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FIAIZ

Juan 18

CVJ

Domingo, 18 de octubre de 2009

 

VIDA ACOMPAÑADA

 Plan de oración con el Evangelio de Juan

 

18. Jn 5,9b-15

 

Introducción:

 

                La variedad de "absolutos" en la vida de las personas es enorme. Hay quien se mueve por absolutos de gran calado (el dinero, el trabajo, la familia, Dios, etc.) y otros por absolutos de calado más cuestionable (la moda, la apariencia, el escaparate, etc.). Un absoluto es aquello central que va dirigiendo mi vida, mis ilusiones, mis sueños y mis pasos. Un absoluto es aquello que, si se suprime, mi existencia pierde sentido. Pues bien, los hay también quienes van entendiendo que poner como absoluto el corazón del otro, el valor de la persona, el bien del débil, puede ser una manera estupenda de vivir. En realidad, quien tal hace, adquiere mucho sentido vital y abre horizonte para las personas.

                Es que el Evangelio, por extraño que parezca, no tiene como absoluto a Dios, sino a la persona. Para Jesús, la persona es el bien innegociable. Él vive y muere por las personas. Él llega a ser Hijo por su amor a la persona, por su vocación de pueblo, por haber bajado al sótano de la vida y haber puesto allí su tienda, por amor. El pasaje de esta semana parece sugerirlo así: a los dirigentes no les importa que el lisiado se cure o no; lo que les importa es que su curación no se haga "en día de descanso", en el día en que se prohíbe transportar cosas (el curado transporta la camilla). Ellas, las personas de la norma, no se preguntan si el curado ha mejorado o no de vida, si está más contento o no, más integrado en la sociedad o no. Ellos lo que quieren es que se cumpla la norma, ya que, por causas religiosas, piensan que la norma es un absoluto. Lo innegociable de la persona resulta negociable ante el valor absoluto de la norma. El Evangelio quiere advertirnos por contraste: que la norma no sea nunca en vuestra vida un absoluto; que lo sea el bien de la persona. Eso es lo que nos viene a decir.

 

***

 

Texto:

 

                        9bAquel día era de descanso obligatorio10 y los judíos dijeron al que había quedado sano:

                -Hoy es descanso y no se puede cargar con la camilla.

                        11Él les contestó:

                -El que me ha curado es quien me ha dicho: Carga con  tu camilla y echa a andar.

                        12Ellos le preguntaron:

                -¿Quién es el hombre que te ha dicho: carga  y echa a andar?

                        13Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, aprovechando el barullo de aquel sitio, se había alejado.

                        14Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice:

                -Mira, has quedado sano, no peques más no sea que te ocurra algo peor.

                        15Se marchó aquel hombre y avisó a los judíos que era Jesús quien lo había sanado.

 

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Ventana abierta:

 

                Esta señora es Soledad Puertas. Ella y su marido buscaron tener un segundo hijo por amor y por una gran necesidad: se trataba de salvar a su hijo Andrés, amenazado de muerte por una grave dolencia, con las células del cordón umbilical de su hermanito Javier. Así se hizo, por modernos procedimientos de selección genética. Los defensores de la norma rígida de la no experimentación con células madres pusieron el grito en el cielo. Ellos no entienden algo tan simple como que una madre quiere ver sanos a sus hijos. Para ellos la norma es el absoluto, no la vida que dicen defender.

                Oramos: Gracias, Señor, por quienes se arriesgan al poner como absoluto el bien del débil; gracias por quienes postergan la norma a favor de la persona; gracias por quienes crecen en sensibilidad y cercanía al más necesitado.

 

***

 

Desde la persona de Jesús:

 

                Jesús queda definido en este trozo como uno "que me ha dado la salud". Su opción por la persona, el ponerla como absoluto de su vida y de sus actuaciones, le ha llevado a dar la salud. Ésa es su gran aportación a la vida: él no ha escrito libros famosos, ni ha inventado medicamentos decisivos, ni ha hecho construcciones notables, no ha sido un gran político, etc. Él, simplemente, ha curado a quien sufría. Por esa obra de curación ha creído la gente que el Reino de Dios se acercaba a la tierra. Y así es: porque quien pone por absoluto al valor de la persona, lo lógico es que se empeñe en curar su debilidad.

                Oramos: Te bendecimos, Señor, por quienes curan cuerpos y almas; te damos gracias por quienes aman sin esperar siempre la recompensa; te alabamos por quienes aman a las personas aunque no sea de su tierra, de su pueblo, de su religión, de su cultura.

 

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Ahondamiento personal:

 

                Suena como una amenaza eso de "no peques más, no sea que te ocurra algo peor". Quizá lo escriba el evangelista porque entonces se creía que el mal sufrido era consecuencia de un pecado. Son vestigios de que la norma religiosa está por encima de la persona. Pero, leyendo "contra el texto" tendríamos que decir que no: no te puede ocurrir nunca algo peor si pones por delante el bien de la persona. Porque, justamente, si se la posterga es cuando vienen los peores males a la humanidad, los peores pecados. De ahí que el pecado que hay que temer no es tanto el pecado legal o religioso, sino el pecado humano, la herida infligida a la persona.

                Oramos: Que nunca hiramos a nadie; que temamos el pecado de inhumanidad; que creamos que el mayor disfrute es el bien del otro/a.

 

***

 

Desde la comunidad virtual:

 

                Si algo nos va enseñando esta experiencia pequeña de comunidad virtual es el respetar a cada uno/a en sus decisiones, tanto personales como comunitarias. A nadie se obliga, a nadie se impone nada, a nadie se exige nada. Todo ha de ser voluntario, salido del corazón de cada cual. Porque, a la par que oramos, vamos aprendiendo que la persona es el bien innegociable y, por ello, respetable al máximo. Es uno de los grandes beneficios que podemos hacernos.

                Oramos: Que nunca perdamos de perspectiva que el valor principal de la vida es el bien de la persona con la que me relaciono; que respetemos al máximo las decisiones de las personas; que nunca obliguemos a nadie a hacer lo que no quiere.

 

***

 

Parar orar:

 

¿Cómo seré o
cuando no sea yo?
Cuando el tiempo
haya modificado mi estructura,
y mi cuerpo sea otro,
otra mi sangre,
otros mis ojos y otros mis cabellos.
Pensaré en ti, tal vez.
Seguramente,
mis sucesivos cuerpos
-prolongándome, vivo, hacia la muerte-
se pasarán de mano en mano
de corazón a corazón,
de carne a carne,
el elemento misterioso
que determina mi tristeza
cuando te vas,
que me impulsa a buscarte ciegamente,
que me lleva a tu lado
sin remedio:
lo que la gente llama amor, en suma.

Y los ojos
-qué importa que no sean estos ojos-
te seguirán a donde vayas, Señor,  fieles.

 

  • (A. González)

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