Blogia
FIAIZ

Juan 67

CVJ

Domingo, 6 de febrero de 2011

 

VIDA ACOMPAÑADA

 Plan de oración con el Evangelio de Juan

 

 

67. Jn 9,35-38

 

Introducción:

 

                Dar adhesión a una persona es mucho más que creer lo que dice. Es hacer camino juntos, compartir ideales y planes, sufrir los mismos malos tragos, ir incorporando su manera de pensar a la nuestra. Y todo hasta llegar a ver que la vida con esa persona es, más allá de las limitaciones, una suerte y un enriquecimiento para uno/a mismo/a. Es decir, el itinerario de la adhesión desemboca en el corazón. Cuando se ha llegado ahí se verifica que nunca más uno/a se apartará de la persona a la que se ha adherido. La fidelidad acompaña a la adhesión, aunque haya fallos. Por eso, la vida es un maravilloso misterio de adhesión a personas, que es lo mismo que decir un misterio de amor.

                El Evangelio quiere suscitar seguimiento a Jesús y, para ello, es imprescindible generar adhesión a su persona. Dar adhesión a Jesús es mucho más y cosa distinta de profesar unas verdades religiosas, de creer en unos dogmas. Es haber descubierto que la vida propia sale enriquecida con el contacto con Jesús y que el Evangelio, simplemente, nos hace bien. Es llegar a la certeza que, más allá de las circunstancias que depare la vida, uno/a ya no abandonará los planteamientos del Evangelio porque no piensa abandonar al Jesús que le ha cautivado. Es ir desvelando un rostro y un corazón tan atrayente que, con el tiempo, no merma la atracción y el gusto por Jesús, sino que madura y, de alguna forma, aumenta. La adhesión a Jesús pasa por las mismas fases que la adhesión a cualquier persona. Y, además, es el cimiento del seguimiento, porque un seguimiento sin adhesión resulta sencillamente imposible.

 

***

 

Texto:

 

35Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo:

-¿Crees tú en el Hijo del hombre?

36Él contestó:

-¿Y quién es, Señor, para que crea en él?

37Jesús le dijo:

-Lo estás viendo: el que te está hablando ése es.

38Él dijo:

                -Creo, Señor.

                Y se postró ante él.

 

***

 

Ventana abierta:

 

 

                Esta es una de las muchas fotos del asentamiento El Gallinero, cerca de la Cañada Real, un inframundo, una ciudad de miseria, donde las personas, los niños, conviven “fraternamente” con las ratas. Los desheredados del mundo a cinco kilómetros de Madrid. Allí trabaja y vive la hna. Magdalena, una franciscana anónima. La única presencia de cristianos. Hace lo que puede. Sobre todo trabaja el tema de escolarizar a los niños porque piensa que es el único eslabón por donde se puede romper la cadena de la miseria. Es una persona anónima, ni una foto en Internet, ni una entrada en Google, pero está ahí. Ha dado su adhesión a un mundo de enorme debilidad. Un milagro que no vemos pero que existe.

                Oramos: Gracias, Señor, por quienes dan una adhesión callada a los débiles; gracias por quienes andan solidariamente  los caminos duros de la exclusión; gracias por quienes sostienen las ilusiones frágiles de los pobres.

 

***

Desde la persona de Jesús:

 

                La adhesión a Jesús no es algo etéreo. Es adhesión a uno “que habla contigo”, que se manifiesta en lo cotidiano de cada día, que cobra rostro en el rostro de los demás. Una adhesión de pensamiento no deja de ser algo peligroso. Por eso, hay que construir la adhesión en lenguaje humano, en las maneras de relacionarnos cada día, en los acontecimientos que nos van asaltando en nuestros caminos normales. Ahí es donde se cuece la adhesión, en la cotidianeidad de la vida. Jesús los hizo así. No habríamos de ser nosotros distintos.

                Oramos: Tú, Señor, te adheriste al Padre en el encuentro diario con él; tu, Señor, te adheriste a las personas en las relaciones normales con ellas; tú, Señor, te adheriste a los débiles cuando los abrazabas.

 

***

 

Ahondamiento personal:

 

                La adhesión es, como el amor, una realidad viva. Crece en la medida en que se cultiva y decrece si se la da por supuesta y se deja lleca. Por eso el ciego pregunta anhelante cuando se dice si está dispuesto a dar adhesión a quien le ha curado: “¿Quién es, Señor, para dársela?”. Es la buena disposición para hacer el trabajo de la adhesión, porque ésta no es algo que nos va a caer llovido del cielo sino que habrá de construirse poco a poco. Anhelar la adhesión a Jesús (y a las personas) y no estar dispuesto/a a un trabajo fiel por construir tal adhesión es pedir peras al olmo.

                Oramos: Que construyamos pacientemente la adhesión; que vivamos fielmente la adhesión; que seamos pacientes en el lento quehacer de construir la adhesión.

 

***

 

Desde la comunidad virtual:

 

                Dice el texto evangélico que el ciego se “postró” ante quien le había devuelto la vista y al que decía querer adherirse. No puede haber adhesión sin postración que es lo mismo que decir que no puede haberla sin servicio, sin ofrenda, sin ponerse a disposición de aquel cuya adhesión se pretende. Por eso, cualquier pequeño servicio (de la índole que sea) que se haga en el marco de nuestra comunidad virtual se inscribe en esa “postración” que engendra adhesión. Sea bienvenida por ello.

                Oramos: Que nos “postremos” sirviéndonos para generar adhesión; que seamos serviciales para que brote el amor; que nos ayudemos en cosas pequeñas para que la alegría surja.

 

***

 

Poetización:

 

Él también dio adhesión.

no solamente se la dieron a él,

él también la dio.

Dio adhesión a su pueblo,

aunque maldijera de él

y lo abandonara el día del fracaso.

Dio adhesión a su familia,

aunque tuviera que aguantar

sus ansias de poder y de medre.

Dio adhesión a sus amigos y amigas discípulos,

aunque muchas veces no entendieran

los mecanismos del reino

y les corroyera la ambición.

Dio  adhesión a su religión judía,

aunque con frecuencia la fustigara

porque había abandonado

la senda de la humanidad.

Y, sobre todo,

dio adhesión al Padre

porque llegó a la certeza

de que era un Dios bueno y abrazante

el que acompañaba sus pasos,

el que guiaba sus anhelos.

Cada noche, en el silencio,

cuando se retiraba a la oración,

volvía a poner su corazón

en las manos de su Padre,

renovaba su adhesión.

Eso le mantuvo

en los días oscuros

y en los momentos de las lágrimas.

 

***

 

0 comentarios