Blogia
FIAIZ

RETIROS

Retiro de Adviento 2019

 Retiro de Adviento 2019

 

 

 

“NO TE APARTES JUNTO AL CAMINO

El Adviento como espiritualidad para hacer frente al cansancio

 

            Esta reflexión se inició con la lectura del breve ensayo filosófico de Byung-Chul Han, La sociedad del cansancio (Herder, Barcelona 2017). Byung-Chul Han, una de las voces filosóficas más innovadoras que ha surgido en Alemania recientemente, afirma en este inesperado best seller, cuya primera tirada se agotó en unas semanas, que la sociedad occidental está sufriendo un silencioso cambio de paradigma: el exceso de positividad está conduciendo a una sociedad del cansancio. Producimos mucho y de todo, pero el cansancio se instala en el corazón.

            No hace falta ser un lince para percatarse de que el cansancio nos rodea: hay un cansancio social y político que nos lleva a una sensación de hartazgo pensando que el entendimiento social, la amistad cívica, no es posible; hay un cansancio medioambiental pensando que el cuidado del planeta no pasa de ser una bella teoría pero que el compromiso de los grandes y de la ciudadanía normal es muy pequeño; hay un cansancio eclesial porque creemos que por mucha que sea la buena voluntad de algunos (del papa Francisco en concreto) todo sigue más o menos igual; hay cansancio en la vida religiosa que se ve muy reducida, muy repetida, muy lejos de la ciudadanía, muy sin un futuro claro; hay un cansancio personal que nos hace dejar pasar las cosas sin pena ni gloria, sin pasión, sin aparente interés.

            Y sin embargo, a nada que se sople el fuego bajo esas cenizas, el interés puede recomenzar, el brillo puede surgir, el deseo se aviva. Quizá se aduzca que la llama se apaga pronto, que el sol se oculta enseguida, que el destello es como un fuego de artificio. Por eso, ¿cómo lograr que prenda de nuevo en el corazón el ánimo para resistir, para caminar, para imaginar? ¿No podría ser el Adviento, tiempo de esperanza, una temporada de avivar el ánimo, de alejar el desaliento, de intentar superar la pérdida? ¿Qué hacemos con celebrar el Adviento si el ánimo está en bajos niveles o prácticamente desaparecido? ¿No leemos en el evangelio “levantad la cabeza” (Lc 21,28)? ¿No podría ser esta reflexión, acompañada del silencio y de la oración, un tenue aliento que se filtre bajo la puerta de nuestra alma, a veces tan seca?

 

  1. 1.     Palabras para Julia

 

Anda por ahí el cantante Paco Ibáñez cantando las viejas canciones que marcaron a toda una generación en los albores de la democracia. Sobra decir que los teatros se llenan. Y no solamente por la afluencia de nostálgicos, sino por gente de hoy que sigue siendo sensible al contenido de estos “himnos”.

Una de esas canciones emblemáticas es “Canciones para Julia”, las letrillas que hace mucho escribió José Agustín Goytisolo para su hija Julia. Aún hoy son evocadoras:

 


Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.

Hija mía es mejor vivir
con la alegría de los hombres
que llorar ante el muro ciego.

Te sentirás acorralada
te sentirás perdida o sola
tal vez querrás no haber nacido.

Yo sé muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto
que es un asunto desgraciado.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.

La vida es bella, ya verás
como a pesar de los pesares
tendrás amigos, tendrás amor.

Un hombre solo, una mujer
así tomados, de uno en uno
son como polvo, no son nada.

Pero yo cuando te hablo a ti
cuando te escribo estas palabras
pienso también en otra gente.

Tu destino está en los demás
tu futuro es tu propia vida
tu dignidad es la de todos.

Otros esperan que resistas
que les ayude tu alegría
tu canción entre sus canciones.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti
como ahora pienso.

Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.

La vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares
tendrás amor, tendrás amigos.

Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.

Perdóname no sé decirte
nada más pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino.

Y siempre siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.

 

 

  • Darse contra el muro ciego: Volver atrás es darse contra un muro, por difícil que sea el futuro. La manera de romper ese muro es sumarse a la alegría humana: una dosis de alegría es la mejor medicina contra el cansancio.
  • La vida no es un asunto desgraciado: Es la manera que tiene el sistema de acorralarnos, de someternos: hacernos ver que es casi mejor no haber nacido. Pero tiene la partida perdida porque algo nos dice dentro que vivir y respirar es el mejor don que hayamos podido recibir.
  • Estamos destinados a amar: Por eso, por muchas que sean las oscuridades, el amor es nuestro horizonte. A pesar de los pesares un corazón, o muchos, será nuestra casa final.
  • Solos, no somos más que polvo: Por eso, el ánimo se recaba del grupo, de la sociedad, de la comunidad. El ánimo se quiebra cuando uno se encierra en su soledad, en su indiferencia, en su pérdida.
  • La dignidad común es el cimiento: En ese cimiento encuentra el ánimo la fuerza para cantar con otros. El desánimo personal es temible, pero el común es horroroso porque debilita al conjunto social.
  • No te apartes junto al camino: Porque eso sería salirse de la vida, dejar de pertenecer a la corriente que nos alimenta, renunciar a los abrazos que nos están guardados.
  • El mundo, como es, resulta ser nuestro patrimonio: Porque la dicha vital no hay que buscarla en Marte sino en nuestro propio entorno personal, en las personas que se cruzan en nuestro camino y con las que hacemos camino, en la brisa y la tierra que nos acoge cada día.

 

  1. 2.     Una cena que recrea, enamora y anima: Ap 3, 14-20

 

«14Al ángel de la iglesia de Laodicea escribe: Esto dice el amén, el testigo fiel y veraz, el principio de la creación de Dios: 15Conozco tus obras y no eres ni frío ni caliente. Ojalá fueras frío o caliente, 16pero como estás tibio y no eres ni frío caliente, voy a vomitarte de mi boca. 17Tú dices: ‘Soy rico, tengo reservas y nada me falta’. Aunque no lo sepas, eres desventurado y miserable, pobre ciego y desnudo. 18Te aconsejo que me compres oro acendrado a fuego, así serás rico; y un vestido blanco para ponértelo y que no se vea tu vergonzosa desnudez, y colirio para untártelo en os ojos y ver. 19ª los que yo amo los reprendo y los corrijo; sé ferviente y enmiéndate. 20Mira que estoy a la puerta llamando: si uno me oye y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos”.

  • Esta carta está escrita por un vidente que tiene una pedagogía negativa: o cambias o irás al castigo. Pero se cuela también el parecer de un espiritual que anima.
  • La tibieza lleva al cansancio; ya no se le encuentra gusto a nada, tampoco a la fe. Lo más temible en la comunidad cristiana es la resignación, el acomodamiento, la rutina. Esto debería estar “perseguido”, no la herejía.
  • Dios y el mismo Jesús son gente de pasión, de vida bullente en el interior, de mística sensible, no de ataraxia próxima a la muerte. Sin pasión, el cansancio cae como una losa sobre el alma, el cansancio es como un cofre de hormigón que encierra la muerte.
  • No vale aducir lo que uno tiene si falla lo que uno es. Lo que se tiene es muy relativo cuando lo que se es resulta una oscuridad.
  • ¿Cómo devolver el ánimo a quien tiene riesgo de perderlos o lo ha perdido ya? El espiritual dice que Jesús quiere participar de una cena de amor: la seducción de una cena puede devolver el gusto por la vida.
  • Añadamos a eso que Ap 3,20 parece tener su fuente inspiración en Cant 5,2, pasaje que narra un encuentro de amor entre el esposo y la esposa. En el cantar de Salomón la esposa se queja amargamente porque al abrir, anhelante, la puerta de casa habían desaparecido la voz y la figura de quien ella deseaba. Aquí es justo lo contrario: “estoy a la puerta” (Hestêka epi tên thyran). No solamente desaparece, sino que se hace voluntariamente presente, con una cierta terquedad (lexema de histêmi), como lo hace el Cordero, sin poner pegas por causa de la mala conducta. Además, “llamo” (krouô), insiste con la insistencia de quien quiere ser amado, de quien demanda y mendiga amor y acogida. No solamente no condena, sino que se expone al menosprecio, a la posibilidad de que ni se le escuche, ni se le abra (como ocurre en el bello soneto de las rimas sacras de Lope de Vega  “¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?”). La iniciativa de la apertura y de la acogida se deja en manos de quien está en situación negativa y de conflicto: “Si alguien escucha mi voz y abre la puerta” (Ean tis akousê tês phonês mou kai anoixê tên thyran). La entrada en la casa es para cenar, para una relación de disfrute, en el más puro olvido de los agravios, ya que con el agravio presente la cena es silenciosa, tensa, nada disfrutante, imposible. La relación de corazones es lo que realmente se anhela ya que es una cena en reciprocidad: “cenaré con él y él conmigo” (Deipnêsô met’autou kai autos met’emou). De manera que si se acepta este planteamiento de relación amorosa es preciso apearse de cualquier herida, de cualquier menosprecio, toda de ofensa. Esto, realmente, casa mal con el talante del vidente que apremia a una conversión moral donde el elemento afectivo parece que está totalmente ausente. Lo mismo habría que decir de la lectura escatologizante, amenazadora, de este texto. Pero el teólogo, o la lectura especular que hacemos de la videncia, insinúan otros caminos.
  • Esos caminos conectan mucho mejor con el talante de Jesús que presenta el perfil de un Dios que, tragándose su “orgullo” de Dios, va “en busca de la perdida” sin remilgos y se alegra profundamente cuando la encuentra. El mismo Antiguo Testamento había descubierto este incomprensible ir de Dios, como un “desgraciado”, tras los pasos extraviados de la persona. De ahí el grito final del largo salmo de contemplación de la Ley: “Si yo me extravío como oveja perdida, ven en busca de tu siervo” (Sal 119,176). El mismo san Pablo ha dejado en paradójica reflexión de Rom 8,31-39 la certeza de que el cristiano no habría de ser presa de ninguna intranquilidad ya que Dios, el ofendido, no acusa. Precisamente por eso puede sentarse a la mesa de quien se ha extraviado. Por ello puede aceptar sin vergüenza el llamar a la puerta de quien le puede rechazar. Precisamente esta actitud amorosamente “pordiosera” de Dios ante la persona puede ser, quizá, mejor argumento de conversión que cualquier coacción religiosa o moral.
  • ¿Podrían ser esta clase de textos una instancia espiritual para la recuperación del ánimo?

 

  1. 3.     En época de pérdidas

 

La nuestra puede ser entendida como una época de pérdidas: ¿Cómo la fe en Jesús puede ser un antídoto contra tales pérdidas?

  • Ante la pérdida de valores: El individualismo posesivo y sin límites nos está llevando a la pérdida de valores. ¿Cómo recuperar la esperanza? Si unimos la libertad a la fraternidad y a la solidaridad; si nos preguntamos cuáles son nuestras luchas y vivimos con pasión. “El que ama su vida, la pierde”, dice Jn 15,22. La paradoja es clara: la conciencia aislada que lo quiere todo para sí difumina cualquier clase de valor. 
  • Ante la pérdida de indignación: Perdemos la capacidad de indignación porque perdemos la percepción de la injusticia. Nos evadimos, nos centramos en el yo y creemos que la solución no está en nuestra mano. “Señor, aquí tienes tu talento: lo tuvo guardado en un pañuelo…eres hombre exigente que reclamas lo que no prestas y siegas lo que no siembras” (Lc 19,20-21). He aquí uno que ha cortado con el sistema: la indignación le ha llevado a actuar. 
  • Ante la pérdida de ilusión: La economía neoliberal mata la ilusión en quien posee (de no ser porque desee poseer más) y en quien no posee (porque no puede poseer). La recuperación de la ilusión social pasa por una reorientación de la economía, por un desplazamiento real hacia el mundo de las pobrezas. La desigualdad económica es la fuente de la desilusión social, la madre de todas las pérdidas. Reorientar la economía es generar alternativas de ilusión social. Lo contrario lleva a tener que aguantar la “rueda de molino” en el cuello de una sociedad triste (Mc 9,42). 
  • Ante la pérdida de vínculos: El atomismo social potenciado por las redes puede alejar del sentido comunitario. Los movimientos comunitarios unen a las personas no solamente por el interés sino también por el afecto. Estamos necesitados de comunidad más reales que virtuales. El amor social resulta aquí imprescindible. Amar con el amor de Jesús (“como os he amado”: Jn 13,34) es amar con un amor que genera vínculos más allá de la desafección y el rechazo.
  • Ante la pérdida de Dios: Dios ha sido desterrado porque no se lo ha sentido y vivido como de los nuestros. Quizá por eso siga siendo un Dios añorado. Mantener viva la sorpresa que es Dios podría ayudar a hacerlo vecino y aliado. O, al menos, el saber que Dios es quien “se pone cómodo” con nosotros (ha entrado a “hospedarse”: Lc 19,7).
  • Ante la pérdida de la fuerza transformadora de las palabras: Habrá que recuperar el sentido de las grandes palabras como Dios, amor, vida, etc. Su uso y su mal uso, las ha despojado de contenidos de vida: ¿Cómo seguir hablando bien de Dios, cómo hablar de amor desde experiencias de amor, como hablar de vida desde un creciente señoríos sobre la vida? Hablar con sencillez, profundidad y verdad (“un sí que sea sí”: Mt 5,37).

 

  1. 4.     Las sencillas sendas del ánimo

 

Recobrar el ánimo, construirlo, ahondar en la certeza de que el horizonte se puede atisbar pasa, quizá, por sencillas sendas de ánimo que pueden estar al alcance de nuestra mano. Enumeremos algunas:

1)    Palabras alentadoras: Porque con la palabras nos hacemos mucho bien. Dar ánimo con palabras sinceras, es dar ánimo con el propio corazón. Estas palabras son impagables.

2)    Acompañamientos que amparen: Pequeños itinerarios de vida que amparan; saber que siempre hay un techo donde cobijarse; contar con alguien que sosiegue la desazón de lo que se nos hace difícil.

3)    Escuchas sosegadas: Porque el sosiego hace que la confidencia sea humana; la tranquilidad de la escucha colabora a apaciguar las tormentas que surgen en el propio interior. Escuchar implicativamente es animar.

4)    Gozos compartidos: Ya que las penas son menos si se comparten y los gozos aumentan si también se comparten. Somos proclives a compartir las penas, porque necesitamos que alguien nos escuche. Pero sería bueno compartir gozos, celebrar los pequeños logros. Nos animaría mucho.

5)    Experiencias espirituales que broten de la propia vida: Porque aunque fueren experiencias sencillas, pobres incluso, al estar llenas de la propia verdad, son útiles, más allá de su aparente insignificancia.

6)    Ideales pasados por el propio corazón: Ya que si son ideales abstractos, lejanos, se hacen inasequibles. Pero si el corazón ha conectado con ellos, esos ideales, por modestos que sean, esos sueños sencillos que se van concretando, terminan por animar mucho a la persona.

7)    Resiliencia libre de amargura: Porque la resiliencia (el resistir las dificultades y salir más animoso de ellas) es siempre algo bueno. Y si se hace sin amargura, sin acidez, sin reproches, la cosa es todavía mejor.

8)    Búsquedas deseadas: Ya que el deseo es un potente animador, junto con la imaginación y la pasión. Desear una vida mejor, más sencilla, más humana; una creación más limpia; una sociedad más hermana; una iglesia más igualitaria; etc., son deseos que pueden impulsar pequeñas búsquedas que saquen de la grisura a nuestros días.

9)    Miradas compasivas: Porque mucho del ánimo o del desánimo está en la mirada con que miramos, en las miradas con que nos miran. Mirar compasivamente, indicando sin palabras que la situación que miramos nos conmueve y nos mueve. La mirada compasiva es la puerta del ánimo.

10)                      Honduras contempladas con sencillez: Es la mística, esas intuiciones que no se llega a atrapar, esos deseos que anidan en lo profundo, esa bullir que nos lleva a sentirnos cerca de Dios y en sintonía con las personas y la creación. Místicos horizontales, de ojos abiertos, que caminan por sendas de polvo, que creen en la fraternidad de las creaturas.

 

Conclusión

 

¿Cómo vamos a celebrar la Encarnación con el ánimo desinflado? ¿Cómo vamos a intuir la presencia de Jesús en nuestros caminos sin brillo en los ojos? ¿Cómo vamos a escuchar el fino rumor de Dios visitándonos sin tener caldeado el corazón? Que el Adviento de este año no pase desapercibido. Que en el trajín de los días escuchemos el consejo de san Pablo: “Animaos mutuamente y ayudaos a crecer unos a otros” (1 Tes 5,11).

 

ITINERARIO PARA ADVIENTO 2019

 

Semana 1ª (1-7 diciembre): Palabras alentadoras: Cuidar las palabras; que sean alentadoras; si surge alguna iniciativa en la comunidad, apoyarla; escribir en una cartulina alguna de las palabras de aliento que se han dicho o escuchado durante el día.

Semana 2ª (8-14 diciembre): Escuchas sosegadas: Dedicar algún tiempo a escuchar con sosiego a una persona que necesite hablar. Saber estar cerca de quien está en silencio. Poner ante el Señor a las personas que nadie escucha.

Semana 3ª (15-21 diciembre): Miradas compasivas: Mirar bien en nuestro derredor para mirar con compasión. Poner a la vista miradas que nos conmuevan, que aparezcan en la prensa, cercanas o lejanas.

Semana 4ª (22-24 diciembre): Búsquedas deseadas: Fomentar el deseo de una celebración gozosa de la Navidad colaborando en su preparación con interés.

 

Fidel Aizpurúa Donazar

Logroño

Ejercicios 2019

AYÚDAME, SEÑOR,

A PERDER LA FE EN MI FE

(Notas para una semana de ejercicios espirituales)

 

         La reflexión de una semana de ejercicios espirituales necesita el soporte de un texto “inspirado”. Normalmente acudimos a la Palabra o a algún documento del Magisterio. Este año vamos a tomar como apoyo una plegaria del arzobispo dimisionario de Tánger, el franciscano Santiago Agrelo. A estas alturas conocemos bien a Santiago Agrelo y su lucha de años a favor de los inmigrantes pobres que llegan a Tánger desde las profundidades de África subsahariana. Pero, además de ser un obispo “social” es una persona altamente espiritual, como lo refleja el texto que utilizaremos y los recogidos en el librito Desacato al silencio (de Ed. PS, Madrid 2017).

         Desde el texto de su plegaria “Ayúdame, Señor, a perder la fe en mi fe” derivaremos a la Palabra, al Evangelio, para que vuelvan a resonar su ecos más profundos y podamos cultivar la vuelta y la conversión al Evangelio de los que habla con frecuencia el papa Francisco. Así es, una semana de retiro puede ayudarnos a mejorar nuestra calidad de vida evangélica que, a veces, va por otro camino que el de las prácticas religiosas. Sin menospreciar éstas, hay que decir que nuestros anhelos más profundos van por otra senda.

         Todo, para acercarnos al fondo del propio corazón, a esa verdad de cada uno que a veces la ignoramos hasta nosotros mismos. Esta clase de retiros apuntan a lo profundo, a lo que está debajo, a lo que no se ve, a esa melodía de dentro que solamente se escucha en el silencio del propio interior. No es una quimera caminar tras ese deseo. Los trabajos espirituales pueden ayudarnos a ello y lograr así que las verdaderas raíces de nuestra persona reciban el riego benéfico que las refresque, las nutra y las haga vivir.

         De salida sentimos la presencia viva de Jesús que nos anima en este empeño. Efectivamente, no estamos solos. Él camina a nuestro lado. Y la mediación fraterna, el grupo que nos juntamos para este trabajo, habla elocuentemente de esa presencia. Ayudémonos a sentirla. A ella nos acogemos.

 

AYÚDAME, SEÑOR, A PERDER LA FE EN MI FE

 

Señor, ayúdame a perder la fe en mi fe, por si aún es tiempo de que empiece a creer en ti. 

Enséñame a ir contigo, a seguirte, a escucharte, incluso si me pides que desate y te lleve el borrico que necesitas.

Si creo en ti, abandonaré mi camino por el tuyo, que eres el Camino y la Verdad y la Vida, y contigo iré donde tú quieras, donde tú vayas. 

Si creo en ti, tu destino se volverá mi destino, ya se llame cruz ya se llame cielo, ya lo llames abajamiento ya lo llames gloria, ya se llame muerte ya se llame vida.

Si creo en ti, entraré en tu mundo, en tu evangelio, en tu humanidad, en tu pasión por el reino de Dios que llega para los pobres, que va donde tú vas, que se acerca a quienes tú te acercas.

Si creo en ti, en todo tiempo y lugar pediré, a silencios, a susurros, a voces, a gritos, el Espíritu que me transforme en ti, el amor que me haga uno contigo, hasta que me pierda en ti, hasta que tú, más que yo mismo, vivas en mí.

La fe en mi fe me ha llevado a suplantar sin escrúpulo el culto a Dios por el culto al dinero; a conjugar sin remordimiento la veneración de Cristo en la Eucaristía y su desprecio en los pobres; a guardar en el corazón odios en lugar de amor, ofensas en lugar de perdón, venganza en lugar de misericordia.

Si creo en ti sacrificaré en el altar de mis ambiciones -de grandeza, de dominio, de poder, de riqueza- la paz que tú nos has ofrecido haciéndote pequeño con nosotros, pobre por nosotros.

La fe en mi fe ha transformado tu evangelio en ideo-logía desencarnada, y a ti, Jesús, Dios de carne y hueso, Dios y hombre verdadero, Dios discapacitado, Dios disminuido, Dios mendigo, Dios emigrante, Dios maltratado, Dios crucificado, te ha reducido a doctrina inocua, a imagen de madera, a rito que puedo cumplir sin complicarme la vida.

Y mientras la fe en mi fe va diciendo que lo mío es mío y que todo lo necesito para mí, tú, Señor, a lomos de un borrico prestado, te dispones a darlo todo, a perderlo todo, a renunciar a todo porque los sedientos encuentren el agua, los hambrientos el pan, los ciegos la luz, los muertos la resurrección y la vida que necesitan y que eres tú.

Hoy, mientras mi fe, orgullosa, satisfecha y descreída, va diciendo que los pobres se queden donde están, que no apesten la sala de nuestro banquete, que no den el espectáculo de morir en nuestras calles, a la puerta de nuestras cosas, tú, en la eucaristía, nos muestras tu cuerpo repartido, tu sangre derramada, todo tú perdido en el abismo de mi necesidad: ¡Todo tú entregado porque nos amas!

El mundo te necesita, Jesús; la humanidad te necesita; los pobres te necesitamos: Ayúdame a perder la fe en mi fe. ¡Enséñame a creer en ti!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1. Señor, ayúdame a perder la fe en mi fe, por si aún es tiempo de que empiece a creer en ti

 

a) Introducción

 

Todos decimos que tenemos fe en Dios. Pero, en realidad, es más una fe en nosotros mismos. Para creer en Dios es preciso recorrer los caminos del despojo y el abandono. Y eso se nos hace muy cuesta arriba.

De ahí la plegaria osada: “ayúdame a perder la fe en mi fe”. Porque nuestra fe esta hecha de fe en nosotros. No es fácil desplazar al yo que ocupa hasta el centro de la fe, tal es su fuerza invasora. Al final de todo, terminamos creyendo en nosotros, a nuestro modo, en nuestras propias verdades.

De tal manera que pensamos que quien cuestiona nuestras formas de creer, cuestiona nuestra fe y quien potencia nuestras maneras religiosas es un aliado de nuestra fe. Liberarse de la fe en uno mismo, desenmascarar la fe que es una fe en nosotros es todo un trabajo espiritual.

De tal manera que, tras tantos años de vida cristiana, hablar de “empezar a creer” parece una broma. Queremos seguir creyendo en lo que hemos creído siempre, en lo nuestro, en lo que nos reconforta y confirma. No nos preocupa la fe en Dios sino la fe en mi fe. Por eso, que no nos hablen de empezar a creer.

Y, sin embargo, la fe es siempre recomenzar de nuevo, iniciar el camino cada día, plantarse ante el Evangelio ofrecido y ver si, por hoy nada más, puedo caminar un poco más en la senda que describe el Evangelio.

Se nos dice de mil maneras que hoy es posible creer con una fe que se aleja de nuestra propia fe y sus pretensiones. Habrá que comenzar por hacer silencio e, incluso, hasta vacío para que la fe en Jesús sea nuestra propia fe y no otra.

 

b)La luz del Evangelio: Mc 5,25-34:

 

“Una mujer que había tenido flujo de sangre por doce años, y había sufrido mucho a manos de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía sin provecho alguno, sino que al contrario, había empeorado; cuando oyó hablar de Jesús, se llegó a El por detrás entre la multitud y tocó su manto. Porque decía: Si tan sólo toco sus ropas, sanaré. Al instante la fuente de su sangre se secó, y sintió en su cuerpo que estaba curada de su aflicción. Y enseguida Jesús, dándose cuenta de que había salido poder de Él, volviéndose entre la gente, dijo: ¿Quién ha tocado mi ropa? Y sus discípulos le dijeron: Ves que la multitud te apretuja, y dices: “¿Quién me ha tocado?” Pero El miraba a su alrededor para ver a la mujer que le había tocado. Entonces la mujer, temerosa y temblando, dándose cuenta de lo que le había sucedido, vino y se postró delante de Él y le dijo toda la verdad. Y Jesús le dijo: Hija, tu fe te ha sanado; vete en paz y queda sana de tu aflicción”.

 

  • La propuesta de Jesús es para todos, no solamente para selectos. Por eso entra en su horizonte un personaje “impuro” per se, ya que “doce años” es lo mismo que siempre. Alguien a quien le han dicho: Dios no es para ti; hay entre tú y él una barrera que bloquea una posible relación.
  • Quiere tocar el borde del manto. En la antropología hebrea el manto significa el Espíritu. Tocar el espíritu tocando el manto de un hombre de Espíritu como es Jesús. Eso indica que la fe en Dios sigue viva en el corazón de la mujer. Más que su curación, lo que busca, en el fondo, es ver que, a pesar de todo, los puentes entre Dios y ella no están rotos, por mucho que le digan lo contrario.
  • Jesús se siente tocado no solamente en su manto (porque le apretujan y eso no lo siente), sino en su conexión con Dios. Él, que hambrea a Dios, siente la presencia de una que también hambrea a Dios. Por eso siente que su fondo de fe conecta con otro fondo de fe similar.
  • De ahí que la fe a la que se refiere en la expresión “tu fe te ha salvado” no es la fe en Jesús, sino la fe en el Dios que ampara a los pobres. La mujer y Jesús están unidos en la misma fe. Es como si le dijera: tu fe en Dios que ampara a los pobres nos une a ti y a mí. Yo también, tan pobre como tú, creo en él, como tú. Desde distinto ángulo pero somos creyentes en él. Es un relato de fe común más que un mero relato de curación.

 

c)  La palabra que ahonda:

 

Para conectar con el Dios de Jesús, para creer en él, más allá de formas religiosas, tal vez haya que entrar en la espiritualidad del abandono. Si no, el centro lo ocupará nuestra fe y ya no será la fe en Dios. Dice Agrelo hablando del abandono en una homilía del segundo domingo del TO (Desacato 198):

  • ·     “Jerusalén sufrió el abandono total: ciudad abandonada. Nada más muerto y triste que una ciudad abandonada.
  • ·     Abandonados es un pasivo que golpea la conciencia de los pobres y los hiere en lo más vivo de su pobreza. Quizá se entre en la espiritualidad del abandono si se acerca uno a los abandonados. Eso le puede facilitar el acceso a una fe en el Dios de Jesús. Eso le puede despojar del los “ídolos” religiosos que uno va acumulando en su vida.
  • ·     Duro es saberse solo, pero más duro el saberse desechado como un cacharro inútil. En esa experiencia de vida tan fuerte se abre la puerta a una fe en Dios de mayor calidad, la fe en un Dios que ampara siempre.
  • ·     Quien haya experimentado la dureza del abandono podrá sentir la alegría del encuentro. Ya no te llamarán abandonada, sino desposada y favorita. Tener la conciencia de que los caminos del abandono apuntan al corazón de Dios que ampara.”

 

d)Propuestas para la vida:

 

  • ·     Dispuestos a reorientar la fe más allá de nuestros caminos religiosos: No cerrarse inflexiblemente en lo ya interiorizado y aprendido. Sin renunciar, de salida, a ello, abrirse a posibles maneras de enriquecer la experiencia cristiana, aunque sea por caminos distintos. No ser rígidos en estas cuestiones para que no se bloqueen caminos de fe que pueden ser muy productivos. Desembarazarse o, por lo menos, relativizar muchas cuestiones religiosas que han hecho callo y abrirse a horizontes nuevos.
  • ·     Creer amparando al débil como camino mejor para creer en el Dios que ampara: Los Evangelios, sobre todo san Mateo, tiene claro que el sentido de la comunidad cristiana, porque ese mismo ha sido el sentido de la vida de Jesús, es amparar al débil. Creer en el Evangelio no es tanto una cuestión de ideas sino de experiencias. Creer experimentando el amparo de Dios y generando amparo en torno a sí mismo es la manera mejor de creer. Nuestra fe religiosa ha de ser controlada y, en su caso, desplazada por una fe evangélica que está hecha de prácticas de amor al frágil.
  • ·     Creer que los caminos del abandono, bien asimilados, son cauce de acercamiento al Dios de Jesús: Porque hemos entendido el abandono como un alejamiento de Dios (“Dejados de la mano de Dios”). En realidad, en los momentos de abandono es cuando más cerca está Dios de nosotros (nunca estuvo Dios más cerca de Jesús que cuando estaba en la cruz). Por eso, no habría que temer las situaciones de abandono, de pobreza, como un tiempo sin Dios; no habría que temer el despojo de ciertas creencias religiosas, del teísmo, como un espacio devastado por la ausencia de Dios. Al contrario, cuando experimentamos el abandono, si lo encajamos bien, podemos llegar a experiencias fuertes del amor de Dios y del cariño de los hermanos.
  • ·     No recurrir a la fe en Dios para fines que nada tienen que ver con él: Ya que esa es una de las consecuencias de la fe religiosa, de nuestra fe: mezclar a Dios con asuntos que nada tienen que ver con él (desgracias naturales, desgracias familiares o personales). Afrontar estas situaciones contando con el amparo de Dios, no con su culpa. Liberar a Dios de nuestra propia presión para que brille mejor la certeza de que no estamos solos en nuestro caminar histórico. Esto da una gran anchura al corazón y es una fuente de ánimo.

 

e) Nos preguntamos

 

1.  ¿Crees que necesitamos reorientar nuestra fe religiosa para caminar por la senda de una fe más evangélica?

2.  ¿Sentimos realmente la necesidad de una fe renovada?

3.  ¿Cómo vivir en grupo nuestro deseo de una fe anclada en Dios y no tanto en nosotros? ¿Cómo ayudarnos?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

2. Enséñame a ir contigo, a seguirte, a escucharte, incluso si me pides que desate y te lleve el borrico que necesitas

 

a)  Introducción:

 

Lo sabemos de memoria: ser seguidor de Jesús es la respuesta correcta a la propuesta evangélica. La fe se juega en el seguimiento de Jesús. Lo dicho: lo sabemos de memoria. Por suerte, la espiritualidad del seguimiento ha entrado de lleno en la espiritualidad cristiana. Otra cosa es nuestro nivel real de seguidores. Eso es lo que habrá que trabajar.

El seguimiento es algo que hay que aprender de Jesús. No se trata de estrategias religiosas que yo pueda elaborar. “Estar con él” (Mc 3,14) depende, en gran parte de él. Eso es lo que hay que aprender: a sentirse convocado por él, a verlo como el gestor de mi seguimiento. Dejarle a él esta iniciativa no nos aplatana sino que, por el contrario, nos espolea a hacer camino con él.

    No es obstáculo definitivo para el seguimiento la propia limitación. Se puede ser seguidor aunque no se sea del todo coherente, con tal de que no engañemos diciendo que somos coherentes sin serlo y con tal de que pidamos perdón cuando fallemos. También el seguimiento está hecho para los incoherentes, para los “pecadores” (Lc 5,32).

Seguir significa también escuchar, no solamente oír, no solamente aguantar mensajes religiosos que se quedan fuera. Escuchar más con el corazón que con los oídos, rumiar en el corazón (Lc 2,19), darle vueltas en ese interior donde se cuecen los sentimientos, las decisiones y los anhelos.

Desatar el borrico es, como luego diremos, dejar libre el mesianismo de Jesús que anuncia la felicidad a los humildes. Un mesianismo que está “atado”, oscurecido, siempre necesitado de ser dado a luz. El seguimiento en lo sencillo de la vida, en los anuncios para humildes, en los modos de vida alejados del ruido.

Llevar el borrico como quien lleva al humilde, como quien, a pie, sabe que quien va en el borrico es, todavía, más humilde que él. Un caminar humilde y con los humildes. Esa es la orientación elemental del seguimiento con Jesús.

 

b) La luz del Evangelio: Mc 11,1-7

 

“Cuando se acercaban a Jerusalén, esto es, Betfagé y Betania, en dirección al Monte de los Olivos, envió a dos de sus discípulos diciéndoles: -Id a la aldea que tenéis enfrente; al entrar en ella encontraréis enseguida un borrico atado que nadie ha montado todavía; desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta por qué lo hacéis, contestadle: «El Señor lo necesita y lo devolverá cuanto antes». Fueron ellos, encopntraron el borrico fuera, en la calle, atado al portón, y lo desataron. Algunos de los que estaban allí les dijeron: -¿Qué hacéis desatando el borrico? Ellos les contestaron como les había dicho Jesús, y los dejaron. Llevaron el borrico adonde estaba Jesús, lo cubrieron con sus mantos y él se sentó encima”.

 

  • Acostumbrados a la liturgia del domingo de Ramos, decimos que la de Jesús fue una “entrada triunfal”. Pero de triunfal, nada. Humildísima (en Jn, ni hay entrada). Efectivamente, es la entrada del humilde, del que cree en la fuerza de los pocos, de quien tiene fe en el vigor de lo que se oculta.
  • No es de extrañar que el borrico ocupe un lugar central: según Zac 9,9 es la cabalgadura del mesías humilde (por contraposición a los mulos de los reyes). Ese mesías humilde ha estado “atado”, sojuzgado, olvidado, desechado por su humildad. Un mesías humilde era, para los judíos, una contradicción, como lo puede ser para nosotros una comunidad cristiana en la humildad, un seguimiento en el lado de quienes no cuentan. Por eso el borrico está fuera, en la calle, atado a un portón. No cuenta.
  • El seguidor tiene que “desatar” el borrico, tiene que hacer ver, con su estilo de vida, que los humildes cuentan, que son ciudadanos, que no pocas veces son ellos los que nos sacan las castañas del fuego. Dar fe a los humildes, no a los poderosos del sistema en los que tendemos a cobijarnos (influencia, dinero, estatus, categoría, todos los que preguntan por qué se desata al borrico, por qué hay que hacer sitio a los humildes).
  • No dice el texto que los discípulos llevaran el borrico sino que Jesús se sentó encima, que confirmó lo hecho: el suyo era un mesianismo humilde. Y quien quisiera seguirle habría de situarse en el marco de la sencillez. Da la impresión de que los discípulos no han entendido porque la exaltación que sigue (Bendito el que viene en nombre del Señor) está indicando que no han entendido el significado del borrico.

 

c)  La palabra que ahonda:

 

Hablar de un seguimiento humilde de Jesús puede parecer algo trasnochado. Pero en realidad, la sociedad de hoy valora la humildad. Para José A. Marina la humildad nació para ser el antídoto de la mayor falta humana, la soberbia, el desenfoque de quien se cree mayor que nadie, con más derechos que nadie, fuera del común de los mortales.

Es cierto que la humildad ha sido maltratada y ha dado como resultado creer que el humilde es poco menos que un tonto. Pero también es claro que las personas que se presentan humildes, los que no reniegan de sus orígenes sencillos, aunque hayan alcanzado altas metas humanas, nos atraen.

Tiene Agrelo la certeza de que los cristianos seguimos a un humilde (Desacato 171):

·     “Hoy caminaré detrás de Jesús el Nazareno para que no me pueda la desesperanza, para ver a dónde lleva su camino de pobre, su liberta de hijo.

·     Hoy caminaré con Jesús porque necesito saber que el futuro es de las víctimas y del amor, porque necesito confirmar que el futuro es de Dios y de los pobres.

·     Hoy caminaré con Jesús, porque Jesús es todo lo que puedo soñar”.

 

d) Propuestas para la vida:

 

  • Humildes, que no humillados: Ya lo hemos insinuado: hemos llegado a entender la humildad como una humillación (las antiguas prácticas de los noviciados, la exaltación de la humildad para atajar protestas). Pero eso es una deformación. La humildad es un valor de la persona que se entiende en relación cordial, sensata y equilibrada con los demás. Es el trabajo de quien sabe valorar con corrección, más allá de filias y fobias. Por eso podemos decir que ni Dios ni las personas nos deben querer humillados, ninguneados, sometidos, sino humildes, capaces de empatizar, solícitos sin zalamerías, capaces de eliminar el rencor del corazón e impedir que anide ahí.
  • La blasfemia de humillar a los pobres: El Evangelio habla de la blasfemia contra el espíritu santo. Y dice que esa no tiene perdón (Mc 3,31). Mucho se ha elucubrado sobre tal blasfemia. Pero se puede decir que, según el tono general de los evangelios, esa blasfemia no es otra sino el desprecio y la humillación de los pobres, que son, por su pobreza, los privilegiados del reino. San Francisco decía que hablar mal de los pobres es hablar mal de Jesucristo. Pues se podría decir: humillar a los pobres es humillar a Jesucristo. Es la mala fe aplicada a los humildes. Cuando se dice que no tiene perdón se está hablando de la gravedad del hecho.
  • Fuertes ante el orgullo del poder que excluye: Vemos que en estos tiempos nuestros hay opciones de vida (sociales, políticas, económicas) que excluyen, que “matan”, diría el papa Francisco. Hemos de ser fuertes ante esa clase de opciones, no dándoles cancha, oponiéndonos con humanidad a ellas haciendo ver que una sociedad que excluye no es una sociedad sana, ni cristiana. Nos avergüenza ver como esas opciones, con frecuencia, pretenden aliarse con la religión cristiana. La desnaturalizan.
  • Una comunidad de seguidores humildes: Eso habría de ser la comunidad cristiana. El que le falte mucho, no habría de hacer que abandonemos el anhelo. Para que tal anhelo cobre cuerpo, quizá haya que comenzar por generar humildad en nuestros entornos cercanos. Hay que dar cancha a aquel consejo de Pablo en Rom 12,16: “Que os tire lo humilde”. Muchos lenguajes religiosos son inaudibles e incomprensibles por la ciudadanía. Pero la humildad sigue siendo evocadora para todos.

 

e)  Nos preguntamos:

 

1.  ¿Crees que hablar hoy de humildad tiene sentido?

2.  ¿Cómo detectar la humillación de los pobres en nuestros entornos?

3.  ¿Cómo tener una correcta autoestima en nuestros grupos y comunidades?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

3. Si creo en ti, abandonaré mi camino por el tuyo, que eres el Camino y la Verdad y la Vida, y contigo iré donde tú quieras, donde tú vayas.

 

a) Introducción:

 

Es hermosa la expresión orante de Agrelo. Pero él nos permitirá corregirla un poco porque, en el fondo coincidimos. No se trata de abandonar nuestro camino de personas por el de Jesús. Él hace de nuestro camino, tortuoso y errado a veces, su camino. Por eso, nuestro equívoco camino es el suyo. Él lo va haciendo suyo. Ojalá colaboremos en esa tarea. Él acompasa su paso al nuestro (como dice en Lc 24,15). Este es el misterio de generosidad de Jesús: hacer de nuestro camino el suyo, de nuestra casa la suya, de nuestra vida su cielo.

Él es Camino nuestro, él es senda que nos lleva al fondo de lo que somos, a la verdad que tantas veces se nos escapa, a la dicha que intuimos pero no podemos conseguir. Por eso es verdad: porque nos acompaña sabiendo lo que somos para que nosotros aprendamos lo que somos en verdad. Es vida para que nosotros vivamos por él viviendo lo más nuestro, lo más humano, lo más elemental. Ya lo decía santa Clara: “Se hizo por nosotros Camino” (TestCl 5).

Jesús vendrá por amor con nosotros para llevarnos desde nosotros adonde él quiere, a la fuente del amor. Por eso, donde nosotros estemos, allá estará él para que terminemos estando donde está él. Por eso “corregimos” a Agrelo: “Si creo en ti, te veré en mi camino. Tú te harás camino para mí. Y tú vendrás a donde vaya para que yo acabe yendo a ti”.

 

b)La luz del Evangelio: Jn 14,5-6:

 

“Y ya sabéis el camino adonde voy. Tomás le dice: -Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo podemos saber el camino? Jesús le responde: -Yo soy el camino porque soy la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí”.

 

  • El texto quiere preparar la gran revelación espiritual del EvJn: que el Padre y Jesús ha decidido poner su morada en nuestra historia (14,23) y que, por ello, el camino humano está siempre amparado. No estamos solos. Siempre ellos están con nosotros. En lo profundo de la realidad Dios ha puesto su casa con la intención de no irse nunca más.
  • Para conectar con esto (entenderlo materialmente es fácil, hondamente es más difícil) es precisa una serie de condiciones: a) mantener con Dios una relación “hogareña” (en el hogar de mi Padre); b) lanzarse a Jesús como camino que lleva al Padre (este es nuestro pasaje); c) creer que si se lanza uno a Jesús se topa realmente con el Padre (el que me ve a mí ha visto al Padre); d) tener la certeza de que Jesús ora por nosotros (lo que pidáis, yo lo haré).
  • Lanzarse al Camino que es Jesús apunta a una decisión de cara al seguimiento. Hay que lanzarse. No se puede estar siempre renqueando, a remolque, como por inercia. Es preciso tener un ánimo decidido, entusiasta, buscador, esperanzado. Seguir a Jesús a regañadientes es no seguirle (no vemos esa actitud en los discípulos, tan limitados en otras cosas).
  • Cuando uno se lanza al camino que es Jesús, la verdad (la realidad profunda de las cosas) y la vida (lo que bulle y late debajo de la piel) se vuelven atrayentes y vivas, se descubren nuevas posibilidades, aunque sean pequeñas, para dar sentido a lo que vivimos. El camino que es Jesús es el mejor lugar para vivir con sentido.

 

c)  La palabra que ahonda:

 

Jesús es hombre de caminos. El Evangelio es un libro de caminos. Si quitamos del Evangelio las escenas en los caminos queda reducido. Si despojamos a Jesús de su ser caminante queda disminuido.

¿Cómo recuperar una fe enmarcada en los caminos? ¿Cómo creer que el mejor marco para la fe es, justamente, el cambio como lo que no puede cambiar?

De algo de esto habla Agrelo cuando en Desacato 206 propone andar con Cristo el camino de los pobres:

  • “Dios es quien ha puesto en el camino de los pobres a Cristo Jesús y al Cuerpo de Cristo que es la Iglesia.
  • Jesús en los caminos se acerca a los enfermos, los toma de la mano, se queda con su fiebre, les contagia su resurrección.
  • El camino de los seguidores de Jesús es el de ese hombre, cuyos días se consumen sin esperanza, el de los que mueren aun antes de saber por experiencia que la vida es un soplo, de los que son predilectos de Dios porque son pobres.
  • Si dejases de ir con Cristo en los caminos, dejarías de ser de Cristo”.

 

d)Propuestas para la vida:

 

  • Discernir caminos: Porque no siempre los caminos están claros hace falta discernir continuamente cuáles son nuestras sendas de vida, a dónde queremos ir, qué es lo que realmente pretendemos con nuestros pasos. Ese discernimiento hay que hacerlo en lo cotidiano de cada día. Por eso necesitamos tiempos de reflexión, de planificación, de aclaración. Vivir como si no necesitáramos aclararnos, menospreciar el discernimiento, olvidarse de la reflexión lleva, sin duda, a un empobrecimiento de vida.
  • Acompañar los caminos de los humildes: Ya que en esos caminos se hace más densa la presencia de Jesús que camina con los humildes. Estos caminos son cosas normales, anhelos de mera supervivencia, demanda de amparo para situaciones de los inevitables llantos a los que lleva la vida. Los caminos de los humildes no se publicitan, quedan en lo oscuro, no salen en la prensa. Pero, ciertamente, en esos caminos anda Jesús y ahí habría de estar el seguidor/a.
  • Hacerse camino para quien necesita consuelo: Los caminos del desconsuelo son muchos. En esos caminos habría que hacerse presente porque consolar es un trabajo divino, lo que Dios hace con nosotros. Lo sabemos por Jesús que derramó consuelo en los caminos que anduvo y que supo de lágrimas y de penas en la vida de los excluidos. Como una madre consuela, os consolaré yo, decía la profecía (Is 66,13).
  • Comunidades o grupos de cristianos que caminan, que no se estancan: Es preciso sortear la tentación de estancamiento, de esclerosis espiritual, de inmovilismo. Saber que Jesús camina con nosotros habría de darnos ánimo para encarar con la mayor humanidad posible los cambios que nos demanda la sociedad y la actual espiritualidad. Refugiarse en los modos religiosos de siempre no puede traer sino empobrecimiento para nuestra fe. Peor todavía: añorar modos de vida y de comportamiento religioso de otras épocas por mero romanticismo conduce, a veces, al fanatismo religioso. Habríamos de ayudarnos a no caer en esas redes.

 

e) Nos preguntamos:

 

1.  ¿Crees que nos hemos estancado desde el Vat.II o seguimos caminando?

2.  ¿Qué nos asusta más a la hora de comenzar caminos nuevos?

3.  ¿Cómo asimilar los múltiples caminos morales que se abren hoy en la sociedad?

 

 

 

 

 

 

 

4. Si creo en ti, tu destino se volverá mi destino, ya se llame cruz ya se llame cielo, ya lo llames abajamiento ya lo llames gloria, ya se llame muerte ya se llame vida

 

a) Introducción:

 

Hablar del sentido no es hablar de filosofía ni elucubraciones para personas desocupadas. Es algo vital. Porque si se oscurece el sentido, la vida se torna oscura (Sal 35,14). Incluso más: sin el sentido, el camino humano se pierde en la total oscuridad. No importa que lo que da sentido sea real o no; el espíritu humano sobrevive aunque lo que da sentido no sea real. Eso muestra la necesidad enorme de sentido que tiene la vida humana.

Quizá pueda resulta luminoso saber que, según dicen los físicos cuánticos, el sentido del cosmos es “danzar”, relacionarse tanto en la parte más profunda de las partículas subatómicas como en los grandes parámetros de las galaxias. La buena relación  es la que puede proporcionar sentido al caminar humano; la mala relación no solamente puede destruir el sentido y sumir a la persona en un océano de sombras.

Por eso decimos que la fraternidad, el vivir con y para el otro, es para nosotros el sentido de la vida. No es solamente un acto de bondad humana o un valor de la espiritualidad cristiana. Es, más a la base, el sentido mismo de nuestro caminar como personas. Por eso hay una proporcionalidad directa entre la vida fraterna y el sentido: cuanta más vida fraterna, más sentido tiene nuestra vida; cuanto menos vida fraterna, más frágil el sentido y más desorientados nos encontramos.

Desde el punto de vista cristiano, y sumada a esta percepción básica de la relacionalidad como sentido, decimos que, para nosotros el sentido de la fe es conectar con Jesús y asumir sus valores. Eso es fuente de sentido y fuerza para iluminar la senda humana. La conexión con Jesús no viene por vía de prácticas religiosas, sino por otro camino más sutil: el camino del enamoramiento, del deslumbramiento, de la fidelidad al corazón más que a la creencia. La senda del sentido toca solo tangencialmente y se sitúa en el terreno de las certezas de dentro, esa luz que se aposenta en el fondo del alma y que ya nunca más se vuelve a ir. Desde ahí resultará posible asumir los valores evangélicos, en la medida en que se pueda y aun contando con la propia limitación.

Desde esta convicción puede decirse, como lo hemos indicado, que el sentido y lugar de la comunidad cristiana es amparar al frágil, porque este ha sido el valor central del Evangelio y de la vivencia espiritual de Jesús. Con esto se muestra que el sentido de Él pasa al creyente y a la comunidad en toda su pureza. Si la comunidad ampara, brota el sentido; si se desentiende y mira solamente a lo suyo, el sentido se nubla. Y si el sentido se nubla brotan, como hongos, mil otras disfunciones.

 

b)La luz del Evangelio: Jn 11,14-16:

 

Entonces Jesús les replicó claramente: -Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que creáis. Y ahora vamos a su casa. Entonces Tomás, es decir, el Mellizo. Dijo a los demás condiscípulos: -Vamos también nosotros y muramos con él”.

 

  • Pertenecen estos dos versos al séptimo y último signo de san Juan, la resurrección de Lázaro. Nos situamos en los prolegómenos, antes de que el relato se desplace a su lugar propio: la tumba de Lázaro. Trata el evangelista de mostrar que el verdadero signo es dar vida definitiva, generar un sentido que no esté a merced de las circunstancias y de los vaivenes de la vida, buscar un terreno donde no naufraguen las certezas.
  • Tomás es “mellizo” de Jesús, uno que piensa como él y siente como él. Por eso, está presto a morir “con” Jesús, no “por” Jesús como dirá Pedro en Jn 13,37. La vida de Tomás tiene sentido en la medida en que está “con” Jesús. La actitud religiosa se ofrenda “por” Jesús; pero el sentido profundo viene del saber “con” él, de ser “mellizo” de él, de esa sintonía especial que tiene un mellizo con otro.
  • El que está dispuesto a hacer el mismo camino de Jesús hasta el final es quien logra construir la “mellizez” en su vida, quien desarrolla sintonías profundas, quien se sumerge en contemplaciones de identificación, quien logra latir al mismo ritmo que el Jesús del Evangelio. Puede parecer a la persona religiosa que este anhelo es inalcanzable. Pero a quien genera esa conexión profunda con el secreto de Jesús no le parece tan inasequible.
  • Tomás palpará la victoria de Jesús sobre la muerte (Jn 20,27ss) y ensanchará el sentido hasta el límite. Ese límite no será sino el de “tocar las llagas” para curarlas, amparar al herido, sabiendo que al hacerlo se ampara al mismo Jesús. En esa ofrenda está su sentido.

 

c)  La palabra que ahonda:

 

Hay muchos que piensan que hablar de un sentido luminoso en la vida es excesivo porque nuestra vida se ve casi a diario envuelta en el gris, en el ir tirando sin mucho porqué. El mismo camino de la fe se vuelve, con frecuencia, oscuro. Agrelo nos da algunas pistas sobre esta situación “cuando se nos nublan los ojos” ante el amargo silencio de Dios  (Desacato 222):

  • “No soy capaz de imaginar lo que siente un hombre, una mujer, un niño, a quienes la muerte se acerca en forma de hambre, de frío, de fuego, de esclavitud, de guerra, de terror…me vienen a la memoria las palabras de la oración: Que no me arrastre la corriente, que no me trague el torbellino, que no se cierre la poza sobre mí”.
  • La vida nos invita a que hagamos discernimiento de la imagen que tenemos de Dios…cuando la verdad y la bondad divinas se oculten en el misterio…te habrás dado cuenta de que el reproche y el grito de los pobres nace de la fe…Tenemos la suerte de un Padre a quien gritar.
  • Por eso, aunque “la poza” amenace cerrarse sobre el creyente, aunque en su cruz haya de entregar su vida, en él se ha siempre más fuerte la esperanza.
  • Considera quién te dice no tengas miedo: no es un vencedor, sino un vencido; no es un poderoso, sino un débil; no es un rico, sino un pobre; no es un verdugo, sino una víctima”.

 

d)Propuestas de vida:

 

  • No esquivar la pregunta por el sentido: No moverse en la superficialidad de los días; no desechar estas cosas por complicadas, no lo son tanto. No moverse únicamente en la barahúnda de los trabajos, de las ocupaciones que nos distraen de la profundidad. Hacer un sitio a la reflexión, al silencio, a la oración. Desear el sentido mismo de Jesús, desear la conexión con él, desear enamorarse de sus valores para mantenerse lo más fiel a ellos, tener un corazón y une estilo de vida amparadores.
  • Encontrar sentido en el caminar cotidiano: Porque no se trata de grandes teorías ni de cosas extrañas. Nuestra vida se mueve habitualmente en parámetros de cotidianeidad; ahí es donde hay que trabajar el sentido. Eso es lo que tendría que ser iluminado por el Evangelio. En esos caminos habría que percibir con una cierta claridad que la espiritualidad del amparo es la que va dando sentido a muchos de nuestros trabajos diarios.
  • Una fe que ilumine nuestras carencias de sentido: Ya que vivir sin carencias de sentido, más o menos importantes, resulta imposible. Que esas carencias, esas limitaciones, queden si no desaparecidas (a veces no se puede), al menos iluminadas. Una carencia iluminada es algo que se lleva mejor, que nos pone menos nerviosos, que nos hace más confiantes en aquel que nos llama con lo que somos. Una carencia iluminada no nos aparta del anhelo creciente de dar sentido a lo que vivimos desde la perspectiva del Evangelio.
  • Generar sentido buscando en común: Todos los logros espirituales pasan por la fraternidad. Por ello, la fraternidad es una herramienta humana y espiritual buenísima para acrecentar el sentido. Si la comunidad vive con sentido su opción por Jesús y por el amparo humano, todos sus miembros adquirirán cotas interesantes de sentido. Si todo eso no está en la lista de deseos de la comunidad, todos sus miembros se empobrecerán.

 

e) Nos preguntamos:

 

1.  ¿Por qué la pregunta por el sentido no se hace explícitamente?

2.  ¿Cómo ayudarnos a encontrar luz cuando se nos nubla el sentido?

3.  ¿Crees que el sentido de la vida puede ser la fraternidad?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

5. Si creo en ti, entraré en tu mundo, en tu evangelio, en tu humanidad, en tu pasión por el reino de Dios que llega para los pobres, que va donde tú vas, que se acerca a quienes tú te acercas

 

a)  Introducción:

 

La vida humana, para que merezca la pena, necesita pasiones. De lo contrario, la rutina, el estancamiento, la rigidez se comen el pan del morral y la vida termina siendo algo desencantado, previsible, sabido. Las pasiones son, a veces, insensatas, pero, con un cierto control, resultan imprescindibles. La pertenencia a una entidad sistémica (sociedad, iglesia, orden religiosa, grupo) da estabilidad y permanencia, pero tiene el peligro de agostar las pasiones, de quitar brillo a los interrogantes, de hacer innecesarias las búsquedas.

Como todo lo vivo, las pasiones necesitan ser alimentadas para que no se apaguen. El alimento principal de las pasiones es el amor, no la exaltación. Alimentar las pasiones con exaltaciones estrambóticas da como resultado algo parecido al fanatismo. Alimentarlas con amor lleva al cuidado del detalle, a la resiliencia para no ceder, a la fidelidad para convertir la presencia en una prueba de amor. Una pasión que no se alimenta, se esfuma.

La pasión vive dentro, pero se expresa fuera en el lenguaje, en los gestos, en las opciones. Un lenguaje apasionado denota que el interior está en búsqueda, que se anda tras las huellas de quien se ama y de lo que se ama. Los gestos de la pasión, por humildes que sean, revelan el brillo del amor que arde, como fuego, en el fondo de la pasión. Por eso son tan necesarios. Y, al final, las opciones apasionadas son las que tienen asegurado el triunfo en la vida, aunque ese triunfo no sea reconocido, o se lo oculte, o se lo menosprecie. Aunque esto ocurra, el fuego sigue ahí.

Todos los indicios apuntan a que Jesús fue un apasionado. Sus dos grandes pasiones: Dios y los pobres. Para él. Dios no fue una creencia religiosa, sino una pasión. A él dedicó noches de oración y de búsqueda (Lc 6,12), con él disfrutó (Lc 10,21-24) y con su ausencia sufrió lo indecible (Mt 27,47). Y luego, estaban los pobres y sus afanes; con sus lágrimas lloró (Jn 11,36), con sus exclusiones se sintió excluido (Lc 14,5), con sus anhelos se identificó hasta creer que sus desventuras terminarían un día (Mt 5,4). Sin Dios y sin humildes, la vida de Jesús de Nazaret pierde su norte y se desinfla.

Por eso, la pasión por Jesús es una pasión posible en sus mismos parámetros (la búsqueda de Dios, la confluencia con las pobrezas). Eso sí, se requiere, como dice Agrelo, entrar en su mundo, que es lo mismo que decir entrar su humanidad. La humanidad de Jesús es la puerta de su corazón, el inicio del camino de su sentido. Imposible acercarse a su mundo desde puertas religiosas o dogmáticas. Ahondar en la honda humanidad de Jesús es lo que lleva a verse envuelto en el torbellino de su sentido, en el vendaval del Reino.

Esto es lo que lleva al seguidor/a a apasionarse por el Evangelio de Jesús, no tanto por la religión en cuyos brazos (quizá por necesidad histórica) se ha echado. La pasión por el reino no es una pasión religiosa sino, sobre todo, social, fraterna, humana. Se unen en ella la pasión por Jesús y la pasión por la sociedad. Una sin otra no funciona.

Por eso mismo hay que comenzar por acercarse a donde  Jesús se ha acercado: a los ámbitos sociales fragilidad, a los no-lugares del desamparo social, a las afueras de quienes no cuentan mucho para el sistema. La lejanía de estos lugares nos aleja de Jesús y sus pasiones. Por eso decimos que las pasiones son necesarias: porque, si no están ahí, poco a poco el alejamiento de los lugares en que Jesús enmarcó su vida se nos hacen lejanos.

Quizá hoy haya que añadir un lugar que no fue muy considerado entre las primeras generaciones cristianas: la casa común, la creación. Apasionarse por la casa común es, desde que el papa Francisco escribió la LS, un componente de la pasión por Jesús y de su seguimiento: hoy no se puede ser seguidor/a sin aspirar a colaborar en la ecología integral que incluye a la naturaleza y a los pobres.

 

b) La luz del Evangelio: Jn 2,13-22

 

                  “Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas;  y a los que vendían palomas les dijo: -Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre. Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: "El celo de tu casa me devora" (Sal 69,10). Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: -¿Qué signos nos muestras para obrar así? Jesús contestó: -Destruid este templo y en tres días lo levantaré. Los judíos replicaron: -Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días? Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de lo que había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús”.

 

  • Es una escena en la que se trata de resituar (desplazar) las viejas instituciones (el Templo, por ejemplo) y proponer la nueva alianza del mesianismo pobre de Jesús. Juan lo pone al principio del evangelio (los sinópticos al final, en su lugar adecuado) para indicar que Jesús es, desde el principio, sacramento del encuentro de la persona con Dios.
  • Todos sabemos que este asunto de los mercaderes expulsados ha sido la gota que ha colmado el vaso del sistema. Esto le acarreado a Jesús su pérdida. Si no lo hubiera hecho quizá no habría terminado en la cruz. Pero tocar el sistema en su lado económico (solo las grandes familias controlaban el mercado del Templo) era labrarse la ruina.
  • Traemos a colación esta escena por el tema de la pasión que Jesús pone en las cosas del Reino. Le mueve la pasión, el “celo” no solamente por la casa de Dios (como dice el Salmo), sino por toda la realidad de Dios. Así es: la pasión de Jesús es, en definitiva, por los pobres, por los que el Templo oprime económicamente con sus impuestos cuando debía haber sido casa de acogida para ellos. Se rebela contra un sistema que corrompe el amparo de Dios a los débiles mediante un sistema económico opresor. Su pasión es el Dios de los pobres que el mercado injusto desplaza.
  • Por eso propone su cuerpo como “templo”. Es decir, en el futuro, en el reino ya no serán necesarios los mercaderes porque ni siquiera será necesario un templo, ya que éste, como institución que es, termina machacando a los pobres (retoma la visión de Zac 14,21). La pasión por el reino de Jesús va mucho más allá de cualquier forma religiosa y conecta con el deseo salvador del Padre. Un pasión para la total novedad.

 

c)  La palabra que ahonda:

 

Agrelo (en Desacato 253) identifica la pasión por Dios con la sed. Son realidades muy próximas. Dice:

 

  • “El creyente busca a Dios para apagar en él la sed y solo dejará de agitarse cuando Dios sea para él el aire que respira, la luz que lo ilumina, la dicha que lo posee.
  • Si estabas sediento de Dios, porque habías conocido su bondad y su verdad cuando experimentas la noche eres como tierra reseca, agostada, sin agua. Tenías sed y la noche hizo que la sed te devore hasta hacer de ti pura sed de Dios”.

 

d)Propuestas de vida:

 

  • No ser bomberos que apagan fuegos: Nuestros grupos alumbran, a veces, pequeños anhelos, sencillos sueños, fuegos iniciales. No ser bomberos que apagan los fuegos sin proponer alternativas. Necesitamos personas que alimenten esos fuegos. Ojalá se hicieran incendios. Pero si los apagamos por no movernos de donde estamos, la vida se nos hace pequeña, chata, rácana.
  • La pasión por Jesús, una pasión productiva: Esa pasión es algo más que ser cristiano, algo más que creer, algo más que ser de la Iglesia. Es, como todas las pasiones, algo que se lleva entre ceja y ceja, algo que bulle siempre dentro, algo que se busca explícitamente, algo que se cultiva cada día, algo que se olfatea entre las realidades, algo que se lleva como el mejor tesoro, una fuente que no deja de manar, fibra viva que cuando se toca responde, amor callado y sentido, estremecimiento que no mengua con los años. 
  • La utopía evangélica no es una pasión inútil: Porque hay cristianos que concluyen que todo va mal y, con ello, vienen a decir que las utopías del Evangelio están vacías, que son meras ensoñaciones. Pero no, las utopías evangélicas se cumplen (quizá no al ritmo deseado), avanzan entre las nieblas de nuestro caminar histórico. Lo que soñó Jesús tiene los pies en tierra y conecta con la realidad. Solamente que hay que trabajar, forzar el día para que pueda ser.
  • Desplazamiento y alejamiento de otras pasiones (el poder, el juicio, la apropiación, el amor rechazado): Es cierto que las pasiones conviven. Pero la pasión por Jesús demanda que otras pasiones se vayan desplazando y alejándonos de ellas. La pasión del poder que quiere ponerse por encima del otro queda conjurada en los evangelios (Mt 20,20-28); lo mismo la pretensión de juicio (Mt 7,1-6), también la apropiación de la persona ajena (Mt 18,28) y responde con amor al amor rechazado (1 Cor 13,4-7). Estos trabajos son necesarios si se quiere que la pasión por Jesús no se agoste.
  • Trabajos de amparo apasionados: No nos ha de extrañar que el apasionado por Jesús traslade, como él, su pasión a la de amparar al frágil. Si no lo hiciéramos, nuestra pasión por Jesús quedaría en un mero buen deseo, algo vacío. No nos hace falta sino mirar a Jesús que vierte su desbordada pasión por el Dios de amor en formas de vida amparada para sus discípulos y para los frágiles sociales. Una pasión que genera amparo, así es la pasión por el Jesús evangélico.

 

e) Nos preguntamos:

 

1.  ¿Notas un cierto desinfle en nuestras comunidades? ¿A qué se deberá?

2.  ¿Cómo contagiarnos una pasión más viva por Jesús y su Evangelio?

3.  ¿Cómo ser ciudadano/a apasionado en una sociedad que, al parecer, pasa de todo?

 

 

 

 

 

 

 

 

6. Si creo en ti, en todo tiempo y lugar pediré, a silencios, a susurros, a voces, a gritos, el Espíritu que me transforme en ti, el amor que me haga uno contigo, hasta que me pierda en ti, hasta que tú, más que yo mismo, vivas en mí

 

a)  Introducción:

 

Aunque no lo parezca, estamos necesitados de mística. La mística no es una rareza para santos extraños. Es el bullir interior, el motivo por el que hacemos una cosa y no otra, eso de dentro que nos mueve en una dirección y no en otra, los dinamismos que obran por encima de la razón y que alimentan los sentimientos. Por eso mismo, en toda persona hay un místico/a, lo sepa o no. Debajo de la piel hay un mundo.

Hemos de creer, contra toda negación, que el amor nos puede cambiar. Hasta donde le dejemos. No es que el amor no tenga fuerza. Es que se acomoda a nuestros pasos históricos. Y si no dejamos, se bloquea. Pero si le dejamos, puede transformar muchas de nuestras vivencias. Descreer del amor es reconocer que estamos muertos. Negar la posibilidad de que el amor mejore nuestras perspectivas de vida es como aceptar que no merece la pena vivir y respirar.

         Yendo aún más al fondo: nosotros sabemos quienes somos (nuestra identidad) por cosas externas (tenemos un carnet, una partida de nacimiento, un lugar de nacimiento, una familia, una religión, una nacionalidad, etc.). Pero la verdad de lo que somos está definida por nuestros trabajos de amor: amas, eres alguien; no amas, no eres nadie, ha perdido la identidad. Por eso nos conviene tanto amar, para ser nosotros mismos, para ser alguien, para no pasar por la vida como fantasmas.

         Así entendemos que en la vida hay pérdidas que son ganancias y al revés. Porque las ganancias que no engendran amor (aunque engrosen la cuenta en la libreta del banco) no terminan por enriquecer la vida. Mientras que ciertas pérdidas (tiempo a favor del otro, ceder de mis derechos para que el otro pueda tener su parte, apearse de la razón para integrar al otro, abrir la puerta de la casa y del corazón para que el otro tenga algo de casa) pueden ser auténticas ganancias. Así lo experimentó y dijo el mismo Jesús (Mt 10,37-42).

Puede vivir Jesús en nosotros si andamos parecidas sendas de amor, al menos en cuanto podamos. Podemos reflejar a Jesús en nuestra vida si el amor al otro, sobre todo al frágil, cobra rostro en caminos concretos. Podemos ser de Jesús si hacemos lo que él hace (Mc 9,38-40).

En la última edición de los Goya la cantante Rosalía cantó una canción de los Chunguitos que dejó boquiabierta a la audiencia: “Si me das a elegir, me quedo contigo”. Esa es una canción de mística. Lo mismo que dice Agrelo cuando habla de “perderse en Jesús”. Estar perdido por él, eso es la mística de fondo, esa es la fuente de una fe viva, esa es la puerta por la que los débiles pueden entrar en nuestra vida.

 

b) La luz del Evangelio: Jn 13,34:

 

“Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; igual que os he amado yo, también vosotros amaos unos a otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: en que os tenéis amor entre vosotros”.

 

  • Por muy manida que haya llegado a ser esta frase del evangelio de Juan, hay que volver sobre ella porque ahí se encuentra el quid de la identidad cristiana y el de su mística. La repetición de las palabras puede llegar a desposeerlas de contenido. Por eso, hay que volver con renovado esfuerzo a tratar de entrar en la entraña del texto.
  • Es un texto testamentario (está en el discurso de despedida del EvJn). Eso quiere decir que, para el autor, tiene una importancia añadida. Además, porque interrumpe el decurso del relato, se deduce que el autor del evangelio ha querido meter ahí algo que para él era muy importante, aunque tenga que tomarlo de otra parte (de los círculos próximos a 1 Jn).
  • ¿Qué dice el texto? Que Jesús nos ha amado con un amor asimétrico y que ese tipo de amor es el que da identidad y mística al cristiano. ¿Qué es un amor asimétrico? Los humanos amamos simétricamente: te amo si tú me amas. La correspondencia en el amor. Pero muchas veces en la vida hay situaciones de asimetría (el niño pequeño, el desvalido, los frágiles sociales). ¿Se devuelve amor cuando no se recibe amor? Si es así, se es seguidor de Jesús; si no, no.
  • Transformarse en Jesús, perderse en él, vivir en él toma cuerpo y realidad cuando se ama asimétricamente. De lo contrario, nos arriesgamos a una mística vacía, a un seguimiento inexistente, a una fe de formas más que de contenidos. Es preciso ahondar aquí porque de lo contrario la mística cristiana más sublime es un “flatus vocis”, algo vacío, que se dice pero que no tiene contenido.

 

c)  La palabra que ahonda:

 

No nos cabe duda de que Agrelo es un místico.  Por eso él recomienda en su libro Desacato 157: “No apartes de Cristo tus ojos”. En ese mirar continuo está mucho del sentido de la fe y del dinamismo de la mística cristiana. Dice:

  • “Ya solo me interesa hablar de Cristo y de los que sufren. Los pobres son luz que necesito para acercarme a la verdad del hombre y Cristo es cuanto necesito para devolverle humanidad al hombre y para acercarme al misterio de Dios.
  • Dios no es aquel sobre quien se discute sino que es viento poderoso y libre que, si le dejas, te agarra, te empuja y te lleva.
  • Si quieres llegar hasta Jesús has de mantener los ojos fijos en él, en sus gozos y en sus sufrimientos. No apartes de Cristo tus ojos”.

 

d) Propuestas de vida:

 

  • Cambios en la relación: Ahí es donde se ha de verificar mejor si la mística cristiana va influyendo realmente en lo que somos. Si nuestra relación (sobre todo la cercana) no mejora, si percibimos que, con los años, somos más difíciles para la relación, el evangelio no ha hecho su obra. Si, por el contrario, somos cada vez más flexibles, más colaboradores, más respetuosos, más escuchadores, más entregados a lo común, más disfrutantes con los gozos del otro, el evangelio va haciendo su camino con nosotros.
  • Una mística de esperanza: La mística cristiana que se conforma-pierde-vive en Jesús es una mística de esperanza que ahuyenta toda visión negativa de la vida y que trata de ofrecer pequeños motivos de esperanza que hagan más llevadores los días de las personas, sobre todo de aquellas que lo pasan peor. Si el seguidor/a no genera esperanza no está en la mística de Jesús. Si logramos que el gris de la vida se torne un poco más luminoso, si ensanchamos el, a veces, estrecho horizonte de nuestras carencias, se comprueba entonces que andamos en la dirección de la mística de Jesús.
  • Un camino de evangelio en una sociedad secular: Un camino que tiene que ver más con la mística, con la espiritualidad, que con la religión. Hemos de olfatear esos movimientos sociales que anhelan espiritualidad. Olfatear y, quizá, sumarnos a ellos. Pueden hacernos bien y airear nuestra manera de vivir el hecho espiritual. El evangelio va en esa dirección porque Jesús conectó con la espiritualidad de los pobres más allá y fuera de los marcos del hecho religioso.
  • Con la gente espiritual: Siempre la ha habido y sigue habiéndola. Personas con una capacidad grande para ahondar en la mística cristiana. Gente de oración y de vida, de anhelo y de cercanía a los frágiles, de mirada a Jesús en las miradas del necesitado. Habríamos de apoyarles, animarles y ponernos en su órbita para que nos contagien ese dinamismo del cristianismo vivido con fuerza que necesitamos para que no nos carcoman el desaliento y la rutina.

 

e)  Nos preguntamos:

 

1.  ¿Nos suena a algo el que podemos ser personas místicas?

2.  ¿Cómo mantener vivo en nuestros grupos el anhelo de amar?

3.  ¿Crees que tiene algún valor el amor a sociedad?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

7. La fe en mi fe me ha llevado a suplantar sin escrúpulo el culto a Dios por el culto al dinero; a conjugar sin remordimiento la veneración de Cristo en la Eucaristía y su desprecio en los pobres; a guardar en el corazón odios en lugar de amor, ofensas en lugar de perdón, venganza en lugar de misericordia.

 

a) Introducción:

 

El caminar humano está lleno de incoherencias. Presumir de coherencia, de ser persona intachable, de no cometer ningún atropello es algo muy arriesgado. Con frecuencia vemos que, quien más se ufana de ser un dechado de moralidad  resulta que alberga incoherencias y hasta crímenes de calibre. No importaría ser incoherente con tal de que no queramos vender gato por libre y si estamos dispuestos a reconocer nuestro fallo y a pedir perdón.

Una de esas incoherencias profundas tiene que ver con la economía: decimos creer en un Dios que salva a los pobres, pero estos se hallan lejos de nuestra vida; proclamamos las bienaventuranzas, pero ponemos el grito en el cielo si alguien toca lo nuestro; leemos documentos sobre la solidaridad pero que no me vengan a decir que mi dinero tiene otros dueños además de mí. Hay que animarse al discernimiento; hay que aprestarse a cambios significativos, aunque sean pequeños.

Además, las incoherencias anidan en el estrato más profundo de nuestra persona. Qué duda cabe de que desearíamos vivir en amor porque el amor nos atrae. Pero no podemos desprendernos del odio pegajoso que acompaña muchas de nuestras maneras de ver a los otros. No cabe duda de que todos creemos que el perdón ennoblece a quien lo da y a quien lo recibe, pero no podemos despegarnos de las ofensas que se nos infieren y por eso las archivamos sine die.  Ya decía san Pablo que se encontraba “dividido” (Rom 7,14-25); como nosotros.

En el último sótano de nuestra alma, aunque nos conmueve la misericordia, el magma de la venganza está asentado desde antiguo, desde los umbrales de la infancia. Por eso recomendaba Pablo a los adultos de Roma “No os toméis la venganza” (Rom 12,19). Si esa incógnita no se despeja, hablar de seguimiento con Jesús es hablar ruso. Es preciso mirar esto de frente y no temer en ir “cortando” y recortando la incoherencia que nos hace más infelices.

 

b)La luz del evangelio: Mt 18,23-35:

 

“El reinado de Dios se parece a un rey que quiso saldar cuentas con sus empleados. Para empezar, le presentaron a uno que le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, con su mujer, sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara con eso. El empleado se echó a sus pies suplicándole: "Ten paciencia conmigo, que te lo pagaré todo". El señor, conmovido, dejó marcharse a aquel empleado, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado encontró a un compañero suyo que le debía algún dinero, lo agarró por el cuello y le decía apretando: "Págame lo que me debes". El compañero se echó a sus pies suplicándole: "Ten paciencia conmigo, que te lo pagaré". Pero él no quiso, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Al ver aquello sus compañeros, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor lo sucedido. Entonces el señor llamó al empleado y le dijo: -¡Miserable! Cuando me suplicaste te perdoné toda aquella deuda. ¿No era tu deber tener también compasión de tu compañero como yo la tuve de ti? Y su señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda su deuda. Pues lo mismo os tratará mi Padre del cielo si no perdonáis de corazón, cada uno a su hermano”.

 

  • Mt 18 dice que los verdaderos hijos del reino (4ª instrucción) son los que acompañan la vida de los débiles y los que albergan en su interior el perdón y la misericordia. Por eso pone esta parábola para indicar cómo ha de ser la disciplina comunitaria cuando las cosas no van bien: la situación no se arregla a base de excomuniones sino a base de perdón.
  • Esto queda claro en la contraposición de los dos personajes principales de la parábola aleccionando por vía negativa: no hay que ser como el que, una vez perdonado, y sin saber de misericordia (puro egoísmo), agarra del cuello a quien le debe una nimiedad. Esto lo comprende cualquiera.
  • Pero la parábola hubiera sido del todo desconcertante (las parábolas sirven para desconcertar y sacar de ahí una lección) si el rey hubiera perdonado al que no merecía perdón por su evidente egoísmo. ¿No se había puesto como frontispicio el principio de que había que perdonar setenta veces siete? Pues ¿cómo que al primer fallo se le niega el perdón? Esto indica que el anhelo de “venganza” está ahí (a todos nos parece bien la parábola). La coherencia del evangelio desbanca las incoherencias de nuestras posiciones evidentes.
  • Más aún: ¿no habrían tenido que implorar perdón por su compañero incoherente aquellos compañeros suyos que percibían tan de cerca el mal? ¿No habría tenido que ir a hablar con el egoísta en vez de irle con el cuento al rey? ¿No habrían tenido que mirar sus propias incoherencias y desde ahí tratar de revertir la situación? ¿O es que ellos sí se tienen por coherentes? ¿Lo son?

 

c)  La palabra que ahonda:

 

Los trabajos de la fe pueden ayudar a vivir en más coherencia o, no es poco, a asumir con paz y coraje las propias incoherencias. Por eso Agrelo dice “Ama a Dios y habitará en ti” (Descato 238). Es decir, la fe es una ayuda impagable para mejor el nivel de coherencia persona. Dice:

  • “Dichosos vosotros que por la fe habéis acogido en vuestra casa al Señor, dichosos los que honráis con el obsequio de vuestra hospitalidad, con la sencilla familiaridad de vuestra mesa.
  • Escuchando y creyendo en la Palabra y en los pobres es como los hijos de la Iglesia abrimos para Dios las puertas de nuestra vida y lo recibimos en nuestra casa.
  • Abrimos las puertas a Dios cuando guardamos en el corazón sus palabras, sus promesas, su memoria, su alabanza.
  • Cuando el hambriento, el sediento, el emigrante, el encarcelado, el enfermo encuentran cobijo en nuestra compasión, es a Dios a quien abrimos las puertas del corazón”.

 

d)Propuestas de vida:

 

  • Pacientes y tenaces: Ese es, quizá, el buen tratamiento para nuestras incoherencias. Pacientes para no sufrir en exceso al ver que anidan en nosotros fuerzas que no desearíamos tener. Tenaces para el discernimiento, para el control y, en la medida que se pueda, para la mejora de nuestros caminos. Y tener siempre a la mano la herramienta inmejorable del perdón, para darlo y para pedirlo. Y junto a él, la compasión como fuente que, ojalá, nunca deje de manar.
  • Una mirada nueva: El papa Francisco habla con frecuencia de ella cuando dice que hay que mirar al mundo con ojos nuevos (LS 96ss). También el interior habría de ser visto con una mirada nueva. De lo contrario, el egoísmo se anquilosa, las contradicciones envejecen, lo negativo echa raíz. Para mirar de modos renovados hay que apoyarse en la promesa de Jesús que habla de nacer de nuevo (Jn 3,5); hay que creer en ello como algo posible, siquiera en parte.
  • Eucaristías sociales: La eucaristía necesita más ingrediente social si no queremos que sea, solamente, un acto de culto desligado de la vida. Más ingrediente social en las oraciones, en las preces, en los signos, en la conexión con lo que ocurre en los azarosos caminos humanos. No perdería la celebración unción sino que se aumentaría la devoción al aumentar el componente humano.
  • Comunidades compasivas: Porque ahora está en boga el tema de las ciudades compasivas. Esta sociedad nuestra que nos parece tan inhumana anda buscando compasión que construya a la persona. Nuestros grupos y comunidades tendrían que hablar el lenguaje y los signos de la compasión de tal manera que quien anda buscando compasión no desespere en tal búsqueda y se anime a seguir ese cauce del corazón compasivo. Ya lo decía D. Bonhoeffer: el futuro de las comunidades cristianas es la oración, la justicia y la compasión.

 

e) Nos preguntamos:

 

1.  ¿Te parece que este tema del ser o no ser coherente necesita más elaboración?

2.  ¿Puedes decir cómo asimilas personalmente tus incoherencias?

3.  ¿Crees que la sociedad busca la compasión? Desvela signos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

8. Si creo en ti sacrificaré en el altar de mis ambiciones -de grandeza, de dominio, de poder, de riqueza- la paz que tú nos has ofrecido haciéndote pequeño con nosotros, pobre por nosotros.

 

a) Introducción:

 

La ambición no compone. Va pegada a nosotros como una sombra (Mt 19,27). No hay que temer reconocer esto. Lo importante es ver cómo se encaja y se trabaja. Todo el mundo tiene ambiciones, menos los difuntos. Y hasta cierto punto es bueno, porque puede ser un dinamismo de superación y de empuje. Lo malo es cuando la ambición se oculta y se disfraza para lograr propósitos cuestionables.

Una de las razones por las que la ambición hace su agosto es porque, desde niños, el egoísmo nos ha llevado a la certeza, una certeza que corrobora la sociedad, de que quien da pierde y quien recibe gana. El evangelio sostiene que dando, sirviendo, entregándose, también gana quien da (aunque se valores distintos a los que da). Es decir, la generosidad, el servicio, la entrega es una fuente de ganancias para la persona y eso habría de paliar los efectos de la ambición (Mc 9,35).

Más aún, el evangelio propone la mística de la generosidad como un freno al dinamismo de la ambición (Mt 20,1-16). De esa manera, la generosidad no es una mera virtud sino una fuerza primordial para transformar la ambición constitutiva en generosidad constituyente. El lenguaje de la generosidad se entiende y abre la puerta a otro tipo de relación donde la ambición no tiene nada que hacer y queda desnuda en sus perversas intenciones.

Creer en la fuerza de lo pequeño es lenguaje anti-ambición porque a la ambición le gusta lo grande, lo poderoso, lo que influye en las grandes decisiones. Pretende la ambición apabullar al pequeño, al frágil. Pero éste encierra dentro una fuerza que puede derribar a los poderosos (Lc 1,52). Y si la fuerza de los pocos se une, se organiza, se conjunta, su potencia es imparable y un verdadero dique a la ambición.

Por eso no es mala cosa aspirar a una vida ausente de ambición. Se atribuye a san Francisco un dicho que no es suyo, pero que es hermoso y que le pega bien: «Yo necesito pocas cosas y las pocas que necesito, las necesito poco». Reducir el ámbito de necesidades es una manera estupenda de controlar la ambición del corazón. Para el creyente, como para Jesús, es un principio inamovible que la vida vale más que los bienes y que estos son relativos, aunque los necesitemos para llevar una vida digna (Lc 12,14).

 

b)La luz del evangelio: Mt 20,20-24:

 

“Entonces se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos para rendirle homenaje y pedirle algo. Él le pregunto: - ¿Qué deseas? Contestó ella: - Dispón que cuando tú reines estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y el otro a tu izquierda. Pero Jesús replicó: - No sabéis lo que pedís: ¿sois capaces de pasar el trago que voy a pasar yo? Le contestaron: - Sí, lo somos. Él les dijo: - Mi trago lo pasaréis, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no está en mi mano concederlo más que a aquellos a los que mi Padre se lo tenga preparado. Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos”.

 

  • El tema aquí no es solamente la ambición sino, más al fondo, la idea del mesianismo que tienen los discípulos: creen en un mesías poderoso del que, si se está cerca de los puestos de mando, se puede sacar algo en limpio. La ambición deforma la realidad, impide ver el fondo.
  • Pero la escena es de descarada ambición. La petición se hace sin ningún pudor y en el egoísmo más palpable: para estos dos hijos míos; el resto ahí se las vea. La ambición como desentendimiento total del otro (ver esto en Lc 16,19-31: el ejemplar egoísmo del rico epulón).
  • Además de descarada es pretenciosa porque pide no un buen puesto sino los puestos principales de gobierno. No se da cuenta del ridículo que hace con ese tipo de pretensiones. La ambición tiene una carga de insensatez terrible.
  • La ambición está dispuesta a todo para lograr su propósito. ¿Hay que pasar el cáliz? Pues se pasa porque se cree que el cáliz es cosa menor en comparación con el poder y el dominio. Visión desenfocada de la realidad y del reino. Así es: no han entendido que el reino es servicio y entrega, lo contrario de la ambición.
  • Ser primero en el seguimiento es algo que conoce el Padre porque él sabe medir con la infinita entrega de amor con que se da a la historia. Él nos conoce y comprende de manera única (1 Cor 13,12).
  • No es de extrañar que los diez se indignen porque ellos están en la misma tesitura que los hijos del Zebedeo. La ambición divide a la comunidad si es que no se hace una renuncia explícita a estar por encima del otro, a medrar a costa de los demás.

 

c)  La palabra que ahonda:

 

Agrelo viene a decir en  Desacato 259 que hay que “desendiosarse” para poder servir, que hay que apearse de la idea de que el dinero poseído es la llave de todas las penurias. No, porque la ambición vicia la posibilidad de solidaridad de los bienes. Dice:

  • “Parados, hambrientos y esclavos son en realidad las víctimas que el dinero necesita para mantenerse erguido en su pedestal. El dinero endiosaso miente, esclaviza y mata.
  • Jesús funciona sin ambición. La Palabra se arrodilló a los pies de los pobres para curar enfermedades, iluminar oscuridades, expulsar demonios, abrir sepulcros, perdonar pecados, revelar el evangelio del amor.
  • Seamos como Jesús pan para los hambrientos de la tierra y, como él, nos desendiosemos para servir a los últimos”.

 

d)Propuestas de vida:

 

  • Ante las pobrezas: ni lírica ni menosprecio: Porque si hacemos lírica, poesía sensiblera, estamos ofendiendo a los pobres y sus duras situaciones de vida. Mirar las pobrezas demanda tratar de no hundirse ante la adversidad, intentar algún tipo de amparo, continuar siendo sensible al rostro cercano del frágil, organizarse lo mejor posible para ser más eficaz. Y por supuesto, no menospreciar las connotaciones negativas de los pobres, no culpabilizarlos, no echarles la carga que nosotros no queremos llevar. Y finalmente: no hacerlos víctimas de nuestras ambiciones.
  • Liberar a la comunidad cristiana de sus ambiciones: Porque estas anidan en todos los pliegues de su alma. ¿Cómo enseñar y aprender la evidencia evangélica de que la generosidad es el mejor camino para que la comunidad controle sus ambiciones? ¿Cómo entender que siendo generosa la comunidad es creíble y nunca al revés? ¿Con qué herramientas desnudar las ambiciones de los cristianos y con cuáles apaciguarlas, reconvertirlas?
  • Una clave social para frenar la ambición: decrecer: La profecía del decrecimiento nos viene del lado laico pero es una profecía profundamente evangélica: vivir con menos para vivir mejor. Hay que desarrugar el ceño: una vida cada vez más sujeta a sus límites necesarios esquivando el irracional consumo puede llevarnos a un nivel mayor de dicha vital y puede posibilitar un compartir que hoy se nos antoja muy difícil. Habría que comenzar por meros gestos para ir conformando un estilo de vida.
  • Cuidado y discernimiento ante ambiciones declaradas: Nuestra sociedad de hoy nos pone delante ambiciones declaradas (políticas, económicas). Es preciso discernir y ser cuidadosos, no darles adhesión al albur de la algarada popular, no abrazarlas sin hacer todos los distingos posibles, apelar a criterios evangélicos antes que a criterios del mero ambiente.

 

e) Nos preguntamos:

 

1.  ¿Te crees persona lejos de la ambición?

2.  ¿Qué efectos produce la ambición en la comunidad, en el grupo?

3.  ¿Por qué cuando hablamos de decrecimiento arrugamos el ceño?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

9. La fe en mi fe ha transformado tu evangelio en ideología desencarnada, y a ti, Jesús, Dios de carne y hueso, Dios y hombre verdadero, Dios discapacitado, Dios disminuido, Dios mendigo, Dios emigrante, Dios maltratado, Dios crucificado, te ha reducido a doctrina inocua, a imagen de madera, a rito que puedo cumplir sin complicarme la vida

 

a) Introducción:

 

Hay quien reniega de la ideología o, al menos, la cuestiona de frente, como aquí Agrelo (y nosotros también). Pero es que los humanos no podemos vivir sin ideología, sin pensamiento elaborado, sin referencias mentales. Lo malo del caso es cuando se llega a creer que las ideas son el centro, cuando, en realidad, el centro es el comportamiento, la vida. Por eso, la vida es más importante que las ideas, aunque estas nos son necesarias.

Algo de esto ha pasado en la fe cristiana: se ha sobrevalorado, vigilado, cultivado, la ideología, la ortodoxia. Pero ha pasado a un segundo lugar los estilos de vida, las acciones, los gestos, los planes de actuación, la ortopraxis. Jesús no es un hombre de ideas; no son extraordinarias las que hay en el evangelio. Pero, sin embargo, es una persona práctica, de caminos, de consuelos, de amparos, de abrazos, de palabras de bondad.

Es preciso volver a la ortopraxis, la relativización de las ideas y la potenciación de los planes de vida. Es preciso poner en cuarentena no a quien supuestamente conculca las ideas sino a quien no se comporta con los parámetros del comportamiento de Jesús. Hay que relativizar las ideas y no relativizar el amor, el servicio, la igualdad, la compasión, la generosidad.

A estas alturas de nuestra vida hay que descubrir en Jesús al Dios de carne y hueso, hombre verdadero, discapacitado, disminuido, mendigo, emigrante, maltratado, crucificado. No es para Dios ni para nosotros un empobrecimiento barajar este paradigma. El otro (omnipotente, eterno, salvador, redentor, etc.) ya vemos lo que nos ha traído.

Quizá no haya que elegir entre un Dios ideológico y un Dios entrañable. Tal vez necesitemos ambas cosas. Pero, dado que el aspecto entrañable ha sido menos subrayado, ahí habrá que hacer hincapié. De cualquier manera, y en el caso de Jesús, parece que prima más el Dios entrañable que se conmueve ante nuestra necesidad (Mt 23,37).

 

b)La luz del evangelio: Jn 13,6-10:

 

“Llegó a Simón Pedro y éste le dijo: -Señor, ¿lavarme los pies tú a mí? Jesús le replicó: -Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde. Pedro le dijo: -No me lavarás los pies jamás. Jesús le contestó: -Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo. Simón Pedro le dijo: -Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza. Jesús le dijo: Uno que se ha bañado totalmente no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está enteramente limpio”.

 

  • Pertenece este diálogo a la escena que llamamos lavatorio de los pies, propia del EvJn. Sería un diálogo innecesario para el decurso de la narración si saltamos del v.5 al 12. Pero, por lo que sea, el autor de Juan ha querido introducir esto para subrayar algo que, a su juicio, no quedaba del todo remarcado en la fuente que maneja Juan.
  • Lo que quiere subrayar, igual que el texto de la fuente, es el papel central del servicio en la espiritualidad evangélica: si sirves, eres seguidor/a; si no sirves, no lo eres. Esto, por el año 100, ya tan pronto, tiene el riesgo de quedar en un segundo plano. El texto quiere volverlo al primero.
  • A Pedro y los discípulos se les revolvían las tripas cuando Jesús se ponía a lavarles los pies (no lo habría hecho solo una vez). ¿Qué se podía esperar de un Mesías que lava pies? Por eso dice tajante: “jamás” (por los siglos de los siglos).
  • La respuesta de Jesús es educada pero fulminante: tú y yo no tenemos nada que ver, tú por tu camino y yo por el mío. No comprender a un Jesús que lava pies, a un Dios que se arrodilla ante ti (no tú que te arrodillas ante Dios) es quedar fuera del dinamismo de la fe evangélica.
  • Es la imagen de un Dios postrado, mendigando que entremos por el servicio, rebajado hasta tener que solicitar nuestra colaboración en la espiritualidad del servicio, sin gloria, sin brillo, socialmente humillado, tocando los pobres pies de un pobre. Una imagen para revolver a quienes rodean la realidad de Dios de luz, brillo y oro (Ap 3,20).

 

 

 

 

c)  La palabra que ahonda:

 

Cuando queremos descubrir una nueva perspectiva sobre Dios hay que percibir que, como dice Agrelo (Descato 237), Dios se toma su tiempo. Es bueno anhelar una imagen más vibrante de Dios, pero no lo hagamos a lo loco sino en la sensatez de una búsqueda de amor. Dice:

  • “Dios se toma su tiempo y eso hace del tiempo un sacramento del amor con que Dios cuida de todo, del poder con que hace justicia, de la indulgencia con que gobierna, de la autoridad soberana con que a todos perdona.
  • Dios se toma su tiempo y el tiempo se nos vuelve sacramento de la bondad de Dios, de su clemencia, de su misericordia.
  • Dios se toma su tiempo y eso quiere decir que Dios también tiene esperanza. Si acoges a Cristo Jesús, se estará cumpliendo en tu tiempo, en tu vida, la esperanza de Dios”.

 

d)Propuestas de vida:

 

  • Ojo con las ideologías que no modifican el camino vital: Porque son ideologías que se quedan en la cabeza, en el pensamiento, en los planteamientos ideológicos. Pero no bajan al corazón y no transforman la vida. Si, en nuestro caso, el evangelio no cambia algo nuestro comportamiento, es que se está convirtiendo en una ideología, en algo inoperante. Con el correr de los años habríamos de poder comprobar si el Evangelio va haciendo su obra o no.
  • Distinguir lo importante de lo accesorio: Ya que el mecanismo religioso pone, con frecuencia, la importancia en lo que es accesorio. Este tiene su valor; pero no es importante. Lo importante no es conseguir una ideología exquisita, sino quedar sobrecogido por el Dios que se pone a nuestros pies, por el Dios que nos lava los pies, por el servicio  al otro. Sigue siendo válido aquel aserto de J. Gaillot: “Una Iglesia que no sirve, no sirve para nada”. O, dicho positivamente: la fe es positiva cuando el servicio no es una mera consecuencia, sino su centro.
  • Una vida complicada: Si la fe no nos lleva a complicaciones de vida puede que sea una fe estéril en cierta medida. Si la cercanía al Evangelio no me acerca a situaciones y personas de una cierta complicación, no es la fe de quien se complicó totalmente por nosotros, Jesús. A este la fe en el valor del reino le hizo salir a los caminos, no quedarse en casa.
  • Humanizar a Dios: Es algo que a muchos cristianos le suena fatal, porque piensan que eso es rebajar a Dios. Sin embargo, la excesiva divinización que dimana de los dinamismos religiosos nos ha llevado a sacar a Dios de nuestros caminos, a no hacerle vecino de nuestro barrio, a no tomarlo como cimiento real de nuestra vida. Un Dios fuera nos ha hecho mucho daño porque, como dice Jn 14,23, está bien dentro, en el fondo de la existencia, en la raíz del ser.

 

e) Nos preguntamos:

 

1.  ¿Crees que es excesivo decir que hay que humanizar a Dios?

2.  ¿Tenemos habilidad en nuestra comunidad, en nuestro grupo, para distinguir entre lo importante y lo accesorio?

3.  ¿Nos cuesta manchar nuestras manos con el barro de la implicación en la suerte de los frágiles?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

10. Y mientras la fe en mi fe va diciendo que lo mío es mío y que todo lo necesito para mí, tú, Señor, a lomos de un borrico prestado, te dispones a darlo todo, a perderlo todo, a renunciar a todo porque los sedientos encuentren el agua, los hambrientos el pan, los ciegos la luz, los muertos la resurrección y la vida que necesitan y que eres tú

 

a) Introducción:

 

Es un axioma entre muchos cristianos el que dice: yo, con lo mío hago lo que quiero. El individualismo que es la base de nuestro pensamiento moderno y el egoísmo que considera lo propio como intocable nos han llevado a ello. Incluso más, si puedo arramblar con lo ajeno para hacerlo mío, lo haré. Porque el egoísmo llega a ser como el de los niños que todo lo quieren para ellos. Es lo que el papa Francisco llama “la conciencia aislada”: no entra nadie en mi horizonte, mi centro lo ocupo solamente yo (Lc 12,13-40). Es preciso tener a raya estos dinamismos que nos invaden.

Las religiones, siempre tirando a lo máximo, proponen darlo todo. Quizá haya que entender esto en modos procesuales: irlo dando poco a poco hasta donde se pueda llegar. Es un fuerte y continuo aprendizaje el de dar y, sobre todo, el de darse. Hay que estar aprendiéndolo hasta el último suspiro porque, de lo contrario, el centro egoísta tiende a dispersar a todo aquel que le viene a molestar. Ya lo hemos dicho, el evangelio sostiene la peregrina idea de que quien se da también salen ganando, aunque sea otras cosas distintas de las que da. En creer cosas como estas consiste y hace verdad nuestra adhesión al Jesús que lo dio todo (Mt 8,20).

La vida tiene sus paradojas: si se renuncia a la vida para ser vida de otros, se es también vida para sí mismo (Jn 12,25). Las personas más vivas por dentro son aquellas que se han entregado más, no las que se han reservado todo para sí. El egoísta vive menos; el generoso vive más en los otros y en sí mismo. Si tomamos todo esto por una ingenuidad es que aún no terminamos de conectar con el fondo del evangelio. Porque para este, se trata de certezas irrecusables.

La persona es un mendigo de la vida; siempre estamos necesitados de vida. Un mecanismo discutible para paliar esta necesidad es guardar lo mío para mí y, si puedo, lo de los demás. Pero ese mecanismo no colma las ansias de vida. La generosidad, el estar vuelto al otro, el olvido del mal, etc., son los caminos para abrirse al mejor camino de la vida. Esta es la manera de colmar el ansia de vida que late en nuestro corazón.

 

b)La luz del evangelio: Mc 10,46-52

 

“En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: – «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí.» Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más: – «Hijo de David, ten compasión de mí.» Jesús se detuvo y dijo: – «Llamadlo.» Llamaron al ciego, diciéndole: – «Ánimo, levántate, que te llama.» Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: – «¿Qué quieres que haga por ti?» El ciego le contestó: – «Maestro, que pueda ver.» Jesús le dijo: – «Anda, tu fe te ha curado.» Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino”.

 

  • Se inscribe este pasaje en el último viaje de Jesús a Jerusalén, poco antes de su entrada en la ciudad. Los verdaderos ciegos son los discípulos que acompañan desalentados al Jesús que se asoma al abismo. No comprenden el camino de la entrega; no ven ahí horizonte.
  • La gente quiere ver al Nazareno, al mesías potente, al que puede hacer un gesto de fuerza para la liberación. Todo un conjunto de ciegos: el del camino (donde no crece la semilla) que grita al Hijo de David (mesías poderoso), los discípulos, la gente.
  • La compasión que pide el ciego no solamente es por su ceguera física, sino también por la espiritual, esa manera de entender al mesías que no le abre a la vida, que no le sugiere los valores de la entrega. Tiene que aprender a darse.
  • En la pregunta “¿Qué quieres que haga por ti?” está retratado no solamente el Jesús de la compasión, sino el de la total entrega.  Es como si dijese: ¿Puedo hacer por ti algo más grande que subir a Jerusalén? ¿Qué es más grave en ti, tu ceguera física o la espiritual? De cualquier manera, viene a decir Jesús, yo estoy dispuesto a darte todo lo que puedo. Puedo valorar tu fe turbia hasta desear que se aclare más, hasta que la luz te ilumine y seas persona de luz. No es, pues, el mayor milagro devolver la ceguera, sino iluminar a la persona, ser luz de vida para el otro (ciego o vidente). Eso es lo que es Jesús para el del camino.
  • Por eso narrativamente es la vista corporal la que recobra, pero según el evangelio, es la luz, la orientación de vida lo mayor. Jesús da al lector del evangelio la posibilidad de vivir con luz. Ese es el fruto de su entrega generosa. Desde ahí hay que valorar su subida a Jerusalén de entonces y el acompañamiento a nuestra vida de ahora.

 

c)  La palabra que ahonda:

 

Habla Agrelo (Desacato 156) de la generosidad de Dios y de Jesús para que los pobres (nosotros también) vivan. Dice:

  • “Si consideramos la verdad de nuestra comunión con Cristo, entonces, desde el corazón y los labios del creyente, sube hasta el cielo un canto de alabanza, porque en Cristo la misericordia nos ha alcanzado, la bondad nos ha rodeado, la compasión nos ha purificado, el amor nos ha recreado, la salvación nos ha ungido con un óleo de alegría.
  • Cada uno aprende con Cristo a transformar los desiertos, en los que la humanidad muere, en un paraíso en el que a todos se ofrece la vida.
  • Aprendemos con Cristo a bajar por amor hasta los pobres, hoy aprendemos a obedecer por amor la Palabra del Señor, hoy aprendemos a dar la vida por quienes no vivirían, si nosotros no les amásemos”.

 

 

 

 

d)Propuestas de vida:

 

  • Los avances sociales, avances evangélicos: No son únicamente avances humanos: entroncan con el fondo del evangelio. Los avances en sanidad, en educación, en distribución de la renta, en amparo social apuntan al fondo mismo del evangelio que no es otros sino el socorro y la dicha de todos, principalmente de los frágiles sociales. Es preciso tener esto en cuenta para valorar correctamente la sociedad a la que pertenecemos.
  • Renuncias que aportan vida: Podemos decir que el mundo se sostiene realmente en las entregas que no demandan contrapartida. Llegamos a pensar que es la economía el cimiento de nuestra sociedad. Pero no es así, sin las entregas silenciosas que no se publicitan el edificio de lo humano se habría derrumbado. Dice una leyenda judía que el mundo está sustentado por treinta y seis justos. Quizá tenga parte de razón.
  • Creyentes por la compasión: No tanto por nuestra adhesión a las verdades. Ya dice J. Sobrino que de Jesús atraía ante todo su compasión y que desde ella entiende a la persona y a Dios. Un Jesús sin compasión no sería el Jesús evangélico. De ahí que la medida de nuestra fe en él ha de darla la compasión, no la doctrina.
  • Apóstoles del gusto por la vida: Ya que más allá de las evidentes limitaciones de la vida, vivir es una suerte inmensa, poder participar de esta trayectoria es un signo evidente, el mayor, del amor del padre a nosotros. Por eso, como decía el Hno. Roger, habríamos de ser apóstoles del gusto por la vida, personas que agradecen cada día el don sagrado que es vivir y respirar.

 

e) Nos preguntamos:

 

1.  ¿Percibo que voy avanzando en el camino de la entrega? Poner ejemplos.

2.  ¿Podría decirse que tu comunidad, tu grupo, es una comunidad compasiva?

3.  ¿Amamos la sociedad en la que vivimos?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

11. Hoy, mientras mi fe, orgullosa, satisfecha y descreída, va diciendo que los pobres se queden donde están, que no apesten la sala de nuestro banquete, que no den el espectáculo de morir en nuestras calles, a la puerta de nuestras casas, tú, en la eucaristía, nos muestras tu cuerpo repartido, tu sangre derramada, todo tú perdido en el abismo de mi necesidad: ¡Todo tú entregado porque nos amas!

 

a) Introducción:

 

Para nuestra sorpresa, vemos que hoy hay gobernantes que se dicen cristianos que proponen, sencillamente, excluir a los pobres (aunque, por otra parte, los necesitemos). Un gobernante que excluye no es cristiano, aunque él diga que lo es y que lo hace precisamente por salvar las raíces cristianas. No deberíamos darles nunca nuestro apoyo. Pero hay también muchos de nosotros que no hemos elaborado una espiritualidad de inclusión porque eso supone dejar de ser el centro de todo, incluir en nuestro horizonte la realidad ajena, salir de nuestra autorreferencialidad.  Es necesario un despojo que crea que poniendo al otro en el propio centro, sale uno ganando (Mc 9,35).

         Los pobres y las pobrezas están, con frecuencia, lejos de la eucaristía. A una eucaristía que le faltan esas realidades le falta el corazón y se instala en el rito. Una eucaristía sin justicia no es la cena de Jesús. Comer “indignamente” el pan lleva a la condenación, decía san Pablo (1 Cor 11,27). Esa indignidad es la de la lejanía de la justicia, la despreocupación de si los pobres están conectados o no a la celebración de la cena del Señor.

         Hemos de desear mantener, de por vida, las entrañas sensibles a la necesidad ajena. Hay mil motivos, e incluso razones, para desistir de ello (los pobres no son santos). Pero hacernos inmunes a las pobrezas, mirar para otro lado como si no las viéramos, aducir que bastante tenemos con lo nuestro, son síntomas que indican que se nos secan las entrañas. ¿Podríamos entender a un Jesús de entrañas secas ante las necesidades ajenas? (Jn 11,38-57).

         Por lírico que parezca, el anhelo de inclusión tiene que tener como cimiento el amor al otro, incluso el amor social. No es razón última nuestra fe (viene después). Es haber llegado a un grado de amor social que hace que uno no se vuelva a tras del deber ético de socorrer al débil (Mt 9,36). No es el mejor cimiento el hecho religioso, sino el simple amor a la persona (la religión sirve para empujar en esa dirección, para hacer los trabajaos de inclusión con mayor fuerza).

 

b)La luz del evangelio: Mt 22,1-14:

 

“De nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: — «El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: “Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda”. Los invitados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; otros agarraron a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: “La boda está preparada, pero los invitados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encuentren invítenlos a la boda”. Los criados salieron a los límites de las propiedades y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de invitados. Cuando el rey entró a saludar a los invitados, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?”. El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los sirvientes: “Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes”. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos».

 

  • El texto se incluye en la enseñanza en Jerusalén cuando el último viaje de Jesús a la ciudad. El contexto es de una indudable dureza: no se acepta el plan del reino. Los ligados a la espiritualidad legalista se enrocan en su posición: serán los excluidos quienes capten la propuesta.
  • La figura del rey es dura (colérico, vengativo, asesino, excluyente). No es la más apropiada para los perfiles del Padre que Jesús ha mostrado. Quizá el desasosiego que provoca el rechazo del reino es el que motiva esta clase figuras que no hay que imitar ni valorar positivamente. La misma invitación que se hace a los pobres es desde el desasosiego, no desde la mera generosidad. No es imitable.
  • La parábola hubiera quedado estupendamente con su tesis incluyente: una sala de banquete que se llena de desarrapados, de los que andan en los límites de las propiedades, de gentes que no tienen que mostrar su buena moralidad ni su saneada economía para entrar.
  • Pero no, Mt o quien sea ha añadido los vv.11-14 que siempre han hecho dificultad de lectura porque contradice la teoría de la inclusión de los pobres. Los comentadores hablan “interpretación libertina” (Bonnard) la que pretende que todo el mundo entra en el banquete mostrando como credencial su mera necesidad. Alguien ha dicho: no, no entra cualquiera, hay que entrar con el vestido adecuado, guardando unas normas, respetando unos principios. Y si no, fuera de mala manera (atados de pies y manos). Es decir, ya en el 90 se tiene claro que en el reino hay normas, leyes y que no se puede incluir a todo el mundo. La utopía de la inclusión de Jesús ha durado poco. Pero eso no le resta valor

 

c)  La palabra que ahonda:

 

Agrelo dice (Descato 280) que no puede haber inclusión si no escucha desde el dolor de las víctimas. Dice:

  • “Es necesario escuchar desde la necesidad y el dolor de las víctimas, desde el caos en el que todas ellas deambulan, como si sus vidas y su mundo ya no formasen parte de la creación de Dios.
  • Necesitamos escuchar profecía y evangelio desde el no-mundo de los pobres, desde la noche de los crucificados, desde el árbol seco de los malditos, desde la angustia de los excluidos de la paz, desde el temblor de hombres, mujeres y niños entregados a la intemperie de una tierra informe y vacía”.
  • Solo quienes lo han perdido todo, Jesús de Nazaret el primero y con él todos los excluidos de la creación y devueltos al caos, solo ellos pueden reconocer a Dios en su todo y poner en su Creador toda esperanza de ser”.

 

d)Propuestas de vida:

 

  • Economía de inclusión: De ello habla el papa Francisco: “Así como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad” (LS 53). Todos tenemos que ver con esto. No es cosa solamente de políticos y economistas. Mucho del asunto está en nuestro tejado, en el interior de nuestra casa.
  • Visibilidad e inclusión: Hacer visibles a los pobres “invisibles” es un gran paso para la inclusión (película Campeones). Pero luego hay que dotar de medios a los frágiles para que intenten salir de su situación. Es que no es solo cuestión de conmoverse, sino de moverse. Todo lo que se haga para que las instancias públicas pongan más medios para remediar la inclusión es tarea evangélica. Y si algo está en nuestra mano, habrá que hacerlo.
  • Un sitio en nuestra mesa: La inclusión demanda el que quien aún no se sienta en el banquete de la vida tenga un sitio en él. Son muchas personas las que están en esa situación. Hay que comenzar por una cuestión “espiritual”: creer que esos excluidos son sujetos de derechos, como yo. Y luego seguir por hacer gestos significativos de inclusión. Un gesto vale, a veces, más que muchas leyes.
  • Segundas oportunidades: El evangelio, lo sabemos, es un libro de segundas oportunidades. Muchas veces los frágiles desaprovechan la oportunidad. En tal caso, no conviene cerrarse y decir que no aprovecharon la cosa en su momento. Tragándose el propio “orgullo” es preciso hacer una segunda oferta (y quizá una tercera), sin terminar de cansarse. Jesús tampoco se cansó de nosotros o de sus amigos, aunque hubiera motivos.

 

e) Nos preguntamos:

 

1.  ¿La inclusión nos produce más temor que alegría?

2.  ¿Qué gestos de inclusión puede hacer una comunidad o grupo cristiano?

3.  ¿Cómo colaborar a que las instancias públicas pongan medios que generen más inclusión?

 

 

 

 

 

 

12.  El mundo te necesita, Jesús; la humanidad te necesita; los pobres te necesitamos: Ayúdame a perder la fe en mi fe. ¡Enséñame a creer en ti!

 

 

a) Introducción:

 

Por mucho que sea el materialismo en que vivimos y del que hacemos parte, el mundo está necesitado de espiritualidad. No somos solamente lo de fuera. Tenemos algo debajo de la piel. La interioridad es un componente de la estructura humana. Por ello, de formas muy diversas, buscamos la espiritualidad, eso más allá de las cosas, aunque la busquemos a través de las cosas. Sin esa búsqueda, la vida pierde su sentido y si no hay sentido, todo se oscurece.

Por eso podemos decir que de alguna manera, más allá de valoraciones religiosas, la sociedad está necesitada de evangelio, de la espiritualidad del evangelio que es una espiritualidad básica, primordial, como de cimiento de la vida. Quizá crea la sociedad que no está tan necesitada de formas religiosas, pero busca, vive y aprecia los valores de fondo del evangelio, aunque a veces parezca que los escarnece.

Quizá pueda la sociedad recrear nuestra fe cuando viene a decirnos que nos hace falta una fe algo menos religiosa y un poco más social. La persona religiosa se siente incómoda, pero la mezcla entre amor social y amor a Jesús puede generar caminos de vida creyente alternativos, proféticos, con otra mística dentro.

De cualquier manera, la mejor forma de aprender la fe es no cansarse de mirar a Jesús allá donde se hace más presente: en los evangelios. Rumiarlos, desmenuzarlos, trabajarlos línea a línea puede ser una foco de luz que ilumine nuestros pasos y les dé sensatez y conexión con el hoy.

 

b)La luz del Evangelio: Mc 1,35-38

 

“Se levantó de madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se marchó a un lugar solitario y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron en su busca y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca». Él les respondió: «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido». Así recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios”.

 

  • El texto se inscribe en los pasos iniciales del evangelio en donde se describe el reino de Dios y sus características. Tras el entusiasmo popular por lo vivido en Cafarnaún (curaciones) se intenta retener a un Jesús que intenta alejarse del ruido que le quiere convertir en mesías de poder no en mesías de gratuidad.
  • Los discípulos se suman a ese fervor popular. Simón y los que estaban con él se suman a esa tendencia. No entienden todavía los planteamientos básicos del reino. Y les costará mucho entenderlos.
  • En ese “¡Todo el mundo te busca!” está incluido un anhelo, siquiera oscuro y difuso, de espiritualidad, de deseo de Jesús (también algo de un cierto reproche). Es una búsqueda muy limitada, muy mezclada con intereses. Tendrá que purificarse, pero se ha visto en Jesús algo que no aparece en los demás: la intuición de un Dios a favor de los humildes.
  • Jesús rechaza el planteamiento del mesianismo potente y propone ir “a otra parte”, al exilio de una idea potente y religiosa de Dios, a las afueras de una fe despojada y al servicio del frágil. Él “ha salido” para eso. Quien quiera ir con él tendrá que entender la vida como donación y entrega.

 

c)  La palabra que ahonda:

 

No cabe duda de que para Agrelo los dos grandes valores son el Padre (con Jesús) y los pobres. Por eso confiesa su fe diciendo “Para mí, eres siempre Jesús” (Desacato  227). Dice:

 

  • “Te llamo, Jesús. Palabra que me sabe a Dios y a salvación. En tu pequeñez se refugia la mía. A tus pies se serenan los latidos del corazón inquieto. Sé que se enciende una luz en mi noche, sé que dejas tu mano en la mía.
  • Te me vuelves pastor, de amores tan loco que das la vida por las ovejas y también eres puerta por la que se puede entrar y salir confiadamente.
  • La fe me recuerda que eres luz que entra en mis ojos ciegos y deja que asome el misterio de lo que hay dentro de mí para mirar el enigma del mundo que se me ha dado para que lo cultivase.
  • La fe me recuerda que tú eres la fuente misteriosa que se ha dado a los sedientos para que apaguemos nuestra sed de agua viva.”.

 

d)Propuestas de vida:

 

  • Hondas necesidades: No hemos de creer que únicamente necesitamos bienes económicos para vivir. Los necesitamos sí, no hay que darle vueltas. Pero también hay necesidad de alegría, de justicia, de equidad, de compasión, de fuego interior, de sentido, de aprecio y respeto, de discernimiento. Son bienes “materiales” porque hacen parte de la “materia” que somos, de la verdad de la persona. Hondas necesidades que demandan ser saciadas.
  • Una ciudad espiritual: La ciudad secular es de más calidad humana si es una ciudad espiritual, del mismo modo que lo es si es más culta, más sana, más convivencial. De ahí que las aportaciones espirituales a la ciudad (incluida la oración) son una especie de beneficio social.
  • Salir a la sociedad con cabeza: No de una forma fanática y descontextualizada. No estamos en épocas de prédicas extrañas. No aportan casi nada. La “cabeza” de la misión no solamente las formas, sino también los contenidos que han de conectar con lo social para que sean lenguaje de hoy.
  • Contagiar a Jesús: Y hacerlo desde la propia experiencia, con modos amables y cálidos, con maneras que intentan que se correspondan con un estilo de vida. No hacerlo desde fríos planteamientos religiosos porque eso produce lejanía, cuando no rechazo. Hablar de él porque abunda en el corazón; hablar de él en el lenguaje de la cordialidad, la compasión y la solidaridad.

 

e) Nos preguntamos:

 

1.  ¿Vives la experiencia de Jesús de manera creativa y entusiasta?

2.  ¿Viven nuestros grupos y comunidades un estilo de fe realmente alegre?

3.  ¿Cómo contribuir a la creación de un estilo de sociedad más espiritual?

Andar por caminos azarosos

 

Retiro de Adviento 2018

 

 

ANDANDO POR CAMINOS AZAROSOS

 

         No resulta difícil detectar entre los cristianos de base la sensación de que estamos abrumados. Cada día los periódicos nos sacuden con un terremoto que afecta a personas y situaciones muy sensibles de la comunidad cristiana. A la mañana siguiente, una nueva sacudida. No es fácil vivir “como si no”, porque al pasar la página, tienes un nuevo episodio que te deja perplejo.

         Va ser verdad aquello de quien dice que la historia de la Iglesia es la historia de sus múltiples naufragios. Pero, ya desde el principio, queremos apelar a la esperanza y viene a la memoria aquel dicho, harto citado, que se atribuye a Séneca: «El buen piloto, aun con la vela rota y desarmado y todo, repara las reliquias de su nave para seguir su ruta»[1].

         Gran gesto de resistencia es recoger los despojos para seguir adelante. Pero hay que preguntarse hacia dónde. O, al menos, hay que hacerse a la idea de que es hora de caminos azarosos, de que estamos en medio del temporal, envueltos en la niebla y que es preciso mantener la fe en que, tras ella, el sol brilla con todo su esplendor.

         Por eso nos preguntamos si el Adviento, tiempo de ahondamiento, no podría ser entendido como un manual para andar en tiempo de caminos azarosos, para recorrer sin parálisis, sin amargura, sin excusas, sin engaños, el tiempo tumultuoso en el que estamos envueltos. A ver si va a resultar que, como dice la física cuántica, el caos es una fuerza que se autoorganiza, que hay sendas ocultas bajo los nubarrones más oscuros.

 

1. Aprendamos de los animales

 

         Así lo dice Job 12,7a: “Pregunta a las bestias y te instruirán”. Algo nuevo está surgiendo en la conciencia ciudadana: los animales nos pueden enseñar. Con “descaro”, hay muchos que confiesan que su perro o su gato tienen “derechos animales” y que no ven por qué no puede, por ejemplo, bañarse en la misma playa que los humanos, si resulta que son de la familia. O hay personas, el mismo Papa Francisco entre ellos, que citan al Catecismo en aquel pasaje: «es contrario a la dignidad humana hacer sufrir inútilmente a los animales y sacrificar sin necesidad sus vidas»[2]. Contrario  a la dignidad humana, algo sorprendente. Por eso vemos plantados a los “animalistas” en las puertas de las plazas de toros. Y tienen todas las de ganar. Si no, a los años.

         Pues bien, resulta que la ONU, a petición de Bolivia, ha declarado el 2018, “Año de los camélidos” por la contribución y servicio de estos animales a amplias comunidades de países en vías de desarrollo. El lector común comenzará preguntándose, para empezar, ¿quiénes son los camélidos? Son animales que andan por la tierra desde hace más de medio millón de años, o sea, muchísimos más que los humanos. Tienen, por longevidad, muchos derechos adquiridos. Hoy han quedado reducidos a cinco especies: los camellos (dos jorobas), los dromedarios (una joroba), las llamas, las vicuñas y los guanacos. Son varios millones de ejemplares y están presentes en noventa países del mundo[3].

         ¿Y por qué los traemos a colación en esta reflexión sobre el Adviento? Porque lo que nos enseñan estos animales puede sernos de mucha utilidad para andar nuestros azarosos caminos actuales. Todos destacan la evidencia de que estos mamíferos han aprendido a vivir en entornos hostiles y por eso son insólitamente resistentes. Aprender de ellos la resistencia es una lección actual porque ante muchas situaciones sociales y religiosas se demanda hoy una resistencia que no es terquedad, sino hermana de la fidelidad y pariente de la correosidad necesaria para apechugar con situaciones difíciles.

         Además, estos animales están dotados por la naturaleza de una generosidad enorme ya que proporcionan a los humanos transporte, carne, leche, fibras, fertilizantes orgánicos, etc. Se dirá que lo hacen por domesticación, es decir, de manera impuesta. Pero de hecho lo hacen. Y sus demandas, de comida, buen trato, etc., son demandas calladas. Una generosidad mezclada a una humildad natural que hace que su generosidad tenga que ser valorada. Para transitar los caminos azarosos de hoy, la generosidad sigue siendo moneda en curso.

Son longevos, lo que hace que su “servicio” lo disfruten varias generaciones[4]. De ahí se puede aprender algo que resulta difícil a los humanos: ver que su camino de hoy tiene que ver con las generaciones futuras. Dice el Papa Francisco que «cada comunidad puede tomar de la bondad de la tierra lo que necesita para su supervivencia, pero también tiene el deber de protegerla y de garantizar la continuidad de su fertilidad para las generaciones futuras»[5]. En esa “bondad de la tierra” participan los camélidos. Transitar los azarosos caminos humanos sin pensar en quienes vendrán detrás resulta de un egoísmo que cada vez tiene menos lugar en la sociedad actual.

Son altivos sin desdén. Basta ver la peculiar marcha de los camellos o el porte elegante de llamas, alpacas y guanacos. El recurso a la belleza es una lección imprescindible para transitar por caminos azarosos muchas veces entenebrecidos por lo peor del corazón humano.

No han tenido un reconocimiento por parte de las religiones que hubieron debido valorar más su aportación al camino humano. En la Biblia, por ejemplo, el camello que sustituyó a los asnos en el comercio de las caravanas y no tiene muy buena prensa a pesar de que se lo ligue a la reina de Saba[6] y a la imagen de una gran hacienda[7]. «Como la pezuña partida de este ‘rumiante’ está recubierta por una zapata de asta, es declarado impuro (Lev 11,4)»[8]. Es decir, generoso en sus servicios y no por ello reconocido. Es una especie de profecía de la vida de quien quiera andar hoy por caminos azarosos sin ahogarse.

 

2. Salmos para un camino azaroso

 

         Pero quien desee hoy recabar espiritualidad para andar los caminos azarosos en que nos ha situado el momento presente, además de a criaturas como los camélidos, puede recurrir a la fuente de espiritualidad cristiana que son los Evangelios. Jesús ha sido un hombre de caminos, no de escuela. Es en los caminos donde ha ido aprendiendo el querer de Dios sobre su vida. En los caminos donde ha encontrado el corazón humano, herido a veces, gozoso otras.

         Uno de los caminos que los sinópticos subrayan es el que anda Jesús con sus discípulos hacia Jerusalén en los últimos días de su vida. Marcos lo dice de manera escueta: «Iban por el camino, subiendo a Jerusalén, y Jesús iba delante; ellos estaban desconcertados y los que le seguían iban con miedo». Una cordada de desalentados y de atemorizados de la que Jesús tira como puede.

         Y quizá, para encontrar aliento en la hora de la máxima azarosidad, del temblor más profundo, Jesús recurrió a lo que había aprendido: mientras subía a Jerusalén cantaba los “salmos de las subidas” (Salmos 120-135), esa colección de hermosos cantos que el Salterio ha reportado fielmente. El canto sostiene al corazón que desfallece, de tal manera que se puede cantar en medio de las lágrimas y en el temblor del miedo. ¿Podría el cristiano de hoy recabar de esas viejas plegarias el ánimo y apoyo que necesita en una hora difícil como ésta? ¿Podría, como los camélidos, remugar la vieja hierba de los salmos y sacarle nuevo jugo? ¿Podría ser ánimo para hoy el mismo ánimo de Jesús que lee los salmos? Intentemos leerlos desde Jesús (leeremos los dos primeros) y desde los discípulos cuyo miedo circulaba a sus anchas por encima de sus cabezas y se metía en las venas:

  • El Salmo 120 hablaba de estar “guardados” por Dios: Por eso se nos hizo clara la pregunta del viejo canto: “¿De dónde nos vendrá el auxilio?". ¿Quién nos amparará ahora que nos sentimos tan desvalidos, tan en la rama cortada? Y la respuesta nos la daba el mismo salmo: “El auxilio nos viene del Señor, el que hizo el cielo y la tierra”. El que cuida de todo, nos cuidará; el que sostiene todo, nos sostendrá; el que cuida de los pájaros y de los lirios, nos cuidará. “El auxilio nos viene del Señor”, repetíamos una y otra vez. Las gargantas se desataron y más allá de las lágrimas repetíamos: el auxilio nos viene del Señor. No nos dejará en el desamparo, no nos soltará de la mano, aunque no lo sintamos, aunque nos parezca que está lejos y en silencio, aunque creamos que nos abandona.
  • El Sal 121 era un manual para encontrar la paz perdida: A quienes veníamos de la aldea, Jerusalén nos deslumbraba. Hoy os parecería a vosotros un humilde lugar, pero a nosotros nos parecía maravillosa. La llamábamos “la hermosa”. Aun hoy día, tan maltrecha, para muchos de los judíos sigue siendo así. Por eso, en lugar de defenderla con paz, la envuelven en guerras. Así les va. Pero ella nos contagiaba la paz. Dentro de ella había paz. Por eso, le deseábamos la paz. Siempre nos había faltado. Por eso la deseábamos tanto. Un corazón pacificado era lo que nos hacía falta. Por eso, nuestro canto era una oración: Danos paz en estas horas de turbulencias grandes. Que no nos abandone la paz.

Toda una mística útil para andar caminos azarosos, una fuente de luz para los pasos perdidos en lo oscuro. Quien recorre tales caminos ha de saber que sus días están guardados y que el amparo del Padre está ahí, aunque se sienta lejos. Quien anda por caminos azarosos defiende el credo de la esperanza y se agarra a la paz por encima de las lágrimas. Quien sabe de sendas tortuosas experimenta que nadie es rechazado por su debilidad y que puede haber cambios por mucho que el horizonte este ennegrecido de nubes amenazantes. Sabe también que, viviendo lejos de la culpa y del temor, la vida puede ser humildemente fecunda. Además, mantiene la certeza de que el bien será quien tenga la última palabra y que la justicia terminará por brillar bajo el sol. Y quien recorre estas sendas se apoya en la comunidad, por frágil que sea, y trabaja tercamente por reorientar sus deseos.

 

3. Nuestros azarosos caminos de hoy

 

         Cada época tiene sus sendas difíciles. La nuestra no está exenta de ellas. Es preciso encajarlas con buen ánimo sin ceder a lamentos que no conducen a la acción, sin caer en el amodorramiento de quien vive “como si no”, y sabiendo que de las tormentas también se puede salir fortalecido. Veamos con la mayor paz posible los azarosos caminos en que se mueve hoy la comunidad cristiana.

-         El primero de ellos es el cataclismo de la pederastia en los sacerdotes de la Iglesia católica, porque ya no son casos aislados, sino una auténtica hecatombe. Como tal la están viviendo muchos cristianos que enmudecen de estupor. Y su pregunta “¿cómo es posible?” cae en un silencio denso como el plomo. La comunidad de fe tiene que acoger este descalabro que afecta a todos, no solamente a quien ha delinquido. De una u otra manera, todos estamos implicados y lavarse las manos culpabilizando solamente a los imputados es demasiado fácil. Este difícil camino se anda: colaborando en todo con la justicia; no encubriendo ni siquiera en base a secretos de confesión que no habrían de regir cuando median delitos; preguntándose, como lo hacen tantas voces, por la pertinencia del celibato obligatorio; nombrando dirigentes no por su influencia social o mediática, sino por la calidad de su vida y, sobre todo, poniéndose al lado de las víctimas en su injusta herida y satisfaciéndolas todo lo que se pueda en su demanda de justicia. Quien anda este camino con dolor y con paz, sabe que la Iglesia, por suerte, es mucho más que eso, pero porque la ama, ha de encajar con humanidad también esto con todas las consecuencias y sabiendo que “llega tarde”[9].

-         El camino extraño de una oposición al Papa que se organiza porque, probablemente, no es solo que no les guste la persona del Papa, sino que no les cuadra la posibilidad de una Iglesia otra, abierta a la sociedad de hoy. Son personas, personajes de la Iglesia incluso, que tienen una visión anclada en el pasado, como hay personas que miran atrás cuando piensan su modelo de sociedad. Quien anda este camino ha de ser ampliamente tolerante, pero firme en la convicción de que la semilla del Evangelio de siempre está destinada a un campo de hoy, no a uno de hace cincuenta años. Por eso mismo, aun a costa de ser contrariados, caminan en la senda de la renovación y aspiran con paz a modos renovados de Iglesia, a un nuevo Concilio, a una iglesia menos clerical y menos proselitista, a una iglesia más del pueblo, más de todos[10].

-         El camino agobiante de la sequía vocacional que, en general, persiste y se acentúa (no es un “cuento chino”, como dice el Papa Francisco). Porque vamos aprendiendo que el cometido principal de los consagrados de hoy es vivir con humanidad y gozo su consagración, hasta donde den las fuerzas. Y si la vida religiosa y sacerdotal ha de sufrir cambios fuertes, que los va a sufrir, saber estar ahí como quien vive una fiesta de plenitud y como quien sabe que el gozo del reino no depende tanto del número cuanto de la adhesión a Jesús. Y se vive esto sin hacer de la necesidad virtud y sin doblegarse a las aves de mal agüero que censuran a la vida religiosa o maldicen de ella por su irrelevancia.

-         El camino de quien quiere abandonar, de la apostasía creciente porque es síntoma de otra apostasía más amplia, de la que hablan las encuestas, aunque esta segunda no termine en una salida por la puerta de atrás de la Iglesia. Quien anda este camino le duele que se vayan porque, en parte, se van a causa nuestra. Le duele que se vayan pero, antes que den el portazo, les dicen que siempre habrá un sitio para ellos si deciden volver y que, quizá, ese sitio sea mejor, más humano, que el que la religión tradicional les ha deparado[11].

-         El camino más sutil de la sequía profética,  porque quizá no es que no haya profetas, sino que no encontramos los creyentes el lenguaje adecuado para hablar a la persona de hoy de la hermosura de la fe, para decir a la sociedad actual que Dios es amor y solamente amor. Quien anda este camino aprecia a los profetas aunque el sistema, incluso el eclesiástico, los margine y censure. Sabe que sus profecías de hoy han de constituir la espiritualidad del mañana. Quien recorre esta senda desearía que los profetas marginados fueran reconocidos[12]. Pero, si no lo son, sigue apreciando su profecía con paz.

-         El camino sutil, pero evidente, de la desafección con la institución eclesiástica. Porque, quizá, se lo ha ganado a pulso y ha generado una herejía emocional más decisiva que la suma de todas las herejías en la historia de la fe. Quien anda este camino no está por el corporativismo, pero ayuda a ampliar el concepto de Iglesia para no centrarlo todo en las actuaciones de los dirigentes. Y aun así, trata de valorar los positivo de tales actuaciones y a tales personas porque a veces, para gozo suyo, se aúnan jerarquía y profecía[13].

-         Finalmente el camino cada día más sangrante de la enorme dificultad para incorporar a la mujer con todos sus derechos en la vida de la comunidad cristiana. Quien anda estos caminos acoge con dolor las manifestaciones clericales que abren una puerta y, a renglón seguido, la cierran. Pero mantiene viva la certeza de que el futuro es de ellas y por eso mismo aprovecha todos los resquicios posibles para, con paz, estar ahí y volver, una y mil veces, sobre el incuestionable derecho que le asiste[14].

 

4. Valores para itinerantes de los caminos azarosos

 

         ¿Cuáles serían los valores esenciales de quienes quieren andar con humanidad y fe, incluso con elegancia camellesca, estos caminos azarosos? Describamos los más imprescindibles:

  • Humildad esencial: Que es algo más hondo que la humillación y el sonrojo. Se trata de descabalgar de la superioridad, de la conciencia de que somos un estamento más honorable, pues somos como todos. Se trata de aprender a ponerse en la fila del vecindario como cualquier ciudadano. Se trata aún de renunciar a adoctrinar al personal sabiendo que, lo más que se puede hacer, es ofrecer con sencillez, si hubiere ocasión, las experiencias de la propia fe. Muchos de los males que afligen a la comunidad cristiana vienen del lado de un orgullo secular que nada tiene que ver con el Evangelio 
  • Resistencia pacífica: Porque una resistencia meramente beligerante no da buenos resultados y no conecta con el perfil pacificador de Jesús. Pero, eso sí, resistencia. No ceder ante quienes pretenden una Iglesia vuelta hacia atrás; no ceder ante quienes relativizan las consecuencias de nuestros caminos azarosos de hoy; no ceder ante quienes perpetuar las sendas clericales de siempre; no ceder ante leyes y normas que esconden un irrefrenable ansia de poder.
  • Resiliencia vigorosa: Para creer en un futuro mejor, más evangélico, como lo intuía el sacerdote Ratzinger en 1969: «El futuro de la Iglesia puede venir y vendrá también hoy sólo de la fuerza de quienes tienen raíces profundas y viven de la plenitud pura de su fe. El futuro no vendrá de quienes sólo dan recetas. No vendrá de quienes sólo se adaptan al instante actual. No vendrá de quienes sólo critican a los demás y se toman a sí mismos como medida infalible». Creer en palabras como éstas, aunque quien las pronunció las relativizara mucho una vez llegado al papado. Tener por cierto que de esta enorme tormenta que sacude a la Iglesia saldremos fortalecidos, purificados, renovados, cambiados.
  • Control del tigre que llevamos dentro: Porque todos lo llevamos, porque hay un fondo oscuro en nuestra estructura personal[15]. Control no tanto a base de normas y mecanismos coercitivos, sino, sobre todo, con formación saludable e inculturada, con medios paliativos para la enfermedad del propio ser, con aprendizajes prácticos sobre la dignidad de toda persona. Controlar ese tigre con sinceridad básica, con aceptación de los propios límites, con el reconocimiento rápido de la propia debilidad y con la luz y taquígrafos de una vida que puede ser débil, pero que no quiere ser hipócrita.

 

Conclusión

 

         No es el Adviento un tiempo para renovar planteamientos y frases religiosas románticas que carecen de contenido. Es tiempo “fuerte” porque nos empuja fuertemente a encarar la realidad desde la fe y desde la vida. Por eso mismo, vivir el Adviento cíclicamente, como lo “que toca”, es empobrecerlo y hacerlo prácticamente inútil.

         Además, quien quiera alimentar su espiritualidad ha de aprovechar las enseñanzas no solamente de la fe, sino de la misma creación, de la vida. Por eso mismo, los ignorados camélidos con todos sus valores, pueden ser punto de partida, la Palabra en los salmos de las subidas, salmos para el camino, fuente de inspiración y las sendas de la vida lugar de encuentro.

         El tiempo de Adviento de este año puede ser una circunstancia óptima para volver a recuperar la humildad esencial, la resistencia pacífica y la resiliencia vigorosa. No hay tiempos malos para la espiritualidad cristiana cuando se mantiene vivo el anhelo y la esperanza.

         La Navidad es misterio de encarnación en el hoy concreto de la persona. Si este hoy está urdido en la dificultad es en esa dificultad donde se encarna la presencia viva de Jesús. Por eso mismo, al Adviento y la Navidad empujan a amar esa realidad tal como es y a vivirla en humanidad, dignidad y amor. Esto, no prescribe.

 

 

Son tiempos difíciles.

¡Mantén la calma!

Son tiempos de esclavitud.

¡Mantén la libertad de espíritu!

Son tiempos de rapacidad.

¡Mantente generoso!

Mira hacia tu interior,

con serenidad, sin rencor alguno,

seguro de tus propias fuerzas:

el águila, allí,

vuela más alta que los buitres.

 

(R. ARGULLOLL, Poema,  Ed. Acantilado, Barcelona 2017, 729)

 



[1] Citado en J. A. MARINA, La lucha por la dignidad. Teoría de la felicidad política, Ed. Taurus, Barcelona, 2000, 13.

[2] LS’ 130 (CIC 2417).

[3] La mayor concentración de camellos dromedarios en Europa está en Fuerteventura; unos 300 ejemplares de camellos principalmente para uso turístico.

[4] Un camello puede vivir 50 años.

[5] LS’ 67.

[6] Cf 1 Re 10,2.

[7] Cf Job 1,3.  La leyenda popular de los reyes magos los ha incorporado como elemento decorativo.

[8] D. LUCIANI, Los animales en la Biblia,  Ed. Verbo Divino, Estella 2018, 11.

[9] S. MELGUIZO, “El Papa Francisco: "La pederastia es una enfermedad que la Iglesia ha afrontado con retraso", en El Mundo 21-9-17.

[10] EG 268-274

[11] Cf J. LORENZO, “Apóstatas: crónica de un desamor”, en Vida Nueva, 14-9-18.

[12] Muchos cristianos desearían que H. Küng fuera rehabilitado por su indudable contribución al desarrollo de la teología.

[13] En figuras como las de los obispos S. Agrelo, J.J.Aguirre y otros.

[14] Cf A. SEGUÍ, “Instrucción Cor orans”, en https://aventurarlavida.wordpress.com.

[15] Como lo deja ver claramente el mismo Pablo en Rom 7,14ss.

DE ALDEA EN ALDEA

 

 

DE ALDEA EN ALDEA

Los caminos políticos del Evangelio

(Notas para una semana de reflexión y diálogo)

 

 

Introducción

 

         Hay que reconocer que cuando, en muchos temas concretos, se trata de preguntas que se hacen a los Evangelios (por ejemplo la cuestión política) entramos en una nebulosa. Por muy agudos que sean nuestros análisis, se tiene la impresión de que no damos con el quid. La disparidad de opiniones de los biblistas es la prueba evidente. La ausencia de datos ajenos a los Evangelios con los que contrastar las cosas es total.

         Hay gente que lo ha visto claro: F. BELO (Lectura materialista del Evangelio de Marcos) tiene por cierto que los Evangelios son libros políticos desviados al terreno religioso. O. CULLMAN (Jesús y los revolucionarios de su tiempo) hace de Jesús prácticamente un celote de la época. C. TÓIBÍN (El testamento de María) sostiene que fueron los discípulos quienes arrastraron a Jesús al terreno político y a su perdición.

         ¿Es inútil, entonces, tratar de rastrear los caminos políticos del Evangelio? Se puede rastrear y se puede sacar luz, siempre que se sea modesto en las pretensiones y que, al final, se oriente la posible luz sobre las actitudes personales, comunitarias y sociales. Preguntarse únicamente para enterarse daría poco juego; preguntarse para intuir caminos de conducta, esa sería la buena postura. Si la reflexión y el diálogo salen potenciados habremos logrado algo; si lo hacemos con mesura, mejor.

         Dice Lc 8,1 que Jesús iba proclamando “de aldea en aldea” el reinado de Dios. En esos reductos de la intolerancia política que eran las “aldeas” es donde Jesús muestra su posición política de un reino de Dios que es la sociedad nueva, igualitaria, fraterna. Quizá nos sea útil acercarse a esos ámbitos “oscuros” a través de las líneas del Evangelio.

         En Hech 20,11 se dice que los cristianos hablaban de Jesús “hasta el alba”. En esas conversaciones largas aprendieron a Jesús. Quizá ese cauce pueda ser también interesante para nosotros.

 

I. DE LA CLASE DE LOS OLVIDADOS

 

         La evidencia de que Jesús pertenece a la clase de los empobrecidos es total. El moderno fenómeno de las clases medias no existía en aquella época. Los pobres eran la mayoría, los ricos, como siempre, una minoría. La pobreza iba unida al analfabetismo, a la falta de salud, a la mala alimentación. La media de edad no superaba los 25 años.

         Pero dentro de la pobreza había también niveles.  Los más bajos de la pirámide social (según la pirámide de Lenski) eran los mendigos, viudas, esclavos, enfermos crónicos, huérfanos, etc. que malvivían desechados de la sociedad. Por encima de ellos están los peones, los agricultores sin tierra propia, etc. Ahí está Jesús. En la parte de abajo, aunque no abajo del todo. Pasar al fondo era, a veces, lo normal.

         Esta pertenencia troquela el interior de la persona. Es ahí donde se engendra el ansia de liberación y la amargura de la pertenencia a un ámbito social del que es prácticamente imposible escapar (el escape de la cultura queda descartado). Este es el telón de fondo.

 

1. Texto inicial: Lc 2,22-24:

 

         “Cuando llegó el tiempo de que se purificasen conforme a la Ley de Moisés, llevaron al niño a la ciudad de Jerusalén para presentarlo al Señor (tal como está prescrito en la Ley del Señor: Todo primogénito varón será consagrado al Señor) y ofrecer un sacrificio (conforme a lo mandado en la Ley del Señor: Un par de tórtolas o dos pichones)”.

 

  • El rescate de los primogénitos, prescrito por la Ley hasta para los animales, se solucionaba con el pago de cinco monedas al templo. En el texto de Lc el acento está puesto sobre la purificación (de María y de José). Esa ceremonia no se conoce ni en el AT ni en los textos judíos. Lc se la saca de la manga.
  • Lo que nos interesa es que se ofrecen  dos tórtolas o dos pichones, una ofrenda de una familia que no puede ofrecer un cordero porque ni tiene tierra donde criarlo. Las tórtolas podía ser salvajes. O sea: es la ofrenda de los más pobres, de la clase de abajo.
  • Pero más que lo económico, lo que cuenta es otra variable: ser pobre es estar indefenso y expuesto a perder el estatus del nacimiento, porque siempre hay posibilidad de descender más en la escala social. Lo que hace a una persona pobre es más el infortunio social que el económico. En el caso de Jesús se trata de una persona de economía frágil y estatus social amenazado de pérdida total.
  • ¿Cómo influyó en el imaginario de Jesús esta situación social? ¿Cómo fue elaborando el paradigma del trato con las pobrezas desde esta experiencia de pobre? ¿Cómo pudo elaborar la amargura y la rebeldía de la pobreza, o la sumisión y aceptación pasiva a la que le podía haber llevado? ¿Cómo influye esto en la visión de la sociedad que él tiene, en la comprensión del hecho político? ¿La opción de clase es en Jesús algo elaborado o una ineludible vivencia personal?

 

2. Reflexión:

 

a)   Lo ineludible del componente político: El seguimiento con Jesús, como decía J.B.Metz, tiene dos ingredientes: el componente místico y el político. Pero tal vez estén, por tradición religiosa, descompensados: se lleva el gato al agua el componente místico (aunque en realidad sea una mística “religiosa” más que espiritual). Si esto fuera así, habría que trabajar más el componente político. Y habría que hacerlo en toda su amplitud, no solamente en el tema de opción de partido. Asuntos como la amistad cívica, la participación ciudadana, las responsabilidades fiscales, etc. habrían de estar sobre la mesa. Que cada uno resuelva esto a su manera está indicando que la comunidad no funciona como tal en este aspecto. El sempiterno recurso a que no hemos sido educados para esto, con ser verdad, no parece suficiente. 

b)   El estatus social: una experiencia primigenia: Los que somos ya muy adultos provenimos de una España que fue pobre. No hay que olvidarlo. Y en ese marco muchos de nosotros hemos elaborado, consciente o inconscientemente, nuestra experiencia de estatus social. Ha sido una experiencia primigenia. El modo de elaboración ha sido dispar: escapar de un estatus bajo y abrazar uno más alto, cosa que nos ofrecía la organización religiosa; ampliar el estatus por vía de acercamiento a quien está más arriba; mezclar anhelos de opción por estatus sencillos sin abandonar el deseo y la práctica de estatus altos; perseverar en el estatus inicial retrabajando evangélica y espiritualmente los componentes; llegar a elaborar la tendencia como una vocación sentida. La pluralidad de opciones, la conexión de unas con otras está demandando una clarificación.

c)   Amargura, dialéctica, transformación: Sería, quizá, interesante medir el dinamismo personal que cada uno utiliza para enfocar el tema. Podría ser: a) una cierta “amargura” no elaborada del todo contra los de las clases pudientes, al ver que no se pertenece a ellas, aunque la cosa nos “tire”; b) una cierta dialéctica que busca la confrontación aunque casi siempre sea más de palabra que de obra; c) un deseo y un trabajo por la transformación social que lleve, de hecho, a una sociedad más igualitaria (lo que conlleva la promoción del frágil y el control del fuerte para desbancarlo, en la medida de lo posible, de sus posiciones de poder).

d)   ¿Está la opción de clase desfasada?: Muchos dicen que esto es volver a mayo del 68 y que las herramientas de análisis de corte marxista están ya en el baúl de los recuerdos, después de la caída del muro. Y que, por tanto, espiritualidades como las de la teología de la liberación son un arcaísmo. Pero resulta que los pobres sigue ahí, los desheredados siguen llamando a nuestras puertas, los descartados tienen sus defensores (como el papa Francisco), los desplazados, aunque no los veamos, están sobre la tierra (el campo rohinyá de Kutupalong en Bangladesh tiene más de 700.000 acampados, sin identidad, sin patria, sin salud, sin alimentación, sin agua, sin letrinas, etc). Es decir, póngaseles el adjetivo que se quiera, pero las clases están ahí. La de los superpudientes (esas 8 personas que concentran más poder que 3.600 millones de personas, según Oxfam) y las otras.  Y quien diga que las clases han desaparecido es que está en un lado o tiende hacia él. No hay ningún pobre que lo diga. Merece la pena, al menos, reflexionarlo.

 

3. Para el diálogo:

 

  • La posibilidad de una opción de clase: Si se considera la cosa desfasada, no hay nada que hablar. Si aún se le ve la punta a la cosa, ¿tiene la VR posibilidad de elaborar una mentalidad cercana a la clase social de los empobrecidos? ¿O es sólo retórica? ¿Cómo enfocar el desclasamiento que, quizá más en otras épocas que en esta, ha conllevado la VR? ¿Cuál es la “tendencia” de nuestras comunidades: hacia los que están bien o hacia lo que están mal?
  • Las relaciones con las clases sociales: La comunidad religiosa ha de preguntarse cómo se relaciona con las diversas clases sociales, cuáles son sus amistades, quién se sienta a su mesa, cuáles son sus anhelos (aunque, hoy por hoy, no se puedan realizar). ¿Es realmente cierto eso de que las VR se relaciona con todos? ¿Cuál es la presencia real de los frágiles sociales en nuestras comunidades? ¿Cómo elabora la VR eso del papa Francisco de estar con los “descartados”?
  • Clasismo dentro de la VR: La VR, quizá antes más que ahora, reflejaba la misma o parecida estratificación social que la que veíamos en la sociedad. ¿Es cuestión de otra época o existen vestigios todavía que hay que pulir? ¿Cómo convivir fraternamente personas de visiones políticas dispares? ¿Es la mejor solución no tocar el asunto?
  • La elaboración del componente político de la vida: Quizá impere en la VR un apoliticismo que no lo es tanto porque, en general, la VR se escora a la derecha. El componente político, incluso la visión política expresa del país, se elabora en las “cavernas” de nuestras casas. La información que reciben las comunidades, en general, proviene prensa y radio de la derecha más marcada. El discernimiento en torno a temas políticos es casi nulo (de no ser que se haga con seglares). ¿Hay posibilidad real de revertir esta tendencia? ¿O hay que dejar la cosa por imposible, por el bien de la paz? ¿Hay experiencias de conexión y participación en ámbitos de pensamiento político o simplemente nuestra opción se concreta en el voto que emitimos cuando toca?

 

II. ERA UN TEKTON

 

         Que las opciones de vida, las maneras de pensar e, incluso, la ideología política dependan mucho del oficio que haga cada uno, es una obviedad. Que los oficios de la mayor parte de la población en tiempos de Jesús, mayoría de analfabetos y de no cualificados, haya de ser un tipo de trabajo manual, otra. Que las revoluciones sociales, aunque sean promovidas por intelectuales, cobran fuerza histórica cuando “el proletariado” (así se decía antes) se moviliza, una tercera.

         Por otra parte, todo lo laboral, como lo familiar, etc., está enmarcado en la sociedad de Jesús en el marco global de sociedades con base en el honor. El honor es el estatus que alguien reclama de la comunidad, junto con el necesario reconocimiento de tal pretensión por parte de los demás. El honor sirve así para indicar la posición social, que capacita a las personas para tener tratos con sus superiores, iguales o inferiores en los correctos términos definidos por la sociedad.

         Es fácil pensar que los trabajos manuales de la base de la pirámide social rozaban, en muchos casos, el deshonor. Por lógica, eso habría de contribuir a definir el paradigma de comprensión política de la realidad. Parece desprenderse de muchos pasajes del Evangelio (como por ejemplo Lc 16,19-31) que con los ricos no hay nada que hacer. Van a lo suyo. Un cambio social ha de conllevar algún tratamiento del asunto (alejamiento, cuestionamiento del almacenamiento, etc.).  ¿Contempla el Evangelio la revolución social en sentido estricto, técnico? Creemos que es pedir demasiado.

 

1. Texto inicial: Mc 6,3:

 

“¿No es éste el tekton, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas (Tomás) y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él”. 

 

  • Un tekton es un obrero, un peón, que trabaja en asuntos de madera y de piedra. Uno sin tierra propia que, para sobrevivir, se ve urgido a trabajar en obras públicas, generalmente, en los entramados de madera (entonces no había hormigón armado) y en cantería. Obrero de la construcción de modo general, ya que la especialización de hoy no se daba tan fácilmente entonces.
    • En tiempo de Jesús se hicieron muchas obras públicas donde se empleó el campesinado en tierras de galilea (Cesarea marítima, Séforis). Todavía se conservan ruinas de las magníficas construcciones. Que Jesús trabajase en ello es altamente probable. Lo que cuesta más explicar es por qué Jesús ofrece el reino en las aldeas, lejos de estas ciudades  (que no aparecen en los Evangelios).
    • El trabajo agrícola también puede ser contemplado (de ahí las muchas parábolas de aire rural). La “industria” del pescado que había en torno al lago, lo mismo. De hecho, algunos de sus discípulos estaban en el negocio de la pesca.
    • Es cosa curiosa que, desde muy pronto, hay quien ha visto esto de Jesús fuera un tekton, un peón manual, como un desdoro. Celso lo usaba para denigrar a Jesús y Orígenes le respondía que en ninguna parte del Evangelio se dice que Jesús hubiera sido obrero manual (se ve que no había leído bien los textos). Entre los judíos no era así: uno de los deberes del padre era enseñar un oficio manual a sus hijos; los mismos maestros de la ley debían saber un oficio manual para no vivir del texto sagrado (san Pablo, fariseo, dice que era fabricante de tiendas de campaña y que trabajó de ello, según Hech 18,13).

 

2. Reflexión:

 

a)   Ampliación del concepto de proletariado: El “viejo” concepto de proletariado se ha ampliado y muchas personas, con oficios liberales altamente cualificados, se consideran trabajadores. Quizá el concepto haya de guiarse más que por el tipo de trabajo por la sensibilidad e ideología de quien realiza una tarea. En ese sentido, habrá que medir la proletariedad de los trabajos que realiza la VR por la ideología que manejan al hacerlo sus componentes: ¿Qué piensan del trabajo? ¿Cómo enfocan la relación pobres-ricos? ¿Qué aspiraciones laborales manejan? ¿Cómo se organizan en el uso del dinero fruto del trabajo?

b)   Tipología del trabajo: Hasta ahora los esquemas eran o manual o intelectual. Esto tiene muchas fisuras. ¿Por qué no implantar otras tipologías? Trabajo hecho en favor de los demás o a beneficio del sistema o institución; trabajo de provecho económico o trabajo de provecho humano; trabajo alienante o trabajo que lleva a la profundidad; trabajo que conecta con el hecho social o trabajo que no tiene en cuenta para nada el hecho social; trabajo que lleva a una conciencia de trabajador o trabajo que destruye esa conciencia de trabajador; trabajo que se pospone al disfrute o que se antepone al disfrute; trabajos que apuntan a la economía o trabajos que apuntan al amor (por extraño que parezca).

c)   Trabajo e ideología: Parece fuera de duda que el trabajo engendra ideología, la que sea, y que esa ideología depende del tipo de trabajo, de su contexto, de su remuneración económica o no, de su situación en el campo de la honorabilidad social. De ahí que si se quiere lograr una ideología política determinada, el trabajo ha de ir lo más en consonancia posible con ella. Pretender una ideología política aquilatada sin discernir sobre el trabajo (incluso aunque se esté fuera del paradigma social, aunque se sea jubilado).

d)   ¿Revolución o reorientación?: ¿Qué se pretende cuando se pone en conexión la ideología política y el trabajo? ¿Una revolución o una reorientación? Muchos han pretendido lo primero, con diversos resultados (negar que los ha habido ni es exacto ni es justo). Podría pretenderse una reorientación: aquella ideología que, en conexión con una vida de trabajo seria y humana, va optando por el sueño y la utopía de una sociedad igualitaria, fraterna, donde los bienes estén repartidos en modos lo más correctos posible. La ideología política unida al tema del reparto ha tenido y tiene muchas dificultades. Pero quizá ahí esté uno de los quid de la cuestión.

 

3. Para el diálogo:

 

  • Cuestionamiento del trabajo en la VR: No cabe duda de que la VR recibe un cuestionamiento directo sobre el trabajo, quizá más que por su cantidad, por orientación. Dice J. M. Castillo que no puede entender que los gestores de la riqueza se formen en centros educativos de los profesionales de la pobreza. Y algo parecido podría decirse de otras áreas (sanidad, etc.). El cuestionamiento viene, en gran parte, por causa del componente político de la VR: a tal componente, tal estilo de trabajo. ¿Persiste hoy esta clase de cuestionamientos? ¿Ves otros que podrían ser puestos sobre la mesa?
  • El trabajo como medida de vigor en la VR: Siempre se ha alabado a quien, en la VR, es persona trabajadora. Se ha hecho un axioma en muchas comunidades religiosas (sobre todo de mujeres) que la VR no nos ha enseñado sino a trabajar. Por eso cuando una persona en la VR es destinada a una comunidad en la que no se le dice concretamente qué trabajo va a realizar, se encuentra “perdida”. Habrá que medir el alcance exacto de estos sentimientos. Pero el trabajo, con ser importante, decisivo si se quiere, no puede ser el único parámetro, ni siquiera el más importante, del vigor de la VR. ¿Qué otros parámetros habrían de manejarse?
  • Alejamiento del trabajo manual (y dependencia de otros trabajadores) en la VR: Esto lo va imponiendo la situación de las comunidades: cada vez dependemos más de personas que trabajen para nosotros y, lógicamente, tanto por edad como por situación de vida, el alejamiento del mundo del trabajo manual (necesario absolutamente para la vida) queda más lejos. ¿Es correcto este comportamiento? ¿Habría que ponerle algunas variables que lo hagan más en consonancia con la opción de vida comunitaria?
  • Sintonía con los intereses de los trabajadores: Quizá el mundo clásico de los trabajadores esté en declive por el mismo declive de los sindicatos tradicionales que tratan de renovarse en el sentido dentro de un marco de sociedad nueva. Pero no se puede dudar que ese mundo maneja una ideología de izquierdas, solidaria, reivindicativa, etc. Los mismos grupos de trabajadores cristianos que aún existen lo ven así. ¿Qué tipo de ideología genera nuestro trabajo en la VR? ¿Hay acercamientos positivos con aquella ideología? ¿Hay acciones concretas, aunque sean sencillas?

 

III. DESVENTAJAS DE SER GALILEO

 

         Todos lo sabemos: la Galilea, la tierra de Jesús, alejada del centro que era Jerusalén y tierra de paso hacia el medio oriente , siempre tuvo fama de revoltosa políticamente. Por eso, ser galileo era una desventaja. Aunque está comprobado que en los años públicos de la vida de Jesús no hubo ninguna clase de celotismo armado (fuera de alguna pequeña revuelta o el terrorismo urbano de los sicarios), Galilea era patria de Judas el Galileo, el fundador del celotismo, aquel que decía que era mejor la muerte por la libertad que estar sometido al yugo de Roma. Aunque terminó mal, su semilla quedó sembrada. Y cuando la guerra judía, hacia el 70, volvió a aparecer con fuerza, aunque Jesús ya hacía mucho que había muerto. Pero ser galileo y ser revoltoso parece que eran cosas relativamente próximas.

         La Galilea, al norte, parece que era una sociedad más abierta, más “romana”. De hecho, los gobernadores vivían allí. Y se trasladaban a la hosca Judea únicamente para controlar las revueltas. Para eso se había construido la torre Antonia. Pero vivir, vivían en el norte.

La misma comprensión de la Ley en Galilea parecía algo espuria, ya que los grandes maestros estaban en Jerusalén.

         Se puede suponer que la mentalidad política de los galileos era más flexible y “avanzada” que la de los “fachas” de Jerusalén. Hay que tener, claro está, la diferencia de mentalidad entre los habitantes de las ciudades galileas y los de las aldeas, seguramente más conservadores. Jesús era de una aldea. Y en aquel tiempo, donde se nacía se pacía. Aunque él “viajara”.

 

1. Texto inicial: Mt 26,73:

 

         “Pedro estaba sentado fuera, en el patio; se le acercó una criada y le dijo: -Tú también andabas con Jesús el galileo…Al poco rato se acercaron los que estaban por allá y le dijeron:  -Tú también eres de ellos; se te nota en el habla”.

 

  • Jesús hablaba arameo occidental: El arameo era como el inglés de la época. Había matices. Jesús habló arameo occidental, una variante del arameo. Todavía se habla en la localidad siria de Malula. Que Jesús tenga un habla específica lo sitúa en el camino humano. Que no fuera la lengua oficial de la religión (el hebreo), ni del imperio (el latín) ni de la sabiduría (el griego), sino una lengua marginal, puesto esto en conexión con el imaginario político, quizá esté indicando que sus opciones estaban marcadas por la marginalidad, ya que la lengua conforma decisivamente la estructura mental y vital de la persona.
  • No es un texto legendario: El texto de las negaciones de Pedro no es un texto legendario ya que no se ve cuál podría ser el origen cultual o apologético de un texto semejante. Por ello habrá que tomar por una certeza que la lengua de Jesús en conjunción con su ser galileo lo situaba en un contexto político determinado: el de los rebeldes galileos a los que había que someter o, cuando menos, despreciar. Construir un imaginario político desde la marginación es algo que Jesús ha padecido. Hay que preguntarse si lo han de “padecer” sus seguidores/as.
  • Una promesa no cumplida: Muy en consonancia con los valores mediterráneos de la época, Pedro practica el engaño para conservar su honor e independencia frente a los desafíos. Mentir a otros sobre su relación con Jesús no sería considerado una mala acción. El problema es que Jesús le había anunciado a Pedro que se comportaría de ese modo, aunque el apóstol había insistido en lo contrario. Lo que resulta vergonzoso para Pedro es el hecho de no haber cumplido la palabra de honor dada a Jesús en presencia de los demás. En este caso, la legua aramea es la que establece los criterios de verdad. La manera de hablar delata el interior, descubre los planteamientos personales y políticos: se abandona al que habla como yo.
  • “Porque el habla de ti evidente te hace”: Esta es la traducción literal de la expresión griega. Se subraya la evidencia. La manera de habla evidencia lo que eres. Algo parecido ocurre en los conceptos políticos: la manera de hablar delata enseguida los posicionamientos ideológicos. ¿Tenía Pedro la misma orientación política que Jesús aunque hablara la misma lengua? ¿O pensaban diferente? ¿Cómo integra, por ejemplo, la ambición (según Mt 19,27) que Jesús no tiene?

 

2. Reflexión:

 

a)   Maneras de hablar e ideología política: Ya lo hemos dicho: las maneras de hablar denotan la posición política. Las maneras duras, descalificadoras, exageradas, que solamente subrayan lo negativo de una actuación política, están indicando la desafección,  cuando no el menosprecio. Otras maneras desvelan la voluntad de tolerar todo, hasta lo que resulta intolerable, con tal de estar siempre del lado de aquella posición por la que se ha optado a priori y contra toda posible crítica. Hay que decir que una manera humana, razona y cordial de hablar de la política no merma, para nada, las posiciones que uno tiene derecho a tomar y desde ahí es posible conectar con quien tiene otras maneras de enfocar el tema.

b)   ¿Un problema de comunicación?: El componente político, como todos los valores importantes de la vida, conllevan un problema de comunicación. Habrá que esforzarse en hacerse entender lo mejor posible por el otro, sobre todo por quien piensa distinto. Por eso mismo, el diálogo continuado debería ser herramienta imprescindible para la elaboración (si no es posible la solución) de los conflictos políticos. El fracaso no es no haber llegado a una solución, sino no haberse sentado a hablar.

c)   Aprendizajes lingüísticos: Si las posiciones políticas de las personas están tan ligadas a la lengua, hay que decir que los aprendizajes lingüísticos son muy útiles para la comprensión de la ideología política. Detestarlos, denostarlos, cerrarse en banda a ellos es el mejor modo de cerrarse a la comprensión global del problema político. Para “sentir” ciertas posiciones lingüísticas, es preciso “sentir” el idioma, valorarlo y, si se puede. gustarlos, es decir, hablarlos.

d)   Aprendizajes culturales: Quizá no sea posible aprender la lengua porque, tal vez, ya no tenemos edad para ello. Pero eso se puede suplir, en parte, por los aprendizajes culturales: maneras de comer, de viajar, de vestir, de celebrar los ritos sociales y religiosos, de entender la creación artística, de valorar los modos familiares. Todo esto moldea el imaginario político.

 

3. Para el diálogo:

 

  • Mejorar la manera de hablar de política en la VR: No cabe duda que las comunidades, en general, tienen por delante tarea para hablar mejor de los políticos en general, de ciertos políticos en concreto, de hermanas que manifiestan sus posiciones políticas. Hablar mejor no solucionará las discrepancias (si es que deben ser solucionadas) pero puede abrir una pequeña puerta al entendimiento. ¿Es realmente este un problema en la vida diaria de las comunidades? ¿O no hay cuestión?
  • Problemas lingüísticos en las nuevas entidades religiosas: Las nuevas entidades de VR que nacen de las fusiones en esta hora de reducción levan, con frecuencia, a englobar territorios con peculiaridades lingüísticas distintas a la mayoritaria. ¿Cómo se asimila esto? ¿Porque no hay más remedio? ¿Hay maneras benignas de entrar a este tema? ¿No existe problema?
  • Fomento de lenguajes comunes: No nos referimos a idiomas, sino a maneras de entenderse. La VR tiene un truco para funcionar cuando no hay entendimiento: pasar por alto el asunto y decir que es por el bien de la paz. ¿Es el mejor modo de enfocar una diferencia, por ejemplo política? ¿No se podrían encontrar lenguajes comunes (el arte, la música, el paisaje, la comida) para poder entrar a hablar de una diferencia que pesa sobre la vida de comunidad?
  • Tu lengua será mi lengua: Habríamos de valorar a los hermanos y hermanas que aprenden lenguas de grupos descartados de la historia, pequeñas comunidades indígenas, nómadas, lenguas de países sin relevancia social. Nosotros no las aprenderemos, pero podríamos agradecerles y animarles a quienes han tenido el humilde y fuerte coraje de enfrentarse a ellas y a la cultura marginal que les sustenta. Son como Jesús ¿Te lo parece?

 

IV. DISCÍPULOS/AS QUE CREAN PROBLEMAS

 

         Todos los movimientos sociales se hacen más peligrosos cuando hay seguidores. Las fuerzas represoras siempre buscan a los cómplices porque en ellos se prolonga el discurso, la subversión. Cuando las ideas sociales o políticos arraigan en colectivos amplios es cuando son peligrosas. Es verdad que también la colectividad tiende a ser olvidadiza. Pero crear escuela es el éxito de una revolución porque eso le permite prolongarse en el tiempo.

         A veces ocurre (como, quizá, ocurrió en el movimiento cristiano con Pablo) que es un seguidor el que termina por dar forma “definitiva” al movimiento. El iniciador es semilla, el seguidor es quien lleva a término la obra. Por eso el tema de los seguidores es tan importante. Aunque en cuestión de ideología social y política parece que en el NT ocurre una cosa singular: los seguidores retroceden en comparación con el iniciador. No hay más que mirar cómo los escritos paulinos y sobre todo los posteriores enfocan los códigos domésticos y el tema de la autoridad civil.

         De cualquier modo, el movimiento cristiano nos ha venido a través de sus seguidores. Desde el principio han creado problemas. Pero es, tal vez, el vehículo necesario para que nos llegue el Mensaje.

 

1. Texto inicial: Jn 18,19:

 

         “Entonces el sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina”.

 

  • Es curioso que sea el sumo sacerdote quien interrogue sobre los discípulos. Pilato no pregunta sobre eso. Es esa instancia la que considera un riesgo que la doctrina, que a priori consideran desviada, se propague en sus discípulos. Parece que las autoridades ignoran ambas cosas, la doctrina y su influencia. Pero consideran que ahí está el quid de la cuestión, lo que hay que controlar y, en su caso, extirpar.
  • El discipulado de Jesús es un discipulado vital. Ser discípulo en aquellos tiempos era una convivencia estrecha con el maestro, no una mera relación escolar. La cabeza y el corazón del maestro modelaban la cabeza y el corazón del discípulo. Los comportamientos de ambos eran similares. De ahí que el peligro que genera la trasmisión no era solo el que viene de las ideas sino el que procede de una vida similar. ¿Cómo recuperar algo de esto para que el discipulado con Jesús no sea entendido meramente como cuestión de ideas?
  • El tema de los doce: Es una parte de la nebulosa. Está claro que ese grupo ejerce una función representativa (las nuevas doce tribus) que le ha dado el autor de los evangelios. Otra cosa es que los hechos fueran tan claros. Sería bueno mantener la función representativa más allá del número y del género (que se supone que son hombres, pero que es mucho suponer). Y en todo caso, la función representativa no es para mandar sino para servir, como queda claro en muchos textos del Evangelio (Mt 20,26, por ejemplo).
  • El tema de las mujeres: Que había mujeres en el movimiento de Jesús queda fuera de duda (Lc 8,1); que esto cobró un rostro concreto en la primera misión cristiana, también (1 Cor 9,5; Rom 16). Que la sociedad de la época no podía asimilar esto, quizá. Pero todo ello no habla sino en la dirección de la mera aceptación: el movimiento de Jesús es un movimiento de discipulado igualitario con todas las consecuencias. Y en la medida en que no lo fuere por el peso histórico, hoy debería serlo. Esto no tiene vuelta de hoja.
  • Prolongadores del movimiento: Hay un texto de Flavio Josefo que dice: “Por ese tiempo existió Jesús, un hombre sabio. Era, en efecto, hacedor de obras extraordinarias y maestro de hombres que acogen con placer la verdad. Atrajo a sí a muchos judíos y también a muchos griegos. Aunque Pilato, por denuncias de los hombres principales entre nosotros, lo castigó con la cruz, no lo abandonaron los que desde el principio lo habían amado. Ellos dijeron que estaba vivo. En efecto, todavía ahora sigue existiendo la tribu de los que por éste son llamados cristianos” (AJ XVIII 63-64). Seguimos siendo de la “tribu”; y se pertenece a ella por ideas y, sobre todo, por comportamientos. Como prolongadores del movimiento habrían de interesarnos los componentes del seguimiento. Y de manera lo más equilibrada posible.

 

2. Reflexión:

 

a)   Los componentes del seguimiento: Ya hemos dicho que J. B. Metz afirma claramente (en “Las órdenes religiosas”) que el seguimiento tiene dos componentes: el místico (oración, Palabra, sacramentos, pertenencia religiosa, etc.) y el situacional o político (ciudadanía, responsabilidad social, participación ciudadana, etc.). Ambos deben estar siempre, y tendrían que estarlo de la manera más equilibrada posible. Ningún plan de vida cristiana habría de obviar uno u otro. También hemos dicho que el componente político es, a nuestro juicio, el que más riesgo corre de ocultamiento y desaparición.

b)   Ideas y comportamientos  políticos que han pasado a medias al discipulado: Hay asuntos “políticos” en el Evangelio que pasan a medias entre los seguidores de Jesús. La utopía de una sociedad nueva, la certeza de que el sufrimiento de los pobres tendrá fin, la seguridad de que los empobrecidos tienen un sitio en el centro de la sociedad, la conciencia de que la acumulación es la causa de muchas disfunciones sociales y políticas, etc. ¿Han pasado estas ideas a los seguidores? Sí, pero, tal vez, a medias, o menos. Mantener vivas estas utopías hace parte del legado cristiano, porque un Evangelio sin utopías es una realidad casi muerta.

c)   La continua recuperación, descubrimiento, del paradigma de Jesús tarea de actividad cristiana: No se puede caer en el error de creer que la identidad de fe viene directamente del paradigma religioso. Viene del Evangelio y sus certezas, que creemos que recoge, básicamente, las certezas de Jesús. Por eso se necesita un trabajo continuado de recuperación y redescubrimiento del paradigma de Jesús que, con frecuencia, queda ensombrecido por el hecho religioso. Pues bien, en ese paradigma entra de lleno el tema social y aun el político. Los evangelios están más preocupados por ello que por la religión o la moral sexual. De manera que dejar de lado este aspecto es empobrecer la experiencia de seguimiento y, con ello, la de la fe.

d)   Seguidores de un disidente: La palabra “disidencia” no existe en los documentos de la Iglesia, de no ser para censurarla, para decir que es lo que atenta a la comunión, valor máximo del grupo cristiano. Y, sin embargo, somos hijos de un disidente, social, religioso y político. No somos seguidores de uno que se acomodó al sistema imperante. El judaísmo antiguo, con lógica, entendió el movimiento cristiano como una disidencia, como una herejía del judaísmo. El ejercicio de la disidencia, hecho con humanidad, puede ser saludable. Habría que preguntarse si precisamente por abandonar el talante disidente hemos construido una comunión adocenada, mortecina, de mero nombre, sin aguijón apocalíptico, como diría Metz.

 

 

 


3. Para el diálogo:

 

  • Cómo rellenar el déficit político: Un déficit que no se ha tratado en la formación para la VR, que se ha poco vivido en las comunidades, que cada uno ha debido rellenarlo como ha podido. ¿Hay posibilidad hoy de llenar ese vacío, siquiera parcialmente? ¿Puede hacerlo uno solo o el socorro de la comunidad es totalmente necesario? Como en otras cosas, ¿podrían ayudarnos en esto los laicos?
  • ¿Hace la VR política?: Oficialmente se dice que no. Pero realmente la hace y, en general, de derechas. ¿Habría manera de hacerla de una manera más plural, más honesta, más declarada, arrostrando todas las consecuencias? ¿Por qué cuesta tanto unificar a los grupos de la VR para efectuar declaraciones conjuntas, pronunciamientos, valoraciones sociales o políticas en público?
  • Pretensiones globales y caminos concretos: Mantener utopías globales respecto al cambio político de la sociedad es necesario, pero hacer signos concretos en el kilómetro cuadrado en el que se vive es igualmente preciso. ¿Qué valor da la VR a los pequeños signos de opción política? ¿Por qué le cuesta participar? ¿Cómo se ve esto en la comunidad? ¿Sería un amparo, justamente, el hacerlos en comunidad?
  • Un discipulado político: Es algo que se aprende de muchas maneras: en la formación de la vida diaria (el periódico leído con hondura, no solo titulares de telediario), en la formación más específica (cursos, conferencias, congresos), en el contacto con personas más implicadas, en las experiencias de práctica política, etc. Pretender revalorizar los contenidos políticos del Evangelio sin esta clase de experiencia nos parece complicado. ¿Estamos en disposición de entrar por estas sendas? ¿Dónde podríamos encontrar ánimo para ello?

 

V. DE ALDEA EN ALDEA

 

         Las ideas no están quietas, se propagan. Los métodos varían: antes era la octavilla y el cartel (aunque esto aún sigue). Ahora son los platós de televisión. Las ideas políticas siguen funcionando, sean cuales sean. Hay gente que dice (siempre de derechas) que no se mete en política. Pero se meten cuando peligra su estatus. Hay gente que dice que el tiempo de las utopías ha acabado (aquel Fukuyama). Pero las utopías siguen bien vivas. Hay gente que no quiere ver que las ideas van de un lado a otro con mucha mayor velocidad que hace 50 años.

         Por eso hay quien ha creído (los papas incluidos) que en la propagación de las ideas (la misión) estaba el éxito. Pero tal vez se ha reparado menos en los contenidos que se quieren propagar y por eso se ha puesto énfasis en los métodos y se ha obviado los contenidos reales, las propuestas, las implicaciones en un proyecto, la asunción de las consecuencias que puede traer para un cambio estructural real. En esto último creemos que está el quid de la propuesta del reino de Jesús. De tal manera que la propuesta de Jesús es espiritual y política, antes que religiosa y estructural.

 

1. Texto inicial: Lc 8,1:

 

         “A continuación fue también él caminando de pueblo en pueblo y de aldea en aldea, proclamando la buena noticia del reinado de Dios”.

 

  • Hombre de caminos: Eso es lo que fue Jesús. Él no fundó una academia desde la que enseñara el reinado de Dios. Él se echó a los caminos y allí hizo lo que pudo. Y con sus gestos sencillos, humildes signos que dice J. Sobrino, habló de otra posibilidad, de otro horizonte. Y, al menos en ciertos momentos, parece que eso conectó con los que andaban en los caminos, los más tirados de aquella sociedad. Por eso mismo, hacer de la fe una cuestión de escuela no deja de ser algo extraño.
  • Las aldeas, reductos de ideología mesianista: Así parece que lo entienden algunos autores. La sociedad del tiempo de Jesús tiene en las ciudades el asentamiento de los imperialistas romanos. Por eso, la ideología mesianista que ansía la liberación de Israel, la centralidad del judaísmo, y el sueño imposible de la primacía política de ese pequeño pueblo que son los judíos, se refugia en las aldeas apartadas de los grandes núcleos de población. Da la impresión que Jesús opta por ellas, que escoge a sus amigos entre sus pobladores, que les ofrece su Mensaje a ellas, y no a las ciudades. Quizá lo haga porque la aldea refleja la última caverna de nuestro pensamiento y de nuestro corazón humanos (no en vano ya Platón habló del mito de la caverna).
  • Buena noticia del reino: Jesús no se inventa lo del reinado de Dios. De la cosa se hablaba en la época. Vistas las deficiencias en los modos de gobierno de entonces (casi todos dictatoriales), se soñaba con un tipo de gobierno como el de Dios: igualitario, fraterno, antijerárquico, humano. Eso era el reinado de Dios. Una utopía tan inmediata que había que vivirla y y tan potente que se creía extenderse hasta la plenitud del más allá. Esto sonaba bien a los oídos de los de las aldeas. Lo que no sonaba tan bien era que ese reino no iba a venir llovido del cielo, sino que era preciso implicarse personalmente en el asunto, que habría que forzarlo para que pudiera ser (como diría J. A. Labordeta).
  • Proclamación con acciones, más que con palabras: Aunque los Evangelios se parecen más a una enseñanza y el título de Maestro es el que mejor parece cuadrar a Jesús, de hecho la verdadera enseñanza del reino de Dios que Jesús hace se apoya y evidencia en signos, en acciones, en comportamientos concretos. El lenguaje del reino no es la doctrina, sino los hechos. La opción de Jesús antes que ortodoxia es ortopraxis.  Aquel “pasó haciendo el bien” de Hech 10,38 sigue siendo la mejor manera de sintetizar el perfil de Jesús.
  • No ha de extrañar que digamos que la propuesta del reino tiene un componente político en cuanto que aspira a otro tipo de sociedad y colateralmente interactúa con los planteamientos políticos de opresión social. ¿Fue Jesús percibido como un revoltoso político y por ende como un enemigo del imperio romano? Posiblemente no. Su irrelevancia social hizo que, tal vez, ni se enteraran de sus pasos los dirigentes romanos, aunque Lc 9,9 dice que Herodes sí se enteró y que quería verlo. Pero, hasta el final, en el caso de Pilatos, no parece que su predicación del reino tuvo incidencia social (recordar el libro de Theissen “La sombra del galileo”). Quizá esto marque tendencia: el seguidor no es necesariamente un político pero no puede dejar de lado la participación política.

 

2. Reflexión:

 

a)   Recuperar la itinerancia: Es un componente de los orígenes de la fe, en una sociedad muchos menos itinerante que la nuestra. La itinerancia no es una realidad meramente física. Es también algo mental y espiritual. Se trata de la cualidad que lleva a ductilidad, de mente y de corazón, a la flexibilidad en ideología y práctica, al ecumenismo vital, a la valoración amplia, global, a un modo de ser holístico, como decimos ahora. En este valor, muchas veces olvidado está la raíz de no pocos conflictos sociales y políticos.

b)   Lejos de los mesianismos políticos: Aunque parezca que no pero la tentación de los mesianismos es acompañante del caminar humano. Ante nuestros duros problemas, ponemos la esperanza en alguien de fuera que venga y nos lo resuelva. Antes y ahora. Sin embargo, el Evangelio viene a decir que los únicos mesías somos nosotros mismos con el amparo y la ayuda de Jesús. Nadie va a hacer por nosotros lo que nosotros no hagamos. La desimplicación política que ha conllevado la experiencia cristiana no tiene nada que ver con el Evangelio. El abandono de “las cosas temporales” por las espirituales es una falacia que no se sustenta de ningún modo, pura hipocresía.

c)   Buenas noticias reales: Eso es lo que el reino propone. Por ello, las noticias del reino no pueden ser primordialmente espirituales en sentido religioso. Tienen que ser noticias de componente duramente histórico (vivienda, agua, trabajo, tierra, dignidad, bienestar, etc.) Y de ahí, en otro nivel: paz, sosiego, amor, alegría, espiritualidad, trascendencia, etc. Los mecanismos religiosos habrían de ser herramientas que impulsen estas buenas noticias. Un apartado de tales buenas noticias serían las políticas: dignidad, justicia, igualdad, equidad, estructuras de humanidad.

d)   Más sociología y antropología, menos religión: Quizá necesitemos algo de eso porque la religión sin arraigo antropológico o sin conexión social se convierte en un fantasma, algo sin carne. Hasta a nivel de formación necesitamos menos teólogos y más sociólogos, antropólogos, analistas del hecho político. Mezclar todo esto a la espiritualidad es la mezcla que puede ser renovadora.

 

3. Para el diálogo:

 

  • Diques contra la itinerancia: Como los pantanos que remansan los ríos y los “paran”. La VR ha levantado diques contra la itinerancia: las obras, el “fundar”, la fidelidad al pueblo, los axiomas de que estamos aquí “desde siempre”, lo que me dice la gente, etc. El asunto es que, una vez apalancados, nos cuesta mucho la itinerancia hasta el punto que, interiormente, llega, a veces, a desestabilizarnos. Y, sin embargo, hecha con mesura y discernimiento, la itinerancia puede ser una forma muy buena de renovación personal y estructural, e incluso un acercamiento muy vital a la dinámica del Evangelio. ¿Observas estos diques en tu entorno de VR?
  • Huyendo de la negativización social: No hay posibilidad de conexión política con la sociedad si, en nuestro corazón y en nuestro discurso, predomina la negativización social. Se da cuando, tanto en el lenguaje como en la valoración, se viene a entender que estamos rodeados de mal y que todos los estamentos sociales está inficionados por él (a veces se excluye a mis estamentos). Eso bloquea la conexión y, en concreto, derrama mucho acíbar sobre el tema político. ¿Cómo son tus maneras de hablar de la sociedad? ¿Cómo mejorar esas maneras en nuestra propia comunidad?
  • La pequeña propaganda: La difusión de las ideas políticas siempre ha contado con grupos y medios, a veces sencillos, más lanzados. Convencidos de que personalmente no es fácil la concientización política, habría que buscar el amparo de los grupos. Creer que la reflexión en grupo es una herramienta sencilla y buena de concientización puede ser un gran acierto. Trabajar materiales de concientización (por ejemplo los cuadernos de Cristianismo y Justicia) puede ser hoy una gran ayuda. ¿Hay experiencias de pqueños trabajos de componente social en grupos de VR o con laicos?
  • Una escuela social: La mayoría de los centros de formación de la Iglesia explican lo mismo (Biblia, Liturgia, Espiritualidad, Dogmática, Moral, etc.). Esto parece necesario. Pero no estaría mal que abundasen más las escuelas de formación social. Es un déficit. Para el tema de espiritualidad política, conexión social, mediación, etc., serían buenísimas. Sin llegar a algo tan reglado, los Secretariados Sociales de las diócesis son útiles, siempre que se usen. La afluencia de la VR suele ser escasa. ¿A qué se debería? ¿Qué sitio tiene la espiritualidad política en los planes de formación de los candidatos/as o de la formación de adultos en la VR?

 

VI. “MALAS” COMPAÑÍAS

 

         De niños nos decían en casa que había que huir de las malas compañías como de la peste. Son los  “aprendizajes sociales” que hay que evitar. Pero, en realidad, estás malas compañías nos enseñaron cosas sobre la vida más decisivas que las reflexiones oficiales (la libertad, la aventura, la disidencia, la autonomía, etc.). Por eso, a la larga, estas triunfaron y aquellas no.

         Por otra parte, hemos comprobado muchas veces que tales compañías no son tan malas como nosotros decimos. La persona, hasta la que consideramos “mala”, encierra posibilidades de humanidad. Por eso resulta que estas son las que, algunas veces, nos han sacado las castañas del fuego (Lutero, la teología de la liberación, etc.)

 

1. Texto inicial: Lc 8,1b-2a:

 

         “Lo acompañaban los Doce y algunas mujeres curadas de malos espíritus y enfermedades: María, la llamada Magdalena, de la que había echado siete demonios”.

 

  • Los Doce: En los Evangelios no son una realidad pura, sino que, moralmente hablando, todos está muy “tocados”: violentos (Santiago y Juan, hijos del trueno, Pedro espada), ambiciosos (los mismos, Pedro que pregunta lo que le va a tocar, los otros discípulos que se mosquean), gente que desconfía de Jesús (Felipe, con qué podríamos comprar, dónde vas), gente de colmillo retorcido (Judas Tadeo), personas que traicionan (Iscariote). No son, ciertamente, una compañía muy recomendable. Y, sin embargo, los necesitaba, no tanto para la predicación del reino, sino por las necesidades de su propio corazón “para que estuvieran con él”: Mc 3,14).
  • María la Magdalena: De ella había echado “siete demonios”. No es la pecadora de Lc 7. Los demonios son, en los evangelios, las ideologías opresoras, singularmente la ideología del mesianismo político. Si María, que es de Magdala (galilea, peligrosa), tiene siete demonios, quiere decir que es una mujer extremadamente nacionalista, una yihadista, vamos. Jesús logra echar sus demonios, hacerla entrar en un proyecto del reino que demanda dignidad, respeto, paz, amor, servicio. Lo contrario, justamente, del mesianismo político. Tan fuerte fue el cambio que María reunió todas las notas para ser apóstol, más que Pedro.
  • Si Jesús frecuentaba a estas personas no era porque fueran malas, sino porque él veía valores. Lograba saltar el muro de las deficiencias morales y daba con el quid último de la persona. Y ahí descubría un valor. El valor del amor (tú sabes que te quiero), de la generosidad (lo servían con sus propios bienes), de la cercanía al reino (no estás lejos), de la extraña colaboración (hazlo pronto). Todo un mundo por dentro que merece la pena considerar sin dejarse escandalizar, sin más, por lo externo.
  • Algunas mujeres curadas de enfermedades: Porque la enfermedad refuerza la debilidad social de las mujeres; no eran buenas compañías para un itinerante. Para él son mujeres curadas, hijas de Abrahán, con idénticos valores que cualquier otra persona. El estigma de ser mujer enferma ha quedado superado. Ya vemos en nuestros días las consecuencias sociales y políticas que puede tener una actitud así.

 

2. Reflexión:

 

a)   El nexo de la común dignidad: Ese es el nexo de fondo de estas personas “malas” y de toda persona en su mal acompañante: la dignidad básica de toda persona, de todo ser creado. Si Jesús ofrece a Zaqueo el reino no es por su bondad oculta (indudable), sino por su dignidad manifiesta. Si es digno, y lo es, el reino puede ser para él. La moralidad se arreglará mejor (en esta caso es así) o peor (el cuadro de Caravaggio de la conversión de Zaqueo es, en esto, magnífico).

b)   Saltar el muro de la maldad moral: Un muro que en muchos casos se nos hace insalvable (criminales, gente pillada in fraganti, etc.). Para intentar saltar el muro hace falta respeto, consideración de la dignidad, generosidad, trato directo, cercanía que no humille, aguante de los caminos que no nos convencen, espera paciente, puerta abierta (parábola franciscana de los ladrones de Borgo san Sepolcro). Las consecuencias políticas de esto son manifiestas (derogación de la prisión permanente, trato a los no rehabilitados, a quien no pide perdón, etc.).

c)   El valor político de los malos; no de los malos políticos: Es decir, se valora no su mala política, sino la  buena aunque sean considerados “malos” (por serlo o por tenerlos). Tal es así que, a veces, se han convertido en personajes legendarios, más allá de su marginalidad (Ciro, Robin Hood, Gordillo). Sus actuaciones buenas no justifican su supuesta maldad, pero justo es reconocer lo que hayan hecho de bien objetivamente. Sus actuaciones globales puede que no sean correctas, pero está ahí lo positivo que se podría reconocer como valioso.

d)   Desconfiar de los políticos vencedores: Porque el triunfo político no les da más razón. La razón viene del comportamiento humano. Aliarse con quien ha vencido es siempre arriesgado. Construir una visión de la historia desde el lado de los vencedores nada tiene que ver con los planteamientos de Jesús, quien construye el relato histórico desde el lado de los vencidos.

 

3. Para el diálogo:

 

  • Contra el etiquetaje de las personas: La VR es especialista en etiquetar a la persona. Y una vez que te ha caído encima una etiqueta no te lava ni el agua del Jordán. Quizá las etiquetas tengan parten de verdad pero, ciertamente, no tienen toda la verdad. Por eso es muy malo etiquetar, sobre todo cuando se etiqueta mal (que es la mayor parte de las veces). ¿Persiste este fenómeno en la VR? ¿Cómo controlarlo mejor?
  • Qué políticos se acercan a nuestras casas, proyectos: Los políticos, a veces, asoman su nariz en nuestras casas y proyectos. Por lo que sea, les interesan. ¿Qué tipo de políticos nos visitan? ¿Con qué intenciones? ¿Qué valoraciones hacen los/as hermanos/as?
  • Apertura de nuestras casas a los “malos”, a los que no controlamos: A quienes no son de nuestra tierra-cultura-religión, a quienes no entran en nuestros parámetros ordenados, a quienes no podemos sacar ninguna “ganancia”, a quienes “molestan”. ¿Vamos mejorando en flexibilidad y acogida? ¿Cómo ayudarnos a ello?
  • Trato a los hermanos marcados: Hay hermanos/as que, quizá con razón, si es que hay razón para eso, han quedado marcados negativamente. Es fácil que ese estigma se les haga muy pesado; es fácil que generen mucha amargura y que se la tragan como pueden; es fácil que se les retire la confianza de la que antes gozaban. ¿Cómo trabajar esto? ¿Cómo mantener confianza generosamente y discernidamente?

 

 

VII. ALTERNATIVOS FRENTE AL SISTEMA

 

         El “sistema” es como el Guadiana: aparece y desaparece. Pero, en realidad, siempre está ahí. Son las normas, de todo tipo, que nos damos para establecer la convivencia. En realidad es algo, quizá, necesario. Pero lo que tenía que ser una ayuda, una herramienta para el logro de una vida más dichosa, termina volviéndose, por su carácter devorador, una cárcel, una coraza, un peso insufrible, una opresión, una dictadura.

         El sistema es muy amparador para quien está dentro, para quien le hace el juego, para quien le sirve y hasta que le sirve, porque en cuanto deja de servirle, el sistema lo desecha. Y es tremendamente duro para quien no le hace el juego, para quien lo cuestiona, para quien le baila las normas y las pasa por alto.

         En esta ambivalencia nos movemos: hacemos parte de un sistema que nos devora y, a la vez, queremos vernos libres de él. Tarea difícil. Eso es lo que queremos decir cuando hablamos de ser alternativos. Por eso es tan difícil serlo. Pero, viniendo al tema político, ser alternativos, o intentar serlo, es la única puerta de salida honrosa que uno tiene ante los sistemas políticos excluyentes que son la mayoría. Es aquello de Jn 17,11 : estar en el mundo sin ser del mundo, estar en el sistema sin ser del sistema.

 

1. Texto inicial: Mc 12,13-17:

 

“Y envían hacia él algunos fariseos y herodianos, para cazarle en alguna palabra. Vienen y le dicen: «Maestro, sabemos que eres veraz y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios: ¿Es lícito pagar tributo al César o no? ¿Pagamos o dejamos de pagar?» Mas él, dándose cuenta de su hipocresía, les dijo: «¿Por qué me tentáis? Traedme un denario, que lo vea.» Se lo trajeron y les dice: «¿De quién es esta imagen y la inscripción?» Ellos le dijeron: «Del César.» Jesús les dijo: «Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios.» Y se maravillaban de él”.

 

  • Jesús sabría lo que era el dinero si había trabajado de tekton en las obras de Cesarea y Séforis. Por eso, cuando pide que le enseñen una moneda y pregunta por la inscripción es algo deíctico ya que, por supuesto, que lo sabe. Y, más allá de su pobreza, y en una sociedad de bienes limitados, él había intuido algo: el dinero es peligroso cuando se acumula; si tienes mucho es que se lo has quitado a otros. Por eso, ha elaborado una espiritualidad de prevención, distanciamiento y censura del dinero muy fuerte.
  • Ahora bien, el César no es nada sin dinero, el poder político no es nada sin dinero. Por eso, tomar un camino alternativo en temas de dinero le lleva directamente a tener que tomarlo en temas de política. No puede estar de acuerdo con el sistema político romano por razones de mera opresión política, sino porque, como todo sistema, ignora la vida de los pobres. Contribuir con un impuesto a sustentar eso es un crimen contra los pobres.
  • La única alternativa es devolver y arrostrar las consecuencias. Porque “devolver” es el verbo clave. No se trata de distribuir poderes (el del César, el de Dios, y la Iglesia que lo asume), sino de aprestarse a la alternatividad y sus, a veces, fuertes consecuencias. No puede esperar que, siendo alternativo, le ampare ese sistema (él fue el que lo condenó. Qué le importaba a Roma, a Pilato, un paria, un don nadie). Pero esa “devolución” es el único camino para generar alternatividad.
  • Hay una posibilidad para entender que hay que pagar: con libertad y con fines sociales. Si eso no está claro, hay que situarse en el margen, en lo alternativo, lo más fuera de la corriente posible del sistema. Este ponerse al margen de una actuación económica conlleva hacerlo de la correspondiente actuación política. No tiene sentido objetar en economía y no en política.

 

2. Reflexión:

 

a)   Sistemas y política: Ya hemos dicho que la conexión y la carga de sistematicidad en los ámbitos de la política es algo sempiterno y muy marcado. A pesar de ello, y por razones de actuación para evitar, entre otras cosas, la desafección política y la falta de colaboración, habrá que creer que, dentro del sistema político, puede haber un margen para la alternatividad, aunque sea a niveles de signos, de profecía, de pequeño fuego que hoy no incide en la gran corriente de la política general. Las actitudes discernidamente abstencionistas y las meramente significativas pueden ser lenguaje alternativo en el panorama político actual

b)   La economía en el centro: Eso lo sabemos todos, aunque ni los mismos partidos políticos terminen de reconocerlo. ¿Cómo generar alternatividad con un presupuesto tal? Lo hemos dicho: pagando con la mayor libertad posible (ejerciendo lo más posible la objeción) y dando a los impuestos la mayor finalidad social posible. Todo esto, dentro de lo que posibilite el sistema que, lógicamente, no va a ser mucho. De esa manera quizá se logre desplazar un tanto la economía del centro y que la persona y sus valores lo ocupen algo más.

c)   La renuncia al estatus y la reorientación de la economía: Siempre han sido herramientas valiosas para generar alternatividad. Pero no es resulta fácil ponerlas en pie. El estatus está muy ligado a la imagen que el otro tiene de mí y que se quiere preservar a toda costa (el buen nombre del Instituto). Por eso mismo, renunciar al rango social cuesta mucho. Y la reorientación económica apuntando a las necesidades sociales demanda poner en cuestión el egoísmo constituyente de la persona y de las instituciones.

d)   Posibilidad de desplazamiento: ¿Es posible desplazarse hacia márgenes de “pobreza” económica y social? Lo es si se encuentran motivos vitales para ello (no hablamos de motivos evangélicos). Toda actividad humana, toda institución, toda presencia puede ser orientada hacia los márgenes o hacia el núcleo del sistema. Por eso lo importante no es tanto en qué niveles de pobreza económica o social se está, sino cuál es la dirección de la tendencia.

 

3. Para el diálogo:

 

  • El mayor hándicap de la VR: Su pertenencia sistémica y la consiguiente imposibilidad de generar caminos alternativos. La VR como estructura necesita tener apoyos. Y, lógicamente, se vuelve hacia quien apoya más porque tiene más fuerza, el sistema. Pero este le pasa su pesada factura. ¿Podríamos imaginar una VR más alternativa, menos ceñida al sistema? ¿Pasa eso por una reducción en las obras que demandan mucha ayuda oficial?
  • Contra la tentación de creerse inmunes: Es posible que uno se crea inmune a la “esclavitud” del sistema. Es preciso desvelar su presencia en la ideología de la VR, en sus propuestas de misión y, por supuesto, en los modos personales de vivir. ¿No percibo la presencia del sistema en mi vida? ¿Constato un déficit de alternatividad? ¿Tiene que ver este déficit con el debilitamiento del sentido de la actual VR?
  • La sintonía con los caminos políticos alternativos: Que los hay, tanto a gran nivel (partidos minoritarios, movimientos contraculturales) como a pequeño nivel (ongs de solidaridad, grupos de ecología, movimientos de no violencia, etc.). ¿Tiene la VR, en general, deseo de caminar por estos derroteros? ¿Le resultan ajenos y son censurados en público?
  • Ajustar las necesidades, caminar en los márgenes: Quizá sea ese un posible camino para vivir en alternatividad: ir, con los años, ajustando las necesidades a los caminos reales que vive la persona. Todo lo que se haga en esa dirección, aunque sea cosa pequeña, nos facilita la comprensión y la vivencia de la alternatividad. ¿Cuánto mayores somos, observamos que ajustamos nuestras necesidades? ¿Ponemos cada vez más el acento en las necesidades espirituales y relativizamos más las materiales?

 

VIII. SALUDABLE UNIVERSALISMO

 

         El localismo exagerado no es bueno para nada, tampoco para una correcta comprensión del hecho político. Deriva, con frecuencia, en nacionalismos excluyentes y en grandes tropelías, aunque hoy, debido a la globalización, la cosa esté más controlada al tener noticias de ello en tiempo real.

         Una mentalidad universalista, amplia, que se ha asomado a otros ámbitos, que llega a valorar lo positivo de otros sistemas de vida es algo muy saludable porque rompe la conciencia de verdad y bondad únicas a las que tienden los sistemas cerrados.

         Sobra decir que muchos planteamientos políticos están afectados de esa verdad única: se cree que la sociedad solamente puede ser según el imaginario del propio grupo. Los demás grupos la llevan a la ruina. Dicen que es parte del juego político. Pero se tiene la impresión de que la pérdida de fuerzas es muy grande. ¿No se podría mantener la pluralidad manteniendo, a la vez, una cierta dosis de apertura al otro?

         En ir aprendiendo el universalismo se halla una de las claves de una nueva manera de percibir y participar en el hecho social y político.

 

1. Texto inicial: Mc 7,24-30:

 

“Y partiendo de allí, se fue a la región de Tiro, y entrando en una casa no quería que nadie lo supiese, pero no logró pasar inadvertido, sino que, en seguida, habiendo oído hablar de él una mujer, cuya hija estaba poseída de un espíritu inmundo, vino y se postró a sus pies. Esta mujer era griega, sirofenicia de nacimiento, y le rogaba que expulsara de su hija al demonio. Él le decía: «Espera que primero se sacien los hijos, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perrillos.» Pero ella le respondió: «Sí, Señor; que también los perritos comen bajo la mesa migajas de los niños.» Él, entonces, le dijo: «Por lo que has dicho, vete; el demonio ha salido de tu hija.» Volvió a su casa y encontró que la chiquilla estaba echada en la cama y que el demonio se había ido”.

 

  • A un judío no se le había perdido nada en tierras de paganos, en tierras de aquellos que, de raíz, estaban destinados al infierno. Pero Jesús fue: ¿quién le empujó a ir? ¿Dónde le convencieron? Mc 1,35 dice que Jesús se levantaba por la noche a orar en despoblado. Quizá en esa áspera oración que se hace en el monte es donde llegó a entrever el deseo del Padre de que también a los paganos se les había de ofrecer el reino (algo insólito).
  • De cualquier manera, y aunque el diminutivo “perrillos” que se refiere a los perros de casa por contraposición a los vagabundos atenúa la dureza de la expresión (el perro es animal poco apreciado en el AT), la frase “no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perrillos” denota un indudable desasosiego interior. Sea como sea, Jesús ha ido a tierras de paganos, ha ampliado el tremendo localismo en el que vive un judío pueblerino en aquella época. La mudez de los discípulos en la escena denota su correspondiente disgusto: no quieren saber nada con paganos y, menos aún, con paganas.
  • La mujer también sale beneficiada con el universalismo (por pobre que se quiera) de aquel judío: pasa de considerarla como “hijita” (usa un diminutivo) a considerarla como una “hija” (persona adulta) que luego es “chiquilla” (una que ya come en la mesa de los adultos). Es decir, hay que ver si el verdadero “demonio” no es la sobreprotección de la madre que anula la personalidad de su hija. El milagro no sería tanto curar a la hija cuanto curar a la madre. El universalismo, la mezcla de judíos y paganos ha sido beneficiosa para ambos.
  • Jesús ha aprendido la difícil lección para un judío de que el reinado de Dios y los paganos son realidades conectables. Esto es un caballo de batalla en todo el NT. La misión primitiva cristiana se encargará de demostrarlo. Más aún, será el paganismo el que dé oxígeno al movimiento cristiano. Posiblemente esta clase de textos fueron decisivos para el incipiente cristianismo.

 

2. Reflexión:

 

a)   Universalismo y política: La actividad política tiende a ser local, a favorecer a “mi” país, región, pueblo, etc. De ahí que todas las iniciativas por globalizar la política parecen destinadas al fracaso y a la ineficacia. Y sin embargo, es en la política universal, en las decisiones consensuadas a nivel mundial, en donde hay algo de esperanza para este planea. Es en la justicia universal (la que tanta marcha atrás ha dado últimamente en este país) donde muchas víctimas pueden tener alguna esperanza. Es verdad que lo local tiene cuenta más al detalle de la necesidad concreta,. Pero el egoísmo le ronda y, con frecuencia, sucumbe a él.

b)   Un escenario que va cambiando: El escenario vital de muchos de nosotros ha sido muy local. Y, por ello mismo, es lógico que estemos muy apegados al terruño y que creamos que si se nos saca de él perecemos. Pero las futuras generaciones tienen otro escenario, más ancho, más universal desde su formación (pensemos en los Erasmus) hasta en la relación (variedad de opciones matrimoniales) o la colaboración entre países (trabajos de las ongs). Un escenario que va cambiando y que, de alguna manera, habríamos de promover y apoyar. Cuanto más global el escenario, más global puede ser también el trabajo de los actores.

c)   Responsabilidades adquiridas: Nuestro localismo nos deja en evidencia cuando, ante planteamientos de universalismo, decimos que “cada uno en su casa…”, que bastante tenemos con lo nuestro, que hay mucho trabajo para arreglar nuestra casa, etc. Con ser verdad, también es cierto aquello que decía W. Benjamin de que nacemos con responsabilidades adquiridas. Es decir, la pertenencia a la básica familia de lo humano no es mera lírica: tiene sus consecuencias. Y eso nos lleva a creer que el devenir de los pueblos, sobre todo el de los empobrecidos, en parte, siquiera mínima, depende de nosotros. Creer esto es, tal vez, tan importante o más que creer en Dios.

d)   Ampliar la mesa de la vida: El hecho de haber sido creado da derecho a sentarse en el banquete de la vida. Dado que son aun muchos quienes no tienen tal derecho, se hace necesario ampliar la mesa de la vida. Y eso se puede hacer a gran escala y a pequeña escala, en tierras lejanas y en el metro cuadrado de la propia vida. Se necesita para ello, mentalidad abierta, generosidad explícita, capacidad para disfrutar con los gozos del otro.

 

3. Para el diálogo:

 

  • Afectada de localismo: No nos ha de extrañar que la VR esté afectada de localismo, aunque vamos dando pasos en la dirección del universalismo. El localismo empequeñece los horizontes. El universalismo los abre. ¿Crees que esto es así o no le ves punta a la cosa?
  • La misión nueva: La que se ha venido desarrollando desde el Vat.II: no verdad única, no imposición, inculturación. Lo mismo habría de ser en nuestros ambientes: tendría que darse el cultivo de un ecumenismo social que desplaza lo religioso a una faceta de vida o a su mero olvido. ¿Convivimos a gusto en ese ecumenismo social? ¿Quedan vestigios por aclarar?
  • Una relación de ida y vuelta: es la que habríamos de tener con los países o regiones que no son la nuestra. Creer que siempre la dirección tiene que ser de aquí hacia allá es caer en la dinámica Norte-Sur, cosa que constituye una de las mayores causas de desequilibrio social y político de nuestro tiempo. ¿Cómo va siendo tu mentalidad: Norte-Norte, Norte-Sur, Sur-Norte?
  • La internacionalidad llama a la puerta: La mayoría de los institutos religiosos en Europa eran muy localistas (a veces hasta geográficamente) y, por ello, casi cerrados a la construcción de comunidades internacionales (fuera, lógicamente, de los países de misión). Esto, quizá debido a la carencia vocacional, está cambiando: la internacionalidad llama a la puerta. Para construir bien esto hay que elaborar mentalidad. ¿Creemos que esto es un beneficio o no? ¿Puede alguien narrar una experiencia vivida en esta línea?

 

IX. NO TOCAR EL MERCADO

 

         Ya hemos dicho que el dinero y la política van de la mano. Pues bien, el mercado va cogido de la otra mano. Los mercados, lo sabemos, condicionan y sojuzgan a la política. Los dueños del mercado son, en realidad, los dueños de la política. Más aún cuando los mercados van bien, la política queda en segundo término; cuando van mal, la política acude en ayuda de los mercados, como hemos visto en la última crisis. De una u otra manera, los mercados siempre quedan arriba, como el aceite sobre el agua.

         Por eso mismo, tocar los mercados es la máxima osadía. Apuntar hacia ellos y denunciarlos es arriesgarse al menosprecio. Cuestionar a los mercados como estimuladores de la demanda es aprestarse a ser tachado de cavernícola. Cuestionar leyes sagradas de la economía de mercado (lo que pide el mercado es bueno para la economía) es marginarse social y políticamente. Atreverse a tocar los mercados es la mayor osadía en el marco del capitalismo neoliberal. Es, quizá, también una fuente de alternatividad.

 

 

 

1. Texto inicial:

 

         Llegan a Jerusalén; y entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y a los que compraban en el Templo; volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas y no permitía que nadie transportase cosas por el Templo. Y les enseñaba, diciéndoles: "¿No está escrito: “Mi Casa será llamada Casa de oración para todas las gentes?”    ¡Pero vosotros la tenéis hecha una “cueva de bandidos! Se enteraron de esto los sumos sacerdotes y los escribas y buscaban cómo podrían matarle; porque le tenían miedo, pues toda la gente estaba asombrada de su doctrina. Cuando anocheció, salieron  fuera de la ciudad.

 

  • El mercado del templo: Era un mercado grande y cerrado (nos referimos al mercado del templo en el tiempo de la Pascua). Grande porque (según J. Jeremías) hubo Pascua en la que llegaron a venderse y matarse 25.000 corderos. Un negocio enorme para una pequeña ciudad (30.000 habitantes en tiempos normales). Y un mercado cerrado, porque solamente podían vender allí las familias sacerdotales. La policía del templo hacia rondas fuera de las murallas para espantar a los vendedores furtivos (los “manteros” de la época). Por eso, tocar ese mercado es tocar esa clase social y política dominante.
  • Tocar el mercado: por razones religiosas o políticas. Quizá por ambas. Es cierto que dice que no permitía que nadie transportase cosas por el templo (transportar era uno de los 39 trabajos prohibidos en día de fiesta), pero quizá la razón principal está en haber convertido la casa del Padre, la casa de todos, en una cueva de ladrones. Tendrían que haberla convertido, según el sueño de Zacarías 14,21-22, en una casa de ollas comunes, de amparo para los más excluidos de la mesa. Pero el mercado tiende a ser clasista a tope y el que queda fuera, fuera queda. Razones religiosas y sociales. Y también de algún modo políticas: contra un sistema que tolera las diferencias, los robos, el aprovecharse de la posición social. Un sistema, como el romano, que permite estas tropelías para mantener la pax romana.
  • De ignorado a conocido: Esta escena es la que hace que el ignorado Jesús salte a la primera página. Es ignorado (los que van a prenderle parecen no saber a quién van a coger, por eso Judas tiene que indicarlo) y, para su desgracia, sale a la luz. No es que el sistema fuera únicamente duro con Jesús (aunque nunca entenderemos por qué se le dio la muerte en cruz). Era duro con todos los que lo amenazaban. El sistema no es manco.
  • Causa real de su muerte: Podemos decir que este episodio del mercado es la gota que colmó el vaso y que llevó a Jesús a la ruina. Mientras sea cuestión de ideas, el sistema puede ser más o menos tolerante. Pero como se toque el dinero, se está perdido. Si Jesús no hubiera hecho este gesto (porque quizá no fue más que un mero gesto) no le haría salido la muerte al paso, y de una manera tan brutal.

 

2. Reflexión:

 

a)   En la dinámica del mercado: consumidores. Eso es lo que somos para el mercado, consumidores. Esa es nuestra debilidad (necesitamos del mercado) y nuestra fuerza (podemos unirnos para presionar en una determinada dirección). No hacemos nada con maldecir de los mercados injustos si no elaboramos estrategia de respuesta, si no las secundamos. Es preciso estar despiertos, ágiles para sumar esfuerzos, confiados en que los signos pueden tener una fuerza importante aunque no expropien las cuevas de Alí Babá, como decía E. Galeano (tiene lo suyo que el gran mercado chino on line se llame Alibabá).

b)   Los riesgos de enfrentarse al mercado: Tiene sus riesgos personales y grupales. Cuanto más grupales más fuerza y más riesgo. Riesgo de incomprensión hasta la rechifla; riesgo de singularidad, de rareza; riesgo de hacer el juego a otras fuerzas del mercado, sin saberlo. Pero sería imperdonable que se lo hiciéramos sabiéndolo. Riesgo de cansancio, de creer que esto no vale para nada. Riesgo de contradicción personal, que será preciso asumir del mejor modo posible.

c)   Desde una visión política: Nunca has sido el mercado menos libre que ahora. Las fuerzas políticas luchan con el mercado (la guerra que está desatando Trump tendrá grandes consecuencias). Por eso, hay que animarse a apoyar a aquellas fuerzas políticas que abran más los mercados a los países, pobres, menos acogidos en nuestros mercados. La compra de productos de tales países habría de estar privilegiada por nosotros. Y si, además, el precio de producto es ajustado a la justicia, pues mejor. Los productos de comercio justo interrogan a nuestras actitudes ante el mercado.

d)   Las múltiples direcciones del mercado: Ya lo hemos dicho: puede ser Norte-Sur, Norte-Norte, Sur-Norte. No vamos a dar cifras, pero podemos sospechar que la dirección mayoritaria es Norte-Sur y luego Norte-Norte. La Sur-Norte es la pagana, por más que las materias primas vengan con frecuencia del Sur. Pero, absorbidas por la economía del Norte, se convierten en valores económicos de las economías occidentales. Como dijimos antes, y en la medida que se pueda, siquiera en signos, habrá que apoyar la dirección más débil cuestionando la dura ganancia de las economías que fagocitan a las pequeñas de los países empobrecidos.

 

3. Para el diálogo

 

  • Estrategias comunitarias para hacer frente al mercado: Ya hemos hablado del comercio justo. ¿Hay más? ¿Podría organizarse un seminario de lectura de etiquetas? En ellas, por ley, viene el origen y las características del producto. Quien hiciera preguntas al producto ¿podría obtener respuestas del mercado?
  • Opciones políticas y mercado: No solamente a la hora de votar habría que hacer a los programas políticos la pregunta por su visión del mercado. Habrá que ver cómo lo han desarrollado en el tiempo de su mandato. ¿Crees que esto serviría para algo? ¿Es cosa que nos supera? ¿Alguien de nuestros hermanos/as podría hacernos el favor de ayudarnos?
  • Apoyo a los otros mercados: Nos referimos a la economía alternativa, ciudadana, de trueque, de intercambio, de reutilización, de préstamo. ¿Hay experiencias que intercambiar en este sentido? ¿Podrían inspirar programas de espiritualidad economías como la del bien común de Ch. Felber?
  • Mercado y religión: La religión ha estado siempre cerca del mercado, del dinero. Quizá sea productivo económicamente, pero la religión sale siempre perdiendo. ¿Habría maneras de separa un poco ambas realidades? ¿Cómo hacerlo, por ejemplo, en el caso de la eucaristía?

 

X. LOS CAMINOS DE LA VIOLENCIA POLÍTICA

 

         En nuestra propia carne, en nuestro propio país, hemos experimentado durante muchos años los insensatos caminos de la violencia política. Ahora parece que nos vemos libres de esa pesadilla que, por desgracia, es abundante en otras latitudes del planeta.

         La violencia política no solamente son los muertos, sus familias, sus víctimas en general. Es también la sociedad herida, las mentalidades deformadas, las cloacas que nunca se abrirán porque a nadie conviene, la hipocresía de clamar y celebrar la paz cuando, en realidad, se hizo muy poco por ella.

         La violencia política es uno de los peores rostros de la debilidad humana, ya que su estela se mantiene durante generaciones y, de alguna manera, pasa a ese fondo de lo humano que es muy difícil de controla e imposible, según parece, de borrar. De ahí su enorme decisividad.

 

1. Texto inicial: Jn 18,10-11:

 

“Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole el lóbulo la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro: —Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?”.

 

  • Está probado, desde el punto de vista histórico, que, en tiempos de Jesús, se había apagado el celotismo de Judas el Galileo de principios de siglo que luego se reavivará en la guerra de los 70. Si exceptuamos el caso de los sicarios (guerrilla urbana), no había grupos violentos organizados en tiempos de Jesús. Eso añade una dificultad al hecho de que unos discípulos que, a la hora del prendimiento (se ve que fue algo violento, por más que los Evangelios diluyan la cosa), tienen una espada (o machete, no sabemos bien si es espada larga, intermedia machete, o puñal. Pero ¿qué hacen ahí con una espada? En Lc 22,38 son dos machetes. Y no solo eso, sino que están dispuestos a utilizarlo, a la resistencia armada. Es uno de los puntos complicados de los Evangelios que no se puede eludir sin más.
  • Dice que el tajo fue “en el lóbulo de la oreja derecha” (en la “orejilla derecha”). ¡Hace falta puntería o precisión para relatarlo! Mirando al AT (norma hermenéutica básica) se dice en Ex 29,20 y Lev 8,23 que en el ritual de consagración del sumo sacerdote se le untará con la sangre del segundo carnero en el lóbulo de la oreja derecha, en el dedo gordo de la mano derecha, y en el dedo gordo del pie derecho. ¿Se está queriendo decir que la época del sacerdocio religioso ha terminado, que ya no tiene sentido untar de sangre el lóbulo? Eso se confirma más con el nombre del sujeto: Malco: rey. Se acabó la realeza, no tiene sentido una realeza de raíz religiosa. Es la hora del tiempo nuevo. La misma violencia, insensata, lo pone de manifiesto.
  • La violencia engendra violencia: Queda expresado en el dicho de Mt 26,52: “el que hierro mata a hierro muere”: Tal como está, el Evangelio y la figura de Jesús conforman un perfil de pacifismo activo (más allá de Mt 10,34-36 que quiere desatar el malentendido irenista que dimana de la dura experiencia de la misión cristiana).
  • El Padre no manda el cáliz, por más que lo diga san Juan. El cáliz es el resultado de las opciones que Jesús ha ido tomando a lo largo de su vida a favor de los pobres y en contra de los sistemas, religioso o político. Si se quiere decir que Dios está ahí, que no le es ajena en modo alguno la suerte de Jesús, que no lo va abandonar en la hora final, bien. Pero Dios no necesita que Jesús sea víctima de nadie. No es eso un precio requerido para una supuesta salvación.

 

2. Reflexión:

 

  • Un lenguaje curativo: “Si las palabras curan, que hablen...”, dice M. Rosell. Porque las palabras, cuando van llenas de verdad y de amor, tienen un gran valor terapéutico. Los caminos de la violencia y del hondo sufrimiento que genera necesitan palabras ajustadas, verdaderas, amables, perdonadoras, curativas. Muchos de los conflictos humanos tienen en su origen la realidad de palabras duras e hirientes que activan el problema y desencadenan una ola de sufrimientos que amenaza con anegar el todo de la vida.
  • Desde una vida apasionada: A las grandes violencias no se les ataja con argumentos mediocres; los sufrimientos de hondo calado no se curan con rutinas. Por eso mismo, la pasión ha de animar todo el trabajo por la justicia y la paz. Todas las familias religiosas reconocen que la espiritualidad de la justicia y paz no hace todavía parte del acervo espiritual de nuestros colectivos. Honrosas excepciones nos reconcilian con esa percepción. Por eso, mientras no abramos la cabeza, el corazón y nuestros planes de vida a esta espiritualidad, lo que podamos decir serán poco menos que palabras al aire. Aquí la pasión es la medida de nuestro verdadero interés y sin ella todo esto queda desleído.
  • La fuerza política del amor: Ninguna formación política incluirá en su propaganda el amor como eje central de su manera de ver la vida. Sería impopular y no produciría ningún voto. Y, sin embargo, el amor tiene una fuerza imparable y, de hecho, lo más válido del mundo se mueve gracias a él, aunque los opresores crean que es la fuerza y el dominio quienes controlan las vidas. Habríamos de creer, como lo hicieron Gandhi y otros “políticos del amor”, que amar no es solamente un acto de virtud sino de política. Es decir, activar el amor lleva a elaborar planes concretos de actuación capaces de perforar la coraza de la violencia y de limitarla disminuyendo así su capacidad destructora.
  • La imaginación al servicio de la paz: Una evidencia de que un movimiento social o religioso es una realidad viva es que sus actuaciones sorprenden por su alto contenido imaginativo. Analicemos, por ejemplo, las actuaciones del profético grupo Greenpeace. Nos sorprenden por su forma y, sobre todo, por su contenido que supone un claro posicionamiento y un análisis muy lúcido de lo que ocurre. Por esa línea habrían de caminar  los grupos religiosos que, muchos de ellos, han tenido fundadores/as altamente imaginativos para acercarse al dolor y para mediar en situaciones de violencia. Sin imaginación no puede florecer la paz y tampoco el amor.

 

3. Para el diálogo:

 

  • Las buenas palabras: No es cuestión solamente de buenos modales, aunque también. Se trata de generar un discurso, un relato, curativo y compasivo. ¿Tiene esto su importancia? ¿Hay caminos abiertos para ellos?
  • La espiritualidad de Justicia y Paz: Abundan las comisiones, pero no terminamos de ver que esto enganche a los hermanos/as de a pie. ¿Por qué? ¿Habría alguna forma de caminar en tal dirección?
  • Amar es un acto político: No es solamente algo que toca la afectividad de las personas. Una sociedad en la que las personas se aman, es una sociedad más dichosa. ¿Puede ser un objetivo político que la sociedad sea más dichosa? ¿Cómo concretar eso de que amar es un acto político? ¿Cómo encajar la pregunta que harán las futuras generaciones a la VR: qué hicisteis por la paz?
  • Déficit de imaginación: No ha sido tradicionalmente la imaginación un valor apreciado y cultivado (la loca de la casa). Y sin imaginación no se puede amar, ni creer, ni construir el difícil camino de la paz. ¿Qué caminos políticos nos parecen imaginativos?

 

 

XI. CONTRA EL SERVILISMO DE LA POLÍTICA

 

         No descubrimos nada del otro mundo cuando decimos que en política hay altos niveles de servilismo. Primeramente porque lo exigen todos los sistemas; además porque quien se mueve no sale en la foto; y porque median muchos intereses por los que conviene respetar el escalafón. A veces, el servilismo abre la escotilla de las cloacas y se intuye una lucha intestina por estar en la cúspide.

         Pensamos que no todo el mundo de la política es así y que existen también políticos libres y honestos. Quizá prefieran dimitir (es un signo claro) antes que servir a una ideología en contra de sus convicciones. Esto quiere decir que tiene que haber maneras de hacer frente a algo que parece irremediable.

 

1. Texto inicial: Jn 19,4-8

 

“Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo —Aquí lo tenéis. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: —¡Crucifícalo, crucifícalo! Pilato les dijo: —Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él. Los judíos le contestaron: —Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más”.

 

  • ¿Quién era Pilato?: A partir del año 6, depuesto Arquelao, Judea está administrada por gobernadores. Siete en total. Pilato es el que más ha durado: 10 años, del 26 al 36. Vivía en Cesarea. Tenía pocos soldados, tropas auxiliares (la provincia de Siria de la que dependía tenía cuatro legiones, casa una seis mil hombres). En las pascuas los concentraba en la torre Antonia.  Las fuentes por las que se le conoce: Flavio Josefo, Filón, Tácito. No coinciden con el perfil que dan los evangelios: La burla de los estandartes (Josefo), el robo del tesoro para construir un acueducto (Josefo), juicios demasiado rápidos (Filón), mero nombre (Tácito). Un represor, un oportunista y, sobre todo, un menospreciador de los judíos a los que consideraba raza inferior.
  • El régimen de gobernadores: Era un modo subalterno de Gobierno, dependiendo antes que del emperador, del cónsul de Siria y de otras instancias menores. Que a Pilato le entrara miedo no es raro. Si quería mantenerse en el poder había de rendir cuentas a sus jefes superiores. Por eso, se ve que ejerció un férreo control y supresión de problemas en los años que estuvo de gobernador (recordar de nuevo “La sombra del galileo”).
  • De cualquier manera, la figura de Jesús como peligro político no debía serle de gran dificultad. Pero si se juzga por el suplicio que le dio, la cruz, algo fuerte había que le hacía temer. No sabemos cómo se han construido los relatos de la pasión. En la medida en que fueran ciertas sus noticias (cosa imposible de saber) Pilato sigue siendo él mismo (ironía, superioridad, menosprecio, violación de la ley que manda no crucificar a más de dos, pertinacia en que sigan los cadáveres en la cruz, etc.). Servil pero con un margen de arbitrariedades que quieren demostrar que él manda.
  • Si Pilato se mosquea con la expresión “Hijo de Dios” es que, a su juicio, eso tiene contenidos políticos. Si el pagano lo ve así, es que en ciertos círculos era así. Despojar de eso al reinado de Dios según Jesús es, quizá, desplazarlo demasiado al terreno de lo religioso. En ese sentido tendrían su razón autores como Belo o Cullman. ¿Cómo trasladar esto a la espiritualidad cristiana? ¿Cuál es el componente político del reino? ¿Un reino supuestamente no político es el reino de Jesús de Nazaret?

 

2. Reflexión

 

a)   Los sistemas se hacen temer: El miedo siempre ha sido una formidable herramienta para los sistemas político y otros. A veces el miedo es muy fuerte y contagia todo el hecho social. Escapar de él resulta prácticamente imposible. Es entonces cuando los utópicos (los cristianos entre ellos) habría de encontrar pequeñas estrategias para sobrevivir. Esto no estará exento de riesgos y, por supuesto, la marginalidad será el lugar de quien actúe así.

b)   Obrando bien, no hay que temer: Eso dice san Pablo: “Los que mandan no son una amenaza para la buena acción” (Rom 13,3). Muchas veces esto no es así, lo sabemos. Pero, ciertamente, para obrar frente al empuje de los sistemas hace falta un cierto valor, por las consecuencias a que puede llevar a la persona. De cualquier manera, es cierto que el bien obrar es, como la coherencia, un arma formidable para vivir en libertad.

c)   El servilismo en los sistemas religiosos: Existe, como en los demás sistemas, también en la VR. Además de la jerarquización, de la que no sabemos desprendernos, hay muchos pequeños intereses que juegan en el asunto. Esto, como se comprenderá, es una siembra de sal en el campo de la fraternidad. Por eso mismo, cuanto más se controle el servilismo, cuanto se obre por pura fraternidad, cuanto más se apropie uno de aquella máxima paulina de que “para ser libres nos libertó Cristo el Señor” (Gal 5,1), mejor.

d)   Conquistar la libertad, tarea diaria, no se es libre, se va siendo: Es algo que es preciso conquistar (H. Küng, “Libertad conquistada”). Es decir, como todos los valores humanos es algo que nos se nos va a dar por el mero hecho de reclamarla. Es preciso trabajarla día a día, construirla artesanalmente. Y además hemos de saber, lo sabemos, que la libertad es una realidad articulada con la libertad del otro, no a costa de la libertad del otro. Reclamar libertad para uno, conculcando la del otro no tiene sentido.

 

3. Para el diálogo:

 

  • Extraño servilismo: Ocurre que, en relación con las fuerzas políticas, tanto un sector la ciudadanía como la VR, hace voto de fidelidad a una fuerza política que, quizá, encierra un profundo servilismo. Ya puede ese partido cometer todas las tropelías demostrables que, basado en que los demás también las hacen o simplemente negándolas, esos ciudadanos seguirán votándoles hasta la parusía. ¿Por qué ocurre ese fenómeno? ¿Por qué, en el caso de la VR, el Evangelio no modifica nada el esquema? ¿Por qué no hay itinerancia política?
  • Servilismo colectivo: Además, en el caso de la VR, se da la circunstancia de que la mayoría, siempre en general, vota a la derecha. Pero ya votaba en otras épocas. ¿Siempre ha sido así? ¿Por qué? ¿Por qué se cree que esas formaciones están más cerca de la religión, porque amparan mejor nuestros intereses? ¿No nos percatamos de la “factura” que hay que pagar?
  • Cada vez más libres: La libertad no es algo estático, sino que es preciso irla construyendo poco a poco, cada día. Hay que conquistarla. Las personas mayores deberíamos ser expertos en ello, no tanto en hacer lo que nos venga en gana. ¿Te sientes más libre con los años? ¿En qué campos de la VR hay que trabajar todavía en temas de libertad?
  • Aprendizajes del siempre perdedor: Es posible que quien se plante ante el sistema político y sus gestores y abogue por una libertad sea un perdedor en toda clase de eventos políticos (elecciones, decisiones judiciales, etc.). Será preciso no tanto acomodarse a esta condición de perdedor, pero sí saber que, hoy por hoy, el sistema es más fuerte que la libertad, lo que no quiere decir que lo vaya a ser siempre. ¿Es esto así? ¿Cómo mantenerse en talante utópico?

 

XII. POLÍTICA Y POSVERDAD

 

         Dicen que estamos en la época de la posverdad. La wikipedia la define así: Posverdad o mentira emotiva es un neologismo que describe la distorsión deliberada de una realidad, con el fin de crear y modelar la opinión pública e influir en las actitudes sociales, en la que los hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones y a las creencias personales.

         Lógicamente esto está muy ligado a la política. Sigue diciendo nuestra amiga wikipedia: En cultura política, se denomina política de la posverdad (o política posfactual) a aquella en la que el debate se enmarca en apelaciones a emociones desconectándose de los detalles de la política pública y por la reiterada afirmación de puntos de discusión en los cuales las réplicas fácticas ―los hechos― son ignoradas.

         Dicho de manera más llana: estamos hablando de mentira, falsedad y estafa. ¿Hay posibilidades de sanear estos niveles de limitación que estando en el ámbito de lo público hablan de la fuente del corazón de cada persona? Creemos que sí, siempre que se sea lúcido y se trabaje por ello.

 

1. Texto inicial: Mt 28,11-15:

 

“Mientras las mujeres iban de camino, algunos soldados de la guardia llegaron a la ciudad y contaron a los jefes de los sacerdotes todo lo que había sucedido. Estos jefes se reunieron con los ancianos para, de común acuerdo, dar mucho dinero a los soldados y advertirles: –Decid que durante la noche, mientras dormíais, los discípulos de Jesús vinieron y robaron el cuerpo. Y si el gobernador se entera de esto, nosotros le convenceremos y os evitaremos dificultades. Los soldados tomaron el dinero e hicieron como se les había dicho. Y esa es la explicación que hasta el día de hoy circula entre los judíos”.

 

  • Este es un relato, fruto de la pluma de Mateo, altamente improbable. Que Jesús fuera sepultado ya es un problema (¿insepultura?). Que pusiese una parte de la guardia ante su tumba, algo increíble. Que así se tratara de frenar el impacto de la resurrección, totalmente imposible porque esta se fue gestando, sin duda, con mucho tiempo.
  • El modo de narrar judío no es como el nuestro. Para nosotros sería este pasaje una historia inventada, mentirosa incluso. Para ellos no: es la lucha dialéctica en los medios mateanos entre quien cree en la resurrección y quien la denigra con una historieta: vosotros decís que los discípulos robaron el cuerpo, pues yo digo que es una patraña inventada por las autoridades judías. Lo que está en juego es la posibilidad, la verdad, de la resurrección. Pero el modo dialéctico de tratar el asunto es, para nosotros, infantil.
  • La posverdad no da buenos frutos. Porque esos relatos inventados no contribuyen al fin que se pretende: ofrecer la resurrección como una posibilidad espiritual para la persona. Al contrario, como la historia lo ha demostrado, lo que se ha logrado es que las posturas se empecinen y se llegue a posiciones irreconciliables.
  • Obran en esta posverdad una serie de prejuicios mateanos que son los que habría que tratar: la certeza de que el judaísmo mateano odia a Jesús, la seguridad de que jamás podrán entender la resurrección, la evidencia de la mala fe de las autoridades, la condena a la que se ven sometidos los judíos por su pertinaz increencia. Si no se desmontan tales prejuicios, el diálogo, el acercamiento, es absolutamente imposible. Así fue por parte de la comunidad mateana e idéntica fue la respuesta del judaísmo (maldición a los “minim y nosrim” de las 18 bendiciones de Yamnia).

 

2. Reflexión:

 

a)   El auge de la posverdad: Mentiras y falacias ha habido siempre. Pero las llamadas redes sociales les han dado tal vuelo que una mentira global termina por convertirse en una verdad global. Ahora dicen las grandes marcas mediáticas (facebook) que van a luchar contra las llamadas fake news. Por eso, mantenerse en esta vorágine sin exagerar, sin deformar, sin subrayar un aspecto y ocultar otro, sin la intención de llevar a uno por donde no quiere, es un milagro. Es ser alternativos. Pero se puede hacer, al menos a nivel personal y en el ámbito cercano. ¿Servirá para algo? Creemos que sí. Por mucha que sea la fuerza de las redes sociales, que la es, mantenerse en lo que uno cree como verdad, rectificar si se da cuenta que no lo es, construir la sociedad en base a lo cierto, es algo que tiene su valor también hoy.

b)   Una política sin contenidos de verdad: A veces se construye este tipo de política, aunque, más bien a la corta, termina por venirse abajo. No han perdido las sociedades el sentido de la verdad, por mucho que las manipule. Hay algo logrado a través de la historia humana y es que lo que hecho con intención de engañar no es humano. Por eso, apoyar opciones políticas que manipulan la verdad en grado alto es algo a replantear por antihumano, no tanto por su posible fragilidad policía.

c)   ¿Es posible una política verdadera?: Sería aquella a la que no solamente no se le pilla en mentiras sino la que se vuelca a las necesidades verdaderas de la sociedad que son las necesidades de los más frágiles (las necesidades del poder son muy cuestionables). De ahí que la verdad de una tarea política haya que medirla por el crecimiento de los beneficios sociales para quien está más lejos de ellos. La verdad de la política es la equidad, los trabajos por rellenar los fosos que aún separan a los empobrecidos de quienes disfrutamos de todo.

d)   ¿Puede haber políticos verdaderos? Queremos creer que sí. Nos amparamos en ese sueño utópico de papa Francisco que viene en la EG 205. “¡Pido a Dios que crezca el número de políticos capaces de entrar en un auténtico diálogo que se oriente eficazmente a sanar las raíces profundas y no la apariencia de los males de nuestro mundo! La política, tan denigrada, es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común. Tenemos que convencernos de que la caridad «no es sólo el principio de las micro-relaciones, como en las amistades, la familia, el pequeño grupo, sino también de las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas». ¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres! Es imperioso que los gobernantes y los poderes financieros levanten la mirada y amplíen sus perspectivas, que procuren que haya trabajo digno, educación y cuidado de la salud para todos los ciudadanos. ¿Y por qué no acudir a Dios para que inspire sus planes? Estoy convencido de que a partir de una apertura a la trascendencia podría formarse una nueva mentalidad política y económica que ayudaría a superar la dicotomía absoluta entre la economía y el bien común social”.

 

3. Para el diálogo:

 

  • La relativa verdad: Ni en el pensamiento ni en la vida existe una verdad absoluta. Siempre será relativa. Pero dentro de esa relatividad hay que preguntarse si la verdad beneficia al poder y perjudica a los frágiles o, por el contrario, relativiza las pretensiones del poder y aúpa a los empobrecidos. Esta segunda postura, por muy relativa que se quiera, es la que apoya el mensaje cristiano. ¿Todavía creemos en esto, o descreemos de ello?
  • No banalizar la posverdad política: No todo da igual; no es razón suficiente el generalizar, el decir que todos son iguales. Nos habría de doler la mentira política y habría de movernos a obrar en consecuencia. ¿Hacemos chistes de las mentiras políticas o nos duelen?
  • Discernimiento en la maraña de verdades: Porque, en verdad, es una maraña de muy difícil esclarecimiento. ¿Pero hacemos algo por aclararnos?  ¿Leemos, hablamos para aclararnos, nos interesa saber lo que hay dentro de los acontecimientos, escuchamos a quien más conoce el tema, o funcionamos con nuestros propios prejuicios?
  • Anhelar una vida personal en la mayor verdad posible: No solamente por coherencia personal, sino para tener una herramienta de análisis social. ¿Cómo hablar de verdad en esta época nuestra si no nos azuza la necesidad de vivir personalmente en la mayor verdad posible?

 

 

CONCLUSIÓN:

 

         Con los datos que ofrecen los relatos evangélicos no se puede construir una teoría política ni desvelar la intencionalidad de Jesús en este tema. Pero, al menos, hay rasgos suficientes para, enmarcándolo en la espiritualidad del reino, funcionar en modos de seguimiento.

         Una cosa queda clara: no es un tema baladí. El que no haya sido tratado en profundidad, el que no haya pasado al pueblo cristiano, no quiere decir que sea un tema sin relevancia. De alguna manera, ampliando el concepto de política, es uno de los puntos más importantes de la espiritualidad evangélica.

         Por eso mismo, la VR tiene delante un campo para ir ahondando cada vez más y aquilatar así su opción de seguimiento con Jesús.

 

 

 

Ejercicios 2018 (1)

 

 

 

 

¿HABRÁ CANTO EN LA NOCHE?

Una lectura actualizada de los “salmos de las subidas”

(Notas para una semana de ejercicios)

 

 

         Esta oferta de reflexión espiritual para una semana de ejercicios brota de una suposición y de un anhelo. El supuesto viene en Mc 10,32: “Iban por el camino, subiendo a Jerusalén, y Jesús iba delante; ellos estaban desconcertados, y los que le seguían iban con miedo”. Jesús sube por última vez a Jerusalén. Es meterse en la boca del lobo, como así fue. Jesús sube al frente de esa cordada de desalentados que son los discípulos, que van “desconcertados” y de la gente que le sigue que va “con miedo”. Jesús va delante. Y podemos suponer que, como sube a Jerusalén, va cantando, como hacían los peregrinos judíos, los “salmos de las subidas” (Sal 120-135). Canta delante para animar a los acobardados que van detrás. Cree que cantando se espantará o, al menos, se controlará el temblor de sus corazones y el deseo de salir corriendo en dirección contraria. Salmos para suscitar ánimo cuando el agujero negro del desaliento, del temor y de la pena lo absorbe todo.

         Y de aquí la certeza de que estos salmos, releídos desde una experiencia actual de fe, quizá puedan servir para el mismo fin: animar nuestra fe en este hoy en el que tenemos muchos motivos para tirar la toalla y ceder a la imposibilidad de una fe actualizada o de volvernos a modos religiosos desconectados de la realidad. La Palabra de Dios nos puede ayudar a mantener viva la experiencia creyente en tiempos de dificultad. Por eso, intentaremos una relectura que pueda reconfortarnos. Lo necesitamos.

         Los ejercicios de este año podrían ser comprendidos como un tiempo fuerte para recabar ánimo y seguir levantando los hombros para seguir adelante, sin desaliento, en el camino cristiano que es nuestra vida. De tal ánimo podemos beneficiarnos todo el año, para el camino largo que es nuestra vida. Volver a la Palabra es volver a la casa que acoge, a la fuente que sigue manando, al principio de fuerza que puede contagiarse a nuestro frágil corazón.

         Dice Bertolt Brecht: “Y en la noche ¿habrá canto? Sí, habrá canto en la noche”. Creemos que los salmos de las subidas pueden ser hoy también para nosotros un canto en la noche, en la dificultad, en el caminar, en el gozo trabajado de construir el camino de la fe. Démonos a la tarea.

 

I. SALMO 120: GUARDADOS POR DIOS

 

1Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
2El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

3No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
4no duerme ni reposa
el guardián de Israel.

5El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
6de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.

7El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
8el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.

1. Jesús lee el salmo

 

  • Subíamos a Jerusalén. Todo era penumbra. Los corazones pesaban mucho. Habíamos vivido aquel momento de luz que fue la transfiguración donde, en el silencio y en la Palabra, descubrimos que había que ir a Jerusalén. Allá, en aquella luz, en aquella paz, cobramos ánimo por encima de los miedos. Iríamos a Jerusalén. Pero ahora, llegado el momento, nuestros pies pesaban como el plomo y nuestro corazón estaba sin luz. Era la subida temida.
  • Los míos iban detrás. De cerca los discípulos, en silencio. Solo se oían las pisadas sordas sobre el camino. Nadie decía nada. No quería mirarles para no entristecerme más. Detrás un buen grupo de “seguidores”. También en silencio. ¿Dónde habían quedado los cantos, el jolgorio de las subidas, las risas contagiosas? Silencio, nada más que silencio. Y el miedo, libre, circulando a sus anchas por encima de las cabezas y metiéndose en las venas. Silencio y miedo.
  • Avistamos los montes de Judá. Y empecé a cantar: “Levanto mis ojos a los montes”, aquellos montes que nos eran tan queridos a los judíos y de los que ahora, con gusto, huiríamos. Aquellos montes que encerraban el templo, la “joya”, la presencia densa de Dios, donde íbamos jolgoriosos entre el bullicio. Ahora la alegría había huido.
  • Por eso se nos hizo clara la pregunta del viejo canto: “¿De dónde nos vendrá el auxilio?". ¿Quién nos amparará ahora que nos sentimos tan desvalidos, tan en la rama cortada? Y la respuesta nos la dio el mismo salmo: “El auxilio nos viene del Señor, el que hizo el cielo y la tierra”. El que cuida de todo, nos cuidará; el que sostiene todo, nos sostendrá; el que cuida de los pájaros y de los lirios, nos cuidará. “El auxilio nos viene del Señor”, repetíamos una y otra vez. Las gargantas se desataron y más allá de las lágrimas repetíamos: el auxilio nos viene del Señor. No nos dejará en el desamparo, no nos soltará de la mano, aunque no lo sintamos, aunque nos parezca que está lejos y en silencio, aunque parezca que nos abandona. No, el auxilio viene de él.
  • Íbamos más seguros, pisábamos más fuerte: “No permitirá que resbale tu pie”. Caminábamos con más ligereza. Y otra frase del canto nos llenó: “Tu guardián no duerme”. Nuestro Dios velaba con nosotros, andaba con nosotros, sufría con nosotros. No estaba dormido, desentendido. No había que llamarle a gritos.
  • Y ya brotaba la fe como un torrente: “estamos a su sombra…a su derecha”. Por eso, ni el sol nos herirá, ni la luna nos extraviará. Todo lo creado vendrá a nuestro socorro, por más que llegue la sombra y la oscuridad. Caminábamos más ligeros.

 

2. La persona de hoy lee el salmo

 

  • Hemos puesto nuestra fuerza en nuestra ciencia, en nuestro dinero, en nuestra salud, en nuestra fuerza. Pero muchas veces experimentamos el desvalimiento, las situaciones sin salida, el desamparo que se pega al alma. ¿Cómo llevar esto de la mejor manera? Y hemos descubierto que la buena relación, la acogida de las personas, el débil amparo de los débiles, es algo que ayuda mucho. Generar amparo es  generar humanidad, abrir horizontes, hacer que sintamos menos la dentellada de la limitación.
  • Es verdad que esta vida nuestra tiene recursos limitados. Pero si tomamos conciencia de que nacemos con responsabilidades adquiridas, de que el sufrimiento del otro nos compete, de que la respuesta que damos al dolor ajeno nos hace sujetos morales, es entonces cuando, más allá de nuestra limitación, podemos generar amparo. Quien desconfía de lo humano, desconfía de las personas. Y si no confiamos en nosotros mismos, ¿cómo vamos a confiar en los otros, en el Otro?
  • Hay que velar por la vida del otro, por el camino del otro, por los itinerarios del otro. Los otros son mi tarea, no para inmiscuirme en sus asuntos, sino para participar en su crecimiento. Los otros no son mi “infierno”, sino el camino humilde para la dicha. Quienes viven sin reposo para el otro, terminan por encontrar reposo, sentido, para sí mismos.
  • La mejor manera de sortear los peligros que el caminar histórico encierra es guardarnos, cuidarnos, atendernos bien, aguantarnos con cariño. Ser, unos para con otros, casa de misericordia donde protegerse y animarse.

 

3. La creyente lee el salmo

 

  • El universo es una realidad en expansión. Nos movemos a dos millones de kilómetros por hora en el “tren” de nuestra Vía láctea. Hay muchos universos. No conocemos la materia del universo, el 90% es materia oscura. Y en el fondo de ese mecanismo que no podemos abarcar, una fuerza que nuestra fe llama Dios, fuerza de amor. Esa fuerza nos engloba, nos ofrece vida, nos cuida, más allá de las enormes limitaciones que, a veces, sufrimos. No estamos solos. En verdad, el Padre y Jesús han puesto su morada en nosotros (Jn 14,23).
  • Dios nos cuida en la mediación de nuestros propios cuidados. No podemos pedir a Dios que nos cuide si nosotros no hemos descubierto que el cuidado, sobre todo el cuidado al frágil, no es consecuencia de la fe, sino su propio centro. Cantar este salmo sin comprometerse al cuidado fraterno es música celestial.
  • Sin reposo para el amor, sin cansarse, sin descreer a medida que avanzan los años. Mantener un interior amante, una interioridad jugosa. No secarse por dentro. Entonces es cuando sonarán vivas estas plegarias sálmicas, estos anhelos encerrados en las oraciones de las subidas. Si estamos cansados, desalentados, de vuelta de todo, descreídos, ¿con qué ojos ver las pisadas del Dios que camina a nuestro lado? ¿Cómo sentir el calor de la palma del Padre que coge nuestra mano?
  • Guardados por Dios, esa es la certeza que puede hacer que lleguemos bien vivos al final de nuestro caminar histórico. “Entre tus manos, llévanos”, dice el canto. “Adora y confía” decía la plegaria de Teilhard de Chardin.

 

4. Recreamos el salmo

 

Sé que Dios está

en el fundamento del ser,

en la fuente de la vida.

 

¿Cómo desconfiar de su cercanía,

de su amparo abrazador,

de su fuerza que reconforta?

 

Por encima de mis tropezones y caídas,

más allá de mis insomnios y desganas,

él me guarda.

 

No tengas miedo del sol que hiere

ni de la luna que extravía,

él sigue siendo luz para ti.

 

II. SALMO 121: ENCONTRAR LA PAZ

 

1¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
2Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.

3Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
4Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,

según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
5en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David.

6Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
7haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios».

Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo».
9Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.

1. Jesús lee el salmo

 

  • Íbamos a la casa del Señor. Pero íbamos sin alegría. Sin embargo, a mí, como buen judío, me habían enseñado que la gloria de Dios, su presencia, se hacía densa en el templo. No podréis entenderme quienes no seáis judíos. Pero yo sabía que la presencia del Padre me envolvería, me protegería, saldría por mí. Por eso cantaba con fuerza: “Vamos a la casa del Señor”. Los que venían detrás no se contagiaban. Cuando nuestro pies pisaron las viejas piedras de la ciudad, yo me olvidé de lo que podía pasar. Estaba en su casa.
  • A quienes veníamos de la aldea, Jerusalén nos deslumbraba. Hoy os parecería a vosotros un humilde lugar, pero a nosotros nos parecía maravillosa. La llamábamos “la hermosa”. Aun hoy día, tan maltrecha, para muchos de los judíos sigue siendo así. Por eso, en lugar de defenderla con paz, la envuelven en guerras. Así les va.
  • Pero ella nos contagiaba la paz. Dentro de ella había paz. Por eso, le deseábamos la paz. Siempre nos había faltado. Por eso la deseábamos tanto. Un corazón pacificado era lo que nos hacía falta. Por eso, nuestro canto era una oración: Danos paz en estas horas de turbulencias grandes. Que no nos abandone la paz.
  • Me volví hacia el grupo atemorizado que nos seguía y después de cantar les dije: “Os deseo la paz”. Que Jerusalén os devuelva la Paz. Que saber a Dios cerca os envuelva en la paz. La necesitábamos tanto…

 

2. La persona de hoy lee el salmo

 

  • Huimos de la oscuridad y del dolor. Si aprendiéramos a abrazarlos, a trabajarlos, a encararlos, a mirarlos desde dentro, a no huir, a no poner la esperanza en que otros (en que Otro) nos resuelva la papeleta, la paz vendría al corazón, aunque costase tiempo. Muchas cosas hermosas suceden en la oscuridad. Lo que llamamos caos puede ser un reservorio de energía enormemente creativa.
  • Quizá podamos entender que la abnegación es una precondición de la realización; que la lucha es el camino a la felicidad; que la enfermedad es el lado oscuro de la salud; que el fracaso es el triunfo disfrazado; que la oscuridad da lugar a la luz. Tal vez el casos sea una parte integral del orden, como el conflicto para la armonía y la oscuridad para la luz. La vida no trata de un dualismo excluyente, o esto o aquello, sino de la integración de esto y aquello.
  • La paz no es solamente ausencia de turbación. Es también comprensión distinta de la realidad, mirada compasiva a los caminos humanos, contemplación del misterio de la vida. Tal vez la paz demande pararnos quietos, contemplar y observar la maravilla inherente al proceso de la vida misma. No solamente comprendemos lo que entendemos, sino también lo que contemplamos, lo que intuimos.
  • Para que la paz anide en el fondo del alma quizá haya que entender que la creación es buena y no mala. Que una “bendición original”, más que el pecado original, caracteriza la vida en su esencia fundamental. Nos hacen falta una serie de cualidades proféticas: coraje moral, enojo correcto, denuncia verbal, protesta y desafío, vigor vital, pasión. La paz florece en terrenos que bullen de humanidad.

 

3. La creyente lee el salmo

 

  • El universo está lleno de tu presencia. El ejercicio no es trabajar la presencia de Dios sino percibirla viva, acompañante, compasiva, amorosa, perdonadora. Vivir en la presencia en formas de honda humanidad, de ahondamiento, de contemplación hacia adentro. Una presencia que reconforte, que empuje, que genere fuerza cuando la debilidad nos cerca. 
  • Y, a la vez, necesitamos comunidades que reconforten, que generen gusto por la vida, que iluminen la oscuridad, que intuyan caminos, que desvelen posibilidades, no comunidades ancladas, esclerotizadas, que ya se sabe cómo funcionan. “Jerusalenes” de vida, más que lugares de arqueología, de normas, de referencias sabidas. 
  • Y luego, la aspiración de la paz honda, la que se vive incluso aunque haya turbulencias. Capacidad para recuperar la paz perdida y volver a la senda de la confianza. Saber que los tiempos de paz los construimos a diario en nuestro ambiente más cercano. Deseemos ardientemente la paz; colaboremos en su construcción. ¿Cómo hablar de fe sin vivir la paz? Y aprendamos a traducirla: respeto, comprensión, aguante cariñoso, dejar que el otro pueda ser él, aunque sus caminos no nos convenzan del todo. 
  • Hagamos oferta de paz, oferta concreta. No solo de palabra, sino en comportamientos sencillos que hablan de paz. Elaboremos los conflictos mediante el diálogo incansable, la coincidencia en lo básico, la certeza de que podemos unirnos en algo, la seguridad de que todos sufrimos cuando la paz escasea. 

 

4. Recreamos el salmo

 

Que nuestra mirada se agudice

para ver lo que no se ve;

que nuestro oído se afine,

para escuchar lo que no se oye.

tu presencia envolvente.

 

Que el ambiente se caldee,

que el frío se aleje de nuestros adentros,

que el amor abrace

lo que más cuesta abrazar,

el desamor.

 

Que la paz no deje de manar

como fuente de vida,

que la paz no deje de brotar

como la mejor cosecha.

 

Que adelantemos la mano desnuda

como las manos de los niños

que no pueden esconder ningún arma

de tan pequeñas y tan puras.

 

III. SALMO 123: UN DIOS DE TODOS

 

1Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
-que lo diga Israel-,
2si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
3nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros.

4Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
5nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.

 

6Bendito el Señor, que no nos entregó
en presa a sus dientes;
7hemos salvado la vida, como un pájaro
de la trampa del cazador:
la trampa se rompió, y escapamos.

8Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

 

1. Jesús lee el salmo

 

  • Nosotros creíamos, a pie juntillas, que Dios estaba de nuestra parte y solo de nuestra parte. Era el Dios de Israel. Pensábamos que era un axioma indiscutible que un Dios debe defender a sus fieles. Como muchas veces nos habíamos visto en desamparo, a veces pensábamos que nos había olvidado, pero que seguía de nuestra parte y nada más que de nuestra parte. Por eso cantábamos esta estrofa subiendo a Jerusalén con certeza indiscutible.  Sin embargo, yo me esforcé por hacerles entender que Dios era un Padre de todos que hace salir su sol sobre buenos y malos (Mt 5,45). Con el tiempo aprenderían; los paganos se lo enseñarían.
  • La ira de quienes nos querían mal estaba hirviendo. Pero no eran enemigos de fuera, sino de dentro. “Eras tú mi amigo y compañero a quien me unía una dulce intimidad” dice el Sal 54,14. Los de nuestro pueblo tramaban contra nosotros. No teníamos miedo a los paganos cuando íbamos hacia la ciudad, sino a aquellos que eran de nuestra familia, de nuestra casa, de nuestra fe. La ira de los que debían amarnos era doblemente hiriente. Los de la cordada lo intuían con claridad.
  • Éramos de secano, pero en nuestra tierra había un lago, a veces muy arisco. Por eso sabíamos qué era tener las aguas hasta el cuello. Los discípulos lo habían experimentado algunas veces. Esa situación entre el vivir y el morir, entre el ahogarse y el salvarse, entre bajar engullido al fondo o permanecer como sea en la superficie. Así nos sentíamos, en este momento de gravedad, de temblor, de ahogo. ¿Cómo verse libre ahora? ¿Se volvería a repetir la experiencia del Dios que libera in extremis? ¿Sería verdad aquello que decían de los padres antiguos que fueron librados de las aguas airadas del mar Rojo?
  • Como un pájaro, dejando unas plumas en la trampa, porque en el último momento falló la trampa. ¿Estaba Dios con nosotros en este momento tan delicado? Nos costaba verlo. Y cantar los viejos salmos nos ayudaba en nuestra debilidad. Muchas veces nos haríamos la pregunta que se hacen los creyentes en las horas de dura zozobra: ¿Dónde estás? Con qué quemazón en los labios y en el corazón lo diría yo horas más tarde en el palo de la cruz.
  • Pero la fe se abría camino, terca, entre las tinieblas: “Nuestro auxilio es el Señor de cielo y tierra”. ¿El Dios de todo cómo no iba a ser sensible a una de las partes, aunque fuera ínfima, irrelevante como aquella cordada de desalentados? El Señor del cosmos inabarcable estaría también a nuestro lado, pequeños “gusanos” que pueden desaparecer bajo la sandalia del opresor que los machaca. Estaría con nosotros porque estaba con todos.

 

2. La persona de hoy lee el salmo

 

  • Hay que desmantelar la exclusividad sobre Dios que, a veces, se arrogan algunos (jerarcas, teólogos) y abrir la espiritualidad a todos los que quieran comprometerse con una experiencia de un Dios que ampara todo, un Dios cósmico. Toda creatura puede sentir a Dios porque es Padre de todos, fuente común, origen familiar. Nadie tiene preeminencia sobre nadie cuando hablamos de Dios.
  • Aun en medio de una religión de encarnación como el cristianismo –con el enfoque puesto en el Dios que se hace humano en el medio de la creación- el Dios “que está en los cielos” frecuentemente tiene prioridad sobre el Dios que es inmanente en el mundo de nuestra experiencia. Y sin embargo, el Dios que está en todo, lo está, sobre todo, en el interior de la vida, en la raíz de lo que vive, en el cimiento de la historia. La realidad de un Dios dentro es más útil para conectarlo con un Dios de todos.
  • Nos haría bien demoler dualismos, tener un paradigma mental y existencial más unificado. Eso llevaría a consecuencias concretas, por ejemplo a eliminar esa parcelación que hacemos sobre Dios pensando que está del lado de los buenos y no de los malos, del lado de los creyentes y no de los ateos, del lado de las gente de orden y no de aquellos que viven en maneras un tanto “desordenadas”. El comportamiento de Jesús, y por él sabemos lo que es Dios, elimina tales dualismos.
  • Habríamos de dar el salto cualitativo de reconocer el mundo evolutivo como el escenario de la revelación divina. En ese escenario es más fácil comprender que Dios es de todos que si nos estancamos en una idea del mundo fija y estática. Puede parecer teoría, pero de estos elementos del “disco duro” dependen muchas actitudes de vida (por ejemplo esto de tener a Dios por Padre efectivo de toda criatura y la consiguiente responsabilidad familiar que de ello se deriva).

 

4. Recreamos el salmo

 

Dios de todos,

Dios de todo

y de nadie.

 

Dios de vida,

Dios de amor

y de fuerza.

 

Dios de dentro,

Dios de abajo

y de luz.

 

Dios de amparo,

Dios de abrazo

y de calor.

 

Dios de canto,

Dios de vida

y de paz.

 

 

IV. SALMO 124: MENTALIDAD INTEGRADORA

 

1Los que confían en el Señor son como el monte Sión:
no tiembla, está asentado para siempre.

2Jerusalén está rodeada de montañas,
y el Señor rodea a su pueblo
ahora y por siempre.

3No pesará el cetro de los malvados
sobre el lote de los justos,
no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.

4Señor, concede bienes a los buenos,
a los sinceros de corazón;
5y a los que se desvían por sendas tortuosas,
que los rechace el Señor con los malhechores.
¡Paz a Israel!

 

1. Jesús lee el salmo

 

  • Cuando entonamos este salmo, los que iban detrás se animaron más. Ellos estaban convencidos de ser unos privilegiados de Dios, de aquel Dios que excluye a malvados y paganos. Ellos no eran ni una cosa ni otra. Por eso, por encima de su miedo, creían que el Dios de Israel estaba de su lado. Que aquel Dios les “debía” algo, amparo, amor, por su probada piedad y por su innegable pertenencia al pueblo elegido. Sin embargo a mí, que había llegado la humilde conclusión de que Dios hace salir su sol sobre buenos y malos, algo me decía que la cosa no iba bien. 
  • Tenía por verdad que “los que confían en el Señor son como el monte Sión”, que la confianza en Dios era una roca firme, una esperanza que aguanta vendavales. Tenía por verdad que Dios rodeaba a su pueblo como las montañas de Judá rodean a Jerusalén (el Scopus, el Herzl, los Olivos, etc..). Pero ¿los que no confían tanto, los que no creen tanto, los que no son de aquí, aquellos que no reconocen al Dios de aquí, aquellos que, por culpa de los mismos creyentes, maldicen de él? ¿Están excluidos sin más? Algo me decía que no. 
  • Por eso, se me atragantaban aquellas palabras que a mis acompañantes les parecían indudables, convincentes, totalmente ciertas: “No pesará el cetro de los malvados sobre el lote de los justos”. Nos veremos libres de ese peso. No encontrábamos caminos para integrar al mal, a los malos, en nuestros esquemas. Lo veíamos todo más claro cuando clasificábamos, cuando excluíamos, cuando los judíos nos sentíamos los privilegiados de Dios. Algo no iba bien. 
  • De ahí que interiormente yo corregía la súplica final del salmo: concede bienes a todos, a los buenos, a los sinceros y a quienes no lo son tanto, a quienes no lo parecen, a quienes no son tenidos por tales. Y, desde luego, que no fueran rechazados los malhechores, sabiendo que Dios de alguna manera también los miraba: ¿No era un malhechor Zaqueo, no lo era el samaritano que iba por posadas, no era la mujer de mala fama que me lavó los pies, no era aquel pródigo que se marchó de casa, etc.? Yo que los había puesto como ejemplo de lo que Dios puede hacer en la vida de las personas, ¿cómo iba a decir ahora que estaban excluidos? No cantaba con los otros, pero me callaba para no hacer más grande su herida, porque tampoco yo sabía muy bien cómo consolarles. 

 

2. La persona de hoy lee el salmo

 

  • Educados en un dualismo que persiste (buenos/malos) casi somos incapaces de permeabilizar esas fronteras. Sin embargo, ni los buenos son tanto como ellos lo dicen, ni los malos son tanto como nosotros lo decimos. La escala de grises es muy grande en la vida humana. Por eso, la flexibilidad es una herramienta que nos resulta del todo necesaria para poder entendernos y entender los, a veces, raros caminos de los humanos. 
  • En un nivel profundo, cada ser vivo está implícito, implicado en todos los demás. Cada sufrimiento, cada extinción, nos afecta, nos empobrece, nos “mutila”, dice el papa Francisco. De la misma manera, participamos de la dicha y creatividad de cada organismo individual. En realidad, no son las especies individuales las que evolucionan, sino todos los sistemas vivos conectados de manera interdependiente, en el seno de la misma totalidad coherente. 
  • Nosotros los humanos no somos los amos de la creación; somos participantes en un proceso co-creativo que es mayor que nosotros. Si hemos de influir  en la vida planetaria y global, lo haremos por medio de una interacción cooperativa más que por una lucha competitiva. No hemos sido creados para competir, sino para amar. ¿Cuándo vamos a desterrar cualquier mentalidad excluyente? Excluir y creer en Jesús es una contradicción. 
  • Todos estamos afectados por todos los demás. Es preciso descubrir que somos familia, comunidad humana y cósmica, asamblea de diversos. Nos lo enseñó Jesús. Por eso hay que leer con cuidado salmos y pasajes bíblicos que, por evolución histórica, han elaborado poco el tema de la integración en el todo. 

 

3. La creyente lee el salmo

 

  • No es posible caminar sin confianza. El salmo habría de llevarnos, un poco en su contra, a elaborar un modo de vida confiante. Atravesar un camino con el miedo en el cuerpo es una tortura. El creyente en Jesús habría de aprender a no vivir siempre con la mano en la guarda de la espada, temiendo a quien viene, al distinto, como quien me va a asestar una puñalada. Es tan bueno como yo, porque Dios ha sembrado en todos la bondad, por eso puedo empezar mi relación con él desde la bondad.
  • La mentalidad excluyente, elitista, no es cristiana. No somos elegidos de Dios en contra de quien no lo es. Jesús nos ha convertido a todos en hijos, por eso nadie queda fuera, más allá de sus peculiaridades sociales o religiosas. Rezar con mentalidad excluyente hace polvo la oración de la confianza, la oración evangélica.
  • Hay muchas puertas para entrar en el misterio de Dios. Nosotros tenemos una, Jesús, puerta querida y amada. Pero no es la única puerta porque al misterio se accede por los muchos caminos que suscita el Espíritu. Habríamos de alegrarnos de ello y ser mesurados y amables en la oferta de esta puerta nuestra que es Jesús. Una “misión” de oferta, no de convicciones ideológicas, no de captación de fieles.
  • Siendo Judío, Jesús se salió del marco de exclusión, durísimo, de la mentalidad de su pueblo. No resulta, pues, imposible pretender una mentalidad amplia, incluyente, abrazante. No perderíamos nada, no se diluirían los perfiles de la comunidad cristiana, no pondríamos en peligro la fe en Jesús. Nuestra fe no significa que lo tenemos todo claro. No significa que tenemos soluciones acabadas, respuestas últimas para todo. Tenemos la inestimable memoria de Jesús, la presencia activa de su espíritu, la compañía de una iglesia de hermanas y hermanos, pero ello no nos exime de la duda, la búsqueda, el diálogo. Somos caminantes.

 

4. Recreamos el salmo

 

Hemos querido, equivocados,

saber quienes somos

diferenciándonos de los demás,

cuando la verdadera identidad,

está en la comunión.

 

Somos casi idénticos

en anhelos,

en búsquedas,

en sufrimientos,

en preguntas.

 

¿Cómo asentar la vida

sobre las diferencias?

¿Cómo decir a quien tiene

un corazón similar,

no eres como yo?

 

Algún día aprenderemos

que la casa del corazón

es la casa de la persona

y que los corazones se asemejan

como las gotas del mismo océano.

 

 

V. SALMO 125: CAMBIOS EN LA VIDA

 

1Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
2la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.

Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos».
3El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.

4Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
5Los que sembraban con lágrimas,
cosechan entre cantares.

6Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas.

 

1. Jesús lee el salmo

  • Siempre habíamos estado oprimidos, bajo el yugo del extranjero. Era un sino de Israel. Desde los tiempos de los Egipcios. Por eso, cuando subíamos cantando este salmo, la sangre nos hervía. Soñábamos con que el Señor cambiara la suerte de Sión. Los que me seguían no habían intuido aún que lo que yo pretendía era que cada uno tomara cartas en el asunto de cambiar el propio corazón, el camino personal, la manera concreta que cada uno tiene de ver la vida. Daría por bueno aquello que dijo uno de vosotros: “No cambiaremos la vida si no cambiamos de vida”.
  • La risa y el cantar volvía al grupo. Esperaban un cambio de fuera, no un cambio de dentro. Un cambio que tendrían que reconocer nuestros mismos enemigos, los gentiles. El anhelo de siempre, la superioridad que nos viene del dominio del otro. Si los gentiles doblaban el cuello y reconocían nuestra superioridad, nuestra alegría llegaría al colmo. No podíamos entender una alegría pura, a costa de nadie, inclusiva.
  • Alguna vez habíamos visto los torrentes del Negueb, cómo las lluvias repentinas creaban charcas en el desierto que llegaban a crear espacios verdes en medio de la aridez. Creíamos que en nuestra vida oprimida, desértica, Dios podría hacer surgir el verdor. Siempre esperando un verdor de fuera, venido de otro lado. No creíamos que la semilla estaba dentro.
  • No estábamos bien. Pero volveríamos cantando, trayendo gavillas. Viviríamos una vida serena y gozosa. El salmo ponía una sonrisa en el corazón de la cordada del desaliento. Las viejas promesas, aquellas leyendas que se inventaban para animar, aún producían su efecto. ¿Serían suficientes para contrarrestar el duro golpe que nos esperaba? Los hechos demostraron que no. Hacía falta mirar más adentro de uno mismo, creer que los cambios brotan de interiores renovados, de maneras nuevas de situarse en la realidad.

2. La persona de hoy lee el salmo

  • Los pensadores de hoy hace tiempo que hablan de un “cambio de paradigma”. Hay grupos que estudian, olfatean los “paradigmas emergentes”. Si nuestro marco de referencias sigue siendo el de siempre, si no dejamos sitio a los interrogantes, a las preguntas, siempre tendremos la misma respuesta, la de siempre, inflexible, incambiable. Vivir en cambio constante es duro para la persona, pero es la única manera de no ir hacia atrás, de no empobrecerse.
  • Los nuevos paradigmas hablan de una visión distinta del cosmos, el primer libro de fe, y de la persona. Una visión del cosmos ampliada al máximo ya que la nueva cosmología es la que más está haciendo por cambiar la visión de la humanidad. Y una nueva visión de la persona, más situada en la profundidad, aquella que ha aprendido a descentrarse, a hacer del otro el centro de uno, ha ir resituando el yo totalizante.
  • Esto nos demanda una visión menos “religiosa” de la vida, menos recurrente a Dios como agente externo (Él cambiará nuestra suerte), más implicativa con el hecho histórico (tratemos de cambiar la suerte). Somos herederos de una espiritualidad que conlleva una falta de responsabilidad histórica. Nuestra oración está adobada en ello. Somos seres acompañados, pero la pelota está en nuestro tejado.
  • No somos de otra naturaleza que la natural, estamos tejidos con los mismos aminoácidos comunes a todos los seres vivos, somos un producto de la evolución, el resultado de su recorrido. Venimos de dentro, no de fuera de la Tierra. Y estamos llamados a ir más adentro. En este marco evolutivo hay que situar la mentalidad de una vida en cambio.

3. La creyente lee el salmo

  • Una fe para cambiar, no para seguir siendo los mismos. El fracaso de la religión se mide en la dificultad para el cambio, en la poca agilidad para adquirir maneras nuevas ver, en el empecinamiento religioso que hace de la tradición una roca inamovible. Si nada nos cambia, ¿para qué sirve el Evangelio que quiere cambiar nuestras estructuras más elementales? Y si el Evangelio no puede tocarlas, si somos los mismos a pesar del Evangelio, ¿no habrá fracasado el Evangelio en nosotros?
  • Sirve de poco recurrir constantemente a la conversión constatando que no nos convertimos. Demos a la conversión metas posibles: conversión ecológica, conversión a la solitud, conversión a lo profundo, conversión a los caminos comunes, etc. Pedir a Dios un cambio sin modificar nuestros caminos es planta sin raíz.
  • La vida demuestra que el cambio es posible. Hay personas que lo han logrado (Helder Cámara, Romero, Agrelo, etc.). Podríamos conseguirlo en la medida en que flexibilicemos nuestro modo de ser, nuestra mirada a la realidad. Las pretensiones del Evangelio no son inútiles.
  • El cambio demanda un cierto despojo. Querer cambiar con el bagaje de siempre, muy pesado, resulta muy difícil. Ir haciendo la vida cada vez más simple, menos llena de necesidades creadas, más relativizadora de necesidad que son prescindibles, más pequeña en sus dimensiones externa y más amplia en las internas, saber ser en cada etapa de la vida lo que corresponde ser, etc., son caminos saludables de despojo que pueden facilitar la obra del Evangelio en nosotros. Cambiar la suerte de “Sión” es un trabajo hermoso, humanizador, espiritual, positivo. Apunta al cristiano adulto del que hablaba san Pablo.

4. Recreamos el salmo

 

Nos agobia el deseo

de ser otro.

Soñamos sin término

el camino que no hemos recorrido.

Queremos cantar la melodía

que no hemos escuchado.

 

Algún día aprenderemos

que el deseo se modela dentro,

que el camino se anda

nada más salir de casa,

que la melodía

lleva siglos

sonando

en el silencio del corazón.

 

No son necesarios grandes viajes

para dar con el país

donde mora el sentido.

 

Basta con dejar sitio

en la casa de dentro

a cualquier creatura

y a la criatura necesitada

que es cada uno.

 

VI. SALMO 126: CO-CREADORES CON DIOS

 

1Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.

2Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
que comáis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

3La herencia que da el Señor son los hijos;
su salario, el fruto del vientre:
4son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud.

5Dichoso el hombre que llena 
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.

 

  1. 1.   Jesús lee el salmo

 

  • Más allá de sus muchas limitaciones, nuestra espiritualidad judía se basaba en la confianza en Dios, por más que la norma luchara por acaparar todo el terreno posible. Por eso cantábamos confiados: “Si el Señor no construye la casa, en vano…si no guarda la ciudad, en vano…”. Creíamos que Jerusalén era una ciudad “guardada”, por mucho que hubiera sido arrasada tantas veces. Cantar la confianza nos hacía más confiados. Los nubarrones que teníamos delante se nos antojaban menos peligrosos.
  • Yo había dicho muchas veces que la semilla crece por sí sola, que el Padre le da el incremento. Había dicho aquellas parábolas ecológicas de los lirios y los pájaros. Dios estaba debajo de todo, por más que los pájaros, los humanos y hasta las flores tuvieran que trabajar para ganarse el sustento. Dios en el fondo, en la penumbra del surco, en el interior de lo que se ve.
  • La confianza la veíamos en los hijos, en el fruto del vientre. Ellos seguirían lo que nosotros habíamos comenzado; ellos lograrían lo que nosotros no habíamos conseguido; ellos vivirían el esplendor de Jerusalén que nosotros no habíamos conocido. Por eso, los más jóvenes de la cordada eran nuestra máxima esperanza. Ellos, quizá, se levantarían del foso en el que íbamos a caer.
  • Tocábamos, así, el misterio de la fecundidad de la vida que Dios alienta. La amenaza de infecundidad se alejaba y daba sentido a aquel viaje extraño que nos abrumaba y que llevábamos entre ceja y ceja desde hacía mucho. Ser fecundos, vivir, ir más allá de los estrechos límites de la vida. Aún latían estos pensamientos en aquella hora de zozobra.

 

2. La persona de hoy lee el salmo

  • Nos cuesta abandonar la visión de un mundo clásico: la creación nos ha sido dada, yo estoy fuera de ella, no puedo influir en nada, vive sin mí. Pero esto no es así: somos observadores que concrean, somos parte de la interdependencia que es lo creado. Ello nos lleva a una conciencia holística, global, interrelacionada. 
  • En un nivel profundo, cada ser vivo está implícito, implicado en los demás. Cada sufrimiento, cada extinción, nos afecta. De la misma manera, participamos en la dicha y creatividad de cada organismo individual. Evolucionamos porque nos comunicamos. No son las especies las que evolucionan, sino los sistemas vivos que están conectados a una totalidad coherente. Esa “totalidad” es el Dios que subyace a lo creado, que lo potencia, que lo expande. 
  • Nosotros los humanos no somos los amos de la creación, somos participantes de un proceso co-creativo que es mayor que nosotros y que puede subsistir sin nosotros. Si hemos de influir en la vida planetaria y global ha de ser por medio de una interacción cooperativa más que por una lucha competitiva. Es un proceso de aprendizaje de interdependencia mutua y no de explotación, combate o guerra. 
  • Hemos de abandonar el determinismo y sumarnos a esa obra del Dios dentro que expande lo creado. Lo dicen los místicos: hay que estar abiertos a la naturaleza evolutiva en todos los niveles. 

3. La creyente lee el Salmo

  • La confianza es un quicio del Evangelio. No se tiene sin más. Hay que trabajarla hasta el último aliento de la vida (quizá más en el último aliento). La confianza en las personas (para empezar) y en Dios puede ser cimiento de una sólida espiritualidad. Darla por cierta sin más, puede ser un error. Es un constructo, algo que se va experimentando.
  • La confianza va unida a la responsabilidad: si somos co-creadores con Dios no vale escaquearse. Hay que intentar hacer bien todo lo que se tiene que hacer. Y hay que darle horizonte a todo eso: no puedo hacerlo solo por obligación, por quedar bien, por ganar aprecio, por sacar algún beneficio. Hay una razón más de fondo: trabajamos con el Padre (como se dice en Jn 5). 
  • Animarse a construir, a hacer caminos, procesos. No querer tenerlo todo enseguida y ya. Hacer caminos espirituales comprobados (de oración, de fraternidad, de ciudadanía). Romper esa dinámica empobrecedora de los actos puntuales, del pequeño momento.
  • Toda vida está amenazada de infecundidad. Fecundos en amor: esa es la vocación de toda persona, útil para cualquier opción de vida que se tome. Llenar el corazón del mayor número posible de nombres: he ahí la verdadera fecundidad, más allá de los límites físicos. Dichosa, sí, la persona que llena con estas “flechas” su aljaba, con los nombres en el corazón.

4. Recreamos el salmo

 

¿Quién nos enseñará

el camino intrincado

de la confianza?

 

¿Quién nos ayudará a creer

que nuestras pequeñas manos

crean con las de Dios?

 

¿Quién nos abrirá los ojos

para entendernos y vivirnos

como parte de un todo más grande?

 

¿Quién nos hará ver

que un corazón lleno de nombres

es el éxito de la vida?

 

Quién sino el terco

y abrazante amor.

 

 

VII. SALMO 127: MÁS ALLÁ DEL TEMOR

 

1¡Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos!

2Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien;
3tu mujer, como una vid fecunda,
en medio de tu casa;

tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa:
4ésta es la bendición del hombre
que teme al Señor.

5Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida;
6que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!

 

1. Jesús lee el salmo

  • Nos habían enseñado a temer al Señor. Primicia de la sabiduría es el temor del Señor, afirmábamos con Prov 1,7. Pero yo fui descubriendo a un Dios de amor al que no había que temer, sino amar. No logré que esa intuición pasara a mis amigos, por eso seguían cantando al temor del Señor. Si hubieran descubierto al Dios del amor, si hubieran optado por él, quizá les habría sido más leve el hachazo que fue mi muerte violenta. Amar al Señor en lugar de temerle, como hacen todas las religiones. En eso está mucho de la clave para una manera distinta de entender y vivir la fe. Pero ello, aferrados a lo de siempre, cantaban al Dios a quien es necesario temer.
  • Ese temor reverencial a lo numinoso era el que posibilitaría la “bendición” que, en aquella época se sustanciaba en: trabajo, mujer e hijos. Así, el temor de Dios se visibilizaba en el temor al hombre que se adueñaba de todo. No se había descubierto el secreto de las relaciones igualitarias por el que tanto luché. Iguales hasta en lo más íntimo, por lo que el acaparador habría de renunciar a su padre y a su madre, a su posición de fuerza. Pero ellos seguían cantando a lo establecido, sin saber que por esa vía solamente podía llegar el desaliento y la huida, como así fue. Cantaban a lo de siempre, sin horizontes de novedad.
  • Por eso creían que la prosperidad de Jerusalén iba a ser su prosperidad, sin percatarse que “su” Jerusalén les ignoraba en el momento en que más necesitaban su amparo. No era tiempo para entender que el verdadero amparo del corazón no está en las estructuras sino en un corazón similar, en la solidaridad del interior humano. Más tarde abandonarían Jerusalén y el ancho mundo les brindaría mejor amparo.
  • Por eso, cuando gritaban “¡Paz a Israel!”, más que un grito de paz se parecía a un grito de guerra, el anhelo de defender a “su” Jerusalén para que ella, a su vez, les amparara. Pero aquel amparo nunca llegaría. Las puertas de aquella ciudad se habían cerrado a la paz y a quienes de verdad ansiaban la paz. Todavía siguen cerradas.

 

2. La persona de hoy lee el salmo

  • El temor, a Dios y a la persona, tiene como aliado el egoísmo, el exceso de individualidad. La individualidad está fuertemente unida a la independencia exagerada. Mientas que el amor se une a la interdependencia. Hay que trabajar por disolver las fronteras entre el “yo” y el “no yo”. Empezamos a darnos cuenta de que todos y todas las cosas se necesitan, no de una manera competitiva y manipuladora, sino en una interacción orquestada que busca extrapolar y utilizar lo mejor que cada persona y cada realidad tiene para darse, en beneficio del todo.
  • El círculo de la compasión humana, la propensión a la relacionalidad, es un deseo arquetípico profundamente asentado, una aspiración conferida divinamente que busca por siempre el paraíso paradójico de algo muy íntimo y, simultáneamente, algo que nos abra a las esferas de la posibilidad total.
  • El movimiento llamado de las “ciudades compasivas” es elocuente. Se orienta, sobre todo, a las personas de edad avanzada para humanizar su camino final. Pero se podría extrapolar a toda persona. Crear ciudades para la buena relación, colaborar en lo que se pueda,  amar la ciudad en la que la vida nos ha puesto. Construir una “nueva Jerusalén” como dice Ap 21 donde quepan todos.
  • Habrá que dejar de lado una cierta arrogancia personal que sustenta una gran cantidad de explotación ambiental y ecológica. El individualismo erosiona casi totalmente el sentido de interdependencia que debería existir entre humanos y otras formas de vida.

3. La creyente lee el salmo

  • El abandono paulatino del Dios del temor y de la omnipotencia puede propiciar otro perfil de Dios, más próximo al Dios de Jesús. No habríamos de ser reticentes por mantener lo aprendido, por ahorrarnos el trabajo de elaborar la doctrina oficial. En esta clase de descubrimientos se juega mucho de la experiencia creyente en una etapa adulta de la vida.
  • Las personas, en general, no experimentan la comunidad por medio de sus iglesias, y en consecuencia un número creciente busca en otro lugar para tener esa experiencia. Solamente una iglesia desinstitucionalizada, deslegalizada, y desclericalizada puede tener la esperanza de captar este concepto central, sin la cual su existencia es en gran parte una charada.
  • Nunca fue el propósito de los sacramentos en su sentido prístino el ser actos rituales para poner al individuo frente a Dios, y a medida que han evolucionado en esta dirección han perdido proporcionalmente su poder de ser experiencias comunitarias y transformadoras. Tienen el peligro de convertirse en rituales insípidos en vez de ser experiencias vivificantes.
  • Ampliando la pequeña Jerusalén del salmista a una de más amplias dimensiones (cósmica incluso), hay que decir que el creyente se preocupa más por la Iglesia en el mundo que por la Iglesia contra el mundo. Negativizar el hecho social es algo opuesto a la dirección de la fraternidad. La benignidad crítica es la herramienta que nos puede llevar a la buena relación con la sociedad.

4. Recreamos el salmo

No hubo un paraíso

para el logro

de la buena relación.

El paraíso está delante.

 

No hubo un tiempo pasado

donde amar

fuera más fácil.

El amor vive en el hoy.

 

No hubo un camino sencillo

que nos llevara

al corazón del otro.

Habrá que desbrozarlo cada día.

 

No hubo una llave mágica

que nos abriera el secreto

de la comunidad.

La comunidad se abre por dentro.

 

VIII. SALMO 128: EL TRIUNFO DEL BIEN

 

1¡Cuánta guerra me han hecho desde mi juventud
-que lo diga Israel-,
2cuánta guerra me han hecho desde mi juventud,
pero no pudieron conmigo!
3En mis espaldas metieron el arado
y alargaron los surcos.
4Pero el Señor, que es justo,
rompió las coyundas de los malvados.

5Retrocedan avergonzados,
los que odian a Sión;
6sean como la hierba del tejado,
que se seca y nadie la siega;
7que no llena la mano del segador
ni la brazada del que agavilla;
8ni le dicen los que pasan:
"que el Señor te bendiga".


Os bendecimos en el nombre del Señor.

 

1. Jesús lee el salmo

 

  • Mi vida, lo sabéis, no fue fácil. Tan difícil como lo era la vida de los pobres, la casi totalidad de la sociedad. Por eso podíamos cantar a pleno pulmón: “¡Cuánta guerra desde la juventud!”. Toda la vida una lucha. Subíamos a Jerusalén para consolarnos de la dura guerra de la vida de los pobres, la dura guerra de los caminos, de los corazones desolados. El duro afán por subsistir.
  • Pero también estábamos seguros de que “no pudieron conmigo”. De que no triunfó el mal. De que no nos abandonara la certeza de que el Padre ha hecho morada en nuestra historia (Jn 14,23). El último canto no fue el de la tiniebla, el del gallo, sino el de la vida. Canté en mi sepulcro.
  • Para nosotros era una blasfemia que se odiara a Sión, la Santa. Pero yo había descubierto que era imperdonable el odio al pobre, verdadera Jerusalén de Dios. Por eso me dediqué a desbloquear el sinnúmero de prejuicios, a rasgar los velos que ocultan el sentido de la vida: que estamos hechos para vivir el uno con y para el otro.
  • Anhelaba la derrota de lo inhumano, la esterilidad del odio, la vaciedad del menosprecio al débil. Esa cosecha que no era más que humo se la deseábamos a quien no amara a Jerusalén. Yo no deseaba el mal, sino que anhelaba ardientemente el bien. Quizá ese ardor nos jugaba una mala pasada y tenía el peligro de convertirse en odio.
  • Puedo decirlo: a nadie negué una bendición. Más aún, me gustaba bendecir a quien nadie bendecía, a los niños, a las mujeres enfermas, a los recaudadores despreciados. Negar una bendición era lo contrario del Dios que siempre bendice. Por eso añadía yo a la frase última del salmo: “Os bendecimos A TODOS en el nombre del Señor”.

 

 

 

2. La persona de hoy lee el salmo

 

  • Para que el bien triunfe es preciso encarar con humanidad la oscuridad, el vacío, el caos. La gran oscuridad no viene de Dios, de él solo viene la luz. Nosotros engendramos una oscuridad sin luz a la que nos acomodamos con variedad de conductas cómplices. Nosotros mantenemos un vacío negativo que hace que nuestro paso por la vida sea un camino en el desierto. Nosotros generamos el caos negativo que destruye ignorando el caos positivo que se autoorganiza. No se trata de culpabilizarnos, sino de abrir los ojos.
  • Al abrazar el caos cósmico, fuerza que se autoorganiza, todos los humanos están invitados a reconocer la naturaleza interdependiente de la luz y la oscuridad, la enfermedad y la salud, la muerte y el renacimiento. Al aprender a tener amistad con el caos de nuestro mundo, interactuamos con él e integramos nuestro caos personal (pecaminosidad) en maneras más auténticas.
  • En vez de tratar de escapar de nuestro dolor por medio de conductas adictivas de negación, empezamos a afrontarlo, a escucharlo y a aprender de él. Nos hacemos corresponsables de la vida en su totalidad, y no de manera fragmentada y dualista.
  • Esta espiritualidad nos lleva a tratar mejor con la verdad que libera, aquella que, incluso con debilidades, admite lo que hay sin flagelarse, trabaja a partir de que lo que tenemos sin culpabilidad, mezcla la espiritualidad al realismo para que se llegue a mejorar lo que realmente se puede mejorar, sin frustraciones ni autocondenas.

 

3. La creyente lee el salmo

 

  • El triunfo del bien tendría que llegar a convertirse en una certeza profunda, en que el mal no tendrá la última palabra. Cuando la vida aprieta, ese tipo de certezas (en la medida en que lo sean) se convierten en auténticos agarraderos existenciales. Es la fuerza de la fe que se hace presente en la debilidad histórica. La espiritualidad se transforma en fuerza.
  • Odiar al pobre, al marcado por la sociedad, al agobiado por la vida, es una inhumanidad. Dividir el mundo entre buenos y malos es otra inhumanidad. Desear el mal a quienes consideramos malvados es también una inhumanidad. Leer la Palabra habría de irnos haciendo más sensibles a estas inhumanidades para no incurrir en ellas. Son actitudes que cierran el paso al Evangelio.
  • El creyente en Jesús nunca habría de negar una bendición, jamás habría de anidar en su corazón y salir de sus labios una maldición. La bendición habría de ser la marca de lo humano. Esto se traduce en buenas palabras, en buenas acciones, en buenos caminos, en buenos deseos. Bendecir es el reflejo del bien hacer. La renuncia a la bondad es el mayor empobrecimiento de la vida.
  • Al creyente se le demanda hoy resistencia y resiliencia. Resistencia en esta hora no fácil para la experiencia religiosa y búsqueda para hacer más creíble y razonable el camino de la experiencia de fe. Resiliencia para generar caminos nuevos, aunque fueren pequeños, donde la vida evangélica sea posible.

 

4. Recreamos el salmo

 

No hemos de temer

leer la Palabra

desde otras perspectivas

que nos iluminen más.

 

No hemos de temer

entrar en huertos

que siempre han estado

cerrados a cal y canto.

 

No hemos de temer abrir

puertas y ventanas

para que el aire puro

llene nuestros viejos pulmones.

 

No hemos de temer

el camino de los malos

sino el nuestro propio,

hermano de aquellos.

 

IX. SALMO 129: LIBRES DE LA CULPA

 

1Desde lo hondo a ti grito, Señor;
2Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.

3Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
4Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.

5Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
6mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.

7Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
8y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.

1. Jesús lee el salmo

 

  • Nos sentíamos débiles. ¿Cómo no íbamos a tener temor ante los nubarrones que  se cernían sobre nuestra vida? No éramos ilusos. Veíamos que nos metíamos en la boca del lobo. ¿Cómo entender aquello? ¿Cómo seguir caminando sin que flaqueáramos y huyéramos? Por eso, el canto subía firme: “Desde lo hondo hasta ti grito”. Desde aquella hondura en la que el miedo había puesto su casa.
  • Suplicábamos a un Dios que, según creíamos, “llevaba cuenta de nuestros delitos”. Quizá mereciéramos aquello, pensaban los que me seguían. Pero yo recordaba lo de Miq 7,19: “Dios arroja nuestros pecados al fondo del mar”, al lugar al que nadie llega. Se olvida de nuestros delitos. ¿Cuándo nos veríamos libres de la culpa? Lo que nos ocurría no era por nuestras culpas, sino por nuestras bondades, por haber estado del lado débil, por haber cuestionado el sistema opresor, por habernos relacionado con colectivos débiles, por haber tocado leprosos. Lo que teníamos delante era el resultado de todo aquello, no el pago a nuestra culpa.
  • Por eso mismo la esperanza se agazapaba en los pliegues del alma: “Como el centinela la aurora”. Como el centinela temeroso ante el enemigo que agazapa en la tiniebla y que anhela que el horizonte comience a iluminarse y ve pasar lentísimos los minutos de la noche. No moría nuestra esperanza. Era más fuerte que el fuerte sentimiento de culpa que nos invadía y del que yo quería zafarme.
  • Por eso levantaba la voz cuando llegaba aquello de “la redención copiosa”. Dios no sería rácano con nosotros, no nos daría el socorro escueto a nuestra necesidad, sino algo sobreabundante. Lo diría Pablo años después: “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”. Por eso mismo, podíamos levantar la cabeza y percibir, tras las nubes, los hermosos y luminosos rayos de un sol de paz.

 

2. La persona de hoy lee el salmo

 

  • No estamos los humanos bajo el peso de un pecado original, sino bajo el gozo de una “bendición original”, por más que esté ahí la debilidad, el pecado. Pero lo que prima es la bendición, la certeza de que la creación, la persona, es buena, más allá, más al fondo de nuestras, a veces, horrendas limitaciones. Necesitamos una liberación de la culpa, textos litúrgicos y espirituales que resitúen la coacción del pecado, que hablen del gozo de la vida, más allá de sus enormes limitaciones, de ser apóstoles del gusto por la vida. Que brote, viva, la plegaria de Clara de Asís: “Gracias, Señor, por haberme creado.
  • Por eso mismo, no necesitamos víctimas propiciatorias que se sacrifiquen por nuestros pecados. Nosotros hemos de luchar para que la bondad ocupe el mayor espacio posible en nuestra vida. Es la obra que Dios va haciendo por nosotros. La comprensión de Jesús como víctima es más que cuestionable; habría de ser abandonada. Es el luchador por la bondad, el que nos anima a tomar nuestra parte en esa dura lid.
  • Los mayores pecados son aquellos que hacemos contra el cosmos, por etérea que parezca la cosa. No hemos moralizado esas limitaciones, pero son las decisivas. El pecado de un entendernos como partículas en el engranaje del cosmos y no valorar así la potencia expansiva del amor que es eso que llamamos Dios. El pecado de no ser tierra, de creer solamente que vivimos en la tierra, dejando así de lado responsabilidades que brotan del ser, del amor. El pecado de no entender la vida desde el señorío, sino desde el no tener más remedio que vivir. El pecado de ceguera que no sabe ahondar en los fundamentos de la existencia y se queda en la mera superficie de las cosas.
  • Quizá experimentaríamos una gran liberación si nos viéramos libres del más allá, de entender el más allá bajo los parámetros de premio o castigo, de poner definitivamente en entredicho el imaginario (tanto positivo como negativo) con que nos enfrentamos al interrogante del más allá. Vernos libres de eso generaría una vida más libre de la culpa que la que, hoy por hoy, aún manejamos.

 

3. La creyente lee el salmo

 

  • Como lo relativo a la culpa está en lo profundo, en los sustratos del alma, en ese mismo ámbito habrá que poner los trabajos por entender y situar bien tal culpa. Es decir, habrá que trabajar la espiritualidad desde lo profundo, en lo profundo, poniendo entre paréntesis toda esa maraña de formas superficiales con las que hemos tejido la vestidura, externa, de lo religioso. Si no se relativiza esa vestidura nos enzarzaremos en inacabables discusiones y no llegaremos percibir lo que hay dentro. Es preciso recuperar la dimensión perdida de la profundidad.
  • Dios es uno con “atención amante”, como diría el papa Francisco. No está dormido, no hay que rogarle lo mismo veces y veces. Él comparte nuestra cercanía más íntima, no está en ningún cielo empíreo. Basta de llamar a quien está. Comparte nuestra alegría y el peso de nuestra historia. Estamos en su presencia porque él nos envuelve, por mucho que nuestros días se alejen de él. No es una atención coactiva, sino amante.
  • La única manera de responder a las preguntas que brotan de la culpa, de la incertidumbre y del temor es activar la confianza. Solamente ella puede frenar esas preguntas e, incluso, desplazarlas. Es preciso trabajar la confianza, imaginarla, activarla, hacer ejercicios de la misma, hasta que aminore el aguijón de las pregunta temerosa, hasta que no importe tanto el más allá cuanto el más acá vivido en gozosa confianza.
  • Esto se logrará mejor si vamos construyendo una espiritualidad asentada más sobre la gracia que sobre el pecado, más sobre la suerte de creer que sobre las exigencias de la religión, más sobre el don que sobre la deuda, más sobre la esperanza que sobre las voces que aún quieren coaccionar con el castigo. La fe en Jesús es proporcional a la capacidad de irse viendo libres de la culpa porque “el amor echa fuera el temor” (1 Jn 4,18).

 

4. Recreamos el salmo

 

Libres de la culpa

podremos mirar

con ojos más limpios

la luz del sol que nace.

 

Libres de la culpa

podremos mirar con gozo

el brillo de los ojos

de la personas a la que amamos.

 

Libres de la culpa

podremos creer

que somos tierra,

sus hijos.

 

Libres de la culpa

podremos sentir en lo profundo

la llamada

a una vida de paz.

 

Libres de la culpa

podremos descubrir emocionados

el rostro de Jesús

que nos ama y libera.

 

 

X. SALMO 130: CORRECTA AUTOESTIMA

 

1Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad;
2sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre.

 

3Espere Israel en el Señor
ahora y por siempre.

 

1. Jesús lee el salmo

 

  • Caminábamos hacia Jerusalén con nuestra propia “mochila”, con nuestras maneras de vernos, con nuestra forma de estimarnos. A veces nos pasábamos por arriba, frecuentemente, creyéndonos sin más, sin discernimiento, gente justa. Pero en otras ocasiones, nos mirábamos pecadores, sorprendidos en fallo, detestables. Yo había descrito estas dos maneras “exageradas” de entenderse en aquel texto sobre el fariseo que se creía más cumplidor que lo que era y el publicano que se creía peor que lo que era. Por eso, en esta hora de verdad, ante Jerusalén, queríamos apelar a lo mejor de nuestro corazón, a su desprendimiento (no es ambicioso) y a su sencillez (sin grandezas).
  • Habíamos nacido entre los pobres, entre los ignorados, aquellos que no dejan huella en el devenir de la historia. Éramos una cordada de pobres que no cuentan. Si no hubiéramos ido a Jerusalén, si no hubiéramos hecho después la expulsión de los vendedores en el mercado del templo, nada nos habría ocurrido. Salimos del anonimato y eso nos perdió. El sistema no acepta que nadie le haga sombra. Y el humilde es desterrado de la vida. Eso nos ocurrió. Cuanto más nos acercábamos a Jerusalén, más claro lo veíamos. Por eso, la tentación era huir. Pero nuestros pasos seguían incomprensiblemente adelante. Las sendas extrañas de los humanos.
  • La imagen del niño que es incapaz de desconfiar de su madre nos serenaba. Creíamos que una “madre” velaba y amparaba nuestro caminar temeroso. En medio del temor brillaba, tenue, una llamita de esperanza. Los brazos de aquella “madre” nos envolvían. No podría dejarnos en desamparo. Nuestros deseos, nuestro temor, nuestros anhelos frustrados, nuestras heridas, nuestra “mochila” descansaba en los brazos de la “madre”, de quien más nos amaba.
  • Sí, Israel tenía motivos para mantener la esperanza. Y dentro de ese Israel global, los más pobres, cualquiera que levante la mirada desde su situación de dificultad. Podía uno mirarse y entenderse tal como era, tal como vivía, tal como temía, sabiendo que hay uno que nos comprende en nuestra justa medida, en nuestro exacto ser.

 

2. La persona de hoy lee el salmo

 

  • La sombra nos envuelve, nos compone. Para estimarse bien es preciso integrarla tanto a nivel individual como colectivo. La sombra es una dimensión real, poderosa, de toda la vida. No será lo mejor luchar contra ella, sino verla como parte de lo nuestro, la parte difícil, pesada, con la que hay que contar. Este abrazar la sombra es justamente lo contrario de sucumbir a ella. Es verla como parte y, por lo mismo, como ámbito de discernimiento, de trabajo, de mejora.
  • No podemos eliminar o erradicar la sombra, y cuanto más lo tratamos de hacer, mayor poder le damos sobre nosotros. Integrar es trabajar por aclarar su sentido, por discernir sus planteamientos. Para ello habrá que mirar con una cierta benignidad la propia sombra y la ajena, las grandes sombras de lo humano. Y luego, aprestarse a trabajar por iluminar su ámbito, porque la capacidad de iluminación es también algo componente de la estructura humana.
  • Efectivamente, la sombra se convierte en un fuerte potencial para la creatividad cuando nos comprometemos con ella en un espíritu de receptividad y de diálogo, cuando nos esforzamos por integrarla en el flujo y ritmo de la vida. Por eso la sombra no nos empequeñece, del mismo modo que no nos agranda el orgullo.
  • En nuestro tiempo, la energía de la sombra actúa con virulencia en las fuerzas estructurales mundiales como el comercio de armas, la globalización, la pobreza y desnutrición. Lo cual es mucho más amenazante para la sostenibilidad de la vida humana y planetaria que cualquier otro conjunto de delitos individuales.

 

3. La creyente lee el salmo

 

  • La correcta autoestima lucha contra la falsa humildad y el orgullo, también falso. La falsa humildad es una hipocresía, porque quiere vender a los demás lo que, en realidad, no existe. La hipocresía resulta difícilmente comprensible y perdonable hoy, porque con frecuencia encierra comportamientos contrarios a los que se presentan. El orgullo es un desenfoque notable porque, casi siempre, infla el currículum para pretender ser lo que no se es. Ambas posturas derivan en una estima incorrecta de la persona y en una visión deformada de la realidad.
  • La experiencia cristiana podría ser una verdadera escuela del deseo, ese gran motor de nuestra vida, para adecuarlo cada vez más al deseo de Jesús: que nada se pierda (Jn 6,39). Orientar los deseos al bien del otro, modificarlos para que el otro sobreviva, reorientarlos para que los caminos de los demás sean cada vez más humanos. Un deseo que sale de sí mismo porque la situación del otro se mira como propia.
  • La correcta autoestima tiene también una dimensión social. Por ello es importante generar confianza social, colaborar a una ciudadanía pacificada y solidaria, entender el entorno, incluso el cósmico, como realidad necesitada de paz y de confianza. “Adora y confía”, decía la plegaria de T. de Chardin. Unir adoración y confianza es la tarea del creyente en la sociedad. Colaborar a ello, unir mística y política, es una manera óptima de construir la necesaria autoestima social.
  • La mesura es un virtud antigua pero, hoy también, necesaria. La desmesura desenfoca la realidad personal y social y crea auténticos fantasmas, de terribles consecuencias a veces. La mesura es un valor de fondo, porque nos aleja del sempiterno y deformante yo y nos sitúa en el corazón de los otros, del Otro. La desmesura del místico es la desmesura del amor, no la de lo estrambótico. La desmesura del creyente es la pasión con rostro de humanidad, no las cosas extravagantes.

 

4. Recreamos el salmo

 

Ojos para vernos

necesitados y fuertes,

ambas cosas unidas.

 

Oídos para escuchar

nuestro llanto y nuestra risa,

ambas cosas unidas.

 

Manos para tocar

la herida y el abrazo,

ambas cosas unidas.

 

Lengua para comer

el pan amargo y el dulce pan,

ambas cosas unidas.

 

Olfato para oler

el hedor y el perfume,

ambas cosas unidas.

 

 

XI. SALMO 131,11-18: DONDE ESTÁ DIOS

 

11El Señor ha jurado a David
una promesa que no retractará:
«A uno de tu linaje
pondré sobre tu trono.

12Si tus hijos guardan mi alianza
y los mandatos que les enseño,
también tus hijos, por siempre,
se sentarán sobre tu trono».

13Porque el Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
14«Ésta es mi mansión por siempre,
aquí viviré, porque la deseo.

15Bendeciré sus provisiones,
a sus pobres los saciaré de pan,
16vestiré a sus sacerdotes de gala,
y sus fieles aclamarán con vítores.

17Haré germinar el vigor de David,
enciendo una lámpara para mi Ungido.
18A sus enemigos los vestiré de ignominia,
sobre él brillará mi diadema».

1. Jesús lee el salmo

 

  • Los judíos no lo dudábamos: Dios estaba en el templo de Jerusalén. Allí se hacía densa “su gloria”. Por eso subíamos cantando por encima de nuestro temor. Creíamos que allí encontraríamos un sosiego y una defensa que necesitábamos mucho. Pero interiormente yo pensaba: Dios está en los pobres. En ellos vi su rostro, en sus pobres huellas que el viento del olvido borra yo vi las huellas de Dios, en su calor de pobres yo reconocí el calor con el que Dios nos amaba. Como dirá uno de vuestros poetas: “La casa de los pobres es un sagrario” (Rilke). No se lo decía porque éramos pobres y no gusta a los humildes que les recuerden su pobreza. Pero a mí Dios se me hacía más cercano en aquella cordada de sencillos que en la supuesta gloria luminosa del templo. La vida me había enseñado que Dios está en lo humilde.
  • Otro signo indiscutible para los judíos de la presencia de Dios era la monarquía davídica. La monarquía, desde los tiempos de Saúl, no trajo a Israel más que desgracias, excepto contadas excepciones. Pero queríamos ser como los otros pueblos. Y tuvimos una monarquía en la que creímos ver el favor de Dios. Yo seguía con lo mío: los pobres eran mis verdaderos “reyes”. Por eso les anuncié la dicha que merecen y la justicia de la que son acreedores. Había que guardar la alianza para que la monarquía hubiese funcionado; no se guardó, por eso no funcionó. Pero los humildes eran los verdaderos actores de la alianza. Él había hecho una alianza con ellos para siempre. Me desgasté en hacerlo ver así. Muchas de mis mejores parábolas tenían ese tema. Recordad aquella del empobrecido Lázaro, sus desventuras y su grito de justicia escuchado.
  • Por eso mismo, porque el templo no sació a los pobres de pan, yo llevaba por dentro otro discurso cuando cantábamos “esta es mi mansión…a sus pobres le saciaré de pan”. No teníamos sitio en la estructura económica del templo. En él, por mucho que estuviera la gloria, seguíamos siendo pobres. La religión formal se aprovechaba de nosotros, de nuestras pobres ofrendas, como la de aquella viuda a la que vi echar su limosna en el cepillo del templo.
  • Y, por supuesto, cuando llegaba aquello de vestir de ignominia a los enemigos, yo añadía, por lo bajo, un “no”: Dios no vestirá a nadie de ignominia, y menos a los pobres, sean de la nación que sean. Pensaban los de la cordada que Dios era “suyo” y que, por serlo, les debía algo. Cuando salieran al mundo se percatarían de que Dios abrazaba a todos los pueblos, a la realidad entera. Dios estaba en todos porque estaba en el fondo de todo.

 

2. La persona de hoy lee el salmo

 

  • Dios está danzando. No podemos entender a Dios, fuente de energía que se expande, como una realidad quieta, sino en danza, como lo están las partículas subatómicas que son hervideros de actividad. Si nuestros sentidos fueran los suficientemente sensibles podríamos percibir el abismo silencio y, en él, al Dios que danza, porque la danza es un símbolo de la libertad, la creatividad y la espontaneidad. Desde la antigüedad, en la danza se vio algo de Dios, porque él es movimiento total, como se puede decir que es quietud total. Ambas cosas son verdad. Por eso hay que controlar los rituales formales que, con el tiempo, se convierten en estructuras sin espíritu, formalidades insípidas desprovistas de sentimiento e imaginación.
  • La danza es una metáfora científica porque la danza de la creación y de la destrucción es la base de toda la existencia de la materia ya que todas las partículas interactúan entre sí al emitir y reabsorber partículas virtuales. En ese torbellino se asienta la realidad espiritual de Dios. El cosmos es una estructura movible, dinámica, cambiante, que sufre modificación y transformación incesantemente. En ese volcán cósmico está el lugar del Dios de amor que crea y recrea.
  • Por eso estamos llamados a sumarnos a esa danza. Estamos llamados a proclamar con letra y música la historia a la que todos pertenecemos, el relato que ha tejido toda forma y estructura del universo observable. Estamos llamados a una vivencia de la fe dinámica, imaginativa, buscadora, como una danza que cambia de movimientos según la música que suena. El inmovilismo mental y espiritual son enemigos de una fe viva.
  • Y luego está la contemplación admirativa, esa actitud que adora lo que no comprende porque adorar es su forma de comprender. El silencio admirativo es, quizá, el mejor modo de conectarse con la fuente divina de pura posibilidad. Nuestro mundo tiene un potencial vasto, y todavía le falta muchísimo por manifestar en la danza creativa de la energía, la cual se desarrollará ciertamente por millones de años, hacia un futuro abierto, sin límite, tal vez para siempre. Ese es el gran “templo” donde venerar la gloria de Dios.

 

3. La creyente lee el salmo

 

  • Dios está dentro: “Vendremos a él y pondremos nuestra morada en él” (Jn 14,23). Jesús y el Padre han tomado una decisión de vértigo: venir a poner su morada en el fondo de nuestra vida con la intención de no quitarla nunca más. Han “abandonado” su cielo para hacer de la historia su verdadero cielo, su lugar de encuentro. Por eso hay que ir bajando a lo profundo, al “lugar” donde sea posible el encuentro. Bajar a lo profundo, adorar y amar la limitada perfección que somos.
  • Dios está debajo: “Jesús Mesías es el cimiento” (1 Cor 3,11). Un Dios que sustenta lo que somos y vivimos. Asentar la vida sobre ese cimiento es asentarla sobre el amor, asimétrico y generoso, hasta llegar a devolver amor aunque no se dé amor. Una vida entendida en el sosiego y la confianza de que hay tierra bajo nuestros pies, de que lo nuestro no es un camino inútil, de que nuestros días sencillos, destinados para el olvido, son un regalo de amor.
  • Dios es fuerza: “Te fortaleceré y ayudaré” (Is 41,10): Porque es cierto que palpamos nuestra debilidad, pero en esa debilidad hay una fuerza interna que nos hace sacar la cabeza a flote, respirar, levantar los hombros y seguir adelante. De esto estaba convencido san Pablo (2 Cor 12,9). Y fuerza en lo profundo del cosmos, fuerza capaz de expandir los universos de manera inimaginable para nosotros en una gigantesca danza creadora.
  • Dios es compañero: “Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos” (Lc 24,15). No estamos solos. En nuestros humildes, paradójicos y, a veces, perdidos caminos, Jesús sigue siendo compañero. Sus huellas van paralelas a las nuestras. De ahí que podamos responder con convicción a la inquietante pregunta religiosa: ¿Dónde está Dios? En nuestros mismos caminos. Feliz quien, en modos sencillos, sabe olfatear su presencia. Dichoso quien detecta el perfume de amor del Jesús que camina a su lado.

 

4. Recreamos el salmo

 

En la danza cósmica

de incomprensible vastedad

tienes tu casa.

 

En los cielos inabarcables

y en las distancias inimaginables

tienes tu casa.

 

En la tierra hermosa,

casa de todos

tienes tu casa.

 

En los caminos humanos

bellos y extraviados,

tienes tu casa.

 

En la casa de los humildes

para recoger sus lágrimas,

tienes tu casa.

 

En quien rendido de amor

te atisba cercano,

tienes tu casa.

 

 

XII. SALMO 132: AMOR MISTERIOSO

 

1Ved qué dulzura y qué delicia,
convivir los hermanos unidos.

2Es ungüento precioso en la cabeza,
que va bajando por la barba,
que baja por la barba de Aarón,
hasta la franja de su ornamento.

3Es rocío del Hermón, que va bajando
sobre el monte Sión.

Porque allí manda el Señor la bendición:
la vida para siempre.

 

1. Jesús lee el salmo

 

  • Nos gustaba cantar aquel salmo. Nos consolaba. Conectaba con lo mejor de nuestro corazón. Porque aquel salmo cantaba a la hermosura de hacer comunidad. Y habíamos hecho comunidad. Para eso los convoqué, para “que estuvieran conmigo” (Mc 3,13), más que para que ayudaran en la predicación por las aldeas. Los necesitaba no como discípulos de un maestro, sino como simples compañeros de vida. Los necesitaba por causa de la necesidad de amor de todo corazón. Hicimos comunidad en los caminos andados, en las noches compartidas, en las dificultades sufridas, en las alegrías comunes. Por eso nos sonaba muy bien este salmo.
  • Y nosotros entendíamos también la imagen del perfume que baja por la barba de Aarón, del sumo sacerdote. Este tenía una franja como ornamento con doce piedras preciosas que representaban a las doce tribus. El perfume les envolvía. Era el perfume de Dios. En realidad, era un anhelo porque la historia de las tribus fue muy poco edificante. Pero anhelábamos la comunidad. La endogamia de los judíos llevaba a la exclusión de los otros pueblos, pero también a una cierta comunidad. Yo fui aprendiendo que había que aspirar a un tipo de comunidad que no excluyera a nadie, amplia como el mar. ¿No se le había prometido algo así a Abrahán? ¿Por qué, entonces, ese afán por reducir la comunidad a “los nuestros”?
  • Entendíamos también la imagen del rocío del Hermón. Este monte estaba lejos de Sión, pero era el más alto del país, “los ojos de Israel”. Y sus nieves prolongadas refrescaban el país. Así era la vida en comunidad, una frescura, un solaz, un fresco en hora de bochorno. Decía Eclo 6,14 que quien encuentra un amigo encuentra un tesoro. Quien encuentra y construye una comunidad encuentra la isla del tesoro con todos sus cofres.
  • Por eso concluíamos con aquel grito: “Mándanos, Señor, esa bendición”. Quizá no poníamos el acento en lo trabajoso del asunto, porque construir la comunidad es más difícil que construir esos edificios modernos que os subyugan. Que Dios mande esa bendición allí y en todas partes, porque si la comunidad se construye florece lo humano y se destruye, no hay sitio allí para la vida.

 

 

2. La persona de hoy lee el salmo

 

  • La comunidad es una aspiración fundamental de la humanidad: el deseo de relacionarse más cercana e íntimamente con un círculo mayor de personas. Aunque el acento no habría de estar en el número sino en la intensidad, en la vibración de la relación, en la fuerza de los vínculos contraídos, en la capacidad para aguantar con amor los vaivenes y baches del hecho comunitario.
  • Hay que sortear el peligro de institucionalización de la comunidad, de creer que porque se pertenece a un colectivo, social o religioso, sin más ya se es hermano, ya se está en la comunidad. Cuanto más tratamos de entender y vivir la comunidad desde una legislación, desde unas normas predeterminadas, desde una costumbre consagrada, más ponemos en peligro la posibilidad misma de su existencia con sentido. La comunidad es novedad, descubrimiento, temblor gozoso, entrega silenciosa, bondad diaria, etc. Esas son sus “normas”.
  • La evidencia de que no estamos bien orientados en la vida comunitaria se percibe cuando el cansancio, el hastío, la rutina se instalan en nuestro diario caminar. La vida comunitaria no es para eso sino para re-entrar, renovados y refrescados, en la tarea continua de la regeneración humana, planetaria y cósmica. Si la vida comunitaria pierde esa frescura, si todo está predeterminado, si no hay nunca novedad en el día a día, la raíz de la vida comunitaria se está secando.
  • La búsqueda de la comunidad no es sólo la búsqueda de seguridad e intimidad para obviar nuestra soledad en un mundo anónimo e impersonal. Es mucho más que eso. Es la expresión de un deseo desde lo profundo dentro del mismo orden creado, un gemido que surge del corazón de la creación, como decía san Pablo (Rom 8,22), que busca reciprocidad y correspondencia. Nosotros los humanos absorbemos este anhelo y, en el nombre de la creación, le damos una expresión consciente, un sentido de comunidad terrenal y cósmica.

 

3. La creyente lee el salmo

 

  • Esta clase de salmos solamente se puede apreciar en la medida en que uno no descrea del amor. Si, debido a los costurones de la vida, uno está ya de vuelta, y cuando oye hablar de amor esboza una sonrisa de incredulidad, no le entusiasmará un salmo como éste. Pero si, a pesar de los años, sus entrañas no están secas, como las de Sara, podrá encontrar aquí una llamada, queda pero hermosa, a construir el trabajoso e interesante camino de la comunidad.
  • No hemos de extrañarnos que siempre estemos royendo este “hueso” de la comunidad, dando vueltas a la misma masa. Es que ahí se juega mucho del sentido de lo humano y del sentido del mismo cosmos. Por eso hay que volver siempre a esa senda. Permanecer vivos en la comunidad, no cansados y desalentados, es como permanecer insertos en Jesús: la única manera de que el bello fruto de una vida con sentido venga a nuestras manos.
  • Muchos han descubierto que el sentido de la vida es vivir con y para el otro. Vivir “con”, ahuyentando la tentación de exclusión, de individualismo, de cerrarse a la hermosa y trabajosa realidad de los demás, considerándolos un “infierno”, en lugar de un “cielo”, una posibilidad. Y vivir “para”, sabiendo que de la fuente de la buena relación es de donde brota el agua que puede calmar la diversa sed del corazón.
  • Para los creyentes la eucaristía es el sacramento de la comunidad. Pero hay que estar alerta. Dice Pikaza: “Siento pudor hacia una eucaristía convertida en espectáculo: algo que se puede exponer y ostentar ante los demás. Hay que valorar, sin duda, lo que se ha hecho en esa línea, sobre todo en la música y en la arquitectura barroca, que son un monumento a la presencia real de Cristo en los signos eucarísticos. Pero esos signos han corrido el riesgo de perder su referencia real: dejan de ser comida, expresión de un grupo de creyentes que se reúnen para entregarse en amor unos a otros, sacramento y promesa de la unidad final de todos los humanos”.

 

4. Recreamos el salmo

 

Los caminos de la comunidad

son tan sencillos

como una sonrisa.

 

Los caminos de la comunidad

son tan bondadosos

como una palabra buena.

 

Los caminos de la comunidad

son tan difíciles

como una gran obra de arte.

 

Los caminos de la comunidad

son tan profundos

como un misterio que no acaba.

 

Los caminos de la comunidad

son tan humanos

como una comunión.

 

Los caminos de la comunidad

son tan divinos

como los caminos

insondables

del Dios de amor.

 

 

 

 

 

XIII. SALMO 133: VIVOS POR DENTRO

 

1Y ahora bendecid al Señor,
los siervos del Señor,
los que pasáis la noche
en la casa del Señor.
2Levantad las manos hacia el santuario
y bendecid al Señor.

3El Señor te bendiga desde Sión,
el que hizo cielo y tierra.

 

1. Jesús lee el salmo

 

  • Nadie puede negar que nuestra espiritualidad judía era muy religiosa. Por eso, al subir a Jerusalén, cantábamos a los “siervos del Señor” que se pasaban la noche en la casa del Señor. Nos reconfortaba saber que, día y noche, había alguien en el santuario orando ante el Señor. Cuando todos descansábamos de la fatiga de nuestro viaje largo desde las tierras de Galilea, alzábamos la vista al templo y, de noche, se percibía la luz de las lámparas que alumbraban a los orantes. ¿Cómo no nos iba a defender el Dios ante el que se ora siempre? Eso también levantaba nuestro ánimo decaído, aunque yo había descubierto que el secreto de la plegaria estaba en la confianza, no en la cantidad o en el tiempo empleado en orar.
  • Yo había experimentado lo que era orar de noche. Lo hacía en descampado. Era dura, áspera, la oración en descampado y de noche. Pero allí descubrí y aprendí lo más gozoso y lo más difícil de mi proceso cristiano: que Dios es Padre de todos, buenos y malos; que también los paganos están llamados al reino; que también las mujeres son hijas de Abrahán; etc. El descampado fue mi templo de oración nocturna. Por eso, miraba con aprecio a los orantes de la noche y pensaba que no eran inútiles los esfuerzos de iluminación de quienes transitan en la noche de la historia. Vendría la luz.
  • Los orantes levantaban, incansables, las manos hacia el santuario. Yo quise decir que había que levantarlas hacia los pobres, para bendecirles, para tocar sus llagas y curarlas, para enjugar las lágrimas que resbalan de sus ojos. Tocar a quien nadie toca, acariciar a quien nunca ha sentido una caricia, abrazar a quien no conoce el calor de un abrazo.
  • Así, vivo por dentro, yo también, como los orantes del templo, pedía la bendición no solamente para los de Sión, sino para todo ser que transite por el camino de la vida. Entendía que todo ser merecía una bendición, por pequeño o infame que fuera. Y creía que la tarea de los orantes es recabar bendiciones, justicia, para los excluidos de la tierra, para los malditos. Orar por los descartados, diría el papa Francisco.

 

2. La persona de hoy lee el salmo

 

  • La búsqueda de iluminación acompaña desde siempre el camino humano. Los científicos, los poetas, los místicos, buscan, en definitiva, luz. Y no tanto para tener más conocimiento, sino para tener más amor. Por eso, quienes aportan luz son los mayores benefactores del hecho histórico que demanda raudales de luz para hallar el sentido de sus pasos.
  • La meditación ha prendido en millones de personas tanto en Oriente como en Occidente y parece asumir una profunda importancia cultural en nuestro tiempo. La meditación ha sido descrita como el arte del centramiento: poner juntas las diversas energías de atención para asentarnos en el centro de nuestro ser. Eso nos facilita la comunicación entre nuestro ser y el ser de la vida en el mundo que nos envuelve. Es una experiencia más transformadora que pasiva.
  • La luz es como un sacramento, no solamente una metáfora del ser de Dios o de la presencia del Resucitado. Percibir y percatarse de la decisividad de la luz en nuestra vida nos hace “tocar” la presencia de Dios en nuestro camino humano. Imaginar un mundo sin luz es como imaginar un mundo sin Dios.
  • De la luz viene la sabiduría innata colectiva que nos recuerda que toda acción fluye de la fuente interior; las palabras emergen del silencio; las cosas evolucionan de la nada; la comunión necesita soledad como valor complementario. Pueden abundar en nosotros sentimientos de dicha, intensa felicidad y confianza, pero muy raramente sin el sentido de vacío, transitoriedad y oscuridad acompañantes. Es la luz en la mezcla con lo oscuro. Y de ahí la necesidad de los trabajos de iluminación.

 

3. La creyente lee el salmo

 

  • La oración y el anhelo de iluminación provienen de vidas apasionadas. Las vidas apagadas consideran todo eso una pérdida de tiempo. Por eso, habría que pedir pasiones a Dios, vibración interior, mística de vida. Perder esa fuerza interior, apagarse y enredarse en las pequeñas cosas diarias es matar el anhelo y con él la espiritualidad, y con ella, el deseo de Jesús. Pasión por Dios y pasión por lo humano, ambas cosas irán entrelazadas.
  • Orar es una manera de creer, no solamente una actividad religiosa. Por eso, quien ora se pone vivo ante el Dios vivo y con ello reconoce el valor y la hermosura de su vida recibida como don. La vida de los orantes es vida de creyentes, no tanto vida de personas religiosas peculiares. La oración, el interior vivo, se llena de aquello que anhela y se va mezclando al sentido mismo de la historia, al Dios de amor que subyace como su fuente de amor.
  • Estar vivo por dentro es requisito para una fe viva. Los humanos podemos ser, en mayor o menor medida, cadáveres ambulantes: vamos caminando pero por dentro la vida es escasa. También podemos ser lo contrario, personas que aunque vayan envejeciendo y deteriorándose mantienen un vigor interior que hace que la muerte les encuentre bien vivas. El lector de la Palabra podría medir la obra que ella hace en él por este dato: la fuerza del vigor interior, más allá de la debilidad externa que se acumula con los años.
  • Ser persona de bendición es una manera de ser persona de oración. Orar y no bendecir es algo incomprensible. Por eso, quien ora ha de decir bien de personas y cosas, ha de moderar su lenguaje para que sea benigno, ha de depurar sus actitudes de hosquedad para que el bien brille, ha de actuar en bondad creciente para que se vea el sentido de su hacer orante.

 

4. Recreamos el salmo

 

Levantemos las manos

y el corazón

para acoger

el don de la luz.

 

Levantemos las manos

y el corazón

para vivir con pasión

cada instante del camino.

 

Levantemos las manos

y el corazón

para mantener encendida

la lámpara de la esperanza.

 

Levantemos las manos

y el corazón

para entrar en lo profundo

desde la lejana superficie.

 

Levantemos las manos

y el corazón

para orar amando

y para amar orando.

 

CONCLUSIÓN

 

         Finaliza aquí nuestro recorrido por el Salterio “de las subidas”, los textos que tantas veces desgranaron los peregrinos de Jerusalén, cuando subían a la ciudad, Jesús entre ellos. Los caminos que acceden a la ciudad, hoy autopistas, se empaparon muchas veces de aquellos gozos y aquellos temores, oyeron los gritos y los cantos fervorosos de quienes creían en maneras sencillas.

         Los hemos “manipulado”, no hemos querido limitarnos a la mera explicación exegética, creyendo que hoy también puede ser palabras de ánimo para cantar en la noche. ¿Qué persona, qué comunidad, qué Iglesia, que sociedad no está necesitada de una palabra de aliento? El corazón hambrea el ánimo como la planta la luz cálida del sol.

         Ojalá hoy, en pleno siglo XXI, estas viejas canciones puedan reconfortar el interior de los creyentes. Se habrá cumplido aquello que dijo otro salmo: “Lámpara es tu palabra para mis pasos” (Sal 118,105). Que esta lámpara no deje de brillar nunca, por tenue que pueda ser su luz.

Retiro en la Cuaresma de 2018

 

Retiro en La Cuaresma de 2018

 

 

 

¡EL BIEN, QUÉ FASCINANTE!

La cuaresma entendida como conversión al bien

 

         Por muchas que sean las noticias que nos hablan del mal, de desastres, de fuertes heridas, de daños irreparables, de caminos extraviados, de sufrimientos injustos, el bien sigue siendo fascinante.

         Por mucha que sea nuestra desgana, nuestro abandono de los caminos de la fraternidad, nuestros imperdonables olvidos, nuestros desplantes innecesarios y gratuitos, el bien sigue siendo fascinante.

         Por mucho que comprobemos cómo las comunidades cristianas, en sus responsables y en sus miembros, no saltan del asiento cuando se hace el mal, por mucho que los cristianos mismos colaboremos a caminos de dudosa bondad cuando no de maldad explícita, el bien sigue siendo fascinante.

Por muchos que sean los miedos que nos atenazan y bloquean nuestro comportamiento bondadoso, por muchas que sean las ocasiones que no aprovechamos para hacer ese pequeño bien que hace más llevadera la carga que la vida nos impone, el bien sigue siendo fascinante.

Por eso nos preguntamos si no será la Cuaresma un tiempo bueno para “convertirse al bien”, para “volver al camino de la bondad”, para no desistir (como dicen sus biógrafos que vivía san Francisco) de aquella “bondad original” que no está en un paraíso perdido, sino en uno por encontrar.

La Cuaresma llega cada año puntualmente. Tiene de bueno el que se nos sirve una posibilidad más de avanzar en nuestro proceso cristiano. Tiene de “peligroso” la amenaza de la rutina y de vacío. Esto es lo habrá que trabajar, en la reflexión, en la oración, en la celebración y en los caminos de la vida. Si esta reflexión colabora a ello, la daremos por bien empleada.

Quizá este anhelo cuaresmal no sea sino la búsqueda de siempre de aquel Jesús que “pasó haciendo el bien” (Hech 10,38) y el anhelo de ir pasando nuestros días, simplemente, queriendo seguir aquella orientación explícita del Evangelio: “Sed buenos del todo como vuestro padre celestial es bueno del todo” (Mt 5,48).

 

  1. 1.    ¡Qué gran aventura el bien!

 

Comenzamos, de nuevo, con un texto de R. Argulloll, un poeta que nos inspira últimamente en su “biblia poética” Poema:

 

El mal parece cautivador

a una determinada edad,

entre la adolescencia y la juventud primera,

cuando lo inquietante, desde la penumbra,

dirige las miradas y los pensamientos.

Malvados son los héroes más seductores,

y el infierno –como han demostrado los artistas-

supera con creces al paraíso en imaginación y sensaciones.

Pero el tiempo nos da otros ojos

y, transcurridos los años,

apenas ninguna novedad ofrece el mal,

una monótona repetición de sí mismo,

con máscaras que caen y conductas que se agotan.

Ningún malvado me es ahora sorprendente,

conocidas a fondo las cloacas del alma.

¡El bien, en cambio, qué fascinante!

El bondadoso siempre sorprende,

acaso porque su pureza nos descubre

territorios desconocidos en nosotros mismos.

¡Qué gran aventura el bien

y el mal, señores, qué tedio!

                           

(Poema¸ 757)

 

  • El mal parece cautivador: Hay dentro de nosotros algo que conecta con el mal, un “Caín” (Jud 11), un morbo sobre lo malo. Y quizá no solamente en épocas de juventud, sino también después. Es lo que hace que las noticias vendan mucho, que nos llame la atención las catástrofes, los crímenes, las desgracias y no nos llame tanto la atención, el bien y la dulzura. Y, sin embargo, más allá de este cautivarnos, el bien sigue vivo y atrayente. ¿Cómo desplazarse hacia el bien dejando de admirar el mal?
  • Malvados son los héroes: No hay más que ver las novelas, las películas, los videojuegos. Casi todos sobre gentes malvadas, pocas sobre gentes o situaciones bondadosas. Las películas violencia en TV son el pan de cada día. Quizá sea, en parte, porque los héroes de la bondad (los entregados, los justos, los santos) han sido despojados de humanidad y eso los ha alejado del camino humano que se relaciona tanto con el mal.
  • El tiempo nos da otros ojos: Porque nos vamos cansando, si es que ya no estamos aburridos, de tanta historia de maldad. Historias que se repiten siempre con el mismo esquema. Las tenemos ya vistas, leídas, sabidas. Incluso las hemos banalizado y somos capaces de comer mientras el telediario desgrana su tremendo mal. Ya nos hemos habituado a “las cloacas del alma”.
  • ¡El bien, en cambio, qué fascinante!: Aunque no lo publiciten, aunque lo ignoren, aunque los menosprecien. En cuanto asoma la cabeza, sigue tocándonos, sigue llegándonos al fondo del corazón, porque ese fondo es casa para la bondad, “territorios de nosotros mismos”. Por eso, cuando los ojos se deslizan, cansinos, sobre las páginas del periódico, con frecuencia se detienen en temas, en fotos que muestran ese lado bueno de las entrañas humanas que aparece tímidamente pero que tiene una fuerza imparable.
  • ¡Qué gran aventura, el bien!: Aventura a la que se le llama a la persona ahora también, quedamente, sin avasallar, pero tenazmente, con la constancia de quien cree que la vida es una aventura para el logro del bien y que cualquier paso que se dé hacia él nos hace más humanos.

 

  1. 2.    Ante una fotografía

 

 

 

         Posiblemente siga siendo verdad aquello de que una imagen vale más que mil palabras. Quizá contemplando una foto hermosa podamos acercarnos al mensaje que nos queremos dar.

-         Un árbol esbelto y pujante en medio de un abismo. El bien, al que les basta una pequeña grieta para vivir. Nadie diría que ahí puede prosperar un árbol tan frondoso. Todos creeríamos que en ese lugar había sitio solo para el derrumbe, la caída, el abismo. Y él brota con fuerza, tomando sus nutrientes, quizá, de la roca oscura y la humedad del mar azul que se adivina en el trasfondo. El bien imparable.

-         No importa que esté rodeado de “mal”, de adustas rocas. Él las hace compañeras suyas, y convive con ellas sin renunciar a su hermosura. El bien que no maldice, que no excluye, que no expulsa a nadie sino que es capaz de convivir con todos, aceptándolos como son. Las mismas rocas se beneficiarán algo de su sombra, de la humedad que pueda aportar, de la belleza de la variedad.

-         Por eso las rocas lo contemplan, como, a la larga, el mal se pliega al bien y la misma sociedad, tan “malvada” con frecuencia, admira a quien hace el bien, aunque tal vez no lo diga. Pero el bien nos conmueve mucho más que el mal, aunque no meta tanto ruido como este.

-         No es solo el árbol una rara excrecencia de la roca: es decirles a las rocas, ásperas y grises, que ellas también están llamadas al bien, que ellas también tienen alma, como decía Benedetti, aunque estén en silencio. A la larga, el bien es el que marca el camino, no el mal, por mucho que nos empeñemos en no andar por tales sendas.

-         Es también una parábola ecológica: la naturaleza nos enseña de muchas maneras el camino del bien. Basta con mirar y descubrir el lenguaje de las criaturas que, casi siempre, es lenguaje de bondad.

 

 

 

  1. 3.    Iluminación bíblica: Lc 14,1-6

 

“Un día de precepto fue a comer a casa de uno de los jefes fariseos, y ellos lo estaban acechando.

Jesús se encontró delante de un hombre enfermo de hidropesía y, dirigiéndose a los juristas y fariseos, preguntó:

-¿Está o no está permitido curar en día de precepto?

Ellos se quedaron callados. Jesús cogió al enfermo, lo curó y lo despidió. Y a ellos les dijo:

-Si a uno de vosotros se le cae al pozo el burro o el buey, ¿no lo saca enseguida aunque sea día de precepto?

Y se quedaron sin respuesta.

 

  • El texto está inserto en el viaje de Jesús a Jerusalén. Viaje áspero (“frunció el ceño” 9,51) y, por lo mismo, la escena de Lucas es cortante en toda su expresión. Como quien no admitiera preguntas ni discusiones. El carácter fuerte con que Lucas dibuja a Jesús.
  • Se plantea un nuevo enfoque del precepto que todos conocemos: la persona por delante. El bien como algo ineludible. Es algo inverosímil para aquella época de increíble presión religiosa. ¿Dónde aprendió la libertad? ¿En las noches de oración? ¿Fue una excepción? ¿No hubo otros anhelantes de libertad en Israel (recordar Judas el Galileo)?
  • “Como nosotros en todo, menos en el pecado”, dice Heb 4,15. Pero los evangelios evidencian que pecó en el marco de su moral religiosa, al menos en este tema del sábado (como en el tema de las purificaciones, etc.). Libertad para pecar cuando el bien de la persona está en juego (“De Jesús impactaba su libertad para bendecir y maldecir, acudir a la sinagoga en sábado o violarlo, libertad en definitiva, para que nada fuese obstáculo para hacer el bien”: J. Sobrino). Algo decisivo para los trabajos de la libertad.
  • Hay en el Jesús evangélico un cierto afán por meter el dedo en el ojo en esto del sábado, por hacer ver, a contracorriente, que la persona está por delante de la norma (Lc 13,14). La “inútil” lucha de Jesús contra el precepto; la siembra de semillas de libertad y de bondad esencial.
  • Esto del buey o del asno era algo que tenía entre ceja y ceja (sale dos veces: en Lc 13,15 habla de llevar a abrevar en sábado, con ocasión de la curación de la mujer encorvada). Argumentos ad hominem para aquella época rural: un buey o un asno vale mucho dinero y no todos los tenían. ¿El bien económico ha de ser considerado y el bien de la persona no?
  • Los treinta y nueve trabajos prohibidos en sábado (para forzar a la contemplación del sábado) dejaban un resquicio en relación con los enfermos: estaba permitido calentar agua para lavar a un enfermo. Jesús amplía esta permisividad por el valor que otorga a la persona. El bien que se abre paso más allá de cualquier normativa deshumanizada.
  • Hay que valorar el sofoco social que una norma religiosa tan fuerte como el sábado ejercía en la sociedad de Jesús (aún hoy día hay vestigios fuertes en Israel) para medir la osada libertad de quien contraviene tal presión en favor de la persona, no porque se esté en contra de la espiritualidad del sábado (Jesús es espiritual). De lo que se está en contra es de la gestión que la religión hace de tal espiritualidad que termina siendo insensible a la necesidad de la persona y bloquea la acción de la bondad.

 

  1. 4.    Reflexión

 

  • “Tú eres el bien”: Así se dirigía san Francisco a Dios. Creer y difundir el perfil de un Dios exclusivamente bueno, tapando todos los resquicios dogmáticos que ponen en duda tal certeza (infierno, juicio, temor, etc.). No apearse de ello por mucha que sea la evidente maldad de los humanos. Creer que la bondad y el amor de Dios engloban a la misma justicia. Hablar bien de Dios, pensar bien de él, creer que se relaciona con bondad con nosotros, hablar bien de él antes que definirlo en contornos religiosos que lo aprisionen. 
  • Alguien bueno: Ese es Jesús en su perfil general de los evangelios. Aunque no le gustaba que le llamaran bueno: “¿Por qué me llamas bueno?” (Mc 10,18). La gente lo veía como bueno: “Enseñas el camino de Dios con verdad” (Lc 20,21). ¿No nos resultaría más beneficioso para la experiencia espiritual subrayar la bondad esencial de Jesús que sus títulos divinos? ¿No llegaríamos a contagiarnos mejor de tal bondad y obraríamos como discípulos que reproducen la sendas del maestro? No cansarse de subrayar, admirar, disfrutar y animarse con la bondad de Jesús. Hacer “compatibles” ciertos textos del Evangelio con tal bondad (por ejemplo las diatribas de Mt 23). 
  • Santos por bondadosos: No santos por milagros, por elocuencia, por penitencia, por virtudes insólitas. Santos por su mera bondad. Santos religiosos y laicos, creyentes y no tanto. La santidad le viene a la vida humana por la bondad, no por vía de milagros, por mucho que la oficialidad concrete ahí la cosa. Por eso, algunos teólogos hablan de “la santidad de vivir”: “A este anhelo de sobrevivir en medio de grandes sufrimientos, los trabajos para lograrlo con creatividad, resistencia y fortaleza sin límites, desafiando inmensos obstáculos, lo hemos llamado la santidad primordial. Comparada con la oficial, de esa santidad no se dice todavía lo que en ella hay de libertad o necesidad, de virtud u obligación, de gracia o mérito. No tiene por qué ir acompañada de virtudes heroicas, pero expresa una vida toda ella heroica. Esa santidad primordial invita a dar y recibir unos a otros y unos de otros, y al gozo de ser humanos unos con otros” (Jon Sobrino). 
  • Tiempos nuevos: A veces percibimos con mucha agudeza que las cosas están cambiando profundamente, que se abre una nueva etapa en la sociedad y en la Iglesia, que amanecen nuevas espiritualidades. Todo ello constituye una suerte, la de poder vivir en estos tiempos nuevos. Pero sigue en el fondo de todo cambio un denominador común: la bondad siempre estará de actualidad, el bien siempre tendrá una palabra que decir y estará presente en estos tiempos nuevos como la argamasa que une el cimiento de lo humano. De ahí la necesidad y la hermosura de asentar la vida sobre ese cimiento.

 

  1. 5.    Derivaciones

 

  • Dejarnos envolver: Dejarse subyugar por la fascinación del bien. Y, en consecuencia, positivizar nuestra vida, alejarnos lo más posible de cualquier negativización de salida. No echar leña el fuego del desaliento, de la crítica negativa. Tratar de curar esas heridas que anidan en el fondo del corazón y que destilan amargura. Vivir en estado de bondad todo lo más posible.
  • Bondad cotidiana: Que es lo mismo que decir: situar una actuación bondadosa en los caminos sencillos de cada día, en las cosas de poca relevancia, en las tareas comunes, en la oración diaria compartida con quienes creen. Lo dice E. Sábato: “La vida es siempre novedosa. Por eso, a pesar de las desilusiones y frustraciones acumuladas, no hay motivo para descreer del valor de los gestos cotidianos. Aunque simples y modestos son los que están generando una nueva narración de la historia, abriendo así un nuevo cauce al torrente del bien”. El torrente del bien: dejarse anegar por ese torrente.
  • La hermosura de cada día: Tal vez para ilusionarse cada vez más con el bien sea necesario sintonizar cada vez más con la hermosura de cada día, de los valores cotidianos: del don sagrado que es vivir y respirar, del fraterno del propio cuerpo y del cuerpo de los otros, de las obras hechas en común y en conexión con otros para el bien de todos, de la pertenencia cósmica en la casa común, de las huellas nimias de lo divino en las criaturas tan humildes. De nuevo Sábato: “Si nos volvemos incapaces de crear un clima de belleza en el pequeño mundo a nuestro alrededor y solo atendemos a las razones del trabajo, tantas veces deshumanizado y competitivo, ¿cómo podremos resistir? ¿Cómo podremos ser buenos?”.
  • El rostro del bien: la generosidad: Un valor muy apreciado por Jesús con el que ha dibujado el perfil mismo de Dios: “¿Vas a ver tú con malos ojos que yo sea generoso?” (Mt 20,15). Por eso mismo la generosidad es lo que pone rostro a la bondad. Muchos nos preguntamos, a veces, por qué la Iglesia genera rechazo social. Y la primera respuesta es: por su escasa generosidad. Si esta se diera con fuerza, el rechazo sería mucho menor. Pero si se la percibe tacaña, el bien se oscurece y la misión del bien se imposibilita. Lo mismo pasa a nivel de comunidad cristiana cercana: si queremos hacer parte de una sociedad activa y solidaria, la generosidad será imprescindible. Se convierte, como decimos, en rostro y lenguaje del bien.

 

  1. 6.    Itinerario cuaresmal

 

  • Semana del 18-24 de febrero: La bondad en las palabras: Tratar de tener buenas palabras, moderar las frases cortantes, tratar de ser lo más amable posible. Escribir cada día una palabra buena y ponerla encima de la mesa del cuarto: la palabra buena del día. Que quien quiera ponga en el suelo de la capilla palabras buenas que sean sentidas, verdaderas.
  • Semana del 25 de febrero al 3 de marzo: La bondad en los gestos del cuerpo: Intentar ser risueño, no ponerse nervioso porque nos demandan cosas, no perder la calma en las conversaciones. Mirar al propio cuerpo y al de los hermanos con bondad. Poner delante una foto del grupo en el que se vive con alguna frase alusiva (“Nuestros cuerpos celebran tu bondad”, por ejemplo).
  • Semana del 4 al 10 de marzo: La bondad en la oración generosa: Ejercer la bondad orando con conciencia junto a las necesidades de quienes más necesitan ser mirados con bondad. Poner nombres a la oración. Mirar con bondad las situaciones por las que se ora. 
  • Semana del 11 al 17 de marzo: La bondad que se mira en la bondad de Jesús: Regocijarse de la bondad de Jesús; sentirse espoleado por ella. Copiar frases del Evangelio donde se diga que Jesús es bueno o hace el bien. Regalarse tales frases.
  • Semana del 18 al 24 de marzo: La bondad de la Pascua que se avecina: Prepararse para la celebración de la Semana Santa y de la Pascua. Desear celebrarla bien, con disfrute, con cuidado, con novedad. Dejar espacio al corazón.

 

Conclusión

 

         La Cuaresma tiene sentido en la medida en que apunta a la Pascua. Y ésta, de algún modo, es la celebración del Jesús bueno en su honda entrega de bondad. Por eso, si el bien nos fascina cada vez más es posible que la Pascua se nos presente más luminosa, más envolvente. Lo diremos en la primera noche de la Pascua: “¡Qué asombroso beneficio de tu amor con nosotros!”. Eso es la pascua: un beneficio de amor, un hacer bien desde el amor. Esa es la Pascua de Jesús. Ojalá fuera también la nuestra.

 

 

Fidel Aizpurúa Donazar

Logroño, febrero 2018

Retiro Navidad 2017

 

Retiro en la Navidad de 2017 

 

HIJO DE LA TIERRA

La encarnación vivida

como “ser tierra”

 

Siempre hemos dicho que la encarnación de Jesús es un “misterio”: Dios que se hace hombre. Y así es. Pero ese tipo de formulaciones ha conllevado tantos desajustes en el imaginario religioso (Dios “disfrazado” de hombre, Dios que baja del cielo, un Jesús que lo sabe todo porque es Dios, etc.) que uno se pregunta si no será mejor buscar por otro camino.

Podríamos pensar a Jesús como un hijo de la tierra. Y si se quiere, el mejor de sus hijos. Él, como nosotros, viene de la tierra y vuelve al fondo de la tierra. No viene de las nubes y vuelve a ellas (ese transcendentalismo es tosco). Al ser tierra, él nos abre al misterio de la tierra, a esa hondura de lo creado que se capta en la medida en que uno echa mística a la cosa.

Esta manera de entender la encarnación nos llevaría también a otra forma de vivir la Navidad, lejos de un historicismo superficial o de un consumo que no nos alegra; más cerca de una mística que nos habla de la suerte de ser tierra, de agradecer el don de la tierra en la que estamos encarnados, en la que se ha encarnado el mejor de los humanos, Jesús el de Nazaret.

Es un intento, en nuestra edad tan adulta, de dar cuerpo a un camino distinto al recibido, sin por ello desdecirnos de lo que nos dieron como bueno. Tal vez la Navidad de 2017 pueda tomar otros caminos de más adultez y de más gozo.

 

1. En verdad tuvimos suerte

 

        Como hicimos en nuestra reflexión de Adviento, vamos de nuevo a echar mano de un texto de Rafael Argulloll en su libro Poema, p. 685:

 

En verdad, tuvimos suerte:

pudimos no haber nacido,

y hemos nacido;

pudimos no haber amado

y hemos amado.

Lo demás,

sea lo que sea,

carece de importancia.

 

  • Tuvimos suerte: Vivir es una suerte, por muchas que sean las limitaciones que nos afligen. Muchas personas lo tienen mucho más difícil para poder decir esto. El precio que pagan por ser tierra es muy grande. Pero nosotros habríamos de agradecer, como lo hacía santa Clara (“Gracias, Señor, por haberme creado”) la suerte de pertenecer, por el tiempo que sea, y de la manera más humilde que se quiera, a esta aventura hermosa de ser tierra. En verdad, tuvimos suerte. 
  • Hemos nacido: Hemos podido ver la luz del sol, sentir en la piel la brisa del viento, el calor de la mañana y el fresco de la tarde, hemos podido oler perfumes embriagadores, hemos podido tocar y acariciar, hemos escuchado músicas maravillosas, nos hemos acercado a los corazones de algunas personas, hemos intuido los vericuetos del misterio, hemos conocido la propuesta de Jesús, hemos tenido familia-hermanos/as-país. Y así mucho más. La suerte enorme de nacer, la suerte enorme de vivir sin agobios, la suerte enorme de contar muchos amaneceres. 
  • Hemos amado: Porque han sido, a veces, arduos nuestros caminos en el amor. Porque nos hemos equivocado y nos hemos engañado. Porque hemos fallado a quien nos quería. Pero, aun con todo eso, hemos conocido algo del amor, hemos entendido a la gente que se entrega (Jesús entre ellos), hemos gustado, siquiera a pequeños sorbos, el vino agradable de la amistad y de la cercanía. Quizá no tengamos el corazón lleno de nombres, como decía Casaldáliga. Pero algún nombre sí que anida en los pliegues del alma. La suerte de amar. 
  • Lo demás…carece de importancia: O, al menos, tiene una importancia relativa. Porque lo verdaderamente importante es nacer y amar. Eso es ser tierra: nacer y amar, los días o años que sean, en las maneras que podamos, en la medida en la que trabajemos por ello. Por eso mismo, lo que tiene menos importancia no debería abrumarnos. Y habríamos de poner el acento en lo que de verdad importa: llegar a amar lo mejor posible, toda vez que hemos nacido ¿No es ahí donde Jesús ha puesto el acento?

 

2. Mirad los pájaros: Mt 6,25-26.28-29

 

                Por eso os digo: No andéis preocupados por la vida pensando qué vais a comer o a beber, ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento y el cuerpo más que el vestido? Fijaos en los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan; y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? … Y ¿por qué andáis preocupados por el vestido? Daos cuenta cómo crecen los lirios del campo, y no trabajan ni hilan. Pues os digo que ni Salomón, con todo su fasto, estaba vestido como cualquiera de ellos”.

 

No vamos a hacer de la mirada de Jesús a la tierra la mirada la de un ecologista de nuestros días. Pero él pertenece a una cultura agraria en la que mirar las criaturas es tarea diaria porque aún no se había separado definitivamente el camino humano de la senda de los otros seres. Por eso él creía que las hermosas criaturas pueden enseñarnos lecciones de vida. Su mirada no es solamente estética, sino también sapiencial.

        Emblepsate eis ta peteina tou ouranou…katamathete ta krina: “Mirad los pájaros del cielo…mirad los lirios de campo” (Mt 6,26.28). Jesús creía que la pobreza que abre las puertas del corazón encuentra un enemigo en las excesivas preocupaciones. Hay que moderar esas preocupaciones si no, la ambición terminará por devorar tus entrañas.

        Y propuso aquella terapia sencilla: mirad a los pájaros, mirad a los lirios. Los lirios trabajan duramente para construir su belleza bebiendo, día a día, los nutrientes de la tierra que los hacen bellos. Pero no hilan. Los pájaros se desviven por buscar cada grano que entra en su boca. Pero no almacenan y viven. Para controlar las excesivas preocupaciones hay que mirar la belleza del lirio humilde y el arco de ballesta del pájaro. Mirar a las criaturas para aprender de ellas.

        Solamente una mirada enamorada a la tierra puede aceptar este tipo de argumentaciones. Una mirada de enamorado cándido, de brillo en el rostro que no ha perdido la ingenuidad. Una mirada que brota de aquel niño que no dejó de vivir en el fondo del alma.

¿No pensaba en algo de esto cuando decía Jesús “haceos como niños”? ¿Se podría plasmar en una imagen la mirada cándida de Jesús a los lirios y a los gorriones? Esa mirada habría de tener el color del viento, el brillo de un rayo de sol, el sonido murmurante de la fuentecilla oculta en la maleza?

 

***

 

 

Mirad los pájaros

(Pintura de Antonio Oteiza)

 

 

En bandada blanca sobre el cielo oscuro los pájaros cruzan raudos el horizonte. Viven y trabajan, pero no almacenan. Unos se superponen a otros en formación de vida, flecha que apunta a la vida.

        Vivir como los pájaros, con su misma hermosura y con su despegue de la vida. Por eso su color blanco, color de vida.

Y todos, como aves que emigran, apuntando a un único horizonte. El horizonte de una vida en fraternidad y en amor que tenga a la economía por servidora.

Vestigios de sol bajo sus alas porque también el sol vive y hace vivir sin afanes de acumulación, si pedir derechos a nadie, sin hacer distinción entre malos y buenos.

Y ese Jesús, rojo de vida, que tiende hacia ellos las manos como diciendo: ellos son nuestros maestros, ellos han entendido bien el sentido de la vida, su despojo y su hermosura puede ser un ideal para los atareados, acumuladores y estresados.

Lo dice uno que vivió como ellos, sin lugar donde reclinar la cabeza, pero con mil corazones que acogieron su palabra y siguen acogiendo su vida.

Postura de oración porque oración es la que hacen los pájaros y los lirios en su tremenda simplicidad.

 

3. Reflexión

 

  • Tierra misteriosa: No solamente porque aún desconozcamos la mayor parte de los secretos de la tierra y casi todos los del universo (los universos). Sino porque la tierra encierra el secreto del sentido del ser, del vivir, del camino que recorren millones de seres. Y no solo eso, porque el misterio de la tierra apunta a un misterio más allá de la tierra, ese del que habla, aunque no entendamos bien su lenguaje. En ese misterio de la tierra del que no sabemos ni hablar vive el Jesús resucitado, fundamento de nuestro ser, fuente de todo amor.
  • Entrada sin salida: La fe ha elaborado un paradigma de entrada (nacimiento de Jesús) y de salida (resurrección de Jesús). Pero, en realidad, como nos ocurre a nosotros, la encarnación habla de una realidad de entrada pero sin salida. O si se quiere: entrada en la superficie y bajada a la profundidad. Pero siempre dentro de este misterio de una tierra que nos da a luz y que nos acoge en su seno para siempre. Precisamente en esa fidelidad a una tierra de la que nunca se huye se halla mucho del secreto de Jesús y del nuestro propio.
  • Casa única: Así lo ha dicho el Papa Francisco en todos los tonos: casa común, casa única, casa que cuidar, casa que cobija a todos los seres. Entender la creación, la tierra, como “casa” demanda calor, afecto, cuidado, amor, porque una casa sin esos contenidos no es casa, sino mera vivienda, frío edificio. Para entender el misterio de la tierra y nuestra pertenencia a él (nuestra encarnación, como la de Jesús) es necesario que intervenga el cariño, el cuidado, el mimo, el calor del amor. Si no, todo resulta frío y lejano.
  • En el fondo: Así dice Jesús que están el Padre y él: “Vendremos a la persona y haremos morada en ella” (Jn 14,23). Están en el fondo, en el cimiento, en las profundas raíces, en aquello que es fuente de sentido. Y han venido a quedarse para siempre (sentido incoativo de menein). No se irán nunca, porque su encarnación conlleva la total fidelidad a lo nuestro Y, por mucho que fallemos, ellos no se van, por mucho que los ignoremos y hasta los rechacemos, ellos siguen empeñados en un hermoso y “absurdo” amor, aquel que se entrega todo por el gozo de entregarse, haya o no respuesta. Ahí están.

 

4. Derivaciones

 

  • Amar una tierra que, a veces, no entendemos: En su modo físico de comportarse (terremotos, seísmos), en su ausencia de sentido (caminos errados, perdidos), en su dolor personal (el sufrimiento de los pobres y sus lágrimas), en las noches más profundas del sentido (tremendas arideces, depresiones hondas, sufrimientos que no tienen sentido). Amar esta tierra como cauce de amor. Amémosla, al menos, aquellos a los que no tendría tanto que costarnos el amarla. Encarnemos ese amor que muchos no aceptan o que ignoran.
  • Contribuir a otra tierra: La misma pero distinta: más fraterna, más igualitaria, mejor repartida, mejor tratada, más universalizada, una tierra donde haya mesa y pan para todos, dignidad y aprecio para todos. La tierra de la igualdad, cuando comprobamos que la desigualdad, cultivada desde siglos atrás, se ha instalado más que nunca, parece haber ganado la batalla. Creer y decir que la desigualdad tiene los siglos contados y que amanecerá el sueño de Jesús para esta tierra, el mismo sueño de Dios, la certeza de la economía fraterna, de la igualdad y de la equidad que no mira para otro lado ante la realidad de las pobrezas. ¿Para qué serviría un misterio de la encarnación que no lleva a una tierra así?
  • Celebrar otra tierra: No con las celebración del poder que se enriquece con la tierra y sus expolios. No la celebración de los que dominan o tienen capacidad de desestabilizar esta tierra de frágil equilibrio. No la celebración de los que se sienten seguros (?) en sus fronteras blindadas, no la celebración de quienes tiran a las negras aguas de la noche a quienes ya no se consideran dignos de disfrutar de la luz del barco y sus comodidades. Celebrar, ya desde ahora, la tierra patria de todos, la casa común para que no haya nadie sin un techo encima de la cabeza, la fuente de recursos racional y lejos de la explotación egoísta. Celebrar ya desde ahora la tierra que aún no tenemos a mano, más que en primicias, pero que un día tendremos en plenitud.
  • Otra Navidad para otra tierra: Porque la manera de celebrar la Navidad influye en nuestra manera de ser tierra. Si celebramos en modos rutinarios, meramente convencionales o sin profundizar, nuestra vivencia del misterio de ser tierra será algo empobrecido y de escasa raíz. Si, por el contrario, nuestra Navidad es gozosa pero recogida, gustosa y fraterna nada bullanguera, festiva y disfrutante pero sencilla y llena de diálogos amables, nuestra vivencia del misterio de la tierra, de la encarnación en la tierra, tendrá otro color.

 

5. Un itinerario espiritual

 

  • Semana del 25-30 de diciembre: Tocar/acariciar/disfrutar la tierra: Como se toca, se acaricia y se disfruta a quien se ama. Poner un cuenquito con tierra, mirarla, tocarla. Si el frío deja pasear, ir a mirar los campos ateridos con el trigo incipiente que va preparándose para la primavera. Oler la tierra, escuchar lo que no se oye en el asfalto.
  • Semana del 31 de diciembre al 6 de enero: Bendecir con la tierra: Decir palabras hermosas sobre la tierra. Orar con el Canto de las Criaturas. Escoger algún poema que hable hermosamente de la tierra. Enumerar cualidades de la tierra y alegrarse de ellas.
  • Semana del 7 de enero al 13 de enero: Regalarse la tierra: Aunque es invierno y hay pocas flores y frutos por el campo, regalarse algo de la tierra, una piedra bonita, una planta silvestre pero viva, un poco de tierra con unos brotes de trigo. Un regalo hecho de tierra, visto no como algo pobre, sino como algo entrañable.

 

Conclusión

 

        Quizá no hayamos dado con el quid de la intuición que tuvimos al plantear la encarnación como una comprensión de Jesús como hijo de la tierra. Quizá haya que darle más vueltas a esa propuesta espiritual. Pero de lo que sí estamos seguros es de que el misterio de la encarnación de Jesús tiene que ver con el misterio de la tierra y su hondura. Tenemos la certeza de que la permanencia de Jesús en los cimientos de la tierra da sentido a nuestros pasos por esta historia. Agradecimiento máximo.

 

 

Fidel Aizpurúa Donazar

Logroño diciembre de 2017

Como sello sobre tu corazón

“COMO SELLO SOBRE TU CORAZÓN” (Cant 8,6)

Hacia una experiencia cordial  

de la vida comunitaria

 

         La VC ofrece ejemplos de vida relacional hermosos y hasta eximios. Pero no podemos sustraernos a la evidencia de que la relación comunitaria resulta, con frecuencia, demasiado “seca”, poco cordial, escasamente jugosa. Achacamos eso a la peculiaridad de nuestro estilo de vida (gente soltera que no se conoce y que vive junta por razones religiosas). Pero quizá se deba a que hay una carencia en el trabajo de la cordialidad, ya que ésta, como todos los valores humanos también se construye.

         Si esto fuera así, ¿por qué no dedicar una semana de retiro a la contemplación de la hermosura de los caminos relacionales cultivados, de la cordialidad experimentada, de la belleza sencilla del convivir bien? ¿Por qué no trabajar, desde la reflexión y la oración, el tema de la cordialidad? ¿No nos podrá ayudar algo insistir sobre cuestiones tan en la base de nuestro cimiento vocacional? ¿No contribuiría esto a evitar el llegar a edades altas con una carga de amargura relacional que, a veces, nos resulta difícil de sobrellevar?

         Para muchos, y no sin razón, la Palabra de Dios no es ejemplo de cordialidad, sino más bien lo contrario, Palabra de una cierta “aspereza”. Queremos recurrir a un texto que todos admiramos pero que, raramente, hacemos objeto de nuestra reflexión bíblica: el Cantar de los Cantares. Hay libros bíblicos con los que el cristiano tiene una deuda que casi nunca salda. Quizá el Cantar sea uno de tales libros. A todos nos gusta su lírica, con alguna frecuencia se lo lee en la liturgia, pero raramente lo tomamos como tema continuado de reflexión. ¿Y si lo utilizáramos como trampolín para el pensamiento sobre la cordialidad de la VC? ¿No podría ayudarnos un texto tan vibrante en materia de relación y de amor? ¿O, por eso mismo habríamos de desecharlo para siempre? Esta semana de retiro podría ser un momento bueno para volcarse a tal libro del AT, al menos en algunos de sus pasajes.

         Por otra parte, este cuaderno de reflexión es deudor de un librito de L.Boff, Derechos del corazón. Una inteligencia cordial (Trotta, Madrid 2015). Él nos ayudará a profundizar para encontrar más sentido a la hora de valorar los caminos del corazón. Podemos aprender de los “veteranos” que han recorrido caminos a veces complicados pero no se han apeado ni de la vida ni del amor. Uno de los tales es L. Boff.

         “Como sello sobre tu corazón” canta el más hermoso de los Cantares. Un corazón marcado, sellado, por el amor, por la certeza de que los caminos de las relacionalidad son los caminos verdaderos, no los caminos del sistema, de la costumbre, de lo avalado por la norma. Para arriesgarse a andar esos caminos, a veces extraños y paradójicos, pero siempre llenos de vida. Para animarse a construir el difícil y cautivador edificio de la relación, más que cualquiera de los grandes edificios modernos con los que nos sorprenden los arquitectos estrella. Para mantener jugosas unas entrañas capaces de concebir vida, ilusión, horizontes, sueños y no sucumbir a la tentación de un corazón insensible, acorchado. Estas serían las intenciones de la presente oferta de reflexión en una semana de retiro.

 

1. El amor que mueve el cielo y las estrellas

 

         Esta frase es de Dante (Divina Comedia, Paraíso 33). Es preciso caer en la cuenta de la potencia del amor, de la buena relación. Un formidable dinamismo que utilizado en la dirección de lo humano es fecundísimo. Moverse por amor, por relación saludable, más que por ideas, normas o costumbres. Ahí existe un filón.

         ¿Es la VC una profesión de votos o una profesión de amor? ¿Es lo mismo? ¿Son realidades compatibles? ¿Acierta quien cumple los votos, pero es seco en la relación? ¿Tiene sentido ser “buen religioso/a” sin saber de amor? ¿Decae, muere el anhelo de amar a la vez que decae el vigor físico, la fuerza de la juventud, la reciedumbre de la madurez? Preguntas interesantes para ponerlas sobre la mesa de la reflexión y de la oración.

 

a)  Cant 8,5b-7

 

5bDesperté tus deseos bajo el manzano,

donde tu madre te dio a luz,

donde con tanto dolor te trajo al mundo.

6Ponme como un sello sobre tu corazón,

como un sello sobre tu brazo.

Pues el amor es tan fuerte como la muerte,

y sus celos, tan duraderos como la tumba.

El amor destella como el fuego

con la llama más intensa.

7Las muchas aguas no pueden apagar el amor,

ni los ríos pueden ahogarlo.

Si un hombre tratara de comprar amor

con toda su fortuna,

su oferta sería totalmente rechazada.

 

  • Despertar los deseos: Porque los deseos, los dinamismos, los anhelos, los sueños, duermen o dormitan, enmohecen, se atontan. La buena relación, el amor que vive, necesita estar despierto, hay que despertarlo si se adormece. No son necesarias grandes sacudidas, fuertes convulsiones. Los detalles cotidianos impregnados de buen deseo, de buen amor, son capaces de impedir que el amor se adormezca. Las ataraxias no son lo mejor; las “locuras” de amor son preferibles, por complicadas que sean.
  • Como un sello: Como algo que marca, como cosa que se ve, como recuerdo constante.  Sellados por el amor, de tal manera que, cuando la cosa flaquea, el sello nos anime, nos recuerde, nos aliente. El sello, un signo pequeño que recuerda la orientación de fondo. Una sonrisa, un detalle, una palabra amable, un mirar a los ojos, un gesto de amabilidad. La poca cosa del sello que habla de lo mucho que hay detrás. Vida de relación con sellos que hablan.
  • Un amor fuerte: Fuerte para reconocer su potencia; fuerte para encajar su debilidad. Fuerte para acoger su potencial; fuerte para no estar siempre llorando su pérdida. Fuerte para saber caminar a su sombra; fuerte para entender que muchas veces hay que caminar fuera de su amparo; fuerte para no quebrarse a la primera; fuerte para encajar con paz sus límites; fuerte ante su puerta abierta, fuerte cuando se cierra la puerta y nos quedamos “a la puerta cubierto de rocío”; fuerte para reír, fuerte para encajar llantos sin estar llorando siempre.
  • Los destellos del amor: Que no son destellos para deslumbrar sino para cautivar, para seducir en el buen sentido de la palabra. Destellos hechos de sencillez, no de vanidad; destellos con verdad, no mero escaparate y apariencia; destellos que brillan con la luz oscura de lo humilde, no con el brillo cegador de quien quiere imponerse; destellos sin publicidad, en el silencio humilde y hermoso de quien se relaciona bien “como si nada”.
  • Inapagable: Inapagable en el anhelo, en el deseo, en el sueño, en el trabajo por alimentar ese “fueguito” que decía Galeano. No inapagable como un volcán, como un horno. Inapagable aunque se apague, aunque languidezca, aunque tiemble su llama. Inapagable, tenaz, rescoldo siempre dispuesto a ser activado, aunque los síntomas no lo demuestren. Inapagable en sus apagamientos.
  • Amor sin precio: Poner precio a la buena relación, demandar favores a cambio de ella, estar esperando siempre alguna ganancia, es algo que sonroja, es la corrupción del amor, llevar a la buena relación a callejones sin salida. Admitir la dinámica del sistema (te aprecio mientras te uso) como la única real es sucumbir al desamor, hacerle el juego a quien quiere estructurar la existencia al margen de la buena relación, en la lejanía de los misterios hermosos del corazón de la persona.

 

 

 

b)  Reflexión

 

  • Conectar con el otro: Hay conexiones con el otro para sobrevivir. Muchas de nuestras conexiones son de supervivencia, de no dejarse avasallar, de llegar vivos a la noche, de luchar por la estima y la valoración. Pero hay conexiones de relaciones gratuitas, espontáneas, que a veces ni se sabe de dónde proceden. Estas son el móvil de las más hermosas acciones humanas. Conectar al otro por gratuidad, sin ganancias premeditadas, sin luchas ni codazos, por elemental benignidad.
  • Convertirse en otro: La buena relación se orienta hacia el otro porque el otro permite surgir el ethos que ama. El otro es el que me permite amar. El amor necesita permiso del otro. Un amor sin ese permiso es un amor impuesto, una contradicción. Jesús orientó su vida a los otros; ellos le “permitieron” amarles. Les estuvo siempre agradecidos; por eso no los desechó ni aunque fueran un estorbo, como lo fueron a veces sus propios discípulos. Dios se convierte en otro para nosotros en Jesús. Por eso podemos amarle.
  • El otro es importante: El amor, buena relación, vuelve al otro importante, hace salir afuera la dignidad que lleva dentro. Por eso amar es dar vida de nuevo a quien la necesita (¿y quién no?), a quien languidece, a quien renquea, a quien tropieza. El amor da fuerza y razón para existir, para levantarse cada mañana y no ceder a la grisura de los días, para poner un poco de color o, mejor, para reconocer el color de lo humilde, el brillo que está oculto en el matorral.

 

c)   Derivaciones

 

  • ¿Tiramos la toalla?: Algo que se hace no con una declaración formal de intenciones sino en el cansancio y la rutina de cada día. Se llega a la convicción de que este estilo de vida, el de la VC, no puede pretender más que lo que da. Y que una vida jugosa y en buena relación es algo que le sobrepasa. Nos parece que con respetarnos y vivir organizadamente, es suficiente. Pero quitar el anhelo de la buena relación, del amor, del horizonte fraterno es, a priori, un acto de empobrecimiento. Por eso, tirar la toalla habría de ser lo último, incluso lo que nunca habría que hacer. Si se trabaja, los días ofrecen posibilidades, a veces muy pequeñas, de construir el camino de la buena relación. Algo asequible y al alcance de la mano. Si se trabaja.
  • Profesión de amor: Al derecho no le suena esto a nada, y mucho le suena lo de los votos canónicos. Pero ¿qué son estos sin aquel? Y ¿cómo habría de hacerse una profesión de amor en la VC? Primero, en la certeza de que es posible vivir en buena relación; segundo, en la certeza del valor hermoso del otro, quienquiera que sea; tercero, en el salir decidido al camino del otro como camino propio; cuarto, en la bonhomía y el buen amor de quien cree en el gozo del buen amor; quinto, en la seguridad de que lo de Jesús va un poco por ahí; sexto, en la resistencia al canto sistémico de que esto lleva a la ruina; séptimo, en la conciencia de que hemos venido a este tipo de vida para ampararnos; octavo, en la generosidad de quien sabe que toda aportación al gozo de la vida es importante; noveno, leyendo la realidad con benignidad crítica; decimo, aprobando el curso de amor a la vida y aprendiendo técnicas de disfrute sencillo.
  • Medida real: La buena relación es la medida real del vigor de nuestra vida comunitaria. No lo es tanto el funcionamiento del andamiaje administrativo, la gestión y su eficacia, las tradiciones seguidas y cumplidas, sino la vibración del corazón ante la vida del hermano, la facilidad para urdir planes comunes, la agilidad para saltar del propio camino al camino del otro, la habilidad para compartir lo que late dentro. Estos son los puntos a medir.
  • Aún se te llama: No nos conviene pintar las cosas de excesivo color no sea que provoquen el efecto contrario: creer que ya no se me llama a esta empresa. Muchas respuestas negativas encierran el anhelo de que no todo debería estar perdida. Hay mil voces, mil situaciones, mil pequeños atisbos que indican que la llamada a la dicha sigue vigente en todo tipo de estructura relacional, también en la de la VC. “Si hoy escuchas su voz…”.

 

d)  Texto evangélico de meditación: Mt 5,45

 

“Vuestro Padre del cielo hace salir su sol sobre buenos y malos y manda la lluvia sobre justos e injustos”.

 

Dios lo supedita todo al amor. No hace distinciones a la hora de mover los astros o los elementos de la naturaleza. Ello indica que su amor es el que lo ordena todo. Una vida orientada en todo desde el amor.

 

e)   Un poema

 

Arcaico corazón

 

Tú, que eres como una casa

hecha de arcilla:

Pequeña, frágil,

de cuatro habitaciones;

 

Tú, que llenas de fantasmas,

y que te asustas,

y que lloras,

cuando llega la noche;

 

Tú, que en la oscuridad

te haces pedazos

como una hucha

arrojada contra el suelo;

 

Tú, arcaico corazón,

mira por la ventana,

mira hacia ese bosque

que ya reverdece.

 

Tú, que una vez caído

gritas palabras

en una lengua

que yo no comprendo,

 

Tú, arcaico corazón,

entra en ese bosque:

surgió de la arcilla,

como tú.

                                B. Atxaga

 

 

2. Rumbo al propio corazón

 

         La VC entendida como propuesta de buena relación, propuesta de amor, demanda salir al camino del corazón del otro. Pero también pide poner rumbo al propio corazón ¿Cómo íbamos a poder entrar a los umbrales del corazón ajeno si no hemos puesto rumbo al nuestro? ¿Corremos el peligro de pasar muchos años en la vida sin haber llamado a esas puertas que son tan íntimamente nuestras?

         Esto demanda una actitud de ahondamiento, de recuperación de la dimensión de profundidad, de apuntar al subsuelo, a eso que hay debajo de la piel. Ir en la dirección de lo profundo quizá pida cambiar de rumbo en muchas cosas. Hay que estar dispuesto a dar un golpe de timón o, al menos, a ir variando paulatinamente el rumbo de lo superficial empobrecido a lo profundo lleno de “tesoros”.

 

a) Cant 3,2

 

2Así que me dije: «Me levantaré y recorreré la ciudad,

y buscaré por todas las calles y las plazas.

Buscaré a mi amado».

 

  • Me levantaré: Es preciso animarse a hacer el camino del propio corazón, a levantarse con buen temple, superando cualquier cansancio y rutina. Cansa mucho comprobar el cansancio del propio corazón. Pero es preciso sobreponerse a esa languidez. Es preciso tener el coraje de aprestarse a bajar al sótano del propio corazón, donde, a veces, hace frío y hay luz escasa. Pero ahí está el cimiento de lo que somos, el Caín oculto y el Samaritano sensible. Quien baja a ese sótano puede comprender mejor los recovecos de cualquier otro corazón, sus retrasos, sus contradicciones, sus saltos de júbilo. Solamente el experto en el propio corazón puede ser amparo para otro corazón.
  • Recorreré la ciudad: Porque el corazón tiene su casa en la ciudad, en el lugar de los seres humanos, en parajes habitados por otros. La soledad no es el mejor lugar para el encuentro de corazones, de no ser para coger impulso. Es en la ciudad y sus lugares comunes donde los corazones encuentran su contexto. De ahí que buscar en la dirección del corazón quiere decir buscar en la dirección de la ciudad, de los lugares que son de todos, en los marcos comunes, no en el elitismo exquisito.
  • Buscaré por las calles y plazas: Por las sendas de los humanos, por los lugares de descanso, por los sitios donde haya posibilidad de encuentros. El encuentro con el propio corazón se aprende en el encuentro con los otros corazones. Por eso hay que frecuentar calles y plazas, salir de uno mismo para ir más adentro de uno mismo; ir más adentro de uno mismo para volver a la calle y la plaza donde habita el otro. Movimiento de idea y vuelta, verdadero latir de los corazones y sus búsquedas.

 

b) Reflexión

 

  • Un viaje a través de los sentimientos: La evolución del camino humano muestra que la estructura elemental de lo humano no es la razón (esto vendría después), sino las pasiones, las experiencias seminales, los sentimientos. Esto ha sido antes, y esto es lo que sigue moviéndonos en gran parte. Solo tardíamente entra a funcionar el cerebro del homo sapiens. De ahí que, para entendernos bien, hayamos de hacer el inevitable viaje por el terreno, resbaladizo, de los sentimientos. Saber de los sentimientos es saber de la verdad del otro y de la propia.
  • Despegarse del cerebro: Nuestra formación, nuestro imaginario, nuestra cultura es excesivamente cerebral. Eso nos ha hecho poco sensibles al sufrimiento humano y al de los demás seres de la tierra. Lo que, como dice el papa Francisco, da como resultado la autorreferencialidad, la globalización de la indiferencia y la insensibilidad radical. Si se quiere hacer el camino del corazón habrá que tener a raya lo meramente cerebral.
  • El rescate del corazón: No se llega al corazón del corazón sin pasar por el afecto y el amor. Por eso, ante el corazón del hermano, ante su verdad más verdadera, la senda correcta es el afecto, el amor, la buena relación, el disfrute común, la mirada agradecida al interior del otro. Eso es lo que puede darnos una experiencia de totalidad, más allá de lo fragmentario que nos despista tanto (este o aquel fallo).
  • La estructura del deseo: El deseo es un dinamismo que pone en marcha toda la vida psíquica. Toda persona tiene deseos (solo los muertos no los tienen). Educar el deseo es orientarlo a la verdad del corazón, no a la acumulación de cosas que nos dejan siempre anhelantes, no sacian. Los místicos dicen que el deseo se sacia en Dios. Pero hay que dar a esa búsqueda de saciedad un contenido antropológico: más allá de la evidente limitación humana, la suma d los corazones, su entreveramiento, la mezcla de los fondos de las personas, el amor en definitiva, puede ser, contando con cualquier limitación, un modo de saciar el anhelo del deseo. Y si eso se da, la VC podrá ser satisfactoria. Y si no, siempre habrá un cierto poso de decepción o amargura.

 

c) Derivaciones

 

  • No temer mirar adentro: La huida de la profundidad nos lleva a no mirar adentro porque, a veces, no nos gusta lo que vemos. Pero ahí, en ese sótano, está nuestra verdad, lo bueno y lo no tanto. No ponerse nerviosos. No temer mirar a ese interior. Ser benignos con él. Saber llevarlo de la manera más equilibrada posible. Poder mostrarlo sin querer justificar y, mucho menos, sin pretender que otro lo bendiga, aunque anhelemos comprensión. Y si se da la comprensión, la acogida, el amparo, para tal fondo, estamos tocando la verdadera fraternidad.
  • Reconciliación con los extraños caminos: Porque los caminos humanos son extraños, a veces, se sepa o no. En realidad, dado que nos llevamos el canto de un duro, no son tan radicalmente extraños. Muchos los andan. Reconciliación no quiere decir justificación moral. Más aún, una tal reconciliación llevará a un replanteamiento de lo moral, si es que el derrotero es inmoral. Pero hay que mirar lo del fondo, la fuente de la que brota tal derrotero. Porque si brotara del amor, con todas sus limitaciones, habría modo de incorporarlo al caudal del amor, al ámbito de la relación fraterna, aunque haya que emplear fórmulas algo inusuales.
  • Una riqueza para otros y para uno mismo: Eso son los trabajos de profundidad. La superficialidad empobrece a la persona y a la comunidad. La profundidad, en cualquiera de sus formas (oración, diálogo, lectura, reflexión, meditación ante la naturaleza, etc.) nos enriquece. Una comunidad profunda (no decimos éticamente inmaculada) tiene mejor horizonte y mejor futuro fraterno que una comunidad superficial. Todos los recursos comunitarios que se usen para generar fraternidad (formación, diálogo, compartir, escucha común, gozo común, etc. Son recursos “benditos”.
  • Escuela del deseo: Eso podría ser la vida comunitaria: una escuela para orientar bien el formidable mecanismo del deseo, para orientarlo no a la autosatisfación, a la acumulación o al egoísmo, sino al corazón, al disfrute común, al gozo compartido, al camino andado en compañía. Los proyectos comunitarios habrían de responder a esta necesidad de educar el deseo, no solamente a ser meras herramientas de gestión comunitaria.

 

d): Texto evangélico de meditación: Lc 6,45

 

“El que es bueno, de la bondad que almacena en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal: porque lo que rebosa del corazón lo habla la boca”.

 

El corazón es la fuente de lo que uno es. Hay que mirar en esa dirección, dice Jesús para discernir comportamientos que son evangélicos y aquellos otros que no lo son.

 

e) Un poema

 

Los pasos lejanos

 

Mi padre duerme.

Su semblante augusto

figura un apacible corazón;
está ahora tan dulce...
si hay algo en él de amargo, seré yo.

Hay soledad en el hogar; se reza;

y no hay noticias de los hijos hoy.

Mi padre se despierta, ausculta

la huida a Egipto, el restañante adiós.

Está ahora tan cerca;
si hay algo en él de lejos, seré yo.
Y mi madre pasea allá en los huertos,

saboreando un sabor ya sin sabor.

Está ahora tan suave,

tan ala, tan salida, tan amor.
Hay soledad en el hogar sin bulla,
sin noticias, sin verde, sin niñez.
Y si hay algo quebrado en esta tarde,
y que baja y que cruje,
son dos viejos caminos blancos, curvos.

Por ellos va mi corazón a pie.                                        

                             C. Vallejo

 

3. Un nudo de relaciones

 

         Algunos definen la vida comunitaria, de un modo gráfico, como un “hacer nudos” con otros. Efectivamente, la VC es una vida en nudo de relaciones, un tapiz urdido a base de pequeños nudos que se van haciendo a lo largo de la vida. Por eso es tan importante la cordialidad, porque es la cuerda con la que elaboran los nudos que tejen el tapiz de la vida común, de la vida relacionada.

Es verdad aquello del poemilla de A. Machado: “Poned atención/un corazón solitario/no es un corazón”. Si la vida fraterna es una suma de corazones solitarios, quizá no hemos dado aún con el verdadero quid de nuestra opción. Generar cordialidad en común es el cimiento antropológico sobre el que se puede pensar en construir el edificio de lo fraterno.

 

a)  Cant 5,9

 

9¿Por qué es tu amante mejor que todos los demás,

    oh mujer de singular belleza?

¿Qué hace que tu amante sea tan especial

    para que te hagamos esa promesa?

 

  • ¿Mejor que los demás?: La atracción amorosa se alimenta de la diferencia (supuesta) del amado. Pero el amor relacional, de salida, considera a toda persona susceptible de ser amada por ella misma. El amor relacional no se asienta sobre diferencias ni funciona en la dinámica filias-fobias.  Nadie es mejor que otro para establecer una buena relación, aunque, por carácter y por otras notas, sea inicialmente más fácil el acceso a unos que a otros. Funcionar con el “mejor que los demás” es siempre reduccionista y peligroso para la buena relación comunitaria.
  • “Tan especial”: Lo mismo decimos de esos modos “especiales· con los que la relación amorosa adorna a quien se ama (aunque luego se ve que nadie es tan especial). Una buena relación con quien no tiene nada de especial, con quien es normal, como todo el mundo, es la que tiene por delante la vida comunitaria. Si hubiera que formar una comunidad de gente especial para tener ahí una buena relación, tendríamos que suprimir la mayor parte de las comunidades.
  • Promesas de singularidad: No habría que hacer promesas de singularidad en base a las cualidades excepcionales de una comunidad. Los caminos de la buena relación comunitaria son normales, cotidianos, poco relevantes. Fundamentar la buena relación fraterna en la relevancia de las personas o las tareas puede ser un error. A la larga, esas notas relevantes caen por tierra ante la evidencia de lo que en realidad uno es. Por eso no conviene hacerlas cimiento del entramado fraterno.

 

b)  Reflexión

 

  • Relaciones totales: El ser humano es un complejo relacional. Su nudo de relaciones va en todas las direcciones: hacia abajo, hacia adentro, por dentro, por fuera. Somos un complejo relacional. Todas esas direcciones nos son necesarias. Somos una apertura ilimitada hacia nosotros mismos, hacia el mundo, hacia el otro, hacia la totalidad. De ahí la insatisfacción y la búsqueda, la falta de plenitud y el sueño de lo pleno.
  • Relaciones sociales: Buena parte de la construcción de lo humano se realiza en las relaciones sociales, en la conjunción de esfuerzo, en la colaboración en los proyectos comunes. La multidireccionalidad de la relación encuentra un marco estupendo en las relaciones sociales. Una persona sola no sería capaz de elaborar el complejo tejido de las relaciones. Para construir nudos relacionales necesita de los otros.
  • Cuatro patas: Las cuatro “patas” de una relación saludable son: la participación (actores del proceso de relación), la igualdad y la equidad (base de los derechos personales y sociales), la diferencia (respeto y acogida), la comunión (la espiritualidad). Estos son los elementos que nos educan para ir entretejiendo nudos relacionales que nos den equilibrio en la vida comunitaria.
  • Relaciones con la tierra: Todos los seres son portadores de derechos. Por eso mismo resulta imprescindible entablar con ellos unas relaciones saludables, hacer también con ellos los nudos que nos hacen fraternos. Por alejado que nos parezca, la fraternidad cósmica puede ser un buen elemento para la espiritualidad de la creación de nudos relacionales. En todas estas dimensiones, el ser humano se realiza en la historia y en la vida concreta, en la vida fraterna, en un proceso que nunca se detiene.

 

c)    Derivaciones

 

  • Dispuestos para la relación: Es buena y necesaria una predisposición para la relación, para el tejer nudos. Fomentar esa buena disposición es saludable. Apoyar y sostener actitudes de aislamiento, de individualismo consagrado, de comportamientos anquilosados que no hablan ya el lenguaje de lo común no nos favorece nada. Una puerta abierta a la demanda de relación, así habría de ser la puerta de nuestro cuarto.
  • Saber de: Para entretejer nudos hay que saber algo de los hilos que se mezclan. Saber del hermano no es entrometerse en asuntos que no son de nuestra incumbencia. Pero es preciso entrar en ese mundo de datos externos e internos que nos faciliten la buena relación. Los gustos, los valores, los sentimientos, los caminos gozosos, los recuerdos que nutren…conocer todo ese mundo es algo muy útil para entretejer nudos.
  • Mantener las relaciones: Las relaciones que entretejen nudos no pueden estar circunscritas al tiempo (a veces breve) de un período concreto de vida comunitaria. Habría que mantener las relaciones más allá de esos marcos coyunturales. Los modernos medios de comunicación nos ayudan mucho en ello. Utilizarlos bien puede ser útil para la empresa fraterna de la buena relación.
  • Algo delicado: El material de este tejido de nudos es delicado, es lo más vivo de las personas. Por eso habrá que tratarlo con delicadeza. Ser toscos, descuidados, lenguaraces, olvidadizos en todo este mundo de las relaciones es una siembra de sal. Quizá sea la causa principal que nos hace retraernos en el proceso de construcción de lo fraterno. Por eso hay que tener mucho cuidado con ello.

 

d)  Texto evangélico de meditación: Mc 3,34-35

 

“Y, paseando la mirada por los que estaban sentados en corro en torno a él, dijo: - He aquí mi madre y mis hermanos. Quienquiera que lleve a efecto el designio de Dios, ése es hermano mío y hermana y madre”.

 

La nueva familia de Jesús es un nudo de relación en torno al designio de la Padre que no es otro sino que la humanidad, la creación incluso, viva reconciliada, en la forma de la fraternidad, de la buena relación, tejiendo un nudo de relaciones.

 

e)   Un poema

 

Geografía humana

 

Mirad mi continente conteniendo

brazos, piernas y tronco inmensurado,

pequeños son mis pies, chicas mis manos,

hondos mis ojos, bastante bien mis senos.

Tengo un lago debajo de la frente,

a veces se desborda y por las cuencas,

donde se bañan las niñas de mis ojos,

cuando el llanto me llega hasta las piernas

y mis volcanes tiemblan en la danza.

Por el norte limito con la duda

por el este limito con el otro

por el oeste Corazón Abierto

y por el sur con tierra castellana.

Dentro del continente hay contenido,

los estados unidos de mi cuerpo,

el estado de pena por la noche,

el estado de risa por el alma

-estado de soltera todo el día-.

Al mediodía tengo terremotos

si el viento de una carta no me llega,

el fuego se enfurece y va y me arrasa

 

El bosque de mis pelos mal peinados

se eriza cuando el río de la sangre

recorre el continente,

y por no haber pecado me perdona.

El mar que me rodea es muy variable,

se llama Mar Mayor o Mar de Gente

a veces me sacude los costados,

a veces me acaricia suavemente;

depende de las brisas o del tiempo,

del ciclo o del ciclón, tal vez depende,

el caso es que mi caso es ser la isla

llamada a sumergirse o sumergerse

en las aguas del océano humano

conocido por vulgo vulgarmente.

Acabo mi lección de geografía.

Mirad mi contenido continente. 

 

                                            G. Fuertes

 

4. Auscultar el corazón del otro

 

         Auscultar el corazón del otro no como quien avasalla e invade, sino como quien asiste a un misterio cercano. Construir la cordialidad en común demanda necesariamente mirar en la dirección del corazón del otro, acercarse a la senda de sus sentimientos, entrar en la casa de sus regocijos, probar el vino de su alegría y atender a sus llantos.

         El Dios que tiene corazón es el que mira en la dirección de lo nuestro para que nosotros miremos en dirección de él a través del camino imprescindible del corazón ajeno.  En esta “mirada de corazones” se encierra no poco del sentido de la vida.

 

a)  Cant 1,5-6

 

5Soy morena pero hermosa,

    oh mujeres de Jerusalén,

morena como las carpas de Quedar,

    morena como las cortinas de las carpas de Salmá.

6No me miréis así por ser morena,

    el sol ha bronceado mi piel.

Mis hermanos se airaron conmigo;

    me obligaron a cuidar de sus viñedos,

    por eso no pude cuidarme a mí misma, mi propio viñedo.

 

  • Morena pero hermosa: La morenez no impide la hermosura; le otorga un plus de belleza. No será obstáculo para que sea la esposa amada. Ya no se volverá a mencionar más a lo largo del Cantar. Las circunstancias personales pueden ser bellas cuando detrás está la fuente del amor.
  • Como las carpas de Quedar…de Salmá: Los indómitos árabes de Quedar y sus negras tiendas nómadas hechas de pelo de cabra,  o las de los nómadas del Sur como Salmá. Negrura de márgenes, de excluidos, pero que tiene una indudable belleza, porque en los márgenes también está la vida.
  • No me miréis así: Si se quiere ver el corazón hay que sobrepasar el muro de las apariencias, de lo de fuera, hay que mirar de otra manera. Por supuesto, para el Esposo del Cantar llega al corazón de la amada; la morenez ni cuenta.
  • Me obligaron a cuidar sus viñedos: El marginado sufre la opresión del sistema. Pero eso tampoco borrará la vitalidad del oprimido, su dignidad, su recurso a la justicia, sus sueños innegociables. Esta es la belleza de dentro del corazón.
  • Mi propio viñedo: Un viñedo no guardado, el propio, pero un viñedo que sigue ahí, más allá de cualquier expolio. Los valores del corazón son perennes, no dependen de la consideración social o de los vaivenes de las circunstancias.

 

b)  Reflexión

 

  • Prácticas de cordialidad: Porque la cordialidad, como todos los valores éticos y humanos, es, ante, todo, cuestión de práctica. La mejor práctica de cordialidad es el cuidado. La ética del cuidado desvela la realidad verdadera de la cordialidad. Esta sin aquel es imposible. Cuidar es más que un acto, es una actitud, una manera de situarse ante la realidad del otro.
  • Espíritu de finura: Las razones del corazón y el espíritu de finura definen a la persona (Pascal). Es preciso incorporar la inteligencia cordial a la intelectual para hacernos una humanidad más sensible al otro y, por tanto, más solidaria con los que sufren. Somos seres de afecto, de pasión y cuidado. Dinamismos imprescindibles para asomarnos a la propia realidad y a la del otro.
  • Un corazón palpitante: Cordialidad significa el modo de ser que descubre un corazón palpitante en cada realidad. Consigue ver más allá de los hechos y de las circunstancias para tocar lo que late. Supone tener la capacidad de sentir del corazón del otro y el corazón secreto de todas las cosas.

 

c)    Derivaciones

 

  • Saltar la valla: Los humanos cercamos nuestra interioridad con una valla, celosos de ella, temerosos de la que hieran, desconfiados de que se enteren de lo que hay en ese huerto y nos hieran, guardianes aguerridos para que nadie toque lo que les pertenece. Auscultar el corazón supone salta esa valla o, mejor, abrir esa cancela tan celosamente guardada. Mientras sea un muro compacto, no habrá posibilidad de que los corazones se aproximen.
  • Saber de itinerarios hondos: No quedarse en los itinerarios de fuera, exteriores, que tienen también su importancia cómo no (la enfermedad, los trabajos, las actividades, las anécdotas cotidianas). Ir más adentro: los sentimientos, las visiones la vida, las valoraciones de las cosas, los gustos o disgustos de lo que acaece. Auscultar el corazón es saber algo de eso para acogerlo, agradecerlo, acompañarlo, sostenerlo, soportarlos, abrazarlo.
  • El latido de la comunidad: Un latido particular, no fácil de detectar. Hay que estar muy atento al proceso comunitario, a su evolución. Eso requiere un cierto análisis y evaluación, una reflexión razonada de los caminos que la comunidad va tomando. Si se hace esta tarea, se puede detectar de alguna manera el nivel de entrelazamiento comunitario que se tiene.

 

d) Un texto evangélico para la meditación: Mc 10,21

 

“Jesús, fijando la vista en él (el joven rico), le demostró su amor diciéndole: - Una cosa te falta: márchate, todo lo que tienes, véndelo y dáselo a los pobres”.

 

Jesús mira en la dirección del otro con amor. La propuesta que le hace de ir entregando lo que es una propuesta de amor, dirigida al corazón, no a ningún deber o ley. Propuestas de amor.

 

La plaza

 

La piedra está

firme y anónima.

Sostienen los pilares

con gravedad la sombra acogedora.

Aquí alguien habló

tal vez a hombres unidos

en la misma esperanza.

Tal vez entonces

tuvo en verdad la vida

cauce común y fue la patria

un nombre más extenso

de la amistad o del amor.

Aquí latía un solo corazón unánime

 

José Ángel Valente

 

 

5. El cultivo de la ternura

 

         Pretender una inteligencia cordial, una vida en buena relación, un estilo de vida comunitaria jugoso sin el cultivo explícito de la ternura resulta imposible. Si se quiere conservar, fortalecer, dar sostenibilidad a una opción de vida en relación, la ternura es un elemento imprescindible. Si queremos que el otro entre en el ámbito de nuestro horizonte vital, la ternura es la puerta.

         No resulta fácil esto en estilos de vida que han censurado, por peligrosa y lindante con la inmoralidad, muchos de los comportamientos del corazón. Pero hoy se puede reivindicar con cierta facilidad la necesaria dosis de ternura en la vida comunitaria. Hay que animarse y hay que alejarse de viejos imaginarios que hoy ya no tienen vigencia.

 

a)  Cant 8,4

 

Prometedme, oh mujeres de Jerusalén,

    que no despertaréis al amor

hasta que llegue el momento apropiado.

 

  • Promesas de ternura: No son promesas en el vacío, sino que encierran el afán por relacionarse bien con el otro. Promesas alimentadas por el amor. No son promesas “blandas”, melifluas, sino hondamente vivenciales y, por supuesto, con el decidido afán de llevarlas a cabo en la medida de lo posible. Esas promesas sostienen el débil andamiaje de los días.
  • Despertar al amor: Ponerlo a funcionar, hacer de él un dinamismo real de la vida, convertirlo en empuje y en la orientación de cada día. La fuerza orientadora del amor es muy grande, la capacidad para dar sentido es evidente, la energía para sostener en situaciones difíciles es cosa comprobada.
  • El momento apropiado: Pero no conviene forzar situaciones. Todo tiene su momento. La ternura ha de aprender a no avasallar, a respetar, a asimilar silencios, a sostener interrogantes que aún no pueden tener respuesta. Cada paso del proceso del amor tiene su momento; es preciso aceptarlo y construirlo con paz.

 

b)  Reflexión

 

  • Algo que puede morir: Es así. El amor es una realidad viva, expuesta,  y puede morir, y de hecho muere. También esto hay que aceptarlo con paz en la dinámica relacional. No se trata de odio, sino de mera indiferencia, de falta de cultivo, de intereses que derivan hacia otros caminos. Encajar esto con humanidad es bueno. La ternura puede ser alimento para que esto no se de, se retrase o, en el peor de los casos, se encaje del mejor modo posible.
  • La savia del amor: La savia del amor es la ternura. La ternura irrumpe cuando la persona se descentra de sí misma, sale en la dirección del otro, siente al otro como otro, participa de su existencia y se deja tocar por su historia vital. El otro marca al sujeto. Marcados por el otro, esa podría ser una buena definición de la vida comunitaria.
  • Sensibilidad y cálculo: Pascal opone la sensibilidad al cálculo, el espíritu de fineza al de geometría. Sin embargo, ambos son necesarios en la vida común. Solo que el primero (el cálculo) habría de estar supeditado al segundo (la fineza, la ternura, la compasión, el aprecio). La ternura no renuncia al sentido crítico, pero lo supedita para que no haga desaparecer el jugo, la ternura, que hace la vida interesante.

 

c)    Derivaciones

 

  • Estamos a tiempo: Siempre se está a tiempo de elaborar pensamiento y vivencia en torno a la ternura. Siempre hay posibilidad de abrir una pequeña brecha en el compacto muro de nuestra indiferencia Siempre hay una grieta por la que la plantita de la ternura puede verdear. Es cuestión de animarse a trabajar en esa dirección, ser paciente con los, a veces, escasos resultados y resistir en el empeño no con tozudez sino con fidelidad.
  • Palabras y gestos: Porque la ternura, como todas las realidades sutiles necesita “sacramentos”, signos externos que sean lenguaje comprensible y generador de ánimo. De ahí que las palabras que expresan ternura (sin ñoñería) y los gestos humildes que la significan (sin amaneramiento) sean tan necesarios en la vida comunitaria. Habríamos de superar la “vergüenza” que, por razones culturales y educativas, produce esto en nuestro comportamiento.
  • Sensibles y críticos: Las dos cosas puede y quizá deban ir unidas. La sensibilidad sin componente crítico deriva en gazmoñería; el sentido crítico sin sensibilidad deriva en códigos normativos fríos.  De ahí que ambas realidades deban ir emparejadas. Eso sí, el sentido crítico, como hemos dicho, siempre sujeto a la sensibilidad, a la ternura.
  • Tierna corporalidad: Porque el cuerpo es el instrumento imprescindible para nuestra vida. Hay que tratarlo con ternura. No vayamos a irnos a la tumba sin haber sido tiernos con nuestra corporalidad (el cuerpo y lo que contiene: sentimientos, historia, perspectivas de vida, etc.). Dios mismo tiene ternura de su cuerpo en la creación y en el cuerpo de Jesús. Una de las formas de vehicular la ternura en la comunidad es hacerlo en la corporalidad de los cuerpos de los hermanos con todos sus avatares.

 

d)  Texto bíblico de meditación: SAL 103,13

 

“Como un padre siente ternura por sus hijos, así siente el Señor ternura por sus fieles”.

 

Un padre de ternura. Paternidad y ternura es una ternura al cuadrado, aumentada. Una ternura aumentada es la que siente Dios por su creación. De ahí deriva su estilo de relación con lo creado. ¿Cómo abandonar el imaginario de un Dios exclusivamente bueno, todo bien, sumo bien?

 

e)   Un poema

 

Quisiera que tú me entendieras a mí sin palabras.

Sin palabras hablarte, lo mismo que se habla mi gente.

Que tú me entendieras a mí sin palabras

como entiendo yo al mar o a la brisa enredada en un álamo verde.

Me preguntas, amigo, y no sé qué respuesta he de darte,

Hace ya mucho tiempo aprendí hondas razones que tú no comprendes.

Revelarlas quisiera, poniendo en mis ojos el sol invisible,

la pasión con que dora la tierra sus frutos calientes.

Me preguntas, amigo, y no sé qué respuesta he de darte.

Siento arder una loca alegría en la luz que me envuelve.

Yo quisiera que tú la sintieras también inundándote el alma,

yo quisiera que a ti, en lo más hondo, también te quemase y te hiriese.

Criatura también de alegría quisiera que fueras,

criatura que llega por fin a vencer la tristeza y la muerte.

Si ahora yo te dijera que había que andar por ciudades perdidas

y llorar en sus calles oscuras sintiéndose débil,

y cantar bajo un árbol de estío tus sueños oscuros,

y sentirte hecho de aire y de nube y de hierba muy verde...

Si ahora yo te dijera

que es tu vida esa roca en que rompe la ola,

la flor misma que vibra y se llena de azul bajo el claro nordeste,

aquel hombre que va por el campo nocturno llevando una antorcha,

aquel niño que azota la mar con su mano inocente...

Si yo te dijera estas cosas, amigo,

¿qué fuego pondría en mi boca, qué hierro candente,

qué olores, colores, sabores, contactos, sonidos?

Y ¿cómo saber si me entiendes?

¿Cómo entrar en tu alma rompiendo sus hielos?

¿Cómo hacerte sentir para siempre vencida la muerte?

¿Cómo ahondar en tu invierno, llevar a tu noche la luna,

poner en tu oscura tristeza la lumbre celeste?

Sin palabras, amigo; tenía que ser sin palabras como tú me entendieses.

 

J. Hierro

 

 

6. Descubrir la caricia

 

         Hablar de caricias en marcos de VC es algo sin contexto, cuando no algo inapropiado e, incluso, censurable. Deudores todavía de una moralidad represiva no hemos descubierto caminos integradores que despojen de peligro a los movimientos del corazón y los conviertan en dinamismos saludables para una vida en buenas relaciones.

         Por eso hablamos de descubrir la caricia, como quien iniciara un camino no hollado, como quien se preguntara por primera vez, sin prejuicios, sobre un dinamismo que puede ser nuevo y útil.

 

a)  Cant 2,3-6

 

3Como el manzano más selecto del huerto

    es mi amante entre los jóvenes.

Me siento bajo su sombra placentera

    y saboreo sus deliciosos frutos. 

4Él me escolta hasta la sala de banquetes;

    es evidente lo mucho que me ama.

5Fortalecedme con pasteles de pasas,

    refrescadme con manzanas,

    porque desfallezco de amor.

6Su brazo izquierdo está debajo de mi cabeza,

    y su brazo derecho me abraza.

 

  • Como el manzano: La hermosura del árbol, la sensualidad del fruto, la caricia del viento que se cuela entre su follaje. Uno hecho para la caricia que se da, uno para la caricia esencial. De él se puede esperar ese aliento que  reconforta desde el fondo, que rehace a la persona, que toca la fibra más sensible por la que vibra una persona.
  • Sombra placentera…deliciosos frutos: Los que puede dar quien acaricia siempre que no haya en él ningún afán de avasallamiento, de posesión, de agarrar. Un placer orientado y moldeado por la relación. Para nada algo egoísta que se cierra en uno mismo.
  • Pasas y pasteles: La sensualidad de lo que se come con amor, el regusto de aquello que se nos dio para comer desde el amor de madre y que perdura desde la infancia hasta la adultez. Cuando se comen los frutos de la ternura se recuerdan siempre.
  • Su brazo izquierdo…su brazo derecho: La caricia del cuerpo que toca al cuerpo que ama, respeta, y aprecia. El toque que no es irruptor sino amabilidad y preocupación, caricia esencial. Envuelto por los brazos que aman, por la amabilidad que rodea, por el cuidado que quiere ayudar en cualquier necesidad, por pequeña que sea.

 

b)  Reflexión

 

  • La caricia esencial: La caricia es esencial cuando se transforma en una actitud, un modo de ser que cualifica a la persona en la totalidad, en el pensamiento, en la voluntad, en la interioridad, en las relaciones. Por eso la caricia toca a lo profundo del ser humano. Una caricia superficial no ha llegado aún a su destino. Acaricia es apuntar al fondo de la persona, mirar en la dirección del sustrato más elemental e intentar comprender desde ahí. Por eso confiere reposo, integración y confianza. Banalizar la caricia es banalizar a la persona.
  • Total altruismo: La caricia exige total altruismo, respeto por el otro y renuncia a cualquier otra intención que no sea la de la experiencia de querer bien y de amar. La caricia esencial es leve como un entreabrir suave la puerta. Jamás hay caricia en la violencia de abrir puertas y ventanas forzándolas, es decir, en la invasión de la intimidad de la persona.
  • Acariciar o agarrar: Son dos actitudes contrapuestas: agarrar hacia relación al dominio, acariciar al cuidado.  La primera es expresión de poder, de manipulación, de sometimiento a mi modo de ser. La mano que acaricia representa la alternativa necesaria:  el modo de ser cuidado.

 

c)    Derivaciones

 

  • Tocar al hermano: Hemos ido construyendo una vida fraterna que no se toca, no solamente físicamente, sino “acaricialmente”. Aislados en nuestra corporeidad-espiritualidad hemos creído que nos hacíamos fuertes pero, en realidad, éramos vulnerables. La caricia nos habría hecho más fuerte, el “tocarnos” en nuestra realidad vital nos habría abierto a las realidades de los otros. Sin “tocar” es difícil ser seguidor de Jesús que “toca” mucho (sobre todo en el Evangelio de Marcos) y que es tocado, “apretujado” (Mc 5,31).
  • Entreabrir la puerta: Con todo respeto, con todos los cuidados, con todos los permisos, sin esgrimir ninguna clase de derechos, sin forzar nada. Asistir con paciencia al momento en que se requiera nuestra presencia en ese huerto interior. Pero, eso sí, saber estar a la puerta, signo de verdadero amor (como en Ap 3,20), saber soportar “el rocío de las noches” que las personas llevamos todas en nuestra vida, saber acoger el derribo que toda persona acarrea.
  • Una mano revestida de paciencia: Así habría de ser la mano que acaricia en la fraternidad. Un guante de paciencia que no encierra una mano férrea que agarrota, sino que también por dentro es de fraterna suavidad y cuidado. Pretender acaricia de manera violenta es echar por tierra la posible buena relación en la comunidad.
  • Nuestra fraternidad perdida: La caricia esencial nos devuelve a nuestra humanidad, a nuestra fraternidad, perdida, no hallada todavía. Corremos el peligro de perder lo que nunca hemos hallado. La ternura y la caricia pueden ponernos en la pista de este estilo de comunidad en buena relación que puede contribuir fuertemente a dar sentido a nuestras opciones creyentes.

 

d)  Texto bíblico para la meditación: Is 66,13

 

“Como una madre que acaricia a su hijo, así yo os consolaré a vosotros, y en Jerusalén seréis consolados”.

 

Dios acaricia, Dios consuela. Lo suyo no es darnos normas, leyes, decretos, mandatos…lo suyo es darnos ternura y consuelo. Jerusalén puede ser para nosotros/as la fraternidad, el lugar de la caricia y del consuelo, el lugar del gozo de la presencia de un Dios que nos acaricia y que nos empuja hacia el corazón del otro.

 

e)   Un poema

 

La caricia perdida

 

Se me va de los dedos la caricia sin causa,

se me va de los dedos... En el viento, al pasar,

la caricia que vaga sin destino ni objeto,

la caricia perdida ¿quién la recogerá?

 

Pude amar esta noche con piedad infinita,

pude amar al primero que acertara a llegar.

Nadie llega. Están solos los floridos senderos.

La caricia perdida, rodará... rodará...

 

Si en los ojos te besan esta noche, viajero,

si estremece las ramas un dulce suspirar,

si te oprime los dedos una mano pequeña

que te toma y te deja, que te logra y se va.

 

Si no ves esa mano, ni esa boca que besa,

si es el aire quien teje la ilusión de besar,

oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos,

en el viento fundida, ¿me reconocerás?

 

  1. Storni

 

 

7. Cuando comer nos hace humanos

 

         La cordialidad se vehicula en lo cotidiano. Una cordialidad únicamente para los momentos extraordinarios tiene el peligro de ser una cordialidad ficticia. Sin embargo, la sencillez de cada día, su monotonía, su tendencia a lo gris es el escenario donde la cordialidad habría de brillar para ser auténtica. Eso hará que tales días escapen a la tentación de la rutina y del descoloramiento.

         La VC, tan ceñida a los caminos del otro, tiene el peligro de descordializarse en lo cotidiano y vivir con exaltación únicamente los momentos privilegiados, los de gran nivel, las grandes fiestas religiosas u otras. Pero la verdad de lo que somos se juega en lo cotidiano. Es justamente ahí donde habrá que sembrar la interesante semilla de la cordialidad.

         Por eso hablamos de algo tan cotidiano como comer juntos, ya que todos los días es necesario hacerlo para vivir con salud. En algo tan imprescindible y tan cotidiano como comer es donde habrá que construir un escenario de cordialidad. De lo contrario, corremos el riesgo de generar una espiritualidad de la fraternidad sin carne.

 

a)  Cant 4,16

 

16Despierta, cierzo,

llégate, austro,

orea mi jardín:

que exhale mis perfumes.

entra, amor mío, en tu jardín

a comer de sus frutos exquisitos.

 

  • Despierta, llégate, orea: Porque comer los frutos exquisitos demanda una actitud de lucidez, no de abotargamiento. Participar en el banquete del amor pide que la cabeza esté despejada, ya que amar en la niebla del sentido, sin lucidez, deja un poso de fracaso.
  • Que exhale mis perfumes: El comer juntos ha de estar envuelto en perfumes, no tanto los de las viandas, cuanto el perfume del deseo de querer estar en la compañía del otro. Eso da al banquete cotidiano una mística que lo constituye en lugar de encuentro y en marco de intercambio vital.
  • Comer frutos exquisitos: Que lo son no tanto por su rareza o exquisitez, sino porque el amor los hace exquisitos. Las viandas son la excusa para el amor, la comida la excusa para la fraternidad.

 

b) Reflexión

 

  • Comidas humanas: Dicen los antropólogos que la verdadera humanización de nuestros antepasados comenzó cuando los humanos comenzaron a comer juntos. Comer juntos nos hace humanos, ya que eso no es solamente nutrirse, sino relacionarse, inquirir sobre los caminos del otro, empatizar con las situaciones de vida de quien come junto a mí, alegrarse juntos para sobrellevar mejor el peso de los días. Por eso son tan importantes, antropológicamente hablando, las comidas.
  • En comunión con todos los seres: Las comidas desvelan una realidad más profunda que la que aparece: no solamente se dialoga con quien se comparte mesa, sino también con todos los seres. “La nutrición nunca es una mecánica biológica individual. Consumir comensalmente es comer en comunión con otros; es comulgar con las energías cósmicas que subyacen a los alimentos, especialmente con la fertilidad de la tierra, con el sol, con las florestas, las aguas y los vientos” (Boff). Esta comunión cósmica está en el subsuelo de nuestras comidas.
  • Comer todos: Un anhelo no logrado aún (y falta mucho) es que todos los humanos lleguen a comer como tales. La “soberanía alimentaria” es aún un desideratum. Las reformas agrarias que habrían posibilitado una mesa para todos, siguen pendientes. Mientras tanto, muchos quedan excluidos del banquete de la vida. Quien puede comer, habría de hacerlo con esta espina clavada en la garganta y en el corazón. Eso habría de hacer de su mesa una realidad más abierta apuntando, de algún modo, en la dirección de los excluidos.

 

c) Derivaciones

 

  • ¿Comer en silencio?: Tradicionalmente, la VC ha comido en silencio mientras se escuchaba una lectura. Comer en silencio es una anomalía. Los humanos comemos hablando, de no ser que, temporalmente, apliquemos el silencio a la comida para lograr una mayor profundización espiritual. Pero, normalmente, comer en silencio no es de humanos. Por eso, quien se sienta a la mesa ha de intentar potenciar el diálogo común para que sea lo más “nutritivo” para la relación fraterna. El diálogo es imprescindible para la buena salud de una comunidad. Por eso mismo, una comunidad que dialoga en sus comidas (algunas veces sin prisa) tiene mejor futuro que una que no dialoga (lo mismo que si reza, o más aún). Retraerse en la mudez en la mesa, aislarse, meter la cabeza en el plato, no ayuda a la saludable relación fraterna.
  • En la mesa y en el juego…: Las viejas normas de urbanidad decían que “en la mesa y en el juego se conoce al caballero”. La mesa es microcosmos. Por eso desvela el talante espiritual del comensal. La VC ha mantenido, algunas veces, formas hoscas de comportamiento. Tendríamos que ser más flexibles, más educados, más proclives al “por favor”, al “gracias”, al pequeño elogio para quien ha preparado lo que comemos y para quienes lo compartimos. A veces, la relacionalidad se juega en esos detalles básicos.
  • Comidas reconfortantes: reconfortantes para la relacionalidad fraterna. Y no solamente porque nos reconfortan el cuerpo, sino porque esponjan el alma. Muchas comunidades, como muchas familias, por el devenir de nuestros planes sociales y laborales, casi no se juntan a comer más que una vez al día. Es el único momento de diálogo fuerte en la cotidianeidad. Por eso habrá que potenciar esos tiempos para que sean cauce de relación en lo cotidiano. Menospreciarlos o banalizarlos sería una pérdida.

 

d) Texto evangélico de meditación: Mt 22,9

 

         “Id ahora a las salidas de los caminos, y a todos los que encontréis invitadlos a la boda”.

 

         La gran invitación de Jesús no es al trabajo o a la actividad, sino al disfrute, al banquete, a la boda. Ese es el lugar conde Jesús se nos ofrece como el que quiere que lleguemos a la dicha, ya que hemos nacido para el disfrute.

 

e) Un poema

 

Memoria

COMO pan vino la palabra,
como fragmento de crujiente pan
fue dada,
igual que pan que alimentase el cuerpo
de materia celeste.

Vino, compartimos su íntima sustancia
en la cena final del sacrificio.

Y nos hicimos hálito, sólo soplo de voz.

Palabra, cuerpo, espíritu.

El don había sido consumado.

 

                                                       J.A.Valente

 

 

8. Amabilidad que genera amabilidad

 

         La VC tiene, a veces, el aire de una cierta hosquedad. Será, quizá, por su peculiar modo de vida, la soltería. Precisamente por eso habría que trabajar con más ahínco la amabilidad esencial (como actitud) y los actos de amabilidad (como concreción). No se trata solamente de ser educados/as, que no es poco, sino de generar un entorno más fácil para la buena relación. La amabilidad es algo más que unas meras formas de educación social. Y en esa tarea, de la que depende mucho la dicha de nuestra opción de vida en común, la amabilidad tiene un puesto importante.

         La amabilidad, para que sea “rentable”, hay que ejercitarla a diario. Efectivamente, es en la espiritualidad de la vida cotidiana donde se sitúan esta clase de valores. Aspirar a una VC de calidad descuidando estos componentes diarios es querer que el carro no chirríe sin engrasarlo bien.

 

a) Cant 2,7

 

“¡Muchachas de Jerusalén,

por las ciervas y las gacelas

de los campos

os conjuro,

que no vayáis a molestar

que no despertéis al amor

hasta que él quiera!”.

  • Apelar al corazón: Esa es la razón de la amabilidad. Por eso, el estribillo apela “a las ciervas y a las gacelas de los campos”. Ellas que son gráciles, amables, discretas, bellas, son la razón para que se trate bien al otro, al amado. Buscar razones para ser amable es destruir la belleza de la misma amabilidad.
  • No molestar: Ley básica de la amabilidad: tener intuición para saber cuándo se molesta y no meterse por tal camino. El amor es contenido, sabe hasta dónde hay que llegar y qué puertas no hay que atravesar.
  • Hasta que él quiera: La amabilidad siempre está a expensas de lo que el otro quiera. En el fondo hay un gran “abandono” que se hace por amor. La dignidad y la confianza están a la base.

 

b) Reflexión

 

  • Razón calculadora/razón cordial: Ambas realidades habrían de ir juntas, lo técnico y lo espiritual, lo científico y lo ético, lo racional y los sentimientos. Por desgracia, es siempre la segunda parte la que ha salido perdiendo. Por eso habrá que trabajarla más. Y la amabilidad se apunta a esa segunda parte de la razón cordial.
  • La dignidad a la base: La amabilidad no es planta sin raíz: a la base está el tema de la consideración de la dignidad del otro. Si esa dignidad no aparece en el horizonte de la relación, hablar de dignidad es hablar de música celestial. La dignidad es la raíz de la amabilidad.
  • El poder es servicio…el servicio es amor: Cuando la amabilidad funciona, el poder se desactiva y se convierte en servicio. Cuando la amabilidad está viva, el servicio se hace con agrado, sin enfado, sin el rostro contrariado. Por eso hay que dar a la amabilidad una categoría de valor que parece habérsele negado.

 

c) Derivaciones

 

  • Relaciones amables espirituales: Porque podemos llegar a creer que las relaciones amables son un mero adorno que tienen algunas personas. Pero la amabilidad es un valor que tiene categoría de espiritual. Además, ¿Cómo vamos a hablar de espiritualidad evangélica si esta espiritualidad más básica no está presente? Quizá sea por eso que muchas valoraciones espirituales que hacemos en el día a día de la VC quedan infecundas.
  • Palabras buenas, gestos buenos: Ya que la amabilidad está, con frecuencia, ligada a la palabra y al gesto. Pretender ser amables con palabras ácidas es imposible; pretender ser amable con gestos airados, displicentes, con desplantes, también. Por eso estos elementos resultan tan decisivos en la relacionalidad fraterna.
  • Apostolado de amabilidad: Ya que la VC enfoca, con frecuencia, el apostolado desde el lado meramente religioso. Pero el apostolado de la amabilidad puede ser decisivo para hacer creíble el otro, el religioso. Muchas personas de hoy entienden mejor el primero que el segundo. Y otras muchas no podrán entender el segundo sin el primero.

 

d) Texto evangélico de meditación: Mt 5,37

 

         “Que vuestro sí sea un sí y vuestro no un no; lo que pasa de ahí es cosa del Malo”.

 

         Jesús corrige viejos planteamientos desviados, los juramentos falsos. Pero puede entenderse desde el lado de la amabilidad: un sí amable y un no amable tiene que estar llenos de verdad y de aprecio a la persona. Si están llenos de trampas, la ruina relacional está servida.

 

e) Un poema

 

Nueva vida

 

Dicen que nada volverá a ser lo que era

antes de que tu pétalo de luz

encendiera mi curva más oscura.

 

Tú, que no sabes ni que existes

mientras me redondeas,

que te formas y sueñas sin mapas

ni conceptos,

 

que no tienes ni nombre,

tú me haces infinita

en tu indefinición.

 

Tú y yo

vamos creando tu cuerpo

a ojos cerrados,

sin saber lo que hacemos,

cómo será la flor.

 

Yo, media luna de sueño,

y tú, mi otra mitad.

 

 

      Vanesa Pérez-Sauquillo

 

9. En el desierto también hay vida y flores

 

         El camino relacional, todos lo sabemos, no es un camino de rosas. El conflicto es compañero de camino. Elaborar conflictos es una tarea siempre pendiente. A veces el conflicto se hace tan pertinaz que parece que la VC es como un desierto. Nos acomodamos a él, aguantamos largas temporadas de la vida en modos de estar sin sabor, sin alicientes. A veces eso degenera en algo crónico llegando al convencimiento de que esto de la vida en común no puede dar más de sí.

         Quizá la mejor manera de trabajar no sea huir del desierto. A veces, eso es imposible. Sino percibir que en el desierto hay vida y flores. Que allá donde creemos que no hay más que soledad y desamparo también hay pequeños brotes de vida, sencillos logros que animan a continuar el camino. Nuestro anhelo no será entonces huir del desierto, sino mirarlo de otro modo, derramar fraternidad sobre nuestros desiertos vitales.

 

a) Cant 8,5

 

“¿Quién es esa que sube del desierto,

apoyada en su amado?

 

Bajo el manzano

te desperté,

allí donde tu madre te dio a luz,

con dolores de parto”.

 

  • Subir desde el desierto: Porque el desierto es lugar de vida en todas las batallas relacionales. Aprestarse a los largos caminos del desierto. Recabar todas las posibilidades de vida, por pequeñas que sean, que ofrece el desierto. No maldecir la aridez del desierto, no culparle de nuestra desgana, aprender a mirar su brillo al amanecer, su luz de oro al atardecer. Ayudarse para soportar los fríos de sus noches. Una espiritualidad para vivir en desiertos.
  • Apoyada en su amado: ¿Para qué nos sirve el Evangelio si no nos ayuda a pasar airosamente los desiertos? ¿Es Jesús apoyo real? ¿Y los hermanos/as, no podrían ser ese apoyo que nos ayuda mutuamente a transitar por los desiertos? De cualquier manera una cosa es clara: atravesar desiertos en soledad es muy difícil.
  • Bajo el manzano: También hay fecundidad en los desiertos, también ha “manzanos” por raquíticos que sean, bajo cuya sombra uno puede dar a luz, espacios de vida. No todo es aridez. Manzanos en el desierto…

 

b) Reflexión

 

  • Desiertos de los sentidos: Es cuando falla la relación en su aspecto más humano, cuando convivir con otros es algo áspero, cuando los silencios se instalan a perpetuidad, cuando no se siente alegría en la presencia física del hermano/a, cuando las conversaciones no fluyen, cuando los caminos vitales del hermano/a me son ajenos y no interesan, cuando sus palabras nos chirrían, cuando no encontramos la senda de la cordialidad. Recurrir entonces al sosiego, sentirse próximo en cosas de poca monta, mantener el nivel de amabilidad y de buena educación. Pequeños remedios para sobrellevar con humanidad un mal de fondo.
  • Desiertos del espíritu: Cuando se nos ha ido la ilusión por el desagüe. Cuando ya no percibimos el “soplo” de vida que hay bajo los seres.  Cuando todo se vuelve inmediato, sin trasfondos. Cuando notamos que se hace “seco” nuestro caminar por los días. Cuando cuesta levantarse de la cama y encarar el día. ¿Dónde encontrar esa pizca de sal que sazone la “sosera” de los días? En el cultivo de la belleza sencilla, en el canto humilde que evoca algo, en al buen gusto por hacer las cosas con “elegancia”, en la cercanía y el “contagio” de quien es más animado/a.
  • Desierto de la fe: Con la tentación mecánica de refugiarse en la religión, cuando lo que nos ocurre es que nuestra fe está situada en lo superficial. Cuando las prácticas de ahondamiento creyente (oración, reflexión, lectura, silencio, diálogo profundo sobre asuntos de fe, etc.) no resultan muy cuesta arriba. Cuando no encontramos caminos que alimenten de manera adulta nuestros anhelos creyentes, cuando esos anhelos parecen esfumarse. Recurrir entonces a la Palabra leída desde la novedad de la propia situación; recurrir a la oración recuperada desde la más elemental existencia; recurrir al cultivo de una espiritualidad-teología que alimente.

 

c) Derivaciones

 

  • No desertizar la VC: Porque la vida trae inexorablemente sus desiertos. No ahondarlos. No hacer de la VC un desierto a priori. Pensar que puede ser un edén. Y cuando el desierto surja, sembrar de oasis, de lugares de verdor, de tiempos de encuentro, de pequeñas alegrías compartidas, de humildes sueños alimentados. No convertir nuestros caminos comunes en desiertos improductivos.
  • Resistencia para atravesar desiertos: “En la resistencia habita la esperanza”, decía Sábato. Como adultos/as, resistir, no quebrarse, no tirar la toalla fácilmente. Levantar los hombros y seguir adelante con bonhomía, con buen humor incluso. No peder la sonrisa de los labios y del corazón. La fortaleza de quien sabe, por los años, de tormentas y de malos momentos, habría de traducirse no en amargura, sino en confianza.
  • Hay vida y flores en los desiertos: Confiar y aguzar la mirada y el corazón para percibir esos signos de vida en las pequeñas cosas de cada día, en lo oculto tras la niebla, en las sorpresas minúsculas que la luz de cada día nos va dando. Las semillas de los desiertos suelen ser pequeñas. Basta una gota de agua para hacerlas florecer.

 

d) Texto evangélico de meditación: Mc 6,31

 

         “Venid vosotros solos aparte, a un desierto, y parad un poco”.

 

         El discipulado ha vuelto de la misión habiendo curado y habiendo enseñado la doctrina tradicional. Fue enviado a lo primero, pero hicieron también lo segundo. Por eso, en el desierto tienen que recuperar el encargo primero. Un desierto para resituar, para reorientar, para encontrar salida a los caminos errados. Un desierto para la vida.  

 

e) Un poema

 

PIENSA

en los que se mantienen al margen, 

en los que pasan, casi anónimos, 

                                                     y escuchan,

y guardan para sí lo que acaso dirían

si las cosas fuesen de otra manera,

si el altavoz brutal callara un poco. 

No imagines que el desierto es sólo superficie; 

piensa en las arenas  hondas, silenciosas,

o surcadas tal vez de profundas corrientes,

pero llenas de vida. 

Una vida que calla, pero que es verdadera

y sigue, sigue siempre. 

 

José Cereijo 


10. Aceptación y desapego

 

         Estamos dentro del tema de los conflictos, ya que éstos no son solamente con otros sino también consigo mismo. Una forma de irlos superando es trabajar la aceptación de los límites propios y generar una saludable espiritualidad del desapego. Esto tiene su importancia en la relacionalidad, ya que si ambos elementos están mejor asimilados, la relacionalidad será de más calidad.

         Se trata, en el fondo, de trabajar en la línea de la mayor libertad posible. No se trata de vivir en un nirvana enervante, sino de no estar tan sujeto a los vaivenes de los días y generar una cierta estabilidad donde brote con facilidad la buena relación.

 

a) Un texto: Cant 3,1-2

 

En mi cama, por la noche,

buscaba el amor de mi alma:

lo busqué y no lo encontré.

         Me levanté

y recorrí la ciudad

por las calles y las plazas,

buscando el amor de mi alma;

lo busqué y no lo encontré.

 

  • Buscaba: La relacionalidad, el amor, soporta mal el desapego y los límites. Por eso engendra búsquedas ansiosas. A veces eso se salda con un fracaso. Hay que saber que el amor no depende del resultado de la búsqueda, sino de la intensidad de la relación.
  • Recorrer la ciudad por calles y plazas: Los múltiples caminos de la búsqueda. Unos dan resultado positivo, otros no. Es preciso saber encajar ambas realidades: ni enorgullecerse vanamente cuando hay resultados en la relación, ni lamentarse continuamente cuando no los hay.
  • Buscar el amor de mi alma: O buscarme mi amor de mi propia alma. Hay que hacer un fuerte discernimiento para saber qué estamos realmente buscando, a quién estamos realmente buscando. Las búsquedas se confunden con los anhelos y estos, a veces, con los caprichos.

 

b) Reflexión

 

  • Creativamente resignados: Eso supone la aceptación de los límites: no una resignación que mate la creatividad, sino una creatividad capaz de asumir límites. La resignación sin creatividad es una especie de muerte; la creatividad sin resignación es una ingenuidad porque cree que no hay límites que se le interpongan.
  • Sin que chirríe el alma: Hay que aprender el desapego sin que chirríe el alma. Porque el desapego viene inexorablemente en la vida: de niños, de adolescentes, de jóvenes, de adultos, muchas veces hay que desapegarse. Incluso hay que desapegarse con humanidad de la persona que antaño amamos. Hasta de la propia vida hay que despegarse un día. Quizá todo esto nos lleva a crear las condiciones para que un Ser Mayor nos venga a llenar.
  • De todo podemos aprender: Esa es la conclusión sabia y general: se puede aprender de la experiencia de los límites y se puede aprender de los dolores del desapego. El adulto siempre está en situación de aprendizaje existencial, de aprendizaje de sentido.

 

c) Derivaciones

 

  • Resignación sin creatividad: Porque así se ha presentado, a veces, el valor religioso de la resignación. Mero conformismo que lleva dentro la inactividad, el dejarse amilanar, el sentirse escachado. Hay que sacudirse esa actitud para que la relación de la VC no entre en la rutina, en el desaliento, en la certeza enquistada de que no hay nada que hacer.
  • En el lugar luminoso: Ahí será preciso situarse a la hora de aceptar los límites porque si se sitúa uno en el gris, en lo oscuro, en la pérdida, las limitaciones son únicamente motivos negativos y nunca trampolines para una posible mejora. La resiliencia es necesaria: hacer de las limitación un impulso para crecer habiendo madurado.
  • Cada vez con menos para ser más: El desapego de cosas nos puede llevar no a un empobrecimiento, sino a lo contrario. Tener lo mínimo para vivir con dignidad nos puede ahorrar muchos quebraderos de cabeza y no pocos disgustos. Cuanto más simple la vida, más posibilidad de riqueza humana y espiritual.
  • Itinerancia: Que es una forma estupenda de desapego: cualquier lugar puede ser nuestra casa; cualquier trabajo puede ser bien hecho siempre que se tenga capacidad para ello; cualquier relación puede ser positiva si se trabaja el camino de la fraternidad. Itinerancia como desapego que produce riqueza espiritual.

 

d) Un texto evangélico para la meditación: Mt 9,1

 

         “Subió a una barca, cruzó a la otra orilla y llegó a su propia ciudad”.

 

         Se refiere a Cafarnaúm que es llamada “su propia ciudad”, ya que en Nazaret fue rechazado. Se instaló allí y allí pagó sus impuestos. Tuvo que aceptar los límites de sus compaisanos y despegarse del lugar que la vio nacer, no fácil desapego.

 

e) Un poema

 

Después de un tiempo,
uno aprende la sutil diferencia
entre sostener una mano
y encadenar un alma,
y uno aprende que el amor
no significa acostarse
y una compañía no significa seguridad
y uno empieza a aprender.
Que los besos no son contratos

y los regalos no son promesas
y uno empieza a aceptar sus derrotas

con la cabeza alta y los ojos abiertos

y uno aprende a construir
todos sus caminos en el hoy,
porque el terreno de mañana
es demasiado inseguro para planes...
y los futuros tienen una forma de
caerse en la mitad.
Y después de un tiempo
uno aprende que si es demasiado,
hasta el calorcito del sol quema.
Así que uno planta su propio jardín
y decora su propia alma, en lugar
de esperar a que alguien le traiga flores. Y uno aprende que realmente puede aguantar,
que uno realmente es fuerte,
que uno realmente vale,
y uno aprende y aprende...
y con cada día uno aprende.
      

         Atribuido a Jorge Luis Borges

 

 

11. La belleza salvará al mundo

 

         Esta frase lograda es de F. Dostoievsky, el escritor de las sombras y tinieblas, pero anhelante de luz. Cuando hablamos de belleza no nos referimos primordialmente a la física, tan manoseada, sino a eso hermoso que anhela el corazón, a eso sencillo que habla el lenguaje de lo que agrada al alma, a lo que deja un poso de sosiego espiritual cuando se lo contempla, a eso que hay debajo de la piel y vibra. No es fácil decirlo.

         Pero es que el lenguaje ideológico, dogmático, teológico incluso está ya muy agotado y nos evoca poco. ¿Cómo hablar de una VC con sentido desde la espiritualidad de lo bello? Ya decía el Papa Francisco que no basta que el mensaje sea bueno y justo; tiene que ser bello (EG 167) para que llegue al corazón de las personas.

         La categoría de lo bello no ha sido muy cultivada en la VC. Parecía que eso era cosa de los artistas o de casas ricas. Y hemos vivido muchas veces en la mediocridad y hasta en el mal gusto estético. Y, sin embargo, lo bello puede ser una cara de la trascendencia tras la que dice andar en lenguaje religioso. Por eso, el cultivo de lo bello nos puede hacer más espirituales.

 

a) Cant 7,2-7

 

Tus pies hermosos

en las sandalias,

hija de príncipes;

esa curva de tus caderas

como collares,

labor de orfebre;

tu ombligo, una copa redonda,

rebosando de licor;

y tu vientre, un montón de trigo,

rodeado de azucenas;

tus pechos, como crías

mellizas de gacela;

tu cuello es torre de marfil,

tu cabeza se yergue semejante al Carmelo;

tus ojos, dos albercas de Jesbón,

junto a Puerta Mayor;

es el perfil de tu nariz

igual que el saliente del Líbano

que mira a Damasco;

tus cabellos de púrpura

con sus trenzas cautivan a un rey.

¡Qué hermosa estás, qué bella,

qué delicia en tu amor!

 

  • El cuerpo cantado: Fuente de belleza. Hay que situarse en otro terreno distinto al moralista en que se nos ha habituado y desde el que hemos llegado a no amar los cuerpos, todo cuerpo. Una valoración nueva de la belleza pasa por una valoración de los cuerpos, del hermano cuerpo que tan bien nos sirve y que nos da tantas alegrías y también los pesares propios de su limitación. El Evangelio es un libro de cuerpos y para los cuerpos. Sin amar los cuerpos no es posible volver al Evangelio.
  • De abajo a arriba: Así está descrito el cuerpo de la amada, desde los pies hasta la cabeza. Quizá sea ese el itinerario para volver a una valoración distinta de la corporalidad: desde lo más elemental, los pies, hasta lo más sublime, la cabeza. La espiritualidad de máximos que maneja la religión apunta siempre a lo más alto y olvida lo más bajo. Pero la belleza sencilla está en lo bajo, en lo simple, lo cotidiano. Volver al Evangelio es volver a lo bajo.
  • Signo del reino: La belleza sencilla, el cuerpo cantado, el gozo por lo hermoso es signo del reino. No hemos sido creados ni para la pena ni para el trabajo, sino para el disfrute y la fiesta. Por eso es tan importante la espiritualidad de la belleza. Puede dar un toque distinto a nuestras relaciones comunitarias.

 

b) Reflexión

 

  • Todos los seres tienen una cierta belleza: La cultura nos ha hecho creer que muchos seres son repugnantes, por su morfología o por su historia. Pero todo ser lleva el “alma” incorruptible de Dios (como dice Sab 11). Descubrir la belleza oculta de los seres menos queridos es una tarea hermosa. También es una tarea en la VC descubrirla en los hermanos/as donde la belleza está más oculta por su historia o sus limitaciones.
  • Amor compartido en el dolor: Así definen algunos la belleza profunda. No se trata de meras posiciones estéticas, sino de compartir amor en situaciones de dificultad, ya que en las de facilidad eso va de sí. Esa ha sido la belleza de Jesús con nosotros, compartidor de amor en nuestros caminos extraviados. Desde ahí los ha hecho bellos, a pesar de sus límites.
  • Contra el utilitarismo: Porque se nos pega algo que socialmente es un “dogma”: lo que no es útil, no vale. Y no es así: muchas veces se demuestra que lo inútil, el considerado poco útil, es el que aporta más al gozo y al sentido de la vida. Lo útil es una categoría que va por detrás de lo bello.
  • Dimensión ética y religiosa: Porque lo bello no tiene solamente una dimensión estética. También lo bello es ético porque ayuda a tomar decisiones de cercanía y amor al otro. Y es religioso porque conecta con lo santo que tiene una dimensión estética. Las tres dimensiones van imbricadas, pero, como decimos, lo bello tiene primacía.

 

c) Derivaciones

 

  • Tiene que ver con la fraternidad: Así es, la belleza tiene que ver con la comunicación porque es algo para compartir. Una belleza para uno solo no es la de la VC. Cuidar la casa, la iglesia, las personas, únicamente para el exclusivo placer personal no es de recibo. Como todo, la belleza comunitaria ha de ser consensuada, valorada por todos, disfrutada por todos.
  • Ofrecer la fe y la religión en el molde de lo bello: Como lenguaje más adecuado. Aunque nuestras posibilidades sean menguadas, hay que intentarlo. Liturgia bella, oración bella, signos evocadores, lugares cuidados, buen gusto en los cantos, discurso catequético con un poco de lírica, etc. Sin exquisiteces raras, pero de una forma bella.
  • Belleza para andar por casa: Porque todo ayuda, todo genera espiritualidad. Higiene personal y comunitaria cuidada; buen gusto en la ornamentación de la casa, en las comidas, en las manifestaciones ante la gente; detalles que tengan el lenguaje del buen gusto. La inatrapable trascendencia pasa muchas veces por estos caminos sencillos de lo bello.

 

d) Un texto evangélico para la meditación: Lc 12,27

 

         “Fijaos como crecen los lirios: ni hilan ni tejen, y os digo que ni Salomón en todo su fasto estaba vestido como cualquiera de ellos”:

 

         Comparación para frenar las excesivas preocupaciones y poder acoger así la bienaventuranza de la pobreza. Pero es significativo que se ponga como ejemplo ecológico y estético: los lirios. Sin belleza y sin amor a la tierra no puede entenderse bien la opción por la pobreza.

 

 

 

 

 

e) Un poema

 

 

Bajo el sol

                hay bondad

frente a la luz sólo basta

                abrir los ojos

Limpia las penas

 

de tu corazón

el sufrimiento

de tu cuerpo

bajo el sol

da gracias

a la hierba

al musgo a la lluvia

da gracias

al placer

a la tierra sobre la que vives

y sobre la que mueres

al primer jardín

a los árboles de música

y a sus follajes de silencio

da gracias

al agua de la acequia

al bálsamo en la sangre

al rocío la floresta

al ciervo vulnerable

bajo el sol

al cielo y a sus siglos

a las nubes del aire

al fuego y al frío

a los vientos a las noches

y a los días y a la luz

a los montes y colinas

a las fuentes los mares y riberas

a la muerte

a los pájaros del cielo

y a la muerte

oscuro corzo herido

da gracias

               bajo el sol

 

Ernesto Kavi 

 

12. Para una sed infinita

 

         Parece que el ser humano, debido al mecanismo del deseo, alberga en su interior una inapagable sed de trascendencia. La religión ha lanzado ese componente antropológico al más allá: en el cielo se calmará esa sed al “ver” a Dios. Pero la evidencia es que tal sed anida ya ahora en el corazón de la persona. Por lo que el tratamiento que se dé al deseo y a su utopía de trascendencia ha de ser algo en la historia, en el hoy.

         La VC puede tomar como un apostolado connatural a su opción (anunciar las realidades futuras) el tratar de colmar esa sed de trascendencia en el hoy. Eso lo podrá hacer viviendo y ofreciendo más espiritualidad que religión, más profundidad que culto, más interioridad que doctrina.

 

a) Cant 6,11-12

 

         Bajé a mi nogueral

a examinar los brotes de la vega,

a ver si ya las vides florecían,

a ver si ya se abrían los botones

         de los granados;

         y, sin saberlo,

me encontré en la carroza con mi príncipe.

 

  • Bajar al nogueral: Puede leerse este texto hermoso en modos metafóricos: es bajar a la profundidad para verificar si la vida (brotes-vides-granados) bulle en su interior. Quien no se sumerge en lo profundo de la hermosura de la vida, en las verdades existenciales que tocan el corazón, no puede llegar a disfrutar del sentido de esta vida. La trascendencia como requisito para el disfrute y el sentido.
  • En la carroza con mi príncipe: En el sentido, en la verdad que riega la vida, en el Dios que está en el fondo. Estos son los frutos de la trascendencia vivida y ofrecida, de la espiritualidad como elemento del caminar humano.

 

b) Reflexión

 

  • El motor del deseo: Es el deseo uno de los grandes dinamismos de lo humano (los dinamismos mueven más que las ideas): Todos los humanos vivos tenemos deseos. Cómo educarlos, cómo orientarlos al deseo básico de ser persona con sentido dentro de los límites de la historia. La comunidad podría ser una escuela del deseo, orientándolo hacia la dicha y hacia la fe profunda, hacia la fe cósmica.
  • Anhelantes de dicha: Algo a lo que ningún humano renuncia: a poder ser feliz dentro de los límites de la historia. El peor pecado que se pueda cometer es no ser feliz, ya que para la dicha hemos sido creados (Borges). La dicha en el marco de lo efímero es muy respetable, ya que aquella en el marco de lo intemporal es insegura, por más que la fe la mantenga.
  • Trascendencia hacia dentro: Normalmente, en el imaginario religioso la trascendencia es hacia fuera. Pero se puede pensar la trascendencia hacia adentro, ahondando en la historia, bajando a los sótanos de la vida para encontrarse con la verdad que es uno. Esta trascendencia, tan espiritual como cualquiera, puede dar verdadero realismo y conecta con la verdad misma de la experiencia cristiana (cf Rom 7).

 

c) Derivaciones

 

  • La VC ofreciendo espiritualidad: Porque lo que normalmente se oferta es religión, prácticas religiosas. Pero ¿si se ofreciera espiritualidad? Para ello habría que comenzar por potenciarla en el propio marco de la VR: una espiritualidad anclada en lo antropológico y en los caminos humanos. Y desde ahí, se podría ofertar y proponer una espiritualidad religiosa.
  • En conexión con las grandes sed de la persona: La sed de la justicia, de dicha, de amor, de paz, de igualdad…La VC si no conecta con esas grandes sed que tiene el camino humano no podrá ofrecer espiritualidad y se resignará al rincón de la espiritualidad religiosa, derivada muchas veces en mera práctica religiosa. Por eso es tan importante conectar con las grandes sed de lo humano.
  • Libre de intereses que se oponen a la trascendencia: Si la VC pretende hacer una oferta de espiritualidad y sigue ligada a intereses que, en el fondo se oponen a ella, no logrará nunca nada. Así es: el afán de dinero, la tentación del poder, el corporativismo, el buen nombre del Instituto, la gloria humana a través de la gloria religiosa (beatificaciones, cargos eclesiásticos, etc.), todo eso son intereses que bloquean los caminos de la espiritualidad profunda. La VC habría de situarse lo más lejos posible de ellos.

 

d) Texto evangélico de meditación: Jn 14,23

 

         “Vendremos a él y pondremos nuestra morada en él”.

 

         El Padre y Jesús han tomado una decisión de vértigo: venir a poner su morada en el fondo de la estructura histórica. Por eso, el cielo está en el fondo de la existencia. Quien quiera encontrarse con el Dios que nos habita, tendrá que ahondar en la historia, bajar al sótano de la realidad. Ahí encontrará a Dios.

 

f) Un texto

 

El nombre de esta profundidad infinita e inagotable y el fondo de todo ser es Dios. Esta profundidad es lo que significa la palabra Dios. Y si esta palabra carece de suficiente significación para vosotros, traducidla y hablad entonces de las profundidades de vuestra vida, de la fuente de vuestro ser, de vuestro interés último, de lo que os tomáis seriamente, sin reserva alguna. Para lograrlo, quizá tendréis que olvidar todo lo que de tradicional hayáis aprendido acerca de Dios, quizás incluso esta misma palabra. Pero si sabéis que Dios significa profundidad, ya sabéis mucho acerca de Él. Entonces ya no podréis llamaros ateos o incrédulos. Porque ya no os será posible pensar o decir: la vida carece de profundidad, la vida es superficial, el ser mismo no es sino superficie. Si pudierais decir esto con absoluta seriedad, seríais ateos; no siendo así, no lo sois. Quien sabe algo acerca de la profundidad, sabe algo acerca de Dios. El nombre de este fondo infinito e inagotable de la historia es Dios. Tal es el significado de esta palabra y aquello a lo que tienden las expresiones reino de Dios y divina providencia. Y si estas palabras no tienen demasiado sentido para vosotros, traducidlas y hablad de la profundidad de la historia, del fondo y la finalidad de nuestra vida social, y de lo que os tomáis en serio, sin la menor reserva, en vuestras actividades morales y políticas. Quizá daríais el nombre de esperanza, simplemente esperanza, a esta profundidad”.

Paul Tillich

 

 

Fidel Aizpurúa Donazar

Logroño 2017