Un itinerario de oración en Navidad (1 Juan)
UN ITINERARIO DE ORACIÓN
EN NAVIDAD
(1 Juan)
1 Juan tiene un peso específico y determinante en el corpus del NT. Es un texto hondas raíces, de auténtica mística cristiana. No es de extrañar que, frecuentemente, los ojos de los creyentes se posen en él. Así lo ha hecho el liturgista que ha propuesto esta carta como texto "navideño" para la lectura continua de las ferias de Navidad.
Es que los grandes temas de la carta encajan como anillo al dedo en la espiritualidad de la encarnación: el amor como raíz última y definitiva del actuar de Dios y de la persona; la "sangre" de Jesús, su Encarnación entregada, como clave para leer la historia; la solidaridad que dimana de quien entiende la vida desde ahí; el valor de nuestra historia pobre como camino necesario y prácticamente único de acceso a Dios; la luz en la que se camina cuando se guarda el mandamiento del amor, etc. Son los grandes temas que encuentran un eco especial y ajustado en la espiritualidad de la Encarnación.
¿Por qué no hacer de este texto, al filo del uso litúrgico, un itinerario de oración en Navidad? Esta es la propuesta de este sencillo folleto: proporcionar algún apoyo para que el/la creyente vaya haciendo esta Navidad de 2009 un camino de oración personal de la mano del texto joánico. Ojalá lo logremos. Sería una manera óptima de celebrar cristianamente la Natividad del Señor.
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27 de diciembre: san Juan: 1,1-4
a) Hemos palpado al que existía
Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplaron y palparon nuestras manos: la Palabra de la vida (pues la vida se hizo visible).
1. En la comunidad joánica ha ocurrido una catástrofe: un grupo notable e influyente de la comunidad, un grupo muy espiritual, se ha marchado porque ha llegado a la conclusión de que el camino de la historia es muy pobre para llegar al encuentro con Dios. Según éstos, hay que ir por caminos más sublimes, más religiosos, más místicos, más "en el cielo".
El autor se opone a este planteamiento porque, si no, entramos en un camino sin salida: no ha servido para nada la historia pobre de Jesús con su pobre muerte y, además, nuestra misma historia, también pobre, no tiene valor. Por eso, el autor quiere confirmar a la comunidad en el valor de la "sangre" de Jesús, de su historia pobre entregada, y, de rechazo, de nuestra pobre historia, camino de acceso al corazón del Padre.
Desde ahí dice en este comienzo del prólogo algo muy hermoso: en Jesús hemos "visto" al que existía desde el principio, lo hemos "oído" y, lo que es más, lo hemos "palpado", tocado, abrazado, acariciado. Esto haría vomitar a los "espirituales" que se han ido. Pero para nosotros es el mayor consuelo y ánimo: podemos abrazar a Jesús, podemos sentir sus abrazos.
2. Los abrazos de Jesús: fue generoso con los abrazos. Muchos los experimentaron. Abrazó a niños, a mujeres, a viudas, a enfermos, a muertos incluso. Se prodigó en abrazos. Abrazó porque en aquel signo común se trasmitía a la persona el oculto abrazo del Padre. Cuando la gente era abrazada por Jesús sentía que algo de Dios pasaba a ellos. Por eso, cuando habló del Padre que persona siempre, habló de uno que acogió al pródigo con abrazos, besos y lágrimas.
Nunca se avergonzó de sus abrazos. Más aún, cuando habló de la gran fiesta del cielo la entendió como una boda donde abundan los besos, abrazos y caricias. Y cuando habló del abrazo que Dios da a los pobres lo hizo abrazando a un chiquillo.
Sin sus abrazos, su mensaje habría sido poco más que una doctrina y sus sueños poco más que una utopía inalcanzable. Pero sus brazos envolvieron todo ello de honda humanidad y por eso impactaba e impacta aún su propuesta.
3. En Navidad, abraza: a tu comunidad, a los débiles, a la sociedad, a la creación, etc. Abrazar es lo que Jesús hace con nosotros, lo que hemos podido hacer con él. Sabemos que Dios se encarna porque podemos abrazarle en Jesús.
b) Un testimonio de amor
Nosotros lo hemos visto y damos testimonio y os anunciamos la vida eterna que estaba con el Padre y se nos manifestó.
1. Como el de la resurrección, el gran mensaje de la Encarnación es un testimonio de amor: que el Padre ha unido su suerte a la nuestra, que ha venido a morar en el fondo de la existencia, que nuestra vida es, siempre, una vida acompañada.
Puede parecer exagerado decir que el gran cometido de Jesús en la historia no es tanto salvarnos cuanto darnos a entender que Dios es uno de nuestro lado, que su amor nos envuelve, que Él ha unido su éxito y su suerte a los nuestros, que es vecino de nuestro barrio, que es de fiar, que adherirnos a Él nos potencia como personas, que sus brazos nos envuelven, que nos lleva en las palmas de su mano, que no estamos abandonados, que, en definitiva, nos ama con una pasión loca, casi irracional.
¿Y cómo lo ha hecho? Con su propio estilo de vida. Jesús es Dios en su sencilla y compartida humanidad. Su vida misma es la Buena Noticia. Por su estilo humilde sabemos dónde está la verdadera grandeza de Dios. Por su cariño al pecador arrepentido conocemos el sentido de la santidad divina. En su compasión por todo el dolor, en su alinearse al lado de los pobres, en su defensa de los maltratados, marginados y oprimidos, se nos abre la actitud definitiva de Dios para el hombre y su intención al ponerlo en el mundo. Desde su aparición entre nosotros, cuando alguien se siente abrumado o inquieto frente al misterio sobrecogedor de lo divino, tiene delante de sí una vida clara y fraterna donde ir leyendo con humildad y confianza la respuesta segura y definitiva.
2. Posiblemente haya que decir que no entendemos nada del Dios de Jesús si no llegamos a la convicción profunda de que tenemos un Dios que es Padre misericordioso, esencialmente bueno, olvidadizo con nuestro pecado y de buenísima memoria para amarnos. En la Biblia hay imágenes de Dios para todos los gustos, pero prima la del Padre-Madre bueno, compasivo, que busca a la persona, que lo acompaña, que lo sostiene, que anda con ella los caminos de la vida. Hay personas a las que la lectura de la Biblia les ha llevado a la conclusión de que "Dios no es de fiar". Nosotros habríamos de llegar al polo opuesto: la certeza de que Dios nunca nos va a fallar, nunca nos va a dejar en la estacada, siempre va a andar nuestros caminos con un amor y un respeto que no somos capaces de imaginar.
3. ¿Cómo testimoniar ese amor hondo del Padre? El hno. Roger daba una pista: "Pienso que desde mi juventud nunca me ha abandonado la intuición que una vida de comunidad pudiese ser el signo que Dios es amor y solamente amor. Poco a poco surgió en mí la convicción que era esencial crear una comunidad con personas decididas a dar toda su vida y que buscasen comprenderse y reconciliarse siempre: una comunidad donde la bondad del corazón y la simplicidad estuviesen al centro de todo".
c) Unidad y alegría
Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos, para que estéis unidos con nosotros en esa unión que tenemos con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Os escribimos esto, para que nuestra alegría sea completa.
1. La comunidad de Juan ha sufrido mucho con la escisión de quienes se han marchado (lo peor que le puede sobrevenir a una comunidad es una escisión). Pero, más allá del sufrimiento, la comunidad no renuncia a la unidad y a la alegría. Visto lo que les ha pasado, esa unidad y alegría no pueden venir más que del lado de la certeza de que el padre y Jesús los hayan asociado a su unidad y su alegría.
Jesús ha sido una persona de unidad: nuca ha dividido, nunca ha sembrado la semilla de la discordia, nunca ha utilizado caminos distintos a los de cualquier persona. La suya ha sido una obra de unidad, su sueño "que todos sean uno". No se trata de ninguna uniformidad, sino de mirar todos en la dirección del anhelo del Padre, que no es otro que el sueño de la fraternidad, la nueva sociedad de las relaciones distintas. Ésa unidad es la que interesa a Jesús. Y esa unidad no se puede lograr si no se ama esta vida, esta historia, esta persona concreta que está a mi lado. La unidad de la encarnación es una realidad que se construye mirando cara a cara a la realidad histórica, al rostro de la persona, a la necesidad del débil.
Y luego está la alegría que es, igualmente, un logro que proviene de la entrega de la vida y del corazón. No brota porque sí. Jesús ha sido causa de alegría y de gozo porque se ha entregado, porque ha velado por el camino humano, porque ha amado hasta el fondo sin mirar a los fallos de la persona.
2. El mayor apostolado de una comunidad creyentes es que se percibe, a través de sus estilos de ida, que caminan en unidad y alegría. Unidad que no uniformidad sino afán común porque el Evangelio cobre rostro en nuestros comportamientos. Alegría para ver que el padre está mucho más interesado en nuestra dicha que en nuestros pecados.
3. En Navidad, y todo el año, construye unidad en tu comunidad. No quiere decir servilismo, uniformidad, rutina, sino deseo de caminar juntos, experiencias de modos de vida compartidos con gusto, ilusión por los proyectos comunes. Si se ve que hay unidad en torno al Evangelio hemos logrado decir algo de lo que es el mensaje profundo de la Encarnación. Y luego, alegría, que va mezclada a la unidad. Alegría que no tiene que ser jolgorio externo sino ambiente respirable, respeto gozoso, fiesta humilde pero compartida, disfrute en el simple estar, en el pequeño acompañarnos cada día. Y desde ahí, abrirse a otros, ampliar los círculos. Así será una alegría "completa", la alegría de Jesús persona como nosotros/as.
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28 de diciembre, lunes: santos Inocentes:
1,5-2,2
Os anunciamos el Mensaje que hemos oído a Jesucristo: Dios es luz sin tiniebla alguna. Si decimos que estamos unidos a él, mientras vivimos en las tinieblas, mentimos con palabras y obras. Pero, si vivimos en la luz, lo mismo que él está en la luz, entonces estamos unidos unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia los pecados. Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos y no somos sinceros. Pero, si confesamos nuestros pecados, él que es fiel y justo, nos perdonará los pecados y los limpiará de toda injusticia. Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos mentiroso y no poseemos su palabra. Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.
1. Juan toma la metáfora común de la luz: acoger al Dios que acompaña a la historia es andar en la luz y eso nos llevará, como antes ha dicho, a vivir en unidad y a creer que la "sangre" de Jesús, su entrega, nos limpia del pecado.
La evidencia de nuestra debilidad puede hacernos creer que es un impedimento real para aceptar con fuerza y deseo la propuesta de Jesús, su seguimiento. No, Jesús es honrado con lo real y si nos ofrece el camino del seguimiento es porque podemos andarlo, aunque nos cerque la limitación.
Por eso, es preciso encarar el pecado, tratar de encajarlo, de entenderlo, de superarlo, de sobrepasarlo si se puede. Pero nuestra debilidad moral u otra no puede ser obstáculo para comprender que se nos llama a la luz, al camino hermoso de una vida en la perspectiva de Jesús.
2. La espiritualidad de la encarnación es una espiritualidad positivizadora, animadora, y realista a la vez. Nos dice que nuestra vida, por pecadora y cruel que se la quiera ver, tiene una salida desde el momento en que hay oferta de Jesús. Y si no hubiese oferta, no habría habido encarnación. "Desde que Dios ha nacido, estamos seguros de nuestra salvación" decía Francisco de Asís. Si no hubiese salida para nuestra limitación, la encarnación quedaría sin sentido.
3. Navidad es tiempoo para renovar nuestro amor a la vida, nuestra fe en que, más allá de su limitación, el camino humano está llamado a la dicha. Sosiégate ante la evidencia de la limitación personal, fraterna y social. Digámonos con convicción: podemos amarnos, aunque seamos débiles. Y si todo falla, siempre queda un recurso que nunca falla: el amor de Jesús que sigue trabajando a nuestro favor las 24 horas del día, nuestro verdadero defensor y apoyo.
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29 de diciembre: martes: Día V de la Octava: 2,3-11:
En esto sabemos que conocemos a Jesús: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: "yo le conozco" y no guarda sus mandamientos es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero quien guarda su Palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos con él. Quien dice que permanece en él, debe vivir como vivió él. Queridos. No os escribo un mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que tenéis desde el principio. Este mandamiento antiguo es la Palabra que habéis escuchado. Y, sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo -lo cual es verdadero en él y en vosotros-, pues las tinieblas pasan y la luz verdadera brilla ya. Quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano, está aún en las tinieblas. Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza. Pero quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, no sabe adónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos.
1. Hay una manera de saber si uno anda por la senda hermosa de la espiritualidad de la encarnación: andar por el mismo camino por el que anduvoi Jesús. ¿Cuál es ese camino? El de la entrega a todos, sobre todo a los más débiles. Las entregas nunca se pierden, tienen valor en sí mismas, no depende ese valor del aplauso, ni del premio, ni del agradecimiento. Valen aunque no tengan esas consecuencias. Así ha vivido Jesús su entrega, generosa aunque no se agradeciese. Ése es el camino de la encarnación.
Además, ese mandamiento del amor, de la entrega, es "antiguo" porque viene de Jesús, no hay que inventarse nada. Pero es también "nuevo" porque hay que actualizarlo día a día. Es quizá en esto segundo donde hay que hacer hincapié: imaginación y amor para hacer cada día nuevo el Mensaje.
Y luego, toda esta espiritualidad es preciso concretarla, hacerla visible. Y no hay más que una manera: vivirla, para empezar, con el hermano concreto con quien compartes la vida. Si no se concreta, toda esta espiritualidad se difumina.
2. La vida en comunidad nos dice, día a día, que el valor de las entregas es decisivo. La entrega es aquello que va más allá de la simple obligación. Si no anduviéramos nunca en ese terreno, todavía no habríamos abierto la puerta del misterio de la encarnación.
3. Navidad es tiempo bueno para entregas concretas, para avivar lo que siempre debería estar vivo: que la entrega al hermano no es solamente una obra de caridad o de amor, sino que es sentido y razón de nuestro vivir juntos/as el Evangelio. Una comunidad sin entrega desdice su propia opción; una comunidad de creciente entrega se carga cada día de sentido y de gozo.
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30 de diciembre: miércoles: Día VI de la Octava: 2,12-17
Os escribo a vosotros, hijos míos, porque se os han perdonado los pecados por su nombre. Os escribo a vosotros, padres, porque conocéis al que es desde el principio. Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al maligno. Os he escrito a vosotros, hijos míos, porque conocéis al Padre. Os he escrito a vosotros, padres, porque conocéis al que es desde el principio. Os escribo a vosotros, los jóvenes, porque sois fuertes, y la Palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno. No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, no está en él el amor del Padre. Porque lo que hay en el mundo -las pasiones del hombre terreno, y la codicia de los ojos y la arrogancia del dinero- eso no procede el Padre, sino que procede del mundo. Y el mundo pasa, con sus pasiones. Pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.
1. 1 Jn quiere ser, cómo no, un escrito animador. Por eso, no duda en decir que "se puede vencer al malo", es decir, que se puede hacer un camino de construcción de lo cristiano, más allá de toda limitación. Quien entiende este ánimo que proviene de la Encarnación, del acompañamiento del Padre a nuestra vida, no se desalienta diciendo que no hay nada que hacer, no se rinde diciendo que las cosas no hay quien las cambie. Es persona resistente porque sabe que en la resistencia habita la esperanza.
Eso sí, tal certeza no va a brotar en nosotros/as si no tenemos controlados algunos mecanismos "inhumanos" que hace parte de nuestra estructura: el leer la realidad desde lados negativos (pasiones del hombre terreno), el entrar en la vorágine de un consumo que nos consume (ojos insaciables) y el humillar a los pobres con una manera insolidaria de vivir (arrogancia del dinero).
De esta forma caeremos en la cuenta de cuál es la voluntad de Dios (la nueva sociedad, la comunidad de hermano, el mundo distinto) y, lo que es más, nos animaremos a compartir esa voluntad y a ir haciéndola nuestra. Ése será el gran fruto de la Encarnación y del Evangelio.
2. Hemos de trabajar la fragilidad de nuestras comunidades, su tendencia a ceder a la rutina a dejarse envolver por el desaliento en esta hora difícil. Más que nunca la vida fraterna necesita personas con coraje que crean de verdad que se puede vivir el Evangelio aunque sea con intervenciones obligadamente exiguas.
3. Navidad es tiempo bueno para desear sumarse a la voluntad del Padre que conocemos bien por el Evangelio: hacer que la vida humana camine en la dirección de la dicha. Si haces algo en esa dirección, estás trabajando en la espiritualidad de la Encarnación, por ésta no pretende, en el fondo, sino la gran dicha de lo humano, el gozo de la filiación plena.
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Día 31 de diciembre: jueves: Día VII de la Octava: 2,18-21
Hijos míos, es el momento final. Habéis oído que iba a venir un Anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido por lo cual nos damos cuenta de que ya es la última hora. Salieron de entre nosotros, pero no eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para poner de manifiesto que no todos eran de los nuestros. En cuanto a vosotros, estáis ungidos por el Espíritu Santo y todos vosotros los sabéis. Os he escrito no porque desconozcáis la verdad, sino porque la conocéis y porque ninguna mentira viene de la verdad.
1. La comunidad joánica no comprende cómo esas personas que se han ido han podido salir de entre ellos. Reflexiona y dice: en realidad, no eran de los nuestros. Es pobre el razonamiento porque es muy fácil excluir a posteriori. Tenían que haber trabajado antes, haberles hecho ver que, de cualquier forma, podrían ser hermanos. Haberse flexibilizado tanto hasta que aquellos vieran que su búsqueda errada también podía haber sido comprendida por la comunidad. Quizá así las cosas habrían discurrido por otros derroteros.
La espiritualidad de la Encarnación, como la de todo el Evangelio, no puede ser una espiritualidad de exclusión, de rechazo, de caminos divergentes. Jesús nunca ha sido así. De lo contrario no habría podido comer y sentarse a la mesa con pecadores, no habría ofrecido el programa del Reino a gente de mal vivir. Él fue una persona siempre incluyente, nunca excluyente.
Desde ahí se podría conocer mejor esa verdad a la que alude el texto, que no es una verdad dogmática, ideológica, sino la simple y elemental verdad de que el Evangelio está de nuestra parte, que el nos hace bien, que quiere colaborar al logro de la dicha de la historia.
2. Una comunidad que excluye no puede ser la comunidad de Jesús; una comunidad que destierra, excomulga y condena no puede ser la comunidad de Jesús. No hay que mirar únicamente al comportamiento de ciertas autoridades, sino a uno/a mismo/a con esa capacidad que tenemos para excluir a quien no piensa, actúa, siente como nosotros/as. Cuanto más excluyamos, menos somos de Jesús.
3. Navidad es tiempo bueno para hacer prácticas de inclusión, de incitación que acoge, de camino común que se ofrece. En esta misma jornada puede hacerlo. Quien queda incluido se sentirá más persona; quien incluye también. Al fin y al cabo, la obra de la Encarnación no es sino una formidable obra de inclusión que hace ver que todo lo creado tiene un sitio en el corazón del Padre y que nada queda excluido.
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Día 2 de enero: sábado: San Basilio y Gregorio: 2,22-28
¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ese es el anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo el que niega al Hijo tampoco posee al Padre. Quien confiesa al Hijo posee también al Padre. En cuanto a vosotros, lo que habéis oído desde el principio permanezca en vosotros. Si permanece en vosotros lo que habéis oído desde el principio, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre; y ésta es la promesa que él mismo os hizo: la vida eterna. Os he escrito esto respecto a los que tratan de engañaros. Y en cuanto a vosotros, la unción que de él habéis recibido permanece en vosotros y no necesitáis que nadie os enseñe. Pero como su unción os enseña acerca de todas las cosas -y es verdadera y no mentirosa-, según os enseñó, permaneced en él. Y ahora, hijos míos, permaneced en él para que, cuando se manifieste, tengamos plena confianza y no quedemos avergonzados lejos de él en su venida.
1. Ya lo había visto el Evangelio de Juan (Jn 15,1ss) que lo importante en la vida cristiana era "permanecer", estar conectados, funcionar con certezas que generan adhesión, resistir cualquier embate que nos quiera apartar de los valores del Evangelio. Permanecer no es posible sin grandes dosis de amor y no menos grandes de adultez humana. Si no hay estos ingredientes, las adhesiones corren el riesgo de quebrarse. En permanecer en la adhesión a Jesús está la clave del éxito cristiano.
Jesús es para nosotros la verdadera "unción", el ánimo que se experimenta cuando uno recibe un masaje. Se ve que los que se habían ido hacían unciones con aceite perfumado para "colocarse" y entrar así en trances místicos. El autor dice que el creyente no necesita otra "unción" que lad e Jesús, su pobre vida entregada a fondo. Con esto tiene bastante para animarse a permanecer unido a él.
De esta manera, no habrá ninguna vergüenza porque Jesús no puede avergonzar a quien ama, de la forma que sea. El amor que se adhiere al corazón es la mejor garantía de que Jesús nos acogerá. Ya lo dijo él que "a quien mucho ama, mucho se le perdona" (Lc 7,50).
2. La comunidad habría de sr un lugar de ánimo, un verdadero taller de empuje y de deseo. Todo se contagia, menos la hermosura, solemos decir. El aliento se contagia, y también el desaliento. Cuando la comunidad contagia aliento, contagia espíritu encarnacional, porque la Encarnación es el gran aliento del Padre a la historia.
3. En Navidad se pueden hacer trabajos de animación, sencillos, pero valiosos. Animar a quien anda más solo, más limitado, más al margen, más desechado. A veces basta con una palabra, un gesto, una pequeña cercanía. Para quien anda en el desaliento todo vale. Entender la encarnación es hacer obra de animación y de amparo.
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Día 4 de enero: lunes: Feria de Navidad: 3,7-10
Hijos míos, que nadie os engañe. Quien obra la justicia es justo, como él es justo. Quien comete el pecado es del diablo, pues el diablo peca desde el principio. El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo. Todo el que ha nacido de Dios no comete pecado, porque su germen permanece en él, y no puede pecar, porque ha nacido de Dios. En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo el que no obra la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano.
1. El autor de 1 Jn lo tiene claro: el quid del comportamiento humano está en la justicia. ¿Por qué? Porque esa es la clave de actuación de Dios: su gran sueño es un mundo en justicia. Cuando no lo ve, su disgusto es enorme. Basta leer el cántico de la viña de Is 5,1ss: "esperó justicia...esperó derecho".
Eso es lo que les falla a esos que se han escindido de la comunidad: son muy espirituales, pro la justicia no les importa. Su espiritualidad queda muy cuestionada porque una espiritualidad sin justicia es una voz vacía, un hueco de nada.
La justicia es la que nos va haciendo "impecables", porque cuanto más lugar dejemos a la justicia, menos queda para el pecado. La mejor lucha contra éste es la construcción de una vida en sensibilidad para los temas de la justicia.
Y no se crea que esto es algo difuso, desvaído, sin perfiles. No, la justicia empieza a cobrar rostro en los comportamientos fraternos. Si estos no están imbuidos de actuaciones justas, respetuosas, tolerantes, amparadoras, hablar de Encarnación es hablar de música celestial.
2. Nuestras comunidades, por lo que sea, vibran poco por los temas de la justicia. Les parece que son temas sociales, políticos, laborales, pero no temas de vida religiosa. Pues bien, la lejanía y frialdad en temas de justicia es incompatible con una vivencia vibrante de la Encarnación del Señor. Porque en el fondo, cuando decimos que Jesús se encarnó "para salvarnos", lo que estamos queriendo decir no es tanto para llevarnos al cielo, sino para hacernos personas en plenitud y eso es impensable sin el contenido de la justicia en todas sus dimensiones.
3. En el silencio de la Navidad no estaría mal leer algo de la encíclica Caritas in veritate, o de algún otro texto social. Pedir a Jesús una preocupación mayor por los temas de la justicia. Creer que podemos colaborar algo. Si este mundo nos resulta lejano, la Encarnación de Jesús ¿qué es entonces?
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Día 5 de enero: martes: Feria de Navidad: 3,11-21
Este es el mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos unos a otros. No seamos como Caín, que procedía del maligno y asesinó a su hermano. ¿Y por qué lo asesinó? Porque sus obras eran malas, mientras que las de su hermano eran buenas. No os sorprenda, hermanos, que el mundo os odie: nosotros hemos pasado de la muerte a la vida: lo sabemos porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en la muerte. El que odia a su hermano es un homicida. Y sabéis que ningún homicida lleva en sí la vida eterna. En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos. Pero si uno tiene de qué vivir y, viendo a su hermano en necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo va a estar en él el amor de Dios? Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras. En esto conoceremos que somos de la verdad y tranquilizaremos nuestra conciencia ante él, en caso de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo. Queridos, si la conciencia no nos condena tenemos plena confianza ante Dios.
1. Para Juan, amar es pasar de muerte a vida. Bien mirado, ese itinerario es imposible; es más bien el contrario (de vida a muerte) el que es normal. Pero no; Juan dice que hay una manera de vencer a la muerte, a toda muerte y sus secuelas (el odio, el desamor): amar. He ahí la solución. Es la potencia del amor, su fuerza política y su vigor vital. Amar es la manera de cambiar la realidad desde el fondo. Quien desespera de este planteamiento se sume en el desconcierto.
Pero, claro, ese amor tiene un rostro histórico. Y el autor lo pone bien claro: el rostro del amor es la solidaridad concreta con el hermano en necesidad. Si el amor no nos lleva a cauces concretos de solidaridad, es un amor de salón, de boquilla, ficticio. Por eso, el amor al prójimo visibiliza todo amor, el que decimos tener a Dios, a Jesús y a la persona.
Puede ser que, viéndolo así, no tengamos vigor para ponerlo en práctica. Pues bien, que no nos condene nuestra conciencia, que no nos derrote la mala conciencia. Dios apaciguará nuestros propios remordimientos y nos empujará de nuevo a la solidaridad.
2. El amor, lo sabemos, es el cimiento de la comunidad. No es la organización, ni la estructura, ni los planes, siempre necesarios. Si todo eso no está imbuido de amor, termina siendo una cárcel de hierro. Por eso, en crecer en el amor está el reto.
3. Saber en Navidad (y siempre) que la visibilización del amor tiene que ver con los bienes habría de llevarnos a un estilo de vida sencillo, ajustado a nuestras necesidades reales, disfrutante con lo humilde, valorador de las pequeñas cosas, de los mecanismos humildes de vida (la ternura, el compartir, la compasión, el interés por el otro).
9
Día 7 de enero: jueves: Feria de Navidad:
3,22-4,6
Cuanto pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros tal como nos mandó. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio. Queridos: no os fiéis de cualquier espíritu, sino examinad si los espíritus vienen de Dios, pues muchos falsos profetas han salido del mundo. Podréis conocer en esto el espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa a Jesucristo venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa a Jesús, no es de Dios: es del anticristo. El cual habéis oído que iba a venir; pues bien, ya está en el mundo. Ellos son del mundo, por eso hablan según el mundo y el mundo les escucha. Nosotros somos de Dios. Quien conoce a Dios nos escucha, quien no es de Dios no nos escucha. En esto conocemos el espíritu de la verdad y el espíritu del error.
1. La Encarnación nos ha revelado lo que le agrada a Dios: ponerse en la orilla de los sencillos, hacer una opción crecientemente decidida por quienes viven o son relegados a los márgenes, amar a quien casi nadie o nadie ama. Eso agrada a Dios, desata la ternura de su corazón.
Precisamente eso es lo que quiere enseñarnos el Espíritu de Dios que acompaña el caminar humano. Él está haciendo una gran obra de reorientación desde el fondo de la vida para que esta historia logre alcanzar su plenitud. Esa historia se hará sobre todo cuando quienes más soportan su peso, los más injustamente tratados, aquellos cuyo dolor no es tenido en cuenta, las víctimas nunca reparadas, tengan un puesto en el devenir de la vida.
Por eso mismo, no vale cualquier espíritu: un espíritu en las antípodas de la fraternidad, no es el Espíritu de Jesús; un espíritu que se mueve por la solidaridad es el Espíritu de Jesús.
2. Creer que el espíritu está haciendo su obra en el fondo de la vida habría de llevar a la comunidad a empeñarse en ser colaboradora de tal Espíritu. La colaboración se hace sobre todo con generosidad y apertura. Generosidad para que puede brotar el gozo; apertura para englobar a toda persona, a toda criatura en la obra de liberación del Evangelio.
3. Navidad es buen tiempo para volver a empeñarse en hacer lo que agrada a Dios, sabiendo que se trata de mirar, apuntar, orientarse a los márgenes de l vida donde viven, malviven, millones de seres. Ése es el lugar del Espíritu, de los espirituales, porque es el lugar de la mayor necesidad.
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Día 8 de enero: viernes: Feria de Navidad:
4,7-10
Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su único Hijo para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados.
1. El autor de 1 Juan llega a síntesis profundas y elementales: de todo lo dicho deduce que Dios es amor. Muchos han llegado a una conclusión muy simple: «Dios sólo puede amar»: esta certeza ha sido expresada por un pensador cristiano del siglo VII, San Isaac de Nínive. Llegó a esta conclusión después de haber estudiado largamente el Evangelio según San Juan y meditado las palabras "Dios es amor" (1Jn 4,8). Así la recogía el hno Roger de Taizé en su carta de 2003. Puede parecer algo evidente creer que Dios solamente pueda amar. Pero llegar a esta certeza (no solo a una convicción ideológica) es lo que loe teólogos modernos (Queiruga, por ejemplo) denominan "cambio de paradigma", cambio de marco referencial, de manera de entender la cosa. Puede parecer todo esto teórico. Pero en Jesús no lo ha sido. Esto es lo que luego le ha llevado a los caminos, a una comprensión del corazón de las personas, a una valoración nueva de la dignidad humana y creatural.
Más aún, ese amor se "ve". Lo vemos en Jesús. Podríamos creer que el amor de Dios es algo difuso. Pero, en realidad, el rostro de Jesús, su historia, maravillosa y pobre, hace visible el rostro del mismo Dios. Por eso la Encarnación es un misterio de desvelamiento del rostro de Dios.
Esto habría de hacernos caer en la cuenta que al misterio de la Encarnación no se llega por voluntarismo, por "puños", sino por caer en la cuenta de algo tan simple como que Dios ha amado primero, ha hecho mayor apuesta que nosotros, ha puesto toda su carne en el asador.
2. La comunidad ha de intentar hacer visible el rostro de Dios en su manera de amarse entre sus miembros. Esa es su "tarea encarnacional", la lógica respuesta a quien se adentra en el "misterio abrupto" (Von Baltasar) de Jesús hombre.
3. En Navidad habría que caer maravillado y rendido ante el misterio de un Dios que ama primero, que ama más, que ama más hondamente, más arriesgadamente, más locamente. Por eso, el cauce de la contemplación es imprescindible para acercarse al misterio. Que se concretice en sosiego, en pararse, en oración, en contemplación.
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Día 9 de enero: sábado: Feria de Navidad: 4,11-18
Si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie le ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. En esto conocemos que permanecemos en él y él nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su hijo para ser salvador del mundo. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios. Y nosotros hemos conocido el amor en que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él. En esto ha llegado el amor a su plenitud con nosotros: en que tengamos confianza en el día del Juicio, pues como él es, así somos nosotros en este mundo. No hay temor en el amor, sino que el amor perfecto expulsa el temor, porque el temor mira al castigo; quien teme, no ha llegado a la plenitud en el amor.
1. El misterio de la encarnación nos ha llevado a una certeza: por Jesús hemos conocido a Dios, por él sabemos lo que le agrada, porque él nos lo ha mostrado estamos seguros de que el sueño de Dios es el llegar a una sociedad distinta, fraterna, benigna, el Reino. Sin Jesús nada sabríamos del corazón del Padre, de sus anhelos y esperanzas sobre sus criaturas.
Eso es lo que habría de hacer brotar en nosotros/as una certeza de confianza esencial: saber que, si Dios nos revela al Padre, se convierte para nosotros/as en el camino primordial de acceso a Dios. De ahí que la decisión de lanzarse al camino que es Jesús tenga como trasfondo la certeza de que ese camino nos ha de llevar derechos al corazón del Padre.
Desde ahí podremos echar fuera el temor, los temores constituyentes de la estructura humana y los que se van añadiendo a lo largo de la vida. Y vivir sin temores es vivir en el gozo, en la libertad, en la creatividad.
2. Una comunidad sin temores, decidida por encima de sus miedos, arriesgada en opciones y planteamientos. Esa sería la comunidad que encaja con la Encarnación. Porque si Jesús y el Padre sostienen nuestra existencia, ¿qué temor básico no va a poder ser encajado desde ahí? Quizá necesitemos subir el nivel de la confianza, en Dios y en la persona concreta, porque sin confianza el temor se apodera de cada una de nuestras células.
3. Termina el tiempo de Navidad. Para la sociedad de consumo está casi olvidada; estarán pensando en la nueva campaña comercial. Nosotros/as, en este día final agradecemos al Padre su insondable generosidad con nosotros, a Jesús su darse a la historia, a la Palabra su compañía y su luz, a la comunidad su amparo y a los débiles su continuo recordatorio de quiénes son los destinatarios primeros de la entrega de Jesús.
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