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Señales para tener vida

SEÑALES PARA TENER VIDA

Una lectura social de los signos del Evangelio de Juan

 

Abstract: Aplicando el método de lectura social de la Palabra a los signos del Evangelio de Juan, y huyendo del mero historicismo y del banal moralismo, se logra percibir el esfuerzo iluminador del texto. Los signos joánicos quieren hacer luz en el fondo de la existencia para percibir en ella la presencia de vida que conlleva el hecho creador y la obra mesiánica de Jesús. Desde ahí se logra ver la existencia, en algunas de sus facetas más decisivas, como un lugar en que anida la vida y sus enormes posibilidades. De esta manera, la lectura bíblica y el hecho social confluyen potenciando y hermanando la espiritualidad que subyace en ambas realidades.

 

            Durante casi una década hemos podido desarrollar, de diversas maneras, en nuestro ámbito de docencia en la Facultad de Teología del Norte de España (Sede Vitoria) un trabajo, creemos que provechoso, de lectura social del NT. Que hayamos podido hacerlo sin ninguna clase de trabas y con el apoyo explícito de sus autoridades académicas es algo reseñable.

            Este trabajo lo hemos desarrollado en una serie ya larga de publicaciones[1] y en otra serie de cursos para el grado de licenciatura que han contado, casi todos los años, con un nutrido grupo de alumnos/as[2]. Quizá esta haya sido nuestra mayor contribución a la vida académica de la Facultad, además del callado trabajo de los cursos propios del currículo teológico y de los diferentes grados.

            Creemos que una Facultad puede animar el trabajo creativo de los docentes no solamente “permitiendo” que uno de ellos desarrolle una línea de trabajo, sino también apoyándole en las publicaciones y ofreciéndole incentivos que vayan en consonancia con el trabajo realizado. Uno de los evidentes signos de vitalidad de una Facultad es la investigación de los docentes que se aleja de la mera repetición de los cursos, tentación perenne por más que el tratado de Bolonia espolee para la actualización.

            En la historia de una Facultad son piedras vivas estos trabajos de los profesores. De ellos se nutre no solamente el alumnado, sino la misma Iglesia diocesana en la que radica el Centro. Permítasenos colaborar en esta efemérides con una nueva contribución sobre una lectura social de los signos del Evangelio de Juan 

            Básicamente estamos de acuerdo con la intuiciones ideológicas de J. Shelby Spong sobre los relatos de milagros: le forma más cuestionable de acercarse a ellos es tomarlos por simples narraciones históricas[3]. Es verdad que, tanto desde el punto de vista bíblico como dogmático, las narraciones de milagros plantean muchas cuestiones abiertas. Pero desde el paradigma posnewtoniano y desde perspectivas como las de la física cuántica es preciso intentar lecturas nuevas que abran a otras posibilidades[4].

            Creemos que la lectura social, con su doble preocupación activada, la lectura profundizada del texto y el latido de los dinamismos sociales, puede ser una puerta abierta, así como la lectura desde paradigmas antropológicos, tanto de la antropología cultural del siglo I[5], como desde la actual antropología[6].

            Siempre hemos defendido en estas páginas que las diversas perspectivas de lectura puede ser confluyentes. A fuer de sinceros, hay que decir que, en este tema de los milagros, la confluencia de una lectura historicista y la de otra social se hace problemática, aunque no la terminemos de descartar. Pero es mejor poner las cartas sobre la mesa.

            De cualquier manera, como en todo texto del NT, hay que trabajar denodadamente la búsqueda de sentido. Si se hace este trabajo sin segundas intenciones, con el saludable y creyente deseo de dar con el Mensaje que subyace en el subsuelo de los textos, es imposible que una tal lectura pueda ser nociva para el hecho creyente. Con esta certeza proponemos estas páginas sobre los siete signos del Evangelio de Juan.

            Raramente los comentarios al cuarto evangelio toman los derroteros de una lectura social. Todo lo más se centran en consideraciones políticas sobre el tema del proceso de Jesús en su pasión[7]. Por eso creemos que una perspectiva como la de la lectura social puede resultar novedosa e iluminadora.

            Dice Jn 20,31 que los signos de Juan se han escrito “para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y con esta fe tengáis vida gracias a él” (Hina pisteusête hoti ho Iêsous estin ho Khristos ho huios tou Theou kai hina pisteuontes zôên ejête en tô onomati autou). Esta finalidad ha de marcar cualquier lectura del texto que se propugne. Si una tal lectura no llegara a vivificar la adhesión a Jesús, habría fallado en su intención más básica.

 

A. LECTURA BÍBLICA

 

1. El signo de lo alternativo (Jn 2,1-12)

 

            De salida, es preciso superar dos perspectivas de lectura: la historicista y la sacramentalista. La primera trata el texto como una historia ocurrida a Jesús y su familia. Más allá de cualquier posibilidad, esa lectura es estrecha e improductiva de cara al Mensaje. La segunda es una evidente anacronismo difícil de sustentar[8]. Hay que intentar alguna otra variable de sentido.

            El marco esponsal , es apropiado para hablar de cambios de una alternatividad que proviene de la adhesión, del amor. Efectivamente, el amor será el motor para tomar una postura alternativa. No se plantea esto por razones ideológicas, sino por los ignotos caminos del corazón. La invitación a la boda a Jesús y a sus discípulos genera el mejor marco posible para la alternatividad (“Hubo una boda en Caná de Galilea”: Gamos egeneto en Kana tês Galilaias: v. 1).

            La primera parte del diálogo entre “la madre” (Hê mêtêr) y Jesús desvela la dificultad inicial para situarse en planos de comprensión equivalente. El modismo “¿Quién te mete a ti en esto, mujer?” (Ti emoi kai soi gynai: v.4) está indicando la diferencia de plano de los actantes: la mujer entiende desde el mesianismo potente, Jesús desde la entrega del reino que es un camino de alternatividad[9].

La madre y lo que representa, el Israel fiel que quiere dar un paso hacia la nueva comunidad, tiene hartas dificultades para entender los mecanismos del reino como cambio de adhesión, como alternatividad. Lo entiende en los modos mesianistas de la potencia, modos que afianzan la vieja adhesión pero que no abren a otras posibilidades [10]. De ahí que la propuesta de la mujer “a los sirvientes” (Tois diakonois), cae en el vacío como apuntando a otra expectativa.

El paso a lo alternativo ha de darse cayendo en la cuenta de qué es aquello que se quiere abandonar, la vieja adhesión. En ese sentido, el v.6 es paradigmático: encierra en un verso “tallado” todo lo que para el cuarto Evangelio supone la vieja adhesión, la alianza primera desde la que es preciso desplazarse hacia la nueva comunidad.

Efectivamente, la metáfora de las tinajas vacías refleja esa realidad que ha quedado superada por la propuesta del reino. Se trata de una realidad fija, estática, inamovible, incapaz de adaptarse a los nuevos tiempos: “Estaban allí colocadas”, clavadas, estáticas, inamovibles (Êsan de ekei)[11]. Eran tinajas “de piedra” (Lithinai), que tienen que ver, idiomáticamente incluso, con las realidades expresadas en una Ley inscrita en las “losas de piedra”[12]. Es una realidad destinada “a la purificación de los Judíos” (Kata ton katharismon tôn ioudaiôn). Lo bueno de la purificación es, sin duda, el acercarse a Dios en condiciones de máxima pureza ritual. Pero la debilidad histórica demuestra que la persona es falible y debe recurrir constantemente al rito de purificación. Es decir, las tinajas pueden purificar, pero no solucionan la situación de la conexión con lo divino de raíz. O sea, purifican, pero no salvan. Además, la purificación está en manos de los Judíos, de los dirigentes[13]; ellos controlan y manipulan la realidad religiosa. Dios ha perdido el “control” sobre los mecanismos religiosos. Estos, se apropian de Dios. Por otra parte, la enorme capacidad de las tinajas (Metrêtas duo ê treis cada una: unos seiscientos litros en total) está sugiriendo, con una cierta ironía, la ineficacia del viejo dinamismo: demasiada agua para un rito purificatorio que no consigue nada[14]. Y además, como se deduce del v.7, están vacías. Estatismo, vieja alianza, ineficacia, manipulación, inutilidad,  vacío, etc…, estos son los ingredientes que mezcla la comprensión que de la vieja adhesión tiene el cuarto Evangelio. No solamente por razones históricas, sino incluso literarias, se extrema la situación que se quiere abandonar para llenar de más sentido la nueva propuesta que se propone.

Esa nueva perspectiva viene depara por “el vino de calidad guardado hasta ahora” (Ton kalon oinon heôs arti). El vino tiene una importancia decisiva como referente microcósmico en la antropología bíblica: simboliza la amistad compartida, el gozo participado, la alegría multiplicada. Y de ahí, la realidad de lo nuevo, el horizonte inesperado, la novedad que surge imparable, la utopía tocada con las puntas de los dedos. Todo eso está encarnado en el vino que es Jesús, Mesías guardado hasta ahora [15]. Por eso la alternativa a las “tinajas”, a la alianza primera, es “el vino”, la realidad del Jesús que suscita vida, alegría y esperanza.

Tres personajes comienzan el itinerario nuevo de adhesión: los sirvientes que “habían sacado el agua” (Hoi êntlêkotes to hydôr: v.9), el maestresala que testifica ente “llamando al novio” (Phônei to nymphion: v.9) y los discípulos que “le dieron su adhesión” (Episteusan eis auton hoi mathêtai autou: v.11). El verdadero signo no es el agua cambiada en vino sino el cambio de adhesión que abre las posibilidades de una época nueva de la historia. Es el milagro de la posibilidad de un cambio de adhesión, una alternatividad que abre a la esperanza, un situarse ante la realidad con el lenguaje de lo nuevo.

 

2. El signo de reconstruir personas: Jn 4,46b-54

 

            Considerar los milagros como signos de poder, generar posiciones dogmáticas en base a tal poder es, probablemente, errar profundamente en la interpretación de los signos joánicos. No son señales de poder, sino signos de vida, signos que apuntan a la génesis y comprensión de un nuevo estilo de vida. Si tal preocupación no surge de la interpretación, posiblemente estamos equivocados en la orientación.

            En este signo hay que considerar las marcas del dinamismo narrativo. Ellas nos indican la posible ruta a seguir en la interpretación. Está, en primer lugar, la marca del personaje del funcionario real, verdadero replicante del personaje Jesús. Este comienza siendo un “funcionario real” (Basilikos), descrito por su función social y política, no por alguna de sus componentes personales. La propuesta de curación la hace desde su ser padre (“que curase a su hijo”: Kai iasêtai autou ton huion), pero sigue siendo funcionario (v.49). Mientras no se baje a otro nivel de mayor profundidad antropológica es difícil plantear un signo como señal de vida. Es por eso que, una vez recibido el mensaje del signo (“ponte en camino”: Poreuou: v.50), el funcionario pasa a ser un “hombre” (“se fió el hombre”: Kai episteusen ho anthrôpos: v.50). Es el hombre quien se pone en camino, quien acepta la posibilidad de una fe activa para él como signo de vida (queda desplazado el acento de significación de lo meramente narrativo, el enfermo, a lo humano). Cuando el hombre comprueba la eficacia del planteamiento de vida de Jesús, que si entras en el dinamismo del seguimiento, lo más tuyo, el ser padre, vive, el funcionario-hombre deviene “padre”  (“Cayó en la cuenta el padre”: Egnô oun ho patêr:  v.53), persona rehecha, reconstruida. Es decir: la propuesta de Jesús, el seguimiento, es un dinamismo que reconstruye lo más vivo de la persona. El verdadero signo no es que el niño salga de las garras de la muerte, sino que la persona (tipificada como padre), si acepta la propuesta de Jesús y entra en su dinamismo (“Se puso en camino”: Kai eporeueto) termina viviendo[16]. El signo de un dinamismo para la vida. El seguimiento es un dinamismo que da vida, que engendra espiritualidad.

            Una segunda marca es la correspondiente al niño enfermo. Es un “hijo” (Huios: vv.46b.47) que en la boca de padre y en su paradigma inicial es un “chiquillo” (Paidios: v.49). Indica afecto y dominio, cariño y sobreprotección, amor y dependencia. En boca de Jesús es un “hijo” (Huios: v.50). Los criados lo conceptúan como un “chico” (Pais: v.51). Al final termina siendo de nuevo un “hijo” (Huios : v.53). El dinamismo de un seguimiento activo lleva a abandonar posiciones de dependencia envueltas en afecto para dejar a la persona en toda la talla de su dimensión humana (como “hijo”), más allá y por encima de toda limitación. Los dinamismos del seguimiento construyen la persona del débil, además de la persona del padre.

            Finalmente, la otra marca de actantes del relato es el coro de personajes que envuelven a los actores principales. Hay un coro de un componente un tanto implícito en el plural “veáis” del v.48 (Idête). Es el marco de una cierta hostilidad. O, si se prefiere, aquellos que quieren signos maravillosos, no planteamientos implicativos de vida. Otro conjunto son los “siervos” (Hoi douloi : v.51) que significan los proclives a una cierta aceptación de los dinamismos reconstructores del reino. Y, luego está “la familia”, la casa (Hê oikia: v.53) que tipifica a quienes han entrado de modo comunitario en la propuesta de Jesús. Es decir, el grupo en torno al padre hace un itinerario de reconstrucción hasta llegar a ser familia, buena relación, constructo humano. Ellos también dejan ver que salen beneficiados de la aceptación del dinamismo humanizador de la propuesta de Jesús.

            Lo que se está manejando aquí es el gran signo de reconstruir personas, grupos humanos. El dinamismo de la propuesta de Jesús tiene la fuerza para poner en pie el gran “milagro” de que vaya brotando la persona nueva, los frágiles integrados, las relaciones comunitarias de contenido humano, el gran sueño de “la ciudad de los seres humanos”, de la que hablaban los monjes del desierto. Un dinamismo, el del reino, para la profunda humanización.

 

3. La posibilidad de un señorío histórico: Jn 5,1-9a

 

            Tras la guerra del 70, las instituciones judías estaban bajo mínimos. Por eso, la crítica que el EvJn hace a las mismas, al Templo sobre todo, tiene una gran carga significativa; se cuestiona no tanto el Templo de Jerusalén y sus mecanismos, sino la mentalidad religiosa que pretende hacer de una institución caduca la mediación necesaria para la experiencia creyente. Para entender desde un lado social el signo del pueblo enfermo y del inválido que camina de Jn 5,1ss se precisa tal telón de fondo. La evidencia de la confrontación queda marcada desde el v.1: “los Judíos” (Hoi Ioudaôi), que son los dueños de la ciudad, por un lado y “Jesús que sube a Jerusalén” por otro (Kai anebê Iêsous eis Hierosolyma: v.1).

            Así es; al situar el relato en la piscina que esta “junto a la puerta de las Ovejas” (Epi tê probatikê: v.2) estamos en los aledaños del Templo, a su sombra, en su radio de influencia. Una puerta construida por el sumo sacerdote y sus parientes[17]. Un lugar donde no se genera la vida porque ahí “yacía una muchedumbre” (Katekeito plêthos: v.3). Todos los detalles narrativos (la elipsis “Ovejera”, la conexión “ovejas-muchedumbre”, el “foso” como separación de la ciudad, etc.) empujan en la dirección de una imposibilidad: esa muchedumbre permanente es el evidente fracaso del Templo, su mediación no sirve para dar salud, sigue produciendo gente sometida que espera lo que nunca va a ocurrir[18].

            Se individualiza el problema del sometimiento a la estructuras en uno de los sometidos: “un hombre que llevaba allí treinta y ocho años con su enfermedad” (Ên de tis anthrôpos ekei triakontaokto etê ekhôn en tê astheneia autou: v.5). Esclavo de su enfermedad, sometido a ella. La enfermedad es la dueña, la señora de su vida. Todo está ordenado desde ella, hasta la creencia de que se puede salir de ella en una mediación que no solamente no le aporta nada sino que quita el horizonte de su vida.  Una vida entera sin futuro[19]. Una persona que da fe a una ideología que no le aporta nada, atrapado en un mecanismo sociorreligioso que no le saca del nicho asignado: enfermo. Sometido y sumiso, esclavizado y sostenedor del sistema que lo esclaviza. Cada día de cada año que va a la piscina ratifica su condición de sometido y santifica al sistema que lo excluye.

            La pregunta motiva el signo[20]. La locución “¿Quieres ponerte sano?” (Theleis hygiês genesthai: v.6) tiene un alcance amplio considerando el contexto: la cuestión no es la mera salud física, sino la salud social y religiosa. Se demanda si se quiere pasar a otra alternativa, vista la ineficacia de la oficial. Se pregunta, al rescoldo de libertad que anida en toda persona, si se quiere, todavía, empezar otro camino, creer que es posible adueñarse de la pobre existencia de un marginal para devenir dueño de sí mismo, «capitán de su alma»[21]. La respuesta del marginal corrobora la profunda soledad existencial que no llega a tocar ni de lejos la institución ineficaz: “no tengo un hombre” (Anthrôpon ouk ekhô: v.7). La institución oficial no es mediación de humanidad, camino único para el enseñoramiento de la propia vida.

            Jn 5,8 es un verso muy bien construido. Recurre a la técnica de la intensificación de los verbos. Éstos, efectivamente, al concitar la acción de la oración, admiten muchos matices de intensificación que aportan sentidos matizados y nuevos, más incluso que la intensificación de adjetivos y adverbios. En ese caso, la expresión “Levántate” (Egeirai) está aludiendo a una especie de “resurrección”, un estilo de vida nuevo, algo radicalmente impensable hasta ahora, una vida “sana” como se dirá luego (Egeneto hygiês: v.9b). La locución “carga con tu camilla” (Aron ton krabatton) alude a la posibilidad de liberación, al señorío de que sea la persona la que lleve la camilla y no al revés como hasta ahora, además de que se conculque la norma de la institución que dice que no se pueden transportar cosas por el recinto del Templo en día de fiesta[22]. Y la frase “echa a andar” (Periepatei) alude al echar a andar que propicia el seguimiento, el andar de una vida nueva, el nuevo caminar, la nueva senda de vida lejos del sistema.

            Es decir, se está dibujando el perfil de la persona que logra, in extremis, escapar de la opresión del sistema socioreligioso y da con un camino de señorío personal que le facilita la propuesta de Jesús. Ese va a ser el verdadero signo: la adquisición de tal señorío, por imposible que parezca. La inmediatez y corroboración del v.9b lo deja claramente expresado “Inmediatamente se puso sano el hombre, cargó con su camilla y echó a andar” (Kai eytheôs egeneto hygiês ho anthrôpos, êren ton krabatton autou kai periepatei: v.9b). La tesis es clara: si se opta por la liberación de Jesús, si se “anda” con él, y se encara la opresión del sistema tipificado en “la camilla” cargada al hombro, brota la persona “sana”, señora de sí misma, no dependiente de mediaciones que son, a la larga, una soga al cuello. La hermosa posibilidad de señorío más allá de toda limitación.

 

4. El signo del compartir desde la pobreza: Jn 6,1-13

 

            De entrada hay que decir que la lectura de este texto se hace cada día más desde perspectivas sociales. El historicismo con el que se ha enfocado siempre el relato ha dejado paso, quizá por influencia de la secularización o del mero sentido común, a una lectura de tipo más social[23]. La evidencia de que los valores sociales y económicos, entendidos en sentido amplio, son telón de fondo de muchos pasajes evangélicos queda aquí confirmada una vez más.

            Este relato figura en los cuatro evangelios (Mt y Mc lo narran dos veces) y tiene como antecesor veterotestamentario a 2 Re 4,42-44, lo que da ya una idea de cómo construyen los relatos los autores del NT. Un modo posible de abordarlo con cierta novedad sería la racionalización de la narración. No se trata, simplemente, de seguir la huella de la narración, sino de racionalizarla desde la posición del lector. No hay que olvidar que él es parte principal, gestor del hecho de lectura.

Comienza la narración planteando un escenario peculiar: geográficamente se sitúa “al otro lado del mar de Galilea” (Peran tês thalassês tês Galilaias: v.1). Estamos en territorio pagano. La propuesta de nueva economía que se va a hacer no está supeditada a marcos religiosos, sino que se dirige a cualquier persona. Y, si se apura el sentido de la narración, más a no religiosos que a éstos, ya que aquellos son más libres para dar un tipo de adhesión que no demanda fe en Dios, sino fe en la sociedad y sus dinamismos[24].  Además, subraya el texto que la causa de que haya un alto número de seguidores es porque “percibían las señales que realizaba con los enfermos” (Hoti heôrôn autou ta sêmeia ha epoiei epi tôn asthenountôn: v.2). Es por causa de la bondad básica, esencial, por lo que Jesús atrae. Ese mismo parámetro ha de regir la propuesta de una economía del compartir: es una economía sanante, curativa, para el hecho humano. La mención del “monte” (Oros) y el hecho de “estar sentado allí con sus discípulos” (Kai ekei ekathêto meta tôn mathetôn autou: v.3), puede querer apuntar hacia un tipo de enseñanza no religiosa (que era la de la época), no ceñida a las autoridades consagradas[25]. Es la enseñanza que se dirige al corazón de la persona, al sentido del hecho social. Una enseñanza con arraigo antropológico. Es también un planteamiento enfrentado a “la Pascua, la fiesta de los Judíos” (Ên de eggys to paskha, hê heortê tôn Ioudaiôn: v.4) y su economía propia, economía del lucro[26].

El planteamiento de fondo del signo es cómo pasar de una situación de escasez a otra de abundancia, qué mecanismos económicos utilizar. La escasez alimentaria es síntoma de cualquier otra escasez; es primordial, ya que si la persona no come, sencillamente se muere[27].  La escasez se vuelca sobre una pregunta esencial para la economía del lucro: “¿Con qué podríamos comprar pan?” (Pothen agorasomen artous: v.5). Esta economía se pregunta siempre sobre los mecanismos externos al hecho económico, como si tales mecanismos podrían suplir la responsabilidad personal ante la economía. La glosa del v.6 indica que hay otros horizontes posibles más allá del “¿Con qué?” (Pothen). La respuesta de Felipe, racional desde el punto de vista de la economía del lucro, lleva a un callejón sin salida[28].

La propuesta de solución viene por el lado más inesperado, por el de la pobreza. La economía del lucro piensa que los pobres son el problema, mientras que la economía del compartir los considera como parte de la solución[29]. De ahí que la propuesta sobre la economía del compartir arranca de la decisión de un pobre, un “chiquillo” (Paidarion) que está dispuesto a poner sobre la mesa los bienes de su pobreza, “cinco panes de cebada y dos peces” (Pente artous krithinous kai duo opsaria)[30]. La gran excusa de la economía del lucro es la pobreza. La economía del compartir pasa por encima de ella y sitúa el tema en la raíz de la persona y su voluntad de participar con lo suyo en el proceso económico. Aquí radica el contenido del signo, no en que salgan panes del cesto por la acción mágica de Jesús, sino que un pobre se sienta empujado a ser parte activa de un problema económico. Cuando eso sucede, la economía del compartir comienza a activarse. A partir de aquí se suscitan los grandes valores de la economía del compartir, la libertad[31] y la abundancia[32]. He ahí el signo.

La corroboración del mecanismo desencadenado queda de manifiesto en la acción de Jesús que “reparte” (Diedôken: vv.11a) y por la saciedad, “todo lo que querían” (Hoson êthelon: v.11b), de la concurrencia. Es la certeza de que un dinamismo económico tan simple funciona. Porque eso es lo que habrá que comprobar: no tanto la complejidad del mecanismo, sino su funcionamiento[33].

La comprobación final sobre lo que sobra, “doce cestos” (Dôdeka kophinous: v.13), indica que la economía del compartir genera abundancia entre los empobrecidos y, con ello, en la misma sociedad. En dar fe a esta clase de dinamismos estriba la fe en el Evangelio necesaria para una fe centrada en la experiencia de Jesús[34].

 

5. El signo de la superación de la diferencia exacerbada: Jn 6,16-21

 

            Una lectura meramente historicista deja a esta relato sin utilidad espiritual y, de alguna forma, expuesto al ridículo. Una lectura más “teofánica” abriría otro camino de más posibilidades espirituales[35]. Pero conectando bien el texto con la narración joánica se accede a otras posibilidades de lectura.

            Efectivamente. Ocurre en Jn algo que lo diferencia de los sinópticos. Éstos narran la marcha sobre el lago unida al signo de la multiplicación de los panes, pero tanto Mt como Mc (Lc no lo reporta) lo colocan en tierra de Israel (Mt 14,23b-33; Mc 6,47-52)[36]. Es decir, el texto tiene que ver con los paganos, con la Decápolis que es desde donde, en Jn, se dirigen a Cafarnaún[37]. Y, por supuesto, tiene que ver con la multiplicación de los panes o, más en concreto, con el tema de “hacerlo rey” (Hina poiêsôsin auton basileia :v.15). Este marco narrativo condiciona decisivamente la interpretación.

            Las marcas del relato son los elementos constitutivos de la lectura. La primera de ellas, como hemos dicho, está la intención de la gente de “hacerlo rey por la fuerza” (Kai arpazein hina poiêsôsin auton basileia :v.15), lo que indica que no se ha llegado a la comprensión de la teoría del compartir sobre la base del todo. A pesar de que el signo habla de disponibilidad, la gente lo interpreta como producción milagrosa. La percepción del signo prodigioso oculta el signo de fe. No se ha logrado lo que se pretendía.

            Esa incomprensión del fondo del signo sume al discipulado en el “anochecer-tiniebla-soledad (Hôs de opsia egeneto-skotia-ouk elêlythei pros autous: vv.16-17). La resistencia a aceptar la dinámica interior, espiritual, de los signos oculta al Jesús mesiánico y deja al discipulado en una situación de precariedad espiritual. Esta “tiniebla” viene, además, por otro motivo: no pueden entender que el pan se multiplique en tierra de paganos. Un pan para los paganos era algo insólito, sería un “pan para los perros”[38]. Esto es lo que  “entenebrece” al discipulado.

            Por otro lado están el mar y el viento en contra.  Si es viento en contra yendo, como van, en dirección a Cafarnaún es un viento del oeste, del lado del Mediterráneo, del paganismo que apunta hacia los paganos. Contra ese “viento” (hanemos) lucha el discipulado. La fuerza del viento habla de su elocuencia: es un viento que asalta la barca del discipulado, su mentalidad. Es el viento de los paganos que reclaman su parte en el banquete del reino, para el que, según Jesús, no es imprescindible una concreta adscripción religiosa[39].

            Son dos mentalidades que se enfrentan ante el planteamiento universalista de Jesús: la de los discípulos y su perplejidad y la de los paganos que reclaman su parte y su lugar en el proyecto del reino. Cuando Jesús se manifiesta en la fórmula revelatoria “Soy yo, no temáis” (Egô eimi mê phobeisthe: v.20) está queriendo indicar que el revelador del Padre (Soy yo) libera del miedo que produce el anhelo de privatizar el reino. El verdadero milagro es que el discipulado se abra a una mentalidad universalista y comprenda como un beneficio el reino compartido, la economía compartida, la fraternidad ofrecida. Si se liberan de eso miedo se predisponen para la acogida del diferente y, con ello, para una misión integradora[40].

            En esta lectura el hecho de caminar sobre el lago pasa a un segundo lugar, meramente narrativo, para corroborar el carácter epifánico del revelador. Hacer hincapié en ello es caer en la maraña del historicismo del que no es fácil salir. La rentabilidad espiritual de una comprensión social (el paganismo tiene sitio en el banquete del reino) es mucho mayor. Desde ahí “la tierra adonde iban” (Epi tês gês eis ên hypêgon: v.21) se convierte en tierra de acogida, en tierra universal donde las diferencias, por grandes que sean, quedan encajadas en el conjunto del reino, de la fraternidad.

 

6. El signo de una vida luminosa: Jn 9,1-30

 

            Los relatos evangélicos han visto en la actividad curandera de Jesús un signo de la llegada del reino. Que hubiera curanderos populares era una necesidad en una sociedad a millas de distancia de la medicina técnica que disfruta el ciudadano de hoy. Pero que en esa actividad específica de Jesús se descubriera la llegada del reino es un dato que atañe a percepciones de fe no fáciles de explicar.

            La ceguera como algo que afecta a la realidad de Israel, como símbolo de su alejamiento de Dios a través del apartamiento de la ley y de la justicia, está ampliamente tratada en los textos bíblicos[41]. Por eso “se esperaba que, en la época mesiánica, Dios acabaría con la ceguera de su pueblo”[42].

            No es de extrañar, por tanto, que los evangelios reporten varias curaciones de ciegos: en Mt 9,27-31 (dos ciegos); en Mt 20,29-34 (dos ciegos); en Mc 8,22-26 (un ciego); en Mc 1046b-52 (un ciego); en Lc 18,35-43 (un ciego). Devolver la vista a un ciego era un signo eximio de curación, fuera lo que fuere.

            Pero en Jn 9,1 se trata de “un hombre ciego de nacimiento” (Anthrôpon typhlon ek genêtes). En el sintagma “de nacimiento” hay una especificidad joánica que da una orientación nueva al relato: es la persona en su oscuridad existencial, esa que le acompaña desde el nacimiento, que no se cura con medicamentos u operaciones quirúrgicas, sino con algo existencial, espiritual, algo que afecte al ser básico de las persona. En la expresión  “hombre” queda reflejado el mismo hecho de ser humano: la humanidad que vive en lo oscuro, en la honda ignorancia de la pérdida.

            Esta ignorancia, esta noche, cerca de la persona, “se acerca la noche” (erkhetai nyx: v.4b), incluso a la misma persona de Jesús en su muerte anunciada[43]. ¿Cómo liberar a la persona, al mismo Jesús, de esa oscuridad existencial? El texto joánico propone hacer un proceso, un itinerario, como suele ser habitual en la estructuración de sus signos.

            Se comienza por la mera narración del signo que va a dar lugar al proceso (vv.6-7): barro-lavarse-volver con vista. Siguiendo con el mecanismo de la intensificación de los verbos, la fórmula “fue, se lavó y volvió con vista” (Apêlthen oun kai enipsato kai êlthen blepôn: v.7) puede ser entendida: se puso en seguimiento, encaró su limitación y se hizo la luz en su vida oscura. Es el milagro de iniciar un camino de luz.

            Pero en Jn, como decimos, los logros vitales se consiguen a través de un largo proceso que viene descrito en el diálogo subsiguiente al signo. Se parte de una comprensión de Jesús como hombre que da luz: “Ese hombre que se llama Jesús” (Anthrôpos legomenos Iêsous:  v.11). Es un hombre en toda la dimensión de su humanidad capaz, a su vez, de generar humanidad en torno. La premisa de su ser luz para la persona no es su divinidad, sino su honda humanidad. Siendo capaz de entender el hecho humano, de bajar a su sótano, es desde ese abajamiento desde donde puede proponerse como luz[44].

            El segundo paso es entender a Jesús como profeta, capaz de ser “señal de Dios”, más allá de su ser histórico, de su ser “pecador”: “Es un profeta” (Hoti prophêtês estin: v.17). En ese caso, Jesús se convierte en revelador de Dios, en su señal: lo que sabemos de Dios, lo sabemos por Jesús. Si Jesús devuelve la luz, eso quiere decir que Dios nos quiere luminosos y que el empeño de lograrlo es un empeño divino.

            En conexión con ello, el tercer paso es hacer ver que Jesús, por muy humano que sea, goza del aval de Dios, “viene de Dios”, porque “Si este no viniera de parte de Diois, no podría hacer nada” (Ei mê ên outos para theou ouk êdynato poiein ouden: v.33). Creer que un humano goza del aval de Dios demanda una dosis total de confianza en él. Con esa dosis se le puede aceptar como instancia de luz, como motor de luminosidad. Esto demanda ya un salto de fe, un paso a ese otro lado de la confianza plena.

Finalmente, situado el proceso en el terreno de la fe, el paso definitivo para lograr la luz más profunda es comprender a Jesús como “señor” de la existencia, razón última de la adhesión plena: “Te doy mi adhesión, Señor” (Pisteuô kyrie:  v.38). La adhesión a Jesús dota a la persona de una luminosidad, de un sentido capaz de hacer que su trayectoria histórica pueda ser entendida y vivida como una realidad luminosa.

En ese caso, el milagro no es meramente sacar de una ceguera, sino dotar a la persona de esa luz necesaria para que llegue a encontrar un sentido profundo al camino histórico y para que lo pueda vivir como una realidad que apunta a una plenitud y a la dicha[45].

 

7. El signo de una vida plena en la historia: Jn 11,1-46

 

            Resulta una paradoja hablar de plenitud en el marco de la historia. Aquí radica la mayor novedad de este séptimo signo joánico: se quiere desvelar, revelar, el fondo de la realidad como algo que participa ya de la plenitud, a pesar de hacer parte de categorías históricas. Es la búsqueda de sentida en el último sótano de la existencia.

            El texto comienza planteando el choque brutal de la muerte como obstáculo casi insuperable para quien quiera hablar de sentido y de vida en el fondo de la realidad histórica. No se trata de puentear lo que es evidente, la dentellada de la muerte: “Lázaro ha muerto” (Lazaros apethanen: v.14). Pero la muerte, por absurdo que parezca, puede tener la finalidad de agudizar el sentido, “para que llegáis a creer” (Hina pisteusête:  v.15) y para que Dios reciba gloria no como si recibiera el duro tributo de los mortales, sino para tener “manifestar la gloria del Hijo de Dios” (Hina doxasthê ho huios tou theou di’autês: v.4), la gloria de uno que muere con sentido y en su caminar a la muerte hay orientación, hay oferta de vida.

            La respuesta religiosa ante el muro de la muerte, tipificada en la respuesta del judaísmo, es la afirmación de la vida en el más allá[46]. Ante el peso enorme del sinsentido de la muerte que se tiene ante los ojos, las religiones elaboran la fe en una resurrección fuera del marco de la historia. “Yo sé que resucitará en la resurrección del último día” (Oida hoti anastêsetai en tê anastasei en tê eskhatê hêmera: v.24). Esta fe, con ser fuerte no logra disipar el sinsentido de la muerte histórica ni dota a la persona, al menos en no pocos casos, de herramientas para la superación de la pérdida. Claramente se ve esto en el texto en la afirmación de Marta como representante de la humanidad herida. El planteamiento de Jn buscará sentido en otra dirección.

            La propuesta de Jesús es una propuesta de vida en la realidad del más acá, aunque esta realidad se vea afectada por la muerte. La adhesión a él, la confianza honda en su programa de vida, es el único argumento sobre el que construir el sentido: “el que me presta adhesión, no morirá nunca” (Pisteuôn eis eme apothanê eis tôn aiôna: v.26). Es decir, el asunto no es tener fe en la resurrección, sino creer a uno que dice que hay vida en el terreno de la misma muerte. Es una cuestión de fe personal que puede desvelar el fondo de una realidad que aparece derrotada de antemano, vacía de vida como tal, carente de sentido.

            Como el discurso joánico no es lineal, se vuelve a poner delante el gran obstáculo para elaborar un pensamiento tal: lo duro de la muerte tipificado en el sepulcro y su hedor “huele mal, lleva ya cuatro días” (Kyrie êdê ozei: v.39)[47]. El llanto de Jesús (v.35) no es tanto por amistad cuanto por percibir la dificultad enorme que la persona tiene para aceptar la propuesta de vida en el marco histórico. Es un llanto “ideológico”, espiritual.

            El relato da un salto incomprensible cuando consigna que, ante el sepulcro, “entonces quitaron la losa” (Êran oun ton lithon: v.41). La lógica narrativa habría sugerido la reafirmación de la muerte inane ante el sepulcro. Pero si echan mano de la losa, la que ellos mismos habían puesto, es fiados en la palabra de quien dice que, en el fondo del despojo de la muerte histórica anida una realidad de vida. Por eso quitan la losa, liberan las fuerzas de vida que anidan en la muerte física.

            En esa lógica ilógica es donde se inserta la oración de Jesús: “Gracias, Padre, por haberme escuchado” (Pater eukharistô sou hoti ekousas mou: v.41). El muerto sigue en la tumba, pero Jesús ha sido escuchado en la adhesión de  quienes han creído, contra toda evidencia, que en los subsuelos de la muerte anida la vida. Se ha verificado el milagro, por mucho que Lázaro siga envuelto en sus vendas y su sudario.

            El desarrollo de la narración demanda que el muerto salga de la tumba, pero la cúspide del signo ha sido superada cuando se ha dado adhesión a quien dice que hay vida en el fondo de la muerte histórica. Dado que los signos en Jn están seriados, el peso recae sobre este último signo: la adhesión a Jesús lleva a una perspectiva distinta sobre lo histórico, aquella que llega a la certeza de que lo que se creía destinado a la muerte está, en realidad, enmarcado, ya desde ahora, en el paradigma de la vida[48].

 

 

B. DERIVACIONES SOCIALES

 

            Tras la lectura bíblica de los signos desde una perspectiva social derivamos hacia caminos que puede aportar otra luz al caminar humano. No quieren ser conclusiones de los textos bíblicos sino, apelando a la capacidad inspiradora de la Palabra, se trata de entrever caminos que puedan abrir a una comprensión distinta de la realidad.

 

1. Las pobrezas como alternativa

 

            Aún persiste la maldición de la pobreza y acompañará al devenir humano por mucho tiempo. No es fácil reorientar el curso de la historia. Es imposible hablar de alternatividad a quien sufre la dentellada de la pobreza severa. De ahí que se lea como una maldición y no como un posible lugar de encuentro, mucho menos como una alternativa a otra manera de entender el hecho social[49].

            Y, sin embargo, el pensamiento moderno va elaborando “teorías”, paradigmas de novedad, que tratan de integrar a las pobrezas en el pensamiento humanista actual no solamente como una parte del mismo sino como un dinamismo que puede tener una cierta decisividad[50]. Planteamientos como los de la civilización de la pobreza[51], la economía del bien común[52], la sobriedad feliz[53], el decrecimiento[54], etc., tienen a la base el anhelo de integrar el mundo de las pobrezas en la economía real, creyendo que todo ciudadano ha de tener el derecho a una vida digna. Es lo que el Papa Francisco llama la economía de inclusión[55].  Son profecías sociales que confluyen con el fondo mismo del Evangelio.

            A veces se dice que el cristianismo es propio de una sociedad de pobres que no ha sabido elaborar una mística compatible con una sociedad del bienestar. Quizá por eso haya que intentar una lectura de los textos bíblicos conectada a esta sociedad del llamado bienestar. En ese caso se podría intentar, al filo de textos como Jn 2,1-11, una lectura del bienestar desde la justicia debida a los empobrecidos. Y ello no solamente para censurar los indudables desmanes de tal bienestar, sino también para percibir la parte que se adeuda a los empobrecidos por razones de equidad, de justicia o de mera reparación histórica.

            Desde ahí podría entenderse el mundo de las pobrezas como un mundo positivamente alternativo: cuando las pobrezas entran en la dinámica de la economía real las posibilidades de un mundo humano se acrecientan; cuando los empobrecidos van ocupando el sitio que les corresponde en las estructuras económicas se genera un horizonte de más luz para lo humano. Así las pobrezas pueden ser alternativa social y económica saludable, no solamente un peso para una economía de mercado que, a la postre, se sacude la desagradable carga de los pobres.

            ¿Puede la sociedad encontrar salida por la aportación de las pobrezas? Sin duda, ya que su colaboración al horizonte de la justicia, a la utopía de lo humano, al sueño de la fraternidad social puede ser decisivo. Ese es, quizá, el “vino guardado hasta ahora”, el dinamismo en el cual no se termina de creer, el potencial menospreciado que espera a ser puesto en marcha, a ser considerado como una posibilidad para que la historia humana tome otros derroteros. Matar estos sueños, considerarlos “oxidados”, pasados de moda, inservibles, no puede ser sino una ceguera propia de personas que quieren ceder su secular parcela de poder[56].

 

2. Dinamismos sociales que construyen la comunidad humana

 

            El signo joánico de Jn  4,46b-54 habla de dinamismos reconstructores de la persona. Pero más que de reconstrucción sería bueno hablar de simple construcción. Un imaginario muy influenciado por una mentalidad moralista sigue creyendo que la persona, la sociedad, han perdido un “paraíso” y hay que reconstruirlo[57]. Pero, en realidad, es una mera construcción lo que está en juego, la construcción del camino humano, de la buena relación, del reinado de Dios, diría Jesús[58]. Hay que aprestarse a la construcción como quien cumple una tarea, no como quien recompone ruinas.

            Un ámbito primario de construcción es la sociedad, algo que se entrelaza y depende de la construcción de la propia persona. Si subrayamos la construcción de la sociedad es porque creemos que la de la persona depende de aquella y no de ésta. Así es, las dificultades personales de construcción, aunque enraizadas en la estructura humana, dependen, en gran medida, del desarrollo constructivo de lo social. De ahí que haya que incidir en ello y percibir lo que los textos evangélicos pueden aportar a tal construcción de lo social[59].     

            ¿Qué clase de dinamismos son los que construyen el hecho social? ¿Qué puede aportar el EvJn a tales fuerzas?

            Obran dinamismos como el de la amistad cívica. El concepto de «amistad cívica» ha quedado sencillamente definido por A. Cortina: «La amistad cívica…sería más bien la de los ciudadanos de un Estado que, por pertenecer a él, saben que han de perseguir metas comunes y por eso existe ya un vínculo que les une y les lleva a intentar alcanzar esos objetivos, siempre que se respeten las diferencias legítimas y no haya agravios comparativos»[60]. Este cimiento de la amistad cívica es ineludible si se quiere hablar de construcción social. Sus implicaciones son múltiples. Que el hombre que se acerca a Jesús en Jn 4,46bss sea un “funcionario real”, uno al servicio de un sistema que Jesús rechaza, no es obstáculo definitivo para que entre en relación con él. Viven en un mismo marco social y las necesidades personales se hacen comunes.

            Otro dinamismo es la certeza de que los bienes han de tener un uso común. La “sagrada” doctrina de la propiedad privada que las religiones han consagrado con frecuencia, está siendo considerada desde otro punto de vista por el actual magisterio de la Iglesia: “La tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable el derecho a la propiedad privada y subrayó la función social de cualquier forma de propiedad privada”[61]. Es justamente esa función social la que se apunta en el relato de Jn 4,46bss: al final de todo proceso es la “familia”, la casa, la que sale beneficiada del dinamismo de construcción del seguimiento propuesto por Jesús. Este dinamismo no se reduce ni se refiere en su techo a lo privado, sino a lo público.

            Además, un dinamismo hondísimo en la construcción de lo social es la respuesta que se da al dolor ajeno. Mientras el dolor no rebase los límites de lo personal, mientras solamente el dolor propio ocupe todo el ámbito del sufrimiento, mientras los dolores sociales no sean dolores propios, no se habrá llegado a entender y vivir de modos nuevos el hecho social. Tiene razón el filósofo P. Ortega cuando dice que «la primacía del otro nos constituye en sujetos morales cuando respondemos de él»[62]. Es decir, la respuesta al sufrimiento ajeno nos hace sujetos morales, dice qué tipo de personas somos. Aplicando ese parámetro de construcción social a Jesús en Jn 4,46bss el resultado es claro: Jesús ha sido un totalmente preocupado por el sufrimiento ajeno. Por ello, ha contribuido decisivamente a la construcción social. El seguidor se apunta a esa dirección.

            Y un cuarto dinamismo de construcción social es la tenacidad en los trabajos por lograr la equidad humana, cosa que es más que la simple igualdad. Se trata de posibilitar al expoliado medios adecuados para que pueda abandonar su marginación. Lógicamente tales medios habría de ser socialmente más generosos cuanto más marginada esté la persona. La evidencia de la inequidad es tal que pensar en un constructo social fraterno obviando tal evidencia es abocarse al fracaso. La situación de desigualdad de quien ve que se le muere el sentido (funcionario de Jn 4,46bss) está demandando una generosidad social que Jesús encarna en el socorro prestado[63].

            Una fe que se une al esfuerzo histórico de construir la sociedad es la que se deduce de los signos de vida de Jesús. Darle a la Palabra este trasfondo social no merma la posibilidad de otras lecturas, pero abre a horizontes antropológicos y sociales de mayor calado.

 

3. El señorío: posibilidad que se construye

 

            Para muchas personas, para una notable parte de la humanidad, hablar de señorío sobre sus vidas puede parecer insultante de tan dura y oprimida que es su existencia. Para el resto, sin ser la cosa tan dramática, sin ser algo tan extremo, puede resultar ilusorio hacer la propuesta de un enseñoreamiento del camino histórico. Y, sin embargo, hay algo en las entrañas de lo humano que le hace aspirar al señorío y no al sometimiento. Ni siquiera la culpa de fondo o el pecado religioso añadido logran extinguir ese anhelo.

            Pero este señorío, si es que se considera una utopía sostenible, no va a venir llovido del cielo, sino que ha de ser construido pieza a pieza, esfuerzo a esfuerzo, alternando fracasos con éxitos. La propuesta del Evangelio es la de una herramienta para construir ese señorío. Por eso Jesús «sacaba asnos de la zanja en sábado»[64]. La metáfora, rural, evoca el esfuerzo por construir los procesos históricos de liberación social.

            El texto de Jn 5,1ss marca la sendas de lo que puede llevar al señorío de lo humano más allá de la fragilidad. En primer lugar  es una cuestión de lucidez ante la evidencia del sistema y nuestra pertenencia inevitable a él. Mientras se le haga el juego al sistema de manera indiscernida, éste se frota las manos. Por eso, todas las sendas sociales “adespóticas”, alternativas, tanto en economía como en pensamiento político son el camino para el señorío[65]. Que el sistema se presente como un torrente que anega el todo de la vida social no ha de ser óbice para pensar que tal torrente puede ser en parte sorteado y con ello, de alguna manera, frenado[66].

            Además resulta necesaria la conciencia de responsabilidad personal y colectiva. Echar el peso de la construcción del señorío a fuerzas ajenas a uno mismo, es inhibirse del trabajo que a cada cual corresponde para que este asunto pueda, siquiera, alborear. El sistema desrresponsabiliza; ahí se halla uno de sus recursos. Y cuando nadie es responsable, el proceso se detiene. Por eso es tan necesario el compromiso privado y el público[67]. Pretender señoríos esquivando la responsabilidad es pretender lo imposible.

            Una tercera senda es aquella que humaniza,  que sana en la base de lo humano. La preocupación por la humanización es la primera de todo proceso de construcción del señorío y de toda espiritualidad[68]. Una humanización de los sectores más delicados y resbaladizos de la existencia humana, como son los asuntos que tocan a la vida (manipulación genética, ingeniería genética, ética de los límites, etc.), por problemáticos que sean, contribuyen de manera decisiva al enseñoreamiento de la vida[69].

            Finalmente un cuarto camino es mantener vida la fe en las posibilidades de las personas. O lo que es lo mismo: mantener viva la certeza de la bondad esencial de lo humano, por encima del torrente de maldad que anega el caminar histórico. Si se pierde esta fe, hablar del señorío de la vida es impensable.

            Puede parece que hablar de “señorío” es algo de una soberbia histórica inaceptable, vista la insignificancia que el planeta tierra representa en el conjunto del cosmos[70]. Pero el anhelo no es proporcional a la magnitud física sino a la del corazón. Y ese anhelo de una vida “señorial” en los límites de la historia es algo permanente en el dinamismo utópico de la vida.

 

4. La economía del compartir como futuro económico

 

            Se es consciente de que, desde textos como Jn 6,1ss, impulsar la economía del compartir es pretender caminar por la vía opuesta a los vientos de proteccionismo empobrecedor que parece que corren últimamente[71]. Es cierto que a la libre circulación de la riqueza no le acompañó en la misma medida la de los trabajadores, ni la armonización global de la fiscalidad. Es cierto también que la extrema robotización y el hipercontrol tecnológico de los servicios no ayudan a una economía social. Pero “una globalización sin derechos humanos ni instituciones internacionales, no representa una alternativa viable a lo que conocemos”[72].

            De ahí que la propuesta de una economía que comparte, incluye y redistribuye con equidad por oposición  a una “economía que mata” tenga hoy todos los visos de posibilidad, por lo menos como planteamiento ideológico[73]. Para Jn 6,1ss no es mera posibilidad, sino certeza: partiendo de un microcosmos de pobreza cercana se experimenta la verdad de funcionamiento de un mecanismo económico que puede ser útil incluso en un marco macroeconómico.

            ¿A qué niveles habría que construir la economía del compartir para verificar su verdad y su valor? En primer lugar a nivel de política económica. No se puede negar la decisividad de las decisiones políticas en la economía. La enorme sensibilidad de los mercados financieros a ese tipo de decisiones indica su importancia. Pero también la economía real está sujeta a las decisiones políticas en gran medida. Puede parecer que las grandes decisiones económicas se toman sin contar con la política o que aquellas condicionan a esta. Pero la relación es indiscutible[74].

            Un segundo nivel es el de los mercados. El compartir pasa por una política de mercados donde el acceso a los países empobrecidos sea un realidad y donde el proteccionismo a los poderosos no excluya a las economías empobrecidas y su problemática. El sueño de un mercado libre constata que nunca como ahora es menos libre el mercado. La exclusión, el proteccionismo y la diferencia abismal que engendra la herramienta de la tecnología son, hoy por hoy, barreras muy difícilmente franqueables. Mientras los países ricos controlen el 72% del comercio mundial; mientras el 80% del comercio sea Norte-Sur y solamente un 10% en la dirección contraria; mientras las grandes decisiones económicas se tomen en los países occidentales o de fuerte desarrollo, hablar de mercado libre es un escarnio. El mercado constituye la antítesis de los derechos humanos.

                Un tercer nivel de fuerte compartir hoy y de más fuerte en el futuro es la tecnología. Una persona, un país sin acceso a la tecnología es una realidad condenada al ostracismo. De ahí que, si se quiere una economía más compartida, el acceso a la tecnología ha de ser más fácil y más barato que lo que es ahora[75].  La tecnología ayuda a reducir la pobreza ya que acorta y disminuye barreras sociales geográficas y económicas tanto de las personas en forma individual como de una comunidad. Pero el gran hándicap de este asunto es la acumulación: el 99% de la tecnología está acumulada en los países ricos. La fuga de cerebros a ellos es uno de sus más duros rostros y el desarrollo de los productos sintéticos que sustituyen a las materias primas naturales producidas en los países en desarrollo otro[76]. Este acceso debe afectar incluso a la tecnología espacial, ya que es tecnología para el futuro[77].

            Y un cuarto nivel es aquel que afecta al acceso a la formación, ya que de esta depende la capacidad de inserción en el mercado laboral y, a través de ella, en el mercado como tal. Nos referimos a una formación para un mercado compartido, no tanto para un mercado hegemónico. En primer lugar habrá que tener acceso a la formación para el mercado laboral: “Decidir invertir tiempo y recursos en conseguir una adecuada formación es una decisión sumamente acertada, no sólo por la satisfacción personal del individuo, sino porque se constituye como un arma sumamente valiosa para enfrentarnos a un mercado de trabajo cada vez más complejo, ya que nos permite abordarlo en un triple frente: nos ayuda a conseguir trabajo, a conservarlo en momentos difíciles y a alcanzar unas condiciones laborales más ventajosas para el individuo[78]”. Pero, además, será necesario formarse para entender y, en su caso, cuestionar los mercados y su desigual mundo. Un reto necesario

            El mercado compartido sería una ganancia para todos aunque conllevaría un reparto más equitativo de los bienes mercantiles y una desconcentración de poder económico en manos de unos poco, unas mayor equidad[79]. Pero el cómputo general de riqueza, el PIB mundial, aumentaría considerablemente. Con esto se está queriendo decir lo que sugiere Jn 6,1ss: que la pobreza no es obstáculo invencible para el compartir, que se puede vencer a la pobreza con un desarrollo más igualitario[80].

            Las consecuencias personales de una espiritualidad de la economía del compartir aparecen con facilidad: es preciso agudizar el sentido crítico para no dar para evidente lo que ocurre, ya que esto es fruto de un proceso económico dirigido por las élites en la dirección de la concentración de la riqueza y del dominio del mercado. Además llevaría a opciones personales como las de acercarse al comercio justo, ya que este, por más insignificante que se lo quiera en el conjunto del mercado, tiene un alto poder significativo porque dice de modo tangible que la dirección del mercado puede ser otra que la actual. Y, finalmente, había que inocular en la espiritualidad la sobriedad no tanto por causas ascéticas cuanto por razones de justicia para frenar, entre otras cosas, la devoradora lógica del consumo[81].

 

5. La superación de las tensiones históricas por la asunción de la diferencia

 

            A estas alturas de la historia la persona ha experimentado por enésima vez que las diferencias mal asimiladas son la causa de múltiples sufrimientos sociales. Las pretensiones hegemónicas, los nacionalismos exacerbados, las dictaduras crueles, las enormes dificultades para que los pueblos caminen en la misma dirección tienen como fuente principal la imposibilidad para asimilar la diferencia. Es un movimiento que nos conecta con la época de las cavernas: resulta dificultoso ver al habitante de la otra caverna uno al que no hay que combatir. Precisamente por ser algo tan ancestral es una realidad de muy difícil orientación.

Se puede comprender fácilmente que el odio al distinto tiene aquí su raíz y que la tarea de asumir la diferencia es algo de un volumen que, con frecuencia, sobrepasa a los humanos.

Este problema se agranda cuando el odio al distinto alcanza niveles de globalización, salta las fronteras de un país y comienza a implicar a gentes de cualquier lugar de la tierra[82]. Los recelos entre las sociedades están bien vivos y el odio a las minorías sigue funcionando. La supuesta lucha por la identidad lleva aparejada la violencia, signo evidente de la dificultad de armonizar caminos de vida múltiples y fragmentados.

En Jn 6,19-21 tenemos un ejemplo de enorme dificultad para armonizar diferencias y las tensiones que generan entonces como hoy[83]. Hay maneras de asumir diferencias que se asientan sobre falso: toda suerte de imposición del más fuerte, mediante dictaduras, presiones económicas, tiranías culturales. El imperialismo cultural es, sin duda, una forma de machacar las diferencias en beneficios de la cultura dominante, la del neoliberalismo más crudo asentado en los países más desarrollados, sobre todo USA. Se puede definir imperialismo como la “actitud y doctrina de quienes propugnan o practican la extensión del dominio de un país sobre otro u otros por medio de la fuerza militar, económica o política”[84].

Una forma más sutil de puentear las diferencias es uniformar, hacer que todo el mundo valore, hable, se comporte en modos uniformes, esos modos que están dictados de antemano por la moda, el consumo, la banalización de la individualidad. Este es un objetivo prioritario del imperialismo cultural. “El imperialismo tiene como finalidad exportar e imponer los valores y cultura de los países desarrollados, hacia los países receptores, los cuales adoptan de una manera pasiva y casi imperceptible los flujos informativos y los productos culturales extranjeros”[85].

Pero hay otra serie de caminos más posibilitadores. Son aquellos que comienzan trabajando la memoria, que se resisten al olvido como manto que cubre heridas que es preciso restañar y curar. Como dice R. Mate, “hacer presente el pasado de los vencidos amplía el campo de la justicia”[86]. El campo de la justicia se amplía con el perdón[87]. Si se quiere edificar en justicia es necesario contar con los agravios del pasado para integrarlos en el proceso de construcción armonizable del presente.

Será necesario, igualmente, encarar las diferencias, afrontar el “viento” en contra, como dice Jn 6,18, encajar la evidencia de que la diferencia es un componente ineludible de los seres históricos y que pretender ignorarla es una rotunda equivocación. Más aún, será preciso ver la diferencia como un valor, como una posibilidad de enriquecimiento, no solamente en lo que tiene de obstáculo. Es el gran valor de la diferencia. La única manera de contrarrestar el efecto desintegrador de la diferencia es, justamente, convertir la diferencia en un motor del hecho social. Ese es el milagro del compartir sobre la base del todo: convierte una carencia en un motor de actuación social, como queda claro en el signo de Jn 6,1ss. “Aceptar a estas personas [diferentes] es, entenderlas y comprenderlas como personas diferentes, como individualidades que puedes querer o aborrecer, que te importan o de las que pasas pero en las que ves, además de su limitación -evidente o no-, sus valores, sus inquietudes, sus motivaciones, su forma de ser. Aceptarlas como un factor más, como un elemento que junto con muchos otros, determinan su personalidad. No hay que integrar a los diferentes, mediante sistemas paralelos. Hay que permitirles vivir en el mundo -el nuestro y el suyo-, y que se coloquen donde quieran estar. Hay que dotarles de la capacidad necesaria, para que puedan tener las mismas oportunidades, que el resto de las personas para vivir como ellos quieran vivir”[88].

Finalmente, será preciso un esfuerzo por establecer conexiones en los entornos de gran diversidad, tratando de elaborar planes de superación de conflictos estableciendo tales relaciones en las posibilidades de encuentro, por pequeñas que estas sean. En tales casos, el diálogo y no la fuga es el camino adecuado [89]. El diálogo “representa la más genuina representación del tratamiento de conflictos basado en el pacto…Como estrategia permanente, el diálogo tiene efectos preventivos y puede ayudar a que un conflicto constructivo siga siéndolo…El diálogo es herramienta útil en un problema familiar o vecinal y en el más grave conflicto internacional o político”[90].

Construir  un proceso integrador en un entorno complejo demanda reconocer la complejidad de nuestro entorno, aplicar el discernimiento y el pensamiento con rigor y realizar acciones encaminadas al ideal integrador[91]. Cuando el Papa Francisco repite en la LS’ que “todo está conectado” está aludiendo, más allá la interconexión de las creaturas, al destino profundo de la historia: llegar a una formidable reconciliación, a una integración total[92].

Las tradiciones religiosas, y la evangélica en concreto, olvidando sus diferencias ancestrales, pueden ser decisivas para un ideal integrador para “contribuir a un conocimiento por el cual quien conoce pierde toda desconfianza y se abre a la entrega sin reservas a ‘eso único’ que se dice con claridad en esa noticia gratuita y absoluta”[93]. Jn 6,19ss se inscribe en ese proceso integrador de la diferencia que es ganancia para toda cultura, por diversa que sea.

 

 

6. Confluencias necesarias para un caminar histórico más luminoso

 

            El logro de un caminar histórico luminoso no es algo que va de sí. El mismo EvJn lo pone como un “signo” del Reino, algo hacia lo que se camina muchas veces entre densas penumbras. Por eso mismo, para avanzar en la dirección de la luz, es necesaria la confluencia de muchas variables que hagan posible que la densa oscuridad se abra y brote la luz en la senda humana. Ya los filósofos nos decían que el camino del hombre hacia el ser, hacia el sentido, es un camino de oscuridad[94]. Y hasta los estudios sobre el cosmos nos informan sobre la loca carrera de lo creado en la oscuridad más increíble[95]. Desde ahí hay que medir la pretensión humana y espiritual de vivir en la luz.

            Para mantener en una cierta racionalidad esta pretensión es preciso, como decimos, que confluyan muchas variables. En primer lugar, la variable democrática: es preciso que muchos quieran, Si unos no lo desean y otros sí, la sensación de que las sombras ganan la partida será más fuerte que la realidad de la luz que avanza[96]. Es cierto que el mundo avanza hacia caminos democráticos más amplios cada vez; pero la zona de sombras es, todavía, densa[97].

            Se requiere, así mismo, la confluencia de voluntades económicas que entiendan el dinero desde parámetros de solidaridad. Las múltiples economías alternativas (el bien común, la sobriedad feliz, el decrecimiento, la banca ética y solidaria, etc.) abren sendas significativas, aunque todavía pequeñas en esa dirección porque tienen la certeza de que los datos macroecómicos, el PIB por ejemplo, no indican nada, no hacen luz, si no se los combina con la economía real, la economía civil, la del ciudadano de a pie[98].

            Igualmente sería necesaria la confluencia de voluntades culturales en las que se ponga por delante el cultivo del espíritu, entendido este no tanto en el marco de los estrictamente religioso cuando en lo amplio de lo humano. Pretender luz con el espíritu ahogado, muerto, es pretender lo imposible a nivel social[99]. Las tradiciones religiosas, sensibles a esto, puede hacer aportaciones valiosas, el acceso a otra dimensión de la realidad[100].

También se intuye como necesaria la confluencia de las voluntades solidarias ya que la oscuridad se hace más densa en el individualismo y la indiferencia hacia el otro y brota la luz en la solidaridad y la equidad. “Cuando somos capaces de superar el individualismo, realmente se puede desarrollar un estilo de vida alternativo y se vuelve posible un cambio importante en la sociedad”[101]. En este sentido, la nube de voluntariados que envuelve el planeta es un foco de luz sobre los pasos de la persona sobre la tierra[102].

Por su parte, y hoy más que nunca, se hace necesaria la confluencia de las voluntades que tratan de entender, vivir y ofrecer la ciencia en modos humanizadores. Un foco de luz inmenso viene de este lado, siempre que, como decimos, el valor de la persona sea el frontispicio de todo el trabajo científico. “Estas técnicas van a ser una liberación, van a dar lugar a nuevo humanismo”[103].

Finalmente la unión de voluntades creativas puede aportar mucha luz sobre el camino humano desde el lado de la belleza, ya que este elemento está hecho, si es que es belleza, de pura luz. El papel de los creadores de belleza ha sido decisivo para mantener encendida la llama de la esperanza en las épocas más sombrías del caminar humano. Con toda claridad lo siguen soñando los espíritus cercanos a la belleza:  “Vendrá un día en que a medida que se llene de luz la conciencia del hombre, se debilitarán los dogmas que lo esclavizaron desde siempre; y este se irá identificando con el sol cuanto más se aproxime a los ideales de dignidad y libertad humanas”[104].

El texto de Jn 9 propone el caminar común en la luz, del que se hace adalid el humilde Jesús de Nazaret, que propone un camino de luz en la dura realidad de una existencia amasada a las sombras. El milagro de la vida luminosa se van construyendo, paso a paso, con la generosidad de todos. Certezas que acompañan a la lectura del texto bíblico.

 

7. Posibilidad de plenitudes verdaderas en un marco histórico

 

            Las paradojas, como otras figuras literarias, pueden contribuir al ahondamiento del sentido[105]. Por eso cuando, al filo de Jn 11,1ss, se habla de “plenitudes verdaderas en un marco histórico” no estamos jugando con las palabras. Queremos ahondar en una intuición espiritual: aquella que olfatea que en el marco de la historia, con todas sus limitaciones, se puede aspirar a una cuota de plenitud. Lo decimos de nuevo: no se trata de imaginaciones, sino de procesos de ahondamiento Hablar de una plenitud limitada es una paradoja, pero hay que verificar la posibilidad de contenido que encierra. Si esto arrojara un saldo positivo, se podría echar luz sobre muchas situaciones humanas de gran dificultad, la muerte incluida.

            Un sentido de plenitud anida en lo cósmico, realidad que pasa por enormes mutaciones. Efectivamente, cuando se nos describe el final del sol como estrella que tiene fecha de caducidad, la familia galáctica en la que se inscribe la Vía Láctea, el muro del fin del universo, las ondas gravitacionales, la vertiginosa velocidad a la que viaja la tierra envuelta en el inabarcable torbellino del big bang, etc., puede percibirse dos extremos: la enorme limitación, valga la expresión, de este cosmos o su formidable latido de vida[106]. Esta admiración de la vida que late se ve confirmada, en el ámbito de lo minúsculo, por la física de partículas y su increíble mundo. Todo ello, llama a la vida, al formidable afán por mantenerse en el lado de lo que vive porque hasta “el vacío está realmente lleno e impregnado de campos de energía”[107].

            Atisbamos, también, un sentido de plenitud en el marco social y político que pasa por formidables cambios en las relaciones internacionales. Es cierto que el denominador común del egoísmo más cavernario sigue aún vigente en muchos anhelos políticos. Pero la era de total individualismo ha pasado a la historia. Las relaciones se construyen hoy en el entramado de países que forman el planeta. Por eso, los terremotos políticos afectan a todos los países y los logros también. Existe en el fondo de la relación política una búsqueda, a veces en maneras veladas, de una vida que se anhela y que, de alguna forma, se va poseyendo y se va cuidando. No es obstáculo para esta percepción el retroceso evidente que a veces hacen las libertades, incluso en los gobiernos supuestamente democráticos que deberían consagrarlas[108].

            No cabe duda, además, de que en el conjunto de espiritualidades que en el mundo han sido, más allá de sus limitaciones e incluso de sus fratricidas luchas, hay un indudable anhelo de vida y pueden ser comprendidas como una realidad de fuerte componente vital. Esta ha de ser, sin duda, su mejor aportación al devenir del camino histórico, poder llegar a mostrar “la inmensidad del trasfondo de todo objeto y sujeto, que es su única realidad”[109]. Ese trasfondo lleva la marca de la vida.

            Finalmente, hay una plenitud de vida en el mero ser tierra de la persona, en su honda pertenencia a este cosmos a través del ser familia de la tierra. La religiosidad habla de tierra habitada por Dios, de creación[110]. Es justamente en ese “poner su casa en él”[111] donde radica la certeza de que en lo limitado habita la vida, de que esta se pliega a la historia hasta verla ya latiendo en cada instante.

            Tras esta constatación de la posibilidad de vida en marcos de realidad histórica se podrá construir otra espiritualidad más amplia  de vidas plenas, tal como lo sostiene la utopía cristiana[112]. De hecho, esta vida en lo histórico y aquella otra en el anhelo de la fe son parte de una misma realidad: el misterio de la vida latiendo en lo que existe.

 

Conclusión          

 

            Tras esta larga reflexión, recogemos en sencillos asertos lo que creemos constituye el fondo de la cuestión de este tipo de lectura social de los signos del Evangelio de Juan:

  • La lectura social se apoya en la capacidad inspiradora de la Palabra. Ésta, efectivamente, no solamente es inspirada, sino que tiene un formidable potencial iluminador para las situaciones existenciales de la persona. Los signos del Jn se vuelve así potentes reflectores sobre el fondo existencial de lo humano.
  • Por eso mismo, este tipo de lectura abre las puertas de acceso al marco de la cultura secular. Una lectura tal puede quedar inserta en ese marco no como un cuerpo extraño, sino como una realidad asimilable.
  • Esa lectura quiere apuntar lo profundo de la realidad. Los signos de Jn quedan así leídos desde el sótano último de su significatividad alejándose millas de una lectura meramente historicista o banalmente moralizante.
  • De esto modo se logra un tipo de lectura de una cierta racionalidad lo que vuelve tal lectura mucho más “rentable” de cara a la comprensión del texto y también de cara a la comprensión de la realidad de la que lector hace parte.
  • La lectura social demanda al lector situarse en el lado luminoso de la existencia, en modos positivos de comprensión de la realidad. Conecta así con el esfuerzo iluminador que, creemos, anida en el fondo de todo el mensaje del cuarto evangelio.
  • Con este tipo de lectura se amplían los horizontes humanos. Este trabajo de ampliación de horizontes da a la vida un nuevo sesgo, aquel que le hace conectar con la realidad del propio sentido. Vivir es, así, una enorme posibilidad.
  • Finalmente, la lectura social es, a la postre, una lectura espiritual, aunque se aleje de parámetros específicamente religiosos. La espiritualidad es, por ello, una instancia de modificación del hecho social desde dentro, sin ejercer ninguna violencia externa.

 

Creemos que la Facultad de Teología de Vitoria hace hueco a este tipo de investigación en sus cursos y publicaciones. Nos alegramos de ello, lo celebramos y consignamos esta acogida como un elemento actualizador de su actual actividad docente.

 

Fidel Aizpurúa Donazar



[1] Cf F. AIZPURÚA, “A quienes andan dispersos. Una lectura social de las cartas de Pedro”, I (Lumen 56 (2007) 379-406), II (Lumen 56 (2007) 407-433; “Los caminos de una fe social (Sant)”, Lumen 57 (2008) 25-54; “Una lectura social de las cartas de san Pablo. 1 Tes, 1 Cor, Rom, Filp”, Lumen 57 (2008) 341-426; “¿Una sociedad sin clases? Lectura social de la carta a Filemón” Lumen 58 (2009)273-296; “¿Qué Iglesia, qué sociedad? Una lectura social de la carta a los Efesios”, Lumen 58 (2009) 407-429; “Vivir con y para el otro. Una lectura social de la segunda carta de Juan”, Lumen 59 (2010) 77-92; “La construcción de la libertad. Una lectura social de la carta a los Gálatas”, Lumen 60 (2011) 311-335; “Misterio de exclusión. Una lectura social de la carta de Judas”, Lumen 61 (2012) 77-94; “Ver la ciudad con los ojos de Dios. Las ciudades en los Hechos de los Apóstoles”, Lumen 64 (2015) 391-434.

[2] Cursos como “La solidaridad con el género humano. Itinerario bíblico” (2015); “Ejes importantes para una teología de la casa común” (2016); “El porvenir de la religión” (previsto para 2017).

[3] Su teoría queda expuesta en J. SHELBY SPONG, “Las doce tesis. Llamada a una nueva reforma”, en http://servicioskoinonia.org/relat/436.htm (22-8-2016). Básicamente se viene a decir en la Tesis 6 que: “Creo que ahora podemos mostrar que casi todos los milagros atribuidos a Jesús se pueden explicar como versiones expandidas de historias de Moisés, de Elías y Eliseo, o como aplicaciones a la vida de Jesús, con sentido mesiánico, de las señales del Reino de Dios en Isaías. Si Jesús era el Mesías inauguraría ese Reino y, por tanto, las señales que lo anuncian aparecerían en su vida. Así que los milagros serían señales que interpretan a Jesús, no acontecimientos sobrenaturales que infringen las leyes de la naturaleza”. de la naturaleza.

[4] Por ejemplo el postulado de que la materia tiende a la auto-organización, a la autopoiesis, es germinadora de vida. Por eso no estamos en un cosmos, sino en un caos. “El caos es la forma propia de ser, de evolucionar, de crear órdenes nuevos”: D. O’MURCHU, Teología cuántica. Implicaciones espirituales de la nueva física, Quito 2014, 12.

[5] Cf J.J.BARTOLOMÉ, “Reseña de la investigación crítica sobre los milagros de Jesús”, En R. AGUIRRE MONASTERIO, Los milagros de Jesús. Perspectivas metodológicas plurales, Estella 2002, 39. El autor puntualiza que “afirmar como histórico que Jesús hiciera milagros y exorcismos no asegura todavía base histórica a cada uno de los relatos”, 41.

[6] Cf J.R.AYLLÓN, Antropología paso a paso,  Madrid 2013, 29.

[7] Cf “Una lectura política del evangelio de san Juan”, en: http://www.monografias.com/trabajos12/unalectu/unalectu2.shtml (23-8-2016). Sobre el Evangelio de Marcos es clásico el texto de F. BELO, Lectura materialista del Evangelio de Marcos: relato-practica-ideología, Estella 1975. El chileno T. VEERKAMP, La despedida del mesías, parece que trata el tema político desde el cuarto Evangelio (imposible verificación).

[8] En el nuevo “Rito de la celebración del matrimonio” se lee en el nº 54: “El sacramento del Matrimonio que vamos a celebrar ante esta comunidad, es un acontecimiento gozoso. Jesús, el Señor, y María, su madre, también participaron con alegría de unas bodas en Caná de Galilea. Con su presencia   significaban cuánto Dios bendice el amor de un hombre y de una mujer, que se comprometen a construir un nuevo hogar en fidelidad. El agua convertida en vino, adelantando la hora del Maestro, es signo del amor que Jesús-Esposo profesa a la Iglesia-Esposa, por la que derramó su sangre”.

[9] La expresión ya aparece en Jue 11,1; 2 Sam 16,10; 1 Re 17,18 marcando siempre el diferente plano de los interlocutores. Por eso, la retorsión que hace J. STRAMARE , “La risposta dei Gesù a Maria alla nozze di Cana. Il test della ragionevolezza” positivizando la respuesta, “lo que es tuyo, es mío”, 185, nos parece inverosímil.

[10] La expresión “Cualquier cosa que os diga, hacedla” (Ho ti an legê hymin poiêsate: Jn 2,5) viene de Gén 41,55: “Dirigíos a José y haced lo que él os diga” (Kai ho ean hymin poiêsate) La mujer entiende la obra de Jesús como la de un Mesías redivivo con el poder propio de un ser superior.

[11] El lexema de Istamai indica estatismo, fijeza, inmovilidad.

[12] Lithinai es un hápax joánico y texto hápax en el AT: “Dos losas de piedra”: Duo plakas lithinas: Ex 34,1). La conexión entre los dos textos está fuera de duda.

[13] Cuando el término “Judíos” va unido al poder, se entiende que se refiere a los dirigentes (8,31; 11,19; 12,11). Cf J. MATEOS-C.BARRETO, El Evangelio de Juan. Análisis lingüístico y comentario exegético, Madrid 1979, 90.

[14] La ironía joánica respecto a las cantidades en las cuestiones rituales se manifiesta también en textos como Jn 19, 39 (“unas cien libras”: Hosei litras ekaton) donde se ironiza sobre la enorme cantidad de perfumes para embalsamar a uno que está destinado a la vida. La metreta,  en concreto, contenía 38,88 litros: Cf C. VIAL,  Léxico de antigüedades griegas,  Madrid 1983, 146.

[15] Una tradición judía hablaba de que Dios tenía guardado el vino del Mesías tras el trono de su gloria.

[16] Algo parecido ocurre en Mc 5,35-43.

[17] Cf Neh 3,1.

[18] No se ha superado la visión de Ez 37,1-14; los huesos siguen sin revivir. El sueño ezequieliano continúa pendiente.

[19] El dato de los 38 años, en relación con el número 40, está indicando la casi totalidad de la vida.

[20] Como ocurre en otros relatos de signos, tanto joánicos (Jn 11,34) como sinópticos (Mc 10,51).

[21] Como dice el poema de W.E.Henley, citado en la película Invictus sobre la vida de N. Mandela.

[22] Es el último de la lista de los treinta y nueve trabajos prohibidos en sábado: «cargar un objeto para llevarlo de un sitio a otro»: Shabbat VII,2.

[23] Obras exegéticas de altura, como la de J. M. VAN CANGH, La multiplication des pains et l'Eucharistie, Paris 1975, aún son deudoras de un cierto historicismo más allá de sus posicionamientos teológicos.

[24] Una interpretación secular del Evangelio abriría más posibilidades de lectura que la meramente religiosa, restringida a sus estrechos límites predeterminados.

[25] Como aparece con claridad en La Misná con el conocido modo rabínico de enseñar en base a la cita y confrontación de las sentencias de los grandes rabinos..

[26] Esta es la segunda Pascua en el EvJn. No hay que olvidar que, en la primera (2,13ss), hubo también una temática que apunta a la economía del lucro del Templo.

[27] Sabemos con exactitud que en Israel en tiempos de Claudio (41-54) hubo una gran hambre al que alude la colecta paulina (Hech 11,28-30). Posteriormente, y más después de la guerra del 70, el hambre no menguó en Israel. Cf J. JEREMÍAS, Jerusalén en tiempos de Jesús, Madrid 1977, 141.

[28] Estamos en una época donde económicamente es imposible la erradicación del hambre. No como la de hoy, donde teóricamente, es posible, se cuenta con los medios económicos necesarios, como lo ha dicho Ban Ki Mun, presidente de la ONU, en muchas ocasiones: http://www.un.org/es/zerohunger/challenge.shtml. De hecho, la pobreza extrema ha bajado en 2012 del umbral del 10%: Cf K. LLANERAS, “El mejor de los mundos”, en El País 31-12-2016 (Ideas 2-3).

[29] “Cada vez que hemos estado a punto de sucumbir en la historia nos hemos salvado por la parte más desvalida de la humanidad”: E. Jünger citado en E. SÁBATO, Antes del fin,  Barcelona 2000, 99.

[30] La figura del “chiquillo” (Paidarion) es joánica, así como la precisión “de cebada”  (Krithinous) y la de los “peces en salmuera” (Opsaria). Elementos para subrayar la pobreza de los bienes que se está dispuesto a compartir.

[31] El “recostarse” (Anapeisen) indica la condición de hombres libres.

[32] La “hierba abundante” (Khortos polys) indica la abundancia

[33] Se comprueba que funciona desde los informes de la FAO que pone el acento del problema no en la producción de alimentos, sino en el reparto, hasta cualquier gesto de previsión humana a favor de otros que genera economía compartida.

[34] «Creámosle al Evangelio», dice el Papa Francisco (EG 278).

[35] Cf http://www.lachristite.eu/archives/2014/09/28/30667437.html (26-1-17).

[36] El relato de la multiplicación en tierra de paganos no lleva emparejado el de la marcha sobre el lago (Cf Mt 15,32-39; Mc 8,1-9).

[37] El episodio de la multiplicación se realiza “al otro lado del mar de Galilea” (Peran tês thalassês tês Galilaias: v.1).

[38] Cf Mt 7,6; 15,26; Mc 7,27.

[39] Esta significación del viento se conoce también en el euroaquilón de Hech 27,14.

[40] La primitiva misión cristiana ha dejado eso en evidencia: cuando se ha lanzado a los paganos es cuando la propuesta del reino ha respirado. Si se hubiera ceñido al marco del judaísmo, las posibilidades de pervivencia de algo que era considerado como una mera “herejía” habrían sido mucho más reducidas.

[41] Cf Is 35,5s; Jer 5,12; Ez 12,2; etc.

[42] J. MATEOS-F.CAMACHO, El Evangelio de Marcos. Análisis lingüístico y comentario exegético II, Córdoba 1993, 237. Cf  Jer 5,21-6,2.

[43] Puede ser entendida como una prolepsis.

[44] Cf Filp 2,8: Heb 4,15.

[45] Como sugiere el poema atribuido a J. J. Borges: “He cometido el peor de los pecados 
que un hombre puede cometer. No he sido  feliz”. Llegar a vivir en una felicidad histórica es la meta de lo humano.

[46] Ciertos sectores espirituales del judaísmo, como los fariseos, creen en la resurrección, como aparece en Hech 23,8.

[47] El plazo para cualquier resurrección son tres días, el tiempo de la certeza que separa la barrera de la muerte (Os 6,2). Superado tal plazo, ya no hay posibilidad de vida.

[48] Las series literarias cargan el sentido en el último elemento de la misma.

[49] Cf. F. AIZPURÚA, La pobreza, ¿maldición o lugar de encuentro?,  en Lumen 41 (1992) 281-296.

[50] Nótese que hablamos más de “las pobrezas”, en plural, que de la pobreza. Y eso no solamente porque el plural abarca más, sino porque sitúan al tema de la pobreza en el ámbito de lo social que es el verdadero ámbito de decisividad del tema.

[51] Cf I. ELLACURÍA, “El reino de Dios y el paro en el tercer milenio”, en Concilium 180 (1982) 588-596: «Utopía y profetismo», Revista Latinoamericana de Teología 17, 1989, 170.

[52] Cf Ch. FELBER, La economía del bien común, Bilbao 20136.

[53] Cf Ph. RABHI, Hacia una sobriedad feliz, Madrid 2014.

[54] Cf S. LATOUCHE, La hora del decrecimiento”,  Madrid 2011.

[55] EG 186-216.

[56] “No dejéis morir a los viejos profetas pues alzaron su voz contra la usura que ciega nuestros ojos con óxidos oscuros, la voz que viene del desierto, el animal desnudo que sale de las aguas para fundar un reino de inocencia, la ira que despliega el mundo en alas, el pájaro abrasado de los apocalipsis, las antiguas palabras, las ciudades perdidas, el despertar del sol como dádiva cierta en la mano del hombre”: J.A.VALENTE, “No amanece el cantor”.

[57] LS’ 66 todavía emplea ese esquema.

[58] Cf Lc 17,20-21.

[59] Esto ha quedado ya de manifiesto hace tiempo en la publicación de la obra de  BERGER, P. L.-LUCKMANN, Th., La construcción social de la realidad, Buenos Aires 1986.

[60] A. CORTINA, “Amistad cívica”, El País  (6 de mayo de 2008), 28.

[61] LS’ 93.

[62] ORTEGA RUIZ, P., “La educación moral como pedagogía de la alteridad”, en Revista española de pedagogía 227 (2004) 5. «Ser prójimo es constituirse en sujeto moral y esto ocurre cuando nos aproximamos al caído» (R. MATE, El olvido que seremos,  Madrid  2008, 24).

[63] El dinamismo de lucha contra la inequidad ha de llegar incluso a las relaciones con la creación: «No podemos ser testigos mudos de gravísimas inequidades cuando se pretende obtener importantes beneficios haciendo pagar al resto de la humanidad, presente y futura, los altísimos costos de la degradación ambiental» (LS’ 36).

[64] Cf Lc 14,15. “El discipulado cristiano consiste en vivir en este mundo del modo que Cristo vivió en el suyo: tocando leprosos, sacando asnos de la zanja en sábado, cuestionando lo incuestionable y relacionándose con mujeres”: J. CHITTISTER, “Odres nuevos”. Antología de una visión espiritual, Santander 2003, 13.

[65] LS’ 16 habla de «otros modos de entender la economía y el progreso». El modo del decrecimiento, de la economía del bien común, de la sobriedad feliz, de la economía colaborativa, economía circular, etc., son caminos para esa otra manera de percibir la economía. Y en cuestiones de pensamiento político están desde la democracia participativa hasta  la democracia cósmica, caminos utópicos de una política menos sistémica. Hasta el mismo Evangelio puede ir en esa dirección: textos como Mt 25,14-30 hay que preguntarse si el buen siervo, según el Evangelio, no sería el que entierra el talento porque rompe con el sistema, “que recoge donde no esparce”, el cual, evidentemente, lo echa fuera.

[66] El Papa Francisco advierte en LS’ 54 que «la alianza entre la economía y la tecnología termina dejando afuera lo que no forme parte de sus intereses inmediatos».

[67] «El amor a la sociedad y el compromiso por el bien común son una forma excelente de la caridad, que no sólo afecta a las relaciones entre los individuos, sino a las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas» (LS’ 231).

[68] «Lo que Jesús dejó claro es que a Dios lo encontramos primordialmente y ante todo, no por el camino de la “perfección”, ni por el de la “santificación”, ni tampoco por el de la “espiritualización” sino, sobre todo, por el de la “humanización”»: J. M. CASTILLO, La humanización de Dios. Ensayo de cristología,  Madrid 2009, 203.

[69] Temas tan problemáticos, jurídica, legal y moralmente como la fecundación in vitro, la selección de embriones para usos terapéuticos, la eutanasia, etc., han de ser leídos también desde esta perspectiva.

[70] Somos una mota cósmica aislada en el mar de un conjunto de universos. Para hacerse una idea: Aunque Próxima Centauri es la estrella más cercana al Sol, 4,2 años luz sigue siendo una distancia extraordinaria para una nave espacial, que tendría que recorrer 40 billones de kilómetros. La tecnología actual no permite enviar una sonda para explorar este planeta y comprobar si alberga vida. Si mandásemos una nave que viajara a 60.000 kilómetros por hora, que es la velocidad a la que va la sonda Voyager 1, la que más lejos ha llegado [ha salido ya del Sistema Solar], tardaría en llegar a Próxima b 75.000 años. Cf Ch. GALFARD, El universo en tu mano. Un viaje extraordinario a los límites del tiempo y del espacio,  Barcelona 2016.

[71] Sobre todo después de la elección de D. Trump como presidente de USA con sus primeras medidas sobre la industria automovilística y la rescisión del TPP.

[72] Cf OPINIÓN, “Directo hacia atrás”: El País 25 de enero de 2107, 12.

[73] Cf EG 53.

[74] La ONU es un foro de decisión política, por más que sea en muchos casos poco eficaz. Se necesitaría un foro de decisión económica por encima de organismos como el FMI, el BCE o similares. Algo de más calado ideológico y menos ligado a las grandes potencias.

[75] El final del OLPC (One Laptop Per Chile), el ordenador de 100 dólares para los niños de los países en desarrollo no es el final del sueño. Muchos siguen en ello. Cf J. J. TORRES, “OLPC ha muerto, pero no es el final de un sueño”, en: http://gizmologia.com/2014/03/olpc-ha-muerto.

[76] W. SINGER, “Ciencia y tecnología para el desarrollo de los países pobres”, en : http://www.eumed.net/textos/06/singer-tecno.htm (27-1-17).

[77] Cf  “Científicos discuten acceso de países pobres a tecnología espacial”, en El espectador,  7 de marzo de 2016, en: http://www.elespectador.com/tecnologia/cientificos-discuten-acceso-de-paises-pobres-tecnologia-articulo-620760 (27-1-17).

[78] S. CORRAL DELGADO, “Mercado de trabajo y formación”, en eXtoikos 4 (2011) 131.

[79] Las tremendas consecuencias de un mercado concentrado se nos muestran en toda su dureza cuando se nos dice que ocho personas poseen la misma riqueza que la mitad más pobre de la humanidad: Cf https://www.oxfam.org/es/sala-de-prensa/notas-de-prensa/2017-01-16/ocho-personas-poseen-la-misma-riqueza-que-la-mitad-mas (27-1-17).

[80] El dato objetivo de que la pobreza extrema se divide entre seis desde 1960. Entonces el 64% de la gente sobrevivía con menos de 1,9 dólares al día. Ahora son solo el 10%.

[81] “Nos desvivimos en consumir sin que esto calme la inquietud que sentimos en nuestro interior. El consumo de un objeto nos aboca al uso de otro artículo, en una espiral que parece no tener fin”: F. TORRALBA, La sobriedad,  Lleida 2012, 54.

[82] El fenómeno del yihadismo resulta elocuente, fenómeno magnificado por las redes sociales.

[83] Con otros actantes, pero el problema sigue vigente en las tierras bíblicas.

[84] Fuente: RAE.

[85] González Liliana “El imperialismo cultural y los procesos de integración latinoamericanos”. En línea. Disponible en: http://www.redalyc.org/articuloBasic.oa?id=199016809009 (27-1-17).

[86] Cf R. MATE, “La herencia del olvido”, en El País 18-1-2009: http://elpais.com/diario/2009/01/18/opinion/1232233205_850215.html (27-1-17). Ver su obra: La herencia del olvido,  Barcelona 2008.

[87] Es el “difícil perdón” del que hablaba P. Ricoeur (Cf F. TORRALBA, La paz,  Barcelona 2014, 74).

[88] J. RUBIO ARRIBAS-R.J. SORIA BREÑA, “La construcción social de la diferencia”, en: https://pendientedemigracion.ucm.es/info/nomadas/7/jarribas.htm (27-1-17).

[89] Como ocurre en Jn 6,16-21 por parte de los discípulos.

[90] J. FERNÁNDEZ, Ser humano en los conflictos, Madrid 2006, 41-42.

[91] Cf P. GÓMEZ TENA, “Un ideal integrador para un entorno complejo” (Facultad de Teología de Vitoria 2017. Manuscrito).

[92] Cf LS’ 16, 91, 117, 138, 240.

[93] M. CORBÍ, Hacia una espiritualidad laica, Barcelona 2007, 290.

[94] Cf E. MELER, El camino del cisne: estudios sobre Heidegger,  Madrid 2010, 160.

[95] Cf N. DOMÍNGUEZ, “Un enorme vacío hace que nuestra galaxia viaje a dos millones de kilómetros por hora”, en El País,  31-1-2017 (id.).

[96] “Los datos señalan que la humanidad está en la mejor situación de su historia y, sin embargo, la mayoría cree que el mundo empeora”: K. LLANERAS-N.CARRETERO, “Las paradojas del progreso: razones para el optimismo”, en El País-Ideas 31-12-16, 3.

[97] Según “Cifras para un mundo mejor” en El País-Ideas 31-12-16, 2, en 1900 solamente el 12% de la población mundial vivía en países democráticos; en 1950 eran el 31% y en 2015 eran ya el 53%.

[98] De ahí propuestas como la de S. ZAMAGNI propiciando una economía civil como modo de humanizar el mercado, en: Op.cit., 37ss.

[99] Es lo que pretendía hace años aquel “manifiesto contra la muerte del espíritu” de J.R.PORTELLA y A. MUTIS: http://www.elmanifiesto.com/manifiesto/texto_manifiesto.asp (31-1-17).

[100] Cf M. CORBÍ, Op.cit.,  289.

[101] LS’ 208.

[102] Cf A.VV., “Hacia una cultura de la solidaridad”, en: Documentación social 106 (1997) 181-211.

[103] Cf J. ELOLA; “Rafael Yuste”, en  El país Semanal,  22-1-17, 52.

[104] O. ELYTIS, “Discurso pronunciado en el recibimiento del Premio Nobel de Literatura 1979”, en: file:///C:/Users/PC/Documents/Varios/Osysseas%20Elytis%20(discurso).html (31-1-17).

[105] La poesía la suele utilizar con una cierta frecuencia. Cf el poema “Bendito fue aquel maldito instante” de C.C. Juárez Delgado.

[106] Todos estos datos son asequibles en el ensayo de divulgación de Ch. GALFARD, El universo en tu mano,  Barcelona 20162.

[107] R. BACHILLER; “Partículas y espacio vacío”, en El Mundo 25-1-17, 6.

[108] Cf S. LEÓN, “La insoportable levedad”, en El País, 1-2-2017, 2.

[109] M. CORBÍ, Op. cit., 290.

[110] Según la distinción del Papa Francisco entre naturaleza y creación: LS’ 76.

[111] Cf Jn 14,23.

[112] Cf Ap 21,4.

Lectura social de 10 iconos del evangelio de Lucas

“ANDA, HAZ LO MISMO” (Lc 10,37)

Una “lectura social” de diez iconos del evangelio de Lucas

 

            El evangelio de Lucas ha acuñado una serie de “iconos” que han logrado una cierta prestancia en los tratados de espiritualidad cristiana[1]. Son textos propios de Lucas que todavía suscitan un eco indudable en la reflexión cristiana[2]. ¿Cómo estos textos adquieren una categoría de iconos? En primer lugar por su hechura literaria ya que perfilan una “retratos” que resultan elocuentes para el lector y contienen alta capacidad de evocación. Y, en segundo lugar, porque el uso espiritual y pastoral los ha “consagrado” como lugares de reflexión espiritual capaces de alimentar, hoy también, el anhelo del seguimiento de Jesús.

            Estos iconos reciben, generalmente, una lectura espiritual no tanto moral. Su capacidad de evocación es la que dinamiza ese tipo de lecturas. Huelga decir que este tipo de lecturas son perfectamente válidas y útiles en la medida en que profundizan en la reflexión. Pero nosotros intentaremos hacer una lectura social. Esta lectura es aquella que mira a la realidad y desde la realidad con el texto bíblico en la mano. Más que de un método se trata de una sensibilidad que intuye que la mezcla de la Palabra ahondada con la realidad social discernida puede ser altamente provechosa. Es cuestión, así mismo, del logro de una perspectiva que conecte con facilidad el imaginario del texto leído con el del mundo que vive el agente lector; sin esta conexión, el texto arriesga la infecundidad. Es, en fin, un anhelo, aquel que pretende hacer que el texto llegue a lo más profundo de la intimidad personal y ese pueda ser el cauce para una vivencia recreada del Mensaje.

Más en concreto, nuestra lectura social derivará en la búsqueda de elementos para configurar una ética evangélica. Este asunto es decisivo para la comprensión del cristianismo primitivo y del actual[3]. Efectivamente, el evangelio no busca sobre todo admiradores, sino seguidores. Y el seguimiento en comunidad engloba tanto la conducta real como la conducta exigida por normas y valores. Sabemos que los dos valores fundamentales del ethos cristiano primitivo han sido el amor al prójimo y la renuncia al estatus[4]. Pero a nosotros nos interesa ver cómo se articulan esos valores en los relatos icónicos de Lucas. Es cierto, en ese caso, lo que dice G. Theissen: “El ethos es el significado del mito en el lenguaje de la conducta”[5].

Amparados en la capacidad inspiradora de la Palabra esperamos ver cómo los iconos lucanos iluminan aspectos de la vida social que, a priori, no uniríamos con el texto evangélico. Pero el componente especular de todo relato hace que, aun lo lejano en el tiempo, reciba desde una lectura específica una luz que pueda colaborar a incluirlo en las actitudes éticas del presente.

Una última salvedad es aquella que afecta a la estructura de lo que se denomina “la obra de Lucas”, Evangelio y Hechos[6]. Es una obra que trata de seguir la pista de la humilde semilla del reino sembrada por Jesús y los suyos en los campos de Galilea hasta que esa semilla llega a su lugar natural, el corazón de paganismo, Roma, por mano de los primeros misioneros de la fe, singularmente Pablo. Es pues un amplio itinerario con su inicio, su cenit en la primera misión y su conclusión en Roma. Nosotros solamente tratemos de los iconos de la primera parte de la obra lucana (los Evangelios). Sería muy bueno que, en un segundo paso, se trabajasen los iconos de los Hechos.

 

1. El icono del amor agradecido: Lc 7,36-50

 

            Este texto se inscribe en el largo período de la misión de Jesús en que trata de construir una alternativa al mesianismo religioso-político del judaísmo, el mesianismo de la entrega y del amor (Lc 6,12-9.50): es una empresa titánica y con poco resultado ya que modificar parámetros religiosos es algo muy difícil porque estos tienden a la esclerosis y al anquilosamiento. El primer de los mesianismos es el que, asentado ideológicamente en la religión, piensa que el pueblo judío llegará a ser el centro del mundo expulsando y dominando a cualquier invasor hasta instaurar una teocracia con aspiraciones de universalidad. Es el mesianismo censurado en el episodio de “las tentaciones en el desierto” (Lc 4,1-13). El segundo es el asentado sobre “la fidelidad a Dios entendida como servicio a los hombres…y la exclusión de todo afán de dominio sobre los demás”[7]. Es decir, el Mesías no va a ser ni un general triunfador ni un caudillo nacionalista.

            Por eso, en la nueva espiritualidad del mesianismo entregado va a tener un papel decisivo la postura ante los excluidos. Para el mesianismo nacionalista-religioso la cuestión es meridiana: los excluidos, los descartados, no tienen lugar en los planes del mesianismo político. Quedan fuera, no tienen nada que aportar, son un peso. Para el mesianismo de Jesús, no solamente tienen un puesto sino que tal puesto es central. Y ello por una doble razón: porque Dios los acoge y, además, porque ellos, los excluidos, tienen valores que el sistema no sabe desvelar.

            De ahí que la escena en casa de Simón presente dos figuras antitéticas: la de la mujer agradecida y la del fariseo exclusor. La primera viene representada en modos que  desvelan el valor del amor que está por encima de las exclusiones sociales. Efectivamente, la mujer “Riega los pies con sus lágrimas…los seca con el pelo…los unge con perfume” (Brejein tous podas autou tois dakrysin kai tois thrisin tês kephalês autês esemassen kai katephilei tous podas autou kai êleiphen to myrô: v.38). Es difícil sustraerse a la relación de esta serie de expresiones con textos del Cantar de los Cantares: “Mi nardo despedía su perfume” (Cant 1,12); “con tu pelo cautivas a un rey” (Cant 7,6). Es decir, hay un valor de amor en el excluido que se transparenta en sus gestos. Ese valor no es otro que el amor, elemento decisivo en la espiritualidad del mesianismo de Jesús.

            Su oponente es el fariseo Simón, un hombre circunspecto que razona “para sus adentros” (En eautô: v.39)[8]. El sistema tiene miedo a razonar limpiamente hacia afuera, es de pensamientos ocultos. De acuerdo con su manera de pensar, se niega a Jesús la categoría de “profeta”, lo que le desautoriza para proponer mesianismos alternativos, porque no sabe “quién es la mujer que le está tocando” (Hê gynê hêtis haptetai autou). Entramos en el meollo de la cuestión: ser tocado por el excluido es compartir su destino, su impureza legal. Y tal impureza bloquea el acceso a la propuesta del mesianismo político maridada con la religión que excluye. De donde se deduce que Jesús, con su “inconsciencia”, no es Mesías autorizado para nada.

            La pequeña parábola del prestamista que tenía dos deudores pivota sobre el término “agradecer” (Agapesei: v.42)[9].El agradecimiento va en proporción con el perdón de la deuda. Es un agradecimiento que parte de la experiencia de perdón, de alguien que ha comprendido el valor del perdón y la causa del mismo: la certeza de la dignidad de toda persona, sobre todo de la más herida, considerada por aquel que perdona. La mujer ha comprendido el valor de su dignidad por la fe en el Dios que perdona y que Jesús ejemplariza: viendo a un Jesús que perdona, la mujer sabe que Dios le ha perdonado. Se verifica en Jesús lo que afirma J. Sobrino: “De Jesús impactaba la misericordia y la primariedad que le otorgaba: nada hay más acá ni más allá de ella, y desde ella define la verdad de Dios y del ser humano”[10]. La misericordia de Jesús es cauce para historizar la misericordia de Dios[11]

            La respuesta cauta de Simón. “supongo que aquel a quien se le perdonó más” (), deja ver que la evidente argumentación de Jesús no le ha convencido. El sistema se muestra inflexible en sus planteamientos: el débil ha de ser excluido, el pecador nada tiene que ver en el futuro reino del Mesías. La prolija argumentación ad hominem que construye Lucas (vv.44-47) se percibe como totalmente inútil. Por mucho que Jesús proponga otra manera de enfocar el mesianismo, ésta no tiene cabida en el sistema pétreo de quien se sabe dueño del sistema y de las reglas que él impone.

            Es interesante subrayar la pregunta sobre la identidad de Jesús del v.49: “¿Quién es este?” (Tis outos estin hos kai hamartias aphiêsin. Se preguntan no solamente con sorpresa, sino con una cierta contrariedad ya que tergiversa los planteamientos del sistema establecido y admitido por todos. Trastocar lo establecido causa perplejidad a quien, desde siempre, ha admitido el planteamiento oficial sin ocurrírsele cuestionarlo. Pero en ese cuestionamiento se halla la originalidad de Jesús, su “profetismo”[12].

 

            Derivación: Una “atención amante” ante la exclusión

 

            No habrá manera de imaginar procesos de inclusión si, a la base, no se entiende que los humanos somos corresponsables entre nosotros, que pertenecer a la familia humana conlleva, de salida, la preocupación por el otro y que tal preocupación no es algo supererogatorio sino, simplemente, exigible. Lo dice de forma magistral el filósofo R. Mate: “Emerge una original “teoría com-pasiva”, entendiendo por com-pasión, como ya se ha dicho, no la lástima, sino la respuesta a la pregunta que nos dirige el que sufre un daño inferido por el hombre. El mundo actual es el resultado de la acción del hombre y, en ese sentido, una herencia. Todos heredamos el pasado, sólo que unos heredan las fortunas y otros los infortunios. Pero entre las fortunas y los infortunios hay una relación. Nacemos, como dice Benjamin, con responsabilidades adquiridas. El sufrimiento que nos individualiza es la herida que nos ha causado el otro o que causó el abuelo del otro a mi abuelo y que nosotros, de alguna manera heredamos. Com-pasión, es aceptar la pregunta que nos dirige el otro, que nos pregunta por lo suyo y en cuya respuesta nosotros nos convertimos en sujetos morales. No es el rostro del otro, es la pregunta del otro la que permite que arribemos al continente de la propia subjetividad”[13]

            Jesús es uno que hereda los infortunios, por eso se pone en el lado de la exclusión. Y en esos infortunios descubre la “fortuna del amor”, de los innegables valores de los excluidos. Él ha nacido con responsabilidades adquiridas y ha asumido tales responsabilidades haciendo de ellas el cimiento de su sueño mesiánico. Así es, la respuesta que damos al sufrimiento del otro nos hace sujetos morales,  nos dice qué clase de persona somos. Jesús ha hecho suyo el sufrimiento de la exclusión de la mujer con lo que desvela su talla moral. La pregunta por el otro le ha hecho llegar a su propia subjetividad, al sentido de su mesianismo. La cuestión decisiva “¿Quién éste, que hasta perdona pecados?” (v.49) ha de entenderse: ¿Quién es este que asume el sufrimiento del otro hasta, haciéndolo suyo, convertirlo en exigencia de justicia?

            El papa Francisco ha acuñado una expresión singular en la relación con los excluidos: atención amante: “Nuestro compromiso no consiste exclusivamente en acciones o en programas de promoción y asistencia; lo que el Espíritu moviliza no es un desborde activista, sino ante todo una atención puesta en el otro «considerándolo como uno consigo». Esta atención amante es el inicio de una verdadera preocupación por su persona, a partir de la cual deseo buscar efectivamente su bien. Esto implica valorar al pobre en su bondad propia, con su forma de ser, con su cultura, con su modo de vivir la fe. El verdadero amor siempre es contemplativo, nos permite servir al otro no por necesidad o por vanidad, sino porque él es bello, más allá de su apariencia: «Del amor por el cual a uno le es grata la otra persona depende que le dé algo gratis». El pobre, cuando es amado, «es estimado como de alto valor», y esto diferencia la auténtica opción por los pobres de cualquier ideología, de cualquier intento de utilizar a los pobres al servicio de intereses personales o políticos. Sólo desde esta cercanía real y cordial podemos acompañarlos adecuadamente en su camino de liberación. Únicamente esto hará posible que «los pobres, en cada comunidad cristiana, se sientan como en su casa. ¿No sería este estilo la más grande y eficaz presentación de la Buena Nueva del Reino?». Sin la opción preferencial por los más pobres, «el anuncio del Evangelio, aun siendo la primera caridad, corre el riesgo de ser incomprendido o de ahogarse en el mar de palabras al que la actual sociedad de la comunicación nos somete cada día»[14].

            Sin esa “atención amante” no brotará la preocupación por el otro. No ha de extrañar que en Lc 7,36-50 haya una gestualidad que evoca el amor. Sin tal amor, no brota la responsabilidad. Desde ahí se habla de una “belleza”, de una luz que brilla en lo oscuro de la historia empobrecida[15]. El amor es el que otorga el valor a las pobrezas. Sin él, no habrá manera de superar el pétreo muro de la pobreza social y desde tal amor se puede pensar en caminos de liberación es capando del “mar de palabras” que, al final, no llevan a nada.

            ¿Cómo generar en nuestros caminos diarios un tipo de mirada que se conduele del dolor ajeno? En primer lugar animándose a renunciar a la supremacía de la cultura occidental, creyendo que sus modos de vida son los mejores con exclusión de otras maneras de ser y de vivir. Un absurdo occidentalismo que se ha colado en todos los poros del tejido social llevando a creer que lo distinto, lo de otro color, otra religión, otra economía, otra moral, era peor que lo nuestro y, por lo mismo, rechazable. No es fácil ver que el sufrimiento de quien se sitúa en ese otro ámbito. Y, además, esa postura ha llevado emparejada la conciencia de que, por ser lo mejor en sí mismo, habría de ser lo mejor para todos. Tal certeza ha generado la imposición de una universalidad que ha alimentado, aún alimenta, nuestra idea de relación con otros pueblos, de misión, de evangelización. Más que dar justa salida al sufrimiento del otro, este planteamiento ha contribuido, con demasiada frecuencia, al aumento del sufrimiento ajeno. Por lo tanto, la comunidad de Jesús habría de ir fraguando actuaciones explícitas de acogida cultural y de pluralismo religioso para que los sufrimientos de las personas puedan ser trasvasables a nuestra espiritualidad, a nuestra sensibilidad.

 

2. El icono de la compasión laica: Lc 10,25-32

 

            El texto se inscribe en el largo apartado lucano del viaje a Jerusalén (9,51-19,46) y más concretamente en la parte central del viaje (10,25-13,30) donde Jesús hace una enseñanza matizada sobre los valores del reino a los discípulos y a las multitudes. Al hacer esta enseñanza en una indudable dialéctica con los poderes religiosos establecidos, es normal que los valores de dicho reinado de Dios tengan, en la catequesis evangélica, un indudable componente secular, laico, diríamos hoy. Quizá parezca impropio aplicar esta clase de categorías al discurso lucano, pero, leído desde nuestra perspectiva, no solo la denominación, sino también los contenidos, tienen esa impronta “no religiosa” que los desplaza hacia la secularidad.

            No es de extrañar que el punto de partida de la hermosa parábola del samaritano para de un “jurista” (Nomikos: v.25), un especiales en nomoi, experto en la ley mosaica y en sus interpretaciones cotidiana[16]. Si quiere “ponerlo a prueba” (Ekpeirazôn auton: v.25) es para medir su conocimiento popular de la ley y de ahí establecer no solamente la ortodoxia de su doctrina, sino también sus avales para ser maestro de la gente, aunque sea a nivel popular. Representa a quienes se arrogan el saber, la ortodoxia, el sentido y, por lo tanto, los que terminan diciendo quién está y quién no lo está con Dios y su reino. Ellos dicen qué es el reino, tienen pretensiones sobre Dios, sus valores son los que Dios mismo acepta. Dominan a Dios. Jesús se sacudirá esta “opresión” proponiendo un comportamiento compasivo sin el componente religioso.

            Más aún, los antitipos del compasivo serán “un sacerdote-un clérigo” (Hiereus tis…levitês: vv.31.32), es decir, el bloque religioso. El caído en el camino “bajaba de Jerusalén a Jericó” (Katebainen apo Hierousalêm eis Hierikhô: v.30), o sea, era un usuario del mecanismo religioso, del Templo. Eso no fue suficiente para que el bloque religioso se moviera a compasión. En definitiva: la religión tiende a no ser realmente compasiva, a desentenderse del necesitado, por mucho que predique y practique la limosna y la caridad, realidades que no terminan de llegar a la necesidad del caído en el camino. Necesita algún elemento de componente antropológico y social que le lleve al terreno del socorro real de la persona.

            Efectivamente, del samaritano no se dice que fuera religioso o no lo fuera. En la descripción de su acción compasiva no suena ningún concepto religioso. Su “conmoción” (Esplagkhnisthê: v.33) y el subsiguiente mecanismo de comportamiento compasivo no tienen otro motor que la evidente necesidad del caído en el camino.

Así es, todos los pasos dados por el samaritano compasivo apuntan a la base antropológica de la persona: al “vendar las heridas echándoles aceite y vino” (Katedêsen ta traumata autou epikheôn elaion kai oinon: v.34) se desvela el cuidado de quien está dispuesto al gasto de algo que toca a la economía real, ya que el aceite y el vino eran bienes de alto valor en la época; la persona caída merece el empeño de los componentes económicos de la sociedad.

Al “montarlo en la propia cabalgadura” (Epibibasas de auton epi to idion ktênos: v.34) se trastruecan los roles sociales: el “señor” que cabalga es el caído, mientras que el siervo que camina a pie es el dueño de la cabalgadura; se visualiza el cambio de estatus al que apunta la composición humanizadora.

Al llevarlo a la posada y pagar por él (Êgagen auton eis pandokheion…apodôsô soi: vv.34.35), se verifica quién es, realmente, el que tiene derecho a los bienes económicos de la sociedad, a un reparto a contrapié: es el caído quien ha de disponer los bienes económicos para salir de su situación de debilidad humana y social.

Todo un entramado de comportamientos que hablan de la inversión de valores que se da en el reino cuando se tiene delante a la persona en necesidad. Esos valores apuntan más a la justicia que a la simple caridad, al derecho de la persona en necesidad que al paternalismo del poderoso, a la exigencia de dignidad que está a la base de toda acción de igualación económica.

La conclusión es tajante: “Pues anda, haz tú lo mismo” (Poreuou kai su poiei homoiôs: v.37b). Se propone una concepción de la ética en modos no religiosos, incluso opuestos a una cierta religión oficial y en maneras alternativas al sistema, a la nomos vigente[17]. No es una mera invitación sino un tajante requisito para entender por dónde va la ética evangélica. La compasión social no es algo que queda a la voluntad de cada uno, sino que es condición sine qua non para acceder al reino. 

 

            Derivación: La ética en la hora de la laicidad

 

            Situar le narración de Lc 10,25-37 en el marco de la laicidad puede parecer excesivo. Pero, apoyándonos en la capacidad inspiradora de la Palabra, hacer una lectura social de ese texto puede ser algo iluminador. Por otra parte, más allá de malentendidos y sospechas, la evidencia de que vivimos en una sociedad laica se impone. Conviene hacer algunas precisiones.

            Lo primero que conviene hacer es deslindar la laicidad y el laicismo del contenido negativo generado por una religión a la defensiva. “El laicismo no es un movimiento social o político cuyo objetivo sea la aniquilación de las religiones en todo el mundo ni su finalidad es promover la destrucción física de cualquier símbolo religioso”[18].

            Además, las tesis principales del laicismo se pueden resumir del siguiente modo: la libertad de conciencia para todos, incluidos los agnósticos y ateos; la igualdad de todos ante la ley sin privilegios por motivos religiosos ni discriminación para nadie por su pertenencia a una determinada religión; la separación efectiva de las Iglesias y los Estados y finalmente, la neutralidad del Estado en materia religiosa y moral. Todo esto ha de quedar insertado en un sistema democrático: “Una democracia, como ha señalado acertadamente P. Flores d’Arcais[19], en la que ningún dios inspire las leyes civiles promulgadas por el Parlamento”[20]. En ese tipo de sociedad, la tolerancia es gran virtud y el baremo de la verdad. La laicidad, pues, trata de garantizar el pluralismo moral y religioso en la sociedad con respeto a la libertad de conciencia individual.

            No cabe duda de que, sin ingenuidad, la ética laica es en la sociedad secular la base de cualquier otra ética y su garantía. Por eso, “la Iglesia debiera aventurarse por rutas casi sin abrir por nuestra sociedad, que recrean la laicidad: la del coraje y la convicción tolerante, la de la recuperación de las sabidurías históricas espirituales, la del valor inalienable de cada cultura. En una palabra, la ruta de un ‘nosotros’ inclusivo que no renuncia a escuchar los dolores del mundo y en ellos el sufrimiento kenótico del Espíritu de Vida”[21].

La consecuencia es clara: “en la nueva sociedad cultural, somos libres para organizar nuestra vida colectiva y familiar como convenga, y somos igualmente libres para organizar nuestros grupos religiosos de la manera más adecuada para nuestro caminar hacia los campos del silencio, el amor incondicional y la libertad. Hemos tenido que aprender (todavía estamos en ello) que, en realidad, nunca tuvimos proyectos bajados del cielo, ni recibidos de Dios o sancionados por Él, o suministrados por la naturaleza de las cosas”[22].

Al filo del relato lucano sobre el samaritano compasivo se pueden esbozar los componentes generales de tal ética laica: una economía al servicio de la persona con preferencia por los frágiles sociales; un cambio de estatus por el que considerar al débil social como agente del devenir de la historia y no como carga que molesta y que sería mejor excluir; la promoción de un reparto económico equitativo que aminore y destierre la desigualdad, madre de todos los desajustes sociales.

Es decir, la base de la ética laica, según la perspectiva narratológica del texto lucano, tiene que ver directamente más con planteamientos de economía general que con otro tipo de asuntos como la moral familiar o sexual. Este puede ser también un correctivo interesante a la hora de construir el edificio de la ética. La laicidad puede ser una garantía para el logro de este anhelo.

 

3. El antiicono del necio que acumula: Lc 12,13-21

 

            Presentamos en esta lista de iconos lucanos un “antiicono”. Este neologismo, empleado en el mundo del arte urbano y de las modas actuales, está indicando que su valor narrativo deriva no de su presentación sino de su contraste. Efectivamente, una de las maneras de hacer una propuesta es describir la antipropuesta para que en el subsuelo narrativo brille más lo que se quiere indicar. Algo de esto pasa con el antiicono de Lc 12,13-21: el necio que acumula es la figura de la que hay que huir empujando a mecanismos de desacumulación que hagan visible el aserto de que “la vida no depende los bienes” (Ouk hê zôê autou estin ek tôn hyparkhontôn autou).

            Este texto se inscribe en la parte central del viaje a Jerusalén en que Jesús instruye a los discípulos y a las multitudes sobre el reinado de Dios y sus valores (Lc 10,25-18,30). Como hemos notado en otros momentos, en esos valores tienen un lugar específico los aspectos económicos. Jesús es de los que cree, por intuición popular, que el tema económico y sus orientaciones son realidades decisivas para forjar perspectivas de vida.

            Tal como decimos, la tesis del texto es que “la vida no depende los bienes” (Ouk…hê zôê autou estin ke tôn hyparkhontôn autou: v.15). O dicho de manera positiva: los bienes están al servicio de la vida, de quienes viven. Por eso, los mecanismos de acumulación como fuente de vida so caminos insensatos. La fragilidad de la existencia humana deja ver que los valores de plenitud han de estar en otro lugar que la acumulación de bienes.

            El antitipo del antiicono es un “hombre rico” (Anthrôpos tinos plousoiu: v.16). Le hubiera podido bastar con su riqueza, porque ya era de por sí rico. Pero la imparable ambición le lleva a idear un mecanismo de acumulación que, piensa, le asentará sobre la vida y garantizará un futuro mejor del que ya disfruta. Es el prototipo de quien no puede parar en su dinámica expansiva económica sustentada por el afán de poder, porque, en definitiva, tener más es tener más poder.

            De ahí que ponga en marcha un mecanismo de acumulación “derribaré mis graneros, construiré otros más grandes, almacenaré allí todo mi grano y mis provisiones” (Kathelô mou tas apothêkas kai meizonas oikodomêsô ekei panta ta genêmata mou kai ta egatha mou: v.18). Se destruye la infraestructura que ya le había hecho rico y se invierte en otra que produce mucho más. La acumulación conlleva la destrucción insensata. Y se almacena “todo” (Panta). Nada queda para otros.

            Efectivamente, la finalidad de la acumulación es el mero disfrute del capitalista: “descansa, come, bebe y date la buena vida” (Anapayou phage pie euphrainou: v. 19). Es el hedonismo propio de la conciencia aislada. No entra ahí nadie que no sea él mismo. No hay cabida para otros. La muerte deja a la vista el radical extravío del antitipo. Y con modos populares pero muy realistas se hace la pregunta decisiva: “¿Para quién va a ser?” (Tini estai: v.20).

            De ahí que la conclusión o lección que se desprende del icono esté articulada en la antítesis “rico para sí/rico para Dios” (Ho thêsaurizôn heautô/eis theon ploutôn: v.21). Ser rico para sí es lo que ha desvelado el texto del necio que acumula. Eso queda claro. Rico para Dios no puede traducirse por hacer limosnas religiosas, dinero religioso. El rico para Dios es aquel que construye mecanismos de igualación de tal manera que la riqueza sea patrimonio común de lo humano. Esa es la riqueza que Dios quiere, la de la sociedad igualitaria. Se trata de asentar la realidad de los bienes económicos sobre una razón de humanidad. 

 

            Derivación: Crítica a los mecanismos acumuladores

 

            El tema de la acumulación y, en concreto, los graneros que acumulan hunden sus raíces en los años del neolítico. Efectivamente, “la construcción de graneros pudo haber sido el rasgo más importante del creciente sedentarismo que requería un alto grado de participación de la comunidad en los nuevos estilos de vida. Estos graneros son un primer paso decisivo, y, probablemente, la base técnica definitiva, para el desarrollo de las grandes aldeas agrícolas que surgieron hace entre 9.500 y 9.000 años en Oriente Próximo. En muchos aspectos, la capacidad de almacenar alimentos es el eslabón perdido que faltaba en la cadena de progresos que condujeron a la revolución de la agricultura, y puede ayudar a explicar cómo tanta gente podía vivir junta en una misma aldea”[23]. Con esto estamos queriendo indicar que la técnicas económicas de acumulación hunden sus raíces en las edades fundacionales de la historia humana. De ahí que una crítica a estos componentes esenciales es, en el fondo, una crítica a modos de ser persona que ciertos pensamientos, el evangélico entre ellos, tratan de modificar.

            Esta crítica, lógicamente, no es solo evangélica. Muchas filosofías han tenido semejantes intuiciones[24]. Pero el texto lucano tiene sus matices: no argumenta por razones lógicas, sino por planteamientos vitales. La evidente fragilidad de la vida, de las estructuras históricas  (“te reclaman la vida”: Tautê tê nykti tên psykhen sou apaitousin apo sou: v.20), tendría que llevar a tomar otros derroteros. No está presente la crítica estricta a los mecanismos acumuladores. Eso es lo que habría de aportar una reflexión de hoy.

            Una crítica inicial es aquella que se dirige a los grandes poderes de la humanidad que son poderes por acumulación antes que por gestión. Efectivamente, los países del G-20 controlan el 75% del comercio, y el 85% del PIB mundial[25]. Es decir, todo el poder y todos los bienes se acumulan en manos de una décima parte de los países del mundo. Desde ahí es lógico que se establezcan las políticas económicas y que de ello dependa la precaria suerte de los empobrecidos. Esta situación deja a las claras la “enfermedad por acumulación” que aqueja al panorama internacional actual.

            Un segundo punto de crítica es aquel que se refiere a las estructuras económicas globales, comercio Norte-Norte y a leyes de excedentes que quieren lavar de alguna manera la producción mal repartida. Aunque “el comercio entre países en desarrollo (Sur-Sur) ha crecido con particular fuerza en las últimas décadas”, todavía el 80% del comercio es Norte-Norte y solamente el 10% es Norte-Sur[26]. Estos datos tan generales dan una idea del formidable poder de acumulación de las estructuras económicas. A ello se puede añadir que, en ámbitos más próximos, la UE tiene muchos problemas con los excedentes alimentarios[27]. Son los problemas que genera la acumulación, pues “construir graneros más grandes” tiene sus grandes inconvenientes y costes.

            Está, en tercer lugar, crítica a grandes entidades acumuladoras de dinero que son los bancos y organismos financieros mundiales que se mueven en el parámetro de la economía financiera. Su enorme acumulación monetaria e inversora los hace prácticamente inexpugnables. Como luego diremos, la opacidad de sus almacenamientos de dinero, necesaria, según ellos, para el éxito de sus operaciones, es el lenguaje de quien intuye el bajo nivel de humanidad, su conciencia aislada, ante la problemática real de la vida de los ciudadanos y, sobre todo, de los empobrecidos.

            La acumulación de tecnología es una de las más modernas acumulaciones a la que también apunta la crítica evangélica, ya que estar hoy en el bando de la carencia tecnológica es estar en la zona de exclusión. es la llamada “brecha digital” y sus consecuencias. A nivel mundial hay que decir que en el 2010, de los 1966 millones de internautas conectados, casi el 63% vive en los países industrializados, donde reside el 15% de la población mundial. Mientras que Europa y Estados Unidos suman 501 millones de usuarios, en todo el continente africano la cifra desciende a 110 millones, y estas diferencias se manifiestan asimismo entre hombres y mujeres, ciudad o campo, edades, estatus social, paralelamente a las "brechas" de siempre: el acceso a la sanidad, a la educación, la mortalidad infantil, el hambre, la pobreza[28]. Enormes acumulaciones de decisivas consecuencias.

            Pero también a nivel personal, finalmente, la espiritualidad evangélica expuesta en pasajes como el que nos ocupa, lanza un cuestionamiento sobre los modos de ahorro de la ciudadanía de países desarrollados. El objetivo de ahorrar es, a veces, planificar un futuro que se teme creyendo que tal incertidumbre quedará conjurado a base de acumular dinero[29]. La espiritualidad económica demanda una toma de postura personal en orden a las formas económicas de acumulación amparadas en las estructuras económicas neoliberales. Es preciso  transitar otros derroteros. La Banca Ética es una buena respuesta.

            Se percibe con claridad la conexión entre el texto lucano y la crítica extendida al fenómeno masivo de la acumulación económica. Lo mismo habría que decir de otras “acumulaciones” (culturales, religiosas, políticas, etc.). Todas ellas tienen el denominador común del poder, en sus variadas formas y en su manera única de pretender el dominio de la persona sobre otra persona. Esto resulta indefendible para quien se adhiere a la propuesta de Jesús de Nazaret.

 

4. Un icono “mudo” de liberación de género: Lc 13,10-17

 

            Generalmente se entiende y explica este texto como un relato de liberación de enfermedad, dentro de la actividad curandera de Jesús en la que las primeras comunidades cristianas desvelaron un signo de la llegada del reinado de Dios. Y así es, en efecto. Pero coincide que este icono lucano está inscrito en el perfil de “una mujer que llevaba dieciocho años enferma” (Gynê ên…astheneias etê deka kai oktô:  v.11). Es la persona catalogada como excluida por mujer, por enferma y por su modo “perpetuo” de situarse en una enfermedad sin futuro. Es decir, la obra de liberación que Jesús hace no es solamente una curación, sino una curación de género. La “mudez” de la mujer está “hablando” de una situación que hay que valorar. Es un icono que habla desde su mudez[30].

            Es muy posible que la mujer encorvada tipifique al público sinagogal. “El ‘espíritu de debilidad’  que le ha causado ese estado de postración es la enseñanza sinagogal sobre el precepto sabático[31]. ¿Es mera coincidencia que la opresión sinagogal esté enmarcada en un perfil de mujer excluida? Mantener en este caso el primer nivel de una lectura narratológica nos abre el camino a las derivaciones sociales.

            El relato que se sitúa cerca del centro del viaje a Jerusalén es una especie de tríptico que opone la Ley al reinado de Dios, la norma como cauce de acceso a Dios o el amor y sus extraños valores como mejor manera de entender al Dios que ama a los empobrecidos (vv.10-17; 18-21; 22-30).

            En las marcas del texto, la primera es que el escenario narrativo es el “sábado” (En tois sabbasin: v.10). Narratológicamente es todo el conglomerado de la norma, el edificio de la Ley, las estructuras normativas del judaísmo como religión que configura el hecho social. En tal escenario se sitúa el actante primero que es la mujer encorvada y muda[32].

            Al llevar “dieciocho años enferma” (Astheneias etê deka kai oktô: v.11) quizá se esté queriendo dibujar la inutilidad de un sistema que margina a la enferma, por serlo y por mujer: tres veces seis, tres veces tres semanas excepto el sábado. El reiterado recurso no ha podido con una estructura de marginación, un “espíritu” (Ên pneuma: v.11) que le hace estar “encorvada, si poderse enderezar del todo” (Kai ên sygkyptousa kai mê dynamenê anakypsai eis to panteles: v.11)[33]. Enajenada por otros y sin posibilidad de desarrollo pleno: una imagen de la opresión por causa de una alienación social.,

            La oferta de salud de Jesús tiene el componente de la liberación y que, por su forma pasiva (Apolelysai: v.12) se sugiere que Dios está detrás de tal liberación: “Quedas libre de tu enfermedad” (Gynê apolelysai tês astheneias sou: v.13). Más que un mero milagro de curación es un milagro de reinserción social: como mujer tiene un sitio en la sociedad, como enferma también lo tiene, sea curada o no lo sea. El gesto lucano de “imponer las manos” (Kai epethêken autê tas kheiras: v. 13) es signo de total connivencia con la liberación efectuada, corresponsable en esta liberación[34]. El inmediato efecto de la liberación, “en el acto” (Parakhrêma: v.13), refleja de manera taxativa la verificación de la obra realizada sin peros de ninguna clase. La expresión contiene un sustrato de militancia.

            El oponente a la figura de la mujer liberada es el “jefe de la sinagoga” (Archysinagôgos: v.14) que tiene clara una cosa: de la guarda de la ley depende la estabilidad del sistema[35]. Contravenirlo curando en sábado es poner en jaque el mismo sistema. La figura de la mujer, su situación de marginación, no importa. Su preocupación es la guarda de la norma que sustenta su posición y, con ella, su poder. De ahí que se comprende su “indignación” (Aganaktôn: v.14)[36]. Por  eso mismo, la conculcación del día de precepto es la conculcación de la misma ley[37].

            El argumento ad hominem  que Jesús emplea, más allá de su sencillez agrícola, deja ver el dinamismo de quien quiere seguir en parámetros de opresión: se tiene en cuenta el interés económico, el “buey o el burro” (Ton boun autou ê ton onon: v.15: ), no se tiene en cuenta a la persona oprimida, a la que tiene intacta su dignidad de “hija de Abrahán” (), de persona digna. El obra de “soltarla en día de precepto” (Ouk edei lythênai…tê hêmera tou sabbatou: v.16) deja ver la primacía de toda acción liberadora. “La alegría de la multitud muestra la rebelión de la conciencia popular contra el dominio de los dirigentes”[38].

 

Derivación: La necesaria ética de la liberación de género

 

            No cabe duda de que todo lo relativo al género suscita en los sistemas sociales (políticos o religiosos) una indudable desconfianza[39]. Pero la evidencia, en mayor o menor grado, de la inequidad histórica que ordena todavía la convivencia entre hombres y mujeres hace que, desde muy variadas vertientes, el problema vuelva siempre sobre la mesa de la sociedad y, con frecuencia, con mucha virulencia. Es, ciertamente, una de las grandes cuestiones siempre pendiente en el devenir humano por mucho que haya hecho, al decir de los más optimistas, un innegable avance. La exigencia de una necesaria “liberación” es más que clamorosa.

            Esa liberación ha de estar hecha en función de una valoración realmente igualitaria de la común dignidad y de los comunes derechos. Quizá, como fase previa, haya que manejar el criterio de equidad por el evidente desequilibrio histórico que no resulta fácil de resolver, por mucho que, a nivel de principios, se proclame la igualdad. No nos ha de extrañar que, hoy por hoy, esto se llegue a considerar como un auténtico fracaso de los modernos estados, aquellos que más recurren a su supuesto talante democrático. Hay quien considera esta situación como el mayor fracaso del estado democrático moderno porque evidencia que el llamado desarrollo económico no se traduce en desarrollo de igualdad de géneros sino que lo empeora[40]. De ahí que se propongan “formas políticas que proponen nuevas formas de vinculación a las personas”[41]. De esas nuevas formas de vinculación hay semillas en textos lucanos como el analizado anteriormente.

            Precisamente por razones de masculinidad hegemónica se aplican a las mujeres baremos sociales que no tienen vigencia entre los hombres. Efectivamente, la masculinidad hegemónica está relacionada con el poder: “el poder y la masculinidad se han venido relacionando en un proceso histórico de reproducción mutua, por lo que lo masculino y el reparto y las formas del poder se han venido definiendo mutuamente a lo largo de la historia, de manera que se ha hecho hegemónica una forma de poder ejercida por los hombres, que a su vez los ha seguido colocando en posición de poder y privilegio de generación en generación”[42]. Este parámetro se aplica a la mujer como “objeto de poder” dando como resultados comportamientos que serían inadmisibles respecto a los hombres. Liberar de tal masculinidad, reorientarla hacia parámetros de igual racional es una gran tarea de humanidad a la que se suman los esfuerzos antropológicos de la espiritualidad evangélica.

            Es, sobre todo, hacia la legión de mujeres pobres de la tierra hacia donde habrían de apuntar los esfuerzos liberadores. Asís es, nos referimos a “las mujeres sin trabajo; o las mujeres sobreexplotadas por sus empleadores; las mujeres sin financiamiento para la producción; las mujeres cuyas casas se las llevan las aguas; las mujeres que de por sí no tenían casa; las mujeres violentadas; las mujeres asesinadas porque son mujeres; todas éstas a manos de hombres de sus entornos; las mujeres esclavas sexuales o esclavas domésticas, aunque tengan rango de esposas; las mujeres encarceladas por decidir interrumpir un embarazo no deseado; las mujeres llenas de hijos; las mujeres adolescentes madres; las mujeres niñas abusadas sexualmente; las mujeres viejas desamparadas, sin techo; las mujeres perdidas en su adicción; las mujeres madres y concubinas de hombres enrolados en el narco; o en las milicias del Estado; y que además ya están muertos; las mujeres deudas de esta mortandad cernida a fuerza de dolo y necedad; las mujeres «burreras» que están encarceladas, abandonadas y separadas de sus hijos; las mujeres enfermas (hay que verles los vientres; o las piernas y a todas el semblante y la tez); las mujeres ignorantes de que están enfermas; las mujeres sin dientes, etc”[43].

            Continúa, pues, el “encorvamiento” de la mujer y su mudez, más cuando más se desciende en la pirámide social. De ahí que el potencial de sugerencia del icono lucano de Lc 13,10-17 sigue perfectamente vigente. Pero a su fuerza espiritual hay que sumarle el análisis social. De lo contrario, su vigor queda mermado y como sin fuerza en esta sociedad que ignora el Evangelio[44]. Por el contrario, si se mezcla la crítica sociológica a la sugerencia espiritual eso puede constituir un dinamismo de cambio.

 

5. El icono del perdón difícil: Lc 15,11-32

 

            El “principio de insondabilidad” de algunos textos literarios hay que aplicarlo a la llamada parábola del hijo pródigo[45]. Según este principio hay textos de tal profundidad experiencial que sobrepasan las limitaciones del tiempo en que se redactaron y permanecen evocadores a través de los siglos. Cada vez que un lector se enfrenta con ellos encuentra valores nuevos y son textos que admiten ser leídos desde perspectivas cambiantes. Se vuelven insondables por su hondo contenido experiencial. Creemos que uno de tales textos es este memorable pasaje lucano.

            Con ser lícita, toda lectura lo es, la que se suele hacer habitualmente y que da lugar a la denominación común de “parábola del hijo pródigo” es la que subraya el arrepentimiento y la conversión haciendo de la figura de pródigo el personaje central del relato. Pero la evidencia de que el pasaje contrapone la persona de ley (el hijo mayor) y el fuera de la ley (el menor) poniendo en relación la legalidad y el perdón para insistir en el segundo como valor irrenunciable del reino abre otra vía de interpretación haciendo un lugar central a la persona del padre que perdona siempre, incluso a quien anda fuera de la ley. Eso es lo que puede dar pie a una lectura social: ¿cómo construir el perdón social en situaciones de inmerecimiento? ¿Cómo la sociedad puede perdonar a quien le hiere y a quien constituye una amenaza para ella? ¿No es mejor camino la exclusión y el destierro? ¿Puede el sistema llegar a perdonar a quien anda fuera de sus márgenes y, peor todavía, a quien los contraviene?

            Para desarrollar su tesis (el perdón puede ofrecerse en el sistema si este se humaniza, si deja de ser tan rígidamente sistémico), el autor describe al primer oponente, el pródigo, de manera minuciosa y precisa. Es alguien que divide el patrimonio común (“dame la parte de fortuna que me toca”: Dos moi to epiballon mero tês ousias: v.12), derrocha los bienes comunes (“derrochó su fortuna”: Dieskorpise tên ousian: v.13), planea volver a casa por causa de su hambre, no de su arrepentimiento (“me muero de hambre”: Limô appolymai: v.17) y, lo que es peor, trata de engañar a su padre con un discurso capcioso: muestra arrepentimiento como si este fuera el motor de su vuelta, cuando es realidad es el hambre lo que le hace volver. Trata de engañar a lo que él considera el sistema patriarcal.

            Queda claro en la narración que si se le “trata como a uno de tus jornaleros” (Poiêson me hôs ena tô misthiôn sou: v.19), él se dará por satisfecho, ya que ellos comen y así él también comerá, con lo que solucionará su problema. Tras abandonar el sistema quiere volver a él no porque crea en él, sino porque ve que le puede solucionar su problema.

            Cuando el padre “sale corriendo” (Dramôn: v.20) da una clave de la inversión de valores que va a construir el relato. “Al salir corriendo hasta la entrada del pueblo, el padre se adelanta a la reacción hostil de la población; con sus besos y su abrazo hace ver que el hijo errante está otra vez bajo su protección”[46].

            De ahí se entiende la intervención del padre a partir del v.22 que hace caso omiso de la frase central del metadiscurso del pródigo: “trátame como uno de tus jornaleros” (Poiêson me hôs ena tô misthiôn sou: v.19). El padre sabe que viene por hambre, no por arrepentimiento. Podría despacharlo o tratarle, efectivamente, como un jornalero y, después de trabajar, acceder a la mesa común de la casa. Pero su comportamiento es otro: no solamente la generosidad del perdón, sino la confirmación de la devolución del estatus.

            Efectivamente, se le devuelve “el mejor vestido” (Stolên tên prôtên: v.22), pudiéndose entender el vestido “principal”, el de “antes”[47], “el anillo en el dedo” (Daktylion eis tên kheira: v.22), con lo que puede sellar contratos[48] y las “sandalias en los pies”: (Hypodêrmata eis tous podas: v.22), con lo que se le autoriza para rescates o intercambios[49]. O sea, como decimos, un mecanismo completo de devolución de estatus que queda sellado por un banquete oficial (“celebremos un banquete”: Phagontes euphranthômen: v.23). Es decir, se le devuelve a su situación anterior como si las heridas al patrimonio, a la familia y al sistema patriarcal, sagrado para los antiguos, no fueran tenidas en cuenta[50]. Así es, “el joven era aceptado como miembro de la familia, no como criado o jornalero”[51].

            Con la figura y comportamiento del “hijo mayor” (Huios autou ho presbyteros: v.25) tenemos el otro elemento necesario para la inversión de valores, algo muy propio de la cultura mediterránea Al “no querer entrar” (Ou êthelen eiselthein: v.28) muestra un comportamiento insultante para con su padre y ante todo el pueblo que asiste al banquete. En su discurso desgarrado (vv.29-30) no emplea ni una sola vez el término “padre”. No ha entendido que todo lo del padre es suyo, no ha entendido qué es ser hijo de un padre que ha perdido a alguien querido, y recela de un hermano que, al no tener ya herencia, tendrá que vivir a sus expensas y que, dado el comportamiento perdonador del padre, siempre será una amenaza para sus bienes. Es decir, el sistema despliega su lado más oscuro, mientras la figura del padre se sitúa en la posibilidad más luminosa.

            La evidencia de que alguien “estaba muerto y ha vuelto a vivir” (Nekros ên kai anexêse: v.32) desvela las posibilidades, siquiera escasas, de que el paradigma sistémico se flexibilice y pueda acoger al frágil. Esta acogida pasará siempre por el difícil camino del otorgamiento del perdón social.

 

            Derivación: Una ética de generosidad política para el perdón social difícil

 

            Es requisito imprescindible para generar este tipo de ética para el perdón social difícil el de una fe inquebrantable en las posibilidades de cambio humano. Si se descree de ello, la cosa resulta imposible. Porque, dado el pertinaz comportamiento inhumano de la persona a lo largo de las épocas, la certeza de la imposibilidad del logro de un corazón humano, de «carne», aparece en ocasiones como imposible. La persistencia en el amor político de muchas personas a lo largo de la historia testifica acerca de una inquebrantable fe en la posibilidad de cambio, de mejora, de manera distinta de vivir. Una «nube de testigos» corrobora con su vida, y no pocas veces con su muerte, esta fe. «Son profetas que nos dirigen una palabra viva e inquietante que nos ayuda a salir de la situación engañosa en la que fácilmente quedamos atrapados»[52]. Esa situación engañosa no es otra sino la idea extendida y profundizada de que cambiar a mejor es imposible. Por eso mismo el amor político «canta en la noche», como diría B. Brecht, y resiste al amargor de la vida haciendo que no sea superior al disfrute y a la alegría de vivir entre humanos.

            El problema del perdón social demanda, en primer lugar, una generosidad que apunta no solamente a la estructura personal, sino también a la política. En el texto lucano que nos inspira concierne a lo persona, pero, a partir de ahí, podemos derivar a lo social. Esto se pone de manifiesto de manera explícita cuando el perdón político afecta al ámbito más cercano, cuando en el mismo país, en el mismo pueblo a veces, tienen que convivir víctimas y victimarios que han cumplido ya su condena penal. Los viejos fantasmas, los odios anquilosados y sosegados por la cárcel, los temores a la reincidencia, las heridas nunca cerradas del todo vuelven a surgir con una potencia inusitada. Los trabajos por el perdón político que se sitúe en terrenos de relación posible se hace imprescindible.

Tanto organizaciones públicas como personas privadas (Fernando Buesa, Universidad de Deusto) están empeñadas en trabajar el minado camino de la convivencia entre víctimas y victimarios. Una condición para la memoria y la convivencia es que los victimarios hagan un reconocimiento del daño causado, que quede claro el reconocimiento social del sufrimiento de las víctimas. Y otra condición es que las víctimas, por encima de su hondo sufrimiento, se sitúen en un terreno de una cierta confluencia, lo más alejada posible del odio, la revancha y la venganza.

Por su parte, las instituciones públicas no habrían de subirse a ninguna de las olas en boga para ganar votos. Por el contrario, tendrían que arbitrar caminos posibles de encuentro en situaciones sociales tan difíciles. Y el conjunto de la sociedad habría de trabajar en este difícil camino más por una justicia restaurativa que por otra distributiva. «En medio del debate entre los partidos políticos, las asociaciones de víctimas y los grupos de solidaridad con los presos sobre las distintas opciones, estrategias y medidas

a seguir en la política penitenciaria, la de la justicia restaurativa aparece como una posibilidad muy interesante de generar un «escenario nuevo», por contener dicha categoría unas referencias (focalización en la víctima y sus derechos, apuesta por la reinserción social del agresor, responsabilización de los protagonistas, integrando entre ellos a la propia sociedad…) que debilitan, si no disuelven definitivamente, los nudos gordianos en los que se encuentra la recuperación social de víctimas y victimarios»[53].

            En segundo lugar, otro criterio para una ética de generosidad política es la flexibilización del paradigma, la creencia de que no hay modelos únicos de convivencia, la certeza de que se pueden proponer maneras alternativas, siquiera parciales, para poder llegar a una convivencia en un sistema flexible. La radicalización de los sistemas no lleva más que a la exclusión

            Y, finalmente, una lectura rápida y superficial del acontecer social puede llevarnos a creer que solamente existen modos sistematizados de vida, caracterizados en esta época nuestra por el denominador del poder y del lucro (el tan traído y llevado neoliberalismo). Y es cierto que las estructuras sistémicas van por ahí arrastrando en esa enorme corriente no solamente a quien se beneficia de esta orientación, sino también a quien no quisiera ir por ahí, o eso es lo que dice, y se ve obligado a entrar en el torbellino de un crudo neoliberalismo.

Si fuéramos capaces de construir el mapa de estilos de vida alternativos en nuestra sociedad occidental nos quedaríamos atónitos al ver cómo una tupida red de relaciones y vivencias alternativas está presente en el entramado social. El libro de M. Heras y M. Peiron (coords.), Cambio global en España dedica las páginas 143-151 al mapeo de agentes clave en el consumo sostenible. Asomarse solamente a este aspecto de lo alternativo da idea de la corriente imparable que subyace en el subsuelo de la sociedad. Es cierto que aún no es capaz de subvertir el sistema imperante. Pero este es, de alguna forma, un gigante con pies de barro. Algo diferente alberga en su seno y esto, en su momento, saldrá a la luz. La proliferación de encuentros de economía humanizada, de emprendedores que han puesto en marcha empresas o iniciativas desde valores como la cooperación, la generosidad, el empoderamiento personal o la creatividad, es un hecho. Los congresos de economía consciente, que son foros de reflexión para poner en común y dar a conocer a profesionales de la economía y el emprendimiento, ideas, soluciones y sistemas alternativos a la actual economía, están con frecuencia en nuestras ciudades.

Vemos, pues, que el texto lucano de la parábola del padre que reinserta al pródigo en un sistema flexible y fraterno es una utopía que se está construyendo en muchos flancos del acontecer social. Desde ahí constituye un aliento para todos los trabajos de perdón social, difíciles, pero encajables en la sociedad siempre que la humanidad y la fraternidad sean su cimiento.

 

6. El antiicono de la conciencia aislada: Lc 16,19-31

 

            El texto lucano vulgarmente conocido como el del “rico epulón y el pobre Lázaro”, enmarcado en el viaje a Jerusalén, trata de prevenir de la influencia de los fariseos sobre el grupo de discípulos. Ya se había hablado en 12,1 de la “levadura de los fariseos” (Tês zymês tôn pharisaiôn), personajes de interior corrompido que corrompen a los demás. Pues bien, este distanciamiento que corresponde a épocas posteriores a Yamnia (mirar esto) hace que los fariseos queden definidos como gentes que son “amigos del dinero” (Philargyroi hyparkhontes: v.14), cosa que no se corresponde totalmente con la realidad. Efectivamente (mirar). No obstante, esto le viene bien al evangelista para proponer el antiicono de la conciencia aislada que es la figura del “hombre rico”.

            Este personaje resulta un antiicono por doble partida: por su inaceptable comportamiento en vida y por su tenaz egoísmo en el más allá. El texto es, en este sentido, un relato desgarrado: se tiene la íntima convicción de que, con los ricos, no hay nada que hacer porque son incapaces de vencer la conciencia aislada y porque porfían en mantenerse en ella. Los pobres nunca son de su incumbencia, aunque son ellos los que los generan. (mirar algo de esto en la LS)

            La propensión de los fariseos al dinero (“amigos del dinero”: Philargyroi: v.14) deriva en una cuestión de poder, de “encumbramiento” (To en anthrôpois hypsêlon: v.15). Utilizan su cercanía al dinero para ponerse por encima de la gente considerándose “intachables” (Dikaiountes: v.15) y, desde esa superioridad moral, poder influir en el hecho social. Son los tentáculos de la conciencia aislada que la retroalimenta.

            Esto es lo que desencadena la historia de los vv.19ss[54]. En pocos pero magistrales rasgos presenta los actantes dialécticos de la narración: el hombre rico “banquetea todos los días espléndidamente” (Euphrainomenos kath’hêmeran lamprôs: v.19). No le bastaba ser rico y banquetear de vez en cuando; su conciencia aislada es, además, innecesariamente ostentosa. Su ostentación es el lenguaje del poder[55]. Lázaro, el pobre, sintetiza su pobreza en sus llagas y en su hambre (“cubierto de llagas…hubiera querido llenarse el estómago”: Helhômenos…kai epithymôn khortasthênai: vv.20-21). Hambre y llagas, males reduplicados, situación de extrema pobreza social (hambre) y llagas (física)[56]. Su pobreza es ignorada por el rico, aunque esté “echado en su portal” (Hos ebeblêto pros ton pylôna autou: v.20).

            La narración entra en un terreno peligroso al situar la justicia en un más allá, como si en el más acá fuera causa perdida. Es ahí donde una lectura derivada habrá de esforzarse por resituar la escena. Pero creyendo el autor en el “dogma” de la remuneración la escena, en quiasmo, pinta la situación del pobre (“reclinado a la mesa de Abrahán”: Kai apenekhthênai eis ton kolpon Abraam: v.22) y la del antaño rico (“lo enterraron”: Kai etaphê: v.22). Inicialmente, se ha hecho justicia.

            La escena podría haber quedado ahí, pero se prolonga en una segunda parte donde la conciencia aislada del rico “enterrado” sale a flote en la narración con una potencia extraordinaria que lleva a plantear otro problema que el de la justa remuneración: la tenacidad cruel de quien se entiende y vive aislado aun en el más allá. Esto se muestra en tres pasos: a) “que moje en agua la punta de un dedo y me refresque” (Hina bapsê to arkon tou daktylo autou hydatos kai katapsyxê: v.22); o sea, que yo experimente alivio, sin importarme nada la suerte de otros que también están atormentados por la sed en la gehena; b) “tengo cinco hermanos” (Ekhô pente adelphous: v.28); es decir, que los de mi clan queden advertidos, sin importarme el resto de los habitantes del pueblo; c) “que vaya un muerto a verlos” (Ean tis ek nekrôn anastê: v.31), cosa insólita y nunca acaecida, porque a este mensajero extraordinario sí harán caso.

            Esta andanada de conciencia aislada tiene una triple réplica de una firmeza tal que no deja lugar a dudas: a) hay una “sima inmensa” (Khasma mega: v.26) que hace insalvable el tránsito del más allá al más acá; no puede manipular lo inmanipulable; b) que escuchen a “Moisés y los profetas” (Môysea kai tous prophêtas. Akousatôsan autôn: v.29), ellos son referente suficiente para llevar una vida justa; c) “no se dejarán convencer” (Oude…peisthêsontai: v.31) porque viven en tal aislamiento que nada les importa la situación de los demás.

            Es una parábola sin conclusión explicita pero fácilmente la desvela el lector: con los ricos no hay nada que hacer, viven en tal aislamiento que no les interesa más que lo suyo. Por eso, lo que hay que hacer es huir de ellos, de su pretendía superioridad, como de la peste. El seguidor no entenderá la propuesta de Jesús si su itinerario vital se desliza hacia el mundo de la riqueza. No hay posibilidad de bombardear la conciencia aislada porque es una realidad blindada en sí misma.

 

            Derivación: Una ética que aminore los efectos de la conciencia aislada

 

            Es muy posible que un análisis inmediato lleve a la conclusión de que en el actuar devenir del mundo la conciencia aislada ocupa un centro que nadie es capaz de disputarle. Por eso mismo hay que tratar de construir un modelo ético que, al menos, aminore los efectos del imperio de la conciencia aislada.

            Tiene razón Husserl cuando habla de «la conciencia aislada» entendiéndola como una realidad que «no tiene verdad, por lo que tiende hacia el objeto por la tendencia del deseo. Necesita el objeto para realizarse pero la realización del deseo es la eliminación del objeto con lo que la evidencia del objeto del deseo se derrumba»[57]. En esa definición filosófica se encierra una simple verdad existencial: quien vive en la conciencia aislada está desligado de los demás, alejado de la relacionalidad, instalado en un egoísmo estructural de difícil reorientación. Con palabras más asequibles lo dice el papa Francisco: «El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien»[58].

            Para construir un modelo ético alejado de la conciencia aislada quizá haya que comenzar por un principio de desconexión, de alejamiento. Si se está demasiado cerca de planteamientos aislacionistas, si se hace parte de sus planes de vida, si se les hace el juego y se aceptan sus regalos es muy difícil tener perspectiva para elaborar una crítica a lo inhumano de tal aislacionismo. Habrá que aprender a escapar de la férula de una publicidad machacona en la misma dirección, de un pensamiento único que repite por activa y por pasiva que las cosas son como son y no pueden cambiar, habrá que intentar el discurso que dice que no es el nuestro tiempo para utopías. Estar bajo su influencia es estar atrapados por manera de ver la vida. Es preciso escapar de esta atracción fatal. Y aquí también la conquista individual ha de ser una tarea colectiva.

            Pero no basta con desconectar. A la vez, será preciso elaborar una mística de conexión con el sueño de la conciencia globalizada. Es algo más que ser sensible a la utopía de la aldea global. Es creer que la dignidad creacional nos dota de una especie de conciencia colectiva, común, por la que, además de hacernos ver la interconexión humana y creatural, activa el sentimiento de corresponsabilidad de la que hemos hablado más arriba. Si se logra caminar en esta dirección se alumbrará una potente ética de la corresponsabilidad.

            Para ello será necesario asomarse al interior del hecho social

 



[1] Ver, por ejemplo, el icono del samaritano en el documento del Congreso de Vida Religiosa de 2004 titulado “Pasión por Cristo, pasión por la humanidad”, en: http://www.confer.es/886/activos/texto/wcnfr_pdf_4005-AEEekEEc4Qb5OTEI.pdf.

[2] Algunos han calificado a san Lucas como “iconógrafo del rostro de Jesús”: Cf S. FAUSTI, Una comunidad lee el evangelio de san Lucas,  Ed. San Pablo, Bogotá 3007, 311. Ver también el folleto: “Expresiones de la pastoral al estilo De La Salle” en http://www.lasalleca.org/sites/default/files/EXPRESIONES%20DE%20LA%20PASTORAL%20AL%20ESTILO%20DE%20LA%20SALLE.pdf. En una tradición del siglo VI atribuida a Teodoro el lector se describe a Lucas como pintor de iconos de la Virgen.

[3] Cf G. THEISSEN, La religión de los primeros cristianos,  Ed. Sígueme, Salamanca 2002, 87ss.

[4] Ibid., 88.

[5] Ibid., 87

[6] “El Evangelio de Lucas y el libro de los Hechos de los Apóstoles no constituyen dos obras independientes, destinadas a recopilar datos sobre Jesús (el Evangelio) y sobre la iglesia primitiva (Hechos), a modo de una crónica de hechos y dichos de personajes importantes, sino una obra doble (sólo recientemente se ha empezado a hablar en los círculos de los exegetas de la ‘doble obra lucana’) destinada a la edificación de la comunidad creyente, escrita en forma de díptico: dos libros formando un solo volumen”: J. RIUS-CAMPS, El éxodo del hombre libre. Catequesis sobre el Evangelio de Lucas,  Ed. El Almendro, Córdoba 1991, 21.

[7] J. MATEOS, El horizonte humano. La propuesta de Jesús,  Ed. El Almendro, Córdoba 1992, 66-67.

[8] Aunque su comportamiento despierta dudas: ¿qué hacía una pecadora en el banquete? ¿Quién le franqueó la puerta? “Kathleen E. Corley ha mostrado con muchos datos tanto la sospecha de promiscuidad que recaía sobre las mujeres que tomaban parte en banquetes públicos como la vinculación de los recaudadores de impuestos con los ambientes de prostitutas” J. A. PAGOLA, Jesús. Aproximación histórica,  Ed. PPC, Madrid 2007, n.42, 216.

[9] Traducimos agapesei por “agradecer” con J. JEREMÍAS, Las parábolas de Jesús, Ed. Verbo Divino, Estella 19743, 152.

[10] J. SOBRINO, La fe en Jesucristo. Ensayo desde las víctimas, Ed. Trotta, Madrid 1999, 309-310.

[11] Algo más que un mero “intermediario”: J. A. FITZMEYER, El Evangelio de san Lucas. II: Traducción y comentario. Capítulos 1-8,21, Ed. Cristiandad, Madrid 1987, Cf 705.

[12] Cf J. TOLENTINO MENDONÇA, La construcción de Jesús. La sorpresa de un relato,  Ed. Sal Terrae, Santander 2017.

[13] R. MATE, La herencia del olvido,  Ed. Errata naturae, Madrid 2008, 31-32.

[14] EG 199.

[15] Cf F. AIZPURÚA; “El brillo de lo oscuro: una Pascua para personas corrientes”en  Vida Nueva nº 3.033 (Pliego), 29/4-5/5 2017.

 

[16] Lucas usa el término con frecuencia: 7,30; 11,45.46.52; 14,3.

[17] Se conecta aquí con la adespotía de la que ha habido muchos ejemplos en las éticas de la historia (epicúreos, monacato antiguo, franciscanos, movimientos alternativos actuales): Cf  F. AIZPURÚA, “Discernimiento del compromiso ante las pobrezas”, (Frontera Hegian, 69), Vitoria, 2010, 30-31.

[18] L. M. CIFUENTES, “Fraternidad y laicidad en un mundo multicultural”, Conferencia en el VII Congreso de la Escuela Superior de Franciscanismo de Madrid, Madrid 23 de mayo de 2017 (pro manuscripto).

[19] Cf P. FLORES D’ARCAIS, Por una democracia sin Dios, Ed. Trotta, Madrid 2014.

[20] L. M. CIFUENTES, Art.cit.

[21] J. I. GONZÁLEZ FAUS - F. J. VITORIA CORMENZANA, Presencia pública de la Iglesia. ¿Fermento de fraternidad o camisa de fuerza?, Ed. Centre de Cristianisme i justícia, Barcelona 2009, p.101-102.

[22] M. CORBÍ, Hacia una espiritualidad laica. Sin creencias, sin religiones, sin dioses, Ed. Herder, Barcelona 2007, p.245.

[23] “Los graneros más antiguos del mundo”: en: http://www.solociencia.com/antropologia/09072202.htm.

[24] Ver, por ejemplo, La Epístola 17 de L.A. SÉNECA, Epístolas morales,  Ed. L. Navarro, Madrid 1884, 47-50.

[25] Cf P. PARDO, “Un G-20 con más de 20 desencuentros”, en: http://www.elmundo.es/internacional/2017/07/06/595d4945e2704e4b538b4598.html.

[26] O. ROSLES, Globalización, integración y comercio inclusivo en América Latina, en: http://www20.iadb.org/intal/catalogo/PE/2015/15729.pdf, 18.

[27] “En la actualidad no hay una legislación UE ni orientaciones específicas de la UE sobre cómo aplicar la jerarquía de desperdicios de la UE a los alimentos. En el Reino Unido y Bélgica se identificaron planteamientos nacionales para adaptar la jerarquía a los alimentos, con el siguiente orden de preferencia propuesto: prevención, redistribución entre humanos, alimentos para animales, valorización energética o de los nutrientes por métodos como la digestión anaeróbica (DA), el compostaje y los vertidos. Aunque en principio tal jerarquía de desperdicios alimentarios da la prioridad a la donación y redistribución de los alimentos, en la práctica, en muchos Estados miembros, incluido el Reino Unido, resulta más caro donar los excedentes de alimentos que enviarlos a la DA”: COMITÉ ECONÓMICO Y SOCIAL EUROPEO, “La legislación y las prácticas por las que se rigen las donaciones de alimentos en los Estados miembros de la UE”: en: http://www.eesc.europa.eu/resources/docs/qe-05-14-069-es-n.pdf.

[28]  Internet World Stats (2010).

[29] El FSUG, grupo consultivo de servicios financieros a nivel europeo,  considera que los principales países -entre ellos España- están coaccionando a sus ciudadanos para potenciar los planes de pensiones privados y alerta de su complejidad y de la falta de transparencia sobre sus rentabilidades futuras.

 

[31] J. RIUS-CAMPS, Op.cit., 238.

[32] El segundo actante será el jefe de la sinagoga: v. 14.

[33] Una spondylitis ankylopoetica dicen los técnicos.

[34] “La imposición de manos, como signo de curación, es un gesto desconocido en el Antiguo testamento y en la literatura rabínica, pero sí aparece en la literatura de Qumrán (1QapGen 20,28-29): J. FIZTMEYER, Op. Cit. Vol I, 470. Cf Lc 4,40; 5,13.

[35] “Se trata de un título honorífico que sólo recibían los miembros de la comunidad judía en agradecimiento por la donación de un espacio de reunión y oración (normalmente su casa)”: J. MURPHY-O’CONNOR, Pablo, su historia, Ed. San Pablo, Madrid 2008, 144.

[36] La capacidad representativa del sábado, lo mismo que la circuncisión, de todo el sistema legal y creyente del judaísmo queda fuera de duda.

[37] El diálogo asimétrico jefe de sinagoga-gente/Jesús-judíos muestra con más claridad la tensión dialéctica de la escena.

[38] NUEVO TESTAMENTO, J. MATEOS (trad.), Ed. Cristiandad, Madrid 1987, 368. Por otra parte, el uso del impersonal edei está queriendo indicar que tal acción liberadora tiene el respaldo del mismo Dios.

[39] Las condenas de llamada ideología de género  por parte de los papas Francisco, Juan Pablo II y sobre todo Benedicto XVI es elocuente: Cf BENEDICTO XVI, “Discurso del Santo Padre Benedicto XVI 
a la Curia Romana con motivo de las felicitaciones de Navidad”  21 de diciembre de 2012.

[40] Cf N. ALABAO, “El cuerpo de las mujeres es un lugar en el que se manifiesta el fracaso del estado”: en: http://ctxt.es/es/20170315/Politica/11576/Feminismo-Violencia-de-g%C3%A9nero-Rita-Laura-Segato-La-guerra-contra-las-mujeres-Nuria-Alabao.htm. Ver también: R. L. SEGATO, La guerra contra las mujeres,  Ed. Traficantes de Sueños, Madrid 2016.

[41] N. ALABAO, Art.cit.

[42] EMAKUNDE, Los hombres, la igualdad y las nuevas masculinidades,  Ed. Emakunde, Virotia 2008, 28.

[43] A. Flores Ortiz, La meritocracia de «género», en http://www.cronica.com.mx/

nota.php?id_nota=789438.

[44] Es la sensación que a la que llegamos leyendo el hermoso capítulo 8 (“amigo de la mujer”) de la obra de J. A. PAGOLA, Jesús. Aproximación histórica,  Ed. PPC, Madrid 2007, 211-238. Cf también: S. KNAUSS, “Minorías sexuales: el cuerpo de Cristo color arcoiris”, en: Concilium 371 (junio 2017) 61-73.

[45] Lo que Schopenhauer denominaba “literatura permanente”.

[46] B. J. MALINA-R. L. ROHRBAUGH, Los evangelios sinópticos y la cultura mediterránea del siglo I. Comentario desde las ciencias sociales,  EDV, Estella 1996, 282.

[47] La expresión prôtos no está lejos de proteros, “el vestido anterior”, el vestido oficial que tenía antes de irse.

[48] Cf Gen 41,42.

[49] Cf Rut 4,7s.

[50] Se cumple aquí aquella plegaria de Miq 7,19: “arroja nuestros pecados al fondo del mar”. O sea, el olvido total del pecado.

[51] B. J. MALINA-R. L. ROHRBAUGH, Op. cit., 283.

[52] J. RAMBLA, Testigos de una nueva justicia, en Aa.Vv., Aldea global, justicia parcial,

Centre d’Estudis Cristianisme i Justícia, Barcelona 2003, 203.

[53] G. BILBAO ALBERDI, De víctimas y presos: una difícil pero imprescindible recuperación social tras la violencia: Galde (9 de abril de 2013).

[54] Los vv.16-18 hablan del cambio de época que exige el reinado de Dios. Tienen difícil encaje en la narración: ver FITZMEIER y VIDAL

[55] Notemos que el rico no tiene nombre, mientras que el pobre Lázaro sí lo tiene. Para Dios, los pobres tienen nombre: ver algo…

[56] Es un nuevo y más frágil Job porque en aquel no se menciona el hambre, aunque sí las llagas. Mirar hambre en job.

[57] J. HYPOLITE, Génesis y Estructura de la Fenomenología del Espíritu, Península, Barcelona, 1991, 111-113.

[58] EG 3.

Señales para tener vida

SEÑALES PARA TENER VIDA

Una lectura social de los signos del Evangelio de Juan

 

 

            Durante casi una década hemos podido desarrollar, de diversas maneras, en nuestro ámbito de docencia en la Facultad de Teología del Norte de España (Sede Vitoria) un trabajo, creemos que provechoso, de lectura social del NT. Que hayamos podido hacerlo sin ninguna clase de trabas y con el apoyo explícito de sus autoridades académicas es algo reseñable.

            Este trabajo lo hemos desarrollado en una serie ya larga de publicaciones[1] y en otra serie de cursos para el grado de licenciatura que han contado, casi todos los años, con un nutrido grupo de alumnos/as[2]. Quizá esta haya sido nuestra mayor contribución a la vida académica de la Facultad, además del callado trabajo de los cursos propios del currículo teológico y de los diferentes grados.

            Creemos que una Facultad puede animar el trabajo creativo de los docentes no solamente “permitiendo” que uno de ellos desarrolle una línea de trabajo, sino también apoyándole en las publicaciones y ofreciéndole incentivos que vayan en consonancia con el trabajo realizado. Uno de los evidentes signos de vitalidad de una Facultad es la investigación de los docentes que se aleja de la mera repetición de los cursos, tentación perenne por más que el tratado de Bolonia espolee para la actualización.

            En la historia de una Facultad son piedras vivas estos trabajos de los profesores. De ellos se nutre no solamente el alumnado, sino la misma Iglesia diocesana en la que radica el Centro. Permítasenos colaborar en esta efemérides con una nueva contribución sobre una lectura social de los signos del Evangelio de Juan 

            Básicamente estamos de acuerdo con la intuiciones ideológicas de J. Shelby Spong sobre los relatos de milagros: le forma más cuestionable de acercarse a ellos es tomarlos por simples narraciones históricas[3]. Es verdad que, tanto desde el punto de vista bíblico como dogmático, las narraciones de milagros plantean muchas cuestiones abiertas. Pero desde el paradigma posnewtoniano y desde perspectivas como las de la física cuántica es preciso intentar lecturas nuevas que abran a otras posibilidades[4].

            Creemos que la lectura social, con su doble preocupación activada, la lectura profundizada del texto y el latido de los dinamismos sociales, puede ser una puerta abierta, así como la lectura desde paradigmas antropológicos, tanto de la antropología cultural del siglo I[5], como desde la actual antropología[6].

            Siempre hemos defendido en estas páginas que las diversas perspectivas de lectura puede ser confluyentes. A fuer de sinceros, hay que decir que, en este tema de los milagros, la confluencia de una lectura historicista y la de otra social se hace problemática, aunque no la terminemos de descartar. Pero es mejor poner las cartas sobre la mesa.

            De cualquier manera, como en todo texto del NT, hay que trabajar denodadamente la búsqueda de sentido. Si se hace este trabajo sin segundas intenciones, con el saludable y creyente deseo de dar con el Mensaje que subyace en el subsuelo de los textos, es imposible que una tal lectura pueda ser nociva para el hecho creyente. Con esta certeza proponemos estas páginas sobre los siete signos del Evangelio de Juan.

            Raramente los comentarios al cuarto evangelio toman los derroteros de una lectura social. Todo lo más se centran en consideraciones políticas sobre el tema del proceso de Jesús en su pasión[7]. Por eso creemos que una perspectiva como la de la lectura social puede resultar novedosa e iluminadora.

            Dice Jn 20,31 que los signos de Juan se han escrito “para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y con esta fe tengáis vida gracias a él” (Hina pisteusête hoti ho Iêsous estin ho Khristos ho huios tou Theou kai hina pisteuontes zôên ejête en tô onomati autou). Esta finalidad ha de marcar cualquier lectura del texto que se propugne. Si una tal lectura no llegara a vivificar la adhesión a Jesús, habría fallado en su intención más básica.

 

A. LECTURA BÍBLICA

 

1. El signo de lo alternativo (Jn 2,1-12)

 

            De salida, es preciso superar dos perspectivas de lectura: la historicista y la sacramentalista. La primera trata el texto como una historia ocurrida a Jesús y su familia. Más allá de cualquier posibilidad, esa lectura es estrecha e improductiva de cara al Mensaje. La segunda es una evidente anacronismo difícil de sustentar[8]. Hay que intentar alguna otra variable de sentido.

            El marco esponsal , es apropiado para hablar de cambios de una alternatividad que proviene de la adhesión, del amor. Efectivamente, el amor será el motor para tomar una postura alternativa. No se plantea esto por razones ideológicas, sino por los ignotos caminos del corazón. La invitación a la boda a Jesús y a sus discípulos genera el mejor marco posible para la alternatividad (“Hubo una boda en Caná de Galilea”: Gamos egeneto en Kana tês Galilaias: v. 1).

            La primera parte del diálogo entre “la madre” (Hê mêtêr) y Jesús desvela la dificultad inicial para situarse en planos de comprensión equivalente. El modismo “¿Quién te mete a ti en esto, mujer?” (Ti emoi kai soi gynai: v.4) está indicando la diferencia de plano de los actantes: la mujer entiende desde el mesianismo potente, Jesús desde la entrega del reino que es un camino de alternatividad[9].

La madre y lo que representa, el Israel fiel que quiere dar un paso hacia la nueva comunidad, tiene hartas dificultades para entender los mecanismos del reino como cambio de adhesión, como alternatividad. Lo entiende en los modos mesianistas de la potencia, modos que afianzan la vieja adhesión pero que no abren a otras posibilidades [10]. De ahí que la propuesta de la mujer “a los sirvientes” (Tois diakonois), cae en el vacío como apuntando a otra expectativa.

El paso a lo alternativo ha de darse cayendo en la cuenta de qué es aquello que se quiere abandonar, la vieja adhesión. En ese sentido, el v.6 es paradigmático: encierra en un verso “tallado” todo lo que para el cuarto Evangelio supone la vieja adhesión, la alianza primera desde la que es preciso desplazarse hacia la nueva comunidad.

Efectivamente, la metáfora de las tinajas vacías refleja esa realidad que ha quedado superada por la propuesta del reino. Se trata de una realidad fija, estática, inamovible, incapaz de adaptarse a los nuevos tiempos: “Estaban allí colocadas”, clavadas, estáticas, inamovibles (Êsan de ekei)[11]. Eran tinajas “de piedra” (Lithinai), que tienen que ver, idiomáticamente incluso, con las realidades expresadas en una Ley inscrita en las “losas de piedra”[12]. Es una realidad destinada “a la purificación de los Judíos” (Kata ton katharismon tôn ioudaiôn). Lo bueno de la purificación es, sin duda, el acercarse a Dios en condiciones de máxima pureza ritual. Pero la debilidad histórica demuestra que la persona es falible y debe recurrir constantemente al rito de purificación. Es decir, las tinajas pueden purificar, pero no solucionan la situación de la conexión con lo divino de raíz. O sea, purifican, pero no salvan. Además, la purificación está en manos de los Judíos, de los dirigentes[13]; ellos controlan y manipulan la realidad religiosa. Dios ha perdido el “control” sobre los mecanismos religiosos. Estos, se apropian de Dios. Por otra parte, la enorme capacidad de las tinajas (Metrêtas duo ê treis cada una: unos seiscientos litros en total) está sugiriendo, con una cierta ironía, la ineficacia del viejo dinamismo: demasiada agua para un rito purificatorio que no consigue nada[14]. Y además, como se deduce del v.7, están vacías. Estatismo, vieja alianza, ineficacia, manipulación, inutilidad,  vacío, etc…, estos son los ingredientes que mezcla la comprensión que de la vieja adhesión tiene el cuarto Evangelio. No solamente por razones históricas, sino incluso literarias, se extrema la situación que se quiere abandonar para llenar de más sentido la nueva propuesta que se propone.

Esa nueva perspectiva viene depara por “el vino de calidad guardado hasta ahora” (Ton kalon oinon heôs arti). El vino tiene una importancia decisiva como referente microcósmico en la antropología bíblica: simboliza la amistad compartida, el gozo participado, la alegría multiplicada. Y de ahí, la realidad de lo nuevo, el horizonte inesperado, la novedad que surge imparable, la utopía tocada con las puntas de los dedos. Todo eso está encarnado en el vino que es Jesús, Mesías guardado hasta ahora [15]. Por eso la alternativa a las “tinajas”, a la alianza primera, es “el vino”, la realidad del Jesús que suscita vida, alegría y esperanza.

Tres personajes comienzan el itinerario nuevo de adhesión: los sirvientes que “habían sacado el agua” (Hoi êntlêkotes to hydôr: v.9), el maestresala que testifica ente “llamando al novio” (Phônei to nymphion: v.9) y los discípulos que “le dieron su adhesión” (Episteusan eis auton hoi mathêtai autou: v.11). El verdadero signo no es el agua cambiada en vino sino el cambio de adhesión que abre las posibilidades de una época nueva de la historia. Es el milagro de la posibilidad de un cambio de adhesión, una alternatividad que abre a la esperanza, un situarse ante la realidad con el lenguaje de lo nuevo.

 

2. El signo de reconstruir personas: Jn 4,46b-54

 

            Considerar los milagros como signos de poder, generar posiciones dogmáticas en base a tal poder es, probablemente, errar profundamente en la interpretación de los signos joánicos. No son señales de poder, sino signos de vida, signos que apuntan a la génesis y comprensión de un nuevo estilo de vida. Si tal preocupación no surge de la interpretación, posiblemente estamos equivocados en la orientación.

            En este signo hay que considerar las marcas del dinamismo narrativo. Ellas nos indican la posible ruta a seguir en la interpretación. Está, en primer lugar, la marca del personaje del funcionario real, verdadero replicante del personaje Jesús. Este comienza siendo un “funcionario real” (Basilikos), descrito por su función social y política, no por alguna de sus componentes personales. La propuesta de curación la hace desde su ser padre (“que curase a su hijo”: Kai iasêtai autou ton huion), pero sigue siendo funcionario (v.49). Mientras no se baje a otro nivel de mayor profundidad antropológica es difícil plantear un signo como señal de vida. Es por eso que, una vez recibido el mensaje del signo (“ponte en camino”: Poreuou: v.50), el funcionario pasa a ser un “hombre” (“se fió el hombre”: Kai episteusen ho anthrôpos: v.50). Es el hombre quien se pone en camino, quien acepta la posibilidad de una fe activa para él como signo de vida (queda desplazado el acento de significación de lo meramente narrativo, el enfermo, a lo humano). Cuando el hombre comprueba la eficacia del planteamiento de vida de Jesús, que si entras en el dinamismo del seguimiento, lo más tuyo, el ser padre, vive, el funcionario-hombre deviene “padre”  (“Cayó en la cuenta el padre”: Egnô oun ho patêr:  v.53), persona rehecha, reconstruida. Es decir: la propuesta de Jesús, el seguimiento, es un dinamismo que reconstruye lo más vivo de la persona. El verdadero signo no es que el niño salga de las garras de la muerte, sino que la persona (tipificada como padre), si acepta la propuesta de Jesús y entra en su dinamismo (“Se puso en camino”: Kai eporeueto) termina viviendo[16]. El signo de un dinamismo para la vida. El seguimiento es un dinamismo que da vida, que engendra espiritualidad.

            Una segunda marca es la correspondiente al niño enfermo. Es un “hijo” (Huios: vv.46b.47) que en la boca de padre y en su paradigma inicial es un “chiquillo” (Paidios: v.49). Indica afecto y dominio, cariño y sobreprotección, amor y dependencia. En boca de Jesús es un “hijo” (Huios: v.50). Los criados lo conceptúan como un “chico” (Pais: v.51). Al final termina siendo de nuevo un “hijo” (Huios : v.53). El dinamismo de un seguimiento activo lleva a abandonar posiciones de dependencia envueltas en afecto para dejar a la persona en toda la talla de su dimensión humana (como “hijo”), más allá y por encima de toda limitación. Los dinamismos del seguimiento construyen la persona del débil, además de la persona del padre.

            Finalmente, la otra marca de actantes del relato es el coro de personajes que envuelven a los actores principales. Hay un coro de un componente un tanto implícito en el plural “veáis” del v.48 (Idête). Es el marco de una cierta hostilidad. O, si se prefiere, aquellos que quieren signos maravillosos, no planteamientos implicativos de vida. Otro conjunto son los “siervos” (Hoi douloi : v.51) que significan los proclives a una cierta aceptación de los dinamismos reconstructores del reino. Y, luego está “la familia”, la casa (Hê oikia: v.53) que tipifica a quienes han entrado de modo comunitario en la propuesta de Jesús. Es decir, el grupo en torno al padre hace un itinerario de reconstrucción hasta llegar a ser familia, buena relación, constructo humano. Ellos también dejan ver que salen beneficiados de la aceptación del dinamismo humanizador de la propuesta de Jesús.

            Lo que se está manejando aquí es el gran signo de reconstruir personas, grupos humanos. El dinamismo de la propuesta de Jesús tiene la fuerza para poner en pie el gran “milagro” de que vaya brotando la persona nueva, los frágiles integrados, las relaciones comunitarias de contenido humano, el gran sueño de “la ciudad de los seres humanos”, de la que hablaban los monjes del desierto. Un dinamismo, el del reino, para la profunda humanización.

 

3. La posibilidad de un señorío histórico: Jn 5,1-9a

 

            Tras la guerra del 70, las instituciones judías estaban bajo mínimos. Por eso, la crítica que el EvJn hace a las mismas, al Templo sobre todo, tiene una gran carga significativa; se cuestiona no tanto el Templo de Jerusalén y sus mecanismos, sino la mentalidad religiosa que pretende hacer de una institución caduca la mediación necesaria para la experiencia creyente. Para entender desde un lado social el signo del pueblo enfermo y del inválido que camina de Jn 5,1ss se precisa tal telón de fondo. La evidencia de la confrontación queda marcada desde el v.1: “los Judíos” (Hoi Ioudaôi), que son los dueños de la ciudad, por un lado y “Jesús que sube a Jerusalén” por otro (Kai anebê Iêsous eis Hierosolyma: v.1).

            Así es; al situar el relato en la piscina que esta “junto a la puerta de las Ovejas” (Epi tê probatikê: v.2) estamos en los aledaños del Templo, a su sombra, en su radio de influencia. Una puerta construida por el sumo sacerdote y sus parientes[17]. Un lugar donde no se genera la vida porque ahí “yacía una muchedumbre” (Katekeito plêthos: v.3). Todos los detalles narrativos (la elipsis “Ovejera”, la conexión “ovejas-muchedumbre”, el “foso” como separación de la ciudad, etc.) empujan en la dirección de una imposibilidad: esa muchedumbre permanente es el evidente fracaso del Templo, su mediación no sirve para dar salud, sigue produciendo gente sometida que espera lo que nunca va a ocurrir[18].

            Se individualiza el problema del sometimiento a la estructuras en uno de los sometidos: “un hombre que llevaba allí treinta y ocho años con su enfermedad” (Ên de tis anthrôpos ekei triakontaokto etê ekhôn en tê astheneia autou: v.5). Esclavo de su enfermedad, sometido a ella. La enfermedad es la dueña, la señora de su vida. Todo está ordenado desde ella, hasta la creencia de que se puede salir de ella en una mediación que no solamente no le aporta nada sino que quita el horizonte de su vida.  Una vida entera sin futuro[19]. Una persona que da fe a una ideología que no le aporta nada, atrapado en un mecanismo sociorreligioso que no le saca del nicho asignado: enfermo. Sometido y sumiso, esclavizado y sostenedor del sistema que lo esclaviza. Cada día de cada año que va a la piscina ratifica su condición de sometido y santifica al sistema que lo excluye.

            La pregunta motiva el signo[20]. La locución “¿Quieres ponerte sano?” (Theleis hygiês genesthai: v.6) tiene un alcance amplio considerando el contexto: la cuestión no es la mera salud física, sino la salud social y religiosa. Se demanda si se quiere pasar a otra alternativa, vista la ineficacia de la oficial. Se pregunta, al rescoldo de libertad que anida en toda persona, si se quiere, todavía, empezar otro camino, creer que es posible adueñarse de la pobre existencia de un marginal para devenir dueño de sí mismo, «capitán de su alma»[21]. La respuesta del marginal corrobora la profunda soledad existencial que no llega a tocar ni de lejos la institución ineficaz: “no tengo un hombre” (Anthrôpon ouk ekhô: v.7). La institución oficial no es mediación de humanidad, camino único para el enseñoramiento de la propia vida.

            Jn 5,8 es un verso muy bien construido. Recurre a la técnica de la intensificación de los verbos. Éstos, efectivamente, al concitar la acción de la oración, admiten muchos matices de intensificación que aportan sentidos matizados y nuevos, más incluso que la intensificación de adjetivos y adverbios. En ese caso, la expresión “Levántate” (Egeirai) está aludiendo a una especie de “resurrección”, un estilo de vida nuevo, algo radicalmente impensable hasta ahora, una vida “sana” como se dirá luego (Egeneto hygiês: v.9b). La locución “carga con tu camilla” (Aron ton krabatton) alude a la posibilidad de liberación, al señorío de que sea la persona la que lleve la camilla y no al revés como hasta ahora, además de que se conculque la norma de la institución que dice que no se pueden transportar cosas por el recinto del Templo en día de fiesta[22]. Y la frase “echa a andar” (Periepatei) alude al echar a andar que propicia el seguimiento, el andar de una vida nueva, el nuevo caminar, la nueva senda de vida lejos del sistema.

            Es decir, se está dibujando el perfil de la persona que logra, in extremis, escapar de la opresión del sistema socioreligioso y da con un camino de señorío personal que le facilita la propuesta de Jesús. Ese va a ser el verdadero signo: la adquisición de tal señorío, por imposible que parezca. La inmediatez y corroboración del v.9b lo deja claramente expresado “Inmediatamente se puso sano el hombre, cargó con su camilla y echó a andar” (Kai eytheôs egeneto hygiês ho anthrôpos, êren ton krabatton autou kai periepatei: v.9b). La tesis es clara: si se opta por la liberación de Jesús, si se “anda” con él, y se encara la opresión del sistema tipificado en “la camilla” cargada al hombro, brota la persona “sana”, señora de sí misma, no dependiente de mediaciones que son, a la larga, una soga al cuello. La hermosa posibilidad de señorío más allá de toda limitación.

 

4. El signo del compartir desde la pobreza: Jn 6,1-13

 

            De entrada hay que decir que la lectura de este texto se hace cada día más desde perspectivas sociales. El historicismo con el que se ha enfocado siempre el relato ha dejado paso, quizá por influencia de la secularización o del mero sentido común, a una lectura de tipo más social[23]. La evidencia de que los valores sociales y económicos, entendidos en sentido amplio, son telón de fondo de muchos pasajes evangélicos queda aquí confirmada una vez más.

            Este relato figura en los cuatro evangelios (Mt y Mc lo narran dos veces) y tiene como antecesor veterotestamentario a 2 Re 4,42-44, lo que da ya una idea de cómo construyen los relatos los autores del NT. Un modo posible de abordarlo con cierta novedad sería la racionalización de la narración. No se trata, simplemente, de seguir la huella de la narración, sino de racionalizarla desde la posición del lector. No hay que olvidar que él es parte principal, gestor del hecho de lectura.

Comienza la narración planteando un escenario peculiar: geográficamente se sitúa “al otro lado del mar de Galilea” (Peran tês thalassês tês Galilaias: v.1). Estamos en territorio pagano. La propuesta de nueva economía que se va a hacer no está supeditada a marcos religiosos, sino que se dirige a cualquier persona. Y, si se apura el sentido de la narración, más a no religiosos que a éstos, ya que aquellos son más libres para dar un tipo de adhesión que no demanda fe en Dios, sino fe en la sociedad y sus dinamismos[24].  Además, subraya el texto que la causa de que haya un alto número de seguidores es porque “percibían las señales que realizaba con los enfermos” (Hoti heôrôn autou ta sêmeia ha epoiei epi tôn asthenountôn: v.2). Es por causa de la bondad básica, esencial, por lo que Jesús atrae. Ese mismo parámetro ha de regir la propuesta de una economía del compartir: es una economía sanante, curativa, para el hecho humano. La mención del “monte” (Oros) y el hecho de “estar sentado allí con sus discípulos” (Kai ekei ekathêto meta tôn mathetôn autou: v.3), puede querer apuntar hacia un tipo de enseñanza no religiosa (que era la de la época), no ceñida a las autoridades consagradas[25]. Es la enseñanza que se dirige al corazón de la persona, al sentido del hecho social. Una enseñanza con arraigo antropológico. Es también un planteamiento enfrentado a “la Pascua, la fiesta de los Judíos” (Ên de eggys to paskha, hê heortê tôn Ioudaiôn: v.4) y su economía propia, economía del lucro[26].

El planteamiento de fondo del signo es cómo pasar de una situación de escasez a otra de abundancia, qué mecanismos económicos utilizar. La escasez alimentaria es síntoma de cualquier otra escasez; es primordial, ya que si la persona no come, sencillamente se muere[27].  La escasez se vuelca sobre una pregunta esencial para la economía del lucro: “¿Con qué podríamos comprar pan?” (Pothen agorasomen artous: v.5). Esta economía se pregunta siempre sobre los mecanismos externos al hecho económico, como si tales mecanismos podrían suplir la responsabilidad personal ante la economía. La glosa del v.6 indica que hay otros horizontes posibles más allá del “¿Con qué?” (Pothen). La respuesta de Felipe, racional desde el punto de vista de la economía del lucro, lleva a un callejón sin salida[28].

La propuesta de solución viene por el lado más inesperado, por el de la pobreza. La economía del lucro piensa que los pobres son el problema, mientras que la economía del compartir los considera como parte de la solución[29]. De ahí que la propuesta sobre la economía del compartir arranca de la decisión de un pobre, un “chiquillo” (Paidarion) que está dispuesto a poner sobre la mesa los bienes de su pobreza, “cinco panes de cebada y dos peces” (Pente artous krithinous kai duo opsaria)[30]. La gran excusa de la economía del lucro es la pobreza. La economía del compartir pasa por encima de ella y sitúa el tema en la raíz de la persona y su voluntad de participar con lo suyo en el proceso económico. Aquí radica el contenido del signo, no en que salgan panes del cesto por la acción mágica de Jesús, sino que un pobre se sienta empujado a ser parte activa de un problema económico. Cuando eso sucede, la economía del compartir comienza a activarse. A partir de aquí se suscitan los grandes valores de la economía del compartir, la libertad[31] y la abundancia[32]. He ahí el signo.

La corroboración del mecanismo desencadenado queda de manifiesto en la acción de Jesús que “reparte” (Diedôken: vv.11a) y por la saciedad, “todo lo que querían” (Hoson êthelon: v.11b), de la concurrencia. Es la certeza de que un dinamismo económico tan simple funciona. Porque eso es lo que habrá que comprobar: no tanto la complejidad del mecanismo, sino su funcionamiento[33].

La comprobación final sobre lo que sobra, “doce cestos” (Dôdeka kophinous: v.13), indica que la economía del compartir genera abundancia entre los empobrecidos y, con ello, en la misma sociedad. En dar fe a esta clase de dinamismos estriba la fe en el Evangelio necesaria para una fe centrada en la experiencia de Jesús[34].

 

5. El signo de la superación de la diferencia exacerbada: Jn 6,16-21

 

            Una lectura meramente historicista deja a esta relato sin utilidad espiritual y, de alguna forma, expuesto al ridículo. Una lectura más “teofánica” abriría otro camino de más posibilidades espirituales[35]. Pero conectando bien el texto con la narración joánica se accede a otras posibilidades de lectura.

            Efectivamente. Ocurre en Jn algo que lo diferencia de los sinópticos. Éstos narran la marcha sobre el lago unida al signo de la multiplicación de los panes, pero tanto Mt como Mc (Lc no lo reporta) lo colocan en tierra de Israel (Mt 14,23b-33; Mc 6,47-52)[36]. Es decir, el texto tiene que ver con los paganos, con la Decápolis que es desde donde, en Jn, se dirigen a Cafarnaún[37]. Y, por supuesto, tiene que ver con la multiplicación de los panes o, más en concreto, con el tema de “hacerlo rey” (Hina poiêsôsin auton basileia :v.15). Este marco narrativo condiciona decisivamente la interpretación.

            Las marcas del relato son los elementos constitutivos de la lectura. La primera de ellas, como hemos dicho, está la intención de la gente de “hacerlo rey por la fuerza” (Kai arpazein hina poiêsôsin auton basileia :v.15), lo que indica que no se ha llegado a la comprensión de la teoría del compartir sobre la base del todo. A pesar de que el signo habla de disponibilidad, la gente lo interpreta como producción milagrosa. La percepción del signo prodigioso oculta el signo de fe. No se ha logrado lo que se pretendía.

            Esa incomprensión del fondo del signo sume al discipulado en el “anochecer-tiniebla-soledad (Hôs de opsia egeneto-skotia-ouk elêlythei pros autous: vv.16-17). La resistencia a aceptar la dinámica interior, espiritual, de los signos oculta al Jesús mesiánico y deja al discipulado en una situación de precariedad espiritual. Esta “tiniebla” viene, además, por otro motivo: no pueden entender que el pan se multiplique en tierra de paganos. Un pan para los paganos era algo insólito, sería un “pan para los perros”[38]. Esto es lo que  “entenebrece” al discipulado.

            Por otro lado están el mar y el viento en contra.  Si es viento en contra yendo, como van, en dirección a Cafarnaún es un viento del oeste, del lado del Mediterráneo, del paganismo que apunta hacia los paganos. Contra ese “viento” (hanemos) lucha el discipulado. La fuerza del viento habla de su elocuencia: es un viento que asalta la barca del discipulado, su mentalidad. Es el viento de los paganos que reclaman su parte en el banquete del reino, para el que, según Jesús, no es imprescindible una concreta adscripción religiosa[39].

            Son dos mentalidades que se enfrentan ante el planteamiento universalista de Jesús: la de los discípulos y su perplejidad y la de los paganos que reclaman su parte y su lugar en el proyecto del reino. Cuando Jesús se manifiesta en la fórmula revelatoria “Soy yo, no temáis” (Egô eimi mê phobeisthe: v.20) está queriendo indicar que el revelador del Padre (Soy yo) libera del miedo que produce el anhelo de privatizar el reino. El verdadero milagro es que el discipulado se abra a una mentalidad universalista y comprenda como un beneficio el reino compartido, la economía compartida, la fraternidad ofrecida. Si se liberan de eso miedo se predisponen para la acogida del diferente y, con ello, para una misión integradora[40].

            En esta lectura el hecho de caminar sobre el lago pasa a un segundo lugar, meramente narrativo, para corroborar el carácter epifánico del revelador. Hacer hincapié en ello es caer en la maraña del historicismo del que no es fácil salir. La rentabilidad espiritual de una comprensión social (el paganismo tiene sitio en el banquete del reino) es mucho mayor. Desde ahí “la tierra adonde iban” (Epi tês gês eis ên hypêgon: v.21) se convierte en tierra de acogida, en tierra universal donde las diferencias, por grandes que sean, quedan encajadas en el conjunto del reino, de la fraternidad.

 

6. El signo de una vida luminosa: Jn 9,1-30

 

            Los relatos evangélicos han visto en la actividad curandera de Jesús un signo de la llegada del reino. Que hubiera curanderos populares era una necesidad en una sociedad a millas de distancia de la medicina técnica que disfruta el ciudadano de hoy. Pero que en esa actividad específica de Jesús se descubriera la llegada del reino es un dato que atañe a percepciones de fe no fáciles de explicar.

            La ceguera como algo que afecta a la realidad de Israel, como símbolo de su alejamiento de Dios a través del apartamiento de la ley y de la justicia, está ampliamente tratada en los textos bíblicos[41]. Por eso “se esperaba que, en la época mesiánica, Dios acabaría con la ceguera de su pueblo”[42].

            No es de extrañar, por tanto, que los evangelios reporten varias curaciones de ciegos: en Mt 9,27-31 (dos ciegos); en Mt 20,29-34 (dos ciegos); en Mc 8,22-26 (un ciego); en Mc 1046b-52 (un ciego); en Lc 18,35-43 (un ciego). Devolver la vista a un ciego era un signo eximio de curación, fuera lo que fuere.

            Pero en Jn 9,1 se trata de “un hombre ciego de nacimiento” (Anthrôpon typhlon ek genêtes). En el sintagma “de nacimiento” hay una especificidad joánica que da una orientación nueva al relato: es la persona en su oscuridad existencial, esa que le acompaña desde el nacimiento, que no se cura con medicamentos u operaciones quirúrgicas, sino con algo existencial, espiritual, algo que afecte al ser básico de las persona. En la expresión  “hombre” queda reflejado el mismo hecho de ser humano: la humanidad que vive en lo oscuro, en la honda ignorancia de la pérdida.

            Esta ignorancia, esta noche, cerca de la persona, “se acerca la noche” (erkhetai nyx: v.4b), incluso a la misma persona de Jesús en su muerte anunciada[43]. ¿Cómo liberar a la persona, al mismo Jesús, de esa oscuridad existencial? El texto joánico propone hacer un proceso, un itinerario, como suele ser habitual en la estructuración de sus signos.

            Se comienza por la mera narración del signo que va a dar lugar al proceso (vv.6-7): barro-lavarse-volver con vista. Siguiendo con el mecanismo de la intensificación de los verbos, la fórmula “fue, se lavó y volvió con vista” (Apêlthen oun kai enipsato kai êlthen blepôn: v.7) puede ser entendida: se puso en seguimiento, encaró su limitación y se hizo la luz en su vida oscura. Es el milagro de iniciar un camino de luz.

            Pero en Jn, como decimos, los logros vitales se consiguen a través de un largo proceso que viene descrito en el diálogo subsiguiente al signo. Se parte de una comprensión de Jesús como hombre que da luz: “Ese hombre que se llama Jesús” (Anthrôpos legomenos Iêsous:  v.11). Es un hombre en toda la dimensión de su humanidad capaz, a su vez, de generar humanidad en torno. La premisa de su ser luz para la persona no es su divinidad, sino su honda humanidad. Siendo capaz de entender el hecho humano, de bajar a su sótano, es desde ese abajamiento desde donde puede proponerse como luz[44].

            El segundo paso es entender a Jesús como profeta, capaz de ser “señal de Dios”, más allá de su ser histórico, de su ser “pecador”: “Es un profeta” (Hoti prophêtês estin: v.17). En ese caso, Jesús se convierte en revelador de Dios, en su señal: lo que sabemos de Dios, lo sabemos por Jesús. Si Jesús devuelve la luz, eso quiere decir que Dios nos quiere luminosos y que el empeño de lograrlo es un empeño divino.

            En conexión con ello, el tercer paso es hacer ver que Jesús, por muy humano que sea, goza del aval de Dios, “viene de Dios”, porque “Si este no viniera de parte de Diois, no podría hacer nada” (Ei mê ên outos para theou ouk êdynato poiein ouden: v.33). Creer que un humano goza del aval de Dios demanda una dosis total de confianza en él. Con esa dosis se le puede aceptar como instancia de luz, como motor de luminosidad. Esto demanda ya un salto de fe, un paso a ese otro lado de la confianza plena.

Finalmente, situado el proceso en el terreno de la fe, el paso definitivo para lograr la luz más profunda es comprender a Jesús como “señor” de la existencia, razón última de la adhesión plena: “Te doy mi adhesión, Señor” (Pisteuô kyrie:  v.38). La adhesión a Jesús dota a la persona de una luminosidad, de un sentido capaz de hacer que su trayectoria histórica pueda ser entendida y vivida como una realidad luminosa.

En ese caso, el milagro no es meramente sacar de una ceguera, sino dotar a la persona de esa luz necesaria para que llegue a encontrar un sentido profundo al camino histórico y para que lo pueda vivir como una realidad que apunta a una plenitud y a la dicha[45].

 

7. El signo de una vida plena en la historia: Jn 11,1-46

 

            Resulta una paradoja hablar de plenitud en el marco de la historia. Aquí radica la mayor novedad de este séptimo signo joánico: se quiere desvelar, revelar, el fondo de la realidad como algo que participa ya de la plenitud, a pesar de hacer parte de categorías históricas. Es la búsqueda de sentida en el último sótano de la existencia.

            El texto comienza planteando el choque brutal de la muerte como obstáculo casi insuperable para quien quiera hablar de sentido y de vida en el fondo de la realidad histórica. No se trata de puentear lo que es evidente, la dentellada de la muerte: “Lázaro ha muerto” (Lazaros apethanen: v.14). Pero la muerte, por absurdo que parezca, puede tener la finalidad de agudizar el sentido, “para que llegáis a creer” (Hina pisteusête:  v.15) y para que Dios reciba gloria no como si recibiera el duro tributo de los mortales, sino para tener “manifestar la gloria del Hijo de Dios” (Hina doxasthê ho huios tou theou di’autês: v.4), la gloria de uno que muere con sentido y en su caminar a la muerte hay orientación, hay oferta de vida.

            La respuesta religiosa ante el muro de la muerte, tipificada en la respuesta del judaísmo, es la afirmación de la vida en el más allá[46]. Ante el peso enorme del sinsentido de la muerte que se tiene ante los ojos, las religiones elaboran la fe en una resurrección fuera del marco de la historia. “Yo sé que resucitará en la resurrección del último día” (Oida hoti anastêsetai en tê anastasei en tê eskhatê hêmera: v.24). Esta fe, con ser fuerte no logra disipar el sinsentido de la muerte histórica ni dota a la persona, al menos en no pocos casos, de herramientas para la superación de la pérdida. Claramente se ve esto en el texto en la afirmación de Marta como representante de la humanidad herida. El planteamiento de Jn buscará sentido en otra dirección.

            La propuesta de Jesús es una propuesta de vida en la realidad del más acá, aunque esta realidad se vea afectada por la muerte. La adhesión a él, la confianza honda en su programa de vida, es el único argumento sobre el que construir el sentido: “el que me presta adhesión, no morirá nunca” (Pisteuôn eis eme apothanê eis tôn aiôna: v.26). Es decir, el asunto no es tener fe en la resurrección, sino creer a uno que dice que hay vida en el terreno de la misma muerte. Es una cuestión de fe personal que puede desvelar el fondo de una realidad que aparece derrotada de antemano, vacía de vida como tal, carente de sentido.

            Como el discurso joánico no es lineal, se vuelve a poner delante el gran obstáculo para elaborar un pensamiento tal: lo duro de la muerte tipificado en el sepulcro y su hedor “huele mal, lleva ya cuatro días” (Kyrie êdê ozei: v.39)[47]. El llanto de Jesús (v.35) no es tanto por amistad cuanto por percibir la dificultad enorme que la persona tiene para aceptar la propuesta de vida en el marco histórico. Es un llanto “ideológico”, espiritual.

            El relato da un salto incomprensible cuando consigna que, ante el sepulcro, “entonces quitaron la losa” (Êran oun ton lithon: v.41). La lógica narrativa habría sugerido la reafirmación de la muerte inane ante el sepulcro. Pero si echan mano de la losa, la que ellos mismos habían puesto, es fiados en la palabra de quien dice que, en el fondo del despojo de la muerte histórica anida una realidad de vida. Por eso quitan la losa, liberan las fuerzas de vida que anidan en la muerte física.

            En esa lógica ilógica es donde se inserta la oración de Jesús: “Gracias, Padre, por haberme escuchado” (Pater eukharistô sou hoti ekousas mou: v.41). El muerto sigue en la tumba, pero Jesús ha sido escuchado en la adhesión de  quienes han creído, contra toda evidencia, que en los subsuelos de la muerte anida la vida. Se ha verificado el milagro, por mucho que Lázaro siga envuelto en sus vendas y su sudario.

            El desarrollo de la narración demanda que el muerto salga de la tumba, pero la cúspide del signo ha sido superada cuando se ha dado adhesión a quien dice que hay vida en el fondo de la muerte histórica. Dado que los signos en Jn están seriados, el peso recae sobre este último signo: la adhesión a Jesús lleva a una perspectiva distinta sobre lo histórico, aquella que llega a la certeza de que lo que se creía destinado a la muerte está, en realidad, enmarcado, ya desde ahora, en el paradigma de la vida[48].

 

 

B. DERIVACIONES SOCIALES

 

            Tras la lectura bíblica de los signos desde una perspectiva social derivamos hacia caminos que puede aportar otra luz al caminar humano. No quieren ser conclusiones de los textos bíblicos sino, apelando a la capacidad inspiradora de la Palabra, se trata de entrever caminos que puedan abrir a una comprensión distinta de la realidad.

 

1. Las pobrezas como alternativa

 

            Aún persiste la maldición de la pobreza y acompañará al devenir humano por mucho tiempo. No es fácil reorientar el curso de la historia. Es imposible hablar de alternatividad a quien sufre la dentellada de la pobreza severa. De ahí que se lea como una maldición y no como un posible lugar de encuentro, mucho menos como una alternativa a otra manera de entender el hecho social[49].

            Y, sin embargo, el pensamiento moderno va elaborando “teorías”, paradigmas de novedad, que tratan de integrar a las pobrezas en el pensamiento humanista actual no solamente como una parte del mismo sino como un dinamismo que puede tener una cierta decisividad[50]. Planteamientos como los de la civilización de la pobreza[51], la economía del bien común[52], la sobriedad feliz[53], el decrecimiento[54], etc., tienen a la base el anhelo de integrar el mundo de las pobrezas en la economía real, creyendo que todo ciudadano ha de tener el derecho a una vida digna. Es lo que el Papa Francisco llama la economía de inclusión[55].  Son profecías sociales que confluyen con el fondo mismo del Evangelio.

            A veces se dice que el cristianismo es propio de una sociedad de pobres que no ha sabido elaborar una mística compatible con una sociedad del bienestar. Quizá por eso haya que intentar una lectura de los textos bíblicos conectada a esta sociedad del llamado bienestar. En ese caso se podría intentar, al filo de textos como Jn 2,1-11, una lectura del bienestar desde la justicia debida a los empobrecidos. Y ello no solamente para censurar los indudables desmanes de tal bienestar, sino también para percibir la parte que se adeuda a los empobrecidos por razones de equidad, de justicia o de mera reparación histórica.

            Desde ahí podría entenderse el mundo de las pobrezas como un mundo positivamente alternativo: cuando las pobrezas entran en la dinámica de la economía real las posibilidades de un mundo humano se acrecientan; cuando los empobrecidos van ocupando el sitio que les corresponde en las estructuras económicas se genera un horizonte de más luz para lo humano. Así las pobrezas pueden ser alternativa social y económica saludable, no solamente un peso para una economía de mercado que, a la postre, se sacude la desagradable carga de los pobres.

            ¿Puede la sociedad encontrar salida por la aportación de las pobrezas? Sin duda, ya que su colaboración al horizonte de la justicia, a la utopía de lo humano, al sueño de la fraternidad social puede ser decisivo. Ese es, quizá, el “vino guardado hasta ahora”, el dinamismo en el cual no se termina de creer, el potencial menospreciado que espera a ser puesto en marcha, a ser considerado como una posibilidad para que la historia humana tome otros derroteros. Matar estos sueños, considerarlos “oxidados”, pasados de moda, inservibles, no puede ser sino una ceguera propia de personas que quieren ceder su secular parcela de poder[56].

 

2. Dinamismos sociales que construyen la comunidad humana

 

            El signo joánico de Jn  4,46b-54 habla de dinamismos reconstructores de la persona. Pero más que de reconstrucción sería bueno hablar de simple construcción. Un imaginario muy influenciado por una mentalidad moralista sigue creyendo que la persona, la sociedad, han perdido un “paraíso” y hay que reconstruirlo[57]. Pero, en realidad, es una mera construcción lo que está en juego, la construcción del camino humano, de la buena relación, del reinado de Dios, diría Jesús[58]. Hay que aprestarse a la construcción como quien cumple una tarea, no como quien recompone ruinas.

            Un ámbito primario de construcción es la sociedad, algo que se entrelaza y depende de la construcción de la propia persona. Si subrayamos la construcción de la sociedad es porque creemos que la de la persona depende de aquella y no de ésta. Así es, las dificultades personales de construcción, aunque enraizadas en la estructura humana, dependen, en gran medida, del desarrollo constructivo de lo social. De ahí que haya que incidir en ello y percibir lo que los textos evangélicos pueden aportar a tal construcción de lo social[59].     

            ¿Qué clase de dinamismos son los que construyen el hecho social? ¿Qué puede aportar el EvJn a tales fuerzas?

            Obran dinamismos como el de la amistad cívica. El concepto de «amistad cívica» ha quedado sencillamente definido por A. Cortina: «La amistad cívica…sería más bien la de los ciudadanos de un Estado que, por pertenecer a él, saben que han de perseguir metas comunes y por eso existe ya un vínculo que les une y les lleva a intentar alcanzar esos objetivos, siempre que se respeten las diferencias legítimas y no haya agravios comparativos»[60]. Este cimiento de la amistad cívica es ineludible si se quiere hablar de construcción social. Sus implicaciones son múltiples. Que el hombre que se acerca a Jesús en Jn 4,46bss sea un “funcionario real”, uno al servicio de un sistema que Jesús rechaza, no es obstáculo definitivo para que entre en relación con él. Viven en un mismo marco social y las necesidades personales se hacen comunes.

            Otro dinamismo es la certeza de que los bienes han de tener un uso común. La “sagrada” doctrina de la propiedad privada que las religiones han consagrado con frecuencia, está siendo considerada desde otro punto de vista por el actual magisterio de la Iglesia: “La tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable el derecho a la propiedad privada y subrayó la función social de cualquier forma de propiedad privada”[61]. Es justamente esa función social la que se apunta en el relato de Jn 4,46bss: al final de todo proceso es la “familia”, la casa, la que sale beneficiada del dinamismo de construcción del seguimiento propuesto por Jesús. Este dinamismo no se reduce ni se refiere en su techo a lo privado, sino a lo público.

            Además, un dinamismo hondísimo en la construcción de lo social es la respuesta que se da al dolor ajeno. Mientras el dolor no rebase los límites de lo personal, mientras solamente el dolor propio ocupe todo el ámbito del sufrimiento, mientras los dolores sociales no sean dolores propios, no se habrá llegado a entender y vivir de modos nuevos el hecho social. Tiene razón el filósofo P. Ortega cuando dice que «la primacía del otro nos constituye en sujetos morales cuando respondemos de él»[62]. Es decir, la respuesta al sufrimiento ajeno nos hace sujetos morales, dice qué tipo de personas somos. Aplicando ese parámetro de construcción social a Jesús en Jn 4,46bss el resultado es claro: Jesús ha sido un totalmente preocupado por el sufrimiento ajeno. Por ello, ha contribuido decisivamente a la construcción social. El seguidor se apunta a esa dirección.

            Y un cuarto dinamismo de construcción social es la tenacidad en los trabajos por lograr la equidad humana, cosa que es más que la simple igualdad. Se trata de posibilitar al expoliado medios adecuados para que pueda abandonar su marginación. Lógicamente tales medios habría de ser socialmente más generosos cuanto más marginada esté la persona. La evidencia de la inequidad es tal que pensar en un constructo social fraterno obviando tal evidencia es abocarse al fracaso. La situación de desigualdad de quien ve que se le muere el sentido (funcionario de Jn 4,46bss) está demandando una generosidad social que Jesús encarna en el socorro prestado[63].

            Una fe que se une al esfuerzo histórico de construir la sociedad es la que se deduce de los signos de vida de Jesús. Darle a la Palabra este trasfondo social no merma la posibilidad de otras lecturas, pero abre a horizontes antropológicos y sociales de mayor calado.

 

3. El señorío: posibilidad que se construye

 

            Para muchas personas, para una notable parte de la humanidad, hablar de señorío sobre sus vidas puede parecer insultante de tan dura y oprimida que es su existencia. Para el resto, sin ser la cosa tan dramática, sin ser algo tan extremo, puede resultar ilusorio hacer la propuesta de un enseñoreamiento del camino histórico. Y, sin embargo, hay algo en las entrañas de lo humano que le hace aspirar al señorío y no al sometimiento. Ni siquiera la culpa de fondo o el pecado religioso añadido logran extinguir ese anhelo.

            Pero este señorío, si es que se considera una utopía sostenible, no va a venir llovido del cielo, sino que ha de ser construido pieza a pieza, esfuerzo a esfuerzo, alternando fracasos con éxitos. La propuesta del Evangelio es la de una herramienta para construir ese señorío. Por eso Jesús «sacaba asnos de la zanja en sábado»[64]. La metáfora, rural, evoca el esfuerzo por construir los procesos históricos de liberación social.

            El texto de Jn 5,1ss marca la sendas de lo que puede llevar al señorío de lo humano más allá de la fragilidad. En primer lugar  es una cuestión de lucidez ante la evidencia del sistema y nuestra pertenencia inevitable a él. Mientras se le haga el juego al sistema de manera indiscernida, éste se frota las manos. Por eso, todas las sendas sociales “adespóticas”, alternativas, tanto en economía como en pensamiento político son el camino para el señorío[65]. Que el sistema se presente como un torrente que anega el todo de la vida social no ha de ser óbice para pensar que tal torrente puede ser en parte sorteado y con ello, de alguna manera, frenado[66].

            Además resulta necesaria la conciencia de responsabilidad personal y colectiva. Echar el peso de la construcción del señorío a fuerzas ajenas a uno mismo, es inhibirse del trabajo que a cada cual corresponde para que este asunto pueda, siquiera, alborear. El sistema desrresponsabiliza; ahí se halla uno de sus recursos. Y cuando nadie es responsable, el proceso se detiene. Por eso es tan necesario el compromiso privado y el público[67]. Pretender señoríos esquivando la responsabilidad es pretender lo imposible.

            Una tercera senda es aquella que humaniza,  que sana en la base de lo humano. La preocupación por la humanización es la primera de todo proceso de construcción del señorío y de toda espiritualidad[68]. Una humanización de los sectores más delicados y resbaladizos de la existencia humana, como son los asuntos que tocan a la vida (manipulación genética, ingeniería genética, ética de los límites, etc.), por problemáticos que sean, contribuyen de manera decisiva al enseñoreamiento de la vida[69].

            Finalmente un cuarto camino es mantener vida la fe en las posibilidades de las personas. O lo que es lo mismo: mantener viva la certeza de la bondad esencial de lo humano, por encima del torrente de maldad que anega el caminar histórico. Si se pierde esta fe, hablar del señorío de la vida es impensable.

            Puede parece que hablar de “señorío” es algo de una soberbia histórica inaceptable, vista la insignificancia que el planeta tierra representa en el conjunto del cosmos[70]. Pero el anhelo no es proporcional a la magnitud física sino a la del corazón. Y ese anhelo de una vida “señorial” en los límites de la historia es algo permanente en el dinamismo utópico de la vida.

 

4. La economía del compartir como futuro económico

 

            Se es consciente de que, desde textos como Jn 6,1ss, impulsar la economía del compartir es pretender caminar por la vía opuesta a los vientos de proteccionismo empobrecedor que parece que corren últimamente[71]. Es cierto que a la libre circulación de la riqueza no le acompañó en la misma medida la de los trabajadores, ni la armonización global de la fiscalidad. Es cierto también que la extrema robotización y el hipercontrol tecnológico de los servicios no ayudan a una economía social. Pero “una globalización sin derechos humanos ni instituciones internacionales, no representa una alternativa viable a lo que conocemos”[72].

            De ahí que la propuesta de una economía que comparte, incluye y redistribuye con equidad por oposición  a una “economía que mata” tenga hoy todos los visos de posibilidad, por lo menos como planteamiento ideológico[73]. Para Jn 6,1ss no es mera posibilidad, sino certeza: partiendo de un microcosmos de pobreza cercana se experimenta la verdad de funcionamiento de un mecanismo económico que puede ser útil incluso en un marco macroeconómico.

            ¿A qué niveles habría que construir la economía del compartir para verificar su verdad y su valor? En primer lugar a nivel de política económica. No se puede negar la decisividad de las decisiones políticas en la economía. La enorme sensibilidad de los mercados financieros a ese tipo de decisiones indica su importancia. Pero también la economía real está sujeta a las decisiones políticas en gran medida. Puede parecer que las grandes decisiones económicas se toman sin contar con la política o que aquellas condicionan a esta. Pero la relación es indiscutible[74].

            Un segundo nivel es el de los mercados. El compartir pasa por una política de mercados donde el acceso a los países empobrecidos sea un realidad y donde el proteccionismo a los poderosos no excluya a las economías empobrecidas y su problemática. El sueño de un mercado libre constata que nunca como ahora es menos libre el mercado. La exclusión, el proteccionismo y la diferencia abismal que engendra la herramienta de la tecnología son, hoy por hoy, barreras muy difícilmente franqueables. Mientras los países ricos controlen el 72% del comercio mundial; mientras el 80% del comercio sea Norte-Sur y solamente un 10% en la dirección contraria; mientras las grandes decisiones económicas se tomen en los países occidentales o de fuerte desarrollo, hablar de mercado libre es un escarnio. El mercado constituye la antítesis de los derechos humanos.

                Un tercer nivel de fuerte compartir hoy y de más fuerte en el futuro es la tecnología. Una persona, un país sin acceso a la tecnología es una realidad condenada al ostracismo. De ahí que, si se quiere una economía más compartida, el acceso a la tecnología ha de ser más fácil y más barato que lo que es ahora[75].  La tecnología ayuda a reducir la pobreza ya que acorta y disminuye barreras sociales geográficas y económicas tanto de las personas en forma individual como de una comunidad. Pero el gran hándicap de este asunto es la acumulación: el 99% de la tecnología está acumulada en los países ricos. La fuga de cerebros a ellos es uno de sus más duros rostros y el desarrollo de los productos sintéticos que sustituyen a las materias primas naturales producidas en los países en desarrollo otro[76]. Este acceso debe afectar incluso a la tecnología espacial, ya que es tecnología para el futuro[77].

            Y un cuarto nivel es aquel que afecta al acceso a la formación, ya que de esta depende la capacidad de inserción en el mercado laboral y, a través de ella, en el mercado como tal. Nos referimos a una formación para un mercado compartido, no tanto para un mercado hegemónico. En primer lugar habrá que tener acceso a la formación para el mercado laboral: “Decidir invertir tiempo y recursos en conseguir una adecuada formación es una decisión sumamente acertada, no sólo por la satisfacción personal del individuo, sino porque se constituye como un arma sumamente valiosa para enfrentarnos a un mercado de trabajo cada vez más complejo, ya que nos permite abordarlo en un triple frente: nos ayuda a conseguir trabajo, a conservarlo en momentos difíciles y a alcanzar unas condiciones laborales más ventajosas para el individuo[78]”. Pero, además, será necesario formarse para entender y, en su caso, cuestionar los mercados y su desigual mundo. Un reto necesario

            El mercado compartido sería una ganancia para todos aunque conllevaría un reparto más equitativo de los bienes mercantiles y una desconcentración de poder económico en manos de unos poco, unas mayor equidad[79]. Pero el cómputo general de riqueza, el PIB mundial, aumentaría considerablemente. Con esto se está queriendo decir lo que sugiere Jn 6,1ss: que la pobreza no es obstáculo invencible para el compartir, que se puede vencer a la pobreza con un desarrollo más igualitario[80].

            Las consecuencias personales de una espiritualidad de la economía del compartir aparecen con facilidad: es preciso agudizar el sentido crítico para no dar para evidente lo que ocurre, ya que esto es fruto de un proceso económico dirigido por las élites en la dirección de la concentración de la riqueza y del dominio del mercado. Además llevaría a opciones personales como las de acercarse al comercio justo, ya que este, por más insignificante que se lo quiera en el conjunto del mercado, tiene un alto poder significativo porque dice de modo tangible que la dirección del mercado puede ser otra que la actual. Y, finalmente, había que inocular en la espiritualidad la sobriedad no tanto por causas ascéticas cuanto por razones de justicia para frenar, entre otras cosas, la devoradora lógica del consumo[81].

 

5. La superación de las tensiones históricas por la asunción de la diferencia

 

            A estas alturas de la historia la persona ha experimentado por enésima vez que las diferencias mal asimiladas son la causa de múltiples sufrimientos sociales. Las pretensiones hegemónicas, los nacionalismos exacerbados, las dictaduras crueles, las enormes dificultades para que los pueblos caminen en la misma dirección tienen como fuente principal la imposibilidad para asimilar la diferencia. Es un movimiento que nos conecta con la época de las cavernas: resulta dificultoso ver al habitante de la otra caverna uno al que no hay que combatir. Precisamente por ser algo tan ancestral es una realidad de muy difícil orientación.

Se puede comprender fácilmente que el odio al distinto tiene aquí su raíz y que la tarea de asumir la diferencia es algo de un volumen que, con frecuencia, sobrepasa a los humanos.

Este problema se agranda cuando el odio al distinto alcanza niveles de globalización, salta las fronteras de un país y comienza a implicar a gentes de cualquier lugar de la tierra[82]. Los recelos entre las sociedades están bien vivos y el odio a las minorías sigue funcionando. La supuesta lucha por la identidad lleva aparejada la violencia, signo evidente de la dificultad de armonizar caminos de vida múltiples y fragmentados.

En Jn 6,19-21 tenemos un ejemplo de enorme dificultad para armonizar diferencias y las tensiones que generan entonces como hoy[83]. Hay maneras de asumir diferencias que se asientan sobre falso: toda suerte de imposición del más fuerte, mediante dictaduras, presiones económicas, tiranías culturales. El imperialismo cultural es, sin duda, una forma de machacar las diferencias en beneficios de la cultura dominante, la del neoliberalismo más crudo asentado en los países más desarrollados, sobre todo USA. Se puede definir imperialismo como la “actitud y doctrina de quienes propugnan o practican la extensión del dominio de un país sobre otro u otros por medio de la fuerza militar, económica o política”[84].

Una forma más sutil de puentear las diferencias es uniformar, hacer que todo el mundo valore, hable, se comporte en modos uniformes, esos modos que están dictados de antemano por la moda, el consumo, la banalización de la individualidad. Este es un objetivo prioritario del imperialismo cultural. “El imperialismo tiene como finalidad exportar e imponer los valores y cultura de los países desarrollados, hacia los países receptores, los cuales adoptan de una manera pasiva y casi imperceptible los flujos informativos y los productos culturales extranjeros”[85].

Pero hay otra serie de caminos más posibilitadores. Son aquellos que comienzan trabajando la memoria, que se resisten al olvido como manto que cubre heridas que es preciso restañar y curar. Como dice R. Mate, “hacer presente el pasado de los vencidos amplía el campo de la justicia”[86]. El campo de la justicia se amplía con el perdón[87]. Si se quiere edificar en justicia es necesario contar con los agravios del pasado para integrarlos en el proceso de construcción armonizable del presente.

Será necesario, igualmente, encarar las diferencias, afrontar el “viento” en contra, como dice Jn 6,18, encajar la evidencia de que la diferencia es un componente ineludible de los seres históricos y que pretender ignorarla es una rotunda equivocación. Más aún, será preciso ver la diferencia como un valor, como una posibilidad de enriquecimiento, no solamente en lo que tiene de obstáculo. Es el gran valor de la diferencia. La única manera de contrarrestar el efecto desintegrador de la diferencia es, justamente, convertir la diferencia en un motor del hecho social. Ese es el milagro del compartir sobre la base del todo: convierte una carencia en un motor de actuación social, como queda claro en el signo de Jn 6,1ss. “Aceptar a estas personas [diferentes] es, entenderlas y comprenderlas como personas diferentes, como individualidades que puedes querer o aborrecer, que te importan o de las que pasas pero en las que ves, además de su limitación -evidente o no-, sus valores, sus inquietudes, sus motivaciones, su forma de ser. Aceptarlas como un factor más, como un elemento que junto con muchos otros, determinan su personalidad. No hay que integrar a los diferentes, mediante sistemas paralelos. Hay que permitirles vivir en el mundo -el nuestro y el suyo-, y que se coloquen donde quieran estar. Hay que dotarles de la capacidad necesaria, para que puedan tener las mismas oportunidades, que el resto de las personas para vivir como ellos quieran vivir”[88].

Finalmente, será preciso un esfuerzo por establecer conexiones en los entornos de gran diversidad, tratando de elaborar planes de superación de conflictos estableciendo tales relaciones en las posibilidades de encuentro, por pequeñas que estas sean. En tales casos, el diálogo y no la fuga es el camino adecuado [89]. El diálogo “representa la más genuina representación del tratamiento de conflictos basado en el pacto…Como estrategia permanente, el diálogo tiene efectos preventivos y puede ayudar a que un conflicto constructivo siga siéndolo…El diálogo es herramienta útil en un problema familiar o vecinal y en el más grave conflicto internacional o político”[90].

Construir  un proceso integrador en un entorno complejo demanda reconocer la complejidad de nuestro entorno, aplicar el discernimiento y el pensamiento con rigor y realizar acciones encaminadas al ideal integrador[91]. Cuando el Papa Francisco repite en la LS’ que “todo está conectado” está aludiendo, más allá la interconexión de las creaturas, al destino profundo de la historia: llegar a una formidable reconciliación, a una integración total[92].

Las tradiciones religiosas, y la evangélica en concreto, olvidando sus diferencias ancestrales, pueden ser decisivas para un ideal integrador para “contribuir a un conocimiento por el cual quien conoce pierde toda desconfianza y se abre a la entrega sin reservas a ‘eso único’ que se dice con claridad en esa noticia gratuita y absoluta”[93]. Jn 6,19ss se inscribe en ese proceso integrador de la diferencia que es ganancia para toda cultura, por diversa que sea.

 

 

6. Confluencias necesarias para un caminar histórico más luminoso

 

            El logro de un caminar histórico luminoso no es algo que va de sí. El mismo EvJn lo pone como un “signo” del Reino, algo hacia lo que se camina muchas veces entre densas penumbras. Por eso mismo, para avanzar en la dirección de la luz, es necesaria la confluencia de muchas variables que hagan posible que la densa oscuridad se abra y brote la luz en la senda humana. Ya los filósofos nos decían que el camino del hombre hacia el ser, hacia el sentido, es un camino de oscuridad[94]. Y hasta los estudios sobre el cosmos nos informan sobre la loca carrera de lo creado en la oscuridad más increíble[95]. Desde ahí hay que medir la pretensión humana y espiritual de vivir en la luz.

            Para mantener en una cierta racionalidad esta pretensión es preciso, como decimos, que confluyan muchas variables. En primer lugar, la variable democrática: es preciso que muchos quieran, Si unos no lo desean y otros sí, la sensación de que las sombras ganan la partida será más fuerte que la realidad de la luz que avanza[96]. Es cierto que el mundo avanza hacia caminos democráticos más amplios cada vez; pero la zona de sombras es, todavía, densa[97].

            Se requiere, así mismo, la confluencia de voluntades económicas que entiendan el dinero desde parámetros de solidaridad. Las múltiples economías alternativas (el bien común, la sobriedad feliz, el decrecimiento, la banca ética y solidaria, etc.) abren sendas significativas, aunque todavía pequeñas en esa dirección porque tienen la certeza de que los datos macroecómicos, el PIB por ejemplo, no indican nada, no hacen luz, si no se los combina con la economía real, la economía civil, la del ciudadano de a pie[98].

            Igualmente sería necesaria la confluencia de voluntades culturales en las que se ponga por delante el cultivo del espíritu, entendido este no tanto en el marco de los estrictamente religioso cuando en lo amplio de lo humano. Pretender luz con el espíritu ahogado, muerto, es pretender lo imposible a nivel social[99]. Las tradiciones religiosas, sensibles a esto, puede hacer aportaciones valiosas, el acceso a otra dimensión de la realidad[100].

También se intuye como necesaria la confluencia de las voluntades solidarias ya que la oscuridad se hace más densa en el individualismo y la indiferencia hacia el otro y brota la luz en la solidaridad y la equidad. “Cuando somos capaces de superar el individualismo, realmente se puede desarrollar un estilo de vida alternativo y se vuelve posible un cambio importante en la sociedad”[101]. En este sentido, la nube de voluntariados que envuelve el planeta es un foco de luz sobre los pasos de la persona sobre la tierra[102].

Por su parte, y hoy más que nunca, se hace necesaria la confluencia de las voluntades que tratan de entender, vivir y ofrecer la ciencia en modos humanizadores. Un foco de luz inmenso viene de este lado, siempre que, como decimos, el valor de la persona sea el frontispicio de todo el trabajo científico. “Estas técnicas van a ser una liberación, van a dar lugar a nuevo humanismo”[103].

Finalmente la unión de voluntades creativas puede aportar mucha luz sobre el camino humano desde el lado de la belleza, ya que este elemento está hecho, si es que es belleza, de pura luz. El papel de los creadores de belleza ha sido decisivo para mantener encendida la llama de la esperanza en las épocas más sombrías del caminar humano. Con toda claridad lo siguen soñando los espíritus cercanos a la belleza:  “Vendrá un día en que a medida que se llene de luz la conciencia del hombre, se debilitarán los dogmas que lo esclavizaron desde siempre; y este se irá identificando con el sol cuanto más se aproxime a los ideales de dignidad y libertad humanas”[104].

El texto de Jn 9 propone el caminar común en la luz, del que se hace adalid el humilde Jesús de Nazaret, que propone un camino de luz en la dura realidad de una existencia amasada a las sombras. El milagro de la vida luminosa se van construyendo, paso a paso, con la generosidad de todos. Certezas que acompañan a la lectura del texto bíblico.

 

7. Posibilidad de plenitudes verdaderas en un marco histórico

 

            Las paradojas, como otras figuras literarias, pueden contribuir al ahondamiento del sentido[105]. Por eso cuando, al filo de Jn 11,1ss, se habla de “plenitudes verdaderas en un marco histórico” no estamos jugando con las palabras. Queremos ahondar en una intuición espiritual: aquella que olfatea que en el marco de la historia, con todas sus limitaciones, se puede aspirar a una cuota de plenitud. Lo decimos de nuevo: no se trata de imaginaciones, sino de procesos de ahondamiento Hablar de una plenitud limitada es una paradoja, pero hay que verificar la posibilidad de contenido que encierra. Si esto arrojara un saldo positivo, se podría echar luz sobre muchas situaciones humanas de gran dificultad, la muerte incluida.

            Un sentido de plenitud anida en lo cósmico, realidad que pasa por enormes mutaciones. Efectivamente, cuando se nos describe el final del sol como estrella que tiene fecha de caducidad, la familia galáctica en la que se inscribe la Vía Láctea, el muro del fin del universo, las ondas gravitacionales, la vertiginosa velocidad a la que viaja la tierra envuelta en el inabarcable torbellino del big bang, etc., puede percibirse dos extremos: la enorme limitación, valga la expresión, de este cosmos o su formidable latido de vida[106]. Esta admiración de la vida que late se ve confirmada, en el ámbito de lo minúsculo, por la física de partículas y su increíble mundo. Todo ello, llama a la vida, al formidable afán por mantenerse en el lado de lo que vive porque hasta “el vacío está realmente lleno e impregnado de campos de energía”[107].

            Atisbamos, también, un sentido de plenitud en el marco social y político que pasa por formidables cambios en las relaciones internacionales. Es cierto que el denominador común del egoísmo más cavernario sigue aún vigente en muchos anhelos políticos. Pero la era de total individualismo ha pasado a la historia. Las relaciones se construyen hoy en el entramado de países que forman el planeta. Por eso, los terremotos políticos afectan a todos los países y los logros también. Existe en el fondo de la relación política una búsqueda, a veces en maneras veladas, de una vida que se anhela y que, de alguna forma, se va poseyendo y se va cuidando. No es obstáculo para esta percepción el retroceso evidente que a veces hacen las libertades, incluso en los gobiernos supuestamente democráticos que deberían consagrarlas[108].

            No cabe duda, además, de que en el conjunto de espiritualidades que en el mundo han sido, más allá de sus limitaciones e incluso de sus fratricidas luchas, hay un indudable anhelo de vida y pueden ser comprendidas como una realidad de fuerte componente vital. Esta ha de ser, sin duda, su mejor aportación al devenir del camino histórico, poder llegar a mostrar “la inmensidad del trasfondo de todo objeto y sujeto, que es su única realidad”[109]. Ese trasfondo lleva la marca de la vida.

            Finalmente, hay una plenitud de vida en el mero ser tierra de la persona, en su honda pertenencia a este cosmos a través del ser familia de la tierra. La religiosidad habla de tierra habitada por Dios, de creación[110]. Es justamente en ese “poner su casa en él”[111] donde radica la certeza de que en lo limitado habita la vida, de que esta se pliega a la historia hasta verla ya latiendo en cada instante.

            Tras esta constatación de la posibilidad de vida en marcos de realidad histórica se podrá construir otra espiritualidad más amplia  de vidas plenas, tal como lo sostiene la utopía cristiana[112]. De hecho, esta vida en lo histórico y aquella otra en el anhelo de la fe son parte de una misma realidad: el misterio de la vida latiendo en lo que existe.

 

Conclusión          

 

            Tras esta larga reflexión, recogemos en sencillos asertos lo que creemos constituye el fondo de la cuestión de este tipo de lectura social de los signos del Evangelio de Juan:

  • La lectura social se apoya en la capacidad inspiradora de la Palabra. Ésta, efectivamente, no solamente es inspirada, sino que tiene un formidable potencial iluminador para las situaciones existenciales de la persona. Los signos del Jn se vuelve así potentes reflectores sobre el fondo existencial de lo humano.
  • Por eso mismo, este tipo de lectura abre las puertas de acceso al marco de la cultura secular. Una lectura tal puede quedar inserta en ese marco no como un cuerpo extraño, sino como una realidad asimilable.
  • Esa lectura quiere apuntar lo profundo de la realidad. Los signos de Jn quedan así leídos desde el sótano último de su significatividad alejándose millas de una lectura meramente historicista o banalmente moralizante.
  • De esto modo se logra un tipo de lectura de una cierta racionalidad lo que vuelve tal lectura mucho más “rentable” de cara a la comprensión del texto y también de cara a la comprensión de la realidad de la que lector hace parte.
  • La lectura social demanda al lector situarse en el lado luminoso de la existencia, en modos positivos de comprensión de la realidad. Conecta así con el esfuerzo iluminador que, creemos, anida en el fondo de todo el mensaje del cuarto evangelio.
  • Con este tipo de lectura se amplían los horizontes humanos. Este trabajo de ampliación de horizontes da a la vida un nuevo sesgo, aquel que le hace conectar con la realidad del propio sentido. Vivir es, así, una enorme posibilidad.
  • Finalmente, la lectura social es, a la postre, una lectura espiritual, aunque se aleje de parámetros específicamente religiosos. La espiritualidad es, por ello, una instancia de modificación del hecho social desde dentro, sin ejercer ninguna violencia externa.

 

Creemos que la Facultad de Teología de Vitoria hace hueco a este tipo de investigación en sus cursos y publicaciones. Nos alegramos de ello, lo celebramos y consignamos esta acogida como un elemento actualizador de su actual actividad docente.

 

Fidel Aizpurúa Donazar



[1] Cf F. AIZPURÚA, “A quienes andan dispersos. Una lectura social de las cartas de Pedro”, I (Lumen 56 (2007) 379-406), II (Lumen 56 (2007) 407-433; “Los caminos de una fe social (Sant)”, Lumen 57 (2008) 25-54; “Una lectura social de las cartas de san Pablo. 1 Tes, 1 Cor, Rom, Filp”, Lumen 57 (2008) 341-426; “¿Una sociedad sin clases? Lectura social de la carta a Filemón” Lumen 58 (2009)273-296; “¿Qué Iglesia, qué sociedad? Una lectura social de la carta a los Efesios”, Lumen 58 (2009) 407-429; “Vivir con y para el otro. Una lectura social de la segunda carta de Juan”, Lumen 59 (2010) 77-92; “La construcción de la libertad. Una lectura social de la carta a los Gálatas”, Lumen 60 (2011) 311-335; “Misterio de exclusión. Una lectura social de la carta de Judas”, Lumen 61 (2012) 77-94; “Ver la ciudad con los ojos de Dios. Las ciudades en los Hechos de los Apóstoles”, Lumen 64 (2015) 391-434.

[2] Cursos como “La solidaridad con el género humano. Itinerario bíblico” (2015); “Ejes importantes para una teología de la casa común” (2016); “El porvenir de la religión” (previsto para 2017).

[3] Su teoría queda expuesta en J. SHELBY SPONG, “Las doce tesis. Llamada a una nueva reforma”, en http://servicioskoinonia.org/relat/436.htm (22-8-2016). Básicamente se viene a decir en la Tesis 6 que: “Creo que ahora podemos mostrar que casi todos los milagros atribuidos a Jesús se pueden explicar como versiones expandidas de historias de Moisés, de Elías y Eliseo, o como aplicaciones a la vida de Jesús, con sentido mesiánico, de las señales del Reino de Dios en Isaías. Si Jesús era el Mesías inauguraría ese Reino y, por tanto, las señales que lo anuncian aparecerían en su vida. Así que los milagros serían señales que interpretan a Jesús, no acontecimientos sobrenaturales que infringen las leyes de la naturaleza”. de la naturaleza.

[4] Por ejemplo el postulado de que la materia tiende a la auto-organización, a la autopoiesis, es germinadora de vida. Por eso no estamos en un cosmos, sino en un caos. “El caos es la forma propia de ser, de evolucionar, de crear órdenes nuevos”: D. O’MURCHU, Teología cuántica. Implicaciones espirituales de la nueva física, Quito 2014, 12.

[5] Cf J.J.BARTOLOMÉ, “Reseña de la investigación crítica sobre los milagros de Jesús”, En R. AGUIRRE MONASTERIO, Los milagros de Jesús. Perspectivas metodológicas plurales, Estella 2002, 39. El autor puntualiza que “afirmar como histórico que Jesús hiciera milagros y exorcismos no asegura todavía base histórica a cada uno de los relatos”, 41.

[6] Cf J.R.AYLLÓN, Antropología paso a paso,  Madrid 2013, 29.

[7] Cf “Una lectura política del evangelio de san Juan”, en: http://www.monografias.com/trabajos12/unalectu/unalectu2.shtml (23-8-2016). Sobre el Evangelio de Marcos es clásico el texto de F. BELO, Lectura materialista del Evangelio de Marcos: relato-practica-ideología, Estella 1975. El chileno T. VEERKAMP, La despedida del mesías, parece que trata el tema político desde el cuarto Evangelio (imposible verificación).

[8] En el nuevo “Rito de la celebración del matrimonio” se lee en el nº 54: “El sacramento del Matrimonio que vamos a celebrar ante esta comunidad, es un acontecimiento gozoso. Jesús, el Señor, y María, su madre, también participaron con alegría de unas bodas en Caná de Galilea. Con su presencia   significaban cuánto Dios bendice el amor de un hombre y de una mujer, que se comprometen a construir un nuevo hogar en fidelidad. El agua convertida en vino, adelantando la hora del Maestro, es signo del amor que Jesús-Esposo profesa a la Iglesia-Esposa, por la que derramó su sangre”.

[9] La expresión ya aparece en Jue 11,1; 2 Sam 16,10; 1 Re 17,18 marcando siempre el diferente plano de los interlocutores. Por eso, la retorsión que hace J. STRAMARE , “La risposta dei Gesù a Maria alla nozze di Cana. Il test della ragionevolezza” positivizando la respuesta, “lo que es tuyo, es mío”, 185, nos parece inverosímil.

[10] La expresión “Cualquier cosa que os diga, hacedla” (Ho ti an legê hymin poiêsate: Jn 2,5) viene de Gén 41,55: “Dirigíos a José y haced lo que él os diga” (Kai ho ean hymin poiêsate) La mujer entiende la obra de Jesús como la de un Mesías redivivo con el poder propio de un ser superior.

[11] El lexema de Istamai indica estatismo, fijeza, inmovilidad.

[12] Lithinai es un hápax joánico y texto hápax en el AT: “Dos losas de piedra”: Duo plakas lithinas: Ex 34,1). La conexión entre los dos textos está fuera de duda.

[13] Cuando el término “Judíos” va unido al poder, se entiende que se refiere a los dirigentes (8,31; 11,19; 12,11). Cf J. MATEOS-C.BARRETO, El Evangelio de Juan. Análisis lingüístico y comentario exegético, Madrid 1979, 90.

[14] La ironía joánica respecto a las cantidades en las cuestiones rituales se manifiesta también en textos como Jn 19, 39 (“unas cien libras”: Hosei litras ekaton) donde se ironiza sobre la enorme cantidad de perfumes para embalsamar a uno que está destinado a la vida. La metreta,  en concreto, contenía 38,88 litros: Cf C. VIAL,  Léxico de antigüedades griegas,  Madrid 1983, 146.

[15] Una tradición judía hablaba de que Dios tenía guardado el vino del Mesías tras el trono de su gloria.

[16] Algo parecido ocurre en Mc 5,35-43.

[17] Cf Neh 3,1.

[18] No se ha superado la visión de Ez 37,1-14; los huesos siguen sin revivir. El sueño ezequieliano continúa pendiente.

[19] El dato de los 38 años, en relación con el número 40, está indicando la casi totalidad de la vida.

[20] Como ocurre en otros relatos de signos, tanto joánicos (Jn 11,34) como sinópticos (Mc 10,51).

[21] Como dice el poema de W.E.Henley, citado en la película Invictus sobre la vida de N. Mandela.

[22] Es el último de la lista de los treinta y nueve trabajos prohibidos en sábado: «cargar un objeto para llevarlo de un sitio a otro»: Shabbat VII,2.

[23] Obras exegéticas de altura, como la de J. M. VAN CANGH, La multiplication des pains et l'Eucharistie, Paris 1975, aún son deudoras de un cierto historicismo más allá de sus posicionamientos teológicos.

[24] Una interpretación secular del Evangelio abriría más posibilidades de lectura que la meramente religiosa, restringida a sus estrechos límites predeterminados.

[25] Como aparece con claridad en La Misná con el conocido modo rabínico de enseñar en base a la cita y confrontación de las sentencias de los grandes rabinos..

[26] Esta es la segunda Pascua en el EvJn. No hay que olvidar que, en la primera (2,13ss), hubo también una temática que apunta a la economía del lucro del Templo.

[27] Sabemos con exactitud que en Israel en tiempos de Claudio (41-54) hubo una gran hambre al que alude la colecta paulina (Hech 11,28-30). Posteriormente, y más después de la guerra del 70, el hambre no menguó en Israel. Cf J. JEREMÍAS, Jerusalén en tiempos de Jesús, Madrid 1977, 141.

[28] Estamos en una época donde económicamente es imposible la erradicación del hambre. No como la de hoy, donde teóricamente, es posible, se cuenta con los medios económicos necesarios, como lo ha dicho Ban Ki Mun, presidente de la ONU, en muchas ocasiones: http://www.un.org/es/zerohunger/challenge.shtml. De hecho, la pobreza extrema ha bajado en 2012 del umbral del 10%: Cf K. LLANERAS, “El mejor de los mundos”, en El País 31-12-2016 (Ideas 2-3).

[29] “Cada vez que hemos estado a punto de sucumbir en la historia nos hemos salvado por la parte más desvalida de la humanidad”: E. Jünger citado en E. SÁBATO, Antes del fin,  Barcelona 2000, 99.

[30] La figura del “chiquillo” (Paidarion) es joánica, así como la precisión “de cebada”  (Krithinous) y la de los “peces en salmuera” (Opsaria). Elementos para subrayar la pobreza de los bienes que se está dispuesto a compartir.

[31] El “recostarse” (Anapeisen) indica la condición de hombres libres.

[32] La “hierba abundante” (Khortos polys) indica la abundancia

[33] Se comprueba que funciona desde los informes de la FAO que pone el acento del problema no en la producción de alimentos, sino en el reparto, hasta cualquier gesto de previsión humana a favor de otros que genera economía compartida.

[34] «Creámosle al Evangelio», dice el Papa Francisco (EG 278).

[35] Cf http://www.lachristite.eu/archives/2014/09/28/30667437.html (26-1-17).

[36] El relato de la multiplicación en tierra de paganos no lleva emparejado el de la marcha sobre el lago (Cf Mt 15,32-39; Mc 8,1-9).

[37] El episodio de la multiplicación se realiza “al otro lado del mar de Galilea” (Peran tês thalassês tês Galilaias: v.1).

[38] Cf Mt 7,6; 15,26; Mc 7,27.

[39] Esta significación del viento se conoce también en el euroaquilón de Hech 27,14.

[40] La primitiva misión cristiana ha dejado eso en evidencia: cuando se ha lanzado a los paganos es cuando la propuesta del reino ha respirado. Si se hubiera ceñido al marco del judaísmo, las posibilidades de pervivencia de algo que era considerado como una mera “herejía” habrían sido mucho más reducidas.

[41] Cf Is 35,5s; Jer 5,12; Ez 12,2; etc.

[42] J. MATEOS-F.CAMACHO, El Evangelio de Marcos. Análisis lingüístico y comentario exegético II, Córdoba 1993, 237. Cf  Jer 5,21-6,2.

[43] Puede ser entendida como una prolepsis.

[44] Cf Filp 2,8: Heb 4,15.

[45] Como sugiere el poema atribuido a J. J. Borges: “He cometido el peor de los pecados 
que un hombre puede cometer. No he sido  feliz”. Llegar a vivir en una felicidad histórica es la meta de lo humano.

[46] Ciertos sectores espirituales del judaísmo, como los fariseos, creen en la resurrección, como aparece en Hech 23,8.

[47] El plazo para cualquier resurrección son tres días, el tiempo de la certeza que separa la barrera de la muerte (Os 6,2). Superado tal plazo, ya no hay posibilidad de vida.

[48] Las series literarias cargan el sentido en el último elemento de la misma.

[49] Cf. F. AIZPURÚA, La pobreza, ¿maldición o lugar de encuentro?,  en Lumen 41 (1992) 281-296.

[50] Nótese que hablamos más de “las pobrezas”, en plural, que de la pobreza. Y eso no solamente porque el plural abarca más, sino porque sitúan al tema de la pobreza en el ámbito de lo social que es el verdadero ámbito de decisividad del tema.

[51] Cf I. ELLACURÍA, “El reino de Dios y el paro en el tercer milenio”, en Concilium 180 (1982) 588-596: «Utopía y profetismo», Revista Latinoamericana de Teología 17, 1989, 170.

[52] Cf Ch. FELBER, La economía del bien común, Bilbao 20136.

[53] Cf Ph. RABHI, Hacia una sobriedad feliz, Madrid 2014.

[54] Cf S. LATOUCHE, La hora del decrecimiento”,  Madrid 2011.

[55] EG 186-216.

[56] “No dejéis morir a los viejos profetas pues alzaron su voz contra la usura que ciega nuestros ojos con óxidos oscuros, la voz que viene del desierto, el animal desnudo que sale de las aguas para fundar un reino de inocencia, la ira que despliega el mundo en alas, el pájaro abrasado de los apocalipsis, las antiguas palabras, las ciudades perdidas, el despertar del sol como dádiva cierta en la mano del hombre”: J.A.VALENTE, “No amanece el cantor”.

[57] LS’ 66 todavía emplea ese esquema.

[58] Cf Lc 17,20-21.

[59] Esto ha quedado ya de manifiesto hace tiempo en la publicación de la obra de  BERGER, P. L.-LUCKMANN, Th., La construcción social de la realidad, Buenos Aires 1986.

[60] A. CORTINA, “Amistad cívica”, El País  (6 de mayo de 2008), 28.

[61] LS’ 93.

[62] ORTEGA RUIZ, P., “La educación moral como pedagogía de la alteridad”, en Revista española de pedagogía 227 (2004) 5. «Ser prójimo es constituirse en sujeto moral y esto ocurre cuando nos aproximamos al caído» (R. MATE, El olvido que seremos,  Madrid  2008, 24).

[63] El dinamismo de lucha contra la inequidad ha de llegar incluso a las relaciones con la creación: «No podemos ser testigos mudos de gravísimas inequidades cuando se pretende obtener importantes beneficios haciendo pagar al resto de la humanidad, presente y futura, los altísimos costos de la degradación ambiental» (LS’ 36).

[64] Cf Lc 14,15. “El discipulado cristiano consiste en vivir en este mundo del modo que Cristo vivió en el suyo: tocando leprosos, sacando asnos de la zanja en sábado, cuestionando lo incuestionable y relacionándose con mujeres”: J. CHITTISTER, “Odres nuevos”. Antología de una visión espiritual, Santander 2003, 13.

[65] LS’ 16 habla de «otros modos de entender la economía y el progreso». El modo del decrecimiento, de la economía del bien común, de la sobriedad feliz, de la economía colaborativa, economía circular, etc., son caminos para esa otra manera de percibir la economía. Y en cuestiones de pensamiento político están desde la democracia participativa hasta  la democracia cósmica, caminos utópicos de una política menos sistémica. Hasta el mismo Evangelio puede ir en esa dirección: textos como Mt 25,14-30 hay que preguntarse si el buen siervo, según el Evangelio, no sería el que entierra el talento porque rompe con el sistema, “que recoge donde no esparce”, el cual, evidentemente, lo echa fuera.

[66] El Papa Francisco advierte en LS’ 54 que «la alianza entre la economía y la tecnología termina dejando afuera lo que no forme parte de sus intereses inmediatos».

[67] «El amor a la sociedad y el compromiso por el bien común son una forma excelente de la caridad, que no sólo afecta a las relaciones entre los individuos, sino a las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas» (LS’ 231).

[68] «Lo que Jesús dejó claro es que a Dios lo encontramos primordialmente y ante todo, no por el camino de la “perfección”, ni por el de la “santificación”, ni tampoco por el de la “espiritualización” sino, sobre todo, por el de la “humanización”»: J. M. CASTILLO, La humanización de Dios. Ensayo de cristología,  Madrid 2009, 203.

[69] Temas tan problemáticos, jurídica, legal y moralmente como la fecundación in vitro, la selección de embriones para usos terapéuticos, la eutanasia, etc., han de ser leídos también desde esta perspectiva.

[70] Somos una mota cósmica aislada en el mar de un conjunto de universos. Para hacerse una idea: Aunque Próxima Centauri es la estrella más cercana al Sol, 4,2 años luz sigue siendo una distancia extraordinaria para una nave espacial, que tendría que recorrer 40 billones de kilómetros. La tecnología actual no permite enviar una sonda para explorar este planeta y comprobar si alberga vida. Si mandásemos una nave que viajara a 60.000 kilómetros por hora, que es la velocidad a la que va la sonda Voyager 1, la que más lejos ha llegado [ha salido ya del Sistema Solar], tardaría en llegar a Próxima b 75.000 años. Cf Ch. GALFARD, El universo en tu mano. Un viaje extraordinario a los límites del tiempo y del espacio,  Barcelona 2016.

[71] Sobre todo después de la elección de D. Trump como presidente de USA con sus primeras medidas sobre la industria automovilística y la rescisión del TPP.

[72] Cf OPINIÓN, “Directo hacia atrás”: El País 25 de enero de 2107, 12.

[73] Cf EG 53.

[74] La ONU es un foro de decisión política, por más que sea en muchos casos poco eficaz. Se necesitaría un foro de decisión económica por encima de organismos como el FMI, el BCE o similares. Algo de más calado ideológico y menos ligado a las grandes potencias.

[75] El final del OLPC (One Laptop Per Chile), el ordenador de 100 dólares para los niños de los países en desarrollo no es el final del sueño. Muchos siguen en ello. Cf J. J. TORRES, “OLPC ha muerto, pero no es el final de un sueño”, en: http://gizmologia.com/2014/03/olpc-ha-muerto.

[76] W. SINGER, “Ciencia y tecnología para el desarrollo de los países pobres”, en : http://www.eumed.net/textos/06/singer-tecno.htm (27-1-17).

[77] Cf  “Científicos discuten acceso de países pobres a tecnología espacial”, en El espectador,  7 de marzo de 2016, en: http://www.elespectador.com/tecnologia/cientificos-discuten-acceso-de-paises-pobres-tecnologia-articulo-620760 (27-1-17).

[78] S. CORRAL DELGADO, “Mercado de trabajo y formación”, en eXtoikos 4 (2011) 131.

[79] Las tremendas consecuencias de un mercado concentrado se nos muestran en toda su dureza cuando se nos dice que ocho personas poseen la misma riqueza que la mitad más pobre de la humanidad: Cf https://www.oxfam.org/es/sala-de-prensa/notas-de-prensa/2017-01-16/ocho-personas-poseen-la-misma-riqueza-que-la-mitad-mas (27-1-17).

[80] El dato objetivo de que la pobreza extrema se divide entre seis desde 1960. Entonces el 64% de la gente sobrevivía con menos de 1,9 dólares al día. Ahora son solo el 10%.

[81] “Nos desvivimos en consumir sin que esto calme la inquietud que sentimos en nuestro interior. El consumo de un objeto nos aboca al uso de otro artículo, en una espiral que parece no tener fin”: F. TORRALBA, La sobriedad,  Lleida 2012, 54.

[82] El fenómeno del yihadismo resulta elocuente, fenómeno magnificado por las redes sociales.

[83] Con otros actantes, pero el problema sigue vigente en las tierras bíblicas.

[84] Fuente: RAE.

[85] González Liliana “El imperialismo cultural y los procesos de integración latinoamericanos”. En línea. Disponible en: http://www.redalyc.org/articuloBasic.oa?id=199016809009 (27-1-17).

[86] Cf R. MATE, “La herencia del olvido”, en El País 18-1-2009: http://elpais.com/diario/2009/01/18/opinion/1232233205_850215.html (27-1-17). Ver su obra: La herencia del olvido,  Barcelona 2008.

[87] Es el “difícil perdón” del que hablaba P. Ricoeur (Cf F. TORRALBA, La paz,  Barcelona 2014, 74).

[88] J. RUBIO ARRIBAS-R.J. SORIA BREÑA, “La construcción social de la diferencia”, en: https://pendientedemigracion.ucm.es/info/nomadas/7/jarribas.htm (27-1-17).

[89] Como ocurre en Jn 6,16-21 por parte de los discípulos.

[90] J. FERNÁNDEZ, Ser humano en los conflictos, Madrid 2006, 41-42.

[91] Cf P. GÓMEZ TENA, “Un ideal integrador para un entorno complejo” (Facultad de Teología de Vitoria 2017. Manuscrito).

[92] Cf LS’ 16, 91, 117, 138, 240.

[93] M. CORBÍ, Hacia una espiritualidad laica, Barcelona 2007, 290.

[94] Cf E. MELER, El camino del cisne: estudios sobre Heidegger,  Madrid 2010, 160.

[95] Cf N. DOMÍNGUEZ, “Un enorme vacío hace que nuestra galaxia viaje a dos millones de kilómetros por hora”, en El País,  31-1-2017 (id.).

[96] “Los datos señalan que la humanidad está en la mejor situación de su historia y, sin embargo, la mayoría cree que el mundo empeora”: K. LLANERAS-N.CARRETERO, “Las paradojas del progreso: razones para el optimismo”, en El País-Ideas 31-12-16, 3.

[97] Según “Cifras para un mundo mejor” en El País-Ideas 31-12-16, 2, en 1900 solamente el 12% de la población mundial vivía en países democráticos; en 1950 eran el 31% y en 2015 eran ya el 53%.

[98] De ahí propuestas como la de S. ZAMAGNI propiciando una economía civil como modo de humanizar el mercado, en: Op.cit., 37ss.

[99] Es lo que pretendía hace años aquel “manifiesto contra la muerte del espíritu” de J.R.PORTELLA y A. MUTIS: http://www.elmanifiesto.com/manifiesto/texto_manifiesto.asp (31-1-17).

[100] Cf M. CORBÍ, Op.cit.,  289.

[101] LS’ 208.

[102] Cf A.VV., “Hacia una cultura de la solidaridad”, en: Documentación social 106 (1997) 181-211.

[103] Cf J. ELOLA; “Rafael Yuste”, en  El país Semanal,  22-1-17, 52.

[104] O. ELYTIS, “Discurso pronunciado en el recibimiento del Premio Nobel de Literatura 1979”, en: file:///C:/Users/PC/Documents/Varios/Osysseas%20Elytis%20(discurso).html (31-1-17).

[105] La poesía la suele utilizar con una cierta frecuencia. Cf el poema “Bendito fue aquel maldito instante” de C.C. Juárez Delgado.

[106] Todos estos datos son asequibles en el ensayo de divulgación de Ch. GALFARD, El universo en tu mano,  Barcelona 20162.

[107] R. BACHILLER; “Partículas y espacio vacío”, en El Mundo 25-1-17, 6.

[108] Cf S. LEÓN, “La insoportable levedad”, en El País, 1-2-2017, 2.

[109] M. CORBÍ, Op. cit., 290.

[110] Según la distinción del Papa Francisco entre naturaleza y creación: LS’ 76.

[111] Cf Jn 14,23.

[112] Cf Ap 21,4.

Iba enseñando a sus discípulos

«Iba enseñando a sus discípulos» (Mc 9,31)

Una “catequesis social” en el Evangelio de Marcos

 

 

Introducción

 

            El Jesús del Evangelio de Marcos, a diferencia de lo que ocurre en Mateo y sobre todo en Juan donde se revela «en discursos», «se va revelando en su acción y en sus respuestas ocasionales»[1]. Es decir, su discurso ideológico parte de la vida y apunta a ella. No por ser «fragmentario» resulta menos profundo. «En su vida no aparece un plan preconcebido, sino un intercambio continuo con la realidad que le rodea, un diálogo de acción y palabra»[2]. Es desde estas constataciones desde donde se puede ir pensando en una valoración social del Evangelio de Marcos en general y de la sección 9,30-10,31 en particular.

            No es fácil precisar las intenciones de un autor, la diana a la que se dirige el dardo de su palabra[3]. Su pensamiento se articula entreverando dos destinatarios, los seguidores procedentes del judaísmo (los «discípulos») y los seguidores, judíos o paganos, que no proceden del judaísmo. Estos segundos quedan representados en figuras como la del «chiquillo» de 9,36ss o 10,13-16 en el pasaje que queremos trabajar. Nuestra «catequesis» parece apuntar a «los discípulos». Pero, de rebote, termina dirigiéndose a todo seguidor. La pluralidad de destinatarios otorga más fuerza a la intención de los textos.

            Nos hallamos ante un catequesis, más o menos articulada, de componente social. Es cierto que estos textos tienen sus paralelos en los otros dos sinópticos. Pero en Mc hay una cierta articulación, una especie de orden que los hace, aún, más elocuentes. De salida, llama la atención que una catequesis de Jesús a «los discípulos» no tenga contenidos religiosos, sino sociales. En la más pura tradición religiosa del judaísmo, el adoctrinamiento religioso era imprescindible. Jesús adoctrina con la vida, con comportamientos sociales. Una certeza más para intentar lecturas sociales del NT.

            De aquí brota la posibilidad de contribuir a un paradigma social de componente evangélico, una manera de enfocar la sociedad, una contribución a la reflexión social desde planteamientos evangélicos, más que religiosos. Los grandes «catequetas» tienen una variedad de inspiraciones: sociales[4], económicas[5], éticas[6], educativas[7], etc. ¿Por qué el Evangelio no va a poder ser fuente de inspiración para una reflexión social? Puede ser una tarea de los modernos trabajos bíblicos sacar al Evangelio de los estrechos moldes del uso religioso para situarlo en el campo común de la reflexión social.

            De esta manera se ampliaría, además,  la reflexión de lo que se ha dado en llamar la «doctrina social de la Iglesia», ya que esta no ha de versar solamente sobre temas estrictamente sociales, económicos o políticos, sino también sobre el amplio panorama de las grandes preocupaciones sociales de hoy[8]. La comunidad cristiana está necesitada de una reflexión que entronque con la gran corriente reflexiva de quien aspira a un camino histórico de más calidad humana y de más contenido ecológico.

 

  1. 1.      Punto de partida: la incomprensible entrega(Mc 9,30-33a)

 

La nota inicial que encabeza todo el conjunto de 9,30-10,31 es ilustrativa: se sitúa en el camino que va de Cesarea de Filipo[9] a Jerusalén[10], pasando por Cafarnaúm[11]. Es en el camino que sube a Jerusalén, en el paradigma de su entrega total desde donde se puede entender lo que afecta a Jesús y lo que se propone a los discípulos.

La travesía se hace con el deseo explícito de un cierto incógnito «porque iba enseñando a sus discípulos» (Edidasken gar tous mathêtas autou). Es una enseñanza a «los discípulos», al grupo más necesitado de cambio de paradigma para llegar a la comprensión de la nueva comunidad que brota del seguimiento de Jesús. Podría esperarse una enseñanza por parte de Jesús de temas religiosos (Dios, la oración, el cielo, la piedad, etc..). Nada de eso; es una enseñanza que tiene como denominador común las relaciones humanas, fraternas, los modos de situarse del seguidor en el conjunto del hecho social.

Este segundo anuncio de la pasión en el Evangelio de Mc es determinante, incorporando un elemento nuevo sobre el primero que acentúa su dramatismo[12]: la inclusión de la espiritualidad de la entrega concentrada en el verbo «entregar»  (Paradidomai). Este verbo es frecuente en el estilo profético. Jesús se autocomprende y de autodefine como un «entregado», uno ante el que Dios se ha dado la vuelta y le ofrece su espalda, uno ante quien Dios se desentiende, lo abandona. Resulta difícil llegar al fondo de esta experiencia de abandono[13]. Todo el comportamiento social del seguidor ha de estar marcado por la superación de esta sensación de abandono y la certeza, contra corriente, de que, a pesar de todo, el Padre marca un camino tan paradójico.

Efectivamente, impersonal paradidotai está indicando que la mano del Padre se halla detrás no como quien cumple un designio asesino, sino más bien como quien señala y sostiene en un camino de entrega total.

      La incomprensión de los discípulos y su consiguiente miedo para preguntarle está indicando justamente lo contrario: han entendido bien, o, al menos, han intuido bien. De lo contrario, no tendrían inconveniente en preguntarle. Ellos ven como Jesús la orientación que imprime a la vida del seguidor que «sube» con Jesús a Jerusalén. La dificultad de encajarlo habla de su correcta comprensión.

 

Derivación social: Otra mirada al mundo de los “entregados”

 

            Además de inspirada, la Palabra es inspiradora: puede arrojar luz sobre situaciones de la vida que se hallan envueltas en tinieblas personales o sociales. En ese sentido, la Palabra es terapéutica, capaz de curar y aliviar.

            La comprensión de Jesús como un “entregado” puede echar luz sobre los entregados a su pesar, sobre los dejados del lado por los sistemas, sobre los “descartados” de antemano y por ello entregados desde el nacimiento[14]. Son los 14 millones de personas que malviven campos de refugiados, los varados en Centroeuropa por el cierre de fronteras, los separados por muros y situados en tierra de nadie, los apátridas, los sin papeles y sin posibilidad de tenerlos algún día. Una legión de entregados sociales que no es que sean pobres sino, algo peor, que no cuentan en absoluto para el devenir del mundo. Son los que andan caminos de exilio que no llevan a ninguna parte[15], errantes que solamente llevan consigo “la cosa más importante” que, a veces, es una nadería, una olla, una red de pesca, un muñeco las niñas[16].

            ¿Cómo valorar de otro modo la entrega de quienes son entregados? Sigue siendo imprescindible, aunque no suficiente, la conmoción, el impacto, y con ella la capacidad de indignación, sentir la blasfemia contra lo humano. Algo que se rompa por dentro y nos rompa por dentro[17]. Pero no es suficiente con conmoverse: es preciso también moverse, quebrar la inercia social que nos tiene paralizados, creer en la decisividad de los pequeños signos, mirar hacia delante y a los lados y unirse a quienes han logrado esbozar algún tipo de respuesta. Y luego, habrá que intentar moverse organizadamente para presionar con más eficacia a los gobiernos sistémicos y su criminal política de exclusión y para poder ser más eficaces en la ayuda coordinada que en la ayuda desconectada. Todo un proceso, todo un itinerario de reencuentro.

            Esta espiritualidad podría llevarnos al logro de modificar el imaginario social y descubrir en el duro mundo de los entregados el brillo oscuro de uno valores primordiales. La revalorización de la persona por el extraño lenguaje de su desprecio: cada mirada, cada paso, cada muerte, son un grito que subraya el enorme valor de lo que se menosprecia. Por eso, los entregados son el lenguaje más profundo del valor de lo humano, por más que el sistema haga oídos sordos o, incluso, quiera sofocar esa voz.

            Además, son los descartados los adalides de la utopía de la justicia. En la enorme injusticia que sufren se vierte el anhelo inagotable de la justicia que se debe a los excluidos. Eso, por supuesto, no justifica su condición de entregados. Pero sin su grito, la débil voz de la justicia se extinguiría y no nos daríamos cuenta. Queda cuestionado desde ahí el sistema profundamente injusto en el que mundo occidental, cristiano, ha asentado su sociedad. Lo cuestiona y lo desmiente por mucho que se apele a raíces culturales cristianas[18].

            Así mismo, en las ruinas de su enorme desgracia, brota, con frecuencia, la hermosa planta de la fraternidad. Dicen, en el lenguaje de los entregados, que no hay fuerza capaz de agostar tal planta, que siempre brotará imparable la tendencia de un corazón hacia otro corazón[19]. Esa es la gran denuncia, por vía de humanidad, que hacen a un mundo encastillado en posiciones de vida, de economía y de política que no está dispuesto al compartir humano.

            Finalmente, para los seguidores de Jesús, el entregado, los dejados del lado desvelan el rostro más verdadero de Jesús, aunque sea el más duro. Desde ahí cuestionan una experiencia espiritual que no hace del rostro de un crucificado la piedra angular de una experiencia creyente. Cuestionan la estructura que anhela poder e influencia y que no sabe dar cuerpo institucional a la entrega de Jesús.

 

 

2Ser seguidor=ser servidor (Mc 9,33b-37) 

 

Tras el «principio de la entrega», la primera de las catequesis versa sobre la centralidad del servicio. Es una catequesis que se dirige a quienes «habían discutido quién era el más grande» (Dielekthêsan pros allêlous tis meizôn). Esta insensata, aunque comprensible, discusión tiene lugar «en el camino» (En tê hodô), en el lugar mismo en el que se va viviendo ya la entrega de Jesús. Eso lo hace más paradójico. La «discusión» acalorada[20]      contrasta con el «guardaron silencio» (Hoi de esiôpôn) que indica la permanencia en ese estado. ¿Cómo entender la propuesta de «entrega» en un contexto de discusión? La espiritualidad del servicio sufre la contradicción circundante de la algarabía del poder.

La secuencia «se sentó…les llamó…les dijo» (Kathisas…ephônêsen…legei) indica los modos catequéticos con «los Doce»: sentado, como  estilo de paciencia y de comprensión[21]; llamándoles, como renovando la llamada al seguimiento[22]; diciéndoles, poniendo la pobreza de su palabra ante la fuerza de la ambición avasalladora de los discípulos[23].

El principio del servicio está expresado palmariamente en modos de paradoja: «si uno quiere ser primero de todos, ha de ser último de todos y servidos de todos” (Ei tis thelei prôtos estai pantôn eskhatôs kai pantôn diakonos). La dialéctica «primero/último» está indicando un cierto rango o condición. Es cuestión de posicionamiento social, no de ideas, de ver en qué rango social se sitúa uno. El servicio verifica su verdad en el posicionamiento social que adquiere. Y ello con valor imperativo: no es algo que se deja a la libre voluntad del seguidor: o se sitúa socialmente en un rango de servidor o sus pretensiones de seguidor no tienen cuerpo. La posición enfática del pronombre pantôn está indicando que no hay excepción a la hora de servir: ha de hacerse con cualquier persona que tenga necesidad de ser servido. Y a mayor necesidad, mayor dedicación en el servicio.

La figura del «chiquillo» (Paidiôn) supone un salto cualitativo en la propuesta del servicio. Este personaje puede ser entendido como un “criadito”, un chico que, en épocas de carestía, trabaja en casa ajena a cambio del mero sustento. Es una imagen de desamparo ya que, estado su defensor lejos (el padre), queda al arbitrio del comportamiento del amo: si éste es benigno le irá bien, si no lo es, las pasará de a metro[24].

El seguidor-servidor ha de hacer esa tarea confiando en el solo amparo del Padre-Dios. Si no considera suficiente tal amparo, mejor que se abstenga de entrar en el camino del seguimiento. El doble gesto de «ponerlo en medio…abrazarlo» (Estêsen en mesô…enagkalisamenos) está indicando la identificación y el cariño: Jesús vive así y encuentra en ese modo de ser servidor algo que reconforta su propio interior.

Y no solamente eso: leer bien la realidad de Jesús servidor lleva a leer correctamente la realidad del Padre. Él también es el gran servidor de la historia, aquel que se entrega a lo humano sin red de protección, en donación total[25].

 

Derivación social: Creer en los “grandes servicios” sociales

 

            Creer en tiempos de increencia. Porque eso supone creer en instancias sociales como los políticos, los jueces, los gestores del dinero, los dueños del capital, etc. Visto el comportamiento de esta clase de agentes sociales, pretender mantener aún viva la fe en la bondad de su gestión demanda una fe que nos supera. En realidad, hemos mejorado. Pero la impresión, debida a los hechos en sí mismo y a los medios de comunicación, quiere hacernos ver que estamos en la peor de las sociedades, aunque esto no sea así[26]. Por lo que es preciso avivar la fe social. La fe evangélica puede ayudarnos ya que el Evangelio cree, a pie juntillas, en el valor del servicio como un modo de ser y vivir y, por lo mismo, aunque este tema no lo toque, como factor de conversión social[27].

            Es la fe en el servicio a la justicia que quizá brilla con más relevancia en las escondidas tareas de jueces e investigadores que no están en el sistema judicial, tan maleado por el dinero y el poder fácticos. Pero hay agentes de justicia que siguen trabajando para que las grandes tropelías humanas no queden en el olvido, para que los desaguisados que se hacen contra los pobres, sean al menos juzgados en la parcialidad de los tribunales públicos[28].

            Además está la fe en servicio a la dignidad de quienes creen que ser económicamente frágil no puede ser el camino al vagón de la exclusión, de quienes luchan por dignificar la vida de los frágiles sociales en temas de agricultura[29] o de vivienda[30]. Son gentes cuya voz no cuenta mucho en el concierto social, en el ámbito del mercado. Pero es de admirar que han tomado ese trabajo no solo como una profesión, sino también como una vocación de dignidad.

            Hay que hacer profesión de fe en el servicio a la verdad que desarrollan muchos científicos que no se han dejado seducir por el poder o por la manipulación de su saber[31]. Si a su trabajo se une el afán por hacer accesible la verdad científica al público inexperto, el eco de su trabajo es un factor de profunda humanización[32]. Y si, además, son conscientes de la limitación de sus conocimientos y no se erigen en demiurgos por encima del bien y del mal, su saber humilde tiene más visos de contribuir a la verdad.

            Y, finalmente, está el gran servicio a la paz en instancias de mediación. Hay entidades y personas que se esfuerzan de manera admirable en mediar entre contendientes. Que su trabajo tenga, con frecuencia, poco éxito no resta brillo a su loable esfuerzo[33].

            Todos estos ámbitos llevan al seguidor de Jesús a afianzarse en el valor del servicio no solamente como acción puntual, sino como manera de ver la vida. Estamos hablando de un servicio esencial, básico, aquel sobre el que cimenta el hecho histórico.

 

3. Seguimiento es liberación (Mc 9,38-41)

 

            El autoritario Juan es imagen de quien no entra por esta catequesis social. Su violencia interna le dificulta el camino[34]. Le impide ver algo elemental: que el seguimiento tiene sentido si hace obra de liberación social; de lo contrario, un gran interrogante se cierne sobre él.

Esta escena tiene relación con Mc 9,14-29: allí, los discípulos no han sido capaces de ofrecer una alternativa de liberación al pueblo oprimido en la imagen de un chiquillo epiléptico. Es Jesús quien recrea a la criatura, al pueblo, haciendo con él una obra de liberación: «lo levantó y se puso en pie» (Êgeiren auton kai anestê). En nuestra escena, quienes no han podido hacer obra de liberación tratan de impedir que lo haga otra persona, ese «uno» que bien podría ser un pagano[35].

El «intento de impedirlo» (ekôlyomen autô) está sugiriendo que, a pesar de todo, la obra de liberación se hace. Pero tal intento evidencia la incomprensión por parte de los seguidores del grupo de Jesús de los mecanismos del reino: enfocan todo desde el lado religioso y no desde el social, el humanizador. Y se equivocan.

El desenfoque llega al máximo cuando se da la razón de tal intento de impedimento: «porque no nos seguía a nosotros» (Hoti ou kêkolouthei hêmin). Ya no se trata del seguimiento de Jesús, sino de esa adscripción religiosa, de carácter sectario, que cree tener derechos por pertenecer al mismo grupo ideológico. Una perversión del seguimiento de Jesús. Lo que tenía que ser cauce de liberación se convierte en mera apropiación sectaria.

El planteamiento de Jesús es claro: «nadie que actúa con fuerza como si fuera yo mismo puede luego maldecir de mí» (Oudeis gar estin hos poiêsei dynamin epi tô onomati mou kai dynêsetai takhy kakologêsai me). La obra de liberación tiene un valor en sí misma, no depende de su procedencia ideológica, religiosa o no, sino de la “fuerza”, del dinamismo del espíritu humanizador que la hace brotar. Liberar es la marca que autentifica lo humano y, por ello, el seguimiento. En la obra de liberación confluyen Jesús y ese “uno” que libera sin ser del grupo[36]. Ambos hacen en la historia la misma obra liberadora que realiza el amor del Padre. La obra de éste es una obra “social”, con arraigo histórico.

De ahí que nunca el grupo de seguidores habría de considerar “enemigo” a quien libera sino, justo lo contrario, uno a favor. Por eso, la dialéctica «contra nosotros/a favor nuestro» (Kath’hêmôn/hyper hêmôn) ha de ser superada. La confluencia en una acción liberadora ha de ser el signo evidente de pertenencia a Jesús, del verdadero seguimiento. Desde ahí habrá que leer el hecho social: desde una benignidad crítica que considera a la sociedad como lugar de confluencia para hacer en ella una obra de humanidad[37].

Toda esa obra no quedará «sin recompensa» (Misthon). Habrá quien dé un «vaso de agua» (Potêrion hydatos), algo valioso en terrenos semidesérticos como Palestina. Y ello será «por razón de que sois del Mesías» (En to onomati mou hoti Khristou este), porque con la obra de liberación se desvela el verdadero rostro del mesías liberador y del Padre que busca la felicidad básica de la historia, el triunfo sobre una naturaleza hostil que parece salir siempre vencedora[38].

 

            Derivación social: Caminos de confluencia liberadora

 

            Quienes están interesados en hallar caminos de liberación y de humanización, fácilmente llegan al convencimiento de que es necesario construir sinergias más allá de posiciones sociales, religiosas o incluso políticas. Si se quiere realmente ver subir el nivel de progreso y de humanidad es preciso pasar por alto diferencias que frenen el avance de la liberación humana, tarea que acompaña el devenir de la persona desde los albores de la historia. Para muchas personas ha llegado el final de partidismos y divisiones que llegan a anular las mejores intenciones y los cauces más eficaces de logro. La confluencia liberadora se impone, algo que el Evangelio subraya con la intención misma de Jesús. Hay que renunciar a poner la firma del “donante” en todo lo que se hace por los demás.

            Se inscriben aquí los esfuerzos interculturales de quienes trabajan por acoger la diversidad y el esfuerzo no menos importante de los diversos que tratan de integrarse sin perder su identidad pero abrazando aspectos del espacio en que les coloca su nueva situación. Es aquello de A. Maalouf: “Con ese espíritu me gustaría decirles primero a los ‘unos’: cuanto más os impregnéis de la cultura del país de acogida, tanto más podréis fecundarla con la vuestra, y después a los ‘otros’: cuanto perciba un inmigrado que se respeta su cultura de origen, más se abrirá a la cultura del país receptor”[39]. Nos referimos a esa confluencia liberadora en asuntos identitarios a nivel de ciudadanía corriente, confluencia que se da en los barrios mixtos de las ciudades o pueblos que luchan contra la guetizacion de la cultura de los que se incorporan. Los esfuerzos de personas concretas que abren las puertas de sus casas, flexibilizan sus costumbres, hacen asequibles las tradiciones y logran niveles celebrativos mezclados donde el corazón del distinto es abrazado. Un acto sencillo de abrazo a otra cultura es más decisivo que muchos congresos de estudios ya que la confluencia liberadora no es sobre todo cuestión ideológica sino existencial.

            También es preciso consignar el esfuerzo de confluencia liberadora que mantienen, muchas veces contra viento y marea, quienes creen que las religiones deben dialogar en pie de igualdad. Más allá de los sinsabores que les causa el sistema religioso rígido, su siembre de libertad es positiva[40]. La misma sociedad demanda esa confluencia ya que intuye que si no, se niega el principio de amor que subyace a toda religión[41]. La tradiciones religiosas, como dice Corbí, pueden dar lo mejor de sí mismas para descubrir juntas la fuente del misterio que es fuente de amor y desde esa perspectiva enfocar las difíciles situaciones por las que atraviesa el camino humano[42].

            En este ámbito relacionado con las religiones son remarcables las confluencias de los líderes que ponen, por encima de razones ideológicas o religiosas, el bien de la población y se unen para el logro de una sociedad en paz[43]. Es lenguaje de camino liberador y de amor que entiende todo el mundo. Una de las cosas que más desprestigia a las religiones es el individualismo religioso que quiere triunfar sobre la religión rival.

            Entran en este apartado la innumerable multitud de congresos, simposios, sesiones de estudio, reuniones de científicos que pueblan la actividad mundial. Muchos de ellos podrán tener intereses espurios, el lucro, el brillo del ego, el mero diletantismo. Pero hay que decir que también en no pocos de ellos confluyen variables personales y sociales de todo tipo que abocan a conclusiones que hacen avanzar el camino humano por la senda de la solidaridad[44]. El mismo trasiego de científicos de un país a otro, aunque todavía será la dirección mayoritariamente Norte-Norte, está indicando que lo decisivo no es la nacionalidad del científico sino su aportación al fondo común de la ciencia.

            La moderna política habla de “mareas, confluencias”, etc.[45]. Pero aún siguen siendo muy mediatizadas por determinadas fuerzas excluyentes. Lo cierto es que el escenario social que es la calle puede revelar esta idea de confluencias liberadoras en bien de la ciudadanía. Si se dieran, habría que posponer ideología política, religión, intereses personales, etc., para llegar a confluencias en beneficio de la comunidad social. Estigmatizar estas fuerzas con el moderno calificativo de populismo para no confluir, para arriare el ascua a la propia sardina, es no haber entendido el mensaje liberador de Jesús que suma a todos, aunque “no sea de los nuestros” (Mc 9,40).

 

 

4. La ambición y sus grandes discernimientos (Mc 9,42-49)

 

            La cuarta  instrucción versa sobre un tema transversal en las páginas del Evangelio: la ambición. No cabe duda de que el grupo de discípulos es un grupo adherido a Jesús que, incluso, ama a Jesús. Pero su entrada en el seguimiento no elimina los componentes antropológicos de fondo, uno de los cuales es la ambición. Por eso, se manifiesta ambiciosos con todo “descaro”, sin paliativos[46].

De nuevo, como en 9,38, «uno de estos pequeños» (Hena tôn mikrôn toutôn) es el actante que desencadena la reflexión.  Este es “uno” de esos de fuera del grupo que viene a la comunidad de seguidores creyendo que sus componentes funcionan con otros parámetros distintos a los de una sociedad que busca el lucro y el dominio, una sociedad de violencia y de egoísmo. Llega a la comunidad y se encuentra con que funciona en modos similares a los de la sociedad. Y se “escandaliza”.  Por eso califica a este “uno” como uno «que me da su adhesión» (Tôn pisteuontôn eis eme), uno que ha descubierto en el Evangelio una luz nueva, alguien que ha tomado a la persona de Jesús y su Evangelio como cauce real para su vida.

En el griego posclásico el skandalon era el palo que, una vez tocado por la presa, activa la trampa[47]. Por tanto, debido a lo gráfico de esta imagen y si añadimos la hipérbole de la «rueda de molino» (Mylos onikos) hay que deducir que de los que se está hablando es de una realidad de gran importancia: la capacidad de vivir lo económico (entendido en sentido amplio, como principio organizador de la vida) en modos alternativos. Es decir, lo que provoca el escándalo es que la comunidad funcione como todo el mundo, que el seguimiento no le haya llevado a generar modos de vida alternativos, distintos. Si funciona como todo él mundo, quien anhela maneras distintas se siente frustrado y “escandalizado”. Por lo tanto, a una comunidad de seguidores que no genera maneras alternativas de vida es a la que habría que encajar la rueda de molino y echarla al mar.

La no-alternatividad está tipificada en la ambición, en el “ser jefe”, tal como lo deja ver el diálogo entre los discípulos, el «ser más grande» (Tis meizôn) del v.34, quién iba a estar en medio, en el centro, en el lugar de mando. El gusano tenaz de la ambición que roe las entrañas de lo humano. El ansia de poder que conduce al hecho social por caminos de inhumanidad. Eso es lo que está detrás, lo que no ha abandonado al grupo de seguidores, lo que provoca el escándalo. Midamos la fuerza interpeladora de cara a los discípulos: mientras anide en ellos la ambición serán causa de “escándalo” y por lo tanto se situarán lejos del verdadero seguimiento de Jesús. 

El Evangelio no deja en desamparo al seguidor. Por eso, si quiere caminar por la senda alternativa del no-poder, de la no-ambición, será preciso hace tres grandes discernimientos que apuntan a la raíz antropológica de la perosa:

El primero de tales discernimientos está enunciado con el modismo «si te pone en peligro tu mano, córtatela» (Kai ean skandalizê se hê kheir sou). Con las manos el homo faber hace cosas, fabrica, construye. Es preciso hacer un fuerte discernimiento sobre las obras humanas, sobre aquello que se lleva entre manos, sobre los negocios que urde la persona. Si esas obras van en la senda de la ambición y del lucro por encima de todo, hay que “cortarlas”, tienen que experimentar una fuerte reorientación hacia la generosidad, la entrega y la solidaridad.

El segundo discernimiento queda expresado como «si tu pie te pone en peligro, córtatelo” (Kai ean ho pous sou skandalizê se, apokopsôn auton). Los humanos tienen pies con los que recorren los caminos. Las grandes migraciones, de antes y de ahora, no habrían sido posibles sin los pies que son gobernados por el cerebro. Para ser alternativos es preciso hacer un fuerte discernimiento sobre los caminos que andan los humanos, sobre el mundo relacional, sobre las orientaciones vitales. Resulta necesario ver si el objetivo de los pasos es el corazón de la persona o su cartera, la vida de la persona o sus bienes.

Y el tercero de los discernimientos queda enunciado como «si tu ojo te pone en peligro, sácatelo»  (Kai ean ho ophthalmos sou scandalizê se ekbale). El modismo apunta a la sede de la avaricia, de la ambición que no se sacia con nada[48], a la mirada hambrienta de todos los bienes del otro, no solo de los propios. Mientras este destello de avaricia no abandone los ojos del seguidor, no será alternativa válida y generará con ello el escándalo de quien sueña con otro tipo de mundo.

Este es el «fuego» (Pyr) con el que hay «salarse» (Alisthêsetai). No se trata del «fuego inextinguible» (Eis to pyr to asbeston) del que ha hablado en el v.43. Este “fuego” es el propio de los fuertes discernimientos, el escozor de quien se propone andar por una senda diversa, la mordedura del egoísmo que es precio aguantar para poder hablar de alternatividad.

 

            Derivación social: El destierro de la ambición

 

            La ambición parece ser un elemento estructural, tanto de la persona como del hecho social. Pretender “desterrarla” es pretender lo imposible. Nos referimos a la ambición tóxica, excluyente, aquella que tiene como centro real el beneficio autorreferencia y, por lo tanto, no sufre ni se altera ante las consecuencias, muchas veces dramáticas, que se deducen de un comportamiento ambicioso. No nos referimos a una ambición dinamizadora, aquella que siempre aspira a que las cosas estén mejor hechas, a que los niveles de humanidad suban, a que el progreso y el bienestar se difunda para todos. El Evangelio fustiga la ambición autosuficiente y cree que ese es el gran escándalo de quien viene a la comunidad, merecedora de aquella hiperbólica pero sugerente “rueda de molino” (Lithos mylikos: v.42). Para desterrar la ambición sugiere el texto una serie de discernimientos fuertes (“cortar la mano…cortar el pie…sacar el ojo”: Apokopson autên… apokopson auton… ekbale auton: vv.43-47).

            Pretender el destierro de la ambición en la sociedad sería como querer quitarle la espina dorsal sobre la que está articulada. Pero sí se puede moderar y reorientar. Muchas iniciativas sociales y económicas pretenden una reorientación de la ambición[49]. El que la gran corriente de lo humano, al menos en los países occidentales, esté asentada sobre la más cruda de las ambiciones no invalida los trabajos de quienes, en los márgenes, emplean lenguajes y formas de comportamiento con la ambición controlada cuando no con una forma evidentemente solidaria. No todo es el “estanque de tiburones” en que parecen haberse convertido las relaciones sociales.

            Este trabajo del control de la ambición es también necesario en subsistemas como los religiosos, ya que albergan en su seno unos niveles de ambición realmente espeluznantes. Parece que, por derivado religioso, debería ser todo lo contrario, pero la historia y la realidad diaria lo desmienten[50]. Mientras no se aireen los sótanos de la estructura, mientras no sean cuestionadas estructuras tan rígidas como las de la Curia Vaticana o tan llenas de prejuicios ambiciosos como el clericalismo reinante[51], siempre estará viva la necesidad de una reforma de fondo. Vivir en la burbuja religiosa que afirma y quiere hacer ver que esto no existe es cerrar los ojos a la realidad.

            Hasta en las estructuras sociales de mayor componente relacional, como la familia, será preciso tener controlada la ambición. Porque la desigualdad real en las relaciones de pareja toma muchas veces la prepotencia del poder que es el rostro de la ambición. El equilibrio en el poder y el control de la ambición son piedras del cimiento real sobre la que se asienta la relación familiar[52].

            La propia estructura personal habría de verse afectada por este control de la ambición ya que es, a veces, una tendencia irrefrenable en la persona la de tratar de apoderarse de las realidad íntima del otro. Porque es cierto que los ladrones roban cosas y son penados por la ley, caso de que les atrape. Pero la persona tiende a apropiarse de sentimientos, opiniones, perspectivas de vida, historias de dentro. Somos “ladrones de personas”. Si la ambición campa a sus anchas el ladronicio puede se espantoso, destructor.

 

5. La eterna lección de la igualdad (Mc 10,1-12)

 

            No cabe duda de que el marco narrativo de este pasaje es el de una cierta casuística matrimonial, a la que el judaísmo del tiempo de Jesús era muy aficionado[53]. Las relaciones humanas siempre han sido complejas, tanto a nivel personal como jurídico y social. Y esto queda reflejado ya desde las culturas antiguas.

            Sin embargo, para construir una lectura social habrá que desviarse un poco de tal casuística y de las supuestas derivaciones morales que han pivotado sobre textos como éste, tales como la indisolubilidad del matrimonio. Este ha sido un pilar de la moral cristiana, pero no lo es en el contexto social del NT, ya que el judaísmo permite el divorcio, a veces por cosas que hoy nos parecen nimias, como dejarse quemar la comida[54]. Por lo tanto, cuesta pensar en el caso de Jesús en una mentalidad de indisolubilidad. Hay que intentar otra salida. Es preciso buscar un marco de comprensión más general.

            Ese marco no es otro que la relación de géneros. La cuestión del v.2, “Si está permitido al marido repudiar a su mujer” (Ei exestin andri gynaika apolysai), no es, en el fondo una cuestión de casuística matrimonial, sino de relación de géneros: quién debe mandar en la sociedad, cómo solucionar la dialéctica del poder entre los géneros. O más crudamente: cómo el hombre, verdadero y único gestor social, ha de seguir conservando el poder patriarcal que se le atribuye desde siempre[55]. Es preciso leer en el sustrato de las preguntas.

            La referencia a Moisés en Dt 24,1-4 queda desactivada. Se ha acomodado a lo ya existente. La Ley no ha sabido mantener la profecía de la igualdad ya que ese camino era inviable en una sociedad donde quienes legislan e interpretan lo legislado son hombres. Esa “obstinación” social, verdadera esclerosis del corazón, (Pros tên sklêrokardian hymôn) es la que ha condicionado el texto de la Ley. Por lo tanto, y en este caso, la Ley no puede ser referencia de comportamiento. Jesús recupera la profecía por encima de la misma Ley, del mismo Moisés. Su visión de la sociedad fraterna e igualitaria pasa por encima de condicionamientos sociales que la misma Ley consagra. Es preciso recurrir a otro modelo.

            Ese modelo que puede encajar en la propuesta de Jesús no es otro que el de la igualdad: varón y hembra en igualdad social por encima de diferencias biológicas. Defender la igualdad como parte del programa de Jesús ha de conducir a planteamientos tan elementales como estos: hombre y mujer son socialmente iguales. Y si no lo son, eso choca con la propuesta de Jesús. Esto es así “desde el principio” (Apo de arkhês), desde el querer santo del Dios volcado a la historia, desde el alma de Dios, desde el inicio del camino humano. Y si no lo es, hay que volver a ese principio.

            Jesús propone un camino para recuperar ese “principio”: “que el hombre deje a su padre y a su madre” (Heneken toutou kataleipsei anthrôpos ton patera autou kai tên mêtera). Es decir, es el hombre quien debe abandonar su posición de privilegio social, el lugar, la familia, el clan, donde se hace fuerte e iniciar un desplazamiento hacia el lugar de la mujer, porque socialmente es el lugar de la debilidad. Si no se da tal desplazamiento, hablar de igualdad resulta imposible.

            Por eso “lo que Dios ha emparejado, no lo despareje un hombre” (Ho oun ho Theos synezeusen anthrôpos mê khôrizetô). La metáfora es antigua y algo tosca para nuestro gusto: uncidos al mismo “yugo” (Zeugos), el de la igualdad social, no deben ser separados y, con ello, desigualados. Si uno de los “bueyes” se erige en amo, se ha destruido la igualdad de la pareja.

            Esto lo reafirma el aserto sobre el repudio: repudie quien repudie, sin el consentimiento del otro, incurre en desigualdad. Lo malo del adulterio no es, pues, su connotación moral negativa, sino, más a la base, la desigualdad que genera toda una serie de lacras sociales, entre ellas, el derecho a repudiar con el que se arroga una de las partes, sea quien sea. Atentar contra la igualdad es rechazar la propuesta de Jesús asentada sobre ella. Quien tal hiciere se sitúa fuera de la propuesta del Reino.

 

            Derivación social: Una creciente y cuidadosa mentalidad de género

 

            El tema del género, y sobre todo la ideología de género, es un gran fantasma para muchas personas y entidades: Creen ver en ello la disolución de la sociedad, la corrección inaceptable de los planes del Creador y la perversión de la juventud en todos sus niveles[56]. Si se despoja el tema de cargas ideológicas previas, quizá la cosa no sea tan grave y derive hacia algo de corte fantasmal. Se trataría de crear un equilibrio social entre dos realidades que, desde el neolítico, parecen haber estado desequilibradas: los géneros. Volvemos a decirlo: no se trata de una lucha por la supremacía, sino por el equilibrio[57]. El Evangelio, en textos como Mc 10,1ss, parece sumarse a tal movimiento.

            El primer ámbito, el más básico, es lograr una igualdad mutua entre géneros desde el lado social: lo que es de todos, ha de ser participado igualmente por todos. La imposibilidad de ciertas culturas y de ciertas mentes para percibir los géneros en una igualdad esencial es proverbial y sigue verdeante[58]. Mientras este paso renquee, hablar de otros es una fantasía. Esta no es la panacea de todos los males sociales, pero abre la puerta a la posibilidad de crecer en igualdad de géneros[59].

            Pero es preciso dar un paso más: se necesita una actitud de cuidado también esencial ya que los dos géneros están amasados en fragilidad y no hay otra instancia de cuidado ajeno a ellos. Cuidar no es un mero acto puntual, es una actitud, una forma de comportamiento continuado, un camino que se va andando[60]. Los géneros necesitan ser cuidados en sus elementos comunes y en su peculiaridad, con todas las variantes. El cuidado allana muchas dificultades que se han instalado en el caminar histórico de las personas.

            Puede parecer algo previo que va de sí, pero la vivencia bien relacionada de géneros demanda una dosis continuada de respeto a la diversidad, tanto en orientación sexual, como en opciones de vida. Si hay leyes, normas o costumbres que no incluyen de modo efectivo tal respeto, quedan contradichas por este elemento esencial. El respeto, correctamente situado y discernido, sabe que su valor se mide por su índice de humanidad. Si este indicador no aparece, el respeto puede convertirse en una trampa de desigualdad y de inhumanidad. El respeto mira a la conjunción con el otro, no a su distanciamiento.

            Por lo que hace a la comunidad cristiana, sigue vigente el trabajo por salir de “un pecado de injusticia continuada” en el tema de la relación de géneros que aún no se ha sabido asimilar. Esto tiene que llevar a que la mujer entre en la relación de géneros no solamente con la entrada del pensamiento o en órganos de gestión sino en el todo del entramado eclesial[61].

 

 

6. El difícil acceso de los frágiles sociales al banquete de la vida (Mc 10,13-16)

 

            En 9,36-37 se había hablado sobre “el chiquillo” como prototipo de ciudadano del reino por su desamparo y la consiguiente y necesaria confianza en Dios. Ahora vuelve el tema con otras resonancias, no solamente por el plural, “los chiquillos” (Paidia), con representatividad colectiva, sino por la fuerza dialéctica del pasaje que adquiere una tensión inusitada.

            Puede entenderse en modo conativo la expresión “le llevaban” (Prosepheron auto): intentaban llevarle. Hay alguien que quiere llevar y hay alguien que impide que sean llevados. Dos fuerzas contrapuestas: el sistema que impide el acceso de los frágiles al banquete de la vida, la propuesta de Jesús que quiere justamente lo contrario: abrir tal banquete a los socialmente más pequeños, los “chiquillos”: esta tensión envuelve la perícopa.

El verbo “tocar” (Hina autôn hapsetai), con todo su realismo, apunta a dar la fuerza necesaria para reivindicar su derecho a tal banquete[62]. Los discípulos “conminan” a quienes llevan a los chiquillos (Epetimêsan autois). Los tratan de “endemoniados”[63]. Resulta “diabólico” querer abrir la puerta del banquete de la vida a todos. El sistema no lo soporta. Para el sistema, lo “diabólico” es pretender acceder en plan de igual al susodicho banquete. Por eso “conminan” (Epetimôn) a quienes intentan llevar a los chiquillos, los tratan de endemoniados. Es entonces Jesús el que responde con “indignación” (Eganaktêsen). Una lucha entre dos conminaciones: la rigidez del sistema y la apertura por parte de Jesús.

Este planteamiento dialéctico abre la puerta a la posición de Jesús: “Dejad que los chiquillos se me acerquen” (Aphete ta paidia erkhestai pros me). La propuesta de Jesús y la de los frágiles sociales no solamente conecta, sino que llega a ser parte del núcleo de la oferta: si los frágiles no entran en el Reino, éste se queda sin contenido. Estos cumplen en su existencia las bienaventuranzas. Por eso “tienen a Dios por rey” (Tôn toioutôn estin he basileia touTheou)[64]. Esta es la carta de ciudadanía del reino que otorga el Evangelio a los excluidos: ellos tienen derecho, por su marginación, a sentarse a la mesa de la que han sido excluidos por los sistemas.

La reafirmación del v.15, “os lo aseguro” (Amên legô hymin), abunda sobre el planteamiento anterior: no acoger el reino como lo hace un chiquillo, creyendo que su exclusión no le despoja del derecho a sentarse en el banquete de la vida, es no haber entendido la propuesta de Jesús, quedarse a sus puertas, no entrar[65].

El “abrazo” de Jesús va más allá del mero “tocar” (Enagkalisamenos auta). Quiere manifestar la aprobación total del planteamiento por parte de Jesús: los “chiquillos” tienen, por derecho, un puesto en la mesa de la vida. Por eso la “bendición” (Kateulogei) esté hecha con ternura, efusividad que denota la abundancia: entran en el reino de manera plena, total, abundante, sin discusión[66].

Hay que medir en textos como este la tensión que subyace a él: el sistema social, político y religioso del bajo judaísmo es de naturaleza excluyente. La propuesta de Jesús pretende quebrar los mecanismos excluyentes del sistema. Esta propuesta encuentra, lógicamente, una oposición directa e interesada en los dirigentes. Pero el resto de la sociedad también está inficionado de exclusión. Tendrán que hacer un proceso de reconversión espiritual y social.

 

Derivación social: Un banquete de la vida excluyente

 

Es el que tenemos. A estas alturas de la historia, masas de gentes, países enteros no han logrado todavía hacerse un sitio en el banquete de la vida. No solo es problemas de pobreza económica, sino de estructuración social y política. Un asunto de índole geoestratégica ya que muchos países hacen depender su bienestar y su desarrollo de la situación de pobreza de otros países. De ahí que tal exclusión sea, como dice el Papa Francisco, un crimen tan grave como el mandamiento de no matar[67].

El elenco de exclusiones sociales que constituyen, hoy por hoy, un obstáculo insalvable para la participación en el banquete de la vida es amplio y de enorme calado. Está ahí, como un lastre, le dificultad para acceder a un mercado llamado libre pero más que nunca controlado por las instancias económicas dominantes a las que el devenir de los frágiles les trae al pairo.

Está la exclusión que divide el mundo en dos bloques y veta el acceso al devenir de la historia a pueblos enteros que tienen difícil acceder a la más elemental tecnología. Los intentos de popularización de algunas herramientas parecen haber fracasado[68]. Por eso sigue abierta la pregunta del acceso a una parte del banquete de la vida, la tecnología, que hoy resulta imprescindible.

Aunque más oculta, está la exclusión de la calidad ambiental. Muchas zonas pobres del planeta tienen calidad ambiental en cuanto a la pureza del aire; lo tienen más crudo en el tema del acceso al agua potable. Pero inmensas periferias de componente popular sufren la baja calidad de un aire contaminado y, por ello, son excluidos de un banquete vital donde el acceso a un medioambiente saludable sea una realidad[69].

Es también de reseñar la exclusión del banquete de la vida por razón de la de la soberanía alimentaria. De ello depende la marginación de amplias zonas de la tierra. No es solamente la pobreza que conlleva la escasez de alimentos, sino que se trata de algo mucho más grave: la imposibilidad de políticas agrarias orientadas a la vida de los desfavorecidos. Cuando tal soberanía desaparece, las garras de las multinacionales alimentarias o agrarias se ceban y expanden su dominio explotador[70].

Finalmente está la más cruel de todas las exclusiones porque afecta a lo más cotidiano de la vida: la exclusión de los bienes básicos que permiten una supervivencia humana (salud, casa, trabajo, familia, cultura, etc.). Es la mesa inmediata de la vida que a muchos millones de personas les está vedada y por la que emprenden exilios suicidas que, con frecuencia, llevan a la pérdida de la vida[71]. Mientras estas corriente migratorias sean tratadas política y económicamente así, hablar de una mesa común es hablar de algo que no existe.

Es preciso romper la dinámica que tienen algunas personas que creen que todo los pertenece por haber nacido en un lugar determinado del mapa y que otras son excluidas de los bienes básicos porque han tenido la mala fortuna de nacer en otra zona del planeta[72]. El espíritu evangélico se sitúa en los márgenes de quienes gritan la nunca saldada injusticia de ser gente aherrojada del banquete de la vida.

 

7. El posible y necesario desplazamiento hacia las pobrezas (Mc 10,17-22)

 

            Abrir la puerta del reino a los frágiles sociales plantea una cuestión de mayor calado: quien quiera ser seguidor de Jesús ha de ir haciendo un proceso de desplazamiento hacia el mundo de las pobrezas. Esa es la forma de identificarse con el proyecto de Jesús, ya que el Dios de Jesús es un Dios del lado de los pobres y su proyecto se entiende y se vive en la medida en que la persona va pasando a la orilla del pobre[73].

            Desde esta perspectiva es normal que el actante con Jesús sea un rico, uno que “tenía muchas posesiones” (Ên gar ekhôn ktêmata polla). Eso se desvelará al final de la narración como para dar la razón de la manera de actuar del protagonista (v.22)[74]. Al inicio (v.17) queda presentado como “uno corriendo” (Prosdramôneis). La indefinición es marco para cualquier persona inquieta por el tema de la muerte, de la “vida definitiva” (Zôên aiônion), para tener algo “asignado” de antemano[75]. Como luego se verá, es un cumplidor moral y religioso, pero esos valores personales no le libran de los temores e interrogantes básicos. El texto apuntará a una vía social. La significatividad gestual (correr…arrodillarse) habla de la zozobra interior en la que se mueve el actante.

            Jesús queda calificado como “maestro muy bueno”, eximio (Didaskale agathe). Es un título que Jesús rechaza (v.18b) ya que el eximio en bondad, solamente es Dios, ni siquiera Jesús. Por eso, hay que remitirse a los preceptos de quien es eximiamente bueno. Nótese que se citan solamente los mandamientos éticos, no los tres primeros que son más religiosos. La cuestión que atormenta al rico si tiene solución es por vía ética[76]. El cuarto mandamiento, “honra a tu padre y a tu madre” (Tima ton patera kai tên mêtera), pasa al final. Quiere decir o bien que se carga de sentido y ese es el baremo real de una vida ética justa o que es preciso postergar las obligaciones familiares para dar más paso a las sociales.

            El rico dice que “ha cumplido desde joven” (Ephylaxamên ek neotêtos mou) con esas prescripciones, no sin esfuerzo[77]. Pero es algo que no le ha llevado a la paz. De ahí la intensificación de la mirada que “se queda mirando” (Emblepsas autô) y quizá el gesto de amor (Êgapêsen auton) que apunta la declaración final de Jesús[78].

            El final del proceso, según Jesús, es “vender y dar” (Pôlêson…dos: v.21). es decir, el éxito para el seguidor es hacer un desplazamiento desde la propia riqueza, desde la propia situación, hasta el lugar de las pobrezas. La venta y la donación son las condiciones para hacer tal proceso, que puede ser de un modo literal e instantaneo o, como una realidad más acomodada a los marcos históricos de la mayoría de las personas, algo procesual pero en la misma orientación y con la misma finalidad. O sea, el paradigma del “rico” de todo aquel que posee algo (y todo el mundo posee, por poco que sea) es hacer, desde esa posición, un desplazamiento hacia el mundo de las pobrezas para que sean no solamente lugar de encuentro sino de nivelación en la dignificación de toda persona, particularmente de aquellos que se encuentran en niveles inferiores de consideración en su dignidad. La valoración de que eso es una “riqueza en Dios” (Kai hexeis thêsauron en ouranô) está indicando que ese es el querer de Dios sobre los bienes de la tierra: que sirvan a la dignificación de toda persona con igualdad y equidad para con los más desfavorecidos. Ese es el camino de un seguimiento con arraigo antropológico: “ven y sígueme” (Kai deuro akolouthei moi). Ese desplazamiento es el único que, al decir de Jesús, puede hacer desaparecer las incógnitas sobre una vida definitiva.

            La narración se termina de forma abrupta desvelando el fracaso de la propuesta y su por qué: “tenía muchas posesiones” (Ên gar ekhôn ktêmata polla)[79]. Una ejemplificación negativa también contiene altas dosis de pedagogía: se percibe el camino que no ha seguir quien quiera acoger la propuesta de Jesús. La racionalización de esta postura se verificará en la perícopa siguiente.

 

            Derivación social: El imprescindible desplazamiento hacia el mundo de las pobrezas

 

            El gran reto hacia la humanidad, la justicia y la misma fe no es la pobreza sino las pobrezas. Es cierto que la austeridad, la contención del despilfarrro, la moderación en las ganancias, etc., son temas que tienen que ver con la pobreza. Pero, repetimos, lo decisivo es cómo se sitúa uno, incluso la posición institucional, ante el variado y lacerante mundo de las pobrezas, como se enfoca ese mundo, qué se tiene que decir a él, que intentos de acercamiento a tal mundo se están construyendo.

            Para ello hay que intentar entender qué significa en la cultura occidental el fenómeno de la acumulación de riqueza como realidad “bendecida”, si no por Dios, si por la sociedad[80].  Para el Evangelio, la desacumulación es un mecanismo perentorio de igualdad ya que, si no se da, hablar de desplazamiento, de interés, por el mundo de las pobrezas resulta imposible[81]. La crítica social que el Evangelio propone a fenómenos como estos es prácticamente nula.

            ¿Hay posibilidad de desplazamiento desde una situación tal? Quizá haya que comenzar por acercarse y mirar. Superar las desconfianza con miradas confiadas; mirar preguntando, interesándose; mirar priorizando, dispuestos a tomar partido; mirar condoliéndose y confraternizado[82]. Y luego será necesario intentar desvelar valores en esos ámbitos de pobreza; romper el esquema mental de que la pobreza lo ocupa todo en los pobres ahogando cualquier otro valor. Habrá que entender el trasvase con ella como un enriquecimiento mutuo, hasta entender, como lo hacen algunos autores, que las pobrezas son mediación de “salvación social”[83].

            Quizá haya que priorizar una ética de mínimos, aquella que valora los mínimos de humanidad y de amparo que se dan los pobres entre sí. Solamente desde ahí se tendrá en pie la posibilidad de una ética de máximos, el sueño de una vida justa para todos. Leer la realidad de las pobrezas desde tal ética está empujando a un desplazamiento hacia esos niveles elementales en los que la vida de los empobrecidos encuentra un sentido.

 

8. Ganancias sociales de la propuesta de Jesús (Mc 10,23-31)

 

            Deriva el pasaje del rico que no acepta el envite de Jesús hacia la dialéctica de la confianza: se confía en las riquezas o se confía en la propuesta del Evangelio. Jesús “pasea la mirada en derredor” (Kai peri blepsamenos). Es un gesto similar a Mc 3,34[84]. Indica que la es a quienes le sigue a quienes quiere hacer ver las “ganancias” que se derivan de poner la confianza en el programa del reino.

            La evidencia de que el personaje del rico es paradigmática queda clara ante el “quedar desconcertados” (Ethambounto) de los discípulos por la tajante afirmación de la “dificultad” (Pôs dyskolon estin) que van a tener los ricos para entrar en el reino mientras confíen en su riqueza. Quizá el desconcierto surja porque rompe el esquema sociorreligioso de la época de que la piedad va unida a la bendición divina en los bienes[85], o porque ellos mismos se sienten “ricos” que no están dispuestos a desplazarse al ámbito de las pobrezas, sino al contrario.

            La hipérbole del camello que no puede pasar por el ojo de una aguja propone de manera rotunda el dilema de la confianza: apoyarse en la riqueza y anhelar el reino es pretender lo imposible. La propuesta de Jesús demanda un esclarecimiento total sobre el tema de la confianza: confiar en la riqueza o confiar en Jesús, un pobre que habla de plenitudes. El rico tiene una manera de ir entrando en el reino: desplazarse al lado de las pobrezas, desacumular, ir dejando de ser rico, “vender y dar” (v.21).

            De nuevo la “enorme impresión” (Perissôs exeplêssonto) muestra la dificultad estructural que hay en la persona para ofrendar la confianza a Jesús en los modos del encuentro dignificador con las pobrezas. Los discípulos hablan de “subsistir” (Sothênai). Estamos en terrenos límite, como si el reino pusiera a la persona ante un abismo. El dicho “con Dios todo es posible” (Panta gar dynata para tô Theô) resulta también extremo: si la persona se pone a la labor, Dios acompañará esa entrega y se llegará buen puerto[86].

            Como en otros textos[87], Pedro toma la portavocía del grupo y con ello adquiere, así mismo, un carácter representativo: se refiere a toda persona que, con buena voluntad, quiere ir entrando en el camino del seguimiento, de los “vienen siguiendo” (Êkolouthêkamen soi)[88]. Ante la evidencia del despojo real que supone el seguimiento se pregunta por las “ganancias” que eso conlleva[89]. Una manera de responder es desvelar las ganancias sociales que acarrea el seguimiento en la respuesta de Jesús de los vv.29-31[90].

            La primera de tales ganancias es la de las ganancias comunes. La introducción “no hay ninguno” (Pas hos) indica que las ganancias descritas (“casa, hermanos…) son para todos. No hay una categorización que discrimine a nadie. Se tiene la conciencia de que cuando todos ganan, la persona concreta gana también. Y nunca al revés. El seguimiento proporciona ganancias, gozos, crecimiento comunes.

            La segunda ganancia es la libertad. Ha de observarse que la segunda de las series ha excluido el término “padre” que sí se daba en la primera. El padre era en el conjunto de la familia clánica una instancia de autoridad. Por eso, en las ganancias del seguimiento no se incluye tal logro porque se considera que vivir libre de autoridad es una de las notas esenciales del reino[91].

            La tercera ganancia es la “vida definitiva” (Zôên aiônion). Una vida que comienza a ser plena en el tiempo y que llega a la total plenitud en el no-tiempo de lo eterno. El seguimiento, en definitiva, es un potenciador de la vida histórica en la dirección de lo pleno.

            Finalmente, y como lo deja ver la conclusión del v.31 con el modismo dialéctico “primero que son últimos, últimos que son primeros” (Polloi de esontai prôtoi eskhatoi kai eskhatoi prôtoi) el seguimiento construye el camino de la igualdad esencial entre humanos[92]. El sueño nunca logrado de tal igualdad no es un anhelo vano y, por ello, el seguidor no ha de caer en la frustración cuando no amanece todavía tal anhelo. El seguimiento mantiene viva la utopía de la igualdad. Esta postura contraviene las ansias de los discípulos, ya que el planteamiento del v.28 encierra un cierto anhelo de elitismo: ellos tienen más derechos que los demás a las ganancias del reino. El v.30 con el tema de la igualdad total como anhelo del reino choca contra un planteamiento tal.

 

            Derivación social: Los beneficios sociales como los mejores logros de lo humano.

 

            La sociedad otorga y celebra los éxitos individuales. Raramente considera éxitos los comunes como beneficio para todos. Sin embargo, la realidad es que los logros individuales con frecuencia acaban en la gloria del individuo, mientras que los sociales revierten en beneficio de todos. De ahí que el Evangelio haga hincapié en los logros comunes porque tiene la certeza de que cuando todos ganan, gana el individuo y nunca al revés.

            Dentro de los beneficios sociales hay que subrayar aquellos que redundan en la humanización de la salud. Todos los esfuerzos que se realizan en este campo, sobre todo aquellos que están orientados a los más frágiles, a los terminales, a quienes más pueden sufrir al dejar esta vida, son beneficios que hacen más humano el existir y el dejarlo. Son beneficios muy valorables ya que ponen coto a la angustia vital que cerca de la persona. El derrotero que va tomando el tema de la “muerte digna” indica que, globalmente, vamos en vías de humanización y, por ello, de beneficio social[93].

            Otro gran beneficio social lo constituyen todos los esfuerzos realizados para el logro de la convivencia pacífica entre ciudadanos. Se inscriben aquí no solamente las acciones de corte político, sino los esfuerzos vecinales  que tienen como fin el entendimiento de los diversos, desde las simples comunidades de vecinos hasta los esfuerzos por conjugar los derechos históricos de cada región. Del logro de la buena vecindad depende mucho el beneficio social y aun el económico. La confianza que demandan los líderes políticos y económicos como base del crecimiento se logra en los niveles de convivencia ciudadana más elemental.

            Son también altos los beneficios sociales que se desprenden de la aceptación de la diversidad personal. La uniformidad no es rentable más que para los líderes. La diversidad es rentable para la ciudadanía. De ahí que todos los esfuerzos que se hagan por encajar la diversidad étnica, de orientación sexual, de componente cultural, de religión o de cualquier otro elemento básico de la estructura humana redunda en beneficio para toda la ciudadanía. La negación de la diversidad lleva a las comunidades humanas a la exclusión y a la estigmatización del otro[94].

            El redescubrimiento de la espiritualidad, entendida antes y más allá de cualquier componente religioso, puede ser consignado, también, como un beneficio para la ciudadanía. La aportación de las grandes tradiciones humanistas y religiosas al tesoro de la espiritualidad puede ser decisiva para encontrar un sentido al caminar humano de hoy. Las personas que ahondan en el sentido de la vida, quienes hacen de su labor científica y humana un trabajo de profundización en el sentido se constituyen en benefactores de la sociedad.

 

 

Conclusión

 

            Al terminar esta reflexión verificamos el componente inspirador de la Palabra. Puede parecer que llevar a terrenos sociales es forzar al Mensaje. Pero, en realidad, la pretensión del mismo es iluminar y hacer fecunda la vida social. Una Palabra para la vida social, ésa es la orientación básica de estas páginas.

            Por otra parte, los beneficios de una lectura social quedan de manifiesto: saca de la burbuja religiosa al Mensaje dándole una fuerza nueva, muestra otro rostro de la Palabra más vivo y existencial, ilumina el camino y vigoriza para que sea andado con fuerza. Todo beneficios.

            Desde esa perspectiva, el texto de Mc 9,30-10,31 queda estructurado de la siguiente manera: partiendo de la “entrega” de Jesús y de quien quiera ser seguidor (9,30-33a), el eje central de la catequesis es la lección de la igualdad como cimiento y baremo de la comprensión y vivencia del reino (10,1-12): Esto tiene como requisitos las actitudes de servicio (9,33b-37), la obra de liberación (9,38-41) y el abandono de cualquier ambición que distorsione esa igualdad (9,42-44). Las consecuencias del logro de esta igualdad básica serán el acceso de los frágiles al banquete de la vida (10,13-16), la posibilidad de iniciar un desplazamiento hacia las pobrezas (10,17-22) y el logro de las ganancias sociales como ganancias para todos (10,23-31).

            Esta urdimbre se comprende mejor si se la sitúa en un nivel de ética de mínimos. Efectivamente, el Evangelio se resuelve, a la postre, en actitudes éticas más que ideológicas. Y la igualdad pertenece a esa ética de mínimos que, como decimos, constituyen el cimiento de lo humano. Este planteamiento no rebaja la hermosura del Evangelio ni lo sitúa en desventaja sobre cualquier otra espiritualidad. Más aún, las verdaderas espiritualidades o contribuyen al cimiento de lo humano o queda prácticamente inservibles.

            Así, la igualdad se constituye en baremo social y también es medida de la vivencia del Mensaje. Así lo expresa el Papa Francisco:  “La visión que consolida la arbitrariedad del más fuerte ha propiciado inmensas desigualdades, injusticias y violencia para la mayoría de la humanidad, porque los recursos pasan a ser del primero que llega o del que tiene más poder: el ganador se lleva todo. El ideal de armonía, de justicia, de fraternidad y de paz que propone Jesús está en las antípodas de semejante modelo, y así lo expresaba con respecto a los poderes de su época: «Los poderosos de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. Que no sea así entre vosotros, sino que el que quiera ser grande sea el servidor » (Mt 20,25-26)”[95].

 

 

Fidel Aizpurúa Donazar

Logroño



[1]Nuevo Testamento,  J.MATEOS/L.ALONSO SCHÖKEL (Trads.), Cristiandad, Madrid 19872, 173.

[2]Ibid., 173.

[3] Rememorando la conocida obra de F. LÁZARO CARRETER, El dardo en la palabra, Círculo de Lectores, Madrid 1997.

[4] Como T. JUDT.

[5] Como P.  KRUGMAN.

[6] Como A. CORTINA.

[7] Como J.A.MARINA.

[8] Es lo que ha hecho en la encíclica Laudato Si’ el Papa Francisco. Cf  F. FUENTES ALCÁNTARA (Coord.), Guía para la enseñanza de la doctrina social de la Iglesia,  PPC; Madrid 2014; J. I. CALLEJA, Misericordia, caridad y justicia social. Perspectivas y acentos, Sal Terrae, Santander 2016.

[9] Cf Mc 8,27.

[10] Cf Mc 10,32.

[11] Cf 9,33a.

[12] Mc 8,31-33.

[13]  Mc 15,34  y Mt 27,46 con la cita de Sal 22,2 es un fuerte indicio de esta situación.

[14] El Papa Francisco habla de la “cultura del descarte”: LS’ 16, 22, 43.

[15] Cf la exposición del Institut Français: Chemins de l’éxile.

[16] Así lo muestra la exposición de La Caixa: The most important thing.

[17] El Papa Francisco exclamó  «sólo me viene la palabra vergüenza, es una vergüenza» para referirse al naufragio registrado cerca de la isla de Lampedusa en el que han muerto al menos 93 personas y otras 250 están desaparecidas al volcar una embarcación con 500 inmigrantes.

[18] Una de las grandes obsesiones de Juan Pablo II.

[19] El amparo que se dan los pobres a sí mismos es tremendamente humano y contrapesa la inhumanidad con la que algunos de los descartados tratan a sus semejantes caso de que puedan explotarles.

[20] Sentido de dielogizesthe: 8,16.17.

[21] Cf Mc 4,1.

[22] Cf Mc 1,17.

[23] Cf Mc 1,14.

[24]CF. J. MATEOS; Los Docey otros seguidores en el Evangelio de Marcos, Madrid 1982, § 404.

[25]Cf Mc 9,37.39; 13,6.

[26] El Papa Francisco en EG 205 rompe una lanza a favor de los políticos honestos.

[27] Quizá Jesús, como hombre del pueblo, desconfíe de los gestores públicos. Por eso se dirige a la persona concreta como factor de cambio social más eficaz que los sistemas.

[28] La abogada española Almudena Bernabéu está promoviendo la extradición a España del ex-dictador de Guatemala Efraín Ríos Montt y de otros siete imputados, por el exterminio durante la década de los 80 de más de 200.000 indígenas.

[29]Como las escuelas agrícolas de La Salle en Benin, Togo y Burkina Faso: http://www.proyde.org/index.php/desarrollo-menu/proyectos-de-desarrollo-noticias/684-proyectos-de-educacion-en-benin-togo-y-burkina-faso-un-recorrido-para-ver-y-animar.

[30] Como el arquitecto Alejandro Aravena, llamado “arquitecto de los pobres”: https://www.idealista.com/news/inmobiliario/internacional/2016/01/14/740589-las-obras-mas-famosas-de-alejandro-aravena-el-arquitecto-de-los-pobres-premio.

[31]Como el científico Izpísua: http://www.xlsemanal.com/personajes/20170110/juan-carlos-izpisua-inmortalidad-juventud.html.

[32]Cf Ch: GALFARD, El universo en tu mano, Barcelona 2016.

[33] Desde el punto de vista católico están ahí entidades como las Comunidades de S. Egidio que han mediado en conflictos como los de Angola, Kosovo, etc. Cf J.ROMERO TRILLO, “El papel de la comunidad de Sant’Egidio en la resolución de conflictos”: http://www.caritas.es/imagesrepository/CapitulosPublicaciones/927/03%20el%20papel%20de%20la%20comunidad%20de%20sant'egidio%20en%20la%20resoluci%c3%93n%20de%20conflictos.pdf.

[34]Cf Mc 3,17: “El trueno”; Lc 9,51-55.

[35]Como el “uno de estos pequeños” de Mc 9,42 y en conexión con “un chiquillo de estos” de Mc 9,37. El impersonal, con cierto matiz despectivo, puede apuntar en esa dirección.

[36]Se ventila aquí uno de los conceptos claves del seguimiento: quién es de Jesús y quién no. Esa pertenencia viene por el lado de la obra liberadora, no tanto por la adscripción religiosa. Se puede ser de Jesús sin “estar” con él; se puede no ser de Jesús “estando” con él. En Mc 3,13-14 se dice que la “convocación” de Jesús se hizo «para que estuvieran con él» (Hina ôsin met’autou). “Estar con” es una de las exigencias del seguimiento que es preciso construir. No se trata de un mero estar físico.

[37]Sobre el principio de “benignidad crítica” ver: F. AIZPURÚA, La recreación de los carismas religiosos desde los aprendizajes sociales, Vitoria 2016, 381-387.

[38] “Los médicos ponemos parches a la naturaleza, una naturaleza que es bonita, pero también es salvaje, y al final siempre gana ella”: F. CLOUZET en Un doctor en la campiña, film de Th. Lilti.

[39] A. MAALOUF, Identidades asesinas,  Madrid 1999, 16.

[40] Tenemos el caso de J. M. Vigil y J. Dupuis.

[41]Por eso dice W. KASPER, La unidad de Jesucristo, Santander 2016, 16, que a las diferentes posturas hay que “extraerles el veneno de la contradicción, de modo que sea posible un intercambio de dones diferentes, de enriquecimientos recíprocos y de catolicidad más plena”.

[42] Cf M. CORBÍ, Hacia una espiritualidad laica,  Barcelona 2007, 245.

[43]El obispo y el imán de Bangui: «El diálogo islamo-cristiano no es una abstracción»: http://www.abc.es/sociedad/abci-obispo-y-iman-bangui-dialogo-islamo-cristiano-no-abstraccion-201702021737_noticia.html.

[44]En 2013, ISGlobal fue designado oficialmente Centro Colaborador de la OMS para el Control, la Eliminación y la Erradicación de la malaria. Además, el anterior director del instituto, Pedro L. Alonso, es el actual director del Programa mundial de malaria de la OMS.

[45] Caso de la formación política Podemos.

[46]Cf Mc 10,37; Mt 19,27; Hech 1,6.

[47]Cf Palabras griegas del NT,  en: https://archive.org/stream/PalabrasEnGriegoDelNt/ Palabras_Griegas_del_NT_djvu.txt (28-6-2016).

[48]«Los ojos insaciables»: 1 Jn 2,16.

[49] Iniciativas sociales como las del voluntariado o económicas como la economía del Bien Común (Ch. Felber) o la espiritualidad de la sobriedad feliz (P. Rahbi).

[50]Cf L. BOFF, Iglesia, carisma y poder, Santander 2000. No nos ha de extrañar que, junto a la ambición, aparezca su apocalíptica hermana, la violencia: Cf C. MACISSE, “La violencia en la Iglesia”: en http://www.opuslibros.org/prensa/violencia_iglesia.htm.

[51] “El clericalismo es el peor mal que puede tener hoy la Iglesia”: Papa Francisco en: http://internacional.elpais.com/internacional/2017/01/21/actualidad/1485022162_846725.html. 

[52]Cf Amoris laetitia 98.

[53]No hay más que ver los numerosos tratados de La Misná de contenido legal en torno a cuestiones matrimoniales (Guittín, Ketubbot, Quiddushín, Sotá, Yebamot, etc): Cf C. DEL VALLE, La Misná, Sígueme, Salamanca 19972.

[54]Mientras que la Torá sanciona el divorcio, también expresa lo negativo e indeseable que es la disolución del matrimonio. La Torá sólo acepta un divorcio en el caso de “un asunto de promiscuidad”, un acto deshonesto u otras ofensas morales. Hay una opinión, de la Escuela de Shamai, que esto constituye el único motivo para el divorcio. Pero también los Sabios de la Escuela de Hillel, que permite el divorcio por otros motivos, está de acuerdo que “cuando una persona se divorcia de su primera esposa, también el Altar (en el Templo Sagrado) derrama lágrimas”. Cf Dt 24,1-4.

[55]Aunque las referencias arqueológicas apuntan al neolítico como época en que comienza a regir el modelo patriarcal. Estamos hablando de hace 3.000 años. Los modelos de vida preagrarios no muestran esa estratificación.

[56] Benedicto XVI ha sido adalid en la lucha contra tal ideología. Ver su libro La sal de la tierra, Madrid 201511.

[57] Cf AA.VV., La mujer marginada. Cuestión de género, no de sexo, Madrid 1996.

[58] Tanto en las culturas (ciertas culturas islámicas de arraigo aún muy preindustrial) como en las personas (El Parlamento Europeo ha abierto una investigación contra el diputado polaco Janusz Korwin-Mikke para establecer si debe ser sancionado por sus declaraciones misóginas en el pleno de la Eurocámara, donde este miércoles dijo que las mujeres deben cobrar menos que los hombres porque son menos inteligentes, un comentario que motivó un rifirrafe con la parlamentaria socialista española Iratxe García.).

[59]Cf S. BLANCO, “Suecia: ¿paraíso de la igualdad?”, en: El País 5 marzo 2017.

[60] L. BOFF, El cuidado esencial, Madrid 2002.

[61]  “El papel de la mujer no hay que buscarlo tanto por la funcionalidad, porque así vamos a terminar convirtiendo a la mujer, o al movimiento de la mujer en la Iglesia, en un machismo con faldas. No. Es mucho más importante que una reivindicación funcional. El camino de lo funcional está bien. La subdirectora de la sala de prensa vaticana es una mujer, la directora de los Museos Vaticanos es una mujer… Sí, lo funcional está bien. Pero a mí lo que me interesa es que la mujer nos dé su pensamiento, porque la Iglesia es femenina, es “la” Iglesia, no es "el" Iglesia, y es “la” esposa de Jesucristo, y ese es el fundamento teologal de la mujer”: Papa FRANCISCO en: http://internacional.elpais.com/internacional/2017/01/21/actualidad/1485022162_846725.htm.

[62]El verbo “tocar” tiene muchos espacio en el Evangelio de Mc: 1,41 (leproso), 3,10 (multitud a Jesús), 5,27.28.30.31 (la mujer con flujos a Jesús), 6,56 (enfermos a Jesús, 7,33 (sordomudo), 8,22 (ciego).

[63]En ese sentido suele usarse el verbo epitimaô en Mc: 1,25; 3,12; 4,39; 8,30.32.33; etc.

[64] Como en Mt 5,3.10.

[65] Los Evangelios emplean siempre una “pedagogía negativa” que puede ser transformada en positiva: acoger el reino al modo de los excluidos es la mejor manera que el creyente tiene de entrar en ese reino. La expresión Hôs paidion puede entenderse, en conexión con Mc 9,35, “como un servidor”.

[66] Así se deduce de la lectura Katêulogei ya que el preverbio Kata intensifica al verbo bendecir: intensa y efusiva bendición.

[67] “Así como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata” (EG 53).

[68]La posibilidad de adquirir ordenadores a menos de 100 euros es ya una realidad. Por ahí habría posibilidad de poner la tecnología al servicio de países en desarrollo. Ver: http://tecnologia.elpais.com/tecnologia/2016/08/24/actualidad/1472053440_424685.html.

[69]Cf LS’ 95.

[70]Cf S. POZZI, “Bayer y Monsanto negocian con Trump para salvar su megafusión”, en:  http://economia.elpais.com/economia/2017/01/17/actualidad/1484674702_433121.html.

[71]Es aterradora la cifra de muertos, supuestos (porque nunca se sabrá la suma total) que han perecido en las aguas del Mediterráneo, verdadera tumba para los excluidos en el banquete de la vida: más de 10.000 muertos desde 2014.

[72] “Seguimos admitiendo en la práctica que unos se sientan más humanos que otros, como si hubieran nacido con mayores derechos” (LS’ 90).

[73]El creyente en Jesús no cree en Dios en general, sino en el Dios que revela Jesús. Ese Dios es parcial, del lado de los pobres (siguiendo la tradición bíblica del Dios de esclavos: Cf Ex 3,7) y la conexión con el programa de Jesús demanda la perspectiva de las pobrezas en toda su variedad.

[74] Algunos mss. Vierten: Idou tis plousios prosdramôn.

[75] El verbo Klêronomeô tiene el matiz de recibir por asignación, por herencia legal, por posesión asignada de antemano. El personaje adquiere rango de paradigma.

[76] Nótese que se invierte el orden entre el 7º y el 8º y que no aparecen el 9º y el 10º mandamientos. Quizá el que añade Mc, “no defraudes” (Mê aposterêsês) supla a estos dos últimos.

[77] Cf Lev 18,4; Dt 4,2.

[78] La conexión de Agapaô con el tema de “los chiquillos” pueda apuntar a algún gesto físico significativo, como el echar la mano a los hombros del rico

[79]Ktêmata hace relación a posesiones agrícolas, tierras, fincas.

[80]La publicación de la lista de más ricos del mundo en revistas como Forbes no provoca ningún rechazo en la población sino una más que clara admiración.

[81] Cf Lc 12,13-21.

[82] Cf F. AIZPURÚA, Discernimiento del compromiso ante las pobrezas, (Frontera Hegian, 69), Instituto de Vida religiosa de Vitoria, 2010, 5-10.

[83] “Cada vez que hemos estado a punto de sucumbir en la historia nos hemos salvado por la parte más desvalida de la humanidad”: E. SÁBATO, La resistencia,  Barcelona 2000, 158.

[84]Periblepsamenos kyklô tous peri auton.

[85] Cf Gen 13,2; 24,35; etc.

[86] La lectura “Dios lo puede todo”, por su contenido dogmatizante (Dios todopoderoso) resulta poco útil.

[87] Cf Mc 8,29.

[88] Nótese el carácter iterativo del perfecto.

[89] Mt 19,27 lo pone con toda claridad: “En vista de eso, ¿qué nos va a tocar?” (Ti ara estaihêmin). Se espera el cobro, las ganancias, que demanda el despojo de dejar todo y seguir a Jesús.

[90] Las ganancias sociales rompen el estrecho e individualista cerco de las ganancias personales. Abren a otro horizonte.

[91] La problemática de Jesús con el “padre” ha dejado huella en muchos textos evangélicos: Cf Mc 3,31-35; Mt 23,9.

[92] Recordar Mc 9,35.

[93] Varias comunidades autónomas (Andalucía, Madrid, Navarra, Aragón, Euzkadi, etc.) han aprobado legislaciones sobre muerte digna de uno u otro caldo dentro de la legalidad.

[94] El grave peligro en que ponen la sociedad líderes políticos como Le Pen, Trump, Wilders, Orbán y otros muchos no puede ser ocultado. Esto ha de tener duras consecuencias para el conjunto de la población.

[95] LS’ 82.

Pentecostés

PENTECOSTÉS: FIESTA DE LIBERTAD

 

            ¿Cómo sacudir de los pliegues del alma el polvo que se posa en ellos y oculta sus mejores vibraciones? El cristiano que lee el título de este pliego está amenazado de cansancio, de cosa conocida, de terreno hollado.  ¿Qué puede aportar una reflexión sobre un Pentecostés de novedad? ¿Qué decir a estas alturas de la fiesta y de la libertad, conceptos que reverdecieron allá por mayo del 68 y que consideramos ingenuos en esta época donde todo está ya sabido, donde lo que vale es lo que se nos cuenta, etiquetado, en un hashtag?

            Y, sin embargo, esta es la hora de insistir en lo que hay que insistir, precisamente por su decisividad. Y la fe cristiana no puede vivir verdeante sin la continua renovación de su Pentecostés. Y se ahoga en la tristeza si no reivindica la fiesta. Y se sumerge en el gris de lo inhumano si no anhela y bebe con sed el agua dinamizadora de la libertad.

            Por eso hoy, en este eón nuestro de consumo y de indiferencia, pero también de anhelos y voces nunca acalladas del  todo, en estos pasos humanos queriendo escuchar lo que no se oye y ver lo que no aparece, plantear un Pentecostés de fiesta y de libertad es algo que brota de los adentros más vivos, de los últimos reductos de los sueños.

            Pueden ayudarnos todavía los versos del poeta cabrero, Miguel Hernández, que Joan Manuel Serrat cantara de manera tan viva que, aún hoy, la vitalidad de la vieja melodía sigue intacta: “Para la libertad, sangro, lucho, pervivo”. Y luego está la fiesta, la alegría compartida. No es cierto aquello que afirmaba Margarita Duras de que “la alegría no nos necesita”. Nosotros a ella, sí. Y quitarla de la vida, quitarla de la fe es asomar la nariz a la negrura del infierno.

            Por otra parte, Pentecostés es el final de la Pascua, de esta Pascua del Año de la Misericordia. La misericordia, dice el Papa Francisco es “fuente de alegría, de serenidad y de paz” (n.2) porque “Dios es alegría sobre todo cuando perdona” (n.24) y “desea vernos colmados de alegría y serenos” (n.24). Recuerda el Papa los viejos textos de la profecía de Isaías, siempre vigorosos, en los que se dice explícitamente que el verdadero ayuno es “dejar en libertad al oprimido”, tarea siempre acompañante del caminar humano (n.17). Razones, todas ellas, para leer la realidad de la Pascua desde la perspectiva, siempre interesante, del gozo compartido, la fiesta, y los horizontes soñados en fraternidad, la libertad.

            Podría entonarnos un poemilla, algo amañado, publicado recientemente por José Jiménez Lozano:

 

Cántaro roto, su agua derramada,

como la vida del hombre cuando muere,

no puede recogerse,

y así siglo tras siglo

y desgarro a desgarro.

Más la fiesta y la libertad,

aún también derramadas como agua

pueden recogerse. Es un hecho, una certeza.

 

  1. 1.     La “locura” de la libertad

 

Hubo en la década de los 70, cuando la “primavera” del Vat.II y del momento social una especie de descubrimiento de lado festivo de la vida y, con él, de la vivencia cristiana. Si uno abre, aún hoy, Las fiestas de locos de H. Cox, de sus envejecidas páginas brota todavía la frescura de un sueño, el aire nuevo de otro lenguaje, la novedad que conecta con el “estado original” del que hablaban los teólogos medievales. Fueron tiempos de novedad. Y allí, la libertad adquirió una densidad vital notable.

Los mismos autores católicos se tomaron el trabajo de generar reflexión sobre la libertad cristiana de maneras actualizadas. Decía J. Mateos en su Cristianos en fiesta: “Celebrar exige inventiva; hay que encontrar formas aptas de expresión. Si en la antigüedad la celebración papal se inspiró en los rituales imperiales, pertenecientes a la vida civil, también tienen hoy derecho los cristianos a aprovechar los datos de la cultura que contribuyan a su celebración”.

Pero, para regocijo de algunos, las aguas volvieron  a su cauce. Viene a la memoria aquel luminoso párrafo del hace poco fallecido U. Eco en su difundida novela El nombre de la rosa:  “Al aldeano que ríe, mientras ríe, no le importa morir, pero después, concluida su licencia, la liturgia vuelve a imponerle, según el designio divino, el miedo a la muerte. ¿Y qué seríamos nosotros, criaturas pecadoras, sin el miedo, tal vez el más propicio y afectuoso de los dones divinos?”.
Así somos. Oscilamos entre la libertad y el miedo. Y quizá en este momento de la sociedad y de la Iglesia, haya que volver a poner énfasis en la fiesta y en la libertad para que no olvidemos que estamos hechos para la fiesta, no para el trabajo; para la libertad, no para la fatiga.
La libertad está hecha de respiro, de pluralismo, de deslumbramiento. De respiro porque un ahogo y un sofoco estremecen el caminar humano hasta creer que la angustia es compañero inseparable de nuestro caminar, de tal modo que, cuando escampa e intuimos que podemos respirar nos parece que eso es un espejismo. De pluralismo, porque si hay algo que sofoca es la uniformidad, la ley para todos igual de opresora, la ceguera que no distingue matices y colores. De deslumbramiento, ya que quien no queda gozosamente estremecido por lo inesperado termina perdiendo el brillo de lo que le rodea. Y ¿qué regalo es, la vida, sin brillo?
La fiesta está hecha de fantasía, creatividad y gozo vital. La fantasía no es algo irreal sino la proyección de los mejores anhelos que tienen dificultades en encontrar una salida humana. La fantasía, tan estigmatizada socialmente, desvela la dimensión paradisíaca de la vida. La creatividad logra que los días sean desiguales y que la novedad azucare la sosera de las jornadas sin gusto. La creatividad que es valor de niños que ahondan y de adultos que no quieren abandonar su lado infantil. El gozo vital, tan herido por el daño, la limitación, la envida y la mentira, pero tan vivo a pesar de tantas cuchilladas.
Cuando hablamos de la libertad como una “locura” estamos hablando de las locuras del amor. ¿Cómo vamos a poder plantear la libertad si nunca hemos hecho locuras de amor? Estas locuras tienen tales riesgos que muchos las consideran insensatas, cuando no nocivas, humillantes, despersonalizadoras. Por eso se vuelve a la seriedad de la norma. Pero las locuras de amor tienen una oculta sensatez, aquella que la captan quien sabe, a la vez, de la dicha y de la “desdicha de amar” que decía J. Ferrat. De esa sensatez loca está hecho el corazón de la libertad.
 
2.     La fuente de la libertad cristiana
 
Es cierto que Pablo de Tarso fue, forzado por las circunstancias, un pensador decisivo para el tema de la libertad cristiana, como se muestra en el volcánico texto de Gálatas. No deja de extrañar que un “hebreo de pura cepa” (Filp 3,5) reflexione con tanta agilidad y haga formulaciones donde corren tan libremente los vientos de la libertad. ¡Cuántos creyentes agobiados por el peso de la estructura eclesiástica han encontrado alivio y refugio en las decisivas palabras de Pablo! ¿Hasta dónde fue capaz, él mismo, de situarse en ese terreno de hermosura y desamparo que es la libertad?
Pero la fuente de la libertad cristiana es, para el creyente, el mismo Jesús que supo, en un ambiente muy restrictivo y amando las estructuras religiosas de las que hizo parte, aprender, no sabemos muy bien por qué vía, la senda asistémica de la libertad.
Jon Sobrino se pregunta en La fe en Jesucristo qué es lo que impactaba de Jesús que, al menos en los primeros meses de la misión, llevó a que grandes masas de gente, más allá de las cifras bíblicas de los evangelios, lo siguieran de manera ferviente. Sobrino hace una lista de asuntos que, a su juicio, provocaban tal impacto. Y una de esas cosas es esta: “De Jesús impactaba su libertad para bendecir y maldecir, para acudir a la sinagoga en sábado y para violarlo, libertad en definitiva para hacer el bien”.  Una libertad inusitada para bendecir niños (Mt 19.13-15; Mc 10.13-16) y para maldecir a ricos (Lc 6,24-26), con lo que eso conllevaba
Es un texto emblemático de libertad militante el de Lc 6,1-5, las espigas arrancadas en sábado. Advertido Jesús de la grave transgresión de sus discípulos que han “trillado” (trabajo prohibido en sábado) restregando las espigas en sus manos un día de sábado, Jesús responde, dialécticamente, reescribiendo la escena de 1 Sam 21,1ss. En aquel texto se dice que David solo pidió pan a Ajimélec y que este, sin poner pegas, le dio cinco panes de la ofrenda amablemente. No hay en las escena ningún forzamiento. Pero Jesús relee la escena de otra forma: David y sus tropeles entran en el templo y cogen por su cuenta el pan de la ofrenda sin ningún tipo de miramiento porque el hambre da derecho a coger el pan. Una libertad militante.
¿Dónde aprendió Jesús este tipo de libertad en un marco social y religioso tan coactivo como el suyo? En Lc 6,12 se dice que Jesús se pasó la noche orando. Nada sabemos del contenido de esa oración hecha en la aspereza de la noche, en el silencio y en el descampado. Pero es razonable que ahí se forjaran sus mejores dinamismos, uno de los cuáles, su increíble libertad, su libertad para hacer el bien. Una libertad para el bien, ese es el distintivo de la libertad cristiana, la de Jesús.
Poco se ha valorado la libertad de Jesús, englobados estos valores en el cubretodo que es su ser divino. Pero en esa fuente mana la libertad cristiana, gozosa y osada, asistémica y delicada, profética y cuidadosa, inclasificable y entregada. Quizá haya sonado en la Iglesia la hora de recuperar la hermosa libertad de Jesús.
En la hermosa película De Dioses y  Hombres de X. Beauvois,  uno de los hermanos trapenses de Thiberine, el hermano Luc, el viejo médico, dialoga con el abad diciéndole que no teme a la muerte porque se considera libre. Cuando se marcha de la celda del abad, se levanta renqueante y con retranca afirma: “Dejad pasar al hombre libre”. Hoy habría que tomar este eslogan como nuestro: dejemos pasar a Jesús, el hombre libre, que tan maniatado está por nuestros miedos, nuestra normativa, nuestro interesado juego al sistema. Dejemos paso al hombre libre para que su siembra de libertad no se agoste.
 
3.     Un relato de libertad
 
Los relatos bíblicos son destilados de experiencia creyente que admiten, como todos los textos vivos, muchas posibilidades de lectura. El texto de Hech 2 ha sido leído casi siempre como un texto de efusión del Espíritu Santo. Y lo es. Pero puede ser leído también como un texto de libertad, allí donde se cumple aquella profecía que formulará posteriormente Jn 3,8 diciendo que el espíritu es como el viento, que oyes su ruido, no lo ves, ni sabes de dónde viene ni adónde va, pero que no hay duda de que está ahí.
Efectivamente, el Espíritu se da en la fiesta de Pentecostés, quincuagésimo día después de la Pascua judía, fiesta de las primicias de la cosecha. Una cosecha nueva, la del Espíritu. Cosecha de novedad. Si algo hubiere nuevo, eso es la libertad. Una libertad “vieja” es una contradicción flagrante.
Todos reciben el Espíritu, los “ciento veinte” reunidos (1,15), múltiplo de doce, el nuevo Israel de la comunidad global. El Espíritu es oferta común de libertad, porque una libertad restringida, privatizada, no es verdadera libertad.
Cuando el relato habla “violenta ráfaga de viento” manifiesta, por un lado, la fuerza del la libertad y, por otro, la oposición que ejerce la persona para admitir una propuesta espiritual de libertad. Nunca le ha sido sencillo a la libertad abrirse paso al corazón de la persona. Nunca se le ha facilitado a la libertad el enorme trabajo de “romper los hielos del alma”, como dice J. Hierro.
El Espíritu impetuoso de la libertad resuena en toda la “casa”, en el ámbito de la comunidad, en su estructura interior. Una comunidad sin libertad no es la casa del Espíritu. Fundamentar la fuerza de la comunidad cristiana en la uniformidad y en la mera autoridad es ir por sendas no espirituales.
La metáfora de las “lenguas como de fuego” está indicando un fuego que no es devorador, como el anunciado por el Bautista (Lc 3,9.16), sino que es un fuego para la misión, lenguas, para ofrecer con pasión lo que se vive con pasión. La libertad arraiga en el fuego de la pasión y se extingue en el apagado pábilo del desaliento.
Contrariamente a lo que piensa el sistema de que la libertad disgrega, el Espíritu une las diversas lenguas, sin anularlas, hasta el punto de que es posible entenderse por encima de su notable diferencia. Es una experiencia misionera habida ya: la multiplicidad de lenguas de la cuenca del mediterráneo no ha sido óbice para que se lleve a cabo la misión del reino. Lo que quiere decir que el Espíritu de libertad nunca será un factor de desunión, de disgregación, temor grande de quienes propugnan la uniformidad. Las divisiones no le han venido a la Iglesia por la libertad, sino por las ambiciones e imposiciones.
Las tres categorías de personas (nativos de Jerusalén, residentes y forasteros) apuntan al todo de la humidad. El Espíritu de libertad no está constreñido por ninguna clase de regiones ni de tiempos. Privatizar al Espíritu es ahogar la libertad. Identificar al Espíritu con una sección de la experiencia creyente en empobrecer el aliento espiritual del Evangelio.
La universalidad de los pueblos, según una línea imaginaria, los enlaza los cuatro puntos cardinales partiendo del oriente, pasando por el centro y terminando en occidente. Todo el hecho humano y cósmico queda envuelto en esta llamada a la libertad que se hace en la fiesta de Pentecostés.
El discurso de Pedro, que ha recibido el Espíritu, se desliza hacia una libertad condicionada: hay que arrepentirse y bautizarse necesariamente para recibir el Espíritu (se comienza a restringir por razones cristianas). Pero, de acuerdo con una lectura “libertaria” de este texto, habría que mantener a ultranza la universalidad del Espíritu de libertad.
Efectivamente, el Espíritu y su inalterable libertad es más que una confesión, que una iglesia, que una comunidad creyente. Es patrimonio de todo el hecho creacional. Por eso, toda realidad creada está amasada en la libertad y arrebatarle tal libertad es un acto contra el Espíritu. Medir la comprensión de la vida desde el baremo de la libertad es medirla desde el baremo del Espíritu.
 
4.     ¿Un nuevo manifiesto de la libertad?
 
Allá por el 1520 Martín Lutero publicó su decisivo De libertate christiana con sus 32 tesis sobre la libertad en que se trataba de entender el hecho creyente no como una religión de sumisión sino de liberación. Que el garante de la libertad, la Iglesia, se hubiera convertido en su amo y que el uso que se dio a las tesis luteranas en las revueltas de los campesinos fuera el que fue, es harina de otro costal.
Hoy, a 500 años de la reforma luterana y tras la “rehabilitación” que Benedicto XVI hizo de la figura de Lutero en el convento de Erfurt allá por 2011 quizá estamos en condiciones de proponer un nuevo manifiesto de la libertad cristiana no contra nadie, sino a favor del Espíritu que es libertad pura y que quiere encontrar casa en la historia humana para hacerla más libre y más gozosa.
 
Manifiesto de la libertad
 
·        Seguimos enamorados y anhelantes de libertad, a pesar del maltrato que le damos y de las heridas que le infligimos.
·        Creemos en la certeza de que el divino fuego de la libertad arde sin consumirse en el fondo de la estructura humana.
·        Tenemos por cierto que la persona libre es la meta del caminar humano y que ese anhelo en el horizonte es irrenunciable.
·        Nadie podrá inducirnos a creer que es un comportamiento humano el oprimir a otro humano e, incluso, a las creaturas. Somos todos una familia de seres llamados a la libertad.
·        A pesar de las enormes opresiones que aún sojuzgan a los humanos, reafirmamos nuestro compromiso de participar en una sociedad de iguales. Mientras llega ese día lejano, trabajamos con ahínco por una relación en la mayor libertad posible.
·        Acariciamos la posibilidad de un nuevo orden mundial donde el equilibrio de fuerzas no sea el que lo mantenga en pie, sino la más elemental libertad que es la antesala del amor.
·        Nunca renunciaremos los cristianos al sueño de la libertad. Hacerlo sería traicionar al hombre libre, Jesús, y a su costosa siembra de libertad.
·        Y, porque la comunidad cristiana ha de anunciar el reino de la libertad, nos mantendremos firmes en la postura de quien quiere vivir en una Iglesia de libertad, aunque sean hoy numerosos los comportamientos que la contradicen.
·        Convencidos, como nos lo recuerdan los últimos Papas, de que la fe no se impone sino que se propone, haremos los cristianos una propuesta de fe en el marco de la más respetuosa libertad. Perseverando en ello conseguiremos que depongan sus actitudes impositivas otros modelos de pensamiento u otras religiones.
·        Notamos que nuestras manos acarician el horizonte de la libertad. Por eso nos remangamos para el arduo y hermoso trabajo de construir un marco histórico de personas y creaturas libres.
 
5.     El nudo gordiano
 
No es otro sino el modo de comprender la autonomía o la heteronomía de la persona y su comportamiento moral. Quienes afirman la autonomía de la persona y su libertad niegan la heteronomía, que las reglas de la partida las marque un Dios desde fuera. Quienes sostienen que es ineludible el recurso a Dios y que la libertad ha de pasar por ese trámite de la conexión con Dios, afirman que la libertad sale potenciada, aunque construyen sospechas en torno a la libertad de la persona.
      A nivel teórico parece que la cosa está más o menos solucionada. Teólogos como A. Torres Queiruga lo explican así: Creando desde la libre gratuidad de su amor, Dios funda y sostiene la libertad sin sustituirla; crea para que la criatura se realice a sí misma. La llamada divina que, de entrada, pudo parecer una imposición (heteronomía), aparece como tarea insustituible de la propia persona, invitada a realizarse, optando y decidiendo por sí misma (autonomía), para acabar reconociendo su acción como idéntica al impulso amoroso y creador de Dios (teonomía).
La teología actual expresa esto hablando de teonomía, es decir, hablando de "la razón autónoma unida a su propia profundidad" (P. Tillich). La teonomía, al incluir la palabra "Dios" (theós), califica esa autonomía, no para negarla, sino para evitar la ruptura de su relación con lo divino en una perspectiva distinta. Relación obvia para el creyente que, como criatura, sabe que tanto su ser como su esfuerzo en la búsqueda le vienen de Dios. Interpretado esto como imposición, lleva a la heteronomía e interpretado como don gratuito y llamada amorosa, no sólo no disminuye su autonomía, sino que la afirma. Cuanto más se abre la criatura a la acción creadora, más es en sí misma y más se potencia su libertad.
Pero el problema no está en la teología, sino en algo mucho más cotidiano: ¿quién y cómo se ejercita la libertad, quién y cómo se gestiona, qué uso se hace de ella y cómo se valora ese uso, etc.? Es decir, lo más complicado es el modo de usar el producto. Y ahí hay quienes se erigen en instancia legal, en gestor moral, en autoridad para marcar líneas rojas, en intérpretes certeros de una teoría que es amplia y espiritual.
Las enormes corruptelas a las que puede llegar una determinada gestión indican que es preciso buscar en otra dirección a la hora de vivir la libertad. Esa dirección no podrá ser otra que la fraternidad hecha de comprensión, respeto, benignidad y también sentido crítico. Efectivamente, sin benignidad la libertad se desliza al inhóspito terreno de una legalidad sin alma; sin sentido crítico la libertad puede degenerar en tremendas opresiones.
 
6.     El sueño de una sociedad libre
 
Algo a lo que no han renunciado ni los grandes (M. L. King, N. Mandela, A. S. Suu Kyi) ni los luchadores desconocidos (T. Vásquez, W. Abu al-Khair, L. Piung). Su apuesta se ha sellado muchas veces con su sangre o con precios muy altos en moneda de prisión o de exilio. Pero han sembrado la enorme utopía de una sociedad libre. Y su siembra no ha sido en vano.
Una sociedad que aspira a la  libertad habría de superar el  ya de por sí hermoso anhelo de igualdad apuntando a la equidad. Este es aquel valor que considera que es de justicia cuidar más a quien es socialmente más frágil. A este le asiste un derecho que le viene de sus carencias, de su situación de inferioridad. Pretender la libertad en la mera igualdad es empobrecerla.
Además, para que amanezca el hermoso día de una sociedad de iguales resulta necesario luchar a brazo partido contra la madre de todas las opresiones: la desigualdad. Hablar de libertad en una sociedad desigual como la nuestra es hablar de música celestial. De ahí que la lucha por la libertad adquiere una relevancia enorme cuando se la concreta en el tocable camino de la lucha por la igualdad.
En tercer lugar, el sueño de una sociedad libre si se lo quiere algo más que una simple ensoñación, habrá de enraizarse, como lo afirma el Papa Francisco por activa y por pasiva, en la superación de la indiferencia y de la conciencia aislada. Aquella lleva a la frialdad de considerar que mientras yo sea libre, me resulta indiferente la suerte de los demás. Esto no puede desembocar sino el enorme error existencial de que a mí se me debe la libertad y no a otros. Y la conciencia aislada en la tóxica burbuja de quien ni sabe ni le interesa que existe un mundo de náufragos, de “descartados”, como dice otra vez el Papa.
Finalmente, la sociedad libre no nacerá del parto de la tecnología, sino del de la espiritualidad. Considerar la espiritualidad como un valor social, no primariamente religioso, puede ser un camino para el valor primordial de la espiritualidad que es la libertad. Una sociedad espiritual es una sociedad más rica humanamente y más cercana a ese día  “como un pájaro sobre la rama más alta” como cantaba L. Aragon.
 
7.     El sueño de una Iglesia libre
 
Vista la trayectoria histórica de la Iglesia y algunos de sus actuales comportamientos, hay quien deduce que libertad e Iglesia es un auténtico oxímoron. Sin embargo, no se puede negar que muchas son las causas de la libertad que ha apoyado la Iglesia y no pocos los cristianos y cristianas que se han dejado la piel en el empeño. Países enteros en general y personas individuales en concreto han sido más libres por la acción de los cristianos.
Por eso no ha de extrañar que el sueño de la libertad haya acampado para siempre en los anhelos de no pocos creyentes. Precisamente por eso, cuando son interpelados sobre su continuidad en la comunidad cristiana, vistas las heridas que se infligen a la libertad, responden que se quedan porque la quieren más libre, más ceñida al programa de aquel “hombre libre” que fue el Nazareno.
Se va cumpliendo parte del sueño de libertad cuando vemos que el Papa enseña libertad en materias de economía (LS’ 203), o de cuidado de la creación (LS’ 78) o desde una ética humanista (LS’ 105). Y también cuando se proponen los caminos de la libertad desde el mismo hecho de creer (EG 165. 280). La misma reflexión cristiana ha de tener el componente de la libertad (EG 40). De manera que una enseñanza amasada con la libertad dará, en su momento, frutos positivos de humanidad y de fe.
Quienes reaccionan diciendo que es tarde para esta espera, que ya se ha demostrado que nada se consigue esperando sería bueno que meditaran esta frase hermosa de LS’ 205: “Sin embargo, no todo está perdido, porque los seres humanos, capaces de degradarse hasta el extremo, también pueden sobreponerse, volver a optar por el bien y regenerarse, más allá de todos los condicionamientos mentales y sociales que les impongan. Son capaces de mirarse a sí mismos con honestidad, de sacar a la luz su propio hastío y de iniciar caminos nuevos hacia la verdadera libertad. No hay sistemas que anulen por completo la apertura al bien, a la verdad y a la belleza, ni la capacidad de reacción que Dios sigue alentando desde lo profundo de los corazones humanos. A cada persona de este mundo le pido que no olvide esa dignidad suya que nadie tiene derecho a quitarle”.
 
8.     Necesitados de un nuevo Pentecostés
 
La necesidad de un nuevo Pentecostés es perentoria porque se ha agudizado la necesidad de la libertad, dadas las circunstancias de la sociedad moderna. El cambio de estructuras eclesiásticas y de estructuras personales es posible. No son los sistemas tan compactos como para que no quede un fisura por la que se cuele el viento del Espíritu.
Necesitamos una purificación y un cambio de rumbo en las grandes estructuras católicas. Es necesario que entre en esos lugares viciados por prácticas discutibles longevas el aire fresco de un Espíritu de transparencia y cercanía al pueblo cristiano. Ha sonado hace tiempo la hora de que la fe no sea fiscalizada ni manipulada por secretos designios que la comunidad cristiana ignora. Las manipulaciones secretas deben terminar.
Necesitamos un esfuerzo de adaptación a este mundo secular de hoy desde una fe libre y misericordiosa. El Papa está dando múltiples pruebas de un lenguaje dulcificado, suavizado, humanizado. Necesitamos un nuevo Pentecostés para pasar del lenguaje a gestos y de estos a posturas nuevas ante un mundo que, aunque mantiene una cierta adhesión al hecho cristiano, le da la espalda en los comportamientos cotidianos.
Necesitamos un nuevo Concilio que haga hoy un similar esfuerzo como el que hizo el Vat. II. Necesitamos que la Iglesia vuelva de nuevo a abrir las ventanas cerradas por miedo a contraer enfermedades que el Señor salió a los caminos a curar. Necesitamos que la profecía vuelva al seno de la Iglesia, como la “gloria” que se marchó del templo según los relatos de Ezequiel.
Necesitamos el ímpetu del Espíritu para hacer que el laicado entre de manera real por la puerta grande del bautismo y no por la pequeña de la escasez de vocaciones sacerdotales y religiosas. Necesitamos el Espíritu para confiar en los bautizados, para confiar en quien realmente decimos confiar.
Nuestra necesitad de una nueva fiesta de Pentecostés se debe a que, en el fondo del alma, los cristianos no nos hemos apeado de la certeza de que la dicha y el gozo constituyen el programa de Jesús y de que para eso hemos entrado en la comunidad de creyentes.
 
9.     La fuerza de lo humilde
 
La fiesta de Pentecostés clausura la Pascua. En realidad, es la que abre la Pascua al mundo, la que, siguiendo los pasos de las primitivas comunidades cristianas, se lanza al “afuera” de la realidad para hacer la oferta del Reino desde el compartir caminos, desde el trasvase de experiencias, desde las lágrimas y sufrimientos comunes. Más que final de algo, resulta ser comienzo de una aventura. Y para generar aventuras, la libertad es imprescindible. Si no estamos para aventuras, ¿para qué ha servido celebrar el triunfo de Jesús, aventura total?
Los vientos de libertad de hoy son, para muchos cristianos, auténticos huracanes, destructores tsunamis. Por eso, se vuelven al refugio de los cuarteles de invierno, a la doctrina segura, a la moral inalterable. Pero esa postura es contraria a la vieja “parresía”, al miedo vencido, al “rostro como el pedernal” para afrontar las situaciones de la vida. El Espíritu de libertad es riesgo. Y quien no quiera correr tal riesgo renunciará, a la vez, a la hermosura de la libertad, libertad hecha también de desamparo.
Habría que comenzar por emplear un lenguaje de libertad, del mismo modo que el Papa se empeña en decir que hoy es imprescindible el lenguaje de la misericordia. También lo es el de la libertad. Hay muchos corazones, en la Iglesia y fuera de ella, que son como desiertos sedientos de que alguien vierta el agua fresca de la libertad. Quienes tienen miedo dar esa agua, si es que la tienen, exponen al sediento a su muerte.
Hemos de escuchar las melodías de la libertad que no se cantan, quizá, en las iglesias, sino en los festivales de música, en las gargantas de las manifestaciones por los derechos humanos, en las concentraciones que proponen otras democracias, en los gritos sofocados de los empobrecidos. Es la voz del Espíritu de libertad la que canta en esos grandes coros humanos.
Puede ser que nuestra reflexión no haya logrado hacer que salte la chispa brillante del anhelo de libertad. Pobreza humana. Puede ser que viendo el conjunto de opresiones que construimos los humanos no logremos mandar al destierro a la desesperanza. Pero este lado gris es una prueba más de que existe ese otro lado de la niebla que hay que cruzar, el lado de la libertad. Lo dice muy bien este poema de José Jiménez Lozano con el que queremos terminar, pues no está mal recurrir a los poetas cuando se habla del Espíritu:
 
Desde el “Campo de Tiro”,
herido, casi muerto, un pichoncillo
se arrastró hasta el poblado
y anunció a las buenas gentes:
“Si ya no os oprimen
y os dan libertad vuestros señores,
es que, cual los platónicos,
llaman libertad a la muerte.
Ya os lo anuncio”. Pero, en el poblado,
se rieron, arguyendo
que, de seguro, era un antiguo ángel.
¿Qué podría entender de nuestro mundo?
 
***
 
 
 
 
 
 

"Cuantos lo tocaban, obtenían la salud" (Mc 6,56)

 

            “CUANTOS LO TOCABAN, OBTENÍAN AL SALUD” (Mc 6,56).

La misericordia de Jesús ante el sufrimiento ajeno

 

            Hace años la ONG Médicos Sin Fronteras ideó una ingeniosa campaña para colaborar en la lucha contra ciertas enfermedades raras. A la tal campaña se le puso el título de “Pastillas contra el dolor ajeno”. Se trataba de dar un euro por una cajita de pastillas de caramelos de menta. Con ese pequeño donativo, se ayudaba a la lucha contra las dichas enfermedades. Cuando se acude a la farmacia, se compran pastillas para el propio dolor o para el de los más próximos. No tiene sentido comprar medicamentos para el ajeno; no tiene sentido perseguir la curación del ajeno, de no ser que el tal ajeno llegue a ser prójimo y cercano.

            Esto ocurre con Jesús de Nazaret: salió a los caminos para aliviar, acompañar, curar el dolor ajeno. Esa fue la escuela de su mesianismo. Efectivamente, Jesús no es Mesías por elección divina, sino por contacto con la pobreza humana. En sus andanzas por las aldeas de Galilea curando, consolando y acompañando estaba construyendo el “por eso Dios lo exaltó” que Pablo constatará más tarde (Filp 2,9).

            Hablar de “curar” en los relatos evangélicos es entrar en un mundo distinto del nuestro a la hora de entender los problemas de salud. En tiempo de Jesús, la medicina técnica de la que ahora gozamos era prácticamente inexistente. Un ciudadano de a pie de hoy sabe más de medicina que el mejor de los médicos de la época de Jesús. Por eso mismo, decir que Jesús “curaba” es decir algo muy distinto a lo que hoy queremos significar cuando afirmamos “tal médico me ha curado”.

            Y es que en la antropología del NT hay que distinguir entre enfermedades y dolencias. Aquellas son disfunciones biomédicas que afectan a un organismo, mientras que estas son estados devaluados del propio ser que afectan a una persona cuando el entramado social en que se mueve se ha venido abajo o ha perdido significado. La dolencia es un asunto social, una desviación de las normas y valores culturales. Huelga decir que es desde ahí desde donde los evangelios enfocan en tema de las curaciones de Jesús.

            Por otra parte, queda fuera de duda que Jesús ejerció esa medicina popular y social propia de la época en las capas sociales empobrecidas. “Es un profeta lleno de espíritu, que vence a los espíritus inmundos, cura diferentes dolencias y devuelve a la gente al lugar que ocupaban en la comunidad. Jesús se relaciona no tanto con enfermedades cuanto con dolencias” (B. J. Malina). Por eso mismo, leer los relatos de curación desde una perspectiva histórica simplista es la peor de las formas de interpretarlos.

            Al tratar este tema siempre quedará un punto en el aire: curanderos al estilo de Jesús tenía que haber muchos en tiempos de Jesús dadas, como decimos, las “tinieblas” en las que estaba el tema médico. ¿Cómo y por qué las primeras comunidades vieron precisamente en las curaciones de Jesús la llegada del reino de Dios? ¿Por qué las otras curaciones, que las habría más “milagrosas” incluso que ellas no suscitaron en el ánimo de las comunidades el olfateo de la venida del reino? ¿Sería porque, además de ser curados, social y quizá físicamente, se percibía de algún modo la misericordia de un Dios cercano a la gente, interesado por las dolencias del pueblo humilde, solidario con las angustia, físicas y sociales, que afectaban a los empobrecidos?

            Desde ahí se puede proponer el tema de la misericordia de Jesús como prioritario, anterior a toda dogmática. “De Jesús impacta la misericordia y la primariedad que le otorga: nada hay más acá ni más de ella, y desde ella define Jesús la verdad de Dios y del ser humano” (J. Sobrino). De ahí que hablar de curaciones es, definitiva, hablar de misericordia, de eso primario que es necesario para entender la vida y para entender a Dios.

            Por lo demás, la obra curativa de Jesús puede ser entendida como un resumen de todo el Evangelio. Así lo hace el mismo evangelio en sus sumarios (Mc 54-56); así lo quiere hacer ver Jesús a sus propios discípulos (Mc 3,15). Resumir el Evangelio en el término “curar” no es un reduccionismo, sino que en él se concentra todo el hacer salvífico de Jesús, en su horizontalidad histórica y en su verticalidad espiritual.

            Queremos proponer, a modo de ejemplo, un breve itinerario bíblico sobre las curaciones de Jesús como respuesta al sufrimiento humano en el evangelio de Marcos. Como queda dicho más arriba, el enfoque será desde la dolencia más que desde la enfermedad: condiciones humanas socioculturalmente anormales que son reorientadas.

 

1. Curación del sufrimiento que conllevan de las ideologías opresoras (Mc 1,29-31)

 

            El breve relato de la curación de la suegra de Simón, leído historicistamente no tiene mucho sentido: no es una gran maravilla curar de una simple fiebre. Los remedios caseros para bajar la fiebre son incontables. Es preciso leer el texto con otra profundidad.

            El texto viene a continuación del relato de la curación de un endemoniado en la sinagoga de Cafarnaún (1,21b-28) que ha terminado con una pregunta de “desconcierto” (1,27), el desconcierto de quien está en contra. El intento de Jesús de liberar a un atrapado por mecanismos inhumanos termina en fracaso.

            La vocación de Jesús de curar al pueblo la lleva a un nuevo intento. Esta vez en casa de “Simón”, nombre judío, en la boca misma del lobo, en el ámbito de quien le rechaza. Además, se lleva a Santiago y Juan, el ala más recalcitrante del judaísmo, el sector más refractario a los planteamientos del reino (1,29).

            La “suegra de Simón”, el entorno de Pedro, aquello que está en el marco del afecto, todo el judaísmo, está en cama con fiebre (1,30a). Una realidad inficionada por la fiebre de una manera continua, “febricitante” (pyressousa), siempre con fiebre, una fiebre que nunca abandona a esa realidad, una fiebre contínua.

            Fiebre y fuego se dicen se dicen en griego de la misma manera (pyr), como en castellano afirmamos de un niño que tiene mucha fiebre “este niño está ardiendo”. El entorno de Simón está lleno de pyr. El hombre del “fuego” es en el AT el profeta Elías, profeta muy apreciado en el bajo judaísmo (1R 18,38). El entorno de Simón, su suegra, tiene el mismo pyr de Elías, la fiebre del yahvismo que, en tiempo de Jesús, está muy mezclada al nacionalismo político.

            Alguien habla a Jesús de esto: “le hablaron de ella” (1,30). El impersonal da a pensar que es alguien ajeno al grupo, alguien, incluso, proveniente del paganismo, un compasivo que percibe que el camino del mesianismo no lleva a nada.           

            Jesús “se acerca-la coge-la levanta” (1,31a). Es como una nueva creación, algo que proviene de la misericordia (se acerca), de la total cercanía (la coge), del afán de hacer una persona nueva (la levanta). El “milagro” se da: se pasa de esa fiebre nacionalista al servicio, la realidad más opuesta que se pudiera pensar (“se puso a servirlos”: 1,31b).

Los grandes sufrimientos que el nacionalismo político ha inferido a Israel se curan con el servicio. Toda ideología opresora se desvanece cuando se la va sustituyendo por el servicio. ¿Podrá hacer el evangelio esa formidable obra de curación-reestructuración en la persona? Si se propone, es que hay posibilidad de ella. Así, la misericordia de Jesús contribuye a la reorientación de la persona y de la misma sociedad cuando la aleja de las ideologías opresoras.

2. Curación del sufrimiento de la exclusión (Mc 3,1-7a)

 

Los sistemas religiosos experimentan un fenómeno absolutizador: lo que no entra en sus parámetros queda cuestionado, quien no acepta el bloque compacto de la legalidad queda excluido. Con ese fenómeno se ha topado Jesús; él ha querido relativizar ese presupuesto y lo ha hecho mostrando una mirada comprensiva con quien sufre la exclusión del sistema.

Algo de eso se observa en el relato de la curación del hombre con el brazo atrofiado (Mc 3,1-7a). Hay que decir, de entrada, que la crítica a la norma que excluye no se hace sin precio. Se puede observar que la escena hay un desafío a uno que relativiza el sistema y con ello el honor en el que éste cree que se halla instalado. Por eso se respira un clima de sospecha, de “acecho”, para elaborar ulteriores “acusaciones”.

La orden de Jesús contiene una indudable intensificación verbal: “levantarse” (egeire) alude, de algún modo a una plenitud “resurreccional”. “Ponerse en medio” indica una plenitud social (3,3a). Le habían dicho al hombre aquel que su deficiencia le excluía de la sociedad. Jesús le restituye socialmente “en el medio”, en el centro de la realidad. El sistema excluye, Jesús cura incluyendo. Su misericordia es socialmente restauradora. Y ello no en base a una supuesta caridad, sino a la más estricta justicia: el pobre debe estar en medio.

El argumento de curación es sin fisuras: ¿No es el sábado un día en que se contempla al Dios creador de bondad? Entonces, ¿se va a hacer el mal en sábado? ¿Dejar de hacer el bien, excluir, no es una perversión de la realidad del Dios bueno? ¿Dejar de lado la misericordia por contemplar al Dios misericordioso en modos legales no es una anomalía absoluta? (3,4).

Es preciso medir bien la “ira”, la indignación de Jesús (3,5a). Quizá la misericordia social para por la recuperación de la indignación. Sin ella no se puede aprestar uno a tomar una deriva distinta a la del sistema.

Por todo ello, cuando Jesús dice al hombre “extiende el brazo”, aunque literariamente se refiere al brazo bueno, especularmente podría entenderse que está hablando del brazo atrofiado: desarrolla las potencialidades que tienes, ser débil no es motivo para la exclusión sino, justamente, para lo contrario (3,5b). Así funciona la misericordia de Jesús ante el sufrimiento humano, como una propuesta de justicia restauradora.

La fuga de Jesús “en dirección al mar” como salvaguarda de su acción liberadora está hablando de ese lugar, el “mar” (el Mediterráneo), donde, lejos de los sistemas religiosos que engendran exclusión, haya posibilidades de entender la obra de inclusión a la que está llamada la historia (3,7a).

 

3. Curación del sufrimiento del desamparo (Mc 5,24b-34)

 

            Para el sistema, la persona no cuenta. Nunca engendra aparo y, cuando más lo necesita uno, se le deja tirado en el camino. Para lo establecido, las personas son piezas de recambio que, una vez utilizadas, ya no sirven y son desechadas. El poder estruja a la persona, le saca todas sus posibilidades y, terminado esto, la arroja lejos del sí.

            Algo de esto hay como trasfondo del relato de la curación con flujos de sangre, personaje significativo del total desamparo (5,24b-34). Efectivamente, el personaje reúne todas las notas que le llevan al desamparo social: es mujer, lleva doce años con flujo (doce años: ciclo terminado), ha sido robada por los médicos. Al no mencionarse ningún familiar, ningún go’el, se ve que es una mujer sola. Es la marginación absoluta, el desamparo en estado puro (5,25-26).

            El tema de los flujos de sangre es el escollo insalvable, ya que una persona así era considerada impura, con el consiguiente extrañamiento de la comunidad. Por eso, “tocar” era violar las leyes de la pureza. Si ya el simple hecho de tocar a un hombre en público está censurado por la ley y la costumbre, el hacerlo desde la impureza aumenta el descaro (5,27-28).

.           Tocar “el manto” es, en la antropología hebrea, participar, siquiera modestamente, del “espíritu”, de la persona que lleva el manto (2R 2,9). La mujer aspira a la curación por la asimilación del espíritu de Jesús, de su ser misericordioso. Quizá no busca tanto la curación física, cuanto una curación que, por la obra de un hombre compasivo, le pueda decir que, sea como sea, esté como esté, sigue contando con el amparo social, que no es una marginada marcada por la exclusión.

            Es preciso percibir que la persona de misericordia que es Jesús es alguien que se deja “apretujar” (5,31). No es posible el ejercicio de la misericordia social desde la lejanía, desde la asepsia del despacho y  sus discursos. Solamente en el camino donde hay polvo y apreturas se puede desvelar el rostro misericordioso del Padre que empara a todos.

            El temblor de la mujer hace referencia a la posibilidad de que el hombre le rechace, cosa que no ocurre. Más bien es lo contrario: la marcada por el desamparo es una “hija” de Abrahán, verdadera hija, ya que su situación física la hace ser merecedora de un amparo mayor (5,34)

La mujer ha encontrado en Jesús el amparo que le negaba la legislación y la misma moral consuetudinaria. El verdadero milagro es percibir en el fondo del frágil la verdad de su dignidad. Demuestra así el evangelio que hay más fuerza en el corazón de la debilidad que en el del poder. La de Jesús es una misericordia social que engloba y cura a la persona y a la sociedad.

 

4. Curaciones que abren a la madurez (Mc 5,35-6,1)

 

            Las curaciones de Jesús donde hay de por medio un niño contienen sugerencias antropológicas que apuntan al tema de la madurez, no solamente y quizá no principalmente al tema de la enfermedad. Este parece ser el caso de Mc 5,35-6,1. Las dificultades que plantea la madurez al sistema se verifican al ver que el relato pone como testigos de lo que va a ocurrir a “Pedro, Santiago y Juan”, el ala derecha, el sector más recalcitrante del discipulado (5,37). Son personajes con alta carga significativa.

            La demostración de que esto es así se confirma cuando se percibe la gradación de la niña actante del relato. La primera fase es la de ser “hija”, vocablo que indica afecto y dependencia (5,35). La segunda es la de ser “chiquilla” (5,39.41), vocablo que indica dependencia sin afecto especial. Para terminar en “muchacha” (5,41), que indica independencia y no niega el afecto.

            Ese término, “muchacha”, indica la mujer casadera con todos los derechos civiles. El padre no termina de dar ese contenido a la relación con su hija. La misma sociedad considera aún “chiquilla” a quien tiene ya el poder de construir un hogar nuevo, dado que los doce años era la edad de mayoría civil para las mujeres. Jesús propone el reconocimiento de la persona en toda su altura.

            Es decir, estamos hablando de un tipo de curación existencial: cómo reconocer la madurez como un derecho social y humano que conlleva una serie de consecuencias organizativas. Cómo salir de parámetros de dependencia y dominio para percibir el perfil de la persona libre y adulta que se encierra en toda realidad humana.

            La insistencia de Jesús de que “den de comer” a la niña está diciendo que se devuelve a la comunidad la persona reconocida como adulta (5,43). Eso constituye un beneficio para ambas.

 

5. Curaciones que ofrecen alternativas (Mc 6,54-56)

 

            El sumario con el que se confirma el éxodo mesiánico de Jesús, sumario de curaciones, atesora matices que indican que la respuesta de Jesús al sufrimiento ajeno es algo más que el mero curar físico (6,54-56).

            Jesús recorre “toda aquella comarca” (6,55a). Es el suyo un afán a la hora de hacer la oferta, una búsqueda, un andar tras las huellas de quien sufre necesidad. Es él quien ofrece la curación, algo anterior a la búsqueda de quienes lo pasan mal.

            El transporte en “camillas” describe las esterillas que utilizaba la gente pobre para dormir. Las curaciones son, pues, ofertas, al lado débil de la sociedad. La expresión “los débiles, los sin fuerzas” (mejor que “los enfermos”) está indicando que la debilidad cerca de toda persona. La alternativa se amplía, es para la persona en necesidad, realidad antropológica elemental (6,55b).

            Los afanes curativos de Jesús se vuelcan en las “aldeas-pueblos-caseríos” (6,56a). Es posible que se quiera decir que se agotan los lugares habitados. Pero la opción rural de Jesús tiene también un trasfondo ideológico: las aldeas son el reducto del nacionalismo, allí donde se refugian las ideologías más extremas. Jesús vuelca ahí su capacidad curativa, puesto que su oferta va justo en la dirección contraria: ofrecer alternativas de vida a todo el mundo.

            Tocar el borde del manto es, como en el caso de la mujer de los flujos de sangre, un modo de participar en el espíritu, en el planteamiento profundo de Jesús (6,56b). es decir, la curación apunta a un modo alternativo de vida, a la posibilidad de vivir de una manera distinta. Así Jesús hace visible el rostro del Dios de la misericordia que ofrece posibilidades de vida a todo camino humano y desvela también la fe humana en el valor de todo ser viviente porque con la vida se le dan los posibles caminos que apuntan a una vida en plenitud.

 

6. Curaciones de cegueras estructurales (Mc 10,46b-52)

 

            Cegueras estructurales son aquellas que estando ahí de forma compacta uno no las ve. Es, como decía Saramago en su “Ensayo sobre la ceguera”: «Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegosciegos que venciegos que, viendo, no ven». También lo viene a decir Mt 13,13. Esta ceguera afecta a las estructuras sociales. Y, por ello, con frecuencia, se vuelven inhumanas.

            La ceguera estructural está reflejada en nuestro texto en la disputa que antecede: quién iba a ser el más grande (10,32-34). Van camino de Jerusalén, el camino de la entrega de Jesús, y los discípulos andan enredados en el tema del poder. Son ciegos que no quieren ver.

            Por eso, el personaje de Bartimeo, es especular: refleja la ceguera de quienes habitan en la ceguera del poder deseado, en la lejanía de la espiritualidad de la entrega. El que está al “borde del camino”, son quienes van en camino a Jerusalén (10,46b). El que ofrece al viandante su pobreza no es tanto Bartimeo, sino el discipulado y quien piensa como ellos. Esa es la dura lección de Jesús a quienes caminan en dirección a Jerusalén con él.

            La expresión “¿Qué quieres que haga por ti?”, en toda su sencillez y profundidad, es la gran pregunta de la misericordia (10,51). No solamente deja ver la generosidad de quien, pudiendo hacer algo, está dispuesto a hacerlo y lo hará. Sino que apunta el perfil de un Dios que hace por la persona “todo lo que puede” en los parámetros del hecho histórico. Es la misericordia de Dios derramada a través de la luz que aportan las personas para paliar las cegueras estructurales, personales y sociales.

            Cuando uno se ve iluminado en sus cegueras estructurales, le “sigue por el camino” (10,52). Ha aprendido ese tal que la obra de iluminación que no pueda hacer en sí mismo y en su entorno es un trabajo que se suma a las curaciones del mismo Jesús.

 

Conclusiones

 

            ¿Qué se deduce de todo esto? “Tocar” a Jesús para ser curado por él no es un acto mágico ni pasa, a través del tacto, un efluvio magnético. Se trata de “tocar” su espíritu de misericordia, su arrojo para afrontar las enfermedades sociales. Y de alguna manera, tocando a Jesús misericordioso, se toca al Dios de misericordia que se revela en él.

            Como conclusión de la lectura de algunos de los textos en que Jesús se hace misericordia entrañable de Dios ante el sufrimiento humano proponemos estos asertos:

1)      Es preciso intentar leer los relatos evangélicos de forma adulta superando el mero historicismo que los empobrece. Si se logra esa otra lectura, el sentido y la misma vida se iluminan. Pues “nadie recorrería las sendas del pasado, si no subyaciese a ese recorrido el irrefrenable deseo de reconocer, en él, todas aquellas semejanzas que nos llevan a entender nuestra situación y a aprender de otras experiencias” (E. Lledó).

2)      Desde ahí puede ser muy útil el hacer una lectura social de los textos, relativizando el primado y la absolutización de la lectura espiritualista-moralista. De hecho, la propuesta de Jesús no es, en los evangelios, una propuesta religiosa, sino social, una propuesta para la vida. Por eso, leer los relatos de curación desde una perspectiva social puede ser algo muy enriquecedor.

3)      Desde esa perspectiva hay que decir que estos relatos entienden las curaciones más como tratamientos de dolencias que de enfermedades. Es decir, lo que Jesús pretende en su actividad curandera no es tanto devolver la salud cuanto devolver la dignidad de los débiles. Estos han de ser considerados en el hecho social, “puestos en el centro”.

4)      La propuesta de curación personal y social que Jesús ofrece deja entrever, en último término, el perfil de Dios que la sustenta: un Dios de misericordia que pone todo su potencial de amor para sostener y dignificar a quien “se encuentra mal”, a toda persona, a los “frágiles”. La gente intuía ese perfil y creía que ese era signo claro de la venida del reino de Dios.

5)      Por todo ello, la obra de los seguidores de Jesús, desde las primeras comunidades cristianas hasta ahora, habría de ser, ante todo, “curar” a la persona, aportar salud humana, dignidad, reconocimiento social para los pobres, certeza de que tienen un sitio en el banquete de la vida. Esas son las grandes tareas del reino.

6)      Alto y claro lo dice el papa Francisco: “Ésta es la misión de la Iglesia: la Iglesia que sana, que cura. Algunas veces, he hablado de la Iglesia como hospital de campo. Es verdad: ¡cuántos heridos hay, cuántos heridos! ¡Cuánta gente necesita que sus heridas sean curadas! Ésta es la misión de la Iglesia: curar las heridas del corazón, abrir puertas, liberar, decir que Dios es bueno, que Dios perdona todo, que Dios es Padre, que Dios es tierno, que Dios nos espera siempre”.

 

 

 

Fidel Aizpurúa Donazar

PERDIMOS TODO

PERDIMOS TODO, NOS QUEDA LA FE; LA FE NOS SOSTIENE Y NOS IMPULSA A CAMINAR

Dimensión bíblica de la fe inspirada en Daniel y otros paradigmas bíblicos

 

            ¿Cuál es la mejor situación para pasar de la fe al amor? ¿La de una fe fuerte, compacta, bien diseñada, incuestionable o la de una fe vacilante, con dudas, en un cierto desamparo, pero resistente y resiliente? “Nuestra fe no significa que todo lo tenemos claro. No significa que tenemos soluciones acabadas, respuestas últimas para nada. Tenemos la inestimable memoria de Jesús, la presencia activa de su espíritu, la compañía de una gran Iglesia de hermanos y hermanas, pero ello no nos exime de la duda, la búsqueda, el diálogo. Somos caminantes”[1].

            Preguntarse por el futuro de la fe desde un cierto desamparo puede ser una buena perspectiva, siempre que la comprensión de lo cristiano está más asentada en la experiencia que en la ideología y que la conexión social sea, más allá de un necesario sentido crítico, benigna.

            De cualquier manera ha de quedar claro, según el aserto paulino, que “lo más valioso es el amor” (1 Cor 13,13). De manera que la formulación de la experiencia creyente ha de estar supeditada a tal amor ya que el futuro del amor es lo que importa, el logro final al que todo, incluida la fe que va unida a él, ha de tender.

 

  1. 1.      El tsunami de la secularidad

 

Estando, como estamos en medio del torbellino, quizá no nos percatemos de la fuerza que tiene el tsunami de la secularidad. Una escapatoria fácil es decir que tal fenómeno afecta solamente a los países “descristianizados”, europeos, sobre todo[2]. Pero la evidente realidad es que, en una medida o en otra, la secularidad avanza a ojos vistas, incluso en ámbitos más cerrados al hecho religioso, como son los países islámicos[3]. La radicalización y el auge de las tradiciones religiosas no para el empuje de la secularidad[4].

De tal manera que hay quien habla de un nuevo “tiempo axial”, un tiempo distinto al de las sociedades agrícolas (por mucho que estas hayan incorporado las nuevas tecnologías) donde el recurso a la religión ya no será necesario. Pero eso no impedirá la referencia a los valores  de las grandes tradiciones religiosas. “Hay que volver al legado de las grandes tradiciones religiosas de la humanidad, al legado de todas, pero desde donde estamos, desde sociedades laicas, sin creencias ni sacralidades. Ahí tenemos una gran herencia desde la que poder cultivar la calidad de individuos y de grupos y la espiritualidad, sin tener que ser hombres religiosos ni creyentes”[5]

Este es el dilema que se plantea a la VR: ¿cómo aportar algo al ámbito de la fe sin tener que ser personas religiosas, nosotros que nos definimos como tales? ¿Hay un sitio para la VR en el mundo de la secularidad? La pregunta, más que religiosa es social: ¿cuál es el lugar social de la VR en el mundo de hoy? Si logramos entender ese lugar podremos plantear la posibilidad de hacer una propuesta de fe y, lógicamente, de amor motivado por la fe. Estamos apuntando ya a los posibles logros de nuestra reflexión.

Mientras tanto, resultará útil un apunte sobre la relación entre VR y secularidad. La relación es inevitable porque los religiosos/as no somos marcianos, sino miembros de la sociedad a pleno derecho. Nos vemos influenciados por el hecho social del que hacemos parte. Frenar este influjo es querer poner puertas al campo. Más aún, hay que reconocer que una gran parte de nuestros saberes se deben a aprendizajes sociales, no principalmente místicos. Así es lo que sabemos de la relación, de la familia, del dinero, de las tecnologías, de la política, de la ciudadanía, de la idea del mundo moderno, no nos vienen dados por vía de la ideología religiosa, sino por el camino de los aprendizajes sociales[6].

Por lo tanto, para no estar siempre en parámetros de discursos negativizadores, para no retar a quien nos puede vencer, para no crear una mentalidad de desclasados, es necesario leer la secularidad en parámetros nuevos, no como una enfermedad que pasará, sino como un camino que se abre al futuro. El estremecimiento que provoca en el interior de quien ha anclado su experiencia creyente en otros marcos no habría de ser superior al necesario anhelo de conexión social que es la fuente de una pregunta correcta por el hoy.

Todo ello hasta entrever el rostro de esa “otra sociedad” que encierra en su fondo un dinamismo espiritual con el que la “gente del espíritu” puede conectar: “Cada vez que nos encontramos con un ser humano en el amor, quedamos capacitados para descubrir algo nuevo de Dios. Cada vez que se nos abren los ojos para reconocer al otro, se nos ilumina más la fe para reconocer a Dios”[7].

Esta actitud inicialmente benigna es la única manera de hacer pie en medio de los torbellinos de hoy. A partir de ahí se podrá intuir la posibilidad de un testimonio de amor basado en comportamientos, en estilos de vida, más que en la ideología. Entender el tránsito de la fe al amor a través de un camino meramente ideológico es arriesgarse a la esterilidad.

 

  1. 2.      La luz de la Palabra: Daniel y Apocalipsis

 

La apocalíptica es un género literario que ha ocupado mucho espacio en la literatura de la antigüedad. No tiene fácil parangón con nuestros gustos literarios. Es algo próximo a la ciencia ficción, pero con intención religiosa. La idea general es sencilla: en épocas de gran adversidad, de persecución religiosa explícita, los autores quieren sostener y animar la fe creyente en la espera de tiempos más propicios. El recurso al juicio de Dios sobre los malvados y la promesa del premio para los justos es su puntal ideológico. Es una literatura para época de desamparo: “Ya no vemos nuestros estandartes, ni tenemos un profeta, ninguno de nosotros sabe hasta cuándo” (Sal 74,9).

Pero ocurre, como es lógico, que un planteamiento así, por mucho que se lo oculte, no puede obviar el componente vindicativo. En el fondo, tanto el autor como los lectores tienen la convicción de que Dios va a “vengar” todo el mal que se está infiriendo a un pueblo justo. Las cosas no pueden quedar así. Cuando venga la restauración Dios aniquilará a los malvados que han zaherido y oprimido a los buenos.

Así ocurre explícitamente en el libro de Daniel. La obra, compuesta hacia el 167 a.C., refleja la dura persecución de Antíoco IV Epífanes a lo que se suman las divisiones internas en el seno del judaísmo. El autor quiere infundirles ánimo y esperanza. Y lo hace con un personaje ficticio y aureolado, Daniel, en un género nuevo para la Biblia, el apocalíptico.

El tema de fondo indica en qué parámetros nos situamos: “El paso dramático de un imperio a otro anticipa y prefigura el cambio final: la restauración del reino definitivo y universal del Señor de la historia, en la que los sujetos pasivos y sufrientes de la misma, los ‘elegidos y consagrados’, pasarán a primer plano con un nuevo poder concebido por Dios”[8].

El aspecto vindicativo está sembrado en todas las páginas del libro: “Dios suscitará un reino que acabe con todos los reinos de la tierra” (2,44); “sean humillados los que nos maltratan, queden confundidos, pierdan el mando, sea triturado su poder” (3,44); “Dios ha enviado esa mano para escribir esto: contado, pesado, medido” (5,24); “el poder real y el dominio sobre todos los reinos bajo el cielo serán entregados al pueblo de los santos del Altísimo” (7,27); “hasta que el fin decretado le llegue al destructor” (9,27); etc. Resulta difícil separar el aspecto vindicativo de la lectura de este texto. Por eso, entenderlo, sin más, como un texto de ánimo para momentos de crisis de fe como la actual, resulta arriesgado.

Algo parecido ocurre con el libro del Apocalipsis, aunque con una variante importante. Efectivamente, hay en este texto un fenómeno literario conocido. Es el que se denomina especularidad narrativa: el texto, como un espejo, refleja no solo lo que se dice, sino también las posibles interpretaciones que suscita en el mismo escritor o en el lector, “padre” del texto. En el caso del autor la especularidad puede ser objetiva o subjetiva, consciente o no, que se mezcla a la objetiva. Lo mismo ocurre en el lector: lee lo que ve y lee también lo que el nuevo sentido sugiere. Ya lo decía Borges: “una literatura difiere de otra, ulterior o anterior, menos por el texto que por la manera de ser leída”[9].

Apliquemos esta teoría al Apocalipsis: “Un relato especular es un relato sobrecargado semánticamente; es decir, un relato cuyo enunciado, que soporta la reflexividad, funciona en dos niveles: como relato en sí mismo y como reflexión de otra realidad segunda que deja traslucir (se trata de un metarrelato)”[10]. En otras palabras, la reflexividad de un relato viene, en primer lugar, del desdoblamiento que se confiesa en uno u otro nivel del relato. Esto es lo que creemos que ocurre en textos como Apocalipsis: se descubre en él una especularidad intratextual quizá inconsciente pero objetiva.  Efectivamente, en el texto de Apocalipsis podemos descubrir como dos niveles: por un lado, la obra del narrador en sí mismo. A este le llamaremos el “vidente”. Pero hay un segundo nivel, oculto, especular, intratextual, al que llamaremos el “teólogo”. El primero, lógicamente, es deudor de la herencia de la literatura apocalíptica judía de la que ha tomado ideas, expresiones y mentalidad. El segundo, como a contrapelo, va poniendo un contrapunto de tipo liberacionista, humanista, evangélico en suma, que “actúa a modo de testimonio de autoridad y garantía con respecto a la verdad ideológica vertida en las enunciaciones por él pronunciadas”[11]. Este contraste percibido en la continuidad del texto es el que posibilita una lectura nueva.

Pongamos un ejemplo: en el canto de los veinticuatro ancianos de Ap 11,15-19 que quieren representar a la humanidad nueva, al todo de la comunidad, se da gracias a Dios porque ha llegado la hora de la cólera de Dios sobre los fautores de inhumanidad, sobre todas las iniquidades que ha amasado la historia. Es la postura del vidente que piensa que el juicio de Dios va a ser el único camino para reorientar la historia y darle una salida válida. Pero, al acabar el canto, el teólogo afirma para nuestra estupefacción: “Se abrió en el cielo el santuario de Dios y en su santuario apareció el arca de la alianza” (v.19). Es decir, por mucha que sea la iniquidad de la tierra, Dios no abandona su alianza, sus caminos son los de la hermandad, el mal quedará asumido y envuelto en su amor fiel, su justicia no será más grande que su amor. Este contrapunto se desvela en todos los pasajes de Apocalipsis hasta convertirse en un reflejo especular que posibilita otra lectura del texto bíblico.

Esto quiere decir que hay una posibilidad distinta de leer la literatura apocalíptica: es aquella que se lee desde la benignidad social, desde la sintonía de fondo con una sociedad, aunque esta cometa errores, desde el amor en definitiva, desde la misericordia. Esto es lo que puede hacer que esta clase de textos no solamente sirvan para alimentar la fe sino que puedan concordar con el mensaje de paz que es, básicamente, el del Evangelio.

 

  1. 3.      La benignidad crítica

 

Cuando decimos que la fe que nos queda nos sostiene y nos impulsa a caminar es preciso recabar herramientas, estilos de vida, con los que construir este anhelo. Hemos ido insinuando líneas arriba que un camino de vivir en fe, de caminar en conexión social y de aportar fuerza a la VR de hoy sería cultivar la espiritualidad de la benignidad crítica. ¿En qué consistiría esta espiritualidad? El concepto de “benignidad” ha de incluir:

  • La fe inquebrantable en la bondad creacional que llevará a traspasar lo que aparece, el fenómeno, para desvelar el sentido de bondad que anida en el fondo de toda criatura.
  • Incluirá, así mismo, un sentimiento activado de pertenencia a la familia humana, la verdadera familia sobre la que se asientan las formas humanas de ser familia. Desde ahí habrá que comprender que no tiene sentido ejercer la violencia o el menosprecio contra ningún miembro de esa familia esencial.
  • Desde ahí desarrollará una mirada con empatía, ya que en el mirar no solamente existe el peligro de cosificación del otro sino la puerta que abre el corazón del propio secreto.
  • Tendrá que conllevar la flexibilización de los “comportamientos tribales”, esas certezas discutibles de que solamente lo de mi “tribu” (mi país, mi cultura, mi religión, mi cosmovisión) es de recibo y bueno. La bondad traspasa el estrecho cerco de lo tribal.
  • Podrá hacer florecer en la persona un verdadero enamoramiento de la pluralidad creacional y humana, no teniendo a tal pluralidad únicamente por un problema de no fácil solución, sino por una posibilidad de una indudable hermosura.
  • Elaborará con gozo la certeza de la pertenencia en la dependencia, no en el aislamiento y el individualismo. La inevitable dependencia generará una idea de dependencia agradecida, bendiciente, aplaudida. Por ese camino brotará la generosa colaboración, no tanto por la coacción de una ley o un mero quid pro quo.
  • Con estas bases se podrá abordar el núcleo de la benignidad: no te juzgo-no me apropio de ti-no te rechazo, aunque me rechaces. En la contención del mecanismo de juicio, en su superación, se halla una de las principales claves de la benignidad. No quiere decirse que no juzgar conlleve el estar de acuerdo. Podrá haber discrepancia en ideas y comportamientos, pero no se condena por nada. Simplemente se trata percibir el lado compatible con el que se puede caminar juntos.
  • Y dado que los humanos, además de tender a apropiarnos de cosas (robar), nos inclinamos a apropiarnos de personas, de sus sentimientos, ideas, opiniones, para someterlas a nuestras miras de vida, la benignidad tiende a no apropiarse del interior de nadie. Deja, por ello, que el otro sea lo que tenga ser, lo que quiera ser. Se respeta totalmente las opciones de las personas, aunque no se compartan eliminado así cualquier atisbo de imposición.
  • Finalmente, se llega a poder vivir en armonía humana más allá de cualquier rechazo. No se responde al rechazo con la misma moneda, sino que, en una asimetría asimilada, se sigue perviviendo en el amor más allá de tal rechazo.

Una tal benignidad no excluye el que vaya acompañada, por razones de realismo y de verdad, por un indudable sentido crítico. Efectivamente, si se le despojara de él, la benignidad podría convertirse en un “buenismo” que se quedaría en lo superficial sin hacer preguntas que son decisivas. De ahí que el sentido crítico haya de mantener posturas como estas:

  • No da igual ser justo que no serlo. La decisividad de los actos de la persona ha de mantener por encima de todo. Otra cosa será el valorar tales actos desde la benignidad. Pero esta no puede borrar la carga ética de los mismos. Sería banalizar el mal y propiciar una cruel indiferencia.
  • Además, no da igual que algo esté bien o mal hecho. Lo bien hecho, incluso aunque no sea retribuido, aplaudido, pagado o considerado, está bien hecho, porque es obra de quien sabe que las entregas nunca se pierden. Lo mal hecho, aunque logre ocultarse, empobrece la relación.
  • Por otra parte, una convicción que es preciso mantener en pie es que quien hace el mal no puede irse sin arrostrar sus consecuencias, como si nada hubiere pasado. La impunidad es una injusticia intolerable; el victimario tiene una deuda ante la víctima que ha de intentar repararse hasta donde se pueda.
  • Resulta imprescindible para mantener una actitud crítica, algo compatible con la benignidad, el ir a las causas, el no quedarse únicamente en la dureza de los efectos de las situaciones complicadas de vida. La pregunta por las causas es muy iluminadora y puede ser compatible con una mirada a tales causas cuando estas son el desencadenante de situaciones de injusticia.
  • Todo esto lleva, de salida, a no aliarse con el sistema. No quiere decir esto que todo planteamiento sistémico haya de ser nocivo. Pero, de salida, se los pone en cuarentena ya que el sistema, casi siempre, trabaja solamente en beneficio propio hasta límites de inhumanidad.
  • La capacidad crítica encuentra en la integridad un verdadero aliado y una formidable herramienta de discernimiento. De esa manera se impide el que quien conoce la carencia de integridad extorsione y chantajee a quien pretenda ser crítico. No es condición sine qua non, pero, como decimos, es un formidable agarradero para ejercer la crítica.
  •  El sentido crítico ha de amar la libertad en todas sus variantes porque si solamente se ejerce la libertad en una sola dirección se termina por convertir en una tiranía, la de la verdad única. De ahí que el postulado de una libertad plural en modos y en ideologías ha de ser mantenida como una condición para un sentido crítico saludable.
  • Habrá que sortear el peligro de caer en partidismos que exigen servidumbres ya que entonces la capacidad de ejercer el discernimiento crítico queda muy reducida. Otra cosa es que la relación humana demande una colaboración necesaria. Pero de ahí a saberse sometido por esa relación hay un gran trecho. El corporativismo sumiso bloquea el sentido crítico.
  • Finalmente, el sentido crítico ha de tener un horizonte más amplio que los propios intereses. Si únicamente estos son los que mueven las actuaciones humanas se caerá preso no solamente de esos intereses sino de auténticos caprichos. De ahí que lo que interesa al conjunto ha de pasar a ser también interés personal con la certeza de que cuando el conjunto mejora, la propia persona también mejora.

 

Conclusión

 

El Hno. Roger de Taizé decía: “Pienso que desde mi juventud nunca me ha abandonado la intuición que una vida de comunidad pudiese ser el signo de que Dios es amor y solamente amor. Poco a poco surgió en mí la convicción que era esencial crear una comunidad con hombres decididos a dar toda su vida y que buscasen comprenderse y reconciliarse siempre: una comunidad donde la bondad del corazón y la simplicidad estuviesen al centro de todo”[12]. Quizá ahí anide un secreto para pasar de la fe amor: bondad de corazón y vida simple. Los retos de la VR son sencillos pero profundos.

 

Fidel Aizpurúa Donazar

Madrid 2015

 



[1] J. ARREGUI, “La gracia de creer en nuestro tiempo”, en AA.VV., Hacia una nueva espiritualidad para nuestro tiempo,  Ed. Idatz, San Sebastián 20007, p.78

[2] Francia ha superado ya el umbral del 50% de increencia general. La mitad de la población se define como no creyente.

[3] A. HIRSI ALI, “Cinco tesis de Ayaan Hirsi Ali”, en El País,  12-4-15.

[4] USA es un paradigma: florece el hecho religioso en sus modos más variopintos, pero el componente espiritual está inmerso en un torbellino de secularidad.

[5] M. CORBÍ, “Una nueva espiritualidad más allá de las formas religiosas”, en http:///www.cetr.net/modules.php?file=article&name=News&sid=407.

[6] Fue A. BANDURA el gran difusor de la teoría de los aprendizajes sociales con su obra Teoría del Aprendizaje Social, Ed. Espasa Calpe, Madrid 1982. Esta teoría se aplicó, sobre todo, a las disfunciones de conducta. Por eso se usa mucho en criminología. Pero puede ser aplicada a la conducta en general.

[7] Papa FRANCISCO, La alegría del Evangelio, n.272.

[8] L. ALONSO SCHÖKEL, La biblia de nuestro pueblo,  Ed. Mensajero, Bilbao 2009, p.1235.

[9] J. L. BORGES, Otras inquisiciones,  Ed. Emecé, Buenos Aires 1964, p. 218.

[10] E. MARTÍNEZ GARRIDO, E., “Algunos aspectos de la especularidad narrativa: la identificación en la identificación, la literatura en la literatura, en Revista de Filología Románica, Ed. Universidad Complutense, Madrid 1986.,  p.272-273.

[11] Ibid.,  p.275.

[12]HNO. ROGER, Dios solo puede amar,  Ed. PPC, Madrid 2001, p.120.

Adora y confía

ADORA Y CONFÍA

 

        Vamos a reflexionar sobre una hermosa plegaria atribuida al jesuita Teilhard de Chardin. Puede ser un camino de espiritualidad en este tiempo de madurez de nuestra vida, en este sosegado momento de la fraternidad adulta. Vamos a ir desgranándola en breves meditaciones:


No te inquietes por las dificultades de la vida,
por sus altibajos, por sus decepciones,
por su porvenir más o menos sombrío.
Quiere lo que Dios quiere.

Ofrécele en medio de inquietudes y dificultades
el sacrificio de tu alma sencilla que, pese a todo,
acepta los designios de su providencia.

Poco importa que te consideres un frustrado
si Dios te considera plenamente realizado;
a su gusto.
Piérdete confiado ciegamente en ese Dios
que te quiere para sí.
Y que llegará hasta ti, aunque jamás le veas.

Piensa que estás en sus manos,
tanto más fuertemente cogido,
cuanto más decaído y triste te encuentres.

Vive feliz. Te lo suplico.
Vive en paz.
Que nada te altere.
Que nada sea capaz de quitarte tu paz.
Ni la fatiga psíquica. Ni tus fallos morales.
Haz que brote, y conserva siempre sobre tu rostro
una dulce sonrisa, reflejo de la que el Señor
continuamente te dirige.

Y en el fondo de tu alma coloca, antes que nada,
como fuente de energía y criterio de verdad,
todo aquello que te llene de la paz de Dios.

Recuerda: 
cuanto te reprima e inquiete es falso.
Te lo aseguro en nombre de las leyes de la vida
y de las promesas de Dios.
Por eso, cuando te sientas 
apesadumbrado,
triste,
adora y confía...

P. TEILHARD DE CHARDIN

 

1. No te inquietes por las dificultades de la vida,
por sus altibajos, por sus decepciones,
por su porvenir más o menos sombrío.
Quiere lo que Dios quiere.

1) No te inquietes: Escucha la voz de Jesús: “No estéis intranquilos”  (Jn 14,1). La intranquilidad nos corroe. Muchas veces es insensata, sin motivos. Pero está ahí, como un gusano. Sin dejarnos sosiego. Quizá el sosiego vaya unido al desprendimiento, a la sensatez, a la racionalidad, al disfrute con la naturaleza, al gustar las cosas, al mirar. Sosegarnos, ese es un buen programa de vida.

 

2) Las dificultades de la vida: A nuestra edad, las tenemos muy menguadas. No nos falta de nada. Quizá persisten las dificultades de dentro. La de amar, la de ver al otro como un don, la de creer que esta vida ha valido para algo. O esas otras dificultades más hondas, la de aceptar a un Jesús vivo, la de creer en su abrazo. Que las dificultades no sean mayores que nuestros gozos.

 

3) Los altibajos: Los hemos tenido muchas veces. Ya no tendrían que inquietarnos. No tenemos nada que perder. Las cosas van y vienen; no tendría que importarnos mucho. No se trata de pasotismo, sino de sosiego, de calma, de tranquilidad básica. Nuestro mejor tranquilizante, la certeza de que la nuestra es una vida acompañada: Jesús siempre está ahí; las hermanas casi siempre.

 

4) Las decepciones: Vamos acumulando algunas. Nos esforzamos en saber quién es la causa de esas decepciones. Pero eso es lo de menos. Lo bueno es abrazar esas decepciones hasta decirles: tenéis un sitio, pero no deis mucha murga. Hay que aprender a pasar página, a vivir con los hombros levantados, a sonreír sin excesiva dificultad.

 

5) El porvenir sombrío: Porque, a veces, lo es: sombrío, inquietante, interrogante. Pero otras veces aparece más coloreado, más sosegado, más tranquilo. “Vete, alma mía, segura, porque el que te creó te acompañará como una madre”, decía santa Clara. Un porvenir en brazos de quien nos ama: ¿No es esto suficiente? Un porvenir de encuentro profundo, de vida plena, de respiro, de casa fresca y sosegada. ¿Hemos de identificar siempre eso con la histeria del morir? ¿No hay otra manera?

 

6) Quiere tú lo que Dios quiere: ¿Y qué quiere Dios? Que respires, que seas dichosa en la medida de lo posible, que encuentres ese lugar en el mundo que reconforta (¿la fraternidad?), que descanses en un hombro, que te sepas abrazada, que sepas que hay un “marido” para esta tierra, como decía la vieja profecía.

 

 

2. Ofrécele en medio de inquietudes y dificultades
el sacrificio de tu alma sencilla que, pese a todo,
acepta los designios de su providencia.

 

1) El sacrificio de un alma sencilla: La mejor ofrenda: un buen corazón y una vida simple. Así se entenderá que dios es amor y solamente amor. Así saldremos de la zozobra de una vida que se mueve mucho, que bracea mucho, que exagera mucho, pero que encuentra el lugar de la sombra, la perspectiva que enamora, el disfrute que caldea el corazón. Es el mejor “sacrifico” no en sentido penitencial, sino como lo que más agrada a Dios, el humo que sube a las narices de Dios y le agrada (no como el humo de los sacrificios rituales, tal como decía la vieja profecía). Perfume inigualable el de un alma sencilla.

 

2) En medio de inquietudes y dificultades: Porque esto no es jauja; la vida nos zarandea hasta el final. La inquietud se aposenta a veces en nuestra casa. Y las dificultades crecen como setas. En medio de ese jaleo, si ofreces el buen perfume de una vida simple, las cosas se tranquilizan mucho, se aclaran mucho, se iluminan mucho.

 

3) Aceptar los designios de la Providencia: No de una forma tontorrona, sino como quien sabe que Dios pro-vé, ve en nuestro favor, pensado siempre en nosotros con amor, porque antes que nada, nos ama. Tenemos a quien piensa en nosotros. A veces eso lo vemos en el rostro de la vida, personas que piensan en nosotras. El día que nadie piense en nosotros es que estaremos como muerto. “Piensa en mí” es una buena petición. Pero a Jesús no hay que hacérsela: siempre está pensado en nosotros (dice san Juan quien tenemos un “intercesor”, uno que piensa, las 24 h. del día).

 

5) Pese a todo: Caiga quien caiga, que no se nos nuble nunca esto: el padre, Jesús, piensan en nosotros. Es el amor que resiste, aunque caigan los muros y se tambalee la tierra. Esta es la fe fuerte, no tanto la que cree en dogmas, sino la que mantiene viva la confianza.

 

3. Poco importa

que te consideres un frustrado

si Dios te considera plenamente realizado;

a su gusto.

Piérdete confiado ciegamente en ese Dios

que te quiere para sí.

Y que llegará hasta ti,

aunque jamás le veas.

 

1) Un frustrado: Eso es lo que, a veces, nos consideramos. Personas que han echado la vida a mala parte; manos vacías sin nada dentro; vidas solas que se mueren solas. A veces esta intransferibilidad de la soledad, marca de lo humano, nos acogota. Es preciso mirar esto con paz, sin grandes escalofríos, como un compañero de viaje con el que se puede establecer un pacto de buena vecindad. No es imposible. Puede uno/a sonreír aun con esto, estar con una alegría “inarrebatable”, como dice san Juan , aunque las lágrimas corran por el rostro y por el corazón.

 

2) Dios te considera plenamente realizado: Llegando al nivel que llegues. No hace falta dar la talla. En lo que uno llega puede haber realización. Las expectativas que ponen los demás en nosotros, las que nosotros mismos nos ponemos, no son las expectativas de Dios. Él nos ama sin esperanza, sin expectativas. El amor más puro. Si Jesús hubiera amado con expectativas ¿habría aguantado, habría tenido los amigos que tuvo, tan frágiles, la familia que tuvo, tan interesada? ¿No se habría cansado y lo habría dejado? Amar sin expectativas, el gran amor.

 

3) A su gusto: Dios nos considera a su gusto; no hace ascos sobre nuestra limitación, no maldice de nuestras heridas, no mira para otra parte cuando no somos humanos. Nos quiere a su gusto con nuestras limitaciones porque su oferta no es para bueno, sino para ilusionados dispuestos a ser mejores. Saber que somos del gusto de Dios ha de ser un antídoto a nuestras frustraciones.

 

4) Piérdete confiado ciegamente: Quizá se mucho decir, tanto “piérdete” como “ciegamente”. Porque queremos nadar y guardar la ropa y la confianza ciega es como un abismo que se abre a nuestros pies. Pero al decir que es ciega no quiere decir que sea irracional, absurda, despreciable. Es la confianza del amor, aquella que confía porque se ama, no que ama para confiar. “Como un niño en brazos de su madre”, decía el salmo. Esa es la confianza del niño, del que no puede entender que una madre le haga daño (y si hay madres que hace daño, Dios no). “Dios no es de fiar”, dicen algunos. Pues sí; para nosotros, te puedes fiar de Dios, porque si imaginas de él algo mal, eso justamente no es Dios.

 

5) Dios te quiere así: Hay que repetirlo muchas veces. Dios te respeta; no te exige ser mejor (aunque quisiera que lo fueras); acoge tus sendas desviadas y tus días sin él (aunque, en realidad, siempre con él porque es él quien nunca se va). A veces ni nosotros mismos nos gustamos, no nos queremos como somos porque sabemos bien (o al menos intuimos) los abismos que alberga nuestro corazón. Pero Dios sí, nos quiere como somos, porque él no se hace ilusiones falsas sobre nosotros, sino ilusiones verdaderas, las que incluyen nuestros límites.

 

6) Llegará hasta ti: ya que, en realidad, nunca se aleja de nosotros; siempre llega porque nunca se aleja. Por eso, el encuentro con él está garantizado. No porque lo merezcamos o lo construyamos sin más, sino porque él está ahí, lo merezcamos o no, lo construyamos o no. San Agustín decía que llega hasta la intimidad más íntima, la que yo ni sospecho, la que no olfateo, la que me cuesta intuir. Un Dios es esos fondos nuestros (hermosos y diabólicos) que nos sostienen. Esto tendría que darnos sosiego y no miedo. Cuando lleguemos a la plenitud, dice san Pablo, comprenderemos cómo Dios nos ha comprendido. Su comprensión tiene la medida de su amor.

 

7) Aunque jamás lo veas: Porque no lo verás, pero lo puedes amar sin verlos, así dice 1 Pe. El que no lo veas no quiere decir que no está; solo quiere decir que no lo ves. No habría de ser obstáculo para descansar en él, para adorar y confiar, el que no lo veamos, el que los nubarrones de nuestras vidas, turbias a veces, imposibiliten el verlo. Está ahí; sigue ahí; acompaña nuestros pasos acompasando su paso al nuestro, como lo hizo con aquellos de Meaux.

 

4. Piensa que estás en sus manos,

tanto más fuertemente cogido,

cuanto más decaído y triste te encuentres.

 

1) Estás en sus manos: Aunque no lo percibamos, él nos lleva en sus manos. Nuestro sentido de su ausencia no quiere decir que esté ausente. Ha unido su suerte a la nuestra; ha llegado a la convicción de que nuestro éxito es el suyo y nuestro fracaso sería el suyo. Cuidados por las palmas benéficas de su amor, esto es lo que hay. Lo sabemos porque las manos de Jesús nos han tocado, nos han abrazado, nos han acariciado. Por eso estamos seguros de que vamos en sus manos, de que las huellas que vemos en nuestro caminar son más suyas que nuestras.

 

2) Fuertemente cogido: Y nos lleva fuertemente cogidos, no con desgana, sino con la firmeza de quien no ha de soltarnos jamás. Más aún, cuando más débiles nos sentimos, más fuertemente nos coge. Volvemos a decirlo: otra cosa es que lo sintamos o no. Pero cuando la debilidad nos cerca, aprieta nuestra mano para decirnos que sigue ahí, que jamás abandona el campo, que nuestra debilidad le atrae, no le asusta.

 

3) Estando decaído y triste: Y todo es compatible con una cierta tristeza, la de ser humano, como decía el poeta. Porque, con frecuencia, la tristeza y el decaimiento se pegan a nosotros como la niebla a las montañas. Pues bien, entonces es cuando el amor del Padre nos coge más fuertemente, nos abraza más tiernamente, nos ampara con más cuidado. No es decisivo que la tristeza y el decaimiento desaparezcan; ojalá sí. Pero si, tercos ellos, siguen ahí, más terco es el amor cálido de las manos del Padre. Ellas sí que siguen ahí.

 

4) Piensa: Dale vueltas dentro, rúmialo, hasta que se te convierta en una certeza. Piénsalo con otros, con tus hermanos y hermanas, con quienes son sensibles al mundo espiritual. Comparte tu certeza con quien la acoja; contagiémonos la honda seguridad de que nuestra vida en las manos amorosas del Padre. Hagamos campaña de confianza en Dios. Hablemos de ello sin reparo.

 

5. Vive feliz. Te lo suplico.

Vive en paz.

Que nada te altere.

Que nada sea capaz de quitarte tu paz.

 

1) Vive feliz: Porque el querer de Dios y el programa de Jesús es un programa de felicidad (Dichosos…) no un programa de penitencia, de desdicha. Busquemos la felicidad en el marco de la humanidad, como lo hacía Jesús. Busquémosla para los más débiles sobre todo, para nosotros cuando nos sintamos más débiles. Persigamos la felicidad en las cosas pequeñas (el arte de vivir contento con poco), en las cosas cotidianas. Miremos a la fraternidad, a la sociedad, a la naturaleza como fuente de felicidad, no solamente como entramado de problemas. Hagamos el “apostolado” del gusto por la vida, de la evidencia de que Dios nos ha hecho con ella un regalo de amor. Hagamos y aprobemos el “Curso de amor a la vida”.

 

2) Vive en paz: Que la paz sea el signo evidente de nuestra dicha. No una paz tonta, que huye de los problemas, que pasa de todo. Una paz lúcida, vibrante, luminosa. Que la paz sea en nosotros (como en Jesús) una “obsesión”. Paz por dentro, paz por fuera. Que resuene siempre en nuestro interior: “Bienaventurados los que construyen la paz”: Vivamos en paz y contribuyamos a vivir en paz. Porque la vida sin paz es comida amarga. Derrama paz para que tu casa sea una casa de paz. Controla la violencia que hay dentro, enemiga de la paz. Que tus palabras sean palabras de paz, tus pasos sean pasos de paz, que tus relaciones sean relaciones de paz.

 

3) Que nada te altere: Que nada de lo que no sea importante nos altere. Que nos altere sí la injusticia cruel, el dolor de los humildes, la suerte de los pobres, el abandono de los frágiles, las enormes heridas de la guerra, la violencia cruel y cercana. Que todo esto nos altere. Pero que no nos alteren las pequeñas contrariedades, los roces normales, las carencias que no afectan a lo básico, las situaciones que no nos dejan nunca en desamparo. Que nos altere las grandes carencias humanas y que pasemos con la tranquilidad de los grandes ríos por encima de las pequeñas contrariedades diarias.

 

4) Que nada te quite la paz: Porque la paz básica, vital, existencial, es algo impagable, un verdadero tesoro. Que hagamos ejercicios de mantenimiento de la paz mientras podamos controlarlo, para que, cuando menos podamos, no haya ladrón de almas que nos quite la paz. Que esa paz se transparente en nuestra vida, en nuestros caminos, en nuestros gestos, en nuestro porte externo, en nuestras palabras. Que la paz sea tu tesoro personal, lo último que venderías, lo que nunca venderás.

 

 

6. Ni la fatiga psíquica. Ni tus fallos morales.

Haz que brote, y conserva siempre sobre tu rostro

una dulce sonrisa, reflejo de la que el Señor

continuamente te dirige.

 

1) Ni la fatiga psíquica: Tan dura, que la vemos cerca, que nos invade como una plaga. Está ahí cada vez más presente. Es bueno luchar contra ella; es bueno encajarla con paz. Hace parte de nuestro camino. Quizá el tenerla por “amiga” haga que se apacigüen sus ansias de invadirnos. Quizá ello nos lleve a ser más activos por dentro, más creativos, a pesar de los años. Y entonces la fatiga retrocede. Que la pasión, las buenas pasiones, nos ayuden a tener controlada nuestra fatiga mental y espiritual. Basta tener ardiendo dentro el fueguito de la pequeña ilusión, el brillo de los ojos que saben ver algo nuevo cada día. Esto es posible.

 

2) Ni tus fallos morales: Porque nos han enseñado, desde niños, que los fallos morales borran la calidad humana y toda sonrisa. Pero hay que aceptarlos con la mayor paz posible (no quiere decir que los justifiquemos). Una cosa es clara: somos más que nuestros fallos morales, somos otra cosa además, hay bondad en el fondo del corazón. No es bueno dividir el mundo, la vida, nuestra vida, entre buenos y malos. Jesús no hace esa división. Para él toda persona es digna más allá de sus actos morales. Hay que mantener siempre viva la certeza de esa dignidad básica. Por eso se nos ofrece el mensaje, la vida, porque somos dignos, aunque a veces nos comportemos mal.

 

3) Que brote una sonrisa: La sonrisa es, lo sabemos, cuando es sincera, el fruto sencillo de un estado interior espiritual sosegado, confiado, tranquilizado. Por eso son tan preciosas las sonrisas, los buenos rostros, las palabras buenas que acompañan a los rostros buenos. No menospreciemos las sonrisas humildes; ofrezcámoslas todas las veces que podamos. Así la acogida será amable, el servicio humano, la ayuda liberadora.

 

4) Consérvala: Que dure lo más posible; que no haya ladrón capaz de arrebatárnosla. Que persista sobre todo en los momentos de más necesidad. Acostumbremos nuestra alma y nuestro rostro, lo más posible, a la sonrisa fraterna, al gesto benigno, a la caricia humilde. Es el lenguaje del amor cotidiano, por eso son cosas tan importantes. Que la amargura nunca nos pueda; que nuestro rostro no refleje ninguna dureza; que nuestra mirada tenga siempre el brillo hermoso de la compasión.

 

5) Reflejo de la del Señor: Porque, como diría Esaú en el Génesis, “vi tu rostro sonriente (perdonador) y era como ver el rostro de Dios”. Porque Dios sonríe, más allá de nuestro caminos erráticos y negativos. Así, un rostro amable y fraterno, signo de un corazón similar, se convierte en sacramento real de la cercanía de Dios. Por eso es tan importante en la vida comunitaria, relacional, el tema del rostro, del gesto, de la mirada. En definitiva, y más allá de la evidencia de su valor humano, tienen, como decimos, valor sacramental.

 

6) Te dirige continuamente: No como una marioneta, sino como quien señala el mejor camino, el más hermoso, sosegado y libre de peligros. Dios “dirige” el coro de la creación no suplantando a nadie, sino animando a todos. No quiere gloria para sí, sino todo el beneficio para nosotros. Un dios que nos acompaña porque, como diría san Pablo, a veces no sabemos ni lo que nos conviene. Él nos va sugiriendo a través de los acontecimientos lo que nos conviene.


7. Y en el fondo de tu alma coloca, antes que nada,

como fuente de energía y criterio de verdad,

todo aquello que te llene de la paz de Dios.

 

1) En el fondo de tu alma: En ese lugar de verdad que no necesita justificaciones, ahí donde no hay que aparentar nada ni explicar nada. En ese lugar de profundidad hay que situar la confianza, en nuestras mismas raíces. Quizá para ello habremos de recuperar la dimensión perdida de la profundidad. Si así lo hacemos, nos encontraremos con la cercanía total de Dios a nuestra vida. Porque, como decía Tillich, quien sabe de la profundidad sabe también de Dios.

 

2) Fuente de energía: La paz y la cercanía de Dios son fuente de energía. Porque, a veces, con la edad, sentimos no solamente que las fuerzas psíquicas y físicas nos abandonan sino que nos abandonan la ilusión, el gusto por las cosas, la capacidad de disfrute, la maravilla pequeña de las cosas, el gozo de tener un día más en las manos. Clara de Asís oraba diciendo “gracias, Señor, porque me has creado”. Entendía el don de cada día como un regalo grande del amor del padre. Eso le daba energía para vivir apasionada hasta el final de su vida. Una fuente de energía.

 

3) Criterio de verdad: La paz de Dios es criterio de verdad, seguridad de que se está en un camino cierto, tranquilidad para saber que andamos por la buena senda. Si no hubiere paz dentro, habría que pensar que algo va mal. Si nuestro estado es un estado continuamente alterado, algo no va bien. La paz honda, la que sabe nada por encima de las pequeñas alteraciones diarias es criterio de verdad. Mientras esa paz esté ahí, vamos bien.

 

4) La Paz de Dios: Que no es vana tranquilidad, ni adormecimiento, ni pasar de todo, ni droga que enajena. La paz de Dios es la certeza de que, más allá de los golpes de la vida, hay un tiempo para el disfrute, para la dicha y para la humanidad. Es comprender que ya ahora podemos lograr un poco de la gran dicha que Dios quiere dar a toda criatura. Es, en el fondo, una profunda reconciliación con nosotros, con los demás, con Dios, con lo creado. No en vano dice san pablo que el gran proyecto de Jesús era reconciliar todas las cosas consigo. A esa formidable, sencilla y profunda a la vez, obra de reconciliación estamos llamados cada uno7a.

 

 

8. Recuerda: 
cuanto te reprima e inquiete es falso.
Te lo aseguro en nombre de las leyes de la vida
y de las promesas de Dios.
Por eso, cuando te sientas 
apesadumbrado,
triste,
adora y confía...

1) Cuanto te reprima es falso: porque sencillamente no viene del Evangelio. Éste es liberación, anchura, respiro. Si algo nos oprime, no viene del Evangelio. Y, para nosotros, si no viene del Evangelio, tampoco viene de Dios. De ahí que, con la edad, habríamos de sentirnos cada vez más libres, más desinhibidos, menos temerosos. No se trata de ser un desvergonzado, un caradura. Se trata de verse cada vez más respetuoso y más libre a la vez. Cuanto mayores somos, habríamos de obrar con mayor libertad y habríamos de respetar con mayor flexibilidad la libertad de los demás.

 

2) Cuanto te inquiete es falso: Las inquietudes son, con frecuencia, fantasmas que creamos y que nos amedrentan y cohíben. Son fantasmas, realidades falsas en su mayor parte, cosas que no existen y que las creamos con fines turbios. Gran parte de nuestras inquietudes son falsas, fantasmagóricas. Por eso es preciso alejarlas de nosotros como se aleja a un mal sueño.

 

3) En nombre de las leyes de la vida: ya que la vida, digamos lo que digamos, ha sido creada para la confianza y la dicha, no para la lucha y en el desafío. Todo en la vida, lo dicen los científicos, es generosidad, superabundancia. Eso habla de que está destinada a la dicha. Otra cosa es que para avanzar en ese camino, y debido a la limitación histórica, se establezca una lucha inhumana por la supervivencia. Nosotros hemos aprendido que la supervivencia no depende de la imposición a otros ni de una mera adaptación al medio del que uno hace parte. Depende también de la confianza: cuanta mayor confianza (en Dios y en la persona), más posibilidades de supervivencia real, honda, humana.

 

4) Y de las promesas de Dios: Porque todas las promesas de Dios contenidas en su palabra nos dicen lo mismo: Dios acompaña tu existencia, la tierra “tiene marido”, la nuestra es una vida amparada, Jesús se ha llevado a la mujer sola (a nosotros) a su casa (tema de la correa de las sandalias en Jn 1). Las promesas de Dios se vendrían a pique si esta certeza desapareciera. Cuando Ap describe la nueva ciudad, el sueño del tiempo nuevo, habla de que allí no habrá “nada maldito”. Es decir, nada de lo que tengamos de malo nos impedirá la dicha del triunfo, porque lo nuestro, aunque sea débil, no será maldito por Dios. Esa certeza del amor que envuelve todo, hasta lo débil, es la fuente de la paz, la verdad de las promesas.

 

5) Apesadumbrado y triste: Porque eso está ahí, cada día. Pero se puede ir más allá de la pesadumbre y la tristeza. Muchos lo consiguen no solamente por su carácter bueno, sino por su afán por mirar positivamente la vida. No habría que sucumbir ala negativización de la existencia. Nos hacemos un flaco favor y lo contagiamos a los demás.

 

6 ADORA Y CONFÍA: Esta es la conclusión final. Adorar y confiar, ponerse en las manos amables del padre y aguardar sosegadamente la salvación de Dios, como dice la escritura. O como dice el Evangelio, esperar pacientemente el fruto de la siembra, sabiendo que hay quien da incremento. Trasladar este sentimiento de confianza a las relaciones humanas que establecemos porque ellas son el rostro y la mediación que habla de nuestra confianza en Dios. Quizá, para ello, haya que bajar a la casa del silencio, no tenerle miedo. Saber que ahí se esconde el lenguaje de la confianza. Que andemos humilde y confiadamente con nuestro Dios y con nuestros hermanos/as.

 

 

Fidel Aizpurúa Donazar

Logroño