Iba enseñando a sus discípulos
«Iba enseñando a sus discípulos» (Mc 9,31)
Una “catequesis social” en el Evangelio de Marcos
Introducción
El Jesús del Evangelio de Marcos, a diferencia de lo que ocurre en Mateo y sobre todo en Juan donde se revela «en discursos», «se va revelando en su acción y en sus respuestas ocasionales»[1]. Es decir, su discurso ideológico parte de la vida y apunta a ella. No por ser «fragmentario» resulta menos profundo. «En su vida no aparece un plan preconcebido, sino un intercambio continuo con la realidad que le rodea, un diálogo de acción y palabra»[2]. Es desde estas constataciones desde donde se puede ir pensando en una valoración social del Evangelio de Marcos en general y de la sección 9,30-10,31 en particular.
No es fácil precisar las intenciones de un autor, la diana a la que se dirige el dardo de su palabra[3]. Su pensamiento se articula entreverando dos destinatarios, los seguidores procedentes del judaísmo (los «discípulos») y los seguidores, judíos o paganos, que no proceden del judaísmo. Estos segundos quedan representados en figuras como la del «chiquillo» de 9,36ss o 10,13-16 en el pasaje que queremos trabajar. Nuestra «catequesis» parece apuntar a «los discípulos». Pero, de rebote, termina dirigiéndose a todo seguidor. La pluralidad de destinatarios otorga más fuerza a la intención de los textos.
Nos hallamos ante un catequesis, más o menos articulada, de componente social. Es cierto que estos textos tienen sus paralelos en los otros dos sinópticos. Pero en Mc hay una cierta articulación, una especie de orden que los hace, aún, más elocuentes. De salida, llama la atención que una catequesis de Jesús a «los discípulos» no tenga contenidos religiosos, sino sociales. En la más pura tradición religiosa del judaísmo, el adoctrinamiento religioso era imprescindible. Jesús adoctrina con la vida, con comportamientos sociales. Una certeza más para intentar lecturas sociales del NT.
De aquí brota la posibilidad de contribuir a un paradigma social de componente evangélico, una manera de enfocar la sociedad, una contribución a la reflexión social desde planteamientos evangélicos, más que religiosos. Los grandes «catequetas» tienen una variedad de inspiraciones: sociales[4], económicas[5], éticas[6], educativas[7], etc. ¿Por qué el Evangelio no va a poder ser fuente de inspiración para una reflexión social? Puede ser una tarea de los modernos trabajos bíblicos sacar al Evangelio de los estrechos moldes del uso religioso para situarlo en el campo común de la reflexión social.
De esta manera se ampliaría, además, la reflexión de lo que se ha dado en llamar la «doctrina social de la Iglesia», ya que esta no ha de versar solamente sobre temas estrictamente sociales, económicos o políticos, sino también sobre el amplio panorama de las grandes preocupaciones sociales de hoy[8]. La comunidad cristiana está necesitada de una reflexión que entronque con la gran corriente reflexiva de quien aspira a un camino histórico de más calidad humana y de más contenido ecológico.
- 1. Punto de partida: la incomprensible entrega (Mc 9,30-33a)
La nota inicial que encabeza todo el conjunto de 9,30-10,31 es ilustrativa: se sitúa en el camino que va de Cesarea de Filipo[9] a Jerusalén[10], pasando por Cafarnaúm[11]. Es en el camino que sube a Jerusalén, en el paradigma de su entrega total desde donde se puede entender lo que afecta a Jesús y lo que se propone a los discípulos.
La travesía se hace con el deseo explícito de un cierto incógnito «porque iba enseñando a sus discípulos» (Edidasken gar tous mathêtas autou). Es una enseñanza a «los discípulos», al grupo más necesitado de cambio de paradigma para llegar a la comprensión de la nueva comunidad que brota del seguimiento de Jesús. Podría esperarse una enseñanza por parte de Jesús de temas religiosos (Dios, la oración, el cielo, la piedad, etc..). Nada de eso; es una enseñanza que tiene como denominador común las relaciones humanas, fraternas, los modos de situarse del seguidor en el conjunto del hecho social.
Este segundo anuncio de la pasión en el Evangelio de Mc es determinante, incorporando un elemento nuevo sobre el primero que acentúa su dramatismo[12]: la inclusión de la espiritualidad de la entrega concentrada en el verbo «entregar» (Paradidomai). Este verbo es frecuente en el estilo profético (desarrollar más). Jesús se autocomprende y de autodefine como un «entregado», uno ante el que Dios se ha dado la vuelta y le ofrece su espalda, uno ante quien Dios se desentiende, lo abandona. Resulta difícil llegar al fondo de esta experiencia de abandono[13]. Todo el comportamiento social del seguidor ha de estar marcado por la superación de esta sensación de abandono y la certeza, contra corriente, de que, a pesar de todo, el Padre marca un camino tan paradójico.
Efectivamente, impersonal paradidotai está indicando que la mano del Padre se halla detrás no como quien cumple un designio asesino, sino más bien como quien señala y sostiene en un camino de entrega total.
La incomprensión de los discípulos y su consiguiente miedo para preguntarle está indicando justamente lo contrario: han entendido bien, o, al menos, han intuido bien. De lo contrario, no tendrían inconveniente en preguntarle. Ellos ven como Jesús la orientación que imprime a la vida del seguidor que «sube» con Jesús a Jerusalén. La dificultad de encajarlo habla de su correcta comprensión.
Hablar aquí de los entregados, los expuestos, los sirios dejados a la mano de Dios, los saharauis en sus tiendas, los echados de su tierra, los indefendidos, los que nadie se preocupa de ellos, los desarraigados….
2. Ser seguidor=ser servidor (Mc 9,33b-37)
Tras el «principio de la entrega», la primera de las catequesis versa sobre la centralidad del servicio. Es una catequesis que se dirige a quienes «habían discutido quién era el más grande» (Dielekthêsan pros allêlous tis meizôn). Esta insensata, aunque comprensible, discusión tiene lugar «en el camino» (En tê hodô), en el lugar mismo en el que se va viviendo ya la entrega de Jesús. Eso lo hace más paradójico. La «discusión» acalorada[14] contrasta con el «guardaron silencio» (Hoi de esiôpôn) que indica la permanencia en ese estado. ¿Cómo entender la propuesta de «entrega» en un contexto de discusión? La espiritualidad del servicio sufre la contradicción circundante de la algarabía del poder.
La secuencia «se sentó…les llamó…les dijo» (Kathisas…ephônêsen…legei) indica los modos catequéticos con «los Doce»: sentado, como estilo de paciencia y de comprensión[15]; llamándoles, como renovando la llamada al seguimiento[16]; diciéndoles, poniendo la pobreza de su palabra ante la fuerza de la ambición avasalladora de los discípulos[17].
El principio del servicio está expresado palmariamente en modos de paradoja: «si uno quiere ser primero de todos, ha de ser último de todos y servidos de todos” (Ei tis thelei prôtos estai pantôn eskhatôs kai pantôn diakonos). La dialéctica «primero/último» está indicando un cierto rango o condición. Es cuestión de posicionamiento social, no de ideas, de ver en qué rango social se sitúa uno. El servicio verifica su verdad en el posicionamiento social que adquiere. Y ello con valor imperativo: no es algo que se deja a la libre voluntad del seguidor: o se sitúa socialmente en un rango de servidor o sus pretensiones de seguidor no tienen cuerpo. La posición enfática del pronombre pantôn está indicando que no hay excepción a la hora de servir: ha de hacerse con cualquier persona que tenga necesidad de ser servido. Y a mayor necesidad, mayor dedicación en el servicio.
La figura del «chiquillo» (Paidiôn) supone un salto cualitativo en la propuesta del servicio. Este personaje puede ser entendido como un “criadito”, un chico que, en épocas de carestía, trabaja en casa ajena a cambio del mero sustento. Es una imagen de desamparo ya que, estado su defensor lejos (el padre), queda al arbitrio del comportamiento del amo: si éste es benigno le irá bien, si no lo es, las pasará de a metro[18].
El seguidor-servidor ha de hacer esa tarea confiando en el solo amparo del Padre-Dios. Si no considera suficiente tal amparo, mejor que se abstenga de entrar en el camino del seguimiento. El doble gesto de «ponerlo en medio…abrazarlo» (Estêsen en mesô…enagkalisamenos) está indicando la identificación y el cariño: Jesús vive así y encuentra en ese modo de ser servidor algo que reconforta su propio interior.
Y no solamente eso: leer bien la realidad de Jesús servidor lleva a leer correctamente la realidad del Padre. Él también es el gran servidor de la historia, aquel que se entrega a lo humano sin red de protección, en entrega total[19].
Hablar de los “grandes servicios”: el servicio a la justicia, el servicio a la dignidad, el servicio a la verdad. Y la hermosura de los “pequeños servicios”.
3. Seguimiento es liberación (Mc 9,38-41)
El autoritario Juan es imagen de quien no entra por esta catequesis social. Su violencia interna le dificulta el camino[20]. Le impide ver algo elemental: que el seguimiento tiene sentido si hace obra de liberación social; de lo contrario, un gran interrogante se cierne sobre él, sobre su sentido.
Esta escena tiene relación con Mc 9,14-29: allí, los discípulos no han sido capaces de ofrecer una alternativa de liberación al pueblo oprimido en la imagen de un chiquillo epiléptico. Es Jesús quien recrea a la criatura, al pueblo, haciendo con él una obra de liberación: «lo levantó y se puso en pie» (Êgeiren auton kai anestê). En nuestra escena, quienes no han podido hacer obra de liberación tratan de impedir que lo haga otra persona, ese «uno» que bien podría ser un pagano[21].
El «intento de impedirlo» (ekôlyomen autô) está sugiriendo que, a pesar de todo, la obra de liberación se hace. Pero tal intento evidencia la incomprensión por parte de los seguidores del grupo de Jesús de los mecanismos del reino: enfocan todo desde el lado religioso y no desde el social, el humanizador. Y se equivocan.
El desenfoque llega al máximo cuando se da la razón de tal intento de impedimento: «porque no nos seguía a nosotros» (Hoti ouk êkolouthei hêmin). Ya no se trata del seguimiento de Jesús, sino de esa adscripción religiosa, de carácter sectario, que cree tener derechos por pertenecer al mismo grupo ideológico. Una perversión del seguimiento de Jesús. Lo que tenía que ser cauce de liberación se convierte en mera apropiación sectaria.
El planteamiento de Jesús es claro: «nadie que actúa con fuerza como si fuera yo mismo puede luego maldecir de mí» (Oudeis gar estin hos poiêsei dynamin epi tô onomati mou kai dynêsetai takhy kakologêsai me). La obra de liberación tiene un valor en sí misma, no depende de su procedencia ideológica, religiosa o no, sino de la “fuerza”, del dinamismo del espíritu humanizador que la hace brotar. Liberar es la marca que autentifica lo humano y, por ello, el seguimiento. En la obra de liberación confluyen Jesús y ese “uno” que libera sin ser del grupo[22]. Ambos hacen en la historia la misma obra liberadora que realiza el amor del Padre. La obra de éste es una obra “social”, con arraigo histórico.
De ahí que nunca el grupo de seguidores habría de considerar “enemigo” a quien libera sino, justo lo contrario, uno a favor. Por eso, la dialéctica «contra nosotros/a favor nuestro» (Kath’hêmôn/hyper hêmôn) ha de ser superada. La confluencia en una acción liberadora ha de ser el signo evidente de pertenencia a Jesús, del verdadero seguimiento. Desde ahí habrá que leer el hecho social: desde una benignidad crítica que considera a la sociedad como lugar de confluencia para hacer en ella una obra de humanidad[23].
Toda esa obra no quedará «sin recompensa» (Misthon). Habrá quien dé un «vaso de agua» (Potêrion hydatos), algo valioso en terrenos semidesérticos como Palestina. Y ello será «por razón de que sois del Mesías» (En onomati hoti Khristou este), porque con la obra de liberación se desvela el verdadero rostro del mesías liberador y del Padre que busca la felicidad básica de la historia, el triunfo sobre una naturaleza hostil que parece salir siempre vencedora[24].
Ejemplos de confluencia liberadora, de acción solidaria conjunta, de benignidad crítica. Gente que libera antes y por encima de esquemas religiosos o ideológicos. Empeños comunes liberadores. Todo ello, cimiento del seguimiento.
4. La ambición y sus grandes discernimientos (Mc 9,42-49)
La cuarta instrucción versa sobre un tema transversal en las páginas del Evangelio: la ambición. No cabe duda de que el grupo de discípulos es un grupo adherido a Jesús que, incluso, ama a Jesús. Pero su entrada en el seguimiento no elimina los componentes antropológicos de fondo, uno de los cuales es la ambición. Por eso, se manifiesta ambiciosos con todo “descaro”, sin paliativos[25].
De nuevo, como en 9,38, «uno de estos pequeños» (Hena tôn mikrôn toutôn) es el actante que desencadena la reflexión. Este es “uno” de esos de fuera del grupo que viene a la comunidad de seguidores creyendo que sus componentes funcionan con otros parámetros distintos a los de una sociedad que busca el lucro y el dominio, una sociedad de violencia y de egoísmo. Llega a la comunidad y se encuentra con que funciona en modos similares a los de la sociedad. Y se “escandaliza”. Por eso califica a este “uno” como uno «que me da su adhesión» (Tôn pisteuontôn eis eme), uno que ha descubierto en el Evangelio una luz nueva, alguien que ha tomado a la persona de Jesús y su Evangelio como cauce real para su vida.
En el griego posclásico el skandalon era el palo que, una vez tocado por la presa, activa la trampa[26]. Por tanto, debido a lo gráfico de esta imagen y si añadimos la hipérbole de la «rueda de molino» (Mylos onikos) hay que deducir que de los que se está hablando es de una realidad de gran importancia: la capacidad de vivir lo económico (entendido en sentido amplio, como principio organizador de la vida) en modos alternativos. Es decir, lo que provoca el escándalo es que la comunidad funcione como todo el mundo, que el seguimiento no le haya llevado a generar modos de vida alternativos, distintos. Si funciona como todo él mundo, quien anhela maneras distintas se siente frustrado y “escandalizado”. Por lo tanto, a una comunidad de seguidores que no genera maneras alternativas de vida es a la que habría que encajar la rueda de molino y echarla al mar.
La no-alternatividad está tipificada en la ambición, en el “ser jefe”, tal como lo deja ver el diálogo entre los discípulos, el «ser más grande» (Tis meizôn) del v.34, quién iba a estar en medio, en el centro, en el lugar de mando. El gusano tenaz de la ambición que roe las entrañas de lo humano. El ansia de poder que conduce al hecho social por caminos de inhumanidad. Eso es lo que está detrás, lo que no ha abandonado al grupo de seguidores, lo que provoca el escándalo. Midamos la fuerza interpeladora de cara a los discípulos: mientras anide en ellos la ambición serán causa de “escándalo” y por lo tanto se situarán lejos del verdadero seguimiento de Jesús.
El Evangelio no deja en desamparo al seguidor. Por eso, si quiere caminar por la senda alternativa del no-poder, de la no-ambición, será preciso hace tres grandes discernimientos que apuntan a la raíz antropológica de la perosa:
* El primero de tales discernimientos está enunciado con el modismo «si te pone en peligro tu mano, córtatela» (Kai ean skandalizê se hê kheir sou). Con las manos el homo faber hace cosas, fabrica, construye. Es preciso hacer un fuerte discernimiento sobre las obras humanas, sobre aquello que se lleva entre manos, sobre los negocios que urde la persona. Si esas obras van en la senda de la ambición y del lucro por encima de todo, hay que “cortarlas”, tienen que experimentar una fuerte reorientación hacia la generosidad, la entrega y la solidaridad.
* El segundo discernimiento queda expresado como «si tu pie te pone en peligro, córtatelo” (Kai ean ho pous sou skandalizê se, apokopsôn auton). Los humanos tienen pies con los que recorren los caminos. Las grandes migraciones, de antes y de ahora, habrían sido posible si los pies que son gobernados por el cerebro. Para ser alternativos es preciso hacer un fuerte discernimiento sobre los caminos que andan los humanos, sobre el mundo relacional, sobre las orientaciones vitales. Resulta necesario ver si el objetivo de los pasos es el corazón de la persona o su cartera, la vida de la persona o sus bienes.
* Y el tercero de los discernimientos queda enunciado como «si tu ojo te pone en peligro, sácatelo» (). El modismo apunta a la sede de la avaricia, de la ambición que no se sacia con nada[27], a la mirada hambrienta de todos los bienes del otro, no solo de los propios. Mientras este destello de avaricia no abandone los ojos del seguidor, no será alternativa válida y generará con ello el escándalo de quien sueña con otro tipo de mundo.
Este es el «fuego» (Pyri) con el que hay «salarse» (Alisthêsetai). No se trata del «fuego inextinguible» (Eis to pyr to asbeston) del que ha hablado en el v.43. Este “fuego” es el propio de los fuertes discernimientos, el escozor de quien se propone andar por una senda diversa, la mordedura del egoísmo que es precio aguantar para poder hablar de alternatividad.
Hay que hablar aquí sobre el tema de una sociedad, una relación, una Iglesia sin ambición. Proponer modelos de no ambición, buscarlos. Imaginar una comunidad cristiana y humana no ambiciosa. El tema del poder
5. La eterna lección de la igualdad (Mc 10,1-12)
No cabe duda de que el marco narrativo de este pasaje es el de una cierta casuística matrimonial, a la que el judaísmo del tiempo de Jesús era muy aficionado[28].
[1] NUEVO TESTAMENTO, J.MATEOS/L.ALONSO SCHÖKEL (Trads.), Cristiandad, Madrid 19872, 173.
[2] Ibid., 173.
[3] Rememorando la conocida obra de F. LÁZARO CARRETER, El dardo en la palabra, Círculo de Lectores, Madrid 1997.
[4] Como T. JUDT.
[5] Como P. KRUGMAN.
[6] Como A. CORTINA.
[7] Como J.A.MARINA.
[8] Es lo que ha hecho en la encíclica Laudato Si’ el Papa Francisco. Cf F. FUENTES ALCÁNTARA (Coord.), Guía para la enseñanza de la doctrina social de la Iglesia, PPc; Madrid 2014; J. I. CALLEJA, Misericordia, caridad y justicia social. Perspectivas y acentos, Sal Terrae, Santander 2016.
[9] Cf Mc 8,27.
[10] Cf Mc 10,32.
[11] Cf 9,33a.
[12] Mc 8,31-33.
[13] Mc 15,34 y Mt 27,46 con la cita de Sal 22,2 es un fuerte indicio de esta situación.
[14] Sentido de dielogizesthe: 8,16.17.
[15] Cf Mc 4,1.
[16] Cf Mc 1,17.
[17] Cf Mc 1,14.
[18] CF. J. MATEOS; Los Doce… § 404.
[19] Cf Mc 9,37.39; 13,6.
[20] Cf Mc 3,17: “El trueno”; Lc 9,51-55.
[21] Como el “uno de estos pequeños” de Mc 9,42 y en conexión con “un chiquillo de estos” de Mc 9,37. El impersonal, con cierto matiz despectivo, puede apuntar en esa dirección.
[22] Se ventila aquí uno de los conceptos claves del seguimiento: quién es de Jesús y quién no. Esa pertenencia viene por el lado de la obra liberadora, no tanto por la adscripción religiosa. Se puede ser de Jesús sin “estar” con él; se puede no ser de Jesús “estando” con él. En Mc 3,13-14 se dice que la “convocación” de Jesús se hizo «para que estuvieran con él» (Hina ôsin met’autou). “Estar con” es una de las exigencias del seguimiento que es preciso construir. No se trata de un mero estar físico.
[23] Sobre el principio de “benignidad crítica” ver: F. AIZPURÚA, La recreación de los carismas religiosos desde los aprendizajes sociales, Eset, Vitoria 2016, 381-387.
[24] “Los médicos ponemos parches a la naturaleza, una naturaleza que es bonita, pero también es salvaje, y al final siempre gana ella”: F. CLOUZET en Un doctor en la campiña, film de Th. Lilti.
[25] Cf Mc 10,37; Mt 19,27; Hech 1,6.
[26] Cf Palabras griegas del NT, en: https://archive.org/stream/PalabrasEnGriegoDelNt/Palabras_Griegas_del_NT_djvu.txt (28-6-2016).
[27] «Los ojos insaciables»: 1 Jn 2,16.
[28] No hay más que ver los numerosos tratados de La Misná de contenido legal en torno a cuestiones matrimoniales (Guittín, Ketubbot, Quiddushín, Sotá, Yebamot, etc): CF C. DEL VALLE, La Misná, Sígueme, Salamanca 19972.
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