Filipenses 14
CVF
Domingo 25 de enero de 2015
VOLVER A JESÚS
Plan de oración con Filipenses
14. Filp 3,12-16
Introducción:
En casi todos los órdenes de la vida, ésta queda entendida y vivida como una competición. Tal es así que quien no tiene espíritu competitivo andará muy malgasta para encontrar trabajo. Se valora socialmente la competición, y menos la colaboración. Quien compite y gana (si pierde, silencio) se hace un hueco en la sociedad, logra su cuota de fama. Quien colabora está más en lo oscuro y puede que hasta que nunca salga a la palestra de los medios. De ahí que hasta a los niños se les inculca el espíritu competitivo en el deporte, en los resultados escolares, en las habilidades sociales. Una sociedad colabora tiene mucho mejor futuro que otra competitiva. Aprender el valor de la colaboración demanda un espíritu sensible y abierto a la realidad del otro, “descentrado” de uno mismo, haciendo un sitio al distinto en el propio horizonte. A la larga, eso es mucho más “productivo”.
San Pablo dice, para evitar personalismos, liderazgos absorbentes y competiciones estériles, que Jesús le ha obtenido el premio. A él y a todos. De tal manera que la competición ha quedado sin sentido. Efectivamente, para Jesús no hay competidores sino hermanos, no hay disputas por un premio, sino el más jugoso compartir, no existe rivalidad sino amble compañerismo. A esto tendría que llevarnos la comprensión de la persona de Jesús y su mensaje. Si en esto también somos como lagente “normal”, ¿qué aporta realmente el Evangelio a una visión alternativa de la sociedad? Conviene pensarlo.
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Texto:
12No es que ya haya conseguido el premio o que ya esté en la meta; sigo corriendo a ver si lo obtengo, pues el Mesías Jesús lo obtuvo por mí. 13Hermanos, yo no pienso ya haberlo obtenido personalmente, y solo una cosa me interesa: olvidando lo que queda atrás y 14lanzándome a lo que está por delante, correr hacia la meta, para coger el premio al que Dios llama desde arriba por el Mesías Jesús.
15¡A ver, los hombres hechos, esta es nuestra línea! Y si en algún punto pensáis de otro modo, Dios se encargará de aclararos también eso. 16En todo caso, seamos consecuentes con lo ya alcanzado.
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La sociedad nos ayuda a volver a Jesús:
Esta muchacha es Laia Sanz que ha competido el Dakar de este año. La única mujer y ha logrado un buen puesto. Todos los telediarios han ofrecido información sobre ella y su “proeza”. Salta a la fama por su capacidad competidora. Desde ahí se hacen populares y entran en todos los hogares. Quien compite tiene un sitio en la sociedad. Quien colabora pasa un segundo plano. Pero en la colaboración está el verdadero futuro de lo humano. No en la competición.
Oramos: Que admiremos a quien colabora; que apreciemos a quien se entrega; que valoremos a quien ampara.
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Volver al Jesús del Evangelio:
Jesús ha sido un no-competidor nato. No ha querido entrar en litigio con nadie, aunque su vida haya sido complicada. No ha juzgado a nadie, no ha tenido pretensiones sobre nadie y sobre nada. El poder establecido lo ha visto más como un obstáculo a sus inhumanos fines que como un competidor en el mismo terreno. Su generosidad básica, su darse por entero, su buscar el bien del otro han alejado de él todo posible espíritu de competición. Por eso es hermano de cualquiera.
Oramos: Gracias, Señor, por no haberte apropiado de nadie; gracias por no haber tenido pretensiones sobre nadie; gracias por tener un interior desposeído y ofrecido.
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Volver a los valores hondos:
Un peligro del competidor es menospreciar el pasado; un peligro, instalarse en el pasado. Pablo dice que él se lanza hacia lo que está por delante. Sin obviar el pasado, pero el verdadero campo de trabajo de lo humano es el futuro. Por eso, interesante por el futuro, dejarse interrogar por él, construir desde el hoy un futuro más humano, tener preocupación por los grandes futuros (del mundo, del Evangelio, de los débiles…) es la manera de situarse de quien entiende a Jesús, un hombre de futuro.
Oramos: Que nos preocupe el futuro del mundo; que nos preocupe el futuro del Evangelio; que nos preocupe el futuro de los débiles.
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Volvemos a la comunidad:
Nuestra comunidad no compite en nada, no hay zancadillas, ni anhelos de derrotar al otro. No tenemos pretensiones sobre nadie y cualquiera es aceptado como es. Ese es un fruto de la oración y de la vida. Sería un síntoma fatal que hubiera que competir en algo entre nosotros. No habríamos entendido nada de la buena relación y, menos aún, de lo que es una comunidad.
Oramos: Que nunca compitamos con quien amamos; que nunca litiguemos con quien vive con nosotros; que nunca tratemos de vencer a quien nos quiere.
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Palabras que alientan:
NO se puede prever. Sucede siempre
cuando menos lo esperas. Puede pasar que vayas
por la calle, deprisa, porque se te hace tarde
para echar una carta en correos, o que
te encuentres en tu casa por la noche; puede
acontecer también que sea verano
y que te hayas sentado en la terraza
de una cafetería, o que sea invierno y llueva
y te duelan los huesos; que estés triste o cansado,
que tengas treinta años o que tengas sesenta.
Resulta imprevisible. Nunca sabes
cuándo ni cómo ocurrirá.
Transcurre
tu vida igual que ayer, común y cotidiana.
"Un día más", te dices. Y de pronto,
se desata una luz poderosísima
en tu interior, y dejas de ser el hombre que eras
hace sólo un momento. El mundo, ahora,
es para ti distinto. Se dilata
mágicamente el tiempo, como en aquellos días
tan largos de la infancia, y respiras al margen
de su oscuro fluir y de su daño.
Praderas del presente, por las que vagas libre
de cuidados y culpas. Una acuidad insólita
te habita el ser: todo está claro, todo
ocupa su lugar, todo coincide, y tú,
sin lucha, lo comprendes.
Tal vez dura
un instante el milagro; después las cosas vuelven
a ser como eran antes de que esa luz te diera
tanta verdad, tanta misericordia.
Mas te sientes conforme, limpio, feliz, salvado,
lleno de gratitud. Y cantas, cantas.
Eloy Sánchez Rosillo
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Tu parte:
Activa tu espíritu de colaboración en estos días. Deja de lado cualquier tentación de competir con nadie.
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