Retiro de Navidad 2016
Retiro en la Navidad de 2016
HIJO DE LA TIERRA
La encarnación entendida y vivida
como pertenencia a la tierra
Hay un documental, premiado en los Goya, que lleva el título de Hijos de la tierra. De él tomamos el título, nada más. Es que podemos entender a Jesús como un hijo de la tierra, el mejor, el más fiel, el más de la tierra.
El imaginario religioso nos da a pensar que Jesús viene de arriba, de las estrellas, del cielo. Lo creemos tan divino que su nacimiento no puede ser tan humilde y tan pobre como el nuestro que tiene por origen la tierra, el vientre de una madre que es de la tierra. Pero el nacimiento de Jesús es así de igual y su origen exactamente el mismo. No viene de las estrellas, viene de la tierra.
Por eso, el misterio de la encarnación puede llegar a plantearse y vivirse desde esta simple y contundente pertenencia a la tierra. ¿Cómo esto que es de la tierra tiene dentro el hálito de lo divino, la vida de un humilde que se identifica con la tierra, la fuerza de la pobreza de la tierra?
Nos sentimos mejor en el imaginario de lo excelso, de lo distinto, de lo especial, de lo divino. Pero, ¿no podríamos, como creyentes adultos, pensar en un Jesús que encarna lo divino siendo tierra? ¿Es poco pensar y amar a un Dios que es tierra por amor? ¿Es empobrecerla resituar la encarnación en el marco de lo terrestre? ¿No es eso mismo la encarnación, locura de amor del Dios que se mezcla a la tierra?
Y si se acepta esto, la derivación es fácil: sería tarea nuestra encarnacional no solamente el vivir bien en la tierra, sino el sentirse tierra, viniendo de ella y volviendo a ella, como madre que nos da a luz y madre que nos acoge al final para una vida plena. Hacer más “terrenal” la experiencia cristiana; ésa sería una tarea encarnacional.
Quizá sea mejor equivocarse en un planteamiento espiritual que quedarse quieto en los de siempre y vivirlos rutinariamente. Y la Navidad, con toda su parafernalia, empuja a quedarse en lo de siempre, aunque como adultos que tienen conciencia nos percatemos que eso es mera y bienintencionada superficialidad.
Por eso, cualquier intento de que la hermosa Navidad no pase en balde será válido. Si no sirviera este enfoque, otro. Pero situarse en planteamientos que no enriquecen tampoco lleva a nada.
1. Este lugar es tierra sagrada...
Alguna otra vez hemos utilizado el texto hermoso de esta canción como apertura de la reflexión del retiro. Lo volvemos a tomar porque evoca los valores hondos de ser tierra:
Este lugar, es tierra sagrada,
Este lugar, es tierra de Encuentro
Este lugar, es tierra de todos
Este lugar, es tierra de Amor
Este lugar, es tierra de vida,
Este lugar, es tierra de gracia,
Este lugar, es tierra de amigos
Este lugar, es tierra de luz.
Esto lugar es tierra distinta
Esto lugar es tierra de gritos
Esto lugar es tierra de hermanos
Esto lugar es tierra de Dios.
- Tierra sagrada por ser tierra de encuentro: Donde hay dolor hay tierra sagrada, decía O. Wilde. Y donde hay encuentro también, ya que el encuentro, a cualquier nivel, prefigura y anuncia el gran encuentro de amor al que Dios ha destinado a la creación. La sacralidad de la tierra viene por su posibilidad de generar encuentros. Cuando el encuentro sea total y pleno, será el logro del Reino.
- Tierra de todos por ser tierra de amor: Ya que la exclusividad, la apropiación, al autorreferencialidad bloquea la certeza de que esta tierra no tiene otro dueño que el “nosotros” al que Dios la ha destinado. Cuanto más tierra de nosotros, más tierra de amor.
- Tierra de vida por ser tierra de gracia: Ya que la gracia de Dios a la tierra está ordenada a la vida. Precisamente por eso, la vida sigue creciendo en modos y formas cada vez más maravillosas. Precisamente por eso la ciencia y el amor se ven arrastrados por la vida.
- Tierra de amigos por ser tierra de luz: Cuanta más amistad, más luz; cuanta más enemistad, más oscuridad. Engendrar amistad es engendrar luz. Si se quiere ir eliminando la oscuridad vital de la historia, la amistad, el amor al otro, al distinto, al pobre, son los mejores generadores de luz.
- Tierra distinta por ser tierra gritos: Ya que esto también es la tierra: gritos, desencuentros, heridas, humillaciones, increíbles heridas. Con esto hay que contar también para ir elaborando caminos de curación, sendas de reconciliación. Para ir bloqueando y tapando las heridas y acercarnos al tiempo nuevo sin luto, sin muerte, sin llanto.
- Tierra de hermanos por ser tierra de Dios: Y, al final de todo, la fraternidad que hace que la tierra sea tierra de Dios. Una tierra de hermanos es el gran sueño de Dios sobre la historia. Él no quiere tanto una tierra que le alabe, cuanto una tierra donde vivir simplemente como hermanos sea algo con contenido.
2. Texto bíblico: Jn 1,43-46
43Al día siguiente decidió Jesús salir para Galilea; fue a buscar a Felipe y le dijo: - Sígueme. 44FeIipe era de Betsaida, del pueblo de Andrés y Pedro. 45Felipe fue a buscar a Natanael y le dijo: - Al descrito por Moisés en la Ley, y por los Profetas, lo hemos encontrado: es Jesús, hijo de José, el de Nazaret. 46Natanael le replicó: - ¿De Nazaret puede salir algo de calidad? Felipe le contestó: - Ven a verlo.
Este texto nada tiene que ver, directamente hablando, con la espiritualidad de la tierra. Pero encierra un problema esencial: una de las mayores dificultades para dar crédito al mesianismo de Jesús es que se conocía su tierra, se sabía de qué tierra era. Como resulta que Nazaret era una aldea que no salía ni en los mapas, la dificultad se acrecentaba. Se conocía su tierra y, además, era una tierra ignota y de no muy buena fama por su enmarcamiento en la levantisca Galilea. Todas las notas juntas para que la tierra le fuera uno de los grandes obstáculos a su mesianismo. La tierra como obstáculo para la adhesión, la tierra como barrera para creer en Jesús.
- Nazaret, tierra desconocida: ya lo decimos, no viene ni en los mapas. La sorpresa de Natanael está más que justificada. Posiblemente había aldeas desperdigadas por la Galilea que, al ser tan pobre y pequeñas, se enmarcaban en comarcas más amplias, poco más que caseríos, pueblos casi sin nombre, de casas excavadas en el terreno, meras cuevas. Contempla a un Jesús que viene de una tierra de pobreza.
- Nazaret, tierra pobre: porque, efectivamente, la región era pobre. Posiblemente Jesús tuvo que ganarse el pan, como muchos de sus contemporáneos, trabajando en las obras públicas que construían los romanos en la costa. Tierra de pobreza, que no puede alimentar a sus moradores. Tierra de la que uno no se puede vanagloriar. Tierra de pan escaso. Contempla la pobreza de la tierra de Jesús y sus consecuencias.
- Nazaret, tierra de mala fama: porque las aldeas de Galilea eran focos de resistencia a los romanos, gente levantisca, siempre en el punto de mira de la policía romana. Tierra que no goza de las simpatías del sistema político y tampoco del religioso, porque está demasiado lejos del control de Jerusalén. Tierra de sospecha, sospechoso Jesús. Contempla a un Jesús siempre bajo sospecha por ser de Nazaret.
- Nazaret, tierra rechazadora: porque Jesús fue desechado en su propia tierra, porque tuvo que desplazarse a la vecina aldea de Cafarnaún y hacer de esta “su ciudad”. Tierra ruin, Nazaret, y encima tierra de rechazo para con sus propios hijos. En ese rechazo tuvo que aprender Jesús el amparo que le daba el Padre. Tierra de rechazo para hacer de Jesús hermano de todas las otras tierras. Contempla a un Jesús rechazado en su tierra que sigue amando las otras tierras, las nuestras.
- Nazaret, sello de pertenencia de Jesús a la tierra: porque siempre ser “el nazareno”, aunque haya sido echado de esa aldea, aunque haya recorrido todos los caminos del país, aunque haya viajado al extranjero. Nazaret será el sello de identificación de Jesús: la tierra como señal de su identidad más honda. Contempla a un Jesús marcado por el sello de la tierra.
- Jesús, hijo de la tierra: esa es la conclusión: un hijo de la tierra, con sus pros y sus contra, con sus sombras más que luces. Hijo de aquella tierra que le dio a luz a través de un padre y una madre nazarenos también. Nunca renegó Jesús de su tierra, nunca negó su pertenencia a la tierra pobre, nunca maldijo la tierra que le vio nacer, jamás maldijo la pobreza de la tierra, sino que la puso muchas veces como ejemplo y cauce de comprensión del Reino. Hijo de la tierra.
3. Profundización
- Estar en la tierra, ser tierra: es una certeza que estamos en la tierra; no lo es tanto que seamos tierra, que nuestro ser se identifique con la tierra, por más que volvamos “al polvo” de la tierra. Los anhelos espirituales nos ha hecho huir de la tierra y, con ello, nos han llevado a despegarnos de esta tierra y de sus inherentes responsabilidades. ¿Cómo tomar otra orientación? ¿Cómo coger el camino del que quizá no debíamos habernos apartado, que venimos de la tierra y volvemos a su seno materno? ¿No es posible conjugar esto con los anhelos cristianos, la recapitulación de todo en Cristo, la sintonía con la fuente de amor que subyace a la creación, el encuentro con el amor del padre que hace de esta naturaleza una creación? La certeza de ser tierra podría devolvernos una confianza, un equilibrio y un gozo vital verdaderamente profundos.
- Tierra limitada, tierra ilimitada: porque tenemos una fuerte experiencia de limitación terrenal. Y eso nos ha hecho huir hacia una patria que no sea la tierra, el cielo. Pero si alimentáramos la certeza de que la vivencia terrenal limita puede ser vivida de formas ilimitadas, totales, en conexión de ambas realidades (tierra limitada y tierra ilimitada), quizá brotaría, además de una mayor responsabilidad y amor por esta tierra, un gozo que nos liberaría de muchos miedos y nos abriría a una dimensión nueva de la experiencia cristiana. Viviremos en la tierra ilimitada donde entenderemos cómo Dios nos ha amado en la tierra limitada.
- Amar la tierra que el Señor nos da: porque la espiritualidad corriente ha vertido litros de acíbar sobre la tierra y la ha convertido en una amargura, en un valle de lágrimas. En las situaciones más duras, y aun en las menos duras, no hemos sabido percibir el destello de luz que el Padre ha sembrado en la realidad creacional. ¿Cómo ayudarnos a amar esta tierra que Dios nos ha dado por amor? ¿Cómo sacarle todo el partido posible a nuestra casa de la tierra? ¿Cómo terminar agradeciendo cada día el haber sido creados y nacidos de esta tierra? Sin este amor no será posible un cambio de orientación.
- Una tierra con alma: porque la ciencia nos enseña de muchas maneras que dentro de la tierra no hay más que fuego, metales y cosas así. Pero es una realidad con alma, con soplo de Padre, con orientación, con valores. Llegar a creer que la tierra tiene alma, el “soplo incorruptible” de Sab 11, es un gran logro espiritual que podría ayudarnos a una visión distinta de nuestra pertenencia a la tierra y nuestra vuelta al cimiento de lo creado donde habita la fuente del amor.
4. Derivaciones
- Mirar hacia dentro/mirar hacia fuera: nuestro imaginario religioso mira mucho hacia fuera, hacia el cielo. Pero para entender a un Jesús hijo de la tierra es preciso mirar hacia adentro, hacia el interior de esta pobre realidad en la que el Padre y Jesús han hecho morada (Jn 14,23). Cambiar la orientación de la mirada es muy importante para elaborar otro imaginario espiritual, si es que queremos huir de la superficialidad del imaginario que mira hacia fuera. Es una verdadera prueba para adquirir una visión más adulta de la fe.
- Misericordiosos con la tierra: al terminar el año de la misericordia, hemos de tratar de ser misericordiosos también con la “hermana y madre tierra”. Madre por nos da a luz, hermana porque nos acoge después de andar los caminos de la historia. Si nos engendra y nos acoge, ¿cómo no habríamos de mirar con ojos compasivos a esta buena hermana y madre?
- Una encarnación diminutiva: así rezamos en la LH con el poema de L. Panero. Eso es lo que somos cada persona, cada ser, una encarnación en pequeño. Y ello porque provenimos de la misma fuente: de la tierra y del amor del Padre. Por eso, celebrar la encarnación es celebrar el existir, la hermandad del ser, la familia de quienes ha tenido la suerte de ser criaturas.
- Para celebrar una tierra con alma: es preciso volver a la certeza de que el alma de Dios está sembrada en la historia. Celebrar la tierra con alma es saber que el amor de Jesús anida en ella, es saber que dentro de lo creado corre siempre la corriente del amor, es percatarse de que la hermosura de Dios se nos ha dado ya como ánimo para mantener viva la utopía de que llegaremos a amar sin límites.
5. Itinerario en Navidad
- Primera semana: podríamos dedicarla a la mera contemplación de nuestro ser tierra. Mirar la tierra, tocarla, ponerla cerca en un cuenco sobre la mesa de nuestro cuarto, hablarle, agradecerle que sea “madre y hermana”.
- Segunda semana: celebrar que Jesús haya sido de la tierra, que nosotros seamos de la tierra, que nuestros pasos nos vayan llevando hacia la tierra sin límites del amor pleno. Perfumar la tierra, verter unas gotas de perfume sobre la tierra cercana, como signo de agradecimiento con la tierra.
- Tercera semana: celebrar que Jesús y nosotros seamos tierra. Hacer las celebraciones navideñas con perspectiva “de tierra”. Gozamente, con humildad, en sintonía con toda la tierra. Poner en el lugar de la celebración alguna foto bonita del cosmos que nos evoque nuestro caminar hacia la tierra del amor pleno.
Fidel Aizpurúa Donazar (Logroño)
0 comentarios