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FIAIZ

Ejercicios 2019

AYÚDAME, SEÑOR,

A PERDER LA FE EN MI FE

(Notas para una semana de ejercicios espirituales)

 

         La reflexión de una semana de ejercicios espirituales necesita el soporte de un texto “inspirado”. Normalmente acudimos a la Palabra o a algún documento del Magisterio. Este año vamos a tomar como apoyo una plegaria del arzobispo dimisionario de Tánger, el franciscano Santiago Agrelo. A estas alturas conocemos bien a Santiago Agrelo y su lucha de años a favor de los inmigrantes pobres que llegan a Tánger desde las profundidades de África subsahariana. Pero, además de ser un obispo “social” es una persona altamente espiritual, como lo refleja el texto que utilizaremos y los recogidos en el librito Desacato al silencio (de Ed. PS, Madrid 2017).

         Desde el texto de su plegaria “Ayúdame, Señor, a perder la fe en mi fe” derivaremos a la Palabra, al Evangelio, para que vuelvan a resonar su ecos más profundos y podamos cultivar la vuelta y la conversión al Evangelio de los que habla con frecuencia el papa Francisco. Así es, una semana de retiro puede ayudarnos a mejorar nuestra calidad de vida evangélica que, a veces, va por otro camino que el de las prácticas religiosas. Sin menospreciar éstas, hay que decir que nuestros anhelos más profundos van por otra senda.

         Todo, para acercarnos al fondo del propio corazón, a esa verdad de cada uno que a veces la ignoramos hasta nosotros mismos. Esta clase de retiros apuntan a lo profundo, a lo que está debajo, a lo que no se ve, a esa melodía de dentro que solamente se escucha en el silencio del propio interior. No es una quimera caminar tras ese deseo. Los trabajos espirituales pueden ayudarnos a ello y lograr así que las verdaderas raíces de nuestra persona reciban el riego benéfico que las refresque, las nutra y las haga vivir.

         De salida sentimos la presencia viva de Jesús que nos anima en este empeño. Efectivamente, no estamos solos. Él camina a nuestro lado. Y la mediación fraterna, el grupo que nos juntamos para este trabajo, habla elocuentemente de esa presencia. Ayudémonos a sentirla. A ella nos acogemos.

 

AYÚDAME, SEÑOR, A PERDER LA FE EN MI FE

 

Señor, ayúdame a perder la fe en mi fe, por si aún es tiempo de que empiece a creer en ti. 

Enséñame a ir contigo, a seguirte, a escucharte, incluso si me pides que desate y te lleve el borrico que necesitas.

Si creo en ti, abandonaré mi camino por el tuyo, que eres el Camino y la Verdad y la Vida, y contigo iré donde tú quieras, donde tú vayas. 

Si creo en ti, tu destino se volverá mi destino, ya se llame cruz ya se llame cielo, ya lo llames abajamiento ya lo llames gloria, ya se llame muerte ya se llame vida.

Si creo en ti, entraré en tu mundo, en tu evangelio, en tu humanidad, en tu pasión por el reino de Dios que llega para los pobres, que va donde tú vas, que se acerca a quienes tú te acercas.

Si creo en ti, en todo tiempo y lugar pediré, a silencios, a susurros, a voces, a gritos, el Espíritu que me transforme en ti, el amor que me haga uno contigo, hasta que me pierda en ti, hasta que tú, más que yo mismo, vivas en mí.

La fe en mi fe me ha llevado a suplantar sin escrúpulo el culto a Dios por el culto al dinero; a conjugar sin remordimiento la veneración de Cristo en la Eucaristía y su desprecio en los pobres; a guardar en el corazón odios en lugar de amor, ofensas en lugar de perdón, venganza en lugar de misericordia.

Si creo en ti sacrificaré en el altar de mis ambiciones -de grandeza, de dominio, de poder, de riqueza- la paz que tú nos has ofrecido haciéndote pequeño con nosotros, pobre por nosotros.

La fe en mi fe ha transformado tu evangelio en ideo-logía desencarnada, y a ti, Jesús, Dios de carne y hueso, Dios y hombre verdadero, Dios discapacitado, Dios disminuido, Dios mendigo, Dios emigrante, Dios maltratado, Dios crucificado, te ha reducido a doctrina inocua, a imagen de madera, a rito que puedo cumplir sin complicarme la vida.

Y mientras la fe en mi fe va diciendo que lo mío es mío y que todo lo necesito para mí, tú, Señor, a lomos de un borrico prestado, te dispones a darlo todo, a perderlo todo, a renunciar a todo porque los sedientos encuentren el agua, los hambrientos el pan, los ciegos la luz, los muertos la resurrección y la vida que necesitan y que eres tú.

Hoy, mientras mi fe, orgullosa, satisfecha y descreída, va diciendo que los pobres se queden donde están, que no apesten la sala de nuestro banquete, que no den el espectáculo de morir en nuestras calles, a la puerta de nuestras cosas, tú, en la eucaristía, nos muestras tu cuerpo repartido, tu sangre derramada, todo tú perdido en el abismo de mi necesidad: ¡Todo tú entregado porque nos amas!

El mundo te necesita, Jesús; la humanidad te necesita; los pobres te necesitamos: Ayúdame a perder la fe en mi fe. ¡Enséñame a creer en ti!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1. Señor, ayúdame a perder la fe en mi fe, por si aún es tiempo de que empiece a creer en ti

 

a) Introducción

 

Todos decimos que tenemos fe en Dios. Pero, en realidad, es más una fe en nosotros mismos. Para creer en Dios es preciso recorrer los caminos del despojo y el abandono. Y eso se nos hace muy cuesta arriba.

De ahí la plegaria osada: “ayúdame a perder la fe en mi fe”. Porque nuestra fe esta hecha de fe en nosotros. No es fácil desplazar al yo que ocupa hasta el centro de la fe, tal es su fuerza invasora. Al final de todo, terminamos creyendo en nosotros, a nuestro modo, en nuestras propias verdades.

De tal manera que pensamos que quien cuestiona nuestras formas de creer, cuestiona nuestra fe y quien potencia nuestras maneras religiosas es un aliado de nuestra fe. Liberarse de la fe en uno mismo, desenmascarar la fe que es una fe en nosotros es todo un trabajo espiritual.

De tal manera que, tras tantos años de vida cristiana, hablar de “empezar a creer” parece una broma. Queremos seguir creyendo en lo que hemos creído siempre, en lo nuestro, en lo que nos reconforta y confirma. No nos preocupa la fe en Dios sino la fe en mi fe. Por eso, que no nos hablen de empezar a creer.

Y, sin embargo, la fe es siempre recomenzar de nuevo, iniciar el camino cada día, plantarse ante el Evangelio ofrecido y ver si, por hoy nada más, puedo caminar un poco más en la senda que describe el Evangelio.

Se nos dice de mil maneras que hoy es posible creer con una fe que se aleja de nuestra propia fe y sus pretensiones. Habrá que comenzar por hacer silencio e, incluso, hasta vacío para que la fe en Jesús sea nuestra propia fe y no otra.

 

b)La luz del Evangelio: Mc 5,25-34:

 

“Una mujer que había tenido flujo de sangre por doce años, y había sufrido mucho a manos de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía sin provecho alguno, sino que al contrario, había empeorado; cuando oyó hablar de Jesús, se llegó a El por detrás entre la multitud y tocó su manto. Porque decía: Si tan sólo toco sus ropas, sanaré. Al instante la fuente de su sangre se secó, y sintió en su cuerpo que estaba curada de su aflicción. Y enseguida Jesús, dándose cuenta de que había salido poder de Él, volviéndose entre la gente, dijo: ¿Quién ha tocado mi ropa? Y sus discípulos le dijeron: Ves que la multitud te apretuja, y dices: “¿Quién me ha tocado?” Pero El miraba a su alrededor para ver a la mujer que le había tocado. Entonces la mujer, temerosa y temblando, dándose cuenta de lo que le había sucedido, vino y se postró delante de Él y le dijo toda la verdad. Y Jesús le dijo: Hija, tu fe te ha sanado; vete en paz y queda sana de tu aflicción”.

 

  • La propuesta de Jesús es para todos, no solamente para selectos. Por eso entra en su horizonte un personaje “impuro” per se, ya que “doce años” es lo mismo que siempre. Alguien a quien le han dicho: Dios no es para ti; hay entre tú y él una barrera que bloquea una posible relación.
  • Quiere tocar el borde del manto. En la antropología hebrea el manto significa el Espíritu. Tocar el espíritu tocando el manto de un hombre de Espíritu como es Jesús. Eso indica que la fe en Dios sigue viva en el corazón de la mujer. Más que su curación, lo que busca, en el fondo, es ver que, a pesar de todo, los puentes entre Dios y ella no están rotos, por mucho que le digan lo contrario.
  • Jesús se siente tocado no solamente en su manto (porque le apretujan y eso no lo siente), sino en su conexión con Dios. Él, que hambrea a Dios, siente la presencia de una que también hambrea a Dios. Por eso siente que su fondo de fe conecta con otro fondo de fe similar.
  • De ahí que la fe a la que se refiere en la expresión “tu fe te ha salvado” no es la fe en Jesús, sino la fe en el Dios que ampara a los pobres. La mujer y Jesús están unidos en la misma fe. Es como si le dijera: tu fe en Dios que ampara a los pobres nos une a ti y a mí. Yo también, tan pobre como tú, creo en él, como tú. Desde distinto ángulo pero somos creyentes en él. Es un relato de fe común más que un mero relato de curación.

 

c)  La palabra que ahonda:

 

Para conectar con el Dios de Jesús, para creer en él, más allá de formas religiosas, tal vez haya que entrar en la espiritualidad del abandono. Si no, el centro lo ocupará nuestra fe y ya no será la fe en Dios. Dice Agrelo hablando del abandono en una homilía del segundo domingo del TO (Desacato 198):

  • ·     “Jerusalén sufrió el abandono total: ciudad abandonada. Nada más muerto y triste que una ciudad abandonada.
  • ·     Abandonados es un pasivo que golpea la conciencia de los pobres y los hiere en lo más vivo de su pobreza. Quizá se entre en la espiritualidad del abandono si se acerca uno a los abandonados. Eso le puede facilitar el acceso a una fe en el Dios de Jesús. Eso le puede despojar del los “ídolos” religiosos que uno va acumulando en su vida.
  • ·     Duro es saberse solo, pero más duro el saberse desechado como un cacharro inútil. En esa experiencia de vida tan fuerte se abre la puerta a una fe en Dios de mayor calidad, la fe en un Dios que ampara siempre.
  • ·     Quien haya experimentado la dureza del abandono podrá sentir la alegría del encuentro. Ya no te llamarán abandonada, sino desposada y favorita. Tener la conciencia de que los caminos del abandono apuntan al corazón de Dios que ampara.”

 

d)Propuestas para la vida:

 

  • ·     Dispuestos a reorientar la fe más allá de nuestros caminos religiosos: No cerrarse inflexiblemente en lo ya interiorizado y aprendido. Sin renunciar, de salida, a ello, abrirse a posibles maneras de enriquecer la experiencia cristiana, aunque sea por caminos distintos. No ser rígidos en estas cuestiones para que no se bloqueen caminos de fe que pueden ser muy productivos. Desembarazarse o, por lo menos, relativizar muchas cuestiones religiosas que han hecho callo y abrirse a horizontes nuevos.
  • ·     Creer amparando al débil como camino mejor para creer en el Dios que ampara: Los Evangelios, sobre todo san Mateo, tiene claro que el sentido de la comunidad cristiana, porque ese mismo ha sido el sentido de la vida de Jesús, es amparar al débil. Creer en el Evangelio no es tanto una cuestión de ideas sino de experiencias. Creer experimentando el amparo de Dios y generando amparo en torno a sí mismo es la manera mejor de creer. Nuestra fe religiosa ha de ser controlada y, en su caso, desplazada por una fe evangélica que está hecha de prácticas de amor al frágil.
  • ·     Creer que los caminos del abandono, bien asimilados, son cauce de acercamiento al Dios de Jesús: Porque hemos entendido el abandono como un alejamiento de Dios (“Dejados de la mano de Dios”). En realidad, en los momentos de abandono es cuando más cerca está Dios de nosotros (nunca estuvo Dios más cerca de Jesús que cuando estaba en la cruz). Por eso, no habría que temer las situaciones de abandono, de pobreza, como un tiempo sin Dios; no habría que temer el despojo de ciertas creencias religiosas, del teísmo, como un espacio devastado por la ausencia de Dios. Al contrario, cuando experimentamos el abandono, si lo encajamos bien, podemos llegar a experiencias fuertes del amor de Dios y del cariño de los hermanos.
  • ·     No recurrir a la fe en Dios para fines que nada tienen que ver con él: Ya que esa es una de las consecuencias de la fe religiosa, de nuestra fe: mezclar a Dios con asuntos que nada tienen que ver con él (desgracias naturales, desgracias familiares o personales). Afrontar estas situaciones contando con el amparo de Dios, no con su culpa. Liberar a Dios de nuestra propia presión para que brille mejor la certeza de que no estamos solos en nuestro caminar histórico. Esto da una gran anchura al corazón y es una fuente de ánimo.

 

e) Nos preguntamos

 

1.  ¿Crees que necesitamos reorientar nuestra fe religiosa para caminar por la senda de una fe más evangélica?

2.  ¿Sentimos realmente la necesidad de una fe renovada?

3.  ¿Cómo vivir en grupo nuestro deseo de una fe anclada en Dios y no tanto en nosotros? ¿Cómo ayudarnos?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

2. Enséñame a ir contigo, a seguirte, a escucharte, incluso si me pides que desate y te lleve el borrico que necesitas

 

a)  Introducción:

 

Lo sabemos de memoria: ser seguidor de Jesús es la respuesta correcta a la propuesta evangélica. La fe se juega en el seguimiento de Jesús. Lo dicho: lo sabemos de memoria. Por suerte, la espiritualidad del seguimiento ha entrado de lleno en la espiritualidad cristiana. Otra cosa es nuestro nivel real de seguidores. Eso es lo que habrá que trabajar.

El seguimiento es algo que hay que aprender de Jesús. No se trata de estrategias religiosas que yo pueda elaborar. “Estar con él” (Mc 3,14) depende, en gran parte de él. Eso es lo que hay que aprender: a sentirse convocado por él, a verlo como el gestor de mi seguimiento. Dejarle a él esta iniciativa no nos aplatana sino que, por el contrario, nos espolea a hacer camino con él.

    No es obstáculo definitivo para el seguimiento la propia limitación. Se puede ser seguidor aunque no se sea del todo coherente, con tal de que no engañemos diciendo que somos coherentes sin serlo y con tal de que pidamos perdón cuando fallemos. También el seguimiento está hecho para los incoherentes, para los “pecadores” (Lc 5,32).

Seguir significa también escuchar, no solamente oír, no solamente aguantar mensajes religiosos que se quedan fuera. Escuchar más con el corazón que con los oídos, rumiar en el corazón (Lc 2,19), darle vueltas en ese interior donde se cuecen los sentimientos, las decisiones y los anhelos.

Desatar el borrico es, como luego diremos, dejar libre el mesianismo de Jesús que anuncia la felicidad a los humildes. Un mesianismo que está “atado”, oscurecido, siempre necesitado de ser dado a luz. El seguimiento en lo sencillo de la vida, en los anuncios para humildes, en los modos de vida alejados del ruido.

Llevar el borrico como quien lleva al humilde, como quien, a pie, sabe que quien va en el borrico es, todavía, más humilde que él. Un caminar humilde y con los humildes. Esa es la orientación elemental del seguimiento con Jesús.

 

b) La luz del Evangelio: Mc 11,1-7

 

“Cuando se acercaban a Jerusalén, esto es, Betfagé y Betania, en dirección al Monte de los Olivos, envió a dos de sus discípulos diciéndoles: -Id a la aldea que tenéis enfrente; al entrar en ella encontraréis enseguida un borrico atado que nadie ha montado todavía; desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta por qué lo hacéis, contestadle: «El Señor lo necesita y lo devolverá cuanto antes». Fueron ellos, encopntraron el borrico fuera, en la calle, atado al portón, y lo desataron. Algunos de los que estaban allí les dijeron: -¿Qué hacéis desatando el borrico? Ellos les contestaron como les había dicho Jesús, y los dejaron. Llevaron el borrico adonde estaba Jesús, lo cubrieron con sus mantos y él se sentó encima”.

 

  • Acostumbrados a la liturgia del domingo de Ramos, decimos que la de Jesús fue una “entrada triunfal”. Pero de triunfal, nada. Humildísima (en Jn, ni hay entrada). Efectivamente, es la entrada del humilde, del que cree en la fuerza de los pocos, de quien tiene fe en el vigor de lo que se oculta.
  • No es de extrañar que el borrico ocupe un lugar central: según Zac 9,9 es la cabalgadura del mesías humilde (por contraposición a los mulos de los reyes). Ese mesías humilde ha estado “atado”, sojuzgado, olvidado, desechado por su humildad. Un mesías humilde era, para los judíos, una contradicción, como lo puede ser para nosotros una comunidad cristiana en la humildad, un seguimiento en el lado de quienes no cuentan. Por eso el borrico está fuera, en la calle, atado a un portón. No cuenta.
  • El seguidor tiene que “desatar” el borrico, tiene que hacer ver, con su estilo de vida, que los humildes cuentan, que son ciudadanos, que no pocas veces son ellos los que nos sacan las castañas del fuego. Dar fe a los humildes, no a los poderosos del sistema en los que tendemos a cobijarnos (influencia, dinero, estatus, categoría, todos los que preguntan por qué se desata al borrico, por qué hay que hacer sitio a los humildes).
  • No dice el texto que los discípulos llevaran el borrico sino que Jesús se sentó encima, que confirmó lo hecho: el suyo era un mesianismo humilde. Y quien quisiera seguirle habría de situarse en el marco de la sencillez. Da la impresión de que los discípulos no han entendido porque la exaltación que sigue (Bendito el que viene en nombre del Señor) está indicando que no han entendido el significado del borrico.

 

c)  La palabra que ahonda:

 

Hablar de un seguimiento humilde de Jesús puede parecer algo trasnochado. Pero en realidad, la sociedad de hoy valora la humildad. Para José A. Marina la humildad nació para ser el antídoto de la mayor falta humana, la soberbia, el desenfoque de quien se cree mayor que nadie, con más derechos que nadie, fuera del común de los mortales.

Es cierto que la humildad ha sido maltratada y ha dado como resultado creer que el humilde es poco menos que un tonto. Pero también es claro que las personas que se presentan humildes, los que no reniegan de sus orígenes sencillos, aunque hayan alcanzado altas metas humanas, nos atraen.

Tiene Agrelo la certeza de que los cristianos seguimos a un humilde (Desacato 171):

·     “Hoy caminaré detrás de Jesús el Nazareno para que no me pueda la desesperanza, para ver a dónde lleva su camino de pobre, su liberta de hijo.

·     Hoy caminaré con Jesús porque necesito saber que el futuro es de las víctimas y del amor, porque necesito confirmar que el futuro es de Dios y de los pobres.

·     Hoy caminaré con Jesús, porque Jesús es todo lo que puedo soñar”.

 

d) Propuestas para la vida:

 

  • Humildes, que no humillados: Ya lo hemos insinuado: hemos llegado a entender la humildad como una humillación (las antiguas prácticas de los noviciados, la exaltación de la humildad para atajar protestas). Pero eso es una deformación. La humildad es un valor de la persona que se entiende en relación cordial, sensata y equilibrada con los demás. Es el trabajo de quien sabe valorar con corrección, más allá de filias y fobias. Por eso podemos decir que ni Dios ni las personas nos deben querer humillados, ninguneados, sometidos, sino humildes, capaces de empatizar, solícitos sin zalamerías, capaces de eliminar el rencor del corazón e impedir que anide ahí.
  • La blasfemia de humillar a los pobres: El Evangelio habla de la blasfemia contra el espíritu santo. Y dice que esa no tiene perdón (Mc 3,31). Mucho se ha elucubrado sobre tal blasfemia. Pero se puede decir que, según el tono general de los evangelios, esa blasfemia no es otra sino el desprecio y la humillación de los pobres, que son, por su pobreza, los privilegiados del reino. San Francisco decía que hablar mal de los pobres es hablar mal de Jesucristo. Pues se podría decir: humillar a los pobres es humillar a Jesucristo. Es la mala fe aplicada a los humildes. Cuando se dice que no tiene perdón se está hablando de la gravedad del hecho.
  • Fuertes ante el orgullo del poder que excluye: Vemos que en estos tiempos nuestros hay opciones de vida (sociales, políticas, económicas) que excluyen, que “matan”, diría el papa Francisco. Hemos de ser fuertes ante esa clase de opciones, no dándoles cancha, oponiéndonos con humanidad a ellas haciendo ver que una sociedad que excluye no es una sociedad sana, ni cristiana. Nos avergüenza ver como esas opciones, con frecuencia, pretenden aliarse con la religión cristiana. La desnaturalizan.
  • Una comunidad de seguidores humildes: Eso habría de ser la comunidad cristiana. El que le falte mucho, no habría de hacer que abandonemos el anhelo. Para que tal anhelo cobre cuerpo, quizá haya que comenzar por generar humildad en nuestros entornos cercanos. Hay que dar cancha a aquel consejo de Pablo en Rom 12,16: “Que os tire lo humilde”. Muchos lenguajes religiosos son inaudibles e incomprensibles por la ciudadanía. Pero la humildad sigue siendo evocadora para todos.

 

e)  Nos preguntamos:

 

1.  ¿Crees que hablar hoy de humildad tiene sentido?

2.  ¿Cómo detectar la humillación de los pobres en nuestros entornos?

3.  ¿Cómo tener una correcta autoestima en nuestros grupos y comunidades?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

3. Si creo en ti, abandonaré mi camino por el tuyo, que eres el Camino y la Verdad y la Vida, y contigo iré donde tú quieras, donde tú vayas.

 

a) Introducción:

 

Es hermosa la expresión orante de Agrelo. Pero él nos permitirá corregirla un poco porque, en el fondo coincidimos. No se trata de abandonar nuestro camino de personas por el de Jesús. Él hace de nuestro camino, tortuoso y errado a veces, su camino. Por eso, nuestro equívoco camino es el suyo. Él lo va haciendo suyo. Ojalá colaboremos en esa tarea. Él acompasa su paso al nuestro (como dice en Lc 24,15). Este es el misterio de generosidad de Jesús: hacer de nuestro camino el suyo, de nuestra casa la suya, de nuestra vida su cielo.

Él es Camino nuestro, él es senda que nos lleva al fondo de lo que somos, a la verdad que tantas veces se nos escapa, a la dicha que intuimos pero no podemos conseguir. Por eso es verdad: porque nos acompaña sabiendo lo que somos para que nosotros aprendamos lo que somos en verdad. Es vida para que nosotros vivamos por él viviendo lo más nuestro, lo más humano, lo más elemental. Ya lo decía santa Clara: “Se hizo por nosotros Camino” (TestCl 5).

Jesús vendrá por amor con nosotros para llevarnos desde nosotros adonde él quiere, a la fuente del amor. Por eso, donde nosotros estemos, allá estará él para que terminemos estando donde está él. Por eso “corregimos” a Agrelo: “Si creo en ti, te veré en mi camino. Tú te harás camino para mí. Y tú vendrás a donde vaya para que yo acabe yendo a ti”.

 

b)La luz del Evangelio: Jn 14,5-6:

 

“Y ya sabéis el camino adonde voy. Tomás le dice: -Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo podemos saber el camino? Jesús le responde: -Yo soy el camino porque soy la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí”.

 

  • El texto quiere preparar la gran revelación espiritual del EvJn: que el Padre y Jesús ha decidido poner su morada en nuestra historia (14,23) y que, por ello, el camino humano está siempre amparado. No estamos solos. Siempre ellos están con nosotros. En lo profundo de la realidad Dios ha puesto su casa con la intención de no irse nunca más.
  • Para conectar con esto (entenderlo materialmente es fácil, hondamente es más difícil) es precisa una serie de condiciones: a) mantener con Dios una relación “hogareña” (en el hogar de mi Padre); b) lanzarse a Jesús como camino que lleva al Padre (este es nuestro pasaje); c) creer que si se lanza uno a Jesús se topa realmente con el Padre (el que me ve a mí ha visto al Padre); d) tener la certeza de que Jesús ora por nosotros (lo que pidáis, yo lo haré).
  • Lanzarse al Camino que es Jesús apunta a una decisión de cara al seguimiento. Hay que lanzarse. No se puede estar siempre renqueando, a remolque, como por inercia. Es preciso tener un ánimo decidido, entusiasta, buscador, esperanzado. Seguir a Jesús a regañadientes es no seguirle (no vemos esa actitud en los discípulos, tan limitados en otras cosas).
  • Cuando uno se lanza al camino que es Jesús, la verdad (la realidad profunda de las cosas) y la vida (lo que bulle y late debajo de la piel) se vuelven atrayentes y vivas, se descubren nuevas posibilidades, aunque sean pequeñas, para dar sentido a lo que vivimos. El camino que es Jesús es el mejor lugar para vivir con sentido.

 

c)  La palabra que ahonda:

 

Jesús es hombre de caminos. El Evangelio es un libro de caminos. Si quitamos del Evangelio las escenas en los caminos queda reducido. Si despojamos a Jesús de su ser caminante queda disminuido.

¿Cómo recuperar una fe enmarcada en los caminos? ¿Cómo creer que el mejor marco para la fe es, justamente, el cambio como lo que no puede cambiar?

De algo de esto habla Agrelo cuando en Desacato 206 propone andar con Cristo el camino de los pobres:

  • “Dios es quien ha puesto en el camino de los pobres a Cristo Jesús y al Cuerpo de Cristo que es la Iglesia.
  • Jesús en los caminos se acerca a los enfermos, los toma de la mano, se queda con su fiebre, les contagia su resurrección.
  • El camino de los seguidores de Jesús es el de ese hombre, cuyos días se consumen sin esperanza, el de los que mueren aun antes de saber por experiencia que la vida es un soplo, de los que son predilectos de Dios porque son pobres.
  • Si dejases de ir con Cristo en los caminos, dejarías de ser de Cristo”.

 

d)Propuestas para la vida:

 

  • Discernir caminos: Porque no siempre los caminos están claros hace falta discernir continuamente cuáles son nuestras sendas de vida, a dónde queremos ir, qué es lo que realmente pretendemos con nuestros pasos. Ese discernimiento hay que hacerlo en lo cotidiano de cada día. Por eso necesitamos tiempos de reflexión, de planificación, de aclaración. Vivir como si no necesitáramos aclararnos, menospreciar el discernimiento, olvidarse de la reflexión lleva, sin duda, a un empobrecimiento de vida.
  • Acompañar los caminos de los humildes: Ya que en esos caminos se hace más densa la presencia de Jesús que camina con los humildes. Estos caminos son cosas normales, anhelos de mera supervivencia, demanda de amparo para situaciones de los inevitables llantos a los que lleva la vida. Los caminos de los humildes no se publicitan, quedan en lo oscuro, no salen en la prensa. Pero, ciertamente, en esos caminos anda Jesús y ahí habría de estar el seguidor/a.
  • Hacerse camino para quien necesita consuelo: Los caminos del desconsuelo son muchos. En esos caminos habría que hacerse presente porque consolar es un trabajo divino, lo que Dios hace con nosotros. Lo sabemos por Jesús que derramó consuelo en los caminos que anduvo y que supo de lágrimas y de penas en la vida de los excluidos. Como una madre consuela, os consolaré yo, decía la profecía (Is 66,13).
  • Comunidades o grupos de cristianos que caminan, que no se estancan: Es preciso sortear la tentación de estancamiento, de esclerosis espiritual, de inmovilismo. Saber que Jesús camina con nosotros habría de darnos ánimo para encarar con la mayor humanidad posible los cambios que nos demanda la sociedad y la actual espiritualidad. Refugiarse en los modos religiosos de siempre no puede traer sino empobrecimiento para nuestra fe. Peor todavía: añorar modos de vida y de comportamiento religioso de otras épocas por mero romanticismo conduce, a veces, al fanatismo religioso. Habríamos de ayudarnos a no caer en esas redes.

 

e) Nos preguntamos:

 

1.  ¿Crees que nos hemos estancado desde el Vat.II o seguimos caminando?

2.  ¿Qué nos asusta más a la hora de comenzar caminos nuevos?

3.  ¿Cómo asimilar los múltiples caminos morales que se abren hoy en la sociedad?

 

 

 

 

 

 

 

4. Si creo en ti, tu destino se volverá mi destino, ya se llame cruz ya se llame cielo, ya lo llames abajamiento ya lo llames gloria, ya se llame muerte ya se llame vida

 

a) Introducción:

 

Hablar del sentido no es hablar de filosofía ni elucubraciones para personas desocupadas. Es algo vital. Porque si se oscurece el sentido, la vida se torna oscura (Sal 35,14). Incluso más: sin el sentido, el camino humano se pierde en la total oscuridad. No importa que lo que da sentido sea real o no; el espíritu humano sobrevive aunque lo que da sentido no sea real. Eso muestra la necesidad enorme de sentido que tiene la vida humana.

Quizá pueda resulta luminoso saber que, según dicen los físicos cuánticos, el sentido del cosmos es “danzar”, relacionarse tanto en la parte más profunda de las partículas subatómicas como en los grandes parámetros de las galaxias. La buena relación  es la que puede proporcionar sentido al caminar humano; la mala relación no solamente puede destruir el sentido y sumir a la persona en un océano de sombras.

Por eso decimos que la fraternidad, el vivir con y para el otro, es para nosotros el sentido de la vida. No es solamente un acto de bondad humana o un valor de la espiritualidad cristiana. Es, más a la base, el sentido mismo de nuestro caminar como personas. Por eso hay una proporcionalidad directa entre la vida fraterna y el sentido: cuanta más vida fraterna, más sentido tiene nuestra vida; cuanto menos vida fraterna, más frágil el sentido y más desorientados nos encontramos.

Desde el punto de vista cristiano, y sumada a esta percepción básica de la relacionalidad como sentido, decimos que, para nosotros el sentido de la fe es conectar con Jesús y asumir sus valores. Eso es fuente de sentido y fuerza para iluminar la senda humana. La conexión con Jesús no viene por vía de prácticas religiosas, sino por otro camino más sutil: el camino del enamoramiento, del deslumbramiento, de la fidelidad al corazón más que a la creencia. La senda del sentido toca solo tangencialmente y se sitúa en el terreno de las certezas de dentro, esa luz que se aposenta en el fondo del alma y que ya nunca más se vuelve a ir. Desde ahí resultará posible asumir los valores evangélicos, en la medida en que se pueda y aun contando con la propia limitación.

Desde esta convicción puede decirse, como lo hemos indicado, que el sentido y lugar de la comunidad cristiana es amparar al frágil, porque este ha sido el valor central del Evangelio y de la vivencia espiritual de Jesús. Con esto se muestra que el sentido de Él pasa al creyente y a la comunidad en toda su pureza. Si la comunidad ampara, brota el sentido; si se desentiende y mira solamente a lo suyo, el sentido se nubla. Y si el sentido se nubla brotan, como hongos, mil otras disfunciones.

 

b)La luz del Evangelio: Jn 11,14-16:

 

Entonces Jesús les replicó claramente: -Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que creáis. Y ahora vamos a su casa. Entonces Tomás, es decir, el Mellizo. Dijo a los demás condiscípulos: -Vamos también nosotros y muramos con él”.

 

  • Pertenecen estos dos versos al séptimo y último signo de san Juan, la resurrección de Lázaro. Nos situamos en los prolegómenos, antes de que el relato se desplace a su lugar propio: la tumba de Lázaro. Trata el evangelista de mostrar que el verdadero signo es dar vida definitiva, generar un sentido que no esté a merced de las circunstancias y de los vaivenes de la vida, buscar un terreno donde no naufraguen las certezas.
  • Tomás es “mellizo” de Jesús, uno que piensa como él y siente como él. Por eso, está presto a morir “con” Jesús, no “por” Jesús como dirá Pedro en Jn 13,37. La vida de Tomás tiene sentido en la medida en que está “con” Jesús. La actitud religiosa se ofrenda “por” Jesús; pero el sentido profundo viene del saber “con” él, de ser “mellizo” de él, de esa sintonía especial que tiene un mellizo con otro.
  • El que está dispuesto a hacer el mismo camino de Jesús hasta el final es quien logra construir la “mellizez” en su vida, quien desarrolla sintonías profundas, quien se sumerge en contemplaciones de identificación, quien logra latir al mismo ritmo que el Jesús del Evangelio. Puede parecer a la persona religiosa que este anhelo es inalcanzable. Pero a quien genera esa conexión profunda con el secreto de Jesús no le parece tan inasequible.
  • Tomás palpará la victoria de Jesús sobre la muerte (Jn 20,27ss) y ensanchará el sentido hasta el límite. Ese límite no será sino el de “tocar las llagas” para curarlas, amparar al herido, sabiendo que al hacerlo se ampara al mismo Jesús. En esa ofrenda está su sentido.

 

c)  La palabra que ahonda:

 

Hay muchos que piensan que hablar de un sentido luminoso en la vida es excesivo porque nuestra vida se ve casi a diario envuelta en el gris, en el ir tirando sin mucho porqué. El mismo camino de la fe se vuelve, con frecuencia, oscuro. Agrelo nos da algunas pistas sobre esta situación “cuando se nos nublan los ojos” ante el amargo silencio de Dios  (Desacato 222):

  • “No soy capaz de imaginar lo que siente un hombre, una mujer, un niño, a quienes la muerte se acerca en forma de hambre, de frío, de fuego, de esclavitud, de guerra, de terror…me vienen a la memoria las palabras de la oración: Que no me arrastre la corriente, que no me trague el torbellino, que no se cierre la poza sobre mí”.
  • La vida nos invita a que hagamos discernimiento de la imagen que tenemos de Dios…cuando la verdad y la bondad divinas se oculten en el misterio…te habrás dado cuenta de que el reproche y el grito de los pobres nace de la fe…Tenemos la suerte de un Padre a quien gritar.
  • Por eso, aunque “la poza” amenace cerrarse sobre el creyente, aunque en su cruz haya de entregar su vida, en él se ha siempre más fuerte la esperanza.
  • Considera quién te dice no tengas miedo: no es un vencedor, sino un vencido; no es un poderoso, sino un débil; no es un rico, sino un pobre; no es un verdugo, sino una víctima”.

 

d)Propuestas de vida:

 

  • No esquivar la pregunta por el sentido: No moverse en la superficialidad de los días; no desechar estas cosas por complicadas, no lo son tanto. No moverse únicamente en la barahúnda de los trabajos, de las ocupaciones que nos distraen de la profundidad. Hacer un sitio a la reflexión, al silencio, a la oración. Desear el sentido mismo de Jesús, desear la conexión con él, desear enamorarse de sus valores para mantenerse lo más fiel a ellos, tener un corazón y une estilo de vida amparadores.
  • Encontrar sentido en el caminar cotidiano: Porque no se trata de grandes teorías ni de cosas extrañas. Nuestra vida se mueve habitualmente en parámetros de cotidianeidad; ahí es donde hay que trabajar el sentido. Eso es lo que tendría que ser iluminado por el Evangelio. En esos caminos habría que percibir con una cierta claridad que la espiritualidad del amparo es la que va dando sentido a muchos de nuestros trabajos diarios.
  • Una fe que ilumine nuestras carencias de sentido: Ya que vivir sin carencias de sentido, más o menos importantes, resulta imposible. Que esas carencias, esas limitaciones, queden si no desaparecidas (a veces no se puede), al menos iluminadas. Una carencia iluminada es algo que se lleva mejor, que nos pone menos nerviosos, que nos hace más confiantes en aquel que nos llama con lo que somos. Una carencia iluminada no nos aparta del anhelo creciente de dar sentido a lo que vivimos desde la perspectiva del Evangelio.
  • Generar sentido buscando en común: Todos los logros espirituales pasan por la fraternidad. Por ello, la fraternidad es una herramienta humana y espiritual buenísima para acrecentar el sentido. Si la comunidad vive con sentido su opción por Jesús y por el amparo humano, todos sus miembros adquirirán cotas interesantes de sentido. Si todo eso no está en la lista de deseos de la comunidad, todos sus miembros se empobrecerán.

 

e) Nos preguntamos:

 

1.  ¿Por qué la pregunta por el sentido no se hace explícitamente?

2.  ¿Cómo ayudarnos a encontrar luz cuando se nos nubla el sentido?

3.  ¿Crees que el sentido de la vida puede ser la fraternidad?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

5. Si creo en ti, entraré en tu mundo, en tu evangelio, en tu humanidad, en tu pasión por el reino de Dios que llega para los pobres, que va donde tú vas, que se acerca a quienes tú te acercas

 

a)  Introducción:

 

La vida humana, para que merezca la pena, necesita pasiones. De lo contrario, la rutina, el estancamiento, la rigidez se comen el pan del morral y la vida termina siendo algo desencantado, previsible, sabido. Las pasiones son, a veces, insensatas, pero, con un cierto control, resultan imprescindibles. La pertenencia a una entidad sistémica (sociedad, iglesia, orden religiosa, grupo) da estabilidad y permanencia, pero tiene el peligro de agostar las pasiones, de quitar brillo a los interrogantes, de hacer innecesarias las búsquedas.

Como todo lo vivo, las pasiones necesitan ser alimentadas para que no se apaguen. El alimento principal de las pasiones es el amor, no la exaltación. Alimentar las pasiones con exaltaciones estrambóticas da como resultado algo parecido al fanatismo. Alimentarlas con amor lleva al cuidado del detalle, a la resiliencia para no ceder, a la fidelidad para convertir la presencia en una prueba de amor. Una pasión que no se alimenta, se esfuma.

La pasión vive dentro, pero se expresa fuera en el lenguaje, en los gestos, en las opciones. Un lenguaje apasionado denota que el interior está en búsqueda, que se anda tras las huellas de quien se ama y de lo que se ama. Los gestos de la pasión, por humildes que sean, revelan el brillo del amor que arde, como fuego, en el fondo de la pasión. Por eso son tan necesarios. Y, al final, las opciones apasionadas son las que tienen asegurado el triunfo en la vida, aunque ese triunfo no sea reconocido, o se lo oculte, o se lo menosprecie. Aunque esto ocurra, el fuego sigue ahí.

Todos los indicios apuntan a que Jesús fue un apasionado. Sus dos grandes pasiones: Dios y los pobres. Para él. Dios no fue una creencia religiosa, sino una pasión. A él dedicó noches de oración y de búsqueda (Lc 6,12), con él disfrutó (Lc 10,21-24) y con su ausencia sufrió lo indecible (Mt 27,47). Y luego, estaban los pobres y sus afanes; con sus lágrimas lloró (Jn 11,36), con sus exclusiones se sintió excluido (Lc 14,5), con sus anhelos se identificó hasta creer que sus desventuras terminarían un día (Mt 5,4). Sin Dios y sin humildes, la vida de Jesús de Nazaret pierde su norte y se desinfla.

Por eso, la pasión por Jesús es una pasión posible en sus mismos parámetros (la búsqueda de Dios, la confluencia con las pobrezas). Eso sí, se requiere, como dice Agrelo, entrar en su mundo, que es lo mismo que decir entrar su humanidad. La humanidad de Jesús es la puerta de su corazón, el inicio del camino de su sentido. Imposible acercarse a su mundo desde puertas religiosas o dogmáticas. Ahondar en la honda humanidad de Jesús es lo que lleva a verse envuelto en el torbellino de su sentido, en el vendaval del Reino.

Esto es lo que lleva al seguidor/a a apasionarse por el Evangelio de Jesús, no tanto por la religión en cuyos brazos (quizá por necesidad histórica) se ha echado. La pasión por el reino no es una pasión religiosa sino, sobre todo, social, fraterna, humana. Se unen en ella la pasión por Jesús y la pasión por la sociedad. Una sin otra no funciona.

Por eso mismo hay que comenzar por acercarse a donde  Jesús se ha acercado: a los ámbitos sociales fragilidad, a los no-lugares del desamparo social, a las afueras de quienes no cuentan mucho para el sistema. La lejanía de estos lugares nos aleja de Jesús y sus pasiones. Por eso decimos que las pasiones son necesarias: porque, si no están ahí, poco a poco el alejamiento de los lugares en que Jesús enmarcó su vida se nos hacen lejanos.

Quizá hoy haya que añadir un lugar que no fue muy considerado entre las primeras generaciones cristianas: la casa común, la creación. Apasionarse por la casa común es, desde que el papa Francisco escribió la LS, un componente de la pasión por Jesús y de su seguimiento: hoy no se puede ser seguidor/a sin aspirar a colaborar en la ecología integral que incluye a la naturaleza y a los pobres.

 

b) La luz del Evangelio: Jn 2,13-22

 

                  “Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas;  y a los que vendían palomas les dijo: -Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre. Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: "El celo de tu casa me devora" (Sal 69,10). Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: -¿Qué signos nos muestras para obrar así? Jesús contestó: -Destruid este templo y en tres días lo levantaré. Los judíos replicaron: -Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días? Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de lo que había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús”.

 

  • Es una escena en la que se trata de resituar (desplazar) las viejas instituciones (el Templo, por ejemplo) y proponer la nueva alianza del mesianismo pobre de Jesús. Juan lo pone al principio del evangelio (los sinópticos al final, en su lugar adecuado) para indicar que Jesús es, desde el principio, sacramento del encuentro de la persona con Dios.
  • Todos sabemos que este asunto de los mercaderes expulsados ha sido la gota que ha colmado el vaso del sistema. Esto le acarreado a Jesús su pérdida. Si no lo hubiera hecho quizá no habría terminado en la cruz. Pero tocar el sistema en su lado económico (solo las grandes familias controlaban el mercado del Templo) era labrarse la ruina.
  • Traemos a colación esta escena por el tema de la pasión que Jesús pone en las cosas del Reino. Le mueve la pasión, el “celo” no solamente por la casa de Dios (como dice el Salmo), sino por toda la realidad de Dios. Así es: la pasión de Jesús es, en definitiva, por los pobres, por los que el Templo oprime económicamente con sus impuestos cuando debía haber sido casa de acogida para ellos. Se rebela contra un sistema que corrompe el amparo de Dios a los débiles mediante un sistema económico opresor. Su pasión es el Dios de los pobres que el mercado injusto desplaza.
  • Por eso propone su cuerpo como “templo”. Es decir, en el futuro, en el reino ya no serán necesarios los mercaderes porque ni siquiera será necesario un templo, ya que éste, como institución que es, termina machacando a los pobres (retoma la visión de Zac 14,21). La pasión por el reino de Jesús va mucho más allá de cualquier forma religiosa y conecta con el deseo salvador del Padre. Un pasión para la total novedad.

 

c)  La palabra que ahonda:

 

Agrelo (en Desacato 253) identifica la pasión por Dios con la sed. Son realidades muy próximas. Dice:

 

  • “El creyente busca a Dios para apagar en él la sed y solo dejará de agitarse cuando Dios sea para él el aire que respira, la luz que lo ilumina, la dicha que lo posee.
  • Si estabas sediento de Dios, porque habías conocido su bondad y su verdad cuando experimentas la noche eres como tierra reseca, agostada, sin agua. Tenías sed y la noche hizo que la sed te devore hasta hacer de ti pura sed de Dios”.

 

d)Propuestas de vida:

 

  • No ser bomberos que apagan fuegos: Nuestros grupos alumbran, a veces, pequeños anhelos, sencillos sueños, fuegos iniciales. No ser bomberos que apagan los fuegos sin proponer alternativas. Necesitamos personas que alimenten esos fuegos. Ojalá se hicieran incendios. Pero si los apagamos por no movernos de donde estamos, la vida se nos hace pequeña, chata, rácana.
  • La pasión por Jesús, una pasión productiva: Esa pasión es algo más que ser cristiano, algo más que creer, algo más que ser de la Iglesia. Es, como todas las pasiones, algo que se lleva entre ceja y ceja, algo que bulle siempre dentro, algo que se busca explícitamente, algo que se cultiva cada día, algo que se olfatea entre las realidades, algo que se lleva como el mejor tesoro, una fuente que no deja de manar, fibra viva que cuando se toca responde, amor callado y sentido, estremecimiento que no mengua con los años. 
  • La utopía evangélica no es una pasión inútil: Porque hay cristianos que concluyen que todo va mal y, con ello, vienen a decir que las utopías del Evangelio están vacías, que son meras ensoñaciones. Pero no, las utopías evangélicas se cumplen (quizá no al ritmo deseado), avanzan entre las nieblas de nuestro caminar histórico. Lo que soñó Jesús tiene los pies en tierra y conecta con la realidad. Solamente que hay que trabajar, forzar el día para que pueda ser.
  • Desplazamiento y alejamiento de otras pasiones (el poder, el juicio, la apropiación, el amor rechazado): Es cierto que las pasiones conviven. Pero la pasión por Jesús demanda que otras pasiones se vayan desplazando y alejándonos de ellas. La pasión del poder que quiere ponerse por encima del otro queda conjurada en los evangelios (Mt 20,20-28); lo mismo la pretensión de juicio (Mt 7,1-6), también la apropiación de la persona ajena (Mt 18,28) y responde con amor al amor rechazado (1 Cor 13,4-7). Estos trabajos son necesarios si se quiere que la pasión por Jesús no se agoste.
  • Trabajos de amparo apasionados: No nos ha de extrañar que el apasionado por Jesús traslade, como él, su pasión a la de amparar al frágil. Si no lo hiciéramos, nuestra pasión por Jesús quedaría en un mero buen deseo, algo vacío. No nos hace falta sino mirar a Jesús que vierte su desbordada pasión por el Dios de amor en formas de vida amparada para sus discípulos y para los frágiles sociales. Una pasión que genera amparo, así es la pasión por el Jesús evangélico.

 

e) Nos preguntamos:

 

1.  ¿Notas un cierto desinfle en nuestras comunidades? ¿A qué se deberá?

2.  ¿Cómo contagiarnos una pasión más viva por Jesús y su Evangelio?

3.  ¿Cómo ser ciudadano/a apasionado en una sociedad que, al parecer, pasa de todo?

 

 

 

 

 

 

 

 

6. Si creo en ti, en todo tiempo y lugar pediré, a silencios, a susurros, a voces, a gritos, el Espíritu que me transforme en ti, el amor que me haga uno contigo, hasta que me pierda en ti, hasta que tú, más que yo mismo, vivas en mí

 

a)  Introducción:

 

Aunque no lo parezca, estamos necesitados de mística. La mística no es una rareza para santos extraños. Es el bullir interior, el motivo por el que hacemos una cosa y no otra, eso de dentro que nos mueve en una dirección y no en otra, los dinamismos que obran por encima de la razón y que alimentan los sentimientos. Por eso mismo, en toda persona hay un místico/a, lo sepa o no. Debajo de la piel hay un mundo.

Hemos de creer, contra toda negación, que el amor nos puede cambiar. Hasta donde le dejemos. No es que el amor no tenga fuerza. Es que se acomoda a nuestros pasos históricos. Y si no dejamos, se bloquea. Pero si le dejamos, puede transformar muchas de nuestras vivencias. Descreer del amor es reconocer que estamos muertos. Negar la posibilidad de que el amor mejore nuestras perspectivas de vida es como aceptar que no merece la pena vivir y respirar.

         Yendo aún más al fondo: nosotros sabemos quienes somos (nuestra identidad) por cosas externas (tenemos un carnet, una partida de nacimiento, un lugar de nacimiento, una familia, una religión, una nacionalidad, etc.). Pero la verdad de lo que somos está definida por nuestros trabajos de amor: amas, eres alguien; no amas, no eres nadie, ha perdido la identidad. Por eso nos conviene tanto amar, para ser nosotros mismos, para ser alguien, para no pasar por la vida como fantasmas.

         Así entendemos que en la vida hay pérdidas que son ganancias y al revés. Porque las ganancias que no engendran amor (aunque engrosen la cuenta en la libreta del banco) no terminan por enriquecer la vida. Mientras que ciertas pérdidas (tiempo a favor del otro, ceder de mis derechos para que el otro pueda tener su parte, apearse de la razón para integrar al otro, abrir la puerta de la casa y del corazón para que el otro tenga algo de casa) pueden ser auténticas ganancias. Así lo experimentó y dijo el mismo Jesús (Mt 10,37-42).

Puede vivir Jesús en nosotros si andamos parecidas sendas de amor, al menos en cuanto podamos. Podemos reflejar a Jesús en nuestra vida si el amor al otro, sobre todo al frágil, cobra rostro en caminos concretos. Podemos ser de Jesús si hacemos lo que él hace (Mc 9,38-40).

En la última edición de los Goya la cantante Rosalía cantó una canción de los Chunguitos que dejó boquiabierta a la audiencia: “Si me das a elegir, me quedo contigo”. Esa es una canción de mística. Lo mismo que dice Agrelo cuando habla de “perderse en Jesús”. Estar perdido por él, eso es la mística de fondo, esa es la fuente de una fe viva, esa es la puerta por la que los débiles pueden entrar en nuestra vida.

 

b) La luz del Evangelio: Jn 13,34:

 

“Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; igual que os he amado yo, también vosotros amaos unos a otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: en que os tenéis amor entre vosotros”.

 

  • Por muy manida que haya llegado a ser esta frase del evangelio de Juan, hay que volver sobre ella porque ahí se encuentra el quid de la identidad cristiana y el de su mística. La repetición de las palabras puede llegar a desposeerlas de contenido. Por eso, hay que volver con renovado esfuerzo a tratar de entrar en la entraña del texto.
  • Es un texto testamentario (está en el discurso de despedida del EvJn). Eso quiere decir que, para el autor, tiene una importancia añadida. Además, porque interrumpe el decurso del relato, se deduce que el autor del evangelio ha querido meter ahí algo que para él era muy importante, aunque tenga que tomarlo de otra parte (de los círculos próximos a 1 Jn).
  • ¿Qué dice el texto? Que Jesús nos ha amado con un amor asimétrico y que ese tipo de amor es el que da identidad y mística al cristiano. ¿Qué es un amor asimétrico? Los humanos amamos simétricamente: te amo si tú me amas. La correspondencia en el amor. Pero muchas veces en la vida hay situaciones de asimetría (el niño pequeño, el desvalido, los frágiles sociales). ¿Se devuelve amor cuando no se recibe amor? Si es así, se es seguidor de Jesús; si no, no.
  • Transformarse en Jesús, perderse en él, vivir en él toma cuerpo y realidad cuando se ama asimétricamente. De lo contrario, nos arriesgamos a una mística vacía, a un seguimiento inexistente, a una fe de formas más que de contenidos. Es preciso ahondar aquí porque de lo contrario la mística cristiana más sublime es un “flatus vocis”, algo vacío, que se dice pero que no tiene contenido.

 

c)  La palabra que ahonda:

 

No nos cabe duda de que Agrelo es un místico.  Por eso él recomienda en su libro Desacato 157: “No apartes de Cristo tus ojos”. En ese mirar continuo está mucho del sentido de la fe y del dinamismo de la mística cristiana. Dice:

  • “Ya solo me interesa hablar de Cristo y de los que sufren. Los pobres son luz que necesito para acercarme a la verdad del hombre y Cristo es cuanto necesito para devolverle humanidad al hombre y para acercarme al misterio de Dios.
  • Dios no es aquel sobre quien se discute sino que es viento poderoso y libre que, si le dejas, te agarra, te empuja y te lleva.
  • Si quieres llegar hasta Jesús has de mantener los ojos fijos en él, en sus gozos y en sus sufrimientos. No apartes de Cristo tus ojos”.

 

d) Propuestas de vida:

 

  • Cambios en la relación: Ahí es donde se ha de verificar mejor si la mística cristiana va influyendo realmente en lo que somos. Si nuestra relación (sobre todo la cercana) no mejora, si percibimos que, con los años, somos más difíciles para la relación, el evangelio no ha hecho su obra. Si, por el contrario, somos cada vez más flexibles, más colaboradores, más respetuosos, más escuchadores, más entregados a lo común, más disfrutantes con los gozos del otro, el evangelio va haciendo su camino con nosotros.
  • Una mística de esperanza: La mística cristiana que se conforma-pierde-vive en Jesús es una mística de esperanza que ahuyenta toda visión negativa de la vida y que trata de ofrecer pequeños motivos de esperanza que hagan más llevadores los días de las personas, sobre todo de aquellas que lo pasan peor. Si el seguidor/a no genera esperanza no está en la mística de Jesús. Si logramos que el gris de la vida se torne un poco más luminoso, si ensanchamos el, a veces, estrecho horizonte de nuestras carencias, se comprueba entonces que andamos en la dirección de la mística de Jesús.
  • Un camino de evangelio en una sociedad secular: Un camino que tiene que ver más con la mística, con la espiritualidad, que con la religión. Hemos de olfatear esos movimientos sociales que anhelan espiritualidad. Olfatear y, quizá, sumarnos a ellos. Pueden hacernos bien y airear nuestra manera de vivir el hecho espiritual. El evangelio va en esa dirección porque Jesús conectó con la espiritualidad de los pobres más allá y fuera de los marcos del hecho religioso.
  • Con la gente espiritual: Siempre la ha habido y sigue habiéndola. Personas con una capacidad grande para ahondar en la mística cristiana. Gente de oración y de vida, de anhelo y de cercanía a los frágiles, de mirada a Jesús en las miradas del necesitado. Habríamos de apoyarles, animarles y ponernos en su órbita para que nos contagien ese dinamismo del cristianismo vivido con fuerza que necesitamos para que no nos carcoman el desaliento y la rutina.

 

e)  Nos preguntamos:

 

1.  ¿Nos suena a algo el que podemos ser personas místicas?

2.  ¿Cómo mantener vivo en nuestros grupos el anhelo de amar?

3.  ¿Crees que tiene algún valor el amor a sociedad?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

7. La fe en mi fe me ha llevado a suplantar sin escrúpulo el culto a Dios por el culto al dinero; a conjugar sin remordimiento la veneración de Cristo en la Eucaristía y su desprecio en los pobres; a guardar en el corazón odios en lugar de amor, ofensas en lugar de perdón, venganza en lugar de misericordia.

 

a) Introducción:

 

El caminar humano está lleno de incoherencias. Presumir de coherencia, de ser persona intachable, de no cometer ningún atropello es algo muy arriesgado. Con frecuencia vemos que, quien más se ufana de ser un dechado de moralidad  resulta que alberga incoherencias y hasta crímenes de calibre. No importaría ser incoherente con tal de que no queramos vender gato por libre y si estamos dispuestos a reconocer nuestro fallo y a pedir perdón.

Una de esas incoherencias profundas tiene que ver con la economía: decimos creer en un Dios que salva a los pobres, pero estos se hallan lejos de nuestra vida; proclamamos las bienaventuranzas, pero ponemos el grito en el cielo si alguien toca lo nuestro; leemos documentos sobre la solidaridad pero que no me vengan a decir que mi dinero tiene otros dueños además de mí. Hay que animarse al discernimiento; hay que aprestarse a cambios significativos, aunque sean pequeños.

Además, las incoherencias anidan en el estrato más profundo de nuestra persona. Qué duda cabe de que desearíamos vivir en amor porque el amor nos atrae. Pero no podemos desprendernos del odio pegajoso que acompaña muchas de nuestras maneras de ver a los otros. No cabe duda de que todos creemos que el perdón ennoblece a quien lo da y a quien lo recibe, pero no podemos despegarnos de las ofensas que se nos infieren y por eso las archivamos sine die.  Ya decía san Pablo que se encontraba “dividido” (Rom 7,14-25); como nosotros.

En el último sótano de nuestra alma, aunque nos conmueve la misericordia, el magma de la venganza está asentado desde antiguo, desde los umbrales de la infancia. Por eso recomendaba Pablo a los adultos de Roma “No os toméis la venganza” (Rom 12,19). Si esa incógnita no se despeja, hablar de seguimiento con Jesús es hablar ruso. Es preciso mirar esto de frente y no temer en ir “cortando” y recortando la incoherencia que nos hace más infelices.

 

b)La luz del evangelio: Mt 18,23-35:

 

“El reinado de Dios se parece a un rey que quiso saldar cuentas con sus empleados. Para empezar, le presentaron a uno que le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, con su mujer, sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara con eso. El empleado se echó a sus pies suplicándole: "Ten paciencia conmigo, que te lo pagaré todo". El señor, conmovido, dejó marcharse a aquel empleado, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado encontró a un compañero suyo que le debía algún dinero, lo agarró por el cuello y le decía apretando: "Págame lo que me debes". El compañero se echó a sus pies suplicándole: "Ten paciencia conmigo, que te lo pagaré". Pero él no quiso, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Al ver aquello sus compañeros, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor lo sucedido. Entonces el señor llamó al empleado y le dijo: -¡Miserable! Cuando me suplicaste te perdoné toda aquella deuda. ¿No era tu deber tener también compasión de tu compañero como yo la tuve de ti? Y su señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda su deuda. Pues lo mismo os tratará mi Padre del cielo si no perdonáis de corazón, cada uno a su hermano”.

 

  • Mt 18 dice que los verdaderos hijos del reino (4ª instrucción) son los que acompañan la vida de los débiles y los que albergan en su interior el perdón y la misericordia. Por eso pone esta parábola para indicar cómo ha de ser la disciplina comunitaria cuando las cosas no van bien: la situación no se arregla a base de excomuniones sino a base de perdón.
  • Esto queda claro en la contraposición de los dos personajes principales de la parábola aleccionando por vía negativa: no hay que ser como el que, una vez perdonado, y sin saber de misericordia (puro egoísmo), agarra del cuello a quien le debe una nimiedad. Esto lo comprende cualquiera.
  • Pero la parábola hubiera sido del todo desconcertante (las parábolas sirven para desconcertar y sacar de ahí una lección) si el rey hubiera perdonado al que no merecía perdón por su evidente egoísmo. ¿No se había puesto como frontispicio el principio de que había que perdonar setenta veces siete? Pues ¿cómo que al primer fallo se le niega el perdón? Esto indica que el anhelo de “venganza” está ahí (a todos nos parece bien la parábola). La coherencia del evangelio desbanca las incoherencias de nuestras posiciones evidentes.
  • Más aún: ¿no habrían tenido que implorar perdón por su compañero incoherente aquellos compañeros suyos que percibían tan de cerca el mal? ¿No habría tenido que ir a hablar con el egoísta en vez de irle con el cuento al rey? ¿No habrían tenido que mirar sus propias incoherencias y desde ahí tratar de revertir la situación? ¿O es que ellos sí se tienen por coherentes? ¿Lo son?

 

c)  La palabra que ahonda:

 

Los trabajos de la fe pueden ayudar a vivir en más coherencia o, no es poco, a asumir con paz y coraje las propias incoherencias. Por eso Agrelo dice “Ama a Dios y habitará en ti” (Descato 238). Es decir, la fe es una ayuda impagable para mejor el nivel de coherencia persona. Dice:

  • “Dichosos vosotros que por la fe habéis acogido en vuestra casa al Señor, dichosos los que honráis con el obsequio de vuestra hospitalidad, con la sencilla familiaridad de vuestra mesa.
  • Escuchando y creyendo en la Palabra y en los pobres es como los hijos de la Iglesia abrimos para Dios las puertas de nuestra vida y lo recibimos en nuestra casa.
  • Abrimos las puertas a Dios cuando guardamos en el corazón sus palabras, sus promesas, su memoria, su alabanza.
  • Cuando el hambriento, el sediento, el emigrante, el encarcelado, el enfermo encuentran cobijo en nuestra compasión, es a Dios a quien abrimos las puertas del corazón”.

 

d)Propuestas de vida:

 

  • Pacientes y tenaces: Ese es, quizá, el buen tratamiento para nuestras incoherencias. Pacientes para no sufrir en exceso al ver que anidan en nosotros fuerzas que no desearíamos tener. Tenaces para el discernimiento, para el control y, en la medida que se pueda, para la mejora de nuestros caminos. Y tener siempre a la mano la herramienta inmejorable del perdón, para darlo y para pedirlo. Y junto a él, la compasión como fuente que, ojalá, nunca deje de manar.
  • Una mirada nueva: El papa Francisco habla con frecuencia de ella cuando dice que hay que mirar al mundo con ojos nuevos (LS 96ss). También el interior habría de ser visto con una mirada nueva. De lo contrario, el egoísmo se anquilosa, las contradicciones envejecen, lo negativo echa raíz. Para mirar de modos renovados hay que apoyarse en la promesa de Jesús que habla de nacer de nuevo (Jn 3,5); hay que creer en ello como algo posible, siquiera en parte.
  • Eucaristías sociales: La eucaristía necesita más ingrediente social si no queremos que sea, solamente, un acto de culto desligado de la vida. Más ingrediente social en las oraciones, en las preces, en los signos, en la conexión con lo que ocurre en los azarosos caminos humanos. No perdería la celebración unción sino que se aumentaría la devoción al aumentar el componente humano.
  • Comunidades compasivas: Porque ahora está en boga el tema de las ciudades compasivas. Esta sociedad nuestra que nos parece tan inhumana anda buscando compasión que construya a la persona. Nuestros grupos y comunidades tendrían que hablar el lenguaje y los signos de la compasión de tal manera que quien anda buscando compasión no desespere en tal búsqueda y se anime a seguir ese cauce del corazón compasivo. Ya lo decía D. Bonhoeffer: el futuro de las comunidades cristianas es la oración, la justicia y la compasión.

 

e) Nos preguntamos:

 

1.  ¿Te parece que este tema del ser o no ser coherente necesita más elaboración?

2.  ¿Puedes decir cómo asimilas personalmente tus incoherencias?

3.  ¿Crees que la sociedad busca la compasión? Desvela signos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

8. Si creo en ti sacrificaré en el altar de mis ambiciones -de grandeza, de dominio, de poder, de riqueza- la paz que tú nos has ofrecido haciéndote pequeño con nosotros, pobre por nosotros.

 

a) Introducción:

 

La ambición no compone. Va pegada a nosotros como una sombra (Mt 19,27). No hay que temer reconocer esto. Lo importante es ver cómo se encaja y se trabaja. Todo el mundo tiene ambiciones, menos los difuntos. Y hasta cierto punto es bueno, porque puede ser un dinamismo de superación y de empuje. Lo malo es cuando la ambición se oculta y se disfraza para lograr propósitos cuestionables.

Una de las razones por las que la ambición hace su agosto es porque, desde niños, el egoísmo nos ha llevado a la certeza, una certeza que corrobora la sociedad, de que quien da pierde y quien recibe gana. El evangelio sostiene que dando, sirviendo, entregándose, también gana quien da (aunque se valores distintos a los que da). Es decir, la generosidad, el servicio, la entrega es una fuente de ganancias para la persona y eso habría de paliar los efectos de la ambición (Mc 9,35).

Más aún, el evangelio propone la mística de la generosidad como un freno al dinamismo de la ambición (Mt 20,1-16). De esa manera, la generosidad no es una mera virtud sino una fuerza primordial para transformar la ambición constitutiva en generosidad constituyente. El lenguaje de la generosidad se entiende y abre la puerta a otro tipo de relación donde la ambición no tiene nada que hacer y queda desnuda en sus perversas intenciones.

Creer en la fuerza de lo pequeño es lenguaje anti-ambición porque a la ambición le gusta lo grande, lo poderoso, lo que influye en las grandes decisiones. Pretende la ambición apabullar al pequeño, al frágil. Pero éste encierra dentro una fuerza que puede derribar a los poderosos (Lc 1,52). Y si la fuerza de los pocos se une, se organiza, se conjunta, su potencia es imparable y un verdadero dique a la ambición.

Por eso no es mala cosa aspirar a una vida ausente de ambición. Se atribuye a san Francisco un dicho que no es suyo, pero que es hermoso y que le pega bien: «Yo necesito pocas cosas y las pocas que necesito, las necesito poco». Reducir el ámbito de necesidades es una manera estupenda de controlar la ambición del corazón. Para el creyente, como para Jesús, es un principio inamovible que la vida vale más que los bienes y que estos son relativos, aunque los necesitemos para llevar una vida digna (Lc 12,14).

 

b)La luz del evangelio: Mt 20,20-24:

 

“Entonces se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos para rendirle homenaje y pedirle algo. Él le pregunto: - ¿Qué deseas? Contestó ella: - Dispón que cuando tú reines estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y el otro a tu izquierda. Pero Jesús replicó: - No sabéis lo que pedís: ¿sois capaces de pasar el trago que voy a pasar yo? Le contestaron: - Sí, lo somos. Él les dijo: - Mi trago lo pasaréis, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no está en mi mano concederlo más que a aquellos a los que mi Padre se lo tenga preparado. Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos”.

 

  • El tema aquí no es solamente la ambición sino, más al fondo, la idea del mesianismo que tienen los discípulos: creen en un mesías poderoso del que, si se está cerca de los puestos de mando, se puede sacar algo en limpio. La ambición deforma la realidad, impide ver el fondo.
  • Pero la escena es de descarada ambición. La petición se hace sin ningún pudor y en el egoísmo más palpable: para estos dos hijos míos; el resto ahí se las vea. La ambición como desentendimiento total del otro (ver esto en Lc 16,19-31: el ejemplar egoísmo del rico epulón).
  • Además de descarada es pretenciosa porque pide no un buen puesto sino los puestos principales de gobierno. No se da cuenta del ridículo que hace con ese tipo de pretensiones. La ambición tiene una carga de insensatez terrible.
  • La ambición está dispuesta a todo para lograr su propósito. ¿Hay que pasar el cáliz? Pues se pasa porque se cree que el cáliz es cosa menor en comparación con el poder y el dominio. Visión desenfocada de la realidad y del reino. Así es: no han entendido que el reino es servicio y entrega, lo contrario de la ambición.
  • Ser primero en el seguimiento es algo que conoce el Padre porque él sabe medir con la infinita entrega de amor con que se da a la historia. Él nos conoce y comprende de manera única (1 Cor 13,12).
  • No es de extrañar que los diez se indignen porque ellos están en la misma tesitura que los hijos del Zebedeo. La ambición divide a la comunidad si es que no se hace una renuncia explícita a estar por encima del otro, a medrar a costa de los demás.

 

c)  La palabra que ahonda:

 

Agrelo viene a decir en  Desacato 259 que hay que “desendiosarse” para poder servir, que hay que apearse de la idea de que el dinero poseído es la llave de todas las penurias. No, porque la ambición vicia la posibilidad de solidaridad de los bienes. Dice:

  • “Parados, hambrientos y esclavos son en realidad las víctimas que el dinero necesita para mantenerse erguido en su pedestal. El dinero endiosaso miente, esclaviza y mata.
  • Jesús funciona sin ambición. La Palabra se arrodilló a los pies de los pobres para curar enfermedades, iluminar oscuridades, expulsar demonios, abrir sepulcros, perdonar pecados, revelar el evangelio del amor.
  • Seamos como Jesús pan para los hambrientos de la tierra y, como él, nos desendiosemos para servir a los últimos”.

 

d)Propuestas de vida:

 

  • Ante las pobrezas: ni lírica ni menosprecio: Porque si hacemos lírica, poesía sensiblera, estamos ofendiendo a los pobres y sus duras situaciones de vida. Mirar las pobrezas demanda tratar de no hundirse ante la adversidad, intentar algún tipo de amparo, continuar siendo sensible al rostro cercano del frágil, organizarse lo mejor posible para ser más eficaz. Y por supuesto, no menospreciar las connotaciones negativas de los pobres, no culpabilizarlos, no echarles la carga que nosotros no queremos llevar. Y finalmente: no hacerlos víctimas de nuestras ambiciones.
  • Liberar a la comunidad cristiana de sus ambiciones: Porque estas anidan en todos los pliegues de su alma. ¿Cómo enseñar y aprender la evidencia evangélica de que la generosidad es el mejor camino para que la comunidad controle sus ambiciones? ¿Cómo entender que siendo generosa la comunidad es creíble y nunca al revés? ¿Con qué herramientas desnudar las ambiciones de los cristianos y con cuáles apaciguarlas, reconvertirlas?
  • Una clave social para frenar la ambición: decrecer: La profecía del decrecimiento nos viene del lado laico pero es una profecía profundamente evangélica: vivir con menos para vivir mejor. Hay que desarrugar el ceño: una vida cada vez más sujeta a sus límites necesarios esquivando el irracional consumo puede llevarnos a un nivel mayor de dicha vital y puede posibilitar un compartir que hoy se nos antoja muy difícil. Habría que comenzar por meros gestos para ir conformando un estilo de vida.
  • Cuidado y discernimiento ante ambiciones declaradas: Nuestra sociedad de hoy nos pone delante ambiciones declaradas (políticas, económicas). Es preciso discernir y ser cuidadosos, no darles adhesión al albur de la algarada popular, no abrazarlas sin hacer todos los distingos posibles, apelar a criterios evangélicos antes que a criterios del mero ambiente.

 

e) Nos preguntamos:

 

1.  ¿Te crees persona lejos de la ambición?

2.  ¿Qué efectos produce la ambición en la comunidad, en el grupo?

3.  ¿Por qué cuando hablamos de decrecimiento arrugamos el ceño?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

9. La fe en mi fe ha transformado tu evangelio en ideología desencarnada, y a ti, Jesús, Dios de carne y hueso, Dios y hombre verdadero, Dios discapacitado, Dios disminuido, Dios mendigo, Dios emigrante, Dios maltratado, Dios crucificado, te ha reducido a doctrina inocua, a imagen de madera, a rito que puedo cumplir sin complicarme la vida

 

a) Introducción:

 

Hay quien reniega de la ideología o, al menos, la cuestiona de frente, como aquí Agrelo (y nosotros también). Pero es que los humanos no podemos vivir sin ideología, sin pensamiento elaborado, sin referencias mentales. Lo malo del caso es cuando se llega a creer que las ideas son el centro, cuando, en realidad, el centro es el comportamiento, la vida. Por eso, la vida es más importante que las ideas, aunque estas nos son necesarias.

Algo de esto ha pasado en la fe cristiana: se ha sobrevalorado, vigilado, cultivado, la ideología, la ortodoxia. Pero ha pasado a un segundo lugar los estilos de vida, las acciones, los gestos, los planes de actuación, la ortopraxis. Jesús no es un hombre de ideas; no son extraordinarias las que hay en el evangelio. Pero, sin embargo, es una persona práctica, de caminos, de consuelos, de amparos, de abrazos, de palabras de bondad.

Es preciso volver a la ortopraxis, la relativización de las ideas y la potenciación de los planes de vida. Es preciso poner en cuarentena no a quien supuestamente conculca las ideas sino a quien no se comporta con los parámetros del comportamiento de Jesús. Hay que relativizar las ideas y no relativizar el amor, el servicio, la igualdad, la compasión, la generosidad.

A estas alturas de nuestra vida hay que descubrir en Jesús al Dios de carne y hueso, hombre verdadero, discapacitado, disminuido, mendigo, emigrante, maltratado, crucificado. No es para Dios ni para nosotros un empobrecimiento barajar este paradigma. El otro (omnipotente, eterno, salvador, redentor, etc.) ya vemos lo que nos ha traído.

Quizá no haya que elegir entre un Dios ideológico y un Dios entrañable. Tal vez necesitemos ambas cosas. Pero, dado que el aspecto entrañable ha sido menos subrayado, ahí habrá que hacer hincapié. De cualquier manera, y en el caso de Jesús, parece que prima más el Dios entrañable que se conmueve ante nuestra necesidad (Mt 23,37).

 

b)La luz del evangelio: Jn 13,6-10:

 

“Llegó a Simón Pedro y éste le dijo: -Señor, ¿lavarme los pies tú a mí? Jesús le replicó: -Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde. Pedro le dijo: -No me lavarás los pies jamás. Jesús le contestó: -Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo. Simón Pedro le dijo: -Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza. Jesús le dijo: Uno que se ha bañado totalmente no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está enteramente limpio”.

 

  • Pertenece este diálogo a la escena que llamamos lavatorio de los pies, propia del EvJn. Sería un diálogo innecesario para el decurso de la narración si saltamos del v.5 al 12. Pero, por lo que sea, el autor de Juan ha querido introducir esto para subrayar algo que, a su juicio, no quedaba del todo remarcado en la fuente que maneja Juan.
  • Lo que quiere subrayar, igual que el texto de la fuente, es el papel central del servicio en la espiritualidad evangélica: si sirves, eres seguidor/a; si no sirves, no lo eres. Esto, por el año 100, ya tan pronto, tiene el riesgo de quedar en un segundo plano. El texto quiere volverlo al primero.
  • A Pedro y los discípulos se les revolvían las tripas cuando Jesús se ponía a lavarles los pies (no lo habría hecho solo una vez). ¿Qué se podía esperar de un Mesías que lava pies? Por eso dice tajante: “jamás” (por los siglos de los siglos).
  • La respuesta de Jesús es educada pero fulminante: tú y yo no tenemos nada que ver, tú por tu camino y yo por el mío. No comprender a un Jesús que lava pies, a un Dios que se arrodilla ante ti (no tú que te arrodillas ante Dios) es quedar fuera del dinamismo de la fe evangélica.
  • Es la imagen de un Dios postrado, mendigando que entremos por el servicio, rebajado hasta tener que solicitar nuestra colaboración en la espiritualidad del servicio, sin gloria, sin brillo, socialmente humillado, tocando los pobres pies de un pobre. Una imagen para revolver a quienes rodean la realidad de Dios de luz, brillo y oro (Ap 3,20).

 

 

 

 

c)  La palabra que ahonda:

 

Cuando queremos descubrir una nueva perspectiva sobre Dios hay que percibir que, como dice Agrelo (Descato 237), Dios se toma su tiempo. Es bueno anhelar una imagen más vibrante de Dios, pero no lo hagamos a lo loco sino en la sensatez de una búsqueda de amor. Dice:

  • “Dios se toma su tiempo y eso hace del tiempo un sacramento del amor con que Dios cuida de todo, del poder con que hace justicia, de la indulgencia con que gobierna, de la autoridad soberana con que a todos perdona.
  • Dios se toma su tiempo y el tiempo se nos vuelve sacramento de la bondad de Dios, de su clemencia, de su misericordia.
  • Dios se toma su tiempo y eso quiere decir que Dios también tiene esperanza. Si acoges a Cristo Jesús, se estará cumpliendo en tu tiempo, en tu vida, la esperanza de Dios”.

 

d)Propuestas de vida:

 

  • Ojo con las ideologías que no modifican el camino vital: Porque son ideologías que se quedan en la cabeza, en el pensamiento, en los planteamientos ideológicos. Pero no bajan al corazón y no transforman la vida. Si, en nuestro caso, el evangelio no cambia algo nuestro comportamiento, es que se está convirtiendo en una ideología, en algo inoperante. Con el correr de los años habríamos de poder comprobar si el Evangelio va haciendo su obra o no.
  • Distinguir lo importante de lo accesorio: Ya que el mecanismo religioso pone, con frecuencia, la importancia en lo que es accesorio. Este tiene su valor; pero no es importante. Lo importante no es conseguir una ideología exquisita, sino quedar sobrecogido por el Dios que se pone a nuestros pies, por el Dios que nos lava los pies, por el servicio  al otro. Sigue siendo válido aquel aserto de J. Gaillot: “Una Iglesia que no sirve, no sirve para nada”. O, dicho positivamente: la fe es positiva cuando el servicio no es una mera consecuencia, sino su centro.
  • Una vida complicada: Si la fe no nos lleva a complicaciones de vida puede que sea una fe estéril en cierta medida. Si la cercanía al Evangelio no me acerca a situaciones y personas de una cierta complicación, no es la fe de quien se complicó totalmente por nosotros, Jesús. A este la fe en el valor del reino le hizo salir a los caminos, no quedarse en casa.
  • Humanizar a Dios: Es algo que a muchos cristianos le suena fatal, porque piensan que eso es rebajar a Dios. Sin embargo, la excesiva divinización que dimana de los dinamismos religiosos nos ha llevado a sacar a Dios de nuestros caminos, a no hacerle vecino de nuestro barrio, a no tomarlo como cimiento real de nuestra vida. Un Dios fuera nos ha hecho mucho daño porque, como dice Jn 14,23, está bien dentro, en el fondo de la existencia, en la raíz del ser.

 

e) Nos preguntamos:

 

1.  ¿Crees que es excesivo decir que hay que humanizar a Dios?

2.  ¿Tenemos habilidad en nuestra comunidad, en nuestro grupo, para distinguir entre lo importante y lo accesorio?

3.  ¿Nos cuesta manchar nuestras manos con el barro de la implicación en la suerte de los frágiles?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

10. Y mientras la fe en mi fe va diciendo que lo mío es mío y que todo lo necesito para mí, tú, Señor, a lomos de un borrico prestado, te dispones a darlo todo, a perderlo todo, a renunciar a todo porque los sedientos encuentren el agua, los hambrientos el pan, los ciegos la luz, los muertos la resurrección y la vida que necesitan y que eres tú

 

a) Introducción:

 

Es un axioma entre muchos cristianos el que dice: yo, con lo mío hago lo que quiero. El individualismo que es la base de nuestro pensamiento moderno y el egoísmo que considera lo propio como intocable nos han llevado a ello. Incluso más, si puedo arramblar con lo ajeno para hacerlo mío, lo haré. Porque el egoísmo llega a ser como el de los niños que todo lo quieren para ellos. Es lo que el papa Francisco llama “la conciencia aislada”: no entra nadie en mi horizonte, mi centro lo ocupo solamente yo (Lc 12,13-40). Es preciso tener a raya estos dinamismos que nos invaden.

Las religiones, siempre tirando a lo máximo, proponen darlo todo. Quizá haya que entender esto en modos procesuales: irlo dando poco a poco hasta donde se pueda llegar. Es un fuerte y continuo aprendizaje el de dar y, sobre todo, el de darse. Hay que estar aprendiéndolo hasta el último suspiro porque, de lo contrario, el centro egoísta tiende a dispersar a todo aquel que le viene a molestar. Ya lo hemos dicho, el evangelio sostiene la peregrina idea de que quien se da también salen ganando, aunque sea otras cosas distintas de las que da. En creer cosas como estas consiste y hace verdad nuestra adhesión al Jesús que lo dio todo (Mt 8,20).

La vida tiene sus paradojas: si se renuncia a la vida para ser vida de otros, se es también vida para sí mismo (Jn 12,25). Las personas más vivas por dentro son aquellas que se han entregado más, no las que se han reservado todo para sí. El egoísta vive menos; el generoso vive más en los otros y en sí mismo. Si tomamos todo esto por una ingenuidad es que aún no terminamos de conectar con el fondo del evangelio. Porque para este, se trata de certezas irrecusables.

La persona es un mendigo de la vida; siempre estamos necesitados de vida. Un mecanismo discutible para paliar esta necesidad es guardar lo mío para mí y, si puedo, lo de los demás. Pero ese mecanismo no colma las ansias de vida. La generosidad, el estar vuelto al otro, el olvido del mal, etc., son los caminos para abrirse al mejor camino de la vida. Esta es la manera de colmar el ansia de vida que late en nuestro corazón.

 

b)La luz del evangelio: Mc 10,46-52

 

“En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: – «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí.» Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más: – «Hijo de David, ten compasión de mí.» Jesús se detuvo y dijo: – «Llamadlo.» Llamaron al ciego, diciéndole: – «Ánimo, levántate, que te llama.» Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: – «¿Qué quieres que haga por ti?» El ciego le contestó: – «Maestro, que pueda ver.» Jesús le dijo: – «Anda, tu fe te ha curado.» Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino”.

 

  • Se inscribe este pasaje en el último viaje de Jesús a Jerusalén, poco antes de su entrada en la ciudad. Los verdaderos ciegos son los discípulos que acompañan desalentados al Jesús que se asoma al abismo. No comprenden el camino de la entrega; no ven ahí horizonte.
  • La gente quiere ver al Nazareno, al mesías potente, al que puede hacer un gesto de fuerza para la liberación. Todo un conjunto de ciegos: el del camino (donde no crece la semilla) que grita al Hijo de David (mesías poderoso), los discípulos, la gente.
  • La compasión que pide el ciego no solamente es por su ceguera física, sino también por la espiritual, esa manera de entender al mesías que no le abre a la vida, que no le sugiere los valores de la entrega. Tiene que aprender a darse.
  • En la pregunta “¿Qué quieres que haga por ti?” está retratado no solamente el Jesús de la compasión, sino el de la total entrega.  Es como si dijese: ¿Puedo hacer por ti algo más grande que subir a Jerusalén? ¿Qué es más grave en ti, tu ceguera física o la espiritual? De cualquier manera, viene a decir Jesús, yo estoy dispuesto a darte todo lo que puedo. Puedo valorar tu fe turbia hasta desear que se aclare más, hasta que la luz te ilumine y seas persona de luz. No es, pues, el mayor milagro devolver la ceguera, sino iluminar a la persona, ser luz de vida para el otro (ciego o vidente). Eso es lo que es Jesús para el del camino.
  • Por eso narrativamente es la vista corporal la que recobra, pero según el evangelio, es la luz, la orientación de vida lo mayor. Jesús da al lector del evangelio la posibilidad de vivir con luz. Ese es el fruto de su entrega generosa. Desde ahí hay que valorar su subida a Jerusalén de entonces y el acompañamiento a nuestra vida de ahora.

 

c)  La palabra que ahonda:

 

Habla Agrelo (Desacato 156) de la generosidad de Dios y de Jesús para que los pobres (nosotros también) vivan. Dice:

  • “Si consideramos la verdad de nuestra comunión con Cristo, entonces, desde el corazón y los labios del creyente, sube hasta el cielo un canto de alabanza, porque en Cristo la misericordia nos ha alcanzado, la bondad nos ha rodeado, la compasión nos ha purificado, el amor nos ha recreado, la salvación nos ha ungido con un óleo de alegría.
  • Cada uno aprende con Cristo a transformar los desiertos, en los que la humanidad muere, en un paraíso en el que a todos se ofrece la vida.
  • Aprendemos con Cristo a bajar por amor hasta los pobres, hoy aprendemos a obedecer por amor la Palabra del Señor, hoy aprendemos a dar la vida por quienes no vivirían, si nosotros no les amásemos”.

 

 

 

 

d)Propuestas de vida:

 

  • Los avances sociales, avances evangélicos: No son únicamente avances humanos: entroncan con el fondo del evangelio. Los avances en sanidad, en educación, en distribución de la renta, en amparo social apuntan al fondo mismo del evangelio que no es otros sino el socorro y la dicha de todos, principalmente de los frágiles sociales. Es preciso tener esto en cuenta para valorar correctamente la sociedad a la que pertenecemos.
  • Renuncias que aportan vida: Podemos decir que el mundo se sostiene realmente en las entregas que no demandan contrapartida. Llegamos a pensar que es la economía el cimiento de nuestra sociedad. Pero no es así, sin las entregas silenciosas que no se publicitan el edificio de lo humano se habría derrumbado. Dice una leyenda judía que el mundo está sustentado por treinta y seis justos. Quizá tenga parte de razón.
  • Creyentes por la compasión: No tanto por nuestra adhesión a las verdades. Ya dice J. Sobrino que de Jesús atraía ante todo su compasión y que desde ella entiende a la persona y a Dios. Un Jesús sin compasión no sería el Jesús evangélico. De ahí que la medida de nuestra fe en él ha de darla la compasión, no la doctrina.
  • Apóstoles del gusto por la vida: Ya que más allá de las evidentes limitaciones de la vida, vivir es una suerte inmensa, poder participar de esta trayectoria es un signo evidente, el mayor, del amor del padre a nosotros. Por eso, como decía el Hno. Roger, habríamos de ser apóstoles del gusto por la vida, personas que agradecen cada día el don sagrado que es vivir y respirar.

 

e) Nos preguntamos:

 

1.  ¿Percibo que voy avanzando en el camino de la entrega? Poner ejemplos.

2.  ¿Podría decirse que tu comunidad, tu grupo, es una comunidad compasiva?

3.  ¿Amamos la sociedad en la que vivimos?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

11. Hoy, mientras mi fe, orgullosa, satisfecha y descreída, va diciendo que los pobres se queden donde están, que no apesten la sala de nuestro banquete, que no den el espectáculo de morir en nuestras calles, a la puerta de nuestras casas, tú, en la eucaristía, nos muestras tu cuerpo repartido, tu sangre derramada, todo tú perdido en el abismo de mi necesidad: ¡Todo tú entregado porque nos amas!

 

a) Introducción:

 

Para nuestra sorpresa, vemos que hoy hay gobernantes que se dicen cristianos que proponen, sencillamente, excluir a los pobres (aunque, por otra parte, los necesitemos). Un gobernante que excluye no es cristiano, aunque él diga que lo es y que lo hace precisamente por salvar las raíces cristianas. No deberíamos darles nunca nuestro apoyo. Pero hay también muchos de nosotros que no hemos elaborado una espiritualidad de inclusión porque eso supone dejar de ser el centro de todo, incluir en nuestro horizonte la realidad ajena, salir de nuestra autorreferencialidad.  Es necesario un despojo que crea que poniendo al otro en el propio centro, sale uno ganando (Mc 9,35).

         Los pobres y las pobrezas están, con frecuencia, lejos de la eucaristía. A una eucaristía que le faltan esas realidades le falta el corazón y se instala en el rito. Una eucaristía sin justicia no es la cena de Jesús. Comer “indignamente” el pan lleva a la condenación, decía san Pablo (1 Cor 11,27). Esa indignidad es la de la lejanía de la justicia, la despreocupación de si los pobres están conectados o no a la celebración de la cena del Señor.

         Hemos de desear mantener, de por vida, las entrañas sensibles a la necesidad ajena. Hay mil motivos, e incluso razones, para desistir de ello (los pobres no son santos). Pero hacernos inmunes a las pobrezas, mirar para otro lado como si no las viéramos, aducir que bastante tenemos con lo nuestro, son síntomas que indican que se nos secan las entrañas. ¿Podríamos entender a un Jesús de entrañas secas ante las necesidades ajenas? (Jn 11,38-57).

         Por lírico que parezca, el anhelo de inclusión tiene que tener como cimiento el amor al otro, incluso el amor social. No es razón última nuestra fe (viene después). Es haber llegado a un grado de amor social que hace que uno no se vuelva a tras del deber ético de socorrer al débil (Mt 9,36). No es el mejor cimiento el hecho religioso, sino el simple amor a la persona (la religión sirve para empujar en esa dirección, para hacer los trabajaos de inclusión con mayor fuerza).

 

b)La luz del evangelio: Mt 22,1-14:

 

“De nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: — «El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: “Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda”. Los invitados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; otros agarraron a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: “La boda está preparada, pero los invitados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encuentren invítenlos a la boda”. Los criados salieron a los límites de las propiedades y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de invitados. Cuando el rey entró a saludar a los invitados, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?”. El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los sirvientes: “Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes”. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos».

 

  • El texto se incluye en la enseñanza en Jerusalén cuando el último viaje de Jesús a la ciudad. El contexto es de una indudable dureza: no se acepta el plan del reino. Los ligados a la espiritualidad legalista se enrocan en su posición: serán los excluidos quienes capten la propuesta.
  • La figura del rey es dura (colérico, vengativo, asesino, excluyente). No es la más apropiada para los perfiles del Padre que Jesús ha mostrado. Quizá el desasosiego que provoca el rechazo del reino es el que motiva esta clase figuras que no hay que imitar ni valorar positivamente. La misma invitación que se hace a los pobres es desde el desasosiego, no desde la mera generosidad. No es imitable.
  • La parábola hubiera quedado estupendamente con su tesis incluyente: una sala de banquete que se llena de desarrapados, de los que andan en los límites de las propiedades, de gentes que no tienen que mostrar su buena moralidad ni su saneada economía para entrar.
  • Pero no, Mt o quien sea ha añadido los vv.11-14 que siempre han hecho dificultad de lectura porque contradice la teoría de la inclusión de los pobres. Los comentadores hablan “interpretación libertina” (Bonnard) la que pretende que todo el mundo entra en el banquete mostrando como credencial su mera necesidad. Alguien ha dicho: no, no entra cualquiera, hay que entrar con el vestido adecuado, guardando unas normas, respetando unos principios. Y si no, fuera de mala manera (atados de pies y manos). Es decir, ya en el 90 se tiene claro que en el reino hay normas, leyes y que no se puede incluir a todo el mundo. La utopía de la inclusión de Jesús ha durado poco. Pero eso no le resta valor

 

c)  La palabra que ahonda:

 

Agrelo dice (Descato 280) que no puede haber inclusión si no escucha desde el dolor de las víctimas. Dice:

  • “Es necesario escuchar desde la necesidad y el dolor de las víctimas, desde el caos en el que todas ellas deambulan, como si sus vidas y su mundo ya no formasen parte de la creación de Dios.
  • Necesitamos escuchar profecía y evangelio desde el no-mundo de los pobres, desde la noche de los crucificados, desde el árbol seco de los malditos, desde la angustia de los excluidos de la paz, desde el temblor de hombres, mujeres y niños entregados a la intemperie de una tierra informe y vacía”.
  • Solo quienes lo han perdido todo, Jesús de Nazaret el primero y con él todos los excluidos de la creación y devueltos al caos, solo ellos pueden reconocer a Dios en su todo y poner en su Creador toda esperanza de ser”.

 

d)Propuestas de vida:

 

  • Economía de inclusión: De ello habla el papa Francisco: “Así como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad” (LS 53). Todos tenemos que ver con esto. No es cosa solamente de políticos y economistas. Mucho del asunto está en nuestro tejado, en el interior de nuestra casa.
  • Visibilidad e inclusión: Hacer visibles a los pobres “invisibles” es un gran paso para la inclusión (película Campeones). Pero luego hay que dotar de medios a los frágiles para que intenten salir de su situación. Es que no es solo cuestión de conmoverse, sino de moverse. Todo lo que se haga para que las instancias públicas pongan más medios para remediar la inclusión es tarea evangélica. Y si algo está en nuestra mano, habrá que hacerlo.
  • Un sitio en nuestra mesa: La inclusión demanda el que quien aún no se sienta en el banquete de la vida tenga un sitio en él. Son muchas personas las que están en esa situación. Hay que comenzar por una cuestión “espiritual”: creer que esos excluidos son sujetos de derechos, como yo. Y luego seguir por hacer gestos significativos de inclusión. Un gesto vale, a veces, más que muchas leyes.
  • Segundas oportunidades: El evangelio, lo sabemos, es un libro de segundas oportunidades. Muchas veces los frágiles desaprovechan la oportunidad. En tal caso, no conviene cerrarse y decir que no aprovecharon la cosa en su momento. Tragándose el propio “orgullo” es preciso hacer una segunda oferta (y quizá una tercera), sin terminar de cansarse. Jesús tampoco se cansó de nosotros o de sus amigos, aunque hubiera motivos.

 

e) Nos preguntamos:

 

1.  ¿La inclusión nos produce más temor que alegría?

2.  ¿Qué gestos de inclusión puede hacer una comunidad o grupo cristiano?

3.  ¿Cómo colaborar a que las instancias públicas pongan medios que generen más inclusión?

 

 

 

 

 

 

12.  El mundo te necesita, Jesús; la humanidad te necesita; los pobres te necesitamos: Ayúdame a perder la fe en mi fe. ¡Enséñame a creer en ti!

 

 

a) Introducción:

 

Por mucho que sea el materialismo en que vivimos y del que hacemos parte, el mundo está necesitado de espiritualidad. No somos solamente lo de fuera. Tenemos algo debajo de la piel. La interioridad es un componente de la estructura humana. Por ello, de formas muy diversas, buscamos la espiritualidad, eso más allá de las cosas, aunque la busquemos a través de las cosas. Sin esa búsqueda, la vida pierde su sentido y si no hay sentido, todo se oscurece.

Por eso podemos decir que de alguna manera, más allá de valoraciones religiosas, la sociedad está necesitada de evangelio, de la espiritualidad del evangelio que es una espiritualidad básica, primordial, como de cimiento de la vida. Quizá crea la sociedad que no está tan necesitada de formas religiosas, pero busca, vive y aprecia los valores de fondo del evangelio, aunque a veces parezca que los escarnece.

Quizá pueda la sociedad recrear nuestra fe cuando viene a decirnos que nos hace falta una fe algo menos religiosa y un poco más social. La persona religiosa se siente incómoda, pero la mezcla entre amor social y amor a Jesús puede generar caminos de vida creyente alternativos, proféticos, con otra mística dentro.

De cualquier manera, la mejor forma de aprender la fe es no cansarse de mirar a Jesús allá donde se hace más presente: en los evangelios. Rumiarlos, desmenuzarlos, trabajarlos línea a línea puede ser una foco de luz que ilumine nuestros pasos y les dé sensatez y conexión con el hoy.

 

b)La luz del Evangelio: Mc 1,35-38

 

“Se levantó de madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se marchó a un lugar solitario y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron en su busca y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca». Él les respondió: «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido». Así recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios”.

 

  • El texto se inscribe en los pasos iniciales del evangelio en donde se describe el reino de Dios y sus características. Tras el entusiasmo popular por lo vivido en Cafarnaún (curaciones) se intenta retener a un Jesús que intenta alejarse del ruido que le quiere convertir en mesías de poder no en mesías de gratuidad.
  • Los discípulos se suman a ese fervor popular. Simón y los que estaban con él se suman a esa tendencia. No entienden todavía los planteamientos básicos del reino. Y les costará mucho entenderlos.
  • En ese “¡Todo el mundo te busca!” está incluido un anhelo, siquiera oscuro y difuso, de espiritualidad, de deseo de Jesús (también algo de un cierto reproche). Es una búsqueda muy limitada, muy mezclada con intereses. Tendrá que purificarse, pero se ha visto en Jesús algo que no aparece en los demás: la intuición de un Dios a favor de los humildes.
  • Jesús rechaza el planteamiento del mesianismo potente y propone ir “a otra parte”, al exilio de una idea potente y religiosa de Dios, a las afueras de una fe despojada y al servicio del frágil. Él “ha salido” para eso. Quien quiera ir con él tendrá que entender la vida como donación y entrega.

 

c)  La palabra que ahonda:

 

No cabe duda de que para Agrelo los dos grandes valores son el Padre (con Jesús) y los pobres. Por eso confiesa su fe diciendo “Para mí, eres siempre Jesús” (Desacato  227). Dice:

 

  • “Te llamo, Jesús. Palabra que me sabe a Dios y a salvación. En tu pequeñez se refugia la mía. A tus pies se serenan los latidos del corazón inquieto. Sé que se enciende una luz en mi noche, sé que dejas tu mano en la mía.
  • Te me vuelves pastor, de amores tan loco que das la vida por las ovejas y también eres puerta por la que se puede entrar y salir confiadamente.
  • La fe me recuerda que eres luz que entra en mis ojos ciegos y deja que asome el misterio de lo que hay dentro de mí para mirar el enigma del mundo que se me ha dado para que lo cultivase.
  • La fe me recuerda que tú eres la fuente misteriosa que se ha dado a los sedientos para que apaguemos nuestra sed de agua viva.”.

 

d)Propuestas de vida:

 

  • Hondas necesidades: No hemos de creer que únicamente necesitamos bienes económicos para vivir. Los necesitamos sí, no hay que darle vueltas. Pero también hay necesidad de alegría, de justicia, de equidad, de compasión, de fuego interior, de sentido, de aprecio y respeto, de discernimiento. Son bienes “materiales” porque hacen parte de la “materia” que somos, de la verdad de la persona. Hondas necesidades que demandan ser saciadas.
  • Una ciudad espiritual: La ciudad secular es de más calidad humana si es una ciudad espiritual, del mismo modo que lo es si es más culta, más sana, más convivencial. De ahí que las aportaciones espirituales a la ciudad (incluida la oración) son una especie de beneficio social.
  • Salir a la sociedad con cabeza: No de una forma fanática y descontextualizada. No estamos en épocas de prédicas extrañas. No aportan casi nada. La “cabeza” de la misión no solamente las formas, sino también los contenidos que han de conectar con lo social para que sean lenguaje de hoy.
  • Contagiar a Jesús: Y hacerlo desde la propia experiencia, con modos amables y cálidos, con maneras que intentan que se correspondan con un estilo de vida. No hacerlo desde fríos planteamientos religiosos porque eso produce lejanía, cuando no rechazo. Hablar de él porque abunda en el corazón; hablar de él en el lenguaje de la cordialidad, la compasión y la solidaridad.

 

e) Nos preguntamos:

 

1.  ¿Vives la experiencia de Jesús de manera creativa y entusiasta?

2.  ¿Viven nuestros grupos y comunidades un estilo de fe realmente alegre?

3.  ¿Cómo contribuir a la creación de un estilo de sociedad más espiritual?

1 comentario

Teresa -

Hermoso comentario para ahondar, más y mejor, en las hermosas palabras de Santiago Agrelo. Todo ello es alimento, sabroso y nutritivo, para el espíritu y muy recomendable para la rumia personal.

Muy buena la “corrección” a Agrelo acerca del camino. Cierto que es muy bella su oración, pero mejora con dicha corrección.

La buena relación es la que puede proporcionar sentido al caminar humano. Morir con Jesús y no por Jesús. Y más vale que se nos caiga la teología contraria.

Pasiones: gracias por poner nombre a una convicción interior que se torna así legítima, normal, humana. Motivadora y brillante la forma de tratarlas, en mi opinión.

Hermosa definición de mística: Si me das a elegir, me quedo contigo.

El Dios omnipotente, eterno, salvador, redentor… ya vemos lo que nos ha traído. Es verdad; y pocos entienden qué significa algo de eso. En cambio un Dios entrañable sí se entiende, y llama, atrae, apasiona y da cancha para identificarse con él.

No cansarse de mirar a Jesús en los evangelios… para dar a nuestros pasos conexión con el hoy: la mejor manera, la única, de tener una fe menos religiosa y más social. La única manera de que los pobres aniden en nuestro corazón y lo despierten, lo muevan y conmuevan.

Bella utopía la de una ciudad espiritual donde la oración es un beneficio social. Toda una interpelación para un ejército de orantes profesionales que corren el riesgo de morir de inanición por no descentrarse a tiempo y a conciencia.