Retiro cuaresma 2013
Retiro Cuaresma 2013
“TU CUERPO ES PRECIOSA LÁMPARA”
La Cuaresma como conversión a la corporeidad
Tradicionalmente se ha entendido la conversión como un movimiento espiritual, interior, aunque tenga sus consecuencias sociales. Pensamos que si el interior se renueva, cambia, “se convierte”, la vida mejorará, la fe será más viva. Y, en parte, esto es así.
Esta dirección, del interior hacia el exterior, se debe a la sobrevaloración del alma, de lo espiritual, de lo místico. Pero, hoy día, de acuerdo con las orientaciones de la moderna antropología que considera lo humano como una estructura unitaria, se podría decir que el camino inverso, del cuerpo, de la corporeidad al interior quizá sea un camino interesante.
Eso quiere decir que hay posibilidad de una nueva valoración de la corporalidad y de la corporeidad que la envuelve. La corporalidad ha sido con frecuencia denostada por el hecho religioso y contemplada con sospecha cuando no con condena. Por otro lado, la corporeidad, eso que enmarca el cuerpo (sentimientos, historia personal, valoración de las cosas, rincones devastados, etc.) no ha entrado en el terreno de las consideraciones espirituales.
¿No sería la Cuaresma un tiempo bueno para hacer un ejercicio de conversión a la corporeidad, con la corporalidad incluida? ¿No sería útil convertirse a una manera nueva de sentir, vivir, disfrutar, entregarse, socorrer el propio cuerpo y el de los demás? ¿No derivaría de esta “conversión” un hondo beneficio para los cuerpos y para las almas, para la persona entera, para las personas enteras de los hermanos/as?
Siempre estamos necesitados de pararnos y reflexionar cuando la Cuaresma llama a nuestras puertas cada año para que esta oportunidad de reorientación, de catequesis de adultos, no pase desapercibida y podamos vivir la Pascua (a eso apunta la Cuaresma) con una conciencia renovada. Al fin y al cabo, la Pascua apunta al cuerpo glorificado de Jesús nuestro hermano, corporeidad bendita para nosotros.
1. Tu cuerpo es preciosa lámpara
Rufino Grández, hermano capuchino, escribió en su día un himno litúrgico inspirado dedicado al cuerpo santo de Jesús. Nosotros queremos traerlo hoy aquí pero leyéndolo como una realidad que apunta no solamente al cuerpo de Jesús, sino a los nuestros propios. En lugar de leerlo “a lo divino” (así se solía hacer frecuentemente con textos profanos) nosotros lo leeremos “a lo humano”. Quizá así nos empuje en la dirección de la conversión a la corporeidad.
Tu cuerpo es preciosa lámpara,
llagado y resucitado,
tu rostro es la luz del mundo,
nuestra casa, tu costado.
Tu cuerpo es ramo de abril
y blanca flor del espino,
y el fruto que nadie sabe
tras la flor eres tú mismo.
Tu cuerpo es salud sin fin,
joven, sin daño de días;
para el que busca vivir
es la raíz de la vida.
- La corporalidad es lámpara preciosa. Cuando la corporalidad se oscurece, se oscurece la vida. Menospreciar la corporalidad es sumir a la persona en las tinieblas más densas. Es preciso dejarse iluminar por lo corpóreo, por la “bendita materia” de la que hablaba Teilhard.
- Este cuerpo nuestro, esta historia nuestra, es llagada y resucitada, engloba aspectos hermosos, gozosos, disfrutantes, fraternos. Y también incluye rincones devastados, cadáveres en los armarios, hondas heridas. Todo hace parte del cuerpo. Y con todo ello hay posibilidad de caminar en la dirección de lo humano, en la senda del seguimiento.
- Un rostro luminoso es luz del mundo, un rostro que perdona desvela el rostro mismo de Dios (Gen 33,11). Un rostro opaco, oscuro, turbio, agrio, oscurece el camino de la vida. Dar luz a los rostros, he ahí una tarea hermosa.
- Los cuerpos encuentran casa en el costado del otro cuerpo, en su intimidad en su cercanía. Junto a ese costado pone uno su estera, como dice García Calvo. Si la intimidad de los cuerpos nos es ajena, iremos por la senda de la deshumanización, de la frialdad, del menosprecio a este cauce único de vida que tenemos.
- Los cuerpos son, a veces, ramo de abril, de jara, que encienden el fuego y lo levantan hasta las nubes. Todos los dinamismos se encierra en la corporeidad. Es cuestión de mantenerlos activados, cultivados. Una corporeidad apagada conlleva una espiritualidad apagada o rutinaria.
- Es la corporeidad blanca flor del espino, hermosura que encierra toda debilidad, flores blancas con espinas incluidas. Una realidad indisociable donde lo bueno y sus posibilidades son amenaza y herida por el mal y sus duros estigmas. Pero, aun así, hay posibilidad de vivir en humanidad.
- Hay un nivel hondo, escondido, radical en la corporeidad que no es lo que aparece; es la sede de la bondad, de la belleza. No sabemos de dónde brota, pero está ahí. Resulta preciso tocar ese fondo de verdad, el tú mismo que hay en toda persona, en toda realidad creada. Será preciso ahondar en el hecho humano hasta dar con esa hermosa y limitada bondad que anida en las personas.
- La enfermedad cerca a la corporeidad, pero hay un sueño de salud sin fin, un anhelo de bienestar esencial en el que los días no hagan daño. Este anhelo lo ha sembrado la generosidad de la vida que es la traducción de la generosidad del amor del Padre.
- Todo cuerpo, toda realidad creada, busca vivir y anhela llegar a la raíz de la vida. No es otra que la honda humanidad, el estrato final en que el bien tiene su última palabra, la paz que es capaz de encajar todo desasosiego, la “alegría inarrebatable” de la que habla Jn 16,22.
2. La luz de la Palabra: El samaritano: un restaurador de cuerpos (Lc 10,25-37)
En aquel tiempo, se presentó ante Jesús un doctor de la ley para ponerlo a prueba y le preguntó: “Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?” Jesús le dijo: “¿Qué es lo que está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?” El doctor de la ley contestó: “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu ser, y a tu prójimo como a ti mismo”. Jesús le dijo: “Has contestado bien; si haces eso, vivirás”.
El doctor de la ley, para justificarse, le preguntó a Jesús: “¿Y quién es mi prójimo?” Jesús le dijo: “Un hombre que bajaba por el camino de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos ladrones, los cuales lo robaron, lo hirieron y lo dejaron medio muerto. Sucedió que por el mismo camino bajaba un sacerdote, el cual lo vio y pasó de largo. De igual modo, un levita que pasó por ahí, lo vio y siguió adelante. Pero un samaritano que iba de viaje, al verlo, se conmovió, se le acercó, ungió sus heridas con aceite y vino y se las vendó; luego lo puso sobre su cabalgadura, lo llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente sacó dos denarios, se los dio al posadero y le dijo:
‘Cuida de él y lo que gastes de más, te lo pagaré a mi regreso’.
¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del hombre que fue asaltado por los ladrones?” El doctor de la ley le respondió: “El que tuvo compasión de él”. Entonces Jesús le dijo: “Anda y haz tú lo mismo”.
- Jesús propone como ejemplo de ciudadano del reino a uno que se conmovió. No dice el texto si era persona religiosa (había samaritanos que lo eran), si era buen mercader u honesto contribuyente, si era amante de su familia o ciudadano considerado. Los indicios más bien son negativos (no viene de Jerusalén, lo que indica que no era adicto a la ley oficial; anda solo por desiertos y posadas abandonando a su familia-mujer en casa, cosa no recomendable por la tradición, promete volver y pagar lo que quiere decir que su género de vida va a continuar, que no hay conversión, etc.). No era muy recomendable persona (como se pensaba de los samaritanos), pero se conmovió. Solamente por eso es puesto como prototipo de ciudadano del reino.
- Se conmovió y puso en marcha un mecanismo de amparo práctico que apunta al cuerpo del caído en el camino. Efectivamente, el caído en el camino es un cuerpo robado, herido y dejado medio muerto. El problema lo tiene el caído con su corporalidad que ha sido avasallada. El ciudadano del reino ha de tender a restaurar las corporalidades avasalladas.
- El mecanismo de amparo de la corporalidad tiene estos elementos:
- Acercamiento: La repulsión de un cuerpo herido ha de ser sustituida por un acercamiento que posibilite una ulterior restauración. Sin este acercamiento se hace imposible la percepción de la realidad del cuerpo herido.
- Poner aceite y vino en las heridas: El aceite y el vino son valores preciados en épocas de pobreza. Al estar herido tan gravemente, se ha requerido una cantidad apreciable de estos elementos. La generosidad con los cuerpos es imprescindible para su humanización.
- Vendar las heridas: Es necesaria la cercanía a las heridas hasta vendarlas, sin reparar en lo que el contacto puede dar (contagio de la enfermedad o contagio de impureza legal). La restauración del cuerpo demanda una cercanía al mundo de las heridas.
- Poner en la cabalgadura: La cabalgadura, aunque fuera modesta, era un gran medio en la época. La restauración de cuerpos no repara en “gastos”, en energías, a la hora de entregarse a los cuerpos heridos. Al ponerlo en la cabalgadura e ir él a pie se trastrueca el honor: el montado-herido es el digno, el que va a pie desmontado el servidor. Reconocer la dignidad y “supremacía” de los cuerpos heridos.
- Llevarlo al mesón: Lugar de dudosa moralidad, pero ámbito de recuperación. No dudar que la restauración de cuerpos se hace mejor, a veces, en ámbitos “dudosos” siempre que haya acogida suficiente. El posadero no pone obstáculos para recibir a un cuerpo herido.
- Pagar al contado: Dos denarios, dos días de jornal, es una cantidad significativa aunque no excesiva. El montante económico de la restauración de cuerpos puede que no sea el obstáculo principal en muchos casos. Los inconvenientes son otros (sociales, religiosos).
- Promesa de pago ulterior: Es un proceso, algo más que un simple acto de caridad puntual. La promesa de vuelta y pago indica que se está ahí, en el proceso de restauración, con todas sus consecuencias.
- Es toda una obra de recuperación del cuerpo del caído sin ninguna otra pretensión (ni económica, ni religiosa). La obra del seguidor (“Haz tú lo mismo”) tiene que ver con la restauración de la corporalidad
3. Ahondamiento reflexivo
Vamos a tratar de ahondar en el tema porque profundizar es una manera de alimentar las raíces de la espiritualidad.
a) Jesús y los cuerpos: Es mucha, según los evangelios, la relación de Jesús con los cuerpos, casi siempre heridos: cuerpos enfermos (Mc 1,23-39), postergados (Mc 1,40-45), excluidos (Mc 3,1-6), desahuciados (Lc 8,43-48), hambrientos (Jn 6,1ss), muertos (Lc 7,11-17). Sin esa relación el Evangelio se desmorona. Casi siempre su relación es curativa, ya que en “curar cuerpos” se puede resumir la actividad mesiánica de Jesús. Esto lo hace Jesús porque cree que para llegar a curar el interior, la relación social, la dignidad, se requiere pasar por esta mediación histórica que es la corporalidad. Un seguimiento que obvia la corporeidad es, tal vez, algo expuesto al vacío.
b) La revelación en lo mínimamente corporal: Eso mínimamente humano, corporal, es la preocupación por la vida, la relacionalidad y la libertad, cosas tres que tienen que ver con el ser corporal de la persona. Dios se revela en Jesús justamente en ese ámbito de humanidad corporal. En la humanidad de Jesús conocemos la humanidad de Dios; de su preocupación por los cuerpos deducimos la preocupación de Dios por mostrarse en los cuerpos. Dios es entrañablemente humano en los cuerpos porque es radicalmente divino. El Dios que presentó y representó Jesús es el Dios que se hace presente, ante todo y sobre todo, en la corporalidad humana de los seres humanos.
c) La corporeidad acogida con benignidad: Porque el mecanismo religioso que tendría que haber ayudado a desvelar a Dios fundido a lo humano, a la corporalidad, ha echado vinagre y culpa sobre ella. Por eso, se necesita acoger la corporeidad (incluso la creaturidad, englobando a toda creatura como realidad corpórea que es) con benignidad y como lugar único de revelación, por lo que sabemos de Jesús. Esto habría de desencadenar en nosotros un caudal de piedad y compasión hacia lo humano en su debilidad, mirándolo como marco de revelación y de amor del Padre.
d) Los cuerpos más humildes: Los más heridos de la historia, los más “crucificados”, ésos deberían ser objetivo de nuestra mirada para tratar de mitigar su dolor, para contribuir a sus justas reivindicaciones, para acompañar su difícil caminar, para solidarizarse más con sus causas. Los cuerpos más humildes del hecho creacional son los más necesitados de amparo para restaurar en ellos la corporeidad ultrajada y hacer que su dignidad, nunca perdida, brille y sea tenida en cuenta en todas sus dimensiones.
4. Derivaciones
Tratando de situarnos mejor en el caminar creyente, vamos a sugerir algunas derivaciones que modifiquen los cinco sentidos de nuestra corporalidad:
- Mirar con entrañabilidad: Haciendo que las “entrañas”, lo de dentro, se asomen a nuestra mirada. Alejar las miradas frías, despectivas, hirientes; cambiarlas por miradas que acogen, que intentan comprender y ponerse en el lugar del otro. Hacer ejercicios de miradas distintas con los mirados socialmente mal, con los que por cultura tendemos a mirar con recelo, con los no-mirados por nadie. Cambiar los ojos del cuerpo humanizando la mirada.
- Tocar para curar: Crear caricias que curan, que mitigan, que sanan los lugares más heridos del corazón, del recuerdo, de la historia personal. Que nuestros dedos no hurguen en las heridas viejas, ni en las recientes. Que se intuya por la ternura de nuestras manos cómo son de tiernas la manos del Padre. Que los abrazos, gratis y generosos, hablen claramente del Padre que nos abraza.
- Escuchar con implicación: No solamente como quien aguanta el chaparrón, como quien no puede hacer otra cosa. No escuchar con los solamente oídos y no con el interior. Una escucha que lleve a la implicación práctica, a intentar hacer algo, si se puede, por aquel que desgrana su vida ante ti. Unos oídos como los del Padre, como los de Jesús que escuchaba a horas intempestivas (como cuando fue Nicodemo, “de noche”).
- El perfume humilde de la belleza sencilla: De eso que está más allá de la sencillez y de la pobreza: los gestos amables, la dignidad mantenida en la pobreza, el gusto por una higiene que quiere hablar de un interior limpio, las costumbres sociales sencillas que quieren sembrar ciudadanía y buen vivir. Maneras de transformar el olfato y el perfume hasta ser “el buen olor de Cristo”, como decía san Pablo (2 Cor 2,15).
- Una comida compartida: La mejor manera de cambiar el gusto es gustar con otros, ayudar a que quien no guste (quien no come o come poco y mal) pueda gustar como humano (los humanos no solo comemos sino que gustamos lo que comemos). Una mesa de gusto compartido, justa, donde todo el mundo pueda sentarse a ella. Un gusto que tiene en cuenta la justicia y no despilfarra (el 40% de lo que se tira de comida se hace en los hogares).
5. Conclusión
Quizá no sea esta manera de entender la conversión (conversión a la corporeidad) el modo habitual de plantear la Cuaresma como camino de la Pascua (camino hacia el cuerpo vivo de Jesús). Pero tal vez pueda ayudar algo. La conclusión de quien aceptara algo de estas premisas es que la gran tarea con los cuerpos es el cuidado esencial (como decía Boff), algo más que un acto puntual de cuidado, una actitud, una manera de ser que ha descubierto que cuidar la corporeidad es hacer la misma obra que el Padre hace con la historia y que hemos sabido por Jesús, el mejor cuidador de cuerpos, de personas, que se nos ha dado. Que la Pascua pueda ser una contemplación honda de la hermosa lámpara que es el cuerpo vivo de Jesús.
6. Un posible “plan espiritual” para la Cuaresma
Sería una especie de plan al filo de los planteamientos anteriores, un itinerario de cinco semanas camino de la Pascua:
- Semana del 17 al 23 de febrero: MIRAR CON ENTRAÑABILIDAD: rastrear en el NT las miradas de Jesús. Hacer ejercicios explícitos de miradas benignas con las personas con las que convivimos.
- Semana del 24 de febrero al 2 de marzo: TOCAR PARA CURAR: mirar en los Evangelios escena donde Jesús toque y sea tocado. Hacer algo concreto por alguien que, en su enfermedad, necesita ser “tocado”. Hacerlo con aprecio.
- Semana del 3 de marzo al 9 de marzo: ESCUCHAR CON IMPLICACIÓN: ver a Jesús escuchando a la gente, enseñando con calma. Escuchar no como quien aguanta, sino como quien intenta comprender y quiere colaborar a mitigar algo el malestar o la soledad de quien habla.
- Semana del 10 de marzo al 16 de marzo: EL PERFUME HUMILDE DE LA BELLEZA SENCILLA: vivir con sencillez y corazón bueno. Ofrecer pequeños detalles que hagan más llevadero el camino de alguna persona que aguanta más el peso de la vida.
- Semana del 17 de marzo al 23 de marzo: COMPARTIR LA MESA: tener la preocupación de otros gusten los placeres de una mesa amigable, de una fe amigable. Prepararse a la semana santa, mesa de eucaristía, de entrega y de triunfo, siendo generoso con quien necesita cuidados en su corporeidad.
1 comentario
Parroquia Cristo Salvador -