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FIAIZ

COMO INCIENSO EN TU PRESENCIA 3

 

Fidel Aizpurúa Donazar

 

 

 

 

 

 

COMO INCIENSO EN TU PRESENCIA

Los salmos de Laudes y Vísperas la 3ª Semana de la LH

 

 

 

 

 

 

Logroño 2024

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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SALMO 112

         (Domingo III, I Vísperas) 

 

Contenido bíblico

 

         Este salmo es un himno con sus partes clásicas: introducción (estrofa 1ª), cuerpo (estrofa 2ª) y conclusión (estrofa 3ª). Los himnos abundan entre los salmos porque cantan la gloria de Dios, su poderío, su fuerza. Son salmos para la alabanza y el gozo.

         La alabanza a Dios es la masa de muchos salmos porque quien ora sabe que se pone ante el Dios creador como creatura que ofrece a Dios su alabanza continua, Alabar es una de las mejoras formas de creer y de decir la fe. El salterio, sin la alabanza, sería letra muerta.

         Según este hermoso salmo, Dios es grande sobre los cielos y sobre los pueblos. Al ser el creador de todo, está por encima de todo, es el fundamento de todo, la vida que se derrama en todos los seres, sean quienes sean.

         Pero eso no le impide “abajarse” para mirar al cielo y a la tierra, para mirar las sendas humanas, a veces tan extrañas, los sufrimientos con los que de amasa los humano. No es, pues, un Dios desentendido, sino interesado y amoroso con sus creaturas.

         Más aún, de entre todos, se fija en el “desvalido”, en el “pobre” y lo sienta “entre príncipes”. ¡Algo inusitado! De tal manera que la conclusión (estrofa 3ª) podría ser entendida como el centro, el motor espiritual del salmo hasta decir que, más allá de que sea un himno, puede ser considerado como un “Salmo para un cambio de situaciones sociales”.

         Efectivamente: quien ora no se queda solamente en una alabanza desconectada de la vida, sino que sabe que su oración se sitúa en el marco de las pobrezas y, desde ahí, ora por los pobres y por el cumplimiento de la justicia. Orar es una actividad social porque sueña con un mundo fraterno e igualitario conde los pobres y humildes tengaa, por fin, un lugar seguro, donde los niños no mueran bajo las bombas y donde las mujeres sean consideradas como iguales. Algo de esto late en el fondo del salmo.

 

Desde Jesús

 

No es difícil imaginar que Jesús rezara muchas veces con este salmo. El tiempo de Jesús, como cualquier otra época de la antigüedad, no fue tiempo especialmente cargado de esperanzas para los pobres, que eran la mayoría (no existía la clase media). Soñar con un mundo nuevo donde los humildes tuvieran un sitio, lo que se llamaba (incluso en el lenguaje pagano) el “Reinado de Dios”, la época de un sociedad justa, era sueño de difícil mantenimiento. Jesús creyó en esa posibilidad y expresó su fe hablando del sueño como de una realidad de pronta realización y expresándose en un tipo de lenguaje (parábolas, actitudes) comprensible para los sencillos. Así alimentó la fe en ese sueño de la humanidad nueva.

Él no confió en la fuerza del poder para proponer el cambio de la sociedad nueva sino en el valor de los pobres, en sus ansias de justicia, en su demanda de solidaridad, en su capacidad de perdón, en su poder para empujar a la coherencia. Como dicen ciertos teólogos contemporáneos (I. Ellacuría, J. Sobrino), Jesús creyó en la capacidad civilizadora de las pobrezas, ya que las riquezas alejaban del sueño del Reino a pasos agigantados. Por eso no dudó en presentar como modelos a personas fuertemente marcadas por la necesidad (Mc 12,41-44).

Jesús mostró que la oración con este salmo era para él una realidad viva poniéndose de parte de los pobres, llamando a quien necesita de médico, comiendo con ellos, personando sin cansancio, esperando siempre. En él se cumplió lo que dice el salmo: “alza de la basura al pobre”. Vio la dignidad en ellos, los acogió y alabó a Dios que se revela a los humildes: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor (Mt 11,25).

 

Orar en comunidad

 

         El salmo pide ser cantado (o al menos salmodiado) como una introducción al domingo, día específico dedicado a la alabanza y a solidaridad.

Mientras se canta, podría encenderse un poco de incienso en un cuenco, como signo de la alabanza que se va a dirigir a Dios a lo largo del domingo.

Cuando se canta la 3ª estrofa, podría ponerse en pie la asamblea como signo visible de que Dios nos levanta del polvo y nos mira en toda nuestra dignidad.

 

Contenido social

 

Los evangelios podrían haber sido para los creyentes en Jesús una herramienta de cambio económico y social. Pero, todo lo contrario, han sido entendidos como un apaciguador de propuestas económicas reivindicativas. Por eso hoy, el sueño económico de Jesús experimenta la cercanía a todas las teorías económicas que nos ofrece la sociedad y no tienen el ánimo de lucro como primer objetivo: la economía del bien común, de la sobriedad feliz, del decrecimiento, de la economía colaborativa, etc. Son movimientos sociales que se aproximan más al sueño económico del evangelio que los modos neoliberales que aún se mantienen, en la práctica, en maneras consagradas por las leyes y la misma moral religiosa.

         Este componente económico del sueño de Jesús descrito de esta manera es tachado, con frecuencia, de una enorme ingenuidad cuando no de una absoluta ignorancia. En su desacreditación está su fuerza porque nadie se empeña en el descrédito si no teme algo. El valor del sueño de Jesús no está en sus argumentos técnicos, que siempre serán necesarios, sino en una mística, aquella que sigue soñando, más allá de connotaciones históricas, en un mundo donde es posible una economía de igualdad y de equidad. Es el sueño que, según la Palabra, alberga el mismo Dios. Algo de esto aparece en este salmo con que se inicia la 3ª semana del salterio.

 

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SALMO 115

(Domingo III, I Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         Todos los autores coinciden en denominar a este segundo salmos de I Vísperas como “Salmo de acción de gracias”. Y así lo es. Tiene cuatro partes: recuerdo de un peligro pasado (estrofa 1ª), primera mención del sacrificio (estrofa 2ª), segundo recuerdo del peligro superado (estrofa 3ª) y segunda mención del sacrificio (estrofa 4ª).

         Cuando en el Antiguo Testamento oímos hablar del sacrificio pensamos en holocaustos de carnero y toros. Pero aquí no se trata de nada de eso. Aquí el sacrificio es la alabanza. Es decir: orar es la mejor forma de ofrecer a Dios sacrificios. ¿Por qué? Porque Dios no necesita sangre de animales pero se vuelca en el corazón del pobre que le alaba.

         De esa manera, orar no es solamente una actividad religiosa, sino que es una actividad de profunda ofrenda a Dios. Necesitamos dar a nuestra oración una “mística” para que no se convierta en algo rutinario.

         Orar en el domingo es ofrecer a Dios el mejor de los sacrificios. Más aún es un sacrificio al que le va mal la palabra porque en la alabanza encuentra el orante su mayor alegría. Este gozo se acrecienta en el “alzar la copa”, en la eucaristía, donde se mezcla la alabanza al recuerdo vivo de Jesús.

         Que todo este trabajo espiritual se dé en la fragilidad del peligro superado indica que la alabanza se hace desde la propia fragilidad, desde la herida de la vida, desde las carencias del corazón. Eso le libra de un espiritualismo aéreo y sitúa la oración en el centro de lo real.

 

Desde Jesús

 

El evangelio es un filón inagotable. Siempre se aprende. Por eso, meditarlo y pensarlo es una gran ayuda para la fe. Hacerlo aquí cada domingo es un regalo.

         En Lc 6,12 se nos dice que Jesús SUBIÓ AL MONTE A SOLAS PARA ORAR. Es una oración en soledad y en descampado, doblemente difícil. No ora Jesús para darnos ejemplo, sino porque necesita orar para aclararse en cosas difíciles: cómo es que Dios es Padre de todos, hasta de los paganos; cómo es que Dios acoge a todos, incluso a los pecadores; cómo es que el camino de la entrega sin reservas puede llevar al reino de Dios; cómo los pobres pueden llegar a una cierta dicha. Temas vivos de la oración de Jesús.

El Vat.II nos ofreció en la liturgia y en los sacramentos un modelo de oración nuevo que hoy sigue vivo y funciona muy bien. Comunitariamente oramos bien. Otra cosa es la oración personal. Esa queda más en la penumbra. La oración personal es una necesidad para el camino de la fe. La gente sencilla pregunta, a veces, a las monas cómo orar. Podríais darles estas pistas sencillas:

  • Haz silencio, recógete en un lugar tranquilo, tu “rincón de oración”.
  • Lee el evangelio del día varias veces, piénsalo, identifícate con lo que se dice ahí.
  • Da gracias a Jesús por su acompañamiento.

Dice el papa en EG 73 que  “hay que imaginar espacios de oración y de comunión con características novedosas, más atractivas y significativas para los habitantes urbanos”. No se trata de grandes cosas, sino de pequeños caminos de espiritualidad. Es parte del “apostolado contemplativo” ayudar a encontrar esos espacios de oración.

 

Orar en comunidad

 

         Si no se canta, una lectora podría leer las dos menciones del peligro (estrofas 1 y 3) y otra las dos menciones sacrificiales (estrofas 2 y 4).

         Se podría hacer una pausa de silencio después de “te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor” para ser más conscientes de que el sacrificio auténtico es la alabanza.

         En esa pausa podría cantar el conocido estribillo “alabaré, alabaré, alabaré, alabaré a mi Señor (bis).

 

Contenido social

 

             Viernes por la noche. Un grupo de cristianos se reúne en la cocina de una casa. La mesa grande es la mesa de la oración y de la celebración. Nadie se inquieta por la ausencia del sacerdote. Se comparte la Palabra y se toman el pan y el vino en recuerdo de Jesús. Así, semana tras semana, mes tras mes, año tras año. Se celebra a Jesús en la certeza de que no se está solo, de que otros grupos perdidos en la ciudad viven lo mismo sin la preocupación de si lo que se hace es legal o no. Son las "misas sin misales”. Se viven con gozo y, al concluir, vuelven a ca­ sa con el corazón reconfortado. Ayudan a la identidad del grupo, crean comunidad, impulsan la cercanía vital de sus miembros. Quienes soportan más el peso de la vi­ da, la enfermedad, la soledad, la depresión, son los que salen más reconfortados. Se procura que ellos encuentren en la celebración ánimo, fuerza y consuelo. No menguan las ganas de volver a reunirse, no hay crisis de asistencia ni de participación. Aunque algunos las motejen de "eucaristías sectarias" ellos reciben a quien quiera participar, sin requisitos, sin pruebas, con el gozo de acoger, más si cabe en el caso de que sea alejado o increyente.

 

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SALMO 92

(Domingo III, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Los autores califican a este salmo como un salmo de entronización real, un subgénero de los salmos reales. La realeza fue siempre una mediación religiosa para Israel, aunque la mayoría de los reyes no trajo al pueblo más que desgracias. Viene a decir el salmo que Dios es el rey primordial de cuyo poder, soberano y ecuánime, habrían de aprender los reyes de la tierra. La estructura del salmo es la básica: introducción (estrofa 1ª), cuerpo (estrofas 2ª-4ª) y conclusión (estrofa 5ª).

         Pero hay una espiritualidad de fondo que nos puede resultar interesante.  Uno de los rasgos característicos de Dios en las antiguas culturas, donde se demuestra que Dios es soberano del mundo, es su capacidad para poner orden en los desatados elementos de la creación. Solamente Dios puede ser capaz de ordenar las temibles fuerzas del caos en que, a veces, se sumerge la naturaleza. Poniendo orden Dios demuestra que es Dios.

         Según este salmo, Dios pone orden frente a las aguas terribles de los ríos y el fragor del oleaje. Que los temibles grandes ríos sigan en su cauce y que los mares no invadan la tierra es obra primordial que muestra el poder soberano de Dios en la tierra. En la creación, el día principal es el de la separación de las aguas: solo Dios puede hacer que las aguas de arriba (las nubes) se mantengan sin caerse y que las aguas de abajo (los mares y ríos) se mantengan en los espacios asignados.

         De ahí podemos derivar: el poder de Dios, su amor, se manifiesta poniendo orden en nuestra, a veces, desbaratada vida. Una vida con un cierto orden refleja a Dios; una vida en el caos, deja poco espacio a la realidad de Dios. El domingo es el día en que Dios poner orden en la vida del creyente mediante su mayor gesto de amor: la resurrección de Jesús. La vida cristiana es una vida configurada y ordenada por el amor de Jesús.

 

Desde Jesús

 

        Hay muchas páginas en los evangelios que hablan de endemoniados, de espíritus inmundos, etc. Son imagen elocuente de una vida en total desorden, endemoniada. Hay que tener en cuenta que en aquellos tiempos no existía la psiquiatría y cualquier alteración psíquica era atribuida al demonio. De ahí que resulte comprensible que Jesús ejerciera de exorcista, cosa que hacían muchos de sus contemporáneos: dejar el menor el espacio del mal para que Dios tuviera más sitio.

Desde ahí se entiende la necesidad que tenemos todos de ordenar y sanar nuestro corazón, nuestro interior, nuestra vida espiritual. Siempre hay dentro de nosotros algo que necesita ser sanado, esa “herida infinita” que nos acompaña y que hemos de aprender a encajar.

Tal es así que, cuando Jesús manda a anunciar el reino a los discípulos, les dice que “echen demonios”, que curen el interior, que sanen las dolencias del corazón, las enfermedades del alma, que ordenen el formidable desorden en que, a veces, se mueve nuestra vida. ¿Quién no está necesitado de la curación del alma que es tan enfermiza? ¿A quién no le vendría mal un poco más de orden en su vida? ¿Qué demonios quiere echar Jesús de nosotros? ¿A qué espíritus inmundos ha de hacer frente el evangelio en nuestra vida? 

Según el evangelio a algunos como estos:

  • Al inmovilismo: Por eso, los que tenían un espíritu impuro decían a Jesús: “¡Déjanos en paz!”. Es lo que manifiestan muchos: que nada cambie, volvamos a lo de siempre, no toques lo que se ha dicho toda la vida, no te salgas de lo que está marcado. Así se empobrece la fe. El inmovilismo afecta a la Iglesia y amenaza nuestra vida. La tentación de ir para atrás es real. 
  • A la superficialidad: Por eso dicen los endemoniados: “Te conozco bien”, o sea: no quiero que se te conozca de verdad, no ahondes, no profundices, no seas crítico. Porque la superficialidad es nuestro mayor enemigo y nos hace muy vulnerables. Hay que profundizar, porque la persona profunda sabe de Dios y de la vida.
  • A la violencia personal: Por eso dicen los endemoniados: “¿Has venido a destruirnos?”. Es la violencia de nuestro corazón la que hace más violenta nuestra vida familiar y social. No echemos la culpa a otros. Llevamos dentro el germen y la semilla de la violencia. Hay que controlarla para que no se desborde.

Así como cuidamos nuestra salud y en cuanto nos ponemos malos vamos al médico y si es más grave a urgencias, así necesitamos curar nuestro interior de sus fallos. La Seguridad Social no nos cubre esos trabajos. Los tenemos que realizar nosotros. Muchos de nuestros desajustes personales, familiares y sociales brotan de un interior confuso, violento, enfermo.

Hay quienes hablan de una ecología del espíritu, porque necesitamos cuidar no solamente la creación exterior, sino también el lado interior de la persona. No suele ser fácil. Pero mucho depende de la construcción de un interior claro y fraterno. Nos sanan las buenas relaciones. Con su ayuda podemos controlar mejor los espíritus inmundos, las disfunciones que nos amenazan. Confiemos y cuidémonos.

 

Orar en comunidad

 

         Los himnos están hechos para ser cantados. Al ser el primer salmo de Laudes, el cantarlo daría un tono más festivo a la oración de la mañana del domingo.

         Siempre se tiene como recurso el hacer, al final, la oración sálmica. Aporta una cierta novedad y conciencia del salmo recitado o canta.

 

Contenido social

 

Un ámbito de caos destructor que nos invade es la violencia que no cesa. Que la desesperación y la voluntad de poder desembocan en demasiadas ocasiones en violencia es una lección que la historia nos enseña diariamente. Hoy, con Vladímir Putin como alumno aventajado de un colegio en el que también brillan Benjamin Netanyahu, Haibatullah Akhundzada y tantos otros (puede añadir aquí su demonio preferido), el recurso a las armas goza de buena salud. Quizás por eso destaca aún más, como contrapunto histórico, que la Unión Europea haya logrado eliminar la guerra como un instrumento de resolución de conflictos entre ellos. Por desgracia, tras el breve alivio de finales del pasado siglo, el 11-S primero, con su nefasta “guerra contra el terror”, y después la agresión rusa contra Ucrania, han vuelto a sumirnos en un proceso de securitización y militarismo rampante, al que los Veintisiete también se han apuntado. Así lo refleja el notable aumento del gasto militar mundial en estos últimos ocho años, hasta llegar a los 2,24 billones de dólares, en 2022, obnubilados por la creencia de que más armas significa más seguridad.

Dejarse llevar por ese mantra, cuando sabemos que los instrumentos militares poco pueden hacer para neutralizar la emergencia climática, la proliferación de armas de destrucción masiva o el terrorismo internacional (y menos aún las pandemias y los efectos desestabilizadores de los flujos migratorios), es empecinarse irremediablemente en el error. Sabemos que normalmente son las dobles varas de medida a nivel internacional, los fracasos en la convivencia entre distintos y las brechas de desigualdad en términos sociales, políticos y económicos los factores que en mayor medida explican el recurso a la violencia. Y los ejércitos —instrumentos de disuasión y de último recurso— son, simplemente, insuficientes para superar esas fallas estructurales, tanto a ojos de los que no tienen nada que perder como de quienes están decididos a imponer su dominio por la fuerza, haciendo incluso de la violencia un medio de vida.

 

 

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SALMO 148

(Domingo III, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Este salmo es un himno. Pero tiene una peculiaridad: la invitación a la alabanza, primer paso del todo himno que suele ser breve, se extiende por todo el salmo. El motivo de la alabanza llega en la estrofa 13ª, cuando se acaba el salmo (“su majestad sobre el cielo y la tierra”). Todo el espacio queda ocupado por esa persistente invitación a la alabanza dirigida a todos los estamentos de la vida, la naturaleza, los animales, los gobernantes, los jóvenes, todos.

         Es un invitatorio de dimensiones cósmicas: todo lo que vive queda englobado en la invitación. Y esa invitación es sin condiciones: toda realidad, sea como sea, puede hacer parte de ese gran coro. No se precisan requisitos previos; basta con quedar deslumbrado por esa majestad de Dios que sostiene y da vigor a la persona, que está debajo como fuente de vida.

         Invitar a la alabanza es invitar a la fe. Y eso por vía del gozo y de la adhesión del corazón. Por eso, es un apostolado primordial llamar a la alabanza desde las posiciones en que uno viva, sin pedir carnet de creyentes. Sería, de algún modo, un hermoso apostolado de la vida contemplativa: facilitar la alabanza, material y espiritualmente, hacer visible la bendición que Dios da a toda creatura y el gozo de unirse con quien quiere agradecer a Dios el don sagrado que es vivir y respirar.

 

Desde Jesús

 

Hay frases en los relatos evangélicos que pasan desapercibidas, pero que son muy sugerentes si se pone la mirada en ellas.

         Una de esas es la que escuchamos en el relato de la curación de un leproso. Después de curarlo, dice Jesús al leproso que vaya a los sacerdotes y que presente la prueba de su curación con la ofrenda prescrita “para que les sirva de testimonio”. La expresión podría traducirse: “para que sea una prueba contra ellos”. ¿Por qué contra los sacerdotes?

         En aquella época teocrática, los sacerdotes hacían las leyes. Y habían hecho una ley sobre los leprosos muy clara: éstos, fuera de la ciudad, excluidos (Lev 13,1-2.44-46), de no ser que curaran (en aquel tiempo toda enfermedad de la piel era considerada lepra; no se había descubierto el bacilo de Hansen). Jesús está en contra de esa ley: el enfermo debía estar dentro y cuidado.

         Y ¿por qué piensa Jesús así? Porque para él es primordial ser misericordioso, ya que Dios es misericordioso con todos. Si se abandona la misericordia, se abandona el evangelio y se abandona al mismo Dios.

         Pues bien, resulta que hace unas semanas, el Papa Francisco publicó un breve documento titulado “Fiducia supplicans, sobre el sentido pastoral de las bendiciones”. En él, dentro de la gama de bendiciones que se dan en la Iglesia, incluye la posibilidad de bendecir parejas homosexuales. Aunque el texto dice, por activa y por pasiva, que eso nada tiene que ver con el matrimonio, sino que es solamente una bendición, el documento ha levantado un revuelo en muchos cristianos, incluidos obispos y cardenales.

         No pasaría de ser una mera anécdota eclesiástica si no tuviese la cosa más calado. Porque no se trata de bendecir o no parejas del mismo sexo (cuando bendecimos con facilidad animales, alimentos, bares, bancos, coches, etc.). De lo que se trata es de la misericordia. Eso es lo que está en juego: el respeto, la acogida, la compasión.

         Cabe preguntarnos: ¿hasta qué punto corresponde que haya que considerar la vida sexual de una persona para decidir si se le da o no la bendición de Dios? ¿Acaso cuando se pide la bendición de una escuela se indaga sobre si la educación que allí se brinda es acorde con la doctrina de la Iglesia? ¿O cuando se bendice un banco se están aprobando todas las actividades que allí se realizan? Las respuestas a estas preguntas y otras similares debemos buscarlas en la contemplación de Jesucristo, que es el rostro de la misericordia del Padre, y que desea que cada persona encuentre en la Iglesia una casa de misericordia”.

        

Orar en comunidad

 

         El salmo pide ser cantado o, al menos, salmodiado. ¿Cómo se va a invitar a la alabanza sin canto?

         Pediría algún tipo de danza contemplativa: abrir los bracos en la primera parte de la estrofa, cerrarlos en la segunda. Poner una sencilla música de fondo.

 

Contenido social

        

         La Biblia no es patrimonio exclusivo de nadie sino parte importante del tesoro de la humanidad. Por eso mismo, el derecho a leerla desde el lado de la increencia es legítimo. Es un derecho que se han tomado no pocos escritores. Sus lecturas, por paradójicas y pintorescas que nos resulten, tienen un sitio en el panorama amplio de la lectura bíblica y de la ideología que de ella surge. Efectivamente, estos autores creen que la Biblia es una realidad “contada a todas las gentes” y que les asiste el derecho a leerla desde su punto de vista. Reconocer este derecho habría de llevar al creyente a una creciente flexibilidad y a la certeza de que las páginas bíblicas hacen parte de la totalidad inabarcable de la existencia creada: “Un cristiano bien alimentado de la Biblia tendría que ser muy poco totalitario porque intentaría ser muy totalizador (eso es lo que significa la palabra ‘cath-olico’ ahora que está de moda ser ‘holístico’). Tendría que excomulgar muy poco, precisamente porque intentaría comulgar con todos. No porque no sepa que la historia humana está llena de absolutizaciones y desautorizaciones mutuas, de las que la misma Biblia da buen testimonio. Sino porque sabe que la ‘palabra de Dios’ no es sólo ésta o estas páginas, ni estas páginas contra aquellas, sino la Totalidad inabarcable para nosotros” (J. I. González Faus).

         Yendo más lejos, hay quien propone con sencillez y modestia, pero con firmeza, una lectura atea de la Biblia. “Los ateos podemos enfrentarnos a La Biblia y disfrutar de su lectura, sin que eso tenga que ofender a nadie. Podemos no creer en el origen divino de Cristo y emocionarnos profundamente con él como personaje porque los evangelios son cuatro versiones de una historia excepcional y literariamente sublime. Particularmente, el tramo final de su vida conforma una trama perfecta que conduce a un clímax idóneo (la muerte) y se cierra con un epílogo soberbio (la resurrección). Además Jesucristo, literariamente, es un mito y un arquetipo cuya esencia dramática podemos rastrear en otros anteriores (en Egipto y Grecia) y que ha influido en obras literarias posteriores (la figura del redentor, del revolucionario).Y, en cualquier caso, se trata de una fábula ética universal”. Es decir, tanto desde el aspecto formal como desde el ético, la lectura de la Biblia por los ateos es un perfecto derecho.

         A veces los creyentes piensan que el tratamiento que los ateos dan a la Biblia y a su espiritualidad no es correcto porque parten de prejuicios provenientes de una concepción desvalorizada del mito o de la desconfianza ante los datos históricos bíblicos. También eso es preciso encajarlo con paz y verificar, uno por uno, todos nuestros datos antes de poner encima de la mesa nuestra fe en la comunidad creyentes que nos trasmite en el Mensaje. Además, ciertos terrenos que consideramos impropios para situar en ellos a la Palabra, como por ejemplo el ámbito del humor (gráfico, teatral, del cine u otros) contienen con frecuencia una carga profunda de reflexión y hasta de lirismo. A su manera, también es una manera “espiritual” de leer la Palabra.

5

SALMO 109,1-5.7

(Domingo III, II Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         Son tantos los agobios que sufrimos los humanos en nuestros caminar histórico que no ha de extrañar que, con rostros variados, el tema del mesianismo está siempre presente: creemos que con una presidente, un papa, una provincial, una superiora, un jefe, las cosas van a ir mejor. Y puede que sí, que ayuden. Pero con frecuencia comprobamos que todo, más o menos, sigue igual. El tema de los mesianismos, de las soluciones que vienen de fuera, tiene poco recorrido.

         Tampoco ha de extrañar que los mesianismos se mezclen a las religiones. Así ha ocurrido en el caso de Israel: siendo un pueblo que ha sufrido en la historia todo tipo de opresiones (Jn 8,33 es altamente irónico), ha soñado y quizá sigue soñando con un Mesías que ponga a Israel en el centro del mundo. Por eso muchos salmos, este en concreto, hablan de ese sueño mesiánico largamente acariciado.

         También tendrá que ver con el cristianismo (es el salmo más citado en el NT: más de 12 veces) que ve en Jesús al Mesías, aunque fuera un mesías pobre (algo incomprensible para el judaísmo). Es el salmo por excelencia de la liturgia cristiana.

         En esa línea, el Sal 109 celebra la investidura de un rey y con ello la esperanza honda de un reino mesiánico; se celebra más un deseo que un acto político.

         En el primer oráculo (primera parte de la 1ª estrofa) se promete al mesías la misma soberanía de Dios y su mismo éxito. Grandes sueños para un gran anhelo.

         En el desarrollo del oráculo está, primero, el tema de la expansión (segunda parte de la estrofa 1ª); luego, los medios con que cuenta, ejército, estirpe regia (2ª estrofa); finalmente, el apoyo de Dios mediante su juramento (estrofa 3ª).

         El público aclama al Mesías (estrofa 4ª) siempre en modos imprecatorios porque el mesianismo religioso ha estado teñido siempre de violencia contra el enemigo. El mesianismo pobre de Jesús irá por otro camino.

 

Desde Jesús

 

El tema del mesianismo ha sido algo con lo que los evangelios han tenido que lidiar porque quizá el mismo Jesús y su entorno han tenido mucho que ver con él. ¿Cómo entender su búsqueda espiritual desde esa perspectiva? Las respuestas son muchas y puede que sean bastantes las que contengan elementos de verdad. Pero creemos que Jesús ha elaborado su fe en el trabajo por configurar, en su corazón y en sus caminos, un mesianismo pobre. Ahí está el quid: para la tradición mesiánica judía, el mesianismo se resuelve en el poder y la gloria ya que ser mesías desde la pobreza es una contradicción en los términos. Algo de eso pasa con la atribución mesiánica de los títulos cristológicos cristianos: se entiende y se celebra a Jesús como mesías de la humanidad desde el brillo y poder religioso, desde el anhelo de reconocimiento por todos los pueblos de la tierra. Si fuera esto así, ¿cómo Jesús habría logrado unir, en su corazón y en su vida, mesianismo y pobreza? Solo se nos ocurre una respuesta: en su convivencia directa con la pobreza, en su opción por escapar de algo que atosiga tanto, hasta entender que en un Dios de pobres y en el fondo último de las pobrezas anida un sueño inagotable de justicia que da sentido a la utopía de los pobres.

 

Orar en comunidad

 

         Normalmente se suele cantar. A veces se utiliza el modelo de D. Cols que es muy acertado.

         Usando la libertad de los hijos de Dios, y tratando de sortear la dificultad imprecatoria del texto sálmico que está ahí por mucha teología que se le eche,  quizá alguna comunidad podría llegar a un acuerdo espiritual de modificación como este:

 

Oráculos del Señor a mi Señor:

«Siéntate a mi derecha».

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora».

 

«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec».

 

         En ese caso, los tres oráculos los canta una persona y la asamblea participa con la antífona.

 

Dimensión social

 

     El Papa Francisco viene a decir en FT que el único mesianismo es la dignidad humana. El documento afirma con claridad: «tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos» (FT 169). De eso se trata, de volver a poner en el centro la dignidad humana desplazada por un sistema económico de expectativas de ganancias que se lucra de los frágiles y que los descarta cuando son improductivos: «Mientras una parte de la humanidad vive en opulencia, otra parte ve su propia dignidad desconocida, despreciada o pisoteada y sus derechos fundamentales ignorados o violados» (FT 22). De ahí la crítica a los poderosos, clara y explícita: «Guerras, atentados, persecuciones por motivos raciales o religiosos, y tantas afrentas contra la dignidad humana se juzgan de diversas maneras según convengan o no a determinados intereses, fundamentalmente económicos. Lo que es verdad cuando conviene a un poderoso deja de serlo cuando ya no le beneficia» (FT 25). La dignidad se convierte así en «la ley suprema del amor fraterno» (FT 39) y ha de vivirse con pasión, como realidad que, si falta, nos altere: «No es una opción posible vivir indiferentes ante el dolor, no podemos dejar que nadie quede “a un costado de la vida”. Esto nos debe indignar, hasta hacernos bajar de nuestra serenidad para alterarnos por el sufrimiento humano. Eso es dignidad» (FT 68).

 

 

6

SALMO 110

(Domingo III, II Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         Ese es un salmo menor, tanto por su hechura (alfabético) como por sus temas (los de siempre) e intención (inducir al “temor” de Dios, tema sapiencial). La mayoría lo califica de himno con su introducción (estrofa 1ª), cuerpo sálmico (estrofas 2ª-5ª) y conclusión sapiencial (estrofa 6ª).

         Pero tiene una cosa interesante: invita a recordar las maravillas que Dios ha hecho en la historia de Israel, “maravillas memorables”, para recordar siempre.

         De tal manera que podría ser entendido como un “Salmo para mantener vivo el recuerdo de Dios”. Los recuerdos son un realidad viva. Si no se los cultiva, si no se los actualiza, se mueren. Un creyente con el recuerdo de Dios, de Jesús, muerto es una fe muerta.

         El domingo es el día adecuado para recordar las maravillas de la fe, sobre todo la resurrección de Jesús, cimiento de nuestra espiritualidad. Sin esta memoria semanal la fe se esfumaría como la niebla.

         Tendríamos que sabes escribir la historia de nuestra fe, los pasos más importantes que nos han llevado a creer y a ser cristianamente lo que somos: las maravillas memorables de nuestra propia vida.

 

Desde Jesús

 

Muchas veces nos hemos preguntado si los primeros cristianos eran personas hechos “de otra pasta”, vista su entrega y cómo en muy pocos años y casi sin medios plantaron la fe formando comunidades vivas en toda la cuenca del Mediterráneo. Tal vez eran gente común, como nosotros, aunque del todo entregados a la causa del Evangelio y con un arraigo existencial muy fuerte en la persona de Jesús. También se puede pensar que cultivaron explícitamente el recuerdo de Jesús en largas conversaciones, en noches y veladas interminables donde su persona, sus hechos y palabras, ocupaban, sin duda, el centro de la conversación.

Hay en Hech 20,7-13 una escena que normalmente se interpreta como un relato de resurrección. Una noche, Pablo hablaba largo y tendido con la comunidad de Tróade. Se ve que su conversación era cansina ya que recordaba la vieja espiritualidad del judaísmo que Pablo amaba tanto. Ese discurso, sabido y chato, adormeció a la comunidad. Tanto, que un joven que le escuchaba en la ventana se durmió, cayó al suelo y se mató. Dice el relato que Pablo lo subió al piso y, antes que nada, cambió de discurso y empezó a hablar de Jesús y de su cena última: “Subió de nuevo, partió el pan y comió”. Son los “verbos eucarísticos”. Cuando Pablo habla de la Eucaristía, el muchacho, la comunidad, resucita.

Es una narración útil para nosotros. ¿Queremos realmente que nuestra fe se adense, que brote pujante, que se mantenga actualizada? Recordemos cada día de una manera viva el acompañamiento de Jesús, su caminar a nuestro lado. Y, más en concreto, hablemos de la cena de Jesús, repasemos y démosle mil vueltas a su vida entregada. Y de ahí surgirá un compromiso cristiano cada vez más adecuado a nuestro tiempo.

 

Orar en comunidad

 

         El salmo, como todos los del domingo, pide el canto o, al menos, el recitado sálmico.

         Otra  forma de hacerlo: tras la invitación que hace una lectora (estrofa 1ª)  otra podría recitar el cuerpo del salmo (estrofas 2ª-5ª). La asamblea participaría  con la conclusión (estrofa 6ª).

 

Contenido social

 

         Se podría decir que los humanos no solamente recordamos sino que somos recuerdo. Cuando la persona pierde los recuerdos (con el alzheimer, por ejemplo) y se va quedando en blanco, se pierde su vida, es como un muerto vivo. Sin recuerdos no seríamos personas ni ciudadanos, ni cristianos. Recordar no es solamente acordarse de cosas sino vivir experiencias de manera continuada.

         Ahora bien, para que se mantengan vivos, hay que alimentar los recuerdos. Si no se los alimenta, si no se traen al presente, si no se actualizan, terminan por esfumarse. Alimentar recuerdos es una tarea antropológica y también social.

         La sociedad, en parte, está hecha de recuerdos, construida sobre recuerdos. Por eso conviene que los recuerdos sociales estén vivos mediante la vivencia continuada y compartida de los mismos. Los recuerdos sociales son el telón de fondo de la amistad cívica, de ese conjunto de posibilidades comunes que constituyen la vida de una comunidad social.

         Recordar no es solo ni principalmente vivir de la nostalgia de lo que fuimos, de lo que dejé, de lo que fueron mis raíces. Recordar es actualizar, creer en las posibilidades de convivencia con el grupo social con el que ahora vivo, engendrar caminos comunes nuevos sin dejarse atrapar por lo que fuimos. Los recuerdos de lo que fuimos se respetan, pero su fuerza está en lo que ahora somos, en lo que estamos construyendo.

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SALMO 83

(Lunes III, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Podría ser entendido este salmo como uno de los salmos reales (un rey va a entrar en el santuario) o, incluso, como un salmo de peregrinación (“al preparar su peregrinación”). Pero nosotros queremos entenderlo como un “salmo de acogida”.

         Efectivamente, el salmo es una formidable descripción de quien es acogido por Dios en el santuario, paradigma y ejemplo de cualquier mística de acogida.

         En una primera parte se describe la petición de acogida (estrofas 1ª-4ª): se anhelan los atrios del Señor porque el templo es el lugar más importante de acogida para el fiel. Si Dios me acoge, tengo la mayor acogida que pueda desear.  Por eso es dichoso quien peregrina al templo, aunque pase por momentos de dificultad en ese largo peregrinar.

         En una segunda parte se presenta una liturgia de acogida (estrofas 5ª-6ª): el gozo de vivir en los atrios del templo, al amparo de Dios, es como vivir mil años de vida. Es la certeza de que si Dios me acoge, tengo la mayor y mejor de las acogidas. Mi vida está asegurada.

         La acogida de Dios apunta a la acogida humana. Lo vemos en Jesús: lo que impactaba era su misericordia acogedora con todos, capaz de sentarse a la mesa con pecadores, cosa que nunca ha hecho ningún “santo” del AT. Para saber si nuestra fe es vigorosa, mejor que mirar a aspectos religiosos será valorar aspectos antropológicos: acoges, eres seguidor y seguidora de Jesús. No acoges, cae sobre tu fe un fuerte interrogante.

 

 

 

 

Desde Jesús

 

El relato del pequeño milagro de la curación de la suegra de Simón Pedro (Lc 4,38-41) puede pasar desapercibido. Pero también puede ser como un milagro leído desde la acogida: la suegra acoge a Jesús; Jesús la acoge a ella con u enfermedad.

 La fiebre suele ser algo muy volátil: aparece y desaparece como por ensalmo. Pero, leído con un poco de atención, este texto puede ser interesante.

         Téngase en cuenta de que en griego “fiebre” y “fuego” se dicen con la misma palabra pyr (de ahí viene “pirómano”) Algo parecido decimos en castellano: cuando un niño tiene fiebre, le ponemos la mano en la frente y decimos “está ardiendo”, como si tuviera fuego.

         La suegra de Simón, su familia, el mismo Pedro,  tienen una fiebre, un fuego que les quema: que Israel sea el centro del mundo, que todos nos sirvan, que todas las naciones reconozcan al mesías judío. Es lo que se llama el “fuego mesiánico”. Jesús les cura de ese fuego y lo transforma en servicio: “se puso a servirles”.

         Nosotros también tenemos “fuegos” dentro que impiden la acogida y que el evangelio quiere reorientar. Por ejemplo:

  • El fuego de querer tener siempre la razón: y para tenerla gritamos, insultamos, mentimos, machacamos al otro, bloqueamos la acogida. Jesús quiere transformar esa fiebre en respeto, buenos modales y valoración positiva del otro, en corazón abierto.
  • El fuego de despreciar al que es más débil: sobre todo a las minorías, a los que arrastran estigmas sociales, a los que sabemos que no van a defenderse. El evangelio quiere cambiar esa fiebre en acogida, apoyo y amparo por encima de toda debilidad.
  • El fuego de creer que nuestra cultura es la mejor: porque nos creemos el ombligo del mundo. Y desde ahí despreciamos, excluimos y ridiculizamos a los que no pertenecen a nuestro ámbito cultural. El evangelio quiere cambiar esa fiebre en inclusión, abrazo social y generosidad con los que vienen a nosotros.

El evangelio tiene una formidable pretensión: quiere cambiar nuestro mecanismo interior, quiere que funcionemos con criterios distintos (los de Jesús) quiere que miremos a las cosas y a las personas con una mirada compasiva y acogedora. Muchos dicen: eso es imposible. Viejo es Pedro para arriero. Pues hay que pensar que si el evangelio no nos cambia algo, al menos en una pequeña parte, ¿para qué nos sirve?

Dice el Papa Francisco una frase que es luminosa: “Sólo con una mirada cuyo horizonte esté transformado por la caridad, que le lleva a percibir la dignidad del otro, las personas son descubiertas y valorados en su inmensa dignidad, respetadas en su estilo propio y en su cultura, y por lo tanto verdaderamente integradas en la sociedad” (FT 187). Que acojamos esa manera nueva de mirar personas y cosas para vernos libres de cualquier fiebre  engañosa.

 

Orar en comunidad

 

         El salmo es poéticamente hermoso. Le va bien ser salmodiado. Como abre la oración de Vísperas, mejor cantarlo o salmodiarlo.

         Podría jugarse con las luces: la primera parte (estrofas 1ª-4ª) lo lee una lectura con luz tenue. La segunda parte (estrofas 5ª y 6ª) la lee toda la comunidad con todas las luces dadas, signo de que se nos acoge en el templo, señal de que Dios nos acoge con amor.

 

Contenido social

 

La benignidad es necesaria para la esperanza. No se puede pretender ser instancia de esperanza si no se empatiza con la persona y con  la sociedad. No se trata de contemporizar y de relativizar todo. Se trata de entenderse como parte del hecho social y como afectado por el mismo. Y, desde ahí, acoger los caminos de la persona de hoy con la certeza de que muchos de ellos, a veces en modos extraños, apuntan a la bondad. Sin benignidad no puede haber esperanza; sin conmoción personal y social no hay empatía. Y, sin esta, la esperanza de diluye.

 Hay voces y lógicas diferentes como propuestas para tratar la pluralidad buscando lo que nos une, y, a su vez, tolerando lo que nos separa. Sin ir tan lejos, en el ámbito local, “he tenido la grata sorpresa de conocer la comunidad de la iglesia de Capuchinos en Pamplona, otro espacio diferente y plural de apertura y acogida dirigida a creyentes y no creyentes con un estilo franciscano que supone un poco de oxígeno en nuestra sociedad de crispación y división” (Javier Erro). 

En definitiva, la vida nos da otras claves desde las que afrontar las crisis, ya que la clave de la disputa y la división no resuelve las cosas ni mejora nuestra vida. Puede que el tema de nuestro tiempo sea éste, el de acabar con la violencia y crear espacios de acogida amplios, y ello pasa por abrirnos al otro y buscar la unidad entre diferentes sin perder la riqueza de la pluralidad. 

 

 

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SALMO 95

(Lunes III, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         No cabe duda de que para los israelitas antiguos el templo era lugar que evidenciaba la elección de Dios a Israel. Por eso mismo, no dudaban de que algún día el templo sería el centro del mundo donde se mostraría la elección de Dios a su pueblo y donde los paganos serían acogidos en la fe judía. Dios es el rey del mundo, está en su templo, nos ha elegido, todos vendrán un día a adorarlo ahí. Estos eran los pasos elementales de la espiritualidad judía que quedan bien reflejados en este salmo.

         Pero en las dos últimas estrofas (6ª y 7ª) entra en juego un nuevo elemento: el lugar de la presencia y la acogida de Dios no será el templo cuanto la tierra, el orbe. Es la casa común a la que todos son llamados porque todos viven en ella. Ya no se necesita el título de pertenencia al pueblo judío para acceder a Dios. El título de ahora es el que da Dios a todo lo creado: ser creatura.

         Se abre un nuevo horizonte: el mar, los campos, los árboles, el orbe entero se constituye en lugar de adoración y de encuentro con Dios. Podríamos denominar a este salmo como “salmo ecológico”, salmo cósmico: Dios se manifiesta y nos acoge en el regalo de la vida que da a todas sus creaturas.

 

Desde Jesús

 

¿Cómo puede el evangelio ayudarnos a ir construyendo una espiritualidad de buenas relaciones con lo creado y entre nosotros, creaturas? El bautismo de Jesús, que narran los cuatro evangelistas, es un momento muy importante en su vida: es el momento en que se decidió a ofrecer el reinado de Dios a sus compaisanos y a nosotros.

         Dice el texto que el Espíritu bajó sobre él. Quiere decir que el Espíritu, la fuerza viva de Dios, se une a la vida humana de Jesús para poner en pie el reinado de Dios, la buena relación, la nueva sociedad, la fraternidad social.

         Por eso podemos decir que la tarea de la vida cristiana es construir, no destruir. Cuando vemos las magníficas construcciones modernas (por ejemplo, la ciudad de las ciencias y de las artes de Valencia, de Calatrava, o la bodega de Elciego del arquitecto Gerhy) nos quedamos admirados. Pues bien, como lo comprobamos a diario, construir la relación humana entre las creaturas es algo mucho más difícil. No depende de la brillantez de una cabeza, sino de la aportación de todos los corazones. Todos somos necesarios en esa tarea.

         ¿Cómo podemos construir esa buena relación creatural y vivir así bajo el impulso del Espíritu?

  • Construyendo puentes: no apagar la mecha que humea, no romper las relaciones por una nadería, mantenerse en fidelidad aunque cueste, construir puentes más allá de nuestra manera personal de ver las cosas.
  • Construyendo abrazos: por ingenuo que parezca. Abrazar, más que golpear; tender la mano abierta, lejos del puño que amenaza; llenar el corazón de nombres, como decía Casaldáliga.
  • Construyendo una vida cristiana renovada: no estancarse en lo que aprendimos de niños; leer la Palabra de Dios con tenacidad; estar abiertos a formas nuevas de expresar la fe sin aferrarse a los de siempre.

Dice el filósofo Juan A. Marina que educar es construir y enseñar a construir la relación. Enseñamos a nuestros niños antes a ser consumidores que ciudadanos. Les damos regalos en Navidad (Olentzero, Papa Noel, Reyes), en el cumpleaños y en todo tiempo. Creen que los regalos útiles no son regalos. Hemos de trabajar por revertir esa tendencia. Hemos de enseñar que el mejor regalo es el compartido y el que nos lleva a relacionarnos con el otro hasta generar una nueva manera d estar en el mundo.

Y nosotros los adultos habríamos de hacer propósito firme de empeñarnos en crear buenas relaciones, de construir una casa común que acoja a todos.. Tenemos tarea porque eso supone apaciguar el corazón y las palabras y mirar al otro desde el respeto y el amor. ¿Utopías imposibles? ¿Y qué queda de la vida humana si suprimimos estas utopías?

 

Orar en comunidad

 

         Al salmo, por su carácter hímnico, le va bien el canto. Subrayar, de algún modo, las dos estrofas finales para indicar que es la tierra la casa común donde Dios se manifiesta y nos acoge. Quizá en ese momento se podría presentar ante el altar un cuenco lleno de tierra como visualización de la tierra, casa común para todos.

 

Contenido social

 

En la actualidad la globalización forma parte de nuestro cotidiano vivir, algunos la nombran sin tener real conocimiento de ella, pero estas inmersos en ella. Podemos decir que los poderosos se han apropiado basados en sus intereses, homogeneizando los mercados, las transacciones, las redes de comunicación, la información. Hemos visto la globalización como una nueva etapa de la humanidad, que es un proceso irreversible, pero realmente podemos entender la globalización desde los excluidos, los pobres y desde ahí tendremos garantía de no ser engañados. Bien nos lo dicen Ellacuria y Casaldaliga entre otros.

Somos un solo Mundo, una sola Madre Tierra, con un nuevo orden, donde el pueblo tenga tierra, salud, educación, justicia, libertad. El mensaje del papa Francisco en Laudato si y Fratelli tutti nos estimulan a vivir la igualdad con las personas y los pueblos, en la pluralidad de las identidades; con igualdad en dignidad y derechos. Muy en la línea Franciscana, un mundo donde nos reúna a todos.

La salvación no es individual, es comunitaria. Vivir la misericordia con la Tierra, con sus criaturas y con nuestros hermanos/as empobrecidos exige de nosotros/as una auténtica CONVERSIÓN, un profundo cambio en nuestro modo de vivir, irresponsable y derrochador de los recursos del planeta, y un COMPROMISO más firme en la transformación del sistema económico y de la cultura consumista en la que estamos inmersos. A ello nos llama el Papa Francisco en su Encíclica Laudato si´, cuyo mensaje queremos desentrañar en esta reflexión en algunos de sus aspectos. Caminar en la dirección que nos propone es una tarea de largo recorrido que urge emprender ya con pasos y decisiones concretas que cambien nuestros hábitos. Necesitamos cultivar una nueva manera de mirar la realidad y a nosotros mismos en ella, que nos impulse a modificar nuestro modo de vivir.

 

 

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SALMO 122

(Lunes III, Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         Este salmo pertenece al “Salterio de las subidas” (Sal 110-135) un conjunto de salmos que, probablemente se usaban en las peregrinaciones a Jerusalén (siempre hay que “subir” porque está a 754 m. sobre el nivel del mar). Cuando se peregrina, se canta. Y más en aquella época en que peregrinar era una verdadera aventura.

         La peregrinación tiene un componente penitencial y por ello se anhela que la vida se vea envuelta, perdonada por Dios. Por ello se espera en su misericordia. Se está pendiente de ella leyendo en sus ojos la misericordia que se desea. Leer en la mirada de Dios la misericordia es el ánimo mayor para el peregrino. Se tiene la mirada puesta en Jerusalén porque allí está la gloria de Dios y su rostro. Es la mística de quien cree y peregrina.

         Como ofrenda penitencial se ofrece el sufrimiento de quienes se burlan con sarcasmo de las buenas actitudes del peregrino. Aunque duela ese orgullo, no se desiste de esa peregrinación echa bajo la mirada del Compasivo.

         Y ello tiene como consecuencia la práctica de la compasión: sentirse bajo la mirada del compasivo se traduce en una creciente compasión con las personas porque si no se diera, se desacreditaría la peregrinación y la fe que cree en la mirada de Dios. Peregrinos y compasivos. Eso habríamos de ser.

 

 

 

Desde Jesús

 

Conocemos el evangelio de memoria. Pero hay que leerlo muchas veces para saborear los detalles.

         Citamos con frecuencia: DONDE DOS O TRES ESTÉ REUNIDOS APELANDO A MÍ, YO ESTOY EN MEDIO DE ELLOS. O sea: Jesús se hace presente en el grupo que lo recuerda, que lo hace referente, que copia sus modos de pensar y de actuar.

         Ese es el lugar de la verdadera presencia de Jesús, casi más que en la eucaristía. Jesús se hace presente en el grupo que piensa como él, que es compasivo como él, que acoge como él, que es generoso como él lo es.

         Es decir: nuestra vida ha de desvelar cómo es Jesús. Ya lo decía el cardenal Helder Cámara: “Muchos no leerán el evangelio, pero sí leerán vuestra vida”. Si nuestras palabras dicen una cosa de Jesús y otra nuestra vida, nunca se entenderá el evangelio. ¿Creemos que Jesús está en medio de nosotros? ¿Sabemos hacerlo presente con nuestra vida? Son preguntas que habría que repetir muchas veces.

         Mahatma Gandhi (1869-1948)  pensador, filósofo  y estadista de la India, fue un gran conocedor de las enseñanzas de Jesús. Sin embargo no confiaba en sus seguidores. Entre las  frases de su autoría y recogidas por la  historia  están:  “Me gusta tu Cristo; no me gustan tus cristianos”.  “Yo sería cristiano si no fuera por los mismos cristianos”.

         Hemos de tratar de revertir estas palabras. Y todos podemos hacerlo viviendo de manera sencilla el camino del evangelio: compasivos y generosos, incluyentes y libres.

 

Orar en comunidad

 

         Como tiene música sabida (de Manzano) se puede cantar tal cual. O salmodiarlo.

         Si se lee: la asamblea la estrofa 1ª; una lectora la 2ª y otra lectora la 3ª.

 

Contenido social

 

El ciudadano de hoy sabe muy bien que el quid de muchas cuestiones está en la economía. Y sabe también que la economía es depredadora, asesina (la economía que mata, dice el Papa Francisco). Al funcionar la economía por expectativas de ganancias, no le importa dejar tras de sí un reguero de destrucción y de muerte con tal de conseguir los objetivos propuestos.

Pero junto a esa economía asesina están brotando economías alternativas que hoy no tienen la voz cantante pero que, tenaces, alzan su palabra como camino posible de economía humanizadora, compasiva. Nos referimos, por no citar más que alguna, a economías como la del Bien Común de Ch. Felber.

Son economías que se ordenan creyendo que el activo económico más importante es la persona y que valorar a la persona es generar riqueza, a la vez que se frenan los grandes desajustes de la economía como, por ejemplo, la desigualdad. Su componente compasivo nada tiene que ver con el paternalismo y la limosna, sino con la dignidad y la fe en las posibilidades de vivir en humanidad.

Se desvela así uno de los rasgos decisivos del comportamiento económico de los humanos: poner conciencia al dinero, dotar de humanidad al descarnado mundo de las relaciones económicas. El compacto muro de quien dice que pretender mezclar economía y compasión es querer mezclar el aceite con el agua queda muy cuestionado no solamente por la voluntad de los humanistas, sino también por una cierta actividad económica real.

 

 

 

 

 

 

 

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SALMO 123

(Lunes III, Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         Un nuevo salmo del salterio de las subidas. Puede ser leído desde muchas perspectivas. Nosotros lo enfocaremos desde la certeza de que los peligros del peregrinaje a Jerusalén han sido ahorrados al peregrino por el amparo de Dios. Un amparo que se traducirá en ayuda mutua entre quienes caminan.

         El salmo canta el que Dios ha estado de parte de Israel cuando las amenazas arreciaban (estrofas 1ª y 2ª), a punto de ser tragados vivos. Israel sabe mucho de esas situaciones (por eso se comprende menos todavía por qué pone ahora a Gaza en similares apuros).

         En una segunda parte (estrofa 3ª) se percibe de manera casi física el riesgo de caer en la trampa. Dios no ha entregado a Israel a esa trampa. Pero, todos lo sabemos, hemos de ayudarnos entre nosotros a asumir mejor los riesgos de la vida y de la fe, porque una vida sin riesgos no es posible.

         Un salmo éste para animarse a asumir riesgos y, sobre todo, para ofrecernos amparo y ayuda fraterna que haga asumible cualquier riesgo.

 

Desde Jesús

 

             Es preciso recuperar la peligrosidad de la eucaristía: algo que los teólogos siempre han destacado. Es el recuerdo «que acosa y pone en cuestión el presente porque recuerda un futuro aún no experimentado. Tal recuerdo rompe el embrujo de la conciencia establecida. Reclama los conflictos no solventados, sofocados y las esperanzas no cumplidas. Mantiene en alto, a contracorriente de las opiniones vigentes, las experiencias anteriores y, de ese modo, desbarata las evidencias del presente» (Metz). Este carácter desestabilizador de la eucaristía va de la mano con la actitud crítica que cuestiona lo incuestionable generando alternatividad. Sin ese elemento crítico resulta imposible hablar de recuperar el recuerdo peligroso de la eucaristía.

 

Orar en comunidad

 

              Si no se salmodia, una lectora podría proclamar la primera parte (estrofas 1ª y 2ª) y otra la segunda (estrofa 3ª). La asamblea ratificaría lo proclamado con la estrofa 4ª.        

 

Contenido social

 

Como ha denunciado el Papa Francisco en la LS’ una tierra que se encuentra amenazada por el riesgo creciente de una muerte cósmica. Ese riesgo de muerte ecológica, que puede sumarse al riesgo de muerte atómica, genética y social, no es algo que se encuentre inmensamente lejos (como formula por la 2ª Ley de la Termodinámica, sobre la degradación de la energía), sino muy cerca, pues puede producirse en pocos siglos (algunos hablan de decenios), si seguimos impulsando la loca aventura de una modernidad, empeñada en su progreso insolidario, “gastando” para ello (¡detrás de nosotros el diluvio!) las fuentes de energía, especialmente las de tipo fósil, de la “madre tierra”, envenenando de esa forma su atmósfera y sus aguas.

              Esta encíclica se sitúa en la línea de los “documentos sociales” de los Papas, que tienen más de un siglo de historia, desde León XIII (Rerum Novarum, 1891) hasta Benedicto XVI (Spe Salvi, 2007), con aportaciones de gran valor, como las ofrecidas por Pío XI, Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II. Pero, sin perder su conexión con las anteriores, esta nueva encíclica toma un giro sorprendente y nos coloca ante una preocupación y una tarea nueva, ante un problema urgente, que ningún Papa, había destacado hasta el momento: El riesgo de una destrucción cósmica de la vida, motivada y acelerada por una utilización degradante e injusta de la energía terrestre.

         No percibimos todo esto como un riesgo, pero el futuro de la vida en la tierra tiene que ver con ello. Y el futuro se forja en las actitudes y comportamientos del presente. Hacer una vida menos arriesgada en la tierra también es tarea espiritual.

 

 

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SALMO 84

(Martes III, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Este salmo pertenece a esa clase de salmos que se centran en un oráculo (“Voy a escuchar lo que dice el Señor…”). La introducción de la estrofa 1ª tiene dificultades para encajar con el salmo. Eso ocurre con alguna frecuencia.

         Las estrofas 2ª y 3ª expresan una petición oracular, el deseo del orante de saber cuál es, en síntesis, el deseo de Dios sobre su vida. La estrofa siguiente lo dirá: vive en paz, ofrece la paz.

         Efectivamente, el oráculo es un anuncio de paz (estrofa 4ª). Ese es el secreto designio de Dios sobre lo creado: que la vida se viva en paz, que las buenas relaciones sean el modo de conducta de las personas, que la fraternidad crezca. Para saber si se está en la órbita del designio divino no se mira a comportamientos religiosos sino antropológicos: eres persona de paz, de buena relación de fraternidad, están en la órbita de Dios. No eres esa clase de persona, caes fuera de la órbita divina.

         Eso hará que “la gloria” habite la tierra: que la misericordia y la fidelidad se encuentren, que la justicia y la paz se besen. Lo dicho, hay que mirar a valores antropológicos, más que a los religiosos. O más agrícolamente: cuando los valores de paz prosperen, prosperará también la tierra (estrofa 6ª).

         La asamblea remacha (estrofa 7ª); la justicia se abre paso y la salvación le sigue. Se ha completado el ciclo de la paz.

 

Desde Jesús

 

¿Cuál es el contenido general de la propuesta de Jesús? Es, por grandilocuente que suene, la propuesta de una humanidad nueva, renacida, recreada. Jesús es de los  humildes utópicos que siguen creyendo en las posibilidades de la bondad del corazón humano, capaz de producir frutos buenos. No se vislumbra en él la decepción de quien piensa que las personas y la sociedad vamos al abismo. Es una propuesta de honda confianza. Es también una propuesta de fraternidad social, no partidista ni religiosa. Él cree, contra las evidencias cotidianas, que los humanos podremos vivir con hermanos. La propuesta de Jesús es la que considera imprescindible llegar a una economía igualitaria que entienda y ponga en pie el mecanismo del compartir sobre la base del todo no siendo obstáculo la pobreza. No es una propuesta en el aire, sino bien enraizada en los mecanismos sociales. Es una propuesta que se hace en base a la dignidad de la persona más allá de su condición moral, algo que aleja el juicio, la utilización y la imposición de condiciones a quien es débil. Es una propuesta de relaciones de entrega porque se tiene la certeza de que las entregas siempre rentan en beneficio común. Es, definitiva, ir en la dirección del viejo sueño de Dios sobre lo humano que estaba ya inscrito en las páginas del AT y en el caminar humano desde sus inicios.

 

Orar en comunidad

 

         Por su carácter reflexivo podría ser leído por un par de lectoras. Pero si se pudiese cantar el oráculo daría color al salmo. Podría utilizarse cualquier estribillo que hable de la paz (“Haz de mí, Señor, un instrumento de tu paz…”; “Tú, Señor, nos das la paz…”).

 

Contenido social

 

Creemos que la oferta de paz se ha convertido en el distintivo de la propuesta franciscana. Pero, mirando el texto con atención encontramos esbozadas en Rb 3 las raíces de tal oferta de paz. Todas ellas, a nuestro juicio, tienen como denominador común el de la libertad. La primera de ellas es la de la libertad orante. Efectivamente, por un lado, la oración ha de hacerse en el marco de la comunidad eclesial (secundum ordinem). Pero, por otra, el salterio podría ser el que conocen todos los clérigos de memoria, el viejo Salterio Galicano, y los laicos pueden proceder de manera más sencilla con una oración en padrenuestros equiparable a la oración de los clérigos. Es decir, el camino de la oración es el de la Iglesia, pero con una libertad manifiesta. Además de definir el perfil creyente del hermano menor, la oración en libertad alimenta la propuesta de la paz. Esta es una de sus raíces.

No obstante, el núcleo de Rb 3 es la oferta de la paz: «El saludo evangélico de paz, revelado a Francisco por el Señor (cf. Test 23), señala una forma de itinerancia “por el mundo” inspirado por las bienaventuranzas evangélicas y orientado por una apertura cordial hacia todos» (C. Paolazzi). La serie de diez actitudes que se enumeran como tareas cuando se va por el mundo, como trabajos de misión, concluye en la oferta de paz. A eso habrá que llegar porque la paz es la puerta de cualquier transformación social. Por eso es una oferta para “toda casa”. Nadie queda excluido de la oferta. Y ofrecerla en la modalidad de “casa” y no personalmente, subraya el carácter colectivo de la paz como cauce de ciudadanía. La oferta adquiere una indudable primariedad: antes que nada hay que poner delante la paz, después, si se quiere, se pondrán otros valores, la misma fe. La paz tiene un rango distinto, superior a todo otro valor. Es una paz que se ofrece en el momento mismo de “entrar”, en el umbral: nuevo rasgo de primariedad. La prescripción de no “montar a caballo” quizá tenga más que ver, como hemos dicho, con la paz que con la pobreza.

 

 

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SALMO 66

(Martes III, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Cuando Israel se ha planteado su relación con los otros pueblos lo ha resuelto de manera clara: todos los pueblos vendrán a reconocer y adorar al Dios de Israel. Es un ecumenismo centrípeto. No se ha planteado el tema del diálogo, del reconocimiento del valor de las otras religiones, de su posible engarce con el yahvismo. Era pedir demasiado para aquellos tiempos. ¿Cómo leer este himno desde una perspectiva más amplia?

         En la primera estrofa se tiene la certeza de que, cuando conozcan los caminos de Dios, los pueblos le alabarán. Hoy entendemos que se puede alabar a Dios sin nombrarle, sin ser específicamente religioso. Basta ser profundamente humano.

La estrofa 2ª apela al buen gobierno de Dios. Los pueblos lo reconocerán. Hoy sabemos que ese buen gobierno cobra el rostro de la justicia. Cuanto más se camine en la dirección de la justicia, más hermanados en humanidad estarán los pueblos.

Y la estrofa 3ª celebra la certeza de que, con Dios, la tierra será más fecunda. Con los criterios de Dios, del evangelio, que son los criterios de compasión, de la bondad y del compartir, la tierra, sin duda, es más fecunda.

Desde estas perspectivas, el estribillo “Oh Dios que te alaben los pueblos” se amplía hasta horizontes más universales y el ecumenismo que brota de ahí engloba a toda creatura como lugar donde Dios vive y se manifiesta (en un grano de arena está todo el universo).

 

Desde Jesús

 

Más allá de lo legendario de la escena evangélica de la adoración de los Magos (Lc 2,39-52), podemos hacer una consideración espiritual a propósito de estos magos. Dice el texto que eran “de Oriente”, sin especificar más. Pero indica que se han echado a los caminos para buscar a Jesús, que han asumido el riesgo de viajar (sobre todo en aquella época), que han roto el estrecho círculo de su cultura para ir a encontrarse con un supuesto rey de otro pueblo, que se han abierto al universalismo para ir a un país que no es el suyo. Más que de regalos, los magos son hombres de caminos asumidos, de búsquedas inciertas, de horizontes abiertos. No en vano decimos que la Epifanía es la fiesta de la universalidad.

         ¿Qué caminos habríamos de andar hoy nosotros para dar con ese Jesús en el que creemos?

  • El camino de la concordia: tan necesario para convivir en la vida familiar y social. No sembrar la discordia del propio interior violento y alterado. Sembrar paz y buena convivencia.
  • El camino de la espiritualidad: porque llevamos debajo de la piel un alma sedienta de trascendencia, de ese más allá que intuimos pero que no vemos.
  • El camino del silencio: porque el silencio no resitúa, nos dice quiénes somos de verdad y, poco a poco, nos lleva al fondo del Evangelio.

Dice el Papa Francisco en “La alegría del Evangelio” (nº 11): “Cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual”. Hay que recuperar la frescura original del evangelio, el brillo en los ojos de quien se ve sorprendido por Jesús, la ilusión renovada por ser un buen creyente. Una fe nueva pide caminos nuevos.

Hacemos hoy nuestra aquella plegaria del mismo Papa Francisco: “Danos la santa audacia de buscar nuevos caminos para que llegue a todos el don de la belleza que no se apaga”.  

 

Orar en comunidad

 

         Como se canta y hay muchas músicas compuestas, cántese, pues. Si se lee, la lectora lee las estrofas y la asamblea repite el estribillo.

 

Contenido social

 

Otra forma de decir la fraternidad universal que constituye el sueño último de Jesús (lo que él llamaba “reinado de Dios”) y de personas evangélicas como Francisco de Asís es hablar de ecumenismo social. Un tal ecumenismo es la actitud profunda de quien se siente bien siendo creatura y humano y eso le lleva, sin mediaciones, a considerar a las personas y a las creaturas como miembros reales de su familia contra quienes jamás estará permitido usar de ningún tipo de violencia. Mientras este sentimiento y perspectiva de fraternidad no llegue a adueñarse del creyente, las dificultades para colaborar con quienes se hallan más en los márgenes surgirán por doquier. Pero si uno se siente a gusto en la casa de lo creado, si tiene por una suerte la aventura humana, si desvela que todo corazón puede ser casa propia, es entonces cuando puede brotar una acción social humanizadora. Aparece nítido el esplendor oculto de lo humano y eso hace de motor principal de la acción social.

                 Esto nos llevará a acercarnos sin miedo a otras espiritualidades: religiosas (ecumenismo religioso), sociales (ecumenismo social), laicas (ecumenismo de fondos humanos), ecológicas (ecumenismo ecológico). Esto no va a debilitarnos en nuestras opciones espirituales; al contrario, las reforzarán.

 

 

13

SALMO 124

(Martes III, Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         De nuevo, un salmo del salterio de las subidas. Posiblemente estos son salmos muy queridos por los orantes del AT y del mismo tiempo de Jesús. Con toda probabilidad los sabía de memoria y los cantaba con todo el ardor de la piedad judía.

         Este es un salmo de confianza. Dios cuida a Jerusalén rodeándolo de montañas (siete montes rodeaban a Sión: el Monte Scopus, el Monte de los Olivos, el Monte del Templo, el Monte Sion, el Monte de los Corrales, el Monte de la Maldición, y el Monte Getsemaní). La confianza brota en el orante (estrofas 1ª y 2ª). Es un cuidado permanente (“ahora y por siempre”). La confianza brota imparable.

         La estrofa 3ª expresa la certeza de que el bien será quien tenga la última palabra, no el mal: los justos no sufrirán por siempre. Habrá en su vida grietas por las que cuele la luz en los días más grises.

         La estrofa 4ª expresa de manera contundente los votos de la asamblea que confía en el cuidado de Dios: los buenos serán cuidados por Dios, los malos rechazados. Esto tiene un gran problema: ¿quién reparte el carnet de bueno o de malo? El evangelio enseñará que no se puede arrancar la cizaña a gusto de cada cual. El mismo salterio dice que Dios busca a quien se extravía (Sal 118,176).

         La espiritualidad del cuidado adquiere rango de argumento de fe: cuidas, eres creyente y seguidor de Jesús; no cuidas, cae sobre tu fe un pesado interrogante. Orar con los salmos y ser renuente al cuidado del otro es una flagrante contradicción.

 

 

 

Desde Jesús

 

         Hay palabras que resumen todo el evangelio. Una de ellas es “curar”. Por eso Jesús, cuando envía a anunciar el reino envía a curar: “Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios” (Mt 10,8). Curar, en cualquiera de sus dimensiones, es evangelizar. Quien cura hace la obra de Jesús, la obra del mismo Dios (Os 6,2).

  • Jesús cura las heridas de la vida: cuando esta se ha reducido a los mayores límites (viuda de Naím: Lc 7,11-17). Y por ello, él tiene claro que lo suyo es venir “para que tengan vida y la vida sobreabunde” (Jn 10,10). Él quiere taponar las heridas por las que se va la vida hasta que llegue el mundo sin dolor, sin llanto, sin luto (Ap 21,4).
  • Jesús cura las heridas del amor: y encaja el amor que no es correspondido por egoísmo (joven rico: Mc 10,17-30) o por debilidad (Pedro: Lc 22,32). Y es curado en las mismas heridas de amor que él sufre por el rechazo familiar y que quedan enjugadas con el consuelo que le aporta su “otra familia”, la de quienes cumplen el designio (Mc 3,31-35).
  • Jesús cura las heridas de la muerte: las cura en su propia madre (“una espada truncará tus anhelos”: Lc 2,35) y en él mismo (anuncios de la pasión: Mt 16,21-23). Enfrentado a su propia muerte, buscando luz en sus propias tinieblas (transfiguración: Mc 9,2-10).

Así que se puede concluir con 1 Pe 2,25 que “sus heridas nos han curado”. La paradoja amplía el sentido. Como se dice en el himno “Oh cruz fiel”: “la gracia está en el fondo de la pena y la salud brotando de la herida”. La curación de Jesús es su evangelio; la mejor medicina para cualquier herida de la vida y de la fe.

 

Orar en comunidad

 

         El salmo tiene un carácter reflexivo al que le va bien la simple lectura o una sencilla recitación. Si la asamblea estuviera de acuerdo, se podría suprimir en la recitación la estrofa 4ª, por excluyente, quedando solamente el voto de “¡Paz a Israel!”.

 

Contenido social

 

Creemos, a veces, que el mal devora al bien. Pero no es así; el bien es indevorable porque se propaga siempre. Cerca, en nuestro entorno encontramos a esas personas:

  • Gente pluralmente voluntaria: hacen el bien a cambio de nada, a cambio de sociedad más fraterna.
  • Gente que cuida frágiles: pequeños, mayores o personas en necesidad. Da lo mismo que lo haga por amor o por sueldo. Cuida, y eso engendra bien.
  • Gente que fomenta la convivencia vecinal: en el bloque de viviendas, en la prensa local o nacional, en la tertulia del bar. Gente de boca y corazón mesurados que engendra mesura.
  • Gente que cura con humanidad: sanitarios competentes en salud y en humanidad que se superan cuando los recursos no son los ideales.
  • Gente que abre corazones, casa y maneras de pensar: personas fáciles para la acogida, para l sintonía para el amparo de quienes vienen de lejos buscando un mejor vivir.
  • Gente que siembra ciudadanía: personas cuya opinión cuenta en la ciudadanía y se esfuerzan porque sea una opinión constructiva.
  • Gente creyente que, por encima de todo, sigue anhelando con paz el sueño de una comunidad igualitaria: y que empieza por llevar esta utopía al terreno de cada día, que le duele la desigualdad crónica de la Iglesia, y que cree posible otro tipo de relación eclesial.
  • Gente que genera relaciones saludables: y que sabe salir del cansino yo-yo-yo para ir construyendo un nosotros más jugoso y más de todos.
  • Gente del silencio humanizador: contemplativos que están vivos ante su Dios y en silencio, que ponen en la verdad de los pobres y desvalidos las oraciones que éstos no pueden hacer.

 

 

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SALMO 130

(Martes III, Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         De nuevo otro salmos, muy breve esta vez, pero vibrante, del salterio de las subidas. Oraciones que han acompañado el peregrinar y la vida misma de Israel. Algunos consideran este salmo como la cumbre espiritual de todo el salterio de las subidas.

         La estructura es sencilla: oración de total confianza (estrofa 1ª) y proyección a Israel (estrofa 2ª). Comienza rechazando pretensiones que superan la propia capacidad. Es lo que modernamente llamamos la correcta autoestima: uno es lo que es, ni más ni menos. Sabe el orante que Dios sabe lo que es en realidad y que, por ello, no tiene sentido creerse más ni humillarse con menos. El orante se presenta en su desnuda verdad porque sabe que Dios lo acoge en ella.

         La metáfora del niño en brazos de su madre es brillante, precisa y entrañable: la madre sabe bien cómo es su hijo y lo acoge en sus brazos sin necesidad de razonamientos, simplemente por amor. Funciona por amor, no por análisis minuciosos. Cuando el orante reza con estas palabras brota a raudales la confianza que sosiega y pacifica.

         Los deseos, que son el combustible del alma, se moderan y se reorientan: ya no están al servicio de la ambición sino al de la confianza. La ambición queda desplazada, la rivalidad deja de tener sentido, el instinto de poder pierde su razón de ser. Si persiste la ambición, la persona tiene que trabajar todavía mucho su camino de vida y de fe.

 

Desde Jesús

 

Dice Pedro, constituyéndose una vez más en portavoz del grupo, que “lo han dejado todo” (Mt 19,27). Pero no han abandonado su ambición que está pegada a su estructura personal y de grupo. Y con ella, tampoco han abandonado su confianza en la riqueza que, como camino para el más seguro subsistir, sigue intacta. Ya lo hemos dicho, están sin estar. El suyo es, aún, un seguimiento interesado y, por ello, algo lejano al Reino. Tienen que dar pasos más decisivos en la confianza básica.

Lo que recibe el seguidor en comparación con lo que deja es mayor no sólo por la abundancia (cien veces), sino también por la libertad y la igualdad (fijémonos que en la serie que describe el premio desaparece la figura del padre que, en la época, es prototipo de autoridad e incluso de autoritarismo indiscutible). Esto es lo que ha de ir suscitando confianza: la promesa de Jesús. En el fondo, la confianza evangélica se remite y reduce a si se es capaz o no de vivir en las promesas de Jesús.

Cuando el texto quiere afianzar la confianza no obvia “las persecuciones”, el precio que es preciso pagar en el camino de crecimiento de la realidad humana cuando ese crecimiento ha de hacerse a base de confianza. Las persecuciones no son genéricas sino algo muy concreto: el Evangelio (quizá la religión sí)  no crea otros enemigos que los que están contra lo humano. Pero dado que las estructuras de inhumanidad aún son muchas, las persecuciones son abundantes. Pero, repitámoslo, el Evangelio, por su propia lógica, tiene que generar sobre todo fraternidad, amistad, amor, lejos de cualquier ambición.

 

 

 

 

Orar en comunidad

 

         Por su brevedad, si no se canta, lo podría leer entero toda la comunidad al unísono como una verdadera profesión de confianza comunitaria.

 

Contenido social

 

¿Cómo construir una espiritualidad que posibilite el control de la ambición? Esto pasa necesariamente por hacer silencio fuera y dentro. La persona necesita el silencio por constitución natural. El silencio externo conlleva el control de las interferencias técnicas y sociológicas. Lo más difícil es el silencio interno. Es el ruido de nuestras pasiones humanas: la sexualidad, la ambición, el orgullo, la vanidad. El silencio interno es el apaciguamiento del mundo íntimo acompañado de la ausencia de ruido externo. Es difícil de lograr, pero es el que más habría que trabajar por una cuestión de salud psíquica, física y espiritual.

Resulta también necesaria una mística del desierto, vaciar la mente en la medida en que se desea el silencio. Es hacer consciencia de algo porque hemos hecho vacío a su alrededor, lo que nos permite distinguirlo. No es que la vida en desierto sea mejor que otras, pero permite diferenciar las cosas. Por eso el desierto es necesario, el desierto material y el social. Se puede tener experiencia de desierto en el corazón mismo de la ciudad siempre que se asuma lo incierto y, a veces, desconcertante de la soledad.

Es imprescindible una mística de la escucha. El silencio va en busca de la palabra que abra a un silencio mayor. Eso nos permite meditar en busca de la propia identidad, del propio nombre y del papel que hemos de jugar en la vida. Y, desde ahí, desde la escucha en lo profundo de la persona, se abre a la escucha del otro. De tal modo que algo tan incompartible como el desierto se vuelve espacio compartido, lugar de comunión. El silencio no aísla, sino que abre a la interioridad del otro generando auténticos vínculos de humanidad.

Todo culmina en una mística de amor. Lo que se escucha en el desierto no es un genérico “yo soy”, sino un “yo soy hijo”, “yo soy amado”. En otras palabras, se descubre que se puede confiar. El silencio, como todo lo que es verdaderamente humano, termina siendo un acto de confianza, un ponerse en brazos del otro para ser de verdad uno mismo. Algo de esto se vislumbra en el perfil evangélico de Jesús: alguien que, siendo para los otros y para el Otro, es cuando ha sido de verdad él mismo.

         Quizá por estos caminos podamos mantener a raya la ambición que anida en los pliegues del alma y que brota en todos los jardines, incluida en las comunidades religiosas.

 

 

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SALMO 85

(Miércoles III, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Podría entrar este salmo en amplio apartado de súplicas individuales sin otorgarle mayor relevancia. Pero puede ser entendido bajo el paraguas de un diálogo con Dios: se ora al Dios con el que se dialoga. Se llega así a la hermosa certeza de que el orante no habla con el vacío sino que, de alguna manera, conecta y “habla” con el Dios de amor en el que cree. Dialogar con el Dios que se manifiesta en el silencio. Eso es lo que posibilita la plegaria sálmica.

         En una primera parte (estrofas 1ª-4ª) está a la base esta certeza: tú me escuchas. Más allá de peligros, de ruidos, de distracciones, de trampas, Dios escucha sin cansancio porque ama al fiel. Precisamente porque tal certeza está viva se permanece fiel a la oración,  se apresta el orante cada día a abrir su corazón al Dios que lo envuelve.

         En la segunda parte (estrofas 5ª-7ª) se contempla la gloria de Dios, su luminosa presencia en los caminos de la historia. Por eso el fiel dará gloria a Dios. Y los pueblos también la darán. Ese es el anhelo de quien ora aunque haya que respetar los itinerarios históricos que serán, necesariamente, largos.

         Termina el salmo en una última parte (estrofas 8ª-10ª) ratificando esta certeza de dialogar con Dios incluso cuando el ambiente sea hostil, cuando las dificultades parezcan oponerse como un muro compacto. Adoración y confianza.

         Colabora este salmo a acrecentar la mística de la oración como diálogo real con el Dios que habita la realidad. Sabe el creyente que su oración no cae en la tumba vacía del silencio sino que termina en el corazón amoroso del Padre. Mientras esa certeza esté ahí, la oración será un encuentro de amor palpitante.

 

Desde Jesús

 

Las palabras de Jesús que nos trasmiten los evangelios desvelan con claridad una vivencia de Dios muy distinta a la del AT y a la del judaísmo de la época. Hay un modo cálido y hasta tierno que ha quedado plasmado en palabras, como Abbá, que se tienen por propias de él. Se han materializado en páginas sublimes para hacer ver que su Dios es un padre que espera y perdona siempre. Se ha regocijado porque Dios se ha volcado en los sencillos dejando de ser patrimonio de los poderosos, tan absorbentes. Lo han pintado como uno que sabe en el fondo de su ser que nunca ha estado solo porque el Padre hacía su mismo camino. Incluso en la ruptura total de la cruz quedaba la certeza de que el Padre amparaba su enorme desconsuelo, aunque no lo percibiera. Un Dios para la ternura; algo así es el Dios distinto de Jesús.

 

Orar en comunidad

 

         Por su carácter íntimo al salmo le iría bien un humilde recitado o también la lectura de cada una de las tres partes (1ª-4ª/5ª-7ª/8ª-10ª) por tres lectoras con una breve pausa de silencio entre medio de cada parte.

 

Contenido social

 

El Papa está convencido de que la nueva arquitectura social demanda, a su vez, una cultura del encuentro. Y como herramientas necesarias para el logro de esta cultura del encuentro, propone el Papa, en primer lugar, los trabajos por un gran pacto social que ponga «en verdadero diálogo las grandes formas culturales que representan a la mayoría de la población» (219). Ese pacto social ha de incluir, a su vez, un pacto cultural «que respete y asuma las diversas cosmovisiones, culturas o estilos de vida que coexisten en la sociedad» (219). En segundo lugar se necesita emplear exhaustivamente la herramienta del diálogo, paciente y confiado (134). Se necesita una educación para el diálogo (103) para que pueda ser una realidad el diálogo con los diferentes (148). La certeza del valor imprescindible del diálogo se asienta en la certeza de que «un verdadero espíritu de diálogo se alimenta la capacidad de comprender el sentido de lo que el otro dice y hace, aunque uno no pueda asumirlo como una convicción propia» (203). Por eso el diálogo es imprescindible en la tarea política (196). El documento dedica casi un capítulo, el sexto, al diálogo que construye el amor social porque «el auténtico diálogo social supone la capacidad de respetar el punto de vista del otro aceptando la posibilidad de que encierre algunas convicciones o intereses legítimos» (203.219.262). Leamos el nº 48 que tiene resonancias franciscanas: «El sentarse a escuchar a otro, característico de un encuentro humano, es un paradigma de actitud receptiva, de quien supera el narcisismo y recibe al otro, le presta atención, lo acoge en el propio círculo. Pero «el mundo de hoy es en su mayoría un mundo sordo. […] A veces la velocidad del mundo moderno, lo frenético nos impide escuchar bien lo que dice otra persona. Y cuando está a la mitad de su diálogo, ya lo interrumpimos y le queremos contestar cuando todavía no terminó de decir. No hay que perder la capacidad de escucha». San Francisco de Asís «escuchó la voz de Dios, escuchó la voz del pobre, escuchó la voz del enfermo, escuchó la voz de la naturaleza. Y todo eso lo transforma en un estilo de vida. Deseo que la semilla de san Francisco crezca en tantos corazones».

 

 

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SALMO 97

(Miércoles III, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Podría pasar este salmo como uno de los muchos himnos que pueblan el salterio. El orante se vuelve a Dios por una serie de razones que brotan del tiempo del posexilio: se ha reconstruido el país y el templo sobre todo, se ha repoblado el país, se ha vuelto a instaurar la monarquía, etc. Razones de hondo calado para alabar a Dios.

         Pero hay una razón más cordial, oculta entre las anteriores, pero que reconforta hondamente al orante: Dios es misericordioso y fiel (estrofa 2ª). Nunca ha abandonado a su pueblo porque la fidelidad de Dios está por encima de la infidelidad de Israel.  Sabe el orante que esa fidelidad nunca falla. Y de ahí su gozosa e íntima alabanza.

         Porque Dios solo recuerda el bien y olvida la afrenta. Por eso merece ser celebrado y recordado en las antiguas victorias (estrofa 3ª) y en las alegrías presentes (estrofa 4ª). La misma creación (el mar, la tierra, los ríos, los montes) celebran la fidelidad misericordiosa del Dios que no aparta la vista de su pueblo.

         Sabe el orante que, por todo ello, le espera un futuro de justicia (estrofa 5ª). Y eso reconforta su alma porque quien ora ama la justicia, ya que son realidades que van emparejadas. Estamos navegando en las profundidades de la fe de los humildes que rezan con los salmos.

 

Desde Jesús

 

         Contemplemos la fidelidad de Jesús a su pueblo, su vocación a ser pueblo:

 

No habría sido nada

sin su pueblo,

sin su clan,

sin su historia,

sin sus tradiciones;

todo tan suyo,

tan gozoso,

tan duro, a veces.

 

         Hacía parte

del caudal de un río,

amplio y profundo de siglos,

de unas venas

metidas en la carne,

de unos horizontes

amasados en muchos sueños,

de unas honduras

inmensamente comunes.

 

         ¿Cómo no iba a nacerle,

viva y de ojos abiertos,

la vocación al pueblo

en aquella mañana

de rocío nuevo?

 

         Nació pujante

y

creció hermosa,

         imparable,

         sin retorno,

         cálida,

         estremecida.

 

         Por eso,

ni la mordedura de los fracasos,

ni el arañazo de los desprecios,

ni la cuchillada de una muerte

         sin amparo,

         sin lágrimas,

         sin recuerdo casi,

pudieron con su vocación de pueblo.

 

         No es de extrañar

que en las noches de luna,

en los abrigos de entrepeñas,

en el apoyo silencioso

de su olivo preferido,

se sintiese

como novio de su pueblo.

 

         Brotaban entonces

las palabras cálidas,

los susurros del amor,

las ternuras únicas.

         La tierra,

sin saberlo,

viuda en desamparo,

tenía marido.

 

         Las rocas y los árboles,

las casas y las callejas,

el lago altivo y el oculto arroyo,

los granados rojos y el rebaño quieto,

los corazones solos y los heridos de amor,

cuando por la mañana escuchaban su voz,

creían oír la voz de un novio.

Se sentían menos solos,

porque alguien susurraba,

quedo,

“mi amada…mi amado”.

 

Orar en comunidad

 

         Por su carácter hímnico, le va muy bien cantarlo (la música de Manzano lo canta bien). Podría también leerse con un fondo de música que lo haga más lírico.

 

Contenido social

 

Quizá la fidelidad sea uno de los valores más negados, sobre todo en el ámbito afectivo. Pero también se celebran con regocijo. Permanecer vivos en una opción por 25, 50 o más años es un milagro de vida. Y como tal se lo valora.  Y lo mismo ocurre en otros ámbitos: por frágiles y naufragantes que sean nuestras opciones, la fidelidad se valora.

         Vivir en fidelidad no es lo mismo que vivir en coherencia. Esto es otra cosa. Quien es coherente tiene un agarradero vital formidable. Pero la fidelidad puede vivirse en la fragilidad y en una cierta incoherencia, siempre que se reconozca y, llegado el caso, se sepa pedir perdón. Por eso mismo, la fidelidad es valor que pueden vivir los frágiles, los que caen.

         A la fidelidad la va muy bien el silencio, el huir de orgullos falsos y de voces que proclaman lo que no viven. Mejor callar que alardear. Porque dime de qué presumes…La fidelidad y la humildad son hermanas. Una no se entiende sin la otra; una fracasa si fracasa la otra.

         Como todos los valores, la fidelidad es probada cuando las cosas vienen mal dadas. Por eso dice la bienaventuranza que tienen suerte los que valoran la fidelidad incluso en tiempos de persecución, de incomprensión. Quien sabe recogerse en sí mismo cuando las cosas se ponen difíciles y opta por seguir siendo fiel, saldrá fortalecido de la prueba. Los momentos difíciles surten y desvelan la verdad de lo que decimos valorar.

 

 

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SALMO 125

(Miércoles III, Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         De nuevo, un salmo del salterio de las subidas que alude directamente a aquel “milagro” que fue la vuelta del exilio: cuando se había perdido la esperanza de volver, tras 50 años de expatriación, Ciro II dio un edicto de liberación para todos los pueblos sometidos que estaban desterrados en Babilonia. Un sueño. Por eso puede entenderse este salmo de acción de gracias como un “salmo para soñar” porque los sueños son dinamismos decisivos para la vida y para la fe.

         Eso es lo que se dice desde la estrofa 1ª: “Nos parecía soñar”. Se había perdido toda esperanza e, impensadamente, se abría la puerta del retorno. Dios era para el pueblo del Dios de los sueños inesperados y cumplidos. Arrebatarle a la experiencia creyente los sueños es quitarle una de sus más hondas raíces.

         La obra liberadora de Dios es la que engendra la alegría (estrofa 2ª). Se creía que Dios estaba mudo y ausente ante la terrible desgracia de Israel. Pero Dios ha hablado en la mediación de Ciro, en la mediación de todo el que libera. Quien libera, sea quien sea, está de parte de Dios y de parte del evangelio (Mc 9,38-42).

         Los torrentes del Negueb (estrofa 3ª) son metáfora elocuente: las lluvias repentinas creaban charcas en el desierto que llegaban a crear espacios verdes en medio de la aridez. Así era lo que ocurría: en la terrible aridez del destierro brotaba el verde de la esperanza porque a la esperanza le basta una grieta para reverdecer. Los cantares se olvidaban de las lágrimas.

         El canto, como quien viene del campo con la cosecha, volvía al corazón del fiel. Los sueños llevan al canto y este a una nueva mística de vida, a un nuevo ánimo. Soñar para cantar; cantar para vivir.

 

Desde Jesús

 

        ¿Vieron a Jesús como un soñador aquellos que compartieron su marcante experiencia itinerante? Probablemente no. Más aún, se observa en el NT una cierta desconfianza hacia los sueños. De ahí que hablar de Jesús como soñador es demasiado. Cualquier otro apelativo le iría mejor. Además podría aducirse que el nivel social en el que Jesús pareció moverse no es propicio para muchos sueños. Bastante se tiene con sobrevivir día tras día. Todo ello tiene sentido, pero los desplazados sociales albergan sueños, los que sean, en su dura trayectoria histórica. Otra cosa es que afloren, que alguien los haga aflorar, o no.

         No habrá gran dificultad en admitir que Jesús hizo soñar a los pobres con su programa de dicha para ellos y su tenacidad en recordarles su invitación al banquete de la vida. Más aún, les hizo soñar con la certeza de que ellos son los únicos que tienen un sitio de “privilegio” en la sociedad nueva no porque sean mejores que otros, sino porque son pobres. Nunca se termina de responder a la cuestión de por qué los más bajos en la pirámide social seguían a Jesús, al menos en la primera época de la predicación en Galilea. ¿No podría ser una respuesta que la propuesta de Jesús y los sueños de los pobres, humildes, ocultos y casi enterrados, conectaron con ella y volvieron a resurgir? ¿No habrá que volver a la cuestión de la centralidad del pobre como esencial a la hora de recrear el sueño y la propuesta de Jesús?

         Podríamos decir, si no pareciera exagerado, que, además de a los pobres, Jesús hizo soñar al mismo Dios. Éste, según la Palabra muchas veces reiterada, tiene un sueño: que la historia se plenifique en el amor y, para ello, el signo histórico de las personas  es llegar a la fraternidad igualitaria, a la economía del cuidado, a la lógica del reino opuesta a la lógica neoliberal. Aquí se ancla su sueño de vivir en este mundo como se vivirá en el mundo pleno. Hay que desplazarse del sistema neoliberal hacia un sistema de hermandad, de la economía del lucro que mata  a la de la fraternidad que engendra vida.

No importa que el fracaso de Jesús y de tantos otros empeñados en causa similar se esgrima como razón para el abandono de este hermoso sueño. También puede esgrimirse como semilla de esperanza. Y los sueños sembrados terminan por germinar, aunque sea en tiempos futuros. Por eso, podría ocurrir que el sueño de la sociedad nueva urdido en el alma Jesús haya sido postergado, incluso en ocasiones abandonado. Puede volver a resurgir con fuerza, ya que la semilla se echó en el surco con vocación de futuro. De ahí que la fidelidad a Jesús no se medirá por el vigor de comportamientos religiosos o morales sino, más bien, por la fe en su sueño. El seguidor de Jesús persigue, en el fondo, un sueño.

 

Orar en comunidad

 

         El carácter reflexivo del salmo demanda una lectura reposada. So podría leer cada persona una estrofa haciendo una breve pausa entre ellas.

 

Contenido social

 

Soñar lo que quiere el sistema es hacerle el juego porque él quiere influir hasta en los sueños. No serán tan inútiles como él mismo pretende, a veces, hacerlo creer. Por eso, los sueños son fuertes cuando sueñan lo distinto, lo que aún no se ve, lo que únicamente se intuye. Soñar lo de siempre es la muerte de los sueños. Cuando los sueños mueren, parte del alma muere. Por eso, la manera de mantener viva el alma no será tanto vivir en gracia cuanto vivir en sueños. Cuando se ha querido matar un ideal se ha dicho al idealista: deja de soñar. Y luego: rebaja el nivel, cede ante el realismo de la vida. La ausencia de sueños termina por limar las aristas, los perfiles de los ideales. Y, al final, sin perfiles, el ideal se asemeja a la pérdida.

         Soñar lo distinto demanda, en primer lugar, cuestionar lo heredado sin acritud valorando lo que la herencia recibida puede incorporar al sueño distinto. Ya lo hemos indicado: no se trata de hacer borrón y cuenta nueva sin más. Pero tampoco se trata de perpetuar lo recibido como una obligación, como una pesada cadena, como una condena. Cuando uno se incorpora a la comunidad cristiana no entra en un club histórico que pesará siempre sobre él; entra en un proyecto de vida y, por ello, el futuro es la pregunta. Y para ir resolviendo tal pregunta los sueños son una herramienta de primer orden. Hasta el punto de que ser cristiano es, más que pertenecer a una organización religiosa, hacer parte de un sueño colectivo al que Jesús dio la forma misma de su alma.

         Para soñar lo distinto se necesita una gran habilidad porque es preciso arriesgarse a caminar en lo equívoco, en el camino sin desbrozar, lo que supone incorporar a la búsqueda creyente el riesgo con todas sus consecuencias. Una trayectoria cristiana que no ha experimentado el riesgo, que no ha olfateado el peligro, que no ha temblado ante el abismo, quizá no sea todavía el camino que brota del fondo del evangelio. Puede ser que la experiencia creyente, ojalá, acumule certezas. Pero somos caminantes y eso incorpora el riesgo al mismo hecho de caminar. Pretender hacerlo sin riesgos es caer en el peligro de quedarse quieto. Más aún, sin ese componente del riesgo, cualquier propuesta de vida deviene anodina.

         Soñar lo distinto tiene un precio: despojarse, o mejor, ser despojado. El fallo de muchas propuestas de renovación es que, con ser sinceras y hermosas, se hacen sin dejar de guardar la ropa. Eso es imposible: lo nuevo conlleva el despojo, en una parte o en mucho, de lo que hasta ahora nos ha sido querido. No estar dispuesto a pagar ese precio es lo que nos inmoviliza. Queremos sinceramente una fe nueva, una Iglesia nueva, una vida parroquial nueva, pero se nos hace insuperable el despojo que conlleva esa novedad. El resultado: todo sigue más o menos igual, añadiendo, quizá, otra frustración. A más despojo, más probable novedad; a menos despojo, más persistencia en lo de siempre. ¿Dónde encontrar la fuerza necesaria para cambiar, para dar el paso? ¿Puede hacerse de manera paulatina, de modo que sea asimilable por el sujeto temeroso? El despojo del soñador Jesús podría reconfortarnos, junto con la evidencia de que hay quien se ha lanzado al mar, temible y hermoso, de lo nuevo.

 

 

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SALMO 126

(Miércoles III, Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         De nuevo un salmo de la colección de las subidas. Tratando aquí un punto muy concreto: ante la gran amenaza de despoblación del país (una situación diametralmente opuesta a la nuestra), Dios dará hijos que repueblen el país. Se aleja el fantasma de una tierra sin habitantes.

         La estrofa 1ª pone el cimiento de la certeza de repoblación: la confianza en Dios. Si confías, todo es posible. Si no confías, todo se vuelve problemático. Para el oran, el tema de la repoblación es, más que un asunto demográfico, una cuestión de confianza. Como dice la estrofa 2ª, es un empeño inútil si la raíz es tu deseo y no la confianza en quien sostiene la vida.

         La estrofa 3ª es el corazón del salmo: Dios hará fecundo al país, los hijos serán la gran riqueza (riqueza de empobrecidos). Son los que te van a defender en la necesidad (saetas). De esta manera, la vida sale de la infecundidad, aleja el fantasma de un país sin gente y renueva el ánimo para construir de nuevo la hermosa realidad del pueblo.

         La fecundidad es la defensa del humilde (viene a decirlo la estrofa 4ª). La vida del pobre puede ser fecunda si se confía y se engendra, se anima uno a crear vida en torno a sí. Para el orante de hoy, el salmo apunta a una fecundidad existencial, espiritual, más que física. Fecundos para Dios, fecundo para los hermanos y hermanas.

 

Desde Jesús

 

Con toda la vida hecha,

en el último tramo de la senda,

en la luz extinguiéndose,

en la desazón del otoño incierto,

en el silencio denso y recio,

en los porqué ya respondidos,

en las esperas sin aguijón,

con toda la vida hecha,

Jesús se puso en pie…

 

         Brillo velado el de sus ojos

por los paisajes familiares,

brillo cuajado

en mil emociones.

Ojos para ver

solo el fondo de las cosas,

el último albergue del corazón.

 

         Su cara de mil arrugas,

de mil recuerdos,

del mil olvidos,

de mil heridas,

estratos todos

de una montaña fuerte y tenaz.

 

         El gesto altivo,

el cuello erguido,

los hombros altos,

como quien ha vivido

pero no ha sido derrotado,

como quien ama sin esperanzas

pero sigue amante.

 

         Su pecho, ya cansado,

su corazón lento de andar:

tantos golpes,

tantas contradicciones,

tantos gozos guardados,

vividos,

gastados.

 

         Toda la energía

reconcentrándose en su vientre,

en sus tripas hondas,

en su mecanismo más secreto,

en su hondura de hombre.

Fuerza guardada,

inapagable fuego.

 

         Y aquellas piernas cansadas,

fuertes aún,

sabedoras de caminos,

de idas y de vueltas,

compañeras de gozos y desengaños,

en las sendas de los días hermosos

y en las sendas para olvidar.

 

         Y con él, su asado,

su vida hecha,

sus amores con él,

sus perplejidades con él,

sus anhelos con él.

 

         Con toda la vida hecha,

Jesús el Nazareno

se puso en pie:

podía olfatear

la llegada del Reino.

 

Orar en comunidad

 

         Podría cantarse (con la música de Manzano u otra) porque encierra un indudable gozo esta llamada a la fecundidad. Si se hace rezado, podría leerse “por turno”.

 

Contenido social

 

La confianza es un quicio del Evangelio. No se tiene sin más. Hay que trabajarla hasta el último aliento de la vida (quizá más en el último aliento). La confianza en las personas (para empezar) y en Dios puede ser cimiento de una sólida espiritualidad. Darla por cierta sin más, puede ser un error. Es un constructo, algo que se va experimentando.

La confianza va unida a la responsabilidad: si somos co-creadores con Dios no vale escaquearse. Hay que intentar hacer bien todo lo que se tiene que hacer. Y hay que darle horizonte a todo eso: no puedo hacerlo solo por obligación, por quedar bien, por ganar aprecio, por sacar algún beneficio. Hay una razón más de fondo: trabajamos con el Padre (como se dice en Jn 5).

Animarse a construir, a hacer caminos, procesos. No querer tenerlo todo enseguida y ya. Hacer caminos espirituales comprobados (de oración, de fraternidad, de ciudadanía). Romper esa dinámica empobrecedora de los actos puntuales, del pequeño momento.

Toda vida está amenazada de infecundidad. Fecundos en amor: esa es la vocación de toda persona, útil para cualquier opción de vida que se tome. Llenar el corazón del mayor número posible de nombres: he ahí la verdadera fecundidad, más allá de los límites físicos. Dichosa, sí, la persona que llena con estas “flechas” su aljaba, con los nombres en el corazón.

 

 

19

SALMO 86

(Jueves III, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Posiblemente este salmo le era muy querido al orante israelita. Trata de uno de sus grandes amores: la ciudad de Jerusalén (aun hoy día siguen ello). El judío cree que si algo ha de hacerse de cara a Dios se tiene que hacer necesariamente en la ciudad santa. En ella la presencia de Dios, la gloria, se adensaba. Por eso, los salmos que cantan a Sión eran queridos.

         Según la 1ª estrofa, Dios ha manifestado desde antiguo su preferencia por Sión. Aunque todas las moradas de Jacob son tierra de Dios, Sión es especial: allí está el templo donde Dios “vive”.

         Por eso en la estrofa 2ª hay una especie de ecumenismo ciudadano: todas las razas pueden encontrar en Sión una casa si reconocen que allí está presente Dios. Es un ecumenismo ciudadano un tanto “supeditado”.

         Todo pueblo, según la estrofa 3ª, puede sumarse a la danza sacra que celebra la presencia de Dios en Jerusalén.

         Trasladándonos a nuestro hoy: ¿cómo ver la ciudad secular y sus modos de vida como campo propicio para la espiritualidad? ¿Cómo no apartarse de la ciudad por sus modos pocos religiosos?  ¿Cómo creer que la espiritualidad es también patrimonio de la ciudadanía de hoy? ¿Cómo orar fraternamente por la ciudad secular?

 

Desde Jesús

 

Como buen judío, Jesús ha tenido una relación intensa y nada fácil con la ciudad de Jerusalén. Si no hubiera decidido ir a ella al final de su vida, quizá su muerte no habría sido violenta como fue. Dice Lc 9,51 que cuando Jesús resolvió subir a Jerusalén “frunció el ceño” ante la ciudad. Jesús es lúcido: sabe que yendo a Jerusalén se corre un alto riesgo y más si, como luego sucedió, toca las estructuras sociales sensibles, el mercado en concreto. Pero ese alto riesgo no le hace desistir de su propósito. Es el amor el que le mueve, no una necia terquedad que le acarree absurdos problemas. Pablo también ha sido un apóstol arriesgado. El resumen de sufrimientos que le ha proporcionado la evangelización lo deja más que claro (2 Cor 11,16-33). Por lo dicho, quien anhele el seguimiento de Jesús ha de aprestarse al riesgo y ello será en proporción a la fuerza de su amor histórico, a la persona, al Evangelio. Si el dinamismo del amor es escaso, el seguimiento se desactiva. 

 

Orar en comunidad

 

         Por su carácter hímnico, le iría bien una música se ritmo vivo, como de danza. Quizá también una lectora lee el oráculo (estrofa 1ª y 2ª hasta “han nacido allí”) y otra la explicación (el resto del salmo).

 

Contenido social

 

La ciudad de hoy incluye sus búsquedas. Algunas de ellas puede conectar con nuestra espiritualidad:

·       La sensación de ausencia junto con la caducidad de referencias seguras y la búsqueda de amparo en estructuras, como las relativas a la familia, que se creían en enorme desprestigio. Porque esa búsqueda de amparo constitutivo en épocas de grandes turbulencias aparece como más evidente.

  • La ceguera de los ciegos mercados y la búsqueda de una solidaridad que se ve y se hace ver. Un tipo de solidaridad que cuestiona la banalización de la insensibilidad y que tercamente exhibe su anhelo de tocar la realidad. Una solidaridad aliada de la compasión de calidad.
  • La volatilidad de lo visible y la búsqueda de los rostros. Porque es cierto que todo parece volátil, “líquido”, como diría Bauman. Pero, a la vez, la búsqueda de rostros, de referentes, de personas y lugares en los que los ideales soñados se encarnen y aparezcan visibles y tocables resulta innegable.
  • La ocupación avasalladora de las máquinas y la búsqueda del corazón de las personas. Ya que frente a la innegable “extimidad”, como dice el mismo Bauman, de nuestra sociedad, ese afán por situarlo todo fuera y que respondan por nosotros las máquinas, se hambrea y se busca el contacto con la persona real, con su corazón, con su alma, con su intimidad.
  • La muerte o agonía de la política y la búsqueda de una política ciudadana y participativa. El nacimiento de grupos políticos alternativos es continuo. Es cierto que, normalmente, son absorbidos por las grandes corrientes o desaparecen. Pero indican, como los movimientos ciudadanos, que la búsqueda de una política humanizadora y justa (tanto si es participativa, como radical) no está muerta sino bien viva. Para muchos “se hace necesario que los ciudadanos se apropien de aquellos asuntos de carácter colectivo que afectan a su vida ciudadana”.
  • La cultura “corta”, de usar y tirar, tiene como oponente la búsqueda de la contemplación y del silencio. Muchas personas andan en esta gozosa búsqueda y dan con ella, aunque se sitúen en ámbitos de marginalidad. Estos dan con el valor escondido del silencio que nutre que está más allá de cualquier ruido e incluso de música invasora.
  • La cansada creatividad que ya no busca nada y la búsqueda incansable de lo que está “más allá”. Un más allá en el fondo del más acá, de la misma historia. Pero esa búsqueda hacia lo profundo no cesa, contra le evidencia del tsunami de superficialidad que parece que nos arrasa.
  • La orfandad familiar en sus formas más tradicionales y la búsqueda de abrazos en modos de relación nuevos que no suplen a la familia de siempre sino que son, en sí mismo, familiares. Porque son los abrazos reales los que engendran pertenencia familiar que conecta con la familia humana, la más verdadera.
  • El plomo tóxico del yo abrasador y la búsqueda desesperada del nosotros que abre posibilidades a lo nuevo. De ahí que las formas de vida comunitaria no cesan de reproducirse en modos siempre nuevos. Los diversos movimientos comunitarios de otras épocas cobran vida nueva en la actualidad.
  • El amor oscuro y la búsqueda constante de luz en ese ámbito de oscuridad. Oscuro por explotado, injusto, traficado. Buscando luz no solamente para lograr la legalidad sino la más elemental justicia con los seres humanos explotados. El mundo de la trata, de la prostitución, del tráfico de personas está pidiendo luz y muchas personas buscan en conjunto aportarla.
  • El dolor ignorado, ocultado, y el dolor de otros buscado, el dolor ajeno remediado. Porque quienes trabajando por hacer visible, y por ello curable, el dolor ajeno aportan mucho al mundo del dolor no solamente para su erradicación sino para su legitimación en el devenir humano. Con ello consiguen que el dolor no sea todo dolor, que no ocupe el todo del ámbito histórico.
  • El cuerpo aniquilado y la búsqueda del cuerpo amado. Ya que el destrozo de lo corporal ha sido siempre una constante en el devenir humano y como tal sigue en múltiples y refinadas formas. Pero también es que la búsqueda del amor y de los cuerpos que se aman sigue cautivando a la sociedad de manera evidente.
  • La muerte banalizada y la búsqueda del señorío sobre la muerte. Ya que parece claro que se oculta y, por otro lado, se banaliza la muerte en las formas de cultura actual. Pero muchas personas trabajan, desde diversos lados, por el señorío sobre la muerte, por humanizar las circunstancias y hasta el momento de morir. Su búsqueda es la que entiende la muerte como acto definitivo del vivir y, como parte de la vida que es, se quiere también enseñorear de ella.

En estas variables habrá que situar el mundo de las búsquedas humanas. De hecho, buscar se constituye en un irrefrenable afán por leer la realidad desde perspectivas nuevas, desde posiciones inhabituales, desde planteamientos no al uso. Esa mirada nueva es imprescindible para los trabajos, para la espiritualidad de la búsqueda. El hecho social está empeñado, en parte, en esos caminos de búsqueda. Desde ahí puede ser un aliado inmejorable de la espiritualidad franciscana que, tanto por espiritualidad como por franciscana, tiende a la búsqueda

 

 

20

SALMO 98

(Jueves III, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Es indudable el carácter hímnico de este trisagio (“Santo”: estrofas 2ª, 4ª  y 7ª). Pero en el fondo anida una convicción: Dios dicta un determinado concepto de moralidad. El fiel orante habría de ser cumplidor de tal  moral. La moralidad la dicta Dios (veremos que es un principio que será preciso superar) y de él parte (estrofas 1ª y 2ª).

         El primer componente moral es la justicia y el derecho (estrofas 3ª y 4ª). En contra de lo que pudiera esperarse, no se trata de una moral principalmente religiosa, sino sobre todo social. Se mira antes que nada a los comportamientos sociales para medir la calidad moral de la persona.

         Vienen después los comportamientos religiosos, los “mandatos” que vienen a través de los sacerdotes legisladores (estrofa 5ª). Para el judío que quiere cumplir la alianza esto resulta imprescindible. No se puede ser persona moralmente aceptable sin cumplir los preceptos religiosos. Aquí Jesús salta a otro nivel: la persona es digna antes que sus comportamientos religiosos específicos.

         La dureza de un Dios “vengador de sus maldades” no se compagina con la bondad creatural y, menos todavía, con la moral evangélica del perdón, la acogida y la misericordia.

 

Desde Jesús

 

         Hay páginas evangélicas que son como bofetadas. Nos desestabilizan porque tienen toda la razón y dejan al descubierto posturas de vida que son insostenibles. Esta del domingo de hoy es una de ellas.

         Dice crudamente que LAS PROSTITUTAS VAN POR DELANTE EN EL REINO DE LOS CIELOS (Mt 21,31). Tanta maldad con la que se les estigmatiza, tanto rechazo moral con que se las trata, tanto menosprecio que se vierte cuando se habla de ellas y ahora resulta que van por delante. No nos atrevemos a usar aquí la palabra habitual que empleamos para designarlas. Si lo hiciéramos, los bienpensantes se nos echarían encima. Pero ahí resuena la frase de Jesús en toda su crudeza.

         En el contexto de la parábola de los dos hijos que son enviados a la viña y en que uno dice que va, pero no va y el otro dice que no va pero termina yendo, quienes cumplen la voluntad del padre resulta que son los pecadores y prostitutas.

         Entonces, ¿qué? ¿Da lo mismo ser bueno que no serlo, llevar una vida moral ordenada, vivir respetablemente o de cualquier manera? No, pero el evangelio tiene planteamientos que habríamos de considerar:

  • Importa más la bondad del corazón que el comportamiento moral: no se desdeña éste, pero la raíz de lo humano es la bondad. De ahí brotan los mejores valores de la vida.
  • Estás equivocado si te consideras totalmente honrado y no ves tu incoherencia: ya dice el libro del Eclesiastés: “No hay nadie en la tierra tan honrado que haga el bien sin cometer nunca errores” (Qoh 7,20).
  • Si no eres comprensivo y compasivo con quien anda mal, no eres seguidor de Jesús: porque si algo define a Jesús es la compasión y esa misma habría de ser la característica de quien dice que cree en él.

Contaba el misionero comboniano Alex Zanotelli que, en su suburbio de Nairobi, decía a las chicas que iban a los burdeles de la ciudad: “No vayáis, el sida os mata”. Y ellas respondían: “Padre Alex, ¿qué es peor, morirse de hambre o morirse de sida?”. Y no sabía qué decirles. “Son, decía el misionero, las que entran en el reino”.

 

Orar en comunidad

 

         Como himno que es, habría de ser cantado o recitado. Pero como tiene también un cierto componente reflexivo podría ser leído por una lectora (la asamblea cantará al final de las estrofas “ª, 4ª y 7ª “Sanctus, Sanctus, Sanctus Dominus Deus Sabaot” de Taizé u otro) o proclamado entre todas estrofa tras estrofa.

 

 

 

 

Contenido social

 

Lo que triunfa con el impulso ético ilustrado, la tolerancia religiosa, y la separación Iglesia-Estado, es la idea de la esencial igualdad moral de los seres humanos al margen de sus convicciones religiosas; la idea de que no es la religión lo que confiere su calidad moral a las personas, sino una condición anterior que no es moralmente lícito ignorar en nombre de religión alguna y que no debe ceder ante consideraciones de carácter religioso. Esa igualdad constituye el núcleo de la ética contemporánea, y con ella también de toda política justa, porque exige del poder que no haga distinciones en la estatura moral de sus ciudadanos.

Y esa idea de dignidad humana que sustenta todo el edificio de la moralidad laica se funde con la noción de autonomía de la persona como capacidad de conformar en libertad y a partir de sí las convicciones morales y los principios que han de presidir el proyecto personal de su vida.

Pues bien, esa dignidad de ser moralmente autónomo se le confiere a toda persona humana en condiciones de plena igualdad. No procede ir detrás de esas conquistas éticas, y menos en contra de ellas. Pueden presentarse abundantes textos papales que, en su día, trataron a tales derechos de errores morales absolutos. Por no mencionar algo que pervive aún en casi toda moralidad religiosa: la posición de la mujer en un plano subalterno que le niega el acceso a la jerarquía y la gestión del misterio. Hoy todo eso va siendo superado.

 

 

 

 

 

 

 

 

21

SALMO 131

(Jueves III, Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         Es un salmo procesional que está en el marco del salterio de las subidas: el peregrino que sube a Jerusalén anhela, sobre todo, entrar en el templo, lugar donde se adensa la gloria de Dios. Para el creyente del AT es el cielo en la tierra. Ahí se “toca” a Dios.

         Es el hombre, David, el que está preocupado porque Dios tenga una morada (estrofas 1ª-4ª). Es paradójico: ¿cómo va el hombre a construir una morada al Dios que ha creado todo? Pero el orante, llevado de su anhelo religioso, cree que podrá darle a Dios una morada digna. Tendría que haber mirado a la creación y haber hecho de ella, de la historia, el lugar propio donde Dios habita.

         La segunda parte del salmo (estrofas 5ª-9ª) remacha lo dicho: Dios desea vivir en Sión. Y quien guarda la alianza posrá vivir en la casa de Dios. El evangelio tiene otra visión: Dios se ha quedado en el fondo de la historia (Jn 14,23). No habrá que salir de historia, sino ahondar en ella.

 

Desde Jesús

 

Tocar el paradigma es tocar el “magro” de muchos cristianos. Por eso, esto hay que plantearlo para quien de verdad piense que ahí puede haber un beneficio. Si no, mejor dejarlo. Repasemos algunos puntos esenciales:

  • Jesús es hijo de Dios: Es una afirmación muy griega, muy cartesiana si se nos apura. Por más que los evangelios lo afirmen, ellos no lo entienden en la manera del catecismo. Por eso mejor decir: Jesús es el revelador del amor del Padre. Por su comportamiento sabemos no solamente que Dios nos ama, sino cómo ama: perdonando, no juzgando, generosamente, sin hacer distinciones, siendo compasivo con los frágiles, etc.
  • Jesús es la segunda persona de la trinidad: Ahondando en la metáfora trinitaria, Jesús es el hombre de profunda relación,  ese que llega hasta ese fondo de difícil entrega que es nuestra propia individualidad y con ese fondo entra en relación.
  • Jesús es el redentor: Lo que supone admitir el pecado, la caída, la necesidad de alguien que se sacrifique. Lo creado es como es, no tiene una mancha a priori (lo relativo del tema del pecado original). Por tanto, no hace falta un redentor. Vale más decir que Jesús es el fundamento del ser,  el cimiento sobre el que se asienta lo creado porque es el cimiento del amor.
  • Jesús está en el cielo: Mantener esto con lo que nos dicen hoy los científicos es hablar un lenguaje premítico. Podría decirse que Jesús es la fuente del amor, ya que el amor es el verdadero cielo y Jesús ha impulsado ese cielo en su breve historia humana hasta el punto de bajar a esa fuente de la que brota el amor y la belleza.
  • Jesús ha vuelto al cielo: No tiene esta visión Jn 14,23: “vendremos a él y nos quedaremos a vivir con él”. Es acompañante  que ha quemado las naves poniéndose de manera definitiva a nuestro lado, con lo que se está queriendo decir que Dios está a nuestro lado con todas las consecuencias.

 

Orar en comunidad

 

         Mejor recitarlo o salmodiarlo uniendo las dos partes en que lo divide la LH. Por su carácter procesional podría recitarse en el claustro entrando en el coro para el cántico de Ap 11.

 

Contenido social

 

Es preciso percatarse que gran parte del esfuerzo misionero, si exceptuamos el de épocas muy recientes, ha tenido como mayor preocupación la cristianización y no tanto la  cristificación (en la terminología de T. Catalá). Efectivamente, la misión que cristianiza es aquella que tiene como finalidad última el aumento de creyentes que se afilien a la iglesia católica. Este tipo de misión hace de la catequesis y de la sacramentalización sus principales armas. Sin embargo, la misión preocupada por la cristificación desea que a través de su obra evangelizadora, ejercida sobre todo en el terreno de lo social, la sociedad vaya incorporando cada vez más los valores evangélicos con los que Cristo ha vivido y nos ha animado a vivir. Esos valores los vemos reflejados en múltiples páginas de los evangelios y hacen referencia a la libertad, al respeto, al amor, al servicio, a la tolerancia, a la entrega, a la generosidad, al acompañamiento a los débiles, etc. (véase notoriamente la catequesis de Mc 9,31-10,30). Si, por la mediación evangelizadora, la sociedad va incorporando cada vez más esos valores básicos, arquetípicos, es cuando se va cristificando y la misión cristiana ha logrado su éxito. Esa es la manera como la historia se convierte en templo de Dios, algo más profundo que el templo del culto.

 

 

22

SALMO 50

(Viernes III, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Es difícil entender la fe cristiana sin recurrir al sentimiento de pecado. Esto no es solamente ver el pecado cometido, sino también generar una mentalidad, unos sentimientos, un estado anímico que te define, de primeras, como pecador. No se te percibe como criatura fruto del amor del Padre, sino, ante todo, como criatura pecadora. La doctrina del pecado original y de las “fotocopias” ha sido terrible.

         El mismo Sal 50, considerado una cumbre dentro de los salmos penitenciales, ha sido leído desde ahí. La primera parte describe la vida en el ámbito del pecado; la segunda en el de la gracia (técnica pedagógica empleada también en Romanos: empezar por lo negativo para construir lo positivo). Pero es la primera parta la que ha prevalecido y ha hecho desaparecer a la segunda. La gracia se ha esfumado; el pecado y su espiritualidad lo han copado todo. Es hora de dar un giro a todo esto.

         Como decimos, la primera parte del salmo (estrofas 1ª-5ª) describe el dominio del pecado con el mantra de la culpa-pecado-delito-maldad repetido machaconamente. Esto se ha metido en el corazón de los creyentes (el Papa pide que se rece por sus pecados; Boff se denominaba “teólogo y pecador”). Poco a poco vamos dándole otro giro.

         La segunda parte (estrofas 6ª-9ª, la 10ª es un añadido) describe la vida en la alegría de la salvación; algo de eso es la gracia. Una gracia que tiene que ver con la justicia, que no es algo dado sin trabajo. En cualquier caso, Dios no nos quiere “quebrantados y humillados”, aunque sí humildes. Nos quiere erguidos en la altura de nuestra estatura humana, sin ser soberbios por encima de ella. Este salmo ha de ser reelaborado por nuestra espiritualidad cristiana para que no sea más leña echada al fuego de la culpa.

 

Desde Jesús

 

         Vemos en muchas escenas del evangelio que Jesús ha sido un liberador de la culpa:

  • Dice en Lc 14,5 que en sábado también hay que sacar de la zanja a la persona que está oprimida por la ley y por la culpa.
  • En Mc 3,5 se insta al hombre de la mano atrofiada a que extienda el brazo (el malo o el bueno), a que desarrolle sus potencialidades liberándose de trabas.
  • En Jn 5,1-9 se libera al paralítico de la camilla que lo tenía atado de por vida diciéndole que dentro de él anida la fuerza de la vida.
  • En Jn 8,11ss se dice a la mujer sorprendida en adulterio que nadie le condena porque no pesa condena alguna sobre la dignidad creacional.

Definir a Jesús como un “liberador de culpas” sería inusual, pero no inexacto.

 

Orar en comunidad

 

         Si se hace a dos coros, bien. Quizá se podía distinguir entre la primera parte (una lectora) y la segunda (toda la asamblea) para dar más énfasis a la segunda.

 

Contenido social

 

         Verse libres de la culpa es, dicho de manera positiva, sentírse llamado a construir un cierto señorío sobre nuestras propias vidas. Para muchas personas, para una notable parte de la humanidad, hablar de señorío sobre sus vidas puede parecer insultante de tan dura y oprimida que es su existencia. Para el resto, sin ser la cosa tan dramática, sin ser algo tan extremo, puede resultar ilusorio hacer la propuesta de un enseñoreamiento del camino histórico. Y, sin embargo, hay algo en las entrañas de lo humano que le hace aspirar al señorío y no al sometimiento. Ni siquiera la culpa de fondo o el pecado religioso añadido logran extinguir ese anhelo.

         Pero este señorío, si es que se considera una utopía sostenible, no va a venir llovido del cielo, sino que ha de ser construido pieza a pieza, esfuerzo a esfuerzo, alternando fracasos con éxitos.

         El evangelio marca las sendas de lo que puede llevar al señorío de lo humano más allá de la fragilidad. En primer lugar  es una cuestión de lucidez ante la evidencia del sistema y nuestra pertenencia inevitable a él. Mientras se le haga el juego al sistema de manera indiscernida, éste se frota las manos. Por eso, todas las sendas sociales “adespóticas”, alternativas, tanto en economía como en pensamiento político son el camino para el señorío. Que el sistema se presente como un torrente que anega el todo de la vida social no ha de ser óbice para pensar que tal torrente puede ser en parte sorteado y con ello, de alguna manera, frenado.

         Además resulta necesaria la conciencia de responsabilidad personal y colectiva. Echar el peso de la construcción del señorío a fuerzas ajenas a uno mismo, es inhibirse del trabajo que a cada cual corresponde para que este asunto pueda, siquiera, alborear. El sistema desrresponsabiliza; ahí se halla uno de sus recursos. Y cuando nadie es responsable, el proceso se detiene. Por eso es tan necesario el compromiso privado y el público. Pretender señoríos esquivando la responsabilidad es pretender lo imposible.

         Una tercera senda es aquella que humaniza,  que sana en la base de lo humano. La preocupación por la humanización es la primera de todo proceso de construcción del señorío y de toda espiritualidad. Una humanización de los sectores más delicados y resbaladizos de la existencia humana, como son los asuntos que tocan a la vida (manipulación genética, ingeniería genética, ética de los límites, etc.), por problemáticos que sean, contribuyen de manera decisiva al enseñoreamiento de la vida.

         Finalmente un cuarto camino es mantener viva la fe en las posibilidades de las personas. O lo que es lo mismo: mantener viva la certeza de la bondad esencial de lo humano, por encima del torrente de maldad que anega el caminar histórico. Si se pierde esta fe, hablar del señorío de la vida es impensable.

         Puede parece que hablar de “señorío” es algo de una soberbia histórica inaceptable, vista la insignificancia que el planeta tierra representa en el conjunto del cosmos. Pero el anhelo no es proporcional a la magnitud física sino a la del corazón. Y ese anhelo de una vida “señorial” en los límites de la historia es algo permanente en el dinamismo utópico de la vida.

 

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SALMO 99

(Viernes III, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Es evidente que este breve salmo es un himno procesional en el que un coro va desgranando su idea de Dios el pueblo responde con el verso último a las repetidas invitaciones: “El Señor es bueno…”. Porque esa es la certeza principal del salmo: Dios es bueno su misericordia va más allá de cualquier edad y su fidelidad es inquebrantable.

         La estrofa 1ª propugna un servicio a Dios “con alegría”. Porque se sabe que Dios es simplemente bueno, creer no es un peso sino una alegría. Creer tendría que llevar a un respiro del corazón a un horizonte de amplitud.

         La estrofa 2ª incide en la conciencia de que se es “pueblo” de Dios por el que se preocupa y ampara. Somos comunidad cuidada por la bondad de Dios. ¿Cómo no cantarla reiteradamente?

         La estrofa 3ª pone el acento en las consecuencias de la bondad de Dios: si se cree en ella, brotará imparable la acción de gracias. Dar gracias al Dios que es esencialmente bueno nos ha de llevar a una vida crecientemente agradecida.

         Creer y cantar al Dios bueno siempre es una tarea espiritual que sigue siendo necesaria porque se ha inoculado en nosotros la tóxica doctrina de un Dios justiciero que, al final, termina siendo tan exigente y cruel como nosotros. El Dios de Jesús conecta con la certeza del salmo: Dios es bueno y no hay más. No acotemos la amplia bondad de Dios con nuestras exigencias mezquinas.

 

Desde Jesús

 

Hay pasajes tan claros en el evangelio que, quizá, al tratar de explicarlos, los enturbiamos. Uno de ellos es el relato de los obreros llamados a la viña y pagados por igual descansa en esa pregunta que el dueño lanza a uno: ¿VAS A TENER TÚ ENVIDIA PORQUE YO SEA GENEROSO? (Mt 20,1-16). ¿Por qué nos causa problema que Dios sea generoso? ¿A quién le molesta? ¿Oes que pretendemos que sea generoso con nosotros y tacaño con los demás? ¿O preferimos a un Dios ruin al que hay que estar sacándole las cosas a fuerza de promesas, votos u oraciones?

 

         Llevados por el mecanismo religioso que entiende a Dios como un mago que reparte dones a cambio de plegarias, nos vamos a ir a la tumba sin haber entendido que Dios es generosidad y que rogarle lo que ya nos ha dado no tiene mucho sentido. Dios está de nuestra parte; no necesitamos intercesores porque él nos ama. Jesús se ha empeñado en mostrarnos este perfil del Dios generoso.

         ¿Dónde podemos percibir la generosidad de Dios?

  • En la creación: millones de galaxias, millones de neuronas en el cerebro, millones de espermatozoides para fecundar un solo óvulo. La generosidad de Dios, por millones.
  • En el milagro de mantenernos en vida: nuestro sistema inmune rechaza ocho mil ataques diarios. Cualquiera de ellos podría llevarnos a la muerte. Estar vivos es un milagro.
  • En la bondad indudable de los corazones: porque hay mucho mal pero el bien supera al mal, aunque no nos lo creamos.
  • En el amor de quienes se entregan a los demás: porque en las más duras situaciones, hay personas que se entregan.

Si entendiéramos a Dios como alguien totalmente generoso con nosotros, nos sería más fácil entendernos y vivirnos con generosidad hacia los demás. Dice FT 195 con toda razón: “La seguridad de que no se pierde ninguno de sus trabajos realizados con amor, no se pierde ninguna de sus preocupaciones sinceras por los demás, no se pierde ningún acto de amor a Dios, no se pierde ningún cansancio generoso, no se pierde ninguna dolorosa paciencia”.

         Vamos a leer un viejo relato de Rabindrantah Tagore que habla de la generosidad.

“Iba yo pidiendo, de puerta en puerta, por el camino de la aldea, cuando tu carro de oro apareció a lo lejos, como un sueño magnífico. Y yo me preguntaba, maravillado, quién sería aquel Rey de reyes. Mis esperanzas volaron hasta el cielo, y pensé que mis días malos se habían acabado. Y me quedé aguardando limosnas espontáneas, tesoros derramados por el polvo.La carroza se paró a mi lado. Me miraste y bajaste sonriendo. Sentí que la felicidad de la vida me había llegado al fin. Y de pronto tú me tendiste tu diestra diciéndome: “¿Puedes darme alguna cosa?”.¡Ah, qué ocurrencia la de tu realeza! ¡Pedirle a un mendigo! Y yo estaba confuso y no sabía qué hacer. Luego saqué despacio de mi saco un granito de trigo, y te lo di. Pero qué sorpresa la mía cuando al vaciar por la tarde mi saco en el suelo, encontré un granito de oro en la miseria del montón. ¡Qué amargamente lloré de no haber tenido corazón para dártelo todo!”

 

Orar en comunidad

 

         Al ser uno de los salmos “invitatorios” se sabe cantado. También se podría leer cada estrofa respondiendo la asamblea con el estribillo final: “El Señor es bueno…”. Así se subraya la bondad de Dios reiteradamente.

 

Contenido social

 

No habrá que dejarse arrastrar por el “piensa mal y acertarás” del pensamiento de corazón negativo. Al contrario: pensando bien es como se acierta y actuando bien. Esos son los caminos de quien ha entendido como una enorme suerte la  diferente manera de vivir con un corazón sin mal.

         Es preciso hacer un acto de fe continuado en la bondad del corazón humano, algo más difícil que profesar una fe en Dios. Creer en el otro como una manera de creer en Dios. Ambas fes van unidas y se necesitan intrínsecamente. Hay que trabajar este terreno sin desfallecer.

         Y junto a esa fe, las buenas palabras que son el lenguaje de quien entiende la mística del corazón sin mal. Las malas palabras son una siembra de sal que impide y bloquea la suerte de vivir con un corazón sin mal.

         Y con esas buenas palabras, los gestos sencillos de bondad que pueden abrir la puerta a ese “corazón de carne” del que nos hablan las viejas profecías (Ez 36,26). Ese es el corazón sin mal, lo contrario del “corazón de piedra” que no se ablanda ni con las lágrimas de los pobres.

 

 

24

SALMO 134

(Viernes III, Vísperas)

 

Contenido bíblico

 

         Este es uno de los salmos con los que tenemos dificultad por eso de que “mató a reyes poderosos…”. Hay que leerlos con un poco de perspectiva: se recuerdan las acciones liberadoras de Dios en la historia para concluir que nuestra fe ha de tener efectos liberadores en nuestra persona, en nuestra comunidad y en la misma sociedad. Una que oprime no es la fe del evangelio. Si las tareas de la fe no ensanchan nuestro corazón no estamos bien situados. Más aún, la liberación que propugna el evangelio (en eso se supera el salmo) no es a costa de nadie, sino a favor de todos. Nadie sale perjudicado con una fe que libera; todos salen ganado.

         Dios libera, en primer lugar, por el donde la creación (estrofa 3ª). Es un regalo de amor lo que Dios nos ha hecho al crearnos y al rodearnos de las creaturas del cielo y de la tierra.

         Dios libera sacándonos de las garras de reyes poderosos (estofa 6ª), nos libera construyendo una sociedad donde el bien no muera y el mal no tenga la última palabra.

         Dios libera cuando la idolatría (estrofa 8ª-9ª) amenaza la vida social. La economía neoliberal que mata, el individualismo, etc., son los ídolos que están llamados a ser derribados.

 

Desde Jesús

 

 El recuerdo liberador de Jesús está en los pliegues escondidos de lo último de la experiencia creyente. Pero ahí está. Es que la comunidad cristiana, más allá de sus avatares, de su camino sembrado de fracasos, de sus días tan lejos del Evangelio, de sus veredas equívocas ha conservado vivo el recuerdo de Jesús. A veces ese recuerdo no puede paliar la decepción del abandono de la utopía evangélica; otras veces se convierte en aguijón para las tremendas incoherencias en que se mueve el hecho religioso; algunas también es consuelo, caricia y perdón para los días errados, para las sendas desviadas. El asunto está en si es un recuerdo “peligroso” o simplemente rutinario y adormecedor. “En la fe, los cristianos realizan la memoria passionis, mortis et resurrectionis Jesu Christi; en el acto de creer recuerdan el testimonio de su amor, en el cual amor se manifestó el reinado de Dios entre los hombres por el hecho mismo de que el dominio del hombre por el hombre comenzó a derrumbarse, de que Jesús se puso de parte de los insignificantes, los marginados y los oprimidos, proclamando así el advenimiento del reino de Dios como fuerza liberadora de un amor sin reservas. Esta memoria Jesu Christi no es un recuerdo que dispense engañosamente de los riesgos del futuro. Al contrario, implica una determinada anticipación del futuro, como futuro de los que no tienen esperanza, de los fracasados, de los acosados. Es, pues, un recuerdo peligroso y liberador que constriñe y cuestiona nuestro presente, porque no nos trae a la memoria un futuro abierto cualquiera, sino precisamente este futuro concreto, y porque obliga a los creyentes a transformarse constantemente, para dar razón de este futuro” (J.B.Metz, La fe, en la historia, p.101-102). Esta comprensión mística del recuerdo de Jesús es la que puede hacernos escapar de una rutina paralizante.

 

Orar en comunidad

 

         Al salmo, de bajo nivel poético, le va bien una salmodia sencilla. La estrofa 6ª podría ser suprimida sin más.

 

Contenido social

 

El anhelo de una vida sin miedo ante Dios ha llevado a elaborar lenguajes liberadores que hoy son una vía abierta. En primer lugar está el lenguaje de la plegaria desinteresada. Gran parte de la oración de petición (modelo que ha fagocitado a los demás) es una plegaria interesada: se trata de sacar algo a una divinidad que se muestra “tacaña”. Pero también hay una plegaria que se expresa en deseos de luz, en anhelos de aceptación y en la percepción de que los caminos humanos pueden abrirse al acompañamiento cierto de Dios a nuestra vida. Es otra manera de entender la oración y de hablar a Dios y de Dios, oración más allá de la necesidad y del deseo.

         En segundo lugar, el lenguaje de la confianza es otro cauce eficaz para el control y la superación del miedo a Dios. Elaborar, mediante la confianza, la certeza del Dios acompañante, que sostiene porque es fundamento del ser, cimiento de la vida en amor, base del corazón ofrecido, puede generar un lenguaje que sosiegue, que asiente la vida, que lleve a la paz, que empuje al coraje necesario para afrontar la existencia. El lenguaje de la confianza es sosegado y dinamizador a la vez.

         Podría contribuir, en tercer lugar, al lenguaje que se libera del miedo a Dios el propio de la responsabilidad social sabiendo que entregarse al otro es construir la utopía de Jesús dando cuerpo al sueño del reino. El lenguaje de la ofrenda social es el propio de quien ha entendido que el logro de la humanidad pasa por la entrega de cada ser. Ello conduce a recrear modos de hablar que apuntan al logro de lo humano: sentirse corresponsables, mirar en la dirección del caído al borde del camino, saber que estamos conectados, creer en la comunión de la vida y su sentido primordial. Son lenguajes que, todavía, nos suenan lejanos. Pero cada día se acercan más a nuestras calles.

         Finalmente, el mismo lenguaje de la increencia es un camino enorme de liberación del miedo. Posiblemente supone un respiro para muchas personas. Por eso mismo, ese lenguaje que derriba ídolos, cuestiona aprioris, relativiza dogmas, ayuda  a caminar en la dirección de un horizonte de plena autonomía que, por otra parte, no supone desconexión.

 

 

25

SALMO 118,143-152

(Sábado III, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

El gran Sal 118, el salmo de la Ley, de la Palabra, más allá de su hechura rígida (salmo alfabético, nombres repetitivos de la ley: voluntad-decreto-precepto-sendero-consigna-mandato-   mandamiento-ley), es un salmo muy interesante porque encierra un amor irrefrenable a la Palabra y acuña expresiones de una gran hondura espiritual.

En esta letra Coph (es un salmo alfabético) se encuentra esta perla: “con tus mandamientos dame vida”. La Palabra no es sobre todo para leerla, orarla, meditarla sino, sobre todo, para engendrar vida. Frecuentar la Palabra es camino de vida: cuanto más amas la Palabra, más intensamente has de vivir la vida, con más interés, con más agradecimiento.

Y, por ello, más vida has de generar en torno a ti: mejor relación, más colaboración, más calidez de vida. Recibir la vida que viene de la Palabra demanda trasmitirla a uno mismo y a los demás.

Este salmo apunta ya a la celebración del domingo, día de la resurrección y de la Palabra. Un domingo sin Palabra sería una realidad muerta. Aprestarse a recibir la vida que viene de la Palabra es la mejor posición para vivir cristianamente el domingo.

 

Desde Jesús

 

Todos sabemos que Jesús tiene una propuesta que incide más en la salud que en el pecado. Es cierto que muchos textos evangélicos unen las dos cosas. Pero, en realidad, Jesús, hombre religioso sin duda, ha descubierto que el deseo principal del Padre es que la persona tenga vida. La manera de lograr esto no ha sido el camino (peligroso) del cumplimiento de las normas sociales y religiosas sino el camino del amor, la solidaridad, el acompañamiento, los caminos compartidos.

         Jesús no conculca la moral establecida, pero pone el acento sobre el valor de la persona. No condena a nadie porque el Padre tampoco condena; no expulsa a nadie de los banquetes porque el Padre tampoco expulsa; no excluye a nadie de su compañía, porque el Padre tampoco excluye. En su comportamiento curativo (Jesús envía a sus discípulos a curar), comprendemos que el Padre quiere derramar salud en el camino humano hasta llegar a la salud plena.

         Por eso se entiende que la primera comunidad cristiana comprendiera que las curaciones, la devolución de toda salud, era el signo claro de la venida del reinado de Dios. Éste se acercaba porque había curación, porque aumentaba el nivel de salud. Y no únicamente salud física, sino global, total.

         Caminar en la propuesta de Jesús es hacer propósito de engendrar salud en torno a uno. No estamos hablando únicamente de la salud física sino de la psicológica, espiritual, social, familiar, etc. Se puede decir que uno es cristiano en la medida en que su vida cura. Si no curamos a nada ni a nadie, nuestra vida no es como la de Jesús.

 

Orar comunidad

 

         Lo puede proclamar toda la asamblea al unísono como compromiso colectivo ante la proximidad del domingo, día de la Palabra.

 

Contenido social

 

         Francisco de Asís fue cantor de la vida. Nosotros que vivimos con el hermano Francisco, nosotros, León, Rufino, Silvestre, Clara, le escuchamos cantar muchas veces. No tenía una gran voz, pero cuando cantaba se asomaba el alma su garganta. Cantaba con pasión. Así lo veíamos.

         No os diremos nada de las canciones de nuestra juventud, en aquellas francachelas que montábamos por las calles de Asís. Los vecinos nos detestaban porque rompíamos sin miramientos el silencio de la noche. Eran las canciones del vino y del jolgorio.

         Su padre Pietro, que hacía negocios de telas con la Provenza, le enseñó algunas cancioncillas en francés. Las cantaba cuando estaba particularmente contento. Al volver de estar con el papa de Roma cuando nos dio su bendición, iba Francisco por el valle de Rieti cantando en francés. Nosotros escuchábamos aquella melodía que dice: “Douce dame jolie”. La habíamos cantado muchas veces; pero entonces era como si se la cantara a otra dama.

         Había momentos en que no se podía contener. Es cierto eso que dicen sus biógrafos de que, lleno de una alegría imparable, cogía dos palos del camino y los frotaba como si fuera un violín acompañando su canto. Su rostro era otro; su mirada tenía el brillo de los ojos de los niños.

         Pero su mejor canto fue, sin duda, el que vosotros llamáis el “Cántico de las criaturas”. Él lo llamaba el canto a “Messor Sole”. Es cierto que lo fue componiendo, poco a poco, a lo largo de su vida. Pero fue al final, cuando más enfermo estaba, cuando le dio el toque definitivo. Es un canto que se abre paso a través de las lágrimas, que brota de las horas de más densa penumbra, que se yergue sobre el dolor y la pena. Cuando peor se encontraba, se sentó y cantó.

Y cantó al Dios que se hace humano, que se sitúa en lo más bajo de la creación para reconocer su dignidad. Cantó al coro de lo creado, la hermosura que reside en la conjunción y belleza de ese coro al que Dios mismo ofrece su amor y se anonada en él.  Vio que la contemplación de la creación no puede hacerse sin espíritu de familia y ello mismo le llevó a ver que no es lícita ninguna violencia contra familiares, por lo que es preciso tratar a la creación con el cuidado esencial del amor. Para Francisco, cantar a las creaturas no puede hacerse sin anhelar esa conciencia cósmica de fraternidad.

La creación y el canto fueron el consuelo que, a veces, le negamos los mismos hermanos. No tenemos constancia de que sea cierta aquella leyenda que dice que Francisco, cuando estaba para morirse, pidió a un hermano músico que aliviara su dolor tocando para él. El superior se lo prohibió porque los vecinos iban a pensar que los frailes estaban de zambra. Por la noche, un ángel del cielo tocó para él la más dulce de las melodías. Eso nos contaron.

Lo que sí sabemos es que recibió a la muerte cantando. ¡Manera única de recibir a quien tanto se teme! Es que él ya había entendido aquello del evangelio sobre la alegría que nadie os podrá arrebatar. El canto de Francisco sobrenadaba las dificultades de la vida y conectaba con el amor a Jesús y a sus hermanos, amor limpio y fresco como las aguas más escondidas de la montaña. Cantó porque amó.

 

 

 

 

26

SALMO 116

(Sábado III, Laudes)

 

Contenido bíblico

 

         Este breve salmo es una joya. Es la experiencia que Israel ha sacado del tiempo tremendo del exilio en que estuvo a punto de desaparecer del mapa: Dios, a pesar de todo, es siempre misericordioso y fiel.

         La misericordia de Dios sigue ahí por mucho que haya sido el alejamiento de la alianza. Dios tiene frágil memoria para el mal y recuerda la bondad vivida. Su misericordia está por encima de cualquier pecado.

         Y, además, es fiel, no desiste de amar, no se quiebra porque no se le devuelva el amor que él da. Espera siempre y ampara siempre.

         Estas son las certezas de este pequeño salmo. Orarlas de corazón puede ayudar a que pasen a ser certezas nuestras.

 

Desde Jesús

 

La figura de Pedro en los Evangelios es, globalmente hablando, la de un fiel a Jesús que tiene grandes dificultades personales y sociales para entender y asimilar los dinamismos del Reino. Este texto lo refleja:

¡Simón, Simón! Mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como el trigo, pero yo he rogado por ti para que no llegue a faltarte la fe. Y tú, cuando te conviertas, afianza a tus hermanos. Él le repuso: - Señor, contigo estoy dispuesto a ir incluso a la cárcel y a la muerte. Replicó Jesús: - Te digo, Pedro, que no cantará el gallo antes que hayas negado tres veces que me conoces (Lc 22,32-34).

Este texto viene, lógicamente, después de Lc 19,29-40, la entrada anti-mesiánica (porque entra como en rey de paz, en Jn ni entra) en Jerusalén. La gente, y los discípulos (Pedro que los representa), han vivido esa escena como una realidad de mesianismo político y nacionalista: ahora se va a ver que Dios hace de Israel el centro del mundo, ahora vamos a salir de la opresión y la pobreza, ahora nos va a tocar mandar, ahora seremos fuertes y temidos, etc. De ahí ese grito de victoria Hosanna (¡cómo ha quedado en la misa, aunque trasformado por la teología y por una cierta “ignorancia”!). Esta es la gran tentación de Pedro y de todo el discipulado, tentación Satánica. Es la tentación del brillo, del número, del poder, de la relevancia. Tentación sempiterna en la estructura humana y en las estructuras sociales, fraterna. No podemos comprender la realidad de un Jesús “menor” (de un Dios igualmente menor). Esto va a ser una “criba”, una herramienta de discernimiento: se va a ver quién es quién en la medida que se acerca uno o se aleja de la notoriedad, del brillo, del espectáculo televisivo.

Tiene que venir en ayuda la oración de Jesús: “he rezado por ti”. Cuando esta oración es necesaria, es que la imposibilidad humana es manifiesta (como en Jn 14,14). Contando con la oración de Jesús se puede intentar andar los caminos de la fidelidad aunque el brillo nos tire como la luz a las mariposas. Resulta estremecedor que la oración de Jesús por Pedro es “para que no llegue a faltarte la fe”. ¿A qué se refiere? A la fe en un Mesías pobre, sin brillo, entregado, oculto. Pedro tiene esa fe muy débil, porque lo que anhela el fondo de su alma es la fuerza y la relevancia. El logro de una fe humilde es el objeto de la oración de Jesús. Esa fe es compatible con la debilidad real de la persona. Y, desde ahí, la posible vida en fidelidad se hace cercana. Hasta Pedro, tan tentado, podría vivirla.

Por eso mismo, Jesús le mantiene a Pedro su propia fidelidad: “cuando te conviertas, afianza a tus hermanos”. La defección de Pedro no va a ser obstáculo para mantenerle a Pedro la confianza y su función (la llamada “función petrina”. Confirmar la fe sus hermanos). Por eso, uno que ha fallado podrá confirmar la fe. No es la calidad de su fe (es una fe que ha fallado) el aval de su ministerio petrino, sino “la conversión”, es decir, la vuelta a la vivencia del Jesús humilde y entregado. Desde esa vivencia de la fe menor, oculta, sin brillo, podrá confirmar la fe de sus hermanos. (La plena conversión de Pedro requerirá un largo proceso: Lc 22,54-62; Hech 10,11-16; 11,5-10; 12,11.17). Es una maravilla que Jesús mantenga su fidelidad a Pedro a pesar de su tentación hacia el brillo y su caída cuando le entrega de Jesús muestre toda su pobreza (la cruz). Pero también es una maravilla que Pedro pueda llegar a situarse en otro terreno, en el terreno de la fe pobre, verdaderamente mesiánica. Fidelidad de Jesús y fidelidad de Pedro se entremezclan (aquí se llega al cruce de ambas fidelidades, porque no hacemos nada con decir que Jesús, o Dios, es fiel sin percibir que la persona puede ser fiel si se “convierte” a la fe pobre).

La buena voluntad de Pedro, incluso su indudable amor a Jesús quedan de manifiesto en su respuesta generosa pero insensata. Quien vive en el brillo no mide el alcance de sus propuestas. Suele ocurrir que todo ese brillo queda luego realmente en nada o en casi nada. Resulta estremecedora (por inconsciente) la respuesta de Pedro. Da la impresión que le viene a decir: no necesito tu oración para nada; tengo suficiente fuerza dentro de mí para mantenerme en la fidelidad (en realidad, esa fuerza no es sino su ambición, su anhelo irrefrenable de participar en el posible triunfo del mesías brillante, su indiscernido sueño de salir de la pobreza y la irrelevancia que constituyen su vida de persona ignorada). Hay entregas que encierran en su último pliegue un formidable egoísmo.

Jesús de dirige ahora no a Simón, sino a Pedro, a un obstinado, a uno que no ve el alcance de sus posturas: la traición será el tocar fondo de Pedro. Ahí se convencerá de que es preciso ir por otro camino. Desde ahí entenderá que la fidelidad solamente podrá ser un logro desde la vivencia de una fe pobre, menor, humilde, “dejándose llevar a donde no quiere” (Jn 21,15). Una vivencia de la derrota de su Jesús, de su muerte y abandono, es el comienzo de un camino de posible fidelidad. Jesús cree que Pedro es capaz de hacer ese duro camino. No es de extrañar que le mantenga la fidelidad, la tarea de confirmar la fe.

El gallo era, para los antiguos judíos, un animal diabólico (“Si quieres comprobar la existencia del diablo, echa cernida alrededor de tu cama y verás, a la mañana siguiente, las huellas de la las patas de un gallo”, dice La Mishna). El gallo te va a vencer, se le dice a Pedro. Aun así hay posibilidad de fidelidad. Aun vencidos por el diablo, por el desaliento, por la increencia, por la derrota más fuerte, hay posibilidad de fidelidad si se retorna a la experiencia de una fe humilde. El amor indefectible de Jesús rescatará a Pedro, nos rescatará.

 

Orar en comunidad

 

         El salmo pide ser cantado por toda la asamblea en un movimiento hímnico y festivo solemne.

 

Contenido  social

 

No cedas al desaliento cuando has comprobado muchas veces las dificultades y los abandonos de la fidelidad. No es razón para tirar definitivamente la toalla. Siempre hay posibilidad de resetear, de reiniciar. La fidelidad mantenida no es la impecabilidad, sino ese afán de vivir como seguidor contando con nuestros fallos.

         Valora el ser fiel como una suerte, sobre todo porque es más hermoso lo que el evangelio te promete que lo que tú prometes al evangelio. Eso es lo que tiene que darte fuerzas para anhelar la bienaventuranza de la fidelidad, la hermosura de querer ser fiel a lo que se aprecia y a quienes se aprecia.

         De ahí habría que sacar fuerzas para dar pequeños pasos en dirección al amor fiel cuando parece que todo son barreras (la mayor barrera es la dureza de corazón de uno mismo). Cualquier gesto, por sencillo que sea, puede ser útil.

         Cumplir la palabra que se da es otro rostro de la fidelidad. Si no se va a cumplir, mejor no prometerlo. Y si se promete, tiene que verse la intención decidida de cumplirlo. De lo contrario la relación pierde densidad, se empobrece y la suerficialidad se instala en nuestra vida. La fidelidad no busca sino el bien del otro. Por eso mismo, ser fiel es algo proporcional al amor.

         No hay que extrañarse de que la fidelidad sea incomprendida, “perseguida”. Mantenerse en ella, ya lo hemos dicho, es prueba de madurez humana y creyente. Elígela.

 

CONCLUSIÓN

 

         Aquí acaba nuestra tercera gran etapa en este lago camino por el salterio. Solamente puede hacerse esta clase de trabajos espirituales si subyace un amor vivo y cultivado por la Palabra. Hay que pedirlo al Padre y a Jesús y hemos de contagiárnoslo unas a otras.  No abandonemos los salmos, que nunca caigan en la rutina y ellos no nos abandonarán y serán casa amigable donde encontrarnos como creyentes.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

INDICE

 

 

Introducción ……………………………………………………….   2

Salmo 50 …………………………………………………………….   73

Salmo 66 …………………………………………………………….  39

Salmo 83 …………………………………………………………….  24

Salmo 84 …………………………………………………………….  36

Salmo 85 …………………………………………………………….  48

Salmo 86 …………………………………………………………….  63

Salmo 92 …………………………………………………………….  50

Salmo 95 …………………………………………………………….  27

Salmo 97 …………………………………………………………….  51

Salmo 98 …………………………………………………………….  67

Salmo 99 …………………………………………………………….  77

Salmo 109,1-5.7 …………………………………………………  18

Salmo 110 ………………………………………………………….  21

Salmo 112 ……………………………………………………………  4

Salmo 115 …………………………………………………………..  7

Salmo 116 …………………………………………………………..  87

Salmo 118,143-152 ……………………………………………..  83

Salmo 122 ……………………………………………………………  31

Salmo 123 ……………………………………………………………  34

Salmo 124 …………………………………………………………… 42

Salmo 125 …………………………………………………………..  55

Salmo 126 ………………………………………………………….. 59

Salmo 130…………………………………………………………… 45

Salmo 131 …………………………………………………………… 71

Salmo 134 …………………………………………………………..  80

Salmo 148 …………………………………………………………..  14

Conclusión ………………………………………………………….  91

Índice …………………………………………………………………  92

RETIRO DE CUARESMA 2024

 

Retiro en Cuaresma 2024

 

SANANDO HERIDAS 

 

Al llegar la Cuaresma, la llamada a la conversión resuena en la Iglesia. Puede tener el peligro de ser algo cíclico que deriva en rutina. Pero también es posible hacerle un sitio en el itinerario del creyente. No es un mero deseo; también es una posibilidad.

Hay quien define la conversión como una “revolución del alma” (J. Baggini). Podría parecer excesivo, pero de algo de eso se trata: apuntar al corazón, a la interioridad y creer que la propuesta de modificación, de cambio, que hace el evangelio tiene que ver con uno. No es un brindis al sol, sino un dardo al propio corazón.

La concreción para la conversión que proponemos este año es SANAR HERIDAS. Cualquiera sabe que las heridas son elemento de la más concreta realidad. Están siempre ahí, con mayor o menor profundidad, con diverso grado de dolor, con repercusiones de distinto calado. Pero están ahí. Mejor encararlas que obviarlas.

Y también está comprobado que, en parte al menos, podemos ejercer con ellas una acción sanante, mitigadora, curativa. Eliminar las heridas no está en nuestra mano; sanarlas sí en la medida en que nos inclinemos a ellas, las acojamos, las cuidemos.

Comenzar la Cuaresma de este año con un planteamiento tal puede ser algo más que un anhelo. Puede ser tomarse en serio la capacidad “samaritana” de la vida y de la fe ante la evidente presencia de las heridas en nuestra vida. Pasar del deseo al trabajo con ellas; he ahí el desafío y el marco de la conversión.

 

1. Llegó con tres heridas

 

         Vamos a comenzar trayendo a colación el conocido poema de M. Hernández en su “Cancionero y romancero de ausencias”.

 

Llegó con tres heridas:
la del amor,
la de la muerte,
la de la vida.

 

Con tres heridas viene:
la de la vida,
la del amor,
la de la muerte.

 

Con tres heridas yo:
la de la vida,
la de la muerte,
la del amor.

 

  • Nos resulta raro contemplar a Jesús con heridas (excepto las de su pasión). Pero en él está la herida del amor (Mt 23,37), la de la vida (Jn 10,10-11) y, por supuesto, la de la muerte (Jn 19,30). La piedad lo ha entendido como “varón de dolores” (siguiendo a Is 53,3). Pero, en realidad, es “varón de heridas” porque está herido de amor, del amor “más grande” del que se da a quienes se ama (Jn 15,13-17).
  • Con las tres heridas viene también la persona de hoy: la de la vida, porque la vida no se detiene a pesar de las heridas (testimonio de J. R. Amores, alcalde de La Roda: “La ELA me ha hecho mejor persona”); la del amor (Fiducia supplicans); la de la muerte (36 conflictos armados).
  • Con las tres heridas vamos cada uno de nosotros: la de la vida, porque construir buena relación no es siempre camino fácil, contiene heridas; la de la muerte, porque van apareciendo las goteras personales que apuntan en esa dirección; la del amor, porque, mal que bien, nos apoyamos y acompañamos con innegable aprecio cercano al cariño.

 

2. La luz de la Palabra

 

         Hay palabras que resumen todo el evangelio. Una de ellas es “curar”. Por eso Jesús, cuando envía a anunciar el reino envía a curar: “Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios” (Mt 10,8). Curar, en cualquiera de sus dimensiones, es evangelizar. Quien cura hace la obra de Jesús, la obra del mismo Dios (Os 6,2).

  • Jesús cura las heridas de la vida: cuando esta se ha reducido a los mayores límites (viuda de Naím: Lc 7,11-17). Y por ello, él tiene claro que lo suyo es venir “para que tengan vida y la vida sobreabunde” (Jn 10,10). Él quiere taponar las heridas por las que se va la vida hasta que llegue el mundo sin dolor, sin llanto, sin luto (Ap 21,4).
  • Jesús cura las heridas del amor: y encaja el amor que no es correspondido por egoísmo (joven rico: Mc 10,17-30) o por debilidad (Pedro: Lc 22,32). Y es curado en las mismas heridas de amor que él sufre por el rechazo familiar y que quedan enjugadas con el consuelo que le aporta su “otra familia”, la de quienes cumplen el designio (Mc 3,31-35).
  • Jesús cura las heridas de la muerte: las cura en su propia madre (“una espada truncará tus anhelos”: Lc 2,35) y en él mismo (anuncios de la pasión: Mt 16,21-23). Enfrentado a su propia muerte, buscando luz en sus propias tinieblas (transfiguración: Mc 9,2-10).

Así que se puede concluir con 1 Pe 2,25 que “sus heridas nos han curado”. La paradoja amplía el sentido. Como se dice en el himno “Oh cruz fiel”: “la gracia está en el fondo de la pena y la salud brotando de la herida”. La curación de Jesús es su evangelio; la mejor medicina para cualquier herida de la vida y de la fe.

 

3. Profundizando

 

         Vamos a intentar dar algunas pistas que nos ayuden a profundizar en el tema. Quien sabe de la profundidad, sabe de Jesús. Y el tema de las heridas, tan amargo a veces, puede ser luminoso. Dice J. L. Chretien: “la fragilidad humana, en lugar de ser lo que se debería vencer, e incluso eliminar, puede convertirse en la grieta o en la gracia que la transfigura”.

  • Las heridas nos llevan a la apertura: puede que, en algún caso, las heridas no lleven a cerrarnos, a aislarnos. Pero las experiencias de vulnerabilidad llevan aparejadas preguntas, a veces irresolubles, que interrogan sobre el sentido de la vida. Si ocurre esto, las heridas nos hacen un gran beneficio porque una persona aislada es como una realidad muerta. Las heridas no solamente abren la carne, abren, así mismo, el corazón, el alma, el sentido. 
  • Las heridas nos llevan al encuentro: porque estamos hablando de experiencias fuertes, las heridas pueden llevarnos al encuentro con el otro que ha sufrido semejante fragilidad o que, sin haberla sufrido en la propia carne, las sufre en la convivencia. Del encuentro de quien sufre similares heridas brota, con frecuencia, la luz y la compasión. Las heridas del apaleado en el camino llevan al encuentro con el samaritano. Y, cuando ese encuentro se produce, la tiranía de las heridas aminora. 
  • Las heridas nos llevan al asombro: porque al acarrear preguntas, las heridas nos abren a respuestas insospechadas. Uno ve, a toro pasado,, que tiene comportamientos que no los habría tenido como los tiene ahora después de una experiencia de fragilidad. Y así vemos el asombro de percibir que las heridas, por duras que sean, no matan la ilusión y el deseo de vivir; a  veces lo confirman y aumentan. Y aparece el asombro enorme de percibir que la herida, a veces, nos ha humanizado y ha logrado hacernos sensibles a algo que desconocíamos. 
  • Las heridas nos llevan a la humildad: no tanto a una humildad religiosa o moral, cuanto existencial. Nos ayudan a vernos en la verdadera talla de lo que somos abriéndonos a una correcta autoestima que no humilla ni ensoberbece. Eso puede ayudarnos a percibir también a los demás con una humildad (una verdad) que no adula y que tampoco menosprecia. Las heridas nos recuerdan que, aunque somos barro bendecido,del barro venimos. 
  • Las heridas nos llevan al acompañamiento:porque, al percibir que la curación de muchas heridas no está en nuestras manos, entendemos que la tarea es otra: acompañarnos y sostenernos como necesita un brazo amable que le evite tropezar, ir más abajo aún. Y todos sabemos que una herida acompañada es una herida de menor virulencia experimentando, ala vez, la posibilidad de una vida en gozo aunque las lágrimas estén ahí. 
  • Las heridas nos llevan al infinito:ya que, por muchas que sean las lágrimas, no logran impedir del todo ver la luz del sol y entender que esto frágil tiende a horizontes de plenitud irremediablemente. Aunque parezca una exageración, nuestras lágrimas nos conectan con las del Jesús (Jn 11,33) y con las del odre en que Dios las guarda (Sal 56,8). 

 

4. Nuestras heridas cercanas

 

         ¿Y cuáles nuestras heridas más cercanas, aquellas que nos urgen cada día?

  • La herida de la soledad: es, quizá, la principal herida del yo, aquella que brota de la honda dificultad para entregar el corazón. Y a ello se le añaden las dificultades de relación que provienen del carácter diverso, de la distinta visión de la sociedad, de la mirada diferente. De tal manera que, para sobrevivir, nos instalamos en la soledad. Herida profunda que va minando el alma. Herida que demanda ser acompañada con paciencia y entrega. 
  • La herida de la imposibilidad: que acompaña crecientemente a la vivencia familiar, comunitaria. Una resignación que lleva al indefectible “no hay nada que hacer”. Por ser tal, es una herida a la que no se pone remedio, porque las cosas son como son. Demanda esta herida acompañarla con la ilusión renovada y la creencia firme de que siempre pueden germinar brotes verdes en cualquiera de nuestros desiertos. 
  • La herida del aislamiento: que tanto afecta a la Iglesia. Herida que se alimenta del autismo que es la certeza de que como la sociedad no noscomprende, nuestros caminas de diversifican y termina el creyente siendo un “marciano”, un aislado en el conjunto social. Herida que se cura con diálogo, con pacto, con cercanía que no renuncia a las posibilidades de convivir con lo diverso. 
  • La herida de la exclusión: que es la que más afecta a la sociedad, polarizada, como decimos ahora. Herida que la llevan quien excluye y quien es excluido, ambos dos. Herida que necesita insistir enque la dicha se consigue mejor cuando el abrazo es amplio que cuando se le da a alguien la espalda. Herida que, si se atiende, pone al fráil en el ámbito de lo social y a quien excluye le libera de la certeza de que su eclusión social es “el pecado más grande”, del que habla el evangelio (Mt 12,21-33). 

 

5. Itinerario

 

  • 19-24 de febrero:ponemos ante Jesús nuestras dolencias más personales, nuestras soledades y silencios. Escribe cada día una herida que te acompaña. Preséntala en la oración. 
  • 26 febrero a 2 de marzo: ponemos ante Jesús las heridas fraternas de las que hacemos parte. Escribe cada día una herida fraterna y preséntala en una petición de vísperas.
  • 4-9 de marzo:ponemos ante Jesús las heridas familiares que conocemos. Las escribimos, día a día, y pedimos en Laudes por ellas.
  • 11-16 de marzo:ponemos ante Jesús las heridas eclesiales, el aislamiento, los abusos a menores, la voracidad económica. Escribimos, si hay lugar, una petición para la eucaristía diaria.
  • 18-23 de marzo: ponemos ante Jesús las heridas sociales, las exclusiones, la polarización, los agravios injustos. Ponemos esas heridas en el cartel de anuncios con el deseo de que sean heridas curada.

 

Conclusión

 

         La Cuaresma, lo sabemos, es un fuerte toque de atención a la comunidad cristiana. El tema de las heridas y su acompañamiento puede ser una concreción que nos ayuda este año a dar más hondura a nuestra vivencia cuaresmal. Jesús, el que cura y acompaña nuestras heridas, nos muestra una senda. Si escuchamos la voz, no endurezcamos el corazón (Sal 94,7).

 

 

RETIRO EN NAVIDAD 2023

Retiro en Navidad 2023

 

DIVINOS SON

QUIENES REVELAN EL MISTERIO 

 

Cuando la vida nos va colmando de años, aparece con más claridad la certeza de que hay cosas que no se ven, pero están; hay músicas que no se oyen, pero suenan; hay palabras que no se dicen, pero llegan a los labios. Es la realidad evidente del misterio, aquello otro que nos es ajeno, pero que nos compone.

Muchos humanos, antes y ahora, se han adentrado en esas aguas profundas. Muchos creyentes lo hemos intuido, a nuestra medida. Es un río ancho el que discurre hacia las fuentes del misterio. Jesús ha sido un enfrentado al misterio. Él ha hecho un enorme esfuerzo por renombrarlo, por describirlo en actitudes comunes, por sugerirlo sin pretensiones de adoctrinamiento ideológico, por vivirlo en maneras que únicamente quedan sugeridas por las páginas evangélicas. Ha situado su vida en el torbellino de lo que existe, en el tejido de circunstancias de los días, en el mundo de relaciones que son las que más marcan la senda a seguir. Y ahí ha vivido al ritmo de la fuerza de Dios, ímpetu y dinamismo de aguas escondidas. Ahí ha revelado el misterio.

Es que algo de eso es la Navidad: un tiempo para confrontarse con el misterio y un tiempo para recordar y celebrar al Jesús revelador del misterio, hombre que se ha lanzado al río del misterio y nos lo ha hecho cercano y asequible. “Oh, gran misterio y admirable sacramento”, decían los antiguos cuando celebraban la Navidad: misterio que nos lleva a Jesús y a Dios, sacramento que nos señala en la dirección de lo profundo.

Que la Navidad de este año pueda ayudarnos a celebrar con gozo el amparo del Jesús que nos revela el misterio y a vivir con alegría la certeza de que, por Él, el misterio y nuestra vida, por sencilla que sea, se mezclan. No nos apeemos de los anhelos espirituales; no dejemos de cultivar la mística, la profundidad.

 

1. Divinos son

 

         Comenzamos con poema sencillo que puede ayudarnos a captar mejor esta espiritualidad del misterio que, como el viento, no sabemos de dónde viene ni a dónde va, pero escuchamos su rumor:

 

Divinos son los dedos

que apuntan al lucero de la mañana,

porque, en realidad,

revelan el abrazo del día.

 

Divinos son los pasos

que tienden al horizonte

porque, en realidad,

revelan el país de los sueños.

 

Divinos son los brazos

que abrazan sin temor

porque, en realidad,

revelan amparos.

 

Divinos son los labios

que hablan de bienaventuranzas,

porque, en realidad,

revelan la dicha.

 

Divinos son los ojos

que miran con brillo

porque, en realidad,

revelan el alma.

 

Divinos son los corazones

que cantan en la noche

porque, en realidad,

revelan la esperanza.

 

  • Revelar a Dios en cada amanecer: porque cada amanecer es el sacramento de la vida, la certeza de que Dios hace camino con nosotros, la seguridad de que sembrar es siempre posible. Son reveladores los locutores que en la radio anuncian el día, los panaderos que sirven el pan recién hecho, los sanitarios que cogen el turno viniendo a decir que sigues acompañado en el nuevo día. Reveladores de Dios en el amanecer que es sigo de continuidad de vida.
  • Revelar a Dios en los sueños: porque el camino humano es ir en busca de sueños que unas veces se cumplen y otras no. Pero sin sueños estaríamos muertos. Revelan a Dios quienes tienen el sueño de sobrevivir, el sueño de amar, el sueño de una sociedad más igualitaria: los gobernantes que se dan al pueblo (Aníbal Vázquez), los aventureros que escalan cumbres (Edurne Pasabán), los emigrantes que cruzan desiertos (familia Valdayo).
  • Revelar a Dios amparando al débil: porque Dios encuentra un cauce en la tarea de quien ampara, de quien se convierte en apoyo para quien flaquea, de quien escucha “amantemente” las peripecias del duro vivir de los pobres. Amparar a sin techo (Alasca), a indocumentados (servicio de extranjería de Cáritas), a personas con riesgo de soledad (grupos de visita a residencias). El amparo es lenguaje revelador del Dios que ampara.
  • Revelar a Dios contribuyendo a la dicha: porque, según Jesús, Dios nos ha creado para la dicha. Contribuir a ella mediante la curación (gemelas Kadije y Cherive), alimentación (Mary’sMeals) o el trabajo (Ángel Gaitán) son maneras de revelar a Dios poniendo como cimiento el nivel de dicha posible logrado con ayuda de quien “revela” a Dios
  • Revelar a Dios con una mirada distinta: porque el tema de la mirada distinta es la puerta que puede abrir, entre otras cosas, a una valoración distinta de la realidad de Dios. La mirada desde las lágrimas de quienes están a punto de naufragar (Open Arms), la mirada de quienes encuentran ánimo tras una pérdida (grupos de duelo), la mirada de quienes encuentran refugio (para mujeres maltratadas) son miradas que desvelan al Dios que nos mira de manera amorosa y benigna (1 Cor 13,12).
  • Revelar a Dios cantando en la noche:porque, incomprensiblemente, hay quienes cantan en la más oscura noche de su vida: El proyecto CAMFED (Campaign for Femal Education) para la educación y empoderamiento de las niñas africanas ha sido galardonado con el Premio Princesa de Asturias de Cooperación Internacional 2023.

 

2. Jesús, revelador del misterio

 

         Podríamos recoger muchos textos que nos acercan a la realidad de un Jesús revelador del misterio. Espiguemos algunos pasajes de las primeras páginas del evangelio de Juan:

 

  • «Sí, os los aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar por el Hijo del Hombre» (Jn 1,51).

 

Alude al sueño incubatorio que tuvo Esaú cuando marchaba al destierro (Gen 28,10-17) que responde a una pregunta: ¿Está Dios conmigo en este abandono o no está? Por el sueño se responde que sí está. Pues bien, con Jesús tocamos la realidad, no es un sueño. En él hemos palpado al misterio (1 Jn 1,2), en él se ha revelado palpablemente que Dios acompaña nuestra vida. Guardados por el misterio. Eso celebramos en la Navidad.

 

  • «Ya no creemos por lo que tú nos cuentas, nosotros mismos lo hemos estado oyendo y sabemos que éste es realmente el salvador del mundo. Al cabo de dos días salió de allí para Galilea» (Jn 4,42-43).

 

Rememora el pasaje el texto de Oseas 6,2: “En dos días nos volverá a la vida y al tercero nos hará resurgir”. En un breve tiempo Jesús ha abierto la puerta del misterio a los samaritanos. Basta ponerse en actitud de acogida para que lo que se escapa comience a aparecer. El tiempo de Navidad es breve pero puede ser intenso para acercarse a Jesús.

 

  • «Así, igual que el Padre levanta a los muertos dando vida, así también el Hijo da vida porque los quiere” (Jn 5,19a)».

 

El oficio de Jesús es levantar muertos para darles vida. Jesús nos da vida mostrándonos un perfil nuevo de Dios: el Dios que comparte y ampara nuestros caminos. La Navidad puede darnos vida, impulsar la búsqueda de un Dios nuevo, distinto.

 

  • «El Padre que me envió va dejando testimonio en mi favor» (Jn 5,37).

 

Jesús goza del amparo del Padre y desvela que toda criatura goza de similar amparo. Navidad es buen tiempo para cultivar la certeza de que nuestra vida está guardada por las manos de Dios.

 

  • «Trabajad no por el alimento que se acaba, sino por el alimento que dura dando vida definitiva, el que os va a dar el Hombre, pues a este, el Padre Dios lo ha marcado con su sello» (Jn 6,27).

 

Jesús está capacitado para darnos el alimento de una espiritualidad que enriquece y perdura. El Padre lo capacita y lo apoya. Navidad nos desvela que por el cauce de Jesús, nuestra vida está bien orientada.

 

  • «Yo vivo por el Padre y el que me come vivirá por mí» (Jn 6,57).

La vida de Jesús es alimento para quien bucea en el misterio. Orientarlo todo desde él no puede sino producir frutos positivos de evangelio. En Navidad cultivamos el deseo de alimentarnos de ese Jesús del evangelio que nos enamora.

 

  • «Yo no estoy solo; estamos yo y el Padre que me mandó» (Jn 7,16).

 

Jesús tiene la certeza de que el Padre está con él aunque las cosas vengan mal dadas.  En Navidad podemos ahondar en esa misma certeza hasta lograr ver con gozo que nuestra vida nunca está sola.

 

  • «Propongo exactamente lo que me ha  enseñado el Padre. Además, el que me ha enviado está conmigo; no me ha dejado solo; la prueba es que yo hago siempre lo que le agrada a él» (Jn 8,29).

 

Hacer lo que agrada al Padre, el designio de reconciliación (según Ef y Col). Navidad también es tiempo para reconciliaciones, sencillas y profundas. Una Navidad que agrade a Dios. A algo de eso hay que aspirar, aunque nos venga grande.

 

 

 

3. Reflexión espiritual

 

  • Algo que se esconde y huye:

         El discurso teológico suele hablar de Dios con contundencia, diciendo qué es y qué no es, qué quiere y qué no quiere. En realidad, habla de algo que se escapa al razonamiento humano y, cuanto más se le encasilla, menos probablemente se atina. Por eso hay quien postula el cambio mismo del vocablo “Dios”, por patriarcal y reaccionario. No hay que olvidar que los vocablos los creamos los humanos. Y, por ello, son susceptibles de cambio, siempre que tal variante deje más claro lo que queremos decir. No hay que temer tocar el vocablo “Dios”.

         Efectivamente, queremos hablar de algo que se esconde y huye. Y lo hacemos con los argumentos de una pretendida ciencia que encasilla todo en beneficio de una supuesta claridad y comprensión. Aunque las bibliotecas de teología y espiritualidad sean inmensas, eso no aumenta el conocimiento del misterio de Dios que escapa en la metáfora de un “ciervo” huidizo, según san Juan de la Cruz. Solo la mística ha caminado anhelante tras un Dios que no se deja atrapar.

         En Navidad nos situamos ante ese misterio en actitud espiritual adorante. O sea: no intentamos tanto comprender cuanto “estar”, quedarse, entrever. Queremos que percibir que eso que se nos escapa hace parte de lo nuestro, convive con nosotros, nos toca dentro. “Un no sé qué que queda balbuciendo…”, decía el místico. La Navidad es, como todo lo grande de la fe, una tarea para la mística.

 

  • Trabajos desveladores:

Podría pensarse que ir desvelando el misterio es una tarea rara, para gente especial. Nada de eso: el misterio se revela en lo cercano, en lo cotidiano, en lo relacional. Se trata, por ejemplo, de desvelar el bien que anida en los pliegues del alma de cada persona y de cada ser. Velado por mil limitaciones adheridas, se puede llegar a la falsa convicción de que el núcleo constitutivo de las cosas es el mal. Esto es un error: lo que existe tiende al bien, aunque haya de librar una batalla larga y penosa para sacar ese bien del magma del mal. Enorme y deseada pretensión.

         Otro trabajo revelatorio es ahondar en la capacidad de fraternidad social que anida en el ser humano e, incluso, la tendencia a una especie de hermandad cósmica que mueve a todos los seres. Empuja a luchar a brazo partido contra la siembra de prejuicios que llega a producir la desastrosa cosecha de certezas inamovibles que denigran a la persona. Anima a acoger-proteger-promover-integrar al distinto creyendo que la orientación a la fraternidad es primigenia. Quiere hacer ver que el futuro de lo humano pasa por la “gran batalla” de la fraternidad cívica.

         Además, el misterio se desvela en la certeza de la interdependencia de los seres. La autorreferencialidad puede llevar a pensar que uno es más creyéndose autosuficiente. Esta falsa conclusión está muchas veces alimentada por estereotipos consagrados por el rechazo social. Quiere el evangelio remover esa pesada losa para que la vida no quede sofocada por la toxicidad de un aislamiento que lleva a chocar con el muro del sinsentido.

         Es posible que todo esto nos diga poco,  que no haga vibrar nuestro interior. Pero de algo de eso se trata cuando vivimos la Navidad un poco despegados del ruido y del folclore externo navideño. Se necesita otra mirada sobre todo esto. ¿Estamos dispuestos a lanzarnos por estos caminos? ¿Lo podremos hacer si seguimos e n los de siempre?

 

  • El Dios revelado por Jesús:

Nuestra mirada a Jesús percibe sus trabajos por revelar un nuevo perfil de Dios como condición necesaria para acoger su propuesta de vida nueva. Efectivamente, sus esfuerzos han querido revelar, desvelar, rasgar los velos, prejuicios, tópicos consagrados, encubrimientos interesados, temores infundados, ideas esclerotizadas, con los que se ha envuelto y ocultado el perfil de Dios. Y ha logrado hacerlo en maneras de comportamiento pegadas a la vida como, por ejemplo, comiendo con pecadores. Dice J. A. Pagola: «Lo que más escandaliza de Jesús no es verle en compañía de gente pecadora, sino observar que se sienta con ellos a la mesa. Estas comidas con “pecadores” son uno de los rasgos más sorprendentes y originales de Jesús, quizá el que más le diferencia de todos sus contemporáneos y de todos los profetas y rabinos del pasado». Estos trabajos de desvelamiento constituyen su conciencia-para-nosotros, su saberse llamado a lo nuestro. Somos nosotros quienes lo percibimos así: revelador, desvelador.

         Por eso mismo, los cristianos no creemos en Dios en general, sino en la manera precisa del Dios revelado por Jesús. Viendo los comportamientos cotidianos de Jesús deducimos el perfil de su Dios: Jesús acoge a pecadores, el Dios de Jesús acoge a pecadores; Jesús elogia la generosidad, el Dios de Jesús es generoso; Jesús ofrece segundas oportunidades, el Dios de Jesús abre la posibilidad de una nueva oportunidad; Jesús sueña con el fin de las penas de los pobres, el Dios parcial de Jesús empuja en la dirección del señorío de los pobres. Y así sucesivamente. En esta traslación de las actitudes de Jesús al perfil de Dios se palpa el carácter revelador de la persona de Jesús.

 

  • Hacer asequible el misterio:

Hablar de todo esto nos parece que es hablar de lejanías. ¿Cómo hace más asequible el misterio?¿Cómo poner una realidad de enormes lejanías al alcance de la mano sin, por ello, limitarlo ni empequeñecerlo? Jesús no rebajó el misterio cuando hizo comparaciones cotidianas, cuando lo situó en los caminos comunes, cuando lo tradujo a un idioma comprensible para cualquiera. Acercar la realidad humana al misterio fue la manera de mostrar que tal realidad incluía la vida en sus modos más elementales, que no había obstáculo que se interpusiera entre el misterio y lo humano.

         Más aún, Jesús desveló algo inusitado y de difícil comprensión para la persona religiosa: que el misterio estaba a nuestro servicio y no al revés, que todas las grandezas del misterio se ponían a los pies de la persona y que ese era su sentido, servir a lo que existe. En sus propios afanes, Jesús desveló los increíbles trabajos del misterio a favor de lo que vive. Solamente desde los torbellinos del amor, desde lo sorprendente de alguien que ama, podrían entenderse estas sendas extrañas.

         Y todo esto se hizo sin apartarse del camino de la sencillez. Una sencillez que ahonda, que rumia en lo interior, que no se queda en la cáscara, ya que si no aboca a la pura magia. De esta manera la vida de los humildes se hizo más llevadera porque, contra toda apariencia, les hizo percibir que aspirar a la dicha desde la pobreza no era una quimera. El misterio servía a la justicia.

         Navidad puede ser un buen tiempo para animarse a vivir el misterio en modos asequibles. No es cosa arcana e intrincada. Quizá sea cuestión, sencillamente, de sembrar el bien. En el libro del Eclesiastés se dice: “Siembra el bien por la mañana y por la tarde, porque no sabes cuál de las dos siembras fructificará; quizá las dos” (Ecl 11,6). Siembra concordia, siembra escucha, siembra disfrute sencillo. ¿No pueden ser estos caminos “navideños de acercamiento al misterio?

 

  • Rasgar velos que ocultan el misterio:

El acceso al “misterio abrupto” de la Navidad no es fácil. No se acerca uno a él por vía de una vivencia superficial y consumista, Es preciso poner más carne en el asador. Quizá se pueda decir que hay que hacer un trabajo de “rasgar velos” porque hemos oscurecido del misterio envolviéndolo en cuestiones que no son el misterio, pero que lo entorpecen. Habrá que cuestionar todas las estratagemas que usamos para ocultar, para entorpecer, para confundir, para oscurecer y poner en juego mecanismos de claridad, de iluminación, de verdad.

Navidad es un misterio de luz que se vive en la luz. Pide que la tiniebla ocupe el menor espacio posible. Pide esfuerzos de  sinceridad, reconocimiento del propio error, lejanía del engaño. ¿Cómo vamos a acercarnos a la luz sin intentar abandonar la zona de sombras? La Navidad nos invita acercarnos desnudamente a la luz desnuda, con la mano tendida a los brazos de Dios que se nos tienden, con un corazón sin recovecos ocultos ante un Dios que ofrece totalmente su ancho corazón.

 

4. Navidad: tiempo de luz

 

  • Tiempo de contemplación ahondada:

Nuestro día a día, tan ajetreado, necesita, de vez en cuando, espacios de respiro, de sosiego, de contemplación. Navidad es un tiempo óptimo para ello: el recogimiento del invierno, la vuelta al espacio familiar, la oración más sosegada, son elementos que ayudan a la contemplación. Aprovechar la Navidad para ahondar en el gozo de la fe es  una posibilidad a la mano.

 

  • Tiempo de experiencias de dentro:

Porque la vida nos lleva a vivir muy en lo de fuera, en la superficie, en lo externo. Navidad es tiempo bueno para hacerse preguntas de calado en el sosiego de la reflexión o de la oración: ¿qué voy haciendo con mi vida? ¿Qué voy dejando de bueno por los lugares por los que paso? ¿Cómo voy entrando, a mi edad, en el secreto del misterio de Dios? ¿Qué vigor real tiene mi seguimiento a Jesús? No nos desalentemos por la amplitud de estas cuestiones Preguntémonos con paz.

 

  • Tiempo de siembra de fraternidad:

Nos cuesta sembrar el bien. Para nosotros, el campo principal de siembra es la fraternidad. Renovemos en Navidad nuestra decisión de sembrar el bien en la comunidad. Este es el rostro principal del misterio que nosotros hemos de desvelar y contemplar.

 

  • Tiempo de gozos simples:

Porque no se puede desvelar el misterio de Dios en la historia sin gozo, sin alegría, sin disfrute. Nosotros vivimos esto en los gozos simples de la vida fraterna, en las alegrías cotidianas de la gente sencilla. Porque el gozo no está en la cantidad, sino en la vivencia del corazón. Demos hondura en Navidad a nuestros gozos sencillos. No nos quedemos en lo meramente exterior. Sepamos leer el brillo del misterio en los ojos de nuestros hermanos/as.

 

  • Tiempo de vida que brota:

Parece que en invierno la vida se retrae, se vuelve sobre sí misma, se encoge. Pero no, crece por dentro para luego explotar por fuera. Si tenemos oportunidad, miremos los campos de trigo o cebada: las hierbitas del grano recién nacido van pintando de verde la tierra. Brota la vida, imparable, nueva. Así es el misterio que revela Jesús: persistente como la llamada del amor, tenaz como quien acompaña fielmente, amigo como quien sostiene con generosidad.

 

5. Itinerario

  • 24-26: contempla las manos de quien apunta a la luz.
  • 27-29: contempla los pasos que llevan a los sueños.
  • 30-1: contempla los brazos que amparan y sostienen.
  • 2-3: contempla los labios que hablan palabras de gozo.
  • 4-5: contempla el brillo de los ojos que llevan a Dios.
  • 6-7: contempla los corazones que suscitan esperanza.

 

6. Conclusión

No dejemos pasar la oportunidad que es la Navidad. Dejémonos envolver por el fascinante misterio que Jesús revela con su vida. Es la mano tendida del Padre que nos acompaña. Apoyémonos en la comunidad para andar estos caminos. Y, con seguridad, la Navidad será un tiempo de gracia y de crecimiento espiritual.

RETIRO ADVIENTO 2023

COMO LA NIEBLA QUE SE FILTRA

BAJO LA PUERTA CERRADA 

 

 

Hay una frase en la LS’ 112 que suele pasar desapercibida pero que es  honda y poética a la vez: «La auténtica humanidad, que invita a una nueva síntesis, parece habitar en medio de la civilización tecnológica, casi imperceptiblemente, como la niebla que se filtra bajo la puerta cerrada. ¿Será una promesa permanente, a pesar de todo, brotando como una empecinada resistencia de lo auténtico?».

Según el texto, “la auténtica humanidad habita en medio de la civilización tecnológica”. Esto sale al paso de los negacionistas de la bondad, de los detractores del buenismo al que consideran algo banal empeñados en censurar el mal del que no creen hacer parte, de los obsesionados por el pecado al que quieren hacerlo eje del mundo y de la fe. No, la humanidad habita en el fondo de nuestra civilización. Quizá sea el Adviento, tiempo de esperanza, un marco adecuado para recuperar esa certeza si es que se halla velada o para potenciarla si es ya un logro.

La presencia de esa nueva humanidad en el fondo de la realidad es, muchas veces, “imperceptible”. Porque se demandan realidades de bulto, que pesen, que se puedan tocar. Si no, como si fueran inexistentes. La espiritualidad habría de ayudarnos a intuir lo imperceptible, a tocar lo que parece intocable, a escuchar la música más sutil. Hay quien se ampara en una espiritualidad tosca, normativa, legalista, tocable siempre, pero se pierde eso imperceptible que late dentro, los “gemidos inefables” de los que hablaba san Pablo (Rom 8,26). Adviento podría ser un tiempo propicio para tocar lo imperceptible, para “entrever” la realidad de una historia con Dios dentro (Jn 3,3).

Y LS’ nos da esa hermosa imagen: “como la niebla que se filtra bajo la puerta cerrada”. La puerta cerrada bloquea el paso, es un muro de oposición, el empecinamiento de quien piensa que la identidad sale fortalecida del aislamiento, cuando es al revés. Pero aun así, la humanidad, terca, se filtra por la rendija de debajo de la puerta y su  aroma se expande por la casa, como el nardo aquel de Betania  (Jn 12,3). Con una grieta le es suficiente a la vida para florecer. Es la “empecinada resistencia” del bien que se vierte en la vida, aunque no sepamos cual es su fuente y origen,

Adviento es tiempo propicio para creer en la “promesa permanente” de que lo humano, el bien, está ahí, muchas veces sojuzgado por el mal, muchas veces desterrado por los apóstoles de la infelicidad. Lo “auténtico” sigue haciendo parte del caudal de la vida.

Conectamos así con lo más propio del Adviento: alimentar la esperanza, leer los signos de los tiempos desde la perspectiva de la esperanza. Y, como dice el final de la LS’ (244): «Que nuestras luchas y nuestra preocupación por este planeta no nos quiten el gozo de la esperanza». Tras ese gozo que eclosiona en la Navidad van los caminos del Aviento.

 

1. Atenerse a la esperanza

 

Yo me atengo a lo dicho:
La justicia,
a pesar de la ley y la costumbre,
a pesar del dinero y la limosna.
 
La humildad,
para ser yo verdadero.
 
La libertad,
para ser persona.
 
Y la pobreza,
para ser libre.
 
La fe cristiana,
para andar de noche,
y, sobre todo, para andar de día.
 
Y, en todo caso, hermanos,
yo me atengo a lo dicho:
¡LA ESPERANZA!

 

  • La justicia es el valor básico sobre el que se asienta la esperanza. Sin ella sería una vaciedad, una ensoñación. Por ello, cuando se piensa en la esperanza hay que estar dispuesto a someterse al examen de la justicia. Anhelar la esperanza sin vibrar por la justicia es una contradicción.
  • La esperanza va siempre hermanada con la humildad. Una esperanza ensoberbecida es una esperanza desaparecida. La desesperanza es hermana de la soberbia, de la mirada altiva, de la equivocada senda de quien se sitúa por encima del otro. 
  • Pretender la esperanza es imposible sin libertad. La opresión es el rostro de quien ha perdido la esperanza, su lenguaje cotidiano. Decir que no hay esperanza no es solo lenguaje del desalentado, sino también de los que roban la esperanza.
  • Y esa libertad es impensable sin pobreza, sin la austeridad que va poniendo el acento en cosas simples y cada vez más elementales. La sobriedad y la austeridad encuentran eco en la persona que hace de la esperanza la casa que quiere habitar.
  • Puede que se piense que hablamos un lenguaje meramente humano. Pero, precisamente por serlo, es lenguaje de fe. Porque la casa de la fe y de la esperanza es la misma y una fe sin esperanza es una fe ideológica, muerta.
  • Y como síntesis de todo valor humano y creyente: la esperanza. No es solo lo último que se pierde, sino lo primero que se necesita. Porque sin ella todo se ensombrece, todo entra en la grisura.

 

  1. 2.    La luz de la Palabra: Qoh 11,6

 

         «De mañana siembra tu semilla con esperanza y a la tarde no cruces los brazos, pues no sabes cuál de las dos siembras resultará o si las dos tendrán éxito».

  • Sembrar con esperanza es poner la confianza en el valor de la semilla, no tanto en las labores que se hagan con ella. Para recuperar la esperanza  cristiana se requiere renovar la fe en el poder germinativo de la Palabra en la historia.
  • La constancia en la siembra de la esperanza no es cabezonería ciega, sino la percepción de quien ve el fondo bueno de la persona y cree en él. La Palabra puede dar esa nueva perspectiva que se necesita para lograr que la esperanza no sucumba al embate de los días.
  • El resultado de la siembra de la esperanza no tiene un ciclo previsible. Brota cuando brota, no cuando se quiere que brote. Hay que despojarse de anhelos egoístas que llevan a la frustración y a la desesperanza.
  • La siembra de la esperanza en la comunidad parte de la certeza de que el cambio es posible. Empecinarse en la imposibilidad del cambio bloquea cualquier camino de esperanza.

 

  1. 3.    Lectura de los signos de los tiempos

 

El Vat.II animó a los creyentes a leer los “signos de los tiempos” (GS 4): «es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de la época e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la vida futura y sobre la mutua relación de ambas». Aunque ya casi nadie habla de ello, no hemos de echar en olvido esta espiritualidad que ha aportado tantos beneficios a la fe.

Si leer los signos de los tiempos positivos requiere un esfuerzo, muchos más lo demandan los signos de los tiempos negativos. Pero son justamente ellos los que piden una lectura desde la perspectiva de la esperanza. La luz de la Palabra se hace aquí imprescindible.

 

1. Las guerras que asuelan al mundo

 

“De las espadas forjarán arados,

de las lanzas, podaderas.

no alzará la espada

pueblo contra pueblo,

o se adiestrarán

para la guerra” (Is 2,4).

 

     He aquí los versos que el Adviento recuerda cada año y que pertenecen al segundo canto del libro de Isaías. Los conocemos de memoria. Son profecía atípica en el contexto social del antiguo Israel y en el nuestro, contextos ambos siempre sumidos en guerras. Es verdad que están envueltos en nacionalismo, el del antiguo Israel, pero, al fin y cabo, cuando se sueña el día de la plenitud histórica se le sueña como día de paz. Adviento mantiene ese sueño en el horizonte.

Pero el signo de los tiempos que es la guerra sigue siendo cercano y elocuente, no solamente en los conflictos de Ucrania e Israel que nos tocan más de cerca y en los algo más lejanos de Siria, Afganistán, Irak, Yemen, etc. Y en las guerras olvidadas, los más de 50 conflictos armados que asuelan el planeta. El día que soñó Isaías queda, aún, bien lejos, inalcanzable.

Pero en el fragor de la batalla suenan voces de paz. Voces como las de Baremboin, el músico, Edith Bruck, escritora y superviviente del holocausto, David Grosman, escritor judío, A. Ayalón, exjefe militar de Israel, etc. Las voces de la  diplomacia que piden contención. Las voces de quienes piden distinguir entre una población desvalida y un grupo terrorista violento. En medio del torbellino, se anhela la paz, en el naufragio se habla de derechos humanos.

La profecía de las podaderas avanza lentamente y demanda, en nosotros, el cultivo del anhelo de la paz y de la certeza que Francisco de Asís pedía a sus hermanos para quien osara predicar la paz: “Que la paz que predicáis habite primeramente en vuestro interior”. ¿Cómo vamos a hablar de paz si las sombras de la violencia campan en nuestro corazón?  ¿Cómo no desear en este Adviento de 2023 la lejana paz? ¿Cómo no empatizar con las lágrimas, los gritos y las heridas de quienes viven bajo las bombas?

 

2. La fragilidad de la Iglesia

 

“Tú eres petros

y sobre esta piedra

edificaré mi comunidad

y el poder de la muerte

no la derrotará” (Mt 16,13-20).

 

         La conocida confesión de Pedro en Cesarea de Filipo se ha interpretado como la inamovible presencia de la Iglesia demostrada con dos milenios de existencia. El texto mateano dice, más bien, lo contrario: Cefas es un “petros”, un guijarro del camino, una piedra dura, terca y molesta, que no sirve ni para cimiento (la piedra desechada que dice el Sal 118,22). Sobre esa fragilidad (que somos nosotros) se construye la comunidad de Jesús. Y si no se hunde será porque Jesús la sostiene, no por la fortaleza del cimiento.

         ¡Cómo estamos palpando esta fragilidad, delictiva incluso, en el tema de los abusos a menores dentro de la Iglesia! Muchos cristianos y clérigos de distinto nivel no quieren ver esto porque es muy amargo. La supuesta autoridad moral de la Iglesia queda hecha añicos. No es paliativo el hecho empírico de que tal lacra afecta solamente a un 4% de los clérigos del mundo. Duele igual e implica a todos los cristianos, aunque uno no sea un delincuente y le repugne el tema. ¿Cómo encontrar caminos de esperanza en medio de esta hecatombe? ¿Cómo dar crédito a aquella esperanzadora profecía de Jesús en Cesarea de Filipo?

         Hay esperanza porque se está saneando un comportamiento delictivo por el duro camino no solamente del reconocimiento, sino de la restauración y del amparo a las víctimas. Se sanea la soberbia eclesiástica que ha manejado el poder, a veces, en modos inhumanos que nada tenían que ver con el evangelio. Hay esperanza de que esto se frene, si no por criterios de humanidad evangélica, al menos por temor a la justicia. Es duro, sin paliativos, y la Iglesia que ha de nacer de estas ruinas ha de ser, sin duda, otra. Es la esperanza que pasa por la enorme derrota del mal, la esperanza que nos hace recoger los restos de la nave desarbolada y tratar de seguir con humildad al Maestro poniéndonos, otra vez, al servicio de los frágiles.

 

  1. 3.    El impacto del cambio climático

 

“Cuando oyeron la voz del Señor Dios

que se paseaba por el jardín a la hora de brisa,

Adán y su mujer se escondieron

de la vista del Señor Dios

ntre los árboles del jardín”(Gén 3,19).

 

         Este texto es una pincelada colorida del yavista: Dios va dando voces por el jardín (cantando quizá) y se pasea al freso de la tarde. Es una manera mítica de decir que lo creado está llamado a ser lugar de delicias para el mismo Dios en compañía de la persona, Eso que imagina el escritor avanza lentamente en el proceso histórico porque el paraíso no está al principio, sino al final.

         El Papa ha escrito una exhortación apostólica (Laudate Dominum) sobre el impacto del cambio climático y cuestiona las posturas de quienes se burlan, ridiculizan, no les importan, acusan de ello a los pobres y no tienen en cuenta los riesgos, ya casi irreversibles, a los que se somete al planeta. Por otra parte, afirma taxativamente que «sabemos que fe auténtica no solamente da fuerzas al corazón humano, sino que transforma la vida entera, transfigura los propios objetivos, ilumina la relación con los demás y los lazos con todo lo creado» (61).

         Para que el Adviento contribuya a ser signo de esperanza aumentando nuestra sensibilidad en torno al tema del cambio climático hay que cultivar la mística de que somos familia universal, de que todo esto tiene que ver con la dignidad personal, que no cambiaremos la vida si no cambiamos nosotros un poco de vida. Es el trabajo por la adquisición de una nueva cultura «para gestar grandes procesos de transformación que operan desde las profundidades de la sociedad» (71).

         Es fácil que todo esto nos suene lejos, que no nos haga vibrar. Es cuestión de irlo trabajando, de mirarlo muchas veces. La esperanza, para el planeta y para nosotros mismos, no se genera en un solo día. Se trata de procesos larguísimos, de construcciones de siglos. Se necesita una maduración de las formas de vida. Para pensarlo y para dar pasos sencillos y asequibles en esa dirección (reducir, reutilizar, reparar, restaurar, rediseñar, reciclar, recuperar, etc.). La espiritualidad de la esperanza cobra otro sentido cuando se la inscribe en el tema del medio ambiente. Porque hay caminos que se abren.

 

  1. 4.    Mirar a través de las lágrimas de los pobres

 

         «Me puse a considerar la peor de las opresiones perpetradas bajo el sol: vi llorar a los pobres sin que nadie los consolase; la violencia de los opresores, sin que nadie les detuviese» (Qoh 4,1).

La peor de las opresiones es la violencia y el menosprecio con los pobres, la génesis inhumana de situaciones  establecidas de pobreza, la división del mundo entre los que cuentan y los que no cuentan. Es muy difícil entender que las pobrezas son el lado más inhumano de la historia cuando no se pertenece a ese mundo, cuando se está lejos de las garras que destrozan y de las hambres que devoran. Dos absolutos: Dios y el hambre, decía Casaldáliga. Ni siquiera el primero; sólo el segundo. Las lágrimas de los pobres que nadie recoge, que no importan a nadie, que se pierden en el mayor de los olvidos. Dios las recoge (Sal 56,8). Hacer llorar a un pobre es una iniquidad. Esa opresión se “perpetra”, igual que un crimen. De alguna manera,  es preciso generar consuelo, interés, preocupación. La violencia que nadie detiene. Pero, en realidad, hay muchos  que se oponen tenazmente a la violencia con riesgo de sus vidas (obispo Rolando Álvarez). Sin esa oposición, la violencia habría destruido ya la tierra. La violencia contra los pobres supera la impunidad en la resistencia de los pacíficos. El silencio en el que discurren las lágrimas de los empobrecidos, se hace, algunas veces, clamor elocuente.

         El Adviento puede ser instancia de esperanza cuando nos animamos a mirar no solamente las lágrimas de los pobre sino a ver la vida a través de esas lágrimas. Aunque eso nos lleve a un lío, no habríamos de endurecer el corazón únicamente con las perspectiva de una caridad organizada. Hay aspectos de la vida que se pueden practicar sin que tenga que llegarse siempre a la cuestión del dinero. ¿Cómo mirar la ciudad desde los frágiles? ¿Cómo enfocar la vida fraterna desde ese ángulo? ¿Cómo recuperar la paz cuando las pobrezas nos han alterado (que no está nada mal)? ¿Cómo podemos hablar de un Adviento de esperanza si, de alguna manera, eso no toca la vida de los frágiles?

 

  1. 5.    Los inesperados hermanos

 

«¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos, elamitas y habitantes de Mesopotamia, de Judea y Capadocia, del Ponto y Asia, de Frigia y Panfilia, de Egipto y de la zona de Libia que limita con Cirene; hay ciudadanos romanos forasteros, tanto judíos como prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las grandezas de Dios en nuestra propia lengua» (Hech 2,7-11). 

Son “inesperados” (aunque los “llame” nuestra necesidad y la suya). Por eso los recibe la guardia civil en nuestras costas. Son inesperados y para muchos indeseados. Son “partos, medos, elamitas”, etc. Pero sobre ellos de derrama el Espíritu de Jesús. Sobre ellos habría de derramarse la empatía, la compasión, el amparo, la esperanza. Queda mucho camino por hacer hasta ver que los grandes flujos migratorios son, además de un problema administrativo, una oportunidad de humanidad.

¿Cómo llegar a entender la diversidad social como una posibilidad? Las sociedades de hoy son multiétnicas, multirreligiosas, multiculturales. Y eso es una riqueza, no una amenaza. Al igual que una orquesta con músicos de todo el mundo, necesitan practicar para tocar en armonía: lo mismo ocurre con la sociedad. La diversidad requiere inversión social, cultural, política, religiosa; a veces inversión en cohesión social; para asegurarse de que en una sociedad diversa, cada comunidad ha de sentir que se respeta su identidad, como la identidad del violinista debe ser respetada, junto con cada instrumentista.

¿Cómo ser mediación de esperanza en el ámbito de la diversidad social? El Papa Francisco marca un itinerario:

  • Acoger: comenzar por abrir puertas y corazones. Tratar de ponerse en la situación de quien emigra, comprendiendo sus sueños, compartiendo sus penalidades.
  • Discernir: tratar de entender las motivaciones de quienes piensan, siente y viven en otros parámetros culturales que los nuestros. Todas las visiones del mundo pueden ser compatibles.
  • Acompañar: ser brazo en el que se apoye quien está más desvalido ante la administración, las instancias culturales o sanitarias.
  • Integrar: no pedir la renuncia a la propia identidad, sino insistir en el sueño de compatibilidad social que hace de una sociedad plural una realidad en la que caben todos.

 

  1. 6.    ¿Quién eres tú que ahora llegas?

 

«Viéndolo Jesús echado y notando que llevaba mucho tiempo, le dijo: ¿Quieres ponerte sano?» (Jn 5,6).

Hay como una idea oculta en el EvJn: Jesús se hace presente cuando han fallado todos los mecanismos religiosos, cuando no se le espera. En los márgenes, en la imposibilidad, en la penumbra, entonces aparece él, entonces se hace la propuesta del seguimiento.

Quizá eso puede dar esperanza a la vida religiosa en esta hora de formidable reducción. Lo que se vive como desolación, desaparición, acabamiento quizá pueda verse con una cierta esperanza, aquella que está al otro lado de nuestros proyectos, nuestros números y nuestro insaciable deseo de pervivencia.

«¿Quién eres tú que ahora llegas cuando todo parece terminar?». Este verso de José A. Valente podría iluminarnos. Todo parece terminar. Pero, en realidad, las promesas que se nos hicieron y las que nosotros hicimos siguen en pie. La vida fraterna puede estar bien viva en este momento de incertidumbre si la alimenta la esperanza confiada. No sabemos adónde vamos, pero Jesús sigue sosteniendo los anhelos de la fe, más que nunca. Confiemos en quien decimos confiar.

 

  1. 4.    Abrir paso a la esperanza

 

Quizá la esperanza no se abra paso ella sola. Tal vez haya que “forzarla” un poco para que pueda ser, como decía Labordeta.

 

a)   Pensar con esperanza:

 

Sanear la mente y el corazón, liberarlos de la grisura en la que a veces nos movemos, despejar las nieblas de un pesimismo tóxico que nos pega al alma. No se trata de ser un ingenuo que no ve las dificultades, sino de situar la vida más en los intentos, en los anhelos, en el sol que brilla al otro lado de la niebla que en la niebla misma. Pensamientos esperanzados como tierra de esperanza que acoja semillas de gozo y no de pesadumbre.

 

b)   Hablar con esperanza:

 

Porque mucho de la esperanza, como mucho de la vida, se juega en nuestras palabras. Si son palabras negativizadoras, la cosecha es el desaliento. Si son palabras de esperanza, la cosecha es el ánimo. No están negadas las palabras esperanzadas con el realismo y la cordura. Pero no se dejan envolver, como un tela de araña, por la amargura que destilan las palabras que brotan de la decepción y del fastidio.

 

c)    Orar con esperanza:

 

Sabiendo que la oración no es solución, sino empuje, aliento y dinamismo. Orar como quien otea un día de esperanza, orar como centinelas que aguardan el primer rayo del sol, orar como vislumbra la presencia de Jesús en la vida. Orar con la tenacidad de quien encuentra en la Palabra las perspectivas nuevas que le van sosteniendo en la vida y que le descubren nuevos caminos cotidianos. Una oración enmacetada en la esperanza, no un mero acto de piedad.

 

d)   Construir espacios sociales esperanzados:

 

Contribuir, de la forma que sea, a que la vida de los frágiles, tan propensa a la desesperanza, tenga un horizonte más abierto. Controlar nuestro sentido exclusor y dar cancha a la acogida del distinto, incluso en el ámbito religioso. Ser fieles y tenaces en el ideal de hacer propio el sufrimiento ajeno.

 

  1. 5.    Conclusión

 

Todos lo sabemos: el Adviento es tiempo fuerte para renovar el dinamismo de la esperanza. ¿Cómo de manera más intensa y más deseada? ¿Cómo situarse cada vez más en el lado de quien espera? ¿Hay que ceder a la sensación de quien asevera que ya no esperamos nada? Celebrar la Navidad sin esperanza sería celebrarlaç de manera muerta. Para  hacerlo de manera viva hay que volver la mirada a Jesús, nuestra esperanza viva. Que el Señor nos conceda la mística de la esperanza.

 

TRÁNSITO 2023

EL VASO PRECIOSO

Celebración del Tránsito de san Francisco

3 de octubre de 2023

 

Monición de entrada

 

         Como cada año, el 3 de octubre, víspera de la celebración de la fiesta de san Francisco, la familia franciscana se reúne para recordar el momento, decisivo y entrañable, de la muerte de san Francisco, de su tránsito al encuentro final con Jesús, al que siempre amó. Así lo hacemos nosotros esta tarde con toda devoción y alegría. Es una manera más de decir que seguimos teniendo al hermano Francisco en nuestro corazón y en nuestros caminos. Comenzamos cantando:

 

Canto

 

Alabado seas, mi Señor,
alabado seas, mi Señor.
El sol y las estrellas
proclaman tu grandeza,
las flores y la luna
nos cantan tu poder;
Las flores y la luna
nos cantan tu poder;

ALABADO SEAS, MI SEÑOR,
ALABADO SEAS, MI SEÑOR.
CANTANDO EL UNIVERSO
TE OFRECE SU HERMOSURA,
PUES TODA CRIATURA
ES CÁNTICO DE AMOR;
PUES TODA CRIATURA
ES CÁNTICO DE AMOR.

 

Oración

 

         Al contemplar, Señor, esta tarde la muerte del hermano Francisco danos la gracia de seguir a Jesús con el mismo anhelo que anidó en su corazón. Te lo pedimos por JCNS. Amén.

 

Lectura de 3 Cel 39

 

Deshecha en lágrimas  Jacoba, el vicario del Santo la hace entrar discretamente y, puesto en brazos de ella el cadáver de su amigo, le dice: "Helo aquí; ten después de su muerte al que has amado en vida". Con llanto más pronunciado aún y con lágrimas más ardientes, Jacoba lo abraza y besa entre sollozos y voces de lástima; levanta el paño que lo cubre para verlo, y contempla el vaso precioso en que se había escondido el precioso tesoro, y lo contempla enriquecido con cinco perlas; considera las cinceladas, que sólo la mano del Todopoderoso había verificado para asombro del mundo, y, no obstante la muerte del amigo, se siente envuelta en gozo desacostumbrado. Decide luego que no hay que disimular ni esconder por más tiempo el inaudito prodigio, sino ponerlo resueltamente a la vista de todos. Corren todos a porfía para admirar este espectáculo, y, llenos de estupor, comprueban y admiran que es verdad que Dios no hizo tal a nación alguna.

 

Reflexión: Sanador Herido

 

Hermano Francisco:

         Mucho se ha dicho y escrito sobre ti. Aún seguimos hablando y recordándote cada día. Fuiste, de verdad, una persona excepcional, un hermano querido, una luz entre la niebla, como dijo alguien. No nos cansamos de evocarte porque nos iluminas.

         Se han dicho cosas magníficas de ti, pero no se ha hablado demasiado de tus heridas, las que la vida te fue trayendo. Pensaron, quizá, que era rebajarte cuando, en realidad, tus heridas son tu corona, lo más vivo de ti.

         Tu herida profundísima del principio fue la guerra con Perusa. Quizá aún recuerdes el ruido sordo de la espada que manejabas entrando en el vientre de tu adversario. Perdiste esa guerra y, tras un año de prisión, volviste a Asís. Nunca serías el mismo. Aquella herida no se cerró nunca del todo.

         Y en los días iniciales fue una herida de hondo dolor el conflicto con tu padre. Os amabais, os amasteis siempre. Pero el evangelio te llevó a decirle: “Tengo otro Padre”. ¡Una puñalada en el corazón! Cuentan que acudiste a su lecho de muerte y que te recibió con una sonrisa. No lo sabemos.

         Y también fue una herida abierta la situación de la Iglesia. Para ti era algo querido, vivo, fraterno. Por eso, su desvarío y su ruina te pesaban, aunque no hubiera en tu actitud ni un atisbo de juicio.

         Tu sabiduría de pobre fue despreciada por los fieros guerreros de las cruzadas, aunque las muertes se contaran a millares. Fuiste, pacífico, al escenario de la violencia. Muchos piensan que aquello no sirvió para nada. ¿No sirvió para nada cuando el Papa Francisco y el gran imán Ahamad Al-Tayyeb firmaron su documento sobre “Fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común”?

         La herida del sentido que se aloja en los pliegues del alma también te tocó. Hubo momentos en que parecía que querías echar la vista atrás y quitar la mano del arado. Entonces Clara, la valiente, fue tu gran apoyo, ella que no dudó ni un instante del camino que tú mismo habías marcado. Acogió tu herida sin hacer demasiadas preguntas.

         Y luego estuvo la peor de todas tus heridas: la herida de la fraternidad que tanto te hizo sufrir, sobre todo al final. Creías que todo se venía abajo, que el evangelio había sido una ilusión vacía. ¡Cómo te agarraste a la cruz! Volviste otro de aquel durísimo retiro del Alvernia. El sosiego había llegado a tu corazón y aunque la fuente de tus heridas seguía manando, la paz las envolvía con su abrazo.

         ¿Entiendes ahora por qué nos parece que tus heridas nos curan? Nos alejan de la violencia, nos descubren el amanecer del evangelio, dulcifican nuestra mirada a la Iglesia, nos orientan cuando el sin sentido roe el alma y, sobre todo, nos siguen mostrando que la fraternidad es nuestro tesoro.

         Gracias, hermano Francisco, por tus heridas. Nos curan, nos alientan, nos sostienen.

 

 

Oramos juntos (Oficio de la Pasión 6)

 

Oh todos vosotros los que pasáis por el camino, atended y ved si hay dolor como mi dolor.

Porque me rodearon perros innumerables, me asedió el consejo de los malvados.

Ellos me miraron y contemplaron, se repartieron mis vestidos y echaron a suerte mi túnica.

Taladraron mis manos y mis pies, y contaron todos mis huesos.

Abrieron su boca contra mí, como león que apresa y ruge.


Estoy derramado como el agua, y todos mis huesos están dislocados.

Y mi corazón se ha vuelto como cera que se derrite en medio de mis entrañas.

Se secó mi vigor como una teja, y mi lengua se me pegó al paladar.

Y me dieron hiel para mi comida, y en mi sed me dieron vinagre.

Y me llevaron al polvo de la muerte y aumentaron el dolor de mis llagas.

Yo dormí y me levanté y mi Padre santísimo me recibió con gloria.

Padre santo, sostuviste mi mano derecha y me guiaste según tu voluntad y me recibiste con gloria.

Pues, ¿qué hay para mí en el cielo? y fuera de ti, ¿qué he querido sobre la tierra?

Mirad, mirad, porque yo soy Dios, dice el Señor; seré ensalzado entre las gentes y seré ensalzado en la tierra.

15Bendito el Señor Dios de Israel, que redimió las almas de sus siervos con su propia santísima sangre y no abandonará a ninguno de los que esperan en él.

Y sabemos que viene, que vendrá a juzgar la justicia.

 

Gloria al Padre…

 

Signo

 

         (Se enciende un cirio y se pone en la pequeña repisa ante el gran dibujo del altar a la izquierda…Mientras se canta)

 

Canto

 

ROSAS DE SANGRE HAN FLORECIDO,
REVIVEN EN TU CUERPO LA PASIÓN,
FRANCISCO, EN AMOR ESTÁS HERIDO,
LAS MANOS, LOS PIES Y EL CORAZÓN......

Tus manos acogen a los pobres,
comparte su pan con el mendigo,
Y quiero también amar a todos,
ya puedes señor, cantar conmigo.....

ROSAS DE SANGRE HAN FLORECIDO,
REVIVEN EN TU CUERPO LA PASIÓN,
FRANCISCO, EN AMOR ESTÁS HERIDO,
LAS MANOS, LOS PIES Y EL CORAZÓN.....

 

Sembrando la paz, y bien caminas,
yo sembrador, iré a tu lado,
en tí el evangelio carne viva,
Y Cristo vez crucificado.....

 

ROSAS DE SANGRE HAN FLORECIDO,
REVIVEN EN TU CUERPO LA PASIÓN,
FRANCISCO, EN AMOR ESTÁS HERIDO,
LAS MANOS, LOS PIES Y EL CORAZÓN......

 

Bendición y despedida

PERSPECTIVA FRANCISCANA DE LA FRATELLI TUTTI

PERSPECTIVA FRANCISCANA

DE LA FRATELLI TUTTI

 

            Tras haber visto la FT desde tres perspectivas (fraterna, eclesial y social), vamos a valorar este documento desde el lado franciscano. Es algo que resulta fácil porque todos sabemos la querencia de este papa por la figura de Francisco de Asís y porque sus textos están impregnados de alusiones a Francisco.  Será fácil concluir que estamos ante una “encíclica franciscana”.

 

1. Francisco de Asís en LS’

 

10. … Creo que Francisco es el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral, vivida con alegría y autenticidad… Él manifestó una atención particular hacia la creación de Dios y hacia los más pobres y abandonados. Amaba y era amado por su alegría, su entrega generosa, su corazón universal. Era un místico y un peregrino que vivía con simplicidad y en una maravillosa armonía con Dios, con los otros, con la naturaleza y consigo mismo. En él se advierte hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior.

11. Su testimonio nos muestra también que una ecología integral requiere apertura hacia categorías que trascienden el lenguaje de las matemáticas o de la biología y nos conectan con la esencia de lo humano… Su reacción era mucho más que una valoración intelectual o un cálculo económico, porque para él cualquier criatura era una hermana, unida a él con lazos de cariño. Por eso se sentía llamado a cuidar todo lo que existe… La pobreza y la austeridad de san Francisco no eran un ascetismo meramente exterior, sino algo más radical: una renuncia a convertir la realidad en mero objeto de uso y de dominio.

12. Por otra parte, san Francisco, fiel a la Escritura, nos propone reconocer la naturaleza como un espléndido libro en el cual Dios nos habla y nos refleja algo de su hermosura y de su bondad.

 

2. Francisco de Asís en la FT

 

  • Desde el título está presente lo franciscano: Fratellitutti 1 (Adm 6,1), un sueño, un anhelo, una responsabilidad para quienes estamos en esta “órbita” de lo franciscano.
  • En FT 2 se califica a Francisco como “sembrador de paz”, no tanto como orante o predicador de la paz. Sembrar paz más con la vida que con la palabra.
  • En FT 3 se cita la Rnb 16,3.6 con el mandato explícito para evitar toda forma de agresión y de contienda. Merece la pena tener claro este criterio en la práctica comunitaria y social.
  • En FT 4 se dice que Francisco acogió la verdadera paz, liberándose del ansia de dominio y logrando una vida en armonía.
  • Un rasgo poco aplicado a Francisco es tenerlo por modelo de escucha:  “escuchó la voz de Dios, escuchó la voz del pobre, escuchó la voz del enfermo, escuchó la voz de la naturaleza”. Actitud necesaria para el logro de una vida en paz.

 

3. Temas de fondo

 

a)     Fraternidad y amistad social: “polos inseparables” (FT 142). Francisco en Arezzo: recuperan el código de la ciudadanía” (2Cel 108).

b)     Paz social: “la construcción de la paz social exige el compromiso de todos” (FT 232). “Dispuesto a daros completa satisfacción” (LP 101).

c)      Cultura del encuentro: “cultura del enfrentamiento, no; cultura del encuentro, sí” (FT 30). Esteban de Borbón (BAC 972).

 

4. Temas útiles para la fraternidad franciscana

 

  • La vida subsiste donde hay fraternidad (FT 87): muy útil para estos tiempos de reducción.
  • Los sueños se construyen juntos (FT 8): contra toda forma de individualismo y contra el mal de ir cada uno a lo suyo.
  • El milagro de una persona amable (FT 224): las relaciones ásperas o amables, los modos gratos o los hirientes.

 

5. Temas útiles para las FHM

 

  • Según FT 285, “la justicia y de la misericordia, fundamentos de la prosperidad y quicios de la fe”.
  • En FT 77 se dice que hemos de tener “el deseo gratuito, puro y simple de querer ser pueblo”. El tema de la ruralidad, de la cercanía a la gente sencilla.
  • A las FHM les corresponde coger el reto de FT para que “el sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras”.

 

Conclusión

 

  • Aunque sea llevar un poco lejos las cosas, podemos decir que estamos ante un encíclica franciscana (como LS’). Nunca habíamos tenido una suerte tal.
  • La oración de FT 254: “Pido a Dios que prepare nuestros corazones al encuentro con los hermanos más allá de las diferencias de ideas, lengua, cultura, religión; que unja todo nuestro ser con el aceite de la misericordia que cura las heridas de los errores, de las incomprensiones, de las controversias; la gracia de enviarnos, con humildad y mansedumbre, a los caminos, arriesgados pero fecundos, de la búsqueda de la paz».

 

 

¿QUÉ DIRÍA HOY SAN FRANCISCO?

¿QUÉ DIRÍA HOY SAN FRANCISCO?

 

 

            Os diría, hermanos y hermanas, cosas que ya sabéis, cosas que no debéis olvidar y cosas que os pueden ayudar a llevar una vida humana y feliz. Tales como éstas:

 

1. No olvidéis lo que da sentido: la fraternidad

 

            Lo que da sentido a la vida es vivir en y para el otro. Cada día hay que hacer el camino de regreso a la casa del otro. La base sobre la que se sustentan los sueños no es otra que la buena relación, lo que Jesús llegó a formular como “reinado de Dios”: la nueva relación de hermanos, la sociedad sin jerarquías, la convivencia de todos en paz y respeto. Eso está en la base de todos los trabajos de fe y del sueño evangélico. La vida relacional nos hace aterrizar, es la medida realista de la verdad de nuestros anhelos. No nos cansemos de volver a ella. Es la masa que aglutina el edificio de la vida.

Voy a decíroslo con un texto luminoso De la Fratelli Tutti. Harías bien en mirarlos, en sopesar cada palabra. No se puede decir mejor. Me gustaría que lo discutieseis en vuestro capítulo de Peñafiel. Es este: «Un ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás. Ni siquiera llega a reconocer a fondo su propia verdad si no es en el encuentro con los otros: sólo me comunico realmente conmigo mismo en la medida en que me comunico con el otro. Esto explica por qué nadie puede experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quienes amar. Aquí hay un secreto de la verdadera existencia humana, porque la vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad; y es una vida más fuerte que la muerte cuando se construye sobre relaciones verdaderas y lazos de fidelidad. Por el contrario, no hay vida cuando pretendemos pertenecer sólo a nosotros mismos y vivir como islas: en estas actitudes prevalece la muerte» (FT 87).

He aquí un texto luminoso. Todas y cada una de las frases son útiles para generar espiritualidad en torno a la comunidad. Necesitamos luz y ánimo más que grandes documentos. Aprovechemos esta oportunidad rumiando el presente texto. Os digo la verdad: si yo hubiera escuchado estas palabras a Inocencio III en lugar de llamarle “señor papa”, le habría llamado “hermano papa”.

Mi herencia es la fraternidad: en la medida en que se es hermano y hermana se es franciscano. Sé que no lo olvidáis.

 

2. Enamoraos de Jesús

 

            Esta es la segunda cosa que os diría: de una u otra manera, enamoraos de Jesús. Parece bastante claro que quienes han seguido a Jesús han pasado por todas las etapas de cualquier colectivo humano. Comenzaron siendo un movimiento, algo indefinido, pero vital, en torno a Jesús, cautivados por su persona y su sueño. Quizá tras su muerte, rumiando dichos y experiencias, se fue conformando un grupo más definido, con una misión, con unos valores que preservar. Posteriormente nació una comunidad con un cierto componente estructural y con una ideología  que mantener. Y todo terminó en un esquema de Iglesia donde lo estructural comenzó a ser el centro de tal realidad pasando otros valores iniciales a un segundo plano. Cuando se habla de recrear el grupo no se está queriendo decir que haya que volver a algo pasado que ya no puede ser, sino de ver si en nuevos contextos se pueden construir experiencias de libertad, de gozo, de enamoramiento, de anhelo similares a las que surgieron en las horas iniciales, no por imitarlas, sino por ser más coherentes con la propuesta de Jesús.

            ¿Qué sería pues recrear hoy el movimiento de Jesús para que pudiera amanecer un nuevo estilo de ser grupo con él en nuestro marco social? Habría que suscitar, en primer lugar, el enamoramiento de Jesús y su programa: plantear la fe como una mera adscripción religiosa es cercenarla por la base. Además sería preciso revitalizar su sueño creyéndolo interesante para este mundo nuestro, por muy alejado que se lo crea por obra del sistema económico neoliberal. En tercer lugar, habría que recuperar una espiritualidad de caminos, de itinerancia, y un estructura eclesial (si se la puede llamar así) flexible, con gran capacidad de cambio y adaptación, abandonando viejos inmovilismos tanto ideológicos como legales. En cuarto lugar sería preciso hacer del sufrimiento ajeno el verdadero campo de misión del grupo de Jesús: lo que importa no es captar adeptos para la religión, sino  mitigar los dolores de los demás. También, por ingenuo que parezca, habría que des-divinizar la persona de Jesús creyéndolo, sobre todo, compañero de una existencia distinta, fraterna, igualitaria. Finalmente, sería necesario entender el itinerario creyente en comunión con el cosmos y su dinámica expansiva, en un tipo de fraternidad que sugiera realmente la interconexión de todo. ¿Es  esto posible? Soñarlo ya es una manera de ir abriéndole la puerta.

            Enamorarse de Jesús no es una futilidad, un deseo que se esfuma: es todo un anhelo que hay que construir.

 

3. Comprender las heridas de los humanos

 

            Yo sé de heridas, como vosotros. Por eso os digo que habría que comprender y acompañar las heridas de la persona. Dejadme que os hable de mis heridas. Mi herida profundísima del principio fue la guerra con Perusa. Aún recuerdo el ruido sordo de la espada que entrando en el vientre del adversario. Perdiste esa guerra y, tras un año de prisión, volviste a Asís. Nunca sería el mismo. Aquella herida no se cerró nunca del todo.

            Y en los días iniciales fue una herida de hondo dolor el conflicto con mi padre. Nos amábamos, nos amamos siempre. Pero el evangelio me llevó a decirle: “Tengo otro Padre”. ¡Una puñalada en el corazón!

            Y también fue una herida abierta la situación de la Iglesia. Para mí era algo querido, vivo, fraterno. Por eso, su desvarío y su ruina me pesaban, aunque no hubiera en mi actitud ni un atisbo de juicio.

            Mi sabiduría de pobre fue despreciada por los fieros guerreros de las cruzadas, aunque las muertes se contaran a millares. Fui, pacífico, al escenario de la violencia. Muchos piensan que aquello no sirvió para nada. ¿No sirvió para nada cuando el Papa Francisco y el gran imán Ahamad Al-Tayyeb firmaron su documento sobre “Fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común”?

            La herida del sentido que se aloja en los pliegues del alma también me tocó. Hubo momentos en quería echar la vista atrás y quitar la mano del arado. Entonces Clara, la valiente, fue mi gran apoyo, ella que no dudó ni un instante del camino que yo mismo habías marcado. Acogió mis heridas sin hacer demasiadas preguntas.

            Y luego estuvo la peor de todas mis heridas: la herida de la fraternidad que tanto te hizo sufrir, sobre todo al final. Creía que todo se venía abajo, que el evangelio había sido una ilusión vacía. ¡Cómo me agarré a la cruz! Volví otro de aquel durísimo retiro del Alvernia. El sosiego había llegado a mi corazón y aunque la fuente de mis heridas seguía manando, la paz las envolvía con su abrazo.

            ¿Entendéis ahora por qué nos parece que las heridas nos curan? Nos alejan de la violencia, nos descubren el amanecer del evangelio, dulcifican nuestra mirada a la Iglesia, nos orientan cuando el sin sentido roe el alma y, sobre todo, nos siguen mostrando que la fraternidad es nuestro tesoro.

 

4. Le ecología redescubierta

 

            Modernamente habéis redescubierto el valor de la ecología y el cuidado de la casa común. Eso pertenece al núcleo del franciscanismo.

Dice LS’ 10 que Francisco “era un místico y un peregrino que vivía con simplicidad yen una maravillosa armonía con Dios, con los otros, con la naturaleza y consigo mismo”. La unión entre mística e itinerancia es de una potencia explosiva porque habla de una vida con ebullición interior, con opciones que activan los proyectos, con anhelos que cobran cuerpo. La mística franciscana no es algo esotérico, es cuestión de armonía, de sencillo equilibrio, de atención compartida por todos. Esa armonía es la que respeta el nicho de cada realidad, la que agradece la pluralidad de lo creado, la que admira la diversidad de cada entidad. Una mística hecha de respeto, equilibrio y aprecio diferenciado. Tal mística se une al peregrinaje, a la itinerancia, a los caminos humanos dándoles un dinamismo y una benignidad que los hace amables alejando cualquier deseo de destrucción, explotación egoísta y dominio.

      Tenemos aquí una primera nota de la ecología franciscana: ésta ha de ser una realidad con alma y capaz de conectar con los caminos humanos. Sin esa alma, la andadura histórica termina por ser un cadáver, algo frío, un programa que solamente contempla números, ganancias, pretendidos logros. Si se tuviera tal alma pero no se conectara con los humildes caminos humanos sería algo estéril, improductivo, mero adorno, simple voz al viento. Ambas realidades unidas, dan como resultado un dinamismo capaz de humanizar las sendas de la vida y de amparar a cualquier criatura que se albergue en ella. Esta ecología mística e itinerante lleva a entender, incluso, la realidad del mismo Dios que se hace caminante en nuestras sendas (Lc 24,15).

Porque el interior disperso de la persona tiende a ejercer una obra así mismo dispersa y desparramada, la ecología que propone Francisco de Asís tiene a ser unificadora. Dice LS’ 10: “En Francisco se advierte hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior”. Efectivamente, si estos cuatro elementos están desconectados, se hacen irrelevantes. Si la paz genera compromiso, la justicia medra y los pobres salen a flote. Son realidades concatenadas.

La ecología franciscana ha de intentar conectar estas cuatro realidades. Quizá haya de partir de una estructura personal lo más pacificada posible y de un compromiso humilde pero creciente. Desde ahí se podrán abordar con posibilidad de éxito los enormes problemas de la justicia y la honda preocupación por la naturaleza.  Se trata, en definitiva, de no perderse en planteamientos empequeñecedores y desligados, sino de dar coherencia a toda la acción ecológica franciscana.

Precisamente porque la ecología es no solamente un comportamiento social, sino también una espiritualidad, el testimonio ecológico de san Francisco “requiere apertura hacia categorías que trascienden el lenguaje de las matemáticas y conectan con la esencia de lo humano”, dice LS’ 11. La trascendencia que demanda la espiritualidad ecológica es intrahistórica, no extrahistórica. Se logra ahondando en la realidad, sobrepasándola, situándola en la dimensión perdida de la profundidad.

Así es la ecología franciscana: algo que conecta con la esencia de lo humano, que no se queda en la mera superficie, que percibe el hondo beneficio que es para el todo de la persona y de la creación la incorporación hábitos ecológicos la vida. Son las verdaderas raíces de la espiritualidad ecológica.

La tendencia al dominio y a la explotación de la naturaleza ha desterrado el asombro, el brillo en la mirada, el estupor de quien descubre cada día el color de cada cosa. Por eso dice LS’ 11: “Si nos acercamos a la naturaleza y al ambiente sin esta apertura al estupor y a la maravilla, si ya no hablamos el lenguaje de la fraternidad y de la belleza en nuestra relación con el mundo, nuestras actitudes serán las del dominador…incapaz de poner un límite a sus intereses inmediatos”. El asombro es el lenguaje del respeto y del amor. Quien se asombra, no invade ni explota, sino que agradece.

La ecología franciscana es la ecología del asombro sencillo, renovado cada día, simple pero profundo, exultante pero sensato. Sin ese asombro nos deslizaríamos al abismo del dominio, al pozo negro de la explotación, a la mirada que calcula todo sin admirarse de nada.

El Papa Francisco concluye la remembranza de san Francisco con este profundo aserto: “El mundo es algo más que un problema a resolver, es un misterio gozoso que contemplamos con gozosa alabanza” (LS’ 12). Es un misterio en cuyo fondo late el corazón del mismo Dios.

Por eso mismo, la ecología franciscana es una ecología creyente, conectada a la experiencia de Dios. Para el franciscano una creación sin la amorosa presencia de Dios sería una ecología sin alma. No se trata de “bautizar” nada, sino de descubrir el hálito que sostiene la universos y que el creyente sabe que es el modo con que Dios se hace vivo en la vida del cosmos.

Se escucha, a veces, la voz de algunos franciscanos o franciscanas que demandan un mayor contenido espiritual en el tratamiento de la ecología. Pues bien, estas notas que nos ofrece el Papa Francisco pueden colmar esas lagunas. Se dibuja en ellas el camino espiritual que el franciscano ha de seguir hoy en materia de ecología para dar a la acción ecológica una profundidad que la haga hondamente humana y fuertemente espiritual. Tenemos la suerte de vivir en un hoy social luminoso y clarificador. Que los trabajos de ecología se vean envueltos y mezclados a esta espiritualidad.

 

5. Un lugar para los animales

 

A muchas personas les parece una desproporción extender el tema de la dignidad a los animales o a las otras creaturas, a la tierra en su conjunto. Hay que decir que la dignidad es diversa en sus formas, pero única en su esencia. Y por ello, los humanos tendrán unos derechos, los animales otros, los árboles otros, pero el denominador común es la dignidad. Y ello, simplemente, porque el espacio es común y eso genera unas relaciones de convivencia que no se pueden eludir.

Se impone, pues, un reparto de la dignidad que no se puede obviar y que tampoco puede hacerse por ley, aunque las leyes puedan construirse siempre con ese presupuesto. El reparto de la dignidad supone el control y el reparto del poder, porque la negación de la dignidad común brota del antropocentrismo desviado de una parte que ve como lógico imponer su ley al resto.

Esto lleva a revisar el antropocentrismo como poder de intervención en el mundo y a superar el paradigma moral del sufrimiento de los animales en una ética animal respetuosa y liberadora. Y lo mismo habría que decir de la instauración de una ética de liberación cósmica. Un intervencionismo que considere obvio el enriquecimiento de lo humano saltándose los derechos de animales y cosas es una parte del imaginario occidental que habría de ser superado. Un intervencionismo desde la dignidad abriría caminos de novedad en la relación cósmica con el consiguiente beneficio para todos los intervinientes.

En todo esto, la espiritualidad franciscana tiene una enorme posibilidad y la familia franciscana una responsabilidad. En el franciscanismo primitivo se produjo un acontecimiento histórico nuevo: la obligación de hacer entrar en un mundo común, es decir, en una comunidad moral, la vida de los animales no humanos y a la naturaleza toda. El siglo XIII, con este acontecimiento, supuso una ruptura histórica fundamental en la ética animal y de la naturaleza. Que tal intuición pueda ser recuperada hoy es tarea, en parte, de la espiritualidad franciscana.

 

6. Mirar con lágrimas las lágrimas de los pobres

 

            En las últimas semanas los pobres han vertido muchas lágrimas: terremoto de Marruecos, inundaciones de Libia, ahogados en el Mediterráneo y las guerras que no cesan. No os acostumbréis a ellas. Mirar llorando a los pobres que lloran. Si no, os olvidaréis de su dolor.

Dice el Eclesiastés 4,1: «Me puse a considerar la peor de las opresiones perpetradas bajo el sol: vi llorar a los pobres sin que nadie los consolase; la violencia de los opresores, sin que nadie les detuviese».

La peor de las opresiones es la violencia y el menosprecio con los pobres, la génesis inhumana de situaciones  establecidas de pobreza, la división del mundo entre los que cuentan y los que no cuentan. Es muy difícil entender que las pobrezas son el lado más inhumano de la historia cuando no se pertenece a ese mundo, cuando se está lejos de las garras que destrozan y de las hambres que devoran. Dos absolutos: Dios y el hambre, decía Casaldáliga. Ni siquiera el primero; sólo el segundo.

Las lágrimas de los pobres que nadie recoge, que no importan a nadie, que se pierden en el mayor de los olvidos. Dios las recoge (Sal 56,8). Hacer llorar a un pobre es una iniquidad. Esa opresión se “perpetra”, igual que un crimen. De alguna manera,  es preciso generar consuelo, interés, preocupación.

La violencia que nadie detiene. Pero, en realidad, hay muchos  que se oponen tenazmente a la violencia con riesgo de sus vidas (obispo Rolando Álvarez). Sin esa oposición, la violencia habría destruido ya la tierra. La violencia contra los pobres supera la impunidad en la resistencia de los pacíficos. El silencio en el que discurren las lágrimas de los empobrecidos, se hace, algunas veces, clamor elocuente.

 

            Todo esto os diría en la alegría de reunirme con vosotros. Pero con vosotros estoy en vuestro recuerdo vivo y gozoso. Sed menores, sed compañeros, sed hermanos. 

 

 

 

 

 

 

LEYENDO A TOMÁS DE CELANO

LEYENDO A

TOMÁS DE CELANO

(Material de reflexión para

Laicos y Capuchinos

2023-2025) 

 

 

Comenzamos nuestra reunión, como siempre, con la oración ante el Cristo de san Damián: “Oh alto y glorioso Dios…”

 

En abril de 2023, en la reunión general de Laicos y Capuchinos tenida en Zaragoza, y después de un debate, se decidió tener como base de reflexión de los grupos las biografías primitivas de san Francisco. Como primer paso se quedó en tomar inicialmente la obra de Tomás de Celano como representante mayor de las vidas de san Francisco. Creemos que así, tras haber estudiado los Escritos, podremos introducirnos en los valores de la vida del santo de Asís.

Tomás de Celano fue un franciscano contemporáneo de san Francisco. Era un hombre culto; escribe bien en latín. No figura entre los “compañeros” íntimos de Francisco. Desde 1224 hasta su muerte en 1260 se dedicó a escribir sobre Francisco: 36 años. Solo por eso le hemos de estar agradecidos. Hay quien dice que era moralista, conservador y hasta oportunista. Puede que sí. Pero amaba a Francisco y dedicó toda vida a proponerlo como camino a seguir.

Celano escribió cinco vidas de Francisco y una de Clara. Nosotros veremos en el Curso 2023-2024 la llamada 1 Celano (1 Cel); en 2024-2025 la 2 Celano (2 Cel) y en 2025-2026 La Leyenda de Clara (LCl).

 

Todos estos textos están en el libro: SAN FRANCISCO DE ASÍS, Escritos, Biografías, Documentos de la época, Editorial BAC, Madrid 2006. Se puede decir que este libro es “la Biblia del franciscano”. Habría que ir pensando en hacerse con él.

 

 

 

1 CELANO (1 Cel)

 

 

         1 Cel era una vida de Francisco escrita por orden del Papa Gregorio IX para la canonización de san Francisco. Es una vida que persigue motivar la devoción a san Francisco. Por eso elimina todo aquello que puede sonar mal y recalca cosas excesivamente piadosas. Pero, aun así, tiene un fondo interesante.

 

Para este primer año (2023-2024) nosotros vamos a ver la 1 Cel hasta el episodio de Greccio. La segunda parte de la vida de Francisco la veremos leyendo a 2

Cel desde Greccio hasta la muerte..

 

 

1. ¿Un retrato poco favorable? (1 Cel 2)

 

         Los hagiógrafos (escritores de vidas de santos) tienden a hacer un retrato favorable de la persona sobre la que escriben, aunque digan aspectos negativos. Por otra parte, es lógico si lo que pretenden es presentarlo como modelo de creyente.

 

 

El texto:

 

         Celano, ciertamente, es un conservador negativizador: todo está corrompido desde la infancia. Y Francisco hace parte de esa sociedad pecadora. Pero, a la postre, esboza un perfil de Francisco interesante. Vamos a subrayar solamente los aspectos más positivos:

 

«Estos son los tristes principios en los que se ejercitaba desde la infancia este hombre a quien hoy veneramos como santo -porque lo es-, y en los que continuó perdiendo y consumiendo miserablemente su vida hasta casi los veinticinco años de edad. Más aún, aventajando en vanidades a todos sus coetáneos, mostrábase como quien más que nadie incitaba al mal y destacaba en todo devaneo. Cautivaba la admiración de todos y se esforzaba en ser el primero en pompas de vanagloria, en los juegos, en los caprichos, en palabras jocosas y vanas, en las canciones y en los vestidos suaves y cómodos; y aunque era muy rico, no estaba tocado de avaricia, sino que era pródigo; no era ávido de acumular dinero, sino manirroto; negociante cauto, pero muy fácil dilapidador. Era, con todo, de trato muy humano, hábil y en extremo afable, bien que para desgracia suya. Porque eran muchos los que, sobre todo por esto, iban en pos de él obrando el mal e incitando a la corrupción; marchaba así, altivo y magnánimo en medio de esta cuadrilla de malvados, por las plazas de Babilonia, hasta que, fijando el Señor su mirada en él, alejó su cólera por el honor de su nombre y reprimió la boca de Francisco, depositando en ella su alabanza a fin de evitar su total perdición. Fue, pues, la mano del Señor la que se posó sobre él y la diestra del Altísimo la que lo transformó, para que, por su medio, los pecadores pudieran tener la confianza de rehacerse en gracia y sirviese para todos de ejemplo de conversión a Dios».

 

  • Cautivaba la admiración de todos: tenía algún tipo de atractivo que cautivaba: “¿Por qué a ti?” (Flor 10).
  • No estaba tocado de avaricia: como lo demostrará toda su vida (el sacerdote Silvestre, que era muy agarrado, se hará fraile al ver la generosidad de Francisco)
  • Era de trato muy humano: siempre le gustará la cortesía y las buenas maneras (quiso que un caballero cortés fuese fraile por lo bien que les había recibido).
  • En extremo afable: siempre dirá a los frailes que sus palabras sean amables y cariñosas.
  • Iban muchos en pos de él: si no, ¿cómo se explica el desarrollo tan grande y rápido de su Orden?
  • Dios fijó en él su mirada: la oferta del reino mira más a la dignidad y los valores que a los fallos (como ocurre en el caso de los discípulos de Jesús).
  • Ayudó a rehacerse en gracia: fue persona decisiva para muchos que se miraron en él (entre ellos, para nosotros).

 

Derivaciones:

 

  • Huir del negativismo: algo que, por contraste, nos enseña este número. A la base del negativismo está la falta de confianza. Esto se aplica a las personas concretas y a la misma sociedad. El negativismo es algo tóxico y contagioso, envenena el ambiente y no resuelve nada. Francisco de Asís le tenía miedo a esto y decía que las negativizaciones y caras tristes hay que guardarlas para un mismo y no hacerlas sufrir a los demás.
  • Valores y contravalores: las personas tenemos valores positivos y contravalores de carga negativa. Es preciso poner el acento en los valores, lo que nos ayudará a encajar mejor los inevitables contravalores. Toda persona puede aportar algo positivo al hecho humano. Con los años habríamos de ser más valoradores de la persona, menos criticones. Si no ves lo bueno de aquel con quien convives, es que no lo amas aún suficientemente.
  • Lenguaje positivo: una de las mejores formas de valorar al otro es emplear con él un lenguaje positivo, decirle, de vez en cuando, que hace bien las cosas, que te agrada lo que propone. Somos parcos en alabar lo bueno. Para nuestra correcta autoestima, todos estamos necesitados de palabras animosas que nos reconforten. Francisco emplea siempre este tipo de palabras, como lo vimos en las Admoniciones.
  • La necesaria generosidad: para valorar bien al otro es necesaria, entre otras cosas, la imprescindible generosidad, el hacer un poco de sitio al otro en el propio corazón, salir de la agobiante enfermedad del yo. La fraternidad, núcleo de la vida franciscana, demanda ser generoso con el hermano por encima de debilidades, como lo muestra la CtaM que vimos en su día.
  • Podemos ser creyentes con Francisco: él también ejerce sobre nosotros una atracción. Su vida y sus palabras nos atraen, a pesar de los muchos años de distancia que nos separan de él. Es que su vida entregada al evangelio es una luz para nosotros en medio de la niebla, como dice san Buenaventura.

 

Dos preguntas:

 

  1. 1.     ¿Te cuesta ver lo positivo de las personas? ¿Por qué?
  2. 2.     ¿Qué te atrae más de la figura de Francisco?

 

Para saber más:

 

Tomás de Celano, hijo de los condes de Marsi o de CelanoBerardo y Margarita Gualtieri, nació por el año 1190. Recibió una excelente formación humanista con el estudio de las letras clásicas, de la Escritura y de los Padres de la Iglesia. En 1215, sintiéndose llamado por el Señor, profesó en manos de Francisco la Regla de los Hermanos Menores, aprobada oralmente por Inocencio III seis años antes. Tomás fue uno de los 90 religiosos que se ofrecieron a fray Elías para ser enviado a  Alemania, y uno de los 25 elegidos para fundar dicha provincia, con Cesáreo de Spira al frente de ellos. Tomás regresó en 1226 a Asís, a la Porciúncula, donde fue testigo de la muerte de san Francisco, como él mismo afirma y como lo demuestra su forma de relatar los últimos días del "Poverello". Dos años después, será también testigo excepcional de la canonización de Francisco y de la fundación de una basílica en su honor, por obra de Gregorio IX (16-17 de julio de 1228). Hacia el año 1256, después de haber redactado la segunda Vida y el Tratado de los Milagros, a petición de las clarisas se trasladó a Val de Varri, en calidad de director espiritual, y allí permaneció hasta su muerte en el 1260. Su cuerpo reposa en una urna en la iglesia de San Francisco de Tagliacozzo.

 

 

2. Heridas que conlleva la opción (1 Cel 12)

 

         Puede pensarse que lo de darse a la vida evangélica no le costó gran cosa a Francisco. Todo lo contrario: tuvo que lidiar con uno de los mayores sufrimientos, el de la oposición de su propia familia (a Clara y sus hermanas les pasó lo mismo, o peor). Una herida que nunca se cerró del todo, como vimos en TC.

 

El texto:

 

«Extendiéndose durante largo tiempo este rumor y bullicio por las plazas y villas del poblado y corriendo de aquí para allá la voz de los que se burlaban de él, llegó esta fama a oídos de mucha gente y, por fin, a los de su propio padre. Al oír éste el nombre de su hijo, y como si tales injurias de los conciudadanos recayeran sobre él, se levantó en seguida, no para librarlo, más bien para hundirlo; y, sin guardar forma alguna, se lanza como el lobo sobre la oveja, y, mirándolo fieramente y con rostro amenazador, lo apresa entre sus manos, y, sin respeto ni decoro, lo mete en su propia casa.Sin entrañas de compasión, lo tuvo encerrado durante muchos días en un lugar tenebroso, pensando doblegar la voluntad de su hijo a su querer; primero, a base de razonamientos, y luego, con azotes y cadenas. Mas el joven salía de todo esto más decidido y con más vigor para realizar sus santos propósitos, y no perdió la paciencia ni por los reproches de palabra ni por las fatigas de la prisión. Que no es posible doblegar, por medio de azotes y cadenas, los rectos propósitos del alma y su actitud. Ni puede ser arrancado de la grey de Cristo quien tiene el deber de alegrarse en la tribulación. Ni tiembla ante el diluvio de muchas aguas (Sal 31,6) quien tiene por refugio en los contratiempos al Hijo de Dios; para que no nos parezca áspero lo nuestro, nos pone ante los ojos lo que Él padeció, inmensamente mayor».

 

  • Extendiéndose este rumor: el rumor era que se había vuelto loco y que vivía en una cueva. ¿Por qué se le insultaba si había sido rey de las juergas? Lo cambiable de la opinión de la gente.
  • Como si tales injurias recayeran sobre él: el padre cree que el honor de la familia está en cuestión (sociedades de honor). Y lo toma como ofensa personal. No busca el bien de su hijo, sino el suyo, su honorabilidad de la que depende, en parte, su negocio. Pero también hay que considerar el sufrimiento del padre. Las opciones tienen, a veces, inevitables daños colaterales.
  • Lo apresa…y lo mete en su propia casa: el poder el padre en la época era omnímodo dentro del ámbito familiar. La casa se convierte en prisión.
  • Lo tuvo encerrado en un lugar tenebroso: algún lugar sin luz, sin ventanas, quizá bajo las escaleras (eso sugiere la nota de la BAC recordando a san Alejo).
  • Francisco no perdió la paciencia: algo se había pacificado por dentro. Y, además, nunca jamás litigó contra su padre porque, por raros que fueran sus caminos, Francisco amaba a su padre. Se querían; por eso el sufrimiento al ver que esos caminos se separaban fue mayor.
  • No doblegó los rectos propósitos de su alma: la opción no estaba aún clara, pero era firme. Quizá no tenía claro qué quería ser, pero sí sabía lo que no quería ser (un comerciante como su padre).
  • Tiene por refugio los contratiempos de Jesús: quizá este recurso a la persona de Jesús sea hagiografía. Pero puede que lo de Jesús, que siempre fue central en la vida de Francisco, hubiera arraigado desde estas épocas primeras de su camino evangélico.

 

Derivaciones:

 

  • Una fe incomprendida: la fe, la espiritualidad, siempre tiene un punto de incomprensión social (y, a veces, familiar). No es raro, porque estamos hablando de asuntos “que no se tocan”, que se diluyen. Es preciso encajarlo bien, con cierta paz y hasta una pequeña dosis de buen humor.
  • Ser cristiano con ánimo positivo: la vida está amasada en dificultades. No hay quien se las ahorre. Es ahí donde hay que tratar de vivir la fe de manera positiva y sin estar instalados en la queja (“vietato lamentarsi”, dice que pone en la puerta del cuarto del Papa en santa Marta). La espiritualidad tendría que ser un punto de apoyo para sobrenadar las dificultades y orientarlas bien.
  • La espiritualidad es un bien social: sería bueno tener la conciencia de que la espiritualidad es un bien social: una sociedad con espiritualidad (la que sea) es una sociedad más rica y valiosa. Por eso mismo, las personas que aportan espiritualidad son benefactoras sociales (se sles reconozca o no).
  • El amparo de los grupos de fe: puede ser un amparo muy bueno para la “intemperie” de la laicidad, para el viento frío de una sociedad que no comprende ni, a veces, valora el hecho religioso. El grupo de fe (laicos y capuchinos podría ser uno de ellos) ayuda a tirar para adelante cuando el camino de la fe se nubla.
  • Recurrir a la oración…y a Jesús: porque puede parece que la oración no soluciona las cosas, pero ayuda mucho. Y luego, recurrir siempre a la persona de Jesús, al Evangelio, puede ser algo muy terapéutico y animador.

 

Dos preguntas:

 

  1. 1.     ¿Cómo ve la sociedad a los cristianos?
  2. 2.     ¿Qué apoyos tienes para seguir siendo cristiano/a?

 

Para saber más:

 

         Francisco nació cerca de la plaza del ayuntamiento de Asís y allí transcurrió su infancia y su adolescencia. Pedro Bernardone, su padre, poseía allí, probablemente, dos casas muy próximas entre sí. En el lugar de una de ellas fue construida la actual iglesia “Nueva”, sobre la otra, el Oratorio titulado “San Francisco Piccolino”. En esta segunda casa parece que nació san Francisco en 1181. Recuerda el hecho una inscripción latina: “En este oratorio, en un tiempo establo de un buey y un asno, nació Francisco, espejo del mundo”.

 

 

3. Lo que yo quería (1 Cel 22a)

 

         Este pasaje es decisivo. Leer 1 Cel y pasarlo por alto sería imposible. Es el comienzo de la luz, el germen de lo que será la vida de Francisco y de la vida franciscana. Aunque luego habrá que andar el camino, estamos en el núcleo.

 

El texto:

 

«Cierto día se leía en esta iglesia el evangelio que narra cómo el Señor había enviado a sus discípulos a predicar; presente allí el santo de Dios, no comprendió perfectamente las palabras evangélicas; terminada la misa, pidió humildemente al sacerdote que le explicase el evangelio. Como el sacerdote le fuese explicando todo ordenadamente, al oír Francisco que los discípulos de Cristo no debían poseer ni oro, ni plata, ni dinero; ni llevar para el camino alforja, ni bolsa, ni pan, ni bastón; ni tener calzado, ni dos túnicas, sino predicar el reino de Dios y la penitencia, al instante, saltando de gozo, lleno del Espíritu del Señor, exclamó: «Esto es lo que yo quiero, esto es lo que yo busco, esto es lo que en lo más íntimo del corazón anhelo poner en práctica».

 

  • El evangelio de la misión: el texto de Celano hace relación a las instrucciones que Jesús da a los discípulos para la misión (Mt 10,5-15 y par.). Francisco adaptará este texto a los hermanos suavizándolo (mira Rb 2).
  • Pidió humildemente al sacerdote: Francisco no se fía de que su manera de leer el evangelio sea correcta y pide al sacerdote (humildemente) una explicación. Siempre serán mediación de  fe para  él los sacerdotes rurales, muchas veces poco cultos. El humilde como buen lector del evangelio.
  • Ni oro ni plata: esa será la llave que le abra los tesoros del evangelio: la vida sencilla, la relación menor, el situarse en el lado no brillante de la sociedad. Esto será una orientación fundamental de su vida y una lucha que tendrá que batallar siempre.
  • El reino de Dios y la penitencia: era el camino común del tiempo para ser creyente: la penitencia. Con el tiempo, Francisco aprenderá que la llave es Jesús y la fraternidad. Él no es un ayunante, sino un creyente.
  • Esto es lo que yo busco: ha sido una dura búsqueda que nunca cesará en su vida. Francisco es un buscador incansable; nunca se queda quieto y satisfecho con lo logrado. Buscar es su manera de creer.
  • En lo íntimo del corazón: algo del interior de Francisco conectó con el evangelio y se vio reconfortado por dentro. Cuando el evangelio conecta con lo de dentro, vamos bien. Si solamente son ideas, no hemos llegado al final.

 

Derivaciones:

  • Cuando el evangelio deslumbra: si el evangelio suena siempre a cosa religiosa, no deslumbra ni cautiva. Si cuando se lee se enciende una pequeña luz dentro, buena señal. Si suena al rollo de siempre, la cosa de queda fuera.
  • Aprender la Palabra: estar dispuesto a que alguien (un libro, una persona, un grupo, una circunstancia) me la enseñe. No creer ingenuamente que porque nos sabemos las historias de la Biblia ya conocemos el mensaje. Siempre será necesario profundizar.
  • Vida simple: sigue siendo un cauce de entrada al secreto del evangelio. Si llevamos una vida complicada y enredada es difícil vislumbrar las propuestas que nos hace el evangelio.
  • Una búsqueda: la actitud de búsqueda es siempre necesaria para vivir desde la fe cristiano. Si ya no buscas nada, si te los sabes todo, si crees que nada te va a sorprender, ¿cómo entender el evangelio como buena nueva?
  • Cuando se empeña el corazón: la fe es en parte racional; pero es también impulso, corazón, deseo, anhelo. Si no hay fuego dentro, el corazón está apagado. Y en un corazón apagado, la fe no arde, no brilla.

 

Dos preguntas:

 

  1. 1.     ¿Alguna vez te ha maravillado el evangelio?
  2. 2.     ¿Cómo llevar hoy una vida simple?

 

Para saber más:

 

         TC recuerda que en esos meses de crisis, Francisco desaparecía de la ciudad. En las afueras había una docena de centros religiosos. A los prioratos urbanos de los monjes, a los canónigos de san Rufino, a la residencia episcopal y a las parroquias hay que agregar nueve monasterios más pequeños y tres grandes abadías benedictinas (San Pedro, Subasio, Santa María). No faltaban centros religiosos. Francisco busca luz en la explicación de un cura rural anónimo.

 

4. Crítico y alternativo (1 Cel 43)

 

         Celano se explaya en números y números cantando las glorias de los primeros franciscanos. Todos unos santos, según él. Pero queremos reflexionar sobre un número que muestra un cierto sentido crítico propio de modos sociales de una cierta alternatividad. Es una escena que se sitúa en la estancia de los frailes en la cabaña de Rivotorto.

 

El texto:

 

«Les enseñaba no tan sólo a mortificar los vicios y reprimir los estímulos de la carne, sino también los sentidos externos, por los cuales se introduce la muerte en el alma. Acaeció que por aquellos días y por aquellos lugares pasó el emperador Otón, con mucho séquito y gran pompa, a recibir la corona del imperio terreno; el santísimo Padre y sus compañeros estaban en la aludida choza, junto al camino por donde pasaba; ni salió él a verlo ni permitió que saliera sino aquel que valientemente le había de anunciar lo efímero de aquella gloria.El glorioso Santo preparaba en su interior una morada digna de Dios, viviendo dentro de sí y moviéndose en los amplios espacios de su corazón; el barullo exterior no era capaz de cautivar sus oídos, ni voz alguna podía hacerle abandonar ni siquiera interrumpir el gran negocio que traía entre manos. Estaba investido de la autoridad apostólica, y por eso se resistía en absoluto a adular a reyes y príncipes».

 

  • Los sentidos externos: quizá sea lo más fácil. Pero el sosiego exterior puede ayudar mucho. Y eso que estamos en época de mucho menos ruido que la nuestra. Pero había ruido.
  • Pasó el emperador Otón: es el emperador Otón IV, emperador del sacro imperio gérmánico (1198-1218). El personaje político más importante de la época. No deja de llamar la atención que se le desdeñe.
  • No salió a verlo: ni a verlo, no ya a vitorearle. Como si no le interesase. ¿Por qué era alemán? ¿Por qué le hacía sombra al papa? ¿Por desinterés?
  • No permitió que saliera nadie: aquí vemos una actitud política más militante. Por lo que sea pero se aplica a este personaje una censura deliberada. Quizá porque no gustaban a Francisco sus argucias políticas que, al parecer, eran notables.
  • El que le anunció lo efímero de aquella gloria: se ve que no hermano salió y le anunció lo efímero de aquella gloria. O sea, que le echó en cara su despotismo. Hace falta valor…
  • El barullo exterior: la comitiva se ve que armaba mucho alboroto. Francisco y los suyos se abstraen de ello.
  • Se resistía a adular a reyes y príncipes: comportándose con corrección, pero se ve que los tenía enfilados. ¿Por qué? Queremos pensar que era por asuntos de minoridad, más que por otra cosa.

 

Derivaciones:

 

  • Ir a la profundidad: no quedarse en la superficie, analizar un poco profundamente lo que nos pasa. Informarse todo lo que se pueda. No funcionar con criterios de radio macuto.
  • Visión positiva de la política: no recurrir al tópico negativo de “los políticos” (recordar el nº 205 de “La alegría del evangelio”).
  • Lejos de la adulación: si son de mi cuerda, los valoro. Si no lo son, no. Saber valorar lo positivo de las acciones de gobierno.
  • No funcionar por intereses: si el jerarca me favorece, lo apoyo. Si tiene una visión distinta y no me favorece, lo denigro.
  • Devolver al César: no estar siempre a la sombra de la derecha creyendo que me favorece más. A veces sí, a veces no. Hay que tener siempre un poco de sentido crítico.

 

Dos preguntas:

 

  1. 1.     ¿Nos falta sentido crítico?
  2. 2.     Postura franciscana ante la clase política

 

Para saber más:

 

         Rivotorto es una riachuelo que serpea a través de la llanura a los pies de Asís. En un cierto punto había un “tugurio abandonado de todos” que el tiempo ha borrado por completo Lo que hoy se muestra nada tiene que ver con aquello. Ya no existen ni el tugurio ni los bosques que cubrían aquella región agreste. Pero ha quedado en las fuentes el recuerdo de aquella etapa inicial tan decisiva para la fraternidad franciscana.

 

5. Viajes frustrados (1 Cel55-56)

 

         Aunque Francisco se tuvo siempre por un ciudadano de Asís muy pegado a la ciudad, también viajó mucho para aquella época en que prácticamente no se viajaba. Se puede decir que fue un hombre de caminos y, como vemos en Rb 3, legisló, en contra del sentir de la época, para cuando los hermanos van por el mundo. Algunos de sus viajes se frustraron, pero los relatos muestran a dónde se quería ir y qué se pretendía con tales viajes.

 

El texto:

 

«Inflamado en divino amor, el beatísimo padre Francisco pensaba siempre en acometer empresas mayores. Mantenía vivo el deseo de alcanzar la cima de la perfección, caminando con un corazón anchuroso por la vía de los mandamientos de Dios. El año sexto de su conversión, ardiendo en vehementes deseos de sagrado martirio, quiso pasar a Siria para predicar la fe cristiana y la penitencia a los sarracenos y demás infieles. Para conseguirlo se embarcó en una nave; pero, a causa de los vientos contrarios, se encontró, con los demás navegantes, en las costas de Eslavonia. Viéndose defraudado en tan vivo deseo, poco después rogó a unos marineros que se dirigían a Ancona lo admitiesen en su compañía, pues aquel año apenas había nave que zarpara para Siria. Mas como ellos se negasen rotundamente a tal petición dada la insuficiencia de víveres, el santo de Dios, confiando plenamente en la bondad del Señor, se metió a escondidas en la nave con su compañero. Se presentó entonces, por divina providencia, uno que, sin que nadie lo supiera, traía alimentos; llamó a un marinero temeroso de Dios y le dijo: «Toma todo esto y, cuando surja la necesidad, entrégalo fielmente a los pobres que están ocultos en la nave». Sucedió, pues, que se levantó de improviso una furiosa tempestad, y, habiéndose prolongado los días de navegación, los marineros consumieron los víveres, y no quedaron más alimentos que los que tenía el pobre Francisco. Estos, por gracia y virtud divina, se multiplicaron de tal forma, que, aunque se dilató la travesía, cubrieron con abundancia las necesidades de todos hasta que llegaron al puerto de Ancona. Viéndose los marineros a salvo de los peligros del mar gracias al siervo de Dios Francisco, lo agradecieron al omnipotente Dios, que siempre se muestra admirable y amable con sus siervos. El siervo del Dios excelso, Francisco, dejó el mar y se puso a recorrer la tierra y a trabajar con la reja de la palabra, sembrando la semilla de vida que da frutos de bendición. Al punto, muchísimos hombres buenos e idóneos, clérigos y laicos, huyendo del mundo y rompiendo virilmente con el diablo, por gracia y voluntad del Altísimo, le siguieron devotamente en su vida e ideales. Mas si bien el sarmiento evangélico producía abundancia de frutos sabrosísimos, no por esto se enfrió su excelente propósito y ardiente deseo del martirio. Poco después se dirigió hacia Marruecos a predicar el Evangelio al Miramamolín y sus correligionarios. Tal era la vehemencia del deseo que le movía, que a veces dejaba atrás a su compañero de viaje y no cejaba, ebrio de espíritu, hasta dar cumplimiento a su anhelo. Pero loado sea el buen Dios, que tuvo a bien, por su sola benignidad, acordarse de mí y de otros muchos: y es que, una vez que entró en España, se enfrentó con él, y, para evitar que continuara adelante, le mandó una enfermedad que le hizo retroceder en su camino».

 

  • Ardiendo en vehementes deseos de martirio: Francisco, no cabe duda, estaba contagiado de la mística martirial de la época que veía en los “sarracenos” el lugar máximo del testimonio cristiano. Pero da la impresión de que esa mística no es avasalladora ni despectiva: se quiere llevar a los sarracenos lo que se cree que lo mejor, pero sin avasallar, alejados de toda imposición violenta. Si esto trae consecuencias, se afrontan, incluida la muerte en caso extremo (Francisco no busca la muerte, sino la oferta de la fe).
  • Defraudado en tan vivo deseo: Francisco intenta el viaje a Siria pero los vientos le llevan a Dalmacia (a poco más de 150 km de Ancona, de donde partió). Se frustra el viaje. A Francisco le cuesta leer algo tan simple como que el martirio no es camino de nada (una relación humana que termina en muerte no puede ser camino evangélico).
  • Los pobres ocultos en la nave: se ilustra el viaje con una especie del multiplicación de panes que hace Francisco y su compañero que van de polizones. La pobreza oculta germina en el fruto del compartir.
  • Dejó el mar…y se puso con la reja de la palabra: admira la libertad de Francisco y sus hermanos: sin institución que atender, sin obligaciones religiosas, sin propiedades que cuidar y defender. Libres como el viento. Y si el mar los echa a tierra, se trabaja espiritualmente el nuevo terreno. La Palabra como herramienta de trabajo cristiano. Un “reja” que puede trabajar el corazón, la estructura de la persona.
  • Le siguieron en la vida e ideales: puede parecer pintoresco este modo de andar por la vida sin muchas ataduras. Pero algo tiene que atrae a “muchísimos” Fraternidad y vida simple, esa es la receta.
  • Se dirigió hacia Marruecos: no escarmienta Francisco (tenaz buscador y “cabezón”) y por tierra, por España, quiere ir a Marruecos para ver al “jefe”, a Miramamolín. Es la mística martirial y sus delirios. Tendrá que aprender que el franciscano apunta a lo bajo, no a lo alto.
  • En España se enfrentó con él: ¿quién se enfrentó con él? Entendemos que Dios mismo que le está llevando a caminos no-martiriales, fraternos. No quiere el Espíritu que continúe por ahí. Eso le hará “retroceder en su camino”, abandonar sendas que, por muy transitadas que sean, no son caminos de evangelio.

 

Derivaciones:

 

  • Creados para la buena relación: por eso decimos que todo lo martirial es un fracaso. Hemos sido creados “benditos” y para la buena relación, no para el pecado y la condena. La buena relación es la cosecha de la siembra de lo humano. Si la relación no es buena, la cosecha de lo humano se ha frustrado.
  • Deseos que hay que discernir: a veces uno tiene deseos espirituales interesantes. Hay que discernirlos bien para que no sean fantasías  inútiles. Hay que ver si se está dispuesto a hacer algo o, simplemente, es una ensoñación (algo que se desea pero por lo que no se mueve un dedo).
  • No ir de polizón por la vida: no estar siempre a rebufo de los demás, de lo que digan o propongan. Tener iniciativa para lanzarse a caminos más personales. Decidirse  a ser uno mismo como persona y como creyente. Liarse la manta y hacer lo que uno desea hacer.
  • Roturar la fe con la Palabra: no cansarse de volver siempre a ella (leer el libro del evangelio de cada día). Animarse a leer un comentario “serio” del evangelio. Creer que la escucha atenta de la Palabra puede ayudarme a vivir con más gozo.
  • Seguir a Jesús o seguir a Francisco: el texto trabajado dice que muchos siguieron a Francisco. ¿Seguían a Jesús? Suponemos que sí, en el estilo de Francisco. Releer textos franciscanos ha de llevarnos a mantener más viva que nunca la ilusión por Jesús. Son cosas perfectamente compatibles. Pero no olvidemos: nosotros seguimos a Jesús en el molde de Francisco.
  • Viajes cuestionados: a veces, y con buena voluntad, haceos viajes “religiosos” (a Asís, a Israel, etc.). Están bien Pueden ayudar. Pero no olvidemos: nuestros viaje es a la vivencia de una fe adulta y de un franciscanismo fraterno.

 

Dos preguntas:

 

  1. 1.     ¿Qué te sugiere el que haya cosas cuestionables en las vidas de los santos?
  2. 2.     ¿Qué piensas de los viajes por motivos religiosos?

 

Para saber más:

 

         Muhámmadan-Násir (m. 1213) fue el cuarto emir de la dinastía almohade. El emir era conocido con el sobrenombre de Miramamolín en tierras cristianas, deformación del título árabe Amir al-Mu'minin o Príncipe de los Creyentes. Nació en la primavera del 1181.Era alto, de barba bermeja entrecana, ojos garzos y tenía un defecto en la lengua que le hacía persona de pocas palabras. En general cabizbajo, era benévolo, poco sanguinario, descuidado en lo que no le suscitaba interés y avaricioso. Joven tímido y solitario, heredó de su padre un imperio que mostraba señales de inestabilidad. Volcó entonces su atención para lidiar con la nueva amenaza en al-Ándalus, debida a la cruzada proclamada por el papa Inocencio III. El 16 de julio de 1212 los cristianos infligieron una pesada derrota al ejército musulmán en la batalla de las Navas de Tolosa.

 

6. Extrañas predicaciones  (1 Cel 59)

 

         Son pasajes pintorescos de la vida de san Francisco, de “florecillas”. Pero encierran mucha “metralla”, mucha espiritualidad. Conviene echarles un vistazo.

 

El texto:

 

«Un día llegó a una aldea llamada Alviano a predicar la palabra de Dios; subiéndose a un lugar elevado para que todos le pudiesen ver, pidió que guardasen silencio. Estando todos callados y en actitud reverente, muchísimas golondrinas que hacían sus nidos en aquellos parajes chirriaban y alborotaban no poco. Y era tal el garlido de las aves, que el bienaventurado Francisco no lograba hacerse oír del pueblo; dirigióse a ellas y les dijo: «Hermanas mías golondrinas: ha llegado la hora de que hable yo; vosotras ya habéis hablado lo suficiente hasta ahora. Oíd la palabra de Dios y guardad silencio y estad quietecitas mientras predico la palabra de Dios». Y las golondrinas, ante el estupor y admiración de los asistentes, al momento enmudecieron y no se movieron de aquel lugar hasta que terminó la predicación. Contemplando semejante espectáculo, la gente, maravillada, se decía: «Verdaderamente este hombre es un santo y amigo del Altísimo». Y con toda devoción se apresuraban a tocarle siquiera el vestido, loando y bendiciendo al Señor.En verdad, cosa admirable: las mismas criaturas irracionales percibían el afecto y barruntaban el dulcísimo amor que sentía por ellas».

 

  • Muchísimas golondrinas…alborotaban no poco: simbolizan la dificultad para acoger el Mensaje. Es el ruido externo, mediático, aumentado por la moderna tecnología. El alboroto de las golondrinas es símbolo de todo ruido que aleja del Mensaje.
  • No lograba hacerse oír del pueblo: el pueblo sale perjudicado por el ruido. Si él no recibe el Mensaje. No se ha llegado adonde se quería.  El pueblo destinatario de la Palabra.
  • Hermanas mías golondrinas: cuando Francisco llama “hermanas” a las golondrinas, cree que hay una cierta hermandad con ellas. Es una visión distinta del hecho creacional, una mirada desde otra perspectiva. Hay quien lo logra.
  • Enmudecieron y no se movieron: es el gusto medieval por los milagros. Pero ¿quién puede afirmar que los animales no “entiendan”? Hay vías de conexión con las creaturas más allá del lenguaje lógico.
  • Amigo del Altísimo: ser amigo del Altísimo conlleva ser hermano de las creaturas: es el mismo Padre para todos. El argumento de Francisco es claro: si el Padre es el mismo, somos hermanos.
  • Afecto y amor por las criaturas: todos esto pasa de ser considerado lírica barata si media un respeto y afecto real por las creaturas, una verdadera “admiración” por lo que nos rodea. Si no, todo parece exagerado y sacado de contexto.

 

Derivaciones:

 

  • Seguimiento y creación: dice el papa Francisco que hoy no se puede ser seguidor/a de Jesús sin resolver positivamente la relación con la creación, algo que nunca se nos había dicho. O sea: es preciso incorporar el tema de la ecología a la espiritualidad del seguimiento.
  • Lenguaje creatural: algo a lo que no estamos habituados: vemos las cosas, las creaturas, como algo fuera de nosotros, como algo ajeno. ¿Cómo verlas como algo propio, algo de lo que también nosotros hacemos parte? Realmente hace falta otra mirada. Hablar de las creaturas como quien habla de nosotros.
  • Hermandades amplias: la moderna física nos ayuda: hacemos parte de amplias hermandades, de mundos que nos resultan inabarcables. Más allá de la evidencia de nuestra pequeñez cósmica, hacemos parte de entramados enormes (galaxias que expanden a un millón de km por hora, universos múltiples, etc.). Si san Francisco hubiera conocido todo esto…
  • Creación acompañada: Francisco cree que la creación y Dios están profundamente conectados. La creación no puede ser una inmensa soledad, un insondable silencio (dicen que el universo es silencio). Para el franciscano la soledad honda se ve mitigada por la certeza de que el Padre acompaña cada uno de nuestros pasos en la vida.
  • Una suerte: así habríamos de llegar a entender la vida sobre la tierra, como una suerte de poder participar en este formidable proceso de la creación, aunque sea con algo tan efímero como nuestra vida histórica.

 

Dos preguntas:

 

  1. 1.     ¿Te parece que vale para algo tener otra mirada sobre la creación?
  2. 2.     ¿Cuándo has tocado tierra por última vez con tus manos?

 

Para saber más:

 

San Francisco vio en el pájaro el símbolo de elevación y espiritualidad. Distinguió a las alondras por su sublimación, elevación y plumaje en las que simbolizó la imagen ideal de lo que debía ser el fraile menor. La alondra común es un ave caracterizada por un tono marrón pardo general, salvo en el vientre, que es blanco; una banda blanquecina junto al borde externos de las alas; dos manchas negruzcas en la cola; y una cresta en la cabeza. Se distribuye por Europa (menos en Islandia), Asia y por las montañas del norte de África; las poblaciones orientales son más migratorias, moviéndose más al sur en invierno; cría en herbazales abiertos, en zonas agrarias, campos de cereales y pastos. En España habita de forma continua en la mitad norte de la península. Su voz es chirriante, con un reclamo agudo, corto, melódico. Maniobra en el aire con soltura, puede mantenerse quieta en el aire y ascender y descender con velocidad.

 

        

7. Orante declarado (1 Cel 71b)

 

Es interesante acercarse a esa manera de ser de Francisco: le gustaba rezar. Había en él una tendencia a lo contemplativo. Era la atracción del misterio.

 

El texto:

 

«Por esto escogía frecuentemente lugares solitarios (13), para dirigir su alma totalmente a Dios; sin embargo, no eludía perezosamente intervenir, cuando lo creía conveniente, en los asuntos del prójimo y dedicarse de buen grado a su salvación. Su puerto segurísimo era la oración; pero no una oración fugaz, ni vacía, ni presuntuosa, sino una oración prolongada, colmada de devoción y tranquilidad en la humildad. Podía comenzarla al anochecer y con dificultad la habría terminado a la mañana; fuese de camino o estuviese quieto, comiendo o bebiendo, siempre estaba entregado a la oración. Acostumbraba salir de noche a solas para orar en iglesias abandonadas y aisladas; bajo la divina gracia, superó en ellas muchos temores y angustias de espíritu».

 

  • Lugares solitarios: Greccio, Le Celle de Cortona, Le Carceri, el Alvernia, etc., jalonan los itinerarios del Francisco orante. Más de la mitad de su vida evangélica la pasó en esos lugares. Le atraía el tema. No le tenía miedo a la soledad.
  • Intervenir en los asuntos del prójimo: es interesante que se diga que la oración no le apartaba del camino cotidiano de la vida. Era un orante, pero no un enajenado de la realidad.
  • Puerto segurísimo: la oración se le convirtió en “puerto” donde se recompone la nave averiada, las velas rotas y se encuentran nuevos ánimos para seguir adelante. Resistencia y resiliencia.
  • Oración prolongada: a veces le decían que era demasiado prolongada y él argumentaba que los alimentos se toman despacio para puedan aprovechar.
  • Entregado a la oración: no solo rezaba, sino que se entregaba a esa actividad de fe. Entraba en el secreto del asunto, no se queda solamente en aspectos externos. Ahondaba.
  • En iglesias abandonadas: lugares donde se adensa el silencio externo para ver de lograr silencio por dentro, algo más difícil. Lugares donde lo sagrado ya no está y se descubre eso sagrado en el buceo interior, en el recuerdo vivo de Jesús.
  • Superó temores y angustias: porque han abundado esos temores en la vida de Francisco. Los pasó por el tamiz de la oración. Unas veces se aclararon, otras no tanto. Pero seguramente que la oración fue instancia de luz en sus oscuridades.

 

Derivaciones:

 

  • Rezar u orar: no es exactamente lo mismo, aunque tengan que ver. Una cosa es rezar (actividad religiosa) y otra orar (actividad de fe). En aquella el centro es el orante, en esta el centro es Dios. En aquella se repiten plegarias, en esta se confronta la vida con el evangelio.
  • Esporádicamente o con cierta continuidad: todos rezamos de vez en cuando. Lo interesante sería darle a eso una cierta continuidad: dedicar un espacio concreto al día a rezar un poco (antes de dormir, por ejemplo) o algún día a la semana (rezar el domingo antes de misa leyendo y meditando el evangelio, por ejemplo).
  • Un plan: no a lo que salga, sino con un plan. Por ejemplo: rezar todos domingos un rato leyendo el texto del evangelio que corresponde. Otro ejemplo: orar algunos días con la app que se llama “Rezando voy”.
  • Lugares adecuados: puede ser una iglesia tranquila, una capilla silenciosa. O puede ser también un “rincón orante” en tu casa, con la Biblia, una vela, un algo que te lleve a Jesús. No es que estas cosas sean imprescindibles, pero ayudan mucho.
  • Algo saludable: el mejor fruto de la oración es que hace más feliz nuestra vida, que nos ayuda a disfrutar de lo que tenemos cada día, que nos ayuda a “respirar” mejor.

 

Dos preguntas:

 

  1. 1.     ¿Cómo es tu oración?
  2. 2.     ¿Cómo ayudarnos en este tema de la oración?

 

Para saber más:

 

         Tomás de Celano describe con una imagen sugestiva, la oración de San Francisco: “No era tanto un hombre orante, sino más bien él mismo transformado en oración” (2Cel 95 - FF 692). ¿Qué nos dice a nosotros esta imagen? ¿Es algo que pertenece a una historia edificante de un santo o es capaz de suscitar en nosotros el deseo de vivir una relación profunda y filial con el Dios vivo y verdadero? Comparto con vosotros una simple afirmación, pero al mismo tiempo profunda, de un santo monje del Monte Athos: “¡La oración le es dada a quien ora!”. Quien reza con humildad y fidelidad se da cuenta de que “es estar a solas con Él”, no es más una búsqueda fundada en el propio esfuerzo, sino que es el buen alimento de la propia cotidianeidad. La oración será esa respiración de la que hablan nuestras Constituciones al inicio del tercer Capítulo: “La oración a Dios, como respiración de amor, comienza con la moción del Espíritu Santo por la que el hombre se pone interiormente a la escucha de la voz de Dios que habla al corazón” (45,1). Esta respiración del amor, se hace cada vez más pura y auténtica si se sostiene por la fidelidad cotidiana. Recuerdo haber leído un libro de un joven rabino, el cual contaba que todos los días estaba una hora en silencio delante de Dios. Con el tiempo se dio cuenta de que no podía dejarlo, el silencio orante no era más un esfuerzo sino un momento esperado (Mauro Jörhi).

 

 

8. Que los pobres no sean despreciados (1 Cel 76c)

 

         San Francisco no es un enamorado de la pobreza líricamente. Para él la pobreza es el rostro de los pobres. A su manera los frecuentó y los defendió hasta de los mismos frailes.

 

El texto:

 

«No podía sufrir que algún pobre fuese despreciado, ni tampoco oír palabras de maldición contra las criaturas. Ocurrió en cierta ocasión que un hermano ofendió a un pobre que pedía limosna, diciéndole estas palabras injuriosas: «¡Ojo, que no seas un rico y te hagas pasar por pobre!» Habiéndolo oído el padre de los pobres, San Francisco, se dolió profundamente, y reprendió con severidad al hermano que así había hablado, y le mandó que se desnudase delante del pobre y, besándole los pies, le pidiera perdón. Pues solía decir: «Quien dice mal de un pobre, ofende a Cristo, de quien lleva la enseña de nobleza y que se hizo pobre por nosotros en este mundo».

 

  • Que ningún pobre fuese despreciado: el menosprecio de los pobres en aquella sociedad sin clases medias era más evidente y más injusto aún. Francisco es pobre siendo solidario con las pobrezas (eso quieren mostrar los tratados de milagros que escribió profusamente Celano como complemento de sus biografías).
  • Ofendió a un pobre con palabras injuriosas: los pobres, en su humildad forzada (como dice san Vicente de Paúl), tienen que apechugar con los discursos hirientes que, a veces, les dirigimos. Para Francisco la cosa es clara: si se ofende al pobre, se ofende a Jesucristo.
  • Que se desnudase...que le besara los pies…que le pidiera perdón: pedir perdón a los pobres (recibir su “bautismo”) es quizá el primer paso para empatizar con su dura situación (como lo hizo el papa Francisco cuando visión a los rohinyas en Bangladesh).
  • Ofende a Cristo: las peores ofensas a Cristo no son las religiosas, sino las sociales. Los pobres son el único absoluto. Ofenderles es lo que el evangelio llama la blasfemia contra el espíritu santo (Mt 12,22-37).
  • Cargaba sobre sus hombros: no solo se trata de empatizar anímicamente, sino de echar una mano para reorientar las pobrezas. Hablar de los pobres sin colaborar algo a la erradicación de la pobreza es planta sin raíz.

 

Derivaciones:

 

  • Discernimiento sin desprecio: no se trata de dar la razón a los pobres sin más, sino de discernir sin menosprecio, sin superioridad. Hay que resistir a su “acoso” pero no hay que desentenderse, sino ser eficaz siendo lo más humano posible.
  • Cómo se habla de los pobres: hablar es una cosa y hacer otra. Pero tienen relación. Habrá que cuidar mucho lo que se dice de los pobres: que sea verdadero, que no se exagere, que no haya prejuicios, que los veamos como humanos, como parte de la misma familia, con dignidad.
  • El perdón de los pobres: ya lo hemos dicho, quizá haya que comenzar por ahí. Toda relación con ellos debe comenzar por cómo nos gustaría que nos trataran si estuviéramos en la misma situación. ¿Nos agradaría que nos pidieran perdón?
  • Cristo en ellos: sin espiritualismos pero con verdad evangélica: los pobres han de tener un sitio en la vida cristiana y social no porque sean mejores, sino por su situación de necesidad.
  • Echar una mano: al fin la cosa cobra realismo no tanto en lo que se piensa y se dice, sino en lo que se hace, por poco que sea. Hay que pasar de una actitud limosnaria a otra solidaria.

 

Dos preguntas:

 

  1. 1.     ¿Cómo te sitúas ante las pobrezas?
  2. 2.     ¿Observas algún cambio en el trato con los frágiles sociales?

 

Para saber más:

 

         Se ve que el mero contacto con los pobres no es suficiente; es preciso entroncar eso con el evangelio. Flor 1 y Jordán de Giano 13 nos hablan de un hermano llamado Juan de Campelo que dio en la excentricidad de fundar una orden mixta de leprosos y leprosas. Flor 1 dice que abandonó la Orden y, como Judas, terminó ahorcado (?). Posible exageración…

 

 

9. Un extraño belén (1 Cel 85)

 

         Es algo muy celebrado en la vida popular de Francisco: se le cree fundador de los belenes. El suceso ocurrió en 1223. Estamos en su octavo centenario. Quizá sea un momento para replantear de nuevo el tema central de la encarnación de Jesús.

 

 

El texto:

 

«Llegó el día, día de alegría, de exultación. Se citó a hermanos de muchos lugares; hombres y mujeres de la comarca, rebosando de gozo, prepararon, según sus posibilidades, cirios y teas para iluminar aquella noche que, con su estrella centelleante, iluminó todos los días y años. Llegó, en fin, el santo de Dios y, viendo que todas las cosas estaban dispuestas, las contempló y se alegró. Se prepara el pesebre, se trae el heno y se colocan el buey y el asno. Allí la simplicidad recibe honor, la pobreza es ensalzada, se valora la humildad, y Greccio se convierte en una nueva Belén. La noche resplandece como el día, noche placentera para los hombres y para los animales. Llega la gente, y, ante el nuevo misterio, saborean nuevos gozos. La selva resuena de voces y las rocas responden a los himnos de júbilo. Cantan los hermanos las alabanzas del Señor y toda la noche transcurre entre cantos de alegría. El santo de Dios está de pie ante el pesebre, desbordándose en suspiros, traspasado de piedad, derretido en inefable gozo. Se celebra el rito solemne de la misa sobre el pesebre y el sacerdote goza de singular consolación».

 

  • Hermanos…hombres y mujeres: la celebración se hace fuera del convento, en un lugar ajeno a los hermanos, aunque asisten. Ese visibiliza el problema final con la fraternidad.
  • Para iluminar la noche: es época de noches oscuras (leemos desde contextos sociales distintos). Hacer luz en la noche física y la espiritual: Francisco no está en el mejor momento de su vida.
  • Pesebre, buey y asno: dicen que Francisco es el fundador de los belenes. Pero aquí no es el belén tradicional. No está María ni José. Francisco reproduce una antífona que se cantaba en la liturgia: “¡Oh gran misterio y admirable sacramento! Unos animales miraban al Señor puesto en el pesebre”. El “no hay quien lo entienda” de la encarnación.
  • La pobreza es ensalzada: para Francisco la Navidad es un misterio de alegría pero, antes que nada, un misterio de pobreza: el pobre nacimiento de un humano en toda su fragilidad, un niño que llora sin que sepamos por qué (así lo pinta el primer film de Cavani).
  • Las rocas responden: Dice Benedetti que el silencio de las rocas es su manera de decirnos que están vivas. El anhelo de siempre de Francisco de que la naturaleza participe de la alegría de la creación y aun de la Navidad.
  • Entre cantos de alegría: por encima de todo termina prevaleciendo la alegría. Una alegría que es conjugable con las lágrimas y la pobreza (“Vuestra alegría no os la quitará nadie”, dice Jn 16,23).
  • La misa sobre el pesebre: extraño altar para una peculiar celebración. Encarnación y eucaristía se unen: en la eucaristía descubrimos a diario la certeza de fe del Dios encarnado en la historia.

 

Derivaciones:

 

  • Escenario infrecuente: a veces habría que celebrar la fe en marcos no religiosos (en el campo, en las casas, etc.) para indicar que fe y vida van mezcladas. Como ocurre en Greccio.
  • Las pobrezas siempre ahí: no hay manera de desprenderse de ellas. Y ello por una razón sencilla: ocupan el centro del reino y el del corazón del mismo Jesús. Mientras históricamente estén ahí, han de tener su sitio en la celebración.
  • Encarnación áspera: misterio abrupto, le llamaba Rahner. Nosotros la hemos “dulcificado”, domesticado. Pero tiene algo de duro: ¿cómo es posible que Dios se mezcle a la historia, a su creación? La respuesta tiene que ser evidente: sólo por amor.
  • Gozos hondos: los que se captan si se aparta uno un poco de la corriente general para que ésta no nos engulla. Hace falta un poco de perspectiva, de distancia, de silencio.
  • Más allá de los belenes: que son cosas simpáticas, pero con frecuencia anecdóticas. Husmear lo que hay dentro; contemplar lo incomprensible de un Dios que comparte tus camino, que “duerme en tu colchón” (“Dos que duermen en el mismo colchón se hacen de la misma condición”, dice el refrán: Dios duerme en nuestro colchón, algo de eso es la encarnación).

 

Dos preguntas:

 

  1. 1.     ¿Por qué a unos gusta y a otros disgusta la Navidad?
  2. 2.     ¿Cómo explicar de modo sensato la encarnación?

 

Para saber más

 

         Quiera el Señor que el octavo centenario de la celebración del misterio de la Encarnación en Greccio, con la ayuda del Espíritu Santo, permita que la realidad filial de Jesús se encarne en cada uno de nosotros y en todas nuestras fraternidades, para que finalmente engendremos y demos a luz al hijo de Dios que cada uno de nosotros somos (Roberto Genuin).

 

 

10. El hombre y su enfermedad (1 Cel 98b)

 

         Raramente se habla de Francisco enfermo, como si los santos no enfermasen. Francisco murió a los 44 años, aquejado de varias dolencias.

 

El texto:

 

«Los hermanos le aconsejaban frecuentemente e insistentemente le rogaban que tratara de restablecer, con la ayuda de los médicos, su cuerpo, enfermo y debilitado en extremo. Él, empero, hombre de noble espíritu, dirigido siempre al cielo, que no ansiaba otra cosa que morir y estar con Cristo (Flp 1,23), se negaba en redondo a tal plan. Y como no había cumplido en su carne lo que faltaba a la pasión de Cristo, aunque llevase en su cuerpo las llagas, le acometió una gravísima enfermedad de ojos al tiempo que Dios multiplicaba sobre él su misericordia. El mal iba creciendo de día en día y, al parecer, la falta de cuidado lo agravaba. Por fin, el hermano Elías, a quien había escogido para sí como madre, y para los demás hermanos como padre, le indujo a que no rechazara la medicina, sino que la aceptara en el nombre del Hijo de Dios, por quien fue creada, según está escrito: El Altísimo creó en la tierra la medicina, y el varón prudente no la desechará. El santo Padre asintió amablemente, y con toda humildad se sometió a quien se lo aconsejaba».

 

  • La ayuda de los médicos: es necesaria, aunque limitada por su saber. Se puede pensar cómo estaría la medicina en  la edad media y no sabemos por qué conducto llegaba hasta los frailes. Quizá en esa época en que eran numerosos había algún hermano médico.
  • Se negaba en redondo: por pobreza o por manera de ser. Francisco es uno que se queja poco. Tal vez no le viera mucho sentido cuando su cuerpo se desmoronaba por muchas grietas, además de la vista (alguna dolencia digestiva fuerte, etc.). Aunque, en realidad, su mayor “enfermedad” fue la desnutrición, como la de todos los pobres de la época.
  • La gravísima enfermedad de los ojos: como diremos luego, quizá un tracoma. Lo cierto es que Francisco murió prácticamente ciego. Los remedios que le aplicaron (según 2Cel 66 la cauterización del nervio óptico) fueron peor que la enfermedad.
  • Elías…como madre: sobre Elías caerá una maldición franciscana (porque  esquilmó a los conventos para construir el sacro convento de Asís) pero era muy apreciado por Francisco y por Clara (2CtaCla 15).
  • Según está escrito: como en muchas situaciones de la vida de Francisco, la Palabra es instrumento de discernimiento. Por ella se anima, se decide y cambia de parecer.
  • Con toda humildad: sin hacer aspavientos de deja tratar por el médico, sin dar lecciones a nadie, sin sermones de ninguna clase.

 

Derivaciones:

 

  • Nos dan la salud: en la medida que saben son los médicos quienes nos dan la salud. No la da Dios, sino ellos (o si se quiere: Dios a través de ellos). Habría de ser respetados. Ni “adorados”. Ni mal considerados. Hermanos necesarios.
  • Hemos de colaborar: hay que colaborar con sus indicaciones, con sus diagnósticos, con sus tratamientos. Hemos de colaborar con nuestro comportamiento fiscal, para que mejore la sanidad pública.
  • Cuidarnos en la fragilidad: es el gran trabajo de las sociedades que se entienden como familia. No podemos desentendernos de nadie. No puede haber descartados. Cuidar es una actitud profundamente evangélica.
  • La Palabra y su consuelo: puede ser realmente un consuelo en la enfermedad (por ejemplo, los Salmos). La Palabra está hecha para animar y consolar.
  • Humildes ante la enfermedad: sabiéndonos en la cuerda floja, pero también afortunados por poder asistir cada día a este milagro que es vivir.

 

Dos preguntas:

 

  1. 1.     ¿Vamos adquiriendo mentalidad de “cuidadores”?
  2. 2.     ¿Somos equilibrados en nuestras dolencias?

 

 

 

 

Para saber más:

 

         «No encontramos en los escritos biográficos informaciones científicas que expliquen el origen y la naturaleza de esta enfermedad de los ojos. Algunos profesionales médicos han tratado de realizar un diagnóstico de la enfermedad, tal como nos informa O.Schmucki . Th Cotelle indica las áreas dañadas por la enfermedad: párpados, conductos lacrimales, conjuntiva ocular y palpebral y la córnea, sin atreverse a determinar la etiología de estas alteraciones. O. Parisotti piensa en un glaucoma inflamatorio agudo. J. Strebel habla de una iritis con dolores neurálgicos sobre la base de una tuberculosis general y unas cataratas. G. Lobato, Talbot y C. Andresen son los primeros que hablan del “mal egipcio”, es decir, una conjuntivitis tracomatosa. En la actualidad el tracoma es considerado como una de las enfermedades oculares más importantes que azota a la población mundial. Más de 84 millones de personas la están padeciendo y la OMS afirma que esta enfermedad es la principal causa de la ceguera en el mundo. Sus orígenes están señalados en el Antiguo Egipto, donde adquirió una relevancia muy grande, hasta el punto que  ha recibido el triste sobrenombre de Oftalmía egipcia» (M. Amunárriz).