar las cosas. Las personas que son fuertes tienen confianza en su propia capacidad. Las personas que no tienen esperanza son cínicas y se encogen de hombros. La anarquía alimenta a la derecha, la esperanza alimenta a la izquierda. Por izquierda me refiero a la gente que imagina que otro mundo es posible»[33].

Quizá pueda parecer un análisis simplista. Pero hay que ver lo que encierra de verdad. ¿Cómo suscitar ese dinamismo esperanzador que mantenga viva la utopía de que las cosas puedan cambiar? Añade Ken Loach: «Es una cuestión de movilización, de encontrar una organización que consiga una forma de organizar a la gente y que las personas que luchen contra el cambio climático también apoyen a quienes exigen condiciones laborales y salariales justas. Son las grandes corporaciones las que están destruyendo el planeta, y esas son las mismas personas que están reduciendo los salarios, y son las mismas personas que son dueñas de los periódicos, y son las que dicen que nuestro principal problema son los inmigrantes. Sirven al mismo interés, a preservar el status quo. Creo que la gente se está dando cuenta de esto, y esa unidad de entendimiento puede darnos esperanza»[34].

Este status quo es lo que llamamos sistema y, en su lado depredador cobra hoy rostro en el llamado capitalismo de la vigilancia. Es, al decir de algunos analistas, el más sutil y peligroso de los capitalismos modernos. Brota de la gestión de los big data en el ámbito económico y social. Hay autores que observan que el capitalismo de vigilancia va más allá del terreno institucional convencional de la empresa privada, que no solo acumula activos y capital de vigilancia, sino también derechos. Este fenómeno podría presentar un cambio en las estructuras de poder más allá del Estado-nación y hacia una forma de corporatocracia. Y de cara a la vida corriente de la ciudadanía, aunque pueda tener consecuencias positivas, se suscita el temor al avasallamiento del poder que lleva a la pérdida de vida ciudadana, necesaria para la persona como el aire que respira. Pensar que se está hablando de asuntos ajenos a los sencillos pasos de cada día es un error. No estaría mal que esta clase de temas aparecieran alguna vez en el debato público con las consiguientes aplicaciones más allá del mero cumplimiento con las obligaciones legales de las leyes de tratamiento de datos[35].

¿Hay manera de hacer frente a esta situación y situarse correctamente ante el avasallamiento de los algoritmos y de la dependencia que generan en la vida diaria de los ciudadanos? Hay quien, los menos, han optado por huir al “desierto” de la desposesión de las redes y su desborde agobiante. Son los “ignotos” que no quieren dejar huella en esas redes[36]. Es difícil conseguirlo. Además, funcionar socialmente sin contar con esas herramientas es prácticamente imposible. Tal vez haya que comenzar por sentar la base de otro tipo de educación y trabajar por estar atentos al mundo leyendo la trayectoria social con el mayor sentido crítico posible[37]. Y será preciso «introducir factores de corrección en el sistema que garanticen la distribución de la riqueza, la igualdad de género, el respeto a la diversidad y que el enfoque de la inmigración sea de derechos y no de amenaza a supuestas civilizaciones que se pierden»[38]

 

 

 

 

5. Briznas de esperanza

 

         Vamos a recoger, a modo de pequeño muestreo, una serie briznas que nos ofrece la prensa diaria. En último término, queremos leer ahí la pervivencia de la esperanza.

 

a)   Briznas de tipo personal

 

  • La queda llamada al espíritu crítico: porque sorprende que en esta época masificada, gentrificada, donde se mide el potencial de una idea por el número de fieles que acuden al estadio, haya quien, quedamente, llame a la necesidad del sentido crítico. J. A. Rojo escribía apropósito del tercer centenario del nacimiento de Kant: «La crítica se va construyendo, es una tarea infinita, y derrumba y horada y masacra cada uno de esos mitos en los que se siguen sosteniendo los proyectos absolutos —¿absolutistas?— y sentimentales de los líderes iluminados»[39]. Es la llamada a la necesaria independencia de cada cual para construir sus criterios con la vocación de ser libres. ¿Quién escucha estas voces?
  • La necesaria interdependencia: en épocas de aislacionismo, de suficiencia vivida en las redes, de desentendimiento, se escuchan voces que llaman a la interdependencia. Dice J. M. Esquirol: «Somos interdependientes, y esta independencia no es un defecto. No es decir: ‘Oh, somos débiles, dependemos de los demás’. Depender de los demás es un regalo, una suerte, un don. Por suerte, nadie se sostiene en pie solo. Para vivir, uno necesita de la confianza de los demás, de su mirada y de su reconocimiento»[40]. Esto fortalece la identidad personal y la cohesión social. Voces que suenan contra viento y marea.
  • Elogio de la duda: puede parecer una “brizna” que no interesa porque se entiende que la duda es un desvalor, algo de débiles. Pero no hay tal. escribe la psicoanalista L. López de Mondéjar: «Es buena costumbre dudar, requiere fortaleza, soportar la incertidumbre…Aceptar la duda exige escucha y consideración, tomar en cuenta las opiniones del otro, explorarlas y reflexionar sobre ellas, aunque esto nos aleje de nuestra anterior certeza. Tolerar la duda es fruto de una madurez personal y social que supone el ejercicio de la diplomacia, de la negación y de la pérdida de omnipotencia, poder aceptar que nuestros deseos no se cumplan o que nuestras opiniones estén equivocadas»[41]. ¿Cuántas lectoras y lectores leerán estas palabras? ¿Cuántas tomarán un rotulador para subrayarlas porque se sienten concernidas?

 

b)   Briznas de tipo social

 

  • La inmigración como interrogante continuado: no puede dejarse de lado, no vale con mirar a otra parte, siempre que nos lo queremos quitar de encima, a pesar de todas las mezquindades, el problema sigue siendo una realidad viva[42]. A pesar de que quienes entran ilegalmente son una gota  en el océano en comparación de quienes entran de forma legal, la batalla política se centra en los irregulares. Los datos son elocuentes: las entradas irregulares suben un 66%[43]. El problema está ahí cada día porque la única manera de superarlo es elaborarlo y no maldecir de los emigrantes. Y no solo eso: la inmigración está modificando el hecho social, relacional: «La transformación de la sociedad no se debe solo a los recién llegados, sino a una nueva generación de jóvenes más diversa que nunca. Casi uno de cada cuatro menores nacidos en España tiene al menos un progenitor extranjero (el 22,3%, y sube hasta el 25% si se incluyen los menores nacidos fuera). En el 80% de los casos, la madre o el padre emigró desde un país no comunitario. De todos los niños de menos de tres años nacidos en España, uno de cada tres tiene al menos un progenitor extranjero»[44]. Pero está viva la queja de quien, nacido español y negro, sigue siendo mirado con recelo, ironía y, en definitiva, como ciudadano de segunda categoría: «Este país siempre ha sido un mosaico de culturas y aún somos muchas las personas no blancas que no nos sentimos representadas ni amparadas por la Constitución. Aunque a muchos les pese, España no es del todo blanca. Y faltan políticas de inclusión más allá del deporte»[45].
  • El escalofrío de la crisis climática: algo que se ve como cuestión personal, no como si estuviera fuera de cada uno. El paisaje cotidiano comienza a ser irreconocible. Dicen los expertos que «la flora y la fauna ibéricas están viviendo una serie de impactos provocados por la nueva realidad climática. La agricultura, el costado humano más cercano a la naturaleza, no se ha visto en otra como esta…En España, lo que está pasando es que las condiciones climáticas, variables como temperatura, humedad, precipitaciones… propias del sureste español, se están trasladando cada vez más al norte»[46]. Nadie sabe aplicar por ahora medidas eficaces. Pero que no se desista de buscarlas es ya un motivo de esperanza ante la desolación de la crisis.
  • La sororidad visibilizada: porque el problema de la mujer (no solo en cuanto a techos de cristal, sino en cuestión de muertes por el hecho de ser mujer) sigue lacerante. En las olimpiadas de París más de la mitad de los participantes eran mujeres. Y quedará en la retina la imagen de la reverencia fraterna de Simone Biles y Jordan Chiles a Rebeca Andrade tras recibir las medallas en gimnasia artística[47]. La hermosura del deporte no oculta las dimensiones del problema que sigue estando ahí y cuyas gestoras principales son las mujeres.
  • La presencia juvenil en la política: aun a riesgo de que salga el tiro por la culata, como popularmente se dice, Sumar, con el apoyo del PSOE, ha propuesto el otorgamiento de voto a los jóvenes de 16 años. Eso, en su opinión, evitaría el peligro de gerontocracia que sufre Europa. «Si no ampliamos el censo electoral por abajo, España y Europa se convertirán en gerontocracias, y la democracia representativa no recuperará jamás su prestigio ni su vigor»[48]. Quizá por ahí pueda haber una vía de oxígeno para nuestra sociedad. Hay quien se opondrá porque se piensa que los jóvenes no tienen ideas políticas. Pero «de tarugos sin ideas políticas está Europa llena, y nadie les niega el derecho a votar monstruosidades»[49].

 

6. Un apunte cristiano

 

         El tema de la esperanza atraviesa las páginas del Nuevo Testamento y se concentra en un asunto que, para el judaísmo del tiempo es vital: la esperanza mesiánica. Israel siempre ha esperado un Mesías potente y liberador. Al ser un pueblo de reducidas dimensiones, muchas veces oprimido por potencias extranjeras, su anhelo mesiánico ha salido reforzado. Con la declaración de independencia del moderno estado de Israel en 1948, se han visto concretados sus sueños mesiánicos en un escenario político con los resultados, desastrosos, que todos conocemos.

         La esperanza mesiánica iba acompañada en tiempos de Jesús de la certeza de que el mesianismo, para que fuera liberador, debía ser potente, económica y políticamente, capaz de expulsar al opresor y de mostrar la soberanía de Israel y Jerusalén sobre todos los pueblos del mundo.  De ahí el sentido general de la embajada de los enviados del Bautista Jesús en Lc 7,18ss.

         Aunque espiritual, la idea mesiánica del Bautista es heredera del espíritu de Elías: la restauración del yahvismo devolverá a Israel su primacía. Para eso hay que anunciar la purificación por el “fuego” y por la “poda” de los árboles destinados al infierno, el “bieldo” que separará a los fieles de los infieles (Mt 3,10ss). La tradición mesiánica del bajo judaísmo espera a este mesías nacionalista Por eso se le preguntará directamente a Jesús: “¿Eres tú Elías?” (Jn 1,21). Porque Jesús ha tomado un extraño camino: el mesianismo de la pobreza, la compasión, la piedad y la inclusión (Lc 4,14-30). Es perceptible el desconcierto del Bautista cuando envía una embajada a Jesús. Su esperanza mesiánica no concuerda con el pretendido mesianismo pobre de Jesús. Confundido en el mesianismo y en la esperanza: ¿qué hay que esperar? Esa es la cuestión final.

         Según Lc 7,22 lo que se debe esperar es un cambio radical de situaciones sociales. Para ello hay que comprender que el discernimiento que conlleva la cadena de comentarios  (los que la gente comenta en Lc 7,16-17) empuja a creer que el honor de Jesús como Mesías no está hecho a costa de nadie, sino por la entrega generosa a todos, sobre todo a los frágiles[50]. Mesías pobre para los pobres. De ahí que lo que haya que esperar de este Mesías es que las esperanzas de los pobres vayan siendo realidad  sobre todo la de aquellos que han sufrido pérdidas irreparables: ciegos, cojos, leprosos, sordos, muertos, pobres.

         Un mesianismo para una sociedad de inclusión, para una economía igualitaria, para una fraternidad social. Ese es el gran sueño de Dios y la intención última del mesianismo de Jesús[51]. No consigna el evangelio la reacción del Bautista y el elogio que Jesús hace de él (Lc 3,24-35) no es suficiente para disipar las dudas.

         De cualquier manera, la esperanza cristiana más que escatológica es social: quiere alentar más a una vida en el más acá de la muerte que en el más allá de ella. Eso se corresponde a la certeza de que la fe cristiana es praxis antes que ideología, que el hacer determina el ser. Por eso la mística cristiana apoya todas las esperanzas que tienden a la conformación de una sociedad distinta, igualitaria, social, fraterna y que trate a los débiles con equidad. Construir una fe histórica es la gran tarea de la teología, de la espiritualidad y de la praxis cristiana. Ese es el cimiento de su esperanza.

 

Conclusiones

 

         Tras este recorrido, hacemos balance de las certezas que de él se desprenden:

  • No se puede escapar a la sensación de que esta clase de temas están muy “verdes”. Necesitan maduración, reflexión y praxis. Contagiarse el interés por ellos es hacer una buena contribución al crecimiento social.
  • La lectura de este hoy tan complejo demanda una reflexión implicativa. Pensar sin colaborar es arriesgarse a una reflexión estéril. Por eso mismo, quien reflexiona ha de examinar su praxis ciudadana.
  • Las estrategias para vivir en una sociedad gaseosa son realidades “tocables”. Lo gaseoso se hace “sólido” porque no puede haber solidez sin experiencias incorporadas al vivir diario.
  • Vivir con esperanza es un aprendizaje sobre todo práctico. No es algo dado de antemano. Por eso hay que hablar de la construcción de la esperanza, tarea a la que es llamado todo ciudadano y ciudadana.
  • La esperanza política demanda trabajar en dos vertientes: la fe en las utopías y la lucha contra el sistema. Creer en las utopías no es una fe ciega: hay que verificar si, por poco que sea, las utopías se acercan a la realidad. La lucha contra el sistema es una lucha contra uno mismo porque de tal sistema hacemos parte. El consumo razonable puede ser uno de los correctivos más eficaces.
  • La captación de briznas de esperanza pide, además de una mística de ojos abiertos, una tenacidad manifestada en no abandonar el sentido crítico y en el mantenimiento de una humildad esencial que vea la interdependencia como un valor. Con estas mimbres se puede tejer la tenacidad de quien interroga a la realidad.
  • También las espiritualidades pueden aportar su grano de arena a esta tarea de vivir con lucidez en el hoy social. La aportación cristiana, en concreto, es la de la fraternidad igualitaria. Cuanto más cerca estamos de ella, más próximos al evangelio de Jesús.

 

Fidel Aizpurúa Donazar

Logroño



[1] Conferencia para CODEF de Zaragoza el 28 de setiembre de 2024.

[2] Cf G. VATTIMO, El pensamiento débil, Cátedra, Madrid 1995.

[3] Como decía la vieja canción vasca de Pantxo eta Peio: “Lepoan hartu ta segi aurrera”.

[4] Como reza el título del poema de B. BRECHT, Poemas y canciones, Alianza Editorial, Madrid 20124, pp.129-130.

[5] M. RICO, Donde nunca hubo ángeles, Visor Libros, Madrid 2003, p.34.

[6] A. ROYO, La sociedad gaseosa, Plataforma Editorial, Madrid 20232, p.20.

[7] https://ciudadseva.com/texto/tome-esta-brizna-de-brezo/#google_vignette (2024).

[8] M. ZAMBRANO, Los bienventurados, Alianza Editorial, Madrid 2022, p.131ss.

[9] J. DÍAZ ARMAS, Poemas, Cuadernos Hispanoamericanos Nº 763, 2014, pp.109.

[10] A. ROYO, Op.cit., p.91.

[11] Ibid., p.90.

[12] Ibid., p.90.

[13] E. LINDO, “Tú eres tonto, chaval”, en El País, 23-12-2016.

[14] Ibid.

[15] Ibid.

[16] PAPA FRANCISCO, “Cata del Santo Padre Francisco sobre el papel de la literatura en la formación”: https://www.vatican.va/content/francesco/es/letters/2024/documents/20240717-lettera-ruolo-letteratura-formazione.html (2024).

[17] FT 103,

[18] «El mundo crece y se llena de nueva belleza gracias a sucesivas síntesis que se producen entre culturas abiertas, fuera de toda imposición cultural»: FT 148.

[19] FT 224.

[20] Cf J. NUBIOLA, “El valor cognitivo de las metáforas”, en:        https://www.unav.es/users/ValorCognitivoMetaforas.html (2024).

[21] D. INNERARITY, “Un mundo gaseoso”, en El Diario vasco/El Correo 10-05-2010.

[22] En su famosa trilogía “Modernidad líquida”, “Vida líquida” y “Amor líquido”.

[23] A. LEAL, “En la sociedad líquida o en la gaseosa hay que gobernar la incertidumbre”, en: https://elpensador.io/en-la-sociedad-liquida-o-en-la-gaseosa-hay-que-gobernar-la-incertidumbre/(2024).

[24] Ibid.

[25] C. A. SCOLARI, “Adiós sociedad líquida. Bienvenida sociedad gaseosa”, en: https://hipermediaciones.com/2021/08/13/adios-sociedad-liquida-bienvenida-sociedad-gaseosa/ (2024).

[26]Ibid.,  p.98.

[27] M. ZAMBRANO, Los bienaventurados,  Alianza Editorial, Madrid 2022.

[28] Ibid., p.136.

[29] Ibid., p.136.

[30] Ibid., p.136.

[31] J. CERCAS, “La verdad ya importa poco”, en El País Semanal,  nº 2499, 18-8-24, p.60.

[32] Cf J. A. MARINA, “Esperanza política”, en: https://www.joseantoniomarina.net/categoria-blog/la-esperanza-politica/ (2024).

[33] https://www.sinpermiso.info/textos/ken-loach-la-esperanza-es-una-cuestion-politica-cuando-la-gente-la-pierde-vota-al-fascismo (2024).

[34] Ibid.

[35] S. ZUBOFF, La era del capitalismo de la vigilancia. La lucha por un futuro humano frente a las nuevas fronteras de poder, Paidós, Barcelona 2020.

[36] Ver el poema “¡Benditos los ignotos!” de J. A. González Iglesias en; https://www.madrimasd.org/cienciaysociedad/poemas/poesia.asp?id=686 (2024),

[37] Cf J. M. ESQUIROL, La escuela del alma, Acantilado, Barcelona 2024, pp.122ss.

[38] A. FANO, “Soy un filósofo binario”, en La Rioja,  18-8-2024, p.56.

[39] J. A. ROJO, “Kant, la invitación a la crítica”, en El País 89-8-24, p.11.

[40] J. M. ESQUIROL. “Depender de los demás es un regalo, una suerte, un don”, en El País,  11-8-2024 Ideas p.5.

[41] L. LÓPEZ DE MONDÉJAR, “Despreciar al otro: la derrota del diálogo”, en El País 16-8-2024, p.9.

[42] X. HERMIDA-V. MARTÍNEZ, “La inmigración rebrota como la nueva gran batalla política contra el gobierno”, en El País 18-8-2024, p.18.

[43] M. MARTÍN, “Las entradas irregulares suben un 66% y se disparan las salidas de Mauritania”, en El País 17-8-2024, pp.14-15.

[44] M. MARTÍN-D. GRASSO, “La España más diversa: uno de cada cuatro menores tiene un padre extranjero”, en El País 11-8-2024, p.22.

[45] A. BUIKA, “Este país también es negro”, den El País 11-8-2024, p.23.

[46] M. A. CRIADO, “La irreconocible España que deja la crisis climática”, en El Paíd, 18-8-2024, Ideas pp.2-3.

[47] P. GOSÁLVEZ, “Tres gracias, dos equis”. En El País 9-8-2024, p. 13.

[48] S. DEL MOLINO, “Jóvenes y gerontocracia”, en El País 14-8-24, p.11.

[49] Ibid.

[50] Cf el tema “Cadena de comentarios” de B. J. MALINA-R. L. ROHRBAUGH, Los evangelios sinópticos y la cultura mediterránea del siglo I. Comentario desde las ciencias sociales, Verbo Divino, Estella 1996, pp.324-325.

[51] Ef 1,10 y Col 1,20 dicen que podemos conocer el secreto designio de Dios: hacer una gran obra de reconciliación en lo creado. La nueva sociedad.

TRÁNSITO DE SAN FRANCISCO 2024

TRÁNSITO DE SAN FRANCISCO 2024

“Cantor de la vida” 

 

Canto de entrada:

 

A tu paso alegras el cielo
y nos traes luz y calor.
Por tu sol de alegres vuelo,
loado mi Señor.

Te deslizas por las praderas
y en los campos pintas Verdor,
por tus luces placenteras
loado mi Señor

Hermano sol,
tu nos traes alegría,
y del Señor el amor,
por tu nuevo día
loado mi Señor.

 

Introducción (sentados)

 

            Esta tarde, como cada año, nos volvemos a reunir para recordar, siempre con emoción y reverencia, la noche en que Francisco de Asís murió. Para nosotros que amamos a Francisco esto es como un sacramento: no hace presente la figura del pobre de Asís que recordamos en tanto momentos a lo largo del año. Francisco sigue con nosotros.

            Hoy vanos a leer uno de los textos antiguos que nos hablan de su muerte, de cómo recibió a la muerte cantando. Su canto sigue vivo entre nosotros. Escuchamos:

 

Lectura de LP 7

 

            En cierta ocasión dijo un hermano al bienaventurado Francisco: «Padre, es necesario que sepas que, si el Señor no envía desde el cielo un remedio para tu cuerpo, tu enfermedad es incurable y vas a vivir poco tiempo, según dijeron ya los médicos. Te hablo así para confortar tu espíritu, para que te alegres de continuo en el Señor interior y exteriormente; sobre todo, para que los hermanos y cuantos vienen a verte te encuentren alegre en el Señor, pues saben y están persuadidos de que vas a morir muy pronto; y con el fin de que, para los que presencien esto y para los que lo oigan, tu muerte constituya un memorial, como lo ha sido para todos tu vida y tu conducta». Entonces, el bienaventurado Francisco alabó al Señor con ardiente fervor de espíritu y gozo interior y exterior, y dijo: «Pues, si pronto voy a morir, llamad al hermano Ángel y al hermano León para que me canten a la hermana muerte». Acudieron en seguida estos hermanos y entonaron el cántico del hermano sol y de las otras criaturas del Señor, que el Santo había compuesto durante su enfermedad. A este canto, antes de la última estrofa, añadió estos versos sobre la hermana muerte:

«Loado seas, mi Señor,
por nuestra hermana la muerte corporal».

 

Reflexión

 

A Francisco siempre le gustó cantar. Su mejor canto es el que él llamaba el canto a “Messor Sole”, el Canto del Hermano Sol. Es cierto que lo fue componiendo, poco a poco, a lo largo de su vida. Pero fue al final, cuando más enfermo estaba, cuando le dio el toque definitivo. Es un canto que se abre paso a través de las lágrimas, que brota de las horas de más densa penumbra, que se yergue sobre el dolor y la pena. Cuando peor se encontraba, se sentó y cantó.

Y cantó al Dios que se hace humano, que se sitúa en lo más bajo de la creación para reconocer su dignidad. Cantó al coro de lo creado, la hermosura que reside en la conjunción y belleza de ese coro al que Dios mismo ofrece su amor y se anonada en él.  Vio que la contemplación de la creación no puede hacerse sin espíritu de familia y ello mismo le llevó a ver que no es lícita ninguna violencia contra familiares, por lo que es preciso tratar a la creación con el cuidado esencial del amor. Para Francisco, cantar a las creaturas no puede hacerse sin anhelar esa conciencia cósmica de fraternidad.

Como hemos leído, sabemos es que recibió a la muerte cantando. ¡Manera única de recibir a quien tanto se teme! Es que él ya había entendido aquello del evangelio sobre la alegría que nadie os podrá arrebatar. El canto de Francisco sobrenadaba las dificultades de la vida y conectaba con el amor a Jesús y a sus hermanos, amor limpio y fresco como las aguas más escondidas de la montaña. Cantó porque amó.

 

 

Encendido del cirio frente a la imagen de Francisco

 

            Como hacemos en Pascua recordando a Jesús resucitado, vamos a encender un cirio ante la imagen de Francisco, él también vivo y resucitado con Jesús. Que su luz nos ilumine siempre, que sea para nosotros una luz entre la niebla.

 

ROSAS DE SANGRE HAN FLORECIDO,
REVIVEN EN TU CUERPO LA PASIÓN,
FRANCISCO, DE AMOR ESTÁS HERIDO,
LAS MANOS, LOS PIES Y EL CORAZÓN.

1. Tus manos que acogen a los pobres
y parten su pan con el mendigo,
yo quiero también amar a todos,
¡ya puedes, señor, contar conmigo!

2. Sembrando la paz y el bien caminas,
y yo, sembrador, iré a tu lado.
en ti el evangelio es carne viva,
y Cristo otra vez crucificado.

 

Oración final (todos)

 

Te damos gracias, señor,

por la vida y por la muerte

del hermano Francisco.

Que su canto a la creación

nos dé una mirada nueva

para ver las criaturas

como miembros de nuestra familia.

Así podremos vivir

en la casa común

en armonía y fraternidad

según tu designio.

Te lo pedimos

por Jesucristo nuestro señor. Amén.

 

Canto a María

 

HOY QUIERO CANTARTE, SEÑORA DE LOS ÁNGELES
REINA SOBERANA, MADRE CELESTIAL
YO SOY UNA ALONDRA QUE HA PUESTO EN TI SU NIDO
VIENDO TU HERMOSURA TE REZA SU CANTAR

Luz de la mañana, María, templo y cuna
Mar de toda gracia, fuego, nieve y flor
Puerta siempre abierta, rosa sin espinas
Yo te doy mi vida, soy tu trovador

 

 

 

 

RETIRO PASCUA 2024

 

Reflexión en la Pascua 2024

 

 

LA VOZ DEL NOVIO

Pascua para una fe cálida 

 

Raramente se pregunta el creyente por la “temperatura” de su fe. Se reza, se celebra, se vive, se compromete y se va adelante. Pero valorar la temperatura de lo que se vive, poner el “termómetro” a lo que se cree puede ser interesante. Puede ser un indicador.

Nadie duda que en esta época de la Iglesia, bajo el paraguas del Vat. II que, mal que bien, sigue vivo, la vivencia de la fe cristiana ha adquirido un nivel de mejoría que, globalmente hablando, no ha tenido en toda la historia de la fe.  Pero si nos preguntamos por la temperatura de la vivencia cristiana, quizá haya que reconocer que, en ocasiones, no es cálida.

Una fe fría, rígida, normativa, añorante del pasado es la que se percibe en ciertos sectores de la comunidad cristiana. No se plantean la calidez de la fe, sino su cumplimiento. No les interesa el “ardor” de la Palabra, sino la exactitud de las rúbricas. No se preguntan por una teología y una espiritualidad abrazante, sino por la “sana doctrina”.

¿Cómo escapar de tal influencia? ¿Cómo construir y vivir una fe cálida? ¿Puede ser la Pascua un tiempo bueno para activar la vivencia de una fe de mayor calidez? ¿No es la Pascua el tiempo en que se activa la vivencia de la resurrección y esta no se puede entender como una realidad fría? ¿No percibimos esta calidez en los relatos de resurrección más allá de sus peculiaridades e interrogantes no resueltos?

La reflexión y el retiro pretenden animar, empujar al encandilamiento del resucitado, al brillo en los ojos de quien entiende que aquí se está hablando de amor. ¿Puede el amor ser una realidad fría?

 

1. La casa de mi amigo

 

         Allá por los años 70, Ricardo Cantalapiedra publicó un disco que se escucharía en todas las parroquias. Una de sus canciones más celebradas, que aún recordamos, fue “La casa de mi amigo”:

 

La casa de mi Amigo no era grande;
su casa era pequeña.
En la casa de mi Amigo había alegría,
y flores en la puerta.

A todos ayudaba en sus trabajos;
sus obras eran rectas.
Mi Amigo nunca quiso mal a nadie;
llevaba nuestras penas.

Mi Amigo nunca tuvo nada suyo;
sus cosas eran nuestras.
La hacienda de mi Amigo era la vida;
amor era su hacienda.

Algunos no quisieron a mi Amigo;
le echaron de la tierra.
Su ausencia la lloraron los humildes;
penosa fue su ausencia.

La casa de mi Amigo se hizo grande,
y entraba gente en ella.
En casa de mi Amigo entraron leyes,
y normas y condenas.

La casa se llenó de negociantes,
corrieron las monedas.
La casa de mi Amigo está muy limpia,
pero hace frío en ella.

Ya no canta el canario en la mañana,
ni hay flores en la puerta.
Y han hecho de la casa de mi Amigo
una oscura caverna,
donde nadie se quiere ni se ayuda,
donde no hay ya primavera.

Nos fuimos de la casa de mi Amigo,
en busca de sus huellas.
Y ya estamos viviendo en otra casa:
una casa pequeña,
donde se come el pan y se bebe el vino
sin leyes ni comedias.

Y ya hemos encontrado a nuestro Amigo,
y seguimos sus huellas,
y seguimos sus huellas.
 

 

  • En casa de mi Amigo había alegría: es un presupuesto de un cierto romanticismo. La alegría es escasa en las narraciones evangélicas, aunque asoma. Presuponer un Jesús alegre es lícito, bienintencionado.
  • Sus cosas eran nuestras: ciertamente. Y sin duda esa entrega fue causa de sencillas y profundas alegrías para Jesús y para sus paisanos.
  • Penosa fue su ausencia: lo echaron pero se quedaba más adentro porque Jesús supera el mecanismo del amor rechazado: aunque se le rechace, él sigue siendo fiel.
  • Entraron leyes y condenas: es cierto, sigue siendo cierto. Pero entraron también gentes entregadas, humildes, bienhechoras, misericordiosas. Y siguen ahí; a veces sufriendo.
  • Hace frío en ella: lo hace, pero menos que nunca. Porque hay quien se empeña en encender un “fueguito” (como diría E. Galeano) en su entorno para que la fe se viva en el regocijo de la alegría.
  • Donde no hay primavera: la hay, por más que, a veces, haya creyentes instalados en el invierno, en una Cuaresma perpetua. No estamos en una agonía, sino en un parto, dice el Papa.
  • Nos fuimos de la casa de Amigo: nos hemos quedado sufriendo a veces, sintiendo el frío de las afueras, anhelando más calor. Y vamos consiguiendo briznas de alegría que alimentan nuestra fidelidad. Y creemos que no es estéril este camino.
  • Y seguimos sus huellas: cada uno sigue como puede. Y él nos acogerá “como a ladrones arrepentidos” (que decía el abad de Thiberine), como a personas que quizá no supieron ver del todo en Jesús a su mayor motivo de alegría, la voz alegre del novio que canta al amor.

 

2. La luz de la Palabra

 

«Haré que en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén enmudezcan las voces alegres de fiesta, las voces del novio y de la novia, pues todo el país quedará desolado» (Jer 7,34; 16,9; 25,10; 33,11).

         «El que tiene la novia es el novio; en cambio, el amigo del novio, que asiste y lo oye, se alegra con la voz del novio; pues esta alegría mía está colmada» (Jn 3,29).

 

         Cuando Jeremías quiere mostrar la desolación que va a acompañar al Jerusalén infiel y a los mismos paganos que zahieren a Jerusalén le anuncia la mudez de un país sin bodas, que es lo mismo que un país sin amor. La desolación ahuyenta el canto y un silencio de muerte se cierne sobre el país similar castigo a la gran Babilonia en Ap 18,23). De ahí viene la novedad del evangelio de Juan: con Jesús, ha vuelto al país el gozo del amor; escuchando su voz, vuelve la alegría y el amor al corazón devastado. Él es el novio que se ha llevado a casa a la esposa desolada, al pueblo enmudecido. Él ha sido un buen levir (Jn 1,27).

         ¿Cómo suena esa voz del novio que ha vuelto a la tierra como profecía de gozo y de futuro?

  • Voz que anima: con frecuencia y de forma explícita, escuchamos a Jesús decir en el evangelio: “¡Ánimo, no tengáis miedo!” (Mt 17,24; Mc 6,50). Y al animar, construye la fe porque, según los evangelios, lo opuesto a la fe es el miedo, la débil adhesión. El camino cristiano necesita ánimo para ser cálido. El desaliento enfría la fe, la hace glacial. Contando con el ánimo de Jesús podemos pensar en una fe animosa y vibrante, enamorada incluso.
  • Voz que consuela: que pregunta “¿Por qué lloras?” (Jn 20,14-15) y consuela de manera explícita a quien está en desamparo: “¡No llores!” (Lc 7,13). Un Jesús que proclama que tienen suerte los que lloran porque mitigan sufrimientos (Mt 5,5). Un Jesús que mezcla su consuelo a nuestras lágrimas hasta creer posible la alegría inarrebatable (Jn 16,22). Un consuelo alentador capaz de generar gozo.
  • Voz que increpa: que se enfrenta a los desajustes del alma (espíritus inmundos: Mt 17,18; Mc 1,25; 924; Lc 4,35; 9,42; el mismo Pedro: Lc 9,33). No es la voz de quien pasa por encima de lo real, de la mostrenca realidad, sino que cuenta con ella porque una fe cálida sin realismo es algo artificial y blandengue. Visión recia de la realidad para una alegría fuerte.
  • Voz que grita: porque, por lo que sea, Jesús ha alzado la voz gritando (Jn 7,28.38; 11,43; 12,44). También hace falta la advertencia y el grito para que la cordialidad escape a la superficialidad. Sobre todo, es necesario escuchar el grito del pobre, del excluido, de aquel cuya factura de justicia no ha sido pagada. Porque una alegría que no cuente con los humildes no solamente es una alegría incompleta, sino también falsa.
  • Voz resucitada: ya que la voz del resucitado es voz de fraternidad (Mt 28,10), de acompañamiento (Mt 28,19), de envío (Mt 16,15), de Palabra y pan compartidos (Lc 24), de paz y de perdón (Jn 20,23). Voz nueva para una alegría nueva a la que siempre habrá que recurrir cuando la grisura y la niebla velen la mirada y el corazón del creyente, voz sin la que la comunidad cristiana andaría perdida.

 

3. Reflexión

 

         Vamos tratar de ahondar a través de la reflexión queriendo enriquecer la vivencia de la fe:

 

a)    Una lectura cálida de la Palabra: la Palabra es un texto del “alma”. Ha sido escrita no solo por manos que manejan una pluma, sino por almas que vibran. Si no se conecta con esa vibración, no se ha llegado a su verdadero valor. Una Palabra vibrante, “perfumada”, abrazada como se abraza a quien se ama. Sin esto, la lectura puede ser muy técnica, muy acertada, muy bien explicada, pero no hará “arder” el corazón (Lc 24,32), porque ella ha sido escrita para abrasar entrañas, para suscitar anhelos, para alimentar amores.

b)    Peligro de frialdad teológica: es el que tienen todos los sistemas, desde los sencillos (catecismos) hasta los complejos (arduas cristologías). No menospreciamos su valor de adoctrinamiento, pero, al ser tan fríos y tan en la mano del poder, pueden terminar por ser generadores de una fe sociológica más que de una fe opcional. Algo no ve bien cuando uno percibe que la doctrina y el evangelio no encajan bien.

c)     Flexibles para ser cordiales: un valor englobante que acompaña la cordialidad y calidez de la experiencia creyente es la flexibilidad. Sin ella la puerta de la condena se abre a un abismo de negrura. No es flexibilidad pasar de todo y situarse en la superficialidad. Es ponerse en la piel del otro y pensar que cada uno elabora sus experiencias básicas de la fe como bien puede. Por eso, la inflexibilidad que puede abocar en fanatismo lleva al creyente a situaciones sin salida. Ante situaciones complejas, la “ingenua” pregunta de “¿Qué haría Jesús?” puede ser de gran ayuda.

d)    La calidez que brota del ser pueblo: algo que difícilmente se siente cuando se está instalado en el sistema, cuando se anhela ser dirigente, cuando se tiene espíritu de casta. Las alegrías del ser pueblo son humildes, cotidianas muy de tejas abajo. Pero en su sencillez anida su autenticidad. Una fe alejada del pueblo se ensombrece mientras que si se une a la vida de los sencillos hace brotar con facilidad la alegría, las ganas de vivir y las ganas de creer. Quizá la frialdad le ha venido a la fe por su alejamiento del pueblo, por el rechazo de las humildes alegrías del pueblo y del cuerpo.

e)    Vivencia cálida de la pertenencia a la casa común: algo que explotamos poco, pero que es una auténtica reserva de espiritualidad. El gozo del amanecer siempre nuevo, de la luz cuyo brillo no se repite, del aire que llena de novedad cada vez que se le respira, de los colores nunca gastados y siempre renovados, de la limpidez del agua siempre dispuesta al servicio, de los hermanos árboles siempre fieles en su acompañamiento de años, del silencio de las rocas que es su manera de decirnos que están vivas. ¿Cómo resistiremos los hielos del alma sin esta clase de alegrías?

 

 

4. Caminos cotidianos

 

         El Papa Francisco es un teólogo pastoralista que desciende a lo cotidiano. Vamos a tomar de él algunas sencillas orientaciones que tienen, todas, el denominador común de la vivencia y trasmisión de la fe desde la alegría (tomamos las citas de la Evangelii Gaudium de 2013):

 

  • Amabilidad: habla el Papa de la “predicación” que se hace en el diálogo de tú a tú con la persona. Y dice: “En esta predicación, siempre respetuosa y amable, el primer momento es un diálogo personal, donde la otra persona se expresa y comparte sus alegrías, sus esperanzas, las inquietudes por sus seres queridos y tantas cosas que llenan el corazón” (EG 128). Es un diálogo sobre la propia fe que brota del corazón. Sin esta cordialidad amable, la predicación de tú a tú resulta imposible.
  • Paciencia: la impaciencia lleva al “empujón” y al desasosiego. No es compatible con una vivencia gozosa de la fe. Todo se tensa. Dice EG 44: “Por lo tanto, sin disminuir el valor del ideal evangélico, hay que acompañar con misericordia y paciencia las etapas posibles de crecimiento de las personas que se van construyendo día a día”. La paciencia no es la indolencia, postergar las cosas sine die. Es creativa y fiel sin avasallamiento.
  • Educación: la fe cálida no es un fervorín pasajero, un deseo sin raíces. Se hace necesaria para su logro una educación crítica y en valores. Dice EG 64: “Se vuelve necesaria una educación que enseñe a pensar críticamente y que ofrezca un camino de maduración en valores”. La fe gozosa necesita también un espacio cultivado de formación porque la fe sin formación deriva, con frecuencia, por derroteros de credulidad.
  • Cordialidad: dice EG 70 que una de las causas de la ruptura en la transmisión de la fe es “la ausencia de una acogida cordial en nuestras instituciones”. La cordialidad es puerta que abre al gozo y la alegría. Si esa puerta está cerrada a cal y canto los temas de la fe se vuelven hoscos y la pertenencia se debilita hasta la ruptura. Fácilmente nos viene a la memoria el recuerdo de las personas religiosas que fueron cordiales y presentaron el hecho de creer de modo grato y amable.
  • Sencillez: con agudeza dice EG 232: “Hay políticos —e incluso dirigentes religiosos— que se preguntan por qué el pueblo no los comprende y no los sigue, si sus propuestas son tan lógicas y claras. Posiblemente sea porque se instalaron en el reino de la pura idea y redujeron la política o la fe a la retórica. Otros olvidaron la sencillez e importaron desde fuera una racionalidad ajena a la gente”. La sencillez no habría de ser desplazada por la mera racionalidad. Esta es compatible con aquella si no se pretende medrar a costa del otro.
  • Escucha: para la EG la escucha es imprescindible en los dinamismos de la transmisión de la fe. Dice en el nº 150: “También en esta época la gente prefiere escuchar a los testigos: tiene sed de autenticidad […] Exige a los evangelizadores que le hablen de un Dios a quien ellos conocen y tratan familiarmente como si lo estuvieran viendo”. Solamente se puede pretender ser escuchado si uno es, a su vez, escuchante de la Palabra y de la persona. Una fe escuchada es una fe gozosa; una fe no escuchada termina por alejarse del evangelio.
  • Festejo: dice EG 24 que “la comunidad evangelizadora gozosa siempre sabe «festejar». Celebra y festeja cada pequeña victoria, cada paso adelante en la evangelización. La evangelización gozosa se vuelve belleza en la liturgia en medio de la exigencia diaria de extender el bien. La Iglesia evangeliza y se evangeliza a sí misma con la belleza de la liturgia, la cual también es celebración de la actividad evangelizadora y fuente de un renovado impulso donativo”. Una celebración no “festejante”, poco flexible, ritualista, nos aleja de la fe cálida. Por el contrario, celebrar semanalmente la fe habría de contribuir a la percepción de una fe que reconforta el corazón, que alimenta el anhelo de un Jesús vivo y que incide en la vida.
  • Cansancio feliz: puede llegarse a vivir la fe, dice EG 82, con “acedia”, con pereza, con flojera, sin tensión vital interior: un cansancio por vagancia, valga la paradoja. “No se trata de un cansancio feliz, sino tenso, pesado, insatisfecho y, en definitiva, no aceptado”. Es preciso superar esa situación, no caer en ella, para soñar con una fe cálida. Las experiencias de fe, lo sabemos, se contagian si son animosas y también si no lo son. Tener a raya el desaliento es imprescindible para soñar con una fe cálida.

 

Conclusión

 

         El tiempo de Pascua es una buena oportunidad para plantearse y revitalizar la experiencia de una fe gozosa. Que el aleluya que cantamos tenga raíces en el regocijo del corazón, Que percibamos la caricia amorosa con la que el abrazo de Jesús resucitado reconforta nuestra alma. Que nunca deje de manar la fuente de la alegría.

 

Ejercicios 2024

LA PIEDRA ANGULAR

UN PLAN DE VIDA DESDE LAS BIENAVENTURANZAS

 

 

         Según Mt 21,42 Jesús ha sido PIEDRA DESECHADA, no elegida, trozo que no sirve de piedra angular. Pero, dice, esa piedra que el cantero desechó, el Jesús pobre, ha sido PIEDRA ANGULAR, base del cimiento de nuestra fe y prueba del valor de la vida humana. Lo humilde es lo valioso, lo desechado es el cimiento, lo que no cuenta es lo que sostiene todo. ¿Cómo lo pobre, lo desechado, lo frágil va a ser el cimiento de lo humano y de la fe? ¿Cómo los nadie, los sencillos, los ignorados van a ser piedra angular? ¿Cómo vamos a estar seguros con tan frágil cimiento?

         Esto son las bienaventuranzas: el humilde, paradójico y, a la vez, increíble cimiento sobre el que se asienta el seguimiento de Jesús. Si lográramos asentar nuestra fragilidad en él, nos haríamos fuertes en nuestra debilidad.

Volver a las bienaventuranzas es entrar a una casa conocida, a un lugar apreciado. Aunque demos mil explicaciones, siempre nos cabe una más en el corazón porque, aunque las hayamos escuchado miles de veces, siempre tienen un sabor de novedad y un eco de vida en el corazón del creyente. Volver a las bienaventuranzas es tocar el corazón de Jesús y desear vivir su proyecto. Por eso, por mucho que se lean, se interpreten, se malinterpreten, siempre nos atraen. Tienen un fuerte imán, siguen cautivándonos.

         Las opiniones son múltiples y por ello hay quien dice que los valores de las bienaventuranzas son valores negados por la sociedad, que ya no hay quien, con sensatez, pueda proponer un plan de vida con tales valores. Pero no es así: a nada que se escarbe en el hecho social y personal, los valores de las bienaventuranzas están ahí: el interés por las pobrezas, la mansedumbre, el corazón pacificado, la sed inapagable de justicia, la pregunta por las heridas, el milagro de la amabilidad, etc., puede que reciban una negación de inmediatez pero, como decimos, escarba un poco y los tendrás ahí.

         Nosotros queremos entender las bienaventuranzas como una suerte. “Tienen suerte…”, así comenzarán nuestras bienaventuranzas. Es una suerte entender este proyecto e ir incorporándolo a la vida. No es una obligación ni una imposición, sino una suerte. Por eso mismo, ser seguidor no es una opción religiosa, sino una suerte en la vida, una posibilidad que se te ofrece, un camino que se abre delante de ti. La suerte de empezar a vivir algo distinto, algo nuevo y hermoso, algo que seduce.

         ¿Pueden llegar a conformar un plan de vida, un estilo de entender las cosas, un modo de situarse ante la realidad? ¿Pueden las bienaventuranzas, el horizonte de Jesús, su programa, conectar con la vida sencilla de un creyente normal?  

         Que el amor a la Palabra sea el cimiento de estos ejercicios, que nos acompañe la probada certeza de que la Palabra leída en grupo es alimento bueno de espiritualidad, que el camino no genere cansancio sino, al contrario, más hambre y más deseo, que el grupo nos sostenga cuando las fuerzas flaqueen. Jesús hace camino con nosotros.

 

 

1

TIENEN SUERTE QUIENES SE

ACERCAN A LAS POBREZAS

 

“Tienen suerte

 quienes se van acercando a las pobrezas,

porque esos llegarán  a intuir

cómo funciona el Dios de Jesús” (Mt 5,3).

Reflexión

 

         Sin paliativos: la pobreza es un mal contra el que hay que luchar a brazo partido, como la enfermedad, la ignorancia o la misma muerte. Todo lo que se diga ha de ser compatible con esta batalla que libra la humanidad desde sus inicios. Hacer lírica de la  pobreza es un insulto a los pobres y  un desenfoque personal.

         Pero resulta que en esa oscuridad también hay luz: la misma lucha contra la pobreza es una luz, la solidaridad que suscita y las estrategias que desarrolla para salir de son también luces, la justicia que reclama y la deuda no pagada que exige son también “luminosas”. No todo es sombra y oscuridad.

         La evidencia de que estas “luces” están ahí lo muestra la realidad mundial: estamos por debajo del umbral del 10% en materia de pobreza (llegar al 3% en 2030 será imposible). Esto, evidentemente, no consuela a quien pasa hambre, pero viene a decir que si la pobreza no se vence es porque no hay voluntad política, porque posibilidades las hay.

         Y aunque pueda parecer una hipocresía del primer mundo (el gran generador de pobres hoy), las pobrezas cada vez son más consideradas porque se intuye la fortaleza de que anida en ellas (caso de la inmigración). Aunque no lo parezca, los pobres son una fuerza social, y lo han de ser cada vez más, le pese a quien le pese, se los vea o no se los quiera ver.

         Por eso, echar la suerte a ese lado es una oportunidad para los pobres y para quienes comienzan a entenderlos. Esa es la verdadera conversión a la que apela el evangelio: regresar a los otros, volver a quienes no deberíamos de haber abandonado. Y la meta no es solamente el sueño de que la pobreza mengüe y desaparezca, sino la utopía mayor de un mundo en igualdad, en fraternidad económica, en equidad. En la bienaventuranza de la pobreza anida un sueño enorme.

         Quizá sintonizando con algo de esto se puede entender la bienaventuranza de la pobreza como una suerte, la de ir viendo que, más allá de lo negativo, las pobrezas pueden ser un lugar de encuentro que “nos salven”, que nos humanicen.

 

La luz de la Palabra

 

         Ninguna cristología hablará de Jesús como de un “soñador”. Pero las bienaventuranzas son el sueño de Jesús, no sobre todo su “programa”. Él anhela un mundo con los valores de las bienaventuranzas (la centralidad del pobre, los sufrimientos mitigados, la igualdad desde la minoridad, la sed devoradora de la justicia, etc.). Para creer en Jesús es mucho más importante creer en sus sueños que en su doctrina. ¿Dónde situarse para encontrar esto como un “tesoro”, como una suerte? ¿Cómo desear contagiarse del sueño de Jesús? ¿Cómo tenerlo por orientación de vida?

Entender la bienaventuranza de la pobreza como una suerte está hablando de una opción: “Dichosos, con suerte, los que van eligiendo el lado de las pobrezas”. Ese matiz de voluntariedad es imprescindible para entender la mística de la propuesta de Jesús. Se trata de ir haciendo una opción por los “abatidos del viento” (como dice Is 57,15), los que no cuentan hoy. Más que de una situación económica se trata de una situación social por la que se opta o no.

         Como el evangelio no nos fuerza a lo que no podemos, esta opción por las pobrezas ha ser compatible con la situación de vida en la que estoy. Y desde ella podré iniciar algún tipo de desplazamiento hacia las pobrezas. El desplazamiento es decisivo, más que lo que uno dé o deje de dar. Desplazarse es posible para cualquier situación de vida.

 

Plan de vida

 

         No se trata de dar limosnas más cuantiosas. Eso es otra cosa. Se trata de adquirir una mentalidad social, una manera de ver la realidad y, dentro de ella, el sector de las pobrezas. Se trata de adquirir otra mirada. Otra manera de mirar el mundo de las pobrezas (hay que pedir la mirada de Jesús y la de los solidarios).

         Para ello, quizá haya que comenzar por cambiar la cabeza: leer algo sobre las pobrezas, informarte sobre lo que ocurre en las migraciones, en el Mediterráneo, en África. Y luego más cerca: las pobrezas en España.

         Darle vueltas a la cosa con paz antes de tomar una decisión más marcada: apoyar a una ong, hacerte socio de Cáritas, etc. Pensarlo antes, rezarlo incluso.

         Acompañar todo esto con un progresivo camino de sencillez de vida. No se trata de no disfrutar de la vida, sino de ser conscientes de que comprar, viajar, vestir, comer, etc., no son solamente actos económicos, sino que también son actos morales: tienen consecuencias en el mundo de las pobrezas.

         Si entendemos esto con pesadumbre, no estamos entendiendo bien. Se trata de entender que participar en esto es una suerte. Y no solamente porque lo dice el evangelio, sino porque lo dice el fondo de bondad que anida en lo humano. Si no brota el gozo, no estamos entendiendo bien. Hay que esperar, hay que darle más vueltas.

 

Oración

  •  

SEÑOR fuente de todos los dones.
ayúdanos  a ser corresponsables dignos de tus bendiciones.

 

Padre, Creador de Abundancia,
concédenos generosidad para compartir tus dones y beneficios
con nuestros hermanos y hermanas en toda la Tierra.

 

Jesús, Príncipe de Paz,
que seamos artesanos de la paz que fortalece la justicia
y de la justicia que sostiene la paz.

 

Espíritu de Justicia,
que el amor y la igualdad que compartes con el Padre y el Hijo
nos inspiren a apoyar políticas justas de comercio que levanten a los pobres.

 

Padre, Creador del mundo,
que seamos buenos corresponsables de las riquezas de la Tierra
y respetemos los pueblos de cuyas tierras se extraen los recursos.

 

Jesús, Señor que alivias nuestras cargas,
que nos apiademos de las naciones agobiadas por las deudas
y nos comprometamos a buscar su exoneración.

 

Espíritu Santo, Autor de la Vida,
inspíranos a proteger el don de la Creación,
y a ayudar a los pobres que más sufren a causa del daño al medio ambiente.


Ayúdanos a amar a todos nuestros prójimos y a los desplazados de sus hogares,
acogiendo a los refugiados e inmigrantes y aliviando la pobreza en otros países.

 

Padre, por tu Hijo y por el poder del Espíritu Santo,
ayúdanos a reconocer tu rostro en todos los afectados por la pobreza mundial
y llénanos con el amor y la fortaleza necesarios para combatir sus causas.

 

Amén.

 

 

2

TIENEN SUERTE QUIENES

MITIGAN SUFRIMIENTOS

 

“Tienen suerte quienes mitigan sufrimientos

porque a ellos también los consolarán” (Mt 5,4).

 

Reflexión

 

         Desde siempre, el caminar humano está amasado en sufrimientos. Son compañeros de camino. La fuente de los sufrimientos sigue manando abundante, aunque tal vez menos que nunca. Mirar a la cara al sufrimiento es un paso decisivo. No evita el sufrir, pero, si se esquiva la desesperanza, puede ser la clave para situarse de otra manera.

         La tarea primera es intentar que el sufrimiento no lo ocupe todo. Que ocupe lo que tenga que ocupar, pero que no sea todo. Este es un gran trabajo porque el sufrimiento es invasivo, tiende a adueñarse de toda la persona.

         Pero hay más: la bienaventuranza viene a decir que es una suerte apuntarse al grupo de quienes mitigan sufrimientos. Y ello por una doble razón: porque reducen el caudal de lágrimas de lo humano y porque ese trabajo engendra consuelo en quien lo practica. Se consuela y se es consolado.

         ¿Por qué caminos se entra en el grupo de quienes consuelan? Por el camino común de la lucha contra el sufrimiento; por el camino del acompañamiento y de la empatía de las heridas que no se cierran; por la extraña senda de mirar al interior del sufrimiento para creer que ahí hay un camino que lleva al terreno de la bondad humana. Esto implica superar el estadio inicial del mero rechazo y adentrarse por sendas de una oscuridad y de una profundidad que apunta a los abismos del corazón humano.

         Desde ahí se puede entender que el consuelo que recibe quien consuela apunta al sentido de la existencia, ilumina algo hondo, abre horizontes inesperados. No disminuye el trabajo a brazo partido que lucha contra el sufrimiento. Pero, a la vez, surgen otras preguntas que desembocan en una experiencia similar a la de Job: hay un secreto que desvelar, una voz distinta que escuchar, un eco que viene de otras profundidades.

         Quien entiende el consolar como una vocación que viene del mismo evangelio va viendo más claro este galimatías del misterio del sufrimiento humano. Y si logra traducirlo a actitudes sencillas de curación, la bienaventuranza no le parece tan descabellada.

 

La luz de la Palabra

 

         Cuando la Palabra habla de mitigar sufrimientos, con ello abre la puerta a un sueño: Un mundo sin llanto, sin luto, sin muerte (Ap 21,4). ¿Es posible? ¿Es un sueño vano? ¿Sigue siendo una realidad incontestable que las lágrimas de los pobres siguen sin que nadie las recoja? (Qoh 4,1). Las múltiples organizaciones humanitarias que pueblan el mundo, la abolición de la pena de muerte en muchos países, la orientación de muchas leyes al amparo de los frágiles (aunque luego muchas no se cumplan) indican que las fuentes del sufrimiento pueden dejar un día de manar.

¿Cómo cura el Jesús del evangelio? De maneras sencillas y asequibles:

  • Cura con palabras: buenas, respetuosas, verdaderas, amables. Nos hacemos mucho daño con las palabras; podemos hacernos mucho bien con ellas. No achaquemos solamente a los políticos sus palabras inaceptables; mirémonos también a nosotros.
  • Cura con escucha atenta: escucha a la mujer todo lo que esta quiere decirle; escucha a los samaritanos del pueblo. La escucha es muy sanadora. El Papa habla de una escucha amante; escuchar es un acto de amor y de salud. Estamos muy necesitados de personas que escuchen. Pregúntate si eres persona que tiene paciencia para escuchar.
  • Cura conviviendo con todos: por eso se queda Jesús unos días con los samaritanos del pueblo. La convivencia es muy sanadora. Para convivir es necesaria la amabilidad y el aprecio. Si la fe no nos lleva a convivir mejor con nuestra familia, vecinos, amigos e incluso enemigos, no vamos por la senda evangélica.

El evangelio se puede sintetizar de muchas maneras: una de ellas mitigar sufrimientos, curar. Es que el acto de CURAR tiene muchas variantes: curan los sanitarios que cuidan de nuestra salud; cura quien escucha a quien necesita ser escuchado; cura quien acompaña y mitiga la soledad; cura quien ayuda a orientar la vida cuando esta pierde su rumbo; cura quien consuela a quien llora su pena; cura quien sostiene a quien flojea y cae. Hay muchas maneras de curar. Entrar por esas sendas es una suerte, una puerta que se abre a un mundo de verdad.

 

Plan de vida

 

         Está, primero, el propio sufrimiento: mirarlo con la mayor paz posible, alejar exageraciones que son camino de depresión, aprender a mezclar ese dolor con disfrutes sencillos. No estar siempre aireando los propios males, contener un lenguaje invasivo que solamente habla de sufrimientos (solo los miércoles).

         Después está el arte de mirar desde las propias lágrimas, las de los demás. ¿Cómo hacer nuestro el sufrimiento que no nos pertenece? ¿Cómo entender que tengo responsabilidades sobre el sufrimiento ajeno? ¿Cómo salir del “bastante tengo con lo mío”?

         Comenzar por lo cercano: no ser causa de sufrimiento para quien convive conmigo, para quien se cruza en mi camino. No ser causa de sufrimiento innecesario en la familia, en los grupos de los que participo, en el vecindario, en el trabajo, en el barrio. Mitigar sufrimientos cercanos para pretender mitigar los que quedan más lejos.

         No herir con palabras, silencios, desplantes, inhibiciones, alianzas con quien siembra el mal, la maledicencia. Sembrar humanidad, sensibilidad, criterios positivos, valores del corazón. Tener la preocupación de no hacer daño conscientemente. Armarse de paciencia, de amor, para acompañar, empatizar, escuchar. Aprender a preguntarse por el sentido, por la ilusión, por los valores: son las grandes “medicinas” del sufrimiento. Vislumbrar la posibilidad de entender todo esto como una vocación, como una llamada a una tierra, la del consuelo ajeno, que no ha sido la tierra en la que me puso la vida. Es la tierra del evangelio.

 

Oración

 

Que la tiniebla del sufrimiento

no oculte el sol que luce tras ella.

 

Que el velo de las lágrimas

deje ver el brillo de los ojos.

 

Que la herida del corazón

desvele el borboteo del amor.

 

Que las situaciones sin salida

descubran la puerta del misterio.

 

Que los cantos de la pena

no se impongan a la melodía del alma.

 

Que la fe vivida en oscuridad

nos abra a la luz de tu rostro, Señor.

 

Amén.

 

 

3

TIENEN SUERTE LOS MENORES

 

“Tienen suerte los menores

porque llegarán a una tierra de igualdad” (Mt 5,5).

 

Reflexión

 

         El menor (en sentido sociológico) es hoy un sometido por el poder que domina, que excluye, que clasifica, que se impone, que desecha. El poder engendra menores, personas a las que, de una u otra manera, la igualdad les es negada.

         Ser menor es quedar despojado de voz. Los que tienen demasiada voz arrebatan la suya a quien menos la tiene, dejándole mudo a nivel social. Ni se escucha su voz ni se escuchará en un futuro. Menor es uno, una, sin voz; un no escuchado.

         Y todo ello porque hay una asimetría social: el menor no cuenta, no vale, no es respetado, por los que se erigen en mayores. A costa de los demás. El quid está en el tipo de relación que se establece: los menores son los que sufren la desigualdad en la relación.

         Pero ese ser menor es una bomba de relojería: está cargado de anhelo de justicia, de igualdad no concedida, de menosprecio social que pide a gritos otro estilo de sociedad. Por eso, los menores tienen suerte, porque la justicia, el sueño y la utopía están de su parte. Al menor le aguarda una tierra de igualdad, aunque aún haya que recorrer un largo camino de desigualdad.

         Por eso, quien se va pasando al bando de los menores, se pasa igualmente al bando de quienes heredan una tierra de futura igualdad, de relación igualitaria. Creer al evangelio que dice que quien se pasa a ese terreno nuevo es alguien con suerte es algo que va en la medida en que se tiene dentro el anhelo de una  tierra nueva.

         Cualquier acto de igualdad en la relación que se viva es un paso en el largo camino a la igualdad. Al final del camino de la minoridad se halla la igualdad. Estamos en el terreno de las utopías que nos hacen caminar en busca de un sueño.

 

La Palabra de Dios

 

         Jesús ha sido un menor por pertenecer al colectivo social de los tratados en desigualdad. Por eso ha podido profetizar sobre la suerte de caminar con los menores hacia la tierra de la elemental igualdad.

         No le ha interesado tanto la salvación cuanto un modelo de sociedad igualitaria a la que llamaba reinado de Dios. Su interés por una nueva relación le ha llevado a proponerla incluso a quienes no tenían religión. Por eso fue a Tiro y Sidón (Mc 7,24-30).Los judíos de aquella época no iban a tierras de paganos porque pensaban que aquellos estaban destinados al infierno. Sin embargo Jesús, aunque a disgusto (no hay más que ver cómo se dirige a la mujer) fue a la comarca de Tiro y Sidón tras el sueño de una nueva relación para todos. Y no solo eso: reconoció la indudable fe de una mujer pagana, atea. MUJER, QUÉ GRANDE ES TU FE. La mujer es alguien que siendo menor (así lo consideraban los judíos: ellos por encima de los paganos) tiene fe grande, anida en ella la utopía de una relación distinta: que un judío llegue a preocuparse por el dolor de una pagana.

         Estamos rodeados de personas que dicen que ya no creen, familiares nuestros incluso. Han abandonado la fe. Sin embargo, conservan grandes valores: aman a su familia, son solidarios, cumplen sus obligaciones ciudadanas, disfrutan de la vida, etc. Hemos de saber detectar y apreciar esos valores hondamente humanos, de tener en cuenta esa fe de los ateos porque el evangelio apunta a una humanidad más justa y dichosa y ellos, de alguna manera, también. No hemos de subrayar lo que nos diferencia (el hecho religioso), sino lo que une (el deseo de dicha y de justicia). ¿Cómo crear un tipo de relación nueva que apunte a entender la tierra como una herencia común?

         El Papa Francisco en su viaje a Lisboa citó a José Saramago, un escritor portugués ateo militante. Cuando le dieron el Nobel a este autor, el Vaticano lo desautorizó. Ahora, se le cita en una reunión importante de cristianos. La cita en cuestión dice así: “Lo que da verdadero sentido a un encuentro es la búsqueda y es preciso caminar mucho para alcanzar lo que está cerca”. Es decir: para nosotros los cristianos es importante una fe que busca y se pregunta, que camina y no se queda anclada en lo de siempre. Los ateos también nos iluminan. Esta visiónde igualdad básica es la herencia de quienes creen que es una suerte entender y vivir la espiritualidad de la minoridad, el sueño de una tierra igualitaria.

 

Plan de vida

 

Traemos de nuevo a colación el luminoso n. 87 de FT: «Un ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás. Ni siquiera llega a reconocer a fondo su propia verdad si no es en el encuentro con los otros: sólo me comunico realmente conmigo mismo en la medida en que me comunico con el otro. Esto explica por qué nadie puede experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quienes amar. Aquí hay un secreto de la verdadera existencia humana, porque la vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad; y es una vida más fuerte que la muerte cuando se construye sobre relaciones verdaderas y lazos de fidelidad. Por el contrario, no hay vida cuando pretendemos pertenecer sólo a nosotros mismos y vivir como islas: en estas actitudes prevalece la muerte».

Esta es la manera de pensar de quien cree que ser menor lleva dentro la suerte del sueño de la tierra de igualdad. Cualquier relación que se entable desde la simple igualdad camina en esa dirección.

Las relaciones develan el tipo de fe real que se vive: ¿te relacionas bien?, eres buen seguidor/a de Jesús: ¿Son problemáticas, difíciles, ásperas, desiguales, tus relaciones? La fe en Jesús no va bien.

El evangelio te pide un tipo de relaciones igualitarias, construidas desde una minoridad trabajada, aquella que entiende que estamos llamados a una patria de igualdad. Relaciónate con todos, sobre todo con los frágiles, en modos lo más igualitarios posibles. Y considera eso una suerte, algo hermoso, la promesa del evangelio.

 

Oración

 

Padre nuestro,

que en los cielos estás, haz a las personas

iguales: que ninguno se avergüence

de los demás; que todos al que gime

den consuelo; que todos, al que sufre

del hambre la tortura, le regalen

en rica mesa de manteles blancos

con blanco pan y generoso vino;

que no luchen jamás; que nunca emerjan,

entre las áureas mieses de la historia,

sangrientas amapolas, las batallas.

Luz, Señor, que ilumine las campiñas

y las ciudades; que a los humanos todos,

en sus destellos mágicos, envuelva

luz inmortal; Señor, luz de los cielos,

fuente de amor y causa de la vida.

Gloria al Padre, y al Hijo,

y al Espíritu Santo. Amén.

4

TIENEN SUERTE LOS SEDIENTOS DE JUSTICIA

 

“Tienen suerte los sedientos de justicia

porque su sed va siendo apagada” (Mt 5,6).

 

Reflexión

 

En nuestra sociedad da casi vergüenza hablar de justicia. Es como si éste valor sustancial produjera malestar al ciudadano de a pie. Hablar de justicia, demandarla, gritar en su nombre resulta trasnochado, como si uno estuviera anclado en mayo del 68.

Pero la justicia es  el componente “político” del seguimiento, su participación en el devenir social desde una honda compasión histórica. Este componente es insustituible y, de alguna manera, da sentido al componente “místico”  ya que lo hace visible y, por ello, verdadero.

         Por lo mismo, hasta la tarea orante ha de nacer y llevar al logro de la justicia esencial. El cristianismo en general tiene que andar todavía un gran trecho si anhela este horizonte. Y sin embargo, como decimos, existe en ello una gran oportunidad de revitalización. Las palabras del profeta D. Bonhöffer siguen sonando veraces: “Nuestra iglesia que durante años solo ha luchado por su existencia, como si esta fuera una finalidad absoluta, es incapaz de erigirse ahora en portadora de la Palabra que ha de redimir y reconciliar a todos los hombres y al mundo… Por esta razón, las palabras antiguas han de marchitarse y enmudecer y nuestra existencia de cristianos solo tendrá, en la actualidad, dos aspectos: orar y hacer justicia entre los hombres». La oración mezclada a la justicia, ambas realidades unidas.

         Estos son los caminos de la justicia esencial. Ésta no consiste, inicialmente, en meras estrategias, políticas o económicas, para el logro de la justicia. Se trata de una actitud que anida en los trasfondos de lo humano, en la base de lo que somos. Es más, pues, algo que hace relación a la espiritualidad. En ese dominio es donde emparenta con la oración. Una oración por la justicia no es una mera actividad religiosa sino una manera de leer e interpretar los anhelos profundos de la historia, un transitar la búsqueda del sentido. No deja de ser algo que se escapa de nuestras manos.

 

La luz de la Palabra

 

Jesús es uno devorado por la sed de justicia. El relato corrientemente denominado “parábola de la viuda y el juez” (Lc 18,1-8) se inserta, como los anteriores, en el largo viaje lucano de Jesús hacia Jerusalén. En tal viaje hay lugar para instrucciones sobre temas diversos, incluido el de la oración. Pero el contexto de tal viaje imprime una perspectiva nueva a este clásico tema de la piedad religiosa.

         Efectivamente, más que el tema de la oración como tal, lo que se quiere subrayar es el anhelo de la justicia esencial. Así es, el texto que antecede (Lc 17,20-37) habla de la expectación sobre el día de la llegada del reino y el que sigue (Lc 18,9-14) más que de dos modelos de oración de lo que habla en el fondo es de dos maneras de situarse ante la promesa del reino. Es en este marco de anhelo del reino donde se plantea el tema de la justicia esencial. Ésta, la justicia, es el dinamismo de fondo de la realidad del reino.

         Desde esta perspectiva ideológica es preciso entender la relación dialéctica entre el juez injusto “que ni temía a Dios ni le importaban los hombres” (Lc 18,2) y la viuda tenaz que pide justicia “frente a su adversario” (Lc 18,3). El primero, lógicamente, no puede ser tipo de la justicia de Dios. Así es, la justicia del juez es lenta (“por bastante tiempo”: Lc 18,4), comodona (“me está amargando la vida”: Lc 18,5), deseosa de acabar de una vez para que se le deje en paz (“que venga continuamente a darme esta paliza”: Lc 18,5). Es una justicia podrida en su fondo porque no escucha los anhelos de justicia que brotan de las situaciones de pobreza.

         Por eso, el antitipo de este juez venal  es un Dios que responde a los anhelos de quien hambrea un mundo de justicia: a) Dios “reivindicará a sus elegidos” (Lc 18,7), se pondrá de su parte, un Dios parcial; b) “no les dará largas” (Lc 18,7) porque hacer esperar al anhelante de justicia es aumentar el nivel de injusticia; c) escuchará a los que le “gritan día y noche” (Lc 18,7), porque, desde antiguo, es una Dios que escucha los gritos de los sojuzgados.

La “reivindicación sin tardanza” (Lc 18,8) es sello del anhelo de la justicia del reino. No es algo que se pueda posponer sine die. Ahora bien, la gran pregunta queda en el aire: “Cuando llegue el hombre, ¿qué?, ¿va a encontrar en esa fe en la tierra?” (Lc 18,8). Es decir, ¿van a ser capaces los seguidores de Jesús que hacen camino con él de mantener vivo el anhelo de la justicia a pesar del bombardeo de la injusticia y de todas las técnicas disuasorias de una sociedad anclada y asentada en la injusticia?

 

Plan de vida

 

         No habrá que ceder a la desilusión por la justicia, aunque haya muchos motivos para ello. ¿Cómo sentir la justicia como una sed? En paralelo a como se siente la injusticia. Hacerse sensible a la injusticia es camino para que haya sed de justicia.

         Es necesario abrir bien los ojos para sentir con dolor la injusticia cercana y para encajarla con paz y con fuerza a la vez. Si no se siente la dentellada de la injusticia es que estamos situados en ella.

         Antes de preguntarse qué puedo hacer será preciso preguntarse qué estoy dispuesto a hacer, hasta donde soy capaz de dar un paso adelante en el tema de las causas de la justicia: hasta dónde estoy dispuesto a informarme, a acercarme con otros, a mirar de frente las situaciones de injusticia. Quizá haciéndolo brote algún cauce de actuación.

         Habrá que ser cuidadoso para discernir nuestra participación en la injusticia y para alejarse todo lo que se pueda de tales situaciones. Esa participación en la injusticia es cosa más corriente de lo que pensamos. Está en nuestras relaciones familiares, vecinales, sociales. Habrá que tener mucho cuidado.

         Y luego están las situaciones lejanas de injusticia que no son tanto. Basta con hacer unas pocas preguntas y encontraremos con facilidad que hacemos parte de tales situaciones: ¿qué tienen que ver los aparatos que usas con la guerra del coltán de África? ¿Qué tiene que ver el mueble que has comprado con las maderas ilegales de ciertos países? Y así tantas cosas. ¿Cómo despegarse lo más posible de la injusticia que nos compone?

         Tienes suerte si esa sed de justicia te dice algo de una u otra forma. Si no te dice nada es que el programa de las bienaventuranzas te queda aún lejos. Será preciso trabajar por acercarlo.

 

Oración

 

No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón: esto es lo que anuncia el Mensaje a creyentes y no creyentes, a los hombres y mujeres de buena voluntad, que se preocupan por el bien de la familia humana y por su futuro.

No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón: esto es lo que hay que recordar a cuantos tienen en sus manos el destino de las comunidades humanas, para que se dejen guiar siempre en sus graves y difíciles decisiones por la luz del verdadero bien del hombre, en la perspectiva del bien común.

No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón: no nos cansaremos de repetir esta exhortación a cuantos, por una razón o por otra, alimentan en su interior odio, deseo de venganza o ansia de destrucción.

Que nuestra oración se eleve desde el corazón por todas las víctimas del terrorismo, por sus familias afectadas trágicamente y por todos los pueblos a los que el terrorismo y la guerra continúan agraviando e inquietando.

Que la humanidad, en estos tiempos azarosos, pueda encontrar paz verdadera y duradera, aquella paz que sólo puede nacer del encuentro de la justicia con la misericordia.

 

 

5

TIENEN SUERTE LOS QUE AYUDAN

 

“Tienen suerte los que ayudan

porque su debilidad será su fortaleza” (Mt 5,7)

 

Reflexión

 

         La ayuda tiene rango de bienaventuranza cuando se la sitúa en los decisivos términos de ayuda a la bondad, a la justicia, a la humanidad. Es válida la pequeña ayuda cotidiana. Pero la cosa apunta a mayores horizontes: contribuir a dejar un mundo más humano que el que recibimos, por lejano que nos parezca el asunto.

         Para ello hay que considerar si se ayuda desde fuera o desde dentro. Ayudar desde fuera es hacerlo sin llegar a la implicación del corazón, del todo de la persona. Ayudar desde dentro es hacerlo desde la conciencia de estar implicado como gestor de esa ayuda. No es una cosa meramente mental;  es también verificar desde dónde se piensa y se vive la ayuda.

         Esto fundamenta una nueva tipología humana: la sociedad se puede dividir entre los que ayudan y los que no les importan estos valores esenciales y no ayudan a ello (hasta los combaten). Queda fuera de duda que el seguidor/a de Jesús es de quienes pertenecen al grupo de los que ayudan como manera de vivir su seguimiento, no como mera consecuencia de unas creencias religiosas.

         En esa línea dice FT 195 que “ayudar a una sola persona a vivir mejor, eso ya justifica la entrega de mi vida”. Lo que importa no es el volumen de ayuda sino la raíz de la que brota esa ayuda que no es otra sino la conexión con la raíz de lo humano y con lo elemental del evangelio.

         De esta manera, ser ayuda pasa de ser una carga que cuesta llevar a una suerte que se agradece. Un signo de que vamos atinando es ver que ayudar  lleva al gozo y que el precio que demanda la ayuda es carga ligera. La mística de quien ayuda pertenece al gozo del seguimiento vivido como una suerte. Por decirlo de manera sencilla: no me tendrían que pagar por mi ayuda sino que yo mismo, agradecido,  tendría que implicarme cada vez más en los trabajos humanos de ayuda al otro.

 

La luz de la Palabra

 

         Ejemplo luminoso de mística de la suerte que es ayudar la tenemos en la parábola del samaritano compasivo (Lc 10,25-37). Aunque no se diga explícitamente, el samaritano ayuda al caído con alegría hasta el punto de que no le duele nada empeñar todo un conjunto de actos de generosidad (costosos: vino, aceite, posada, etc.). La promesa de volver y pagar indica que no es onerosa la ayuda sino agradecida: contento de poder ayudar. El hacerse prójimo de un judío, añade una nota decisiva a la mística de entender el ayudar como una suerte.

“La propuesta es la de hacerse presentes ante el que necesita ayuda, sin importar si es parte del propio círculo de pertenencia. En este caso, el samaritano fue quien se hizo prójimo del judío herido. Para volverse cercano y presente, atravesó todas las barreras culturales e históricas. La conclusión de Jesús es un pedido: «Tienes que ir y hacer lo mismo» (Lc 10,37). Es decir, nos interpela a dejar de lado toda diferencia y, ante el sufrimiento, volvernos cercanos a cualquiera. Entonces, ya no digo que tengo “prójimos” a quienes debo ayudar, sino que me siento llamado a volverme yo un prójimo de los otros” (FT 81).

Ese “volverse prójimo” es imposible desde la ayuda entendida como carga y es posible de la ayuda entendida como suerte. Es otra manera de ver la realidad, verla desde la alegría que proporciona la sintonía honda con el corazón de quien pasa necesidad.

Los decálogos sálmicos (Sal 10; 111; etc.) han puesto de relieve, desde antiguo, este gozo. Pero la bienaventuranza y, sobre todo, el comportamiento de Jesús le da a la ayuda el espaldarazo definitivo: ayudar es una suerte y un gozo.

 

Plan de vida

 

La ayuda que das, por sencilla que sea, que siga presente en tu vida. Increméntala si es posible. Pero empieza a pensar en algo más hondo, más englobante: ayudar como una vocación, como una manera de ser. Quizá no te lleve a distintas ayudas de las que haces, pero eso tendrá otra mística.

Tal vez haya que ir pensando en ayudas organizadas, no solamente para un logro de mayor eficacia, sino para manifestar la fuente de la ayuda: la pertenencia a la familia humana  y la vivencia de una fe fraterna. Dado que no es fácil conseguir y permanecer en esta clase de opciones, el amparo del grupo será muy importante. Eso demuestra que las grandes transformaciones humanas y creyentes necesitan de la comunidad.

Hay un indudable valor en la práctica de la ayuda “en lo secreto” (Mt 6,3.6). La ayuda publicitada corre el peligro de desvirtuarse. Querer poner la firma de donante al don es entenderlo fuera de la mística evangélica que es la suerte de ayudar. El silencio y la modestia le van muy bien a tal mística.

Más que de bienes, si se habla de la suerte de ayudar, estamos hablando de tiempo, de acompañamiento, de amparo social. Porque, como decimos muchas veces, no se trata tanto de dar cuanto de darse. Quien entiende la ayuda como una suerte va perdiendo el miedo a otra clase de implicaciones que las de la mera ayuda económica.

Por todo lo dicho se entiende mejor que brote un sincero agradecimiento a quienes nos empujan a la ayuda social (Cáritas, Manos Unidas, Verapaz, etc.) porque nos acercan a una de claves fundamentales de comprensión de la vida y de la fe.

 

Oración

 

Concédenos, Señor,

la fortaleza y la sabiduría

para ser una ayuda valiosa

para quienes nos rodean.

 

Permítenos ser comprensivos

y generosos

para ser brazo ofrecido

en que se apoye quien titubea.

 

Que nuestra presencia y nuestras acciones

sean positivas

en la vida de los demás.

 

Asís seremos seguidoras y seguidores

de Jesús,

nuestra ayuda y amparo.

 

Amén

 

 

6

TIENEN SUERTE LOS QUE SACAN

EL MAL DE SU CORAZON

 

“Tiene suerte los que sacan el mal de su corazón

porque su manera de ver la vida cambiará” (Mt 5,8).

 

Reflexión

 

         No cabe duda de que en el fondo de la persona hay sitio para un corazón bueno y para un “Caín”. Hay quien no cesa de alimentar ese Caín y todo lo que toca lo  negativiza, lo deshumaniza. Es fácil vender ese lado oscuro. Por eso tiene tanto éxito.

         Pero hay quien, con trabajo, dedicación e interés logra sacar el mal de su corazón y hacer más espacio al bien, al lado humano. Su motivación no es primariamente religiosa, sino simplemente humana: han logrado ver en el otro a un humano a quien amar y eso les basta.

         Muchas veces, casi siempre, es gente anónima. A veces son personas que habitan un rincón del periódico, porque el corazón bueno no vende mucho. Como el heroico doctor Umar Khan, el único virólogo de Sierra Leona, que dirigió en su país, en 2014, la desesperada lucha contra la epidemia de ébola, esa enfermedad aterradora y letal que mata con hemorragias atroces. Pues bien, sabiendo todo esto mejor que nadie, ese hombre permaneció allí cuidando de los enfermos hasta contagiarse. Tenía 39 años. O como el doctor WasimMaaz, el último pediatra que quedaba en la destrozada Alepo durante la guerra civil siria. Sus familiares huyeron a Turquía, pero él siguió haciendo su trabajo hasta caer bajo un bombardeo, en 2016, con 36 años. 

         Pero, como decimos, es gente generalmente anónima. Logran dejar espacio al bien porque aciertan a ir cambiando su mirada. Ya no es la mirada que cosifica y destruye, sino la que entiende al otro desde su humanidad y desde la fraternidad. Una mirada distinta para un corazón distinto.

         Todo esto no se logra sin trabajo: un corazón sin mal es el fruto de muchos intentos, de algunos fracasos, de la certeza de que volver al bien es siempre posible. Tener un corazón bueno no es solo ni principalmente una cuestión de carácter. Es el resultado de un largo camino de intentos y de esfuerzo. Algunos han dedicado lo mejor de su vida a esa tarea. Y han logrado el fruto hermoso de un corazón sin mal. Han tenido suerte y han tenido esfuerzo.

         Sobre esos corazones que han construido la suerte de ser buenos se asienta la historia. Posiblemente ni ellos lo sepan; ni Jesús quería que le llamasen “bueno” (Mc 10,18). Pero su corazón bueno es el que le ha dado sentido a él y a nosotros. ¿Cómo no va ser una suerte ir por ese camino?

 

La luz de la Palabra

 

         Las páginas de la Palabra albergan innumerables escenas de bondad. En la narración de la historia de José y sus hermanos hay tres escenas de reconciliación: se dejó paso al bien poniendo coto a una gran maldad ejercida antes. Aquellos corazones fratricidas fueron regenerados por el perdón y la fraternidad. En la tercera de las escenas, cuando asoman de nuevo los fantasmas del mal, se dice que José ratificó la opción de ser bueno con sus hermanos “hablándoles al corazón” (Gn 50,21).

         Se habla al corazón porque se apunta a él desde el propio corazón. Pretender entender y vivir la suerte de un corazón sin mal desde lenguajes (verbales o no) duros, insultantes, despectivos, violentos es una imposibilidad. Hay que aprender el lenguaje del corazón para entrar en el grupo de quienes consideran una suerte tener un corazón sin mal.

         Y ello hasta llegar a un amor asimétrico, como el de Jesús (Jn 13,34): devolver amor aunque no se reciba amor. Es la prueba definitiva de que se tiene por suerte el poder vivir sin mal dentro, sin oscuridad. Es difícil, pero tenerlo, al menos, en el horizonte de la vida y de la fe sería ya algo muy positivo.

         No estamos hablando de algo lírico, sin carne. El logro de entender y vivir como una suerte el corazón sin mal es, ya lo hemos dicho, un fruto de madurez, un logro al final de un largo camino. El seguidor acepta esa propuesta con la alegría de quien ha encontrado un tesoro.

 

Plan de vida

 

         La honda valoración de la suerte de vivir sin mal en el corazón no habría de producir una sensación de desaliento, como si eso quedara fuera del alcance de un creyente común. No es cuestión de excelencia, sino de una mística y de un trabajo: la mística de la hermosura de un corazón sin mal y el trabajo por ir en esa dirección.

         No habrá que dejarse arrastrar por el “piensa mal y acertarás” del pensamiento de corazón negativo. Al contrario: pensando bien es como se acierta y actuando bien. Esos son los caminos de quien ha entendido como una enorme suerte la  diferente manera de vivir con un corazón sin mal.

         Es preciso hacer un acto de fe continuado en la bondad del corazón humano, algo más difícil que profesar una fe en Dios. Creer en el otro como una manera de creer en Dios. Ambas fes van unidas y se necesitan intrínsecamente. Hay que trabajar este terreno sin desfallecer.

         Y junto a esa fe, las buenas palabras que son el lenguaje de quien entiende la mística del corazón sin mal. Las malas palabras son una siembra de sal que impide y bloquea la suerte de vivir con un corazón sin mal.

         Y con esas buenas palabras, los gestos sencillos de bondad que pueden abrir la puerta a ese “corazón de carne” del que nos hablan las viejas profecías (Ez 36,26). Ese es el corazón sin mal, lo contrario del “corazón de piedra” que no se ablanda ni con las lágrimas de los pobres.

 

Oración

 

Señor Dios, clemente y compasivo,

rico en bondad y en misericordia,

te pido que me des un corazón de carne

que sienta cada día la fuerza de tu amor.

Dame, Señor, un corazón de carne

que no se sienta bueno;

un corazón de carne que busque conocerte

para mejor amarte. 

Dame, Señor, un corazón de carne

un corazón de carne que sea fiel y generoso;

un corazón de carne que ame la justicia;

un corazón de carne esforzado y valiente;

un corazón de carne que no guarde rencores

por nada ni por nadie.

Dame, Señor, un corazón de carne;

un corazón que ame hasta que duela;

un corazón que busque ser mejor cada día;

un corazón que se eleve por encima de él mismo.

Dame, Señor, un corazón de carne;

un corazón sensible;

un corazón sincero;

un corazón sencillo;

un corazón decidido y valiente.

Dame, Señor, un corazón de carne

un corazón que ame por encima de todo;

un corazón limpio y transparente;

un corazón que viva en la esperanza.

Dame, Señor, un corazón de carne,

que se parezca al tuyo;

un corazón que viva y que palpite como tu corazón.

Amén.

 

7

TIENEN SUERTE LOS ARTESANOS DE LA PAZ

 

“Tienen suerte los artesanos de la paz,

porque Dios los mira como a hijas e hijos” (Mt 5,9).

 

Reflexión

 

         Construir la paz es edificar una humanidad nueva. El empeño es gigantesco. Pero no por ello hay que desistir de la empresa. Hacer posible la sociedad igualitaria, la economía de equidad, la relación respetuosa, la política inclusiva, es el gran anhelo que la humanidad tiene inscrito en su interior por muy lejos que se halle de tal horizonte.

         Dice la bienaventuranza que tienen suerte los que descubren que su vocación es ser irenopoios, artesano de la paz, albañil de una enorme construcción, del gremio de quienes hacen algo práctico por la paz. Tiene suerte de sumarse a una corriente de humanidad que brota desde los albores de la historia.

         Tienen suerte porque han entendido que no se trata tanto de actos cuando de actitud, no se trata tanto de logros cuanto de empeños. Así es: la evidencia de que se ha entendido tal suerte es que no por lograr poco se tira la toalla. Lo poco es camino de lo mucho. Y, como dice el Eclesiastés, siembra la paz por la mañana y por la tarde porque no sabes cuál de los dos va a ser la cosecha buena.    

         Los trabajos por la paz mezclan los trabajos cotidianos con los grandes anhelos. Pero son los primeros los más decisivos, por encima de su humildad, de su escondimiento. Efectivamente, la batalla de la paz, la construcción de su edificio se decide en la distancia corta del kilómetro de casa en el que se vive.

         A nivel político, el seguidor de Jesús propugna la difícil realidad de una paz desarmada.Es algo que, hoy por hoy, pertenece al ámbito de las utopías. Más aún, la sociedad mira con desdén un planteamiento así. A pesar de que la paz armada ha traído escasos resultados, se cree que la paz desarmada es el caldo gordo que busca el agresor. Incluso se piensa que es una actitud de debilidad, de apocamiento, de cobardía. 

         Desarmar la paz es un trabajo doble: primeramente es preciso el milagro de sentar a la mesa común a los contendientes haciéndoles ver que se las ha llamado no para dirimir un duelo, sino para hacer un camino en la difícil dirección del entendimiento. Se trata del espinoso trabajo de la elaboración de conflictos donde habrá que cambiar las bases éticas de relación y tratar de imaginar escenarios comunes de actuación por ínfimos que sean.

         En este proceso de “desarme” tiene un papel importante la mediación, si es admitida. Las espiritualidades, la cristiana en nuestro caso, pueden ser herramientas útiles de mediación. Se trataría no tanto de condenar la guerra, sino de buscar posibles caminos de entendimiento. Este trabajo no podrá hacerse si la espiritualidad, si los cristianos, no somos, en primera instancia, personas de paz.

 

La luz de la Palabra

 

El núcleo de la misión cristiana, tal como lo vemos e Mt 1013 y Lc 10,5-6 es la oferta de la paz. La serie de diez actitudes que se enumeran como tareas cuando se va por el mundo, como trabajos de misión, concluye en la oferta de paz. A eso habrá que llegar porque la paz es la puerta de cualquier transformación social. Por eso es una oferta para “toda casa”. Nadie queda excluido de la oferta. Y ofrecerla en la modalidad de “casa” y no personalmente, subraya el carácter colectivo de la paz como cauce de ciudadanía. La oferta adquiere una indudable primariedad: antes que nada hay que poner delante la paz, después, si se quiere, se pondrán otros valores, la misma fe. La paz tiene un rango distinto, superior a todo otro valor, incluidos los valores religiosos. Es una paz que se ofrece en el momento mismo de “entrar”, en el umbral: nuevo rasgo de primariedad. De tal manera que, si la paz se instaura, se instaura el reino y si la paz vuelve al mensajero porque no se la acepta, ha fracasado la misión del reino.

La paz sintetiza y resume todos los valores del reino porque éste alborea cuando la paz nace en las relaciones humanas. Todo el arco de las situaciones necesitadas de paz entra en el propósito evangélico y por el logro de la paz se mide el logro del evangelio.

Textos equívocos como Mt 10,44 (“No he venido a traer paz, sino espadas”) no pertenecen al pensamiento de Jesús, sino que derivan de las situaciones provocadas en la primitiva misión cristiana. Como dicen muy bien Efesios y Colosenses, el secreto designio de Dios es hacer una gran obra de reconciliación con la mediación de la obra de Dios. De tal manera que si reconcilias, eres seguidor; si no lo haces, no eres seguidor. Así, la tarea de construcción de la paz se constituye en el trabajo primordial de la fe evangélica.

 

Plan de vida

 

         Hay que animarse a encarar el tema de la paz como ámbito primordial de la existencia evangélica. No puede ser considerado como un tema menor, como un adorno en la vida cristiana. Es tema decisivo.

         El aprendizaje de un verdadero camino de paz ha de ser necesariamente lento y práctico. Lento porque se trata de remover capas muy profundas del ser humano, muy hechas ya. Se requiere mucho ahínco y paciencia. Y ha de ser un trabajo de experiencias prácticas de pacificación. Los asuntos de la paz no se logran ni siquiera en la oración (aunque esta ayuda). Se consiguen en el diálogo, en el pacto y en la vida ofrecida al otro.

         Y en este tema, más que en ningún otro, los trabajos de paz han de comenzar por pacificar a uno mismo. Ya decía san Francisco a sus hermanos: “La paz que predicáis, habite primero en vuestros corazones”. Se hace obra de pacificación en la medida en que se está pacificado por dentro. De lo contrario todo será postureo y falsedad.

         Los grandes problemas de la paz se cuecen también en la intimidad de la cocina o en el cuarto de estar de tu casa. Hay que vigilar qué se habla ahí, cómo se mezcla todo a palabras y vivencias de paz o cómo el lenguaje es duro y militante. Trabajar en lo cercano es capacitarse para comprender mejor lo lejano.

         La oración por la paz ha de incluir un cierto compromiso para que no sea una planta sin raíz. Inicialmente no es necesario que sean compromisos totalizantes. Sirve algo testimonial. Luego se darán más pasos.

 

Oración

 

Señor Jesús,
por tu gloriosa pasión,
vence la dureza de los corazones, prisioneros del odio y del egoísmo;
por el poder de tu resurrección,
arranca de su condición a las víctimas de la injusticia y de la opresión;
por la fidelidad de tu venida,
confunde a la cultura de la muerte y haz brillar el triunfo de la vida.

Señor Jesús,
une a tu cruz los sufrimientos de tantas víctimas inocentes:
envuelve con la luz de la Pascua

a quienes se encuentran profundamente heridos:
las persone abusadas, despojadas de su libertad y dignidad;
haz experimentar la estabilidad de tu reino

a quienes viven en la incertidumbre:
los exiliados, los refugiados

y quienes han perdido el gusto por la vida.

 

Señor Jesús,
extiende la sombra de tu cruz sobre los pueblos en guerra:
que aprendan el camino de la reconciliación, del diálogo y del perdón;
haz experimentar el gozo de tu resurrección

a los pueblos desfallecidos por las bombas:
arranca de la devastación a Irak y Siria,

Afganistán y Ucrania,

Gaza y Yemen,
reúne bajo la dulzura de tu realeza a tus hijos dispersos:
sostén a los cristianos de la diáspora

y concédeles la unidad de la fe y del amor.

 

Santa María, reina de la paz,
tú que estuviste al pie de la cruz,
tú que nunca dudaste de la victoria de la resurrección,
sostén nuestra fe y nuestra esperanza;
tú que has sido constituida reina en la gloria,
enséñanos la alegría del servicio y el gozo del amor.

Amén.

8

TIENEN SUERTE QUIENES VIVEN

CON FIDELIDAD

 

“Tienen suerte quienes viven con fidelidad,

porque gozarán del amparo del Dios fiel” (Mt 5,10).

 

Reflexión

 

         Quizá la fidelidad sea uno de los valores más negados, sobre todo en el ámbito afectivo. Pero también se celebran con regocijo. Permanecer vivos en una opción por 25, 50 o más años es un milagro de vida. Y como tal se lo valora.  Y lo mismo ocurre en otros ámbitos: por frágiles y naufragantes que sean nuestras opciones, la fidelidad se valora.

         Vivir en fidelidad no es lo mismo que vivir en coherencia. Esto es otra cosa. Quien es coherente tiene un agarradero vital formidable. Pero la fidelidad puede vivirse en la fragilidad y en una cierta incoherencia, siempre que se reconozca y, llegado el caso, se sepa pedir perdón. Por eso mismo, la fidelidad es valor que pueden vivir los frágiles, los que caen.

         A la fidelidad la va muy bien el silencio, el huir de orgullos falsos y de voces que proclaman lo que no viven. Mejor callar que alardear. Porque dime de qué presumes…La fidelidad y la humildad son hermanas. Una no se entiende sin la otra; una fracasa si fracasa la otra.

         Como todos los valores, la fidelidad es probada cuando las cosas vienen mal dadas. Por eso dice la bienaventuranza que tienen suerte los que valoran la fidelidad incluso en tiempos de persecución, de incomprensión. Quien sabe recogerse en sí mismo cuando las cosas se ponen difíciles y opta por seguir siendo fiel, saldrá fortalecido de la prueba. Los momentos difíciles surten y desvelan la verdad de lo que decimos valorar.

         Tienen suerte quienes entienden desde dentro el valor de la fidelidad y quienes lo viven no como un peso, sino como una posibilidad. Viene a decir la bienaventuranza que Dios ampara el camino de quien vive en fidelidad porque él también está hecho de fidelidad.

 

La luz de la Palabra

 

La figura de Pedro en los Evangelios es, globalmente hablando, la de un fiel a Jesús que tiene grandes dificultades personales y sociales para entender y asimilar los dinamismos del Reino. Este texto lo refleja:

¡Simón, Simón! Mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como el trigo, pero yo he rogado por ti para que no llegue a faltarte la fe. Y tú, cuando te conviertas, afianza a tus hermanos. Él le repuso: - Señor, contigo estoy dispuesto a ir incluso a la cárcel y a la muerte. Replicó Jesús: - Te digo, Pedro, que no cantará el gallo antes que hayas negado tres veces que me conoces (Lc 22,32-34).

Este texto viene, lógicamente, después de Lc 19,29-40, la entrada anti-mesiánica (porque entra como en rey de paz, en Jn ni entra) en Jerusalén. La gente, y los discípulos (Pedro que los representa), han vivido esa escena como una realidad de mesianismo político y nacionalista: ahora se va a ver que Dios hace de Israel el centro del mundo, ahora vamos a salir de la opresión y la pobreza, ahora nos va a tocar mandar, ahora seremos fuertes y temidos, etc. De ahí ese grito de victoria Hosanna (¡cómo ha quedado en la misa, aunque trasformado por la teología y por una cierta “ignorancia”!). Esta es la gran tentación de Pedro y de todo el discipulado, tentación Satánica. Es la tentación del brillo, del número, del poder, de la relevancia. Tentación sempiterna en la estructura humana y en las estructuras sociales, fraterna. No podemos comprender la realidad de un Jesús “menor” (de un Dios igualmente menor). Esto va a ser una “criba”, una herramienta de discernimiento: se va a ver quién es quién en la medida que se acerca uno o se aleja de la notoriedad, del brillo, del espectáculo televisivo.

Tiene que venir en ayuda la oración de Jesús: “he rezado por ti”. Cuando esta oración es necesaria, es que la imposibilidad humana es manifiesta (como en Jn 14,14). Contando con la oración de Jesús se puede intentar andar los caminos de la fidelidad aunque el brillo nos tire como la luz a las mariposas. Resulta estremecedor que la oración de Jesús por Pedro es “para que no llegue a faltarte la fe”. ¿A qué se refiere? A la fe en un Mesías pobre, sin brillo, entregado, oculto. Pedro tiene esa fe muy débil, porque lo que anhela el fondo de su alma es la fuerza y la relevancia. El logro de una fe humilde es el objeto de la oración de Jesús. Esa fe es compatible con la debilidad real de la persona. Y, desde ahí, la posible vida en fidelidad se hace cercana. Hasta Pedro, tan tentado, podría vivirla.

Por eso mismo, Jesús le mantiene a Pedro su propia fidelidad: “cuando te conviertas, afianza a tus hermanos”. La defección de Pedro no va a ser obstáculo para mantenerle a Pedro la confianza y su función (la llamada “función petrina”. Confirmar la fe sus hermanos). Por eso, uno que ha fallado podrá confirmar la fe. No es la calidad de su fe (es una fe que ha fallado) el aval de su ministerio petrino, sino “la conversión”, es decir, la vuelta a la vivencia del Jesús humilde y entregado. Desde esa vivencia de la fe menor, oculta, sin brillo, podrá confirmar la fe de sus hermanos. (La plena conversión de Pedro requerirá un largo proceso: Lc 22,54-62; Hech 10,11-16; 11,5-10; 12,11.17). Es una maravilla que Jesús mantenga su fidelidad a Pedro a pesar de su tentación hacia el brillo y su caída cuando le entrega de Jesús muestre toda su pobreza (la cruz). Pero también es una maravilla que Pedro pueda llegar a situarse en otro terreno, en el terreno de la fe pobre, verdaderamente mesiánica. Fidelidad de Jesús y fidelidad de Pedro se entremezclan (aquí se llega al cruce de ambas fidelidades, porque no hacemos nada con decir que Jesús, o Dios, es fiel sin percibir que la persona puede ser fiel si se “convierte” a la fe pobre).

La buena voluntad de Pedro, incluso su indudable amor a Jesús quedan de manifiesto en su respuesta generosa pero insensata. Quien vive en el brillo no mide el alcance de sus propuestas. Suele ocurrir que todo ese brillo queda luego realmente en nada o en casi nada. Resulta estremecedora (por inconsciente) la respuesta de Pedro. Da la impresión que le viene a decir: no necesito tu oración para nada; tengo suficiente fuerza dentro de mí para mantenerme en la fidelidad (en realidad, esa fuerza no es sino su ambición, su anhelo irrefrenable de participar en el posible triunfo del mesías brillante, su indiscernido sueño de salir de la pobreza y la irrelevancia que constituyen su vida de persona ignorada). Hay entregas que encierran en su último pliegue un formidable egoísmo.

Jesús de dirige ahora no a Simón, sino a Pedro, a un obstinado, a uno que no ve el alcance de sus posturas: la traición será el tocar fondo de Pedro. Ahí se convencerá de que es preciso ir por otro camino. Desde ahí entenderá que la fidelidad solamente podrá ser un logro desde la vivencia de una fe pobre, menor, humilde, “dejándose llevar a donde no quiere” (Jn 21,15). Una vivencia de la derrota de su Jesús, de su muerte y abandono, es el comienzo de un camino de posible fidelidad. Jesús cree que Pedro es capaz de hacer ese duro camino. No es de extrañar que le mantenga la fidelidad, la tarea de confirmar la fe.

El gallo era, para los antiguos judíos, un animal diabólico (“Si quieres comprobar la existencia del diablo, echa cernida alrededor de tu cama y verás, a la mañana siguiente, las huellas de la las patas de un gallo”, dice La Mishna). El gallo te va a vencer, se le dice a Pedro. Aun así hay posibilidad de fidelidad. Aun vencidos por el diablo, por el desaliento, por la increencia, por la derrota más fuerte, hay posibilidad de fidelidad si se retorna a la experiencia de una fe humilde. El amor indefectible de Jesús rescatará a Pedro, nos rescatará.

 

Plan de vida

 

         No cedas al desaliento cuando has comprobado muchas veces las dificultades y los abandonos de la fidelidad. No es razón para tirar definitivamente la toalla. Siempre hay posibilidad de resetear, de reiniciar. La fidelidad mantenida no es la impecabilidad, sino ese afán de vivir como seguidor contando con nuestros fallos.

         Valora el ser fiel como una suerte, sobre todo porque es más hermoso lo que el evangelio te promete que lo que tú prometes al evangelio. Eso es lo que tiene que darte fuerzas para anhelar la bienaventuranza de la fidelidad, la hermosura de querer ser fiel a lo que se aprecia y a quienes se aprecia.

         De ahí habría que sacar fuerzas para dar pequeños pasos en dirección al amor fiel cuando parece que todo son barreras (la mayor barrera es la dureza de corazón de uno mismo). Cualquier gesto, por sencillo que sea, puede ser útil.

         Cumplir la palabra que se da es otro rostro de la fidelidad. Si no se va a cumplir, mejor no prometerlo. Y si se promete, tiene que verse la intención decidida de cumplirlo. De lo contrario la relación pierde densidad, se empobrece y la superficialidad se instala en nuestra vida. La fidelidad no busca sino el bien del otro. Por eso mismo, ser fiel es algo proporcional al amor.

         No hay que extrañarse de que la fidelidad sea incomprendida, “perseguida”. Mantenerse en ella, ya lo hemos dicho, es prueba de madurez humana y creyente. Elígela.

 

Oración

 

Gracias, Señor, por tu fidelidad:

que no valore tanto lo que yo he prometido,

sino lo que tú me has prometido.

 

Que mi fidelidad no sea terquedad,

que no ponga el énfasis

en la ley cumplida,

sino en el amor vivido y celebrado.

 

Que mi sí sea un sí

y mi no un no.

Que se fíen mis hermanos de mí

y que yo me fíe de ellos.

 

Que sea fiel sin rigidez,

cumplidor sin soberbia,

responsable sin acusar a nadie

fiel con alegría.

 

Enséñame la suerte

de vivir en fidelidad,

para que tu amor fiel

aparezca vibrante en nuestra vida.

 

Amén.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

9

¡AY DE QUIEN VE LA VIDA

SOLO DESDE LOS BIENES!

 

“¡Ay de quien ve la vida sólo desde los bienes,

porque vivirá en continuo desasosiego!” (Lc 6,24).

 

Reflexión

         Los bienes materiales nos son necesarios. Pero nos llevan a una convicción, a una manera de ver la vida: quien tiene, es; quien no tiene, no es. Este enfoque recibe un “ay” del evangelio porque puede producir el desenfoque de creer que los bienes son la única base real de la vida. Sí, aun cuando muchas veces veamos lo contrario, los bienes pueden producir el espejismo de que, con ellos, estamos seguros.

         ¿Cómo cambiar de perspectiva? ¿Cómo poner más interés en las buenas relaciones, en el disfrute sencillo, en la confianza del corazón, en la alegría de los encuentros, en la satisfacción de la solidaridad, en los sentimientos de amparo, el gozo de una fe compartida? ¿No son, todo esto, “bienes” que pueden dar otro gusto a la vida? ¿Puede uno asentar su vida en estos valores, aun sabiendo que necesita recursos económicos para vivir? ¿Pueden estos ocupar otro lugar que el centro de la persona?

         Es cierto que muchas veces los agobios económicos nos descolocan. Tienen potencia para ello. Pero ¿cómo construir otro estilo de vida cuando tenemos los recursos necesarios para vivir? ¿Cómo no caer en la zozobra del querer tener siempre más? ¿Cómo no arruinar la vida por asuntos económicos que, con frecuencia,, no son necesarios?

         La pregunta definitiva es ¿en qué se apoya tu vida? ¿Cuál es el terreno sólido que está bajo tus pies? Puede que uno acalle esas preguntas en medio del ruido de los días. Pero quien logre ir encontrando una respuesta a tales planteamientos tiene suerte, se ha labrado una buena suerte.

         No nos extrañe que siempre estemos daño vueltas a esta clase de asuntos. Son los que realmente componen la vida y darles una salida es un triunfo. Pensar la vida y pensar la fe puede ser algo muy saludable.

 

La luz de la Palabra

 

         En Mc 10,23-31 los discípulos y Jesús  hablan de las riquezas, ellos que son pobres. El núcleo de esta catequesis a los discípulos viene a ser éste: ¿Dónde vas poniendo la confianza (es un proceso)? El tema de no es tanto las riquezas, sino la confianza que se deposita en ellas. Donde pones la confianza esas son tus riquezas. O de otra manera: ¿Dónde están tus apoyos últimos? ¿Con qué recursos verdaderos cuentas para caminar hacia una vida plena? El texto invita a no ponerlos en las riquezas (manera común de contabilizar recursos) sino en el Reino de Dios, en el mundo orientado a la comunidad.

¿Se puede vivir teniendo como apoyo vital esta confianza? Es difícil, dice el texto, porque la riqueza es una orientación de la persona a la que es muy difícil renunciar o darle otro sentido. Esta confianza solamente puede quedar abandonada si realmente se descubre otra mejor. En esta dificultad desvela el Evangelio su carga de utopía, de anhelo y de entrega a esta empresa nuestra tan costosa de cambiar las estructuras de la confianza.

La “enorme impresión” muestra que los discípulos han captado bien que ellos, de algún modo, son de los que confían en la riqueza, es decir, su vida está asentada sobre riquezas diferentes a las que ofrece el Reino. No es poco que queden impresionados, no está mal. Quizá haya todavía una posibilidad cuando el Evangelio impresiona. Y cuando hablan de “subsistir” se están refiriendo a la subsistencia más cotidiana. ¿Cómo es posible vivir, poniendo la confianza en uno que dice que él te acompaña cuando tú acompañas al débil?

Cuando dice el texto que “con Dios todo es posible”, quiere decir que lo es no sin más sino con la solidaridad que suscita el haber puesto la confianza en los valores del Reino (nada más lejos de un espiritualismo vano). La confianza vivida en el ámbito del Reino, en la comunidad, genera un sin fin de posibilidades para subsistir, para vivir con humanidad y con gozo. A una comunidad todo le es posible en la perspectiva del Reino. Aquí el horizonte es ilimitado.

Dice Pedro, constituyéndose una vez más en portavoz del grupo, que “lo han dejado todo”. Pero no han abandonado su ambición que está pegada a su estructura personal y de grupo. Y con ella, tampoco han abandonado su confianza en la riqueza que, como camino para el más seguro subsistir, sigue intacta. Ya lo hemos dicho, están sin estar. El suyo es, aún, un seguimiento interesado y, por ello, algo lejano al Reino. Tienen que dar pasos más decisivos en la confianza básica.

Lo que recibe el seguidor en comparación con lo que deja es mayor no sólo por la abundancia (cien veces), sino también por la libertad y la igualdad (fijémonos que en la serie que describe el premio desaparece la figura del padre que, en la época, es prototipo de autoridad e incluso de autoritarismo indiscutible). Esto es lo que ha de ir suscitando confianza: la promesa de Jesús. En el fondo, la confianza evangélica se remite y reduce a si se es capaz o no de vivir en las promesas de Jesús.

Cuando el texto quiere afianzar la confianza no obvia “las persecuciones”, el precio que es preciso pagar en el camino de crecimiento de la realidad humana cuando ese crecimiento ha de hacerse a base de confianza. Las persecuciones no son genéricas sino algo muy concreto: el Evangelio(quizá la religión sí)  no crea otros enemigos que los que están contra lo humano. Pero dado que las estructuras de inhumanidad aún son muchas, las persecuciones son abundantes. Pero, repitámoslo, el Evangelio, por su propia lógica, tiene que generar sobre todo fraternidad, amistad, amor.

El v.31 es un colofón a toda la catequesis: no se puede entrar en el reino manteniendo una posición que crea dependencia dentro del grupo. La tarea es común, la ilusión común, la igualdad es el secreto. Por eso, no puede haber en el reino una inversión de situaciones sino la certeza de la más estricta igualdad. El que termine así toda la catequesis quizá quiera mostrar que, el resumen de toda ella está justamente en el tema de la igualdad.

 

 

 

Plan de vida

 

         Hay que tomarse este tema de lo económico con paz y con interés. Con paz para no salirse con tópicos que, en el fondo, lo que buscan es no encarar esta visión de la vida. Con interés porque no pocos de nuestros comportamientos dependen de si se tiene una manera de ver la realidad u otra.

         Quienes tenemos lo básico garantizado habríamos de ser personas liberadas para poder aceptar con gozo y agradecimiento los planteamientos del evangelio. Sin tanta presión en lo económico, el evangelio debería aparecer como más creíble. ¿Por qué nos parece tan increíble?

         Otra es la situación de quienes viven con muchas dificultades. Ahí no hay duda: tendrían que ser objeto de nuestra ayuda para que vean que el evangelio no es solamente doctrina, sino también amparo.

         La “malaventuranza” de Lucas puede parecer una amenaza, pero habría de ser un aliento: hay maneras interesantes de orientar la vida que no tienen que ver directamente con el dinero. Si va pasando la vida y no las descubrimos habrá que preguntarse si el evangelio va haciendo su obra o no.

         Si hay generosidad, siempre se pueden arreglar asuntos económicos que chocan con el evangelio. Si no hay generosidad, no hay nada que hacer. La generosidad es la salsa para todos los guisos en temas de economía según el evangelio.

 

 

 

Oración

 

No dejéis morir a los viejos profetas

pues alzaron su voz contra la usura

que ciega nuestros ojos con óxidos oscuros.

 

No dejéis morir al profeta Jesús

que habló y vivió

confiando en el corazón

y no en los caudales.

 

No dejéis morir a tantos y tantas

que tuvieron por riqueza única

el amor entregado,

la riqueza de la bondad.

 

No dejes morir la voz

que te alienta hoy

a recorrer las sendas siempre nuevas

de la generosidad

tan distintas de las del egoísmo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

10

¡AY DE QUIENES DESPILFARRÁIS!

 

“¡Ay de quienes despilfarráis,

porque vuestro interior se secará” (Lc 6,25)

 

Reflexión

 

El despilfarro es una iniquidad, sobre todo el despilfarro de alimentos, el más inicuo de todos mientras haya tanta gente que pasa de hambre. Tirar alimentos es la manera más evidente de decir: soy indiferente a tu grito de hambre. El problema del despilfarro de alimentos está determinado por el sistema económico dominante y por una organización social fundamentada en una estructura propia de provisión de alimentos. Todo ello impulsado por la cultura consumista inherente al sistema capitalista. Pero es preciso abordar, también, esta problemática desde el ámbito cultural para comprender que no es una cuestión completamente ajena al común de los consumidores. Efectivamente, la comida sale a borbotones de la maquinaria de los supermercados y acaba inundando a los consumidores.  Éstos son cómplices voluntarios: el modelo de abundancia de comida es intrínseco a la cultura de consumo. Se tira más del 40% de los alimentos y de ello una parte notable se hace en los hogares domésticos. Hemos de ser consciente de que todos los alimentos que producimos pero que a posteriori no consumimos, gastan un volumen de agua altísimo, y también conllevan  la emisión de millones de toneladas de gases de efecto invernadero que se acumulan en la atmósfera. 

Y luego está el despilfarro de agua. Para satisfacer nuestras necesidades básicas, necesitamos diariamente de 25 a 50 litros de agua libre de toda contaminación. Un ciudadano estadounidense o europeo gasta de 5 a 10 veces más. España en concreto está por los 142 litros diarios. No es un uso racional. Por no dar más que un simple dato: afeitarse con el grifo abierto lleva de 40 a 75 litros. Mientras que con grifo cerrado solamente se gastan 3 litros. Elevemos esto a categorías más altas, el uso industrial, el uso agrícola y tendremos cifras de horror. Lo peor es el sentimiento de impunidad y la insensibilidad ante nuestros comportamientos cotidianos. Creemos que el problema del agua se resuelve con austeridad (que no practicamos) cuando en realidad se soluciona con una actitud de justicia. El uso habitual del agua en los países desarrollados es el rostro de su injusto despilfarro. Ante él, los pobres escupen su anhelo de justicia y su derecho al agua.

         Y a continuación vienen en fila los demás despilfarros: energía, tejidos, medios de comunicación, viajes, etc. Una larga letanía que dirige su dedo acusador frente a nosotros. Hay que hacer algo. Y antes, es preciso seguir trabajando por una nueva mentalidad, la sobriedad feliz, el bien común, etc. Leer el evangelio lleva a no ceder en este empeño, a seguir siempre pensando y actuando, a no tirar la toalla. Y no tanto para no caer bajo la “malaventuranza evangélica, sino sobre todo  para colaborar al gran sueño de Jesús: una economía fraterna en una sociedad igualitaria, equitativa.

 

 

La luz de la Palabra

 

En el relato de necio que construye graneros nuevos y le arrebatan la vida (Lc 12,13-21) la tesis del texto es que “la vida no depende los bienes” (v.15). O dicho de manera positiva: los bienes están al servicio de la vida, de quienes viven. Por eso, los mecanismos de acumulación como fuente de vida son caminos insensatos. La fragilidad de la existencia humana deja ver que los valores de plenitud han de estar en otro lugar que la acumulación de bienes.

         El antitipo del antiicono es un “hombre rico” (v.16). Le hubiera podido bastar con su riqueza, porque ya era de por sí rico. Pero la imparable ambición le lleva a idear un mecanismo de acumulación que, piensa, le asentará sobre la vida y garantizará un futuro mejor del que ya disfruta. Es el prototipo de quien no puede parar en su dinámica expansiva económica sustentada por el afán de poder, porque, en definitiva, tener más es tener más poder.

         De ahí que ponga en marcha un mecanismo de acumulación “derribaré mis graneros, construiré otros más grandes, almacenaré allí todo mi grano y mis provisiones” (v.18). Se destruye la infraestructura que ya le había hecho rico y se invierte en otra que produce mucho más. La acumulación conlleva la destrucción insensata. Y se almacena “todo”. Nada queda para otros.

         Efectivamente, la finalidad de la acumulación es el mero disfrute del capitalista: “descansa, come, bebe y date la buena vida” (v. 19). Es el hedonismo propio de la conciencia aislada. No entra ahí nadie que no sea él mismo. No hay cabida para otros. La muerte deja a la vista el radical extravío del antitipo. Y con modos populares pero muy realistas se hace la pregunta decisiva: “¿Para quién va a ser?” (v.20).

         De ahí que la conclusión o lección que se desprende del icono esté articulada en la antítesis “rico para sí/rico para Dios” (v.21). Ser rico para sí es lo que ha desvelado el texto del necio que acumula. Eso queda claro. Rico para Dios no puede traducirse por hacer limosnas religiosas, dinero religioso. El rico para Dios es aquel que construye mecanismos de igualación de tal manera que la riqueza sea patrimonio común de lo humano. Esa es la riqueza que Dios quiere, la de la sociedad igualitaria. Se trata de asentar la realidad de los bienes económicos sobre una razón de humanidad. 

         El tema de la acumulación y, en concreto, los graneros que acumulan hunde sus raíces en los años del neolítico. Efectivamente, “la construcción de graneros pudo haber sido el rasgo más importante del creciente sedentarismo que requería un alto grado de participación de la comunidad en los nuevos estilos de vida. Estos graneros son un primer paso decisivo, y, probablemente, la base técnica definitiva, para el desarrollo de las grandes aldeas agrícolas que surgieron hace entre 9.500 y 9.000 años en Oriente Próximo. En muchos aspectos, la capacidad de almacenar alimentos es el eslabón perdido que faltaba en la cadena de progresos que condujeron a la revolución de la agricultura, y puede ayudar a explicar cómo tanta gente podía vivir junta en una misma aldea”. Con esto estamos queriendo indicar que las técnicas económicas de acumulación hunden sus raíces en las edades fundacionales de la historia humana. De ahí que una crítica a estos componentes esenciales es, en el fondo, una crítica a modos de ser persona que ciertos pensamientos, el evangélico entre ellos, tratan de modificar.

         Esta crítica, lógicamente, no es solo evangélica. Muchas filosofías han tenido semejantes intuiciones. Pero el texto lucano tiene sus matices: no argumenta por razones lógicas, sino por planteamientos vitales. La evidente fragilidad de la vida, de las estructuras históricas  (“te reclaman la vida”: v.20), tendría que llevar a tomar otros derroteros. No está presente la crítica estricta a los mecanismos acumuladores. Eso es lo que habría de aportar una reflexión de hoy.

         Esta crítica es también a nivel personal, finalmente, la espiritualidad evangélica expuesta en pasajes como el que nos ocupa, lanza un cuestionamiento sobre los modos de ahorro de la ciudadanía de países desarrollados. El objetivo de ahorrar es, a veces, planificar un futuro que se teme creyendo que tal incertidumbre quedará conjurado a base de acumular dinero. La espiritualidad económica demanda una toma de postura personal en orden a las formas económicas de acumulación amparadas en las estructuras económicas neoliberales. Es preciso  transitar otros derroteros. La Banca Ética es una buena respuesta.

         Se percibe con claridad la conexión entre el texto lucano y la crítica extendida al fenómeno masivo de la acumulación económica. Lo mismo habría que decir de otras “acumulaciones” (culturales, religiosas, políticas, etc.). Todas ellas tienen el denominador común del poder, en sus variadas formas y en su manera única de pretender el dominio de la persona sobre otra persona. Esto resulta indefendible para quien se adhiere a la propuesta de Jesús de Nazaret

 

Plan de vida

 

         Comienza por pensar que el tema del despilfarro no es solamente cuestión económica: es también cuestión moral. Comprar, comer, viajar, vestirse, etc., tiene ese componente moral que es preciso descubrir.

         Sin extremismos, pero es preciso contener el despilfarro que se cuela inmediatamente por debajo de nuestra puerta. Sensatez y vigilancia.

         Al hacernos mayores tendríamos que ser más proclives a la contención del despilfarro. No es una llamada a la tacañería sino, al contrario, al cuidado y a la generosidad.

         No hay que olvidar la procedencia sociológica de muchos de nosotros: venimos de familias sencillas. Recordar nuestros orígenes tendría que llevarnos a ser cuidadosos en nuestros modos concretos de vida.

         Despilfarrar los bienes públicos es una manera de decirnos que no hemos entendido la mística de la austeridad que se comparte. Tirar con pólvora del rey es algo que hay que corregir porque indica nuestra mentalidad y prácticas despilfarradoras.

         Cuidadosos y generosos.

 

Oración

 

Que las pobrezas conocidas

contengan nuestro despilfarro.

 

Que las pobrezas desconocidas

contengan nuestro despilfarro.

 

Que las lágrimas no  consoladas

contengan nuestro despilfarro.

 

Que la justicia nunca pagada

contenga nuestro despilfarro.

 

Que los estómagos de los hambrientos

contengan nuestro despilfarro.

 

Que las barracas de quien no tiene casa

contengan nuestro despilfarro.

 

Que el frío de quien carece de ropa

contenga nuestro despilfarro.

 

Que la sed de quien atraviesa desiertos

contenga nuestro despilfarro.

 

Que las hambres nunca saciadas

contengan nuestro despilfarro.

 

Que las puertas cerradas sin piedad

contengan nuestro despilfarro.

 

Que los horizontes borrados para siempre

contengan nuestro despilfarro.

 

 

CONCLUSIÓN

 

         Tras este recorrido comprobamos, una vez más, que las bienaventuranzas siguen “vivas”: sugieren, inspiran, remueven. Es la fuerza de la Palabra que se mezcla a la vida. Una fuente perenne de espiritualidad.

         Proponen un modelo de vida que se podría formular como el regreso a la casa del otro. De eso se trata: de atisbar y de implicarse en la construcción de la familia humana, sueño que Jesús nombraba con la expresión “reinado de Dios”. Encaminarse al corazón del otro para encontrar allí la realidad del Dios que nos habita.

         Más que un modelo moral (ser bueno) encontramos aquí un modelo para ser humano y para ser seguidora/or. Eso es lo decisivo, lo que puede llegar a transformar nuestra estructura humana.

         Y su propuesta es asequible a todos, porque todos podemos desplazarnos hacia ella desde el punto en el que nos encontremos. A ese desplazamiento el evangelio lo llama fe.

         Si las bienaventuranzas encuentran eco en nosotros hay esperanza, hay posibilidades de vida cristiana, hay horizonte para el amor.

RETIRO EN LA PASCUA 2024

Retiro en la Pascua 2024

 

 

LA VOZ DEL NOVIO

Pascua para una fe cálida 

 

Raramente se pregunta el creyente por la “temperatura” de su fe. Se reza, se celebra, se vive, se compromete y se va adelante. Pero valorar la temperatura de lo que se vive, poner el “termómetro” a lo que se cree puede ser interesante. Puede ser un indicador.

Nadie duda que en esta época de la Iglesia, bajo el paraguas del Vat. II que, mal que bien, sigue vivo, la vivencia de la fe cristiana ha adquirido un nivel de mejoría que, globalmente hablando, no ha tenido en toda la historia de la fe.  Pero si nos preguntamos por la temperatura de la vivencia cristiana, quizá haya que reconocer que, en ocasiones, no es cálida.

Una fe fría, rígida, normativa, añorante del pasado es la que se percibe en ciertos sectores de la comunidad cristiana. No se plantean la calidez de la fe, sino su cumplimiento. No les interesa el “ardor” de la Palabra, sino la exactitud de las rúbricas. No se preguntan por una teología y una espiritualidad abrazante, sino por la “sana doctrina”.

¿Cómo escapar de tal influencia? ¿Cómo construir y vivir una fe cálida? ¿Puede ser la Pascua un tiempo bueno para activar la vivencia de una fe de mayor calidez? ¿No es la Pascua el tiempo en que se activa la vivencia de la resurrección y esta no se puede entender como una realidad fría? ¿No percibimos esta calidez en los relatos de resurrección más allá de sus peculiaridades e interrogantes no resueltos?

La reflexión y el retiro pretenden animar, empujar al encandilamiento del resucitado, al brillo en los ojos de quien entiende que aquí se está hablando de amor. ¿Puede el amor ser una realidad fría?

 

1. La casa de mi amigo

 

         Allá por los años 70, Ricardo Cantalapiedra publicó un disco que se escucharía en todas las parroquias. Una de sus canciones más celebradas, que aún recordamos, fue “La casa de mi amigo”:

 

La casa de mi Amigo no era grande;
su casa era pequeña.
En la casa de mi Amigo había alegría,
y flores en la puerta.

A todos ayudaba en sus trabajos;
sus obras eran rectas.
Mi Amigo nunca quiso mal a nadie;
llevaba nuestras penas.

Mi Amigo nunca tuvo nada suyo;
sus cosas eran nuestras.
La hacienda de mi Amigo era la vida;
amor era su hacienda.

Algunos no quisieron a mi Amigo;
le echaron de la tierra.
Su ausencia la lloraron los humildes;
penosa fue su ausencia.

La casa de mi Amigo se hizo grande,
y entraba gente en ella.
En casa de mi Amigo entraron leyes,
y normas y condenas.

La casa se llenó de negociantes,
corrieron las monedas.
La casa de mi Amigo está muy limpia,
pero hace frío en ella.

Ya no canta el canario en la mañana,
ni hay flores en la puerta.
Y han hecho de la casa de mi Amigo
una oscura caverna,
donde nadie se quiere ni se ayuda,
donde no hay ya primavera.

Nos fuimos de la casa de mi Amigo,
en busca de sus huellas.
Y ya estamos viviendo en otra casa:
una casa pequeña,
donde se come el pan y se bebe el vino
sin leyes ni comedias.

Y ya hemos encontrado a nuestro Amigo,
y seguimos sus huellas,
y seguimos sus huellas.

 

  • En casa de mi Amigo había alegría: es un presupuesto de un cierto romanticismo. La alegría es escasa en las narraciones evangélicas, aunque asoma. Presuponer un Jesús alegre es lícito, bienintencionado.
  • Sus cosas eran nuestras: ciertamente. Y sin duda esa entrega fue causa de sencillas y profundas alegrías para Jesús y para sus paisanos.
  • Penosa fue su ausencia: lo echaron pero se quedaba más adentro porque Jesús supera el mecanismo del amor rechazado: aunque se le rechace, él sigue siendo fiel.
  • Entraron leyes y condenas: es cierto, sigue siendo cierto. Pero entraron también gentes entregadas, humildes, bienhechoras, misericordiosas. Y siguen ahí; a veces sufriendo.
  • Hace frío en ella: lo hace, pero menos que nunca. Porque hay quien se empeña en encender un “fueguito” (como diría E. Galeano) en su entorno para que la fe se viva en el regocijo de la alegría.
  • Donde no hay primavera: la hay, por más que, a veces, haya creyentes instalados en el invierno, en una Cuaresma perpetua. No estamos en una agonía, sino en un parto, dice el Papa.
  • Nos fuimos de la casa de Amigo: nos hemos quedado sufriendo a veces, sintiendo el frío de las afueras, anhelando más calor. Y vamos consiguiendo briznas de alegría que alimentan nuestra fidelidad. Y creemos que no es estéril este camino.
  • Y seguimos sus huellas: cada uno sigue como puede. Y él nos acogerá “como a ladrones arrepentidos” (que decía el abad de Thiberine), como a personas que quizá no supieron ver del todo en Jesús a su mayor motivo de alegría, la voz alegre del novio que canta al amor.

 

2. La luz de la Palabra

 

«Haré que en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén enmudezcan las voces alegres de fiesta, las voces del novio y de la novia, pues todo el país quedará desolado» (Jer 7,34; 16,9; 25,10; 33,11).

         «El que tiene la novia es el novio; en cambio, el amigo del novio, que asiste y lo oye, se alegra con la voz del novio; pues esta alegría mía está colmada» (Jn 3,29).

 

         Cuando Jeremías quiere mostrar la desolación que va a acompañar al Jerusalén infiel y a los mismos paganos que zahieren a Jerusalén le anuncia la mudez de un país sin bodas, que es lo mismo que un país sin amor. La desolación ahuyenta el canto y un silencio de muerte se cierne sobre el país similar castigo a la gran Babilonia en Ap 18,23). De ahí viene la novedad del evangelio de Juan: con Jesús, ha vuelto al país el gozo del amor; escuchando su voz, vuelve la alegría y el amor al corazón devastado. Él es el novio que se ha llevado a casa a la esposa desolada, al pueblo enmudecido. Él ha sido un buen levir (Jn 1,27).

         ¿Cómo suena esa voz del novio que ha vuelto a la tierra como profecía de gozo y de futuro?

  • Voz que anima: con frecuencia y de forma explícita, escuchamos a Jesús decir en el evangelio: “¡Ánimo, no tengáis miedo!” (Mt 17,24; Mc 6,50). Y al animar, construye la fe porque, según los evangelios, lo opuesto a la fe es el miedo, la débil adhesión. El camino cristiano necesita ánimo para ser cálido. El desaliento enfría la fe, la hace glacial. Contando con el ánimo de Jesús podemos pensar en una fe animosa y vibrante, enamorada incluso.
  • Voz que consuela: que pregunta “¿Por qué lloras?” (Jn 20,14-15) y consuela de manera explícita a quien está en desamparo: “¡No llores!” (Lc 7,13). Un Jesús que proclama que tienen suerte los que lloran porque mitigan sufrimientos (Mt 5,5). Un Jesús que mezcla su consuelo a nuestras lágrimas hasta creer posible la alegría inarrebatable (Jn 16,22). Un consuelo alentador capaz de generar gozo.
  • Voz que increpa: que se enfrenta a los desajustes del alma (espíritus inmundos: Mt 17,18; Mc 1,25; 924; Lc 4,35; 9,42; el mismo Pedro: Lc 9,33). No es la voz de quien pasa por encima de lo real, de la mostrenca realidad, sino que cuenta con ella porque una fe cálida sin realismo es algo artificial y blandengue. Visión recia de la realidad para una alegría fuerte.
  • Voz que grita: porque, por lo que sea, Jesús ha alzado la voz gritando (Jn 7,28.38; 11,43; 12,44). También hace falta la advertencia y el grito para que la cordialidad escape a la superficialidad. Sobre todo, es necesario escuchar el grito del pobre, del excluido, de aquel cuya factura de justicia no ha sido pagada. Porque una alegría que no cuente con los humildes no solamente es una alegría incompleta, sino también falsa.
  • Voz resucitada: ya que la voz del resucitado es voz de fraternidad (Mt 28,10), de acompañamiento (Mt 28,19), de envío (Mt 16,15), de Palabra y pan compartidos (Lc 24), de paz y de perdón (Jn 20,23). Voz nueva para una alegría nueva a la que siempre habrá que recurrir cuando la grisura y la niebla velen la mirada y el corazón del creyente, voz sin la que la comunidad cristiana andaría perdida.

 

3. Reflexión

 

         Vamos tratar de ahondar a través de la reflexión queriendo enriquecer la vivencia de la fe:

 

a)    Una lectura cálida de la Palabra: la Palabra es un texto del “alma”. Ha sido escrita no solo por manos que manejan una pluma, sino por almas que vibran. Si no se conecta con esa vibración, no se ha llegado a su verdadero valor. Una Palabra vibrante, “perfumada”, abrazada como se abraza a quien se ama. Sin esto, la lectura puede ser muy técnica, muy acertada, muy bien explicada, pero no hará “arder” el corazón (Lc 24,32), porque ella ha sido escrita para abrasar entrañas, para suscitar anhelos, para alimentar amores.

b)    Peligro de frialdad teológica: es el que tienen todos los sistemas, desde los sencillos (catecismos) hasta los complejos (arduas cristologías). No menospreciamos su valor de adoctrinamiento, pero, al ser tan fríos y tan en la mano del poder, pueden terminar por ser generadores de una fe sociológica más que de una fe opcional. Algo no ve bien cuando uno percibe que la doctrina y el evangelio no encajan bien.

c)     Flexibles para ser cordiales: un valor englobante que acompaña la cordialidad y calidez de la experiencia creyente es la flexibilidad. Sin ella la puerta de la condena se abre a un abismo de negrura. No es flexibilidad pasar de todo y situarse en la superficialidad. Es ponerse en la piel del otro y pensar que cada uno elabora sus experiencias básicas de la fe como bien puede. Por eso, la inflexibilidad que puede abocar en fanatismo lleva al creyente a situaciones sin salida. Ante situaciones complejas, la “ingenua” pregunta de “¿Qué haría Jesús?” puede ser de gran ayuda.

d)    La calidez que brota del ser pueblo: algo que difícilmente se siente cuando se está instalado en el sistema, cuando se anhela ser dirigente, cuando se tiene espíritu de casta. Las alegrías del ser pueblo son humildes, cotidianas muy de tejas abajo. Pero en su sencillez anida su autenticidad. Una fe alejada del pueblo se ensombrece mientras que si se une a la vida de los sencillos hace brotar con facilidad la alegría, las ganas de vivir y las ganas de creer. Quizá la frialdad le ha venido a la fe por su alejamiento del pueblo, por el rechazo de las humildes alegrías del pueblo y del cuerpo.

e)    Vivencia cálida de la pertenencia a la casa común: algo que explotamos poco, pero que es una auténtica reserva de espiritualidad. El gozo del amanecer siempre nuevo, de la luz cuyo brillo no se repite, del aire que llena de novedad cada vez que se le respira, de los colores nunca gastados y siempre renovados, de la limpidez del agua siempre dispuesta al servicio, de los hermanos árboles siempre fieles en su acompañamiento de años, del silencio de las rocas que es su manera de decirnos que están vivas. ¿Cómo resistiremos los hielos del alma sin esta clase de alegrías?

 

 

4. Caminos cotidianos

 

         El Papa Francisco es un teólogo pastoralista que desciende a lo cotidiano. Vamos a tomar de él algunas sencillas orientaciones que tienen, todas, el denominador común de la vivencia y trasmisión de la fe desde la alegría (tomamos las citas de la Evangelii Gaudium de 2013):

 

  • Amabilidad: habla el Papa de la “predicación” que se hace en el diálogo de tú a tú con la persona. Y dice: “En esta predicación, siempre respetuosa y amable, el primer momento es un diálogo personal, donde la otra persona se expresa y comparte sus alegrías, sus esperanzas, las inquietudes por sus seres queridos y tantas cosas que llenan el corazón” (EG 128). Es un diálogo sobre la propia fe que brota del corazón. Sin esta cordialidad amable, la predicación de tú a tú resulta imposible.
  • Paciencia: la impaciencia lleva al “empujón” y al desasosiego. No es compatible con una vivencia gozosa de la fe. Todo se tensa. Dice EG 44: “Por lo tanto, sin disminuir el valor del ideal evangélico, hay que acompañar con misericordia y paciencia las etapas posibles de crecimiento de las personas que se van construyendo día a día”. La paciencia no es la indolencia, postergar las cosas sine die. Es creativa y fiel sin avasallamiento.
  • Educación: la fe cálida no es un fervorín pasajero, un deseo sin raíces. Se hace necesaria para su logro una educación crítica y en valores. Dice EG 64: “Se vuelve necesaria una educación que enseñe a pensar críticamente y que ofrezca un camino de maduración en valores”. La fe gozosa necesita también un espacio cultivado de formación porque la fe sin formación deriva, con frecuencia, por derroteros de credulidad.
  • Cordialidad: dice EG 70 que una de las causas de la ruptura en la transmisión de la fe es “la ausencia de una acogida cordial en nuestras instituciones”. La cordialidad es puerta que abre al gozo y la alegría. Si esa puerta está cerrada a cal y canto los temas de la fe se vuelven hoscos y la pertenencia se debilita hasta la ruptura. Fácilmente nos viene a la memoria el recuerdo de las personas religiosas que fueron cordiales y presentaron el hecho de creer de modo grato y amable.
  • Sencillez: con agudeza dice EG 232: “Hay políticos —e incluso dirigentes religiosos— que se preguntan por qué el pueblo no los comprende y no los sigue, si sus propuestas son tan lógicas y claras. Posiblemente sea porque se instalaron en el reino de la pura idea y redujeron la política o la fe a la retórica. Otros olvidaron la sencillez e importaron desde fuera una racionalidad ajena a la gente”. La sencillez no habría de ser desplazada por la mera racionalidad. Esta es compatible con aquella si no se pretende medrar a costa del otro.
  • Escucha: para la EG la escucha es imprescindible en los dinamismos de la transmisión de la fe. Dice en el nº 150: “También en esta época la gente prefiere escuchar a los testigos: tiene sed de autenticidad […] Exige a los evangelizadores que le hablen de un Dios a quien ellos conocen y tratan familiarmente como si lo estuvieran viendo”. Solamente se puede pretender ser escuchado si uno es, a su vez, escuchante de la Palabra y de la persona. Una fe escuchada es una fe gozosa; una fe no escuchada termina por alejarse del evangelio.
  • Festejo: dice EG 24 que “la comunidad evangelizadora gozosa siempre sabe «festejar». Celebra y festeja cada pequeña victoria, cada paso adelante en la evangelización. La evangelización gozosa se vuelve belleza en la liturgia en medio de la exigencia diaria de extender el bien. La Iglesia evangeliza y se evangeliza a sí misma con la belleza de la liturgia, la cual también es celebración de la actividad evangelizadora y fuente de un renovado impulso donativo”. Una celebración no “festejante”, poco flexible, ritualista, nos aleja de la fe cálida. Por el contrario, celebrar semanalmente la fe habría de contribuir a la percepción de una fe que reconforta el corazón, que alimenta el anhelo de un Jesús vivo y que incide en la vida.
  • Cansancio feliz: puede llegarse a vivir la fe, dice EG 82, con “acedia”, con pereza, con flojera, sin tensión vital interior: un cansancio por vagancia, valga la paradoja. “No se trata de un cansancio feliz, sino tenso, pesado, insatisfecho y, en definitiva, no aceptado”. Es preciso superar esa situación, no caer en ella, para soñar con una fe cálida. Las experiencias de fe, lo sabemos, se contagian si son animosas y también si no lo son. Tener a raya el desaliento es imprescindible para soñar con una fe cálida.

 

Conclusión

 

         El tiempo de Pascua es una buena oportunidad para plantearse y revitalizar la experiencia de una fe gozosa. Que el aleluya que cantamos tenga raíces en el regocijo del corazón, Que percibamos la caricia amorosa con la que el abrazo de Jesús resucitado reconforta nuestra alma. Que nunca deje de manar la fuente de la alegría.

 

COMO INCIENSO EN TU PRESENCIA 3

 

Fidel Aizpurúa Donazar

 

 

 

 

 

 

COMO INCIENSO EN TU PRESENCIA

Los salmos de Laudes y Vísperas la 3ª Semana de la LH

 

 

 

 

 

 

Logroño 2024

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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SALMO 112

         (Domingo III, I Vísperas) 

 

Contenido bíblico

 

         Este salmo es un himno con sus partes clásicas: introducción (estrofa 1ª), cuerpo (estrofa 2ª) y conclusión (estrofa 3ª). Los himnos abundan entre los salmos porque cantan la gloria de Dios, su poderío, su fuerza. Son salmos para la alabanza y el gozo.

         La alabanza a Dios es la masa de muchos salmos porque quien ora sabe que se pone ante el Dios creador como creatura que ofrece a Dios su alabanza continua, Alabar es una de las mejoras formas de creer y de decir la fe. El salterio, sin la alabanza, sería letra muerta.

         Según este hermoso salmo, Dios es grande sobre los cielos y sobre los pueblos. Al ser el creador de todo, está por encima de todo, es el fundamento de todo, la vida que se derrama en todos los seres, sean quienes sean.

         Pero eso no le impide “abajarse” para mirar al cielo y a la tierra, para mirar las sendas humanas, a veces tan extrañas, los sufrimientos con los que de amasa los humano. No es, pues, un Dios desentendido, sino interesado y amoroso con sus creaturas.

         Más aún, de entre todos, se fija en el “desvalido”, en el “pobre” y lo sienta “entre príncipes”. ¡Algo inusitado! De tal manera que la conclusión (estrofa 3ª) podría ser entendida como el centro, el motor espiritual del salmo hasta decir que, más allá de que sea un himno, puede ser considerado como un “Salmo para un cambio de situaciones sociales”.

         Efectivamente: quien ora no se queda solamente en una alabanza desconectada de la vida, sino que sabe que su oración se sitúa en el marco de las pobrezas y, desde ahí, ora por los pobres y por el cumplimiento de la justicia. Orar es una actividad social porque sueña con un mundo fraterno e igualitario conde los pobres y humildes tengaa, por fin, un lugar seguro, donde los niños no mueran bajo las bombas y donde las mujeres sean consideradas como iguales. Algo de esto late en el fondo del salmo.

 

Desde Jesús

 

No es difícil imaginar que Jesús rezara muchas veces con este salmo. El tiempo de Jesús, como cualquier otra época de la antigüedad, no fue tiempo especialmente cargado de esperanzas para los pobres, que eran la mayoría (no existía la clase media). Soñar con un mundo nuevo donde los humildes tuvieran un sitio, lo que se llamaba (incluso en el lenguaje pagano) el “Reinado de Dios”, la época de un sociedad justa, era sueño de difícil mantenimiento. Jesús creyó en esa posibilidad y expresó su fe hablando del sueño como de una realidad de pronta realización y expresándose en un tipo de lenguaje (parábolas, actitudes) comprensible para los sencillos. Así alimentó la fe en ese sueño de la humanidad nueva.

Él no confió en la fuerza del poder para proponer el cambio de la sociedad nueva sino en el valor de los pobres, en sus ansias de justicia, en su demanda de solidaridad, en su capacidad de perdón, en su poder para empujar a la coherencia. Como dicen ciertos teólogos contemporáneos (I. Ellacuría, J. Sobrino), Jesús creyó en la capacidad civilizadora de las pobrezas, ya que las riquezas alejaban del sueño del Reino a pasos agigantados. Por eso no dudó en presentar como modelos a personas fuertemente marcadas por la necesidad (Mc 12,41-44).

Jesús mostró que la oración con este salmo era para él una realidad viva poniéndose de parte de los pobres, llamando a quien necesita de médico, comiendo con ellos, personando sin cansancio, esperando siempre. En él se cumplió lo que dice el salmo: “alza de la basura al pobre”. Vio la dignidad en ellos, los acogió y alabó a Dios que se revela a los humildes: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor (Mt 11,25).

 

Orar en comunidad

 

         El salmo pide ser cantado (o al menos salmodiado) como una introducción al domingo, día específico dedicado a la alabanza y a solidaridad.

Mientras se canta, podría encenderse un poco de incienso en un cuenco, como signo de la alabanza que se va a dirigir a Dios a lo largo del domingo.

Cuando se canta la 3ª estrofa, podría ponerse en pie la asamblea como signo visible de que Dios nos levanta del polvo y nos mira en toda nuestra dignidad.

 

Contenido social

 

Los evangelios podrían haber sido para los creyentes en Jesús una herramienta de cambio económico y social. Pero, todo lo contrario, han sido entendidos como un apaciguador de propuestas económicas reivindicativas. Por eso hoy, el sueño económico de Jesús experimenta la cercanía a todas las teorías económicas que nos ofrece la sociedad y no tienen el ánimo de lucro como primer objetivo: la economía del bien común, de la sobriedad feliz, del decrecimiento, de la economía colaborativa, etc. Son movimientos sociales que se aproximan más al sueño económico del evangelio que los modos neoliberales que aún se mantienen, en la práctica, en maneras consagradas por las leyes y la misma moral religiosa.

         Este componente económico del sueño de Jesús descrito de esta manera es tachado, con frecuencia, de una enorme ingenuidad cuando no de una absoluta ignorancia. En su desacreditación está su fuerza porque nadie se empeña en el descrédito si no teme algo. El valor del sueño de Jesús no está en sus argumentos técnicos, que siempre serán necesarios, sino en una mística, aquella que sigue soñando, más allá de connotaciones históricas, en un mundo donde es posible una economía de igualdad y de equidad. Es el sueño que, según la Palabra, alberga el mismo Dios. Algo de esto aparece en este salmo con que se inicia la 3ª semana del salterio.

 

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SALMO 115

(Domingo III, I Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         Todos los autores coinciden en denominar a este segundo salmos de I Vísperas como “Salmo de acción de gracias”. Y así lo es. Tiene cuatro partes: recuerdo de un peligro pasado (estrofa 1ª), primera mención del sacrificio (estrofa 2ª), segundo recuerdo del peligro superado (estrofa 3ª) y segunda mención del sacrificio (estrofa 4ª).

         Cuando en el Antiguo Testamento oímos hablar del sacrificio pensamos en holocaustos de carnero y toros. Pero aquí no se trata de nada de eso. Aquí el sacrificio es la alabanza. Es decir: orar es la mejor forma de ofrecer a Dios sacrificios. ¿Por qué? Porque Dios no necesita sangre de animales pero se vuelca en el corazón del pobre que le alaba.

         De esa manera, orar no es solamente una actividad religiosa, sino que es una actividad de profunda ofrenda a Dios. Necesitamos dar a nuestra oración una “mística” para que no se convierta en algo rutinario.

         Orar en el domingo es ofrecer a Dios el mejor de los sacrificios. Más aún es un sacrificio al que le va mal la palabra porque en la alabanza encuentra el orante su mayor alegría. Este gozo se acrecienta en el “alzar la copa”, en la eucaristía, donde se mezcla la alabanza al recuerdo vivo de Jesús.

         Que todo este trabajo espiritual se dé en la fragilidad del peligro superado indica que la alabanza se hace desde la propia fragilidad, desde la herida de la vida, desde las carencias del corazón. Eso le libra de un espiritualismo aéreo y sitúa la oración en el centro de lo real.

 

Desde Jesús

 

El evangelio es un filón inagotable. Siempre se aprende. Por eso, meditarlo y pensarlo es una gran ayuda para la fe. Hacerlo aquí cada domingo es un regalo.

         En Lc 6,12 se nos dice que Jesús SUBIÓ AL MONTE A SOLAS PARA ORAR. Es una oración en soledad y en descampado, doblemente difícil. No ora Jesús para darnos ejemplo, sino porque necesita orar para aclararse en cosas difíciles: cómo es que Dios es Padre de todos, hasta de los paganos; cómo es que Dios acoge a todos, incluso a los pecadores; cómo es que el camino de la entrega sin reservas puede llevar al reino de Dios; cómo los pobres pueden llegar a una cierta dicha. Temas vivos de la oración de Jesús.

El Vat.II nos ofreció en la liturgia y en los sacramentos un modelo de oración nuevo que hoy sigue vivo y funciona muy bien. Comunitariamente oramos bien. Otra cosa es la oración personal. Esa queda más en la penumbra. La oración personal es una necesidad para el camino de la fe. La gente sencilla pregunta, a veces, a las monas cómo orar. Podríais darles estas pistas sencillas:

  • Haz silencio, recógete en un lugar tranquilo, tu “rincón de oración”.
  • Lee el evangelio del día varias veces, piénsalo, identifícate con lo que se dice ahí.
  • Da gracias a Jesús por su acompañamiento.

Dice el papa en EG 73 que  “hay que imaginar espacios de oración y de comunión con características novedosas, más atractivas y significativas para los habitantes urbanos”. No se trata de grandes cosas, sino de pequeños caminos de espiritualidad. Es parte del “apostolado contemplativo” ayudar a encontrar esos espacios de oración.

 

Orar en comunidad

 

         Si no se canta, una lectora podría leer las dos menciones del peligro (estrofas 1 y 3) y otra las dos menciones sacrificiales (estrofas 2 y 4).

         Se podría hacer una pausa de silencio después de “te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor” para ser más conscientes de que el sacrificio auténtico es la alabanza.

         En esa pausa podría cantar el conocido estribillo “alabaré, alabaré, alabaré, alabaré a mi Señor (bis).

 

Contenido social

 

             Viernes por la noche. Un grupo de cristianos se reúne en la cocina de una casa. La mesa grande es la mesa de la oración y de la celebración. Nadie se inquieta por la ausencia del sacerdote. Se comparte la Palabra y se toman el pan y el vino en recuerdo de Jesús. Así, semana tras semana, mes tras mes, año tras año. Se celebra a Jesús en la certeza de que no se está solo, de que otros grupos perdidos en la ciudad viven lo mismo sin la preocupación de si lo que se hace es legal o no. Son las "misas sin misales”. Se viven con gozo y, al concluir, vuelven a ca­ sa con el corazón reconfortado. Ayudan a la identidad del grupo, crean comunidad, impulsan la cercanía vital de sus miembros. Quienes soportan más el peso de la vi­ da, la enfermedad, la soledad, la depresión, son los que salen más reconfortados. Se procura que ellos encuentren en la celebración ánimo, fuerza y consuelo. No menguan las ganas de volver a reunirse, no hay crisis de asistencia ni de participación. Aunque algunos las motejen de "eucaristías sectarias" ellos reciben a quien quiera participar, sin requisitos, sin pruebas, con el gozo de acoger, más si cabe en el caso de que sea alejado o increyente.

 

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SALMO 92

(Domingo III, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Los autores califican a este salmo como un salmo de entronización real, un subgénero de los salmos reales. La realeza fue siempre una mediación religiosa para Israel, aunque la mayoría de los reyes no trajo al pueblo más que desgracias. Viene a decir el salmo que Dios es el rey primordial de cuyo poder, soberano y ecuánime, habrían de aprender los reyes de la tierra. La estructura del salmo es la básica: introducción (estrofa 1ª), cuerpo (estrofas 2ª-4ª) y conclusión (estrofa 5ª).

         Pero hay una espiritualidad de fondo que nos puede resultar interesante.  Uno de los rasgos característicos de Dios en las antiguas culturas, donde se demuestra que Dios es soberano del mundo, es su capacidad para poner orden en los desatados elementos de la creación. Solamente Dios puede ser capaz de ordenar las temibles fuerzas del caos en que, a veces, se sumerge la naturaleza. Poniendo orden Dios demuestra que es Dios.

         Según este salmo, Dios pone orden frente a las aguas terribles de los ríos y el fragor del oleaje. Que los temibles grandes ríos sigan en su cauce y que los mares no invadan la tierra es obra primordial que muestra el poder soberano de Dios en la tierra. En la creación, el día principal es el de la separación de las aguas: solo Dios puede hacer que las aguas de arriba (las nubes) se mantengan sin caerse y que las aguas de abajo (los mares y ríos) se mantengan en los espacios asignados.

         De ahí podemos derivar: el poder de Dios, su amor, se manifiesta poniendo orden en nuestra, a veces, desbaratada vida. Una vida con un cierto orden refleja a Dios; una vida en el caos, deja poco espacio a la realidad de Dios. El domingo es el día en que Dios poner orden en la vida del creyente mediante su mayor gesto de amor: la resurrección de Jesús. La vida cristiana es una vida configurada y ordenada por el amor de Jesús.

 

Desde Jesús

 

        Hay muchas páginas en los evangelios que hablan de endemoniados, de espíritus inmundos, etc. Son imagen elocuente de una vida en total desorden, endemoniada. Hay que tener en cuenta que en aquellos tiempos no existía la psiquiatría y cualquier alteración psíquica era atribuida al demonio. De ahí que resulte comprensible que Jesús ejerciera de exorcista, cosa que hacían muchos de sus contemporáneos: dejar el menor el espacio del mal para que Dios tuviera más sitio.

Desde ahí se entiende la necesidad que tenemos todos de ordenar y sanar nuestro corazón, nuestro interior, nuestra vida espiritual. Siempre hay dentro de nosotros algo que necesita ser sanado, esa “herida infinita” que nos acompaña y que hemos de aprender a encajar.

Tal es así que, cuando Jesús manda a anunciar el reino a los discípulos, les dice que “echen demonios”, que curen el interior, que sanen las dolencias del corazón, las enfermedades del alma, que ordenen el formidable desorden en que, a veces, se mueve nuestra vida. ¿Quién no está necesitado de la curación del alma que es tan enfermiza? ¿A quién no le vendría mal un poco más de orden en su vida? ¿Qué demonios quiere echar Jesús de nosotros? ¿A qué espíritus inmundos ha de hacer frente el evangelio en nuestra vida? 

Según el evangelio a algunos como estos:

  • Al inmovilismo: Por eso, los que tenían un espíritu impuro decían a Jesús: “¡Déjanos en paz!”. Es lo que manifiestan muchos: que nada cambie, volvamos a lo de siempre, no toques lo que se ha dicho toda la vida, no te salgas de lo que está marcado. Así se empobrece la fe. El inmovilismo afecta a la Iglesia y amenaza nuestra vida. La tentación de ir para atrás es real. 
  • A la superficialidad: Por eso dicen los endemoniados: “Te conozco bien”, o sea: no quiero que se te conozca de verdad, no ahondes, no profundices, no seas crítico. Porque la superficialidad es nuestro mayor enemigo y nos hace muy vulnerables. Hay que profundizar, porque la persona profunda sabe de Dios y de la vida.
  • A la violencia personal: Por eso dicen los endemoniados: “¿Has venido a destruirnos?”. Es la violencia de nuestro corazón la que hace más violenta nuestra vida familiar y social. No echemos la culpa a otros. Llevamos dentro el germen y la semilla de la violencia. Hay que controlarla para que no se desborde.

Así como cuidamos nuestra salud y en cuanto nos ponemos malos vamos al médico y si es más grave a urgencias, así necesitamos curar nuestro interior de sus fallos. La Seguridad Social no nos cubre esos trabajos. Los tenemos que realizar nosotros. Muchos de nuestros desajustes personales, familiares y sociales brotan de un interior confuso, violento, enfermo.

Hay quienes hablan de una ecología del espíritu, porque necesitamos cuidar no solamente la creación exterior, sino también el lado interior de la persona. No suele ser fácil. Pero mucho depende de la construcción de un interior claro y fraterno. Nos sanan las buenas relaciones. Con su ayuda podemos controlar mejor los espíritus inmundos, las disfunciones que nos amenazan. Confiemos y cuidémonos.

 

Orar en comunidad

 

         Los himnos están hechos para ser cantados. Al ser el primer salmo de Laudes, el cantarlo daría un tono más festivo a la oración de la mañana del domingo.

         Siempre se tiene como recurso el hacer, al final, la oración sálmica. Aporta una cierta novedad y conciencia del salmo recitado o canta.

 

Contenido social

 

Un ámbito de caos destructor que nos invade es la violencia que no cesa. Que la desesperación y la voluntad de poder desembocan en demasiadas ocasiones en violencia es una lección que la historia nos enseña diariamente. Hoy, con Vladímir Putin como alumno aventajado de un colegio en el que también brillan Benjamin Netanyahu, Haibatullah Akhundzada y tantos otros (puede añadir aquí su demonio preferido), el recurso a las armas goza de buena salud. Quizás por eso destaca aún más, como contrapunto histórico, que la Unión Europea haya logrado eliminar la guerra como un instrumento de resolución de conflictos entre ellos. Por desgracia, tras el breve alivio de finales del pasado siglo, el 11-S primero, con su nefasta “guerra contra el terror”, y después la agresión rusa contra Ucrania, han vuelto a sumirnos en un proceso de securitización y militarismo rampante, al que los Veintisiete también se han apuntado. Así lo refleja el notable aumento del gasto militar mundial en estos últimos ocho años, hasta llegar a los 2,24 billones de dólares, en 2022, obnubilados por la creencia de que más armas significa más seguridad.

Dejarse llevar por ese mantra, cuando sabemos que los instrumentos militares poco pueden hacer para neutralizar la emergencia climática, la proliferación de armas de destrucción masiva o el terrorismo internacional (y menos aún las pandemias y los efectos desestabilizadores de los flujos migratorios), es empecinarse irremediablemente en el error. Sabemos que normalmente son las dobles varas de medida a nivel internacional, los fracasos en la convivencia entre distintos y las brechas de desigualdad en términos sociales, políticos y económicos los factores que en mayor medida explican el recurso a la violencia. Y los ejércitos —instrumentos de disuasión y de último recurso— son, simplemente, insuficientes para superar esas fallas estructurales, tanto a ojos de los que no tienen nada que perder como de quienes están decididos a imponer su dominio por la fuerza, haciendo incluso de la violencia un medio de vida.

 

 

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SALMO 148

(Domingo III, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Este salmo es un himno. Pero tiene una peculiaridad: la invitación a la alabanza, primer paso del todo himno que suele ser breve, se extiende por todo el salmo. El motivo de la alabanza llega en la estrofa 13ª, cuando se acaba el salmo (“su majestad sobre el cielo y la tierra”). Todo el espacio queda ocupado por esa persistente invitación a la alabanza dirigida a todos los estamentos de la vida, la naturaleza, los animales, los gobernantes, los jóvenes, todos.

         Es un invitatorio de dimensiones cósmicas: todo lo que vive queda englobado en la invitación. Y esa invitación es sin condiciones: toda realidad, sea como sea, puede hacer parte de ese gran coro. No se precisan requisitos previos; basta con quedar deslumbrado por esa majestad de Dios que sostiene y da vigor a la persona, que está debajo como fuente de vida.

         Invitar a la alabanza es invitar a la fe. Y eso por vía del gozo y de la adhesión del corazón. Por eso, es un apostolado primordial llamar a la alabanza desde las posiciones en que uno viva, sin pedir carnet de creyentes. Sería, de algún modo, un hermoso apostolado de la vida contemplativa: facilitar la alabanza, material y espiritualmente, hacer visible la bendición que Dios da a toda creatura y el gozo de unirse con quien quiere agradecer a Dios el don sagrado que es vivir y respirar.

 

Desde Jesús

 

Hay frases en los relatos evangélicos que pasan desapercibidas, pero que son muy sugerentes si se pone la mirada en ellas.

         Una de esas es la que escuchamos en el relato de la curación de un leproso. Después de curarlo, dice Jesús al leproso que vaya a los sacerdotes y que presente la prueba de su curación con la ofrenda prescrita “para que les sirva de testimonio”. La expresión podría traducirse: “para que sea una prueba contra ellos”. ¿Por qué contra los sacerdotes?

         En aquella época teocrática, los sacerdotes hacían las leyes. Y habían hecho una ley sobre los leprosos muy clara: éstos, fuera de la ciudad, excluidos (Lev 13,1-2.44-46), de no ser que curaran (en aquel tiempo toda enfermedad de la piel era considerada lepra; no se había descubierto el bacilo de Hansen). Jesús está en contra de esa ley: el enfermo debía estar dentro y cuidado.

         Y ¿por qué piensa Jesús así? Porque para él es primordial ser misericordioso, ya que Dios es misericordioso con todos. Si se abandona la misericordia, se abandona el evangelio y se abandona al mismo Dios.

         Pues bien, resulta que hace unas semanas, el Papa Francisco publicó un breve documento titulado “Fiducia supplicans, sobre el sentido pastoral de las bendiciones”. En él, dentro de la gama de bendiciones que se dan en la Iglesia, incluye la posibilidad de bendecir parejas homosexuales. Aunque el texto dice, por activa y por pasiva, que eso nada tiene que ver con el matrimonio, sino que es solamente una bendición, el documento ha levantado un revuelo en muchos cristianos, incluidos obispos y cardenales.

         No pasaría de ser una mera anécdota eclesiástica si no tuviese la cosa más calado. Porque no se trata de bendecir o no parejas del mismo sexo (cuando bendecimos con facilidad animales, alimentos, bares, bancos, coches, etc.). De lo que se trata es de la misericordia. Eso es lo que está en juego: el respeto, la acogida, la compasión.

         Cabe preguntarnos: ¿hasta qué punto corresponde que haya que considerar la vida sexual de una persona para decidir si se le da o no la bendición de Dios? ¿Acaso cuando se pide la bendición de una escuela se indaga sobre si la educación que allí se brinda es acorde con la doctrina de la Iglesia? ¿O cuando se bendice un banco se están aprobando todas las actividades que allí se realizan? Las respuestas a estas preguntas y otras similares debemos buscarlas en la contemplación de Jesucristo, que es el rostro de la misericordia del Padre, y que desea que cada persona encuentre en la Iglesia una casa de misericordia”.

        

Orar en comunidad

 

         El salmo pide ser cantado o, al menos, salmodiado. ¿Cómo se va a invitar a la alabanza sin canto?

         Pediría algún tipo de danza contemplativa: abrir los bracos en la primera parte de la estrofa, cerrarlos en la segunda. Poner una sencilla música de fondo.

 

Contenido social

        

         La Biblia no es patrimonio exclusivo de nadie sino parte importante del tesoro de la humanidad. Por eso mismo, el derecho a leerla desde el lado de la increencia es legítimo. Es un derecho que se han tomado no pocos escritores. Sus lecturas, por paradójicas y pintorescas que nos resulten, tienen un sitio en el panorama amplio de la lectura bíblica y de la ideología que de ella surge. Efectivamente, estos autores creen que la Biblia es una realidad “contada a todas las gentes” y que les asiste el derecho a leerla desde su punto de vista. Reconocer este derecho habría de llevar al creyente a una creciente flexibilidad y a la certeza de que las páginas bíblicas hacen parte de la totalidad inabarcable de la existencia creada: “Un cristiano bien alimentado de la Biblia tendría que ser muy poco totalitario porque intentaría ser muy totalizador (eso es lo que significa la palabra ‘cath-olico’ ahora que está de moda ser ‘holístico’). Tendría que excomulgar muy poco, precisamente porque intentaría comulgar con todos. No porque no sepa que la historia humana está llena de absolutizaciones y desautorizaciones mutuas, de las que la misma Biblia da buen testimonio. Sino porque sabe que la ‘palabra de Dios’ no es sólo ésta o estas páginas, ni estas páginas contra aquellas, sino la Totalidad inabarcable para nosotros” (J. I. González Faus).

         Yendo más lejos, hay quien propone con sencillez y modestia, pero con firmeza, una lectura atea de la Biblia. “Los ateos podemos enfrentarnos a La Biblia y disfrutar de su lectura, sin que eso tenga que ofender a nadie. Podemos no creer en el origen divino de Cristo y emocionarnos profundamente con él como personaje porque los evangelios son cuatro versiones de una historia excepcional y literariamente sublime. Particularmente, el tramo final de su vida conforma una trama perfecta que conduce a un clímax idóneo (la muerte) y se cierra con un epílogo soberbio (la resurrección). Además Jesucristo, literariamente, es un mito y un arquetipo cuya esencia dramática podemos rastrear en otros anteriores (en Egipto y Grecia) y que ha influido en obras literarias posteriores (la figura del redentor, del revolucionario).Y, en cualquier caso, se trata de una fábula ética universal”. Es decir, tanto desde el aspecto formal como desde el ético, la lectura de la Biblia por los ateos es un perfecto derecho.

         A veces los creyentes piensan que el tratamiento que los ateos dan a la Biblia y a su espiritualidad no es correcto porque parten de prejuicios provenientes de una concepción desvalorizada del mito o de la desconfianza ante los datos históricos bíblicos. También eso es preciso encajarlo con paz y verificar, uno por uno, todos nuestros datos antes de poner encima de la mesa nuestra fe en la comunidad creyentes que nos trasmite en el Mensaje. Además, ciertos terrenos que consideramos impropios para situar en ellos a la Palabra, como por ejemplo el ámbito del humor (gráfico, teatral, del cine u otros) contienen con frecuencia una carga profunda de reflexión y hasta de lirismo. A su manera, también es una manera “espiritual” de leer la Palabra.

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SALMO 109,1-5.7

(Domingo III, II Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         Son tantos los agobios que sufrimos los humanos en nuestros caminar histórico que no ha de extrañar que, con rostros variados, el tema del mesianismo está siempre presente: creemos que con una presidente, un papa, una provincial, una superiora, un jefe, las cosas van a ir mejor. Y puede que sí, que ayuden. Pero con frecuencia comprobamos que todo, más o menos, sigue igual. El tema de los mesianismos, de las soluciones que vienen de fuera, tiene poco recorrido.

         Tampoco ha de extrañar que los mesianismos se mezclen a las religiones. Así ha ocurrido en el caso de Israel: siendo un pueblo que ha sufrido en la historia todo tipo de opresiones (Jn 8,33 es altamente irónico), ha soñado y quizá sigue soñando con un Mesías que ponga a Israel en el centro del mundo. Por eso muchos salmos, este en concreto, hablan de ese sueño mesiánico largamente acariciado.

         También tendrá que ver con el cristianismo (es el salmo más citado en el NT: más de 12 veces) que ve en Jesús al Mesías, aunque fuera un mesías pobre (algo incomprensible para el judaísmo). Es el salmo por excelencia de la liturgia cristiana.

         En esa línea, el Sal 109 celebra la investidura de un rey y con ello la esperanza honda de un reino mesiánico; se celebra más un deseo que un acto político.

         En el primer oráculo (primera parte de la 1ª estrofa) se promete al mesías la misma soberanía de Dios y su mismo éxito. Grandes sueños para un gran anhelo.

         En el desarrollo del oráculo está, primero, el tema de la expansión (segunda parte de la estrofa 1ª); luego, los medios con que cuenta, ejército, estirpe regia (2ª estrofa); finalmente, el apoyo de Dios mediante su juramento (estrofa 3ª).

         El público aclama al Mesías (estrofa 4ª) siempre en modos imprecatorios porque el mesianismo religioso ha estado teñido siempre de violencia contra el enemigo. El mesianismo pobre de Jesús irá por otro camino.

 

Desde Jesús

 

El tema del mesianismo ha sido algo con lo que los evangelios han tenido que lidiar porque quizá el mismo Jesús y su entorno han tenido mucho que ver con él. ¿Cómo entender su búsqueda espiritual desde esa perspectiva? Las respuestas son muchas y puede que sean bastantes las que contengan elementos de verdad. Pero creemos que Jesús ha elaborado su fe en el trabajo por configurar, en su corazón y en sus caminos, un mesianismo pobre. Ahí está el quid: para la tradición mesiánica judía, el mesianismo se resuelve en el poder y la gloria ya que ser mesías desde la pobreza es una contradicción en los términos. Algo de eso pasa con la atribución mesiánica de los títulos cristológicos cristianos: se entiende y se celebra a Jesús como mesías de la humanidad desde el brillo y poder religioso, desde el anhelo de reconocimiento por todos los pueblos de la tierra. Si fuera esto así, ¿cómo Jesús habría logrado unir, en su corazón y en su vida, mesianismo y pobreza? Solo se nos ocurre una respuesta: en su convivencia directa con la pobreza, en su opción por escapar de algo que atosiga tanto, hasta entender que en un Dios de pobres y en el fondo último de las pobrezas anida un sueño inagotable de justicia que da sentido a la utopía de los pobres.

 

Orar en comunidad

 

         Normalmente se suele cantar. A veces se utiliza el modelo de D. Cols que es muy acertado.

         Usando la libertad de los hijos de Dios, y tratando de sortear la dificultad imprecatoria del texto sálmico que está ahí por mucha teología que se le eche,  quizá alguna comunidad podría llegar a un acuerdo espiritual de modificación como este:

 

Oráculos del Señor a mi Señor:

«Siéntate a mi derecha».

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora».

 

«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec».

 

         En ese caso, los tres oráculos los canta una persona y la asamblea participa con la antífona.

 

Dimensión social

 

     El Papa Francisco viene a decir en FT que el único mesianismo es la dignidad humana. El documento afirma con claridad: «tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos» (FT 169). De eso se trata, de volver a poner en el centro la dignidad humana desplazada por un sistema económico de expectativas de ganancias que se lucra de los frágiles y que los descarta cuando son improductivos: «Mientras una parte de la humanidad vive en opulencia, otra parte ve su propia dignidad desconocida, despreciada o pisoteada y sus derechos fundamentales ignorados o violados» (FT 22). De ahí la crítica a los poderosos, clara y explícita: «Guerras, atentados, persecuciones por motivos raciales o religiosos, y tantas afrentas contra la dignidad humana se juzgan de diversas maneras según convengan o no a determinados intereses, fundamentalmente económicos. Lo que es verdad cuando conviene a un poderoso deja de serlo cuando ya no le beneficia» (FT 25). La dignidad se convierte así en «la ley suprema del amor fraterno» (FT 39) y ha de vivirse con pasión, como realidad que, si falta, nos altere: «No es una opción posible vivir indiferentes ante el dolor, no podemos dejar que nadie quede “a un costado de la vida”. Esto nos debe indignar, hasta hacernos bajar de nuestra serenidad para alterarnos por el sufrimiento humano. Eso es dignidad» (FT 68).

 

 

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SALMO 110

(Domingo III, II Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         Ese es un salmo menor, tanto por su hechura (alfabético) como por sus temas (los de siempre) e intención (inducir al “temor” de Dios, tema sapiencial). La mayoría lo califica de himno con su introducción (estrofa 1ª), cuerpo sálmico (estrofas 2ª-5ª) y conclusión sapiencial (estrofa 6ª).

         Pero tiene una cosa interesante: invita a recordar las maravillas que Dios ha hecho en la historia de Israel, “maravillas memorables”, para recordar siempre.

         De tal manera que podría ser entendido como un “Salmo para mantener vivo el recuerdo de Dios”. Los recuerdos son un realidad viva. Si no se los cultiva, si no se los actualiza, se mueren. Un creyente con el recuerdo de Dios, de Jesús, muerto es una fe muerta.

         El domingo es el día adecuado para recordar las maravillas de la fe, sobre todo la resurrección de Jesús, cimiento de nuestra espiritualidad. Sin esta memoria semanal la fe se esfumaría como la niebla.

         Tendríamos que sabes escribir la historia de nuestra fe, los pasos más importantes que nos han llevado a creer y a ser cristianamente lo que somos: las maravillas memorables de nuestra propia vida.

 

Desde Jesús

 

Muchas veces nos hemos preguntado si los primeros cristianos eran personas hechos “de otra pasta”, vista su entrega y cómo en muy pocos años y casi sin medios plantaron la fe formando comunidades vivas en toda la cuenca del Mediterráneo. Tal vez eran gente común, como nosotros, aunque del todo entregados a la causa del Evangelio y con un arraigo existencial muy fuerte en la persona de Jesús. También se puede pensar que cultivaron explícitamente el recuerdo de Jesús en largas conversaciones, en noches y veladas interminables donde su persona, sus hechos y palabras, ocupaban, sin duda, el centro de la conversación.

Hay en Hech 20,7-13 una escena que normalmente se interpreta como un relato de resurrección. Una noche, Pablo hablaba largo y tendido con la comunidad de Tróade. Se ve que su conversación era cansina ya que recordaba la vieja espiritualidad del judaísmo que Pablo amaba tanto. Ese discurso, sabido y chato, adormeció a la comunidad. Tanto, que un joven que le escuchaba en la ventana se durmió, cayó al suelo y se mató. Dice el relato que Pablo lo subió al piso y, antes que nada, cambió de discurso y empezó a hablar de Jesús y de su cena última: “Subió de nuevo, partió el pan y comió”. Son los “verbos eucarísticos”. Cuando Pablo habla de la Eucaristía, el muchacho, la comunidad, resucita.

Es una narración útil para nosotros. ¿Queremos realmente que nuestra fe se adense, que brote pujante, que se mantenga actualizada? Recordemos cada día de una manera viva el acompañamiento de Jesús, su caminar a nuestro lado. Y, más en concreto, hablemos de la cena de Jesús, repasemos y démosle mil vueltas a su vida entregada. Y de ahí surgirá un compromiso cristiano cada vez más adecuado a nuestro tiempo.

 

Orar en comunidad

 

         El salmo, como todos los del domingo, pide el canto o, al menos, el recitado sálmico.

         Otra  forma de hacerlo: tras la invitación que hace una lectora (estrofa 1ª)  otra podría recitar el cuerpo del salmo (estrofas 2ª-5ª). La asamblea participaría  con la conclusión (estrofa 6ª).

 

Contenido social

 

         Se podría decir que los humanos no solamente recordamos sino que somos recuerdo. Cuando la persona pierde los recuerdos (con el alzheimer, por ejemplo) y se va quedando en blanco, se pierde su vida, es como un muerto vivo. Sin recuerdos no seríamos personas ni ciudadanos, ni cristianos. Recordar no es solamente acordarse de cosas sino vivir experiencias de manera continuada.

         Ahora bien, para que se mantengan vivos, hay que alimentar los recuerdos. Si no se los alimenta, si no se traen al presente, si no se actualizan, terminan por esfumarse. Alimentar recuerdos es una tarea antropológica y también social.

         La sociedad, en parte, está hecha de recuerdos, construida sobre recuerdos. Por eso conviene que los recuerdos sociales estén vivos mediante la vivencia continuada y compartida de los mismos. Los recuerdos sociales son el telón de fondo de la amistad cívica, de ese conjunto de posibilidades comunes que constituyen la vida de una comunidad social.

         Recordar no es solo ni principalmente vivir de la nostalgia de lo que fuimos, de lo que dejé, de lo que fueron mis raíces. Recordar es actualizar, creer en las posibilidades de convivencia con el grupo social con el que ahora vivo, engendrar caminos comunes nuevos sin dejarse atrapar por lo que fuimos. Los recuerdos de lo que fuimos se respetan, pero su fuerza está en lo que ahora somos, en lo que estamos construyendo.

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SALMO 83

(Lunes III, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Podría ser entendido este salmo como uno de los salmos reales (un rey va a entrar en el santuario) o, incluso, como un salmo de peregrinación (“al preparar su peregrinación”). Pero nosotros queremos entenderlo como un “salmo de acogida”.

         Efectivamente, el salmo es una formidable descripción de quien es acogido por Dios en el santuario, paradigma y ejemplo de cualquier mística de acogida.

         En una primera parte se describe la petición de acogida (estrofas 1ª-4ª): se anhelan los atrios del Señor porque el templo es el lugar más importante de acogida para el fiel. Si Dios me acoge, tengo la mayor acogida que pueda desear.  Por eso es dichoso quien peregrina al templo, aunque pase por momentos de dificultad en ese largo peregrinar.

         En una segunda parte se presenta una liturgia de acogida (estrofas 5ª-6ª): el gozo de vivir en los atrios del templo, al amparo de Dios, es como vivir mil años de vida. Es la certeza de que si Dios me acoge, tengo la mayor y mejor de las acogidas. Mi vida está asegurada.

         La acogida de Dios apunta a la acogida humana. Lo vemos en Jesús: lo que impactaba era su misericordia acogedora con todos, capaz de sentarse a la mesa con pecadores, cosa que nunca ha hecho ningún “santo” del AT. Para saber si nuestra fe es vigorosa, mejor que mirar a aspectos religiosos será valorar aspectos antropológicos: acoges, eres seguidor y seguidora de Jesús. No acoges, cae sobre tu fe un fuerte interrogante.

 

 

 

 

Desde Jesús

 

El relato del pequeño milagro de la curación de la suegra de Simón Pedro (Lc 4,38-41) puede pasar desapercibido. Pero también puede ser como un milagro leído desde la acogida: la suegra acoge a Jesús; Jesús la acoge a ella con u enfermedad.

 La fiebre suele ser algo muy volátil: aparece y desaparece como por ensalmo. Pero, leído con un poco de atención, este texto puede ser interesante.

         Téngase en cuenta de que en griego “fiebre” y “fuego” se dicen con la misma palabra pyr (de ahí viene “pirómano”) Algo parecido decimos en castellano: cuando un niño tiene fiebre, le ponemos la mano en la frente y decimos “está ardiendo”, como si tuviera fuego.

         La suegra de Simón, su familia, el mismo Pedro,  tienen una fiebre, un fuego que les quema: que Israel sea el centro del mundo, que todos nos sirvan, que todas las naciones reconozcan al mesías judío. Es lo que se llama el “fuego mesiánico”. Jesús les cura de ese fuego y lo transforma en servicio: “se puso a servirles”.

         Nosotros también tenemos “fuegos” dentro que impiden la acogida y que el evangelio quiere reorientar. Por ejemplo:

  • El fuego de querer tener siempre la razón: y para tenerla gritamos, insultamos, mentimos, machacamos al otro, bloqueamos la acogida. Jesús quiere transformar esa fiebre en respeto, buenos modales y valoración positiva del otro, en corazón abierto.
  • El fuego de despreciar al que es más débil: sobre todo a las minorías, a los que arrastran estigmas sociales, a los que sabemos que no van a defenderse. El evangelio quiere cambiar esa fiebre en acogida, apoyo y amparo por encima de toda debilidad.
  • El fuego de creer que nuestra cultura es la mejor: porque nos creemos el ombligo del mundo. Y desde ahí despreciamos, excluimos y ridiculizamos a los que no pertenecen a nuestro ámbito cultural. El evangelio quiere cambiar esa fiebre en inclusión, abrazo social y generosidad con los que vienen a nosotros.

El evangelio tiene una formidable pretensión: quiere cambiar nuestro mecanismo interior, quiere que funcionemos con criterios distintos (los de Jesús) quiere que miremos a las cosas y a las personas con una mirada compasiva y acogedora. Muchos dicen: eso es imposible. Viejo es Pedro para arriero. Pues hay que pensar que si el evangelio no nos cambia algo, al menos en una pequeña parte, ¿para qué nos sirve?

Dice el Papa Francisco una frase que es luminosa: “Sólo con una mirada cuyo horizonte esté transformado por la caridad, que le lleva a percibir la dignidad del otro, las personas son descubiertas y valorados en su inmensa dignidad, respetadas en su estilo propio y en su cultura, y por lo tanto verdaderamente integradas en la sociedad” (FT 187). Que acojamos esa manera nueva de mirar personas y cosas para vernos libres de cualquier fiebre  engañosa.

 

Orar en comunidad

 

         El salmo es poéticamente hermoso. Le va bien ser salmodiado. Como abre la oración de Vísperas, mejor cantarlo o salmodiarlo.

         Podría jugarse con las luces: la primera parte (estrofas 1ª-4ª) lo lee una lectura con luz tenue. La segunda parte (estrofas 5ª y 6ª) la lee toda la comunidad con todas las luces dadas, signo de que se nos acoge en el templo, señal de que Dios nos acoge con amor.

 

Contenido social

 

La benignidad es necesaria para la esperanza. No se puede pretender ser instancia de esperanza si no se empatiza con la persona y con  la sociedad. No se trata de contemporizar y de relativizar todo. Se trata de entenderse como parte del hecho social y como afectado por el mismo. Y, desde ahí, acoger los caminos de la persona de hoy con la certeza de que muchos de ellos, a veces en modos extraños, apuntan a la bondad. Sin benignidad no puede haber esperanza; sin conmoción personal y social no hay empatía. Y, sin esta, la esperanza de diluye.

 Hay voces y lógicas diferentes como propuestas para tratar la pluralidad buscando lo que nos une, y, a su vez, tolerando lo que nos separa. Sin ir tan lejos, en el ámbito local, “he tenido la grata sorpresa de conocer la comunidad de la iglesia de Capuchinos en Pamplona, otro espacio diferente y plural de apertura y acogida dirigida a creyentes y no creyentes con un estilo franciscano que supone un poco de oxígeno en nuestra sociedad de crispación y división” (Javier Erro). 

En definitiva, la vida nos da otras claves desde las que afrontar las crisis, ya que la clave de la disputa y la división no resuelve las cosas ni mejora nuestra vida. Puede que el tema de nuestro tiempo sea éste, el de acabar con la violencia y crear espacios de acogida amplios, y ello pasa por abrirnos al otro y buscar la unidad entre diferentes sin perder la riqueza de la pluralidad. 

 

 

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SALMO 95

(Lunes III, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         No cabe duda de que para los israelitas antiguos el templo era lugar que evidenciaba la elección de Dios a Israel. Por eso mismo, no dudaban de que algún día el templo sería el centro del mundo donde se mostraría la elección de Dios a su pueblo y donde los paganos serían acogidos en la fe judía. Dios es el rey del mundo, está en su templo, nos ha elegido, todos vendrán un día a adorarlo ahí. Estos eran los pasos elementales de la espiritualidad judía que quedan bien reflejados en este salmo.

         Pero en las dos últimas estrofas (6ª y 7ª) entra en juego un nuevo elemento: el lugar de la presencia y la acogida de Dios no será el templo cuanto la tierra, el orbe. Es la casa común a la que todos son llamados porque todos viven en ella. Ya no se necesita el título de pertenencia al pueblo judío para acceder a Dios. El título de ahora es el que da Dios a todo lo creado: ser creatura.

         Se abre un nuevo horizonte: el mar, los campos, los árboles, el orbe entero se constituye en lugar de adoración y de encuentro con Dios. Podríamos denominar a este salmo como “salmo ecológico”, salmo cósmico: Dios se manifiesta y nos acoge en el regalo de la vida que da a todas sus creaturas.

 

Desde Jesús

 

¿Cómo puede el evangelio ayudarnos a ir construyendo una espiritualidad de buenas relaciones con lo creado y entre nosotros, creaturas? El bautismo de Jesús, que narran los cuatro evangelistas, es un momento muy importante en su vida: es el momento en que se decidió a ofrecer el reinado de Dios a sus compaisanos y a nosotros.

         Dice el texto que el Espíritu bajó sobre él. Quiere decir que el Espíritu, la fuerza viva de Dios, se une a la vida humana de Jesús para poner en pie el reinado de Dios, la buena relación, la nueva sociedad, la fraternidad social.

         Por eso podemos decir que la tarea de la vida cristiana es construir, no destruir. Cuando vemos las magníficas construcciones modernas (por ejemplo, la ciudad de las ciencias y de las artes de Valencia, de Calatrava, o la bodega de Elciego del arquitecto Gerhy) nos quedamos admirados. Pues bien, como lo comprobamos a diario, construir la relación humana entre las creaturas es algo mucho más difícil. No depende de la brillantez de una cabeza, sino de la aportación de todos los corazones. Todos somos necesarios en esa tarea.

         ¿Cómo podemos construir esa buena relación creatural y vivir así bajo el impulso del Espíritu?

  • Construyendo puentes: no apagar la mecha que humea, no romper las relaciones por una nadería, mantenerse en fidelidad aunque cueste, construir puentes más allá de nuestra manera personal de ver las cosas.
  • Construyendo abrazos: por ingenuo que parezca. Abrazar, más que golpear; tender la mano abierta, lejos del puño que amenaza; llenar el corazón de nombres, como decía Casaldáliga.
  • Construyendo una vida cristiana renovada: no estancarse en lo que aprendimos de niños; leer la Palabra de Dios con tenacidad; estar abiertos a formas nuevas de expresar la fe sin aferrarse a los de siempre.

Dice el filósofo Juan A. Marina que educar es construir y enseñar a construir la relación. Enseñamos a nuestros niños antes a ser consumidores que ciudadanos. Les damos regalos en Navidad (Olentzero, Papa Noel, Reyes), en el cumpleaños y en todo tiempo. Creen que los regalos útiles no son regalos. Hemos de trabajar por revertir esa tendencia. Hemos de enseñar que el mejor regalo es el compartido y el que nos lleva a relacionarnos con el otro hasta generar una nueva manera d estar en el mundo.

Y nosotros los adultos habríamos de hacer propósito firme de empeñarnos en crear buenas relaciones, de construir una casa común que acoja a todos.. Tenemos tarea porque eso supone apaciguar el corazón y las palabras y mirar al otro desde el respeto y el amor. ¿Utopías imposibles? ¿Y qué queda de la vida humana si suprimimos estas utopías?

 

Orar en comunidad

 

         Al salmo, por su carácter hímnico, le va bien el canto. Subrayar, de algún modo, las dos estrofas finales para indicar que es la tierra la casa común donde Dios se manifiesta y nos acoge. Quizá en ese momento se podría presentar ante el altar un cuenco lleno de tierra como visualización de la tierra, casa común para todos.

 

Contenido social

 

En la actualidad la globalización forma parte de nuestro cotidiano vivir, algunos la nombran sin tener real conocimiento de ella, pero estas inmersos en ella. Podemos decir que los poderosos se han apropiado basados en sus intereses, homogeneizando los mercados, las transacciones, las redes de comunicación, la información. Hemos visto la globalización como una nueva etapa de la humanidad, que es un proceso irreversible, pero realmente podemos entender la globalización desde los excluidos, los pobres y desde ahí tendremos garantía de no ser engañados. Bien nos lo dicen Ellacuria y Casaldaliga entre otros.

Somos un solo Mundo, una sola Madre Tierra, con un nuevo orden, donde el pueblo tenga tierra, salud, educación, justicia, libertad. El mensaje del papa Francisco en Laudato si y Fratelli tutti nos estimulan a vivir la igualdad con las personas y los pueblos, en la pluralidad de las identidades; con igualdad en dignidad y derechos. Muy en la línea Franciscana, un mundo donde nos reúna a todos.

La salvación no es individual, es comunitaria. Vivir la misericordia con la Tierra, con sus criaturas y con nuestros hermanos/as empobrecidos exige de nosotros/as una auténtica CONVERSIÓN, un profundo cambio en nuestro modo de vivir, irresponsable y derrochador de los recursos del planeta, y un COMPROMISO más firme en la transformación del sistema económico y de la cultura consumista en la que estamos inmersos. A ello nos llama el Papa Francisco en su Encíclica Laudato si´, cuyo mensaje queremos desentrañar en esta reflexión en algunos de sus aspectos. Caminar en la dirección que nos propone es una tarea de largo recorrido que urge emprender ya con pasos y decisiones concretas que cambien nuestros hábitos. Necesitamos cultivar una nueva manera de mirar la realidad y a nosotros mismos en ella, que nos impulse a modificar nuestro modo de vivir.

 

 

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SALMO 122

(Lunes III, Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         Este salmo pertenece al “Salterio de las subidas” (Sal 110-135) un conjunto de salmos que, probablemente se usaban en las peregrinaciones a Jerusalén (siempre hay que “subir” porque está a 754 m. sobre el nivel del mar). Cuando se peregrina, se canta. Y más en aquella época en que peregrinar era una verdadera aventura.

         La peregrinación tiene un componente penitencial y por ello se anhela que la vida se vea envuelta, perdonada por Dios. Por ello se espera en su misericordia. Se está pendiente de ella leyendo en sus ojos la misericordia que se desea. Leer en la mirada de Dios la misericordia es el ánimo mayor para el peregrino. Se tiene la mirada puesta en Jerusalén porque allí está la gloria de Dios y su rostro. Es la mística de quien cree y peregrina.

         Como ofrenda penitencial se ofrece el sufrimiento de quienes se burlan con sarcasmo de las buenas actitudes del peregrino. Aunque duela ese orgullo, no se desiste de esa peregrinación echa bajo la mirada del Compasivo.

         Y ello tiene como consecuencia la práctica de la compasión: sentirse bajo la mirada del compasivo se traduce en una creciente compasión con las personas porque si no se diera, se desacreditaría la peregrinación y la fe que cree en la mirada de Dios. Peregrinos y compasivos. Eso habríamos de ser.

 

 

 

Desde Jesús

 

Conocemos el evangelio de memoria. Pero hay que leerlo muchas veces para saborear los detalles.

         Citamos con frecuencia: DONDE DOS O TRES ESTÉ REUNIDOS APELANDO A MÍ, YO ESTOY EN MEDIO DE ELLOS. O sea: Jesús se hace presente en el grupo que lo recuerda, que lo hace referente, que copia sus modos de pensar y de actuar.

         Ese es el lugar de la verdadera presencia de Jesús, casi más que en la eucaristía. Jesús se hace presente en el grupo que piensa como él, que es compasivo como él, que acoge como él, que es generoso como él lo es.

         Es decir: nuestra vida ha de desvelar cómo es Jesús. Ya lo decía el cardenal Helder Cámara: “Muchos no leerán el evangelio, pero sí leerán vuestra vida”. Si nuestras palabras dicen una cosa de Jesús y otra nuestra vida, nunca se entenderá el evangelio. ¿Creemos que Jesús está en medio de nosotros? ¿Sabemos hacerlo presente con nuestra vida? Son preguntas que habría que repetir muchas veces.

         Mahatma Gandhi (1869-1948)  pensador, filósofo  y estadista de la India, fue un gran conocedor de las enseñanzas de Jesús. Sin embargo no confiaba en sus seguidores. Entre las  frases de su autoría y recogidas por la  historia  están:  “Me gusta tu Cristo; no me gustan tus cristianos”.  “Yo sería cristiano si no fuera por los mismos cristianos”.

         Hemos de tratar de revertir estas palabras. Y todos podemos hacerlo viviendo de manera sencilla el camino del evangelio: compasivos y generosos, incluyentes y libres.

 

Orar en comunidad

 

         Como tiene música sabida (de Manzano) se puede cantar tal cual. O salmodiarlo.

         Si se lee: la asamblea la estrofa 1ª; una lectora la 2ª y otra lectora la 3ª.

 

Contenido social

 

El ciudadano de hoy sabe muy bien que el quid de muchas cuestiones está en la economía. Y sabe también que la economía es depredadora, asesina (la economía que mata, dice el Papa Francisco). Al funcionar la economía por expectativas de ganancias, no le importa dejar tras de sí un reguero de destrucción y de muerte con tal de conseguir los objetivos propuestos.

Pero junto a esa economía asesina están brotando economías alternativas que hoy no tienen la voz cantante pero que, tenaces, alzan su palabra como camino posible de economía humanizadora, compasiva. Nos referimos, por no citar más que alguna, a economías como la del Bien Común de Ch. Felber.

Son economías que se ordenan creyendo que el activo económico más importante es la persona y que valorar a la persona es generar riqueza, a la vez que se frenan los grandes desajustes de la economía como, por ejemplo, la desigualdad. Su componente compasivo nada tiene que ver con el paternalismo y la limosna, sino con la dignidad y la fe en las posibilidades de vivir en humanidad.

Se desvela así uno de los rasgos decisivos del comportamiento económico de los humanos: poner conciencia al dinero, dotar de humanidad al descarnado mundo de las relaciones económicas. El compacto muro de quien dice que pretender mezclar economía y compasión es querer mezclar el aceite con el agua queda muy cuestionado no solamente por la voluntad de los humanistas, sino también por una cierta actividad económica real.

 

 

 

 

 

 

 

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SALMO 123

(Lunes III, Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         Un nuevo salmo del salterio de las subidas. Puede ser leído desde muchas perspectivas. Nosotros lo enfocaremos desde la certeza de que los peligros del peregrinaje a Jerusalén han sido ahorrados al peregrino por el amparo de Dios. Un amparo que se traducirá en ayuda mutua entre quienes caminan.

         El salmo canta el que Dios ha estado de parte de Israel cuando las amenazas arreciaban (estrofas 1ª y 2ª), a punto de ser tragados vivos. Israel sabe mucho de esas situaciones (por eso se comprende menos todavía por qué pone ahora a Gaza en similares apuros).

         En una segunda parte (estrofa 3ª) se percibe de manera casi física el riesgo de caer en la trampa. Dios no ha entregado a Israel a esa trampa. Pero, todos lo sabemos, hemos de ayudarnos entre nosotros a asumir mejor los riesgos de la vida y de la fe, porque una vida sin riesgos no es posible.

         Un salmo éste para animarse a asumir riesgos y, sobre todo, para ofrecernos amparo y ayuda fraterna que haga asumible cualquier riesgo.

 

Desde Jesús

 

             Es preciso recuperar la peligrosidad de la eucaristía: algo que los teólogos siempre han destacado. Es el recuerdo «que acosa y pone en cuestión el presente porque recuerda un futuro aún no experimentado. Tal recuerdo rompe el embrujo de la conciencia establecida. Reclama los conflictos no solventados, sofocados y las esperanzas no cumplidas. Mantiene en alto, a contracorriente de las opiniones vigentes, las experiencias anteriores y, de ese modo, desbarata las evidencias del presente» (Metz). Este carácter desestabilizador de la eucaristía va de la mano con la actitud crítica que cuestiona lo incuestionable generando alternatividad. Sin ese elemento crítico resulta imposible hablar de recuperar el recuerdo peligroso de la eucaristía.

 

Orar en comunidad

 

              Si no se salmodia, una lectora podría proclamar la primera parte (estrofas 1ª y 2ª) y otra la segunda (estrofa 3ª). La asamblea ratificaría lo proclamado con la estrofa 4ª.        

 

Contenido social

 

Como ha denunciado el Papa Francisco en la LS’ una tierra que se encuentra amenazada por el riesgo creciente de una muerte cósmica. Ese riesgo de muerte ecológica, que puede sumarse al riesgo de muerte atómica, genética y social, no es algo que se encuentre inmensamente lejos (como formula por la 2ª Ley de la Termodinámica, sobre la degradación de la energía), sino muy cerca, pues puede producirse en pocos siglos (algunos hablan de decenios), si seguimos impulsando la loca aventura de una modernidad, empeñada en su progreso insolidario, “gastando” para ello (¡detrás de nosotros el diluvio!) las fuentes de energía, especialmente las de tipo fósil, de la “madre tierra”, envenenando de esa forma su atmósfera y sus aguas.

              Esta encíclica se sitúa en la línea de los “documentos sociales” de los Papas, que tienen más de un siglo de historia, desde León XIII (Rerum Novarum, 1891) hasta Benedicto XVI (Spe Salvi, 2007), con aportaciones de gran valor, como las ofrecidas por Pío XI, Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II. Pero, sin perder su conexión con las anteriores, esta nueva encíclica toma un giro sorprendente y nos coloca ante una preocupación y una tarea nueva, ante un problema urgente, que ningún Papa, había destacado hasta el momento: El riesgo de una destrucción cósmica de la vida, motivada y acelerada por una utilización degradante e injusta de la energía terrestre.

         No percibimos todo esto como un riesgo, pero el futuro de la vida en la tierra tiene que ver con ello. Y el futuro se forja en las actitudes y comportamientos del presente. Hacer una vida menos arriesgada en la tierra también es tarea espiritual.

 

 

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SALMO 84

(Martes III, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Este salmo pertenece a esa clase de salmos que se centran en un oráculo (“Voy a escuchar lo que dice el Señor…”). La introducción de la estrofa 1ª tiene dificultades para encajar con el salmo. Eso ocurre con alguna frecuencia.

         Las estrofas 2ª y 3ª expresan una petición oracular, el deseo del orante de saber cuál es, en síntesis, el deseo de Dios sobre su vida. La estrofa siguiente lo dirá: vive en paz, ofrece la paz.

         Efectivamente, el oráculo es un anuncio de paz (estrofa 4ª). Ese es el secreto designio de Dios sobre lo creado: que la vida se viva en paz, que las buenas relaciones sean el modo de conducta de las personas, que la fraternidad crezca. Para saber si se está en la órbita del designio divino no se mira a comportamientos religiosos sino antropológicos: eres persona de paz, de buena relación de fraternidad, están en la órbita de Dios. No eres esa clase de persona, caes fuera de la órbita divina.

         Eso hará que “la gloria” habite la tierra: que la misericordia y la fidelidad se encuentren, que la justicia y la paz se besen. Lo dicho, hay que mirar a valores antropológicos, más que a los religiosos. O más agrícolamente: cuando los valores de paz prosperen, prosperará también la tierra (estrofa 6ª).

         La asamblea remacha (estrofa 7ª); la justicia se abre paso y la salvación le sigue. Se ha completado el ciclo de la paz.

 

Desde Jesús

 

¿Cuál es el contenido general de la propuesta de Jesús? Es, por grandilocuente que suene, la propuesta de una humanidad nueva, renacida, recreada. Jesús es de los  humildes utópicos que siguen creyendo en las posibilidades de la bondad del corazón humano, capaz de producir frutos buenos. No se vislumbra en él la decepción de quien piensa que las personas y la sociedad vamos al abismo. Es una propuesta de honda confianza. Es también una propuesta de fraternidad social, no partidista ni religiosa. Él cree, contra las evidencias cotidianas, que los humanos podremos vivir con hermanos. La propuesta de Jesús es la que considera imprescindible llegar a una economía igualitaria que entienda y ponga en pie el mecanismo del compartir sobre la base del todo no siendo obstáculo la pobreza. No es una propuesta en el aire, sino bien enraizada en los mecanismos sociales. Es una propuesta que se hace en base a la dignidad de la persona más allá de su condición moral, algo que aleja el juicio, la utilización y la imposición de condiciones a quien es débil. Es una propuesta de relaciones de entrega porque se tiene la certeza de que las entregas siempre rentan en beneficio común. Es, definitiva, ir en la dirección del viejo sueño de Dios sobre lo humano que estaba ya inscrito en las páginas del AT y en el caminar humano desde sus inicios.

 

Orar en comunidad

 

         Por su carácter reflexivo podría ser leído por un par de lectoras. Pero si se pudiese cantar el oráculo daría color al salmo. Podría utilizarse cualquier estribillo que hable de la paz (“Haz de mí, Señor, un instrumento de tu paz…”; “Tú, Señor, nos das la paz…”).

 

Contenido social

 

Creemos que la oferta de paz se ha convertido en el distintivo de la propuesta franciscana. Pero, mirando el texto con atención encontramos esbozadas en Rb 3 las raíces de tal oferta de paz. Todas ellas, a nuestro juicio, tienen como denominador común el de la libertad. La primera de ellas es la de la libertad orante. Efectivamente, por un lado, la oración ha de hacerse en el marco de la comunidad eclesial (secundum ordinem). Pero, por otra, el salterio podría ser el que conocen todos los clérigos de memoria, el viejo Salterio Galicano, y los laicos pueden proceder de manera más sencilla con una oración en padrenuestros equiparable a la oración de los clérigos. Es decir, el camino de la oración es el de la Iglesia, pero con una libertad manifiesta. Además de definir el perfil creyente del hermano menor, la oración en libertad alimenta la propuesta de la paz. Esta es una de sus raíces.

No obstante, el núcleo de Rb 3 es la oferta de la paz: «El saludo evangélico de paz, revelado a Francisco por el Señor (cf. Test 23), señala una forma de itinerancia “por el mundo” inspirado por las bienaventuranzas evangélicas y orientado por una apertura cordial hacia todos» (C. Paolazzi). La serie de diez actitudes que se enumeran como tareas cuando se va por el mundo, como trabajos de misión, concluye en la oferta de paz. A eso habrá que llegar porque la paz es la puerta de cualquier transformación social. Por eso es una oferta para “toda casa”. Nadie queda excluido de la oferta. Y ofrecerla en la modalidad de “casa” y no personalmente, subraya el carácter colectivo de la paz como cauce de ciudadanía. La oferta adquiere una indudable primariedad: antes que nada hay que poner delante la paz, después, si se quiere, se pondrán otros valores, la misma fe. La paz tiene un rango distinto, superior a todo otro valor. Es una paz que se ofrece en el momento mismo de “entrar”, en el umbral: nuevo rasgo de primariedad. La prescripción de no “montar a caballo” quizá tenga más que ver, como hemos dicho, con la paz que con la pobreza.

 

 

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SALMO 66

(Martes III, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Cuando Israel se ha planteado su relación con los otros pueblos lo ha resuelto de manera clara: todos los pueblos vendrán a reconocer y adorar al Dios de Israel. Es un ecumenismo centrípeto. No se ha planteado el tema del diálogo, del reconocimiento del valor de las otras religiones, de su posible engarce con el yahvismo. Era pedir demasiado para aquellos tiempos. ¿Cómo leer este himno desde una perspectiva más amplia?

         En la primera estrofa se tiene la certeza de que, cuando conozcan los caminos de Dios, los pueblos le alabarán. Hoy entendemos que se puede alabar a Dios sin nombrarle, sin ser específicamente religioso. Basta ser profundamente humano.

La estrofa 2ª apela al buen gobierno de Dios. Los pueblos lo reconocerán. Hoy sabemos que ese buen gobierno cobra el rostro de la justicia. Cuanto más se camine en la dirección de la justicia, más hermanados en humanidad estarán los pueblos.

Y la estrofa 3ª celebra la certeza de que, con Dios, la tierra será más fecunda. Con los criterios de Dios, del evangelio, que son los criterios de compasión, de la bondad y del compartir, la tierra, sin duda, es más fecunda.

Desde estas perspectivas, el estribillo “Oh Dios que te alaben los pueblos” se amplía hasta horizontes más universales y el ecumenismo que brota de ahí engloba a toda creatura como lugar donde Dios vive y se manifiesta (en un grano de arena está todo el universo).

 

Desde Jesús

 

Más allá de lo legendario de la escena evangélica de la adoración de los Magos (Lc 2,39-52), podemos hacer una consideración espiritual a propósito de estos magos. Dice el texto que eran “de Oriente”, sin especificar más. Pero indica que se han echado a los caminos para buscar a Jesús, que han asumido el riesgo de viajar (sobre todo en aquella época), que han roto el estrecho círculo de su cultura para ir a encontrarse con un supuesto rey de otro pueblo, que se han abierto al universalismo para ir a un país que no es el suyo. Más que de regalos, los magos son hombres de caminos asumidos, de búsquedas inciertas, de horizontes abiertos. No en vano decimos que la Epifanía es la fiesta de la universalidad.

         ¿Qué caminos habríamos de andar hoy nosotros para dar con ese Jesús en el que creemos?

  • El camino de la concordia: tan necesario para convivir en la vida familiar y social. No sembrar la discordia del propio interior violento y alterado. Sembrar paz y buena convivencia.
  • El camino de la espiritualidad: porque llevamos debajo de la piel un alma sedienta de trascendencia, de ese más allá que intuimos pero que no vemos.
  • El camino del silencio: porque el silencio no resitúa, nos dice quiénes somos de verdad y, poco a poco, nos lleva al fondo del Evangelio.

Dice el Papa Francisco en “La alegría del Evangelio” (nº 11): “Cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual”. Hay que recuperar la frescura original del evangelio, el brillo en los ojos de quien se ve sorprendido por Jesús, la ilusión renovada por ser un buen creyente. Una fe nueva pide caminos nuevos.

Hacemos hoy nuestra aquella plegaria del mismo Papa Francisco: “Danos la santa audacia de buscar nuevos caminos para que llegue a todos el don de la belleza que no se apaga”.  

 

Orar en comunidad

 

         Como se canta y hay muchas músicas compuestas, cántese, pues. Si se lee, la lectora lee las estrofas y la asamblea repite el estribillo.

 

Contenido social

 

Otra forma de decir la fraternidad universal que constituye el sueño último de Jesús (lo que él llamaba “reinado de Dios”) y de personas evangélicas como Francisco de Asís es hablar de ecumenismo social. Un tal ecumenismo es la actitud profunda de quien se siente bien siendo creatura y humano y eso le lleva, sin mediaciones, a considerar a las personas y a las creaturas como miembros reales de su familia contra quienes jamás estará permitido usar de ningún tipo de violencia. Mientras este sentimiento y perspectiva de fraternidad no llegue a adueñarse del creyente, las dificultades para colaborar con quienes se hallan más en los márgenes surgirán por doquier. Pero si uno se siente a gusto en la casa de lo creado, si tiene por una suerte la aventura humana, si desvela que todo corazón puede ser casa propia, es entonces cuando puede brotar una acción social humanizadora. Aparece nítido el esplendor oculto de lo humano y eso hace de motor principal de la acción social.

                 Esto nos llevará a acercarnos sin miedo a otras espiritualidades: religiosas (ecumenismo religioso), sociales (ecumenismo social), laicas (ecumenismo de fondos humanos), ecológicas (ecumenismo ecológico). Esto no va a debilitarnos en nuestras opciones espirituales; al contrario, las reforzarán.

 

 

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SALMO 124

(Martes III, Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         De nuevo, un salmo del salterio de las subidas. Posiblemente estos son salmos muy queridos por los orantes del AT y del mismo tiempo de Jesús. Con toda probabilidad los sabía de memoria y los cantaba con todo el ardor de la piedad judía.

         Este es un salmo de confianza. Dios cuida a Jerusalén rodeándolo de montañas (siete montes rodeaban a Sión: el Monte Scopus, el Monte de los Olivos, el Monte del Templo, el Monte Sion, el Monte de los Corrales, el Monte de la Maldición, y el Monte Getsemaní). La confianza brota en el orante (estrofas 1ª y 2ª). Es un cuidado permanente (“ahora y por siempre”). La confianza brota imparable.

         La estrofa 3ª expresa la certeza de que el bien será quien tenga la última palabra, no el mal: los justos no sufrirán por siempre. Habrá en su vida grietas por las que cuele la luz en los días más grises.

         La estrofa 4ª expresa de manera contundente los votos de la asamblea que confía en el cuidado de Dios: los buenos serán cuidados por Dios, los malos rechazados. Esto tiene un gran problema: ¿quién reparte el carnet de bueno o de malo? El evangelio enseñará que no se puede arrancar la cizaña a gusto de cada cual. El mismo salterio dice que Dios busca a quien se extravía (Sal 118,176).

         La espiritualidad del cuidado adquiere rango de argumento de fe: cuidas, eres creyente y seguidor de Jesús; no cuidas, cae sobre tu fe un pesado interrogante. Orar con los salmos y ser renuente al cuidado del otro es una flagrante contradicción.

 

 

 

Desde Jesús

 

         Hay palabras que resumen todo el evangelio. Una de ellas es “curar”. Por eso Jesús, cuando envía a anunciar el reino envía a curar: “Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios” (Mt 10,8). Curar, en cualquiera de sus dimensiones, es evangelizar. Quien cura hace la obra de Jesús, la obra del mismo Dios (Os 6,2).

  • Jesús cura las heridas de la vida: cuando esta se ha reducido a los mayores límites (viuda de Naím: Lc 7,11-17). Y por ello, él tiene claro que lo suyo es venir “para que tengan vida y la vida sobreabunde” (Jn 10,10). Él quiere taponar las heridas por las que se va la vida hasta que llegue el mundo sin dolor, sin llanto, sin luto (Ap 21,4).
  • Jesús cura las heridas del amor: y encaja el amor que no es correspondido por egoísmo (joven rico: Mc 10,17-30) o por debilidad (Pedro: Lc 22,32). Y es curado en las mismas heridas de amor que él sufre por el rechazo familiar y que quedan enjugadas con el consuelo que le aporta su “otra familia”, la de quienes cumplen el designio (Mc 3,31-35).
  • Jesús cura las heridas de la muerte: las cura en su propia madre (“una espada truncará tus anhelos”: Lc 2,35) y en él mismo (anuncios de la pasión: Mt 16,21-23). Enfrentado a su propia muerte, buscando luz en sus propias tinieblas (transfiguración: Mc 9,2-10).

Así que se puede concluir con 1 Pe 2,25 que “sus heridas nos han curado”. La paradoja amplía el sentido. Como se dice en el himno “Oh cruz fiel”: “la gracia está en el fondo de la pena y la salud brotando de la herida”. La curación de Jesús es su evangelio; la mejor medicina para cualquier herida de la vida y de la fe.

 

Orar en comunidad

 

         El salmo tiene un carácter reflexivo al que le va bien la simple lectura o una sencilla recitación. Si la asamblea estuviera de acuerdo, se podría suprimir en la recitación la estrofa 4ª, por excluyente, quedando solamente el voto de “¡Paz a Israel!”.

 

Contenido social

 

Creemos, a veces, que el mal devora al bien. Pero no es así; el bien es indevorable porque se propaga siempre. Cerca, en nuestro entorno encontramos a esas personas:

  • Gente pluralmente voluntaria: hacen el bien a cambio de nada, a cambio de sociedad más fraterna.
  • Gente que cuida frágiles: pequeños, mayores o personas en necesidad. Da lo mismo que lo haga por amor o por sueldo. Cuida, y eso engendra bien.
  • Gente que fomenta la convivencia vecinal: en el bloque de viviendas, en la prensa local o nacional, en la tertulia del bar. Gente de boca y corazón mesurados que engendra mesura.
  • Gente que cura con humanidad: sanitarios competentes en salud y en humanidad que se superan cuando los recursos no son los ideales.
  • Gente que abre corazones, casa y maneras de pensar: personas fáciles para la acogida, para l sintonía para el amparo de quienes vienen de lejos buscando un mejor vivir.
  • Gente que siembra ciudadanía: personas cuya opinión cuenta en la ciudadanía y se esfuerzan porque sea una opinión constructiva.
  • Gente creyente que, por encima de todo, sigue anhelando con paz el sueño de una comunidad igualitaria: y que empieza por llevar esta utopía al terreno de cada día, que le duele la desigualdad crónica de la Iglesia, y que cree posible otro tipo de relación eclesial.
  • Gente que genera relaciones saludables: y que sabe salir del cansino yo-yo-yo para ir construyendo un nosotros más jugoso y más de todos.
  • Gente del silencio humanizador: contemplativos que están vivos ante su Dios y en silencio, que ponen en la verdad de los pobres y desvalidos las oraciones que éstos no pueden hacer.

 

 

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SALMO 130

(Martes III, Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         De nuevo otro salmos, muy breve esta vez, pero vibrante, del salterio de las subidas. Oraciones que han acompañado el peregrinar y la vida misma de Israel. Algunos consideran este salmo como la cumbre espiritual de todo el salterio de las subidas.

         La estructura es sencilla: oración de total confianza (estrofa 1ª) y proyección a Israel (estrofa 2ª). Comienza rechazando pretensiones que superan la propia capacidad. Es lo que modernamente llamamos la correcta autoestima: uno es lo que es, ni más ni menos. Sabe el orante que Dios sabe lo que es en realidad y que, por ello, no tiene sentido creerse más ni humillarse con menos. El orante se presenta en su desnuda verdad porque sabe que Dios lo acoge en ella.

         La metáfora del niño en brazos de su madre es brillante, precisa y entrañable: la madre sabe bien cómo es su hijo y lo acoge en sus brazos sin necesidad de razonamientos, simplemente por amor. Funciona por amor, no por análisis minuciosos. Cuando el orante reza con estas palabras brota a raudales la confianza que sosiega y pacifica.

         Los deseos, que son el combustible del alma, se moderan y se reorientan: ya no están al servicio de la ambición sino al de la confianza. La ambición queda desplazada, la rivalidad deja de tener sentido, el instinto de poder pierde su razón de ser. Si persiste la ambición, la persona tiene que trabajar todavía mucho su camino de vida y de fe.

 

Desde Jesús

 

Dice Pedro, constituyéndose una vez más en portavoz del grupo, que “lo han dejado todo” (Mt 19,27). Pero no han abandonado su ambición que está pegada a su estructura personal y de grupo. Y con ella, tampoco han abandonado su confianza en la riqueza que, como camino para el más seguro subsistir, sigue intacta. Ya lo hemos dicho, están sin estar. El suyo es, aún, un seguimiento interesado y, por ello, algo lejano al Reino. Tienen que dar pasos más decisivos en la confianza básica.

Lo que recibe el seguidor en comparación con lo que deja es mayor no sólo por la abundancia (cien veces), sino también por la libertad y la igualdad (fijémonos que en la serie que describe el premio desaparece la figura del padre que, en la época, es prototipo de autoridad e incluso de autoritarismo indiscutible). Esto es lo que ha de ir suscitando confianza: la promesa de Jesús. En el fondo, la confianza evangélica se remite y reduce a si se es capaz o no de vivir en las promesas de Jesús.

Cuando el texto quiere afianzar la confianza no obvia “las persecuciones”, el precio que es preciso pagar en el camino de crecimiento de la realidad humana cuando ese crecimiento ha de hacerse a base de confianza. Las persecuciones no son genéricas sino algo muy concreto: el Evangelio (quizá la religión sí)  no crea otros enemigos que los que están contra lo humano. Pero dado que las estructuras de inhumanidad aún son muchas, las persecuciones son abundantes. Pero, repitámoslo, el Evangelio, por su propia lógica, tiene que generar sobre todo fraternidad, amistad, amor, lejos de cualquier ambición.

 

 

 

 

Orar en comunidad

 

         Por su brevedad, si no se canta, lo podría leer entero toda la comunidad al unísono como una verdadera profesión de confianza comunitaria.

 

Contenido social

 

¿Cómo construir una espiritualidad que posibilite el control de la ambición? Esto pasa necesariamente por hacer silencio fuera y dentro. La persona necesita el silencio por constitución natural. El silencio externo conlleva el control de las interferencias técnicas y sociológicas. Lo más difícil es el silencio interno. Es el ruido de nuestras pasiones humanas: la sexualidad, la ambición, el orgullo, la vanidad. El silencio interno es el apaciguamiento del mundo íntimo acompañado de la ausencia de ruido externo. Es difícil de lograr, pero es el que más habría que trabajar por una cuestión de salud psíquica, física y espiritual.

Resulta también necesaria una mística del desierto, vaciar la mente en la medida en que se desea el silencio. Es hacer consciencia de algo porque hemos hecho vacío a su alrededor, lo que nos permite distinguirlo. No es que la vida en desierto sea mejor que otras, pero permite diferenciar las cosas. Por eso el desierto es necesario, el desierto material y el social. Se puede tener experiencia de desierto en el corazón mismo de la ciudad siempre que se asuma lo incierto y, a veces, desconcertante de la soledad.

Es imprescindible una mística de la escucha. El silencio va en busca de la palabra que abra a un silencio mayor. Eso nos permite meditar en busca de la propia identidad, del propio nombre y del papel que hemos de jugar en la vida. Y, desde ahí, desde la escucha en lo profundo de la persona, se abre a la escucha del otro. De tal modo que algo tan incompartible como el desierto se vuelve espacio compartido, lugar de comunión. El silencio no aísla, sino que abre a la interioridad del otro generando auténticos vínculos de humanidad.

Todo culmina en una mística de amor. Lo que se escucha en el desierto no es un genérico “yo soy”, sino un “yo soy hijo”, “yo soy amado”. En otras palabras, se descubre que se puede confiar. El silencio, como todo lo que es verdaderamente humano, termina siendo un acto de confianza, un ponerse en brazos del otro para ser de verdad uno mismo. Algo de esto se vislumbra en el perfil evangélico de Jesús: alguien que, siendo para los otros y para el Otro, es cuando ha sido de verdad él mismo.

         Quizá por estos caminos podamos mantener a raya la ambición que anida en los pliegues del alma y que brota en todos los jardines, incluida en las comunidades religiosas.

 

 

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SALMO 85

(Miércoles III, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Podría entrar este salmo en amplio apartado de súplicas individuales sin otorgarle mayor relevancia. Pero puede ser entendido bajo el paraguas de un diálogo con Dios: se ora al Dios con el que se dialoga. Se llega así a la hermosa certeza de que el orante no habla con el vacío sino que, de alguna manera, conecta y “habla” con el Dios de amor en el que cree. Dialogar con el Dios que se manifiesta en el silencio. Eso es lo que posibilita la plegaria sálmica.

         En una primera parte (estrofas 1ª-4ª) está a la base esta certeza: tú me escuchas. Más allá de peligros, de ruidos, de distracciones, de trampas, Dios escucha sin cansancio porque ama al fiel. Precisamente porque tal certeza está viva se permanece fiel a la oración,  se apresta el orante cada día a abrir su corazón al Dios que lo envuelve.

         En la segunda parte (estrofas 5ª-7ª) se contempla la gloria de Dios, su luminosa presencia en los caminos de la historia. Por eso el fiel dará gloria a Dios. Y los pueblos también la darán. Ese es el anhelo de quien ora aunque haya que respetar los itinerarios históricos que serán, necesariamente, largos.

         Termina el salmo en una última parte (estrofas 8ª-10ª) ratificando esta certeza de dialogar con Dios incluso cuando el ambiente sea hostil, cuando las dificultades parezcan oponerse como un muro compacto. Adoración y confianza.

         Colabora este salmo a acrecentar la mística de la oración como diálogo real con el Dios que habita la realidad. Sabe el creyente que su oración no cae en la tumba vacía del silencio sino que termina en el corazón amoroso del Padre. Mientras esa certeza esté ahí, la oración será un encuentro de amor palpitante.

 

Desde Jesús

 

Las palabras de Jesús que nos trasmiten los evangelios desvelan con claridad una vivencia de Dios muy distinta a la del AT y a la del judaísmo de la época. Hay un modo cálido y hasta tierno que ha quedado plasmado en palabras, como Abbá, que se tienen por propias de él. Se han materializado en páginas sublimes para hacer ver que su Dios es un padre que espera y perdona siempre. Se ha regocijado porque Dios se ha volcado en los sencillos dejando de ser patrimonio de los poderosos, tan absorbentes. Lo han pintado como uno que sabe en el fondo de su ser que nunca ha estado solo porque el Padre hacía su mismo camino. Incluso en la ruptura total de la cruz quedaba la certeza de que el Padre amparaba su enorme desconsuelo, aunque no lo percibiera. Un Dios para la ternura; algo así es el Dios distinto de Jesús.

 

Orar en comunidad

 

         Por su carácter íntimo al salmo le iría bien un humilde recitado o también la lectura de cada una de las tres partes (1ª-4ª/5ª-7ª/8ª-10ª) por tres lectoras con una breve pausa de silencio entre medio de cada parte.

 

Contenido social

 

El Papa está convencido de que la nueva arquitectura social demanda, a su vez, una cultura del encuentro. Y como herramientas necesarias para el logro de esta cultura del encuentro, propone el Papa, en primer lugar, los trabajos por un gran pacto social que ponga «en verdadero diálogo las grandes formas culturales que representan a la mayoría de la población» (219). Ese pacto social ha de incluir, a su vez, un pacto cultural «que respete y asuma las diversas cosmovisiones, culturas o estilos de vida que coexisten en la sociedad» (219). En segundo lugar se necesita emplear exhaustivamente la herramienta del diálogo, paciente y confiado (134). Se necesita una educación para el diálogo (103) para que pueda ser una realidad el diálogo con los diferentes (148). La certeza del valor imprescindible del diálogo se asienta en la certeza de que «un verdadero espíritu de diálogo se alimenta la capacidad de comprender el sentido de lo que el otro dice y hace, aunque uno no pueda asumirlo como una convicción propia» (203). Por eso el diálogo es imprescindible en la tarea política (196). El documento dedica casi un capítulo, el sexto, al diálogo que construye el amor social porque «el auténtico diálogo social supone la capacidad de respetar el punto de vista del otro aceptando la posibilidad de que encierre algunas convicciones o intereses legítimos» (203.219.262). Leamos el nº 48 que tiene resonancias franciscanas: «El sentarse a escuchar a otro, característico de un encuentro humano, es un paradigma de actitud receptiva, de quien supera el narcisismo y recibe al otro, le presta atención, lo acoge en el propio círculo. Pero «el mundo de hoy es en su mayoría un mundo sordo. […] A veces la velocidad del mundo moderno, lo frenético nos impide escuchar bien lo que dice otra persona. Y cuando está a la mitad de su diálogo, ya lo interrumpimos y le queremos contestar cuando todavía no terminó de decir. No hay que perder la capacidad de escucha». San Francisco de Asís «escuchó la voz de Dios, escuchó la voz del pobre, escuchó la voz del enfermo, escuchó la voz de la naturaleza. Y todo eso lo transforma en un estilo de vida. Deseo que la semilla de san Francisco crezca en tantos corazones».

 

 

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SALMO 97

(Miércoles III, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Podría pasar este salmo como uno de los muchos himnos que pueblan el salterio. El orante se vuelve a Dios por una serie de razones que brotan del tiempo del posexilio: se ha reconstruido el país y el templo sobre todo, se ha repoblado el país, se ha vuelto a instaurar la monarquía, etc. Razones de hondo calado para alabar a Dios.

         Pero hay una razón más cordial, oculta entre las anteriores, pero que reconforta hondamente al orante: Dios es misericordioso y fiel (estrofa 2ª). Nunca ha abandonado a su pueblo porque la fidelidad de Dios está por encima de la infidelidad de Israel.  Sabe el orante que esa fidelidad nunca falla. Y de ahí su gozosa e íntima alabanza.

         Porque Dios solo recuerda el bien y olvida la afrenta. Por eso merece ser celebrado y recordado en las antiguas victorias (estrofa 3ª) y en las alegrías presentes (estrofa 4ª). La misma creación (el mar, la tierra, los ríos, los montes) celebran la fidelidad misericordiosa del Dios que no aparta la vista de su pueblo.

         Sabe el orante que, por todo ello, le espera un futuro de justicia (estrofa 5ª). Y eso reconforta su alma porque quien ora ama la justicia, ya que son realidades que van emparejadas. Estamos navegando en las profundidades de la fe de los humildes que rezan con los salmos.

 

Desde Jesús

 

         Contemplemos la fidelidad de Jesús a su pueblo, su vocación a ser pueblo:

 

No habría sido nada

sin su pueblo,

sin su clan,

sin su historia,

sin sus tradiciones;

todo tan suyo,

tan gozoso,

tan duro, a veces.

 

         Hacía parte

del caudal de un río,

amplio y profundo de siglos,

de unas venas

metidas en la carne,

de unos horizontes

amasados en muchos sueños,

de unas honduras

inmensamente comunes.

 

         ¿Cómo no iba a nacerle,

viva y de ojos abiertos,

la vocación al pueblo

en aquella mañana

de rocío nuevo?

 

         Nació pujante

y

creció hermosa,

         imparable,

         sin retorno,

         cálida,

         estremecida.

 

         Por eso,

ni la mordedura de los fracasos,

ni el arañazo de los desprecios,

ni la cuchillada de una muerte

         sin amparo,

         sin lágrimas,

         sin recuerdo casi,

pudieron con su vocación de pueblo.

 

         No es de extrañar

que en las noches de luna,

en los abrigos de entrepeñas,

en el apoyo silencioso

de su olivo preferido,

se sintiese

como novio de su pueblo.

 

         Brotaban entonces

las palabras cálidas,

los susurros del amor,

las ternuras únicas.

         La tierra,

sin saberlo,

viuda en desamparo,

tenía marido.

 

         Las rocas y los árboles,

las casas y las callejas,

el lago altivo y el oculto arroyo,

los granados rojos y el rebaño quieto,

los corazones solos y los heridos de amor,

cuando por la mañana escuchaban su voz,

creían oír la voz de un novio.

Se sentían menos solos,

porque alguien susurraba,

quedo,

“mi amada…mi amado”.

 

Orar en comunidad

 

         Por su carácter hímnico, le va muy bien cantarlo (la música de Manzano lo canta bien). Podría también leerse con un fondo de música que lo haga más lírico.

 

Contenido social

 

Quizá la fidelidad sea uno de los valores más negados, sobre todo en el ámbito afectivo. Pero también se celebran con regocijo. Permanecer vivos en una opción por 25, 50 o más años es un milagro de vida. Y como tal se lo valora.  Y lo mismo ocurre en otros ámbitos: por frágiles y naufragantes que sean nuestras opciones, la fidelidad se valora.

         Vivir en fidelidad no es lo mismo que vivir en coherencia. Esto es otra cosa. Quien es coherente tiene un agarradero vital formidable. Pero la fidelidad puede vivirse en la fragilidad y en una cierta incoherencia, siempre que se reconozca y, llegado el caso, se sepa pedir perdón. Por eso mismo, la fidelidad es valor que pueden vivir los frágiles, los que caen.

         A la fidelidad la va muy bien el silencio, el huir de orgullos falsos y de voces que proclaman lo que no viven. Mejor callar que alardear. Porque dime de qué presumes…La fidelidad y la humildad son hermanas. Una no se entiende sin la otra; una fracasa si fracasa la otra.

         Como todos los valores, la fidelidad es probada cuando las cosas vienen mal dadas. Por eso dice la bienaventuranza que tienen suerte los que valoran la fidelidad incluso en tiempos de persecución, de incomprensión. Quien sabe recogerse en sí mismo cuando las cosas se ponen difíciles y opta por seguir siendo fiel, saldrá fortalecido de la prueba. Los momentos difíciles surten y desvelan la verdad de lo que decimos valorar.

 

 

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SALMO 125

(Miércoles III, Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         De nuevo, un salmo del salterio de las subidas que alude directamente a aquel “milagro” que fue la vuelta del exilio: cuando se había perdido la esperanza de volver, tras 50 años de expatriación, Ciro II dio un edicto de liberación para todos los pueblos sometidos que estaban desterrados en Babilonia. Un sueño. Por eso puede entenderse este salmo de acción de gracias como un “salmo para soñar” porque los sueños son dinamismos decisivos para la vida y para la fe.

         Eso es lo que se dice desde la estrofa 1ª: “Nos parecía soñar”. Se había perdido toda esperanza e, impensadamente, se abría la puerta del retorno. Dios era para el pueblo del Dios de los sueños inesperados y cumplidos. Arrebatarle a la experiencia creyente los sueños es quitarle una de sus más hondas raíces.

         La obra liberadora de Dios es la que engendra la alegría (estrofa 2ª). Se creía que Dios estaba mudo y ausente ante la terrible desgracia de Israel. Pero Dios ha hablado en la mediación de Ciro, en la mediación de todo el que libera. Quien libera, sea quien sea, está de parte de Dios y de parte del evangelio (Mc 9,38-42).

         Los torrentes del Negueb (estrofa 3ª) son metáfora elocuente: las lluvias repentinas creaban charcas en el desierto que llegaban a crear espacios verdes en medio de la aridez. Así era lo que ocurría: en la terrible aridez del destierro brotaba el verde de la esperanza porque a la esperanza le basta una grieta para reverdecer. Los cantares se olvidaban de las lágrimas.

         El canto, como quien viene del campo con la cosecha, volvía al corazón del fiel. Los sueños llevan al canto y este a una nueva mística de vida, a un nuevo ánimo. Soñar para cantar; cantar para vivir.

 

Desde Jesús

 

        ¿Vieron a Jesús como un soñador aquellos que compartieron su marcante experiencia itinerante? Probablemente no. Más aún, se observa en el NT una cierta desconfianza hacia los sueños. De ahí que hablar de Jesús como soñador es demasiado. Cualquier otro apelativo le iría mejor. Además podría aducirse que el nivel social en el que Jesús pareció moverse no es propicio para muchos sueños. Bastante se tiene con sobrevivir día tras día. Todo ello tiene sentido, pero los desplazados sociales albergan sueños, los que sean, en su dura trayectoria histórica. Otra cosa es que afloren, que alguien los haga aflorar, o no.

         No habrá gran dificultad en admitir que Jesús hizo soñar a los pobres con su programa de dicha para ellos y su tenacidad en recordarles su invitación al banquete de la vida. Más aún, les hizo soñar con la certeza de que ellos son los únicos que tienen un sitio de “privilegio” en la sociedad nueva no porque sean mejores que otros, sino porque son pobres. Nunca se termina de responder a la cuestión de por qué los más bajos en la pirámide social seguían a Jesús, al menos en la primera época de la predicación en Galilea. ¿No podría ser una respuesta que la propuesta de Jesús y los sueños de los pobres, humildes, ocultos y casi enterrados, conectaron con ella y volvieron a resurgir? ¿No habrá que volver a la cuestión de la centralidad del pobre como esencial a la hora de recrear el sueño y la propuesta de Jesús?

         Podríamos decir, si no pareciera exagerado, que, además de a los pobres, Jesús hizo soñar al mismo Dios. Éste, según la Palabra muchas veces reiterada, tiene un sueño: que la historia se plenifique en el amor y, para ello, el signo histórico de las personas  es llegar a la fraternidad igualitaria, a la economía del cuidado, a la lógica del reino opuesta a la lógica neoliberal. Aquí se ancla su sueño de vivir en este mundo como se vivirá en el mundo pleno. Hay que desplazarse del sistema neoliberal hacia un sistema de hermandad, de la economía del lucro que mata  a la de la fraternidad que engendra vida.

No importa que el fracaso de Jesús y de tantos otros empeñados en causa similar se esgrima como razón para el abandono de este hermoso sueño. También puede esgrimirse como semilla de esperanza. Y los sueños sembrados terminan por germinar, aunque sea en tiempos futuros. Por eso, podría ocurrir que el sueño de la sociedad nueva urdido en el alma Jesús haya sido postergado, incluso en ocasiones abandonado. Puede volver a resurgir con fuerza, ya que la semilla se echó en el surco con vocación de futuro. De ahí que la fidelidad a Jesús no se medirá por el vigor de comportamientos religiosos o morales sino, más bien, por la fe en su sueño. El seguidor de Jesús persigue, en el fondo, un sueño.

 

Orar en comunidad

 

         El carácter reflexivo del salmo demanda una lectura reposada. So podría leer cada persona una estrofa haciendo una breve pausa entre ellas.

 

Contenido social

 

Soñar lo que quiere el sistema es hacerle el juego porque él quiere influir hasta en los sueños. No serán tan inútiles como él mismo pretende, a veces, hacerlo creer. Por eso, los sueños son fuertes cuando sueñan lo distinto, lo que aún no se ve, lo que únicamente se intuye. Soñar lo de siempre es la muerte de los sueños. Cuando los sueños mueren, parte del alma muere. Por eso, la manera de mantener viva el alma no será tanto vivir en gracia cuanto vivir en sueños. Cuando se ha querido matar un ideal se ha dicho al idealista: deja de soñar. Y luego: rebaja el nivel, cede ante el realismo de la vida. La ausencia de sueños termina por limar las aristas, los perfiles de los ideales. Y, al final, sin perfiles, el ideal se asemeja a la pérdida.

         Soñar lo distinto demanda, en primer lugar, cuestionar lo heredado sin acritud valorando lo que la herencia recibida puede incorporar al sueño distinto. Ya lo hemos indicado: no se trata de hacer borrón y cuenta nueva sin más. Pero tampoco se trata de perpetuar lo recibido como una obligación, como una pesada cadena, como una condena. Cuando uno se incorpora a la comunidad cristiana no entra en un club histórico que pesará siempre sobre él; entra en un proyecto de vida y, por ello, el futuro es la pregunta. Y para ir resolviendo tal pregunta los sueños son una herramienta de primer orden. Hasta el punto de que ser cristiano es, más que pertenecer a una organización religiosa, hacer parte de un sueño colectivo al que Jesús dio la forma misma de su alma.

         Para soñar lo distinto se necesita una gran habilidad porque es preciso arriesgarse a caminar en lo equívoco, en el camino sin desbrozar, lo que supone incorporar a la búsqueda creyente el riesgo con todas sus consecuencias. Una trayectoria cristiana que no ha experimentado el riesgo, que no ha olfateado el peligro, que no ha temblado ante el abismo, quizá no sea todavía el camino que brota del fondo del evangelio. Puede ser que la experiencia creyente, ojalá, acumule certezas. Pero somos caminantes y eso incorpora el riesgo al mismo hecho de caminar. Pretender hacerlo sin riesgos es caer en el peligro de quedarse quieto. Más aún, sin ese componente del riesgo, cualquier propuesta de vida deviene anodina.

         Soñar lo distinto tiene un precio: despojarse, o mejor, ser despojado. El fallo de muchas propuestas de renovación es que, con ser sinceras y hermosas, se hacen sin dejar de guardar la ropa. Eso es imposible: lo nuevo conlleva el despojo, en una parte o en mucho, de lo que hasta ahora nos ha sido querido. No estar dispuesto a pagar ese precio es lo que nos inmoviliza. Queremos sinceramente una fe nueva, una Iglesia nueva, una vida parroquial nueva, pero se nos hace insuperable el despojo que conlleva esa novedad. El resultado: todo sigue más o menos igual, añadiendo, quizá, otra frustración. A más despojo, más probable novedad; a menos despojo, más persistencia en lo de siempre. ¿Dónde encontrar la fuerza necesaria para cambiar, para dar el paso? ¿Puede hacerse de manera paulatina, de modo que sea asimilable por el sujeto temeroso? El despojo del soñador Jesús podría reconfortarnos, junto con la evidencia de que hay quien se ha lanzado al mar, temible y hermoso, de lo nuevo.

 

 

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SALMO 126

(Miércoles III, Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         De nuevo un salmo de la colección de las subidas. Tratando aquí un punto muy concreto: ante la gran amenaza de despoblación del país (una situación diametralmente opuesta a la nuestra), Dios dará hijos que repueblen el país. Se aleja el fantasma de una tierra sin habitantes.

         La estrofa 1ª pone el cimiento de la certeza de repoblación: la confianza en Dios. Si confías, todo es posible. Si no confías, todo se vuelve problemático. Para el oran, el tema de la repoblación es, más que un asunto demográfico, una cuestión de confianza. Como dice la estrofa 2ª, es un empeño inútil si la raíz es tu deseo y no la confianza en quien sostiene la vida.

         La estrofa 3ª es el corazón del salmo: Dios hará fecundo al país, los hijos serán la gran riqueza (riqueza de empobrecidos). Son los que te van a defender en la necesidad (saetas). De esta manera, la vida sale de la infecundidad, aleja el fantasma de un país sin gente y renueva el ánimo para construir de nuevo la hermosa realidad del pueblo.

         La fecundidad es la defensa del humilde (viene a decirlo la estrofa 4ª). La vida del pobre puede ser fecunda si se confía y se engendra, se anima uno a crear vida en torno a sí. Para el orante de hoy, el salmo apunta a una fecundidad existencial, espiritual, más que física. Fecundos para Dios, fecundo para los hermanos y hermanas.

 

Desde Jesús

 

Con toda la vida hecha,

en el último tramo de la senda,

en la luz extinguiéndose,

en la desazón del otoño incierto,

en el silencio denso y recio,

en los porqué ya respondidos,

en las esperas sin aguijón,

con toda la vida hecha,

Jesús se puso en pie…

 

         Brillo velado el de sus ojos

por los paisajes familiares,

brillo cuajado

en mil emociones.

Ojos para ver

solo el fondo de las cosas,

el último albergue del corazón.

 

         Su cara de mil arrugas,

de mil recuerdos,

del mil olvidos,

de mil heridas,

estratos todos

de una montaña fuerte y tenaz.

 

         El gesto altivo,

el cuello erguido,

los hombros altos,

como quien ha vivido

pero no ha sido derrotado,

como quien ama sin esperanzas

pero sigue amante.

 

         Su pecho, ya cansado,

su corazón lento de andar:

tantos golpes,

tantas contradicciones,

tantos gozos guardados,

vividos,

gastados.

 

         Toda la energía

reconcentrándose en su vientre,

en sus tripas hondas,

en su mecanismo más secreto,

en su hondura de hombre.

Fuerza guardada,

inapagable fuego.

 

         Y aquellas piernas cansadas,

fuertes aún,

sabedoras de caminos,

de idas y de vueltas,

compañeras de gozos y desengaños,

en las sendas de los días hermosos

y en las sendas para olvidar.

 

         Y con él, su asado,

su vida hecha,

sus amores con él,

sus perplejidades con él,

sus anhelos con él.

 

         Con toda la vida hecha,

Jesús el Nazareno

se puso en pie:

podía olfatear

la llegada del Reino.

 

Orar en comunidad

 

         Podría cantarse (con la música de Manzano u otra) porque encierra un indudable gozo esta llamada a la fecundidad. Si se hace rezado, podría leerse “por turno”.

 

Contenido social

 

La confianza es un quicio del Evangelio. No se tiene sin más. Hay que trabajarla hasta el último aliento de la vida (quizá más en el último aliento). La confianza en las personas (para empezar) y en Dios puede ser cimiento de una sólida espiritualidad. Darla por cierta sin más, puede ser un error. Es un constructo, algo que se va experimentando.

La confianza va unida a la responsabilidad: si somos co-creadores con Dios no vale escaquearse. Hay que intentar hacer bien todo lo que se tiene que hacer. Y hay que darle horizonte a todo eso: no puedo hacerlo solo por obligación, por quedar bien, por ganar aprecio, por sacar algún beneficio. Hay una razón más de fondo: trabajamos con el Padre (como se dice en Jn 5).

Animarse a construir, a hacer caminos, procesos. No querer tenerlo todo enseguida y ya. Hacer caminos espirituales comprobados (de oración, de fraternidad, de ciudadanía). Romper esa dinámica empobrecedora de los actos puntuales, del pequeño momento.

Toda vida está amenazada de infecundidad. Fecundos en amor: esa es la vocación de toda persona, útil para cualquier opción de vida que se tome. Llenar el corazón del mayor número posible de nombres: he ahí la verdadera fecundidad, más allá de los límites físicos. Dichosa, sí, la persona que llena con estas “flechas” su aljaba, con los nombres en el corazón.

 

 

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SALMO 86

(Jueves III, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Posiblemente este salmo le era muy querido al orante israelita. Trata de uno de sus grandes amores: la ciudad de Jerusalén (aun hoy día siguen ello). El judío cree que si algo ha de hacerse de cara a Dios se tiene que hacer necesariamente en la ciudad santa. En ella la presencia de Dios, la gloria, se adensaba. Por eso, los salmos que cantan a Sión eran queridos.

         Según la 1ª estrofa, Dios ha manifestado desde antiguo su preferencia por Sión. Aunque todas las moradas de Jacob son tierra de Dios, Sión es especial: allí está el templo donde Dios “vive”.

         Por eso en la estrofa 2ª hay una especie de ecumenismo ciudadano: todas las razas pueden encontrar en Sión una casa si reconocen que allí está presente Dios. Es un ecumenismo ciudadano un tanto “supeditado”.

         Todo pueblo, según la estrofa 3ª, puede sumarse a la danza sacra que celebra la presencia de Dios en Jerusalén.

         Trasladándonos a nuestro hoy: ¿cómo ver la ciudad secular y sus modos de vida como campo propicio para la espiritualidad? ¿Cómo no apartarse de la ciudad por sus modos pocos religiosos?  ¿Cómo creer que la espiritualidad es también patrimonio de la ciudadanía de hoy? ¿Cómo orar fraternamente por la ciudad secular?

 

Desde Jesús

 

Como buen judío, Jesús ha tenido una relación intensa y nada fácil con la ciudad de Jerusalén. Si no hubiera decidido ir a ella al final de su vida, quizá su muerte no habría sido violenta como fue. Dice Lc 9,51 que cuando Jesús resolvió subir a Jerusalén “frunció el ceño” ante la ciudad. Jesús es lúcido: sabe que yendo a Jerusalén se corre un alto riesgo y más si, como luego sucedió, toca las estructuras sociales sensibles, el mercado en concreto. Pero ese alto riesgo no le hace desistir de su propósito. Es el amor el que le mueve, no una necia terquedad que le acarree absurdos problemas. Pablo también ha sido un apóstol arriesgado. El resumen de sufrimientos que le ha proporcionado la evangelización lo deja más que claro (2 Cor 11,16-33). Por lo dicho, quien anhele el seguimiento de Jesús ha de aprestarse al riesgo y ello será en proporción a la fuerza de su amor histórico, a la persona, al Evangelio. Si el dinamismo del amor es escaso, el seguimiento se desactiva. 

 

Orar en comunidad

 

         Por su carácter hímnico, le iría bien una música se ritmo vivo, como de danza. Quizá también una lectora lee el oráculo (estrofa 1ª y 2ª hasta “han nacido allí”) y otra la explicación (el resto del salmo).

 

Contenido social

 

La ciudad de hoy incluye sus búsquedas. Algunas de ellas puede conectar con nuestra espiritualidad:

·       La sensación de ausencia junto con la caducidad de referencias seguras y la búsqueda de amparo en estructuras, como las relativas a la familia, que se creían en enorme desprestigio. Porque esa búsqueda de amparo constitutivo en épocas de grandes turbulencias aparece como más evidente.

  • La ceguera de los ciegos mercados y la búsqueda de una solidaridad que se ve y se hace ver. Un tipo de solidaridad que cuestiona la banalización de la insensibilidad y que tercamente exhibe su anhelo de tocar la realidad. Una solidaridad aliada de la compasión de calidad.
  • La volatilidad de lo visible y la búsqueda de los rostros. Porque es cierto que todo parece volátil, “líquido”, como diría Bauman. Pero, a la vez, la búsqueda de rostros, de referentes, de personas y lugares en los que los ideales soñados se encarnen y aparezcan visibles y tocables resulta innegable.
  • La ocupación avasalladora de las máquinas y la búsqueda del corazón de las personas. Ya que frente a la innegable “extimidad”, como dice el mismo Bauman, de nuestra sociedad, ese afán por situarlo todo fuera y que respondan por nosotros las máquinas, se hambrea y se busca el contacto con la persona real, con su corazón, con su alma, con su intimidad.
  • La muerte o agonía de la política y la búsqueda de una política ciudadana y participativa. El nacimiento de grupos políticos alternativos es continuo. Es cierto que, normalmente, son absorbidos por las grandes corrientes o desaparecen. Pero indican, como los movimientos ciudadanos, que la búsqueda de una política humanizadora y justa (tanto si es participativa, como radical) no está muerta sino bien viva. Para muchos “se hace necesario que los ciudadanos se apropien de aquellos asuntos de carácter colectivo que afectan a su vida ciudadana”.
  • La cultura “corta”, de usar y tirar, tiene como oponente la búsqueda de la contemplación y del silencio. Muchas personas andan en esta gozosa búsqueda y dan con ella, aunque se sitúen en ámbitos de marginalidad. Estos dan con el valor escondido del silencio que nutre que está más allá de cualquier ruido e incluso de música invasora.
  • La cansada creatividad que ya no busca nada y la búsqueda incansable de lo que está “más allá”. Un más allá en el fondo del más acá, de la misma historia. Pero esa búsqueda hacia lo profundo no cesa, contra le evidencia del tsunami de superficialidad que parece que nos arrasa.
  • La orfandad familiar en sus formas más tradicionales y la búsqueda de abrazos en modos de relación nuevos que no suplen a la familia de siempre sino que son, en sí mismo, familiares. Porque son los abrazos reales los que engendran pertenencia familiar que conecta con la familia humana, la más verdadera.
  • El plomo tóxico del yo abrasador y la búsqueda desesperada del nosotros que abre posibilidades a lo nuevo. De ahí que las formas de vida comunitaria no cesan de reproducirse en modos siempre nuevos. Los diversos movimientos comunitarios de otras épocas cobran vida nueva en la actualidad.
  • El amor oscuro y la búsqueda constante de luz en ese ámbito de oscuridad. Oscuro por explotado, injusto, traficado. Buscando luz no solamente para lograr la legalidad sino la más elemental justicia con los seres humanos explotados. El mundo de la trata, de la prostitución, del tráfico de personas está pidiendo luz y muchas personas buscan en conjunto aportarla.
  • El dolor ignorado, ocultado, y el dolor de otros buscado, el dolor ajeno remediado. Porque quienes trabajando por hacer visible, y por ello curable, el dolor ajeno aportan mucho al mundo del dolor no solamente para su erradicación sino para su legitimación en el devenir humano. Con ello consiguen que el dolor no sea todo dolor, que no ocupe el todo del ámbito histórico.
  • El cuerpo aniquilado y la búsqueda del cuerpo amado. Ya que el destrozo de lo corporal ha sido siempre una constante en el devenir humano y como tal sigue en múltiples y refinadas formas. Pero también es que la búsqueda del amor y de los cuerpos que se aman sigue cautivando a la sociedad de manera evidente.
  • La muerte banalizada y la búsqueda del señorío sobre la muerte. Ya que parece claro que se oculta y, por otro lado, se banaliza la muerte en las formas de cultura actual. Pero muchas personas trabajan, desde diversos lados, por el señorío sobre la muerte, por humanizar las circunstancias y hasta el momento de morir. Su búsqueda es la que entiende la muerte como acto definitivo del vivir y, como parte de la vida que es, se quiere también enseñorear de ella.

En estas variables habrá que situar el mundo de las búsquedas humanas. De hecho, buscar se constituye en un irrefrenable afán por leer la realidad desde perspectivas nuevas, desde posiciones inhabituales, desde planteamientos no al uso. Esa mirada nueva es imprescindible para los trabajos, para la espiritualidad de la búsqueda. El hecho social está empeñado, en parte, en esos caminos de búsqueda. Desde ahí puede ser un aliado inmejorable de la espiritualidad franciscana que, tanto por espiritualidad como por franciscana, tiende a la búsqueda

 

 

20

SALMO 98

(Jueves III, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Es indudable el carácter hímnico de este trisagio (“Santo”: estrofas 2ª, 4ª  y 7ª). Pero en el fondo anida una convicción: Dios dicta un determinado concepto de moralidad. El fiel orante habría de ser cumplidor de tal  moral. La moralidad la dicta Dios (veremos que es un principio que será preciso superar) y de él parte (estrofas 1ª y 2ª).

         El primer componente moral es la justicia y el derecho (estrofas 3ª y 4ª). En contra de lo que pudiera esperarse, no se trata de una moral principalmente religiosa, sino sobre todo social. Se mira antes que nada a los comportamientos sociales para medir la calidad moral de la persona.

         Vienen después los comportamientos religiosos, los “mandatos” que vienen a través de los sacerdotes legisladores (estrofa 5ª). Para el judío que quiere cumplir la alianza esto resulta imprescindible. No se puede ser persona moralmente aceptable sin cumplir los preceptos religiosos. Aquí Jesús salta a otro nivel: la persona es digna antes que sus comportamientos religiosos específicos.

         La dureza de un Dios “vengador de sus maldades” no se compagina con la bondad creatural y, menos todavía, con la moral evangélica del perdón, la acogida y la misericordia.

 

Desde Jesús

 

         Hay páginas evangélicas que son como bofetadas. Nos desestabilizan porque tienen toda la razón y dejan al descubierto posturas de vida que son insostenibles. Esta del domingo de hoy es una de ellas.

         Dice crudamente que LAS PROSTITUTAS VAN POR DELANTE EN EL REINO DE LOS CIELOS (Mt 21,31). Tanta maldad con la que se les estigmatiza, tanto rechazo moral con que se las trata, tanto menosprecio que se vierte cuando se habla de ellas y ahora resulta que van por delante. No nos atrevemos a usar aquí la palabra habitual que empleamos para designarlas. Si lo hiciéramos, los bienpensantes se nos echarían encima. Pero ahí resuena la frase de Jesús en toda su crudeza.

         En el contexto de la parábola de los dos hijos que son enviados a la viña y en que uno dice que va, pero no va y el otro dice que no va pero termina yendo, quienes cumplen la voluntad del padre resulta que son los pecadores y prostitutas.

         Entonces, ¿qué? ¿Da lo mismo ser bueno que no serlo, llevar una vida moral ordenada, vivir respetablemente o de cualquier manera? No, pero el evangelio tiene planteamientos que habríamos de considerar:

  • Importa más la bondad del corazón que el comportamiento moral: no se desdeña éste, pero la raíz de lo humano es la bondad. De ahí brotan los mejores valores de la vida.
  • Estás equivocado si te consideras totalmente honrado y no ves tu incoherencia: ya dice el libro del Eclesiastés: “No hay nadie en la tierra tan honrado que haga el bien sin cometer nunca errores” (Qoh 7,20).
  • Si no eres comprensivo y compasivo con quien anda mal, no eres seguidor de Jesús: porque si algo define a Jesús es la compasión y esa misma habría de ser la característica de quien dice que cree en él.

Contaba el misionero comboniano Alex Zanotelli que, en su suburbio de Nairobi, decía a las chicas que iban a los burdeles de la ciudad: “No vayáis, el sida os mata”. Y ellas respondían: “Padre Alex, ¿qué es peor, morirse de hambre o morirse de sida?”. Y no sabía qué decirles. “Son, decía el misionero, las que entran en el reino”.

 

Orar en comunidad

 

         Como himno que es, habría de ser cantado o recitado. Pero como tiene también un cierto componente reflexivo podría ser leído por una lectora (la asamblea cantará al final de las estrofas “ª, 4ª y 7ª “Sanctus, Sanctus, Sanctus Dominus Deus Sabaot” de Taizé u otro) o proclamado entre todas estrofa tras estrofa.

 

 

 

 

Contenido social

 

Lo que triunfa con el impulso ético ilustrado, la tolerancia religiosa, y la separación Iglesia-Estado, es la idea de la esencial igualdad moral de los seres humanos al margen de sus convicciones religiosas; la idea de que no es la religión lo que confiere su calidad moral a las personas, sino una condición anterior que no es moralmente lícito ignorar en nombre de religión alguna y que no debe ceder ante consideraciones de carácter religioso. Esa igualdad constituye el núcleo de la ética contemporánea, y con ella también de toda política justa, porque exige del poder que no haga distinciones en la estatura moral de sus ciudadanos.

Y esa idea de dignidad humana que sustenta todo el edificio de la moralidad laica se funde con la noción de autonomía de la persona como capacidad de conformar en libertad y a partir de sí las convicciones morales y los principios que han de presidir el proyecto personal de su vida.

Pues bien, esa dignidad de ser moralmente autónomo se le confiere a toda persona humana en condiciones de plena igualdad. No procede ir detrás de esas conquistas éticas, y menos en contra de ellas. Pueden presentarse abundantes textos papales que, en su día, trataron a tales derechos de errores morales absolutos. Por no mencionar algo que pervive aún en casi toda moralidad religiosa: la posición de la mujer en un plano subalterno que le niega el acceso a la jerarquía y la gestión del misterio. Hoy todo eso va siendo superado.

 

 

 

 

 

 

 

 

21

SALMO 131

(Jueves III, Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         Es un salmo procesional que está en el marco del salterio de las subidas: el peregrino que sube a Jerusalén anhela, sobre todo, entrar en el templo, lugar donde se adensa la gloria de Dios. Para el creyente del AT es el cielo en la tierra. Ahí se “toca” a Dios.

         Es el hombre, David, el que está preocupado porque Dios tenga una morada (estrofas 1ª-4ª). Es paradójico: ¿cómo va el hombre a construir una morada al Dios que ha creado todo? Pero el orante, llevado de su anhelo religioso, cree que podrá darle a Dios una morada digna. Tendría que haber mirado a la creación y haber hecho de ella, de la historia, el lugar propio donde Dios habita.

         La segunda parte del salmo (estrofas 5ª-9ª) remacha lo dicho: Dios desea vivir en Sión. Y quien guarda la alianza posrá vivir en la casa de Dios. El evangelio tiene otra visión: Dios se ha quedado en el fondo de la historia (Jn 14,23). No habrá que salir de historia, sino ahondar en ella.

 

Desde Jesús

 

Tocar el paradigma es tocar el “magro” de muchos cristianos. Por eso, esto hay que plantearlo para quien de verdad piense que ahí puede haber un beneficio. Si no, mejor dejarlo. Repasemos algunos puntos esenciales:

  • Jesús es hijo de Dios: Es una afirmación muy griega, muy cartesiana si se nos apura. Por más que los evangelios lo afirmen, ellos no lo entienden en la manera del catecismo. Por eso mejor decir: Jesús es el revelador del amor del Padre. Por su comportamiento sabemos no solamente que Dios nos ama, sino cómo ama: perdonando, no juzgando, generosamente, sin hacer distinciones, siendo compasivo con los frágiles, etc.
  • Jesús es la segunda persona de la trinidad: Ahondando en la metáfora trinitaria, Jesús es el hombre de profunda relación,  ese que llega hasta ese fondo de difícil entrega que es nuestra propia individualidad y con ese fondo entra en relación.
  • Jesús es el redentor: Lo que supone admitir el pecado, la caída, la necesidad de alguien que se sacrifique. Lo creado es como es, no tiene una mancha a priori (lo relativo del tema del pecado original). Por tanto, no hace falta un redentor. Vale más decir que Jesús es el fundamento del ser,  el cimiento sobre el que se asienta lo creado porque es el cimiento del amor.
  • Jesús está en el cielo: Mantener esto con lo que nos dicen hoy los científicos es hablar un lenguaje premítico. Podría decirse que Jesús es la fuente del amor, ya que el amor es el verdadero cielo y Jesús ha impulsado ese cielo en su breve historia humana hasta el punto de bajar a esa fuente de la que brota el amor y la belleza.
  • Jesús ha vuelto al cielo: No tiene esta visión Jn 14,23: “vendremos a él y nos quedaremos a vivir con él”. Es acompañante  que ha quemado las naves poniéndose de manera definitiva a nuestro lado, con lo que se está queriendo decir que Dios está a nuestro lado con todas las consecuencias.

 

Orar en comunidad

 

         Mejor recitarlo o salmodiarlo uniendo las dos partes en que lo divide la LH. Por su carácter procesional podría recitarse en el claustro entrando en el coro para el cántico de Ap 11.

 

Contenido social

 

Es preciso percatarse que gran parte del esfuerzo misionero, si exceptuamos el de épocas muy recientes, ha tenido como mayor preocupación la cristianización y no tanto la  cristificación (en la terminología de T. Catalá). Efectivamente, la misión que cristianiza es aquella que tiene como finalidad última el aumento de creyentes que se afilien a la iglesia católica. Este tipo de misión hace de la catequesis y de la sacramentalización sus principales armas. Sin embargo, la misión preocupada por la cristificación desea que a través de su obra evangelizadora, ejercida sobre todo en el terreno de lo social, la sociedad vaya incorporando cada vez más los valores evangélicos con los que Cristo ha vivido y nos ha animado a vivir. Esos valores los vemos reflejados en múltiples páginas de los evangelios y hacen referencia a la libertad, al respeto, al amor, al servicio, a la tolerancia, a la entrega, a la generosidad, al acompañamiento a los débiles, etc. (véase notoriamente la catequesis de Mc 9,31-10,30). Si, por la mediación evangelizadora, la sociedad va incorporando cada vez más esos valores básicos, arquetípicos, es cuando se va cristificando y la misión cristiana ha logrado su éxito. Esa es la manera como la historia se convierte en templo de Dios, algo más profundo que el templo del culto.

 

 

22

SALMO 50

(Viernes III, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Es difícil entender la fe cristiana sin recurrir al sentimiento de pecado. Esto no es solamente ver el pecado cometido, sino también generar una mentalidad, unos sentimientos, un estado anímico que te define, de primeras, como pecador. No se te percibe como criatura fruto del amor del Padre, sino, ante todo, como criatura pecadora. La doctrina del pecado original y de las “fotocopias” ha sido terrible.

         El mismo Sal 50, considerado una cumbre dentro de los salmos penitenciales, ha sido leído desde ahí. La primera parte describe la vida en el ámbito del pecado; la segunda en el de la gracia (técnica pedagógica empleada también en Romanos: empezar por lo negativo para construir lo positivo). Pero es la primera parta la que ha prevalecido y ha hecho desaparecer a la segunda. La gracia se ha esfumado; el pecado y su espiritualidad lo han copado todo. Es hora de dar un giro a todo esto.

         Como decimos, la primera parte del salmo (estrofas 1ª-5ª) describe el dominio del pecado con el mantra de la culpa-pecado-delito-maldad repetido machaconamente. Esto se ha metido en el corazón de los creyentes (el Papa pide que se rece por sus pecados; Boff se denominaba “teólogo y pecador”). Poco a poco vamos dándole otro giro.

         La segunda parte (estrofas 6ª-9ª, la 10ª es un añadido) describe la vida en la alegría de la salvación; algo de eso es la gracia. Una gracia que tiene que ver con la justicia, que no es algo dado sin trabajo. En cualquier caso, Dios no nos quiere “quebrantados y humillados”, aunque sí humildes. Nos quiere erguidos en la altura de nuestra estatura humana, sin ser soberbios por encima de ella. Este salmo ha de ser reelaborado por nuestra espiritualidad cristiana para que no sea más leña echada al fuego de la culpa.

 

Desde Jesús

 

         Vemos en muchas escenas del evangelio que Jesús ha sido un liberador de la culpa:

  • Dice en Lc 14,5 que en sábado también hay que sacar de la zanja a la persona que está oprimida por la ley y por la culpa.
  • En Mc 3,5 se insta al hombre de la mano atrofiada a que extienda el brazo (el malo o el bueno), a que desarrolle sus potencialidades liberándose de trabas.
  • En Jn 5,1-9 se libera al paralítico de la camilla que lo tenía atado de por vida diciéndole que dentro de él anida la fuerza de la vida.
  • En Jn 8,11ss se dice a la mujer sorprendida en adulterio que nadie le condena porque no pesa condena alguna sobre la dignidad creacional.

Definir a Jesús como un “liberador de culpas” sería inusual, pero no inexacto.

 

Orar en comunidad

 

         Si se hace a dos coros, bien. Quizá se podía distinguir entre la primera parte (una lectora) y la segunda (toda la asamblea) para dar más énfasis a la segunda.

 

Contenido social

 

         Verse libres de la culpa es, dicho de manera positiva, sentírse llamado a construir un cierto señorío sobre nuestras propias vidas. Para muchas personas, para una notable parte de la humanidad, hablar de señorío sobre sus vidas puede parecer insultante de tan dura y oprimida que es su existencia. Para el resto, sin ser la cosa tan dramática, sin ser algo tan extremo, puede resultar ilusorio hacer la propuesta de un enseñoreamiento del camino histórico. Y, sin embargo, hay algo en las entrañas de lo humano que le hace aspirar al señorío y no al sometimiento. Ni siquiera la culpa de fondo o el pecado religioso añadido logran extinguir ese anhelo.

         Pero este señorío, si es que se considera una utopía sostenible, no va a venir llovido del cielo, sino que ha de ser construido pieza a pieza, esfuerzo a esfuerzo, alternando fracasos con éxitos.

         El evangelio marca las sendas de lo que puede llevar al señorío de lo humano más allá de la fragilidad. En primer lugar  es una cuestión de lucidez ante la evidencia del sistema y nuestra pertenencia inevitable a él. Mientras se le haga el juego al sistema de manera indiscernida, éste se frota las manos. Por eso, todas las sendas sociales “adespóticas”, alternativas, tanto en economía como en pensamiento político son el camino para el señorío. Que el sistema se presente como un torrente que anega el todo de la vida social no ha de ser óbice para pensar que tal torrente puede ser en parte sorteado y con ello, de alguna manera, frenado.

         Además resulta necesaria la conciencia de responsabilidad personal y colectiva. Echar el peso de la construcción del señorío a fuerzas ajenas a uno mismo, es inhibirse del trabajo que a cada cual corresponde para que este asunto pueda, siquiera, alborear. El sistema desrresponsabiliza; ahí se halla uno de sus recursos. Y cuando nadie es responsable, el proceso se detiene. Por eso es tan necesario el compromiso privado y el público. Pretender señoríos esquivando la responsabilidad es pretender lo imposible.

         Una tercera senda es aquella que humaniza,  que sana en la base de lo humano. La preocupación por la humanización es la primera de todo proceso de construcción del señorío y de toda espiritualidad. Una humanización de los sectores más delicados y resbaladizos de la existencia humana, como son los asuntos que tocan a la vida (manipulación genética, ingeniería genética, ética de los límites, etc.), por problemáticos que sean, contribuyen de manera decisiva al enseñoreamiento de la vida.

         Finalmente un cuarto camino es mantener viva la fe en las posibilidades de las personas. O lo que es lo mismo: mantener viva la certeza de la bondad esencial de lo humano, por encima del torrente de maldad que anega el caminar histórico. Si se pierde esta fe, hablar del señorío de la vida es impensable.

         Puede parece que hablar de “señorío” es algo de una soberbia histórica inaceptable, vista la insignificancia que el planeta tierra representa en el conjunto del cosmos. Pero el anhelo no es proporcional a la magnitud física sino a la del corazón. Y ese anhelo de una vida “señorial” en los límites de la historia es algo permanente en el dinamismo utópico de la vida.

 

23

SALMO 99

(Viernes III, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Es evidente que este breve salmo es un himno procesional en el que un coro va desgranando su idea de Dios el pueblo responde con el verso último a las repetidas invitaciones: “El Señor es bueno…”. Porque esa es la certeza principal del salmo: Dios es bueno su misericordia va más allá de cualquier edad y su fidelidad es inquebrantable.

         La estrofa 1ª propugna un servicio a Dios “con alegría”. Porque se sabe que Dios es simplemente bueno, creer no es un peso sino una alegría. Creer tendría que llevar a un respiro del corazón a un horizonte de amplitud.

         La estrofa 2ª incide en la conciencia de que se es “pueblo” de Dios por el que se preocupa y ampara. Somos comunidad cuidada por la bondad de Dios. ¿Cómo no cantarla reiteradamente?

         La estrofa 3ª pone el acento en las consecuencias de la bondad de Dios: si se cree en ella, brotará imparable la acción de gracias. Dar gracias al Dios que es esencialmente bueno nos ha de llevar a una vida crecientemente agradecida.

         Creer y cantar al Dios bueno siempre es una tarea espiritual que sigue siendo necesaria porque se ha inoculado en nosotros la tóxica doctrina de un Dios justiciero que, al final, termina siendo tan exigente y cruel como nosotros. El Dios de Jesús conecta con la certeza del salmo: Dios es bueno y no hay más. No acotemos la amplia bondad de Dios con nuestras exigencias mezquinas.

 

Desde Jesús

 

Hay pasajes tan claros en el evangelio que, quizá, al tratar de explicarlos, los enturbiamos. Uno de ellos es el relato de los obreros llamados a la viña y pagados por igual descansa en esa pregunta que el dueño lanza a uno: ¿VAS A TENER TÚ ENVIDIA PORQUE YO SEA GENEROSO? (Mt 20,1-16). ¿Por qué nos causa problema que Dios sea generoso? ¿A quién le molesta? ¿Oes que pretendemos que sea generoso con nosotros y tacaño con los demás? ¿O preferimos a un Dios ruin al que hay que estar sacándole las cosas a fuerza de promesas, votos u oraciones?

 

         Llevados por el mecanismo religioso que entiende a Dios como un mago que reparte dones a cambio de plegarias, nos vamos a ir a la tumba sin haber entendido que Dios es generosidad y que rogarle lo que ya nos ha dado no tiene mucho sentido. Dios está de nuestra parte; no necesitamos intercesores porque él nos ama. Jesús se ha empeñado en mostrarnos este perfil del Dios generoso.

         ¿Dónde podemos percibir la generosidad de Dios?

  • En la creación: millones de galaxias, millones de neuronas en el cerebro, millones de espermatozoides para fecundar un solo óvulo. La generosidad de Dios, por millones.
  • En el milagro de mantenernos en vida: nuestro sistema inmune rechaza ocho mil ataques diarios. Cualquiera de ellos podría llevarnos a la muerte. Estar vivos es un milagro.
  • En la bondad indudable de los corazones: porque hay mucho mal pero el bien supera al mal, aunque no nos lo creamos.
  • En el amor de quienes se entregan a los demás: porque en las más duras situaciones, hay personas que se entregan.

Si entendiéramos a Dios como alguien totalmente generoso con nosotros, nos sería más fácil entendernos y vivirnos con generosidad hacia los demás. Dice FT 195 con toda razón: “La seguridad de que no se pierde ninguno de sus trabajos realizados con amor, no se pierde ninguna de sus preocupaciones sinceras por los demás, no se pierde ningún acto de amor a Dios, no se pierde ningún cansancio generoso, no se pierde ninguna dolorosa paciencia”.

         Vamos a leer un viejo relato de Rabindrantah Tagore que habla de la generosidad.

“Iba yo pidiendo, de puerta en puerta, por el camino de la aldea, cuando tu carro de oro apareció a lo lejos, como un sueño magnífico. Y yo me preguntaba, maravillado, quién sería aquel Rey de reyes. Mis esperanzas volaron hasta el cielo, y pensé que mis días malos se habían acabado. Y me quedé aguardando limosnas espontáneas, tesoros derramados por el polvo.La carroza se paró a mi lado. Me miraste y bajaste sonriendo. Sentí que la felicidad de la vida me había llegado al fin. Y de pronto tú me tendiste tu diestra diciéndome: “¿Puedes darme alguna cosa?”.¡Ah, qué ocurrencia la de tu realeza! ¡Pedirle a un mendigo! Y yo estaba confuso y no sabía qué hacer. Luego saqué despacio de mi saco un granito de trigo, y te lo di. Pero qué sorpresa la mía cuando al vaciar por la tarde mi saco en el suelo, encontré un granito de oro en la miseria del montón. ¡Qué amargamente lloré de no haber tenido corazón para dártelo todo!”

 

Orar en comunidad

 

         Al ser uno de los salmos “invitatorios” se sabe cantado. También se podría leer cada estrofa respondiendo la asamblea con el estribillo final: “El Señor es bueno…”. Así se subraya la bondad de Dios reiteradamente.

 

Contenido social

 

No habrá que dejarse arrastrar por el “piensa mal y acertarás” del pensamiento de corazón negativo. Al contrario: pensando bien es como se acierta y actuando bien. Esos son los caminos de quien ha entendido como una enorme suerte la  diferente manera de vivir con un corazón sin mal.

         Es preciso hacer un acto de fe continuado en la bondad del corazón humano, algo más difícil que profesar una fe en Dios. Creer en el otro como una manera de creer en Dios. Ambas fes van unidas y se necesitan intrínsecamente. Hay que trabajar este terreno sin desfallecer.

         Y junto a esa fe, las buenas palabras que son el lenguaje de quien entiende la mística del corazón sin mal. Las malas palabras son una siembra de sal que impide y bloquea la suerte de vivir con un corazón sin mal.

         Y con esas buenas palabras, los gestos sencillos de bondad que pueden abrir la puerta a ese “corazón de carne” del que nos hablan las viejas profecías (Ez 36,26). Ese es el corazón sin mal, lo contrario del “corazón de piedra” que no se ablanda ni con las lágrimas de los pobres.

 

 

24

SALMO 134

(Viernes III, Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         Este es uno de los salmos con los que tenemos dificultad por eso de que “mató a reyes poderosos…”. Hay que leerlos con un poco de perspectiva: se recuerdan las acciones liberadoras de Dios en la historia para concluir que nuestra fe ha de tener efectos liberadores en nuestra persona, en nuestra comunidad y en la misma sociedad. Una que oprime no es la fe del evangelio. Si las tareas de la fe no ensanchan nuestro corazón no estamos bien situados. Más aún, la liberación que propugna el evangelio (en eso se supera el salmo) no es a costa de nadie, sino a favor de todos. Nadie sale perjudicado con una fe que libera; todos salen ganado.

         Dios libera, en primer lugar, por el donde la creación (estrofa 3ª). Es un regalo de amor lo que Dios nos ha hecho al crearnos y al rodearnos de las creaturas del cielo y de la tierra.

         Dios libera sacándonos de las garras de reyes poderosos (estofa 6ª), nos libera construyendo una sociedad donde el bien no muera y el mal no tenga la última palabra.

         Dios libera cuando la idolatría (estrofa 8ª-9ª) amenaza la vida social. La economía neoliberal que mata, el individualismo, etc., son los ídolos que están llamados a ser derribados.

 

Desde Jesús

 

 El recuerdo liberador de Jesús está en los pliegues escondidos de lo último de la experiencia creyente. Pero ahí está. Es que la comunidad cristiana, más allá de sus avatares, de su camino sembrado de fracasos, de sus días tan lejos del Evangelio, de sus veredas equívocas ha conservado vivo el recuerdo de Jesús. A veces ese recuerdo no puede paliar la decepción del abandono de la utopía evangélica; otras veces se convierte en aguijón para las tremendas incoherencias en que se mueve el hecho religioso; algunas también es consuelo, caricia y perdón para los días errados, para las sendas desviadas. El asunto está en si es un recuerdo “peligroso” o simplemente rutinario y adormecedor. “En la fe, los cristianos realizan la memoria passionis, mortis et resurrectionis Jesu Christi; en el acto de creer recuerdan el testimonio de su amor, en el cual amor se manifestó el reinado de Dios entre los hombres por el hecho mismo de que el dominio del hombre por el hombre comenzó a derrumbarse, de que Jesús se puso de parte de los insignificantes, los marginados y los oprimidos, proclamando así el advenimiento del reino de Dios como fuerza liberadora de un amor sin reservas. Esta memoria Jesu Christi no es un recuerdo que dispense engañosamente de los riesgos del futuro. Al contrario, implica una determinada anticipación del futuro, como futuro de los que no tienen esperanza, de los fracasados, de los acosados. Es, pues, un recuerdo peligroso y liberador que constriñe y cuestiona nuestro presente, porque no nos trae a la memoria un futuro abierto cualquiera, sino precisamente este futuro concreto, y porque obliga a los creyentes a transformarse constantemente, para dar razón de este futuro” (J.B.Metz, La fe, en la historia, p.101-102). Esta comprensión mística del recuerdo de Jesús es la que puede hacernos escapar de una rutina paralizante.

 

Orar en comunidad

 

         Al salmo, de bajo nivel poético, le va bien una salmodia sencilla. La estrofa 6ª podría ser suprimida sin más.

 

Contenido social

 

El anhelo de una vida sin miedo ante Dios ha llevado a elaborar lenguajes liberadores que hoy son una vía abierta. En primer lugar está el lenguaje de la plegaria desinteresada. Gran parte de la oración de petición (modelo que ha fagocitado a los demás) es una plegaria interesada: se trata de sacar algo a una divinidad que se muestra “tacaña”. Pero también hay una plegaria que se expresa en deseos de luz, en anhelos de aceptación y en la percepción de que los caminos humanos pueden abrirse al acompañamiento cierto de Dios a nuestra vida. Es otra manera de entender la oración y de hablar a Dios y de Dios, oración más allá de la necesidad y del deseo.

         En segundo lugar, el lenguaje de la confianza es otro cauce eficaz para el control y la superación del miedo a Dios. Elaborar, mediante la confianza, la certeza del Dios acompañante, que sostiene porque es fundamento del ser, cimiento de la vida en amor, base del corazón ofrecido, puede generar un lenguaje que sosiegue, que asiente la vida, que lleve a la paz, que empuje al coraje necesario para afrontar la existencia. El lenguaje de la confianza es sosegado y dinamizador a la vez.

         Podría contribuir, en tercer lugar, al lenguaje que se libera del miedo a Dios el propio de la responsabilidad social sabiendo que entregarse al otro es construir la utopía de Jesús dando cuerpo al sueño del reino. El lenguaje de la ofrenda social es el propio de quien ha entendido que el logro de la humanidad pasa por la entrega de cada ser. Ello conduce a recrear modos de hablar que apuntan al logro de lo humano: sentirse corresponsables, mirar en la dirección del caído al borde del camino, saber que estamos conectados, creer en la comunión de la vida y su sentido primordial. Son lenguajes que, todavía, nos suenan lejanos. Pero cada día se acercan más a nuestras calles.

         Finalmente, el mismo lenguaje de la increencia es un camino enorme de liberación del miedo. Posiblemente supone un respiro para muchas personas. Por eso mismo, ese lenguaje que derriba ídolos, cuestiona aprioris, relativiza dogmas, ayuda  a caminar en la dirección de un horizonte de plena autonomía que, por otra parte, no supone desconexión.

 

 

25

SALMO 118,143-152

(Sábado III, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

El gran Sal 118, el salmo de la Ley, de la Palabra, más allá de su hechura rígida (salmo alfabético, nombres repetitivos de la ley: voluntad-decreto-precepto-sendero-consigna-mandato-   mandamiento-ley), es un salmo muy interesante porque encierra un amor irrefrenable a la Palabra y acuña expresiones de una gran hondura espiritual.

En esta letra Coph (es un salmo alfabético) se encuentra esta perla: “con tus mandamientos dame vida”. La Palabra no es sobre todo para leerla, orarla, meditarla sino, sobre todo, para engendrar vida. Frecuentar la Palabra es camino de vida: cuanto más amas la Palabra, más intensamente has de vivir la vida, con más interés, con más agradecimiento.

Y, por ello, más vida has de generar en torno a ti: mejor relación, más colaboración, más calidez de vida. Recibir la vida que viene de la Palabra demanda trasmitirla a uno mismo y a los demás.

Este salmo apunta ya a la celebración del domingo, día de la resurrección y de la Palabra. Un domingo sin Palabra sería una realidad muerta. Aprestarse a recibir la vida que viene de la Palabra es la mejor posición para vivir cristianamente el domingo.

 

Desde Jesús

 

Todos sabemos que Jesús tiene una propuesta que incide más en la salud que en el pecado. Es cierto que muchos textos evangélicos unen las dos cosas. Pero, en realidad, Jesús, hombre religioso sin duda, ha descubierto que el deseo principal del Padre es que la persona tenga vida. La manera de lograr esto no ha sido el camino (peligroso) del cumplimiento de las normas sociales y religiosas sino el camino del amor, la solidaridad, el acompañamiento, los caminos compartidos.

         Jesús no conculca la moral establecida, pero pone el acento sobre el valor de la persona. No condena a nadie porque el Padre tampoco condena; no expulsa a nadie de los banquetes porque el Padre tampoco expulsa; no excluye a nadie de su compañía, porque el Padre tampoco excluye. En su comportamiento curativo (Jesús envía a sus discípulos a curar), comprendemos que el Padre quiere derramar salud en el camino humano hasta llegar a la salud plena.

         Por eso se entiende que la primera comunidad cristiana comprendiera que las curaciones, la devolución de toda salud, era el signo claro de la venida del reinado de Dios. Éste se acercaba porque había curación, porque aumentaba el nivel de salud. Y no únicamente salud física, sino global, total.

         Caminar en la propuesta de Jesús es hacer propósito de engendrar salud en torno a uno. No estamos hablando únicamente de la salud física sino de la psicológica, espiritual, social, familiar, etc. Se puede decir que uno es cristiano en la medida en que su vida cura. Si no curamos a nada ni a nadie, nuestra vida no es como la de Jesús.

 

Orar comunidad

 

         Lo puede proclamar toda la asamblea al unísono como compromiso colectivo ante la proximidad del domingo, día de la Palabra.

 

Contenido social

 

         Francisco de Asís fue cantor de la vida. Nosotros que vivimos con el hermano Francisco, nosotros, León, Rufino, Silvestre, Clara, le escuchamos cantar muchas veces. No tenía una gran voz, pero cuando cantaba se asomaba el alma su garganta. Cantaba con pasión. Así lo veíamos.

         No os diremos nada de las canciones de nuestra juventud, en aquellas francachelas que montábamos por las calles de Asís. Los vecinos nos detestaban porque rompíamos sin miramientos el silencio de la noche. Eran las canciones del vino y del jolgorio.

         Su padre Pietro, que hacía negocios de telas con la Provenza, le enseñó algunas cancioncillas en francés. Las cantaba cuando estaba particularmente contento. Al volver de estar con el papa de Roma cuando nos dio su bendición, iba Francisco por el valle de Rieti cantando en francés. Nosotros escuchábamos aquella melodía que dice: “Douce dame jolie”. La habíamos cantado muchas veces; pero entonces era como si se la cantara a otra dama.

         Había momentos en que no se podía contener. Es cierto eso que dicen sus biógrafos de que, lleno de una alegría imparable, cogía dos palos del camino y los frotaba como si fuera un violín acompañando su canto. Su rostro era otro; su mirada tenía el brillo de los ojos de los niños.

         Pero su mejor canto fue, sin duda, el que vosotros llamáis el “Cántico de las criaturas”. Él lo llamaba el canto a “Messor Sole”. Es cierto que lo fue componiendo, poco a poco, a lo largo de su vida. Pero fue al final, cuando más enfermo estaba, cuando le dio el toque definitivo. Es un canto que se abre paso a través de las lágrimas, que brota de las horas de más densa penumbra, que se yergue sobre el dolor y la pena. Cuando peor se encontraba, se sentó y cantó.

Y cantó al Dios que se hace humano, que se sitúa en lo más bajo de la creación para reconocer su dignidad. Cantó al coro de lo creado, la hermosura que reside en la conjunción y belleza de ese coro al que Dios mismo ofrece su amor y se anonada en él.  Vio que la contemplación de la creación no puede hacerse sin espíritu de familia y ello mismo le llevó a ver que no es lícita ninguna violencia contra familiares, por lo que es preciso tratar a la creación con el cuidado esencial del amor. Para Francisco, cantar a las creaturas no puede hacerse sin anhelar esa conciencia cósmica de fraternidad.

La creación y el canto fueron el consuelo que, a veces, le negamos los mismos hermanos. No tenemos constancia de que sea cierta aquella leyenda que dice que Francisco, cuando estaba para morirse, pidió a un hermano músico que aliviara su dolor tocando para él. El superior se lo prohibió porque los vecinos iban a pensar que los frailes estaban de zambra. Por la noche, un ángel del cielo tocó para él la más dulce de las melodías. Eso nos contaron.

Lo que sí sabemos es que recibió a la muerte cantando. ¡Manera única de recibir a quien tanto se teme! Es que él ya había entendido aquello del evangelio sobre la alegría que nadie os podrá arrebatar. El canto de Francisco sobrenadaba las dificultades de la vida y conectaba con el amor a Jesús y a sus hermanos, amor limpio y fresco como las aguas más escondidas de la montaña. Cantó porque amó.

 

 

 

 

26

SALMO 116

(Sábado III, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Este breve salmo es una joya. Es la experiencia que Israel ha sacado del tiempo tremendo del exilio en que estuvo a punto de desaparecer del mapa: Dios, a pesar de todo, es siempre misericordioso y fiel.

         La misericordia de Dios sigue ahí por mucho que haya sido el alejamiento de la alianza. Dios tiene frágil memoria para el mal y recuerda la bondad vivida. Su misericordia está por encima de cualquier pecado.

         Y, además, es fiel, no desiste de amar, no se quiebra porque no se le devuelva el amor que él da. Espera siempre y ampara siempre.

         Estas son las certezas de este pequeño salmo. Orarlas de corazón puede ayudar a que pasen a ser certezas nuestras.

 

Desde Jesús

 

La figura de Pedro en los Evangelios es, globalmente hablando, la de un fiel a Jesús que tiene grandes dificultades personales y sociales para entender y asimilar los dinamismos del Reino. Este texto lo refleja:

¡Simón, Simón! Mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como el trigo, pero yo he rogado por ti para que no llegue a faltarte la fe. Y tú, cuando te conviertas, afianza a tus hermanos. Él le repuso: - Señor, contigo estoy dispuesto a ir incluso a la cárcel y a la muerte. Replicó Jesús: - Te digo, Pedro, que no cantará el gallo antes que hayas negado tres veces que me conoces (Lc 22,32-34).

Este texto viene, lógicamente, después de Lc 19,29-40, la entrada anti-mesiánica (porque entra como en rey de paz, en Jn ni entra) en Jerusalén. La gente, y los discípulos (Pedro que los representa), han vivido esa escena como una realidad de mesianismo político y nacionalista: ahora se va a ver que Dios hace de Israel el centro del mundo, ahora vamos a salir de la opresión y la pobreza, ahora nos va a tocar mandar, ahora seremos fuertes y temidos, etc. De ahí ese grito de victoria Hosanna (¡cómo ha quedado en la misa, aunque trasformado por la teología y por una cierta “ignorancia”!). Esta es la gran tentación de Pedro y de todo el discipulado, tentación Satánica. Es la tentación del brillo, del número, del poder, de la relevancia. Tentación sempiterna en la estructura humana y en las estructuras sociales, fraterna. No podemos comprender la realidad de un Jesús “menor” (de un Dios igualmente menor). Esto va a ser una “criba”, una herramienta de discernimiento: se va a ver quién es quién en la medida que se acerca uno o se aleja de la notoriedad, del brillo, del espectáculo televisivo.

Tiene que venir en ayuda la oración de Jesús: “he rezado por ti”. Cuando esta oración es necesaria, es que la imposibilidad humana es manifiesta (como en Jn 14,14). Contando con la oración de Jesús se puede intentar andar los caminos de la fidelidad aunque el brillo nos tire como la luz a las mariposas. Resulta estremecedor que la oración de Jesús por Pedro es “para que no llegue a faltarte la fe”. ¿A qué se refiere? A la fe en un Mesías pobre, sin brillo, entregado, oculto. Pedro tiene esa fe muy débil, porque lo que anhela el fondo de su alma es la fuerza y la relevancia. El logro de una fe humilde es el objeto de la oración de Jesús. Esa fe es compatible con la debilidad real de la persona. Y, desde ahí, la posible vida en fidelidad se hace cercana. Hasta Pedro, tan tentado, podría vivirla.

Por eso mismo, Jesús le mantiene a Pedro su propia fidelidad: “cuando te conviertas, afianza a tus hermanos”. La defección de Pedro no va a ser obstáculo para mantenerle a Pedro la confianza y su función (la llamada “función petrina”. Confirmar la fe sus hermanos). Por eso, uno que ha fallado podrá confirmar la fe. No es la calidad de su fe (es una fe que ha fallado) el aval de su ministerio petrino, sino “la conversión”, es decir, la vuelta a la vivencia del Jesús humilde y entregado. Desde esa vivencia de la fe menor, oculta, sin brillo, podrá confirmar la fe de sus hermanos. (La plena conversión de Pedro requerirá un largo proceso: Lc 22,54-62; Hech 10,11-16; 11,5-10; 12,11.17). Es una maravilla que Jesús mantenga su fidelidad a Pedro a pesar de su tentación hacia el brillo y su caída cuando le entrega de Jesús muestre toda su pobreza (la cruz). Pero también es una maravilla que Pedro pueda llegar a situarse en otro terreno, en el terreno de la fe pobre, verdaderamente mesiánica. Fidelidad de Jesús y fidelidad de Pedro se entremezclan (aquí se llega al cruce de ambas fidelidades, porque no hacemos nada con decir que Jesús, o Dios, es fiel sin percibir que la persona puede ser fiel si se “convierte” a la fe pobre).

La buena voluntad de Pedro, incluso su indudable amor a Jesús quedan de manifiesto en su respuesta generosa pero insensata. Quien vive en el brillo no mide el alcance de sus propuestas. Suele ocurrir que todo ese brillo queda luego realmente en nada o en casi nada. Resulta estremecedora (por inconsciente) la respuesta de Pedro. Da la impresión que le viene a decir: no necesito tu oración para nada; tengo suficiente fuerza dentro de mí para mantenerme en la fidelidad (en realidad, esa fuerza no es sino su ambición, su anhelo irrefrenable de participar en el posible triunfo del mesías brillante, su indiscernido sueño de salir de la pobreza y la irrelevancia que constituyen su vida de persona ignorada). Hay entregas que encierran en su último pliegue un formidable egoísmo.

Jesús de dirige ahora no a Simón, sino a Pedro, a un obstinado, a uno que no ve el alcance de sus posturas: la traición será el tocar fondo de Pedro. Ahí se convencerá de que es preciso ir por otro camino. Desde ahí entenderá que la fidelidad solamente podrá ser un logro desde la vivencia de una fe pobre, menor, humilde, “dejándose llevar a donde no quiere” (Jn 21,15). Una vivencia de la derrota de su Jesús, de su muerte y abandono, es el comienzo de un camino de posible fidelidad. Jesús cree que Pedro es capaz de hacer ese duro camino. No es de extrañar que le mantenga la fidelidad, la tarea de confirmar la fe.

El gallo era, para los antiguos judíos, un animal diabólico (“Si quieres comprobar la existencia del diablo, echa cernida alrededor de tu cama y verás, a la mañana siguiente, las huellas de la las patas de un gallo”, dice La Mishna). El gallo te va a vencer, se le dice a Pedro. Aun así hay posibilidad de fidelidad. Aun vencidos por el diablo, por el desaliento, por la increencia, por la derrota más fuerte, hay posibilidad de fidelidad si se retorna a la experiencia de una fe humilde. El amor indefectible de Jesús rescatará a Pedro, nos rescatará.

 

Orar en comunidad

 

         El salmo pide ser cantado por toda la asamblea en un movimiento hímnico y festivo solemne.

 

Contenido  social

 

No cedas al desaliento cuando has comprobado muchas veces las dificultades y los abandonos de la fidelidad. No es razón para tirar definitivamente la toalla. Siempre hay posibilidad de resetear, de reiniciar. La fidelidad mantenida no es la impecabilidad, sino ese afán de vivir como seguidor contando con nuestros fallos.

         Valora el ser fiel como una suerte, sobre todo porque es más hermoso lo que el evangelio te promete que lo que tú prometes al evangelio. Eso es lo que tiene que darte fuerzas para anhelar la bienaventuranza de la fidelidad, la hermosura de querer ser fiel a lo que se aprecia y a quienes se aprecia.

         De ahí habría que sacar fuerzas para dar pequeños pasos en dirección al amor fiel cuando parece que todo son barreras (la mayor barrera es la dureza de corazón de uno mismo). Cualquier gesto, por sencillo que sea, puede ser útil.

         Cumplir la palabra que se da es otro rostro de la fidelidad. Si no se va a cumplir, mejor no prometerlo. Y si se promete, tiene que verse la intención decidida de cumplirlo. De lo contrario la relación pierde densidad, se empobrece y la suerficialidad se instala en nuestra vida. La fidelidad no busca sino el bien del otro. Por eso mismo, ser fiel es algo proporcional al amor.

         No hay que extrañarse de que la fidelidad sea incomprendida, “perseguida”. Mantenerse en ella, ya lo hemos dicho, es prueba de madurez humana y creyente. Elígela.

 

CONCLUSIÓN

 

         Aquí acaba nuestra tercera gran etapa en este lago camino por el salterio. Solamente puede hacerse esta clase de trabajos espirituales si subyace un amor vivo y cultivado por la Palabra. Hay que pedirlo al Padre y a Jesús y hemos de contagiárnoslo unas a otras.  No abandonemos los salmos, que nunca caigan en la rutina y ellos no nos abandonarán y serán casa amigable donde encontrarnos como creyentes.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

INDICE

 

 

Introducción ……………………………………………………….   2

Salmo 50 …………………………………………………………….   73

Salmo 66 …………………………………………………………….  39

Salmo 83 …………………………………………………………….  24

Salmo 84 …………………………………………………………….  36

Salmo 85 …………………………………………………………….  48

Salmo 86 …………………………………………………………….  63

Salmo 92 …………………………………………………………….  50

Salmo 95 …………………………………………………………….  27

Salmo 97 …………………………………………………………….  51

Salmo 98 …………………………………………………………….  67

Salmo 99 …………………………………………………………….  77

Salmo 109,1-5.7 …………………………………………………  18

Salmo 110 ………………………………………………………….  21

Salmo 112 ……………………………………………………………  4

Salmo 115 …………………………………………………………..  7

Salmo 116 …………………………………………………………..  87

Salmo 118,143-152 ……………………………………………..  83

Salmo 122 ……………………………………………………………  31

Salmo 123 ……………………………………………………………  34

Salmo 124 …………………………………………………………… 42

Salmo 125 …………………………………………………………..  55

Salmo 126 ………………………………………………………….. 59

Salmo 130…………………………………………………………… 45

Salmo 131 …………………………………………………………… 71

Salmo 134 …………………………………………………………..  80

Salmo 148 …………………………………………………………..  14

Conclusión ………………………………………………………….  91

Índice …………………………………………………………………  92

RETIRO DE CUARESMA 2024

 

Retiro en Cuaresma 2024

 

SANANDO HERIDAS 

 

Al llegar la Cuaresma, la llamada a la conversión resuena en la Iglesia. Puede tener el peligro de ser algo cíclico que deriva en rutina. Pero también es posible hacerle un sitio en el itinerario del creyente. No es un mero deseo; también es una posibilidad.

Hay quien define la conversión como una “revolución del alma” (J. Baggini). Podría parecer excesivo, pero de algo de eso se trata: apuntar al corazón, a la interioridad y creer que la propuesta de modificación, de cambio, que hace el evangelio tiene que ver con uno. No es un brindis al sol, sino un dardo al propio corazón.

La concreción para la conversión que proponemos este año es SANAR HERIDAS. Cualquiera sabe que las heridas son elemento de la más concreta realidad. Están siempre ahí, con mayor o menor profundidad, con diverso grado de dolor, con repercusiones de distinto calado. Pero están ahí. Mejor encararlas que obviarlas.

Y también está comprobado que, en parte al menos, podemos ejercer con ellas una acción sanante, mitigadora, curativa. Eliminar las heridas no está en nuestra mano; sanarlas sí en la medida en que nos inclinemos a ellas, las acojamos, las cuidemos.

Comenzar la Cuaresma de este año con un planteamiento tal puede ser algo más que un anhelo. Puede ser tomarse en serio la capacidad “samaritana” de la vida y de la fe ante la evidente presencia de las heridas en nuestra vida. Pasar del deseo al trabajo con ellas; he ahí el desafío y el marco de la conversión.

 

1. Llegó con tres heridas

 

         Vamos a comenzar trayendo a colación el conocido poema de M. Hernández en su “Cancionero y romancero de ausencias”.

 

Llegó con tres heridas:
la del amor,
la de la muerte,
la de la vida.

 

Con tres heridas viene:
la de la vida,
la del amor,
la de la muerte.

 

Con tres heridas yo:
la de la vida,
la de la muerte,
la del amor.

 

  • Nos resulta raro contemplar a Jesús con heridas (excepto las de su pasión). Pero en él está la herida del amor (Mt 23,37), la de la vida (Jn 10,10-11) y, por supuesto, la de la muerte (Jn 19,30). La piedad lo ha entendido como “varón de dolores” (siguiendo a Is 53,3). Pero, en realidad, es “varón de heridas” porque está herido de amor, del amor “más grande” del que se da a quienes se ama (Jn 15,13-17).
  • Con las tres heridas viene también la persona de hoy: la de la vida, porque la vida no se detiene a pesar de las heridas (testimonio de J. R. Amores, alcalde de La Roda: “La ELA me ha hecho mejor persona”); la del amor (Fiducia supplicans); la de la muerte (36 conflictos armados).
  • Con las tres heridas vamos cada uno de nosotros: la de la vida, porque construir buena relación no es siempre camino fácil, contiene heridas; la de la muerte, porque van apareciendo las goteras personales que apuntan en esa dirección; la del amor, porque, mal que bien, nos apoyamos y acompañamos con innegable aprecio cercano al cariño.

 

2. La luz de la Palabra

 

         Hay palabras que resumen todo el evangelio. Una de ellas es “curar”. Por eso Jesús, cuando envía a anunciar el reino envía a curar: “Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios” (Mt 10,8). Curar, en cualquiera de sus dimensiones, es evangelizar. Quien cura hace la obra de Jesús, la obra del mismo Dios (Os 6,2).

  • Jesús cura las heridas de la vida: cuando esta se ha reducido a los mayores límites (viuda de Naím: Lc 7,11-17). Y por ello, él tiene claro que lo suyo es venir “para que tengan vida y la vida sobreabunde” (Jn 10,10). Él quiere taponar las heridas por las que se va la vida hasta que llegue el mundo sin dolor, sin llanto, sin luto (Ap 21,4).
  • Jesús cura las heridas del amor: y encaja el amor que no es correspondido por egoísmo (joven rico: Mc 10,17-30) o por debilidad (Pedro: Lc 22,32). Y es curado en las mismas heridas de amor que él sufre por el rechazo familiar y que quedan enjugadas con el consuelo que le aporta su “otra familia”, la de quienes cumplen el designio (Mc 3,31-35).
  • Jesús cura las heridas de la muerte: las cura en su propia madre (“una espada truncará tus anhelos”: Lc 2,35) y en él mismo (anuncios de la pasión: Mt 16,21-23). Enfrentado a su propia muerte, buscando luz en sus propias tinieblas (transfiguración: Mc 9,2-10).

Así que se puede concluir con 1 Pe 2,25 que “sus heridas nos han curado”. La paradoja amplía el sentido. Como se dice en el himno “Oh cruz fiel”: “la gracia está en el fondo de la pena y la salud brotando de la herida”. La curación de Jesús es su evangelio; la mejor medicina para cualquier herida de la vida y de la fe.

 

3. Profundizando

 

         Vamos a intentar dar algunas pistas que nos ayuden a profundizar en el tema. Quien sabe de la profundidad, sabe de Jesús. Y el tema de las heridas, tan amargo a veces, puede ser luminoso. Dice J. L. Chretien: “la fragilidad humana, en lugar de ser lo que se debería vencer, e incluso eliminar, puede convertirse en la grieta o en la gracia que la transfigura”.

  • Las heridas nos llevan a la apertura: puede que, en algún caso, las heridas no lleven a cerrarnos, a aislarnos. Pero las experiencias de vulnerabilidad llevan aparejadas preguntas, a veces irresolubles, que interrogan sobre el sentido de la vida. Si ocurre esto, las heridas nos hacen un gran beneficio porque una persona aislada es como una realidad muerta. Las heridas no solamente abren la carne, abren, así mismo, el corazón, el alma, el sentido. 
  • Las heridas nos llevan al encuentro: porque estamos hablando de experiencias fuertes, las heridas pueden llevarnos al encuentro con el otro que ha sufrido semejante fragilidad o que, sin haberla sufrido en la propia carne, las sufre en la convivencia. Del encuentro de quien sufre similares heridas brota, con frecuencia, la luz y la compasión. Las heridas del apaleado en el camino llevan al encuentro con el samaritano. Y, cuando ese encuentro se produce, la tiranía de las heridas aminora. 
  • Las heridas nos llevan al asombro: porque al acarrear preguntas, las heridas nos abren a respuestas insospechadas. Uno ve, a toro pasado,, que tiene comportamientos que no los habría tenido como los tiene ahora después de una experiencia de fragilidad. Y así vemos el asombro de percibir que las heridas, por duras que sean, no matan la ilusión y el deseo de vivir; a  veces lo confirman y aumentan. Y aparece el asombro enorme de percibir que la herida, a veces, nos ha humanizado y ha logrado hacernos sensibles a algo que desconocíamos. 
  • Las heridas nos llevan a la humildad: no tanto a una humildad religiosa o moral, cuanto existencial. Nos ayudan a vernos en la verdadera talla de lo que somos abriéndonos a una correcta autoestima que no humilla ni ensoberbece. Eso puede ayudarnos a percibir también a los demás con una humildad (una verdad) que no adula y que tampoco menosprecia. Las heridas nos recuerdan que, aunque somos barro bendecido,del barro venimos. 
  • Las heridas nos llevan al acompañamiento:porque, al percibir que la curación de muchas heridas no está en nuestras manos, entendemos que la tarea es otra: acompañarnos y sostenernos como necesita un brazo amable que le evite tropezar, ir más abajo aún. Y todos sabemos que una herida acompañada es una herida de menor virulencia experimentando, ala vez, la posibilidad de una vida en gozo aunque las lágrimas estén ahí. 
  • Las heridas nos llevan al infinito:ya que, por muchas que sean las lágrimas, no logran impedir del todo ver la luz del sol y entender que esto frágil tiende a horizontes de plenitud irremediablemente. Aunque parezca una exageración, nuestras lágrimas nos conectan con las del Jesús (Jn 11,33) y con las del odre en que Dios las guarda (Sal 56,8). 

 

4. Nuestras heridas cercanas

 

         ¿Y cuáles nuestras heridas más cercanas, aquellas que nos urgen cada día?

  • La herida de la soledad: es, quizá, la principal herida del yo, aquella que brota de la honda dificultad para entregar el corazón. Y a ello se le añaden las dificultades de relación que provienen del carácter diverso, de la distinta visión de la sociedad, de la mirada diferente. De tal manera que, para sobrevivir, nos instalamos en la soledad. Herida profunda que va minando el alma. Herida que demanda ser acompañada con paciencia y entrega. 
  • La herida de la imposibilidad: que acompaña crecientemente a la vivencia familiar, comunitaria. Una resignación que lleva al indefectible “no hay nada que hacer”. Por ser tal, es una herida a la que no se pone remedio, porque las cosas son como son. Demanda esta herida acompañarla con la ilusión renovada y la creencia firme de que siempre pueden germinar brotes verdes en cualquiera de nuestros desiertos. 
  • La herida del aislamiento: que tanto afecta a la Iglesia. Herida que se alimenta del autismo que es la certeza de que como la sociedad no noscomprende, nuestros caminas de diversifican y termina el creyente siendo un “marciano”, un aislado en el conjunto social. Herida que se cura con diálogo, con pacto, con cercanía que no renuncia a las posibilidades de convivir con lo diverso. 
  • La herida de la exclusión: que es la que más afecta a la sociedad, polarizada, como decimos ahora. Herida que la llevan quien excluye y quien es excluido, ambos dos. Herida que necesita insistir enque la dicha se consigue mejor cuando el abrazo es amplio que cuando se le da a alguien la espalda. Herida que, si se atiende, pone al fráil en el ámbito de lo social y a quien excluye le libera de la certeza de que su eclusión social es “el pecado más grande”, del que habla el evangelio (Mt 12,21-33). 

 

5. Itinerario

 

  • 19-24 de febrero:ponemos ante Jesús nuestras dolencias más personales, nuestras soledades y silencios. Escribe cada día una herida que te acompaña. Preséntala en la oración. 
  • 26 febrero a 2 de marzo: ponemos ante Jesús las heridas fraternas de las que hacemos parte. Escribe cada día una herida fraterna y preséntala en una petición de vísperas.
  • 4-9 de marzo:ponemos ante Jesús las heridas familiares que conocemos. Las escribimos, día a día, y pedimos en Laudes por ellas.
  • 11-16 de marzo:ponemos ante Jesús las heridas eclesiales, el aislamiento, los abusos a menores, la voracidad económica. Escribimos, si hay lugar, una petición para la eucaristía diaria.
  • 18-23 de marzo: ponemos ante Jesús las heridas sociales, las exclusiones, la polarización, los agravios injustos. Ponemos esas heridas en el cartel de anuncios con el deseo de que sean heridas curada.

 

Conclusión

 

         La Cuaresma, lo sabemos, es un fuerte toque de atención a la comunidad cristiana. El tema de las heridas y su acompañamiento puede ser una concreción que nos ayuda este año a dar más hondura a nuestra vivencia cuaresmal. Jesús, el que cura y acompaña nuestras heridas, nos muestra una senda. Si escuchamos la voz, no endurezcamos el corazón (Sal 94,7).

 

 

RETIRO EN NAVIDAD 2023

Retiro en Navidad 2023

 

DIVINOS SON

QUIENES REVELAN EL MISTERIO 

 

Cuando la vida nos va colmando de años, aparece con más claridad la certeza de que hay cosas que no se ven, pero están; hay músicas que no se oyen, pero suenan; hay palabras que no se dicen, pero llegan a los labios. Es la realidad evidente del misterio, aquello otro que nos es ajeno, pero que nos compone.

Muchos humanos, antes y ahora, se han adentrado en esas aguas profundas. Muchos creyentes lo hemos intuido, a nuestra medida. Es un río ancho el que discurre hacia las fuentes del misterio. Jesús ha sido un enfrentado al misterio. Él ha hecho un enorme esfuerzo por renombrarlo, por describirlo en actitudes comunes, por sugerirlo sin pretensiones de adoctrinamiento ideológico, por vivirlo en maneras que únicamente quedan sugeridas por las páginas evangélicas. Ha situado su vida en el torbellino de lo que existe, en el tejido de circunstancias de los días, en el mundo de relaciones que son las que más marcan la senda a seguir. Y ahí ha vivido al ritmo de la fuerza de Dios, ímpetu y dinamismo de aguas escondidas. Ahí ha revelado el misterio.

Es que algo de eso es la Navidad: un tiempo para confrontarse con el misterio y un tiempo para recordar y celebrar al Jesús revelador del misterio, hombre que se ha lanzado al río del misterio y nos lo ha hecho cercano y asequible. “Oh, gran misterio y admirable sacramento”, decían los antiguos cuando celebraban la Navidad: misterio que nos lleva a Jesús y a Dios, sacramento que nos señala en la dirección de lo profundo.

Que la Navidad de este año pueda ayudarnos a celebrar con gozo el amparo del Jesús que nos revela el misterio y a vivir con alegría la certeza de que, por Él, el misterio y nuestra vida, por sencilla que sea, se mezclan. No nos apeemos de los anhelos espirituales; no dejemos de cultivar la mística, la profundidad.

 

1. Divinos son

 

         Comenzamos con poema sencillo que puede ayudarnos a captar mejor esta espiritualidad del misterio que, como el viento, no sabemos de dónde viene ni a dónde va, pero escuchamos su rumor:

 

Divinos son los dedos

que apuntan al lucero de la mañana,

porque, en realidad,

revelan el abrazo del día.

 

Divinos son los pasos

que tienden al horizonte

porque, en realidad,

revelan el país de los sueños.

 

Divinos son los brazos

que abrazan sin temor

porque, en realidad,

revelan amparos.

 

Divinos son los labios

que hablan de bienaventuranzas,

porque, en realidad,

revelan la dicha.

 

Divinos son los ojos

que miran con brillo

porque, en realidad,

revelan el alma.

 

Divinos son los corazones

que cantan en la noche

porque, en realidad,

revelan la esperanza.

 

  • Revelar a Dios en cada amanecer: porque cada amanecer es el sacramento de la vida, la certeza de que Dios hace camino con nosotros, la seguridad de que sembrar es siempre posible. Son reveladores los locutores que en la radio anuncian el día, los panaderos que sirven el pan recién hecho, los sanitarios que cogen el turno viniendo a decir que sigues acompañado en el nuevo día. Reveladores de Dios en el amanecer que es sigo de continuidad de vida.
  • Revelar a Dios en los sueños: porque el camino humano es ir en busca de sueños que unas veces se cumplen y otras no. Pero sin sueños estaríamos muertos. Revelan a Dios quienes tienen el sueño de sobrevivir, el sueño de amar, el sueño de una sociedad más igualitaria: los gobernantes que se dan al pueblo (Aníbal Vázquez), los aventureros que escalan cumbres (Edurne Pasabán), los emigrantes que cruzan desiertos (familia Valdayo).
  • Revelar a Dios amparando al débil: porque Dios encuentra un cauce en la tarea de quien ampara, de quien se convierte en apoyo para quien flaquea, de quien escucha “amantemente” las peripecias del duro vivir de los pobres. Amparar a sin techo (Alasca), a indocumentados (servicio de extranjería de Cáritas), a personas con riesgo de soledad (grupos de visita a residencias). El amparo es lenguaje revelador del Dios que ampara.
  • Revelar a Dios contribuyendo a la dicha: porque, según Jesús, Dios nos ha creado para la dicha. Contribuir a ella mediante la curación (gemelas Kadije y Cherive), alimentación (Mary’sMeals) o el trabajo (Ángel Gaitán) son maneras de revelar a Dios poniendo como cimiento el nivel de dicha posible logrado con ayuda de quien “revela” a Dios
  • Revelar a Dios con una mirada distinta: porque el tema de la mirada distinta es la puerta que puede abrir, entre otras cosas, a una valoración distinta de la realidad de Dios. La mirada desde las lágrimas de quienes están a punto de naufragar (Open Arms), la mirada de quienes encuentran ánimo tras una pérdida (grupos de duelo), la mirada de quienes encuentran refugio (para mujeres maltratadas) son miradas que desvelan al Dios que nos mira de manera amorosa y benigna (1 Cor 13,12).
  • Revelar a Dios cantando en la noche:porque, incomprensiblemente, hay quienes cantan en la más oscura noche de su vida: El proyecto CAMFED (Campaign for Femal Education) para la educación y empoderamiento de las niñas africanas ha sido galardonado con el Premio Princesa de Asturias de Cooperación Internacional 2023.

 

2. Jesús, revelador del misterio

 

         Podríamos recoger muchos textos que nos acercan a la realidad de un Jesús revelador del misterio. Espiguemos algunos pasajes de las primeras páginas del evangelio de Juan:

 

  • «Sí, os los aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar por el Hijo del Hombre» (Jn 1,51).

 

Alude al sueño incubatorio que tuvo Esaú cuando marchaba al destierro (Gen 28,10-17) que responde a una pregunta: ¿Está Dios conmigo en este abandono o no está? Por el sueño se responde que sí está. Pues bien, con Jesús tocamos la realidad, no es un sueño. En él hemos palpado al misterio (1 Jn 1,2), en él se ha revelado palpablemente que Dios acompaña nuestra vida. Guardados por el misterio. Eso celebramos en la Navidad.

 

  • «Ya no creemos por lo que tú nos cuentas, nosotros mismos lo hemos estado oyendo y sabemos que éste es realmente el salvador del mundo. Al cabo de dos días salió de allí para Galilea» (Jn 4,42-43).

 

Rememora el pasaje el texto de Oseas 6,2: “En dos días nos volverá a la vida y al tercero nos hará resurgir”. En un breve tiempo Jesús ha abierto la puerta del misterio a los samaritanos. Basta ponerse en actitud de acogida para que lo que se escapa comience a aparecer. El tiempo de Navidad es breve pero puede ser intenso para acercarse a Jesús.

 

  • «Así, igual que el Padre levanta a los muertos dando vida, así también el Hijo da vida porque los quiere” (Jn 5,19a)».

 

El oficio de Jesús es levantar muertos para darles vida. Jesús nos da vida mostrándonos un perfil nuevo de Dios: el Dios que comparte y ampara nuestros caminos. La Navidad puede darnos vida, impulsar la búsqueda de un Dios nuevo, distinto.

 

  • «El Padre que me envió va dejando testimonio en mi favor» (Jn 5,37).

 

Jesús goza del amparo del Padre y desvela que toda criatura goza de similar amparo. Navidad es buen tiempo para cultivar la certeza de que nuestra vida está guardada por las manos de Dios.

 

  • «Trabajad no por el alimento que se acaba, sino por el alimento que dura dando vida definitiva, el que os va a dar el Hombre, pues a este, el Padre Dios lo ha marcado con su sello» (Jn 6,27).

 

Jesús está capacitado para darnos el alimento de una espiritualidad que enriquece y perdura. El Padre lo capacita y lo apoya. Navidad nos desvela que por el cauce de Jesús, nuestra vida está bien orientada.

 

  • «Yo vivo por el Padre y el que me come vivirá por mí» (Jn 6,57).

La vida de Jesús es alimento para quien bucea en el misterio. Orientarlo todo desde él no puede sino producir frutos positivos de evangelio. En Navidad cultivamos el deseo de alimentarnos de ese Jesús del evangelio que nos enamora.

 

  • «Yo no estoy solo; estamos yo y el Padre que me mandó» (Jn 7,16).

 

Jesús tiene la certeza de que el Padre está con él aunque las cosas vengan mal dadas.  En Navidad podemos ahondar en esa misma certeza hasta lograr ver con gozo que nuestra vida nunca está sola.

 

  • «Propongo exactamente lo que me ha  enseñado el Padre. Además, el que me ha enviado está conmigo; no me ha dejado solo; la prueba es que yo hago siempre lo que le agrada a él» (Jn 8,29).

 

Hacer lo que agrada al Padre, el designio de reconciliación (según Ef y Col). Navidad también es tiempo para reconciliaciones, sencillas y profundas. Una Navidad que agrade a Dios. A algo de eso hay que aspirar, aunque nos venga grande.

 

 

 

3. Reflexión espiritual

 

  • Algo que se esconde y huye:

         El discurso teológico suele hablar de Dios con contundencia, diciendo qué es y qué no es, qué quiere y qué no quiere. En realidad, habla de algo que se escapa al razonamiento humano y, cuanto más se le encasilla, menos probablemente se atina. Por eso hay quien postula el cambio mismo del vocablo “Dios”, por patriarcal y reaccionario. No hay que olvidar que los vocablos los creamos los humanos. Y, por ello, son susceptibles de cambio, siempre que tal variante deje más claro lo que queremos decir. No hay que temer tocar el vocablo “Dios”.

         Efectivamente, queremos hablar de algo que se esconde y huye. Y lo hacemos con los argumentos de una pretendida ciencia que encasilla todo en beneficio de una supuesta claridad y comprensión. Aunque las bibliotecas de teología y espiritualidad sean inmensas, eso no aumenta el conocimiento del misterio de Dios que escapa en la metáfora de un “ciervo” huidizo, según san Juan de la Cruz. Solo la mística ha caminado anhelante tras un Dios que no se deja atrapar.

         En Navidad nos situamos ante ese misterio en actitud espiritual adorante. O sea: no intentamos tanto comprender cuanto “estar”, quedarse, entrever. Queremos que percibir que eso que se nos escapa hace parte de lo nuestro, convive con nosotros, nos toca dentro. “Un no sé qué que queda balbuciendo…”, decía el místico. La Navidad es, como todo lo grande de la fe, una tarea para la mística.

 

  • Trabajos desveladores:

Podría pensarse que ir desvelando el misterio es una tarea rara, para gente especial. Nada de eso: el misterio se revela en lo cercano, en lo cotidiano, en lo relacional. Se trata, por ejemplo, de desvelar el bien que anida en los pliegues del alma de cada persona y de cada ser. Velado por mil limitaciones adheridas, se puede llegar a la falsa convicción de que el núcleo constitutivo de las cosas es el mal. Esto es un error: lo que existe tiende al bien, aunque haya de librar una batalla larga y penosa para sacar ese bien del magma del mal. Enorme y deseada pretensión.

         Otro trabajo revelatorio es ahondar en la capacidad de fraternidad social que anida en el ser humano e, incluso, la tendencia a una especie de hermandad cósmica que mueve a todos los seres. Empuja a luchar a brazo partido contra la siembra de prejuicios que llega a producir la desastrosa cosecha de certezas inamovibles que denigran a la persona. Anima a acoger-proteger-promover-integrar al distinto creyendo que la orientación a la fraternidad es primigenia. Quiere hacer ver que el futuro de lo humano pasa por la “gran batalla” de la fraternidad cívica.

         Además, el misterio se desvela en la certeza de la interdependencia de los seres. La autorreferencialidad puede llevar a pensar que uno es más creyéndose autosuficiente. Esta falsa conclusión está muchas veces alimentada por estereotipos consagrados por el rechazo social. Quiere el evangelio remover esa pesada losa para que la vida no quede sofocada por la toxicidad de un aislamiento que lleva a chocar con el muro del sinsentido.

         Es posible que todo esto nos diga poco,  que no haga vibrar nuestro interior. Pero de algo de eso se trata cuando vivimos la Navidad un poco despegados del ruido y del folclore externo navideño. Se necesita otra mirada sobre todo esto. ¿Estamos dispuestos a lanzarnos por estos caminos? ¿Lo podremos hacer si seguimos e n los de siempre?

 

  • El Dios revelado por Jesús:

Nuestra mirada a Jesús percibe sus trabajos por revelar un nuevo perfil de Dios como condición necesaria para acoger su propuesta de vida nueva. Efectivamente, sus esfuerzos han querido revelar, desvelar, rasgar los velos, prejuicios, tópicos consagrados, encubrimientos interesados, temores infundados, ideas esclerotizadas, con los que se ha envuelto y ocultado el perfil de Dios. Y ha logrado hacerlo en maneras de comportamiento pegadas a la vida como, por ejemplo, comiendo con pecadores. Dice J. A. Pagola: «Lo que más escandaliza de Jesús no es verle en compañía de gente pecadora, sino observar que se sienta con ellos a la mesa. Estas comidas con “pecadores” son uno de los rasgos más sorprendentes y originales de Jesús, quizá el que más le diferencia de todos sus contemporáneos y de todos los profetas y rabinos del pasado». Estos trabajos de desvelamiento constituyen su conciencia-para-nosotros, su saberse llamado a lo nuestro. Somos nosotros quienes lo percibimos así: revelador, desvelador.

         Por eso mismo, los cristianos no creemos en Dios en general, sino en la manera precisa del Dios revelado por Jesús. Viendo los comportamientos cotidianos de Jesús deducimos el perfil de su Dios: Jesús acoge a pecadores, el Dios de Jesús acoge a pecadores; Jesús elogia la generosidad, el Dios de Jesús es generoso; Jesús ofrece segundas oportunidades, el Dios de Jesús abre la posibilidad de una nueva oportunidad; Jesús sueña con el fin de las penas de los pobres, el Dios parcial de Jesús empuja en la dirección del señorío de los pobres. Y así sucesivamente. En esta traslación de las actitudes de Jesús al perfil de Dios se palpa el carácter revelador de la persona de Jesús.

 

  • Hacer asequible el misterio:

Hablar de todo esto nos parece que es hablar de lejanías. ¿Cómo hace más asequible el misterio?¿Cómo poner una realidad de enormes lejanías al alcance de la mano sin, por ello, limitarlo ni empequeñecerlo? Jesús no rebajó el misterio cuando hizo comparaciones cotidianas, cuando lo situó en los caminos comunes, cuando lo tradujo a un idioma comprensible para cualquiera. Acercar la realidad humana al misterio fue la manera de mostrar que tal realidad incluía la vida en sus modos más elementales, que no había obstáculo que se interpusiera entre el misterio y lo humano.

         Más aún, Jesús desveló algo inusitado y de difícil comprensión para la persona religiosa: que el misterio estaba a nuestro servicio y no al revés, que todas las grandezas del misterio se ponían a los pies de la persona y que ese era su sentido, servir a lo que existe. En sus propios afanes, Jesús desveló los increíbles trabajos del misterio a favor de lo que vive. Solamente desde los torbellinos del amor, desde lo sorprendente de alguien que ama, podrían entenderse estas sendas extrañas.

         Y todo esto se hizo sin apartarse del camino de la sencillez. Una sencillez que ahonda, que rumia en lo interior, que no se queda en la cáscara, ya que si no aboca a la pura magia. De esta manera la vida de los humildes se hizo más llevadera porque, contra toda apariencia, les hizo percibir que aspirar a la dicha desde la pobreza no era una quimera. El misterio servía a la justicia.

         Navidad puede ser un buen tiempo para animarse a vivir el misterio en modos asequibles. No es cosa arcana e intrincada. Quizá sea cuestión, sencillamente, de sembrar el bien. En el libro del Eclesiastés se dice: “Siembra el bien por la mañana y por la tarde, porque no sabes cuál de las dos siembras fructificará; quizá las dos” (Ecl 11,6). Siembra concordia, siembra escucha, siembra disfrute sencillo. ¿No pueden ser estos caminos “navideños de acercamiento al misterio?

 

  • Rasgar velos que ocultan el misterio:

El acceso al “misterio abrupto” de la Navidad no es fácil. No se acerca uno a él por vía de una vivencia superficial y consumista, Es preciso poner más carne en el asador. Quizá se pueda decir que hay que hacer un trabajo de “rasgar velos” porque hemos oscurecido del misterio envolviéndolo en cuestiones que no son el misterio, pero que lo entorpecen. Habrá que cuestionar todas las estratagemas que usamos para ocultar, para entorpecer, para confundir, para oscurecer y poner en juego mecanismos de claridad, de iluminación, de verdad.

Navidad es un misterio de luz que se vive en la luz. Pide que la tiniebla ocupe el menor espacio posible. Pide esfuerzos de  sinceridad, reconocimiento del propio error, lejanía del engaño. ¿Cómo vamos a acercarnos a la luz sin intentar abandonar la zona de sombras? La Navidad nos invita acercarnos desnudamente a la luz desnuda, con la mano tendida a los brazos de Dios que se nos tienden, con un corazón sin recovecos ocultos ante un Dios que ofrece totalmente su ancho corazón.

 

4. Navidad: tiempo de luz

 

  • Tiempo de contemplación ahondada:

Nuestro día a día, tan ajetreado, necesita, de vez en cuando, espacios de respiro, de sosiego, de contemplación. Navidad es un tiempo óptimo para ello: el recogimiento del invierno, la vuelta al espacio familiar, la oración más sosegada, son elementos que ayudan a la contemplación. Aprovechar la Navidad para ahondar en el gozo de la fe es  una posibilidad a la mano.

 

  • Tiempo de experiencias de dentro:

Porque la vida nos lleva a vivir muy en lo de fuera, en la superficie, en lo externo. Navidad es tiempo bueno para hacerse preguntas de calado en el sosiego de la reflexión o de la oración: ¿qué voy haciendo con mi vida? ¿Qué voy dejando de bueno por los lugares por los que paso? ¿Cómo voy entrando, a mi edad, en el secreto del misterio de Dios? ¿Qué vigor real tiene mi seguimiento a Jesús? No nos desalentemos por la amplitud de estas cuestiones Preguntémonos con paz.

 

  • Tiempo de siembra de fraternidad:

Nos cuesta sembrar el bien. Para nosotros, el campo principal de siembra es la fraternidad. Renovemos en Navidad nuestra decisión de sembrar el bien en la comunidad. Este es el rostro principal del misterio que nosotros hemos de desvelar y contemplar.

 

  • Tiempo de gozos simples:

Porque no se puede desvelar el misterio de Dios en la historia sin gozo, sin alegría, sin disfrute. Nosotros vivimos esto en los gozos simples de la vida fraterna, en las alegrías cotidianas de la gente sencilla. Porque el gozo no está en la cantidad, sino en la vivencia del corazón. Demos hondura en Navidad a nuestros gozos sencillos. No nos quedemos en lo meramente exterior. Sepamos leer el brillo del misterio en los ojos de nuestros hermanos/as.

 

  • Tiempo de vida que brota:

Parece que en invierno la vida se retrae, se vuelve sobre sí misma, se encoge. Pero no, crece por dentro para luego explotar por fuera. Si tenemos oportunidad, miremos los campos de trigo o cebada: las hierbitas del grano recién nacido van pintando de verde la tierra. Brota la vida, imparable, nueva. Así es el misterio que revela Jesús: persistente como la llamada del amor, tenaz como quien acompaña fielmente, amigo como quien sostiene con generosidad.

 

5. Itinerario

  • 24-26: contempla las manos de quien apunta a la luz.
  • 27-29: contempla los pasos que llevan a los sueños.
  • 30-1: contempla los brazos que amparan y sostienen.
  • 2-3: contempla los labios que hablan palabras de gozo.
  • 4-5: contempla el brillo de los ojos que llevan a Dios.
  • 6-7: contempla los corazones que suscitan esperanza.

 

6. Conclusión

No dejemos pasar la oportunidad que es la Navidad. Dejémonos envolver por el fascinante misterio que Jesús revela con su vida. Es la mano tendida del Padre que nos acompaña. Apoyémonos en la comunidad para andar estos caminos. Y, con seguridad, la Navidad será un tiempo de gracia y de crecimiento espiritual.