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FIAIZ

DOS LIBROS RECIENTES DE FIDEL AIZPURÚA

Libros recientes

de Fidel Aizpurúa 

 

Por si alguien está interesado tenemos el gusto de presentaros dos libros recientes de  Fidel Aizpurúa:

 

  1. 1.      Crees como hablas. En busca de un lenguaje nuevo para la fe cristiana, Ed. Feadulta, Madrid 2024, p.227.

 

Quiere ser un libro de espiritualidad que apunta el necesario trabajo de adecuar el lenguaje a los itinerarios de fe la persona de hoy. Tanto la pastoral, como la teología necesitan un lenguaje lo más pertinente posible. Y no solo eso: la manera de hablar del creyente desvela su tipo de fe. Tampoco a él le será ahorrado el trabajo de verificar sus maneras de hablar de las cosas de la fe. La mayor parte de las reflexiones versan, de una manera u otra, sobre la eucaristía. Pero también se analizan aspectos teológicos como la omnipotencia divina, la vida eterna, el pecado, la intercesión, etc. Una oferta de reflexión en torno al lenguaje religioso y sus implicaciones.

 

Precio: 12 € más gastos de envío

 

  1. 2.      Lecturas alternativas del Nuevo Testamento, Ed. Verbo Divino, Estella 2025, pp. 215.

 

Este es un libro de estudio. De hecho, se inscribe de la colección de Estudios Bíblicos de Verbo Divino. Hablando en general, la exégesis bíblica sigue siendo deudora de los métodos histórico-críticos todavía vigentes y válidos. Pero, siguiendo la estela del documento “La interpretación de la Biblia en la Iglesia” del Papa Juan Pablo II, este libro propone una serie de posibilidades de lectura de los textos bíblicos del NT que no son habituales: alternativa, poliédrica, antropológica, relacional, divergente, política, etc. Cada capítulo ofrece primero un escenario de lectura y luego un texto evangélico a modo de ejemplo. Libro que pretende profundizar y abrir horizontes.

 

Precio: 25 € más gastos de envío

 

PEDIDOS A: fiaiz@hotmail. com

COMO INCIENSO EN TU PRESENCIA 4

Fidel Aizpurúa Donazar

 

 

 

 

 

 

COMO INCIENSO EN TU PRESENCIA

Los salmos de Laudes y Vísperas la 4ª Semana de la LH

 

 

 

 

 

 

Logroño 2025

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

PRESENTACIÓN 

 

         Llegamos al final del itinerario que nos propusimos con los Salmos aprestándonos a trabajar los salmos del la 4ª semana del Salterio. Hayamos hecho una semana o las cuatro eso demuestra nuestro interés por la Palabra y nuestra adultez cristiana. Efectivamente: hacer grandes itinerarios bíblicos es prueba de madurez y de aprecio al don de la Palabra. Felicitémonos.

         Leemos lo Salmos con el deseo de descubrir una perspectiva distinta, algo que nos resulte sugerente, atractivo. El mejor fruto de estos trabajos en torno a los Salmos es que nos atraigan más, hasta enamorarnos de este libro de la Biblia. Enamoradas de los Salmos, ése podría ser un buen distintivo de las contemplativas. Y para que no sea un enamoramiento “en el aire”, pondremos siempre una nota de componente social, que lo tienen.

         La orante de los Salmos quiere recrear la experiencia espiritual que contienen. Para eso, ha de tratar de descubrir la fuerza y la belleza de esa experiencia. No se enamora una de los Salmos simplemente rezándolos, hay que “trabajarlos”, estudiarlos, pensarlos, gustarlos. Es preciso animarse hasta encontrar ahí una de las fuentes principales del ser contemplativo.

         Así es: Jesús ha elaborado toda una espiritualidad sobre el Padre que ve “en lo secreto”. La vida contemplativa tiene gran parte de su sentido en este tipo de espiritualidad. Los Salmos también son rezados en lo secreto del coro, en la actividad orante ignorada por la ciudadanía. Orar con los Salmos en lo secreto es alimentar la propia espiritualidad, la de la Iglesia y la de la sociedad desde lo secreto.

         Dice Jer 15,16 que “cuando encontraba palabras tuyas las devoraba”. Que “devoremos” los Salmos, que los asimilemos con deseo, con el afán de descubrir en esas experiencias de fe los “ojos deseados” de aquel, Jesús, al que queremos seguir,

 

 

 

1

SALMO 121

Domingo IV, I Vísperas

 

Contenido bíblico

 

         Este salmo pertenece al libro de las “subidas”, la colección de salmos que se cantaban en las peregrinaciones a Jerusalén (Salmos 120-135). Es un canto de paz a la ciudad de paz, Jerusalén. Se desea y anhela el gran don de la paz. Siempre necesario.

         Pero nosotros nos vamos a fijar en la frase final de ese canto a Jerusalén: “te deseo todo bien”. Desear el bien el día del Señor, en el domingo. Desear y ofrecer el bien. Para ello es necesario creer en el bien, creer que el bien triunfará sobre el mal, creer que el mundo se sostiene por el bien. Salmo para mantenerse en la utopía del bien, algo así podría ser este salmo. Las orantes de los Salmos como creyentes del bien.

         De esta manera se extienden las fronteras locales de Jerusalén y se abraza a toda la historia humana, a toda la creación: el bien será la verdadera tierra prometida, el cielo que está al final. Las orantes de los Salmos han de ser creyentes en el bien en modos visibles: gente que se quiere bien por rezar la oración del bien, los Salmos.  

Comienza el salmo con una invocación (estrofa 1ª), sigue con una contemplación arrobada de la ciudad (estrofas 2ª y 3ª) y concluye con un doble canto a Jerusalén (el deseo de paz: estrofa 4ª y el deseo del bien: estrofa 5ª).

         Por la casa del Señor, por la dignidad humana, por el don del amor de Dios a lo creado te deseo todo bien y me comprometo con el bien.

 

Desde Jesús

 

Subía Jesús y sus discípulos a Jerusalén. Todo era penumbra. Los corazones pesaban mucho. Habían vivido aquel momento de luz que fue la transfiguración donde, en el silencio y en la Palabra, descubrieron que había que ir a Jerusalén. Allá, en aquella luz, en aquella paz, cobraron ánimo por encima de los miedos. Irían a Jerusalén. Pero ahora, llegado el momento, los pies pesaban como el plomo y el corazón estaba sin luz. Era la subida temida.

Jesús iba delante. De cerca los discípulos, en silencio. Solo se oían las pisadas sordas sobre el camino. ¿Dónde habían quedado los cantos, el jolgorio de las subidas, las risas contagiosas? Silencio, nada más que silencio. Y el miedo, libre, circulando a sus anchas por encima de las cabezas y metiéndose en las venas. Silencio y miedo.

Avistaron los montes de Judá y empezaron a cantar. Iban a la casa del Señor. Pero iban sin alegría. Sin embargo, a Jesús, como buen judío, le habían enseñado que la gloria de Dios, su presencia, se hacía densa en el templo. Por eso cantaban con fuerza: “Vamos a la casa del Señor”. Los que venían detrás no se contagiaban.

A quienes venían de la aldea, Jerusalén les deslumbraba. Hoy parecería un humilde lugar, pero a ellos les parecía maravillosa. La llamaban “la hermosa”. Aun hoy día, tan maltrecha, para muchos de los judíos sigue siendo así. Por eso, en lugar de defenderla con paz, la envuelven en guerras. Así les va.

Pero ella contagiaba la paz. Dentro de ella había paz. Por eso, le desean la paz. Un corazón pacificado es lo que nos hace falta. Por eso, nuestro canto es una oración: Danos paz en estas horas de turbulencias grandes. Que no nos abandone la paz.

 

Orar en comunidad

 

         Se puede cantar con la vieja melodía de Manzano, todavía vigente, o salmodiarlo con la música de Cols. De cualquier manera, al ser el salmo que abre la oración del domingo ha de ser cantado con júbilo. Quizá. Mientras se canta, se podía prender fuego a un recipiente con incienso: perfumar el templo es como querer perfumar la gloria del Señor, su presencia en nuestras vidas. Hacer gestos que no están en el esquema oficial tampoco estaría mal. Para ser libres nos liberó el Señor, recordémoslo.

 

Lectura social

 

         Es un salmo de alegría que nos puede ayudar a sujetar la queja y la negativización. La tendencia a negativizar el hecho social, dadas las muchas heridas que nos hacemos los humanos está muy presente en la vida religiosa. Dice el Papa Francisco en EG 159 que «el lenguaje positivo no dice tanto lo que no hay que hacer sino que propone lo que podemos hacer mejor. En todo caso, si indica algo negativo, siempre intenta mostrar también un valor positivo que atraiga, para no quedarse en la queja, el lamento, la crítica o el remordimiento».

         Abunda también en el ámbito social la negativización y la queja. Para muchos, todo está mal, peor que nunca. Estamos abocados al fracaso. El propio Boff dice que el ser humano “perdió el encantamiento”. Pues bien, quisiéramos colaborar, si es posible, a la recuperación de ese encantamiento, del humilde resplandor que ilumina la mirada, de la confianza que salta el muro de la limitación y toca, embelesado, el corazón de lo creado.

         Algo tan simple demanda una actitud de fondo, una certeza vital, imprescindible: creer en el triunfo del bien sobre el mal. Es posible que, debido a la presión cotidiana de los medios, lleguemos a la convicción de que el mal campa a sus anchas y de que su victoria está asegurada. No es así. El mundo está sostenido por una ingente cantidad de personas que hacen el bien y desean el bien, aunque a veces fallen. No lo dudemos: quienes hacen el bien son muchos más que quienes se empeñan en el mal. No sabemos muy bien de dónde brotan el bien y la dulzura, no podemos decir qué empuja a la amabilidad y a la sonrisa, no explicaríamos convincentemente por qué las manos y el corazón de muchos humanos tienden al abrazo. Pero eso está ahí con la terquedad de quien ama. Y quizá haya que caminar mucho para percatarse de que eso está bien cerca.

         El salmo 121 nos empuja a la alegría y la certeza de bien, acogidos ambos en la paz del propio corazón. Los salmos tienen que ver con las actitudes de fondo de quien ora. Llevemos el  salmo al terreno del propio corazón.

 

 

2

SALMO 129

Domingo IV, I Vísperas 

 

Contenido bíblico

 

         Otro salmo de “las subidas” en torno al tema del perdón: quien se acerca a Jerusalén, al santuario, ha de ser perdonado y ha de perdonar.

         Nosotros queremos leerlo como una confesión de fe en un Dios que ama y perdona sin condiciones. En la estrofa 2ª se pregunta con la lógica de la fe: ¿quién podría resistir si Dios llevara cuenta de los delitos? Por el contrario, Dios no lleva esa cuenta, tiene alzheimer para nuestros delitos, los arroja el fondo del mar (Miq 7,19).

         Y no solo eso: no pone condiciones para el perdón. Esa es su manera de “infundir respeto”. Lo infunde porque nos respeta y nos excusa. Solamente tiene memoria para lo que hacemos bien.

         De este modo, el canto de las subidas se convierte en un canto de gozo por el Dios que perdona y de ahí brota la esperanza. La imagen potente del centinela que espera la aurora demuestra la honda raíz de la esperanza: ¿cómo no se va a esperar en un Dios que ama y perdona sin condiciones? De ahí brotará una “redención copiosa”, una abundancia de misericordia (Rom 5,20).

         Tiene, pues, el salmo dos partes: a) el olvido de los delitos por parte de Dios (estrofas 1ª y 2ª) y el surgimiento de la imparable esperanza (estrofas 3ª y 4ª).

 

Desde Jesús

 

Hay páginas del evangelio que no necesitan ser explicadas; se entienden por sí solas. Una de ellas, ésta parábola del Padre que perdona siempre (la del hijo pródigo, la llamamos nosotros).

La gran pregunta que se hace la parábola y que nosotros nos hacemos es esta: ¿CUÁNTAS VECES TENGO QUE PERDONAR? No se pregunta cómo hay que perdonar, qué mirada he de tener sobre el otro para perdonarle, qué límites tiene el perdón entre los humanos, etc. No: cuántas veces. ¿Ha contado Jesús las veces que ha perdonado? ¿Lleva un registro con el nombre y apellido de los perdonados? ¿Si caen otra vez, quedan excluidos porque ya se les perdonó antes? Son cuestiones absurdas. Jesús perdona y punto. Por eso la respuesta a la pregunta de cuántas veces se dice rápidamente: siempre. Pero la cuestión verdadera es cómo hay que perdonar, cómo perdona un seguidor/a de Jesús. Y la respuesta es: con un perdón generoso y rápido.

  • Un perdón generoso: “Te perdoné una gran deuda”: diez mil talentos era una cifra astronómica: unos cien millones de euros (¡cómo alguien podía acumular semejante deuda!) La parábola exagera para que se vea que lo importante no es perdonar muchas veces, sino estar dispuesto a perdonar todo. Frente a esa enorme cantidad, los cien denarios no son más que unos diez mil euros, una modesta suma. Quien no es capaz de ser generoso en el perdón, no tiende al Dios que perdona y así desvela su corazón increyente e inhumano. Capaces de grandes perdones, así deberían ser los cristianos. Y quizá habría que comenzar por perdones cotidianos.
  • Un perdón rápido: “Se compadeció y le dejó marchar”: sin más trámite, enseguida. Un perdón que no se demora, que no acumula garantías para ser otorgado, que apunta el corazón del otro y lo reconoce como humano y por ello no mira con cuentagotas el perdón que otorga.

La carta a los Efesios da un consejo muy práctico para vivir el perdón: “Que la puesta del sol no te sorprenda sin perdonar”. Es decir: perdona cuanto puedas, con generosidad, y rápidamente porque los agravios guardados, aunque sea pequeños, se vuelve, con el tiempo, imposibles de superar. No te acuestes sin haber cumplido la tarea de perdonar.

Cuenta un escritor (André Gide) una bella ficción bíblica: en la casa del hijo prodigo, además del mayor, había un hermano menor que asediaba al pródigo para que le contara las cosas que había vivido. El padre veía aquello y el pródigo le espetó un día: “Padre, qué harías si este hijo se te marchara como lo hice yo”. Y el padre respondió: “Le esperaría y le perdonaría como te esperé y te perdoné a ti”.

Que nos conmueva el perdón de Dios y que nos mueva a ser generosos y rápidos en el perdón al otro.

 

Orar en comunidad

 

         Podría cantarse con la vieja melodía de Manzano o salmodiado sencillamente. También una lectora podría leer las dos estrofas primeras (el tema del perdón sin condiciones) y luego toda la asamblea las dos estrofas finales (el tema de la esperanza). De cualquier manera, habrá que hacer una lectura “alegre” no “penitencial” como se ha hecho siempre (es uno de los tradicionalmente llamados “salmos penitenciales”). Hay que cambiar la perspectiva.

 

Contenido social

 

         Una de las maneras de ejercer el perdón social es lo que llamamos mediación política. Puede parecer que es una cosa que nos incumbe, pero es bueno pensarlo para darle al perdón generoso de Dios una dimensión social que lo hace más histórico, más al alcance de los humanos.

Quizá sea el perdón más difícil de todos: sentar a dos contendientes armados a la mesa de negociaciones es un milagro enorme.  Pero como hasta los implicados ven que de eso depende la vida de muchas personas, algunas veces se animan a la negociación, único camino de parar la violencia. Los resultados suelen ser escaso y los fracasos habituales. Pero el que se intente una y otra vez habla de la agobiante necesidad y, quizá también, del potencial reconciliador que anida en el corazón de la persona y de la sociedad.

         En la misma Iglesia hay una variedad enorme de carismas. Todas las necesidades sociales y espirituales parecen estar atendidas. Pero son muy poquitos los grupos que se dediquen a la mediación, sobre todo a la mediación política. Aparte de personas individuales en momentos puntuales, los únicos que la Iglesia católica han practicado la mediación política han sido las comunidades de san Egidio. Lo hicieron en Mozambique, Kosovo, Guatemala, etc., con magros resultados. Pero, en cuestión de mediación política, todos los intentos son valiosos.

         Para mediar hay que cambiar las bases éticas. Es preciso pensar que el otro también sufre, que en algún punto puede haber confluencia, que, por mínimos que sean, se puede llegar a aspectos puntuales que conduzcan a la paz. Se trata de mirar desde el lado de quien se sienta enfrente. Mientras se mire desde el único lado  de uno mismo la mediación resulta difícil. Por otra parte, la mediación política no conlleva la difícil solución del conflicto. Se precisa el deseo de iniciar pasos que lleven a la solución. Y por muy sencillos que parezcan,, si se dan, se está abriendo la posibilidad.

         Hay que tener presente que elaborar conflictos no es lo mismo que solucionarlos. Esto último es lo deseable, pero, con frecuencia, es algo que no está en la mano de los contendientes. Por eso hay que comenzar por elaborarlos: no exagerarlos, aplicar terapias preventivas, poner remedio a aspectos parciales, valorar los detalles que pueden llevar al entendimiento, trabajar en aspectos sectoriales que, aunque no afecten al centro del problema, apunta a su posible solución. La elaboración de conflictos es una herramienta muy importante para prevenir el conflicto antes de que surja, para contenerlo toda vez que ha explotado y para preguntarse por posibles soluciones antes de que se encone.

         Habría que aplicar esta espiritualidad en el marco de la Iglesia porque la práctica mediadora es escasa en sus comportamientos. Aún hoy, la estructura eclesiástica es proclive a excomulgar cuando surge un conflicto en el seno de la Iglesia.  No se ve la mediación como un camino a la mano y se recurre al cumplimiento de la ley dictada por quienes se arrogan el poder para hacerlo. Una Iglesia que excomulga, que no tiene aguante e imaginación para tratar las diferencias con humanidad, que recurre a la ley como única salida aún le falta hacer camino creyente, el camino del evangelio que habla de perdonar setenta veces siete.

         Se convierte así la mediación en sacramento de reconciliación efectiva. La reconciliación sacramental, con ser buena, no se puede negar que sea un tanto ficticia: se reconoce uno pecador ante Dios de un conflicto relacional, Dios le perdona mediante la absolución y el conflicto continúa prácticamente en los mismos parámetros. De poco sirve tal perdón si no se ha dado ni un paso adelante. Es lo de siempre: el perdón de Dios se ve en los trabajos por el perdón social. Si este no existiera, al pretendido perdón de Dios le cae encima un fuerte interrogante.

 

 

 

 

 

 

 

 

3

SALMO 117

Domingo IV, Laudes

 

Contenido bíblico

 

El problema real de la espiritualidad y aun de la teología no es Dios, sino la historia (una historia con Dios dentro, no lo olvidemos). Si la historia no toca la espiritualidad, tiene el peligro de convertirse en una enajenación. Si la historia no incide en la teología, ésta corre el riesgo de entrar en un “manicomio” de verdaderos desajustes. Por ello la historia es la que salva a la espiritualidad y a la teología de sus excesos. Cuando aquella se mezcla a esta, la posibilidad de un horizonte humano queda más a la mano. No han de temer entrar en el barro de lo creado para ahondar en el sentido de la existencia. Más aún, es en ese barro donde se encuentra la verdadera solución.

Globalmente hablado, el Sal 117 es una lectura de la historia de Israel en la que se ve claramente que Dios ha actuado con Israel como un libertador, desde Egipto hasta hoy; por eso mismo se espera que tal auxilio de Dios no va a faltar nunca. La historia es una historia acompañada.

Las estrofas 1ª-4ª son un invitatorio coral: todo el mundo queda invitado a una lectura creyente de la historia, también quien lee hoy.

En las estrofas 5ª-7ª un orante experimenta la ayuda de Dios en su historia pobre: se ha visto libre del peligro, Dios camina con él. Experiencias fundantes.

Las estrofas 7ª-10ª desvelan el acompañamiento de Dios en las grandes catástrofes de la historia de Israel que, más allá de grandes pérdidas, han terminado en victoria. Dios no ha abandonado los derroteros duros de este pueblo.

En las estrofas 11ª-12ª vuelve de nuevo la experiencia fuerte de quien ha sido librado de la muerte con la certeza del Dios que ha estado a su lado.

Termina el salmo con las últimas estrofas (13ª-17ª) donde se celebra con una procesión festiva lo que se ha experimentado en la vida: Dios es acompañante fiel del caminar humano.

 

Desde Jesús

 

Quizá por eso están apareciendo tantos libros, de una u otra índole, sobre el hecho de Jesús. Precisamente una de las razones de esta aparición, muchas veces carente de fundamento, es el relativo aprecio que el lado histórico de Jesús se ha tenido en los ámbitos cristianos. La excesiva “divinización” de Jesús ha llevado a considerar irrelevante o anecdótico su perfil humano. Una lectura atenta de los Evangelios viene a decir que eso puede conducir a derroteros que nada tienen que ver con el Mensaje recibido.

La tentación de gnosticismo, de puentear la historia, pervive hoy. Ciertas formas actuales de espiritualidad cristiana entienden todavía que el meollo de su experiencia está en relacionarse con Dios, trabajo que se logra sobre todo en modos personales, individuales. Ello lleva no solamente a que el sentido de comunidad quede muy relativizado, sino a que la compleja problemática humana en sus aspectos sociales y sobre todo políticos quede descartada del núcleo de la experiencia cristiana. Por extraño que parezca, esta búsqueda de Dios fuera de lo “sucio” de la historia está acompañada de reacciones fuertemente interesadas en problemas económicos y hasta políticos. Es preciso intentar buscar alguna solución a tal esquizofrenia.

Tomarse en serio al Jesús de la historia no puede llevar sino a un aprecio hondo de su persona, a poder elaborar un verdadero enamoramiento de él que nos lleve a agradecer y construir nuestro camino de vida, nuestras opciones más valiosas.

 

Orar en comunidad

 

         Como se reza en domingo habría que intentar cantarlo, aunque sea de forma sencilla:

  • Si se puede hacerlo dignamente, cantar en el libro de Cols. Si no, también se puede leer siguiendo las indicaciones que da.
  • Hacerlo semitonado está bien. Hágase con cuidado, con “gracia” orante,  no de cualquier manera.
  • Se podría poner de fondo el “Laudate omnes gentes” de Taizé y luego rezarlo a dos coros.

 

Dimensión social

 

         Leer nuestra historia desde el horizonte de la fe, leerla desde el ángulo de la oración, tiene muchas ventajas:

  • Una revalorización de la historia como ámbito y tiempo de posibilidad, más allá de sus indudables limitaciones, como senda que apunta a horizontes de plenitud que, de alguna manera, anidan en el corazón de toda criatura. Esto es un beneficio tanto para la vida como para la fe.
  • El logro de unas estructuras humanas y fraternas más unitarias, menos fragmentadas, menos compartimentadas. Con eso se lograría poner coto a las esquizofrenias (oración por un lado, vida por otro) en las que con frecuencia caemos.
  • La conciencia de que es posible crear una fraternidad humana por encima de las diferentes sensibilidades y más allá de las diversas opciones que acompañan a la pluralidad que somos.
  • La posibilidad de entrever el día en que se logre una ética común que lleve a la justicia mejor cumplida como compromiso de todas las personas que habitan la casa común de nuestra historia.
  • La certeza de que los planteamientos de la fe mezclados a la historia ganan en credibilidad y en razonabilidad, lo que habría de dar al creyente la sensación de mejor pertenencia al mundo y al no creyente la seguridad de que las religiones podrían aportar valores a la construcción del hecho humano.
  • El gozo, sobre todo para los cristianos, de que un Jesús que se enmarca en parámetros de comprensión histórica no solamente no reduce y disminuye su atractivo sino que, por el contrario, lo aumenta y multiplica.
  • La evidencia de que la justicia cumplida es camino ancho para el devenir humano y sentido para el mismo hecho cristiano.
  • La alegría de saber que hay acceso a Dios en el cauce de la propia historia y que ahondar en ella, amarla, cuidarla, trasmitirla en el mejor estado posible, es la gran obra que creyentes y no creyentes pueden hacer para responder al amor del Padre que se vuelca a la vida.

 

4

SALMO 150

Domingo IV, Laudes

 

Contenido bíblico

 

         El Salterio se cierra con este himno a toda orquesta. El género hímnico es, lógicamente, muy abundante en el Salterio porque es la manera de celebrar al Dios en el que se cree y al que se ama.

         Pero aun a riesgo de aplicar al salmista categorías de pensamiento que no podía tener (el autor no conocía las orientaciones de la física moderna), creemos que este salmo podría ser considerado como un “salmo cósmico”, una oración abierta al misterio del cosmos, del que aún desconocemos casi todo.

         El orante intuye que ahí se encierra el misterio de Dios manifestado en la inconmensurabilidad de lo creado consciente de que toda creatura lleva de algún modo el soplo de Dios, su alma (Sab 12,1).

         El salmo podría dividirse en cuatro partes:

1)    Invitatorio estrofa 1ª): la maravilla del firmamento, del cos, como misterio vivo de Dios.

2)    Motivación (estrofa 2ª): las obras de Dios como lenguaje del Dios infinito.

3)    A toda orquesta (estrofas 3ª-5ª): los instrumentos de música como voz adecuada para cantar la gloria de Dios en sus obras.

4)    Conclusión (estrofa 6ª): aforismo para cerrar el Salterio invitando a una alabanza cósmica.

El salmo invita a concluir el largo itinerario orante del Salterio abiertos al cosmos con una alabanza al creador de todos los seres. No podría haber concluido mejor. Francisco y Clara de Asís lo habrían hecho también así.

 

Desde Jesús

 

Según la fe cristiana, la realidad de Jesucristo no interesa solamente a la “Iglesia”, sino que tiene que ver también con todos los seres humanos, y con todas las criaturas.

Una de las corrientes del primitivo cristianismo aplicó a Jesús las afirmaciones bíblicas sobre la Sabiduría o el Logos, e incluso el Espíritu: Jn 1,1-3.11.14 (cf.Prov 8,30-31); Col 1,15; Hb 1,3.

Cuando los cristianos dan a Jesús de Nazaret el título “Cristo” quieren expresar que en ese hombre concreto se manifestó plenamente el misterio de Dios.

Pero el hecho de que irrumpió en Jesús no significa que él tenga el monopolio de dicha manifestación.

El cuerpo de Jesús, como el nuestro, estaba formado de materiales del polvo cósmico más antiguos que nuestro sistema solar y planetario.

La encarnación es la elevación de todo universo en la dirección de la persona divina. La encarnación enraíza a Jesús en el cosmos, pero también lo limita a las ataduras espacio temporales. Encarnación es kenosis y limitación.

Por la resurrección los límites de la encarnación son totalmente sobrepasados. El Jesús histórico, que era solamente parte del universo, ahora por el evento sagrado se la resurrección asume la totalidad del cosmos.

Resurrección es la absoluta realización del ser humano de Jesús. Ya ha superado la mortalidad de la vida: “Yo soy la luz que está sobre todas las cosas; yo soy el universo; el universo salió de mí y el universo retornó a mí; hiende la leña y yo estoy dentro de ella; levanta la piedra y yo estoy debajo de ella” (Evangelio de Tomás, 77).

 

Orar en comunidad

 

         Lógicamente el salmo pide ser cantado o, al menos, salmodiado con una tonada gozosa.

         Si se lee, lo podrían leer cuatro personas diferenciando las cuatro partes del himno.

         Con un poco más de fantasía, se podría poner del ALELUYA de Händel y recitar el salmo.

 

Dimensión social

 

La pasión por una comprensión nueva del cosmos ha de ser, por raro que parezca, algo que interese a la comunidad cristiana. Proviene de una nueva visión de la física, como lo hace la física cuántica. Educados en la analógica, la cuántica nos resulta ciencia ficción, por más que esté presente en nuestras vidas diariamente. La manera de imaginar a Dios y de derivar hacia la fe desde esa postura es la que hemos heredado y que está totalmente vigente. Pero tal manera se halla desnuda ante la nueva física: ¿cómo entender la historia de la salvación cuando todo acontece a la vez? ¿Cómo entender la plenitud del mundo cuando el cosmos se expande hacia el caos? ¿Cómo entender la creación cuando todo depende de un big bang? ¿Cómo entender la centralidad de nuestra historia y de Jesús cuando se nos dice que hay millones de galaxias como la nuestra (la vía láctea) que contiene más de cien mil millones de estrellas muchas de ellas infinitamente más grandes y potentes que nuestro planetilla? ¿Cómo imaginar un más allá fuera del cosmos y su imperturbable más acá? ¿Cómo entender la danza de las partículas en una idea de sociedad y de Iglesia estable? Hay un desafío profundo en la idea que nos hacemos de la realidad, en el marco en el que hemos de incluir nuestra espiritualidad. Cuestiones suficientes para generar una pasión cósmica necesaria y con vocación de futuro.

 

 

5

SALMO 109,1-5.7

Domingo IV, II Vísperas

 

Contenido bíblico

 

         Son tantos los agobios que sufrimos los humanos en nuestros caminar histórico que no ha de extrañar que, con rostros variados, el tema del mesianismo está siempre presente: creemos que con una presidente, un papa, una provincial, una superiora, un jefe, las cosas van a ir mejor. Y puede que sí, que ayuden. Pero con frecuencia comprobamos que todo, más o menos, sigue igual. El tema de los mesianismos, de las soluciones que vienen de fuera, tiene poco recorrido.

         Tampoco ha de extrañar que los mesianismos se mezclen a las religiones. Así ha ocurrido en el caso de Israel: siendo un pueblo que ha sufrido en la historia todo tipo de opresiones (Jn 8,33 es altamente irónico), ha soñado y quizá sigue soñando con un Mesías que ponga a Israel en el centro del mundo. Por eso muchos salmos, este en concreto, hablan de ese sueño mesiánico largamente acariciado.

         También tendrá que ver con el cristianismo (es el salmo más citado en el NT: más de 12 veces) que ve en Jesús al Mesías, aunque fuera un mesías pobre (algo incomprensible para el judaísmo). Es el salmo por excelencia de la liturgia cristiana.

         En esa línea, el Sal 109 celebra la investidura de un rey y con ello la esperanza honda de un reino mesiánico; se celebra más un deseo que un acto político.

         En el primer oráculo (primera parte de la 1ª estrofa) se promete al mesías la misma soberanía de Dios y su mismo éxito. Grandes sueños para un gran anhelo.

         En el desarrollo del oráculo está, primero, el tema de la expansión (segunda parte de la estrofa 1ª); luego, los medios con que cuenta, ejército, estirpe regia (2ª estrofa); finalmente, el apoyo de Dios mediante su juramento (estrofa 3ª).

         El público aclama al Mesías (estrofa 4ª) siempre en modos imprecatorios porque el mesianismo religioso ha estado teñido siempre de violencia contra el enemigo. El mesianismo pobre de Jesús irá por otro camino.

 

Desde Jesús

 

El tema del mesianismo ha sido algo con lo que los evangelios han tenido que lidiar porque quizá el mismo Jesús y su entorno han tenido mucho que ver con él. ¿Cómo entender su búsqueda espiritual desde esa perspectiva? Las respuestas son muchas y puede que sean bastantes las que contengan elementos de verdad. Pero creemos que Jesús ha elaborado su fe en el trabajo por configurar, en su corazón y en sus caminos, un mesianismo pobre. Ahí está el quid: para la tradición mesiánica judía, el mesianismo se resuelve en el poder y la gloria ya que ser mesías desde la pobreza es una contradicción en los términos. Algo de eso pasa con la atribución mesiánica de los títulos cristológicos cristianos: se entiende y se celebra a Jesús como mesías de la humanidad desde el brillo y poder religioso, desde el anhelo de reconocimiento por todos los pueblos de la tierra. Si fuera esto así, ¿cómo Jesús habría logrado unir, en su corazón y en su vida, mesianismo y pobreza? Solo se nos ocurre una respuesta: en su convivencia directa con la pobreza, en su opción por escapar de algo que atosiga tanto, hasta entender que en un Dios de pobres y en el fondo último de las pobrezas anida un sueño inagotable de justicia que da sentido a la utopía de los pobres.

 

Orar en comunidad

 

         Normalmente se suele cantar. A veces se utiliza el modelo de D. Cols que es muy acertado.

         Usando la libertad de los hijos de Dios, y tratando de sortear la dificultad imprecatoria del texto sálmico que está ahí por mucha teología que se le eche,  quizá alguna comunidad podría llegar a un acuerdo espiritual de modificación como este:

 

Oráculos del Señor a mi Señor:

«Siéntate a mi derecha».

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora».

 

«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec».

 

         En ese caso, los tres oráculos los canta una persona y la asamblea participa con la antífona.

 

Dimensión social

 

     El Papa Francisco viene a decir en FT que el único mesianismo es la dignidad humana. El documento afirma con claridad: «tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos» (FT 169). De eso se trata, de volver a poner en el centro la dignidad humana desplazada por un sistema económico de expectativas de ganancias que se lucra de los frágiles y que los descarta cuando son improductivos: «Mientras una parte de la humanidad vive en opulencia, otra parte ve su propia dignidad desconocida, despreciada o pisoteada y sus derechos fundamentales ignorados o violados» (FT 22). De ahí la crítica a los poderosos, clara y explícita: «Guerras, atentados, persecuciones por motivos raciales o religiosos, y tantas afrentas contra la dignidad humana se juzgan de diversas maneras según convengan o no a determinados intereses, fundamentalmente económicos. Lo que es verdad cuando conviene a un poderoso deja de serlo cuando ya no le beneficia» (FT 25). La dignidad se convierte así en «la ley suprema del amor fraterno» (FT 39) y ha de vivirse con pasión, como realidad que, si falta, nos altere: «No es una opción posible vivir indiferentes ante el dolor, no podemos dejar que nadie quede “a un costado de la vida”. Esto nos debe indignar, hasta hacernos bajar de nuestra serenidad para alterarnos por el sufrimiento humano. Eso es dignidad» (FT 68).

 

 

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SALMO 111

Domingo IV, II Vísperas

 

Contenido bíblico

 

         Este es un salmo alfabético (cada verso empieza en hebreo por una letra del alfabeto) y sapiencial, las dos cosas muy del gusto del Salterio. Y el tema es claro: canto a la persona justa, canto para contribuir a la espiritualidad de la justicia (viejo anhelo de lo humano). Se ora para contribuir a la espiritualidad de la justicia porque orar sin ser justo es una contradicción. Salmo para que tú que oras seas más justo. Algo de eso.

         Tiene una introducción o voto inicial (estrofa 1ª), un cuerpo del salmo (estrofas 2ª-5ª) y una conclusión contrastante (estrofa 6ª).

         La justicia es leída como un conjunto de bienes sociales y personales. Se quiere incitar a una vida justa mostrando su lado más positivo: se es del linaje de Dios, la vida será de abundancia, la posteridad asegurada, la duración eterna. Con frecuencia la vida muestra que esto no es así. Pero el fondo permanece intacto: el mundo se asienta sobre la bondad de los justos.

         Rezar este salmo implica implicarse en una vida justa. No creamos que esto es cosa de otros. La injusticia se cuela como la niebla por debajo de la puerta. Por eso es preciso recordar con el salmo los beneficios de una vida en la justicia para perseverar en ella.

         El texto paulino de 2 Cor 9,6-10 puede considerarse como una especie de comentario al salmo.

 

Desde Jesús

 

Jesús es uno devorado por la sed de justicia. El relato corrientemente denominado “parábola de la viuda y el juez” (Lc 18,1-8) se inserta, como los anteriores, en el largo viaje lucano de Jesús hacia Jerusalén. En tal viaje hay lugar para instrucciones sobre temas diversos, incluido el de la oración. Pero el contexto de tal viaje imprime una perspectiva nueva a este clásico tema de la piedad religiosa.

         Efectivamente, más que el tema de la oración como tal, lo que se quiere subrayar es el anhelo de la justicia esencial. Así es, el texto que antecede (Lc 17,20-37) habla de la expectación sobre el día de la llegada del reino y el que sigue (Lc 18,9-14) más que de dos modelos de oración de lo que habla en el fondo es de dos maneras de situarse ante la promesa del reino. Es en este marco de anhelo del reino donde se plantea el tema de la justicia esencial. Ésta, la justicia, es el dinamismo de fondo de la realidad del reino.

         Desde esta perspectiva ideológica es preciso entender la relación dialéctica entre el juez injusto “que ni temía a Dios ni le importaban los hombres” (Lc 18,2) y la viuda tenaz que pide justicia “frente a su adversario” (Lc 18,3). El primero, lógicamente, no puede ser tipo de la justicia de Dios. Así es, la justicia del juez es lenta (“por bastante tiempo”: Lc 18,4), comodona (“me está amargando la vida”: Lc 18,5), deseosa de acabar de una vez para que se le deje en paz (“que venga continuamente a darme esta paliza”: Lc 18,5). Es una justicia podrida en su fondo porque no escucha los anhelos de justicia que brotan de las situaciones de pobreza.

         Por eso, el antitipo de este juez venal  es un Dios que responde a los anhelos de quien hambrea un mundo de justicia: a) Dios “reivindicará a sus elegidos” (Lc 18,7), se pondrá de su parte, un Dios parcial; b) “no les dará largas” (Lc 18,7) porque hacer esperar al anhelante de justicia es aumentar el nivel de injusticia; c) escuchará a los que le “gritan día y noche” (Lc 18,7), porque, desde antiguo, es una Dios que escucha los gritos de los sojuzgados.

La “reivindicación sin tardanza” (Lc 18,8) es sello del anhelo de la justicia del reino. No es algo que se pueda posponer sine die. Ahora bien, la gran pregunta queda en el aire: “Cuando llegue el hombre, ¿qué?, ¿va a encontrar en esa fe en la tierra?” (Lc 18,8). Es decir, ¿van a ser capaces los seguidores de Jesús que hacen camino con él de mantener vivo el anhelo de la justicia a pesar del bombardeo de la injusticia y de todas las técnicas disuasorias de una sociedad anclada y asentada en la injusticia?

 

Orar en comunidad

 

         Por su indudable contenido sapiencial, se podría hacer proclamado por una lectora. La asamblea contribuye con el “Gloria al Padre”. Si la comunidad no se opone, se podría suprimir la última estrofa, imprecación contra los malvados, aunque ese sea el contraste del justo. El comportamiento de Jesús con los pecadores contradice esta clase de expresiones.

 

Contenido social

 

En nuestra sociedad da casi vergüenza hablar de justicia. Es como si éste valor sustancial produjera malestar al ciudadano de a pie. Hablar de justicia, demandarla, gritar en su nombre resulta trasnochado, como si uno estuviera anclado en mayo del 68.

Pero la justicia es  el componente “político” del seguimiento, su participación en el devenir social desde una honda compasión histórica. Este componente es insustituible y, de alguna manera, da sentido al componente “místico”  ya que lo hace visible y, por ello, verdadero.

         Por lo mismo, hasta la tarea orante ha de nacer y llevar al logro de la justicia esencial. El cristianismo en general tiene que andar todavía un gran trecho si anhela este horizonte. Y sin embargo, como decimos, existe en ello una gran oportunidad de revitalización. Las palabras del profeta D. Bonhöffer siguen sonando veraces: “Nuestra iglesia que durante años solo ha luchado por su existencia, como si esta fuera una finalidad absoluta, es incapaz de erigirse ahora en portadora de la Palabra que ha de redimir y reconciliar a todos los hombres y al mundo… Por esta razón, las palabras antiguas han de marchitarse y enmudecer y nuestra existencia de cristianos solo tendrá, en la actualidad, dos aspectos: orar y hacer justicia entre los hombres». La oración mezclada a la justicia, ambas realidades unidas.

         Estos son los caminos de la justicia esencial. Ésta no consiste, inicialmente, en meras estrategias, políticas o económicas, para el logro de la justicia. Se trata de una actitud que anida en los trasfondos de lo humano, en la base de lo que somos. Es más, pues, algo que hace relación a la espiritualidad. En ese dominio es donde emparenta con la oración. Una oración por la justicia no es una mera actividad religiosa sino una manera de leer e interpretar los anhelos profundos de la historia, un transitar la búsqueda del sentido. No deja de ser algo que se escapa de nuestras manos.

 

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SALMO 89

Lunes IV, Laudes

 

Contenido bíblico

 

         Normalmente se dice que esta clase de salmos meditan sobre la brevedad de la vida, un tema muy del gusto de otras épocas. Hoy la vida se ha alargado mucho y quizá eso ha desplazado al tema.

         Pero puede ser entendido, de una manera más amplia, como la oración por los trabajos de una vida que no se cansa de la bondad, que no descree del bien. Se pide a Dios que su bondad baje a quedarse en la historia humana de tal manera que se llegue al paraíso que está no al principio sino al final, paraíso al que se llega por la práctica del bien.

         En una primera parte (estrofas 1ª-4ª) se reflexiona sobre el uso adecuado del tiempo: cómo vivir un tiempo para la bondad con el hermano, del mismo modo que Dios es bueno con su creación. En una segunda parte (estrofas 5ª-9ª) se pone delante el gran anhelo de la persona: vivir una vida en alegría, aunque sea limitada. La bondad es la que posibilita la alegría. Eso hará que la bondad de Dios encuentre un rostro visible en el comportamiento del bondadoso (estrofa 10ª).

         Por la bondad la persona es concreadora con el Dios bondadoso. Rezar salmos como este lleva a implicarse en una vida bondadosa en el propio marco de vida.

 

Desde Jesús

 

Las narraciones de los evangelios de la infancia de san Lucas necesitan ahondamiento para sacarles todo el provecho espiritual. Son muchos más que simples anécdotas.

Los pastores son en esta narración algo más que unas figurillas del Belén. Tienen un papel preponderante: anuncian, incluso a María y a José, el sentido del nacimiento de Jesús.

Tengamos en cuenta de que ser pastor era en aquel contexto social ejercer uno de los oficios considerados malditos porque los pastores vivían al raso descuidando a sus mujeres en casa durante la noche (eso decían), no iban a los rezos de la sinagoga, eran considerados ladrones, andaban siempre con vísceras y sangre, etc. Gente sin honor, los que no cuentan. Resulta que ellos son los mensajeros del nacimiento. Tiene la cosa metralla: los menos honorables son los mensajeros.

¿Qué mensaje traen esta gente de mal vivir? Que un envuelto en pañales y puesto en un pesebre es el que puede salvar. Que un humano pobre tiene la clave de la dicha y del éxito. Que lo humano, con toda su pobreza, es el camino para dar sentido a esta vida nuestra. Que la clave está en lo humano.

Algunos cristianos espirituales tuercen el gesto cuando se les dice que la clave de todo está en si eres humano o no. Piensan que la fe es algo más grande. Pero el asunto del creer es una cuestión de humanidad. Esa es la señal: unos pañales y un pesebre. Lo humano nos salva. ¿Cómo?

  • Si piensas con humanidad: que es lo mismo que si piensas con bondad. Si dentro de ti hay uno que piensa con bondad, con amabilidad, con humanidad estás en la fe de Jesús.
  • Si tienes un corazón sensible: si te importan los sufrimientos ajenos, si te conmueven las lágrimas de los pobres, si te mueves en la dirección de las pobrezas estás en la fe de Jesús.
  • Si brota en ti la empatía: si conectas con la persona sencilla, si escuchas con agrado, si te interesas por el otro, si ayudas en lo que está en tu mano estás en la fe de Jesús.

Los pensadores de hace siglos, del tiempo de Jesús (Plinio el Viejo) decían ya que Dios se hace visible cuando un mortal ayuda a otro mortal. La sensatez nos dice que la cuestión religiosa, por la que a veces discutimos y clasificamos a las personas, se resuelve en algo tan simple: ayuda o no ayudas, cuidas al necesitado de cuna y pañales, al humano, o no lo cuidas.

         Siguiendo las buenas tradiciones, muchos de nosotros ponemos por Navidad en nuestra casa un sencillo belén que nos recuerda el nacimiento de Jesús. Está muy bien. Pero el verdadero belén es este que dicen los pastores: reconoce en el humano frágil la presencia de Dios. Y si la reconoces, ayúdale si lo necesita. Siempre dando vueltas a la misma masa. ¿Pero es que hay otra?

 

Orar en comunidad

 

         Las cuatro primeras estrofas podrían cantarse con la conocida música de Palazón. Las estrofas 4ª-6ª, leídas por una lectora. Las tres últimas estrofas las podría leer la asamblea.

         Al ser una reflexión de fuerte componente sapiencial, podría proclamarlo entera una lectora. Hay que hacer un esfuerzo por variar el sempiterno dos coros.

 

Contenido social

 

Hacer el bien es una realidad amenazada de rutina y de cansancio. Como resulta que, con frecuencia, los frutos del bien no vienen en seguida, le entra a uno el desánimo y descree del bien. Si añadimos a eso la crítica rastrera que dice que de bueno a tonto no hay más que un paso, es fácil que dejemos de tener confianza en el triunfo del bien sobre el mal.

         Hace falta, pues, una indudable tenacidad para aguantar el embate del cansancio y seguir no ya tercamente sino fielmente en la práctica del bien seguros de que, al final, el triunfo será suyo. Lo demuestra la vida, pero como somos muy impacientes, queremos que el bien produzca su fruto ya y ahora. Dice con razón el Eclesiastés: “Siembra el bien por la mañana y por la tarde, porque no sabes cuál de las dos siembras dará fruto. Quizá las dos”.

         Por mucho que los medios de comunicación nos lleven a creer que el mal es lo que predomina en la sociedad, la cosa no es así: hay mucho más bien que mal, son muchas más las personas que hacen el bien que las que hacen el mal. Dice una leyenda judía, creo que la hemos citado alguna vez, que el mundo se sostiene por el bien que hacen 30 justos. Pues nosotros creemos que son muchos más que 30 los que sostienen el mundo.

         Por eso, cuando oímos a Gálatas 6,6-10 que no nos cansemos de hacer el bien hemos de creer que ese camino lleva a una buena meta. El bien hecho siempre será beneficioso para quien lo recibe y para quien lo hace. De Jesús se dirá como síntesis de su vida que pasó haciendo el bien. Ojalá se pudiera decir eso de nosotros con verdad.

 

 

8

SALMO 134,1-12

Lunes IV, Laudes

 

Contenido bíblico

 

         Este es uno de los salmos con los que tenemos dificultad por eso de que “mató a reyes poderosos…”. Hay que leerlo con un poco de perspectiva: se recuerdan las acciones liberadoras de Dios en la historia para concluir que nuestra fe ha de tener efectos liberadores en nuestra persona, en nuestra comunidad y en la misma sociedad. Una que oprime no vive la fe del evangelio. Si las tareas de la fe no ensanchan nuestro corazón no estamos bien situados. Más aún, la liberación que propugna el evangelio (en eso se supera el salmo) no es a costa de nadie, sino a favor de todos. Nadie sale perjudicado con una fe que libera; todos salen ganado.

         Dios libera, en primer lugar, por el don de la creación (estrofa 3ª). Es un regalo de amor lo que Dios nos ha hecho al crearnos y al rodearnos de las creaturas del cielo y de la tierra.

         Dios libera sacándonos de las garras de reyes poderosos (estofa 6ª), nos libera construyendo una sociedad donde el bien no muera y el mal no tenga la última palabra.

         Dios libera cuando la idolatría (estrofa 8ª-9ª) amenaza la vida social. La economía neoliberal que mata, el individualismo, etc., son los ídolos que están llamados a ser derribados.

 

Desde Jesús

 

 El recuerdo liberador de Jesús está en los pliegues escondidos de lo último de la experiencia creyente. Pero ahí está. Es que la comunidad cristiana, más allá de sus avatares, de su camino sembrado de fracasos, de sus días tan lejos del Evangelio, de sus veredas equívocas ha conservado vivo el recuerdo de Jesús. A veces ese recuerdo no puede paliar la decepción del abandono de la utopía evangélica; otras veces se convierte en aguijón para las tremendas incoherencias en que se mueve el hecho religioso; algunas también es consuelo, caricia y perdón para los días errados, para las sendas desviadas. El asunto está en si es un recuerdo “peligroso” o simplemente rutinario y adormecedor. “En la fe, los cristianos realizan la memoria passionis, mortis et resurrectionis Jesu Christi; en el acto de creer recuerdan el testimonio de su amor, en el cual amor se manifestó el reinado de Dios entre los hombres por el hecho mismo de que el dominio del hombre por el hombre comenzó a derrumbarse, de que Jesús se puso de parte de los insignificantes, los marginados y los oprimidos, proclamando así el advenimiento del reino de Dios como fuerza liberadora de un amor sin reservas. Esta memoria Jesu Christi no es un recuerdo que dispense engañosamente de los riesgos del futuro. Al contrario, implica una determinada anticipación del futuro, como futuro de los que no tienen esperanza, de los fracasados, de los acosados. Es, pues, un recuerdo peligroso y liberador que constriñe y cuestiona nuestro presente, porque no nos trae a la memoria un futuro abierto cualquiera, sino precisamente este futuro concreto, y porque obliga a los creyentes a transformarse constantemente, para dar razón de este futuro” (J.B.Metz, La fe, en la historia, p.101-102). Esta comprensión mística del recuerdo de Jesús es la que puede hacernos escapar de una rutina paralizante.

 

Orar en comunidad

 

         Al salmo, de bajo nivel poético, le va bien una salmodia sencilla. La estrofa 6ª podría ser suprimida sin más.

 

Contenido social

 

El anhelo de una vida sin miedo ante Dios ha llevado a elaborar lenguajes liberadores que hoy son una vía abierta. En primer lugar está el lenguaje de la plegaria desinteresada. Gran parte de la oración de petición (modelo que ha fagocitado a los demás) es una plegaria interesada: se trata de sacar algo a una divinidad que se muestra “tacaña”. Pero también hay una plegaria que se expresa en deseos de luz, en anhelos de aceptación y en la percepción de que los caminos humanos pueden abrirse al acompañamiento cierto de Dios a nuestra vida. Es otra manera de entender la oración y de hablar a Dios y de Dios, oración más allá de la necesidad y del deseo.

         En segundo lugar, el lenguaje de la confianza es otro cauce eficaz para el control y la superación del miedo a Dios. Elaborar, mediante la confianza, la certeza del Dios acompañante, que sostiene porque es fundamento del ser, cimiento de la vida en amor, base del corazón ofrecido, puede generar un lenguaje que sosiegue, que asiente la vida, que lleve a la paz, que empuje al coraje necesario para afrontar la existencia. El lenguaje de la confianza es sosegado y dinamizador a la vez.

         Podría contribuir, en tercer lugar, al lenguaje que se libera del miedo a Dios el propio de la responsabilidad social sabiendo que entregarse al otro es construir la utopía de Jesús dando cuerpo al sueño del reino. El lenguaje de la ofrenda social es el propio de quien ha entendido que el logro de la humanidad pasa por la entrega de cada ser. Ello conduce a recrear modos de hablar que apuntan al logro de lo humano: sentirse corresponsables, mirar en la dirección del caído al borde del camino, saber que estamos conectados, creer en la comunión de la vida y su sentido primordial. Son lenguajes que, todavía, nos suenan lejanos. Pero cada día se acercan más a nuestras calles.

         Finalmente, el mismo lenguaje de la increencia es un camino enorme de liberación del miedo. Posiblemente supone un respiro para muchas personas. Por eso mismo, ese lenguaje que derriba ídolos, cuestiona aprioris, relativiza dogmas, ayuda  a caminar en la dirección de un horizonte de plena autonomía que, por otra parte, no supone desconexión.

 

 

9

SALMO 135

Lunes IV, Vísperas

 

Contenido bíblico

 

         Este salmo litánico, de hechura única, canta la salvación de Dios desde la creación del universo, la elección de Israel y terminado en la vida cotidiana. Un tema muy querido por la espiritualidad religiosa el de la salvación

         Pero el run run repetido por la plegaria “porque es eterna su misericordia” viene a crear la certeza de amor compasivo de Dios a la historia y de que una vida acertada, con éxito se da cuando se vive desde la compasión. Solamente quien entiende la compasión puede rezar con los salmos. El Salterio es el libro de oración de quien vive la compasión. Quien se atrinchera en el odio, el menosprecio, la altivez, el duro corazón no tendría que orar con las plegarias de compasión de los Salmos. El mismo Jesús corrobora esta línea en su evangelio.

         La estructura de esta plegaria viene dada por su forma de letanía que se va cargando de motivos para contemplar al Dios compasivo y para inocular en el corazón del orante la espiritualidad de la compasión.

         Destacamos: “él les dio su tierra en heredad”. El judaísmo lo dice de la tierra de Canaán, pero nosotros podemos decirlo de la tierra toda: Dios nos ha dado la vida para hacer de este mundo una tierra compasiva. Si colaboramos algo a esa compasión, hacemos la obra de Dios.

 

Desde Jesús

 

     El evangelio de san Juan narra el lavado de los pies de Jesús (Jn 13). Al llegar Jesús a Pedro éste se opone a que Jesús le lave los pies y recibe una desconcertante respuesta de Jesús: “Si no te dejas lavar los pies, no tienes nada que ver conmigo”. ¿Qué importancia tiene eso de lavar los pies que si no se practica te aleja de Jesús? Es el servicio compasivo.

Eso quiere decir que la identidad cristiana, según los evangelios, no le viene al cristiano por su lado religioso (bautismo, oración, sacramentos, pertenencia a la Iglesia, etc.), sino por su lado servidor: sirves, eres seguidor de Jesús; no sirves, no lo eres.

Con esto afirmamos que el servicio compasivo da sentido a la misma espiritualidad y puede nutrirse de ella. Los creyentes tenemos aquí un ánimo y una orientación. Y los no creyentes pueden también beneficiarse de este aliento.

 

Orar en comunidad

 

         Al ser un salmo litánico, la forma más correcta de proclamarlo es, bien rezado bien cantado, en forma de letanía: una hermana va desgranando la primera parte de cada versículo y la asamblea responde, como una letanía, “porque es eterna su misericordia” (en hebreo: ki leolam hasedó). Aunque es un poco largo, se haría todo seguido. Cono decimos otras veces, si la comunidad está de acuerdo, se podrían suprimir de la segunda parte del salmo las estrofillas 6.8-11 porque la misericordia de Dios no se construye a cargo de nadie, sino por amor a todos.

 

Contenido social

 

La pertenencia del vocablo compasión al mero ámbito de lo religioso ha sido sobrepasada en la actualidad por el lenguaje político que habla de compasión de manera habitual: una política compasiva, que no deja a nadie atrás, que dice contemplar las situaciones de los frágiles sociales, que incluso parece verse afectada por las duras situaciones de los empobrecidos. Ante tanto sufrimiento humano, se recurre a la compasión.

Paul Gilbert en The Compassionate Mind sostiene que al juntarse en nuestro cerebro características propias de "mamíferos" y de "humanos", nos hemos dotado de facultades aparentemente incompatibles para el amor y la destrucción. Pues bien, da la impresión de que, en la actualidad, esos dos polos se van acercando cada vez más: la compasión y la ciudadanía, la compasión y la política, hasta la compasión y la economía.

Si esto fuera cierto, el valor de la compasión que se creía hacer parte de imaginarios débiles, como el religioso, pasa a situarse en imaginarios fuertes, activos, como la economía y la política. Hay quien, con razón, recela de estos cambios. Pero, a priori, el ensanchamiento del campo de la compasión lo creemos positivo. Creemos que la mejoría del uso lingüístico refleja una mejoría en la vivencia moral y ciudadana.

Por otra parte, los afanes compasivos brotan de la certeza de que los humanos nacemos no tanto con pecado original, sino con bendición original y con responsabilidades adquiridas. Efectivamente, venir a la aventura humana constituye directamente a la persona en contribuyente obligado a la mejora de ese camino, sobre todo allí donde la realidad es más frágil.

Y ello hasta el punto de que, como dice el filósofo Reyes Mate, la respuesta que damos al sufrimiento ajeno nos hace sujetos morales. Es decir: responder al sufrimiento del necesitado desvela nuestro nivel de humanidad, tanto a título personal como social. La compasión y el servicio que parecen no cotizar en el mercado son el termómetro de nuestras relaciones humanas verdaderas, de nuestro nivel de ciudadanía. El barullo de las redes no logra apagar la voz de fondo que habla del valor central de la compasión que sirve. La conclusión inicial es clara: no son los nuestros malos tiempos para elaborar una espiritualidad de la compasión que sirve.

 

 

10

SALMO 100

Martes IV, Laudes

 

Contenido bíblico

 

         El contexto de este salmo es conocido: viene a ser el programa de gobierno de un rey tras la entronización real. Globalmente hablando, lo que pretende este rey es “la bondad y la justicia”.

         Pero al leerlo desde Jesús y desde la comunidad orante el sueño de la bondad y de la justicia se amplia y deviene patrimonio y tarea de toda la humanidad: todos estamos llamados a soñar con las justicia implicándonos en su logro. Efectivamente, soñar la justicia es implicarse en la tarea de su consecución. La justicia y el bien resultan ser las grandes metas del orante de los Salmos.

         La estrofa 1ª es importante: se dice ahí el plan general del rey, del lector del salmo: apuntarse a la bondad y a la justicia como camino perfecto, lo que, según el evangelio, hay que buscar ante todo. Que la humanidad siga soñando con la justicia es un milagro, que haya gente que se entrega a esto es una maravilla.

         En el cuerpo del salmo (estrofas 2ª-6ª) se dirá de manera negativa sobre todo lo que no se quiere hacer: no tener intenciones viles, no unirse al corazón torcido, no hacer migas con el difamador. No frecuentar a los desleales ni a los fraudulentos. Falta una propuesta positiva para los caminos de la bondad y de la justicia. Su sueño es no ser injusto. Algo es algo. El evangelio propondrá más: echarse al hombro al caído.

         La estrofa final (la 7ª) es excluyente. Se busca la justicia censurando al injusto. Habría que tomar sendas menos negativizadoras para que el sueño de la justicia brille por él mismo.

 

Desde Jesús

 

¿Vieron a Jesús como un soñador aquellos que compartieron su marcante experiencia itinerante? Probablemente no. Más aún, se observa en el NT una cierta desconfianza hacia los sueños. De ahí que hablar de Jesús como soñador es demasiado. Cualquier otro apelativo le iría mejor. Además podría aducirse que el nivel social en el que Jesús pareció moverse no es propicio para muchos sueños. Bastante se tiene con sobrevivir día tras día. Todo ello tiene sentido, pero los desplazados sociales albergan sueños, los que sean, en su dura trayectoria histórica. Otra cosa es que afloren, que alguien los haga aflorar, o no.

         No habrá gran dificultad en admitir que Jesús hizo soñar a los pobres con su programa de dicha para ellos y su tenacidad en recordarles su invitación al banquete de la vida. Más aún, les hizo soñar con la certeza de que ellos son los únicos que tienen un sitio de “privilegio” en la sociedad nueva no porque sean mejores que otros, sino porque son pobres. Nunca se termina de responder a la cuestión de por qué los más bajos en la pirámide social seguían a Jesús, al menos en la primera época de la predicación en Galilea. ¿No podría ser una respuesta que la propuesta de Jesús y los sueños de los pobres, humildes, ocultos y casi enterrados, conectaron con ella y volvieron a resurgir? ¿No habrá que volver a la cuestión de la centralidad del pobre como esencial a la hora de recrear el sueño y la propuesta de Jesús?

         Podríamos decir, si no pareciera exagerado, que, además de a los pobres, Jesús hizo soñar al mismo Dios. Éste, según la Palabra muchas veces reiterada, tiene un sueño: que la historia se plenifique en el amor y, para ello, el signo histórico de las personas  es llegar a la fraternidad igualitaria, a la economía del cuidado, a la lógica del reino opuesta a la lógica neoliberal. Aquí se ancla su sueño de vivir en este mundo como se vivirá en el mundo pleno. Hay que desplazarse del sistema neoliberal hacia un sistema de hermandad, de la economía del lucro que mata  a la de la fraternidad que engendra vida.

No importa que el fracaso de Jesús y de tantos otros empeñados en causa similar se esgrima como razón para el abandono de este hermoso sueño. También puede esgrimirse como semilla de esperanza. Y los sueños sembrados terminan por germinar, aunque sea en tiempos futuros. Por eso, podría ocurrir que el sueño de la sociedad nueva urdido en el alma Jesús haya sido postergado, incluso en ocasiones abandonado. Puede volver a resurgir con fuerza, ya que la semilla se echó en el surco con vocación de futuro. De ahí que la fidelidad a Jesús no se medirá por el vigor de comportamientos religiosos o morales sino, más bien, por la fe en su sueño. El seguidor de Jesús persigue, en el fondo, un sueño.

 

Orar en comunidad

 

         Por su talante sapiencial podría proclamarlo una lectora o inventarse una melodía sencilla. No le iría mal el acompañamiento con cítara, un instrumento “menor”.

 

Contenido social

 

La construcción de la comunidad religiosa y de la misma fraternidad social es un “sueño” (un ideal en que se pone manos a la obra), no una “ensoñación” (un ideal en que no se pone manos a la obra). Dice el papa Francisco algo en la nueva encíclica Fratelli tutti que nos puede ser de mucho interés:

 «He ahí un hermoso secreto para soñar y hacer de nuestra vida una hermosa aventura. Nadie puede pelear la vida aisladamente. Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. ¡Qué importante es soñar juntos! Solos se corre el riesgo de tener espejismos, en los que ves lo que no hay; los sueños se construyen juntos. Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos».

  • La fraternidad puede ser una “hermosa aventura”, no solamente un modo de estar en una sociedad que reconoce el estilo de vida de clausura.
  • La comunidad es necesaria: encerrarse en la soledad es suicidarse en vida. Pelear solo y contra todos contradice nuestro ser humano que tiende al corazón del otro.
  • La comunidad es sostén y ayuda para “mirar hacia adelante”, para mantener el sueño con el que iniciamos este camino, para no llegar a ser desconfiadas y amargadas.
  • La comunidad nos libra de los espejismos que aparecen cuando una camina sola, cuando no se piensa más que en lo mío, cuando las demás me importan poco. Eso crea falsedades, espejismos, despistes. La comunidad nos ayuda a ser realistas.
  • Los sueños se construyen juntas: no construye otra por mí, no hay constructoras de sueños para que yo los disfrute. Se construyen entre todas, con la aportación de todas sin exclusión.
  • Somos “caminantes en la misma carne humana”, en las mismas limitaciones, en parecidos deseos, en valores similares. El que seamos iguales no nos empobrece sino que nos enriquece. No hay que anhelar grandes líderes comunitarios sino ilusión común, deseo de colaborar todas.
  • A todas nos cobija esta misma tierra, eso nos hace hermanas en la tierra, en su hermosura, en su debilidad, en sus promesas de una tierra renovada. Si la tierra es casa común es que somos familia.
  • Donde cada uno aporta lo que tiene: la riqueza de su fe, la fuerza de sus convicciones, la palabra de su voz. Una gran riqueza la de la comunidad. Una suerte vivir en comunidad, no sobre todo un pesar, una “penitencia”. El “lote hermoso” que nos ha tocado (Sal 15,6) y del que deberíamos disfrutar todos los días.

 

 

11

SALMO 143,1-10

Martes IV, Laudes

 

Contenido bíblico

 

         Este es un salmo hecho, como un puzle, con elementos de otro salmo (quizá el Sal 17). Con viejos elementos se quiere construir una idea nueva sobre el cometido de la persona en esta historia. Tiene poco vuelo. Hay que admitir que en un libro tan amplio como el de los Salmos haya de haber piezas de poco vuelo. Esta es una de ellas.

         Aun así lo podemos intentar entender como el interés por llegar a vivir un nuevo tipo de sociedad. Ese es el “combate” y bien duro: construir una nueva sociedad sobre el cimiento de la dignidad. Duro combate.

         Puede uno echarse atrás al ver la debilidad humana. Pero en esa debilidad, como lo decía san Pablo, anida la fuerza del deseo y desde ahí se pueden ir dando pasos hacia la nueva sociedad, hacia la amistad cívica, hacia la fraternidad igualitaria, hacia le economía de la equidad.

         Se cuenta con el Dios que ha “descendido”, que acompaña el caminar humano (para nosotros Jesús). No están solos los humanos en el trabajo de esta ingente tarea.

         Todo ello llevará a cantar un cántico nuevo, la alabanza que brota de la comprobación de que el camino humano va a mejor. Así el salmo se convierte en ánimo para el orante: tu comunidad puede ir a mejor, la sociedad puede ir a mejor, la Iglesia puede ir a mejor.

 

Desde Jesús

 

La escena final del evangelio de Mateo (Mt 25,31-46)  secularmente soporta la denominación de “juicio final”. Sin embargo nosotros creemos que, aunque el autor no cuestione para nada el imaginario del juicio final que le viene muy bien para desarrollar su construcción literaria, yendo más al fondo, se trata de una “profecía ética”: «Mateo evoca aquí la venida del Hijo del hombre para señalar la importancia ‘última’ de los actos de amor, es decir, de la ayuda prestada a los más pequeños». La ética pone a su servicio la cristología y la escatología por lo que «la presencia de Jesús en cada ser humano es la clave de la ética de Mateo».

En consonancia con la línea de esta reflexión, nosotros veremos en esta narración singular el alborear del reino, el momento en que, si se dan las condiciones de amparo necesarias, el reino comienza a funcionar. Adelantando lo que diremos en las conclusiones de este texto podemos decir que tiene que ver con temas relativos a la misericordia económica, a los comportamientos relativos a la solidaridad, a los planteamientos socializadores de los bienes que se tenga. Esta perspectiva económica, en sentido amplio, es decisiva para la correcta comprensión de un texto de componente ético. De lo contrario, tal ética se vacía de contenido.

La nota inicial dice que en la escena se ven concernidas “todas la naciones” (Mt 25,32). Está indicando la amplitud del planteamiento que supera las fronteras de lo religioso. La ética económica de la compasión no es algo privativo de tal o cual religión, sino que afecta a toda persona y de toda persona se espera. Es decir, el alborear del reino no es una cuestión religiosa, sino social.

La figura del rey que habla de “heredar el reino preparado” (Mt 25,34) está indicando que se alude a la finalidad del Evangelio: ¿cómo se hereda el reino? ¿Cuándo la herencia del reino comienza a ser efectiva? La respuesta es clara: cuando funcionan los mecanismos de amparo económico humano. Efectivamente, el paradigma “hambre…comer/sed…beber/forastero…acogida/

desnudez…vestido/enfermedad…visita/ cárcel…visita” dibuja un mapa donde se ordenan las necesidades físicas  (hambre, sed, desnudez,) y las sociales (extranjería, cárcel). Hay que decir que la doble serie (física,  social) pone el acento sobre la social: extranjería, cárcel. Quizá se esté apuntando al necesario cambio de estructuras sociales para que el reino alboree.

         Un dato sorprendente que sugiere una cristología al servicio de la ética es que los agentes de humanidad no lo han hecho por razones religiosas. No han “visto” en el socorrido a Jesús ni a Dios, sino que han visto, simplemente, a la persona necesitada. De ahí su extrañeza y su pregunta: “¿Cuándo te vimos?” (Mt25,37). La razón de la actuación ética es, únicamente, la persona. Por eso, el rey tiene que desvelar el misterio de lo humano: tras toda actuación humanitaria el “beneficiario” no es solamente la persona necesitada, sino que, de alguna manera, se socorre al mismo Dios, o a Jesús que asume aquí la representación de lo divino. Esto es decisivo para configurar una ética económica humanizadora.

         El desvelamiento del misterio del socorro al débil es el desvelamiento del misterio del reino: hacer el bien a los hermanos “insignificantes” (Mt 25,40) es hacerlo al Dios que promueve la nueva sociedad del reino. Es decir, contribuir a que los “insignificantes” signifiquen algo es hacer que el reino alboree. Este comienza a funcionar cuando se ponen en pie mecanismos de amparo social y económico que lleven a que toda persona, por razones de dignidad, tenga un sitio justo e igualitario en el banquete de la vida. Esto no va a venir por su pie, sino que es preciso construir estilos de vida económicos y sociales que posibiliten este logro inmenso. Se trata de descubrir algo que pertenece al querer de Dios y que es una conquista de lo humano: la evidencia de que la vida da derecho a la dicha histórica, por muchas que sean las limitaciones con las que se tenga que luchar.

         La repetición en la cara negativa del relato con los de la “izquierda” contribuye a ayudar a la comprensión pedagógica del relato y a mantenerlo en la memoria con más facilidad (vv.41-46). La pedagogía negativa que manejan, sobre todo en el v.46, ha de ser traducida hoy por una decidida catequesis en favor de la opción por las pobrezas, dejando de lado el tradicional hincapié que se ha hecho en el tema del juicio como herramienta de conversión por vía del temor.

 

Orar en comunidad

 

         Lo anodino de este puzle sálmico puede resolverse en una  simple lectura a dos coros o en una salmodia común.

 

Contenido social

 

Una lectura política de la Biblia podría enmarcarse en la amistad cívica. A. Cortina la definió muy bien: «La amistad cívica no consiste en que los ciudadanos se vayan de tapas, porque éstas son cosas que se hacen con los amigos corrientes, con ésos a los que, según el diccionario, se tiene afecto personal desinteresado que se fortalece con el trato. La amistad cívica sería más bien la de los ciudadanos de un Estado que, por pertenecer a él, saben que han de perseguir metas comunes y por eso existe ya un vínculo que les une y les lleva a intentar alcanzar esos objetivos, siempre que se respeten las diferencias legítimas y no haya agravios comparativos». La ciudadanía tiene la obligación de colaborar en la construcción de ese vínculo común ciudadano Y la Biblia puede ser un aporte.

         Una lectura fundamentalista de la Biblia ha sembrado de división y muerte el escenario social. Todavía lo hace. Pero podría leerse, explicarse y ofrecerse de distinta manera. ¿Cómo hacer una lectura de la Palabra que sea “pegamento” de civismo y de unidad entre los humanos? Esa preocupación habría de estar de alguna manera presente en la tarea bíblica: 1) resituando los textos hirientes de la Palabra y retirándoles el marchamo de “Palabra de Dios” que los consagra porque la Biblia es Palabra de Dios en los modos de la palabra humana; 2) potenciando aquellos textos, sobre todo los Evangelios, que tienen por valor innegociable el respeto, la dignidad y la fraternidad; 3) elaborando una espiritualidad social que dimane de los textos que sueñan con la utopía de la nueva sociedad; 4) sin temer darle a la lectura un calado político de amplio espectro.

         El Magisterio de la Iglesia Católica habla en sus documentos de crear procesos para el logro de una “cultura del encuentro”. Es otra manera de decirlo. La Biblia que, en otras épocas, ha abanderado divisiones y exclusión social ha de ser releída y reinterpretada en la dirección de la construcción del encuentro social, algo que está en su entraña, más allá de formas a veces discutibles. No tener esta clase de preocupaciones a la hora de la tarea exegética o, peor todavía, menospreciarlas ciñéndose solamente a la “ciencia” exegética es un empobrecimiento, una apariencia de saber.

         Puede que a todo este entramado que estamos construyendo se le aplique el calificativo de extrabíblico situándolo fuera de la tarea bíblica. Habrá que reconocer que tal tarea contiene una ineludible razón de humanidad que convierte la pregunta por la construcción de lo humano en tarea primordial de sentido. Dejarla de lado es empobrecer la exégesis y, peor todavía, faltar a la tarea que da sentido al hacer bíblico: contribuir a la construcción de la familia humana, el sueño de Dios.

 

 

11

136,1-6

Martes IV, Vísperas

 

Contenido bíblico

 

         Este salmo es uno de los más representativos de la época exílica: los exiliados en Babilonia son obligados a cantar un canto de Sión para escarnio de sus opresores. El amor y la nostalgia de Jerusalén se apoderan del salmista.

         Podría entenderse este salmo como el de una minoridad obligada: el opresor obliga al oprimido a una minoridad que no desea, pero que sufre.

         Ser menor es tratar con la mayor paz posible las vicisitudes de la vida si perder por ello la fe en la bondad del corazón humano. Esto le resulta muy duro al exiliado del salmo. Casi imposible. De ahí la copla ofensiva que canta (“capital de Babilonia, criminal…”) y que se ha suprimido por violenta pero que refleja muy bien el desasosiego del menor obligado a duras condiciones de vida.

         Salmo interesante para quien está en la órbita de lo franciscano porque entiende mejor que la minoridad de calidad es aquella que va unida a las dificultades de la vida, a la incomprensión, al poco aprecio, al olvido. Es entonces cuando no habrá que reaccionar ni con nostalgia ni con maldiciones, sino con paciencia y resiliencia.

 

Desde Jesús

 

Todos lo sabemos: el perfil evangélico de Jesús está marcado por su “autoridad” (exousia). Autoridad para enseñar, para perdonar, para purificar el templo, para expulsar demonios, etc. Puede ser entendida su autoridad como una experiencia personal que no depende de que sea conferida por otros. Jesús parte de su propia experiencia para ofrecer un perfil nuevo de Dios, para elaborar posturas religiosas alternativas, para dirigirse a quien sufre de manera liberadora.

         En realidad, la autoridad de Jesús es una anti-autoridad desde el punto de vista relacional. Al concebir el sueño de Dios, el reino, como el triunfo de la fraternidad igualitaria, de la economía fuera de la lógica del beneficio, de la sociedad nueva que tiene en su centro al frágil, su autoridad para esta clase de horizontes nada tiene que ver con lo que habitualmente designamos con este nombre. Jesús ni suplanta a Dios ni suplanta al otro. Deja que toda persona sea igualmente considerada, más allá de su posición social. La suya es, pues, una autoridad para la igualdad. Lo dicho, una anti-autoridad.

         Por lo mismo, su autoridad no necesita una confirmación divina: no es más porque Dios lo consagre, sino porque su entrega es total. La lectura trascendentalista del hecho de Jesús ve en él al consagrado por el Padre; este fundamenta su autoridad. No creemos que esa sea la visión correcta de los evangelios, sino que tal perspectiva dimana de una visión dogmática anterior al hecho de lectura. La ideología se adelanta a la lectura. Si alguien consagra a Jesús, esos son los pobres. Ellos son su consagración y su aval.

         La suya es una autoridad sin conflicto porque el mesianismo pobre que postula no entra en litigio con ninguna otra ambición. Que los instalados en el poder, religioso o político, no lo vieran así y lo entendieran como un posible enemigo desvela la equivocada perspectiva que pusieron sobre Jesús, sin comprenderle y sin entender su propuesta de humanidad. Los frágiles sociales no lo percibieron como un ambicioso de poder. Las mujeres no lo vieron como un competidor masculino.

         Esta visión contracultural de la autoridad no caló ni siquiera en las páginas del Nuevo Testamento y no se tuvo en cuenta en la génesis y desarrollo del sistema eclesiástico. Pero las semillas de una idea de la autoridad “adespótica” están en el corazón del evangelio. A la hora de analizar textos referentes a la autoridad en los evangelios sería bueno tener en cuenta este trasfondo contracultural.

 

Orar en comunidad

 

         Lógicamente, este salmo está escrito para ser cantado (de ahí las múltiples versiones que hay de toda índole). Si se lee, se podría hacer leyendo una estrofa cada persona. Así se da impresión de lectura que recuerda la asamblea en torno a la Palabra, principio que une la vida de los dispersos.

 

Contenido social

 

El menor (en sentido sociológico) es hoy un sometido por el poder que domina, que excluye, que clasifica, que se impone, que desecha. El poder engendra menores, personas a las que, de una u otra manera, la igualdad les es negada.

         Ser menor es quedar despojado de voz. Los que tienen demasiada voz arrebatan la suya a quien menos la tiene, dejándole mudo a nivel social. Ni se escucha su voz ni se escuchará en un futuro. Menor es uno, una, sin voz; un no escuchado.

         Y todo ello porque hay una asimetría social: el menor no cuenta, no vale, no es respetado,  por los que se erigen en mayores. A costa de los demás. El quid está en el tipo de relación que se establece: los menores son los que sufren la desigualdad en la relación.

         Pero ese ser menor es una bomba de relojería: está cargado de anhelo de justicia, de igualdad no concedida, de menosprecio social que pide a gritos otro estilo de sociedad. Por eso, los menores tienen suerte, porque la justicia, el sueño y la utopía están de su parte. Al menor le aguarda una tierra de igualdad, aunque aún haya que recorrer un largo camino de desigualdad.

         Por eso, quien se va pasando al bando de los menores, se pasa igualmente al bando de quienes heredan una tierra de futura igualdad, de relación igualitaria. Creer al evangelio que dice que quien se pasa a ese terreno nuevo es alguien con suerte es algo que va en la medida en que se tiene dentro el anhelo de una  tierra nueva.

         Cualquier acto de igualdad en la relación que se viva es un paso en el largo camino a la igualdad. Al final del camino de la minoridad se halla la igualdad. Estamos en el terreno de las utopías que nos hacen caminar en busca de un sueño

 

12

SALMO 137

Martes IV, Vísperas

 

Contenido bíblico

 

         He aquí otro salmo de acción de gracias de relevancia menor, eso dicen los autores. Sin embargo es interesante para el tema de la resistencia y de la esperanza. “En la resistencia habita la esperanza”, dice E. Sábato. El orante de los Salmos  habría de ser una persona resistente y esperanzada.

         Este salmo se articula en tres momentos:

1)    Proclamación de confianza en Dios que escucha siempre la oración del creyente.

2)    Proclamación de esa esperanzsa ante los reyes, ante los poderes del mundo: se confía en Dios y en el hermano, no en la fuerza y en el brillo.

3)    Proclamación de confianza en el amparo cotidiano en los caminos del orante.

En definitiva: es un salmo para alimentar la esperanza y la confianza. Siempre estamos necesitados de ello. Un camino seguro es el de no proyectar nuestra desconfianza: porque al hacerlo la queremos justificar. No desconfiemos de los demás porque nosotros seamos desconfiados. Demos un voto de confianza, demos segundas oportunidades. ¿No es el evangelio una propuesta de segunda y terceras oportunidades (setenta veces siete)? Quizá la esperanza brota en la oportunidad repetida.

 

Desde Jesús

 

         El tema de la esperanza atraviesa las páginas del Nuevo Testamento y se concentra en un asunto que, para el judaísmo del tiempo es vital: la esperanza mesiánica. Israel siempre ha esperado un Mesías potente y liberador. Al ser un pueblo de reducidas dimensiones, muchas veces oprimido por potencias extranjeras, su anhelo mesiánico ha salido reforzado. Con la declaración de independencia del moderno estado de Israel en 1948, se han visto concretados sus sueños mesiánicos en un escenario político con los resultados, desastrosos, que todos conocemos.

         La esperanza mesiánica iba acompañada en tiempos de Jesús de la certeza de que el mesianismo, para que fuera liberador, debía ser potente, económica y políticamente, capaz de expulsar al opresor y de mostrar la soberanía de Israel y Jerusalén sobre todos los pueblos del mundo.  De ahí el sentido general de la embajada de los enviados del Bautista Jesús en Lc 7,18ss.

         Aunque espiritual, la idea mesiánica del Bautista es heredera del espíritu de Elías: la restauración del yahvismo devolverá a Israel su primacía. Para eso hay que anunciar la purificación por el “fuego” y por la “poda” de los árboles destinados al infierno, el “bieldo” que separará a los fieles de los infieles (Mt 3,10ss). La tradición mesiánica del bajo judaísmo espera a este mesías nacionalista Por eso se le preguntará directamente a Jesús: “¿Eres tú Elías?” (Jn 1,21). Porque Jesús ha tomado un extraño camino: el mesianismo de la pobreza, la compasión, la piedad y la inclusión (Lc 4,14-30). Es perceptible el desconcierto del Bautista cuando envía una embajada a Jesús. Su esperanza mesiánica no concuerda con el pretendido mesianismo pobre de Jesús. Confundido en el mesianismo y en la esperanza: ¿qué hay que esperar? Esa es la cuestión final.

         Según Lc 7,22 lo que se debe esperar es un cambio radical de situaciones sociales. Para ello hay que comprender que el discernimiento que conlleva la cadena de comentarios  (los que la gente comenta en Lc 7,16-17) empuja a creer que el honor de Jesús como Mesías no está hecho a costa de nadie, sino por la entrega generosa a todos, sobre todo a los frágiles. Mesías pobre para los pobres. De ahí que lo que haya que esperar de este Mesías es que las esperanzas de los pobres vayan siendo realidad  sobre todo la de aquellos que han sufrido pérdidas irreparables: ciegos, cojos, leprosos, sordos, muertos, pobres.

         Un mesianismo para una sociedad de inclusión, para una economía igualitaria, para una fraternidad social. Ese es el gran sueño de Dios y la intención última del mesianismo de Jesús (Ef 1,10 y Col 1,20 dicen que podemos conocer el secreto designio de Dios: hacer una gran obra de reconciliación en lo creado). No consigna el evangelio la reacción del Bautista y el elogio que Jesús hace de él (Lc 3,24-35) no es suficiente para disipar las dudas.

         De cualquier manera, la esperanza cristiana más que escatológica es social: quiere alentar más a una vida en el más acá de la muerte que en el más allá de ella. Eso se corresponde a la certeza de que la fe cristiana es praxis antes que ideología, que el hacer determina el ser. Por eso la mística cristiana apoya todas las esperanzas que tienden a la conformación de una sociedad distinta, igualitaria, social, fraterna y que trate a los débiles con equidad. Construir una fe histórica es la gran tarea de la teología, de la espiritualidad y de la praxis cristiana. Ese es el cimiento de su esperanza.

 

Orar en comunidad

 

         Por no ser un salmo brillante, aunque es interesante el tema de la confianza y de la esperanza, le bastaría con un recitado. Pero podría una lectora proclamar el reconocimiento de los diosas (estrofas 1ª y 2ª), otra el de los reyes (estrofas 3ª y 4ª) y la asamblea la proclamación de confianza (estrofas 5ª y 6ª).

 

 

Contenido bíblico

 

         Ahí está el quid: ¿cómo mantener viva la esperanza en que haga de contrapeso a la incertidumbre de la sociedad gaseosa? ¿Cómo elaborar la desesperanza de serie y las desesperanzas que se van añadiendo en el largo caminar humano? Vamos a tomar un párrafo del librito de M. Zambrano, Los bienaventurados para ahondar en estos interrogantes.

  • La esperanza envuelve toda la obra del ser humano, aunque este no se percate de ello. La cuna del ser es la esperanza. Por eso resulta tan definitiva: «Todo lo que el hombre busca conocer, toda acción que proyecta, todo padecer que cae sobre él, toda verdad que le sale al encuentro, es acogido primariamente por la esperanza, sin que ella se dé a ver» (p.136). La esperanza es el lugar de la vida acogida. Por eso, una vida en la desesperanza, en el disgusto, en la crítica amarga y negativizadora no aporta nada al esclarecimiento del camino que hay que seguir.
  • La esperanza tiene un apoyo insustituible que, si falla, resulta imposible: «Y en el fondo de esta esperanza genérica, absoluta, podemos discernir algo que la sostiene: la confianza» (p.136). Sin confianza es imposible entender la esperanza. Por eso mismo, generar confianza es posibilitar la esperanza. Una vida urdida en la desconfianza es una vida necesariamente desesperanzada.
  • Creemos que vivir en la esperanza es estar siempre en una vida de buen tono vital, optimista, creativo. Pensamos que la esperanza es incompatible con un cierto desaliento. Pero «la esperanza se deja ver como todo lo que alienta constantemente en sus desfallecimientos, en sus atonías». Es pues compatible el dinamismo de la esperanza con una debilidad existencia hecha de desfallecimiento y atonía. No puede ser estas excusas definitivas para apearse del carro de la esperanza.
  • El desaliento cerca a quien se esfuerza por leer la realidad de hoy de manera positiva.  Pero, dice Zambrano, «la esperanza salta visible en la desesperanza; en la desesperanza y en la exasperación que advienen por un suceso habido en la intimidad del ser entregado a sí mismo, o encerrado dentro de una situación sin salida» (p.136). Quien reflexiona sobre la esperanza ya está construyendo un camino esperanzado; quien intenta sacudirse el yugo pesado de  la negatividad, ya es constructor de esperanza, quien emplea palabras de contenido esperanzador ya colabora a la causa del futuro; quien aporta un grano de esperanza a la vida de alguien que lo pasa mal, es hijo de la esperanza.

 

 

13

SALMO 107

Miércoles IV, Laudes

 

Contenido bíblico

 

         La acción de gracias sucumbe en este salmo a la lamentación, algo muy propio de muchos salmos. Pedro se puede leer desde otra clave: ¿Cómo poner límite al derrotismo? ¿Cóo mantener viva la certeza de que la nuestra es una vida amparada? ¿Cómo creer de verdad que Dios nunca nos deja de su mano? ¿Cómo tener por cierto que Dios camina a nuestro lado?

         El salmista toma tres posturas:

1)    Siempre mantendré la confianza por lo que te daré gracias en cualquier circunstancia.

2)    Se cita un antiguo oráculo que promete victoria. Nunca se verá defraudada la esperanza del humilde.

3)    Aun en la derrota se puede salir a flote con el amparo del Padre y de los hermanos.

Rezar salmos como éste, aunque sea sencillo, habría de ser para nosotros un chute de energía y de esperanza, habríamos de salir de la oración reconfortados y vivos, inmunes al desaliento. O, al menos, más animados y más ecuánimes.

 

Desde Jesús

 

La vida humana necesita amparo, aliento porque, con frecuencia, el desánimo atraviesa nuestra existencia. Hay páginas en el evangelio que quieren animarnos y sostenernos en nuestra fragilidad. Quizá sea una de ellas la del pastor en la parábola de la oveja perdida: deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida. Tengamos por seguro que eso no lo hacen los pastores. Un pastor no quiere que se le pierda ninguna oveja porque todas ellas valen dinero. Pero por una no va a dejar a las demás abandonadas en el monte. Las mete en el aprisco y las vigila. Y la que se ha perdido, perdida está. Dice Jesús que Dios no obra así: arriesga en las noventa y nueve y busca a la perdida porque no quiere que nada se pierda. Extraño proceder el de este pastor.

Tengamos en cuenta de que el evangelio se escribe y se lee para ver si modificamos nosotros nuestro comportamiento. Quiere hacernos ver que, por causa de la dignidad de toda persona, de toda creatura, merece la pena intentar que nada se pierda, que todos nosotros lleguemos al mayor nivel de dicha posible,

Este es un ideal que hemos de ayudar a que se cumpla. ¿Cómo podremos ir hoy en busca del extraviado para que no haya pérdidas?

  • Mantén la confianza por encima de fallos: porque quien falla no es sólo su fallo; es también la posibilidad de que, en adelante, pueda llevar una vida en mayor humanidad.
  • Da segundas oportunidades: porque tendemos a no dar segundas o terceras oportunidades si alguien nos ha fallado. A quien anda perdido habrá que decirle de algún modo: puede intentarlo otra vez porque puedes contar conmigo otra vez.
  • Sal de tu zona de confort: ya que si quieres ir a buscar lo perdido hay que abandonar un poco la comodidad, hay que levantarse del sillón en el que estamos apoltronados, hay que animarse a colaborar con otros en el logro lo más pleno posible de una vida humana.

Posiblemente todos hemos sufrido muchas veces el sentimiento de pérdida y creemos que ese ideal evangélico de que nada se pierda no se puede conseguir. Tal vez pensemos que eso está destinado al fracaso más allá de las buenas intenciones. No descreamos de esa posibilidad: siempre se puede hacer algo y, a veces, la vida nos asombra: lo que creíamos que estaba perdido sale adelante y se consigue. No echemos nunca a la esperanza de nuestra casa.

Y el evangelio nos hace una promesa: cuanto más colabores a que nada se pierda, cuanto más generoso y solidario eres, menos sufrirás tú la mordedura del desaliento, más sentirás que tu vida está bajo el amparo del Padre. Si amparas, te sientes más amparado. Esto funciona así.

 

Orar en comunidad

 

         El tono del salmo es personalista. Bastaría con un recitado o una proclamación sencilla.

 

Contenido social

 

         Hay briznas de esperanza que pueden ayudarnos a contener el desaliento y el derrotismo:

a)   En la vida política: nos es muy difícil verlas por nuestra fuerte desafección y por nuestros posicionamientos rígidos. Pero, a veces, surge una brizna: el 27 de setiembre, el presidente de La Rioja, Gerardo Capellán, del PP, visita la Moncloa. En la rueda de prensa posterior sorprende a media España porque dice que la reunión ha sido cordial y que han hablado de transportes, inversiones y cultura (el tema de las Glosas Emilianenses). Los periodistas se quedan boquiabiertos porque esperaban que siguieran funcionando según la greña habitual. Pero no: políticos de distinto signo puede hablar de asuntos ciudadanos sin destruirse. Brizna de esperanza.

b)   En la vida cultural: todos hemos oído hablar de la orquesta West-Eastern Divan promocionada por el judío Daniel Baremboim y el palestino Edwar Said. Siguen dando conciertos a pesar de amenazas, cancelaciones y presiones. Representan a muchos colectivos que creen en la posibilidad de una convivencia, aunque los acontecimientos digan lo contrario. En esa línea están los chef del restaurante berlinés Kanaán, regentado por el palestino Jalil Debit y el judío Oz Ben David. Biznas de esperanza.

c)    En la vida religiosa: siempre unimos la esperanza al número de vocaciones; de ahí nuestra desesperanza. Pero se puede ligar a otras cosas. Escribía un religioso un bonito artículo sobre la enfermería en la que vivía con el título “Scala Dei”. Para él, el final de la vida era una ascensión al corazón del Padre. O esto otro: en Villava (Navarra) hay una enfermería de Dominicos en la que han acogido a otra de Claretianos. Son un solo grupo; todo en común. ¿Rentabilizar o brizna de esperanza por el apoyo en la debilidad?

d)   En la vida eclesial: hay quienes piensan que esto del Sínodo no va a servir para nada, pero otros mantienen la esperanza y colaboran. Quizá, cuando menos lo esperamos, cuando todo parece terminar es cuando surge una posibilidad. ¿Quiénes somos nosotros para borrar del horizonte de la Iglesia esa esperanza? Los grupos sinodales que persisten contra viento y marea son briznas de esperanza. Quizá el mismo Sínodo lo sea.

 

 

14

Salmo 145

Miércoles IV, Laudes

 

Contenido bíblico

 

         Tenemos delante un himno a la confianza en Dios. El orante confía profundamente en Dios. No tiene tan claro que esa confianza cobra rostro en la confianza en el hermano (de quien quizá desconfía). Ahí habrá que trabajar.

         Principio general: no confiar en “los príncipes”, en los poderes humanos, en el brillo, en la fuerza, en la opresión. Confiar ahí lleva, más temprano que tarde, a la ruina (estrofas 1ª y 2ª).

1)    Hacer justicia y dar pan: Dios lo hace en la medida en que tú das pan y obras con justicia (estrofa 4ª).

2)    Liberar, abrir los ojos, endereza, amar en definitiva: Dios hace todo eso en la medida en que un humano lo hace con otro humano (Estrofa 5ª. “Dios aparece cuando un mortal ayuda a otro” (decía Plinio).

3)    Peregrinos, huérfanos y viudas se ven socorridos por Dios cuando los socorre un humano (estrofa 6ª). Son el prototipo del desamparo.

4)    La conclusión es clara: Dios reina, el reino alborea, cuando el pobre es socorrido (Mateo 25).

La confianza en el hermano es la medida de la confianza en Dios. Ambas se relacionan y se unen. Separarlas es arriesgarse a perderlas.

 

Desde Jesús

 

Leer la Palabra con una cierta profundidad demanda leerla con detención, no como una mera historieta. Esto es lo que pasa con la escena del niño perdido y hallado en el templo nos resulta simpática porque termina bien y el niño es reintegrado a la familia. Esto le sirve a la catequesis para hablar de los valores de la familia, aunque aquí no se presenta particularmente diligente. Quizá las cosas van por otro lado.

Pone el autor en boca de Jesús una frase que parece un tanto hiriente: YO DEBÍA ESTAR EN LAS COSAS DE MI PADRE. ¿Qué son “las cosas de mi Padre”? Leyendo el conjunto del evangelio el asunto queda meridianamente claro: que el pobre sea dichoso, que las lágrimas sean atendidas, que la justicia dé un paso al frente y la muerte uno atrás, que el perdón venza a la venganza y que la compasión sea lo primero, etc. Que los valores evangélicos, en suma, vayan adelante. De eso se ocupa Jesús porque esas son “las cosas del Padre”.

¿Cómo podríamos nosotros sumarnos a esa corriente de las cosas del Padre?

  • Sensibilicémonos: que nos importen las situaciones de quien está mal, que no nos sean indiferentes las guerras y las desgracias ajenas, que las suframos de alguna manera. ¿Podemos poner remedio sin sufrirlas?
  • Informémonos: leamos algún artículo sobre Gaza, el Líbano, Siria, Ucrania, etc. Saber más nos acerca más.
  • Impliquémonos: no nos refugiemos en nuestro bienestar, salgamos un poco de la zona de confort, tomemos pequeñas decisiones a favor del otro.

Dice el Papa Francisco una frase luminosa en su última encíclica: «Si nos alejamos de la comunidad humana, también nos iremos alejando de Jesús. Si la olvidamos y no nos preocupamos por ella, nuestra amistad con Jesús se irá enfriando. Nunca se debería olvidar este secreto. El amor a los hermanos de la propia comunidad humana es como un combustible que alimenta nuestra relación de amigos con Jesús. Los actos de amor a los hermanos pueden ser el mejor o, a veces, el único modo posible de expresar ante los demás el amor de Jesucristo» (DN 212).

 

Orar en comunidad

 

         Al ser un himno, merecería ser cantado. La música de Manzano es vibrante. Hay que dar importancia al aleluya inicial y final como algo envuelto en la más pura de las alabanzas.

 

Contenido social

 

         La adultez cristiana lleva a ir acumulando experiencias de confianza que hacen de este valor humano y evangélico un detector de adultez cristiana. ¿Qué tipo de experiencias?

 

CONFIANZA AGRADECIDA. Experiencias de dejarse querer y ser querido. Vivir la benevolencia divina a través de la experiencia concreta de ser querido intensamente por diversas personas, que nos capacitamos  mutuamente para  querer y sembrar cariño. Al reconocernos bien queridos, nos animamos a amar más y mejor.

 

CONFIANZA COMUNICATIVA. Experiencias de transmitir y comunicar cariño, quitar miedos, infundir ánimos,  transmitir acogida humana y benevolencia divina.

 

CONFIANZA CRÍTICA.  Experiencias de detectar odios que desactivar y agresividades que desarraigar: conjugar la tolerancia con la denuncia de lo intolerable y hacerse voz profética de las personas sin voz. 

 

CONFIANZA CONTRA TODA ESPERANZA. Experiencias de sentirse capaz de sonreír a pesar de los pesares, sobre todo  cuando el mal y las ideologías avasallan el interior.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

15

SALMO 138,1-18.23-24

Miércoles IV, Vísperas

 

Contenido bíblico

 

         La persona es libre. Pero, a la vez, tiene un agudo sentido de pertenencia familiar, social, religiosa. Somos libres pero decidimos pertenecer. El salmo dice que nuestra primera pertenencia es al Señor. Las otras pertenencias son traducciones de esta otra que está en lo profundo del ser.

1)    Primera certeza: el Señor nos conoce por entero (estrofa 1ª) y conoce nuestras sendas, a veces extraviadas.

2)    Segunda certeza: Dios conoce lo que voy a decir antes de que la lengua lo diga porque él se halla en nuestro interior (estrofa 2ª).

3)    Tercera certeza: Dios acompaña mis lugares cotidianos como presencia que me envuelve, más que como fiscal que me vigila (estrofas 3ª-5ª).

4)    Cuarta certeza: Dios me ha escogido desde siempre, somos escogidos de Dios, esa sería una forma de definir a la persona (estrofas 6ª-7ª).

5)    Conclusión: los designios de Dios son profundos e iluminan nuestra vida (estrofa 8ª). Que el Señor nos vele en nuestros caminos (estrofa 9ª).

El mejor comentario a este salmo sería el pasaje de Rom 14,8-10: “Si vivimos, vivimos para Dios…”. Una vida envuelta en la mirada amorosa del Padre  de Jesús. A ellos pertenecemos perteneciendo a nuestros hermanos.

 

Desde Jesús

 

Dice el evangelio continuamente que lo importante es identificarse con los valores de Jesús, que sin esos valores no se puede ser seguidor suyo, y que por ello MUCHOS SE ECHARON ATRÁS. Eso fue algo bueno porque quedaron más claras las cosas. Vieron con más exactitud quien quería quedarse y quien no estaba ya interesado en la propuesta de Jesús. Una fe clarificada siempre es mejor.

         Puede ser que nosotros miremos a las comunidades cristianas y creamos, de salida, que ha habido muchos cristianos que se han echado atrás. Muchos que practicaron la fe la han abandonado. En la vida de muchos de nuestros familiares no hay lugar para el componente religioso. Eso ha sido abandonado.

         ¿Por qué se han echado atrás? ¿Por qué lo religioso no entra en la vida de muchos de nuestros familiares?

  • Se ha dado un profundo cambio de valores sociales: el valor religioso no encuentra su nicho en una sociedad secularizada.
  • Se vive con más libertad, liberados de la tutela religiosa: esto es bueno. Una fe socialmente impuesta no tiene que ver con la fe de Jesús.
  • Se percibe la conexión entre fe y exigencia: no se ha descubierto el gozo de la fe y no se está dispuesto a vivir con las exigencias de la fe.
  • La sociedad no se repone del escándalo de la debilidad de los cristianos: hemos de andar aún muchos caminos de perdón y purificación.

No nos quepa duda: esta situación de pobreza y abandono es, por ser más verdadera, mucho mejor que la anterior. Hoy estamos en mejores condiciones para quien quiera vivir la fe de Jesús. No hemos de temer el discernimiento, la purificación y el abandono. Convivamos con quien no cree. La fraternidad y el respeto nos ayudarán a situar mejor nuestra fe.

Dice el Papa Francisco que si se tiene una experiencia personal de Jesús y se vive la fe con alegría la ciudadanía de hoy puede entender qué es ser creyente. Pues bien vivamos la fe con gozo y miremos con aprecio a Jesús. Así no nos echaremos atrás y quizá podamos presentar a los demás una fe de más calidad.

 

Orar en comunidad

 

     Si no se salmodia, podría leerlo una lectora por su componente reflexivo, aunque el estilo sea hímnico. La lectura habría de hacerse pausada y meditativa.

 

Contenido social

 

         No nos habría de extrañar que afirmemos que el seguimiento con Jesús es más un camino ético que ideológico, una ortopraxis más que una ortodoxia, una vivencia social más que la posesión de un determinado conjunto de ideas. Si se admite esto, comprendemos muy bien cómo se da entre los cristianos un fenómeno singular: muchos años de vida cristiana, muchos años de sacerdocio o de vida religiosa, muchos años de pertenencia religiosa no logran modificar las opciones básicas del creyente. Si se tiene una visión neoliberal de la economía, ésa visión permanece y se acentúa; si se tiene una idea de sociedad clasista y excluyente, se sigue con esa perspectiva hasta el último aliento; si la ideología moral censura a quienes viven en maneras diversas a las oficiales, se permanece en esa postura aunque se lea el evangelio mil veces; si se piensa que los pobres son una carga insufrible para la sociedad, se sigue con esa idea y, todo lo más, se hacen algunas limosnas para apaciguar la conciencia concluyendo que se es buen cristiano cuando se hace mera caridad. Es decir, la fe pensada no modifica las posiciones vitales existenciales. Los cimientos humanos sobre los que asienta el edificio espiritual siguen siendo los de siempre, desconectados del evangelio.

         Por eso mismo muchos cristianos no encajan la insistencia en el componente social de la fe, les parece inaceptable que en la catequesis o en la predicación se hable “de política” y creen firmemente que lo religioso debe estar sujeto al estricto ámbito de lo privado y, más aún, de lo apartado de la sociedad. Piensan, quizá, que esa es la manera de preservar mejor la fe. Los mismos dirigentes animan, a veces, a esta visión des-socializada y des-politizada de la fe, aunque ellos, a otros niveles hagan política y tengan opciones sociales y económicas determinadas. Sancionan negativamente a quien tiene debilidades ideológicas o morales, pero no lo hacen, a veces incluso premian, a quienes tienen dudosos comportamientos sociales y políticos.

         El cristianismo adulto percibe que en el ámbito de lo social y aun de lo político se juega gran parte de la verdad del seguimiento con Jesús. Por eso mismo trata de ir elaborando caminos éticos que conformen la base sobre la que se asiente el edificio de la espiritualidad. De tal manera que la ética viene a ser la verdadera medida de la espiritualidad. Más aún, el creyente en las afueras apunta cada vez más a una ética de mínimos, a planteamientos de comportamiento elementalmente humano. Y deja para un segundo momento la ética de máximos que se propone en no pocas páginas del evangelio.

         Todo esto equivale a decir que el verdadero credo de quien transita las afueras de la fe es más ético que teológico, más social que religioso, más económico que piadoso. En ningún caso se trata de menospreciar la ideología, también necesaria. Sino que sería cuestión de ponerla al servicio de la ética, verdadero baremo de la experiencia creyente en Jesús de Nazaret. En él vemos que su sistema de pensamiento religioso es mínimo, común a cualquier religión, salvo peculiaridades. Pero lo que atraviesa las páginas del evangelio es la ética, la relación, el comportamiento solidario y la respuesta compasiva que uno va elaborando cuando tiene a los frágiles delante. De ahí que la misericordia sea el eje ético del evangelio y el componente esencial del hecho de Jesús.

 

 

 

 

 

 

 

16

SALMO 142,1-11

Jueves IV, Laudes

 

Contenido bíblico

 

         Todos los autores coinciden en decir que este salmo es la última de las lamentaciones del Salterio, género muy abundante en él. Se añora la restauración de la persona, en su salud y en su honor. Ser alguien con vida nueva ese es el anhelo.

         Pero nosotros queremos enfocarlo desde un lado secundario. Se dice en la estrofa 5ª: “Indícame el camino que he de seguir”. Saber el camino es saber moverse con sentido por la vida. El camino es el sentido. Eso quiere iluminar el orante.      

  • La persecución peor es aquella que nos sume en las tinieblas. El sentido se nubla cuando uno se siente perseguido. Los caminos en paz son lenguaje del reino.
  • Ser anhela el sentido del camino cuando se tiene sed de Dios como tierra reseca: él puede saciar la sed de sentido que necesita el corazón.
  • Para andar por el camino con sentido que Dios no esconda su rostro, que se muestre con la mayor claridad posible en la oración y en la vida.
  • Dios guiará al orante por tierra llana, por caminos asequibles, por sendas transitables.
  • Mientras haya vida habrá deseo de caminar ante la presencia del Dios que hace camino con nosotros.

Esta espiritualidad del camino es una espiritualidad de vida porque todos estamos en la senda de una vida que anhela la plenitud. Salmo para orantes, salmo para caminantes.

 

Desde Jesús

 

Los evangelios                                                                 de la infancia del evangelio de san Lucas son construcciones literarias, más que históricas, que pretenden ofrecernos un mensaje a través de una narración. Dice el texto que MARIA SE PUSO EN CAMINO.

En aquella época viajar no estaba siempre bien visto. Menos, cuando se trataba de una mujer sola. Y peor aún a una zona montañosa. Hay en la fe de María una actitud empoderada para emprender caminos. Mujer de caminos, como lo será también su hijo. No le puede la comodidad, ni el temor, ni el qué dirán. Se lanza al camino con la certeza y la osadía de quien sabe que llegará a su meta.

María, la caminante, es inspiración para que nosotros vivamos una fe en camino. ¿Cómo hacerlo?

  • Seguir al Jesús de los caminos: lo que implica vivir la cultura del encuentro, acoger e integrar a los inesperados hermanos que vienen a nosotros, interesarnos por los derroteros que va tomando nuestra sociedad y nuestro mundo. Colmar el foso que aún persiste entre fe y vida.
  • Una Iglesia de caminos: más que de gentes de Iglesia, habríamos de ser gente de caminos. Más que una organización sólida, buenos samaritanos en los caminos de la vida. Más que un grupo de relevancia social, una casa que acoge a quienes caminan.

El papa Francisco habló mucho en su día de una Iglesia en salida, una Iglesia de y para caminantes. Quizá lo hayamos olvidado. Recordémoslo para hacer de este tiempo nuestro un tiempo de caminos. Cáritas nos suele recordar que los caminos están llenos de viandantes que necesitan amparo y que nuestro planeta es, todavía, un planeta de náufragos. Miremos a quienes caminan. Hagamos un tramo con ellos. En más importante el caminar que la meta.

         Todos sabemos aquella cancioncilla de Machado que Serrat popularizó: “Caminante no hay camino…”. Sí que hay caminos delante de nosotros: una fe empática y social, una Iglesia amparadora, una Navidad con quienes transitan por senderos difíciles. Lo que importa es que nos animemos a viajar por esas sendas. Que María y Jesús, gente de caminos, cambien nuestra fe algo apoltronada por una fe de caminantes, de personas que viven su fe con intensidad en la vida diaria.

 

Orar en comunidad

 

         Al carácter lamentatorio le va bien un recitado sencillo o una proclamación pausada. También se podría hacer leyendo una estrofa cada persona y poniendo un poquito de silencio entre una y otra. Siempre con la intención de que estos salmos que leemos tantas veces entren en el corazón.

 

Contenidos sociales

 

La propuesta de Jesús apunta a nuevo horizonte humano, a una sociedad alternativa. A muchos cristianos esto les parece poco. Creen que si no entra en la propuesta de Jesús el tema de la salvación eterna la cosa está coja. Pero, en realidad, lo dicho es, justamente, la senda de toda salvación. Además, se aduce como argumento en contra que muchos filósofos, pensadores, filántropos, personas lúcidas han tenido y tienen sueños similares. ¿Es argumento en contra o a favor? Jesús se suma, se encarna, en la gran corriente del caminar humano hacia su plenitud. No se diferencia de las grandes personas de la historia por lo que le distingue de ellas, sino por lo que le une a ellas. Su asumir el fondo de lo humano lo une a la gran fraternidad de las personas en su lado más humanizador. No es Hijo por su diferencia con lo humano, sino por su hondísima comunión con ello. Y tampoco se puede aducir que una manera tal de entender la propuesta de Jesús sea algo carente de fe. No, es una propuesta de honda fe en los planes de Dios sobre lo humano, aunque no pide, de inmediato, como respuesta los modos religiosos. Quizá por estas sendas se podría superar algo el descrédito social que sufre la realidad de Dios.

 

 

17

SALMO 146

Jueves IV, Laudes

 

Contenido bíblico

 

         El salmo es música y la música es consuelo y cauce de oración. Muchos son los motivos por los que este himno invita a cantar, a hacer música:

1)    El primer motivo es la vuelta del exilio y la reconstrucción de Jerusalén. Y lo mismo si se habla de los corazones destrozados: Dios nos restaura en nuestras heridas humanas.

2)    El segundo motivo es la hermosura del cosmos del que la persona participa.

3)    El tercero el sostenimiento de los humildes por parte de Dios, sus predilectos.

4)    El cuarto es la generosidad del Dios providente que da lluvia, hierba, alimento para todo ser creado.

5)    El último motivo es la defensa que Dios hace de la persona contra el mal.

Quizá sean motivos que haya que reorientar con la espiritualidad evangélica pero que indican que quien ora con los salmos se sabe con suerte por el acompañamiento y la generosidad de Dios. Desde ahí habría que mirar la vida como el gran regalo de Dios: “Gracias, Señor, porque me has creado”, decía santa Clara.

 

Desde Jesús

 

No es difícil reconocer que una parte notable de los textos bíblicos, tanto del AT como del NT, están escritos para ser cantados: la mayoría de los salmos, los oráculos proféticos, los poemas sapienciales, etc. Los cantos de los escritos paulinos o del Apocalipsis demandan ese mismo tratamiento. Si la Palabra, en parte notable, fue escrita para ser cantada, se comprende fácilmente que el lenguaje de la fe asume las melodías.

         Cantar la Palabra garantiza la calidad del canto de fe con el que se ora. La persona del cantor o de la asamblea quedan absorbidas por el canto mismo y sus lenguajes se funden en uno solo. Permanece lejos el peligro de apropiación o de utilización a gloria del cantor y permite desarrollar cuanto se quiera el componente de la belleza musical que se suma a la lírica del texto. De la Palabra, ciertamente, todo son beneficios siendo el más inmediato la identificación de la búsqueda espiritual del creyente con el texto bíblico. Dos caminos que confluyen en el lenguaje cantado.

         La teoría de los géneros literarios bíblicos, aceptada ya desde hace décadas, ha subrayado la especificidad de los cánticos bíblicos reconociendo que todos los géneros líricos están profusamente representados en la Biblia, tanto en el AT como en el NT (en este de manera más comedida). Muchas de estas formas literarias son patrimonio de la literatura universal.

         Ya hemos dicho que los Salmos son, en su mayoría, piezas para ser cantadas. Devolver a algunos salmos su naturaleza musical sería una forma óptima de recuperación del lenguaje de la fe cantada. Esta labor podría hacerse tanto en la Liturgia de las Horas como en el Salmo Responsorial de la eucaristía que es casi la única forma que tiene el pueblo cristiano de acceder a los Salmos. Sacudirse la rutina y abrazar la tarea de enseñar a cantar los Salmos sería una aportación beneficiosa a la experiencia de la fe.

         Puede que la fragilidad de la fe cristiana de hoy se refleje en la indolencia a la hora de cantar la fe. No es de extrañar porque el canto demanda una actitud interior en estado de poesía y de búsqueda espiritual. Y eso, en la involución en la que estamos metidos, quizá sea demasiado pedir. Cantar la Palabra puede ser siempre un refugio para la fe que busca y un revulsivo contra una manera lánguida de vivir la experiencia cristiana.

 

Orar en comunidad

 

         Por su carácter hímnico le va bien la música. Internet ofece algunos ejemplos. A veces habrá que recurrir a estas herramientas que nos da la moderna tecnología. Si no, podemos volver al recitado de siempre o a los dos coros que usamos con frecuencia.

 

Contenido social

 

Nadie duda de que el canto tenga un efecto liberador. El lenguaje del canto de la fe, por modesto que sea, abre a experiencias espirituales que no están al alcance de la doctrina. Cantar lo que se cree sitúa a quien canta en una actitud de apertura que le predispone a la acogida del mensaje. Es cierto que, quizá también, el canto puede ser enervante hasta el punto de anular la voluntad y la actitud crítica del cantor. Cantar, por extraño que parezca, tiene sus “riesgos”.

         Para muchos cantores, incluso bíblicos, el canto ha sido herramienta para hacer presente la utopía del reino y la certeza del acompañamiento de Dios. No ha sido  obstáculo que su canto se haya menospreciado o perseguido. Ellos han seguido cantando con libertad, ateniéndose a las consecuencias. Han llevado a cabo, quizá sea un tanto exagerado decirlo, una acción subversiva porque las utopías cantadas lo son doblemente.

         Hay quien, vanamente, ha querido silenciar el canto porque esa era una manera de acallar la libertad y su lenguaje reivindicativo. En lo más profundo de las cárceles, en las celdas de aislamiento, siempre terminó por escucharse el canto. En las épocas más duras de la fe, en los exilios, en los momentos de involución, cuando todo parecía estar sometido, el canto no ha apagado sus ansias liberación.

         La tarea espiritual de cantar la fe tiene que ver con su futuro. Mientras haya canto, habrá futuro y la noche no podrá engullir con sus sombras el anhelo creyente. Por eso resulta tan importante mantener vivo el lenguaje del canto. Más que un adorno, es una necesidad, un trabajo de supervivencia.

 

 

18

SALMO 143

Jueves IV, Vísperas

 

Contenido bíblico

 

         Ya habíamos visto la primera parte de este salmo en los Laudes del martes de esta misma semana. Ahora se repite entero en las Vísperas del jueves. Nos ceñiremos a la segunda parte: las promesas de la Alianza de Dios con Israel. Todas ellas tienen como denominador común la paz y la abundancia:

1)    Primera promesa: estabilidad política: victoria de los reyes. El don primordial de la paz, tan escaso en la historia de Israel.

2)    Segunda promesa: la libertad lejos de “manos extranjeras”, tan escasa también.

3)    Tercera promesa: la descendencia abundante en hijos e hijas, en un contexto de despoblación.

4)    Cuarta promesa. Abundancia agrícola: frutos, rebaños, cosechas. Importante en la cultura agrícola.

Es la nueva sociedad, el paraíso soñado, los días gloriosos de la Alianza. Son sueños que la humanidad ha de conquistar poco a poco. Porque la creación es don, pero también es conquista.

        

Desde Jesús

 

         Para caminar hacia el logro de la nueva sociedad es preciso tener lo más controlada posible la ambición que es lo que desequilibra todo. El evangelio nos habla de la ambición, que viene siempre con nosotros, pegada como una sombra. Los discípulos dejaron muchas cosas al seguir a Jesús (familia, trabajo, posesiones, etc.). Pero no han dejado la ambición, viene con ellos. Siguen a Jesús, pero esperan beneficios. Por eso dice el evangelio que, cuando la madre de los Zebedeos hizo para sus hijos la petición de los primeros puestos, LOS OTROS DIEZ, AL OÍR AQUELLO, SE INDIGNARON. ¿Por qué? Pues porque ellos también aspiraban a esos puestos de honor. La ambición manifestada con toda candidez.

Tendrá que mediar mucha enseñanza y ejemplo de Jesús, mucho discernimiento, no poco sufrimiento para que entiendan, por fin, que el reino de Dios no es para sacar beneficios personales, sino para llegar al bien común de la nueva sociedad. Habrán de entender que seguir a Jesús demanda explícitamente el abandono de la ambición.

Los cristianos albergamos, a veces, grandes ambiciones. Los mismos clérigos, que debería ser más desprendidos son, a veces, paradigma de ambición. Por eso el Papa les anima a huir de la carrera eclesiástica “como de la peste”.

¿Cómo no ser víctima de la ambición? ¿Qué caminos concretos seguir?

  • El disfrute sencillo: la ambición se controla mucho si se aprende a disfrutar de las pequeñas cosas que casi todos poseemos. Levántate por la mañana y haz una lista de disfrutes: puedes ver, puedes oír el canto de un pájaro, puedes respirar, puedes caminar, puede desayunar en paz, puedes hablar con tu familia, puede rezar, etc. Disfruta el humilde camino de ser persona.
  • Valora al otro de manera nueva: como solemos decir, no por lo que tiene sino por lo que es. Hay un dicho inglés: “Siempre parece más verde la hierba de jardín del vecino”. Ambicionamos lo del otro sin reparar en lo bueno que tenemos nosotros.
  • Practica la generosidad: porque ese es el antídoto de toda ambición. Cuanto más generosos, menos peligro de que la ambición te muerda y te devore.

Hay quien dice: es bueno ser ambicioso en la vida, hay que tener grandes aspiraciones. Quizá la ambición sea un dinamismo potente para generar bienes y riquezas. Nos parece algo cuestionable. Pero si fuera una fuerza para trabajar sin descanso por el bien común, por el bien del frágil, esa sería una ambición evangélica.

Corre por las redes un dicho atribuido a san Francisco, aunque no es suyo. Dice: “Tengo pocas cosas y las pocas que tengo las necesito poco”. Una vida de una cierta sobriedad puede ayudarnos a mantener a raya la ambición, a que vaya surgiendo en nosotros una vida de creciente generosidad.

 

Orar en comunidad

 

         Al ser una acción de gracias tan vibrante le va bien salmodiarlos y, si se tuviera música, cantarlo como se cantan los sueños a los que se aspira.

 

Contenido social

 

         Un riesgo que hay que sortear cuando se habla de la nueva sociedad es aquel que considera el amparo económico como una realidad menor o incompleta respecto al amparo espiritual. Es lo que glosan ciertos autores descontextualizando textos papales como EG 200 donde se dice que «la opción preferencial por los pobres debe traducirse principalmente en una atención religiosa privilegiada y prioritaria». Con ser esto cierto, la el problema de la aporofobia (el odio a los pobres) no se trabaja en modos estancos sino globales, considerando el todo de la existencia y, desde ahí, la necesaria mejora de las estructuras económicas de las que depende la vida humana.

         Las nuevas teorías económicas (la economía del bien común, la de la sobriedad feliz, la del decrecimiento, etc.) pueden ser herramientas de amparo que den solidez a los anhelos evnagélicos. La certeza de que las utopías del evangelio se cumplen, aunque sea en niveles aún pequeños, ha de confirmar que los anhelos de amparo social a los que apunta el sueño de Jesús son realidades alcanzables para el trabajo humano.

Hay quien propugna que hoy es el momento de inocular a la economía pura y dura el componente de la humanidad: «Es posible una economía con rostro humano, y esta hora es la definitiva para que seamos responsables por el otro» (B. Kliksberg). Para ello es preciso recorrer un proceso: del homo oeconomicus al homo oeconomicus humanus. Es lo que muchos llaman economía humana, sostenible, racional, etc. «Durante un siglo, la imagen del ser humano racional era el fundamento de su pensamiento. Ahora los investigadores derrumban a este fundamento homogéneo y construyen otro. Uno no tan ordenado y compacto, sino más bien una obra heterogénea llena de imperfecciones, ranuras y grietas. Su ventaja inapreciable es que se aproxima más al mundo económico moderno y nos ayuda a entenderlo y a movernos en él. Los investigadores ya no nos presentan al Homo oeconomicus como un ideal racional que emulamos sin éxito o que rechazamos indignados. Más bien, nos presentan un reflejo en el que nos podemos encontrar, un tipo de Homo oeconomicus humanus. Ya es hora de una revolución desde abajo. Ella hará que la economía vuelva a ser excitante, interesante y cercana a la vida y a la experiencia» (K. Lehmann). Incluso más, es preciso desvelar en tal racionalidad los elementos de una incipiente pero real fraternidad.  El texto de Mt 25 y sus instrucciones ya apuntaban a algo de esto en su estrato más profundo. Solamente así puede ir alboreando el reino.

 

 

19

SALMO 50

Viernes IV, Laudes

 

Contenido bíblico

 

         Es difícil entender la fe cristiana sin recurrir al sentimiento de pecado. Esto no es solamente ver el pecado cometido, sino también generar una mentalidad, unos sentimientos, un estado anímico que te define, de primeras, como pecador. No se te percibe como criatura fruto del amor del Padre, sino, ante todo, como criatura pecadora. La doctrina del pecado original y de las “fotocopias” ha sido terrible.

         El mismo Sal 50, considerado una cumbre dentro de los salmos penitenciales, ha sido leído desde ahí. La primera parte describe la vida en el ámbito del pecado; la segunda en el de la gracia (técnica pedagógica empleada también en Romanos: empezar por lo negativo para construir lo positivo). Pero es la primera parta la que ha prevalecido y ha hecho desaparecer a la segunda. La gracia se ha esfumado; el pecado y su espiritualidad lo han copado todo. Es hora de dar un giro a todo esto.

         Como decimos, la primera parte del salmo (estrofas 1ª-5ª) describe el dominio del pecado con el mantra de la culpa-pecado-delito-maldad repetido machaconamente. Esto se ha metido en el corazón de los creyentes (el Papa pide que se rece por sus pecados; Boff se denominaba “teólogo y pecador”). Poco a poco vamos dándole otro giro.

         La segunda parte (estrofas 6ª-9ª, la 10ª es un añadido) describe la vida en la alegría de la salvación; algo de eso es la gracia. Una gracia que tiene que ver con la justicia, que no es algo dado sin trabajo. En cualquier caso, Dios no nos quiere “quebrantados y humillados”, aunque sí humildes. Nos quiere erguidos en la altura de nuestra estatura humana, sin ser soberbios por encima de ella. Este salmo ha de ser reelaborado por nuestra espiritualidad cristiana para que no sea más leña echada al fuego de la culpa.

 

Desde Jesús

 

         Vemos en muchas escenas del evangelio que Jesús ha sido un liberador de la culpa:

  • Dice en Lc 14,5 que en sábado también hay que sacar de la zanja a la persona que está oprimida por la ley y por la culpa.
  • En Mc 3,5 se insta al hombre de la mano atrofiada a que extienda el brazo (el malo o el bueno), a que desarrolle sus potencialidades liberándose de trabas.
  • En Jn 5,1-9 se libera al paralítico de la camilla que lo tenía atado de por vida diciéndole que dentro de él anida la fuerza de la vida.
  • En Jn 8,11ss se dice a la mujer sorprendida en adulterio que nadie le condena porque no pesa condena alguna sobre la dignidad creacional.

Definir a Jesús como un “liberador de culpas” sería inusual, pero no inexacto.

 

Orar en comunidad

 

         Si se hace a dos coros, bien. Quizá se podía distinguir entre la primera parte (una lectora) y la segunda (toda la asamblea) para dar más énfasis a la segunda.

 

Contenido social

 

         Verse libres de la culpa es, dicho de manera positiva, sentírse llamado a construir un cierto señorío sobre nuestras propias vidas. Para muchas personas, para una notable parte de la humanidad, hablar de señorío sobre sus vidas puede parecer insultante de tan dura y oprimida que es su existencia. Para el resto, sin ser la cosa tan dramática, sin ser algo tan extremo, puede resultar ilusorio hacer la propuesta de un enseñoreamiento del camino histórico. Y, sin embargo, hay algo en las entrañas de lo humano que le hace aspirar al señorío y no al sometimiento. Ni siquiera la culpa de fondo o el pecado religioso añadido logran extinguir ese anhelo.

         Pero este señorío, si es que se considera una utopía sostenible, no va a venir llovido del cielo, sino que ha de ser construido pieza a pieza, esfuerzo a esfuerzo, alternando fracasos con éxitos.

         El evangelio marca las sendas de lo que puede llevar al señorío de lo humano más allá de la fragilidad. En primer lugar  es una cuestión de lucidez ante la evidencia del sistema y nuestra pertenencia inevitable a él. Mientras se le haga el juego al sistema de manera indiscernida, éste se frota las manos. Por eso, todas las sendas sociales “adespóticas”, alternativas, tanto en economía como en pensamiento político son el camino para el señorío. Que el sistema se presente como un torrente que anega el todo de la vida social no ha de ser óbice para pensar que tal torrente puede ser en parte sorteado y con ello, de alguna manera, frenado.

         Además resulta necesaria la conciencia de responsabilidad personal y colectiva. Echar el peso de la construcción del señorío a fuerzas ajenas a uno mismo, es inhibirse del trabajo que a cada cual corresponde para que este asunto pueda, siquiera, alborear. El sistema desrresponsabiliza; ahí se halla uno de sus recursos. Y cuando nadie es responsable, el proceso se detiene. Por eso es tan necesario el compromiso privado y el público. Pretender señoríos esquivando la responsabilidad es pretender lo imposible.

         Una tercera senda es aquella que humaniza,  que sana en la base de lo humano. La preocupación por la humanización es la primera de todo proceso de construcción del señorío y de toda espiritualidad. Una humanización de los sectores más delicados y resbaladizos de la existencia humana, como son los asuntos que tocan a la vida (manipulación genética, ingeniería genética, ética de los límites, etc.), por problemáticos que sean, contribuyen de manera decisiva al enseñoreamiento de la vida.

         Finalmente un cuarto camino es mantener viva la fe en las posibilidades de las personas. O lo que es lo mismo: mantener viva la certeza de la bondad esencial de lo humano, por encima del torrente de maldad que anega el caminar histórico. Si se pierde esta fe, hablar del señorío de la vida es impensable.

         Puede parece que hablar de “señorío” es algo de una soberbia histórica inaceptable, vista la insignificancia que el planeta tierra representa en el conjunto del cosmos. Pero el anhelo no es proporcional a la magnitud física sino a la del corazón. Y ese anhelo de una vida “señorial” en los límites de la historia es algo permanente en el dinamismo utópico de la vida.

 

 

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SALMO 147

Viernes IV, Laudes

 

Contenido bíblico

 

         Los judíos del posexilio han encontrado en Jerusalén un tema inagotable de espiritualidad. En la ciudad se adensaba la presencia de Dios. De tal manera que el reinado de Dios saldrá de Jerusalén (algo de eso pasa por la cabeza de Jesús cuando sube a Jerusalén en su último viaje y por la cabeza de Pablo cuando, según Hechos, él mismo lleva en propias manos la colecta a Jerusalén). El atractivo espiritual de esa ciudad para un judío resulta sorprendente para nosotros.

         Pues bien, Jerusalén es el lugar donde “se anuncia la Palabra”, el lugar predilecto para escuchar el Mensaje. Si no se escuchara, Jerusalén perdería muchos puntos porque en la Palabra sí que se hace más densa la presencia del Señor.

         La estructura podría ser:

 

1)    Invitación (Estrofa 1ªab): que Jerusalén se suma a la alabanza a Dios.

2)    Cuerpo (Estrofas 1c-4ab): acoger la Palabra en Jerusalén es potenciar el Mensaje.

3)    Conclusión (Estrofa 4c): privilegio de Israel.

 

Desde Jesús

 

         Las palabras de Jesús que nos trasmiten los evangelios desvelan con claridad una vivencia de Dios muy distinta a la del AT y a la del judaísmo de la época. Hay un modo cálido y hasta tierno que ha quedado plasmado en palabras, como Abbá, que se tienen por propias de él. Se han materializado en páginas sublimes para hacer ver que su Dios es un padre que espera y perdona siempre. Se ha regocijado porque Dios se ha volcado en los sencillos dejando de ser patrimonio de los poderosos, tan absorbentes. Lo han pintado como uno que sabe en el fondo de su ser que nunca ha estado solo porque el Padre hacía su mismo camino. Incluso en la ruptura total de la cruz quedaba la certeza de que el Padre amparaba su enorme desconsuelo, aunque no lo percibiera. Un Dios para la ternura; algo así es el Dios distinto de Jesús.

 

Orar en comunidad

 

         El salmo pide ser cantado o, al menos, semitonado. Mientras se canta de podía encender una vela ante el ambón.

 

Dimensión social

 

Ya hemos indicado que creemos que la Palabra se vierte en el lenguaje de los humanos y que, por ello, es preciso atribuirle todas las notas de tal lenguaje, los aspectos luminosos y los más grises. Comenzando por estos, hay que decir que la Biblia ha sido escrita por hombres, con lo que se quiere decir que está afectada de patriarcalismo y machismo. El patriarcalismo se manifiesta en la evidencia de que la indudable presencia de las mujeres está situada en un segundo plano como la cosa más natural. El machismo está sembrado por múltiples páginas de la Biblia con la angelical extrañeza de quien no se siente culpable para nada. Es cierto que las páginas bíblicas contienen semillas de liberación para las mujeres. Pero son eso, semillas que es preciso sembrar en otra tierra, la de la secularidad, para que germinen.

         Una de las notas grises que mejor se detectan en la Biblia es su lenguaje violento. Todas las instancias lectoras, aun las de la Iglesia oficial, tratan de minimizar loes efectos devastadores de este componente. Es una de las principales razones que se aducen para abandonar la oración con los salmos, para desautorizar a Pablo y, en parte, al mismo Jesús y para tipificar al Dios bíblico como un Dios violento en general. Hay que volver al planteamiento inicial: esa es la manera de antropormorfizar a Dios de quien tiene por suyo el argumento de la violencia. Ese componente atávico se compagina mal con el Dios de Jesús. De ahí que los textos violentos (Apocalipsis, por ejemplo) tienen un problema con los evangelios. Aun tratando de explicarlos y de entenderlos en su contexto, habrían de ser censurados en el uso espiritual y litúrgico. Jesús mismo parece que también lo hizo. El lector de la Biblia desde la perspectiva de Jesús tendrá que ser “censor”, a su vez, de muchos pasajes de la Biblia.

 

 

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SALMO 144

Viernes IV, Vísperas

 

Contenido bíblico

 

         Este es un salmo peculiar e interesante: un judío perdido en la masa del paganismo, un judío de la diáspora, reflexiona sobre su fe. Y lo hace recurriendo a la imagen tradicional del rey: Dios es un rey que no gobierna al modo de los reyes, sino que es un rey que ama a su pueblo. Un rey amante, uno que gobierna con amor, uno cuyas armas reales son la paz, la concordia, el respeto y el amor.

         De manera que podría entenderse como un ”Salmo para verse envuelto en el amor de Dios y para envolver con amor la propia vida y la de los demás”. Ya sabemos que recurrir tanto al amor conlleva el riesgo de banalizarlo. Pero la vida, en el fondo, es un dilema sobre el amor: ¿amas o no amas? ¿Tienes corazón o no lo tienes? Eso es lo que hay que preguntarse cada día.

         El salmo tiene un amplio invitatorio como primera parte:

  • Me dispongo a la alabanza; toda mi vida quiere ser una alabanza al amor del Padre (estrofa 1ª y 2ª).
  • Dios es grande siendo bondadoso, su grandeza se resuelve en el amor a cada creatura (estrofas 3ª y 4ª).
  • Ante todo, el Señor es bueno. Vivimos por y en la bondad del Señor (estrofas 5ª-7ª).
  • En una maravillosa y maravillada contemplación de Dios se desgranan todas las atribuciones de este rey que ama: es fiel, sostiene al débil, sacia de favores, es justo y bondadoso, es cercano, escucha los gritos del oprimido, guarda la vida de los que ama, etc. (estrofas 8ª-11ª).
  • Nunca dejará de bendecirlo (estrofa 12ª).

Toda una hermosa espiritualidad desgranada en el alfabeto hebreo, letra a letra, paso a paso, como quien gusta de la contemplación. Eso es: salmo para contemplar, para contemplativas que vibran por dentro.

 

Desde Jesús

 

La mayoría de los grandes tratados sobre el Jesús histórico de los que hoy disponemos no dedican un solo apartado a la fe de Jesús. Hablar de aquel a quien se considera Hijo de Dios como de un creyente se ve obvio, superfluo o, mejor incluso, inapropiado. Aplicar a Jesús los trabajos, esfuerzos y dudas del creer no parece lo más adecuado. Sin embargo, dejar de lado este aspecto no es solamente negar de alguna manera el camino humano de Jesús, su ser persona histórica, sino que es despojarle de su más profundo itinerario interior. Así es: Jesús no es solo creyente para otros, sino también creyente para sí mismo; no solamente ofrece el mensaje a otros, sino que él elabora mensaje para su propia necesidad espiritual. Comprender a Jesús como un creyente no  es solo afirmar lo evidente, sino que es asomarse y valorar maravillados los trabajos de fe de quien es revelador de la relación con Dios. 

         Aunque parezca una obviedad, hay que tener en cuenta que el Jesús histórico no es cristiano en sus elaboraciones de fe, sino judío. Por lo tanto, su camino creyente está enmarcado en la espiritualidad judía. Jesús amaba su religión; nunca renegó de ella; hubiera sido una impiedad inconcebible. Si la cuestiona en determinados puntos, algunos importantes, no fue porque no la amase sino porque, a su juicio, no funcionaba en los parámetros humanizadores de la espiritualidad de la alianza. Pero su búsqueda espiritual, por muy novedosa que se la quiera, habrá de ser compatible con el fondo mismo de la Ley, quizá no tanto con las formas que es donde se sitúa el litigio con el sistema religioso. Otra cosa es la visión que, posteriormente, nos brindan los evangelios tras la caída de Jerusalén y la época de un judaísmo en diáspora y un cristianismo en expansión. La búsqueda creyente de Jesús, como no podía ser de otro modo, se enmarca en el judaísmo muy anterior a Yamnia vivido con amor y cuestionado con sentido crítico. La novedad espiritual de Jesús tiene que ver sobre todo con la profundidad, con planteamientos de fondo.

         Algo con lo que los evangelios han tenido que lidiar es con todo el tema del mesianismo porque quizá el mismo Jesús y su entorno han tenido mucho que ver con él. ¿Cómo entender su búsqueda espiritual desde esa perspectiva? Las respuestas son muchas y puede que sean bastantes las que contengan elementos de verdad. Pero creemos que Jesús ha elaborado su fe en el trabajo por configurar, en su corazón y en sus caminos, un mesianismo pobre. Ahí está el quid: para la tradición mesiánica judía, el mesianismo se resuelve en el poder y la gloria ya que ser mesías desde la pobreza es una contradicción en los términos. Algo de eso pasa con la atribución mesiánica de los títulos cristológicos cristianos: se entiende y se celebra a Jesús como mesías de la humanidad desde el brillo y poder religioso, desde el anhelo de reconocimiento por todos los pueblos de la tierra. Si fuera esto así, ¿cómo Jesús habría logrado unir, en su corazón y en su vida, mesianismo y pobreza? Solo se nos ocurre una respuesta: en su convivencia directa con la pobreza, en su opción por escapar de algo que atosiga tanto, hasta entender que en un Dios de pobres y en el fondo último de las pobrezas anida un sueño inagotable de justicia que da sentido a la utopía de los pobres.

         Además, es un rasgo del trabajo creyente hacer, de mil maneras, la pregunta sobre Dios, lanzar, desde todos los ángulos, preguntas a Dios, cuestiones que casi nunca tienen respuesta. Los trabajos de fe de Jesús han sustituido las preguntas por la certeza, simple pero sosegante, de que Dios hacía camino con él en cualquier vicisitud por la que pasara su vida. O, al menos, así lo ha comprendido la tradición evangélica cuando, a su manera, nos ha querido abrir un poco la puerta del alma de Jesús. Quizá se dé esta situación porque preguntar a Dios de modo directo, y más si se hace exigentemente, puede parecer una impiedad. Pero la tradición veterotestamentaria está llena de preguntas, a veces duras, a Dios. Da la impresión, incluso en la posterioridad de los evangelios, que Jesús acoge a Dios lejos de las preguntas, con la fe de quien ama sin preguntas y sin esperanzas interesadas. Un Dios que se acepta en un amor que se entiende bueno y liberador, todo bien.

         Cuando se analizan los trabajos de fe de Jesús, y extrañamente a la realidad social y religiosa de la época, se percibe un estilo de fe que podríamos decir secular, poco religioso. Es verdad que, según los evangelios, Jesús ora, aparece por la sinagoga y el templo, respeta la normativa religiosa y las tradiciones aunque cuestione, a veces, su inhumanidad, etc. Pero no se respira un ambiente religioso, sino más bien laico. No se percibe a Jesús como un recitador de salmos o un inventor de oraciones. Sus experiencias primigenias, como la del bautismo, no son propiamente religiosas, sino de contenidos sociales. Sorprende este componente de laicidad que haría parte de la primera experiencia, aunque luego tomará otros derroteros.

         La fe de Jesús apunta a la verdad de la persona, a lo que es uno realmente ante Dios, no a lo que su vida tiene de representación en el escenario social. Por eso, con su manera de creer, hizo ver a quienes eran tenidos por descreídos que su no-fe era algo de más calidad que la pretendida fe de quien se situaba en el sistema. Su manera de creer abrió una puerta a la supuesta increencia de los excluidos del sistema. Hizo ver que la mística, el amor que anhela, no es patrimonio de la religión, sino que pertenece al tesoro de la vida, por muy herida que esta se halle. Esta increíble novedad abre un camino a los comportamientos del grupo de Jesús en una sociedad como la nuestra.

 

Orar en comunidad

 

         Por su componente hímnico le iría muy bien ser cantado de manera vibrante (hay algún vídeo en que se canta). Pdero también podría ser recitado. ¿Cómo tener en cuenta de que es un salmo especial para contemplativas?

 

Contenido social

 

Los cristianos vivimos también en una especie de diáspora en la ciudad secular. ¿Cómo pensar ahí la fe? No cabe duda de que en las últimas décadas hemos evolucionado en la iglesia católica en el tema de la misión cristiana por más que la vieja teología siga vigente. Se ha debilitado a nivel de pueblo cristiano, no tanto a nivel de dirigentes, la idea de iglesia verdadera y, por eso mismo, ya no es tan virulento el afán de imposición de la fe que ha sido imperante en otras épocas de la iglesia. La globalización y sus relativismos nos han hecho ver que la pretensión única de verdad y el desmedido afán por conseguir adeptos no es un camino de futuro, aunque tenía que habérnoslo hecho ver el evangelio. Que otras religiones sigan el viejo camino no habría de hacernos titubear en el anhelo de dar un giro a la llamada misión cristiana.

         Ha tenido que ser el máximo dirigente de la iglesia católica quien haya dicho que el proselitismo no tiene que ver con la fe de Jesús. Esta valoración lleva implícita la aceptación de que mucho de la obra misionera de la Iglesia hunde sus raíces, justamente, en un trabajo, más o menos explícito, de proselitismo. Hay que preguntarse si la doctrina recurrente del “primer anuncio” no tiene realmente esas raíces. No resulta fácil a una religión como la nuestra que tiene en sus genes la militancia, encontrar caminos alternativos a un proselitismo desfasado sin caer en la apatía de que ya no se haga la propuesta de la fe.

 

 

22

SALMO 91

Sábado IV, Laudes

 

Contenido bíblico

 

         Este salmo pertenece a la colección 90-99 que eran una especie de manual de oración para quienes moraban en el Templo. Este salmo canta el gozo de una vida ordenada a la alabanza: quien tiene vocación a la alabanza es un privilegiado de la fe, siempre que esa vocación esté realmente cultivada.

         Es más cuestionable en el salmo el tema de los malvados que no tiene capacidad para digerirlo. Por eso, cuando se ore hoy con este salmo habrá que tener en cuenta eso. Prácticamente te aconsejaría suprimir las estrofas 3ª y 4ª (recordemos el dicho de Platón: “las palabras que no son verdaderas hacen daño al alma”).

         La estructura podía ser:

 

1)    Himno (Estrofas 1ª-2ª): el gozo de una vida ordenada a la alabanza.

2)    Imágenes (Estrofa 3ª-4ª: la hierba de los malvados, se suprime: estrofa 3ª; la palmera del justo: estrofa 4ª).

 

Desde Jesús

 

La confianza y la alegría son los verdaderos cimientos de quien quiere recorrer la senda de la Palabra. Para llegar a esa alegría honda el salmo dibuja todo un itinerario: primero, el corazón; apuntar lo profundo a lo vital, no solamente ni sobre todo a las ideas, a las normas, a las directrices; la adhesión al Padre y a Jesús es cuestión de corazón, de hondura, de mismidad. Luego, la meditación, la reflexión, el ahondamiento, la contemplación, el rumiar, el darle vueltas sin descanso, el mirarlo desde todas las perspectivas, el aprender los mil rostros de la Palabra, el quedarse, el orar estando, el aquietarse, el estar vivos ante Él. Y finalmente, los labios, la alabanza gozosa, deseada, querida, mimada, con aliento dentro, como algo que se hace en el deseo más vivo; una alabanza con alma, con fuste, con anhelo, sin desganas, sin tanto bostezo, sin aburrimiento, sin distracciones fruto del cansancio, sin rutina extenuante. Una alabanza tan mezclada a la vida que se palpa la vida en ella latiendo. Y, andando este camino del corazón, la reflexión y los labios, se llega a esa alegría honda, inarrebatable, extrañamente nuestra, capaz de tenerla por compañera incluso cuando las cosas no van bien. Cuando el salmo dice que su alegría son las obras de tus manos, así lo cree porque experimenta el gozo de la Palabra en modos tangibles, porque nota en sí mismo/a cómo andar en la Palabra le deja contento/a.

 

Orar en comunidad

 

         Al salmo le va bien el canto (hay versiones) o un semitonado en tono mayor.

 

Dimensión social

 

Yendo a niveles elementales, el mensaje evangélico se frustra porque no existe preocupación pedagógica. Esta es aquella que tiene como deseo vivo que, en primer lugar, el mensaje se entienda y, en segundo lugar, entre no solo en la cabeza sino también en el interior de la persona. Muchos templos no son propicios para el primer supuesto y las toses, sonidos de móviles, gente que llega tarde, etc.,  no ayudan tampoco para el segundo. La participación de los laicos en las lecturas es un paso necesario. Habría que animarles a que se preparan las lecturas porque, con frecuencia, contienen términos y expresiones difíciles. No es de recibo responder con entusiasmo “¡te alabamos, Señor!” sin haberse enterado del contenido por el que decimos alabar a Dios. Los lectores y el predicador han de tratar de “seducir” al auditorio para que se logre el primer paso del comino dialógico del mensaje cristiano.

 

 

23

SALMO 8

Sábado IV, Laudes

 

Contenido bíblico

 

         Este salmo es un himno teológico: se canta la naturaleza como camino hacia Dios. La naturaleza es lenguaje de Dios. Se ensalza a la naturaleza para llegar a ensalzar a Dios. Esa es la preocupación espiritual del orante.

         Pero hay un tema sembrado en el salmo qe nos interesa porque no es habitual: el tema de la dignidad humana  (“lo coronaste de gloria y dignidad”). Podría denominarse “salmo de dignidad”. Subrayamos esto porque no suele ser un tema habitual en la Biblia. La dignidad humana lleva a Dios más que cualquier otra creatura.

         Esta podría ser la estructura:

 

1)    Estribillos (Estrofas 1ª y 6ª): invocación al Dios a quien se quiere alabar.

2)    Relativizar (Estrofa 2ª): el tema de los enemigos, del adversario. Si se suprimiera esta estrofa, mejor.

3)    Cuerpo del himno (Estrofas 3ª-5ª): la naturaleza y la dignidad humanas sendas que llevan a Dios

 

Desde Jesús

 

        Por más que el término “dignidad”, como tal, no aparezca en los evangelios, el concepto de dignidad común es esencial. De no ser así, ¿en base a qué va a hacerse la propuesta a gente marcada? En el grupo de Jesús hay personas ambiciosas, violentas, corruptas, desconfiadas, capaces de traicionar, etc. Si a ellas se les propone la oferta es que Jesús salta el muro de la debilidad moral y conecta con la dignidad de fondo que hay en toda persona. Por eso, toda persona, por el mero hecho de serlo, es candidata al programa. No hay una teoría evangélica explícita sobre la dignidad. Pero su siembra es en ese campo lo que da una idea de cómo Jesús pudo forjar un hermoso mecanismo de inclusión.

         Ya hemos indicado que esta propuesta basada en la dignidad ha saltado el muro de la moralidad. Al evangelio, lógicamente, le interesa subrayar el valor del buen comportamiento moral. Pero eso no impide que la oferta del programa se haga a personas de dudosa vida moral o directamente inmoral. El evangelio no es para buenos, sino para gente animosa. El tratamiento de lo moral vendrá después. Saltar ese muro ha tenido que ser un gran esfuerzo espiritual para Jesús, perteneciente a una cultura de fuerte componente moralista. De hecho, en los evangelios siempre persigue a Jesús un cierto menosprecio por su supuesta laxitud en temas de moral, lo que le hace granjearse fama de “comilón y borracho, amigo de pecadores” (Mt 11,19). El hecho religioso refuerza el moralismo; saltarse éste era saltarse aquel. Con esta clase de mecanismos se hacía posible la inclusión de los rechazados por cualquier normativa moral. De lo contrario, el muro siempre estaría ahí.

 

Orar en comunidad

 

         Le va bien el canto (hay músicas). Si se hace semitonado, en tono mayor.

 

Dimensión social

 

El teólogo J. Sobrino fue quien, en su día, acuñó la expresión “santidad de vivir” y quien dio una hermosa  definición: «Me gusta pensar que en la decisión primaria de vivir y dar vida aparece una como santidad primordial, que no se pregunta todavía si es virtud u obligación, si es libertad o necesidad, si es gracia o mérito. No es la santidad reconocida en las canonizaciones, pero bien la aprecia un corazón limpio. No es la santidad de las virtudes heroicas, sino la de una vida realmente heroica. No sabemos si los pobres que claman por vivir son santos intercesores o no, pero mueven el corazón. Pueden ser santos pecadores, si se quiere, pero cumplen insignemente con la vocación primordial de la creación: son obedientes a la llamada de Dios a vivir y dar vida a otros, aun en medio de la catástrofe. Es la santidad del sufrimiento, que tiene una lógica distinta, pero más primaria, que la santidad de la virtud».

Hablamos de “santidad primordial”. Cuando oímos hablar de santidad el vocablo nos lleva inmediatamente a los santos de los altares. Pero estamos hablando de otra cosa. Hablamos de amor a la vida, de deseo de dicha, de vida con sentido, de entregas humildes pero básicas, de solidaridad en las situaciones de pobreza más elemental. Pensamos que, quizá, hasta el vocablo “santidad”  le va mal. Es algo primario, que brota sin más, como una respuesta natural al dolor ajeno.

Por eso el santo que vive y hace vivir no se pregunta si eso es “virtud u obligación”, posiblemente ninguna de las dos cosas; ni “libertad o necesidad…gracia o mérito”. No se hace esas preguntas: vive y ayuda a vivir porque le brota de dentro, como algo natural, si saber de qué fuente. El que sea una santidad tan “inconsciente” no la hace menos hermosa. Se extrañarían si les preguntaran por qué lo hacen. No tendrían respuesta y se quedarían incluso confundidas. Hay que hacerlo porque hay que hacerlo, sin más.

Es evidente que no se vea en esta entrega al frágil “la santidad de las canonizaciones”. Ese es otro cauce. No lo hacen por Dios, sino por la persona débil, por ellos mismos que se ven en la debilidad de la persona caída, por la dignidad humana del caído y por la propia. El que lo hagan “sin reflexión”, el que se quede la cosa sin reconocimiento,  no priva de hermosura a su obra. Y, desde luego, “bien la aprecia un corazón limpio”. Porque siempre habrá gente que lo aprecie, aunque no se lo diga, aunque no tenga publicidad ni relevancia. Para quien recibe ese amor humilde, esas personas serán “santas”, siempre estarán en el corazón. Y si no se les aprecia, siguen siendo “santas”.

Lógicamente “no es la santidad de las virtudes heroicas”, nunca se hará sobre ellas un Decreto que lo pruebe. Pero encierran “una vida reamente heroica”. No hacen milagros que interrumpen el curso de los acontecimientos, pero sí que obran el gran milagro de que la vida sea un poco más digna y más humana. Por eso, nunca recibirían el calificativo de héroes, no saldrán en la prensa, pero su buen hacer queda en el fondo del tesoro de la vida.

Nadie rezará ante ellos, no serán santos “intercesores” pero mueven el corazón humano y desatan la ternura del mismo Dios que reconoce en ellos, más allá de la bruma, a sus hijos queridos. Nadie les pedirá gracias y dones. Pero ellos, por su cuenta, han derramado el don del amor  en el pequeño recipiente del pobre socorrido.   Por eso, aunque ellos quedarían asombrados por ello, son ejemplo de humanidad y de fe, como aquel samaritano compasivo del que habló Jesús con tanto acierto.

Es verdad que son “santos pecadores” porque la limitación acompaña sus vidas y no están libres de pecado. Quizá ellos son los primeros en reconocerlo porque palpan a diario sus limitaciones. Pero cumplen la vocación básica, la de “crecer y multiplicarse” no solo en número, sino, sobre todo, en bondad. Así, sin pretenderlo, obedecen “a la llamada de Dios a vivir y dar vida” que es la auténtica vocación humana, el cimiento donde se asienta toda otra vocación. Y esto lo hacen “en medio de la catástrofe”, en los escenarios de mayor pobreza, allí donde la vida grita su necesidad.

Esta podría ser llamada también “santidad del sufrimiento” porque la respuesta que da al sufrimiento ajeno desvela la enorme talla moral de esa persona. No está opuesta a la santidad de la virtud porque esta se ocupa muchas veces del sufrimiento de los demás. Pero lo suyo no es ahondar en el cielo de lo divino, sino en el abismo de lo humano.

 

 

CONCLUSIÓN

 

 

         Hemos llegado al final de un largo recorrido. El libro de los Salmos es extenso e intenso. Hacer un Curso como el que hemos hecho en cuatro etapas deja ver la adultez de quien recorre un largo camino.

         Se alimenta así la vocación al Salterio, vocación que puede ser añadida a la de la vida religiosa o a la contemplativa. Son cosas perfectamente compatibles.

         Para tener y cultivar la vocación al Salterio hay que enamorarse de los salmos, de su brillo secreto y de su fuerza escondida. Los Salmos habrían de producir el gozo personal de quien ha encontrado la perla escondida en el campo.

         Si esto ocurre, el camino a seguir es claro: seguir ahondando, contemplado y orando con los salmos sin desfallecimiento y sin caer en la rutina. El camino de los Salmos es tan largo como el camino de la vida.

         Demos gracias a Dios por el don inmenso de su Palabra y, en concreto, por la perla del Salterio. Démonos gracias unas a otras por ayudarnos a gustar los Salmos en la oración común y en la reflexión.

ÍNDICE

 

Presentación………………………………………………………………….  3

Salmo 8 ………………………………………………………………………… 83

Salmo 50 ………………………………………………………………………. 70

Salmo 89 ……………………………………………………………………….. 25

Salmo 91 ………………………………………………………………………… 81

Salmo 100 ……………………………………………………………………… 34

Salmo 107 ……………………………………………………………………… 50

Salmo 109,1-5.7 …….……………………………………………………… 18

Salmo 111 ……………………………………………………………………… 21

Salmo 117 ……………………………………………………………………… 12

Salmo 121 ………………………………………………………………………   4

Salmo 129 ………………………………………………………………………   7

Salmo 134,1-12 ……………………………………………………………… 28

Salmo 135 …………………………………………………………………….. 31

Salmo 137 ……………………………………………………………………… 46

Salmo 138,1-18.23-24 ……………………………………………………. 57

Salmo 136,1-6 ……………………………………………………………….. 43

Salmo 142,1-11 ……………………………………………………………… 61

Salmo 143,1-18  ……………………………………………………… 38 y 67

Salmo 144 ……………………………………………………………………… 76

Salmo 145 ……………………………………………………………………… 54

Salmo 146 ……………………………………………………………………… 64

Salmo 147 …………………………………………………………………….. 74

Salmo 150 ……………………………………………………………………… 15

Conclusión …………………………………………………………………….. 88

Índice …………………………………………………………………………….. 88

 

 

 

Retiro en Adviento 2024

 

 

UN ADVIENTO DE ESPERANZA

PARA SEMBRAR LO DISTINTO

Retiro en Adviento 2024

 

1

BRIZNAS DE ESPERANZA

 

         La esperanza es un tema recurrente en Adviento. Pues ¡que vuelva la esperanza! Siempre viene bien volver a la espiritualidad de la esperanza sobre todo cuando esta parece escasear. Siempre nos alivia hablar de aquello que carecemos. Pero, de alguna manera, habría que “atrapar” aquello que nos resulta tan volátil.

         Por eso mismo hablamos de “briznas”, de aquello atrapable, pero pequeño, de lo que resulta casi insignificante pero que está ahí al alcance de la mano. ¿Eso tan pequeño, esa “brizna”, puede suscitar esperanza? Quizá sí.

         Dice el poeta M. Rico: “Nunca poseeremos la tierra./Si acaso, una brizna de aire o un destello”. Una brizna de aire, un destello, parecen nada. Pero es el don sagrado de vivir y respirar por el que algunos darían toda su fortuna. Y el francés G. Apollinaire: “Brizna de brezo, olor del tiempo./ Recuerda que yo te espero”. La esperanza como una brizna de brezo, un pajita humilde que, junto con otras, hace la escoba que barre el humilde hogar, las cuadras de los animales.

         Habrá que acercar la esperanza y entenderla y vivirla de forma humilde. Quizá de ahí brote la chispa de un fuego que alumbre los pasos. Por eso el Adviento es tiempo propicio para llamar quedamente a la esperanza, para que vuelva a descongelar el duro corazón que dice que no hay nada que hacer, que todo seguirá igual o peor, que la noche sigue siendo el escenario de nuestra vida.

         Adviento: tiempo para volver a la esperanza, con realismo, con humildad, con el anhelo que brota de un rescoldo del que vuelve a surgir una llamita, temblorosa y tenaz.

 

1. Yo me atengo a la esperanza

 

“Yo me atengo a lo dicho:
La justicia, a pesar de la ley y a costumbre,
a pesar del dinero y la limosna.
La humildad, para ser yo, verdadero.
La libertad, para ser hombre.
Y la pobreza, para ser libre.
La fe, cristiana, para andar de noche,
y, sobre todo, para andar de día.
Y, en todo caso, hermanos,
Yo me atengo a lo dicho: ¡la Esperanza!”

 

         P. Casadáliga

 

  • El clásico y conocido texto del obispo poeta puede ayudarnos, una vez más, a predisponernos a la esperanza (véase, si no, la canción “Ella viene y va” de Marta Soto). La esperanza ha de incluir la justicia porque una esperanza sin justicia es pura vaciedad. 
  • Ha de incluir, así mismo, la humildad, ya que una esperanza soberbia es la esperanza de los tiranos, de los invasores, de quienes menosprecian a los pobres. 
  • Ha de ser libre porque una esperanza humillada es una contradicción y solamente la esperanza que humaniza es la que libera. 
  • A la esperanza le va muy bien la pobreza porque los primeros demandantes de esperanza son los pobres ya que a ellos se les ha arrebatado casi siempre.
  • Y la fe puede ser leña en la hoguera de la esperanza, impulso que vuelve a tomar aliento, llamada que se escucha en el silencio más denso.
  • Por eso, nos atenemos a la esperanza, no como el clavo ardiendo a quien se agarra uno porque no hay otra cosa, sino como a la pequeña luz que puede iluminar un camino en sombras.

 

2. Vivir con esperanza

 

         Ahí está el quid: ¿cómo mantener viva la esperanza en que haga de contrapeso a la incertidumbre de la sociedad gaseosa? ¿Cómo elaborar la desesperanza de serie y las desesperanzas que se van añadiendo en el largo caminar humano? Vamos a tomar un párrafo del librito de M. Zambrano, Los bienaventurados para ahondar en estos interrogantes.

  • La esperanza envuelve toda la obra del ser humano, aunque este no se percate de ello. La cuna del ser es la esperanza. Por eso resulta tan definitiva: «Todo lo que el hombre busca conocer, toda acción que proyecta, todo padecer que cae sobre él, toda verdad que le sale al encuentro, es acogido primariamente por la esperanza, sin que ella se dé a ver» (p.136). La esperanza es el lugar de la vida acogida. Por eso, una vida en la desesperanza, en el disgusto, en la crítica amarga y negativizadora no aporta nada al esclarecimiento del camino que hay que seguir.
  • La esperanza tiene un apoyo insustituible que, si falla, resulta imposible: «Y en el fondo de esta esperanza genérica, absoluta, podemos discernir algo que la sostiene: la confianza» (p.136). Sin confianza es imposible entender la esperanza. Por eso mismo, generar confianza es posibilitar la esperanza. Una vida urdida en la desconfianza es una vida necesariamente desesperanzada.
  • Creemos que vivir en la esperanza es estar siempre en una vida de buen tono vital, optimista, creativo. Pensamos que la esperanza es incompatible con un cierto desaliento. Pero «la esperanza se deja ver como todo lo que alienta constantemente en sus desfallecimientos, en sus atonías». Es pues compatible el dinamismo de la esperanza con una debilidad existencia hecha de desfallecimiento y atonía. No puede ser estas excusas definitivas para apearse del carro de la esperanza.
  • El desaliento cerca a quien se esfuerza por leer la realidad de hoy de manera positiva.  Pero, dice Zambrano, «la esperanza salta visible en la desesperanza; en la desesperanza y en la exasperación que advienen por un suceso habido en la intimidad del ser entregado a sí mismo, o encerrado dentro de una situación sin salida» (p.136). Quien reflexiona sobre la esperanza ya está construyendo un camino esperanzado; quien intenta sacudirse el yugo pesado de  la negatividad, ya es constructor de esperanza, quien emplea palabras de contenido esperanzador ya colabora a la causa del futuro; quien aporta un grano de esperanza a la vida de alguien que lo pasa mal, es hijo de la esperanza.

 

3. Un apunte bíblico: Lc 7,18ss

 

         El tema de la esperanza atraviesa las páginas del Nuevo Testamento y se concentra en un asunto que, para el judaísmo del tiempo es vital: la esperanza mesiánica. Israel siempre ha esperado un Mesías potente y liberador. Al ser un pueblo de reducidas dimensiones, muchas veces oprimido por potencias extranjeras, su anhelo mesiánico ha salido reforzado. Con la declaración de independencia del moderno estado de Israel en 1948, se han visto concretados sus sueños mesiánicos en un escenario político con los resultados, desastrosos, que todos conocemos.

         La esperanza mesiánica iba acompañada en tiempos de Jesús de la certeza de que el mesianismo, para que fuera liberador, debía ser potente, económica y políticamente, capaz de expulsar al opresor y de mostrar la soberanía de Israel y Jerusalén sobre todos los pueblos del mundo.  De ahí el sentido general de la embajada de los enviados del Bautista Jesús en Lc 7,18ss.

         Aunque espiritual, la idea mesiánica del Bautista es heredera del espíritu de Elías: la restauración del yahvismo devolverá a Israel su primacía. Para eso hay que anunciar la purificación por el “fuego” y por la “poda” de los árboles destinados al infierno, el “bieldo” que separará a los fieles de los infieles (Mt 3,10ss). La tradición mesiánica del bajo judaísmo espera a este mesías nacionalista Por eso se le preguntará directamente a Jesús: “¿Eres tú Elías?” (Jn 1,21). Porque Jesús ha tomado un extraño camino: el mesianismo de la pobreza, la compasión, la piedad y la inclusión (Lc 4,14-30). Es perceptible el desconcierto del Bautista cuando envía una embajada a Jesús. Su esperanza mesiánica no concuerda con el pretendido mesianismo pobre de Jesús. Confundido en el mesianismo y en la esperanza: ¿qué hay que esperar? Esa es la cuestión final.

         Según Lc 7,22 lo que se debe esperar es un cambio radical de situaciones sociales. Para ello hay que comprender que el discernimiento que conlleva la cadena de comentarios  (los que la gente comenta en Lc 7,16-17) empuja a creer que el honor de Jesús como Mesías no está hecho a costa de nadie, sino por la entrega generosa a todos, sobre todo a los frágiles. Mesías pobre para los pobres. De ahí que lo que haya que esperar de este Mesías es que las esperanzas de los pobres vayan siendo realidad  sobre todo la de aquellos que han sufrido pérdidas irreparables: ciegos, cojos, leprosos, sordos, muertos, pobres.

         Un mesianismo para una sociedad de inclusión, para una economía igualitaria, para una fraternidad social. Ese es el gran sueño de Dios y la intención última del mesianismo de Jesús (Ef 1,10 y Col 1,20 dicen que podemos conocer el secreto designio de Dios: hacer una gran obra de reconciliación en lo creado). No consigna el evangelio la reacción del Bautista y el elogio que Jesús hace de él (Lc 3,24-35) no es suficiente para disipar las dudas.

         De cualquier manera, la esperanza cristiana más que escatológica es social: quiere alentar más a una vida en el más acá de la muerte que en el más allá de ella. Eso se corresponde a la certeza de que la fe cristiana es praxis antes que ideología, que el hacer determina el ser. Por eso la mística cristiana apoya todas las esperanzas que tienden a la conformación de una sociedad distinta, igualitaria, social, fraterna y que trate a los débiles con equidad. Construir una fe histórica es la gran tarea de la teología, de la espiritualidad y de la praxis cristiana. Ese es el cimiento de su esperanza.

 

4. Briznas de esperanza

 

a)   En la vida política: nos es muy difícil verlas por nuestra fuerte desafección y por nuestros posicionamientos rígidos. Pero, a veces, surge una brizna: el 27 de setiembre, el presidente de La Rioja, Gerardo Capellán, del PP, visita la Moncloa. En la rueda de prensa posterior sorprende a media España porque dice que la reunión ha sido cordial y que han hablado de transportes, inversiones y cultura (el tema de las Glosas Emilianenses). Los periodistas se quedan boquiabiertos porque esperaban que siguieran funcionando según la greña habitual. Pero no: políticos de distinto signo puede hablar de asuntos ciudadanos sin destruirse. Brizna de esperanza.

b)   En la vida cultural: todos hemos oído hablar de la orquesta West-Eastern Divan promocionada por el judío Daniel Baremboim y el palestino Edwar Said. Siguen dando conciertos a pesar de amenazas, cancelaciones y presiones. Representan a muchos colectivos que creen en la posibilidad de una convivencia, aunque los acontecimientos digan lo contrario. En esa línea están los chef del restaurante berlinés Kanaán, regentado por el palestino Jalil Debit y el judío Oz Ben David. Biznas de esperanza.

c)    En la vida religiosa: siempre unimos la esperanza al número de vocaciones; de ahí nuestra desesperanza. Pero se puede ligar a otras cosas. Escribía un religioso un bonito artículo sobre la enfermería en la que vivía con el título “Scala Dei”. Para él, el final de la vida era una ascensión al corazón del Padre. O esto otro: en Villava (Navarra) hay una enfermería de Dominicos en la que han acogido a otra de Claretianos. Son un solo grupo; todo en común. ¿Rentabilizar o brizna de esperanza por el apoyo en la debilidad?

d)   En la vida eclesial: hay quienes piensan que esto del Sínodo no va a servir para nada, pero otros mantienen la esperanza y colaboran. Quizá, cuando menos lo esperamos, cuando todo parece terminar es cuando surge una posibilidad. ¿Quiénes somos nosotros para borrar del horizonte de la Iglesia esa esperanza? Los grupos sinodales que persisten contra viento y marea son briznas de esperanza. Quizá el mismo Sínodo lo sea.

 

5. Actitudes para conectar con las briznas de esperanza

 

         Conectar con la desesperanza es fácil, Lo peliagudo es conectar con la esperanza. Para ello quizá se necesite una serie de actitudes:

  • Abandonar el negativismo: instalarse en “el todo está mal” para evitarse el esfuerzo del discernimiento y para hacer parte del coro de las lamentaciones que no mueven un dedo para que la cosa cambie es una actitud que bloquea cualquier camino de esperanza, si es que lo hubiere. El negativismo es tóxico y más cuando se da por supuesto que todo el mundo comulga con él (no es así). Sería bueno hacerle frente de palabra y de obra para que la plantita de la esperanza no se agoste nada más nacer.
  • No proyectar nuestra desconfianza: porque al hacerlo la queremos justificar. No desconfiemos de los demás porque nosotros seamos desconfiados. Demos un voto de confianza, demos segundas oportunidades. ¿No es el evangelio una propuesta de segunda y terceras oportunidades (setenta veces siete)? Quizá la esperanza brota en la oportunidad repetida.
  • Exponerse al vientecillo de la novedad: no temer acatarrarse, no apalancarse en lo de siempre por la indolencia de cambiar de postura en el sillón en el que llevamos muchos años. Airear un poco la cabeza y el corazón con un poquito de formación actualizada. Salir más al escenario de la calle no para perder el tiempo, sino para ver y tocar como se mueve la sociedad de hoy. ¿Cómo, si no, pretender ser esperanza para quien desconocemos?
  • No descreer de la bondad: porque hay mil motivos para ello. Pero descreer de la bondad es descreer del mismo Dios que es bueno, una especie de ateísmo que puede afectar a creyentes declarados. Una paradoja, un oxímoron. Emplear lenguajes  (verbales y no verbales) bondadosos para facilitarle la entrada a la tímida esperanza.
  • Ser proactivos: como se dice ahora. Salir del apoltronamiento que sabe de todo, diserta sobre todo, entiende de todo pero no termina de dar un paso adelante. La esperanza no es teoría, sino práctica, camino recorrido. ¿Dónde adquirir ese empuje que nos lleve a actuar? No lo sabemos. Pero sí sabemos que mientras estemos en las palabras estamos a medio camino. Al final, la inocente esperanza nos pregunta: ¿Tú, qué haces (Anda y haz tú lo mismo)?

 

Conclusión

         Cada Adviento que llama a nuestra puerta es una oportunidad más. Si la desaprovechamos, vendrá otra vez a nosotros, pero nos habremos perdido la de este año. Y no estamos para muchas pérdidas. Hemos de preguntarnos con paz y tratar de responder con paz.

         En lo que de nosotros dependa, demos cancha a la esperanza. Hagámonos eco de aquello que dice FT 30: “El aislamiento y la cerrazón en uno mismo o en los propios intereses jamás son el camino para devolver esperanza y obrar una renovación, sino que es la cercanía, la cultura del encuentro”.

         Que pueda ser el Adviento un camino abierto a una celebración de la Navidad más esperanzada, más liberadora, espacio de respiro. Los poetas, como L. Aragon, saben decirlo:

 

Un jour pourtant, un jour viendra couleur d'orange
Un jour de palme, un jour de feuillages au front
Un jour d'épaule nue où les gens s'aimeront
Un jour comme un oiseau sur la plus haute branche.

 

(Vendrá un día de color naranja,

Un día de palmas, de coronas de flores en la frente,

Un día de hombros desnudos en que las gentes se amarán,

Un día como un pájaro en la rama más alta)

 

 

2

SEMBRAR LO DISTINTO

 

         Queremos hacer una segunda reflexión para personas que dejan una puerta abierta a las preguntas, que se plantean si su trabajo evangelizador está bien orientado o requiere algún tipo de cambio. Hay quien no duda de que siembra lo que quiere sembrar. No tiene dudas. Para él sobran este tipo de reflexiones. Tan amigos. Pero si uno está abierto y, viendo lo que ocurre, quiere preguntarse si, en materia de pastoral, estamos haciendo lo correcto, quizá pueda encontrar alguna luz.

         Corre por internet una frase atribuida a A. Einstein que tiene miga: “Si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo”. Si viendo lo que vemos (abandono de la práctica religiosa, poca credibilidad de la Iglesia, envejecimiento de la VR, lejanía del hecho social, etc.), seguimos con las mismas “siembras”, tendremos similares cosechas.

         ¿Cómo sembrar otra cosa? ¿Qué es lo que habría que sembrar? ¿Podemos realmente hacer otra siembra a la que no estamos acostumbrados? ¿Existen fórmulas eficaces para poder sembrar otra cosa? ¿Cómo entrever la posibilidad de una pastoral distintita?

         Creemos que esta intuición está ligada al tema de la esperanza y, por ello, al tema del Adviento porque si lográramos llegar a una siembra distinta hecha con esperanza veríamos resultados diversos.

 

1. Desear lo distinto

 

         Cuando decimos que quizá haya que sembrar otra cosa, vistos los resultados, tal vez ese no sea buen principio. Habría que sembrar con novedad porque el Mensaje es novedad, porque el evangelio es horizonte, por una mística del descubrimiento de lo hermoso de la fe, no por los malos resultados obtenidos de nuestra pastoral.

         Para sembrar algo distinto hemos de sentir la necesidad de hacerlo. Hemos de cambiar el chip: la culpa del abandono de la fe tal vez no la tengan los que se van sino, sobre todo, los que nos quedamos. La vivencia de una fe envejecida da como resultado una cosecha de fe pobre y envejecida ella misma. Sin desear uno mismo lo nuevo es imposible ofrecer nada nuevo. Pongamos por caso la predicación: si lo que ofreces en tus homilías no tiene pizca de novedad para ti, si es, más o menos, lo de siempre, así lo será también para quien escucha.

         Intentar lo nuevo puede ser una constante de la pastoral. Dice FT 11: “Cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual. En realidad, toda auténtica acción evangelizadora es siempre «nueva»”. Todo esto no puede brotar de un corazón cansado, rutinario, repetitivo.

         ¿Dónde encontrar el arranque para lo nuevo? ¿Puede ser solamente la decepción de los resultados o hay que aspirar a algo más radical? En primer lugar hay que decir que para hacer algo diferente es preciso tener una mentalidad diferente. Se trata de cambiar la mentalidad de “funcionario pastoral” por la de “servidor pastoral”. Se trata de servir la fe como quien construye un camino creyente, no como quien administra un supermercado de lo religioso.

         En segundo lugar se trataría más que de trasmitir una creencia de ayudar a una experiencia. Lo importante no sería lograr que la doctrina se acepte sino que el evangelio toque la vida del cristiano. Ayudar a una experiencia llevaría a poner más énfasis en los grupos de adultos, en desventaja en los planes de pastoral.

         En tercer lugar sería preciso trabajar por ayudar a mezclar fe y sociedad, fe y cultura. Este encuentro es preciso para que fe y vida no se vivan en compartimentos estancos sino trasvasables. ¿Qué fruto podrían dar grupos como los de justicia y paz o similares?

         En cuarto lugar habría que seguir trabajando, y por derroteros nuevos si se puede, el tema comunitario: tenemos parroquias, pero no tenemos comunidades vivas que no sean sectarias sino movimientos envolventes capaces de ayudar al logro de una fe adulta en modos de cercanía real.

         Todo esto representa una tarea ingente que solamente un empeño ilusionado puede llevar adelante. Si solamente se entiende la atención pastoral como un cubrir las exigencias de una pastoral del culto, todo lo dicho es música celestial.

 

2. Todo lo hago nuevo: Ap 21,5

 

         “Y el que estaba sentado en el trono dijo:

         -Todo lo hago nuevo.

 

         El libro del Apocalipsis es una continua “lucha” entre el “vidente” (Juan) que quiere mostrar la dura actuación de Dios contra quienes persiguen a los cristianos y contra los malos en general y el “teólogo” (oculto en la especularidad narrativa) que dice que Dios va actuar con amor, incluso con los malvados.

         El vidente escucha que todo ha de ser nuevo. Pero quiere seguir manteniendo los viejos parámetros religiosos y morales de siempre. El teólogo dice que no: las murallas han de permanecer abiertas, la ciudad no tendrá templo, no habrá nada ni nadie maldito. Son dos visiones diferentes de la fe que enfrentan: la de quien quiere seguir empleando los mecanismos de siempre y la de quien busca caminos nuevos de más apertura, flexibilidad y novedad.

         Es lo que sucede con la misma vida de Jesús: él ha optado por la línea del amor y del perdón, divergiendo de la línea de Elías y de Juan Bautista que es la del comportamiento religioso de siempre y que no ha dado los frutos deseados.

         Hoy también la pregunta se plantea como un verdadero reto para el creyente: ¿cuál es el cimiento de tu fe y de tu evangelización? ¿La norma religiosa y moral consagrada o la búsqueda y el enamoramiento que lleve a una experiencia viva de Jesús? No olvidemos lo que viene a decir la EG: hoy se puede transmitir la fe con dos condiciones: si hay una verdadera experiencia de Jesús y si se hace con alegría.

 

3. Las raíces espirituales de una siembra nueva

 

         ¿Dónde pueden estar las raíces espirituales de una siembra nueva, de una nueva teología pastoral?

  • Pastoral del enamoramiento: lo que se busca es que el creyente termine enamorado de la persona de Jesús. ¿Es esto posible? El amor salta fronteras y fechas. Para llegar a ello es preciso que uno mismo haya tenido esa experiencia de enamoramiento, de deslumbre, de iluminación (como lo que hace I. Vallejo, por ejemplo, con la cultura clásica). Si uno es capaz de ir en esta línea sin rubor, si logra generar en sí mismo un amor vivo por Jesús, quizá logre contagiar a otros y encontrará cauces. La gente verá que dentro del servidor de la fe hay algo distinto.
  • Pastoral de sueños: hemos urdido una pastoral de ideas y quizá sean más importantes los sueños. Las bienaventuranzas, por ejemplo, son los sueños del “soñador” Jesús. Creemos que andar en busca de un sueño es lo mismo que andar tras una quimera. Pero no es así. Los sueños de Jesús son que las desventuras de los pobres no duren siempre, que haya una economía de igualdad y fraternidad, que la reconciliación vaya adelante, que entendamos que un Dios que es el todo bien ha unido su suerte a la nuestra, que el cielo está en lo profundo, etc. Sueños, no quimeras.
  • Pastoral de intentos: porque ese es nuestro tiempo, el de los intentos. Intentar caminos nuevos ya es positivo. Si se logra algo, mejor; si no, paciencia. No se puede dejar de intentar algo porque una vez anterior no resultase. Quizá se está en un contexto distinto e intentarlo tiene un sentido. La edad no puede ser óbice para no intentar caminos nuevos. El gran problema no es la edad, sino la ilusión.
  • Pastoral del lío: al papa argentino le gusta ese término: ¡hagan lío! Quiere decir algo así como: construyan una fe en la ciudadanía. Una fe fuera de la ciudadanía se convierte en una fe sectaria, para iniciados religiosos. La ciudadanía, muchas veces sin violencia alguna, le da la espalda. Es el componente “político” del seguimiento (el otro es el “místico”) muchas veces ausente y en desequilibrio. Solamente una fe significativa, con sentido, podrá tener cabida en el conjunto de la ciudadanía.

 

4. Solos o acompañados

 

         ¿Puede hacer esto solo un agente de pastoral, un párroco o vicario, un catequista? Posiblemente se requiera el trabajo en grupo como exigencia ineludible.

  • Trabajos con laicos: no solamente porque uno no llega a todo, sino porque son agentes de evangelización a pari con el cura, aunque no cobren sueldo (habría de cobrar atención, aprecio, igualdad en la gestión, más allá de lo que diga el CIC).
  • Trabajos con mujeres: no solamente en labores auxiliares, sino dándoles cancha en la gestión parroquial y preparándolas para ello.
  • Trabajos con entidades de solidaridad: con Cáritas, Manos Unidas u otras de corte cristiano y aun con algunas que sean simplemente de componente humanitario.
  • Trabajos con colectivos o personas que subrayan la mística: no solamente comunidades contemplativas, si las hubiere, sino también con grupos de personas orantes o comunidades de base que viven en la ciudad.
  • Trabajos con increyentes o de otras religiones: si hay foros para ello. Abrir puertas. Colaborar con sentido ecuménico actualizado llevando el ecumenismo no solamente al terreno religioso, sino también existencial.

 

5. Algunas cosas que se puede hacer ya (y que se hacen)

 

         Se puede hacer pero no sin dificultades, internas (las que provienen de la propia comunidad) y las de fuera (el obispo, la sociedad, el ambiente).

  • Emplear otros lenguajes: aun con el riesgo de ser advertido por quienes piensan que si se cambia la forma se cambia el contenido. Pero lo cierto es que el lenguaje litúrgico y lel teológico contienen un gran nivel de arcaísmo y desconexión. Adecuarlos a la actual espiritualidad y en conexión con el hecho social no es una arbitrariedad sino una necesidad.
  • El despacho: un lugar de acogida: no solamente un lugar para la burocracia parroquial, sino también lugar de escucha, acogida, orientación y solución de situaciones. No puede ser lugar únicamente de exigencias, sino de amparo.
  • Potenciar la escucha: no tanto la escucha en confesión, muy en decaída, sino la escucha simplemente humanitaria. Plantearse el hacer esto no a salto de mata sino de manera organizada.
  • Celebraciones comunitarias del perdón: porque quizá sea la única manera a la mano de recuperar y recrear la espiritualidad del perdón. Trabajar en los resquicios legales y en el terreno de la profecía aunque esto cause ciertos roces con la jerarquía.
  • Colaboración social: no cansarse de mostrar este lado de la fe como esencial al hecho de creer: el amor al pobre hace parte del núcleo de la fe, no es su mera consecuencia.
  • Presencia pública: si hubiere ocasión (ateneos, radios, periódicos). Prepararse para ello, cultivar la literatura y la comunicación. Saber estar como creyente en contextos de una sociedad laica.
  • Lugares de oración redescubierta: no meramente tradicional (exposición del santísimo) sino en parámetros de más novedad (al estilo Taizé o así). No cerrar la iglesia a cal y canto.
  • Economía reorientada: economía parroquial ordenada y con un cierto sentido social (estipendios de las misas).
  • Comunidad de comunidades: trabajar el sentido de comunidad en los grupos y poniéndolos en relación en retiros, convivencias, etc. No cansarse de trabajar la comunidad.
  • Seguimiento de procesos: en cristianos predispuestos a un mayor compromiso. Facilitar el estudio de la teología a los laicos en centros un poco abiertos.

 

Conclusión

 

         Sería una conclusión indeseada que, tras lo expuesto, cundiera el desaliento. Uno puede desplazarse desde donde está. Lo importante es el deseo de hacer otra siembra para tener otra cosecha.

         Las posibilidades, algunas de ellas, están a la mano. No puede ser óbice el tener la sensación de que esto no hay quien lo cambie. El cambio siempre es posible, en parte.

         Esto sería un verdadero adviento de esperanza para la comunidad cristiana y llevaría a poner carne al abrupto misterio de la encarnación de Jesús, su formidable y amoroso vínculo con la historia.

***

 

Lo querían matar
los iguales,
porque era distinto.

Si veis un pájaro distinto,
tiradlo;
si veis un monte distinto,
caedlo;
si veis un camino distinto,
cortadlo;
si veis una rosa distinta,
deshojadla;
si veis un río distinto,
cegadlo…
si veis un hombre distinto,
matadlo.

¿Y el sol y la luna
dando en lo distinto?
Altura, olor, largor, frescura, cantar, vivir
distinto
de lo distinto;
lo que seas que eres,
distinto
(monte, camino, rosa, río, pájaro, hombre):
si te descubren los iguales,
huye a mí,
ven a mi ser, mi frente, mi corazón distinto.


 

(Juan Ramón Jiménez)

BRIZNAS DE ESPERANZA

BRIZNAS DE ESPERANZA

EN EL MARCO DE UNA SOCIEDAD

GASEOSA[1] 

 

 

            Queremos empezar esta reflexión con una serie de textos poéticos. Parece que la seriedad de un trabajo de componente social no pega con los brillos de la poesía. Pero deseamos indicar que los análisis sociales de hoy que, a veces, nos agobian pueden ser tratados en hondura y, a la vez, con una cierta holgura. No es  caer en la “existencia banal” que Heidegger criticaba tanto o en el “nihilismo débil” del que habla G. Vattimo[2]. Es poder hablar de los interrogantes de hoy sabiendo que se puede caminar si se levantan los hombros un poco[3]. No son los nuestros malos tiempos para la lírica[4]. Todo lo contrario.      

Dice el poeta M. Rico:

 

«Nunca poseeremos la tierra.
Si acaso, una brizna de aire o un destello»[5].

 

         Hemos de ser modestos en nuestras pretensiones. No se puede entender todo. No vamos a dar con la piedra filosofal de la realidad que lo explique todo. Siempre quedarán flecos de oscuridad. Abundarán los interrogantes sin respuesta. No es echarse en brazos, desalentados, en un relativismo que nos deje «sin criterio, sin razonamiento, sin ambición ética, sin capacidad crítica…ante la pura superficialidad, ante la absoluta ramplonería»[6].

         Y en esta tesitura de lo humilde, del trabajo sencillo decía G. Apollinaire:

 

«Brizna de brezo, olor del tiempo.
Recuerda que yo te espero»[7].

 

         Hay que hacer trabajos sencillos para recabar sentido en esta época turbia en la que se desarrolla nuestra vida personal y social. Es preciso que no mueran las raíces de la esperanza, «la tierra donde esas raíces anidan»[8]. Esa tierra que somos nosotros mismos como personas y como grupo. Si muere la esperanza, si damos por descontado que entender nuestro momento y vivirlo con lucidez son cosas imposibles habremos renunciado a la iluminación que puede abrir el camino del sentido. Esperemos las “briznas de brezo”, como cosa que anuncia el resplandor tras el que andamos.

         Finalmente, dice el poeta canario J. Díaz Armas:

 

«Estás en los recodos vericuetos de este atajo

que en soledad desando y tú transitas

camíname despacio, dame vueltas,

detente a contemplar un canto solitario

un insecto, una brizna de hierba,

date tiempo que no tengo otro sitio,

ni otro asiento, ni otra sed, ni otro o­cio que ofrecerte»[9].

 

Es necesario detenerse a contemplar la brizna de hierba, para contrarrestar «la excesiva distracción a la que estamos sometidos y la dificultad para dedicarnos al pensamiento contemplativo»[10]. Como luego diremos, la reflexión, y sobre todo si se hace en grupo, puede ser una óptima manera de contemplar, de ahondar, de oponerse a la tiranía de la superficialidad.

 

 

1. El dinamismo de la reflexión

 

         Podría dar la impresión de que únicamente los jóvenes son quienes están “abducidos” por los medios tecnológicos y que si se les quita el móvil parece que se les está robando el “alma”. Todos participamos de ese “abrevadero” que son las redes sociales donde la comunicación es, ciertamente, acelerada, pero, con frecuencia, superficial. «La celeridad con la que nos comunicamos no aporta mayor riqueza ni fluidez. Solo es más veloz y, a veces, precipitada. Y excesivamente ligera. A menudo los pseudoargumentos son meros eslóganes, simples consignas, a veces incluso con pretensión de originalidad, que no resisten un análisis mínimamente solvente»[11].

         Por eso, se demanda hoy un plus de reflexión porque «la capacidad de conexión y difusión de las ideas pierde todo su potencial si nos fallan el espíritu crítico y la capacidad reflexiva que solo proporciona el verdadero conocimiento, si limitamos la actividad a lo virtual…si pensamos que lo nuevo tiene, por el hecho de serlo, más interés que lo viejo»[12].

         La reflexión nos hará ver que «el mundo se cambia en la vida real…y no escribiendo frases que se diluyen en un mar de agresividad virtual»[13]. Si se quiere detectar las briznas de esperanza en el magma de la sociedad de hoy, si se pretende sobrevivir al tsunami de las opiniones que oscurece las informaciones, si se quiere caer en la cuenta de que nada cambia mientras uno no se levante del sillón, habrá que recurrir a esa vieja y conocida herramienta de la reflexión. Quizá sea cierto que «lo virtual provoca blandura, porque el usuario opina parapetado en su domicilio; también alienta la inmovilidad y el conformismo, dado que una vez que se ha mostrado airadamente un enfado a través de los caracteres que permite el medio se puede salir del cuarto con la satisfacción falsa de haberse comprometido»[14]. Hoy más que nunca queda claro que «el compromiso verdadero con la injusticia requiere tenacidad y es incómodo por naturaleza porque obliga a dar la cara, a no callarse»[15].

         Desde este punto de vista, la reflexión se hace imprescindible porque únicamente puede hacer buenos análisis de la realidad una mente contemplativa que emplea tiempo en pensar y en elaborar lo pensado con palabras lo más adecuadas posible. Cualquier camino que lleve a la reflexión será positivo: la lectura que desvela «el drama del propio vivir y sentir» de los humanos[16]; el diálogo constructivo en cualquiera de sus variantes donde descubrimos la reciprocidad[17]; la belleza disfrutada con otros y ampliada por la interculturalidad[18]; la convivencia pacífica y paciente que «que vence las incomprensiones y previene los conflictos»[19].

         Reflexionar en común es un modo extraordinario tanto de elaborar la reflexión como el de crear comunidad. Dice FT 36 una frase luminosa: «Si no logramos recuperar la pasión compartida por una comunidad de pertenencia y de solidaridad, a la cual destinar tiempo, esfuerzo y bienes, la ilusión global que nos engaña se caerá ruinosamente y dejará a muchos a merced de la náusea y el vacío». Por eso es tan importante el grupo: para encontrar sentido. Y por ello hay que hacer inversiones en el grupo para que sea productivo: tiempo, esfuerzo, bienes, reflexión.

 

2. Vivir en una sociedad gaseosa

 

         Las metáforas tienen un alto poder cognitivo. Las metáforas no son mero adorno literario sin consistencia ni contenido real. Muy al contrario contribuyen a la ampliación y ahondamiento del sentido. La idea de un sentido objetivado es siempre peligrosa porque el sentido, ligado a la experiencia y su elaboración, es dúctil y móvil. La construcción lingüística que es la metáfora elabora y, en el mejor de los casos, amplía y profundiza el sentido. Efectivamente, la metáfora sugiere, como círculos en el agua, posibilidades de acercamiento experiencial que no podemos captar de manera cognitivamente más fiable. Y, a la vez, contribuye al ahondamiento del sentido porque las experiencias básicas se ven bombardeadas por la superficialidad  que tiende a su dominio. La metáfora desvela componentes que no aparecen a primera vista en la mera experiencia. Así se convierte en herramienta decisiva para la construcción del sentido[20]. Hay quien dice que «tal vez a las metáforas también las cargue el diablo y por eso, quien pone una metáfora en circulación, al mismo tiempo que ilumina determinados aspectos de la realidad termina comprobando sus limitaciones»[21].

         Pues bien, todos convienen en que Z. Bauman logró con su metáfora de la “sociedad líquida” dar con una clave de comprensión de nuestra sociedad[22]. En la sociedad líquida, dice Bauman, «estamos condenados a vivir en la incertidumbre permanente” de una sociedad acaparada por el “síndrome” del consumismo, la competencia individual, el desecho incesante de los productos y la dependencia de lo nuevo que el mercado ofrece, y, también, el rechazo, sino el miedo, al otro, cuando el otro es fuertemente impuesto por los efectos de la propia globalización desregulada»[23]. Esto, de laguna manera, sigue siendo una realidad.

Pero hay quien dice que sería más propio hablar de un mundo y de una sociedad “gaseosa”: «Esta metáfora responde mejor a la realidad de los actuales mercados financieros y al mundo de los medios que se caracterizan, como los volúmenes que se contraen y se expanden del estado gaseoso, por ciclos de expansión y contracción, de expansión y recesión, que no tienen un volumen constante. Lo gaseoso responde mejor a los intercambios inmateriales, vaporosos y volátiles, muy alejados de las realidades sólidas que caracterizaba eso que nostálgicamente denominamos economía real, pero también más complejos que el discurrir de los flujos líquidos. Es una imagen muy apropiada también para describir la naturaleza cada vez más incontrolable de determinados procesos sociales, el hecho de que todo el mundo financiero, mediático y comunicativo se base más sobre la información “gaseosa” que sobre la comprobación de hechos»[24]. Esto es algo con lo que habrá que trabajar, no algo a lo que habrá que sucumbir. El gran problema político es cómo gobernar lo gaseoso, cómo crear unos parámetros de mercado gobernables.

¿Cómo elaborar la certeza de vivir en una sociedad gaseosa? Quizá haya que decir, en primer lugar, que los diversos modos de sociedad pueden convivir. No se funciona a un ritmo uniforme. «Si adoptamos la metáfora gaseosa, podemos ir más allá y pensar que la vida social atraviesa por fases sólidas, o sea, momentos donde se frena el cambio y se privilegia la consolidación y reproducción de lo existente; fases líquidas, donde se dan desplazamientos y transformaciones colectivas orientadas hacia un gran objetivo compartido; y fases gaseosas donde lo que reina es la hibridación, el caos, la indeterminación y la incerteza. Tampoco es para descartar que mientras algunas sociedades están inmersas en una fase, otras se explican mejor a través de otra metáfora»[25].

En segundo lugar, será preciso desarrollar una serie de estrategias que doten al ciudadano para afrontar mejor las “arenas movedizas” de esta época:

  • Ante el individualismo exacerbado que no se ve interpelado por el caído en el camino, habrá que cultivar todos los cauces de solidaridad social por encima de los vaivenes de las legislaciones del momento. Mantener lo conseguido, luchar por lo que falta y soñar en lo que aún no entra en los parámetros legales. Pongamos, por caso, el derecho a morir dignamente.
  • Ante la desregulación de los mercados promovida por al talante ferozmente especulativo del neoliberalismo económico, será preciso luchar por una gobernanza que apunte a una realidad económica de mercado cuyo mejor activo sea el bien ciudadano y no las ganancias del capital. Pongamos el ejemplo de la regulación de los pisos turísticos.
  • Ante la incertidumbre interesada por quien maneja los hilos en la sombra para generar acciones lucrativas desde el punto de vista político o económico, favorecer el cultivo de certezas que están un poco más allá de las limitaciones del tiempo concreto. Hablamos, por ejemplo, de la certeza del amparo familiar en sus diversas modalidades.
  • Ante la falsa creencia de que los cambios virtuales cambian algo, habrá que volver a la lucha vecinal que es la que puede empujar al poder político a reconsiderar muchas de sus decisiones. Pongamos el caso de la lucha contra la gentrificación por el turismo.
  • Ante el deseo irrefrenable de poseer el último artilugio electrónico del mercado creyendo que eso nos asienta en la vida sería preciso desarrollar una sensatez consumista que se piense dos veces las cosas antes de comprar para ajustar el deseo a la realidad. Controlar el ansia de poseer el último móvil cuando el anterior es más que suficiente para nuestro plan de vida.
  • Ante la fiebre del éxito inmediato reforzar la certeza de que la siembra precede a la cosecha y aquella ha de ser generosa y continua para esta sea colmada. Trabajar, por ejemplo, el tema educativo dejando de lado el desaliento de que hoy es batalla perdida.
  • Ante la insatisfacción vital alentada por un consumo que dice que no serás feliz hasta que tengas todo, sería productiva la estrategia de la sobriedad feliz que parte de la comprensión de la pobreza no meramente como un desvalor, sino como un valor de bienestar. «La moderación como principio de vida y la moderación como experiencia interior constituyen el anverso y el reverso de una sola y misma búsqueda de sentido y coherencia»[26]. La moderación en el uso del plástico serviría de ejemplo.
  • Ante la soledad entendida como un subproducto necesario que brota de la maquinaria social de hoy habría que confiar en las estrategias de acompañamiento social, desde el club de jubilados hasta no cesar de demandar el correcto funcionamiento de la seguridad social.
  • Ante la fragilidad del amor líquido que fluctúa según las conveniencias de las situaciones personales, habría que mantener vivo el viejo valor de la fidelidad lucida que demanda mucha entrega para que el amor brille. No ha desaparecido el baremo de la fidelidad en la relación de pareja, ni siquiera tras el bombardeo del modelo americano que se nos impone en la colonización cultual.

 

3. Vivir con esperanza

 

         Ahí está el quid: ¿cómo mantener viva la esperanza en que haga de contrapeso a la incertidumbre de la sociedad gaseosa? ¿Cómo elaborar la desesperanza de serie y las desesperanzas que se van añadiendo en el largo caminar humano? Vamos a tomar un párrafo del librito de M. Zambrano, Los bienaventurados para ahondar en estos interrogantes[27].

  • La esperanza envuelve toda la obra del ser humano, aunque este no se percate de ello. La cuna del ser es la esperanza. Por eso resulta tan definitiva: «Todo lo que el hombre busca conocer, toda acción que proyecta, todo padecer que cae sobre él, toda verdad que le sale al encuentro, es acogido primariamente por la esperanza, sin que ella se dé a ver»[28]. La esperanza es el lugar de la vida acogida. Por eso, una vida en la desesperanza, en el disgusto, en la crítica amarga y negativizadora no aporta nada a esclarecimiento del camino que hay que seguir.
  • La esperanza tiene un apoyo insustituible que, si falla, resulta imposible: «Y en el fondo de esta esperanza genérica, absoluta, podemos discernir algo que la sostiene: la confianza»[29]. Sin confianza es imposible entender la esperanza. Por eso mismo, generar confianza es posibilitar la esperanza. Una vida urdida en la desconfianza es una vida necesariamente desesperanzada.
  • Creemos que vivir en la esperanza es estar siempre en una vida de buen tono vital, optimista, creativo. Pensamos que la esperanza es incompatible con un cierto desaliento. Pero «la esperanza se deja ver como todo lo que alienta constantemente en sus desfallecimientos, en sus atonías». Es pues compatible el dinamismo de la esperanza con una debilidad existencia hecha de desfallecimiento y atonía. No puede ser estas excusas definitivas para apearse del carro de la esperanza.
  • El desaliento cerca a quien se esfuerza por leer la realidad de hoy de manera positiva.  Pero, dice Zambrano, «la esperanza salta visible en la desesperanza; en la desesperanza y en la exasperación que advienen por un suceso habido en la intimidad del ser entregado a sí mismo, o encerrado dentro de una situación sin salida»[30]. Quien reflexiona sobre la esperanza ya está construyendo un camino esperanzado; quien intenta sacudirse el yugo pesado de  la negatividad, ya es constructor de esperanza, quien emplea palabras de contenido esperanzador ya colabora a la causa del futuro; quien aporta un grano de esperanza a la vida de alguien que lo pasa mal, es hijo de la esperanza.

 

4. La esperanza política

 

         No son pocos quienes piensan que trasladar la esperanza al ámbito de lo político es destruirla. Los niveles de desafección respecto a la política siguen muy altos, convencido el ciudadano de que la mentira es la mejor herramienta que tiene el poder: «con la política reducida a una representación mediática y plagada de asesores de comunicación, nuestros políticos no dedican sus mejores energías a tratar de mejorar nuestras vidas, sino a intentar engañarnos…los políticos tradicionales han empezado a mentir con un descaro y un cinismo inéditos, transformando el arte de la política en el arte de mentir y decretando que el mejor político es el que mejor miente o mejor engaña, o el que mejor disfraza la mentira de verdad»[31].

Esto es lo que, de manera explícita, creen muchos ciudadanos. Es preciso salir de ahí para pensar la verdad política. ¿Cómo lograrlo? 1) sintiendo la necesidad de hacerlo lo que le hará fuerte para no sucumbir a la tentación de un “salvador” (un tirano) que los saque del marasmo; 2) recuperando la fiabilidad de las instituciones públicas; 3) despertando la motivación con un proyecto ilusionante; 4) intentado sacar a la política de la succión de la economía. Hay que creer en el dinamismo de las utopías para aceptar estos planteamientos[32].

Es bueno escuchar a personas alejadas de la política pero sensibles en lo social porque son más próximas a la ciudadanía. El director de cine Ken Loach presentó en el festival de cine de Cannes de 2023 la película social, como todas las suyas, El viejo roble (The old oak). En declaraciones a la prensa decía: «La esperanza es un asunto político, porque si la gente tiene esperanza y se les dice que tienen la fuerza de cambiar las cosas podremos avanzar. Si no tienen esperanza, si están desesperados, votarán por la extrema derecha, por los fascistas. Así que la esperanza es un asunto político, la esperanza da fuerzas y da la capacidad de cambiar las cosas. Las personas que son fuertes tienen confianza en su propia capacidad. Las personas que no tienen esperanza son cínicas y se encogen de hombros. La anarquía alimenta a la derecha, la esperanza alimenta a la izquierda. Por izquierda me refiero a la gente que imagina que otro mundo es posible»[33].

Quizá pueda parecer un análisis simplista. Pero hay que ver lo que encierra de verdad. ¿Cómo suscitar ese dinamismo esperanzador que mantenga viva la utopía de que las cosas puedan cambiar? Añade Ken Loach: «Es una cuestión de movilización, de encontrar una organización que consiga una forma de organizar a la gente y que las personas que luchen contra el cambio climático también apoyen a quienes exigen condiciones laborales y salariales justas. Son las grandes corporaciones las que están destruyendo el planeta, y esas son las mismas personas que están reduciendo los salarios, y son las mismas personas que son dueñas de los periódicos, y son las que dicen que nuestro principal problema son los inmigrantes. Sirven al mismo interés, a preservar el status quo. Creo que la gente se está dando cuenta de esto, y esa unidad de entendimiento puede darnos esperanza»[34].

Este status quo es lo que llamamos sistema y, en su lado depredador cobra hoy rostro en el llamado capitalismo de la vigilancia. Es, al decir de algunos analistas, el más sutil y peligroso de los capitalismos modernos. Brota de la gestión de los big data en el ámbito económico y social. Hay autores que observan que el capitalismo de vigilancia va más allá del terreno institucional convencional de la empresa privada, que no solo acumula activos y capital de vigilancia, sino también derechos. Este fenómeno podría presentar un cambio en las estructuras de poder más allá del Estado-nación y hacia una forma de corporatocracia. Y de cara a la vida corriente de la ciudadanía, aunque pueda tener consecuencias positivas, se suscita el temor al avasallamiento del poder que lleva a la pérdida de vida ciudadana, necesaria para la persona como el aire que respira. Pensar que se está hablando de asuntos ajenos a los sencillos pasos de cada día es un error. No estaría mal que esta clase de temas aparecieran alguna vez en el debato público con las consiguientes aplicaciones más allá del mero cumplimiento con las obligaciones legales de las leyes de tratamiento de datos[35].

¿Hay manera de hacer frente a esta situación y situarse correctamente ante el avasallamiento de los algoritmos y de la dependencia que generan en la vida diaria de los ciudadanos? Hay quien, los menos, han optado por huir al “desierto” de la desposesión de las redes y su desborde agobiante. Son los “ignotos” que no quieren dejar huella en esas redes[36]. Es difícil conseguirlo. Además, funcionar socialmente sin contar con esas herramientas es prácticamente imposible. Tal vez haya que comenzar por sentar la base de otro tipo de educación y trabajar por estar atentos al mundo leyendo la trayectoria social con el mayor sentido crítico posible[37]. Y será preciso «introducir factores de corrección en el sistema que garanticen la distribución de la riqueza, la igualdad de género, el respeto a la diversidad y que el enfoque de la inmigración sea de derechos y no de amenaza a supuestas civilizaciones que se pierden»[38]

 

 

 

 

5. Briznas de esperanza

 

         Vamos a recoger, a modo de pequeño muestreo, una serie briznas que nos ofrece la prensa diaria. En último término, queremos leer ahí la pervivencia de la esperanza.

 

a)   Briznas de tipo personal

 

  • La queda llamada al espíritu crítico: porque sorprende que en esta época masificada, gentrificada, donde se mide el potencial de una idea por el número de fieles que acuden al estadio, haya quien, quedamente, llame a la necesidad del sentido crítico. J. A. Rojo escribía apropósito del tercer centenario del nacimiento de Kant: «La crítica se va construyendo, es una tarea infinita, y derrumba y horada y masacra cada uno de esos mitos en los que se siguen sosteniendo los proyectos absolutos —¿absolutistas?— y sentimentales de los líderes iluminados»[39]. Es la llamada a la necesaria independencia de cada cual para construir sus criterios con la vocación de ser libres. ¿Quién escucha estas voces?
  • La necesaria interdependencia: en épocas de aislacionismo, de suficiencia vivida en las redes, de desentendimiento, se escuchan voces que llaman a la interdependencia. Dice J. M. Esquirol: «Somos interdependientes, y esta independencia no es un defecto. No es decir: ‘Oh, somos débiles, dependemos de los demás’. Depender de los demás es un regalo, una suerte, un don. Por suerte, nadie se sostiene en pie solo. Para vivir, uno necesita de la confianza de los demás, de su mirada y de su reconocimiento»[40]. Esto fortalece la identidad personal y la cohesión social. Voces que suenan contra viento y marea.
  • Elogio de la duda: puede parecer una “brizna” que no interesa porque se entiende que la duda es un desvalor, algo de débiles. Pero no hay tal. escribe la psicoanalista L. López de Mondéjar: «Es buena costumbre dudar, requiere fortaleza, soportar la incertidumbre…Aceptar la duda exige escucha y consideración, tomar en cuenta las opiniones del otro, explorarlas y reflexionar sobre ellas, aunque esto nos aleje de nuestra anterior certeza. Tolerar la duda es fruto de una madurez personal y social que supone el ejercicio de la diplomacia, de la negación y de la pérdida de omnipotencia, poder aceptar que nuestros deseos no se cumplan o que nuestras opiniones estén equivocadas»[41]. ¿Cuántas lectoras y lectores leerán estas palabras? ¿Cuántas tomarán un rotulador para subrayarlas porque se sienten concernidas?

 

b)   Briznas de tipo social

 

  • La inmigración como interrogante continuado: no puede dejarse de lado, no vale con mirar a otra parte, siempre que nos lo queremos quitar de encima, a pesar de todas las mezquindades, el problema sigue siendo una realidad viva[42]. A pesar de que quienes entran ilegalmente son una gota  en el océano en comparación de quienes entran de forma legal, la batalla política se centra en los irregulares. Los datos son elocuentes: las entradas irregulares suben un 66%[43]. El problema está ahí cada día porque la única manera de superarlo es elaborarlo y no maldecir de los emigrantes. Y no solo eso: la inmigración está modificando el hecho social, relacional: «La transformación de la sociedad no se debe solo a los recién llegados, sino a una nueva generación de jóvenes más diversa que nunca. Casi uno de cada cuatro menores nacidos en España tiene al menos un progenitor extranjero (el 22,3%, y sube hasta el 25% si se incluyen los menores nacidos fuera). En el 80% de los casos, la madre o el padre emigró desde un país no comunitario. De todos los niños de menos de tres años nacidos en España, uno de cada tres tiene al menos un progenitor extranjero»[44]. Pero está viva la queja de quien, nacido español y negro, sigue siendo mirado con recelo, ironía y, en definitiva, como ciudadano de segunda categoría: «Este país siempre ha sido un mosaico de culturas y aún somos muchas las personas no blancas que no nos sentimos representadas ni amparadas por la Constitución. Aunque a muchos les pese, España no es del todo blanca. Y faltan políticas de inclusión más allá del deporte»[45].
  • El escalofrío de la crisis climática: algo que se ve como cuestión personal, no como si estuviera fuera de cada uno. El paisaje cotidiano comienza a ser irreconocible. Dicen los expertos que «la flora y la fauna ibéricas están viviendo una serie de impactos provocados por la nueva realidad climática. La agricultura, el costado humano más cercano a la naturaleza, no se ha visto en otra como esta…En España, lo que está pasando es que las condiciones climáticas, variables como temperatura, humedad, precipitaciones… propias del sureste español, se están trasladando cada vez más al norte»[46]. Nadie sabe aplicar por ahora medidas eficaces. Pero que no se desista de buscarlas es ya un motivo de esperanza ante la desolación de la crisis.
  • La sororidad visibilizada: porque el problema de la mujer (no solo en cuanto a techos de cristal, sino en cuestión de muertes por el hecho de ser mujer) sigue lacerante. En las olimpiadas de París más de la mitad de los participantes eran mujeres. Y quedará en la retina la imagen de la reverencia fraterna de Simone Biles y Jordan Chiles a Rebeca Andrade tras recibir las medallas en gimnasia artística[47]. La hermosura del deporte no oculta las dimensiones del problema que sigue estando ahí y cuyas gestoras principales son las mujeres.
  • La presencia juvenil en la política: aun a riesgo de que salga el tiro por la culata, como popularmente se dice, Sumar, con el apoyo del PSOE, ha propuesto el otorgamiento de voto a los jóvenes de 16 años. Eso, en su opinión, evitaría el peligro de gerontocracia que sufre Europa. «Si no ampliamos el censo electoral por abajo, España y Europa se convertirán en gerontocracias, y la democracia representativa no recuperará jamás su prestigio ni su vigor»[48]. Quizá por ahí pueda haber una vía de oxígeno para nuestra sociedad. Hay quien se opondrá porque se piensa que los jóvenes no tienen ideas políticas. Pero «de tarugos sin ideas políticas está Europa llena, y nadie les niega el derecho a votar monstruosidades»[49].

 

6. Un apunte cristiano

 

         El tema de la esperanza atraviesa las páginas del Nuevo Testamento y se concentra en un asunto que, para el judaísmo del tiempo es vital: la esperanza mesiánica. Israel siempre ha esperado un Mesías potente y liberador. Al ser un pueblo de reducidas dimensiones, muchas veces oprimido por potencias extranjeras, su anhelo mesiánico ha salido reforzado. Con la declaración de independencia del moderno estado de Israel en 1948, se han visto concretados sus sueños mesiánicos en un escenario político con los resultados, desastrosos, que todos conocemos.

         La esperanza mesiánica iba acompañada en tiempos de Jesús de la certeza de que el mesianismo, para que fuera liberador, debía ser potente, económica y políticamente, capaz de expulsar al opresor y de mostrar la soberanía de Israel y Jerusalén sobre todos los pueblos del mundo.  De ahí el sentido general de la embajada de los enviados del Bautista Jesús en Lc 7,18ss.

         Aunque espiritual, la idea mesiánica del Bautista es heredera del espíritu de Elías: la restauración del yahvismo devolverá a Israel su primacía. Para eso hay que anunciar la purificación por el “fuego” y por la “poda” de los árboles destinados al infierno, el “bieldo” que separará a los fieles de los infieles (Mt 3,10ss). La tradición mesiánica del bajo judaísmo espera a este mesías nacionalista Por eso se le preguntará directamente a Jesús: “¿Eres tú Elías?” (Jn 1,21). Porque Jesús ha tomado un extraño camino: el mesianismo de la pobreza, la compasión, la piedad y la inclusión (Lc 4,14-30). Es perceptible el desconcierto del Bautista cuando envía una embajada a Jesús. Su esperanza mesiánica no concuerda con el pretendido mesianismo pobre de Jesús. Confundido en el mesianismo y en la esperanza: ¿qué hay que esperar? Esa es la cuestión final.

         Según Lc 7,22 lo que se debe esperar es un cambio radical de situaciones sociales. Para ello hay que comprender que el discernimiento que conlleva la cadena de comentarios  (los que la gente comenta en Lc 7,16-17) empuja a creer que el honor de Jesús como Mesías no está hecho a costa de nadie, sino por la entrega generosa a todos, sobre todo a los frágiles[50]. Mesías pobre para los pobres. De ahí que lo que haya que esperar de este Mesías es que las esperanzas de los pobres vayan siendo realidad  sobre todo la de aquellos que han sufrido pérdidas irreparables: ciegos, cojos, leprosos, sordos, muertos, pobres.

         Un mesianismo para una sociedad de inclusión, para una economía igualitaria, para una fraternidad social. Ese es el gran sueño de Dios y la intención última del mesianismo de Jesús[51]. No consigna el evangelio la reacción del Bautista y el elogio que Jesús hace de él (Lc 3,24-35) no es suficiente para disipar las dudas.

         De cualquier manera, la esperanza cristiana más que escatológica es social: quiere alentar más a una vida en el más acá de la muerte que en el más allá de ella. Eso se corresponde a la certeza de que la fe cristiana es praxis antes que ideología, que el hacer determina el ser. Por eso la mística cristiana apoya todas las esperanzas que tienden a la conformación de una sociedad distinta, igualitaria, social, fraterna y que trate a los débiles con equidad. Construir una fe histórica es la gran tarea de la teología, de la espiritualidad y de la praxis cristiana. Ese es el cimiento de su esperanza.

 

Conclusiones

 

         Tras este recorrido, hacemos balance de las certezas que de él se desprenden:

  • No se puede escapar a la sensación de que esta clase de temas están muy “verdes”. Necesitan maduración, reflexión y praxis. Contagiarse el interés por ellos es hacer una buena contribución al crecimiento social.
  • La lectura de este hoy tan complejo demanda una reflexión implicativa. Pensar sin colaborar es arriesgarse a una reflexión estéril. Por eso mismo, quien reflexiona ha de examinar su praxis ciudadana.
  • Las estrategias para vivir en una sociedad gaseosa son realidades “tocables”. Lo gaseoso se hace “sólido” porque no puede haber solidez sin experiencias incorporadas al vivir diario.
  • Vivir con esperanza es un aprendizaje sobre todo práctico. No es algo dado de antemano. Por eso hay que hablar de la construcción de la esperanza, tarea a la que es llamado todo ciudadano y ciudadana.
  • La esperanza política demanda trabajar en dos vertientes: la fe en las utopías y la lucha contra el sistema. Creer en las utopías no es una fe ciega: hay que verificar si, por poco que sea, las utopías se acercan a la realidad. La lucha contra el sistema es una lucha contra uno mismo porque de tal sistema hacemos parte. El consumo razonable puede ser uno de los correctivos más eficaces.
  • La captación de briznas de esperanza pide, además de una mística de ojos abiertos, una tenacidad manifestada en no abandonar el sentido crítico y en el mantenimiento de una humildad esencial que vea la interdependencia como un valor. Con estas mimbres se puede tejer la tenacidad de quien interroga a la realidad.
  • También las espiritualidades pueden aportar su grano de arena a esta tarea de vivir con lucidez en el hoy social. La aportación cristiana, en concreto, es la de la fraternidad igualitaria. Cuanto más cerca estamos de ella, más próximos al evangelio de Jesús.

 

Fidel Aizpurúa Donazar

Logroño



[1] Conferencia para CODEF de Zaragoza el 28 de setiembre de 2024.

[2] Cf G. VATTIMO, El pensamiento débil, Cátedra, Madrid 1995.

[3] Como decía la vieja canción vasca de Pantxo eta Peio: “Lepoan hartu ta segi aurrera”.

[4] Como reza el título del poema de B. BRECHT, Poemas y canciones, Alianza Editorial, Madrid 20124, pp.129-130.

[5] M. RICO, Donde nunca hubo ángeles, Visor Libros, Madrid 2003, p.34.

[6] A. ROYO, La sociedad gaseosa, Plataforma Editorial, Madrid 20232, p.20.

[7] https://ciudadseva.com/texto/tome-esta-brizna-de-brezo/#google_vignette (2024).

[8] M. ZAMBRANO, Los bienventurados, Alianza Editorial, Madrid 2022, p.131ss.

[9] J. DÍAZ ARMAS, Poemas, Cuadernos Hispanoamericanos Nº 763, 2014, pp.109.

[10] A. ROYO, Op.cit., p.91.

[11] Ibid., p.90.

[12] Ibid., p.90.

[13] E. LINDO, “Tú eres tonto, chaval”, en El País, 23-12-2016.

[14] Ibid.

[15] Ibid.

[16] PAPA FRANCISCO, “Cata del Santo Padre Francisco sobre el papel de la literatura en la formación”: https://www.vatican.va/content/francesco/es/letters/2024/documents/20240717-lettera-ruolo-letteratura-formazione.html (2024).

[17] FT 103,

[18] «El mundo crece y se llena de nueva belleza gracias a sucesivas síntesis que se producen entre culturas abiertas, fuera de toda imposición cultural»: FT 148.

[19] FT 224.

[20] Cf J. NUBIOLA, “El valor cognitivo de las metáforas”, en:        https://www.unav.es/users/ValorCognitivoMetaforas.html (2024).

[21] D. INNERARITY, “Un mundo gaseoso”, en El Diario vasco/El Correo 10-05-2010.

[22] En su famosa trilogía “Modernidad líquida”, “Vida líquida” y “Amor líquido”.

[23] A. LEAL, “En la sociedad líquida o en la gaseosa hay que gobernar la incertidumbre”, en: https://elpensador.io/en-la-sociedad-liquida-o-en-la-gaseosa-hay-que-gobernar-la-incertidumbre/(2024).

[24] Ibid.

[25] C. A. SCOLARI, “Adiós sociedad líquida. Bienvenida sociedad gaseosa”, en: https://hipermediaciones.com/2021/08/13/adios-sociedad-liquida-bienvenida-sociedad-gaseosa/ (2024).

[26]Ibid.,  p.98.

[27] M. ZAMBRANO, Los bienaventurados,  Alianza Editorial, Madrid 2022.

[28] Ibid., p.136.

[29] Ibid., p.136.

[30] Ibid., p.136.

[31] J. CERCAS, “La verdad ya importa poco”, en El País Semanal,  nº 2499, 18-8-24, p.60.

[32] Cf J. A. MARINA, “Esperanza política”, en: https://www.joseantoniomarina.net/categoria-blog/la-esperanza-politica/ (2024).

[33] https://www.sinpermiso.info/textos/ken-loach-la-esperanza-es-una-cuestion-politica-cuando-la-gente-la-pierde-vota-al-fascismo (2024).

[34] Ibid.

[35] S. ZUBOFF, La era del capitalismo de la vigilancia. La lucha por un futuro humano frente a las nuevas fronteras de poder, Paidós, Barcelona 2020.

[36] Ver el poema “¡Benditos los ignotos!” de J. A. González Iglesias en; https://www.madrimasd.org/cienciaysociedad/poemas/poesia.asp?id=686 (2024),

[37] Cf J. M. ESQUIROL, La escuela del alma, Acantilado, Barcelona 2024, pp.122ss.

[38] A. FANO, “Soy un filósofo binario”, en La Rioja,  18-8-2024, p.56.

[39] J. A. ROJO, “Kant, la invitación a la crítica”, en El País 89-8-24, p.11.

[40] J. M. ESQUIROL. “Depender de los demás es un regalo, una suerte, un don”, en El País,  11-8-2024 Ideas p.5.

[41] L. LÓPEZ DE MONDÉJAR, “Despreciar al otro: la derrota del diálogo”, en El País 16-8-2024, p.9.

[42] X. HERMIDA-V. MARTÍNEZ, “La inmigración rebrota como la nueva gran batalla política contra el gobierno”, en El País 18-8-2024, p.18.

[43] M. MARTÍN, “Las entradas irregulares suben un 66% y se disparan las salidas de Mauritania”, en El País 17-8-2024, pp.14-15.

[44] M. MARTÍN-D. GRASSO, “La España más diversa: uno de cada cuatro menores tiene un padre extranjero”, en El País 11-8-2024, p.22.

[45] A. BUIKA, “Este país también es negro”, den El País 11-8-2024, p.23.

[46] M. A. CRIADO, “La irreconocible España que deja la crisis climática”, en El Paíd, 18-8-2024, Ideas pp.2-3.

[47] P. GOSÁLVEZ, “Tres gracias, dos equis”. En El País 9-8-2024, p. 13.

[48] S. DEL MOLINO, “Jóvenes y gerontocracia”, en El País 14-8-24, p.11.

[49] Ibid.

[50] Cf el tema “Cadena de comentarios” de B. J. MALINA-R. L. ROHRBAUGH, Los evangelios sinópticos y la cultura mediterránea del siglo I. Comentario desde las ciencias sociales, Verbo Divino, Estella 1996, pp.324-325.

[51] Ef 1,10 y Col 1,20 dicen que podemos conocer el secreto designio de Dios: hacer una gran obra de reconciliación en lo creado. La nueva sociedad.

TRÁNSITO DE SAN FRANCISCO 2024

TRÁNSITO DE SAN FRANCISCO 2024

“Cantor de la vida” 

 

Canto de entrada:

 

A tu paso alegras el cielo
y nos traes luz y calor.
Por tu sol de alegres vuelo,
loado mi Señor.

Te deslizas por las praderas
y en los campos pintas Verdor,
por tus luces placenteras
loado mi Señor

Hermano sol,
tu nos traes alegría,
y del Señor el amor,
por tu nuevo día
loado mi Señor.

 

Introducción (sentados)

 

            Esta tarde, como cada año, nos volvemos a reunir para recordar, siempre con emoción y reverencia, la noche en que Francisco de Asís murió. Para nosotros que amamos a Francisco esto es como un sacramento: no hace presente la figura del pobre de Asís que recordamos en tanto momentos a lo largo del año. Francisco sigue con nosotros.

            Hoy vanos a leer uno de los textos antiguos que nos hablan de su muerte, de cómo recibió a la muerte cantando. Su canto sigue vivo entre nosotros. Escuchamos:

 

Lectura de LP 7

 

            En cierta ocasión dijo un hermano al bienaventurado Francisco: «Padre, es necesario que sepas que, si el Señor no envía desde el cielo un remedio para tu cuerpo, tu enfermedad es incurable y vas a vivir poco tiempo, según dijeron ya los médicos. Te hablo así para confortar tu espíritu, para que te alegres de continuo en el Señor interior y exteriormente; sobre todo, para que los hermanos y cuantos vienen a verte te encuentren alegre en el Señor, pues saben y están persuadidos de que vas a morir muy pronto; y con el fin de que, para los que presencien esto y para los que lo oigan, tu muerte constituya un memorial, como lo ha sido para todos tu vida y tu conducta». Entonces, el bienaventurado Francisco alabó al Señor con ardiente fervor de espíritu y gozo interior y exterior, y dijo: «Pues, si pronto voy a morir, llamad al hermano Ángel y al hermano León para que me canten a la hermana muerte». Acudieron en seguida estos hermanos y entonaron el cántico del hermano sol y de las otras criaturas del Señor, que el Santo había compuesto durante su enfermedad. A este canto, antes de la última estrofa, añadió estos versos sobre la hermana muerte:

«Loado seas, mi Señor,
por nuestra hermana la muerte corporal».

 

Reflexión

 

A Francisco siempre le gustó cantar. Su mejor canto es el que él llamaba el canto a “Messor Sole”, el Canto del Hermano Sol. Es cierto que lo fue componiendo, poco a poco, a lo largo de su vida. Pero fue al final, cuando más enfermo estaba, cuando le dio el toque definitivo. Es un canto que se abre paso a través de las lágrimas, que brota de las horas de más densa penumbra, que se yergue sobre el dolor y la pena. Cuando peor se encontraba, se sentó y cantó.

Y cantó al Dios que se hace humano, que se sitúa en lo más bajo de la creación para reconocer su dignidad. Cantó al coro de lo creado, la hermosura que reside en la conjunción y belleza de ese coro al que Dios mismo ofrece su amor y se anonada en él.  Vio que la contemplación de la creación no puede hacerse sin espíritu de familia y ello mismo le llevó a ver que no es lícita ninguna violencia contra familiares, por lo que es preciso tratar a la creación con el cuidado esencial del amor. Para Francisco, cantar a las creaturas no puede hacerse sin anhelar esa conciencia cósmica de fraternidad.

Como hemos leído, sabemos es que recibió a la muerte cantando. ¡Manera única de recibir a quien tanto se teme! Es que él ya había entendido aquello del evangelio sobre la alegría que nadie os podrá arrebatar. El canto de Francisco sobrenadaba las dificultades de la vida y conectaba con el amor a Jesús y a sus hermanos, amor limpio y fresco como las aguas más escondidas de la montaña. Cantó porque amó.

 

 

Encendido del cirio frente a la imagen de Francisco

 

            Como hacemos en Pascua recordando a Jesús resucitado, vamos a encender un cirio ante la imagen de Francisco, él también vivo y resucitado con Jesús. Que su luz nos ilumine siempre, que sea para nosotros una luz entre la niebla.

 

ROSAS DE SANGRE HAN FLORECIDO,
REVIVEN EN TU CUERPO LA PASIÓN,
FRANCISCO, DE AMOR ESTÁS HERIDO,
LAS MANOS, LOS PIES Y EL CORAZÓN.

1. Tus manos que acogen a los pobres
y parten su pan con el mendigo,
yo quiero también amar a todos,
¡ya puedes, señor, contar conmigo!

2. Sembrando la paz y el bien caminas,
y yo, sembrador, iré a tu lado.
en ti el evangelio es carne viva,
y Cristo otra vez crucificado.

 

Oración final (todos)

 

Te damos gracias, señor,

por la vida y por la muerte

del hermano Francisco.

Que su canto a la creación

nos dé una mirada nueva

para ver las criaturas

como miembros de nuestra familia.

Así podremos vivir

en la casa común

en armonía y fraternidad

según tu designio.

Te lo pedimos

por Jesucristo nuestro señor. Amén.

 

Canto a María

 

HOY QUIERO CANTARTE, SEÑORA DE LOS ÁNGELES
REINA SOBERANA, MADRE CELESTIAL
YO SOY UNA ALONDRA QUE HA PUESTO EN TI SU NIDO
VIENDO TU HERMOSURA TE REZA SU CANTAR

Luz de la mañana, María, templo y cuna
Mar de toda gracia, fuego, nieve y flor
Puerta siempre abierta, rosa sin espinas
Yo te doy mi vida, soy tu trovador

 

 

 

 

RETIRO PASCUA 2024

 

Reflexión en la Pascua 2024

 

 

LA VOZ DEL NOVIO

Pascua para una fe cálida 

 

Raramente se pregunta el creyente por la “temperatura” de su fe. Se reza, se celebra, se vive, se compromete y se va adelante. Pero valorar la temperatura de lo que se vive, poner el “termómetro” a lo que se cree puede ser interesante. Puede ser un indicador.

Nadie duda que en esta época de la Iglesia, bajo el paraguas del Vat. II que, mal que bien, sigue vivo, la vivencia de la fe cristiana ha adquirido un nivel de mejoría que, globalmente hablando, no ha tenido en toda la historia de la fe.  Pero si nos preguntamos por la temperatura de la vivencia cristiana, quizá haya que reconocer que, en ocasiones, no es cálida.

Una fe fría, rígida, normativa, añorante del pasado es la que se percibe en ciertos sectores de la comunidad cristiana. No se plantean la calidez de la fe, sino su cumplimiento. No les interesa el “ardor” de la Palabra, sino la exactitud de las rúbricas. No se preguntan por una teología y una espiritualidad abrazante, sino por la “sana doctrina”.

¿Cómo escapar de tal influencia? ¿Cómo construir y vivir una fe cálida? ¿Puede ser la Pascua un tiempo bueno para activar la vivencia de una fe de mayor calidez? ¿No es la Pascua el tiempo en que se activa la vivencia de la resurrección y esta no se puede entender como una realidad fría? ¿No percibimos esta calidez en los relatos de resurrección más allá de sus peculiaridades e interrogantes no resueltos?

La reflexión y el retiro pretenden animar, empujar al encandilamiento del resucitado, al brillo en los ojos de quien entiende que aquí se está hablando de amor. ¿Puede el amor ser una realidad fría?

 

1. La casa de mi amigo

 

         Allá por los años 70, Ricardo Cantalapiedra publicó un disco que se escucharía en todas las parroquias. Una de sus canciones más celebradas, que aún recordamos, fue “La casa de mi amigo”:

 

La casa de mi Amigo no era grande;
su casa era pequeña.
En la casa de mi Amigo había alegría,
y flores en la puerta.

A todos ayudaba en sus trabajos;
sus obras eran rectas.
Mi Amigo nunca quiso mal a nadie;
llevaba nuestras penas.

Mi Amigo nunca tuvo nada suyo;
sus cosas eran nuestras.
La hacienda de mi Amigo era la vida;
amor era su hacienda.

Algunos no quisieron a mi Amigo;
le echaron de la tierra.
Su ausencia la lloraron los humildes;
penosa fue su ausencia.

La casa de mi Amigo se hizo grande,
y entraba gente en ella.
En casa de mi Amigo entraron leyes,
y normas y condenas.

La casa se llenó de negociantes,
corrieron las monedas.
La casa de mi Amigo está muy limpia,
pero hace frío en ella.

Ya no canta el canario en la mañana,
ni hay flores en la puerta.
Y han hecho de la casa de mi Amigo
una oscura caverna,
donde nadie se quiere ni se ayuda,
donde no hay ya primavera.

Nos fuimos de la casa de mi Amigo,
en busca de sus huellas.
Y ya estamos viviendo en otra casa:
una casa pequeña,
donde se come el pan y se bebe el vino
sin leyes ni comedias.

Y ya hemos encontrado a nuestro Amigo,
y seguimos sus huellas,
y seguimos sus huellas.
 

 

  • En casa de mi Amigo había alegría: es un presupuesto de un cierto romanticismo. La alegría es escasa en las narraciones evangélicas, aunque asoma. Presuponer un Jesús alegre es lícito, bienintencionado.
  • Sus cosas eran nuestras: ciertamente. Y sin duda esa entrega fue causa de sencillas y profundas alegrías para Jesús y para sus paisanos.
  • Penosa fue su ausencia: lo echaron pero se quedaba más adentro porque Jesús supera el mecanismo del amor rechazado: aunque se le rechace, él sigue siendo fiel.
  • Entraron leyes y condenas: es cierto, sigue siendo cierto. Pero entraron también gentes entregadas, humildes, bienhechoras, misericordiosas. Y siguen ahí; a veces sufriendo.
  • Hace frío en ella: lo hace, pero menos que nunca. Porque hay quien se empeña en encender un “fueguito” (como diría E. Galeano) en su entorno para que la fe se viva en el regocijo de la alegría.
  • Donde no hay primavera: la hay, por más que, a veces, haya creyentes instalados en el invierno, en una Cuaresma perpetua. No estamos en una agonía, sino en un parto, dice el Papa.
  • Nos fuimos de la casa de Amigo: nos hemos quedado sufriendo a veces, sintiendo el frío de las afueras, anhelando más calor. Y vamos consiguiendo briznas de alegría que alimentan nuestra fidelidad. Y creemos que no es estéril este camino.
  • Y seguimos sus huellas: cada uno sigue como puede. Y él nos acogerá “como a ladrones arrepentidos” (que decía el abad de Thiberine), como a personas que quizá no supieron ver del todo en Jesús a su mayor motivo de alegría, la voz alegre del novio que canta al amor.

 

2. La luz de la Palabra

 

«Haré que en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén enmudezcan las voces alegres de fiesta, las voces del novio y de la novia, pues todo el país quedará desolado» (Jer 7,34; 16,9; 25,10; 33,11).

         «El que tiene la novia es el novio; en cambio, el amigo del novio, que asiste y lo oye, se alegra con la voz del novio; pues esta alegría mía está colmada» (Jn 3,29).

 

         Cuando Jeremías quiere mostrar la desolación que va a acompañar al Jerusalén infiel y a los mismos paganos que zahieren a Jerusalén le anuncia la mudez de un país sin bodas, que es lo mismo que un país sin amor. La desolación ahuyenta el canto y un silencio de muerte se cierne sobre el país similar castigo a la gran Babilonia en Ap 18,23). De ahí viene la novedad del evangelio de Juan: con Jesús, ha vuelto al país el gozo del amor; escuchando su voz, vuelve la alegría y el amor al corazón devastado. Él es el novio que se ha llevado a casa a la esposa desolada, al pueblo enmudecido. Él ha sido un buen levir (Jn 1,27).

         ¿Cómo suena esa voz del novio que ha vuelto a la tierra como profecía de gozo y de futuro?

  • Voz que anima: con frecuencia y de forma explícita, escuchamos a Jesús decir en el evangelio: “¡Ánimo, no tengáis miedo!” (Mt 17,24; Mc 6,50). Y al animar, construye la fe porque, según los evangelios, lo opuesto a la fe es el miedo, la débil adhesión. El camino cristiano necesita ánimo para ser cálido. El desaliento enfría la fe, la hace glacial. Contando con el ánimo de Jesús podemos pensar en una fe animosa y vibrante, enamorada incluso.
  • Voz que consuela: que pregunta “¿Por qué lloras?” (Jn 20,14-15) y consuela de manera explícita a quien está en desamparo: “¡No llores!” (Lc 7,13). Un Jesús que proclama que tienen suerte los que lloran porque mitigan sufrimientos (Mt 5,5). Un Jesús que mezcla su consuelo a nuestras lágrimas hasta creer posible la alegría inarrebatable (Jn 16,22). Un consuelo alentador capaz de generar gozo.
  • Voz que increpa: que se enfrenta a los desajustes del alma (espíritus inmundos: Mt 17,18; Mc 1,25; 924; Lc 4,35; 9,42; el mismo Pedro: Lc 9,33). No es la voz de quien pasa por encima de lo real, de la mostrenca realidad, sino que cuenta con ella porque una fe cálida sin realismo es algo artificial y blandengue. Visión recia de la realidad para una alegría fuerte.
  • Voz que grita: porque, por lo que sea, Jesús ha alzado la voz gritando (Jn 7,28.38; 11,43; 12,44). También hace falta la advertencia y el grito para que la cordialidad escape a la superficialidad. Sobre todo, es necesario escuchar el grito del pobre, del excluido, de aquel cuya factura de justicia no ha sido pagada. Porque una alegría que no cuente con los humildes no solamente es una alegría incompleta, sino también falsa.
  • Voz resucitada: ya que la voz del resucitado es voz de fraternidad (Mt 28,10), de acompañamiento (Mt 28,19), de envío (Mt 16,15), de Palabra y pan compartidos (Lc 24), de paz y de perdón (Jn 20,23). Voz nueva para una alegría nueva a la que siempre habrá que recurrir cuando la grisura y la niebla velen la mirada y el corazón del creyente, voz sin la que la comunidad cristiana andaría perdida.

 

3. Reflexión

 

         Vamos tratar de ahondar a través de la reflexión queriendo enriquecer la vivencia de la fe:

 

a)    Una lectura cálida de la Palabra: la Palabra es un texto del “alma”. Ha sido escrita no solo por manos que manejan una pluma, sino por almas que vibran. Si no se conecta con esa vibración, no se ha llegado a su verdadero valor. Una Palabra vibrante, “perfumada”, abrazada como se abraza a quien se ama. Sin esto, la lectura puede ser muy técnica, muy acertada, muy bien explicada, pero no hará “arder” el corazón (Lc 24,32), porque ella ha sido escrita para abrasar entrañas, para suscitar anhelos, para alimentar amores.

b)    Peligro de frialdad teológica: es el que tienen todos los sistemas, desde los sencillos (catecismos) hasta los complejos (arduas cristologías). No menospreciamos su valor de adoctrinamiento, pero, al ser tan fríos y tan en la mano del poder, pueden terminar por ser generadores de una fe sociológica más que de una fe opcional. Algo no ve bien cuando uno percibe que la doctrina y el evangelio no encajan bien.

c)     Flexibles para ser cordiales: un valor englobante que acompaña la cordialidad y calidez de la experiencia creyente es la flexibilidad. Sin ella la puerta de la condena se abre a un abismo de negrura. No es flexibilidad pasar de todo y situarse en la superficialidad. Es ponerse en la piel del otro y pensar que cada uno elabora sus experiencias básicas de la fe como bien puede. Por eso, la inflexibilidad que puede abocar en fanatismo lleva al creyente a situaciones sin salida. Ante situaciones complejas, la “ingenua” pregunta de “¿Qué haría Jesús?” puede ser de gran ayuda.

d)    La calidez que brota del ser pueblo: algo que difícilmente se siente cuando se está instalado en el sistema, cuando se anhela ser dirigente, cuando se tiene espíritu de casta. Las alegrías del ser pueblo son humildes, cotidianas muy de tejas abajo. Pero en su sencillez anida su autenticidad. Una fe alejada del pueblo se ensombrece mientras que si se une a la vida de los sencillos hace brotar con facilidad la alegría, las ganas de vivir y las ganas de creer. Quizá la frialdad le ha venido a la fe por su alejamiento del pueblo, por el rechazo de las humildes alegrías del pueblo y del cuerpo.

e)    Vivencia cálida de la pertenencia a la casa común: algo que explotamos poco, pero que es una auténtica reserva de espiritualidad. El gozo del amanecer siempre nuevo, de la luz cuyo brillo no se repite, del aire que llena de novedad cada vez que se le respira, de los colores nunca gastados y siempre renovados, de la limpidez del agua siempre dispuesta al servicio, de los hermanos árboles siempre fieles en su acompañamiento de años, del silencio de las rocas que es su manera de decirnos que están vivas. ¿Cómo resistiremos los hielos del alma sin esta clase de alegrías?

 

 

4. Caminos cotidianos

 

         El Papa Francisco es un teólogo pastoralista que desciende a lo cotidiano. Vamos a tomar de él algunas sencillas orientaciones que tienen, todas, el denominador común de la vivencia y trasmisión de la fe desde la alegría (tomamos las citas de la Evangelii Gaudium de 2013):

 

  • Amabilidad: habla el Papa de la “predicación” que se hace en el diálogo de tú a tú con la persona. Y dice: “En esta predicación, siempre respetuosa y amable, el primer momento es un diálogo personal, donde la otra persona se expresa y comparte sus alegrías, sus esperanzas, las inquietudes por sus seres queridos y tantas cosas que llenan el corazón” (EG 128). Es un diálogo sobre la propia fe que brota del corazón. Sin esta cordialidad amable, la predicación de tú a tú resulta imposible.
  • Paciencia: la impaciencia lleva al “empujón” y al desasosiego. No es compatible con una vivencia gozosa de la fe. Todo se tensa. Dice EG 44: “Por lo tanto, sin disminuir el valor del ideal evangélico, hay que acompañar con misericordia y paciencia las etapas posibles de crecimiento de las personas que se van construyendo día a día”. La paciencia no es la indolencia, postergar las cosas sine die. Es creativa y fiel sin avasallamiento.
  • Educación: la fe cálida no es un fervorín pasajero, un deseo sin raíces. Se hace necesaria para su logro una educación crítica y en valores. Dice EG 64: “Se vuelve necesaria una educación que enseñe a pensar críticamente y que ofrezca un camino de maduración en valores”. La fe gozosa necesita también un espacio cultivado de formación porque la fe sin formación deriva, con frecuencia, por derroteros de credulidad.
  • Cordialidad: dice EG 70 que una de las causas de la ruptura en la transmisión de la fe es “la ausencia de una acogida cordial en nuestras instituciones”. La cordialidad es puerta que abre al gozo y la alegría. Si esa puerta está cerrada a cal y canto los temas de la fe se vuelven hoscos y la pertenencia se debilita hasta la ruptura. Fácilmente nos viene a la memoria el recuerdo de las personas religiosas que fueron cordiales y presentaron el hecho de creer de modo grato y amable.
  • Sencillez: con agudeza dice EG 232: “Hay políticos —e incluso dirigentes religiosos— que se preguntan por qué el pueblo no los comprende y no los sigue, si sus propuestas son tan lógicas y claras. Posiblemente sea porque se instalaron en el reino de la pura idea y redujeron la política o la fe a la retórica. Otros olvidaron la sencillez e importaron desde fuera una racionalidad ajena a la gente”. La sencillez no habría de ser desplazada por la mera racionalidad. Esta es compatible con aquella si no se pretende medrar a costa del otro.
  • Escucha: para la EG la escucha es imprescindible en los dinamismos de la transmisión de la fe. Dice en el nº 150: “También en esta época la gente prefiere escuchar a los testigos: tiene sed de autenticidad […] Exige a los evangelizadores que le hablen de un Dios a quien ellos conocen y tratan familiarmente como si lo estuvieran viendo”. Solamente se puede pretender ser escuchado si uno es, a su vez, escuchante de la Palabra y de la persona. Una fe escuchada es una fe gozosa; una fe no escuchada termina por alejarse del evangelio.
  • Festejo: dice EG 24 que “la comunidad evangelizadora gozosa siempre sabe «festejar». Celebra y festeja cada pequeña victoria, cada paso adelante en la evangelización. La evangelización gozosa se vuelve belleza en la liturgia en medio de la exigencia diaria de extender el bien. La Iglesia evangeliza y se evangeliza a sí misma con la belleza de la liturgia, la cual también es celebración de la actividad evangelizadora y fuente de un renovado impulso donativo”. Una celebración no “festejante”, poco flexible, ritualista, nos aleja de la fe cálida. Por el contrario, celebrar semanalmente la fe habría de contribuir a la percepción de una fe que reconforta el corazón, que alimenta el anhelo de un Jesús vivo y que incide en la vida.
  • Cansancio feliz: puede llegarse a vivir la fe, dice EG 82, con “acedia”, con pereza, con flojera, sin tensión vital interior: un cansancio por vagancia, valga la paradoja. “No se trata de un cansancio feliz, sino tenso, pesado, insatisfecho y, en definitiva, no aceptado”. Es preciso superar esa situación, no caer en ella, para soñar con una fe cálida. Las experiencias de fe, lo sabemos, se contagian si son animosas y también si no lo son. Tener a raya el desaliento es imprescindible para soñar con una fe cálida.

 

Conclusión

 

         El tiempo de Pascua es una buena oportunidad para plantearse y revitalizar la experiencia de una fe gozosa. Que el aleluya que cantamos tenga raíces en el regocijo del corazón, Que percibamos la caricia amorosa con la que el abrazo de Jesús resucitado reconforta nuestra alma. Que nunca deje de manar la fuente de la alegría.

 

Ejercicios 2024

LA PIEDRA ANGULAR

UN PLAN DE VIDA DESDE LAS BIENAVENTURANZAS

 

 

         Según Mt 21,42 Jesús ha sido PIEDRA DESECHADA, no elegida, trozo que no sirve de piedra angular. Pero, dice, esa piedra que el cantero desechó, el Jesús pobre, ha sido PIEDRA ANGULAR, base del cimiento de nuestra fe y prueba del valor de la vida humana. Lo humilde es lo valioso, lo desechado es el cimiento, lo que no cuenta es lo que sostiene todo. ¿Cómo lo pobre, lo desechado, lo frágil va a ser el cimiento de lo humano y de la fe? ¿Cómo los nadie, los sencillos, los ignorados van a ser piedra angular? ¿Cómo vamos a estar seguros con tan frágil cimiento?

         Esto son las bienaventuranzas: el humilde, paradójico y, a la vez, increíble cimiento sobre el que se asienta el seguimiento de Jesús. Si lográramos asentar nuestra fragilidad en él, nos haríamos fuertes en nuestra debilidad.

Volver a las bienaventuranzas es entrar a una casa conocida, a un lugar apreciado. Aunque demos mil explicaciones, siempre nos cabe una más en el corazón porque, aunque las hayamos escuchado miles de veces, siempre tienen un sabor de novedad y un eco de vida en el corazón del creyente. Volver a las bienaventuranzas es tocar el corazón de Jesús y desear vivir su proyecto. Por eso, por mucho que se lean, se interpreten, se malinterpreten, siempre nos atraen. Tienen un fuerte imán, siguen cautivándonos.

         Las opiniones son múltiples y por ello hay quien dice que los valores de las bienaventuranzas son valores negados por la sociedad, que ya no hay quien, con sensatez, pueda proponer un plan de vida con tales valores. Pero no es así: a nada que se escarbe en el hecho social y personal, los valores de las bienaventuranzas están ahí: el interés por las pobrezas, la mansedumbre, el corazón pacificado, la sed inapagable de justicia, la pregunta por las heridas, el milagro de la amabilidad, etc., puede que reciban una negación de inmediatez pero, como decimos, escarba un poco y los tendrás ahí.

         Nosotros queremos entender las bienaventuranzas como una suerte. “Tienen suerte…”, así comenzarán nuestras bienaventuranzas. Es una suerte entender este proyecto e ir incorporándolo a la vida. No es una obligación ni una imposición, sino una suerte. Por eso mismo, ser seguidor no es una opción religiosa, sino una suerte en la vida, una posibilidad que se te ofrece, un camino que se abre delante de ti. La suerte de empezar a vivir algo distinto, algo nuevo y hermoso, algo que seduce.

         ¿Pueden llegar a conformar un plan de vida, un estilo de entender las cosas, un modo de situarse ante la realidad? ¿Pueden las bienaventuranzas, el horizonte de Jesús, su programa, conectar con la vida sencilla de un creyente normal?  

         Que el amor a la Palabra sea el cimiento de estos ejercicios, que nos acompañe la probada certeza de que la Palabra leída en grupo es alimento bueno de espiritualidad, que el camino no genere cansancio sino, al contrario, más hambre y más deseo, que el grupo nos sostenga cuando las fuerzas flaqueen. Jesús hace camino con nosotros.

 

 

1

TIENEN SUERTE QUIENES SE

ACERCAN A LAS POBREZAS

 

“Tienen suerte

 quienes se van acercando a las pobrezas,

porque esos llegarán  a intuir

cómo funciona el Dios de Jesús” (Mt 5,3).

Reflexión

 

         Sin paliativos: la pobreza es un mal contra el que hay que luchar a brazo partido, como la enfermedad, la ignorancia o la misma muerte. Todo lo que se diga ha de ser compatible con esta batalla que libra la humanidad desde sus inicios. Hacer lírica de la  pobreza es un insulto a los pobres y  un desenfoque personal.

         Pero resulta que en esa oscuridad también hay luz: la misma lucha contra la pobreza es una luz, la solidaridad que suscita y las estrategias que desarrolla para salir de son también luces, la justicia que reclama y la deuda no pagada que exige son también “luminosas”. No todo es sombra y oscuridad.

         La evidencia de que estas “luces” están ahí lo muestra la realidad mundial: estamos por debajo del umbral del 10% en materia de pobreza (llegar al 3% en 2030 será imposible). Esto, evidentemente, no consuela a quien pasa hambre, pero viene a decir que si la pobreza no se vence es porque no hay voluntad política, porque posibilidades las hay.

         Y aunque pueda parecer una hipocresía del primer mundo (el gran generador de pobres hoy), las pobrezas cada vez son más consideradas porque se intuye la fortaleza de que anida en ellas (caso de la inmigración). Aunque no lo parezca, los pobres son una fuerza social, y lo han de ser cada vez más, le pese a quien le pese, se los vea o no se los quiera ver.

         Por eso, echar la suerte a ese lado es una oportunidad para los pobres y para quienes comienzan a entenderlos. Esa es la verdadera conversión a la que apela el evangelio: regresar a los otros, volver a quienes no deberíamos de haber abandonado. Y la meta no es solamente el sueño de que la pobreza mengüe y desaparezca, sino la utopía mayor de un mundo en igualdad, en fraternidad económica, en equidad. En la bienaventuranza de la pobreza anida un sueño enorme.

         Quizá sintonizando con algo de esto se puede entender la bienaventuranza de la pobreza como una suerte, la de ir viendo que, más allá de lo negativo, las pobrezas pueden ser un lugar de encuentro que “nos salven”, que nos humanicen.

 

La luz de la Palabra

 

         Ninguna cristología hablará de Jesús como de un “soñador”. Pero las bienaventuranzas son el sueño de Jesús, no sobre todo su “programa”. Él anhela un mundo con los valores de las bienaventuranzas (la centralidad del pobre, los sufrimientos mitigados, la igualdad desde la minoridad, la sed devoradora de la justicia, etc.). Para creer en Jesús es mucho más importante creer en sus sueños que en su doctrina. ¿Dónde situarse para encontrar esto como un “tesoro”, como una suerte? ¿Cómo desear contagiarse del sueño de Jesús? ¿Cómo tenerlo por orientación de vida?

Entender la bienaventuranza de la pobreza como una suerte está hablando de una opción: “Dichosos, con suerte, los que van eligiendo el lado de las pobrezas”. Ese matiz de voluntariedad es imprescindible para entender la mística de la propuesta de Jesús. Se trata de ir haciendo una opción por los “abatidos del viento” (como dice Is 57,15), los que no cuentan hoy. Más que de una situación económica se trata de una situación social por la que se opta o no.

         Como el evangelio no nos fuerza a lo que no podemos, esta opción por las pobrezas ha ser compatible con la situación de vida en la que estoy. Y desde ella podré iniciar algún tipo de desplazamiento hacia las pobrezas. El desplazamiento es decisivo, más que lo que uno dé o deje de dar. Desplazarse es posible para cualquier situación de vida.

 

Plan de vida

 

         No se trata de dar limosnas más cuantiosas. Eso es otra cosa. Se trata de adquirir una mentalidad social, una manera de ver la realidad y, dentro de ella, el sector de las pobrezas. Se trata de adquirir otra mirada. Otra manera de mirar el mundo de las pobrezas (hay que pedir la mirada de Jesús y la de los solidarios).

         Para ello, quizá haya que comenzar por cambiar la cabeza: leer algo sobre las pobrezas, informarte sobre lo que ocurre en las migraciones, en el Mediterráneo, en África. Y luego más cerca: las pobrezas en España.

         Darle vueltas a la cosa con paz antes de tomar una decisión más marcada: apoyar a una ong, hacerte socio de Cáritas, etc. Pensarlo antes, rezarlo incluso.

         Acompañar todo esto con un progresivo camino de sencillez de vida. No se trata de no disfrutar de la vida, sino de ser conscientes de que comprar, viajar, vestir, comer, etc., no son solamente actos económicos, sino que también son actos morales: tienen consecuencias en el mundo de las pobrezas.

         Si entendemos esto con pesadumbre, no estamos entendiendo bien. Se trata de entender que participar en esto es una suerte. Y no solamente porque lo dice el evangelio, sino porque lo dice el fondo de bondad que anida en lo humano. Si no brota el gozo, no estamos entendiendo bien. Hay que esperar, hay que darle más vueltas.

 

Oración

  •  

SEÑOR fuente de todos los dones.
ayúdanos  a ser corresponsables dignos de tus bendiciones.

 

Padre, Creador de Abundancia,
concédenos generosidad para compartir tus dones y beneficios
con nuestros hermanos y hermanas en toda la Tierra.

 

Jesús, Príncipe de Paz,
que seamos artesanos de la paz que fortalece la justicia
y de la justicia que sostiene la paz.

 

Espíritu de Justicia,
que el amor y la igualdad que compartes con el Padre y el Hijo
nos inspiren a apoyar políticas justas de comercio que levanten a los pobres.

 

Padre, Creador del mundo,
que seamos buenos corresponsables de las riquezas de la Tierra
y respetemos los pueblos de cuyas tierras se extraen los recursos.

 

Jesús, Señor que alivias nuestras cargas,
que nos apiademos de las naciones agobiadas por las deudas
y nos comprometamos a buscar su exoneración.

 

Espíritu Santo, Autor de la Vida,
inspíranos a proteger el don de la Creación,
y a ayudar a los pobres que más sufren a causa del daño al medio ambiente.


Ayúdanos a amar a todos nuestros prójimos y a los desplazados de sus hogares,
acogiendo a los refugiados e inmigrantes y aliviando la pobreza en otros países.

 

Padre, por tu Hijo y por el poder del Espíritu Santo,
ayúdanos a reconocer tu rostro en todos los afectados por la pobreza mundial
y llénanos con el amor y la fortaleza necesarios para combatir sus causas.

 

Amén.

 

 

2

TIENEN SUERTE QUIENES

MITIGAN SUFRIMIENTOS

 

“Tienen suerte quienes mitigan sufrimientos

porque a ellos también los consolarán” (Mt 5,4).

 

Reflexión

 

         Desde siempre, el caminar humano está amasado en sufrimientos. Son compañeros de camino. La fuente de los sufrimientos sigue manando abundante, aunque tal vez menos que nunca. Mirar a la cara al sufrimiento es un paso decisivo. No evita el sufrir, pero, si se esquiva la desesperanza, puede ser la clave para situarse de otra manera.

         La tarea primera es intentar que el sufrimiento no lo ocupe todo. Que ocupe lo que tenga que ocupar, pero que no sea todo. Este es un gran trabajo porque el sufrimiento es invasivo, tiende a adueñarse de toda la persona.

         Pero hay más: la bienaventuranza viene a decir que es una suerte apuntarse al grupo de quienes mitigan sufrimientos. Y ello por una doble razón: porque reducen el caudal de lágrimas de lo humano y porque ese trabajo engendra consuelo en quien lo practica. Se consuela y se es consolado.

         ¿Por qué caminos se entra en el grupo de quienes consuelan? Por el camino común de la lucha contra el sufrimiento; por el camino del acompañamiento y de la empatía de las heridas que no se cierran; por la extraña senda de mirar al interior del sufrimiento para creer que ahí hay un camino que lleva al terreno de la bondad humana. Esto implica superar el estadio inicial del mero rechazo y adentrarse por sendas de una oscuridad y de una profundidad que apunta a los abismos del corazón humano.

         Desde ahí se puede entender que el consuelo que recibe quien consuela apunta al sentido de la existencia, ilumina algo hondo, abre horizontes inesperados. No disminuye el trabajo a brazo partido que lucha contra el sufrimiento. Pero, a la vez, surgen otras preguntas que desembocan en una experiencia similar a la de Job: hay un secreto que desvelar, una voz distinta que escuchar, un eco que viene de otras profundidades.

         Quien entiende el consolar como una vocación que viene del mismo evangelio va viendo más claro este galimatías del misterio del sufrimiento humano. Y si logra traducirlo a actitudes sencillas de curación, la bienaventuranza no le parece tan descabellada.

 

La luz de la Palabra

 

         Cuando la Palabra habla de mitigar sufrimientos, con ello abre la puerta a un sueño: Un mundo sin llanto, sin luto, sin muerte (Ap 21,4). ¿Es posible? ¿Es un sueño vano? ¿Sigue siendo una realidad incontestable que las lágrimas de los pobres siguen sin que nadie las recoja? (Qoh 4,1). Las múltiples organizaciones humanitarias que pueblan el mundo, la abolición de la pena de muerte en muchos países, la orientación de muchas leyes al amparo de los frágiles (aunque luego muchas no se cumplan) indican que las fuentes del sufrimiento pueden dejar un día de manar.

¿Cómo cura el Jesús del evangelio? De maneras sencillas y asequibles:

  • Cura con palabras: buenas, respetuosas, verdaderas, amables. Nos hacemos mucho daño con las palabras; podemos hacernos mucho bien con ellas. No achaquemos solamente a los políticos sus palabras inaceptables; mirémonos también a nosotros.
  • Cura con escucha atenta: escucha a la mujer todo lo que esta quiere decirle; escucha a los samaritanos del pueblo. La escucha es muy sanadora. El Papa habla de una escucha amante; escuchar es un acto de amor y de salud. Estamos muy necesitados de personas que escuchen. Pregúntate si eres persona que tiene paciencia para escuchar.
  • Cura conviviendo con todos: por eso se queda Jesús unos días con los samaritanos del pueblo. La convivencia es muy sanadora. Para convivir es necesaria la amabilidad y el aprecio. Si la fe no nos lleva a convivir mejor con nuestra familia, vecinos, amigos e incluso enemigos, no vamos por la senda evangélica.

El evangelio se puede sintetizar de muchas maneras: una de ellas mitigar sufrimientos, curar. Es que el acto de CURAR tiene muchas variantes: curan los sanitarios que cuidan de nuestra salud; cura quien escucha a quien necesita ser escuchado; cura quien acompaña y mitiga la soledad; cura quien ayuda a orientar la vida cuando esta pierde su rumbo; cura quien consuela a quien llora su pena; cura quien sostiene a quien flojea y cae. Hay muchas maneras de curar. Entrar por esas sendas es una suerte, una puerta que se abre a un mundo de verdad.

 

Plan de vida

 

         Está, primero, el propio sufrimiento: mirarlo con la mayor paz posible, alejar exageraciones que son camino de depresión, aprender a mezclar ese dolor con disfrutes sencillos. No estar siempre aireando los propios males, contener un lenguaje invasivo que solamente habla de sufrimientos (solo los miércoles).

         Después está el arte de mirar desde las propias lágrimas, las de los demás. ¿Cómo hacer nuestro el sufrimiento que no nos pertenece? ¿Cómo entender que tengo responsabilidades sobre el sufrimiento ajeno? ¿Cómo salir del “bastante tengo con lo mío”?

         Comenzar por lo cercano: no ser causa de sufrimiento para quien convive conmigo, para quien se cruza en mi camino. No ser causa de sufrimiento innecesario en la familia, en los grupos de los que participo, en el vecindario, en el trabajo, en el barrio. Mitigar sufrimientos cercanos para pretender mitigar los que quedan más lejos.

         No herir con palabras, silencios, desplantes, inhibiciones, alianzas con quien siembra el mal, la maledicencia. Sembrar humanidad, sensibilidad, criterios positivos, valores del corazón. Tener la preocupación de no hacer daño conscientemente. Armarse de paciencia, de amor, para acompañar, empatizar, escuchar. Aprender a preguntarse por el sentido, por la ilusión, por los valores: son las grandes “medicinas” del sufrimiento. Vislumbrar la posibilidad de entender todo esto como una vocación, como una llamada a una tierra, la del consuelo ajeno, que no ha sido la tierra en la que me puso la vida. Es la tierra del evangelio.

 

Oración

 

Que la tiniebla del sufrimiento

no oculte el sol que luce tras ella.

 

Que el velo de las lágrimas

deje ver el brillo de los ojos.

 

Que la herida del corazón

desvele el borboteo del amor.

 

Que las situaciones sin salida

descubran la puerta del misterio.

 

Que los cantos de la pena

no se impongan a la melodía del alma.

 

Que la fe vivida en oscuridad

nos abra a la luz de tu rostro, Señor.

 

Amén.

 

 

3

TIENEN SUERTE LOS MENORES

 

“Tienen suerte los menores

porque llegarán a una tierra de igualdad” (Mt 5,5).

 

Reflexión

 

         El menor (en sentido sociológico) es hoy un sometido por el poder que domina, que excluye, que clasifica, que se impone, que desecha. El poder engendra menores, personas a las que, de una u otra manera, la igualdad les es negada.

         Ser menor es quedar despojado de voz. Los que tienen demasiada voz arrebatan la suya a quien menos la tiene, dejándole mudo a nivel social. Ni se escucha su voz ni se escuchará en un futuro. Menor es uno, una, sin voz; un no escuchado.

         Y todo ello porque hay una asimetría social: el menor no cuenta, no vale, no es respetado, por los que se erigen en mayores. A costa de los demás. El quid está en el tipo de relación que se establece: los menores son los que sufren la desigualdad en la relación.

         Pero ese ser menor es una bomba de relojería: está cargado de anhelo de justicia, de igualdad no concedida, de menosprecio social que pide a gritos otro estilo de sociedad. Por eso, los menores tienen suerte, porque la justicia, el sueño y la utopía están de su parte. Al menor le aguarda una tierra de igualdad, aunque aún haya que recorrer un largo camino de desigualdad.

         Por eso, quien se va pasando al bando de los menores, se pasa igualmente al bando de quienes heredan una tierra de futura igualdad, de relación igualitaria. Creer al evangelio que dice que quien se pasa a ese terreno nuevo es alguien con suerte es algo que va en la medida en que se tiene dentro el anhelo de una  tierra nueva.

         Cualquier acto de igualdad en la relación que se viva es un paso en el largo camino a la igualdad. Al final del camino de la minoridad se halla la igualdad. Estamos en el terreno de las utopías que nos hacen caminar en busca de un sueño.

 

La Palabra de Dios

 

         Jesús ha sido un menor por pertenecer al colectivo social de los tratados en desigualdad. Por eso ha podido profetizar sobre la suerte de caminar con los menores hacia la tierra de la elemental igualdad.

         No le ha interesado tanto la salvación cuanto un modelo de sociedad igualitaria a la que llamaba reinado de Dios. Su interés por una nueva relación le ha llevado a proponerla incluso a quienes no tenían religión. Por eso fue a Tiro y Sidón (Mc 7,24-30).Los judíos de aquella época no iban a tierras de paganos porque pensaban que aquellos estaban destinados al infierno. Sin embargo Jesús, aunque a disgusto (no hay más que ver cómo se dirige a la mujer) fue a la comarca de Tiro y Sidón tras el sueño de una nueva relación para todos. Y no solo eso: reconoció la indudable fe de una mujer pagana, atea. MUJER, QUÉ GRANDE ES TU FE. La mujer es alguien que siendo menor (así lo consideraban los judíos: ellos por encima de los paganos) tiene fe grande, anida en ella la utopía de una relación distinta: que un judío llegue a preocuparse por el dolor de una pagana.

         Estamos rodeados de personas que dicen que ya no creen, familiares nuestros incluso. Han abandonado la fe. Sin embargo, conservan grandes valores: aman a su familia, son solidarios, cumplen sus obligaciones ciudadanas, disfrutan de la vida, etc. Hemos de saber detectar y apreciar esos valores hondamente humanos, de tener en cuenta esa fe de los ateos porque el evangelio apunta a una humanidad más justa y dichosa y ellos, de alguna manera, también. No hemos de subrayar lo que nos diferencia (el hecho religioso), sino lo que une (el deseo de dicha y de justicia). ¿Cómo crear un tipo de relación nueva que apunte a entender la tierra como una herencia común?

         El Papa Francisco en su viaje a Lisboa citó a José Saramago, un escritor portugués ateo militante. Cuando le dieron el Nobel a este autor, el Vaticano lo desautorizó. Ahora, se le cita en una reunión importante de cristianos. La cita en cuestión dice así: “Lo que da verdadero sentido a un encuentro es la búsqueda y es preciso caminar mucho para alcanzar lo que está cerca”. Es decir: para nosotros los cristianos es importante una fe que busca y se pregunta, que camina y no se queda anclada en lo de siempre. Los ateos también nos iluminan. Esta visiónde igualdad básica es la herencia de quienes creen que es una suerte entender y vivir la espiritualidad de la minoridad, el sueño de una tierra igualitaria.

 

Plan de vida

 

Traemos de nuevo a colación el luminoso n. 87 de FT: «Un ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás. Ni siquiera llega a reconocer a fondo su propia verdad si no es en el encuentro con los otros: sólo me comunico realmente conmigo mismo en la medida en que me comunico con el otro. Esto explica por qué nadie puede experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quienes amar. Aquí hay un secreto de la verdadera existencia humana, porque la vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad; y es una vida más fuerte que la muerte cuando se construye sobre relaciones verdaderas y lazos de fidelidad. Por el contrario, no hay vida cuando pretendemos pertenecer sólo a nosotros mismos y vivir como islas: en estas actitudes prevalece la muerte».

Esta es la manera de pensar de quien cree que ser menor lleva dentro la suerte del sueño de la tierra de igualdad. Cualquier relación que se entable desde la simple igualdad camina en esa dirección.

Las relaciones develan el tipo de fe real que se vive: ¿te relacionas bien?, eres buen seguidor/a de Jesús: ¿Son problemáticas, difíciles, ásperas, desiguales, tus relaciones? La fe en Jesús no va bien.

El evangelio te pide un tipo de relaciones igualitarias, construidas desde una minoridad trabajada, aquella que entiende que estamos llamados a una patria de igualdad. Relaciónate con todos, sobre todo con los frágiles, en modos lo más igualitarios posibles. Y considera eso una suerte, algo hermoso, la promesa del evangelio.

 

Oración

 

Padre nuestro,

que en los cielos estás, haz a las personas

iguales: que ninguno se avergüence

de los demás; que todos al que gime

den consuelo; que todos, al que sufre

del hambre la tortura, le regalen

en rica mesa de manteles blancos

con blanco pan y generoso vino;

que no luchen jamás; que nunca emerjan,

entre las áureas mieses de la historia,

sangrientas amapolas, las batallas.

Luz, Señor, que ilumine las campiñas

y las ciudades; que a los humanos todos,

en sus destellos mágicos, envuelva

luz inmortal; Señor, luz de los cielos,

fuente de amor y causa de la vida.

Gloria al Padre, y al Hijo,

y al Espíritu Santo. Amén.

4

TIENEN SUERTE LOS SEDIENTOS DE JUSTICIA

 

“Tienen suerte los sedientos de justicia

porque su sed va siendo apagada” (Mt 5,6).

 

Reflexión

 

En nuestra sociedad da casi vergüenza hablar de justicia. Es como si éste valor sustancial produjera malestar al ciudadano de a pie. Hablar de justicia, demandarla, gritar en su nombre resulta trasnochado, como si uno estuviera anclado en mayo del 68.

Pero la justicia es  el componente “político” del seguimiento, su participación en el devenir social desde una honda compasión histórica. Este componente es insustituible y, de alguna manera, da sentido al componente “místico”  ya que lo hace visible y, por ello, verdadero.

         Por lo mismo, hasta la tarea orante ha de nacer y llevar al logro de la justicia esencial. El cristianismo en general tiene que andar todavía un gran trecho si anhela este horizonte. Y sin embargo, como decimos, existe en ello una gran oportunidad de revitalización. Las palabras del profeta D. Bonhöffer siguen sonando veraces: “Nuestra iglesia que durante años solo ha luchado por su existencia, como si esta fuera una finalidad absoluta, es incapaz de erigirse ahora en portadora de la Palabra que ha de redimir y reconciliar a todos los hombres y al mundo… Por esta razón, las palabras antiguas han de marchitarse y enmudecer y nuestra existencia de cristianos solo tendrá, en la actualidad, dos aspectos: orar y hacer justicia entre los hombres». La oración mezclada a la justicia, ambas realidades unidas.

         Estos son los caminos de la justicia esencial. Ésta no consiste, inicialmente, en meras estrategias, políticas o económicas, para el logro de la justicia. Se trata de una actitud que anida en los trasfondos de lo humano, en la base de lo que somos. Es más, pues, algo que hace relación a la espiritualidad. En ese dominio es donde emparenta con la oración. Una oración por la justicia no es una mera actividad religiosa sino una manera de leer e interpretar los anhelos profundos de la historia, un transitar la búsqueda del sentido. No deja de ser algo que se escapa de nuestras manos.

 

La luz de la Palabra

 

Jesús es uno devorado por la sed de justicia. El relato corrientemente denominado “parábola de la viuda y el juez” (Lc 18,1-8) se inserta, como los anteriores, en el largo viaje lucano de Jesús hacia Jerusalén. En tal viaje hay lugar para instrucciones sobre temas diversos, incluido el de la oración. Pero el contexto de tal viaje imprime una perspectiva nueva a este clásico tema de la piedad religiosa.

         Efectivamente, más que el tema de la oración como tal, lo que se quiere subrayar es el anhelo de la justicia esencial. Así es, el texto que antecede (Lc 17,20-37) habla de la expectación sobre el día de la llegada del reino y el que sigue (Lc 18,9-14) más que de dos modelos de oración de lo que habla en el fondo es de dos maneras de situarse ante la promesa del reino. Es en este marco de anhelo del reino donde se plantea el tema de la justicia esencial. Ésta, la justicia, es el dinamismo de fondo de la realidad del reino.

         Desde esta perspectiva ideológica es preciso entender la relación dialéctica entre el juez injusto “que ni temía a Dios ni le importaban los hombres” (Lc 18,2) y la viuda tenaz que pide justicia “frente a su adversario” (Lc 18,3). El primero, lógicamente, no puede ser tipo de la justicia de Dios. Así es, la justicia del juez es lenta (“por bastante tiempo”: Lc 18,4), comodona (“me está amargando la vida”: Lc 18,5), deseosa de acabar de una vez para que se le deje en paz (“que venga continuamente a darme esta paliza”: Lc 18,5). Es una justicia podrida en su fondo porque no escucha los anhelos de justicia que brotan de las situaciones de pobreza.

         Por eso, el antitipo de este juez venal  es un Dios que responde a los anhelos de quien hambrea un mundo de justicia: a) Dios “reivindicará a sus elegidos” (Lc 18,7), se pondrá de su parte, un Dios parcial; b) “no les dará largas” (Lc 18,7) porque hacer esperar al anhelante de justicia es aumentar el nivel de injusticia; c) escuchará a los que le “gritan día y noche” (Lc 18,7), porque, desde antiguo, es una Dios que escucha los gritos de los sojuzgados.

La “reivindicación sin tardanza” (Lc 18,8) es sello del anhelo de la justicia del reino. No es algo que se pueda posponer sine die. Ahora bien, la gran pregunta queda en el aire: “Cuando llegue el hombre, ¿qué?, ¿va a encontrar en esa fe en la tierra?” (Lc 18,8). Es decir, ¿van a ser capaces los seguidores de Jesús que hacen camino con él de mantener vivo el anhelo de la justicia a pesar del bombardeo de la injusticia y de todas las técnicas disuasorias de una sociedad anclada y asentada en la injusticia?

 

Plan de vida

 

         No habrá que ceder a la desilusión por la justicia, aunque haya muchos motivos para ello. ¿Cómo sentir la justicia como una sed? En paralelo a como se siente la injusticia. Hacerse sensible a la injusticia es camino para que haya sed de justicia.

         Es necesario abrir bien los ojos para sentir con dolor la injusticia cercana y para encajarla con paz y con fuerza a la vez. Si no se siente la dentellada de la injusticia es que estamos situados en ella.

         Antes de preguntarse qué puedo hacer será preciso preguntarse qué estoy dispuesto a hacer, hasta donde soy capaz de dar un paso adelante en el tema de las causas de la justicia: hasta dónde estoy dispuesto a informarme, a acercarme con otros, a mirar de frente las situaciones de injusticia. Quizá haciéndolo brote algún cauce de actuación.

         Habrá que ser cuidadoso para discernir nuestra participación en la injusticia y para alejarse todo lo que se pueda de tales situaciones. Esa participación en la injusticia es cosa más corriente de lo que pensamos. Está en nuestras relaciones familiares, vecinales, sociales. Habrá que tener mucho cuidado.

         Y luego están las situaciones lejanas de injusticia que no son tanto. Basta con hacer unas pocas preguntas y encontraremos con facilidad que hacemos parte de tales situaciones: ¿qué tienen que ver los aparatos que usas con la guerra del coltán de África? ¿Qué tiene que ver el mueble que has comprado con las maderas ilegales de ciertos países? Y así tantas cosas. ¿Cómo despegarse lo más posible de la injusticia que nos compone?

         Tienes suerte si esa sed de justicia te dice algo de una u otra forma. Si no te dice nada es que el programa de las bienaventuranzas te queda aún lejos. Será preciso trabajar por acercarlo.

 

Oración

 

No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón: esto es lo que anuncia el Mensaje a creyentes y no creyentes, a los hombres y mujeres de buena voluntad, que se preocupan por el bien de la familia humana y por su futuro.

No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón: esto es lo que hay que recordar a cuantos tienen en sus manos el destino de las comunidades humanas, para que se dejen guiar siempre en sus graves y difíciles decisiones por la luz del verdadero bien del hombre, en la perspectiva del bien común.

No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón: no nos cansaremos de repetir esta exhortación a cuantos, por una razón o por otra, alimentan en su interior odio, deseo de venganza o ansia de destrucción.

Que nuestra oración se eleve desde el corazón por todas las víctimas del terrorismo, por sus familias afectadas trágicamente y por todos los pueblos a los que el terrorismo y la guerra continúan agraviando e inquietando.

Que la humanidad, en estos tiempos azarosos, pueda encontrar paz verdadera y duradera, aquella paz que sólo puede nacer del encuentro de la justicia con la misericordia.

 

 

5

TIENEN SUERTE LOS QUE AYUDAN

 

“Tienen suerte los que ayudan

porque su debilidad será su fortaleza” (Mt 5,7)

 

Reflexión

 

         La ayuda tiene rango de bienaventuranza cuando se la sitúa en los decisivos términos de ayuda a la bondad, a la justicia, a la humanidad. Es válida la pequeña ayuda cotidiana. Pero la cosa apunta a mayores horizontes: contribuir a dejar un mundo más humano que el que recibimos, por lejano que nos parezca el asunto.

         Para ello hay que considerar si se ayuda desde fuera o desde dentro. Ayudar desde fuera es hacerlo sin llegar a la implicación del corazón, del todo de la persona. Ayudar desde dentro es hacerlo desde la conciencia de estar implicado como gestor de esa ayuda. No es una cosa meramente mental;  es también verificar desde dónde se piensa y se vive la ayuda.

         Esto fundamenta una nueva tipología humana: la sociedad se puede dividir entre los que ayudan y los que no les importan estos valores esenciales y no ayudan a ello (hasta los combaten). Queda fuera de duda que el seguidor/a de Jesús es de quienes pertenecen al grupo de los que ayudan como manera de vivir su seguimiento, no como mera consecuencia de unas creencias religiosas.

         En esa línea dice FT 195 que “ayudar a una sola persona a vivir mejor, eso ya justifica la entrega de mi vida”. Lo que importa no es el volumen de ayuda sino la raíz de la que brota esa ayuda que no es otra sino la conexión con la raíz de lo humano y con lo elemental del evangelio.

         De esta manera, ser ayuda pasa de ser una carga que cuesta llevar a una suerte que se agradece. Un signo de que vamos atinando es ver que ayudar  lleva al gozo y que el precio que demanda la ayuda es carga ligera. La mística de quien ayuda pertenece al gozo del seguimiento vivido como una suerte. Por decirlo de manera sencilla: no me tendrían que pagar por mi ayuda sino que yo mismo, agradecido,  tendría que implicarme cada vez más en los trabajos humanos de ayuda al otro.

 

La luz de la Palabra

 

         Ejemplo luminoso de mística de la suerte que es ayudar la tenemos en la parábola del samaritano compasivo (Lc 10,25-37). Aunque no se diga explícitamente, el samaritano ayuda al caído con alegría hasta el punto de que no le duele nada empeñar todo un conjunto de actos de generosidad (costosos: vino, aceite, posada, etc.). La promesa de volver y pagar indica que no es onerosa la ayuda sino agradecida: contento de poder ayudar. El hacerse prójimo de un judío, añade una nota decisiva a la mística de entender el ayudar como una suerte.

“La propuesta es la de hacerse presentes ante el que necesita ayuda, sin importar si es parte del propio círculo de pertenencia. En este caso, el samaritano fue quien se hizo prójimo del judío herido. Para volverse cercano y presente, atravesó todas las barreras culturales e históricas. La conclusión de Jesús es un pedido: «Tienes que ir y hacer lo mismo» (Lc 10,37). Es decir, nos interpela a dejar de lado toda diferencia y, ante el sufrimiento, volvernos cercanos a cualquiera. Entonces, ya no digo que tengo “prójimos” a quienes debo ayudar, sino que me siento llamado a volverme yo un prójimo de los otros” (FT 81).

Ese “volverse prójimo” es imposible desde la ayuda entendida como carga y es posible de la ayuda entendida como suerte. Es otra manera de ver la realidad, verla desde la alegría que proporciona la sintonía honda con el corazón de quien pasa necesidad.

Los decálogos sálmicos (Sal 10; 111; etc.) han puesto de relieve, desde antiguo, este gozo. Pero la bienaventuranza y, sobre todo, el comportamiento de Jesús le da a la ayuda el espaldarazo definitivo: ayudar es una suerte y un gozo.

 

Plan de vida

 

La ayuda que das, por sencilla que sea, que siga presente en tu vida. Increméntala si es posible. Pero empieza a pensar en algo más hondo, más englobante: ayudar como una vocación, como una manera de ser. Quizá no te lleve a distintas ayudas de las que haces, pero eso tendrá otra mística.

Tal vez haya que ir pensando en ayudas organizadas, no solamente para un logro de mayor eficacia, sino para manifestar la fuente de la ayuda: la pertenencia a la familia humana  y la vivencia de una fe fraterna. Dado que no es fácil conseguir y permanecer en esta clase de opciones, el amparo del grupo será muy importante. Eso demuestra que las grandes transformaciones humanas y creyentes necesitan de la comunidad.

Hay un indudable valor en la práctica de la ayuda “en lo secreto” (Mt 6,3.6). La ayuda publicitada corre el peligro de desvirtuarse. Querer poner la firma de donante al don es entenderlo fuera de la mística evangélica que es la suerte de ayudar. El silencio y la modestia le van muy bien a tal mística.

Más que de bienes, si se habla de la suerte de ayudar, estamos hablando de tiempo, de acompañamiento, de amparo social. Porque, como decimos muchas veces, no se trata tanto de dar cuanto de darse. Quien entiende la ayuda como una suerte va perdiendo el miedo a otra clase de implicaciones que las de la mera ayuda económica.

Por todo lo dicho se entiende mejor que brote un sincero agradecimiento a quienes nos empujan a la ayuda social (Cáritas, Manos Unidas, Verapaz, etc.) porque nos acercan a una de claves fundamentales de comprensión de la vida y de la fe.

 

Oración

 

Concédenos, Señor,

la fortaleza y la sabiduría

para ser una ayuda valiosa

para quienes nos rodean.

 

Permítenos ser comprensivos

y generosos

para ser brazo ofrecido

en que se apoye quien titubea.

 

Que nuestra presencia y nuestras acciones

sean positivas

en la vida de los demás.

 

Asís seremos seguidoras y seguidores

de Jesús,

nuestra ayuda y amparo.

 

Amén

 

 

6

TIENEN SUERTE LOS QUE SACAN

EL MAL DE SU CORAZON

 

“Tiene suerte los que sacan el mal de su corazón

porque su manera de ver la vida cambiará” (Mt 5,8).

 

Reflexión

 

         No cabe duda de que en el fondo de la persona hay sitio para un corazón bueno y para un “Caín”. Hay quien no cesa de alimentar ese Caín y todo lo que toca lo  negativiza, lo deshumaniza. Es fácil vender ese lado oscuro. Por eso tiene tanto éxito.

         Pero hay quien, con trabajo, dedicación e interés logra sacar el mal de su corazón y hacer más espacio al bien, al lado humano. Su motivación no es primariamente religiosa, sino simplemente humana: han logrado ver en el otro a un humano a quien amar y eso les basta.

         Muchas veces, casi siempre, es gente anónima. A veces son personas que habitan un rincón del periódico, porque el corazón bueno no vende mucho. Como el heroico doctor Umar Khan, el único virólogo de Sierra Leona, que dirigió en su país, en 2014, la desesperada lucha contra la epidemia de ébola, esa enfermedad aterradora y letal que mata con hemorragias atroces. Pues bien, sabiendo todo esto mejor que nadie, ese hombre permaneció allí cuidando de los enfermos hasta contagiarse. Tenía 39 años. O como el doctor WasimMaaz, el último pediatra que quedaba en la destrozada Alepo durante la guerra civil siria. Sus familiares huyeron a Turquía, pero él siguió haciendo su trabajo hasta caer bajo un bombardeo, en 2016, con 36 años. 

         Pero, como decimos, es gente generalmente anónima. Logran dejar espacio al bien porque aciertan a ir cambiando su mirada. Ya no es la mirada que cosifica y destruye, sino la que entiende al otro desde su humanidad y desde la fraternidad. Una mirada distinta para un corazón distinto.

         Todo esto no se logra sin trabajo: un corazón sin mal es el fruto de muchos intentos, de algunos fracasos, de la certeza de que volver al bien es siempre posible. Tener un corazón bueno no es solo ni principalmente una cuestión de carácter. Es el resultado de un largo camino de intentos y de esfuerzo. Algunos han dedicado lo mejor de su vida a esa tarea. Y han logrado el fruto hermoso de un corazón sin mal. Han tenido suerte y han tenido esfuerzo.

         Sobre esos corazones que han construido la suerte de ser buenos se asienta la historia. Posiblemente ni ellos lo sepan; ni Jesús quería que le llamasen “bueno” (Mc 10,18). Pero su corazón bueno es el que le ha dado sentido a él y a nosotros. ¿Cómo no va ser una suerte ir por ese camino?

 

La luz de la Palabra

 

         Las páginas de la Palabra albergan innumerables escenas de bondad. En la narración de la historia de José y sus hermanos hay tres escenas de reconciliación: se dejó paso al bien poniendo coto a una gran maldad ejercida antes. Aquellos corazones fratricidas fueron regenerados por el perdón y la fraternidad. En la tercera de las escenas, cuando asoman de nuevo los fantasmas del mal, se dice que José ratificó la opción de ser bueno con sus hermanos “hablándoles al corazón” (Gn 50,21).

         Se habla al corazón porque se apunta a él desde el propio corazón. Pretender entender y vivir la suerte de un corazón sin mal desde lenguajes (verbales o no) duros, insultantes, despectivos, violentos es una imposibilidad. Hay que aprender el lenguaje del corazón para entrar en el grupo de quienes consideran una suerte tener un corazón sin mal.

         Y ello hasta llegar a un amor asimétrico, como el de Jesús (Jn 13,34): devolver amor aunque no se reciba amor. Es la prueba definitiva de que se tiene por suerte el poder vivir sin mal dentro, sin oscuridad. Es difícil, pero tenerlo, al menos, en el horizonte de la vida y de la fe sería ya algo muy positivo.

         No estamos hablando de algo lírico, sin carne. El logro de entender y vivir como una suerte el corazón sin mal es, ya lo hemos dicho, un fruto de madurez, un logro al final de un largo camino. El seguidor acepta esa propuesta con la alegría de quien ha encontrado un tesoro.

 

Plan de vida

 

         La honda valoración de la suerte de vivir sin mal en el corazón no habría de producir una sensación de desaliento, como si eso quedara fuera del alcance de un creyente común. No es cuestión de excelencia, sino de una mística y de un trabajo: la mística de la hermosura de un corazón sin mal y el trabajo por ir en esa dirección.

         No habrá que dejarse arrastrar por el “piensa mal y acertarás” del pensamiento de corazón negativo. Al contrario: pensando bien es como se acierta y actuando bien. Esos son los caminos de quien ha entendido como una enorme suerte la  diferente manera de vivir con un corazón sin mal.

         Es preciso hacer un acto de fe continuado en la bondad del corazón humano, algo más difícil que profesar una fe en Dios. Creer en el otro como una manera de creer en Dios. Ambas fes van unidas y se necesitan intrínsecamente. Hay que trabajar este terreno sin desfallecer.

         Y junto a esa fe, las buenas palabras que son el lenguaje de quien entiende la mística del corazón sin mal. Las malas palabras son una siembra de sal que impide y bloquea la suerte de vivir con un corazón sin mal.

         Y con esas buenas palabras, los gestos sencillos de bondad que pueden abrir la puerta a ese “corazón de carne” del que nos hablan las viejas profecías (Ez 36,26). Ese es el corazón sin mal, lo contrario del “corazón de piedra” que no se ablanda ni con las lágrimas de los pobres.

 

Oración

 

Señor Dios, clemente y compasivo,

rico en bondad y en misericordia,

te pido que me des un corazón de carne

que sienta cada día la fuerza de tu amor.

Dame, Señor, un corazón de carne

que no se sienta bueno;

un corazón de carne que busque conocerte

para mejor amarte. 

Dame, Señor, un corazón de carne

un corazón de carne que sea fiel y generoso;

un corazón de carne que ame la justicia;

un corazón de carne esforzado y valiente;

un corazón de carne que no guarde rencores

por nada ni por nadie.

Dame, Señor, un corazón de carne;

un corazón que ame hasta que duela;

un corazón que busque ser mejor cada día;

un corazón que se eleve por encima de él mismo.

Dame, Señor, un corazón de carne;

un corazón sensible;

un corazón sincero;

un corazón sencillo;

un corazón decidido y valiente.

Dame, Señor, un corazón de carne

un corazón que ame por encima de todo;

un corazón limpio y transparente;

un corazón que viva en la esperanza.

Dame, Señor, un corazón de carne,

que se parezca al tuyo;

un corazón que viva y que palpite como tu corazón.

Amén.

 

7

TIENEN SUERTE LOS ARTESANOS DE LA PAZ

 

“Tienen suerte los artesanos de la paz,

porque Dios los mira como a hijas e hijos” (Mt 5,9).

 

Reflexión

 

         Construir la paz es edificar una humanidad nueva. El empeño es gigantesco. Pero no por ello hay que desistir de la empresa. Hacer posible la sociedad igualitaria, la economía de equidad, la relación respetuosa, la política inclusiva, es el gran anhelo que la humanidad tiene inscrito en su interior por muy lejos que se halle de tal horizonte.

         Dice la bienaventuranza que tienen suerte los que descubren que su vocación es ser irenopoios, artesano de la paz, albañil de una enorme construcción, del gremio de quienes hacen algo práctico por la paz. Tiene suerte de sumarse a una corriente de humanidad que brota desde los albores de la historia.

         Tienen suerte porque han entendido que no se trata tanto de actos cuando de actitud, no se trata tanto de logros cuanto de empeños. Así es: la evidencia de que se ha entendido tal suerte es que no por lograr poco se tira la toalla. Lo poco es camino de lo mucho. Y, como dice el Eclesiastés, siembra la paz por la mañana y por la tarde porque no sabes cuál de los dos va a ser la cosecha buena.    

         Los trabajos por la paz mezclan los trabajos cotidianos con los grandes anhelos. Pero son los primeros los más decisivos, por encima de su humildad, de su escondimiento. Efectivamente, la batalla de la paz, la construcción de su edificio se decide en la distancia corta del kilómetro de casa en el que se vive.

         A nivel político, el seguidor de Jesús propugna la difícil realidad de una paz desarmada.Es algo que, hoy por hoy, pertenece al ámbito de las utopías. Más aún, la sociedad mira con desdén un planteamiento así. A pesar de que la paz armada ha traído escasos resultados, se cree que la paz desarmada es el caldo gordo que busca el agresor. Incluso se piensa que es una actitud de debilidad, de apocamiento, de cobardía. 

         Desarmar la paz es un trabajo doble: primeramente es preciso el milagro de sentar a la mesa común a los contendientes haciéndoles ver que se las ha llamado no para dirimir un duelo, sino para hacer un camino en la difícil dirección del entendimiento. Se trata del espinoso trabajo de la elaboración de conflictos donde habrá que cambiar las bases éticas de relación y tratar de imaginar escenarios comunes de actuación por ínfimos que sean.

         En este proceso de “desarme” tiene un papel importante la mediación, si es admitida. Las espiritualidades, la cristiana en nuestro caso, pueden ser herramientas útiles de mediación. Se trataría no tanto de condenar la guerra, sino de buscar posibles caminos de entendimiento. Este trabajo no podrá hacerse si la espiritualidad, si los cristianos, no somos, en primera instancia, personas de paz.

 

La luz de la Palabra

 

El núcleo de la misión cristiana, tal como lo vemos e Mt 1013 y Lc 10,5-6 es la oferta de la paz. La serie de diez actitudes que se enumeran como tareas cuando se va por el mundo, como trabajos de misión, concluye en la oferta de paz. A eso habrá que llegar porque la paz es la puerta de cualquier transformación social. Por eso es una oferta para “toda casa”. Nadie queda excluido de la oferta. Y ofrecerla en la modalidad de “casa” y no personalmente, subraya el carácter colectivo de la paz como cauce de ciudadanía. La oferta adquiere una indudable primariedad: antes que nada hay que poner delante la paz, después, si se quiere, se pondrán otros valores, la misma fe. La paz tiene un rango distinto, superior a todo otro valor, incluidos los valores religiosos. Es una paz que se ofrece en el momento mismo de “entrar”, en el umbral: nuevo rasgo de primariedad. De tal manera que, si la paz se instaura, se instaura el reino y si la paz vuelve al mensajero porque no se la acepta, ha fracasado la misión del reino.

La paz sintetiza y resume todos los valores del reino porque éste alborea cuando la paz nace en las relaciones humanas. Todo el arco de las situaciones necesitadas de paz entra en el propósito evangélico y por el logro de la paz se mide el logro del evangelio.

Textos equívocos como Mt 10,44 (“No he venido a traer paz, sino espadas”) no pertenecen al pensamiento de Jesús, sino que derivan de las situaciones provocadas en la primitiva misión cristiana. Como dicen muy bien Efesios y Colosenses, el secreto designio de Dios es hacer una gran obra de reconciliación con la mediación de la obra de Dios. De tal manera que si reconcilias, eres seguidor; si no lo haces, no eres seguidor. Así, la tarea de construcción de la paz se constituye en el trabajo primordial de la fe evangélica.

 

Plan de vida

 

         Hay que animarse a encarar el tema de la paz como ámbito primordial de la existencia evangélica. No puede ser considerado como un tema menor, como un adorno en la vida cristiana. Es tema decisivo.

         El aprendizaje de un verdadero camino de paz ha de ser necesariamente lento y práctico. Lento porque se trata de remover capas muy profundas del ser humano, muy hechas ya. Se requiere mucho ahínco y paciencia. Y ha de ser un trabajo de experiencias prácticas de pacificación. Los asuntos de la paz no se logran ni siquiera en la oración (aunque esta ayuda). Se consiguen en el diálogo, en el pacto y en la vida ofrecida al otro.

         Y en este tema, más que en ningún otro, los trabajos de paz han de comenzar por pacificar a uno mismo. Ya decía san Francisco a sus hermanos: “La paz que predicáis, habite primero en vuestros corazones”. Se hace obra de pacificación en la medida en que se está pacificado por dentro. De lo contrario todo será postureo y falsedad.

         Los grandes problemas de la paz se cuecen también en la intimidad de la cocina o en el cuarto de estar de tu casa. Hay que vigilar qué se habla ahí, cómo se mezcla todo a palabras y vivencias de paz o cómo el lenguaje es duro y militante. Trabajar en lo cercano es capacitarse para comprender mejor lo lejano.

         La oración por la paz ha de incluir un cierto compromiso para que no sea una planta sin raíz. Inicialmente no es necesario que sean compromisos totalizantes. Sirve algo testimonial. Luego se darán más pasos.

 

Oración

 

Señor Jesús,
por tu gloriosa pasión,
vence la dureza de los corazones, prisioneros del odio y del egoísmo;
por el poder de tu resurrección,
arranca de su condición a las víctimas de la injusticia y de la opresión;
por la fidelidad de tu venida,
confunde a la cultura de la muerte y haz brillar el triunfo de la vida.

Señor Jesús,
une a tu cruz los sufrimientos de tantas víctimas inocentes:
envuelve con la luz de la Pascua

a quienes se encuentran profundamente heridos:
las persone abusadas, despojadas de su libertad y dignidad;
haz experimentar la estabilidad de tu reino

a quienes viven en la incertidumbre:
los exiliados, los refugiados

y quienes han perdido el gusto por la vida.

 

Señor Jesús,
extiende la sombra de tu cruz sobre los pueblos en guerra:
que aprendan el camino de la reconciliación, del diálogo y del perdón;
haz experimentar el gozo de tu resurrección

a los pueblos desfallecidos por las bombas:
arranca de la devastación a Irak y Siria,

Afganistán y Ucrania,

Gaza y Yemen,
reúne bajo la dulzura de tu realeza a tus hijos dispersos:
sostén a los cristianos de la diáspora

y concédeles la unidad de la fe y del amor.

 

Santa María, reina de la paz,
tú que estuviste al pie de la cruz,
tú que nunca dudaste de la victoria de la resurrección,
sostén nuestra fe y nuestra esperanza;
tú que has sido constituida reina en la gloria,
enséñanos la alegría del servicio y el gozo del amor.

Amén.

8

TIENEN SUERTE QUIENES VIVEN

CON FIDELIDAD

 

“Tienen suerte quienes viven con fidelidad,

porque gozarán del amparo del Dios fiel” (Mt 5,10).

 

Reflexión

 

         Quizá la fidelidad sea uno de los valores más negados, sobre todo en el ámbito afectivo. Pero también se celebran con regocijo. Permanecer vivos en una opción por 25, 50 o más años es un milagro de vida. Y como tal se lo valora.  Y lo mismo ocurre en otros ámbitos: por frágiles y naufragantes que sean nuestras opciones, la fidelidad se valora.

         Vivir en fidelidad no es lo mismo que vivir en coherencia. Esto es otra cosa. Quien es coherente tiene un agarradero vital formidable. Pero la fidelidad puede vivirse en la fragilidad y en una cierta incoherencia, siempre que se reconozca y, llegado el caso, se sepa pedir perdón. Por eso mismo, la fidelidad es valor que pueden vivir los frágiles, los que caen.

         A la fidelidad la va muy bien el silencio, el huir de orgullos falsos y de voces que proclaman lo que no viven. Mejor callar que alardear. Porque dime de qué presumes…La fidelidad y la humildad son hermanas. Una no se entiende sin la otra; una fracasa si fracasa la otra.

         Como todos los valores, la fidelidad es probada cuando las cosas vienen mal dadas. Por eso dice la bienaventuranza que tienen suerte los que valoran la fidelidad incluso en tiempos de persecución, de incomprensión. Quien sabe recogerse en sí mismo cuando las cosas se ponen difíciles y opta por seguir siendo fiel, saldrá fortalecido de la prueba. Los momentos difíciles surten y desvelan la verdad de lo que decimos valorar.

         Tienen suerte quienes entienden desde dentro el valor de la fidelidad y quienes lo viven no como un peso, sino como una posibilidad. Viene a decir la bienaventuranza que Dios ampara el camino de quien vive en fidelidad porque él también está hecho de fidelidad.

 

La luz de la Palabra

 

La figura de Pedro en los Evangelios es, globalmente hablando, la de un fiel a Jesús que tiene grandes dificultades personales y sociales para entender y asimilar los dinamismos del Reino. Este texto lo refleja:

¡Simón, Simón! Mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como el trigo, pero yo he rogado por ti para que no llegue a faltarte la fe. Y tú, cuando te conviertas, afianza a tus hermanos. Él le repuso: - Señor, contigo estoy dispuesto a ir incluso a la cárcel y a la muerte. Replicó Jesús: - Te digo, Pedro, que no cantará el gallo antes que hayas negado tres veces que me conoces (Lc 22,32-34).

Este texto viene, lógicamente, después de Lc 19,29-40, la entrada anti-mesiánica (porque entra como en rey de paz, en Jn ni entra) en Jerusalén. La gente, y los discípulos (Pedro que los representa), han vivido esa escena como una realidad de mesianismo político y nacionalista: ahora se va a ver que Dios hace de Israel el centro del mundo, ahora vamos a salir de la opresión y la pobreza, ahora nos va a tocar mandar, ahora seremos fuertes y temidos, etc. De ahí ese grito de victoria Hosanna (¡cómo ha quedado en la misa, aunque trasformado por la teología y por una cierta “ignorancia”!). Esta es la gran tentación de Pedro y de todo el discipulado, tentación Satánica. Es la tentación del brillo, del número, del poder, de la relevancia. Tentación sempiterna en la estructura humana y en las estructuras sociales, fraterna. No podemos comprender la realidad de un Jesús “menor” (de un Dios igualmente menor). Esto va a ser una “criba”, una herramienta de discernimiento: se va a ver quién es quién en la medida que se acerca uno o se aleja de la notoriedad, del brillo, del espectáculo televisivo.

Tiene que venir en ayuda la oración de Jesús: “he rezado por ti”. Cuando esta oración es necesaria, es que la imposibilidad humana es manifiesta (como en Jn 14,14). Contando con la oración de Jesús se puede intentar andar los caminos de la fidelidad aunque el brillo nos tire como la luz a las mariposas. Resulta estremecedor que la oración de Jesús por Pedro es “para que no llegue a faltarte la fe”. ¿A qué se refiere? A la fe en un Mesías pobre, sin brillo, entregado, oculto. Pedro tiene esa fe muy débil, porque lo que anhela el fondo de su alma es la fuerza y la relevancia. El logro de una fe humilde es el objeto de la oración de Jesús. Esa fe es compatible con la debilidad real de la persona. Y, desde ahí, la posible vida en fidelidad se hace cercana. Hasta Pedro, tan tentado, podría vivirla.

Por eso mismo, Jesús le mantiene a Pedro su propia fidelidad: “cuando te conviertas, afianza a tus hermanos”. La defección de Pedro no va a ser obstáculo para mantenerle a Pedro la confianza y su función (la llamada “función petrina”. Confirmar la fe sus hermanos). Por eso, uno que ha fallado podrá confirmar la fe. No es la calidad de su fe (es una fe que ha fallado) el aval de su ministerio petrino, sino “la conversión”, es decir, la vuelta a la vivencia del Jesús humilde y entregado. Desde esa vivencia de la fe menor, oculta, sin brillo, podrá confirmar la fe de sus hermanos. (La plena conversión de Pedro requerirá un largo proceso: Lc 22,54-62; Hech 10,11-16; 11,5-10; 12,11.17). Es una maravilla que Jesús mantenga su fidelidad a Pedro a pesar de su tentación hacia el brillo y su caída cuando le entrega de Jesús muestre toda su pobreza (la cruz). Pero también es una maravilla que Pedro pueda llegar a situarse en otro terreno, en el terreno de la fe pobre, verdaderamente mesiánica. Fidelidad de Jesús y fidelidad de Pedro se entremezclan (aquí se llega al cruce de ambas fidelidades, porque no hacemos nada con decir que Jesús, o Dios, es fiel sin percibir que la persona puede ser fiel si se “convierte” a la fe pobre).

La buena voluntad de Pedro, incluso su indudable amor a Jesús quedan de manifiesto en su respuesta generosa pero insensata. Quien vive en el brillo no mide el alcance de sus propuestas. Suele ocurrir que todo ese brillo queda luego realmente en nada o en casi nada. Resulta estremecedora (por inconsciente) la respuesta de Pedro. Da la impresión que le viene a decir: no necesito tu oración para nada; tengo suficiente fuerza dentro de mí para mantenerme en la fidelidad (en realidad, esa fuerza no es sino su ambición, su anhelo irrefrenable de participar en el posible triunfo del mesías brillante, su indiscernido sueño de salir de la pobreza y la irrelevancia que constituyen su vida de persona ignorada). Hay entregas que encierran en su último pliegue un formidable egoísmo.

Jesús de dirige ahora no a Simón, sino a Pedro, a un obstinado, a uno que no ve el alcance de sus posturas: la traición será el tocar fondo de Pedro. Ahí se convencerá de que es preciso ir por otro camino. Desde ahí entenderá que la fidelidad solamente podrá ser un logro desde la vivencia de una fe pobre, menor, humilde, “dejándose llevar a donde no quiere” (Jn 21,15). Una vivencia de la derrota de su Jesús, de su muerte y abandono, es el comienzo de un camino de posible fidelidad. Jesús cree que Pedro es capaz de hacer ese duro camino. No es de extrañar que le mantenga la fidelidad, la tarea de confirmar la fe.

El gallo era, para los antiguos judíos, un animal diabólico (“Si quieres comprobar la existencia del diablo, echa cernida alrededor de tu cama y verás, a la mañana siguiente, las huellas de la las patas de un gallo”, dice La Mishna). El gallo te va a vencer, se le dice a Pedro. Aun así hay posibilidad de fidelidad. Aun vencidos por el diablo, por el desaliento, por la increencia, por la derrota más fuerte, hay posibilidad de fidelidad si se retorna a la experiencia de una fe humilde. El amor indefectible de Jesús rescatará a Pedro, nos rescatará.

 

Plan de vida

 

         No cedas al desaliento cuando has comprobado muchas veces las dificultades y los abandonos de la fidelidad. No es razón para tirar definitivamente la toalla. Siempre hay posibilidad de resetear, de reiniciar. La fidelidad mantenida no es la impecabilidad, sino ese afán de vivir como seguidor contando con nuestros fallos.

         Valora el ser fiel como una suerte, sobre todo porque es más hermoso lo que el evangelio te promete que lo que tú prometes al evangelio. Eso es lo que tiene que darte fuerzas para anhelar la bienaventuranza de la fidelidad, la hermosura de querer ser fiel a lo que se aprecia y a quienes se aprecia.

         De ahí habría que sacar fuerzas para dar pequeños pasos en dirección al amor fiel cuando parece que todo son barreras (la mayor barrera es la dureza de corazón de uno mismo). Cualquier gesto, por sencillo que sea, puede ser útil.

         Cumplir la palabra que se da es otro rostro de la fidelidad. Si no se va a cumplir, mejor no prometerlo. Y si se promete, tiene que verse la intención decidida de cumplirlo. De lo contrario la relación pierde densidad, se empobrece y la superficialidad se instala en nuestra vida. La fidelidad no busca sino el bien del otro. Por eso mismo, ser fiel es algo proporcional al amor.

         No hay que extrañarse de que la fidelidad sea incomprendida, “perseguida”. Mantenerse en ella, ya lo hemos dicho, es prueba de madurez humana y creyente. Elígela.

 

Oración

 

Gracias, Señor, por tu fidelidad:

que no valore tanto lo que yo he prometido,

sino lo que tú me has prometido.

 

Que mi fidelidad no sea terquedad,

que no ponga el énfasis

en la ley cumplida,

sino en el amor vivido y celebrado.

 

Que mi sí sea un sí

y mi no un no.

Que se fíen mis hermanos de mí

y que yo me fíe de ellos.

 

Que sea fiel sin rigidez,

cumplidor sin soberbia,

responsable sin acusar a nadie

fiel con alegría.

 

Enséñame la suerte

de vivir en fidelidad,

para que tu amor fiel

aparezca vibrante en nuestra vida.

 

Amén.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

9

¡AY DE QUIEN VE LA VIDA

SOLO DESDE LOS BIENES!

 

“¡Ay de quien ve la vida sólo desde los bienes,

porque vivirá en continuo desasosiego!” (Lc 6,24).

 

Reflexión

         Los bienes materiales nos son necesarios. Pero nos llevan a una convicción, a una manera de ver la vida: quien tiene, es; quien no tiene, no es. Este enfoque recibe un “ay” del evangelio porque puede producir el desenfoque de creer que los bienes son la única base real de la vida. Sí, aun cuando muchas veces veamos lo contrario, los bienes pueden producir el espejismo de que, con ellos, estamos seguros.

         ¿Cómo cambiar de perspectiva? ¿Cómo poner más interés en las buenas relaciones, en el disfrute sencillo, en la confianza del corazón, en la alegría de los encuentros, en la satisfacción de la solidaridad, en los sentimientos de amparo, el gozo de una fe compartida? ¿No son, todo esto, “bienes” que pueden dar otro gusto a la vida? ¿Puede uno asentar su vida en estos valores, aun sabiendo que necesita recursos económicos para vivir? ¿Pueden estos ocupar otro lugar que el centro de la persona?

         Es cierto que muchas veces los agobios económicos nos descolocan. Tienen potencia para ello. Pero ¿cómo construir otro estilo de vida cuando tenemos los recursos necesarios para vivir? ¿Cómo no caer en la zozobra del querer tener siempre más? ¿Cómo no arruinar la vida por asuntos económicos que, con frecuencia,, no son necesarios?

         La pregunta definitiva es ¿en qué se apoya tu vida? ¿Cuál es el terreno sólido que está bajo tus pies? Puede que uno acalle esas preguntas en medio del ruido de los días. Pero quien logre ir encontrando una respuesta a tales planteamientos tiene suerte, se ha labrado una buena suerte.

         No nos extrañe que siempre estemos daño vueltas a esta clase de asuntos. Son los que realmente componen la vida y darles una salida es un triunfo. Pensar la vida y pensar la fe puede ser algo muy saludable.

 

La luz de la Palabra

 

         En Mc 10,23-31 los discípulos y Jesús  hablan de las riquezas, ellos que son pobres. El núcleo de esta catequesis a los discípulos viene a ser éste: ¿Dónde vas poniendo la confianza (es un proceso)? El tema de no es tanto las riquezas, sino la confianza que se deposita en ellas. Donde pones la confianza esas son tus riquezas. O de otra manera: ¿Dónde están tus apoyos últimos? ¿Con qué recursos verdaderos cuentas para caminar hacia una vida plena? El texto invita a no ponerlos en las riquezas (manera común de contabilizar recursos) sino en el Reino de Dios, en el mundo orientado a la comunidad.

¿Se puede vivir teniendo como apoyo vital esta confianza? Es difícil, dice el texto, porque la riqueza es una orientación de la persona a la que es muy difícil renunciar o darle otro sentido. Esta confianza solamente puede quedar abandonada si realmente se descubre otra mejor. En esta dificultad desvela el Evangelio su carga de utopía, de anhelo y de entrega a esta empresa nuestra tan costosa de cambiar las estructuras de la confianza.

La “enorme impresión” muestra que los discípulos han captado bien que ellos, de algún modo, son de los que confían en la riqueza, es decir, su vida está asentada sobre riquezas diferentes a las que ofrece el Reino. No es poco que queden impresionados, no está mal. Quizá haya todavía una posibilidad cuando el Evangelio impresiona. Y cuando hablan de “subsistir” se están refiriendo a la subsistencia más cotidiana. ¿Cómo es posible vivir, poniendo la confianza en uno que dice que él te acompaña cuando tú acompañas al débil?

Cuando dice el texto que “con Dios todo es posible”, quiere decir que lo es no sin más sino con la solidaridad que suscita el haber puesto la confianza en los valores del Reino (nada más lejos de un espiritualismo vano). La confianza vivida en el ámbito del Reino, en la comunidad, genera un sin fin de posibilidades para subsistir, para vivir con humanidad y con gozo. A una comunidad todo le es posible en la perspectiva del Reino. Aquí el horizonte es ilimitado.

Dice Pedro, constituyéndose una vez más en portavoz del grupo, que “lo han dejado todo”. Pero no han abandonado su ambición que está pegada a su estructura personal y de grupo. Y con ella, tampoco han abandonado su confianza en la riqueza que, como camino para el más seguro subsistir, sigue intacta. Ya lo hemos dicho, están sin estar. El suyo es, aún, un seguimiento interesado y, por ello, algo lejano al Reino. Tienen que dar pasos más decisivos en la confianza básica.

Lo que recibe el seguidor en comparación con lo que deja es mayor no sólo por la abundancia (cien veces), sino también por la libertad y la igualdad (fijémonos que en la serie que describe el premio desaparece la figura del padre que, en la época, es prototipo de autoridad e incluso de autoritarismo indiscutible). Esto es lo que ha de ir suscitando confianza: la promesa de Jesús. En el fondo, la confianza evangélica se remite y reduce a si se es capaz o no de vivir en las promesas de Jesús.

Cuando el texto quiere afianzar la confianza no obvia “las persecuciones”, el precio que es preciso pagar en el camino de crecimiento de la realidad humana cuando ese crecimiento ha de hacerse a base de confianza. Las persecuciones no son genéricas sino algo muy concreto: el Evangelio(quizá la religión sí)  no crea otros enemigos que los que están contra lo humano. Pero dado que las estructuras de inhumanidad aún son muchas, las persecuciones son abundantes. Pero, repitámoslo, el Evangelio, por su propia lógica, tiene que generar sobre todo fraternidad, amistad, amor.

El v.31 es un colofón a toda la catequesis: no se puede entrar en el reino manteniendo una posición que crea dependencia dentro del grupo. La tarea es común, la ilusión común, la igualdad es el secreto. Por eso, no puede haber en el reino una inversión de situaciones sino la certeza de la más estricta igualdad. El que termine así toda la catequesis quizá quiera mostrar que, el resumen de toda ella está justamente en el tema de la igualdad.

 

 

 

Plan de vida

 

         Hay que tomarse este tema de lo económico con paz y con interés. Con paz para no salirse con tópicos que, en el fondo, lo que buscan es no encarar esta visión de la vida. Con interés porque no pocos de nuestros comportamientos dependen de si se tiene una manera de ver la realidad u otra.

         Quienes tenemos lo básico garantizado habríamos de ser personas liberadas para poder aceptar con gozo y agradecimiento los planteamientos del evangelio. Sin tanta presión en lo económico, el evangelio debería aparecer como más creíble. ¿Por qué nos parece tan increíble?

         Otra es la situación de quienes viven con muchas dificultades. Ahí no hay duda: tendrían que ser objeto de nuestra ayuda para que vean que el evangelio no es solamente doctrina, sino también amparo.

         La “malaventuranza” de Lucas puede parecer una amenaza, pero habría de ser un aliento: hay maneras interesantes de orientar la vida que no tienen que ver directamente con el dinero. Si va pasando la vida y no las descubrimos habrá que preguntarse si el evangelio va haciendo su obra o no.

         Si hay generosidad, siempre se pueden arreglar asuntos económicos que chocan con el evangelio. Si no hay generosidad, no hay nada que hacer. La generosidad es la salsa para todos los guisos en temas de economía según el evangelio.

 

 

 

Oración

 

No dejéis morir a los viejos profetas

pues alzaron su voz contra la usura

que ciega nuestros ojos con óxidos oscuros.

 

No dejéis morir al profeta Jesús

que habló y vivió

confiando en el corazón

y no en los caudales.

 

No dejéis morir a tantos y tantas

que tuvieron por riqueza única

el amor entregado,

la riqueza de la bondad.

 

No dejes morir la voz

que te alienta hoy

a recorrer las sendas siempre nuevas

de la generosidad

tan distintas de las del egoísmo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

10

¡AY DE QUIENES DESPILFARRÁIS!

 

“¡Ay de quienes despilfarráis,

porque vuestro interior se secará” (Lc 6,25)

 

Reflexión

 

El despilfarro es una iniquidad, sobre todo el despilfarro de alimentos, el más inicuo de todos mientras haya tanta gente que pasa de hambre. Tirar alimentos es la manera más evidente de decir: soy indiferente a tu grito de hambre. El problema del despilfarro de alimentos está determinado por el sistema económico dominante y por una organización social fundamentada en una estructura propia de provisión de alimentos. Todo ello impulsado por la cultura consumista inherente al sistema capitalista. Pero es preciso abordar, también, esta problemática desde el ámbito cultural para comprender que no es una cuestión completamente ajena al común de los consumidores. Efectivamente, la comida sale a borbotones de la maquinaria de los supermercados y acaba inundando a los consumidores.  Éstos son cómplices voluntarios: el modelo de abundancia de comida es intrínseco a la cultura de consumo. Se tira más del 40% de los alimentos y de ello una parte notable se hace en los hogares domésticos. Hemos de ser consciente de que todos los alimentos que producimos pero que a posteriori no consumimos, gastan un volumen de agua altísimo, y también conllevan  la emisión de millones de toneladas de gases de efecto invernadero que se acumulan en la atmósfera. 

Y luego está el despilfarro de agua. Para satisfacer nuestras necesidades básicas, necesitamos diariamente de 25 a 50 litros de agua libre de toda contaminación. Un ciudadano estadounidense o europeo gasta de 5 a 10 veces más. España en concreto está por los 142 litros diarios. No es un uso racional. Por no dar más que un simple dato: afeitarse con el grifo abierto lleva de 40 a 75 litros. Mientras que con grifo cerrado solamente se gastan 3 litros. Elevemos esto a categorías más altas, el uso industrial, el uso agrícola y tendremos cifras de horror. Lo peor es el sentimiento de impunidad y la insensibilidad ante nuestros comportamientos cotidianos. Creemos que el problema del agua se resuelve con austeridad (que no practicamos) cuando en realidad se soluciona con una actitud de justicia. El uso habitual del agua en los países desarrollados es el rostro de su injusto despilfarro. Ante él, los pobres escupen su anhelo de justicia y su derecho al agua.

         Y a continuación vienen en fila los demás despilfarros: energía, tejidos, medios de comunicación, viajes, etc. Una larga letanía que dirige su dedo acusador frente a nosotros. Hay que hacer algo. Y antes, es preciso seguir trabajando por una nueva mentalidad, la sobriedad feliz, el bien común, etc. Leer el evangelio lleva a no ceder en este empeño, a seguir siempre pensando y actuando, a no tirar la toalla. Y no tanto para no caer bajo la “malaventuranza evangélica, sino sobre todo  para colaborar al gran sueño de Jesús: una economía fraterna en una sociedad igualitaria, equitativa.

 

 

La luz de la Palabra

 

En el relato de necio que construye graneros nuevos y le arrebatan la vida (Lc 12,13-21) la tesis del texto es que “la vida no depende los bienes” (v.15). O dicho de manera positiva: los bienes están al servicio de la vida, de quienes viven. Por eso, los mecanismos de acumulación como fuente de vida son caminos insensatos. La fragilidad de la existencia humana deja ver que los valores de plenitud han de estar en otro lugar que la acumulación de bienes.

         El antitipo del antiicono es un “hombre rico” (v.16). Le hubiera podido bastar con su riqueza, porque ya era de por sí rico. Pero la imparable ambición le lleva a idear un mecanismo de acumulación que, piensa, le asentará sobre la vida y garantizará un futuro mejor del que ya disfruta. Es el prototipo de quien no puede parar en su dinámica expansiva económica sustentada por el afán de poder, porque, en definitiva, tener más es tener más poder.

         De ahí que ponga en marcha un mecanismo de acumulación “derribaré mis graneros, construiré otros más grandes, almacenaré allí todo mi grano y mis provisiones” (v.18). Se destruye la infraestructura que ya le había hecho rico y se invierte en otra que produce mucho más. La acumulación conlleva la destrucción insensata. Y se almacena “todo”. Nada queda para otros.

         Efectivamente, la finalidad de la acumulación es el mero disfrute del capitalista: “descansa, come, bebe y date la buena vida” (v. 19). Es el hedonismo propio de la conciencia aislada. No entra ahí nadie que no sea él mismo. No hay cabida para otros. La muerte deja a la vista el radical extravío del antitipo. Y con modos populares pero muy realistas se hace la pregunta decisiva: “¿Para quién va a ser?” (v.20).

         De ahí que la conclusión o lección que se desprende del icono esté articulada en la antítesis “rico para sí/rico para Dios” (v.21). Ser rico para sí es lo que ha desvelado el texto del necio que acumula. Eso queda claro. Rico para Dios no puede traducirse por hacer limosnas religiosas, dinero religioso. El rico para Dios es aquel que construye mecanismos de igualación de tal manera que la riqueza sea patrimonio común de lo humano. Esa es la riqueza que Dios quiere, la de la sociedad igualitaria. Se trata de asentar la realidad de los bienes económicos sobre una razón de humanidad. 

         El tema de la acumulación y, en concreto, los graneros que acumulan hunde sus raíces en los años del neolítico. Efectivamente, “la construcción de graneros pudo haber sido el rasgo más importante del creciente sedentarismo que requería un alto grado de participación de la comunidad en los nuevos estilos de vida. Estos graneros son un primer paso decisivo, y, probablemente, la base técnica definitiva, para el desarrollo de las grandes aldeas agrícolas que surgieron hace entre 9.500 y 9.000 años en Oriente Próximo. En muchos aspectos, la capacidad de almacenar alimentos es el eslabón perdido que faltaba en la cadena de progresos que condujeron a la revolución de la agricultura, y puede ayudar a explicar cómo tanta gente podía vivir junta en una misma aldea”. Con esto estamos queriendo indicar que las técnicas económicas de acumulación hunden sus raíces en las edades fundacionales de la historia humana. De ahí que una crítica a estos componentes esenciales es, en el fondo, una crítica a modos de ser persona que ciertos pensamientos, el evangélico entre ellos, tratan de modificar.

         Esta crítica, lógicamente, no es solo evangélica. Muchas filosofías han tenido semejantes intuiciones. Pero el texto lucano tiene sus matices: no argumenta por razones lógicas, sino por planteamientos vitales. La evidente fragilidad de la vida, de las estructuras históricas  (“te reclaman la vida”: v.20), tendría que llevar a tomar otros derroteros. No está presente la crítica estricta a los mecanismos acumuladores. Eso es lo que habría de aportar una reflexión de hoy.

         Esta crítica es también a nivel personal, finalmente, la espiritualidad evangélica expuesta en pasajes como el que nos ocupa, lanza un cuestionamiento sobre los modos de ahorro de la ciudadanía de países desarrollados. El objetivo de ahorrar es, a veces, planificar un futuro que se teme creyendo que tal incertidumbre quedará conjurado a base de acumular dinero. La espiritualidad económica demanda una toma de postura personal en orden a las formas económicas de acumulación amparadas en las estructuras económicas neoliberales. Es preciso  transitar otros derroteros. La Banca Ética es una buena respuesta.

         Se percibe con claridad la conexión entre el texto lucano y la crítica extendida al fenómeno masivo de la acumulación económica. Lo mismo habría que decir de otras “acumulaciones” (culturales, religiosas, políticas, etc.). Todas ellas tienen el denominador común del poder, en sus variadas formas y en su manera única de pretender el dominio de la persona sobre otra persona. Esto resulta indefendible para quien se adhiere a la propuesta de Jesús de Nazaret

 

Plan de vida

 

         Comienza por pensar que el tema del despilfarro no es solamente cuestión económica: es también cuestión moral. Comprar, comer, viajar, vestirse, etc., tiene ese componente moral que es preciso descubrir.

         Sin extremismos, pero es preciso contener el despilfarro que se cuela inmediatamente por debajo de nuestra puerta. Sensatez y vigilancia.

         Al hacernos mayores tendríamos que ser más proclives a la contención del despilfarro. No es una llamada a la tacañería sino, al contrario, al cuidado y a la generosidad.

         No hay que olvidar la procedencia sociológica de muchos de nosotros: venimos de familias sencillas. Recordar nuestros orígenes tendría que llevarnos a ser cuidadosos en nuestros modos concretos de vida.

         Despilfarrar los bienes públicos es una manera de decirnos que no hemos entendido la mística de la austeridad que se comparte. Tirar con pólvora del rey es algo que hay que corregir porque indica nuestra mentalidad y prácticas despilfarradoras.

         Cuidadosos y generosos.

 

Oración

 

Que las pobrezas conocidas

contengan nuestro despilfarro.

 

Que las pobrezas desconocidas

contengan nuestro despilfarro.

 

Que las lágrimas no  consoladas

contengan nuestro despilfarro.

 

Que la justicia nunca pagada

contenga nuestro despilfarro.

 

Que los estómagos de los hambrientos

contengan nuestro despilfarro.

 

Que las barracas de quien no tiene casa

contengan nuestro despilfarro.

 

Que el frío de quien carece de ropa

contenga nuestro despilfarro.

 

Que la sed de quien atraviesa desiertos

contenga nuestro despilfarro.

 

Que las hambres nunca saciadas

contengan nuestro despilfarro.

 

Que las puertas cerradas sin piedad

contengan nuestro despilfarro.

 

Que los horizontes borrados para siempre

contengan nuestro despilfarro.

 

 

CONCLUSIÓN

 

         Tras este recorrido comprobamos, una vez más, que las bienaventuranzas siguen “vivas”: sugieren, inspiran, remueven. Es la fuerza de la Palabra que se mezcla a la vida. Una fuente perenne de espiritualidad.

         Proponen un modelo de vida que se podría formular como el regreso a la casa del otro. De eso se trata: de atisbar y de implicarse en la construcción de la familia humana, sueño que Jesús nombraba con la expresión “reinado de Dios”. Encaminarse al corazón del otro para encontrar allí la realidad del Dios que nos habita.

         Más que un modelo moral (ser bueno) encontramos aquí un modelo para ser humano y para ser seguidora/or. Eso es lo decisivo, lo que puede llegar a transformar nuestra estructura humana.

         Y su propuesta es asequible a todos, porque todos podemos desplazarnos hacia ella desde el punto en el que nos encontremos. A ese desplazamiento el evangelio lo llama fe.

         Si las bienaventuranzas encuentran eco en nosotros hay esperanza, hay posibilidades de vida cristiana, hay horizonte para el amor.

RETIRO EN LA PASCUA 2024

Retiro en la Pascua 2024

 

 

LA VOZ DEL NOVIO

Pascua para una fe cálida 

 

Raramente se pregunta el creyente por la “temperatura” de su fe. Se reza, se celebra, se vive, se compromete y se va adelante. Pero valorar la temperatura de lo que se vive, poner el “termómetro” a lo que se cree puede ser interesante. Puede ser un indicador.

Nadie duda que en esta época de la Iglesia, bajo el paraguas del Vat. II que, mal que bien, sigue vivo, la vivencia de la fe cristiana ha adquirido un nivel de mejoría que, globalmente hablando, no ha tenido en toda la historia de la fe.  Pero si nos preguntamos por la temperatura de la vivencia cristiana, quizá haya que reconocer que, en ocasiones, no es cálida.

Una fe fría, rígida, normativa, añorante del pasado es la que se percibe en ciertos sectores de la comunidad cristiana. No se plantean la calidez de la fe, sino su cumplimiento. No les interesa el “ardor” de la Palabra, sino la exactitud de las rúbricas. No se preguntan por una teología y una espiritualidad abrazante, sino por la “sana doctrina”.

¿Cómo escapar de tal influencia? ¿Cómo construir y vivir una fe cálida? ¿Puede ser la Pascua un tiempo bueno para activar la vivencia de una fe de mayor calidez? ¿No es la Pascua el tiempo en que se activa la vivencia de la resurrección y esta no se puede entender como una realidad fría? ¿No percibimos esta calidez en los relatos de resurrección más allá de sus peculiaridades e interrogantes no resueltos?

La reflexión y el retiro pretenden animar, empujar al encandilamiento del resucitado, al brillo en los ojos de quien entiende que aquí se está hablando de amor. ¿Puede el amor ser una realidad fría?

 

1. La casa de mi amigo

 

         Allá por los años 70, Ricardo Cantalapiedra publicó un disco que se escucharía en todas las parroquias. Una de sus canciones más celebradas, que aún recordamos, fue “La casa de mi amigo”:

 

La casa de mi Amigo no era grande;
su casa era pequeña.
En la casa de mi Amigo había alegría,
y flores en la puerta.

A todos ayudaba en sus trabajos;
sus obras eran rectas.
Mi Amigo nunca quiso mal a nadie;
llevaba nuestras penas.

Mi Amigo nunca tuvo nada suyo;
sus cosas eran nuestras.
La hacienda de mi Amigo era la vida;
amor era su hacienda.

Algunos no quisieron a mi Amigo;
le echaron de la tierra.
Su ausencia la lloraron los humildes;
penosa fue su ausencia.

La casa de mi Amigo se hizo grande,
y entraba gente en ella.
En casa de mi Amigo entraron leyes,
y normas y condenas.

La casa se llenó de negociantes,
corrieron las monedas.
La casa de mi Amigo está muy limpia,
pero hace frío en ella.

Ya no canta el canario en la mañana,
ni hay flores en la puerta.
Y han hecho de la casa de mi Amigo
una oscura caverna,
donde nadie se quiere ni se ayuda,
donde no hay ya primavera.

Nos fuimos de la casa de mi Amigo,
en busca de sus huellas.
Y ya estamos viviendo en otra casa:
una casa pequeña,
donde se come el pan y se bebe el vino
sin leyes ni comedias.

Y ya hemos encontrado a nuestro Amigo,
y seguimos sus huellas,
y seguimos sus huellas.

 

  • En casa de mi Amigo había alegría: es un presupuesto de un cierto romanticismo. La alegría es escasa en las narraciones evangélicas, aunque asoma. Presuponer un Jesús alegre es lícito, bienintencionado.
  • Sus cosas eran nuestras: ciertamente. Y sin duda esa entrega fue causa de sencillas y profundas alegrías para Jesús y para sus paisanos.
  • Penosa fue su ausencia: lo echaron pero se quedaba más adentro porque Jesús supera el mecanismo del amor rechazado: aunque se le rechace, él sigue siendo fiel.
  • Entraron leyes y condenas: es cierto, sigue siendo cierto. Pero entraron también gentes entregadas, humildes, bienhechoras, misericordiosas. Y siguen ahí; a veces sufriendo.
  • Hace frío en ella: lo hace, pero menos que nunca. Porque hay quien se empeña en encender un “fueguito” (como diría E. Galeano) en su entorno para que la fe se viva en el regocijo de la alegría.
  • Donde no hay primavera: la hay, por más que, a veces, haya creyentes instalados en el invierno, en una Cuaresma perpetua. No estamos en una agonía, sino en un parto, dice el Papa.
  • Nos fuimos de la casa de Amigo: nos hemos quedado sufriendo a veces, sintiendo el frío de las afueras, anhelando más calor. Y vamos consiguiendo briznas de alegría que alimentan nuestra fidelidad. Y creemos que no es estéril este camino.
  • Y seguimos sus huellas: cada uno sigue como puede. Y él nos acogerá “como a ladrones arrepentidos” (que decía el abad de Thiberine), como a personas que quizá no supieron ver del todo en Jesús a su mayor motivo de alegría, la voz alegre del novio que canta al amor.

 

2. La luz de la Palabra

 

«Haré que en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén enmudezcan las voces alegres de fiesta, las voces del novio y de la novia, pues todo el país quedará desolado» (Jer 7,34; 16,9; 25,10; 33,11).

         «El que tiene la novia es el novio; en cambio, el amigo del novio, que asiste y lo oye, se alegra con la voz del novio; pues esta alegría mía está colmada» (Jn 3,29).

 

         Cuando Jeremías quiere mostrar la desolación que va a acompañar al Jerusalén infiel y a los mismos paganos que zahieren a Jerusalén le anuncia la mudez de un país sin bodas, que es lo mismo que un país sin amor. La desolación ahuyenta el canto y un silencio de muerte se cierne sobre el país similar castigo a la gran Babilonia en Ap 18,23). De ahí viene la novedad del evangelio de Juan: con Jesús, ha vuelto al país el gozo del amor; escuchando su voz, vuelve la alegría y el amor al corazón devastado. Él es el novio que se ha llevado a casa a la esposa desolada, al pueblo enmudecido. Él ha sido un buen levir (Jn 1,27).

         ¿Cómo suena esa voz del novio que ha vuelto a la tierra como profecía de gozo y de futuro?

  • Voz que anima: con frecuencia y de forma explícita, escuchamos a Jesús decir en el evangelio: “¡Ánimo, no tengáis miedo!” (Mt 17,24; Mc 6,50). Y al animar, construye la fe porque, según los evangelios, lo opuesto a la fe es el miedo, la débil adhesión. El camino cristiano necesita ánimo para ser cálido. El desaliento enfría la fe, la hace glacial. Contando con el ánimo de Jesús podemos pensar en una fe animosa y vibrante, enamorada incluso.
  • Voz que consuela: que pregunta “¿Por qué lloras?” (Jn 20,14-15) y consuela de manera explícita a quien está en desamparo: “¡No llores!” (Lc 7,13). Un Jesús que proclama que tienen suerte los que lloran porque mitigan sufrimientos (Mt 5,5). Un Jesús que mezcla su consuelo a nuestras lágrimas hasta creer posible la alegría inarrebatable (Jn 16,22). Un consuelo alentador capaz de generar gozo.
  • Voz que increpa: que se enfrenta a los desajustes del alma (espíritus inmundos: Mt 17,18; Mc 1,25; 924; Lc 4,35; 9,42; el mismo Pedro: Lc 9,33). No es la voz de quien pasa por encima de lo real, de la mostrenca realidad, sino que cuenta con ella porque una fe cálida sin realismo es algo artificial y blandengue. Visión recia de la realidad para una alegría fuerte.
  • Voz que grita: porque, por lo que sea, Jesús ha alzado la voz gritando (Jn 7,28.38; 11,43; 12,44). También hace falta la advertencia y el grito para que la cordialidad escape a la superficialidad. Sobre todo, es necesario escuchar el grito del pobre, del excluido, de aquel cuya factura de justicia no ha sido pagada. Porque una alegría que no cuente con los humildes no solamente es una alegría incompleta, sino también falsa.
  • Voz resucitada: ya que la voz del resucitado es voz de fraternidad (Mt 28,10), de acompañamiento (Mt 28,19), de envío (Mt 16,15), de Palabra y pan compartidos (Lc 24), de paz y de perdón (Jn 20,23). Voz nueva para una alegría nueva a la que siempre habrá que recurrir cuando la grisura y la niebla velen la mirada y el corazón del creyente, voz sin la que la comunidad cristiana andaría perdida.

 

3. Reflexión

 

         Vamos tratar de ahondar a través de la reflexión queriendo enriquecer la vivencia de la fe:

 

a)    Una lectura cálida de la Palabra: la Palabra es un texto del “alma”. Ha sido escrita no solo por manos que manejan una pluma, sino por almas que vibran. Si no se conecta con esa vibración, no se ha llegado a su verdadero valor. Una Palabra vibrante, “perfumada”, abrazada como se abraza a quien se ama. Sin esto, la lectura puede ser muy técnica, muy acertada, muy bien explicada, pero no hará “arder” el corazón (Lc 24,32), porque ella ha sido escrita para abrasar entrañas, para suscitar anhelos, para alimentar amores.

b)    Peligro de frialdad teológica: es el que tienen todos los sistemas, desde los sencillos (catecismos) hasta los complejos (arduas cristologías). No menospreciamos su valor de adoctrinamiento, pero, al ser tan fríos y tan en la mano del poder, pueden terminar por ser generadores de una fe sociológica más que de una fe opcional. Algo no ve bien cuando uno percibe que la doctrina y el evangelio no encajan bien.

c)     Flexibles para ser cordiales: un valor englobante que acompaña la cordialidad y calidez de la experiencia creyente es la flexibilidad. Sin ella la puerta de la condena se abre a un abismo de negrura. No es flexibilidad pasar de todo y situarse en la superficialidad. Es ponerse en la piel del otro y pensar que cada uno elabora sus experiencias básicas de la fe como bien puede. Por eso, la inflexibilidad que puede abocar en fanatismo lleva al creyente a situaciones sin salida. Ante situaciones complejas, la “ingenua” pregunta de “¿Qué haría Jesús?” puede ser de gran ayuda.

d)    La calidez que brota del ser pueblo: algo que difícilmente se siente cuando se está instalado en el sistema, cuando se anhela ser dirigente, cuando se tiene espíritu de casta. Las alegrías del ser pueblo son humildes, cotidianas muy de tejas abajo. Pero en su sencillez anida su autenticidad. Una fe alejada del pueblo se ensombrece mientras que si se une a la vida de los sencillos hace brotar con facilidad la alegría, las ganas de vivir y las ganas de creer. Quizá la frialdad le ha venido a la fe por su alejamiento del pueblo, por el rechazo de las humildes alegrías del pueblo y del cuerpo.

e)    Vivencia cálida de la pertenencia a la casa común: algo que explotamos poco, pero que es una auténtica reserva de espiritualidad. El gozo del amanecer siempre nuevo, de la luz cuyo brillo no se repite, del aire que llena de novedad cada vez que se le respira, de los colores nunca gastados y siempre renovados, de la limpidez del agua siempre dispuesta al servicio, de los hermanos árboles siempre fieles en su acompañamiento de años, del silencio de las rocas que es su manera de decirnos que están vivas. ¿Cómo resistiremos los hielos del alma sin esta clase de alegrías?

 

 

4. Caminos cotidianos

 

         El Papa Francisco es un teólogo pastoralista que desciende a lo cotidiano. Vamos a tomar de él algunas sencillas orientaciones que tienen, todas, el denominador común de la vivencia y trasmisión de la fe desde la alegría (tomamos las citas de la Evangelii Gaudium de 2013):

 

  • Amabilidad: habla el Papa de la “predicación” que se hace en el diálogo de tú a tú con la persona. Y dice: “En esta predicación, siempre respetuosa y amable, el primer momento es un diálogo personal, donde la otra persona se expresa y comparte sus alegrías, sus esperanzas, las inquietudes por sus seres queridos y tantas cosas que llenan el corazón” (EG 128). Es un diálogo sobre la propia fe que brota del corazón. Sin esta cordialidad amable, la predicación de tú a tú resulta imposible.
  • Paciencia: la impaciencia lleva al “empujón” y al desasosiego. No es compatible con una vivencia gozosa de la fe. Todo se tensa. Dice EG 44: “Por lo tanto, sin disminuir el valor del ideal evangélico, hay que acompañar con misericordia y paciencia las etapas posibles de crecimiento de las personas que se van construyendo día a día”. La paciencia no es la indolencia, postergar las cosas sine die. Es creativa y fiel sin avasallamiento.
  • Educación: la fe cálida no es un fervorín pasajero, un deseo sin raíces. Se hace necesaria para su logro una educación crítica y en valores. Dice EG 64: “Se vuelve necesaria una educación que enseñe a pensar críticamente y que ofrezca un camino de maduración en valores”. La fe gozosa necesita también un espacio cultivado de formación porque la fe sin formación deriva, con frecuencia, por derroteros de credulidad.
  • Cordialidad: dice EG 70 que una de las causas de la ruptura en la transmisión de la fe es “la ausencia de una acogida cordial en nuestras instituciones”. La cordialidad es puerta que abre al gozo y la alegría. Si esa puerta está cerrada a cal y canto los temas de la fe se vuelven hoscos y la pertenencia se debilita hasta la ruptura. Fácilmente nos viene a la memoria el recuerdo de las personas religiosas que fueron cordiales y presentaron el hecho de creer de modo grato y amable.
  • Sencillez: con agudeza dice EG 232: “Hay políticos —e incluso dirigentes religiosos— que se preguntan por qué el pueblo no los comprende y no los sigue, si sus propuestas son tan lógicas y claras. Posiblemente sea porque se instalaron en el reino de la pura idea y redujeron la política o la fe a la retórica. Otros olvidaron la sencillez e importaron desde fuera una racionalidad ajena a la gente”. La sencillez no habría de ser desplazada por la mera racionalidad. Esta es compatible con aquella si no se pretende medrar a costa del otro.
  • Escucha: para la EG la escucha es imprescindible en los dinamismos de la transmisión de la fe. Dice en el nº 150: “También en esta época la gente prefiere escuchar a los testigos: tiene sed de autenticidad […] Exige a los evangelizadores que le hablen de un Dios a quien ellos conocen y tratan familiarmente como si lo estuvieran viendo”. Solamente se puede pretender ser escuchado si uno es, a su vez, escuchante de la Palabra y de la persona. Una fe escuchada es una fe gozosa; una fe no escuchada termina por alejarse del evangelio.
  • Festejo: dice EG 24 que “la comunidad evangelizadora gozosa siempre sabe «festejar». Celebra y festeja cada pequeña victoria, cada paso adelante en la evangelización. La evangelización gozosa se vuelve belleza en la liturgia en medio de la exigencia diaria de extender el bien. La Iglesia evangeliza y se evangeliza a sí misma con la belleza de la liturgia, la cual también es celebración de la actividad evangelizadora y fuente de un renovado impulso donativo”. Una celebración no “festejante”, poco flexible, ritualista, nos aleja de la fe cálida. Por el contrario, celebrar semanalmente la fe habría de contribuir a la percepción de una fe que reconforta el corazón, que alimenta el anhelo de un Jesús vivo y que incide en la vida.
  • Cansancio feliz: puede llegarse a vivir la fe, dice EG 82, con “acedia”, con pereza, con flojera, sin tensión vital interior: un cansancio por vagancia, valga la paradoja. “No se trata de un cansancio feliz, sino tenso, pesado, insatisfecho y, en definitiva, no aceptado”. Es preciso superar esa situación, no caer en ella, para soñar con una fe cálida. Las experiencias de fe, lo sabemos, se contagian si son animosas y también si no lo son. Tener a raya el desaliento es imprescindible para soñar con una fe cálida.

 

Conclusión

 

         El tiempo de Pascua es una buena oportunidad para plantearse y revitalizar la experiencia de una fe gozosa. Que el aleluya que cantamos tenga raíces en el regocijo del corazón, Que percibamos la caricia amorosa con la que el abrazo de Jesús resucitado reconforta nuestra alma. Que nunca deje de manar la fuente de la alegría.