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FIAIZ

Juan 63

CVJ

Domingo, 19 de diciembre de 2010

 

VIDA ACOMPAÑADA

 Plan de oración con el Evangelio de Juan

 

 

63. Jn 9,13-17

Introducción:

 

                Hay personas que están convencidas de que todo tiene un precio, que todo, hasta lo más sagrado se puede comprar y vender. Sin embargo, hay una realidad que escapa a toda negociación porque no tiene precio: la persona y su dignidad. Cuanto más ahonda uno en la realidad de lo que somos, más se convence que todo se podrá comprar y vender pero  que negociar con personas es inadmisible por inhumano. No hay precio para comprar a nadie. En estas horas nuestras de turbulencias sociales y económicas hay que volver a lo esencial: todo aquello que atente contra la persona y su dignidad no es de recibo (por muy consagrado que se lo quiera); todo aquello que favorece a la persona es valioso, aunque eso bueno sea cuestionado por el sistema. Es que sigue habiendo gente que, por sus propios intereses y no por otra cosa, continúa poniendo a la norma por delante incluso de la dignidad de las personas. Nada tienen que ver con el sentido humano de la vida y con el mismo Evangelio.

                Porque si algo estremece del texto que tenemos para esta semana es que los fariseos pongan por delante la norma religiosa del sábado (que les beneficia) al bien de la persona débil que ha sido curada. A ellos no les interesa si la vida del ciego cambia después de su curación, si mejora su calidad, si se puede ganar mejor el sustento, si su relación afectiva se hace más gozosa. A la gente del sistema no le importa nada de eso. Su único interés es que se cumpla la norma, que se guarde el sábado, que el sistema que les sustenta no queda cuestionado en nada. Lo demás, la dignidad de la persona no les interesa. Es el rostro más perverso de todo sistema; por esto queda, sin más, desautorizado, por mucha religión o poder con que se consagre la norma.

 

***

 

Texto:

 

                13Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. 14(Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos).

 15También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.

                Él les contestó.

                -Me puso barro en los ojos, me lavé y veo.

16Algunos de los fariseos comentaban:

                -Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.

                Otros replicaban:

                -¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?

                Y estaban divididos.

 17Y volvieron a preguntarle al ciego

                -Y dado que te ha abierto los ojos, ¿tú qué dices de él?

                Él contestó:

                -Que es un profeta

 

***

 

Ventana abierta:

 

 

                En su artículo 3 la Declaración Universal de los Derechos Humanos dice: “Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad”. Sin embargo, hay una cualidad que está por encima de todo y de la que se derivan los Derechos Humanos. Es la dignidad. La dignidad no es un valor caído del cielo, no es una ley natural que nos hemos encontrado colgada de la rama de un árbol, o una virtud propia de las personas que siguen las prescripciones sociales. No. La dignidad es una creación humana, una invención portentosa de la inteligencia.

                Oramos: Que celebremos la dignidad con la que tú, Señor, has creado a las personas y a las cosas; que valoremos siempre a la persona como realidad innegociable; que acojamos con calidez a toda realidad creada.

 

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Desde la persona de Jesús:

 

                Dice el ciego que Jesús es un “profeta”. Y ¿qué profetiza Jesús? Que la vida es digna, que el horizonte de la historia es la fraternidad; que la persona nunca podrá ser despojada de su dignidad; que somos más que nuestro mal; que nuestro valor radica en el amor en que hemos sido creados y con el que podemos construir la vida. Estos o similares son los contenidos de la profecía de Jesús, profecía de honda humanidad. Alegrémonos por el “profeta” Jesús.

                Oramos: Que nos alegremos por el corazón bueno y humano de Jesús; que disfrutemos de su profecía de humanidad; que cantemos su canto alegre a la bondad de la vida.

 

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Ahondamiento personal:

 

                El ciego curado argumenta desde el sentido común: “¿Cómo puede un hombre, siendo pecador, realizar semejantes señales?”. El Evangelio nos pone en nuestro sitio: si haces el bien si te interesa el dolor ajeno, si eres básicamente bueno, no tienen por qué importarte en exceso tus debilidades morales y, desde luego, menos te ha de importa situarte fuera de la ley oficial. Aquellos valores son decisivos, constituyentes; estos otros, muy relativos y hasta prescindibles. Las posturas de Jesús sanean la vida, la humanizan, ayudan a llenarlas de contenido. Quizá todo ello provenga de su honda humanidad y de su increíble libertad.

                Oramos. Que no nos cansemos de hacer el bien; que siempre nos interese el dolor ajeno; que seamos básicamente buenos, más allá de toda ley o norma.

 

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Desde la comunidad virtual:

 

                Jesús puso “barro” en los ojos del ciego. Es un barro que no mancha, que no ennegrece, que no ofusca, sino que libera, da luz, abre horizontes. Con el barro de nuestra humanidad, de nuestra debilidad podemos dar luz siempre que miremos a la persona como sujeto de dignidad. Decimos esto porque nos sentimos débiles, pero podemos poner a los demás el barro de la luz y del amor, eso poco con lo que la vida del otro/a pueda ser un poco más gozosa y cercana a la dicha. Podemos hacer lo que hizo Jesús.

                Oramos: Que pongamos el barro del cariño en los ojos y el corazón de quien se siente mal; que pongamos el barro del aprecio en los ojos y el alma de quien no cuenta; que pongamos el barro de la alegría en quien lo pasa mal y llora.

 

***

 

Poetización:

 

Ponía barro en los ojos de los ciegos

y se podría pensar

que era el modo curativo

de quien no tiene otros medios.

Pero, en realidad,

era como una nueva creación

 

hecha desde el barro,

porque el barro que ponía Jesús

tenía dentro el mismo Espíritu

que aleteaba en la primera creación.

Ese Espíritu no era sino el amor

en toda su vivacidad

en su bullente abrazo.

Ponía barro

y, en realidad,

estaba poniendo amor.

Por eso el ciego vio,

no tanto porque se abrieran sus ojos,

sino porque entendió

que, pobre como era,

estaba siendo amado

profundamente,

tiernamente,

hondamente.

El amor fue la verdadera luz

que prendió en sus ojos

y en su corazón cansados.

Con ello se estaba diciendo algo hermoso:

si quieres eliminar cegueras

enciende la llama del amor,

si quieres alejar oscuridades,

alumbra la lámpara ardiente

de un amor vivo.

Ese es el secreto,

tan sencillo

 tan posible.

 

***

 

Para la semana:

 

                Ama estos días sin alharacas, sencillamente, conscientemente, agradecidamente.

 

***

 

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