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Adviento 2025

 

Retiro en Adviento 025

 

EL CAMINO DE LA BELLEZA

Adviento y fragilidad humana 

 

         El científico Carlos López-Otín  compara en su último libro (La levedad de las libélulas) la fragilidad humana con la de las libélulas. De ese libro tomamos inspiración para este retiro en Adviento 2025.

         Las libélulas tienen un proceso de metamorfosis de un lustro y  cuando llegan a adultas su vida es de dos meses. Bellas y frágiles en extremo. Son un reflejo del hecho humano: valioso y frágil a la vez. Dice Otín: “Hay cien millones de enfermos en el planeta: ¿conocéis a alguien que se haya curado?”. Eso da una idea de nuestra vulnerabilidad.

         ¿Cómo encajar esa fragilidad? Por la reparación, el alejamiento de la toxicidad y, sobre todo, por el amor a la belleza, por no dar por perdido e inútil el anhelo de lo bello, entendiendo por tal no algo exquisito, sino profundamente humano.

         Todos lo sabemos: el Adviento es tiempo de esperanza, la de que saldremos adelante más allá de nuestra fragilidad y que esta, por la encarnación de Jesús en nuestra fragilidad, tendrá un horizonte exitoso. Mantenerse en esta certeza, no apearse de ella es algo decisivo para la posibilidad de una fe adulta.

 

1. Florecer es un logro

 

         Preparamos nuestra reflexión recurriendo a un poema de E. Dickinson:

 

Florecer es un logro.
Damos, en ojeada distraída,
con una flor y apenas sospechamos
las circunstancias mínimas

que colaboran al radiante asunto.
Tan intrincadamente elaborada
para ser ofrecida después al mediodía
como una mariposa.

Envolver el capullo y enfrentar al gusano,
obtener el derecho del rocío,
ajustarse al calor, burlar el viento,
escapar a la abeja rondadora

para no estar en falta con la naturaleza
que la espera aquel día…
Ser una flor es una honda
responsabilidad

  • Florecer es un logro: nuestra mirada superficial impide ver el éxito que es florecer, impide así mismo adentrarnos en el misterio de la fragilidad humana. Es preciso abandonar la superficialidad. Si no, imposible.
  • Radiante asunto: lo más mínimo tiene esa luz. Captarla demanda una cierta sensibilidad y un cultivo de los valores espirituales que es algo más que un nivel cultural. Que también.
  • Envolver...enfrentar…: las muchas tareas de las humildes y hermosas criaturas. La belleza no se da a lo tonto. Enfrentar la fragilidad demanda mucha energía del alma. Sin esa fuerza, imposible.
  • Una honda responsabilidad: que las criaturas hacen mecánicamente (o no) pero que nosotros hemos de hacer conscientemente: la responsabilidad de generar salud ante la fragilidad.

 

2. Una parábola de belleza más allá de la fragilidad: Mt 6,28-30

 

         «Y ¿por qué andáis preocupados por el vestido? Daos cuenta de cómo crecen los lirios del campo, y no trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como cualquiera de ellos. Pues si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, la viste Dios así ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe?».

  • En su origen, la parábola quiere contrarrestar el peso de las preocupaciones que agobian la vida. El exceso de ellas no deja lugar a la utopía del evangelio. Por eso, cuanto más controladas estén las preocupaciones, más posible es que el evangelio tenga un sitio en la vida. Y, desde luego, si se deja a las preocupaciones a su libre voluntad la fragilidad humana resulta tan abrumadora que nos hunde en la zanja. Como primer paso, pues, para dar cara a la fragilidad, no abrumarse en exceso, aprender a torear las cosas como van viniendo, situar los problemas en su exacta medida, plantar cara a las situaciones difíciles sin darse por vencido antes de comenzar a luchar.
  • Además, se podría llegar a pensar que esta parábola ecológica lleva a la inacción, puesto que Dios da la belleza al lirio sin que este trabaje. Pero no es así (recordar a Dickinson). El lirio trabaja las 24 horas del día chupando los nutrientes de la tierra que lo mantienen lozano y hermoso. Si dejara de hacer ese trabajo, se agostaría y su belleza se marchitaría. El éxito, si es que lo hay, contra la fragilidad no se va a dar sin una lucha denodada, coordinada y comunitaria contra ella. El impulso profundo lo da Dios (así lo cree la fe), pero eso no exime de un trabajo fiel y contante. El éxito se logra después de muchos intentos.
  • Según el pasaje, la fe en un Dios que sostiene la belleza en lo marcado por la fragilidad puede ser otro argumento de apoyo. Lo humano es frágil, ciertamente. Pero encierra dentro la belleza del mismo Dios, si es que puede decirse esto. O de otra manera: trabajando para encajar la fragilidad estamos haciendo los trabajos del mismo Dios. Hay que considerar aquello que decía Orwell, que lo importante no es mantenerse vivo, sino mantenerse humano. Ese es el camino de la superación de la fragilidad: trabajar por mantenerse en la mayor humanidad posible.

 

3. La belleza como remedio a la fragilidad: EG 127

 

         Para profundizar, vamos a recurrir al Magisterio de EG donde el recordado Papa Francisco habla con hondura de la belleza. En la medida en que esta mística se asimile se la podrá confrontar con la fragilidad y quizá se pueda asimilar mejor:

 

Es bueno que toda catequesis preste una especial atención al «camino de la belleza» (via pulchritudinis)[129]. Anunciar a Cristo significa mostrar que creer en Él y seguirlo no es sólo algo verdadero y justo, sino también bello, capaz de colmar la vida de un nuevo resplandor y de un gozo profundo, aun en medio de las pruebas. En esta línea, todas las expresiones de verdadera belleza pueden ser reconocidas como un sendero que ayuda a encontrarse con el Señor Jesús. No se trata de fomentar un relativismo estético[130], que pueda oscurecer el lazo inseparable entre verdad, bondad y belleza, sino de recuperar la estima de la belleza para poder llegar al corazón humano y hacer resplandecer en él la verdad y la bondad del Resucitado. Si, como dice san Agustín, nosotros no amamos sino lo que es bello[131], el Hijo hecho hombre, revelación de la infinita belleza, es sumamente amable, y nos atrae hacia sí con lazos de amor. Entonces se vuelve necesario que la formación en la via pulchritudinis esté inserta en la transmisión de la fe. Es deseable que cada Iglesia particular aliente el uso de las artes en su tarea evangelizadora, en continuidad con la riqueza del pasado, pero también en la vastedad de sus múltiples expresiones actuales, en orden a transmitir la fe en un nuevo «lenguaje parabólico»[132]. Hay que atreverse a encontrar los nuevos signos, los nuevos símbolos, una nueva carne para la transmisión de la Palabra, las formas diversas de belleza que se valoran en diferentes ámbitos culturales, e incluso aquellos modos no convencionales de belleza, que pueden ser poco significativos para los evangelizadores, pero que se han vuelto particularmente atractivos para otros.

 

[129] Cf. Propositio 20.

[130] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decreto Inter mirifica, sobre los medios de comunicación social, 6.

[131] Cf. De musica, VI, XIII, 38: PL 32, 1183-1184; Confessiones, IV, XIII, 20: PL 32, 701.

[132] Benedicto XVI, Discurso en ocasión de la proyección del documental «Arte y fe – via pulchritudinis» (25 octubre 2012): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (4 noviembre 2012), 11.

  • Resplandor y gozo profundo: sentirse a gusto en el camino de la fe. Llegar a experimentar que creer es un respiro. Quedar prendado de aspectos bellos de Jesús, del evangelio. Encontrar modos sencillos pero hermosos de vivir lo que se cree. Llegar a vivir y proponer lo cristiano “con brillo en los ojos”.
  • En medio de las pruebas: si es en medio de las pruebas tiene que ser un gozo especial, capaz de mezclarse a las lágrimas, no un estadio de dicha sin ellas. Hay que hacerse fuerte, poco a poco, ante las pruebas que sobrevienen a quienes, quizá aún, no hemos sido probados con fuerza.
  • Todas las expresiones de la verdadera belleza: entran todas, sobre todo aquellas que llevan la marca de lo simple, de lo humilde, de lo gratis, de lo creativo. No caer en la tentación de la gran belleza, cara y pagada.
  • Recuperar la estima de la belleza: si es que se tuvo. Y si no, construir poco a poco esa estima. Quizá no hemos sido educados en ella: casa limpia y ordenada, adornos y plantas que alegren, utensilios cuidados, mesa con cierta “elegancia”, ornamentos limpios, sacristía limpia, puerta de casa limpia, garaje ordenado, cuadros sencillos pero evocadores. Y luego, la belleza de fuera, de la ciudad, de los vecinos, del pueblo en el que vivimos.
  • Un Jesús que atrae con lazos de amor: no únicamente un Jesús en el que se cree, objeto de unos dogmas. Sino alguien que envuelve, atrae, enamora. Un Jesús perfumado, atrayente, cautivador. Un Jesús fuera del marco frío de una teología de escuela. Un Jesús cálido, hogareño, sentido.
  • El arte de un “nuevo lenguaje parabólico”: que no puede ser solamente una técnica que nos deslumbre, sino una mística distinta, un enfoque desde dentro, una oferta y una vivencia en las afueras del sistema, quizá.
  • Una nueva carne para la transmisión de la Palabra: que, a nuestro juicio, no puede ser otra sino la carne de la secularidad, de la manera de ser y vivir de las personas de hoy, con sus pros y sus contras. Y quizá también la carne de la poesía que nos ayude a asimilar lo que tanto nos cuesta: el amor vivo.

 

4. Caminos “bellos” para afrontar la fragilidad

 

         ¿Qué caminos sencillos y a la mano se nos ofrecen para empelar nuestra capacidad para lo bello y así encajar mejor nuestra fragilidad?

 

  • Sobreponerse sin lamentos: no situarse continuamente en el lamento, sino en la admiración, en el asombro de que cada día hay nos ocurren cosas interesantes. 
  • La mirada sobre el otro: la que descubre admirado la realidad del otro, la que desvela detalles interesantes y enriquecedores en las vidas de quienes me rodean.
  • La creativa curiosidad: querer saber, tener deseos de aprender de quien sabe más, pensar que la cultura puede hacer de nuestra vida algo fuerte para ser más equilibrados cuando vengan mal las cosas.
  • El arte sencillo: no alambicado y para élites, pero disfrutar de un concierto popular, una conferencia interesante, una exposición iluminadora, un debate de actualidad. No encerrarse en el propio cascarón.
  • La contemplación que ahonda: el paseo, la oración, la lectura, la escucha de la música, todos los caminos que apuntan al adentro de la persona y de las cosas.
  • La fe en la utilidad de lo que parece inútil: tanto en las personas como en las cosas. Mirar lo inútil con la mirada del agradecimiento. Decirlo, verbalizarlo.

 

5. Un Adviento de ánimo y esperanza

 

         Aunque la llegada del Adviento sea una realidad cíclica, hemos de hacer un esfuerzo para no caer en la rutina sino intentar que sea un tiempo hermoso y vibrante que nos ayude a ahondar en la encarnación, en la Navidad.

         Que aportemos a la comunidad, a la familia, a la sociedad incluso un plus de ánimo en estos tiempos de gran desaliento. Que seamos bienhumorados para que tengan menos vigencia los eclipses del alma y sus nubarrones. Que la fragilidad no nuble del todo a la alegría.

         Y que, como es propio, la esperanza verdee un poco más. Para ello: palabras de esperanza, gestos de esperanza, aprecio a lo que brota, apoyo a quien innova, sana curiosidad por las briznas de esperanza sociales.

 

 

Signos en Adviento

 

         Serían algunos signos que nos puedan ayudar a mantener esta mística de belleza cotidiana que equilibre el peso de la fragilidad:

 

  • Ikebana de Adviento: composiciones de hojas y flores que dibujen algo bello que nos lleve al disfrute.
  • Fotos de libélulas que nos recuerden la fragilidad pero sobre todo la hermosura de la vida. Amazon, que vende todo lo inimaginable, tiene unos broches de libélulas muy bonitos por cuatro perras.
  • Recordando los lirios, incrementar el gasto en plantas y flores (no solo en la capilla, sino también en otras estancias de la casa). Regalar las “flores de Adviento” que anuncian la Navidad.

 

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