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FIAIZ

Juan 130

CVJ 

Domingo, 20 de enero de 2013

 

VIDA ACOMPAÑADA

 Plan de oración con el Evangelio de Juan

 

 

130. Jn 19,19-22

 

Introducción:

 

                La vida sin textos literarios hermosos sería mucho más pobre, mucho más triste, mucho más oscura. Hay muchas personas que, en todas las lenguas, iluminan a través de sus textos el caminar humano. Si son textos profundos, hermosos, verdaderos, humanos, no nos cansan; estamos cansados de las palabras vacías, de las que no transmiten experiencias, de las que son pura fachada. Pero los textos profundos nos llevan a la profundidad. Sin embargo, hay personas muy valiosas que jamás escribirán un texto; quizá ni sepan escribir. Ellas mismas son su propio texto. Es preciso también aprender a leer en ellas porque su texto lleva la firma de su propia vida.

                Los judíos tenían (y aún tienen) un texto reverenciado que es el de la Torá, el de la Biblia hebrea. Ellos aman ese texto (nosotros también) porque creen que esas palabras “dan espíritu y vida”. Pero los cristianos, además de apreciar hondamente esas palabras, leemos nuestro horizonte en el “texto” de la vida de un pobre que terminó en cruz. Él es para nosotros la nueva Escritura, el lugar donde se topa uno con la realidad de Dios. Así lo dice este texto hermoso del Evangelio de Juan: por siete veces consecutivas aparece el vocablo escribir o escritura. Jesús, en su humilde vida, es para nosotros el texto hermoso donde leemos la verdad de que lo humano tiene salida, deque nos aguarda un horizonte luminoso, de que estamos hechos para el amor y la alegría, no para el odio y la pena. La escritura que es la vida de Jesús sigue siendo para nosotros un “libro” lleno de palabras luminosas.

 

***

 

Texto:

 

                19Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: JESÚS EL NAZARENO, EL REY DE LOS JUDÍOS.

20Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús y estaba escrito en hebreo, latín y griego.

21Entonces los sumos sacerdotes de los judíos, le dijeron a Pilato:

                -No dejes escrito “El rey de los judíos”, sino: “Éste ha dicho: soy el rey de los judíos”.

                22Pilato les contestó:

                -Lo escrito, escrito queda.

 

 

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Ventana abierta:

 

 

                Esta es una ilustración del poema de L. García Montero “Uno aprende a vivir y a echar  raíces”, un hermoso texto que ponemos al final de la hoja y que podemos utilizar, casi como oración, para este comienzo del año. Gracias a textos hermosos la vida “espiritual” se nutre y alimenta. Tendríamos que agradecer a quienes los escriben porque humanizan nuestro camino y desatan ese fondo de ternura que necesita la vida para que sea algo más que el mero transcurrir de los días.

                Oramos: Que valoremos los textos hermosos que iluminan; que seamos personas de raíces espirituales; que seamos texto luminoso de vida para quienes nos rodean.

 

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Desde la persona de Jesús:

 

                Cuando dice san Juan que la nueva escritura, que es Jesús, estaba escrita en “hebreo, latín y griego” está queriendo decir que es una escritura universal: la lengua de los judíos (el hebreo), la lengua de los paganos (el griego) e, incluso, la lengua de los opresores (el latín). Todo el mundo puede leer en Jesús las palabras de la dicha humana. Ninguna persona, ninguna religión, ninguna filosofía puede privatizar, apropiarse, de las palabras de Jesús. Su “escritura” es para que la lea toda persona que lo desee. Destruir la universalidad de esta “escritura” es destruir al mismo Jesús.

                Oramos: Gracias, Jesús, por ser escritura para toda persona; gracias porque tu libro habla de la dicha; gracias por iluminar nuestro camino humano.

 

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Ahondamiento personal:

 

                El pagano Pilato se mantiene en lo escrito. Quizá él no lo supiera, pero el evangelista dice que lo escrito, cuando es luminoso, debe quedar escrito. Nuestros “escritos” (nuestra vida) ha de engendrar luz. Si un escrito entristece, denigra, oscurece, menosprecia, no es escrito humano y en nada se parece al escrito de luz que es la persona de Jesús. Cualquier esfuerzo por iluminar el camino humano es un escrito de luz que agradecemos, fuertemente necesitado de luz como estamos.

                Oramos: Que nuestros escritos, literarios o de la vida, sean luminosos; que seamos escritura de luz para quien anda en tristeza; que nunca contribuyamos a oscurecer el camino humano.

               

***

 

Desde la comunidad virtual:

 

                Con alguna frecuencia nos regalamos textos en la comunidad virtual. Son valiosos porque han sido previamente luminosos para quien los ofrece. Y, además, nos regalamos el texto sencillo de nuestras vidas que, en muchas ocasiones, es instancia de luz. El regalo de un buen texto, sea escrito o sea de vida, es impagable.

                Oramos: Que nos regalemos textos para regalarnos vida; que seamos texto para quien anda en dificultad; que agradezcamos a quien nos ofrece textos luminosos.

 

***

 

Poetización:

 

Quizá no supiera escribir,

probablemente nunca leyó un libro,

no pudo disfrutar del placer

de la letra escrita.

Pero sabía el texto de la Escritura

de memoria

y le acompañó en las horas  más difíciles.

Sabía también los textos

de los cantos de las subidas

y los poemas de amor del Cantar.

Los cantaba en la noche

en sus momentos de oración.

Pero, sobre todo,

la vida para él

era un texto de luz:

los campos de su Galilea,

los olivares de sus cuestas,

el agua de su lago hermoso,

las mieses doradas de los campos

en Cafarnaún.

Era el libro hermoso

de la creación.

 Ahí también supo leer.

Pero su mejor libro

fueron las personas,

su pueblo,

su familia,

sus amigos,

la persona de los débiles.

Ahí leyó

el paso de Dios

por la vida.

Eso le hizo estremecerse de gozo

muchas veces.

Fue un buen lector

del texto de vida,

aunque fuera un analfabeto.

 

 

***

 

Para esta semana:

 

                Disfruta leyendo un buen texto. Sé un texto de luz para quien convive contigo.

 

***

 

 

Uno aprende a vivir y a echar raíces.

Y conviene también llover sobre mojado,

pisar la superficie de los ríos

hasta quedarse quieto,

hasta el agua templada en la cintura,

con un reloj de horas más tranquilas,

donde sea el recuerdo quien evoque al presente

y el porvenir se haga un minuto redondo

más nuestro cada vez y más anillo,

porque el viento se calma con caricias

igual que los caballos en días de tormenta.

Uno aprende a vivir,

a estar en cuerpo y alma en los ojos que miran,

en la voz que pregunta,

en los dedos sin prisa que recorren

la piel de los saludos.

Es necesario trabajar la vida.

La cólera del tiempo se calma con las manos.

 

LUIS GARCÍA MONTERO

 

 

 

 

 

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