Marcos 10
CVMc
Domingo, 7 de febrero de 2016
VIDA Y EVANGELIO:
UN MISMO CAMINO
Plan de oración con el Evangelio de Marcos
14. Mc 2,18-21
Una reflexión inicial:
Muchas personas han llegado a la conclusión de que vivir es una suerte; otras muchas han concluido que vivir es una desgracia. Quizá, en parte, ambas tengan razón.
Algunos tenemos suerte en la vida, pero eso no nos libra de preguntas, inquietudes y sufrimientos. Otros son excluidos del banquete de la vida, pero eso no les impide, de vez en cuando, disfrutar, vivir y cantar.
El secreto de esta realidad ambivalente es que quien dice tener suerte vaya sumiendo sus lados de sombra y quien dice no tener suerte vaya aumentando sus lados de dicha.
Ya decía Italo Calvino que “El infierno de los vivos no es algo por venir; hay uno, el que ya existe aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es arriesgada y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio”. Leímos esta cita en el funeral-despedida de Alfredo Pérez.
El éxito es, pues, saber en medio del infierno de la vida qué no es infierno. O sea, cómo sacar el mejor partido a los días que hemos de transitar por este el mundo. Es mirada positiva es decisiva.
El texto:
18Los discípulos de Juan y los fariseos estaban de ayuno. Fueron a preguntarle: -Los discípulos de Juan y los fariseos ayunan; entonces, ¿por qué razón tus discípulos no ayunan? 19Les replicó Jesús: -¿Es que pueden ayunar los amigos del novio mientras el novio está con ellos? En tanto tienen al novio con ellos no pueden ayunar. 20Pero llegará un día en que les arrebaten al novio; entonces, aquel día, ayunarán. 21Nadie le cose una pieza de paño sin estrenar a un manto pasado; si no, el remiendo tira del manto –lo nuevo de lo viejo- y deja un roto peor. 22Tampoco echa nadie vino nuevo en odres viejos; si no, el vino reventará los odres y se pierden el vino y los odres; no, a vino nuevo odres nuevos.
Para la gente del tiempo de Jesús, el ayuno era cosa decisiva: si ayunabas, eras persona religiosa de fiar; si no ayunabas, no representabas nada en el mundo de lo religioso. Pero Jesús no da el perfil de un ayunante sino, como se dice Mt 11,19, de un “glotón y borracho, amigo de pecadores”. De ahí el desconcierto que muestra este texto:
- Discípulos que no ayunan de un maestro que no ayuna. Para Jesús, antes que el ayuno está la persona. No va contra el ayuno, pero está a favor de la persona. Si ambas realidades entran en litigio, él opta por la persona.
- Y da una razón: el “novio” está con ellos. Es decir: la vida con Jesús es un tiempo de bodas. Y en tiempo de bodas, nadie ayuna.
- Dice el Evangelio que cuando les quiten el novio, ayunarán. Pero resulta que el “novio”, Jesús, nunca va a dejar de estar con nosotros. Ni ahora ha dejado de estar porque acompaña nuestra vida y está en lo profundo de la vida. Ha venido a nosotros y ha puesto para siempre su morada entre nosotros (Jn 14,23). Por eso, el ayuno ha dejado de tener valor, si no es para beneficio de los pobres. De lo contrario, no tiene sentido ayuna, porque la vida es como un “tiempo de bodas”, de oportunidades, de disfrute dentro de la posible, de hermandad.
- Esta evidencia es el “vino añejo” que es el bueno. Ir con “novedades” religiosas de que Dios quiere al ayunante no tiene sentido.
Para pensar un momento:
- 1. ¿te parece que merece la pena enfocar la vida desde el lado positivo?
- 2. ¿Creces en disfrute, a pesar de las limitaciones?
- 3. ¿Hay luz en tus palabras, en tu mirada, en tus gestos?
Un valor:
Vivir la vida con el valor de un optimismo razonable puede algo muy positivo. No se trata de ser un/a ingenuo/a creyendo que la vida es Jauja para todo el mundo. Eso no es cierto ni aquí ni a lo lejos. La vida tiene su tiniebla inevitable. Otra cosa es que uno se instale en ella y enfoque con tintes grises su vida y la de los demás.
El optimismo razonable contendría cosas como éstas:
- Una lectura lo más en positivo de lo que pasa y de lo que nos pasa.
- Una certeza de que siempre hay en las situaciones algo bueno a que agarrarse.
- Un no vivir los acontecimientos en modos histéricos, cosa que no ayuda nada.
- No exagerar las situaciones dureza para no darles más espacio que el que deben tener.
- No colaborar a aumentar los “infiernos” de la vida.
- Aprender el arte de disfrutar con lo sencillo.
- Huir de las personas y situaciones que ennegrecen todo.
Quizá con esta “terapia” sencilla logremos recuperar el valor del optimismo razonable.
Una foto:
Es, hoy, una foto sin foto. Rosa Montero en un artículo relativamente reciente de El País semanal habló de Sara M. R., una muchacha marroquí que ha sufrido lo que todo pobre puede sufrir y más. Pero eso no ha conseguido destruir del todo la humanidad, la esperanza y una indudable bondad. Si lo leéis en http://elpais.com/elpais/2015/12/08/eps/1449598299_337782.html os gustará.
Un poema:
En campos de silencio
las estrellas que caen
siempre germinan.
Todo nos reconoce.
Todo inclina su gesto generoso
hacia donde la vida
nos cubre y nos concreta.
Hay un cuenco de asombro
en el umbral
de los que saben esperar milagros,
susurra una verdad.
Hay música, también,
bajo las cuerdas.
Vanesa Pérez-Sauquillo
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