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FIAIZ

Juan 102

CVJ

Domingo, 19 de febrero de 2012

 

VIDA ACOMPAÑADA

 Plan de oración con el Evangelio de Juan

 

 

102. Jn 14,27-29

 

Introducción:

 

                Nuestra cultura es, a veces, muy rígida en el tema de las presencias: uno está, si está físicamente presente. Si está físicamente ausente o difunto, ya no está. En realidad, hay muchas formas de estar presente, aunque no sea físicamente: recuerdos vivos, gestos y palabras que aún son evocadores, entregas que son valoradas más allá de los años, obras que benefician lo humano y se perpetúan en el gozo de quien hoy las disfruta, etc. Son otros modos de presencia, tan vivas o más que las maneras simplemente físicas. Es la evidencia de que a la vida no hay quien le ponga coto y que ésta se derrama más allá de los estrechos límites de lo que vemos.

                Algo así ha pasado con la persona de Jesús. Él ha dicho: “me marcho para volver con vosotros”. Es decir, Jesús, tras su muerte generosa, ha “vuelto” al fondo de la vida, al seno de la comunidad, al corazón de la persona. Hoy está con nosotros con más fuerza y libertad (libre de las estrecheces de la historia) que cuando andaba por Galilea. La suya es ahora una presencia más viva y eficaz que cuando sus discípulos hablaban con él. Creer en la presencia de Jesús no es algo meramente espiritual. La suya es un tipo de presencia histórica que va más allá de los límites de lo que vemos. Por eso su presencia nos puede sostener y reconfortar.

 

               

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Texto:

 

27 “Paz” os dejo, mi “paz” os doy: no os la doy como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. 28Me habéis oído decir: Me voy y vuelvo a vuestro lado. Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. 29Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.

 

 

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Ventana abierta:

 

                En otras ocasiones hemos hablado de Alejandro Labaka y de Inés Arango, misioneros muertos en las selvas de la amazonía ecuatoriana por los indígenas Tagaeri. Este año se cumplen 25 años de su entrega. Para muchos de quienes les conocimos, su presencia sigue viva, sus palabras proféticas, sus maneras generosas, su decisión de llegar hasta el final por los empobrecidos de la tierra. De ahí que su recuerdo logre avivar en nosotros de ser cauce de paz y de justicia con los débiles.

                Oramos: Gracias, Señor, por quienes dan y se dan; gracias por quienes miran, sobre todo, por los más débiles; gracias por quienes siguen enamorándose de la paz y la justicia.

 

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Desde la persona de Jesús:

 

                La certeza del valor de la presencia de Jesús en medio de nosotros le lleva a decirnos: “No estéis intranquilos ni tengáis miedo”. La presencia de Jesús es una fuente de sosiego y de valentía. Nuestra vida está marcada, con frecuencia, por la desazón y la fuga ante los problemas de la vida. Jesús, su presencia benéfica en la historia, colabora al logro de esa tranquilidad esencial que puede llevarnos a vivir de manera más gozosa.

                Oramos: Te alabamos, Señor, por tranquilizar nuestras desazones; te bendecimos por aquietar nuestros desasosiegos; te damos gracias por conjurar nuestros temores.   

 

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Ahondamiento personal:

 

                En la vida hay muchos momentos en que es preciso despedirse, cortar amarras, dejar la casa cotidiana. Pero, aunque eso sea necesario, se puede mantener la conexión por encima de distancias, kilómetros, países. Basta querer seguir en la vida del otro. Esta presencia continua es un modo eximio de fidelidad básica. Si la amistad se pierde, no fue verdadera amistad. Por eso, se puede soñar, por encima de limitaciones, con una presencia fiel en la vida de quienes amamos.

                Oramos: Que seamos fieles en el amor y en la amistad; que podamos guardar con viveza la relación que nos ha humanizado; que aprendamos a vivir en relación continuada con quien hemos aprendido a amar.

               

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Desde la comunidad virtual:

 

                Nuestra comunidad virtual, por definición, no goza de una presencia continua. Pero la evidencia del gozo de nuestros encuentros esporádicos, de nuestros saludos pasajeros hace ver que cultivamos ese misterio de la presencia, más allá de los límites del espacio. Cuando hablamos de “vida acompañada” estamos hablando de algo real, verdadera presencia entre nosotros. Saber que estamos ahí nos hace disfrutar más de la relación cuando nos vemos.

                Oramos: Que apreciemos los gestos sencillos que llevan a disfrutar más de nuestras presencias; que valoremos nuestros encuentros como una gran suerte; que el mutuo interés lleve a un aumento de la alegría común.

                 

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Poetización:

 

Temía irse;

les costaba dejarlos,

sentía perderlos,

temía que los rasgos

de los rostros amados

se difuminaran

en la niebla del olvido.

Pero luego se reponía

y sabía que podía volver,

que entraría de nuevo en su casa,

que caminaría gozoso a su lado,

que, de algún modo,

compartiría con ellos

la mesa de la alegría.

Por eso mismo

no se despedía como todo el mundo

que cree que muere

cuando dice adiós.

Él volvería

y, con su vuelta,

la intranquilidad desaparecería,

el miedo se esfumaría,

la alegría volvería

con su risa loca.

El Padre, les decía,

es más que mi propia muerte;

por eso, cuando me dé la vida

volveré a estar con vosotros

con una fuerza que ahora,

ni vosotros ni yo,

podemos sospechar.

Quiso avisarles

porque el zarpazo de la muerte

iba a ser terrible.

Pero ellos llegaron a creer

en la verdad de su presencia.

Lo notaban

cuando en las horas difíciles

el amor a Jesús

permanecía vivo,

cuando en la derrota

brotaba con fuerza la esperanza.

No podía ser sino su presencia,

su mano cálida

reinventando caricias.

 

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Para la semana:

 

                Trata estos días de mantener viva la presencia de quienes amas, aunque estén lejos.

               

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