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FIAIZ

Juan 42

CVJ

Domingo, 18 de abril de 2010

 

VIDA ACOMPAÑADA

 Plan de oración con el Evangelio de Juan

 

42. Jn 7,19-24

 

 

Introducción:

 

                Los grandes enemigos "del alma" y del cuerpo son la superficialidad, la rutina y el individualismo. Sobre todo la primera. Ser superficial es muy fácil; basta con dejarse llevar por la corriente, por la costumbre, por el caudal de la sociedad. Es muy fácil, pero nos hace muy vulnerables, porque nos deja a merced de quien domina, de quien impone. Nos deja a merced de nuestros sentimientos dominantes, menos reflexivos, menos valiosos. La mejor manera de luchar contra la superficialidad es tratar de dar profundidad a nuestra vida. No son cosas extrañas: se trata de fijarse, de mirar más allá de las apariencias, de saber disfrutar con poco, de alegrarse con las pequeñas conquistas humanas, de ser resistente por fidelidad, etc. La profundidad es algo que está al alcance de nuestra mano.

                Jesús tuvo, según los textos que venimos orando, un gran conflicto con sus paisanos. En realidad, gran parte de ese conflicto venía porque lo miraban superficialmente: era pobre, de familia conocida, sin oficio ni beneficio ¿cómo iba a tener algo que decir de parte de Dios si era un paria? Lo superficial, la pobreza, los despistaba. Y, sin embargo, en su honda humanidad se ocultaba un resplandor, la luz misma del Padre que se vierte en el cauce humano. De ahí que su invitación era casi como una queda dolida: "No juzguéis superficialmente".

                Esa voz sigue dirigiéndose, como un dardo, a todo corazón humano y creyente: no juzguemos superficialmente si no queremos perdernos lo mejor de esta vida. No juzguemos nada incluso, porque el juicio hace siempre presa en lo superficial; lo profundo es el reino de la comprensión y la ternura, no del juicio.

 

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Texto:

 

                        19¿No fue Moisés quien os dejó la Ley? Y, sin embargo, ninguno de vosotros cumple esa Ley. ¿Por qué tratáis de matarme?

                        20La gente reaccionó:

                -Estás loco, ¿quién trata de matarte?

                        21Les replicó Jesús:

                -Una obra realicé y todos seguís desconcertados. 22Por eso mismo os prescribió Moisés la circuncisión (no es que venga de Moisés, viene de los patriarcas) y en día de descanso circuncidáis al hombre. 23Si se circuncida al hombre en día de descanso para no quebrantar la Ley de Moisés, ¿os indignáis conmigo porque en un día de descanso le di la salud a un hombre entero?  24No juzguéis superficial­mente, dad la sentencia justa.

 

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Ventana abierta:

 

 

                Este señor es Paul Tillich, un teólogo protestante que murió hace unos cuantos años. Fue muy lúcido. Escribió un librito que se titula "La dimensión perdida". Es la dimensión de la profundidad que, según él, la sociedad habría de recobrar huyendo de la superficialidad. Desde la profundidad se podría entender mejor el sentido de la vida y del mismo Dios. Por eso dice: "El que sabe de la profundidad, sabe también de Dios". Son personas que han puesto el dedo sobre lo esencial.

                Oramos: Gracias, Señor, por las personas que profundizan en la vida y la fe; gracias por quien nos ayuda a mirar en la dirección del corazón; gracias por quienes oran para desvelar el esplendor oculto en lo humano.

 

 

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Desde la persona de Jesús:

 

                Jesús da la salud a "un hombre entero", a toda la realidad personal. El Evangelio no es para dar salud solamente a la parte espiritual, creyente, de la persona, sino a toda la persona. Jesús quiere que el Evangelio nos haga bien como personas completas. Si tenemos a la Palabra por una realidad buena (al menos tan buena como las otras que nos hacen bien) estamos dando en el clavo. El continuado trabajo con la Palabra tendría que hacernos ver con claridad que, desde que andamos con ella estamos mejor en todos los sentidos, aunque sea un poco nada más. Si el Evangelio nos hace bien, buena señal.

                Oramos: Gracias, Señor, porque el Evangelio nos hace bien; gracias porque, ante todo, quieres nuestro bien total; gracias por darnos a Jesús, bien grande para nosotros/as.

 

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Ahondamiento personal:

 

                La gente trata a Jesús de "loco". Quien hace el bien es tratado con frecuencia de esa manera. Pero, en realidad, esos "locos/as" son los grandes bienhechores del camino humano. Habríamos de apreciarlos, agradecerles, cuidarlos, valorarlos. Los tenemos cerca, en nuestro mismo ambiente: personas que, más allá de cualquier fallo, siguen siendo generosas; personas que hacen de familia para quien no cuenta aquí con familia; personas que miran con amor e igualdad a quien la sociedad trata en modos desigualadores; personas que, mirando al corazón, creen que muchas veces los que llamamos "débiles" son los verdaderos lectores de la realidad. Hace falta otra mirada para ver todo esto.

                Oramos: Danos, Señor, una mirada nueva sobre las personas y cosas; danos la mirada que va siempre envuelta en ternura; danos la mirada humanizadora que Jesús mismo ha tenido con toda persona.

 

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Desde la comunidad virtual:

 

                La comunidad virtual, a través del trabajo orante y de la relación, nos está ayudando a descubrir ese esplendor oculto de lo humano. Con ello nos está haciendo mucho bien porque aprendemos, poco a poco, la manera de valorar de otro modo a la persona. Ese modo está marcado por el aprecio, el respeto, la cercanía y la ternura. Así, la comunidad virtual, además de ser una "escuela de oración" está siendo, sin pretenderlo, una escuela de humanidad. Quizá esto segundo sea tan importante como lo primero o más.

                Oramos: Que construyamos entre todos una escuela de humanidad; que nuestra manera de orar nos lleve a valorar cada día más a la persona concreta; que disfrutemos de la relación que humaniza y nos enriquece.

 

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Para orar:

 

Cierro los ojos y respiro profundo.

No tengo muchas palabras para decir y sin embargo hay tanto que muero por contarte.

Eres tú, tú eres.

Si te miro profundo (¿y porqué no?), si te miro profundo y me enciendo por dentro. Si lloro en las noches, si te busco,  si te amo, si te comparto o te guardo. Te siento vivo.

Tú no me mides. No me mides los sentimientos. Son míos, y yo los guardo, los atesoro o los reparto o me los quedo. Yo decido si regalar de ellos un centímetro o un cielo. Y a ti te los daría todos.

Tú no me entregues lo que no quieres, no me aceptes lo que no buscas. Aquí estoy, de todos modos. Te me entrego todo, completo, mortal. No me olvides.

¿Te olvidaré? Te tengo grabado en la piel, en el alma. Tuyo soy, desde el principio y hasta el fin.

Sueña conmigo.

 

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