Juan 74
CVJ
Domingo, 27 de marzo de 2011
VIDA ACOMPAÑADA
Plan de oración con el Evangelio de Juan
74. Jn 10,31-42
Introducción:
Ahora no se persigue la blasfemia por motivos religiosos (excepto en los movimientos fundamentalistas). Pero hay personas en la sociedad que tienen comportamientos “blasfemos”: quienes no comulgan con el sistema económico y tratan de vivir una economía de decrecimiento. Quienes no encajan en el férreo sistema de creencias religiosas fuertemente controlado por las autoridades religiosas oficiales. Quienes creen que no hay que hacer el juego a un consumo dirigido y a un tipo de vida en euforia y felicidad perpetuas. Quienes inventan comportamientos sociales moderados que no entran en los parámetros estándar de celebración (bautizos, comuniones, bodas, funerales al uso…). Quienes dimiten de los modos políticos establecidos y apoyan a minorías o se abstienen con razones. Quienes valoran a quienes son considerados distintos en modos de mera igualdad porque los ven iguales como cualquiera. Son gente “blasfema” para la sociedad bienpensante, pero son la esperanza de un futuro.
El Evangelio con que oramos esta semana aplica un criterio claro: uno no es “blasfemo” por sus ideas, sus experiencias o sus estilos de vida sino por el calado humano de sus obras. Se acusa a Jesús de que “se hace Dios”. Y él replica: valoradme por mis obras, por el contenido humano de mis comportamientos, por la sintonía con el camino humano que hay en mis acciones. Si sus obras estuvieran carentes de estos contenidos podría ser considerado un blasfemo. Pero si rebosan humanidad, nunca debería ser considerado como un blasfemo. El Evangelio sostiene que el baremo básico para medir un comportamiento humano es su nivel de humanidad. A él habrá que remitirse siempre a la hora de hacer una valoración correcta de una persona o de una institución.
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Texto:
31Los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús.
32Él les replicó:
-Os he hecho ver muchas cosas buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?
33Los judíos le contestaron:
-No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo hombre, te haces divino.
34Jesús les replicó:
-¿No está escrito en vuestra ley: “Yo os digo: Sois dioses”? 35Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y no puede fallar la Escritura), 36a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros que blasfema porque es hijo de Dios? 37Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, 38pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.
39Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos.
40Se fue ésta vez al otro lado del Jordán, al lugar donde había estado Juan bautizando al principio, y se quedó allí. 41Acudieron a él muchos y decían:
-Juan no realizó ningún signo, pero todo lo que dijo Juan de éste era verdad.
42Y allí muchos le dieron su adhesión.
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Ventana abierta:
Este libro es un alegato contra este estado de euforia, de felicidad perpetua que ha establecido el sistema como medida de nuestra salud social. Parece como si estar alegre constantemente, en euforia perpetua, fuera una obligación y quien no lo cumpliera sería un estigmatizado, un blasfemo. De ese modo no hay manera de aprender a situarse ante el dolor, a hacerle frente, a sufrirlo con humanidad. Nada digamos de hablar de fin, de muerte, de finitud. Es preciso superar esa “blasfemia” y situarse en el marco de meramente humano, con sus gozos y sus sombras, con sus alegrías e ineludibles penas.
Oramos: Gracias, Señor, por quienes son humanos en lo fácil y en lo complicado; gracias por quienes encajan con equilibrio el sufrimiento propio y ajeno; gracias por quienes disfrutan de la vida y por quienes son solidarios con el dolor ajeno.
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Desde la persona de Jesús:
Bien claramente deja Jesús sentado que él desea que se le valore “por la obras”, no por las ideas ni por lo que pueda decir o decirse de él. Quiere que se valoren sus obras y que se vea que la única directriz de sus acciones es su amor por lo humano. Si ese amor no estuviera bajo ellas, se le podría tildar de blasfemo. Pero, dado que están alimentadas por el fuego del amor, considerarle blasfemo es una injusticia. Quiso hacer ver que la opción por lo humano es la opción fundamental de su adhesión a él y, por lo tanto, exigencia ineludible para quien quiera seguirle.
Oramos: Que creamos en un Jesús hondamente humano y, por ello, cercano a Dios; que valoremos las obras de Jesús por sus fuertes raíces humanos; que seamos espirituales siendo personas de comprobada humanidad.
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Ahondamiento personal:
Hay gente que tiene la mano ligera para lanzar la piedra contra el débil envolviendo su crimen de la acusación de blasfemia. Esto es fácil hacerlo, sobre todo, con quien es más débil. Pero ahí se desvela el poco nivel de humanidad de quien tal cosa hace. Por eso, acusar a un débil de blasfemo encierra, casi siempre, un componente de inhumanidad. Inaceptable por lo tanto.
Oramos: Que nunca acusemos a los débiles de blasfemia ni de ninguna otra cosa; que respetemos las opciones de los demás, por extrañas que nos parezcan; que defendamos a quienes son de nuestro grupo y a quienes no lo son cuando cae sobre ellos la acusación de “blasfemia”.
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Desde la comunidad virtual:
Este “extraño” tema de la blasfemia deja clara una cosa: que ser persona espiritual, evangélica, tiene que ver con el componente humano del corazón. Por eso, uno de los signos por los que podemos valorar nuestra pertenencia a la comunidad virtual es si esta pequeña herramienta orante nos va haciendo más humanos o no. Si lo percibiéramos así, sería señal de que se ha dado en el clavo.
Oramos: Que nos ayudemos a ser humanos; que valoremos la alternativa cristiana como una alternativa de humanidad; que anhelemos crecer cada día más en “obras” de humanidad.
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Poetización:
Lo acusaron de blasfemo
porque contravenía
los códigos de los poderosos.
Lo acusaron de blasfemo
porque hablaba de Dios
con la cercanía de quienes aman.
Lo acusaron de blasfemo
porque en su misma acusación
había intereses creados.
Pero él no blasfemaba.
Tenía un argumento decisivo:
la humanidad de sus obras,
el calado humano de su mirada,
el latir de su corazón ante el dolor ajeno,
la solidaridad que le brotaba a raudales,
la compasión vivida codo a codo
en los caminos compartidos.
No entendieron
que eso era justamente
lo que le hacía ser Hijo de Dios.
Por eso, cuando salían de sus labios
esas palabras,
se escandalizaban y lo acusaban.
Pero en realidad,
su honda humanidad
era lo que le hacía ser hijo.
Nunca lo entendieron.
Y por eso las puertas de lo humano
se cerraron para ellos.
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Para la semana:
Trata de hacer obras de humanidad esta semana, que es lo mismo que obras sencillas y cotidianas de amor.
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