Juan 62
CVJ
Domingo, 12 de diciembre de 2010
VIDA ACOMPAÑADA
Plan de oración con el Evangelio de Juan
62. Jn 9,8-12
Introducción:
La realidad es, con frecuencia, tan dura que una de nuestras reacciones más comunes es cerrar los ojos, desviar la mirada, no querer ver. Así, al menos, tenemos la excusa de la ignorancia. Pero si no se abren los ojos a lo que pasa y nos pasa, por cuestionable y herido que sea, nunca se podrá dar un paso adelante. Para abrir los ojos a lo que ocurre hay que tener, además de bastante valor, no menor cantidad de amor. Porque si no se ama lo que se mira, aunque sea débil, nunca se podrá llegar a comprender algo. Además, para ver bien habrá que matizar, ya que las generalidades anulan las verdaderas percepciones. Incluso será preciso no apearse de la fraternidad, porque mirar la realidad desde el odio y el desencuentro deforma las situaciones. En definitiva, quizá sea todo una cuestión de amor a la vida. Sin él, mirar bien resulta imposible.
Es llamativo que, de acuerdo con el texto que leemos esta semana, Jesús no abre los ojos al ciego sino que le anima a ir a Siloé y lavarse. Es decir, Jesús empuja a la persona a que encare el sistema opresor (Siloé está pegado al templo y depende del Templo, es negocio de las autoridades: allí se lavaban las victimas que se ofrecían en los sacrificios), a que mire de frente a la realidad que le oprime y tome cartas en el asunto, que se implique. Mirar sin implicarse es lo mismo que no mirar. Podría decirse, un poco forzadamente, que el Evangelio es un libro para aprender a mirar la realidad de otra manera, de una forma humana e implicativa, benigna y denunciadora, profética y fraterna. Jesús quiere que ese trabajo sea aprendizaje nuestro, trabajo nuestro y triunfo nuestro. Él nos alienta con su estilo de vida porque él aprendió a mirar de manera profunda y humana.
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Texto:
8Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban:
-¿No es ése el que se sentaba a pedir?
9Unos decían:
-El mismo.
Otros decían:
-No es él, pero se le parece.
Él respondía:
-Soy yo.
10Y le preguntaban:
¿Y cómo se te han abierto los ojos?
11Él contestó:
-Ése hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver.
12Le preguntaron:
-¿Dónde está él?
Contestó:
-No sé.
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Ventana abierta:
Esta persona es Julian Assange que está en todos los periódicos porque es quien ha vendido la información confidencial de la diplomacia estadounidense. Atónitos asistimos a esa cloaca del poder que es la del país más fuerte del mundo. Ya sabíamos cosas de esas. Pero, puestas todas juntas, y con matices, la cosa resulta repugnante. Algunos lo censuran (por su catadura moral o por otras cosas) y dicen que eso es un ataque a la comunidad internacional. Es la respuesta airada del culpable desvelado. Pero lo cierto es que nos abre los ojos sobre la cruda realidad del poder del sistema. A nosotros nos toca implicarnos.
Oramos: Gracias, Señor, por quienes nos abren los ojos a la cruda realidad; gracias por quienes muestran con crudeza los bajos fondos del poder; gracias por quienes echan luz sobre las tinieblas de la mentira.
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Desde la persona de Jesús:
El ciego dice que “ese hombre” es quien le animó a encarar el sistema y sus trampas. Solamente un “hombre”, una persona de honda humanidad, puede empujar a abrir los ojos. Es difícil animar a caminar en la luz desde la oscuridad personal o, al menos, desde el inmovilismo. Por el contrario, si Jesús puede animar a abrir los ojos es porque él mismo los abrió, aunque eso le costara lo suyo porque lo que veía de su realidad y quizá de él mismo no sería siempre agradable. Pero miró con profundidad y humanidad, con amor. Y desde ahí puede animarnos a nosotros/as.
Oramos. Gracias, Señor, por tu valentía para mirar la cruda realidad; gracias por tu amor para amar lo que veías; gracias por tu humanidad para no condenar nada de lo que estaba ante tus ojos.
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Ahondamiento personal:
El ciego que se ha animado a mirar dice que, cuando volvió de Siloé, “empezó a ver”. Es decir, los trabajos por abrir los ojos a la realidad son paulatinos, progresivos, un proceso. No se puede tener esa mirada de honda humanidad que abrace la realidad tal cual en un solo momento. Es preciso hacer prácticas, comenzar a ver lo más cercano, lo más personal; luego los entornos de los que uno hace parte; y, finalmente, incluso del mundo porque es casa común y, por lo mismo, objeto de nuestra mirada. Quizá, como en muchas cosas, el éxito esté en comenzar por lo sencillo e ir caminando en la dirección de una mirada humanizadora.
Oramos: Que miremos lo personal con benignidad; que miremos lo familiar y fraterno con sosiego; que miremos lo universal con interés.
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Desde la comunidad virtual:
El ciego interrogado por sus vecinos dice que no sabe dónde está Jesús. No se ha producido aún el encuentro definitivo que hará luz dentro de su propio corazón. Quizá nosotros también no sabemos cómo mirarnos y cómo mirar la realidad con benignidad. Pero nos vamos ayudando, poco a poco, con nuestra cercanía, nuestra oración y nuestro interés de unos para con otros. En los caminos modestos de la comunidad virtual hay una posibilidad de aprender a abrir mejor los ojos a la realidad de la que hacemos parte.
Oramos: Gracias por quienes nos ayudan a mirar con amor el propio interior; gracias por quienes nos alientan en nuestras relaciones familiares; gracias por quienes nos abren las ventanas del mundo.
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Poetización:
No vivió en una época
fácil de mirar con aprecio.
No tuvo un entorno familiar
de color de rosa.
No fue su interior
una realidad sin fisuras.
Pero, a pesar de todo eso
aprendió a mirar con benignidad,
a no cerrar los ojos
a la cruda realidad,
a la humana realidad,
a la necesitada realidad.
Su mirada estaba hecha
de sencillez y acogida,
de espera y de perdón,
de comprensión y aliento,
de lágrimas y abrazos.
Él pensaba que esa era la manera
como el Padre le miraba a él.
Por todo ello,
cuando animaba a mirar,
a lavarse en Siloé,
estaba empujando a construir
la realidad de una persona
nueva y luminosa,
la que aleja
cualquier ceguera
de su camino humano.
Todavía hoy
nos resultan valiosas
sus palabras de aliento.
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Para la semana:
Que tengamos interés en abrir los ojos a la realidad y que lo hagamos con sosiego y paz.
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