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En qué Jesús creemos

¿EN QUÉ JESÚS CREEMOS?

Comunidad “La Esperanza”

Galilea, 24 de junio de 2017

 

         No es raro que en esta edad nuestra, tan adultos, sigamos haciéndonos la pregunta de en qué Jesús creemos. Parece que lo mejor sería dejarlo correr y seguir con nuestra rutina cristiana lo mejor que podamos. Sin embargo, preguntarse sobre Jesús es algo que acompaña la experiencia cristiana, dado que la respuesta a tal pregunta es algo que evoluciona con el tiempo, el nuestro y el de la sociedad, algo inestable, versátil, como todas las preguntas importantes de la vida. Por eso, hagámonos la pregunta.

         Por otra parte, muchas de las respuestas a las preguntas que parecen no tener respuesta exacta se elaboran en el ámbito social, en la comunidad. De ahí que hacerse la pregunta sobre Jesús en el marco de la comunidad es un acierto. Lo que creemos es, gran parte, por mediación de otros. Si en nuestra infancia la mediación fue “el catecismo”, en nuestra adultez la mediación puede ser nuestra comunidad de fe.

         Dice Jn 15,5-6: “Ninguno de vosotros me pregunta a dónde me marcho porque lo que os he dicho os ha llenado de tristeza”. No preguntar a Jesús es sucumbir a la tristeza, al desaliento, a la rutina o, peor, al fanatismo. Habría que alejar de nuestra vida cristiana todos esos nubarrones.

 

I. EL JESÚS DE NUESTRO IMAGINARIO

 

         El imaginario es algo volátil, pero muy importante: es aquello que imaginamos sobre un asunto y que, con frecuencia, no se corresponde con la realidad. Pero el imaginario nos sitúa ante ese asunto y, de alguna manera, “lo atrapa” para hacérnoslo asimilable. Al ser una realidad tan volátil, merece la pena ser trabajado para adecuarlo lo mejor posible a la situación concreta de la persona. Revisemos nuestro imaginario sobre Jesús.

 

1. El Jesús del viejo paradigma

 

         Un paradigma es un cuadro de referencias. Todos llevamos dentro un paradigma. Éste es la consecuencia del imaginario. Algunos creen que el paradigma es de cemento: si uno tiene un paradigma equis, una manera de ver las cosas, no hay ya quien lo cambie. Pero esto no es así: el paradigma es poroso, en mayor o menor medida. Por eso es útil reflexionar sobre él, por si en algún aspecto se lo puede mejorar y enriquecer.

 

  • Hay que decir, en primer lugar, que nuestra manera de ver a Jesús y de traducirlo en comportamientos (religiosos, sobre todo), proviene del catecismo que aprendimos de niños, de la dogmática popular que se nos dio a beber con la leche de nuestras madres. Esto ha quedado marcado a fuego. Cambiarlo es muy difícil. Muchos cristianos interpretan como una agresión los intentos de cambio que alguien pueda proponer (por ejemplo: lo de la mula y el buey del pesebre de B. XVI).

 

Sin embargo, lo cierto es que hemos ido cambiando y que relativizamos muchas de las “verdades” aprendidas en aquella época. ¿Por qué lo hacemos? Porque queremos que la experiencia cristiana contenga una cierta racionalidad y porque algo nos dice que cierta manera de entender las verdades de la fe nos alejan del hecho social del que hacemos parte (por ejemplo: toda la cuestionable teoría del pecado original). El paradigma es poroso.

 

Eso nos ha pasado con Jesús: fundamentalmente el catecismo nos transmitió la excesiva divinización de la persona de Jesús (técnica común del mecanismo religioso). Luego hemos ido descubriendo y valorando aspectos humanos de Jesús que nos lo han acercado y han contribuido a un amor por él menos religioso pero más profundo y existencial.

 

Esta mutación se debe, en parte notable, a un cambio de mentalidad cosmológico (lo de arriba lo de abajo, el cielo el infierno) y a un cambio antropológico (el alma, el cuerpo, lo divino, lo humano). Estos cambios se abren paso con mucha dificultad.

 

  • Los modernos estudios sobre Jesús han contribuido mucho al enriquecimiento del paradigma sobre él, aunque casi siempre han suscitado alguna polémica (como el libro de Pagola). Pero, en general han sido reflexiones muy beneficiosas. Las cristologías de Ducoq, González Faus, Julio Lois, etc. han sido beneficiosas. Más aún, un síntoma de adultez cristiana es haber leído alguna vez en la vida una de esas cristologías, que son textos que reflexionan en profundidad sobre el hecho de Jesús.

 

Aunque sigue el dilema Jesús divino-Jesús humano sin resolver, hay que decir que la incidencia sobre la humanidad de Jesús ha producido bienes espirituales notables acercando la figura del Jesús evangélico al caminar humano. Gran parte de la catequesis actual descansa sobre la humanidad de Jesús. Pero la dicotomía sigue viva, resolviéndose casi siempre a favor de la divinidad de Jesús.

 

Por otra parte, los temas relativos a la humanidad de Jesús se banalizan (si tuvo relaciones con la Magdalena o no) o se sitúan en discusiones de corte algo bizantino (si nació de virgen o no). Los estrados hondos del camino humano de Jesús quedan sin ser puestos encima de la mesa.

 

  • Podemos decir, de algún modo, que los cristianos adultos que planteamos el tema de Jesús nos hallamos un poco en tierra de nadie: herejes para los estrictos, cándidos para los racionalistas, sospechosos para la ortodoxia. Hay que arrostrar estos dilemas.

 

El asunto, ya planteado hace muchos años, es cómo seguir no solamente creyendo en Jesús sino adheridos a él, “enamorados” de él en una época secular, laicista, posteísta. ¿Es nuestro tiempo un tiempo inadecuado para la adhesión a Jesús? Creemos que no: lo motejado como “herejía” es con frecuencia la verdad del mañana. Lo calificado de candidez religiosa, mítica, es menosprecio hacia valores hondos que perviven en el fondo de la estructura humana. Lo despreciado por posteísta revela una falta de adecuación con el momento presente.

 

Es preciso saber mantener los interrogantes que no tienen respuesta. Y sobre Jesús planean un buen número de ellos. Pero es también interesante elaborar pequeñas certezas que nos acerquen, en la medida en que se pueda, al alma de Jesús. Es verdad que lo hacemos a través de muchos filtros, del filtro evángélico para empezar. Pero hemos de saber ir desmontando aquellos filtros culturales y religiosos que hoy velan el rostro de un Jesús susceptible de ser amado.

 

2. Modificar el paradigma sobre Jesús

 

         Tocar el paradigma es tocar el “magro” de muchos cristianos. Por eso, esto hay que plantearlo para quien de verdad piense que ahí puede haber un beneficio. Si no, mejor dejarlo. Repasemos algunos puntos esenciales:

 

  • Jesús es hijo de Dios: Es una afirmación muy griega, muy cartesiana si se nos apura. Por más que los evangelios lo afirmen, ellos no lo entienden en la manera del catecismo. Por eso mejor decir: Jesús es el revelador del amor del Padre. Por su comportamiento sabemos no solamente que Dios nos ama, sino cómo ama: perdonando, no juzgando, generosamente, sin hacer distinciones, siendo compasivo con los frágiles, etc.
  • Jesús es la segunda persona de la trinidad: Ahondando en la metáfora trinitaria, Jesús es el hombre de profunda relación,  ese que llega hasta ese fondo de difícil entrega que es nuestra propia individualidad y con ese fondo entra en relación.
  • Jesús es el redentor: Lo que supone admitir el pecado, la caída, la necesidad de alguien que se sacrifique. Lo creado es como es, no tiene una mancha a priori (el “embuste” del pecado original). Por tanto, no hace falta un redentor. Vale más decir que Jesús es el fundamento del ser,  el cimiento sobre el que se asienta lo creado porque es el cimiento del amor.
  • Jesús está en el cielo: Mantener esto con lo que nos dicen hoy los científicos (léase el libro de Ch. GALFARD, El universo en tu mano) es hablar un lenguaje premítico. Podría decirse que Jesús es la fuente del amor, ya que el amor es el verdadero cielo y Jesús ha impulsado ese cielo en su breve historia humana hasta el punto de bajar a esa fuente de la que brota el amor y la belleza.
  • Jesús ha vuelto al cielo: No tiene esta visión Jn 14,23: “vendremos a él y nos quedaremos a vivir con él”. Es acompañante  que ha quemado las naves poniéndose de manera definitiva a nuestro lado, con lo que se está queriendo decir que Dios está a nuestro lado con todas las consecuencias.

 

II. VOLVER AL JESÚS DEL EVANGELIO

 

         Es algo que muchos cristianos de hoy estamos haciendo como nunca se hizo en nuestros ambientes religiosos. Eso no puede tener más que frutos positivos. La lectura sensata, lúcida y calibradora de los textos evangélicos nos puede desvelar aspectos de la persona de Jesús que nos lo hagan más interesante, más susceptible de fundamentar un estilo de vida, el seguimiento. Vamos a consignar diez aspectos que generalmente no se suelen subrayar.

 

  • Jesús, uno que busca luz (Lc 9,28-36): Un relato de búsqueda de luz cuando aprieta la oscuridad (“hablaban de su éxodo en Jerusalén”). Uno que anda buscando sentido, como nosotros (V. Frankl, El hombre en busca de sentido). Uno que no ve claras las cosas y necesita luz. Uno que se mueve en la perplejidad del sin sentido y quiera aclararse.
  • Jesús, uno que hace procesos internos de cambio (Mt 15,21-28): ¿Qué se le había perdido a judío en el país de Tiro? ¿Quién le empujó a ir? Porque va de mala gana: la respuesta a la mujer es ofensiva. Pero tiene que reconocer que hay detrás de esa pagana algo que él admira, una “fe grande”. Hace procesos de cambio frente a realidades ya encasilladas que él desencasilla. Rompe el paradigma social y religioso y se deja influir.
  • Jesús, uno que tiene dificultades para mezclar reino y familia (Mc 3,31-35): Provengan las dificultades por la causa que sea. Pero su familia y el reino no se mezclan. De ahí la familia subrogada de los que cumplen el designio del Padre. Buscar amparo y cobijo en otra familia, en otro pueblo (“se estableció en Cafarnaún” Mt 4,12).
  • Jesús, uno que está más interesado por la dicha que por el pecado (Mt 5,1ss): Por eso su programa es un programa de dicha, de bienaventuranza. Eso es lo que busca: sembrar la dicha en un pueblo al que se le ha hecho renunciar a la dicha por la fuerza, por el expolio. Sembrador la dicha en tiempos y en lugares de desdicha.
  • Jesús, uno que necesita discípulos, amigos, para poder amarlos (Mc 4,35-5,1): Cuando Jesús dice “crucemos al otro lado”, el discipulado secuestra a Jesús (“se lo llevaron tal como estaba”). Pudo despedirlos ya que más que ayuda eran un estorbo. Pero no lo hizo. Los necesitaba para poder amar, para poder sentir el calor humano cerca, para compartir por las noches y para mezclar el sudor y el polvo de los caminos con los suyos.
  • Jesús, uno que incide más en materia económica que en temas sexuales (Mc 9,41-49): Los evangelios contienen muchos pasajes en que se habla de tema económico en sentido amplio: dinero, trabajo, generosidad, reciprocidad, etc. La moral económica es más englobante que la sexual, por ello más a tener en cuenta.
  • Un Jesús que nunca pensó en estructuras religiosas piramidales, sino en relaciones circulares (Mt 23,8-12): De donde se cuestiona el jerarquicisimo de la estructura eclesiástica y se subraya la ciurcularidad en la igualdad de las relaciones comunitarias.
  • Un Jesús que hizo suyo el sufrimiento ajeno (Lc 7,11-17): Porque para eso salió a los caminos, por causa del sufrimiento de otros. La respuesta que damos al sufrimiento del otro nos hace sujetos morales.
  • Un Jesús que no canta, ni ríe, pero se estremece (Lc 10,21): Porque no consideran “serio” que el personaje cante, baile, se ría. Pero hay sensibilidad dentro porque muchas veces se estremece. Un Jesús con un interior capaz de vibrar ante las realidades hermosas y humanas de la vida.
  • Un Jesús que pronunciaba los nombres con amor (Jn 20,16): Porque en los nombres iba todo el amor a la persona que brotaba de su interior. Por eso lo reconocieron como vivo cuando la certeza de la resurrección se abría paso entre las oscuridades de su trágica muerte.

 

 

 

 

 

III. IMÁGENES DE JESÚS (para reunión de grupos)

 

1)   Imágenes de Jesús que ya no te convencen

 

Anotar los modos de entender a Jesús que ya no convencen y por qué.

 

2)   Imágenes de Jesús que sí te convencen

 

Lo mismo: anotar esas imágenes y por qué te convencen más.

 

3)   Imágenes de Jesús que hoy se pueden presentar a personas adultas

 

Con qué imágenes habría que hablar hoy al ciudadano/a adulto de nuestra cultura laica y secular.

 

 

 

Fidel Aizpurúa Donazar

 

 

 

 

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