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FIAIZ

Juan 4

CVJ

Domingo, 1 de marzo de 2009

 

VIDA ACOMPAÑADA

 Plan de oración con el Evangelio de Juan

 

4. Jn 1,35-39

 

                Es cierto que gran parte de la vida la situamos en lo exterior, en lo superficial. Pero hay quienes van mirando en otra dirección: en la dirección de la interioridad.  El camino interior es toda una aventura. No es en primera instancia una actividad religiosa. Andar el camino interior es empeñarse en descubrir los valores que me habitan, en percibir la pleamar de mis emociones y sentimientos, es desvelar los impulsos que me hacen mejor persona, es conectar con los sueños que mantengo tercos y vivos. El camino interior es, en definitiva, descubrir la suerte de ser humano, cuando es la humanidad quien nos habita. Puede parecer algo que se escapa de nuestras manos, algo irreal, pero andar el camino interior es toda una aventura.

                Juan nos dice cómo son por dentro los seguidores de Jesús. Y desde este pasaje los pinta como alguien que, a su manera, busca andar ese camino interior que les descubra la hermosura de su propia persona. Buscando a Jesús buscan, en realidad, su propio interior. Quizá no lo supieran, pero quedándose con Jesús, viendo dónde vivía, haciendo una experiencia de vida con él estaban iniciando el camino de su propia interioridad. Su persona saldría enriquecida de esa senda. Es que para el Evangelio de Juan ser discípulo no es solamente creer unas verdades. Es también andar una senda secreta, un camino íntimo, es llegar a percibir el valor hondo de cada persona y mantener viva la certeza de que en ese lugar está siempre el Jesús que se desvela y se revela a mí, a nosotros/as. No son falsas místicas: es preguntarse por lo mejor de uno/a mismo/a, por la fuente de sus gozos, por el secreto de sus penas. Hacer con Jesús este viaje a lo interior puede ser una instancia enriquecedora de nuestras vidas. Y aunque no fuera más que por escapar de la estéril superficialidad, ya merecería la pena el intento.

 

***

 

Texto:

 

35Al día siguiente, estaba Juan con dos de sus discípulos 36y, fijándose en Jesús que pasaba, dijo:

                -Este es el Cordero de Dios.

                        37Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús.

 

                 38Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les preguntó:

                -¿Qué buscáis?

                Ellos le contestaron:

                -Rabbí (que equivale a Maestro), ¿dónde vives?

                        39Él les dijo:

                -Venid y lo veréis.

               

                Entonces fueron, vieron dónde vivía, y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde.

 

Ventana abierta:

 

 

 

                Hoy queremos recordar otra vez al monasterio de Taizé en Francia. Llevan más de cuarenta años tratando de ser un centro de aprendizaje y experiencia de interioridad, de espiritualidad. Tiene todavía eco en miles de personas del mundo. Su éxito ha sido, justamente, trabajar la interioridad de forma sencilla y humana. No se pregunta a quien llega allá si es cristiano, de otra religión o de ninguna. Únicamente se requiere que el camino interior sea un anhelo, que se quiera mirar en esa dirección, que uno crea que es posible que hoy, en plena época secularizada, la interioridad es una hermosa aventura.

                Oramos: Te damos gracias por quienes nos ayudan a andar el camino de la interioridad; te bendecimos por quienes son entusiastas caminantes de las sendas del corazón; te alabamos por quienes aman la aventura humana.

 

***

 

La mirada de Jesús:

 

                La mirada de Jesús se vierte en este pasaje sobre los discípulos que comienzan a recorrer el camino interior. La mirada de Jesús es generosa ("se volvió"), animadora  ("¿qué buscáis?") e invitadora ("venid y lo veréis"). No reparó Jesús en la debilidad evidente de quienes le pedían ser compañeros de viaje al interior de la persona. No se detuvo en sus límites, siempre en primer plano. No consideró su tendencia al fallo, al abandono, al cansancio. Los miró como sujetos aptos para ese hermoso y no fácil camino de la interioridad. Como a nosotros/as.

                Oramos: Gracias, Jesús, por ser generoso siempre con nosotros/as; gracias por animarnos más allá de nuestros propios cansancios; gracias por invitarnos cada día andar contigo la experiencia de una  vida interior reconfortante.

 

***

 

Apuntando a lo profundo:

 

                Para andar el camino interior hay que desearlo, hay que verle alguna "utilidad". No puede ser otra que el sentido, el enriquecimiento del fondo de la persona y el gozo amoroso por esta vida. Para andar el camino interior es preciso estar a bien con esta vida, haberse reconciliado con la limitación, mirar con benignidad a cosas y personas, tener una paz lo más profunda posible en el propio interior. Un interior alborotado es obstáculo para esa tarea de andar el camino interior. Por eso, contagiémonos sosiego, silencio, paz, tranquilidad en el marasmo de nuestros días cotidianos. Nos haremos bien.

                Oramos: Que el sosiego sea parte de nuestro caminar diario; que la paz se vaya adueñando de nuestro corazón; que la alegría honda nos reconcilie con la vida, a veces tan áspera.

 

***

 

Apoyo cotidiano:

 

                Aunque no lo percibamos claramente, hacer en comunidad virtual este camino de la mano de san Juan es ayudarnos a andar el camino de la interioridad. Quizá la aportación pueda parecernos pequeña. Pero a la larga, el contacto con la Palabra y con las personas que la aprecian nos va haciendo personas más profundas, más ajustadas a la verdad, más sensatas, más sosegadas. Se va enriqueciendo el interior, ese subsuelo que no aparece, pero que está ahí. No menospreciemos esta ayuda. Tampoco es que nos sobren agarraderos para esta clase de tareas. Nos hacemos un bien.

                Oramos: Que quienes amamos la Palabra nos apoyemos en el deseo de caminar con interioridad; que nos digamos con buenas palabras que nuestro deseo de profundidad no es vano; que el sosiego sea un regalo que nos hacemos.

 

***

 

Para orar:

 

Sólo desde el encuentro

con el Todo,

podemos soltarlo todo,

y ser libres y gratis.

 

Dejaremos que se vayan

con su ruido y su torpeza

los recuerdos heridos

pegados a la memoria,

y los miedos futuros

danzando en la fantasía,

las urgencias y desafíos

que nos rompen

porque nos ignoran,

y las pesadumbres como lodo

con su calma cenagosa

de inercia sin salida.

 

No intentaremos ser

los amos del misterio

ni en el yo

ni en el otro.

Sólo servidores

del Señor y de su Reino.

 

Sin tu Espíritu creador

que todo lo llena,

la vida entera

se convierte en rito

de animal domesticado,

con mucho recelo

repartido por el alma,

y con el cuerpo ansioso

por el terrón de azúcar

al final del trabajo.

 

Sólo dejaremos

que todo se vaya libre

en la vida cotidiana,

si Tú llegas hasta nosotros

como la plenitud

en todo lo que somos.

 

Benjamín González Buelta

 

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