Juan 68
CVJ
Domingo, 13 de febrero de 2011
VIDA ACOMPAÑADA
Plan de oración con el Evangelio de Juan
68. Jn 9,39-41
Introducción:
En su “Ensayo sobre la ceguera” el escritor Saramago dibujó una formidable metáfora de lo que, según él, es la sociedad de hoy: ciegos que dicen ver. Puede ser que parezca un bastante pesimista. Pero si analizamos nuestro comportamiento social algo de eso aparece. ¿Qué es esta formidable crisis en la que seguimos sino una ceguera que se empeña en andar por los caminos de la injusticia creyendo que ahí está la solución? Cuando los analistas nos ofrecen sus datos, casi todos van en esa dirección. Y seguimos empeñados en caminar por lo oscuro. Ciegos que dicen ver. Bastaría que admitiéramos nuestra ceguera, que nos dijéramos que nos habíamos equivocado, que comenzáramos caminos de solidaridad y de humanidad para que la ceguera comenzara a disiparse. ¿Cómo librarse de esta contumacia que nos deja cada vez más a oscuras? ¿Quién nos enseñará la elemental humildad que nos vuelva a la luz? No son cosas lejanas. Nos afectan a cada uno/a en nuestros modos cotidianos de vida.
Eso mismo dice con claridad el texto de esta semana: lo peor de la ceguera es que no se quiera ver. El Evangelio no lo dice de nuestra crisis, sino de nuestras personas. Tenemos el peligro de ser ciegos que no quieren ver porque no admiten su propia debilidad, que son ciegos, porque no entienden que un camino de humildad básica, de reconocimiento de los límites, de aceptación sencilla de los errores, nos iría encaminando a la luz de la verdad vital en la que entra la debilidad si se la asume. Si tomáramos este camino, abandonaríamos, poco a poco, la senda de la oscuridad.
***
Texto:
39Añadió Jesús:
-Para un juicio he venido yo a este mundo: para que los que no ven, vean, y los que ven, se queden ciegos.
40Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron:
-¿También nosotros estamos ciegos?
41Jesús les contestó:
-Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado; pero como decís que veis, vuestro pecado persiste.
***
Ventana abierta:
Esta es una foto cualquiera de una competición deportiva para ciegos. Éstos, con la ayuda de un guía hacen marcas tan notables como los atletas videntes. Eso demuestra lo que dice el Evangelio: que si uno admite su debilidad esta puede ser asumida y la ceguera superada, al menos en parte. Cuando uno no se deja guiar no puede conseguir ningún tipo de “marca”, ninguna meta que se proponga. El logro de la dicha de la persona depende mucho de esta actitud de humildad existencial que le abra a la verdad.
Oramos: Gracias, Señor, por quienes reconocen con humildad sus límites; gracias por quienes acompañan a quien busca la luz; gracias por quienes viven siempre en actitud de búsqueda.
***
Desde la persona de Jesús:
Dice el texto que Jesús ha venido a abrir un “proceso” contra el orden este que se empecina en una ceguera sin salida. Jesús no se cruza de brazos ante lo absurdo de un camino que lleva a la ruina. Él quiere colaborar a hacer ver que hay posibilidad de una vida en luz siempre que se acepte y trabaje la limitación que conlleva la vida. Es decir: Él ha sido un trabajador (en él mismo y en otros) de esa vida en luz y en verdad que puede ir siendo solución a nuestros males personales y sociales. Un trabajador de la luz, eso es lo que ha sido Jesús.
Oramos: Tú, Señor, has buscado la luz con pasión; tú has ayudado a buscar la luz a quien tenía dificultad para asumir sus límites; tú, Señor, has sido luz para quien anda extraviado en la noche.
***
Ahondamiento personal:
El Evangelio es claro: “como decís que veis, vuestro pecado persiste”. Hay en nosotros, lo hemos dicho otras veces, un misterio de terquedad que hace que nos empeñemos en andar sendas que no llevan a nada. Vemos que no llevan a nada, pero seguimos en ellas. ¿Cómo salir de ahí? Llegando a reconocer que admitir la debilidad no nos empequeñece ni degrada, sino que nos ayuda a tomar impulso para sobreponernos y dar con caminos de vida más luminosos.
Oramos: Que tengamos agilidad para admitir con más facilidad nuestras debilidades; que tomemos impulso de nuestros límites para ir a lugares de más luz y gozo; que sepamos que no está reñida la debilidad con el éxito.
***
Desde la comunidad virtual:
El Evangelio dice en otro lugar, con indudable verdad que “si un ciego guía a otro ciego, ambos caen en el hoyo” (Mt 15,12-14). Pero también es verdad que quien reconoce su debilidad puede ser “guía” en cierta medida de quien anda en búsqueda. No necesitamos guías coherentes y supuestamente impecables, sino personas con ganas de ayudar que, ellas también, acepten sus fallos. Desde ahí, cualquiera de nosotros, podemos ser guías para otros, a la vez que nos resultará más fácil dejarnos ayudar por los demás. Cualquier ayuda que demos desde esta humildad básica estará libre del aguijón del orgullo.
Oramos: Que nos ayudemos aunque nos veamos limitados; que aceptemos ayuda sin dejarnos morder por la soberbia; que nos ofrezcamos el brazo para sentirnos apoyados y amparados.
***
Poetización:
La vida le enseñó una verdad básica:
se podía ser guía de otros
si uno aceptaba su propia debilidad.
Le costó entender esto
porque toda la tradición religiosa de su pueblo
había puesto el acento sobre la santidad
no sobre la debilidad asumida.
Pero mirándose a sí mismo,
mirando a quien le ayudaba,
comprendió que ser débil y, a la vez,
ser ayuda para otros
es algo compatible.
Por eso que se desataba
contra quienes se constituían en guías de ciegos
siendo, ellos mismos, ciegos totales
ya que creían que ser ciego y débil
no iba con ellos.
Desde esa lejanía
de la humildad básica
extraviaban a los pobres
haciéndoles creer
que les llevaban a lugar seguro,
cuando, en realidad,
les llevaban al abismo.
Al fondo de una actuación así
estaba el afán de lucro,
el desatado instinto de poder
que quiere, en el fondo,
que el ciego guiado siga siendo ciego
y que no vea la luz.
De esa manera
podrían aprovecharse mejor de ellos.
De ahí su cólera, su condena,
sus duras palabras:
peor que si fuerais ciegos,
porque no queréis ver lo sois
y, encima,
lleváis a otros a la más oscura ceguera.
Hubiera bastado,
como el ciego del relato,
querer ver admitiéndose ciego,
poner la ceguera delante
y demandar ayuda.
Pero para eso hacía falta
un corazón sensato y abierto a la realidad,
humilde y fraterno.
Y no lo tenían.
***
Para la semana:
Admite tus limitaciones y, más allá de ellas, cree que tu vida puede ser luminosa. Que esta certeza sosiegue los días de tu semana.
***
0 comentarios