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FIAIZ

Juan 5

CVJ

Domingo, 8 de marzo de 2009

 

VIDA ACOMPAÑADA

 Plan de oración con el Evangelio de Juan

 

 

5. Jn 1,40-42

 

Introducción:

 

                A todos nos cuesta mirar en dirección al propio interior. Y esto es así porque en él hay, además de muchas cosas buenas, un buen montón de limitaciones que uno/a torea como puede. Por eso nos disgusta mirar al interior. A veces nos disgusta, incluso, que otros miren y nos digan qué ven ahí. Sin embargo, la limitación puede ser encajada, puede ser mirada con benevolencia, podemos tener benignidad con nuestro lado débil. Quien lo consigue, quizá no solucione sus limitaciones, pero, al mirarlas con más paz, se sentirá menos herido/a, menos desestabilizado/a, más sosegado/a. Es una gran sabiduría saber mirar el fondo de lo que somos, sobre todo los lados negativos, con acogida y equilibrio.

                Es que el Evangelio de Juan, cuando trata de decir qué clase de discípulos va a tener Jesús, no rehuye el lado limitado de los mismos. Ahí, en esa limitación, puede el discípulo encontrarse con el Jesús benigno. Por eso, dice el texto que Jesús se encuentra con Simón-Pedro en su ser "Cefas", piedra, testarudo, duro de pelar, terco, obstinado. Es el lado débil de Pedro: buena persona, pero cerril, testarudo, siempre esperando sacar algo de Jesús cuando lo que él quiere es que se entregue al Reino. Pero Jesús no le rechaza: cree que aunque sea "Cefas" puede ser seguidor suyo. Él comprende esa debilidad, la acoge, la dignifica y no le retira por ello ni su confianza ni su amor. Se puede ser seguidor/a de Jesús siendo "Cefas", siendo débil, notoriamente limitado. El Evangelio no es para santos, sino para gente ilusionada con Jesús, aunque sea uno/a débil. Al contacto con él, irá menguando esa debilidad.

 

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Texto:

 

                        40Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús;

 

                 41fue a buscar primero a su propio hermano Simón y le dijo:

                -Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).

                        42Y lo llevó a Jesús.

 

                 Jesús se le quedó mirando y le dijo:

                -Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que significa Pedro).

 

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Ventana abierta:

 

 

 

            Este es el actor de cine Mickey Rourke. Estos días ha estado en la prensa porque parecía que le iban a dar un oscar, pero no se lo han dado. Hizo de san Francisco en la película de Liliana Cavani. Se ve que en su vida ha sido un verdadero truhán. Un tipo nada recomendable. Pero él ha mirado su limitación y, mal que bien, ha podido encajarla. También con una fe explícita que él reconoce. En una entrevista que le hacían días atrás decía: "Te levantas un día por la mañana y te das cuenta de que todo ha desaparecido. Tu respetabilidad, tu dinero... Y también toda esa gente por la que estabas interesado. Es un agujero muy oscuro en el que estás. Y te pones a rezar a Dios. Quiero decir que, literalmente, rezas puesto de rodillas y diciendo: ‘Por favor, Dios mío, ¿no podrías enviar algo de luz a mi vida?'. Y yo siempre pensaba que aquella luz volvería a desaparecer. Porque de vez en cuando surgía una leve esperanza".

                Oramos: Gracias, Señor, por quien mira con paz y esperanza a su debilidad; gracias por quien no se asusta de sus limitaciones; gracias por quien anhela más luz en su vida.

 

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La mirada de Jesús:

 

                La mirada de Jesús sobre "Cefas" es penetrante y acogedora. Dice el texto: "Fijando la vista en él...". Jesús no mira sin más a Cefas. Fija la vista en él. Es decir: le mira con hondura, con aprecio, con sintonía, sabiendo ir más allá de su debilidad. Él comprobará a lo largo de los años que estén juntos que Pedro es bueno, pero es débil. Eso no será obstáculo para encomendarle la tarea hermosa de confirmar la fe de los hermanos, aunque sea después de la traición. Ni entonces le retirará su confianza. Porque Jesús sabe que Pedro es más que su debilidad, que su amor puede sobrenadar su mar oscuro.

                Oramos: Te alabamos, Señor, por mirarnos siempre con benignidad; te bendecimos por tu mirada a nuestra vida que va más allá de nuestra limitación; te damos gracias por acoger con amor en tus palmas nuestro pecado.

 

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Apuntando a lo profundo:

 

                Jesús dice a Pedro que es "Simón". Es su nombre "de pila", lo que es y será siempre. Porque más allá de toda vestimenta que nos pongamos, del ropaje con que nos disfracemos, de los roles que nos atribuyamos, debajo hay un Simón, lo que uno es realmente, con sus posibilidades y limitaciones. No hay que temer a ese Simón de dentro, aunque sea un Cefas. Ahí, en esa necesidad nuestra, es donde Jesús va a realizar un encuentro que nos ilumine y aliente.

                Oramos: Que no temamos mirarnos por dentro; que nos cueste cada vez menos que nos digan nuestra limitación; que la digamos a los demás con aprecio y cariño.

 

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Apoyo cotidiano:

 

                Dice el texto que Andrés condujo a Pedro a Jesús. Y, por ello, se deduce que Pedro se dejó conducir. Es una manera de comenzar a reconocer la propia limitación porque podía haberse opuesto tercamente a ser conducido a Jesús. Pero se dejó hacer. Empezaba el camino bueno. Podemos animarnos de maneras sencillas a hacer el camino de aceptar nuestra limitación. Si lo hacemos con sencillez, aprecio y cercanía, la empresa es posible. Trabajo verdaderamente fraterno.

                Oramos: Que nos ayudemos a caminar con respeto y aprecio; que nos podamos decir nuestra limitación mezclada al amor; que nos animemos siempre a encajar lo débil con buen ánimo.

 

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Para orar:

 

Si yo no creyese en ti, mi Dios,

¿qué sería de mí?

Ahora mismo, ¿sería ahora mismo?

 

Pero mi Dios es bueno,

crece espontáneamente

como la hierbabuena.

 

Pero mi Dios es más que bueno,

crece espontáneamente

como el escaramujo.

 

Pero mi Dios es más bueno que bueno,

es azulísimo,

crece espontáneamente

como la mora en la zarza o la frambuesa.

 

¿Dónde estaría mi día y qué sería

de él, si yo no creyera en Dios?

Mi ahora mismo, ¿sería este ahora mismo?

 

¿Y qué de mí, sin ver mi día,

ni mi ahora, ni siquiera la luz?

Si yo no creyese en ti, mi Dios...

 

Francisco Pino

 

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