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FIAIZ

El sueño de una comunidad humana que cuida de la tierra

EL SUEÑO DE UNA COMUNIDAD HUMANA QUE CUIDA LA TIERRA

 

 

“Tengo la conciencia demencial, ligada paradójicamente a nuestra actual pobreza existencial, y al deseo, que descubro en muchas miradas, de que algo grande pueda consagrarnos a cuidar afanosamente de la tierra en que vivimos”[1].

 

 

            Con la encíclica Laudato Sí’ está ocurriendo algo singular: hace más de dos años que fue publicada y todavía sigue siendo estudiada, reflexionada, subrayada[2]. Algo en este texto hace que siga sobre la mesa, al contrario de lo que suele suceder con muchos textos pontificios que casi nunca llegan al gran público o permanecen poco tiempo en primera línea. Quizá sea por haber situado la reflexión cristiana en un tema y un ámbito civil, el de la ecología. Si así fuera, el hecho social nos habla de que los esfuerzos por “salir” de la burbuja religiosa pueden ser muy rentables[3].

            Aunque tímidamente, quizá se esté cumpliendo el anhelo del Papa Francisco en LS’ 214: “A la política y a las diversas asociaciones les compete un esfuerzo de concientización de la población. También a la Iglesia. Todas las comunidades cristianas tienen un rol importante que cumplir en esta educación. Espero también que en nuestros seminarios y casas religiosas de formación se eduque para una austeridad responsable, para la contemplación agradecida del mundo, para el cuidado de la fragilidad de los pobres y del ambiente. Dado que es mucho lo que está en juego, así como se necesitan instituciones dotadas de poder para sancionar los ataques al medio ambiente, también necesitamos controlarnos y educarnos unos a otros”. También los movimientos de Iglesia han de contribuir a la concientización ecológica. Cáritas es uno de esos movimientos. No puede desentenderse de ello porque tiene también una competencia educativa en materia social de cara a la sociedad y a la comunidad cristiana.

            La LS’ tiene fe en el empuje social que pueden desarrollar las asociaciones civiles: “La sociedad, a través de organismos no gubernamentales y asociaciones intermedias, debe obligar a los gobiernos a desarrollar normativas, procedimientos y controles más rigurosos. Si los ciudadanos no controlan al poder político –nacional, regional y municipal–, tampoco es posible un control de los daños ambientales”. Declinar esta función ciudadana de control social es lo que lleva a la disolución de los valores ecológicos y deja a su suerte a los pobres que son quienes más sufren las carencias medioambientales.

            Además la caridad, como todos los valores que afectan a los procesos de humanización, requiere reflexión. Es cierto que la obra social de Cáritas es lidiar con las pobrezas. Pero ese desigual trabajo demanda reflexión. El trabajo social sin reflexión puede llevar a muchas disfunciones. La reflexión riega las raíces de la acción.

 

  1. 1.      La caridad ecológica

 

La caridad es un paraguas bajo el que caben muchos conceptos, ya que el amor es polisémico y polifuncional. La caridad como concepto espiritual e incluso social tuvo una ampliación en la “caridad política”. El tema se ha trabajado desde Pío IX hasta el papa Francisco y es ya un topos de la doctrina social de la Iglesia que todo el mundo admite[4]. Basados, precisamente, en la amplitud semántica y vital del amor, podríamos plantea la posibilidad de entender la caridad como caridad ecológica. ¿Qué es la caridad ecológica?

Para introducirnos en esta nueva posibilidad conceptual y vital de la caridad leemos la LS’ en su nº 231:  “El amor, lleno de pequeños gestos de cuidado mutuo, es también civil y político, y se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor. El amor a la sociedad y el compromiso por el bien común son una forma excelente de la caridad, que no sólo afecta a las relaciones entre los individuos, sino a «las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas». Por eso, la Iglesia propuso al mundo el ideal de una «civilización del amor». El amor social es la clave de un auténtico desarrollo: «Para plasmar una sociedad más humana, más digna de la persona, es necesario revalorizar el amor en la vida social –a nivel político, económico, cultural–, haciéndolo la norma constante y suprema de la acción». En este marco, junto con la importancia de los pequeños gestos cotidianos, el amor social nos mueve a pensar en grandes estrategias que detengan eficazmente la degradación ambiental y alienten una cultura del cuidado que impregne toda la sociedad. Cuando alguien reconoce el llamado de Dios a intervenir junto con los demás en estas dinámicas sociales, debe recordar que eso es parte de su espiritualidad, que es ejercicio de la caridad y que de ese modo madura y se santifica”.

Según el texto el amor social, la caridad social (algo más englobante que la caridad política), empuja a “pensar, junto con los pequeños gestos, en grandes estrategias que detengan la degradación ambiental y alienten la cultura del cuidado”. Estas dos tareas, según LS’, hacen parte de la “espiritualidad” de un llamado de Dios, de una vocación política, del seguimiento de Jesús en definitiva. Ser seguidor ha de incluir este tipo de espiritualidad y sus consiguientes opciones. Un seguimiento sin preocupación ecológica no es hoy el seguimiento de Jesús.

Vamos a desarrollar los contenidos espirituales de la caridad ecológica apoyándonos en textos de LS’:

a)      La ecología entendida desde el amor: La ecología no puede ser entendida únicamente como el logro de una serie de estrategias que lleven a la sostenibilidad. Ha de ser una cuestión de amor y desde esa perspectiva habrá que plantear las acciones pertinentes. El amor a lo creado encuentra un paradigma en san Francisco de Asís quien “así como sucede cuando nos enamoramos de una persona, cada vez que él miraba el sol, la luna o los más pequeños animales, su reacción era cantar, incorporando en su alabanza a las demás criaturas” (11). Enamoramiento y canto. Si el enfoque general de la naturaleza es su estar fuera de mí o su mera utilidad, hablar de caridad ecológica resulta imposible. 

b)      Una sintonía en clave de amor, no solo de utilidad: Porque esa ha sido la clave de la relación con la creación: si me es útil o no, si la puedo explotar o no, si le puedo sacar beneficio o no. Y esto, a veces, a costa de cualquier expolio dejándose caer en el abismo del dominio. Dice LS’ 108 citando a Romano Guardini, autor predilecto del Papa Francisco: «El hombre que posee la técnica sabe que, en el fondo, esta no se dirige ni a la utilidad ni al bienestar, sino al dominio; el dominio, en el sentido más extremo de la palabra»[5]. Por eso resulta grave enfocar las relaciones con lo creado desde la mera utilidad. Ésta no es inocua: lleva en su seno el gusano venenoso del dominio.

c)      Una actitud valorativamente respetuosa en mezcla con el amor: Al decir “valorativamente” estamos hablando del respeto mezclado al amor. No se trata solamente de guardar las distancias correctas con lo creado, como si fuera algo que está ahí sin mí y con lo que hay que andarse con cuidado porque a veces parece responder en modos de desastre (catástrofes naturales). Se trata del respeto de quien quiere de verdad implicarse porque ama. Dice LS’ 89: “Las criaturas de este mundo no pueden ser consideradas un bien sin dueño: «Son tuyas, Señor, que amas la vida» (Sb 11,26). Esto provoca la convicción de que, siendo creados por el mismo Padre, todos los seres del universo estamos unidos por lazos invisibles y conformamos una especie de familia universal, una sublime comunión que nos mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde”. Calificar el respeto de “sagrado” eleva la relación con la creación a ese nivel en que se mira con profunda visión de amor no solamente aquello que se tiene delante, sino aquello de que se hace parte.

d)      Una colaboración fruto del amor: Colaborar con la creación puede parecer una utopía angélica. Pero es necesario llegar a un diálogo, a un entendimiento con el hecho creacional, cosa que solamente se logrará con la colaboración franca con las criaturas[6]. Lo dice LS’: “La humanidad aún posee la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común (13); todos podemos colaborar como instrumentos de Dios para el cuidado de la creación, cada uno desde su cultura, su experiencia, sus iniciativas y sus capacidades (14)”. Esta colaboración, pasados, en teoría al menos, los tiempos del desencuentro y de la ignorancia de lo creado, se hace más necesaria que nunca por la persistencia del viejo paradigma, negacionista y expoliador[7] y sobre todo por la dificultad para lograr la implicación tanto de las instancias políticas como personales.

e)      Un caminar en modos interaccionados por causa del amor: Porque en LS’ es un “dogma” la expresión “Todo está conectado” (16, 19, 117, 138, 240). Esta interconexión es una tupida y profunda red de relaciones: “La ecología estudia las relaciones entre los organismos vivientes y el ambiente donde se desarrollan. También exige sentarse a pensar y a discutir acerca de las condiciones de vida y de supervivencia de una sociedad, con la honestidad para poner en duda modelos de desarrollo, producción y consumo. No está de más insistir en que todo está conectado. El tiempo y el espacio no son independientes entre sí, y ni siquiera los átomos o las partículas subatómicas se pueden considerar por separado. Así como los distintos componentes del planeta –físicos, químicos y biológicos– están relacionados entre sí, también las especies vivas conforman una red que nunca terminamos de reconocer y comprender. Buena parte de nuestra información genética se comparte con muchos seres vivos. Por eso, los conocimientos fragmentarios y aislados pueden convertirse en una forma de ignorancia si se resisten a integrarse en una visión más amplia de la realidad” (LS’ 138). Todas las teorías de la ciencia moderna consignan esta interdependencia, incluso aunque no sepan explicarla racionalmente[8]. ¿Qué razón de base, qué certeza fundamente sino el amor puede sustentar la verdad de la interacción de las creaturas? Sin tal amor, la autorreferencialidad es el gran peligro para los humanos[9].

f)       La necesidad de actuaciones políticas en materia de ecología como exigencias del amor social: Porque las actuaciones ecológicas no arriban a esa playa de las decisiones políticas, se pierden en el maremágnum de las meras iniciativas privadas. Por eso la LS’ aboga explícitamente por la implicación de la política internacional y de las políticas nacionales y locales[10]. ¿Por qué razón un político ha de incorporar a su bagaje de pensamiento y de acción el tema de la ecología? Por razones de amor social. Si es un mero gestor político, si no “ama” a la ciudadanía a la que representa (por angelical que parezca), ¿dónde va a encontrar razones para una actuación de este tipo?. Esto demanda, claro está, políticos honestos y de talante humanizador. Pues de lo contrario, todo terminará arrumbado por inútil, por improductivo[11].

g)      En “estado de poesía” con la creación porque es latido de amor: Casaldáliga decía que el cristiano habría de vivir “en estado de poesía” porque la verdad poética es vehículo de espiritualidad y de mística[12]. El redescubrimiento de ese otro lado de lo creado, de esa cara oculta de las cosas, puede encontrar en la exaltación poética de las criaturas un cauce de espiritualidad. Dice la LS que si todo se reduce a ciencia empírica “desaparecen la sensibilidad estética, la poesía, y aun la capacidad de la razón para percibir el sentido y la finalidad de las cosas” (LS’ 199). En LS’ 233 se lee:  “El universo se desarrolla en Dios, que lo llena todo. Entonces hay mística en una hoja, en un camino, en el rocío, en el rostro del pobre”[13]. Esto lleva a la contemplación de la naturaleza desde la hondura del amor, cosa que habría de reflejarse hasta en el mismo lenguaje poético de las expresiones espirituales[14].

h)      Mantener la esperanza de un futuro ecológico para lo creado porque se lo ama con viveza: LS’ ha sido tachada, entre otras cosas, de documento negativista y oscuro por sus diagnósticos acerados sobre la situación presente del planeta, sobre todo en cuestiones como la del cambio climático[15]. Pero en su conjunto, LS’ cree en las posibilidades de una regeneración, de un cambio de rumbo en materia de ecología:”El ser humano todavía es capaz de intervenir positivamente” (58).  “La Carta de la Tierra nos invitaba a todos a dejar atrás una etapa de autodestrucción y a comenzar de nuevo, pero todavía no hemos desarrollado una conciencia universal que lo haga posible. Por eso me atrevo a proponer nuevamente aquel precioso desafío: «Como nunca antes en la historia, el destino común nos hace un llamado a buscar un nuevo comienzo […] Que el nuestro sea un tiempo que se recuerde por el despertar de una nueva reverencia ante la vida; por la firme resolución de alcanzar la sostenibilidad; por el aceleramiento en la lucha por la justicia y la paz y por la alegre celebración de la vida»” (207). Y el final del texto es elocuente: “Caminemos cantando. Que nuestras luchas y nuestra preocupación por este planeta no nos quiten el gozo de la esperanza” (244).

Pudiera pensarse que estas notas espirituales, que quieren ahondar en la caridad ecológica, no llegan atrapar el asunto y no consiguen enmarcar una verdadera mística ecológica nueva capaz de suscitar planes de actuación. Habrá que seguir intentándolo. Pero siempre hay tener presente el aviso de Jn 3, 8 de que el viento sopla y se oye su ruido, aunque no hay quien lo atrape. Pretender atrapar una espiritualidad es cosificarla, destruir su capacidad de sugerencia.

 

2. Espiritualidad del cuidado

 

            La espiritualidad del cuidado es el camino más adecuado para ir poniendo carne a la espiritualidad de la caridad ecológica. LS’ elabora un amplio panorama espiritual sobre el cuidado de la creación:

  • El fundamento básico de esta espiritualidad resulta elemental: “el solo hecho de ser humanos mueve a las personas a cuidar el ambiente” (64). La humanidad muestra su rostro en el cuidado de lo creado. Cuanto más cuides el ambiente, más humano eres.
  • El Papa elabora una espiritualidad bíblica nueva sobre el cuidado que aún no hemos asimilado: “Es importante leer los textos bíblicos en su contexto, con una hermenéutica adecuada, y recordar que nos invitan a «labrar y cuidar» el jardín del mundo (cf. Gn 2,15). Mientras «labrar» significa cultivar, arar o trabajar, «cuidar» significa proteger, custodiar, preservar, guardar, vigilar. Esto implica una relación de reciprocidad responsable entre el ser humano y la naturaleza” (67). Toda tentación de expolio amparada en el hecho religioso es absolutamente rechazable. Por el contrario, entender bien la Palabra predispone y empuja en la dirección del cuidado.
  • El cuidado no es algo baladí, sino que tiene profundas consecuencias. Dice la LS’ citando a Juan Pablo II[16]: “Toda pretensión de cuidar y mejorar el mundo supone cambios profundos en «los estilos de vida, los modelos de producción y de consumo, las estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad»” (5). De ahí, como hemos dicho, el afán de LS’ por situar el tema de la ecología en las estructuras políticas.
  • A nivel personal, el cuidado tiene también consecuencias y depende de la capacidad de hacer propias las situaciones de los demás: “Siempre es posible volver a desarrollar la capacidad de salir de sí hacia el otro. Sin ella no se reconoce a las demás criaturas en su propio valor, no interesa cuidar algo para los demás” (208). En ese “salir de sí” es donde se halla una de las principales claves de la espiritualidad ecológica.
  • Y habría que trasladar esta espiritualidad de los gestos diarios, a las actuaciones locales, que son las que pueden dar verdad a modos más globales de situar el problema: “Es muy noble asumir el deber de cuidar la creación con pequeñas acciones cotidianas, y es maravilloso que la educación sea capaz de motivarlas hasta conformar un estilo de vida” (211). La suma de esos pequeños gestos son los que llevan a conformar estilos de vida. Por eso los gestos son tan decisivos[17].
  • Esta espiritualidad habría que aplicarla incluso a lo más básico, a la realidad corporal: “Aprender a recibir el propio cuerpo, a cuidarlo y a respetar sus significados, es esencial para una verdadera ecología humana” (155).

Los pensadores más inquietos sobre el problema ecológico nos advierten con claridad: “Para cuidar el Planeta, todos tenemos que pasar por una alfabetización ecológica y revisar nuestros hábitos de consumo. Hay que desarrollar una ética del cuidado”[18]. ¿No debería ser esta una preocupación explícita de la caridad ecológica?

 

3. Profecía ecológica

 

            Debido al retraso y a la enorme dificultad por hacer coincidir los caminos de la persona y los de la tierra, tan separados, uno de los trabajos de los grupos concienciados sería el de ejercer la profecía ecológica. Se trataría no solamente de fustigar egoísmos ecológicos, sino también de abrir horizontes, de sugerir posibilidades.

            En futurología se habla del blind spot o noción del “punto ciego”: es la evidencia de que, en un determinado momento de cada cultura, hay cosas que están ahí y que, sin embargo, no las vemos. Hay aspectos de la realidad que la persona no es capaz de ver y que dentro de unos años diremos: ¿cómo no fuimos capaces de ver eso?[19]. ¿Qué realidades sociales que hoy no ve el ciudadano medio tendría que hacer ver (he ahí la profecía) una organización como Cáritas?

  • Hacer visible la invisibilidad de los explotados sociales: el trabajo sumergido, los salarios humillantes fuera de convenio, la tiranía de las multinacionales que juegan con sus trabajadores de nivel más bajo. Hacer visible la explotación que está ahí y no se quiere ver.
  • Hacer visible el potencial humanizador que encierran las pobrezas: Porque se cree que el núcleo de las pobrezas está hecho de profunda sombra de la que hay que huir como de la peste. Pero resulta que “cada vez que hemos estado a punto de sucumbir en la historia nos hemos salvado por la parte más desvalida de la humanidad”[20]. Ese potencial humanizador está ahí. Hay que hacerlo ver.
  • Hacer visible la evidencia social de que la desigualdad mata: Porque el Papa Francisco habla de una “economía que mata” (53). Pero el gran flagelo de ese tipo de economía es la desigualdad. Hacer ver que vivir en desigualdad no es algo que vaya de sí, sino una aberrante anomalía social de terribles consecuencias, hacer ver que lo que inmediatamente mata es la desigualdad, es profecía sobre un “punto ciego” que sigue vigente en todas sus facetas[21]
  • Hacer visible que las pobrezas pueden ser no solamente una maldición, sino un lugar de encuentro: Porque socialmente las pobrezas siguen arrastrando su pesada carga de maldición. Pero si se descubre que los pobres tienen también valores, por ocultos que estén, y que tales valores pueden enriquecer al hecho social, habremos dado un paso importante para romper ese “punto ciego” que persiste con toda su crueldad[22].
  • Hacer visible la aportación de las mujeres pobres a la ecología: Ya que es una realidad que es invisible socialmente. “Basta acudir a los anales de los movimientos de mujeres en diferentes países para percibir el contenido de muchas de sus luchas. Muchas fueron asesinadas, otras fue­ron condenadas a prisión por su compromiso en favor de muchas vidas y de la vida del planeta. Nada de eso aparece en el texto [de LS’]”[23]. Y casi nada de eso queda subrayado socialmente.
  • Hacer visible el valor de cada creatura: El Papa Francisco aplica a todas las criaturas el principio de la “la prioridad del ser sobre el ser útiles” (69). Es decir, toda criatura tiene un valor en sí misma. Hacer visible ese valor esencial es un paso obligatorio para una nueva relación con lo creado. Ese valor está ahí; ¿cómo hacerlo ver?

 

4. Un nuevo espacio

 

            ¿Corresponde a Cáritas abrir un nuevo espacio de acción en torno a la caridad ecológica? ¿No es su terreno el de la denuncia y el de la acción social en todas sus variantes? Pero se puede plantear la cuestión de otra manera: ¿No queda clara para LS’  “la íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta” (10)?   ¿No es un principio admitido y que el papa Francisco pone como una evidencia incontestable que las consecuencias de las infracciones ecológicas las sufren en primer lugar los pobres? ¿No dice LS’ que una ecología integral ha de incluir ha de incorporar las dimensiones humanas y sociales (137)? ¿No dice LS’ 156 que la ecología integral es inseparable de la noción del bien común? ¿No asegura LS’ 230 que “una ecología integral también está hecha de simples gestos cotidianos donde rompemos la lógica de la violencia, del aprovechamiento, del egoísmo”? ¿No se dice al comienzo de la LS’ que “son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior”? (5). ¿No se dice, en concreto, que “la exposición a los contaminantes atmosféricos produce un amplio espectro de efectos sobre la salud, especialmente de los más pobres, provocando millones de muertes prematuras” (20)? No nos extraña que LS’ 30 hable de la “grave deuda social con los pobres”.

            Si una organización eclesial, como Cáritas, trabaja con las pobrezas ¿cómo no habría de sentirse concernida por esta relación entre las pobrezas y el medio ambiente? Por eso, en la medida en que se pueda, y si es que no se está haciendo, sería conveniente pensar en un campo nuevo de reflexión, de investigación y de acción que pusiera en relación las pobrezas y el cuidado de la casa común. Si no lo hace la gente de Cáritas por su sensibilidad y trabajo con las pobrezas ¿quién lo hará?

 

Conclusión

 

            El sueño de una humanidad que cuida de la tierra va hermanado con el sueño de esa misma humanidad que cuida de los pobres. No pueden ir por separado. Es cierto que muchas personas han desistido de tales sueños, pero otras muchas siguen en la brecha. Es, para los cristianos, el mismo sueño de Jesús que creía que las desventuras de los pobres habrían de tener fin algún día. Es el mismo sueño de tantos “centinelas” que leen los signos de los tiempos con novedad y tratan de caminar de su mano.

            Terminamos con una cita de un poeta, de esos que tienen la “verdad poética” que muchas veces se aproxima a la verdad de la vida:  “No dejéis morir a los viejos profetas pues alzaron su voz contra la usura que ciega nuestros ojos con óxidos oscuros, la voz que viene del desierto, el animal desnudo que sale de las aguas para fundar un reino de inocencia, la ira que despliega el mundo en alas, el pájaro abrasado de los apocalipsis, las antiguas palabras, las ciudades perdidas, el despertar del sol como dádiva cierta en la mano del hombre”[24].



[1] E. SÁBATO, La resistencia, Barcelona 2000, p.31.

[2] Laudato Si’ fue publicada el 24 de mayo de 2015.

[3] Como sabemos, uno de los tópicos que conforman en pensamiento del Papa Francisco es el de una Iglesia “en salida”: Cf EG 20-24.

[4] Queda demostrado de manera palmaria en esta reflexión del Papa Francisco: “Me ha llamado la atención un hecho transversal entre los políticos jóvenes, ya sean de centro, izquierda o derecha. Quizás hablen de los mismos problemas pero con una nueva música, y eso me gusta, me da esperanza porque la política es una de las formas más elevadas del amor, de la caridad. ¿Por qué? Porque lleva al bien común, y una persona que, pudiendo hacerlo, no se involucra en política por el bien común, es egoísmo; o que use la política para el bien propio, es corrupción. Hace unos quince años los obispos franceses escribieron una carta pastoral que es una reflexión con el título Réhabiliter la politique. Es un texto precioso, hace darte cuenta de todas estas cosas”: en la entrevista concedida al periodista Henrique Cymerman y publicada en La Vanguardia el 13.06.2014.

[5] R. GUARDINI, Das Ende der Neuzeit, 63s (ed. esp.: El ocaso de la Edad Moderna, 83-84).

[6] Un ejemplo de esta colaboración queda reflejado en el documental de G. ARAGUREN, Ni, Arga. Yo, el Arga, Pamplona 2017.

[7] Como queda demostrado en el abandono de Trump del Acuerdo de París contra el cambio climático, aunque, en realidad, el contenido de tal Acuerdo se afecta a años muy venideros y no es más que un acuerdo, lo que limita su horizonte.

[8] Cf Las teorías sobre el caos subrayadas por la física cuántica: D. O’MURCHU, Teología cuántica. Implicaciones espirituales de la nueva física,  Ed. Abya Yala, Quito 2014, p.12.

[9] Cf EG 8.

[10] A ello dedica la LS’ todo su Cap.V.

[11]  El Papa anhela “políticos capaces de entrar en un auténtico diálogo que se oriente eficazmente a sanar las raíces profundas y no la apariencia de los males de nuestro mundo” (EG 205). Si esto es música celestial, también lo será hablar de comportamiento ecológico por razones de amor social.

[12] La “verdad poética” es, quizá, vehículo más adecuado para dar con esa perspectiva de amor que lea la creación desde parámetros de novedad. Cf, por ejemplo, el poemario de F. HERRERO, Sin ir más lejos, Ed. Hiperón, Madrid 2016 donde se leen estos versos: “Desde crío me ha tirado/ la tierra, removerla, sembrar,/ vivir el crecimiento, la recogida./ Regresar, regresar a ella, oírla” (p.28).

[13] Y en la nota 159 que acompaña a este texto leemos: “Un maestro espiritual, Ali Al-Kawwas, desde su propia experiencia, también destacaba la necesidad de no separar demasiado las criaturas del mundo de la experiencia de Dios en el interior. Decía: «No hace falta criticar prejuiciosamente a los que buscan el éxtasis en la música o en la poesía. Hay un secreto sutil en cada uno de los movimientos y sonidos de este mundo. Los iniciados llegan a captar lo que dicen el viento que sopla, los árboles que se doblan, el agua que corre, las moscas que zumban, las puertas que crujen, el canto de los pájaros, el sonido de las cuerdas o las flautas, el suspiro de los enfermos, el gemido de los afligidos…» (Eva De Vitray-Meyerovitch [ed.], Anthologie du soufisme, Paris 1978, 200)”.

[14] El mismo texto de la LS’ utiliza algunas veces hermosas metáforas poéticas que nos sorprenden como, por ejemplo: “La auténtica humanidad, que invita a una nueva síntesis, parece habitar en medio de la civilización tecnológica, casi imperceptiblemente, como la niebla que se filtra bajo la puerta cerrada” (LS’ 112). O el epígrafe “más allá del sol” (243).

[15] C. GNERRE en “Commento all’Enciclica “Laudato sì” di papa Francesco” acusa al texto de un cierto eco-catastrofismo: Cf http://chiesaepostconcilio.blogspot.com.es/2015/06/corrado-gnerre-commento-allenciclica.html.

 

[16] JUAN PABLO II, Centesimus annus 58.

[17] "Son cosas chiquitas. No acaban con la pobreza, no nos sacan del subdesarrollo, no socializan los medios de producción y de cambio, no expropian las cuevas de Alí Babá. Pero quizá desencadenen la alegría de hacer, y la traduzcan en actos. Y al fin y al cabo, actuar sobre la realidad y cambiarla, aunque sea un poquito, es la única manera de probar que la realidad es transformable." (E. Galeano).

[18] L. BOFF, El cuidado esencial. Ética de lo humano, compasión por la tierra, Ed. Trotta, Madrid 2002, p.108.

[19] Para saber algo de esta noción ver: A. MAALOUF, Los desorientados, Ed. Alianza, Madrid 20173, pp.157-159.

[20] E. SÁBATO, Antes del fin,  Ed. Seix Barral, Barcelona 1998, p.181.

[21] Cf G. THERBORN, La desigualdad mata,  Alianza, Madrid 2015.

[22] Cf F. AIZPURÚA, La pobreza, ¿maldición o lugar de encuentro?,  en Lumen 41 (1992) 281-296.

[23] I. GEBARA, “Laudato Si’: algunos desafíos teológicos para una mejor convivencia en el planeta”, en Iglesia viva 267 (julio-setiembre 2016) 57.

[24] J. A. VALENTE, Obra poética 2, Material Memoria (1977-1992) Ed. Alianza, Madrid, 1999, pp, 243ss.

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