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FIAIZ

Juan 110

CVJ

Domingo, 22 de abril de 2012

 

VIDA ACOMPAÑADA

 Plan de oración con el Evangelio de Juan

 

 

110. Jn 16,4b-7

 

Introducción:

 

                Por mucho que siempre queramos hacerla desaparecer de un manotazo, por más que la queramos alejar ya que su presencia nos molesta en extremo, por mucho que la ignoremos, ahí está esa maldita compañera de vida: la tristeza. La única manera de tratar con ella es mirarla a la cara, preguntarle qué hace ahí, de dónde viene, quién le ha llamado, por qué no se va. Y luego decirle con rotundidad: me acompañas, pero no lo harás hasta el final; me pesas, pero un día me liberaré de ti; me empujas al desaliento y al llanto, pero en un cierto momento la luz podrá más que tu tremenda oscuridad. La batalla contra la tristeza hay que darla sin complejos, reconociendo que, a veces nos vence, pero que no va a tener la última palabra.

                Jesús habla aquí de la dura tristeza que ha anegado el corazón de los suyos porque saben que lo van a perder. Trata de animarles con algo que sus amigos no comprenden, pero que es verdad: si “se va”, si muere entregado a ellos, volverá con una fuerza imparable y su vida ya no estará a merced de la dura tristeza sino que ésta podrá ser vencida porque hay uno que lucha a su favor, porque hay uno empeñado en que sus vidas sean siempre luminosas. Es muy posible, no lo dice el Evangelio, que sus discípulos, además de no comprenderles no habrían valorado esa situación de un Jesús entregado como una “situación mejor”. La tristeza es una siembra de ciclo corto, mientras que la alegría lo es de ciclo largo. Por eso es necesario engendrar ánimo para no sucumbir a la batalla inmediata a la que nos lleva la tristeza. La persona adulta, el creyente adulto, saben que, a la larga, la tristeza tiene la batalla perdida. Por eso, no caen víctimas de un desaliento que les paralice.

               

***

 

Texto:

 

No os lo dije desde principio porque estaba con vosotros. 5Ahora, en cambio, me voy al que me envió, pero ninguno de vosotros me pregunta: “¿adónde vas?”. 6Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. 7Sin embargo, lo que os digo es la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré.

 

***

 

Ventana abierta:

 

 

            Una foto fácil de encontrar en el Google: la profunda e inexplicable tristeza de los niños. Es la tristeza que encierra todas las tristezas y todos los desamparos. No tiene justificación alguna y causarla es un crimen, mientras que reducirla un acto de amor comparable al de Dios. Por eso nos conmueve. Pero en la foto, en la parte derecha,, hay una mano, no se sabe de quién a la que se aferra el niño. Esa mano anónima es una mano salvadora, la de quien acompaña las tristezas tratando de paliar su maléfico efecto. Es, para nosotros, no solamente la mano de quien nos ama, sino la mano del mismo Jesús.

                Oramos: Gracias, Señor, por las manos que nos amparan; gracias por las manos que nos sostienen; gracias por las manos que nos animan.

 

***

 

Desde la persona de Jesús:

 

                Jesús dice que la manera de acompañarles, de animarles, de luchar con ellos a brazo partido contra la tristeza va a ser el “envío del valedor”. Quiere eso decir que un “valedor”, el Jesús resucitado, el Padre amoroso, van a estar las veinticuatro horas del día del lado humano. La vida no es una tierra desamparada, “sin marido”, como decía la vieja profecía, sino, justo lo contrario: vida acompañada, aunque a veces la soledad nos roa el alma; vida acariciada, aunque a veces solo sintamos en la cara y en el alma el frío más helador; vida abrazada, aunque a veces nuestros brazos parezcan cerrarse sobre la nada.

                Oramos: Gracias, Señor, por tu amparo; gracias por tu compañía; gracias por tu caricia.

 

***

 

Ahondamiento personal:

 

                Puede ser que esta espiritualidad en torno a la tristeza y sus horizontes negados no suene bien. Quizá nos parezca mejor y único camino la lucha directa contra la tristeza. Pues, adelante. Todo lo que se haga por derrotarla nos enriquecerá. Pero eso sí, si la lucha contra la tristeza se hace echando sobre un manto que la ignore, un velo que nos la oculte, quizá nos estamos engañando. Con sorna dijo aquel: “yo, bebiendo para olvidar las penas, sin saber que las penas saben nadar”. Efectivamente, saben nadar. Por eso, quizá más importantes que olvidarlas sea ir poniendo a su lado socorros de humanidad que hagan que su terreno sea cada día menor.

                Oramos: Que pongamos humanidad para que la tristeza no tenga tanto sitio; que pongamos amor para que la tristeza se esfume; que pongamos generosidad para que la tristeza no encuentre casa en nosotros/as.

 

***

 

Desde la comunidad virtual:

 

                Una manera eficacísima de luchar contra la tristeza, de acorralarla es alegrarse con y por el otro. A eso podemos contribuir un poco en nuestra comunidad virtual. Nuestros encuentros, sean en grupo o en general, nos alegran profundamente. La tristeza tiene muy poco espacio en ellos. Por eso los fomentamos y apreciamos. Quizá sea un simple fruto del trabajo orante: estar un poco más contentos. Si lo logramos, estupendo.

                Oramos: Que nos alegremos al encontrarnos; que nos alegremos al abrazarnos; que nos alegremos al escucharnos.

 

***

 

Poetización:

 

Él, como todos,

sabía de tristeza.

La había visto rondar

su casa pobre;

la había percibido

en los ojos de su madre

cuando se fue de casa

sin entenderle.

La había sentido

cuando sus amigos

lo iban abandonando.

Por eso, podía hacer

un aviso contra la tristeza

de los suyos:

les quiso decir,

aunque no le entendieran,

que la tremenda soledad

que les iba a causar su entrega

no era la última palabra,

no era el punto final.

Había detrás otra cosa:

el abrazo increíble del Padre,

la sonrisa amiga del Jesús resucitado,

la caricia de las manos de Dios,

únicas y hermosas,

los besos de los labios del resucitado

no fáciles de sentir,

ero verdaderos.

Por eso les decía:

vendremos,

seremos para vosotros como un valedor,

uno que se entrega y acompaña

sin pedir nada a cambio.

No tendría que consumirles la tristeza,

pero ella, como un pájaro del agüero,

sobrevolaba sus corazones.

Algún día sería vencida.

 

***

 

Para la semana:

 

                Trata de ser estos días lo más jovial que puedas. Ayuda a disipar alguna tristeza, aunque sea pequeña.

 

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