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FIAIZ

PLIEGO VN CUARESMA 2022

UNA CUARESMA A PRUEBA DE NEGACIONISTAS

 

            Podemos comenzar esta reflexión con una sonrisa: fue el inefable Van Gaal, entrenador del Barcelona, quien dejó para la historia aquella célebre frase de “¡Siempre negativo, nunca positivo!”. Por extraño que parezca, de algo de eso queremos hablar: cómo des-negativizar la Cuaresma y llegar a entenderla y vivirla como un tiempo altamente positivo.

 

I 

Negacionistas, conspiranoicos y colaboracionistas

 

La pandemia en la que seguimos inmersos ha ensanchado el campo semántico de las palabras y ha enriquecido nuestro vocabulario, además de amargarnos mucho la existencia. Observando con detenimiento percibimos un reflejo en el tema de la vivencia de la Cuaresma:

 

  1. 1.      Los negacionistas de mirada gris

 

La palabra “negacionista”, que inventó el historiador francés Henry Rousso y que, según algunos, se ha ido aplicando de forma creciente a más conceptos, cada vez sugiere más y significa menos. Es posible. Pero los negacionistas y sus, a veces, disparatados planteamientos (muchas veces simples bulos), los tenemos en nuestra casa, en la puerta del vecino, en la familia amiga que decide, en bloque, definirse como antivacunas. Los tenemos en las manifestaciones públicas y en sus algaradas.

Es una postura de vida, una manera de situarse en un determinado momento social. No sirve de nada esgrimir argumentos ni manejar datos estadísticos. Si se hace, el resultado es una confirmación en las propias posiciones. El negacionismo no tiene fisuras y si contiene algún interrogante, se mantendrá en secreto para no pensar que se da la razón a los “colaboracionistas”.

Perseguirlos y amenazarlos con “joderlos hasta el final”, como dijo de manera intempestiva el presidente francés, no lleva a ningún lado. El negacionismo es una opción que es preciso encajar en la pluralidad democrática y en la libertad, por más que a algunos no nos guste. Por eso mismo, obligar a una vacuna es tan insensato como obligar a tomar una medicación. El que esta postura tenga consecuencias sociales, económicas y de salud no anula la libertad personal. Y habrá que encajar, como se pueda, esta opción.

El camino podría ser el del convencimiento, la “seducción”, el diálogo incansable que desea hacer ver las ventajas de una profilaxis social general  estando abierto a discernir sobre los interrogantes no despejados de la vacunación y sobre la cantidad aún mayor de preguntas no respondidas en torno a una gestión que no ha sido tan ejemplar como cantan algunas voces políticas.

No podemos menos de pensar que en todo esto hay una especie de mirada gris, desconfiada, a la defensiva, carente de empatía histórica. Los negacionistas nunca lo admitirán. Pero su cuestionamiento sin propuestas eficaces para el problema  de la pandemia es el lenguaje de quien tercamente se  niega a lo que tampoco sabe dar respuesta.

Pues bien, algo parecido a lo descrito pasa con la espiritualidad y vivencia de la Cuaresma: los negacionistas cuaresmales los tenemos en nuestra parroquia, en nuestra comunidad religiosa, en nuestra Diócesis, en el mismo pensamiento del Papa Francisco, modelado por una espiritualidad de ese cuño que viene de lejos, aunque como las cosas no son o blancas o negras, como luego diremos, el Papa tiene también horizontes muy positivos en su espiritual cuaresmal.

El negacionista cuaresmal sigue en el marco del “perdona a tu pueblo, Señor”, reaviva las prácticas de piedad doloristas (via crucis, por ejemplo) sin darles ningún toque de renovación, hace parte de asociaciones religiosas ancladas en el concepto de redención por la muerte de Jesús (no por la vida de Jesús), invita a ayunos que se cumplen rutinariamente sin reflejo solidario, sigue creyendo en las “tristezas cuaresmales”. Su negacionismo consiste, ampliando el campo semántico del término, en seguir viviendo la cuaresma en el halo negativo heredado de la tradición piadosa que el Vat.II alivió notablemente, pero que no consiguió cambiar de paradigma.

Resulta ineficaz intentar hacerles ver que, si la Cuaresma es camino hacia la Pascua, ha de estar, de alguna manera, iluminada por la luz de Jesús y que, por lo mismo, no es tanto un tiempo de tinieblas, cuanto de búsqueda y de anhelo. No lo entienden y se reafirman en sus posiciones más cuanto más mínima sea la cosa que se cuestiona. El “siempre se ha hecho así” se yergue como el dogma máximo e inamovible. Los negacionistas cuaresmales se agrupan y hacen frente común, de tal manera que la comunidad cristiana se desconecta de cualquier posible camino de renovación.

Hay un negacionismo de baja tensión que opta por dejar las cosas como están y plegarse a la rutina anual de un tiempo y unas prácticas heredadas y no cuestionadas por nadie. El anhelo está apagado y se ha sucumbido a la costumbre por parte de los fieles y al funcionarado por parte de los servidores de la fe. Es un negacionismo cuaresmal desleído, desintencionado, sin vigor. No sabemos ni mejor o peor que el militante.

No hay que perder la esperanza. El negacionismo cuaresmal puede ser tratado a base de paciencia, espiritualidad e, incluso, poesía, como luego diremos. Quizá el mejor propósito inicial al comenzar la Cuaresma sea que esta no pase sin pena ni gloria, no ceder a la mera rutina de los días, abrir los ojos para poner un poco de luz en un tiempo de fe que puede ser hermoso si se lo ilumina desde la Pascua y que puede conseguir que un tiempo de tinieblas se transforme en un tiempo de anhelo. Un cambio de mirada, ahí está el quid.

 

  1. 2.      Los conspiranoicos que hablan con fantasmas

 

Es otro ámbito de esta sociedad de la pandemia en la que estamos inmersos. Los bulos, lanzados al aire por las redes, se encargan de orquestar posiciones tan increíble e imaginativas como disparatadas. Lo que a usted jamás se le habría ocurrido, lo piensa la imaginación de un conspiranoico. Es una versión actual del capricho de Goya “El sueño de la razón produce monstruos”.

¿Con qué vericuetos del alma humana conecta esta postura? Con lo oscuro, con el estremecimiento de abismo del corazón, con el ángel caído que anida en los pliegues del alma. Por razones aún ignoradas, ese agujero negro atrae con la succión de un enorme remolino. Y, dada la escasez de discernimiento social, se cobra numerosas víctimas que se ahogan en su propio y no pocas veces absurdo planteamiento.

Las conspiraciones en torno a la pandemia se ofrecen a la luz del día, servidas en el brillo de las redes y firmadas, no pocas veces, por personas de cierto rango social e incluso sanitario. Tienen en sus manos los micrófonos de los medios y los platós de tv. Y desde ahí su influencia, por disparatado que nos parezca el planteamiento, se vierte una ideología negativa, tóxica, que inocula la sospecha sin aportar claridad..

Se creen poseedores de una verdad que los demás ignoran y quieren hacer creer que tienen fuentes de información reservadas que ellos solos han conseguido recabar. Son impenetrables y aunque saben que, normalmente, su planteamiento conspiranoico no saldrá adelante, se empeñan con sembrar la confusión. Esa es su anhelada cosecha.

Ciertamente, son personas que hablan con los fantasmas que habitan en su imaginación, en sus temores, es sus oscuras pretensiones. Menosprecian los datos y, con ello, la verdad. Lo suyo no es explicar lo que nos pasa, sino demoler certezas, sembrar la confusión. Para ellos es un dogma el “cuanto peor, mejor”.

Por eso mismo, aunque pacientemente haya que hacerles frente con los datos verdaderos en la mano. Dado que el muro compacto de sus certezas no tiene fisuras, será también cuestión de driblarlos, de conseguir que no nos impidan ir por caminos de novedad. Si ellos quieren caminar por sendas de tinieblas, que lo hagan, pero  que obstaculicen lo menos posible la búsqueda de vida de los demás.

Los conspiranoicos cuaresmales tienen rasgos similares a los descritos. Creen que la sociedad laica y descreída, los gobernantes de izquierda, la ciencia que navega por sus propias aguas, lo que pretenden es la destrucción de la fe y la ruina de la Iglesia. Están convencidos de que “van a por ellos”. Y por eso mismo desarrollan una estrategia defensiva que incluye, entre otras cosas, el mantenimiento a ultranza de lo heredado, cuando más anclado en el pasado, mejor.

Piensan que la regulación de la misa en latín según los viejos misales es un golpe a la libertad litúrgica; creen que la apertura de la teología a los planteamientos científicos destruye la fe; entienden el acercamiento a los ateos, a los musulmanes, a las otras religiones simplemente como una claudicación que tiene como intención  la erradicación del catolicismo. Por todo ello, se agrupan en un frente común ante un papado que consideran desnortado y, en su boca, “herético”.

Al celebrar la Cuaresma, estos cristianos y sus clérigos, resucitan costumbres religiosas caídas en desuso; se centran en el pecado en modos tenebrosos; proponen penitencias del tiempo de los eremitas del desierto; intentan introducir la oscuridad de su visión en lo que llaman la “dirección de almas”. La Cuaresma es para ellos tiempo de necesarias tinieblas, porque tenebroso es el corazón humano y sus obras.

De esta manera piensan hacer frente al laicismo considerado como agente demoledor de la fe; creen que así se puede poner tope a la espiritualidad de la new age que cuestionan si saber muy bien qué es; luchan contra la ideología de género que inficiona el hecho social y desautorizan las espiritualidades que no lleven el sello oficial. La Cuaresma es para ellos tiempo de “combate” y tratan de sumar voluntarios a un ejército cada vez más exiguo.

Como ocurre con los negacionistas, no es fácil trabajar con los conspiranoicos cuaresmales porque ellos han tomado postura de manera única y militante. Quizá, como ocurre con las amistades tóxicas, lo más que se puede hacer es evitarlos y alejarse fraternamente de sus discutibles prácticas cuaresmales. Es entonces cuando el creyente, si puede, busca espacios de más anchura para vivir la Cuaresma apuntando al sol de la Pascua.

 

  1. 3.      Los tildados de colaboracionistas

 

Tanto los negacionistas como los conspiranoicos tildan a los demás de “colaboracionistas”. Piensan que sostienen un régimen opresor de un país igualmente rechazable. Tienen la certeza de que la generalidad es manipulada y que el borreguismo es el modo de vida de la mayoría de la gente. No les sirve de argumento que los organismos internacionales estén de parte de la mayoría, ni que muchas celebridades científicas apoyen las decisiones políticas tomadas. Consideran su criterio inmune a esta clase de objeciones.

Su principal apoyo ideológico es la libertad individual, gran conquista de la modernidad. Ellos la consideran sagrada e intocable en cualquier supuesto. Les parece una aberración social que se pueda hacer ofrenda de una parte de ella para que el beneficio común pueda lograrse. Relativizar las libertades individuales es mentar a la bicha. Tampoco es obstáculo ver que, con frecuencia, el precio de la libertad individual lo paga la sociedad entera.

No es de extrañar que, desde ahí, crean que las vacunas son un timo global, cuando no una solapada agresión al orden mundial. Ninguna autoridad tiene para ellos suficiente peso para cuestionar esta manera de pensar. Su propia autoridad, lograda por el hecho de atribuírsela, es mayor que cualquiera otra conseguida tras un largo camino de esfuerzo e investigación.

Sin expresarlo con estos términos pero, en el fondo, ocurre algo parecido con quien pretenda tocar el paradigma cuaresmal. Cualquier cambio es considerado como un intento de arrebatar la fe, cuando de lo que se trata es de cuestionar prácticas religiosas muy inconsistentes. O se culpa de conculcar seculares tradiciones que, ni lo son tanto, ni son fundamentales para la fe.

Cualquier brecha que se pretenda abrir en el compacto muro de las creencias anquilosadas se tilda de escándalo al pueblo cristiano.  No se entiende que el verdadero escándalo es la sequedad celebrativa, la rigidez ideológica y la militante posición de quien se apresta sin diálogo a la defensa de la fe. Además, se moteja de sembrador de discordia a quien, llegada la Cuaresma, insinúa la posibilidad de otra manera de verla y celebrarla.

¿Merece la pena pensar e intentar andar por terrenos no hollados? ¿Tiene sentido anhelar una Cuaresma y una Pascua con un cierto componente de novedad? ¿No está el lenguaje de la pandemia indicándonos una senda a seguir?

 

II

Otro paradigma

 

No se puede lograr una nueva perspectiva de la Cuaresma sin una cierta modificación del cuadro de referencias espirituales, del paradigma teológico. Quizá se necesiten cuatro grandes inversiones:

 

 

  1. 1.      De la preocupación por el pecado al logro de la dicha

 

No nos cabe duda de que Jesús estuvo más preocupado por la dicha que por el pecado. Nadie pone en cuestión que su programa (Mt 5,4ss), su propuesta mesiánica (Lc 4,18), el sentido de su entrega (Jn 10,10), tienen como contenido y anhelo la dicha, sobre todo la dicha de los pobres. Es cierto que el pecado y la conversión ocupan un lugar importante en las páginas del Evangelio. Pero no logran desplazar a la centralidad de la dicha, La comprensión de las bienaventuranzas fuera de la historia, fuera de una dicha lograda aquí y ahora, es desnaturalizar la propuesta de Jesús.

Pero, preocupado con más frecuencia por el pecado que por la dicha, el sistema eclesiástico ha generado un discurso más cercano al temor que a la bondad. No ha logrado percibir bien que, fundamentalmente hablando, las palabras del evangelio son palabras de bondad, orientadas a la dicha, generadoras de paz.

Por eso mismo, el disfrute no solamente ha estado lejos de la moral católica, sino que, de una manera  u otra, siempre se le ha tenido por un enemigo a combatir. Los dinamismos del disfrute, de la pasión, de la imaginación, etc., no solo no han tenido un lugar en el aprecio de la moral, sino que han estado directamente demonizados. Pero como lo ponen en evidencia los místicos, ¿cómo se va a generar amor, adhesión a Jesús, sin disfrute? ¿Es posible un amor sin gozos? ¿O es que el amor a Jesús no es relevante en el edificio de la espiritualidad cristiana?

Una fe que no lleva a la dicha no concuerda con el programa de Jesús. Una Cuaresma que atribula, atemoriza, causa perplejidad, no ayuda a elaborar los conflictos, no conecta bien con el Evangelio.

 

  1. 2.      De una redención por la muerte de Jesús a otra por la vida de Jesús

 

Resulta inaceptable, por muchas citas bíblicas que aduzcamos, entender la muerte de Jesús como un designio de Dios sobre él. Jesús no murió porque el Padre le llevara a la muerte. Eso es inaceptable. Dios no lleva a nadie a la muerte, por más que haya que contar con ella por razones de pertenencia histórica. Dios lleva a la vida, a Jesús y a nosotros.

La muerte de Jesús es la consecuencia de sus propias opciones. Él no quiso su muerte violenta (Mc 14,36). El camino vital de sus entregas fue el que, tristemente, terminó en una muerte injusta. Por eso hay que decirlo claramente: lo que nos salva (por hablar en un lenguaje entendible, pero impropio) es la vida de Jesús, toda su vida, en la que se incluye su triste e injusta muerte violenta.

Tiene algo de razón la saeta de Machado cuando pide hablar del Jesús que “anduvo en la mar” y no tanto del que estuvo “en el madero”. Es preciso valorar el conjunto de su entrega porque centrarse en una sola parte, su muerte, puede provocar desenfoques.

Por eso mismo, una Cuaresma primordialmente dolorista, que machaca sobre la sangre, las espinas, los azotes y las mil ofensas realizadas con Jesús (al estilo de la película La pasión de Cristo de Mel Gibson), tiene el peligro de entenebrecer la vivencia espiritual y privarle del horizonte global que, como decimos, es la dicha de la persona aquí, dentro de sus posibilidades, y en otra dimensión en las posibilidades totales de la vida plena.

 

  1. 3.      De la inquietud por la salvación al anhelo de la nueva sociedad

 

¿Cuál es  el contenido general de la propuesta de Jesús? Es, por grandilocuente que suene, la propuesta de una humanidad nueva, renacida, recreada. Jesús es de los  humildes utópicos que siguen creyendo en las posibilidades de la bondad del corazón humano, capaz de producir frutos buenos. No se vislumbra en él la decepción de quien piensa que las personas y la sociedad vamos al abismo. Es una propuesta de honda confianza. Es también una propuesta de fraternidad social, no partidista ni religiosa. Él cree, contra las evidencias cotidianas, que los humanos podremos vivir como hermanos. La propuesta de Jesús es la que considera imprescindible llegar a una economía igualitaria que entienda y ponga en pie el mecanismo del compartir sobre la base del todo no siendo obstáculo la pobreza. No es una propuesta en el aire, sino bien enraizada en los mecanismos sociales. Es una propuesta que se hace en base a la dignidad de la persona más allá de su condición moral, algo que aleja el juicio, la utilización y la imposición de condiciones a quien es débil. Es una propuesta de relaciones de entrega porque se tiene la certeza de que las entregas siempre rentan en beneficio común. Es, en definitiva, ir en la dirección del viejo sueño de Dios sobre lo humano que estaba ya escrito en las páginas del AT y en el caminar humano desde sus inicios.

            La propuesta de Jesús apunta a nuevo horizonte humano, a una sociedad alternativa. A muchos cristianos esto les parece poco. Creen que si no entra en la propuesta de Jesús el tema de la salvación eterna la cosa está coja. Pero, en realidad, lo dicho es, justamente, la senda de toda salvación. Además, se aduce como argumento en contra que muchos filósofos, pensadores, filántropos, personas lúcidas han tenido y tienen sueños similares. ¿Es argumento en contra o a favor? Jesús se suma, se encarna, en la gran corriente del caminar humano hacia su plenitud. No se diferencia de las grandes personas de la historia por lo que le distingue de ellas, sino por lo que le une a ellas. Su asumir el fondo de lo humano lo une a la gran fraternidad de las personas en su lado más humanizador. No es Hijo por su diferencia con lo humano, sino por su hondísima comunión con ello. Y tampoco se puede aducir que una manera tal de entender la propuesta de Jesús sea algo carente de fe. No, es una propuesta de honda fe en los planes de Dios sobre lo humano, aunque no pide, de inmediato, como respuesta los modos religiosos. Quizá por estas sendas se podría superar algo el descrédito social que sufre la realidad de Dios.

            Sabemos que el tema de la salvación ha generado en otras épocas grandes disfunciones espirituales. Por eso mismo dirigir la Cuaresma hacia el anhelo y colaboración al nacimiento y desarrollo de la nueva sociedad puede ser una opción de fondo. Pensare en una Cuaresma social no es algo disparatado. Tal vez sus frutos serían fecundos.

 

  1. 4.      De la mirada hacia fuera a la mirada hacia dentro

 

Aunque sea una manera simple de expresarlo, el quid de la cuestión está en la mirada. Puede decirse que los paradigmas ideológicos, y por ello los religiosos, tienen una orientación en su mirada. Efectivamente, nuestros paradigmas religiosos, más allá de todo proceso secularizador, siguen mirando afuera y hacia arriba. Hacia afuera porque consideran el camino histórico como una realidad empobrecida y sin futuro por lo que es marco inadecuado para lo divino. Y hacia arriba, porque se ha entendido que, aunque sea algo considerado de fuerte componente mítico, lo de fuera, el cielo, el más allá, se adecúa mejor incluso a la celebración. Por eso mismo, una multitud de signos religiosos (las manos que se elevan, los ojos que se dirigen a lo alto, las ascensiones que se celebran, etc.) apuntan hacia arriba y configuran el viejo paradigma todavía vigente.

            Quien aspira a una Cuaresma distinta experimenta que su mirada va cambiando de orientación: comienza a mirar hacia lo histórico sin necesidad de mirar ni afuera ni arriba. Experimenta una reconciliación entre su mirada y el objeto de ella, una especie de certeza al margen de cualquier discusión de que el hecho creyente se cuece adentro y abajo. Adentro porque se percibe a Dios en el cimiento de la vida como el mejor “lugar” para situarlo. Y abajo porque la mirada apunta incansablemente a lo profundo sabiendo que no hay tope que frene esa dirección hacia la profundidad del ser.

            Y por eso mismo, descubre maravillado que Dios está en lo profundo y que esa profundidad esencial es lo que el creyente llama Dios. La configuración de la fe, la identidad creyente, no brota de componentes religiosos, sino de certezas, a veces muy difusas, que apuntan a lo profundo. Algo le dice a tal creyente que en eso profundo hay mucha más densidad que en la otra dirección. Más densidad y más comunión con cualquier movimiento humano, religioso o no, que apunta a lo profundo. El misterio aparece más brillante, más atractivo y más preservado en esa dirección que en la otra.

 

III

El silencio de la cruz de Jesús

 

            El centro de la espiritualidad cuaresmal y de su celebración lo ocupa la cruz de Jesús. ¿Cómo leerla desde una perspectiva que escape del simple dolorismo, que vaya más allá de la valoración sufriente de lo acaecido? Es precisa una meditación ahondada de la misma para poder encontrar otra dimensión.

El silencio de la cruz es el muro último de ese duro silencio que hace parte de la vida de Jesús. En asumir el silencio de la cruz está una de las grandes pruebas de la fe. La cruz es silencio que grita la injusticia. Porque injustamente fue condenado quien hizo el bien y porque el silencio es el entorno de su muerte, una vez apaciguado el alboroto de la condena. Por lo que la cruz, las cruces, han de sentirse primeramente como injusticia y el rechazo de la cruz como respuesta correcta a quien injustamente ha sido puesto en ella. Venerar la cruz sin sentir la herida de la injusticia es una banalidad.

La cruz de Jesús es silencio que se entrega sin gloria. Porque nadie agradeció ni alabó a Jesús por su muerte. Eso vino después. No fue una muerte rodeada de gloria sino de exclusión y de injuria (le hacían coplas: a ver si viene Elías…). Es la consecuencia de su vida “entregada”: su vida estuvo carente de gloria, su muerte también. La ausencia de gloria de los crucificados es su mejor carta de presentación: no querían gloria, querían justicia. Y no la hubo.

La cruz de Jesús es silencio que no reprocha a quien no ama. Es el amor sin esperanzas, sin demanda de recompensa y, por lo tanto, sin reproche (“no saben lo que hacen”: Lc 23,24). No se tomaron las opciones que llevaron al desastre para recibir premio, sino por amor. Y cuando no ha habido respuesta de amor, el amor sigue vivo y no reprocha.

La cruz de Jesús es un fracaso. Porque terminar una relación humana con una muerte violenta es un fracaso. No es un mártir glorioso porque el martirio nunca es glorioso, sino humillante. Jesús llega a morir como un fracasado. Así lo han percibido sus directos seguidores y la reelaboración posterior ha entendido la cruz en el lenguaje paradójico de un fracaso que triunfa (1 Cor 1,23). Hundirse en ese fracaso para hacer ver que ese camino no es el que los humanos habrían de seguir es su triunfo.

La cruz de Jesús cuestiona los infiernos. Porque ella misma es un infierno y, desde ahí, hace visible la insensatez de todo infierno humano y divino. Por haber sido infierno y haber bebido el cáliz de su contradicción, desautoriza todo infierno, despoja de razón de ser a toda opresión generadora de relaciones infernales. Valorar la cruz generando infiernos es caer en una horrible contradicción.

La cruz de Jesús es bálsamo para las vidas heridas. Porque tales vidas están afectadas en mayor o menor medida de la ponzoña de la cruz. Si Jesús bebió esa ponzoña y salió vivo, es que se puede superar el veneno de las heridas humanas con el bálsamo del amor. No es bálsamo que anula o enerva, sino acicate para aguantar las heridas y, a la vez, luchar incansablemente contra ellas. El silencio de la cruz es de los silencios que dinamizan, no de los que apaciguan.

 

IV

Caminos abiertos

 

Puede ser que el lector o lectora de estas páginas se pregunte si hay caminos abiertos para poner rostro a una cuaresma de vida, de belleza y de luz alejándonos de los caminos en sombras. Damos tres sugerencias para tres momentos del tiempo de Cuaresma: al inicio (miércoles de ceniza), en el centro (domingo Laetare) y en el Viernes Santo:

 

  1. 1.      Un inicio perfumado

 

Podemos decir que textos del AT, como Is 58,5 (“acostarse sobre ceniza”) y, sobre todo, Mt 6,17 (“perfúmate la cabeza”) interrogan el secular rito de la ceniza del inicio de la Cuaresma. La rutina religiosa hace que haya pocos fieles que cuestionen esa práctica y sueñen con otro camino.

Pero podría pensarse en un comienzo del tiempo cuaresmal con una unción de perfume: el celebrante toma un frasquito de perfume e invita a la conversión al Evangelio poniendo una gota en las manos o incluso en la cabeza. Hay comunidades en donde así se hace y ese gesto transforma la celebración.

      Así, la Cuaresma de inscribe en el gozo y en el ánimo para iniciar el camino hacia la Pascua. Una Cuaresma “perfumada” es una Cuaresma distinta. A la objeción de que la liturgia se recibe, no se crea, se puede oponer la libertad a la que Jesús nos llama (Gál 5,1), postura que goza del aval de la Palabra.

 

  1. 2.      La flor de Cuaresma

 

El calendario litúrgico cuaresmal ofrece una tregua en el llamado domingo “Laetare” (este año es el 27 de marzo). Quiere recordar que se está en camino hacia el gozo de la resurrección y que las tinieblas cuaresmales no deben ahogar esa aspiración.

Pues bien, una manera distinta de celebrarlo sería convertirlo en el domingo de “la flor de Cuaresma”. Se trataría de introducir en la celebración (en el momento del ofertorio, por ejemplo) o al final de la misma, la entrega de una flor a la que se llamará “la flor de Cuaresma”. Podría ser, por ejemplo, el jacinto que es una flor de esa época. Acompañar la entrega con una pequeña oración y una invitación personal: “¡Que la flor de Cuaresma te anime en el camino hacia la Pascua!”.

El gesto tal vez requiera una pequeña explicación. Su novedad lo demanda. Pero es fácilmente comprensible. La catequesis con elementos de la naturaleza es muy bien aceptada por la persona de hoy.

 

  1. 3.      Silencio ante la cruz

 

La liturgia del Viernes Santo incluye como una parte esencial la adoración de la cruz. Pero hemos dicho que venerar la cruz sin sentir el aguijón de la injusticia puede llevar a banalizar la cruz. Podría sustituirse el clásico pasar a besar los pies de la imagen del crucificado por otro modo de proceder.

Se lee un breve texto alusivo al tema de la injusticia en relación con la cruz (por ejemplo, el que viene en este pliego en el apartado III). A continuación se invita a un tiempo amplio (10 minutos) de meditación personal. El mismo celebrante, se sienta delante de la cruz, en el pavimento de la Iglesia (como parte de la asamblea que es) y medita en silencio ante la imagen del crucificado.

El silencio es un elemento litúrgico que, con frecuencia, se emplea poco. Aquí tendría un lugar de privilegio. Y, a la vez, podría contribuir a otra perspectiva sobre la cruz injusta de Jesús.

 

V

La ayuda de la razón poética

 

Además de ser bálsamo, la razón poética puede colaborar a encontrar esa perspectiva nueva sobre la Cuaresma que la saque del negativismo y la sitúe en un terreno más luminoso. A modo de ejemplo, proponemos tres lecturas poéticas para los días de las celebraciones del llamado Triduo Sacro.

 

  1. 1.      Contigo en el Jardín de los Olivos

 

«Desconfía del coraje-

La insolencia del Calvario-

Dichoso fuera el Jardín de los Olivos

Si estuviéramos contigo».

 

            (E. Dickinson, La miniatura incandescente,  p.62)

 

  • Desconfía del coraje. De nada sirve el coraje ante la cruz, porque esta es la derrota de aquel. La única manera de encajarla es aceptar entrar en su tremendo torbellino de injusticia, sufrir de nuevo cada día la herida abierta que nunca se cierra. Desconfía del coraje que te quiere fuerte pero que olvida que en ese abismal misterio de debilidad que es la muerte está sembrada la semilla del triunfo.
  • La insolencia del Calvario: Insolente porque es fácil ser fuerte con quien está en debilidad, porque siempre ha sido sencillo para los monstruos devorar la ternura del pobre. La insolencia que se llevó por delante al amigo de lo humano, al amparador de frágiles, al soñador de mundos igualitarios. Sigue siendo lacerante la pregunta de por qué sigue ahí.
  • Si estuviéramos contigo: Por eso buscó la compañía de sus amigos, porque aquel agujero negro de amargura solamente podría paliarse con la cercanía del cuerpo y del corazón de quienes aman. Dichoso podrá ser cualquier amargo jardín si mediara el amor. Que se nos conceda, como errantes que vuelven a lacasa paterna, estar ahí, contigo y tu miedo.

 

  1. 2.      Un amor sin nombre

 

«Viernes santo: nadie sabe

por qué se llama santo este viernes,

nadie se acuerda de ti.

Yo sí me acuerdo.

No creo en ti

ni en ninguna de las necedades

que durante siglos

se han dicho a propósito de ti.

Incluso, en otra época,

abominé de todo lo tuyo.

No obstante, me acuerdo de ti.

te veo calumniado, solo,

ensangrentado, vencido,

a punto de expirar

entre tiniebla y locura

y siento por ti

un amor sin nombre».

 

            (R. Argullol, Poema,  p.113)

 

  • Nadie se acuerda de ti: Eso parece. Los días “santos” se han convertido en días de descanso, de vacaciones, de playa. Pero en la ciudad secular se mantiene latente y latiente el recuerdo del Galileo ajusticiado. Incrustados en los pliegues del alma, sus ojos, su rostro, no se borran nunca. El amor sigue vivo sobrenadando avatares.
  • No creo en ti: Alejarse de “necedades”, las que produce la ignorancia, la rutina, el cansancio, es una manera de creer. Siempre estuvo Jesús rodeado del amor y de la fe de los “ateos”, de los excluidos del sistema religioso. Creer sin tener fe, quizá sea una forma valiosa de fe.
  • No obstante, me acuerdo de ti: El recuerdo obstinado, persistente, amoroso. Es el amor el que lo hace tenaz. Solo los amores tenaces son amores verdaderos. Tan tenaces que soportan la abominación porque saben que un día, lejano tal vez, las miradas volverán a confluir y, quedamente, se llamará a la puerta de quien, en el fondo, nunca se dejó de amar.
  • Entre tiniebla y locura: En ese tsunami se hunde y resurge la persona de Jesús, la tiniebla de su sin sentido y la locura de su amor fiel. Tiniebla que sabe de mis oscuridades y locura que conoce mis extravíos. Hermanados en la sombra y en la enajenación. Crucificados todos.
  • Siento por ti un amor sin nombre: El amor más puro, el amor sin esperanzas, el amor que no queda atrapado por ningún nombre. Un Viernes Santo para un amor sin nombre que ni se explica ni pide explicaciones, ni se justifica ni pide justificaciones. Un amor que hace ver la realidad de manera nueva, con ojos lavados por la lluvia.

 

  1. 3.      La fresca risa del niño

 

«En el principio, el Verbo. Y las aguas en él,

el sol, el chillido del pájaro, los aires.

 

Ramea en la colina, como un rubor, el fuego.

 

Y hoy, de nuevo, el Principio. Y las aguas en él,

y en ellas la inocencia:

la fresca risa de un niño nadador

que rompe en el murmullo de las olas que rompen».

 

(F. Brines, Poesía completa,  p.518)

 

  • En el principio, el Verbo: La aventura del Verbo, la aventura de Jesús. Caminos únicos del amor para quienes hambrean el amor. Lo primigenio: agua, sol, pájaros, aire. El don sagrado de vivir y respirar. Raíces hondísimas de la resurrección, del levantamiento de toda caída.
  • Ramea el fuego: Con sus ramas ardientes. No la extinción de la muerte, sino el brillo quemante del fuego es lo que refleja el rostro del resucitado. Fuego para abrasar a quien ya arde. Incendio que devora sin devorar, entregándose.
  • De nuevo el Principio: La honda hermosura de vida otra vez, los horizontes de nuevo iluminados, la renovada posibilidad de un horizonte distinto. No fueron vanas las esperanzas de quienes esperaron, no fueron inútiles las lágrimas que nadie recogió en su odre. De nuevo la luz.
  • La fresca risa del niño: Risa pura, inocente, sin sombras de venganza, sin atisbos de revancha. La risa hermosa del resucitado que vuelve a dar luz en los caminos de las peores sombras. Al final nos quedó su risa, el brillo de sus ojos en las olas apaciguadas.

 

Final

 

Dice EG 6: «Hay cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua». De esto hay que huir, esto es lo que hay que evitar. La herencia religiosa recibida puede que nos lleve a eso. La rutina que se pega a la piedad es una senda que no conviene transitar.

Del mismo modo que las medidas sanitarias (vacunas, mascarillas, distancia de seguridad, higiene, etc.) son caminos que pueden llevarnos a sortear la pandemia, también hay posibilidades (ideológicas, litúrgicas, existenciales) de vivir una Cuaresma hermosa, camino que anhela la luz de la Pascua. Nada se nos va a dar hecho. Es cuestión de deseo y de implicación. Cuaresma de búsqueda y de amor.

 

 

Fidel Aizpurúa Donazar

 

 

 

 

4 comentarios

Teresa -

“La cruz de Jesús es un fracaso”. A veces se nos olvida. Y nos lleva a flagrantes contradicciones, que la sociedad no entiende, y a llamar cruz lo que no es tal.

Buenas y hermosas sugerencias para tres momentos del tiempo de Cuaresma: “inicio perfumado”, “la flor de la Cuaresma” y “el silencio ante la cruz”. Ayudarían a que la Cuaresma tuviera otro calor y otro color. Y, por supuesto, más luz.

Hermosas glosas a los poemas de Argullol y Brines, que ayudan a gustarlos en profundidad. Gracias.

Una bella conclusión: “Es cuestión de deseo y de implicación. Cuaresma de búsqueda y amor”. Eso sí está a nuestro alcance…



Teresa -

“La propuesta de Jesús apunta a un nuevo horizonte humano, a una sociedad alternativa. A muchos cristianos esto les parece poco. Creen que si no entra en la propuesta de Jesús el tema de la salvación eterna la cosa está coja”. Sí, porque para muchos cristianos la persona y obra de Jesús se enmarcan solo dentro de la religión. No hay una encarnación en la sociedad porque la formación recibida durante mucho tiempo no ha dado para más. Ha sido solo religiosa.

“(Jesús) no es Hijo por su diferencia con lo humano, sino por su hondísima comunión con ello”. ¿No es, acaso, la experiencia de los místicos? Pero siguen quedándose solos… ¿Por qué, si no, sigue siendo tan fundamental para cualquier teólogo que se precie dejar bien clara la divinidad de Jesús, sin que nada llame a error? ¿Y por qué sigue siendo tan importante para los fieles cristianos que se ponga de relieve, siempre y sin fisuras, precisamente que Jesús es Hijo de Dios?

“De la mirada hacia fuera a la mirada hacia dentro”. Brillante y bella reflexión. “La configuración de la fe, la identidad creyente, no brota de componentes religiosos, sino de certezas, a veces muy difusas, que apuntan a lo profundo. (…) en eso hay mucha más densidad que en la otra dirección”. ¿No será ahí, precisamente, donde se mueve, de verdad, el Espíritu?

(Continuara...)


Teresa -

Muy buena, y aguda, la descripción de los “conspiranoicos que hablan con fantasmas” y los “conspiranoicos cuaresmales”. Y sensata e inteligente la conclusión: “Quizá, como ocurre con las amistades tóxicas, lo más que se puede hacer es evitarlos y alejarse fraternalmente de sus discutibles prácticas cuaresmales, (buscando) espacios de más anchura para vivir la Cuaresma apuntando al sol de la Pascua”.

“Cualquier brecha que se pretenda abrir en el compacto muro de las creencias anquilosadas se tilda de escándalo al pueblo cristiano. No se entiende que el verdadero escándalo es la sequedad celebrativa, la rigidez ideológica y la militante posición de quien se apresta sin diálogo a la defensa de la fe”. Increíble, pero cierto. Y desde hace mucho, mucho tiempo. ¿Por qué?

“Una fe que no lleva a la dicha no concuerda con el programa de Jesús”. Se va avanzando mucho en esto, pero en el imaginario colectivo las raíces son otras.

Pues lo de “una redención por la muerte de Jesús a otra por su vida” sí que hay que trabajarlo aún mucho más. Y, aunque sea “inaceptable”, para la mayor parte de la gente piadosa, fue el Padre quien llevó a Jesús a la muerte.

(Continuará...)

Teresa -

Una gozada asomarse a esa descripción, atinada y desde un muy buen humor, de “los negacionistas de mirada gris”. Se agradece.

“El que esta postura (negarse a vacunarse) tenga consecuencias sociales, económicas y de salud no anula la libertad personal. Y habrá que encajar, como se pueda, esta opción”. Interesante, por lo que supone de absoluto respeto a la libertad personal y de responsabilidad para ejercerla.

Brillante análisis del negacionismo cuaresmal. El año pasado, en Cuaresma, me llamó por teléfono una buena amiga, de muchos años pero joven de espíritu, afligida porque no se hallaba en la espiritualidad cuaresmal de la parroquia. Estaba empachada de tanta homilía, retiros y charlas sobre pecados y conversión… como siempre… Y nos reímos a gusto, porque le conté que a mí la Cuaresma me pilla siempre a desmano, fuera de onda, de “esa” onda. Varias veces me ha recordado esa conversación que le devolvió la alegría que habitualmente tiene.

(Continuará…)