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FIAIZ

Carne soy y de carne te quiero

 

 

CARNE SOY Y DE CARNE TE QUIERO

El carisma desde los desafíos del mundo actual

 

            El título de estas notas pertenece a un poema de Alfonso Junco, poeta mejicano, que rezamos en Laudes del Viernes de la I semana. En él se aboga por una idea sencilla: la espiritualidad sin carne es un fantasma. Por eso, para entender a Dios, a Jesús y nosotros mismos es preciso partir de la “carne”, de la historia, de la vida. Si no, se corre el riesgo de construir algo fantasmal. Un fantasma es una realidad sin carne.

            Una manera de intentar poner carne a la espiritualidad carismática es mezclarla a los desafíos del mundo actual. Mezclar espiritualidad y reflexión social. Partiremos de la “verdad poética” porque en los buenos poemas encontramos una verdad con la hermosa carne de lo humano. Luego, y en esta semana de interiorización, haremos una “lectura social” de los signos del Evangelio de Juan. Es un tipo de lectura que apunta deliberadamente a la realidad social; no se queda meramente en los aspectos exegéticos. Desde ahí podremos sacar alguna conclusión para una vivencia carismática actualizada.

            Se quiere que esta semana una semana de interiorización. Por eso, además de la reflexión personal, tomaremos la forma de conversación fraterna. Hablar bien de valores espirituales es una forma hermosa de enriquecimiento espiritual. Nos daremos a ella con buen deseo.

 

1. UNA LLAMADA A LO ALTERNATIVO

 

  • La verdad poética

 

Libérame del reino de la cantidad.

no permitas que sea valorado

por el número de amigos o de seguidores

que pudiera tener en una cosa denominada red.
Haz para mí este milagro mínimo

como la hoja recién brotada del sauce,

invísteme de la sabiduría del árbol.

Haz que la conversación como un viento delicado

cruce de mi interior al de las otras.
Líbrame de las estadísticas, de los altavoces, de los muchos.
otorga transparencia a mi futuro.
                                                                                                                                                                       Juan Antonio González Iglesias – Confiado

 

            Un buen poema que puede ser una buena plegaria para comenzar este retiro: vernos libres por unos días de “la cantidad” de asuntos que nos ocupan. Vernos libres de su presión, no de su realidad. Aprender a mirarlos de manera ahondada, humana, para quitarles el veneno de la prisa y de la eficacia.

            Controlemos, por unos días, nuestro teléfono, nuestro email, nuestro guasap. Un poco de control y de silencio puede hacernos mucho bien. Hay que dejar espacio dentro para que suenen otras cosas, otras inquietudes, otros anhelos.

Aprendamos de la sabiduría del árbol, de la belleza de lo que tenemos delante. Que las piedras nos enseñen el silencio. Que los árboles nos den confianza en la bondad de esta hermosa tierra.

Que la conversación fluya recreadora, reparadora, amable y ahondada. Que nos digamos la bondad de lo creado y su sentido con palabras buenas sembradas en los pliegues del alma.

Que se nos libre de los altavoces, de los alborotos, de los números, de los años acumulados, de los muchos y de lo mucho. Que aprendamos la fuerza de los pocos, el valor de lo oculto, el gozo de lo secreto, por humilde que sea.

Que podamos vivir un futuro más abierto, más sencillo, más transparente, más alegre y sereno.

 

  • El signo de lo alternativo (Jn 2,1-12)

 

            De salida, es preciso superar dos perspectivas de lectura: la historicista y la sacramentalista. La primera trata el texto como una historia ocurrida a Jesús y su familia. Más allá de cualquier posibilidad, esa lectura es estrecha e improductiva de cara al Mensaje. La segunda es una evidente anacronismo difícil de sustentar. Hay que intentar alguna otra variable de sentido.

            El marco esponsal , es apropiado para hablar de cambios de una alternatividad que proviene de la adhesión, del amor. Efectivamente, el amor será el motor para tomar una postura alternativa. No se plantea esto por razones ideológicas, sino por los ignotos caminos del corazón. La invitación a la boda a Jesús y a sus discípulos genera el mejor marco posible para la alternatividad (“Hubo una boda en Caná de Galilea”:  v. 1).

            La primera parte del diálogo entre “la madre” y Jesús desvela la dificultad inicial para situarse en planos de comprensión equivalente. El modismo “¿Quién te mete a ti en esto, mujer?” (v.4) está indicando la diferencia de plano de los actantes: la mujer entiende desde el mesianismo potente, Jesús desde la entrega del reino que es un camino de alternatividad.

La madre y lo que representa, el Israel fiel que quiere dar un paso hacia la nueva comunidad, tiene hartas dificultades para entender los mecanismos del reino como cambio de adhesión, como alternatividad. Lo entiende en los modos mesianistas de la potencia, modos que afianzan la vieja adhesión pero que no abren a otras posibilidades. De ahí que la propuesta de la mujer “a los sirvientes” , cae en el vacío como apuntando a otra expectativa.

El paso a lo alternativo ha de darse cayendo en la cuenta de qué es aquello que se quiere abandonar, la vieja adhesión. En ese sentido, el v.6 es paradigmático: encierra en un verso “tallado” todo lo que para el cuarto Evangelio supone la vieja adhesión, la alianza primera desde la que es preciso desplazarse hacia la nueva comunidad.

Efectivamente, la metáfora de las tinajas vacías refleja esa realidad que ha quedado superada por la propuesta del reino. Se trata de una realidad fija, estática, inamovible, incapaz de adaptarse a los nuevos tiempos: “Estaban allí colocadas”, clavadas, estáticas, inamovibles.    

Eran tinajas “de piedra”, que tienen que ver, idiomáticamente incluso, con las realidades expresadas en una Ley inscrita en las “losas de piedra”. Es una realidad destinada “a la purificación de los Judíos”. Lo bueno de la purificación es, sin duda, el acercarse a Dios en condiciones de máxima pureza ritual. Pero la debilidad histórica demuestra que la persona es falible y debe recurrir constantemente al rito de purificación. Es decir, las tinajas pueden purificar, pero no solucionan la situación de la conexión con lo divino de raíz. O sea, purifican, pero no salvan.

Además, la purificación está en manos de los Judíos, de los dirigentes; ellos controlan y manipulan la realidad religiosa. Dios ha perdido el “control” sobre los mecanismos religiosos. Estos, se apropian de Dios. Por otra parte, la enorme capacidad de las tinajas cada una: unos seiscientos litros en total) está sugiriendo, con una cierta ironía, la ineficacia del viejo dinamismo: demasiada agua para un rito purificatorio que no consigue nada.

Y además, como se deduce del v.7, están vacías. Estatismo, vieja alianza, ineficacia, manipulación, inutilidad,  vacío, etc…, estos son los ingredientes que mezcla la comprensión que de la vieja adhesión tiene el cuarto Evangelio. No solamente por razones históricas, sino incluso literarias, se extrema la situación que se quiere abandonar para llenar de más sentido la nueva propuesta que se propone.

Esa nueva perspectiva viene depara por “el vino de calidad guardado hasta ahora”. El vino tiene una importancia decisiva como referente microcósmico en la antropología bíblica: simboliza la amistad compartida, el gozo participado, la alegría multiplicada. Y de ahí, la realidad de lo nuevo, el horizonte inesperado, la novedad que surge imparable, la utopía tocada con las puntas de los dedos. Todo eso está encarnado en el vino que es Jesús, Mesías guardado hasta ahora. Por eso la alternativa a las “tinajas”, a la alianza primera, es “el vino”, la realidad del Jesús que suscita vida, alegría y esperanza.

Tres personajes comienzan el itinerario nuevo de adhesión: los sirvientes que “habían sacado el agua” (v.9), el maestresala que testifica ente “llamando al novio” (v.9) y los discípulos que “le dieron su adhesión” (v.11). El verdadero signo no es el agua cambiada en vino sino el cambio de adhesión que abre las posibilidades de una época nueva de la historia. Es el milagro de la posibilidad de un cambio de adhesión, una alternatividad que abre a la esperanza, un situarse ante la realidad con el lenguaje de lo nuevo.

 

  • Para la conversación

 

-         La lectura de textos bíblicos ha hecho una costra en la VR, de tal manera que aunque leamos otra cosa nuestros oídos tienden a escuchar lo de siempre. Tendría que haber alguna forma de quebrar esa certeza. Quizá una manera sencilla sea la de “agarrarse a un detalles”. Y desde ahí descubrir el texto con una cierta novedad.

-         No se nos ha presentado a Jesús (quizá ahora un poco más) como un alternativo. Por eso mismo no se ha planteado la fe como una manera de vida alternativa. Sí en las formas religiosas, en las que quizá Jesús no se distinguió. Pero mucho menos en los modos de vida sociales.

-         Hay que pensar si una parte de nuestra debilidad cristiana y carismática no viene, justamente por la dificultad para generar alternatividad, por la escasa evocación que tienen nuestros estilos de vida. Si tuvieran más alternatividad tendrían más sentido, porque sentido y alternatividad van en la misma dirección (y viceversa).

-         ¿Cómo generar alternatividad en formas de amor, no tanto en maneras ideológicas?¿Cómo amar de maneras alternativas al hecho social?¿Qué es eso del amor social del que habla el papa Francisco?

 

  • Para la lectura

 

“El amor, lleno de pequeños gestos de cuidado mutuo, es también civil y político, y se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor. El amor a la sociedad y el compromiso por el bien común son una forma excelente de la caridad, que no sólo afecta a las relaciones entre los individuos, sino a «las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas». Por eso, la Iglesia propuso al mundo el ideal de una «civilización del amor». El amor social es la clave de un auténtico desarrollo: «Para plasmar una sociedad más humana, más digna de la persona, es necesario revalorizar el amor en la vida social –a nivel político, económico, cultural–, haciéndolo la norma constante y suprema de la acción». En este marco, junto con la importancia de los pequeños gestos cotidianos, el amor social nos mueve a pensar en grandes estrategias que detengan eficazmente la degradación ambiental y alienten una cultura del cuidado que impregne toda la sociedad. Cuando alguien reconoce el llamado de Dios a intervenir junto con los demás en estas dinámicas sociales, debe recordar que eso es parte de su espiritualidad, que es ejercicio de la caridad y que de ese modo madura y se santifica” (LS’ 231). 

 

 

  1. 2.      LAS POBREZAS COMO ALTERNATIVA

 

  • La verdad poética

 

Vivir de amor y de agua fresca -dicen-

como si fueran cosas diferentes.

El agua fresca que discurre o mana

de la tierra, esperando ser un trago.

Y el amor, que también busca la boca.

Lo mismo es el amor que el agua fresca.

Vivir del aire, sí, vivir del aire.

Vivir de nada, ser feliz con nada,

con casi nada, porque lo demás,

vendrá, si viene, por añadidura.

 

Confiado, Juan Antonio González Iglesias

 

            Puede parecer esto una lírica vacía, ya que nuestras vidas están repletas de cosas que pensamos que son imprescindibles. La metáfora “de amor y de agua fresca” evoca el arte sapiencial de poder vivir gozosamente sin almacenar cosas, sin sufrir por el no tener superfluo. Para eso hace falta ver el amor como el gran valor y la “frescura” de las cosas sencillas como algo al alcance de la mano. Eso despeja el horizonte que se nubla por el no tener.

            Cuando el agua fresca es “un trago”, algo que entra en la boca y en el estómago, es cuando los estilos de vida sencillos van tomando cuerpo real en nuestra manera de vivir. Se puede comenzar por cosas simples y se pueden ir sumando gestos. Beber “a tragos” lo sencillo de cada día, disfrutándolo, valorándolo, compartiéndolo.

            Y luego está el amor “que busca la boca”, el amor que entra por la boca, por las buenas palabras que salen de la boca, por el canto que sale de la boca, por los besos de verdad que salen de la boca.

            Ser feliz “con nada…con casi nada”, con esa nada de lo más elemental, de los goces más humanos, de las estructuras más simples que se pueda, de los estilos de vida que sean comprendidos y compartidos por quienes viven en sencillez, aunque sea por obligación. “Que os tire lo simple”, decía san Pablo (Rom 12,1-2).

            Lo que venga “por añadidura” no será para aumentar las cosas sencillas y volver a hacerlas complicadas. Será una “añadidura” de sencillez, de simplicidad. Con los años habríamos de decrecer.

 

  • Las pobrezas como alternativa

 

            Aún persiste la maldición de la pobreza y acompañará al devenir humano por mucho tiempo. No es fácil reorientar el curso de la historia. Es imposible hablar de alternatividad a quien sufre la dentellada de la pobreza severa. De ahí que se lea como una maldición y no como un posible lugar de encuentro, mucho menos como una alternativa a otra manera de entender el hecho social.

            Y, sin embargo, el pensamiento moderno va elaborando “teorías”, paradigmas de novedad, que tratan de integrar a las pobrezas en el pensamiento humanista actual no solamente como una parte del mismo sino como un dinamismo que puede tener una cierta decisividad. Planteamientos como los de la civilización de la pobreza, la economía del bien común, la sobriedad feliz, el decrecimiento, etc., tienen a la base el anhelo de integrar el mundo de las pobrezas en la economía real, creyendo que todo ciudadano ha de tener el derecho a una vida digna. Es lo que el Papa Francisco llama la economía de inclusión.  Son profecías sociales que confluyen con el fondo mismo del Evangelio.

            A veces se dice que el cristianismo es propio de una sociedad de pobres que no ha sabido elaborar una mística compatible con una sociedad del bienestar. Quizá por eso haya que intentar una lectura de los textos bíblicos conectada a esta sociedad del llamado bienestar. En ese caso se podría intentar, al filo de textos como Jn 2,1-11, una lectura del bienestar desde la justicia debida a los empobrecidos. Y ello no solamente para censurar los indudables desmanes de tal bienestar, sino también para percibir la parte que se adeuda a los empobrecidos por razones de equidad, de justicia o de mera reparación histórica.

            Desde ahí podría entenderse el mundo de las pobrezas como un mundo positivamente alternativo: cuando las pobrezas entran en la dinámica de la economía real las posibilidades de un mundo humano se acrecientan; cuando los empobrecidos van ocupando el sitio que les corresponde en las estructuras económicas se genera un horizonte de más luz para lo humano. Así las pobrezas pueden ser alternativa social y económica saludable, no solamente un peso para una economía de mercado que, a la postre, se sacude la desagradable carga de los pobres.

            ¿Puede la sociedad encontrar salida por la aportación de las pobrezas? Sin duda, ya que su colaboración al horizonte de la justicia, a la utopía de lo humano, al sueño de la fraternidad social puede ser decisivo. Ese es, quizá, el “vino guardado hasta ahora”, el dinamismo en el cual no se termina de creer, el potencial menospreciado que espera a ser puesto en marcha, a ser considerado como una posibilidad para que la historia humana tome otros derroteros. Matar estos sueños, considerarlos “oxidados”, pasados de moda, inservibles, no puede ser sino una ceguera propia de personas que quieren ceder su secular parcela de poder.

 

  • Para la conversación

 

-         Emparejado a una creciente preocupación por el medio ambiente, va entrando, poco a poco, la espiritualidad del decrecimiento. Puede ser algo muy saludable, muy “curativo”, para nuestros desmanes consumistas. ¿Cómo hacerle sitio a esta espiritualidad tanto a nivel personal como comunitario?

-         Ellacuría solía hablar de la civilización de la pobreza, esa manera de entender el hecho humano desde la solidaridad que demandan las pobrezas. El problema de la VR no es el voto de pobreza, sino las pobrezas (en plural), lo que le importan las pobrezas realmente y lo que se hace por que brote la solidaridad que tiende a igualar.

-         Eso nos lleva a preguntarnos sobre la sensibilidad por la desigualdad, que es el veneno de la economía que mata. Percibir la desigualdad y tener actitudes de colaboración para que mengüe todo lo posible.

-         La sobriedad feliz es el arte de aprender a disfrutar con lo sencillo, con lo más humano (la comida, el paseo, el sueño, la lectura, la música, la contemplación de lo creado, la oración). Narrar algún pequeño itinerario personal que vayamos construyendo en estA tesitura.

 

  • Para la lectura

 

“Así como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad. Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del «descarte» que, además, se promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son «explotados» sino desechos, «sobrantes» (EG 53).

 

 

  1. 3.      CONSTRUIR EL CAMINO HUMANO

 

* La verdad poética

 

            Una araña negra cruza el camino.

            De pronto se detiene, asustada

            por mi sombra, que la cubre por entero.     

La amenaza es pavorosa

y, lejos de su red, la araña se siente desprotegida.

La vida se ha hecho incierta,

un error del instinto.

Ya nada será igual.

Ya nada es igual cuando aprendemos

que existe la sombra de un intruso en el camino.

 

Rafael Argullol

 

            Somos una araña asustadiza, temerosa. Como decía Hobbes, cuando nacemos, nacemos gemelos, el mido y nosotros. El miedo es el que nos deshumaniza, el que nos impide construir caminos de humanidad. El gran trabajo de vivir sin miedo, o con los miedos lo más controlados posible.

            La sombra del otro es, a veces, una amenaza pavorosa para nuestros planes, para nuestros caminos, para nuestros anhelos. ¿Cómo ver al otro no como un enemigo a la puerta, sino como una posibilidad a la mano?

            La vida pierde su incertidumbre cuando el otro entra en nuestros planes de vida, en nuestro horizonte existencial. Si siempre necesitamos público es algo que habrá que revisar porque seguimos en nuestra propia orilla, sin haber pasado a la orilla del otro.

            El otro podría ser no una sombra amenazante, no un “infierno” como decía Sastre, sino una posibilidad, un acompañante, un colaborador/a en la obra de lo humano,

 

* El signo de reconstruir personas: Jn 4,46b-54

 

            Considerar los milagros como signos de poder, generar posiciones dogmáticas en base a tal poder es, probablemente, errar profundamente en la interpretación de los signos joánicos. No son señales de poder, sino signos de vida, signos que apuntan a la génesis y comprensión de un nuevo estilo de vida. Si tal preocupación no surge de la interpretación, posiblemente estamos equivocados en la orientación.

            En este signo hay que considerar las marcas del dinamismo narrativo. Ellas nos indican la posible ruta a seguir en la interpretación. Está, en primer lugar, la marca del personaje del funcionario real, verdadero replicante del personaje Jesús. Este comienza siendo un “funcionario real”, descrito por su función social y política, no por alguna de sus componentes personales. La propuesta de curación la hace desde su ser padre (“que curase a su hijo”), pero sigue siendo funcionario (v.49). Mientras no se baje a otro nivel de mayor profundidad antropológica es difícil plantear un signo como señal de vida. Es por eso que, una vez recibido el mensaje del signo (“ponte en camino”: v.50), el funcionario pasa a ser un “hombre” (“se fió el hombre”:  v.50). Es el hombre quien se pone en camino, quien acepta la posibilidad de una fe activa para él como signo de vida (queda desplazado el acento de significación de lo meramente narrativo, el enfermo, a lo humano). Cuando el hombre comprueba la eficacia del planteamiento de vida de Jesús, que si entras en el dinamismo del seguimiento, lo más tuyo, el ser padre, vive, el funcionario-hombre deviene “padre”  (“Cayó en la cuenta el padre”: v.53), persona rehecha, reconstruida. Es decir: la propuesta de Jesús, el seguimiento, es un dinamismo que reconstruye lo más vivo de la persona. El verdadero signo no es que el niño salga de las garras de la muerte, sino que la persona (tipificada como padre), si acepta la propuesta de Jesús y entra en su dinamismo (“Se puso en camino”) termina viviendo. El signo de un dinamismo para la vida. El seguimiento es un dinamismo que da vida, que engendra espiritualidad.

            Una segunda marca es la correspondiente al niño enfermo. Es un “hijo” (vv.46b.47) que en la boca de padre y en su paradigma inicial es un “chiquillo” (v.49). Indica afecto y dominio, cariño y sobreprotección, amor y dependencia. En boca de Jesús es un “hijo” (v.50). Los criados lo conceptúan como un “chico” (v.51). Al final termina siendo de nuevo un “hijo” (v.53). El dinamismo de un seguimiento activo lleva a abandonar posiciones de dependencia envueltas en afecto para dejar a la persona en toda la talla de su dimensión humana (como “hijo”), más allá y por encima de toda limitación. Los dinamismos del seguimiento construyen la persona del débil, además de la persona del padre.

            Finalmente, la otra marca de actantes del relato es el coro de personajes que envuelven a los actores principales. Hay un coro de un componente un tanto implícito en el plural “veáis” del v.48. Es el marco de una cierta hostilidad. O, si se prefiere, aquellos que quieren signos maravillosos, no planteamientos implicativos de vida. Otro conjunto son los “siervos” (v.51) que significan los proclives a una cierta aceptación de los dinamismos reconstructores del reino. Y, luego está “la familia”, la casa (v.53) que tipifica a quienes han entrado de modo comunitario en la propuesta de Jesús. Es decir, el grupo en torno al padre hace un itinerario de reconstrucción hasta llegar a ser familia, buena relación, constructo humano. Ellos también dejan ver que salen beneficiados de la aceptación del dinamismo humanizador de la propuesta de Jesús.

            Lo que se está manejando aquí es el gran signo de reconstruir personas, grupos humanos. El dinamismo de la propuesta de Jesús tiene la fuerza para poner en pie el gran “milagro” de que vaya brotando la persona nueva, los frágiles integrados, las relaciones comunitarias de contenido humano, el gran sueño de “la ciudad de los seres humanos”, de la que hablaban los monjes del desierto. Un dinamismo, el del reino, para la profunda humanización.

 

* Para la conversación:

 

-         Hay que reconocer que la persona se “deteriora” por el precio histórico que le toca pagar, a unos más que a otros. Habrá que ser comprensivo con tal deterioro, propio y ajeno, sin que apague el anhelo de caminos de más profunda humanidad. Sucumbir al deterioro sería una gran pérdida.

-         Y dando un paso más: ¿cómo aprestarse, con paz y tenacidad a la vez, a construir cordialmente el camino humano como mejor modo de entrar en el secreto de la vida y en misterio mismo de Dios? Animarse a lo humano ¿es poco? Situar la experiencia creyente en el paradigma de lo humano ¿es poco? Enamorarse de lo humano ¿es poco?

-         Situados en la burbuja religiosa, lo humano queda en segundo plano, al servicio de la causa creyente o religiosa. ¿Cómo hacer un camino de fe humana? ¿Cómo elaborar una dogmática humana, antidogmática? ¿Perdería la persona de Jesús? ¿Se perdería el misterio del Dios inabarcable?

-         Restaurar lo humano allí donde es menos considerado, donde su valor está más oculto, donde no se escucha el grito de justicia que exige una consideración humana es una forma eximia de experiencia creyente, aunque no aparezca el lenguaje explícitamente religioso.

 

  • Para la lectura

 

“El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar. El Creador no nos abandona, nunca hizo marcha atrás en su proyecto de amor, no se arrepiente de habernos creado. La humanidad aún posee la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común. Deseo reconocer, alentar y dar las gracias a todos los que, en los más variados sectores de la actividad humana, están trabajando para garantizar la protección de la casa que compartimos. Merecen una gratitud especial quienes luchan con vigor para resolver las consecuencias dramáticas de la degradación ambiental en las vidas de los más pobres del mundo. Los jóvenes nos reclaman un cambio. Ellos se preguntan cómo es posible que se pretenda construir un futuro mejor sin pensar en la crisis del ambiente y en los sufrimientos de los excluidos” (LS’ 13).

 

 

4. UNA SOCIEDAD CONSTRUCTORA DEL CAMINO HUMANO

 

La pregunta mil veces repetida:

¿Por qué lo haces

si es contrario a lo que opina la mayoría?

No cambiarás nada

ni sacarás ningún provecho de ello.

No lo hago para sacar ningún provecho

ni para cambiar nada.

Lo hago porque tengo que hacerlo

y por mí mismo.

Ante esto, reconócelo,

la mayoría no cuenta.

 

                                               Rafael Argullol

 

  • Dinamismos sociales que construyen la comunidad humana

 

            El signo joánico de Jn  4,46b-54 habla de dinamismos reconstructores de la persona. Pero más que de reconstrucción sería bueno hablar de simple construcción. Un imaginario muy influenciado por una mentalidad moralista sigue creyendo que la persona, la sociedad, han perdido un “paraíso” y hay que reconstruirlo. Pero, en realidad, es una mera construcción lo que está en juego, la construcción del camino humano, de la buena relación, del reinado de Dios, diría Jesús. Hay que aprestarse a la construcción como quien cumple una tarea, no como quien recompone ruinas.

            Un ámbito primario de construcción es la sociedad, algo que se entrelaza y depende de la construcción de la propia persona. Si subrayamos la construcción de la sociedad es porque creemos que la de la persona depende de aquella y no de ésta. Así es, las dificultades personales de construcción, aunque enraizadas en la estructura humana, dependen, en gran medida, del desarrollo constructivo de lo social. De ahí que haya que incidir en ello y percibir lo que los textos evangélicos pueden aportar a tal construcción de lo social.    

            ¿Qué clase de dinamismos son los que construyen el hecho social? ¿Qué puede aportar el EvJn a tales fuerzas?

            Obran dinamismos como el de la amistad cívica. El concepto de «amistad cívica» ha quedado sencillamente definido por A. Cortina: «La amistad cívica…sería más bien la de los ciudadanos de un Estado que, por pertenecer a él, saben que han de perseguir metas comunes y por eso existe ya un vínculo que les une y les lleva a intentar alcanzar esos objetivos, siempre que se respeten las diferencias legítimas y no haya agravios comparativos». Este cimiento de la amistad cívica es ineludible si se quiere hablar de construcción social. Sus implicaciones son múltiples. Que el hombre que se acerca a Jesús en Jn 4,46bss sea un “funcionario real”, uno al servicio de un sistema que Jesús rechaza, no es obstáculo definitivo para que entre en relación con él. Viven en un mismo marco social y las necesidades personales se hacen comunes.

            Otro dinamismo es la certeza de que los bienes han de tener un uso común. La “sagrada” doctrina de la propiedad privada que las religiones han consagrado con frecuencia, está siendo considerada desde otro punto de vista por el actual magisterio de la Iglesia: “La tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable el derecho a la propiedad privada y subrayó la función social de cualquier forma de propiedad privada” (LS’ 93). Es justamente esa función social la que se apunta en el relato de Jn 4,46bss: al final de todo proceso es la “familia”, la casa, la que sale beneficiada del dinamismo de construcción del seguimiento propuesto por Jesús. Este dinamismo no se reduce ni se refiere en su techo a lo privado, sino a lo público.

            Además, un dinamismo hondísimo en la construcción de lo social es la respuesta que se da al dolor ajeno. Mientras el dolor no rebase los límites de lo personal, mientras solamente el dolor propio ocupe todo el ámbito del sufrimiento, mientras los dolores sociales no sean dolores propios, no se habrá llegado a entender y vivir de modos nuevos el hecho social. Tiene razón el filósofo P. Ortega cuando dice que «la primacía del otro nos constituye en sujetos morales cuando respondemos de él». Es decir, la respuesta al sufrimiento ajeno nos hace sujetos morales, dice qué tipo de personas somos. Aplicando ese parámetro de construcción social a Jesús en Jn 4,46bss el resultado es claro: Jesús ha sido un totalmente preocupado por el sufrimiento ajeno. Por ello, ha contribuido decisivamente a la construcción social. El seguidor se apunta a esa dirección.

            Y un cuarto dinamismo de construcción social es la tenacidad en los trabajos por lograr la equidad humana, cosa que es más que la simple igualdad. Se trata de posibilitar al expoliado medios adecuados para que pueda abandonar su marginación. Lógicamente tales medios habría de ser socialmente más generosos cuanto más marginada esté la persona. La evidencia de la inequidad es tal que pensar en un constructo social fraterno obviando tal evidencia es abocarse al fracaso. La situación de desigualdad de quien ve que se le muere el sentido (funcionario de Jn 4,46bss) está demandando una generosidad social que Jesús encarna en el socorro prestado.

            Una fe que se une al esfuerzo histórico de construir la sociedad es la que se deduce de los signos de vida de Jesús. Darle a la Palabra este trasfondo social no merma la posibilidad de otras lecturas, pero abre a horizontes antropológicos y sociales de mayor calado.

 

  • Para la conversación

 

-         Aún hay que avanzar mucho en este país (en nuestras propias comunidades) en el tema de la amistad cívica: tolerancia, respeto, sentido crítico, denuncia, etc. ¿Por qué la VR es una instancia de poca operatividad en este asunto? ¿Por qué hay una conciencia colectiva, corporativista, de que los nuestro es “la derecha” sin más? ¿Hay posibilidad e flexibilizar esto.

-         La defensa de la propiedad privada es, en ámbitos religiosos, una siembra de sal, por más legal que sea. Sobre todo cuando es una defensa a ultranza (El tema de las inmatriculaciones, por ejemplo). ¿No podría ser la VR más imaginativa, más social, en estos temas? ¿Hemos de recurrir siempre a la profecía de los pocos mientras la estructura queda, al parecer, prácticamente intocada?

-         La respuesta al dolor ajeno hace a la VR más creíble que todos sus votos y toda su religiosidad. La sociedad es generosa con quien va por esa senda y pasa por alto muchas de nuestras “peculiaridades”.

-         El anhelo de la equidad habría de hacernos “militantes” en ese punto. Ahí estaría el componente profético de la VR. No tendríamos que dar crédito a leyendas urbanas que minan la equidad y la simple igualdad.

 

  • Para la lectura

 

“Deberían exasperarnos las enormes inequidades que existen entre nosotros, porque seguimos tolerando que unos se consideren más dignos que otros. Dejamos de advertir que algunos se arrastran en una degradante miseria, sin posibilidades reales de superación, mientras otros ni siquiera saben qué hacer con lo que poseen, ostentan vanidosamente una supuesta superioridad y dejan tras de sí un nivel de desperdicio que sería imposible generalizar sin destrozar el planeta. Seguimos admitiendo en la práctica que unos se sientan más humanos que otros, como si hubieran nacido con mayores derechos” (LS’ 90).

 

 

  1. UN SEÑORÍO PARA LOS ATRAPADOS

 

  • La verdad poética

 

Honrado sea el hombre,

generoso y bueno

pues sólo eso lo diferencia

de todos los seres que conocemos.

 

¡Gloria a los ignotos,

elevados seres que presentimos!

A ellos se iguala el hombre

su ejemplo nos enseña

a creer en aquellos.

 

                                   W. Goethe

 

Honrado sea el hombre generoso y bueno: Merece honor, más allá y sin contar con vanas alabanzas o premios internacionales. La persona generosa y buena, y toda persona puede serlo, merece honra, merece aprecio y estima. Al final de todos los procesos humanos, de la vida misma, la pregunta por la generosidad y la bondad es la gran pregunta. Ser bueno, en el buen sentido de la palabra, como decía A. Machado en su poema “Retrato”. Ser bueno es un ideal divino y ser generoso también. La misma honra que Dios recibe por su bondad, la reciben las personas buenas por la suya. No importa que tal honra no tenga los ribetes de la valoración social. Las personas buenas y generosas hablan el lenguaje de la Pascua, derroche de vida de Dios en Jesús y prueba total de que Dios sigue siendo bueno con sus criaturas.

Pues solo eso le diferencia de todos los seres que conocemos: Porque la bondad y la generosidad brotan de un corazón que quiere entregarse no únicamente por instinto o por imperativos biológicos, sino por “las razones del corazón”, de las que hablaba B. Pascal. Es verdad que, con frecuencia, la animalidad de lo humano deja pequeña la fiereza de los animales. Por eso cantaba R. Carlos que quería ser “civilizado como los animales”. Pero la generosidad y la bondad encumbran a la persona a un nivel superior, el nivel del amor. Por ello, el “encumbrado” en la resurrección, Jesús, lo es por su total generosidad y bondad. Quienes caminan en esa dirección andan las mismas sendas que Jesús.

¡Gloria a los ignotos, elevados seres!: Ya que son personas que, de una manera u otra, han tenido el convencimiento de la importancia del cultivo de una resistencia íntima que, volcada en actitudes concretas, nos proteja de las ideologías, de las modas y de cualquier inhumanidad. Gente resistente desde sus creencias, sus logros, sus certezas, sus amores nunca traicionados. Personas desconocidas que, al resistir el embate de lo humano, se han “elevado”, aunque los veamos recorrer los mismos caminos que todo el mundo. Elevados seres porque en ellos habita una verdad inapelable: la de que la vida, por humilde que sea, es un don de amor. Ignotos que andan el mismo camino del ignoto Jesús de quien nadie dio cuenta y cuya muerte y resurrección no quedó registrada en ninguna página de la historia.

Su ejemplo nos enseña a creer en aquellos: Por estos ignotos que no asoman en casi ningún registro se mantiene, aún viva, la fe en el valor de la persona. Ellos cambian, por su amor sin esperanza, el rumbo de la historia. En ellos encontramos razones y contrapeso a la infinita y diaria maldad de no pocos humanos. Gente que engendra fe en lo humano, el cimiento de toda fe. Si ellos desaparecieran, el mundo se sentiría perdido. Personas que, como el Resucitado, nos devuelven la fe, siempre en riesgo, de que el corazón de la persona es la casa en la que podemos albergarnos sin temor.

 

* La posibilidad de un señorío histórico: Jn 5,1-9a

 

            Tras la guerra del 70, las instituciones judías estaban bajo mínimos. Por eso, la crítica que el EvJn hace a las mismas, al Templo sobre todo, tiene una gran carga significativa; se cuestiona no tanto el Templo de Jerusalén y sus mecanismos, sino la mentalidad religiosa que pretende hacer de una institución caduca la mediación necesaria para la experiencia creyente. Para entender desde un lado social el signo del pueblo enfermo y del inválido que camina de Jn 5,1ss se precisa tal telón de fondo. La evidencia de la confrontación queda marcada desde el v.1: “los Judíos”, que son los dueños de la ciudad, por un lado y “Jesús que sube a Jerusalén” por otro (v.1).

            Así es; al situar el relato en la piscina que esta “junto a la puerta de las Ovejas” (v.2) estamos en los aledaños del Templo, a su sombra, en su radio de influencia. Una puerta construida por el sumo sacerdote y sus parientes. Un lugar donde no se genera la vida porque ahí “yacía una muchedumbre” (v.3). Todos los detalles narrativos (la elipsis “Ovejera”, la conexión “ovejas-muchedumbre”, el “foso” como separación de la ciudad, etc.) empujan en la dirección de una imposibilidad: esa muchedumbre permanente es el evidente fracaso del Templo, su mediación no sirve para dar salud, sigue produciendo gente sometida que espera lo que nunca va a ocurrir.

            Se individualiza el problema del sometimiento a la estructuras en uno de los sometidos: “un hombre que llevaba allí treinta y ocho años con su enfermedad” (v.5). Esclavo de su enfermedad, sometido a ella. La enfermedad es la dueña, la señora de su vida. Todo está ordenado desde ella, hasta la creencia de que se puede salir de ella en una mediación que no solamente no le aporta nada sino que quita el horizonte de su vida.  Una vida entera sin futuro. Una persona que da fe a una ideología que no le aporta nada, atrapado en un mecanismo sociorreligioso que no le saca del nicho asignado: enfermo. Sometido y sumiso, esclavizado y sostenedor del sistema que lo esclaviza. Cada día de cada año que va a la piscina ratifica su condición de sometido y santifica al sistema que lo excluye.

            La pregunta motiva el signo. La locución “¿Quieres ponerte sano?” (v.6) tiene un alcance amplio considerando el contexto: la cuestión no es la mera salud física, sino la salud social y religiosa. Se demanda si se quiere pasar a otra alternativa, vista la ineficacia de la oficial. Se pregunta, al rescoldo de libertad que anida en toda persona, si se quiere, todavía, empezar otro camino, creer que es posible adueñarse de la pobre existencia de un marginal para devenir dueño de sí mismo, «capitán de su alma». La respuesta del marginal corrobora la profunda soledad existencial que no llega a tocar ni de lejos la institución ineficaz: “no tengo un hombre” (v.7). La institución oficial no es mediación de humanidad, camino único para el enseñoramiento de la propia vida.

            Jn 5,8 es un verso muy bien construido. Recurre a la técnica de la intensificación de los verbos. Éstos, efectivamente, al concitar la acción de la oración, admiten muchos matices de intensificación que aportan sentidos matizados y nuevos, más incluso que la intensificación de adjetivos y adverbios. En ese caso, la expresión “Levántate”  está aludiendo a una especie de “resurrección”, un estilo de vida nuevo, algo radicalmente impensable hasta ahora, una vida “sana” como se dirá luego (v.9b). La locución “carga con tu camilla”  alude a la posibilidad de liberación, al señorío de que sea la persona la que lleve la camilla y no al revés como hasta ahora, además de que se conculque la norma de la institución que dice que no se pueden transportar cosas por el recinto del Templo en día de fiesta. Y la frase “echa a andar” alude al echar a andar que propicia el seguimiento, el andar de una vida nueva, el nuevo caminar, la nueva senda de vida lejos del sistema.

            Es decir, se está dibujando el perfil de la persona que logra, in extremis, escapar de la opresión del sistema socioreligioso y da con un camino de señorío personal que le facilita la propuesta de Jesús. Ese va a ser el verdadero signo: la adquisición de tal señorío, por imposible que parezca. La inmediatez y corroboración del v.9b lo deja claramente expresado “Inmediatamente se puso sano el hombre, cargó con su camilla y echó a andar” ( v.9b). La tesis es clara: si se opta por la liberación de Jesús, si se “anda” con él, y se encara la opresión del sistema tipificado en “la camilla” cargada al hombro, brota la persona “sana”, señora de sí misma, no dependiente de mediaciones que son, a la larga, una soga al cuello. La hermosa posibilidad de señorío más allá de toda limitación.

 

  • Para la conversación

 

-         La fe tendría que ser para la humildad, no para la humillación. Dios nos quiere humildes, no humillados. “No digamos a Jesús lo que, al menos, no diríamos a un buen amigo” (Queiruga).

-         Si anhelamos el señorío sobre la vida, dentro de los límites, es preciso alejarse todo lo posible de un sistema (social o eclesial) que sojuzga al débil.

-         Para construir el señorío habría que liberar del fantasma de la soledad que lleva al sometimiento. La manera mejor de luchar contra la soledad es ayudar a habitar la propia soledad y sumar soledades de manera constructiva y amparada.

-         ¿Cómo ir construyendo un estilo de seguimiento para el empoderamiento del débil? Contribuir a tal empoderamiento es m el rostro del verdadero seguimiento.

 

  • Para la lectura

 

“Llama la atención la debilidad de la reacción política internacional. El sometimiento de la política ante la tecnología y las finanzas se muestra en el fracaso de las Cumbres mundiales sobre medio ambiente. Hay demasiados intereses particulares y muy fácilmente el interés económico llega a prevalecer sobre el bien común y a manipular la información para no ver afectados sus proyectos. En esta línea, el Documento de Aparecida reclama que «en las intervenciones sobre los recursos naturales no predominen los intereses de grupos económicos que arrasan irracionalmente las fuentes de vida». La alianza entre la economía y la tecnología termina dejando afuera lo que no forme parte de sus intereses inmediatos. Así sólo podrían esperarse algunas declamaciones superficiales, acciones filantrópicas aisladas, y aun esfuerzos por mostrar sensibilidad hacia el medio ambiente, cuando en la realidad cualquier intento de las organizaciones sociales por modificar las cosas será visto como una molestia provocada por ilusos románticos o como un obstáculo a sortear” (LS’ 54).

 

 

  1. CONSTRUIR EL SEÑORÍO

 

  • La verdad poética

 

Los templos están vacíos,

y los jóvenes no se muestran preocupados

por aquel exótico más allá

que tanto obsesionó a sus antepasados.

La vida viaja sola

en su travesía de la oscuridad.

Quizá sea por ceguera,

quizá sea por comodidad,

quizá –simplemente- sea

porque después de tantos milenios

de lamentaciones sin respuesta

no hay nada que lamentar.

 

                                   Rafael Argullol

 

            Se ha insistido en el más allá y no en el señorío al que apunta el programa de Jesús. ¿Qué habría ocurrido si se hubiera empujado en la dirección del señorío?

            Es verdad que la vida viaja sola. Pero quizá sea una soledad acompañada. Eso da otro matiz a la cosa.

            No haríamos nada con seguir instalados en el lamento (oración de petición) y no demos pasos en la dirección del gozo y del riesgo del señorío.

 

  • El señorío: posibilidad que se construye

 

            Para muchas personas, para una notable parte de la humanidad, hablar de señorío sobre sus vidas puede parecer insultante de tan dura y oprimida que es su existencia. Para el resto, sin ser la cosa tan dramática, sin ser algo tan extremo, puede resultar ilusorio hacer la propuesta de un enseñoreamiento del camino histórico. Y, sin embargo, hay algo en las entrañas de lo humano que le hace aspirar al señorío y no al sometimiento. Ni siquiera la culpa de fondo o el pecado religioso añadido logran extinguir ese anhelo.

            Pero este señorío, si es que se considera una utopía sostenible, no va a venir llovido del cielo, sino que ha de ser construido pieza a pieza, esfuerzo a esfuerzo, alternando fracasos con éxitos. La propuesta del Evangelio es la de una herramienta para construir ese señorío. Por eso Jesús «sacaba asnos de la zanja en sábado». La metáfora, rural, evoca el esfuerzo por construir los procesos históricos de liberación social.

            El texto de Jn 5,1ss marca la sendas de lo que puede llevar al señorío de lo humano más allá de la fragilidad. En primer lugar  es una cuestión de lucidez ante la evidencia del sistema y nuestra pertenencia inevitable a él. Mientras se le haga el juego al sistema de manera indiscernida, éste se frota las manos. Por eso, todas las sendas sociales “adespóticas”, alternativas, tanto en economía como en pensamiento político son el camino para el señorío. Que el sistema se presente como un torrente que anega el todo de la vida social no ha de ser óbice para pensar que tal torrente puede ser en parte sorteado y con ello, de alguna manera, frenado.

            Además resulta necesaria la conciencia de responsabilidad personal y colectiva. Echar el peso de la construcción del señorío a fuerzas ajenas a uno mismo, es inhibirse del trabajo que a cada cual corresponde para que este asunto pueda, siquiera, alborear. El sistema desrresponsabiliza; ahí se halla uno de sus recursos. Y cuando nadie es responsable, el proceso se detiene. Por eso es tan necesario el compromiso privado y el público. Pretender señoríos esquivando la responsabilidad es pretender lo imposible.

            Una tercera senda es aquella que humaniza,  que sana en la base de lo humano. La preocupación por la humanización es la primera de todo proceso de construcción del señorío y de toda espiritualidad. Una humanización de los sectores más delicados y resbaladizos de la existencia humana, como son los asuntos que tocan a la vida (manipulación genética, ingeniería genética, ética de los límites, etc.), por problemáticos que sean, contribuyen de manera decisiva al enseñoreamiento de la vida.

            Finalmente un cuarto camino es mantener vida la fe en las posibilidades de las personas. O lo que es lo mismo: mantener viva la certeza de la bondad esencial de lo humano, por encima del torrente de maldad que anega el caminar histórico. Si se pierde esta fe, hablar del señorío de la vida es impensable.

            Puede parece que hablar de “señorío” es algo de una soberbia histórica inaceptable, vista la insignificancia que el planeta tierra representa en el conjunto del cosmos. Pero el anhelo no es proporcional a la magnitud física sino a la del corazón. Y ese anhelo de una vida “señorial” en los límites de la historia es algo permanente en el dinamismo utópico de la vida.

 

  • Para la conversación

 

-         La nueva sociedad hay que forzarla para que pueda ser. Los trabajos por el señorío de lo humano son trabajos divinos (Dios mismo hace eso). Junto al saluda sentido de los límites habrá que poner el trabajo por no renunciar a horizontes de señorío.

-         Para los trabajos de enseñoramiento es mucho más import6ante la lucidez que la generosidad. Lucidez para tomar decisiones a la hora de querer construir el señorío, con las consecuencias que eso tiene.

-         Crecer en responsabilidad, hacer bien lo que uno hace, cumplir la palabra, ser fiel en lo prometido son caminos sencillos y cotidianos para el enseñoramiento.

-         ¿Cómo acompañar con ternura los problemas éticos, por muy resbaladizo que sea el terreno en que se enmarcan? Mejorar la manera de pensar, amparar la manera de actuar, pasar a una cierta “militancia”.

 

  • Para la lectura

 

“Un cambio en los estilos de vida podría llegar a ejercer una sana presión sobre los que tienen poder político, económico y social. Es lo que ocurre cuando los movimientos de consumidores logran que dejen de adquirirse ciertos productos y así se vuelven efectivos para modificar el comportamiento de las empresas, forzándolas a considerar el impacto ambiental y los patrones de producción. Es un hecho que, cuando los hábitos de la sociedad afectan el rédito de las empresas, estas se ven presionadas a producir de otra manera. Ello nos recuerda la responsabilidad social de los consumidores. «Comprar es siempre un acto moral, y no sólo económico». Por eso, hoy «el tema del deterioro ambiental cuestiona los comportamientos de cada uno de nosotros»” (LS’ 206).

 

 

  1. 7.      ESPIRITUALIDAD SOCIAL DEL COMPARTIR

 

  • La verdad poética

 

Quiero echar mi suerte

en el lado de la bondad,

en el campo del corazón,

en el huerto del amor.

 

Por eso he comenzado

por abandonar la telaraña

de los mezquinos.

 

Quiero tocar el espíritu

de quien es humano.

Esa es mi opción.

 

            Para captar la espiritualidad del compartir es preciso echar la suerte en el lado de la bondad, creer de verdad en el “dogma” de la bondad humana, más allá de nuestras evidentes limitaciones. ¿Cómo se va a compartir nada con quien no se cree bueno?

            En el campo del corazón y en el huerto del amor. Valorar la igualdad, la equidad, desde planteamientos meramente economicistas quizá sea planta sin raíz. Porque cuando se entra en el campo del corazón, en el huerto del amor se puede abrir la mano cerrada por el egoísmo.

            Quizá haya que comenzar por alejarse de la mezquindad, esas razones que lo son tales, pero que nos alejan de la mirada y de la vida del otro. Así se tocará el espíritu, el perfil de quien es humano, aunque esa humanidad esté oculta.

            Una opción. Algo que se elige cada día. Una opción que se renueva tras cualquier fracaso. Una certeza que se mantiene en el fondo del corazón, contra viento y marea.

 

* El signo del compartir desde la pobreza: Jn 6,1-13

 

            De entrada hay que decir que la lectura de este texto se hace cada día más desde perspectivas sociales. El historicismo con el que se ha enfocado siempre el relato ha dejado paso, quizá por influencia de la secularización o del mero sentido común, a una lectura de tipo más social. La evidencia de que los valores sociales y económicos, entendidos en sentido amplio, son telón de fondo de muchos pasajes evangélicos queda aquí confirmada una vez más.

            Este relato figura en los cuatro evangelios (Mt y Mc lo narran dos veces) y tiene como antecesor veterotestamentario a 2 Re 4,42-44, lo que da ya una idea de cómo construyen los relatos los autores del NT. Un modo posible de abordarlo con cierta novedad sería la racionalización de la narración. No se trata, simplemente, de seguir la huella de la narración, sino de racionalizarla desde la posición del lector. No hay que olvidar que él es parte principal, gestor del hecho de lectura.

Comienza la narración planteando un escenario peculiar: geográficamente se sitúa “al otro lado del mar de Galilea” (v.1). Estamos en territorio pagano. La propuesta de nueva economía que se va a hacer no está supeditada a marcos religiosos, sino que se dirige a cualquier persona. Y, si se apura el sentido de la narración, más a no religiosos que a éstos, ya que aquellos son más libres para dar un tipo de adhesión que no demanda fe en Dios, sino fe en la sociedad y sus dinamismos.  Además, subraya el texto que la causa de que haya un alto número de seguidores es porque “percibían las señales que realizaba con los enfermos” (v.2). Es por causa de la bondad básica, esencial, por lo que Jesús atrae. Ese mismo parámetro ha de regir la propuesta de una economía del compartir: es una economía sanante, curativa, para el hecho humano. La mención del “monte” y el hecho de “estar sentado allí con sus discípulos (v.3), puede querer apuntar hacia un tipo de enseñanza no religiosa (que era la de la época), no ceñida a las autoridades consagradas. Es la enseñanza que se dirige al corazón de la persona, al sentido del hecho social. Una enseñanza con arraigo antropológico. Es también un planteamiento enfrentado a “la Pascua, la fiesta de los Judíos” (v.4) y su economía propia, economía del lucro.

El planteamiento de fondo del signo es cómo pasar de una situación de escasez a otra de abundancia, qué mecanismos económicos utilizar. La escasez alimentaria es síntoma de cualquier otra escasez; es primordial, ya que si la persona no come, sencillamente se muere.  La escasez se vuelca sobre una pregunta esencial para la economía del lucro: “¿Con qué podríamos comprar pan?” (v.5). Esta economía se pregunta siempre sobre los mecanismos externos al hecho económico, como si tales mecanismos podrían suplir la responsabilidad personal ante la economía. La glosa del v.6 indica que hay otros horizontes posibles más allá del “¿Con qué?” La respuesta de Felipe, racional desde el punto de vista de la economía del lucro, lleva a un callejón sin salida.

La propuesta de solución viene por el lado más inesperado, por el de la pobreza. La economía del lucro piensa que los pobres son el problema, mientras que la economía del compartir los considera como parte de la solución. De ahí que la propuesta sobre la economía del compartir arranca de la decisión de un pobre, un “chiquillo” que está dispuesto a poner sobre la mesa los bienes de su pobreza, “cinco panes de cebada y dos peces”. La gran excusa de la economía del lucro es la pobreza. La economía del compartir pasa por encima de ella y sitúa el tema en la raíz de la persona y su voluntad de participar con lo suyo en el proceso económico. Aquí radica el contenido del signo, no en que salgan panes del cesto por la acción mágica de Jesús, sino que un pobre se sienta empujado a ser parte activa de un problema económico. Cuando eso sucede, la economía del compartir comienza a activarse. A partir de aquí se suscitan los grandes valores de la economía del compartir, la libertad y la abundancia. He ahí el signo.

La corroboración del mecanismo desencadenado queda de manifiesto en la acción de Jesús que “reparte” (v.11a) y por la saciedad, “todo lo que querían” (v.11b), de la concurrencia. Es la certeza de que un dinamismo económico tan simple funciona. Porque eso es lo que habrá que comprobar: no tanto la complejidad del mecanismo, sino su funcionamiento.

La comprobación final sobre lo que sobra, “doce cestos” (v.13), indica que la economía del compartir genera abundancia entre los empobrecidos y, con ello, en la misma sociedad. En dar fe a esta clase de dinamismos estriba la fe en el Evangelio necesaria para una fe centrada en la experiencia de Jesús.

 

  • Para la conversación

 

-         El compartir es una exigencia de caridad social. Esto es lo que puede librar al compartir de paternalismo y otras desviaciones. Para ello se precia el trabajo en el amor social, amar el tiempo y el momento que la vida te da.

-         Una economía saludable es aquella que tiene siempre preocupación por sanar heridas sociales. Es preciso discernir bien cuáles son los verdaderos móviles de nuestras economías.

-         Habría que cambiar el engañoso y despistante “qué puedo hacer” por el interpelante “qué estoy dispuesto/a a hacer”.  Esa es la verdadera cuestión. Lo otro, cortinas de humo.

-         ¿Cómo lo desvalido puede salvar lo humano? ¿Es esto real?

 

  • Para la lectura

 

“Los cristianos, además, estamos llamados a « aceptar el mundo como sacramento de comunión, como modo de compartir con Dios y con el prójimo en una escala global. Es nuestra humilde convicción que lo divino y lo humano se encuentran en el más pequeño detalle contenido en los vestidos sin costuras de la creación de Dios, hasta en el último grano de polvo de nuestro planeta »” (LS’ 9).

 

 

8. UNA ECONOMÍA CON FUTURO

 

  • La verdad poética

 

¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí la sed,
hasta aquí el agua?

¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí el aire,
hasta aquí el fuego?

¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí el amor,
hasta aquí el odio?

¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí el hombre,
hasta aquí no?


Sólo la esperanza tiene las rodillas nítidas.
Sangran.

 

J. Gelman

 

            ¿Quién puede poner precio al agua? No hay que confundir su calor con su precio. Por eso, el agua es un derecho humano. Todas las aguas, empezando por la que calma la sed y nos proporciona higiene.

            ¿Quién puede robar el derecho a aire con la contaminación que demanda una economía neoliberal? Privar del aire es privar de un derecho. Quienes lo hacen no entienden nada de la persona, nada de Dios.

            ¿Quién puede marcar líneas al amor? Habría que dejarlo en libertad. Y el odio, bien controlado y contrastado.

            ¿Quién puede poner límites al anhelo humano de saber? Es querer poner puertas al monte. Ese anhelo es divino y Dios no se muestra celoso de él, sino regocijado

 

* La economía del compartir como futuro económico

 

            Se es consciente de que, desde textos como Jn 6,1ss, impulsar la economía del compartir es pretender caminar por la vía opuesta a los vientos de proteccionismo empobrecedor que parece que corren últimamente. Es cierto que a la libre circulación de la riqueza no le acompañó en la misma medida la de los trabajadores, ni la armonización global de la fiscalidad. Es cierto también que la extrema robotización y el hipercontrol tecnológico de los servicios no ayudan a una economía social. Pero una globalización sin derechos humanos ni instituciones internacionales, no representa una alternativa viable a lo que conocemos.

            De ahí que la propuesta de una economía que comparte, incluye y redistribuye con equidad por oposición  a una “economía que mata” tenga hoy todos los visos de posibilidad, por lo menos como planteamiento ideológico. Para Jn 6,1ss no es mera posibilidad, sino certeza: partiendo de un microcosmos de pobreza cercana se experimenta la verdad de funcionamiento de un mecanismo económico que puede ser útil incluso en un marco macroeconómico.

            ¿A qué niveles habría que construir la economía del compartir para verificar su verdad y su valor? En primer lugar a nivel de política económica. No se puede negar la decisividad de las decisiones políticas en la economía. La enorme sensibilidad de los mercados financieros a ese tipo de decisiones indica su importancia. Pero también la economía real está sujeta a las decisiones políticas en gran medida. Puede parecer que las grandes decisiones económicas se toman sin contar con la política o que aquellas condicionan a esta. Pero la relación es indiscutible.

            Un segundo nivel es el de los mercados. El compartir pasa por una política de mercados donde el acceso a los países empobrecidos sea una realidad y donde el proteccionismo a los poderosos no excluya a las economías empobrecidas y su problemática. El sueño de un mercado libre constata que nunca como ahora es menos libre el mercado. La exclusión, el proteccionismo y la diferencia abismal que engendra la herramienta de la tecnología son, hoy por hoy, barreras muy difícilmente franqueables. Mientras los países ricos controlen el 72% del comercio mundial; mientras el 80% del comercio sea Norte-Sur y solamente un 10% en la dirección contraria; mientras las grandes decisiones económicas se tomen en los países occidentales o de fuerte desarrollo, hablar de mercado libre es un escarnio. El mercado constituye la antítesis de los derechos humanos.

            Un tercer nivel de fuerte compartir hoy y de más fuerte en el futuro es la tecnología. Una persona, un país sin acceso a la tecnología es una realidad condenada al ostracismo. De ahí que, si se quiere una economía más compartida, el acceso a la tecnología ha de ser más fácil y más barato que lo que es ahora.  La tecnología ayuda a reducir la pobreza ya que acorta y disminuye barreras sociales geográficas y económicas tanto de las personas en forma individual como de una comunidad. Pero el gran handicap de este asunto es la acumulación: el 99% de la tecnología está acumulada en los países ricos. La fuga de cerebros a ellos es uno de sus más duros rostros y el desarrollo de los productos sintéticos que sustituyen a las materias primas naturales producidas en los países en desarrollo otro. Este acceso debe afectar incluso a la tecnología espacial, ya que es tecnología para el futuro.

            Y un cuarto nivel es aquel que afecta al acceso a la formación, ya que de esta depende la capacidad de inserción en el mercado laboral y, a través de ella, en el mercado como tal. Nos referimos a una formación para un mercado compartido, no tanto para un mercado hegemónico. En primer lugar habrá que tener acceso a la formación para el mercado laboral. Decidir invertir tiempo y recursos en conseguir una adecuada formación es una decisión sumamente acertada, no sólo por la satisfacción personal del individuo, sino porque se constituye como un arma sumamente valiosa para enfrentarnos a un mercado de trabajo cada vez más complejo, ya que nos permite abordarlo en un triple frente: nos ayuda a conseguir trabajo, a conservarlo en momentos difíciles y a alcanzar unas condiciones laborales más ventajosas para el individuo. Pero, además, será necesario formarse para entender y, en su caso, cuestionar los mercados y su desigual mundo. Un reto necesario.

            El mercado compartido sería una ganancia para todos aunque conllevaría un reparto más equitativo de los bienes mercantiles y una desconcentración de poder económico en manos de unos poco, unas mayor equidad. Pero el cómputo general de riqueza, el PIB mundial, aumentaría considerablemente. Con esto se está queriendo decir lo que sugiere Jn 6,1ss: que la pobreza no es obstáculo invencible para el compartir, que se puede vencer a la pobreza con un desarrollo más igualitario.

            Las consecuencias personales de una espiritualidad de la economía del compartir aparecen con facilidad: es preciso agudizar el sentido crítico para no dar para evidente lo que ocurre, ya que esto es fruto de un proceso económico dirigido por las élites en la dirección de la concentración de la riqueza y del dominio del mercado. Además llevaría a opciones personales como las de acercarse al comercio justo, ya que este, por más insignificante que se lo quiera en el conjunto del mercado, tiene un alto poder significativo porque dice de modo tangible que la dirección del mercado puede ser otra que la actual. Y, finalmente, había que inocular en la espiritualidad la sobriedad no tanto por causas ascéticas cuanto por razones de justicia para frenar, entre otras cosas, la devoradora lógica del consumo.

 

  • Para la conversación

 

-         Hay que creer en la posibilidad de una mejor redistribución ya que el éxito de la economía del compartir no está en la mucha producción, sino en el justo y equitativo reparto.

-         La viabilidad de la economía del compartir se verifica en la microeconomía y en la macroeconomía. No es una utopía angelical.

-         Si una economía distinta depende en parte de las decisiones políticas, hay que madurar mucho nuestras posiciones en lo político. Habrá que contratar todo lo que se pueda.

-         Se puede contribuir a los mercados del compartir haciendo del consumo un acto moral con todas sus consecuencias.

-         ¿No habría que ser defensores de la renta básica como modelo mejor de redistribución de los beneficios económicos de la economía de un país?

-         La justicia es la razón de ser de cualquier planteamiento de sobriedad. Una razón religiosa de la misma no se tiene en pie.

 

  • Para la lectura

 

“Mientras tanto, los poderes económicos continúan justificando el actual sistema mundial, donde priman una especulación y una búsqueda de la renta financiera que tienden a ignorar todo contexto y los efectos sobre la dignidad humana y el medio ambiente. Así se manifiesta que la degradación ambiental y la degradación humana y ética están íntimamente unidas. Muchos dirán que no tienen conciencia de realizar acciones inmorales, porque la distracción constante nos quita la valentía de advertir la realidad de un mundo limitado y finito. Por eso, hoy «cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta»” (LS’ 56).

 

 

  1. LA SUPERACIÓN DE LA DIFERENCIA EXACERBADA

 

  • La verdad poética

 

Escucho el agua clara

que desciende del monte tras la lluvia

el gorjeo del pájaro

en la tarde

primaveral de octubre,

la respuesta

de cada cosa a cada cosa. Caen

hojas sobre la tierra como frutos.

No creo

que la niebla de ayer,

ni el sol de hoy,

ni esta lluvia de ahora,

este aroma sin precio

sean sólo para mí.

 

 

José A. González Iglesias

 

Lo que cae (el agua clara, el gorjeo) cae sobre todo, sobre “buenos y malos” (Mt 5,45), no hay distinción ni por razones de moral, de religión, de situación vital. El todo recoge al todo. El misterio de la amplitud que todo lo abraza.

La respuesta de cada cosa a cada cosa. Todo y todos relacionados, sin que nadie se arrogue títulos para estar por encima de nadie. La única posibilidad de controlar la diferencia.

Ni los frutos, ni la niebla, ni el sol, ni la lluvia, ni el aroma pueden ser “solo para mí”. ¿Cómo tener controlado el instinto de apropiación de personas y cosas? ¿Cómo sustituirlo por una mentalidad de disfrute común, de uso común, de bien común? ¿cómo hacer que el aprecio de lo común entre hasta el fondo del alma y desplace al veneno del egoísmo que ha copado ese centro y se defiende cerrándose con siete llaves?

 

  • El signo de la superación de la diferencia exacerbada: Jn 6,16-21

 

Una lectura meramente historicista deja a este relato sin utilidad espiritual y, de alguna forma, expuesto al ridículo. Una lectura más “teofánica” abriría otro camino de más posibilidades espirituales. Pero conectando bien el texto con la narración joánica se accede a otras posibilidades de lectura.

            Efectivamente. Ocurre en Jn algo que lo diferencia de los sinópticos. Éstos narran la marcha sobre el lago unida al signo de la multiplicación de los panes, pero tanto Mt como Mc (Lc no lo reporta) lo colocan en tierra de Israel (Mt 14,23b-33; Mc 6,47-52). Pero en Jn el texto tiene que ver con los paganos, con la Decápolis que es desde donde, en Jn, se dirigen a Cafarnaún. Y, por supuesto, tiene que ver con la multiplicación de los panes o, más en concreto, con el tema de “hacerlo rey” (v.15). Este marco narrativo condiciona decisivamente la interpretación.

            Las marcas del relato son los elementos constitutivos de la lectura. La primera de ellas, como hemos dicho, está la intención de la gente de “hacerlo rey por la fuerza” (v.15), lo que indica que no se ha llegado a la comprensión de la teoría del compartir sobre la base del todo. A pesar de que el signo habla de disponibilidad, la gente lo interpreta como producción milagrosa. La percepción del signo prodigioso oculta el signo de fe. No se ha logrado lo que se pretendía.

            Esa incomprensión del fondo del signo sume al discipulado en el “anochecer-tiniebla-soledad (vv.16-17). La resistencia a aceptar la dinámica interior, espiritual, de los signos oculta al Jesús mesiánico y deja al discipulado en una situación de precariedad espiritual. Esta “tiniebla” viene, además, por otro motivo: no pueden entender que el pan se multiplique en tierra de paganos. Un pan para los paganos era algo insólito, sería un “pan para los perros” (Mt 7,6). Esto es lo que  “entenebrece” al discipulado.

            Por otro lado están el mar y el viento en contra.  Si es viento en contra yendo, como van, en dirección a Cafarnaún es un viento del oeste, del lado del Mediterráneo, del paganismo que apunta hacia los paganos. Contra ese “viento” lucha el discipulado. La fuerza del viento habla de su elocuencia: es un viento que asalta la barca del discipulado, su mentalidad. Es el viento de los paganos que reclaman su parte en el banquete del reino, para el que, según Jesús, no es imprescindible una concreta adscripción religiosa.

            Son dos mentalidades que se enfrentan ante el planteamiento universalista de Jesús: la de los discípulos y su perplejidad y la de los paganos que reclaman su parte y su lugar en el proyecto del reino. Cuando Jesús se manifiesta en la fórmula revelatoria “Soy yo, no temáis” (v.20) está queriendo indicar que el revelador del Padre (Soy yo) libera del miedo que produce el anhelo de privatizar el reino. El verdadero milagro es que el discipulado se abra a una mentalidad universalista y comprenda como un beneficio el reino compartido, la economía compartida, la fraternidad ofrecida. Si se liberan de eso miedo se predisponen para la acogida del diferente y, con ello, para una misión integradora.

            En esta lectura el hecho de caminar sobre el lago pasa a un segundo lugar, meramente narrativo, para corroborar el carácter epifánico del revelador. Hacer hincapié en ello es caer en la maraña del historicismo del que no es fácil salir. La rentabilidad espiritual de una comprensión social (el paganismo tiene sitio en el banquete del reino) es mucho mayor. Desde ahí “la tierra adonde iban” (v.21) se convierte en tierra de acogida, en tierra universal donde las diferencias, por grandes que sean, quedan encajadas en el conjunto del reino, de la fraternidad.

 

  • Para la conversación

 

-         ¡Cuánto han exasperado las religiones a los paganos! ¿Cómo no han de sufrir estas sus iras, enfados, escarnios y maltrato siendo así que, amparadas en los sistemas, ellas han sido tan maltratadoras o no. ¿Cómo romper esta “tiniebla” que, históricamente, envuelve al hecho religioso?

-         Habrá que escuchar el grito, destemplado a veces, de quienes demandan su parte en el banquete de la vida y de la que han sido privados. ¿Cómo romper ese muro de incienso y de silencio que hace que los gritos de los pobres lleguen tan débilmente a las estructuras eclesiales?

-         Habría que hacer un alegato contra la tendencia a la privatización social y religiosa y una defensa encendida de los común, de lo de todos, de los bienes sociales.

-         El banquete del reino es un banquete amplio, sin puertas, sin etiquetas, sin requisitos previos, sin normas que condiciona y que tienden a salvar los intereses del sistema social o se los susbsistemas religiosos.

 

  • Para la lectura

 

“Remarquemos que la evangelización está esencialmente conectada con la proclamación del Evangelio a quienes no conocen a Jesucristo o siempre lo han rechazado. Muchos de ellos buscan a Dios secretamente, movidos por la nostalgia de su rostro, aun en países de antigua tradición cristiana. Todos tienen el derecho de recibir el Evangelio. Los cristianos tienen el deber de anunciarlo sin excluir a nadie, no como quien impone una nueva obligación, sino como quien comparte una alegría, señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable. La Iglesia no crece por proselitismo sino «por atracción»” (LS’ 14).

 

 

10. TRABAJOS POR ASUMIR LAS ELABORAR LAS DIFERENCIAS SOCIALES

 

  • La verdad poética

 

Cuando,  de pronto, se deje oír a medianoche
el paso de una invisible comitiva, 
con músicas sublimes y con voces,
tu suerte que cede, tus obras
malogradas, los planes de tu vida
que acabaron todos en quimeras, será inútil llorarlos.
Como el que está listo ya hace tiempo, como el valiente,
despídete de ella, de la Alejandría que se marcha.
Sobre todo, no te engañes, no digas que fue
un sueño, ni que se confundieron tus oídos;
no te rebajes a tan vanas esperanzas.
Como el que está listo ya hace tiempo, como el valiente,
como te corresponde por haber merecido tal ciudad,
quédate firme frente  a la ventana
y escucha con emoción 
- no con las súplicas y las quejas de los cobardes-
el rumor, cual un último deleite,
los sublimes instrumentos de la secreta comitiva,
y despídete de ella, de la Alejandría que pierdes.

 

K. Cavafis

 

            Hay que controlar el llanto por lo perdido, las lamentaciones por la historia pasada supuestamente brillante, la simple renuncia a lo vivido y la opción de lo por vivir, renunciar al calorcillo que da la historia, la costumbre, los años de gloria.

            Puede ser hermoso el camino del despojo, de la disponibilidad, de la capacidad para empezar otra cosa, otro camino, desde un planteamiento distinto. De lo contrario, no podremos superar el estar instalados en la diferencia.

            Y será preciso encarar la cobardía, el hondo temor, que anida en el fondo de las posturas discriminatiorias y que queremos envolver de derechos adquiridos que, en el fondo, no son más que privilegios acaparados.

            Despídete de Alejandría, de aquello que se consideraba inamovible, de los dogmas sociales que son los que ha generado profundas diferencias. Hay que tener controlada la añoranza que, en el fondo, es discriminación.

 

  • La superación de las tensiones históricas por la asunción de la diferencia

 

            A estas alturas de la historia la persona ha experimentado por enésima vez que las diferencias mal asimiladas son la causa de múltiples sufrimientos sociales. Las pretensiones hegemónicas, los nacionalismos exacerbados, las dictaduras crueles, las enormes dificultades para que los pueblos caminen en la misma dirección tienen como fuente principal la imposibilidad para asimilar la diferencia. Es un movimiento que nos conecta con la época de las cavernas: resulta dificultoso ver al habitante de la otra caverna uno al que no hay que combatir. Precisamente por ser algo tan ancestral es una realidad de muy difícil orientación.

Se puede comprender fácilmente que el odio al distinto tiene aquí su raíz y que la tarea de asumir la diferencia es algo de un volumen que, con frecuencia, sobrepasa a los humanos.

Este problema se agranda cuando el odio al distinto alcanza niveles de globalización, salta las fronteras de un país y comienza a implicar a gentes de cualquier lugar de la tierra. Los recelos entre las sociedades están bien vivos y el odio a las minorías sigue funcionando. La supuesta lucha por la identidad lleva aparejada la violencia, signo evidente de la dificultad de armonizar caminos de vida múltiples y fragmentados.

En Jn 6,19-21 tenemos un ejemplo de enorme dificultad para armonizar diferencias y las tensiones que generan entonces como hoy. Hay maneras de asumir diferencias que se asientan sobre falso: toda suerte de imposición del más fuerte, mediante dictaduras, presiones económicas, tiranías culturales. El imperialismo cultural es, sin duda, una forma de machacar las diferencias en beneficios de la cultura dominante, la del neoliberalismo más crudo asentado en los países más desarrollados, sobre todo USA. Se puede definir imperialismo como la actitud y doctrina de quienes propugnan o practican la extensión del dominio de un país sobre otro u otros por medio de la fuerza militar, económica o política.

Una forma más sutil de puentear las diferencias es uniformar, hacer que todo el mundo valore, hable, se comporte en modos uniformes, esos modos que están dictados de antemano por la moda, el consumo, la banalización de la individualidad. Este es un objetivo prioritario del imperialismo cultural. El imperialismo tiene como finalidad exportar e imponer los valores y cultura de los países desarrollados, hacia los países receptores, los cuales adoptan de una manera pasiva y casi imperceptible los flujos informativos y los productos culturales extranjeros.

Pero hay otra serie de caminos más posibilitadores. Son aquellos que comienzan trabajando la memoria, que se resisten al olvido como manto que cubre heridas que es preciso restañar y curar. Como dice R. Mate, “hacer presente el pasado de los vencidos amplía el campo de la justicia”. El campo de la justicia se amplía con el perdón. Si se quiere edificar en justicia es necesario contar con los agravios del pasado para integrarlos en el proceso de construcción armonizable del presente.

Será necesario, igualmente, encarar las diferencias, afrontar el “viento” en contra, como dice Jn 6,18, encajar la evidencia de que la diferencia es un componente ineludible de los seres históricos y que pretender ignorarla es una rotunda equivocación. Más aún, será preciso ver la diferencia como un valor, como una posibilidad de enriquecimiento, no solamente en lo que tiene de obstáculo. Es el gran valor de la diferencia. La única manera de contrarrestar el efecto desintegrador de la diferencia es, justamente, convertir la diferencia en un motor del hecho social. Ese es el milagro del compartir sobre la base del todo: convierte una carencia en un motor de actuación social, como queda claro en el signo de Jn 6,1ss. Aceptar a estas personas [diferentes] es, entenderlas y comprenderlas como personas diferentes, como individualidades que puedes querer o aborrecer, que te importan o de las que pasas pero en las que ves, además de su limitación -evidente o no-, sus valores, sus inquietudes, sus motivaciones, su forma de ser. Aceptarlas como un factor más, como un elemento que junto con muchos otros, determinan su personalidad. No hay que integrar a los diferentes, mediante sistemas paralelos. Hay que permitirles vivir en el mundo -el nuestro y el suyo-, y que se coloquen donde quieran estar. Hay que dotarles de la capacidad necesaria, para que puedan tener las mismas oportunidades, que el resto de las personas para vivir como ellos quieran vivir.

Finalmente, será preciso un esfuerzo por establecer conexiones en los entornos de gran diversidad, tratando de elaborar planes de superación de conflictos estableciendo tales relaciones en las posibilidades de encuentro, por pequeñas que estas sean. En tales casos, el diálogo y no la fuga es el camino adecuado. El diálogo representa la más genuina representación del tratamiento de conflictos basado en el pacto…Como estrategia permanente, el diálogo tiene efectos preventivos y puede ayudar a que un conflicto constructivo siga siéndolo…El diálogo es herramienta útil en un problema familiar o vecinal y en el más grave conflicto internacional o político.

Construir  un proceso integrador en un entorno complejo demanda reconocer la complejidad de nuestro entorno, aplicar el discernimiento y el pensamiento con rigor y realizar acciones encaminadas al ideal integrador. Cuando el Papa Francisco repite en la LS’ que “todo está conectado” está aludiendo, más allá la interconexión de las creaturas, al destino profundo de la historia: llegar a una formidable reconciliación, a una integración total.

Las tradiciones religiosas, y la evangélica en concreto, olvidando sus diferencias ancestrales, pueden ser decisivas para un ideal integrador para “contribuir a un conocimiento por el cual quien conoce pierde toda desconfianza y se abre a la entrega sin reservas a ‘eso único’ que se dice con claridad en esa noticia gratuita y absoluta”. Jn 6,19ss se inscribe en ese proceso integrador de la diferencia que es ganancia para toda cultura, por diversa que sea.

 

  • Para la conversación

 

-         ¿Cómo ayudarnos a superar el sentimiento de caverna aún vigente en nuestro imaginario? ¿Se puede modificar tal imaginario y su consiguiente paradigma?

-         No habría que colaborar con cualquier forma de “dictadura” que genere diferencias, jerarquías, clase, compartimentos. Una sociedad circular, de comportamientos “curvos”, no “rectos”.

-         La uniformidad es el anestésico de la diferencia. Huir de cualquier forma social que tienda a la mera uniformidad por ocultar problemas diferenciales del tipo que sean.

-         Activar un cultivo de la memoria que salga al paso del olvido que genera y perpetúa las diferencias y los privilegios.

-         ¿En qué medida la integración social puede ser rostro social de una espiritualidad de la caridad?

 

  • Para la lectura

 

“Es indispensable prestar atención para estar cerca de nuevas formas de pobreza y fragilidad donde estamos llamados a reconocer a Cristo sufriente, aunque eso aparentemente no nos aporte beneficios tangibles e inmediatos: los sin techo, los toxicodependientes, los refugiados, los pueblos indígenas, los ancianos cada vez más solos y abandonados, etc. Los migrantes me plantean un desafío particular por ser Pastor de una Iglesia sin fronteras que se siente madre de todos. Por ello, exhorto a los países a una generosa apertura, que en lugar de temer la destrucción de la identidad local sea capaz de crear nuevas síntesis culturales. ¡Qué hermosas son las ciudades que superan la desconfianza enfermiza e integran a los diferentes, y que hacen de esa integración un nuevo factor de desarrollo! ¡Qué lindas son las ciudades que, aun en su diseño arquitectónico, están llenas de espacios que conectan, relacionan, favorecen el reconocimiento del otro!” (EG 210).

 

 

 

11. UNA VIDA LUMINOSA

 

  • La verdad poética

 

Bajo el sol

 hay bondad

frente a la luz sólo basta

abrir los ojos.

Limpia las penas

de tu corazón

el sufrimiento

de tu cuerpo

bajo el sol

da gracias

a la hierba

al musgo a la lluvia

da gracias

al placer

a la tierra sobre la que vives

y sobre la que mueres

al primer jardín

a los árboles de música

y a sus follajes de silencio

da gracias

al agua de la acequia

al bálsamo en la sangre

al rocío la floresta

al ciervo vulnerable

bajo el sol

al cielo y a sus siglos

a las nubes del aire

al fuego y al frío

a los vientos a las noches

y a los días y a la luz

a los montes y colinas

a las fuentes los mares y riberas

a la muerte

a los pájaros del cielo

y a la muerte

oscuro corzo herido

da gracias

               bajo el sol.

Ernesto Kavi

 

            La luz como signo de bondad, como milagro cotidiano de vida, como sacramento de una presencia mucho más fuerte que las presencias religiosas.

            Una luz que limpie, que ordene, que sosiegue, que deje ver claro que hay posibilidades para cualquier camino, aunque sean limitadas. Una luz para que desaparezca el ahogo de nuestra vida.

            Por eso, hay que dar gracias continuamente por la luz, por haber sido creados, por estar aquí, por el don sagrado que es vivir y respirar.  

            Vivir bajo el sol. Entenderlo como un don grande, como una verdadera vocación, como una posibilidad cada día a la mano para una vida luminosa.

 

* El signo de una vida luminosa: Jn 9,1-30

 

            Los relatos evangélicos han visto en la actividad curandera de Jesús un signo de la llegada del reino. Que hubiera curanderos populares era una necesidad en una sociedad a millas de distancia de la medicina técnica que disfruta el ciudadano de hoy. Pero que en esa actividad específica de Jesús se descubriera la llegada del reino es un dato que atañe a percepciones de fe no fáciles de explicar.

            La ceguera como algo que afecta a la realidad de Israel, como símbolo de su alejamiento de Dios a través del apartamiento de la ley y de la justicia, está ampliamente tratada en los textos bíblicos. Por eso se esperaba que, en la época mesiánica, Dios acabaría con la ceguera de su pueblo.

            No es de extrañar, por tanto, que los evangelios reporten varias curaciones de ciegos: en Mt 9,27-31 (dos ciegos); en Mt 20,29-34 (dos ciegos); en Mc 8,22-26 (un ciego); en Mc 1046b-52 (un ciego); en Lc 18,35-43 (un ciego). Devolver la vista a un ciego era un signo eximio de curación, fuera lo que fuere.

            Pero en Jn 9,1 se trata de “un hombre ciego de nacimiento”. En el sintagma “de nacimiento” hay una especificidad joánica que da una orientación nueva al relato: es la persona en su oscuridad existencial, esa que le acompaña desde el nacimiento, que no se cura con medicamentos u operaciones quirúrgicas, sino con algo existencial, espiritual, algo que afecte al ser básico de las persona. En la expresión  “hombre” queda reflejado el mismo hecho de ser humano: la humanidad que vive en lo oscuro, en la honda ignorancia de la pérdida.

            Esta ignorancia, esta noche, cerca de la persona, “se acerca la noche” (v.4b), incluso a la misma persona de Jesús en su muerte anunciada. ¿Cómo liberar a la persona, al mismo Jesús, de esa oscuridad existencial? El texto joánico propone hacer un proceso, un itinerario, como suele ser habitual en la estructuración de sus signos.

            Se comienza por la mera narración del signo que va a dar lugar al proceso (vv.6-7): barro-lavarse-volver con vista. Siguiendo con el mecanismo de la intensificación de los verbos, la fórmula “fue, se lavó y volvió con vista” (v.7) puede ser entendida: se puso en seguimiento, encaró su limitación y se hizo la luz en su vida oscura. Es el milagro de iniciar un camino de luz.

            Pero en Jn, como decimos, los logros vitales se consiguen a través de un largo proceso que viene descrito en el diálogo subsiguiente al signo. Se parte de una comprensión de Jesús como hombre que da luz: “Ese hombre que se llama Jesús” (v.11). Es un hombre en toda la dimensión de su humanidad capaz, a su vez, de generar humanidad en torno. La premisa de su ser luz para la persona no es su divinidad, sino su honda humanidad. Siendo capaz de entender el hecho humano, de bajar a su sótano, es desde ese abajamiento desde donde puede proponerse como luz.

            El segundo paso es entender a Jesús como profeta, capaz de ser “señal de Dios”, más allá de su ser histórico, de su ser “pecador”: “Es un profeta” (v.17). En ese caso, Jesús se convierte en revelador de Dios, en su señal: lo que sabemos de Dios, lo sabemos por Jesús. Si Jesús devuelve la luz, eso quiere decir que Dios nos quiere luminosos y que el empeño de lograrlo es un empeño divino.

            En conexión con ello, el tercer paso es hacer ver que Jesús, por muy humano que sea, goza del aval de Dios, “viene de Dios”, porque “Si este no viniera de parte de Dios, no podría hacer nada” (v.33). Creer que un humano goza del aval de Dios demanda una dosis total de confianza en él. Con esa dosis se le puede aceptar como instancia de luz, como motor de luminosidad. Esto demanda ya un salto de fe, un paso a ese otro lado de la confianza plena.

Finalmente, situado el proceso en el terreno de la fe, el paso definitivo para lograr la luz más profunda es comprender a Jesús como “señor” de la existencia, razón última de la adhesión plena: “Te doy mi adhesión, Señor” (v.38). La adhesión a Jesús dota a la persona de una luminosidad, de un sentido capaz de hacer que su trayectoria histórica pueda ser entendida y vivida como una realidad luminosa.

En ese caso, el milagro no es meramente sacar de una ceguera, sino dotar a la persona de esa luz necesaria para que llegue a encontrar un sentido profundo al camino histórico y para que lo pueda vivir como una realidad que apunta a una plenitud y a la dicha.

 

  • Para la conversación

 

-         Hablamos de una oscuridad existencia, esa que acompaña la estructura humana y que es preciso ir trabajando para que mengüe. Una oscuridad existencial a la que se añaden otras. Cómo no resignarse a vivir en lo oscuro.

-         Para hacer obra de luz hay que comenzar por un trabajo de iluminación humana, de lo más elemental, de las actitudes y comportamientos que no tienen que ver con la religión, sino con lo que tienes delante, con las personas y las situaciones sociales más cotidianas.

-         Una luminosidad que deja claros comportamientos, personales y sociales, que hay que aclaarar. Una luz de profecía para denunciar y para abrir esperanza.

-         Cómo generar una experiencia religiosa luminosa, que venga de un Dios de luz, de un Jesús de luz, de una comunidad cristiana con comportamientos luminosos?

 

  • Para la lectura

 

“Es admirable la creatividad y la generosidad de personas y grupos que son capaces de revertir los límites del ambiente, modificando los efectos adversos de los condicionamientos y aprendiendo a orientar su vida en medio del desorden y la precariedad. Por ejemplo, en algunos lugares, donde las fachadas de los edificios están muy deterioradas, hay personas que cuidan con mucha dignidad el interior de sus viviendas, o se sienten cómodas por la cordialidad y la amistad de la gente. La vida social positiva y benéfica de los habitantes derrama luz sobre un ambiente aparentemente desfavorable. A veces es encomiable la ecología humana que pueden desarrollar los pobres en medio de tantas limitaciones. La sensación de asfixia producida por la aglomeración en residencias y espacios con alta densidad poblacional se contrarresta si se desarrollan relaciones humanas cercanas y cálidas, si se crean comunidades, si los límites del ambiente se compensan en el interior de cada persona, que se siente contenida por una red de comunión y de pertenencia. De ese modo, cualquier lugar deja de ser un infierno y se convierte en el contexto de una vida digna” (LS’ 148)..

 

 

12. UN CAMINAR HISTÓRICO MÁS LUMINOSO

 

  • La verdad poética

 

SOL de invierno, fugaz, sobre tu cuerpo. 

 

Este sol que rescata. 

 

Este sol que devuelve

aquel mundo de blancos

guijarros y días transparentes, frágil

luz de pureza,

cuando todos los miedos se espantaban

sólo con ocultar en un cuento tu nombre,

sólo con negarle, en tu vida

en el cuento, a la muerte tu nombre. 

 

Sol

que aún te reconoce y te redime. Luz,

frágil pureza. 

 

Juan Cobos Wilkins, 

 

         No hay que menospreciar los soles de invierno. Aunque su luz sea menos cálida hacen un trabajo grande de iluminación cuando más lo necesitamos, cuando es invierno. No hay que despreciarlos.

            Son necesarias las débiles luces que hablan el lenguaje de la pureza y del valor que asoma. Para llegar al corazón de lo bueno y de lo simple.

            Son para luchar contra la muerte de cada día, contra los lugares de muerte que estamos tentados de frecuentar, contra las negatividades que nos cercan como una coraza.

            Sol para decirnos, luz para decirnos, unos a otros, que nuestra vida tiene un horizonte y que está llamada a un gozo, más allá de cualquier limitación.

 

  • Confluencias necesarias para un caminar histórico más luminoso

 

            El logro de un caminar histórico luminoso no es algo que va de sí. El mismo EvJn lo pone como un “signo” del Reino, algo hacia lo que se camina muchas veces entre densas penumbras. Por eso mismo, para avanzar en la dirección de la luz, es necesaria la confluencia de muchas variables que hagan posible que la densa oscuridad se abra y brote la luz en la senda humana. Ya los filósofos nos decían que el camino del hombre hacia el ser, hacia el sentido, es un camino de oscuridad. Y hasta los estudios sobre el cosmos nos informan sobre la loca carrera de lo creado en la oscuridad más increíble. Desde ahí hay que medir la pretensión humana y espiritual de vivir en la luz.

            Para mantener en una cierta racionalidad esta pretensión es preciso, como decimos, que confluyan muchas variables. En primer lugar, la variable democrática: es preciso que muchos quieran, Si unos no lo desean y otros sí, la sensación de que las sombras ganan la partida será más fuerte que la realidad de la luz que avanza. Es cierto que el mundo avanza hacia caminos democráticos más amplios cada vez; pero la zona de sombras es, todavía, densa.

            Se requiere, así mismo, la confluencia de voluntades económicas que entiendan el dinero desde parámetros de solidaridad. Las múltiples economías alternativas (el bien común, la sobriedad feliz, el decrecimiento, la banca ética y solidaria, etc.) abren sendas significativas, aunque todavía pequeñas en esa dirección porque tienen la certeza de que los datos macroecómicos, el PIB por ejemplo, no indican nada, no hacen luz, si no se los combina con la economía real, la economía civil, la del ciudadano de a pie.

            Igualmente sería necesaria la confluencia de voluntades culturales en las que se ponga por delante el cultivo del espíritu, entendido este no tanto en el marco de los estrictamente religioso cuando en lo amplio de lo humano. Pretender luz con el espíritu ahogado, muerto, es pretender lo imposible a nivel social. Las tradiciones religiosas, sensibles a esto, puede hacer aportaciones valiosas, el acceso a otra dimensión de la realidad.

También se intuye como necesaria la confluencia de las voluntades solidarias ya que la oscuridad se hace más densa en el individualismo y la indiferencia hacia el otro y brota la luz en la solidaridad y la equidad. Cuando somos capaces de superar el individualismo, realmente se puede desarrollar un estilo de vida alternativo y se vuelve posible un cambio importante en la sociedad. En este sentido, la nube de voluntariados que envuelve el planeta es un foco de luz sobre los pasos de la persona sobre la tierra.

Por su parte, y hoy más que nunca, se hace necesaria la confluencia de las voluntades que tratan de entender, vivir y ofrecer la ciencia en modos humanizadores. Un foco de luz inmenso viene de este lado, siempre que, como decimos, el valor de la persona sea el frontispicio de todo el trabajo científico. Estas técnicas van a ser una liberación, van a dar lugar a nuevo humanismo.

Finalmente la unión de voluntades creativas puede aportar mucha luz sobre el camino humano desde el lado de la belleza, ya que este elemento está hecho, si es que es belleza, de pura luz. El papel de los creadores de belleza ha sido decisivo para mantener encendida la llama de la esperanza en las épocas más sombrías del caminar humano. Con toda claridad lo siguen soñando los espíritus cercanos a la belleza: Vendrá un día en que a medida que se llene de luz la conciencia del hombre, se debilitarán los dogmas que lo esclavizaron desde siempre; y este se irá identificando con el sol cuanto más se aproxime a los ideales de dignidad y libertad humanas.

El texto de Jn 9 propone el caminar común en la luz, del que se hace adalid el humilde Jesús de Nazaret, que propone un camino de luz en la dura realidad de una existencia amasada a las sombras. El milagro de la vida luminosa se va construyendo, paso a paso, con la generosidad de todos. Certezas que acompañan a la lectura del texto bíblico.

 

  • Para la conversación

 

-         Creer en la democracia no es solamente dar apoyo a un mecanismo político sino tener por cierto que la corresponsabilidad social y política genera luz en el comportamiento ciudadano. Para eso, como dijimos, hay que creer en el valor básico de la amistad cívica.

-         Creer en otra economía alternativa ha de ser algo que se aproxime a la vida de un ciudadano/a común. Solamente se podrá “ver” eso si se hacen prácticas de economía alternativa, siquiera significativas.

-         Creer en otra cultura ha de llevar a apoyar la cultura popular en sus variantes más modestas alejándonos de la cultura de las élites que propenden al dominio.

-         Creer en una ciencia humanizadora ha de llevar a intentar compatibilizar, mental y prácticamente, los avances de la ciencia con nuestros modos religiosos. Si estos va por detrás y tirando siempre para atrás, algo no va bien.

 

  • Para la lectura

 

 

“La visión consumista del ser humano, alentada por los engranajes de la actual economía globalizada, tiende a homogeneizar las culturas y a debilitar la inmensa variedad cultural, que es un tesoro de la humanidad. Por eso, pretender resolver todas las dificultades a través de normativas uniformes o de intervenciones técnicas lleva a desatender la complejidad de las problemáticas locales, que requieren la intervención activa de los habitantes. Los nuevos procesos que se van gestando no siempre pueden ser incorporados en esquemas establecidos desde afuera, sino que deben partir de la misma cultura local. Así como la vida y el mundo son dinámicos, el cuidado del mundo debe ser flexible y dinámico. Las soluciones meramente técnicas corren el riesgo de atender a síntomas que no responden a las problemáticas más profundas. Hace falta incorporar la perspectiva de los derechos de los pueblos y las culturas, y así entender que el desarrollo de un grupo social supone un proceso histórico dentro de un contexto cultural y requiere del continuado protagonismo de los actores sociales locales desde su propia cultura. Ni siquiera la noción de calidad de vida puede imponerse, sino que debe entenderse dentro del mundo de símbolos y hábitos propios de cada grupo humano” (LS’ 144).

 

 

13. UNA VIDA PLENA

 

  • La verdad poética

 

Caminaba sobre el agua, llenaba las redes,

los pescadores abandonaban su oficio por seguirlo. 

 

En una boda faltó el vino. Él se hizo cargo: 

centenares de litros,

un golpe de maestro viñador,

agua en vasos de piedra convirtiéndose en vino. 

 

Es mejor, dijeron los invitados, sí, es mejor

el vino que surge sin pisar la uva, 

el pan hecho sin grano ni horno,

el pez que se mete en la barca de un salto. 

 

Desencadenaba el gratis que pertenece a la gracia, 

apasionada y violenta. 

 

Venía de un bautismo en aguas del Jordán, 

murió poco más allá

sobre un travesaño con forma de T

y, cuando un hierro le atravesó el costado, 

brotó agua, como la incisión de un parto. 

Murió convertido en fuente. 

 

He aquí el intruso del mundo, 

empapado de la grasa de todas las culpas, 

perdiendo el color, pálido de frío, en un abril

o incluso en un marzo, más allá de ochocientos metros

sobre el nivel del mar jamás tocado. 

 

Un gargarismo de aguas en el fondo de un pozo seco, 

un carraspeo en la tubería de las arterias: 

así jarrea su resurrección.

 

                Erri de Luca 

 

            Vida plena, la de Jesús, dentro de su pobreza social y del desconocimiento en el que se desarrolló. La plenitud que brota del amor más que de la posición sociológica.

            Una vida que desencadena lo gratis, lo gratificante, la promesa de la dicha. Porque lo suyo fue anunciar la dicha en la posibilidad, por pequeña que se la quiera, del ahora.

            Por eso mismo, su muerte fue algo convertido en fuente, en posibilidad, en promesa, en esperanza. No fue el cerrojazo de la nada, sino la puerta de la promesa.

            Un intruso en el mundo para apuntalar el ansia de la dicha, el hambre de trascendencia, en nosotros, minúsculas criaturas perdidas en el universo.

            Su vida sigue brotando, su resurrección sigue “jarreando”, llenando de agua viva los secarrales de la historia, las gargantas sedientas del alma.

 

* El signo de una vida plena en la historia: Jn 11,1-46

 

            Resulta una paradoja hablar de plenitud en el marco de la historia. Aquí radica la mayor novedad de este séptimo signo joánico: se quiere desvelar, revelar, el fondo de la realidad como algo que participa ya de la plenitud, a pesar de hacer parte de categorías históricas. Es la búsqueda de sentido en el último sótano de la existencia.

            El texto comienza planteando el choque brutal de la muerte como obstáculo casi insuperable para quien quiera hablar de sentido y de vida en el fondo de la realidad histórica. No se trata de puentear lo que es evidente, la dentellada de la muerte: “Lázaro ha muerto” (v.14). Pero la muerte, por absurdo que parezca, puede tener la finalidad de agudizar el sentido, “para que llegáis a creer” (v.15) y para que Dios reciba gloria no como si recibiera el duro tributo de los mortales, sino para tener “manifestar la gloria del Hijo de Dios” (v.4), la gloria de uno que muere con sentido y en su caminar a la muerte hay orientación, hay oferta de vida.

            La respuesta religiosa ante el muro de la muerte, tipificada en la respuesta del judaísmo, es la afirmación de la vida en el más allá. Ante el peso enorme del sinsentido de la muerte que se tiene ante los ojos, las religiones elaboran la fe en una resurrección fuera del marco de la historia. “Yo sé que resucitará en la resurrección del último día” (v.24). Esta fe, con ser fuerte no logra disipar el sinsentido de la muerte histórica ni dota a la persona, al menos en no pocos casos, de herramientas para la superación de la pérdida. Claramente se ve esto en el texto en la afirmación de Marta como representante de la humanidad herida. El planteamiento de Jn buscará sentido en otra dirección.

            La propuesta de Jesús es una propuesta de vida en la realidad del más acá, aunque esta realidad se vea afectada por la muerte. La adhesión a él, la confianza honda en su programa de vida, es el único argumento sobre el que construir el sentido: “el que me presta adhesión, no morirá nunca” (v.26). Es decir, el asunto no es tener fe en la resurrección, sino creer a uno que dice que hay vida en el terreno de la misma muerte. Es una cuestión de fe personal que puede desvelar el fondo de una realidad que aparece derrotada de antemano, vacía de vida como tal, carente de sentido.

            Como el discurso joánico no es lineal, se vuelve a poner delante el gran obstáculo para elaborar un pensamiento tal: lo duro de la muerte tipificado en el sepulcro y su hedor “huele mal, lleva ya cuatro días” (v.39). El llanto de Jesús (v.35) no es tanto por amistad cuanto por percibir la dificultad enorme que la persona tiene para aceptar la propuesta de vida en el marco histórico. Es un llanto “ideológico”, espiritual.

            El relato da un salto incomprensible cuando consigna que, ante el sepulcro, “entonces quitaron la losa” (v.41). La lógica narrativa habría sugerido la reafirmación de la muerte inane ante el sepulcro. Pero si echan mano de la losa, la que ellos mismos habían puesto, es fiados en la palabra de quien dice que, en el fondo del despojo de la muerte histórica anida una realidad de vida. Por eso quitan la losa, liberan las fuerzas de vida que anidan en la muerte física.

            En esa lógica ilógica es donde se inserta la oración de Jesús: “Gracias, Padre, por haberme escuchado” (v.41). El muerto sigue en la tumba, pero Jesús ha sido escuchado en la adhesión de  quienes han creído, contra toda evidencia, que en los subsuelos de la muerte anida la vida. Se ha verificado el milagro, por mucho que Lázaro siga envuelto en sus vendas y su sudario.

            El desarrollo de la narración demanda que el muerto salga de la tumba, pero la cúspide del signo ha sido superada cuando se ha dado adhesión a quien dice que hay vida en el fondo de la muerte histórica. Dado que los signos en Jn están seriados, el peso recae sobre este último signo: la adhesión a Jesús lleva a una perspectiva distinta sobre lo histórico, aquella que llega a la certeza de que lo que se creía destinado a la muerte está, en realidad, enmarcado, ya desde ahora, en el paradigma de la vida.

 

  • Para la conversación

 

-         ¿Cómo hacer creíble que la dicha está ya aquí, que esta vida tiene vocación de disfrute, que hay que “tratarse bien” cada día, como dice EG 4? Hay que aprender cada jornada la sabiduría del disfrute sencillo.

-         El daño que nos ha hecho la creencia suprema de un cielo más allá que no tiene en cuenta las situaciones sociales del más acá. Por eso, la ruptura entre tierra y cielo  tiene consecuencias sociológicas. La posibilidad de vivir una fe “no religiosa”, como decía Bonhoeffer.

-         ¿Qué es más interesante creer en la resurrección o dar crédito a un Jesús que dice que la vida vale más allá de su limitación? ¿A qué posturas sociales lleva una u otra cosa?

-         La muerte no avanzará ni un paso cuando la vida va ampliando su radio de acción. La tarea humana de eliminar la muerte como algo posible.

 

  • Para la lectura

 

“Su resurrección no es algo del pasado; entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable. Verdad que muchas veces parece que Dios no existiera: vemos injusticias, maldades, indiferencias y crueldades que no ceden. Pero también es cierto que en medio de la oscuridad siempre comienza a brotar algo nuevo, que tarde o temprano produce un fruto. En un campo arrasado vuelve a aparecer la vida, tozuda e invencible. Habrá muchas cosas negras, pero el bien siempre tiende a volver a brotar y a difundirse. Cada día en el mundo renace la belleza, que resucita transformada a través de las tormentas de la historia. Los valores tienden siempre a reaparecer de nuevas maneras, y de hecho el ser humano ha renacido muchas veces de lo que parecía irreversible. Ésa es la fuerza de la resurrección y cada evangelizador es un instrumento de ese dinamismo” (EG 276).

 

 

14. PLENITUDES SOCIALES

 

* La verdad poética

 

Toda la gente

de la que nadie habla

viviendo

mirando el sol

diciendo hola

cogiendo un resfriado

cogiendo el autobús

Viendo un cuadro

leyendo un libro

teniendo una revelación

de su yo verdadero

antes de morir.

 

Miguel A. Bernat

 

            La gente de la que nadie habla es la gente a la que hay que intentar convencer de que su vida tiene valor en sí misma. Y hay que hacerlo luchando con ella, codo a codo, por su creciente liberación social.

            Es en las acciones cotidianas donde se encierra un humilde pero veraz secreto de dicha plena, aunque sea en ciernes. Demanda de profundidad, de bajar al sótano de la vida.

            Todo entra en la promesa de la dicha, lo físico, lo espiritual en sentido amplio. Todo puede contribuir a la construcción de la dicha.

            Y uno se muere sabiendo un poco más de su yo. Cuanto más se sepa de él, más sentido tendrá el sinsentido de la muerte. Saber del yo es fuente de dicha y placer.

 

* Posibilidad de plenitudes verdaderas en un marco histórico

 

            Las paradojas, como otras figuras literarias, pueden contribuir al ahondamiento del sentido. Por eso cuando, al filo de Jn 11,1ss, se habla de “plenitudes verdaderas en un marco histórico” no estamos jugando con las palabras. Queremos ahondar en una intuición espiritual: aquella que olfatea que en el marco de la historia, con todas sus limitaciones, se puede aspirar a una cuota de plenitud. Lo decimos de nuevo: no se trata de imaginaciones, sino de procesos de ahondamiento. Hablar de una plenitud limitada es una paradoja, pero hay que verificar la posibilidad de contenido que encierra. Si esto arrojara un saldo positivo, se podría echar luz sobre muchas situaciones humanas de gran dificultad, la muerte incluida.

            Un sentido de plenitud anida en lo cósmico, realidad que pasa por enormes mutaciones. Efectivamente, cuando se nos describe el final del sol como estrella que tiene fecha de caducidad, la familia galáctica en la que se inscribe la Vía Láctea, el muro del fin del universo, las ondas gravitacionales, la vertiginosa velocidad a la que viaja la tierra envuelta en el inabarcable torbellino del big bang, etc., puede percibirse dos extremos: la enorme limitación, valga la expresión, de este cosmos o su formidable latido de vida. Esta admiración de la vida que late se ve confirmada, en el ámbito de lo minúsculo, por la física de partículas y su increíble mundo. Todo ello, llama a la vida, al formidable afán por mantenerse en el lado de lo que vive porque hasta el vacío está realmente lleno e impregnado de campos de energía.

            Atisbamos, también, un sentido de plenitud en el marco social y político que pasa por formidables cambios en las relaciones internacionales. Es cierto que el denominador común del egoísmo más cavernario sigue aún vigente en muchos anhelos políticos. Pero la era de total individualismo ha pasado a la historia. Las relaciones se construyen hoy en el entramado de países que forman el planeta. Por eso, los terremotos políticos afectan a todos los países y los logros también. Existe en el fondo de la relación política una búsqueda, a veces en maneras veladas, de una vida que se anhela y que, de alguna forma, se va poseyendo y se va cuidando. No es obstáculo para esta percepción el retroceso evidente que a veces hacen las libertades, incluso en los gobiernos supuestamente democráticos que deberían consagrarlas.

            No cabe duda, además, de que en el conjunto de espiritualidades que en el mundo han sido, más allá de sus limitaciones e incluso de sus fratricidas luchas, hay un indudable anhelo de vida y pueden ser comprendidas como una realidad de fuerte componente vital. Esta ha de ser, sin duda, su mejor aportación al devenir del camino histórico, poder llegar a mostrar la inmensidad del trasfondo de todo objeto y sujeto, que es su única realidad. Ese trasfondo lleva la marca de la vida.

            Finalmente, hay una plenitud de vida en el mero ser tierra de la persona, en su honda pertenencia a este cosmos a través del ser familia de la tierra. La religiosidad habla de tierra habitada por Dios, de creación. Es justamente en ese “poner su casa en él” donde radica la certeza de que en lo limitado habita la vida, de que esta se pliega a la historia hasta verla ya latiendo en cada instante.

            Tras esta constatación de la posibilidad de vida en marcos de realidad histórica se podrá construir otra espiritualidad más amplia  de vidas plenas, tal como lo sostiene la utopía cristiana. De hecho, esta vida en lo histórico y aquella otra en el anhelo de la fe son parte de una misma realidad: el misterio de la vida latiendo en lo que existe.

 

  • Para la conversación

 

-         La paradoja de una plenitud en el marco de lo limitado ha de llevar a amar más justamente lo limitado como posibilitador de vida plena. Amar la vida, el mundo, la historia. Situar la fe en el marco de lo simplemente histórico con una trascendencia intrahistórica.

-         Acoger la nueva cosmología ha de llevarnos a modificar el imaginario creyente y su consiguiente paradigma.

-         Hay que dar fe a las nuevas relaciones internacionales por limitadas y fracasantes que a veces sean. En esa fe se juega mucho de la dicha de este planeta.

-         ¿Cómo las espiritualidades pueden contribuir a la fe en las posibilidades de lo humano? ¿Cómo hacer que no huyan de la historia?

-         Somos tierra. No solamente estamos en la tierra, sino que somos tierra con todas las consecuencias.

 

  • Para la lectura

 

“Esta hermana tierra clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que «gime y sufre dolores de parto» (Rm 8,22). Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura” (LS’ 2).

 

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