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FIAIZ

Juan 66

CVJ

Domingo, 30 de enero de 2011

 

VIDA ACOMPAÑADA

 Plan de oración con el Evangelio de Juan

 

 

66. Jn 9,29-34

 

Introducción:

               

                Desde niños se van forjando en nuestro interior tremendos clichés, fuertes prejuicios, maneras estereotipadas de enfocar al otro, sobre todo si es distinto, de otro país, de otra cultura, de otra manera de pensar. Como no ande uno/a listo, los prejuicios le comen el pan del morral y termina por ser una persona cerrada, impasible a la situación del otro, justificándose con prejuicios que no son razones por mucho que se las quiera disfrazar. Los prejuicios están hechos de desconocimiento, de lejanía, de desdén, de sentimientos infundados de superioridad, de clichés no contrastados, de ignorancia. ¿Cómo romper ese muro granítico? Mirando a los ojos del otro con una mirada humana, pensando que su corazón late y siente como el nuestro, que sus afectos y sentimientos son muy parecidos a los nuestros. Y esto se logra con cercanía y cariño.

                Las autoridades judías, según este relato con el que venimos orando, son gente cargada de prejuicios (prejuicios que esconden sus ambiciones, su estatus). No saben de dónde viene Jesús y eso lo desautoriza. En Mc 6,3 se dice lo contrario: se le desautoriza porque “sus hermanos y hermanas viven entre nosotros”. No hay quien se aclare. En uno y otro modo la razón (si es que la hay) no es la que manda en el discernimiento; son los prejuicios. No se entiende a uno que en lugar de cumplir las normas del sistema (no curar en sábado) opta por la persona y conculca la ley. No se ha entendido lo de siempre: que la persona es lo más importante, el único absoluto. Y abandonando esta certeza, los prejuicios ocupan el centro de la situación. La pregunta que tendrían que haberse hecho, antes de enjuiciar a Jesús, sería: ¿por qué tengo tantos y tales prejuicios? Como esa pregunta no se hace, el discernimiento en torno a Jesús resulta fallido.

 

***

 

Texto:

 

29Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ése no sabemos de dónde viene.

                30Replicó él:

                -Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene, y, sin embargo, me ha abierto los ojos. 31Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. 32Jamás se oyó decir que nadie abriera los ojos a un ciego de nacimiento. 33Si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder.

                34Le replicaron:

                -Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?           

Y lo expulsaron.

 

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Ventana abierta:

 

            Esta foto pertenece a la película “El Visitante” (The Visitor) en la que un aburrido profesor universitario lleno de prejuicios y complejos se topa con dos jóvenes extranjeros sin papeles y en esa fortuita relación se vienen abajo todos los prejuicios hasta llegar a ver a quien es tan diferente no con desdén sino con implicación y con amor.  Es una hermosa parábola de lo humana que podría ser la vida cuando caen los prejuicios y de lo cruel e injusta que es cuando la gobiernan los miedos, las ideas predeterminadas, los prejuicios en fin.

                Oramos: Gracias, Señor, por quienes hacen pedazos los prejuicios del corazón; gracias por quienes valoran a las personas con ternura; gracias por quienes son ágiles para sentarse a la mesa de quienes son diferentes.

 

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Desde la persona de Jesús:

 

                Las autoridades confiesan que Jesús “no sabemos de dónde procede”. No ven la conexión de Jesús con el Padre. Les parece excesivo que un paria tenga conexión con “su” Dios de poder. Pero, al menos, podrían haber percibido o intuido esa conexión por las obras de amor y solidaridad que Jesús hace, ya que la Escritura se cansa de repetir que Dios es bueno con todas sus criaturas. Por la bondad podrían haber deducido su origen, su raíz, su centro. Pero los prejuicios con los que se mueven bloqueen la bondad y la anulan. De ahí que no sepan de dónde procede.

                Oramos: Tu amor, Señor, habla de tu conexión con el Padre; tu bondad desvela tu origen divino; tu abrazo cálido es tu mejor identidad.

 

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Ahondamiento personal:

 

                Las autoridades judías, despechadas, no admiten lecciones del miserable ciego: “¡vas tú a darnos lecciones a nosotros?” Una de las notas típicas de quien está atiborrado de prejuicios es que no acepta lecciones de nadie, se cree que lo sabe todo y nadie puede leerle la cartilla. Con esa cerrazón está demostrando su incapacidad para conectar con la persona diferente. Para derribar prejuicios es preciso estar dispuesto a recibir continuamente “lecciones” de los demás, de cualquiera, porque de cualquier persona se pueden aprender cosas valiosas.

                Oramos: Que seamos ágiles para acoger lecciones que humanizan; que nunca menospreciemos a quien quieren enseñarnos a ser humanos; que creamos que los débiles pueden enseñarnos el amor.

 

***

 

Desde la comunidad virtual:

 

                El origen de Jesús es, como decimos, la bondad. Él viene del Dios bueno. Lo mismo pasa en las personas: su patria y su horizonte es la bondad. Su verdadero carné de identidad es su vida bondadosa. Por eso, desde la comunidad virtual podemos ayudarnos a ser nosotros mismos si nos ayudamos a ser buenos, aunque sea en cosas muy humildes y de poca relevancia. Enseñarnos la bondad, valorarla, practicarla, ser fieles a ella, amarla es la manera de descubrir nuestro verdadero origen (la bondad creadora de Dios) y nuestra meta (la mesa común del reino).

                Oramos: Que nos enseñemos la bondad con sencillez; que valoremos lo bueno con aprecio; que practiquemos el bien de modo sencillo.

 

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Poetización:

 

Vivió sin prejuicios.

Por eso se lanzó a cualquier camino,

se abrió a cualquier vida,

miró cualquier corazón con amor.

No podía ser de otra manera

porque si hubiera tenido prejuicios

la bondad se habría alejado de su vida.

Desde el principio

le vieron como “divino”.

Pero eso no fue

por imperativo dogmático,

ni por tradición religiosa,

ni por la nobleza de su sangre,

ni siquiera por sus modestos milagros.

Les parecía divino

porque lo veían bueno.

No es de extrañar que dijeran

que pasó haciendo el bien.

De ahí que quienes funcionaban

con los duros y rígidos mecanismos de los prejuicios

ignoraran su procedencia.

Y  eso hacía que desconfiaran de él.

Si se hubieran descabalgado de sus prejuicios,

que es lo mismo que decir

de sus intereses,

habrían podido entrever en su bondad

el origen de Jesús,

su cercanía al Padre,

su humana divinidad.

No supieron hacer trizas

el velo de sus prejuicios.

 

***

 

Para la semana:

 

                Trata de controlar los prejuicios esta semana. Que tengan el menos sitio posible en tu comportamiento diario.

 

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