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FIAIZ

Juan 38

CVJ

Domingo, 21 de marzo de 2010

 

VIDA ACOMPAÑADA

 Plan de oración con el Evangelio de Juan

 

38. Jn 6,66-71

 

 

Introducción:

 

Hay palabras que dan vida. No solamente palabras que hablan, no solamente sonidos, excusas para quitarse a uno de encima. Hay palabras que consuelan, no solamente que aguantan la chapa que me da el otro/a, sino que realmente (a veces con el mero silencio) quieren acompañar, hacer camino. Hay palabras cálidas, acogedoras, constructoras de vida, curadoras de llagas de adentro. Así deberían ser todas las palabras, porque el enorme don que tenemos las personas de poder hablar, de construir palabras, es un don para curar, para humanizar, para despertar gozo, para anunciar amaneceres. Hay palabras que matan, decimos; hay palabras que chorrean vida, podemos decir.

Dice el Evangelio que Jesús tiene palabras "exigentes", más que palabras, llevan a planteamientos de vida. Sus palabras no son meros vocablos, hablar por hablar. Empujan a vivir, a acompañar, a sostener, a derramar amparo. No es la suya una exigencia legal, sino una exigencia de amor. La Palabra no habría de llevarnos a reforzar la ley, sino el amor. Por eso mismo, la "exigencia" que Jesús pide para quien quiera vivir sus palabras se mide no con el rigor de la ley, sino con la calidez del corazón. La persona evangélica, cuanto más evangélica menos rigorista, cuanto más legalista menos cerca del anhelo del Jesús. El Evangelio empuja a superar esa tendencia nuestra (más de quien se mueve en el terreno del discurso religioso) de quedarse en las palabras, de desactivarlas, de no hacerlas exigentes. ¿Para qué queremos unas palabras que nos paralizan, que nos aplanan, que nos meten en la rutina? Aburrámonos de ellas; anhelemos palabras vivas que empujan actitudes de vida, a pequeños empeños que hablen de la verdad de la Palabra en la que decimos creer.

 

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Texto:

                66Por esta razón, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.

                        67Entonces Jesús les dijo a los Doce:

                -¿También vosotros queréis marcharos?

                        68Simón Pedro le contestó:

                -Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú comunicas palabras de vida eterna; 69nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.

                        70Les repuso Jesús:

                -¿No os elegí yo a vosotros, los Doce? Y, sin embargo, de vosotros, uno es enemigo.

                        71Se refería a Judas de Simón Iscariote, pues éste, siendo uno de los Doce, lo iba a entregar.

 

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Ventana abierta:

  

                Este grupo de personas es la "comunidad Adsis de Zaragoza". Entre ellos hay inmigrantes y vecinos que se asocian la comunidad. Las ponemos delante como un grupo de creyentes que intentan ir más allá de las palabras, de las teorías, de las frases bellas del discurso cristiano. Y lo hacen de manera simple: intentan compartir lo que son y tienen con los débiles sociales, con los inmigrantes, con la gente en apuros. Si supieran que los ponemos en nuestra hoja como "ejemplo" lo rechazarían. Pero, dentro de su modestia, es gente que cree que seguir a Jesús es algo "más que palabras". E intentan ponerlo en práctica.

                Oramos: Gracias, Señor, por quienes se toman en serio el Evangelio; gracias por quienes van más allá del discurso religioso; gracias por quienes acompañan las sendas de los débiles.

 

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Desde la persona de Jesús:

 

                Jesús pregunta a sus discípulos si quieren marcharse deseando que no se marchen. En realidad, le hacen falta. Más allá de su debilidad, son "casa" para su corazón de hombre. Pero quiere que capten la exigencia de sus palabras, que no es una exigencia ni moral, ni religiosa, ni legal. Es una exigencia humana. Es palabra exigente aquella que dice: tienes que compartir, ahí se halla una clave evangélica. Si la Palabra no lleva a ningún tipo de exigencia concreta, queda estéril. Si tus mecanismos de compartir quedan intocados por el Evangelio, no pierdas el tiempo con él.

                Oramos: Que el Evangelio toque nuestros mecanismos de compartir; que la oración con la Palabra nos lleve más allá de nuestras palabras; que creamos en que la exigencia de la Palabra nos es beneficiosa.

 

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Ahondamiento personal:

 

                Dice el texto que, vistas las exigencias de la Palabra, muchos "no andaban ya con él". Es lógica esa reacción. Se da muchas veces en nosotros/as. No somos tontos: percibimos el calado de exigencia, de compromiso real  de la Palabra y nos echamos atrás. Es lógica la reacción pero es un empobrecimiento. Si nos diéramos cuenta que ir más allá de las palabras, que entrar en el terreno de un compromiso asumible nos enriquece y potencia, nos animaríamos a aceptar el reto exigente de la Palabra. Tengamos por cierto que el Evangelio no nos demanda lo que no podemos; podemos hacerlo en nuestra medida. Y eso puede ser un día nuevo para nuestro caminar como personas.

                Oramos: Que nos animemos a ver las exigencias de la Palabra como una suerte para nosotros/as; que creamos que dándonos, nos encontramos y recibimos; que tengamos por cierto de que el Evangelio nos demanda lo que realmente podemos ir haciendo.

 

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Desde la comunidad virtual:

 

El grupo de Jesús es un grupo que no es compacto: hay "traiciones". Como la vida misma, como cada uno de nosotros/as. No somos ángeles. Por eso, hay que encajar con paz la "traición" a nuestras propias palabras, a nuestros mejores anhelos, a nuestros deseos de fe. Una de las maneras de encajarla es saber que siempre podemos volver a comenzar. Y que podemos hacerlo con renovado ímpetu. A ese ímpetu podemos ayudarnos en la comunidad virtual dándonos un poco de ánimo y amparo. Ese ánimo es precioso, para que la dentellada del desaliento no haga presa en nosotros/as.

                Oramos: Que el desaliento no haga presa en nosotros; que nos animemos por los caminos de una fe viva y lúcida; que sepamos que siempre es posible recomenzar el camino abandonado.

 

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Para orar:

¡Este lujo, Señor,
de pensar tu Evangelio,
cercados de jardines,
y hacer la Eucaristía,
hartas siempre las mesas,
y lanzar documentos,
sin lanzarnos nosotros,
mientras la muerte sigue...!

Voy a decir de Ti
mi última palabra.
(Siempre penúltima
y mía siempre).

Espero que me digas
tu palabra
reproche,
tu palabra
respuesta,
tu palabra
convite.
¡Díteme tú, Palabra!

De ti, sólo de Ti, siento sed y nostalgia.
Todas las aguas vivas
me hablan de Ti, oh Fuente.
Vivo para el retorno.
Busco, como un espejo
herido de penumbras,
la llama de Tu Rostro.

(P. Casaldáliga)

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