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FIAIZ

RETIROS

Retiro Pascua 2025

¡ATRÁEME!

La resurrección de Jesús

como fuerza que atrae

 

         Por nuestra dependencia cultural, por nuestro aprendizaje religioso y por nuestra formación intelectual pensamos que los mecanismos de la fe son mayoritariamente intelectuales. Creemos tener fe porque tenemos ideas religiosas. Y, aunque muchas veces comprobamos que, teniendo tales ideas, nuestros comportamientos no se adecúan a ellas (“no hacen lo que dicen”: Mt 23,3) seguimos ese camino amenazado de esterilidad.

         Podríamos intentar y cultivar otra senda. Si abandonar el componente de la sensatez y de una indudable racionalidad, ¿por qué no ir construyendo una fe más antropológica, más enraizada en lo humano, más acorde con los dinamismos del ser humano? Esos dinamismos (dynamis siginifica “fuerza”) son fuerzas que nos habitan, que nos empujan y nos organizan la vida. No sabemos muy bien de dónde brotan ni a dónde nos llevan. Pero están ahí bullendo en nuestro interior. ¿Por qué no mezclar la espiritualidad con tales dinamismos?

         Quizá desde ahí podríamos entender la resurrección de Jesús con un punto de novedad. Ésta puede ser considerada como un “atractor”, algo que atrae y que va construyendo un orden nuevo, una realidad distinta en quien se siente atraído. Es una fuerza cada vez más imparable que lleva a mirar la realidad de manera mueva y que va cristalizando en tomas de postura vitales sencillas pero concretas en una determinada dirección. Le lleva a uno a vivir lo diario con un brillo distinto, con un horizonte que antes no tenía, con una fuerza que le anima a no tirar la toalla. No es fácil decirlo, pero se quiere escapar de un “historicismo resurreccional” que, al final, no ilusiona, no enardece, no motiva cambios reales.

         Puede que estas expresiones nos resulten más lejanas, frías e inservibles que las heredadas en los viejos parámetros historicistas. Pero la intención es la de intentar un planteamiento algo distinto sobre aquello que consideramos el núcleo de la fe.

 

1.  Atráeme al remolino de tus pasiones

 

         Recurramos a los poemas apasionados, que de pasiones hablamos cuando queremos acercarnos a la luz de la resurrección. Este texto es de “la negra” Rodríguez (cantaora y bailaora española fallecida en 2018):

 

Atráeme al remolino de tus pasiones. 

Abrásame  en tus llamas, sé mi pira.

 Yo soy el papel que se consume.

 Dame el calor de tu piel  dame tu fuego.

Y luego de haberme sometido a tus deseos

¡Ámame intensamente!

 

  • Atráeme al remolino de tus pasiones: Una vivencia fría de la resurrección puede tener su valor, pero no está en el núcleo. Porque cuando se habla de resurrección más que de una vida del más allá se está hablando de un torbellino de pasiones del más acá. Sin sentir esa pasión no se le puede ver “vivo”.
  • Abrásame en tus llamas: porque también es eso: un fuego abrasador, una hoguera que consume., un “pira” en la que solamente quedan las cenizas del verdadero amor, lo último, lo más verdadero de uno mismo. Estamos hablando de extremos.
  • Papel que se consume: una vez que arde, se volatiliza, desparece en esa unión con el fuego que le lleva a otra dimensión, a otra morada, la fusión del amor.
  • Dame tu fuego: esa es la plegaria de la resurrección: hacer parte de ese fuego que anida en el cimiento de lo humano, el fuego incombustible del resucitado.
  • ¡Ámame intensamente!: la intensidad del amor del resucitado lo hace ser distinto, fundamental, profundo. Otra categoría de amor, otra manera. Eso es lo que cambia la mirada y el corazón.

 

2. La casa se llenó de la fragancia del perfume: Jn 12,1-8

 

«Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume. Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?».Esto lo dijo no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa, se llevaba de lo que iban echando. Jesús dijo: «Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis» .Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron no solo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús».

 

         La liturgia pone este texto en relación con la pasión de Jesús. Por eso se lo lee en el lunes santo. Pero también puede leerse en relación con la resurrección. De manera anticipativa, se quiere decir algo de lo que el lector, de manera especular, capta cuando lee el pasaje.

         Así es: este texto puede leerse teniendo como trasfondo el Cantar de los Cantares y, desde ahí, la belleza del resucitado aparece con fuerza.

  • El Cantar comienza con un grito de enamorada: “Arrástrame” (Cant 1,4). Estamos hablando de un torrente que arrastra (Cant 8,7), de un tornado que se lleva todo por delante. De aquella cena aparentemente apacible, surge el huracán de María, la pasión, que parece que no estaba contemplada y que se adueña de la situación. Al final, lo que se narra no es la cena, sino la unción de María y su volcán.
  • Porque el nardo es perfume que se derrama “mientras el rey estaba en su diván” (Cant 1,12), escena de amor ante el “reclinado” Jesús. El nardo “despedía su perfume” (Cant 1,13). La potencia del nardo refleja bien el volcán de amor que hay en María, perfume envolvente que “llena la casa de fragancia”. Perfume de vida, de amor, no de muerte (se apunta a una muerte con un lenguaje de vida).
  • El cabello no seca nada, pero es tiene un significado amoroso en la mujer de primera magnitud. Dice Cant 7,6: “en tus cabellos de oro ha quedado cautivado el rey”. No solamente ha “secado” los pies, sino que Jesús ha quedado cautivado por los cabellos de María. No podemos entender en la escena a un Jesús “impasible” (nunca se ha puesto ahí el acento).
  • Una libra de perfume de nardo es una barbaridad (327 gr.), lo que evoca la desmesura del amor de María. No solo quiere ungir los pies, sino que, de algún modo, quiere que la comensalía sepa de su amor como la esposa quiere que se sepa de su amor (Cant 5,8).
  • Dice que le ungió los pies: que una mujer toque los pies de un hombre es inverosímil. Pero aquí el osado amor toca los pies de quien “viene saltando por las colinas” (Cant, 2,8), de quien es el amor. El uso del nardo para los pies es igualmente inverosímil. Locuras de amor.
  • Desde esta perspectiva, el asunto de Judas en relación con los pobres se vuelve secundario y casi intranscendente: lo decisivo es entrar en el torbellino del amor de Jesús (eso es la resurrección) y una propuesta de economía igualitaria surgirá, hará parte del mismo acto de amor y de justicia.

 

3. Ahondamiento

 

  • Una fe nueva: esa es la fe desde la perspectiva de la resurrección. Siendo realistas ¿es posible una fe nueva? ¿Esa novedad es compatible con la historia de la fe? No lo sabemos. Pero sí sabemos que vivir la fe desde el rollo cansino de siempre es algo que fatiga y que esa fatiga lleva a la irrelevancia y al amuermamiento cuando no a la malcreencia. ¿Dónde encontrar arrestos para lo nuevo? ¿En qué fuente beber para que su agua nos sepa a nuevo? ¿Se puede aspirar con sensatez a algo de esto o hay que abandonarlo ya? Tal vez el hacerse preguntas pueda ser un inicio hacia ese deseado país de la novedad.
  • Una propuesta atrayente: visto el comportamiento religioso de los cristianos en nuestros lugares creemos que hay que concluir que no existe el interés por una propuesta nueva; es suficiente con la de siempre (y si se puede ir un poquito más atrás, mejor). Un sector minoritario parece desear otro camino. ¿Merece la pena hacer parte de ese sector y seguir intentando presentar de una manera atrayente, racional, sensata y espiritual a la vez, otro tipo de vivencia de la fe? ¿No es darse contra un muro? ¿No tiene nada que decir a esto eso que denominamos como novedad de la resurrección? ¿Es posible esa novedad sin que nada cambie? ¿Ha cambiado algo la Iglesia en los 10 últimos años? Mientras tanto, celebramos la resurrección de Jesús año tras año diciendo que es una celebración nueva (“noticia que llega siempre y que nunca se gasta”: himno de laudes del domingo I semana).
  • Deslumbrados: de ese modo debería dejarnos el resplandor de la Pascua, deslumbrados. ¿Qué es lo que nos deslumbra, que da brillo y luz a nuestra mirada? ¿Cómo conjurar la mirada cansada de la resurrección? ¿Cómo mirar con ilusión a Jesús aunque los años se vayan acumulando en cantidad? ¿Cómo vivir la experiencia cristiana sabiendo que es una suerte? ¿Cómo entender el evangelio como algo que me hace bien, cosa así de simple? ¿Puede contagiarse el deslumbre de Jesús?
  • Mística: eso puede ser la resurrección: una mística. La mística tiene que ver con la intuición, lo indecible. Es lo que bulle dentro, el sentido, los dinamismos de los que antes hablamos. Atañe a aquello que es difícil entregar porque se desconoce casi todo de él. Pero es la razón para levantarse cada día con buen ánimo, agradeciendo el regalo de vivir y respirar. ¿No está la resurrección en el fondo de todo eso? ¿No podría contribuir la espiritualidad de la resurrección a soplar en las cenizas de nuestro ser místico y a darle nuevo impulso?

 

 

4. Una perspectiva social

 

         Puede que estas valoraciones nos empujen a un alejamiento de lo cotidiano. Nada más lejos de la espiritualidad de la resurrección. Esta puede tener una dimensión social.

  • La resurrección y la paz: ¿Cómo hablar de la hermosura de la resurrección, de su envolvente atractivo cuando siguen cayendo las bombas en las calles de Kiev o de Sumi, cuando los palestinos de Gaza y Cisjordania están un poco más machacados (¿más todavía?), cuando en el Congo la violencia sube de nivel o en Yemen la destrucción es continua? ¿Para qué sirve recordar la resurrección de Jesús? Para que no muera la malherida esperanza, para que sigan adelante los grupúsculos que en esos mismos lugares siembran la paz y la sensatez, para que no tiren la toalla los misioneros y misioneras que hacen lo que pueden en esos infiernos, para que no desaparezca del todo la sonrisa de los niños de esas regiones sacrificadas. Aunque estén al borde de la ruina, que no muera la esperanza.
  • La resurrección y la buena relación: la muerte de Jesús fue injusta, pero supuso un beneficio para la buena relación porque para no pocas personas ha sido una orientación de vida: han entregado su vida por los demás. Como Él. Por eso, su resurrección es el triunfo de las buenas relaciones, de los esfuerzos para que los humanos podamos vivir un día como hermanos. Quizá no nos demos cuenta, pero la resurrección de Jesús es un beneficio social. Muchos se han visto atraídos por ella y eso  ha generado mucha entrega en la historia humana. A veces no sabemos de dónde brota el deseo de entendimiento entre los humanos. Quizá la resurrección de Jesús sea una de sus fuentes secretas.
  • La resurrección y la integración social: la muerte de Jesús fue un acto execrable de exclusión y su resurrección la otra cara de la medalla: la integración profunda de los excluidos, la certeza de la legitimidad de sus derechos, la inapelable verdad de que las lágrimas de los excluidos no se vertieron en vano, aquellos que, como decía Nicanor Parra del Cristo de Elqui “entregaron su vida como Él en holocausto por un mundo mejor”. Murieron en el desamparo, pero no estaban desamparados.
  • La resurrección y el respeto: porque seguimos queriendo “medir” el atractivo de la resurrección de Jesús en épocas de avasallamiento, bulos, grandes menosprecios internacionales, pasmados ante le desacato de los poderosos, sorprendidos de la falta de entendimiento y, mirándonos a nosotros, incapaces de ser educados y respetuosos con quien no piensa o vive como nosotros. Una resurrección avasalladora no es la de Jesús. Y esa no puede atraer a nadie porque el desdén, la ridiculización y el machaque del otro no son caminos de resurrección, sino sendas que llevan al descalabro humano. Una resurrección para el cuidado y el respeto entre las criaturas. Ahí radica parte del atractivo de la resurrección.

 

 

5. Una imagen

 

         Acompaña a esta reflexión una viñeta: es un cuadro de la pintora vallisoletana Belén Sambucety. Quizá no sea una gran obra maestra, pero ilustra muy bien lo que queremos decir: la playa, el mar y el cielo son tres niveles de luz. Eso es lo que atrae a la niña que mira el mar, tiene encima el cielo y los pies afincados en la playa. Toda envuelta en luz que se trasluce a su luminoso vestido. Mirar la luz, sentirse envueltos por ella, pertenecer a un misterio que está más allá de cualquier tú. Atraídos y dichosos, envueltos y luminosos, haciendo parte de algo que nos trasciende. Maneras torpes de decir que lo que nos atrae es lo que nos compone.

 

Conclusión

 

         Siempre nos deseamos que la Pascua no pase en balde. Es el tiempo central de la fe. Que no se diluya, que no pase inadvertido, que escuchemos los pasos quedos del Jesús que hace camino con nosotros. Que el recuerdo de Jesús resucitado sea tan vivo como siempre y, si se puede, un poco más. Que algo se conmueva por dentro y que se exprese por fuera.

Hacemos nuestra, para terminar, la vieja plegaria de Anselmo de Canterbury: «Te ruego, Señor, que me hagas gustar a través del amor lo que gusto por medio del conocimiento; haz que sienta a través del afecto lo que siento por medio del intelecto. Señor, atráeme por completo a tu amor. Mi corazón está ante ti, oh Señor; se esfuerza, pero no puede solo: te ruego que me suplas. Introdúceme en la celda de tu amor: te lo pido, te lo suplico, llamo a la puerta de tu corazón. Y tú, que me haces pedir, concédeme recibir. Tú, que me haces buscar, haz que te encuentre».

Retiro en Adviento 2024

 

 

UN ADVIENTO DE ESPERANZA

PARA SEMBRAR LO DISTINTO

Retiro en Adviento 2024

 

1

BRIZNAS DE ESPERANZA

 

         La esperanza es un tema recurrente en Adviento. Pues ¡que vuelva la esperanza! Siempre viene bien volver a la espiritualidad de la esperanza sobre todo cuando esta parece escasear. Siempre nos alivia hablar de aquello que carecemos. Pero, de alguna manera, habría que “atrapar” aquello que nos resulta tan volátil.

         Por eso mismo hablamos de “briznas”, de aquello atrapable, pero pequeño, de lo que resulta casi insignificante pero que está ahí al alcance de la mano. ¿Eso tan pequeño, esa “brizna”, puede suscitar esperanza? Quizá sí.

         Dice el poeta M. Rico: “Nunca poseeremos la tierra./Si acaso, una brizna de aire o un destello”. Una brizna de aire, un destello, parecen nada. Pero es el don sagrado de vivir y respirar por el que algunos darían toda su fortuna. Y el francés G. Apollinaire: “Brizna de brezo, olor del tiempo./ Recuerda que yo te espero”. La esperanza como una brizna de brezo, un pajita humilde que, junto con otras, hace la escoba que barre el humilde hogar, las cuadras de los animales.

         Habrá que acercar la esperanza y entenderla y vivirla de forma humilde. Quizá de ahí brote la chispa de un fuego que alumbre los pasos. Por eso el Adviento es tiempo propicio para llamar quedamente a la esperanza, para que vuelva a descongelar el duro corazón que dice que no hay nada que hacer, que todo seguirá igual o peor, que la noche sigue siendo el escenario de nuestra vida.

         Adviento: tiempo para volver a la esperanza, con realismo, con humildad, con el anhelo que brota de un rescoldo del que vuelve a surgir una llamita, temblorosa y tenaz.

 

1. Yo me atengo a la esperanza

 

“Yo me atengo a lo dicho:
La justicia, a pesar de la ley y a costumbre,
a pesar del dinero y la limosna.
La humildad, para ser yo, verdadero.
La libertad, para ser hombre.
Y la pobreza, para ser libre.
La fe, cristiana, para andar de noche,
y, sobre todo, para andar de día.
Y, en todo caso, hermanos,
Yo me atengo a lo dicho: ¡la Esperanza!”

 

         P. Casadáliga

 

  • El clásico y conocido texto del obispo poeta puede ayudarnos, una vez más, a predisponernos a la esperanza (véase, si no, la canción “Ella viene y va” de Marta Soto). La esperanza ha de incluir la justicia porque una esperanza sin justicia es pura vaciedad. 
  • Ha de incluir, así mismo, la humildad, ya que una esperanza soberbia es la esperanza de los tiranos, de los invasores, de quienes menosprecian a los pobres. 
  • Ha de ser libre porque una esperanza humillada es una contradicción y solamente la esperanza que humaniza es la que libera. 
  • A la esperanza le va muy bien la pobreza porque los primeros demandantes de esperanza son los pobres ya que a ellos se les ha arrebatado casi siempre.
  • Y la fe puede ser leña en la hoguera de la esperanza, impulso que vuelve a tomar aliento, llamada que se escucha en el silencio más denso.
  • Por eso, nos atenemos a la esperanza, no como el clavo ardiendo a quien se agarra uno porque no hay otra cosa, sino como a la pequeña luz que puede iluminar un camino en sombras.

 

2. Vivir con esperanza

 

         Ahí está el quid: ¿cómo mantener viva la esperanza en que haga de contrapeso a la incertidumbre de la sociedad gaseosa? ¿Cómo elaborar la desesperanza de serie y las desesperanzas que se van añadiendo en el largo caminar humano? Vamos a tomar un párrafo del librito de M. Zambrano, Los bienaventurados para ahondar en estos interrogantes.

  • La esperanza envuelve toda la obra del ser humano, aunque este no se percate de ello. La cuna del ser es la esperanza. Por eso resulta tan definitiva: «Todo lo que el hombre busca conocer, toda acción que proyecta, todo padecer que cae sobre él, toda verdad que le sale al encuentro, es acogido primariamente por la esperanza, sin que ella se dé a ver» (p.136). La esperanza es el lugar de la vida acogida. Por eso, una vida en la desesperanza, en el disgusto, en la crítica amarga y negativizadora no aporta nada al esclarecimiento del camino que hay que seguir.
  • La esperanza tiene un apoyo insustituible que, si falla, resulta imposible: «Y en el fondo de esta esperanza genérica, absoluta, podemos discernir algo que la sostiene: la confianza» (p.136). Sin confianza es imposible entender la esperanza. Por eso mismo, generar confianza es posibilitar la esperanza. Una vida urdida en la desconfianza es una vida necesariamente desesperanzada.
  • Creemos que vivir en la esperanza es estar siempre en una vida de buen tono vital, optimista, creativo. Pensamos que la esperanza es incompatible con un cierto desaliento. Pero «la esperanza se deja ver como todo lo que alienta constantemente en sus desfallecimientos, en sus atonías». Es pues compatible el dinamismo de la esperanza con una debilidad existencia hecha de desfallecimiento y atonía. No puede ser estas excusas definitivas para apearse del carro de la esperanza.
  • El desaliento cerca a quien se esfuerza por leer la realidad de hoy de manera positiva.  Pero, dice Zambrano, «la esperanza salta visible en la desesperanza; en la desesperanza y en la exasperación que advienen por un suceso habido en la intimidad del ser entregado a sí mismo, o encerrado dentro de una situación sin salida» (p.136). Quien reflexiona sobre la esperanza ya está construyendo un camino esperanzado; quien intenta sacudirse el yugo pesado de  la negatividad, ya es constructor de esperanza, quien emplea palabras de contenido esperanzador ya colabora a la causa del futuro; quien aporta un grano de esperanza a la vida de alguien que lo pasa mal, es hijo de la esperanza.

 

3. Un apunte bíblico: Lc 7,18ss

 

         El tema de la esperanza atraviesa las páginas del Nuevo Testamento y se concentra en un asunto que, para el judaísmo del tiempo es vital: la esperanza mesiánica. Israel siempre ha esperado un Mesías potente y liberador. Al ser un pueblo de reducidas dimensiones, muchas veces oprimido por potencias extranjeras, su anhelo mesiánico ha salido reforzado. Con la declaración de independencia del moderno estado de Israel en 1948, se han visto concretados sus sueños mesiánicos en un escenario político con los resultados, desastrosos, que todos conocemos.

         La esperanza mesiánica iba acompañada en tiempos de Jesús de la certeza de que el mesianismo, para que fuera liberador, debía ser potente, económica y políticamente, capaz de expulsar al opresor y de mostrar la soberanía de Israel y Jerusalén sobre todos los pueblos del mundo.  De ahí el sentido general de la embajada de los enviados del Bautista Jesús en Lc 7,18ss.

         Aunque espiritual, la idea mesiánica del Bautista es heredera del espíritu de Elías: la restauración del yahvismo devolverá a Israel su primacía. Para eso hay que anunciar la purificación por el “fuego” y por la “poda” de los árboles destinados al infierno, el “bieldo” que separará a los fieles de los infieles (Mt 3,10ss). La tradición mesiánica del bajo judaísmo espera a este mesías nacionalista Por eso se le preguntará directamente a Jesús: “¿Eres tú Elías?” (Jn 1,21). Porque Jesús ha tomado un extraño camino: el mesianismo de la pobreza, la compasión, la piedad y la inclusión (Lc 4,14-30). Es perceptible el desconcierto del Bautista cuando envía una embajada a Jesús. Su esperanza mesiánica no concuerda con el pretendido mesianismo pobre de Jesús. Confundido en el mesianismo y en la esperanza: ¿qué hay que esperar? Esa es la cuestión final.

         Según Lc 7,22 lo que se debe esperar es un cambio radical de situaciones sociales. Para ello hay que comprender que el discernimiento que conlleva la cadena de comentarios  (los que la gente comenta en Lc 7,16-17) empuja a creer que el honor de Jesús como Mesías no está hecho a costa de nadie, sino por la entrega generosa a todos, sobre todo a los frágiles. Mesías pobre para los pobres. De ahí que lo que haya que esperar de este Mesías es que las esperanzas de los pobres vayan siendo realidad  sobre todo la de aquellos que han sufrido pérdidas irreparables: ciegos, cojos, leprosos, sordos, muertos, pobres.

         Un mesianismo para una sociedad de inclusión, para una economía igualitaria, para una fraternidad social. Ese es el gran sueño de Dios y la intención última del mesianismo de Jesús (Ef 1,10 y Col 1,20 dicen que podemos conocer el secreto designio de Dios: hacer una gran obra de reconciliación en lo creado). No consigna el evangelio la reacción del Bautista y el elogio que Jesús hace de él (Lc 3,24-35) no es suficiente para disipar las dudas.

         De cualquier manera, la esperanza cristiana más que escatológica es social: quiere alentar más a una vida en el más acá de la muerte que en el más allá de ella. Eso se corresponde a la certeza de que la fe cristiana es praxis antes que ideología, que el hacer determina el ser. Por eso la mística cristiana apoya todas las esperanzas que tienden a la conformación de una sociedad distinta, igualitaria, social, fraterna y que trate a los débiles con equidad. Construir una fe histórica es la gran tarea de la teología, de la espiritualidad y de la praxis cristiana. Ese es el cimiento de su esperanza.

 

4. Briznas de esperanza

 

a)   En la vida política: nos es muy difícil verlas por nuestra fuerte desafección y por nuestros posicionamientos rígidos. Pero, a veces, surge una brizna: el 27 de setiembre, el presidente de La Rioja, Gerardo Capellán, del PP, visita la Moncloa. En la rueda de prensa posterior sorprende a media España porque dice que la reunión ha sido cordial y que han hablado de transportes, inversiones y cultura (el tema de las Glosas Emilianenses). Los periodistas se quedan boquiabiertos porque esperaban que siguieran funcionando según la greña habitual. Pero no: políticos de distinto signo puede hablar de asuntos ciudadanos sin destruirse. Brizna de esperanza.

b)   En la vida cultural: todos hemos oído hablar de la orquesta West-Eastern Divan promocionada por el judío Daniel Baremboim y el palestino Edwar Said. Siguen dando conciertos a pesar de amenazas, cancelaciones y presiones. Representan a muchos colectivos que creen en la posibilidad de una convivencia, aunque los acontecimientos digan lo contrario. En esa línea están los chef del restaurante berlinés Kanaán, regentado por el palestino Jalil Debit y el judío Oz Ben David. Biznas de esperanza.

c)    En la vida religiosa: siempre unimos la esperanza al número de vocaciones; de ahí nuestra desesperanza. Pero se puede ligar a otras cosas. Escribía un religioso un bonito artículo sobre la enfermería en la que vivía con el título “Scala Dei”. Para él, el final de la vida era una ascensión al corazón del Padre. O esto otro: en Villava (Navarra) hay una enfermería de Dominicos en la que han acogido a otra de Claretianos. Son un solo grupo; todo en común. ¿Rentabilizar o brizna de esperanza por el apoyo en la debilidad?

d)   En la vida eclesial: hay quienes piensan que esto del Sínodo no va a servir para nada, pero otros mantienen la esperanza y colaboran. Quizá, cuando menos lo esperamos, cuando todo parece terminar es cuando surge una posibilidad. ¿Quiénes somos nosotros para borrar del horizonte de la Iglesia esa esperanza? Los grupos sinodales que persisten contra viento y marea son briznas de esperanza. Quizá el mismo Sínodo lo sea.

 

5. Actitudes para conectar con las briznas de esperanza

 

         Conectar con la desesperanza es fácil, Lo peliagudo es conectar con la esperanza. Para ello quizá se necesite una serie de actitudes:

  • Abandonar el negativismo: instalarse en “el todo está mal” para evitarse el esfuerzo del discernimiento y para hacer parte del coro de las lamentaciones que no mueven un dedo para que la cosa cambie es una actitud que bloquea cualquier camino de esperanza, si es que lo hubiere. El negativismo es tóxico y más cuando se da por supuesto que todo el mundo comulga con él (no es así). Sería bueno hacerle frente de palabra y de obra para que la plantita de la esperanza no se agoste nada más nacer.
  • No proyectar nuestra desconfianza: porque al hacerlo la queremos justificar. No desconfiemos de los demás porque nosotros seamos desconfiados. Demos un voto de confianza, demos segundas oportunidades. ¿No es el evangelio una propuesta de segunda y terceras oportunidades (setenta veces siete)? Quizá la esperanza brota en la oportunidad repetida.
  • Exponerse al vientecillo de la novedad: no temer acatarrarse, no apalancarse en lo de siempre por la indolencia de cambiar de postura en el sillón en el que llevamos muchos años. Airear un poco la cabeza y el corazón con un poquito de formación actualizada. Salir más al escenario de la calle no para perder el tiempo, sino para ver y tocar como se mueve la sociedad de hoy. ¿Cómo, si no, pretender ser esperanza para quien desconocemos?
  • No descreer de la bondad: porque hay mil motivos para ello. Pero descreer de la bondad es descreer del mismo Dios que es bueno, una especie de ateísmo que puede afectar a creyentes declarados. Una paradoja, un oxímoron. Emplear lenguajes  (verbales y no verbales) bondadosos para facilitarle la entrada a la tímida esperanza.
  • Ser proactivos: como se dice ahora. Salir del apoltronamiento que sabe de todo, diserta sobre todo, entiende de todo pero no termina de dar un paso adelante. La esperanza no es teoría, sino práctica, camino recorrido. ¿Dónde adquirir ese empuje que nos lleve a actuar? No lo sabemos. Pero sí sabemos que mientras estemos en las palabras estamos a medio camino. Al final, la inocente esperanza nos pregunta: ¿Tú, qué haces (Anda y haz tú lo mismo)?

 

Conclusión

         Cada Adviento que llama a nuestra puerta es una oportunidad más. Si la desaprovechamos, vendrá otra vez a nosotros, pero nos habremos perdido la de este año. Y no estamos para muchas pérdidas. Hemos de preguntarnos con paz y tratar de responder con paz.

         En lo que de nosotros dependa, demos cancha a la esperanza. Hagámonos eco de aquello que dice FT 30: “El aislamiento y la cerrazón en uno mismo o en los propios intereses jamás son el camino para devolver esperanza y obrar una renovación, sino que es la cercanía, la cultura del encuentro”.

         Que pueda ser el Adviento un camino abierto a una celebración de la Navidad más esperanzada, más liberadora, espacio de respiro. Los poetas, como L. Aragon, saben decirlo:

 

Un jour pourtant, un jour viendra couleur d'orange
Un jour de palme, un jour de feuillages au front
Un jour d'épaule nue où les gens s'aimeront
Un jour comme un oiseau sur la plus haute branche.

 

(Vendrá un día de color naranja,

Un día de palmas, de coronas de flores en la frente,

Un día de hombros desnudos en que las gentes se amarán,

Un día como un pájaro en la rama más alta)

 

 

2

SEMBRAR LO DISTINTO

 

         Queremos hacer una segunda reflexión para personas que dejan una puerta abierta a las preguntas, que se plantean si su trabajo evangelizador está bien orientado o requiere algún tipo de cambio. Hay quien no duda de que siembra lo que quiere sembrar. No tiene dudas. Para él sobran este tipo de reflexiones. Tan amigos. Pero si uno está abierto y, viendo lo que ocurre, quiere preguntarse si, en materia de pastoral, estamos haciendo lo correcto, quizá pueda encontrar alguna luz.

         Corre por internet una frase atribuida a A. Einstein que tiene miga: “Si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo”. Si viendo lo que vemos (abandono de la práctica religiosa, poca credibilidad de la Iglesia, envejecimiento de la VR, lejanía del hecho social, etc.), seguimos con las mismas “siembras”, tendremos similares cosechas.

         ¿Cómo sembrar otra cosa? ¿Qué es lo que habría que sembrar? ¿Podemos realmente hacer otra siembra a la que no estamos acostumbrados? ¿Existen fórmulas eficaces para poder sembrar otra cosa? ¿Cómo entrever la posibilidad de una pastoral distintita?

         Creemos que esta intuición está ligada al tema de la esperanza y, por ello, al tema del Adviento porque si lográramos llegar a una siembra distinta hecha con esperanza veríamos resultados diversos.

 

1. Desear lo distinto

 

         Cuando decimos que quizá haya que sembrar otra cosa, vistos los resultados, tal vez ese no sea buen principio. Habría que sembrar con novedad porque el Mensaje es novedad, porque el evangelio es horizonte, por una mística del descubrimiento de lo hermoso de la fe, no por los malos resultados obtenidos de nuestra pastoral.

         Para sembrar algo distinto hemos de sentir la necesidad de hacerlo. Hemos de cambiar el chip: la culpa del abandono de la fe tal vez no la tengan los que se van sino, sobre todo, los que nos quedamos. La vivencia de una fe envejecida da como resultado una cosecha de fe pobre y envejecida ella misma. Sin desear uno mismo lo nuevo es imposible ofrecer nada nuevo. Pongamos por caso la predicación: si lo que ofreces en tus homilías no tiene pizca de novedad para ti, si es, más o menos, lo de siempre, así lo será también para quien escucha.

         Intentar lo nuevo puede ser una constante de la pastoral. Dice FT 11: “Cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual. En realidad, toda auténtica acción evangelizadora es siempre «nueva»”. Todo esto no puede brotar de un corazón cansado, rutinario, repetitivo.

         ¿Dónde encontrar el arranque para lo nuevo? ¿Puede ser solamente la decepción de los resultados o hay que aspirar a algo más radical? En primer lugar hay que decir que para hacer algo diferente es preciso tener una mentalidad diferente. Se trata de cambiar la mentalidad de “funcionario pastoral” por la de “servidor pastoral”. Se trata de servir la fe como quien construye un camino creyente, no como quien administra un supermercado de lo religioso.

         En segundo lugar se trataría más que de trasmitir una creencia de ayudar a una experiencia. Lo importante no sería lograr que la doctrina se acepte sino que el evangelio toque la vida del cristiano. Ayudar a una experiencia llevaría a poner más énfasis en los grupos de adultos, en desventaja en los planes de pastoral.

         En tercer lugar sería preciso trabajar por ayudar a mezclar fe y sociedad, fe y cultura. Este encuentro es preciso para que fe y vida no se vivan en compartimentos estancos sino trasvasables. ¿Qué fruto podrían dar grupos como los de justicia y paz o similares?

         En cuarto lugar habría que seguir trabajando, y por derroteros nuevos si se puede, el tema comunitario: tenemos parroquias, pero no tenemos comunidades vivas que no sean sectarias sino movimientos envolventes capaces de ayudar al logro de una fe adulta en modos de cercanía real.

         Todo esto representa una tarea ingente que solamente un empeño ilusionado puede llevar adelante. Si solamente se entiende la atención pastoral como un cubrir las exigencias de una pastoral del culto, todo lo dicho es música celestial.

 

2. Todo lo hago nuevo: Ap 21,5

 

         “Y el que estaba sentado en el trono dijo:

         -Todo lo hago nuevo.

 

         El libro del Apocalipsis es una continua “lucha” entre el “vidente” (Juan) que quiere mostrar la dura actuación de Dios contra quienes persiguen a los cristianos y contra los malos en general y el “teólogo” (oculto en la especularidad narrativa) que dice que Dios va actuar con amor, incluso con los malvados.

         El vidente escucha que todo ha de ser nuevo. Pero quiere seguir manteniendo los viejos parámetros religiosos y morales de siempre. El teólogo dice que no: las murallas han de permanecer abiertas, la ciudad no tendrá templo, no habrá nada ni nadie maldito. Son dos visiones diferentes de la fe que enfrentan: la de quien quiere seguir empleando los mecanismos de siempre y la de quien busca caminos nuevos de más apertura, flexibilidad y novedad.

         Es lo que sucede con la misma vida de Jesús: él ha optado por la línea del amor y del perdón, divergiendo de la línea de Elías y de Juan Bautista que es la del comportamiento religioso de siempre y que no ha dado los frutos deseados.

         Hoy también la pregunta se plantea como un verdadero reto para el creyente: ¿cuál es el cimiento de tu fe y de tu evangelización? ¿La norma religiosa y moral consagrada o la búsqueda y el enamoramiento que lleve a una experiencia viva de Jesús? No olvidemos lo que viene a decir la EG: hoy se puede transmitir la fe con dos condiciones: si hay una verdadera experiencia de Jesús y si se hace con alegría.

 

3. Las raíces espirituales de una siembra nueva

 

         ¿Dónde pueden estar las raíces espirituales de una siembra nueva, de una nueva teología pastoral?

  • Pastoral del enamoramiento: lo que se busca es que el creyente termine enamorado de la persona de Jesús. ¿Es esto posible? El amor salta fronteras y fechas. Para llegar a ello es preciso que uno mismo haya tenido esa experiencia de enamoramiento, de deslumbre, de iluminación (como lo que hace I. Vallejo, por ejemplo, con la cultura clásica). Si uno es capaz de ir en esta línea sin rubor, si logra generar en sí mismo un amor vivo por Jesús, quizá logre contagiar a otros y encontrará cauces. La gente verá que dentro del servidor de la fe hay algo distinto.
  • Pastoral de sueños: hemos urdido una pastoral de ideas y quizá sean más importantes los sueños. Las bienaventuranzas, por ejemplo, son los sueños del “soñador” Jesús. Creemos que andar en busca de un sueño es lo mismo que andar tras una quimera. Pero no es así. Los sueños de Jesús son que las desventuras de los pobres no duren siempre, que haya una economía de igualdad y fraternidad, que la reconciliación vaya adelante, que entendamos que un Dios que es el todo bien ha unido su suerte a la nuestra, que el cielo está en lo profundo, etc. Sueños, no quimeras.
  • Pastoral de intentos: porque ese es nuestro tiempo, el de los intentos. Intentar caminos nuevos ya es positivo. Si se logra algo, mejor; si no, paciencia. No se puede dejar de intentar algo porque una vez anterior no resultase. Quizá se está en un contexto distinto e intentarlo tiene un sentido. La edad no puede ser óbice para no intentar caminos nuevos. El gran problema no es la edad, sino la ilusión.
  • Pastoral del lío: al papa argentino le gusta ese término: ¡hagan lío! Quiere decir algo así como: construyan una fe en la ciudadanía. Una fe fuera de la ciudadanía se convierte en una fe sectaria, para iniciados religiosos. La ciudadanía, muchas veces sin violencia alguna, le da la espalda. Es el componente “político” del seguimiento (el otro es el “místico”) muchas veces ausente y en desequilibrio. Solamente una fe significativa, con sentido, podrá tener cabida en el conjunto de la ciudadanía.

 

4. Solos o acompañados

 

         ¿Puede hacer esto solo un agente de pastoral, un párroco o vicario, un catequista? Posiblemente se requiera el trabajo en grupo como exigencia ineludible.

  • Trabajos con laicos: no solamente porque uno no llega a todo, sino porque son agentes de evangelización a pari con el cura, aunque no cobren sueldo (habría de cobrar atención, aprecio, igualdad en la gestión, más allá de lo que diga el CIC).
  • Trabajos con mujeres: no solamente en labores auxiliares, sino dándoles cancha en la gestión parroquial y preparándolas para ello.
  • Trabajos con entidades de solidaridad: con Cáritas, Manos Unidas u otras de corte cristiano y aun con algunas que sean simplemente de componente humanitario.
  • Trabajos con colectivos o personas que subrayan la mística: no solamente comunidades contemplativas, si las hubiere, sino también con grupos de personas orantes o comunidades de base que viven en la ciudad.
  • Trabajos con increyentes o de otras religiones: si hay foros para ello. Abrir puertas. Colaborar con sentido ecuménico actualizado llevando el ecumenismo no solamente al terreno religioso, sino también existencial.

 

5. Algunas cosas que se puede hacer ya (y que se hacen)

 

         Se puede hacer pero no sin dificultades, internas (las que provienen de la propia comunidad) y las de fuera (el obispo, la sociedad, el ambiente).

  • Emplear otros lenguajes: aun con el riesgo de ser advertido por quienes piensan que si se cambia la forma se cambia el contenido. Pero lo cierto es que el lenguaje litúrgico y lel teológico contienen un gran nivel de arcaísmo y desconexión. Adecuarlos a la actual espiritualidad y en conexión con el hecho social no es una arbitrariedad sino una necesidad.
  • El despacho: un lugar de acogida: no solamente un lugar para la burocracia parroquial, sino también lugar de escucha, acogida, orientación y solución de situaciones. No puede ser lugar únicamente de exigencias, sino de amparo.
  • Potenciar la escucha: no tanto la escucha en confesión, muy en decaída, sino la escucha simplemente humanitaria. Plantearse el hacer esto no a salto de mata sino de manera organizada.
  • Celebraciones comunitarias del perdón: porque quizá sea la única manera a la mano de recuperar y recrear la espiritualidad del perdón. Trabajar en los resquicios legales y en el terreno de la profecía aunque esto cause ciertos roces con la jerarquía.
  • Colaboración social: no cansarse de mostrar este lado de la fe como esencial al hecho de creer: el amor al pobre hace parte del núcleo de la fe, no es su mera consecuencia.
  • Presencia pública: si hubiere ocasión (ateneos, radios, periódicos). Prepararse para ello, cultivar la literatura y la comunicación. Saber estar como creyente en contextos de una sociedad laica.
  • Lugares de oración redescubierta: no meramente tradicional (exposición del santísimo) sino en parámetros de más novedad (al estilo Taizé o así). No cerrar la iglesia a cal y canto.
  • Economía reorientada: economía parroquial ordenada y con un cierto sentido social (estipendios de las misas).
  • Comunidad de comunidades: trabajar el sentido de comunidad en los grupos y poniéndolos en relación en retiros, convivencias, etc. No cansarse de trabajar la comunidad.
  • Seguimiento de procesos: en cristianos predispuestos a un mayor compromiso. Facilitar el estudio de la teología a los laicos en centros un poco abiertos.

 

Conclusión

 

         Sería una conclusión indeseada que, tras lo expuesto, cundiera el desaliento. Uno puede desplazarse desde donde está. Lo importante es el deseo de hacer otra siembra para tener otra cosecha.

         Las posibilidades, algunas de ellas, están a la mano. No puede ser óbice el tener la sensación de que esto no hay quien lo cambie. El cambio siempre es posible, en parte.

         Esto sería un verdadero adviento de esperanza para la comunidad cristiana y llevaría a poner carne al abrupto misterio de la encarnación de Jesús, su formidable y amoroso vínculo con la historia.

***

 

Lo querían matar
los iguales,
porque era distinto.

Si veis un pájaro distinto,
tiradlo;
si veis un monte distinto,
caedlo;
si veis un camino distinto,
cortadlo;
si veis una rosa distinta,
deshojadla;
si veis un río distinto,
cegadlo…
si veis un hombre distinto,
matadlo.

¿Y el sol y la luna
dando en lo distinto?
Altura, olor, largor, frescura, cantar, vivir
distinto
de lo distinto;
lo que seas que eres,
distinto
(monte, camino, rosa, río, pájaro, hombre):
si te descubren los iguales,
huye a mí,
ven a mi ser, mi frente, mi corazón distinto.


 

(Juan Ramón Jiménez)

RETIRO PASCUA 2024

 

Reflexión en la Pascua 2024

 

 

LA VOZ DEL NOVIO

Pascua para una fe cálida 

 

Raramente se pregunta el creyente por la “temperatura” de su fe. Se reza, se celebra, se vive, se compromete y se va adelante. Pero valorar la temperatura de lo que se vive, poner el “termómetro” a lo que se cree puede ser interesante. Puede ser un indicador.

Nadie duda que en esta época de la Iglesia, bajo el paraguas del Vat. II que, mal que bien, sigue vivo, la vivencia de la fe cristiana ha adquirido un nivel de mejoría que, globalmente hablando, no ha tenido en toda la historia de la fe.  Pero si nos preguntamos por la temperatura de la vivencia cristiana, quizá haya que reconocer que, en ocasiones, no es cálida.

Una fe fría, rígida, normativa, añorante del pasado es la que se percibe en ciertos sectores de la comunidad cristiana. No se plantean la calidez de la fe, sino su cumplimiento. No les interesa el “ardor” de la Palabra, sino la exactitud de las rúbricas. No se preguntan por una teología y una espiritualidad abrazante, sino por la “sana doctrina”.

¿Cómo escapar de tal influencia? ¿Cómo construir y vivir una fe cálida? ¿Puede ser la Pascua un tiempo bueno para activar la vivencia de una fe de mayor calidez? ¿No es la Pascua el tiempo en que se activa la vivencia de la resurrección y esta no se puede entender como una realidad fría? ¿No percibimos esta calidez en los relatos de resurrección más allá de sus peculiaridades e interrogantes no resueltos?

La reflexión y el retiro pretenden animar, empujar al encandilamiento del resucitado, al brillo en los ojos de quien entiende que aquí se está hablando de amor. ¿Puede el amor ser una realidad fría?

 

1. La casa de mi amigo

 

         Allá por los años 70, Ricardo Cantalapiedra publicó un disco que se escucharía en todas las parroquias. Una de sus canciones más celebradas, que aún recordamos, fue “La casa de mi amigo”:

 

La casa de mi Amigo no era grande;
su casa era pequeña.
En la casa de mi Amigo había alegría,
y flores en la puerta.

A todos ayudaba en sus trabajos;
sus obras eran rectas.
Mi Amigo nunca quiso mal a nadie;
llevaba nuestras penas.

Mi Amigo nunca tuvo nada suyo;
sus cosas eran nuestras.
La hacienda de mi Amigo era la vida;
amor era su hacienda.

Algunos no quisieron a mi Amigo;
le echaron de la tierra.
Su ausencia la lloraron los humildes;
penosa fue su ausencia.

La casa de mi Amigo se hizo grande,
y entraba gente en ella.
En casa de mi Amigo entraron leyes,
y normas y condenas.

La casa se llenó de negociantes,
corrieron las monedas.
La casa de mi Amigo está muy limpia,
pero hace frío en ella.

Ya no canta el canario en la mañana,
ni hay flores en la puerta.
Y han hecho de la casa de mi Amigo
una oscura caverna,
donde nadie se quiere ni se ayuda,
donde no hay ya primavera.

Nos fuimos de la casa de mi Amigo,
en busca de sus huellas.
Y ya estamos viviendo en otra casa:
una casa pequeña,
donde se come el pan y se bebe el vino
sin leyes ni comedias.

Y ya hemos encontrado a nuestro Amigo,
y seguimos sus huellas,
y seguimos sus huellas.
 

 

  • En casa de mi Amigo había alegría: es un presupuesto de un cierto romanticismo. La alegría es escasa en las narraciones evangélicas, aunque asoma. Presuponer un Jesús alegre es lícito, bienintencionado.
  • Sus cosas eran nuestras: ciertamente. Y sin duda esa entrega fue causa de sencillas y profundas alegrías para Jesús y para sus paisanos.
  • Penosa fue su ausencia: lo echaron pero se quedaba más adentro porque Jesús supera el mecanismo del amor rechazado: aunque se le rechace, él sigue siendo fiel.
  • Entraron leyes y condenas: es cierto, sigue siendo cierto. Pero entraron también gentes entregadas, humildes, bienhechoras, misericordiosas. Y siguen ahí; a veces sufriendo.
  • Hace frío en ella: lo hace, pero menos que nunca. Porque hay quien se empeña en encender un “fueguito” (como diría E. Galeano) en su entorno para que la fe se viva en el regocijo de la alegría.
  • Donde no hay primavera: la hay, por más que, a veces, haya creyentes instalados en el invierno, en una Cuaresma perpetua. No estamos en una agonía, sino en un parto, dice el Papa.
  • Nos fuimos de la casa de Amigo: nos hemos quedado sufriendo a veces, sintiendo el frío de las afueras, anhelando más calor. Y vamos consiguiendo briznas de alegría que alimentan nuestra fidelidad. Y creemos que no es estéril este camino.
  • Y seguimos sus huellas: cada uno sigue como puede. Y él nos acogerá “como a ladrones arrepentidos” (que decía el abad de Thiberine), como a personas que quizá no supieron ver del todo en Jesús a su mayor motivo de alegría, la voz alegre del novio que canta al amor.

 

2. La luz de la Palabra

 

«Haré que en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén enmudezcan las voces alegres de fiesta, las voces del novio y de la novia, pues todo el país quedará desolado» (Jer 7,34; 16,9; 25,10; 33,11).

         «El que tiene la novia es el novio; en cambio, el amigo del novio, que asiste y lo oye, se alegra con la voz del novio; pues esta alegría mía está colmada» (Jn 3,29).

 

         Cuando Jeremías quiere mostrar la desolación que va a acompañar al Jerusalén infiel y a los mismos paganos que zahieren a Jerusalén le anuncia la mudez de un país sin bodas, que es lo mismo que un país sin amor. La desolación ahuyenta el canto y un silencio de muerte se cierne sobre el país similar castigo a la gran Babilonia en Ap 18,23). De ahí viene la novedad del evangelio de Juan: con Jesús, ha vuelto al país el gozo del amor; escuchando su voz, vuelve la alegría y el amor al corazón devastado. Él es el novio que se ha llevado a casa a la esposa desolada, al pueblo enmudecido. Él ha sido un buen levir (Jn 1,27).

         ¿Cómo suena esa voz del novio que ha vuelto a la tierra como profecía de gozo y de futuro?

  • Voz que anima: con frecuencia y de forma explícita, escuchamos a Jesús decir en el evangelio: “¡Ánimo, no tengáis miedo!” (Mt 17,24; Mc 6,50). Y al animar, construye la fe porque, según los evangelios, lo opuesto a la fe es el miedo, la débil adhesión. El camino cristiano necesita ánimo para ser cálido. El desaliento enfría la fe, la hace glacial. Contando con el ánimo de Jesús podemos pensar en una fe animosa y vibrante, enamorada incluso.
  • Voz que consuela: que pregunta “¿Por qué lloras?” (Jn 20,14-15) y consuela de manera explícita a quien está en desamparo: “¡No llores!” (Lc 7,13). Un Jesús que proclama que tienen suerte los que lloran porque mitigan sufrimientos (Mt 5,5). Un Jesús que mezcla su consuelo a nuestras lágrimas hasta creer posible la alegría inarrebatable (Jn 16,22). Un consuelo alentador capaz de generar gozo.
  • Voz que increpa: que se enfrenta a los desajustes del alma (espíritus inmundos: Mt 17,18; Mc 1,25; 924; Lc 4,35; 9,42; el mismo Pedro: Lc 9,33). No es la voz de quien pasa por encima de lo real, de la mostrenca realidad, sino que cuenta con ella porque una fe cálida sin realismo es algo artificial y blandengue. Visión recia de la realidad para una alegría fuerte.
  • Voz que grita: porque, por lo que sea, Jesús ha alzado la voz gritando (Jn 7,28.38; 11,43; 12,44). También hace falta la advertencia y el grito para que la cordialidad escape a la superficialidad. Sobre todo, es necesario escuchar el grito del pobre, del excluido, de aquel cuya factura de justicia no ha sido pagada. Porque una alegría que no cuente con los humildes no solamente es una alegría incompleta, sino también falsa.
  • Voz resucitada: ya que la voz del resucitado es voz de fraternidad (Mt 28,10), de acompañamiento (Mt 28,19), de envío (Mt 16,15), de Palabra y pan compartidos (Lc 24), de paz y de perdón (Jn 20,23). Voz nueva para una alegría nueva a la que siempre habrá que recurrir cuando la grisura y la niebla velen la mirada y el corazón del creyente, voz sin la que la comunidad cristiana andaría perdida.

 

3. Reflexión

 

         Vamos tratar de ahondar a través de la reflexión queriendo enriquecer la vivencia de la fe:

 

a)    Una lectura cálida de la Palabra: la Palabra es un texto del “alma”. Ha sido escrita no solo por manos que manejan una pluma, sino por almas que vibran. Si no se conecta con esa vibración, no se ha llegado a su verdadero valor. Una Palabra vibrante, “perfumada”, abrazada como se abraza a quien se ama. Sin esto, la lectura puede ser muy técnica, muy acertada, muy bien explicada, pero no hará “arder” el corazón (Lc 24,32), porque ella ha sido escrita para abrasar entrañas, para suscitar anhelos, para alimentar amores.

b)    Peligro de frialdad teológica: es el que tienen todos los sistemas, desde los sencillos (catecismos) hasta los complejos (arduas cristologías). No menospreciamos su valor de adoctrinamiento, pero, al ser tan fríos y tan en la mano del poder, pueden terminar por ser generadores de una fe sociológica más que de una fe opcional. Algo no ve bien cuando uno percibe que la doctrina y el evangelio no encajan bien.

c)     Flexibles para ser cordiales: un valor englobante que acompaña la cordialidad y calidez de la experiencia creyente es la flexibilidad. Sin ella la puerta de la condena se abre a un abismo de negrura. No es flexibilidad pasar de todo y situarse en la superficialidad. Es ponerse en la piel del otro y pensar que cada uno elabora sus experiencias básicas de la fe como bien puede. Por eso, la inflexibilidad que puede abocar en fanatismo lleva al creyente a situaciones sin salida. Ante situaciones complejas, la “ingenua” pregunta de “¿Qué haría Jesús?” puede ser de gran ayuda.

d)    La calidez que brota del ser pueblo: algo que difícilmente se siente cuando se está instalado en el sistema, cuando se anhela ser dirigente, cuando se tiene espíritu de casta. Las alegrías del ser pueblo son humildes, cotidianas muy de tejas abajo. Pero en su sencillez anida su autenticidad. Una fe alejada del pueblo se ensombrece mientras que si se une a la vida de los sencillos hace brotar con facilidad la alegría, las ganas de vivir y las ganas de creer. Quizá la frialdad le ha venido a la fe por su alejamiento del pueblo, por el rechazo de las humildes alegrías del pueblo y del cuerpo.

e)    Vivencia cálida de la pertenencia a la casa común: algo que explotamos poco, pero que es una auténtica reserva de espiritualidad. El gozo del amanecer siempre nuevo, de la luz cuyo brillo no se repite, del aire que llena de novedad cada vez que se le respira, de los colores nunca gastados y siempre renovados, de la limpidez del agua siempre dispuesta al servicio, de los hermanos árboles siempre fieles en su acompañamiento de años, del silencio de las rocas que es su manera de decirnos que están vivas. ¿Cómo resistiremos los hielos del alma sin esta clase de alegrías?

 

 

4. Caminos cotidianos

 

         El Papa Francisco es un teólogo pastoralista que desciende a lo cotidiano. Vamos a tomar de él algunas sencillas orientaciones que tienen, todas, el denominador común de la vivencia y trasmisión de la fe desde la alegría (tomamos las citas de la Evangelii Gaudium de 2013):

 

  • Amabilidad: habla el Papa de la “predicación” que se hace en el diálogo de tú a tú con la persona. Y dice: “En esta predicación, siempre respetuosa y amable, el primer momento es un diálogo personal, donde la otra persona se expresa y comparte sus alegrías, sus esperanzas, las inquietudes por sus seres queridos y tantas cosas que llenan el corazón” (EG 128). Es un diálogo sobre la propia fe que brota del corazón. Sin esta cordialidad amable, la predicación de tú a tú resulta imposible.
  • Paciencia: la impaciencia lleva al “empujón” y al desasosiego. No es compatible con una vivencia gozosa de la fe. Todo se tensa. Dice EG 44: “Por lo tanto, sin disminuir el valor del ideal evangélico, hay que acompañar con misericordia y paciencia las etapas posibles de crecimiento de las personas que se van construyendo día a día”. La paciencia no es la indolencia, postergar las cosas sine die. Es creativa y fiel sin avasallamiento.
  • Educación: la fe cálida no es un fervorín pasajero, un deseo sin raíces. Se hace necesaria para su logro una educación crítica y en valores. Dice EG 64: “Se vuelve necesaria una educación que enseñe a pensar críticamente y que ofrezca un camino de maduración en valores”. La fe gozosa necesita también un espacio cultivado de formación porque la fe sin formación deriva, con frecuencia, por derroteros de credulidad.
  • Cordialidad: dice EG 70 que una de las causas de la ruptura en la transmisión de la fe es “la ausencia de una acogida cordial en nuestras instituciones”. La cordialidad es puerta que abre al gozo y la alegría. Si esa puerta está cerrada a cal y canto los temas de la fe se vuelven hoscos y la pertenencia se debilita hasta la ruptura. Fácilmente nos viene a la memoria el recuerdo de las personas religiosas que fueron cordiales y presentaron el hecho de creer de modo grato y amable.
  • Sencillez: con agudeza dice EG 232: “Hay políticos —e incluso dirigentes religiosos— que se preguntan por qué el pueblo no los comprende y no los sigue, si sus propuestas son tan lógicas y claras. Posiblemente sea porque se instalaron en el reino de la pura idea y redujeron la política o la fe a la retórica. Otros olvidaron la sencillez e importaron desde fuera una racionalidad ajena a la gente”. La sencillez no habría de ser desplazada por la mera racionalidad. Esta es compatible con aquella si no se pretende medrar a costa del otro.
  • Escucha: para la EG la escucha es imprescindible en los dinamismos de la transmisión de la fe. Dice en el nº 150: “También en esta época la gente prefiere escuchar a los testigos: tiene sed de autenticidad […] Exige a los evangelizadores que le hablen de un Dios a quien ellos conocen y tratan familiarmente como si lo estuvieran viendo”. Solamente se puede pretender ser escuchado si uno es, a su vez, escuchante de la Palabra y de la persona. Una fe escuchada es una fe gozosa; una fe no escuchada termina por alejarse del evangelio.
  • Festejo: dice EG 24 que “la comunidad evangelizadora gozosa siempre sabe «festejar». Celebra y festeja cada pequeña victoria, cada paso adelante en la evangelización. La evangelización gozosa se vuelve belleza en la liturgia en medio de la exigencia diaria de extender el bien. La Iglesia evangeliza y se evangeliza a sí misma con la belleza de la liturgia, la cual también es celebración de la actividad evangelizadora y fuente de un renovado impulso donativo”. Una celebración no “festejante”, poco flexible, ritualista, nos aleja de la fe cálida. Por el contrario, celebrar semanalmente la fe habría de contribuir a la percepción de una fe que reconforta el corazón, que alimenta el anhelo de un Jesús vivo y que incide en la vida.
  • Cansancio feliz: puede llegarse a vivir la fe, dice EG 82, con “acedia”, con pereza, con flojera, sin tensión vital interior: un cansancio por vagancia, valga la paradoja. “No se trata de un cansancio feliz, sino tenso, pesado, insatisfecho y, en definitiva, no aceptado”. Es preciso superar esa situación, no caer en ella, para soñar con una fe cálida. Las experiencias de fe, lo sabemos, se contagian si son animosas y también si no lo son. Tener a raya el desaliento es imprescindible para soñar con una fe cálida.

 

Conclusión

 

         El tiempo de Pascua es una buena oportunidad para plantearse y revitalizar la experiencia de una fe gozosa. Que el aleluya que cantamos tenga raíces en el regocijo del corazón, Que percibamos la caricia amorosa con la que el abrazo de Jesús resucitado reconforta nuestra alma. Que nunca deje de manar la fuente de la alegría.

 

RETIRO EN LA PASCUA 2024

Retiro en la Pascua 2024

 

 

LA VOZ DEL NOVIO

Pascua para una fe cálida 

 

Raramente se pregunta el creyente por la “temperatura” de su fe. Se reza, se celebra, se vive, se compromete y se va adelante. Pero valorar la temperatura de lo que se vive, poner el “termómetro” a lo que se cree puede ser interesante. Puede ser un indicador.

Nadie duda que en esta época de la Iglesia, bajo el paraguas del Vat. II que, mal que bien, sigue vivo, la vivencia de la fe cristiana ha adquirido un nivel de mejoría que, globalmente hablando, no ha tenido en toda la historia de la fe.  Pero si nos preguntamos por la temperatura de la vivencia cristiana, quizá haya que reconocer que, en ocasiones, no es cálida.

Una fe fría, rígida, normativa, añorante del pasado es la que se percibe en ciertos sectores de la comunidad cristiana. No se plantean la calidez de la fe, sino su cumplimiento. No les interesa el “ardor” de la Palabra, sino la exactitud de las rúbricas. No se preguntan por una teología y una espiritualidad abrazante, sino por la “sana doctrina”.

¿Cómo escapar de tal influencia? ¿Cómo construir y vivir una fe cálida? ¿Puede ser la Pascua un tiempo bueno para activar la vivencia de una fe de mayor calidez? ¿No es la Pascua el tiempo en que se activa la vivencia de la resurrección y esta no se puede entender como una realidad fría? ¿No percibimos esta calidez en los relatos de resurrección más allá de sus peculiaridades e interrogantes no resueltos?

La reflexión y el retiro pretenden animar, empujar al encandilamiento del resucitado, al brillo en los ojos de quien entiende que aquí se está hablando de amor. ¿Puede el amor ser una realidad fría?

 

1. La casa de mi amigo

 

         Allá por los años 70, Ricardo Cantalapiedra publicó un disco que se escucharía en todas las parroquias. Una de sus canciones más celebradas, que aún recordamos, fue “La casa de mi amigo”:

 

La casa de mi Amigo no era grande;
su casa era pequeña.
En la casa de mi Amigo había alegría,
y flores en la puerta.

A todos ayudaba en sus trabajos;
sus obras eran rectas.
Mi Amigo nunca quiso mal a nadie;
llevaba nuestras penas.

Mi Amigo nunca tuvo nada suyo;
sus cosas eran nuestras.
La hacienda de mi Amigo era la vida;
amor era su hacienda.

Algunos no quisieron a mi Amigo;
le echaron de la tierra.
Su ausencia la lloraron los humildes;
penosa fue su ausencia.

La casa de mi Amigo se hizo grande,
y entraba gente en ella.
En casa de mi Amigo entraron leyes,
y normas y condenas.

La casa se llenó de negociantes,
corrieron las monedas.
La casa de mi Amigo está muy limpia,
pero hace frío en ella.

Ya no canta el canario en la mañana,
ni hay flores en la puerta.
Y han hecho de la casa de mi Amigo
una oscura caverna,
donde nadie se quiere ni se ayuda,
donde no hay ya primavera.

Nos fuimos de la casa de mi Amigo,
en busca de sus huellas.
Y ya estamos viviendo en otra casa:
una casa pequeña,
donde se come el pan y se bebe el vino
sin leyes ni comedias.

Y ya hemos encontrado a nuestro Amigo,
y seguimos sus huellas,
y seguimos sus huellas.

 

  • En casa de mi Amigo había alegría: es un presupuesto de un cierto romanticismo. La alegría es escasa en las narraciones evangélicas, aunque asoma. Presuponer un Jesús alegre es lícito, bienintencionado.
  • Sus cosas eran nuestras: ciertamente. Y sin duda esa entrega fue causa de sencillas y profundas alegrías para Jesús y para sus paisanos.
  • Penosa fue su ausencia: lo echaron pero se quedaba más adentro porque Jesús supera el mecanismo del amor rechazado: aunque se le rechace, él sigue siendo fiel.
  • Entraron leyes y condenas: es cierto, sigue siendo cierto. Pero entraron también gentes entregadas, humildes, bienhechoras, misericordiosas. Y siguen ahí; a veces sufriendo.
  • Hace frío en ella: lo hace, pero menos que nunca. Porque hay quien se empeña en encender un “fueguito” (como diría E. Galeano) en su entorno para que la fe se viva en el regocijo de la alegría.
  • Donde no hay primavera: la hay, por más que, a veces, haya creyentes instalados en el invierno, en una Cuaresma perpetua. No estamos en una agonía, sino en un parto, dice el Papa.
  • Nos fuimos de la casa de Amigo: nos hemos quedado sufriendo a veces, sintiendo el frío de las afueras, anhelando más calor. Y vamos consiguiendo briznas de alegría que alimentan nuestra fidelidad. Y creemos que no es estéril este camino.
  • Y seguimos sus huellas: cada uno sigue como puede. Y él nos acogerá “como a ladrones arrepentidos” (que decía el abad de Thiberine), como a personas que quizá no supieron ver del todo en Jesús a su mayor motivo de alegría, la voz alegre del novio que canta al amor.

 

2. La luz de la Palabra

 

«Haré que en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén enmudezcan las voces alegres de fiesta, las voces del novio y de la novia, pues todo el país quedará desolado» (Jer 7,34; 16,9; 25,10; 33,11).

         «El que tiene la novia es el novio; en cambio, el amigo del novio, que asiste y lo oye, se alegra con la voz del novio; pues esta alegría mía está colmada» (Jn 3,29).

 

         Cuando Jeremías quiere mostrar la desolación que va a acompañar al Jerusalén infiel y a los mismos paganos que zahieren a Jerusalén le anuncia la mudez de un país sin bodas, que es lo mismo que un país sin amor. La desolación ahuyenta el canto y un silencio de muerte se cierne sobre el país similar castigo a la gran Babilonia en Ap 18,23). De ahí viene la novedad del evangelio de Juan: con Jesús, ha vuelto al país el gozo del amor; escuchando su voz, vuelve la alegría y el amor al corazón devastado. Él es el novio que se ha llevado a casa a la esposa desolada, al pueblo enmudecido. Él ha sido un buen levir (Jn 1,27).

         ¿Cómo suena esa voz del novio que ha vuelto a la tierra como profecía de gozo y de futuro?

  • Voz que anima: con frecuencia y de forma explícita, escuchamos a Jesús decir en el evangelio: “¡Ánimo, no tengáis miedo!” (Mt 17,24; Mc 6,50). Y al animar, construye la fe porque, según los evangelios, lo opuesto a la fe es el miedo, la débil adhesión. El camino cristiano necesita ánimo para ser cálido. El desaliento enfría la fe, la hace glacial. Contando con el ánimo de Jesús podemos pensar en una fe animosa y vibrante, enamorada incluso.
  • Voz que consuela: que pregunta “¿Por qué lloras?” (Jn 20,14-15) y consuela de manera explícita a quien está en desamparo: “¡No llores!” (Lc 7,13). Un Jesús que proclama que tienen suerte los que lloran porque mitigan sufrimientos (Mt 5,5). Un Jesús que mezcla su consuelo a nuestras lágrimas hasta creer posible la alegría inarrebatable (Jn 16,22). Un consuelo alentador capaz de generar gozo.
  • Voz que increpa: que se enfrenta a los desajustes del alma (espíritus inmundos: Mt 17,18; Mc 1,25; 924; Lc 4,35; 9,42; el mismo Pedro: Lc 9,33). No es la voz de quien pasa por encima de lo real, de la mostrenca realidad, sino que cuenta con ella porque una fe cálida sin realismo es algo artificial y blandengue. Visión recia de la realidad para una alegría fuerte.
  • Voz que grita: porque, por lo que sea, Jesús ha alzado la voz gritando (Jn 7,28.38; 11,43; 12,44). También hace falta la advertencia y el grito para que la cordialidad escape a la superficialidad. Sobre todo, es necesario escuchar el grito del pobre, del excluido, de aquel cuya factura de justicia no ha sido pagada. Porque una alegría que no cuente con los humildes no solamente es una alegría incompleta, sino también falsa.
  • Voz resucitada: ya que la voz del resucitado es voz de fraternidad (Mt 28,10), de acompañamiento (Mt 28,19), de envío (Mt 16,15), de Palabra y pan compartidos (Lc 24), de paz y de perdón (Jn 20,23). Voz nueva para una alegría nueva a la que siempre habrá que recurrir cuando la grisura y la niebla velen la mirada y el corazón del creyente, voz sin la que la comunidad cristiana andaría perdida.

 

3. Reflexión

 

         Vamos tratar de ahondar a través de la reflexión queriendo enriquecer la vivencia de la fe:

 

a)    Una lectura cálida de la Palabra: la Palabra es un texto del “alma”. Ha sido escrita no solo por manos que manejan una pluma, sino por almas que vibran. Si no se conecta con esa vibración, no se ha llegado a su verdadero valor. Una Palabra vibrante, “perfumada”, abrazada como se abraza a quien se ama. Sin esto, la lectura puede ser muy técnica, muy acertada, muy bien explicada, pero no hará “arder” el corazón (Lc 24,32), porque ella ha sido escrita para abrasar entrañas, para suscitar anhelos, para alimentar amores.

b)    Peligro de frialdad teológica: es el que tienen todos los sistemas, desde los sencillos (catecismos) hasta los complejos (arduas cristologías). No menospreciamos su valor de adoctrinamiento, pero, al ser tan fríos y tan en la mano del poder, pueden terminar por ser generadores de una fe sociológica más que de una fe opcional. Algo no ve bien cuando uno percibe que la doctrina y el evangelio no encajan bien.

c)     Flexibles para ser cordiales: un valor englobante que acompaña la cordialidad y calidez de la experiencia creyente es la flexibilidad. Sin ella la puerta de la condena se abre a un abismo de negrura. No es flexibilidad pasar de todo y situarse en la superficialidad. Es ponerse en la piel del otro y pensar que cada uno elabora sus experiencias básicas de la fe como bien puede. Por eso, la inflexibilidad que puede abocar en fanatismo lleva al creyente a situaciones sin salida. Ante situaciones complejas, la “ingenua” pregunta de “¿Qué haría Jesús?” puede ser de gran ayuda.

d)    La calidez que brota del ser pueblo: algo que difícilmente se siente cuando se está instalado en el sistema, cuando se anhela ser dirigente, cuando se tiene espíritu de casta. Las alegrías del ser pueblo son humildes, cotidianas muy de tejas abajo. Pero en su sencillez anida su autenticidad. Una fe alejada del pueblo se ensombrece mientras que si se une a la vida de los sencillos hace brotar con facilidad la alegría, las ganas de vivir y las ganas de creer. Quizá la frialdad le ha venido a la fe por su alejamiento del pueblo, por el rechazo de las humildes alegrías del pueblo y del cuerpo.

e)    Vivencia cálida de la pertenencia a la casa común: algo que explotamos poco, pero que es una auténtica reserva de espiritualidad. El gozo del amanecer siempre nuevo, de la luz cuyo brillo no se repite, del aire que llena de novedad cada vez que se le respira, de los colores nunca gastados y siempre renovados, de la limpidez del agua siempre dispuesta al servicio, de los hermanos árboles siempre fieles en su acompañamiento de años, del silencio de las rocas que es su manera de decirnos que están vivas. ¿Cómo resistiremos los hielos del alma sin esta clase de alegrías?

 

 

4. Caminos cotidianos

 

         El Papa Francisco es un teólogo pastoralista que desciende a lo cotidiano. Vamos a tomar de él algunas sencillas orientaciones que tienen, todas, el denominador común de la vivencia y trasmisión de la fe desde la alegría (tomamos las citas de la Evangelii Gaudium de 2013):

 

  • Amabilidad: habla el Papa de la “predicación” que se hace en el diálogo de tú a tú con la persona. Y dice: “En esta predicación, siempre respetuosa y amable, el primer momento es un diálogo personal, donde la otra persona se expresa y comparte sus alegrías, sus esperanzas, las inquietudes por sus seres queridos y tantas cosas que llenan el corazón” (EG 128). Es un diálogo sobre la propia fe que brota del corazón. Sin esta cordialidad amable, la predicación de tú a tú resulta imposible.
  • Paciencia: la impaciencia lleva al “empujón” y al desasosiego. No es compatible con una vivencia gozosa de la fe. Todo se tensa. Dice EG 44: “Por lo tanto, sin disminuir el valor del ideal evangélico, hay que acompañar con misericordia y paciencia las etapas posibles de crecimiento de las personas que se van construyendo día a día”. La paciencia no es la indolencia, postergar las cosas sine die. Es creativa y fiel sin avasallamiento.
  • Educación: la fe cálida no es un fervorín pasajero, un deseo sin raíces. Se hace necesaria para su logro una educación crítica y en valores. Dice EG 64: “Se vuelve necesaria una educación que enseñe a pensar críticamente y que ofrezca un camino de maduración en valores”. La fe gozosa necesita también un espacio cultivado de formación porque la fe sin formación deriva, con frecuencia, por derroteros de credulidad.
  • Cordialidad: dice EG 70 que una de las causas de la ruptura en la transmisión de la fe es “la ausencia de una acogida cordial en nuestras instituciones”. La cordialidad es puerta que abre al gozo y la alegría. Si esa puerta está cerrada a cal y canto los temas de la fe se vuelven hoscos y la pertenencia se debilita hasta la ruptura. Fácilmente nos viene a la memoria el recuerdo de las personas religiosas que fueron cordiales y presentaron el hecho de creer de modo grato y amable.
  • Sencillez: con agudeza dice EG 232: “Hay políticos —e incluso dirigentes religiosos— que se preguntan por qué el pueblo no los comprende y no los sigue, si sus propuestas son tan lógicas y claras. Posiblemente sea porque se instalaron en el reino de la pura idea y redujeron la política o la fe a la retórica. Otros olvidaron la sencillez e importaron desde fuera una racionalidad ajena a la gente”. La sencillez no habría de ser desplazada por la mera racionalidad. Esta es compatible con aquella si no se pretende medrar a costa del otro.
  • Escucha: para la EG la escucha es imprescindible en los dinamismos de la transmisión de la fe. Dice en el nº 150: “También en esta época la gente prefiere escuchar a los testigos: tiene sed de autenticidad […] Exige a los evangelizadores que le hablen de un Dios a quien ellos conocen y tratan familiarmente como si lo estuvieran viendo”. Solamente se puede pretender ser escuchado si uno es, a su vez, escuchante de la Palabra y de la persona. Una fe escuchada es una fe gozosa; una fe no escuchada termina por alejarse del evangelio.
  • Festejo: dice EG 24 que “la comunidad evangelizadora gozosa siempre sabe «festejar». Celebra y festeja cada pequeña victoria, cada paso adelante en la evangelización. La evangelización gozosa se vuelve belleza en la liturgia en medio de la exigencia diaria de extender el bien. La Iglesia evangeliza y se evangeliza a sí misma con la belleza de la liturgia, la cual también es celebración de la actividad evangelizadora y fuente de un renovado impulso donativo”. Una celebración no “festejante”, poco flexible, ritualista, nos aleja de la fe cálida. Por el contrario, celebrar semanalmente la fe habría de contribuir a la percepción de una fe que reconforta el corazón, que alimenta el anhelo de un Jesús vivo y que incide en la vida.
  • Cansancio feliz: puede llegarse a vivir la fe, dice EG 82, con “acedia”, con pereza, con flojera, sin tensión vital interior: un cansancio por vagancia, valga la paradoja. “No se trata de un cansancio feliz, sino tenso, pesado, insatisfecho y, en definitiva, no aceptado”. Es preciso superar esa situación, no caer en ella, para soñar con una fe cálida. Las experiencias de fe, lo sabemos, se contagian si son animosas y también si no lo son. Tener a raya el desaliento es imprescindible para soñar con una fe cálida.

 

Conclusión

 

         El tiempo de Pascua es una buena oportunidad para plantearse y revitalizar la experiencia de una fe gozosa. Que el aleluya que cantamos tenga raíces en el regocijo del corazón, Que percibamos la caricia amorosa con la que el abrazo de Jesús resucitado reconforta nuestra alma. Que nunca deje de manar la fuente de la alegría.

 

RETIRO DE CUARESMA 2024

 

Retiro en Cuaresma 2024

 

SANANDO HERIDAS 

 

Al llegar la Cuaresma, la llamada a la conversión resuena en la Iglesia. Puede tener el peligro de ser algo cíclico que deriva en rutina. Pero también es posible hacerle un sitio en el itinerario del creyente. No es un mero deseo; también es una posibilidad.

Hay quien define la conversión como una “revolución del alma” (J. Baggini). Podría parecer excesivo, pero de algo de eso se trata: apuntar al corazón, a la interioridad y creer que la propuesta de modificación, de cambio, que hace el evangelio tiene que ver con uno. No es un brindis al sol, sino un dardo al propio corazón.

La concreción para la conversión que proponemos este año es SANAR HERIDAS. Cualquiera sabe que las heridas son elemento de la más concreta realidad. Están siempre ahí, con mayor o menor profundidad, con diverso grado de dolor, con repercusiones de distinto calado. Pero están ahí. Mejor encararlas que obviarlas.

Y también está comprobado que, en parte al menos, podemos ejercer con ellas una acción sanante, mitigadora, curativa. Eliminar las heridas no está en nuestra mano; sanarlas sí en la medida en que nos inclinemos a ellas, las acojamos, las cuidemos.

Comenzar la Cuaresma de este año con un planteamiento tal puede ser algo más que un anhelo. Puede ser tomarse en serio la capacidad “samaritana” de la vida y de la fe ante la evidente presencia de las heridas en nuestra vida. Pasar del deseo al trabajo con ellas; he ahí el desafío y el marco de la conversión.

 

1. Llegó con tres heridas

 

         Vamos a comenzar trayendo a colación el conocido poema de M. Hernández en su “Cancionero y romancero de ausencias”.

 

Llegó con tres heridas:
la del amor,
la de la muerte,
la de la vida.

 

Con tres heridas viene:
la de la vida,
la del amor,
la de la muerte.

 

Con tres heridas yo:
la de la vida,
la de la muerte,
la del amor.

 

  • Nos resulta raro contemplar a Jesús con heridas (excepto las de su pasión). Pero en él está la herida del amor (Mt 23,37), la de la vida (Jn 10,10-11) y, por supuesto, la de la muerte (Jn 19,30). La piedad lo ha entendido como “varón de dolores” (siguiendo a Is 53,3). Pero, en realidad, es “varón de heridas” porque está herido de amor, del amor “más grande” del que se da a quienes se ama (Jn 15,13-17).
  • Con las tres heridas viene también la persona de hoy: la de la vida, porque la vida no se detiene a pesar de las heridas (testimonio de J. R. Amores, alcalde de La Roda: “La ELA me ha hecho mejor persona”); la del amor (Fiducia supplicans); la de la muerte (36 conflictos armados).
  • Con las tres heridas vamos cada uno de nosotros: la de la vida, porque construir buena relación no es siempre camino fácil, contiene heridas; la de la muerte, porque van apareciendo las goteras personales que apuntan en esa dirección; la del amor, porque, mal que bien, nos apoyamos y acompañamos con innegable aprecio cercano al cariño.

 

2. La luz de la Palabra

 

         Hay palabras que resumen todo el evangelio. Una de ellas es “curar”. Por eso Jesús, cuando envía a anunciar el reino envía a curar: “Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios” (Mt 10,8). Curar, en cualquiera de sus dimensiones, es evangelizar. Quien cura hace la obra de Jesús, la obra del mismo Dios (Os 6,2).

  • Jesús cura las heridas de la vida: cuando esta se ha reducido a los mayores límites (viuda de Naím: Lc 7,11-17). Y por ello, él tiene claro que lo suyo es venir “para que tengan vida y la vida sobreabunde” (Jn 10,10). Él quiere taponar las heridas por las que se va la vida hasta que llegue el mundo sin dolor, sin llanto, sin luto (Ap 21,4).
  • Jesús cura las heridas del amor: y encaja el amor que no es correspondido por egoísmo (joven rico: Mc 10,17-30) o por debilidad (Pedro: Lc 22,32). Y es curado en las mismas heridas de amor que él sufre por el rechazo familiar y que quedan enjugadas con el consuelo que le aporta su “otra familia”, la de quienes cumplen el designio (Mc 3,31-35).
  • Jesús cura las heridas de la muerte: las cura en su propia madre (“una espada truncará tus anhelos”: Lc 2,35) y en él mismo (anuncios de la pasión: Mt 16,21-23). Enfrentado a su propia muerte, buscando luz en sus propias tinieblas (transfiguración: Mc 9,2-10).

Así que se puede concluir con 1 Pe 2,25 que “sus heridas nos han curado”. La paradoja amplía el sentido. Como se dice en el himno “Oh cruz fiel”: “la gracia está en el fondo de la pena y la salud brotando de la herida”. La curación de Jesús es su evangelio; la mejor medicina para cualquier herida de la vida y de la fe.

 

3. Profundizando

 

         Vamos a intentar dar algunas pistas que nos ayuden a profundizar en el tema. Quien sabe de la profundidad, sabe de Jesús. Y el tema de las heridas, tan amargo a veces, puede ser luminoso. Dice J. L. Chretien: “la fragilidad humana, en lugar de ser lo que se debería vencer, e incluso eliminar, puede convertirse en la grieta o en la gracia que la transfigura”.

  • Las heridas nos llevan a la apertura: puede que, en algún caso, las heridas no lleven a cerrarnos, a aislarnos. Pero las experiencias de vulnerabilidad llevan aparejadas preguntas, a veces irresolubles, que interrogan sobre el sentido de la vida. Si ocurre esto, las heridas nos hacen un gran beneficio porque una persona aislada es como una realidad muerta. Las heridas no solamente abren la carne, abren, así mismo, el corazón, el alma, el sentido. 
  • Las heridas nos llevan al encuentro: porque estamos hablando de experiencias fuertes, las heridas pueden llevarnos al encuentro con el otro que ha sufrido semejante fragilidad o que, sin haberla sufrido en la propia carne, las sufre en la convivencia. Del encuentro de quien sufre similares heridas brota, con frecuencia, la luz y la compasión. Las heridas del apaleado en el camino llevan al encuentro con el samaritano. Y, cuando ese encuentro se produce, la tiranía de las heridas aminora. 
  • Las heridas nos llevan al asombro: porque al acarrear preguntas, las heridas nos abren a respuestas insospechadas. Uno ve, a toro pasado,, que tiene comportamientos que no los habría tenido como los tiene ahora después de una experiencia de fragilidad. Y así vemos el asombro de percibir que las heridas, por duras que sean, no matan la ilusión y el deseo de vivir; a  veces lo confirman y aumentan. Y aparece el asombro enorme de percibir que la herida, a veces, nos ha humanizado y ha logrado hacernos sensibles a algo que desconocíamos. 
  • Las heridas nos llevan a la humildad: no tanto a una humildad religiosa o moral, cuanto existencial. Nos ayudan a vernos en la verdadera talla de lo que somos abriéndonos a una correcta autoestima que no humilla ni ensoberbece. Eso puede ayudarnos a percibir también a los demás con una humildad (una verdad) que no adula y que tampoco menosprecia. Las heridas nos recuerdan que, aunque somos barro bendecido,del barro venimos. 
  • Las heridas nos llevan al acompañamiento:porque, al percibir que la curación de muchas heridas no está en nuestras manos, entendemos que la tarea es otra: acompañarnos y sostenernos como necesita un brazo amable que le evite tropezar, ir más abajo aún. Y todos sabemos que una herida acompañada es una herida de menor virulencia experimentando, ala vez, la posibilidad de una vida en gozo aunque las lágrimas estén ahí. 
  • Las heridas nos llevan al infinito:ya que, por muchas que sean las lágrimas, no logran impedir del todo ver la luz del sol y entender que esto frágil tiende a horizontes de plenitud irremediablemente. Aunque parezca una exageración, nuestras lágrimas nos conectan con las del Jesús (Jn 11,33) y con las del odre en que Dios las guarda (Sal 56,8). 

 

4. Nuestras heridas cercanas

 

         ¿Y cuáles nuestras heridas más cercanas, aquellas que nos urgen cada día?

  • La herida de la soledad: es, quizá, la principal herida del yo, aquella que brota de la honda dificultad para entregar el corazón. Y a ello se le añaden las dificultades de relación que provienen del carácter diverso, de la distinta visión de la sociedad, de la mirada diferente. De tal manera que, para sobrevivir, nos instalamos en la soledad. Herida profunda que va minando el alma. Herida que demanda ser acompañada con paciencia y entrega. 
  • La herida de la imposibilidad: que acompaña crecientemente a la vivencia familiar, comunitaria. Una resignación que lleva al indefectible “no hay nada que hacer”. Por ser tal, es una herida a la que no se pone remedio, porque las cosas son como son. Demanda esta herida acompañarla con la ilusión renovada y la creencia firme de que siempre pueden germinar brotes verdes en cualquiera de nuestros desiertos. 
  • La herida del aislamiento: que tanto afecta a la Iglesia. Herida que se alimenta del autismo que es la certeza de que como la sociedad no noscomprende, nuestros caminas de diversifican y termina el creyente siendo un “marciano”, un aislado en el conjunto social. Herida que se cura con diálogo, con pacto, con cercanía que no renuncia a las posibilidades de convivir con lo diverso. 
  • La herida de la exclusión: que es la que más afecta a la sociedad, polarizada, como decimos ahora. Herida que la llevan quien excluye y quien es excluido, ambos dos. Herida que necesita insistir enque la dicha se consigue mejor cuando el abrazo es amplio que cuando se le da a alguien la espalda. Herida que, si se atiende, pone al fráil en el ámbito de lo social y a quien excluye le libera de la certeza de que su eclusión social es “el pecado más grande”, del que habla el evangelio (Mt 12,21-33). 

 

5. Itinerario

 

  • 19-24 de febrero:ponemos ante Jesús nuestras dolencias más personales, nuestras soledades y silencios. Escribe cada día una herida que te acompaña. Preséntala en la oración. 
  • 26 febrero a 2 de marzo: ponemos ante Jesús las heridas fraternas de las que hacemos parte. Escribe cada día una herida fraterna y preséntala en una petición de vísperas.
  • 4-9 de marzo:ponemos ante Jesús las heridas familiares que conocemos. Las escribimos, día a día, y pedimos en Laudes por ellas.
  • 11-16 de marzo:ponemos ante Jesús las heridas eclesiales, el aislamiento, los abusos a menores, la voracidad económica. Escribimos, si hay lugar, una petición para la eucaristía diaria.
  • 18-23 de marzo: ponemos ante Jesús las heridas sociales, las exclusiones, la polarización, los agravios injustos. Ponemos esas heridas en el cartel de anuncios con el deseo de que sean heridas curada.

 

Conclusión

 

         La Cuaresma, lo sabemos, es un fuerte toque de atención a la comunidad cristiana. El tema de las heridas y su acompañamiento puede ser una concreción que nos ayuda este año a dar más hondura a nuestra vivencia cuaresmal. Jesús, el que cura y acompaña nuestras heridas, nos muestra una senda. Si escuchamos la voz, no endurezcamos el corazón (Sal 94,7).

 

 

RETIRO EN NAVIDAD 2023

Retiro en Navidad 2023

 

DIVINOS SON

QUIENES REVELAN EL MISTERIO 

 

Cuando la vida nos va colmando de años, aparece con más claridad la certeza de que hay cosas que no se ven, pero están; hay músicas que no se oyen, pero suenan; hay palabras que no se dicen, pero llegan a los labios. Es la realidad evidente del misterio, aquello otro que nos es ajeno, pero que nos compone.

Muchos humanos, antes y ahora, se han adentrado en esas aguas profundas. Muchos creyentes lo hemos intuido, a nuestra medida. Es un río ancho el que discurre hacia las fuentes del misterio. Jesús ha sido un enfrentado al misterio. Él ha hecho un enorme esfuerzo por renombrarlo, por describirlo en actitudes comunes, por sugerirlo sin pretensiones de adoctrinamiento ideológico, por vivirlo en maneras que únicamente quedan sugeridas por las páginas evangélicas. Ha situado su vida en el torbellino de lo que existe, en el tejido de circunstancias de los días, en el mundo de relaciones que son las que más marcan la senda a seguir. Y ahí ha vivido al ritmo de la fuerza de Dios, ímpetu y dinamismo de aguas escondidas. Ahí ha revelado el misterio.

Es que algo de eso es la Navidad: un tiempo para confrontarse con el misterio y un tiempo para recordar y celebrar al Jesús revelador del misterio, hombre que se ha lanzado al río del misterio y nos lo ha hecho cercano y asequible. “Oh, gran misterio y admirable sacramento”, decían los antiguos cuando celebraban la Navidad: misterio que nos lleva a Jesús y a Dios, sacramento que nos señala en la dirección de lo profundo.

Que la Navidad de este año pueda ayudarnos a celebrar con gozo el amparo del Jesús que nos revela el misterio y a vivir con alegría la certeza de que, por Él, el misterio y nuestra vida, por sencilla que sea, se mezclan. No nos apeemos de los anhelos espirituales; no dejemos de cultivar la mística, la profundidad.

 

1. Divinos son

 

         Comenzamos con poema sencillo que puede ayudarnos a captar mejor esta espiritualidad del misterio que, como el viento, no sabemos de dónde viene ni a dónde va, pero escuchamos su rumor:

 

Divinos son los dedos

que apuntan al lucero de la mañana,

porque, en realidad,

revelan el abrazo del día.

 

Divinos son los pasos

que tienden al horizonte

porque, en realidad,

revelan el país de los sueños.

 

Divinos son los brazos

que abrazan sin temor

porque, en realidad,

revelan amparos.

 

Divinos son los labios

que hablan de bienaventuranzas,

porque, en realidad,

revelan la dicha.

 

Divinos son los ojos

que miran con brillo

porque, en realidad,

revelan el alma.

 

Divinos son los corazones

que cantan en la noche

porque, en realidad,

revelan la esperanza.

 

  • Revelar a Dios en cada amanecer: porque cada amanecer es el sacramento de la vida, la certeza de que Dios hace camino con nosotros, la seguridad de que sembrar es siempre posible. Son reveladores los locutores que en la radio anuncian el día, los panaderos que sirven el pan recién hecho, los sanitarios que cogen el turno viniendo a decir que sigues acompañado en el nuevo día. Reveladores de Dios en el amanecer que es sigo de continuidad de vida.
  • Revelar a Dios en los sueños: porque el camino humano es ir en busca de sueños que unas veces se cumplen y otras no. Pero sin sueños estaríamos muertos. Revelan a Dios quienes tienen el sueño de sobrevivir, el sueño de amar, el sueño de una sociedad más igualitaria: los gobernantes que se dan al pueblo (Aníbal Vázquez), los aventureros que escalan cumbres (Edurne Pasabán), los emigrantes que cruzan desiertos (familia Valdayo).
  • Revelar a Dios amparando al débil: porque Dios encuentra un cauce en la tarea de quien ampara, de quien se convierte en apoyo para quien flaquea, de quien escucha “amantemente” las peripecias del duro vivir de los pobres. Amparar a sin techo (Alasca), a indocumentados (servicio de extranjería de Cáritas), a personas con riesgo de soledad (grupos de visita a residencias). El amparo es lenguaje revelador del Dios que ampara.
  • Revelar a Dios contribuyendo a la dicha: porque, según Jesús, Dios nos ha creado para la dicha. Contribuir a ella mediante la curación (gemelas Kadije y Cherive), alimentación (Mary’sMeals) o el trabajo (Ángel Gaitán) son maneras de revelar a Dios poniendo como cimiento el nivel de dicha posible logrado con ayuda de quien “revela” a Dios
  • Revelar a Dios con una mirada distinta: porque el tema de la mirada distinta es la puerta que puede abrir, entre otras cosas, a una valoración distinta de la realidad de Dios. La mirada desde las lágrimas de quienes están a punto de naufragar (Open Arms), la mirada de quienes encuentran ánimo tras una pérdida (grupos de duelo), la mirada de quienes encuentran refugio (para mujeres maltratadas) son miradas que desvelan al Dios que nos mira de manera amorosa y benigna (1 Cor 13,12).
  • Revelar a Dios cantando en la noche:porque, incomprensiblemente, hay quienes cantan en la más oscura noche de su vida: El proyecto CAMFED (Campaign for Femal Education) para la educación y empoderamiento de las niñas africanas ha sido galardonado con el Premio Princesa de Asturias de Cooperación Internacional 2023.

 

2. Jesús, revelador del misterio

 

         Podríamos recoger muchos textos que nos acercan a la realidad de un Jesús revelador del misterio. Espiguemos algunos pasajes de las primeras páginas del evangelio de Juan:

 

  • «Sí, os los aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar por el Hijo del Hombre» (Jn 1,51).

 

Alude al sueño incubatorio que tuvo Esaú cuando marchaba al destierro (Gen 28,10-17) que responde a una pregunta: ¿Está Dios conmigo en este abandono o no está? Por el sueño se responde que sí está. Pues bien, con Jesús tocamos la realidad, no es un sueño. En él hemos palpado al misterio (1 Jn 1,2), en él se ha revelado palpablemente que Dios acompaña nuestra vida. Guardados por el misterio. Eso celebramos en la Navidad.

 

  • «Ya no creemos por lo que tú nos cuentas, nosotros mismos lo hemos estado oyendo y sabemos que éste es realmente el salvador del mundo. Al cabo de dos días salió de allí para Galilea» (Jn 4,42-43).

 

Rememora el pasaje el texto de Oseas 6,2: “En dos días nos volverá a la vida y al tercero nos hará resurgir”. En un breve tiempo Jesús ha abierto la puerta del misterio a los samaritanos. Basta ponerse en actitud de acogida para que lo que se escapa comience a aparecer. El tiempo de Navidad es breve pero puede ser intenso para acercarse a Jesús.

 

  • «Así, igual que el Padre levanta a los muertos dando vida, así también el Hijo da vida porque los quiere” (Jn 5,19a)».

 

El oficio de Jesús es levantar muertos para darles vida. Jesús nos da vida mostrándonos un perfil nuevo de Dios: el Dios que comparte y ampara nuestros caminos. La Navidad puede darnos vida, impulsar la búsqueda de un Dios nuevo, distinto.

 

  • «El Padre que me envió va dejando testimonio en mi favor» (Jn 5,37).

 

Jesús goza del amparo del Padre y desvela que toda criatura goza de similar amparo. Navidad es buen tiempo para cultivar la certeza de que nuestra vida está guardada por las manos de Dios.

 

  • «Trabajad no por el alimento que se acaba, sino por el alimento que dura dando vida definitiva, el que os va a dar el Hombre, pues a este, el Padre Dios lo ha marcado con su sello» (Jn 6,27).

 

Jesús está capacitado para darnos el alimento de una espiritualidad que enriquece y perdura. El Padre lo capacita y lo apoya. Navidad nos desvela que por el cauce de Jesús, nuestra vida está bien orientada.

 

  • «Yo vivo por el Padre y el que me come vivirá por mí» (Jn 6,57).

La vida de Jesús es alimento para quien bucea en el misterio. Orientarlo todo desde él no puede sino producir frutos positivos de evangelio. En Navidad cultivamos el deseo de alimentarnos de ese Jesús del evangelio que nos enamora.

 

  • «Yo no estoy solo; estamos yo y el Padre que me mandó» (Jn 7,16).

 

Jesús tiene la certeza de que el Padre está con él aunque las cosas vengan mal dadas.  En Navidad podemos ahondar en esa misma certeza hasta lograr ver con gozo que nuestra vida nunca está sola.

 

  • «Propongo exactamente lo que me ha  enseñado el Padre. Además, el que me ha enviado está conmigo; no me ha dejado solo; la prueba es que yo hago siempre lo que le agrada a él» (Jn 8,29).

 

Hacer lo que agrada al Padre, el designio de reconciliación (según Ef y Col). Navidad también es tiempo para reconciliaciones, sencillas y profundas. Una Navidad que agrade a Dios. A algo de eso hay que aspirar, aunque nos venga grande.

 

 

 

3. Reflexión espiritual

 

  • Algo que se esconde y huye:

         El discurso teológico suele hablar de Dios con contundencia, diciendo qué es y qué no es, qué quiere y qué no quiere. En realidad, habla de algo que se escapa al razonamiento humano y, cuanto más se le encasilla, menos probablemente se atina. Por eso hay quien postula el cambio mismo del vocablo “Dios”, por patriarcal y reaccionario. No hay que olvidar que los vocablos los creamos los humanos. Y, por ello, son susceptibles de cambio, siempre que tal variante deje más claro lo que queremos decir. No hay que temer tocar el vocablo “Dios”.

         Efectivamente, queremos hablar de algo que se esconde y huye. Y lo hacemos con los argumentos de una pretendida ciencia que encasilla todo en beneficio de una supuesta claridad y comprensión. Aunque las bibliotecas de teología y espiritualidad sean inmensas, eso no aumenta el conocimiento del misterio de Dios que escapa en la metáfora de un “ciervo” huidizo, según san Juan de la Cruz. Solo la mística ha caminado anhelante tras un Dios que no se deja atrapar.

         En Navidad nos situamos ante ese misterio en actitud espiritual adorante. O sea: no intentamos tanto comprender cuanto “estar”, quedarse, entrever. Queremos que percibir que eso que se nos escapa hace parte de lo nuestro, convive con nosotros, nos toca dentro. “Un no sé qué que queda balbuciendo…”, decía el místico. La Navidad es, como todo lo grande de la fe, una tarea para la mística.

 

  • Trabajos desveladores:

Podría pensarse que ir desvelando el misterio es una tarea rara, para gente especial. Nada de eso: el misterio se revela en lo cercano, en lo cotidiano, en lo relacional. Se trata, por ejemplo, de desvelar el bien que anida en los pliegues del alma de cada persona y de cada ser. Velado por mil limitaciones adheridas, se puede llegar a la falsa convicción de que el núcleo constitutivo de las cosas es el mal. Esto es un error: lo que existe tiende al bien, aunque haya de librar una batalla larga y penosa para sacar ese bien del magma del mal. Enorme y deseada pretensión.

         Otro trabajo revelatorio es ahondar en la capacidad de fraternidad social que anida en el ser humano e, incluso, la tendencia a una especie de hermandad cósmica que mueve a todos los seres. Empuja a luchar a brazo partido contra la siembra de prejuicios que llega a producir la desastrosa cosecha de certezas inamovibles que denigran a la persona. Anima a acoger-proteger-promover-integrar al distinto creyendo que la orientación a la fraternidad es primigenia. Quiere hacer ver que el futuro de lo humano pasa por la “gran batalla” de la fraternidad cívica.

         Además, el misterio se desvela en la certeza de la interdependencia de los seres. La autorreferencialidad puede llevar a pensar que uno es más creyéndose autosuficiente. Esta falsa conclusión está muchas veces alimentada por estereotipos consagrados por el rechazo social. Quiere el evangelio remover esa pesada losa para que la vida no quede sofocada por la toxicidad de un aislamiento que lleva a chocar con el muro del sinsentido.

         Es posible que todo esto nos diga poco,  que no haga vibrar nuestro interior. Pero de algo de eso se trata cuando vivimos la Navidad un poco despegados del ruido y del folclore externo navideño. Se necesita otra mirada sobre todo esto. ¿Estamos dispuestos a lanzarnos por estos caminos? ¿Lo podremos hacer si seguimos e n los de siempre?

 

  • El Dios revelado por Jesús:

Nuestra mirada a Jesús percibe sus trabajos por revelar un nuevo perfil de Dios como condición necesaria para acoger su propuesta de vida nueva. Efectivamente, sus esfuerzos han querido revelar, desvelar, rasgar los velos, prejuicios, tópicos consagrados, encubrimientos interesados, temores infundados, ideas esclerotizadas, con los que se ha envuelto y ocultado el perfil de Dios. Y ha logrado hacerlo en maneras de comportamiento pegadas a la vida como, por ejemplo, comiendo con pecadores. Dice J. A. Pagola: «Lo que más escandaliza de Jesús no es verle en compañía de gente pecadora, sino observar que se sienta con ellos a la mesa. Estas comidas con “pecadores” son uno de los rasgos más sorprendentes y originales de Jesús, quizá el que más le diferencia de todos sus contemporáneos y de todos los profetas y rabinos del pasado». Estos trabajos de desvelamiento constituyen su conciencia-para-nosotros, su saberse llamado a lo nuestro. Somos nosotros quienes lo percibimos así: revelador, desvelador.

         Por eso mismo, los cristianos no creemos en Dios en general, sino en la manera precisa del Dios revelado por Jesús. Viendo los comportamientos cotidianos de Jesús deducimos el perfil de su Dios: Jesús acoge a pecadores, el Dios de Jesús acoge a pecadores; Jesús elogia la generosidad, el Dios de Jesús es generoso; Jesús ofrece segundas oportunidades, el Dios de Jesús abre la posibilidad de una nueva oportunidad; Jesús sueña con el fin de las penas de los pobres, el Dios parcial de Jesús empuja en la dirección del señorío de los pobres. Y así sucesivamente. En esta traslación de las actitudes de Jesús al perfil de Dios se palpa el carácter revelador de la persona de Jesús.

 

  • Hacer asequible el misterio:

Hablar de todo esto nos parece que es hablar de lejanías. ¿Cómo hace más asequible el misterio?¿Cómo poner una realidad de enormes lejanías al alcance de la mano sin, por ello, limitarlo ni empequeñecerlo? Jesús no rebajó el misterio cuando hizo comparaciones cotidianas, cuando lo situó en los caminos comunes, cuando lo tradujo a un idioma comprensible para cualquiera. Acercar la realidad humana al misterio fue la manera de mostrar que tal realidad incluía la vida en sus modos más elementales, que no había obstáculo que se interpusiera entre el misterio y lo humano.

         Más aún, Jesús desveló algo inusitado y de difícil comprensión para la persona religiosa: que el misterio estaba a nuestro servicio y no al revés, que todas las grandezas del misterio se ponían a los pies de la persona y que ese era su sentido, servir a lo que existe. En sus propios afanes, Jesús desveló los increíbles trabajos del misterio a favor de lo que vive. Solamente desde los torbellinos del amor, desde lo sorprendente de alguien que ama, podrían entenderse estas sendas extrañas.

         Y todo esto se hizo sin apartarse del camino de la sencillez. Una sencillez que ahonda, que rumia en lo interior, que no se queda en la cáscara, ya que si no aboca a la pura magia. De esta manera la vida de los humildes se hizo más llevadera porque, contra toda apariencia, les hizo percibir que aspirar a la dicha desde la pobreza no era una quimera. El misterio servía a la justicia.

         Navidad puede ser un buen tiempo para animarse a vivir el misterio en modos asequibles. No es cosa arcana e intrincada. Quizá sea cuestión, sencillamente, de sembrar el bien. En el libro del Eclesiastés se dice: “Siembra el bien por la mañana y por la tarde, porque no sabes cuál de las dos siembras fructificará; quizá las dos” (Ecl 11,6). Siembra concordia, siembra escucha, siembra disfrute sencillo. ¿No pueden ser estos caminos “navideños de acercamiento al misterio?

 

  • Rasgar velos que ocultan el misterio:

El acceso al “misterio abrupto” de la Navidad no es fácil. No se acerca uno a él por vía de una vivencia superficial y consumista, Es preciso poner más carne en el asador. Quizá se pueda decir que hay que hacer un trabajo de “rasgar velos” porque hemos oscurecido del misterio envolviéndolo en cuestiones que no son el misterio, pero que lo entorpecen. Habrá que cuestionar todas las estratagemas que usamos para ocultar, para entorpecer, para confundir, para oscurecer y poner en juego mecanismos de claridad, de iluminación, de verdad.

Navidad es un misterio de luz que se vive en la luz. Pide que la tiniebla ocupe el menor espacio posible. Pide esfuerzos de  sinceridad, reconocimiento del propio error, lejanía del engaño. ¿Cómo vamos a acercarnos a la luz sin intentar abandonar la zona de sombras? La Navidad nos invita acercarnos desnudamente a la luz desnuda, con la mano tendida a los brazos de Dios que se nos tienden, con un corazón sin recovecos ocultos ante un Dios que ofrece totalmente su ancho corazón.

 

4. Navidad: tiempo de luz

 

  • Tiempo de contemplación ahondada:

Nuestro día a día, tan ajetreado, necesita, de vez en cuando, espacios de respiro, de sosiego, de contemplación. Navidad es un tiempo óptimo para ello: el recogimiento del invierno, la vuelta al espacio familiar, la oración más sosegada, son elementos que ayudan a la contemplación. Aprovechar la Navidad para ahondar en el gozo de la fe es  una posibilidad a la mano.

 

  • Tiempo de experiencias de dentro:

Porque la vida nos lleva a vivir muy en lo de fuera, en la superficie, en lo externo. Navidad es tiempo bueno para hacerse preguntas de calado en el sosiego de la reflexión o de la oración: ¿qué voy haciendo con mi vida? ¿Qué voy dejando de bueno por los lugares por los que paso? ¿Cómo voy entrando, a mi edad, en el secreto del misterio de Dios? ¿Qué vigor real tiene mi seguimiento a Jesús? No nos desalentemos por la amplitud de estas cuestiones Preguntémonos con paz.

 

  • Tiempo de siembra de fraternidad:

Nos cuesta sembrar el bien. Para nosotros, el campo principal de siembra es la fraternidad. Renovemos en Navidad nuestra decisión de sembrar el bien en la comunidad. Este es el rostro principal del misterio que nosotros hemos de desvelar y contemplar.

 

  • Tiempo de gozos simples:

Porque no se puede desvelar el misterio de Dios en la historia sin gozo, sin alegría, sin disfrute. Nosotros vivimos esto en los gozos simples de la vida fraterna, en las alegrías cotidianas de la gente sencilla. Porque el gozo no está en la cantidad, sino en la vivencia del corazón. Demos hondura en Navidad a nuestros gozos sencillos. No nos quedemos en lo meramente exterior. Sepamos leer el brillo del misterio en los ojos de nuestros hermanos/as.

 

  • Tiempo de vida que brota:

Parece que en invierno la vida se retrae, se vuelve sobre sí misma, se encoge. Pero no, crece por dentro para luego explotar por fuera. Si tenemos oportunidad, miremos los campos de trigo o cebada: las hierbitas del grano recién nacido van pintando de verde la tierra. Brota la vida, imparable, nueva. Así es el misterio que revela Jesús: persistente como la llamada del amor, tenaz como quien acompaña fielmente, amigo como quien sostiene con generosidad.

 

5. Itinerario

  • 24-26: contempla las manos de quien apunta a la luz.
  • 27-29: contempla los pasos que llevan a los sueños.
  • 30-1: contempla los brazos que amparan y sostienen.
  • 2-3: contempla los labios que hablan palabras de gozo.
  • 4-5: contempla el brillo de los ojos que llevan a Dios.
  • 6-7: contempla los corazones que suscitan esperanza.

 

6. Conclusión

No dejemos pasar la oportunidad que es la Navidad. Dejémonos envolver por el fascinante misterio que Jesús revela con su vida. Es la mano tendida del Padre que nos acompaña. Apoyémonos en la comunidad para andar estos caminos. Y, con seguridad, la Navidad será un tiempo de gracia y de crecimiento espiritual.

RETIRO ADVIENTO 2023

COMO LA NIEBLA QUE SE FILTRA

BAJO LA PUERTA CERRADA 

 

 

Hay una frase en la LS’ 112 que suele pasar desapercibida pero que es  honda y poética a la vez: «La auténtica humanidad, que invita a una nueva síntesis, parece habitar en medio de la civilización tecnológica, casi imperceptiblemente, como la niebla que se filtra bajo la puerta cerrada. ¿Será una promesa permanente, a pesar de todo, brotando como una empecinada resistencia de lo auténtico?».

Según el texto, “la auténtica humanidad habita en medio de la civilización tecnológica”. Esto sale al paso de los negacionistas de la bondad, de los detractores del buenismo al que consideran algo banal empeñados en censurar el mal del que no creen hacer parte, de los obsesionados por el pecado al que quieren hacerlo eje del mundo y de la fe. No, la humanidad habita en el fondo de nuestra civilización. Quizá sea el Adviento, tiempo de esperanza, un marco adecuado para recuperar esa certeza si es que se halla velada o para potenciarla si es ya un logro.

La presencia de esa nueva humanidad en el fondo de la realidad es, muchas veces, “imperceptible”. Porque se demandan realidades de bulto, que pesen, que se puedan tocar. Si no, como si fueran inexistentes. La espiritualidad habría de ayudarnos a intuir lo imperceptible, a tocar lo que parece intocable, a escuchar la música más sutil. Hay quien se ampara en una espiritualidad tosca, normativa, legalista, tocable siempre, pero se pierde eso imperceptible que late dentro, los “gemidos inefables” de los que hablaba san Pablo (Rom 8,26). Adviento podría ser un tiempo propicio para tocar lo imperceptible, para “entrever” la realidad de una historia con Dios dentro (Jn 3,3).

Y LS’ nos da esa hermosa imagen: “como la niebla que se filtra bajo la puerta cerrada”. La puerta cerrada bloquea el paso, es un muro de oposición, el empecinamiento de quien piensa que la identidad sale fortalecida del aislamiento, cuando es al revés. Pero aun así, la humanidad, terca, se filtra por la rendija de debajo de la puerta y su  aroma se expande por la casa, como el nardo aquel de Betania  (Jn 12,3). Con una grieta le es suficiente a la vida para florecer. Es la “empecinada resistencia” del bien que se vierte en la vida, aunque no sepamos cual es su fuente y origen,

Adviento es tiempo propicio para creer en la “promesa permanente” de que lo humano, el bien, está ahí, muchas veces sojuzgado por el mal, muchas veces desterrado por los apóstoles de la infelicidad. Lo “auténtico” sigue haciendo parte del caudal de la vida.

Conectamos así con lo más propio del Adviento: alimentar la esperanza, leer los signos de los tiempos desde la perspectiva de la esperanza. Y, como dice el final de la LS’ (244): «Que nuestras luchas y nuestra preocupación por este planeta no nos quiten el gozo de la esperanza». Tras ese gozo que eclosiona en la Navidad van los caminos del Aviento.

 

1. Atenerse a la esperanza

 

Yo me atengo a lo dicho:
La justicia,
a pesar de la ley y la costumbre,
a pesar del dinero y la limosna.
 
La humildad,
para ser yo verdadero.
 
La libertad,
para ser persona.
 
Y la pobreza,
para ser libre.
 
La fe cristiana,
para andar de noche,
y, sobre todo, para andar de día.
 
Y, en todo caso, hermanos,
yo me atengo a lo dicho:
¡LA ESPERANZA!

 

  • La justicia es el valor básico sobre el que se asienta la esperanza. Sin ella sería una vaciedad, una ensoñación. Por ello, cuando se piensa en la esperanza hay que estar dispuesto a someterse al examen de la justicia. Anhelar la esperanza sin vibrar por la justicia es una contradicción.
  • La esperanza va siempre hermanada con la humildad. Una esperanza ensoberbecida es una esperanza desaparecida. La desesperanza es hermana de la soberbia, de la mirada altiva, de la equivocada senda de quien se sitúa por encima del otro. 
  • Pretender la esperanza es imposible sin libertad. La opresión es el rostro de quien ha perdido la esperanza, su lenguaje cotidiano. Decir que no hay esperanza no es solo lenguaje del desalentado, sino también de los que roban la esperanza.
  • Y esa libertad es impensable sin pobreza, sin la austeridad que va poniendo el acento en cosas simples y cada vez más elementales. La sobriedad y la austeridad encuentran eco en la persona que hace de la esperanza la casa que quiere habitar.
  • Puede que se piense que hablamos un lenguaje meramente humano. Pero, precisamente por serlo, es lenguaje de fe. Porque la casa de la fe y de la esperanza es la misma y una fe sin esperanza es una fe ideológica, muerta.
  • Y como síntesis de todo valor humano y creyente: la esperanza. No es solo lo último que se pierde, sino lo primero que se necesita. Porque sin ella todo se ensombrece, todo entra en la grisura.

 

  1. 2.    La luz de la Palabra: Qoh 11,6

 

         «De mañana siembra tu semilla con esperanza y a la tarde no cruces los brazos, pues no sabes cuál de las dos siembras resultará o si las dos tendrán éxito».

  • Sembrar con esperanza es poner la confianza en el valor de la semilla, no tanto en las labores que se hagan con ella. Para recuperar la esperanza  cristiana se requiere renovar la fe en el poder germinativo de la Palabra en la historia.
  • La constancia en la siembra de la esperanza no es cabezonería ciega, sino la percepción de quien ve el fondo bueno de la persona y cree en él. La Palabra puede dar esa nueva perspectiva que se necesita para lograr que la esperanza no sucumba al embate de los días.
  • El resultado de la siembra de la esperanza no tiene un ciclo previsible. Brota cuando brota, no cuando se quiere que brote. Hay que despojarse de anhelos egoístas que llevan a la frustración y a la desesperanza.
  • La siembra de la esperanza en la comunidad parte de la certeza de que el cambio es posible. Empecinarse en la imposibilidad del cambio bloquea cualquier camino de esperanza.

 

  1. 3.    Lectura de los signos de los tiempos

 

El Vat.II animó a los creyentes a leer los “signos de los tiempos” (GS 4): «es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de la época e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la vida futura y sobre la mutua relación de ambas». Aunque ya casi nadie habla de ello, no hemos de echar en olvido esta espiritualidad que ha aportado tantos beneficios a la fe.

Si leer los signos de los tiempos positivos requiere un esfuerzo, muchos más lo demandan los signos de los tiempos negativos. Pero son justamente ellos los que piden una lectura desde la perspectiva de la esperanza. La luz de la Palabra se hace aquí imprescindible.

 

1. Las guerras que asuelan al mundo

 

“De las espadas forjarán arados,

de las lanzas, podaderas.

no alzará la espada

pueblo contra pueblo,

o se adiestrarán

para la guerra” (Is 2,4).

 

     He aquí los versos que el Adviento recuerda cada año y que pertenecen al segundo canto del libro de Isaías. Los conocemos de memoria. Son profecía atípica en el contexto social del antiguo Israel y en el nuestro, contextos ambos siempre sumidos en guerras. Es verdad que están envueltos en nacionalismo, el del antiguo Israel, pero, al fin y cabo, cuando se sueña el día de la plenitud histórica se le sueña como día de paz. Adviento mantiene ese sueño en el horizonte.

Pero el signo de los tiempos que es la guerra sigue siendo cercano y elocuente, no solamente en los conflictos de Ucrania e Israel que nos tocan más de cerca y en los algo más lejanos de Siria, Afganistán, Irak, Yemen, etc. Y en las guerras olvidadas, los más de 50 conflictos armados que asuelan el planeta. El día que soñó Isaías queda, aún, bien lejos, inalcanzable.

Pero en el fragor de la batalla suenan voces de paz. Voces como las de Baremboin, el músico, Edith Bruck, escritora y superviviente del holocausto, David Grosman, escritor judío, A. Ayalón, exjefe militar de Israel, etc. Las voces de la  diplomacia que piden contención. Las voces de quienes piden distinguir entre una población desvalida y un grupo terrorista violento. En medio del torbellino, se anhela la paz, en el naufragio se habla de derechos humanos.

La profecía de las podaderas avanza lentamente y demanda, en nosotros, el cultivo del anhelo de la paz y de la certeza que Francisco de Asís pedía a sus hermanos para quien osara predicar la paz: “Que la paz que predicáis habite primeramente en vuestro interior”. ¿Cómo vamos a hablar de paz si las sombras de la violencia campan en nuestro corazón?  ¿Cómo no desear en este Adviento de 2023 la lejana paz? ¿Cómo no empatizar con las lágrimas, los gritos y las heridas de quienes viven bajo las bombas?

 

2. La fragilidad de la Iglesia

 

“Tú eres petros

y sobre esta piedra

edificaré mi comunidad

y el poder de la muerte

no la derrotará” (Mt 16,13-20).

 

         La conocida confesión de Pedro en Cesarea de Filipo se ha interpretado como la inamovible presencia de la Iglesia demostrada con dos milenios de existencia. El texto mateano dice, más bien, lo contrario: Cefas es un “petros”, un guijarro del camino, una piedra dura, terca y molesta, que no sirve ni para cimiento (la piedra desechada que dice el Sal 118,22). Sobre esa fragilidad (que somos nosotros) se construye la comunidad de Jesús. Y si no se hunde será porque Jesús la sostiene, no por la fortaleza del cimiento.

         ¡Cómo estamos palpando esta fragilidad, delictiva incluso, en el tema de los abusos a menores dentro de la Iglesia! Muchos cristianos y clérigos de distinto nivel no quieren ver esto porque es muy amargo. La supuesta autoridad moral de la Iglesia queda hecha añicos. No es paliativo el hecho empírico de que tal lacra afecta solamente a un 4% de los clérigos del mundo. Duele igual e implica a todos los cristianos, aunque uno no sea un delincuente y le repugne el tema. ¿Cómo encontrar caminos de esperanza en medio de esta hecatombe? ¿Cómo dar crédito a aquella esperanzadora profecía de Jesús en Cesarea de Filipo?

         Hay esperanza porque se está saneando un comportamiento delictivo por el duro camino no solamente del reconocimiento, sino de la restauración y del amparo a las víctimas. Se sanea la soberbia eclesiástica que ha manejado el poder, a veces, en modos inhumanos que nada tenían que ver con el evangelio. Hay esperanza de que esto se frene, si no por criterios de humanidad evangélica, al menos por temor a la justicia. Es duro, sin paliativos, y la Iglesia que ha de nacer de estas ruinas ha de ser, sin duda, otra. Es la esperanza que pasa por la enorme derrota del mal, la esperanza que nos hace recoger los restos de la nave desarbolada y tratar de seguir con humildad al Maestro poniéndonos, otra vez, al servicio de los frágiles.

 

  1. 3.    El impacto del cambio climático

 

“Cuando oyeron la voz del Señor Dios

que se paseaba por el jardín a la hora de brisa,

Adán y su mujer se escondieron

de la vista del Señor Dios

ntre los árboles del jardín”(Gén 3,19).

 

         Este texto es una pincelada colorida del yavista: Dios va dando voces por el jardín (cantando quizá) y se pasea al freso de la tarde. Es una manera mítica de decir que lo creado está llamado a ser lugar de delicias para el mismo Dios en compañía de la persona, Eso que imagina el escritor avanza lentamente en el proceso histórico porque el paraíso no está al principio, sino al final.

         El Papa ha escrito una exhortación apostólica (Laudate Dominum) sobre el impacto del cambio climático y cuestiona las posturas de quienes se burlan, ridiculizan, no les importan, acusan de ello a los pobres y no tienen en cuenta los riesgos, ya casi irreversibles, a los que se somete al planeta. Por otra parte, afirma taxativamente que «sabemos que fe auténtica no solamente da fuerzas al corazón humano, sino que transforma la vida entera, transfigura los propios objetivos, ilumina la relación con los demás y los lazos con todo lo creado» (61).

         Para que el Adviento contribuya a ser signo de esperanza aumentando nuestra sensibilidad en torno al tema del cambio climático hay que cultivar la mística de que somos familia universal, de que todo esto tiene que ver con la dignidad personal, que no cambiaremos la vida si no cambiamos nosotros un poco de vida. Es el trabajo por la adquisición de una nueva cultura «para gestar grandes procesos de transformación que operan desde las profundidades de la sociedad» (71).

         Es fácil que todo esto nos suene lejos, que no nos haga vibrar. Es cuestión de irlo trabajando, de mirarlo muchas veces. La esperanza, para el planeta y para nosotros mismos, no se genera en un solo día. Se trata de procesos larguísimos, de construcciones de siglos. Se necesita una maduración de las formas de vida. Para pensarlo y para dar pasos sencillos y asequibles en esa dirección (reducir, reutilizar, reparar, restaurar, rediseñar, reciclar, recuperar, etc.). La espiritualidad de la esperanza cobra otro sentido cuando se la inscribe en el tema del medio ambiente. Porque hay caminos que se abren.

 

  1. 4.    Mirar a través de las lágrimas de los pobres

 

         «Me puse a considerar la peor de las opresiones perpetradas bajo el sol: vi llorar a los pobres sin que nadie los consolase; la violencia de los opresores, sin que nadie les detuviese» (Qoh 4,1).

La peor de las opresiones es la violencia y el menosprecio con los pobres, la génesis inhumana de situaciones  establecidas de pobreza, la división del mundo entre los que cuentan y los que no cuentan. Es muy difícil entender que las pobrezas son el lado más inhumano de la historia cuando no se pertenece a ese mundo, cuando se está lejos de las garras que destrozan y de las hambres que devoran. Dos absolutos: Dios y el hambre, decía Casaldáliga. Ni siquiera el primero; sólo el segundo. Las lágrimas de los pobres que nadie recoge, que no importan a nadie, que se pierden en el mayor de los olvidos. Dios las recoge (Sal 56,8). Hacer llorar a un pobre es una iniquidad. Esa opresión se “perpetra”, igual que un crimen. De alguna manera,  es preciso generar consuelo, interés, preocupación. La violencia que nadie detiene. Pero, en realidad, hay muchos  que se oponen tenazmente a la violencia con riesgo de sus vidas (obispo Rolando Álvarez). Sin esa oposición, la violencia habría destruido ya la tierra. La violencia contra los pobres supera la impunidad en la resistencia de los pacíficos. El silencio en el que discurren las lágrimas de los empobrecidos, se hace, algunas veces, clamor elocuente.

         El Adviento puede ser instancia de esperanza cuando nos animamos a mirar no solamente las lágrimas de los pobre sino a ver la vida a través de esas lágrimas. Aunque eso nos lleve a un lío, no habríamos de endurecer el corazón únicamente con las perspectiva de una caridad organizada. Hay aspectos de la vida que se pueden practicar sin que tenga que llegarse siempre a la cuestión del dinero. ¿Cómo mirar la ciudad desde los frágiles? ¿Cómo enfocar la vida fraterna desde ese ángulo? ¿Cómo recuperar la paz cuando las pobrezas nos han alterado (que no está nada mal)? ¿Cómo podemos hablar de un Adviento de esperanza si, de alguna manera, eso no toca la vida de los frágiles?

 

  1. 5.    Los inesperados hermanos

 

«¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos, elamitas y habitantes de Mesopotamia, de Judea y Capadocia, del Ponto y Asia, de Frigia y Panfilia, de Egipto y de la zona de Libia que limita con Cirene; hay ciudadanos romanos forasteros, tanto judíos como prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las grandezas de Dios en nuestra propia lengua» (Hech 2,7-11). 

Son “inesperados” (aunque los “llame” nuestra necesidad y la suya). Por eso los recibe la guardia civil en nuestras costas. Son inesperados y para muchos indeseados. Son “partos, medos, elamitas”, etc. Pero sobre ellos de derrama el Espíritu de Jesús. Sobre ellos habría de derramarse la empatía, la compasión, el amparo, la esperanza. Queda mucho camino por hacer hasta ver que los grandes flujos migratorios son, además de un problema administrativo, una oportunidad de humanidad.

¿Cómo llegar a entender la diversidad social como una posibilidad? Las sociedades de hoy son multiétnicas, multirreligiosas, multiculturales. Y eso es una riqueza, no una amenaza. Al igual que una orquesta con músicos de todo el mundo, necesitan practicar para tocar en armonía: lo mismo ocurre con la sociedad. La diversidad requiere inversión social, cultural, política, religiosa; a veces inversión en cohesión social; para asegurarse de que en una sociedad diversa, cada comunidad ha de sentir que se respeta su identidad, como la identidad del violinista debe ser respetada, junto con cada instrumentista.

¿Cómo ser mediación de esperanza en el ámbito de la diversidad social? El Papa Francisco marca un itinerario:

  • Acoger: comenzar por abrir puertas y corazones. Tratar de ponerse en la situación de quien emigra, comprendiendo sus sueños, compartiendo sus penalidades.
  • Discernir: tratar de entender las motivaciones de quienes piensan, siente y viven en otros parámetros culturales que los nuestros. Todas las visiones del mundo pueden ser compatibles.
  • Acompañar: ser brazo en el que se apoye quien está más desvalido ante la administración, las instancias culturales o sanitarias.
  • Integrar: no pedir la renuncia a la propia identidad, sino insistir en el sueño de compatibilidad social que hace de una sociedad plural una realidad en la que caben todos.

 

  1. 6.    ¿Quién eres tú que ahora llegas?

 

«Viéndolo Jesús echado y notando que llevaba mucho tiempo, le dijo: ¿Quieres ponerte sano?» (Jn 5,6).

Hay como una idea oculta en el EvJn: Jesús se hace presente cuando han fallado todos los mecanismos religiosos, cuando no se le espera. En los márgenes, en la imposibilidad, en la penumbra, entonces aparece él, entonces se hace la propuesta del seguimiento.

Quizá eso puede dar esperanza a la vida religiosa en esta hora de formidable reducción. Lo que se vive como desolación, desaparición, acabamiento quizá pueda verse con una cierta esperanza, aquella que está al otro lado de nuestros proyectos, nuestros números y nuestro insaciable deseo de pervivencia.

«¿Quién eres tú que ahora llegas cuando todo parece terminar?». Este verso de José A. Valente podría iluminarnos. Todo parece terminar. Pero, en realidad, las promesas que se nos hicieron y las que nosotros hicimos siguen en pie. La vida fraterna puede estar bien viva en este momento de incertidumbre si la alimenta la esperanza confiada. No sabemos adónde vamos, pero Jesús sigue sosteniendo los anhelos de la fe, más que nunca. Confiemos en quien decimos confiar.

 

  1. 4.    Abrir paso a la esperanza

 

Quizá la esperanza no se abra paso ella sola. Tal vez haya que “forzarla” un poco para que pueda ser, como decía Labordeta.

 

a)   Pensar con esperanza:

 

Sanear la mente y el corazón, liberarlos de la grisura en la que a veces nos movemos, despejar las nieblas de un pesimismo tóxico que nos pega al alma. No se trata de ser un ingenuo que no ve las dificultades, sino de situar la vida más en los intentos, en los anhelos, en el sol que brilla al otro lado de la niebla que en la niebla misma. Pensamientos esperanzados como tierra de esperanza que acoja semillas de gozo y no de pesadumbre.

 

b)   Hablar con esperanza:

 

Porque mucho de la esperanza, como mucho de la vida, se juega en nuestras palabras. Si son palabras negativizadoras, la cosecha es el desaliento. Si son palabras de esperanza, la cosecha es el ánimo. No están negadas las palabras esperanzadas con el realismo y la cordura. Pero no se dejan envolver, como un tela de araña, por la amargura que destilan las palabras que brotan de la decepción y del fastidio.

 

c)    Orar con esperanza:

 

Sabiendo que la oración no es solución, sino empuje, aliento y dinamismo. Orar como quien otea un día de esperanza, orar como centinelas que aguardan el primer rayo del sol, orar como vislumbra la presencia de Jesús en la vida. Orar con la tenacidad de quien encuentra en la Palabra las perspectivas nuevas que le van sosteniendo en la vida y que le descubren nuevos caminos cotidianos. Una oración enmacetada en la esperanza, no un mero acto de piedad.

 

d)   Construir espacios sociales esperanzados:

 

Contribuir, de la forma que sea, a que la vida de los frágiles, tan propensa a la desesperanza, tenga un horizonte más abierto. Controlar nuestro sentido exclusor y dar cancha a la acogida del distinto, incluso en el ámbito religioso. Ser fieles y tenaces en el ideal de hacer propio el sufrimiento ajeno.

 

  1. 5.    Conclusión

 

Todos lo sabemos: el Adviento es tiempo fuerte para renovar el dinamismo de la esperanza. ¿Cómo de manera más intensa y más deseada? ¿Cómo situarse cada vez más en el lado de quien espera? ¿Hay que ceder a la sensación de quien asevera que ya no esperamos nada? Celebrar la Navidad sin esperanza sería celebrarlaç de manera muerta. Para  hacerlo de manera viva hay que volver la mirada a Jesús, nuestra esperanza viva. Que el Señor nos conceda la mística de la esperanza.

 

EJERCICIOS 2023

CONTRA EL COLAPSO DEL SENTIDO

Notas para una semana de retiro en 2023 con el libro del Eclesiastés

 

         Hablar del sentido parece una cuestión filosófica, algo que no va con nosotros, teoría para desocupados. Pero no es así: el sentido es la razón que nos hace levantarnos cada mañana con ánimo para afrontar el día; es lo que nos hace mirar la realidad con ilusión, aunque, a veces, las cosas vengan torcidas; es la fuerza (¿de dónde viene?) cuando nos muerde el dolor y nos roe la soledad; es lo que nos devuelve el brillo a los ojos, el canto a los labios y la alegría a la relación. El sentido es la orientación del alma, el rumbo del corazón, la correcta dirección de la interioridad. No sabemos cómo decirlo de manera más exacta.

         ¿Merece la pena dedicar la semana anual de ejercicios a trabajar el sentido desde el punto de vista antropológico y espiritual? Nos parece que sí, que eso puede reportar un beneficio a nuestra vida de creyentes. Al fin y al cabo, si los trabajos de fe no ayudan a mejorar la vida interior, pierden su razón de ser.

         ¿Puede ayudarnos en esta tarea espiritual un libro bíblico tan lejano y raro como el Eclesiastés? Puede que sí, siempre que lo trabajemos. Hemos de ensanchar el campo de lectura bíblica y, de vez en cuando, tenemos que adentrarnos por caminos un tanto desconocidos. Hay que ensanchar los límites de la lectura bíblica. Por lo menos, podemos intentarlo. El recurso a la Fratelli tutti pondrá el contrapunto de actualidad al viejo mensaje.

         El nuestro es tiempo de perplejidad. La Palabra, el silencio, la oración común pueden ayudarnos en estos días a hacernos más fuertes contra el peligro del colapso del sentido y conseguir para nosotros puntos de apoyo más firmes que nos ayuden a seguir caminando con ilusión en la senda de la fe.

 

1

VACÍO

 

Planteamiento

 

         Nuestra vida discurre la mayor parte de los días sin sobresaltos (si no, nos resultaría difícil encajarla). Pero, a momentos, surge dentro como una especie de vacío: pasan los años y, a veces, nos vemos con las manos como vacías, como si lo que hiciéramos no tuviera mucho sentido. Una sensación de vacío. Algo temible; lo que los antiguos llamaban el horror vacui, el terror al vacío.

         Y entonces queremos llenar ese vacío con el consumo, la continua actividad, el móvil, las distracciones. Se nos hace difícil llenar el vacío que entrevemos. Y por eso nos echamos en brazos de todo eso, aunque comprobemos, una y otra vez, que el vacío no se llena.

         ¿Y si encaráramos el vacío? ¿Y si lo miráramos de frente? ¿Y si percibiéramos la posibilidad de elaborarlo, no tanto de suprimirlo? ¿Si lo viéramos más que como un acompañante molesto, como una tierra que es preciso labrar y sembrar? ¿Y si llegáramos a entenderlo como una posibilidad?

         La humanidad (la buena relación) y la fe (la espiritualidad) pueden ser semillas adecuadas para ese campo del vacío. Cuanto más humano/a, menos espacio para el vacío, más campo cultivado; cuanto más buscadores en la fe, menos perplejidad, más confianza.

 

Eclesiastés 1,1-2

 

         «Palabras de Qohélet, hijo de David, rey de Jerusalén. ¡Vacío y más vacío! –dice Qohélet-; ¡vacío y más vacío, todo es vacío!».

  • La pseudonimia de David quizá indique que lo que se quiere decir es importante para el Eclesiastés. No estamos hablando de bagatelas, sino del fondo de lo humano, del cimiento de lo que somos
  • Comienza el libro con la palabra “vacío”. De alguna manera, eso dibuja la existencia: muchas veces nos parece que el camino humano es vacío y lleva al vacío. Son las horas de oscuridad que se hacen presentes en nuestra vida, aunque se mezclen con horas de luz (por suerte). Es una gran sabiduría no temer al vacío, saber que está ahí y que puede ser elaborado.
  • E insiste: “más vacío”. Como diciendo: no se argumente diciendo “no te pongas pesimista”. Ni pesimista ni optimista: el vacío está ahí como parte de nuestra vida. A veces es muy denso; otras veces más benigno. Pero está ahí como un componente de lo que somos.
  • Y todavía más: “todo es vacío”. No, aunque algunas veces nos lo parezca.  Cuando se derrumba la vida parece que todo es vacío, sin sentido. Pero no es así: el amanecer, la luz, el olor de la tierra, el ruido del viento, la pureza del agua, etc. es, con frecuencia, el lenguaje del sentido en momentos de oscuridad. Hay que saber escucharlo para levantar los hombros y seguir adelante, para lograr que no se borre del todo la sonrisa de los labios. No todo es vacío, hermano Qohélet, no todo.

 

Reflexión espiritual

 

  • Antídoto contra el vacío: eso puede ser la experiencia de la fe: herramienta para encajar con humanidad, discernir con sensatez y dar un cierto sentido a lo que parece que no lo tiene. La experiencia de la fe es sanadora, no anestesiante. El cultivo de la interioridad, de la oración, del silencio, del diálogo, del disfrute, puede hacer que el vacío no intente ocuparlo todo, sino que se circunscriba a su terreno y no más y que ahí pueda ser elaborado. 
  • Jesús ha experimentado el vacío: el de la oración (Mc 1,35), el del rechazo (Lc 13,34), el del abandono (Mt 27,46). Experimentado en vacíos, pero no ha sucumbido a ellos. Le ha mantenido la certeza de que el Padre siempre está con él, aunque las cosas vengan mal dadas (Jn 8,29; 16,32). Sabe de vacíos; puede entender y animar los nuestros. Él ha logrado reorientar sus vacíos tomando sobre sí los vacíos de otros. Quizá ahí se halle un camino.
  • Comunidad que alienta: eso habría de ser la comunidad de fe; eso es lo que se palpa en sus mejores miembros, los más tenaces, los más proféticos, a veces los más callados. Leer la débil realidad de la comunidad cristiana desde su capacidad de alentar: una gran sabiduría. Recibes aliento de la comunidad cristiana: agradéceselo, dalo tú a otros, no cultives desalientos que no llevan más que a la desilusión y a la amargura.
  • Fraternidad para compartir ánimo: eso es la fraternidad de la VR, de los grupos de fe, de los colectivos creyentes sean cuales sean. El ánimo compartido es como el pan multiplicado: aunque sea poco. Cunde mucho. Ten el valor de poner tu ánimo, sea poco o sea mucho, sobre la mesa de la comunidad para que Jesús lo multiplique. Sé persona de ánimo compartido, contagioso, extendido.

 

FT 36

 

«Si no logramos recuperar la pasión compartida por una comunidad de pertenencia y de solidaridad, a la cual destinar tiempo, esfuerzo y bienes, la ilusión global que nos engaña se caerá ruinosamente y dejará a muchos a merced de la náusea y el vacío».

  • La comunidad de pertenencia (la fe compartida) nos libra de la náusea y del vacío. Necesitamos una experiencia de fe común. Valoremos ese tipo de experiencias, aunque sean sencillas.
  • Para conjurar la náusea y el vacío hay que dar tiempo, esfuerzo y bienes. No se nos va a dar el sentido sin elaboración, sin esfuerzo, sin generosidad.
  • Si no hacemos esta clase de búsquedas, la ilusión global se caerá ruidosamente, nos encontraremos perdidos y como sin alma, a merced de los acontecimientos, sin fuerzas dentro.
  • Es preciso elaborar sentido y espiritualidad para que no ocupe la náusea y el vacío el espacio que está destinado al gozo, al disfrute, a la fraternidad, a la fe.

 

Oración

 

De la frialdad que nos hace indiferentes hacia las cosas.
LÍBRANOS, SEÑOR

Del vacío de las relaciones superficiales.
LÍBRANOS, SEÑOR

De la tristeza que es fruto de poner nuestros ojos

en lo que no es importante.
LÍBRANOS, SEÑOR

De la abundancia que nos convierte en egoístas.
LÍBRANOS, SEÑOR

Del ruido que nos deja sordos a tu Palabra.
LÍBRANOS, SEÑOR

De las distracciones que nos despistan para no seguirte.
LÍBRANOS, SEÑOR

De las riquezas que nos pierden y nos endiosan.
LÍBRANOS, SEÑOR.

 

 

 

2

FATIGA

 

Planteamiento

 

         El corazón humano es, a veces, un corazón fatigado: ¿para qué hago todo esto si nadie me lo agradece? Me canso de hacer cosas que sirven poco, que se repiten, que no tienen relevancia, que no me terminan de satisfacer. Con el cansancio, se hace más gris la vida y más lento el caminar. Pesan los años y pesa su fatiga. Pero quizá la fatiga de no moverse sea más grande, más pesada y más sin sentido que la de andar.

         Tenemos la impresión de que las cosas no cambian. Y en parte es así. Pero eso no quiere decir que encierren siempre una cierta novedad. Descubrir esa humilde novedad, escondida novedad, es antídoto contra la fatiga. Un olfato para lo bueno de lo nuevo: ese es un sentido que no habría que perder.

         Es cierto que tropezamos muchas veces en la misma piedra y eso nos conduce al cansancio, a la fatiga. Pero de cada tropezón se puede aprender y nunca estamos en el mismo punto. El corazón cambia, hace camino, se dirige al horizonte. Para no fatigarnos hay que maravillarse ante un interior que se mueve, que busca, que se pregunta.

Conocemos los remedios contra la fatiga: insistir porque siempre puede surgir una oportunidad nueva; resistir, porque en la resistencia habita la esperanza; ser resiliente, porque de una situación de fatiga asumida puede surgir algo novedoso.

¿No hay nada nuevo? ¿No es nuevo cada amanecer, cada sonrisa, cada gesto de amor, cada camino iniciado, casa sueño acariciado, cada pequeño proyecto planeado, cada abrazo dado con aprecio, cada silencio disfrutado? ¿Nada es nuevo o todo es nuevo para un corazón que palpita? ¿A ver si la novedad está en el corazón más que en las cosas?

 

Eclesiastés 1,3.9

 

         «¿Qué provecho saca la persona de toda la fatiga con que se afana bajo el sol?...No hay nada nuevo».

  • ¿Por qué se pregunta por el provecho, por lo que se puede sacar, por lo que es rentable? ¿Qué nos cansa, los trabajos de vivir o los trabajos que no se consideran pagados? ¿Y si se pagaran con moneda de agradecimiento, de gozo, de alegría común, de disfrute compartido, de camino al corazón andado en compañía? ¿No sería ese un camino provechoso? ¡A ver si la fatiga está en la moneda en que queremos que se nos pague a la que nosotros, por lo que sea, no le damos valor!
  • Hay que distinguir entre fatiga útil y fatiga inútil. La útil es aquella que beneficia al otro, la que proviene de llevar las cargas de los otros, la de hacerse cargo de dolores que no son los míos. La inútil es la que me beneficia solo a mí, la fatiga que me enriquece, aunque, en realidad, tampoco le sacamos provecho. Por eso nos cansa.  La fatiga productiva es aquella que se deriva de vivir con y para el otro.
  • Una fatiga afanosa, desmedida, insensata, desproporcionada. Así es la fatiga inútil, la preocupación por las minucias de una vida empequeñecida. Lo que nos quita el sueño es, a veces, una ridiculez egoísta, cosa próxima al capricho infantil que se quiere satisfacer como sea. Desencapricharse para ensanchar los límites de la vida y del alma. He ahí una gran tarea.
  • Descubrir la novedad, vivir en novedad, sentirse a gusto cuando las cosas cambian para bien del frágil. No anclarse en la terquedad de un beneficio solo para mí, de un poder donde se haga siempre lo que yo diga. Quien dice que no hay nada nuevo bajo el sol es quien quiere que no haya nada nuevo bajo el sol, quien, en el fondo, anda buscando el propio beneficio.

 

Reflexión espiritual

 

  • Un Dios que no se cansa: puede que haya textos donde se diga que Dios se cansó de nosotros (Gen 6,6). Pero Dios es uno que va tras de nosotros sin cansarse (Oseas, Sal 118,170; Lc 15,4). Es paciente y está a la puerta llamando y  esperando a que se le abra (Ap 3,20). Un Dios infatigable, a prueba de desplantes y de agravios, ése es el Dios de Jesús. Porque saber de amor, ni cansa ni se cansa. Siempre está esperando, aunque sea de noche (Jn 3,3).
  • Un Jesús que siempre está a la escucha: porque aunque ande cansado del camino (Jn 4,6) se apresta a escuchar, se “pone cómodo” dispuesto a la total escucha (Lc 19,7). No le fatigan ni nuestra fragilidad moral ni nuestra enorme dificultad para entender y vivir los dinamismos del reino. Sabe de qué pasta estamos hechos y ama y espera sin límites, como quien sabe de amor (1 Cor 13,7). Él no se cansa aunque haya tomado sobre sí nuestro dolor y sea cómplice de nuestra humilde situación (Is 53,4).
  • No cansarse de seguirle: ya que el éxito del seguimiento a Jesús está en su perseverancia, aunque nos sepamos inconstantes y zarandeados por nuestra increencia (Lc 22,31), aunque tengamos que volver a él siempre que nos hayamos extraviado (Lc 22,61).  Hay que pedir la gracia de perseverar hasta el fin no tanto para salvarse (Mt 10,22), sino, sobre todo, para que se nos desvele su rostro, su amor (Ex 33,18).
  • Una fe para descansar de fatigas: ésa es la fe de Jesús, el yugo llevadero y la carga ligera que sosiega y calma, que da energías nuevas, que devuelve el aliento perdido, que nos hace descansar sobre todo de fatigas inútiles (Mt 11,30). Una oración que descanse; una eucaristía alentadora y sosegante; un silencio que repare nuestros desgastes y nos abra a los secretos del alma de Jesús; un discernimiento que aclare nuestros desajustes (Mc 6,31).

 

 

 

 

FT 195

 

         «No se pierde ningún trabajo realizado con amor, no se pierde ninguna de las preocupaciones sinceras por los demás, no se pierde ningún acto de amor a Dios, no se pierde ningún cansancio generoso, no se pierde ninguna dolorosa paciencia».

  • Nada de lo hecho con amor se pierde: las entregas tienen un valor en sí mismas, independientemente del premio, del aplauso, del pago, del reconocimiento. El amor justifica y da sentido a todo acto de entrega.
  • Las preocupaciones sinceras por las situaciones de los demás siempre tienen un valor. Nos conmovemos y, ojalá, nos movamos. Preocuparse por los demás no es entrometerse en su vida; es no cansarse de mirar en la dirección del otro.
  • Todo acto de amor, a Dios y la persona, es productivo porque la buena relación, el reino de Dios, es el trabajo a realizar y la meta a lograr. Al amor le basta una pequeña grieta para florecer.
  • Ningún cansancio generoso, ninguna fatiga humilde, ningún sudor ignorado pierden su valor. pasan al subsuelo de la vida, al humus del que se nutren los corazones, al cimiento de la existencia.
  • Y todo ello aunque a la fatiga le acompañe un cierto dolor, una herida que duele. Un seguimiento de Jesús indoloro no es de calidad.

 

 

 

Oración

 

Señor, me cansa la vida,
tengo la garganta ronca
de gritar sobre los mares,
la voz de la mar me asorda.

Señor, me cansa la vida
y el universo me ahoga.
Señor, me dejaste solo,
solo, con el mar a solas.

Por todas partes te busco
sin encontrarte jamás,
y en todas partes te encuentro
sólo por irte a buscar.

 

 

3

OJOS ABIERTOS

 

Planteamiento

 

         Se puede vivir sin ver, sin mirar, sin lucidez. No es ningún tipo de ceguera física, sino existencial. Quien sabe mirar lleva una vida lúcida; quien no sabe mirar, vive en la inconsciencia. Esto es vivir en el tran tran de los días sin hacerse preguntas, sin valorar, sin queda tocado por lo que pasa; aquel, el vivir lúcido, se detiene en lo que vive, reflexiona, toma decisiones, se mueve sabiendo dónde pone los pies. Son dos maneras de vivir.

         Para mirar con ojos abiertos es preciso estar interesado por la realidad. Se trata de ser interesado, no tanto ser curioso. Habrá que superar esa cultura de titular de telediario que no se informa, que no lee, no profundiza; se queda en la superficie de las cosas. Cuando hablamos de ojos abiertos estos, a la vez, hablando de profundizar un poco.

         ¿Y qué hay que mirar? El lado humano de nuestros caminos. No se trata de vivir en las nubes, sino de descubrir en las sendas de la vida ese lado “espiritual”, profundo, interesante. Tendemos a la superficie y es preciso contrarrestar tal tendencia. Ojos abiertos para crecer en humanidad. De algo de eso se trata.

         Para todo ello, es preciso ser honrados con lo real. Es preciso encarar con humanidad lo que hay, lo que somos en este momento, lo que realmente nos ocupa y nos preocupa. Todo ello para no fugarse de la realidad, para no construir superestructuras que realmente no existen. La mirada de ojos abiertos es una mirada con arraigo antropológico, con raíces en la vida diaria.

         Para eso hay que mirar los detalles, porque en ellos, en su modestia, está encerrada muchas veces la maravillosa verdad de las cosas. Tratar todo en general, grosso modo, es una manera cegata de andar por la vida. No se trata de enredarse en minucias, sino de valorar las posibilidades que se encierran en los pequeños gestos de cada día.

         Todo ello nos llevará a una mística de ojos abiertos, aquella que entiende que para ser seguidor de Jesús no hay que salirse del marco de la cotidianeidad. En tal marco quiere Dios que le amemos y que sirvamos a los hermanos/as.

 

Eclesiastés 2,12-14

 

         «Me puse a considerar la sabiduría, la locura y la  necedad y descubrí que la sabiduría aventaja a la necedad lo mismo que la luz a las tinieblas. El sabio tiene sus ojos abiertos, mas el necio camina en tinieblas».

  • La comparación entre sabiduría y necedad es una manera de analizar la vida. Una ida y una fe despiertas no llegarán sin ese tipo de consideraciones, de discernimientos. Sin ello, la fe se vuelve rutinaria. Se necesitan espacios de discernimiento: oración, silencio, paseo contemplativo, contraste con la Palabra, diálogo con personas de consejo, etc.
  • La sabiduría aventaja a la necedad, el discernimiento a la ruina, una vida despierta a otra adormecida, una fe cultivada a otra simplemente heredada. Merece la pena trabajar por construir una fe y una vida lúcidas, enmacetadas en la realidad y, a la vez, con vuelo utópico, con horizonte.
  • La luz aventaja a las tinieblas: una vida luminosa no es algo que se nos dé sin más. Hacer luz dentro y en los propios caminos vitales es un trabajo que no nos será ahorrado. Se trata de pasar de una mirada opaca y neutra sobre la vida a otra mirada apreciativa, valoradora, disfrutadora de la realidad.
  • Por eso el sabio, el buen lector de la realidad, el creyente trabajador de la fe tiene los ojos abiertos, vive una fe lúcida, creativa, cultivada, redescubierta cada día. Mientras que el necio, el atolondrado, el rutinario, el que no pierde el tiempo en cosas que no producen vive en el atolondramiento y en el despiste de las tinieblas. Y cuanto más se vive en tinieblas, menos capacidad para desear la luz.

 

Reflexión espiritual

 

  • La mirada de Dios: para alimentar una mirada sobre la fe y sobre la vida de ojos abiertos hay que saber cómo nos mira Dios. Dice 1Cor 13,12 que cuando estemos con Jesús, comprenderemos cómo Dios nos ha comprendido. La mirada de Dios sobre nosotros es la mirada del respeto y de la compasión, del amor. Esa misma mirada habría de ir siendo la del creyente, eso es lo que hay que trabajar para que cada día más pueda ser un logro en nuestra vida. La mirada creyente es una mirada nueva sobre la vida, hasta en los detalles.
  • Las miradas de Jesús: Las miradas de Jesús según los evangelios son todo un código que termina por desvelar el rostro del Dios de amor. Efectivamente, ¿cómo saber sin la mirada de Jesús la hondura de su humilde grandeza? Las cristologías hondan en los componentes más profundos de la realidad espiritual de Jesús, pero dejan de lado los matices de componente antropológico. ¿Cómo saber de Jesús sin conectar con sus búsquedas? Y ¿cómo saber de tales búsquedas sin mirar a sus ojos? Por suerte, los evangelios nos han transmitido muchos matices de las miradas de Jesús. De tal manera que, incluso a través de textos tan “manipulados”, podemos hacernos una idea de aquellos ojos, de aquella luz. La mirada penetrante de Jesús está entre velos de sombra. Velos de sombra mezclados a blancos de luz. Mirada que se desdibuja en los telones de la historia. Mirada medio oculta por los avatares de la vida que es preciso desvelar mirando con amor los ojos que te miran con amor. Mirada de la que brota el rojo de la sangre, el rojo del amor que se extiende a lo largo del rostro, porque es una mirada de amor en un rostro que ama. Mirada que demanda otra mirada para que el ir y venir del amor encuentre su verdadera senda. Una mirada que oculta la boca del enamorado pero que se adivina tras los velos del silencio. Porque la suya es una mirada que no muere en el silencio, sino que, por el contrario, la hace más viva, más elocuente. Mirada que pregunta al corazón y que demanda una respuesta que brote de la fuente del amor, del venero inagotable del fundamento de la vida. Antes que mirado, el rostro de Jesús es un rostro que mira. Su mirada ha desvelado la manera de mirar el camino lleno de avatares de la historia que tiene el Dios que ha ceñido su suerte a tal historia. Si algo caracteriza tal mirada es la com-pasión, la pasión por vivir compartida. Esa pasión es la que desata la ternura del corazón y cumple con la vocación primordial que anida en todo ser: vivir, más allá de sobrevivir. Por ello, la compasión que anida en la mirada de Jesús, en la mirada de Dios, deja claro que el camino de la historia, incluidas sus limitaciones, tiene sentido porque anida en él la llamada a la vida. Mirados para sostenernos en la vida, esos son los resultados espirituales de la búsqueda de Jesús.
  • Mirada fraterna: se trata de entender que el grupo de fe (familiar, religioso, parroquial, congregacional) merece ser mirado con la comprensión y el respeto de quien me facilita la fe. Mirada fraterna y agradecida. Hay que alejar lo más posible las miradas desconfiadas, displicentes, ajenas de interés, duras. La mirada es la puerta del corazón. Y eso lo notamos todos.

FT 281

 

         «Entre las religiones es posible un camino de paz. El punto de partida debe ser la mirada de Dios. Porque «Dios no mira con los ojos, Dios mira con el corazón. Y el amor de Dios es el mismo para cada persona sea de la religión que sea. Y si es ateo es el mismo amor. Cuando llegue el último día y exista la luz suficiente sobre la tierra para poder ver las cosas como son, ¡nos vamos a llevar cada sorpresa!».

  • Dios mira con el corazón, tanto para andar los caminos de la paz como cualquier camino de vida. En esa mirada encontramos amparo y orientación. Encontrarse con la mirada compasiva de Dios, por etéreo que parezca, es una gracia impagable.
  • Esa mirada compasiva se derrama más allá de cualquier religión (recordar aquella frase del priori de Tiberine: “Si Dios quiere podré, pues, sumergir mi mirada en la del Padre para contemplar junto con Él a sus hijos del Islam”).
  • Dios mira con amor a los ateos y a nuestros propios ateísmos, los encaja en su corazón que ama hasta hacer de esos ateísmos, por paradójico que suene, un camino hacia él.
  • AL final nos vamos a llevar la sorpresa de un amor volcado a nosotros en totalidad, por encima de fallos, envolviendo el mal y triunfador del bien. Toda una sorpresa anunciada, intuida, algo sabida pero nunca vivida del todo.

 

Oración

 

Están mis ojos cansados
de tanto ver luz sin ver;
por la oscuridad del mundo,
voy como un ciego que ve.

 

Tú que diste vista al ciego
y a Nicodemo también,
filtra en mis secas pupilas
dos gotas frescas de fe.

 

 

 

 

 

 

4

TIEMPO

 

Planteamiento

 

         Por muy fugaz que sea, el tiempo es un don divino: poder estar aquí, poder ver discurrir el tiempo, tener tiempo para hacer el bien, disponer de tiempo para amar, tener oportunidad de aprender con tiempo, tener tiempo para curar y para reorientar la vida. El tiempo: don fugaz, que escapa de las manos, que se pierde a veces, don divino.

         Todos lo sabemos: no es lo mismo dejar pasar el tiempo en vano que aprovechar el tiempo. Dejar pasar el tiempo sin ton ni son es una pérdida irreparable que no vuelve; pasarlo en la búsqueda afanosa del propio bien, del exclusivo placer, hacer del tiempo una herramienta de dominio; todo eso es pérdida. Aprovechar el tempo para la interioridad, el disfrute, la espiritualidad, la cultura y, sobre todo, hacer el bien a quien lo pasa mal es aprovechar el tiempo, aunque el provecho no sea monetario, sino humano.

         Se dice que el tiempo es oro, algo de mucho valor. La expresión lleva implícita la advertencia de que no toques mi precioso tiempo. Si es tiempo para los demás, el “oro” se multiplica y todos salen beneficiados. Si es para uno solo, el oro se devalúa y todos salimos perdiendo. Cuando alguien nos dice “tienes todo mi tiempo”, hace para nosotros la mayor ofrenda.

         Es algo muy saludable vivir en el propio tiempo, ni antes (en la nostalgia) ni después (en la búsqueda desesperada de novedades). Para estar en el tiempo presente es preciso amar la sociedad, ser empático con los movimientos humanos (cosa que no excluye la crítica), desterrar la crítica negativizadora contra el momento presente creyéndolo como la peor de todas las épocas. Ser persona de tu tiempo es ser persona que ama su tiempo.

         El tiempo no vuelve, pero las oportunidades sí. Siempre se puede recomenzar, retomar la senda de la vida y de la fe, recuperar el camino de un amor interrumpido, volver a hacer la promesa de un tiempo dado en ofrenda a quien se ama. Dios y Jesús dan segundas y terceras oportunidades. Hay que aprovecharlas.

 

Eclesiastés 3,1.11

 

         «Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo. Dios ha hecho las cosas apropiadas en su momento y también les concedió el sentido del tiempo».

  • Es preciso saber captar el momento oportuno porque, efectivamente, todo tiene su momento. Es una sabiduría no precipitar el momento y no retrasarlo. Hay que pensar mucho cuándo decir una cosa y decirla cuando se debe. Ser oportuno es una cualidad envidiable; ser inoportuno lleva al sinsentido y al distanciamiento.
  • Cada creatura tiene inscrito en su ser el momento preciso y valioso de su aportación al coro de lo creado. Esa aportación, por humilde y desconocida que sea, resulta valiosa. Viene constituir el humus sobre el que florece la vida.
  • Dios hace y da las cosas apropiadas en su momento: el tiempo de salvación, el tiempo propicio, el kairós. Saber olfatearlo, entreverlo, percibir los pequeños brotes de esperanza es un gran valor que remite a una vida lúcida y a una fe cultivada.
  • Toda cosa tiene el sentido del tiempo, su lugar en la inmensa cadena del cosmos, por mucho que se diluya en medidas de millones de años. La persona también tiene su espacio en ese escenario de millones de años que no sabemos abarcar ni con la imaginación. Se nos dio un tiempo como un regalo, como un precioso don en el inconmensurable regalo del cosmos que vive y se expande.

 

Reflexión espiritual

 

  • Dios generoso: por muy breve que nos parezca la vida, Dios es generoso con nosotros al darnos tiempo para el disfrute, para el conocimiento, para la fraternidad, para la fe, para el gozo, para el saber. Y generoso para la espiritualidad cristiana: para tener y vivir los sacramentos, para poder rezar, para leer la Palabra, para acompañar a los frágiles, para poder sobrevivir a las lágrimas. Nuestra plegaria es la del Salmo 90,12: “Enséñanos a calcular nuestros años para que adquiramos un corazón sensato”.
  • Tiempo suficiente para seguir a Jesús: eso sí que lo tenemos seguro: Dios nos da el tiempo suficiente para hacer el camino con Jesús, para poder intuir de qué va eso y para poder disfrutar el estar con Jesús (Mc 3,14). No es el seguimiento algo tan arcano que no lo alcancemos nunca; se puede lograrlo y depende mucho de la intensidad de relación con Jesús.
  • Tiempos fuertes: así denomina la Iglesia a ciertos tiempos litúrgicos (Adviento, Cuaresma, Pascua). Pero un tiempo “fuerte” puede ser, además, un retiro bien trabajado, un plan de oración seguido con fidelidad, un voluntariado hecho con dedicación, un aprendizaje formativo hecho con alma. Los del Salmo 94,7: “Si hoy escucháis la voz del Señor, no endurezcáis vuestro corazón”.
  • Buenos tiempos para la espiritualidad: los nuestros. Porque quizá no sean los mejores para la religión, pero son buenos para la espiritualidad. Hay mucha gente que bucea en el interior, que profundiza, que elabora un camino de fe viva. Es cierto lo que decir Jn 3,8: el Espíritu sopla donde quiere. Hoy también sigue soplando.

 

FT 66

 

 «Con sus gestos, el buen samaritano reflejó que la existencia de cada uno de nosotros está ligada a la de los demás: la vida no es tiempo que pasa, sino tiempo de encuentro».

  • Un tiempo ligado a los demás: esa es la mejor perspectiva para leer y vivir el don divino del tiempo. Mide tu correcta percepción del tiempo por la cantidad y la calidad del tiempo que dedicas a los demás. Al samaritano, la secuencia mirar-acercarse-inclinarse-echar vino y aceite-vendar-montar en la cabalgadura-llevar a la posada-cuidar-prometer volver le llevó mucho tiempo. Algo de mucho más valor que los denarios que dio al posadero.
  • Por eso mismo, la medida del tiempo que vivimos no es tanto el número de años que llegamos a acumular, sino el tiempo que damos a los demás, el que dedicamos al encuentro. Si no brota el encuentro, no estamos empleando bien el tiempo; si se da el encuentro, el tiempo tiene sentido.
  • Y todo porque nuestra existencia está ligada a la de los demás. En esa ligazón adquiere sentido y, si no existiera, estaríamos ante una formidable pérdida de tiempo y de sentido.

 

Oración

 

Así eres Tú, Señor del tiempo y de la vida:

Tú, que llenas de ritmo y compás cada cosa

          Cada latido

Tú que conoces mis tiempos y mis pausas

          Mis idas y venidas

          Mis aciertos y atropellos

          Mi música y mi silencio.

Acompásame, Señor, contigo

          Que respire con tu aliento

          Que camine con tus pasos

          Que mire con tus ojos

          Que responda con tu voz

          Que escuche con tu amor

          Que ame con tu libertad

Y mi corazón, pobre y gastado,

se llene de Espíritu

soplando agradecido:

Tú, mi ritmo.

Tú, mi compás.

Tú, mi silencio.

Tú, primer y último latido.

Tú, Señor de mi tiempo y de mi vida.

 

 

5

DISFRUTE

 

Planteamiento

 

         El disfrute no ha sido tema trabajado en la espiritualidad tradicional. Se le ha mirado con un cierto recelo, por su proximidad (así se pensaba) al pecado (en el Kempis no aparece ni una sola vez). Y sin embargo, es imposible vivir el amor, la fe, la vida en general sin el disfrute. Porque en la vida hay disfrutes abominables (el disfrute de quien mata), pero hay disfrutes hermosísimos: el disfrute de la oración, del amor al trabajo, del gozo de la vida familiar, de la pasión por los pobres, el disfrute de ver que los pobres son, a veces, atendidos y que la justicia les hace caso.

         Una vida sin disfrute es una vida sosa y amarga; una fe sin disfrute desvela que uno no ha sido “atrapado” por la hermosura de Dios y por el atractivo de Jesús. Una Palabra no disfrutada no es una Palabra bien leída; una eucaristía no disfrutada es una eucaristía obligada. Abrazar la espiritualidad del disfrute no es irse por las ramas y, menos todavía, exponerse al peligro. Es algo bien necesario.

         Los disfrutes espirituales son útiles para una experiencia viva de la fe: la oración deseada, la eucaristía compartida, la Palabra degustada, la Iglesia entendida y vivida como casa de amparo y de gozo. Si la acusación de que nuestra fe es triste fuera cierta, habría de ser sustituida por una fe vibrante, gozosa y gustosa.

         Lo mismo pasa con la fraternidad (de la VR, de la vida familiar, de los grupos de fe): si es vivida solamente como reglas que hay que guardar, obligaciones que hay que cumplir, restricciones que se nos imponen, le falta algo, lo más importante: experimentar el gozo de caminar juntos, disfrutar la comunicación sencilla, compartir vivencias comunes. Si todo esto no se diera, la fraternidad se agosta y entra en la rutina que fatiga.

         Hay, incluso, disfrutes sociales que son muy jugosos: ver que el frágil es atendido y respetado, percibir que algunos de los excluidos van saliendo a flote, saber que nadie es desechado en la atención médica (aunque aún quede mucho por hacer con el sector social más vulnerable), alegrarse con las alegrías del vecindario, de la ciudad. Si no disfrutamos de nuestra sociedad, ¿cómo les podremos hacer, llegado el caso, una oferta de espiritualidad cristiana?

 

 

 

Eclesiastés 3,22

 

         «Veo que nada hay mejor para una persona que disfrutar de lo que hace, pues esa es su paga. ¿Quién va a traerle lo que sucederá después de ella?».

  • Puede parecer que el disfrute como paga de lo que se hace es medida rácana, escasa. Pero no; el disfrute es una buena medida: ¿si no disfrutas de los que haces, si lo que haces no tiene para ti mismo un valor, cómo lo va a tener para los demás? De ese disfrute depende la significatividad de la vida (hacer bien lo que se hace, aunque sea poco) en contra del anhelo de relevancia (querer salir en la foto, estar en el escaparate). La vida creyente está llamada a ser significativa más que relevante.
  • La satisfacción de hacer bien algo puede parecer poca cosa, pero es una gran satisfacción, se premie o no, se pague o no, se agradezca o no. No dar paso a algo defectuoso (laudes del miércoles semana II) es un propósito muy valioso porque la desidia nos cerca. Hacerlo bien es la mejor manera de escapar de ella.
  • Lo que suceda después de lo bien hecho no se sabe, nadie se lo va a decir de antemano. Lo más posible es que tenga efectos beneficiosos, pero no se sabe. Por ello, disfrutar haciéndolo bien en el presente es su  mejor garantía de cara al futuro. Es medicina contra la indolencia y el todo da igual.

 

 

 

Reflexión espiritual

 

  • Dios apasionado: así es el Dios de Jesús. La única pasión que abandona es la cólera, aunque el judío que hay en Pablo aún la mantenga (Rom 3,18). Pero su pasión es el perdón (Lc 15,11-32), la generosidad (Mt 20,1-16), la espera incansable (Ap 3,20), el amor (1 Jn 4,8). Dios de pasiones y de disfrutes (Lc 15,7).  ¿Un Dios frío, impasible, hierático podría haber sido el motor de una fe viva?
  • Jesús disfrutante: no son explícitos los evangelios en este punto. Pero lo vemos disfrutando en sus oraciones vivas (Mt 11,25; Jn 11,41), en su aprecio de las personas (Mt 11,11), en sus anhelos de dentro (Jn 8,29), en sus amistades (Jn 11,1). ¿Cómo iba a ser bálsamo para las heridas de quienes andan en los caminos con un rostro adusto y un corazón de corcho? Por el contrario, hasta la fe de los  paganos lo ablandaba (Mc 7,24-30). Un Jesús proclive al disfrute porque está cerca del corazón.
  • Una fe jugosa: hecha de experiencias vivas, más que de ideas, de vivencias de dentro más que de dogmas definidos. Una fe con historia personal, no con argumentos fríos. Una fe biográfica en la que se ha aprendido a Jesús por uno mismo, no por la mediación de otros, aunque esto, sin duda, puede ayudar.
  • Inocencia original: algo de eso hace falta para vivir una fe disfrutante: recuperar al niño que llevamos dentro y a la inocencia de nuestra primera mirada a Jesús. LS’ 66 dice que san Francisco fue de los que logró recuperar esa inocencia  original. Se puede comenzar desterrando lo más lejos posible la desconfianza porque, con ella presente, el disfrute se hace prácticamente imposible.

 

FT 219

 

«Cuando un sector de la sociedad pretende disfrutar de todo lo que ofrece el mundo, como si los pobres no existieran, eso en algún momento tiene sus consecuencias. Ignorar la existencia y los derechos de los otros, tarde o temprano provoca alguna forma de violencia, muchas veces inesperada». 

  • Es un texto que tiene algo de rapapolvos porque nosotros podemos entendernos como personas que puede disfrutar de todo, que tienen derecho a todo, frente a quienes no siendo de aquí (por más que sean personas) parece que no tienen los mismos derechos. Los derechos son universales; mientras no los disfruten todos, no se ha llegado a su verdad.
  • Ignorar a los pobres, apartarlos del disfrute, entenderlos solamente como mano de obra necesitada es un desenfoque. Promocionar y unirse a los gozos de los pobres es unirse a Jesús que secaba las lágrimas de quienes lloraban. Privar a los pobres de sus gozos es uno de los mayores pecados.
  • No podemos extrañarnos, dice el Papa, que la privación del disfrute de los derechos de los pobres pueda llegar a engendrar formas de violencia. Ellos procesan su situación de excluidos del banquete de la vida y se rebelan contra ella. No se puede pretender despojarles impunemente del gozo al que tienen derecho simplemente por ser creaturas.

 

Oración

 

Enséñame, Señor, a vivir el don de cada día,
sin otros planes que los tuyos, los de cada día.
Que pueda maravillarme de tu amor.
Que el rostro de mi prójimo sea nuevo para mí.

Dame un corazón, Padre,
resistente con el sufrimiento de cada día,
fuerte con la lucha frente al mal
amoroso con la oración de cada día.

Que sepa confiar en Ti,
dejando en tus manos el mañana
sin inquietudes ni prisas.
Que cada día estrene tu paz,
aprendiendo de Ti, cada día,
el sentido de la salud o la enfermedad,
del éxito o el fracaso,

del progreso o del retroceso.
Enséñame, Señor, a vivir el don de cada día.

 

 

 

 

 

 

6

POBREZAS

 

Planteamiento

 

         La espiritualidad de la pobreza habría de ser cambiada  por la preocupación por las pobrezas. Ese plural es el que interesa: ¿qué sabemos de las pobrezas? ¿En qué medida nos interesan? ¿Cómo podemos incidir en ellas? Esas son las cuestiones que es preciso ir resolviendo ante el duro y múltiple mundo de las pobrezas.

         Es bueno que las pobrezas nos conmuevan (peor sería si nos dejaran indiferentes, anestesiados). Pero lo más interesante es que las pobrezas nos muevan, deriven en conductas prácticas. Por lo que sea, ese paso se da con dificultad quedando solamente la conmoción del corazón que no lleva a orientar los pasos en una determinada dirección.

         Será preciso activar la responsabilidad, porque quien vive en la abundancia cree que él no tiene parte en el cruel desaguisado de las pobrezas. Es cierto que comprar es un acto moral. Y viajar, trabajar, vestir, comer, curarse, etc. Toda actividad humana tiene su reflej oen el conjunto de la sociedad. Mientras no sintamos esta implicación siempre veremos el problema de las pobrezas como algo desde fuera, algo en lo que yo no tengo parte.

         Y la actuación ante las pobrezas demanda en estos tiempos un nivel de organización que antes no era tan necesario. Y ello, no solamente por razones de eficacia, sino también por la dinámica del desarrollo al que  tiende la actuación con las pobrezas (no solamente por razones de socorro), por razón de humanidad. Actuar contra las pobrezas no es fácil: demanda un alto nivel de corresponsabilidad, organización, control en los proyectos de desarrollo y, en definitiva, fe en lo humano.

         Para la VR el viejo voto de pobreza habría de evolucionar en voto de mayordomía (de buena gestión, evangélica) y de generosidad. El hermoso logro de una economía orientada desde el evangelio habría de tener como meta la preocupación explícita, organizada y eficaz ante las pobrezas. Si no, pretender que la sociedad crea que los religiosos/as somos pobres es una fantasía insostenible.

         El trabajo continuado y acrecentado en la madurez de la vida por llevar una vida simple puede ayudar mucho a entrar en la órbita de las pobrezas. La sencillez de vida aclara mucho las cosas y deja las preguntas desnudas delante del seguidor/a de Jesús.

 

Eclesiastés 4,1

 

         «Me puse a considerar la peor de las opresiones perpetradas bajo el sol: vi llorar a los pobres sin que nadie los consolase; la violencia de los opresores, sin que nadie les detuviese».

  • La peor de las opresiones es la violencia y el menosprecio con los pobres, la génesis inhumana de situaciones  establecidas de pobreza, la división del mundo entre los que cuentan y los que no cuentan. Es muy difícil entender que las pobrezas son el lado más inhumano de la historia cuando no se pertenece a ese mundo, cuando se está lejos de las garras que destrozan y de las hambres que devoran. Dos absolutos: Dios y el hambre, decía Casaldáliga. Ni siquiera el primero; sólo el segundo.
  • Las lágrimas de los pobres que nadie recoge, que no importan a nadie, que se pierden en el mayor de los olvidos. Dios las recoge (Sal 56,8). Hacer llorar a un pobre es una iniquidad. Esa opresión se “perpetra”, igual que un crimen. De alguna manera,  es preciso generar consuelo, interés, preocupación.
  • La violencia que nadie detiene. Pero, en realidad, hay muchos  que se oponen tenazmente a la violencia con riesgo de sus vidas (obispo Rolando Álvarez). Sin esa oposición, la violencia habría destruido ya la tierra. La violencia contra los pobres supera la impunidad en la resistencia de los pacíficos. El silencio en el que discurren las lágrimas de los empobrecidos, se hace, algunas veces, clamor elocuente.

 

Reflexión espiritual

 

  • Dios de pobres, Dios de esclavos: pocas veces ocurre en la historia de las religiones que Dios se presente como un Dios de pobres, al lado de los esclavos (Ex 3,7). Por muchas que sean las infidelidades de Israel, sigue siendo el Dios de los oprimidos. Dios ama a todos, pobres y ricos, pero no del mismo modo: se alía con los empobrecidos y advierte a los poderosos (Lc 1,39-56). Dios abandona a estos en su necia terquedad (Lc 16,19-31) y acoge al frágil en su debilidad (Prov 31,9).
  • En la mesa de los pobres: uno de los rasgos definitorios del comportamiento de Jesús es haberse sentado a la mesa de pobres y pecadores asociándose, de algún modo, a su ser pecador. Ningún profeta o gran “santo” del AT se ha comportado así. Por eso mismo, las pobrezas están en el núcleo de la fe en Jesús, no son mera consecuencia de esa fe (contra Clovis Boff). Esto tiene que llegar a marcar la vida y las opciones del seguidor/a.
  • ¿Dentro o fuera?: quizá hayamos hecho un tipo de fe que no permite que las pobrezas estén dentro de las preocupaciones de la vida cristiana, aunque vamos mejorando notablemente. La Iglesia habla mucho de los pobres a la vez que crea una estructura donde no tienen cabida, excepto en sectores específicos (Cáritas, Manos Unidas, ONGs católicas, etc.).. Para avanzar en esto se precisa un cambio tan fuerte en la estructura eclesial que hoy todavía es un sueño.
  • Con los pobres de la tierra: así comienza el poema de José Martí. Teniendo a un Dios y a un Jesús que han echado su suerte a ese lado, se impone para el creyente una tarea imprescindible: tomar carta de responsabilidad en el tema de las pobrezas. No se puede mirar para otro lado. Es preciso hacerse cargo del tema tanto personal como institucionalmente. Nos jugamos en eso mucha de la orientación evangélica de la vida del creyente y de la misma Iglesia.

 

 

FT 21

 

«Hay reglas económicas que resultaron eficaces para el crecimiento, pero no así para el desarrollo humano integral. Aumentó la riqueza, pero con inequidad, y así lo que ocurre es que nacen nuevas pobrezas. Cuando dicen que el mundo moderno redujo la pobreza, lo hacen midiéndola con criterios de otras épocas no comparables con la realidad actual. Porque en otros tiempos, por ejemplo, no tener acceso a la energía eléctrica no era considerado un signo de pobreza ni generaba angustia. La pobreza siempre se analiza y se entiende en el contexto de las posibilidades reales de un momento histórico concreto».

  • Las reglas económicas no son todo. Los planes de regeneración económica pueden encerrar la perpetuación de las pobrezas bajo modos más “civilizados” pero tan excluyentes como siempre (crear empleo en condiciones de “esclavitud”).
  • Al haber inequidad, nacen nuevas pobrezas (no llegar a fin de mes aun teniendo trabajo, generar dependencia en base a contratos legales pero empobrecedores, pobreza climática, pobreza energética, inseguridad alimentaria, etc.). Surgen nuevas pobrezas porque la fuente de las mismas sigue manando: la desigualdad.
  • La reducción de la pobreza y del hambre se hace con criterios geopolíticos. Pero quien está sumido en la pobreza sigue en ella. No le consuelan las estadísticas,  no llenan su estómago.
  • La pobreza energética, las dificultades para lograr una vivienda, le imposibilidad de emancipación, la tiranía de la dependencia económica, etc., generan angustia y “llanto” social.

 

Oración

 

Padre, Creador de Abundancia,
concédenos generosidad para compartir tus dones y beneficios
con nuestros hermanos y hermanas en toda la Tierra.

Jesús, Príncipe de Paz,
que seamos artesanos de la paz que fortalece la justicia
y de la justicia que sostiene la paz.

Espíritu de Justicia,
que el amor y la igualdad que compartes con el Padre y el Hijo
nos inspiren a apoyar políticas justas de comercio que levanten a los pobres.

Padre, Creador del mundo,
que seamos buenos corresponsables de las riquezas de la Tierra
y respetemos los pueblos de cuyas tierras se extraen los recursos.

Jesús, Señor que alivias nuestras Cargas,
que nos apiademos de las naciones agobiadas por las deudas
y nos comprometamos a buscar su exoneración.

Espíritu Santo, Autor de la Vida,
inspíranos paraa proteger el don de la Creación,
y a ayudar a los pobres que más sufren a causa del daño al medio ambiente.

Dios que eres comunión de Amor,
ayúdanos a amar a todos nuestros prójimos y a los desplazados de sus hogares,
acogiendo a los refugiados e inmigrantes y aliviando la pobreza en otros países.

Padre
ayúdanos a reconocer tu rostro en todos los afectados por la pobreza mundial
y llénanos con el amor y la fortaleza necesarias para combatir sus causas.

 

 

7

FRATERNIDAD

 

Planteamiento

 

Hablar sobre la fraternidad es estar amasando siempre la misma masa, la masa de lo humano. Por eso aparece el asunto en textos antiguos y en propuestas de hoy. La fraternidad, en cualquiera de sus variantes, es el objetivo y sentido del camino humano. Por mucho que la maltratemos, la hiramos, la oscurezcamos, la fraternidad sigue interpelando al corazón humano. Antes y ahora.

Como decía Bauman (Príncipe de Asturias 2011) el sentido de la vida humana es vivir con y para el otro: eso es la fraternidad, situarse en la órbita de lo común y entregarse con dedicación los trabajos comunes. Esto es una bomba en la línea de flotación del individualismo, de la autorreferencialidad.

Problema complejo porque se trata de adquirir una mirada común a la vida lo que supone sumar individualidades, difícil suma siempre. Posibilidad porque la suma de personas multiplica los caminos y abre horizontes desconocidos a la persona. Cuantas más posibilidades se abran, más se reduce el volumen de los problemas.

Una de las preocupaciones de hoy en esta coyuntura reductiva de las fraternidades es generar ilusión. La ilusión es más importante que las vocaciones (aunque no las desechamos). Un grupo con ilusión tiene el dinamismo de la creatividad, de la alternatividad y del gozo. Contagiar ilusión es una tarea de siempre, especialmente de nuestro hoy.

La vida fraterna es una vida reunida. Quien no ama lo común tiene un fuerte problema de fraternidad, no ha venido a buen sitio. La esterilidad de nuestras reuniones ha de ser revertida por el afán de mezclarse con la realidad del hermano como mejor camino de seguimiento.

 

Eclesiastés 4,9-10

 

«Mejor dos juntos que uno solo, pues su fatiga les aprovecha más. Si uno cae, le levantará su compañero, pero ¡pobre del solo que cae!, pues no tendrá quien le levante».

  • Para el Eclesiastés es cosa clara: uno más uno no son dos, sino mucho más. Es la pura realidad: la unidad, la fraternidad no solamente suma, sino que, además, multiplica. Las pegas de la fraternidad quedan ampliamente superadas por sus beneficios. La fraternidad es rentable en muchos aspectos (humanos, económicos, espirituales, etc.).
  • Las fatigas menguan en  la vida fraterna porque es esencial a la misma el reparto de los pesos de la vida. Una fraternidad que, ella misma, suponga un peso es una contradicción: lo suyo es aliviar pesos, hacer más ligera la carga de los días. Los disfrutes fraternos son antídoto contra la fatiga.
  • Las inevitables caídas de la vida, algunas graves, son más llevaderas en todos los casos si la fraternidad las acoge. Muchas veces hemos experimentado que nos ha levantado de nuestra debilidad la fortaleza de un compañero/a, de alguien que vive con nosotros. Todos hemos sentido en nuestra vida la ayuda impagable de un cirineo en momentos de dificultad.
  • Caer solo es doblemente penoso. Por eso mismo, la gran tarea de la fraternidad, como la de Jesús (Jn 5,21), es colaborar a levantar al caído, sacar de la zanja a quien anda en oscuridad, abrir horizonte cuando todo se oscurece. De san Francisco dice san Buenaventura que fue luz en tiempos de oscuridad. Esa es la gran vocación de la vida comunitaria.

 

Reflexión espiritual

 

  • Un Dios familiar: Desde tiempo inmemorial ha visto la espiritualidad y lo ha deseado fervientemente que Dios sea como un familiar al que se puede tratar con confianza. El Dios del Génesis así lo demuestra: baja al fresco del jardín para el diálogo amigable (Gén 3,8), cose pellizas a Adán y Eva para que no pasen frío (Gén 3,21), profesa una fidelidad a la persona por encima de sus fallos (Gén 9,13), ampara al exilado (Gén 28,11-19), etc. Es el Dios materno que enseña a andar a Israel (Os 11,3) o que se dirige a él con acentos de honda ternura (Is 41,14-16). El anhelo de un Dios familiar que se concreta en la familia de quienes cumplen el designio del Padre (Mc 3,35r).
  • Un Jesús necesitado de hermanos a quienes amar: tuvo Jesús muchos motivos para despedir a sus discípulos. No le ayudaban mucho y, a veces, eran un estorbo (Mc 4,36). Pero nunca los despachó porque los necesitaba para amarlos, para que estuvieran con él (Mc 3,14). Por eso los echó de menos cuando lo dejaron solo (Jn 16,32). Jesús, él también, necesitado de fraternidad. Creía que el reino se implantaba por el cauce de la fraternidad con el débil (Mt 25). Jesús, hermano que necesita hermanos y hermanas (Jn 20,17).
  • La fe se experimenta en la fraternidad: porque la fe no es cosa principalmente de ideas, sino de experiencias personales. Y la experiencia de la fe, los grandes principios, se “tocan” en la vida fraterna. Lo vemos en la carta a los Romanos: dice Pablo que, por la muerte de Jesús, Dios nos ha liberado del pecado, de la ley y de la muerte de modo que podemos llevar una vida nueva en Cristo. Pero esa vida nueva de palpa en la vida comunitaria con sus pequeños problemas (uno come una cosa, otro otra; uno guarda un día, otro uno distinto; etc.). De tal manera que los fuertes han de llevar las flaquezas de los débiles (Rom 15,1).
  • Grupos de fe: no son aquellos con los que uno normalmente se va por ahí de fiesta. Son, sin embargo, grupos de fraternidad porque se comparte en ellos un aspecto importante como es la experiencia cristiana. Puede que de ellos nazca la amistad o puede que no. Pero son grupos fraternos muy importantes para el desarrollo de la fe. Es bueno cultivarlos.

 

FT 87

 

«Un ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás. Ni siquiera llega a reconocer a fondo su propia verdad si no es en el encuentro con los otros: Sólo me comunico realmente conmigo mismo en la medida en que me comunico con el otro. Esto explica por qué nadie puede experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quienes amar. Aquí hay un secreto de la verdadera existencia humana, porque la vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad; y es una vida más fuerte que la muerte cuando se construye sobre relaciones verdaderas y lazos de fidelidad. Por el contrario, no hay vida cuando pretendemos pertenecer sólo a nosotros mismos y vivir como islas: en estas actitudes prevalece la muerte».

  • Un número muy bueno. Podría estar en las paredes de las casa religiosas y de las familias. Uno cree que se realiza a costa de los demás. El Papa dice que uno se realiza en la entrega al otro.    Lo mismo dice Jesús en el evangelio (Mc 9,35).
  • En el encuentro con los otros se encuentra uno consigo mismo. El otro nos ve desde fuera y su visión es, en parte, acertada. Menospreciarla es un error de conocimiento y de fraternidad.
  • Para lograr crecer en fraternidad hay que habilitar espacios de comunicación. Si cada uno va a lo suyo, se diluye la fraternidad.
  • La vida brota si hay fraternidad: es el terreno adecuado para que florezcan los mejores valores humanos. La fraternidad es el terreno natural de los valores.
  • Hace falta concretos a quienes amar y por quienes rezar (Rom 1,8). La concreción de la fraternidad ayuda a la espiritualidad.

 

Oración

 

Señor y Padre de la humanidad,
que creaste a todos los seres humanos

con la misma dignidad,

infunde en nuestros corazones

un espíritu fraternal.

Inspíranos un sueño de reencuentro,

de diálogo, de justicia y de paz.
Impúlsanos a crear sociedades más sanas

y un mundo más digno,
sin hambre, sin pobreza, sin violencia, sin guerras.

 

Que nuestro corazón se abra
a todos los pueblos y naciones de la tierra,

para reconocer el bien y la belleza
que sembraste en cada uno,
para estrechar lazos de unidad,

de proyectos comunes, de esperanzas

compartidas. Amén.

 

 

 

8

DINERO

 

Planteamiento

 

         No hay que hacer lírica barata: necesitamos del dinero para vivir. Siempre ha sido así, pero más en esta sociedad nuestra donde el trueque, el pago en especie, etc., han quedado casi desaparecidos, residuales. Es preciso ir construyendo una espiritualidad para esta época nuestra del dinero sin terminar aprisionados por él.

         Efectivamente, lo malo del dinero es que su ser “caníbal”: termina devorándolo todo de manera insaciable (la vieja canción del “todos queremos más”). La espiritualidad del dinero, su supeditación a lo humano, ha de darse por encima y más allá de la cantidad: el tener poco no exime de trabajar su reorientación.

         El poder omnímodo del dinero se contrarresta con una espiritualidad de la justicia y de la generosidad. El lado injusto del dinero queda patente cuando se trata del mucho dinero; pero también puede estarlo en el poco dinero. Su lado cuestionable está sustentado por el egoísmo que alienta nuestra visión del dinero y que va emparejado con la injusticia. Todo ello se cura a base de generosidad, La generosidad es necesaria con lo que sobra y puede llegar hasta lo que hace falta y solamente puede brotar de alguien que ha escapado de las garras del egoísmo. Difícil, pero posible.

         Parece un axioma consagrado aquello de que con mi dinero hago lo que yo quiero. Desde el punto de vista evangélico y social, tu dinero no es solamente para ti, no puedes hacer lo que quieras: alguien, el necesitado, tiene algún tipo de derecho sobre lo tuyo. Su necesidad es la que le otorga ese cierto derecho. Es una exigencia de nuestro ser familia humana y de nuestro ser familia creyente.

         Y, junto a la generosidad, la sencillez de vida. Es saludable aquello que dice Cáritas: vive sencillamente para que otros sencillamente puedan vivir. Las repercusiones morales de nuestros actos económicos son evidentes. Con los años habríamos de cultivar explícitamente la sencillez de vida en la que, por cierto, se encierra un verdadero gozo ya que al despojarnos de lo que no es esencial brota con más facilidad lo que es importante. No se trata de racanear, sino de moderarse.

 

Eclesiastés 5,9.14

 

         «Quien ama el dinero no se harta de él. Quien ama la abundancia quiere más ganancias. Desnudo salió del vientre de su madre y desnudo volverá, tal como ha venido, y nada se llevará de la fatiga de sus manos».

  • La manera de controlar la “insaciabilidad” del dinero es ir aprendiendo el arte del disfrute con poco, del gozo de los placeres sencillos y muchas veces gratuitos (respirar, contemplar lo creado, la conversación agradable, la pluralidad ciudadana, la alegría de los niños, etc.). Gozos que no cuestan dinero pero son imprescindibles para que la vida tenga sabor.
  • ¿Cómo amar otra “abundancia” que la económica? La abundancia de buena relación, de diálogo, de amabilidad, de respeto, de cercanía, de sensibilidad, de interés por el frágil, etc. Las otras abundancias que están libres de la tiranía de las ganancias. ¿Es todo esto lírica o es algo realmente posible?  ¿Cómo escapar a esa visión “realista” de la vida que todo lo circunscribe a las ganancias económicas?
  • La consideración de la “desnudez” humana es muy saludable: los valores están, sobre todo, en la realidad de la persona, en su interioridad, no en los ropajes monetarios que se ponga encima. A la larga sale la verdad: lo que uno es no se ve en lo que se pone, en lo que tiene, sino en lo que es. ¿Cómo escapar de los añadidos externos y animarse a construir valores de dentro?
  • Es evidente que nada nos llevamos de la fatiga de nuestras manos. Decía J. Melé de Tríodos Bank que si viéramos lo que muchas veces hacen los herederos con el dinero heredado.. Y el Papa Francisco tiene una frase irónica: “¡Nunca he visto, detrás de un coche fúnebre, un camión de mudanzas! No tiene sentido acumular si un día moriremos. Lo que debemos acumular es la caridad, es la capacidad de compartir, de no permanecer indiferentes delante de las necesidades de los otros”.

 

Reflexión espiritual

 

  • Dios generoso: quizá sería más fácil controlar nuestra ansia de dinero si asumiéramos la certeza de que el Dios de Jesús es un Dios generoso. Viene magníficamente expresado en la parábola de los trabajadores a la viña (Mt 20,1-16): “¿Vas a molestarte porque yo sea generoso?”. La generosidad de Dios se manifiesta en lo creado (millones de galaxias, 400 millones de espermatozoides, etc.). Pablo hablaba de la “sobreabundancia de la gracia” (Rom 5,20). Dios es un derrochador porque él no mira su potencia con egoísmo. La idea de un Dios que da con cuentagotas es una proyección de nuestro racanismo.
  • Jesús libre de ambiciones: murió tan pobre como vivió. Le encontró sentido al servicio y se definió como uno que sirve (Lc 22,27). No hizo mella en él la ambición y habló de “devolver” al poderoso su dinero para marcar un camino alternativo (Lc 20,25). Porque la alternatividad debía ser una característica del seguidor/a de Jesús (Mt 18,6ss). Si de algo queda libre la persona de Jesús es de su afán por el dinero.
  • Tesoro en el cielo: en Mt 6,19-34 se habla de tener un tesoro en cielo. Un tesoro divino, cercano a Dios. ¿Cuál es ese tesoro? El tesoro de la solidaridad, de la ayuda al frágil, el tesoro de lo que se da, de lo que se ofrece aquí en la tierra, que es manera mejor de atesorar en el cielo. Es la función social del dinero, por pequeña que sea: querer que mi dinero contribuya al freno de la desigualdad, a la dignidad de los empobrecidos, al desarrollo de los que tienen el peligro de quedar atrás. Ése es el tesoro en el cielo.
  • La conciencia del dinero: algo que hemos de ponerlo nosotros. Hace falta lucidez, información y decisión. Porque estando convencidos del valor de la lucha contra la pobreza, el hambre y la enfermedad, no terminamos de dar el paso al frente. ¿Qué nos podía ayudar? Cultivar los grandes valores: el sentido de familia humana, la dignidad, la igualdad, etc. No descreer de los grandes valores por mucho que se los quiera desvirtuar. Nuestra conciencia es la que pone conciencia al dinero.

 

FT 116

 

         «Solidaridad es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, de tierra y de vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales. Es enfrentar los destructores efectos del Imperio del dinero».

  • Puede sonar lejano eso de luchar contra las causas estructurales de la pobreza. Pero se puede traducir a cosas al alcance de la mano: no fomentar la desigualdad practicando un consumo responsable, solidaridad con proyectos sociales y educativos sencillos, cercanía a colectivos excluidos, aumentar la capacidad de escucha, etc.
  • Los efectos destructores del imperio del dinero a los que podemos colaborar quizá sin darnos cuenta: maneras de hablar, modos voraces de comprar, maneras injustas de contratar, etc.

 

 

Oración

 

El dinero y Tú, Señor, estáis reñidos
porque cuando el primero se hace el rey
me obliga a dejarte a Ti a un lado.

 

Cuando acumulo, gasto, deseo, compro,
mi cabeza hace números y cuenta,
se centra en mis caprichos y en las cosas
y me aparta de tu serenidad y tu sosiego.

 

Cuando vivo esclavo de lo que tengo,
se me rompe el amor y no comparto,
se me pega el corazón a lo que tengo
y soy incapaz de amar de forma libre.

 

Siento que ser pobre me hace libre,
tener menos me aligera el equipaje,
me hace estar menos pegado a todo
y estar más disponible y despreocupado

 

Ayúdame, Señor, a ir desprendiéndome
a regalar y compartir mis cosas,
a disminuir mis pertenencias y deseos,
a vaciar armarios y estanterías
y a vivir como de otros todo lo mío.

 

Hazme un regalo, Señor, para la gente:
que no tenga nada mío, sino de todos,
que comparta cada cosa, cada libro,
cada música, aprendizaje y tesoro.

 

Quiero tener mi corazón,
puesto en Ti, del todo, Señor.
Quiero vivir en desapego,
para ganar en libertad interior.

Quiero sentirme ligero de equipaje
y necesitar cada día menos,
para compartir un poco más
y así vivir amando a los demás.

 

9

PESADUMBRE

 

Planteamiento

 

         La pesadumbre siempre acecha a la persona, quizá un poco más a medida que avanzan los años. Unas veces hay motivo para ella; otras, sin motivo explícito. De repente, los días se nublan y todo parece entrar en una fase de “sosera”. Las cosas y la relación pierden su sabor y comienza a dar todo igual. Las garras de la pesadumbre. Cuanto más lejos esté de nuestra vida, mejor. Que, si es posible, no vaya a más.

         Más allá de su complejidad, quizá la pesadumbre sea un derivado de uno de los componentes de nuestra estructura personal: la soledad. Las soledades añadidas quizá sea susceptibles de ser superadas. Pero la soledad básica es intransferible. Por eso mismo, si de ahí deriva, a veces, la pesadumbre, habrá que establecer un pacto lo más saludable posible con esa soledad que nos constituye. No habrá que huir de ella, sino acogerla con comprensión y tratar de andar los caminos en la mejor relación humana posible para que la soledad no se adueñe de todo.

         Del mismo modo que las alegrías compartidas se multiplican, las pesadumbres compartidas menguan. Por eso, también en esto la fraternidad tiene un papel positivo que jugar. Una vida fraterna, relacional, saludable deja menos espacio a la pesadumbre, la despoja de sus argumentos que suelen ser, en general, negativos. Por eso mismo el cultivo de la vida relacional produce luz en el camino humano; el alejamiento de  la relación engendra sombras.

         Los trabajos de lucha contra la pesadumbre son trabajos de por vida. Es preciso estar al tanto hasta los días finales de nuestro camino si queremos que la muerte nos encuentre lo más vivos posible. Esta resistencia profunda al desaliento es una característica del humano conseguido y, por ello, del creyente adulto.

 

 

 

Eclesiastés 7,9-10

 

«No te dejes llevar por la pesadumbre, pues la pesadumbre anida en el pecho de los necios. No te preguntes: ¿por qué el pasado es mejor que el presente?, pues no es cosa propia de sabios hacerse esa pregunta».

  • La pesadumbre es como un río  que arrastra sin meter mucho ruido. El camino hacia ese abismo es, con frecuencia, paulatino y moderado. Pero hay que aprender a no dejarse llevar por él, haya motivo o, peor todavía, si no lo hay.
  • Hay quien entiende aquí pesadumbre por “cólera” y, por ello, se alude a no dejarse llevar de la cólera a la hora de valorar personas y cosas. Una reflexión tranquila posibilitará un buen diagnóstico. Pero aquí, como en Job 6,2, se habla de pesadumbre, de esas nieblas que se enganchan al alma y lo envuelven en grisura y desaliento. No hay manera de quitárselos de encima y hace que los días se vacíen de sentido.
  • Es signo de nostalgia sin base que puede llevar a la pesadumbre pensar que el pasado fue siempre mejor y que el presente es una realidad desazonada, sosa, sin sentido. Refugiarse en el pasado puede ser un falso refugio que lleva a la pesadumbre o a un absurdo tradicionalismo. Es necesario hacerle frente a esto para no caer en utopías románticas sin base.
  • El sabio (el creyente lúcido, la persona de ojos abiertos) no se hace la pregunta por el pasado y el futuro sin considerar que ambas dos dependen, en parte, de la manera de vivir el presente, un presente que entiende el pasado con comprensión y respeto y un futuro que se fragua en los valores del presente. Ni pesadumbre, ni falsas euforias, sino sencillo construir de un presente humano y disfrutante, sensato y trabajador, aireado y fraterno.

 

Reflexión espiritual

 

  • Rostro que se oculta: en la Biblia se expresa la pesadumbre con la metáfora del Dios que oculta su rostro. De ahí la súplica: “no me escondas tu rostro, Señor” (Sal 26,8). Él no lo esconde; lo que ocurre es que el dolor nos impide verlo donde está, no en el cielo, no en el milagro que desearíamos, sino en las mediaciones históricas de bondad que nos van saliendo al camino y que, quizá, no reparamos en ellas. Si las percibiéramos, la soledad y la pesadumbre se harían menos densas.
  • Sin preguntas: Cuando el corazón está lleno de pesadumbre se deja de hacer preguntas a Jesús (Jn 16,6) Es el síntoma de una fe que se adormece o, peor todavía, que se apaga. Preguntar es necesario para alejar pesadumbres porque la pregunta brota de un corazón que anhela, que está vivo (aunque sufra). Avivar la fe, como alejar el desamor, es alejar la pesadumbre.
  • Espíritu fuerte, carne débil: eso dice Mt 26,41. Y en cierto modo es así: somos muy lanzados en espíritu, en la teoría, en los deseos. Pero llega luego la zopenca realidad y nos hace ver que las cosas son más modestas que lo que decíamos. Hay que acoger esa debilidad, lo que nos hará más fuertes. Es preciso ser compasivo y hasta tierno con uno mismo porque si no lo somos ¿cómo vamos a controlar la pesadumbre?
  • Fuerza en la debilidad: uno puede tender a pensar que en la pesadumbre todo es debilidad. Pero san Pablo dice en 1 Cor 12,8 que hay fuerza en la debilidad. Así es, la debiidad no es, cien por cien, negatividad. En esa zona oscura que, a veces, nos anega, hay también una fuerza puesta por Dios o puesta por el amor de quien nos ama. Tal fuerza, por sencilla que sea, puede ser de mucha utilidad para huir de las sombras.

 

FT 51

 

         « Algunos países exitosos desde el punto de vista económico son presentados como modelos culturales para los países poco desarrollados, en lugar de procurar que cada uno crezca con su estilo propio, para que desarrolle sus capacidades de innovar desde los valores de su cultura. Esta nostalgia superficial y triste, que lleva a copiar y comprar en lugar de crear, da espacio a una autoestima nacional muy baja. En los sectores acomodados de muchos países pobres, y a veces en quienes han logrado salir de la pobreza, se advierte la incapacidad de aceptar características y procesos propios, cayendo en un menosprecio de la propia identidad cultural como si fuera la única causa de los males».

  • Podríamos decir que estamos hablando aquí de una pesadumbre nacional que afecta a todo un país: se presenta a un país o a una región del mundo como ejemplo de dicha; quien no se acomode a ese parámetro no cuenta. Esto sume a un país en una especie de depresión nacional, en una vida que no merece la pena. No se tienen en cuenta los valores de los humildes, se menosprecian estilos de vida que no son exitosos económicamente hablando.
  • Brota así la “nostalgia superficial y triste” (y peligrosa) que lleva a imitar modelos de vida que no son ni los mejores, ni los posibles: se copia, se compra y, al final, brota una autoestima baja. Colaborar a la baja autoestima de un país no puede sino llevar a efectos indeseados, incluida la violencia.
  • Quienes logran prosperar colabora, dándose cuenta o no, a remachar la idea de que el propio país no merece la pena si se lo compara con los países ricos lo que lleva a un menosprecio de la identidad cultural como si hubiera que estar siempre imitando el estilo de vida de los países enriquecidos. Esta pesadumbre sociopolítica genera muchas disfunciones sociales.

 

Oración

 

No te inquietes por las dificultades de la vida,

por sus altibajos, por sus decepciones,

por su porvenir más o menos sombrío.

Quiere lo que Dios quiere.

Ofrécele en medio de inquietudes y dificultades

el sacrificio de tu alma sencilla que,

pese a todo,

acepta los designios de su providencia.

Poco importa que te consideres un frustrado

si Dios te considera plenamente realizado,

a su gusto.

Piérdete confiado ciegamente en ese Dios

que te quiere para sí.

Y que llegará hasta ti, aunque jamás lo veas.

Piensa que estás en sus manos,

tanto más fuertemente cogido,

cuanto más decaído y triste te encuentres.

Vive feliz. Te lo suplico. Vive en paz.

Que nada te altere.

Que nada sea capaz de quitarte tu paz.

Ni la fatiga psíquica. Ni tus fallos morales.

Haz que brote,

y conserva siempre sobre tu rostro,

una dulce sonrisa,

reflejo de la que el Señor

continuamente te dirige.

Y en el fondo de tu alma coloca,

antes que nada,

como fuente de energía y criterio de verdad,

todo aquello que te llene de la paz de Dios.

Recuerda:

cuanto te deprima e inquiete es falso.

Te lo aseguro en el nombre

de las leyes de la vida

y de las promesas de Dios.

Por eso,

cuando te sientas apesadumbrado, triste,

 adora y confía.

 

10

HONRADEZ

 

Planteamiento

 

         La tipología buenos/malos está muy próxima a la de honrados/malvados. Hay otras: los que miran al dolor ajeno y los que no miran; los que cuidan y los que no cuidan. La honradez es un valor que apunta a esta segunda clase de tipologías. No se trata tanto de una honradez reconocida socialmente sino de la honradez esencial, el corazón bueno, que actúa en toda clase de personas, incluso en los, a veces, considerados malos.

         Por otro lado hay que moderarse a la hora de presentarse como totalmente honrados. Es muy difícil lograr esa totalidad. Todo el mundo tiene rincones devastados, algún “cadáver” en el armario. No se trata de andar exhibiéndolo sino de, al saber que está ahí, vivir, entenderse y presentarse con una honradez humilde, marcada también por la limitación.

Es totalmente necesario, ya lo hemos dicho, ser honrados con lo real. Es lo que hay, nos guste más, menos o nada, y se trata de encajarlo con benignidad y de corregir su trayectoria si fuera necesario Aceptar esto proporciona una cierta paz y capacita más para encararlo y asimilarlo con humanidad. Ser honrado con lo que no hay lleva a auténticas esquizofrenias.

Como muchos valores, la honradez se lidia en los detalles de cada día, en el marco de la sencilla vida cotidiano. Ser honrado en lo poco es garantía de ser honrado en lo mucho. Despreciar la honradez por su poca envergadura es imposibilitarse para saber el camino a elegir cuando se presente la gran cuestión.

La honradez social tiene como motor el amor social (lo mismo ocurre en los otros tipos de honradez). Ser honrado sin amor es algo muy difícil. Por el contrario, a quien ama a la sociedad le sale fácilmente ser honrado y cumplidor con ella y sus obligaciones.

 

Eclesiastés 7,15.20

 

         «De todo he visto en mi existencia: honrados que fracasan en su honradez y malvados que envejecen en su maldad. No hay nadie en la tierra tan honrado que haga el bien sin cometer nunca errores».

  • Hay honrados que fracasan en su honradez midiendo el éxito con los parámetros del triunfo económico o social. Pero si se mide desde la perspectiva de lo humano y desde el evangelio, la honradez nunca es un fracaso, aunque no sea reconocida ni aplaudida. Más aún, una honradez “fracasada” puede que sea mejor que la “aplaudida” porque está libre de la tentación del éxito.
  • Y ciertamente hay malvados que envejecen en su maldad y mueren tan tranquilos, al parecer. No vamos a decir que tendrán un castigo en el más allá; esto es una proyección de venganza. Pero en el más acá, incluso aunque no estén ellos ya, su falta de honradez desvelará en sus disfunciones (familiares o sociales) sus desajustes.
  • Por otro lado, hay que tener cuidado al enarbolar la propia honradez porque es fácil que en ella se cuele una cierta maldad. Ser honrado cien por cien es una utopía, más que un logro. Es preciso que hasta la honradez sea humilde.

 

Reflexión espiritual

 

  • ¿Honrados con Dios?: Job persiste en su honradez (2,9) pero eso no le lleva a experimentar a Dios (Job 42,5). ¿Cómo ser honrados con Dios? No primeramente en base a un comportamiento moral, sino a una experiencia de él. Es, como decíamos, que el amor es la base de la experiencia. No se puede saber de Dios sin tener pasión por él. Entender la honradez como un mero planteamiento moral es reducirla. Brota de un planteamiento de amor, por ingenuo que suene.
  • Jesús, un hombre honrado: el perfil de Jesús que dan los evangelios es el de un hombre honrado. No engañó, no se lucró, murió tan pobre como había vivido siempre. Planteó el reino desde su experiencia. Animaba a vivir lo que él vivía. Nunca quiso dar ejemplo; precisamente por eso es ejemplo. No se predicó a él, sino que predicó insistentemente la fe en un Dios Padre de lado de los frágiles.
  • Padecer por ser honrado: la primera carta de Pedro, texto escrito a los emigrantes cristianos dispersos en el mar del paganismo, anima ser honrados sabiendo encajar la incomprensión que, a veces, conlleva ser honrado (1 Pe 3,17). Toda opción de humanidad tiene un precio y es preciso saber encajarlo con humanidad. Una honradez indolora es rara.
  • Honradez con el hermano/a: es aquella, como decía san Francisco, que no es capaz de decir detrás de la persona lo que uno no se atrevería a decir delante de ella. Y, además, decirlo bien, con respeto y humanidad. El valor de la honradez, como todos los valores humanos, se juega, casi siempre, en el espacio limitado donde se desarrolla habitualmente su vida.

 

FT 33

 

         «Nos hemos alimentado con sueños de esplendor y grandeza y hemos terminado comiendo distracción, encierro y soledad; nos hemos empachado de conexiones y hemos perdido el sabor de la fraternidad. Hemos buscado el resultado rápido y seguro y nos vemos abrumados por la impaciencia y la ansiedad. Presos de la virtualidad hemos perdido el gusto y el sabor de la realidad»

  • Es un pasaje un tanto negativista; pero viene bien reflexionarlo. Los sueños de esplendor y grandeza están amasados con frecuencia con la falta de honradez. Eso ha desembocado en distracción, encierro, soledad, desentendimiento del dolor ajeno. La honradez ha sido aparcada y los efectos inhumanos han aparecido enseguida.
  • Empachados de conexiones con el mundo del brillo, de lo deslumbrante, de lo anónimo, donde la honradez y la veracidad cuentan poco. El cauce de relación sencillo e inmediato de la fraternidad se ha esfumado. La fraternidad necesita en su cimiento la honradez; de lo contrario, el edificio de la relación se va al garete.
  • Abandonando el lento camino de la honradez, hemos querido todo y ya y hemos conseguido vivir en la ansiedad y el sin vivir de quien cree, ingenua y falsamente, que si tengo el último cachivache de moda me voy a encontrar mejor. La ansiedad se apodera de nosotros y desde ahí la honradez ya no es relevante.
  • Puede que en la virtualidad cuente menos la honradez, aunque debería. El anonimato desplaza a la verdad y a la honradez. Eso nos aleja del corazón del hermano, de la relación fresca y veraz, de la honradez esencial para llegar a ser uno mismo ante el otro.

 

Oración

 

Viviendo día a día;

disfrutando de cada momento;

sobrellevando las privaciones

como un camino hacia la paz;

aceptando este mundo tal cual es

y no como yo creo que debería ser,

tal y como hizo Jesús en la tierra:

así, haciendo siempre el bien;

entregándome a tu voluntad,

podré ser razonablemente feliz en esta vida

y alcanzar la felicidad en la próxima.

Amén.

 

11

INCLUSIÓN

 

Planteamiento

 

  • La exclusión es un misterio y la inclusión, otro. ¿Por qué un humano excluye a otro humano siendo así que es de su familia? Por intereses múltiples, pero siempre quedará la pregunta en el aire. ¿Y por qué incluye? Por empatía, por filantropía, por amor o por no se sabe qué ¿De qué fuentes brotan el amor al distinto y el rechazo al diferente? No lo sabemos muy bien.
  • Quizá excluyamos porque pensamos que así nos autoafirmamos. Pero en realidad, excluyendo nos debilitamos, mientras que incluyendo, sumando, nos hacemos más fuertes. Por eso mismo, hay que decir que la inclusión es un beneficio para todos, para el incluyente y para el incluido.
  • La paradoja de la exclusión llega en ocasiones a tal extremo que el mismo excluido es exclusor de otros porque piensa que se le va a quitar algo que le “pertenece”. Pero ocurre también que el incluido se vuelve inclusor y hace un sitio en la mesa al excluido como él. Es el misterio de los pobres que rechaza a pobres y el de los pobres que ampara a pobres.
  • ¿Y por qué se excluye? Lógicamente por poder, por dinero, por intereses, por cotas de bienestar, etc. Y también, no sabemos por qué, por una aversión que está los pliegues del alma. La lucha por ser humano es la lucha por modificar la trayectoria de esa tendencia excluyente hasta convertirla en socorro y abrazo.
  • De ahí que haya que trabaja la tendencia excluyente en el ámbito cercano, en la familia, en tu comunidad, en tu vecindario. Ese es el banco de pruebas donde ser forja la inclusión porque pretender una inclusión más amplia no pudiendo con la más cercana resulta imposible.

 

Eclesiastés 9,10

 

         «También he visto bajo el sol que no siempre corren los más ágiles, ni ganan la batalla los valientes; que también hay sabios sin pan, inteligentes sin hacienda y doctos que no gustan».

  • El agudo observador que es el Eclesiastés percibe la exclusión en toda su irracionalidad. Hace parte de la vida, pero no deja de ser un sinsentido. Y así se da cuenta de que no siempre corren los más ágiles, ya que muchos avances en lo humano han sido realizados por personas con limitaciones (hasta en el plano artístico: recordar al concertista de trompa Felix Klieser).
  • Muchas batallas se han ganado por gente temerosa, débil, poco motivada pero que han cumplido con su cometido. No solamente batallas militares, sino sociales, sindicales, etc. Gente con temor pero que ha seguido adelante por encima de su miedo.
  • Y es evidente que hay sabios sin pan, científicos y letrados que han desarrollado su labor en modos precarios, sin apoyos, a veces incluso siendo excluidos por el sistema. De eso sabemos mucho por aquí. El no tener pan no ha frenado su trabajo, aunque lo haya ralentizado.
  • Hay muchos inteligentes sin hacienda y su inteligencia se frustrará por falta de amparo social. Y también hay muchos inútiles con hacienda vanagloriándose de ello. La exclusión del inteligente pobre sigue viva aunque cada vez más acorralada por la conciencia social.
  • Y hay doctos que no gustan. Por eso el sistema los persigue y excluye. Pero su ciencia, su capacidad de utopía, su fuerza alternativa no habrá quien la frene. Tarde o temprano habrá que sentarlos en la mesa de la participación ciudadana.

 

Reflexión espiritual

 

  • Sobre buenos y malos: el Dios del Jesús del evangelio es incluyente, hace salir su sol sobre buenos y malos (Mt 5,45), no arranca la cizaña (Mt 13,29) prepara un banquete de vida para todos (Mt 22,9), etc. Privatizar a Dios es algo contrario al pensamiento evangélico. Excluir por razones religiosas nada tiene que ver con el perfil del Padre que nos ofrece el evangelio.
  • Llamó a doce: el grupo de discípulos, fuera lo que fuere en realidad, muestra el talante inclusivo de Jesús. Llama a ambiciosos (Pedro), violentos (Santiago y Juan), corruptos (Mateo), traidores (Judas), etc. Para todos puede ser el programa del reino, hasta para los paganos (por eso fue a Tiro y Sidón y a la Decápolis). No hay condiciones previas, no hay normas que impiden. Todos pueden sentarse a la mesa del reino (Lc 14,15-24).
  • Dos pueblos que son uno solo: Ef y Col dicen que el designio secreto de Dios es la reconciliación de todo. Y la prueba de ello, dice, es que Dios ha hecho de dos pueblos irreconciliables (paganos y judíos) un solo pueblo, como se ve en la comunidad cristiana en la que hay personas de ambos sectores. La inclusión se convierte así en el rostro del corazón del Padre y en verdad de la obra de Jesús.
  • Comunidad que excluye: es la que resulta censurada en 1 Cor 11 porque se tienen prácticas de exclusión: a los pobres no se les espera y se les margina en la comida. Lo mismo ocurre en la carta de Santiago (Sant 2,3). Una comunidad que excluye no es la comunidad de Jesús y, como tal, se autoanula.

 

FT 69

 

         «La inclusión o la exclusión de la persona que sufre al costado del camino define todos los proyectos económicos, políticos, sociales y religiosos».

  • Un proyecto económico, tanto a nivel general de un país como al nivel particular de cada persona, queda definido por la inclusión. ¿Se tiene en cuenta a los frágiles sociales? El proyecto es válido. A la hora de hacer una gestión económica (dinero en bancos, compras, honradez fiscal, etc.) hay que tener en cuenta a quienes lo pasan mal. Mientras eso vaya por un cauce y nuestras actuaciones económicas por otro, todavía queda tarea por hacer.
  • Lo mismo pasa por los proyectos políticos: para optar por un proyecto político (hacer parte de una organización política, participar en unas elecciones, asistir a un acto público, etc.) es preciso mirar cómo ese proyecto trata a los débiles. ¿Es ese el criterio que nos mueve en nuestra opción política? Por cristianos y por humanos se nos está pidiendo un poco de alternatividad en este dominio.
  • Y lo mismo, dice FT, habría que pedir a todo proyecto religioso (documento de la Iglesia, opción comunitaria o familiar de los cristianos, opciones de un determinado grupo de fe): si los caídos al borde del camino no entran en sus planes, le falta algo esencial, lo que le define como cristiano. Queda mucho camino por hacer.

 

Oración

 

Concede, Señor, a los cristianos que vivamos el Evangelio
y podamos reconocer a Cristo en cada ser humano,
para verlo crucificado

en las angustias de los abandonados
y olvidados de este mundo
y resucitado en cada hermano que se levanta.

Te lo pedimos por Jesús, nuestro hermano. Amén

 

 

12

ÁNIMO

 

Planteamiento

 

         El Eclesiastés es, sin duda, un texto al borde del desaliento total. Pero  creemos que queda un resquicio: a su palabra desalentada subyace un cierto ánimo. De lo contrario, no seguiría hablando. Por eso, podemos terminar nuestra tarea espiritual con una palabra de aliento.

El autor agradece de muchas formas el estar, el don sagrado que es vivir y respirar. Es verdad que su manera de ver la vida es un tanto sombría. Pero agradece ver la luz del sol y poder contarse entre los vivos para desentrañar el sentido de lo que existe. Estar aquí, haber sido creado (como decía santa Clara) es un don impagable y posibilitador.

Vivir el presente no ha tenido muy buena fama en la espiritualidad cristiana tradicional porque se creía que era una especie de hedonismo que se desentendía del cielo. No es así: el presente es la posibilidad que cada día Dios pone en nuestras manos. Es un sacramento de su presencia. Vivirlo con intensidad es el mejor camino de desvelar un futuro para la fe.

Solemos decir que todo se contagia. Contagiemos aliento, ilusión, sensato optimismo. No carguemos el horizonte de nubarrones innecesarios. No busquemos penitencias ajenas a las de la misma vida. Aprendamos la hermosa lección de desvelar en las cosas pequeñas motivos para el gozo. Vivamos nuestras relaciones modo satisfactorio, alejando lo más posible la amargura.

De cualquier manera, que nos quede la certeza de que una experiencia de fe viva y gozosa es posible, aun en medio de las situaciones de dificultad de la vida. Que creamos que podemos ir construyendo el sentido de la vida y de la fe poco a poco, entre todos, en conexión con nuestro mundo. Que tengamos la certeza de que el cultivo de la espiritualidad ensancha nuestro horizonte vital. 

 

Eclesiastés 9,18

 

         «Por la indolencia se arruina el techo, por la negligencia se derrumba la casa».

  • Son proverbios comprobados y que contienen un cierto desaliento pero quieren provocar lo contrario, ánimo, decisión y no dejarse pillar por una vagancia que nuble el sentido y le deje a uno perdido en sus caminos.
  • La indolencia va dejando una gotera en el tejado, luego otra y al final se arruina todo el techo y la casa entera se va a la ruina. Se está animando a reparar la gotera en cuanto se la detecta. Este ánimo para tomar los problemas de la vida con adultez y rapidez es lo que puede salvar a la persona de una dejadez que le haga abandonar el sentido de la vida y de la fe cayendo en el pozo del pasotismo y del todo da igual.
  • Todos sabemos que las casas en las que se van dejando caer las cosas al final son una ruina económica (porque hay que gastar todo lo que no quisiste gastar en su día y más) y, sobre todo, porque la desidia externa lleva a una desidia interior. Quien deja arruinar la casa tiene el peligro de dejar arruinar su plan de vida, su proyecto personal, su vida familiar y comunitaria. El Eclesiastés nos hace un favor advirtiéndonoslo.

 

Reflexión espiritual

 

  • Un Dios vibrante en medio de ti: Dios no es un indolente, un dejado, un rutinario. Es dador de ánimo porque él disfruta en la relación con sus criaturas. Es bueno rescatar EG 4: «Pero quizás la invitación más contagiosa sea la del profeta Sofonías, quien nos muestra al mismo Dios como un centro luminoso de fiesta y de alegría que quiere comunicar a su pueblo ese gozo salvífico. Me llena de vida releer este texto: «Tu Dios está en medio de ti, poderoso salvador. Él exulta de gozo por ti, te renueva con su amor, y baila por ti con gritos de júbilo» (3,17). Es la alegría que se vive en medio de las pequeñas cosas de la vida cotidiana, como respuesta a la afectuosa invitación de nuestro Padre Dios: «Hijo, en la medida de tus posibilidades trátate bien […] No te prives de pasar un buen día» (Si 14,11.14). ¡Cuánta ternura paterna se intuye detrás de estas palabras!».
  • Sembrador de ánimo: eso es Jesús (Mt 14,27). Porque para los evangelios, lo contrario a la fe no es el ateísmo, sino el miedo. Por eso Jesús quiere sacar de sus temores a quien quiera unirse a él. El creyente habría de comprobar el creciente vigor de su fe en la disminución de sus miedos.
  • Un amanecer: eso dice Pablo que Cristo resucitado quiere anunciar, por medio de los creyentes, un amanecer a cualquier persona (Hech 26,23). No tanto una religión, una filosofía, una moral, sino un amanecer, una posibilidad nueva, una tarea por delante, una posibilidad renovada de disfrute. Esas sí que son palabras de ánimo.
  • Animar desde los márgenes: porque se puede animar desde el centro de la estructura, pero también situándose en los márgenes, en lo alternativo, en lo no oficial. Estando en los márgenes se puede vivir la fe con novedad e intensidad. A veces no será fácil pero, con la ayuda del grupo, la fe en los márgenes será posible y “productiva”.

 

FT 223

 

          «San Pablo mencionaba un fruto del Espíritu Santo con la palabra griega jrestótes (Ga 5,22), que expresa un estado de ánimo que no es áspero, rudo, duro, sino afable, suave, que sostiene y conforta. La persona que tiene esta cualidad ayuda a los demás a que su existencia sea más soportable, sobre todo cuando cargan con el peso de sus problemas, urgencias y angustias. Es una manera de tratar a otros que se manifiesta de diversas formas: como amabilidad en el trato, como un cuidado para no herir con las palabras o gestos, como un intento de aliviar el peso de los demás. Implica decir palabras de aliento, que reconfortan, que fortalecen, que consuelan, que estimulan», en lugar de «palabras que humillan, que entristecen, que irritan, que desprecian».

  • La benevolencia (eso significa jrestótes) es una herramienta óptima para animar y para difundir aliento. El sembrador de desaliento es, él en primer lugar, un desalentado. El que habla y te conforta, el que te anima con su manera sencilla de vivir hace una obra magnífica de fraternidad.
  • Quien ayuda a vivir con más holgura el peso de los días es un jrestótes, un hermano benévolo. Es un gozo para la familia, una bendición para la comunidad.
  • El tema de las palabras y gestos es decisivo: ahí se forja el 80 por ciento de nuestro malestar o de nuestro bienestar. Hay que cuidarlo en extremo.
  • Las palabras negativas hacen polvo la convivencia. Quien entiende los caminos hermosos de la vida y de la fe anima sin descanso. Si desanimas es que no has entrado por esos caminos.

 

Oración

 

Padre, me pongo en tus manos,
haz de mí lo que quieras,
sea lo que sea, te doy las gracias.

Estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo,
con tal que tu voluntad se cumpla en mí,
y en todas tus criaturas.

No deseo nada más, Padre.

Te confío mi alma,
te la doy con todo el amor
de que soy capaz,
porque te amo.

Y necesito darme,
ponerme en tus manos sin medida,
con una infinita confianza,
porque Tú eres mi Padre.

 

CONCLUSIÓN

 

         Quizá no hemos podido sacar más en limpio del viejo y casi desalentado Eclesiastés, aunque creemos que su intención de fondo era decirnos que la esperanza es posible. Lo que le falte a él, lo pone el animoso Jesús al que seguimos. Que acabemos con la certeza de que el cultivo de la espiritualidad enriquece nuestra vida y nuestra fe. El ánimo de Jesús nos acompaña.