Marcos 19
CVMc
Domingo, 13 de marzo de 2016
VIDA Y EVANGELIO:
UN MISMO CAMINO
Plan de oración con el Evangelio de Marcos
19. Mc 3,13-19
Una reflexión inicial:
El mundo podría dividirse en dos facciones: la gente importante y la gente corriente. Sobra decir que es la gente importante la que copa todas las informaciones y está en la pomada. La gente corriente permanece en la sombra.
Más aún, se cree que la gente importante dirige la sociedad. Sin ella, dicen, iría al caos. Por eso se les hace reconocimientos y se les erige monumentos. Son los que nos guían.
Y, sin embargo, el verdadero cimiento, el humus que pasa de generación en generación para que la vida florezca, es la gente corriente, las personas que dejarán poca huella en los registros civiles, ya que fueron sencillos usuarios y colaboradores del hecho social. Sin ello, ya lo dijo Brecht en su poema (lo ponemos al final), nada de lo que ha sido importante habría sucedido.
Por eso, hay que estar contento y agradecido. Contentos por ser de ese cimiento y de ese humus. No tiene sentido pretender otra cosa. Se puede estar bien, siendo gente corriente, sin más. Y agradecidos a todas aquellas personas que, si ser nada importantes, nos dieron la oportunidad de vivir en todas las dimensiones de la persona. Aunque el olvido se las coma, fueron importantes para nosotros.
El texto:
13Subió al monte, convocó a los que él quería y se acercaron a él. 14Entonces constituyó a doce, para que estuviesen con él y para enviarlos a predicar, 15con autoridad para expulsar demonios. 16Así constituyó a los Doce: A Simón, y le puso de sobrenombre Pedro; 17ª Santiago de Zebedeo y a Juan su hermano, y les puso de sobrenombre Boanerges, es decir, Truenos, 18ª Andrés y Felipe, a Bartolomé y Mateo, a Tomás y Santiago de Alfeo, a Tadeo y a Simón el fanático 19 y a Judas Iscariote, el mismo que lo entregó.
La convocación y elección de colaboradores por parte de Jesús se hace con gente corriente. Lo que sabemos de los compañeros de Jesús tiene un denominador común: gente común y con limitaciones comunes:
Simón: un pedro (testarudo) y ambicioso (¿qué nos va a tocar?).
Santiago y Juan: truenos, gente violenta (¿quieres que hagamos bajar fuego que consuma a este pueblo?)
Andrés y Felipe quien no acaba nunca de ver que ver a Jesús es ver al Padre.
Bartolomé y Mateo, el jefe de publicanos, el jefe de los corruptos, a quien extrañamente se le ofrece el mensaje más allá de su corrupción moral.
Simón el fanático, el zelotes, cercano al mundo de una cierta violencia.
Judas Iscariote: el capaz de entregar a quien dice amar.
Es decir, si se va uno por uno, todos ellos están marcados por deficiencias morales, como nosotros. Gente corriente, con lo bueno que sin duda tenían (amaban a Jesús) y con sus fragilidades que ni la misma presencia de Jesús logró hacer desaparecer. Con esas mimbres se hizo el anuncio del Reino.
Para pensar un momento:
1. ¿Crees que ser gente corriente nos aparta de Jesús?
2. ¿Se puede ser gente corriente y, a la vez, persona de valor.
3. ¿Cómo apreciar más profundamente a la gente corriente con la que convivo?
Un valor: Lo oculto
Lo oculto no suele ser un valor considerado. Precisamente por eso, porque está en lo oculto. Nosotros valoramos lo que se ve, lo que está en el escaparate. Si no está en ese lugar, aunque sepamos de su presencia, no lo valoramos.
Pero en lo oculto residen auténticos valores:
Esta la verdad no maleada por la publicidad, por chunta chunta del ruido.
Está la sencillez porque recibe pocos aplausos, casi ninguno.
Está la generosidad pura porque se hace un favor por el gusto de hacerlo.
Está la compasión ya que nadie se avergüenza de ella, ni quien la da ni quien la recibe.
Está la alegría sencilla, la que no necesita grandes cantidades de nada para pasar un buen rato y ser feliz.
De modo que lo oculto tiene muchas ventajas y poco inconvenientes
Una foto:
Tres ancianos cualquiera en un banco cualquier de un parque cualquiera. Gente corriente, austera para llegara fin de mes, que tiene que pasar el rato en espacios públicos como su segundo cuarto de estar. Gente corriente. Nunca tendrá sus diez minutos de gloria. Pasarán a mejor vida dejando un leve recuerdo en la sociedad y quizá un recuerdo cariñoso en quien les quiso. Gente corriente. Sin ellos no habría vida; sin ellos no tendría sentido la vida.
Un poema:
¿Quién construyó Tebas, la de las siete Puertas?
En los libros aparecen los nombres de los reyes.
¿Arrastraron los reyes los bloques de piedra?
Y Babilonia, destruida tantas veces,
¿quién la volvió siempre a construir? ¿En qué casas
de la dorada Lima vivían los constructores?
¿A dónde fueron los albañiles la noche
en que fue terminada la Muralla China?
La gran Roma está llena de arcos de triunfo.
¿Quién los erigió?
¿Sobre quiénes triunfaron los Césares?
¿Es que Bizancio, la tan cantada,
sólo tenía palacios para sus habitantes?
Hasta en la legendaria Atlántida,
la noche en que el mar se la tragaba,
los que se hundían,
gritaban llamando a sus esclavos.
El joven Alejandro conquistó la India.
¿Él solo?
César derrotó a los galos.
¿No llevaba siquiera cocinero?
Felipe de España lloró cuando su flota
Fue hundida. ¿No lloró nadie más?
Federico II venció en la Guerra de los Siete Años
¿Quién venció además de él?
Cada página una victoria.
¿Quién cocinó el banquete de la victoria?
Cada diez años un gran hombre.
¿Quién pagó los gastos?
Tantas historias.
Tantas preguntas.
Bertolt Brecht
Domingo, 13 de marzo de 2016
VIDA Y EVANGELIO:
UN MISMO CAMINO
Plan de oración con el Evangelio de Marcos
19. Mc 3,13-19
Una reflexión inicial:
El mundo podría dividirse en dos facciones: la gente importante y la gente corriente. Sobra decir que es la gente importante la que copa todas las informaciones y está en la pomada. La gente corriente permanece en la sombra.
Más aún, se cree que la gente importante dirige la sociedad. Sin ella, dicen, iría al caos. Por eso se les hace reconocimientos y se les erige monumentos. Son los que nos guían.
Y, sin embargo, el verdadero cimiento, el humus que pasa de generación en generación para que la vida florezca, es la gente corriente, las personas que dejarán poca huella en los registros civiles, ya que fueron sencillos usuarios y colaboradores del hecho social. Sin ello, ya lo dijo Brecht en su poema (lo ponemos al final), nada de lo que ha sido importante habría sucedido.
Por eso, hay que estar contento y agradecido. Contentos por ser de ese cimiento y de ese humus. No tiene sentido pretender otra cosa. Se puede estar bien, siendo gente corriente, sin más. Y agradecidos a todas aquellas personas que, si ser nada importantes, nos dieron la oportunidad de vivir en todas las dimensiones de la persona. Aunque el olvido se las coma, fueron importantes para nosotros.
El texto:
13Subió al monte, convocó a los que él quería y se acercaron a él. 14Entonces constituyó a doce, para que estuviesen con él y para enviarlos a predicar, 15con autoridad para expulsar demonios. 16Así constituyó a los Doce: A Simón, y le puso de sobrenombre Pedro; 17ª Santiago de Zebedeo y a Juan su hermano, y les puso de sobrenombre Boanerges, es decir, Truenos, 18ª Andrés y Felipe, a Bartolomé y Mateo, a Tomás y Santiago de Alfeo, a Tadeo y a Simón el fanático 19 y a Judas Iscariote, el mismo que lo entregó.
La convocación y elección de colaboradores por parte de Jesús se hace con gente corriente. Lo que sabemos de los compañeros de Jesús tiene un denominador común: gente común y con limitaciones comunes:
Simón: un pedro (testarudo) y ambicioso (¿qué nos va a tocar?).
Santiago y Juan: truenos, gente violenta (¿quieres que hagamos bajar fuego que consuma a este pueblo?)
Andrés y Felipe quien no acaba nunca de ver que ver a Jesús es ver al Padre.
Bartolomé y Mateo, el jefe de publicanos, el jefe de los corruptos, a quien extrañamente se le ofrece el mensaje más allá de su corrupción moral.
Simón el fanático, el zelotes, cercano al mundo de una cierta violencia.
Judas Iscariote: el capaz de entregar a quien dice amar.
Es decir, si se va uno por uno, todos ellos están marcados por deficiencias morales, como nosotros. Gente corriente, con lo bueno que sin duda tenían (amaban a Jesús) y con sus fragilidades que ni la misma presencia de Jesús logró hacer desaparecer. Con esas mimbres se hizo el anuncio del Reino.
Para pensar un momento:
1. ¿Crees que ser gente corriente nos aparta de Jesús?
2. ¿Se puede ser gente corriente y, a la vez, persona de valor.
3. ¿Cómo apreciar más profundamente a la gente corriente con la que convivo?
Un valor: Lo oculto
Lo oculto no suele ser un valor considerado. Precisamente por eso, porque está en lo oculto. Nosotros valoramos lo que se ve, lo que está en el escaparate. Si no está en ese lugar, aunque sepamos de su presencia, no lo valoramos.
Pero en lo oculto residen auténticos valores:
Esta la verdad no maleada por la publicidad, por chunta chunta del ruido.
Está la sencillez porque recibe pocos aplausos, casi ninguno.
Está la generosidad pura porque se hace un favor por el gusto de hacerlo.
Está la compasión ya que nadie se avergüenza de ella, ni quien la da ni quien la recibe.
Está la alegría sencilla, la que no necesita grandes cantidades de nada para pasar un buen rato y ser feliz.
De modo que lo oculto tiene muchas ventajas y poco inconvenientes
Una foto:
Tres ancianos cualquiera en un banco cualquier de un parque cualquiera. Gente corriente, austera para llegara fin de mes, que tiene que pasar el rato en espacios públicos como su segundo cuarto de estar. Gente corriente. Nunca tendrá sus diez minutos de gloria. Pasarán a mejor vida dejando un leve recuerdo en la sociedad y quizá un recuerdo cariñoso en quien les quiso. Gente corriente. Sin ellos no habría vida; sin ellos no tendría sentido la vida.
Un poema:
¿Quién construyó Tebas, la de las siete Puertas?
En los libros aparecen los nombres de los reyes.
¿Arrastraron los reyes los bloques de piedra?
Y Babilonia, destruida tantas veces,
¿quién la volvió siempre a construir? ¿En qué casas
de la dorada Lima vivían los constructores?
¿A dónde fueron los albañiles la noche
en que fue terminada la Muralla China?
La gran Roma está llena de arcos de triunfo.
¿Quién los erigió?
¿Sobre quiénes triunfaron los Césares?
¿Es que Bizancio, la tan cantada,
sólo tenía palacios para sus habitantes?
Hasta en la legendaria Atlántida,
la noche en que el mar se la tragaba,
los que se hundían,
gritaban llamando a sus esclavos.
El joven Alejandro conquistó la India.
¿Él solo?
César derrotó a los galos.
¿No llevaba siquiera cocinero?
Felipe de España lloró cuando su flota
Fue hundida. ¿No lloró nadie más?
Federico II venció en la Guerra de los Siete Años
¿Quién venció además de él?
Cada página una victoria.
¿Quién cocinó el banquete de la victoria?
Cada diez años un gran hombre.
¿Quién pagó los gastos?
Tantas historias.
Tantas preguntas.
Bertolt Brecht
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