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FIAIZ

Marcos 13

CVMc

Domingo, 31 de enero de 2016

 

 

VIDA Y EVANGELIO:

UN MISMO CAMINO

Plan de oración con el Evangelio de Marcos

 

13. Mc 2,15-17

 

Una reflexión inicial:

 

                Por definición (definición que hacemos quienes decimos creer) los descreídos, los ateos, los increyentes, decimos, son gentes que no tienen fe, porque reniegan o hablan mal de ella, porque se han alejado de la iglesia, etc.

                Pero esto no es totalmente exacto. Con mucha frecuencia, entre los descreídos no solamente hay atisbos de fe, sino de hondo aprecio de la persona de Jesús y del Evangelio (aunque rechacen a la Iglesia por sus estructuras no evangélicas).

                Además, los descreídos nos hacen un gran favor a los creyentes al derribar muchos de los ídolos que construimos con nuestras prácticas religiosas, a veces tan deformantes. Ellos, los ateos, hacen la “limpieza” que nosotros no somos capaces de hacer.

                De ahí que no estaría nada mal entablar diálogo con ellos, tener la actitud e aprender de ellos, porque es cierto que nos pueden enseñar muchas cosas que nos animen a una vivencia del Evangelio más atinada.

 

El texto

 

                15Sucedió que, estando recostado a la mesa en su casa, muchos recaudadores y descreídos se fueron reclinando a la mesa con Jesús y sus discípulos; de hecho, eran muchos y lo seguían. 16Los fariseos letrados, al ver que comía con los recaudadores y los descreídos, decían a los discípulos: -¿Por qué come con los recaudadores y descreídos? 17Lo oyó Jesús y les dijo: -No sienten necesidad de médico los que son fuertes, sino los que se encuentran mal. No he venido a invitar justos, sino pecadores.

  • Uno de los rasgos que nos hace humanos es que comemos juntos, y con rituales de relación y de disfrute. Cuando este estar a la mesa se amplía a quienes la sociedad estigmatiza y excluye, el horizonte humano brilla más. Jesús es más humano cuando come con recaudadores y descreídos. Por eso mismo, es “más Dios” participando de esa mesa de exclusión.
  • Quien rechaza una comensalía abierta e incluyente está “fuera de la mesa”. Estar fuera de la mesa es estar fuera de lo humano. Los comportamientos inhumanos nos alejan de la mesa y nos privan de lo más importante de la vida: la buena relación.
  • Jesús, con su comportamiento, hace una propuesta de encuentro. Todos podrían sentarse a la mesa, incluso quienes estigmatizan a los pobres y descreídos. La mesa podría ser para todos. Pero tiene que haber una acogida básica, porque el rechazo destroza la relación y hace imposible la mesa.
  • Por otra parte, la división entre justos y pecadores es muy discutible desde el punto de vista moral, e incluso espiritual: aquí resulta que los descreídos son los que tienen “fe”, aceptan a Jesús, y los religiosos, no tienen “fe”, rechazan a Jesús. El mundo al revés.

 

Para pensar en silencio:

 

  1. 1.       ¿Subraya algún punto que te parezca interesante?
  2. 2.       ¿Te anima ver a un Jesús que se sienta con “descreídos” sin poner condiciones a nadie?
  3. 3.       ¿Encuentras algún parecido con otras “mesas” sociales en las que se sientan los más frágiles?

 

Un valor: comensalía abierta

 

                Ya hemos dicho que uno de los rasgos que nos hace más humanos es el comer. Por eso, una manera especial de generar humanidad es abrir la mesa, ampliarla, tener un talante integrador ante todo tipo de mesas, aquellas en las que se comen alimentos y aquellas en las que se “come” la vida. Para ampliar la mesa es precisa una serie de condiciones:

  • Es preciso mirar en la dirección del otro y sus circunstancias. Si solamente me interesa lo mío, la mesa permanecerá cerrada.
  • Hay que estar dispuesto a un constante compartir. Si yo quiera sacar beneficio y lucro a todo, la mesa se cerrará y será solamente para quien puede devolver el favor.
  • Habrá que tener conciencia de que es más importante la persona que lo que se come. Para ello será bueno alegrarse con quien se come, aunque sea alguien sencillo y frágil.
  • También habrá que dejar algo de lado las exigencias morales. Comer solamente con “los buenos” lleva a la exclusión y al desenfoque.
  •  Tendrá que estar activado el mecanismo del disfrute sencillo. Si en la mesa no se disfruta (con la comida, con la conversación, con el canto) algo falla.
  • No habrá que echar la llave al sitio donde se come. Siempre habrá que dejar la puerta abierta para que pueda entrar alguien de última hora.
  • Habrá que ampliar la mesa a los comensales “que no están”, o a los que están lejos. No para que coman, sino para saber que ellos también tienen un sitio guardado, que hay quien piensa en ellos.
  • Se podrá comer, incluso, con toda la creación, pues toda creatura tiene un hueco en el banquete de la vida.

 

 

Una imagen

 

 

            Esta foto es de una comida que llaman “Betania” que hace todos los domingos la parroquia de Sansomendi en Vitoria. Acude quien quiere, quien lleva y quien no lleva, quien es de la ciudad y quien está de paso, quien va a la parroquia y quien no va. Una mesa abierta y que acoge a quien simplemente quiere comer en compañía y fraternidad. Suelen ser comidas de gozo. Como las de Jesús.

 

 

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