REFLEXIÓN EN LA PASCUA 2023
Reflexión en la Pascua de 2023
EN TU VIDA CREO
Llega cada año la Pascua con un impulso nuevo, regalo del Padre para alimentar y sostener el anhelo de quienes somos caminantes. Pasan los años y siempre es Pascua de brillo nuevo, Pascua con destellos que siempre alegran. No decae su vigor, no se detiene el latido de su hondo corazón.
El itinerario Cuaresmal nos ha confirmado en la certeza de que la dignidad de Jesús nos dignifica, de que la suya es una fuente de dignidad de la que todos bebemos en el marco concreto de nuestra sencilla vida. Esta realidad “entre dos nadas”, como decía F. Brines, está iluminada, siquiera tenuemente, por la cierta dignidad de un Jesús que nos dignifica.
La Pascua nos lleva a algo más: es una profesión de vida más que una profesión de fe. No se cree en un dogma, sino en una vida que bulle. No se cree en una doctrina, sino en una vida que late. No se cree en lo que dice el catecismo, sino en lo que habla el corazón
Esa es nuestra certeza Pascual: JESÚS, CREEMOS EN TU VIDA. No tanto en tu doctrina, en tu Iglesia, en tus liturgias, sino en la verdad de tu vida. Esa es nuestra máxima verdad, de ella bebe nuestra fe.
Tal ha de ser la luz que nos guíe en esta Pascua. Algo nos dice que, desde ahí, la Pascua de este año puede ser para nosotros una Pascua fecunda.
1. Oda a la vida
P. Neruda escribió su “Oda a la vida” de la que tomaremos dos de las primeras estrofas leídas desde la perspectiva de la resurrección, de la vida que ha llegado a su plenitud:
Oh vida, copa clara,
de pronto
te llenas
de agua sucia,
de vino muerto,
de agonía, de pérdidas,
de sobrecogedoras telarañas,
y muchos creen
que ese color de infierno
guardarás para siempre.
No es cierto.
Pasa una noche lenta,
pasa un solo minuto
y todo cambia.
Se llena
de transparencia
la copa de la vida.
El trabajo espacioso
nos espera.
De un solo golpe nacen las palomas.
Se establece la luz sobre la tierra.
- Eso ha sido la pasión injusta sufrida por Jesús: agua sucia, vino muerto, agonía, pérdidas, algo del color del infierno. Pero no ha dicho el mal la palabra definitiva, no se han cerrado las puertas de la vida a quien grita en el dolor.
- De ahí su resurrección, su vida en la que creemos: noche que ha pasado lenta, minuto a minuto, pero ha terminado en un amanecer. Y todo se ha vuelto transparente, entendible, con sentido. De golpe han nacido las palomas de un tiempo distinto y se ha hecho luz sobre la tierra por más que las tinieblas se empeñen en su nefasto dominio.
2. ¿A quién iremos? (Jn 6,61-66)
«Percibiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban les dijo: -¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del Hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da la vida; la carne no sirve de nada. Las exigentes palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen. (Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar). Y añadió: - Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede. Por esta razón, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: -¿También vosotros queréis marcharos? Simón Pedro le contestó: -Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú comunicas palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios».
Era el momento del discernimiento. Su propuesta de “comer su carne”, de identificarse totalmente con él había suscitado una fuerte reacción. ¿Cómo un humilde se atrevía a proponerse como solución de nada? Muchos dijeron adiós, no pudieron aguantar tanta presión o tanta pretensión. El grupo quedó zarandeado, como los despojos tras la tormenta. ¿Vosotros también queréis marcharos? ¿Cómo iban a irse? Ellos le amaban, ellos creían en su vida:
- Creían en sus caminos, porque a ellos los encontró mientras caminaba, como encontró luego a tantos otros (Mc 1,19).
- Creían en sus consuelos, porque muchas veces le escucharon decir: “No llores” cuando el río de las lágrimas lo anegaba todo (Lc 7,13).
- Creían en su generosidad porque lo vieron esperar de noche pacientemente a quien tenía miedo de ir a verle a la luz del día (Jn 3,1ss).
- Creían en su mirada llena, la mayoría de las veces, de aprecio, respeto y amor (Mc 17,21).
- Creían en sus sueños, en la que tenían en que los sufrimientos de los pobres no durarían para siempre y en que eran bienaventurados (Mt 5,4ss).
- Creían en sus búsquedas y en su fe elaborada en los retiros en soledad y en las noches de oración hondas y calladas (Mc 1,35).
- Creían en sus milagros inclusivos, más esto segundo que lo primero porque no buscaba el prodigio sino el bien del frágil (Mc 3,1-7).
- Creían en sus palabras porque las veían verdaderas, honestas, siempre misericordiosas y compasivas como se habla a quien se ama (Mt 24,35).
- Creían en sus silencios, por más que, a veces, no los entendieran, sobre todo aquel silencio opresor en el momento de su injusto juicio (Jn 19,10).
- Creían en la fuerza de su canto, sobre todo cuando cantó en la noche de su traición con la fe del que espera en quien le sostiene (Mt 26,30).
- Creían en su propuesta y por ello colaboraron con ella, porque intuían que era una propuesta para el bien de los humildes (Lc, 8,1ss).
- Creían, ahora que no estaba, en su triunfo humilde, porque, tras la horrible derrota, llegaban a sentirlo vivo junto a ellos (Jn 20,1-2).
3. Reflexión: Por ti o para que tú
Siempre se ha dicho, y es cosa cierta, que Jesús vivió y murió por nosotros. San Pablo lo dice de muchas maneras, así lo consigna el credo y la Iglesia lo repite en todos los tonos. Es cierto que Jesús resuelve en nosotros su ser mesiánico: viviendo de cara a nosotros, vive de cara a Dios, amándonos descubre el sentido de su ser Mesías. Decimos sin sombra de duda: “Me amó y se entregó por mí” (Gál 2,20).
Esto tan básico de la fe, tan indiscutible, ha corrido un riesgo: Jesús se ha entregado por mí, se ha sacrificado por mí, por mis pecados incluso. Murió por los pecados. Incluso más: Dios lo entregó a la muerte por nuestros pecados (Rom 8,32). Son modos peligrosos de entender a Jesús y al mismo Dios que hoy cuestiona la teología porque derivan en un perfil de Dios sanguinario, cruel al que hay que saciar con víctimas.
Hay otra manera de ver las cosas que deriva de la fe no tanto en la doctrina sobre Jesús sino, sobre todo, en el valor de la vida de Jesús para él mismo. Jesús ha vivido construyendo su fe, elaborándola, como todos. Se trataba de vislumbrar el “designio” del Padre en el decurso de los acontecimientos. Ese era su “alimento” (Jn 4,34).
Desde ahí ha ido tomando sus propias opciones que le han llevado, como sabemos, al desastre. Por eso, Jesús no ha muerto tanto por nosotros, sino por él mismo, como consecuencia de las opciones que ha ido tomando (alguna de ellas arriesgada, como, por ejemplo, la expulsión de los mercaderes del templo: Jn 2,13ss). Sus opciones le han llevado a la muerte (ni Dios, ni nuestros pecados).
En ese sentido, la vida y la muerte de Jesús no es tanto “por ti”, sino, sobre todo, “para que tú”. Es decir, lo que pretenden los evangelios al ofrecernos una reflexión sobre las diversas opciones de Jesús que le han llevado a su muerte, es que el seguidor/a se anime a ir tomando similares opciones, aunque le lleven idéntico final. Esta otra manera de ver se logra si se da más fe a la vida de Jesús que a la doctrina sobre él, aunque esta tenga también su lugar.
Creer en la vida de Jesús es tratar de llegar a sintonizar con las claves desde las que él ha vivido reproduciéndolas, a nuestra manera, en nuestros actuales caminos. De esta manera quedan conjurados todos los aspectos sacrificiales que entrañan tanto riesgo.
4. Derivaciones
- Amar la vida para creer en la vida: Es muy difícil creer en la vida sin amar la vida. Esto no es algo que va de sí. Lo heredado es haber “maldecido” de muchas formas de la vida echando vinagre a sus heridas. Un curso de amor a la vida es necesario (curso que incluiría “asignaturas” como: saber disfrutar con poco, desvelar el valor de los detalles, la posibilidad amar como ganancia mayor, etc.). Sin esto, dar fe cordial a la vida es difícil, así como entenderla como don mayor de amor de Dios a nosotros.
- Contemplar la vida para intuir su misterio: Porque quizá haya que renunciar a entender el secreto de la vida, pero no por ello hay que renunciar a ponerse ante su misterio. La ciencia moderna, la física cuántica, los descubrimientos del universo, etc. nos ayudan en esta tarea contemplativa. La adquisición de una conciencia ecológica como parte del hecho humano (y aun cristiano, tras la LS’) se hace imprescindible.
- Multiplicar la vida para mejorar el mundo: Es la gran tarea asignada a las creaturas, a los humanos, su vocación primordial: “creced y multiplicaos” (Gén 1,28). Multiplicarla para vivirla con más amplitud; multiplicarla para que la muerte tenga solamente su espacio y nada más; multiplicarla para que las futuras generaciones tengan un horizonte mejor. Terminar la vida con realidades multiplicadas: hijos, amores, obras de bondad, trabajos espirituales, caminos de solidaridad, sendas de silencio y de belleza, obras de empatía y de consuelo.
- Disfrutar la vida con una sobriedad deseada: Ya que el mucho disfrute no viene de la cantidad de medios que se tiene, sino de la disposición del corazón. De ahí que los disfrutes de la vida sean compatibles con la sobriedad, la contención, la mesura. El disfrute exagerado conlleva, casi siempre, una alta dosis de sinrazón, además de ser una bofetada en el rostro del los pobres.
- Vivir el sufrimiento de la vida como precio por el logro de lo humano: No entenderlo como precio que se paga sin conseguir nada a cambio; como precio impuesto por alguien que me extorsiona; como precio que se me hace pagar sin que yo llegue a entender su por qué. Precisamente el logro creciente lo humano mitigará el escozor del precio.
- Cantar la vida incluso en la noche: Porque si hay canto, aunque sea con dolor, habrá posibilidad de conectar con la vida. El canto en la noche es un signo de vida y de resurrección. La voz de quien canta en la noche es la voz del resucitado, es la voz de quien ha entrado en el secreto de la vida sin que se lo impida el dolor.
Conclusión
Creer en la vida lleva a creer en la vida de Jesús, y al revés. Dar fe a la vida de Jesús lleva a conectar mejor con el misterio de la vida. Hasta el punto de que creer en la vida de Jesús lleva a no poder ya vivir sin Jesús. Quien dice con verdad que no puede vivir sin él, sin Jesús, está tocando, de algún modo, el misterio de la resurrección porque eso supone que lo entiende totalmente presente y vivo en su camino humano. La Pascua es tiempo para desear y vivir esto, la fe de quien confiesa con la comunidad de creyente: JESÚS, CREEMOS EN TU VIDA.
2 comentarios
Teresa -
Jesús, creemos en tu vida. Toda una tarea para esta Pascua: profundizar en el significado que esta afirmación tiene ahora mismo.
Oda a la vida. Bellísima reflexión en torno a las estrofas, también bellísimas, de Neruda.
¿A quién iremos?. Hermosa contemplación de la fe de los discípulos.
Creer en la vida de Jesús, o pasar del por ti al para que tú, para tratar de llegar a sintonizar con las claves desde las que él ha vivido reproduciéndolas. O darle la vuelta al seguimiento de Jesús y al cristianismo, incluso. Volver al evangelio.
Preciosas derivaciones. Permítaseme quedarme con dos:
- Vivir el sufrimiento de la vida como precio por el logro de lo humano. Será porque nos han inculcado que lo que mucho vale, mucho cuesta.
- Cantar la vida incluso en la noche. Qué duda cabe, solo puede hacerlo quien ha entrado en el secreto de la vida sin que se lo impida el dolor.
No puede haber mejor conclusión ni mejor Pascua que conectar la Vida de Jesús con toda vida. No puede ser de otra manera. Mil gracias.
Pilar -
Tus palabras dan vida a mi vida.