UN DIOS QUE HABLA DE MODOS DIVERSOS
UN DIOS QUE HABLA EN MODOS DIVERSOS
La contribución de los no creyentes
a la lectura de la Biblia
Introducción:
Podría decirse con propiedad que los estudios bíblicos conocen una edad de oro. La actividad de las editoriales bíblicas, la incorporación de biblistas jóvenes provenientes de la VR o del laicado, el trabajo de los grandes estudios potenciados por las modernas tecnologías están logrando que la Palabra ocupe un lugar de privilegio en al pensamiento teológico e, incluso, en ámbitos laicos. Además, nunca como ahora el pueblo cristiano había tenido tanta oportunidad de formación bíblica[1].
Pero también hay que decir que todas estas realidades ignoran los “trabajos” bíblicos de personas que no pertenecen al ámbito oficial religioso, que no acreditan títulos académicos al respecto y que, simplemente, son escritores/as que quieren escribir algo sobre la Biblia. Basta acercarse a la mesa de novedades literarias de cualquier librería para ver que se escribe mucho sobre Jesús y algo menos, aunque también, sobre el resto de la Biblia. Esto viene de lejos[2].
Además, muchos de ellos, son escritores de primer nivel, con lo que sus textos tienen gran altura y sus análisis no están exentos de profundidad. Quizá algunos de ellos hayan buscado la notoriedad y la venta masiva de sus libros[3]. Pero la mayoría construye textos de tiradas moderadas. El simple hecho de que salgan al mercado, tiene ya su valor[4].
Y estas son nuestras preguntas: ¿No aportan nada al acervo bíblico? ¿Es mera literatura sin pretensiones de interpretación? ¿Conectan con el fondo de la Palabra aunque sus formas sean discutibles? ¿Logran desvelar el fondo del discurso bíblico donde se mueven las verdaderas realidades espirituales? ¿No merecerían, por ello, ocupar un lugar en la hermenéutica bíblica?
Ocurre que muchos de estos autores se enmarcan en la increencia o en un proclamado agnosticismo. Pocos son militantemente contrarios a la religión[5]. ¿Es este un obstáculo insalvable? ¿No pueden los ateos leer con benignidad y creatividad el texto bíblico? «Los ateos podemos enfrentarnos a La Biblia y disfrutar de su lectura, sin que eso tenga que ofender a nadie. Podemos no creer en el origen divino de Cristo y emocionarnos profundamente con él como personaje porque los evangelios son cuatro versiones de una historia excepcional y literariamente sublime. Particularmente, el tramo final de su vida conforma una trama perfecta que conduce a un clímax idóneo (la muerte) y se cierra con un epílogo soberbio (la resurrección). Además Jesucristo, literariamente, es un mito y un arquetipo cuya esencia dramática podemos rastrear en otros anteriores (en Egipto y Grecia) y que ha influido en obras literarias posteriores (la figura del redentor, del revolucionario).Y, en cualquier caso, se trata de una fábula ética universal”[6].
- 1. Construir un proceso de sentido
Antes de entrar en la producción bíblica de los autores elegidos para el análisis, es preciso limpiar el campo ideológico. De lo contrario será imposible dar un paso adelante. Precisamente porque la dificultad mayor al leer un texto es trabajar el ancho y multiforme campo del sentido, el escritor de tema bíblico habrá de hacer, conscientemente o no, un continuado esfuerzo por ir creando un proceso de sentido en esas condiciones, cultivo del aspecto crítico y cultivo del aspecto existencial, que hacen viable esta tarea.
ä La semantización de la palabra. Es como un misterio. Se trata de darle unos ámbitos concretos de referencia para arrancar la existencia, el ser, la significación y el sentido del inerte sistema de la lengua. Esto quiere decir que el trabajo hermenéutico es un verdadero trabajo, una dura búsqueda. Plantear el trabajo en el sentido del texto como algo que va de sí es desconocer la ardua y hermosa tarea de la semantización de la palabra. Esto es lo que conjura postura simplistas que toman rápidamente partido a favor o en contra del texto. Porque “decir que nada hay fuera del texto es, en principio, tan arbitrario como decir que todo está fuera de él”[7]. El tejido de referencias que se va creando al leer el texto, tanto diacrónica como sincrónicamente, ese es el verdadero lenguaje en el que hoy habla el texto. Semantizar el texto es algo más que explicarlo exegéticamente. Y esta tarea las hacen, por necesidad, quienes escriben desde una perspectiva creativa, no oficial.
ä Un proceso interactivo. El proceso de la creación de sentido del texto es un proceso interactivo. Ello quiere decir que en él se entremezclan e imbrican diversos estratos en mutua incidencia: 1) Está, en primer lugar, el contexto receptor que, en el caso del NT, se remite, de modo general, a las primeras generaciones cristianas. Es el momento en el que aparece la verdad. Esto es complicado en el caso del NT por su componente comunitario, ya que no es una mera adecuación a la posible verdad de la oralidad. 2) En segundo lugar, está la historia del texto, las múltiples resonancias que ha tenido en la larga serie de lectores del mundo de la fe, lo que constituye una nueva forma de presente para el mismo texto. 3) Finalmente, la pregunta actual del texto, ya que no hay una recepción inocente, ni tampoco la iluminación del texto es algo aséptico. Estos tres niveles se interrelacionan en una móvil fecundidad para cada uno, dependiendo de muchos factores colaterales. Lo que deja a las claras la vitalidad que anida en el texto trasmitido, más allá de su círculo histórico inicial hasta llegar a la morada de cada escritor que toma un tema bíblico para su trabajo narrativo.
ä Elaboración de nuevos sentidos. Si se llega a entender la escritura leída más como nueva confirmación, como una alteridad, que como identidad fija se hará posible la mecánica que elabore nuevos sentidos y que se moverá en tres anchos campos: 1) La construcción de significaciones, algo así como el sistema operativo sobre el que se construirán los otros campos. 2) La organización de experiencias, ordenándolas en la verdad de su diversidad de pertenencia a la realidad histórica. 3) La determinación de la praxis, modo concreto de diálogo con la realidad de la que uno hace parte. Es así como el sentido va siendo elaborado de una forma completa, dinámica e interaccionada. La complejidad del sentido requiere que ninguno de estos tres campos quede descuidado.
ä Un texto para el diálogo. Todos los textos lo son. Cuaquier texto, y la Biblia lo es, no tiene sentido si no se convierte en diálogo. “El habla filosófica lleva dentro del autor glosado los sintagmas de un problema que el autor interpretado expone, pero, sobre todo, la reestructuración, en el lenguaje de la vida, del lenguaje de la memoria, y el reflejo de las mediaciones de ese tiempo inmediato en que se hace presente el pasado”[8]. Convertir el texto en diálogo es algo vital para garantizar la fecundidad de la propuesta narrativa del autor. Tal vez en esto se halla una de las mejores bazas de las narraciones de tema bíblico que crean los autores.
ä Una hermenéutica biográfica. Se escribe sobre lo que se lleva dentro. “En ese llevar dentro influye el horizonte de sensibilidad, inteligencia, pasiones, deseos, frustraciones de cada hombre”[9]. Lo que hemos hecho con nuestro ser y lo que somos determina la lectura del texto. Y ello hasta constituirse en el principio rector de todo el hecho hermenéutico. Efectivamente, la orientación del acto lector está tan intrínsecamente ligada a la biografía real del lector que ésta se constituye en la fuerza ordenadora de la empresa de leer. No se postula aquí ninguna clase de ideología subjetivizadora. Simplemente se describe el mecanismo de interpretación y su principio real de orientación.
ä Una hermenéutica abierta. Esta orientación nos es necesaria cuando, como ya lo hemos consignado, “nos hemos acostumbrado a pensar la obra escrita como un proceso acabado, perfectamente, por su autor[10]. Es preciso superar esta mentalidad dejando paso a todas las posibilidades que ofrece una lectura flexible y con las necesarias raíces antropológicas. Tal vez sea cuestionable, por global, este principio de E. Lledó, pero da que pensar: “Precisamente, el hecho de que no hay nada antes del texto implica que no hay tampoco nada después de él. O mejor dicho, que no hay nada objetivo y que el después se quiebra en los infinitos prismas que reflejan las mentes de todos los posibles lectores”[11]. No cabe duda de que los textos elaborados por los autores increyentes o agnósticos facilitan esa variedad de primas que generan relatos vivos.
- 2. Actitudes básicas
Desvelamos en estos autores una serie de actitudes que, aunque también las tengan en parte los exégetas oficiales, nos parece que se encuentran en ellos de manera más evidente.
- La pasión de contar: los autores que tocan temas bíblicos está afectados por la pasión de contar. Esa pasión es la que les lleva a ver en los relatos de la Biblia un trampolín para su lanzarse al mar de la narración. «Creo que la pasión de contar es inherente a la naturaleza humana. Que contar es volver a vivir, pero poniéndose a salvo del desorden propio de la vida. […] También creo que para que exista una historia es preciso que se tenga el sentimiento de lo prodigioso. […] Necesitamos historias que nos cuenten lo que es el mundo y lo que pasa en nuestro interior, pero sobre todo que nos hablen de lo prodigioso, porque la vida es indisociable de la espera y la realización del prodigio»[12]. Es preciso dar a esta pasión márgenes amplios, no fiscalizados por una autoridad externa. De lo contrario, el vigor de la narración muere y se convierte en un tratado inerte.
- Obligada humildad: podría parecer que esta clase de autores presentan sus textos desde un orgullo manifiesto y desde un cierto descaro literario. En realidad, ellos saben que, al no contar con el apoyo de un aparato oficial, al estar solos con su propuesta interpretativa, está mucho más expuestos. Eso hace que, a la postre, sus libros sean propuestas de corto recorrido social. Pocas veces encuentran eco en los suplementos literarios y raramente logran un premio literario[13]. Saben que sus textos no van a ser apreciados por el estamento religioso y que tampoco van a tener excesiva acogida en el público no religioso que huye de temáticas que han sido rechazadas con el conjunto de su visión de la religión.
- Seducidos por el texto: muchos de estos autores experimentan una auténtica seducción por el texto bíblico que va acompañado por un fuerte rechazo por el uso que creen que le ha dado el sistema oficial. Lo cierto es que tal seducción transforma sobre todo a las figuras bíblicas en auténticas heroínas y se propone como tal, aunque la lectura que se haga de ellas se aleja de los estrictos moldes narrativos del texto bíblico[14]. El que, a veces, acompañe a tal seducción una vertiente de crítica a la lectura oficial de los textos bíblicos e, incluso, a la estructura eclesiástica no empaña el atractivo que la Palabra sigue ejerciendo sobre estos autores[15].
- Cuando recrear es interpretar: El cauce hermenéutico es, normalmente, el explicativo: un exégeta explica el texto leído queriendo llegar a desvelar la intención del autor, «lo que pretendieron expresar realmente los hagiógrafos y plugo a Dios manifestar con las palabras de ellos»[16], empeño que suele saldarse numerosas veces con un fracaso o con la frágil certeza de que eso es lo que dice el texto cuando, a la par, otro exégeta dice cosas diversas. Los autores no creyentes raramente se sitúan en tal perspectiva. Más bien ellos interpretan recreando. Puede creerse que eso es una arbitrariedad inaceptable, de no ser como simple literatura ficticia. Pero, en realidad, hay algo más: con frecuencia se llega a tocar el fondo de las cuestiones de una manera más viva que aquella otra que se queda en las formas, en el simple análisis textual. Cuando se recrea el fondo, la pregunta por lo histórico y por el entramado literario pasa a un segundo término y aparece la belleza interna del texto, sus preguntas y sus planteamientos de fondo. La recreación del texto no está exenta del peligro de superficialidad y de esnobismo. Pero también puede abrir la puerta a abismos que deslumbran[17]. Leer recreando es una forma de lectura menos inclinada a ser base de un sistema ideológico, pero cautiva el alma y “hacer arder” el corazón[18].
- Leer con “carne”: la lectura exegética tiene el peligro de ser una lectura sin carne, descarnada. Es, claro está, una lectura valiosa y necesaria, pero, al final de todo proceso de lectura, hay que preguntarse si ese texto ha logrado llegar a la playa de la intimidad, si ha conseguido saltar la valla que rodea el huerto del propio corazón. Creemos que esto es imposible si no se pone “carne” a la lectura. No quiere decir que se haya de narrar con superficialidad, con fantasías desenfocadas y, menos todavía, con embustes torticeros. La palabra es la carne de la idea cuando esa carne es la propia del narrador, aquello que nace del hondo corazón de quien narra. Muchas de estas publicaciones, huyendo de cualquier polémica, narran desde las vibraciones del alma. Eso es lo que las hace auténticas, atractivas, dulces incluso[19].
- Asumiendo una cierta orfandad: la temática bíblica, incluso la extraexegética, está condenada a una cierta orfandad social, cuando no a un indudable menosprecio. La conexión entre Biblia y religión ha llevado, junto con el desprestigio de la religión, al desprestigio del relato bíblico. Ha sido menospreciado por sangriento, por ilógico, por contradictorio, por nocivo incluso. Los autores que narran a partir de la Biblia tienen que asumir su parte de desprestigio[20]. Solamente el vigor de la narración hará que salgan de la mediocridad y se fije en ellos la mirada del lector. Y, aunque digan que no les importa, y quizá sea así porque no todos tienen la misma sensibilidad, habrán de asumir el frío del rechazo del sistema religioso que, a veces, entorpece la vida del escritor y puede llegar a sembrar en él una indudable amargura[21].
- El fecundo fluir de las narraciones bíblicas: porque parece que, a priori, tenía que ser ya un tema agotado. Pero, todo lo contrario, los autores siguen encontrando en las narraciones bíblicas una fuente primaria de inspiración. Muchos de los grandes autores se han visto tocados por las páginas de la Escritura y han sentido la necesidad de recrear la narración. Es una necesidad tan imperiosa como la del amor. Bien lo dice G. Martín Garzo: «Hay un momento en la Biblia que resume lo que quiero decir. Se trata de la lucha de Jacob con el ángel. Jacob se lo encuentra en la noche y lucha con él. O mejor dicho, lo agarra, le impide que desaparezca. No importa lo agotado y herido que pueda estar, pues no suelta su presa. El ángel, mitad conmovido, mitad harto, le pregunta al fin lo que quiere. No te soltaré hasta que me bendigas, le dice Jacob. Y el ángel le da su bendición. Para saber en qué cosiste ese gesto de suprema intimidad tendríamos, una vez más, que preguntar no a los sacerdotes, sino a los amantes. Cada palabra, cada caricia que se dan es un acto de bendición del otro. Y eso es ser bendecido, descubrir el acceso a esas palabras que ya no hace falta entender que se comen, porque son dulces”[22]
- 3. Cuatro modos de narrar
Para adentrarnos en este mundo de las narraciones extraexegéticas vamos a analizar cuatro obras de algunos autores que han creado notables textos de contenido bíblico.
1) El lenguaje de las fuentes de G. Martín Garzo[23]
Es, sin duda, la obra bíblica por excelencia de la producción literaria de Garzo, aunque después ha escrito otros libros de temática bíblica[24]. Dicho de modo global, narra la relación de María y de José desde el lado de José, desde la derrota de este hombre que quiso a María, pero ni soportó ni entendió la relación de aquella con el misterio, a través de los ángeles, que le amargaron la existencia y le llevaron a la muerte ya que ellos eran guardianes del misterio[25]. Perfectamente describe C. Ortega los pilares sobre los que se sustenta esta obra de nuestro autor[26]:
- Pilar iconográfico: “La figura que acaba teniendo un ascendiente sobre el novelista apenas tiene que ver con el mítico José de Galilea que la tradición católica ha transmitido con los trazos banales que acostumbra a utilizar cuando se trata de sujetos muy accesorios desde el punto de vista de su arquitectura teológica. Pero es inevitable referirse a alguno de ellos, porque sin querer se hacen presentes (y se le tuvieron que hacer presentes al autor), aunque luego la lectura de la novela los eclipse”[27].
- Pilar narrativo: “Los santorales afirman inútilmente que José callaba para dejar hablar a Dios. En El lenguaje de las fuentes se le restituye la voz y la memoria. Tal es otra de las tareas fundamentales del escritor. Contar a veces consiste en tomarse revancha del curso impuesto por la historia o por la Providencia, como en el caso de José; tiene algo de acto justiciero. Por eso en el interior del relato es otra la ley que rige. El autor adopta perspectivas inusitadas, activa su vivísima imaginación y su impresionante potencial de asociaciones con el fin de iluminar la pasión de José por María”[28].
- Pilar ideológico: “De ahí que en El lenguaje de las fuentes, no sea inocente la elección de José para oponerse a una de las perturbaciones que más trastornan y lastiman el espíritu humano, como es la presencia de lo divino: nadie mejor para ese juego de apariencias que todo misterio moviliza que un hombre leal, silencioso, discreto hasta la invisibilidad, humilde hasta ser tosco, un hombre que desempeñe el papel de testigo mudo que desempeñan todos los personajes secundarios en las grandes historias”[29].
- Pilar “teológico”: “Pero la historia le pertenece a José, o más bien a la gozosa disponibilidad con que cumple con la misión de cuidar a María. Esta obediencia es el tema principal de la novela por donde la misma nos conduce a la nostalgia de la dulzura de la vida”[30].
Sobre estos pilares se asienta el edificio narrativo de El lenguaje. Por esos caminos se va accediendo no solamente al misterio de la figura de José sino, más bien, al de cada persona, ya que la referencia a la propia verdad del lector se hace imparable:
«No, no estoy hablando de sexo ni de pureza. Estoy hablando de lo más escondido, del secreto presentimiento del cuerpo del amor. Ese cuerpo que está en cada uno de nosotros, pero callado, escabulléndose, aparentemente fuera del comercio de la vida; y sin embargo haciéndose presente en los momentos más decisivos y delicados»[31].
Para explicar mejor ese otro cuerpo que está en nosotros, recurre el autor a la figura de la hermanilla de la esposa del Cantar de los Cantares a la que, por norma social, según la tradición semítica, el marido de la esposa ha también de cuidar[32]. MG dice que esa hermanilla está en el fondo de la misma Esposa, es su realidad honda no desposada, más existencialmente suya:
«No creo que esa hermanilla del Cantar sea una figura que haya que ver al margen de la Esposa, sino como esa parte de sí misma que queda fuera, que tiene que ver con el tiempo de su infancia, con aquello que fue antes de la boda, pero también con esos otros deseos que esa relación excluyente que mantendrá a partir de ese instante con su nuevo esposo, con lo real, le impiden expresar. Y entonces lo que la esposa del Cantar le está diciendo a su amado es que el amor debe servirles también para recibir a ese ser no desposado»[33].
José es el que ha aceptado y ha sufrido por el ser no desposado de María al que no tiene acceso. Su aceptación está hecha de entrega, de acompañamiento, de sufrimiento en la incomprensión, de fidelidad honda, de deterioro asumido. Así es como se entiende a sí mismo; de esa manera anda la senda de su propio misterio y, por lo mismo, de su propia verdad. José, según Martín Garzo, es quien sabe vivir respetando ese secreto de María: ahí está su gozo y su sufrimiento. Ya que vivir el secreto puede ser la gran iluminación por parte de la figura de María incluso a la sociedad de hoy:
«Y esto tiene que ver con mi convicción de que el secreto es el fundamento del amor. Pero ¿qué podía decir a las mujeres y a los hombres de hoy la historia de una muchacha que a espaldas de todos, incluso de su propio esposo, tiene tratos los ángeles? Mucho, porque el secreto es la expectación, ofrecimiento y llamada. Consiste en arriesgar nuestra alma, en transgredir las ideas y las normas de la moderación recibidas, y en aceptar todas las contradicciones de la vida»[34].
2) Penúltimas noticias acerca de Yeshua/Jesús, de Erri de Luca[35]
Este es uno de los muchos libros de temática bíblica escritos por el autor. Él dice que no es creyente, sino “leyente”[36]. Por eso la Palabra, un Dios que habla, le cautivó y le llevó a aprender y gustar el hebreo. En Penúltimas noticias el autor no se sale del marco general de la comprensión exegética. Pero, con frecuencia, incluye pequeñas disquisiciones lingüísticas en las que vamos a reparar porque añaden una visión distinta, de cierta novedad, a la manera común de valorar los textos bíblicos.
1) Abatidos de viento
Poniendo en conexión Is 57, 15 («estoy con el oprimido y abatido de viento») en la expresión shefal ruaj y las bienaventuranzas proclamadas por Jesús concluye que la expresión “pobres de espíritu” se diluye. El “abatido de viento” es el que boquea con el esternón pegado al suelo, los labios a la altura de las sandalias de los otros. Ese puede estar alegre porque el reino le pertenece.
«Jesús estaba con el abatido de viento, con el shefal ruaj. La traducción habitual ‘pobres de espíritu’ pierde por el camino la carga preciosa de Isaías…Era la subversión más novedosa, daba la precedencia a los oprimidos, los elevaba al rango de los elegidos. Proclamaba quiénes eran los vencedores, relegaba a los otros. El reino pertenecía a los vencidos, a los desposeídos…Ninguna revuelta ha llegado a este grado de anulación de los rangos”»[37]
2) Buscar con urgencia
Pone de relieve la búsqueda expresada en el Sal 63,1: «De madrugada te buscaré». El verbo shajar indica buscar con urgencia. También significa la aurora, lo que busca quien pasa una larga noche de penalidades, insomnio y persecución. La búsqueda de Dios es, según la Palabra, una búsqueda de urgencia, algo que no se puede postergar sine die.
«Buscar la divinidad como se busca la aurora en la noche. Ashajareka, te buscaré, ashajareka evoca ya en su sonido la respiración entrecortada, sedienta, de quien suspira por la llegada del día. Otra razón para este tembloroso verbo de la búsqueda está en un versículo de los Proverbios: “Quienes me buscan (meshajarai) me hallarán” (Prov 8,17). David se apodera del verbo: si quienes te buscan con este verbo auroral te hallarán, yo te buscaré con este verbo»[38].
3) Su voluntad
En el marco de la escena de la matanza de los Inocentes causada por Herodes el Grande, el autor se enfrenta a la difícil aceptación de la voluntad de Dios sobre la historia. Cree que aquello se convirtió para el Jesús en un dolor: «El atroz sufrimiento de aquellas madres fue su cáncer»[39]. Aún más difícil será comprender tal voluntad cuando Jesús esté en el patíbulo:
«No lograba entender aquella retzonká que lo había plantado en una matanza de niños, que le había garantizado la supervivencia a costa del llanto de las madres. Por eso, al cesar su aliento dijo con amor y con rabia: tu voluntad. Y se rindió. A la edad de unos treinta y tres años saldó en un solo día toda su deuda con aquellos niños que habían sido asesinados en su lugar»[40].
4) La desatadura de Isaac
El autor comenta la escena de Gen 22, el sacrificio de Isaac, al que denominará la “atadura” de Isaac y, por contraste, reflexionará sobre la “desatadura” del mismo no narrada. Es el fruto de la obediencia de Abrahán, el resultado de un camino de fe.
«Ha plantado el verbo de la atadura en mitad del versículo 9, ha utilizado para la atroz acción de Abrahán un verbo que no tendrá otro uso en la lengua sagrada: akod. Akod aparece únicamente aquí, en ningún otro lugar. Después de esta acción quedará inservible. Otros verbos hebreos lo reemplazarán para significar “atar”. Así es: el terminar la atadura de Isaac falta la desatadura. Isaac no ayuda a Abrahán a realizar el sacrificio de sustitución. Isaac quedará atado para siempre, porque su padre no lo desatará, no deshará los nudos que han apretado los tobillos y las muñecas»[41]
3) Judas de Amós Oz[42]
Esta obra de Amos Oz tiene un alto componente biográfico. El autor ha sido muchas veces calificado de “traidor” por promover la posibilidad política de la convivencia de dos estados convivientes en Palestina, el hebreo y el árabe. Ha tenido que sobrellevar con ese estigma hasta su muerte[43]. No es, pues, de extrañar que este libro tenga como hilo conductor de sus distintos niveles narrativos el tema de la traición.
Ahí es donde encaja la reflexión sobre el personaje evangélico de Judas, algo que se inscribe en una interminable lista de autores, desde los inicios del cristianismo hasta hoy. La gran pregunta, nunca resuelta, es comprender como uno de los doce, que convivió con Jesús hasta el último momento, pudo traicionar y entregar a Jesús a una condena segura. Quizá la respuesta que evoca el libro de Oz, por paradójica, tampoco resulte satisfactoria. Pero el ponerla en pie está indicando la posibilidad de una línea de lectura diversa a la historicista que es la que se presupone en la exégesis y la catequesis habitual[44]. ¿Cuáles son los estratos básicos sobre los que se asienta la figura de Judas según Oz?
1) La pretensión de liberar a Judas del calificativo de traidor
Porque, si se logra, quizá se consiga liberar al judaísmo de una carga histórica que ha suscitado muchas desgracias para ese pueblo. En realidad, el Judas de Oz conseguira justo lo contrario: acentuar el sentimiento de traición con sus terribles consecuencias históricas. Según Oz, Judas, rico y perteneciente al consejo sanedrítico[45], es uno que cree en el proyecto mesiánico de Jesús, «el más fervoroso de los creyentes…el más fiel de los apóstoles»[46]. Su plan es simple: arrastra a Jesús a Jerusalén para que allá sea crucificado y, ante la multitud que celebra la Pascua, baje de la cruz y demuestre así con evidencia que es el Mesías de Dios[47]. Él es un gestor de la crucifixión ante las autoridades religiosas y civiles, un gestor al que le mueve la adhesión a un Jesús que entiende como Mesías verdadero e Hijo de Dios.
«Tenía que realizar en Jerusalén, frente a todo el pueblo y delante de todo el mundo, un milagro sin parangón desde que Dios creara el cielo y la tierra…ante toda Jerusalén él descendería vivo de la cruz y se plantaría sano y salvo sobre la tierra a los pies de la cruz…todos se postrarían para venerarlo. Así comenzaría el reino de los cielos. En Jerusalén. Ante el pueblo y ante el mundo»[48].
Hablar de traición resulta impropio. Es, más bien, un acto de amor y de fe en Jesús. Judas no abandona a Jesús sino que lo sostiene en sus dudas y lo hace parte del mecanismo de la crucifixión que es lo que va a dar pie al nacimiento del reinado de Dios. En su papel de gestor de la crucifixión demuestra su adhesión a Jesús.
«No le resultó fácil a Judas convencer a sus amigos de la casta sacerdotal de que llevasen a su profeta a juicio; Jesús no les parecía más peligroso que decenas como él que andaban por Galilea y por las provincias remotas. Judas Iscariote tuvo que mover los hilos, utilizar sus influencias en los círculos de los fariseos y de los sacerdotes, cambiar voluntades, puede que incluso pagar sobornos, para arreglar la crucifixión de Jesús entre dos delincuentes de poca monta poco antes de las fiestas de la Pascua»[49]
El milagro de bajar de la cruz no se produce y la fe de Judas se quiebra[50]. Es en ese momento de la crucifixión cuando Judas pierde la fe en Jesús[51] y ya no quiere seguir viviendo[52]. Y lo que es peor, en ese momento cae sobre él el estigma de la traición que ya no le abandonará nunca jamás.
«Resulta irónico que el primer y último cristiano, el único cristiano que no abandonó a Jesús ni por un instante y que no lo negó, el único cristiano que creyó en la divinidad de Jesús hasta su último momento en la cruz…el único al que se le rompió el corazón cuando murió Jesús, precisamente él sea considerado por cientos de millones de personas en los cinco continentes y durante millones de años el judío más indiscutible. La encarnación de la traición, la encarnación del judaísmo y la relación existente entre judaísmo y traición»[53].
2) Reinterpretación de las monedas, el beso y la muerte de Judas
Entendidas como ruindad del traidor, la lectura que se ha hecho de estos elementos narrativos tiene por denominador común el de denostar la figura de Judas emponzoñándola con toda clase de leyendas coadyuvantes que han colaborado al menosprecio del judaísmo e, incluso, a su persecución. La propuesta de Oz es diversa:
«Por lo que respecta a las treinta monedas de plata, eso fue una invención de los enemigos de Israel en las siguientes generaciones. O puede que el propio Judas se inventara lo de las treinta monedas de plata para completar la historia. Porque ¿qué eran para el rico hacendado de la ciudad de Cariot treinta monedas de plata?…el beso de judas Iscariote, el beso más famoso de toda la historia, no fue un beso de traidor: los emisarios de los sacerdotes del Templo que fueron a prender a Jesús después de la última cena no tenían ninguna necesidad de que judas Iscariote les señalase a su maestro. Todo Jerusalén lo conocía ya. La traición de Judas co ocurrió cuando supuestamente besó a Jesús al llegar los captores. Su traición, si eso es que fue traición ocurrió en el momento de la muerte de Jesús en cruz. Ese fue el momento en el que Judas perdió la fe. Y junto con la fe, perdió también el deseo de vivir, porque su vida dejó de tener sentido…¿Acaso no hay ni un solo creyente que se pregunte cómo es posible que un hombre que ha vendido a su maestro por la insignificante cantidad de treinta monedas de plata, inmediatamente después, se ahorque movido por la pena? Ninguno de los otros apóstoles murió con Jesús de Nazaret. Judas fue el único que no quiso seguir viviendo tras la muerte del Salvador»[54].
3) La importancia de la figura de Judas para el decurso de la fe
Cree el autor que Judas ha sido decisivo para el decurso ulterior de la fe porque al gestionar la crucifixión y al haber fracasado, eso ha dado pie a toda la espiritualidad y doctrina sobre el cristianismo. Hay lógica en su argumentación narrativa, pero la fe en Jesús no depende del fracaso de Judas, sino de la opción personal por el Nazareno. Con crucifixión o sin ella, el tema de la adhesión resulta definitivo.
«Sin embargo, Shmuel no encontró en ningún texto que él conociese ni el más mínimo intento de salir en defensa de aquel hombre, de ese hombre sin el cual no habría habido crucifixión, ni cristianismo ni Iglesia, sin el cual aquel hombre de Nazaret habría caído en el olvido al igual que otras decenas de milagreros y predicadores pueblerinos de la remota Galilea»[55].
4) El evangelio según María Magdalena de C. Fallarás[56]
Aunque la autora confiese en su última página que “no hay jactancia en lo escrito”[57], lo cierto es que no resulta fácil dialogar con un texto tan volcánico, tan duro a veces, y tan deliberadamente insultante[58]. Quizá sea la militancia feminista tan aguda de la que la autora es firme defensora para marcar posturas claras[59]. Pero lo cierto es que, si se pretende dialogar, habría que hacer una ofrenda por ambas partes. Creemos que se puede ser leal a las propias ideas e incluso provocador sin descender a esos niveles de rechazo.
Además hay que decir que el marco histórico en el que inserta el relato, aunque retrabaje muchas de las escenas del evangelio, merecería estar más ajustado. Por ejemplo: ella atribuye una influencia decisiva en la ruina de Jesús al grupo de los zelotes, cuando sabemos que nunca hubo celotismo organizado en tiempos de Jesús, una vez desaparecido el de Judas el Galileo y sin amanecer todavía el de la guerra judía[60]. O la lectura indiscernida de la nota lucana que dice que Jesús echó “siete demonios” de María Magdalena, lo que configura su perfil de mujer mesianista alejada de los caminos de paz, cosa que no aparece para nada en el texto de la autora[61].
Pero aún habrá que superar una serie de dificultades de mayor calado tales como el profundo descrédito y menosprecio que le merecen a la autora los textos canónicos, aunque haga continua referencia a ellos e, incluso, los cite textualmente y, en definitiva, haga uso de ellos para construir su relato, aunque lo lleve por otros cauces narrativos[62]:
«Por si algo ocurriese, hago saber que lo narrado por Pablo de Tarso y el resto de los supuestos concurrentes, todos los miserables testimonios de los que, sin haber acompañado al Nazareno, se alimentan del él, no son sino patrañas…No fueron sus discípulos, que ahora se arrogan la narración de lo que sucedió como si no hubieran huido, abandonado y traicionado al Nazareno. Relatan su muerte, la dejan por escrito, colocan en el centro de todo su mensaje el hecho de la crucifixión y aseguran que resucitó de entre los muertos. Yo los maldigo. Los maldigo por mentirosos, por usar la mentira para construir más mentira de la que sacar provecho y poder»[63].
Otro gran acierto, a nuestro juicio, es haber potenciado el escenario de los relatos de la pasión como lugar literario e ideológico más acertado para desvelar el sentido de la, para ella, absurda entrega de Jesús. Ciertamente, los relatos de la pasión condensan la verdad histórica y espiritual de Jesús. Y subrayar esas páginas otorga a la narración una densidad y un pathos indudable, aunque la autora considera todo ello se salda con un fracaso.
«Aquello que pudo ser revolución contra lo establecido se va convirtiendo en otra forma de lo establecido, de una costumbre llamada ignorancia. Así lo siento. Veo, leo, oigo los frutos de los idiotas y me estremezco. Aquellas palabras prendieron, pero no alimentan ni alimentarán aquello que estrictamente eran»[64].
Aun, pues, con dificultades, creemos que el texto de Fallarás, además de rico literariamente, es provechoso en valoraciones bíblicas que enriquecen la visión más “sometida” que tiene un exégeta de oficio.
- 1. El encuentro con Jesús entendido como cambio radical
Este encuentro se da tanto en Leví, el cobrador de impuestos, o en el caso de la misma Magdalena. Tal encuentro es el que genera la adhesión a la persona de Jesús desde la más honda cordialidad, no desde el interés o desde la perspectiva meramente religiosa. La autora entiende esta adhesión cordial como el verdadero motor para estar (humana y hondamente) en la persona de Jesús. Y la entiende como adhesión a través de la palabra. Tal camino es el andado por muchos que, desde diversas perspectivas, se han acercado al texto.
«Leví celebraba un cambio radical en su vida. Había decidido cortar todo trato con Roma, abandonar su labor recaudatoria y unirse a los seguidores del Nazareno, algo que en ese momento me resultaba absolutamente incomprensible…Cuando nos retiramos a descansar, ya sabía yo que aquel hombre iba a arraigar en mí, como así ha sido. Pero esa certeza fue solo la primera, el principio. La palabra fue el principio, un atisbo que era semilla, aún solo eso. Y decidí permanecer, no apartarme de su posible crecer. Después, mucho después, fui entendiendo que la palabra es la vida, la vida frente al cuerpo, sobre el cuerpo o el cuerpo mismo»[65].
2) Una visión liberadora de Jesús
Se entiende a Jesús como un libertador, aunque esa liberación se lea como frustrada y fracasada de cara al pueblo. Pero María Magdalena, en el laberinto de sus propios caminos vitales, lee a Jesús como una salida para su vida. Ese doble aspecto, liberador de las pobrezas y liberador personal, es el que ha movido a muchas personas que se han acercado a Jesús desde perspectivas diversas. Pero la autora censura el camino de liberación política de Jesús por considerarlo sin salida. Es la compleja certeza de que la liberación de Jesús apunta a estructuras hondas de la persona.
«¿Estás ciego, Leví? ¿Por qué crees que los zelotes se han unido al Nazareno? ¿Por qué forman ya parte de los discípulos que le siguen? Para ellos es el enviado que liberará al pueblo judío. Esta vez del poder de Roma. Recuerda a Moisés, la liberación del yugo egipcio, de la tierra prometida, todo eso. Los zelotes harán cualquier cosa, cualquiera, por conseguir la libertad del pueblo de Israel, esa torpe idea suya de libertad, territorial, esa idea suya de pueblo judío»[66].
3) La recreación de los textos emblemáticos
Liberada de servidumbres exegéticas, la autora recrea escenas importantes de la narración evangélica. Una de ellas es el signo de la multiplicación de panes y peces que ella describe como la simple generosidad de Leví y de ella misma que subvienen al mantenimiento de la multitud que busca a Jesús en los aledaños de Magdala. Hay una voluntad de destruir la narración recibida (Jesús multiplica) sustituyéndola por otra mucho más razonable (Leví y Magdalena reparten). Pero, en el fondo, es lo mismo: el milagro no es que Jesús reparta, sino que quien tiene (sea un muchacho como en Jn 6.9 o el tándem Leví/Magdalena) acabe repartiendo. Porque, repartiendo, llega. Esa es la tesis del relato.
«Era tal la fuerza que sentíamos, alimentábamos, contagiábamos, que emprendimos aquella locura de peces y panes sin dudar ni un instante de que tendría éxito…Entonces nos pusimos en marcha. Arrancamos nosotras y después, de aquí para allá, quienes se nos unieron empezaron a repartir también los panes y el pescado que llevábamos días acumulando, conservando. Una pequeña organización compuesta por centenares de mujeres, algunos hombres y los niños. Pronto cientos se unieron al reparto de alimento. Hombres y mujeres salieron del sopor en hondas circulares, formaron corros, las criaturas pasaron del llanto al nerviosismo, y cundió la celebración básica, humilde, de algo que sucede inesperadamente y es festivo. El alimento surgía de ningún lugar cuando los ánimos ya mermaban»[67].
Otro texto novedosamente recreado es el de la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén. Aquí la narración queda envuelta en un auténtico realismo mágico y se acerca a la posibilidad real más allá de los escuetos datos de la narración bíblica. Refleja muy bien la perplejidad de quien asiste a una imposibilidad, a algo que estaba abocado al fracaso, de una perspectiva que, entendida desde parámetros de liberación meramente política, naufraga si no se le da un contenido existencial de mayor hondura.
«La masa no tenía fin. Sobre el asno avanzaba su idea de salvación. Algunos pensaban en el espíritu. Otros en la guerra. La mayoría eran solo cuerpos empapados en sudor entregados al trance…Las gentes tenían que tocar el pollino como una forma de alcanzar a su Mesías. Trataban de arrancar pelo del animal. Coceaba y tras él iban quedando en el suelo seres que ya no parecían personas a los que parecía faltarles algo. Allá arriba, apenas arriba, el Nazareno sonreía como si no surcara un cardumen humano, la argamasa homogénea de la que emanaba un éxtasis de humores»[68].
Resulta, así mismo, de interés que se entienda el fondo de la cena última de Jesús como la verdad antropológica de la necesidad de alimento, la solidaridad que se establece con quien, simplemente, tiene necesidad de comer. Conectar esta necesidad con la básica solidaridad humana, con la necesidad del cuidado, con la entrega a la persona, en definitiva, creemos que es un acierto y una plataforma de conexión entre perspectivas distintas de lectura.
«Aquella noche los gestos de mi amado eran escuetos y hacia dentro. Le había visto compartir alimentos en todo tipo de lugares y con toda clase de personas de forma jocosa y siempre festiva, su forma de reír y contagiar la risa. Ahí, justo ahí se levantaba una de las columnas sobre las que se había construido todo, en el alimento. Sembrar el alimento, hacerlo crecer, compartir y repartirlo, celebrar el alimento. El alimento como representación de sí mismo, nuestra representación. Además, a eso y no a otra cosa se había dedicado siempre mi familia»[69].
-4) Vivo en la palabra
La autora rechaza la resurrección de Jesús de forma tajante: «Sencillamente, él jamás resucitó»[70]. Suponemos que se posiciona en contra de la fe dogmática y confesante de la religión católica que sostiene como central el hecho de la resurrección de Jesús. Pero situándose en otro terreno, en el de la palabra y el amor, sí que hay una especie de “confesión” en la certeza de la vida nueva de Jesús. Ambas cosas son compatibles porque una dogmática sin ese dinamismo de la vida de Jesús es una realidad vacía. Posiblemente de eso es de lo que la autora acusa abiertamente a las personas creyentes. Pero no es difícil afirmar con ella:
«El Nazareno está vivo, pero qué os importa eso a vosotros que huisteis como ratas cuando más os necesitaba. Está vivo, no importa cómo ni dónde. Está vivo porque su palabra permanece y permanecerá en el alma de aquellos que vieron su vida transformada al escucharle»[71].
- 4. Un Dios que habla en modos diversos
Atribuir a priori a Dios una unicidad de discurso, buscar con ansia el sentido objetivo que Dios quiere dar a su Palabra, es entender la mecánica del texto en modos muy primitivos. La orfandad del texto la gestiona el ojo, el corazón, del lector/a. Por eso, hay tantas perspectivas de lectura cuantas miradas se vuelquen sobre el texto. Por extraño que parezca, aunque muchos no lo crean, esto lleva a la confluencia, no a la disgregación. Y ello por una razón muy simple: porque el dinamismo del amor tiende a confluir, incluso aunque se parta de posiciones muy alejadas. Desde esta perspectiva queremos hacer algunas valoraciones al terminar nuestra reflexión:
- La diversidad de lenguajes: riqueza y problema: siempre es difícil construir con materiales diversos. Hay que hacer un esfuerzo por situarse en el planteamiento del otro para poder ver cómo encaja con el propio. La imposición de criterios de lectura y de interpretaciones bíblicas nunca ha llevado a buen puerto. Por el contrario, el esfuerzo de confluencia desde la diversidad ha logrado auténticos hitos en el campo bíblico[72]. La confluencia de lenguajes no se dará sin una auténtica ofrenda de lecturas. Si no se está dispuesto a ceder, si se leen deliberadamente desde una única perspectiva, la historicista, muchas situaciones de vida de hoy entrarán en el torbellino del conflicto[73]. Esa ofrenda habría de poner entre paréntesis la supuesta superioridad de una lectura avalada por un estamento religioso potente. Toda lectura es digna de ser acogida y valorada desde los argumentos que esgrima, no desde el aval social o religioso con el que cuente.
- Lenguaje de palabras vivas: hablar de la Palabra de Dios conlleva un problema de lenguaje, como cuando se habla de cualquier texto escrito. Si el lenguaje es vivo, el texto brillará. Si el lenguaje es cansino, frío, el texto se apagará. Habría que medir el “brillo” del lenguaje para hablar de una Palabra que se la quiere viva. Los textos antiguos pueden ser explicados con ese brillo y adquirir un resplandor nuevo en cada momento de la cultura[74]. En el fondo es la «luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado»[75]. Porque la explicación viva de un texto es proporcional a la vibración del amor, más que a la competencia académica. Las palabras agotadas, envejecidas, son las que muchas veces matan al texto bíblico que se vuelve irrelevante para la persona y para la cultura[76]. El riesgo de inventar palabras nuevas se ve recompensado por un adentramiento en el texto que nutre el alma.
- Tierra de todos: ya hemos dicho que pretender en exclusiva la propiedad del texto bíblico no solamente es una arrogancia que queda desautorizada sin más, sino una mala comprensión del texto, de cualquier texto. Los humanos hemos encontrado muchas veces nuestra patria en los textos. Ellos han sido casa de acogida para todo el que busca amparo y sentido. Saber que el corazón sediento de amor tiene una casa donde no se le pregunta por sus días de extravío es un gran consuelo. Eso es el texto bíblico. La lectura diversa reivindica es tierra común donde puede brotar cualquier planta, cualquier anhelo[77].
- La diversidad de un texto “único”: básicamente, y más allá de las variantes textuales, el texto bíblico es único. Pero la diversidad de lecturas lo hace diverso. Las lecturas del texto son biográficas, sociales e incluso políticas. No se lee igual bajo una dictadura que en un sistema democrático. No lo lee igual una persona que pertenece al núcleo duro del sistema que otra que está en las afueras. No se lee del mismo modo desde una preocupación feminista que desde un machismo instalado. Eso es lo que hace diverso al texto. ¿Cómo respetar y discernir sin condenar, sin excluir pero manteniendo firmes las lecturas que uno cree que debe sostener? Es necesaria una agilidad que abandone o, al menos, mitigue la discutible certeza de que el único sentido es el que uno propone. El que sea un texto diverso en las perspectivas de lectura habría de ser acicate para buscar la mejor de las confluencias[78].
- Comunidad de narradores: quienes de una u otra manera trabajan en torno al texto bíblico hacen parte de una comunidad de narradores con el interés común de estar volcados a la Palabra con aprecio. Eso les lleva a considerarse trabajadores de la Palabra y de las palabras que construyen el interior de la persona. Por ello, no tiene sentido entrar en pugnas que diferencian, separan y excluyen. La mesa de la Palabra tiene asientos para todos y nadie queda excluido de ella. Hacer trabajos bíblicos con una mentalidad de comunidad libra de alejamientos que en nada benefician a los lectores y que abren sus horizontes al máximo.
- “Soy yo, el que habla contigo (Jn 4,25)”: el lugar específico del Mesías considerado por el evangelio de Juan no es ni la raza judía, ni el templo, ni las ideas de partidismos interesados. Su lugar adecuado es la palabra, el acto de comunicarse, el intercambio de corazones a través del habla. Para hablar hace falta un cerebro que funcione y un aparato fonador adecuado. Jesús es el aparato fonador de Dios. A través de él escuchamos la voz que nadie oye, en su palabra de misericordia reconocemos el amparo misericordioso del Padre que perdona y espera siempre. Los autores, muchos incluso de los no creyentes, siguen viendo en Jesús la figura más evocadora en los escritos bíblicos. Él sigue siendo atractivo por más que sea expuesto a ser malinterpretado y deformado[79]. Él sigue hablando y a él se le sigue escuchando.
Conclusión
Tras este largo recorrido, recuperamos un pensamiento de E. De Luca: «El Dios bíblico es una divinidad que habla, que dice, y esto fue una novedad en la historia. Las palabras permitían ponerse en contacto con él y entenderle. Y no solamente comunicarse, sino también crear. Creaba a través de la palabra»[80]. Mantener viva esa creatividad es una apuesta que hacen las diversas lecturas de la Biblia ante el Dios que habla y sigue hablando a través de la Palabra y de las palabras[81].
[1] Para elaborar un documento de antropología cristiana jamás se había consultado a una comisión bíblica. El Papa Francisco lo ha hecho dando como resultado el denso tratado de la PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, «¿Qué es el hombre?». Un itinerario de antropología bíblica, BAC, Madrid 2020.
[2] Ya estaba muy presente en la magna obra de CH. MÖLLER, Literatura del siglo XX y cristianismo, Ed. Gredos, Madrid 1970 y ss.
[3] Como fue el fenómeno de los “caballos de Troya” de J. J. Benítez.
[4] Otros autores como Erri de Luca, del que hablaremos luego, ha vendido muchos ejemplares de sus libros con temática bíblica en Italia. Pero es una excepción.
[5] J.J.Bnítez es uno de ellos. C. Fallarás, de la que luego hablaremos, también.
[6] La Biblia como literatura, en Proscritos. La Revista, 16 enero 2008.
[7] E. LLEDÓ, El silencio de la escritura, Ed. Centro de Estudios Constitucionales, Madrid 1992, p. 95.
[8] Ibid., p. 74.
[9] Ibid., p. 30.
[10] Ibid., p. 66.
[11] Ibid., pp. 69-70.
[12] G. MARTÍN GARZO, El hilo azul. La pasión de contar, el secreto placer de leer, ed. Aguilar, Madrid 2001, pp. 85, 87, 89.
[13] A veces un suplemento literario se hace eco de un texto como del C. FALLARÁS, El Evangelio según María Magdalena, ed. B, Madrid 2021 en: A. CABALLÉ, “La Biblia a examen”, en, Babelia, 20-2-2021, p.7.
[14] Ejemplo paradigmático es el personaje de Caín en la novela homónima de J. Saramago (ed. Debolsillo, Madrid 2015). Saramago ya había trabajado el tema bíblico en su espectacular El evangelio según Jesucristo (ed. Debolsillo, Madrid 2015) controvertido e innovador.
[15] Muy comedidamente lo expresa H. ABAD FACIOLINCE, El olvido que seremos, ed. Seix Barral, Barcelona 2007, p.79: «Aunque me contara las historias vergonzosas del cristianismo guerrero para comentar las torturas padecidas por sus mártires, mi papá no había dejado de sentir un profundo respeto por la figura de Jesús, pues no encontraba nada moralmente despreciable en sus enseñanzas, salvo que eran casi imposibles de cumplir, sobre todo por los católicos recalcitrantes –tan hipócritas-, quienes por lo tanto vivían en la más honda de las contradicciones vitales. También le gustaba la Biblia, y a veces me leía pedazos del libro de los Proverbios, o del Eclesiastés, y aunque le parecía que el Nuevo Testamento era mucho menos buen libro que el Antiguo, literariamente hablando, reconocía que, moralmente, en los Evangelios, había un salto hacia delante y un ideal de comportamiento humano mucho más avanzado que el que se desprendía del más bello, pero mucho menos ético Pentateuco, donde estaba permitido azotar a los propios esclavos, si se portaban mal, hasta provocarles la muerte».
[16] DV 12.
[17] ¿Es solo literatura el intento extremo de describir el embarazo de una María adolescente en el libro de G. MARTÍN GARZO, Y que se duerma el mar, ed. Lumen, Barcelona 2012?
[18] En expresión de Lc 24,32.
[19] «En una antigua escuela rabínica los maestros, para enseñar a leer, dejaban caer sobre las letras un hilo de miel. Los niños debían pasar por ellas su dedo, y llevárselo luego a los labios. Así, al tiempo que aprendían a memorizar las letras, saboreaban la miel que había en sus trazos»: G. MARTÍN GARZO, “Los comedores de letras”, en AA.VV., La Biblia contada a todas las gentes, ed. Anaya, Madrid 1997, p.8.
[20] ¿Cuántos lectores van a comprar el libro de C. Fallarás con ese título “El evangelio de María Magdalena”?
[21] J. Saramago tuvo que exilarse de Portugal por la “persecución” a razón de la publicación de El evangelio según Jesucristo. «L´Osservatore Romano" cargó con despiadada crudeza contra el que fuera ateo convencido y crítico de la jerarquía eclesial. "Populista extremista", lo llamó, "anclado en una proterva confianza en el materialismo" y con intención "de hacer banal lo sagrado". La frase que situaba a Saramago "en la parte de la cizaña en el Evangelio" parece destinada a recordar el polémico libro, que no es ni mucho menos el mejor de Saramago, pero sí uno de los más valientes»: en El Faro de Vigo, 28-6-2010.
[22] “Los comedores de letras”…p.12.
[23] Valladolid 1948.
[24] Cf G. MARTÍN GARZO, Y que se duerma el mar, ed. Lumen, Barcelona 2012.
[25] “Los ángeles la velan. Ellos no son los compañeros sexuales, sino los guardianes”: Sobre “El lenguaje de las fuentes”... p.49.
[26] Cf G. MARTÍN GARZO-C. ORTEGA, Sobre “El lenguaje de las fuentes”, ed. Límite, Santander 1999.
[27] Ibid., p.18-19.
[28] p.23.
[29] p.22.
[30] p.25.
[31] p.41.
[32] Cf Cant 8,8-10.
[33] Sobre “El lenguaje...”, p.44.
[34] Ibid., p.46.
[35] Nápoles 1950. E. DE LUCA, Penúltimas noticias acerca de Yesuha/Jesús, ed. Sígueme, Salamanca 2016.
[36] Cf B. GONZÁLEZ HARBOUR, “La lucha continua”, en El País semanal, 20 de enero 2021, p. 52 y ss.
[37] Penúltimas noticias…, p.22.
[38] Ibid., p.54ss.
[39] Ibid., p.61.
[40] Ibid., p.62-63.
[41] Ibid., p.83-84.
[42] A. OZ (1939-2018), Judas, ed. Debolsillo, Barcelona 2017.
[43] Acaecida en 2018. «He escrito esta novela porque me han llamado muchas veces traidor. La primera vez, cuando tenía ocho años, en Jerusalén. Mis amigos me acusaban de traición por hablar con un sargento inglés, por no secundar la Intifada judía contra los británicos. La última vez que me llamaron traidor fue en el verano de 2014, cuando critiqué la actuación de Israel en la guerra con Hamás en Gaza. A veces un traidor es alguien que está un poco por delante de su época. Alguien que cambia a los ojos de los que nunca cambian. A Lincoln le llamaron así millones de estadounidenses porque liberó a los esclavos negros. O a Gorbachov, por los cambios que propició en el bloque soviético… El principal traidor en la novela es Shmuel: no quiere a su padre ni a su madre»: J. C. SANZ, “Amós Oz: critico a Israel y no soy antisemita”, en Babelia, 31-10-2015.
[44] El mismo Oz cita a N. Bistrizky que va en la misma dirección: Judas, p.252.
[45] No sabemos de dónde saca estos datos que mantiene todo el tiempo como evidentes.
[46] Judas, p.209, 154.
[47] Algo parecido a la postura de sus parientes de Jesús en Jn 7,3-4.
[48] Judas, p.154-155.
[49] Ibid., p.156.
[50] El relato sobre la muerte de Jesús en cruz resulta estremecedor: pp.262 y ss.
[51] Judas, p,250-251.
[52] Ibid., p.195.
[53] Ibid., p.193.
[54] Ibid., p.156, 250-251, 195.
[55] Ibid., p.195.
[56] Zaragoza 1968.
[57] C. FALLARÁS, El Evangelio según María Magdalena, ed. Ediciones B, Barcelona 2021, p.236.
[58] Calificar reiteradamente a Simón Pedro de “alimaña” nos parece excesivo: Ibid., pp.201.204.
[59] «Yo, María Magdalena, aún conservo sin merma la furia que me enfrentó y me enfrenta a la idiotez, a la violencia y al hierro que imponen los hombres sobre los hombres y contra las mujeres»: Ibid., p.9. Introduce en el relato a un personaje coral denominado “las doctoras” que son las mujeres que siembran humanidad, curan y mantienen la vida cuando ésta peligra. Son las verdaderas gestoras de lo humano.
[60] GIBLET, J., “Un mouvement de résistance armée au temps de Jésus?”, en RTL 5 (1974) 409-426. Discrepamos de la opinión de A. CABALLÉ, “La Biblia a examen”, Babelia, 20-2-2021, p.7 que dice: «Cristina Fallarás reivindica su historia con inteligencia narrativa y una notable preparación histórica».
[61] Cf Lc 8,2: los “demonios” aluden, en el entramado evangélico, al mesianismo violento, al “fuego” restaurador de la teocracia en Israel (Mc 1,29-31).
[62] Califica el kerigma de 1 Cor 15,1-8 como de “disparate”: Ibid., p.233.
[63] Ibid., p.200, 216.
[64] Ibid., p. 232.
[65] Ibid., p.85, 108.
[66] Ibid., p.137.
[67] Ibid., p.143, 165.
[68] Ibid., p.168-169.
[69] Ibid., p.191. Compárese con el poema de J. A. VALENTE, titulado Memoria, que aparece editado en Fragmentos para un libro futuro, ed. Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, Barcelona 2000, p.74. «Como pan vino la palabra,/como fragmento de crujiente pan fue dada,/igual que pan que alimentase el cuerpo/de materia celeste./Vino, compartimos su íntima sustancia/en la cena final del sacrificio. Y nos hicimos hálito,/sólo soplo de voz./Palabra,/cuerpo,/espíritu./El don había sido consumado».
[70] El Evangelio…, p.132.
[71] Ibid., p.229.
[72] Todos los esfuerzos realizados en las traducciones “interconfesionales” (TOB, BTI) de la Biblia han dado resultados positivos.
[73] Sobre todo las cuestiones actuales de bioética. Pretender buscar argumentos en la Biblia a favor o en contra de cuestiones tan debatidas como el aborto, la eutanasia, el cambio de sexo, etc., es forzar los textos. Habría que ir a cuestiones más de fondo que iluminen esas situaciones en lugar de justificarlas o rechazarlas.
[74] ¿No siguen cautivando textos sobre la antigüedad explicados con brillo como lo hacen Emilio Lledó o Irene Vallejo?
[75] EG 6.
[76] Si, a veces, atraen al lector los textos de autores no exégetas es porque su lenguaje resulta evocador. ¿Cómo no quedar sobrecogido por la escena de la unión sexual entre José y María en el libro de J. SARAMAGO>, El evangelio según Jesucristo (ed. Debolsillo, Madrid 201, p.27): «...en verdad hay cosas que el mismo Dios no entiende, aunque las haya creado. Habiendo, pues, salido al patio, Dios no pudo oír el sonido agónico, como un estertor, que salió de la boca del varón (...) y menos aún el levísimo gemido que la mujer no fue capaz de reprimir».
[77] En tiempos del nazismo los Bibelforscher se opusieron al mismo de manera radical y sus sufrimientos en los campos de exterminio fue muy grande: Cf S. GRAFFAR-L.TRISTAN, Los Bibelforscher y el nazismo, ed. Tiresias, Barcelona 1997. Posiblemente que también encontraron consuelo en ella.
[78] ¿No se saca una impresión de lectura única la del documento de la PCB sobre antropología que no lleva ni una sola cita a pie de página? ¿Cómo entender hoy que «La Biblia da algunas indicaciones que deben ser consideradas absolutamente fundamentales para todos» (P. Bovatti, de la PCB).
[79] Cf C. A. EVANS, El Jesús deformado, ed. Sal Terrae, Santander 2007.
[80] La lucha continua…, p.58.
[81] «Los mitos tienen por objeto explicar lo desconocido y lo inconmensurable y la Biblia es el compendio de los mitos fundacionales más grande que existe» (E. Mendoza) en: R. DE QUEROL, “La cultura religiosa contada a los laicos”, en El País, 27-12-2020, p.25.
3 comentarios
Teresa -
Hay que hacer un esfuerzo por situarse en el planteamiento del otro para poder ver cómo encaja en el propio. O cómo enriquece mucho el propio, precisamente por eso, por ser muy diferente. Todo un camino de humildad.
Toda lectura es digna de ser acogida y valorada desde los argumentos que esgrima, no desde el aval social o religioso con el que cuente. Lo que equivale a reconocer la dignidad de ser acogido y valorado del que escribe. Cuántas cosas cambiarían, a mucho mejor, si así fuera.
La explicación viva de un texto es proporcional a la vibración del amor, más que a la competencia académica. Precioso.
Comunidad de narradores. No tiene sentido entrar en pugnas que diferencian, separan y excluyen. La mesa de la Palabra tiene asientos para todos y nadie queda excluido de ella. Una maravilla de meta a la que apuntar. Encontraríamos una auténtica mesa de familia.
Soy yo, el que habla contigo. Jesús es el aparato fonador de Dios. Entonces, nada ni nadie le callará. Y no dejará de dirigirse, sin límites, censuras ni cortapisas, a quien le quiera escuchar.
Teresa -
Leer recreando es una forma de lectura menos inclinada a ser base de un sistema ideológico, pero cautiva el alma y hace arder el corazón. ¿No es, acaso, lo que persigue quien siente la pasión por contar algo? ¿Y lo que más desea quien lee?.
Leer con carne. Hay que preguntarse si el texto ha logrado llegar a la playa de la intimidad, si ha conseguido saltar la valla que rodea el huerto del propio corazón. Así merece la pena escribir y leer. Porque con textos que consiguen eso, quien lee da un salto cualitativo en su calidad humana.
El fecundo fluir de las narraciones bíblicas. Preguntar no a los sacerdotes, sino a los amantes. ¿Quién dijo que los sacerdotes, o los religiosos, han de ser expertos en todo; incluso en lo que no experimentan ni viven?.
Contar a veces consiste en tomarse la revancha del curso impuesto por la historia o por la Providencia ( ) tiene algo de acto justiciero. Nunca me había detenido en esto. Toda una prerrogativa del que escribe. Y también, cómo no, del lector.
Entonces Martín Garzo pone carne a José. Hay que reconocer que su figura, menos carne, tiene de todo.
(Continuará)
Teresa -
El tejido de referencias que se va creando al leer el texto ( ) es el verdadero lenguaje en el que hoy habla el texto. Semantizar el texto es algo más que explicarlo exegéticamente. Y esta tarea la hacen, por necesidad, quienes escriben desde una perspectiva creativa, no oficial. Así que si no hubiera quien hiciera esta tarea habría que inventarlos, o pedir, por favor, que se lanzaran a ello.
Cualquier texto, y la Biblia lo es, no tiene sentido si no se convierte en diálogo. Entonces hemos pecado, y mucho, en la Iglesia, de haber hecho de la Biblia una palabra fija que ha abortado todo diálogo sobre las cuestiones que más inquietan a hombres y mujeres, a los jóvenes de hoy. Creyentes o no.
Una hermenéutica biográfica. O cómo resuena y se interpreta lo leído según el hito biográfico del lector; iluminando, afianzando o inspirando, conmocionando o distrayendo, de modo muy diferente, en sucesivas lecturas de un mismo pasaje.
Una hermenéutica abierta. Siempre será inadmisible y peligrosa, temible y censurable, para quienes no admiten una variedad de prismas que generan relatos vivos. Sin embargo, ¿no es esto, en realidad, tan inútil como pretender poner puertas al campo?. La realidad no deja de existir porque no se quiera ver.
(Continuará)