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COMO INCIENSO EN TU PRESENCIA

COMO INCIENSO EN TU PRESENCIA

Los salmos de la 1ª Semana de la LH 

 

 

INTRODUCCIÓN

 

         Adentrarse en el libro de los Salmos es entrar en un fecundo huerto espiritual. El Espíritu de Dios y el alma de los orantes aparecen en cada una de sus líneas. Cualquier perspectiva que se tome ha de generar torrentes de espiritualidad.

         Como todos sabemos, el libro de los Salmos es el más largo de la Biblia: 150 cincuenta piezas, algunas sencillas y breves (como el Sal 130), otras largas y complejas (como el Sal 118). Al ser tan amplio el panorama literario, nos encontramos con vivencias y expresiones de toda índole, tan diversas como los componentes del alma humana. Por eso mismo, habrá que aprender a delimitar.

         Además será necesario optar. Nosotros vamos a seguir la distribución que hace la LH. Para empezar, y en este año, veremos los salmos de la 1ª Semana de la LH (Laudes, Hora intermedia, Vísperas). Es una opción; si resulta, se podría continuar. Y, como el tiempo es el que es, dedicaremos alrededor de una media hora a cada salmo, sabiendo que ese espacio es exiguo para la honda experiencia vital y creyente que muchas de estas plegarias atesoran.

         Cada salmo será leído desde una amplia perspectiva que comprende la perspectiva bíblica, la lectura desde Jesús, las posibilidades litúrgicas y la conexión con la sociedad. Este último elemento es el menos habitual. Pero consideramos que dar a la oración con los salmos una dimensión social es un horizonte para que esas plegarias pervivan en el imaginario orante de los creyentes.

         Que la vida contemplativa se anime, de vez en cuando, a acercarse reflexivamente a los Salmos puede ser algo muy saludable que contrarreste el peligro de rutina que amenaza la actividad orante cotidiana. El deseo de ahondar en los Salmos en este momento de nuestra vida creyente, personal y social es una prueba evidente de madurez cristiana. Que el “libro de oraciones de los pobres”, como así se ha llamado al Salterio, sea siempre camino de oración para nuestras comunidades.

 

1

SALMO 140,1-9

(Domingo, I Vísperas) 

 

Contenido bíblico

 

         Hay salmos como este que, quizá por su mucho uso, se hallanmuy estropeados. Aun así, podemos captar la idea de fondo: los malhechores quieren envolver al orante y empujarle a abandonar su vida honrada. Él se apoya en Dios, se distancia de quien obra mal y los denuncia en maneras condenatorias que hoy nos resultan excesivamente excluyentes (de hecho, el v.10, el último, ha sido suprimido de la oración en base al nº 131 de la OGLH). Su contexto es posexílico, quizá del siglo III a.C. donde muchos judíos sucumbieron al movimiento paganizante de la cultura griega. Oración para persistir en la honradez, en la bondad.Es un “salmo lucernario”: los cristianos antiguos lo rezaban mientras iban encendiendo las luces del templo.

  • La oración que sube como incienso no alude a algo cúltico, sino al “culto auténtico” (que dirá Rom 12,1): la vida misma es perfume de incienso cuando es compasiva y fraterna. Pero, ¡ojo!, una vida hondamente humana es un propósito de la persona y algo amparado por Dios. Por eso se ora: para sostener el propósito humano con la fuerza del mismo Dios. Primero viene el propósito; luego, el amparo divino. La vida del orante también es una vida tentada; él no es de piedra: tentado en la boca/estómago/corazón, toda la persona.
  • Pues bien, el orante resiste, se mantiene una senda de humanidad, se pone con decisión en el lado de quienes se quieren alejar de la maldad. Piensa el autor que los malos van al abismo, pero sobre todo cree que la vida en humanidad tiene sentido por encima de todo.
  • Aunque sienta su propia fragilidad (por eso ora), el salmista encuentra en Dios un amparo para su deseo de mantenerse en la bondad, de no abandonar el divino camino del hacer bien. Él sabe de su fragilidad, no es un soberbio; pero sabe también del Dios que ampara a quienes sueñan con el bien.

 

Desde Jesús

 

         La “sentencia añadida” (que se puede utilizar como antífona en el TO: OGLH 114) da una clave: la vida perfumada de los justos, de Jesús, llega hasta Dios. Quizá haya que hacer un cambio teológico: nos salva la vida de Jesús, no su muerte aislada. Pensemos:

Resulta inaceptable, por muchas citas bíblicas que aduzcamos, entender la muerte de Jesús como un designio de Dios sobre él. Jesús no murió porque el Padre le llevara a la muerte. Eso es inaceptable. Dios no lleva a nadie a la muerte, por más que haya que contar con ella por razones de pertenencia histórica. Dios lleva a la vida, a Jesús y a nosotros.

La muerte de Jesús es la consecuencia de sus propias opciones. Él no quiso su muerte violenta (Mc 14,36). El camino vital de sus entregas fue el que, tristemente, terminó en una muerte injusta. Por eso hay que decirlo claramente: lo que nos salva (por hablar en un lenguaje entendible, pero impropio) es la vida de Jesús, toda su vida, en la que se incluye su triste e injusta muerte violenta.

         La honradez de la vida de Jesús, sus valores de fondo aprendidos en su familia, en su cultura, su vivencia de la pobreza, su salir a los caminos por el sufrimiento del oro, su entrega a los más excluidos, su capacidad de perdón y de amparo, su compasión y su libertad, su muerte injusta, todo eso ha constituido la ofrenda de Jesús, ofrenda que brilla en la resurrección.

         La humilde vida del Nazareno ha sido una vida perfumada. Cuando en Jn 12,1-11, bajo la imagen del perfume que se derrama, se viene a decir que el amor y la fe son “costosos y auténticos” se está apelando por un lado a la fidelidad, por otro a la entrega total, necesarias ambas para que la fe en Jesús sea viva. La fidelidad de la comunidad se manifiesta en una adhesión constante y cultivada. La entrega tiene lo cotidiano por escenario y se verifica, sobre todo, en gestos de amor solidario para con las personas débiles. No se plantea el hecho de creer como algo fácil desde el punto de vista religioso ni como algo esforzado desde el punto de vista moral. Se trata de lanzarse a un camino de generosa entrega en la certeza de que ése ha sido el camino que ha conducido a Jesús a su propio triunfo y que es senda que ha de recorrer, igualmente, el creyente. Ese es el “incienso” que sube.

 

Orar en comunidad

 

         Normalmente se solventa con el clásico dos coros recitado o cantando si dan las voces para ello. Bien. Pero, si la comunidad se anima, se podrían intentar otros modos menos convencionales:

  • Como lucernario: cantar el himno con luz tenue e ir enciendo las luces (una cada estrofa) al tiempo que se va recitando o cantando el salmo.
  • Lo podría leer una lectora haciendo una pausa tras cada uno de los cortes del salmo:

-         Invocación (estrofa 1)

-         Cuerpo del salmo ( estrofas 2-3-4)

-         Conclusión (estrofa 5)

  • También se podría presentar un cuenco con incienso cuando se inicia el salmo.
  • Puede ser entendido y vivido el salmo como una invitación a que el domingo sea un día intenso de oración personal (la tarde, por ejemplo). Si se hace una llamada sálmica con un cartelón a la puerta del coro:  “Domingo: día intenso de oración” Y una foto o dibujo del incienso.

Hacer todos los días cosas de estas puede resultar despistante. Pero hacerlo de vez en cuando sería una manera de sacudir el corazón y de contener la rutina.

 

 

Dimensión social

 

         Moldeados por el imaginario religioso, creemos que lo que sube hasta Dios son nuestras oraciones (peticiones sobre todo) y nuestra fe religiosa.

         Pero quizá haya que pensar que él es quien baja a nuestra historia (eso es la encarnación) y que se funde con nosotros en nuestros caminos. Por eso mismo, estos caminos adquieren un valor de ofrenda, de incienso originario. ¿De qué inciensos estamos hablando?

  • El incienso perfumado de pobreza de quien se siente interpelado por la vida de los excluidos y pone lo que está de su parte.
  • El incienso de quien trabaja en campos de refugiados sin buscar nombre ni gloria, ignorados por nuestra indiferencia.
  • El incienso de los misioneros y cooperantes que no se van cuando las cosas se ponen feas.
  • El incienso de quien sabe poner a la oración el rostro de la buena relación, de quien ora con nombres.
  • El incienso de las vidas entregadas en el cuidado a los más frágiles, los de casa y los ajenos.
  • El incienso de los políticos honestos, que los hay, a quienes les importa la vida de sus conciudadanos y que no merecen ser metidos todos en el saco del rechazo.
  • El incienso de las empresas, que las hay, que ponen a la persona por delante de sus ganancias (las empresas del bien común).

 

Y para terminar: el incienso no va contra los malos sobre los que, según Jesús, también Dios hace salir su sol (Mt 5,45). Mantiene la dignidad de toda persona, pero se aleja de las sendas de inhumanidad que acechan.

 

2

SALMO 141

(Domingo, I Vísperas) 

 

Contenido bíblico

 

         Aunque usa clichés de otros salmos, aquí se pone de manifiesto la enorme confianza de quien ora. Es la oración de los judíos de la diáspora en el período helénico. Es como si estuvieran en una prisión. La salida es pedir a Dios que se acorte el tiempo y que amanezca el día nuevo del reino.

         Para gustar las expresiones: “mira a la derecha”, lugar donde se ponía el defensor: Jer 25,35; “el país de los vivos” se opone a la tierra de los muertos, el sheol; la “prisión” es metafórica, la trampa de la estrofa 2.

Se abre el salmo con un “grito” (estrofa 1ª). El grito tiene mucho predicamento en el libro de los Salmos. Los excluidos, ninguneados, marginados han volcado en esas viejas plegarias la certeza de que sus gritos no son un capricho ni una coacción, sino algo que Dios ampara y escucha. “Escucha, oh Dios, mi clamor, atiende a mi súplica. Desde el confín de la tierra te invoco con el corazón abatido”. Esta mística les ha sostenido en los peores momentos. “Este pobre clamó al Señor y lo escuchó, lo libró de todos sus peligros…Si gritan, el Señor escucha y lo libre de todos los peligros” (Sal 34,7.18). De ahí que sus quejas no caen en el vacío sino en el silencio de Dios que es el ánfora que nunca se quiebra. Posiblemente hoy quienes gritan no tienen explícitamente esta mística. Pero de algún modo saben que la razón les asiste y que Dios, por ser Padre de todos, les ampara en la misma proporción de su desamparo, que es mucho.

La situación que se describe en las estrofas 2ª-5ª es crecientemente desastrosa: un camino minado, no hay defensor a la derecha, sin posibilidad de fuga. El recurso a Dios se hace imprescindible: “sácame de la cárcel” (“Sácame desta cadena,que recibo muy gran pena”, decía san Juan de la Cruz). Que Dios sea apoyo real en los momentos de dificultad vital, personal o social.

La última estrofa es determinante: el orante queda rodeado de quienes hacen el bien como contrapeso a quienes hacen el mal. Rodearse de buenos que reconocen su debilidad que los hace sanadores heridos.

 

Desde Jesús

 

Este salmo se adapta perfectamente al perfil vital y espiritual de Jesús. No estamos acostumbrados a pensar, a pintar, a reflexionar sobre un Jesús que grita. Más aún si aducimos la cita de Is 42,1-2 (“No gritará, no voceará, no clamará por las calles”) se puede pensar en un Jesús silente. Pero su “no gritar” es no hacerlo desde el grito del poder, pero sí desde el lado de los pobres. Un Jesús que grita su mensaje y su vida. A él le gritan los endemoniados, que representan la injusticia enorme de la vida, el mal hecho a conciencia (Lc 8,28). Pero también sus gritos son curativos (Mt 9,18-26; Lc 8,40-56), resucitadores (Jn 11,43) porque su mensaje gritado es mensaje de vida y no de condena (Jn 3,17). También ha gritado su mensaje por la dificultad para aceptar su mesianidad pobre, de origen pobre (Jn 7,28) o su increíble oferta de vida manante y límpida (Jn 7,37). Pero los gritos más duros que Jesús ha tenido que escuchar (los gritos de muerte: Mc 15,14) han sido acompañados por sus propios gritos de abandono y desesperación (Lc 27,46). Tratar de edulcorar estos gritos es quitar valor a la muerte sin gloria del Nazareno. Tiene razón Hebreos cuando dice: “Ofreció oraciones a gritos y con lágrimas al que podía salvarlo de la muerte”, aunque, en realidad, no podía porque la muerte fue el resultado de sus opciones vitales. La VR tendría que contemplar, abrazar, amar a un Jesús que ha gritado su distanciamiento de la injusticia, la dificultad de aceptar su propuesta y su propia muerte envuelta en gritos y lágrimas. Si la VR dice que ama a Jesús, y así es sin duda, tiene que amar a este Jesús de los gritos, por áspero que pueda parecer. Es un perfil mucho más cercano a la realidad que el modo edulcorado de la piedad.

 

Orar en comunidad

 

         Es un salmo muy apropiado para I Vísperas del domingo: Jesús ha sido uno “sacado de la prisión”, resucitado a una vida plena. Tanto la recitación, como el canto si se hace cantado habrían de subrayar la importancia de la última estrofa. Quizá (aunque la liturgia reserve el ponerse en pie para los textos del NT), la asamblea podría ponerse de pie en esta última estrofa recordando, sobre todo, al Jesús sacado de la prisión, al resucitado cuya memoria se celebra en el domingo.

         También podría leerlo una lectora haciendo una pequeña pausa de silencio después de la primera estrofa, de la quinta y de la conclusión para entonar luego el Gloria al Padre.

         Recordar que según las biografías primitivas franciscanas (1 Cel 109) este fue el salmo que entonó Francisco de Asís “como pudo” a la hora de su muerte. Los franciscanos habríamos de tener cierta predilección por él.

 

 

 

 

Dimensión social

 

Más allá de las discusiones de los teólogos consagrados sobre si hay que poner en el centro de la teología a Cristo o a los empobrecidos (los hermanos Boff han escenificado esta disputa), lo cierto es que en el núcleo de la teología están, hermanados, Cristo y los empobrecidos. No se disputan ese centro sino que lo comparten porque, en el fondo, son la misma cosa, apuntan a idéntico horizonte. El núcleo de la teología no es un huerto cerrado, un compartimento estanco, una propiedad exclusiva. Es algo abierto, dinámico, movilizador. Y por eso mismo, la espiritualidad del seguimiento incluye, como dice J. B. Metz, un componente místico (la centralidad de Jesús) y otro situacional (la verificación del rostro de Cristo en el camino histórico). En ese componente situacional tiene un lugar de privilegio la realidad de los empobrecidos.

Más que de una teología de respuestas, la teología desde el grito es una teología de preguntas. Son preguntas sin solución, pero es preciso saber mantener vivas esta clase de preguntas aunque no encuentren salida hoy por hoy. ¿Dónde dormirán hoy los empobrecidos? (G. Gutiérrez). ¿A qué tribunal acudirán los desvalidos? (L. Carvajal). ¿En qué lado te sitúas con los oprimidos o con los opresores? (E. Schillebeeckx). ¿Dónde y qué comen, cómo se visten, en dónde duermen, cómo sanan, qué higiene tienen los subsaharianos apalancados en el monte Gurugú de Melilla y en el Benyournech de Tánger? (Agrelo). Estas son las preguntas de las que habría que hacer teología. Los teólogos de oficio sonríen ante esta clase se planteamientos. Pero una teología ajena a estas realidades ¿es realmente la teología que se deduce y se refiere a Jesús de Nazaret? Y si no conecta con él, ¿para qué sirve una tal teología?

Todo esto tiene que llegar a la vida contemplativa porque la clausura nunca debería ser entendida como una “vida tranquila”.

Por eso mismo, es necesaria la práctica de una “oración intranquila”. Los salmos oran así muchas veces. Si al terminar nuestra oración algo nos ha dejado intranquilos, buena señal.

 

3

SALMO 62,2-9

(Domingo, Laudes) 

 

Contenido bíblico

 

         Este salmo con el que se abre la liturgia mañanera del domingo es, sin duda, una cumbre de la espiritualidad sálmica: el gran anhelo de la persona orante, conectar con Dios, mirarse en él, saciarse de él, tener “sed” de él.

         La historia de la espiritualidad es la de la vida de los sedientos de Dios. De salida, una pregunta: ¿cómo tener sed de Dios sin olvidarse del camino humano? ¿Cómo hambrear a Dios en el marco de la historia? ¿Cómo aspirar a lo divino sin puentear lo humano? ¿Cómo asimilar la “carne” se la historia (problemática de 1 Jn)?

         El orante (quizá el rey) se sitúa en el santuario, un lugar propicio para el anhelo de Dios (los judíos se metamorfoseaban en el templo). Si Dios le abre su casa, entra en el “cielo”. ¿Cómo sortear este peligro de fe sin contexto histórico?

En la 1ª estrofa se palpa la sequedad de la tierra y del corazón. Es la necesidad de Dios en los límites de lo humano como cuando uno anda por el desierto, por el monte, con una idea obsesiva: el agua. Dios como obsesión saludable.

Porque el orante no se aleja de la vida aunque entre en el santuario. No, lo vemos en las estrofas 2ª y 3ª: es en el don de la vida (“Gracias, Señor, porque me has creado”, decía santa Clara) como Dios manifiesta su amor. Es en la vida donde el orante siente el peso de la solicitud de Dios. Y de ahí la alabanza y la mesa compartida con Dios “enjundia” (sebo de un animal, especialmente el que tienen las aves en la overa) y manteca. Se vive bajo la mirada de Dios, lo que da sentido a la vida.

Y se ahonda un poquito más en la estrofa 4ª: hasta en la intimidad del lecho se palpa la cercanía y el amparo de quien le sostiene. Es como si Dios mismo estuviera en el lecho. No se podía elegir una metáfora más esponsal para dibujar los perfiles ardientes de esta sed.

 

Desde Jesús

 

         Jesús ha sido uno que ha sentido la sed de Dios en su honda humanidad. Quizá podría ser un buen contexto cristológico para este salmo contemplar la carnalidad de Jesús, cosa que olvidamos con frecuencia:

a)    Su carnalidad física:

-         Comer: “Un fariseo le invitó a comer con él. Entró en casa del fariseo y se recostó a la mesa” (Lc 7,36). No hace ascos, no pone reparos; se le invita y se sienta a la mesa. La mesa compartida es camino de humanidad, puerta que da acceso al interior, a la verdad, de la persona.

-         Beber: “Comilón y borracho, amigo de pecadores” (Mt 11,16-19). No se desdice de “títulos” tan ofensivos. Él come y bebe como todos y ese camino común construye los encuentros

-         Dormir: “Iba dormido en un cabezal” (Mc 4,35-41). Dormido como quien se rinde a una necesidad que asalta en medio de la tormenta. Derrotado por el sueño. Hermanado en los sueños.

-         Andar: “Fue caminando de pueblo en pueblo y de aldea en aldea” (Lc 8,1). Supo de caminos, supo de encuentros; supo de pies cansados, supo de corazones abrumados; supo de sendas ignoradas, conoció los extraños caminos del corazón.

 

b)    Su carnalidad emocional:

-         Consoló: “Mujer, no llores” (Lc 7,13). Supo de lágrimas y derramó consuelo. Recogió las lágrimas que corren el riesgo de quedarse sin recoger. No huyó ante los desconsuelos; no se puso por encima de ellos. Hizo suyos llantos que no eran suyos.

-         Se emocionó: “En aquel preciso instante, explotó de gozo” (Lc 10,21). Un gozo que inunda, que desborda, que envuelve. Su cuerpo supo de gozos y de alegrías hondas.

-         Lloró: “A Jesús se le saltaron las lágrimas” (Jn 11,35). Sus ojos se anegaron, su corazón se rompió como una orza y brotaron las lágrimas. Hermano en las lágrimas, hermano en el corazón herido.

-         Se alegró: “Hay más alegría en cielo por un pecador que se convierte…” (Lc 15,7). Vivió la alegría de quien se convierte, de quien encuentra de nuevo el rumbo, de quien hace las paces con su vida. Se alegró por otro y probablemente por él mismo.

-         Cantó: “Iba delante de ellos subiendo a Jerusalén” (Lc 19,28). No lo dice explícitamente pero iría cantando los salmos de las subidas, tirando de aquella cordada de desalentados. Canto parainfundir ánimo y aliento.

 

c)     Su carnalidad espiritual:

-         Su fe: “Yo sé que tú siempre me escuchas” (Jn 11,42). Esas son sus certezas de fe. Él ha hecho, como todos, un camino de creyente, con sus avances y retrocesos. Él tuvo que aprender el designio del Padre.

-         Su amor: “Le miró con amor” (Mc 10,21). No es una persona fría, calculadora. Él ama y quiere ser amado, como todos. La suya es una carnalidad que ama.

-         Su esperanza: “Cuántas veces he querido cobijarte como la gallina a sus polluelos” (Mt 23,37). Él ha tenido esperanzas sobre su pueblo; nunca ha tirado la toalla del todo. Una esperanza a contracorriente.

-         Su confianza: “Ha puesto su confianza en Dios, ¡pues que Dios le salve ahora!” (Mt 27,43). No fue un desconfiado gélido, sino alguien que confía en el corazón del otro y en el corazón del mismo Dios.

Orar en comunidad

 

         El canto le va bien. Quizá podría dejarse la estrofa 4ª sin cantar para que cada una la haga suya en su propia intimidad.

 

Dimensión social

 

En su día, allá por 2017, una foto nos llamó la atención. Era el tiempo de un gran incendio sufrido por el país vecino, Portugal. En la instantánea se veía a su presidente, Marcelo Rebelo de Sousa, consolando a un anciano en la cabina de una furgoneta, el único bien que había podido librar de las llamas. Y pensamos: si los humanos somos capaces de derramar consuelo en el fuerte desconsuelo de los humildes, ¡cuánto más Dios nos consolará en Jesús!

 


Como un hijo

que consuela a su padre

así te consolaré yo.

 

Acariciando

tu vieja barba

y tu boca desdentada

así te consolaré yo.

 

Mirándote a los ojos

ciegos de llanto

así te consolaré yo.

 

Subido a tu furgoneta,

a lo único que tienes

así te consolaré yo.

Ante la muda impotencia

de quien no sabe consolarte

así te consolaré yo.

 

Como quien no sabe sino amar,

a tu lado

así te consolaré yo.

 

 

 

 

 


4

SALMO 149,1-6a-9b

(Domingo, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         En el embrión, este salmo podría haber sido una especie de danza guerrera, baile muy común en los pueblos antiguos. Tal como está hoy, es un canto de fe en la victoria final de Israel porque dice contar con la ayuda de Dios porque se siente pueblo elegido de Dios.

         Quizá sean palabras para animar, ya que Israel ha sido presa de enormes desalientos históricos (el mayo, el exilio del 587). Quien rezaba, o danzaba, con este salmo reafirma sus postulados de fe y confirma su confianza en Dios por la certeza del triunfo final.

         Es que a quien ora no se le ahorran las grandes preguntas que roen el alma: ¿merece la pena la vida? ¿Tiene sentido ser creyente hoy? ¿Por qué tanta gente buena abandona la fe? ¿Llegará este mundo a su plenitud? ¿Qué hay más allá de esto? El salmo trata de decir: tú, confía en la promesa de Jesús, confía en él. Desde ahí se pueden resituar las preguntas e, incluso, desplazarlas.

Las tres estrofas con las que rezamos son como tres invitaciones:

  • Estrofa 1ª: invitación a la alabanza y a la certeza del triunfo por dos razones: por el Creador (somos hechura suya) y por el Rey (por la elección: todo el mundo es elegido: Filp 3,12).
  • Estrofa 2ª: invitación específica a al pueblo de los humildes, a la asamblea que ora sin pretensiones. Ahí sale la danza, los tambores, las cítaras (kinnor). Danza de humildes que ha perdido el aguijón guerrero (los leccionarios quitan los versos 6b-9a: habría que suprimirlos en consecuencia en los demás actos litúrgicos como lo es la LH)
  • Estrofa 3ª: invitación a una danza ritual, a un modo de danzar que contagie la certeza de que el final será un triunfo, una fiesta.

 

Desde Jesús

 

El hecho religioso ha convertido a Jesús de un triunfador en un vencedor. Es decir: se aplica a Jesús no solamente la mística del éxito, sino también la de la imposición. Hacer de Jesús un vencedor ha conllevado una mística que, desde antiguo, ha derivado, a veces, en auténtico avasallamiento religioso y ha llevado al cristianismo a posicionarse del lado de los vencedores, más allá de algunas teologías recientes que han ahondado en la situación de los crucificados de la historia. De cualquier manera, los relatos evangélicos no traslucen esa mística de vencedor religioso, ni siquiera, explícitamente al menos, de triunfador sobre la muerte. Parecen querer dejar constancia de la fe de la comunidad en la vida de Jesús tras la muerte sin más matices que la alegría y la certeza de su vida cercana a sus amigos y antiguos seguidores.

 

Orar en comunidad

 

         Lógicamente este salmo está pidiendo el canto y quizá la danza. Hay monasterios que se han adentrado en lo que se llama la danza contemplativa.

La mayoría de las danzas que se utilizan son en círculo, expresión de la alianza de Dios con su pueblo, una alianza de amor eterno, sin principio ni fin. Expresa también la esencia de la comunidad cristiana, imagen de Dios Trinidad, en igualdad, sin aristas.

No es un baile, expresión popular de la alegría humana, es un gesto de reconocimiento a la Presencia de Dios; expresión, unas veces, de la alegría de sentir el amor que fluye de la Fuente, otras de veneración o entrega. Banalizar la danza en la oración puede reflejar  corazones cerrados, ojos que sólo se quedan en la superficie de la realidad, que se pierden lo hermoso de la Vida sucediendo.

Las manos y la mirada toman protagonismo al ritmo de la música, apaciguando nuestras prisas. Los brazos abiertos expresan la acogida, la apertura a la otra persona, las manos, que nos ponen en contacto con las personas con las que danzamos, permiten que fluya el amor que Dios pone en nuestro corazón; que fluya a través de todo el círculo formado y de esta forma se robustezca.  La mirada serena, a los ojos de la otra transmite la bendición, la complicidad, la trasparencia de reconocerse criatura, hija y hermana, y crea sororidad, fraternidad. Recuperamos el gesto consciente de cada parte de nuestro cuerpo, y eso nos plenifica.

 

Dimensión social

 

La resurrección es el lenguaje del triunfo en la derrota de los pobres. Es un lenguaje que difícilmente se escucha, pero él sigue hablando con tenacidad. Es una voz que cuenta muy poco en el discurso del sistema, pero que no se calla ante las injusticias. No es la voz de los sin voz, sino que es la voz sojuzgada de quienes no son escuchados. Por eso la resurrección es el grito de los empobrecidos, grito que sigue resonando por mucho que se lo quiera sofocar. Y la resurrección muestra que el itinerario de los empobrecidos no es mera negatividad, sino que apunta necesariamente a la justicia nunca satisfecha y por ello vigente. Un grito que demanda lo que no se pagó y advierte sobre ello. No habrá de extrañar que digamos que los perdedores son los resucitadores de la historia, los que hacen que no mueran los ideales y utopías a partir de las que se puede hablar de futuro. Precisamente su característica de anhelos justos impagados hace que, por ese impago, se mantengan vigentes. La justicia no saldada la mantiene en vigencia a perpetuidad. Eso la convierte en un dinamismo que empuja a la historia hacia una plenitud que no es la del sistema, sino la de toda realidad deseosa de justicia.

 

 

5

SALMO 117

(Domingo, Hora intermedia)

 

Contenido bíblico

 

El problema real de la espiritualidad y aun de la teología no es Dios, sino la historia (una historia con Dios dentro, no lo olvidemos). Si la historia no toca la espiritualidad, tiene el peligro de convertirse en una enajenación. Si la historia no incide en la teología, ésta corre el riesgo de entrar en un “manicomio” de verdaderos desajustes. Por ello la historia es la que salva a la espiritualidad y a la teología de sus excesos. Cuando aquella se mezcla a esta, la posibilidad de un horizonte humano queda más a la mano. No han de temer entrar en el barro de lo creado para ahondar en el sentido de la existencia. Más aún, es en ese barro donde se encuentra la verdadera solución.

Globalmente hablado, el Sal 117 es una lectura de la historia de Israel en la que se ve claramente que Dios ha actuado con Israel como un libertador, desde Egipto hasta hoy; por eso mismo se espera que tal auxilio de Dios no va a faltar nunca. La historia es una historia acompañada.

Las estrofas 1ª-4ª son un invitatorio coral: todo el mundo queda invitado a una lectura creyente de la historia, también quien lee hoy.

En las estrofas 5ª-7ª un orante experimenta la ayuda de Dios en su historia pobre: se ha visto libre del peligro, Dios camina con él. Experiencias fundantes.

Las estrofas 7ª-10ª desvelan el acompañamiento de Dios en las grandes catástrofes de la historia de Israel que, más allá de grandes pérdidas, han terminado en victoria. Dios no ha abandonado los derroteros duros de este pueblo.

En las estrofas 11ª-12ª vuelve de nuevo la experiencia fuerte de quien ha sido librado de la muerte con la certeza del Dios que ha estado a su lado.

Termina el salmo con las últimas estrofas (13ª-17ª) donde se celebra con una procesión festiva lo que se ha experimentado en la vida: Dios es acompañante fiel del caminar humano.

 

Desde Jesús

 

Quizá por eso están apareciendo tantos libros, de una u otra índole, sobre el hecho de Jesús. Precisamente una de las razones de esta aparición, muchas veces carente de fundamento, es el relativo aprecio que el lado histórico de Jesús se ha tenido en los ámbitos cristianos. La excesiva “divinización” de Jesús ha llevado a considerar irrelevante o anecdótico su perfil humano. Una lectura atenta de los Evangelios viene a decir que eso puede conducir a derroteros que nada tienen que ver con el Mensaje recibido.

La tentación de gnosticismo, de puentear la historia, pervive hoy. Ciertas formas actuales de espiritualidad cristiana entienden todavía que el meollo de su experiencia está en relacionarse con Dios, trabajo que se logra sobre todo en modos personales, individuales. Ello lleva no solamente a que el sentido de comunidad quede muy relativizado, sino a que la compleja problemática humana en sus aspectos sociales y sobre todo políticos quede descartada del núcleo de la experiencia cristiana. Por extraño que parezca, esta búsqueda de Dios fuera de lo “sucio” de la historia está acompañada de reacciones fuertemente interesadas en problemas económicos y hasta políticos. Es preciso intentar buscar alguna solución a tal esquizofrenia.

Tomarse en serio al Jesús de la historia no puede llevar sino a un aprecio hondo de su persona, a poder elaborar un verdadero enamoramiento de él que nos lleve a agradecer y construir nuestro camino de vida, nuestras opciones más valiosas.

 

Oraren comunidad

 

         Como se reza en una hora menor es fácil que el uso litúrgico se limite al dos coros y rezado sin más (tal vez para no hacerlo tan monótono, la segunda parte la recite una lectora).

         Como se reza en la Hi del OL del domingo de Pascua en la Hi del día de Pascua y en el OL del jueves de la octava de Pascua así como en la Hi de Pentecostés, en estos días se podría cantar y usar la cita bíblica de Hech 4.11 como antífona: el acompañamiento de Dios a nuestra historia lo hemos “palpado” en Jesús.

 

Dimensión social

 

         Leer nuestra historia desde el horizonte de la fe, leerla desde el ángulo de la oración, tiene muchas ventajas:

  • Una revalorización de la historia como ámbito y tiempo de posibilidad, más allá de sus indudables limitaciones, como senda que apunta a horizontes de plenitud que, de alguna manera, anidan en el corazón de toda criatura. Esto es un beneficio tanto para la vida como para la fe.
  • El logro de unas estructuras humanas y fraternas más unitarias, menos fragmentadas, menos compartimentadas. Con eso se lograría poner coto a las esquizofrenias (oración por un lado, vida por otro) en las que con frecuencia caemos.
  • La conciencia de que es posible crear una fraternidad humana por encima de las diferentes sensibilidades y más allá de las diversas opciones que acompañan a la pluralidad que somos.
  • La posibilidad de entrever el día en que se logre una ética común que lleve a la justicia mejor cumplida como compromiso de todas las personas que habitan la casa común de nuestra historia.
  • La certeza de que los planteamientos de la fe mezclados a la historia ganan en credibilidad y en razonabilidad, lo que habría de dar al creyente la sensación de mejor pertenencia al mundo y al no creyente la seguridad de que las religiones podrían aportar valores a la construcción del hecho humano.
  • El gozo, sobre todo para los cristianos, de que un Jesús que se enmarca en parámetros de comprensión histórica no solamente no reduce y disminuye su atractivo sino que, por el contrario, lo aumenta y multiplica.
  • La evidencia de que la justicia cumplida es camino ancho para el devenir humano y sentido para el mismo hecho cristiano.
  • La alegría de saber que hay acceso a Dios en el cauce de la propia historia y que ahondar en ella, amarla, cuidarla, trasmitirla en el mejor estado posible, es la gran obra que creyentes y no creyentes pueden hacer para responder al amor del Padre que se vuelca a la vida.

 

6

SALMO 109,1-5.7

(Domingo, II Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         Son tantos los agobios que sufrimos los humanos en nuestros caminar histórico que no ha de extrañar que, con rostros variados, el tema del mesianismo está siempre presente: creemos que con una presidente, un papa, una provincial, una superiora, un jefe, las cosas van a ir mejor. Y puede que sí, que ayuden. Pero con frecuencia comprobamos que todo, más o menos, sigue igual. El tema de los mesianismos, de las soluciones que vienen de fuera, tiene poco recorrido.

         Tampoco ha de extrañar que los mesianismos se mezclen a las religiones. Así ha ocurrido en el caso de Israel: siendo un pueblo que ha sufrido en la historia todo tipo de opresiones (Jn 8,33 es altamente irónico), ha soñado y quizá sigue soñando con un Mesías que ponga a Israel en el centro del mundo. Por eso muchos salmos, este en concreto, hablan de ese sueño mesiánico largamente acariciado.

         También tendrá que ver con el cristianismo (es el salmo más citado en el NT (más de 12 veces) que ve en Jesús al Mesías, aunque fuera un mesías pobre (algo incomprensible para el judaísmo). Es el salmo por excelencia de la liturgia cristiana.

         En esa línea, el Sal 109 celebra la investidura de un rey y con ello la esperanza honda de un reino mesiánico; se celebra más un deseo que un acto político.

         En el primer oráculo (primera parte de la 1ª estrofa) se promete al mesías la misma soberanía de Dios y su mismo éxito. Grandes sueños para un gran anhelo.

         En el desarrollo del oráculo está, primero, el tema de la expansión (segunda parte de la estrofa 1ª); luego, los medios con que cuenta, ejército, estirpe regia (2ª estrofa); finalmente, el apoyo de Dios mediante su juramento (estrofa 3ª).

         El público aclama al Mesías (estrofa 4ª) siempre en modos imprecatorios porque el mesianismo religioso ha estado teñido siempre de violencia contra el enemigo. El mesianismo pobre de Jesús irá por otro camino.

 

Desde Jesús

 

El tema del mesianismo ha sido algo con lo que los evangelios han tenido que lidiar porque quizá el mismo Jesús y su entorno han tenido mucho que ver con él. ¿Cómo entender su búsqueda espiritual desde esa perspectiva? Las respuestas son muchas y puede que sean bastantes las que contengan elementos de verdad. Pero creemos que Jesús ha elaborado su fe en el trabajo por configurar, en su corazón y en sus caminos, un mesianismo pobre. Ahí está el quid: para la tradición mesiánica judía, el mesianismo se resuelve en el poder y la gloria ya que ser mesías desde la pobreza es una contradicción en los términos. Algo de eso pasa con la atribución mesiánica de los títulos cristológicos cristianos: se entiende y se celebra a Jesús como mesías de la humanidad desde el brillo y poder religioso, desde el anhelo de reconocimiento por todos los pueblos de la tierra. Si fuera esto así, ¿cómo Jesús habría logrado unir, en su corazón y en su vida, mesianismo y pobreza? Solo se nos ocurre una respuesta: en su convivencia directa con la pobreza, en su opción por escapar de algo que atosiga tanto, hasta entender que en un Dios de pobres y en el fondo último de las pobrezas anida un sueño inagotable de justicia que da sentido a la utopía de los pobres.

 

Orar en comunidad

 

         Normalmente se suele cantar. A veces se utiliza el modelo de D. Cols que es muy acertado.

         Usando la libertad de los hijos de Dios, y tratando de sortear la dificultad imprecatoria del texto sálmico que está ahí por mucha teología que se le eche,  quizá alguna comunidad podría llegar a un acuerdo espiritual de modificación como este:

 

Oráculos del Señor a mi Señor:

«Siéntate a mi derecha».

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora».

 

«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec».

 

         En ese caso, los tres oráculos los canta una persona y la asamblea participa con la antífona.

 

Contenido social

 

     El Papa Francisco viene a decir en FT que el único mesianismo es la dignidad humana. El documento afirma con claridad: «tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos» (FT 169). De eso se trata, de volver a poner en el centro la dignidad humana desplazada por un sistema económico de expectativas de ganancias que se lucra de los frágiles y que los descarta cuando son improductivos: «Mientras una parte de la humanidad vive en opulencia, otra parte ve su propia dignidad desconocida, despreciada o pisoteada y sus derechos fundamentales ignorados o violados» (FT 22). De ahí la crítica a los poderosos, clara y explícita: «Guerras, atentados, persecuciones por motivos raciales o religiosos, y tantas afrentas contra la dignidad humana se juzgan de diversas maneras según convengan o no a determinados intereses, fundamentalmente económicos. Lo que es verdad cuando conviene a un poderoso deja de serlo cuando ya no le beneficia» (FT 25). La dignidad se convierte así en «la ley suprema del amor fraterno» (FT 39) y ha de vivirse con pasión, como realidad que, si falta, nos altere: «No es una opción posible vivir indiferentes ante el dolor, no podemos dejar que nadie quede “a un costado de la vida”. Esto nos debe indignar, hasta hacernos bajar de nuestra serenidad para alterarnos por el sufrimiento humano. Eso es dignidad» (FT 68).

 

 

 

 

 

 

7

SALMO 113A

(Domingo II Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         Este salmo es un himno de liberación. El orante del salterio ha entendido que Dios abría para el fiel un horizonte de libertad en todas las épocas de la historia, no solamente en la salida de Egipto. Por eso mismo, cuanto más oprimidos han estado, más han creído en el Dios que les liberaba.

         ¿Y eso por qué? Porque ha sido incomprensiblemente elegido. El concepto de elección es hermoso, pero peligroso (se me elige a mí, se desecha a los demás). Jesús flexibilizará ese concepto yendo a tierras de paganos (a Tiro y Sidón, a la Decápolis). Cantos para la libertad, así son los salmos, para sentirse cada vez más libre.

         En la estrofa 1ª se canta la liberación primordial, la de Egipto, la base de todas las liberaciones: libres de Egipto y acogidos en el santuario. Esto reconfortaba el corazón creyente del salmista.

         Las estrofas 2ª y 3ª describe el desbaratamiento de aquellos que se oponen a la libertad: el Jordán y los montes se han doblegado y allanado para dejar paso a la comitiva de la libertad.

 

Desde Jesús.

 

         Todo termina en la estrofa 4ª con una teofanía: la certeza de que Dios ha acompañado y acompaña el camino de quien busca la libertad. El Dios fuerte acompaña la fragilidad de su pueblo. Libertad, elección y acompañamiento: todo queda transformado por la certeza del triunfo humilde de Jesús.

 

 

 

Desde Jesús

 

La fuente de la libertad cristiana es, para el creyente, el mismo Jesús que supo, en un ambiente muy restrictivo y amando las estructuras religiosas de las que hizo parte, aprender, no sabemos muy bien por qué vía, la senda asistémica de la libertad.

Jon Sobrino se pregunta en La fe en Jesucristo qué es lo que impactaba de Jesús que, al menos en los primeros meses de la misión, que arrastró a grandes masas de gente que, más allá de las cifras bíblicas de los evangelios, lo siguieron de manera ferviente. Sobrino hace una lista de asuntos que, a su juicio, provocaban tal impacto. Y una de esas cosas es esta: «De Jesús impactaba su libertad para bendecir y maldecir, para acudir a la sinagoga en sábado y para violarlo, libertad en definitiva para hacer el bien».  Una libertad inusitada para bendecir niños (Mt 19.13-15; Mc 10.13-16) y para maldecir a ricos (Lc 6,24-26), con lo que eso conllevaba.

Lc 6,1-5 es un texto emblemático de libertad militante, las espigas arrancadas en sábado. Advertido Jesús de la grave transgresión de sus discípulos que han “trillado” (trabajo prohibido en sábado) restregando las espigas en sus manos un día de sábado, Jesús responde, dialécticamente, reescribiendo la escena de 1 Sam 21,1ss. En aquel texto se dice que David solo pidió pan a Ajimélec y que este, sin poner pegas, le dio cinco panes de la ofrenda. Nada resulta forzado en la escena. Pero Jesús la relee de otra forma: David y sus tropeles entran en el templo y cogen por su cuenta el pan de la ofrenda sin ningún tipo de miramiento porque el hambre da derecho a coger el pan. Una libertad militante.

¿Dónde aprendió Jesús este tipo de libertad en un marco social y religioso tan coactivo como el suyo? En Lc 6,12 se dice que Jesús se pasó la noche orando. Nada sabemos del contenido de esa oración hecha en la aspereza de la noche, en el silencio y en el descampado. Pero es razonable pensar que ahí se forjaran sus mejores dinamismos, uno de ellos, su increíble libertad, su libertad para hacer el bien. Una libertad para el bien, ese es el distintivo de la libertad cristiana, la de Jesús.

Poco se ha valorado la libertad de Jesús, englobados estos valores en la cubierta para todo que es su ser divino. Pero de esa fuente mana la libertad cristiana, gozosa y osada, asistémica y delicada, profética y cuidadosa, inclasificable y entregada. Quizá haya sonado en la Iglesia la hora de recuperar la hermosa libertad de Jesús.

 

Orar en comunidad

 

         Si se quiere hacer algo más allá que el recurrente dos coros, una lectora podría hacer la estrofa 1ª (narración de la gran liberación y de la increíble elección), otra las estrofas 2ª y 3ª (dispersión de las fuerzas opositoras a la libertad) reservando a la asamblea la estrofa 4ª (la teofanía), la certeza del Dios que acompaña el caminar de la persona hacia la plena libertad del reino.

 

Contenido social

 

Todo amor demanda la libertad, ya que un amor obligado es una contradicción. Si el amor social es una variante importante del amor, la necesidad de la libertad es obvia. ¿Cuáles serían las notas de una libertad que integra socialmente? Quizá haya que comenzar por entender qué es la amistad cívica: «La amistad cívica no consiste en que los ciudadanos se vayan de tapas, porque éstas son cosas que se hacen con los amigos corrientes, con ésos a los que, según el diccionario, se tiene afecto personal desinteresado que se fortalece con el trato. La amistad cívica sería más bien la de los ciudadanos de un Estado que, por pertenecer a él, saben que han de perseguir metas comunes y por eso existe ya un vínculo que les une y les lleva a intentar alcanzar esos objetivos, siempre que se respeten las diferencias legítimas y no haya agravios comparativos» (A. Cortina).

Pero hay dos requisitos necesarios para acceder a la libertad integradora: la aceptación de la diferencia y, más a la base, la correcta comprensión de la diversidad. Respecto al primer requisito dice A. Cortina: «Esto (la amistad cívica) no significa abolir la diversidad y generar una sociedad de individuos homogéneos, porque existen diferencias de capacidades, de creencias religiosas, de sensibilidad política, de tendencia sexual, y tantas otras que componen una ‘‘ciudadanía compleja’’, y no la ciudadanía simple, sin atributos, sin carne ni sangre humanas, que no existe más que en las mentes totalitarias”. La evidencia de la diversidad hace necesaria la aceptación de la “ciudadanía compleja”. Pero una tal complejidad puede ser elaborada hasta ser incluida en el ámbito más básico y general de la correcta amistad cívica.

 

8

SALMO 5,2-10.12-13

(Lunes, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Buscadores de consuelo, así podría definirse a la persona. Así es el orante de este salmo: una plegaria ardiente, al tiempo que una denuncia hecha con tacto. Se entremezclan la sensación de apuro, la confianza, el deseo de justicia y de que resplandezca la verdad. No se anda tras un falso consuelo, sino que se desea el consuelo de aquello que es verdadero.

         El consuelo se busca, en primera instancia, ante Dios (en el santuario, en tu casa), pero luego derivará hacia el simple consuelo humano (los que aman tu nombre). Al fin y al cabo, el mejor cobijo para un corazón desvalido es otro corazón.

         Las estrofas 1ª y 2ª son como un preludio que más que atraer la atención de Dios quiere significar que la fuente primordial del consuelo es Dios y que de ella se quiere beber en primera instancia.

         Las siguientes estrofas (3ª-7ª) oponen el camino del injusto y del justo. Las duras situaciones de la vida demandan un consuelo que mitigue el dolor del alma.

         Eso deriva en un consuelo que se materializa en la alegría que se recibe de las personas con corazón humanizador (estrofa 8ª). Esas personas existen. Del mismo modo que hay una fuente para el mal, también hay una fuente para el bien. Es interesante recordarlo ya desde el comienzo del día.

 

Desde Jesús

 

         El creyente en Jesús tiene en él su mejor consuelo. Por eso es tan importante el recuerdo de Jesús, su memoria viva. Es que la comunidad cristiana, más allá de sus avatares, de su camino sembrado de fracasos, de sus días tan lejos del Evangelio, de sus veredas equívocas ha conservado vivo el recuerdo de Jesús. A veces ese recuerdo no puede paliar la decepción del abandono de la utopía evangélica; otras veces se convierte en aguijón para las tremendas incoherencias en que se mueve el hecho religioso; algunas también es consuelo, caricia y perdón para los días errados, para las sendas desviadas. El asunto está en si es un recuerdo “peligroso” o simplemente rutinario y adormecedor. En la fe, los cristianos realizan la memoria passionis, mortis et resurrectionisJesu Christi; en el acto de creer recuerdan el testimonio de su amor, en el cual amor se manifestó el reinado de Dios entre los hombres por el hecho mismo de que el dominio del hombre por el hombre comenzó a derrumbarse, de que Jesús se puso de parte de los insignificantes, los marginados y los oprimidos, proclamando así el advenimiento del reino de Dios como fuerza liberadora de un amor sin reservas. Esta memoria Jesu Christi no es un recuerdo que dispense engañosamente de los riesgos del futuro. Al contrario, implica una determinada anticipación del futuro, como futuro de los que no tienen esperanza, de los fracasados, de los acosados. Es, pues, un recuerdo peligroso y liberador que constriñe y cuestiona nuestro presente, porque no nos trae a la memoria un futuro abierto cualquiera, sino precisamente este futuro concreto, y porque obliga a los creyentes a transformarse constantemente, para dar razón de este futuro. Esta comprensión mística del recuerdo de Jesús es la que puede hacernos escapar de una rutina paralizante.

 

Orar en comunidad

 

         Si se quiere ir más allá del dos coros cantado o rezado, una lectora podría hacer las estrofas 1ª y 2ª, la asamblea las estrofas 3ª-7ª y la lectora inicial la estrofa 8ª.

         Si se quisiera ser más imaginativo, e imitando la qiná (lamento del cantante, respuesta de la comunidad), una lectora podría leer el verso primero de cada estrofa (el que va justificado a la izquierda) y la asamblea dice los versos restantes de la estrofa.

 

Contenido social

 

         Escribe J. M. Esquirol: “Sé que en medio de la tormenta muda de la noche he recibido consuelo de la silueta del ciprés y del viejo campanario. Sé que ambos cantan. Cantan salmos. Reproducen los salmos que los habitan. Salmos que, entonados durante siglos, han penetrado en cada uno de los anillos del árbol y en cada uno de los bloques pétreos del campanario. Sé que este eco durará muchísimo tiempo. Y que mientras dure habrá esperanza y consuelo. Sé, en resumen, que existen personas habitadas por salmos y salmos habitados por personas”.

         Quien está habitada por los salmos (no solamente quien reza salmos) puede ser instancia de consuelo para el desamparo social, para las grandes heridas de las guerra y para las incisivas heridas de la enfermedad y del desamor en la relación. Ser consuelo para la sociedad es un apostolado de quien ora con salmos porque ellos en su día también fueron instancia de libertad y de consuelo.

         No se trata de lamentarse con quien se lamenta, de unir lágrimas con lágrimas, quejas con quejas. Se trata de consolar acompañando, abriendo pequeños horizontes de esperanza, posicionándose en el lado más luminoso de la vida.

 

9

SALMO 28

(Lunes, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Después de la LS’ sabemos que el tema de la ecología no solamente es primordial, sino que hace parte del seguimiento de Cristo. No se puede hoy ser seguidor en la despreocupación ecológica. Todavía no ha entrado mucho en nuestras comunidades porque estamos necesitados de una alfabetización ecológica, porque venimos de una insensibilidad social muy marcada.

         Los salmos tienen múltiples conexiones con el libro de la naturaleza (escrito antes que la Biblia). Uno de esos salmos ecológicos es el Sal 28, muy antiguo, que describe el paso de una formidable tormenta desde el norte (el Líbano) hasta el sur (Cadés). Esa tormenta no es Dios pero puede ser entendida como lenguaje cósmico del Dios que habla en la creación.

         Este salmo es un poema lírico que celebra, por su valor religioso en la antigüedad, una de las manifestaciones más grandiosas de la naturaleza: la tormenta, una tremenda tormenta que va barriendo todo el país. La voz es el trueno y los relámpagos, manifestación primitiva de la divinidad. La naturaleza como libro donde se lee lo divino (modos “sacramentales” ecológicos, no religiosos).

         La estrofa 1ª es un invitatorio con cuatro verbos: aclamad, postraos. Describir la gloria como una potente tormenta es tomar las metáforas cósmicas como lenguaje religioso.

         La descripción de la tormenta va a ocupar las siguientes estrofas (2ª a la 6ª): truenos, aguas torrenciales, relámpagos, retumbar de la tierra, árboles que atraen a los rayos. Toda la parafernalia de una tormenta que sobrecoge, grandeza inabarcable. Lo creado y su lenguaje impresionante.

         La estrofa 7ª es la manifestación de la teofanía: Dios está por encima de la tormenta y ese Dios bendice y pacifica a su pueblo. Puede el creyente estar seguro de poder capear cualquier temporal, físico e histórico. Preludios encarnacionales que recibirán su culminación en la teofanía humilde del Jesús histórico.

 

Desde Jesús

 

En primer lugar, hay que tener en cuenta la frescura de la mirada de Jesús sobre la naturaleza. La unión de Jesús con Dios, arraigada en su experiencia de Dios como Abba, se manifestó, según los sinópticos, en su identificación con los seres humanos y en su unicidad con la naturaleza. El Abba era un Dios creador, solícito con todos los seres, con los lirios del campo, con las aves del cielo, con los seres humanos y la maravillosa diversidad de vida sobre la tierra. Todos los seres y todas las vidas eran -estaban siendo- obra de la acción creadora y providente del Abba. Hasta el mismo Jesús debió entenderse a sí mismo como fruto de esa acción amorosa que todo locreaba y mantenía en la existencia. En una edad precientífica como la suya, este mantenimiento en el ser debió ser experimentado por Jesús como una acción poética y providente, en vigilante cuidado para vestir de colores las flores del campo, para dar de comer a las aves del cielo y aun para hacer salir el sol sobre buenos y malos (Mt 5 y 6). Todo el cosmos se mantenía vivo y en constante evolución por la creatividad permanente del Abba. Visto desde la mirada de Jesús, ¿no recobra el universo todo en la mirada fresca de Jesús aquella ternura de los primeros capítulos del Génesis, cuando las cosas que iban apareciendo sucesivamente eran todas buenas a los ojos de Dios?

Esta mirada original de Jesús sobre una naturaleza, siempre nueva y reciente, se completa con la reflexión profunda que hace posteriormente Pablo, identificándolo con el Cristo pospascual, o el Mesías de Dios. Se trata de todo un alarde de interrelación con el cosmos globalizado (habla del Cristo cósmico) y de un proceso de recapitulación de todas las cosas hacia la unidad definitiva en el Cristo total.

 

Orar en comunidad

 

El salmo está pidiendo ser cantado. En “Salmos para el pueblo”, Manzano hizo una estupenda versión. No pegaría mucho en un coro fraterno habitual. Pero si hubiera alguna hermana que supiera tocar los tambores…

Podría recitarse de forma litánica: una hermana enuncia los versículos y la asamblea repite como una letanía: ¡Gloria al Señor!

 

Contenido social

 

         ¿Cómo hemos de vivir la ecología de manera actualizada quienes apreciamos a Francisco de Asís? ¿Cuáles son los puntos sobre los que apoyar los fundamentos de una ecología franciscana hoy? Pues bien, la encíclica Laudato Si’ del Papa Francisco nos brinda la respuesta en sus hermosos números 10-12. Nosotros sistematizamos lo que sus expresiones sugieren.

Dice LS’ 10 que Francisco “era un místico y un peregrino que vivía con simplicidad yen una maravillosa armonía con Dios, con los otros, con la naturaleza y consigo mismo”. La unión entre mística e itinerancia es de una potencia explosiva porque habla de una vida con ebullición interior, con opciones que activan los proyectos, con anhelos que cobran cuerpo. La mística franciscana no es algo esotérico, es cuestión de armonía, de sencillo equilibrio, de atención compartida por todos. Esa armonía es la que respeta el nicho de cada realidad, la que agradece la pluralidad de lo creado, la que admira la diversidad de cada entidad. Una mística hecha de respeto, equilibrio y aprecio diferenciado. Tal mística se une al peregrinaje, a la itinerancia, a los caminos humanos dándoles un dinamismo y una benignidad que los hace amables alejando cualquier deseo de destrucción, explotación egoísta y dominio.

Porque el interior disperso de la persona tiende a ejercer una obra así mismo dispersa y desparramada, la ecología que propone Francisco de Asís tiene a ser unificadora. Dice LS’ 10: “En Francisco se advierte hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior”. Efectivamente, si estos cuatro elementos están desconectados, se hacen irrelevantes. Si la paz genera compromiso, la justicia medra y los pobres salen a flote. Son realidades concatenadas.

La ecología franciscana ha de intentar conectar estas cuatro realidades. Quizá haya de partir de una estructura personal lo más pacificada posible y de un compromiso humilde pero creciente. Desde ahí se podrán abordar con posibilidad de éxito los enormes problemas de la justicia y la honda preocupación por la naturaleza.  Se trata, en definitiva, de no perderse en planteamientos empequeñecedores y desligados, sino de dar coherencia a toda la acción ecológica franciscana.

Precisamente porque la ecología es no solamente un comportamiento social, sino también una espiritualidad, el testimonio ecológico de san Francisco “requiere apertura hacia categorías que trascienden el lenguaje de las matemáticas y conectan con la esencia de lo humano”, dice LS’ 11. La trascendencia que demanda la espiritualidad ecológica es intrahistórica, no extrahistórica. Se logra ahondando en la realidad, sobrepasándola, situándola en la dimensión perdida de la profundidad.

Así es la ecología franciscana: algo que conecta con la esencia de lo humano, que no se queda en la mera superficie, que percibe el hondo beneficio que es para el todo de la persona y de la creación la incorporación hábitos ecológicos la vida. Son las verdaderas raíces de la espiritualidad ecológica.

La tendencia al dominio y a la explotación de la naturaleza ha desterrado el asombro, el brillo en la mirada, el estupor de quien descubre cada día el color de cada cosa. Por eso dice LS’ 11: “Si nos acercamos a la naturaleza y al ambiente sin esta apertura al estupor y a la maravilla, si ya no hablamos el lenguaje de la fraternidad y de la belleza en nuestra relación con el mundo, nuestras actitudes serán las del dominador…incapaz de poner un límite a sus intereses inmediatos”. El asombro es el lenguaje del respeto y del amor. Quien se asombra, no invade ni explota, sino que agradece.

La ecología franciscana es la ecología del asombro sencillo, renovado cada día, simple pero profundo, exultante pero sensato. Sin ese asombro nos deslizaríamos al abismo del dominio, al pozo negro de la explotación, a la mirada que calcula todo sin admirarse de nada.

El Papa Francisco concluye la remembranza de san Francisco con este profundo aserto: “El mundo es algo más que un problema a resolver, es un misterio gozoso que contemplamos con gozosa alabanza” (LS’ 12). Es un misterio en cuyo fondo late el corazón del mismo Dios.

Por eso mismo, la ecología franciscana es una ecología creyente, conectada a la experiencia de Dios. Para el franciscano una creación sin la amorosa presencia de Dios sería una ecología sin alma. No se trata de “bautizar” nada, sino de descubrir el hálito que sostiene la universos y que el creyente sabe que es el modo con que Dios se hace vivo en la vida del cosmos.

 

 

 

 

 

 

10

SALMO 18B

(Lunes, Hora intermedia)

 

Contenido bíblico

 

         Los humanos podemos decir que, de alguna manera, somos creados por la palabra. Desde infantes se nos repite, una y mil veces, nuestro nombre, los nombres de las cosas. La palabra nos va moldeando por dentro antes de que sepamos nosotros modelarla. Sin palabra no seríamos humanos. El ser creados por la palabra es lo que nos faculta para ser creadores por la palabra. Al nombrar a personas y cosas, con todos los matices del nombrar, vamos creando a los otros e incluso a lo Otro. La persona experimenta su capacidad creadora más que cuando hace, cuando habla. Y además de creados y creadores, la palabra desvela nuestra condición de creaturas. Así es, la palabra nos habla de nuestros miedos, nuestros infiernos y nuestras preocupaciones, pero también de todo lo bello y hermoso que encierra, en una eterna contradicción, lo que supone ser humano.

         Este salmo 18B, muy próximo al salmo de la ley que es el Sal 118, es un canto de amor a la Palabra (Israel ha amado la Palabra, más allá de excesos; en Qumran hay veneración perpetua a la Palabra…). El salmo está amasado en los términos consagrados: ley, precepto, mandato, norma, voluntad, mandamiento.

         Las cuatro primeras estrofas describen la maravilla de la Palabra: ley que descansa, precepto que instruye, mandato que alegra, norma que ilumina, voluntad que genera estabilidad, mandamiento que enseña justicia, etc. Es decir, de la Palabra se sacan beneficios que construyen el ser personal, la estructura básica de lo que uno es (no hay beneficios estrictamente espirituales o teológicos). Palabra para la vida, en primer lugar.

         Además, las tres últimas estrofas relatan los beneficios de la Palabra: es instancia de perdón (perdonados por la palabra: “bastará para sanarme”), liberación de la arrogancia, conciencia de la presencia del Dios que acompaña (vida acompañada).

 

Desde Jesús

 

         Se puede decir que dar con las palabras de Jesús (las famosas ipssisima verba iesu) ha sido una obsesión tanto para los exégetas como las los buscadores de novedades bíblicas. Los resultados han sido más bien magros. La certeza de que si sabemos las palabras exactas sabremos cómo era él es el motor de esta clase de búsquedas. Pero tan valiosas pueden ser las palabras que un autor pronuncia o escribe como las de aquellos que escriben sobre él si ha habido conexión profunda con esa persona. Minusvalorar las palabras dichas sobre él, atribuidas a él, en conexión con él porque no se pueda demostrar palmariamente que son suyas resultaría una pérdida. De cualquier manera, en el caso de Jesús hay que renunciar de salida a calificar tal o cual expresión como palabra suya. Quizá se pueda decir de manera más o menos aproximativa. Pero tener la certeza plena es imposible. Mejor tomar otras sendas.

         Lo dicho de Jesús por otro, lo atribuido a su boca por ajenos, es lo que recogen los evangelios, mezclado todo ello a las preocupaciones vitales y espirituales de los propios autores. Que sea otra boca en la que habla Jesús ¿les quita veracidad, las desposee de valor, las hace desechables? En modo alguno. Gran parte de lo que sabemos de otros y hasta de lo que sabemos de nosotros mismos lo sabemos por boca de otros. Es cierto que tal hecho demanda cuidado, discernimiento y una cierta ofrenda de veracidad objetiva. Pero ¿es más objetivo sobre la verdad de uno lo que dice él o lo que otros puedan decir de él? De cualquier manera, la relativización de los evangelios como palabra propia del mismo Jesús no resta valor al ser palabras de Jesús dichas por otros. La dificultad de su comprensión no es solamente que hayan sido dichas por otros, sino el trabajo que es preciso hacer para adentrarse en ellas como en un laberinto en el que se exige buscar, ahondar, valorar, sospesar, identificarse.

         Más aún, la agudeza en la lectura habría de poder llevar de las palabras dichas sobre Jesús a las no dichas, a las sugeridas, a lo que se entrevé, a lo que se insinúa. Es cierto que tal cosa puede prestarse a una gran arbitrariedad. Pero con un poco de sagacidad, lo que queda en penumbra se vuelve interrogante y, desde ahí, puede ser de interés. ¿Qué puede querer decir Mc 6,34 cuando dice que se puso a enseñarles con calma, un Jesús que no es presa de ninguna “rapidación”, de ningún frenesí cuando tiene a los sencillos delante? ¿Qué puede querer decir Mc 5,43 cuando pide Jesús que se dé de comer a la hija de Jairo, solo que se la alimente, o se está indicando la necesidad de emancipación de toda institución opresora? ¿Qué puede querer decir Lc 19,20 cuando nos informa de que Jesús iba delante cuando subía a Jerusalén, que tiraba de aquella cordada de desalentados mudos aunque subían a la ciudad de su amor y de sus cantos? ¿Qué puede sugerir Lc 19,6 cuando habla de alojarse en casa de Zaqueo, de ponerse cómodo en casa de un pecador? ¿Qué puede sugerir Jn 20,16 cuando dice que María lo reconoció al pronunciar su nombre, qué manera de pronunciar los nombres tenía Jesús? ¿Qué significa el dato de Lc 24,35 que los de Emaús le reconocieron en su forma de partir el pan comenzando quizá por el último de la cena?  Y así una larga lista. ¿Se puede basar una doctrina en lo meramente sugerido, en lo opaco de la preguntas? Quizá no. Pero ¿puede crecer el interés, la admiración, el disfrute y la adhesión cuando el amor trabaja las intuiciones, los leves gestos, los ocultos indicadores?

 

Orar en comunidad

 

         Si se canta o recita a dos coros, esa es la forma. Se podría hacer de una manera más trabajada: las cuatro primeras estrofas (las características de la Palabra) las leen alternativamente cuatro personas. Las tres estrofas últimas (los beneficios de la Palabra) las leen toda la asamblea porque todas las personas son las beneficiarias de tal Palabra.

 

Contenido social

 

Se ha repetido hasta la saciedad la frase atribuida a K. Barth de que es preciso hacer teología con la Biblia en una mano y en la otra el periódico. Una legión de estudiosos, exegetas y predicadores lo han intentado. Pero, en estos años de modernidad líquida, según Bauman, con el auge de las religiones y, a la vez, del secularismo se percibe claramente que los amantes y estudiosos de la Biblia cada vez abandonan más el periódico, el hecho social, y se vuelven a centrar en la sola Palabra como terreno realmente válido para vehicular la fe. Se ha llegado a la convicción de que el discurso religioso como herramienta hermenéutica para la lectura de la Palabra es la mejor y prácticamente la única.

         La exégesis bíblica cuando está al servicio de una ideología se centra únicamente en sí misma, incluso con la pretensión de ciencia; se vuelve moralista, con el irreprimible afán de universalidad y de imposición; roza y cae en un acechante fundamentalismo con expectativas de que sus enseñanzas cristalicen en leyes sociales. Estos son los frutos del abandono del “periódico”, del alejamiento y menosprecio del hecho social. Corregir esta trayectoria, aunque sea ir contracorriente y pasar por un auténtico “antisistema” dentro del campo de la exégesis es para, algunos biblistas, una obligación.

         Mirar la realidad es un trabajo imprescindible para quien se apresta a leer con profundidad la Palabra porque ésta, por duro que suene, es una realidad a su servicio. Si, como dice el prólogo joánico, “la Palabra se hizo carne” (1,14), es la “carne”, la historia, el ojo lector, el verdadero timonel del hecho de lectura. Una Palabra al servicio de la historia es, para muchos estudiosos, un concepto inaceptable. La Palabra y el hecho histórico se miran en mutua e imprescindible relación y de una manera circular: de uno al otro y viceversa. Pero en esta mirada circular es el hecho histórico quien comanda la lectura porque él es el necesitado de amparo.

         Mirar la realidad no es solamente mirar lo que hay. Es hacerlo tratando de descubrir lo que no hay, las posibilidades que encierra, los horizontes sugeridos, los soles tras la bruma. Es la capacidad innata que todos los seres humanos tenemos para ver la realidad con otros ojos, con una mirada atenta que nos permita abrir la puerta a un abanico de posibilidades que aún están por descubrir. Es, incluso, hacer justicia a lo que ya fue: “Mirar sólo lo que hay empequeñece la realidad y la mirada, pues la hace superficial. Necesitamos conocer la tumultuosa vida que hay detrás de cada objeto, de cada institución política, de cada costumbre. Lo mismo pasa en los asuntos humanos. Para saber dónde estamos, tendremos que preguntarnos: ¿cómo hemos llegado hasta aquí? Cuando al mirar vemos las cosas, prolongadas por su genealogía, el mundo alcanza profundidad”.

         Una lectura social es aquella que mira a la realidad y desde la realidad con el texto bíblico en la mano. Más que de un método se trata de una sensibilidadque intuye que la mezcla de la Palabra ahondada con la realidad social discernida puede ser altamente provechosa. Es cuestión, así mismo, del logro de una perspectiva que conecte con facilidad el imaginario del texto leído con el del mundo que vive el agente lector; sin esta conexión, el texto arriesga la infecundidad. Es, en fin, un anhelo, aquel que pretende hacer que el texto llegue a lo más profundo de la intimidad personal y ese pueda ser el cauce para una vivencia recreada del Mensaje.

 

 

 

 

 

 

 

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SALMO 7

(Lunes, Hora  intermedia)

 

Contenido bíblico

 

Los gritos de los empobrecidos desvelan, en el fondo, que aún conservan un rescoldo de fe en la sociedad y en la justicia. Aún se cree que la sociedad pueda reaccionar y animarse a saldar esa deuda de justicia terrible que, a lo largo de siglos, se ha acumulado con los empobrecidos de la tierra. Aún se confía en la bondad del corazón humano capaz de comprender que, por ser familia humana, no está nunca justificado no el expolio, ni la marginación, ni la expulsión de la sociedad de quienes son los miembros más frágiles de la familia. Desvelan tales gritos la fe en la justicia, la humana y la divina, al ver que no se ha hecho justicia aún con aquellos que, por humanos, por creaturas, están llamados a sentarse en el banquete de la vida con todos los derechos. Se dice, en el fondo, que el olvido terrible de los empobrecidos es el mayor acto de injusticia que estará siempre por ser saldado mientras haya un empobrecido y, con más razón, cuando el número de ellos no cesa de aumentar. Esta fe en la justicia late en el fondo de este salmo. El orante de este salmo es uno que cree en la justicia.

Las estrofas 1ª y 2ª presentan al creyente en la justicia en una situación muy difícil: está a punto de ser devorado por la fiera de la injusticia. Va a ser perseguido-alcanzado-pisoteado-apretado contra el polvo.

Creyendo en quien es juez imparcial (estrofas 3ª-5ª) se apela a la rectitud de una vida fiel a la alianza, a la inocencia de quien no tiene nada que ocultar (por más difícil que esto sea: todo el mundo tiene “rincones devastados”).

La estrofa 6ª apela a la ley del talión, no tan inhumana como se cree (por más que la supere el Evangelio) porque controla la sed de venganza (FT 227: la verdad no debe llevar a la venganza)

La estrofa 7ª concluye en el propósito de dar gracias a Dios por su justicia, ya que tal justicia fundamenta la propia.

 

 

Desde Jesús

 

Cuando hablamos de la justicia del reino, será preciso distinguir entre tiempo cronológico y tiempo del sueño de Jesús. El cronológico es, claro está, inmanipulable, mecánico, unido al decurso de lo cósmico. Pero el tiempo del sueño de Jesús admite modificaciones: si se apunta uno a los trabajos por la justicia (núcleo del sueño de Jesús), el tiempo se acorta, el sueño se va haciendo realidad; si no se da cabida a los trabajos de la justicia, el sueño se retrasa. Es preciso liberar a la comprensión del proyecto de Jesús del predeterminismo que cree que su sueño vendrá mecánicamente, como por su pie. Se necesita devolver al sueño el aguijón apocalíptico que incita a al tiempo acortado.

El creyente muestra la verdad de su componente religioso en un comportamiento ético. Éste, de alguna manera, es “primero”, tanto por su naturaleza visibilizadora como por su verdad histórica. Si el tal elemento no aparece, el componte religioso queda en entredicho. Se podría afirmar, aun a riesgo de parecer ingenuos, que para todas las grandes religiones el puente de acceso a lo sagrado es un buen comportamiento, un espíritu puro capaz de contemplar la verdad. Creemos que no se puede negar que el NT en general, incluido el comportamiento de Jesús, tiene como preocupación mayor, antes que la religiosa, la preocupación ética, una ética de mínimos en la mayor parte de los casos, aunque, a veces, también proponga una ética de máximos como es el caso del precepto del amor a los enemigos. Esos son los grandes caminos de la justicia y también los cotidianos.

 

 

 

Orar en comunidad

 

         Como es un salmo profundamente reflexivo, el hacerlo a dos coros con un poco de calma, es cosa que le va bien. Quizá podría decirse tres veces (a modo de trisagio) la aclamación de la estrofa final.

 

Contenido social

 

La batalla por la justiciaes una realidad aún por darse. Frente a quienes dicen que es tema ya pasado de moda (gentes en la orilla del poder y las riquezas) el NT sostiene que esa es una tarea necesaria incluso en el ámbito cercano, en la realidad del hermano que se tiene delante, persona con situación, nombre y apellidos concretos. Los amplísimos sectores sociales para quienes la vivienda, la sanidad, la cultura elemental, el acceso a la información, etc., sigue siendo una carencia demuestran la necesidad de articular esa batalla por la justicia. Juan Pablo II en su carta Novo MillenioInneuntese preguntaba: “Nuestro mundo…ofrece a pocos afortunados grandes posibilidades, dejando a millones y millones de personas no sólo al margen del progreso, sino a vivir en condiciones de vida muy por debajo del mínimo requerido por la dignidad humana. ¿Cómo es posible que, en nuestro tiempo, haya todavía quien se muere de hambre; quien está condenado al analfabetismo; quien carece de la asistencia médica más elemental; quien no tiene techo donde cobijarse?” (nºs 49-50). La respuesta es bien clara: son las consecuencias de una sociedad injusta en la distribución de sus recursos. En ese asunto el mundo occidental, el mundo católico, tiene una parte mayor de responsabilidad que no puede eludir. Dejar la cuestión por obsoleta no solamente conduce a un riesgo de inhumanidad, sino también de peligro para la fe, ya que los correctos comportamientos éticos y solidarios son los mayores aliados de una espiritualidad saludable. Quizá para ello sea necesario mantener vivo el anhelo utópico (cosa en la que nos ayudan las vidas de los pobres) haciendo oídos sordos a quien hace gala de haber perdido la esperanza (sobre todo cuando su palabra viene desde el lado del poder y de la fama).

 

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SALMO 10

(Lunes, Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         Normalmente se califica a salmos como este como salmo de confianza o de esperanza. Y es así. Sin embargo, también puede leerse y orarse como “salmo de búsqueda”. Uno que es víctima de la incomprensión y del olvido elabora como puede la maldad que le rodea y busca a Dios en el santuario y en los acontecimientos. Todo con tal de que no le anegue la maldad. Y la manera de sobrenadar el mar inmenso del mal es seguir buscando al Dios que acompaña y la bondad que resiste a la maldad.

         La estrofa 1ª es el primer acto: se muestra la dificultad en la que se mueve la vida y la incitación a huir, a escapar, a no buscar, a dejarse llevar por la negrura de los días, a instalarse en el pesimismo. Todo da igual, huye, refúgiate en tu escondrijo, no des la

cara a las cosas, no resistas.

         Las estrofas 2ª y 3ª muestra la fe del orante: Dios no se apeará de su justicia porque Dios es “parcial”, se pone de parte de quien obra bien. Por eso, merece la pena seguir buscando, seguir preguntando, seguir colaborando. La búsqueda lleva a la responsabilidad, la no-búsqueda al deterioro y a la dejadez.

         La asamblea reafirma el valor del itinerario de búsqueda en la estrofa 4ª diciendo que la bondad y la pregunta tendrán una respuesta en la certeza de que se llegará a ver el rostro de Dios, a percibir el sentido de una vida buscadora. La asamblea de los orantes como grupo de gente buscadora.

 

 

Desde Jesús

 

Calificar a Jesús de “buscador” no suele ser cosa habitual. Las búsquedas de Jesús entran en conexión con los anhelos humanos y no solamente no pierden sentido, sino que se insertan en el subsuelo de la vida para colaborar en el logro de su sentido pleno. Así es: la intemporalidad atribuida a la persona de Jesús ha llegado a oscurecer sus búsquedas. De ahí que atribuir a Jesús el papel de “buscador” resulta un tanto extraño, máxime cuando el exagerado proceso de divinización lo ha considerado como sabedor de todo y, por lo mismo, ajeno a la necesidad de buscar. Sin embargo, como diremos, él ha trabajado fuertes búsquedas, posiblemente porque su vida se ha movido en un notablepathos espiritual, social y ético.

         Las búsquedas de Jesús se han amasado en los silencios y en las vivencias sociales. Son el componente místico y político de toda gran búsqueda humana. En el primer elemento se encontraría la oración de noche, el recurso a la Ley como lugar de encuentro con Dios, la misma celebración sinagogal, el retiro como técnica de ahondamiento. Y en el segundo elemento entrarían ahí los caminos, los dolores ajenos, las situaciones de injusticia, la lectura del momento social en que vivió. Todo mezclado, mística y política, habría sido escenario propicio para una búsqueda que apuntaba a lo nuevo más como anhelo de verdad que como interés por desmarcarse de lo establecido. Esto fue consecuencia de su  buscar la verdad, el sentido, el secreto de los días, la razón de vivir de una determinada forma social.

         ¿Se vieron cumplidas sus búsquedas? En la medida en que puede ser, quizá sí, lo que no significa que todo esté iluminado. Sus logros fueron históricos, es decir mezclados a su limitación personal y social y a la de su momento. Pero pueden ser paradigmáticos para quienes quieran ser de su grupo no tanto por los logros, como por la mística que subyace al trabajo de buscar: tendría sentido apuntarse a una tarea buscadora porque eso nos aproxima a la verdad de lo que somos, aquello que anida en los pliegues del alma y que da sentido a nuestros pasos. Ese impulso es la traducción del amor de Dios volcado, mezclado, unido a la historia desde dentro y que lleva a superar la negativización de la historia propiciando la reconciliación con ella.

 

Orar en comunidad

 

         Normalmente se hará a dos coros, rezado o salmodiado. Podría también hacerse: estrofa 1ª el “buscador” (una lectora), estrofas 2ª y 3ª la respuesta espiritual (otra lectora), estrofa 4ª ratificación del sentido de la búsqueda (la asamblea).

 

Contenido social

 

Buscar es una de las señas de identidad de los humanos. La búsqueda ha sido el motor del pensamiento, de la ciencia y, en definitiva, de la cultura. Sin ese anhelo, la vida habría desaparecido. Se puede decir que, de alguna manera, ese ha sido también el elemento que ha impulsado el mundo de las religiones. Todo el vigor de la búsqueda se derrama en amplios sectores de la sociedad actual, la búsqueda tanto hacia fuera de la tierra en los descubrimientos estremecedores de los inicios del universo, como en dirección hacia el adentro del origen de lo humano en las huellas de los ancestros de la historia. La posibilidad de convertirse en “ingenieros de la vida” ha de ser entendida como motor de la búsqueda humana, no solo como el peligroso transhumanismo del que muchos recelan y cuestionan.

         Sin embargo, y por muchas razones, hay personas que han dejado de buscar. Quizá nunca se percataron de lo decisivo de la búsqueda; o han acumulado tal espesor de aceptación sistémica que no necesitan buscar y hasta juzgan la búsqueda como un peligro inútil. Huelga decir que esta renuncia lleva emparejada una debilidad de fondo que se trata de disfrazar con la fortaleza atribuida a las leyes. Pero siempre hay personas que siguen empeñadas en esta tarea. No buscan solamente por una insatisfacción mal asimilada, sino también porque intuyen que el mero buscar ya es un estar en la luz, mientras que la renuncia a buscar sume a la persona en las más densas oscuridades.

         Desde aquí se puede sentir estremecimiento ante una fe que no busca. Tal fe se apaga en su oscuridad más honda, por más que parezca que se sigue viviendo en parámetros de cumplimiento religioso. Renunciar a la búsqueda es resignarse a un estilo de fe que vive de prestado, artificialmente, como quien utiliza un respirador y no sus propios pulmones para seguir en vida. Renunciar a buscar lleva a un discurso teológico repetido, irrelevante, sin atractivo, por más que esté urdido en las más precisas normas del lenguaje académico. No querer buscar lleva a la “extinción” de grupos cristianos de origen vigoroso que han terminado en un mero repetir un esquema preestablecido.

         Puede que una fe que busca cometa errores que habría de reconocer y corregir; puede que se adentre en caminos de los que, en un momento dado, habrá que retroceder; puede que tenga que usar muchas veces el correctivo que supone pedir perdón. Pero, a cambio, será una fe con vida dentro, con aliento e ilusión, una fe que no ha perdido el brillo en los ojos cuando mire a la persona de Jesús y cuando mire a la sociedad. Una fe que busca no es un enemigo para el cristianismo, sino un aliado. Quien busca respeta, intenta cohesionar, incluye. Y todo ello sin renunciar a ese fuego sagrado que es la pregunta profunda, la luz añorada, la conexión de lo que se cree con el escenario actual.

         No ha de extrañar que la búsqueda vaya unida a la esperanza. Sin aquella, ésta termina agostada. No es posible animar a la esperanza si, a la vez, se desalienta, se descalifica o se persigue la búsqueda. La desesperanza hace inútil la búsqueda y puede que llegue a considerarla hasta peligrosa. Sin búsqueda se desactiva la esperanza. Para recrear las búsquedas de Jesús se hace imprescindible una profesión de fe en la esperanza. De lo contrario, estas búsquedas pasarán desapercibidas o quizá se consideren irrelevantes.

 

 

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SALMO 14

(Lunes, Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         En las preces que se escuchan cuando rezan las comunidades, visto el panorama, se pide con mucha frecuencia por las vocaciones (“muchas y santas”). Y esa es una gran necesidad. Pero muy pocas veces se demanda ilusión para nuestras comunidades. Se supone, como al soldado el valor, que las comunidades tienen ilusión. Pero, ¿es así en realidad?

         Pensamos que el cultivo de este dinamismo de la vida podría aportar muchos beneficios a la vida comunitaria. Porque es normal que, con los años, la ilusión mengüe y las decepciones hagan su obra contribuyendo a una vida gris. Por ello, reactivar la ilusión puede ser una tarea interesante de cara a la formación permanente.

         Los documentos oficiales de la Iglesia (tantos los de la VR como los del Papa) nunca hablan de la ilusión como de un valor, mientras que bastantes veces hablan de la desilusión como un desvalor siempre presente. Sin embargo, y como una excepción, hay una frase del Papa Francisco en la homilía del 14-4-20 glosando el texto de Jn 20,11-18 donde, refiriéndose a María Magdalena, dice: «Una mujer débil pero fiel, fiel incluso frente a la tumba, frente al colapso de las ilusiones, se convirtió en “apóstol de los apóstoles”».

         Efectivamente, el discipulado tras la crucifixión está en peligro de colapso de las ilusiones del reino que tendería a verlas ahora como falsas ilusiones. María viene a anunciar que Jesús sigue vivo y que, por ello, las ilusiones siguen vigentes.

         Este peligro del colapso de las ilusiones siempre amenaza la vida fraterna. Por eso, es preciso intentar avivar la ilusión para que, como la llama en la hoguera, se mantenga viva. La mejor forma de vitar el colapso es activarlos en la vida y en la reflexión. Si este trabajo, además, se hace en comunidad, el resultado será más satisfactorio.

         Interpretar este salmo desde la perspectiva de la ilusión puede parecer algo forzado. Pero se trata de abrir nuevas vías a una vivencia espiritual del salmo. Las diez máximas del decálogo para quien quiera acceder a la intimidad (a la tienda) de Dios pueden ser leídas desde la ilusión. Efectivamente:

  • Para practicar la justicia hay que estar ilusionado por la bondad esencial de lo humano.
  • Para tener palabras alejadas de la calumnia es preciso mantener viva la ilusión de la dignidad de toda persona.
  • Para no difamar es necesario mantener la ilusión de que vivir en buena vecindad es un ideal “divino”.
  • Para acoger a Dios dice el salmo que hay que alejarse del impío y ser temeroso de Dios, es preciso estar ilusionado por la belleza de la vida.
  • Para no retractarse de lo jurado, de las responsabilidades adquiridas es preciso estar ilusionado con una vida en fidelidad.
  • Para no ser usurero ni sobornador es preciso mantener el anhelo de una economía fraterna.

 

Desde Jesús

 

         Raramente se considera a Jesús como persona ilusionada. Pero, ¿cómo habría podido ser el que fue con la ilusión apagada o muerta? Su vida hubiera sido otra, desposeída de sentido y de valor.

         Jesús tuvo ilusión, ante todo, por su Padre. Él llegó a la certeza simple y honda de que siempre estaba con él, incluso cuando las cosas venían mal dadas (Jn 8,29; 16,2).

         Su gran ilusión fue la puesta en marcha en la historia del sueño del reinado de Dios. Animó constantemente a buscarlo (Mt 6,33); puso muchas comparaciones para que se entendiera bien (Mt 13,31-35); creyó, incluso, que su final estaba a las puertas (Mt 10,23).

         Puso mucha ilusión en su relación con los pobres, a los que llamó bienaventurados (Mt 5,4): Se los encontró por los caminos y siempre derramó consuelo y esperanza (Lc 7,11-17).

         Siempre mantuvo su ilusión y su fidelidad con el grupo de discípulos con los que compartió alegrías (Lc 10,21ss) y penas (Mt 26,28). Nunca renegó de ellos, por más que a veces se comportaran cuestionablemente y llegaran a “secuestrarle” (Mc 4,36).

         Estuvo a gusto con pecadores (Lc 19,1-10) y creyó en la posibilidad de su conversión hasta creer que él estaba en esta vida sobre todo por causa de ellos (Lc 5,32).

         Disfrutó con los excluidos y se alegró con ellos: con los niños (Mt 19,14), con las mujeres (Jn 4,1ss), con los paganos incluso (Mc 7,24-30).

         Fue un pobre, pero la pobreza no logró amargarle; no da el perfil de un amargado, por más que tampoco lo pinten los evangelios en risas y alegrías externas.

 

Orar en comunidad

 

         Si se va más allá del dos coros, las estrofas 1ª y la 5ª (planteamiento y voto litúrgico final), las puede decir la asamblea. Las estrofas 2ª-4ª las desgrana una lectora.

 

Contenido social

 

¿Qué caminos sencillos para generar ilusión tenemos cada día al alcance de la mano?

 

  1. 1.    El camino cotidiano de las buenas palabras: porque cuando se habla bien se genera un ambiente ilusionante y positivo para el trabajo y la convivencia.
  2. 2.    El camino asequible de la sonrisa y el buen humor: porque contribuye mucho a diluir tensiones y a tocar lo mejor de la persona provocando gozo sencillo e ilusión por estar con el otro.
  3. 3.    El camino de la conversación sosegada: porque hablar con sosiego genera sosiego, acarrea luz y crece la ilusión por los caminos de esta vida alejando penas y depresiones.
  4. 4.    El camino apreciado de la atención amante: porque escuchar al otro con interés hace que las “tinieblas” sean menos y la confidencia compartida posibilita la ilusión y el ánimo.
  5. 5.    El camino lentamente ilusionante de la reflexión común: porque, ciertamente, es un camino lento. Pero, a la larga, la reflexión compartida hace brotar más ilusión en nuestros caminos humildes.
  6. 6.    El camino siempre fecundo de una oración deseada: y, por eso mismo, preparada, vivida con interés, por encima de rutinas y cansancios. Una oración “con alma” genera ilusión.
  7. 7.    El camino ilusionante de una presencia ofrecida al grupo: porque tendemos a “fugarnos” cuando en realidad mucha de nuestra ilusión viene de la presencia compartida.

 

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SALMO 23

(Martes, laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Hay pensadores que dicen que la gran tarea espiritual del mundo moderno es recuperar la dimensión de la profundidad porque el gran enemigo de la vida y de la fe es la superficialidad. Esta es fácil de lograrla pero nos hace vulnerables; la otra se consigue con trabajo y deseo, pero nos hace más fuertes.

         Podría pensarse que los trabajos de profundidad son extraños, abstrusos, para gente elitista. Nada de eso. Son trabajos como apreciar a quien trabaja duro, acompañar al débil, hacer el bien, orar con profundidad, tener una alegría equilibrada, cultivar el discernimiento, vivir en honradez con lo real.

         Es que el Sal 23 se suele decir que es un salmo de una liturgia para entrar en el templo y para leer allí la ley. Pero esto es lo externo: se entra en el templo y en la ley para entrar en el secreto de Dios, para ahondar en su misterio. Podría ser calificado como un “salmo de ahondamiento”.

         Las estrofas 1ª-4ª describen las condiciones de ahondamiento: integridad vital, fidelidad creyente, integridad moral, búsqueda sincera de Dios. Con estos elementos, se puede ahondar.

         Desde ahí, las estrofas 5ª-8ª entonan un himno litúrgico, un canto antiguo en que se dice que Dios es un misterio siempre a ahondar. Por eso hay que estar siempre “levantando los dinteles” para el que es inabarcable. Cansarse de la búsqueda de Dios, echarse en brazos de la rutina y de la superficialidad es síntoma de que no se está apuntando hacia el Diosque habita en lo profundo.

 

Desde Jesús

 

         Nadie tendrá dificultad inicial en decir que Jesús fue una persona profunda. ¿Dónde vemos algunos rasgos de esa profundidad?

         Jesús es uno que ahonda en la realidad de Dios, en su abbá (Mc 14,36), en quien hace salir el sol sobre buenos y malos (Mt 5,45), en quien ama y perdona sin condiciones (Lc 15,11-32).

         Jesús profundiza cuando hace su dura oración en descampado Mc 1,35(). En esa escuela de silencio y de despojo tiende necesariamente a lo profundo.

         Él sabe también ahondar en el diálogo. Por esos sus esperas en la noche (Jn 3,1), su incansable manera de enseñar (Mc 6,34) y su saber estar donde hay sufrimiento (Jn 11).

         Jesús sabe también profundizar en el libro de la creación. De ahí sus parábolas ecológicas sobre los pájaros y los lirios (Lc 11,32ss) y sobre las cosechas (Jn 4,35).

         Profundiza cuando hace discernimiento sobre su vida y sus caminos (Lc 9,28-36). Él, como nosotros, necesitó luz y la buscó en el silencio y en el diálogo con la Palabra.

         Y profundiza en los caminos del dolor ajeno para dar alguna respuesta al sufrimiento del otro (Mc 10,46-52).

 

Orar en comunidad

 

         Si, como solemos decir, se quiere ir más lejos que el corriente dos coros, las estrofas 1ª-4ª las podría leer una lectora y el himno de la segunda parte (estrofas 5ª-8ª) lo canta la asamblea.

 

Contenido social

 

Para conseguir una espiritualidad de la profundidad, quizá sea necesario el cultivo de una trascendencia intrahistórica, una trascendencia que, como dice T. Queiruga, se realiza en la máxima inmanencia. Desde el lado de la experiencia religiosa, siempre se ha creído que la trascendencia, valor insustituible en el hecho creyente, había de ser extrahistórica, fuera del marco de la historia, en un más allá que se prometía como definitivo, dando a veces la espalda a un más acá que se consideraba perecedero y, por lo mismo, de muy relativo interés. Pero una lectura más antropológica y social de los textos neotestamentarios nos ha hecho ver que es justamente en la historia donde Dios ha puesto su morada y donde se revela (Jn 14,23). De tal manera que la realidad que en el lenguaje religioso se conoce como “cielo” se funde con las entrañas mismas de la razón histórica.

Por eso, se ha venido elaborando la certeza de que Dios se encuentra en la profundidad, como decía P. Tillich, y que, por lo mismo, es preciso trascender en la dirección del fondo de la historia, no hacia fuera de ella. En esta orientación se puede confluir con la espiritualidad laica, ya que a ésta se le demanda justamente hacer un camino similar: ahondar en la realidad para encontrar el sentido. Ambos, el creyente y el laico, son caminos confluyentes no en la percepción religiosa cuanto en el cimiento histórico de sus relativas experiencias vitales. Si esto es así, es posible intuir que los dos caminos salen enriquecidos: el creyente porque da con el lugar más vivo de la revelación que se esconde en el fondo de la vida, el laico porque ahonda en el sentido de su experiencia histórica situándose en sus raíces antropológicas e históricas más fundamentales.

 

 

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SALMO 32

(Laudes, martes)

 

Contenido bíblico

 

         El imaginario religioso de todas las religiones contiene la certeza de un Dios todopoderoso (así se sigue diciendo en las oraciones litúrgicas). Pero la realidad demuestra que Dios es “impotente” (excepto para amar). Una vez realizada su gran obra de potencia que es crearnos, lo que viene queda en nuestra mano, la pelota está en nuestro tejado. Por eso mismo, la certeza de la supuesta potencia de Dios ha derivado en el anhelo de su misericordia.

         Así ocurre en este salmo: todos lo califican como un himno al poder de Dios. Y así es porque el imaginario de Israel cree en tal omnipotencia. Pero, como por debajo, aparece el anhelo de su misericordia: al fin y al cabo, lo que más interesa es que Dios sea misericordioso con el creyente, con su pueblo. Por eso mismo, orar con este salmo desde la perspectiva de la misericordia le puede dar otro tono.

         Ya en el invitatorio del himno (estrofas 1ª y 2ª) aparece el anhelo de la misericordia de Dios: él es justo, pero más al fondo es misericordioso. Es un anhelo vibrante. Por eso se concitan los instrumentos de música (cítara, arpa, bordones) y el canto. Se celebra que la tierra está envuelta en la misericordia de Dios, en su manera hondamente compasiva de mirar nuestro camino humano (1 Cor 13,12).

         Por su parte, el cuerpo del himno (estrofas 3ª a la 9ª) canta la obra creacional de Dios por su Palabra poderosa. Israel lee a Dios sobre todo desde el lado del poder: si Yahveh es más poderoso que los otros dioses, es el Dios verdadero.  Pero en la última estrofa vuelve a aparecer el tema de la misericordia: ésta envuelve a sus fieles y de ella reciben el aliento de la vida; sin ella, estarían perdidos. ¿Qué es lo que se canta en el fondo, el poder o la misericordia?

         La conclusión del salmo no podía ser más clarificadora (estrofas 10ª y 11ª): que, sea como sea, la misericordia venga sobre el creyente y sobre toda persona, porque esa tal misericordia es la garantía y el sentido de nuestra vida.

 

Desde Jesús

 

Cuando los teólogos han querido definir los rasgos esenciales de la propuesta de Jesús han recordado el componente innegociable de Jesús: la compasión desde la que define a la persona y al mismo Dios. Es, como decimos, en los caminos donde Jesús ha construido esa estructura de amparo. La vida en esos caminos le ha hecho ver con claridad que la estructura religiosa y legal dejaba fuera de sus filtros a amplias capas de la población a las que él quería hacer una propuesta de dicha. Por eso, la estructura religioso-legal no era adecuada para tales personas. Había que crear una estructura que no tuviera como pilares firmes las normas y las costumbres y, en el fondo, las jerarquías que la legitiman, Muchas veces planteó su propuesta en forma de antítesis: «pero yo os digo…». Se trataba de generar otro tipo de relaciones entre las personas y con Dios visto el desamparo de los humildes.

         El teólogo J. Sobrino se preguntaba sobre el impacto de Jesús en su época y sobre si tal impacto podría sernos útil también hoy. Ese tal impacto está descrito bajo la primacía de la misericordia:

 

  • De Jesús impacta la misericordia y la primariedad que le otorga: nada hay más acá ni más de ella, y desde ella define Jesús la verdad de Dios y del ser humano. Es buena noticia, entonces, que a Jesús se le muevan las entrañas a misericordia y que configure su vida y su misión desde ella.
  • De Jesús impacta su honradez con lo real y su voluntad de verdad, tanto en su juicio sobre la situación de las mayorías oprimidas y de las minorías opresoras, como en su reacción hacia esa realidad: defensa de los débiles y denuncia y desenmascaramiento de los opresores. Es buena noticia, entonces, que Jesús sea voz de los sin voz y voz contra los que tienen demasiada voz.
  • De Jesús impacta su fidelidad para mantener a lo largo de la historia honradez y misericordia hasta el final en contra de crisis internas y de persecuciones externas. Es buena noticia, entonces, que Jesús sea fiel y mantenga la misericordia hacia donde quiera que le lleve.
  • De Jesús impacta su libertad para bendecir y maldecir, para acudir a la sinagoga en sábado y para violarlo, libertad en definitiva para hacer el bien. Es buena noticia, entonces, que para Jesús la libertad no sea sólo ni principalmente la libertad burguesa ni siquiera la existencial, sino la que consiste en que nada puede ser obstáculo para hacer el bien.
  • De Jesús impacta que quiere el fin de las desventuras de los pobres, y que quiere el bien, la felicidad y el gozo de sus seguidores, y desde ahí formula las bienaventuranzas. Es buena noticia, entonces, que para Jesús existe un camino que lleva a la verdadera felicidad.
  • De Jesús impacta que acoja a pecadores y marginados, se siente a la mesa y celebre con ellos y que se alegre de que Dios se revele a ellos. Es buena noticia, entonces, que Jesús celebre la vida y celebre a Dios.
  • De Jesús impacta, finalmente, que confíe en un Dios bueno y absolutamente cercano, a quien llama Padre, y que esté absolutamente disponible a ese Padre que sigue siendo Dios, misterio absoluto e inmanipulable.

 

Orar en comunidad

 

         Si se deja de lado los dos coros, podría cantar la asamblea las estrofas 1ª y 2ª que son más vibrantes; una lectora leería seguidas las estrofas 3ª-9ª, el cuerpo del salmo y luego la asamblea ratificaría la presencia y el valor de la misericordia de Dios con las estrofas 10ª y 11ª, cantadas si se pudiera.

 

Contenido social

 

La persona desarrolla a lo largo de toda su historia trabajos inacabables de autoafirmación personal: se quiere decir, a uno mismo y a los demás, que yo soy valioso, que merezco respeto, que quiero contar en el devenir de la vida, que necesito el aplauso y la valoración social, etc. Para alcanzar estos objetivos se utilizan cauces diversos y, no pocas veces, extraviados: autoafirmarse por la imposición, por le venganza, por el poder. Esto se hace, consciente o inconscientemente, incluso en la actividad cotidiana. Pues bien, el NT viene a decir que la autoafirmación en el grupo creyente no puede venir ni por la desigualdad social, ni por el poder económico, ni por el imperio de la lengua, ni siquiera por una religiosidad muy activa. La autoafirmación se hace, como lo marca el Evangelio, por la generosidad, la igualdad, la fraternidad y el servicio misericordioso. Es por estos caminos cuando la persona será correctamente ella misma ante el otro y cuando el gozo de la vida le inundará a ella y a su comunidad. La compasión es la garantía de la VR en esta hora difícil.

 

 

16

SALMO 118,1-8 (Aleph)

(Martes, Hora intermedia)

 

Contenido bíblico

 

         La persona experimenta el desamparo en muy diversas formas en su caminar histórico. Para paliarlo construye muchas estructuras, entre ellas la religiosa, la fe. Para muchas personas, creer es un amparo. Todo lo que se mitigar la soledad componente de la persona, será bueno, siempre que no incluya falsas esperanzas      

No hay una categoría de “salmos de amparo”. El gran Sal 118, el salmo de la Ley, de la Palabra, más allá de su hechura rígida (salmo alfabético, nombres repetitivos de la ley: voluntad-decreto-precepto-sendero-consigna-mandato-mandamiento-ley), es un salmo muy interesante porque encierra un amor irrefrenable a la Palabra y acuña expresiones de una gran hondura espiritual. En la estrofa 3ª de esta primera letra (Aleph) se dice: “Tú, no me abandones”: el gran amparo no es la ley, la Palabra, sino la certeza, por ella, de que el Padre no nos abandona. La gran petición no es que nosotros no abandonemos a Dios, sino que él no nos abandone. Si es así, tenemos nuestra vida está amparada.

En la estrofa 1ª se viene a decir que el gran trabajo no es andar por los caminos de la ley, sino buscar a Dios. Esa búsqueda es el motor. Buscar a través de la Palabra, un trabajo de por vida.

En la estrofa 2ª se viene a decir que caminar en la Palabra no va de sí. Es todo un trabajo que brota de un anhelo. Si este se apagara, moriría  la búsqueda.

Es en la estrofa 3ª donde brota esa súplica hermosa: “Tú, no me abandones”. Si se cuenta con el amparo del Padre, hay garantía de una vida creyente con contenido y vigor.

 

Desde Jesús

 

Jesús ha sentido el desamparo. Lo vemos en los relatos de la pasión. Es llamativo, por ejemplo, el silencio explícito que parece guardar Jesús en su convulso proceso de condena. Es el rostro del abandono en el que se siente sumido. En Mt 26,33 se insta a Jesús “por el Dios vivo” a que diga si es el Cristo. Es hacerlo por el Dios que le hace vivir, por el que es su “abbá”. Ese Dios es el que sella sus labios para hacer ver que es condenado a contrafuero: toda su vida orientada a Dios y se le condena por Dios. Todas las obras hechas en favor de la persona no han logrado ser argumento suficiente para desvelar que Jesús es el Hijo, el revelador del amor del Padre. Por eso, preguntarle ahora que está encadenado no servirá de nada. No hay intención de aceptarlo como revelador del Dios que está al lado de los pobres. De ahí el silencio ante quien tiene ya una postura tomada desde antes. En Mt 27,12 Jesús es acusado por “los principales sacerdotes y los ancianos”. El sistema acusa a Jesús, el poder religioso y el poder social. ¿Es mejor el silencio o la réplica? Jesús opta por el silencio porque, tal vez, ha llegado a la convicción de que con el poder no hay nada que hacer. En Mc 15,5 Pilato se asombra del silencio de Jesús. Jesús utiliza la defensa del silencio del justo, la que han empleado quienes no han podido hablar, quienes sabían que era inútil hablar porque las posiciones estaban fijadas de antemano, sobre todo si uno era pobre y no tenía amparo legal. Este interrogatorio fue, según Lc 23,9, “extenso”. No sabemos la “extensión” del interrogatorio, ni los resultados. El testimonio de Jesús es el de los pobres que no dejan rastro jurídico. Por eso, el tiempo, que es la mortaja de los pobres, se ha comido su testimonio. En el silencio de Jesús, late una profunda súplica al Padre: “Tú, no me abandones”.

 

Orar en comunidad

 

         Por su carácter sapiencial, por estar en un hora menor y por su tono, a este salmo le va bien el dos coros o, todo lo más, la proclamación por una lectora mientras la asamblea escucha y rumia las palabras. Si se hiciera así, la asamblea podría aclamar con el último hemistiquio: “Tú, no me abandones”.

 

Contenido social

 

Hay por el mundo mucha gente que ampara. Matilde Muhindo recibió en 2008 el premio Human RightWatch. Siendo parlamentaria fundó un comité para investigar la violación como arma de guerra. Estuvo al frente de la Coalición de Mujeres que trabajó para que se aprobase una ley contra la violencia sexual. Su compromiso para apoyar a las víctimas es muy fuerte. Ha ejercido presión ante los Estados Unidos y Europa para que se detuvieran las atrocidades que se han cometido y se siguen cometiendo en el este del Congo. Matilde se ha enfrentado a amenazas de muerte por su trabajo, pero se niega a permanecer en silencio y se dedica cuerpo y alma a trabajar para prestar asistencia a las víctimas de los abusos de la violencia sexual. Desde hace unos años trabaja en el Centro Olame, que presta atención psicológica de urgencia y asistencia a las víctimas de abusos y ayudarlas para que puedan luchar contra la discriminación y ponerse en pie para empezar una nueva vida (De “Bitácora Africana”). Gente que no abandona a los pobres, gente del silencio que ampara. “Tú, no me abandones”, dicen las víctimas con las palabras del Salmo.

 

 

 

 

 

17

SALMO 12

(Martes, Hora intermedia)

 

Contenido bíblico

 

El tema del dolor que acompaña el caminar humano está envuelto en una oscuridad, más o menos impenetrable, y toda persona trata de iluminar esa zona de sombras, de acotarla para que el dolor no se adueñe de todo. El ser humano es alguien enfrentado al dolor, encarado a él. Y por ello, para recabar luz, merece la pena percibir cómo Jesús lo ha afrontado. Recreando su actitud, podremos dar, como mejor aportación, algo de luz, ya que enfocar el problema con afanes de solucionar está insondable aporía es algo enormemente pretencioso.

         No es de extrañar que este asunto salga repetidas veces en las plegarias de los salmos. Se las engloba en el apartado de “lamentaciones”. El Sal 12 es una de ellas, pero nosotros la ubicamos en el apartado de “plegarias para mitigar dolores”. Porque, aun luchando militantemente contra el sufrimiento, éste siempre está ahí, de una u otra manera. Y lo más que, a veces, se puede hacer es que el sufrimiento no lo ocupe todo. Y para ello, la fe y la oración pueden ayudar mucho.

         La estrofa 1ª plantea de forma muy aguda la queja del salmista con ese “¿hasta cuándo?” repetida cuatro veces. Lo más duro del sufrimiento es cuando no se ve su final, cuando no se sabe hasta cuándo va a durar una situación agobiante (bien lo hemos comprobado con la pandemia). Parece que hasta Dios se ha desentendido (Dios no se desentiende nunca, nunca nos deja de su mano. Otra cosa es que nosotros lo veamos o no).

         La estrofa 2ª expresa la súplica para no hundirse en esas aguas y para que el “enemigo” no piense que la oración es un fracaso. Esto lo tiene muy metido el AT (los salmos son del AT, no hay que olvidarlo). Esto no va con nosotros: no pedimos fuerza en el sufrimiento para que el ateo no se regocije, sino para encontrar sentido a nuestra limitación. Es interesante que se pide luz para los ojos, que no se acabe la mirada que se asombra, que no se extinga el amor a la vida que es lo que da luz a los ojos.

         La conclusión en la estrofa 3ª habla de “alegría” y “canto”. ¿Cómo estar contento cuando, a la vez, se pasa mal? Jn 16,20-23 habla de una alegría que nadie podrá arrebatar. Una alegría susceptible de ser mezclada a las lágrimas, porque si algo hay frágil en la vida humana es la alegría. Si ha de permanecer habrá que aprender a conjugarla con los sinsabores.

 

Desde Jesús

 

Jesús es alguien que ha lucha contra el sufrimiento. Encajar sus situaciones ha estado unido a esta lucha. Y desde esta lucha se puede percibir en los relatos evangélicos una, a nuestro juicio, evidente incitación a la militancia. Cuando en el relato de Mc 2,1-13 se alaba “la fe que tenían” se refiere al tipo de fe en Dios que anima aquella insólita acción de abrir el boquete y descolgar la camilla. No es una fe ideológica sino práctica: se lucha contra el dolor en modos inusitadamente activos, capaces de una extraña solidaridad con quien no puede ni moverse. En la escena de Mt 12,1-8 se justifica de manera militante la acción de los discípulos que mitigan su hambre arrancando espigas. La escena que narra 1 Sam 21,1ss no es idéntica: allí se dice que Ajimelec “salió… y dio pan consagrado a David”. Jesús dice que “entró en la casa y comió los panes”. Jesús añade un componente militante: el hambre justifica acciones que parecen condenables. En la narración de Mc  5,2-20 se dice al endemoniado curado que “marche a casa y cuente cuanto el Señor ha hecho por él, mostrándole su  misericordia”. El pagano curado ha de hacer campaña entre los suyos de la misericordia de Dios ante el dolor; todo dolor está ante su mirada. También el de los paganos. Y en Jn 5,8 se dice al paralítico de Betesda que “tome su camilla” y eche a andar, que encare su situación de paralítico perpetuo (treinta y ocho años) y se aleje por fin del Templo, una institución que no tiene solución ni cuidados para su dolor. Toda una serie de relatos que hablan de uno que no se doblega ante el dolor, sino que lo arrostran tratando de encajarlo y solucionarlo hasta donde se pueda.

 

Orar en comunidad

 

         Le sería suficiente la forma de dos coros. Si se salmodia, habría que hacer algún tipo de subrayado en la estrofa final en la que asoma el gozo y el canto (si la 1ª y 2ª se han hecho sin acompañamiento, poner acompañamiento a la 3ª).

 

Contenido social

 

         Más allá de cualquier derrota, la apuesta por los cuidados es un triunfo porque supone la verificación de que desde el comienzo de los tiempos lo que verdaderamente ha salvado a la persona es la empatía en el dolor, no la competitividad. Los medios nos dicen que la competencia mueve la sociedad, pero en realidad la mueven y la sostienen los cuidados. Por eso mismo, el fracaso concreto en la batalla contra el dolor no destruye el camino de comunión humana que entrelaza la suerte de unos con la de otros. Cualquiera que lea las páginas evangélicas puede deducir que la desigual lucha de Jesús contra el dolor acabó, no hay más que mirar a la cruz, en un tremendo fracaso. Pero su aportación al acervo de humanidad queda intacta. Por eso su fracaso es, en el fondo, un triunfo enorme.

 

18

SALMO 13

(Martes, hora intermedia)

 

Contenido bíblico

 

La vida es paradójica: lo que parece fracaso encierra, a veces, un cierto éxito y el éxito celebrado lleva con frecuencia dentro la sequedad del vacío. Por ello hay que recurrir a planteamientos simples pero esenciales: triunfar es vivir en la órbita del amor, haber entendido que amar y ser amado es suficiente para dar por buena la aventura humana. Lo mismo ocurre con el fracaso. Éste es no haber vivido en la órbita del amor, haber andado en las oscuras sendas del odio, la indiferencia y el menosprecio con sus terribles secuelas. Para ello es preciso resistir, porque en la resistencia habita la esperanza.

Por eso mismo, aunque el Sal 13 puede ser entendido como una exhortación profética a una mística de resistencia ante el embate del mal. Es cierto que se toma el lenguaje de la maldición (el más fácil). Pero lo interesante es cómo resistir, cómo tener un espíritu asentado para no responder con violencia a la violencia (FT habla bastante de la venganza, ver el nº 242).

En la estrofa 1ª se presenta bruscamente la realidad del mal en la figura del ateo práctico, el que niega a Dios no en principio, sino como modo de vida. Un negativismo (“no hay quien obre bien”) del que no deberíamos contagiarnos porque hay gente buena, también entre los ateos.

Ese negativismo generalizador aparece en las estrofas 2ª y 3ª. Es fruto de la sensación de rechazo de quien sufre: todo lo parece mal, envenenado, pero no es así. Para elaborar una mística de resistencia es mejor apoyarse en la evidencia del bien que en la generalización del mal.

Las estrofas 4ª y 5ª recurren al tópico de la actuación vengadora de Dios, que nunca se da (porque Dios no se venga, aunque se lo pidamos, Dios solo ama). Dios es refugio para el desvalido pero no contra los malos. El amor puede ser el corazón de la resistencia cuando no es contra nadie, sino a favor de todos. Que el salmo vaya por otro camino no impide nuestra elaboración espiritual.

Una estrofa 6ª añadida promete la salvación a Israel. Nosotros ampliamos el horizonte: todo el que resiste en humanidad encontrará el amparo del Dios de amor.

 

Desde Jesús

 

El Reino tiene sus exigencias. No se puede vivir un seguimiento indoloro. Es preciso hacer acopio de fortaleza interior para asimilar lo mejor posible las exigencias del Evangelio. Jesús ha encajado esto con una fuerza increíble.

Es preciso decirle al poder que no puede mandar sobre los valores básicos de las personas. Hay que resistir al miedo que quiere infundir el poder para hacernos creer que fuera de su radio de acción no hay vida. Jesús cuestiona lo incuestionable. Ahí radica su profecía.

Algo que caracteriza a Jesús es el despojo de toda grandeza: un Mesías pobre, sin grandeza, sin brillo, sin gloria. ¿Se puede uno/a adherir a un Jesús así? Para eso, como decía Pablo, nos tiene que "tirar lo humilde" (Rom 12,16).

El amor que llega hasta dar vida y la da en silencio, sin demandar nada a cambio, sin hundirse cuando no hay aplauso ni agradecimiento. Un Jesús que se entrega en toda su generosidad, que encaja el designio del Padre con todas las consecuencias.

La resistencia es de quien ama. Porque el amor es lo que ha hecho a Jesús resistente, la entrega es la que le ha llevado a no quebrarse, su hondísima generosidad es la que ha hecho que no exigiera nada, ni siquiera nuestro agradecimiento y amor. Resistente porque ama.

 

Orar en comunidad

 

         Si se hace a dos coros, bien. Podría también leerlo una lectora y la asamblea confirmar la lectura con la estrofa 6ª recitada por todas.

 

 

 

 

Contenido social

 

            La lectura analítica del hecho social ha llegado a la conclusión de que esta sociedad se halla dividida en clases. Pero, en realidad, todo se reduce a dos grandes bloques: los vencedores y los derrotados, los integrados y los excluidos, los disfrutantes de la vida y los náufragos, los que se benefician del sistema y los desechos, los que crucifican y los crucificados. De tal manera que la desigualdad, la madre de todos los desajustes, se ha instalado en el hecho social como algo  constituyente, como realidad no solamente inamovible, sino justificada por la evidencia del desarrollo histórico. De ahí que los esfuerzos a nivel político para ir superando ese sistema sean tan tímidos, proviniendo de quien está instalado y ve como normal la desigualdad. Sucumbir a este estado de cosas es una de las grandes derrotas humanas a las que apunta la mística de la resurrección.

         Cuando hablamos de perdedores estamos nombrándolos desde el lado de los vencidos. Porque, en realidad, son ganadores no retribuidos, no reconocidos, no pagados con justicia. Por más que la realidad parezca decirnos lo contrario, la lenta marcha del mundo hacia su humanización debe mucho más a esos perdedores que a los triunfantes vencedores. Su contribución a la historia no consta en los anales, pero sin ellos, sin su resiliencia, la historia humana se habría apagado. De ahí que cuando en la mística de la resurrección se habla del triunfo de los pobres no estamos solamente situándonos en la paradoja del lenguaje, sino en la realidad más elemental: la resurrección hace ver que los llamados perdedores no lo son, sino que son personas que esperan su salario, que demandan justicia, que  presentan al mundo cada día su factura de dicha no saldada.

 

 

 

 

19

SALMO 19

(Martes, Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

Las estructuras no son ajenas a ninguna persona. Hasta los más recalcitrantes, los más anarcos, tienen y viven en marcos estructurales. No son las estructuras algo que está fuera de mí, sino algo de lo que hago parte, más o menos.

Las estructuras son esa serie de normas, de planes, de modos organizativos, etc., que nos damos los humanos para poder convivir en grupo. Sin ese elemento posiblemente no podríamos vivir. Y de hecho todos creamos estructuras, modos relacionales de vida.

Es que este Sal 19 habla de una estructura muy querida para Israel: la realeza davídica. Aunque ya predijo Samuel que los reyes no traerían a Israel más que desgracias (1 Sam 8,20), como así fue, Israel siempre tuvo ansias monárquicas porque eso configuraba su identidad de pueblo. Por eso no ha de extrañar que haya un grupo de salmos (unos 10) de ideología real en que se ora por el rey, por tal estructura. Este es uno de ellos.

     En las tres primeras estrofas un heraldo expone las peticiones que se hacen por el éxito del rey. Se cree que la estructura real puede ser beneficiosa para el pueblo. ¿Por qué no se ve su indudable lado negativo?

En un segundo lugar, estrofas 4ª y 5ª, la asamblea asiente y corrobora los anhelos del heraldo. Pero añade una confesión de fe que indica que la estructura del creyente tiene que ver con la realidad de Dios, no con la fuerza de las estructuras legales: “nosotros invocamos el nombre del Señor, Dios nuestro”. Esa es la fuente de nuestras estructuras. Para nosotros, el Evangelio. Desde ahí es preciso valorar la verdad y el acierto de las estructuras que nos damos: nos ayudan al Evangelio, van bien; nos apartan del Evangelio, son cuestionables.

La asamblea emite un voto litúrgico (estrofa 7ª): invocar el nombre de Dios es estar abierto a estructuras humanizadoras y creyentes, las evangélicas para nosotros.

 

Desde Jesús

 

         El Jesús histórico es judío, no cristiano. Esta obviedad quiere decir que ha vivido en el marco de las estructuras judías tales como:

  • El templo: ha subido como lo hacían los peregrinos (Mc 10,32) porque Jerusalén tenía para él un atractivo que nosotros nunca podremos entender.
  • La sinagoga: porque es el lugar de oración y de aprendizaje de la ley y él las ha frecuentado como judío piadoso que era (Lc 4).
  • La ley: a la que ha respetado y la que ha cumplido escrupulosamente, siempre que no colisionara con el bien de la persona (Lc 14,5).
  • Las tradiciones: que las ha aprendido en el seno de su propia familia (Lc 2,41-52).

Pero también ha vivido estas estructuras con una libertad que asombra. ¿Dónde la aprendió? Quizá en sus noches de oración.

  • Ha creído que el templo de su cuerpo era una estructura más adecuada que el templo material (Jn 2,21). El encuentro con Dios en la corporalidad de la historia.
  • Ha pensado que la sinagoga podía ser lugar de crecimiento en la fe y no freno anclado en el pasado (Lc 4).
  • Ha creído que la ley se podía resumir y que el mandamiento del amor al prójimo para a ser primero (Mt 22,34-40).
  • Ha creído que las tradiciones son absurdas si no llevan a la solidaridad con el prójimo (Mc 7,13).

 

 

 

 

Orar en comunidad

 

         Para que no pierda su carácter oracular, podría leerlo una lectora y la asamblea participaría con la antífona cantada o con el pensamiento de Hech 2,21.

 

Contenido social

 

Lo primero que hay que decir es que toda estructura es cambiable. El sistema (que es una estructura peculiar, no la única) tiende a decir que las estructuras son fijas, casi incambiables, cuando no “sagradas”. No hay nada sancionado por ley divina, no hay nada sagrado e intocable entre los humanos. Todo puede ser objeto de discernimiento.

Por eso mismo hay que desacralizar el Derecho Canónico bajo el que se rige la vida de la Iglesia y  de las realidades eclesiales componentes (como lo es la VR). Que hoy por hoy sea esa la estructura que nos gobierna, no quiere decir que sea intocable. Y por eso mismo, las estructuras que al amparo del Derecho montamos los grupos carismáticos son, por lo mismo, discernibles.

Toda estructura, hasta la más familiar, se asienta sobre un cimiento único: el mundo de la relación. Pretender construir estructuras obviando el mundo relacional, es una fantasía o, peor, construir un sistema que termina siendo una coraza de hierro y un peso enorme. Por eso mismo, si se quiere reflexionar sobre las estructuras, hay que estar dispuesto a hacerlo sobre la relación. Es el cimiento, como decimos. Todo el edificio carismático, creyente y aun legal, se construye sobre tal cimiento.

Cuando hablamos de estructuras casi siempre estamos pensando en estructuras de gobierno. Pero habría que pensar también en estructuras de relación familiar, doméstica y de relación social más allá del mero campo interno de VR. La VR es cada vez menos relevante; pero su significatividad no depende de su edad o de sus vocaciones: depende del enfoque humanista y creyente con que se mira la vida.

Nuestras estructuras, a cualquier nivel, han de tener un componente evangélico. El seguimiento con Jesús termina concretándose en algún tipo de estructura familiar, eclesial y social. Hay que llegar a “medir” de algún modo el nivel de contenido evangélico de nuestras estructuras.

Por otro lado también, ya lo hemos dicho, hay que valorar el nivel de implicación social de nuestras estructuras no solo personales, sino también carismáticas. Hasta dónde somos sociedad, hasta dónde aprendemos de la sociedad, hasta dónde somos “buenos vecinos”, que parece que es poca cosa pero tiene lo suyo.

 

20

SALMO 20,2-8.14

(Martes, Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

     La familia franciscana podría verificar con frecuencia cuál es su nivel democrático para tratar de evitar algo que ha sido persistente en su historia: la repetición a escala fraterna de la lejanía de una auténtica, evangélica, democracia. Argüir diciendo que la comunidad o la misma Iglesia son más que una democracia, que son una fraternidad, es decir que, al menos, deberían ser democráticas. Si no lo son, la sospecha de que tampoco sean fraternas brota de inmediato. La democratización de las estructuras religiosas está todavía en el horizonte. Esto, como decimos, cuestiona la fraternidad real.

     Hacemos esta entrada porque la realeza de Israel fue todo menos democrática. No eran tiempos para ello. Por eso, los salmos reales, como éste, hay que tomarlos con cuidado para que suenen a algo posible. No habrá que perder la orientación general. Nosotros somos seguidores de Jesús y él dice cómo han de ser nuestras estructuras básicas, fraternas, algo que incluye y va más allá de lo democrático (Mt 23,1-12).

         El salmo se lee solamente en su primera parte (los vv.9-13 ha sido suprimidos por su talante imprecatorio, con eso ya se dice mucho de cómo entiende el salmista la estructura real). Lo más interesante es ver que las bendiciones que recibe el rey no son sus propios beneficios, sino la prosperidad del pueblo. Por eso mismo el pueblo ora por él.

         Y si el rey confía en el Señor, como dice la estrofa 3ª, quiere decirse que la estructura real ha de ser justa y compasiva, como lo es la realidad del Dios que le apoya. Esos son los valores que están en el fondo de la vida fraterna.

 

Desde Jesús

 

         Como perteneciente a una época, Jesús se ha visto mezclado a instituciones políticas, pero en relación con ellas ha mantenido un espíritu de libertad:

  • Ha entrado en contacto con las autoridades del imperio, los romanos, con libertad ante sus impuestos (Mc 12,13-17) y corriendo el riesgo de ser injustamente condenado, como lo fue (Jn 19,1-25).
  • No sabemos qué relación ha tenido con el rey vasallo de Galilea, Herodes, pero sí con los herodianos (Mc 3,6; Mt 22,16) y parece que Herodes lo despreció (Lc 13,1-13).
  • Los saduceos (las familias ricas del país) desataron la guerra contra él, sobre todo porque tocó su mercado (Mt 21,12-13).
  • Los escribas que eran los detentadores de las leyes. Parece que su relación fue conflictiva (no tanto como el tardío texto de Mt 23).

 

Orar en comunidad

 

         Estaría bien que una lectora lo proclamara recuperando así su forma de plegaria a favor del rey. La asamblea pude participar con la aclamación de la estrofa 4ª.

 

Contenido social

 

Tanto a nivel social, como religioso, las estructuras tienden a anquilosarse, a ser intocables año tras año. Por eso, una tarea auténticamente profética es la de flexibilizar las estructuras. Y no habrá otra manera que inoculares el componente de la temporalidad. Parece que una estructura flexible es una estructura más débil. Pero no hay tal. La flexibilidad indica la percepción y mantenimiento de lo esencial junto con la capacidad de adaptación a cada situación. Las estructuras religiosas tienden a confundir la fortaleza de sus instituciones con su rigidez. Por eso hay quien hace de tal rigidez una cuestión de fidelidad.

¿Cuáles son las causas de esta actitud de rigidez estructural? Inicialmente la lejanía de los escenarios de novedad. El rígido se encierra en su mundo y cree, porque así le conviene, que el mundo funciona con las escuetas reglas de su marco vital. Acompaña a esto una sacralización de las instituciones, porque se considera que lo sagrado consagra y da validez a la estructura poniéndola a salvo de cualquier ataque. Todo esto suele ir acompañado de una objetivación de los principios que sustentan la estructura. Lo que inicialmente no han sido más que intuiciones, terminan siendo principios intocables, divinos incluso. Y juegan también su papel los miedos, los intereses, las posiciones de poder, las carencias de sentido. El mundo de la inflexibilidad es complejo.

Ocurre también que, en esta hora nuestra, el inflexible cree que hay que combatir la laicidad y la manera de hacerlo es anclarse en los planteamientos de antaño. Es un camino sin salida desde el momento en que la laicidad no va a detener su camino para escuchar los exabruptos de quien quiere hacerle volver siglos atrás. La laicidad es comprensible con la debilidad estructural, pero ignora a quien intente llevarla a terrenos ya hollados. Ciertos movimientos conservadores tienen muchos adeptos. Eso no garantiza ni su nivel de salud social ni su bendición divina. Con frecuencia son ámbitos de altos componentes de inhumanidad.

Un antídoto eficaz contra la inflexibilidad estructural sería la temporalidad. Como decimos, las estructuras tienden a anquilosarse y sus defensores a perpetuarse en sus cargos directivos. Aplicar la temporalidad, la rotación, cultivando incluso la cultura de la dimisión y la renuncia. Entender la gestión como un “encargo” sería algo saludable porque se podría acotar en el tiempo, evaluar y, en su caso, pedir responsabilidades. La intemporalidad termina por concitar muchas lacras, no siendo la menor el sentido de apropiación y de dominio que paraliza las estructuras.

De cualquier manera, sería preciso superar el dilema de rígidos contra flexibles. Eso llegará si hay una búsqueda sincera no solo de la verdad en abstracto, sino de la verdad situada. Esta verdad cambia con las circunstancias y, sin embargo, no se pierde el deseo de estar asentado sobre valores esenciales. Por lo demás, la confrontación sobre el tipo de estructura fraterna y social que se quiere demanda dejar de lado intereses espurios que oscurecen el panorama. Si no se cuestionan tales intereses, hablar de estructuras adecuadas es algo imposible.

 

21

SALMO 35

(Miércoles, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

La bondad cotidiana es la que hace que la vida humana no chirríe y se vuelva invivible. Además, es la bondad que está al alcance de la mano de cualquiera y que, por lo mismo, no admite excusa por causa de su lejanía o de sus dimensiones. Esta bondad alimenta la relación menor y sin ella la minoridad es prácticamente imposible. De ahí que para una vivencia social y antropológica del carisma franciscano resulte igualmente imprescindible. Por otra parte, uno puede preguntarse de dónde brota esa bondad para poder entenderla y vivirla mejor. No es fácil responder a tal pregunta tanto en la bondad cotidiana como en esa “bondad insensata” (G. Nissim) que lleva a la entrega de la propia vida. Saber de dónde proceden el bien y la dulzura sería solucionar el misterio de la vida. Francisco y Clara, que han sido cantores y vividores de la gran bondad de Dios y de la concreta bondad de la relación fraterna, empujan en tal dirección ya que ellos no distinguían entre contornos religiosos y no religiosos. La bondad que alimenta la minoridad podía venir incluso de unos ladrones.

Es que el Sal 35 más que del malvado (que es un espejo donde no mirarse), habla de la bondad de Dios, su misericordia (estrofas 3ª, 4ª y 6ª) y, como en un espejo, de la bondad de quien ora. Efectivamente, ¿de qué serviría hablar del Dios bueno, alejado de cualquier camino de maldad, si no entrara el creyenteque ora por sendas similares? ¿De qué sirve orar, ir puntualmente a todos los actos de coro, si la bondad no crece en mi vida, si mis relaciones comunitarias son difíciles?

El salmo dibuja en su primera parte (estrofas 1ª y 2ª) el retrato del malvado, y más al fondo, el retrato de toda persona en su lado difícil, oscuro, negativo. Hay que leer estos textos como afectadas, no como si esto no fuera conmigo.

Las estrofas 3ª-5ª dibujan la contraparte, la bondad de Dios, la razón para caminar en las sendas del bien. Es la verdad misma de Dios y del creyente. Medir el vigor y valor de la propia fe por los comportamientos bondadosos es una manera fiable de medir.

La conclusión de la estrofa 7ª es también especular: si han fallado los malhechores por ser malos, que el orante no falle ahí, que haga voto de bondad.

 

Desde Jesús

 

         Parece que a Jesús no le gustaba que le llamaran “bueno” porque es atributo exclusivo de Dios (Mc 10,18). Efectivamente, ser bueno no es cosa banal, es un ideal divino, al alcance de la mano pero de difícil logro.

         Claramente se percibe en el perfil del Dios de Jesús (en ese Dios creemos) que hace salir su sol sobre buenos y males (Mt 5,45). No distingue en el don del sol porque no distingue en la común dignidad de toda creatura.

         Para él la bondad se traduce en generosidad (Mc 14,44) y en compasión (Lc 6,36). La bondad se convierte en una teoría si no tiene esas traducciones concretas y diarias.

         Desde esa bondad que él suscita se pueden tomar decisiones que comprometan a toda la persona, que modifiquen sus parámetros reales de vida (Lc 19,1-10).

 

Orar en comunidad

 

         Por su carácter sapiencial, lo podría proclamar una lectora y la asamblea lo haría con el Gloria y la antífona (si se puede, cantada). También podría hacerse: lectora 1 (estrofas 1-2), lectora 2 (estrofas 3-6), asamblea (estrofa 7).

 

Contenido social

 

Una lectura rápida y superficial del acontecer social puede llevarnos a creer que solamente existen modos sistematizados de vida, caracterizados en esta época nuestra por el denominador del poder y del lucro (el tan traído y llevado neoliberalismo). Y es cierto que las estructuras sistémicas van por ahí arrastrando en esa enorme corriente no solamente a quien se beneficia de esta orientación, sino también a quien no quisiera ir por ahí, o eso es lo que dice, y se ve obligado a entrar en el torbellino de un crudo neoliberalismo.

         Pero la realidad no es tan compacta. Porque a nada que nos asomemos a la pluralidad social descubrimos personas, grupos y organizaciones que aprecian y viven en modos de vida alternativos, que tienen como ingrediente básico la bondad social. Efectivamente, es gratificante ver que muchas personas se dedican con intensidad al cultivo de la armonía personal, las medicinas alternativas, el desarrollo integral de la persona y la espiritualidad. Aquí también se impone un ejercicio de discernimiento -en el sentido de distinguir, diferenciar-, entre tanta oferta de métodos y materiales, a veces vinculados a cosmovisiones particulares. En cualquier caso, es estimulante comprobar cuánta gente está interesada y pone en práctica formas de vida que atienden -cada uno a su manera- a la dimensión profunda del ser humano.

Si fuéramos capaces de construir el mapa de estilos de vida alternativos en nuestra sociedad occidental nos quedaríamos atónitos al ver cómo una tupida red de relaciones y vivencias alternativas está presente en el entramado social. Asomarse solamente a este aspecto de lo alternativo da idea de la corriente imparable que subyace en el subsuelo de la sociedad. Es cierto que aún no es capaz de subvertir el sistema imperante. Pero este es, de alguna forma, un gigante con pies de barro. Algo diferente alberga en su seno y esto, en su momento, saldrá a la luz. La proliferación de encuentros de economía humanizada, de emprendedores que han puesto en marcha empresas o iniciativas desde valores como la cooperación, la generosidad, el empoderamiento personal o la creatividad, es unhecho. Los congresos de economía consciente, que son foros de reflexión para poner en común y dar a conocer a profesionales de la economía y el emprendimiento, ideas, soluciones y sistemas alternativos a la actual economía, están con frecuencia en nuestras ciudades.

 

22

SALMO 46

(Miércoles, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Un gran desafío de la espiritualidad es, por paradójico que parezca, el desdesdivinizar a Dios, a Jesús, a los santos, etc. Divinizar es un mecanismo religioso de ensalzamiento con una indudable intención espiritual. Pero tiene una contrapartida: saca del camino humano a esas realidades y las hace inasequibles para los simples mortales. Así se produce la paradoja de que se anima a imitar a quien no puedo imitar.

         Las plegarias de los salmos divinizan en exceso a su Dios Yahvhé. Así generan espiritualidad. Ocurre eso en este Sal 46 que es un salmo de entronización de Dios en lo más alto del cielo, Dios para adorar, Dios lejanísimo, Dios difícilmente imitable. Tratemos de aproximarlo al camino humano.

         Las estrofas 1ª-3ª cantan al Dios que reina sobre la historia. Es ciertamente un Dios en el cielo, pero no se ha desentendido de la tierra. Por eso Israel se sabe escogido por Dios para hacer camino con él (el concepto de elección es siempre peligroso).

         La estrofa 4ª presenta al Dios sobre todo, sentado en su lejanía, pero no es un Dios desconectado de las naciones, desconectado de la historia humilde. Un Dios de naciones humildes.

         La estrofa 5ª describe la aclamación de los grandes de la tierra, aunque Dios es más aclamado por los humildes de la tierra porque es un Dios de humildes, un Dios de esclavos (insólito) cuyo grito ha escuchado (Ex 2,23).

 

Desde Jesús

 

         Tener en el trasfondo la creencia neotestamentaria de que Jesús fue como nosotros en todo resulta tan a contracorriente que la teología, la piedad popular y la misma legislación canónica se han encargado de aplicar modos excepcionales a Jesús de Nazaret que terminan por hacerlo en casi nada como nosotros. Y ¿esto por qué? Pues sencillamente por un mecanismo religioso de divinización. Esto es: las religiones, con buena intención casi siempre, sitúan a sus personajes valiosos (el mismo Jesús, los santos, las personas excepcionales), precisamente porque se los ama sobremanera, fuera del marco de lo humano que, por propia experiencia, se lo considera sujeto a limitación cuando no directamente empobrecido, rastrero y sin horizonte. Ese marco no es propio para seres “divinos”. Se los canoniza y se los diviniza.

         Paradójicamente se los saca del marco humano y, a la vez, se los propone como modelo de imitación para los humanos. Esto resulta imposible, con lo que se genera una especie de frustración espiritual: se me propone como modelo un ser casi divinizado siendo así que yo no puedo salir de la coraza de mi humilde humanidad.

         Este proceso de divinización afecta al mismo Dios, divino por definición. Se lo saca del camino humano, se le impide ser acompañante real, vecino verdadero del barrio de lo humano, afectado realmente por nuestros interrogantes sin salida. Todo eso no implica a Dios. Por eso hay teólogos que sugieren que la gran tarea de la teología es, paradójicamente, construir la humanización de Dios, el titánico esfuerzo por mezclarlo a nuestros pobres caminos.

         Esta tendencia hacia la humanización de lo que la religión considera divino se ajusta al planteamiento de Jesús que no distingue entre lo sacro y lo profano, asunto que desbarata los compartimentos que establece la piedad para vivirse y entenderse con un cierto orden. Si mezclamos todo no hay quien se entienda; y si humanizamos todo creemos que esa es la puerta más ancha para el empobrecimiento espiritual.

         Y, sin embargo, muchos creyentes empiezan a entrever la humanización de Jesús como el cauce mejor para entenderlo y vivirlo desde una cordialidad y una adhesión nuevas. Intuyen que considerar a Jesús desde una única perspectiva humana, lejos del dualismo humano-divino, no solamente unifica la experiencia de Jesús sino que, ahondándola, la lleva a terrenos realmente espirituales. Ese Jesús desde la única perspectiva humana es el que, piensan, puede conectar con sus anhelos más hondos.

 

Orar en comunidad

 

         Al salmo, por carácter hímnico, le iría muy bien ser cantado. Si se proclama, un coro podría hacer la primera parte (estrofas 1ª y 2ª) y otro la segunda (estrofas 3ª-7ª).

 

Contenido social

 

La espiritualidad laica, defendida con pasión en España por MariàCorbì y su Centro de Estudio de las Tradiciones de la Sabiduría en Barcelona viene a decir que la persona de hoy tendrá que aprender a comprender, experimentar y cultivar la dimensión absoluta de nuestro existir y de nuestra experiencia de lo real, pero sin formas religiosas. Este cambio suscitará, sin duda, repercusiones en nuestras formaciones culturales, sociales, políticas, pero sin la pretensión de imposición de alguna forma en específico. Habrá posibilidades, mas no cárceles exclusivistas. Hacia allá vamos, aunque todavía estamos en la transición. Podremos usar todas las riquezas de la sabiduría del pasado religioso de la humanidad, no sólo podremos sino que es imperativo hacerlo, pero sólo lo haremos como formas simbólicas. Eso quiere decir que los textos sagrados -por ejemplo- no serán ya revelaciones sino maneras de describir lo que está más allá de toda forma, de todo sistema de interpretación y valoración, en otras palabras, serán narraciones sobre la dimensión absoluta de la realidad. Son interpretaciones que nos proveen de procedimientos y métodos para facilitar el silenciamiento de nuestra condición de ser vivientes necesitados. Nada más. Esa sabiduría religiosa será una orientación para liberarse de la sumisión a las formas. Un camino para ir más allá. Ya no habrá creencias, sino indagaciones, no habrá sumisión sino libertad. Las creencias en tanto sumisión a las formas ya no serán posibles. La consecuencia es clara: “en la nueva sociedad cultural, somos libres para organizar nuestra vida colectiva y familiar como convenga, y somos igualmente libres para organizar nuestros grupos religiosos de la manera más adecuada para nuestro caminar hacia los campos del silencio, el amor incondicional y la libertad. Hemos tenido que aprender (todavía estamos en ello) que, en realidad, nunca tuvimos proyectos bajados del cielo, ni recibidos de Dios o sancionados por Él, o suministrados por la naturaleza de las cosas” (M. Corbì).

         Si se acepta, en todo o en parte, esta clase de presupuestos, ¿cómo una mentalidad laica puede construir la espiritualidad del bien? Porque tal mentalidad es más propicia a entender que el bien no tiene dueño. Adueñarse del bien, poner la firma, dejar constancia de la figura del donante, son tentaciones a las que fácilmente sucumbe quien dice hacer el bien. De ahí a creer que la espiritualidad y la práctica del bien está asignada a unas personas especiales, dedicadas, tipificadas como buenas, incluso religiosas, hay un paso. Hacer el bien como quien no se sabe dueño del bien es la mejor manera de entenderlo (Mt 25,37). Quienes no se apropian del bien corren el riesgo de que su nombre lo devore el olvido. Pero su obra de bondad llega hasta nuestros días porque ha pasado a engrosar el tesoro de lo humano. Es la única respuesta que pueden recibir las “preguntas de un obrero ante un libro” que se hace B. Brecht: la gente buena, anónima, desprendida, que no ha dejado su firma es la que ha construido la historia.

 

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SALMO 118,9-16 (Beth)

(Miércoles, Hora intermedia)

 

Contenido bíblico

 

Junto con la confianza, la alegría en lo profundo. Estos son los verdaderos cimientos de quien quiere recorrer la senda de la Palabra. Para llegar a esa alegría honda el autor dibuja todo un itinerario: primero, el corazón; apuntar lo profundo a lo vital, no solamente ni sobre todo a las ideas, a las normas, a las directrices; la adhesión al Padre y a Jesús es cuestión de corazón, de hondura, de mismidad. Luego, la meditación, la reflexión, el ahondamiento, la contemplación, el rumiar, el darle vueltas sin descanso, el mirarlo desde todas las perspectivas, el aprender los mil rostros de la Palabra, el quedarse, el orar estando, el aquietarse, el estar vivos ante Él. Y finalmente, los labios, la alabanza gozosa, deseada, querida, mimada, con aliento dentro, como algo que se hace en el deseo más vivo; una alabanza con alma, con fuste, con anhelo, sin desganas, sin tanto bostezo, sin aburrimiento, sin distracciones fruto del cansancio, sin rutina extenuante. Una alabanza tan mezclada a la vida que se palpa la vida en ella latiendo. Y, andando este camino del corazón, la reflexión y los labios, se llega a esa alegría honda, inarrebatable, extrañamente nuestra, capaz de tenerla por compañera incluso cuando las cosas no van bien. Cuando el salmo dice que su alegría es la Palabra, así lo cree porque experimenta el gozo de la Palabra en modos tangibles, porque nota en sí mismo/a cómo andar en la Palabra le deja contento/a.

 

Desde Jesús

 

Jesús ha sido una persona que ha vivido más desde el corazón que desde las ideas. Por eso llamó bienaventurados a los limpios de corazón (Mt 5,8), se definió como un manso y humilde de corazón (Mt 11,29), se dolía porque el corazón de los de su pueblo estaba lejos de él (Mt 15,8) y creía que es del corazón de donde brota la verdad de la persona (Mt 15,19); instaba a perdonar de corazón (Mt 18,35); hablaba del buen tesoro del corazón (Lc 6,45) y decía con toda razón que el corazón está donde está el tesoro (Lc 12,31). Por eso no duba en afirmar que Dios conoce nuestros corazones (Lc 16,15) y era capaz de hacer "arder" los corazones de quienes le escuchaban (Lc 24,32): una vida desde el corazón; así fue la suya. A eso le ayudó su confiada oración, sus noches de desierto, sus soledades personales. Hombre de reflexión, de palabras medidas, de aprecio del silencio. De esa fuente surgía la alabanza gozosa (Mt 11,25), el gozo inarrebatable que pasaría a sus mismos discípulos (Jn 16,22). Hombre de alegrías de fondo, de gozos casi incompartibles de tan adensados, de tan asimilados.

Orar en comunidad

 

         Por su carácter reflexivo y al estar en una hora menor, le va bien el dos coros. ¿Habría alguna forma de subrayar (cantándola, por ejemplo) la frase “mi alegría es el camino de tus preceptos”?

Un detalle da otro color a un hecho litúrgico.

 

Contenido social.

 

Es preciso reivindicar las sendas del corazón en nuestro mundo. Quizá porque hemos abandonado esos caminos se nos ha hecho poco legible el libro de la humanidad y el de la misma creación. No habría porqué avergonzarse de transitar en la senda del corazón. Es algo más que unas meras emociones: es mirar a la persona y a la realidad desde otro lado distinto que el mero lucro, disfrute o explotación. Es mirar todo eso desde la fraternidad, desde el abrazo, desde la ternura. No resultará fácil encontrar esos caminos del corazón si, a la vez, no se hallan los caminos del silencio, del sosiego y de la misma contemplación entendida no tanto como actividad religiosa, sino como simple ahondamiento vital. La vuelta a esos caminos no tiene por qué producir ningún tipo de enajenación, de falta de responsabilidad. Al contrario, es el ruido, la prisa, el desasosiego vital el que nos ha llevado al abandono de los caminos del corazón y a la misma insolidaridad. Y, desde ahí, unos labios purificados, un lenguaje, verbal y no verbal, aquilatado, medido, respetuoso, cálido. Entonces es cuando la alegría brotará y se extenderá como una gran mancha de aceite, imparable, envolvente. Metida en los entresijos de nuestra vida diaria. Una alegría honda para sostener las limitaciones de nuestra existencia histórica.

 

 

 

 

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SALMO 16

(Miércoles, Hora intermedia)

 

Contenido bíblico

 

El temor es algo que acompaña el caminar humano; incluso antes que las religiones abundaran en ello, aunque su cometido habría sido, justamente, el contrario: hacer de contrapeso al miedo constitucional de los humanos. Lo que ha ocurrido en casi todas las religiones, porque su mecanismo básico es común, es que han contribuido mucho al acrecentamiento del temor. La religión católica, en concreto, ha heredado muchos miedos del judaísmo a los que ha sumado los suyos propios. La situación ha llegado a ser tan compacta que solamente el derribo que ejerce la secularidad actual es capaz de hacerles frente en parte.

         He aquí en este salmo un orante que ora con miedo (como muchas veces nosotros) y que se refugia en su fe para aguantar y para recabar valor, el valor de encarar situaciones difíciles (elaborar conflictos).

         En su primera parte (estrofas 1ª-3ª) a la llamada a Dios acompaña una protesta de inocencia al estilo de Job: ¿cómo me pasa esto a mí (la gran pregunta inicial de quien nada en el temor) si ando las sendas de la fe, si soy creyente de nivel (siempre somos benévolos con nosotros mismos)?

         Este grito se transforma fácilmente en súplica (estrofas 4ª y 5ª). No se pide gran cosa, sino las “maravillas de tu misericordia”, la certeza de fondo de que Dios sigue estando ahí (Dios nunca se va cuando más lo necesitamos; otras cosa es que lo veamos o no) en la calidez de la amistad con él (“como a las niñas de tus ojos”).

         Vuelve en la tercera parte (estrofas 6ª-8ª, como un nubarrón, la presión de quien causan temor, fieras escondidas que devoran, enemigos agazapados. Siempre habrá posibilidad de un nuevo día, de un comienzo distinto (a condición de que se elabore el conflicto; si no, muy difícil).

Desde Jesús

 

Rom 8,15-17 es conclusivo: todo el edificio espiritual de la experiencia cristiana de Romanos ha de producir, en primera instancia una libertad real que aleje de cualquier temor, incluido el religioso, que la historia haya elaborado: no recibisteis un espíritu que os haga esclavos y os vuelva al temor. Pablo tenía experiencia de ambas cosas, de la esclavitud porque era cosa propia del tiempo y del temor porque su paradigma religioso está basado en la espiritualidad del temor. Si, tras la experiencia cristiana, se vuelve al temor, se invalida esa experiencia.

El espíritu que recibe el creyente es el mismo de Jesús, el que permite gritar ¡Abba!, como lo hace Jesús en Mc 14,36. Si, como dice J. Jeremías, «no poseemos ni una sola prueba de que, en el judaísmo, Dios fuera invocado con el nombre de ‘Abba, vemos que Jesús en sus oraciones se dirige siempre a Dios con esta palabra…’abba pertenecía al lenguaje infantil, era una palabra vulgar…Habría sido irrespetuoso, dada la sensibilidad de los contemporáneos de Jesús; más aún, a estos les habría parecido inconcebible dirigirse a Dios con un término tan familiar…Este vocablo ‘Abba es ipssisima vox Iesu». Con ello estamos queriendo decir que el argumento principal para no elaborar una fe en el temor es la filiación idéntica a la que es admitido el creyente en relación con Jesús: siendo hijos como él, tenemos el mismo Padre. Y la relación con este Padre es tan profundamente cordial que, por definición, no hay sitio en ella para el temor.

Más aún, el argumento de la filiación abre la puerta a otro: somos coherederos con Cristo. Entrar al ámbito de la herencia es entrar al de la total filiación. Quien hereda no teme, porque el haberle sido considerado heredero quiere decir que es tenido como hijo en plenitud. Esta clase de argumentos son para Pablo mucho más que metáforas explicativas. Estamos tocando el núcleo de su experiencia creyente.

Y un argumento final: compartir los sufrimientos de Jesús es compartir su gloria. Quizá escriba Pablo textos como el presente desde la prisión. Por eso, cuando habla de sufrimientos sabe por experiencia lo que es una vida amenazada como ha sido la suya. Pero él desvela la luz que hay en esa oscuridad: la persecución lleva a la unión con Jesús el perseguido. Ese lado duro libra a la espiritualidad de la filiación de toda poética vacía para adentrarla en una luz donde brilla la verdad.

 

Orar en comunidad

 

         Se puede hacer a dos coros por su carácter meditativo. O bien tres lectoras, una cada parte de las mencionadas arriba.

 

Contenido social

 

Para caminar en la dirección de la liberación es preciso, en primer lugar, dejar de atribuir carácter divino a prescripciones, y planteamientos que provienen de los humanos. Atribuirlos a la divinidad es tratar de esconder el ansia de poder que anida en ellos. Resulta de una increíble ingenuidad pensar que se tiene contacto directo con la divinidad para deducir, a veces con una simplicidad que pasma, que justamente eso que yo propongo es lo que desea la divinidad. No se cuestiona la revelación, lo que se cuestiona es la ingenuidad y el ansia de poder que se esconde en ella. Se precisa humildad y sentido común para no caer en este engaño.

         Además es necesario posicionarse contra los mecanismos del poder para coaccionar la libertad: las penas de silencio por las que se encubren las cosas y se amenaza con castigos divinos a quien simplemente demanda luz y taquígrafos ante los hechos; el mantenimiento del anonimato que acompaña a una acusación, siendo así que quien acusa ha de poner la firma en su alegato para que no se acuse sin pruebas y sin motivos; la indefensión como herramienta de temor, siendo así que toda persona tiene derecho a una defensa elegida por él mismo u ofrecida por el hecho social; la eliminación de los escenarios de superioridad sonde quien convoca tiene todas las de ganar y el acusado todas las de perder. Si esta clase de mecanismos no se controla, hablar de libertad resulta imposible.

La Iglesia ha vivido una pastoral del miedo, que es una forma sutil, pero profunda, de mantenerse en el poder sobre el otro, sobre su conciencia. No ha podido elaborar una espiritualidad de la felicidad, sino de cumplimiento de códigos. ¿Qué futuro tiene la experiencia cristiana? Si seguimos manteniendo que dicha y cristianismo hoy son poco compatibles, el futuro es poco. Alejarse de la espiritualidad del gozo es desfigurar lo que Jesús representa para la humanidad. Por eso, el futuro del cristianismo está ligado a un mensaje de felicidad y de bienaventuranza. Para lo cual: abandono del Dios violento; abandono de la ética de obligación sustituyéndola por la de necesidad; abandono de la espiritualidad del dolor y del sacrificio por la de la felicidad. Es preciso elaborar una mística de la felicidad: una felicidad que se construye, que apunta sobre todo a los otros, que no se impone sino que se contagia.

Podemos decir con A. Gesché: “Llamo verdadero Dios a aquel que me restituye a mi imprescriptible imagen y semejanza. Llamo Dios no al que me da miedo, sino a ese Dios frágil y herido, y al mismo tiempo fuerte y fiel, que un día me coge suavemente de la mano para decirme en secreto, como secreto de niño, lo que soy a sus ojos y para Él. Esa es mi única prueba. Y por esto no titubeo. ‘Pues sé de quién me he fiado y estoy cierto’ (2Tim 1,12). Por fin sé lo que soy”.

25

SALMO 26

(Miércoles, Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

«La búsqueda del Rostro de Dios atraviesa la historia de la humanidad, llamada desde siempre a un diálogo de amor con el Creador. El hombre y la mujer, en efecto, tienen una dimensión religiosa indeleble que orienta su corazón hacia la búsqueda del Absoluto, hacia Dios. La dinámica de la búsqueda manifiesta que nadie se basta a sí mismo e impone encaminarse, a la luz de la fe, por un éxodo del propio yo autocentrado, atraídos por el Rostro de Dios santo, y al mismo tiempo por la “tierra sagrada del otro”, para experimentar una comunión más profunda. (Francisco, Vultum Dei quaerere, I, 1). Todo esto es cierto. Pero quizá, además de un éxodo, sea preciso hacer un “eisodo”, un adentramiento en la verdad de la persona, del grupo de la sociedad. Porque el rostro de Jesús está en el cimiento de la vida (Jn 14,23).

Es que aquí tenemos otro salmo de alguien que ora con el miedo metido el cuerpo y que tiene como anhelo mayor poder ver el rostro de Dios (algo impensable para un judío: Ex 33,18). El rostro que hace disipar el miedo, Los “ojos deseados que tengo en mis entrañas dibujados” (San Juan de la Cruz).

En la parte I (estrofas 1ª-6ª) se expone los sentimientos de confianza de quien ora. Lo está pasando muy mal, pero la confianza sigue viva. Mientras él tenga la certeza de que la gloria de Dios está en el templo, él sabrá a dónde encaminarse.

La parte II encierra la gran petición del orante: llegar a ver el rostro de Dios (estrofas 7ª-14ª). Es buscar un rostro que se ama, no que se teme (se da un gran paso en el tema de la búsqueda de Dios en el AT).

         ¿Buscar fuera o buscar dentro de la vida? Quizá haya que ir por esta senda para evitar fugas espiritualistas que empobrecen la vida.

 

Desde Jesús

 

Dios no tiene rostro. Pero buscar el rostro de Dios ha sido un anhelo repetido en el ámbito religioso. En el caso de Jesús, y según los evangelios, no hay búsqueda explícita de tal rostro, pero sí lo hay de los rostros heridos por la vida de quienes andan en los caminos. En tales rostros ha ido Jesús buscando los rasgos del rostro de Dios. En su anhelo de vivir ha ido percibiendo al Dios de la vida; en sus orfandades ha entendido mejor que Dios era Padre; en su necesidad de acogida ha creído entrever al Dios que se busca un hueco en la mesa con pecadores; en su honda necesidad ha caído en la cuenta del Dios que se autoinvita a la cena que quiere compartir con la historia.

         Para leer el rostro de Dios en los otros rostros ha tenido que mirar con intensidad. Las miradas de Jesús según los evangelios son todo un código que termina por desvelar el rostro del Dios de amor. Efectivamente, ¿cómo saber sin la mirada de Jesús la hondura de su humilde grandeza? Las cristologías ahondan en los componentes más profundos de la realidad espiritual de Jesús, pero dejan de lado los matices de componente antropológico. ¿Cómo saber de Jesús sin conectar con sus búsquedas? Y ¿cómo saber de tales búsquedas sin mirar a sus ojos? Por suerte, los evangelios nos han transmitido muchos matices de las miradas de Jesús. De tal manera que, incluso a través de textos tan “manipulados”, podemos hacernos una idea de aquellos ojos, de aquella luz.

Antes que mirado, el rostro de Jesús es un rostro que mira. Su mirada ha desvelado la manera de mirar el camino lleno de avatares de la historia que tiene el Dios que ha ceñido su suerte a tal historia. Si algo caracteriza tal mirada es la com-pasión, la pasión por vivir compartida. Esa pasión es la que desata la ternura del corazón y cumple con la vocación primordial que anida en todo ser: vivir, más allá de sobrevivir. Por ello, la compasión que habita en la mirada de Jesús, en la mirada de Dios, deja claro que el camino de la historia, incluidas sus limitaciones, tiene sentido porque anida en él la llamada a la vida. Mirados para sostenernos en la vida, esos son los resultados espirituales de la búsqueda de Jesús.

El grupo de Jesús tendrá como trabajo de fe mirar su rostro. ¿Cómo hacerlo? No hay otro camino: en el rostro de los estigmatizados. Por eso la búsqueda espiritual de Jesús se mezcla a las lágrimas de los rostros que lloran. Cuando los evangelios dicen repetidamente “no llores” es porque se tiene la certeza de que el Dios de Jesús es quien recoge las lágrimas que surcan el rostro de los pobres. Si los evangelios lo vieron como un enjugador de lágrimas es porque su vida estuvo amasada en los llantos. Su búsqueda espiritual no se despegó del sabor salado de las lágrimas de los humildes. Ahí están las raíces de su ofrenda.

Esta búsqueda espiritual de tan hondo calado antropológico hizo, aunque los evangelios no lo subrayen en demasía, que la ternura asomara a su mirada, a su rostro para sugerir que si la espiritualidad no lleva a saberse en la ternura de Dios no ha llegado a buen puerto. Los trabajos espirituales de Jesús fueron emparejados a la percepción de un Dios tierno con los sencillos. Por eso, quizá, tuvo tanto atractivo en los inicios; por eso, tal vez, fue abandonado en su mesianismo de pobreza ya que no es fácil convertir la ternura en fuerza.

 

Orar en comunidad

 

         Al carácter reflexivo del salmo bien le iría bien el dos coros. Pero como hay músicas hermosas, alguna vez se podía cantar. Pero estos salmos solamente musican en sus estrofas una parte breve del conjunto del salmo. Es una pega. No obstante, si la comunidad está de acuerdo, se podría usar tal cauce.

 

Contenido social

 

«El proceso formativo, dinamismo consciente y vital para toda persona, ofrece a cada contemplativa la posibilidad de crecer en humanidad y en espíritu. La conciencia, que el ejercicio cotidiano mantiene viva, acompaña el crecimiento en el espíritu, de tal modo que la persona pueda proceder hacia la plena toma de conciencia de su ser. Aunque se vea inundada por un flujo continuo de pensamientos, emociones y sentimientos, sigue dejando intacto el núcleo de la identidad de la persona, porque vive según el sentido de la propia vocación: buscar el Rostro de Dios, vivir el Evangelio y cuidar la relación con el Señor, consigo misma, con las Hermanas, con las mujeres y los hombres de nuestro tiempo» “El arte de la búsqueda del rostro de Dios”, nº 6).

 

 

26

SALMO  56

(Jueves, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

El cristiano tendría que hacer y superar un curso de amor a la vida. Se trataría de ahondar en la certeza de que hemos sido creados buenos; la utopía de que estamos destinados/as a la dicha; la seguridad de que el amor es el mejor cauce para vivir. La suerte de vivir la aventura humana; las grandes posibilidades que encierran nuestra vida, etc.El horizonte de la vida no es la muerte, es la vida. No pasamos de una inexistencia a otra inexistencia, sino a una luz, a una plenitud, a un abrazo, a un amparo. Una percepción creyente del don de Dios, la vida. Ésta no puede ser un destierro, sino el mejor don del Padre a nuestras personas. Por eso mismo, "gracias, Señor, por habernos creado", decía santa Clara (PCl III,20). Dar testimonio de ello; una fe confesante desde la vida, no desde la ideas. Desde las experiencias, como hemos dicho, aunque sean sencillas, cotidianas, comunes. No se tiene la verdad desde las ideas, sino desde la entrega. Las entregas son las que desvelan la calidad de nuestra fe.

Es que el Sal 56, más allá de ser un salmo de acción de gracias a pesar del apuro, es una oración en que se da gracias por el elemental don que es vivir y respirar, por ver el sol por la mañana, por estar en la vida. Por eso es central las estrofas 4ª, el final de la 6 (“despertaré a la aurora”) y la 8ª. Todas ellas aluden al sol que es figura del Dios generoso que se manifiesta en la vida. Subrayar esos versos da otro tono al salmo.

La primera parte (estrofas 1ª-3ª) es una súplica a Dios con los elementos deprecatorios habituales. El resto de estrofas (4ª-8) es la parte hímnica. Ahí están insertos los versos alusivos al sol. Tomar los elementos cósmicos como “sacramentos”, signos exteriores que nos llevan a Dios, puede ser útil y está muy en la línea franciscana (Cántico del Hermano Sol). Desde ahí se puede articular el trabajo espiritual de aprender a amar esta vida.

 

Desde Jesús

 

Resulta inaceptable, por muchas citas bíblicas que aduzcamos, entender la muerte de Jesús como un designio de Dios sobre él. Jesús no murió porque el Padre le llevara a la muerte. Eso es inaceptable. Dios no lleva a nadie a la muerte, por más que haya que contar con ella por razones de pertenencia histórica. Dios lleva a la vida, a Jesús y a nosotros.

La muerte de Jesús es la consecuencia de sus propias opciones. Él no quiso su muerte violenta (Mc 14,36). El camino vital de sus entregas fue el que, tristemente, terminó en una muerte injusta. Por eso hay que decirlo claramente: lo que nos salva (por hablar en un lenguaje entendible, pero impropio) es la vida de Jesús, toda su vida, en la que se incluye su triste e injusta muerte violenta.

Tiene algo de razón la saeta de Machado cuando pide hablar del Jesús que “anduvo en la mar” y no tanto del que estuvo “en el madero”. Es preciso valorar el conjunto de su entrega porque centrarse en una sola parte, su muerte, puede provocar desenfoques.

Por eso mismo, una Cuaresma primordialmente dolorista, que machaca sobre la sangre, las espinas, los azotes y las mil ofensas realizadas con Jesús (al estilo de la película La pasión de Cristo de Mel Gibson), tiene el peligro de entenebrecer la vivencia espiritual y privarle del horizonte global que, como decimos, es la dicha de la persona aquí, dentro de sus posibilidades, y en otra dimensión en las posibilidades totales de la vida plena.

 

 

Orar en comunidad

 

         Al salmo le va bien el canto. La primera parte tendría que significar la súplica orante (por ejemplo, salmodiándolo una sola lectora) mientras que la segunda parte tendría que ser de carácter más hímnico (lo podría salmodiar, toda la asamblea).

 

Contenido social

 

         Presentamos una especie de decálogo para ir aprendiendo a amar la vida. Nos inspiramos en la espiritualidad de la Fratellitutti:

 

1)    Creerás firmemente en la inalienable dignidad humana:Creyendo de verdad en la dignidad, los golpes que da la vida se encajan con mayor humanidad y hasta pueden ser trampolín para experiencias humanas enriquecedoras.

2)    Tendrás como certeza firme que los humanos somos familia:Sabernos familia tendría que llevar a vivir la vida con más gozo. Saber que el otro es de tu familia y que puede obrar contigo con un amor familiar es un bálsamo para las heridas de la vida y una orientación para no caer en el desaliento.

3)    Colaborarás decididamente en una cultura del encuentro: ya que muchas de las amarguras de la vida provienen del desencuentro en el que vivimos nuestras relaciones humanas. Si tendemos al encuentro, si hambreamos la cercanía del corazón, si tenemos fe en el diálogo con los demás, nuestros caminos humanos se mantendrán más fuertes y las rupturas de la vida se alejarán de nosotros.

4)    Te alejarás del egoismo que utiliza a la persona para su beneficio: El egoísmo que nos invade a veces es el mayor destructor del sentido de la vida. No nos quejemos de que estamos pasando una mala racha sin hacernos una pregunta sobre nuestro egoísmo.

5)    Huirás del pensamiento único que confunde valor y precio: ya que valoramos a las cosas por su alto precio y por ello nos parece que merecen la pena. Pero las cosas con mucho valor (la amistad, la solidaridad, el gozo, el amor, etc.) no tienen precio pero nos son imprescindibles.

6)    Revisarás tus actitudes políticas para ver si criticas sin colaborar: porque es muy fácil criticar las actuaciones de los gobernantes y acusarlos de todo con amargura. Pero hay que mirar el nivel de colaboración ciudadana en el que me muevo.

7)    Reafirmarás cada día tu compromiso con la paz y la no violencia activa:. ¿Cómo vamos a disfrutar de la vida, por pobre que sea, manteniendo dentro un corazón violento? ¿Cómo vamos a llegar a una sociedad pacificada si no nos movemos de nuestro sillón y no hacemos nada para que adelante el día de la paz?

8)    Creerás que la amabilidad es herramienta buena para reconstruir los caminos rotos: porque parece que la amabilidad es un valor de poca incidencia en la vida. Pero la amabilidad es la puerta que abre al gozo y a la convivencia satisfactoria. Querer vivir la vida en épocas difíciles de manera hosca, desabrida y áspera es un imposible.

9)    Intentarás ir creciendo en el amor social: porque el amor social es una variante muy importante del amor. Al fin y al cabo, las situaciones sociales difíciles provienen, en parte, de una carencia de amor social.

10)          Creerás en el Jesús del Evangelio que reconstruye vidas por el amor: creer en Jesús no es, sobre todo, dar adhesión a un conjunto de verdades religiosas. Es ante todo dar adhesión a un Jesús que se comporta de una determinada manera: él, como el Padre, reconstruye vidas con el amor. Es un reconstructor de vidas, un reparador de fragilidades.

 

 

 

 

27

SALMO 47

(Jueves, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Nosotros occidentales nunca entenderemos por qué Jerusalén tiene tanto atractivo para los judíos y para los palestinos. Para nosotros es una ciudad algo pintoresca, sin más. Hay una mística profunda sobre esa ciudad que ha ejercido una como fascinación para Jesús, para Pablo y, por supuesto, para muchos orantes del salterio. Y dentro de la ciudad, su perla: el templo. Ahí se hacía densa la gloria de Dios, su presencia, su gloria (Ezequiel cuenta cómo la gloria abandona el templo: no es nada, una carcasa vacía, un ataúd). Por eso, el monte Sión donde se asienta el templo y la ciudad de David ha sido la verdadera montaña sagrada del judaísmo, más que el Sinaí, el Horeb u otros.

         Este Sal 47 es, pues, uno de los salmos que cantan a Sión, a Jerusalén. El salmo tiene dos partes: elogio de la ciudad (estrofas 1ª-5ª) y celebración de la presencia de Dios en el templo (estrofas 6ª-8ª). El salmo derrocha épica: Jerusalén ha sido invencible, no tanto, pero así se canta porque así se desea. Y en el templo se adensa la presencia de Dios hasta casi “tocarse”. No es de extrañar que fuera el templo lugar de fe y de gozo vital (Sal 54).

 

Desde Jesús

 

         Como decimos, para el mismo Jesús Jerusalén ha tenido un atractivo (mortal). Se quedó siendo niño (Lc 2,41ss). Pero sus relaciones, según los evangelios, se han saldado más bien con un fracaso (Mt 23,37-39; Lc 19,28-38).

         Por eso, la espiritualidad del NT ha elaborado la teoría del santuario de su cuerpo (Jn 2,13-25): es en la corporalidad, en la historia, donde Dios quiere ser servido y amado.

         Eso mismo ha fundamentado la espiritualidad paulina del templo del espíritu (1 Cor 6,19) en el que está inserto el cristiano. De esa manera queda superada la mística religiosa de los templos que aún perdura vigente y con todas sus consecuencias en el imaginario religioso.

         La fe en Jesús se desmarca de esta idea de la sacralidad del templo cuando dice que los seguidores del resucitado tiene que ir a Galilea (Mt 28,8-15), es decir, fuera de la sacralidad del templo de Jerusalén y de todo templo.

 

Orar en comunidad

 

         Si no se quiere hacer a dos coros, lo podría recitar una lectora y la asamblea participaría con el Gloria y la antífona al principio y al final tomando el pensamiento bíblico de Ap 21,1º en que se habla de la nueva Jerusalén, aquella cuya luz es el Cordero (Ap 21,23).

 

Contenido social

 

         Muchos creyentes tienen el anhelo de ir al menos una vez en su vida a Tierra Santa. No está mal, sobre todo por la geografía (el Jordán, el desierto de Judá, el Tabor, la llanura de Esdrelón, la Galilea y la Judea…) no tanto por los monumentos históricos o religiosos que son cambiantes e interesados.

         Pero nuestra fe no está ceñida a lugares, por más que, como humanos, nos ayuden a situarnos en la órbita y ambiente religioso. Sacralizar iglesias, conventos, lugares religiosos es siempre peligroso porque nosotros no hemos hecho promesa de vivir en un determinado convento, de orar en un tal lugar o de ser fiel incondicional de un santuario. Nosotros hemos prometido seguir a Jesús.

         Por eso mismo, y más como francisanos, hemos de ser moderados en nuestros comportamientos cultuales: dignidad sí, pero no derroche; aprecio a objetos de culto e imágenes, sí, pero no fanatismo; higiene y orden, sí, pero no ostentación.

         Habríamos de elaborar cada vez más lo que dicen algunos autores: una mística horizontal (la del templo tiende a ser vertical): «Para los místicos horizontales, el mundo es el lugar de la adoración de Dios. Estos místicos se resisten a transferir a la oración el encuentro con Dios y a apartarse o negar, del modo que sea, al mundo como condición necesaria o como camino de dicho encuentro. Para ellos, Dios emerge en la mismísima densidad de las cosas, personas y acontecimientos, y es ahí donde sienten que quiere ser escuchado, servido y amado. El mundo y la historia, lejos de ser obstáculo para el encuentro con Dios, se convierten para ellos en su mediación obligada» (J. A. García).

 

28

118,17-24 (Ghímel)

(Jueves, Hora intermedia)

 

Contenido bíblico

 

            El pueblo de Israel ha llevado siempre muy mal la condición de extranjero, cuando ha estado lejos de su patria (o sin patria); incluso, en la misma tierra de Israel ha tenido una cierta conciencia de ser extranjero (a pesar de toda "conquista" como se narra en Jueces). El sentimiento de extranjería ha estado presente en su historia. Ese sentimiento lo ha podido sobrellevar, en parte por el dinamismo de la Palabra, porque ésta es una fuerza que le ayuda a superar cualquier sentimiento de extranjería y de pérdida en general. Así la Palabra se convierte en la verdadera casa, en el hogar real donde encuentra acogida el creyente. Una promesa de casa, eso viene a ser la Palabra. Además, y como es lógico, la persona sufre afrentas en la vida, de las gentes, de los enemigos, de la propia familia. La afrenta es inevitable en la convivencia humana, al parecer. Pues bien, la Palabra es promesa de fuerza para "alejar afrentas", para mitigar el escozor de la ofensa, para suavizar la herida que produce la injusticia verbal o de hecho, para compensar y tranquilizar a quien es objeto de ofensa sin razón. La Palabra es promesa de consuelo y de vigor, ya que no solamente consuela sino que dice que, a pesar de cualquier afrenta, se puede seguir el camino emprendido. Y, finalmente, la Palabra es promesa de libertad que contiene el ímpetu de los nobles, de las fuerzas fácticas, que murmuran contra uno, que lo ponen en situaciones de dificultad.  Promesa de casa, de consuelo y ánimo, de libertad. Algo de esto es la Palabra; por eso se convierte en dinamismo que sostiene y empuja, aun contando con la evidente limitación en que queda envuelta la vida.

         La estrofa 1ª encierra la súplica más ardiente: “no me ocultes tus promesas”: que la Palabra no se vuelva una realidad opaca, rutinaria, sin relieves, sosa. La promesa desvela su sentido en proporción al anhelo: si hay anhelo, hay sentido; si no lo hay, todo se vuelve irrelevante.

         La estrofa 2ª habla de “consumirse” por la Palabra, de leer con pasión, con detalle, gustando cada una de las palabras, no a bulto, en general, como quien se sabe ya la cosa.

         La estrofa 3ª indica que la Palabra es refugio y, a la vez, es recurso para arrostrar las dificultades de la vida. Toda una mística de resiliencia.

 

Desde Jesús

 

No cabe duda de que Jesús experimentó la certeza de que la Palabra era una casa que lo acogía más allá de sus desconsuelos vitales. Cuando dice que el Hombre no tiene donde reclinar la cabeza (Mt 8,18-22), o cuando explica la Palabra de Isaías en Lc 4,14ss, está indicando, de algún modo, que en la Palabra él hace pie para su propia extranjería, para su "no ser profeta en su propia patria" (Mt 15,53-58). Sus noches de oración, su rumiar los salmos, su recurrir a los cantos del siervo de Yahvéh, están indicando que la Palabra fue su casa y eso constituyó en su no fácil vida, en su desarraigo, un apoyo decisivo, una fuerza para no volverse a su pueblo, para no abandonar el encargo del Padre. También en la Palabra encontró, sin duda, consuelo y vigor ante las afrentas que tuvo que sufrir: "De mí habló Abrahán", proclama a gritos en la polémica con el judaísmo recalcitrante (Jn 8,31-59). Y para él la Palabra fue promesa de libertad, en sus páginas leía el camino de liberación que habría de seguir. Por eso, con esa enorme libertad, no dudó en criticar al mismo Moisés, al fundador de aquel sistema religioso (Mt 19,8). No se prodigan los Evangelios en decirnos las promesas que dinamizaron la vida de Jesús. Pero entre ellas, sin duda, estaba la Palabra. Posiblemente sin ese socorro, los nubarrones que muchas veces amenazaron el sentido de su existencia y de su entrega habrían sido más densos y, quien sabe, si causa de abandono. Pero no fue así; se asió a la Palabra como a un barco de salvación y llegó al puerto calmo de los brazos del Padre, de la total entrega.

 

Orar en comunidad

 

         Como hemos dicho otras veces, al ser salmo de una hora menor y por su carácter reflexivo y sapiencial, el dos coros le va bien, siempre que se mantenga viva la certeza de estar ante el salmo hermoso del amor a la Palabra. Si alguien pudiera componer una especie de canon con la frase “no me ocultes, Señor, tus promesas”, podría valer como antífona.

 

Contenido social

 

El desarraigo sigue siendo un hecho en la vida humana: desplazamientos, inmigración, soledades, desestructuraciones familiares. Son algunos de los variados rostros del desarraigo. De tal manera que encontrar el propio lugar en el mundo no es fácil. Ese lugar hace relación más que a algo geográfico a algo existencial, vital, cordial. Por eso la Palabra, las palabras, tienen mucho que decir. Un lugar de buenas palabras (incluida la del Evangelio), ése puede ser una buena promesa, una buena meta. Un  hogar que podemos construir, que podemos ofrecer. Ahí los días, sin duda, tomarán otro color, adquirirán otro vuelo, otra fuerza. Y además ese lugar en el mundo será un dinamismo más claro si en él se nos da el consuelo que vigoriza. No el falso consuelo que hunde más en la propia depresión. Un consuelo que alienta, que sostiene, que anima a encarar la vida con fuerza y con benignidad. Un consuelo que no abandona para nada el rostro de la benignidad, del aprecio sincero, del cariño manifiesto. Las palabras, la Palabra, es en esto una realidad decisiva. Sin palabras de consuelo, sin una Palabra que consuela, ¿cómo vamos a encontrar fuerza para encarar nuestro problema vital, nuestra relación con las personas y con el mundo? Y, por último, ese lugar en el mundo lleno de consuelo y de benignidad termina de ser dinámico cuando el horizonte de la libertad está delante. Porque estos dinamismos son fuerza para el gozo suelto, libre, animoso, creativo, valiente. Quitar el horizonte de la libertad de la vida de la persona es una mutilación. Y para lograrlo, las palabras de libertad son necesarias, agua que calma una sed profunda, de siglos, de siempre, y que aún hoy nuestras gargantas, nuestras vidas, anhelan. Habrá un día en que veremos una tierra donde ponga libertad, canta el viejo himno de Labordeta. Para muchos, es verdad, y fuerza, y aliento.

29

SALMO 24

(Jueves, Hora intermedia)

 

Contenido bíblico

 

De manera estremecedora habló el escritor J. L. Borges de los remordimientos en su conocido poema “Remordimiento”: “He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer. No he sido feliz. Que los glaciares del olvido me arrastren y me pierdan, despiadados. Mis padres me engendraron para el juego humano de las noches y los días, para la tierra, el agua, el aire, el fuego, los defraudé. No fui feliz. Cumplida no fue su joven voluntad. Mi mente se aplicó a las simétricas porfías del arte, que entreteje naderías. Me heredaron el valor. No fui valiente. No me abandona. Siempre está a mi lado la sombra de haber sido un desdichado”.

Se podría decir que este salmo alfabético (cada versículo comienza por una letra del alfabeto, para mejor memorizarlo) es también la oración de uno que no logra desprenderse de sus remordimientos, de los “pecados de su juventud”. No es fácil liberarse del remordimiento. A veces hay que encontrar modos pacíficos y apaciguados de vivir en la mayor paz posible. Pero la herida sigue ahí (sobre todo si tu debilidad fue vista por otros). También se puede orar en esa situación.

La primera parte del salmo (estrofas 1ª-3ª) se apela a un Dios de memoria frágil, que no recuerde los viejos pecados que sigue hiriendo el corazón. La profecía habló de ello (Miq 7,9; la piedad tradicional nos decía que Dios apuntaba todo en el libro “in quo totum continetur”). Dios tiene frágil memoria para el pecado.

La segunda parte (estrofas 4ª y 5ª) son una breve reflexión sapiencial sobre la palabra como la mejor manera de sobrellevar el remordimiento y el modo de vivir de manera que nada tenga que remordernos la conciencia.

En la tercera parte (estrofas 6ª y 7ª) asoma la esperanza de llegar a ser feliz más allá de las consiguientes limitaciones de la persona.

En la cuarta parte (estrofas 8ª-11ª) se vuelve a los viejos remordimientos y a la esperanza de verse libre de ellos por el cuidado de Dios  y por los “trabajos” de la persona.

 

Desde Jesús

 

         No conocemos por las páginas evangélicas situaciones de vida de Jesús en que estuviera afectado por los remordimientos. Se nos hace difícil poner eso en nuestro imaginario sobre Jesús (Saramago fabulaba sobre sus remordimientos por el asunto de los niños asesinados en Belén).

         Pero sí que en las páginas evangélicas se puede espigar actitudes de remordimiento:

  • El remordimiento del hijo pródigo, por más que fuera un remordimiento interesado y tramposo (Lc 15,17-19).
  • El remordimiento del hijo que dice que no va a la viña y termina yendo (Mt 21,28-32).
  • El remordimiento saludable del publicano que ora postrado porque sabe de su limitación (Lc 18,9-14).
  • El remordimiento de quienes le tienden una trampa a propósito de si se paga o no tributo a los romanos (Lc 20,20-26).

 

Orar en comunidad

 

         Al salmo le irá bien el dos coros reflexivo, leyendo las dos partes en un solo salmo (sin gloria entre medio) y, si se quiere, haciendo una pequeña pausa detrás de las partes que hemos señalado más arriba.

 

Contenido social

 

Ante la situación de la Iglesia ocurre que a la clásica reacción del abandono, algo que algunos consideran lo único coherente, o a la del disgusto y resquemor manifestado en palabras y acciones, también comprensible, se ha venido a sumar una actitud distinta: la de quien sigue interesado por la experiencia cristiana pero ni quiere abandonar la fe ni quiere amargarse. En su interior hay paz, no deseo de beligerancia ni de litigio, por más que su actitud crítica sigue activa. No quiere entrar en condenas que no llevan a nada ni en menosprecios a los que no se les ve sentido. Va adquiriendo una manera distinta y benigna de vivir su eclesialidad sin la perentoria necesidad de una entrega al sistema basándose, sobre todo, en la vivencia de un evangelio actualizado. Es la actitud de quien mira al sistema eclesial con una perplejidad que le asombra y comprende sin acritud que eso cada vez va menos con él porque su búsqueda creyente está situándose en otro terreno. Los coherentes que abandonan le sugieren que haga lo mismo; los críticos amargos no comprenden lo que para ellos es apatía y falta de compromiso. El creyente perplejo carga con su propia perplejidad y no entra a esos lances porque le parece que no son los suyos. Y esta manera de pensar y sentir no está exenta de una especie de alegría interior, de liberación profunda.

 

 

30

SALMO 29

(Jueves, Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         No pocas veces el desconcierto y la perplejidad aparecen en nuestra vida.       Se nubla el horizonte vital, se esfuman las certezas y lo que antes teníamos muy claro ahora aparece cuestionado y oscuro. Todo se vuelve gris y la vida pierde su sabor. Puede ser que la depresión, en mayor o menor grado, nos aceche. No estamos hechos de pasta distinta a la de todo el mundo. Ya lo dice el escrito F. Brines:“¿Pero qué les ocurre a las cabezas de los hombres? Las mueven extrañamente. Observa cómo ahora miran, con desconcierto, el camino que ya tienen borrado, y mírales enseguida escrutando, lívidos, la niebla que habrán de cruzar. Realmente están llenos de ignorancia”. Es difícil atravesar las oscuridades del desconcierto y creer que más allá de él brilla un sol hermoso.

         Este Sal 29 se califica casi siempre como un salmo de acción de gracias tras verse libre de una grave enfermedad. Pero también puede leerse como una oración de acción de gracias en el desconcierto, en la perplejidad, en el tiempo en que Dios esconde su rostro: “escondiste tu rostro y quedé desconcertado”. ¿Cómo ahondar en la oración y crecer en la certeza del acompañamiento de Dios a nuestra vida cuando nos envuelve el desconcierto?

         La primera parte (estrofas 1ª y 2ª) muestra de salida el gran desconcierto que es, sobre todo, la propia muerte. El orante ha percibido que Dios le ha sacado de esa tumba de máximo desconcierto.

         La segunda parte (estrofa 3ª) se reafirma en que el desconcierto no es para siempre. Un día nuevo puede ser un día de júbilo reencontrado. Por suerte, los desconciertos son, en su mayoría, pasajeros (un desconcierto continuado es hermano de la depresión).

         La tercera parte (estrofa 3ª) es la estrofa central del desconcierto: Dios esconde su rostro y todo queda oscurecido. Es la noche oscura de la fe (el “aunque es de noche” de san Juan de la Cruz que cantaba Rosalía).

         La cuarta parte (estrofas 5ª y 6ª) muestra la súplica ardiente de quien entiende que Dios también ganará con su curación: él se convierte en una especie de exvoto viviente. Se quiere arrancar a Dios un favor que lo da a manos llenas en las mediaciones históricas. Por ese camino habría que buscar.

         Finalmente la quinta parte (estrofa 7ª) celebra la alegría recobrada, el desconcierto alejado. La tristeza conjurada. Brota la danza.

 

Desde Jesús

 

Las páginas de los evangelios, en general, nos muestran a un Jesús alejado de la perplejidad y el desconcierto. Jesús controla y domina la situaciones, muchas veces difíciles y tensas. Pero en Mc 14,32-42 la negrura y el abatimiento son el rostro de su dolor mesiánico. Ese dolor que atraviesa el interior de Jesús se muestra en la distancia en lo que él quiere y lo que, al parecer, se le pone delante: “no se haga lo yo quiero, sino lo que quieres tú”. Es el dolor por abrazar algo que no es suyo, la injusticia que sufren los humildes que le ha llevado a tomar las decisiones  que acarrearán su desgracia. Dios no quiere ese final, pero sí quiere la lucha contra la injusticia, sus trabajos mesiánicos. Y en la desesperación de la cruz se escenifica la explosión de este dolor mesiánico (Mc 15,34): saberse abandonado por aquel por quien ha unido su suerte a la de los excluidos, un trabajo de amor no pagado debidamente, el pago del fracasado. Dura senda la del dolor mesiánico de Jesús y de no fácil encaje, como ocurre con los dolores hondos de muy difícil elaboración.

 

Orar en comunidad

 

         Si se hace a dos coros no hay problema. Si se canta, el problema suele ser que los músicos solamente cantan algunas estrofas (como aquellas antiguas de Cantalapiedra). Pero, si la comunidad está de acuerdo…

 

Contenido social

 

Somos conscientes de vivir uno de los momentos más complejos de la historia moderna. A nuestros pies, los cimientos más sólidos de nuestra convivencia parecen desvanecerse hasta el punto que no acertamos a comprender, no solo un futuro incierto, sino siquiera un presente estremecedor.

Más que nunca, estamos en la sociedad del riesgo, en esa vida líquida que fluye de forma salvaje y hace que nuestros elementos de comprensión y análisis más básicos no acierten a descifrar las claves económicas, políticas y sociales actuales. Investigadores, científicos, académicos, centros de investigación, universidades, todos parecen encontrarse sobrepasados por una realidad corrosiva que ni siquiera quienes toman las decisiones más trascendentales comprenden.

Lo vemos cada vez que se difunden cifras o magnitudes como las cifras del desempleo, la evolución del déficit público o el número de desahucios. La respuesta de nuestros responsables políticos va, desde el desconcierto evidente al silencio. Y con ello, la autoridad moral de quienes deberían tranquilizar a la sociedad no deja de deteriorarse, hasta haber perdido nuestro propio respeto. Hace tiempo que nos faltan el respeto y nosotros les contestamos con nuestro desprecio que se refleja en los mayores niveles de desafección política en la historia de la democracia hasta llegar a considerar a los políticos en España un problema de mayor relevancia que el terrorismo, como recogen las encuestas del CIS.

Sin embargo, los ciudadanos que sufren y viven en primera persona el drama de las políticas neoliberales que se aplican, demuestran mucha más sensatez y sentido común que nuestros insolentes gobernantes. Y en ellos, en los ciudadanos, tenemos muchas de las claves para comprender el alcance de muchas de las transformaciones que vivimos, a pesar de que pasamos por alto el papel decisivo que tienen.

 

31

SALMO 31

(Jueves, Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         Sin la confianza, la vida personal y social no es posible. Hasta la economía depende de la confianza (gran talismán en la crisis de 2008). Es cierto que la desconfianza tiene mil y una razones para bloquear muchos caminos humanos. Pero si falta la confianza, se oscurece la historia. La confianza es un factor clave en todos los aspectos de nuestra vida. Demandamos confianza en todas las actividades que realizamos, en todas las compras, en todas las inversiones, etc. Pero la confianza es algo que se gana poco a poco y se destruye en un segundo, es algo demasiado frágil. Pero si somos capaces de construirla y mantenerla, estamos logrando un gran éxito. Muchas personas tardan una vida en construir una reputación que se pierde en menos de una hora. La pregunta es si esto es algo inevitable o simplemente sucede así.

         Porque este Sal 31 es considerado, además de cómo uno de los llamados “penitenciales”, como un salmo de acción de gracias. Pero también puede ser entendido y orado como un salmo para generar y despertar la confianza que corre el peligro de ser engullida por la desconfianza y la sospecha. Para este orante es una certeza que “al confía en el Señor, la misericordia lo rodea” (y todos sabemos que esa confianza en Dios cobra el rostro de la confianza en las personas, en la fraternidad). La confianza es uno de esos valores que dan la medida del vigor de la fe y de la obra del evangelio en nuestra vida.

         La introducción (estrofa 1ª) bien podría ser la conclusión o resumen del salmo: Dios no apunta el delito. Se puede volver a la paz, siempre que se saquen las consecuencias lógicas: si se pecó contra el hermano, hay que reparar ese daño (Mt 5,24).

         La primera parte (estrofas 2ª y 3ª) sería como una confesión: Dios acoge el delito de quien se confiesa ante él. Pero aunque no se diga, lo repetimos, la confesión y el perdón tienen su rostro histórico que no hay que olvidar para que la confesión no sea una farsa religiosa.

         La parte segunda (estrofas 4ª y 5ª) esboza la alegría del perdón que se experimenta como quien escapa de un peligro. Esta alegría es algo que hay que conectar con la pena del daño causado. No se puede celebrar el perdón de Dios si, de alguna manera, no se celebra el del hermano.

         La última parte (estrofas 6ª-9ª) es una reflexión sapiencial sobre la confianza en la misericordia de un Dios que perdona y de un hermano que también está llamado a perdonar.

 

Desde Jesús

 

Parece que Jesús ha recorrido los extraños caminos humanos sin atisbos de condicionamientos ni paternalismos. No ha puesto condiciones previas, ni religiosas, ni morales. Se ha acercado al otro sin juzgarle, sin querer apropiarse de nada y respondiendo con amor aunque fuera rechazado. Quizá en esta gran confianza se halle la clave de la cercanía, de la posibilidad de que su camino y el de la gente rara se cruzasen. De alguna manera, las personas intuían en ese hondo respeto, el que Dios les tenía, por muy marcados socialmente que estuvieran. Y se ha visto libre de paternalismo porque quizá su mismo camino humano y creyente tenía también un componente de extrañeza, de rareza espiritual. Que los evangelios lo definan como “entregado” es como decir fuera de los cauces normales de la relación con Dios. En esa confianza encontró quizá un filón de comprensión de Dios y de sí mismo ante el misterio.

 

Orar en comunidad

 

         Posiblemente que las comunidades lo hagan a dos coros, rezado o salmodiado. Si hubiere alguna manera de subrayar la primera estrofa, mejor (quizá rezándola juntas, o de otro modo).

 

Contenido social

 

El gran reto hacia la humanidad, la justicia y la misma fe no es la pobreza sino las pobrezas. Es cierto que la austeridad, la contención del despilfarro, la moderación en las ganancias, etc., son temas que tienen que ver con la pobreza. Pero, repetimos, lo decisivo es cómo se sitúa uno, incluso las instancias institucionales, ante el variado y lacerante mundo de las pobrezas, como se enfoca ese mundo, qué se tiene que decir a él, que intentos de acercamiento a tal mundo se están construyendo.

         Para ello hay que intentar entender qué significa en la cultura occidental el fenómeno de la acumulación de riqueza como realidad “bendecida”, si no por Dios, sí por la sociedad.  Para el Evangelio, la desacumulación es un mecanismo perentorio de igualdad ya que, si no se da, hablar de desplazamiento, de interés, por el mundo de las pobrezas resulta imposible. La crítica social que el Evangelio propone a fenómenos como estos es prácticamente nula.

         ¿Hay posibilidad de desplazamiento desde una situación tal? Quizá haya que comenzar por acercarse y mirar. Superar las desconfianza con miradas confiadas; mirar preguntando, interesándose; mirar priorizando, dispuestos a tomar partido; mirar condoliéndose y confraternizado. Y luego será necesario intentar desvelar valores en esos ámbitos de pobreza; romper el esquema mental de que la pobreza lo ocupa todo en los pobres ahogando cualquier otro valor. Habrá que entender el trasvase con ella como un enriquecimiento mutuo, hasta caer en la cuenta, como lo hacen algunos autores, de que las pobrezas son mediación de “salvación social”.

         Quizá haya que priorizar una ética de mínimos, aquella que valora los mínimos de humanidad y de amparo que se dan los pobres entre sí. Solamente desde ahí se tendrá en pie la posibilidad de una ética de máximos, el sueño de una vida justa para todos. Leer la realidad de las pobrezas desde tal ética está empujando a un desplazamiento hacia esos niveles elementales en los que la vida de los empobrecidos encuentra un sentido.

         La confianza en Dios cobra cuerpo en las confianzas humanas. Y una de ellas, lo decimos de nuevo, es la que representa la confianza en las pobrezas. En cosas como esas se “mide” la confianza en Dios.

 

 

32

SALMO 50

(Viernes, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Es difícil entender la fe cristiana sin recurrir al sentimiento de pecado. Esto no es solamente ver el pecado cometido, sino también generar una mentalidad, unos sentimientos, un estado anímico que te define, de primeras, como pecador. No se te percibe como criatura fruto del amor del Padre, sino, ante todo, como criatura pecadora. La doctrina del pecado original y de las “fotocopias” ha sido terrible.

         El mismo Sal 50, considerado una cumbre dentro de los salmos penitenciales, ha sido leído desde ahí. La primera parte describe la vida en el ámbito del pecado; la segunda en el de la gracia (técnica pedagógica empleada también en Romanos: empezar por lo negativo para construir lo positivo). Pero es la primera parta la que ha prevalecido y ha hecho desaparecer a la segunda. La gracia se ha esfumado; el pecado y su espiritualidad lo han copado todo. Es hora de dar un giro a todo esto.

         Como decimos, la primera parte del salmo (estrofas 1ª-5ª) describe el dominio del pecado con el mantra de la culpa-pecado-delito-maldad repetido machaconamente. Esto se ha metido en el corazón de los creyentes (el Papa pide que se rece por sus pecados; Boff se denominaba “teólogo y pecador”). Poco a poco vamos dándole otro giro.

         La segunda parte (estrofas 6ª-9ª, la 10ª es un añadido) describe la vida en la alegría de la salvación; algo de eso es la gracia. Una gracia que tiene que ver con la justicia, que no es algo dado sin trabajo. En cualquier caso, Dios no nos quiere “quebrantados y humillados”, aunque sí humildes. Nos quiere erguidos en la altura de nuestra estatura humana, sin ser soberbios por encima de ella. Este salmo ha de ser reelaborado por nuestra espiritualidad cristiana para que no sea más leña echada al fuego de la culpa.

 

Desde Jesús

 

         Vemos en muchas escenas del evangelio que Jesús ha sido un liberador de la culpa:

  • Dice en Lc 14,5 que en sábado también hay que sacar de la zanja a la persona que está oprimida por la ley y por la culpa.
  • En Mc 3,5 se insta al hombre de la mano atrofiada a que extienda el brazo (el malo o el bueno), a que desarrolle sus potencialidades liberándose de trabas.
  • En Jn 5,1-9 se libera al paralítico de la camilla que lo tenía atado de por vida diciéndole que dentro de él anida la fuerza de la vida.
  • En Jn 8,11ss se dice a la mujer sorprendida en adulterio que nadie le condena porque no pesa condena alguna sobre la dignidad creacional.

Definir a Jesús como un “liberador de culpas” sería inusual, pero no inexacto.

 

Orar en comunidad

 

         Si se hace a dos coros, bien. Quizá se podía distinguir entre la primera parte (una lectora) y la segunda (toda la asamblea) para dar más énfasis a la segunda.

 

Contenido social

 

         Verse libres de la culpa es, dicho de manera positiva, sentírse llamado a construir un cierto señorío sobre nuestras propias vidas. Para muchas personas, para una notable parte de la humanidad, hablar de señorío sobre sus vidas puede parecer insultante de tan dura y oprimida que es su existencia. Para el resto, sin ser la cosa tan dramática, sin ser algo tan extremo, puede resultar ilusorio hacer la propuesta de un enseñoreamiento del camino histórico. Y, sin embargo, hay algo en las entrañas de lo humano que le hace aspirar al señorío y no al sometimiento. Ni siquiera la culpa de fondo o el pecado religioso añadido logran extinguir ese anhelo.

         Pero este señorío, si es que se considera una utopía sostenible, no va a venir llovido del cielo, sino que ha de ser construido pieza a pieza, esfuerzo a esfuerzo, alternando fracasos con éxitos.

         El evangelio marca las sendas de lo que puede llevar al señorío de lo humano más allá de la fragilidad. En primer lugar  es una cuestión de lucidez ante la evidencia del sistema y nuestra pertenencia inevitable a él. Mientras se le haga el juego al sistema de manera indiscernida, éste se frota las manos. Por eso, todas las sendas sociales “adespóticas”, alternativas, tanto en economía como en pensamiento político son el camino para el señorío. Que el sistema se presente como un torrente que anega el todo de la vida social no ha de ser óbice para pensar que tal torrente puede ser en parte sorteado y con ello, de alguna manera, frenado.

         Además resulta necesaria la conciencia de responsabilidad personal y colectiva. Echar el peso de la construcción del señorío a fuerzas ajenas a uno mismo, es inhibirse del trabajo que a cada cual corresponde para que este asunto pueda, siquiera, alborear. El sistema desrresponsabiliza; ahí se halla uno de sus recursos. Y cuando nadie es responsable, el proceso se detiene. Por eso es tan necesario el compromiso privado y el público. Pretender señoríos esquivando la responsabilidad es pretender lo imposible.

         Una tercera senda es aquella que humaniza,  que sana en la base de lo humano. La preocupación por la humanización es la primera de todo proceso de construcción del señorío y de toda espiritualidad. Una humanización de los sectores más delicados y resbaladizos de la existencia humana, como son los asuntos que tocan a la vida (manipulación genética, ingeniería genética, ética de los límites, etc.), por problemáticos que sean, contribuyen de manera decisiva al enseñoreamiento de la vida.

         Finalmente un cuarto camino es mantener viva la fe en las posibilidades de las personas. O lo que es lo mismo: mantener viva la certeza de la bondad esencial de lo humano, por encima del torrente de maldad que anega el caminar histórico. Si se pierde esta fe, hablar del señorío de la vida es impensable.

         Puede parece que hablar de “señorío” es algo de una soberbia histórica inaceptable, vista la insignificancia que el planeta tierra representa en el conjunto del cosmos. Pero el anhelo no es proporcional a la magnitud física sino a la del corazón. Y ese anhelo de una vida “señorial” en los límites de la historia es algo permanente en el dinamismo utópico de la vida.

 

33

SALMO 99

(Viernes, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         La bendición no tiene arraigo en nuestra cultura fuera del ámbito religioso (ahora, los latinos te piden bendición; pero es un poco rutinario). Sin embargo ben-decir conlleva un deseo de bondad para con el otro e, incluso, una ofrenda de implicación para que el logro de la dicha del otro sea una posibilidad. A nosotros se nos bendice de parte de Dios y bendecimos a Dios. Pero no vemos mucho sentido a bendecir al hermano, siendo así que, como siempre, la bendición de Dios cobra rostro en la bendición al hermano. Habríamos de inventar ritos de bendición fraterna (bendecir a la hermana que se incorpora a la fraternidad después de un viaje, o de una enfermedad, o de una ausencia; bendecir a quien cumple años, a quien celebra bobas de plata, oro u otras; bendecir personas, más que cosas, que esos seguimos haciéndolo).

         Es que el Sal 99 es un salmo de bendición, por más que sea un himno o una doxología. Distinguimos tres partes como estrofas de solistas y un coro:

         Estrofa 1ª del solista: invitatorio exultante al lenguaje del la bendición. Se entra en el templo para la bendición de Dios (y en la vida para la bendición a la hermana).

         Estrofa 2ª del solista: bendición a Dios porque uno sabe a quién pertenece: al ámbito (rebaño) de Dios. Se es de Dios porque él es nuestro.

         Estrofa 3ª del solista: la bendición y alabanzas litúrgicas como mejor modo expresivo de la bendición a Dios. Una liturgia para la bendición, viva, vibrante, despierta.

         El estribillo de la comunidad, del coro, (estrofa 4ª) dice el por qué de la bendición a Dios: bueno, misericordioso y fiel. Valores del sello de Dios (Jn 3,33) y del estilo de vida del seguidor/a de Jesús.

 

Desde Jesús

 

         El lenguaje que Jesús emplea en los evangelios es un lenguaje bendiciente:

  • Bendice a los niños como ejemplo pobres que tienen acceso directo al reino (Mc 10,13-16).
  • Bendice a los panes como alimento de pobreza para quienes le siguen (Lc 9,16).
  • Bendice l pan ritual en la cena de despedida apropiándose de la alianza (Mt 26,26)
  • Bendice, sobre todo, al Padre por descubrir a los sencillos el reino (Mt 11,25) y al ver que los que están en torno se animan a quitar losas (Jn 11,41).

 

Orar en comunidad

 

         Podría ser cantado hímnicamente por toda la asamblea o bien alternando la asamblea con la estrofa 4ª tras cada una de las estrofas cantadas por el coro.

 

Contenido social

 

La itinerancia franciscana  puede conllevar también una serie de auténticas bendiciones para quien acoge y para quien es acogido. Nos referimos a bendiciones como: a) la bendición de lo mezclado, de la pluralidad, de lo variado, de los esquemas múltiples; todo esto aleja de pensamientos únicos desenfocados, de percepciones de la vida de una sola perspectiva con su inherente riesgo de engaño; b) la bendición de la mirada ampliada, ya que el localismo tiende a una mirada reducida y, con ello, a una estrechez manifiesta en la comprensión de la realidad; c) el beneficio de las lenguas enriquecidas, que, aunque sea de forma deficiente, facilita la honda comunión humana que se construye a través del lenguaje; d) el beneficio del agradecimiento que despierta el corazón, ya que agradecer lo que se da y lo que se recibe construye una red de buenas relaciones que descubre el otro lado más allá de la pobreza y la diferencia; d) el beneficio de las creencias que pulen en la relación, ya que la fe tiende a creerse unívoca y de valor exclusivo; percibir el valor de las otras fes no lleva a la pérdida de valor en la propia sino al enriquecimiento mutuo. Puede parecer que estas “bendiciones” son muy fluctuantes, pero con ellas se construye el misterio de la relación humana nueva.

 

 

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SALMO 118,25-32 (Daleth)

(Viernes, Hora intermedia)

 

Contenido bíblico

 

El tema del camino era muy usado en la literatura sapiencial y en el pensamiento popular. Por eso, aparece en la Biblia y en los salmos con profusión. Atinar con el camino verdadero era el colmo de la sabiduría. Para el salmo, ese camino no es otro que la Palabra; ésta se hace camino para quien quiera dar con la senda de una vida coherente y con sentido. Empuja el salmo a un discernimiento de los caminos vitales, tarea que es preciso hacer continuamente, en todo el proceso humano, hasta el último aliento. Para el salmo hay un camino falso que es el abandono de la Palabra. Lo es, porque eso comporta el abandono de lo humano, ya que la Palabra construye la vida. Realizar la vida al margen de la Palabra es exponer a caer en la senda dura de lo inhumano. Ese camino no lleva a ningún provecho. Por el contrario, el camino verdadero es la Palabra porque es una palabra aliada de la vida, amiga de la vida. Andar en la palabra es entrar en un proyecto de vida fraterna y solidaria. La Palabra nos enseña el camino, nos enseña humanidad, nos enseña buena relación, sociedad nueva, patria universal, familia ampliada. Quienes usamos la Palabra es preciso que examinemos nuestros caminos, nuestras conductas, para que no vayan en contra de una Palabra que tiene por finalizar humanizar. Si hacemos esto, es cuando la Palabra se convierte en dinamismo de vida, en fuerza real que toca lo que de verdad somos, ya que siempre estamos bajo el peligro de que la Palabra sea una superestructura, algo añadido, algo que confluye en nuestros caminos más básicos. Si lo hace, es cuando se convierte en dinamismo para nuestros caminos, para nuestras sendas normales, para los lugares reales sobre los que se asienta la vida.

         La estrofa 1ª dice que la palabra puede ser motivo de ánimo cuando la vida pesa demasiado.

         La estrofa 2ª, y en esa misma línea, constituye un verdadero consuelo.

         La estrofa 3ª llega a ver que la palabra además de animar y consolar lleva a ensanchar el corazón, a crear un nuevo horizonte vital.

 

Desde Jesús

 

Jesús ha sido un hombre de caminos y en ellos ha llevado la Palabra. Ha andado, pues, en los caminos y con el camino de la Palabra. Ella ha sido la medida de sus actuaciones; en ella ha aprendido el designio del Padre, en conversación con Moisés y Elías, representantes máximos de la Palabra (Lc 9,28-36). Ella ha sido la que ha marcado muchas de sus actuaciones, sus criterios de actuación con las personas: "Tratad a los demás como queréis que os traten" (Lc 6,31: Tob 4,15). La Palabra se le hizo camino. Así, no cayó en el falso camino del poder, vida tentada la suya, de la fuerza, no tropezó en el falso camino de un mesianismo potente, nacionalista, violento. El acercamiento al corazón de la persona, a su necesidad, la sintonía con los ojloi, con los parias, con sus anhelos y sueños elementales y necesarios fue el camino que la Escritura le suscitó. Hizo un discernimiento de su vida a la sombra del Mensaje, de los cantos del siervo (sangre entregada, derramada) y ahí encontró la senda buena, la de la profunda humanidad, la del corazón pleno.

 

Orar en comunidad

 

         Normalmente se rezará a dos coros; la estrofa que podría ser cantada o recitada por todas señala el verso principal.

 

Contenido social

 

Son sin número las personas que en nuestra sociedad buscan caminos nuevos, alternativos, más humanos, alejados de la gran senda de la mediocridad. Estos buscadores/as de caminos son un acicate para nuestra vida. Ellos, por muchas razones y por variadas circunstancias, han llegado a entender que un camino a la sombra del imperio, del dominio, no es camino que lleva a la vida. Y se han animado a recorrer otras sendas. La Palabra confluye con ellos, aunque expresamente no sean creyentes. Porque la Palabra está hecha para los caminos alternativos, para las sendas nuevas, para los vericuetos que llevan a la centralidad de la persona. A su manera la Palabra sigue haciendo hoy su obra en muchas personas animándoles a abandonar los caminos falsos de la inmunidad consagrada por el sistema para lanzarse a los caminos verdaderos de la profecía del corazón y del sueño de la fraternidad. Esa especie de personas  que transitan los caminos de la humanidad, los caminos de la Palabra, no se acaban, aumenta. Por eso, ni la más recia capa de asfalto del poder, del dinero, del consumo, logra sofocar la hierbecilla que, pujante, vive bajo esa densidad y termina por quebrarla y nacer a la luz del sol. Son los profetas de nuestro tiempo, personas que dejan por cierto el viejo planteamiento del salmo: es preciso abandonar los caminos de la inhumanidad y lanzarse sin red a la senda del corazón de las personas y de las cosas.

 

 

35

SALMO 25

(Viernes, Hora intermedia)

 

Contenido bíblico

 

         El salmo recuerda un poco a la figura del fariseo de Lc 18,9-14 que oraba desde su justicia, orgulloso de ella. A nosotros nos conviene entenderlo como un “salmo para anhelar la justicia”, más que como oración que se hace valer de la supuesta justicia que uno esgrime. Si de una u otra forma, los salmos apuntan a la justicia, hay que decir que apuntan así mismo al núcleo del evangelio (Mt 6,33). La justicia, en sentido amplio, es más que decir quién tiene razón. Es un sueño, un horizonte, un anhelo. Aunque sea a trancas y a barrancas, el caminar humano es un largo peregrinaje en busca de la justicia. Orar deseando la justicia es ya, de alguna manera, ponerse en esa dirección.

         La estrofa 1ª es como un preludio: se confía en aquel, Dios, para quien la justicia es decisiva. Por eso, el torrente de la injusticia no se llevará todo por delante.

         Las estrofas 2ª y 3ª son como un cliché negativo: se dice lo que uno no es, o no quiere ser, para decir lo que de verdad es o anhela. Hay un anhelo de justicia interno que se puede verificar en un comportamiento social correcto: no hacer planes de la mano de un sistema injusto (recordar la parábola de los talentos y la interpretación que hace Eusebio de Cesarea: Mt 25,14-30).

         Las estrofas 4ª-7ª describen en modos litúrgicos el gozo de una vida en justicia: solamente con el amparo de Dios se podrá caminar en esa dirección de la justicia. La tarea es ardua y hermosa a la vez.

 

Desde Jesús

 

Pablo ha vivido creyentemente el rito anual del día del perdón (yom kippur). Y, en un momento dado, su interior se ha iluminado: ha comprendido que lo celebrado en el rito, en el anhelo, se daba históricamente, realmente, palpablemente, en la persona de Jesús. Dios ha venido en socorro de la estructura humana envuelta en imposibilidad existencial poniendo a Jesús como kappôret y como víctima: “Dios nos lo ha puesto delante como propiciatorio donde, por medio de la fe, se expían los pecados por su propia sangre” (3,25). En él se ha verificado el verdadero perdón de Dios; en él se ha renovado la alianza a perpetuidad; en él se tiene la seguridad de que el futuro puede ser patrimonio de los humanos, de la historia, y que el sueño de una vida nueva, enmarcada en la justicia, no es una fantasía, sino una posibilidad realmente a la mano. Esa es la “amnistía” (3,21) que Dios ha dado a la historia, “a todos sin distinción” (2,22b), amnistía por la que se borra hasta el historial delictivo, de tal manera que no queda rastro de culpa en el trasfondo de la existencia. Aquí la “generosidad de Dios” (2,24) no es un simple don, sino una reorientación de las bases de la historia. Este mecanismo de alianza definitiva funciona por la sangre, la existencia entregada de Jesús. Y el creyente lo vuelve a hacer funcionar no por un mecanismo ritual, sino “por medio de la fe” (2,25). La fe en el sueño de Dios, la justicia cumplida (no se trata de una fe religiosa), un comportamiento justo entronca con la justicia de Jesús y así, mediante ella, se reproduce el mecanismo salvífico: la historia está orientada y el anhelo de una vida nueva empieza a hacerse realidad.

 

 

 

Orar en comunidad

 

         Al ser una hora menor y dado el talante reflexivo del salmo, el dos coros le va bien. Pero también puede ser leído por una lectora haciendo una pequeña pausa entre las tres partes.

 

Contenido social

 

Los gritos de los empobrecidos desvelan, en el fondo, que aún conservan un rescoldo de fe en la sociedad y en la justicia. Aún se cree que la sociedad pueda reaccionar y animarse a saldar esa deuda de justicia terrible que, a lo largo de siglos, se ha acumulado con los empobrecidos de la tierra. Aún se confía en la bondad del corazón humano capaz de comprender que, por ser familia humana, no está nunca justificado no el expolio, ni la marginación, ni la expulsión de la sociedad de quienes son los miembros más frágiles de la familia. Desvelan tales gritos la fe en la justicia, la humana y la divina, al ver que no se ha hecho justicia aún con aquellos que, por humanos, por creaturas, están llamados a sentarse en el banquete de la vida con todos los derechos. Se dice, en el fondo, que el olvido terrible de los empobrecidos es el mayor acto de injusticia que estará siempre por ser saldado mientras haya un empobrecido y, con más razón, cuando el número de ellos no cesa de aumentar. Por eso, la oración de quien en los salmos anhela la justicia es, sobre todo suya, de los pobres, por más que ellos no lo sepan. Quien ora con estos salmos, presta su voz y se suma al grito de los pobres, al anhelo imparable de la justicia.

 

 

 

 

 

 

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SALMO 27,1-3.6-9

(Viernes, Hora intermedia)

 

Contenido bíblico

 

La espiritualidad cristiana tradicional ha estado ceñidamente atada a las llamadas postrimerías, sobre todo al cielo y al infierno. Es cierto que el voltaje en estos temas ha bajado mucho. Hasta las catequesis papales han contribuido a ello (recordar las catequesis de Juan Pablo II en julio de 1999). Pero aún persisten como elementos prácticamente indiscutibles para la liturgia, para una cierta pastoral y para la configuración del paradigma cristiano.

         Una fe actualizada considera, a veces, las ganancias que se generarían si se lograra, cosa no fácil, una cierta liberación de tales componentes religiosos. Se recuperaría la libertad de la persona ante la muerte como hecho natural de vida, lo que ahorraría miedos añadidos al temor natural de morir. Se despojaría a Dios  de una serie de atributos que lo vuelven temible y adversario para los  humanos. Se generaría un tipo de moral ante la muerte de componente más liberador, menos atado a normativas que tienen como trasfondo creencias rígidas en esos novísimos. Se abrirían nuevos horizontes de comprensión de la muerte que hoy están bloqueados por la secular influencia del paradigma de la retribución.

         Decimos todo esto porque este es el salmo de uno que ora con miedo a la muerte. Piensa que verse afrontado a ese trance es arriesgarse a perderlo todo. Por eso ora con miedo y con insistencia para que se le conserve la vida. Lo opuesto a la fe es, en los evangelios, el miedo, “la peor herejía”, lo denominan algunos. ¿Cómo orar encajando con humanidad el miedo que atenaza? Eso está ahí.

         En las tres primeras estrofas (1ª a 3) se pide no ser arrebatado de la vida. Es el miedo que hace su obra. La confianza navega por las aguas turbulentas del temor. Se pide mantener la vida porque la muerte iguala a todos, buenos y malos. No se ha entendido que lo que vale es el conjunto de la vida, no solo el hecho de morir.

         Las otras dos estrofas (4ª y 5ª) son un canto de confianza que abre un horizonte para cambiar la angustia del morir por una vida confiada y aún disfrutante bajo la férula de un buen “pastor”. Quizá la confianza sea la única y mejor medicina para combatir los temores.

 

Desde Jesús

 

Jesús es uno que también ha orado con miedo y ante la muerte (Mc 14,32-42).  Pero ese miedo ha sido vencido. Eso es la resurrección: el miedo vencido definitivamente. Al hablar de la resurrección de Jesús se la sitúa en el más allá de su muerte. Las obras teológicas, tanto antiguas como recientes, desarrollan una espiritualidad resurreccional en el más allá de la historia. Sin embargo, en textos ejemplares como Jn 11, percibimos que los autores neotestamentarios sugieren la increíble posibilidad de situar la dinámica resurreccional en el más acá de la historia. Es algo que parece un contrasentido: vivir como resucitado en el hoy de la historia. Sin embargo, resurrección e historia pueden conectar en la espiritualidad evangélica. Eso nos llevaría a entender el triunfo de Jesús resucitado en el marco de la historia como un triunfo limitado. ¿Tiene sentido hablar de triunfos limitados? Al pensamiento religioso le encajan mejor los triunfos ilimitados, celestiales, totales hasta más allá del estrecho marco histórico. Pero quizá pueda tener sentido contemplar el triunfo de Jesús en la historia como un verdadero triunfo, aun contando con la limitación. En tal caso, la resurrección ya no mirará al más allá, sino al más acá; no será un dinamismo para el más allá (si es que tal cosa es contemplable), sino para el ahora de la vida cristiana.

 

Orar en comunidad

 

         Se podría hacer a dos coros o bien una lectora lo proclama y la asamblea responde con los dos últimos versos.

 

Contenido social

 

         Las pobrezas están amasadas en múltiples  miedos. Por eso la resurrección es el lenguaje del triunfo en la derrota de los pobres. Es un lenguaje que difícilmente se escucha, pero él sigue hablando con tenacidad. Es una voz que cuenta muy poco en el discurso del sistema, pero que no se calla ante las injusticias. No es la voz de los sin voz, sino que es la voz sojuzgada de quienes no son escuchados. Por eso la resurrección es el grito de los empobrecidos, grito que sigue resonando por mucho que se lo quiera sofocar. Y la resurrección muestra que el itinerario de los empobrecidos no es mera negatividad, sino que apunta necesariamente a la justicia nunca satisfecha y por ello vigente. Un grito que demanda lo que no se pagó y advierte sobre ello. No habrá de extrañar que digamos que los perdedores son los resucitadores de la historia, los que hacen que no mueran los ideales y utopías a partir de las que se puede hablar de futuro. Precisamente su característica de anhelos justos impagados hace que, por ese impago, se mantengan vigentes. La justicia no saldada la mantiene en vigencia a perpetuidad. Eso la convierte en un dinamismo que empuja a la historia hacia una plenitud que no es la del sistema, sino la de toda realidad deseosa de justicia. Una historia liberada de todo temor.

 

 

 

 

 

 

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SALMO 40

(Viernes, Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

Cuidar es una actitud, no solamente actos puntuales. Por eso es preciso elaborar una espiritualidad del cuidado, máxime cuando ese está siendo ya el principal trabajo de muchas comunidades religiosas. Para elaborar esa espiritualidad quizá haya que comenzar reconociendo que vivimos en la infirmitas: no pisamos tierra firme. Esto se palpa más cuando se trata de las grandes pandemias. ¿Cómo encajar esta infirmitas? «Hay que luchar contra ella y aprender de ella con coraje, compasión y espíritu libre. Y la primera lección atañe a nuestra fragilidad como seres humanos. Somos frágiles porque somos criaturas del azar que denodadamente han intentado forjarse un destino. En consecuencia es un grave error creer que estamos en condiciones de destrozar los otros mundos por codicia o soberbia. Dicho eso, sin presunción y sin estigmas, hay que confiar en las propias fuerzas para ganar de nuevo la transitoria tierra firme que es la vida», dice R. Argullol. Ante este panorama no cabe otra sino apostar sin titubeos por los cuidados para que nos aprestemos a mucha entrega para cuidar a los demás.

Es que este salmo es la oración de uno que necesita y anhela cuidados, sobre todo el gran cuidado de Dios por el que es posible conservar la salud. Para el orante, Dios es el gran cuidador, pero si no hubiere quien cuida del pobre y desvalido, estaría perdido.

Las estrofas 1ª-4ª describen la necesidad de cuidados de un postrado. Dichoso él si tiene alguien que le cuide. El rostro más vivo de la fraternidad está en los cuidados que nos damos. Cuidar cuerpos, curar cuerpos es lo más importante que ha hecho Jesús (Mt 10,7-15).

Las estrofas 5ª-8ª describen de forma cruda la honda necesidad de cuidados de quien se siente fuertemente afligido: rodeado de enemigos y de amigos que le traicionan. La fraternidad naufraga cuando se abandona el camino de los cuidados fraternos.

En las estrofas finales, 9ª-11ª vuelve su mirada el orante al gran cuidador que es Dios. De él viene la fuente de todo cuidado, aunque sabe que tal cuidado se hace posible en las manos de las personas que cuidan.

 

Desde Jesús

 

Jesús cura. La actitud pedagógica de Jesús hacia los pacientes es diversa en cada caso; el tratamiento que tiene hacia cada uno de ellos es personalizado: toma la iniciativa y se acerca a la suegra de Simón, la coge de la mano y la levanta (1,29-31); al ver al leproso, se conmueve (verbo que se aplica a Dios en el judaísmo) o se aíra (según otra lectura conservada) contra el sistema que, en nombre de Dios, margina a la gente,  y lo toca,  violando la ley del Levítico (14,1-32) sobre lo puro y lo impuro (1,39-45). Al sordo tartamudo lo toma aparte, separándolo de la multitud, le mete los dedos en los oídos y con su saliva le toca la lengua, y levantando la mirada al cielo suspira y le dice: Effatá (esto es, ábrete)" (7,31-37). Para curar al ciego de Betsaida, Jesús lo coge de la mano y lo conduce también fuera de la aldea, llevándolo progresivamente a la luz, hasta que vea del todo: "Veo a los hombres,  porque percibo como árboles, aunque andan. Luego le aplicó otra vez las manos en los ojos y vio del todo"; a éste, le prohibe terminantemente volver a la aldea (Mc 8,22a-26). Al ciego de Betsaida lo manda llamar y le pregunta: "¿Qué quieres que haga por ti?", accediendo a su petición de recobrar la vista (10,46b-22). A la hemorroisa, que le arrebata la curación tocándolo, Jesús le dice: "Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y sigue sana de tu tormento” (Mc 5,24b-34). Al ver la fe de los portadores del paralítico, imagen de la humanidad pecadora, le perdona los pecados, antes de curarlo de su enfermedad (2,1-12). Al hombre del brazo atrofiado lo coloca en medio de la sinagoga en claro gesto de desafío a los fariseos presentes que lo asedian para ver si lo cura en sábado y tener de qué acusarlo; a continuación les pregunta: "¿Qué está permitido en sábado, hacer bien o hacer daño, salvar una vida o matar?" Ante su silencio, Jesús "echándoles en torno una mirada de ira y apenado de su obcecación", cura al hombre, pero sus enemigos maquinan acabar con él (3,1-7a). A los demonios  y al viento-mar -imagen de la ideología de la sinagoga de la que están imbuidos sus discípulos-  Jesús los increpa y los expulsa liberando a los pacientes de la opresión-ideología de Satanás (1,21b-28; 5,1-20; 7,24-30; 9,14-29). A la hija de Jairo la devuelve a la vida y a sus padres, y les manda que no se lo digan a nadie y que le den de comer (5,21-24a.35-6,1ª); a la multitud le da dos veces de comer, -una en territorio judío; otra en territorio pagano- en un gesto que hace visible el amor universal de Dios (6,33-45; 8,1-8).

En cada momento y con cada paciente Jesús adopta la actitud adecuada para entrar en contacto con él y sacarlo de su particular tipo de marginación. Maravilloso pedagogo.

 

Orar en comunidad

 

         Por ser una súplica individual podría hacerlo una lectora. Quizá las estrofas 2ª-4ª podrían ser leídas por la asamblea como un anhelo de la espiritualidad del cuidado. El resto lo haría una lectora o narradora.

 

Contenido social

 

Muchos de los problemas éticos, sobre todo los relativos al cuidado de la vida y su manipulación, son emblemáticos a la hora de dibujar nuevas posturas morales. La vigencia de la sensación de que Dios es dueño de la vida y por lo mismo esta no se toca, más allá de que a nivel de documentos la cosa ya no se formule así, junto con el abismo que se abre a los pies de quien a nivel científico manipula la vida, hacen que las encrucijadas morales tengan soluciones muy dispares y que, incluso a veces, no se atisbe ninguna solución satisfactoria. No nos ha de extrañar que la sociedad esté dividida y que la iglesia quiera ser casi monolítica en la tajante respuesta a tales asuntos. Hay quien dice que aquí nos jugamos el futuro de lo humano. Quizá no sea para tanto.

         ¿No habría manera de situarse de otro modo, por más que esos modos distintos tampoco resuelven las innumerables preguntas que suscitan estos asuntos? Creemos que sí: entender estos problemas como actos de señorío sobre la vida y de amor en los límites. El sistema religioso tacha inmediatamente estos caminos como inmorales. Lo hace, en el caso del aborto, la eutanasia, la manipulación genética, etc., con las expresiones más duras y condenatorias para conductas inaceptables. No es argumento para él que un amplio sector social no piense ni viva así tales problemas ni que muchas cámaras legislativas legislen democráticamente sobre eso. El sistema religioso sigue en sus principios casi inamovibles y así lo manifiesta públicamente. ¿No podrían entenderse, decimos, más allá de los planteamientos morales y de los códigos legislativos como un humilde y perplejo acto de señorío sobre la vida? ¿No podría leerse, en el fondo de muchos de estos actos, una postura de amor compasivo? ¿No se podría arbitrar otra solución, más allá de la condena, como la solidaridad en sufrimientos de gran calado? ¿No abriría las puertas, con el consiguiente riesgo, a un tratamiento científico de las enfermedades de lo humano? ¿Hay que desconfiar sin más de los movimientos sociales y democráticos que van haciendo otro tipo de planteamientos? Por estos resbaladizos terrenos anda también la espiritualidad del cuidado.

 

 

 

 

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SALMO 45

(Viernes, Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         En el contexto social en que vivimos hoy, entendemos perfectamente que la búsqueda de la paz es algo complejo y que abarca todos los campos del vivir humano. Percibimos las discrepancias: unos dicen que hay que responder a las agresiones, otros pretenden que se use la vía diplomática, otros se miran a su interior para percibir su vivencia de paz, otros miran a su comunidad para ver cómo la paz está presente o no. Todo muy interesante, pero muy complejo. Lo dicho: buscar la paz sigue siendo una tarea desde la época de las cavernas hasta hoy.

         Es que el presente salmo también anhela la paz, es un salmo para la paz, pero el camino que emplea es muy cuestionable: “El Señor de los ejércitos está con nosotros”: La expresión es única y guerrera, inaceptable hoy (problemático “hosanna”). Dios no está con unos en contra de otros. Está a favor de todos, de los débiles sobremanera. Hay que buscar la paz por caminos de más concordia, respeto y ecumenismo.

         La citada expresión marca los espacios: el primero (estrofas 1ª-3ª celebra la certeza del apoyo incondicional de Dios a su pueblo (en realidad, a todo pueblo). La experiencia creyente está apoyada sobre la roca de la confianza en Dios.

         El segundo espacio (estrofas 5ª a 7ª) mira a Sión como verificación del apoyo de Dios: la ciudad siempre ha resistido porque Dios la apoya (en realidad, la han tomado muchos pueblos). Una ciudad en paz (en el supuesto de que la haya) no puede ser el rostro del apoyo de Dios (en Jerusalén se sigue pidiendo por la paz, con escaso éxito), Tiene que apuntarse a una relación en paz en todos los ámbitos.

         El tercer espacio (estrofas 8ª a 11ª) vuelve de nuevo a la confianza en el Dios nacionalista de Israel, algo de lo que el evangelio se ha ido apartando (aún hay vestigios en Lc 1,46-55).

 

Desde Jesús

 

         Para meditarlas, ponemos 10 frases de los evangelios sobre la paz:

 

  1. “Tu fe te ha salvado, vete en paz” (Lc 8,48)
  2. “Vivid en paz unos con otros” (Mc 9,50)
  3. “Dichosos los que trabajan por la paz, porque a esos los va a llamar Dios hijos suyos” (Mt 5,9)
  4. “Cuando entréis en una casa, saludad: Paz a esta casa” (Lc 10,5)
  5. “Mete la espada en su vaina, porque el que a hierro mata, a hierro morirá” (Mt 26,52)
  6. “Cuando tu hermano te ofenda tendrás que perdonarle setenta veces siete” (Mt 18,22)
  7. “Llegó Jesús haciéndose presente en el centro y les fijo: Paz con vosotros” (Jn 20,27)
  8. “Paz es mi despedida, no como la del mundo” (Jn 14.27)
  9. “Guía nuestros pasos por el camino de la paz” (Lc 1,79).
  10. “En medio del mundo tendréis apuros, pero tened paz, yo he vencido al mundo” (Jn 16,33)

 

Orar en comunidad

 

         Si se quiere ir más allá de los dos coros, una lectora podría leer los espacio es 1 y 3 y otra el 2. La asamblea interviene con la antífona.

 

 

 

 

Contenido social

 

            Todavía  no terminamos de explicarnos cómo, más allá de las imposibilidades que afectan a los textos del NT en asunto de conflictos, y aspirando a una ética de la compasión, de la paz y de la acogida, el hecho cristiano haya generado él mismo conflictos tan numerosos y de calado tan hondo. Todavía no nos explicamos cómo la comunidad cristiana, tanto a nivel interno como externo, continúa experimentando la dificultad para verter generosidad y acompañamiento en los múltiples conflictos de la vida. Y tampoco nos explicamos cómo este tema preocupa tan poco a una parte de los cristianos. No nos lo explicamos pero, por eso  mismo, es preciso seguir insistiendo en ello sin fustigarse, pero sin abandonar la pregunta.

         Quizá haya que pensar que el logro de algo tan elemental y complicado a la vez como es la convivencia humana no será efectivo únicamente con la herramienta de la espiritualidad religiosa. Aun contando con ella, y siempre que esté bien orientada, será necesario el concurso del análisis social. La mezcla entre espiritualidad y sociología puede ser muy saludable. Efectivamente, una fe que no está bien situada en el hoy corre el riesgo de desconexión y, en el peor de los casos, de generar profundas anomalías. Por el contrario, el análisis social, animado por la espiritualidad, puede dar fecundos resultados en el tratamiento de los conflictos que la vida va poniendo delante. Cuando hablamos de análisis social no nos referimos a grandes teorías sociológicas, sino al trabajo ciudadano por entender lo mejor posible los derroteros del momento presente.

         Para muchos este planteamiento tan elemental demanda inicialmente la repuesta a la pregunta de si las religiones son compatibles con la modernidad. La conclusión del variado mundo de opiniones al respecto es que, de hecho, de una manera u otra, las religiones han encontrado su nicho social. Eso no quiere decir que tal nicho tenga un componente crítico de análisis porque, a veces, los caminos religiosos se mueven en fuertes acriticismos. Pero la vivencia crítica de la espiritualidad tiene también su parcela social. Y de ahí se puede esperar que brote una colaboración positiva al mundo de la elaboración social de conflictos.

         En este sentido, y más allá de las dificultades evangélicas en torno a los conflictos, parece quedar claro que el tema de la construcción de la paz resulta prioritario. El núcleo del sencillo mensaje del reino que se ofrece en las aldeas es la oferta de la paz mesiánica (Mt 10,12). El mundo de la mediación habría de ser, en ese caso, un ámbito prioritario para las religiones y el fomento de la violencia desde el hecho religioso sus antípodas. Todo lo que se haga en esa dirección conecta con una veta profunda de la propuesta de Jesús.

         Queda claro que para que salga adelante el complicado tema de la elaboración de conflictos se requiere el concurso de todas las fuerzas sociales. Las religiones, con sus pros y contras, son, aún hoy, una de tales fuerzas. Su colaboración se demanda  con mucho énfasis. Sería alejarse del fondo del evangelio no responder a esa llamada.

 

39

SALMO 118,145-152 (Coph)

(Sábado, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

Nadie duda de que el salmista cree que el Dios al que ora está cerca. Pero su anhelo de cercanía es siempre sed que no termina de saciarse del todo.  Quisiera, como todo el mundo, ver, tocar, palpar (esta sed se saciará solamente con Jesús: 1 Jn 1,2). Sin embargo, se le ha dado una mediación: tocarle en su Palabra, hacerlo cercano en la voz que le que envuelve, en las sugerencias espirituales sembradas en el interior. Él, sin duda, las aprecia, pero quisiera verlo más cerca (únicamente la certeza de la verdad histórica de Jesús puede saciar un anhelo como ése). Su plegaria, el deseo de su cercanía para adensar su presencia tiene sentido y mantiene vivo el anhelo, el deseo de ese Dios en el caminar concreto de su vida. No es, pues, un deseo vano, sino recompensado por una presencia oculta pero verdadera, muda por elocuente, silenciosa pero activadora.

¿Cómo siente el orante esa cercanía? De tres maneras: a) estrofa 1ª: sabiendo que su grito no es un gemido que se pierde en el vacío. Dios lo escucha, como escuchó el grito de quienes eran esclavos en Egipto (Ex 3,9). b) estrofa 2ª: la misma espera antes que las vigilias y antes que la aurora está queriendo indicar que Dios activará su presencia. No puede dejar al orante sumido en una oscuridad sin respuesta de ninguna clase. Tal vez no responda como él desearía, pero sabe que Dios está ahí. c) Y en la estrofa 3ª, porque está seguro de la escucha misericordiosa de Dios. No se hace el desentendido, el sordo, el loco, sino que la certeza de que escucha sostiene toda su actividad orante y creyente. Un grito, una espera, una escucha, ésas son las sendas por las que la cercanía de Dios se va haciendo presente en la vida del orante. No son caminos que terminan de saciarle, pero le ayudan a mantener vivo el anhelo de la presencia plena y a olfatear esa presencia en la oscuridad de ahora.

 

Desde Jesús

 

            ¿Ha sentido Jesús en su vida la cercanía del Padre? Todo da a pensar que sí. Desde su anhelo inicial (Lc 2,49) hasta la entrega de su vida (Lc 23,46), porque nunca el Padre estuvo más cerca de Jesús que en ese momento de desgarro definitivo. Y luego la cercanía en sus caminos (Mc 10,18), en su contacto con la gente (Mc 3,35), en sus horas de soledad (Mc 9,2ss), de despiste hondo (Mc 14,36), de abandono (Jn 16,32). No podemos colegir por los Evangelios el nivel de cercanía a que Jesús ha llegado en la relación con su Padre, pero se intuye que fue hondo. El aserto de Jn  ("el Padre y yo somos uno": Jn 10,30) no es una vaciedad, sino la más elemental realidad. Si Jesús no hubiera sentido y vivido fuertemente la cercanía del Padre no habría podido mantenerse ni en sus sueños, ni en sus decisiones.

 

Orar en comunidad

 

         Se puede leer a dos coros por su carácter meditativo o tres lectoras cada una de las estrofas. La asamblea podría participar con un canon: “Tú, Señor, estás cerca”.

 

Contenido social

 

            La cercanía ha sido siempre demandada a gritos en la sociedad humana. Siendo, como somos, animales "sociales", resulta que nuestras formas de vida, estando cerca físicamente, se hallan, a veces, a leguas de distancia anímicamente. De ahí, la mordedura de la soledad. Estar cerca, como escuchar, como acompañar son tareas urgentes para lograr una sociedad saludable. Por eso, ¿cómo hacer ver que la Palabra es una herramienta muy buena para el cultivo de la cercanía, de Dios y también de la persona? Acercarnos en el marco común de la Palabra, ésa habría de ser una preocupación. Muchos autores, poetas, escritores, hacen, además de una obra bella, una obra humana porque acercan en el ámbito de la palabra a muchas personas, a muchas conciencias, a muchas sensibilidades. Humanizan la sociedad. Sin palabra seríamos como islas.

 

 

40

SALMO 116

(Sábado, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

Las religiones parece que a veces quisieran apropiarse del mismo Dios. El concepto de elección tiene el peligro de contener algo de eso: Dios me elige a mí y no a otro, a mí más que a otro, a mí y excluye al otro, etc. Si se hubiera hablado de un Dios de todos quizá habría sido un dinamismo útil. Israel había desarrollado una teoría espiritual de un Dios parcial: Dios es Dios de Israel, “nuestro Dios”, bondad para nosotros y furor para los que le abandonan (Esd 8,22), y no de los otros pueblos porque Israel es pueblo elegido. La novedad de Jesús estriba en que el deseo de Dios no está asentado sobre conceptos como el de elección, tan excluyentes, sino sobre un amor inclusivo pero desde la perspectiva de las pobrezas: si se quiere conectar con el Dios de Jesús es necesario el desplazamiento hacia las pobrezas porque ese es el objetivo de la propuesta. Este desplazamiento necesario lo pueden hacer todas las personas. Es, pues, un principio incluyente, pero en una determinada dirección.

Es que este escueto salmo habla de la elección para todos, pero sobre todo “con nosotros”, con Israel. Así, en la 1ª estrofa se amplía el horizonte y se incluye a todos los pueblos. Pero en la 2ª se vuelve al “nosotros”, a Israel.

Habrá que orarlo con mentalidad universalista: toda la realidad es obra elegida por Dios, nadie queda excluida, toda creatura lleva el alma incorruptible del mismo Dios (Sab 12,2).

 

Desde Jesús

 

         Para Jesús el concepto de elección ha sido problemático, un conflicto en su mundo de conflictos. Se ha calificado a Jesús como hombre de conflictos. Los mismos evangelios lo han percibido así. Por eso, la tardía reflexión de Lc 2,34 lo califica de “bandera discutida” que trunca los anhelos de quienes María representa, el Israel que quiere ser fiel al Mensaje. Un Jesús que no es una solución para Israel, ya que este la quisiera a favor de su nacionalismo mesiánico, sino un problema más. Efectivamente, un judío que, conscientemente o no, dinamita el concepto de elección, es un verdadero problema para la fe judía. Jesús tuvo que lidiar en su interior con el conflicto provocado entre su indudable fidelidad a la fe judía y aquello otro a lo que iba llevándole su vida y que luego será la base de la propuesta de misión cristiana al mundo pagano que debe dejar totalmente de lado el concepto de elección, o que lo cambia por una elección para todos (Filp 3,12-15).

 

Orar en comunidad

        

         El salmo está muy musicado. Por eso y por su carácter hímnico, merece ser cantado de manera vibrante.

 

Contenido social

 

En el comentario que hace en el Cap. II de la FT 69 a la parábola del samaritano y sobre la que se asienta la argumentación espiritual de la encíclica dice taxativamente: «La inclusión o la exclusión de la persona que sufre al costado del camino define todos los proyectos económicos, políticos, sociales y religiosos». Es decir, en el tema de la inclusión se halla la clave de la nueva economía. Y, tratando de concretar la tarea política de la inclusión, dice: « Las mayores angustias de un político no deberían ser las causadas por una caída en las encuestas, sino por no resolver efectivamente «el fenómeno de la exclusión social y económica, con sus tristes consecuencias de trata de seres humanos, comercio de órganos y tejidos humanos, explotación sexual de niños y niñas, trabajo esclavo, incluyendo la prostitución, tráfico de drogas y de armas, terrorismo y crimen internacional organizado» (FT 188).

Ahondando más, el documento apunta a la posibilidad de generar sistemas económicos alternativos, que entiendan que es preciso invertir en los lentos y frágiles y construir, a partir de ahí, un sistema económico basado en la dignidad: «Invertir a favor de los frágiles puede no ser rentable, puede implicar menor eficiencia. Exige un Estado presente y activo, e instituciones de la sociedad civil que vayan más allá de la libertad de los mecanismos eficientistas de determinados sistemas económicos, políticos o ideológicos, porque realmente se orientan en primer lugar a las personas y al bien común» (FT 108).

Y así se llega al cimiento  ideológico de estos anhelos sociales: la dignidad humana. El documento afirma con claridad: «tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos» (FT 169). De eso se trata, de volver a poner en el centro la dignidad humana desplazada por un sistema económico de expectativas de ganancias que se lucra de los frágiles y que los descarta cuando son improductivos: «Mientras una parte de la humanidad vive en opulencia, otra parte ve su propia dignidad desconocida, despreciada o pisoteada y sus derechos fundamentales ignorados o violados» (122). La dignidad se convierte así en «la ley suprema del amor fraterno» (FT 39) y ha de vivirse con pasión, como realidad que, si falta, nos altere: «No es una opción posible vivir indiferentes ante el dolor, no podemos dejar que nadie quede “a un costado de la vida”. Esto nos debe indignar, hasta hacernos bajar de nuestra serenidad para alterarnos por el sufrimiento humano. Eso es dignidad» (FT 68).

 

 

41

SALMO 118,33-40 (He)

(Sábado, Hora intermedia)

 

Contenido bíblico

 

Hablar de una enseñanza del amor es, para muchas personas, un simplismo. Sin embargo, ir aprendiendo el amor es tarea y asignatura de toda la vida ya que no es una ciencia abstracta, conceptual, sino vital. Aprender el amor es imprescindible para entender algo del sentido de nuestra vida. La Palabra, según el salmo, quiere ser una ayuda para ese no fácil aprendizaje. Y ¿cómo lo hace? Muestra: demuestra, hace ver, descubre el sentido de las cosas, lo que hay debajo, desvela, ayuda a entender lo que solo aparece a primera vista, invita a una mirada sosegada. Además, enseña: pero no escolarmente, sino sapiencialmente, gustando de las cosas, exprimiéndoles el sentido, ahondando en nuestras actuaciones, un saber del todo personal. En tercer lugar, guía: orienta, da puntos de referencia, ilumina el horizonte para que tendamos a él, nos da marcas que nos llevan a un saber creciente sobre un amor vivido en obras. Y finalmente, inclina: empuja en una dirección, nos habla desde una orilla, la de los débiles, desde la que nos llama. Una manera de enseñar humilde, sencilla, callada, pero eficaz. La manera que llega al fondo, que no se detiene en lo de fuera. Y, por supuesto, no es una enseñar para la soberbia, para el aplauso, para el pago. Dejarse enseñar por la Palabra es dejarse enseñar para el amor.

 

Desde Jesús

 

            Jesús ha enseñado "con autoridad", no solamente porque no repitiera el método de los rabinos, sino porque tenía autoridad, experiencia en los caminos del amor. De ahí le viene la autoridad (Mc 1,28). Él había bajado al sótano de la vida. Y esa fue su gran experiencia de amor, porque descubriendo en ese sótano nuestra debilidad, hizo un pacto de amor con nosotros, de no abandono. Sabía del amor y podía enseñar desde el amor. Era quien mostraba caminos de alternatividad, novedad y plenitud (Mc 10,17-22). Era quien enseñaba la Palabra con una novedad que la hacía radicalmente nueva (Mt 5,27-48). Era quien guiaba a otros no desde la superioridad, sino desde la propia experiencia (Lc 11,1-4). Era quien forzaba a inclinarse a actitudes de amor, como el perdón, desde su increíble capacidad de acogida y de perdón (Mt 18,21-35). Experto en enseñar el amor porque fue experto en vivirlo. De hecho, bien mirado, Jesús no ha hecho nada relevante por lo que los humanos suelen pasar a las páginas de la historia. Él únicamente ha amado a fondo. Eso ha sido suficiente para que su persona marcara un rumbo nuevo en el devenir humano.

 

Orar en comunidad

 

         El salmo puede ser hecho a dos coros. Tras cada estrofa se podría intercalar, a modo de canon: “Muéstrame... enséñame… guíame… inclina”.

 

Contenido social

 

            Decir que la sociedad está necesitada de amor es, lógicamente, una obviedad. Lo importante es mostrar cómo, en una sociedad como la nuestra, tan refractaria al amor como lo ha sido siempre la vida de los humanos, se le puede sugerir y animar a realizar ese curso de amor que haga que la vida se le aparezca con otro color, con otro sentido. Mostrar con un talante benigno la posibilidad de amar, aun en los casos más enconados, más anquilosados, más dejados por imposible. Enseñar amor en modos prácticos, más que teóricos, en pequeños proyectos elementales y directos que hagan ver a las claras que es el amor y únicamente él quien los sostiene. Guiar hacia el amor no como un maestro oficial, con superioridad, como si se supiera todo, sino como quien ha experimentado caminos sencillos de amor y los muestra y propone como útiles a quien de verdad esté interesado en este asunto. Empujar, inclinar al amor a no pocas personas que están "tocadas" por la hermosura del mismo y que, con una ayuda, con un planecillo que haga viable su anhelo, puede ocurrir que brote en ellas una veta de amor que las nutra y que alimente a quien está en su entorno. La tarea de enseñar, de construir, amor está más vigente que nunca y es tan necesaria como siempre.

 

 

 

 

42

SALMO 33

(Sábado, Hora intermedia)

 

Contenido bíblico

 

Muchos cristianos viven la experiencia creyente personalizando la realidad de Dios. Un Dios impersonal les resulta un no-Dios. Por eso mismo, y desde niños, sin mayor esfuerzo, viven la realidad de Dios en maneras altamente personalizadas. Dios es un “tú” magnífico enfrente de mi yo. Despersonalizarlo es quitarle la carne.

         Incluso más: esa personalización se rodea de aprecio, de metáforas afectuosas (padre, madre) que logran colocar la realidad de Dios en el lugar de lo amado. La religión se vive entonces en modos de afecto que permanecen, en muchos casos, durante toda la vida. Por eso mismo, despersonalizar a Dios es congelarlo, llevarlo al terreno de la frialdad propio de una muerte. Si no tienen enfrente un Dios personal  y querido parece que su fe se evapora.

         Cuando se les dice que Dios es fuente de vida, cimiento del amor, entraña de la existencia, presencia entre presencias, etc., con ser expresiones fácilmente aceptadas, siguen pareciéndoles una realidad sin carne si el imaginario no elabora un tú.

         El creyente adulto va experimentando la disolución del tú de Dios y la inmersión del yo personal en el no-tú de la realidad de Dios. No son cosas fáciles de explicar, pero se miden mejor por los efectos: escapar del tú de Dios conlleva la liberación del Dios fiscalizador que, aunque más diluido, aún sigue vigente en el paradigma religioso tradicional; alejarse del tú de Dios conduce al sentimiento de orfandad que deriva en adultez; escapar al tú de Dios lleva a morar con más hondura en el espíritu de lo creado sin tener que alimentar al devorador tú de Dios que demanda continuas alabanzas y ofrendas morales obligadas. Si las religiones tienen un efecto liberador, tal efecto debería verterse, en primer lugar, sobre la misma realidad de Dios que tanto ha configurado la opresión religiosa. Verse libre de Dios, por extraño que parezca, es uno de los mayores beneficios de quien empieza a vivir y sentir la experiencia creyente en las afueras.

         Este salmo habla de la experiencia de Dios en los modos de un tú que escucha y salva de las angustias. Pero con la libertad de los hijos de Dios (Gal 5,1) podemos leer este salmo en la amplitud y profundidad de una experiencia que emplea formas más adultas de entender y vivir a Dios.

         El salmo tiene una primera parte más experiencial (estrofas 1ª a 5ª) y una segunda más sapiencial (6ª a 11ª).

 

Desde Jesús

 

La mayoría de los grandes tratados sobre el Jesús histórico de los que hoy disponemos no dedican un solo apartado a la fe de Jesús. Hablar de aquel a quien se considera Hijo de Dios como de un creyente se ve obvio, superfluo o, mejor incluso, inapropiado. Aplicar a Jesús los trabajos, esfuerzos y dudas del creer no parece lo más adecuado. Sin embargo, dejar de lado este aspecto no es solamente negar de alguna manera el camino humano de Jesús, su ser persona histórica, sino que es despojarle de su más profundo itinerario interior. Así es: Jesús no es solo creyente para otros, sino también creyente para sí mismo; no solamente ofrece el mensaje a otros, sino que él elabora mensaje para su propia necesidad espiritual. Comprender a Jesús como un creyente no  es solo afirmar lo evidente, sino que es asomarse y valorar maravillados los trabajos de fe de quien es revelador de la relación con Dios. 

 

Orar en comunidad

 

         Se podría hacer a dos coros o también la primera parte todos a la vez y la segunda, más sapiencial, una lectora.

 

Contenido social

 

Muchos cristianos, aun los que no se desplazan hacia las afueras, ante el hermetismo de las expresiones del antiguo credo, buscan formulaciones más adecuadas a su experiencia creyente. Y así abundan en las celebraciones “alteradas”, de las que luego hablaremos, credos distintos que tienen, eso pensamos, la intención no de alejar al creyente de la fe, sino la de mantenerlo en una fe que le resulte más viva. Y así brotan credos más vivenciales que traducen las viejas formulaciones nicenas en expresiones de corte literario más actual. O algunos credos están escritos desde la idea de la compasión de Dios que es fuente de la compasión humana y empujan a tal actitud de humanidad. Incluso los hay de contenido más social donde la formulación de una fe que empuja a comportamientos sociales de renovada corresponsabilidad.

 

CONCLUSIÓN

 

         Llegados al final de este largo recorrido por más de cuarenta salmos, vemos cómo esas viejas oraciones encierran un potencial espiritual indudable, siempre que haya dentro un afán actualizador que aleje la rutina y una preocupación por conectarlos de alguna manera con el hoy. La honda experiencia de fe que anida en esas páginas puede ser la nuestra si somos capaces de alejar tales plegarias de la rutina que las hace inservibles. Más aún, leídas desde la perspectiva de Jesús devuelven brillo y atractivo a Aquel que conforma nuestra experiencia creyente. Además, nos unen más a la sociedad a la que prestamos nuestra voz cuando rezamos con los salmos: la sociedad reza por nuestra voz. Que el gozo de orar con los salmos no nos abandone nunca.

 

 

 

 

ÍNDICE

 

INTRODUCCIÓN ………………………………………………………………       1

5,2-10.12-13 ………………………………………………………………………  27

7 ……………………………………………………………………………………….   40

10 ……………………………………………………………………………………..   43

12 ………………………………………………………………………………………   60

13 ………………………………………………………………………………………   62

14 ………………………………………………………………………………………   47

16 ………………………………………………………………………………………   82

18B …………………………………………………………………………………….  35

19 ……………………………………………………………………………………….  66

20,2-8.14 …………………………………………………………………………….  69

23 ……………………………………………………………………………………….  50

24 ……………………………………………………………………………………….  98

25 ……………………………………………………………………………………… 116

26 ……………………………………………………………………………………….  85

27,1-3. 6-9 …………………………………………………………………………. 119

28 ………………………………………………………………………………………  30

29 ……………………………………………………………………………………… 101

31 ……………………………………………………………………………………   104

32 ………………………………………………………………………………………. 53

33 ……………………………………………………………………………………… 137

35 ………………………………………………………………………………………. 72

40 ……………………………………………………………………………………. 122

45 …………………………………………………………………………………….  126

46 ………………………………………………………………………………………. 75

47 ………………………………………………………………………………………. 93

50 ……………………………………………………………………………………….107

56 ………………………………………………………………………………………. 89

62,6-9 ………………………………………………………………………………… 10

99 ……………………………………………………………………………………… 111

109,1-5.7 …………………………………………………………………………..  20

113A …………………………………………………………………………………. 24

116 ……………………………………………………………………………………. 131

117 ……………………………………………………………………………………. 17

118,1-8 ………………………………………………………………………………  57

118,9-16 …………………………………………………………………………….  79

118,17-24 …………………………………………………………………………..  95

118,25-32 ……..…………………………………………………………………. 113

118,33-40 ………………………………………………………………………..  134

118,141-152 …………………………………………………………..………… 129

140, 1-9 …………………………………………………………….…….………….   2

141 ……………………………………………………………………………………..  6

149,1-6a.9b-14 …………………………………………………………………… 14

CONCLUSIÓN ……………………………………    …………………………… 139

100 CAMINOS BÍBLICOS

100 CAMINOS BÍBLICOS

1

10 ACTITUDES BÍBLICAS

 

  1. 1.      Mística del libro

 

Nuestra cultura española, en general, no ha cultivado la Biblia. La difusión bíblica era casi inexistente cuando no mal vista (que se lo digan a G. Borrows). En muchas de nuestras familias, cristianas viejas, la Biblia brillaba por su ausencia. De ahí venimos. ¿Cómo cultivar una mística del libro que atraiga la Biblia al creyente medio? ¿Cómo hacer una catequesis atractiva del texto de Jer 15,16?

 

  1. 2.      Apadrinar una versión

 

Hoy tenemos la suerte de disponer de unas cuántas versiones de la Biblia de gran valor bíblico y literario. Todas ellas son útiles. Nosotros recomendamos el NT de Juan Mateos (edición de 1987). Todavía se puede conseguir pidiéndolo a ediciones Cristiandad. La traducción es valiosa y las notas también, Es un comentario “portátil” al NT. Para quien quiera abrirse a otro horizonte. ¿Cómo transformar el reproche de Jn 5,39 en un aserto de vida positivo?

 

  1. 3.      Veneración del libro

 

En nuestra casa hay un buen número de libros. ¿Es la Biblia un libro más entre el montón de libros? ¿No merecería un lugar, un trato especial, un aprecio personal como acompañante de nuestro caminar cristiano? Habría que rodearlo de pequeños signos de aprecio: siempre encima de la mesa, siempre encima de los otros libros, un atril, unas flores de adorno, una luz sobre él?  Es “lámpara para nuestros pasos” (Sal 118,105 (escuchar la hermosa versión de Ain Karem).

 

  1. 4.      Propagar el texto

 

Propagar el texto bíblico ha sido un anhelo de grandes organizaciones (Sociedades Bíblicas Unidas, Verbo Divino, etc.) y de cualquier parroquia que difunde “El evangelio de cada día”. La propaganda tendría que ir emparejada con la continua catequesis para llegar a una verdadera asimilación del texto y tratar de superar el secular historicismo. ¿Cómo, por ejemplo, dar un giro a los relatos de la infancia de Lucas?

 

  1. 5.      Orar el texto

 

Es otra forma, óptima, de construir la vida cristiana con el ingrediente de la Palabra. Orar con las lecturas de cada día, orar sistemáticamente con un texto entero, etc. Pasar la vida cristiana al amparo de la Palabra orada. Hay intentos sencillos que los ofrecen las redes (Rezandovoy, por ejemplo). Dice el Pirqué Abot: “Si dos personas están sentadas juntas y median entre ellas las palabras de la Torá, Dios está en medio de ellas” (III,2). Compararlo con Mt 18,20.

 

  1. 6.      Cantar el texto

 

Es otro modo óptimo de aprender textos bíblicos porque el texto cantado se introduce en los pliegues del alma y se queda ahí para siempre. El posconcilio provocó una época dorada en el canto bíblico (Manzano, Deiss, Palazón, Taizé, etc.). Hoy hemos vuelto al cato del “yo-yo-yó. El cantor como centro del canto, la Palabra queda desplazada. ¿Cómo hacer realidad lo que dice el Sal 88?

 

  1. 7.      Sacar el texto a la red

 

Algo que se está haciendo en páginas de webs parroquiales, en blogs de creyentes, en cursos on line, etc. Es un areópago nuevo de dimensiones planetarias. Es algo que habría que aprovechar, siempre que lo que se pone ahí implique una cierta novedad, no la rutina de siempre. ¿Cómo presentar de maneras más laicas, espirituales en sentido amplio, sociales e incluso poéticas la Palabra? Si lo que pones en una web es lo de siempre, quizá sería mejor no ponerlo. ¿Por qué fracaso el discurso de Pablo en el mercado de Atenas según Hech 17,16-34?

 

  1. 8.      Generar pensamiento bíblico

 

No resulta fácil escapar de la rutina, de las interpretaciones consagradas por el sistema que hemos escuchado muchas veces. Quizá haya que comenzar por lograr una traducción novedosa, propia o ajena. Para ello, ir al texto original o a una traducción interlineal que nos desvele algo nuevo (El nuevo testamento interlineal de Cesar Vida, por ejemplo). Y luego, buscar una perspectiva de lectura que ilumine algo, que sugiere algo, que haga abrir los ojos. ¿Qué puede querer decir Jn 20,7 para que el discípulo, “al fin”, crea?

 

  1. 9.      Mantener una actitud proactiva

 

Llegados a cierta edad puede ser que, aun apreciando la Biblia, o eso se dice, sea un aprecio sin fuego dentro, sin alma y, por lo mismo, sin planes de adentramiento en la Palabra. Sería bueno tener una actitud proactiva, que se anticipa a un uso catequético de la Biblia porque uno mismo tiene dentro el aguijón de la Palabra. Solo puede explicar con fuerza la Palabra quien antes ha sido envuelto por ella. ¿No se explicaría así el texto de Hech 8,31?

 

10.  Introducirse en la espiritualidad judía

 

Tarde o temprano el lector asiduo de la Palabra se topa con el mundo y la literatura judía. Habrá que encararlo de alguna manera. Una “Introducción al Judaísmo” sería muy útil. Quizá habría que comenzar por leer el viejo Nostra aetate 4 y luego acercarse a nociones básicas de vida y de literatura. Al fin y al cabo, Jesús no es cristiano, sino judío. Y el mismo Pablo. ¿Cómo entender Filp 3,5-7?

 

 

2

10 ANHELOS BÍBLICOS

 

  1. 1.      Enamorarse del texto bíblico

 

Enamorarse de sus viejas lenguas, aunque uno no las domine. Ampliar el vocabulario bíblico, en su  lengua original (shalom, hesed, ki leolam hasedô, kebod, splagizô) y en sus traducciones (lámpara, abatidos de viento, propiciatorio). Amar al Jesús que habla con acento galileo (Mt 26,73). Saber que aún se habla el arameo occidental en alguna aldea de Siria (Malula). Saber con regocijo que hemos escuchado al verbo de la vida” (1 Jn 1,1).

 

  1. 2.      Enamorarse de la tierra bíblica

 

Que es lo que permanece: el monte Sión y los montes de Judá, el desierto, el mar Muerto, Jericó, la llanura de Esdrelón, el Tabor, el lago de Galilea, etc. Ir, si se puede, una vez. Oler el aroma de los árboles, respirar el viento, sufrir el jamsin (viento ardiente del desierto) que sufrieron los profetas y el mismo Jesús. Ahí suenan textos como el de Jn 1,46.

 

  1. 3.      Enamorarse de los personajes bíblicos

 

Abrahán le paciente, José el buscador de la hermandad, David el rey ladrón y humilde, Isaías que consuela, Ezequiel que mantiene la idea de pueblo, Jesús hermano querido, Pedro el fiel débil, Pablo el anunciador de un nuevo amanecer, y tantos otros. Enamorarse de los personajes para poder enamorarse de las personas, para poder rezar con el corazón y los labios rebosantes de nombres (Rom 1,9).

 

  1. 4.      Enamorarse de los sueños bíblicos

 

Los grandes sueños (tierra prometida, reino de Dios) y los sueños más hondos (vida plena,  alegría inarrebatable). Creer que la palabra, en el fondo, es un libro de sueños que alimenta los sueños inapagables de toda persona. Soñar para conmoverse y para moverse. José el soñador, Ezequiel el soñador del país nuevo, Jesús el soñador del reino, etc. Acompañantes de nuestros sueños.

 

  1. 5.      Enamorarse de los caminos bíblicos

 

Caminos que saben de pies cansados: los pies de los patriarcas trashumantes, los pies de los profetas huyendo de la persecución, los pies de Jesús recorriendo los caminos de Galilea, los incansables pies de Pablo y los misioneros de primera hora por los caminos de todo el Mediterráneo.  Pies y palabra, las únicas armas.

 

  1. 6.      Enamorarse de la luz bíblica

 

La luz de Mediterráneo que tiene otro brillo. La que ha iluminado las vidas de muchos judíos y de muchos cristianos de primera hora, la que ha sorprendido a Jesús orando en descampado (Mc 1,35). La luz que le ha llevado a decir que el seguidor es lámpara que no hay que ocultar (Mt 5,15).

 

  1. 7.      Enamorarse del canto bíblico

 

El canto de los salmos de las subidas (120-135), los cantos cristianos del Apocalipsis (Ap 4,8.11; 5,9.10.12.13; 7,10.12; 11,15.17-18), los cantos de los profetas y profetisas, los cantos no reseñados de María a su hijo. No se puede entender la Palabra sin canto porque existen personas habitadas por cantos y cantos habitados por personas.

 

  1. 8.      Enamorarse de los silencios bíblicos

 

Los silencios que se ha tragado el olvido, los de los exilados 8como Esaú), los de los perseguidos (como Elías o Ezequiel, los de los ultrajados (como Tamar o Betsabé), los de los pobres que no dejan rastro en la tierra. Y, sobre todo, los silencios de Jesús en la dura hora de su entrega (Mt 26,33; 27,12; Mc 15,5; Lc 23,9).

 

  1. 9.      Enamorarse con los amores bíblicos

 

Los prohibidos (como el del violador Amnón, o el de David por Betsabé, y tantos otros) o amores hermosos (como el de Esaú Por Raquel, o el de Jesús por sus amigos de Betania y sus mismos discípulos). Es cierto que la Biblia está llena de violencias, pero también está llena de hermosas historias de amor. Estas tendrían que animarnos a una vida en buena relación y en amor generoso.

 

10.  Enamorarse de los interrogantes bíblicos

 

Porque la palabra no es un libro de respuestas explícitas sino de interrogantes mantenidos: qué somos ante Dios, cuál es el sentido del caminar humano, de dónde brota el mal y de dónde el bien, dónde encontrar amparo, etc. Sobre esos interrogantes pretende echar alguna luz, aunque la tarea siga sobre nuestros hombros.

 

 

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10 ESCENARIOS BÍBLICOS

 

  1. 1.      Moniciones bíblicas

 

Se suelen hacer antes de las lecturas bíblicas en la celebración dominical. Es algo “menor” pero tiene su importancia porque predispone a escuchar con las antenas levantadas o predispone al simple aburrimiento. Si no dice nada a quien la hace, ¿cómo va a decir algo a quien la escucha? ¿Cómo hacer, por ejemplo, una monición emocionante a Sab 12,13.16-19 que se lee en el domingo 16 del ciclo A donde se escucha la frase “así nos enseñaste que el justo debe de ser humano”?

 

  1. 2.      Homilías

 

Siempre han de tener una perspectiva bíblica, excepto en momentos puntuales. Normalmente se ha de hacer desde el texto evangélico. Volver a contar lo leído no tiene mucho sentido. Quizá, dado la brevedad del tiempo disponible, haya que contentarse con un subrayado. Tiene que ser algo que “sorprenda” a quien lo dice y a quien lo escucha. ¿Cómo hacer una homilía cautivadora sobre la expresión “le reconocieron al partir el pan” de Lc 24,35 que se lee en el tercer domingo de Pascua ciclo A?

 

  1. 3.      Catequesis

 

Las catequesis, en sus variadas formas, emplean con frecuencia el material bíblico. No cabe duda de que es un momento privilegiado para la difusión del texto bíblica. Sería un idea a perseguir el no construir explicaciones que en un segundo momento (mayoría vital o mental) haya necesariamente que desmontar para construir otra más adulta.  ¿Cómo hacer una catequesis sobre las apariciones del resucitado poniendo el acento en lo social, comentando la escena de Jn 20,24-29 que se lee, entre otros, en el tercer domingo de Pascua ciclo A en que Tomás “toca las llagas” (tocar las llagas como forma de vivir la resurrección hoy).

 

  1. 4.      Clases de religión

 

Lógicamente en este escenario se usa la Biblia todo el tiempo. El gran reto es huir del historicismo que entiende y “cuenta” las narraciones bíblicas como historia. A los de infantil es fácil engatusarles por su candidez; los de primaria tienen más sentido crítico y no se puede ir con cualquier cosa; y a los de secundaria nos les vengas con historias maravillosas. La peor opción es la historicista aunque sea la más empleada. Intenta mostrar a los niños la parábola del samaritano compasivo no como una historieta, sino como una interpelación al valor de la compasión: “Anda y haz tú lo mismo” (Lc 10,37).

 

  1. 5.      Grupos bíblicos

 

En muchas parroquias y similares hay grupos bíblicos que se reúnen con asiduidad en torno a la Biblia. Esta siempre ha tenido un atractivo entre los cristianos y de ahí la elogiable tenacidad de estos grupos. Un camino es seguir cursos organizados (Santander, Verbo Divino, Grupos de Jesús, etc.). Otra es construir el propio itinerario. En cualquier caso, tendría que existir una preocupación de ahondamiento. Si se repite lo de siempre, el grupo se agostará. Una novedad podría venir por la lectura social, la que intenta mezclar la Palabra y los acontecimientos de la vida. ¿Cómo mezclar, por ejemplo, la escena del tributo al Cesar (Mt 22,15-21) con el fenómeno de la corrupción económica a nivel social y a nivel personal?

 

  1. 6.      Comunidades virtuales

 

Es un fenómeno de hoy. Son grupos de personas que quedan un día a la semana, a determinada hora, para leer la Palabra, comentarla y, quizá, rezar un poco. Es bueno que alguien prepare un material previo, para no divagar y empezar en frío. A partir de ahí se podrán desgranar los comentarios que se quiera. En estos grupos se leen los acontecimientos familiares, laborales, etc., desde un texto. La Palabra sigue siendo “lámpara para los pasos” (Sal 118,105) del ciudadano de hoy.

 

  1. 7.      Retiros bíblicos

 

Es algo que hacen no solamente algunas comunidades, sino también laicos cristianos. Es un momento muy oportuno para hacer explicaciones ahondadas del texto bíblico ya que se dispone de tiempo para ello. Lo bueno sería leer el texto desde diversas perspectivas (exegética, teológica, eclesial, social). De cualquier manera habrá que perseguir una cierta novedad en el acercamiento a la Palabra. ¿Cómo leer, por ejemplo, 1 Cor 12 desde la perspectiva de una sinodalidad de base entendiendo la comunidad como realidad limitada y soñada a la vez?

 

  1. 8.      Celebraciones dominicales sin sacerdote

 

Dada la carencia de sacerdotes, más que por convicción eclesial, esto es una realidad que se da ya en muchas situaciones. En ellas hay que ceñirse a los textos bíblicos. Sería bueno intentar no caer en las deformaciones de funcionariado de los clérigos (repetir siempre lo mismo sobre los textos) y, además de preparar lo mejor posible, intentar dar una visión más laica de la Palabra. ¿Cómo explicar Lc 7,36-50 (que se lee en el domingo 11 del TO ciclo C) desde el grave problema de la violencia de género?

 

  1. 9.      Grupos en Cáritas

 

Puesto que Cáritas es una organización de la Iglesia, en sus programas de formación del voluntariado entra el tema religioso. Puede ser una muy buena ocasión para hacer lecturas sociales de los textos bíblicos. Cómo hacer, por ejemplo, una lectura del amor asimétrico (base del voluntariado) desde Jn 13,34-35.

 

10.  Las redes sociales

 

Es un escenario nuevo, la posibilidad de sacar el texto bíblico “secuestrado” por los mecanismos religiosos a su lugar natural, el escenario de la vida. Hace falta imaginación para no repetir los clichés religiosos en ese nuevo areópago. ¿Cómo explicar hoy en modos comprensibles para la persona secular el texto de Mt 22,34 sobre el mandamiento segundo (el amor al prójimo) que pasa a ser primero?

 

 

 

 

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10 CAMINOS DE ORACIÓN BÍBLICA

 

  1. 1.      Orar con los textos litúrgicos del día

 

Es algo que han hecho generaciones de cristianos. Tiene muchas ventajas: conecta y unifica con la oración litúrgica, camina al ritmo de lectura bíblica de la Iglesia, hace una propuesta amplia de lectura. Tiene la pega de que, incluso si solamente se hace de una lectura, normalmente el Evangelio, aun así, nos parece demasiada cantidad de texto. Las redes nos ayudan (plataforma Rezandovoy, por ejemplo).

 

  1. 2.      Orar con un texto amplio

 

Se toma un solo texto, por ejemplo el evangelio de Marcos. Se toma una perícopa por semana y se la ora desde todas sus posibilidades (textual, eclesial, social, etc.). Esto puede llevar casi dos años (Marcos tiene más de 70 perícopas). Es una lectura de fondo, que no coincide con los tiempos litúrgicos, aunque tampoco los estorba. Es una de las maneras de ahondar y de disfrutar de la Palabra.

 

  1. 3.      Orar con todo el NT

 

Hay cristianos decididos que se han propuesto acompasar su vida cristiana con una oración de todos y cada uno de los 27 libros del NT, a perícopa por semana. Calculan que esto puede llevarles 50 años. Es cosa para fuerte y para verdaderos amantes de la Palabra. Pero hay quien lo hace. Evidentemente la Palabra termina por ofrecer sus secretos a esta clase de buscadores.

 

  1. 4.      Orar en los “Grupos de Jesús”

 

Es el movimiento que inició José A. Pagola allá por 2014. En ellos la Palabra tiene un lugar central. Ahí se entiende a Jesús como maestro de interior de oración (desde ahí se han escrito varios manuales). No cabe duda de que ese ámbito grupal es un lugar ideal para adentrarse en la Palabra. Recomendable desde todo punto de vista.

 

  1. 5.      Orar con salmos

 

Este tipo de oración bíblica consagrada por la Iglesia no goza de mucho predicamento entre creyentes (religiosos y religiosas incluidos) debido sobre todo a que en no pocos salmos la venganza, la ira, la sangre y el rechazo a los impíos no cuadra con la perspectiva de misericordia de Jesús. Es una pega real y habrá que sortear en la oración al menos los pasajes más “escabrosos”. Pero muchos salmos encierran aún la experiencia de fe y de amor de sus autores y siguen siendo valiosos para la oración. Véanse las enormes posibilidades del “feo” salmo 118 en el que late un amor incontenible por la Palabra.

 

  1. 6.      Orar con cantos bíblicos

 

Tanto en el inmediato posconcilio (Manzano, Deiss, Palazón) como modernamente (grupo Ain Karem y su salmo 18a) los músicos han versionado los salmos con mucho acierto. Son muy útiles para la oración litúrgica y tambiénpueden utilizarse para la oración personal (están todos en el móvil).

 

  1. 7.      Orar con oraciones de la Biblia

 

Las hay tanto en el AT (2 Sam 22,1-7) como en el NT (Jn 17,20-21). Particularmente interesantes son las oraciones del mismo Jesús (Mt 11,25-27; Jn 11,41). Rebuscando en la Biblia se encontrarán muchas plegarias, además de los salmos. Hacerlas propias, rumiarlas, puede ser una manera de orar: orar con quien ora en la Biblia.

 

  1. 8.      Orar comentandola Palabra

 

Aunque pueda parecer algo pesado, lo han hecho creyentes notables (como Ch. De Foucauld, por ejemplo). Se trata de ir escribiendo un comentario personal a cada texto con el que se ora. Escribir fuerza la reflexión y puede abrir la puerta de la oración. Hay quien cree que esto es demasiado escolar. Pero se puede escapar de ese peligro si hay deseo verdadero de orar.

 

  1. 9.      Orar filocálicamente

 

Pertenece a esas formas sencillas de orar, extendiendo y superando la clásica expresión filocálica (“Señor, ten compasión de mí”). Se trataría de elegir y mantener durante el día una especie de eslogan o lema elegido en la oración (por ejemplo, si se medita el texto de Jn 1,35-42: “Maestro, ¿dónde vives?”). Ayudará a mantener la conexión con Jesús y a dar una dimensión espiritual a la jornada.

 

10.  Orar venerando la Palabra

 

No se trata, en primera instancia, ni de meditar, ni de orar. Es cuestión de estar ante la Palabra, de agradecer su presencia que nos ampara. Se puede materializar esto construyendo un “rincón de la Palabra”: una esquina del propio cuarto, con una vela, in pequeño icono y una Biblia abierta. Y luego, hacer una “oración de estar”, de sentirse acompañado y amparado.

 

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10 LECTURAS BÍBLICAS A SUPERAR

 

  1. 1.      Lectura historicista

 

Es la más común de todas. Es aquella que proviene del supuesto de que los textos bíblicos son históricos y que, por eso mismo, su valor radica en que lo sean. Si el relato no es histórico, pierde peso; si lo es, gana en credibilidad. Sobra decir que esta orientación tiene muchas pegas y lleva a mil disfunciones. Los textos son, mayoritariamente, experiencias de fe. No quiere decir que no contengan datos históricos; pero no van a eso. Interpretar, por ejemplo, los relatos de milagros como relatos históricos es, sin duda, una de las peores opciones. ¿Cómo leer Jn 11 desde una experiencia espiritual más que desde una perspectiva historicista?

 

  1. 2.      Lectura fundamentalista

 

Es la que parte del principio de que, dado que la Biblia es Palabra de Dios inspirada y exenta de error, debe ser leída e interpretada literalmente en todos sus detalles. Esta lectura exige una adhesión incondicionada a actitudes doctrinarias rígidas e impone, como fuente única de enseñanza sobre la vida cristiana, una lectura de Biblia que rehúsa todo cuestionamiento y toda investigación crítica. Puede llevar a auténticos desvaríos. ¿Cómo leer desde este punto de vista Mt 18,9-10?

 

  1. 3.      Lectura moralista

 

Es aquella que deriva de la Palabra comportamientos morales exagerados y que no tienen conexión directa con los textos, sino que provienen de principios morales previos a la interpretación. Es una lectura sometida al sistema moral, cuando debiera ser al revés: la Palabra genera ilumina comportamientos morales, no los crea. Es clásico en este sentido el texto de Gn 38,9.

 

  1. 4.      Lectura espiritualista

 

Una lectura espiritual de la Palabra siempre será útil, si se hace con cierta profundidad. Pero el exagerado espiritualismo termina por vaciar de contenido a la expresión bíblica. Esta lectura deriva de ideas previas que, generalmente, proceden de dos fuentes: de la espiritualidad del pecado (la salvación) y de un cierto gnosticismo (se puede llegar a Dios mediante una serie de prácticas religiosas). ¿Cómo leer lejos del espiritualismo textos como Jn 14,1?

 

  1. 5.      Lectura descontextualizada

 

Es la que ignora el contexto del texto. Partiendo de que todo es Palabra de Dios, el contexto se infravalora. ¿Pero es lo mismo leer una narración épica como el libro del Éxodo que una poesía de los salmos o un testimonio como el de Jn 19,35? La teoría ya vieja y aceptada por todos de los géneros literarios no termina de llegar a gran parte del pueblo cristiano. Cualquier variante de los  textos que se toque, genera problema y rechazo (aquello de la mula y el buey de Benedicto XVI). Sin contexto, la planta del texto perece.

 

  1. 6.      Lectura sistémica

 

Es aquella que no duda en usarse para justificar el sistema, generalmente el eclesiástico. No se pretende tanto dar con el contenido del texto sino justificar un comportamiento institucional. No sirve decir que la institución no existía cuando se escribió el texto. Se cree que si la Palabra apoya al sistema, éste es fuerte. Es un sometimiento en toda regla. Véase este fenómeno en el texto de Mt 16,18.

 

  1. 7.      Lectura rutinaria

 

La que se hace en los parámetros de siempre, sin ahondar, sin preparar y, peor todavía, sin ningún interés personal, sin que apunte al corazón de la persona. Es demoledora. Mejor sería no leer, no hablar superficialmente, dejar de sembrar rutina y cansancio. Esta lectura mata el brillo de la Palabra, lima sus aristas proféticas, todo lo redondea y, al final, la irrelevancia la anula. Hay que huir de ella como de la peste. ¿Cómo hacer una lectura de textos tan vivos como Jn 2,13-22?

 

  1. 8.      Lectura justificativa

 

Trata de justificar situaciones sociales que se consideran inamovibles. En el fondo, es una manera de utilizar la Palabra para que nada cambie, cuando su sentido es que todo cambie. Generalmente se aplica a situaciones sociales y económicas. Se cree que nada puede cambiar porque se está en el lado de los vencedores. ¿No se han interpretado así textos como Mt 26,11?

 

  1. 9.      Lectura improvisada

 

La que se hace, a veces, en grupos que comparten la Palabra. Se lee y se comparte, sin mediar silencio, reflexión, estudio, tomar alguna nota, etc. Es fácil que esta manera de leer, tan a salto de mata, lleve al empobrecimiento y al abandono. Dejarse llevar por los supuestos conocimientos que tiene uno e improvisar a renglón seguido puede ser un riesgo. ¿No hacía Jesús lo contrario según Mt 17,3?

 

10.  Lectura empobrecida

 

Se hace sin ningún cursillo, ninguna formación específica, ninguna información leyendo algún comentario. Se cree que con los estudios básicos para el sacerdocio realizados un día, o ni siquiera eso, se puede decir cualquier cosa sobre la Palabra. A veces, incluso, se alargan en prédicas inacabables donde pasa superficialmente toda la historia de salvación. Duermen a los bancos. ¿Cómo no recabar información sobre pasajes tan controvertidos como Mt 19,10-12?

 

 

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10 MANERAS ADULTAS DE LEER LA PALABRA

 

  1. 1.      Leer ampliando

 

Cuando un texto se encuentra constreñido por las circunstancias sociales de la época neotestamentaria se podría amplia desde la nuestra. Por ejemplo: ampliar 2 Tim que está en las antípodas de la teología política justamente a una lectura política de la espiritualidad.

 

  1. 2.      Leer “en contra”

 

Cuestionar un texto porque tiene dificultad de conexión con los valores evangélicos de fondo: Por ejemplo, el Apocalipsis. La mayoría de las lecturas lo lee como libro de resistencia a costa de los malvados. Pero eso vela el evangelio de la misericordia, esencial. Es preciso encontrar otro punto de vista.

 

  1. 3.      Leer desde interpretaciones inhabituales

 

Porque las interpretaciones habituales, “consagradas”, pueden encerrar defectos de siglos en las lecturas oficiales. Por ejemplo: Mt 16,18. “Tú eres Pedro…”. Pedro: guijarro, piedra arrojadiza, debilidad. Roca: lithos. La comunidad de seguidores tiene un cimiento frágil; no se hunde porque Jesús la sostiene.

 

  1. 4.      Leer desmenuzando un término

 

Porque ese desmenuzamiento puede abrir caminos insospechados de interpretación. Por ejemplo: desmenuzar la palabra “vislumbrar” (idein, oraô) en Jn 3,3. Todo el tema las intuiciones de cara a la comprensión de Jesús.

 

  1. 5.      Leer desde un Jesús insólito

 

Situarse correctamente en posturas de Jesús que consideramos normales pero que,  en el marco social de la época, son insólitas. Por ejemplo: su libertad militante en  Mt 12,1-8 (las espigas arrancadas en sábado y su manera de interpretar 1 Sam 21,1ss).

 

  1. 6.      Leer con preguntas

 

Se trataría de acompañar la lectura de preguntas que buscan una comprensión mejor y un mayor acercamiento a la persona de Jesús. Por ejemplo: ¿qué puede querer decir Mc 6,34 cuando dice que se uso a enseñarles con calma? ¿Qué puede querer decir Lc 24,30 cuando dice que se les abrieron los ojos cuando repartió el pan?

 

 

 

  1. 7.      Leer en actitud de búsqueda de sentido

 

Leer textos que se consideran cruciales desde su capacidad para generar sentido vital. Por ejemplo: ¿Qué significa llevar la cruz en Mt 16,21-27 como existencia de crucificado?

 

  1. 8.      Leer desde la sorpresa

 

Se da cuando el texto supera la rutina con que se lo lee y muestra una sorpresa que uno quiere desentrañar. Por ejemplo: la sorpresa que causa asomarse a la interioridad del Jesús evangélico en Jn 16,32 (“el Padre siempre está conmigo”).

 

  1. 9.      Leer desde intuiciones

 

Ir más allá del texto intuyendo entre sus pliegues lo que no se dice explícitamente pero que resulta luminoso. Por ejemplo: intuir en Lc 2,35 (“una espada te atravesará el alma”) algo más que el dolor de María (“y a ti tus anhelos te los truncará una espada”).

 

10.  Leer desde la nueva cosmología

 

Las nuevas cosmologías y la física cuántica empujan a lecturas más acordes con la ciencia de hoy. Por ejemplo: leer pasajes apocalípticos como Mt 24,29 desde la comprensión del universo como realidad destinada al acabamiento.

 

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10 MÉTODOS Y ACERCAMIENTOS BÍBLICOS

 

  1. 1.      Método histórico-crítico

 

Es un método analítico que estudia el texto bíblico del mismo modo que todo otro texto de la antigüedad, y lo comenta como lenguaje humano. Sin embargo, permite al exegeta, sobre todo en el estudio crítico de la redacción de los textos, captar mejor el contenido de la revelación divina. Este método considerado indispensable, ha abierto un camino nuevo de acceso a la Biblia. Corre tras el anhelo de saber qué es lo que quisieron decir con sus textos los autores bíblicos (DV 12). Un anhelo, quizá, excesivo.

 

  1. 2.      Nuevos métodos de análisis literario

 

El análisis retórico investiga por qué tal uso específico del lenguaje es eficaz y llega a comunicar una convicción. Quiere ser «realista», rehusando limitarse al simple análisis formal. Estudia el estilo y la composición como medios de ejercitar una acción sobre el auditorio. Con esta finalidad, aprovecha las, aportaciones recientes de disciplinas como la lingüística, la semiótica, la antropología y la sociología. El análisis narrativo propone un método de comprensión y de comunicación del mensaje bíblico que corresponde a las formas de relato y de testimonio, modalidades fundamentales de la comunicación entre personas humanas, características también de la Escritura. El análisis semiótico contribuye a nuestra comprensión de la Escritura, Palabra de Dios expresada en lenguaje humano, haciéndonos más atentos a la coherencia de cada texto bíblico como un todo, que obedece a mecanismos lingüísticos precisos

 

  1. 3.      Acercamiento canónico

 

Procura conducir a buen término una tarea teológica de interpretación, partiendo del cuadro explícito de la fe: la Biblia en su conjunto. Para hacerlo interpreta cada texto bíblico a la luz del Canon de las Escrituras, es decir, de la Biblia en cuanto recibida como norma de fe por una comunidad de creyentes. Procura situar cada texto en el interior del único designio divino, con la finalidad de llegar a una actualización de la Escritura para nuestro tiempo. No pretende sustituir al método histórico-crítico, sino que desea completarlo.

 

  1. 4.      Acercamiento a las tradiciones judías

 

El Antiguo Testamento ha tomado su forma final en el judaísmo de los últimos cuatro o cinco siglos que han precedido la era cristiana. Este Judaísmo ha sido también el medio de origen del Nuevo Testamento y de la Iglesia naciente. Numerosos estudios de historia judía antigua y especialmente Qumran han puesto de relieve la complejidad del mundo judío, en la tierra de Israel y en la diáspora, durante todo este período.

 

  1. 5.      Acercamiento desde los efectos del texto

 

Este acercamiento reposa sobre dos principios: a) un texto no se convierte en una obra literaria si no hay lectores que le dan vida, apropiándose de él; b) esta apropiación del texto, que puede efectuarse de modo individual o comunitario y toma forma en diferentes dominios (literario, artístico, teológico, ascético y místico), contribuye a hacer comprender mejor el texto mismo.

 

  1. 6.      Acercamiento sociológico

 

El estudio crítico de la Bíblia necesita un conocimiento tan exacto como sea posible de los comportamientos sociales que caracterizan los diferentes medios en los cuales las tradiciones bíblicas se han formado. Este género de información socio-histórica debe ser completado por una explicación sociológica correcta, que interpreta científicamente, en cada caso, el alcance de las condiciones sociales de existencia.

 

  1. 7.      Acercamiento por la antropología cultural

 

El acercamiento antropológico se interesa por un vasto conjunto de otros aspectos que se reflejan en el lenguaje, el arte, y la religión, pero también en los vestidos, los ornamentos, las fiestas, las danzas, los mitos, las leyendas y todo lo que concierne a la etnografía. En general, la antropología cultural procura definir las características de los diferentes tipos de personas en su medio social -como, por ejemplo, el hombre mediterráneo-, con todo lo que ello implica de estudio del medio rural o urbano. 

 

  1. 8.      Acercamientos psicológicos y psicoanalíticos

 

Los estudios de sicología y psicoanálisis aportan a la exégesis bíblica un enriquecimiento, porque gracias a ellas, los textos de la Biblia pueden ser comprendidos mejor en cuanto experiencias de vida y reglas de comportamiento. La religión, como se sabe, está siempre en una situación de debate con el inconsciente. La sicología y el psicoanálisis se esfuerzan por progresar en esta dirección. Ellas abren el camino a una comprensión pluridimensional de la Escritura, y ayudan a decodificar el lenguaje humano de la Revelación.

 

  1. 9.      Acercamiento liberacionista

 

En lugar de contentarse con una interpretación objetivante, que se concentra sobre lo que dice el texto situado en su contexto de origen, se busca una lectura que nace de la situación vivida por el pueblo. Si éste vive en circunstancias de opresión, es necesario recurrir a la Biblia para buscar allí el alimento capaz de sostenerlo en sus luchas y esperanzas. La realidad presente no debe ser ignorada, sino al contrario afrontada, para aclararla a la luz de la Palabra. De esta luz surgirá la praxis cristiana auténtica, que tiende a transformar la sociedad por medio de la justicia y del amor. En la fe, la Escritura se transforma en factor de dinamismo, de liberación integral.

 

10.  Acercamiento feminista

Se deben distinguir varias hermenéuticas bíblicas feministas, porque los acercamientos utilizados son muy diversos. Su unidad proviene de su tema común, la mujer, y de la finalidad perseguida: la liberación de la mujer y la conquista de derechos iguales a los del varón.

 

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10 TÓPICOS BÍBLICOS A DESMONTAR

 

  1. 1.      Está todo dicho

 

Para nuestra sorpresa, a veces dicen esto los mismos profesores de Biblia. Es verdad que la Palabra ha sido un campo muy cultivado en el siglo pasado. Una suerte. Pero siempre habrá algo nuevo que decir porque el acto de lectura se compone del texto y del ojo, la persona, que lee. Aquel no cambia, pero esta sí. Por eso, las perspectivas nuevas sobre la Palabra son inagotables, como lo es la vida misma. ¿Cómo decir, por ejemplo, algo de una cierta novedad de Mc 1,29-31?

 

  1. 2.      Siempre repetimos lo mismo

 

Es posible. Pero lo que nos cansa no es la repetición, sino la rutina, el poco esfuerzo por releer de nuevo un texto. Si se hace con interés, por pequeño que sea, el oyente lo capta. Para no caer en la rutina hay que mantener vivo el entusiasmo por la Palabra y la certeza de que es un pozo sin fondo y que en todas las edades y situaciones la palabra puede “hablar”. ¿Cómo no repetir, por ejemplo, el relato de 1 Cor 15,1-11?

 

  1. 3.      El mejor sentido es el literal

 

Es algo que se escucha y que, a veces incluso, se pone en boca de los santos (San Francisco de Asís y su “sine glosa”). Si por tal se entiende un literalismo fundamentalista, la cosa no es de recibo; si se entiende el trabajo por comprender el texto en su hondura, la cosa cambia. Y, sobre todo, si no se quiere marear la perdiz, porque el Evangelio empuja a actuar. ¿No está la cumbre del relato del samaritano compasivo en Lc 10,37?

 

  1. 4.      Nos han engañado

 

Es un sentimiento que aflora cuando se explica de manera diversa a la de siempre los textos bíblicos. No nos han engañado. Nos explicaron como mejor sabían o podían. Quizá no tuvieron los medios que tenemos nosotros. Por eso nuestra responsabilidad bíblica, si se puede llamar así, es mayor. Los modos de lectura bíblica mejoran y cambian. Hay que saber adaptarse a esos cambios. ¿Nos engañaron cuando nos dijeron que había un paraíso y no sabían nada de los géneros literarios?

 

  1. 5.      Los biblistas lo complicáis todo

 

En parte tienen razón porque se mezclan a la catequesis bíblica otras variables que nada tienen que ver con la Palabra (defensa de intereses, prestigio, etc.). No es argumento decir que los evangelios se escribieron para y por gente sencilla. Son, a veces, textos complejos, con mucha ideología detrás. Los evangelios son para gente sencilla que profundiza; si no se profundiza, se corre el riesgo de superficialidad. ¿Es sencillo el himno de Filp 2,6-11? ¿No está ahí el tremendo tema de la comprensión de la filiación de Jesús y de la transcendencia?

  1. 6.      Unos biblistas dicen una cosa, otros la contraria

 

Hasta cierto punto es normal porque, como decimos, el resultado de lectura depende en gran parte del ojo que lee. No es lo mismo el ojo de un hombre que el de una mujer, el de un rico que el de un pobre, el de un europeo que el de un asiático, etc. Pero si no median intereses espurios, las lecturas diversas se unifican en el fondo. La prueba de ello es que todas las traducciones interconfesionales han salido adelante. ¿No han llegado a algún acuerdo estas traducciones en el texto de Sant 15,14-15?

 

  1. 7.      Los evangelios no son históricos

 

Si se aplican los parámetros de la actual ciencia histórica donde todo ha de estar probado con un aparato documental, quizá no. Pero los textos bíblicos encierran experiencias absolutamente históricas. Por ejemplo: ¿no es histórica la adhesión de Pedro a Jesús por encima de fallos? ¿No es histórica la desazón de Ezequiel ante la infidelidad de su pueblo a la alianza? De cualquier manera, el valor creyente del texto no viene por su pericia histórica, sino por la fe de la comunidad cristiana. Descubre lo histórico de la escena de Mt 17,1-13.

 

  1. 8.      En la Biblia hay soluciones para todos los problemas

 

Es una postura un tanto fundamentalista. La Biblia ilumina, pero no da soluciones. Aporta luz, pero el camino lo tenemos que andar nosotros. Menos todavía en asuntos de ética actual o de biomedicina. Pretender encontrar soluciones para todo es trasladas a la Palabra nuestros problemas y nuestra responsabilidad. ¿Cómo leer e interpretar el texto de Lc 1,37?

 

  1. 9.      La Biblia es un libro violento

 

Sí que lo es en muchos pasajes. Hay que tener en cuenta de la Bibia es una biblioteca de 73 libros en los que han metido mano toda clase de autores y cuyos contextos son muy diversos. Los textos violentos hacen parte de la Palabra pero esta no es Palabra de Dios en directo, sino en la mediación de cada uno de los autores. Y hay algunos de componente violento. Habría que discernir esta clase de textos a la hora de la proclamación y de la catequesis. ¿Cómo entender correctamente, por ejemplo, el Sal 136?

 

10.  Todos los textos son Palabra de Dios

 

Sí, pero no del mismo modo, no con la misma densidad. Nada tiene que ver el evangelio de Juan, por decir algo, con la carta de Judas que es un texto muy cuestionable. Nada tiene que ver el mensaje del segundo Isaías con el libro de los jueces. Es “peligrosa” la consagración de la aclamación litúrgica “Palabra de Dios” a la que habría que responder “según y cómo”. ¿Cómo explicar correctamente 1 Pe 1,21?

 

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10 CAMINOS DE ACERCAMIENTO

A LA PALABRA

 

  1. 1.      Conteniendo a la ideología

 

No hay saber inocente. Y, por lo mismo, uno hace una lectura “biográfica” del texto bíblico: lo lee desde sus propias experiencias vitales, desde su manera de enfocar la vida, desde su modo de pensar. Por eso mismo, es preciso controlar la propia ideología para que influya adecuadamente en la lectura de la palabra. ¿Cómo controlar  la vivencia de una  religión burguesa ante textos como Mt 26,11?

 

  1. 2.      La osadía de palpar el “textum”

 

Textum significa tejido. El tacto del tejido da una información que no la ofrece ni siquiera la vista. Al cristiano medio se le ha dado el texto bíblico en la mediación de los maestros o de los catequistas. Pero quizá haya llegado la hora de que el creyente adulto palpe él mismo el texto, con las herramientas que tenga por sencillas que sea. Ese aprendizaje personal será de más importancia que el que viene por cauces ajenos. ¿Cómo palpar el texto del padrenuestro, por ejemplo, en Mt 6,9-13?

 

  1. 3.      La aventura de crear sentido

 

Precisamente porque la dificultad mayor al leer un texto es trabajar el ancho y multiforme campo del sentido, el lector de la Palabra habrá de hacer un continuado esfuerzo por ir creando un proceso de sentido en esas condiciones: cultivo del aspecto crítico y cultivo del aspecto existencial, que hacen viable esta tarea. ¿Cómo aplicar esas dos condiciones a textos como  Jn 20,24-29?

 

  1. 4.      Las exigencias del “oyente de la palabra”

 

¿Cuáles son esas exigencias? Que el discurso sobre el texto bíblico no camine en la indolencia de los caminos trillados; que resulta inaceptable, cuando no inmoral, ofrecer los resultados de un discurso que se saben de antemano; que no es de recibo, porque entre otras cosas va contra la lógica del discurso, el pretender ofrecer una lectura del texto compacta, blindada, intocable, ya que el creyente exige colaborar en la construcción del sentido; por eso, resulta absolutamente rechazable la oferta de lectura que lleva en su interior cualquier pretensión de dominio.

 

  1. 5.      En diálogo con la historia

 

Desde la certeza de una historia con Dios dentro, en cuyo fondo más herido ha venido a situarse el dinamismo de Dios, es desde donde puede entenderse que la misma Palabra de Dios sea realmente una instancia de diálogo de Dios con la historia. Dios “habla” con la historia, se le puede palpar como se palpan las realidades vivas, garantiza la vida como su mejor proyecto, activa la vida para que, por el seguimiento, se aproxime al camino humano el día de la plenitud total. ¿Cómo leer desde esta perspectiva Jn 4,26?

 

  1. 6.      Desde el ángulo de las pobrezas

 

Ya hemos dicho que ningún saber es inocente; todos tienen unos posicionamientos sociales y económicos concretos. El trabajo bíblico no escapa a esta norma. Una lectura social de la Palabra habría de ir convirtiendo en criterio hermenéutico la lectura del texto desde el ángulo de las pobrezas ya que estas son un instrumento adecuado de interpretación bíblica porque dan el sentido exacto de las intenciones de la Palabra. ¿Cómo leer desde aquí las “malaventuranzas” de Lc 6,24-26?

 

  1. 7.      Iluminación de situaciones

 

La necesidad de iluminación siempre ha sido acuciante en el devenir humano. Leer es una obra de iluminación: leer texto y realidad juntos es una doble obra de iluminación. El devenir humano, el éxito de la vida, depende en gran medida de la formidable lucha contra las tinieblas que, desde el inicio, se ciernen sobre lo humano. En ese sentido, una lectura iluminadora de la Palabra es altamente humanizadora. ¿Cómo leer Lc 9,28-36 como una escena de iluminación?

 

  1. 8.      Con lenguajes poco comunes

 

            Una lectura atenta del texto bíblico puede contribuir a verificar la hermandad de experiencias, quizá la unicidad de experiencias vitales, entre quien lee el texto y vive en el hoy. Este lenguaje común, fruto de experiencias comunes, es algo que ha de quedar patente a la hora de hacer una lectura actualizada del texto bíblico. ¿Qué lenguajes comunes entre el texto y nuestro hoy desvelamos en textos como el de Sant 5,4?

 

  1. 9.      En línea de humanización

 

            Una lectura matizada de la Palabra habría de hacer suyo ese ideal de humanización que puede englobar, como una nueva espiritualidad, las aspiraciones más hondas del ciudadano creyente. Efectivamente, humanizar no es despojar a la realidad de su dimensión transcendente sino, muy al contrario, imprimir a la vida ese giro a lo profundo que transciende lo superficial, lo inhumano. De esta forma se conecta con la utopía de Jesús que quiere a la persona erguida y dueña de su destino, participativa y constructora de la historia, con todas sus potencialidades desplegadas como un auténtico con-creador con Dios. ¿Cómo leer desde ahí Col 3,10?

 

10.  Una Palabra que alienta la aventura humana

 

            Por encima de la fragilidad y del sufrimiento, la Palabra confirma que la aventura humana está destinada al gozo, a una vida plena, feliz, erguida sobre su propia estatura, desde donde la misma muerte queda entendida de modos nuevos ya que vivir es morir sin saberlo y morir es vivir sin pretenderlo. Una lectura viva de la Palabra quiere ser, sin paliativos, una palabra de Dios y del creyente que alienta la aventura humana. ¿Cómo leer desde aquí el himno de 1Cor 15,51-57?

 

10

10  TRABAJOS EN EL HORIZONTE

 

  1. 1.      Aprender lenguas bíblicas

 

No resulta fácil aprender griego, hebreo y arameo. Quizá en el bachillerato se tuvo una iniciación a la lengua griega. Cultivándola un poco, tal vez se pudiera llegar a leer el NT en griego para gustar su idiosincrasia literaria o, al menos, con ayuda de diccionarios, poder desmenuzar algunos términos en los que luego se apoyaría una lectura bíblica algo más novedosa. ¿Cómo desmenuzar el katalysai de Lc 19,7?

 

  1. 2.      Aprender literatura

 

Puede parecer que nada tenga que ver la literatura con la Biblia. Pero no hay que olvidar que esta es un texto y, con sus características, funciona como un texto. De ahí que cuanto más se lee, sobre todo buena literatura, poesía incluso, ayudará a leer los textos bíblicos. Por eso ocurre que muchos buenos escritores, a veces agnósticos o ateos, urden hermosos textos literarios sobre temas bíblicos (Erri de Luca, Amós Oz, G. Martín Garzo, Fallarás, etc.).

 

  1. 3.      Saber trabajar un texto literario

 

Esto tiene que ver con el punto anterior. Todo texto literario, y por ende bíblico, pasa por estas fases: comprensión ahondada, explicación clara y sugerente, diálogo enriquecedor, descubrimiento implicativo. Son los caminos que hacen fecundo al texto. ¿Cómo aplicar estas cuatro fases a textos como Hech 21,15-26?

 

  1. 4.      Reelaborar lo narrado

 

Que no es volver a contar lo leído (a veces con palabras peores). Reelaborar demanda, en primera instancia, llevar el texto a la intimidad personal porque esa es la fuente de la reelaboración. En segundo lugar, explicarlo de modo que muestre su verdadera riqueza. A continuación, contrastarlo con el hecho social a quien va destinado. Y, finalmente, sacar las consecuencias éticas para quien explica y para quien recibe la explicación. ¿Puede aplicarse esta dinámica a textos como Lc 16,19-31?

 

  1. 5.      Publicar trabajos bíblicos

 

Esto es para personas un poco más especializadas. No es terreno reservado a los grandes especialistas. A veces hay lectores de la Palabra que, desde su posición de fe y desde sus conocimientos personales, hacen pequeñas aproximaciones a los textos bíblicos. Habría que intentar publicarlos en alguna revista sencilla o especializada. Las revistas está escasas de estos trabajos y no cabe duda de que, si tienen contenido, serán bien recibidos. ¿Una serie sobre los comportamientos “carnales” de Jesús no sería muy interesante?

 

  1. 6.      Valorar los comentarios bíblicos no creyentes

Hay autores agnósticos o no creyentes que reelaboran los textos bíblicos. Siempre han sido numerosos y ahora también lo son. Puede calificarse de arbitrario su tratamiento de los textos. Pero la libertad con la que escriben propicia lecturas que, aunque lejos de los moldes canónicos, resultan muy sugerentes. Hay que partir de la Biblia es patrimonio de todos y que ninguna lectura es la “oficial”. Y, aunque desbordantes en imaginación, con frecuencia conectan con líneas básicas del Mensaje ¿Cómo entender desde ahí, a modo de ejemplo, la novela de G. Martín Garzo Y que se duerma el mar?

 

  1. 7.      Llegar a un ecumenismo bíblico

 

Una experiencia gratificante y lograda ha sido la de ver que todos los intentos de traducciones bíblicas interconfesionales han resultado positivas y se ha llegado a un acuerdo, incluso en textos históricamente muy divergentes. Eso demuestra que el vínculo que crea la fe y el amor a la Palabra hace que se superen fosos que duran siglos. ¿Cómo se puede llegar a un acuerdo a la hora de traducir Rom 3,28?

 

  1. 8.      Usar las versiones anotadas

 

La lectura de los textos bíblicos con notas fue vista con reticencias hasta épocas recientes. Pero hoy día, las notas dan un valor añadido a las traducciones bíblicas. Hasta el punto de que leer hoy sin notas es una anomalía. Se necesita constantemente el apoyo de las notas para poder ahondar en el texto. Hoy, la mayoría de las traducciones contienen notas de gran valor. Es preciso ser tenaz en su uso. ¿Cómo vamos a entender sin notas, por ejemplo, el texto de Rom 3,21ss?

 

  1. 9.      No recurrir siempre a los técnicos

 

Cuando en las parroquias, en los grupos cristianos, se quiere dar un cursillo de Biblia, se recurre a un especialista. Tendría que ser algo excepcional. Un sacerdote, un laico básicamente formado, una religiosa tendrían que ser capaces de, preparando un poco la cosa, dar un cursillo elemental sobre un tema bíblico. Es preciso animarse. Estar dependiendo siempre del especialista hace que, al final, consagremos una casta de “escribas” que es un peso para lo bíblico. ¿Cómo leer desde ahí el texto de

 

10.  Utilizar la técnica del puzle

 

Es una técnica sencilla para ir adentrándose cada vez más en la Palabra: ir construyendo pieza a pieza, texto a texto, el acceso a la Palabra. En una determinada circunstancia (homilía, lectura, propia reflexión, compartir bíblico, etc.) uno aprende algo interesante, lo anota en el margen de su Biblia y así tiene atrapado un texto. Uno a uno, poco a poco, se van sumando textos, como en un puzle. Eso sí, es imprescindible anotarlo.

 

Aque Jesús que vive hoy

AQUEL JESÚS QUE SIGUE VIVO HOY

 

 

Decir algo coherente y vibrante sobre Jesús de Nazaret, algo que pueda atraer nuestra mirada de nuevo sobre él no es fácil. Pesan las rutinas y cansancios que se ha acumulado sobre él a lo largo de los siglos. Pero los intentos nunca son vanos. Intentémoslo, pues.

Vamos a enfocar la figura de Jesús desde cuatro perspectivas: Jesús “deformado”, Jesús reformado, Jesús valorado, Jesús preguntado. Creemos que eso puede darnos pie para un acercamiento.

 

  1. 1.    Jesús “deformado”

 

Ponemos “deformado” entre comillas porque es el reino de la fantasía aplicada a la persona de Jesús. La cosa abunda. Cada mes sale un libro que tiene por personaje central a Jesús leído desde una imaginación extraevangélica y pretensiones de verosimilitud. Más allá de todas las desmesuras, estos textos encierran un indudable aprecio por su persona y eso nos puede ser de utilidad si los leemos con un poco de discernimiento.

Tomamos como ejemplo el libro de C. FALLARÁS, El Evangelio según María Magdalena, Ediciones B, Barcelona 2021. Libro volcánico e hiriente. Podría haber estado más ajustado (zelotes, siete demonios). Desacredita y menosprecia los textos canónicos (patrañas). A pesar de ello:

  • El encuentro con Jesús entendido como cambio radical:cambio del corazón que se da a través de la palabra:

 

«Leví celebraba un cambio radical en su vida. Había decidido cortar todo trato con Roma, abandonar su labor recaudatoria y unirse a los seguidores del Nazareno, algo que en ese momento me resultaba absolutamente incomprensible…Cuando nos retiramos a descansar, ya sabía yo que aquel hombre iba a arraigar en mí, como así ha sido. Pero esa certeza fue solo la primera, el principio. La palabra fue el principio, un atisbo que era semilla, aún solo eso. Y decidí permanecer, no apartarme de su posible crecer. Después, mucho después, fui entendiendo que la palabra es la vida, la vida frente al cuerpo, sobre el cuerpo o el cuerpo mismo» (p.85,108).

 

  • Una visión liberadora de Jesús: liberador de las pobrezas y liberador personal (aquella falla, esta no):

 

«¿Estás ciego, Leví? ¿Por qué crees que los zelotes se han unido al Nazareno? ¿Por qué forman ya parte de los discípulos que le siguen? Para ellos es el enviado que liberará al pueblo judío. Esta vez del poder de Roma. Recuerda a Moisés, la liberación del yugo egipcio, de la tierra prometida, todo eso. Los zelotes harán cualquier cosa, cualquiera, por conseguir la libertad del pueblo de Israel, esa torpe idea suya de libertad, territorial, esa idea suya de pueblo judío» (p.137).

 

  • La recreación de textos emblemáticos: la multiplicación de los panes (reparten la Magdalena y Leví), la entrada mesiánica (que falla), la cena (sembrar alimento):

 

«Aquella noche los gestos de mi amado eran escuetos y hacia dentro. Le había visto compartir alimentos en todo tipo de lugares y con toda clase de personas de forma jocosa y siempre festiva, su forma de reír y contagiar la risa. Ahí, justo ahí se levantaba una de las columnas sobre las que se había construido todo, en el alimento. Sembrar el alimento, hacerlo crecer, compartir y repartirlo, celebrar el alimento. El alimento como representación de sí mismo, nuestra representación. Además, a eso y no a otra cosa se había dedicado siempre mi familia» (p.191).

 

  • Vivo en la palabra: resucitó en la palabra:

 

«El Nazareno está vivo, pero qué os importa eso a vosotros que huisteis como ratas cuando más os necesitaba. Está vivo, no importa cómo ni dónde. Está vivo porque su palabra permanece y permanecerá en el alma de aquellos que vieron su vida transformada al escucharle» (p.229).

 

Para el trabajo en grupo:

 

         Leer y valorar esta página de El Evangelio según Jesucristo, de J. Saramago pp.26-27 de la edición dee Punto de Lectura, Madrid 2010):

  • ¿cómo suena?
  • ¿qué verosimilitud se le puede dar?
  • ¿qué consecuencias puede tener para presentar la figura de Jesús?

 

«Como si se moviese en el interior de la columna de aire, José entró en la casa, cerró la puerta tras él, y durante un minuto se quedó apoyado en la pared, aguardando a que los ojos se habituasen a la penumbra. A su lado, el candil brillaba mortecino, casi sin luz,  inútil. María, acostada boca arriba, miraba fijamente un punto ante ella y parecía esperar. Sin pronunciar palabra, José se acercó y apartó lentamente la sábana que la cubría. Ella desvió los ojos, alzó un poco la parte inferior de la túnica, pero solo acabó de alzarla a la altura del vientre, cuando él ya se inclinaba y procedía del mismo modo con su propia túnica y María, a su vez, abría las piernas, o las había abierto durante el sueño, y de este modo las mantuvo, por inusitada indolencia matinal o por presentimientos de mujer casada que conoce sus deberes. Dios, que está en todas partes, estaba allí, pero, siendo lo que es, un puro espíritu, no podía ver cómo la piel de uno tocaba la piel del otro, cómo la carne de él penetró en la carne de ella, creadas una y otra para eso mismo y, probablemente, no se encontraría allí cuando la simiente sagrada de José se derramó en el interior sagrado de María, sagrados ambos por ser la fuente y la copa de la vida. En verdad hay cosas que Dios no entiende, aunque las haya creado. Habiendo pues salido al patio, Dios no pudo oír el sonido agónico, como un estertor, que salió de la boca del varón en el instante de la crisis, y menos aún el levísimo gemido que la mujer no fue capaz de reprimir. Solo un minuto, o quizá no tanto, reposó José sobre el cuerpo de María. Mientras ella se bajaba la túnica y se cubría con la sábana, tapándose después con el antebrazo, él, de pie en medio de la casa, con las manos levantadas, mirando al techo, pronunció aquella oración, terrible sobre todas, a los hombres reservada, Alabado seas tú, Señor, nuestro Dios, rey del universo por no haberme hecho mujer. Pero a estas alturas ya ni en el patio debía estar Dios, pues no se estremecieron las paredes de la casa, no se derrumbaron ni se abrió la tierra. Entonces, por primera vez, se oyó a María, humildemente decía, como de mujer se espera siempre la voz, Alabado seas tú, Señor, que me hiciste conforme a tu voluntad, ahora bien, entre estas palabras y las otras, conocidas y aclamadas, no hay diferencia alguna, reparad, He aquí la esclava del señor, hágase en mí según tu palabra, queda claro que quien esto dijo podía haber dicho aquello. Luego, la mujer del carpintero José se levantó de la estera, la enrolló junto a la de su marido y dobló la sábana común».

 

  1. 2.    Jesús reformado

 

Consideramos las obra de J. A. PAGOLA, Jesús. Aproximación histórica, ed. PPC, Madrid 2013 (con sus más de 100.000 ejemplares vendidos) como un formidable esfuerzo por reorientar la figura de Jesús. Tomamos, a modo de ejemplo, el cap.8: “Amigo de la mujer”.

  • Un capítulo insólito en un tipo de libro así. Rodeado de mujeres. De ningún profeta se dice algo parecido.
  • La condición de la mujer en la época es de negatividad e inexistencia social (causa del mal, propiedad del hombre, sin autonomía, esclava de la pureza sexual, al servicio del hombre, sin amparo legal).
  • Las mujeres que se acercan a Jesús son de las últimas, aquellas que la sociedad ha marcado como extraviadas y negativas.
  • En contra de la tendencia general, nunca previene a los varones de las artes seductoras de las mujeres, sino que les alerta contra su propia lujuria (“Todo el que mira a una mujer…”).
  • Tener hijos no es todo en la vida (“Dichoso el vientre…”) ni las tareas del hogar son las únicas (“María ha elegido la parte buena…”).
  • Denuncia el criterio de doble moralidad (La mujer adúltera).
  • Jesús tiene una mirada diferente: hace visibles a las mujeres (viuda inoportuna, mujer que pone la levadura, que encuentra la moneda, viudas, enfermas crónicas, pagana de Tiro).
  • Crea un espacio sin dominación masculina  y sin separación de derechos y obligaciones.
  • Rompe una lanza por la igualdad sexual (repudio).
  • Jesús tiene un litigio continuado con el padre (corro, qué nos va a tocar).
  • Seguidores y seguidoras (Rom 16; 1 Cor 9)
  • María Magdalena. “Su mejor amiga”.

 

Trabajo para el grupo:

 

         ¿Cómo vería Jesús la danza del pecado original del cirque du soleil?

 

  1. 3.    Jesús valorado

 

Como ejemplo de valoración tomamos unas notas de J. Sobrino:

 

  • «De Jesús impactaba la misericordia y la primariedad que le otorgaba: nada hay más acá ni más allá de ella, y desde ella define la verdad de Dios y del ser humano.
  • De Jesús impactaba su honradez con lo real y su voluntad de verdad, su juicio sobre la situación de las mayorías oprimidas y de las minorías opresoras, ser voz de los sin voz y voz contra los que tienen demasiada voz, e impactaba su reacción hacia esa realidad: ser defensor de los débiles y denuncia y desenmascaramiento de los opresores.
  • De Jesús impactaba su fidelidad para mantener honradez y justicia hasta el final en contra de crisis internas y de persecuciones externas.
  • De Jesús impactaba su libertad para bendecir y maldecir, acudir a la sinagoga en sábado y violarlo, libertad, en definitiva, para que nada fuese obstáculo para hacer el bien.
  • De Jesús impactaba que quería el fin de las desventuras de los pobres y la felicidad de sus seguidores, y de ahí sus bienaventuranzas.
  • De Jesús impactaba que acogía a pecadores y marginados, que se sentaba a la mesa y celebraba con ellos, y que se alegraba de que Dios se revelaba a ellos.
  • De Jesús impactaban sus signos -sólo modestos signos del reino- y su horizonte utópico que abarcaba a toda la sociedad, al mundo y a la historia.
  • Finalmente, de Jesús impactaba que confiaba en un Dios bueno y cercano, a quien llamaba Padre, y que, a la vez, estaba disponible ante un Padre que sigue siendo Dios, misterio inmanipulable» 

 

Trabajo para el grupo:

 

         Teniendo delante la lista de J. Sobrino, reelaborar otra con la premisa:

         Entre nuestros alumnos podría impactar de Jesús…

 

  1. 4.    Jesús preguntado

 

Vamos a tomar como referencia un librito peculiar, el del capuchino D. MONTERO, 110 preguntas de hoy a Jesús,  Ed. CCS, Madrid 2013.

Es un libro reconstruido sobre respuestas imaginadas de Jesús, aunque al estar siempre ceñido a los textos bíblicos, le da garantía de veracidad.

Quizá tenga un lenguaje demasiado teológico y un tanto frailuno. Pero la idea es interesante y las respuestas tienen contenido. Agrupa las cuestiones en 17 breves apartados. Vamos a tomar como ejemplo el 16, sobre la resurrección:

1)  La primera cuestión es qué significó: mi muerte esclarece mi vida y la resurrección esclarece la muerte.

2)  ¿Son los relatos históricos?: son unánimes en el dato, pero difieren en el relato.

3)  ¿En qué consistió?: no es una reanimación, sino la certeza de que la vida triunfará sobre la muerte.

4)  ¿Fue un hecho histórico?: sí, si equivale a real y verdadero.

5)  ¿Qué nos dice hoy? No hay que morir para resucitar, hay que vivir ya resucitados y resucitando.

6)  ¿Las teologías alejan?: puede que sí. El evangelio no puede oler a laboratorio, sino a amanecer.

 

Para el trabajo en grupo:

 

  • ¿Qué preguntan hoy los chicos/as sobre Jesús?
  • ¿Qué podemos responderles?

 

 

(El Pardo, 6 de mayo de 2022)

Por una Iglesia sinodal

 

 

 

     Mercedarias. Egino 8 de enero de 2022

 

 

 

 

POR UNA IGLESIA SINODAL 

 

         Se ha comenzado en la Iglesia un largo camino para la puesta en pie de un sínodo eclesial. Es un acontecimiento importante en la vida de la Iglesia, No sería bueno situarse al margen sin más. La adultez cristiana ha de superar los prejuicios que pesan sobre este tipo de reuniones.

         Esta clase de asuntos entran en la animación comunitaria, trabajo específico de la hermana superiora. Son cosas que habría que tomar a pecho rechazando el planteamiento de que si no se hace nada, no pasa nada. La comunidad se empobrece espiritualmente y eso tiene repercusiones, Hay que animarse.

 

1

LA BASE DE LA SINODALIDAD

 

         Ofrecemos en primer lugar una reflexión de algo que está a la base de estos trabajos de vida eclesial: vivir la fe en el marco de un grupo cristiano, de una parroquia, de un arciprestazgo.

         Esa base no es otra que la buena relación, lo que Jesús llegó a formular como “reinado de Dios”: la nueva relación de hermanos, la sociedad sin jerarquías, la convivencia de todos en paz y respeto. Eso está en la base de todos los trabajos eclesiales.

         Por eso mismo, en este Adviento volvemos a la reflexión sobre la fraternidad desde la encíclica FT que lo tiene por tema central. Podrá ayudarnos al tema del Sínodo y, más a la base, a la buena relación en nuestros grupos parroquiales.

 

«Un ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás. Ni siquiera llega a reconocer a fondo su propia verdad si no es en el encuentro con los otros: sólo me comunico realmente conmigo mismo en la medida en que me comunico con el otro. Esto explica por qué nadie puede experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quienes amar. Aquí hay un secreto de la verdadera existencia humana, porque la vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad; y es una vida más fuerte que la muerte cuando se construye sobre relaciones verdaderas y lazos de fidelidad. Por el contrario, no hay vida cuando pretendemos pertenecer sólo a nosotros mismos y vivir como islas: en estas actitudes prevalece la muerte» (FT 87).

 

         He aquí un texto luminoso. Todas y cada una de las frases son útiles para generar espiritualidad en torno a la comunidad. Necesitamos luz y ánimo más que grandes documentos. Aprovechemos esta oportunidad rumiando el presente texto.

         Es cierto que aquí se habla de la comunidad humana, social. Pero el cimiento es común para toda vida en grupo, también para los grupos eclesiales. Dar el salto a la comunidad creyente sin el cimiento de la antropológica y social es un riesgo. La primera evidencia de nuestra vida eclesial es que deseemos la vida en grupo. Quien tiene problemas para la vida en grupo tiene problemas para la vivencia de la fe.

         No hemos de subrayar sobre todo lo que nos separa de otros tipos de comunidad, sino lo que nos une. Unidos en lo común, en lo humano, ese es el gran cimiento de la vida eclesial.

         Comentemos, una a una, cada una de sus frases porque todas son magníficas.

 

  • «Un ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás».

 

El ser humano encuentra su plenitud en la entrega, no en el individualismo. Porque hemos sido educados en ese individualismo (“el que viene atrás que arree”) creemos que eso debe estar presente si se quiere sobrevivir en la vida cristiana. Una Iglesia egoísta tiene el horizonte muy limitado. El vigor de una comunidad no se mide por sus obras, su número o su reconocimiento social, sino por su entrega.

Esto pertenece a la hechura de lo humano. Lo que está a la base es la donación, por más que el egoísmo nos parezca una fuerza mayor (“por el interés te quiero, Andrés”). Hemos de creer en nuestra capacidad de entrega más que en nuestro egoísmo.

La entrega ha de ser sincera. Si encierra otras intenciones ocultas, si me entrego para sacar yo más partido, si me doy para hacerme un nombre y que me reconozcan, me den cargos, me aplaudan, es una entrega viciada. Pasar siempre factura es a la larga lo contrario de la fraternidad.

 

  • «Ni siquiera llega a reconocer a fondo su propia verdad si no es en el encuentro con los otros».

 

El encuentro con el otro es el lugar adecuado para conocerse a sí mismo. Por eso, quien se encierra en su egoísmo, se desconoce a sí mismo, ignora sus verdaderos valores, vive en la mayor desorientación que es la de no saber quien se es en verdad.

Los otros dicen con mayor propiedad que yo mismo quién soy. Por eso mismo, el encuentro con el otro nos abre a la propia verdad y si no hay encuentro permanecemos cerrados en nuestra ignorancia más básica.

Encontrarse con el otro no es solo convivir físicamente. Es necesario ir saltando la cerca que envuelve el corazón ajeno e ir abriendo la propia cerca. Desechar este anhelo por excesivo será empobrecer de salida el horizonte de la vida cristiana. Porque estamos hechos para el encuentro la vida cristiana quiere hacer ver que ese anhelo es posible. De ahí que la razón de ser más básica e incluso el primer apostolado, antes que toda misión, es construir el encuentro. Si eso se da, hay sentido y posibilidad de evangelización; si no se da, se oscurece el sentido y la misión entra por derroteros religiosos y de funcionariado.

 

  • ·         «Sólo me comunico realmente conmigo mismo en la medida en que me comunico con el otro».

 

Si no hay comunicación con el otro mi conversación interior es un soliloquio que no me lleva a buen puerto y que se presta a muchas desviaciones. Hablando con el otro se sitúan las cosas en sus justas medidas. Por eso, el diálogo con el otro es imprescindible. El ideal no es el silencio ante el otro sino este mezclado a la comunicación.

Estar mudo ante el otro no puede ser sino una medida temporal, terapéutica. Lo normal es hablar ante el otro. Hasta la liturgia es un hablar con otro ante Dios (una liturgia en solitario no es liturgia)

Por eso mismo, el modo más sensato de hablar de uno mismo es cuando en esa apreciación entran las valoraciones del otro. De ahí que muchas veces las formas de hablar de uno mismo, al no ser formas que cuentan con lo que dicen los otros, son un desvarío egolátrico que el grupo soporta como una cruz.

Con frecuencia no se tiene la valentía fraterna de decir a la cara del hermano lo que se piensa de él y se va diciendo a sus espaldas. No es buen proceder. Ya dice san Francisco: «Dichoso el siervo que tanto ama y respeta s su hermano cuando está lejos de él que cuando está con él, y no dice a sus espaldas nada que no pueda decir con claridad delante de él».

 

  • ·         «Esto explica por qué nadie puede experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quienes amar».

 

Amar sin rostros concretos, sin nombres, en general es arriesgarse a no amar. Orar con nombres es una manera muy buena de orar. Dice san Pablo en Rom 1,9: “No se me cae vuestro nombre de la boca cuando rezo”. Una vida sin rostros a los que amar es una vida en gran pobreza.

El rostro es la persona. Por él distinguimos a cada cual. Por él sabemos si estamos en su corazón o no. Por el rostro y por el nombre. Jesús devela su ser resucitado en la manera que tiene de pronunciar los nombres con amor: “¡María!” (Jn 20,16). Dice P. Casaldáliga: “Al final del camino me dirán: —¿Has vivido? ¿Has amado? Y yo, sin decir nada, abriré el corazón lleno de nombres.”

Mirar el rosto del otro, estudiar su rostro es acercarse a su corazón. ¿Cómo es que vivimos tantos años cerca unos de otros y casi desconocemos el rostro del hermano, de la hermana? Lectura de rostros, eso tendría que ser un trabajo de comunidad para nosotros. Al final, el rostro de Dios lo vemos en el rostro del otro (Gen 33,10).

Amar rostros es compartir la vida que se refleja en ellos: el dolor, la alegría, la pena, la sorpresa, el cansancio, la terquedad, la fidelidad, la luz. A veces apelamos al corazón de la persona como la sede de sus mejores valores. Se podría apelar al rostro porque si bien, a veces, engañamos con el rostro, a la larga, el rostro desvela el alma.

 

·       «Aquí hay un secreto de la verdadera existencia humana, porque la vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad».

 

El sentido de la existencia humana se percibe, a veces, oscuro y secreto. Pues bien, la comunidad ilumina esa oscuridad: hemos sido creados para ser hermanos y hermanas. De tal manera que siendo hermanos se ilumina la senda de la vida y de lo contrario se oscurece. La gran pregunta de siempre: ¿qué hacemos aquí? Se resuelve en esa respuesta sencilla: tratar de vivir el sueño de la igualdad humana. Eso es lo que en verdad tiene sentido. Cuando en la vejez nos asalta la duda de si ha merecido la pena nuestra vida, una respuesta tranquilizadora sería: sí ha merecido la pena por haber podido tener hermanos y haber sido hermanos con ellos. Mientras haya comunidad, grupo, habrá sentido.

Los vínculos humanos son vividos, a veces, como un peso. Pero si se vivieran gozosamente, los vínculos serían la evidencia de que la relación funciona. De todos modos, si se anhela una vida sin vínculos, el grupo enmudece, se esfuma. De ahí que el gozo de ser hermanos y hermanas desplaza el precio que es preciso pagar a cualquier vínculo.

Además, que la vida es comunión es algo que se demuestra desde los tiempos ancestrales, desde la mandíbula de Dmanisi de hace más de 2 millones de años donde se ve que alguien ya hacía favores al débil, favores de comunidad (y eso que eran homínidos carroñeros). Por eso, y aunque Darwin dice que triunfa la especie que mejor se adapta, en realidad el triunfo está en quien más comunión crea. Cuanta más comunión, más vigor tiene la comunidad; cuanto menos comunión, más fragilidad.

 

·       «La vida es más fuerte que la muerte cuando se construye sobre relaciones verdaderas y lazos de fidelidad».

 

Dice el Cant 8,6 que el amor es más fuerte que la muerte. Eso mismo dice FT: si el cimiento de la vida es la fraternidad, la vida se hace fuerte más allá de la muerte y de las muertes que acompañan nuestra vida. La fortaleza no le viene al grupo por el mucho número, por la brillantez de sus miembros, por las grandes obras de misión que han llevado a cabo en su vida. No, le viene por la buena relación. Ahí está la raíz de su fortaleza. Por eso, si se quiere fortalecer a la comunidad, lo que se haga por hacer fuerte la fraternidad irán en la buena dirección.

Ahora bien, las relaciones han de ser verdaderas. Porque también puede que haya relaciones falsas no tanto de engaño, cuanto de cansancio, apariencia, superficialidad, desinterés por el otro. Las relaciones verdaderas son las brotan de un amor experimentado, de un respeto cariñoso, de una colaboración generosa, etc. Son verdaderas porque están llenas de una vida verdadera, entregada.

Y luego está la fidelidad, no tanto a Dios, sino a los hermanos y hermanas. Esa fidelidad es la que Dios nos demanda y la que puede hacer verdadero el amor. No traicionar, no engañar, no tener dos caras, no hablar por detrás, no tener dos maneras de valorar a los hermanos y hermanas (una si está delante, otra si no lo está).

 

  • «No hay vida cuando pretendemos pertenecer sólo a nosotros mismos y vivir como islas: en estas actitudes prevalece la muerte».

 

El aislamiento, el interés solo por mis cosas, el no haber pasado a “la orilla de la comunidad” (verdadero peligro de por vida), el viajar individualmente y no en el bus del grupo, es lo que agosta la vida, le quita sentido, le arrebata el gozo, la vuelve sosa..

Vivir como islas es andar el camino del empobrecimiento, de la desconexión. Estar mirándose siempre el ombligo es terminar miope y no ver la hermosura de los otros y la belleza de la vida. Ensimismarse es siempre un peligro a controlar. No somos islas, somos península conectada siempre al otro. Por ahí nos llega la savia, la vida.

Un grupo tiene el peligro de estar muerto aunque sus miembros estén vivos. La muerte de la ilusión, del cariño, de la sensibilidad, del gozo compartido. Son caminos que nos llevan al cementerio, aunque aún no hayamos muerto. Luchar contra la muerte del grupo no es algo para otros, sino para cada uno de nosotros. La relación de grupo, de parroquia es algo vivo; si no se lo cultiva, se agosta y se muere.

 

Conclusión: no renunciemos a una vida de componente comunitario, no renunciemos a una relación jugosa; no renunciemos a una vida en grupo parroquial, arciprestal pacífica y gozosa. Y desde ahí, trabajemos día a día por el logro hermoso de la construcción de la comunidad. Es empresa que no defrauda. Y esta es la base de todo trabajo en torno a la sinodalidad.

 

 

 

2

LA VOCACIÓN SINODAL DEL PUEBLO DE DIOS

 

El 2 de marzo de 2028 la Comisión Teológica Internacional publicó un extenso documento con el título La sinodalidad en la vida y en la misión de la Iglesia. Creemos que es la base ideológica de este sínodo convocado este año en su fase preparatoria. Por eso, volver sobre él puede situarnos mejor ante el sínodo.

Lo que se dice en él es teoría teológica, enseñanza. No es la realidad. Pero nosotros podemos leer esas páginas con sentido crítico y también con el deseo de iluminar nuestro camino cristiano. De todo se puede aprender si se hace con actitud de adultez.

Nosotros leeremos y subrayaremos solamente unos pocos puntos sobre la vocación sinodal del pueblo de Dios. Es algo muy genérico. Pero quizá podamos sacar alguna luz.

 

72. El Pueblo de Dios en su totalidad es interpelado por su original vocación sinodal. La circularidad entre el sensus fidei con el que están marcados todos los fieles, el discernimiento obrado en diversos niveles de realización de la sinodalidad y la autoridad de quien ejerce el ministerio pastoral de la unidad y del gobierno describe la dinámica de la sinodalidad. Esta circularidad promueve la dignidad bautismal y la corresponsabilidad de todos, valoriza la presencia de los carismas infundidos por el Espíritu Santo en el Pueblo de Dios, reconoce el ministerio específico de los Pastores en comunión colegial y jerárquica con el Obispo de Roma, garantizando que los procesos y los actos sinodales se desarrollen con fidelidad al depositum fidei y en actitud de escucha al Espíritu Santo para la renovación de la misión de la Iglesia.

 

         Nos parece interesante el principio de la circularidad en que están implicados los fieles, quienes disciernen en sínodo y la autoridad. Tiene que haber un modo de corriente circular entre estas instancias. Todas tienen que estar en línea de sinodalidad. Lo que se pide a los fieles, se pide con más razón a los sinodales y a la autoridad. Este principio de circularidad demanda una fuerte dosis de fe eclesial porque acumulamos en nuestra vida experiencias que nos dicen que tal circularidad no va a ser posible tampoco esta vez. Pero no todo es blanco o negro. Los intentos tienen un valor. ¿Cómo sacudirse de encima esa pegajosa sensación de que esto no vale para nada? ¿Cómo creer no tanto en la comunión de los santos, sino en la de los “pecadores”, los limitados, los cansados, los decepcionados? Comencemos, dice el número, por trabajar la dignidad bautismal (tan olvidada), el propio carisma (la vida fraterna) y el depósito de la fe entendido como realidad viva, no anquilosada. Es decir: no desistamos de colocar la experiencia cristiana en modos laicos, seculares; no desistamos en trabajar la base comunitaria; no desistamos en  creer que la experiencia de fe es algo vivo, no un fósil.

 

73. En esta perspectiva, resulta esencial la participación de los fieles laicos. Ellos constituyen la inmensa mayoría del Pueblo de Dios y hay mucho que aprender de su participación en las diversas expresiones de la vida y de la misión de las comunidades eclesiales, de la piedad popular y de la pastoral de conjunto, así como de su específica competencia en los varios ámbitos de la vida cultural y social. Por eso es indispensable que se los consulte al poner en marcha los procesos de discernimiento en el marco de las estructuras sinodales. Es entonces necesario superar los obstáculos que representan la falta de formación y de espacios reconocidos en los que los fieles laicos puedan expresarse y obrar, y de una mentalidad clerical que corre el riesgo de mantenerlos al margen de la vida eclesial. Esto exige un compromiso prioritario en la obra de formación de una conciencia eclesial madura, que en el nivel institucional se debe traducir en una práctica sinodal regular.

 

Puede parecer que hay aquí un paternalismo solapado respecto a los laicos y quizá sea así. Muchas veces hemos oído estas palabras sobre su importancia en la vida eclesial. Los avances son, para muchos, demasiado lentos. Dice que hay que reconocer su mayoría eclesial más allá de su evidente o supuesta falta de formación y más allá de que no hay muchos espacios donde puedan influir. No nos descubre nada nuevo cuando dice que el mayor obstáculo es el clericalismo. El Papa lo ha dicho de muchas maneras, él que es clérigo y jefe de clérigos (quizá los grandes males de la Iglesia sean los abusos sexuales, la avaricia económica y el clericalismo). Una forma madura de ser cristiano es tratar de contener, con las herramientas que se tienen, ese clericalismo que está en la cúpula y en la base. Quizá a nosotros se nos llama a trabajar en la base: no ceder ante los planteamientos absorbentes del clero, tratar de colaborar haciendo ver que se tiene un lugar eclesial, participando con conciencia de igualdad, respirando fuerte cuando uno está tentado de tirar la toalla, cuidar de no convertirse en laicos-clérigos o religiosas-clérigos, que los hay. ¿Cómo un sínodo puede rebajar el nivel de clericalismo y aumentar el nivel de ministerio, de servicio al pueblo cristiano en modos de fraternidad igualitaria?

 

74. Se valoriza además con decisión el principio de la co-esencialidad entre los dones jerárquicos y los dones carismáticos en la Iglesia sobre la base de la enseñanza del Concilio Vaticano II. Esto implica la participación en la vida sinodal de la Iglesia de las comunidades de vida consagrada, de los movimientos y de las nuevas comunidades eclesiales. Todas estas realidades, surgidas a menudo por el impulso de los carismas otorgados por el Espíritu Santo para la renovación de la vida y de la misión de la Iglesia, pueden ofrecer experiencias significativas de articulación sinodal de la vida de comunión y dinámicas de discernimiento comunitario puestas en práctica en el interior de ellas, junto a estímulos para individualizar nuevos caminos de evangelización. En algunos casos, también proponen ejemplos de integración entre las diversas vocaciones eclesiales en la perspectiva de la eclesiología de comunión.

 

         A veces los grupos carismáticos han sido vistos como dificultad para su incardinación eclesial (“un garbanzo en el zapato de los obispos”). El engranaje de la Iglesia siempre utiliza a los grupos que no plantean problemas. Pero, justamente, la profecía es la aportación mayor a la Iglesia y a la sinodalidad. Si tuviéramos fuerza, habríamos de proponer cosas proféticas, sueños, utopías, sin temer la certeza de que iban a ser desechadas. ¿En qué puede convertirse un sínodo sin utopía? La comunión no se rompe por la profecía, ni siquiera por la disidencia (no olvidemos que somos seguidores de un disisente). Se rompe por la rutina, el legalismo, el clericalismo, el menosprecio a la sabiduría de los pobres.

 

75. En la vocación sinodal de la Iglesia, el carisma de la teología está llamado a prestar un servicio específico mediante la escucha de la Palabra de Dios, la inteligencia sapiencial, científica y profética de la fe, el discernimiento evangélico de signos de los tiempos, el diálogo con la sociedad y las culturas al servicio del anuncio del Evangelio. Junto con la experiencia de fe y la contemplación de la verdad del Pueblo fiel y con la predicación de los Pastores, la teología contribuye a la penetración cada vez más profunda del Evangelio. Además, «Como en el caso de todas las vocaciones cristianas, el ministerio de los teólogos, al tiempo que personal, es también comunitario y colegial». La sinodalidad eclesial compromete también a los teólogos a hacer teología en forma sinodal, promoviendo entre ellos la capacidad de escuchar, dialogar, discernir e integrar la multiplicidad y la variedad de las instancias y de los aportes.

 

       Es un número dedicado a los teólogos. No suele haber muchos en los grupos cristianos (están en las Facultades haciendo sus investigaciones). Se les pide que lean la Palabra en modos nuevos. Eso mismo se pide a todo cristiano si se quiere que la Palabra siga siendo lámpara para iluminar nuestros pasos. Se les pide una experiencia de fe; eso mismo se pide a todo cristiano (como lo dice la EG). Se les pide que profundicen en el Evangelio. Eso mismo se pide a todo cristiano si se quiere que ese Evangelio sea sugerente. Se les pide, además, sentido comunitario de la fe; como a nosotros. Se les pide escucha atenta (amante que diría el Papa). Es decir, a los teólogos se les pide que intensifiquen su vida cristiana para animar a que lo hagan los fieles que no son teólogos de título, pero sí de vida. Hay que saber discernir de qué teólogos va uno nutriendo su sinodalidad.

 

76. La dimensión sinodal de la Iglesia se debe expresar mediante la realización y el gobierno de procesos de participación y de discernimiento capaces de manifestar el dinamismo de comunión que inspira todas las decisiones eclesiales. La vida sinodal se expresa en estructuras institucionales y en procesos que conducen a través de diversas etapas (preparación, celebración, recepción), a actos sinodales en los que la Iglesia es convocada según varios niveles de actuación de su sinodalidad constitutiva. Este compromiso requiere una atenta escucha del Espíritu Santo, fidelidad a la doctrina de la Iglesia y al mismo tiempo creatividad para detectar y hacer operativos los instrumentos más adecuados para la participación ordenada de todos, el intercambio de los respectivos dones, la lectura incisiva de los signos de los tiempos, la eficaz planificación de la misión. Con este fin, la puesta en práctica de la dimensión sinodal de la Iglesia debe integrar y «aggiornare» el patrimonio de la antigua ordenación eclesiástica con las estructuras sinodales nacidas por el impulso del Vaticano II y debe estar abierta a la creación de nuevas estructuras.

 

         Los últimos sínodos, mal que bien, han sido mecanismos de participación. No se duda de ello. Pero tendría que verse desde la mera composición de los mismos (mayoría absoluta de obispos; pocos, además de ellos, tienen voto). De las características de esta estructura (escucha al Espíritu, creatividad, participación ordenada) subrayamos la creatividad. No está al mismo nivel que las otras. Sin creatividad la cosa se apaga. ¿Cómo apelar a la creatividad y, a la vez, mantener la coraza de hierro que es el Derecho Canónico? No lo sabemos. La falta de alternatividad es la “piedra de molino” al cuello de Mc 9,42.

 

3

¿QUÉ PUEDE HACER UNA SUPERIORA PARA ANIMAR EL TEMA DEL SINODO EN SU COMUNIDAD?

 

            Dada la situación de la mayoría de nuestras comunidades, no mucho, Pero entra dentro de la animación comunitaria el tener presentes los grandes acontecimientos de la Iglesia. Y este es uno de ellos. No hacer nada es la peor de las gestiones. Sugerencias:

 

  1. Una al alcance de todas las comunidades: Orar por el sínodo. Establecer un día eclesial de oración por el sínodo (los viernes por ejemplo). Que se note en las preces de Laudes, de la Misa (si se tiene), de Vísperas.
  2. Tener informada a la comunidad. Basta con seguir las noticias de Vida Nueva, por ejemplo y subrayarlas un poco en la reunión de comunidad en la que habría de haber un apartado para el Sínodo si no todas las semanas, de vez en cuando.
  3. Si alguna hermana más dispuesta quisiera participar en un grupo sinodal de la parroquia, animarla, suplirle en los trabajos, dejarle de vez en cuando un pequeño espacio de información a la comunidad.
  4. Si la comunidad tuviese fuerza para montar un pequeño grupo sinodal, hacerlo, animarlo, sostenerlo desde dentro. La superiora ha de vencer sus propios prejuicios y ponerse las pilas si su comunidad tiene posibilidades.

 

PLIEGO VN CUARESMA 2022

UNA CUARESMA A PRUEBA DE NEGACIONISTAS

 

            Podemos comenzar esta reflexión con una sonrisa: fue el inefable Van Gaal, entrenador del Barcelona, quien dejó para la historia aquella célebre frase de “¡Siempre negativo, nunca positivo!”. Por extraño que parezca, de algo de eso queremos hablar: cómo des-negativizar la Cuaresma y llegar a entenderla y vivirla como un tiempo altamente positivo.

 

I 

Negacionistas, conspiranoicos y colaboracionistas

 

La pandemia en la que seguimos inmersos ha ensanchado el campo semántico de las palabras y ha enriquecido nuestro vocabulario, además de amargarnos mucho la existencia. Observando con detenimiento percibimos un reflejo en el tema de la vivencia de la Cuaresma:

 

  1. 1.      Los negacionistas de mirada gris

 

La palabra “negacionista”, que inventó el historiador francés Henry Rousso y que, según algunos, se ha ido aplicando de forma creciente a más conceptos, cada vez sugiere más y significa menos. Es posible. Pero los negacionistas y sus, a veces, disparatados planteamientos (muchas veces simples bulos), los tenemos en nuestra casa, en la puerta del vecino, en la familia amiga que decide, en bloque, definirse como antivacunas. Los tenemos en las manifestaciones públicas y en sus algaradas.

Es una postura de vida, una manera de situarse en un determinado momento social. No sirve de nada esgrimir argumentos ni manejar datos estadísticos. Si se hace, el resultado es una confirmación en las propias posiciones. El negacionismo no tiene fisuras y si contiene algún interrogante, se mantendrá en secreto para no pensar que se da la razón a los “colaboracionistas”.

Perseguirlos y amenazarlos con “joderlos hasta el final”, como dijo de manera intempestiva el presidente francés, no lleva a ningún lado. El negacionismo es una opción que es preciso encajar en la pluralidad democrática y en la libertad, por más que a algunos no nos guste. Por eso mismo, obligar a una vacuna es tan insensato como obligar a tomar una medicación. El que esta postura tenga consecuencias sociales, económicas y de salud no anula la libertad personal. Y habrá que encajar, como se pueda, esta opción.

El camino podría ser el del convencimiento, la “seducción”, el diálogo incansable que desea hacer ver las ventajas de una profilaxis social general  estando abierto a discernir sobre los interrogantes no despejados de la vacunación y sobre la cantidad aún mayor de preguntas no respondidas en torno a una gestión que no ha sido tan ejemplar como cantan algunas voces políticas.

No podemos menos de pensar que en todo esto hay una especie de mirada gris, desconfiada, a la defensiva, carente de empatía histórica. Los negacionistas nunca lo admitirán. Pero su cuestionamiento sin propuestas eficaces para el problema  de la pandemia es el lenguaje de quien tercamente se  niega a lo que tampoco sabe dar respuesta.

Pues bien, algo parecido a lo descrito pasa con la espiritualidad y vivencia de la Cuaresma: los negacionistas cuaresmales los tenemos en nuestra parroquia, en nuestra comunidad religiosa, en nuestra Diócesis, en el mismo pensamiento del Papa Francisco, modelado por una espiritualidad de ese cuño que viene de lejos, aunque como las cosas no son o blancas o negras, como luego diremos, el Papa tiene también horizontes muy positivos en su espiritual cuaresmal.

El negacionista cuaresmal sigue en el marco del “perdona a tu pueblo, Señor”, reaviva las prácticas de piedad doloristas (via crucis, por ejemplo) sin darles ningún toque de renovación, hace parte de asociaciones religiosas ancladas en el concepto de redención por la muerte de Jesús (no por la vida de Jesús), invita a ayunos que se cumplen rutinariamente sin reflejo solidario, sigue creyendo en las “tristezas cuaresmales”. Su negacionismo consiste, ampliando el campo semántico del término, en seguir viviendo la cuaresma en el halo negativo heredado de la tradición piadosa que el Vat.II alivió notablemente, pero que no consiguió cambiar de paradigma.

Resulta ineficaz intentar hacerles ver que, si la Cuaresma es camino hacia la Pascua, ha de estar, de alguna manera, iluminada por la luz de Jesús y que, por lo mismo, no es tanto un tiempo de tinieblas, cuanto de búsqueda y de anhelo. No lo entienden y se reafirman en sus posiciones más cuanto más mínima sea la cosa que se cuestiona. El “siempre se ha hecho así” se yergue como el dogma máximo e inamovible. Los negacionistas cuaresmales se agrupan y hacen frente común, de tal manera que la comunidad cristiana se desconecta de cualquier posible camino de renovación.

Hay un negacionismo de baja tensión que opta por dejar las cosas como están y plegarse a la rutina anual de un tiempo y unas prácticas heredadas y no cuestionadas por nadie. El anhelo está apagado y se ha sucumbido a la costumbre por parte de los fieles y al funcionarado por parte de los servidores de la fe. Es un negacionismo cuaresmal desleído, desintencionado, sin vigor. No sabemos ni mejor o peor que el militante.

No hay que perder la esperanza. El negacionismo cuaresmal puede ser tratado a base de paciencia, espiritualidad e, incluso, poesía, como luego diremos. Quizá el mejor propósito inicial al comenzar la Cuaresma sea que esta no pase sin pena ni gloria, no ceder a la mera rutina de los días, abrir los ojos para poner un poco de luz en un tiempo de fe que puede ser hermoso si se lo ilumina desde la Pascua y que puede conseguir que un tiempo de tinieblas se transforme en un tiempo de anhelo. Un cambio de mirada, ahí está el quid.

 

  1. 2.      Los conspiranoicos que hablan con fantasmas

 

Es otro ámbito de esta sociedad de la pandemia en la que estamos inmersos. Los bulos, lanzados al aire por las redes, se encargan de orquestar posiciones tan increíble e imaginativas como disparatadas. Lo que a usted jamás se le habría ocurrido, lo piensa la imaginación de un conspiranoico. Es una versión actual del capricho de Goya “El sueño de la razón produce monstruos”.

¿Con qué vericuetos del alma humana conecta esta postura? Con lo oscuro, con el estremecimiento de abismo del corazón, con el ángel caído que anida en los pliegues del alma. Por razones aún ignoradas, ese agujero negro atrae con la succión de un enorme remolino. Y, dada la escasez de discernimiento social, se cobra numerosas víctimas que se ahogan en su propio y no pocas veces absurdo planteamiento.

Las conspiraciones en torno a la pandemia se ofrecen a la luz del día, servidas en el brillo de las redes y firmadas, no pocas veces, por personas de cierto rango social e incluso sanitario. Tienen en sus manos los micrófonos de los medios y los platós de tv. Y desde ahí su influencia, por disparatado que nos parezca el planteamiento, se vierte una ideología negativa, tóxica, que inocula la sospecha sin aportar claridad..

Se creen poseedores de una verdad que los demás ignoran y quieren hacer creer que tienen fuentes de información reservadas que ellos solos han conseguido recabar. Son impenetrables y aunque saben que, normalmente, su planteamiento conspiranoico no saldrá adelante, se empeñan con sembrar la confusión. Esa es su anhelada cosecha.

Ciertamente, son personas que hablan con los fantasmas que habitan en su imaginación, en sus temores, es sus oscuras pretensiones. Menosprecian los datos y, con ello, la verdad. Lo suyo no es explicar lo que nos pasa, sino demoler certezas, sembrar la confusión. Para ellos es un dogma el “cuanto peor, mejor”.

Por eso mismo, aunque pacientemente haya que hacerles frente con los datos verdaderos en la mano. Dado que el muro compacto de sus certezas no tiene fisuras, será también cuestión de driblarlos, de conseguir que no nos impidan ir por caminos de novedad. Si ellos quieren caminar por sendas de tinieblas, que lo hagan, pero  que obstaculicen lo menos posible la búsqueda de vida de los demás.

Los conspiranoicos cuaresmales tienen rasgos similares a los descritos. Creen que la sociedad laica y descreída, los gobernantes de izquierda, la ciencia que navega por sus propias aguas, lo que pretenden es la destrucción de la fe y la ruina de la Iglesia. Están convencidos de que “van a por ellos”. Y por eso mismo desarrollan una estrategia defensiva que incluye, entre otras cosas, el mantenimiento a ultranza de lo heredado, cuando más anclado en el pasado, mejor.

Piensan que la regulación de la misa en latín según los viejos misales es un golpe a la libertad litúrgica; creen que la apertura de la teología a los planteamientos científicos destruye la fe; entienden el acercamiento a los ateos, a los musulmanes, a las otras religiones simplemente como una claudicación que tiene como intención  la erradicación del catolicismo. Por todo ello, se agrupan en un frente común ante un papado que consideran desnortado y, en su boca, “herético”.

Al celebrar la Cuaresma, estos cristianos y sus clérigos, resucitan costumbres religiosas caídas en desuso; se centran en el pecado en modos tenebrosos; proponen penitencias del tiempo de los eremitas del desierto; intentan introducir la oscuridad de su visión en lo que llaman la “dirección de almas”. La Cuaresma es para ellos tiempo de necesarias tinieblas, porque tenebroso es el corazón humano y sus obras.

De esta manera piensan hacer frente al laicismo considerado como agente demoledor de la fe; creen que así se puede poner tope a la espiritualidad de la new age que cuestionan si saber muy bien qué es; luchan contra la ideología de género que inficiona el hecho social y desautorizan las espiritualidades que no lleven el sello oficial. La Cuaresma es para ellos tiempo de “combate” y tratan de sumar voluntarios a un ejército cada vez más exiguo.

Como ocurre con los negacionistas, no es fácil trabajar con los conspiranoicos cuaresmales porque ellos han tomado postura de manera única y militante. Quizá, como ocurre con las amistades tóxicas, lo más que se puede hacer es evitarlos y alejarse fraternamente de sus discutibles prácticas cuaresmales. Es entonces cuando el creyente, si puede, busca espacios de más anchura para vivir la Cuaresma apuntando al sol de la Pascua.

 

  1. 3.      Los tildados de colaboracionistas

 

Tanto los negacionistas como los conspiranoicos tildan a los demás de “colaboracionistas”. Piensan que sostienen un régimen opresor de un país igualmente rechazable. Tienen la certeza de que la generalidad es manipulada y que el borreguismo es el modo de vida de la mayoría de la gente. No les sirve de argumento que los organismos internacionales estén de parte de la mayoría, ni que muchas celebridades científicas apoyen las decisiones políticas tomadas. Consideran su criterio inmune a esta clase de objeciones.

Su principal apoyo ideológico es la libertad individual, gran conquista de la modernidad. Ellos la consideran sagrada e intocable en cualquier supuesto. Les parece una aberración social que se pueda hacer ofrenda de una parte de ella para que el beneficio común pueda lograrse. Relativizar las libertades individuales es mentar a la bicha. Tampoco es obstáculo ver que, con frecuencia, el precio de la libertad individual lo paga la sociedad entera.

No es de extrañar que, desde ahí, crean que las vacunas son un timo global, cuando no una solapada agresión al orden mundial. Ninguna autoridad tiene para ellos suficiente peso para cuestionar esta manera de pensar. Su propia autoridad, lograda por el hecho de atribuírsela, es mayor que cualquiera otra conseguida tras un largo camino de esfuerzo e investigación.

Sin expresarlo con estos términos pero, en el fondo, ocurre algo parecido con quien pretenda tocar el paradigma cuaresmal. Cualquier cambio es considerado como un intento de arrebatar la fe, cuando de lo que se trata es de cuestionar prácticas religiosas muy inconsistentes. O se culpa de conculcar seculares tradiciones que, ni lo son tanto, ni son fundamentales para la fe.

Cualquier brecha que se pretenda abrir en el compacto muro de las creencias anquilosadas se tilda de escándalo al pueblo cristiano.  No se entiende que el verdadero escándalo es la sequedad celebrativa, la rigidez ideológica y la militante posición de quien se apresta sin diálogo a la defensa de la fe. Además, se moteja de sembrador de discordia a quien, llegada la Cuaresma, insinúa la posibilidad de otra manera de verla y celebrarla.

¿Merece la pena pensar e intentar andar por terrenos no hollados? ¿Tiene sentido anhelar una Cuaresma y una Pascua con un cierto componente de novedad? ¿No está el lenguaje de la pandemia indicándonos una senda a seguir?

 

II

Otro paradigma

 

No se puede lograr una nueva perspectiva de la Cuaresma sin una cierta modificación del cuadro de referencias espirituales, del paradigma teológico. Quizá se necesiten cuatro grandes inversiones:

 

 

  1. 1.      De la preocupación por el pecado al logro de la dicha

 

No nos cabe duda de que Jesús estuvo más preocupado por la dicha que por el pecado. Nadie pone en cuestión que su programa (Mt 5,4ss), su propuesta mesiánica (Lc 4,18), el sentido de su entrega (Jn 10,10), tienen como contenido y anhelo la dicha, sobre todo la dicha de los pobres. Es cierto que el pecado y la conversión ocupan un lugar importante en las páginas del Evangelio. Pero no logran desplazar a la centralidad de la dicha, La comprensión de las bienaventuranzas fuera de la historia, fuera de una dicha lograda aquí y ahora, es desnaturalizar la propuesta de Jesús.

Pero, preocupado con más frecuencia por el pecado que por la dicha, el sistema eclesiástico ha generado un discurso más cercano al temor que a la bondad. No ha logrado percibir bien que, fundamentalmente hablando, las palabras del evangelio son palabras de bondad, orientadas a la dicha, generadoras de paz.

Por eso mismo, el disfrute no solamente ha estado lejos de la moral católica, sino que, de una manera  u otra, siempre se le ha tenido por un enemigo a combatir. Los dinamismos del disfrute, de la pasión, de la imaginación, etc., no solo no han tenido un lugar en el aprecio de la moral, sino que han estado directamente demonizados. Pero como lo ponen en evidencia los místicos, ¿cómo se va a generar amor, adhesión a Jesús, sin disfrute? ¿Es posible un amor sin gozos? ¿O es que el amor a Jesús no es relevante en el edificio de la espiritualidad cristiana?

Una fe que no lleva a la dicha no concuerda con el programa de Jesús. Una Cuaresma que atribula, atemoriza, causa perplejidad, no ayuda a elaborar los conflictos, no conecta bien con el Evangelio.

 

  1. 2.      De una redención por la muerte de Jesús a otra por la vida de Jesús

 

Resulta inaceptable, por muchas citas bíblicas que aduzcamos, entender la muerte de Jesús como un designio de Dios sobre él. Jesús no murió porque el Padre le llevara a la muerte. Eso es inaceptable. Dios no lleva a nadie a la muerte, por más que haya que contar con ella por razones de pertenencia histórica. Dios lleva a la vida, a Jesús y a nosotros.

La muerte de Jesús es la consecuencia de sus propias opciones. Él no quiso su muerte violenta (Mc 14,36). El camino vital de sus entregas fue el que, tristemente, terminó en una muerte injusta. Por eso hay que decirlo claramente: lo que nos salva (por hablar en un lenguaje entendible, pero impropio) es la vida de Jesús, toda su vida, en la que se incluye su triste e injusta muerte violenta.

Tiene algo de razón la saeta de Machado cuando pide hablar del Jesús que “anduvo en la mar” y no tanto del que estuvo “en el madero”. Es preciso valorar el conjunto de su entrega porque centrarse en una sola parte, su muerte, puede provocar desenfoques.

Por eso mismo, una Cuaresma primordialmente dolorista, que machaca sobre la sangre, las espinas, los azotes y las mil ofensas realizadas con Jesús (al estilo de la película La pasión de Cristo de Mel Gibson), tiene el peligro de entenebrecer la vivencia espiritual y privarle del horizonte global que, como decimos, es la dicha de la persona aquí, dentro de sus posibilidades, y en otra dimensión en las posibilidades totales de la vida plena.

 

  1. 3.      De la inquietud por la salvación al anhelo de la nueva sociedad

 

¿Cuál es  el contenido general de la propuesta de Jesús? Es, por grandilocuente que suene, la propuesta de una humanidad nueva, renacida, recreada. Jesús es de los  humildes utópicos que siguen creyendo en las posibilidades de la bondad del corazón humano, capaz de producir frutos buenos. No se vislumbra en él la decepción de quien piensa que las personas y la sociedad vamos al abismo. Es una propuesta de honda confianza. Es también una propuesta de fraternidad social, no partidista ni religiosa. Él cree, contra las evidencias cotidianas, que los humanos podremos vivir como hermanos. La propuesta de Jesús es la que considera imprescindible llegar a una economía igualitaria que entienda y ponga en pie el mecanismo del compartir sobre la base del todo no siendo obstáculo la pobreza. No es una propuesta en el aire, sino bien enraizada en los mecanismos sociales. Es una propuesta que se hace en base a la dignidad de la persona más allá de su condición moral, algo que aleja el juicio, la utilización y la imposición de condiciones a quien es débil. Es una propuesta de relaciones de entrega porque se tiene la certeza de que las entregas siempre rentan en beneficio común. Es, en definitiva, ir en la dirección del viejo sueño de Dios sobre lo humano que estaba ya escrito en las páginas del AT y en el caminar humano desde sus inicios.

            La propuesta de Jesús apunta a nuevo horizonte humano, a una sociedad alternativa. A muchos cristianos esto les parece poco. Creen que si no entra en la propuesta de Jesús el tema de la salvación eterna la cosa está coja. Pero, en realidad, lo dicho es, justamente, la senda de toda salvación. Además, se aduce como argumento en contra que muchos filósofos, pensadores, filántropos, personas lúcidas han tenido y tienen sueños similares. ¿Es argumento en contra o a favor? Jesús se suma, se encarna, en la gran corriente del caminar humano hacia su plenitud. No se diferencia de las grandes personas de la historia por lo que le distingue de ellas, sino por lo que le une a ellas. Su asumir el fondo de lo humano lo une a la gran fraternidad de las personas en su lado más humanizador. No es Hijo por su diferencia con lo humano, sino por su hondísima comunión con ello. Y tampoco se puede aducir que una manera tal de entender la propuesta de Jesús sea algo carente de fe. No, es una propuesta de honda fe en los planes de Dios sobre lo humano, aunque no pide, de inmediato, como respuesta los modos religiosos. Quizá por estas sendas se podría superar algo el descrédito social que sufre la realidad de Dios.

            Sabemos que el tema de la salvación ha generado en otras épocas grandes disfunciones espirituales. Por eso mismo dirigir la Cuaresma hacia el anhelo y colaboración al nacimiento y desarrollo de la nueva sociedad puede ser una opción de fondo. Pensare en una Cuaresma social no es algo disparatado. Tal vez sus frutos serían fecundos.

 

  1. 4.      De la mirada hacia fuera a la mirada hacia dentro

 

Aunque sea una manera simple de expresarlo, el quid de la cuestión está en la mirada. Puede decirse que los paradigmas ideológicos, y por ello los religiosos, tienen una orientación en su mirada. Efectivamente, nuestros paradigmas religiosos, más allá de todo proceso secularizador, siguen mirando afuera y hacia arriba. Hacia afuera porque consideran el camino histórico como una realidad empobrecida y sin futuro por lo que es marco inadecuado para lo divino. Y hacia arriba, porque se ha entendido que, aunque sea algo considerado de fuerte componente mítico, lo de fuera, el cielo, el más allá, se adecúa mejor incluso a la celebración. Por eso mismo, una multitud de signos religiosos (las manos que se elevan, los ojos que se dirigen a lo alto, las ascensiones que se celebran, etc.) apuntan hacia arriba y configuran el viejo paradigma todavía vigente.

            Quien aspira a una Cuaresma distinta experimenta que su mirada va cambiando de orientación: comienza a mirar hacia lo histórico sin necesidad de mirar ni afuera ni arriba. Experimenta una reconciliación entre su mirada y el objeto de ella, una especie de certeza al margen de cualquier discusión de que el hecho creyente se cuece adentro y abajo. Adentro porque se percibe a Dios en el cimiento de la vida como el mejor “lugar” para situarlo. Y abajo porque la mirada apunta incansablemente a lo profundo sabiendo que no hay tope que frene esa dirección hacia la profundidad del ser.

            Y por eso mismo, descubre maravillado que Dios está en lo profundo y que esa profundidad esencial es lo que el creyente llama Dios. La configuración de la fe, la identidad creyente, no brota de componentes religiosos, sino de certezas, a veces muy difusas, que apuntan a lo profundo. Algo le dice a tal creyente que en eso profundo hay mucha más densidad que en la otra dirección. Más densidad y más comunión con cualquier movimiento humano, religioso o no, que apunta a lo profundo. El misterio aparece más brillante, más atractivo y más preservado en esa dirección que en la otra.

 

III

El silencio de la cruz de Jesús

 

            El centro de la espiritualidad cuaresmal y de su celebración lo ocupa la cruz de Jesús. ¿Cómo leerla desde una perspectiva que escape del simple dolorismo, que vaya más allá de la valoración sufriente de lo acaecido? Es precisa una meditación ahondada de la misma para poder encontrar otra dimensión.

El silencio de la cruz es el muro último de ese duro silencio que hace parte de la vida de Jesús. En asumir el silencio de la cruz está una de las grandes pruebas de la fe. La cruz es silencio que grita la injusticia. Porque injustamente fue condenado quien hizo el bien y porque el silencio es el entorno de su muerte, una vez apaciguado el alboroto de la condena. Por lo que la cruz, las cruces, han de sentirse primeramente como injusticia y el rechazo de la cruz como respuesta correcta a quien injustamente ha sido puesto en ella. Venerar la cruz sin sentir la herida de la injusticia es una banalidad.

La cruz de Jesús es silencio que se entrega sin gloria. Porque nadie agradeció ni alabó a Jesús por su muerte. Eso vino después. No fue una muerte rodeada de gloria sino de exclusión y de injuria (le hacían coplas: a ver si viene Elías…). Es la consecuencia de su vida “entregada”: su vida estuvo carente de gloria, su muerte también. La ausencia de gloria de los crucificados es su mejor carta de presentación: no querían gloria, querían justicia. Y no la hubo.

La cruz de Jesús es silencio que no reprocha a quien no ama. Es el amor sin esperanzas, sin demanda de recompensa y, por lo tanto, sin reproche (“no saben lo que hacen”: Lc 23,24). No se tomaron las opciones que llevaron al desastre para recibir premio, sino por amor. Y cuando no ha habido respuesta de amor, el amor sigue vivo y no reprocha.

La cruz de Jesús es un fracaso. Porque terminar una relación humana con una muerte violenta es un fracaso. No es un mártir glorioso porque el martirio nunca es glorioso, sino humillante. Jesús llega a morir como un fracasado. Así lo han percibido sus directos seguidores y la reelaboración posterior ha entendido la cruz en el lenguaje paradójico de un fracaso que triunfa (1 Cor 1,23). Hundirse en ese fracaso para hacer ver que ese camino no es el que los humanos habrían de seguir es su triunfo.

La cruz de Jesús cuestiona los infiernos. Porque ella misma es un infierno y, desde ahí, hace visible la insensatez de todo infierno humano y divino. Por haber sido infierno y haber bebido el cáliz de su contradicción, desautoriza todo infierno, despoja de razón de ser a toda opresión generadora de relaciones infernales. Valorar la cruz generando infiernos es caer en una horrible contradicción.

La cruz de Jesús es bálsamo para las vidas heridas. Porque tales vidas están afectadas en mayor o menor medida de la ponzoña de la cruz. Si Jesús bebió esa ponzoña y salió vivo, es que se puede superar el veneno de las heridas humanas con el bálsamo del amor. No es bálsamo que anula o enerva, sino acicate para aguantar las heridas y, a la vez, luchar incansablemente contra ellas. El silencio de la cruz es de los silencios que dinamizan, no de los que apaciguan.

 

IV

Caminos abiertos

 

Puede ser que el lector o lectora de estas páginas se pregunte si hay caminos abiertos para poner rostro a una cuaresma de vida, de belleza y de luz alejándonos de los caminos en sombras. Damos tres sugerencias para tres momentos del tiempo de Cuaresma: al inicio (miércoles de ceniza), en el centro (domingo Laetare) y en el Viernes Santo:

 

  1. 1.      Un inicio perfumado

 

Podemos decir que textos del AT, como Is 58,5 (“acostarse sobre ceniza”) y, sobre todo, Mt 6,17 (“perfúmate la cabeza”) interrogan el secular rito de la ceniza del inicio de la Cuaresma. La rutina religiosa hace que haya pocos fieles que cuestionen esa práctica y sueñen con otro camino.

Pero podría pensarse en un comienzo del tiempo cuaresmal con una unción de perfume: el celebrante toma un frasquito de perfume e invita a la conversión al Evangelio poniendo una gota en las manos o incluso en la cabeza. Hay comunidades en donde así se hace y ese gesto transforma la celebración.

      Así, la Cuaresma de inscribe en el gozo y en el ánimo para iniciar el camino hacia la Pascua. Una Cuaresma “perfumada” es una Cuaresma distinta. A la objeción de que la liturgia se recibe, no se crea, se puede oponer la libertad a la que Jesús nos llama (Gál 5,1), postura que goza del aval de la Palabra.

 

  1. 2.      La flor de Cuaresma

 

El calendario litúrgico cuaresmal ofrece una tregua en el llamado domingo “Laetare” (este año es el 27 de marzo). Quiere recordar que se está en camino hacia el gozo de la resurrección y que las tinieblas cuaresmales no deben ahogar esa aspiración.

Pues bien, una manera distinta de celebrarlo sería convertirlo en el domingo de “la flor de Cuaresma”. Se trataría de introducir en la celebración (en el momento del ofertorio, por ejemplo) o al final de la misma, la entrega de una flor a la que se llamará “la flor de Cuaresma”. Podría ser, por ejemplo, el jacinto que es una flor de esa época. Acompañar la entrega con una pequeña oración y una invitación personal: “¡Que la flor de Cuaresma te anime en el camino hacia la Pascua!”.

El gesto tal vez requiera una pequeña explicación. Su novedad lo demanda. Pero es fácilmente comprensible. La catequesis con elementos de la naturaleza es muy bien aceptada por la persona de hoy.

 

  1. 3.      Silencio ante la cruz

 

La liturgia del Viernes Santo incluye como una parte esencial la adoración de la cruz. Pero hemos dicho que venerar la cruz sin sentir el aguijón de la injusticia puede llevar a banalizar la cruz. Podría sustituirse el clásico pasar a besar los pies de la imagen del crucificado por otro modo de proceder.

Se lee un breve texto alusivo al tema de la injusticia en relación con la cruz (por ejemplo, el que viene en este pliego en el apartado III). A continuación se invita a un tiempo amplio (10 minutos) de meditación personal. El mismo celebrante, se sienta delante de la cruz, en el pavimento de la Iglesia (como parte de la asamblea que es) y medita en silencio ante la imagen del crucificado.

El silencio es un elemento litúrgico que, con frecuencia, se emplea poco. Aquí tendría un lugar de privilegio. Y, a la vez, podría contribuir a otra perspectiva sobre la cruz injusta de Jesús.

 

V

La ayuda de la razón poética

 

Además de ser bálsamo, la razón poética puede colaborar a encontrar esa perspectiva nueva sobre la Cuaresma que la saque del negativismo y la sitúe en un terreno más luminoso. A modo de ejemplo, proponemos tres lecturas poéticas para los días de las celebraciones del llamado Triduo Sacro.

 

  1. 1.      Contigo en el Jardín de los Olivos

 

«Desconfía del coraje-

La insolencia del Calvario-

Dichoso fuera el Jardín de los Olivos

Si estuviéramos contigo».

 

            (E. Dickinson, La miniatura incandescente,  p.62)

 

  • Desconfía del coraje. De nada sirve el coraje ante la cruz, porque esta es la derrota de aquel. La única manera de encajarla es aceptar entrar en su tremendo torbellino de injusticia, sufrir de nuevo cada día la herida abierta que nunca se cierra. Desconfía del coraje que te quiere fuerte pero que olvida que en ese abismal misterio de debilidad que es la muerte está sembrada la semilla del triunfo.
  • La insolencia del Calvario: Insolente porque es fácil ser fuerte con quien está en debilidad, porque siempre ha sido sencillo para los monstruos devorar la ternura del pobre. La insolencia que se llevó por delante al amigo de lo humano, al amparador de frágiles, al soñador de mundos igualitarios. Sigue siendo lacerante la pregunta de por qué sigue ahí.
  • Si estuviéramos contigo: Por eso buscó la compañía de sus amigos, porque aquel agujero negro de amargura solamente podría paliarse con la cercanía del cuerpo y del corazón de quienes aman. Dichoso podrá ser cualquier amargo jardín si mediara el amor. Que se nos conceda, como errantes que vuelven a lacasa paterna, estar ahí, contigo y tu miedo.

 

  1. 2.      Un amor sin nombre

 

«Viernes santo: nadie sabe

por qué se llama santo este viernes,

nadie se acuerda de ti.

Yo sí me acuerdo.

No creo en ti

ni en ninguna de las necedades

que durante siglos

se han dicho a propósito de ti.

Incluso, en otra época,

abominé de todo lo tuyo.

No obstante, me acuerdo de ti.

te veo calumniado, solo,

ensangrentado, vencido,

a punto de expirar

entre tiniebla y locura

y siento por ti

un amor sin nombre».

 

            (R. Argullol, Poema,  p.113)

 

  • Nadie se acuerda de ti: Eso parece. Los días “santos” se han convertido en días de descanso, de vacaciones, de playa. Pero en la ciudad secular se mantiene latente y latiente el recuerdo del Galileo ajusticiado. Incrustados en los pliegues del alma, sus ojos, su rostro, no se borran nunca. El amor sigue vivo sobrenadando avatares.
  • No creo en ti: Alejarse de “necedades”, las que produce la ignorancia, la rutina, el cansancio, es una manera de creer. Siempre estuvo Jesús rodeado del amor y de la fe de los “ateos”, de los excluidos del sistema religioso. Creer sin tener fe, quizá sea una forma valiosa de fe.
  • No obstante, me acuerdo de ti: El recuerdo obstinado, persistente, amoroso. Es el amor el que lo hace tenaz. Solo los amores tenaces son amores verdaderos. Tan tenaces que soportan la abominación porque saben que un día, lejano tal vez, las miradas volverán a confluir y, quedamente, se llamará a la puerta de quien, en el fondo, nunca se dejó de amar.
  • Entre tiniebla y locura: En ese tsunami se hunde y resurge la persona de Jesús, la tiniebla de su sin sentido y la locura de su amor fiel. Tiniebla que sabe de mis oscuridades y locura que conoce mis extravíos. Hermanados en la sombra y en la enajenación. Crucificados todos.
  • Siento por ti un amor sin nombre: El amor más puro, el amor sin esperanzas, el amor que no queda atrapado por ningún nombre. Un Viernes Santo para un amor sin nombre que ni se explica ni pide explicaciones, ni se justifica ni pide justificaciones. Un amor que hace ver la realidad de manera nueva, con ojos lavados por la lluvia.

 

  1. 3.      La fresca risa del niño

 

«En el principio, el Verbo. Y las aguas en él,

el sol, el chillido del pájaro, los aires.

 

Ramea en la colina, como un rubor, el fuego.

 

Y hoy, de nuevo, el Principio. Y las aguas en él,

y en ellas la inocencia:

la fresca risa de un niño nadador

que rompe en el murmullo de las olas que rompen».

 

(F. Brines, Poesía completa,  p.518)

 

  • En el principio, el Verbo: La aventura del Verbo, la aventura de Jesús. Caminos únicos del amor para quienes hambrean el amor. Lo primigenio: agua, sol, pájaros, aire. El don sagrado de vivir y respirar. Raíces hondísimas de la resurrección, del levantamiento de toda caída.
  • Ramea el fuego: Con sus ramas ardientes. No la extinción de la muerte, sino el brillo quemante del fuego es lo que refleja el rostro del resucitado. Fuego para abrasar a quien ya arde. Incendio que devora sin devorar, entregándose.
  • De nuevo el Principio: La honda hermosura de vida otra vez, los horizontes de nuevo iluminados, la renovada posibilidad de un horizonte distinto. No fueron vanas las esperanzas de quienes esperaron, no fueron inútiles las lágrimas que nadie recogió en su odre. De nuevo la luz.
  • La fresca risa del niño: Risa pura, inocente, sin sombras de venganza, sin atisbos de revancha. La risa hermosa del resucitado que vuelve a dar luz en los caminos de las peores sombras. Al final nos quedó su risa, el brillo de sus ojos en las olas apaciguadas.

 

Final

 

Dice EG 6: «Hay cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua». De esto hay que huir, esto es lo que hay que evitar. La herencia religiosa recibida puede que nos lleve a eso. La rutina que se pega a la piedad es una senda que no conviene transitar.

Del mismo modo que las medidas sanitarias (vacunas, mascarillas, distancia de seguridad, higiene, etc.) son caminos que pueden llevarnos a sortear la pandemia, también hay posibilidades (ideológicas, litúrgicas, existenciales) de vivir una Cuaresma hermosa, camino que anhela la luz de la Pascua. Nada se nos va a dar hecho. Es cuestión de deseo y de implicación. Cuaresma de búsqueda y de amor.

 

 

Fidel Aizpurúa Donazar

 

 

 

 

La base de la sinodalidad

LA BASE DE LA SINODALIDAD

 

         Se ha iniciado un Sínodo en la Iglesia con el tema de la sinodalidad. Es un momento importante en la vida eclesial y hemos de animarnos a contribuir a él. Ofrecemos una reflexión de algo que está a la base de estos trabajos de vida eclesial: vivir la fe en el marco de un grupo cristiano, de una parroquia, de un arciprestazgo.

         Esa base no es otra que la buena relación, lo que Jesús llegó a formular como “reinado de Dios”: la nueva relación de hermanos, la sociedad sin jerarquías, la convivencia de todos en paz y respeto. Eso está en la base de todos los trabajos eclesiales.

         Por eso mismo, en este Adviento volvemos a la reflexión sobre la fraternidad desde la encíclica FT que lo tiene por tema central. Podrá ayudarnos al tema del Sínodo y, más a la base, a la buena relación en nuestros grupos parroquiales.

 

«Un ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás. Ni siquiera llega a reconocer a fondo su propia verdad si no es en el encuentro con los otros: sólo me comunico realmente conmigo mismo en la medida en que me comunico con el otro. Esto explica por qué nadie puede experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quienes amar. Aquí hay un secreto de la verdadera existencia humana, porque la vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad; y es una vida más fuerte que la muerte cuando se construye sobre relaciones verdaderas y lazos de fidelidad. Por el contrario, no hay vida cuando pretendemos pertenecer sólo a nosotros mismos y vivir como islas: en estas actitudes prevalece la muerte» (FT 87).

 

         He aquí un texto luminoso. Todas y cada una de las frases son útiles para generar espiritualidad en torno a la comunidad. Necesitamos luz y ánimo más que grandes documentos. Aprovechemos esta oportunidad rumiando el presente texto.

         Es cierto que aquí se habla de la comunidad humana, social. Pero el cimiento es común para toda vida en grupo, también para los grupos eclesiales. Dar el salto a la comunidad creyente sin el cimiento de la antropológica y social es un riesgo. La primera evidencia de nuestra vida eclesial es que deseemos la vida en grupo. Quien tiene problemas para la vida en grupo tiene problemas para la vivencia de la fe.

         No hemos de subrayar sobre todo lo que nos separa de otros tipos de comunidad, sino lo que nos une. Unidos en lo común, en lo humano, ese es el gran cimiento de la vida eclesial.

         Comentemos, una a una, cada una de sus frases porque todas son magníficas.

 

  • «Un ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás».

 

El ser humano encuentra su plenitud en la entrega, no en el individualismo. Porque hemos sido educados en ese individualismo (“el que viene atrás que arree”) creemos que eso debe estar presente si se quiere sobrevivir en la vida cristiana. Una Iglesia egoísta tiene el horizonte muy limitado. El vigor de una comunidad no se mide por sus obras, su número o su reconocimiento social, sino por su entrega.

Esto pertenece a la hechura de lo humano. Lo que está a la base es la donación, por más que el egoísmo nos parezca una fuerza mayor (“por el interés te quiero, Andrés”). Hemos de creer en nuestra capacidad de entrega más que en nuestro egoísmo.

La entrega ha de ser sincera. Si encierra otras intenciones ocultas, si me entrego para sacar yo más partido, si me doy para hacerme un nombre y que me reconozcan, me den cargos, me aplaudan, es una entrega viciada. Pasar siempre factura es a la larga lo contrario de la fraternidad.

 

  • «Ni siquiera llega a reconocer a fondo su propia verdad si no es en el encuentro con los otros».

 

El encuentro con el otro es el lugar adecuado para conocerse a sí mismo. Por eso, quien se encierra en su egoísmo, se desconoce a sí mismo, ignora sus verdaderos valores, vive en la mayor desorientación que es la de no saber quien se es en verdad.

Los otros dicen con mayor propiedad que yo mismo quién soy. Por eso mismo, el encuentro con el otro nos abre a la propia verdad y si no hay encuentro permanecemos cerrados en nuestra ignorancia más básica.

Encontrarse con el otro no es solo convivir físicamente. Es necesario ir saltando la cerca que envuelve el corazón ajeno e ir abriendo la propia cerca. Desechar este anhelo por excesivo será empobrecer de salida el horizonte de la vida cristiana. Porque estamos hechos para el encuentro la vida cristiana quiere hacer ver que ese anhelo es posible. De ahí que la razón de ser más básica e incluso el primer apostolado, antes que toda misión, es construir el encuentro. Si eso se da, hay sentido y posibilidad de evangelización; si no se da, se oscurece el sentido y la misión entra por derroteros religiosos y de funcionariado.

 

  • ·        «Sólo me comunico realmente conmigo mismo en la medida en que me comunico con el otro». 

 

Si no hay comunicación con el otro mi conversación interior es un soliloquio que no me lleva a buen puerto y que se presta a muchas desviaciones. Hablando con el otro se sitúan las cosas en sus justas medidas. Por eso, el diálogo con el otro es imprescindible. El ideal no es el silencio ante el otro sino este mezclado a la comunicación.

Estar mudo ante el otro no puede ser sino una medida temporal, terapéutica. Lo normal es hablar ante el otro. Hasta la liturgia es un hablar con otro ante Dios (una liturgia en solitario no es liturgia)

Por eso mismo, el modo más sensato de hablar de uno mismo es cuando en esa apreciación entran las valoraciones del otro. De ahí que muchas veces las formas de hablar de uno mismo, al no ser formas que cuentan con lo que dicen los otros, son un desvarío egolátrico que el grupo soporta como una cruz.

Con frecuencia no se tiene la valentía fraterna de decir a la cara del hermano lo que se piensa de él y se va diciendo a sus espaldas. No es buen proceder. Ya dice san Francisco: «Dichoso el siervo que tanto ama y respeta s su hermano cuando está lejos de él que cuando está con él, y no dice a sus espaldas nada que no pueda decir con claridad delante de él».

 

  • ·        «Esto explica por qué nadie puede experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quienes amar».

 

Amar sin rostros concretos, sin nombres, en general es arriesgarse a no amar. Orar con nombres es una manera muy buena de orar. Dice san Pablo en Rom 1,9: “No se me cae vuestro nombre de la boca cuando rezo”. Una vida sin rostros a los que amar es una vida en gran pobreza.

El rostro es la persona. Por él distinguimos a cada cual. Por él sabemos si estamos en su corazón o no. Por el rostro y por el nombre. Jesús devela su ser resucitado en la manera que tiene de pronunciar los nombres con amor: “¡María!” (Jn 20,16). Dice P. Casaldáliga: “Al final del camino me dirán: —¿Has vivido? ¿Has amado? Y yo, sin decir nada, abriré el corazón lleno de nombres.”

Mirar el rostro del otro, estudiar su rostro es acercarse a su corazón. ¿Cómo es que vivimos tantos años cerca unos de otros y casi desconocemos el rostro del hermano, de la hermana? Lectura de rostros, eso tendría que ser un trabajo de comunidad para nosotros. Al final, el rostro de Dios lo vemos en el rostro del otro (Gen 33,10).

Amar rostros es compartir la vida que se refleja en ellos: el dolor, la alegría, la pena, la sorpresa, el cansancio, la terquedad, la fidelidad, la luz. A veces apelamos al corazón de la persona como la sede de sus mejores valores. Se podría apelar al rostro porque si bien, a veces, engañamos con el rostro, a la larga, el rostro desvela el alma.

 

·       «Aquí hay un secreto de la verdadera existencia humana, porque la vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad».

 

El sentido de la existencia humana se percibe, a veces, oscuro y secreto. Pues bien, la comunidad ilumina esa oscuridad: hemos sido creados para ser hermanos y hermanas. De tal manera que siendo hermanos se ilumina la senda de la vida y de lo contrario se oscurece. La gran pregunta de siempre: ¿qué hacemos aquí? Se resuelve en esa respuesta sencilla: tratar de vivir el sueño de la igualdad humana. Eso es lo que en verdad tiene sentido. Cuando en la vejez nos asalta la duda de si ha merecido la pena nuestra vida, una respuesta tranquilizadora sería: sí ha merecido la pena por haber podido tener hermanos y haber sido hermanos con ellos. Mientras haya comunidad, grupo, habrá sentido.

Los vínculos humanos son vividos, a veces, como un peso. Pero si se vivieran gozosamente, los vínculos serían la evidencia de que la relación funciona. De todos modos, si se anhela una vida sin vínculos, el grupo enmudece, se esfuma. De ahí que el gozo de ser hermanos y hermanas desplaza el precio que es preciso pagar a cualquier vínculo.

Además, que la vida es comunión es algo que se demuestra desde los tiempos ancestrales, desde la mandíbula de Dmanisi de hace más de 2 millones de años donde se ve que alguien ya hacía favores al débil, favores de comunidad (y eso que eran homínidos carroñeros). Por eso, y aunque Darwin dice que triunfa la especie que mejor se adapta, en realidad el triunfo está en quien más comunión crea. Cuanta más comunión, más vigor tiene la comunidad; cuanto menos comunión, más fragilidad.

 

·       «La vida es más fuerte que la muerte cuando se construye sobre relaciones verdaderas y lazos de fidelidad».

 

Dice el Cant 8,6 que el amor es más fuerte que la muerte. Eso mismo dice FT: si el cimiento de la vida es la fraternidad, la vida se hace fuerte más allá de la muerte y de las muertes que acompañan nuestra vida. La fortaleza no le viene al grupo por el mucho número, por la brillantez de sus miembros, por las grandes obras de misión que han llevado a cabo en su vida. No, le viene por la buena relación. Ahí está la raíz de su fortaleza. Por eso, si se quiere fortalecer a la comunidad, lo que se haga por hacer fuerte la fraternidad irán en la buena dirección.

Ahora bien, las relaciones han de ser verdaderas. Porque también puede que haya relaciones falsas no tanto de engaño, cuanto de cansancio, apariencia, superficialidad, desinterés por el otro. Las relaciones verdaderas son las brotan de un amor experimentado, de un respeto cariñoso, de una colaboración generosa, etc. Son verdaderas porque están llenas de una vida verdadera, entregada.

Y luego está la fidelidad, no tanto a Dios, sino a los hermanos y hermanas. Esa fidelidad es la que Dios nos demanda y la que puede hacer verdadero el amor. No traicionar, no engañar, no tener dos caras, no hablar por detrás, no tener dos maneras de valorar a los hermanos y hermanas (una si está delante, otra si no lo está).

 

  • «No hay vida cuando pretendemos pertenecer sólo a nosotros mismos y vivir como islas: en estas actitudes prevalece la muerte».

 

El aislamiento, el interés solo por mis cosas, el no haber pasado a “la orilla de la comunidad” (verdadero peligro de por vida), el viajar individualmente y no en el bus del grupo, es lo que agosta la vida, le quita sentido, le arrebata el gozo, la vuelve sosa..

Vivir como islas es andar el camino del empobrecimiento, de la desconexión. Estar mirándose siempre el ombligo es terminar miope y no ver la hermosura de los otros y la belleza de la vida. Ensimismarse es siempre un peligro a controlar. No somos islas, somos península conectada siempre al otro. Por ahí nos llega la savia, la vida.

Un grupo tiene el peligro de estar muerto aunque sus miembros estén vivos. La muerte de la ilusión, del cariño, de la sensibilidad, del gozo compartido. Son caminos que nos llevan al cementerio, aunque aún no hayamos muerto. Luchar contra la muerte del grupo no es algo para otros, sino para cada uno de nosotros. La relación de grupo, de parroquia es algo vivo; si no se lo cultiva, se agosta y se muere.

 

Conclusión: no renunciemos a una vida de componente comunitario, no renunciemos a una relación jugosa; no renunciemos a una vida en grupo parroquial, arciprestal pacífica y gozosa. Y desde ahí, trabajemos día a día por el logro hermoso de la construcción de la comunidad. Es empresa que no defrauda. Y esta es la base de todo trabajo en torno a la sinodalidad.

 

Compasión y servicio

COMPASIÓN Y SERVICIO

 

  1. 1.      Auge del vocablo compasión

 

La pertenencia del vocablo compasión al mero ámbito de lo religioso ha sido sobrepasada en la actualidad por el lenguaje político que habla de compasión de manera habitual: una política compasiva, que no deja a nadie atrás, que dice contemplar las situaciones de los frágiles sociales, que incluso parece verse afectada por las duras situaciones de los empobrecidos. Ante tanto sufrimiento humano, se recurre a la compasión.

Paul Gilbert en The Compassionate Mind sostiene que al juntarse en nuestro cerebro características propias de "mamíferos" y de "humanos", nos hemos dotado de facultades aparentemente incompatibles para el amor y la destrucción. Pues bien, da la impresión de que, en la actualidad, esos dos polos se van acercando cada vez más: la compasión y la ciudadanía, la compasión y la política, hasta la compasión y la economía.

Si esto fuera cierto, el valor de la compasión que se creía hacer parte de imaginarios débiles, como el religioso, pasa a situarse en imaginarios fuertes, activos, como la economía y la política. Hay quien, con razón, recela de estos cambios. Pero, a priori, el ensanchamiento del campo de la compasión lo creemos positivo. Creemos que la mejoría del uso lingüístico refleja una mejoría en la vivencia moral y ciudadana.

Por otra parte, los afanes compasivos brotan de la certeza de que los humanos nacemos no tanto con pecado original, sino con bendición original y con responsabilidades adquiridas. Efectivamente, venir a la aventura humana constituye directamente a la persona en contribuyente obligado a la mejora de ese camino, sobre todo allí donde la realidad es más frágil.

Y ello hasta el punto de que, como dice el filósofo Reyes Mate, la respuesta que damos al sufrimiento ajeno nos hace sujetos morales. Es decir: responder al sufrimiento del necesitado desvela nuestro nivel de humanidad, tanto a título personal como social. La compasión y el servicio que parecen no cotizar en el mercado son el termómetro de nuestras relaciones humanas verdaderas, de nuestro nivel de ciudadanía. El barullo de las redes no logra apagar la voz de fondo que habla del valor central de la compasión que sirve. La conclusión inicial es clara: no son los nuestros malos tiempos para elaborar una espiritualidad de la compasión que sirve.

 

  1. 2.       Una economía compasiva y servidora 

 

El ciudadano de hoy sabe muy bien que el quid de muchas cuestiones está en la economía. Y sabe también que la economía es depredadora, asesina (la economía que mata, dice el Papa Francisco). Al funcionar la economía por expectativas de ganancias, no le importa dejar tras de sí un reguero de destrucción y de muerte con tal de conseguir los objetivos propuestos.

Pero junto a esa economía asesina están brotando economías alternativas que hoy no tienen la voz cantante pero que, tenaces, alzan su palabra como camino posible de economía humanizadora, compasiva. Nos referimos, por no citar más que alguna, a economías como la del Bien Común de Ch. Felber.

Son economías que se ordenan creyendo que el activo económico más importante es la persona y que valorar a la persona es generar riqueza, a la vez que se frenan los grandes desajustes de la economía como, por ejemplo, la desigualdad. Su componente compasivo nada tiene que ver con el paternalismo y la limosna, sino con la dignidad y la fe en las posibilidades de vivir en humanidad.

Se desvela así uno de los rasgos decisivos del comportamiento económico de los humanos: poner conciencia al dinero, dotar de humanidad al descarnado mundo de las relaciones económicas. El compacto muro de quien dice que pretender mezclar economía y compasión es querer mezclar el aceite con el agua queda muy cuestionado no solamente por la voluntad de los humanistas, sino también por una cierta actividad económica real.

 

  1. 3.       Líderes compasivos y servidores

 

El liderazgo se ha ejercido en connivencia con la dureza de una economía dura y, a veces, depredadora. Pero los líderes carismáticos de éxito también son compasivos. El carisma por sí solo puede no ser suficiente, sin embargo, la compasión, la integridad, la honestidad y la fortaleza son cualidades que hacen diferente a un individuo y que propician caminos abiertos a una relación económica productiva y diversa a la vez entre humanos.

Como se demostró ya hace mucho con el ensayo de Robert K. Greenleaf The servant as leader, publicado por primera vez en 1970 “el líder servidor es el que sirve primero, porque comienza con el sentimiento natural de que uno quiere servir”. Un líder que sirve se centra principalmente en el crecimiento y el bienestar de las personas y las comunidades a las que pertenecen. Si bien el liderazgo convencional al que se le suponía hace unos años una acumulación de poder ha empezado a dar síntomas de cansancio y se ha ido modernizando. En cambio, el liderazgo de los servidores es diferente, porque en cuanto a la capacidad de ejercer ese poder, antepone primero las necesidades de los demás, ayudando a las personas a desarrollarse y realizarse lo más posible. En cierto sentido, está compartiendo una cuota importante de poder.

 

  1. 4.      Amor político

 

En la raíz de esta manera de pensar está la certeza del amor político. El amor político exige unas demandas elementales porque si no el bloqueo está asegurado y las posibilidades no solo de ponerlo en pie sino, simplemente, de hablar de él se esfuman. Tales demandas básicas son: el amor por lo público por encima del regocijo por lo privado que tanto reconforta el ego; la inquietud por el devenir humano y la preocupación por el futuro del mundo más que la inmediata y atosigante preocupación por “mi” futuro; la posposición del lucro personal como motor de la actividad humana, incluso el lucro de la institución, país, entidad a la que se pertenece. Demanda, en definitiva, sentirse bien en la piel de lo humano, lo que llevará a una mirada distinta sobre el hecho histórico.

El amor político no es algo que se consiga instantáneamente. Hace parte del largo proceso de humanización en el que las personas estamos dando nuestros pasos más iniciales. Eso quiere decir que el “paraíso” no es una realidad al inicio, sino al final del proceso. Todo trabajo de humanización contribuye al logro del amor político. Lo inscrito en los albores de la relación social ha de desarrollarse hasta el logro de una humanidad pensada y vivida en el marco del amor. Ese proceso demanda la recuperación de lo político sobre el dominio omnímodo de lo económico y la evidencia necesaria de que el político no es un dominador sino un servidor público que es lo que las urnas le han encomendado. Trabajar porque esto no resulte totalmente imposible es uno de los más hermosos empeños del vivir humano.

 

  1. 5.      Hablamos de generosidad

 

Toda esta reflexión tiene un componente transversal que no es otro que el de la generosidad. La economía de ganancias y la política mezquina detestan la generosidad porque la consideran una actitud limosnaria, paternalista, de débiles. Y tiene ese peligro. Pero sin generosidad, sin ese ir más allá de la legalidad en la oferta del bien, la vida humana se seca, se empobrece, se deshumaniza.

La economía de la generosidad (The gift economy) es aquella que pasa del “¿Qué puedo obtener de ti?”, al “¿en qué te puedo ayudar?” Esto empuja a definir quién es uno como persona, como organización o como negocio. Puede parece angelical, pero, como decimos, estas maneras distintas de enfocar la economía son posibles y, de hecho, son practicadas ya en todas partes del mundo. Esto no es solamente aplicable a la empresa propiamente dicha, sino que se puede llevar a cabo en la cotidianidad, enfocándose en generar un impacto pequeño y local.

 

  1. 6.      Un apunte de espiritualidad

 

Permitan que termine con apunte de espiritualidad cristiana. El evangelio de san Juan narra el lavado de los pies de Jesús (Jn 13). Al llegar Jesús a Pedro éste se opone a que Jesús le lave los pies y recibe una desconcertante respuesta de Jesús: “Si no te dejas lavar los pies, no tienes nada que ver conmigo”. ¿Qué importancia tiene eso de lavar los pies que si no se practica te aleja de Jesús? Es el servicio compasivo.

Eso quiere decir que la identidad cristiana, según los evangelios, no le viene al cristiano por su lado religioso (bautismo, oración, sacramentos, pertenencia a la Iglesia, etc.), sino por su lado servidor: sirves, eres seguidor de Jesús; no sirves, no lo eres.

Con esto afirmamos que el servicio compasivo da sentido a la misma espiritualidad y puede nutrirse de ella. Los creyentes tenemos aquí un ánimo y una orientación. Y los no creyentes pueden también beneficiarse de este aliento.

El Covid-19 y la VR

RUGIÓ LA TORMENTA, PASÓ EL VENDAVAL

Dos reflexiones sobre el Covid-19 y la VR 

 

            En tiempos pasados, los coros conventuales cantaban aquel poema de Sthele titulado “Las ruinas del monasterio”, uno de cuyos versos era: “rugió la tormenta, pasó el vendaval” que podemos aplicar al Covid-19: bien que ha rugido la tormenta y aún se escuchan sus rugidos y creemos que, sobre todo con las vacunas, ha pasado el vendaval, aunque aún soplan vientos recios de contagios.

            Es hora buena para hacer una reflexión sobre lo ocurrido y lo por venir. La reflexión nos ayuda a asimilar lo costoso y da sentido a los pasos titubeantes. Es una suerte poder hacer espacio a la reflexión y poder hacerlo en comunidad, hecho que potencia la fuerza reflexiva.

 

I

LA VR Y LA PANDEMIA

 

            Los que no conocimos la guerra civil, hemos vivido pocas cosas tan desestabilizantes como esta pandemia. Ha sido un tiempo en que todo, planes sociales-comunitarios-individuales han quedado patas arriba. Pocas cosas han logrado mantenerse en pie en el marasmo (la educación en este curso, una de ellas). El virus ha desbaratado todo: economía, relaciones, sanidad, educación, convivencia, etc. Todos lo hemos vivido en nuestras carnes (hasta los inconscientes que montan saraos ilegales burlando a la policía).

            Y dado que el virus no repara ni en edades, ni estamentos, ni títulos, ni creencias, las VR se ha visto tan afectada como todo el mundo: religiosos muertos (cerca de 400), comunidades desaparecidas, muchos hermanos/as contagiados, con secuelas, etc.). Hemos sido golpeados como todos.

            Ahora parece que, gracias a las vacunas, el vendaval amaina y nos sentimos más tranquilos aunque queden flecos y preguntas que aún no tienen respuesta. Como hemos dicho, buen tiempo para la reflexión.

 

  1. 1.      ¿Cómo saldremos de la crisis?

 

Esta es la gran pregunta a la que se responde con división de opiniones: unos dicen que saldremos más humanos, otros que seguiremos igual porque somos duros de pelar y no nos va a cambiar el alma un azote que viene de fuera, sino una convicción que brota de dentro. Y, al parecer, la convicción brota tímidamente.

Tal vez antes de hacerse esa pregunta haya que hacerse una anterior: ¿qué nos ha pasado realmente? ¿Cómo lo nuestro tan bien montado se puede venir abajo? ¿Somos realmente tan fuertes como creemos ser? ¿Cómo han funcionado nuestros recursos humanos? ¿Cómo hemos mantenido los cuidados? ¿Qué acompañamiento hemos desarrollado? ¿Cómo hemos gestionado el desconcierto?

Pasar página pronto, olvidarse de lo malo, no hablar de los sufrimientos encajados, no sopesar las angustias de los muertos en soledad, etc., tendría el peligro de quedarse en los lamentos, pero también el de banalizar algo que ha removido el subsuelo de lo humano. ¿Hemos hablado en comunidad de esto de manera ordenada y reflexiva? ¿Hemos orado sosegadamente en las horas muertas de esta pandemia? ¿Ha sido la celebración de la fe un consuelo y un ánimo?

 

  1. 2.      La ayuda de la fe

 

Quizá la pandemia nos ha sorprendido sin saber bien cómo mezclar lo que nos pasaba y la fe (algunos lo ha mezclado en el terreno de lo religioso: procesiones con santos, bendiciones con la custodia desde el tejado de la iglesia, pedir a Dios que pasase pronto la epidemia como si dependiera de él,  etc.). Quizá fe y vida sigan caminando por sendas paralelas.

Los humanos, agobiados, queremos soluciones para nuestros problemas. La fe no soluciona nada, pero puede iluminar. Al iluminar, nos responsabiliza, pero nos da una ayuda para que nosotros hagamos el camino. Por ejemplo: iluminar la situación desde la compasión y la misericordia de Jesús. Dice Jon Sobrino: «De Jesús impactaba la misericordia y la primariedad que le otorgaba: nada hay más acá ni más allá de ella, y desde ella define la verdad de Dios y del ser humano». Iluminar desde ahí puede ser muy productivo.      

También se puede iluminar desde la “recapitulación de todo en Cristo” (Ef 1,3-10). Esa recapitulación puede entenderse, aproximándose a la física cuántica, como el caos que se autoorganiza. El caos no es una fuerza destructiva, sino un dinamismo organizativo que tiende a una plenitud quizá en modos de cumplimiento, de extinción.

 

  1. 3.      La ayuda fraterna

 

Contar con ella en la pandemia, más allá de sus deficiencias, ha sido una bendición y un poner rostro de verdad a la fraternidad. Sin ella, la amargura de quienes hemos sufrido el contagio habría sido enorme. Globalmente, la fraternidad ha respondido en positivo. Esto muestra que la vida comunitaria funciona en nosotros.

Ha sido muy valioso el acompañamiento en los largos ratos de confinamiento, el diálogo que se ha aumentado forzado quizá por las circunstancias, la celebración de la fe más de grupo. Ciertamente, nos hemos acompañado compartiendo soledad y pequeños cauces de espiritualidad (rezando voy) y de esparcimiento (música, lecturas).

Tras el desconcierto inicial, hemos ideado  planes de formación on line sencillos y los retiros espirituales se han dado de esta forma. Hemos aprendido a vivir la relación en modos de pandemia. Un aprendizaje forzado por las circunstancias. Ante la imposibilidad de juntarnos físicamente, hemos visto que juntarse telemáticamente, aunque no era lo mismo, es un camino abierto, eficaz, barato y rápido. Hemos tenido que aprender a a manejar diversas plataformas porque hemos visto su utilidad.

 

  1. 4.      La gestión del desconcierto

 

Sobre todo al comienzo el desconcierto fue grande. No sabíamos cómo gestionar aquello cuando llamaba a nuestras puertas. A veces nos estremecía lo que oíamos de otras comunidades (sobre todo si había muertos de por medio). El ver que gente cercana, del entorno, con nombres y apellidos, enfermaba y que algunos morían nos dejaba perplejos. Las noticias falsas, los bulos, que llegaban a nuestros móviles nos inducían todavía a un desconcierto mayor.

Tuvimos que aprender a gestionar el desconcierto, a no ponerlo como excusa para todo, a medir hasta dónde había que parar y hasta dónde había que seguir. Tuvimos que aprender a cerrar la “empresa” (la parroquia, el colegio) y abrirnos por otros caminos (llamadas personales, presencia on line). Aún hoy día, hay que combatir la tentación de poner el Covid como excusa para tareas que tenían que estar hechas.

Tuvimos que entender que, aunque limitados y cerrados, había que seguir vivos en las tareas diarias, en los trabajos imprescindibles y en una apertura de la casa que era más que abrir las puertas. Quizá hubiéramos de haber sido más sistemáticos en la apertura, no tan a la buena voluntad de cada cual.

También hemos resistido a las teorías conspiracionistas y negacionistas, aunque las defendiera gente famosa y mediática. Básicamente el corazón humano es bueno. Y esas maldades sin finalidad no entran ni siquiera en los modos a veces depredadores de los humanos. Muchas veces esconden contenidos de descontentos, de lucha y derribo, de famoseo y postureo sin mucho sentido.

Hubo que superar el cansancio de ver que todos los días teníamos en los medios una ración grande de pandemia. Necesitábamos información y lectura de lo que iba ocurriendo. A veces, hasta la poesía y la literatura ayudaba (los cierres de los telediarios de Carlos del Amor eran estupendos).

 

  1. 5.      Apostolados nuevos

 

Surgieron con la pandemia una serie de apostolados nuevos o con nuevo impulso. El apostolado del agradecimiento social. Nos dimos cuenta de que había gente (sanitarios, policías, etc.) que se jugaban la vida por la ciudadanía. El aplauso de las 8, tan cuestionado y ridiculizado por algunos, era solo un signo de agradecimiento ciudadano. Era verdad lo que decían los sanitarios: que lo que hacía falta eran más medios. Pero ¿cómo decirles gracias de manera sencilla y diaria si estábamos encerrados, si solo teníamos los balcones, las ventanas y las terrazas?

También ha venido el apostolado de la ciudadanía, el respeto (de la mayoría) de las normas sanitarias, la ofrenda social de parte de la libertad en los discutidos y penosos perimetrajes de pueblos y ciudades tratando de aislar el virus.

El apostolado de los medios on line sencillos: pequeños cursos, ejercicios, challenges, catequesis online, etc. Pequeñas iniciativas que nos decían que seguíamos ahí y que, a la vez, abrían caminos nuevos a una mayoría que no se había animado todavía a meterse por ahí.

Hemos activado la conversión ecológica en el cultivo de plantas, en los reiterados y obligados paseos por los parques, en el reciclaje más cuidadoso. Muchos hemos aprendido mejor que de la naturaleza nos viene un gran solaz y una alegría sencilla y profunda. Por eso nos hemos negado a mantener la tesis defendida por algunos (Boff entre ellos) que dice que el virus es una respuesta airada de la tierra a nuestro maltrato. No creemos que la hermana tierra responda con este carácter vengativo.

Quizá también nos hemos apuntado más al apostolado del disfrute sencillo,  de la lectura tranquila, del paseo tranquilizador, del descubrimiento de rincones bonitos, del orden y la limpieza más acentuados. Inconscientemente tal vez pero hemos percibido que la vida es una realidad amenazada y que vivir el presente de manera equilibrada es una gran sabiduría.

 

  1. 6.      Salir sin olvidar

 

Muchos plantean salir de la pandemia olvidándola, como una mala pesadilla, como algo sobre lo que echar tierra encima. Pero pensamos que sería más saludable salir sin olvidar. No se trata de mantener abiertas viejas heridas, sino de entrar en otro período pero sabiendo de dónde venimos. Llevar el pasado con elegancia hace que el presente sea más hermoso.

Habría que salir con más humildad esencial.  No se trata de sentirse humillado por un virus que nos ha puesto contra las cuerdas. Se trata de saber lo que somos, de que la limitación es parte de la vida y de que una vida tan amenazada es hermosa en su fragilidad. La humildad esencial debería despertar en nosotros el amor por la vida y hasta el amor social, que es otra variante del amor.

También habría que salir más convencidos de que estamos llamados al cuidado esencial. No se trata solamente de hacer actos puntuales de cuidado, sino de tener una actitud englobante de cuidar las personas y las cosas. A estas alturas de la jugada, cuidarse es nuestra gran tarea humana. Cuidadores que necesitan ser cuidados, algo de eso somos los seres humanos.

Además, habría que salir de esta crisis aprendiendo el disfrute esencial. No es un hedonismo superficial. Se trata de paladear el día a día como un verdadero regalo de la vida y del amor del Padre. Es llenar el día de contenido vital, de silencio habitado, de entrega, de lectura ahondada de la realidad. Los días de pandemia se nos han hecho, a veces, largos. Si se los llena de vida entregada, aunque sea en cosas sencillas, se llega a vivir el día a día como un auténtico disfrute.

 

  1. 7.      Mirar al corazón

 

Hay un número, algo coloquial, en la Fratelli tutti que dice: «Entre las religiones es posible un camino de paz. El punto de partida debe ser la mirada de Dios. Porque «Dios no mira con los ojos, Dios mira con el corazón. Y el amor de Dios es el mismo para cada persona sea de la religión que sea. Y si es ateo es el mismo amor. Cuando llegue el último día y exista la luz suficiente sobre la tierra para poder ver las cosas como son, ¡nos vamos a llevar cada sorpresa!» (281).

Mirar con una mirada que apunta al corazón. Puede parecer algo inconcreto, pero ese sería un buen propósito a sacar de toda esta crisis que estamos viviendo. Apuntar al corazón, a la verdad de la persona, hablar al corazón, como José hablaba a sus hermanos, según Gén 50,21.

Tener en el punto de mira el corazón del hermano puede unir una honda humanidad y una fe cristiana viva. En concretar esto quizá se halle mucho del éxito de nuestra VR en este momento de nuestra vida.

 

 

II

AHONDAMIENTO

 

            Ahondar es profundizar, huir de la superficialidad, el peor enemigo de la persona. Si se quiere no solo entender lo que nos pasa, sino también saber cómo actuar en este momento concreto, la reflexión es imprescindible. Asumir el trabajo de reflexionar es prueba de madurez humana, personal y de grupo. La falta de reflexión nos hace muy vulnerables.

            Construir la interioridad es un gran valor. No se puede afrontar la crisis de la pandemia sin interioridad. Porque el problema no es solamente de conocimiento, también es ético, espiritual. Nunca un problema humano es algo aislado y desconectado de los otros problemas.

Hay que generar espiritualidad en uno mismo para poder ser espirituales para los demás (en la pastoral o en la educación). Uno no educa solamente con lo que sabe, sino también con lo que es. Uno evangeliza sobre todo con lo que es, más que con lo que sabe.

 

  1. 1.      Vivir en tierra in-firme

 

Parece que la persona necesita para vivir tener tierra firme bajo los pies. En tierra firme nos sentimos a salvo, no como estar en el mar. Pero resulta que, con el Covid, la tierra se nos ha vuelto in-firme.  La etimología de la palabra “enfermedad” proviene del latín “infirmitas”, que quiere decir perder la tierra firme. Como en un terremoto, todo entra en danza y se tambalea.

Pues bien, esta pandemia nos enseña que hay que aprender a vivir en tierra in-firme, movediza, enferma. Que por mucho que sea el trabajo científico que nos libra de muchas enfermedades, todavía la fuente de las disfunciones siguen manando con toda intensidad. Hay que aprender a convivir con la enfermedad, sin hundirse más de la cuenta, con el necesario respeto y el coraje para afrontarla cuanto se pueda. Huyamos, pues de histerismos y de reacciones exageradas: ni somos tan fuertes como algunos creen, ni tan débiles que no podamos vivir con un cierto sentido y un cierto gozo.

¿Cómo vivir en tierra infirme? Asentándonos en los valores esenciales y relativizando los menos importantes. Quizá en estos momentos los valores esenciales sean el coraje, la compasión y el espíritu crítico. Coraje para no perder el norte y pensar que todo está perdido. Ni mucho menos; lo esencial sigue vigente. Nada de lo importante se ha modificado. El amor, la entrega, la solidaridad siguen ahí, por encima de olvidos y egoísmos. La necesaria compasión actúa y empuja a muchos caminos de amparo y acogida. Y el espíritu crítico es necesario para sobrenadar las procelosas aguas del bulo, del engaño interesado y de la trampa que solo busca confundir.

Por todo ello es necesario construir una ética para tiempos convulsos. Habrá que ir respondiendo a preguntas como estas: ¿vale todo amparados en el anonimato de internet? ¿La exposición a imágenes de violencia nos hace más violentos? ¿Cómo defender razonablemente de los bulos? ¿Dónde está el límite entre libertad y seguridad? ¿El principio de autoridad es innegociable para la educación? ¿Qué derechos deben garantizarse por ley a los animales? ¿Deben usar los modelos de la democracia occidental como valores universales? ¿Cómo dar ciudadanía además de acogida a los inmigrantes? ¿Cómo recuperar la confianza en las instituciones políticas? ¿Cómo construir la realidad de Europa en momentos difíciles? Multitud de preguntas que, desde un lado o desde otro, nos afectan.

 

  1. 2.      Salir del antropocentrismo

 

Viniendo de donde viene la cultura occidental, es normal que le cueste reelaborar posturas antropocéntricas. Hay quien piensa que el verdadero virus que nos afecta es el antropocentrismo que impide el logro de un nuevo humanismo. Esto ha tenido unas consecuencias catastróficas: «La oposición entre naturaleza y cultura, que es de una violencia radical, es el principal resultado del triunfo del antropocentrismo. En occidente, todo lo que proviene de la naturaleza debe servir al hombre, pues este se presenta como su único propietario. Nada puede escapar a esa violencia, ni los humanos, ni los animales» (P. Llored).

A muchas personas les parece una desproporción extender el tema de la dignidad a los animales o a las otras creaturas, a la tierra en su conjunto. Hay que decir que la dignidad es diversa en sus formas, pero única en su esencia. Y por ello, los humanos tendrán unos derechos, los animales otros, los árboles otros, pero el denominador común es la dignidad. Y ello, simplemente, porque el espacio es común y eso genera unas relaciones de convivencia que no se pueden eludir.

Se impone, pues, un reparto de la dignidad que no se puede obviar y que tampoco puede hacerse por ley, aunque las leyes puedan construirse siempre con ese presupuesto. El reparto de la dignidad supone el control y el reparto del poder, porque la negación de la dignidad común brota del antropocentrismo desviado de una parte que ve como lógico imponer su ley al resto.

Esto lleva a revisar el antropocentrismo como poder de intervención en el mundo y a superar el paradigma moral del sufrimiento de los animales en una ética animal respetuosa y liberadora. Y lo mismo habría que decir de la instauración de una ética de liberación cósmica. Un intervencionismo que considere obvio el enriquecimiento de lo humano saltándose los derechos de animales y cosas es una parte del imaginario occidental que habría de ser superado. Un intervencionismo desde la dignidad abriría caminos de novedad en la relación cósmica con el consiguiente beneficio para todos los intervinientes.

 

  1. 3.      Encajar el caos

 

Ya hemos dicho que, para nosotros, el término “caos” es sinónimo de confusión, catástrofe, ruina. Pero en física cuántica es el dinamismo que se autoorganiza para lograr un resultado impredecible. No es algo negativo. Puede ser entendido como una plenitud acabada no tanto en un modelo de pervivencia, sino de acabamiento.

Esto choca con el imaginario cristiano que entiende el final como resurrección y plenitud. Es otro modelo cultural propio de una época premoderna, precuántica. ¿Cómo ser luchadores activos por el logro de una sociedad destinada a desaparecer? No es igual desaparecer en la derrota que en la victoria. Los esfuerzos humanizadores trabajan por una desaparición en la mayor plenitud posible.

Por extraño que parezca, el cultivo de este imaginario puede aportar sosiego y ánimo en la batalla humana por el logro de la salud y del amor. Un cultivo lúcido que pone el acento en lo que nos ocupa hoy y deja caer con confianza el modo del resultado final.

Es que la lucha en la pandemia tiene sentido en el hoy mismo de la necesidad y cree que lograr hoy una victoria, por modesta que sea,  contribuye a la dicha por más que se inscriba este logro en un modo físico caótico. En ese sentido sería preferible un caos en la dicha que una plenitud en parámetros no históricos. Amueblar el imaginario siempre será un trabajo para personas lucidas.

 

  1. 4.      Medidas bien tomadas

 

Cuando se lucha contra una pandemia se trabaja con las medidas del que se siente vencedor, aunque pase por momentos de dificultad y de pérdida inicial. Pero, tanto para la lucha contra la pandemia, como para entendernos bien, sería bueno tomarnos bien las medidas.

A gran escala: Solos y aislados: Puede ser que nos creamos el centro del Universo. Pero, en realidad, estamos solos y aislados en un pequeño sistema solar como los hay millones, de una galaxia (la vía láctea) que también como ella hay millones (100.000). La estrella más próxima a nuestro sistema solar es Alfa de Centauro que está a 4 millones años luz (la Voyager 2, la nave más rápida, tomaría 70.000 años para llegar hasta ella). Viajando a velocidades increíbles: Puede parecer que la tierra está quieta, que nada se mueve, pero, en realidad, a causa del big bang estamos viajando a velocidades de vértigo: nuestra galaxia y nosotros dentro de ella viaja a razón de dos millones de km por hora. Un universo que se expande. Sabiendo que hay muchos universos: La cifras que maneja la física cuántica le hace suponer que no solamente hay millones de galaxias, de constelaciones, de estrellas, etc. Sino que probablemente hay muchos universos antes del “muro” sin saber lo que hay detrás de ese “muro”. La medida humana no significa casi nada en comparación con esta medida inmedible.

A pequeña escala en la danza de los elementos: Los cuánticos usan el término “danza” porque los elementos  (átomos) y sus partículas (neutrones, protones, neutrinos) y otros componente subatómicos están en una frenética danza que, gracias a la gravedad, compone cuerpos con una enorme vida dentro. La idea de quietud no se corresponde con lo que ocurre en el más allá de lo que ven nuestros ojos. Somos vacío: Más que materia, somos vacío, lo que da una idea de otra realidad. Si se eliminara el vacío volveríamos a medidas de insignificancia. Ese vacío, a gran escala, es lo que llamamos agujeros negros: vacíos de materia desconocida donde se organizan las relaciones de los elementos que danzan atómicamente.

Esto nos empuja a cambiar la espiritualidad: Un Dios dentro: No tanto un Dios, un cielo, una realidad divina externa, sino un Dios en el fondo de lo que existe: “vendremos a él y pondremos nuestra morada en él” (Jn 14,23). La tarea de ahondar en la realidad, en la historia, en el camino cósmico. Nuevas maneras de entender y designar a Dios: Ir dejando las exclusivas maneras teístas para nombra la realidad de Dios de otros modos: fuente del amor, principio de vida, base del ser, origen de la bondad, etc. Ir llenado de “carne” estas expresiones que nos suenan poco.

La tenaz, amplia, militante pregunta que la persona de hoy hace al cosmos es, sin duda, uno de los principales ámbitos de mística social. No solamente se quiere saber qué hay ahí sino qué es la persona en ese inmenso conjunto. Ya no se valora solamente la pequeñez del ser humano en la inmensidad cósmica, sino también la hermosura de hacer parte de ello y la posibilidad de conocer los procesos cósmicos como manera primordial de ser dentro del mundo. Del éxtasis ante el cosmos se pasa a la comprensión del mismo mediante planteamientos de física cuántica que hasta ahora estaban reservados a pocos. La mística cósmica, por la divulgación científica, empieza a ser patrimonio de todos. En este marco general hay que inscribir la batalla de la pandemia.

 

  1. 5.      Victorias limitadas

 

Los humanos han logrado hermosas victorias en el logro de la salud social (erradicación de la viruela, la polio, etc.). No dudamos de que habrá una victoria contra esta pandemia. Son victorias hermosas, pero limitadas porque la vida humana sigue siendo una realidad amenazada diariamente por miles de patógenos. Esta fragilidad no resta hermosura al logro.

Por eso mismo hay que aprender a verles sentido a los trabajos, en todos los campos, por lograr victorias limitadas. Son los lentos caminos para una victoria final que quizá nunca se entienda como algo pleno, sino como algo cumplido hasta el límite que se pueda cumplir.

Esta es la humildad esencial de la que hablábamos antes: saber que trabajas para un éxito limitado y seguir trabajando en ello sin desfallecer. Sentir que se nace con responsabilidades adquiridas (no con pecado adquirido) y que desarrollar esa responsabilidad es el verdadero sentido de nuestra existencia.

Y, desde el punto de vista cristiano, saber que esa responsabilidad atañe, sobre todo, a la situación de las personas frágiles, al sufrimiento del otro. Efectivamente, la respuesta que damos al sufrimiento del otro nos hace sujetos morales y desvela los verdaderos contenidos de nuestra fe.

 

  1. 6.      Aprendizajes sociales

 

La VR se nutre carismáticamente de la Palabra, los sacramentos, la liturgia, el carisma, la oración, etc. Esas son sus fuentes naturales. Pero también se nutre de los aprendizajes sociales. Mucho de lo que somos lo hemos aprendido por la observación y por el contagio social. De tal manera que se puede decir que la vida social es, de algún modo, una fuente de inspiración carismática.

Por eso decimos que esta pandemia puede ser aleccionadora. Nos enseña la debilidad social y el amparo que necesitamos, la lucha de todos y la necesaria colaboración de todos los miembros de la sociedad, la fraternidad en la fragilidad y también en el triunfo, la solidaridad con los  más frágiles sabiendo que no se les puede dejar al margen porque son familia.

Quizá sea esto el aprendizaje más importante: que somos familia, incluso y sobre todo cuando estamos enfermos. De mismo modo que una familia de verdad cierra filas en torno al miembro enfermo, así la sociedad nos ha enseñado a cerrar filas en torno a los más afectados. Y nadie cuestiona esa ayuda necesaria. Frente a todos los egoísmos (frente a los “vacunajetas”, por ejemplo), la pandemia desvela nuestro ineludible ser familia humana.

 

  1. 7.      Saberse acompañado

 

La pandemia ha conllevado la mordedura de la soledad (sobre todo, la gran soledad de quienes han tenido que morir solos o casi). Pero también ha desvelado (y lo hemos palpado personalmente) el calor del amparo familiar y fraterno. Sin él, la cosa habría sido mucho más amarga.

Así es, el acompañamiento ha sido uno de los mejores frutos de esta dura pandemia: saber que había amparo en las instituciones sanitarias, en la sociedad y en la fraternidad ha dado un sosiego grande a lo que, inicialmente sobre todo, fue un enorme desasosiego.

Más aún, como creyentes hemos palpado de cerca la presencia acompañante del Padre. No hemos tenido duda de que la recurrente pregunta ante el silencio de Dios (¿Dónde está Dios?) ha tenido una respuesta certera: sufriendo con nosotros, muriendo con los que han muerto, esperando que amanezca con quien espera la aurora). En las horas largas de nuestro aislamiento, lo hemos sentido con nosotros, aislado con nosotros, dolorido con nuestro doler y aguantando nuestros mismos interrogantes. Jn 16,32 pone en labios de Jesús: “Nunca he estado solo, porque el Padre siempre está conmigo”. Aun entre la niebla, algo de esto hemos visto también nosotros.

 

Conclusión

 

No vamos a decir que este tiempo de pandemia sea un tiempo deseable. Pero tampoco ha sido un tiempo totalmente negativo. En el subsuelo lo humano ha salido potenciado y también lo cristiano,. Hacemos nuestra la conocida expresión del Sal 23,4: “Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo”. Él nos lleva en sus manos.