Retiro Pascua 2025
¡ATRÁEME!
La resurrección de Jesús
como fuerza que atrae
Por nuestra dependencia cultural, por nuestro aprendizaje religioso y por nuestra formación intelectual pensamos que los mecanismos de la fe son mayoritariamente intelectuales. Creemos tener fe porque tenemos ideas religiosas. Y, aunque muchas veces comprobamos que, teniendo tales ideas, nuestros comportamientos no se adecúan a ellas (“no hacen lo que dicen”: Mt 23,3) seguimos ese camino amenazado de esterilidad.
Podríamos intentar y cultivar otra senda. Si abandonar el componente de la sensatez y de una indudable racionalidad, ¿por qué no ir construyendo una fe más antropológica, más enraizada en lo humano, más acorde con los dinamismos del ser humano? Esos dinamismos (dynamis siginifica “fuerza”) son fuerzas que nos habitan, que nos empujan y nos organizan la vida. No sabemos muy bien de dónde brotan ni a dónde nos llevan. Pero están ahí bullendo en nuestro interior. ¿Por qué no mezclar la espiritualidad con tales dinamismos?
Quizá desde ahí podríamos entender la resurrección de Jesús con un punto de novedad. Ésta puede ser considerada como un “atractor”, algo que atrae y que va construyendo un orden nuevo, una realidad distinta en quien se siente atraído. Es una fuerza cada vez más imparable que lleva a mirar la realidad de manera mueva y que va cristalizando en tomas de postura vitales sencillas pero concretas en una determinada dirección. Le lleva a uno a vivir lo diario con un brillo distinto, con un horizonte que antes no tenía, con una fuerza que le anima a no tirar la toalla. No es fácil decirlo, pero se quiere escapar de un “historicismo resurreccional” que, al final, no ilusiona, no enardece, no motiva cambios reales.
Puede que estas expresiones nos resulten más lejanas, frías e inservibles que las heredadas en los viejos parámetros historicistas. Pero la intención es la de intentar un planteamiento algo distinto sobre aquello que consideramos el núcleo de la fe.
1. Atráeme al remolino de tus pasiones
Recurramos a los poemas apasionados, que de pasiones hablamos cuando queremos acercarnos a la luz de la resurrección. Este texto es de “la negra” Rodríguez (cantaora y bailaora española fallecida en 2018):
Atráeme al remolino de tus pasiones.
Abrásame en tus llamas, sé mi pira.
Yo soy el papel que se consume.
Dame el calor de tu piel dame tu fuego.
Y luego de haberme sometido a tus deseos
¡Ámame intensamente!
- Atráeme al remolino de tus pasiones: Una vivencia fría de la resurrección puede tener su valor, pero no está en el núcleo. Porque cuando se habla de resurrección más que de una vida del más allá se está hablando de un torbellino de pasiones del más acá. Sin sentir esa pasión no se le puede ver “vivo”.
- Abrásame en tus llamas: porque también es eso: un fuego abrasador, una hoguera que consume., un “pira” en la que solamente quedan las cenizas del verdadero amor, lo último, lo más verdadero de uno mismo. Estamos hablando de extremos.
- Papel que se consume: una vez que arde, se volatiliza, desparece en esa unión con el fuego que le lleva a otra dimensión, a otra morada, la fusión del amor.
- Dame tu fuego: esa es la plegaria de la resurrección: hacer parte de ese fuego que anida en el cimiento de lo humano, el fuego incombustible del resucitado.
- ¡Ámame intensamente!: la intensidad del amor del resucitado lo hace ser distinto, fundamental, profundo. Otra categoría de amor, otra manera. Eso es lo que cambia la mirada y el corazón.
2. La casa se llenó de la fragancia del perfume: Jn 12,1-8
«Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume. Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?».Esto lo dijo no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa, se llevaba de lo que iban echando. Jesús dijo: «Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis» .Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron no solo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús».
La liturgia pone este texto en relación con la pasión de Jesús. Por eso se lo lee en el lunes santo. Pero también puede leerse en relación con la resurrección. De manera anticipativa, se quiere decir algo de lo que el lector, de manera especular, capta cuando lee el pasaje.
Así es: este texto puede leerse teniendo como trasfondo el Cantar de los Cantares y, desde ahí, la belleza del resucitado aparece con fuerza.
- El Cantar comienza con un grito de enamorada: “Arrástrame” (Cant 1,4). Estamos hablando de un torrente que arrastra (Cant 8,7), de un tornado que se lleva todo por delante. De aquella cena aparentemente apacible, surge el huracán de María, la pasión, que parece que no estaba contemplada y que se adueña de la situación. Al final, lo que se narra no es la cena, sino la unción de María y su volcán.
- Porque el nardo es perfume que se derrama “mientras el rey estaba en su diván” (Cant 1,12), escena de amor ante el “reclinado” Jesús. El nardo “despedía su perfume” (Cant 1,13). La potencia del nardo refleja bien el volcán de amor que hay en María, perfume envolvente que “llena la casa de fragancia”. Perfume de vida, de amor, no de muerte (se apunta a una muerte con un lenguaje de vida).
- El cabello no seca nada, pero es tiene un significado amoroso en la mujer de primera magnitud. Dice Cant 7,6: “en tus cabellos de oro ha quedado cautivado el rey”. No solamente ha “secado” los pies, sino que Jesús ha quedado cautivado por los cabellos de María. No podemos entender en la escena a un Jesús “impasible” (nunca se ha puesto ahí el acento).
- Una libra de perfume de nardo es una barbaridad (327 gr.), lo que evoca la desmesura del amor de María. No solo quiere ungir los pies, sino que, de algún modo, quiere que la comensalía sepa de su amor como la esposa quiere que se sepa de su amor (Cant 5,8).
- Dice que le ungió los pies: que una mujer toque los pies de un hombre es inverosímil. Pero aquí el osado amor toca los pies de quien “viene saltando por las colinas” (Cant, 2,8), de quien es el amor. El uso del nardo para los pies es igualmente inverosímil. Locuras de amor.
- Desde esta perspectiva, el asunto de Judas en relación con los pobres se vuelve secundario y casi intranscendente: lo decisivo es entrar en el torbellino del amor de Jesús (eso es la resurrección) y una propuesta de economía igualitaria surgirá, hará parte del mismo acto de amor y de justicia.
3. Ahondamiento
- Una fe nueva: esa es la fe desde la perspectiva de la resurrección. Siendo realistas ¿es posible una fe nueva? ¿Esa novedad es compatible con la historia de la fe? No lo sabemos. Pero sí sabemos que vivir la fe desde el rollo cansino de siempre es algo que fatiga y que esa fatiga lleva a la irrelevancia y al amuermamiento cuando no a la malcreencia. ¿Dónde encontrar arrestos para lo nuevo? ¿En qué fuente beber para que su agua nos sepa a nuevo? ¿Se puede aspirar con sensatez a algo de esto o hay que abandonarlo ya? Tal vez el hacerse preguntas pueda ser un inicio hacia ese deseado país de la novedad.
- Una propuesta atrayente: visto el comportamiento religioso de los cristianos en nuestros lugares creemos que hay que concluir que no existe el interés por una propuesta nueva; es suficiente con la de siempre (y si se puede ir un poquito más atrás, mejor). Un sector minoritario parece desear otro camino. ¿Merece la pena hacer parte de ese sector y seguir intentando presentar de una manera atrayente, racional, sensata y espiritual a la vez, otro tipo de vivencia de la fe? ¿No es darse contra un muro? ¿No tiene nada que decir a esto eso que denominamos como novedad de la resurrección? ¿Es posible esa novedad sin que nada cambie? ¿Ha cambiado algo la Iglesia en los 10 últimos años? Mientras tanto, celebramos la resurrección de Jesús año tras año diciendo que es una celebración nueva (“noticia que llega siempre y que nunca se gasta”: himno de laudes del domingo I semana).
- Deslumbrados: de ese modo debería dejarnos el resplandor de la Pascua, deslumbrados. ¿Qué es lo que nos deslumbra, que da brillo y luz a nuestra mirada? ¿Cómo conjurar la mirada cansada de la resurrección? ¿Cómo mirar con ilusión a Jesús aunque los años se vayan acumulando en cantidad? ¿Cómo vivir la experiencia cristiana sabiendo que es una suerte? ¿Cómo entender el evangelio como algo que me hace bien, cosa así de simple? ¿Puede contagiarse el deslumbre de Jesús?
- Mística: eso puede ser la resurrección: una mística. La mística tiene que ver con la intuición, lo indecible. Es lo que bulle dentro, el sentido, los dinamismos de los que antes hablamos. Atañe a aquello que es difícil entregar porque se desconoce casi todo de él. Pero es la razón para levantarse cada día con buen ánimo, agradeciendo el regalo de vivir y respirar. ¿No está la resurrección en el fondo de todo eso? ¿No podría contribuir la espiritualidad de la resurrección a soplar en las cenizas de nuestro ser místico y a darle nuevo impulso?
4. Una perspectiva social
Puede que estas valoraciones nos empujen a un alejamiento de lo cotidiano. Nada más lejos de la espiritualidad de la resurrección. Esta puede tener una dimensión social.
- La resurrección y la paz: ¿Cómo hablar de la hermosura de la resurrección, de su envolvente atractivo cuando siguen cayendo las bombas en las calles de Kiev o de Sumi, cuando los palestinos de Gaza y Cisjordania están un poco más machacados (¿más todavía?), cuando en el Congo la violencia sube de nivel o en Yemen la destrucción es continua? ¿Para qué sirve recordar la resurrección de Jesús? Para que no muera la malherida esperanza, para que sigan adelante los grupúsculos que en esos mismos lugares siembran la paz y la sensatez, para que no tiren la toalla los misioneros y misioneras que hacen lo que pueden en esos infiernos, para que no desaparezca del todo la sonrisa de los niños de esas regiones sacrificadas. Aunque estén al borde de la ruina, que no muera la esperanza.
- La resurrección y la buena relación: la muerte de Jesús fue injusta, pero supuso un beneficio para la buena relación porque para no pocas personas ha sido una orientación de vida: han entregado su vida por los demás. Como Él. Por eso, su resurrección es el triunfo de las buenas relaciones, de los esfuerzos para que los humanos podamos vivir un día como hermanos. Quizá no nos demos cuenta, pero la resurrección de Jesús es un beneficio social. Muchos se han visto atraídos por ella y eso ha generado mucha entrega en la historia humana. A veces no sabemos de dónde brota el deseo de entendimiento entre los humanos. Quizá la resurrección de Jesús sea una de sus fuentes secretas.
- La resurrección y la integración social: la muerte de Jesús fue un acto execrable de exclusión y su resurrección la otra cara de la medalla: la integración profunda de los excluidos, la certeza de la legitimidad de sus derechos, la inapelable verdad de que las lágrimas de los excluidos no se vertieron en vano, aquellos que, como decía Nicanor Parra del Cristo de Elqui “entregaron su vida como Él en holocausto por un mundo mejor”. Murieron en el desamparo, pero no estaban desamparados.
- La resurrección y el respeto: porque seguimos queriendo “medir” el atractivo de la resurrección de Jesús en épocas de avasallamiento, bulos, grandes menosprecios internacionales, pasmados ante le desacato de los poderosos, sorprendidos de la falta de entendimiento y, mirándonos a nosotros, incapaces de ser educados y respetuosos con quien no piensa o vive como nosotros. Una resurrección avasalladora no es la de Jesús. Y esa no puede atraer a nadie porque el desdén, la ridiculización y el machaque del otro no son caminos de resurrección, sino sendas que llevan al descalabro humano. Una resurrección para el cuidado y el respeto entre las criaturas. Ahí radica parte del atractivo de la resurrección.
5. Una imagen
Acompaña a esta reflexión una viñeta: es un cuadro de la pintora vallisoletana Belén Sambucety. Quizá no sea una gran obra maestra, pero ilustra muy bien lo que queremos decir: la playa, el mar y el cielo son tres niveles de luz. Eso es lo que atrae a la niña que mira el mar, tiene encima el cielo y los pies afincados en la playa. Toda envuelta en luz que se trasluce a su luminoso vestido. Mirar la luz, sentirse envueltos por ella, pertenecer a un misterio que está más allá de cualquier tú. Atraídos y dichosos, envueltos y luminosos, haciendo parte de algo que nos trasciende. Maneras torpes de decir que lo que nos atrae es lo que nos compone.
Conclusión
Siempre nos deseamos que la Pascua no pase en balde. Es el tiempo central de la fe. Que no se diluya, que no pase inadvertido, que escuchemos los pasos quedos del Jesús que hace camino con nosotros. Que el recuerdo de Jesús resucitado sea tan vivo como siempre y, si se puede, un poco más. Que algo se conmueva por dentro y que se exprese por fuera.
Hacemos nuestra, para terminar, la vieja plegaria de Anselmo de Canterbury: «Te ruego, Señor, que me hagas gustar a través del amor lo que gusto por medio del conocimiento; haz que sienta a través del afecto lo que siento por medio del intelecto. Señor, atráeme por completo a tu amor. Mi corazón está ante ti, oh Señor; se esfuerza, pero no puede solo: te ruego que me suplas. Introdúceme en la celda de tu amor: te lo pido, te lo suplico, llamo a la puerta de tu corazón. Y tú, que me haces pedir, concédeme recibir. Tú, que me haces buscar, haz que te encuentre».
2 comentarios
Teresa -
¿No podría contribuir la espiritualidad de la resurrección a soplar en las cenizas de nuestro ser místico y a darle nuevo impulso? Ese debería ser el motivo de nuestra celebración pascual.
¿Para qué sirve recordar la resurrección de Jesús? Para que no muera la malherida esperanza, para que sigan adelante los grupúsculos que en esos mismos lugares siembran la paz y la sensatez, para que no tiren la toalla los misioneros y misioneras que hacen lo que pueden en esos infiernos, para que no desaparezca del todo la sonrisa de los niños de esas regiones sacrificadas. Buena pregunta y mejor aterrizaje en brazos de la realidad donde hacemos pie.
Mirar la luz, sentirse envueltos por ella, pertenecer a un misterio que está más allá de cualquier tú. Atraídos y dichosos, envueltos y luminosos, haciendo parte de algo que nos trasciende. O dejarse transfigurar por la Pascua. Precioso propósito. Y la mejor manera de ser testigos de ella.
Como siempre, magnífica conclusión: Siempre deseamos que la Pascua no pase en balde. Que no se diluya, que no pase inadvertida, que escuchemos los pasos quedos del Jesús que hace camino con nosotros. Que algo se conmueva por dentro y que se exprese por fuera.
Teresa -
Dame tu fuego: esa es la plegaria de la resurrección, hacer parte de ese fuego que anida en el cimiento de lo humano, el fuego incombustible del resucitado. Cuánto necesitamos de ese fuego Habrá que aprender incluso el anhelo, tanta es la indiferencia reinante y la falta de ardor en la vivencia espiritual.
lo decisivo es entrar en el torbellino de amor de Jesús (eso es la resurrección). Algo al alcance de todos; también de los pobres y pequeños.
(Continuará...)