Profesores/as del corazón
“PROFESORES/AS DEL CORAZÓN”
Los educadores franciscanos ante los problemas éticos
La ESEF tiene en su ideología una preocupación actualizante. Creemos que un carisma vive en la medida en que se lo vive en maneras actualizadas. Por eso, en casi todos los cursos que propone está presente el componente actualizador. Eso es lo que queremos hacer en esta tercera jornada.
Para ello hemos tomado el tema de los problemas éticos, ya que, aunque parezca un tema tangencial en el mundo educativo, de hecho, tiene una incidencia muy fuerte en las personas de los alumnos y de los mismos educadores franciscanos.
Queremos comenzar, de la mano de un artículo de Julián Casanova (El valor de la educación, en EL PAIS, 15-9-2011, p.27) haciendo unas reflexiones que, en estos momentos de movida educativa (por los recortes en la pública…cuando las barbas de tu vecino veas pelar…). Son reflexiones que es preciso aplicar al conjunto de la tarea educativa. Si no, construimos sobre falso:
- Se hablan, eso sí, de formación, pero, en realidad, se quiere decir preparación, adquirir crédito profesional a través de un título, ganar dinero fácil y con rapidez. La formación es otra cosa. Si esta distinción no está vigente, hablar de formación al estilo franciscano es hablar de una entelequia.
- Hay un acuerdo bastante unánime entre los educadores en decir que la educación comporta tres cosas:
- 1. el desarrollo integral de los individuos más allá de la preparación profesional, algo que incluye necesariamente comprender la naturaleza de las cosas y el mundo que nos rodea
- 2. una guía imprescindible para captar los entresijos de la sociedad tan compleja que hemos creado
- 3. conocimiento, respeto por las personas buscando ampliar los estrechos horizontes de la pequeña comunidad de vecinos, familia y amigos en la que cada uno habitamos.
- La formación franciscana, como verdadera formación, no está reñida con el logro de un sentido crítico de la vida: Una buena educación, además, debe proporcionar una apreciación crítica de las formas en que obtenemos el conocimiento y la comprensión de la sociedad, conocimientos básicos de los métodos experimentales de las ciencias, de los logros sociales, artísticos y literarios del pasado, de las principales concepciones religiosas y filosóficas que han guiado la evolución de la humanidad.
- Y una apreciación que toca nuestro tema: De una persona educada, en fin, se espera que tenga algún conocimiento sobre los problemas éticos y morales, en constante cambio, que pueda ayudarle a formarse un juicio sólido y elegir entre las diferentes opciones.
Me he extendido un poco en este artículo pero creo que la cosa merecía la pena. Esta es la base de la que es necesario partir en nuestra reflexión. Somos conscientes de que el ámbito de lo que llamamos problemas éticos es muy resbaladizo. Temas como la sexualidad en todas sus variantes, la problemática en torno a la muerte, el ancho y entrecruzado mundo de la afectividad, el interrogante cada vez más agudo de la nueva ingeniería genética, etc., son realidades de una complejidad que se nos escapa. Cuando hablamos de que el franciscanismo ha de aceptar este difícil reto de nuestra cultura de hoy queremos situarnos en otro terreno, en el acompañamiento, la comprensión, el socorro fraterno y, en definitiva, la ternura.
Y aunque luego me extenderé un poco más, desvelo ya de entrada cuál es, a nuestro juicio, la actitud y la postura básica del educador franciscano (de todo franciscano) ante los problemas éticos: una actitud de misericordia, una actitud samaritana. Es posible que, de entrada, esto no diga mucho, pero, en realidad, estamos buscando un espacio propio, el de la espiritualidad franciscana, para interpretar la vida en sus lados más delicados. No entramos a otros espacios, legales, sociales, morales, eclesiales. Sabiendo que esos espacios existen y están ahí (también participamos de ellos) el franciscano cree que tiene un lugar propio a la hora de leer la realidad. Ese lugar, lo repetimos, es la misericordia entrañable. Desde ahí se puede tener un enfoque interesante de los problemas éticos.
Creemos que, efectivamente, una de las maneras de tratar de responder a este complejo reto es situarse en el terreno de la escucha, la cercanía, el acompañamiento sin juicio, aun cuando no se entiendan ni se compartan posturas o experiencias. Necesitamos hacerlo desde la ternura, desde ese sentimiento en que, quizá sin muchos argumentos, el interior conecta con la situación complicada de una persona y se establece una sintonía de acogida, de amparo y de aprecio. Más aún, esta ternura no brota de un sentimiento paternalista de superioridad, sino de la percepción de que, de alguna manera, todos estamos en la misma situación y que, salvadas las distancias, toda persona está necesitada de similar amparo. La verdadera ternura lleva a la sintonía porque percibe la igualdad de situaciones. Por eso se libra de todo orgullo, menosprecio o sentimiento de superioridad.
Todos conocemos las posturas oficiales de la Iglesia en esta clase de temas que se caracterizan, globalmente hablando, por una gran claridad y una no menos notable rigidez. El franciscano/a no quiere entrar en conflicto con ellas. Las respeta, pero se sitúa en otro terreno, el de la profecía de la fraternidad y la ternura sin las que su vocación franciscana no tendría sentido
Tocaremos aquellos problemas éticos que confluyen también en el centro escolar: los problemas de pareja, los temas relativos al nacimiento de la vida (nuevas técnicas genéticas, el tema del aborto), y a su terminación (muerte digna, eutanasia) etc. Son asuntos que inciden en el hecho educativo. ¿Cómo situarse en ese mundo desde la misericordia entrañable? Esta reflexión apunta al mundo del profesorado, al disco duro de cada profesor que, más temprano que tarde, se topa con esta clase de cuestiones.
Hemos tomado para esta reflexión el título de una de las canciones de L.Cohen Teachers donde se habla del anhelo de ser “profesores del corazón”. De algo de eso se trata en la formación franciscana: moldear el corazón para adecuarlo a la honda humanidad de Jesús, de Francisco y de la persona.
a) El torbellino de la sexualidad
Dicen los analistas de nuestra sociedad de hoy que una de sus notas es que la sexualidad ha entrado en un torbellino que ha hecho saltar por los aires los antiguos modelos patriarcales vigentes e intangibles hasta ahora. Y esto es cierto. Lo vemos en nuestras propias familias, en nuestra misma mentalidad y sensibilidad. Vivir en una sociedad en tan fuerte cambio y querer mantener principios rígidos de otra época puede llevar a una paranoia dramática. No se trata de contemporizar sin más en todos los aspectos, algunos cuestionables, de una manera de enfocar la realidad de la sexualidad humana. Sí se demanda una cierta flexibilidad para atisbar planteamientos nuevos, respuestas nuevas o, al menos, una nueva comprensión que, en el caso de los franciscanos, como hemos dicho, habría de estar dominada por un sentimiento de escucha y de respeto. Pongamos encima de la mesa algunos aspectos:
- Una nueva concepción de las relaciones sexuales: Existe una diversidad de orientaciones, identidades y comportamientos sexuales (gays, lesbianas, transexuales, bisexuales), una vivencia de la sexualidad en la tercera edad, en el mundo de la discapacidad, en la prostitución, en las diferentes formas de valorar el cuerpo. Entender la homosexualidad, la bisexualidad, etc., como desviaciones o, peor, como enfermedades, es cerrarse a cualquier posibilidad de comprensión: es innegable el derecho a vivir la sexualidad en las tendencias que cada uno/a vaya descubriendo en su persona y en las opciones que vaya construyendo en su vida. Por su parte, habría que distinguir entre la prostitución forzada y la que se ejerce por decisión propia, de tal manera que, situadas en sus contextos sociales, económicos y personales, lleguen a ser entendidas en una sociedad que siempre ha recurrido a ellas. Finalmente, partir de una valoración negativista del cuerpo humano es incapacitarse para cualquier avance en todo este mundo. No habría que recurrir únicamente a argumentos espirituales (cuerpo creado por Dios), sino sencillamente a la evidencia de que dependemos de nuestro cuerpo y que éste se halla destinado al disfrute y no al trabajo o a su negación. Quizá en esta clase de raíces se halla la respuesta a no pocos de nuestros planteamientos éticos.
- Variantes para los modos de relación humana: Hasta ahora casi la única variante oficial en nuestra cultura era la del matrimonio (ya que la soltería era como un apéndice en este terreno). Pero hoy, además de la soltería deliberada, se evidencia, por muchas razones, la realidad de un cierto número (dos, tres o más) relaciones matrimoniales en la vida de una persona. Además, adquieren una cierta carta de ciudadanía las relaciones de pareja más o menos estables (parejas de hecho, parejas que viven juntas “sin papeles”), el mundo de los “singles” o impares, cuya bandera es la libertad, la independencia, con relaciones más o menos estables, Internet como forma de entrar en contacto, de manera que las fronteras de la relación se diversifican y diluyen. Todo este mundo está ahí. Cerrar los ojos es insensato, como lo es querer situarse en maneras anteriores que ya no existen. Hay que mirar de frente la realidad de una relación humana que se diversifica cada vez más.
- El señorío sobre la muerte: Es algo que nuestra cultura no ha trabajado en exceso. Siempre se ha creído que la muerte terminaba por enseñorearse de la vida. Pero se está dando una variante en el amplio campo de la lucha por lograr un cierto señorío sobre la muerte. El complicado tema de la muerte digna, de las diversas eutanasias (pasiva, activa), del suicidio asistido, etc., están hablando de los esfuerzos de muchos ciudadanos por avanzar en el señorío sobre la muerte, haciendo de esta realidad no algo meramente fatal e ineludible, sino también una realidad asumida y encajada en la voluntad humana de vivir. Recurrir a argumentos religiosos para intentar paralizar esta corriente es, pensamos, querer poner puertas al campo. Por eso, vale más mirar de frente este anhelo de nuestra cultura y tratar de racionalizarlo, encauzándolo lo más posible en los básicos parámetros de la dignidad humana.
- El estremecedor mundo de la ingeniería genética: Estremecedor por desconocido y porque se abre a variantes múltiples de las que no podemos hacernos idea de cuáles van a ser sus límites. Si mezclamos al atávico temor a tocar las estructuras de la vida, el temor que suscita una cierta manera de entender el hecho religioso y el miedo a lo desconocido intuido como algo estremecedor, es posible que la respuesta más fácil sea intentar paralizar estos vertiginosos procesos. Pero el afán de la ciencia, la verdadera y también la interesada, no van a parar, ya que la sed del conocimiento humano es insaciable. De ahí que sea mejor hacer un esfuerzo por entender, por analizar riesgos, por legislar parámetros de seguridad, por establecer un pensamiento que ilumine los pasos que se van dando en lugar de otro que, simplemente, condene a priori cualquier tipo de investigación.
Ya lo decimos: es todo esto un mundo de vértigo, pero no haría bien el franciscano/a encerrándose en sus viejos parámetros morales y funcionando desde ahí con menosprecio o condenando otro tipo de planteamientos. Además de llevarle a un aislamiento creciente, le conduciría igualmente a situaciones sin salida. Y lo que es peor: le incapacitaría para arbitrar caminos de amparo y de fraternidad, su cometido vocacional.
b) Ternura franciscana
¿Puede ayudarnos la figura de Francisco de Asís a redescubrir la vida desde el lado de la ternura, elemento necesario para enfocar problemas difíciles? Sin duda puesto que él, hombre dotado de una gran sensibilidad, vivió en los parámetros de la ternura las relaciones con sus hermanos, con las personas e incluso con las cosas. Esto puede hacernos a los franciscanos más disponibles para generar un interior dispuesto a mirar las realidades complicadas de una ética nueva desde lados más humanizadotes. Veamos:
- De todos es sabida su predilección por las alondras a las que, según EP 113, quería con un “entrañable amor”, un amor que surge del corazón. El porte externo y el comportamiento de esta pequeña ave le sugería el modo sencillo y oculto que debía ser el del hermano menor. Por eso, le tenía un cariño especial. La florecilla franciscana dice que en la hora de la muerte fueron ellas las que revolotearon cantando y anunciado su tránsito. Hace falta un interior “ingenuo”, simple, cándido incluso, si se quiere captar ciertos movimientos del corazón humano.
- Pero era, sobre todo en las relaciones con sus propios hermanos cuando derramaba ternura y comprensión. De todos es conocida aquella escena descrita en LM 5,7 en que un hermano exageradamente austero siente un hambre enorme por la noche y Francisco organiza una especie de fraterna comida para que tal hermano pueda saciar su hambre sin vergüenza. Según este texto “no era partidario de una severidad intransigente, que no se reviste de entrañas de misericordia ni está sazonada con la sal de la discreción”. En esas “entrañas de misericordia” es donde anida la ternura que hace falta para salir al paso del hermano sin humillar a quien es víctima de su propia imprudencia. La dificultad para entender problemas éticos brota, con frecuencia, de un sentimiento de superioridad no tratado. Si no se trabaja, la posibilidad de un enfoque nuevo es muy limitada.
- No es de extrañar que este modo fraterno y hondamente tierno de entender al hermano asomara hasta en su propio lenguaje. En Flor 8 Francisco da al hermano León el llamativo calificativo de “ovejuela de Dios”. Era una manera tierna de nombrar a quien amaba. En Francesco de L. Cavani, León se preguntará: “¿Cómo pudo llamarme así si únicamente era mi madre quien me daba ese nombre?”. En la CtaL vuelve a asomar ese aire de ternura cuando dice a fray León: “Te hablo, hijo mío, como una madre… si te es necesario para tu alma otro consuelo y quieres venir a verme, ven, León”. Es la ternura que se desborda y se sobrepone a cualquier fricción, a cualquier diferencia, a cualquier malentendido. Esta ternura es la que hace pasar por encima de diferencias que alejan y lleva a encontrarse en lo más elemental, en la indudable sed de amor que anida en toda persona.
- Como no podía ser menos, Francisco trató con respeto y ternura a Clara y sus hermanas. Y aunque, porque así era costumbre en el tiempo, no ha trascendido ningún gesto explícito de esa ternura, hemos tenido la suerte de conocer tardíamente un escrito breve de Francisco a sus hermanas, la ExhCl, dirigido a las “pobrecillas” en que les ruega “con gran amor” que sean fieles a su vocación franciscana en contemplación y fraternidad ya que les aguarda la plenitud y el gozo. El texto rezuma gozo contenido, aprecio evidente y cariño sincero. La Leyenda Perusina dice que compuso este texto con música “para mayor consuelo de las Damas Pobres de san Damián”. Son los gestos que llevan el gozo a situaciones y vidas envueltas en pobreza. Porque si la relación no engendra gozo, sino únicamente tensión, no puede ser tenida tal relación como verdaderamente humana ni franciscana.
No son más que unos pocos rasgos, pero desvelan el interior, amable y cortés, tierno y afectuoso de Francisco para con las personas con las que convivió. Su estilo de vida es un ánimo para nosotros hoy. Y aunque la ternura no entre en los valores oficiales, en las encuestas sociológicas, hemos de tener por seguro que hay muchas personas que sienten y viven tiernamente las relaciones. Siempre nos inquietará una hermosa pregunta: ¿De dónde brota la ternura, más allá de los lugares de más odio? Es que el corazón humano no es una piedra y tiene por componente el de la ternura, aunque a veces nos empeñemos en sofocarla y encerrarla para que no salga al exterior, como si fuera un desdoro cuando, en realidad, es un valor inigualable.
c) Profecía de misericordia entrañable
Tal habría de ser la profecía del franciscano/a en esta hora nuestra y, con más razón, por más necesaria, en el mundo de los problemas éticos. Por eso, si queremos percatarnos del vigor de nuestra vida franciscana, quizá no haya que mirar al número y valor de nuestras obras o la multitud de nuestras presencias, sino, más bien, a estos valores elementales como el de la ternura que configuran nuestra opción franciscana. Enumeremos algunos campos que nos llevarían a aceptar el reto de acompañar con ternura los problemas éticos:
- Profecía de cercanía a quien no ha tenido buena suerte en sus relaciones matrimoniales: Porque es lógico que el fracaso acompañe a la relación. El amor no es una realidad inamovible; más bien, es casi volátil. Por eso, no es de extrañar que muchas relaciones fracasen. ¿Cómo estar cerca de quien ha tenido esa experiencia en su vida? No, ciertamente, poniendo cortapisas a su participación en la vida ciudadana e incluso en la cristiana. Más bien, habría que tratar de echar bálsamo sobre los, con frecuencia, duros costurones que dejan las heridas del amor roto; habría que animarles diciéndoles que la vida no se acaba con su fracaso y que existen otras posibilidades que lleven a la dicha; sería preciso, como creyentes, hacerles percibir que no son excluidos de la comunidad, sino que su dolor los hace más cercanos a la persona de Jesús, próximo él a los sufrientes de la vida.
Un número creciente de alumnos/as viene de familias con una cierta desestructura. El cuidado del educador/a franciscano se ha de verte sobre ellos no para distinguirlos con ningún favor especial, pero sí para acompañar un camino que no es, a veces, nada fácil. Lo mismo habría que decir cuando algunos padres en estas situaciones se acercan a él. Eliminar juicios negativos y hacer obra de acompañamiento es tarea educativa. Esto habría de ser considerado en los Consejos Escolares a la hora de los conflictos.
- Profecía de aprecio a las diversas orientaciones, identidades y comportamientos sexuales: Aunque no sean las opciones que uno personalmente tomaría. Aprecio a los homosexuales y otras variantes de los caminos de la sexualidad para poder decirles que sus caminos de amor nos gustan porque creemos, con el viejo canto litúrgico, “que donde hay amor, allí está Dios”. Y también está el componente humano. Sería preciso animarles con nuestro aprecio manifiesto y solidario a sus propias opciones como opciones valiosas, dentro de su discutibilidad (como son discutibles otras opciones más tradicionales).
Cada vez son más frecuentes los casos de alumnos/as con una orientación sexual diversa a la habitual. La comprensión y la acogida pueden ser decisivas en estas épocas en que se gesta la futura personalidad. Ahí sería preciso poner el bálsamo y el abrazo de quien tiene a toda persona por hermano, contando con orientación sexual, sea cual sea.
- Profecía de sintonía con opciones de relación que no están normalizadas: Todas las relaciones de pareja sin papeles, o de parejas de hecho u otras. Sintonía quizá no en sus formas, que pueden ser discutibles, sino en su fondo, ya que ese fondo no es otro, sino el mismo amor. Sintonizar en los caminos del amor es una manera hondísima de humanizar. Sin esa sintonía es muy difícil hablar de las consecuencias personales y sociales que puede tener una relación vivida en esa clase de parámetros.
Trabajar con esas personas, padres o familiares de alumnos, con acogida y normalidad. Eliminar los tratamientos verbales irónicos o faltos de respeto. Acoger todo lo bueno y positivo que encierran esas personas. Mantener alejados los elementos de juicio negativos que brotan de una sociedad cruel con el que toma posiciones diferenciadas.
- Profecía solidaria de los matrimonios que ejercen con lucidez su derecho a una planificación familiar: Porque quizá se está volviendo, desde la iglesia oficial, a viejos planteamientos donde, entendiendo la finalidad del matrimonio como “engendrar hijos”, queda poco espacio, excepto en casos extraordinarios, a la planificación familiar en modos que, de una manera u otra, echan mano de la contracepción. Una profecía de solidaridad, porque son muchas las parejas cristianas (y otras) que emplean dichos métodos. Esta solidaridad puede abrir un diálogo útil sobre los pros y los contras de tal situación. Y, además, en modos que no buscan ninguna clase de polémica, sería una manera de empujar a la búsqueda de la dicha en la relación de pareja, base de cualquier buena planificación familiar, fuera la que fuere.
Porque muchos de los alumnos son fruto de tal planificación; contrapesar el aún axioma vigente de que “los hijos los da Dios”. Animar a ejercer este derecho con sensatez y humanidad.
- Profecía de honda humanidad ante el mundo de la prostitución: Primero para extinguir el viejo afán de “tirar la piedra” a quien, desde siempre, es socialmente más débil (Jesús ya conjuró este peligro). Además, para no funcionar con viejos parámetros que gravan una profesión que, por otra parte, es requerida por la misma sociedad, aunque lo haga en modos de notable hipocresía. Pero, sobre todo, honda humanidad para sintonizar con un trabajo con frecuencia duro, expuesto, arriesgado, muchas veces mal remunerado, desprotegido socialmente, descalificado en todos los ámbitos sociales, estigmatizado y menospreciado tanto por sus usuarios como por muchos que no lo son.
Tolerancia verbal cero en nuestros centros; quizá habría que llevar alguna vez este asunto (estas personas) a los ámbitos escolares adultos para tratar de entender algo que resulta duro para todos, aunque haya gente que se lo tome a broma.
- Profecía de colaboración con quienes sueñan con el señorío sobre la muerte: Profecía que ha de manifestarse en ayudar a encajar el para todos duro trance de la muerte. Ayuda que los cristianos habríamos de dar generosamente facilitando despedidas de rebajado componente religioso y de más alto componente humanizador. Colaboración en temas que nos parecen vidriosos, como el de la muerte digna o el suicidio asistido, no poniendo trabas a quienes en los centros médicos franciscanos quieren abrir caminos nuevos. Es un gran riesgo, pero, ya lo hemos dicho varias veces, aceptar retos, ejercer la profecía, nunca ha sido fácil y aceptado por todos. El franciscano/a habría de colaborar, desde el valor del la ternura, en todos los debates, incluso a nivel sencillo, que tratan de iluminar este duro momento de la vida para hacerlo más benigno y más humano.
Porque este mundo de los mayores terminales (o no tan mayores) se hace presente, a veces, en la vida de los alumnos (recordar la presencia infantil tanto en “Mar adentro” como en “Las alas de la vida”).
- Profecía de compasivo respeto ante las decisiones en torno al aborto: Porque el tema es muy complejo, tanto desde el punto de vista médico como desde el ético y religioso. Precisamente por eso la profecía compasiva ha de huir de aplicar en directo imaginarios estereotipados. No olvidemos que la víctima es, inicialmente y en muchos casos, la misma madre y que su feto es suyo y ella carga con la mayor parte del peso. Pero conviene repartir responsabilidades con el autor masculino del embarazo que casi siempre sale indemne de las censuras de los moralistas. Aún así, la mirada compasiva descubrirá el lugar mejor en el que situarse, mejor para los padres, mejor para un hijo futuro si esa fuera la decisión y mejor para los afectados (para la misma sociedad), si no lo fuera.
Dado que este asunto tampoco está lejos de la vida de los alumnos y alumnas. Mostrar el lado más humanizador en estas situaciones, siempre duras.
No queremos entrar en las muchas discusiones técnicas que suscitan estos complejos problemas. Ni siquiera deseamos litigar, ya lo hemos dicho, con las posiciones de la iglesia oficial. Nosotros queremos proponer una profecía de ternura desde la espiritualidad franciscana. Si esto lleva a ciertas complicaciones, es preciso estar dispuesto a aceptarlas con anchura de corazón y de espaldas. Creemos que, de alguna forma, el hermano Francisco, hombre de honda ternura, nos anima en esta dirección.
d) Decálogo para profesores/as
Muchos teóricos de la fe cristiana han hablado del “principio misericordia” o de la “iglesia samaritana” como verdaderas directrices de la experiencia creyente. En ese tipo de espiritualidad se asienta la ternura franciscana ante los problemas éticos. Queremos terminar de un modo más familia con una especie de decálogo para profesores/as ante los problemas éticos que la vida y el trabajo educativo pone delante:
- Tu mirada es el reflejo de tu misericordia. Cuida tu manera de mirar.
- Tus palabras curan o hieren. Que sean bálsamo en las vidas heridas.
- Para acompañar el camino del distinto, trata de calzar sus zapatos, de ponerte en su situación.
- No te agarres a las limitaciones de las personas. Tras ellas está el hermoso huerto de su corazón.
- No toleres el menosprecio, la palabra hiriente, el tópico que hace daño, el estereotipo que desfigura la realidad, la máscara que encubre otras intenciones.
- Pon de relieve lo positivo que subyace a cualquier situación cuestionable.
- No te duela ser defensor de quien socialmente no es aceptado.
- Apoya con decisión a las personas “distintas”. Llevan un peso de injusticia que no han merecido.
- No te avergüences de pertenecer a un centro educativo donde tienen sitio los marcados por la sociedad. Esa es la verdadera “q” de calidad.
- Además de profesor/a tendrás que hacer, a veces, de educador social (o cosa parecida).
Estos diez mandamientos se resumen en uno solo: no dejes nunca de responder ante el dolor ajeno. Esto es lo que te constituye en sujeto moral y en buen educador/a.
Conclusión
Es más que probable que, cuando firmasteis el contrato con un colegio de ideario franciscano, no os dijeron nada de esto. Pero vuestro interés por la espiritualidad de san Francisco os va llevando a estaos planteamientos. Quizá esto sea más importante que saber mucho de su biografía o de sus escritos, aunque eso lleva a esto. Adquirir actitudes franciscanas, de misericordia entrañable, es el fruto de una vida que se va acercando a Francisco y a Clara, personas que hicieron vivas en su tiempo las actitudes de Jesús.
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