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FIAIZ

CAMBIAR LA TENDENCIA EN LA VIDA RELIGIOSA

CAMBIAR LA TENDENCIA EN LA VIDA RELIGIOSA.

LA AYUDA DE LOS APRENDIZAJES SOCIALES

 

Introducción

 

                Además de ayudar a regar las raíces de la persona, ampliar el espacio interior e iluminar horizontes, la reflexión puede ser un camino para el acrecentamiento de sentido. Por eso, un grupo que se reúne para reflexionar contribuye con ello al sentido de lo que vive ahora. Es preciso sacudir perezas.

            Y es que cuando hablamos de “cambiar tendencias” (luego diremos qué entendemos por tal), hay a priori personas que son refractarias a la misma reflexión. No quieren reflexionar pues lo consideran una pérdida de tiempo, una tarea que no produce ningún fruto. Les resulta mejor vivir en el no-saber y que las cosas rueden a donde tengan que rodar.

            Pero hay otros que, si fuera posible, no lo es, volverían a los viejos tiempos, a las viejas ideas, a los parámetros superados, a las ideologías hace tiempo desaparecidas. Sus esfuerzos, a veces desesperados, son infructuosos, pero los hacen y, en su ámbito más cercano, se empeñan en situarse en los tiempos que fueron y que ya no son.

            Evidentemente, hablar de cambio de tendencia en ambos casos no solamente es hablar de música celestial, sino resulta contraproducente porque levanta ampollas que no llevan a nada. ¿Cómo seducir para que este tipo de personas se desprendan del caparazón de lo ya vivido? Difícil cuestión.

            Sin embargo, en nuestros grupos fraternos, la mayoría de hermanos es más tolerante y predispuesta a la reflexión. Quizá haya quien, generosamente, viene a decir: preguntémonos lo que haya que preguntarse, aunque todo va a seguir, más o menos, igual. Es un paso, aunque abortado de salida. Y hay también quien está dispuesto a una reflexión que pueda llevar a un posible cambio de orientación. Aunque difícil, la cosa puede tener visos de posibilidad en la medida en que nos demos a la tarea.

            Hace ya mucho tiempo que J.B. Metz hablaba en su libro Las órdenes religiosas del duro aprendizaje que les esperaba a los religiosos: aprender el ars moriendi ante su incierto futuro. Hay pensadores de nuestra actual VR a quienes no les gusta la expresión: prefieren cambiarla por la de ars vivendi,  cómo vivir hoy con sentido, con ilusión, con ánimo, aun contando y más allá de nuestras limitaciones evidentes.

            Esta reflexión quiere inscribirse en esa orientación de ars vivendi. Por eso, aunque muchas de sus preguntas no tengan respuesta, aguantar ese tipo de cuestiones puede ser una puerta que quizá llegue a abrirse para vivir con más sentido lo que queremos vivir. No se lean, pues, estas reflexiones con el ceño fruncido, sino con el ánimo de quien se pregunta por lo que ama.

 

  1. 1.   La tendencia

 

Recurramos a la wikipedia para hacernos una idea de lo que es la tendencia: “El concepto de tendencia no es privativo de los mercados financieros. En un sentido general, es un patrón de comportamiento de los elementos de un entorno particular durante un período. En términos del análisis técnico, la tendencia es simplemente la dirección o rumbo del mercado. Pero es preciso tener una definición más precisa para poder trabajar. Es importante entender que los mercados no se mueven en línea recta en ninguna dirección. Los movimientos en los precios se caracterizan por un movimiento zigzagueante. Estos impulsos tienen el aspecto de olas sucesivas con sus respectivas crestas y valles. La dirección de estas crestas y valles es lo que constituye la tendencia del mercado, ya sea que estos picos y valles vayan a la alza, a la baja o tengan un movimiento lateral”.       

  • Comportamiento en un período inmediato: los pronósticos que se hacen sobre la VR son cada vez más a corto plazo. Generalmente se resumen en una retirada ordenada y humanizadora.
  • Dirección o rumbo: el rumbo es hacia un final cada vez más acelerado, aunque hay que contar con la enorme resistencia de los carismáticos.
  • Movimiento zigzagueante: existe, lo que hay que mirar es si se zigzaguea hacia adelante o hacia atrás.
  • Crestas y valles: decimos lo mismo. El que haya crestas y valles no es problema. La dirección sigue siendo la cuestión.

¿Cómo sería la tendencia, en general, de nuestros grupos religiosos, sabiendo que siempre hay excepciones en ellos y fuera de ellos?

1)    La tendencia demográfica es clara: se va en la dirección de una drástica reducción, de un final, aunque no suponga necesariamente la desaparición de la Congregación. No queremos decir que los grupos se van a acabar en cuatro días, no. Pero se va en esa dirección. Si en España murieron en 2015  mil quinientos sesenta religiosos y religiosas y hay 344 novicios y novicias (con lo que esto tiene de incierto), ya se ve la tendencia. No hay que abundar más.

2)    La tendencia ideológica: sigue siendo, a nuestro juicio, generalmente conservadora a nivel teológico, espiritual y mental, como es propio de un colectivo de alta edad. En el conjunto de la Iglesia, quizá sea el sector más “profético”, pero globalmente, en la “vida religiosa profunda”, el conservadurismo ideológico nos parece palpable.

3)    La tendencia social: de nuevo, y en general, nos parece conservadora, a veces en extremo. En la horquilla social, la VR se sitúa, a nuestro juicio, en un centro-centro con una tenacidad digna de mejor causa.

4)    La tendencia evangelizadora: aunque la VR, siempre a nuestro juicio, acoge bien las orientaciones eclesiales, su modus operandi es trabajar con los que vienen (solamente algunos más animosos “van a”) y hacerlo en parámetros de costosa renovación, cuando no de mantenimiento y afirmación de estilos que creíamos superados.

A quien entienda estas valoraciones, tan generales, en parámetros de negatividad le diríamos que no nos ha entendido bien o que nosotros no nos hemos expresado con claridad. Somos lo que somos y nuestros caminos son los que son. Esto no tendría que abrumarnos sino que habríamos de sacar la consecuencia de que desde el punto exacto en el que estamos podemos iniciar caminos de una cierta novedad si nos sentimos con ánimo.

 

  1. 2.   Cambiar la tendencia

 

¿Es posible intentar cambiar la tendencia? Intentarlo es posible, quizá no tanto lograrlo. Pero los intentos han de ser considerados como la condición necesaria para un posible cambio de tendencia.

1)    Cambios en la demografía:

  • Se podría trabajar más con laicos, hacerlos más parte de los proyectos, abrir más la casa, compartir con ellos plegaria y mesa, abrir espacios para que puedan venir matrimonio con niños, mezclarse a ellos, ir a sus ámbitos, a sus hogares. La mezcla con los laicos ¿traerá más vocaciones? Sí o no, pero traerá más sentido y más pertenencia social. Y eso facilitará un posible cambio de tendencia.
  • Sigamos apoyando a quien trabaja en pastoral juvenil. Apoyémoslos trabajando cada uno y cada comunidad algo en el tema. Dejar esto en manos de un comisión es resignarse a poco. Las comunidades han de tomar cartas en el asunto, no solamente en temas de oración, sino de contacto, de vidas mezcladas, de cercanía a los jóvenes.
  • Los “envejecidos” pueden hacer trabajo vocacional. Dejarlo esto a los “jóvenes” es crear reductos, cuando no quemar a personas.
  • Preparar ofertas de acogida: semanas, jornadas, dando cancha a los laicos. Idear colaboraciones temporales que mezclen los dos caminos, el de la VR y el laicado.

 

2)    Cambios en la ideología:

  • No ceder tanto a la historia de una VR del lado de los “vencedores”; no ceder tanto a las presiones del sistema eclesiástico (¿dónde queda la profecía, dónde esa otra manera de ser Iglesia que descubrieron los carismáticos: veneración+profecía). Creer que aún no se ha agotado del todo la herramienta de la formación permanente organizada, “unificada” (entre grupos franciscanos o con otros). Abrir cauces insólitos (las 12 tesis de Spong), apoyar a quienes los abren (H. Küng).
  • Discernir sobre la formación diaria (o información) de la comunidad: periódicos, tv, conferencias, actos culturales, lecturas. Apartarse fraternamente de los elementos que “intoxican” a las comunidades. Frecuentar medios laicos, lo más equilibrados posible.
  • Trabajar de algún modo el paradigma ideológico y teológico, cosa muy importante. Atreverse a hincar el diente, comunitariamente, a las ideas que se vierten en las homilías, publicaciones, etc.

 

3)    Cambios en la sociología:

  • Creer que es posible mezclar a la tendencia tradicional de “estar con los pobres” sin estar de verdad en sus luchas verdaderas (mujeres pobres, ecología, vivienda, inmigración).
  • Encarar de manera profética el tema del uso de los bienes inmuebles, siendo ágiles para idear transformaciones.
  • Fomentar según nuestros medios (que aún son importantes) el empleo humanizador, el apoyo empresas de inserción.
  • Fomentar una espiritualidad sociológica.

 

4)    Cambios en la evangelización:

  • Despegarse todo lo que se pueda de esa tendencia de siempre, a hacer más o menos lo de siempre, a valorar como siempre lo de siempre, a creer a pie juntillas en lo de siempre (aunque esté periclitado). Cuestionar el “corporativismo” del grupo religioso.
  • Revisar el apoyo a grupos de Iglesia de componente sistémico, situarlo bien, discernir con continuidad. No dejarse atrapar por la sensación de que al menos se hace algo, o de la seducción de los “regalos”.
  • Animarse a pensar campos de evangelización distintos, de más componente sociológico, de tendencia más adulta, de estilos de fe menos religiosos y más creyentes.
  • Creer que puede ser interesante elaborar una evangelización del “ir a”, más de la de “que vengan a nosotros”.

Se trata, en definitiva, de una tendencia menos sistémica, más profética, con más desamparo, pero con más libertad, con más agilidad pero con menos ataduras (menos bienes), más al margen pero más cerca de la gente.

La tendencia es algo que se puede elaborar desde cualquier punto en el que, tanto personal como comunitariamente, se encuentre uno. Se puede elaborar desde cualquier obra en la que se esté y desde cualquiera posición que se haya heredado. Habrá más o menos facilidad para lograr algo, pero el trabajo se puede hacer y se puede acomodar a toda circunstancia y persona.

 

  1. 3.   La ayuda de los aprendizajes sociales

 

Creyendo cada vez más en la agotabilidad del discurso teológico y espiritual, proponemos otro tipo de discurso, el de los aprendizajes sociales para ir elaborando un cambio de tendencia. . Quizá la profecía venga hoy desde el lado de la sociedad.

      La teoría del aprendizaje social tiene más de un siglo de vida. el gran impulsor de esta teoría fue A. Bandura. Este autor sostiene que el entorno, la persona y su conducta están interrelacionados. “La teoría del aprendizaje social explica la conducta humana en términos de una interacción recíproca y continua entre los determinantes cognoscitivos, los comportamentales y los ambientales”. Es decir, las conductas humanas no provienen de una sola fuente, la cognoscitiva, la ideológica, sino que influyen en ella los modos de comportamiento sociales e incluso los contextos ambientales. Por decirlo de manera esquemática: la persona, más el ambiente es lo que da como resultado la conducta.

Por eso se aprenden nuevas conductas a través del aprendizaje observacional de los factores sociales del entorno. Es decir, la dependencia del entorno para generar conductas no solamente es probable sino del todo necesaria. Aprendemos por el entorno más que por la ideología. “El aprendizaje es una actividad de procesamiento de información en la que los datos acerca de la estructura de la conducta y de los acontecimientos del entorno se transforman en representaciones simbólicas que sirven como lineamientos para la acción”. El aprendizaje por observación se extiende gradualmente hasta cubrir la adquisición y la ejecución de diversas habilidades, estrategias y comportamientos. Por eso, este aprendizaje influye en los integrantes de una sociedad, y éstos a su vez en la misma, en el momento en que entran a trabajar, como luego diremos, las funciones de autorregulación.

La teoría del aprendizaje social señala cuatro requisitos para que las personas aprendan y modelen su comportamiento:

  • Atención: La que presta el observador a los acontecimientos relevantes del medio.
  • Retención: valorar lo que uno observa, recordarlo en el momento preciso, ponerlo como “principio” a la hora de justificar un comportamiento.
  • Reproducción: reproducir lo retenido en conductas tangibles, bien sea hecha esta reproducción en modos explícitos o implícitos.
  • Motivación: Tener una buena razón para reproducir esa conducta. Puede ser, igualmente, una razón elaborada ideológicamente o implícita: se intuye que eso es bueno para mí.

Los modelos de conducta pueden enseñar a los observadores cómo comportarse ante una variedad de situaciones por medio de la autoinstrucción (uno aprende por él mismo), imaginación guiada (alguien le hace ver lo bueno de ese comportamiento) o por el autorreforzamiento (se percibe que tales comportamientos le refuerzan a uno en sus mejores anhelos).

Hay que decir que la observación de modelos no garantiza ni el aprendizaje ni, menos todavía, las conductas derivadas de ello, sino que cumple funciones de información y motivación: comunica la probabilidad de las consecuencias de los actos y modifica el grado de motivación de los observadores para actuar del mismo modo. Los factores que influyen en el aprendizaje y en la acción dependen del estado de desarrollo del aprendiz, el prestigio y la competencia de los modelos, así como de las expectativas y la autoeficacia que se palpe en ese modo de comportarse.

Bandura introdujo el concepto de reforzamiento autorregulado que puede ser determinante a la hora de aumentar la motivación. Evaluando la eficacia de nuestra propia conducta al utilizar normas de ejecución previa o comparando nuestra ejecución con los demás

¿Cómo aplicar esta teoría, tan esquemáticamente esbozada a la vida religiosa? ¿Puede llevarnos a alguna conclusión?

a)             Aunque parezca que los aprendizajes carismáticos son los únicos, y por lo mismo centrales, en la vida franciscana, en realidad, nuestras conductas dependen, en notable medida, de aprendizajes sociales. Lo que es la familia, la participación ciudadana, las relaciones sociales, la economía, las reglas democráticas, el valor de la política, las normas de educación, etc., no viene de los aprendizajes endogámicos sino de la sociedad. Lo aprendemos por observación social autorregulada, compartida.

b)            De ahí que la vida religiosa, de hecho, depende directamente del tiempo y del medio cultural en el que vive. La cuestión es cómo mezclar los valores carismáticos estando en ese tiempo y en ese medio para que salgan potenciados, no suprimidos ni olvidados. Pero intentar hacerlo en contra de los modos de comportamiento sociales que emanan del momento histórico es punto menos que imposible.

c)             La vida religiosa busca, como todos, el correcto uso de los modelos cognoscitivos con el fin de obtener un control de los estados afectivos y reestructurar los conocimientos e interpretaciones. Es decir, tanto la dicha y el sentido personal y colectivo dependen en gran medida de los aprendizajes sociales que motivan nuestras conductas. No se logra esto tanto por vía de aprendizajes carismáticos.

d)            La autorregulación de la vida comunitaria es la que podría unificar la pluralidad de actuaciones individuales eligiendo aquellas que sean mejores para el conjunto y, por lo mismo, más productivas para la persona concreta. Fraternidad y confluencia de aprendizajes sociales es una realidad alcanzable.

 

            ¿Cuáles son los aprendizajes sociales que actúan sobre la VR? Pretendemos a continuación leer algunos aprendizajes sociales que, de hecho, influyen en la VR y que, asumidos, podrían ayudar al logro de un “nuevo rumbo” para ella. Porque también la VR está no en una mera época de cambios, sino en un cambio de época. “O como matiza el catedrático de ciencia política, Joan Subirats, ‘en una situación de interregno entre dos épocas’, en el que se constatan discontinuidades significativas entre lo que hacíamos y vivíamos y lo que estamos haciendo y viviendo, si bien no se vislumbran con claridad los escenarios del futuro”. Se trataría de que la VR acompase mejor su paso al paso de la sociedad en la que vive, de la que aprende y de cuyo aprendizaje elabora conductas de manera más o menos explícita:

- Los aprendizajes ideológicos: los movimientos sociales empujan hoy a una comprensión no neoliberal de nuestros sistemas de pensamiento económico, político y social: conciencia del dinero, despegue de los modelos políticos más neoliberales, de prensa, radio y TV; alejamiento de ese pretendido centrismo que no lo es tal, y posicionándose, más allá de las palabras, en un lado de la sociedad, el lado de los frágiles. La enorme dificultad de dar un cambio global a todo este entramado no merma nada la eficacia humilde del pequeño gesto asequible a cualquiera por el que parece que todo sigue igual pero no, porque el gesto habla el lenguaje del futuro ya que es la única manera de comprobar que las cosas podrían ser de otra manera si nos diéramos a la tarea.

- Los aprendizajes estructurales: Porque algo nos dice, viendo la flexibilidad de los cambios en la sociedad moderna, más allá de pervivencias de un pasado que se piensa inamovible, que el cambio de las estructuras es posible: la democracia real y los modos democráticos de nuestras estructuras (cuestionando jerarquicismos y personalismos); el aprendizaje de una libertad real, esa que construye a la persona en modos de adultez (cuestionando una obediencia que se opone a la libertad).

- Los aprendizajes sociológicos: Aquellos que nos ayudan a ser y sentirnos parte igualitaria de la sociedad en que nos ha tocado vivir ya que se cree que las opciones evangélicas no desclasan, sino que insertan más en el tejido social. “Ninguna propuesta que busque definir la vida religiosa mediante un tipo de nota que, directa o indirectamente, implique superioridad o excelencia sobre los demás modos de vida cristiana, por disimuladas que estas puedan resultar, va por buen camino”. La sociedad laica, no asentada sobre perspectivas religiosas, enseña a la VR el continuo aprendizaje de la más elemental igualdad: el aprendizaje de las nuevas espiritualidades (como la del bien común, la decrecimiento o la economía colaborativa) que no sólo pueden dar nuevo impulso a opciones de siempre (como las de la fraternidad social, la del encaramiento del mundo de las pobrezas o la del compartir evangélico), sino que pueden llevar a la VR a colaborar en la espiritualidad de un mundo menos religioso quizá, pero no menos espiritual. Una parte amplia de la población es muy sensible a  la transparencia en las finanzas en general y la fiscalidad en particular. Esto podría llevar a la VR a una vivencia de lo económico que no busca la subvención sin control, la exención de cargas fiscales y, menos todavía, la evasión. La problemática compleja del trabajo escaso y a repartir podría también constituir un aprendizaje para la VR tratando de adquirir una visión del trabajo más social que lucrativa. La tenacidad con la que ciertos movimientos ecológicos no solamente sobreviven en este duro mundo del expolio de la naturaleza, sino su indudable vigor podrían constituir un aprendizaje para generar estilos de VR sostenibles, algo que todavía parece no resultar tan atractivo como para impulsar estilos de vida comunitaria concretos.

- Los aprendizajes espirituales: Serían aquellos que impelen a entender y vivir estos tiempos como propicios para la espiritualidad entendida ésta no tanto como una actividad religiosa sino como un elemento componente de toda estructura humana. Aprender la búsqueda: ya que haber llegado a encontrar la verdad, el total sentido es, quizá, haberse alejado de él. Aprender la itinerancia: algo que pertenece al núcleo del Evangelio y del franciscanismo y cada vez más a la realidad de la sociedad actual. Aprender a instalar en el fondo una actitud dialogal: con la cultura, con la pluralidad social, con las religiones, con el agnosticismo y el ateismo, con la diversidad de comportamientos morales.

¿Cómo encaja el franciscanismo esta interpelación de los aprendizajes sociales? Se va entrando en ellos por mera pertenencia social, por avance ideológico y por sintonía social, aunque, como en casi todos los grupos carismáticos que tienden a un evidente conservadurismo, el avance sea moderado.

Efectivamente, pesan mucho las ideologías conservadoras, no elaboradas y ancladas en el pasado; pesan mucho las presencias indiscernidas, el estar en un lugar porque siempre se ha estado ahí, el aferrarse a ámbitos que carecen de sentido, la honda artritis estructural para cambiar de lugar cuando hay que hacerlo; pesa y es material tóxico la historia, los largos siglos de inmovilidad consagrada, de enraizamiento  con horizontes recortados; pesan las ideologías, inamovibles a veces, incluso fanáticas, que desechan a priori cualquier planteamiento que no viene con el cuño de lo religioso y, más todavía, si viene con el desnudo aval de una sociedad laica; pesan los estilos de vida monásticos urdidos durante siglos, de difícil solución ya que han sido vividos en la cordialidad y desde ahí se mantienen.

      Y, sin embargo, la espiritualidad de la VR es una espiritualidad de caminos más que de conventos estabilizados, es una espiritualidad de mezcla con todos los riesgos que tal mezcla conlleva y es también una espiritualidad de osadía social, de estar en esos lugares insólitos donde se aprende lo que uno no está dispuesto a aprender en primera instancia, la escuela de los aprendizajes sociales en el “desamparo” de una ideología y de una praxis que no es la religiosa. Ese es el desafío.

            La acogida de los aprendizajes sociales como fuentes de inspiración carismática puede ser una salida para muchas de las aporías a las que ha llevado la historia de la VC. Hay aquí una veta a explotar. Quizá sea suficiente considerar cada vez más a esta sociedad en la que vivimos y de la que, a veces, renegamos como una sociedad hermana. Esta benignidad inicial, como lo hemos reseñado de una u otra manera, es la puerta que abre a ulteriores posibilidades.

            Tal vez esta propuesta sea como estar en tierra de nadie. Pero es distinto estar ahí como quien espera la aurora o como quien se encoge ante el abundamiento de las sombras.

 

  1. 4.   Interrogantes

 

Es bueno hacerse interrogantes, aunque no se encuentren respuestas. Los interrogantes hechos con paz son una forma de caminar.

  1. ¿Un cambio de tendencia haría que tuviéramos más futuro? No lo sabemos, pero ciertamente nos ayudaría a tener más sentido. Y no cabe duda de que una vida con un índice alto de sentido tiene mejor futuro que una con el índice de sentido bajo.
  2. ¿Se puede ser fiel y pretender cambiar la tendencia heredada? No solamente somos fieles a lo que hemos prometido, sino a lo que se nos ha prometido. Y eso tiene más que ver con actitudes de novedad y de búsqueda que de estancamiento y conservadurismo.
  3. ¿Si vamos cambiando la tendencia crecerá el nivel de fraternidad? No nos cabe duda, ya que la rutina y lo hecho mecánicamente lleva a un empobrecimiento de las relaciones. Mientras que lo vivido en una búsqueda sensata acerca la vida y los corazones de los hermanos.
  4. ¿Un cambio en la canonicidad de la VR ayudaría a cambiar la tendencia? Es posible, aunque eso hoy no pueda ser contemplado. Pero puede ser pensado. Desde luego, la dificultad en mezclar canonicidad y Evangelio es más que manifiesta. Habría que pensar si el Evangelio no es más “libre” sin ella.

 

  1. 5.   Conclusión

 

¿Estamos necesitados de este tipo de reflexiones o pensamos que es mejor no remover las cosas? Los reflexionado con estremecimiento, si se hace con un poco de sensatez, puede abrir en su momentos horizontes que hoy no se ven claros. Por eso mismo, la reflexión seria no es solamente útil, sino también necesaria.

Un indicio de madurez personal y fraterna es animarse a remover las bases de nuestro pensamiento y de nuestros comportamientos. Hoy se pide un modo carismático de vida adulto, capaz de sintonizar con este mundo vertiginoso en donde nos ha tocado vivir. Seguir anclados en parámetros ya agotados es empeñarse en lo vano.

¿Qué dirían los fundadores ante una situación tan compleja, aunque a ellos tampoco se les ahorraron situaciones similares? Pues creemos que dirían lo que dice san Francisco en la carta a su hermano: “haz lo que creas conveniente con la bendición de Dios”. Y, una por una, mantened la fraternidad. Libertad y fraternidad son dos herramientas de primer orden para proponerse cualquier cambio de tendencia.

 

 

Fidel Aizpurúa Donazar

Madrid, abril de 2016

 

 

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