Filipenses 15
CVF
Domingo 1 de febrero de 2015
VOLVER A JESÚS
Plan de oración con Filipenses
15. Filp 3,17-4,1
Introducción:
Muchas veces nos lo decimos: nuestro mayor enemigo es la superficialidad. Hay quien cree que no hay nada más allá de la piel, que la persona es una realidad vacía, que dentro no hay nada. Y no nos referimos al “alma”, esa manera dicotómica de describir lo humano que quizá ya no rige. Nos referimos a la interioridad, a la evidencia de que dentro de la persona hay vida, a los valores que conforman ese “disco duro” que es el corazón. Por eso hay dos mentalidades a la hora de vivir: la de quien profundiza y la de quien se sitúa en una perspectiva de profundidad, de humanidad, de espiritualidad. Mirar en la dirección de lo profundo es la mejor manera de ser humano, la forma más enriquecedora de transitar los días. Situarse en términos de hondura no es ninguna extraña mística. Es no sucumbir únicamente a lo que se ve y afirmar la verdad y el valor de lo que no se ve, de lo que anida dentro.
Hacemos estas reflexiones porque Pablo contrapone en este pasaje dos mentalidades, dos maneras de ver la vida, dos formas de situarse en lo que somos: la de quien no mira más que a lo de fuera, los “centrados en lo terreno” y los que apuntan a profundidades de vida y de fe, “los que tienen el esplendor de Jesús”. No se trata de cuestiones religiosas, en primera instancia, sino de maneras de entender la vida. Vivir desde fuera termina llevando a un empobrecimiento de lo humano; vivir con profundidad, con ahondamiento, con reflexión, con mirada a lo que no se ve, es lo que va haciendo que el camino humano sea hermoso. Sobra decir que quien trabaja la fe de Jesús, que quien lee la Palabra con detenimiento, está queriendo construir el segundo camino: la mentalidad de quien cultiva lo que hay más adentro de la mera piel.
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Texto:
17Hermanos, seguid todos mi ejemplo y tened siempre delante a los que proceden según el modelo que tenéis en nosotros, porque andan por ahí muchos… 18¡Cuántas veces os lo he señalado, y ahora lo hago con lágrimas en los ojos, a esos enemigos de la Cruz del Mesías! 19Su paradero es la ruina, honran a Dios con el estómago, y ponen su gloria en sus vergüenzas, centrados como están en lo terreno.
20Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos como salvador al Señor Jesús, el Mesías; 21él transformará la bajeza de nuestro ser reproduciendo en nosotros el esplendor del suyo, con esa energía que le permite incluso someterse el universo.
4,1De modo que, hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona, mis amigos, manteneos así fieles al Señor.
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La sociedad nos ayuda a volver a Jesús:
He aquí una escena entrañable: Kareem y sus nietos juegan al ajedrez en el campo de refugiados sirios de Al Azraq, en Jordania. Juegan a la luz de una pequeña lámpara de energía solar. Un proyecto de la ONU lleva iluminación a los campos de refugiados donde cientos de personas viven en condiciones muy duras. “Después de la guerra, estos pequeños placeres son la vida”, dicen. Algo tan simple como una lámpara y no solo se hace la luz, sino que se abre el camino de la profundidad, de la relación, de la vida. Esto indica que esa es la tendencia de la verdad en lo humano: ir a lo profundo, a lo disfrutado, a lo espiritual, entendiendo por tal el nivel ahondado de lo humano.
Oramos: Gracias, Señor, por quienes posibilitan lo humano; gracias por quienes ayudan al disfrute de los pobres; gracias por quienes cultivan el espíritu con medios sencillos.
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Volver al Jesús del Evangelio:
Dice Pablo que el creyente que mira a lo profundo aguarda como salvador a Jesús. Siempre se ha entendido la salvación en el más allá. Pero el Evangelio postula una salvación en la historia, en el más acá. Esa salvación no es sino la humanización de la vida. Cuanto más humanos más salvados; cuanto más inhumanos, más perdidos. De ahí que si la experiencia cristiana no ayuda a humanizar, no ayuda a salvar. Salvarnos del empobrecimiento, de la soledad, de la maldad, de la pena, a eso apuntan los anhelos del programa de Jesús:
Oramos: Sálvanos, Señor, del empobrecimiento que nos hace enemigos unos de otros; sálvanos de la soledad que nos aleja a unos de otros; sálvanos de la maldad que nos hace ignorar los rasgos del rostro del otro.
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Volver a los valores hondos:
Habla Pablo de una energía que nos permite someter al universo. No se trata de someter, de dominar, de explotar, sino de integrarse, de compartir, de colaborar. La mentalidad humanizadora es una mentalidad colaboradora, respetuosa, amable. Estos son los valores hondos, necesarios, para poder vivir en armonía con lo creado, para conectar el fondo de todas las realidades, humanas y creacionales. Conectarse en el fondo, ejercer la com-pasión con toda realidad creada es lo que puede llevarnos a una nueva mentalidad humanizadora y creyente.
Oramos: Que conectemos con el fondo de las criaturas; que construyamos la paz con toda realidad creada; que seamos com-pasivos con quien, como nosotros, transita el camino de la vida.
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Volvemos a la comunidad:
Tanto los trabajos orantes como los relacionales quieren ayudarnos a escapar de la mera superficie, de la mera piel, para sentirnos y entendernos más desde lo profundo, desde lo real, desde la verdad. Por eso, un gran beneficio de la comunidad orante es ayudarnos a escapar de la superficialidad. Efectivamente, la comunidad nos ayuda a la profundidad y, con ello, nos ayuda a la dicha, al éxito humano, al disfrute sencillo de la vida.
Oramos: Que nos ayudemos a profundizar; que nos ayudemos a ahondar; que nos ayudemos a disfrutar.
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Palabras que alientan:
¿Mi tierra?
Mi tierra eres tú.
¿Mi gente?
Mi gente eres tú.
El destierro y la muerte
para mi están adonde
no estés tú.
¿Y mi vida?
Dime, mi vida,
¿qué es, si no eres tú?
L. Cernuda
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Tu parte:
Trata en estos días de mirar lo que te pasa con cierta profundidad. Evita los juicios rápidos y superficiales.
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