Ejercicios 2020
“COMO SELLO SOBRE TU CORAZÓN”
(Cant 8,6)
Hacia una experiencia cordial de la vida cristiana
La vida cristiana ofrece ejemplos de vida relacional hermosos. Muchos creyentes han entendido que la vida cristiana se construye en la buena relación y en el gozo. Su talante es amable y bienhumorado. Pero no podemos sustraernos a la evidencia de que la vivencia de la fe resulta, con frecuencia, demasiado “seca”, poco cordial, escasamente jugosa. Achacamos eso al modo como se nos ha enseñado la religión cristiana: asentada sobre el temor y el pecado. Pero quizá se deba a que hay una carencia en la cordialidad como valor social y religioso. Esta cordialidad, como todos los valores humanos, también se construye.
Si esto fuera así, ¿por qué no dedicar una semana de retiro a la valoración de la hermosura de los caminos relacionales cultivados, de la cordialidad experimentada, de la belleza sencilla del convivir bien? ¿Por qué no trabajar, desde la reflexión y la oración, el tema de la cordialidad? ¿No nos podrá ayudar algo insistir sobre cuestiones a asentar mejor nuestra vida cristiana? ¿No contribuiría esto a evitar el llegar a edades altas con una carga de amargura relacional que, a veces, nos resulta difícil de sobrellevar?
Para muchos, y no sin razón, la Palabra de Dios no es ejemplo de cordialidad, sino más bien lo contrario, Palabra de una cierta “aspereza”. Queremos recurrir a un texto que todos admiramos pero que, raramente, hacemos objeto de nuestra reflexión bíblica: el Cantar de los Cantares. Hay libros bíblicos con los que el cristiano tiene una deuda que casi nunca salda. Quizá el Cantar sea uno de tales libros. A todos nos gusta su lírica, con alguna frecuencia se lo lee en la liturgia, pero raramente lo tomamos como tema continuado de reflexión. ¿Y si lo utilizáramos como trampolín para el pensamiento sobre la cordialidad de la vida cristiana? ¿No podría ayudarnos un texto tan vibrante en materia de relación y de amor? ¿O, por eso mismo, habríamos de desecharlo para siempre? Esta semana de retiro podría ser un momento bueno para volcarse a tal libro del AT, al menos en algunos de sus pasajes.
Por otra parte, este cuaderno de reflexión es deudor de un librito de L.Boff, Derechos del corazón. Una inteligencia cordial (Trotta, Madrid 2015). Él nos ayudará a profundizar para encontrar más sentido a la hora de valorar los caminos del corazón. Podemos aprender de los “veteranos” que han recorrido caminos a veces complicados, pero no se han apeado ni de la vida ni del amor. Uno de los tales es L. Boff.
“Como sello sobre tu corazón” canta el más hermoso de los Cantares. Un corazón marcado, sellado, por el amor, por la certeza de que los caminos de las relacionalidad son los caminos verdaderos, no los caminos del sistema, de la costumbre, de lo avalado por la norma. Para arriesgarse a andar esos caminos, a veces extraños y paradójicos, pero siempre llenos de vida. Para animarse a construir el difícil y cautivador edificio de la relación, más que cualquiera de los grandes edificios modernos con los que nos sorprenden los arquitectos estrella. Para mantener jugosas unas entrañas capaces de concebir vida, ilusión, horizontes, sueños y no sucumbir a la tentación de un corazón insensible, acorchado. Estas serían las intenciones de la presente oferta de reflexión en una semana de retiro.
1. El amor que mueve el cielo y las estrellas
Esta frase es de Dante (Divina Comedia, Paraíso 33). Es preciso caer en la cuenta de la potencia del amor, de la buena relación. Un formidable dinamismo que utilizado en la dirección de lo humano es fecundísimo. Moverse por amor, por relación saludable, más que por ideas, normas o costumbres. Ahí existe un filón siempre a la mano.
¿Es la vida cristiana una opción religiosa (y a veces ni eso, sino una costumbre) o es una opción de amor? ¿Es lo mismo? ¿Son realidades compatibles? ¿Acierta quien cumple la normativa religiosa, pero es seco en la relación? ¿Tiene sentido ser “buen cristiano/a” sin saber de amor? ¿Decae, muere el anhelo de amar a la vez que decae el vigor físico, la fuerza de la juventud, la reciedumbre de la madurez? ¿No debería ser el creyente adulto alguien experimentado en cuestiones de amor? Preguntas interesantes para ponerlas sobre la mesa de la reflexión y de la oración.
a) Cant 8,5b-7
«5bDesperté tus deseos bajo el manzano,
donde tu madre te dio a luz,
donde con tanto dolor te trajo al mundo.
6Ponme como un sello sobre tu corazón,
como un sello sobre tu brazo.
Pues el amor es tan fuerte como la muerte,
y sus celos, tan duraderos como la tumba.
El amor destella como el fuego
con la llama más intensa.
7Las muchas aguas no pueden apagar el amor,
ni los ríos pueden ahogarlo.
Si un hombre tratara de comprar amor
con toda su fortuna,
su oferta sería totalmente rechazada».
- Despertar los deseos: Porque los deseos, los dinamismos, los anhelos, los sueños, duermen o dormitan, enmohecen, se atontan. La buena relación, el amor que vive, necesita estar despierto, hay que despertarlo si se adormece. No son necesarias grandes sacudidas, fuertes convulsiones. Los detalles cotidianos impregnados de buen deseo, de buen amor, son capaces de impedir que el amor se adormezca. Los modos “normales” no son siempre lo mejor; las “locuras” de amor son preferibles, por complicadas que sean, incluso cuestionables a veces.
- Como un sello: Como algo que marca, como cosa que se ve, como recuerdo constante. Sellados por el amor, de tal manera que, cuando la cosa flaquea, el sello nos anime, nos recuerde, nos aliente. El sello, un signo pequeño que recuerda la orientación de fondo. Una sonrisa, un detalle, una palabra amable, un mirar a los ojos, un gesto de amabilidad. La poca cosa del sello que habla de lo mucho que hay detrás. Vida de relación con sellos que hablan.
- Un amor fuerte: Fuerte para reconocer su potencia; fuerte para encajar su debilidad. Fuerte para acoger su empuje; fuerte para no estar siempre llorando su pérdida. Fuerte para saber caminar a su sombra; fuerte para entender que muchas veces hay que caminar fuera de su amparo; fuerte para no quebrarse a la primera; fuerte para encajar con paz sus límites; fuerte ante su puerta abierta; fuerte cuando se cierra la puerta y nos quedamos “a la puerta cubierto de rocío”; fuerte para reír, fuerte para encajar llantos sin estar llorando siempre.
- Los destellos del amor: Que no son destellos para deslumbrar sino para cautivar, para seducir en el buen sentido de la palabra. Destellos hechos de sencillez, no de vanidad; destellos con verdad, no mero escaparate y apariencia; destellos que brillan con la luz oscura de lo humilde, no con el brillo cegador de quien quiere imponerse; destellos sin publicidad, en el silencio humilde y hermoso de quien se relaciona bien “como si nada”.
- Inapagable: Inapagable en el anhelo, en el deseo, en el sueño, en el trabajo por alimentar ese “fueguito” que decía Galeano. No inapagable como un volcán, como un horno. Inapagable aunque se apague, aunque languidezca, aunque tiemble su llama. Inapagable, tenaz, rescoldo siempre dispuesto a ser activado, aunque los síntomas no lo demuestren. Inapagable en sus apagamientos.
- Amor sin precio: Poner precio a la buena relación, demandar favores a cambio de ella, estar esperando siempre alguna ganancia, es algo que sonroja, es la corrupción del amor, llevar a la buena relación a callejones sin salida. Admitir la dinámica del sistema (te aprecio mientras te uso) como la única real es sucumbir al desamor, hacerle el juego a quien quiere estructurar la existencia al margen de la buena relación, en la lejanía de los misterios hermosos del corazón de la persona.
b) Reflexión
- Conectar con el otro: Hay conexiones con el otro para sobrevivir. Muchas de nuestras conexiones son de supervivencia, de no dejarse avasallar, de llegar vivos a la noche, de luchar por la estima y la valoración. Pero hay conexiones de relaciones gratuitas, espontáneas, que a veces ni se sabe de dónde proceden. Estas son el móvil de las más hermosas acciones humanas. Conectar al otro por gratuidad, sin ganancias premeditadas, sin luchas ni codazos, por elemental benignidad.
- Convertirse en otro: La buena relación se orienta hacia el otro porque el otro permite surgir el ethos que ama. El otro es el que me permite amar. Por eso somos “necesarios” para Dios mismo, para que nos ame. El amor necesita permiso del otro. Un amor sin ese permiso es un amor impuesto, una contradicción. Jesús orientó su vida a los otros; ellos le “permitieron” amarles. Les estuvo siempre agradecidos; por eso no los desechó ni aunque fueran un estorbo, como lo fueron a veces sus propios discípulos. Dios se convierte en otro para nosotros en Jesús. Por eso podemos amarle.
- El otro es importante: El amor, buena relación, vuelve al otro importante, hace salir afuera la dignidad que lleva dentro. Por eso amar es dar vida de nuevo a quien la necesita (¿y quién no?), a quien languidece, a quien renquea, a quien tropieza. El amor da fuerza y razón para existir, para levantarse cada mañana y no ceder a la grisura de los días, para poner un poco de color o, mejor, para reconocer el color de lo humilde, el brillo que está oculto en el matorral.
c) Derivaciones
- ¿Tiramos la toalla?: Algo que se hace no con una declaración formal de intenciones sino en el cansancio y la rutina de cada día. Se llega a la convicción de que este estilo de vida, el de la vida cristiana, no puede pretender más que lo que da. Y que una vida jugosa y en buena relación es algo que le sobrepasa. Por eso nos instalamos en la mecánica religiosa. Nos parece que con respetarnos, es suficiente. Y no es poco. Pero quitar el anhelo de la buena relación, del amor, del horizonte creyente es, a priori, un acto de empobrecimiento. Por eso, tirar la toalla habría de ser lo último, incluso lo que nunca habría que hacer. Si se trabaja, los días ofrecen posibilidades, a veces muy pequeñas, de construir el camino de la buena relación. Algo asequible y al alcance de la mano. Si se trabaja.
- Opción de amor: Al derecho no le suena esto a nada. Pero ¿qué es la vida cristiana sin esa opción? Y ¿cómo habría de hacerse una opción de amor en la vida cristiana? Primero, en la certeza de que es posible vivir en buena relación; segundo, en la certeza del valor hermoso del otro, quienquiera que sea; tercero, en el salir decidido al camino del otro como camino propio; cuarto, en la bonhomía y el buen humor de quien cree en el gozo del buen amor; quinto, en la seguridad de que lo de Jesús va un poco por ahí; sexto, en la resistencia al canto sistémico de que esto lleva a la ruina; séptimo, en la conciencia de que hemos venido a la vida para ampararnos; octavo, en la generosidad de quien sabe que toda aportación al gozo de la vida es importante; noveno, leyendo la realidad con benignidad crítica; decimo, aprobando el curso de amor a la vida y aprendiendo técnicas de disfrute sencillo.
- Medida real: La buena relación es la medida real del vigor de nuestra vida cristiana. No lo es tanto el funcionamiento del andamiaje administrativo, la gestión y su eficacia, las tradiciones seguidas y cumplidas, sino la vibración del corazón ante la vida del hermano, la facilidad para urdir planes comunes, la agilidad para saltar del propio camino al camino del otro, la habilidad para compartir lo que late dentro. Estos son los puntos a medir.
- Aún se te llama: No nos conviene pintar las cosas de excesivo color no sea que provoquen el efecto contrario: creer que ya no se me llama a esta empresa. Muchas respuestas negativas encierran el anhelo de que no todo debería estar perdido. Hay mil voces, mil situaciones, mil pequeños atisbos que indican que la llamada a la dicha sigue vigente en todo tipo de estructura relacional. “Si hoy escuchas su voz…”.
d) Texto evangélico de meditación: Mt 5,45
«Vuestro Padre del cielo hace salir su sol sobre buenos y malos y manda la lluvia sobre justos e injustos».
Dios lo supedita todo al amor. No hace distinciones a la hora de mover los astros o los elementos de la naturaleza. Ello indica que su amor es el que lo ordena todo. Una vida orientada en todo desde el amor.
e) Un poema
Arcaico corazón
Tú, que eres como una casa
hecha de arcilla:
Pequeña, frágil,
de cuatro habitaciones;
Tú, que llenas de fantasmas,
y que te asustas,
y que lloras,
cuando llega la noche;
Tú, que en la oscuridad
te haces pedazos
como una hucha
arrojada contra el suelo;
Tú, arcaico corazón,
mira por la ventana,
mira hacia ese bosque
que ya reverdece.
Tú, que una vez caído
gritas palabras
en una lengua
que yo no comprendo,
Tú, arcaico corazón,
entra en ese bosque:
surgió de la arcilla,
como tú.
B. Atxaga
2. Rumbo al propio corazón
Entendida como propuesta de buena relación, propuesta de amor, la vida cristiana demanda salir al camino del corazón del otro, romper la coraza atosigante del yo. Pero también pide poner rumbo al propio corazón. ¿Cómo íbamos a poder entrar a los umbrales del corazón ajeno si no hemos puesto rumbo al nuestro? ¿Corremos el peligro de pasar muchos años en la vida sin haber llamado a esas puertas que son tan íntimamente nuestras?
Esto demanda una actitud de ahondamiento, de recuperación de la dimensión de profundidad, de apuntar al subsuelo, a eso que hay debajo de la piel. Ir en la dirección de lo profundo quizá pida cambiar de rumbo en muchas cosas. Hay que estar dispuesto a dar un golpe de timón o, al menos, a ir variando paulatinamente el rumbo de lo superficial empobrecido para orientarlo a lo profundo lleno de “tesoros”. No entiende lo que es el corazón humana si nada siempre en las aguas superficiales.
a) Cant 3,2
«2Así que me dije: «Me levantaré y recorreré la ciudad,
y buscaré por todas las calles y las plazas.
Buscaré a mi amado».
- Me levantaré: Es preciso animarse a hacer el camino del propio corazón, a levantarse con buen temple, superando cualquier cansancio y rutina. Es duro, a veces, comprobar que dentro hay un corazón cansado. Pero es preciso sobreponerse a esa languidez. Es preciso tener el coraje de aprestarse a bajar al sótano del propio corazón, donde, a veces, hace frío y hay luz escasa. Pero ahí está el cimiento de lo que somos, el Caín oculto y el Samaritano sensible. Quien baja a ese sótano puede comprender mejor los recovecos de cualquier otro corazón, sus retrasos, sus contradicciones, sus saltos de júbilo. Solamente el experto en el propio corazón puede ser amparo para otro corazón.
- Recorreré la ciudad: Porque el corazón tiene su casa en la ciudad, en el lugar de los seres humanos, en parajes habitados por otros. La soledad no es el mejor lugar para el encuentro de corazones, de no ser para coger impulso. Es en la ciudad y sus lugares comunes, en la dignidad común, donde los corazones encuentran su contexto. De ahí que buscar en la dirección del corazón quiere decir buscar en la dirección de la ciudad, de los lugares que son de todos, en los marcos comunes, no en el elitismo exquisito. Es preciso ver cómo late el corazón de lo común, de lo ciudadano, de lo comunitario.
- Buscaré por las calles y plazas: Por las sendas de los humanos, por los lugares de tránsito y de descanso, por los sitios donde haya posibilidad de encuentros. El encuentro con el propio corazón se aprende en el encuentro con los otros corazones. Por eso hay que frecuentar calles y plazas, salir de uno mismo para ir más adentro de uno mismo; ir más adentro de uno mismo para volver a la calle y la plaza donde habita el otro, escapar de la enfermedad del yo. Movimiento de idea y vuelta, verdadero latir de los corazones y sus búsquedas.
b) Reflexión
- Un viaje a través de los sentimientos: La evolución del camino humano muestra que la estructura elemental de lo humano no es la razón (esto vendría después), sino las pasiones, las experiencias seminales, los sentimientos. Esto ha sido antes, y esto es lo que sigue moviéndonos en gran parte, más que las ideologías. Solo tardíamente entra a funcionar el cerebro del homo sapiens. De ahí que, para entendernos bien, hayamos de hacer el inevitable viaje por el terreno, resbaladizo, de los sentimientos, al homo sentiens (la persona que siente). Saber de los sentimientos es saber de la verdad del otro y de la propia.
- Despegarse del cerebro: Nuestra formación, nuestro imaginario, nuestra cultura es excesivamente cerebral. Eso nos ha hecho poco sensibles al sufrimiento humano y al de los demás seres de la tierra. Lo que, como dice el papa Francisco, da como resultado la autorreferencialidad, la globalización de la indiferencia y la insensibilidad radical. Si se quiere hacer el camino del corazón habrá que tener a raya lo meramente cerebral y dar más cancha, sin temor ni vergüenza, al mundo de los sentimientos.
- El rescate del corazón: No se llega al fondo del corazón sin pasar por el afecto y el amor. Por eso, ante el corazón del hermano, ante su verdad más verdadera, la senda correcta es el afecto, el amor, la buena relación, el disfrute común, la mirada agradecida al interior del otro. Eso es lo que puede darnos una experiencia de totalidad, más allá de lo fragmentario que nos despista tanto (este o aquel fallo).
- La estructura del deseo: El deseo es un dinamismo que pone en marcha toda la vida psíquica. Toda persona tiene deseos (solo los muertos no los tienen). Educar el deseo es orientarlo a la verdad del corazón, no a la acumulación de cosas que nos dejan siempre anhelantes, que no nos sacia. Los místicos dicen que el deseo se sacia en Dios. Pero hay que dar a esa búsqueda de saciedad un contenido antropológico: más allá de la evidente limitación humana, la suma de los corazones, su entreveramiento, la mezcla de los fondos de las personas, el amor en definitiva, puede ser, contando con cualquier limitación, un modo de saciar el anhelo del deseo. Y si eso se da, la vida cristiana podrá ser satisfactoria. Y si no, siempre habrá un cierto poso de decepción o amargura y nos refugiaremos en los ritos, en las costumbres, en las devociones.
c) Derivaciones
- No temer mirar adentro: La huida de la profundidad nos lleva a no mirar adentro porque, a veces, no nos gusta lo que vemos. Pero ahí, en ese sótano, está nuestra verdad, lo bueno y lo no tanto. No ponerse nerviosos. No temer mirar a ese interior. Ser benignos con él. Saber llevarlo de la manera más equilibrada posible. Poder mostrarlo sin querer justificar y, mucho menos, sin pretender que otro lo bendiga, aunque anhelemos comprensión. Y si se da la comprensión, la acogida, el amparo, para tal fondo, estamos tocando la verdadera fraternidad.
- Reconciliación con los extraños caminos: Porque los caminos humanos son extraños, a veces, se sepa o no. En realidad, dado que nos llevamos el canto de un duro, no son tan radicalmente extraños. Muchos los andan. Reconciliación no quiere decir justificación moral. Más aún, una tal reconciliación llevará a un replanteamiento de lo moral, si es que el derrotero es inmoral. Pero hay que mirar lo del fondo, la fuente de la que brota tal derrotero. Porque si brotara del amor, con todas sus limitaciones, habría modo de incorporarlo al caudal del amor, al ámbito de la relación fraterna, aunque haya que emplear fórmulas algo inusuales.
- Una riqueza para otros y para uno mismo: Eso son los trabajos de profundidad. La superficialidad empobrece a la persona y a la comunidad. La profundidad, en cualquiera de sus formas (oración, diálogo, lectura, reflexión, meditación ante la naturaleza, etc.) nos enriquece. Una vida cristiana profunda (no decimos éticamente inmaculada) tiene mejor horizonte y mejor futuro fraterno que otra superficial. Todos los recursos que se usen para generar fraternidad (formación, diálogo, compartir, escucha común, gozo común, etc.) son recursos “benditos”.
- Escuela del deseo: Eso podría ser la vida cristiana: una escuela para orientar bien el formidable mecanismo del deseo, para orientarlo no a la autosatisfación, a la acumulación o al egoísmo, sino al corazón, al disfrute común, al gozo compartido, al camino andado en compañía. Los trabajos de la vida cristiana habrían de responder a esta necesidad de educar el deseo, no solamente a ser meras herramientas para dar salida al impulso religioso.
d): Texto evangélico de meditación: Lc 6,45
«El que es bueno, de la bondad que almacena en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal: porque lo que rebosa del corazón lo habla la boca».
El corazón es la fuente de lo que uno es. Hay que mirar en esa dirección, dice Jesús para discernir comportamientos que son evangélicos y aquellos otros que no lo son tanto. Desde ahí nuestra vida podrá “rebosar” bondad.
e) Un poema
Los pasos lejanos
Mi padre duerme.
Su semblante augusto
figura un apacible corazón;
está ahora tan dulce...
si hay algo en él de amargo, seré yo.
Hay soledad en el hogar; se reza;
y no hay noticias de los hijos hoy.
Mi padre se despierta, ausculta
la huida a Egipto, el restañante adiós.
Está ahora tan cerca;
si hay algo en él de lejos, seré yo.
Y mi madre pasea allá en los huertos,
saboreando un sabor ya sin sabor.
Está ahora tan suave,
tan ala, tan salida, tan amor.
Hay soledad en el hogar sin bulla,
sin noticias, sin verde, sin niñez.
Y si hay algo quebrado en esta tarde,
y que baja y que cruje,
son dos viejos caminos blancos, curvos.
Por ellos va mi corazón a pie.
C. Vallejo
3. Un nudo de relaciones
Algunos definen la vida cristiana, de un modo gráfico, como un “hacer nudos” con otros. Efectivamente, la vida cristiana es una vida en nudo de relaciones, un tapiz urdido a base de pequeños nudos que se van haciendo a lo largo de la vida. Por eso es tan importante la cordialidad, porque es la cuerda con la que elaboran los nudos que tejen el tapiz de la vida común, de la vida relacionada. Sin cordialidad no hay cuerda para los nudos, la vida se disuelve, desaparece y ser pierde.
Es verdad aquello del poemilla de A. Machado: “Poned atención/un corazón solitario/no es un corazón”. Si la vida cristiana es una suma de corazones solitarios, quizá no hemos dado aún con el verdadero quid de nuestra opción de fe. Si no necesitamos de los demás para creer, si yo personalmente me las arreglo con Dios sin necesidad de los hermanos/as, no hemos dado con la fe relacionada que Jesús propone en su Evangelio. Generar cordialidad en común es el cimiento antropológico sobre el que se puede pensar en construir el edificio de lo cristiano. Sin tal cimiento, la vida cristiana corre el riesgo de ser algo ficticio, inventado, sin carne.
a) Cant 5,9
«9¿Por qué es tu amante mejor que todos los demás,
oh mujer de singular belleza?
¿Qué hace que tu amante sea tan especial
para que te hagamos esa promesa?»
- ¿Mejor que los demás?: La atracción amorosa se alimenta de la diferencia (supuesta) del amado. Pero el amor relacional, de salida, considera a toda persona susceptible de ser amada por ella misma. El amor relacional no se asienta sobre diferencias, ni funciona en la dinámica filias-fobias. Nadie es mejor que otro para establecer una buena relación, aunque, por carácter y por otras notas, sea inicialmente más fácil el acceso a unos que a otros. Funcionar con el “mejor que los demás” es siempre reduccionista y peligroso para la buena relación humana y cristiana.
- Tan especial: Lo mismo decimos de esos modos “especiales” con los que la relación amorosa adorna a quien se ama (aunque luego se ve que nadie es tan especial). Una buena relación con quien no tiene nada de especial, con quien es normal, como todo el mundo, es la que tiene por delante la vida cristiana. Si hubiera que formar una comunidad de gente especial para tener ahí una buena relación, tendríamos que suprimir la mayor parte de las comunidades humanas y cristianas.
- Promesas de singularidad: No habría que hacer promesas de singularidad en base a las cualidades excepcionales de un grupo cristiano. Los caminos de la buena relación comunitaria son normales, cotidianos, poco relevantes. Fundamentar la buena relación en la relevancia de las personas o las tareas puede ser un error. A la larga, esas notas relevantes caen por tierra ante la evidencia de lo que en realidad uno es. Por eso no conviene hacerlas cimiento del entramado comunitario.
b) Reflexión
- Relaciones totales: El ser humano es un complejo relacional. Su nudo de relaciones va en todas las direcciones: hacia abajo, hacia adentro, por dentro, por fuera. Somos un complejo relacional. Todas esas direcciones nos son necesarias. Somos una apertura ilimitada hacia nosotros mismos, hacia el mundo, hacia el otro, hacia la totalidad. De ahí la insatisfacción y la búsqueda, la falta de plenitud y el sueño de lo pleno. De ahí, también, el gozo de la variedad, la alegría de la pluralidad, la riqueza de lo diverso.
- Relaciones sociales: Buena parte de la construcción de lo humano se realiza en las relaciones sociales, en la conjunción de esfuerzo, en la colaboración en los proyectos comunes. La multidireccionalidad de la relación encuentra un marco estupendo en las relaciones sociales. Una persona sola no sería capaz de elaborar el complejo tejido de las relaciones. Para construir nudos relacionales se necesita de los otros.
- Cuatro patas: Las cuatro “patas” de una relación saludable son: la participación (actores del proceso de relación), la igualdad y la equidad (base de los derechos personales y sociales), la diferencia (respeto y acogida), la comunión (la espiritualidad). Estos son los elementos que nos educan para ir entretejiendo nudos relacionales que nos den equilibrio en la vida comunitaria.
- Relaciones con la tierra: Todos los seres son portadores de derechos. Por eso mismo resulta imprescindible entablar con ellos unas relaciones saludables, hacer también con ellos los nudos que nos hacen fraternos. Por alejado que nos parezca, la fraternidad cósmica puede ser un buen elemento para la espiritualidad de la creación de nudos relacionales. En todas estas dimensiones, el ser humano se realiza en la historia y en la vida concreta, en la vida fraterna, en un proceso que nunca se detiene.
c) Derivaciones
- Dispuestos para la relación: Es buena y necesaria una predisposición para la relación, para el tejer nudos. Fomentar esa buena disposición es saludable. Apoyar y sostener actitudes de aislamiento, de individualismo consagrado, de comportamientos anquilosados que no hablan ya el lenguaje de lo común no nos favorece nada. Una puerta abierta a la demanda de relación, así habría de ser la puerta de nuestra casa.
- Saber de: Para entretejer nudos hay que saber algo de los hilos que se mezclan. Saber del hermano no es entrometerse en asuntos que no son de nuestra incumbencia. Pero es preciso entrar en ese mundo de datos externos e internos que nos faciliten la buena relación. Los gustos, los valores, los sentimientos, los caminos gozosos, los recuerdos que nutren…conocer todo ese mundo es algo muy útil para entretejer nudos.
- Mantener las relaciones: Las relaciones que entretejen nudos no pueden estar circunscritas al tiempo (a veces breve) de un período concreto de vida. Habría que mantener las relaciones más allá de esos marcos coyunturales. Los modernos medios de comunicación nos ayudan mucho en ello. Utilizarlos bien puede ser útil para la empresa fraterna de la buena relación.
- Algo delicado: El material de este tejido de nudos es delicado, es lo más vivo de las personas. Por eso habrá que tratarlo con delicadeza. Ser toscos, descuidados, lenguaraces, olvidadizos en todo este mundo de las relaciones es una siembra de sal. Quizá sea la causa principal que nos hace retraernos en el proceso de construcción de lo comunitario. Por eso hay que tener mucho cuidado con ello.
d) Texto evangélico de meditación: Mc 3,34-35
«Y, paseando la mirada por los que estaban sentados en corro en torno a él, dijo: -He aquí mi madre y mis hermanos. Quienquiera que lleve a efecto el designio de Dios, ése es hermano mío y hermana y madre».
La nueva familia de Jesús es un nudo de relación en torno al designio de la Padre que no es otro sino que la humanidad, la creación incluso, viva reconciliada, en la forma de la fraternidad, de la buena relación, tejiendo un nudo de relaciones.
e) Un poema
Geografía humana
Mirad mi continente conteniendo
brazos, piernas y tronco inmensurado,
pequeños son mis pies, chicas mis manos,
hondos mis ojos, bastante bien mis senos.
Tengo un lago debajo de la frente,
a veces se desborda y por las cuencas,
donde se bañan las niñas de mis ojos,
cuando el llanto me llega hasta las piernas
y mis volcanes tiemblan en la danza.
Por el norte limito con la duda
por el este limito con el otro
por el oeste Corazón Abierto
y por el sur con tierra castellana.
Dentro del continente hay contenido,
los estados unidos de mi cuerpo,
el estado de pena por la noche,
el estado de risa por el alma
-estado de soltera todo el día-.
Al mediodía tengo terremotos
si el viento de una carta no me llega,
el fuego se enfurece y va y me arrasa
El bosque de mis pelos mal peinados
se eriza cuando el río de la sangre
recorre el continente,
y por no haber pecado me perdona.
El mar que me rodea es muy variable,
se llama Mar Mayor o Mar de Gente
a veces me sacude los costados,
a veces me acaricia suavemente;
depende de las brisas o del tiempo,
del ciclo o del ciclón, tal vez depende,
el caso es que mi caso es ser la isla
llamada a sumergirse o sumergerse
en las aguas del océano humano
conocido por vulgo vulgarmente.
Acabo mi lección de geografía.
Mirad mi contenido continente.
G. Fuertes
4. Auscultar el corazón del otro
Auscultar el corazón del otro no como quien avasalla e invade, sino como quien asiste a un misterio cercano, el misterio insondable del fondo de la persona. Construir la cordialidad en común demanda necesariamente mirar en la dirección del corazón del otro, acercarse a la senda de sus sentimientos, entrar en la casa de sus regocijos, probar el vino de su alegría y atender a sus llantos. Para ello hay que estar atento a los movimientos delicados y sutiles del corazón. No se puede entrar como elefante en cacharrería. El respeto delicado se hace imprescindible. Tratar mal al corazón es cerrar su puerta para siempre
El Dios que tiene corazón es el que mira en la dirección de lo nuestro para que nosotros miremos en dirección de él a través del camino imprescindible del corazón ajeno. En esta “mirada de corazones” se encierra no poco del sentido de la vida. No podemos entender la realidad de Dios como desprovista de corazón. Él es “humano”, dice Sab 12,19, obra con la humanidad de quien tiene un corazón hondamente comprensivo. Despojar a Dios del corazón es vaciarlo de contenido amoroso cosa que lleva a “secarlo”.
a) Cant 1,5-6
«5Soy morena pero hermosa,
oh mujeres de Jerusalén,
morena como las carpas de Quedar,
morena como las cortinas de las carpas de Salmá.
6No me miréis así por ser morena,
el sol ha bronceado mi piel.
Mis hermanos se airaron conmigo;
me obligaron a cuidar de sus viñedos,
por eso no pude cuidarme a mí misma, mi propio viñedo».
- Morena pero hermosa: La morenez no impide la hermosura; le otorga incluso un plus de belleza, a pesar de que, en el poema, sea considerada como un déficit. No será obstáculo para que sea la esposa amada. Ya no se volverá a mencionar más a lo largo del Cantar. Las circunstancias personales pueden ser bellas cuando detrás está la fuente del amor. Lo que consideramos oscuro encierra una indudable luz.
- Como las carpas de Quedar…de Salmá: Los indómitos árabes de Quedar y sus negras tiendas nómadas hechas de pelo de cabra, o las de los nómadas del Sur como Salmá. Negrura de márgenes, de excluidos, pero que tiene una indudable belleza, porque en los márgenes también está la vida, también esas carpas protegen la vida.
- No me miréis así: Si se quiere ver el corazón hay que sobrepasar el muro de las apariencias, de lo de fuera, hay que mirar de otra manera. Por supuesto, para el Esposo del Cantar lo de fuera no es obstáculo para llegar al corazón de la amada; la morenez ni cuenta.
- Me obligaron a cuidar sus viñedos: El marginado sufre la opresión del sistema. Pero eso tampoco borrará la vitalidad del oprimido, su dignidad, su recurso a la justicia, sus sueños innegociables. Esta es la belleza de dentro del corazón.
- Mi propio viñedo: Un viñedo no guardado, el propio, pero un viñedo que sigue ahí, más allá de cualquier expolio. Los valores del corazón son perennes, no dependen de la consideración social o de los vaivenes de las circunstancias.
b) Reflexión
- Prácticas de cordialidad: Porque la cordialidad, como todos los valores éticos y humanos, es, ante, todo, cuestión de práctica. La mejor práctica de cordialidad es el cuidado. La ética del cuidado desvela la realidad verdadera de la cordialidad. Esta sin aquel es imposible. Cuidar es más que un acto, es una actitud, una manera de situarse ante la realidad del otro.
- Espíritu de delicadeza: Las razones del corazón y el espíritu de delicadeza definen a la persona (Pascal). Es preciso incorporar la inteligencia cordial a la intelectual para hacernos una humanidad más sensible al otro y, por tanto, más solidaria con los que sufren. Somos seres de afecto, de pasión y cuidado. Dinamismos imprescindibles para asomarnos a la propia realidad y a la del otro.
- Un corazón palpitante: Cordialidad significa el modo de ser que descubre un corazón palpitante en cada realidad. Consigue ver más allá de los hechos y de las circunstancias para tocar lo que late. Supone tener la capacidad de sentir del corazón del otro y el corazón secreto de todas las cosas.
c) Derivaciones
- Saltar la valla: Los humanos cercamos nuestra interioridad con una valla, celosos de ella, temerosos de la que hieran, desconfiados de que se enteren de lo que hay en ese huerto y nos hieran, guardianes aguerridos para que nadie toque lo que creemos que nos pertenece en exclusiva. Auscultar el corazón supone intentar saltar esa valla o, mejor, abrir esa cancela tan celosamente guardada. Mientras sea un muro compacto, no habrá posibilidad de que los corazones se aproximen. Y tengamos en cuenta que la casa del corazón se abre por dentro. Es decir: no se puede forzar, ha de ser el otro quien abra. Y nosotros, fielmente, estar esperando a la puerta.
- Saber de itinerarios hondos: No quedarse en los itinerarios de fuera, exteriores, que tienen también su importancia cómo no (la enfermedad, los trabajos, las actividades, las anécdotas cotidianas). Ir más adentro: los sentimientos, las visiones la vida, las valoraciones de las cosas, los gustos o disgustos de lo que acaece. No estar siempre navegando en aguas superficiales. Auscultar el corazón es saber algo de eso para acogerlo, agradecerlo, acompañarlo, sostenerlo, soportarlos, abrazarlo.
- El latido de lo comunitario: Un latido particular, no fácil de detectar. Hay que estar muy atento al proceso comunitario, a su evolución. Eso requiere un cierto análisis y evaluación, una reflexión razonada de los caminos que la comunidad de vida y de fe va tomando. Si se hace esta tarea, se puede detectar de alguna manera el nivel de entrelazamiento comunitario que se tiene.
d) Un texto evangélico para la meditación: Mc 10,21
«Jesús, fijando la vista en él (el joven rico), le demostró su amor diciéndole: - Una cosa te falta: márchate, todo lo que tienes, véndelo y dáselo a los pobres».
Jesús mira en la dirección del otro con amor. La propuesta que le hace de irse entregando es una propuesta de amor, dirigida al corazón, no a ningún deber o ley. Propuestas de amor.
e) Un poema
La plaza
La piedra está
firme y anónima.
Sostienen los pilares
con gravedad la sombra acogedora.
Aquí alguien habló
tal vez a hombres unidos
en la misma esperanza.
Tal vez entonces
tuvo en verdad la vida
cauce común y fue la patria
un nombre más extenso
de la amistad o del amor.
Aquí latía un solo corazón unánime
5. El cultivo de la ternura
Pretender una inteligencia cordial, una vida en buena relación, un estilo de vida comunitaria jugoso sin el cultivo explícito de la ternura resulta imposible. Si se quiere conservar, fortalecer, dar sostenibilidad a una opción de vida en relación, la ternura es un elemento imprescindible. Si queremos que el otro entre en el ámbito de nuestro horizonte vital, la ternura es la puerta. Estanos hablando de los resortes afectivos del fondo que determinan el actuar humano.
No resulta fácil esto en estilos de vida que han censurado, por peligrosod y lindantes con la inmoralidad, muchos de los comportamientos del corazón. Pero hoy se puede reivindicar con cierta facilidad la necesaria dosis de ternura en la vida cristiana. Hay que animarse y hay que alejarse de viejos imaginarios que hoy ya no tienen vigencia (la rectitud, la fría honestidad, la justicia sin corazón).
a) Cant 8,4
«Prometedme, oh mujeres de Jerusalén,
que no despertaréis al amor
hasta que llegue el momento apropiado».
- Promesas de ternura: No son promesas en el vacío, sino que encierran el afán por relacionarse bien con el otro. Promesas alimentadas por el amor. No son promesas “blandas”, melifluas, sino hondamente vivenciales y, por supuesto, con el decidido afán de llevarlas a cabo en la medida de lo posible. Esas promesas sostienen el débil andamiaje de los días.
- Despertar al amor: Ponerlo a funcionar, hacer de él un dinamismo real de la vida, convertirlo en empuje y en la orientación de cada día. La fuerza orientadora del amor es muy grande, la capacidad para dar sentido es evidente, la energía para sostener en situaciones difíciles es cosa comprobada.
- El momento apropiado: Pero no conviene forzar situaciones. Todo tiene su momento. La ternura ha de aprender a no avasallar, a respetar, a asimilar silencios, a sostener interrogantes que aún no pueden tener respuesta. Cada paso del proceso del amor tiene su momento; es preciso aceptarlo y construirlo con paz.
b) Reflexión
- Algo que puede morir: Es así. El amor es una realidad viva, expuesta, y puede morir, y de hecho se acaba y muere. También esto hay que aceptarlo con paz en la dinámica relacional. No se trata de odio, sino de mera indiferencia, de falta de cultivo, de intereses que derivan hacia otros caminos. Encajar esto con humanidad es bueno. La ternura puede ser alimento para que esto no se dé, se retrase o, en el peor de los casos, se encaje del mejor modo posible.
- La savia del amor: La savia del amor es la ternura. La ternura irrumpe cuando la persona se descentra de sí misma, sale en la dirección del otro, siente al otro como otro, participa de su existencia y se deja tocar por su historia vital. Cuando no se deja atrapar por la enfermedad del yo. El otro marca al sujeto. Marcados por el otro, esa podría ser una buena definición de la vida comunitaria.
- Sensibilidad y cálculo: Pascal opone la sensibilidad al cálculo, el espíritu de delicadeza al de geometría. Sin embargo, ambos son necesarios en la vida común. Solo que el primero (el cálculo) habría de estar supeditado al segundo (la delicadeza, la ternura, la compasión, el aprecio). La ternura no renuncia al sentido crítico, pero lo supedita para que no haga desaparecer el jugo que hace la vida interesante.
c) Derivaciones
- Estamos a tiempo: Siempre se está a tiempo de elaborar pensamiento y vivencia en torno a la ternura. Siempre hay posibilidad de abrir una pequeña brecha en el compacto muro de nuestra indiferencia. Siempre hay una grieta por la que la plantita de la ternura puede verdear. Es cuestión de animarse a trabajar en esa dirección, ser paciente con los, a veces, escasos resultados y resistir en el empeño no con tozudez sino con fidelidad.
- Palabras y gestos: Porque la ternura, como todas las realidades sutiles necesita “sacramentos”, signos externos que sean lenguaje comprensible y generador de ánimo. De ahí que las palabras que expresan ternura (sin ñoñería) y los gestos humildes que la significan (sin amaneramiento) sean tan necesarios en la vida cristiana. Habríamos de superar la “vergüenza” que, por razones culturales y educativas, produce esto en nuestro comportamiento.
- Sensibles y críticos: Las dos cosas pueden y quizá deban ir unidas. La sensibilidad sin componente crítico deriva en gazmoñería; el sentido crítico sin sensibilidad deriva en códigos normativos fríos. De ahí que ambas realidades deban ir emparejadas. Eso sí, el sentido crítico, como hemos dicho, siempre sujeto a la sensibilidad, a la ternura.
- Tierna corporalidad: Porque el cuerpo es el instrumento imprescindible para nuestra vida. Hay que tratarlo con ternura. No vayamos a irnos a la tumba sin haber sido tiernos con nuestra corporalidad (el cuerpo y lo que contiene: sentimientos, historia, perspectivas de vida, etc.). Dios mismo tiene ternura de su cuerpo en la creación y en el cuerpo de Jesús. Una de las formas de vehicular la ternura en la comunidad cristiana es hacerlo en la corporalidad de los cuerpos de los hermanos con todos sus avatares.
d) Texto bíblico de meditación: Sal 103,13
«Como un padre siente ternura por sus hijos, así siente el Señor ternura por sus fieles».
Un padre de ternura. Paternidad y ternura es una ternura al cuadrado, aumentada. Una ternura aumentada es la que siente Dios por su creación. De ahí deriva su estilo de relación con lo creado. ¿Cómo mantener el imaginario de un Dios exclusivamente bueno, todo bien, sumo bien?
e) Un poema
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Quisiera que tú me entendieras a mí sin palabras. Sin palabras hablarte, lo mismo que se habla mi gente. Que tú me entendieras a mí sin palabras como entiendo yo al mar o a la brisa enredada en un álamo verde. Me preguntas, amigo, y no sé qué respuesta he de darte, Hace ya mucho tiempo aprendí hondas razones que tú no comprendes. Revelarlas quisiera, poniendo en mis ojos el sol invisible, la pasión con que dora la tierra sus frutos calientes. Me preguntas, amigo, y no sé qué respuesta he de darte. Siento arder una loca alegría en la luz que me envuelve. Yo quisiera que tú la sintieras también inundándote el alma, yo quisiera que a ti, en lo más hondo, también te quemase y te hiriese. Criatura también de alegría quisiera que fueras, criatura que llega por fin a vencer la tristeza y la muerte. Si ahora yo te dijera que había que andar por ciudades perdidas y llorar en sus calles oscuras sintiéndose débil, y cantar bajo un árbol de estío tus sueños oscuros, y sentirte hecho de aire y de nube y de hierba muy verde... Si ahora yo te dijera que es tu vida esa roca en que rompe la ola, la flor misma que vibra y se llena de azul bajo el claro nordeste, aquel hombre que va por el campo nocturno llevando una antorcha, aquel niño que azota la mar con su mano inocente... Si yo te dijera estas cosas, amigo, ¿qué fuego pondría en mi boca, qué hierro candente, qué olores, colores, sabores, contactos, sonidos? Y ¿cómo saber si me entiendes? ¿Cómo entrar en tu alma rompiendo sus hielos? ¿Cómo hacerte sentir para siempre vencida la muerte? ¿Cómo ahondar en tu invierno, llevar a tu noche la luna, poner en tu oscura tristeza la lumbre celeste? Sin palabras, amigo; tenía que ser sin palabras como tú me entendieses.
J. Hierro |
6. Descubrir la caricia
Hablar de caricias en marcos de vida cristiana es algo sin contexto, cuando no algo inapropiado e, incluso, censurable. Deudores todavía de una moralidad represiva no hemos descubierto caminos integradores que despojen de peligro a los movimientos del corazón y los conviertan en dinamismos saludables para una vida en buenas relaciones.
Por eso hablamos de descubrir la caricia, como quien iniciara un camino no hollado, como quien se preguntara por primera vez, sin prejuicios, sobre un dinamismo que puede ser nuevo y útil. ¿Cómo generar un “modo acaraciente” de fe más que una manera áspera y lacerante de creer? ¿Cómo sentir que nuestro corazón sale reconfortado con el apoyo de la comunidad de fe? Pueden parecer asuntos que no tienen relación con la fe. Pero es la falta de costumbre la que nos habita, la escasa imaginación para pensar maneras que pongan carne a este tipo de intuiciones.
a) Cant 2,3-6
«3Como el manzano más selecto del huerto
es mi amante entre los jóvenes.
Me siento bajo su sombra placentera
y saboreo sus deliciosos frutos.
4Él me escolta hasta la sala de banquetes;
es evidente lo mucho que me ama.
5Fortalecedme con pasteles de pasas,
refrescadme con manzanas,
porque desfallezco de amor.
6Su brazo izquierdo está debajo de mi cabeza,
y su brazo derecho me abraza».
- Como el manzano: La hermosura del árbol, la sensualidad del fruto, la caricia del viento que se cuela entre su follaje. Hechos para la caricia, para la caricia esencial. De ahí puede brotar ese aliento que reconforta desde el fondo, que rehace a la persona, que toca la fibra más sensible por la que vibra una persona y que hace que los días escapen a la grisura que los hace irrelevantes y pesados.
- Sombra placentera…deliciosos frutos: Los que puede dar quien acaricia siempre que no haya en él ningún afán de avasallamiento, de posesión, de atrapar al otro en sus redes. Un placer orientado y moldeado por la relación. Para nada algo egoísta que se cierra en uno mismo.
- Pasas y pasteles: La sensualidad de lo que se come con amor, el regusto de aquello que se nos dio para comer desde el amor de madre y que perdura desde la infancia hasta la adultez. Cuando se comen los frutos de la ternura se recuerdan siempre porque quedan grabados no tanto en la boca, cuanto en el fondo del alma.
- Su brazo izquierdo…su brazo derecho: La caricia del cuerpo que toca al cuerpo que ama, respeta, y aprecia. El toque que no es irruptor, sino amabilidad y preocupación, caricia esencial. Envuelto por los brazos que aman, por la amabilidad que rodea, por el cuidado que quiere ayudar en cualquier necesidad, por pequeña que sea.
b) Reflexión
- La caricia esencial: La caricia es esencial cuando se transforma en una actitud, un modo de ser que cualifica a la persona en la totalidad, en el pensamiento, en la voluntad, en la interioridad, en las relaciones. Por eso la caricia toca a lo profundo del ser humano. Una caricia superficial no ha llegado aún a su destino. Acariciar es apuntar al fondo de la persona, mirar en la dirección del sustrato más elemental e intentar comprender desde ahí. Por eso confiere reposo, integración y confianza. Banalizar la caricia es banalizar a la persona.
- Total altruismo: La caricia exige total altruismo, respeto por el otro y renuncia a cualquier otra intención que no sea la de la experiencia de querer bien y de amar. La caricia esencial es leve como un entreabrir suave la puerta. Jamás hay caricia en la violencia de abrir puertas y ventanas forzándolas, es decir, en la invasión de la intimidad de la persona.
- Acariciar o atrapar: Son dos actitudes contrapuestas: atrapar apunta al dominio, acariciar al cuidado. La primera es expresión de poder, de manipulación, de sometimiento a mi modo de ser. La mano que acaricia representa la alternativa necesaria: el modo de ser cuidado.
c) Derivaciones
- Tocar al hermano: Hemos ido construyendo una vida cristiana que no se toca, no solamente físicamente, sino “acaricialmente”. Aislados en nuestra corporeidad-espiritualidad hemos creído que nos hacíamos fuertes pero, en realidad, éramos vulnerables. La caricia nos habría hecho más fuertes, el “tocarnos” en nuestra realidad vital nos habría abierto a las realidades de los otros. Sin “tocar” es difícil ser seguidor de un Jesús que “toca” mucho (sobre todo en el Evangelio de Marcos) y que es tocado, “apretujado” (Mc 5,31).
- Entreabrir la puerta: Con todo respeto, con todos los cuidados, con todos los permisos, sin esgrimir ninguna clase de derechos, sin forzar nada. Asistir con paciencia al momento en que se requiera nuestra presencia en ese huerto interior. Pero, eso sí, saber estar a la puerta, signo de verdadero amor (como en Ap 3,20), saber soportar “el rocío de las noches” que las personas llevamos todas en nuestra vida, saber acoger el peso que toda persona acarrea.
- Una mano revestida de paciencia: Así habría de ser la mano que acaricia en la comunidad cristiana. Un guante de paciencia que no encierra una mano férrea que agarrota, sino que también por dentro es de fraterna suavidad y cuidado. Pretender acariciar de manera violenta es echar por tierra la posible buena relación en la comunidad.
- Nuestra fraternidad perdida: La caricia esencial nos devuelve a nuestra humanidad, a nuestra fraternidad, perdida, no hallada todavía. Corremos el peligro de perder lo que nunca hemos hallado. La ternura y la caricia pueden ponernos en la pista de este estilo de comunidad en buena relación que puede contribuir fuertemente a dar sentido a nuestras opciones creyentes.
d) Texto bíblico para la meditación: Is 66,13
«Como una madre que acaricia a su hijo, así yo os consolaré a vosotros, y en Jerusalén seréis consolados».
Dios acaricia, Dios consuela. Lo suyo no es darnos normas, leyes, decretos, mandatos…lo suyo es darnos ternura y consuelo. Jerusalén puede ser para nosotros/as la comunidad de fe, el lugar de la caricia y del consuelo, el lugar del gozo de la presencia de un Dios que nos acaricia y que nos empuja hacia el corazón del otro.
e) Un poema
La caricia perdida
Se me va de los dedos la caricia sin causa,
se me va de los dedos... En el viento, al pasar,
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida ¿quién la recogerá?
Pude amar esta noche con piedad infinita,
pude amar al primero que acertara a llegar.
Nadie llega. Están solos los floridos senderos.
La caricia perdida, rodará... rodará...
Si en los ojos te besan esta noche, viajero,
si estremece las ramas un dulce suspirar,
si te oprime los dedos una mano pequeña
que te toma y te deja, que te logra y se va.
Si no ves esa mano, ni esa boca que besa,
si es el aire quien teje la ilusión de besar,
oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos,
en el viento fundida, ¿me reconocerás?
- Storni
7. Cuando comer nos hace humanos
La cordialidad se vehicula en lo cotidiano. Una cordialidad únicamente para los momentos extraordinarios tiene el peligro de ser una cordialidad ficticia. Sin embargo, la sencillez de cada día, su monotonía, su tendencia a lo gris es el escenario donde la cordialidad habría de brillar para ser auténtica. Eso hará que tales días escapen a la tentación de la rutina y del descoloramiento.
La vida cristiana, tan ceñida a los caminos del otro, tiene el peligro de descordializarse en lo cotidiano y vivir con exaltación únicamente los momentos privilegiados, los de gran nivel espiritual o teológico, las grandes fiestas religiosas u otras. Pero la verdad de lo que somos se juega en lo cotidiano. Es justamente ahí donde habrá que sembrar la interesante semilla de la cordialidad.
Por eso hablamos de algo tan cotidiano como comer, ya que todos los días es necesario hacerlo para vivir con salud. En algo tan imprescindible y tan cotidiano como comer es donde habrá que construir un escenario de cordialidad. De lo contrario, corremos el riesgo de generar una espiritualidad de la fraternidad sin carne. Si el comer (los alimentos espirituales y los otros) no está integrado de alguna manera en el hecho de creer, todavía nos falta algo importante.
a) Cant 4,16
«16Despierta, cierzo,
llégate, austro,
orea mi jardín:
que exhale mis perfumes.
Entra, amor mío, en tu jardín
a comer de sus frutos exquisitos».
- Despierta, llégate, orea: Porque comer los frutos exquisitos demanda una actitud de lucidez, no de abotargamiento. Participar en el banquete del amor pide que la cabeza esté despejada, ya que amar en la niebla del sentido, sin lucidez, deja un poso de fracaso.
- Que exhale mis perfumes: El comer juntos ha de estar envuelto en perfumes, no tanto los de las viandas, cuanto el perfume del deseo de querer estar en la compañía del otro. Eso da al banquete cotidiano una mística que lo constituye en lugar de encuentro y en marco de intercambio vital.
- Comer frutos exquisitos: Que lo son no tanto por su rareza o exquisitez, sino porque el amor los hace exquisitos. Las viandas son la excusa para el amor, la comida la excusa para la fraternidad.
b) Reflexión
- Comidas humanas: Dicen los antropólogos que la verdadera humanización de nuestros antepasados comenzó cuando los humanos comenzaron a comer juntos. Comer juntos nos hace humanos, ya que eso no es solamente nutrirse, sino relacionarse, inquirir sobre los caminos del otro, empatizar con las situaciones de vida de quien come junto a mí, alegrarse juntos para sobrellevar mejor el peso de los días. Por eso son tan importantes, antropológicamente hablando, las comidas.
- En comunión con todos los seres: Las comidas desvelan una realidad más profunda que la que aparece: no solamente se dialoga con quien se comparte mesa, sino también con todos los seres. “La nutrición nunca es una mecánica biológica individual. Consumir comensalmente es comer en comunión con otros; es comulgar con las energías cósmicas que subyacen a los alimentos, especialmente con la fertilidad de la tierra, con el sol, con las florestas, las aguas y los vientos” (Boff). Esta comunión cósmica está en el subsuelo de nuestras comidas.
- Comer todos: Un anhelo no logrado aún (y falta mucho) es que todos los humanos lleguen a comer como tales. La “soberanía alimentaria” es aún un desideratum. Las reformas agrarias que habrían posibilitado una mesa para todos, siguen pendientes. Mientras tanto, muchos quedan excluidos del banquete de la vida. Quien puede comer, habría de hacerlo con esta espina clavada en la garganta y en el corazón. Eso habría de hacer de su mesa una realidad más abierta apuntando, de algún modo, en la dirección de los excluidos.
c) Derivaciones
- ¿Comer en silencio?: Cuando se come solo, leyendo el periódico o mirando al móvil se está en silencio. Comer en silencio es una “anomalía”. Los humanos comemos hablando, de no ser que, temporalmente, apliquemos el silencio a la comida para lograr una mayor profundización espiritual (como en el caso de una semana de retiro). Pero, normalmente, comer en silencio no es de humanos. Por eso, quien se sienta a la mesa ha de intentar potenciar el diálogo común para que sea lo más “nutritivo” para la relación humana. El diálogo es imprescindible para la buena salud de una persona. Por eso mismo, un grupo humano que dialoga en sus comidas (algunas veces sin prisa) tiene mejor futuro que una que no dialoga (lo mismo que si reza, o más aún). Retraerse en la mudez en la mesa, aislarse, meter la cabeza en el plato, no ayuda a la saludable relación humana.
- En la mesa y en el juego…: Las viejas normas de urbanidad decían que “en la mesa y en el juego se conoce al caballero”. La mesa es un microcosmos. Por eso desvela el talante espiritual del comensal. La vida cristiana ha mantenido, algunas veces, formas hoscas de comportamiento. Tendríamos que ser más flexibles, más educados, más proclives al “por favor”, al “gracias”, al pequeño elogio para quien ha preparado lo que comemos y para quienes lo compartimos. A veces, la relacionalidad se juega en esos detalles básicos.
- Comidas reconfortantes: Reconfortantes para la relacionalidad. Y no solamente porque nos reconfortan el cuerpo, sino porque esponjan el alma. Muchas comunidades, muchas familias, por el devenir de sus planes sociales y laborales, casi no se juntan a comer más que una vez al día. Y ni eso. Es el único momento de diálogo fuerte en la cotidianeidad. Por eso habrá que potenciar esos tiempos para que sean cauce de relación en lo cotidiano. Menospreciarlos o banalizarlos sería una pérdida.
d) Texto evangélico de meditación: Mt 22,9
«Id ahora a las salidas de los caminos, y a todos los que encontréis invitadlos a la boda».
La gran invitación de Jesús no es al trabajo o a la actividad, sino al disfrute, al banquete, a la boda. Ese es el lugar donde Jesús se nos ofrece como el que quiere que lleguemos a la dicha, ya que hemos nacido para el disfrute.
e) Un poema
Memoria
Como pan vino la palabra,
como fragmento de crujiente pan
fue dada,
igual que pan que alimentase el cuerpo
de materia celeste.
Vino, compartimos su íntima sustancia
en la cena final del sacrificio.
Y nos hicimos hálito, sólo soplo de voz.
Palabra, cuerpo, espíritu.
El don había sido consumado.
J.A.Valente
8. Amabilidad que genera amabilidad
La vida cristiana ha tenido, a veces, el aire de una cierta hosquedad. Precisamente por eso habría que trabajar con más ahínco la amabilidad esencial (como actitud) y los actos de amabilidad (como concreción). No se trata solamente de ser educados/as, que no es poco, sino de generar un entorno más fácil para la buena relación. La amabilidad es algo más que unas meras formas de educación y cortesía. Es la tarea, de la que depende mucho la dicha de nuestra opción de vida creyente, la amabilidad tiene un puesto importante.
La amabilidad, para que sea “rentable”, hay que ejercitarla a diario. Efectivamente, es en la espiritualidad de la vida cotidiana donde se sitúan esta clase de valores. Aspirar a una vida cristiana de calidad descuidando estos componentes diarios es querer que el carro no chirríe sin engrasarlo bien.
a) Cant 2,7
«¡Muchachas de Jerusalén,
por las ciervas y las gacelas
de los campos
os conjuro,
que no vayáis a molestar
que no despertéis al amor
hasta que él quiera!».
- Apelar al corazón: Esa es la razón de la amabilidad. Por eso, el estribillo apela “a las ciervas y a las gacelas de los campos”. Ellas que son gráciles, amables, discretas, bellas, son la referencia para que se trate bien al otro, al amado, por su simple belleza. Buscar razones para ser amable es destruir la belleza de la misma amabilidad.
- No molestar: Ley básica de la amabilidad: tener intuición para saber cuándo se molesta y no meterse por tal camino. El amor es contenido, sabe hasta dónde hay que llegar y qué puertas no hay que atravesar. Si se molesta, el amor se vuelve imposible.
- Hasta que él quiera: La amabilidad siempre está a expensas de lo que el otro quiera. El otro es la medida. En el fondo hay un gran “abandono” que se hace por amor. La dignidad y la confianza están a la base.
b) Reflexión
- Razón calculadora/razón cordial: Ambas realidades habrían de ir juntas y en equilibrio, lo técnico y lo espiritual, lo científico y lo ético, lo racional y los sentimientos. Por desgracia, es siempre la segunda parte la que ha salido perdiendo. Por eso habrá que trabajarla más. Y la amabilidad se apunta a esa segunda parte de la razón cordial.
- La dignidad a la base: La amabilidad no es planta sin raíz: a la base está el tema de la consideración de la dignidad del otro. Si esa dignidad no aparece en el horizonte de la relación, hablar de amabilidad es hablar de música celestial. La dignidad es la raíz de la amabilidad.
- El poder es servicio…el servicio es amor: Cuando la amabilidad funciona, el poder se desactiva y se convierte en servicio. Cuando la amabilidad está viva, el servicio se hace con agrado, sin enfado, sin el rostro contrariado. Por eso hay que dar a la amabilidad una categoría de valor que parece habérsele negado.
c) Derivaciones
- Relaciones amables espirituales: Porque podemos llegar a creer que las relaciones amables son un mero adorno que tienen algunas personas. Pero la amabilidad es un valor que tiene categoría de espiritual. Además, ¿Cómo vamos a hablar de espiritualidad evangélica si esta espiritualidad más básica no está presente? Quizá sea por eso que muchas valoraciones espirituales que hacemos en el día a día de la vida cristiana quedan infecundas porque no son suficientemente amables.
- Palabras buenas, gestos buenos: Ya que la amabilidad está, con frecuencia, ligada a la palabra y al gesto. Pretender ser amables con palabras ácidas es imposible; pretender ser amable con gestos airados, displicentes, con desplantes, también. Por eso estos elementos resultan tan decisivos en la relacionalidad humana y cristiana.
- Apostolado de amabilidad: Ya que la vida cristiana enfoca, con frecuencia, el apostolado desde el lado meramente religioso. Pero el apostolado de la amabilidad puede ser decisivo para hacer creíble el otro, el religioso. Muchas personas de hoy entienden mejor el primero que el segundo. Y otras muchas no podrán entender el segundo sin el primero.
d) Texto evangélico de meditación: Mt 5,37
«Que vuestro sí sea un sí y vuestro no un no; lo que pasa de ahí es cosa del Malo».
Jesús corrige viejos planteamientos desviados, los juramentos falsos. Pero puede entenderse desde el lado de la amabilidad: un sí amable y un no amable tiene que estar llenos de verdad y de aprecio a la persona. Si están llenos de trampas, la ruina relacional está servida.
e) Un poema
Nueva vida
Dicen que nada volverá a ser lo que era
antes de que tu pétalo de luz
encendiera mi curva más oscura.
Tú, que no sabes ni que existes
mientras me redondeas,
que te formas y sueñas sin mapas
ni conceptos,
que no tienes ni nombre,
tú me haces infinita
en tu indefinición.
Tú y yo
vamos creando tu cuerpo
a ojos cerrados,
sin saber lo que hacemos,
cómo será la flor.
Yo, media luna de sueño,
y tú, mi otra mitad.
Vanesa Pérez-Sauquillo
9. En el desierto también hay vida y flores
El camino relacional, todos lo sabemos, no es un camino de rosas. El conflicto es compañero de camino. Elaborar conflictos es una tarea siempre pendiente. A veces el conflicto se hace tan pertinaz que parece que la vida cristiana es como un desierto. Nos acomodamos a él, aguantamos largas temporadas de la vida en modos de estar sin sabor, sin alicientes. A veces eso degenera en algo crónico llegando al convencimiento de que esto de la vida cristiana no puede dar más de sí.
Quizá la mejor manera de trabajar no sea huir de ese desierto. Sino percibir que en el desierto hay vida y flores. Que allá donde creemos que no hay más que soledad y desamparo también hay pequeños brotes de vida, sencillos logros que animan a continuar el camino. Nuestro anhelo no será entonces huir del desierto, sino mirarlo de otro modo, derramar fraternidad sobre nuestros desiertos vitales.
a) Cant 8,5
«¿Quién es esa que sube del desierto,
apoyada en su amado?
Bajo el manzano
te desperté,
allí donde tu madre te dio a luz,
con dolores de parto».
- Subir desde el desierto: Porque el desierto es lugar de vida en todas las batallas relacionales. Aprestarse a los largos caminos del desierto. Recabar todas las posibilidades de vida, por pequeñas que sean, que ofrece el desierto. No maldecir la aridez del desierto, no culparle de nuestra desgana, aprender a mirar su brillo al amanecer, su luz de oro al atardecer. Ayudarse para soportar los fríos de sus noches. Una espiritualidad para vivir en desiertos.
- Apoyada en su amado: ¿Para qué nos sirve el Evangelio si no nos ayuda a pasar airosamente los desiertos? ¿Es Jesús apoyo real? ¿Y los hermanos/as, no podrían ser ese apoyo que nos ayuda mutuamente a transitar por los desiertos? De cualquier manera una cosa es clara: atravesar desiertos en soledad es muy difícil. Los apoyos son necesarios.
- Bajo el manzano: También hay fecundidad en los desiertos, también hay “manzanos” por raquíticos que sean, bajo cuya sombra uno puede dar a luz, espacios de vida. No todo es aridez. Manzanos en el desierto…
b) Reflexión
- Desiertos de los sentidos: Es cuando falla la relación en su aspecto más humano, cuando convivir con otros es algo áspero, cuando los silencios se instalan a perpetuidad, cuando no se siente alegría en la presencia física del hermano/a, cuando las conversaciones no fluyen, cuando los caminos vitales del hermano/a me son ajenos y no interesan, cuando sus palabras nos chirrían, cuando no encontramos la senda de la cordialidad. Recurrir entonces al sosiego, sentirse próximo en cosas de poca monta, mantener el nivel de amabilidad y de buena educación. Pequeños remedios para sobrellevar con humanidad un mal de fondo.
- Desiertos del espíritu: Cuando se nos ha ido la ilusión por el desagüe. Cuando ya no percibimos el “soplo” de vida que hay bajo los seres. Cuando todo se vuelve inmediato, sin trasfondos. Cuando notamos que se hace “seco” nuestro caminar por los días. Cuando cuesta levantarse de la cama y encarar el día. ¿Dónde encontrar esa pizca de sal que sazone la “sosera” de los días? En el cultivo de la belleza sencilla, en el canto humilde que evoca algo, en el buen gusto por hacer las cosas con “elegancia”, en la cercanía y el “contagio” de quien es más animado/a.
- Desierto de la fe: En la tentación mecánica de refugiarse en la religión, cuando lo que nos ocurre es que nuestra fe está situada en lo superficial. Cuando las prácticas de ahondamiento creyente (oración, reflexión, lectura, silencio, diálogo profundo sobre asuntos de fe, etc.) no resultan muy cuesta arriba. Cuando no encontramos caminos que alimenten de manera adulta nuestros anhelos creyentes, cuando esos anhelos parecen esfumarse. Recurrir entonces a la Palabra leída desde la novedad de la propia situación; recurrir a la oración recuperada desde la más elemental existencia; recurrir al cultivo de una espiritualidad-teología que alimente.
c) Derivaciones
- No desertizar la vida cristiana: Porque la vida trae inexorablemente sus desiertos. No ahondarlos. No hacer de la vida cristiana un desierto a priori. Pensar que puede ser un edén. Y cuando el desierto surja, sembrar de oasis, de lugares de verdor, de tiempos de encuentro, de pequeñas alegrías compartidas, de humildes sueños alimentados. No convertir nuestros caminos comunes en desiertos improductivos.
- Resistencia para atravesar desiertos: “En la resistencia habita la esperanza”, decía Sábato. Como adultos/as, resistir, no quebrarse, no tirar la toalla fácilmente. Levantar los hombros y seguir adelante con bonhomía, con buen humor incluso. No perder la sonrisa de los labios y del corazón. La fortaleza de quien sabe, por los años, de tormentas y de malos momentos, habría de traducirse no en amargura, sino en confianza.
- Hay vida y flores en los desiertos: Confiar y aguzar la mirada y el corazón para percibir esos signos de vida en las pequeñas cosas de cada día, en lo oculto tras la niebla, en las sorpresas minúsculas que la luz de cada día nos va dando. Las semillas de los desiertos suelen ser pequeñas. Basta una gota de agua para hacerlas florecer.
d) Texto evangélico de meditación: Mc 6,31
«Venid vosotros solos aparte, a un desierto, y parad un poco».
El discipulado ha vuelto de la misión habiendo curado y habiendo enseñado la doctrina tradicional. Fue enviado a lo primero, pero hicieron también lo segundo. Por eso, en el desierto tienen que recuperar el encargo primero. Un desierto para resituar, para reorientar, para encontrar salida a los caminos errados. Un desierto para la vida.
e) Un poema
Piensa
en los que se mantienen al margen,
en los que pasan, casi anónimos,
y escuchan,
y guardan para sí lo que acaso dirían
si las cosas fuesen de otra manera,
si el altavoz brutal callara un poco.
No imagines que el desierto es sólo superficie;
piensa en las arenas hondas, silenciosas,
o surcadas tal vez de profundas corrientes,
pero llenas de vida.
Una vida que calla, pero que es verdadera
y sigue, sigue siempre.
José Cereijo
10. Aceptación y desapego
Estamos dentro del tema de los conflictos, ya que éstos no son solamente con otros sino también consigo mismo. Una forma de irlos superando es trabajar la aceptación de los límites propios y generar una saludable espiritualidad del desapego. Esto tiene su importancia en la relacionalidad, ya que si ambos elementos están mejor asimilados (aceptación de límites y desapego), la relacionalidad será de más calidad.
Se trata, en el fondo, de trabajar en la línea de la mayor libertad posible. No es cuestión de vivir en un nirvana enervante, sino de, estando sujetos a los vaivenes de los días, generar una cierta estabilidad donde brote con facilidad la buena relación. Todo esto puede ser signo de madurez humana y de fe adulta.
a) Un texto: Cant 3,1-2
«1En mi cama, por la noche,
buscaba el amor de mi alma:
lo busqué y no lo encontré.
2Me levanté
y recorrí la ciudad
por las calles y las plazas,
buscando el amor de mi alma;
lo busqué y no lo encontré».
- Buscaba: La relacionalidad, el amor, soporta mal el desapego y los límites. Por eso engendra búsquedas ansiosas. A veces eso se salda con un fracaso. Hay que saber que el amor no depende del resultado de la búsqueda, sino de la intensidad de la relación. Se puede ser persona buscadora y, a la vez, mantener la paz.
- Recorrer la ciudad por calles y plazas: Los múltiples caminos de la búsqueda. Unos dan resultado positivo, otros no. Es preciso saber encajar ambas realidades: ni enorgullecerse vanamente cuando hay resultados en la relación, ni lamentarse continuamente cuando no los hay.
- Buscar el amor de mi alma: O buscarme mi amor de mi propia alma. Hay que hacer un fuerte discernimiento para saber qué estamos realmente buscando, a quién estamos realmente buscando. Las búsquedas se confunden con los anhelos y estos, a veces, con los caprichos. Por eso es tan necesario el discernimiento.
b) Reflexión
- Creativamente resignados: Eso supone la aceptación de los límites: no una resignación que mate la creatividad, sino una creatividad capaz de asumir límites. La resignación sin creatividad es una especie de muerte; la creatividad sin resignación es una ingenuidad porque se piensa que no hay límites que se le interpongan, siendo así que tales límites está ahí todos los días.
- Sin que chirríe el alma: Hay que aprender el desapego sin que chirríe el alma. Porque el desapego viene inexorablemente en la vida: de niños, de adolescentes, de jóvenes, de adultos, muchas veces hay que desapegarse. Incluso hay que desapegarse con humanidad de la persona que antaño amamos. Hasta de la propia vida hay que despegarse un día. Quizá todo esto nos lleva a crear las condiciones para que un Ser Mayor nos venga a llenar.
- De todo podemos aprender: Esa es la conclusión sabia y general: se puede aprender de la experiencia de los límites y se puede aprender de los dolores del desapego. El adulto siempre está en situación de aprendizaje existencial, de aprendizaje de sentido, por áspero que pueda ser, a veces, tal aprendizaje.
c) Derivaciones
- Resignación sin creatividad: Porque así se ha presentado, a veces, el valor religioso de la resignación. Mero conformismo que lleva dentro la inactividad, el dejarse amilanar, el sentirse escachado. Hay que sacudirse esa actitud para que la relación de la vida cristiana no entre en la rutina, en el desaliento, en la certeza enquistada de que no hay nada que hacer.
- En el lugar luminoso: Ahí será preciso situarse a la hora de aceptar los límites porque si se sitúa uno en el gris, en lo oscuro, en la pérdida, las limitaciones son únicamente motivos negativos y nunca trampolines para una posible mejora. La resiliencia es necesaria: hacer de las limitaciones un impulso para crecer madurando.
- Cada vez con menos para ser más: El desapego de cosas nos puede llevar no a un empobrecimiento, sino a lo contrario. Tener lo mínimo para vivir con dignidad nos puede ahorrar muchos quebraderos de cabeza y no pocos disgustos. Cuanto más simple sea nuestra vida, más posibilidad de tener riqueza humana y espiritual.
- Itinerancia: Que es una forma estupenda de desapego: cualquier lugar puede ser nuestra casa; cualquier trabajo puede ser bien hecho siempre que se tenga capacidad para ello; cualquier relación puede ser positiva si se trabaja el camino de la fraternidad. Itinerancia como desapego que produce riqueza espiritual. Una gran sabiduría.
d) Un texto evangélico para la meditación: Mt 9,1
«Subió a una barca, cruzó a la otra orilla y llegó a su propia ciudad».
Se refiere a Cafarnaúm que es llamada “su propia ciudad”, ya que en Nazaret fue rechazado. Se instaló allí y allí pagó sus impuestos. Tuvo que aceptar los límites de sus compaisanos y despegarse del lugar que la vio nacer, no fácil desapego.
e) Un poema
Después de un tiempo,
uno aprende la sutil diferencia
entre sostener una mano
y encadenar un alma,
y uno aprende que el amor
no significa acostarse
y una compañía no significa seguridad
y uno empieza a aprender.
Que los besos no son contratos
y los regalos no son promesas
y uno empieza a aceptar sus derrotas
con la cabeza alta y los ojos abiertos
y uno aprende a construir
todos sus caminos en el hoy,
porque el terreno de mañana
es demasiado inseguro para planes...
y los futuros tienen una forma de
caerse en la mitad.
Y después de un tiempo
uno aprende que si es demasiado,
hasta el calorcito del sol quema.
Así que uno planta su propio jardín
y decora su propia alma, en lugar
de esperar a que alguien le traiga flores. Y uno aprende que realmente puede aguantar,
que uno realmente es fuerte,
que uno realmente vale,
y uno aprende y aprende...
y con cada día uno aprende.
Atribuido a Jorge Luis Borges
11. La belleza salvará al mundo
Esta frase lograda es de F. Dostoievsky, el escritor de las sombras y tinieblas, pero anhelante de luz. Cuando hablamos de belleza no nos referimos primordialmente a la física, tan manoseada, sino a eso hermoso que anhela el corazón, a eso sencillo que habla el lenguaje de lo que agrada al alma, a lo que deja un poso de sosiego espiritual cuando se lo contempla, a eso que hay debajo de la piel y vibra. No es fácil decirlo.
Pero es que el lenguaje ideológico, dogmático, teológico incluso está ya muy agotado y nos evoca poco. ¿Cómo hablar de una vida cristiana con sentido desde la espiritualidad de lo bello? Ya decía el Papa Francisco que no basta que el mensaje sea bueno y justo; tiene que ser bello (EG 167) para que llegue al corazón de las personas.
La categoría de lo bello no ha sido muy cultivada en la vida cristiana. Parecía que eso era cosa de los artistas o de casas ricas. Y hemos vivido muchas veces en la mediocridad y hasta en el mal gusto estético. Y, sin embargo, lo bello puede ser una cara de la trascendencia tras la que dice andar en lenguaje religioso. Por eso, el cultivo de lo bello nos puede hacer más espirituales.
a) Cant 7,2-7
«Tus pies hermosos
en las sandalias,
hija de príncipes;
esa curva de tus caderas
como collares,
labor de orfebre;
tu ombligo, una copa redonda,
rebosando de licor;
y tu vientre, un montón de trigo,
rodeado de azucenas;
tus pechos, como crías
mellizas de gacela;
tu cuello es torre de marfil,
tu cabeza se yergue semejante al Carmelo;
tus ojos, dos albercas de Jesbón,
junto a Puerta Mayor;
es el perfil de tu nariz
igual que el saliente del Líbano
que mira a Damasco;
tus cabellos de púrpura
con sus trenzas cautivan a un rey.
¡Qué hermosa estás, qué bella,
qué delicia es tu amor!»
- El cuerpo cantado: Fuente de belleza. Hay que situarse en otro terreno distinto al moralista en que se nos ha habituado y desde el que hemos llegado a no amar los cuerpos, todo cuerpo. Una valoración nueva de la belleza pasa por una valoración de los cuerpos, del hermano cuerpo que tan bien nos sirve y que nos da tantas alegrías y también los pesares propios de su limitación. El Evangelio es un libro de cuerpos y para los cuerpos. Sin amar los cuerpos no es posible volver al Evangelio.
- De abajo a arriba: Así está descrito el cuerpo de la amada, desde los pies hasta la cabeza. Quizá sea ese el itinerario para volver a una valoración distinta de la corporalidad: desde lo más elemental, los pies, hasta lo más sublime, la cabeza. La espiritualidad de máximos que maneja la religión apunta siempre a lo más alto y olvida lo más bajo. Pero la belleza sencilla está en lo bajo, en lo simple, lo cotidiano. Volver al Evangelio es volver a lo bajo.
- Signo del reino: La belleza sencilla, el cuerpo cantado, el gozo por lo hermoso es signo del reino. No hemos sido creados ni para la pena ni para el trabajo, sino para el disfrute y la fiesta. Por eso es tan importante la espiritualidad de la belleza. Puede dar un toque distinto a nuestras relaciones comunitarias.
b) Reflexión
- Todos los seres tienen una cierta belleza: La cultura nos ha hecho creer que muchos seres son repugnantes, por su morfología o por su historia. Pero todo ser lleva el “alma” incorruptible de Dios (como dice Sab 12,1). Descubrir la belleza oculta de los seres menos queridos es una tarea hermosa. También es una tarea en la vida cristiana descubrirla en los hermanos/as donde la belleza está más oculta por su historia o sus limitaciones.
- Amor compartido en el dolor: Así definen algunos la belleza profunda. No se trata de meras posiciones estéticas, sino de compartir amor en situaciones de dificultad, ya que en las que no tienen dificultad eso va de sí. Esa ha sido la belleza de Jesús con nosotros, compartidor de amor en nuestros caminos extraviados. Desde ahí los ha hecho bellos, a pesar de sus límites.
- Contra el utilitarismo: Porque se nos pega algo que socialmente es un “dogma”: lo que no es útil, no vale. Y no es así: muchas veces se demuestra que lo inútil, el considerado poco útil, es el que aporta más al gozo y al sentido de la vida. Lo útil es una categoría que va por detrás de lo bello. Hay que hablar el lenguaje de lo bello para no ser un dominador o un mero consumidor de recursos (EG 11).
- Dimensión ética y religiosa: Porque lo bello no tiene solamente una dimensión estética. También lo bello es ético porque ayuda a tomar decisiones de cercanía y amor al otro. Y es religioso porque conecta con lo santo que tiene una dimensión estética. Las tres dimensiones van imbricadas, pero, como decimos, lo bello tiene primacía.
c) Derivaciones
- Tiene que ver con la fraternidad: Así es, la belleza tiene que ver con la comunicación porque es algo para compartir. Una belleza para uno solo no es la de la vida cristiana. Cuidar la casa, las personas, únicamente para el exclusivo placer personal no es de recibo. Como todo, la belleza comunitaria ha de ser consensuada, valorada por todos, disfrutada por todos.
- Ofrecer la fe y la religión en el molde de lo bello: Como lenguaje más adecuado. Aunque nuestras posibilidades sean menguadas, hay que intentarlo. Liturgia bella, oración bella, signos evocadores, lugares cuidados, buen gusto en los cantos, discurso catequético con un poco de lírica, etc. Sin exquisiteces raras, pero de una forma bella.
- Belleza para andar por casa: Porque todo ayuda, todo genera espiritualidad. Higiene personal y comunitaria cuidada; buen gusto en la ornamentación de la casa, en las comidas, en las manifestaciones ante la gente; detalles que tengan el lenguaje del buen gusto. La inatrapable trascendencia pasa muchas veces por estos caminos sencillos de lo bello.
d) Un texto evangélico para la meditación: Lc 12,27
«Fijaos como crecen los lirios: ni hilan ni tejen, y os digo que ni Salomón en todo su fasto estaba vestido como cualquiera de ellos».
Comparación para frenar las excesivas preocupaciones y poder acoger así la bienaventuranza de la pobreza. Pero es significativo que se ponga como ejemplo ecológico y estético: los lirios. Sin belleza y sin amor a la tierra no puede entenderse bien la opción por la pobreza.
e) Un poema
Bajo el sol
hay bondad
frente a la luz sólo basta
abrir los ojos
Limpia las penas
de tu corazón
el sufrimiento
de tu cuerpo
bajo el sol
da gracias
a la hierba
al musgo a la lluvia
da gracias
al placer
a la tierra sobre la que vives
y sobre la que mueres
al primer jardín
a los árboles de música
y a sus follajes de silencio
da gracias
al agua de la acequia
al bálsamo en la sangre
al rocío la floresta
al ciervo vulnerable
bajo el sol
al cielo y a sus siglos
a las nubes del aire
al fuego y al frío
a los vientos a las noches
y a los días y a la luz
a los montes y colinas
a las fuentes los mares y riberas
a la muerte
a los pájaros del cielo
y a la muerte
oscuro corzo herido
da gracias
bajo el sol
Ernesto Kavi
12. Para una sed infinita
Parece que el ser humano, debido al mecanismo del deseo, alberga en su interior una inapagable sed de trascendencia. La religión ha lanzado ese componente antropológico al más allá: en el cielo se calmará esa sed al “ver” a Dios. Pero la evidencia es que tal sed anida ya ahora en el corazón de la persona. Por lo que el tratamiento que se dé al deseo y a su utopía de trascendencia ha de ser algo en la historia, en el hoy.
La vida cristiana puede tomar como un apostolado connatural a su opción el tratar de colmar esa sed de trascendencia en el hoy. Esta sed se percibe en muchos signos sociales (foros espirituales, prácticas espirituales que vienen del oriente, modos de contemplación laica, etc.). Eso lo podrá hacer viviendo y ofreciendo más espiritualidad que religión, más profundidad que culto, más interioridad que doctrina.
a) Cant 6,11-12
«Bajé a mi nogueral
a examinar los brotes de la vega,
a ver si ya las vides florecían,
a ver si ya se abrían los botones
de los granados;
y, sin saberlo,
me encontré en la carroza con mi príncipe».
- Bajar al nogueral: Puede leerse este texto hermoso en modos metafóricos: es bajar a la profundidad para verificar si la vida (brotes-vides-granados) bulle en su interior. Quien no se sumerge en lo profundo de la hermosura de la vida, en las verdades existenciales que tocan el corazón, no puede llegar a disfrutar del sentido de esta vida. La trascendencia que ahonda como requisito para el disfrute y el sentido.
- Y sin saberlo: Porque el ahondamiento en la vida ha de hacerse con naturalidad, como quien respira, en maneras sencillas y cotidianas. Esa es la sed de quien busca con moderación pero con pasión.
- En la carroza con mi príncipe: En el sentido, en la verdad que riega la vida, en el Dios que está en el fondo. Estos son los frutos de la trascendencia vivida y ofrecida, de la espiritualidad como elemento del caminar humano.
b) Reflexión
- Escuela para la sed: La comunidad podría ser un ámbito propicio para activar la sed de Dios. Y, además, una escuela del para esa sed, orientándola hacia la dicha y hacia la fe profunda, hacia la fe cósmica.
- Sed de dicha: Algo a lo que ningún humano renuncia: a poder ser feliz dentro de los límites de la historia. El peor pecado que se pueda cometer es no ser feliz, ya que para la dicha hemos sido creados (Borges). La dicha en el marco de lo efímero es muy respetable, ya que aquella en el marco de lo intemporal es insegura, por más que la fe la mantenga.
- Sed de transcendencia: Normalmente, en el imaginario religioso la trascendencia es hacia fuera. Pero se puede pensar la trascendencia hacia adentro, ahondando en la historia, bajando a los sótanos de la vida para encontrarse con la verdad que es uno. Esta trascendencia, tan espiritual como cualquiera, puede dar verdadero realismo y conecta con la verdad misma de la experiencia cristiana (cf Rom 7).
c) Derivaciones
- Una vida cristiana que ofrezca espiritualidad: Porque lo que normalmente se oferta es religión, prácticas religiosas. Pero ¿si se ofreciera espiritualidad? Para ello habría que comenzar por potenciarla en el propio marco de la fe cristiana: una espiritualidad anclada en lo antropológico y en los caminos humanos. Y desde ahí, se podría ofertar y proponer una espiritualidad religiosa. Eso podría ayudar a calmar muchas “sed” que experimentan las personas.
- En conexión con las grandes sed de la persona: La sed de la justicia, de dicha, de amor, de paz, de igualdad…La vida cristiana si no conecta con esas grandes sed que tiene el camino humano no podrá ofrecer espiritualidad y se resignará al rincón de la espiritualidad religiosa, derivada muchas veces en mera práctica religiosa. Por eso es tan importante conectar con las grandes sed de lo humano.
- Libre de intereses que se oponen a la trascendencia: Si la vida cristiana pretende hacer una oferta de espiritualidad y sigue ligada a intereses que, en el fondo se oponen a ella, no logrará nunca nada. Así es: el afán de dinero, la tentación del poder, el corporativismo, el buen nombre de la Institución, la gloria humana a través de la gloria religiosa, todo eso son intereses que bloquean los caminos de la espiritualidad profunda. La vida cristiana habría de situarse lo más lejos posible de ellos.
d) Texto evangélico de meditación: Jn 14,23
«Vendremos a él y pondremos nuestra morada en él».
El Padre y Jesús han tomado una decisión de vértigo: venir a poner su morada en el fondo de la estructura histórica. Por eso, el cielo está en el fondo de la existencia. Quien quiera encontrarse con el Dios que nos habita, tendrá que ahondar en la historia, bajar al sótano de la realidad. Ahí encontrará a Dios, en esas aguas profundas saciará la sed.
f) Un texto
“El nombre de esta profundidad infinita e inagotable y el fondo de todo ser es Dios. Esta profundidad es lo que significa la palabra Dios. Y si esta palabra carece de suficiente significación para vosotros, traducidla y hablad entonces de las profundidades de vuestra vida, de la fuente de vuestro ser, de vuestro interés último, de lo que os tomáis seriamente, sin reserva alguna. Para lograrlo, quizá tendréis que olvidar todo lo que de tradicional hayáis aprendido acerca de Dios, quizás incluso esta misma palabra. Pero si sabéis que Dios significa profundidad, ya sabéis mucho acerca de Él. Entonces ya no podréis llamaros ateos o incrédulos. Porque ya no os será posible pensar o decir: la vida carece de profundidad, la vida es superficial, el ser mismo no es sino superficie. Si pudierais decir esto con absoluta seriedad, seríais ateos; no siendo así, no lo sois. Quien sabe algo acerca de la profundidad, sabe algo acerca de Dios. El nombre de este fondo infinito e inagotable de la historia es Dios. Tal es el significado de esta palabra y aquello a lo que tienden las expresiones reino de Dios y divina providencia. Y si estas palabras no tienen demasiado sentido para vosotros, traducidlas y hablad de la profundidad de la historia, del fondo y la finalidad de nuestra vida social, y de lo que os tomáis en serio, sin la menor reserva, en vuestras actividades morales y políticas. Quizá daríais el nombre de esperanza, simplemente esperanza, a esta profundidad”.
Paul Tillich
9 comentarios
Teresa -
Magistral, una vez más, la reflexión sobre la belleza
Si llegamos a la convicción de que la belleza salvará al mundo será más fácil valorarla y cultivarla.
Para una sed infinita: más espiritualidad que religión, más profundidad que culto, más interioridad que doctrina
Quien no se sumerge en lo profundo de la hermosura de la vida, en las verdades existenciales que tocan el corazón, no puede llegar a disfrutar del sentido de esta vida No se puede decir mejor.
La comunidad podría ser un ámbito propicio para activar la sed de Dios Lo peor sería que se convierta en un espacio donde esa sed se apague.
Bellísimo también el párrafo de Paul Tillich sobre la profundidad. Tanto como este otro:
El Padre y Jesús han tomado una decisión de vértigo: venir a poner su morada en el fondo de la estructura histórica. Por eso el cielo está en el fondo de la existencia. Quien quiera encontrarse con el Dios que nos habita, tendrá que ahondar en la historia, bajar al sótano de la realidad
Mil gracias por todo.
Teresa -
Se puede ser persona buscadora y, a la vez, mantener la paz También para esto hace falta madurez humana y fe adulta. ¿Quién no ha vivido, en la juventud, búsquedas ansiosas sin paz?
Hay que aprender el desapego porque viene inexorablemente en la vida y en cada etapa se vive o se sobrevive a él de forma diferente. Llegar a poder aprender de todo es una gratísima experiencia que hace que todo merezca la pena.
Preciosa definición de la itinerancia como forma estupenda de desapego.
Bellísimo poema el atribuido a Jorge Luis Borges: Así que uno planta su propio jardín, y decora su propia alma, en lugar de esperar que alguien le traiga flores. Y uno aprende que realmente puede aguantar, que uno realmente es fuerte, que uno realmente vale, y uno aprende y aprende
(Continuará...)
Teresa -
Preciosa reflexión sobre el desierto: subir desde él, apoyada en su amado, bajo el manzano Sería bueno formar a quienes vienen detrás en esta espiritualidad del desierto proporcionando herramientas para transitarlo. No todos sobreviven a la penosa tarea de encontrarlas por sí mismos.
Brillante, por realista y esperanzado, el retrato de los desiertos: de los sentidos, del espíritu y de la fe. Y maravillosas pautas para atravesarlos, al alcance de todos.
Y es verdad: también hay un desierto para resituar, reorientar y encontrar salida a los caminos errados
(Continuará...)
Teresa -
La gran invitación de Jesús no es al trabajo o a la actividad, sino al disfrute, al banquete, a la boda Pues es todo un reto transmitir esto a nuestro alrededor. ¿Cómo nos hemos despistado tanto?
La amabilidad, para que sea rentable, hay que ejercitarla a diario De nuevo el ámbito de lo cotidiano. Y cómo facilita la convivencia la amabilidad Hasta tiene poder curativo, sanador y crea la magia necesaria muchas veces para entablar o reconducir una relación.
Y un apunte magistral: no se pueden buscar razones para ser amable, no se puede molestar, y el otro es, siempre, la medida. ¿Hace falta más ejercicio de olvido propio?
Santa Teresita fue una extraordinaria abanderada de la amabilidad en la convivencia cotidiana. Y afirmaba que cuando era necesario decir no a alguien, hacerlo con amabilidad no podía ofender.
(Continuará...)
Teresa -
¿Cómo sentir que nuestro corazón sale reconfortado con el apoyo de la comunidad de fe? Un camino a recorrer necesario. ¿Por qué sentimos, más bien, que hemos de poner el corazón a buen recaudo en el seno de la comunidad de fe? ¿Y que esta nos sirve más de piedra de tropiezo que de apoyo?
Precioso: La caricia es esencial cuando se transforma en una actitud, un modo de ser Noble propósito el de ser una caricia. De modo especial teniendo en cuenta que exige total altruismo
(Continuará )
Teresa -
Sí, ahí está la clave: No me miréis así
El cultivo de la ternura: es verdad, hoy se puede reivindicar, aunque solo sea por pura necesidad después de haber llegado al límite de nuestras fuerzas en la VR. Así que nos queda confiar en que la fuerza orientadora del amor es muy grande, la capacidad para dar sentido es evidente, la energía para sostener en situaciones difíciles es cosa comprobada
Marcados por el otro como definición de la vida comunitaria. No hace falta nada más: ni ser muchos, ni los mejores, ni sobresalir en ninguna otra cosa.
(Continuará...)
Teresa -
Siempre es buena la insistencia en la búsqueda de la profundidad. Es antigua, de hoy y de mañana. ¿No será siempre una asignatura pendiente dado que, incluso en la VR, no se encuentran con facilidad personas capaces de tal viaje?
Si la vida cristiana es una suma de corazones solitarios, quizá no hemos dado aún con el verdadero quid de nuestra opción de fe. Si no necesitamos de los demás para creer no hemos dado con la fe relacionada que Jesús propone en su Evangelio No se puede decir mejor.
Valiosa reflexión sobre el amor relacional, anclada con firmeza en la realidad. Y excelente advertencia: El material de este tejido de nudos es delicado, es lo más vivo de las personas. Por eso habrá que tratarlo con delicadeza
(Continuará )
Teresa -
Magistrales los diez puntos a trabajar para hacer de la vida cristiana una opción de amor
La convivencia en la VR sería mucho más bella y fácil con esa vibración del corazón ante la vida del hermano
Solamente el experto en el propio corazón puede ser amparo para otro y es cierto que reconocer, dentro de una, al Caín oculto y al samaritano sensible hace ese amparo posible y verdadero.
El encuentro con el propio corazón se aprende en el encuentro con los otros corazones así que se hace imprescindible recorrer la ciudad y buscar por las calles y las plazas. Encerrarse en una torre de marfil sería, además de un empobrecimiento, absurdo en una vida cristiana. Bellísimo el lenguaje con que se trata todo esto. Una delicia leerlo.
(Continuará...)
Teresa -
Además, la cordialidad está al alcance de todos. Solo requiere trabajarla y olvidarse bastante del propio yo.
Una maravilla reflexionar sobre ella desde el Cantar de los Cantares.
Bellísimo retrato de un amor fuerte e inapagable
El amor, buena relación, vuelve al otro importante Por eso amar es dar vida de nuevo ¿Verdad que lo hemos experimentado más de una vez?
(Continuará...)