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FIAIZ

RETIROS

RETIRO ADVIENTO 2023

COMO LA NIEBLA QUE SE FILTRA

BAJO LA PUERTA CERRADA 

 

 

Hay una frase en la LS’ 112 que suele pasar desapercibida pero que es  honda y poética a la vez: «La auténtica humanidad, que invita a una nueva síntesis, parece habitar en medio de la civilización tecnológica, casi imperceptiblemente, como la niebla que se filtra bajo la puerta cerrada. ¿Será una promesa permanente, a pesar de todo, brotando como una empecinada resistencia de lo auténtico?».

Según el texto, “la auténtica humanidad habita en medio de la civilización tecnológica”. Esto sale al paso de los negacionistas de la bondad, de los detractores del buenismo al que consideran algo banal empeñados en censurar el mal del que no creen hacer parte, de los obsesionados por el pecado al que quieren hacerlo eje del mundo y de la fe. No, la humanidad habita en el fondo de nuestra civilización. Quizá sea el Adviento, tiempo de esperanza, un marco adecuado para recuperar esa certeza si es que se halla velada o para potenciarla si es ya un logro.

La presencia de esa nueva humanidad en el fondo de la realidad es, muchas veces, “imperceptible”. Porque se demandan realidades de bulto, que pesen, que se puedan tocar. Si no, como si fueran inexistentes. La espiritualidad habría de ayudarnos a intuir lo imperceptible, a tocar lo que parece intocable, a escuchar la música más sutil. Hay quien se ampara en una espiritualidad tosca, normativa, legalista, tocable siempre, pero se pierde eso imperceptible que late dentro, los “gemidos inefables” de los que hablaba san Pablo (Rom 8,26). Adviento podría ser un tiempo propicio para tocar lo imperceptible, para “entrever” la realidad de una historia con Dios dentro (Jn 3,3).

Y LS’ nos da esa hermosa imagen: “como la niebla que se filtra bajo la puerta cerrada”. La puerta cerrada bloquea el paso, es un muro de oposición, el empecinamiento de quien piensa que la identidad sale fortalecida del aislamiento, cuando es al revés. Pero aun así, la humanidad, terca, se filtra por la rendija de debajo de la puerta y su  aroma se expande por la casa, como el nardo aquel de Betania  (Jn 12,3). Con una grieta le es suficiente a la vida para florecer. Es la “empecinada resistencia” del bien que se vierte en la vida, aunque no sepamos cual es su fuente y origen,

Adviento es tiempo propicio para creer en la “promesa permanente” de que lo humano, el bien, está ahí, muchas veces sojuzgado por el mal, muchas veces desterrado por los apóstoles de la infelicidad. Lo “auténtico” sigue haciendo parte del caudal de la vida.

Conectamos así con lo más propio del Adviento: alimentar la esperanza, leer los signos de los tiempos desde la perspectiva de la esperanza. Y, como dice el final de la LS’ (244): «Que nuestras luchas y nuestra preocupación por este planeta no nos quiten el gozo de la esperanza». Tras ese gozo que eclosiona en la Navidad van los caminos del Aviento.

 

1. Atenerse a la esperanza

 

Yo me atengo a lo dicho:
La justicia,
a pesar de la ley y la costumbre,
a pesar del dinero y la limosna.
 
La humildad,
para ser yo verdadero.
 
La libertad,
para ser persona.
 
Y la pobreza,
para ser libre.
 
La fe cristiana,
para andar de noche,
y, sobre todo, para andar de día.
 
Y, en todo caso, hermanos,
yo me atengo a lo dicho:
¡LA ESPERANZA!

 

  • La justicia es el valor básico sobre el que se asienta la esperanza. Sin ella sería una vaciedad, una ensoñación. Por ello, cuando se piensa en la esperanza hay que estar dispuesto a someterse al examen de la justicia. Anhelar la esperanza sin vibrar por la justicia es una contradicción.
  • La esperanza va siempre hermanada con la humildad. Una esperanza ensoberbecida es una esperanza desaparecida. La desesperanza es hermana de la soberbia, de la mirada altiva, de la equivocada senda de quien se sitúa por encima del otro. 
  • Pretender la esperanza es imposible sin libertad. La opresión es el rostro de quien ha perdido la esperanza, su lenguaje cotidiano. Decir que no hay esperanza no es solo lenguaje del desalentado, sino también de los que roban la esperanza.
  • Y esa libertad es impensable sin pobreza, sin la austeridad que va poniendo el acento en cosas simples y cada vez más elementales. La sobriedad y la austeridad encuentran eco en la persona que hace de la esperanza la casa que quiere habitar.
  • Puede que se piense que hablamos un lenguaje meramente humano. Pero, precisamente por serlo, es lenguaje de fe. Porque la casa de la fe y de la esperanza es la misma y una fe sin esperanza es una fe ideológica, muerta.
  • Y como síntesis de todo valor humano y creyente: la esperanza. No es solo lo último que se pierde, sino lo primero que se necesita. Porque sin ella todo se ensombrece, todo entra en la grisura.

 

  1. 2.    La luz de la Palabra: Qoh 11,6

 

         «De mañana siembra tu semilla con esperanza y a la tarde no cruces los brazos, pues no sabes cuál de las dos siembras resultará o si las dos tendrán éxito».

  • Sembrar con esperanza es poner la confianza en el valor de la semilla, no tanto en las labores que se hagan con ella. Para recuperar la esperanza  cristiana se requiere renovar la fe en el poder germinativo de la Palabra en la historia.
  • La constancia en la siembra de la esperanza no es cabezonería ciega, sino la percepción de quien ve el fondo bueno de la persona y cree en él. La Palabra puede dar esa nueva perspectiva que se necesita para lograr que la esperanza no sucumba al embate de los días.
  • El resultado de la siembra de la esperanza no tiene un ciclo previsible. Brota cuando brota, no cuando se quiere que brote. Hay que despojarse de anhelos egoístas que llevan a la frustración y a la desesperanza.
  • La siembra de la esperanza en la comunidad parte de la certeza de que el cambio es posible. Empecinarse en la imposibilidad del cambio bloquea cualquier camino de esperanza.

 

  1. 3.    Lectura de los signos de los tiempos

 

El Vat.II animó a los creyentes a leer los “signos de los tiempos” (GS 4): «es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de la época e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la vida futura y sobre la mutua relación de ambas». Aunque ya casi nadie habla de ello, no hemos de echar en olvido esta espiritualidad que ha aportado tantos beneficios a la fe.

Si leer los signos de los tiempos positivos requiere un esfuerzo, muchos más lo demandan los signos de los tiempos negativos. Pero son justamente ellos los que piden una lectura desde la perspectiva de la esperanza. La luz de la Palabra se hace aquí imprescindible.

 

1. Las guerras que asuelan al mundo

 

“De las espadas forjarán arados,

de las lanzas, podaderas.

no alzará la espada

pueblo contra pueblo,

o se adiestrarán

para la guerra” (Is 2,4).

 

     He aquí los versos que el Adviento recuerda cada año y que pertenecen al segundo canto del libro de Isaías. Los conocemos de memoria. Son profecía atípica en el contexto social del antiguo Israel y en el nuestro, contextos ambos siempre sumidos en guerras. Es verdad que están envueltos en nacionalismo, el del antiguo Israel, pero, al fin y cabo, cuando se sueña el día de la plenitud histórica se le sueña como día de paz. Adviento mantiene ese sueño en el horizonte.

Pero el signo de los tiempos que es la guerra sigue siendo cercano y elocuente, no solamente en los conflictos de Ucrania e Israel que nos tocan más de cerca y en los algo más lejanos de Siria, Afganistán, Irak, Yemen, etc. Y en las guerras olvidadas, los más de 50 conflictos armados que asuelan el planeta. El día que soñó Isaías queda, aún, bien lejos, inalcanzable.

Pero en el fragor de la batalla suenan voces de paz. Voces como las de Baremboin, el músico, Edith Bruck, escritora y superviviente del holocausto, David Grosman, escritor judío, A. Ayalón, exjefe militar de Israel, etc. Las voces de la  diplomacia que piden contención. Las voces de quienes piden distinguir entre una población desvalida y un grupo terrorista violento. En medio del torbellino, se anhela la paz, en el naufragio se habla de derechos humanos.

La profecía de las podaderas avanza lentamente y demanda, en nosotros, el cultivo del anhelo de la paz y de la certeza que Francisco de Asís pedía a sus hermanos para quien osara predicar la paz: “Que la paz que predicáis habite primeramente en vuestro interior”. ¿Cómo vamos a hablar de paz si las sombras de la violencia campan en nuestro corazón?  ¿Cómo no desear en este Adviento de 2023 la lejana paz? ¿Cómo no empatizar con las lágrimas, los gritos y las heridas de quienes viven bajo las bombas?

 

2. La fragilidad de la Iglesia

 

“Tú eres petros

y sobre esta piedra

edificaré mi comunidad

y el poder de la muerte

no la derrotará” (Mt 16,13-20).

 

         La conocida confesión de Pedro en Cesarea de Filipo se ha interpretado como la inamovible presencia de la Iglesia demostrada con dos milenios de existencia. El texto mateano dice, más bien, lo contrario: Cefas es un “petros”, un guijarro del camino, una piedra dura, terca y molesta, que no sirve ni para cimiento (la piedra desechada que dice el Sal 118,22). Sobre esa fragilidad (que somos nosotros) se construye la comunidad de Jesús. Y si no se hunde será porque Jesús la sostiene, no por la fortaleza del cimiento.

         ¡Cómo estamos palpando esta fragilidad, delictiva incluso, en el tema de los abusos a menores dentro de la Iglesia! Muchos cristianos y clérigos de distinto nivel no quieren ver esto porque es muy amargo. La supuesta autoridad moral de la Iglesia queda hecha añicos. No es paliativo el hecho empírico de que tal lacra afecta solamente a un 4% de los clérigos del mundo. Duele igual e implica a todos los cristianos, aunque uno no sea un delincuente y le repugne el tema. ¿Cómo encontrar caminos de esperanza en medio de esta hecatombe? ¿Cómo dar crédito a aquella esperanzadora profecía de Jesús en Cesarea de Filipo?

         Hay esperanza porque se está saneando un comportamiento delictivo por el duro camino no solamente del reconocimiento, sino de la restauración y del amparo a las víctimas. Se sanea la soberbia eclesiástica que ha manejado el poder, a veces, en modos inhumanos que nada tenían que ver con el evangelio. Hay esperanza de que esto se frene, si no por criterios de humanidad evangélica, al menos por temor a la justicia. Es duro, sin paliativos, y la Iglesia que ha de nacer de estas ruinas ha de ser, sin duda, otra. Es la esperanza que pasa por la enorme derrota del mal, la esperanza que nos hace recoger los restos de la nave desarbolada y tratar de seguir con humildad al Maestro poniéndonos, otra vez, al servicio de los frágiles.

 

  1. 3.    El impacto del cambio climático

 

“Cuando oyeron la voz del Señor Dios

que se paseaba por el jardín a la hora de brisa,

Adán y su mujer se escondieron

de la vista del Señor Dios

ntre los árboles del jardín”(Gén 3,19).

 

         Este texto es una pincelada colorida del yavista: Dios va dando voces por el jardín (cantando quizá) y se pasea al freso de la tarde. Es una manera mítica de decir que lo creado está llamado a ser lugar de delicias para el mismo Dios en compañía de la persona, Eso que imagina el escritor avanza lentamente en el proceso histórico porque el paraíso no está al principio, sino al final.

         El Papa ha escrito una exhortación apostólica (Laudate Dominum) sobre el impacto del cambio climático y cuestiona las posturas de quienes se burlan, ridiculizan, no les importan, acusan de ello a los pobres y no tienen en cuenta los riesgos, ya casi irreversibles, a los que se somete al planeta. Por otra parte, afirma taxativamente que «sabemos que fe auténtica no solamente da fuerzas al corazón humano, sino que transforma la vida entera, transfigura los propios objetivos, ilumina la relación con los demás y los lazos con todo lo creado» (61).

         Para que el Adviento contribuya a ser signo de esperanza aumentando nuestra sensibilidad en torno al tema del cambio climático hay que cultivar la mística de que somos familia universal, de que todo esto tiene que ver con la dignidad personal, que no cambiaremos la vida si no cambiamos nosotros un poco de vida. Es el trabajo por la adquisición de una nueva cultura «para gestar grandes procesos de transformación que operan desde las profundidades de la sociedad» (71).

         Es fácil que todo esto nos suene lejos, que no nos haga vibrar. Es cuestión de irlo trabajando, de mirarlo muchas veces. La esperanza, para el planeta y para nosotros mismos, no se genera en un solo día. Se trata de procesos larguísimos, de construcciones de siglos. Se necesita una maduración de las formas de vida. Para pensarlo y para dar pasos sencillos y asequibles en esa dirección (reducir, reutilizar, reparar, restaurar, rediseñar, reciclar, recuperar, etc.). La espiritualidad de la esperanza cobra otro sentido cuando se la inscribe en el tema del medio ambiente. Porque hay caminos que se abren.

 

  1. 4.    Mirar a través de las lágrimas de los pobres

 

         «Me puse a considerar la peor de las opresiones perpetradas bajo el sol: vi llorar a los pobres sin que nadie los consolase; la violencia de los opresores, sin que nadie les detuviese» (Qoh 4,1).

La peor de las opresiones es la violencia y el menosprecio con los pobres, la génesis inhumana de situaciones  establecidas de pobreza, la división del mundo entre los que cuentan y los que no cuentan. Es muy difícil entender que las pobrezas son el lado más inhumano de la historia cuando no se pertenece a ese mundo, cuando se está lejos de las garras que destrozan y de las hambres que devoran. Dos absolutos: Dios y el hambre, decía Casaldáliga. Ni siquiera el primero; sólo el segundo. Las lágrimas de los pobres que nadie recoge, que no importan a nadie, que se pierden en el mayor de los olvidos. Dios las recoge (Sal 56,8). Hacer llorar a un pobre es una iniquidad. Esa opresión se “perpetra”, igual que un crimen. De alguna manera,  es preciso generar consuelo, interés, preocupación. La violencia que nadie detiene. Pero, en realidad, hay muchos  que se oponen tenazmente a la violencia con riesgo de sus vidas (obispo Rolando Álvarez). Sin esa oposición, la violencia habría destruido ya la tierra. La violencia contra los pobres supera la impunidad en la resistencia de los pacíficos. El silencio en el que discurren las lágrimas de los empobrecidos, se hace, algunas veces, clamor elocuente.

         El Adviento puede ser instancia de esperanza cuando nos animamos a mirar no solamente las lágrimas de los pobre sino a ver la vida a través de esas lágrimas. Aunque eso nos lleve a un lío, no habríamos de endurecer el corazón únicamente con las perspectiva de una caridad organizada. Hay aspectos de la vida que se pueden practicar sin que tenga que llegarse siempre a la cuestión del dinero. ¿Cómo mirar la ciudad desde los frágiles? ¿Cómo enfocar la vida fraterna desde ese ángulo? ¿Cómo recuperar la paz cuando las pobrezas nos han alterado (que no está nada mal)? ¿Cómo podemos hablar de un Adviento de esperanza si, de alguna manera, eso no toca la vida de los frágiles?

 

  1. 5.    Los inesperados hermanos

 

«¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos, elamitas y habitantes de Mesopotamia, de Judea y Capadocia, del Ponto y Asia, de Frigia y Panfilia, de Egipto y de la zona de Libia que limita con Cirene; hay ciudadanos romanos forasteros, tanto judíos como prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las grandezas de Dios en nuestra propia lengua» (Hech 2,7-11). 

Son “inesperados” (aunque los “llame” nuestra necesidad y la suya). Por eso los recibe la guardia civil en nuestras costas. Son inesperados y para muchos indeseados. Son “partos, medos, elamitas”, etc. Pero sobre ellos de derrama el Espíritu de Jesús. Sobre ellos habría de derramarse la empatía, la compasión, el amparo, la esperanza. Queda mucho camino por hacer hasta ver que los grandes flujos migratorios son, además de un problema administrativo, una oportunidad de humanidad.

¿Cómo llegar a entender la diversidad social como una posibilidad? Las sociedades de hoy son multiétnicas, multirreligiosas, multiculturales. Y eso es una riqueza, no una amenaza. Al igual que una orquesta con músicos de todo el mundo, necesitan practicar para tocar en armonía: lo mismo ocurre con la sociedad. La diversidad requiere inversión social, cultural, política, religiosa; a veces inversión en cohesión social; para asegurarse de que en una sociedad diversa, cada comunidad ha de sentir que se respeta su identidad, como la identidad del violinista debe ser respetada, junto con cada instrumentista.

¿Cómo ser mediación de esperanza en el ámbito de la diversidad social? El Papa Francisco marca un itinerario:

  • Acoger: comenzar por abrir puertas y corazones. Tratar de ponerse en la situación de quien emigra, comprendiendo sus sueños, compartiendo sus penalidades.
  • Discernir: tratar de entender las motivaciones de quienes piensan, siente y viven en otros parámetros culturales que los nuestros. Todas las visiones del mundo pueden ser compatibles.
  • Acompañar: ser brazo en el que se apoye quien está más desvalido ante la administración, las instancias culturales o sanitarias.
  • Integrar: no pedir la renuncia a la propia identidad, sino insistir en el sueño de compatibilidad social que hace de una sociedad plural una realidad en la que caben todos.

 

  1. 6.    ¿Quién eres tú que ahora llegas?

 

«Viéndolo Jesús echado y notando que llevaba mucho tiempo, le dijo: ¿Quieres ponerte sano?» (Jn 5,6).

Hay como una idea oculta en el EvJn: Jesús se hace presente cuando han fallado todos los mecanismos religiosos, cuando no se le espera. En los márgenes, en la imposibilidad, en la penumbra, entonces aparece él, entonces se hace la propuesta del seguimiento.

Quizá eso puede dar esperanza a la vida religiosa en esta hora de formidable reducción. Lo que se vive como desolación, desaparición, acabamiento quizá pueda verse con una cierta esperanza, aquella que está al otro lado de nuestros proyectos, nuestros números y nuestro insaciable deseo de pervivencia.

«¿Quién eres tú que ahora llegas cuando todo parece terminar?». Este verso de José A. Valente podría iluminarnos. Todo parece terminar. Pero, en realidad, las promesas que se nos hicieron y las que nosotros hicimos siguen en pie. La vida fraterna puede estar bien viva en este momento de incertidumbre si la alimenta la esperanza confiada. No sabemos adónde vamos, pero Jesús sigue sosteniendo los anhelos de la fe, más que nunca. Confiemos en quien decimos confiar.

 

  1. 4.    Abrir paso a la esperanza

 

Quizá la esperanza no se abra paso ella sola. Tal vez haya que “forzarla” un poco para que pueda ser, como decía Labordeta.

 

a)   Pensar con esperanza:

 

Sanear la mente y el corazón, liberarlos de la grisura en la que a veces nos movemos, despejar las nieblas de un pesimismo tóxico que nos pega al alma. No se trata de ser un ingenuo que no ve las dificultades, sino de situar la vida más en los intentos, en los anhelos, en el sol que brilla al otro lado de la niebla que en la niebla misma. Pensamientos esperanzados como tierra de esperanza que acoja semillas de gozo y no de pesadumbre.

 

b)   Hablar con esperanza:

 

Porque mucho de la esperanza, como mucho de la vida, se juega en nuestras palabras. Si son palabras negativizadoras, la cosecha es el desaliento. Si son palabras de esperanza, la cosecha es el ánimo. No están negadas las palabras esperanzadas con el realismo y la cordura. Pero no se dejan envolver, como un tela de araña, por la amargura que destilan las palabras que brotan de la decepción y del fastidio.

 

c)    Orar con esperanza:

 

Sabiendo que la oración no es solución, sino empuje, aliento y dinamismo. Orar como quien otea un día de esperanza, orar como centinelas que aguardan el primer rayo del sol, orar como vislumbra la presencia de Jesús en la vida. Orar con la tenacidad de quien encuentra en la Palabra las perspectivas nuevas que le van sosteniendo en la vida y que le descubren nuevos caminos cotidianos. Una oración enmacetada en la esperanza, no un mero acto de piedad.

 

d)   Construir espacios sociales esperanzados:

 

Contribuir, de la forma que sea, a que la vida de los frágiles, tan propensa a la desesperanza, tenga un horizonte más abierto. Controlar nuestro sentido exclusor y dar cancha a la acogida del distinto, incluso en el ámbito religioso. Ser fieles y tenaces en el ideal de hacer propio el sufrimiento ajeno.

 

  1. 5.    Conclusión

 

Todos lo sabemos: el Adviento es tiempo fuerte para renovar el dinamismo de la esperanza. ¿Cómo de manera más intensa y más deseada? ¿Cómo situarse cada vez más en el lado de quien espera? ¿Hay que ceder a la sensación de quien asevera que ya no esperamos nada? Celebrar la Navidad sin esperanza sería celebrarlaç de manera muerta. Para  hacerlo de manera viva hay que volver la mirada a Jesús, nuestra esperanza viva. Que el Señor nos conceda la mística de la esperanza.

 

EJERCICIOS 2023

CONTRA EL COLAPSO DEL SENTIDO

Notas para una semana de retiro en 2023 con el libro del Eclesiastés

 

         Hablar del sentido parece una cuestión filosófica, algo que no va con nosotros, teoría para desocupados. Pero no es así: el sentido es la razón que nos hace levantarnos cada mañana con ánimo para afrontar el día; es lo que nos hace mirar la realidad con ilusión, aunque, a veces, las cosas vengan torcidas; es la fuerza (¿de dónde viene?) cuando nos muerde el dolor y nos roe la soledad; es lo que nos devuelve el brillo a los ojos, el canto a los labios y la alegría a la relación. El sentido es la orientación del alma, el rumbo del corazón, la correcta dirección de la interioridad. No sabemos cómo decirlo de manera más exacta.

         ¿Merece la pena dedicar la semana anual de ejercicios a trabajar el sentido desde el punto de vista antropológico y espiritual? Nos parece que sí, que eso puede reportar un beneficio a nuestra vida de creyentes. Al fin y al cabo, si los trabajos de fe no ayudan a mejorar la vida interior, pierden su razón de ser.

         ¿Puede ayudarnos en esta tarea espiritual un libro bíblico tan lejano y raro como el Eclesiastés? Puede que sí, siempre que lo trabajemos. Hemos de ensanchar el campo de lectura bíblica y, de vez en cuando, tenemos que adentrarnos por caminos un tanto desconocidos. Hay que ensanchar los límites de la lectura bíblica. Por lo menos, podemos intentarlo. El recurso a la Fratelli tutti pondrá el contrapunto de actualidad al viejo mensaje.

         El nuestro es tiempo de perplejidad. La Palabra, el silencio, la oración común pueden ayudarnos en estos días a hacernos más fuertes contra el peligro del colapso del sentido y conseguir para nosotros puntos de apoyo más firmes que nos ayuden a seguir caminando con ilusión en la senda de la fe.

 

1

VACÍO

 

Planteamiento

 

         Nuestra vida discurre la mayor parte de los días sin sobresaltos (si no, nos resultaría difícil encajarla). Pero, a momentos, surge dentro como una especie de vacío: pasan los años y, a veces, nos vemos con las manos como vacías, como si lo que hiciéramos no tuviera mucho sentido. Una sensación de vacío. Algo temible; lo que los antiguos llamaban el horror vacui, el terror al vacío.

         Y entonces queremos llenar ese vacío con el consumo, la continua actividad, el móvil, las distracciones. Se nos hace difícil llenar el vacío que entrevemos. Y por eso nos echamos en brazos de todo eso, aunque comprobemos, una y otra vez, que el vacío no se llena.

         ¿Y si encaráramos el vacío? ¿Y si lo miráramos de frente? ¿Y si percibiéramos la posibilidad de elaborarlo, no tanto de suprimirlo? ¿Si lo viéramos más que como un acompañante molesto, como una tierra que es preciso labrar y sembrar? ¿Y si llegáramos a entenderlo como una posibilidad?

         La humanidad (la buena relación) y la fe (la espiritualidad) pueden ser semillas adecuadas para ese campo del vacío. Cuanto más humano/a, menos espacio para el vacío, más campo cultivado; cuanto más buscadores en la fe, menos perplejidad, más confianza.

 

Eclesiastés 1,1-2

 

         «Palabras de Qohélet, hijo de David, rey de Jerusalén. ¡Vacío y más vacío! –dice Qohélet-; ¡vacío y más vacío, todo es vacío!».

  • La pseudonimia de David quizá indique que lo que se quiere decir es importante para el Eclesiastés. No estamos hablando de bagatelas, sino del fondo de lo humano, del cimiento de lo que somos
  • Comienza el libro con la palabra “vacío”. De alguna manera, eso dibuja la existencia: muchas veces nos parece que el camino humano es vacío y lleva al vacío. Son las horas de oscuridad que se hacen presentes en nuestra vida, aunque se mezclen con horas de luz (por suerte). Es una gran sabiduría no temer al vacío, saber que está ahí y que puede ser elaborado.
  • E insiste: “más vacío”. Como diciendo: no se argumente diciendo “no te pongas pesimista”. Ni pesimista ni optimista: el vacío está ahí como parte de nuestra vida. A veces es muy denso; otras veces más benigno. Pero está ahí como un componente de lo que somos.
  • Y todavía más: “todo es vacío”. No, aunque algunas veces nos lo parezca.  Cuando se derrumba la vida parece que todo es vacío, sin sentido. Pero no es así: el amanecer, la luz, el olor de la tierra, el ruido del viento, la pureza del agua, etc. es, con frecuencia, el lenguaje del sentido en momentos de oscuridad. Hay que saber escucharlo para levantar los hombros y seguir adelante, para lograr que no se borre del todo la sonrisa de los labios. No todo es vacío, hermano Qohélet, no todo.

 

Reflexión espiritual

 

  • Antídoto contra el vacío: eso puede ser la experiencia de la fe: herramienta para encajar con humanidad, discernir con sensatez y dar un cierto sentido a lo que parece que no lo tiene. La experiencia de la fe es sanadora, no anestesiante. El cultivo de la interioridad, de la oración, del silencio, del diálogo, del disfrute, puede hacer que el vacío no intente ocuparlo todo, sino que se circunscriba a su terreno y no más y que ahí pueda ser elaborado. 
  • Jesús ha experimentado el vacío: el de la oración (Mc 1,35), el del rechazo (Lc 13,34), el del abandono (Mt 27,46). Experimentado en vacíos, pero no ha sucumbido a ellos. Le ha mantenido la certeza de que el Padre siempre está con él, aunque las cosas vengan mal dadas (Jn 8,29; 16,32). Sabe de vacíos; puede entender y animar los nuestros. Él ha logrado reorientar sus vacíos tomando sobre sí los vacíos de otros. Quizá ahí se halle un camino.
  • Comunidad que alienta: eso habría de ser la comunidad de fe; eso es lo que se palpa en sus mejores miembros, los más tenaces, los más proféticos, a veces los más callados. Leer la débil realidad de la comunidad cristiana desde su capacidad de alentar: una gran sabiduría. Recibes aliento de la comunidad cristiana: agradéceselo, dalo tú a otros, no cultives desalientos que no llevan más que a la desilusión y a la amargura.
  • Fraternidad para compartir ánimo: eso es la fraternidad de la VR, de los grupos de fe, de los colectivos creyentes sean cuales sean. El ánimo compartido es como el pan multiplicado: aunque sea poco. Cunde mucho. Ten el valor de poner tu ánimo, sea poco o sea mucho, sobre la mesa de la comunidad para que Jesús lo multiplique. Sé persona de ánimo compartido, contagioso, extendido.

 

FT 36

 

«Si no logramos recuperar la pasión compartida por una comunidad de pertenencia y de solidaridad, a la cual destinar tiempo, esfuerzo y bienes, la ilusión global que nos engaña se caerá ruinosamente y dejará a muchos a merced de la náusea y el vacío».

  • La comunidad de pertenencia (la fe compartida) nos libra de la náusea y del vacío. Necesitamos una experiencia de fe común. Valoremos ese tipo de experiencias, aunque sean sencillas.
  • Para conjurar la náusea y el vacío hay que dar tiempo, esfuerzo y bienes. No se nos va a dar el sentido sin elaboración, sin esfuerzo, sin generosidad.
  • Si no hacemos esta clase de búsquedas, la ilusión global se caerá ruidosamente, nos encontraremos perdidos y como sin alma, a merced de los acontecimientos, sin fuerzas dentro.
  • Es preciso elaborar sentido y espiritualidad para que no ocupe la náusea y el vacío el espacio que está destinado al gozo, al disfrute, a la fraternidad, a la fe.

 

Oración

 

De la frialdad que nos hace indiferentes hacia las cosas.
LÍBRANOS, SEÑOR

Del vacío de las relaciones superficiales.
LÍBRANOS, SEÑOR

De la tristeza que es fruto de poner nuestros ojos

en lo que no es importante.
LÍBRANOS, SEÑOR

De la abundancia que nos convierte en egoístas.
LÍBRANOS, SEÑOR

Del ruido que nos deja sordos a tu Palabra.
LÍBRANOS, SEÑOR

De las distracciones que nos despistan para no seguirte.
LÍBRANOS, SEÑOR

De las riquezas que nos pierden y nos endiosan.
LÍBRANOS, SEÑOR.

 

 

 

2

FATIGA

 

Planteamiento

 

         El corazón humano es, a veces, un corazón fatigado: ¿para qué hago todo esto si nadie me lo agradece? Me canso de hacer cosas que sirven poco, que se repiten, que no tienen relevancia, que no me terminan de satisfacer. Con el cansancio, se hace más gris la vida y más lento el caminar. Pesan los años y pesa su fatiga. Pero quizá la fatiga de no moverse sea más grande, más pesada y más sin sentido que la de andar.

         Tenemos la impresión de que las cosas no cambian. Y en parte es así. Pero eso no quiere decir que encierren siempre una cierta novedad. Descubrir esa humilde novedad, escondida novedad, es antídoto contra la fatiga. Un olfato para lo bueno de lo nuevo: ese es un sentido que no habría que perder.

         Es cierto que tropezamos muchas veces en la misma piedra y eso nos conduce al cansancio, a la fatiga. Pero de cada tropezón se puede aprender y nunca estamos en el mismo punto. El corazón cambia, hace camino, se dirige al horizonte. Para no fatigarnos hay que maravillarse ante un interior que se mueve, que busca, que se pregunta.

Conocemos los remedios contra la fatiga: insistir porque siempre puede surgir una oportunidad nueva; resistir, porque en la resistencia habita la esperanza; ser resiliente, porque de una situación de fatiga asumida puede surgir algo novedoso.

¿No hay nada nuevo? ¿No es nuevo cada amanecer, cada sonrisa, cada gesto de amor, cada camino iniciado, casa sueño acariciado, cada pequeño proyecto planeado, cada abrazo dado con aprecio, cada silencio disfrutado? ¿Nada es nuevo o todo es nuevo para un corazón que palpita? ¿A ver si la novedad está en el corazón más que en las cosas?

 

Eclesiastés 1,3.9

 

         «¿Qué provecho saca la persona de toda la fatiga con que se afana bajo el sol?...No hay nada nuevo».

  • ¿Por qué se pregunta por el provecho, por lo que se puede sacar, por lo que es rentable? ¿Qué nos cansa, los trabajos de vivir o los trabajos que no se consideran pagados? ¿Y si se pagaran con moneda de agradecimiento, de gozo, de alegría común, de disfrute compartido, de camino al corazón andado en compañía? ¿No sería ese un camino provechoso? ¡A ver si la fatiga está en la moneda en que queremos que se nos pague a la que nosotros, por lo que sea, no le damos valor!
  • Hay que distinguir entre fatiga útil y fatiga inútil. La útil es aquella que beneficia al otro, la que proviene de llevar las cargas de los otros, la de hacerse cargo de dolores que no son los míos. La inútil es la que me beneficia solo a mí, la fatiga que me enriquece, aunque, en realidad, tampoco le sacamos provecho. Por eso nos cansa.  La fatiga productiva es aquella que se deriva de vivir con y para el otro.
  • Una fatiga afanosa, desmedida, insensata, desproporcionada. Así es la fatiga inútil, la preocupación por las minucias de una vida empequeñecida. Lo que nos quita el sueño es, a veces, una ridiculez egoísta, cosa próxima al capricho infantil que se quiere satisfacer como sea. Desencapricharse para ensanchar los límites de la vida y del alma. He ahí una gran tarea.
  • Descubrir la novedad, vivir en novedad, sentirse a gusto cuando las cosas cambian para bien del frágil. No anclarse en la terquedad de un beneficio solo para mí, de un poder donde se haga siempre lo que yo diga. Quien dice que no hay nada nuevo bajo el sol es quien quiere que no haya nada nuevo bajo el sol, quien, en el fondo, anda buscando el propio beneficio.

 

Reflexión espiritual

 

  • Un Dios que no se cansa: puede que haya textos donde se diga que Dios se cansó de nosotros (Gen 6,6). Pero Dios es uno que va tras de nosotros sin cansarse (Oseas, Sal 118,170; Lc 15,4). Es paciente y está a la puerta llamando y  esperando a que se le abra (Ap 3,20). Un Dios infatigable, a prueba de desplantes y de agravios, ése es el Dios de Jesús. Porque saber de amor, ni cansa ni se cansa. Siempre está esperando, aunque sea de noche (Jn 3,3).
  • Un Jesús que siempre está a la escucha: porque aunque ande cansado del camino (Jn 4,6) se apresta a escuchar, se “pone cómodo” dispuesto a la total escucha (Lc 19,7). No le fatigan ni nuestra fragilidad moral ni nuestra enorme dificultad para entender y vivir los dinamismos del reino. Sabe de qué pasta estamos hechos y ama y espera sin límites, como quien sabe de amor (1 Cor 13,7). Él no se cansa aunque haya tomado sobre sí nuestro dolor y sea cómplice de nuestra humilde situación (Is 53,4).
  • No cansarse de seguirle: ya que el éxito del seguimiento a Jesús está en su perseverancia, aunque nos sepamos inconstantes y zarandeados por nuestra increencia (Lc 22,31), aunque tengamos que volver a él siempre que nos hayamos extraviado (Lc 22,61).  Hay que pedir la gracia de perseverar hasta el fin no tanto para salvarse (Mt 10,22), sino, sobre todo, para que se nos desvele su rostro, su amor (Ex 33,18).
  • Una fe para descansar de fatigas: ésa es la fe de Jesús, el yugo llevadero y la carga ligera que sosiega y calma, que da energías nuevas, que devuelve el aliento perdido, que nos hace descansar sobre todo de fatigas inútiles (Mt 11,30). Una oración que descanse; una eucaristía alentadora y sosegante; un silencio que repare nuestros desgastes y nos abra a los secretos del alma de Jesús; un discernimiento que aclare nuestros desajustes (Mc 6,31).

 

 

 

 

FT 195

 

         «No se pierde ningún trabajo realizado con amor, no se pierde ninguna de las preocupaciones sinceras por los demás, no se pierde ningún acto de amor a Dios, no se pierde ningún cansancio generoso, no se pierde ninguna dolorosa paciencia».

  • Nada de lo hecho con amor se pierde: las entregas tienen un valor en sí mismas, independientemente del premio, del aplauso, del pago, del reconocimiento. El amor justifica y da sentido a todo acto de entrega.
  • Las preocupaciones sinceras por las situaciones de los demás siempre tienen un valor. Nos conmovemos y, ojalá, nos movamos. Preocuparse por los demás no es entrometerse en su vida; es no cansarse de mirar en la dirección del otro.
  • Todo acto de amor, a Dios y la persona, es productivo porque la buena relación, el reino de Dios, es el trabajo a realizar y la meta a lograr. Al amor le basta una pequeña grieta para florecer.
  • Ningún cansancio generoso, ninguna fatiga humilde, ningún sudor ignorado pierden su valor. pasan al subsuelo de la vida, al humus del que se nutren los corazones, al cimiento de la existencia.
  • Y todo ello aunque a la fatiga le acompañe un cierto dolor, una herida que duele. Un seguimiento de Jesús indoloro no es de calidad.

 

 

 

Oración

 

Señor, me cansa la vida,
tengo la garganta ronca
de gritar sobre los mares,
la voz de la mar me asorda.

Señor, me cansa la vida
y el universo me ahoga.
Señor, me dejaste solo,
solo, con el mar a solas.

Por todas partes te busco
sin encontrarte jamás,
y en todas partes te encuentro
sólo por irte a buscar.

 

 

3

OJOS ABIERTOS

 

Planteamiento

 

         Se puede vivir sin ver, sin mirar, sin lucidez. No es ningún tipo de ceguera física, sino existencial. Quien sabe mirar lleva una vida lúcida; quien no sabe mirar, vive en la inconsciencia. Esto es vivir en el tran tran de los días sin hacerse preguntas, sin valorar, sin queda tocado por lo que pasa; aquel, el vivir lúcido, se detiene en lo que vive, reflexiona, toma decisiones, se mueve sabiendo dónde pone los pies. Son dos maneras de vivir.

         Para mirar con ojos abiertos es preciso estar interesado por la realidad. Se trata de ser interesado, no tanto ser curioso. Habrá que superar esa cultura de titular de telediario que no se informa, que no lee, no profundiza; se queda en la superficie de las cosas. Cuando hablamos de ojos abiertos estos, a la vez, hablando de profundizar un poco.

         ¿Y qué hay que mirar? El lado humano de nuestros caminos. No se trata de vivir en las nubes, sino de descubrir en las sendas de la vida ese lado “espiritual”, profundo, interesante. Tendemos a la superficie y es preciso contrarrestar tal tendencia. Ojos abiertos para crecer en humanidad. De algo de eso se trata.

         Para todo ello, es preciso ser honrados con lo real. Es preciso encarar con humanidad lo que hay, lo que somos en este momento, lo que realmente nos ocupa y nos preocupa. Todo ello para no fugarse de la realidad, para no construir superestructuras que realmente no existen. La mirada de ojos abiertos es una mirada con arraigo antropológico, con raíces en la vida diaria.

         Para eso hay que mirar los detalles, porque en ellos, en su modestia, está encerrada muchas veces la maravillosa verdad de las cosas. Tratar todo en general, grosso modo, es una manera cegata de andar por la vida. No se trata de enredarse en minucias, sino de valorar las posibilidades que se encierran en los pequeños gestos de cada día.

         Todo ello nos llevará a una mística de ojos abiertos, aquella que entiende que para ser seguidor de Jesús no hay que salirse del marco de la cotidianeidad. En tal marco quiere Dios que le amemos y que sirvamos a los hermanos/as.

 

Eclesiastés 2,12-14

 

         «Me puse a considerar la sabiduría, la locura y la  necedad y descubrí que la sabiduría aventaja a la necedad lo mismo que la luz a las tinieblas. El sabio tiene sus ojos abiertos, mas el necio camina en tinieblas».

  • La comparación entre sabiduría y necedad es una manera de analizar la vida. Una ida y una fe despiertas no llegarán sin ese tipo de consideraciones, de discernimientos. Sin ello, la fe se vuelve rutinaria. Se necesitan espacios de discernimiento: oración, silencio, paseo contemplativo, contraste con la Palabra, diálogo con personas de consejo, etc.
  • La sabiduría aventaja a la necedad, el discernimiento a la ruina, una vida despierta a otra adormecida, una fe cultivada a otra simplemente heredada. Merece la pena trabajar por construir una fe y una vida lúcidas, enmacetadas en la realidad y, a la vez, con vuelo utópico, con horizonte.
  • La luz aventaja a las tinieblas: una vida luminosa no es algo que se nos dé sin más. Hacer luz dentro y en los propios caminos vitales es un trabajo que no nos será ahorrado. Se trata de pasar de una mirada opaca y neutra sobre la vida a otra mirada apreciativa, valoradora, disfrutadora de la realidad.
  • Por eso el sabio, el buen lector de la realidad, el creyente trabajador de la fe tiene los ojos abiertos, vive una fe lúcida, creativa, cultivada, redescubierta cada día. Mientras que el necio, el atolondrado, el rutinario, el que no pierde el tiempo en cosas que no producen vive en el atolondramiento y en el despiste de las tinieblas. Y cuanto más se vive en tinieblas, menos capacidad para desear la luz.

 

Reflexión espiritual

 

  • La mirada de Dios: para alimentar una mirada sobre la fe y sobre la vida de ojos abiertos hay que saber cómo nos mira Dios. Dice 1Cor 13,12 que cuando estemos con Jesús, comprenderemos cómo Dios nos ha comprendido. La mirada de Dios sobre nosotros es la mirada del respeto y de la compasión, del amor. Esa misma mirada habría de ir siendo la del creyente, eso es lo que hay que trabajar para que cada día más pueda ser un logro en nuestra vida. La mirada creyente es una mirada nueva sobre la vida, hasta en los detalles.
  • Las miradas de Jesús: Las miradas de Jesús según los evangelios son todo un código que termina por desvelar el rostro del Dios de amor. Efectivamente, ¿cómo saber sin la mirada de Jesús la hondura de su humilde grandeza? Las cristologías hondan en los componentes más profundos de la realidad espiritual de Jesús, pero dejan de lado los matices de componente antropológico. ¿Cómo saber de Jesús sin conectar con sus búsquedas? Y ¿cómo saber de tales búsquedas sin mirar a sus ojos? Por suerte, los evangelios nos han transmitido muchos matices de las miradas de Jesús. De tal manera que, incluso a través de textos tan “manipulados”, podemos hacernos una idea de aquellos ojos, de aquella luz. La mirada penetrante de Jesús está entre velos de sombra. Velos de sombra mezclados a blancos de luz. Mirada que se desdibuja en los telones de la historia. Mirada medio oculta por los avatares de la vida que es preciso desvelar mirando con amor los ojos que te miran con amor. Mirada de la que brota el rojo de la sangre, el rojo del amor que se extiende a lo largo del rostro, porque es una mirada de amor en un rostro que ama. Mirada que demanda otra mirada para que el ir y venir del amor encuentre su verdadera senda. Una mirada que oculta la boca del enamorado pero que se adivina tras los velos del silencio. Porque la suya es una mirada que no muere en el silencio, sino que, por el contrario, la hace más viva, más elocuente. Mirada que pregunta al corazón y que demanda una respuesta que brote de la fuente del amor, del venero inagotable del fundamento de la vida. Antes que mirado, el rostro de Jesús es un rostro que mira. Su mirada ha desvelado la manera de mirar el camino lleno de avatares de la historia que tiene el Dios que ha ceñido su suerte a tal historia. Si algo caracteriza tal mirada es la com-pasión, la pasión por vivir compartida. Esa pasión es la que desata la ternura del corazón y cumple con la vocación primordial que anida en todo ser: vivir, más allá de sobrevivir. Por ello, la compasión que anida en la mirada de Jesús, en la mirada de Dios, deja claro que el camino de la historia, incluidas sus limitaciones, tiene sentido porque anida en él la llamada a la vida. Mirados para sostenernos en la vida, esos son los resultados espirituales de la búsqueda de Jesús.
  • Mirada fraterna: se trata de entender que el grupo de fe (familiar, religioso, parroquial, congregacional) merece ser mirado con la comprensión y el respeto de quien me facilita la fe. Mirada fraterna y agradecida. Hay que alejar lo más posible las miradas desconfiadas, displicentes, ajenas de interés, duras. La mirada es la puerta del corazón. Y eso lo notamos todos.

FT 281

 

         «Entre las religiones es posible un camino de paz. El punto de partida debe ser la mirada de Dios. Porque «Dios no mira con los ojos, Dios mira con el corazón. Y el amor de Dios es el mismo para cada persona sea de la religión que sea. Y si es ateo es el mismo amor. Cuando llegue el último día y exista la luz suficiente sobre la tierra para poder ver las cosas como son, ¡nos vamos a llevar cada sorpresa!».

  • Dios mira con el corazón, tanto para andar los caminos de la paz como cualquier camino de vida. En esa mirada encontramos amparo y orientación. Encontrarse con la mirada compasiva de Dios, por etéreo que parezca, es una gracia impagable.
  • Esa mirada compasiva se derrama más allá de cualquier religión (recordar aquella frase del priori de Tiberine: “Si Dios quiere podré, pues, sumergir mi mirada en la del Padre para contemplar junto con Él a sus hijos del Islam”).
  • Dios mira con amor a los ateos y a nuestros propios ateísmos, los encaja en su corazón que ama hasta hacer de esos ateísmos, por paradójico que suene, un camino hacia él.
  • AL final nos vamos a llevar la sorpresa de un amor volcado a nosotros en totalidad, por encima de fallos, envolviendo el mal y triunfador del bien. Toda una sorpresa anunciada, intuida, algo sabida pero nunca vivida del todo.

 

Oración

 

Están mis ojos cansados
de tanto ver luz sin ver;
por la oscuridad del mundo,
voy como un ciego que ve.

 

Tú que diste vista al ciego
y a Nicodemo también,
filtra en mis secas pupilas
dos gotas frescas de fe.

 

 

 

 

 

 

4

TIEMPO

 

Planteamiento

 

         Por muy fugaz que sea, el tiempo es un don divino: poder estar aquí, poder ver discurrir el tiempo, tener tiempo para hacer el bien, disponer de tiempo para amar, tener oportunidad de aprender con tiempo, tener tiempo para curar y para reorientar la vida. El tiempo: don fugaz, que escapa de las manos, que se pierde a veces, don divino.

         Todos lo sabemos: no es lo mismo dejar pasar el tiempo en vano que aprovechar el tiempo. Dejar pasar el tiempo sin ton ni son es una pérdida irreparable que no vuelve; pasarlo en la búsqueda afanosa del propio bien, del exclusivo placer, hacer del tiempo una herramienta de dominio; todo eso es pérdida. Aprovechar el tempo para la interioridad, el disfrute, la espiritualidad, la cultura y, sobre todo, hacer el bien a quien lo pasa mal es aprovechar el tiempo, aunque el provecho no sea monetario, sino humano.

         Se dice que el tiempo es oro, algo de mucho valor. La expresión lleva implícita la advertencia de que no toques mi precioso tiempo. Si es tiempo para los demás, el “oro” se multiplica y todos salen beneficiados. Si es para uno solo, el oro se devalúa y todos salimos perdiendo. Cuando alguien nos dice “tienes todo mi tiempo”, hace para nosotros la mayor ofrenda.

         Es algo muy saludable vivir en el propio tiempo, ni antes (en la nostalgia) ni después (en la búsqueda desesperada de novedades). Para estar en el tiempo presente es preciso amar la sociedad, ser empático con los movimientos humanos (cosa que no excluye la crítica), desterrar la crítica negativizadora contra el momento presente creyéndolo como la peor de todas las épocas. Ser persona de tu tiempo es ser persona que ama su tiempo.

         El tiempo no vuelve, pero las oportunidades sí. Siempre se puede recomenzar, retomar la senda de la vida y de la fe, recuperar el camino de un amor interrumpido, volver a hacer la promesa de un tiempo dado en ofrenda a quien se ama. Dios y Jesús dan segundas y terceras oportunidades. Hay que aprovecharlas.

 

Eclesiastés 3,1.11

 

         «Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo. Dios ha hecho las cosas apropiadas en su momento y también les concedió el sentido del tiempo».

  • Es preciso saber captar el momento oportuno porque, efectivamente, todo tiene su momento. Es una sabiduría no precipitar el momento y no retrasarlo. Hay que pensar mucho cuándo decir una cosa y decirla cuando se debe. Ser oportuno es una cualidad envidiable; ser inoportuno lleva al sinsentido y al distanciamiento.
  • Cada creatura tiene inscrito en su ser el momento preciso y valioso de su aportación al coro de lo creado. Esa aportación, por humilde y desconocida que sea, resulta valiosa. Viene constituir el humus sobre el que florece la vida.
  • Dios hace y da las cosas apropiadas en su momento: el tiempo de salvación, el tiempo propicio, el kairós. Saber olfatearlo, entreverlo, percibir los pequeños brotes de esperanza es un gran valor que remite a una vida lúcida y a una fe cultivada.
  • Toda cosa tiene el sentido del tiempo, su lugar en la inmensa cadena del cosmos, por mucho que se diluya en medidas de millones de años. La persona también tiene su espacio en ese escenario de millones de años que no sabemos abarcar ni con la imaginación. Se nos dio un tiempo como un regalo, como un precioso don en el inconmensurable regalo del cosmos que vive y se expande.

 

Reflexión espiritual

 

  • Dios generoso: por muy breve que nos parezca la vida, Dios es generoso con nosotros al darnos tiempo para el disfrute, para el conocimiento, para la fraternidad, para la fe, para el gozo, para el saber. Y generoso para la espiritualidad cristiana: para tener y vivir los sacramentos, para poder rezar, para leer la Palabra, para acompañar a los frágiles, para poder sobrevivir a las lágrimas. Nuestra plegaria es la del Salmo 90,12: “Enséñanos a calcular nuestros años para que adquiramos un corazón sensato”.
  • Tiempo suficiente para seguir a Jesús: eso sí que lo tenemos seguro: Dios nos da el tiempo suficiente para hacer el camino con Jesús, para poder intuir de qué va eso y para poder disfrutar el estar con Jesús (Mc 3,14). No es el seguimiento algo tan arcano que no lo alcancemos nunca; se puede lograrlo y depende mucho de la intensidad de relación con Jesús.
  • Tiempos fuertes: así denomina la Iglesia a ciertos tiempos litúrgicos (Adviento, Cuaresma, Pascua). Pero un tiempo “fuerte” puede ser, además, un retiro bien trabajado, un plan de oración seguido con fidelidad, un voluntariado hecho con dedicación, un aprendizaje formativo hecho con alma. Los del Salmo 94,7: “Si hoy escucháis la voz del Señor, no endurezcáis vuestro corazón”.
  • Buenos tiempos para la espiritualidad: los nuestros. Porque quizá no sean los mejores para la religión, pero son buenos para la espiritualidad. Hay mucha gente que bucea en el interior, que profundiza, que elabora un camino de fe viva. Es cierto lo que decir Jn 3,8: el Espíritu sopla donde quiere. Hoy también sigue soplando.

 

FT 66

 

 «Con sus gestos, el buen samaritano reflejó que la existencia de cada uno de nosotros está ligada a la de los demás: la vida no es tiempo que pasa, sino tiempo de encuentro».

  • Un tiempo ligado a los demás: esa es la mejor perspectiva para leer y vivir el don divino del tiempo. Mide tu correcta percepción del tiempo por la cantidad y la calidad del tiempo que dedicas a los demás. Al samaritano, la secuencia mirar-acercarse-inclinarse-echar vino y aceite-vendar-montar en la cabalgadura-llevar a la posada-cuidar-prometer volver le llevó mucho tiempo. Algo de mucho más valor que los denarios que dio al posadero.
  • Por eso mismo, la medida del tiempo que vivimos no es tanto el número de años que llegamos a acumular, sino el tiempo que damos a los demás, el que dedicamos al encuentro. Si no brota el encuentro, no estamos empleando bien el tiempo; si se da el encuentro, el tiempo tiene sentido.
  • Y todo porque nuestra existencia está ligada a la de los demás. En esa ligazón adquiere sentido y, si no existiera, estaríamos ante una formidable pérdida de tiempo y de sentido.

 

Oración

 

Así eres Tú, Señor del tiempo y de la vida:

Tú, que llenas de ritmo y compás cada cosa

          Cada latido

Tú que conoces mis tiempos y mis pausas

          Mis idas y venidas

          Mis aciertos y atropellos

          Mi música y mi silencio.

Acompásame, Señor, contigo

          Que respire con tu aliento

          Que camine con tus pasos

          Que mire con tus ojos

          Que responda con tu voz

          Que escuche con tu amor

          Que ame con tu libertad

Y mi corazón, pobre y gastado,

se llene de Espíritu

soplando agradecido:

Tú, mi ritmo.

Tú, mi compás.

Tú, mi silencio.

Tú, primer y último latido.

Tú, Señor de mi tiempo y de mi vida.

 

 

5

DISFRUTE

 

Planteamiento

 

         El disfrute no ha sido tema trabajado en la espiritualidad tradicional. Se le ha mirado con un cierto recelo, por su proximidad (así se pensaba) al pecado (en el Kempis no aparece ni una sola vez). Y sin embargo, es imposible vivir el amor, la fe, la vida en general sin el disfrute. Porque en la vida hay disfrutes abominables (el disfrute de quien mata), pero hay disfrutes hermosísimos: el disfrute de la oración, del amor al trabajo, del gozo de la vida familiar, de la pasión por los pobres, el disfrute de ver que los pobres son, a veces, atendidos y que la justicia les hace caso.

         Una vida sin disfrute es una vida sosa y amarga; una fe sin disfrute desvela que uno no ha sido “atrapado” por la hermosura de Dios y por el atractivo de Jesús. Una Palabra no disfrutada no es una Palabra bien leída; una eucaristía no disfrutada es una eucaristía obligada. Abrazar la espiritualidad del disfrute no es irse por las ramas y, menos todavía, exponerse al peligro. Es algo bien necesario.

         Los disfrutes espirituales son útiles para una experiencia viva de la fe: la oración deseada, la eucaristía compartida, la Palabra degustada, la Iglesia entendida y vivida como casa de amparo y de gozo. Si la acusación de que nuestra fe es triste fuera cierta, habría de ser sustituida por una fe vibrante, gozosa y gustosa.

         Lo mismo pasa con la fraternidad (de la VR, de la vida familiar, de los grupos de fe): si es vivida solamente como reglas que hay que guardar, obligaciones que hay que cumplir, restricciones que se nos imponen, le falta algo, lo más importante: experimentar el gozo de caminar juntos, disfrutar la comunicación sencilla, compartir vivencias comunes. Si todo esto no se diera, la fraternidad se agosta y entra en la rutina que fatiga.

         Hay, incluso, disfrutes sociales que son muy jugosos: ver que el frágil es atendido y respetado, percibir que algunos de los excluidos van saliendo a flote, saber que nadie es desechado en la atención médica (aunque aún quede mucho por hacer con el sector social más vulnerable), alegrarse con las alegrías del vecindario, de la ciudad. Si no disfrutamos de nuestra sociedad, ¿cómo les podremos hacer, llegado el caso, una oferta de espiritualidad cristiana?

 

 

 

Eclesiastés 3,22

 

         «Veo que nada hay mejor para una persona que disfrutar de lo que hace, pues esa es su paga. ¿Quién va a traerle lo que sucederá después de ella?».

  • Puede parecer que el disfrute como paga de lo que se hace es medida rácana, escasa. Pero no; el disfrute es una buena medida: ¿si no disfrutas de los que haces, si lo que haces no tiene para ti mismo un valor, cómo lo va a tener para los demás? De ese disfrute depende la significatividad de la vida (hacer bien lo que se hace, aunque sea poco) en contra del anhelo de relevancia (querer salir en la foto, estar en el escaparate). La vida creyente está llamada a ser significativa más que relevante.
  • La satisfacción de hacer bien algo puede parecer poca cosa, pero es una gran satisfacción, se premie o no, se pague o no, se agradezca o no. No dar paso a algo defectuoso (laudes del miércoles semana II) es un propósito muy valioso porque la desidia nos cerca. Hacerlo bien es la mejor manera de escapar de ella.
  • Lo que suceda después de lo bien hecho no se sabe, nadie se lo va a decir de antemano. Lo más posible es que tenga efectos beneficiosos, pero no se sabe. Por ello, disfrutar haciéndolo bien en el presente es su  mejor garantía de cara al futuro. Es medicina contra la indolencia y el todo da igual.

 

 

 

Reflexión espiritual

 

  • Dios apasionado: así es el Dios de Jesús. La única pasión que abandona es la cólera, aunque el judío que hay en Pablo aún la mantenga (Rom 3,18). Pero su pasión es el perdón (Lc 15,11-32), la generosidad (Mt 20,1-16), la espera incansable (Ap 3,20), el amor (1 Jn 4,8). Dios de pasiones y de disfrutes (Lc 15,7).  ¿Un Dios frío, impasible, hierático podría haber sido el motor de una fe viva?
  • Jesús disfrutante: no son explícitos los evangelios en este punto. Pero lo vemos disfrutando en sus oraciones vivas (Mt 11,25; Jn 11,41), en su aprecio de las personas (Mt 11,11), en sus anhelos de dentro (Jn 8,29), en sus amistades (Jn 11,1). ¿Cómo iba a ser bálsamo para las heridas de quienes andan en los caminos con un rostro adusto y un corazón de corcho? Por el contrario, hasta la fe de los  paganos lo ablandaba (Mc 7,24-30). Un Jesús proclive al disfrute porque está cerca del corazón.
  • Una fe jugosa: hecha de experiencias vivas, más que de ideas, de vivencias de dentro más que de dogmas definidos. Una fe con historia personal, no con argumentos fríos. Una fe biográfica en la que se ha aprendido a Jesús por uno mismo, no por la mediación de otros, aunque esto, sin duda, puede ayudar.
  • Inocencia original: algo de eso hace falta para vivir una fe disfrutante: recuperar al niño que llevamos dentro y a la inocencia de nuestra primera mirada a Jesús. LS’ 66 dice que san Francisco fue de los que logró recuperar esa inocencia  original. Se puede comenzar desterrando lo más lejos posible la desconfianza porque, con ella presente, el disfrute se hace prácticamente imposible.

 

FT 219

 

«Cuando un sector de la sociedad pretende disfrutar de todo lo que ofrece el mundo, como si los pobres no existieran, eso en algún momento tiene sus consecuencias. Ignorar la existencia y los derechos de los otros, tarde o temprano provoca alguna forma de violencia, muchas veces inesperada». 

  • Es un texto que tiene algo de rapapolvos porque nosotros podemos entendernos como personas que puede disfrutar de todo, que tienen derecho a todo, frente a quienes no siendo de aquí (por más que sean personas) parece que no tienen los mismos derechos. Los derechos son universales; mientras no los disfruten todos, no se ha llegado a su verdad.
  • Ignorar a los pobres, apartarlos del disfrute, entenderlos solamente como mano de obra necesitada es un desenfoque. Promocionar y unirse a los gozos de los pobres es unirse a Jesús que secaba las lágrimas de quienes lloraban. Privar a los pobres de sus gozos es uno de los mayores pecados.
  • No podemos extrañarnos, dice el Papa, que la privación del disfrute de los derechos de los pobres pueda llegar a engendrar formas de violencia. Ellos procesan su situación de excluidos del banquete de la vida y se rebelan contra ella. No se puede pretender despojarles impunemente del gozo al que tienen derecho simplemente por ser creaturas.

 

Oración

 

Enséñame, Señor, a vivir el don de cada día,
sin otros planes que los tuyos, los de cada día.
Que pueda maravillarme de tu amor.
Que el rostro de mi prójimo sea nuevo para mí.

Dame un corazón, Padre,
resistente con el sufrimiento de cada día,
fuerte con la lucha frente al mal
amoroso con la oración de cada día.

Que sepa confiar en Ti,
dejando en tus manos el mañana
sin inquietudes ni prisas.
Que cada día estrene tu paz,
aprendiendo de Ti, cada día,
el sentido de la salud o la enfermedad,
del éxito o el fracaso,

del progreso o del retroceso.
Enséñame, Señor, a vivir el don de cada día.

 

 

 

 

 

 

6

POBREZAS

 

Planteamiento

 

         La espiritualidad de la pobreza habría de ser cambiada  por la preocupación por las pobrezas. Ese plural es el que interesa: ¿qué sabemos de las pobrezas? ¿En qué medida nos interesan? ¿Cómo podemos incidir en ellas? Esas son las cuestiones que es preciso ir resolviendo ante el duro y múltiple mundo de las pobrezas.

         Es bueno que las pobrezas nos conmuevan (peor sería si nos dejaran indiferentes, anestesiados). Pero lo más interesante es que las pobrezas nos muevan, deriven en conductas prácticas. Por lo que sea, ese paso se da con dificultad quedando solamente la conmoción del corazón que no lleva a orientar los pasos en una determinada dirección.

         Será preciso activar la responsabilidad, porque quien vive en la abundancia cree que él no tiene parte en el cruel desaguisado de las pobrezas. Es cierto que comprar es un acto moral. Y viajar, trabajar, vestir, comer, curarse, etc. Toda actividad humana tiene su reflej oen el conjunto de la sociedad. Mientras no sintamos esta implicación siempre veremos el problema de las pobrezas como algo desde fuera, algo en lo que yo no tengo parte.

         Y la actuación ante las pobrezas demanda en estos tiempos un nivel de organización que antes no era tan necesario. Y ello, no solamente por razones de eficacia, sino también por la dinámica del desarrollo al que  tiende la actuación con las pobrezas (no solamente por razones de socorro), por razón de humanidad. Actuar contra las pobrezas no es fácil: demanda un alto nivel de corresponsabilidad, organización, control en los proyectos de desarrollo y, en definitiva, fe en lo humano.

         Para la VR el viejo voto de pobreza habría de evolucionar en voto de mayordomía (de buena gestión, evangélica) y de generosidad. El hermoso logro de una economía orientada desde el evangelio habría de tener como meta la preocupación explícita, organizada y eficaz ante las pobrezas. Si no, pretender que la sociedad crea que los religiosos/as somos pobres es una fantasía insostenible.

         El trabajo continuado y acrecentado en la madurez de la vida por llevar una vida simple puede ayudar mucho a entrar en la órbita de las pobrezas. La sencillez de vida aclara mucho las cosas y deja las preguntas desnudas delante del seguidor/a de Jesús.

 

Eclesiastés 4,1

 

         «Me puse a considerar la peor de las opresiones perpetradas bajo el sol: vi llorar a los pobres sin que nadie los consolase; la violencia de los opresores, sin que nadie les detuviese».

  • La peor de las opresiones es la violencia y el menosprecio con los pobres, la génesis inhumana de situaciones  establecidas de pobreza, la división del mundo entre los que cuentan y los que no cuentan. Es muy difícil entender que las pobrezas son el lado más inhumano de la historia cuando no se pertenece a ese mundo, cuando se está lejos de las garras que destrozan y de las hambres que devoran. Dos absolutos: Dios y el hambre, decía Casaldáliga. Ni siquiera el primero; sólo el segundo.
  • Las lágrimas de los pobres que nadie recoge, que no importan a nadie, que se pierden en el mayor de los olvidos. Dios las recoge (Sal 56,8). Hacer llorar a un pobre es una iniquidad. Esa opresión se “perpetra”, igual que un crimen. De alguna manera,  es preciso generar consuelo, interés, preocupación.
  • La violencia que nadie detiene. Pero, en realidad, hay muchos  que se oponen tenazmente a la violencia con riesgo de sus vidas (obispo Rolando Álvarez). Sin esa oposición, la violencia habría destruido ya la tierra. La violencia contra los pobres supera la impunidad en la resistencia de los pacíficos. El silencio en el que discurren las lágrimas de los empobrecidos, se hace, algunas veces, clamor elocuente.

 

Reflexión espiritual

 

  • Dios de pobres, Dios de esclavos: pocas veces ocurre en la historia de las religiones que Dios se presente como un Dios de pobres, al lado de los esclavos (Ex 3,7). Por muchas que sean las infidelidades de Israel, sigue siendo el Dios de los oprimidos. Dios ama a todos, pobres y ricos, pero no del mismo modo: se alía con los empobrecidos y advierte a los poderosos (Lc 1,39-56). Dios abandona a estos en su necia terquedad (Lc 16,19-31) y acoge al frágil en su debilidad (Prov 31,9).
  • En la mesa de los pobres: uno de los rasgos definitorios del comportamiento de Jesús es haberse sentado a la mesa de pobres y pecadores asociándose, de algún modo, a su ser pecador. Ningún profeta o gran “santo” del AT se ha comportado así. Por eso mismo, las pobrezas están en el núcleo de la fe en Jesús, no son mera consecuencia de esa fe (contra Clovis Boff). Esto tiene que llegar a marcar la vida y las opciones del seguidor/a.
  • ¿Dentro o fuera?: quizá hayamos hecho un tipo de fe que no permite que las pobrezas estén dentro de las preocupaciones de la vida cristiana, aunque vamos mejorando notablemente. La Iglesia habla mucho de los pobres a la vez que crea una estructura donde no tienen cabida, excepto en sectores específicos (Cáritas, Manos Unidas, ONGs católicas, etc.).. Para avanzar en esto se precisa un cambio tan fuerte en la estructura eclesial que hoy todavía es un sueño.
  • Con los pobres de la tierra: así comienza el poema de José Martí. Teniendo a un Dios y a un Jesús que han echado su suerte a ese lado, se impone para el creyente una tarea imprescindible: tomar carta de responsabilidad en el tema de las pobrezas. No se puede mirar para otro lado. Es preciso hacerse cargo del tema tanto personal como institucionalmente. Nos jugamos en eso mucha de la orientación evangélica de la vida del creyente y de la misma Iglesia.

 

 

FT 21

 

«Hay reglas económicas que resultaron eficaces para el crecimiento, pero no así para el desarrollo humano integral. Aumentó la riqueza, pero con inequidad, y así lo que ocurre es que nacen nuevas pobrezas. Cuando dicen que el mundo moderno redujo la pobreza, lo hacen midiéndola con criterios de otras épocas no comparables con la realidad actual. Porque en otros tiempos, por ejemplo, no tener acceso a la energía eléctrica no era considerado un signo de pobreza ni generaba angustia. La pobreza siempre se analiza y se entiende en el contexto de las posibilidades reales de un momento histórico concreto».

  • Las reglas económicas no son todo. Los planes de regeneración económica pueden encerrar la perpetuación de las pobrezas bajo modos más “civilizados” pero tan excluyentes como siempre (crear empleo en condiciones de “esclavitud”).
  • Al haber inequidad, nacen nuevas pobrezas (no llegar a fin de mes aun teniendo trabajo, generar dependencia en base a contratos legales pero empobrecedores, pobreza climática, pobreza energética, inseguridad alimentaria, etc.). Surgen nuevas pobrezas porque la fuente de las mismas sigue manando: la desigualdad.
  • La reducción de la pobreza y del hambre se hace con criterios geopolíticos. Pero quien está sumido en la pobreza sigue en ella. No le consuelan las estadísticas,  no llenan su estómago.
  • La pobreza energética, las dificultades para lograr una vivienda, le imposibilidad de emancipación, la tiranía de la dependencia económica, etc., generan angustia y “llanto” social.

 

Oración

 

Padre, Creador de Abundancia,
concédenos generosidad para compartir tus dones y beneficios
con nuestros hermanos y hermanas en toda la Tierra.

Jesús, Príncipe de Paz,
que seamos artesanos de la paz que fortalece la justicia
y de la justicia que sostiene la paz.

Espíritu de Justicia,
que el amor y la igualdad que compartes con el Padre y el Hijo
nos inspiren a apoyar políticas justas de comercio que levanten a los pobres.

Padre, Creador del mundo,
que seamos buenos corresponsables de las riquezas de la Tierra
y respetemos los pueblos de cuyas tierras se extraen los recursos.

Jesús, Señor que alivias nuestras Cargas,
que nos apiademos de las naciones agobiadas por las deudas
y nos comprometamos a buscar su exoneración.

Espíritu Santo, Autor de la Vida,
inspíranos paraa proteger el don de la Creación,
y a ayudar a los pobres que más sufren a causa del daño al medio ambiente.

Dios que eres comunión de Amor,
ayúdanos a amar a todos nuestros prójimos y a los desplazados de sus hogares,
acogiendo a los refugiados e inmigrantes y aliviando la pobreza en otros países.

Padre
ayúdanos a reconocer tu rostro en todos los afectados por la pobreza mundial
y llénanos con el amor y la fortaleza necesarias para combatir sus causas.

 

 

7

FRATERNIDAD

 

Planteamiento

 

Hablar sobre la fraternidad es estar amasando siempre la misma masa, la masa de lo humano. Por eso aparece el asunto en textos antiguos y en propuestas de hoy. La fraternidad, en cualquiera de sus variantes, es el objetivo y sentido del camino humano. Por mucho que la maltratemos, la hiramos, la oscurezcamos, la fraternidad sigue interpelando al corazón humano. Antes y ahora.

Como decía Bauman (Príncipe de Asturias 2011) el sentido de la vida humana es vivir con y para el otro: eso es la fraternidad, situarse en la órbita de lo común y entregarse con dedicación los trabajos comunes. Esto es una bomba en la línea de flotación del individualismo, de la autorreferencialidad.

Problema complejo porque se trata de adquirir una mirada común a la vida lo que supone sumar individualidades, difícil suma siempre. Posibilidad porque la suma de personas multiplica los caminos y abre horizontes desconocidos a la persona. Cuantas más posibilidades se abran, más se reduce el volumen de los problemas.

Una de las preocupaciones de hoy en esta coyuntura reductiva de las fraternidades es generar ilusión. La ilusión es más importante que las vocaciones (aunque no las desechamos). Un grupo con ilusión tiene el dinamismo de la creatividad, de la alternatividad y del gozo. Contagiar ilusión es una tarea de siempre, especialmente de nuestro hoy.

La vida fraterna es una vida reunida. Quien no ama lo común tiene un fuerte problema de fraternidad, no ha venido a buen sitio. La esterilidad de nuestras reuniones ha de ser revertida por el afán de mezclarse con la realidad del hermano como mejor camino de seguimiento.

 

Eclesiastés 4,9-10

 

«Mejor dos juntos que uno solo, pues su fatiga les aprovecha más. Si uno cae, le levantará su compañero, pero ¡pobre del solo que cae!, pues no tendrá quien le levante».

  • Para el Eclesiastés es cosa clara: uno más uno no son dos, sino mucho más. Es la pura realidad: la unidad, la fraternidad no solamente suma, sino que, además, multiplica. Las pegas de la fraternidad quedan ampliamente superadas por sus beneficios. La fraternidad es rentable en muchos aspectos (humanos, económicos, espirituales, etc.).
  • Las fatigas menguan en  la vida fraterna porque es esencial a la misma el reparto de los pesos de la vida. Una fraternidad que, ella misma, suponga un peso es una contradicción: lo suyo es aliviar pesos, hacer más ligera la carga de los días. Los disfrutes fraternos son antídoto contra la fatiga.
  • Las inevitables caídas de la vida, algunas graves, son más llevaderas en todos los casos si la fraternidad las acoge. Muchas veces hemos experimentado que nos ha levantado de nuestra debilidad la fortaleza de un compañero/a, de alguien que vive con nosotros. Todos hemos sentido en nuestra vida la ayuda impagable de un cirineo en momentos de dificultad.
  • Caer solo es doblemente penoso. Por eso mismo, la gran tarea de la fraternidad, como la de Jesús (Jn 5,21), es colaborar a levantar al caído, sacar de la zanja a quien anda en oscuridad, abrir horizonte cuando todo se oscurece. De san Francisco dice san Buenaventura que fue luz en tiempos de oscuridad. Esa es la gran vocación de la vida comunitaria.

 

Reflexión espiritual

 

  • Un Dios familiar: Desde tiempo inmemorial ha visto la espiritualidad y lo ha deseado fervientemente que Dios sea como un familiar al que se puede tratar con confianza. El Dios del Génesis así lo demuestra: baja al fresco del jardín para el diálogo amigable (Gén 3,8), cose pellizas a Adán y Eva para que no pasen frío (Gén 3,21), profesa una fidelidad a la persona por encima de sus fallos (Gén 9,13), ampara al exilado (Gén 28,11-19), etc. Es el Dios materno que enseña a andar a Israel (Os 11,3) o que se dirige a él con acentos de honda ternura (Is 41,14-16). El anhelo de un Dios familiar que se concreta en la familia de quienes cumplen el designio del Padre (Mc 3,35r).
  • Un Jesús necesitado de hermanos a quienes amar: tuvo Jesús muchos motivos para despedir a sus discípulos. No le ayudaban mucho y, a veces, eran un estorbo (Mc 4,36). Pero nunca los despachó porque los necesitaba para amarlos, para que estuvieran con él (Mc 3,14). Por eso los echó de menos cuando lo dejaron solo (Jn 16,32). Jesús, él también, necesitado de fraternidad. Creía que el reino se implantaba por el cauce de la fraternidad con el débil (Mt 25). Jesús, hermano que necesita hermanos y hermanas (Jn 20,17).
  • La fe se experimenta en la fraternidad: porque la fe no es cosa principalmente de ideas, sino de experiencias personales. Y la experiencia de la fe, los grandes principios, se “tocan” en la vida fraterna. Lo vemos en la carta a los Romanos: dice Pablo que, por la muerte de Jesús, Dios nos ha liberado del pecado, de la ley y de la muerte de modo que podemos llevar una vida nueva en Cristo. Pero esa vida nueva de palpa en la vida comunitaria con sus pequeños problemas (uno come una cosa, otro otra; uno guarda un día, otro uno distinto; etc.). De tal manera que los fuertes han de llevar las flaquezas de los débiles (Rom 15,1).
  • Grupos de fe: no son aquellos con los que uno normalmente se va por ahí de fiesta. Son, sin embargo, grupos de fraternidad porque se comparte en ellos un aspecto importante como es la experiencia cristiana. Puede que de ellos nazca la amistad o puede que no. Pero son grupos fraternos muy importantes para el desarrollo de la fe. Es bueno cultivarlos.

 

FT 87

 

«Un ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás. Ni siquiera llega a reconocer a fondo su propia verdad si no es en el encuentro con los otros: Sólo me comunico realmente conmigo mismo en la medida en que me comunico con el otro. Esto explica por qué nadie puede experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quienes amar. Aquí hay un secreto de la verdadera existencia humana, porque la vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad; y es una vida más fuerte que la muerte cuando se construye sobre relaciones verdaderas y lazos de fidelidad. Por el contrario, no hay vida cuando pretendemos pertenecer sólo a nosotros mismos y vivir como islas: en estas actitudes prevalece la muerte».

  • Un número muy bueno. Podría estar en las paredes de las casa religiosas y de las familias. Uno cree que se realiza a costa de los demás. El Papa dice que uno se realiza en la entrega al otro.    Lo mismo dice Jesús en el evangelio (Mc 9,35).
  • En el encuentro con los otros se encuentra uno consigo mismo. El otro nos ve desde fuera y su visión es, en parte, acertada. Menospreciarla es un error de conocimiento y de fraternidad.
  • Para lograr crecer en fraternidad hay que habilitar espacios de comunicación. Si cada uno va a lo suyo, se diluye la fraternidad.
  • La vida brota si hay fraternidad: es el terreno adecuado para que florezcan los mejores valores humanos. La fraternidad es el terreno natural de los valores.
  • Hace falta concretos a quienes amar y por quienes rezar (Rom 1,8). La concreción de la fraternidad ayuda a la espiritualidad.

 

Oración

 

Señor y Padre de la humanidad,
que creaste a todos los seres humanos

con la misma dignidad,

infunde en nuestros corazones

un espíritu fraternal.

Inspíranos un sueño de reencuentro,

de diálogo, de justicia y de paz.
Impúlsanos a crear sociedades más sanas

y un mundo más digno,
sin hambre, sin pobreza, sin violencia, sin guerras.

 

Que nuestro corazón se abra
a todos los pueblos y naciones de la tierra,

para reconocer el bien y la belleza
que sembraste en cada uno,
para estrechar lazos de unidad,

de proyectos comunes, de esperanzas

compartidas. Amén.

 

 

 

8

DINERO

 

Planteamiento

 

         No hay que hacer lírica barata: necesitamos del dinero para vivir. Siempre ha sido así, pero más en esta sociedad nuestra donde el trueque, el pago en especie, etc., han quedado casi desaparecidos, residuales. Es preciso ir construyendo una espiritualidad para esta época nuestra del dinero sin terminar aprisionados por él.

         Efectivamente, lo malo del dinero es que su ser “caníbal”: termina devorándolo todo de manera insaciable (la vieja canción del “todos queremos más”). La espiritualidad del dinero, su supeditación a lo humano, ha de darse por encima y más allá de la cantidad: el tener poco no exime de trabajar su reorientación.

         El poder omnímodo del dinero se contrarresta con una espiritualidad de la justicia y de la generosidad. El lado injusto del dinero queda patente cuando se trata del mucho dinero; pero también puede estarlo en el poco dinero. Su lado cuestionable está sustentado por el egoísmo que alienta nuestra visión del dinero y que va emparejado con la injusticia. Todo ello se cura a base de generosidad, La generosidad es necesaria con lo que sobra y puede llegar hasta lo que hace falta y solamente puede brotar de alguien que ha escapado de las garras del egoísmo. Difícil, pero posible.

         Parece un axioma consagrado aquello de que con mi dinero hago lo que yo quiero. Desde el punto de vista evangélico y social, tu dinero no es solamente para ti, no puedes hacer lo que quieras: alguien, el necesitado, tiene algún tipo de derecho sobre lo tuyo. Su necesidad es la que le otorga ese cierto derecho. Es una exigencia de nuestro ser familia humana y de nuestro ser familia creyente.

         Y, junto a la generosidad, la sencillez de vida. Es saludable aquello que dice Cáritas: vive sencillamente para que otros sencillamente puedan vivir. Las repercusiones morales de nuestros actos económicos son evidentes. Con los años habríamos de cultivar explícitamente la sencillez de vida en la que, por cierto, se encierra un verdadero gozo ya que al despojarnos de lo que no es esencial brota con más facilidad lo que es importante. No se trata de racanear, sino de moderarse.

 

Eclesiastés 5,9.14

 

         «Quien ama el dinero no se harta de él. Quien ama la abundancia quiere más ganancias. Desnudo salió del vientre de su madre y desnudo volverá, tal como ha venido, y nada se llevará de la fatiga de sus manos».

  • La manera de controlar la “insaciabilidad” del dinero es ir aprendiendo el arte del disfrute con poco, del gozo de los placeres sencillos y muchas veces gratuitos (respirar, contemplar lo creado, la conversación agradable, la pluralidad ciudadana, la alegría de los niños, etc.). Gozos que no cuestan dinero pero son imprescindibles para que la vida tenga sabor.
  • ¿Cómo amar otra “abundancia” que la económica? La abundancia de buena relación, de diálogo, de amabilidad, de respeto, de cercanía, de sensibilidad, de interés por el frágil, etc. Las otras abundancias que están libres de la tiranía de las ganancias. ¿Es todo esto lírica o es algo realmente posible?  ¿Cómo escapar a esa visión “realista” de la vida que todo lo circunscribe a las ganancias económicas?
  • La consideración de la “desnudez” humana es muy saludable: los valores están, sobre todo, en la realidad de la persona, en su interioridad, no en los ropajes monetarios que se ponga encima. A la larga sale la verdad: lo que uno es no se ve en lo que se pone, en lo que tiene, sino en lo que es. ¿Cómo escapar de los añadidos externos y animarse a construir valores de dentro?
  • Es evidente que nada nos llevamos de la fatiga de nuestras manos. Decía J. Melé de Tríodos Bank que si viéramos lo que muchas veces hacen los herederos con el dinero heredado.. Y el Papa Francisco tiene una frase irónica: “¡Nunca he visto, detrás de un coche fúnebre, un camión de mudanzas! No tiene sentido acumular si un día moriremos. Lo que debemos acumular es la caridad, es la capacidad de compartir, de no permanecer indiferentes delante de las necesidades de los otros”.

 

Reflexión espiritual

 

  • Dios generoso: quizá sería más fácil controlar nuestra ansia de dinero si asumiéramos la certeza de que el Dios de Jesús es un Dios generoso. Viene magníficamente expresado en la parábola de los trabajadores a la viña (Mt 20,1-16): “¿Vas a molestarte porque yo sea generoso?”. La generosidad de Dios se manifiesta en lo creado (millones de galaxias, 400 millones de espermatozoides, etc.). Pablo hablaba de la “sobreabundancia de la gracia” (Rom 5,20). Dios es un derrochador porque él no mira su potencia con egoísmo. La idea de un Dios que da con cuentagotas es una proyección de nuestro racanismo.
  • Jesús libre de ambiciones: murió tan pobre como vivió. Le encontró sentido al servicio y se definió como uno que sirve (Lc 22,27). No hizo mella en él la ambición y habló de “devolver” al poderoso su dinero para marcar un camino alternativo (Lc 20,25). Porque la alternatividad debía ser una característica del seguidor/a de Jesús (Mt 18,6ss). Si de algo queda libre la persona de Jesús es de su afán por el dinero.
  • Tesoro en el cielo: en Mt 6,19-34 se habla de tener un tesoro en cielo. Un tesoro divino, cercano a Dios. ¿Cuál es ese tesoro? El tesoro de la solidaridad, de la ayuda al frágil, el tesoro de lo que se da, de lo que se ofrece aquí en la tierra, que es manera mejor de atesorar en el cielo. Es la función social del dinero, por pequeña que sea: querer que mi dinero contribuya al freno de la desigualdad, a la dignidad de los empobrecidos, al desarrollo de los que tienen el peligro de quedar atrás. Ése es el tesoro en el cielo.
  • La conciencia del dinero: algo que hemos de ponerlo nosotros. Hace falta lucidez, información y decisión. Porque estando convencidos del valor de la lucha contra la pobreza, el hambre y la enfermedad, no terminamos de dar el paso al frente. ¿Qué nos podía ayudar? Cultivar los grandes valores: el sentido de familia humana, la dignidad, la igualdad, etc. No descreer de los grandes valores por mucho que se los quiera desvirtuar. Nuestra conciencia es la que pone conciencia al dinero.

 

FT 116

 

         «Solidaridad es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, de tierra y de vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales. Es enfrentar los destructores efectos del Imperio del dinero».

  • Puede sonar lejano eso de luchar contra las causas estructurales de la pobreza. Pero se puede traducir a cosas al alcance de la mano: no fomentar la desigualdad practicando un consumo responsable, solidaridad con proyectos sociales y educativos sencillos, cercanía a colectivos excluidos, aumentar la capacidad de escucha, etc.
  • Los efectos destructores del imperio del dinero a los que podemos colaborar quizá sin darnos cuenta: maneras de hablar, modos voraces de comprar, maneras injustas de contratar, etc.

 

 

Oración

 

El dinero y Tú, Señor, estáis reñidos
porque cuando el primero se hace el rey
me obliga a dejarte a Ti a un lado.

 

Cuando acumulo, gasto, deseo, compro,
mi cabeza hace números y cuenta,
se centra en mis caprichos y en las cosas
y me aparta de tu serenidad y tu sosiego.

 

Cuando vivo esclavo de lo que tengo,
se me rompe el amor y no comparto,
se me pega el corazón a lo que tengo
y soy incapaz de amar de forma libre.

 

Siento que ser pobre me hace libre,
tener menos me aligera el equipaje,
me hace estar menos pegado a todo
y estar más disponible y despreocupado

 

Ayúdame, Señor, a ir desprendiéndome
a regalar y compartir mis cosas,
a disminuir mis pertenencias y deseos,
a vaciar armarios y estanterías
y a vivir como de otros todo lo mío.

 

Hazme un regalo, Señor, para la gente:
que no tenga nada mío, sino de todos,
que comparta cada cosa, cada libro,
cada música, aprendizaje y tesoro.

 

Quiero tener mi corazón,
puesto en Ti, del todo, Señor.
Quiero vivir en desapego,
para ganar en libertad interior.

Quiero sentirme ligero de equipaje
y necesitar cada día menos,
para compartir un poco más
y así vivir amando a los demás.

 

9

PESADUMBRE

 

Planteamiento

 

         La pesadumbre siempre acecha a la persona, quizá un poco más a medida que avanzan los años. Unas veces hay motivo para ella; otras, sin motivo explícito. De repente, los días se nublan y todo parece entrar en una fase de “sosera”. Las cosas y la relación pierden su sabor y comienza a dar todo igual. Las garras de la pesadumbre. Cuanto más lejos esté de nuestra vida, mejor. Que, si es posible, no vaya a más.

         Más allá de su complejidad, quizá la pesadumbre sea un derivado de uno de los componentes de nuestra estructura personal: la soledad. Las soledades añadidas quizá sea susceptibles de ser superadas. Pero la soledad básica es intransferible. Por eso mismo, si de ahí deriva, a veces, la pesadumbre, habrá que establecer un pacto lo más saludable posible con esa soledad que nos constituye. No habrá que huir de ella, sino acogerla con comprensión y tratar de andar los caminos en la mejor relación humana posible para que la soledad no se adueñe de todo.

         Del mismo modo que las alegrías compartidas se multiplican, las pesadumbres compartidas menguan. Por eso, también en esto la fraternidad tiene un papel positivo que jugar. Una vida fraterna, relacional, saludable deja menos espacio a la pesadumbre, la despoja de sus argumentos que suelen ser, en general, negativos. Por eso mismo el cultivo de la vida relacional produce luz en el camino humano; el alejamiento de  la relación engendra sombras.

         Los trabajos de lucha contra la pesadumbre son trabajos de por vida. Es preciso estar al tanto hasta los días finales de nuestro camino si queremos que la muerte nos encuentre lo más vivos posible. Esta resistencia profunda al desaliento es una característica del humano conseguido y, por ello, del creyente adulto.

 

 

 

Eclesiastés 7,9-10

 

«No te dejes llevar por la pesadumbre, pues la pesadumbre anida en el pecho de los necios. No te preguntes: ¿por qué el pasado es mejor que el presente?, pues no es cosa propia de sabios hacerse esa pregunta».

  • La pesadumbre es como un río  que arrastra sin meter mucho ruido. El camino hacia ese abismo es, con frecuencia, paulatino y moderado. Pero hay que aprender a no dejarse llevar por él, haya motivo o, peor todavía, si no lo hay.
  • Hay quien entiende aquí pesadumbre por “cólera” y, por ello, se alude a no dejarse llevar de la cólera a la hora de valorar personas y cosas. Una reflexión tranquila posibilitará un buen diagnóstico. Pero aquí, como en Job 6,2, se habla de pesadumbre, de esas nieblas que se enganchan al alma y lo envuelven en grisura y desaliento. No hay manera de quitárselos de encima y hace que los días se vacíen de sentido.
  • Es signo de nostalgia sin base que puede llevar a la pesadumbre pensar que el pasado fue siempre mejor y que el presente es una realidad desazonada, sosa, sin sentido. Refugiarse en el pasado puede ser un falso refugio que lleva a la pesadumbre o a un absurdo tradicionalismo. Es necesario hacerle frente a esto para no caer en utopías románticas sin base.
  • El sabio (el creyente lúcido, la persona de ojos abiertos) no se hace la pregunta por el pasado y el futuro sin considerar que ambas dos dependen, en parte, de la manera de vivir el presente, un presente que entiende el pasado con comprensión y respeto y un futuro que se fragua en los valores del presente. Ni pesadumbre, ni falsas euforias, sino sencillo construir de un presente humano y disfrutante, sensato y trabajador, aireado y fraterno.

 

Reflexión espiritual

 

  • Rostro que se oculta: en la Biblia se expresa la pesadumbre con la metáfora del Dios que oculta su rostro. De ahí la súplica: “no me escondas tu rostro, Señor” (Sal 26,8). Él no lo esconde; lo que ocurre es que el dolor nos impide verlo donde está, no en el cielo, no en el milagro que desearíamos, sino en las mediaciones históricas de bondad que nos van saliendo al camino y que, quizá, no reparamos en ellas. Si las percibiéramos, la soledad y la pesadumbre se harían menos densas.
  • Sin preguntas: Cuando el corazón está lleno de pesadumbre se deja de hacer preguntas a Jesús (Jn 16,6) Es el síntoma de una fe que se adormece o, peor todavía, que se apaga. Preguntar es necesario para alejar pesadumbres porque la pregunta brota de un corazón que anhela, que está vivo (aunque sufra). Avivar la fe, como alejar el desamor, es alejar la pesadumbre.
  • Espíritu fuerte, carne débil: eso dice Mt 26,41. Y en cierto modo es así: somos muy lanzados en espíritu, en la teoría, en los deseos. Pero llega luego la zopenca realidad y nos hace ver que las cosas son más modestas que lo que decíamos. Hay que acoger esa debilidad, lo que nos hará más fuertes. Es preciso ser compasivo y hasta tierno con uno mismo porque si no lo somos ¿cómo vamos a controlar la pesadumbre?
  • Fuerza en la debilidad: uno puede tender a pensar que en la pesadumbre todo es debilidad. Pero san Pablo dice en 1 Cor 12,8 que hay fuerza en la debilidad. Así es, la debiidad no es, cien por cien, negatividad. En esa zona oscura que, a veces, nos anega, hay también una fuerza puesta por Dios o puesta por el amor de quien nos ama. Tal fuerza, por sencilla que sea, puede ser de mucha utilidad para huir de las sombras.

 

FT 51

 

         « Algunos países exitosos desde el punto de vista económico son presentados como modelos culturales para los países poco desarrollados, en lugar de procurar que cada uno crezca con su estilo propio, para que desarrolle sus capacidades de innovar desde los valores de su cultura. Esta nostalgia superficial y triste, que lleva a copiar y comprar en lugar de crear, da espacio a una autoestima nacional muy baja. En los sectores acomodados de muchos países pobres, y a veces en quienes han logrado salir de la pobreza, se advierte la incapacidad de aceptar características y procesos propios, cayendo en un menosprecio de la propia identidad cultural como si fuera la única causa de los males».

  • Podríamos decir que estamos hablando aquí de una pesadumbre nacional que afecta a todo un país: se presenta a un país o a una región del mundo como ejemplo de dicha; quien no se acomode a ese parámetro no cuenta. Esto sume a un país en una especie de depresión nacional, en una vida que no merece la pena. No se tienen en cuenta los valores de los humildes, se menosprecian estilos de vida que no son exitosos económicamente hablando.
  • Brota así la “nostalgia superficial y triste” (y peligrosa) que lleva a imitar modelos de vida que no son ni los mejores, ni los posibles: se copia, se compra y, al final, brota una autoestima baja. Colaborar a la baja autoestima de un país no puede sino llevar a efectos indeseados, incluida la violencia.
  • Quienes logran prosperar colabora, dándose cuenta o no, a remachar la idea de que el propio país no merece la pena si se lo compara con los países ricos lo que lleva a un menosprecio de la identidad cultural como si hubiera que estar siempre imitando el estilo de vida de los países enriquecidos. Esta pesadumbre sociopolítica genera muchas disfunciones sociales.

 

Oración

 

No te inquietes por las dificultades de la vida,

por sus altibajos, por sus decepciones,

por su porvenir más o menos sombrío.

Quiere lo que Dios quiere.

Ofrécele en medio de inquietudes y dificultades

el sacrificio de tu alma sencilla que,

pese a todo,

acepta los designios de su providencia.

Poco importa que te consideres un frustrado

si Dios te considera plenamente realizado,

a su gusto.

Piérdete confiado ciegamente en ese Dios

que te quiere para sí.

Y que llegará hasta ti, aunque jamás lo veas.

Piensa que estás en sus manos,

tanto más fuertemente cogido,

cuanto más decaído y triste te encuentres.

Vive feliz. Te lo suplico. Vive en paz.

Que nada te altere.

Que nada sea capaz de quitarte tu paz.

Ni la fatiga psíquica. Ni tus fallos morales.

Haz que brote,

y conserva siempre sobre tu rostro,

una dulce sonrisa,

reflejo de la que el Señor

continuamente te dirige.

Y en el fondo de tu alma coloca,

antes que nada,

como fuente de energía y criterio de verdad,

todo aquello que te llene de la paz de Dios.

Recuerda:

cuanto te deprima e inquiete es falso.

Te lo aseguro en el nombre

de las leyes de la vida

y de las promesas de Dios.

Por eso,

cuando te sientas apesadumbrado, triste,

 adora y confía.

 

10

HONRADEZ

 

Planteamiento

 

         La tipología buenos/malos está muy próxima a la de honrados/malvados. Hay otras: los que miran al dolor ajeno y los que no miran; los que cuidan y los que no cuidan. La honradez es un valor que apunta a esta segunda clase de tipologías. No se trata tanto de una honradez reconocida socialmente sino de la honradez esencial, el corazón bueno, que actúa en toda clase de personas, incluso en los, a veces, considerados malos.

         Por otro lado hay que moderarse a la hora de presentarse como totalmente honrados. Es muy difícil lograr esa totalidad. Todo el mundo tiene rincones devastados, algún “cadáver” en el armario. No se trata de andar exhibiéndolo sino de, al saber que está ahí, vivir, entenderse y presentarse con una honradez humilde, marcada también por la limitación.

Es totalmente necesario, ya lo hemos dicho, ser honrados con lo real. Es lo que hay, nos guste más, menos o nada, y se trata de encajarlo con benignidad y de corregir su trayectoria si fuera necesario Aceptar esto proporciona una cierta paz y capacita más para encararlo y asimilarlo con humanidad. Ser honrado con lo que no hay lleva a auténticas esquizofrenias.

Como muchos valores, la honradez se lidia en los detalles de cada día, en el marco de la sencilla vida cotidiano. Ser honrado en lo poco es garantía de ser honrado en lo mucho. Despreciar la honradez por su poca envergadura es imposibilitarse para saber el camino a elegir cuando se presente la gran cuestión.

La honradez social tiene como motor el amor social (lo mismo ocurre en los otros tipos de honradez). Ser honrado sin amor es algo muy difícil. Por el contrario, a quien ama a la sociedad le sale fácilmente ser honrado y cumplidor con ella y sus obligaciones.

 

Eclesiastés 7,15.20

 

         «De todo he visto en mi existencia: honrados que fracasan en su honradez y malvados que envejecen en su maldad. No hay nadie en la tierra tan honrado que haga el bien sin cometer nunca errores».

  • Hay honrados que fracasan en su honradez midiendo el éxito con los parámetros del triunfo económico o social. Pero si se mide desde la perspectiva de lo humano y desde el evangelio, la honradez nunca es un fracaso, aunque no sea reconocida ni aplaudida. Más aún, una honradez “fracasada” puede que sea mejor que la “aplaudida” porque está libre de la tentación del éxito.
  • Y ciertamente hay malvados que envejecen en su maldad y mueren tan tranquilos, al parecer. No vamos a decir que tendrán un castigo en el más allá; esto es una proyección de venganza. Pero en el más acá, incluso aunque no estén ellos ya, su falta de honradez desvelará en sus disfunciones (familiares o sociales) sus desajustes.
  • Por otro lado, hay que tener cuidado al enarbolar la propia honradez porque es fácil que en ella se cuele una cierta maldad. Ser honrado cien por cien es una utopía, más que un logro. Es preciso que hasta la honradez sea humilde.

 

Reflexión espiritual

 

  • ¿Honrados con Dios?: Job persiste en su honradez (2,9) pero eso no le lleva a experimentar a Dios (Job 42,5). ¿Cómo ser honrados con Dios? No primeramente en base a un comportamiento moral, sino a una experiencia de él. Es, como decíamos, que el amor es la base de la experiencia. No se puede saber de Dios sin tener pasión por él. Entender la honradez como un mero planteamiento moral es reducirla. Brota de un planteamiento de amor, por ingenuo que suene.
  • Jesús, un hombre honrado: el perfil de Jesús que dan los evangelios es el de un hombre honrado. No engañó, no se lucró, murió tan pobre como había vivido siempre. Planteó el reino desde su experiencia. Animaba a vivir lo que él vivía. Nunca quiso dar ejemplo; precisamente por eso es ejemplo. No se predicó a él, sino que predicó insistentemente la fe en un Dios Padre de lado de los frágiles.
  • Padecer por ser honrado: la primera carta de Pedro, texto escrito a los emigrantes cristianos dispersos en el mar del paganismo, anima ser honrados sabiendo encajar la incomprensión que, a veces, conlleva ser honrado (1 Pe 3,17). Toda opción de humanidad tiene un precio y es preciso saber encajarlo con humanidad. Una honradez indolora es rara.
  • Honradez con el hermano/a: es aquella, como decía san Francisco, que no es capaz de decir detrás de la persona lo que uno no se atrevería a decir delante de ella. Y, además, decirlo bien, con respeto y humanidad. El valor de la honradez, como todos los valores humanos, se juega, casi siempre, en el espacio limitado donde se desarrolla habitualmente su vida.

 

FT 33

 

         «Nos hemos alimentado con sueños de esplendor y grandeza y hemos terminado comiendo distracción, encierro y soledad; nos hemos empachado de conexiones y hemos perdido el sabor de la fraternidad. Hemos buscado el resultado rápido y seguro y nos vemos abrumados por la impaciencia y la ansiedad. Presos de la virtualidad hemos perdido el gusto y el sabor de la realidad»

  • Es un pasaje un tanto negativista; pero viene bien reflexionarlo. Los sueños de esplendor y grandeza están amasados con frecuencia con la falta de honradez. Eso ha desembocado en distracción, encierro, soledad, desentendimiento del dolor ajeno. La honradez ha sido aparcada y los efectos inhumanos han aparecido enseguida.
  • Empachados de conexiones con el mundo del brillo, de lo deslumbrante, de lo anónimo, donde la honradez y la veracidad cuentan poco. El cauce de relación sencillo e inmediato de la fraternidad se ha esfumado. La fraternidad necesita en su cimiento la honradez; de lo contrario, el edificio de la relación se va al garete.
  • Abandonando el lento camino de la honradez, hemos querido todo y ya y hemos conseguido vivir en la ansiedad y el sin vivir de quien cree, ingenua y falsamente, que si tengo el último cachivache de moda me voy a encontrar mejor. La ansiedad se apodera de nosotros y desde ahí la honradez ya no es relevante.
  • Puede que en la virtualidad cuente menos la honradez, aunque debería. El anonimato desplaza a la verdad y a la honradez. Eso nos aleja del corazón del hermano, de la relación fresca y veraz, de la honradez esencial para llegar a ser uno mismo ante el otro.

 

Oración

 

Viviendo día a día;

disfrutando de cada momento;

sobrellevando las privaciones

como un camino hacia la paz;

aceptando este mundo tal cual es

y no como yo creo que debería ser,

tal y como hizo Jesús en la tierra:

así, haciendo siempre el bien;

entregándome a tu voluntad,

podré ser razonablemente feliz en esta vida

y alcanzar la felicidad en la próxima.

Amén.

 

11

INCLUSIÓN

 

Planteamiento

 

  • La exclusión es un misterio y la inclusión, otro. ¿Por qué un humano excluye a otro humano siendo así que es de su familia? Por intereses múltiples, pero siempre quedará la pregunta en el aire. ¿Y por qué incluye? Por empatía, por filantropía, por amor o por no se sabe qué ¿De qué fuentes brotan el amor al distinto y el rechazo al diferente? No lo sabemos muy bien.
  • Quizá excluyamos porque pensamos que así nos autoafirmamos. Pero en realidad, excluyendo nos debilitamos, mientras que incluyendo, sumando, nos hacemos más fuertes. Por eso mismo, hay que decir que la inclusión es un beneficio para todos, para el incluyente y para el incluido.
  • La paradoja de la exclusión llega en ocasiones a tal extremo que el mismo excluido es exclusor de otros porque piensa que se le va a quitar algo que le “pertenece”. Pero ocurre también que el incluido se vuelve inclusor y hace un sitio en la mesa al excluido como él. Es el misterio de los pobres que rechaza a pobres y el de los pobres que ampara a pobres.
  • ¿Y por qué se excluye? Lógicamente por poder, por dinero, por intereses, por cotas de bienestar, etc. Y también, no sabemos por qué, por una aversión que está los pliegues del alma. La lucha por ser humano es la lucha por modificar la trayectoria de esa tendencia excluyente hasta convertirla en socorro y abrazo.
  • De ahí que haya que trabaja la tendencia excluyente en el ámbito cercano, en la familia, en tu comunidad, en tu vecindario. Ese es el banco de pruebas donde ser forja la inclusión porque pretender una inclusión más amplia no pudiendo con la más cercana resulta imposible.

 

Eclesiastés 9,10

 

         «También he visto bajo el sol que no siempre corren los más ágiles, ni ganan la batalla los valientes; que también hay sabios sin pan, inteligentes sin hacienda y doctos que no gustan».

  • El agudo observador que es el Eclesiastés percibe la exclusión en toda su irracionalidad. Hace parte de la vida, pero no deja de ser un sinsentido. Y así se da cuenta de que no siempre corren los más ágiles, ya que muchos avances en lo humano han sido realizados por personas con limitaciones (hasta en el plano artístico: recordar al concertista de trompa Felix Klieser).
  • Muchas batallas se han ganado por gente temerosa, débil, poco motivada pero que han cumplido con su cometido. No solamente batallas militares, sino sociales, sindicales, etc. Gente con temor pero que ha seguido adelante por encima de su miedo.
  • Y es evidente que hay sabios sin pan, científicos y letrados que han desarrollado su labor en modos precarios, sin apoyos, a veces incluso siendo excluidos por el sistema. De eso sabemos mucho por aquí. El no tener pan no ha frenado su trabajo, aunque lo haya ralentizado.
  • Hay muchos inteligentes sin hacienda y su inteligencia se frustrará por falta de amparo social. Y también hay muchos inútiles con hacienda vanagloriándose de ello. La exclusión del inteligente pobre sigue viva aunque cada vez más acorralada por la conciencia social.
  • Y hay doctos que no gustan. Por eso el sistema los persigue y excluye. Pero su ciencia, su capacidad de utopía, su fuerza alternativa no habrá quien la frene. Tarde o temprano habrá que sentarlos en la mesa de la participación ciudadana.

 

Reflexión espiritual

 

  • Sobre buenos y malos: el Dios del Jesús del evangelio es incluyente, hace salir su sol sobre buenos y malos (Mt 5,45), no arranca la cizaña (Mt 13,29) prepara un banquete de vida para todos (Mt 22,9), etc. Privatizar a Dios es algo contrario al pensamiento evangélico. Excluir por razones religiosas nada tiene que ver con el perfil del Padre que nos ofrece el evangelio.
  • Llamó a doce: el grupo de discípulos, fuera lo que fuere en realidad, muestra el talante inclusivo de Jesús. Llama a ambiciosos (Pedro), violentos (Santiago y Juan), corruptos (Mateo), traidores (Judas), etc. Para todos puede ser el programa del reino, hasta para los paganos (por eso fue a Tiro y Sidón y a la Decápolis). No hay condiciones previas, no hay normas que impiden. Todos pueden sentarse a la mesa del reino (Lc 14,15-24).
  • Dos pueblos que son uno solo: Ef y Col dicen que el designio secreto de Dios es la reconciliación de todo. Y la prueba de ello, dice, es que Dios ha hecho de dos pueblos irreconciliables (paganos y judíos) un solo pueblo, como se ve en la comunidad cristiana en la que hay personas de ambos sectores. La inclusión se convierte así en el rostro del corazón del Padre y en verdad de la obra de Jesús.
  • Comunidad que excluye: es la que resulta censurada en 1 Cor 11 porque se tienen prácticas de exclusión: a los pobres no se les espera y se les margina en la comida. Lo mismo ocurre en la carta de Santiago (Sant 2,3). Una comunidad que excluye no es la comunidad de Jesús y, como tal, se autoanula.

 

FT 69

 

         «La inclusión o la exclusión de la persona que sufre al costado del camino define todos los proyectos económicos, políticos, sociales y religiosos».

  • Un proyecto económico, tanto a nivel general de un país como al nivel particular de cada persona, queda definido por la inclusión. ¿Se tiene en cuenta a los frágiles sociales? El proyecto es válido. A la hora de hacer una gestión económica (dinero en bancos, compras, honradez fiscal, etc.) hay que tener en cuenta a quienes lo pasan mal. Mientras eso vaya por un cauce y nuestras actuaciones económicas por otro, todavía queda tarea por hacer.
  • Lo mismo pasa por los proyectos políticos: para optar por un proyecto político (hacer parte de una organización política, participar en unas elecciones, asistir a un acto público, etc.) es preciso mirar cómo ese proyecto trata a los débiles. ¿Es ese el criterio que nos mueve en nuestra opción política? Por cristianos y por humanos se nos está pidiendo un poco de alternatividad en este dominio.
  • Y lo mismo, dice FT, habría que pedir a todo proyecto religioso (documento de la Iglesia, opción comunitaria o familiar de los cristianos, opciones de un determinado grupo de fe): si los caídos al borde del camino no entran en sus planes, le falta algo esencial, lo que le define como cristiano. Queda mucho camino por hacer.

 

Oración

 

Concede, Señor, a los cristianos que vivamos el Evangelio
y podamos reconocer a Cristo en cada ser humano,
para verlo crucificado

en las angustias de los abandonados
y olvidados de este mundo
y resucitado en cada hermano que se levanta.

Te lo pedimos por Jesús, nuestro hermano. Amén

 

 

12

ÁNIMO

 

Planteamiento

 

         El Eclesiastés es, sin duda, un texto al borde del desaliento total. Pero  creemos que queda un resquicio: a su palabra desalentada subyace un cierto ánimo. De lo contrario, no seguiría hablando. Por eso, podemos terminar nuestra tarea espiritual con una palabra de aliento.

El autor agradece de muchas formas el estar, el don sagrado que es vivir y respirar. Es verdad que su manera de ver la vida es un tanto sombría. Pero agradece ver la luz del sol y poder contarse entre los vivos para desentrañar el sentido de lo que existe. Estar aquí, haber sido creado (como decía santa Clara) es un don impagable y posibilitador.

Vivir el presente no ha tenido muy buena fama en la espiritualidad cristiana tradicional porque se creía que era una especie de hedonismo que se desentendía del cielo. No es así: el presente es la posibilidad que cada día Dios pone en nuestras manos. Es un sacramento de su presencia. Vivirlo con intensidad es el mejor camino de desvelar un futuro para la fe.

Solemos decir que todo se contagia. Contagiemos aliento, ilusión, sensato optimismo. No carguemos el horizonte de nubarrones innecesarios. No busquemos penitencias ajenas a las de la misma vida. Aprendamos la hermosa lección de desvelar en las cosas pequeñas motivos para el gozo. Vivamos nuestras relaciones modo satisfactorio, alejando lo más posible la amargura.

De cualquier manera, que nos quede la certeza de que una experiencia de fe viva y gozosa es posible, aun en medio de las situaciones de dificultad de la vida. Que creamos que podemos ir construyendo el sentido de la vida y de la fe poco a poco, entre todos, en conexión con nuestro mundo. Que tengamos la certeza de que el cultivo de la espiritualidad ensancha nuestro horizonte vital. 

 

Eclesiastés 9,18

 

         «Por la indolencia se arruina el techo, por la negligencia se derrumba la casa».

  • Son proverbios comprobados y que contienen un cierto desaliento pero quieren provocar lo contrario, ánimo, decisión y no dejarse pillar por una vagancia que nuble el sentido y le deje a uno perdido en sus caminos.
  • La indolencia va dejando una gotera en el tejado, luego otra y al final se arruina todo el techo y la casa entera se va a la ruina. Se está animando a reparar la gotera en cuanto se la detecta. Este ánimo para tomar los problemas de la vida con adultez y rapidez es lo que puede salvar a la persona de una dejadez que le haga abandonar el sentido de la vida y de la fe cayendo en el pozo del pasotismo y del todo da igual.
  • Todos sabemos que las casas en las que se van dejando caer las cosas al final son una ruina económica (porque hay que gastar todo lo que no quisiste gastar en su día y más) y, sobre todo, porque la desidia externa lleva a una desidia interior. Quien deja arruinar la casa tiene el peligro de dejar arruinar su plan de vida, su proyecto personal, su vida familiar y comunitaria. El Eclesiastés nos hace un favor advirtiéndonoslo.

 

Reflexión espiritual

 

  • Un Dios vibrante en medio de ti: Dios no es un indolente, un dejado, un rutinario. Es dador de ánimo porque él disfruta en la relación con sus criaturas. Es bueno rescatar EG 4: «Pero quizás la invitación más contagiosa sea la del profeta Sofonías, quien nos muestra al mismo Dios como un centro luminoso de fiesta y de alegría que quiere comunicar a su pueblo ese gozo salvífico. Me llena de vida releer este texto: «Tu Dios está en medio de ti, poderoso salvador. Él exulta de gozo por ti, te renueva con su amor, y baila por ti con gritos de júbilo» (3,17). Es la alegría que se vive en medio de las pequeñas cosas de la vida cotidiana, como respuesta a la afectuosa invitación de nuestro Padre Dios: «Hijo, en la medida de tus posibilidades trátate bien […] No te prives de pasar un buen día» (Si 14,11.14). ¡Cuánta ternura paterna se intuye detrás de estas palabras!».
  • Sembrador de ánimo: eso es Jesús (Mt 14,27). Porque para los evangelios, lo contrario a la fe no es el ateísmo, sino el miedo. Por eso Jesús quiere sacar de sus temores a quien quiera unirse a él. El creyente habría de comprobar el creciente vigor de su fe en la disminución de sus miedos.
  • Un amanecer: eso dice Pablo que Cristo resucitado quiere anunciar, por medio de los creyentes, un amanecer a cualquier persona (Hech 26,23). No tanto una religión, una filosofía, una moral, sino un amanecer, una posibilidad nueva, una tarea por delante, una posibilidad renovada de disfrute. Esas sí que son palabras de ánimo.
  • Animar desde los márgenes: porque se puede animar desde el centro de la estructura, pero también situándose en los márgenes, en lo alternativo, en lo no oficial. Estando en los márgenes se puede vivir la fe con novedad e intensidad. A veces no será fácil pero, con la ayuda del grupo, la fe en los márgenes será posible y “productiva”.

 

FT 223

 

          «San Pablo mencionaba un fruto del Espíritu Santo con la palabra griega jrestótes (Ga 5,22), que expresa un estado de ánimo que no es áspero, rudo, duro, sino afable, suave, que sostiene y conforta. La persona que tiene esta cualidad ayuda a los demás a que su existencia sea más soportable, sobre todo cuando cargan con el peso de sus problemas, urgencias y angustias. Es una manera de tratar a otros que se manifiesta de diversas formas: como amabilidad en el trato, como un cuidado para no herir con las palabras o gestos, como un intento de aliviar el peso de los demás. Implica decir palabras de aliento, que reconfortan, que fortalecen, que consuelan, que estimulan», en lugar de «palabras que humillan, que entristecen, que irritan, que desprecian».

  • La benevolencia (eso significa jrestótes) es una herramienta óptima para animar y para difundir aliento. El sembrador de desaliento es, él en primer lugar, un desalentado. El que habla y te conforta, el que te anima con su manera sencilla de vivir hace una obra magnífica de fraternidad.
  • Quien ayuda a vivir con más holgura el peso de los días es un jrestótes, un hermano benévolo. Es un gozo para la familia, una bendición para la comunidad.
  • El tema de las palabras y gestos es decisivo: ahí se forja el 80 por ciento de nuestro malestar o de nuestro bienestar. Hay que cuidarlo en extremo.
  • Las palabras negativas hacen polvo la convivencia. Quien entiende los caminos hermosos de la vida y de la fe anima sin descanso. Si desanimas es que no has entrado por esos caminos.

 

Oración

 

Padre, me pongo en tus manos,
haz de mí lo que quieras,
sea lo que sea, te doy las gracias.

Estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo,
con tal que tu voluntad se cumpla en mí,
y en todas tus criaturas.

No deseo nada más, Padre.

Te confío mi alma,
te la doy con todo el amor
de que soy capaz,
porque te amo.

Y necesito darme,
ponerme en tus manos sin medida,
con una infinita confianza,
porque Tú eres mi Padre.

 

CONCLUSIÓN

 

         Quizá no hemos podido sacar más en limpio del viejo y casi desalentado Eclesiastés, aunque creemos que su intención de fondo era decirnos que la esperanza es posible. Lo que le falte a él, lo pone el animoso Jesús al que seguimos. Que acabemos con la certeza de que el cultivo de la espiritualidad enriquece nuestra vida y nuestra fe. El ánimo de Jesús nos acompaña.

REFLEXIÓN EN LA PASCUA 2023

 

 

Reflexión en la Pascua de 2023

 

 

EN TU VIDA CREO 

 

         Llega cada año la Pascua con un impulso nuevo, regalo del Padre para alimentar y sostener el anhelo de quienes somos caminantes. Pasan los años y siempre es Pascua de brillo nuevo, Pascua con destellos que siempre alegran. No decae su vigor, no se detiene el latido de su hondo corazón.

         El itinerario Cuaresmal nos ha confirmado en la certeza de que la dignidad de Jesús nos dignifica, de que la suya es una fuente de dignidad de la que todos bebemos en el marco concreto de nuestra sencilla vida. Esta realidad “entre dos nadas”, como decía F. Brines, está iluminada, siquiera tenuemente, por la cierta dignidad de un Jesús que nos dignifica.

         La Pascua nos lleva a algo más: es una profesión de vida más que una profesión de fe. No se cree en un dogma, sino en una vida que bulle. No se cree en una doctrina, sino en una vida que late. No se cree en lo que dice el catecismo, sino en lo que habla el corazón

         Esa es nuestra certeza Pascual: JESÚS, CREEMOS EN TU VIDA. No tanto en tu doctrina, en tu Iglesia, en tus liturgias, sino en la verdad de tu vida. Esa es nuestra máxima verdad, de ella bebe nuestra fe.

Tal ha de ser la luz que nos guíe en esta Pascua. Algo nos dice que, desde ahí, la Pascua de este año puede ser para nosotros una Pascua fecunda.

 

1. Oda a la vida

 

         P. Neruda escribió su “Oda a la vida” de la que tomaremos dos de las primeras estrofas leídas desde la perspectiva de la resurrección, de la vida que ha llegado a su plenitud:


Oh vida, copa clara,
de pronto
te llenas
de agua sucia,
de vino muerto,
de agonía, de pérdidas,
de sobrecogedoras telarañas,
y muchos creen
que ese color de infierno
guardarás para siempre.

No es cierto.

Pasa una noche lenta,
pasa un solo minuto
y todo cambia.
Se llena
de transparencia
la copa de la vida.
El trabajo espacioso
nos espera.
De un solo golpe nacen las palomas.
Se establece la luz sobre la tierra.

 

  • Eso ha sido la pasión injusta sufrida por Jesús: agua sucia, vino muerto, agonía, pérdidas, algo del color del infierno. Pero no ha dicho el mal la palabra definitiva, no se han cerrado las puertas de la vida a quien grita en el dolor.
  • De ahí su resurrección, su vida en la que creemos: noche que ha pasado lenta, minuto a minuto, pero ha terminado en un amanecer. Y todo se ha vuelto transparente, entendible, con sentido. De golpe han nacido las palomas de un tiempo distinto y se ha hecho luz sobre la tierra por más que las tinieblas se empeñen en su nefasto dominio.

 

2. ¿A quién iremos? (Jn 6,61-66)

 

                «Percibiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban les dijo: -¿Esto os hace vacilar?,  ¿y si vierais al Hijo del Hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da la vida; la carne no sirve de nada. Las exigentes palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen. (Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar). Y añadió: - Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede. Por esta razón, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: -¿También vosotros queréis marcharos? Simón Pedro le contestó: -Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú comunicas palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios».

 

         Era el momento del discernimiento. Su propuesta de “comer su carne”, de identificarse totalmente con él había suscitado una fuerte reacción. ¿Cómo un humilde se atrevía a proponerse como solución de nada? Muchos dijeron adiós, no pudieron aguantar tanta presión o tanta pretensión. El grupo quedó zarandeado, como los despojos tras la tormenta. ¿Vosotros también queréis marcharos? ¿Cómo iban a irse? Ellos le amaban, ellos creían en su vida:

  • Creían en sus caminos, porque a ellos los encontró mientras caminaba, como encontró luego a tantos otros (Mc 1,19).
  • Creían en sus consuelos, porque muchas veces le escucharon decir: “No llores” cuando el río de las lágrimas lo anegaba todo (Lc 7,13).
  • Creían en su generosidad porque lo vieron esperar de noche pacientemente a quien tenía miedo de ir a verle a la luz del día (Jn 3,1ss).
  • Creían en su mirada llena, la mayoría de las veces, de aprecio, respeto y amor (Mc 17,21).
  • Creían en sus sueños, en la que tenían en que los sufrimientos de los pobres no durarían para siempre y en que eran bienaventurados (Mt 5,4ss).
  • Creían en sus búsquedas y en su fe elaborada en los retiros en soledad y en las noches de oración hondas y calladas (Mc 1,35).
  • Creían en sus milagros inclusivos, más esto segundo que lo primero porque no buscaba el prodigio sino el bien del frágil (Mc 3,1-7).
  • Creían en sus palabras porque las veían verdaderas, honestas, siempre misericordiosas y compasivas como se habla a quien se ama (Mt 24,35).
  • Creían en sus silencios, por más que, a veces, no los entendieran, sobre todo aquel silencio opresor en el momento de su injusto juicio (Jn 19,10).
  • Creían en la fuerza de su canto, sobre todo cuando cantó en la noche de su traición con la fe del que espera en quien le sostiene (Mt 26,30).
  • Creían en su propuesta y por ello colaboraron con ella, porque intuían que era una propuesta para el bien de los humildes (Lc, 8,1ss).
  • Creían, ahora que no estaba, en su triunfo humilde, porque, tras la horrible derrota, llegaban a sentirlo vivo junto a ellos (Jn 20,1-2).

 

3. Reflexión: Por ti o para que tú

 

         Siempre se ha dicho, y es cosa cierta, que Jesús vivió y murió por nosotros. San Pablo lo dice de muchas maneras, así lo consigna el credo y la Iglesia lo repite en todos los tonos. Es cierto que Jesús resuelve en nosotros su ser mesiánico: viviendo de cara a nosotros, vive de cara a Dios, amándonos descubre el sentido de su ser Mesías. Decimos sin sombra de duda: “Me amó y se entregó por mí” (Gál 2,20).

         Esto tan básico de la fe, tan indiscutible, ha corrido un riesgo: Jesús se ha entregado por mí, se ha sacrificado por mí, por mis pecados incluso. Murió por los pecados. Incluso más: Dios lo entregó a la muerte por nuestros pecados (Rom 8,32). Son modos peligrosos de entender a Jesús y al mismo Dios que hoy cuestiona la teología porque derivan en un perfil de Dios sanguinario, cruel al que hay que saciar con víctimas.

         Hay otra manera de ver las cosas que deriva de la fe no tanto en la doctrina sobre Jesús sino, sobre todo, en el valor de la vida de Jesús para él mismo. Jesús ha vivido construyendo su fe, elaborándola, como todos. Se trataba de vislumbrar el “designio” del Padre en el decurso de los acontecimientos. Ese era su “alimento” (Jn 4,34).

         Desde ahí ha ido tomando sus propias opciones que le han llevado, como sabemos, al desastre. Por eso, Jesús no ha muerto tanto por nosotros, sino por él mismo, como consecuencia de las opciones que ha ido tomando (alguna de ellas arriesgada, como, por ejemplo, la expulsión de los mercaderes del templo: Jn 2,13ss). Sus opciones le han llevado a la muerte (ni Dios, ni nuestros pecados).

         En ese sentido, la vida y la muerte de Jesús no es tanto “por ti”, sino, sobre todo, “para que tú”. Es decir, lo que pretenden los evangelios al ofrecernos una reflexión sobre las diversas opciones de Jesús que le han llevado a su muerte, es que el seguidor/a se anime a ir tomando similares opciones, aunque le lleven idéntico final. Esta otra manera de ver se logra si se da más fe a la vida de Jesús que a la doctrina sobre él, aunque esta tenga también su lugar.

         Creer en la vida de Jesús es tratar de llegar a sintonizar con las claves desde las que él ha vivido reproduciéndolas, a nuestra manera, en nuestros actuales caminos. De esta manera quedan conjurados todos los aspectos sacrificiales que entrañan tanto riesgo.

 

4. Derivaciones

 

  • Amar la vida para creer en la vida: Es muy difícil creer en la vida sin amar la vida. Esto no es algo que va de sí. Lo heredado es haber “maldecido” de muchas formas de la vida echando vinagre a sus heridas. Un curso de amor a la vida es necesario (curso que incluiría “asignaturas” como: saber disfrutar con poco, desvelar el valor de los detalles, la posibilidad amar como ganancia mayor, etc.). Sin esto, dar fe cordial a la vida es difícil, así como entenderla como don mayor de amor de Dios a nosotros. 
  • Contemplar la vida para intuir su misterio: Porque quizá haya que renunciar a entender el secreto de la vida, pero no por ello hay que renunciar a ponerse ante su misterio. La ciencia moderna, la física cuántica, los descubrimientos del universo, etc. nos ayudan en esta tarea contemplativa. La adquisición de una conciencia ecológica como parte del hecho humano (y aun cristiano, tras la LS’) se hace imprescindible.
  • Multiplicar la vida para mejorar el mundo: Es la gran tarea asignada a las creaturas, a los humanos, su vocación primordial: “creced y multiplicaos” (Gén 1,28). Multiplicarla para vivirla con más amplitud; multiplicarla para que la muerte tenga solamente su espacio y nada más; multiplicarla para que las futuras generaciones tengan un horizonte mejor. Terminar la vida con realidades multiplicadas: hijos, amores, obras de bondad, trabajos espirituales, caminos de solidaridad, sendas de silencio y de belleza, obras de empatía y de consuelo.
  • Disfrutar la vida con una sobriedad deseada: Ya que el mucho disfrute no viene de la cantidad de medios que se tiene, sino de la disposición del corazón. De ahí que los disfrutes de la vida sean compatibles con la sobriedad, la contención, la mesura.  El disfrute exagerado conlleva, casi siempre, una alta dosis de sinrazón, además de ser una bofetada en el rostro del los pobres.
  • Vivir el sufrimiento de la vida como precio  por el logro de lo humano: No entenderlo como precio que se paga sin conseguir nada a cambio;  como precio impuesto por alguien que me extorsiona; como precio que se me hace pagar sin que yo llegue a entender su por qué. Precisamente el logro creciente lo humano mitigará el escozor del precio.
  • Cantar la vida incluso en la noche: Porque si hay canto, aunque sea con dolor, habrá posibilidad de  conectar con la vida. El canto en la noche es un signo de vida y de resurrección. La voz de quien canta en la noche es la voz del resucitado, es la voz de quien ha entrado en el secreto de la vida sin que se lo impida el dolor.

 

Conclusión

 

         Creer en la vida lleva a creer en la vida de Jesús, y al revés. Dar fe a la vida de Jesús lleva a conectar mejor con el misterio de la vida. Hasta el punto de que creer en la vida de Jesús lleva a no poder ya vivir sin Jesús. Quien dice con verdad que no puede vivir sin él, sin Jesús, está tocando, de algún modo, el misterio de la resurrección  porque eso supone que lo entiende totalmente presente y vivo en su camino humano. La Pascua es tiempo para desear y vivir esto, la fe de quien confiesa con la comunidad de creyente: JESÚS, CREEMOS EN TU VIDA.

 

 

Retiro Cuaresma 2023

 

 “TE NOMBRO CENTINELA” (Ez 33,7)

La Cuaresma tiempo para vivir una fe despierta 

 

         La Cuaresma, todos los sabemos, es tiempo en el que se apela a la conversión. Pero, al no concretar más, queda un poco todo en agua de borrajas. Si se intenta concretar, es otra cosa (como cuando el papa Francisco habla de una “conversión ecológica”). Pues bien, intentemos concretar para que la Cuaresma no pase sin pena ni gloria.

         Hay una clara diferencia entre vivir una fe despierta y una fe dormida. Esta es la que se vive en el tran tran de cada día, siempre lo mismo, en la rutina instalada, en la repetición de ritos que se perpetúan año tras año, siglo tras siglo. Si alguna vez se altera, es porque se la saca de esa rutina. Si no, sigue dando vueltas. Es la fe del bostezo, de la distracción, de lo ya sabido. La sorpresa, la novedad, están lejos.

         Por el contrario, la fe despierta es la que anhela horizontes nuevos, la que se vive con las antenas levantadas, la que se sorprende, la que no ha perdido el brillo en los ojos, la que encuentra motivos nuevos de disfrute de la Palabra, la intenta nuevo caminos por sencillos que sean, la que aleja el cansancio y tiene a raya a la rutina.

         Esta segunda es a la que se refiere Ez 33,7 cuando dice Dios al profeta que le nombra “centinela”, atalaya, traducen otros, alguien que vigila, que está en tensión, con los ojos abiertos y los oídos atentos, dispuesto a dar la voz de alerta. Por eso, vamos a hacer una pequeña reflexión bíblica en torno a personajes bíblicos del AT que, a nuestro juicio, son centinelas en un modo u otro. Y desde ahí sacaremos conclusiones para cómo la VR habría de ser centinela en esta Cuaresma, en este momento del itinerario cristiano.

         Quizá este ejercicio espiritual sirva para vivir la fe de manera más despierta, atentos a la vida y al momento cristiano, como centinelas que esperan la aurora (Sal 129,6).

 

1. Centinelas con vitalidad (Gen 3,20)

 

         «El hombre llamó a su mujer “Vitalidad” (Eva, Hawwa) por ser la madre de todos los que viven».

 

  • EVA, la Vitalidad (y Adán, la Humanidad) son ejemplo de resistencia y resiliencia. Se aferran a la vida. No tienen otra cosa. Terminarán por amarla. Y desde ahí darán vida a otros. El relato mítico apunta al milagro del aferrarse de la persona a la vida, por encima de su fragilidad. Hasta los procesos biológicos que se resisten al dolor y a la muerte son reflejo de este anhelo hondo de vitalidad que anida en el fondo de toda creatura.
  • Una comunidad que descubre el valor de su carisma es una comunidad que va haciendo y aprobando el curso de amor a la vida que demanda el seguimiento de Jesús. ¿Cómo va ser atractivo un carisma si se vive en conflicto con la vida, en relaciones tóxicas con cosas y personas, en ese  “rezongar” contra una sociedad que no nos entiende y que parece ser enemiga (aunque hacemos parte de ella)? ¿Cómo va a ser “vendible” un carisma sin vitalidad, atrapados por la rutina, desentendido de la vida y hasta de las cosas de la Congregación? Una comunidad vital es aquella que, por encima de la edad de sus miembros, se interesa y conecta con el hoy, ama la tierra que el Señor le da, aprecia lo humano y se duele de lo inhumano. Cuando, por edad o por lo que sea, la vitalidad parece menguar, la fuerza del corazón, del alma, de la vida se puede mantener sensible y activa.

 

2. Centinelas que perdonan y conviven (Gen 33,30)

 

«He visto tu rostro que me perdonaba y era como ver el rostro de Dios».

 

  • ESAÚ Y JACOB son los hermanos que siempre riñen hasta el punto de que no pueden vivir juntos. El pequeño tiene que exilarse a mil km de distancia para nunca más volver. Durante 20 años permanecerá lejos acumulando nostalgia (su hermano Esaú acumulando odio). Pero vuelve. Y en una extraña escena de reconciliación suelta la frase más hermosa de todo el AT: perdonar es hacer visible en la tierra el rostro de Dios, verdadero sacramento de su presencia.
  • La convivencia exige perdón, generoso y rápido. ¿Cómo una comunidad de hermanos va a estar en los parámetros del evangelio si mantiene vivos los agravios, si la relación es áspera, si el perdón no es elemento de la vida cotidiana? La gente que nos frecuenta  percibe nuestro nivel de perdón. Si en esto no somos generosos, la hermosura del carisma queda velada. Tener guardadas cosas en nuestra “papelera”, no vaciarla nunca del todo es indicio de que queda tarea por hacer. Un agravio cronificado es enemigo principal de una cultura del encuentro y de la fraternidad.

 

3. Centinelas que animan al desalentado (Ex 16,3)

 

«Nos habéis sacado al desierto para matar de hambre a esta comunidad»

 

  • MOISÉS es el líder de una comunidad que siempre está protestando, siempre desalentada. Le dice a la cara su disgustos; le acusan de todos sus contratiempos; un liderazgo sin satisfacción, sin aplauso. Pero cuando Moisés tiene que defender a su comunidad es el primero en hacerlo, incluso frente al mismo Dios (Éx 33,32). No tendrá ni siquiera la oportunidad de entrar a la tierra de Canaán. Toda su vida animando al desalentado sin éxito.
  • Una comunidad desalentada es contraria opción de vida en común. Sembrar desaliento, ser “bombero”, apagafuegos, “abortista” de planes de animación es situarse fuera de la cultura del encuentro. No creer en la formación, en las reuniones, en los planes conjuntos de animación es tener personalmente un grave problema vocacional. Por el contrario, sembrar esperanza, aun contando con lo real,  huir de catastrofismos a priori, dejar de acuñar frases desalentadoras, colaborar a que los días sean lo más bonancibles posible, no menospreciar los pequeños brotes que puedan surgir es entrar por el camino fraterno. De alguna manera, la ilusión es algo más importante que las mismas vocaciones. Y a esa ilusión podemos contribuir todos en el grupo carismático.

 

4. Centinelas con entrañas sensibles (2 Sam 18,29)

 

         «El rey preguntó: ¿Está bien el muchacho, Absalón?».

 

  • DAVID es prototipo de lo humano: de honda sensibilidad y humanidad, de profunda debilidad. Su hijo Absalón de levantó contra él; le hizo salir de Jerusalén llorando por la cuesta del monte de los olivos. Pero su pregunta al mensajero que vuelve de la guerra es si está bien el “muchacho”. La traición de su hijo no le ha hecho perder la sensibilidad ni amargarle el corazón. Aunque dolido, sigue amando.
  • La vida en grupo (religioso, familiar), con sus heridas y costurones, puede habernos apeado de la sensibilidad, del estremecimiento, del corazón sensible. Había que trabajar por recuperarlo sin sentir por ello reparo o vergüenza. Una comunidad insensible no puede estar en la órbita del carisma. Que la soltería no nos haga secos a los célibes. No matemos al niño que llevamos dentro. ¿Cómo una vida áspera va a atraer en nuestra sociedad de hoy? ¿Cómo va uno a participar en un camino despojado de detalles de amor? ¿Hay que ruborizarse de ello, hay que podar las efusiones de la relación cariñosa?

 

5. Centinelas de la espiritualidad (Job 42,5)

 

«Te conocía solo de oídas, ahora te han visto mis ojos».

 

  • JOB ha sufrido pérdidas que le han llevado a tocar fondo. Desde ahí ha reclamado justicia al mismo Dios. Y ha recibido, como respuesta, una serie larga de interrogantes que no sabe responder: ¿Has entrado en los hontanares del mar…has examinado la anchura de la tierra…por dónde se va a la casa de la luz…conoces las leyes del cielo…? La respuesta es un continuado “no”. Eso provoca en Job la certeza de que saber y hablar de Dios se hace, con frecuencia, de oídas, no por experiencia personal.
  • Vivir el carisma, la fe, puede hacerse “de oídas” (desde lo sabido, lo académico, lo establecido de siempre) o desde la experiencia personal, por pobre que sea. Desde esto segundo podría hacerse una oferta de espiritualidad al ciudadano de hoy.  ¿Qué ofrecemos a quienes vienen atraídos por el evangelio? ¿Ofrecemos mística, aliento, horizonte, ilusión, experiencia de Dios, belleza contemplativa, bondad, etc., u ofrecemos solamente actividad, trabajos, planes, estrategias educativas, etc.? Una oferta de fe sin una oferta de espiritualidad es una oferta empobrecida. ¿Qué experiencias vivas de espiritualidad vamos acumulando? ¿Qué vamos experimentando personalmente de ahondamiento evangélico, de intensificación en la relación, de conexión fuerte con la sociedad, de resistencia ante la adversidad? Quien se siente atraído por el evangelio busca un amanecer nuevo, un horizonte distinto, una iluminación del corazón. Eso es la espiritualidad, por difuso que sea. Ya lo decía Bruce Springsteen en Hungry hearth: “Todo el mundo tiene un corazón hambriento”. ¿Cómo saciar el hambre de espiritualidad de hoy?

 

6. Centinelas que crean ciudadanía (Is 41,18)

 

«Transformaré el desierto en estanque y el yermo en fuentes de agua».

 

  • ISAÍAS II, junto con Ezequiel, han logrado mantener la conciencia de pueblo en la época del exilio en que Israel estuvo a punto de ser borrada del mapa. Y han puesto en ello toda la imaginación como cuando, por ejemplo, dicen que brotarán estanques en el desierto y fuentes en el yermo. Algo imposible. ¿Imposible? Véase el Canal de Castilla (que lo hizo el riojano Marqués de la Ensenada). La fe en la ciudadanía puede hacer real lo que parece imposible.
  • Tener fe en la ciudadanía de la que se hace parte es más difícil que tener fe en Dios, pero tan necesario. ¿Cómo el evangelio va ser ofertable desde un talante negativizador de la ciudadanía. ¿Cómo superar ese talante, muy propio del pensamiento eclesiástico (y de los conservadores en general), de que todo va mal? ¿Cómo unir a la pasión por Dios la pasión por lo humano?  Separar ambas pasiones no beneficia a ninguna de las dos. El grupo creyente habría de significarse por el respeto al código de la ciudadanía, a las leyes e, incluso, a los gobernantes. No es de recibo lo que hay que oír en los cenáculos religiosos de los gobernantes que no son de la propia cuerda. El respeto no está reñido con la valoración crítica. La degradación en el lenguaje que vemos en los políticos puede estar también en el cuarto de estar de la comunidad. Los carismas, en su origen, fueron siempre constructores de ciudadanía. No habrá que olvidarlo.

 

Para dialogar:

 

  • ¿Cómo mantenernos despiertos en esta hora difícil de la VR?
  • ¿Cómo huir del pesimismo comunitario?
  • ¿Cómo darnos, unos a otros, la hermosura del evangelio?

 

ORACIÓN

1. Canto

 

NOS HAS LLAMADO AL DESIERTO, SEÑOR DE LA LIBERTAD,
Y ESTÁ EL CORAZÓN ABIERTO A LA LUZ DE TU VERDAD.
SUBIMOS CON ESPERANZA LA ESCALADA CUARESMAL,
EL PUEBLO DE DIOS AVANZA HASTA LA CUMBRE PASCUAL.

Tu pueblo, Señor, camina desde la aurora al ocaso:
a tu Pascua se encamina y te sigue paso a paso.

 

2. Pensamiento del papa Francisco

 

«La cuaresma es un viaje que implica toda nuestra vida, todo lo que somos. Es el tiempo para verificar las sendas que estamos recorriendo, para volver a encontrar el camino de regreso a casa, para redescubrir el vínculo fundamental con Dios, del que depende todo».

 

3. Oramos con el Salmo 129 (dos coros)

 

Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.

 

Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.

 

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.

 

Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.

 

4. Pasaje evangélico: Mc 3,14

 

«Nombró a doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar».

 

5. Compartir

 

6. Oración común (juntos)

 

Jesús, ayúdanos:

-para que tu palabra no sobre en nuestra mochila;

-para que podamos conocerte mejor;

-para que nuestra caridad florezca con sencillez;

-que nuestra oración brote como un rayo de sol entre las nubes,

y sobre todo, que nunca dejemos de buscarte.

 

7. PN y Bendición

 

8. Canto

 

CAMINA PUEBLO DE DIOS, CAMINA PUEBLO DE DIOS.
NUEVA LEY, NUEVA ALIANZA EN LA NUEVA CREACIÓN.
CAMINA PUEBLO DE DIOS, CAMINA PUEBLO DE DIOS.

Mira allá en el Calvario en la roca hay una cruz,
muerte que engendra la vida, nuevos hombres, nueva luz.
Cristo nos ha salvado con su muerte y resurrección,
todas las cosas renacen en la Nueva Creación.

Retiro en Navidad 2022

 

 

ELIGIÓ QUERERNOS 

 

         Preparar la contemplación de la Navidad es asomarse al misterio. Si todo quedara en aspectos del folclore propio de la Navidad sería un empobrecimiento. Si eso nos lleva al misterio, también sirve. El misterio de la Navidad es el misterio de una elección: elegir querer. Dios, en Jesús, ha elegido querernos. Algo de eso está en lo profundo de la Navidad.

         Por eso, cada año se renueva el gozo de la Navidad porque su misterio es insondable, nunca se termina de entrar en él, siempre hay posibilidad de renovar la alegría. De ahí que, para quien entiende esto, la rutina se aleja y no impone su ley. Se percibe así, cada año, la posibilidad de revivir la alegría de una Navidad nueva.

         Para vivir con profundidad el misterio de la Navidad como la elección de amar que Dios tiene en Jesús hay que ahondar un poco. Pero más que grandes argumentos teológicos, lo que necesitamos es grandeza de corazón, brillo en los ojos, quedarse deslumbrados por el amor que siempre está ahí, latiente, vibrante. Un corazón vivo y sensible, eso necesitamos.

         Todo puede servirnos para asomarnos al misterio: las celebraciones, las costumbres tradicionales, la imaginación puesta al servicio de la fe. Y, para nosotros, la fraternidad es una ayuda privilegiada. Creamos como grupo, celebremos como grupo, contemplemos como grupo.

 

1. Algo que viene de muy lejos

 

         Podríamos pensar que el misterio del Dios que elige querernos comienza con Jesús. Pero la cosa viene de muy lejos. En los umbrales lejanos anteriores a los homo ya se empieza a generar la elección de querer que luego eclosionará en Jesús. Veamos algunos ejemplos:

1)   Hace  1,6 millones de años en el lago Turkana (Kenia) vivió ER 1808 un individuo femenino con graves hemorragias fosilizadas en el hueso y otras muchas enfermedades asociadas. Dicen los paleontólogos: «Alguien se ocupó de ella. Sola, incapaz de moverse, delirando, con dolor, 1808 no habría durado dos días en la selva africana, mucho menos que el tiempo de su esqueleto nos dice que vivió. Alguien le trajo agua y posiblemente comida. Y alguien más la protegió de hienas y chacales para obtener un sabroso bocado. Alguien más se sentó con ella durante las largas noches africanas sin ninguna otra razón que la preocupación humana. Sus huesos son un testimonio conmovedor de la sociabilidad, de los fuertes lazos que llegaron a superar lo que no vemos en primates no humanos».

2)   El cráneo 14 de Atapuerca corresponde a una niña deficiente aquejada de craneosinostosis. «La presión intracraneal que sufrió le provocó sin duda trastornos psicomotrices importantes. Sin embargo, el grupo no desechó a esta niña discapacitada, sino que eligió protegerla y curarla. ¿Hay algo más humano que elegir querer? En Atapuerca un grupo de humanos así lo hizo hace medio millón de años. La niña del cráneo 14 fue apodada Benjamina por sus investigadores que en hebreo quiere decir “la más querida”. Uno de ellos, Ignacio Díaz de Mendizábal, defiende que se trata de la primera muestra de amor fosilizado».

 

2. Eligió querernos: Mc 3,13-15

 

         “Subió al monte, convocó a los que él amó y estos se acercaron a él. Entonces constituyó a doce, para que estuviesen con él y para enviarlos a predicar, con autoridad para expulsar demonios”.

 

         En estas breves líneas se encierra, de alguna manera, la opción de Jesús de querernos:

 

  • Subió al monte: El monte es el lugar donde Dios se revela. La opción de querer conecta con Dios, refleja al Dios que nos quiere. 
  • Convoca: Es algo que parte de él, de su propio corazón al haber visto con claridad que el deseo de amar es decisivo.
  • A los que él amó: Los eligió porque los necesitaba para amarlos. ¿Qué habría sido de un Jesús sin gente concreta a quien amar? ¿Qué mesianismo sin alma habría sido el suyo?
  • Se acercaron a él: Porque, a su manera, ellos también lo amaron desde el momento en que comenzaron a acercarse. Se acercaban a la fuente del amor. Y eso reconfortaba su corazón.
  • Constituyó a doce: Como una representación de las tribus, como un símbolo de toda persona. En el amor que Jesús tuvo a sus discípulos, estábamos nosotros también.
  • Para que estuviesen con el él: Esta es la finalidad principal: estar en con él. Es la belleza y la improductividad del amor. Estar con él para reconfortar su corazón en los momentos de tristeza, para compartir alegría en los momentos de gozo, para buscar juntos la senda de amor que iba marcando el Padre. Estar con él era el lenguaje del amor, la prueba de que él eligió querernos.
  • Para enviarlos a predicar: No tanto una religión, cuanto la verdad honda de que el amor es el único cauce de acceso a Dios y de acceso al corazón de la persona. Una predicación de amor a la que todos estamos llamados.
  • Con autoridad para expulsar demonios: O sea, para curar las heridas del desamor (esos son los peores “demonios” que arrastramos los humanos).

 

 

 

3. La Navidad, elección de amor

 

         Hay muchas maneras de decir qué es la Navidad. Una de ellas, muy hermosa, sería decir que es el misterio de un Dios que, en Jesús, elige querernos. Es un misterio porque, se mire por donde se mire, resulta incomprensible. Pero, por otro lado, ¿cómo no iba a amar lo que él mismo había creado? Ya lo dice Sab 11,24: «Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado».

 

  • Celebrar una opción de amor: Es algo muy sutil que no llegamos a entender del todo. Quizá el modo mejor sea la actitud contemplativa: quedarse ante el misterio, gozar de un Dios que ama, maravillarse de esa opción insondable de un Dios que, en Jesús, ha puesto su corazón en lo nuestro. Dios tiene corazón y por eso ama. Despojarle de corazón es matarlo. Por eso la Navidad nos lo recuerda año tras año: Dios te sigue amando en Jesús.
  • Un Dios que solamente ama: Herederos de una espiritualidad de la que nos cuesta desembarazarnos, tenemos dificultad para llegar a vivir la certeza de un Dios que es solamente amor. Pensamos que hay que rescatar su honor creyéndole el superjuez que juzga. El misterio de un Dios que ha elegido querernos en Jesús casa solamente con un Dios que es solamente amor en cualquiera de sus formas. Y por ello, situarse en la perspectiva del amor es la única manera de llegar a entenderlo.
  • Un Dios que ama en Jesús nuestra azarosa historia: Porque es cierto que nuestra historia (social, comunitaria y personal) discurre muchas veces por caminos equívocos y hasta alejados del evangelio y desconocedores de la humanidad. Pero Dios anda nuestros caminos, ellos son los suyos. Él abandona su camino para hacer del nuestro el suyo. Así orábamos con aquella plegaria de Agrelo algo corregida: “Si creo en ti, te veré en mi camino. Tú te harás camino para mí. Y tú vendrás a donde vaya para que yo acabe yendo a ti”.
  • Huellas del Dios que ama en Jesús: Es preciso desvelar las huellas del Dios que ama en Jesús. Están en la conversación amigable, en el llegar a acuerdos, en construir la inclusión, en hacer asequible la cultura. Están en el lenguaje de la cercanía, de la amabilidad, de la sonrisa, de la moderación, de la paciencia. Todos estos valores que consideramos simplemente humanos son las huellas del amor del Padre en Jesús.

 

4. Elegir amar

 

         Es una tarea que es preciso hacer de por vida porque el amor, en cualquiera de sus manifestaciones, se construye día a día.

  • Elegir amar la sociedad: La ciudad en la que vivimos, el país del que hacemos parte. Es la fraternidad social de la que habla FT. Es el “amor político”, una forma eximia de amar según Juan Pablo II. Vivir en rechazo con la sociedad es imposibilitarse para entender la encarnación. Puede y debe ser, en ocasiones, un amor crítico. Pero, al fin y al cabo, ha de ser amor. Hay que escuchar los latidos profundos del anhelo de justicia (como se ha visto en el campeonato mundial de futbol) y el sueño de un estilo de vida humana más solidario, por muy lejos que estemos del ideal. Elegir amar la sociedad no puede ser un horizonte que no nos incumba.
  • Elegir amar la Iglesia: Aunque también haya que hacerlo con sentido crítico. Elegir amar las diversas experiencias de vida cristiana que, aunque sea en distinto barco, van al mismo puerto. Elegir amar con dolor el cuerpo herido de la Iglesia (abusos, inmatriculaciones) que es cuerpo herido de todos. Elegir amar la Iglesia de los que resisten, de quienes profetizan, de toda persona creyente que sigue viviendo la fe en maneras alternativas, marginales incluso. Elegir amar la Iglesia de los sencillos, de los cansados, de los crédulos incluso, aunque no se dé cancha a su credulidad.
  • Elegir amar la comunidad: En todos sus miembros, en los brillantes y en los opacos, en los que son un respiro y en los que abruman, en los que colaboran y en quien va desganado. Elegir amar a los hermanos/as cada día para que no se nos muera esta planta hermosa y delicada del vivir juntos. Elegir amar la comunidad en esta hora de reducción y pobreza, amarla aún más si cabe porque su debilidad es más clara.
  • Elegir amar a los frágiles: A los más humildes, a quienes tienen fuertes dificultades económicas, a los más desgastados por la enfermedad o la soledad, a quien tiene poca influencia. Desvelar sus valores escondidos, intuir sus pequeños gozos que también los tienen, sumarse a sus causas o, al menos, mirarlas con cierta simpatía. Que no se nos haga tan lejano ese mundo porque es el lugar privilegiado de la encarnación. Elegir con paz, pero con interés.

 

5. Itinerario de Navidad

 

         Para celebrar y vivir el amor que elige se podría construir un sencillo cartel con cuatro fotos: una de la ciudad, otra de algo religioso, otra de la comunidad, y otra de las pobrezas. Todo bajo el epígrafe: EN NAVIDAD CELEBRAMOS Y VIVIMOS EL AMOR QUE ELIGE QUERERNOS. Ponerlo en un lugar visible de la casa o en la capilla con una especie de calendario:

 

25-28 diciembre: Elegimos querer a la ciudad

29-31 diciembre: Elegimos querer a la Iglesia

1-4 enero: Elegimos querer a la comunidad

5-8 enero: Elegimos querer a los frágiles.

 

Conclusión

 

         Quedémonos con lo principal: la Navidad es el misterio del Dios que elige querernos en Jesús. Y, desde ahí, el camino a seguir es elegir querer a cuando conviven con nosotros. Una fe que elige querer, esa es la fe de calidad apta para vivir la Navidad con alma. Que pueda ser así.

Retiro Adviento 2022

EN BUSCA DE UN SUEÑO

 

1

 EL ADVIENTO,

SUEÑO DE DIOS

EN NUESTRO CAMINAR HUMANO

 

         Puede que los sueños estén desprestigiados. El viejo calificativo de “soñador” no dice bien de una persona. Y, sin embargo, no podemos vivir sin sueños. Es la señal de que uno está vivo. Solamente los muertos carecen de sueños. Es cierto que, con frecuencia, nuestros sueños están escondidos, agazapados. Diríase que no existen. Pero están ahí, debajo de la piel, callados a veces, activos otras. Pero siempre ahí.

         Hablamos de sueños, no ensoñaciones. Los sueños son tales cuando se pone algo de nuestra parte para que puedan ser una realidad. Las ensoñaciones, por el contrario, nacen como sueños pero no podemos nada de nuestra parte para conseguirlos. Por eso se esfuman como la niebla; los otros persisten cada vez que damos un paso en la dirección que marcan.

         Por experiencia sabemos que, generalmente, nuestros sueños son pequeños, se adaptan a lo cotidiano. Hay quien piensa que, de tan pequeños, son raquíticos. Pero, de cualquier manera, en esos sueños, en esos anhelos se urde nuestra vida. Son su esqueleto. Sin ellos, nuestra vida se derrumbaría como un castillo de arena. Por eso es preciso mirar con aprecio el mundo de nuestros sueños, incluso de los sueños que hace brotar el mundo de la fe.

         Y dando un paso más se podría decir que Dios tiene sus sueños. Lo sabemos por Jesús (el gran sueño de la fraternidad, el reino), lo sabemos por los escritos del NT (reconciliar todo: Efesios, Colosenses). Y lo sabemos por el “misterio abrupto” (Rahner) de la encarnación. ¿Qué otra cosa puede querer decir este loco afán de Dios de querer mezclarse con lo nuestro, sino mostrar la evidencia del gran sueño del Dios de Jesús de unirse hasta el fondo a nuestro pobre camino humano?

         Podríamos vivir el Adviento como el tiempo en que contemplamos el sueño que Dios acaricia: el de unirse a lo nuestro para que eso, tan humilde, cobre otro brillo y tenga horizonte. Esto nos conectará con todos los sueños de las personas, sobre todo con los de quienes están peor.

 

1. En busca de un sueño

 

         Este sencillo pero luminoso poema viene a decir que todo lo que vive, hasta Dios mismo, anda tras un sueño. Puede iluminarnos.

 

En busca de un sueño 
se acerca este joven. 
En busca de un sueño 
van generaciones. 

En busca de un sueño 
hermoso y rebelde. 
En busca de un sueño 
que gana y que pierde. 

En busca de un sueño 
de bella locura. 
En busca de un sueño 
que mata y que cura. 

En busca de un sueño 
desatan ciclones. 
En busca de un sueño 
cuántas ilusiones. 

En busca de un sueño 
transcurren los ríos. 
En busca de un sueño 
se salta al vacío. 

En busca de un sueño 
abrasa el amante. 
En busca de un sueño 
simula el tunante. 

En busca de un sueño 
tallaron la piedra. 
En busca de un sueño 
Dios vino a la tierra. 

En busca de un sueño 
partí con mi día. 
En busca de un sueño 
que no hay todavía.

                                                        S. Rodríguez

  • Tras los sueños van “las generaciones”: es el sino de lo humano, andar tras sueños, motores de nuestros caminos. El día que nada soñemos estaremos muertos.
  • A veces los sueños son “hermosos y rebeldes”. La vida se encargará de rebajar su tono. Pero esa “rebeldía” es el deseo de andar caminos no hollados, de tender a la justicia común y general. Que no muera tal rebeldía. 
  • A veces los sueños son “locos”: una locura que “mata y cura”. Por eso mismo habrá que discernir los sueños, para tomar lo que cura y tener mucho cuidado con lo que mata.
  • Es verdad que los sueños pueden desatar “ciclones”. Habrá que ir con cuidado. Pero no vayamos a matar las ilusiones por querer evitarlos.
  • Los ríos plácidos también sueñan. Una vida sencilla puede tener sueños. Y Los sueños pueden empujar a “saltar al vacío” a los más animosos, a andar caminos que nunca se han transitado.
  • Amor y engaño se envuelven en sueños. De nuevo, habrá que discernir para saber separar la paja del trigo.
  • Hasta Dios mismo vino a la tierra en busca de un sueño: la fraternidad, la reconciliación, la honda humanidad. Ahí está el misterio del Dios que se une a lo nuestro tras su sueño. Acariciar el sueño de Dios.
  • Y luego está el sagrado sueño de los pobres, de los que “parten con un día”, de los que no lo tienen todavía. Ese sueño es tan sagrado como el de Dios. En la Navidad habría que acercarse más al sueño humildísimo pero necesario de los que lo pasan mal.

 

2. Los sueños en la Palabra

 

         También la Palabra de Dios es un itinerario de sueños que se concatenan los unos a otros. Señalemos tres pasos:

 

 

a) El viejo sueño de soñar a Dios: Gen 28,10-19

        

«Allí soñó que había una escalinata apoyada en la tierra, y cuyo extremo superior llegaba hasta el cielo. Por ella subían y bajaban los ángeles de Dios».

 

         Es el famoso “sueño de Jacob” cuando huye de su hermano a casa de su tío Labán. En el camino tiene una visión, un sueño incubatorio que desvela su gran anhelo: ¿me acompaña Dios en este exilio? ¿Sigue Dios conmigo después de haber roto con mi hermano? ¿Puedo pensar que Dios aún me sigue amparando? La respuesta le viene en ese sueño: una escala por la que transitan los ángeles que une el cielo y la tierra, lo de Dios y lo humano. Es decir: Dios sigue soñando con lo humano, aunque los humanos tropecemos en nuestros caminos. El sueño de Dios no está a merced de nuestra debilidad, sino de su amor.

 

b) Cuando el sueño toma carne: Jn 1,50-51

 

         «Jesús dijo (a Natanael): -¿Es porque te he dicho que me fijé en ti debajo de la higuera por lo que crees? Pues cosas más grandes verás. Y le dijo: -Sí, os lo aseguro: Veréis el cielo quedar abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar por el Hombre».

 

         Ya no estamos en el sueño de Jacob, sino en la realidad de Jesús: los ángeles suben y bajan “por el hijo del hombre”. Es decir: el sueño de Dios ha tomado carne en la realidad de Jesús. Al ver su “carne”, su persona, podemos pensar con certeza que el sueño de Dios no ha sido imaginación nuestra. Ha elegido la persona de Jesús, su historia, para hacernos ver su indefectible decisión de mezclarse con lo nuestro, de meterse en el fondo de la vida, de acompañarnos para siempre, más allá de cualquier debilidad. Su vida y su cruz son la verdadera escala que une lo de Dios y lo nuestro.

 

c) La persona, ámbito de unión entre Dios y la historia: 1 Cor 6,19

 

         «Sabéis muy bien que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros porque Dios os lo ha dado. No os pertenecéis, os han comprado pagando; pues glorificad a Dios con vuestro cuerpo».

 

         Al fin, es en nuestro “cuerpo”, en nuestra realidad histórica donde habita el Espíritu, la realidad viva de Dios. O sea: el viejo sueño de Dios de mezclarse con lo nuestro, se une a nuestra carnalidad, a nuestra pobre carne. En nosotros se va cumpliendo el sueño de Dios, en nuestra familia biológica y humana, en nuestra comunidad, en nuestra sociedad, en nuestro mundo. Somos el rostro del sueño de Dios. Por eso hay que cuidarlo para que refleje de verdad, con humanidad, lo que Dios hace con nosotros, su fiel acompañarnos.

 

3. Profundización:

 

a) Una espiritualidad de los sueños

 

         No habríamos de creer que eso es algo superficial. Ya hemos dicho que los sueños están en la espina dorsal de lo humano, en su estructura. Una espiritualidad de los sueños es aquella que los considera como un dinamismo de la persona y de la misma fe. Una fuerza que ayuda a entendernos, a celebrar, a encajar nuestra limitación. Basar esta espiritualidad en el sueño de Dios y en la concreción de Jesús le otorga densidad. No habrá que sucumbir a la fácil tentación de creer que los sueños son solamente sombras.

 

b) Soñar lo de Dios con Dios

         No entra fácilmente en nuestro imaginario la idea de un Dios que tiene sueños y que su mayor sueño (mezclarse con lo nuestro) es la razón hermosa de nuestra fe en él. Habría que enriquecer ese imaginario sobre Dios con estas perspectivas inusuales: Dios sueña que lo nuestro y lo suyo salen ganado cuando se mezclan. Un Dios menor, que nos sirve, que nos acompaña, que ha hecho voto de fidelidad con nosotros. Un Dios que ha quemado las naves viniendo “de su cielo” a nuestra historia para siempre, a hacer de lo nuestro, tan pobre, su verdadero cielo.

 

c) Agradecer a Dios su sueño

 

         Agradecérselo entrañablemente, incomprensiblemente porque es incomprensible que Dios haya tomado una determinación tal. Agradecer en el no saber de su hondísima generosidad que casi ni olfateamos. Agradecerle su fidelidad sin otro sentido que el de su hondo amor. Un agradecimiento místico, que se pliega sobre sí mismo por su incomprensibilidad.

 

d) Misterio de sueños

 

         Eso es la encarnación, un misterio donde se mezcla el sueño de Dios con nuestros sueños limitados. Un misterio de sueños mezclados. Y creer que eso está en la base no solo de nuestra experiencia creyente en el Adviento, sino también en la base de la misma vida. Mirar la realidad con los ojos de los místicos horizontales que traspasan la costra de lo que aparece a la vista para situarse en la profundidad de lo que no se ve.

 

4. Caminos de vida

 

1)    No sucumbamos al “realismo”: Porque esa es la primera tentación, se nos dice que hay que ser realistas. ¿Es que la evidencia de los sueños no es real? ¿Es que, desde la fe, no es real la mezcla del camino de Dios y de los nuestros? Si el realismo es herramienta para no caer en las ensoñaciones, bienvenido sea. Pero si es para matar algo tan vivo como nuestros sueños o los de Dios, escapemos de él.

2)    Valorar los sueños humildes: Porque esa es una objeción, nuestros sueños cotidianos son humildísimos, a veces rozan con la mezquindad. Somos así y así son nuestros sueños. Valorémoslos más allá de su pobreza porque en su oscuridad brilla una luz parecida a la que ilumina los ojos de Dios cuando nos dio a Jesús.

3)    No abandonar los grandes sueños: Porque sean grandes y nos parezcan casi inalcanzables, no los abandonemos. El gran sueño de la fraternidad universal, el imprescindible sueño de la justicia, el sueño evangélico de que mengüe y desaparezca el llanto de los ojos de los pobres, el sueño de todos los estómagos llenos, el sueño de hacer retroceder a la muerte causada por humanos, etc. Sueños lejanísimos, pero si los dejáramos de lado, ¿cuál sería, entonces, el horizonte de nuestra vida?

4)    Suscitar sueños: Porque eso no es engañar a las personas. Suscitemos sueños posibles, aunque hoy no puedan cumplirse. Hagamos que los ojos de los sencillos, de los humildes, de los precarios, brillen con el brillo de una pequeña posibilidad, de una salida de sus situaciones. Contribuyamos a que los sueños de nuestras comunidades no mueran y se apaguen por nuestra causa.

5)    Hablemos de nuestros sueños: No nos dé vergüenza, no pensemos que no tenemos derecho a hablar de ellos vista nuestra limitación, no consideremos que es inútil porque tales sueños nunca van a cumplirse del todo. Hablar de sueños es una de las formas más vivas de hacer fraternidad.

 

Conclusión

 

         Celebremos este misterio de sueños que es la encarnación del Señor. Hagámoslo celebrando con regocijo el sueño de Dios, más allá de nuestras limitaciones. Celebremos acogiendo ese hermoso sueño de Dios y acogiendo nuestros sueños. Seamos soñadores y soñadoras en esta Adviento, y siempre. No hay sombra que pueda contra uno que sueña. Que el Adviento y la Navidad ablanden y alegren nuestras entrañas humanas para acercarnos al sueño de Dios.

 

 

 

2

LA VIDA SUBSISTE

DONDE HAY VÍNCULO

 

         La base sobre la que se sustentan los sueños no es otra que la buena relación, lo que Jesús llegó a formular como “reinado de Dios”: la nueva relación de hermanos, la sociedad sin jerarquías, la convivencia de todos en paz y respeto. Eso está en la base de todos los trabajos de fe y del sueño evangélico.

         Por eso mismo, en este Adviento volvemos a la reflexión sobre la fraternidad desde la encíclica FT que lo tiene por tema central. Soñar sin tener los pies en el suelo es peligroso. La vida comunitaria nos hace aterrizar, es la medida realista de la verdad de nuestros anhelos. No nos cansemos de volver a ella. Es la masa que aglutina el edificio de nuestra opción.

 

«Un ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás. Ni siquiera llega a reconocer a fondo su propia verdad si no es en el encuentro con los otros: sólo me comunico realmente conmigo mismo en la medida en que me comunico con el otro. Esto explica por qué nadie puede experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quienes amar. Aquí hay un secreto de la verdadera existencia humana, porque la vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad; y es una vida más fuerte que la muerte cuando se construye sobre relaciones verdaderas y lazos de fidelidad. Por el contrario, no hay vida cuando pretendemos pertenecer sólo a nosotros mismos y vivir como islas: en estas actitudes prevalece la muerte» (FT 87).

 

         He aquí un texto luminoso. Todas y cada una de las frases son útiles para generar espiritualidad en torno a la comunidad. Necesitamos luz y ánimo más que grandes documentos. Aprovechemos esta oportunidad rumiando el presente texto.

         Es cierto que aquí se habla de la comunidad humana, social. Pero el cimiento es común para toda vida en grupo, también para los grupos eclesiales. Dar el salto a la comunidad creyente sin el cimiento de la antropológica y social es un riesgo. La primera evidencia de nuestra vida eclesial es que deseemos la vida en grupo. Quien tiene problemas para la vida en grupo tiene problemas para la vivencia de la fe.

         No hemos de subrayar sobre todo lo que nos separa de otros tipos de comunidad, sino lo que nos une. Unidos en lo común, en lo humano, ese es el gran cimiento de la vida eclesial.

         Comentemos, una a una, cada una de sus frases porque todas son magníficas.

 

  • «Un ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás».

 

El ser humano encuentra su plenitud en la entrega, no en el individualismo. Porque hemos sido educados en ese individualismo (“el que viene atrás que arree”) creemos que eso debe estar presente si se quiere sobrevivir en la vida cristiana. Una Iglesia egoísta tiene el horizonte muy limitado. El vigor de una comunidad no se mide por sus obras, su número o su reconocimiento social, sino por su entrega.

Esto pertenece a la hechura de lo humano. Lo que está a la base es la donación, por más que el egoísmo nos parezca una fuerza mayor (“por el interés te quiero, Andrés”). Hemos de creer en nuestra capacidad de entrega más que en nuestro egoísmo.

La entrega ha de ser sincera. Si encierra otras intenciones ocultas, si me entrego para sacar yo más partido, si me doy para hacerme un nombre y que me reconozcan, me den cargos, me aplaudan, es una entrega viciada. Pasar siempre factura es a la larga lo contrario de la fraternidad.

 

  • «Ni siquiera llega a reconocer a fondo su propia verdad si no es en el encuentro con los otros».

 

El encuentro con el otro es el lugar adecuado para conocerse a sí mismo. Por eso, quien se encierra en su egoísmo, se desconoce a sí mismo, ignora sus verdaderos valores, vive en la mayor desorientación que es la de no saber quien se es en verdad.

Los otros dicen con mayor propiedad que yo mismo quién soy. Por eso mismo, el encuentro con el otro nos abre a la propia verdad y si no hay encuentro permanecemos cerrados en nuestra ignorancia más básica.

Encontrarse con el otro no es solo convivir físicamente. Es necesario ir saltando la cerca que envuelve el corazón ajeno e ir abriendo la propia cerca. Desechar este anhelo por excesivo será empobrecer de salida el horizonte de la vida cristiana. Porque estamos hechos para el encuentro la vida cristiana quiere hacer ver que ese anhelo es posible. De ahí que la razón de ser más básica e incluso el primer apostolado, antes que toda misión, es construir el encuentro. Si eso se da, hay sentido y posibilidad de evangelización; si no se da, se oscurece el sentido y la misión entra por derroteros religiosos y de funcionariado.

 

  • ·         «Sólo me comunico realmente conmigo mismo en la medida en que me comunico con el otro».

 

Si no hay comunicación con el otro mi conversación interior es un soliloquio que no me lleva a buen puerto y que se presta a muchas desviaciones. Hablando con el otro se sitúan las cosas en sus justas medidas. Por eso, el diálogo con el otro es imprescindible. El ideal no es el silencio ante el otro sino este mezclado a la comunicación.

Estar mudo ante el otro no puede ser sino una medida temporal, terapéutica. Lo normal es hablar ante el otro. Hasta la liturgia es un hablar con otro ante Dios (una liturgia en solitario no es liturgia)

Por eso mismo, el modo más sensato de hablar de uno mismo es cuando en esa apreciación entran las valoraciones del otro. De ahí que muchas veces las formas de hablar de uno mismo, al no ser formas que cuentan con lo que dicen los otros, son un desvarío egolátrico que el grupo soporta como una cruz.

Con frecuencia no se tiene la valentía fraterna de decir a la cara del hermano lo que se piensa de él y se va diciendo a sus espaldas. No es buen proceder. Ya dice san Francisco: «Dichoso el siervo que tanto ama y respeta s su hermano cuando está lejos de él que cuando está con él, y no dice a sus espaldas nada que no pueda decir con claridad delante de él».

 

  • ·         «Esto explica por qué nadie puede experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quienes amar».

 

Amar sin rostros concretos, sin nombres, en general es arriesgarse a no amar. Orar con nombres es una manera muy buena de orar. Dice san Pablo en Rom 1,9: “No se me cae vuestro nombre de la boca cuando rezo”. Una vida sin rostros a los que amar es una vida en gran pobreza.

El rostro es la persona. Por él distinguimos a cada cual. Por él sabemos si estamos en su corazón o no. Por el rostro y por el nombre. Jesús devela su ser resucitado en la manera que tiene de pronunciar los nombres con amor: “¡María!” (Jn 20,16). Dice P. Casaldáliga: “Al final del camino me dirán: —¿Has vivido? ¿Has amado? Y yo, sin decir nada, abriré el corazón lleno de nombres.”

Mirar el rosto del otro, estudiar su rostro es acercarse a su corazón. ¿Cómo es que vivimos tantos años cerca unos de otros y casi desconocemos el rostro del hermano, de la hermana? Lectura de rostros, eso tendría que ser un trabajo de comunidad para nosotros. Al final, el rostro de Dios lo vemos en el rostro del otro (Gen 33,10).

Amar rostros es compartir la vida que se refleja en ellos: el dolor, la alegría, la pena, la sorpresa, el cansancio, la terquedad, la fidelidad, la luz. A veces apelamos al corazón de la persona como la sede de sus mejores valores. Se podría apelar al rostro porque si bien, a veces, engañamos con el rostro, a la larga, el rostro desvela el alma.

 

·       «Aquí hay un secreto de la verdadera existencia humana, porque la vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad».

 

El sentido de la existencia humana se percibe, a veces, oscuro y secreto. Pues bien, la comunidad ilumina esa oscuridad: hemos sido creados para ser hermanos y hermanas. De tal manera que siendo hermanos se ilumina la senda de la vida y de lo contrario se oscurece. La gran pregunta de siempre: ¿qué hacemos aquí? Se resuelve en esa respuesta sencilla: tratar de vivir el sueño de la igualdad humana. Eso es lo que en verdad tiene sentido. Cuando en la vejez nos asalta la duda de si ha merecido la pena nuestra vida, una respuesta tranquilizadora sería: sí ha merecido la pena por haber podido tener hermanos y haber sido hermanos con ellos. Mientras haya comunidad, grupo, habrá sentido.

Los vínculos humanos son vividos, a veces, como un peso. Pero si se vivieran gozosamente, los vínculos serían la evidencia de que la relación funciona. De todos modos, si se anhela una vida sin vínculos, el grupo enmudece, se esfuma. De ahí que el gozo de ser hermanos y hermanas desplaza el precio que es preciso pagar a cualquier vínculo.

Además, que la vida es comunión es algo que se demuestra desde los tiempos ancestrales, desde la mandíbula de Dmanisi de hace más de 2 millones de años donde se ve que alguien ya hacía favores al débil, favores de comunidad (y eso que eran homínidos carroñeros). Por eso, y aunque Darwin dice que triunfa la especie que mejor se adapta, en realidad el triunfo está en quien más comunión crea. Cuanta más comunión, más vigor tiene la comunidad; cuanto menos comunión, más fragilidad.

 

·       «La vida es más fuerte que la muerte cuando se construye sobre relaciones verdaderas y lazos de fidelidad».

 

Dice el Cant 8,6 que el amor es más fuerte que la muerte. Eso mismo dice FT: si el cimiento de la vida es la fraternidad, la vida se hace fuerte más allá de la muerte y de las muertes que acompañan nuestra vida. La fortaleza no le viene al grupo por el mucho número, por la brillantez de sus miembros, por las grandes obras de misión que han llevado a cabo en su vida. No, le viene por la buena relación. Ahí está la raíz de su fortaleza. Por eso, si se quiere fortalecer a la comunidad, lo que se haga por hacer fuerte la fraternidad irán en la buena dirección.

Ahora bien, las relaciones han de ser verdaderas. Porque también puede que haya relaciones falsas no tanto de engaño, cuanto de cansancio, apariencia, superficialidad, desinterés por el otro. Las relaciones verdaderas son las brotan de un amor experimentado, de un respeto cariñoso, de una colaboración generosa, etc. Son verdaderas porque están llenas de una vida verdadera, entregada.

Y luego está la fidelidad, no tanto a Dios, sino a los hermanos y hermanas. Esa fidelidad es la que Dios nos demanda y la que puede hacer verdadero el amor. No traicionar, no engañar, no tener dos caras, no hablar por detrás, no tener dos maneras de valorar a los hermanos y hermanas (una si está delante, otra si no lo está).

 

  • «No hay vida cuando pretendemos pertenecer sólo a nosotros mismos y vivir como islas: en estas actitudes prevalece la muerte».

 

El aislamiento, el interés solo por mis cosas, el no haber pasado a “la orilla de la comunidad” (verdadero peligro de por vida), el viajar individualmente y no en el bus del grupo, es lo que agosta la vida, le quita sentido, le arrebata el gozo, la vuelve sosa..

Vivir como islas es andar el camino del empobrecimiento, de la desconexión. Estar mirándose siempre el ombligo es terminar miope y no ver la hermosura de los otros y la belleza de la vida. Ensimismarse es siempre un peligro a controlar. No somos islas, somos península conectada siempre al otro. Por ahí nos llega la savia, la vida.

Un grupo tiene el peligro de estar muerto aunque sus miembros estén vivos. La muerte de la ilusión, del cariño, de la sensibilidad, del gozo compartido. Son caminos que nos llevan al cementerio, aunque aún no hayamos muerto. Luchar contra la muerte del grupo no es algo para otros, sino para cada uno de nosotros. La relación de grupo es algo vivo; si no se lo cultiva, se agosta y se muere.

 

Conclusión

 

No renunciemos a una vida de componente comunitario, no renunciemos a una relación jugosa; no renunciemos a una vida en grupo pacífica y gozosa. Y desde ahí, trabajemos día a día por el logro hermoso de la construcción de la comunidad. Es empresa que no defrauda. Y esta es la base de todo trabajo en torno a la recuperación y vivencia de los sueños de la fe. Que el Adviento de este año avive nuestros sueños y alimente nuestra mística comunitaria. Así, sin duda, nuestro futuro personal y comunitario será mejor.

 

 

 

(Fidel Aizpurúa Donazar)

EJERCICIOS 2022-2023

¿CÓMO HACERNOS PRÓJIMOS?

(12 preguntas de la Fratelli tutti)

Notas para una semana de ejercicios en 2022

 

 

         La FT se publicó en octubre de 2020. Desde entonces vamos comprobando que este texto es un pozo de espiritualidad sin fondo porque no solamente encierra la vivencia espiritual del Papa, sino también los contenidos esenciales del Evangelio. De ahí que recurrir a ella para cubrir la necesidad de reflexión en una semana de ejercicios es del todo pertinente.

         La espiritualidad social es una puerta abierta hoy al misterio. Logra devolver a la Palabra un brillo que, quizá, ha perdido por causa de la rutina y, a la vez, consigue echar luz sobre nuestras situaciones de vida. Doble beneficio. Pero, además, puede alimentar una espiritualidad saludable, menos propensa a las disfunciones de la mera religiosidad. Todo beneficios.

         A lo largo del documento se hacen muchas preguntas (más de 41 han consignado los lectores minuciosos). La pregunta es un dinamismo muy útil para la espiritualidad porque activa el anhelo y mantiene abiertas las puertas del pensamiento. Reflexionar y orar desde las preguntas puede ser un camino productivo.

         Conectaremos las preguntas del papa con la Palabra para recabar de ella luz y ánimo como lámpara que es para nuestros pasos (Sal 118,115). Y desde ahí sacaremos unas derivaciones para nuestra vida. De esa manera, la semilla de la Palabra encontrará el campo de la vida y habrá posibilidad de fruto.

         Hacer esta clase de trabajos espirituales en comunidad, en grupo de fe, es garantía de acierto y de mayor provecho. La fe de unos ayuda a la debilidad de otros. Misterio del compartir cristiano. Que la doctrina, la Palabra, la oración y el silencio nos ayuden a tan buen fin.

 

 

1

¿CÓMO HACERNOS PRÓJIMOS?

 

  1. 1.   FT 81

 

«La propuesta es la de hac0erse presentes ante el que necesita ayuda, sin importar si es parte del propio círculo de pertenencia. En este caso, el samaritano fue quien se hizo prójimo del judío herido. Para volverse cercano y presente, atravesó todas las barreras culturales e históricas. La conclusión de Jesús es un pedido: «Tienes que ir y hacer lo mismo» (Lc 10,37). Es decir, nos interpela a dejar de lado toda diferencia y, ante el sufrimiento, volvernos cercanos a cualquiera. Entonces, ya no digo que tengo “prójimos” a quienes debo ayudar, sino que me siento llamado a volverme yo un prójimo de los otros».

 

         FT es un texto creyente, asentado sobre la Palabra y concretamente, como eje vertebrador de la reflexión, en la parábola del samaritano compasivo (Lc 10,25-37). A ese tema dedica un largo capítulo (el II) y se hace continua referencia en el texto.

         El gran hallazgo bíblico de Papa es cambiar la clásica pregunta de “¿quién es mi prójimo?” por la de “¿me voy haciéndome prójimo del caído en el camino?”.

         Atina el Papa porque el acento de la narración lucana termina en el cortante aserto final de Lc 10,37: “Pues anda, haz tú lo mismo”. Al final, la comprensión correcta de la parábola está determinada por la actitud personal.

         Según el texto del Papa, el ir haciéndose prójimo es todo un itinerario con estos pasos:

1)   No importa que no sea alguien del propio círculo de pertenencia. Hay que tener miras amplias.

2)   Hay que atravesar las barreras culturales e históricas. Cosa que está muy en pañales.

3)   Hay que volverse cercano: hay que inclinarse, preocuparse, acercarse, interesarse, mirar a los ojos y a la realidad del otro. Mirar más allá del propio ombligo.

4)   El resultado: volverme prójimo con los otros. Encontrar la “projimidad” en mi vida.

En FT 69 dice de manera contundente: «La inclusión o la exclusión de la persona que sufre a la vera del camino define todos los proyectos económicos, políticos, sociales y religiosos». Es decir, la validez de un proyecto de vida cristiana se mide por el nivel de “projimidad” de la persona.

 

  1. 2.   Lc 10,25-37

 

«25En esto se levantó un jurista y le preguntó para ponerlo a prueba:- Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar vida definitiva? 26Él le dijo:- ¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo es eso que recitas? 27Éste contestó: - “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente. Y a tu prójimo como a ti mismo” (Dt 6,5; Lv 19,18). 28Él le dijo: - Bien contestado. Haz eso y tendrás vida. 29Pero el otro, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: - Y ¿quién es mi prójimo? 30Tomando pie de la pregunta, dijo Jesús: - Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y lo asaltaron unos bandidos; lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon dejándolo medio muerto. 31Coincidió que bajaba un sacerdote por aquel camino; al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. 32Lo mismo hizo un clérigo que llegó a aquel sitio; al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. 33Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba el hombre y, al verlo, se conmovió, 34se acercó a él y le vendó las heridas echándoles aceite y vino; luego lo montó en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó.35Al día siguiente sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: “Cuida de él, y lo que gastes de más te lo pagaré a la vuelta”. 36¿Qué te parece? ¿Cuál de estos tres se hizo prójimo del que cayó en manos de los bandidos? 37El jurista contestó: - El que tuvo compasión de él. Jesús le dijo: - Pues anda, haz tú lo mismo».

 

  • Nada se dice de este samaritano, solo que era samaritano. No sabemos si cumplía con la ley o no (pentateuco samaritano), si pagaba impuestos o no, si era amante de su familia o no, si rezaba o no. Andaba por posadas (negativo en la época). Solamente se dice que se hizo prójimo con sus consecuencias.
  • Superó los estrechos cauces culturales de la época: el que baja de Jerusalén es lógicamente judío. El samaritano compasivo no repara en eso: es un caído y merece su atención.
  • Se hace prójimo: se acercó y al verlo se conmovió. Mira, se inclina, se curva, se apresta a cogerlo. Sin acercamiento, imposible la projimidad.
  • Y luego, las consecuencias: gasto (vino,aceite); el dueño de la caballería a pie, el otro montado. No se trata solo de caridad, sino también de cuidados. Y cuidado continuado, porque promete volver.
  • La parábola no logra atravesar la coraza del jurista: en lugar de decir “el samaritano”, sin más, dice “el que tuvo compasión de él”.
  • El “personaje” Dios está subyacente en la narración: invita a la solidaridad al sacerdote y al levita (no hacen caso), da fuerzas al caído para que no muera, suscita la compasión en el samaritano (le hace caso), acompaña a esa caravana de pobres a la posada, suscita generosidad para volver si hace falta. Dios en el subsuelo de todo trabajo de projimidad.
  • Golpetazo final: “anda, haz tú lo mismo”. Cortante, no se hable más. No mareemos la perdiz.

 

  1. 3.   Derivaciones

 

  • Bondad esencial: que es algo anterior a la fe. Es la bondad de fondo, los valores del corazón y de los sentimientos, las conmociones del interior. Son muy importantes. No deberían secarse. La fe tendría que regar ese interior para que brotaran más fácilmente los gestos de bondad. 
  • Una fe con consecuencias: si la fe no tiene consecuencias aún no ha llegado a madurez. Consecuencias de cara al otro, acogida, amparo, solidaridad. Creer sin consecuencias es sospechoso.
  • Ayudarnos a la projimidad: porque tal vez nos conmovemos, pero no nos movemos. Nos falta un impulso final, un decidirnos, un liarnos un poco la manta a la cabeza y animarnos a andar caminos de projimidad. Además, para todo esto hace falta un poco de ilusión y hasta de imaginación. Y eso lo podemos contagiar. La fe en la comunidad no es solamente para la celebración, sino también para caminos de vida.
  • Sendas cotidianas: mucho de todo esto de la projimidad se construye en las sencillas sendas del día a día. Las prácticas que se hagan de este camino son siempre cosas elementales de la relación diaria y con las personas que se entrecruzan en nuestra vida. Es verdad que la situación de quien está lejos también nos incumbe. Pero es en el kilómetro cuadrado donde se desarrolla la vida de uno donde habrá que construir la projimidad. Hay que animarse.

 

  1. 4.   Para orar

 

Dios nuestro, Trinidad de amor,
desde la fuerza comunitaria de tu intimidad divina
derrama en nosotros el río del amor fraterno.
Danos ese amor que se reflejaba en los gestos de Jesús,
en su familia de Nazaret y en la primera comunidad cristiana.

Por Jesús, nuestro hermano. Amén

 

 

2

¿QUÉ ESTOY DISPUESTO A HACER YO?

 

  1. 1.   FT 75

 

«Hay una triste hipocresía cuando la impunidad del delito, del uso de las instituciones para el provecho personal o corporativo y otros males que no logramos desterrar, se unen a una permanente descalificación de todo, a la constante siembra de sospecha que hace cundir la desconfianza y la perplejidad. El engaño del “todo está mal” es respondido con un “nadie puede arreglarlo”, “¿qué puedo hacer yo?”. De esta manera, se nutre el desencanto y la desesperanza, y eso no alienta un espíritu de solidaridad y de generosidad. Hundir a un pueblo en el desaliento es el cierre de un círculo perverso perfecto: así obra la dictadura invisible de los verdaderos intereses ocultos, que se adueñaron de los recursos y de la capacidad de opinar y pensar».

 

Antes de responder a la clásica pregunta de “¿yo, qué puedo hacer?” hay que ver si uno está en ese modo de “descalificación de todo”, si todo lo ve negro, si “siembra sospecha” de todo. Hay cristianos así, sobre todo cuando el color de los gobernantes no es de su gusto o cuando, sin más, entiende que una manera de situarse socialmente es cuestionar todo. Esa es una pantalla de humo que lo bloquea todo. Porque, en el fondo, no se sabe si se quiere cuestionar todo o, simplemente, lo que uno está queriendo decir es que el no está dispuesto a moverse ni un milímetro.

Hay que vigilar si uno colabora a nutrir el desencanto y la desesperanza. Porque todo se contagia. Y sembrar desencanto, desilusión y grisura es debilitar el hecho social e, incluso, hacer imposible el sueño del reino de Dios que solamente se logra con una dosis fuerte de ilusión. Por eso, quizá haya que decir que es más importante en la vida cristiana vivir en ilusión que vivir en gracia.

La generosidad es en los Evangelios salsa para todos los guisos. Sin la percepción del Dios generoso, resulta difícil ser generoso con la sociedad, con las personas cercanas, con los frágiles sociales (Mt 20,15).

Hay que andar con cuidado con quienes se adueñan de la capacidad de opinar y piensan porque, a la larga, lo que buscan es que nadie se mueva, que todo esté paralizado. Así actúan ellos mejor.

Por todo lo dicho, la clásica pregunta “¿yo, qué puedo hacer?” habría de ser cambiada por esta otra: “¿yo, qué estoy dispuesto a hacer?”. Esta segunda remite a la ilusión, a la generosidad y, en definitiva, a responsabilidad. La disposición a hacer no paraliza, sino que espolea la imaginación y encuentra cauces de colaboración.

 

 

 

 

  1. 2.   Mc 6,1-6

 

«1Y salió de aquel lugar. Fue a su tierra, seguido de sus discípulos.2Cuando llegó el día de precepto se puso a enseñar en la sinagoga; la mayoría, al oírlo, decían impresionados:- ¿De dónde le vienen a éste esas cosas? ¿Qué clase de saber le han comunicado a éste y qué clase de fuerzas son esas que le salen de las manos? 3¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago y José, de Judas y Simón? y ¿no están sus hermanas aquí con nosotros? Y se escandalizaban de él.4Jesús les dijo:- No hay profeta despreciado, excepto en su tierra, entre sus parientes y en su casa.5No le fue posible de ningún modo actuar allí con fuerza; sólo curó a unos pocos postrados aplicándoles las manos.6Y estaba sorprendido de su falta de fe. Entonces fue dando una vuelta por las aldeas de alrededor, enseñando».

  • El imaginario religioso de la época de Jesús había llevado a creer que el Mesías no tendría familia (aunque sí conexión genealógica con David). Y, menos, una familia pobre. La pobreza de Jesús es su problema. Por eso, conocer su familia es un obstáculo definitivo a su propuesta. Los de su pueblo no están dispuestos a colaborar con uno que es tan pobre como ellos. En esa pobreza se escudan.
  • Y en su familia conocida. Una familia como las demás, con padre, madre, hermanas, hermanos. Si su familia es como la nuestra no merece la pena colaborar, porque terminaremos todos tan pobres como él. Bloqueos de colaboración. El “qué puedo hacer yo” es, en el fondo, un “contigo no quiero hacer nada porque eres tan pobre como yo”. No se ha intuido la fuerza de la pobreza, el vigor de lo pequeño.
  • El “escándalo” se da ante la alternativa del reino: se escandalizan de que el reino sea para los pobres; ellos quieren un reino para poderosos y que ellos sean contados entre los tales. Escandalizarse de quien anhela una mejor suerte para los pobres y, encima, no hacer nada para ello.
  • Jesús es un profeta despreciado por su pobreza, por su origen común, por ser uno cualquiera. No se ha llegado a ver que, dentro, hay una posibilidad. Y no se ha llegado a ver eso porque se está inmovilizado, porque no se quiere dar un paso, porque se hace parte de instituciones esclerotizadas. Mientras no se salga de ahí, no habrá nada que hacer.
  • La sorpresa de Jesús no es por falta de fe ideológica. Los de su pueblo creen, están dentro de la institución. Eso les impide percibir la situación del débil y, más todavía, animarse a echar una mano. Tiene fe ideológica, pero les falta la fe del reino que es una fe práctica. Jesús se extraña que viniendo y viviendo en la pobreza no se les haga presente el mundo de las pobrezas.

 

  1. 3.   Derivaciones

 

  • Cristianismo que espolea o cristianismo que paraliza: tendría que ser la primera de las opciones: una fe con mística horizontal, de ojos abiertos, sintiendo el acicate y la mordedura de lo real. Si nos paraliza ante las situaciones de la vida es que, quizá, nuestra fe es una fe ideológica, que es valiosa pero que puede estar desorientada, que puede dar una importancia a banalidades, mientras que lo decisivo se oscurece.
  • Necesitados de ilusión social: tan necesitados como de ilusión personal, familiar o comunitaria. Tener ilusión por ver que hay sectores sociales frágiles que mejoran, no mirar reaciamente que en esos sectores se inviertan medios económicos, no discriminar entre personas necesitadas, alegrarse con la alegría de los humildes. Mantener la ilusión de que las utopías evangélicas vayan realizándose (la justicia (universal), el hambre (por debajo del umbral del 10%), la muerte legal (pena de muerte, etc.).
  • Actuar con otros: porque solo es más difícil, no solamente porque los medios sumados cunden más, sino también porque con otros se contagia más fácilmente la ilusión y se aguanta mejor el desaliento. Es el milagro de la comunidad: los valores se suman y los desvalores menguan.
  • Activar el sentido crítico: porque la buena disposición para actuar no puede hacer el caldo gordo a la desidia de las instituciones o a la voracidad de los que buscan solo su beneficio. Por eso, es preciso activar el sentido crítico, la prudencia y el discernimiento. Utopía y sentido crítico pueden ir unidos.

 

  1. 4.   Para orar

 

Concede, Señor, a los cristianos que vivamos el Evangelio
y podamos reconocer a Cristo en cada ser humano,
para verlo crucificado

en las angustias de los abandonados
y olvidados de este mundo
y resucitado en cada hermano que se levanta.

Te lo pedimos por Jesús, nuestro hermano. Amén.

 

 

3

¿NOS INCLINAREMOS PARA TOCAR

Y CURAR LAS HERIDAS DE LOS OTROS?

 

  1. 1.   FT 70

 

«Hay dos tipos de personas: las que se hacen cargo del dolor y las que pasan de largo; las que se inclinan reconociendo al caído y las que distraen su mirada y aceleran el paso. En efecto, nuestras múltiples máscaras, nuestras etiquetas y nuestros disfraces se caen: es la hora de la verdad. ¿Nos inclinaremos para tocar y curar las heridas de los otros? ¿Nos inclinaremos para cargarnos al hombro unos a otros? Este es el desafío presente, al que no hemos de tenerle miedo». 

 

Siguiendo con la reflexión sobre la parábola del samaritano compasivo deriva el texto en una tipología peculiar: el mundo se divide en dos clases de personas: las que se hacen cargo del dolor y las que pasan de largo. Coincide el Papa con el aserto del filósofo R. Mate: “la respuesta que damos al sufrimiento del otro nos hace sujetos morales”, dice qué clase de personas somos: ¿nos importa el sufrimiento del otro?, somos buenas personas. ¿No nos importa?, no lo somos. Incluso más: ¿nos importa?, somos seguidores/as de Jesús. ¿No nos  importa?, no lo somos. Esto funciona así.

Dicho de otro modo: hay dos tipos de personas: las que se inclinan y las que miran para otro lado. Inclinarse supone abandonar la propia rectitud (el error de entender lo recto siempre como lo bueno) y mirar en la dirección del otro. Escuchar, empatizar y actuar. Esta tipología elemental remite Evangelio: en él, todo es “curvo”, vuelto al otro, abandonando lo recto (se volvió, se inclinó, lavó pies, etc.). Lo recto queda sin justificar (puesto en pie oraba: Lc 18,11-14).

Y aún una tipología más: o se es un “salteador” o se es “un herido que pone sobre sus hombros a otro herido”. Sanadores heridos, eso nos hace falta. Gente que haya experimentado la propia herida y que se anime a hacerse cargo de heridas ajenas.

Ante un planteamiento así, las excusas quedan vacías, la palabras hueras se muestran sin valor, la pregunta “¿tú, qué haces?” recobra todo su vigor y su capacidad de denuncia. Efectivamente, es la hora de la verdad pura y dura. La verdad desnuda. No hay que temerla. Hay que animarse.

Y ahora las preguntas esenciales: “¿Nos inclinaremos para tocar y curar las heridas de los otros? ¿Nos inclinaremos para cargarnos al hombro unos a otros?”. ¿Es posible hacer de los dolores ajenos dolores propios? Jesús salió a los caminos por los dolores de otros. Muchas personas han hecho suyos sufrimientos que no eran los suyos. Estamos ante el misterio denso de las relaciones humanas: unos que cargan con la debilidad del otro (Rom 15,1).

 

  1. 2.   Jn 20,24-24

 

«24Pero Tomás, es decir, Mellizo, uno de los Doce, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. 25Los otros discípulos le decían:- Hemos visto al Señor en persona.Pero él les dijo:- Como no vea en sus manos la señal de los clavos y, además, no meta mi dedo en la señal de los clavos y meta mi mano en su costado, no creo.26Ocho días después estaban de nuevo dentro de casa sus discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús estando las puertas atrancadas, se hizo presente en el centro y dijo:- Paz con vosotros.27Luego dijo a Tomás:- Trae aquí tu dedo, mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino fiel.28Reaccionó Tomás diciendo:- ¡Señor mío y Dios mío!29Le dijo Jesús:- ¿Has tenido que verme en persona para acabar de creer? Dichosos los que, sin haber visto, llegan a creer».

 

  • Lo que se va a decir es con Jesús “en el centro”. Es decir: va a ser algo nuclear de la fe, no algo relativo que quede al arbitrio de cada cual. Si se quiere ser seguidor/a de Jesús habrá que conectar con ello. Máxima atención.
  • Es otra escena de reconocimiento del EvJn (la otra había sido la de reconocer por el nombre: María, Rabbuní): se reconoce al resucitado al tocar sus llagas. Es decir, el llagado de entonces tiene que ver con el triunfante de ahora. La manera de conectar con él en el ahora de la historia es tocar llagas, curar. Esa es la manera de vivir la resurrección en la historia: tocando llagas, curando, ya que la vida plena, resucitada, será una vida sin heridas, sin llagas. El creyente comienza ahora.
  • Hay un cierto matiz de insistencia: toca las llagas con insistencia, repetidamente, muchas veces, sin cansarte. Las llagas, sobre todo las ajenas, cansan, se hacen pesadas, creemos que nos incumben. Vivir la resurrección es insistir en tocar llagas para curarlas. La fe en la resurrección no es cuestión de ideologías, sino de tocar llagas.
  • La escena pretende provocar alguna reacción en el lector (no interesa tanto lo pasado con Tomás). Creer sin haber visto, haber curado llagas sin ver a Jesús, simplemente viendo llagas y su urgencia (“¿Cuándo te vimos…?”: Mt 25,37), ver la herida y su profunda necesidad. Conmoverse por las heridas, propias, ajenas sobre todo (cercanas y lejanas).

 

  1. 3.   Derivaciones

 

  • Curar: A veces se podría resumir todo el Evangelio en una sola palabra: curar, por ejemplo. ¿Curas?, eres seguidor/a; ¿no curas?, aún no lo eres. Curar las heridas múltiples del caminar humano, empezando por las del cuerpo y terminando en las más recónditas del alma.
  • Algo que se va aprendiendo: se aprende haciendo pequeñas experiencias de vida, pequeños caminos, sencillos intentos. No se trata generalmente de opciones radicales y convulsionantes, sino de gestos que se suman, apuestas pequeñas que solamente uno conoce, generosidades envueltas en silencio. Pero siempre se aprende con la práctica.
  • Hacer al otro un sitio en mi yo: porque creemos que el yo se reafirma si lo ocupa todo, en su tiránica soledad. Pero si el otro, los otros, se aposentan en mi centro, yo no salgo limitado. Por un misterio insondable de amor el yo se amplía, se fortalece y la vida sale potenciada. La entrada de los otros en mi yo no es un asalto a mi huerto, es la ampliación del propio ser hasta extremos que se desconocían.
  • No es una reprimenda: puede ser que leamos FT 70 como si fuera una reprimenda. Pensamos que es otra cosa: un deseo urgente de animar, de empujar a la solidaridad, a la corresponsabilidad, a la certeza de que nos salvamos juntos. Tal vez no sea el tono adecuado, pero la intención es inapelable.

 

  1. 4.   Para orar

 

Ven, Espíritu Santo, muéstranos tu hermosura
reflejada en todos los pueblos de la tierra,
para descubrir que todos son importantes,
que todos son necesarios, que son rostros diferentes
de la misma humanidad que amas. Amén.

 

 

 

 

 

 

4

¿DESEAS HONRAR EL CUERPO DE CRISTO?

 

  1. 1.   FT 74

«Una persona de fe puede no ser fiel a todo lo que esa misma fe le reclama, y sin embargo puede sentirse cerca de Dios y creerse con más dignidad que los demás. Pero hay maneras de vivir la fe que facilitan la apertura del corazón a los hermanos, y esa será la garantía de una auténtica apertura a Dios. San Juan Crisóstomo llegó a expresar con mucha claridad este desafío que se plantea a los cristianos: “¿Desean honrar el cuerpo de Cristo? No lo desprecien cuando lo contemplen desnudo […], ni lo honren aquí, en el templo, con lienzos de seda, si al salir lo abandonan en su frío y desnudez”. La paradoja es que a veces, quienes dicen no creer, pueden vivir la voluntad de Dios mejor que los creyentes».

 

Educados en la fe religiosa, se puede dar el caso, dice el Papa, de que alguien se considere creyente (y por ello superior a otros, como el fariseo de Lc 18,11-14) sin tener en cuenta las exigencias de esa fe que dice tener. El peligro de construir una fe sin exigencias sociales es muy real, porque lo hemos trabajado poco. Y de ahí que nuestra identidad cristiana esté puesta en cuestiones religiosas (prácticas religiosas, devociones, pertenencia al cristianismo sociológico) y no en cambios sociales (justicia, igualdad, amparo a los frágiles). Es preciso vigilar siempre estos comportamientos para evitar desenfoques que luego no hay quien los enmiende.

El mejor camino para tener acceso al corazón de Dios, dice el Papa, es acceder al corazón del hermano y sus necesidades. Querer puentear al hermano, a lo social, para tratar los asuntos de la fe directamente con Dios puede ser, en el mejor de los casos, una fantasía (“Yo soy de Dios, qué dulce pensamiento) y en el peor, un engaño. Por eso, la prueba del vigor de nuestra fe es el nivel de nuestras relaciones humanas, personales, comunitarias y sociales. Desde ahí hay que mirar, por ese baremo hay que medir.

La cita de san Juan Crisóstomo (347-407) sigue vigente: es equívoco el verter tanto entusiasmo en imágenes y aderezos y tan escaso en las pobrezas. Si eso está descompensado, se corre el riesgo de una fe alejada del evangelio. En todas esas cuestiones de ritos e imágenes siempre hay que hacerse la misma pregunta: ¿qué tiene esto que ver con el Evangelio? De la respuesta a esta cuestión depende su valor real para la vida cristiana.

Se apunta el Papa a un argumento manejado por muchos creyentes: a veces los no creyentes cumplen mejor la voluntad de Dios que los creyentes. Bueno, también es difícil para los no creyentes se justos, honrados y solidarios. Ciertamente los hay y, sí, nos dan sopas con honda a los que nos decimos creyentes. Pero no son tantos ni todos.

 

  1. 2.   Sant 2,14-17

 

«14¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe si no tiene obras? ¿Es que esa fe lo podrá salvar? 15Supongamos que un hermano o una hermana andan sin ropa y faltos del alimento diario, 16y que uno de vosotros les dice: "Dios os ampare, abrigaos y llenaos el estómago", y no les dais lo necesario para el cuerpo; ¿de qué sirve? 17Eso pasa con la fe; si no tiene obras, está muerta por dentro. Alguno dirá: "Tú tienes fe y yo tengo obras. Enséñame tu fe sin obras y yo, por las obras, te probaré mi fe"».

 

  • La carta de Santiago empuja mucho al discernimiento: no se puede vivir la fe de manera indiscernida, rutinaria, sin pensar y reflexionar. Porque si no, se termina asentando la fe en cosas relativas, cuando no nimias y haciendo de ellas una bandera discutida que engendra no pocos conflictos.
  • La fe de calidad es para Santiago una mezcla de confianza en Jesús y de obras. Estas (como en 1 Jn) tienen una cierta primacía porque se ven, lo otro no se ve. De ahí el énfasis de su texto en las obras. Una fe sin obras es una fe muerta, irreal, sin cimiento, porque el Espíritu sopla sobre el cimiento de la bondad y sobre él se construye el edificio de la experiencia cristiana.
  • De ahí ejemplo claro y un tanto irónico: despedir al hermano necesitado con simples bendiciones religiosas es exponerlo al desamparo. Esto es retrasar el día de la llegada del reino porque este se adelanta cuando hay socorro humano y se retrasa cuando tal socorro no brota (el tiempo del reino es “manipulable”).
  • La conclusión es clara: una fe sin obras de fe es un cadáver. Más gráfico no se puede ser. La fe que está lejos de las necesidades del hermano es una fe “cadavérica”. Puede que la rutina religiosa le haga creer a uno que está espiritualmente vivo. Pero, si se mira dentro, verá un vacío que solamente puede llenarlo las obras de buena relación, de amparo, de solidaridad, de preocupación real por el otro.

 

  1. 3.   Derivaciones:

 

  • Valores identitarios: son aquellos que provienen del Evangelio: que nada se pierda, que avance la justicia, que las desdichas de los pobres mengüen, que los frágiles tengan un puesto en la sociedad, que la dignidad de la persona ocupe el centro. Las actividades religiosas (sacramentos, oración, Palabra, piedad, etc.) servirían para ayudar a que se desarrollen mejor esos valores identitarios.
  • Satisfacciones sociales: son necesarias para entender que fe y vida van mezcladas. ¿Cuáles son? Que los humildes vayan saliendo a flote, que los descartados sean los menos posibles (ninguno a poder ser), que las alegrías se acerquen a las personas heridas, que alguien recoja de alguna manera las lágrimas de los pobres (recordar Qoh 4,1).
  • Fe pensada/fe vivida: las dos cosas son necesarias, pero la primacía se la lleva la fe vivida (entre ortodoxia y ortopraxis, el Evangelio se apoya más en la segunda). Quien piensa bien la fe es útil a la comunidad cristiana; quien la vive, es más útil, imprescindible. Colmar el foso entre ambas realidades existentes es una tarea continua (es más importante “vigilar” la fe vivida que la pensada).
  • Buenos vecinos/as: ese, por simple y humilde que parezca, podría ser un ideal de vida cristiana. Son las buenas relaciones en el marco de lo cotidiano. Se trata de ser bueno, ideal divino (Mc 10,17) y de ser vecino, cercano a las necesidades del otro. Es el ámbito de la buena relación, escenario donde quiere situarse el Evangelio.

 

  1. 4.   Para orar

 

Señor y Padre de la humanidad,
que creaste a todos los seres humanos con la misma dignidad,
infunde en nuestros corazones un espíritu fraternal.
Inspíranos un sueño de reencuentro,

de diálogo, de justicia y de paz.
Impúlsanos a crear sociedades más sanas
y un mundo más digno.
sin hambre, sin pobreza, sin violencia, sin guerras.

Por Jesús nuestro hermano. Amén.

 

 

5

¿ME PIDES DE BEBER A MI?

 

  1. 1.   FT 83

 

«Esto explica [la rivalidad entre judíos y samaritanos] por qué una mujer samaritana, cuando Jesús le pidió de beber, respondió enfáticamente: “¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana?” (Jn 4,9). Quienes buscaban acusaciones que pudieran desacreditar a Jesús, lo más ofensivo que encontraron fue decirle “endemoniado” y “samaritano” (Jn 8,48). Por lo tanto, este encuentro misericordioso entre un samaritano y un judío es una potente interpelación, que desmiente toda manipulación ideológica, para que ampliemos nuestro círculo, para que demos a nuestra capacidad de amar una dimensión universal capaz de traspasar todos los prejuicios, todas las barreras históricas o culturales, todos los intereses mezquinos».

 

Las razones de la hostilidad entre judíos y samaritanos las da claramente la misma FT 82: «Los samaritanos habitaban una región que había sido contagiada por ritos paganos, y para los judíos esto los volvía impuros, detestables, peligrosos. De hecho, un antiguo texto judío que menciona a naciones odiadas, se refiere a Samaría afirmando además que “ni siquiera es una nación” (Si 50,25), y agrega que es “el pueblo necio que reside en Siquén”» (v. 26). Esa extrañeza revela la pregunta de la mujer: un judío que pide a una samaritana es un judío distinto, no abducido por el exclusivismo judío. Una persona de mente abierta.

No es de extrañar que Jesús sea tildado de “samaritano”, que es lo mismo que impuro, hereje, destinado al infierno, despreciable (además de aquella condena nunca desmentida de “comilón y borracho, amigo de pecadores”: Mt 11,19). Jesús no renuncia a ese insulto porque en realidad es uno así: estaba a gusto con los pecadores (Lc 19,7).

Se trata de “ampliar el círculo” que tiende a cerrarse en la persona exclusiva, en mis intereses personales, en mis problemas únicos (ya venía esto desde Is 54,29). Es el problema de autorreferencialidad, como dice muchas veces el Papa Francisco: solo me interesa lo mío. Romper esa coraza de hierro es decisivo para entender la postura de Jesús y la orientación del seguidor/a. La lucha contra el egoísmo es acompañante sempiterno del caminar humano. Ahí se juega mucho de la verdad de la persona y de la verdad de la fe.

Desde ahí pide FT una dimensión universal que traspase prejuicios, barreras e intereses. Los prejuicios bloquean la solidaridad, la tendencia a poner al otro en nuestro centro. Las barreras dividen artificialmente a las personas y las encasillan sin posibilidad de salir de ahí. Los intereses (el poder, la economía) son una siembra de sal sobre cualquier planteamiento amplio. Todo un trabajo que hay que ir haciendo todos los días.

 

  1. 2.   Ef 2,13-18

 

«13Mas ahora, en Cristo Jesús, vosotros, los que en otro tiempo estabais lejos, habéis llegado a estar cerca por la sangre de Cristo. 14Porque él es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad, 15anulando en su carne la Ley de los mandamientos con sus preceptos, 16para crear en sí mismo, de los dos, un solo Hombre Nuevo, haciendo la paz, y reconciliar con Dios a ambos en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, dando en sí mismo muerte a la Enemistad. 17Vino a anunciar la paz: paz a vosotros que estabais lejos, y paz a los que estaban cerca. 18Pues por él, unos y otros tenemos libre acceso al Padre en un mismo Espíritu».

 

  • Efesios dice que el secreto designo de Dios es reconciliar todo en Cristo. Hacer obra de reconciliación sería el distintivo del cristiano, su forma de amar. Eso es lo que ha hecho el milagro de hacer una comunidad cristiana donde convivan los paganos que estaban lejos y los judíos que estaban cerca. Si se puede reconciliar cosas tan dispares es que la obra de reconciliación se está haciendo. Si esto se realiza por el Mesías, no es sin más, sino aceptando los valores de ese Mesías, los valores del Evangelio. O sea: quien dice seguir el Evangelio ha de distinguirse por su mentalidad amplia, reconciliadora, universal.
  • Jesús ha abolido toda hostilidad para que nosotros sigamos por esa senda. No se hace nada con alabar la tarea reconciliadora de Jesús si luego nosotros no trabajamos ese campo. Pretender vivir la fe sin reconciliación es un imposible. En esto habría que ser lo más animosos posible. Que no nos coma el desamor, la desunión, la lejanía con quien tenemos dificultades de relación. Porque, repetimos, vivir en ruptura contradice nuestra opción por el Evangelio.
  • De ahí surge la humanidad nueva, la relación distinta, la fraternidad igualitaria. Quitar esto del horizonte de la vida cristiana sería empobrecerla. Hay que tratar que el desaliento, el anquilosamiento, el cansancio no hagan mella en nosotros y demos ya por perdida esta batalla de una vida reconciliada.
  • Los frutos de una vida reconciliada y de amplias miras son la paz y el acceso al corazón del Padre, el sosiego de vida y la fe vibrante, la serenidad lograda y la fe madura. El horizonte amplio enriquece la vida y la hace más gozosa; el horizonte estrecho deriva en muchos puntos de fricción y en indudable disgusto de vida.

 

  1. 3.   Derivaciones

 

  • Reconciliaciones sociales: la fe religiosa ha trabajado mucho el campo de la reconciliación religiosa. A veces lo ha desligado del campo de la vida y ha creído que pidiendo perdón a Dios (Dios siempre perdona) ya estaba todo arreglado (aunque sabemos que el Evangelio demanda antes el perdón con el hermano: Mt 5,24). Quizá una manera de mejorar esto sea potenciar las reconciliaciones sociales: familiares, laborales, políticas incluso. Ahí es donde se juega con frecuencia la verdad de esa mentalidad universal y amplia de la que nos habla FT.
  • Raíces y horizonte: en una mentalidad amplia y universal pueden ser compatibles las raíces y el horizonte, las raíces de la propia cultura y el horizonte de la universalidad, el aprecio de los propios orígenes y la aceptación de modos culturales distintos. Unas y otro se asientan sobre la dignidad y la certeza de que somos familia humana.
  • El sueño de una fe común: hoy cada religión tiene su propia fe y eso es, ciertamente, un valor. Pero quizá sea compatible con ello el sueño de que un día las religiones tengan la certeza de una fe común, en un Dios común. Se cumplirá entonces, en modos de amplitud total, la certeza de Efesios de haber hecho no solamente de dos un solo pueblo, sino de todos los pueblos un solo pueblo creyente. Los grandes sueños no están prohibidos en el Evangelio, libro de sueños él también.
  • Una Iglesia común: lo mismo decimos de las Iglesias, hoy numerosas (existen más de 4.200 religiones en el mundo). No cabe duda que todas ellas tienen un gran valor. Pero ¿por qué no soñar una iglesia única, englobante, democrática, unificada en sus causas de fe y en sus trabajos sociales? Sería una revolución que cambiaría el curso del planeta. Quizá los grandes sueños comienzan por elaborarse en el interior de cada uno/a.

 

  1. 4.   Para orar

 

Que nuestro corazón se abra
a todos los pueblos y naciones de la tierra,
para reconocer el bien y la belleza
que sembraste en cada uno,
para estrechar lazos de unidad, de proyectos comunes,
de esperanzas compartidas. Amén.

 

 

 

 

 

 

6

¿QUÉ OCURRE SIN LA FRATERNIDAD?

 

  1. 1.   FT 103

 

«La fraternidad no es sólo resultado de condiciones de respeto a las libertades individuales, ni siquiera de cierta equidad administrada. Si bien son condiciones de posibilidad no bastan para que ella surja como resultado necesario. La fraternidad tiene algo positivo que ofrecer a la libertad y a la igualdad. ¿Qué ocurre sin la fraternidad cultivada conscientemente, sin una voluntad política de fraternidad, traducida en una educación para la fraternidad, para el diálogo, para el descubrimiento de la reciprocidad y el enriquecimiento mutuo como valores? Lo que sucede es que la libertad enflaquece, resultando así más una condición de soledad, de pura autonomía para pertenecer a alguien o a algo, o sólo para poseer y disfrutar. Esto no agota en absoluto la riqueza de la libertad que está orientada sobre todo al amor».

 

De los tres grandes valores que consagró la revolución francesa (¿dónde quedan?), la fraternidad es el menos trabajado. Sin embargo, la fraternidad da un brillo y contenidos nuevos a la libertad y a la igualdad. La fraternidad incluye ambos valores (vivir en fraternidad supone un libertad aumentada y una igualdad mayor precisamente porque se han puesto en común). La fraternidad es un valor siempre con futuro porque engloba a los otros valores.

La fraternidad, para que verdee, ha de ser cultivada. No brota por generación espontánea. Es un cultivo, una construcción espiritual. Abandonar el cultivo de la fraternidad es caer en el individualismo más tiránico. Los grupos cristianos habrían de brillar por el cultivo de los valores comunitarios (no sectarios, que es otra forma de individualismo). El testimonio primero del grupo cristiano habría de ser la fraternidad. Siempre es una asignatura pendiente.

Educar para la fraternidad no es solamente cuestión de los comienzos infantiles o de los inicios de procesos de fe adulta. La educación para la fraternidad ha de ser constante, continua, siempre actualizada. Y habría de ser una educación de tipo práctico, más que ideológico. Educarse viviendo como hermanos/as, experimentando las dificultades inevitables y los gozos indudables. Mantener viva la llama de la fraternidad es, con frecuencia, tarea ardua, aunque hermosa si se logra lo más fundamental: ser uno mismo ante el otro.

Describe muy bien FT las “asignaturas” de ese curso sobre la fraternidad que habría que aprobar: el diálogo, el descubrimiento de la reciprocidad y el enriquecimiento mutuo. Diálogo incansable y constructivo, sabiendo que el otro también sufre, que tiene parte de razón y que se puede llegar a acuerdos, siquiera sobre mínimos. Descubrir que somos nosotros cuando somos el otro, la reciprocidad como mejor manera de vivir en gozo y paz. Saber que todos podemos aportar algo a la realización del otro y que la riqueza nos viene del darse y recibir.

Si no se hacen estos trabajos, la libertad “enflaquece”, se tambalea, se esfuma. Y la igualdad se convierte en poco más que un baremo uniformador. La soledad comienza a instalarse en el corazón y el amor llega a ser un ingenuo desiderátum, nada más. Del cultivo de la fraternidad depende en gran parte el sentido de nuestra vida cristiana.

 

  1. 2.   Mt 23,8-12

 

«8Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos.9Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo.10No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo.11El primero entre vosotros será vuestro servidor.12El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

 

  • La tensión con la avanzadilla del fariseísmo (los escribas de después de Yamnia) termina en este pasaje positivo dirigido a los seguidores de Jesús. Primera recomendación: no llamarse maestro porque este tiene una cierta superioridad cobre los alumnos. Aquí no hay maestros y alumnos, sino solamente hermanos. En la comunidad nadie es más que nadie y nadie es menos que nadie. De ser alguien “más” lo serían los frágiles: a ellos habría que ponerlos en el centro (Mc 3,3).
  • Segunda recomendación: tenéis un Padre común, el del cielo. Eso os hace hijos iguales, familia común. De ahí la responsabilidad de unos con otros. Salirse del marco de la fraternidad es alejarse de la paternidad de Dios, vaciarla de contenido.
  • Tercera recomendación: dejarse aconsejar por Cristo, por sus valores y criterios. Él es el mejor consejero; el Evangelio es nuestro mejor consejero. Discernir ante el Evangelio es aprestarse a acertar; hacerlo con otros criterios es un riesgo.
  • Conclusión primera: si uno aspira a ser mayor que crea que puede serlo sirviendo, La paradoja aumenta el sentido: se puede estar contento sirviendo, se puede ser en verdad primero cuando se sirve porque te unes al servidor Jesús, el que está fuera de la mesa (Lc 22,27).
  • Segunda conclusión: la incorrecta autoestima que se pone por encima del otro Dios la pondrá en su sitio (pasivo divino) porque él mira la realidad de la persona, lo que en verdad es uno (1Cor 13,12).

 

  1. 3.   Derivaciones

 

  • Contra la fatiga fraterna: dado que el conflicto, en mayor o menor grado, acompaña la vida comunitaria y familiar, quizá estemos tentados de abandonar la mística de la fraternidad, cansados y fatigados de ella. No habría que apearse de ese anhelo. Y, aunque haya momentos bajos, ser ágiles para volver de nuevo a la senda de la fraternidad, camino único para acceder al secreto del Padre.
  • Fe en el otro: quizá sea más fácil tener fe en Dios que tenerla en el hermano. Porque para construir la fraternidad es precio “creer”  en el otro como posibilidad mayor de fe. Y eso resulta muy difícil cuando se experimenta la propia debilidad y la del hermano. Pero es justamente ahí donde se halla la prueba del vigor de nuestra fe. Descreer del hermano es, no le demos más vueltas, descreer en Dios.
  • El primer apostolado: ya lo hemos insinuado: el primer apostolado de un grupo, una comunidad, una parroquia, etc., es la fraternidad. Más que una actividad, que tiene su gran valor, por la fraternidad viva se puede entender lo que pretende el Evangelio. Decía el Hno Roger que el mundo de hoy puede entender la fe con comunidades buenas de corazón y de vida simple. Es el gran apostolado del viejo “ved como se aman” tantas veces citado.
  • ¿Muchos hermanos, pocos amigos?: eso suele decirse de la vida religiosa y podría decirse también de la vida cristiana en general. Si la fraternidad solamente nos da numerosos miembros de la congregación o de la iglesia, pero no unas pocas personas en quien confiar, es que quizá la fraternidad no ha hecho su obra. La fraternidad tiende a lo universal, pero no puede ser genérica. Ha de pasar por experiencias concretas de vida, por caminos andados juntos, por experiencias compartidas. De la experiencia concreta al horizonte, ese es el camino.

 

  1. 4.   Para orar

 

Señor Jesús,
por tu gloriosa pasión,
vence la dureza de los corazones,

prisioneros del odio y del egoísmo;
por el poder de tu resurrección,
arranca de su condición

a las víctimas de la injusticia y de la opresión;
por la fidelidad de tu venida,
confunde a la cultura de la muerte

y haz brillar el triunfo de la vida.

Te lo pedimos por Jesús, nuestro hermano. Amén.

 

7

¿HAY PEREZA PARA BUSCAR LOS VALORES?

 

  1. 1.   FT 209

 

«Tenemos pruebas de sobra de todo el bien que somos capaces de realizar, pero, al mismo tiempo, tenemos que reconocer la capacidad de destrucción que hay en nosotros. El individualismo indiferente y despiadado en el que hemos caído, ¿no es también resultado de la pereza para buscar los valores más altos, que vayan más allá de las necesidades circunstanciales?». 

 

En la persona, lo sabemos, lo vemos, anida lo mejor y lo peor. Somos capaces de entregas admirables y de comportamientos destructivos sin límites. Reconocer con paz ambas cosas habría de llevarnos a potenciar lo bueno y a ser muy cuidadosos con el “Caín” que llevamos dentro (como dice Rom 7,14ss). La bondad es la mejor forma de control de la maldad. Darse al bien es tarea que todos aprecian y que nadie cuestiona, aunque, a veces, se ironice e incluso se ridiculice. Pero el bien es apreciado por todos.

Es cierto que hemos caído en un individualismo indiferente y despiadado. No sabemos si más o menos que en otras épocas. Tal vez los medios modernos de comunicación los han acentuado. El ver los males ajenos en tiempo real, es posible que nos hayan vacunado de individualismo. Pero el escenario actual también es propicio para el bien. Quizá el Papa, como buen clérigo, tenga una visión un tanto derrotista del momento. ¿Habría sonado de otro modo la FT desde una puesta en evidencia del bien innegable que hoy se da en la sociedad?

Sí, tal vez nos envuelva una pereza antropológica (mezcla de desilusión, sabérnoslas todas, cansancio, etc.) para incorporar los valores de fondo de lo humano, que son los mismos valores evangélicos (la fraternidad, la paz, la generosidad, la preocupación por el frágil, la humildad, la mansedumbre, el corazón entregado). Algo nos dice que ese camino tan trillado ya no es rentable. Pero, en realidad, es un camino cada día por estrenar. Porque la bondad es como el amanecer: cada día es nuevo. Los buenos de verdad, los que creen en el bien, son quienes no se cansan de ser buenos/as.

Nos atosigan las circunstancias y perecemos bajo su influjo. De ahí que busquemos soluciones inmediatas y que lo queramos todo al instante y ya. La bondad es un horizonte y tiende a mirar más lejos que las inmediatas circunstancias. Para ello es precisa una dosis de confianza fuerte, y la fe necesaria en el futuro como para no reclamar los frutos de manera instantánea.

  1. 2.   Gál 3,1-4

 

«1¡Gálatas estúpidos! ¿Quién os ha embrujado? ¡Después que ante vuestros ojos presentaron a Jesús Mesías en la cruz! 2Contestadme solo esto: ¿recibisteis el Espíritu por haber observado la Ley o por haber escuchado con fe? 3¿Tan estúpidos sois ¿Empezasteis por el Espíritu para terminar ahora en la materia? 4¡Tan magníficas experiencias en vano!, suponiendo que hayan sido en vano».

 

  • Como sabemos y como lo muestra este texto, Gálatas es uno de los textos más “volcánicos” del NT (junto con Jn 7-8). Pablo pierde los papeles y llega, como se ve, al puro insulto. Es que, según él, la vuelta a las prescripciones de la Ley, tras haber dado el paso hacia Jesús, anula y quita el sentido al mismo Evangelio. Y ante el peligro de perder el Evangelio, Pablo reacciona con la fuerza de un “fanático”. Todo se ha tirado por la borda.
  • Pablo piensa que es un “embrujamiento” el que han sufrido los gálatas. Pero, en realidad, es más posible que hayan experimentado un cansancio, una decepción, un vacío. Y entonces el recurso es volver a lo conocido. Se han cansado tan pronto de los valores del Evangelio. La cruz ha dejado de ser algo interesante y han dirigido su mirada a valores más satisfactorios. La decepción, la rutina y la pereza han hecho su obra.
  • El Espíritu es el sentido. ¿Lo han recibido por la Ley o por la fe? Posiblemente los gálatas respondan: estamos cansados, la fe en Jesús nos aburre, ya no tenemos ilusión. La vuelta a la Ley no es porque se quieran lanzar de nuevo a la experiencia religiosa del judaísmo, sino que es mero fruto del cansancio. ¿Cansados de creer, cansados de la religión, cansados de la cruz? Cansados, al fin y al cabo.
  • Y el cansancio lleva a la “materia”, al materialismo, al consumismo decimos nosotros. El consumo ocupa el lugar de los valores del Evangelio y nos satisface con creces: vamos a los templos del consumo, compramos hasta lo que no nos hace falta, pagamos y salimos tan contentos que estamos dispuestos a volver. El cansancio ha triunfado y el lucro se beneficia de ello. Y todos tan contentos. Los valores se han esfumado.
  • ¿Pero ha sido un camino en vano? Quizá no. El Evangelio siempre nos espera y es posible volver a él. Pablo reniega a los gálatas. Pero el Evangelio es casa abierta y nadie nos va renegar. Podemos volver siempre y siempre seremos bien recibidos. De ahí que ni un minuto vivido al amparo del Evangelio es una pérdida. Siempre hay posibilidad, cada día es una oportunidad.

 

  1. 3.   Derivaciones

 

  • Una fe que aburre: quizá lo que nos aburre no es tanto la fe, sino una religiosidad cansina y repetitiva. ¿Cómo sacudirse el aburrimiento? ¿Cómo hacer que el brillo vuelva a los ojos? ¿Cómo no abandonar el enamoramiento de Jesús? Hay que cuidar todos los días ese amor, hay que renovar cada mañana la búsqueda, hay que estar en estado de “excitación creyente”, hay que controlar a todos los “bomberos” que quieren apagar ese fuego (consumo, olvido, rutinas religiosas, falta de conmoción social, etc.). Una fe que aburre es como un aburrido, tan paradójico y tan empobrecedor.
  • La sobriedad feliz: es un movimiento sociológico que pretende una saludable austeridad para hacer sitio a los valores humanos de fondo (y en nuestro caso también a los valores de la fe). Moderando el consumo hay muchas más posibilidades de que los valores evangélicos estén activos en nuestra vida y de que ocupen el sitio que pueda dar sentido a nuestros pasos. Consumo excesivo y valores evangélicos son dos realidades que se repelen.
  • Revitalizar por la práctica de la bondad: la fe se puede revitalizar si se hacen prácticas de bondad (bondad en obras) porque las obras del Evangelio tienden al corazón de la persona y fortalecen las mejores opciones. Cuando más se practica el bien, cuantas más experiencias de bondad se acumulen (por sencillas que sean) se estará más cerca de los valores del Evangelio y se alejará el fantasma de la pereza por vivir los valores.
  • Frutos ya: es lo que, a veces, queremos. Y como resulta que los valores son siembra a largo plazo, nos desalentamos y nos cansamos. Pero asentar la vida en los valores humanos de fondo y en los evangélicos que son los mismos es algo que va moldeando el interior de la persona. Quien asienta su vida en ellos descubre, con frecuencia a toro pasado, que vive posturas y opciones que antes no habría tenido. Es el Evangelio que va haciendo su obra. Los frutos llegan a su tiempo.

 

  1. 4.   Para orar

 

Señor Jesús,
une a tu cruz los sufrimientos

de tantas víctimas inocentes:
envuelve con la luz de la Pascua

a quienes se encuentran profundamente heridos:
las personas abusadas,

despojadas de su libertad y dignidad;
haz experimentar la estabilidad de tu reino

a quienes viven en la incertidumbre:
los exiliados, los refugiados

y quienes han perdido el gusto por la vida.

Te lo pedimos por Jesús, nuestro hermano. Amén.

 

 

8

¿AMAMOS A NUESTRA SOCIEDAD?

 

  1. 1.   FT 230

 

«El esfuerzo duro por superar lo que nos divide sin perder la identidad de cada uno, supone que en todos permanezca vivo un básico sentimiento de pertenencia. Porque “nuestra sociedad gana cuando cada persona, cada grupo social, se siente verdaderamente de casa. En una familia, los padres, los abuelos, los hijos son de casa; ninguno está excluido. Si uno tiene una dificultad, incluso grave, aunque se la haya buscado él, los demás acuden en su ayuda, lo apoyan; su dolor es de todos. En las familias todos contribuyen al proyecto común, todos trabajan por el bien común, pero sin anular al individuo; al contrario, lo sostienen, lo promueven. Se pelean, pero hay algo que no se mueve: ese lazo familiar. Las peleas de familia son reconciliaciones después. Las alegrías y las penas de cada uno son asumidas por todos. ¡Eso sí es ser familia! Si pudiéramos lograr ver al oponente político o al vecino de casa con los mismos ojos que a los hijos, esposas, esposos, padres o madres, qué bueno sería. ¿Amamos nuestra sociedad o sigue siendo algo lejano, algo anónimo, que no nos involucra, no nos mete, no nos compromete?”».

     Aunque sea difícil concretar, preguntarse por nuestro amor a la sociedad sin un “básico sentimiento de pertenencia” resulta imposible. ¿A qué sentimiento nos referimos? Al que hace brotar la alegría a los ojos cuando se entiende que vivir con otros es una suerte, cuando se considera que ser familia humana es una bendición, cuando surge la comprensión paciente con los caminos muchas veces errados de nuestra sociedad. Se trata de algo místico: entender, por no sabemos qué caminos, que el sentido de lo humano es vivir con y para el otro (como decía Z. Baumann). Si vivir con otros produce un resquemor, estamos todavía lejos. Y hablar de amor a la sociedad, es hablar chino.

Este sentimiento no es algo frío: es la certeza de “sentirse en casa”, de saber que tenemos un hogar, que no es otro sino el corazón de las personas, por mucho que a veces la puerta de ese hogar no dé en las narices (¿Qué se puede esperar de quien no tiene hogar?, dice el refrán). Nuestro hogar es el corazón, personal y colectivo, de los seres humanos. Si lo sintiéramos nuestro, no tiraríamos piedras contra nuestro propio tejado. Es un sin sentido y una crueldad ser inhumano con la propia familia. La espiritualidad de la “casa común” comienza por sentirse bien con los inquilinos humanos de esa casa.

Las dificultades habrían de crear lazos de unidad, no barreras que separan. La creación de barreras comienza en el corazón de la persona, antes de que se levante muros o vallas. Por eso, hasta las “peleas”, los conflictos sociales, habrían de tener una elaboración cordial, aunque no se llegara a solucionarlos (no es lo mismo solucionar que elaborar). Amar la sociedad no es un angelismo creyendo que “todo el mundo es bueno” sin más. Se trata de hacer humano un camino de convivencia que no es fácil, que para alguno es “casi” imposible (hasta para el Génesis), pero donde se juega el sentido de nuestro ideal de humanidad (y el mismo sentido de la fe).

         Y hay que tener en cuenta que toda contribución es necesaria e importante para el proyecto de vida social común. No somos imprescindibles, pero sí necesarios. La contribución no se puede medir por la cantidad de dinero que se aporta, o de ciencia, o de cultura. Se mide por el amor con que se hace. Por eso mismo, las aportaciones más sencillas, menos relevantes, menos brillantes tienen su indudable valor. ¿Cómo pasar de la orilla enervante del propio egoísmo a la otra del sentirse parte de un proyecto común? ¿Cómo generar una espiritualidad de la hermosura del proyecto común?

Puede resultar ingenuo decirlo. Pero mirar a la sociedad con los mismos ojos con los que miras a quien amas es un ideal hermoso y posible. Efectivamente, en toda esta mística de amor social es cuestión también de un cambio de mirada, de encontrar otra manera de volver los ojos, los de la cara y los del alma a quienes hacen parte de tu vida e, incluso, a los que no hacen parte de tu realidad cercana. Una mirada distinta, hecha de agradecimiento, de verlo como una suerte, de paciente tolerancia.

Amar a la sociedad generando un movimiento de cercanía. No verla solamente como algo fuera de mí, algo distinto a mí, algo en mi contra. El amor a la sociedad, por lejano que parezca, puede ser fuente de otros amores más “tocables”. ¿Puede uno enamorarse de otro desde el desasosiego social, desde una visión negativa del mundo del que hacer parte?

 

  1. 2.   1 Pe 3,13-17

 

«13Y además, ¿Quién podrá haceros daño si os dais con empeño a lo bueno? 14Pero aun suponiendo que tuvierais que sufrir por ser honrados, dichosos vosotros. No les tengáis miedo ni os asustéis; 15en lugar de eso, en vuestro corazón reconoced al Mesías como a Señor, dispuestos siempre a dar razón de vuestra esperanza a todo el que os pida una explicación, 16pero con buenos modos y respeto y teniendo la conciencia limpia. Así, ya que os difaman, los que denigran vuestra buena conducta cristiana quedarán en mal lugar. 17Más valdría padecer porque uno hace el bien, si tal fuera el designio de Dios, que por hacer el mal».

  • 1 Pe es una carta dirigida “inmigrantes dispersos”, creyentes que, posiblemente por razones económicas, han tenido que abandonar su patria y, al ser una minoría, se encuentran perdidos en el ancho mar del paganismo. El autor les anima a no cerrarse, a mantenerse abiertos a la ciudadanía, aunque tengan que pasar ciertos apuros. No se les demanda explícitamente que amen a la ciudad, pero, al menos, que no se cierran a ella.
  • Darse a lo bueno es garantía de que se va a convivir mejor. Si no se cree en la bondad básica de la ciudadanía, más allá de sus limitaciones, el amor social es imposible. Estar siempre en una actitud de desconfianza ante los comportamientos ciudadanos aleja del amor a la sociedad, lo enfría, termina por desecharlo.
  • Es posible que haya que sufrir por ser honrados. Son los sufrimientos que comporta el amor. No se puede descreer del amor a la ciudad solamente por el comportamiento cuestionable de algunos de sus miembros. Es preciso hacer acopio de paciencia ciudadana.
  • Siempre habrá personas que se sientan tocadas por los comportamientos bondadosos. Si se puede, si conviene, si viene al caso, habría que decir qué sopone la fe como actitud básica de comportamiento ciudadano, porque se cree que los valores del Evangelio son valores sociales. Una sociedad con los valores evangélicos activos es una sociedad de mayor calidad humana.
  • Los buenos modos son importantes. No se trata solamente de ser educado, sino de ser respetuoso y tolerante. Si se propone la fe desde la confrontación, el disgusto y la exclusión, es difícil que la propuesta cristiana tenga visos de ser valorada.
  • Padecer por el bien es algo que está en el horizonte cristiano y el humano. Quizá no se pueda llegar porque queda lejos aún. Pero tender hacia él puede ser saludable. No se trata de vivir encogido, sino de crear un espíritu resistente, resiliente, que no tira la toalla a la primera dificultad de cambio.

 

  1. 3.   Derivaciones

 

  • Los muchos niveles de la pertenencia social: todos ellos habrán de ser cultivados: el nivel familiar, comunitario, vecinal, social. Quizá haya que comenzar por los más cercanos y tender hacia los más lejanos. De cualquier manera, dice FT 32, “nadie se salva solo”. La necesidad del otro, en cualquier situación de vida, es evidente. Eso habría de animarnos a vernos como sociedad, manera mejor de verse como persona individual.
  • Ciudades humanas: es preciso contribuir a la construcción de las ciudades humanas (como decían ya los monjes del desierto). Cualquier aportación que se haga, hasta la más pequeña (no tirar un papel al suelo), resulta útil. Desentenderse de la vida ciudadana es uno de los rostros que más cuestionan la fe cristiana porque el Evangelio no se desentiende de la ciudad, sino que construye el reino en ella.
  • Escapar de la amargura: porque hay creyentes (incluso de alto nivel) muy marcados por una especie de amargura social que enfoca todo desde lo negativo y todo lo ve mal. Es un camino muy esterilizante, que lleva a refugiarse en lo religioso como ámbito limpio de polvo. No habría que dar pábulo a una vivencia tal.
  • Los beneficios del proyecto común: porque no lleva a nada la confrontación entre proyecto personal y proyecto común. Más aún, si el proyecto común tiene una dosis aceptable de fraternidad es el mejor aliado del proyecto personal. Ambos se complementan y se potencian. Por eso mismo no habrá que temer al proyecto común sino, sobre todo, a la ausencia de proyecto.

 

  1. 4.   Para orar        

 

Señor Jesús,
extiende la sombra de tu cruz

sobre los pueblos en guerra:
que aprendan el camino de la reconciliación,

del diálogo y del perdón;
haz experimentar el gozo de tu resurrección

a los pueblos desfallecidos por las bombas:
arranca de la devastación a Irak, Siria y Ucrania;
reúne bajo la dulzura de tu realeza

a tus hijos dispersos:
sostén a los cristianos de la diáspora

y concédeles la unidad de la fe y del amor.

Te lo pedimos por Jesús, nuestro hermano. Amén.

 

 

9

¿PERDONAR EN NOMBRE DE LOS DEMÁS?

 

  1. 1.   FT 246

 

«A quien sufrió mucho de manera injusta y cruel, no se le debe exigir una especie de “perdón social”. La reconciliación es un hecho personal, y nadie puede imponerla al conjunto de una sociedad, aun cuando deba promoverla. En el ámbito estrictamente personal, con una decisión libre y generosa, alguien puede renunciar a exigir un castigo (cf. Mt 5,44-46), aunque la sociedad y su justicia legítimamente lo busquen. Pero no es posible decretar una “reconciliación general”, pretendiendo cerrar por decreto las heridas o cubrir las injusticias con un manto de olvido. ¿Quién se puede arrogar el derecho de perdonar en nombre de los demás? Es conmovedor ver la capacidad de perdón de algunas personas que han sabido ir más allá del daño sufrido, pero también es humano comprender a quienes no pueden hacerlo. En todo caso, lo que jamás se debe proponer es el olvido».

 

El perdón es siempre algo gratuito. No obedece a ninguna ley, sino solamente al corazón. Por eso es algo que ennoblece a quien lo da y a quien lo recibe. Pero no es algo exigible, debido, obligatorio. Hay quien lo da con generosidad y es admirable. Otros lo dan con reticencias y también hay que valorarlo. Hay quien se resiste a darlo y es preciso esperar y respetar. Y hay quien no quiere darlo y hay que entenderlo, por más que choque con el ideal cristiano del perdón pronto y generoso (Mt 18,21-35). Perdonar es un misterio que nos acerca a lo divino y aparece cuando el Espíritu sopla (recordar Gen 33).

Es un “milagro” que uno pueda perdonar un agravio grande aun cuando ese perdón no interfiera en la justicia y la pena consiguiente. Pero es un milagro mayor que alguien renuncie a un castigo legal y perdone por pura generosidad. De todo se da. Y los cristianos tendríamos que entender esto y, más aún, tender a esto último (Mt 5,38-42). En esta clase de amor asimétrico es donde dice el Evangelio que se ha de reconocer al seguidor/a (Jn 13,35).

Hay que temer el manto del olvido si bajo él no anida la reparación y la justicia. Las heridas ocultas siguen siendo heridas a perpetuidad. Se sanean aireándolas, valorándolas, penándolas en su caso y reparándolas. El olvido general lo postulan los vencedores, quienes no quieren que su situación se vea zarandeada o quienes por el dolor o la rutina no quieren enfrentarse a la cruda realidad. Si algo queda claro en todo esto es que el olvido sin más, el que pretende que aquí no ha pasado nada, es inaceptable. Pero, aun así, ya lo hemos dicho, el perdón sigue siendo no exigible, generoso, gratuito, salido del corazón.

Nadie puede perdonar en nombre de los demás. Cada uno personalmente ha de tomar su propia decisión. Perdonar en nombre de otros es suplantar al corazón llamado a perdonar. De ahí que el perdón no se impone por decreto, sino que brota lentamente del fondo del corazón de cada uno. Hay que seducir a ese corazón para que perdone, pero jamás habrá que atraparlo u obligarlo.

Conmueve quien perdona y nos hace preguntarnos de dónde brotan el bien y la dulzura, de qué secreta fuente surgen (pregunta tan potente como la pregunta por el mal, tan recurrente). Precisamente porque eso no se sabe de dónde viene, hay que ser muy respetuoso con quien le cuesta perdonar. Es preciso esperar con paciencia y amor que esa fuente pueda llegar a manar algún día Mientras tanto, espera respetuosa.

 

  1. 2.   Ef 4,25-30

 

«25Por tanto, dejaos de mentiras, hable cada uno con verdad a su prójimo (Zac 8,16), que somos miembros unos de otros. 26Si os indignáis, no lleguéis a pecar (Sal 4,4), que la puesta del sol no os sorprenda en vuestro enojo; 27no dejéis resquicio al diablo. 28El ladrón, que no robe más; mejor será que se fatigue honradamente trabajando con sus propias manos para poder repartir con el que lo necesita. 29Malas palabras no salgan de vuestra boca; lo que digáis sea bueno, constructivo y oportuno; así hará bien a los que lo oyen. 30No pongáis triste al Espíritu Santo. Dios os ha marcado con él para el día de la liberación final. Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda maldad. Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo».

 

  • La carta a los Efesios dice que el secreto designio de Dios era el de reconciliar todas las cosas en Cristo. Esa tarea de reconciliación es la tarea del cristiano: reconcilias, eres seguidor/a; no reconcilias, estás en esa medida lejos del Evangelio. De ahí que este asunto sea vital para la comunidad cristiana. No estamos hablando de algo secundario.
  • La reconciliación pasa por hablar con veracidad. De eso depende mucho. Las palabras torticeras son un obstáculo insalvable para cualquier pretensión de reconciliación.  Por eso dirá más tarde, explícitamente, que se controlen las malas palabras y que el hablar sea bueno y constructivo. Mucho del éxito de la relación depende de las palabras; el bien que nos hacemos y el mal que nos inferimos depende en gran medida de las palabras. Es verdad que la reconciliación ha de manifestarse en obras. Pero las palabras buenas son la puerta para la reconciliación en obras.
  • Pero si, aun así, hay fallo, el autor da una medida altamente eficaz para arreglar las cosas, sobre todo los fallos cotidianos que es donde se juega la reconciliación: no terminar el día en el enojo, en el distanciamiento, en el enfado. Si esta medida se aplicara, muchos de los conflictos fraternos, familiares y aun sociales, se esfumarían como la niebla al amanecer. El perdón cristiano ha de ser generoso y rápido, para que no es enquiste.
  • Todo el coro derivado de una actitud no reconciliada (amargura, ira, enfados, insultos) habría de ser desterrado, mandado al “exilio” de fuera del corazón. Un rictus de amargura predispone al distanciamiento; los desplantes y las palabras gruesas, enojan y alejan; los insultos son plantas del jardín de la violencia (Mt 5,22).
  • La bondad, la comprensión y el perdón no son solamente valores humanos, sino que es hacer la misma obra de Cristo. Es decir, valores como el perdón entroncan con la vocación filial de Jesús: es hijo del Padre porque perdona como el Padre. Su divinidad le viene de su honda humanidad.

 

  1. 3.   Derivaciones

 

  • Recuperar el perdón cristiano: quizá haya que decir que el sacramento del perdón ha perdido su vigencia por su banalización, por su superficialidad. Habría que intentar recuperarlo dándole una intensidad que no parece tener. Dos caminos: la celebración del perdón en comunidad (con o sin sacerdote, pero con fe en el valor reconciliador del sacramento); la derivación del perdón hacia los perdones sociales (fraternos, familiares, sociales, políticos) que es donde está el problema y la posibilidad. Una hermosa tarea por delante.
  • El recuerdo compasivo: aquel con el que se enfoca los fallos pasados: recordar, para no olvidar, pero metiendo en él la compasión que, quizá, no se tuvo en su momento. No se trata de pretender olvidar sin más lo que no se puede olvidar. Se trata de recordar con compasión y de aportar hoy la reparación que en su día no se dio y que hoy quizá, al menos en parte, puede estar más a la mano. Hay que repetirse mil veces el dicho de Lc 6,36: “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo”. No se trata de algo voluntario; estamos en el meollo del Evangelio.
  • El perdón seduce: para muchas personas, el perdón es sinónimo de debilidad. Pero la mayoría queda seducido por alguien que perdona y, sobre todo, cuando el agravio ha sido irreparable. Seduce su fortaleza, su fuerza para contener el rechazo, sus lágrimas sin venganza, su deseo enorme de no permanecer en el odio. Estas personas nos reconcilian con lo humano y siembran esperanza en la desesperanza de muchos de poder llegar algún día a vivir como hermanos.
  • Beber de la fuente del perdón: no sabemos de dónde brota esa fuente. Pero conocemos sus aguas: mesura, paciencia, contención, respeto, creer en el sufrimiento del otro, etc. Bebamos de esas aguas y la reconciliación será más posible, el perdón no será extranjero en nuestra casa.

 

  1. 4.   Para orar

 

Santa María, reina de la paz,
tú que estuviste al pie de la cruz,
tú que nunca dudaste

de la victoria de la resurrección,
sostén nuestra fe y nuestra esperanza;
tú que has sido constituida reina en la gloria,
enséñanos el perdón, el servicio y la gloria del amor.

Amén.

 

 

10

¿QUÉ SIGNIFICAN HOY

LAS GRANDES PALABRAS?

 

  1. 1.   FT 14

 

«Un modo eficaz de licuar la conciencia histórica, el pensamiento crítico, la lucha por la justicia y los caminos de integración es vaciar de sentido o manipular las grandes palabras. ¿Qué significan hoy algunas expresiones como democracia, libertad, justicia, unidad? Han sido manoseadas y desfiguradas para utilizarlas como instrumento de dominación, como títulos vacíos de contenido que pueden servir para justificar cualquier acción».

 

Las grandes palabras (justicia, libertad, paz) nos producen desconfianza. El mismo Papa dice que han sido “manoseadas y desfiguradas”. Pero resulta que el Evangelio está basado en esas palabras, aunque Jesús le dé contenidos espirituales y sociales nuevos. ¿Cómo superar el hartazgo que nos provocan? ¿Cómo recuperar una visión utópica, no angelical, de tales términos? ¿Cómo seguir creyendo que, por muy estropeadas que estén, cuando hablamos del futuro de lo humano estamos hablando de ellas?

La manipulación de las grandes palabras es un hecho. Por eso, como dice FT, hay que mirarlas con espíritu crítico. Éste no es el mero rechazo, sino que se trata de una actitud de interés, de discernimiento, de búsqueda, de información, de pequeñas vivencias. Renegar, sin más, de la evidencia de la manipulación no es sentido crítico, sino inútil rechazo que lleva a una amargura inoperante (la inútiles críticas a los políticos, al sistema, al consumo, a los poderes económicos). Lograr un espíritu crítico es algo trabajoso y no se nos va a dar sin más, por ser ácidos y amargados en conversaciones de bar.

Las grandes palabras siguen vivas, aunque maltrechas. Muchas personas se percatan del uso torticero de esas grandes palabras y de los intereses espurios que encubren. El engaño recubierto de grandes palabras siempre ha estado ahí. Pero hoy nos percatamos de ello mejor que nunca. No dejarse llevar por ese engaño es ya un gran paso. Pero hay que engendrar una nueva fe en esas palabras que nos son necesarias para el mantenimiento de la utopía, el sentido y el horizonte. Si no superamos el desengaño que nos producen, nos quedamos a medio camino. Esa nueva fe ha de estar hecha de compromiso personal. Porque hablar de todo esto desde la misma injusticia, opresión y división es un fraude que se añade al otro fraude.

Lo sabemos todos: el enemigo agazapado en esas palabras tiene un nombre: ansia de poder. Eso es lo que esconden. Ese ansia es acompañante del ser humano desde el primer paso que dio en la historia. Eso se cuela en todos los corazones. El Evangelio tiene una gran pretensión: cambiar el ansia de poder en servicio al otro. Si nos parece algo fuera de la realidad, angelical e inservible, estamos desactivando el Evangelio. Nosotros veremos.

 

 

 

 

  1. 2.   Mt 6,33; Gál 5,1; Ef 4,39; Mt 23,8

 

         «Buscad primero que reine Dios y su justicia, y todo lo demás se os daría por añadidura» (Mt 6,33). «Para ser libres nos liberó el Mesías; con que manteneos firme y no os dejéis  uncir de nuevo al yugo de la esclavitud» (Gál 5,1). «Esforzaos por mantener la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz» (Ef 4,39). «Vuestro maestro es uno solo y vosotros todos sois hermanos» (Mt 23,8).

 

  • El reino de Dios, en su etapa histórica, está asentado sobre la justicia divina que es el horizonte de la justicia humana, una justicia donde toda persona sea considerada en su dignidad y donde los más desvalidos, por su desvalimiento, tengan un plus de consideración. Sin justicia el reino no amanece. Por eso, la búsqueda de la justicia es tarea mayor del seguidor/a. Su abandono por desilusión sería como desertar del Evangelio.
  • La libertad, inherente a la persona, se refuerza por la obra de Cristo Jesús. La suya fue una obra de libertad honda. Sin libertad no se puede ser persona, no se puede ser creyente. La religión que ha engendrado mucha sumisión tendría que  haber engendrado mucha libertad. El voto de obediencia es, en el fondo, un voto de libertad: la libertad personal puesta en fraternidad sale potenciada y ampliada.
  • La unidad demanda un esfuerzo y el vínculo que la posibilita es la paz. Si no se trabaja cada día la unidad, la mística de lo común, la fraternidad, la unidad se esfuma o se transforma en uniformidad que es una mueca de la unidad. Sin el anhelo de una vida en paz, no crecerá la unidad porque  la discordia es una siembra de sal sobre la unidad comunitaria, familia o social.
  • La fraternidad es comunión, más que una democracia. Por eso mismo es, al menos, una democracia. Sin el componente democrático, la fraternidad deriva en autoritarismo, el liderazgo en dominio. Hacer prácticas cotidianas de democracia (rotación de cargos, decisiones tomadas en común, vivencia del liderazgo como servicio real, etc.) es algo muy saludable para la vida en comunidad.  Lo que es de todos, es responsabilidad de todos.

 

  1. 3.   Derivaciones

 

  • Nuevo contenido: ese el que habría que ir buscando para las grandes palabras. La postura no es desecharlas sin más, por su mal uso, sino buscarles esos nuevos contenido: primero, no avergonzarse de ellas porque, aunque maltratadas, son el corazón de nuestra opción vital y cristiana. Además, mantener la evidencia de que hay personas que las viven, otras no. Se publicita la conculcación de esas grandes palabras, como si fueran un engaño. Pero hay personas que las viven y a veces en niveles muy altos. Y finalmente, el nuevo contenido vendrá de una constante implicación porque si se vacían de contenido es porque nos llamamos andana y no las vivimos con entusiasmo.
  • De criticones a críticos: porque criticar sin arrimar el hombro es ser un criticón, alguien que hace de la crítica escudo para que lo dejen en paz. Ser críticos exige discernimiento, información, aclaración de otros y, sobre todo, exige tomas de posturas que avalen, de alguna manera, la crítica que hago. ¿Cómo va a ser de recibo mi crítica al consumo si soy consumidor indiscernido y compulsivo? ¿Cómo va a ser válida mi crítica a “los políticos” si mis opciones son superficiales, poco trabajadas? ¿Cómo va a ser de recibo mi crítica a la sociedad si mis relaciones familiares, laborales, cercanas son frías?
  • En lo cotidiano: porque la grandilocuencia de las palabras grandes puede hacernos pensar que no constituyen parte de mi camino cotidiano. Pero no es así: resulta imprescindible traducir estas palabras a caminos de cada día: ser justo en las cuatro paredes de tu casa; fomentar la unidad en tu parroquia; activar la libertad en tu barrio con el respeto delicado; creer en la democracia cumpliendo exquisitamente tus obligaciones ciudadanas.
  • Dejarse cantar las verdades: hay personas que se glorían de cantar las verdades al lucero del alba. No está mal, pero también hay que dejarse interpelar, que le canten a uno sus verdades, recibir la corrección con buen talante. Cuando se habla de grandes palabras da la impresión de que quien habla no está tocado por esa disfunción que has hace vacías. Pero todos tenemos que coger vela en este entierro. Por eso, si te cuestionan, harías bien en aceptar la corrección.

 

  1. 4.   Para orar

 

Dios de amor que nos has creado

y nos llamas a vivir como hermanos,

danos la fuerza para ser cada día artesanos de la paz;

danos la capacidad de mirar con benevolencia

a todos los hermanos que encontramos en nuestro camino.

Haznos disponibles

para escuchar el clamor de nuestros ciudadanos

que nos piden transformar nuestras armas

en instrumentos de paz,

nuestros temores en confianza y nuestras tensiones en perdón.

Mantén encendida en nosotros la llama de la esperanza

para tomar con paciente perseverancia

opciones de diálogo y reconciliación,

para que finalmente triunfe la paz.

Y que sean desterradas del corazón de todo hombre

estas palabras: división, odio, guerra.

Señor, desarma la lengua y las manos,

renueva los corazones y las mentes,

para que la palabra que nos lleva al encuentro

sea siempre «hermano», y el estilo de nuestra vida

se convierta en shalom, paz, salam. Amén.

 

 

 

11

¿IGUALDAD DE DERECHOS?

 

  1. 1.   FT 22

 

«Muchas veces se percibe que, de hecho, los derechos humanos no son iguales para todos. El respeto de estos derechos es condición previa para el mismo desarrollo social y económico de un país. Cuando se respeta la dignidad del hombre, y sus derechos son reconocidos y tutelados, florece también la creatividad y el ingenio, y la personalidad humana puede desplegar sus múltiples iniciativas en favor del bien común. Pero observando con atención nuestras sociedades contemporáneas, encontramos numerosas contradicciones que nos llevan a preguntarnos si verdaderamente la igual dignidad de todos los seres humanos, proclamada solemnemente hace 70 años, es reconocida, respetada, protegida y promovida en todas las circunstancias. En el mundo de hoy persisten numerosas formas de injusticia, nutridas por visiones antropológicas reductivas y por un modelo económico basado en las ganancias, que no duda en explotar, descartar e incluso matar al hombre. Mientras una parte de la humanidad vive en opulencia, otra parte ve su propia dignidad desconocida, despreciada o pisoteada y sus derechos fundamentales ignorados o violados. ¿Qué dice esto acerca de la igualdad de derechos fundada en la misma dignidad humana?».

 

Si los derechos humanos no son iguales para todos, se desvirtúa toda su mística, quedan anulados en su sentido más profundo. Es la primera condición. Una mentalidad que entiende que mis derechos son intocables pero los demás (los pobres, los extranjeros, los de lejos) no tienen esos mismos derechos es una mentalidad perversa. Creer que por ser español, blanco, occidental, etc., se tiene derechos que se niegan a otros, es, lo repetimos, algo perverso.

La vigencia de los derechos es requisito necesario para la correcta evolución de la persona y de la sociedad. Ver al otro como sujeto de derechos nos habría facilitado mucho la vida comunitaria. Porque una vida fraterna sin derechos elementales se convierte en algo muy alejado del Evangelio. Derechos como la intimidad, la presunción de inocencia, la libertad, la no discriminación, los modos de vida democráticos, la igualdad. Parece que esto  no es necesario en la vida familiar o comunitaria. Pero sí lo es porque a veces hay carencia. Y ampararse en las espiritualidad cristiana sin que esos derechos estén presentes, es construir sobre falso.

Observamos en el mundo “numerosas contradicciones” con los derechos humanos, sobre todo en el tema de la igualdad. Fomentar la espiritualidad de la igualdad es siempre necesario porque las personas nos autoafirmamos en la desigualdad, en la diferencia, en la jerarquización. El Evangelio propugna justamente el camino contrario: no eres más cuando eres más distinto, sino cuando eres igual. Evitar contradicciones en materia de igualdad es acercarse al corazón del Evangelio (Mt 23,8).

La fuente mayor de desigualdades, dice FT, es una economía de expectativas de ganancias por la que la persona pasa a un segundo plano y las ganancias ocupan el primero puesto generando así grandes disfunciones. Es la economía que no solo desiguala sino que mata, arrasa con todo. Por eso, si se quiere generar igualdad, es preciso mirar en primera instancia a la economía generando una economía justa, inclusiva y compasiva,

Las profundas divisiones en la tierra entre gente con derechos y personas sin ellos es la gran cuestión a interesarse y resolver. Ver todo esto como algo fuera de mí, donde yo no tengo nada que decir y que, por supuesto, no es mi culpa es echar cortinas de humo, escaquearse y, hablando en cristiano, malograr el Evangelio. Esta espiritualidad social es la carne del Evangelio y desecharla es arriesgar a que lo cristiano sea una realidad sin “carne”.

 

  1. 2.   1 Jn 4,1-2

 

«1Amigos míos, no deis fe a cualquier inspiración; sometedlas a prueba para ver si vienen de Dios, pues ya han salido en el mundo muchos profetas falsos. 2Esta es la señal de la inspiración de Dios: toda inspiración que confiesa que Jesús es el Mesías venido en carne mortal procede de Dios».

 

  • La verdadera inspiración, según 1 Jn, viene de la “carne mortal” de Jesús, de su honda humanidad. Para comprenderlo habrá que conectar con esa “carne”, con su ser histórico, con sus básicos valores humanos. Explicar y entender a Jesús por su honda humanidad.
  • Esa carne contiene los valores propios de la dignidad:

-         La libertad para hacer siempre el bien (Mt 12,1-8).

-         La dignidad de toda persona (Jn 8,1-11).

-         La igualdad como modo de vida de su comunidad (Mt 23,8).

-         El respeto y la tolerancia sin previos a cambio (Lc 19,1-10).

-         La no discriminación por razones étnicas o religiosas (Mc 7,24-30).

  • Y a la base de todo ello, su lejanía de una economía opresora y de su insensatez (Lc 12,13-21), su ruptura con el amparo que proviene del poder (Lc 20,20-26). Murió tan pobre como vivió. No se lucró jamás de nadie (Jn 10,1).
  • Pretender puentear la “carne” porque la conocemos bien y buscar espiritualidades sublimes lejos de ella, que no quieren “mancharse” con el barro de la vida es no haber entendido al Jesús de la historia. A veces se pide (a gritos) “menos derechos humanos y más conversión”. Pero justamente la conversión apunta a esos derechos humanos.
  • Si la espiritualidad de los derechos humanos, de la igualdad sobre todo, aún está lejos de nuestra sensibilidad cristiana es que nos queda trecho todavía para alcanzar el núcleo del Evangelio.

 

  1. 3.   Derivaciones

 

  • ¿Fe en los derechos, fe en Dios?: siempre hemos situado la fe en otro terreno que los derechos humanos, un terreno más espiritual. Era una fe en Dios con poca fe en los derechos humanos. Vamos aprendiendo que, según el Evangelio, el Dios de Jesús en el que creemos está más preocupado por la dicha que por el pecado, por la justicia de hoy que por la gloria del mañana, en la igualdad de la comunidad que en su jerarquía. Por eso se nos pide ir modificando el imaginario y sus consecuencias.
  • ¿Y las obligaciones?: es la pregunta que hacen muchos cristianos cuando oyen hablar de derechos. Dios nos crea con derechos; las obligaciones las ponen nuestras leyes y también hay que cumplirlas. Más aún, quien entiende bien el tema de los derechos, entiende bien así mismo las obligaciones. Y al revés. Por eso, incidir en los derechos nos hace más responsables con nuestras obligaciones porque apelar a los derechos para esconder el propio egoísmo es ir contra ellos.
  • Cuidadosos con los derechos, cuidadosos con el hermano/a: son cosas que también van emparejadas. A muchos cristianos todo esto de los derechos les parece teoría social que no va con ellos. Pero quien está interesado por la buena relación, familiar o comunitario, encontrará en la espiritualidad de los derechos un verdadero aliado, un apoyo y un horizonte.
  • La persistente desigualdad: porque persiste a todos los niveles. Hay quien dice que más agudizada que en otras épocas. Habrá que intentar dejarle el menos sitio posible en nuestro marco diario de vida. Será bueno, si se la descubre, atajarla de inmediato y con decisión. Si la desigualdad persiste en la comunidad cristiana, ¿cómo vamos a creer y a presentar a quien dijo que estaba “como quien sirve” (Lc 22,27).

 

  1. 4.   Para orar

 

Dios de los pobres,
ayúdanos a rescatar
a los abandonados y olvidados de esta tierra
que tanto valen a tus ojos.
Sana nuestras vidas,
para que seamos protectores del mundo
y no depredadores,
para que sembremos hermosura
y no contaminación y destrucción.
Toca los corazones
de los que buscan sólo beneficios
a costa de los pobres y de la tierra.

Por Jesús, nuestro hermano. Amén.

 

 

12

¿Y SI HUBIERA GANADO LA VENGANZA?

 

  1. 1.   FT 71

 

«La historia del buen samaritano se repite: se torna cada vez más visible que la desidia social y política hace de muchos lugares de nuestro mundo un camino desolado, donde las disputas internas e internacionales y los saqueos de oportunidades dejan a tantos marginados, tirados a un lado del camino. En su parábola, Jesús no plantea vías alternativas, como ¿qué hubiera sido de aquel malherido o del que lo ayudó, si la ira o la sed de venganza hubieran ganado espacio en sus corazones? Él confía en lo mejor del espíritu humano y con la parábola lo alienta a que se adhiera al amor, reintegre al dolido y construya una sociedad digna de tal nombre».

 

La historia del samaritano se repite a gran escala: no hay uno tirado al borde del camino, sino millones de samaritanos (53 guerras activas en el mundo, 82 millones de desplazados fuera de sus hogares, etc.). Un escenario desolado lleno de violencia. Hemos de entender que ahí pueda anidar el espíritu de venganza (del que habla mucho la FT) y que los más negros nubarrones se ciernan sobre pueblos enteros que no han conocido otra cosa que la guerra y el exilio. Es un milagro que el mundo no estalle en una lucha fratricida a nivel mundial.  Debe ser por el contrapeso de los buenos, porque hay quien renuncia a una vida en odio y venganza. Valorémoslos.

¿Qué pasa cuando la ira o la sed de venganza se adueñan del corazón? Todo se ennegrece y se puede temer lo peor. Las cavilaciones del vengativo pueden ser un torbellino de maldad. ¿Cómo controlarlo, cómo ponerle diques? Solo la compasión puede ser medicina adecuada. Sin compasión, la venganza campa a sus anchas. Suscitar compasión por la situación del otro (el otro también sufre, también tiene corazón, también llora) puede hacer que el vengativo salte la valla de su propia maldad y se vea libre de las tremendas ataduras de la venganza.

El Papa marca un itinerario para que la venganza no se adueñe de la persona: 1) adherirse al amor, recurrir a la posibilidad de amar de quien quiere vengarse porque la venganza puede que no ocupe el todo del corazón; 2) reintegrar al dolido, mirar en la dirección de aquel a quien se quiere destruir para desvelar en él la humanidad en peligro; 3) saber que la venganza tiene consecuencias sociales, para bien y para mal.

 

  1. 2.   Mt 5,38-45

 

«38Habéis oído que se dijo: ``ojo por ojo y diente por diente" 39Pero yo os digo: no resistáis al que es malo; antes bien, a cualquiera que te abofetee en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. 40Y al que quiera ponerte pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa. 41Y cualquiera que te obligue a ir una milla, ve con él dos. 42Al que te pida, dale y al que desee pedirte prestado no le vuelvas la espalda. 43Habéis oído que se dijo: “amaras a tu prójimo y odiarás a tu enemigo". 44Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen, 45para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos; porque El hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos».

 

  • La llamada “ley del talión” nos parece inhumana pero, en realidad, trata de controlar la sed de venganza. Pide un venganza “proporcional” (si es que la hay) y no una venganza desmesurada que es a la que tiende quien se ha sentido agraviado. Frenar la venganza, toda una tarea personal y fraterna.
  • La bofetada en la mejilla derecha supone que se abofetea con el dorso de la mano derecha, lo que multiplica el agravio. La venganza nace muchas veces de acciones que se consideran agraviantes. Muchas veces ocurre que el agravio está más en la mente del agraviado que en la intención del agraviador. En cualquier caso, el Evangelio anima a resistir el agravio (es un texto de resistencia, más que de humillación).
  • El Evangelio dice que la venganza se controla con la generosidad, que ésta desarma a quien viene con las armas de la violencia. Es un ideal de máximos, pero no nos conviene quitarlo del horizonte de la vida, porque se empobrece. Eso sí, habrá que obrar con sensatez y discernimiento.
  • El amor a los enemigos es el horizonte de la relación según el Evangelio. No se puede pretender llegar ahí en directo. Hay que dar todos los pasos necesarios que demanda una vida entregada. Quizá se podría comenzar por orar por ellos (oramos poco por quien nos cae mal). La oración “ablanda” actitudes de dureza.

 

  1. 3.   Derivaciones

 

  • No está tan lejos: puede parecer que hablar de venganza en la vida comunitaria o en la familiar es algo desproporcionado. Pero, en realidad, la cosa no está tan lejos, aunque a veces se haga de maneras sutiles (desentendimientos, abandonos, pequeñas traiciones, etc.). La retirada de la confianza es muchas veces “vengativa” (me has hecho una, pero no me harás la segunda).  Los encasillamientos, muchas veces a perpetuidad, son una forma de venganza fraterna.
  • Venganza guardadas: los ordenadores tienen una “papelera” que, de vez en cuando, se puede vaciar. Hay hermanos/as que no vacían nunca su “papelera”. Tienen ahí guardados agravios viejos que sacan a la luz cuando llega el momento adecuado. Es una venganza en forma de recuerdo y aviso: no olvido lo que me hiciste y lo utilizo cuando me conviene. Alguna vez habría que vaciar la papelera.
  • Autoritarismo vengativo: es otra forma de venganza que habrá que cuidar: si algún día me hacen superior/a, entonces te recordaré lo que me hiciste. Y desde ahí se ejerce la autoridad no como liderazgo para el Evangelio, sino como modo de anular al otro. Hay que tener mucho cuidado con estos movimientos negativos del corazón, porque en ellos se agazapa la venganza.

 

  1. 4.   Para orar

 

Dios de amor,
que estás presente en todo el universo
y en la más pequeña de tus criaturas,
Tú, que rodeas con tu ternura todo lo que existe,
derrama en nosotros la fuerza de tu amor
para que cuidemos la vida y la belleza.
Inúndanos de paz,

para que vivamos como hermanos y hermanas
sin dañar a nadie.

Te lo pedimos por Jesús, nuestro hermano. Amén

CONCLUSIÓN

 

         Podría parecernos que esta orientación de una semana de ejercicios es demasiado social. El magisterio de Papa nos enseña que hemos de ir incorporando todo esto a la espiritualidad cristiana. Y nos dice todavía algo más: que esta espiritualidad conecta con el fondo del Evangelio. Solo por eso merece la pena. Que caminemos en la esperanza de crear un mundo fraterno y solidario, el sueño de Jesús para todo creyente y para toda comunidad cristiana.

Retiro en la Navidad 2021

Retiro en la Navidad de 2021

 

 

 

DE CARNE Y HUESO 

 

Hablar de “lo carnal” todavía evoca en nosotros el pecado, lo ilícito, lo rechazable, algo que hay que alejar del alma. Es verdad que va quedando lejos. Pero las reminiscencias permanecen. Es el viejo litigio, no resuelto del todo, entre cuerpo y alma, teniendo por mejor el alma y por negativo todo lo relacionado con el cuerpo.

Pero resulta que hablar de la encarnación de Jesús, de la Navidad, es hablar de lo carnal, de la carne del mismo Jesús, carne como la nuestra en todas sus dimensiones. Bien canta el himno de Navidad: “Misterio de carne nuestra, misterio”. Porque la carne no es solo lo que vemos y tocamos, eso que, a veces, hemos considerado secundario y “pecador”. La carne es la puerta del misterio: abrirla, tocarla, amarla es llamar a la puerta adecuada para encontrarse con el misterio del Dios-con-nosotros. Toquemos, pues, la carne, la de Jesús y la nuestra.

Para entrar en el misterio de la carne, la de Jesús y la nuestra, es preciso ahondar, sosegarse, quedarse contemplando. No es fácil porque la carne no es mera exterioridad, es también el rostro de nuestra verdad, lo que se ve de lo que realmente somos. Trascender lo que vemos hasta tocar lo que somos es todo un trabajo.

Hacerlo en comunidad puede ayudar. De cualquier manera, decimos lo de siempre: que no pase el tiempo hermoso de la Navidad en la mera superficialidad de una celebración social que se queda en la puerta sin decidirse a entrar. Ojalá.

 

1. De carne y hueso

 

Del poeta mejicano Alfonso Junco rezamos un himno hermoso en la liturgia de laudes del viernes de la I semana:

 

Así: te necesito
de carne y hueso.

Te atisba el alma en el ciclón de estrellas,
tumulto y sinfonía de los cielos;
y, a zaga del arcano de la vida,
perfora el caos y sojuzga el tiempo,
y da contigo, Padre de las causas,
Motor primero.

Más el frío conturba en los abismos,
y en los días de Dios amaga el vértigo.
¡Y un fuego vivo necesita el alma
y un asidero!

Hombre quisiste hacerme, no desnuda
inmaterialidad de pensamiento.
Soy una encarnación diminutiva;
el arte, resplandor que toma cuerpo:
la palabra es la carne de la idea:
¡Encarnación es todo el universo!
¡Y el que puso esta ley en nuestra nada
hizo carne su verbo!
Así: tangible, humano,
fraterno.

Ungir tus pies, que buscan mi camino,
sentir tus manos en mis ojos ciegos,
hundirme, como Juan, en tu regazo,
y, -Judas sin traición- darte mi beso.

Carne soy, y de carne te quiero.
¡Caridad que viniste a mi indigencia,
qué bien sabes hablar en mi dialecto!
Así, sufriente, corporal, amigo,
¡Cómo te entiendo!
¡Dulce locura de misericordia:

Los dos de carne y hueso.

 

  • Así te necesito: nuestra necesidad es de carne y hueso y demanda un amparo del mismo calado. ¿De qué nos serviría un socorro divino si nuestro grito es el de un corazón de carne? 
  • Un atisbo…que da contigo: porque es un atisbo, una intuición, un vislumbre la certeza de que Jesús es profundamente de nuestra carne. Un Jesús envuelto en prerrogativas divinas que muestra tímida, pero tercamente, su rostro de persona. 
  • El frío…el vértigo…un asidero: la carnalidad de Jesús es calidez frente al frío, seguridad cuando el vértigo nos zarandea, un asidero cuando uno pierde pie en la vida. Su carne es el agarradero más firme que tenemos.
  • Encarnación es todo el universo: el cosmos es el verdadero cuerpo de Dios y, por ello, todo lo creado, Jesús incluido, es carne de Dios, realidad que se puede palpar y abrazar (1 Jn 1,1).
  • Tangible…humano…fraterno: realidad tangible que puede ser “apretujada” (Mc 5,31), humanidad como la nuestra en todo, fraternidad que no se avergüenza de hacer hermandad con nosotros.
  • Tus pies…tus manos…tu regazo: toda tu carne a nuestro alcance: tus pobres pies que recorrieron nuestros caminos, tus manos que nos curaron y bendijeron, tu regazo más cálido que el de una madre.
  • De carne te quiero: porque el amor brota de la carne amada y sin carne no hay amor. Por eso el enamorado de Jesús ansía y disfruta de su carnalidad amiga y entregada.
  • Locura de misericordia: ya que el amor loco solamente brota de un carne que se da. Loco de amor, Jesús, así lo ha llamado la tradición (N. Cabasilas). Locura que se repite y se repite.
  • Los dos de carne y hueso: la carne y el hueso es lo que nos hermana, lo que nos hace familia, lo que nos unce al yugo indestructible del amor. Temblor de carne y hueso, temblor de amor.

 

2. Contemplación de la carnalidad de Jesús

 

Dice Heb 4,15 que fue “como nosotros en todo”. Eso es lo que nos permite contemplar su honda humanidad, aunque no se más que por los pequeños atisbos que nos han dejado los evangelios.

 

a)   Su carnalidad física:

 

-         Comer: “Un fariseo le invitó a comer con él. Entró en casa del fariseo y se recostó a la mesa” (Lc 7,36). No hace ascos, no pone reparos; se le invita y se sienta a la mesa. La mesa compartida es camino de humanidad, puerta que da acceso al interior, a la verdad, de la persona.

-         Beber: “Comilón y borracho, amigo de pecadores” (Mt 11,16-19). No se desdice de “títulos” tan ofensivos. Él come y bebe como todos y ese camino común construye los encuentros

-         Dormir: “Iba dormido en un cabezal” (Mc 4,35-41). Dormido como quien se rinde a una necesidad que asalta en medio de la tormenta. Derrotado por el sueño. Hermanado en los sueños.

-         Andar: “Fue caminando de pueblo en pueblo y de aldea en aldea” (Lc 8,1). Supo de caminos, supo de encuentros; supo de pies cansados, supo de corazones abrumados; supo de sendas ignoradas, conoció los extraños caminos del corazón.

 

b)  Su carnalidad emocional:

 

-         Consoló: “Mujer, no llores” (Lc 7,13). Supo de lágrimas y derramó consuelo. Recogió las lágrimas que corren el riesgo de quedarse sin recoger. No huyó ante los desconsuelos; no se puso por encima de ellos. Hizo suyos llantos que no eran suyos.

-         Se emocionó: “En aquel preciso instante, explotó de gozo” (Lc 10,21). Un gozo que inunda, que desborda, que envuelve. Su cuerpo supo de gozos y de alegrías hondas.

-         Lloró: “A Jesús se le saltaron las lágrimas” (Jn 11,35). Sus ojos se anegaron, su corazón se rompió como una orza y brotaron las lágrimas. Hermano en las lágrimas, hermano en el corazón herido.

-         Se alegró: “Hay más alegría en cielo por un pecador que se convierte…” (Lc 15,7). Vivió la alegría de quien se convierte, de quien encuentra de nuevo el rumbo, de quien hace las paces con su vida. Se alegró por otro y probablemente por él mismo.

-         Cantó: “Iba delante de ellos subiendo a Jerusalén” (Lc 19,28). No lo dice explícitamente pero iría cantando los salmos de las subidas, tirando de aquella cordada de desalentados. Canto para infundir ánimo y aliento.

 

c)    Su carnalidad espiritual:

 

-         Su fe: “Yo sé que tú siempre me escuchas” (Jn 11,42). Esas son sus certezas de fe. Él ha hecho, como todos, un camino de creyente, con sus avances y retrocesos. Él tuvo que aprender el designio del Padre.

-         Su amor: “Le miró con amor” (Mc 10,21). No es una persona fría, calculadora. Él ama y quiere ser amado, como todos. La suya es una carnalidad que ama.

-         Su esperanza: “Cuántas veces he querido cobijarte como la gallina a sus polluelos” (Mt 23,37). Él ha tenido esperanzas sobre su pueblo; nunca ha tirado la toalla del todo. Una esperanza a contracorriente.

-         Su confianza: “Ha puesto su confianza en Dios, ¡pues que Dios le salve ahora!” (Mt 27,43). No fue un desconfiado gélido, sino alguien que confía en el corazón del otro y en el corazón del mismo Dios.

 

3. Amar la carnalidad en su fuerza y en su debilidad

 

         Porque son dos aspectos que componen el hecho de ser carne y hueso, de ser historia que se toca y se palpa:

 

a)   Amar la carnalidad en su fuerza:

 

  •  Amar la carnalidad que se da en el amor: porque el amor necesita el lenguaje de la carne, del gesto, del abrazo, de la caricia. Cuando se nos priva de ellas (como en tiempos de pandemia) nos sentimos huérfanos. No mirar este campo solamente desde el ángulo del pecado (que es posible, como en todo lo humano), sino también desde su indudable hermosura.
  • Amar la carnalidad que se da en el disfrute de lo creado: por más que aún no estemos del todo acostumbrados. Dice LS’ 12 que el mundo es “un misterio gozoso que contemplamos con jubilosa alabanza”. Amar sin disfrutar no es posible; tampoco es posible creer sin disfrutar de las personas y de las creaturas.
  • Amar la carnalidad en las entregas a utopías e ideales: porque muchas veces esos ideales son humanos, “carnales”, que afectan a la vida, a la carne de los empobrecidos. Amarlos, interesarse por los cuerpos de quienes entregan su vida a otros, de quienes hacen suyo el sufrimiento de los demás.
  • Amar la carnalidad de los caminos extraños del amor: esos caminos que no se ajustan a los parámetros oficiales, legales, que nos parecen raros y hasta rechazables porque no hemos sido educados en ellos (uniones extramatrimoniales, del mismo sexo, no binarias, etc.). Saber que los caminos de la carnalidad son plurales porque, al fin y al cabo, también son caminos del Espíritu.

 

b)  Amar la carnalidad de los cuerpos débiles:

 

  • Amar la carnalidad de los cuerpos envejecidos y débiles: porque son un verdadero sagrario donde Dios se hace presente en la misma debilidad de Jesús, a veces en su misma cruz. Volverse a ellos, mostrarles un rostro benigno, no negarles cualquier alivio que pueda hacer más asumible su situación.
  • Amar la carnalidad de los excluidos: porque dice FT 69 que «la inclusión o la exclusión de la persona que sufre al costado del camino define todos los proyectos económicos, políticos, sociales y religiosos».
  • Amar la carnalidad de los que nadie consuela: porque según Qoh 4,1, lo peor son “las lágrimas de los pobres que nadie consuela”. No acostumbrarse a esas lágrimas; conmoverse y moverse por ellas. Orar por las lágrimas de quienes viven en profundos desconsuelos: los apátridas, los desplazados, los que se agolpan ante las alambradas de las fronteras. No verlo de lejos porque no ocurre en nuestra calle.
  • Amar la pobre carnalidad de los muertos que nadie reclama: de los ahogados en los mares, de los que mueren en los desiertos, de quienes están en las morgues de nuestros hospitales sin que nadie se interese por ellos. Carnalidad que no cuenta ni en estadísticas. Orar por ellos, ya que nadie ora por ellos.

Conclusión

 

Contemplar la encarnación de Jesús en Navidad es adentrarse en un misterio hecho de carne y hueso. Es, además mirar con mirada nueva el tema de ser carne. Es dar a la oración un componente que casi nunca tiene. Es cuidar, respetar y amar el ser “carnal” de nuestras hermanas para que la fraternidad tenga un cimiento realista y adecuado. Solo contando con él se podrá construir el edificio de la espiritualidad. Que sea la nuestra de este año una encarnación “de carne y hueso”.

 

Itinerario

 

  • 25 diciembre a 1 de enero: Disfrutar con la naturaleza aunque sea invierno. Rodear las representaciones de Navidad (Belén, Niño, etc.) de plantas cogidas del campo, aunque sean más pobres.
  • 2 a 9 de enero: Disfrutar con los cuerpos débiles de las hermanas. Pasar ratos de acompañamiento con ellas. Darles algún pequeño capricho que les alegre un rato.