Blogia
FIAIZ

Materiales Semana Santa 2010 (2)

SEMANA SANTA

2010

 

 

Domingo de Ramos: ¿Fracaso o triunfo?

 

            Vuelve Ramos. Y con él, la lectura de la pasión de Jesús, de su ruina, de su derrota extraña, de su condena inmerecida. Una pasión que tiene el rostro del fracaso. ¿Era en realidad un fracaso? Hay un proverbio chino que dice: "¿Qué es el éxito, qué el fracaso? La canción del pescador se sumerge en las aguas". Es una cancioncilla enigmática pero parece querer decir que, del mismo modo que la canción del pescador, se sumerge y sepulta en las aguas mientras va pescando, así, quien quiera triunfar, tendrá que sumergirse en las aguas del fracaso. En ese caso, el fracaso es, en realidad, el camino de un triunfo más completo.

            Algo de eso ha pasado con Jesús. Para muchos de entonces (e incluso de ahora) era un fracasado. Sus ideales, sus sueños, sus propuestas de humanidad, parece que terminaron en el fracaso, en las aguas oscuras y hondas de una muerte desastrosa. Pero, en realidad, esa era la senda del éxito. El Padre había elegido para él esa dura senda: si te entregas, venía a decirle, triunfarás tú y toda persona. Y él, no sin crisis internas, eligió aquel camino. Y lo que parecía un estrepitoso fracaso terminó convirtiéndose en un enorme éxito para él y para nosotros.

            ¿Podemos leer nuestros fracasos desde esta perspectiva? Si tales fracasos nos vienen por causa de nuestra generosidad, de nuestra entrega, de nuestro amor, es probable que terminen convirtiéndose, de alguna manera, en un éxito. Si el fracaso viene por nuestro egoísmo, es otra cosa. Quizá hoy Jesús nos venga a decir: mientras haya entrega, no hay fracaso; mientras haya generosidad, no terminarás mal; mientras haya amor, el éxito vendrá, aunque sea tarde.

 

Jueves Santo: Les lavó los pies muchas veces

 

            Solo san Juan narra en su Evangelio el lavatorio de los pies. Solamente lo cuenta una vez. Pero, muy posiblemente, muchas noches, antes de cenar, lavó Jesús los pies a los discípulos. Ellos no entendían por qué hacía aquello. Para ellos era el maestro, ¿por qué hacía cosas que hacen los siervos? Les ponía nerviosos. Y aunque le habían oído decir que él estaba entre ellos como quien sirve, no podían entender aquel gusto suyo de lavar sus pies llenos de polvo. Les confundía, les sonrojaba y hubieran deseado que no hiciera aquello, pero muchas noches se quitaba el manto, cogía el barreño y les volvía a lavar los pies en silencio.

            Aquella tarde del Jueves Santo, Pedro no pudo más: "¡Tú no me lavarás los pies jamás!". Jesús le miró y le dijo con una sonrisa la frase más dura que podía haber dicho nunca: "Si no te dejas lavar, no tienes nada que ver conmigo". Si no entiendes qué es servir, si no comprendes que sirviendo es quien sirve el que más gana, si no caes en la cuenta de que el servicio es el camino para ser de los míos, tú y yo no tenemos nada que ver, tú por tu camino y yo por el mío.

            Deberíamos llegar a disfrutar sirviendo, aunque exista el peligro de que se aprovechen de nuestro servicio. Habríamos de entender que ponerse a disposición del otro es camino personal de crecimiento y de dicha. Tendríamos que comprender que cuanto más sirvo, más me enriquezco por dentro, más persona soy. Lavemos los pies de quienes viven con nosotros, pobres pies llenos de polvo, de durezas, deformados por su uso. Son símbolo de las limitaciones. Lavemos con amor esas limitaciones y veremos cómo el nivel de humanidad crece imparable.

 

Viernes Santo: No estaba solo en su muerte

 

            De nuevo leemos en este Viernes Santo el relato de la Pasión de Jesús. Siempre hemos valorado, admirado y hasta ensalzado sus sufrimientos físicos. Y realmente fueron duros a tope. La muerte en cruz debía ser algo realmente horrible. Pero ¿y su soledad?, ¿su vacío interior?, ¿su no encontrarse dentro de su piel? Posiblemente fue eso lo más duro para él, lo que le hizo gritar "¿Por qué me has abandonado?". Se sintió solo, herido de muerte y solo, machado hasta el alma y solo.

            ¿Estaba realmente solo? ¿Dónde estaba el Padre? No lo sentía, pero estaba con él; no percibía su abrazo cálido, pero lo abrazaba más que nunca; no escuchaba sus susurros de ánimo, pero el Padre no dejaba de decirle que era su Hijo predilecto; no veía las lágrimas que brotaban de los ojos de Dios, pero el Padre lloraba con un llanto inconsolable, un llanto de Dios. Nunca jamás el Padre estuvo tan cerca de Jesús como cuando estuvo en la cruz, aunque él no lo sintiera, aunque se viera ahogándose en el insondable mar de la soledad.

            ¿Dónde está Dios?, preguntamos en nuestras "muerte", cuando hay un terremoto o un tsunami, cuando nos arrolla una desgracia o sucumbimos a un accidente, cuando nos cae la losa de la enfermedad o nos ahoga el silencio. ¿Dónde está Dios? Nuestro grito es tan fuerte, tan repetido que quizá no dejamos lugar para la voz de Dios. Pero si escucháramos bien tal vez oiríamos, llegaríamos a ver, que Dios no nos abandona en los momentos de dificultad, sino que sufre con nosotros más que nosotros, que nos alienta más que nunca, que nos abraza con mayor ternura, que nos consuela con mayor amor, que nos agarra de la mano y nos lleva en sus brazos más delicadamente que jamás. No estamos solos. El Padre hace camino con nosotros en nuestras difíciles sendas.

 

Domingo de Resurrección: Un nuevo amanecer

 

            Es hoy Domingo de Resurrección. El día más importante de la fe cristiana, decimos. Y ¿por qué? No porque hoy se celebre un dogma, ni un hecho estrictamente histórico, ni se aparezca nadie. Hoy es importante porque la resurrección es el anuncio de un nuevo amanecer. San Pablo dice en Hechos 26,23 que él fue elegido para anunciar un nuevo amanecer a judíos y a paganos. Un nuevo amanecer, eso es ante todo la resurrección de Jesús.

            Un nuevo amanecer es el símbolo de una nueva posibilidad, de una reconciliación, de una elección. Una nueva posibilidad, porque la resurrección nos dice que somos más que nuestras limitaciones y que, por mucho mal que hayamos hecho, siempre hay posibilidad de salir de esa fosa. Un nueva reconciliación, porque por mucho que hayamos herido al hermano, siempre hay posibilidad de superar el conflicto mediante el perdón. Una nueva elección, no basada en los méritos, sino en el amor de Jesús que se derrama en casa persona.

            Un nuevo amanecer. Cuántos darían su fortuna por ver un nuevo amanecer, por tener posibilidad de reorientar su vida, por entrever la luz en sus existencias grises. Pues bien ese amanecer, esa posibilidad, esa luz existe. Tal es el mensaje que nos viene a dar el Resucitado hoy. Creer en la resurrección no es tanto adherirse a unas verdades, cuanto dar fe a un Jesús que nos dice que cada día puede amanecer más en nuestra vida. ¿No es suficiente para llenarse de alegría por dentro y por fuera?

0 comentarios