Juan 116
CVJ
Domingo, 10 de junio de 2012
VIDA ACOMPAÑADA
Plan de oración con el Evangelio de Juan
116. Jn 17,1-5
Introducción:
Suele decirse que toda persona tiene en su vida “diez minutos de gloria”. Es que el hambre de gloria es connatural al ser humano. Con frecuencia construimos nuestra gloria a costa del otro: cuanto más en lo oscuro estén los demás, más brillaré yo. No imaginamos una gloria compartida, fraterna, donde todos “brillen”. Eso nos parece que no es gloria. Y, sin embargo, los mejores momentos de una persona, los más “gloriosos”, coinciden muchas veces con un gozo colectivo, con un éxito común, con una empresa coronada por todos. Quizá llegue un día en que entendamos que el bien de todos, la gloria del conjunto, es el mejor éxito del caminar humano.
Es que en el texto evangélico de esta semana Jesús habla de “su gloria”. Esta gloria no está hecha a costa de nadie, sino a favor de todos. Es una gloria que disfruta con que los humanos entendamos que nuestra situación tiene salida, que estamos hechos para la dicha, que el horizonte de lo humano es un gozo colectivo. Es, definitiva, una gloria para los demás, a nuestro favor. El Padre, dice el texto, está también por ese tipo de gloria porque su afán máximo, por el que ha hecho su mayor apuesta, es que la persona salga a flote. Y esto hasta el punto de tener por cierto que si lo nuestro triunfo él también triunfa y si lo nuestro fracasa él también fracasa. Una gloria sin coste para nosotros y con todas sus ventajas.
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Texto:
17,1Así habló Jesús y, levantando los ojos al cielo, dijo:
-Padre,
ha llegado la hora,
glorifica a tu Hijo,
para que tu Hijo te glorifique
2y, por ese vigor que tú le has dado sobre toda persona,
dé la vida plena a los que le confiaste.
3Esta es la vida plena:
que te conozcan a ti, Dios de verdad,
y a tu enviado, Jesucristo.
4Yo te he glorificado sobre la tierra,
he rematado la obra que me encomendaste.
5Y ahora, Padre, glorifícame contigo,
con la gloria que yo tenía a tu lado
antes de que el mundo existiese.
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Ventana abierta:
Este montecillo es el monte Tabor. En él se halla instalada una comunidad terapéutica (ex drogadictos) del movimiento franciscano Mundo x, comunidades creadas por el hermano franciscano Eligio. Es un gozo ver cómo viven, cómo trabajan, como reconstruyen su vida. Una gloria para que el débil triunfe, para que salga a flote, para que sus valores de fondo oscurecidos y maltratados por la droga vuelvan a resurgir y a enseñorear la vida de la persona. Una gloria a favor del otro, como la de Jesús.
Oramos: Te alabamos, Señor, por quienes piensan en la gloria del otro; te bendecimos por quienes trabajan por la gloria de los humildes; te damos gracias por quienes piensan en el valor de quienes no tienen reconocimiento social.
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Desde la persona de Jesús:
Dice el texto que Jesús manifiesta la gloria del Padre. ¿Cómo lo hace? Desvelando un perfil de Dios que el tiempo, y hasta la misma religión, ocultan: un Dios ante todo de misericordia y acogida; un Dios interesado por nuestra dicha y no por nuestro pecado; un Dios de libertad y nunca de opresión; un Dios patrimonio de los más desposeídos y nunca del lado de los poderosos. Cuando comprendemos que esto es así, la gloria de Dios comienza a brillar.
Oramos: Gracias, Señor, por desvelarnos el perfil de un Dios a nuestro lado; gracias por amarnos con el mismo amor del Padre; gracias por querernos libres y en pie.
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Ahondamiento personal:
Se puede pensar en la posibilidad, como decimos, de una gloria colectiva, fraterna. Eso no debilita para nada la fuerza de la gloria ni le resta su brillo. Por eso dice el evangelio que es la obra a la que hay dar remate. Es decir, mientras haya una persona que no tenga su gloria, su certeza de que está llamado a la dicha, habrá que trabajar por la gloria del otro, no solo por la gloria de Dios. Si los antiguos decían que la gloria de Dios es que la persona, el pobre, viva, el campo de trabajo está marcado.
Oramos: Que trabajemos con tesón por una gloria colectiva; que creamos que la gloria de Dios es que el débil levante la cabeza y viva; que demos por cierto el amparo del Padre a nuestro camino personal.
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Desde la comunidad virtual:
Nuestra comunidad es, ciertamente, una realidad modesta. Al tener, por otra parte, un componente de amistad y fraternidad no construimos nuestra “gloria” uno a costa de otro. Esa evidencia de que nos interesa el bien del colectivo es lo que quita el veneno del egoísmo y del brillo propio a nuestra relación. Si alguien quisiera hacer su gloria a base de los demás haría un mal servicio a nuestro grupo.
Oramos: Que siempre nos relacionemos sin ambiciones; que nos alegre el bien del y el triunfo del otro; que nos alejemos de toda imposición y dominio.
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Poetización:
Fue una persona humilde.
De ahí que nunca aspirara
a construir su gloria
a costa de nadie.
Sus alegrías más profundas
eran colectivas;
sus gozos
comunes;
sus disfrutes
compartidos.
Había aprendido
que esa era
la gloria del Padre,
el anhelo mayor de Dios:
una apuesta por lo común,
por el todo de lo creado.
Por eso mismo
nunca demandó dones,
nunca exigió aplausos,
jamás se quejó si no se le pagaba.
Tenía fe en la persona,
en el gozo de los caminos comunes,
en las alegrías repartidas.
De ahí que no dudara en decir
que la gloria del Padre
y la suya propia
era que la persona viviese,
que el pobre respirase,
que el oprimido levantase la cabeza,
que el postergado se sentara en el centro.
Los mayores esfuerzos de su vida los dedicó
a construir esa gloria colectiva.
Hay personas que aún hoy
siguen en el mismo empeño.
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Para esta semana:
Trata de ser motivo de alegría y sosiego para quien está pasándolo mal. Acércate.
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