Apocalipsis 23
CVA
Domingo, 22 de marzo de 2014
BUSCAR LUZ
EN TIEMPOS OSCUROS
Plan de oración con el Apocalipsis
23. Ap 1,1-8
Introducción:
Hay por el mundo un sinnúmero de vidas egoístas. Parece que es lo normal mirar solo a lo mío y quedarse en ese castillo cerrado de mi propio bienestar. Pero lo cierto es que también abundan vidas compartidas, personas que entienden que si su corazón está habitado y ocupado por otras personas su persona no pierde sino que gana. Hay gente que ha hecho del compartir un estilo de vida y ha llegado a flexibilizar y disipar la frontera entre lo tuyo y lo mío. Hemos conocido a personas ágiles para dar y para darse, de tal manera que se van de este mundo sin llevarse nada, excepto el amor que ha suscitado su entrega y generosidad. Los humanos estamos llamados a una vida compartida porque nuestra vocación última es vivir con y para el otro.
Habla el prólogo del Apocalipsis de un testimonio que se comparte, el del vidente, el de Jesús y el de quien lee hoy esta profecía del libro. Es cierto que no todos comparten del mismo modo: el vidente comparte desde el dolor con los que se conduelen con él y excluye a quienes le zahieren. Jesús comparte, es testigo, de otra manera, sin excluir a nadie con generosidad total, en un abrazo universal. Y quienes leen este libro comparten como pueden, en el camino irregular y tortuoso de la vida, dando un paso adelante y con frecuencia otro atrás en la hermosa y dificultosa senda del compartir. Peero todos saben que en ese afán hay encerrado un secreto: que el compartir lleva a la dicha, más allá de su amarga cáscara.
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Texto:
1,1Revelación de Jesús Mesías. Lo que Dios le encargó mostrar a sus siervos sobre lo que tiene que suceder en breve, y él comunicó enviando su ángel a su siervo Juan. 2Diciendo todo lo que ha visto, éste se hace testigo de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesús Mesías.
3Dichoso el que lee y los que escuchan esta profecía y hacen caso de lo que está escrito en ella, porque el momento está cerca.
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La luz de la vida:
Una foto impactante: Dos inmigrantes auxilian a un compañero herido en Melilla, el 18 de marzo de 2014. Su rostro acusa el sobreesfuerzo que han realizado en la casi imposible tarea de saltar la valla. Es una trinidad de pobres que nos gritan en silencio doliente su derecho a vivir y a su parte de felicidad. El suyo es un testimonio de vida solidaria en los inframundos de la pobreza. Testigos verdaderos de una humanidad sin derechos. Hay que escucharlos.
Oramos: Que escuchemos a los testigos más doloridos de la historia; que apreciemos el valor de quienes testimonian amor en la dificultad; que valoremos sobremanera el testimonio de quienes más sufren.
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La luz que es Jesús:
El testimonio de la vida en amor de Jesús se resume en palabras simples: curar, compartir, acompañar. Curar como expresión primera de la necesidad humana. Compartir vida y caminos como evidencia de que Dios es alguien a nuestro lado. Acompañar para que la mordedura de la honda soledad no nos afecte hasta el punto de renunciar a ser testigos del amor. Esta ha sido la tarea de Jesús; la tarea que continúa haciendo con nosotros en los subsuelos de la vida.
Oramos: Gracias, Señor, por curarnos con generosidad; gracias por compartir nuestra vida sin protestar por nuestros abandonos; gracias por acompañarnos más allá de nuestros días lejos de ti.
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La luz que viene de la sociedad:
En la vida se puede afirmar que compartiendo se gana. El egoísta, el centrado solamente en lo suyo, quien no sale de su exigua fortaleza piensa que no, que compartir es debilitarse. Por eso, freudianamente hablando, hace un esfuerzo titánico para que no salga nada de él en la dirección de los demás. Pero otros piensan y experimentan que no, que darse es ganancia, que compartir no es pérdida, que abrirse es enriquecimiento. Ojalá nos contemos en este segundo grupo.
Oramos: Que nos demos para ganar; que compartamos para ganar; que nos abramos para ganar.
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La luz que aporta la comunidad virtual:
Podemos decir que una de las ganancias de la comunidad virtual es experimentar la alegría de compartir cuando nos reunimos. Compartir comida, gozo, oración, noticias, vivencias, sonrisas, etc. Todo un conjunto de pequeñas cosas que, a la larga, dejan bien claro eso de que el compartir enriquece. Ese es el testimonio mejor como fruto de nuestro trabajo orante: que cada vez nos sea más fácil compartir. Un testimonio que, por lo demás, agrada y entiende toda persona.
Oramos: Que oremos para compartir más fácilmente; que leamos la Palabra para compartir más generosamente; que recordemos a Jesús para compartir más alegremente.
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Palabras de luz:
Para siempre me tienes a tu vera,
la querencia me aposta a tu costado,
y si acaso me ausento de tu lado,
tendida junto a ti dejo mi estera.
Para siempre me tienes, compañera,
para siempre me tienes aferrado,
parra que alzas, rosal que te ha trepado,
yedra tenaz, osada enredadera.
Yo nunca cejo, amor, yo nunca cejo,
a menudo me vuelvo en el camino
y en el rostro me llevo tu reflejo.
Nunca me alejo, amor, nunca me alejo,
de pájaros me lleno y me culmino
y me venzo hacia ti, por ti me inclino.
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Para estos días:
No hables mucho del amor con palabras; trata de ser testigo amando de manera sencilla, hablando con humanidad.
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