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FIAIZ

Una aventura de amor

         UNA AVENTURA DE AMOR

(Materiales para la Semana Santa de 2019)

 

PRESENTACIÓN

 

            Cada vez que se acerca la celebración de la Pascua renace en nosotros el deseo de vivirla con intensidad, tocando el núcleo de su sentido, mezclándonos al gozo de la fe y de la creación.

            Así es: la Semana Santa es, perdónese la expresión, un inmenso teatro religioso con muchas formas de representación, todas muy valiosas y respetables. Pero uno puede preguntarse: ¿qué es lo que realmente hay detrás? ¿Qué es lo que late en el fondo de todas esas representaciones bienintencionadas? ¿Cuál es el núcleo de lo que celebramos?

            Y a nada que uno piensen, la respuesta se impone: es una aventura de amor, algo que tiene que ver con el latir de aquel Jesús de Nazaret que recordamos y que sentimos más vivo que nunca en estos días.

            Por eso, el Jueves Santo comprenderemos mejor el amor de Jesús que no conoce el cansancio; el Viernes Santo nos quedaremos perplejos ante el amor loco de Jesús que se da hasta el límite; y el Sábado Santo se nos dirá que es el día del amor que nutre y sostiene todas las esperanzas.

            Decía san Francisco que habríamos de pedir a Dios vivir “iluminados por él para poder seguir las huellas de Jesús”. Eso es justamente lo que queremos hacer en estos días de la Semana Santa: reunirnos en torno a la brillante y humilde luz que es Jesús y animarnos, los unos a los otros, a no desistir en el camino del Evangelio. Así la Pascua será Pascua de vida.

 

JUEVES SANTO

Día del amor que nunca se cansa

 

            Hay personas que nunca se cansan de amar, que no sucumben ni al cansancio ni al abandono. Entre las víctimas del accidente aéreo de Etiopía del mes pasado había una cooperante de una ONG, la gallega Pilar Martínez, que iba a trabajar en Kenia. Ni siquiera llegó a su destino. Su amor por los humildes le llevó a poner en juego su vida. Y la perdió. Uno se pregunta ¿por qué no se cansa la buena gente de hacer el bien? No hay respuesta para esa honda actitud.

            O sí la hay: no se cansan porque les habita el amor verdadero al otro. Y el amor de calidad es incansable. Justamente es eso lo que celebramos en el Jueves Santo si sabemos darle la vuelta al mero rito, a la mera costumbre. Un amor que nunca se cansa, ése es el amor de Jesús. Amós hasta el final. Lo intentó hasta el final.

            Cuando todo estaba perdido, él dio a Judas un pan untado, signo del amor con que las madres dan a sus niños un pan untado, como para decirle: tú me fallarás, tú me traicionarás, pero yo te sigo amando porque no puedo hacer otra cosa sino amarte, y porque no me canso de amarte aunque tú me hayas descartado. Es una maravilla el amor incansable de quien ama a fondo.

            Francisco de Asís tenía por sus hermanos un amor de esa clase. Por eso le escribía al superior de una comunidad en la que un hermano iba por extraños derroteros: “Ámalo más que a mí y mil veces que pecare en tu presencia, perdónale mil veces”. Un amor que se cansa, aun con razones, no es el amor de aquellos que queremos seguir a Jesús y apreciamos a Francisco.

            San Pablo repetía una y mil veces a sus amigos de Tesalónica: no os canséis de hacer el bien. Porque el desaliento es vecino de quien hace el bien y su voz es insidiosa: deja de hacer el bien, no se merece que te portes bien con él, no le des la razón que no tiene. Y desde esos principios, el bien se amilana, se acobarda y, fatigado, se abandona.

            Hay un poema hermoso de Mario Benedetti que dice:No te rindaspor favor no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se esconda, y se calle el viento”. No se trata de ser ciego, de no saber ver las cosas, de no querer discernir. Se trata de resistir a la tentación del abandono cuando las cosas no vienen bien dadas.

            En este Jueves Santo, si le das la vuelta, verás en el fondo el terco y fiel amor de Jesús por cada uno de nosotros. Si queremos celebrarlo bien habríamos de ir pensando en ser constantes en el amor, en no tirar la toalla al primer fallo, en dar segundas oportunidades. Nadie dijo que amar fuera fácil.

 

Para pensar, rezar o dialogar:

 

  1. 1.      ¿Por qué nos cuesta tanto ser constantes en amar?
  2. 2.      ¿Por qué no damos segundas oportunidades?
  3. 3.      ¿Te encanta el perfil de un Jesús que ama sin cansarse?

 

 

VIERNES SANTO

Día del amor loco

 

            Un diario daba hace no mucho la extraña noticia de una muchacha inglesa que, habiendo perdido el tren para ir a ver a su novio, no se le ocurrió mejor cosa que coger una locomotora que esta parada en la estación y largarse con ella. Cuando la policía la detuvo, uno de los agentes le espetó: “Pero ¿tú estás loca?”. Y dice la nota que ella le respondió: “Y usted, ¿no ha hecho nunca locuras por amor?”.

            No vamos a justificar el disparate que es lanzarse por la vía con un tren robado. Eso no tiene ni pies ni cabeza. Pero la respuesta de la chica es interesante: ¿No has hecho nunca locuras por amor? ¿No las vas a hacer nunca? Pues quizá a tu amor le falta esa pizca de locura que lo hace único.

            Es que, cuando nos preguntamos ¿qué hay detrás de la celebración del Viernes Santo, del recuerdo explícito de la pasión del Señor, de la veneración de su cruz pobre? Lo que hay es justamente eso: un amor loco. Un amor de uno que ha sufrido locura por nosotros y por eso no le ha importado llegar hasta el límite de ese amor, hasta el abandono total por quien se ama.

            Por eso el día de Viernes Santo bien podría ser llamado “Día del amor loco”, día de todos aquellos locos que aman a fondo perdido, con entregas totales, sin reparar en las consecuencias de su amor. ¿Le vamos a quitar al Evangelio esta pizca de locura? Y si le quitas al Evangelio, la locura, la desmesura, la aventura, el riesgo, ¿qué le queda?

            La tradición religiosa posterior ha atribuido a san Francisco una frase que, sin ser suya, bien podría haberla dicho. Cuenta esa tradición que san Francisco iba por los caminos gritando “el Amor no es amado, el Amor no es amado”. Le dolía tanto que no se entendiera la vida de Jesús como una ofrenda de amor total que eso le sacaba de quicio y le hacía sufrir.

            En la celebración de hoy veneraremos la cruz del Señor como signo último de su total entrega. Quizá habría que rodear esa cruz, áspera, con flores hermosas para indicar que, más allá de la aspereza, lo que hay detrás es el amor a prueba de cualquier decepción de un Jesús que nos ha acogido en nuestra más profunda realidad. Algo de esto es lo que hay si le das la vuelta al Viernes Santo.

            A nada que salgas al campo encontrarás los espinos florecidos. Sus florecillas blancas son símbolo de la cruz florecida. Por eso estamos seguros, cuando nos preguntamos qué hay detrás, en el fondo, de la celebración del Viernes Santo, la respuesta es clara: el amor loco de Jesús por nosotros, tan loco como esas florecillas que brotan de la aspereza del espino, de la dureza de nuestro corazón.

 

Para pensar, rezar o compartir:

 

  1. 1.      ¿Te parece hermosa la espiritualidad del “amor loco”?
  2. 2.      ¿Crees que habría que rodear la cruz áspera de Jesús con flores hermosas?
  3. 3.      ¿Puedes contar alguna locura que hayas hecho por amor?

 

 

SÁBADO SANTO

Día del amor que espera siempre

 

            Tal vez hayas visto en estas últimas semanas una película que encoge el alma: Cafarnaún. Es la historia de la dura vida de un niño pobrísimo y su familia en un suburbio de una ciudad libanesa. Todas las esperanzas del niño se frustran: preservar a su hermanita de un matrimonio prematuro, aportar algo de dinero a su pobrísima familia, cuidar de otro niño más pobre que él y apartarlo de su venta a los traficantes. Todo se frustra hasta el punto de que demanda a sus padres por haberle traído a este mundo. Una auténtica desolación

            Pero la película termina con una foto fija en la que alguien le demanda que sonría para hacerle, con esa foto, el carnet de identidad. Y esa sonrisa final, fija en la cámara, es el lenguaje de la esperanza, la certeza de que las desdichas de los pobres acabarán y la evidencia de que la esperanza brotará en las pequeñas grietas del más duro asfalto.

            Porque si te preguntas qué es lo que se celebra en el Sábado Santo, cómo darle la vuelta a este día un tanto extraño en que no hay ni sacramentos ni celebraciones, la respuesta puede ser esta: es el día del amor que espera siempre, el día del amor que atisba cualquier rendija para decir que está ahí, que sigue esperando porque lo alimenta la ternura.

            Las leyendas primitivas del franciscanismo cuentan que un Cristo, el de san Damián,  una hermosa tabla bizantina, “le habló” a san Francisco. No hay que entender eso como si una tabla pudiese hablar. Le habló el Cristo del amor que espera. Y le vino a decir: Francisco, mi amor por ti espera que tú llegues a vivir esta vida tuya desde el amor más sencillo y fraterno.

            Así lo entendió y así lo vivió. Por eso escribía a sus hermanos en sus cartas: “No os guardéis nada para vosotros y así os recibirá el que a vosotros se entrega”. O lo que es lo mismo: no mates la esperanza ni en ti ni en nadie porque hay alguien, Jesús, que siempre ha esperado en ti.

            Quizá en la celebración de esta noche, en la Vigilia Pascual, además de la luz, ese signo de esperanza que tan evocador es en la oscuridad de noche habría que añadir el cofre de las esperanzas, esa caja donde depositamos nuestras esperanzas de ahora. Y cuando celebremos el recuerdo de su entrega, en el momento de la consagración, abramos el cofre y pongamos nuestras esperanzas junto a su cuerpo y sangre para que las haga vida y nos anime a hacerlas vida.

 

Para pensar, rezar o compartir:

 

  1. 1.       ¿Cuáles son tus esperanzas?
  2. 2.       ¿Cómo superas el desaliento?
  3. 3.       ¿Crees que Jesús sostiene tus esperanzas?

 

 

DESIERTO

El lenguaje de la pasión en la naturaleza 

 

            Un buen ejercicio de desierto en esta Semana Santa puede ser leer en el gran libro de la naturaleza la realidad de la Pasión y Resurrección de Jesús. Las criaturas, por más que a nosotros nos parezcan mudas, hablan a su manera. Sería bueno que te sentares en el campo, a la sombra de un árbol y miraras despacio, lentamente, dejando que corra el tiempo, ese gran libro de la naturaleza que tienes delante.

  • Las piedras: Mira las piedras y recuerda a Jesús que fue condenado en un patio de la casa del gobernador Pilato que llaman “el empedrado”. Aquellas piedras escucharon una sentencia injusta. Únete al silencio de las piedras que dicen: fue algo injusto porque se condenaba a una persona buena.
  • El agua: Quizá esté cerca un arroyo. Escucha el lenguaje humilde del agua. Recuerda a aquel que dijo en la cruz: tengo sed. Siente en tu boca y en tu corazón la sed de Jesús. Es sed de agua y sed de amor. Quizá la segunda puedas saciarla tú.
  • Los senderos: Tendrás delante pequeños senderos que van y vienen por la montaña. Que te lleven a aquel Jesús de tantos caminos. Que termines en el camino de Jerusalén, el camino del final, que los discípulos andaban con temor y Jesús con una decisión que nos deja anonadados.
  • Las nubes: Tal vez el día esté nublado o se vean algunas nubecillas en el horizonte. Que te conecten con las “nubes” oscuras y negras que cayeron sobre el corazón de los que seguían a Jesús hasta llegar a abandonarlo en el peor trance de su vida. El mismo Jesús, con su cercanía de resucitado, las disiparía más tarde.
  • El viento: Quizá escuches el viento. Trata de sentirlo en el interior. Recuerda al que dijo que nacer de nuevo era escuchar el viento nuevo del amor. Mira a Jesús envuelto en ese viento cuando va a morir, aunque él no lo sienta.
  • El árbol: Te puede recordar ese árbol que tienes cerca, su tronco abrupto, aquel otro árbol, el madero de la cruz que Jesús tuvo que llevar él mismo al Calvario y en el que fue ajusticiado. Conmuévete con solo recordarlo, siente el amor que cuelga de ese tronco.
  • Los montes: Quizá en lontananza se perfilan algunos montes. Recuerda el monte Calvario y a quien fue asesinado en un monte fuera de la ciudad. Sube a ese monte y venera con el corazón a quien te mira.
  • Las flores: Puede que ahí donde estas o cerca haya un espino florecido con sus florecillas blancas o cualquier otra flor humilde y callada al borde del camino. Acuérdate de Jesús resucitado, flor renacida desde la más profunda de las oscuridades, perfume callado que aún sentimos quienes le amamos.

 

Para pensar, rezar o dialogar:

 

  1. 1.      ¿Con qué creatura de las mencionadas te quedas?
  2. 2.      ¿Piensas que la naturaleza puede ser lenguaje de amor?
  3. 3.      ¿Sientes a Jesús vivo y cercano?

 

 

1 comentario

Teresa -

Creo que es muy bueno vivir esta Semana Santa contemplando el amor que no se cansa, loco y que espera siempre de Jesús, y alimentar el anhelo de que el nuestro sea así, como el suyo. Y es bello leer en el gran libro de la naturaleza la vida y muerte de Jesús. Solo hay una vida para hacerlo... Otra vez, gracias.