Juan 41
CVJ
Domingo, 11 de abril de 2010
VIDA ACOMPAÑADA
Plan de oración con el Evangelio de Juan
41. Jn 7,14-18
Introducción:
Hay gente que habla de oídas. Su discurso es superficial, aunque tenga la osadía de opinar de todo, de pontificar de lo humano y lo divino. A la larga, fatiga. Y la gente se da cuenta de que es un cántaro vacío, alguien que habla superficialmente y que, más allá de su ingeniosidad, no aporta nada, no enriquece a la persona. Pero hay otras personas que hablan de sus propias experiencias, de lo que han vivido, de lo que han aprendido, de lo que ha ido quedando en su corazón. Aunque su palabra no sea brillante, aunque no tengan grandes recursos intelectuales, aunque empleen maneas sencillas, la gente percibe que están hablando con verdad y esas palabras atraen, cautivan y alientan.
Algo de esto pasa en el texto con el que hoy oramos: Jesús no había ido a la escuela, no citaba a los grandes sabios porque no los había estudiado, quizá su manera de hablar era sencilla, como lo hacen los campesinos de todas las épocas. Pero hablaba de sus experiencias con Dios y con las personas, de su profunda conexión con las realidades de la vida. Y la gente notaba que sus palabras estaban llenas de verdad, de continido, de amor. Sus palabras cautivaban porque hablaba desde su experiencia. El sistema oficial quiso denigrar su enseñanza porque no había estudiado. Pero la gente que estaba deseosa de escuchar algo distinto, con más valor, con auténtica vida, daba crédito a sus palabras. Jesús dice que no habla por cuenta propia. En el fondo no le interesaba rentabilizar sus palabras, sacarles partido, lograr bienes o fama con ellas. Simplemente hablaba de lo que vivía. Y como eso era interesante, causaba impacto. Era palabra viva.
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Texto:
14Sin embargo, mediada ya la fiesta, subió Jesús al templo y se puso a enseñar. 15Los dirigentes judíos se preguntaban desconcertados:
-¿Cómo sabe éste de Escritura si no ha estudiado?
16Les replicó Jesús:
-Mi doctrina no es mía, sino del que me ha mandado. 17Quien desee realizar el querer de Dios apreciará si esta doctrina es de Dios o si yo hablo por mi cuenta. 18Quien habla por su cuenta busca su propia gloria; en cambio, quien busca la gloria del que lo ha mandado, ése es de fiar y en él no hay falsedad.
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Ventana abierta:
A este Obispo lo conocemos todos. Es Monseñor Romero. Se cumple el 30 aniversario de la muerte violenta. Las suyas eran palabras verdaderas. Al releerlas hoy, al cabo de los años, aún suenan vibrantes. Son palabras que tienen dentro la verdad de la experiencia. Recordemos estas: "Yo quisiera hacer un llamamiento de manera especial a los hombres del ejército y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles: hermanos, son de nuestro mismo pueblo, matan a sus mismos hermanos campesinos y ante una orden de matar que dé un hombre debe prevalecer la ley de Dios que dice "No matar". Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla". Por estas palabras llenas de dura verdad lo mataron.
Oramos: Gracias, Señor, por quienes hablan con verdad porque viven con verdad; gracias por quienes no temen la muerte, sino la injusticia; gracias por quienes hablan palabras de vida.
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Desde la persona de Jesús:
Jesús se autocalifica a sí mismo como una persona de fiar porque no busca gloria propia, provecho alguno, beneficio para él. Si queremos saber si las palabras de alguien son de fiar, la prueba es muy sencilla: si quiere sacar algún beneficio de sus propias palabras, hay que sospechar. Pero si lo que pretende es ayudar, consolar, animar, dar fuerza, favorecer a los demás, esa clase de palabras son necesarias y buenas. Como las de Jesús:
Oramos: Tú, Señor, tiene palabras de vida porque dan vida; tus palabras son de fiar porque buscan nuestro bien; hablas con amor porque vives con amor.
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Ahondamiento personal:
Los dirigentes atacan a Jesús porque dicen que si no tiene avales académicos, títulos, fama notoria, celebridad conseguida, su palabra no vale. No miran al interior, a la verdad de lo que se dice, sino al envoltorio en que van las palabras. Gente de superficie que juzga superficialmente. Habríamos de aprender a valorar las palabras de los demás (y las propias) por la carga de verdad real que contienen. Si están vacías de esa verdad, desconfiemos. Pero si alguien nos habla desde su experiencia de manera sencilla y fraterna, acojámonos a esas palabras que nos darán vida.
Oramos: Gracias por los hermanos que nos dan palabras con experiencia; gracias por quienes hablan desde el corazón; gracias por quienes son siempre respetuosos cuando hablan.
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Desde la comunidad virtual:
En nuestras reuniones a veces hablamos palabras vacías, pero casi siempre lo hacemos desde nuestra experiencia, por pobre que sea. Hemos de agradecernos esas palabras que contienen vida, aunque sea una vida sencilla y cotidiana. No las menospreciemos porque no son extraordinarias ni vienen avaladas por grandes acontecimientos. Las palabras más verdaderas son aquellas que vienen envueltas y mezcladas a la sencillez. Por eso nos hemos de agradecer nuestras palabras que nos sostienen y alientan, que nos empujan más en la dirección de Jesús y en la de las personas.
Oramos: Que nos agradezcamos las buenas palabras; que nos demos buenas palabras; que compartamos buenas palabras.
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Para orar:
Oh Señor de mi vida,
estaré ante Ti
cara a cara.
Con las manos juntas,
oh Señor de todas las palabras,
estaré ante Ti
cara a cara.
Bajo tu gran cielo,
en soledad y silencio,
con humilde corazón,
estaré ante Ti
cara a cara.
En este mundo laborioso,
de herramientas y luchas
y multitudes con prisa,
¿estaré ante Ti
cara a cara?
Rabindranath Tagore
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